Martín Cavero Castillo. JM Arguedas
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1
Claves de interpretación arguedianas respecto al indio, el mestizo y el señor:
complejizando los retos de la interculturalidad
Martín Illariy Cavero Castillo*
José María Arguedas, además de ser un insigne novelista y literato peruano, fue también un
brillante etnólogo1 y logró una producción cuantiosa de escritos antropológicos que tenían
como ambiciosa locación de estudio la sierra peruana (en sus múltiples realidades sociales).
Muchos de estos escritos son poco conocidos y mantienen una riqueza etnográfica y
analítica que consideramos pertinente exponerla, pues creemos que traen a colación
preguntas, cuestionamientos y nuevas miradas a debates actuales fundamentales respecto a
la compresión de procesos políticos y culturales del Perú: como la discusión por el
movimiento indígena, el reconocimiento de derechos especiales a los pueblos indígenas y la
propuesta política de la interculturalidad.
Para llegar a esta problemática, será necesario exponer el particular aporte que realiza
Arguedas en materia conceptual y analítica para comprender lo que es el indio2, así como la
definición del mestizo (que implica una diferenciación interna según el grado de mestizaje)
y del misti (“señor” o “principal”). Esta tarea la hemos realizado en base a una selección de
pequeños escritos etnográficos que ubicamos en 3 principales compilaciones (Arguedas
1986, 1987b, 1989), 2 artículos (Arguedas 1956, 1957) y su libro antropológico en el que
compara comunidades españolas con comunidades andinas (Arguedas, 1987a).
Lo indio (más allá del sistema de castas)
“…si admitimos que la situación de casta tal como la hemos admitido hasta
aquí, ha sido ya eliminada de la situación peruana, pero si admitimos al
mismo tiempo que los elementos de casta todavía son en algún grado
pervivientes, la noción de lo indio debe ser ya más nítidamente
elaborada…lo indio no puede ser más tomado en este momento ni desde el
punto de vista racial, ni desde el punto de vista estrictamente de casta.
Tomándolo desde un punto de vista estrictamente cultural, lo indio ya no es
de ninguna manera la cultura prehispánica,… ¿pero qué es lo indio,
entonces?”
Aníbal Quijano3
* Bachiller de Ciencias Sociales, con mención en Sociología y asistente de investigación en el Instituto de
Estudios Peruanos. 1 Véase, por ejemplo, Las comunidades de España y el Perú, en el cual brinda su trabajo más acabado en
términos de exposición etnográfica y de reflexión analítica sobre una zona particular: las localidades
zamoranas de Bermillo y Muga de Sayago, en España. 2 Respecto a la definición de indio desde Arguedas, la exposición de Guillermo Rochabrún en la mesa
redonda “modernidad y tradición en la obra de José María Arguedas” en la Biblioteca Nacional del Perú el 20
jueves de enero del 2011, nos ha sido de mucha utilidad. En igual medida, hemos seguido su reflexión en un
pequeño artículo escrito titulado “Arguedas y Mariátegui” publicado en el Boletín de la Casa Museo José
Carlos Mariátegui (mayo-junio 2011). Sin duda, el esquema de este ensayo no podría haberse dado, sin la
alentadora propuesta analítica que abrió Guillermo Rochabrún en aquella mesa redonda de inicios de este año. 3 Rochabrún (2011: 69).
2
Arguedas parte por constatar que su uso de la categoría “indio” no refiere a su aspecto
físico sino a una terminología que corresponde a las ciencias sociales; es decir, la categoría
de “indio” refiere a una cultura particular: a un modo de distintivo de ser y costumbres
correspondientes a este modo de ser (ver por ejemplo, Arguedas 1986: 204)4. Hecha esta
aclaración, la primera duda a resolver es cómo evitar caer en tomar al “otro cultural” como
algo esencial en sí e inmutable, y que, por tanto, resulte incongruente con la condición
humana. Arguedas rápidamente zanja una posición crítica a esta visión purista del indio,
pues:
1) Reconoce a la cultura como un proceso vivo que se reinventa y transforma por sus
actores; en base a esta premisa, a la literatura a la que tuvo acceso y, en especial, a sus
propios descubrimientos, también
2) Reconoce que el indio de su entonces fue fruto de la amalgama entre elementos pre-
hispánicos e hispánicos que influyeron tanto en su religión y creencias, como en su
particular forma de organización política y de cooperación comunal (véase 1987a: 197,
305), por lo que no se puede hablar de una continuidad a secas entre el indio
prehispánico y el indio de mitad del siglo XX (en igual medida, entre el ayllu
prehispánico y la comunidad indígena de mitad del siglo); y, en coherencia con estos
dos reconocimientos,
3) Rechaza tajantemente una propuesta política-cultural en la que el indio deba preservarse
lo más puro posible al modo de una pieza de museo (véase por ejemplo, su artículo
periodístico “El libro „Canto de amor‟ y el fanatismo indigenista” en El Comercio,
Suplemento Dominical, 17 de Junio de 1956, p.3).
Ahora bien, afirmar que el indio puede ser comprendido como un ser (con una cultura)
particular, pero que al mismo tiempo ha sido fruto de la constante incorporación de
elementos ajenos a su cultura, requiere establecer límites claros para diferenciar cuando un
indio deja de ser indio, producto de la incorporación de estos elementos ajenos. Teniendo
esta problemática en mente, Arguedas opta por una estrategia analítica sumamente
sugerente. Primero, señala que la incorporación de elementos importantes de otra cultura no
implica total aculturación:
“La forma de organización social y económica, religión, el régimen de la
familia, las técnicas de fabricación y construcción de los llamados
elementos materiales de la cultura, las artes; todo ha cambiado desde los
tiempos de la Conquista; pero ha permanecido, a través de tantos cambios
importantes, distinta de la occidental”. (Arguedas 1989: 2)
4 “Tengan en cuenta nuestros amables lectores cómo no se habla de indios de la costa, a pesar de que en esta
región existen pueblo como Moche, en Trujillo, Catacaos, en Piura, la caleta de pescadores de Santa Rosa,
en Lambayeque, en los cuales casi todos los moradores son racialmente [físicamente] indios: indios más
puros que los de la mayoría de las aldeas consideradas como típicamente indias de la sierra. ¿Por qué no
califica de indios a estos hombres de la costa? Porque no se diferencian nítidamente, en lo que se refiere a
sus costumbres y economía, de los otros habitantes de los pueblos costeños a los que nadie consideran ni
pueden considerar como indias. Lo que caracteriza, lo que distingue a un indio en el Perú no es, pues, su
raza, sino sus costumbres y su modo de ser; su lengua, sus trajes típicos, sus creencias, su organización
social, etc.” (Arguedas, 1986: 204).
3
Luego, Arguedas también evidencia que el sólo contraste con una cultura occidental
(principalmente definida como individualista, mercantilista y secular) no resulta suficiente
para definir la particularidad del indio. Mediante sus viajes de trabajo de campo en el Valle
del Mantaro y a comunidades de labradores (campesinos) en España, se pregunta por la
particularidad de los indios que él conoció, pues considera totalmente insuficiente definirlos
por su condición económica y productiva. Así lo expresa en la célebre mesa redonda de
Todas las Sangres, en 1965:
“Entre este indio [se refiere al pongo de una hacienda en Huancavelica], y
un campesino de Huarochirí, o de Yauyos, que ya no hablan quechua, o del
Valle del Mantaro, hay una diferencia cultural bastante seria. Si no se usa la
palabra indio habría que inventar alguna otra, porque la palabra
“campesino”, para ambos, no resulta precisa. Hay una distancia, indudable
y muy grande, entre el uno y el otro.” (Rochabrún 2011: 58)
Finalmente, realiza una diferenciación analítica clave que nos permitirá definir
particularmente al indio, aun cuando este haya incorporado elementos culturales de otras
culturas tan disímiles a la de él. Creemos que citar extensamente el siguiente pasaje es
imprescindible para evidenciar su sugerente propuesta:
“Han pasado cinco siglos desde el encuentro de los dos pueblos y el indio
no ha alcanzado todavía a comprender y asimilar, por entero, el concepto
occidental de la propiedad y del trabajo… En cuanto al indio, por
circunstancias especiales, consigue comprender este aspecto de la cultura
occidental, en cuanto se arma de ella, procede como nosotros; se convierte
en mestizo y en un factor de producción económica positiva. Toda su
estructura cultural logra un reajuste completo sobre una base, un „eje‟. Al
cambiar, no uno „de los elementos superficiales de su cultura‟, sino el
fundamento del mismo, el desconcierto que observamos en su cultura se nos
presenta como ordenado, claro y lógico: es decir que su conducta se
identifica con la nuestra. ¡Por haberse convertido en un individuo que
realmente participa de nuestra cultura! Una conversión total, en la cual,
naturalmente, algunos de los antiguos elementos seguirán influyendo como
simples términos especificativos de su personalidad que en lo sustancial
estará movido por incentivos, por ideales, semejantes a los nuestros. Tal es
el caso de los ex indios del valle de Mantaro, provincias de Jauja,
Concepción y Huancayo; primer caso de transculturación en masa que
estudiamos someramente en las páginas iniciales del presente trabajo.”
(Arguedas, 1989: 25-26, subrayado nuestro)
Lo que el etnólogo Arguedas está planteando es que se pueden discernir ciertos
fundamentos culturales y económicos que harían de un actor social un ser particular,
definible como indio (incluso cuando haya incorporado elementos provenientes de otros
pueblos y culturas). Llegado a este punto, podemos presentar su propuesta conceptual sobre
aquello que definiría a un indio:
1) Respecto a su relación con la naturaleza, a consecuencia de su particular
religiosidad (véase, Arguedas 1956: 230; 1986: 205; 1989: 167).
4
El indio concibe a la naturaleza (la tierra/pachamama) como un ser vivo y sagrado
al cual se tiene que rendir culto. Además, ligado al territorio que ocupa y desde el
cual obtiene sus productos, también cree en la sacralidad de ciertas montañas
situadas localmente o con las cuales puede tener un contacto inmediato (en el cual
siembra, pastea o desde el que cree que surge el agua que bebe o utiliza para su
cultivo). Dicho de otro modo, el indio vincula directamente estos dioses locales
con sus condiciones de vida también localizadas, pues buena parte de su
reproducción y vivencias se sostienen sobre el territorio que se extiende en y por
debajo de tales montañas sagradas (estos dioses lo protegen –de cualquier mal o
enfermedad5- y permiten que pueda seguir subsistiendo, mediante el
mantenimiento de la fertilidad de las tierras que el indio cultiva)6. Arguedas
sostiene que estas creencias básicas se han sostenido aún cuando se han llegado a
incorporar elementos de religiosidad hispánica; de modo que uno de los criterios
clave para diferenciar culturalmente a un indio, es el peso o nivel de arraigo de
estas creencias en las personas y las prácticas coherentes con estas creencias que
el indio realiza.
Quien ya no crea en la existencia de estos dioses locales, dejaría de ser indio; pues
rompe con el vínculo mágico que tiene el indio con la tierra. Así lo plantea
Arguedas respecto a Rendón Willka (Rochabrún 2011: 59). No es entonces la
incorporación de elementos religiosos hispánicos el factor crucial para que un
indio deje de ser indio culturalmente, sino el nivel en que esta religión u otros
cambios logran desplazar a la religión india y toda la concepción del mundo que
esta implica7. Lo anterior, implica que los elementos que son incorporados son
reinterpretados y modificados sin resquebrajar la base de tales creencias indias
(así, véase cómo en su estudio sobre Puquio, los indígenas distinguen claramente
las diferentes concepciones de los dioses locales –que son propios, sólo de ellos- y
el dios católico –que es más general y de origen ajeno-, estableciendo, incluso,
relaciones de asimetría entre estas creencias). Este primer fundamento o criterio
es fundamental para que el propio Arguedas establezca diferencias entre el indio y
el campesino del Valle del Mantaro o de las comunidades zamoranas de Españas
que el mismo estudió.
2) Respecto a su relación con una comunidad local, a consecuencia de su
particular modo de producción (véase Arguedas 1987a: 31-32, 102-106, 197, 257,
279; 1989: 25). Arguedas comprende que otro fundamento o “eje” clave para
5 Incluso, a través de ciertos mediadores, recurre a ellos para que lo ayuden a sanar de una enfermedad.
6 Rochabrún (en la citada mesa redonda en que expuso a propósito del centenario del natalicio de Arguedas)
denominó a este tipo de religiosidad como propiciatoria, pues a través de ciertos ritos propicia la fecundidad
o la fertilidad. 7 Respecto a esta conceptualización, es ilustrativo lo que el propio Arguedas señala: “…el indio no alcanzó a
comprender suficientemente el catolicismo ni participó realmente de la fe católica; la acató, se sometió
socialmente a sus ordenanzas, permitió que todo el status social estuviera regido pero en lo que refiere a la
fe propiamente dicha, el indio siguió creyendo en sus dioses locales, fortalecidos por la destrucción del
Imperio, y siguió observando los ritos y ceremonias a ellos debidos desde la antigüedad, y fue y sigue siendo
ésa su verdadera religión.” (Arguedas, 1989: 167)
5
diferenciar al indio es el concepto de propiedad que este maneja. Así, señala que
su concepción es colectivista (inmersa, además, dentro de la religiosidad antes
explicada) y en total contraste con una visión más occidental, no la concibe como
un medio o “fuente de enriquecimiento individual ilimitado” (Arguedas 1989: 25).
En la misma línea, sostiene que el indio reproduce relaciones de cooperación en la
producción (como el ayni) y vínculos comunales de identificación mutual que
giran en torno a la propiedad de una tierra común8. De tal manera, podemos
reconocer que otro fundamento clave para definir al indio, es el lugar de
reproducción que lo define como un campesino-comunero: el tipo de comunidad
en el que vive, desde la cual se reproduce, sostiene vínculos comunales y mantiene
una concepción colectiva de la propiedad.
De esta manera, una comunidad que aún mantiene lazos de reciprocidad, alrededor
de compartir y administrar una tierra en común, correspondería con la existencia
de indios; a menos que sea necesario diferenciar más de un sector económico y
cultural dentro de la misma comunidad: entonces, una misma comunidad puede
contener indios y mestizos9. Una vez que cambian sustancialmente las condiciones
de la comunidad en la que viven, mediante la parcelación total de sus tierras y la
desaparición de las tierras del común, el indio va dejando de ser indio, ya habría
comenzado a asumir una serie de objetivos culturales distintos: se extiende el
minifundio y el individualismo se acrecienta, pues todos buscan un camino
individual para la consecución de cierta prosperidad y acumulación individual (“el
afán de lucro y enriquecimiento sería el móvil principal que alentaría a los
hombres”10
). Luego, estos cambios irían unidos al debilitamiento de la
cooperación para el trabajo agrícola, de otras actividades importantes (como la
faena de techa-casa) y probablemente de las propias faenas comunales (salvo que
fueran de utilidad pública y no estrictamente relacionadas con la tierra o
ceremonias de religiosidad india, “como las que eran necesarias para la
construcción de escuelas”).
3) Finalmente, como factores adicionales (pues no encontramos que Arguedas
haya señalado que sean ejes o fundamentos) que se encuentra unido a la
reproducción de estos lazos comunales y en torno a la religiosidad india, también
se identifica:
8 La importancia de esta tierra común, podría encontrarse en la propia auto-identificación de los indios:
comunmi kani, común runa kani, manan vecinichu (“ciertamente, soy común, gente común, no vecino”). 9 Ver, por ejemplo, la referencia que Arguedas hace respecto a algunas Comunidades del Valle del Mantaro:
“El proceso de integración comenzó en el Mantaro a fines del siglo pasado y comienzos del presente. Se
produjeron entonces los primeros casos de reparto de las tierras comunales y el ingreso de los mestizos en la
administración comunal; hecho que más tarde fue concluido con la admisión de individuos que pertenecieron
a la casta de indios en la administración municipal... Como consecuencia de la integración de las castas
desparecieron en las comunidades del Mantaro, los varayoq, alcaldes comunales indígenas coloniales que
fueron sustituidos por la organización de la comunidad en cuarteles.” (Arguedas 1989: 28-29). 10
Arguedas (1987a:257). Debemos resaltar que tal cambio sustancial, es muy distinto de afirmar que los
campesinos-comuneros se vinculen al mercado. No es pues, la vinculación al mercado de por sí el factor de
mestizaje, sino la intensidad con que se vincula a este, llegando al punto de cambiar fundamentalmente la
lógica de producción de su comunidad y su concepción individual del desarrollo humano (acercándose a una
forma individualista y crematística).
6
a) Ciertas instituciones políticas indias, que cuando vivía Arguedas, se
expresaban bajo la figura del varayoq en muchas comunidades. Esta autoridad
cumplía roles internos (como la repartición del agua unida ciertos ritos
religiosos de base india), pero también de mediación entre la comunidad y las
instancias estatales u otros actores externos (de representación política, que
también serán encargados a otra figura más „formal‟ como los personeros y,
luego, presidentes comunales –para el caso puneño resaltan los tenientes
gobernadores). Así, la autoridad colectiva se encuentra muy ligada a la
existencia de una tierra en común, desde la cual tener un soporte para tener
legitimidad y utilidad demandable por los comuneros.
b) Ciertas artes indias: canciones (y correspondientes instrumentos), danzas,
artesanías, etc. Todas estas, definidas como indias en tanto su objetivo es
reproducir los dos fundamentos anteriormente explicados: canciones y danzas
referidas al culto a la pachamama a modo de ritos propiciatorios, artesanías
que simbolizan a los dioses sagrados, etc.
El orden en que se han expuesto estos fundamentos, siguen la misma jerarquía que
Arguedas le brinda a cada uno. Sólo así se entiende, que Arguedas no defina como indios a
los labradores-campesinos de otras comunidades campesinas (como las que estudió en
España o en el Valle del Mantaro), aun cuando estas comunidades compartan el
fundamento económico. De igual modo, se comprende que las instituciones y artes indias
se sostienen en los dos primeros fundamentos, pues son instituciones que reproducen los
dos primeros fundamentos culturales de lo indio o indígena.
Ahora bien, la interrelación entre estos dos fundamentos nos parece sumamente necesaria.
Pues, muy probablemente, el primer fundamento cultural y religioso no podría sostenerse
en el tiempo sin la existencia del segundo fundamento, referido al aspecto económico11
.
Lamentablemente, no encontramos mayores pistas brindadas por el autor para especificar
tal problemática de forma más clara. Pero, cualquiera fuera el caso, sí nos queda
contundentemente claro que Arguedas refiere al proceso de des-indianización (o, en
términos afirmativos, de mestizaje) cuando el indio va cediendo en la deslegitimación de
tales creencias indias y su individualismo económico se va haciendo cada vez más fuerte,
asentándose en la forma de la propiedad individual que le permite obtener ingresos
económicos y nuevos objetivos principales de vida (económicos e individualistas).
Habiendo expuesto ciertas claves conceptuales para la definición de sujetos culturalmente
indios, nos resulta necesario señalar que nuestro autor también era consciente de las
estructuras mayores en las que se ubicaban los indios de ese entonces. Nos bastará con
11
Si bien la jerarquía del primer fundamento, le permite al propio autor identificar como indios a personas
con creencias indias que viven tempranamente en ciudades importantes (y, por lo tanto, fuera de la
comunidad y del fundamento económico que la sostiene tal comunidad); también nos indica que fuera del
lugar en que tiene contacto con tales dioses locales y en cuanto se puede reconocer menos dependiente de
ellos (vive en una lógica más citadina y menos vinculada con la naturaleza), estos indios podrían estar en un
proceso de des-indianización (o mestizaje) según el tipo de vida que vaya llevando en la ciudad. Al respecto,
lo afirmado por Arguedas resulta, al menos, sugerente: “Los indios de ciudades y los indomestizos [mestizo
con predominio del indio] son en nuestro tiempo, los yanakuna de los incas, „desertores de la comunidad,
desarraigados del terruño, fuera del cobijo y protección del grupo, de la gran familia‟. (Arguedas 1989: 3)
7
señalar (por límites de espacio) que establecía una diferencia entre los indios que formaban
parte de comunidades inmersas en relaciones de poder y coloniales con hacendados, y
aquellas comunidades que no lo fueron (como los casos de las comunidades del Valle del
Mantaro y, en menor medida, de tres comunidades en Puquio). Así mismo, establece
diferencias entre comunidades que forman parte de una configuración territorial más
acotada (a lo que él denomina “aldeas”, similar a capitales de distrito rurales pequeñas) y
comunidades que están inmersos en una ámbito de influencia mayor como las capitales de
provincia (pequeñas urbes envueltas en una extensa territorio rural). Esta diferencia sería
importante para establecer el nivel de presencia y poder de los otros sectores sociales con
los que se relaciona: los mestizos (usualmente comerciantes o artesanos) y los mistis o
señores (autoridades políticas y dueños de grandes propiedades).
El mestizo (en su variedad y complejidad)
Para Arguedas, el mestizo es un personaje (así suele llamar el etnólogo a la personificación
de las categorías o conceptos que usa) que aparece desde la colonia12
. Sin embargo, para
mediados del siglo XX este personaje ha tomado caracteres distintos y ha logrado una
exposición demográfica sobresaliente13
. Una vez más, Arguedas habla en términos
culturales y no físicos:
“Durante siglos, las culturas europeas e india han convivido en un mismo territorio
en incesante reacción mutua…; en estos siglos, no sólo una ha intervenido sobre la
otra, sino que como resultado de la incesante reacción mutua ha aparecido un
personaje, un producto humano que está desplegando una actividad poderosísima,
cada vez más importante: el mestizo. Hablamos en términos de cultura; no tenemos
en cuenta para nada el concepto de raza. Quienquiera puede ver en el Perú indios de
raza blanca y sujetos de piel cobriza, occidentales por su conducta.” (Arguedas,
1989: 2)
Este personaje multi-forme es el fruto de la constante asimilación de elementos de la
cultura occidental (industrial y urbana) por parte de un sujeto de origen indio. Por tal
motivo, el mestizo aparece como fruto del proceso de mestizaje que hemos descrito
anteriormente respecto a la definición de indio. En base a lo expuesto, podemos aprehender
la definición conceptual de Arguedas sobre el mestizo como: un sujeto que, habiendo
vivido entre indios o como un indio en una etapa temprana de su vida (infancia,
adolescencia), en su etapa madura se encuentra marcadamente influenciado por elementos
12
Por ejemplo, Arguedas anota que: “La aparición del mestizo estuvo condicionada, además, y
fundamentalmente, por causas de orden económico. El indio que aprendía el idioma castellano, en razón de
la urgencia que el colonizador tenía de formar un grupo de hombres nativos que le entendieran y le sirvieran
para administrar a la inmensa multitud conquistada, se convertía en hombre distinto del indio. La
transformación sufrida en virtud de la adaptación necesaria para el cumplimiento del importante papel de
intermediario hacía de él un hombre, asimismo, intermedio. Debía comprender, o sea participar, de los
incentivos de la vida, de la cultura del español; pero dentro de los límites que cercaban al siervo.” (Arguedas
1989: 154) 13
“… toda persona que haya vivido en muchas ciudades y aldeas de la sierra, sabe por propia experiencia,
que el mestizo no representa sólo „un borroso elemento de la clase media‟, sino la mayoría y, en algunos
casos, como el de los pueblos del valle del Alto Mantaro (provincias de Jauja y Huancayo), la totalidad de la
población de estas ciudades y aldeas.” (Arguedas 1989: 3)
8
culturales provenientes de una cultura más individualista, comercial y de desacralización de
la naturaleza (lo cual puede llevar a creencias católicas, evangélicas, o en un proceso de
secularización). Tal ruptura y cambio en sus referentes culturales, implicaría un proceso de
mestizaje que sería empujado por una variedad disímil de procesos sociales (que pueden
darse de forma combinada): a) su mayor grado de vinculación con el mercado en tanto
campesino; b) convertirse y pertenecer a un sector de comerciantes; c) castellanizarse,
llegar a ser profesional y manejar los códigos modernos; d) migración a ciudades
importantes o de menor tamaño para escapar de la miseria económica en la que vive; etc.
A toda vista, el propio lector advertirá que esta caracterización es mucho más vaga y
ambigua que la del indio. Esto se debe, en particular, a que Arguedas comprende que hay
una variedad de grados y tipos de mestizaje que están formándose (sin dejar de ser procesos
conflictivos y ambivalentes) al mismo momento que él escribe sus líneas, así como la muy
escasa literatura en ese entonces respecto al mestizo (a pesar de su creciente importancia
social y demográfica):
“El mestizo es el hombre más debatido del Perú y el menos estudiado.
Naturalmente no tomamos en consideración a quienes niegan su existencia.
Nos bastará, para los fines de este artículo, señalar que hay infinidad de
grados de mestizaje: que es muy distinto el que se forma en los pueblos
pequeños de la sierra y el que aparece en ciudades, que en lugares como
Ayacucho y Huaraz, pueden encontrarse mestizos apenas diferencias del
indio y del tipo que podríamos denominar representativo del hombre
asimilado por entero a la cultura occidental.” (Arguedas, 1989: 3)
Habiendo abierto esta gran trocha de investigación respecto a los sujetos socio-culturales y
económicos que dejan de ser indios en sus fundamentos, Arguedas no se detiene a
detallarnos sus impresiones respecto a los diferentes grados de mestizaje que él ha podido
identificar. Aun así, algunas escasas, pero decisivas líneas, nos permiten realizar
diferenciaciones internas dentro del gran grupo de mestizos.
Para el caso de mestizos que aún mantienen muchos rasgos indios (por ejemplo, el vínculo
mágico con la naturaleza) y que viven en ciudades, lejos de la comunidad en la que se
formaron y criaron, Arguedas los denomina como indomestizos, es decir, como mestizos
con predominio del indio (Arguedas 1989: 3). Quedaría como pregunta abierta, el cómo
este mestizo mantiene tales elementos culturales indios, habiendo dejado de ser la
comunidad y la propiedad colectiva su referente de desarrollo individual y colectivo. Existe
una respuesta posible (entre otras imaginables) que Arguedas parece darnos, al mostrarnos
una realidad particular de los mestizos que comienzan a residir en ciudades importantes.
Estos mestizos encuentran otros modos de recreación y de auto-identificación, las colonias
de provincianos (hijos de las provincias y distritos serranos), en las cuales:
“…reviven en Lima sus fiestas principales en una reproducción muy
aproximada del original, constituyen núcleos representativos de los
intereses de sus pueblos de procedencia en la capital. Mantienen en
constante vinculación con sus pueblos, se aferran a sus costumbres y
tradiciones maternas… Las „colonias‟ de provincianos están integradas por
mestizos, y una minoría de indios, que llegan a Lima atraídos por la
9
aparentemente ilimitada perspectiva de mejor suerte que ofrece la ciudad,
aunque en ella se sufran „al principio‟ los horrores de la desocupación, del
hambre y la vivienda en los barrios „clandestinos‟.” (Arguedas 1989: 5)
Respecto al proceso de mestizaje que no involucra desplazamiento, sino cambios en la
propia comunidad en que viven; Arguedas plantea (pensando en el caso de Puquio) que el
cambio a condiciones económicas favorables en la comunidad es un factor fundamental
para originar un proceso de mestizaje y de desarraigo de las creencias indias:
“El fortalecimiento de la economía familiar mediante el comercio con la
costa parece haberse convertido ya en el ideal dominante de los naturales.
La vida de los individuos es orientada hacia el adiestramiento para alcanzar
mejor este objetivo. Todo el complejo religioso está siendo sacudido por
este movimiento que cuenta con la alianza de la clase de los mestizos
comerciantes: con espíritu de empresa. El debilitamiento de las antiguas
creencias y culto (oficial y local) remueve las bases de la vida comunal, que
se muestra aún firme, pero duramente combatida por los agentes que hemos
señalado.” (Arguedas 1956: 231)
Por ejemplo, este tipo de comunidades. ricas en calidad y cantidad de tierras, que lograron
un incremento prodigioso en las economías familiares al integrarse a un mercado mayor
(Arguedas 1987b: 20), tendrían tales procesos de mestizaje que pesarían con mayor fuerza
en los jóvenes: Arguedas señala el desencadenamiento de un proceso de escepticismo
religioso al que van llegando los jóvenes de ciertas comunidades indígenas de Puquio
(Arguedas 1987a:152, 310). Algo similar habría acontecido con las comunidades del Valle
del Mantaro.
Dicho esto, se puede inferir (a modo de hipótesis de investigación) que en aquellas
comunidades con buenas tierras (en cantidad y calidad) y, por tanto, de fuerte potencial
económico, sería más probable un proceso de mestizaje y de desarraigo de ciertas creencias
indias ante el acceso a un importante mercado de consumidores, así como de debilitamiento
de los vínculos comunales (aunque no necesariamente desaparición total de estos vínculos,
como bien lo deja entender para el caso de las comunidades huancaínas que aún practican
sus faenas comunales).
Por si fuera poco, como coordenadas de este proceso complejo y variado de mestizaje,
Arguedas también introduce el factor de la discriminación cultural como factor clave que
condiciona el modo en que se asume la condición de mestizo. Así, la aculturación (como un
tipo de mestizaje) puede ser entendida como el deseo explícito de romper con los elementos
culturales y económicos indios, por considerarlos inferiores (aun cuando en el fondo, exista
un deseo de mantenerlos vivos, en secreto); mientras que habría otro modo de mestizaje
que asume y acepta la convivencia de los elementos culturales provenientes de distinta
matriz (india y occidental), aun cuando una predomina sobre la otra14
.
14
Este último caso nos refiere al indomestizo. Esta figura representaría un ideal realizable de Arguedas: “…el
mestizo en el que él [Arguedas] cree es el indio liberado,… el mestizo en el que cree Arguedas es el que se
castellaniza, pero sin perder raíces” (Rochabrún 2011: 126-127). Sería aquel que asume elementos de otra
cultura, pero se las apropia y sigue expresando el contenido de la matriz indígena-quechua (las creencias y
10
Asimismo, el autor es consciente de los diferentes ritmos y formas de llegar a ser mestizo:
“Permítasenos anotar aquí que, cuanto mayor es el grado de influencia o de
aproximación de un mestizo a la cultura urbana moderna, o modernísima, y
cuanto más reciente la agresión de esta influencia, los síntomas de desajuste
parecen ser también mayores” (Arguedas 1986: 167)
Con esta afirmación, Arguedas expone su preocupación por las consecuencias psicológicas
de los diferentes tipos de mestizaje. Mientras que un proceso de cambio violento puede
producir una condición de vida con fuertes cargas emocionales, en la que se genera una
desazón por el nuevo rumbo tomado y de fuerte conflicto cultural (entre elementos
culturales indios y los nuevos elementos a los que va teniendo contacto y asimilando);
existen otros procesos de mestizaje de mayor afirmación e integración no perturbadora
psicológicamente, como el que describe para los campesinos del Valle del Mantaro15
.
Por último, no podemos dejar de señalar que Arguedas era totalmente consciente de que la
aparición de esta variedad de personajes en la sierra marcaba una serie de cambios en la
dinámica política, económica y cultural de la configuración territorial en la que iba
apareciendo y preponderando (por ejemplo, en el Valle del Mantaro, Puquio, zonas alto-
andinas, en capitales de distrito o al interior de una comunidad). Así, al igual que al indio,
resulta trascendental ubicar al mestizo estudiado en el contexto y escala en que se encuentra
(ciudad, capital serrana de provincia o de distrito, o al interior de una comunidad), y luego
la estructura de poder en la cual está inmerso: con quién se relaciona y de qué modo, en qué
medida depende o no de otra clase o grupo de poder, y a quiénes domina, con qué recursos
económicos, culturales y políticos cuenta, etc. Por supuesto, estas preguntas tienen que
actualizarse a la luz de los múltiples cambios que se han dado luego de la caía del régimen
gamonal, y que condicionan múltiples procesos de cambio cultural, político y económico:
la extensión masiva de la educación y de los medios de comunicación, la mayor relación
entre lo urbano y lo rural, el acceso a tecnologías de la comunicación, efectiva expansión de
sectas religiosas evangélicas, derecho al voto y a ocupar cargos de autoridad estatal,
profesionalización de campesinos, etc.
Por último, pero no menos importante, Arguedas también sugiere otro tipo de mestizo que
se mantiene a través del tiempo, al cual casi no dedica líneas. Ante la presencia del mestizo
(sea en las ciudades vía la migración definitiva, o constituida ya como una clase de
comerciantes y/o de pequeños productores exitosos), surge un personaje que ya no tiene un
valores indios, así como el modo afectuoso del quechua). Aquella figura de apropiación e indianización, la
encontramos expuesta para el caso de trajes o animales occidentales, en Arguedas (1989: 23-24). 15
Así, la independencia económica de las comunidades resulta un factor clave, pues permite diferenciar el
potencial económico de los indios y, por tanto, sus posibilidades de mestizaje afirmativo, antes que de una
migración forzada por la miseria económica: “Las comunidades indígenas que pudieron conservar cierto
grado de independencia económica y no cayeron, por tanto, a depender íntegramente de la economía de las
otras clases o castas, han evolucionado de manera distinta que aquellas que fueron despojadas de sus
propiedades o fueron empobrecidas al extremo de tener que compensar su economía con la prestación
ineludible de trabajo personal. En este caso, los integrantes de las comunidades emigran temporal o
definitivamente a las ciudades o a otros centros de trabajo, como haciendas, minas y carreteras. (Arguedas
1989: 28).
11
raigambre indígena previa, sino que ha nacido y crecido bajo la incorporación de elementos
mestizos (es decir, que reinterpretaron lo indígena o que ya no creían en ellos, etc.): son los
hijos de los primeros mestizos (podría denominársele mestizo de segunda generación).
Respecto a su condición, no encontramos mayor desarrollo en Arguedas; sin embargo,
entendemos que es un personaje igualmente variado y complejo que bien podría constituir
el gran grueso de citadinos de ciudades importantes en la actualidad.
Señores o “mistis”
Respecto a este personaje, Arguedas se detiene en mucha menor cuantía que ante los dos
personajes anteriores. Debido a esto, nos reduciremos a señalar una definición básica
respecto al “señor” o misti peruano: el misti no labra la tierra con sus propias manos y
pies16
, es dueño de extensas tierras que son trabajadas por indios bajo el modo de relaciones
serviles o semi-serviles. Podríamos decir, que su poder se basa en la propiedad de la tierra y
en el modo en que ha naturalizado las diferencias de poder económico, cultural y político
que su grupo de identificación (señores o “principales”) y la de otros grupos como el indio
y mestizos. Esta naturalización se basa en la creencia de la natural (biológica) inferioridad
del indio respecto del señor; es decir, del racismo (véase Arguedas 1987a: 164,175; 1989:
33). Además, este personaje es representante máximo del poder político local o tiene
fuertes vínculos con aquellos representantes.
Una vez más, este personaje también necesita ponerse en un contexto y escala, así como en
la estructura de poder en la cual se inserta. Respecto a los cambios de este personaje,
Arguedas también indica el interés de esta clase (refiriéndose a Huamanga) por aprehender
rasgos modernos e ir despojándose cada vez más de sus aspectos más tradicionales (1989:
171). Mientras que, para el caso de Puquio, Arguedas muestra un camino más radical
tomado por la clase señorial, debido al ascenso económico y social de los indios y mestizos:
“Esta situación de prosperidad y de activa producción ha sido posible por la
fuerte economía de los indios,... Tal estado de competencia y de economía
activa se hizo más plena con la eliminación de las familias que no quisieron
aceptar el nuevo estado de cosas, la “insolencia” de indios y mestizos, y
prefirieron liquidar sus pertenencias y huir a Lima, y en menor proporción,
a las ciudades próximas de la costa.” (Arguedas 1989: 31-32)
Habiendo planteado las claves para definir al indio, la variedad de mestizos y del señor, así
como sus posibles trayectorias; llega el momento de ver cómo la reactualización del uso de
estos conceptos (a la luz de los múltiples cambios en las últimas décadas) mantiene cierta
importancia y vigencia.
Reflexiones finales sobre interculturalidad y movimientos indígenas
16
O al menos, no lo realiza públicamente: recuérdese el caso de los mistis empobrecidos que intentan
mantener su status, referidos en Todas las Sangres.
12
Múltiples pueden ser las reflexiones a extraer de lo expuesto anteriormente17
; no obstante,
para efectos de este ensayo corto, nos limitaremos a recoger la estrategia analítica de
Arguedas unido a su aporte conceptual, para interpelar ciertos discursos comunes actuales
en torno a la interculturalidad. Antes de continuar, debemos aclarar que, en lo siguiente,
utilizaremos el concepto de indio como una forma de aprehender a un otro cultural.
La interpretación e imagen de la realidad que está asociada al proyecto político intercultural
(entendida como el reconocimiento y valoración igualitaria de los diversos modos de ser en
el Perú, que implica la promoción y exigencia de ciertas formas y mecanismos de
convivencia horizontal –sin la imposición de una sobre otra), es la de una diversidad de
culturas que conviven cual instancias colectivas claramente distinguibles, en donde la
cultura occidental se posicionaría por encima de todas las demás e irradiando su supuesta
superioridad como ideal de vida, de modo de ser y vivir. Si bien, a todas luces, esta lectura
puede ser acertada, Arguedas la interpela en dos sentidos complementarios: 1) cómo se
define a los “otros” culturales (en base a qué herramientas analíticas y qué utilidad y
congruencia con la realidad tiene la estrategia analítica planteada por Arguedas) y 2)
cuánto se reconoce la extensa masa heterogénea de mestizos (indo-mestizo, mestizo
acriollado, etc.) en las distintas ciudades y configuraciones territoriales de la sierra y qué
papel les asigna el proyecto intercultural (siendo estos actores fundamentales para el
desarrollo del país -al menos, en términos demográficos).
En lo seguido, nos centraremos en el segundo punto. Así, el discurso de la interculturalidad
no podría limitarse a hacer referencia a culturas distintas y a la estructura de dominación en
la que están implicadas, sino también debiera incluir a todos aquellos actores que ocupan
capas intermedias entre el otro cultural (no occidental, los indios) y la asimilación de un
estilo de vida occidental. Como podrá advertir el lector, reconocer la gran masa
heterogénea mestiza en el Perú implicaría, al menos, tener en cuenta su multiplicidad y
esbozar una suerte de inventario de las distintas formas de ser mestizo y clasificarlas en
base a: sus creencias (mayormente seculares, de religiosidad india o aquella cuya sacralidad
no está vinculada directamente con la naturaleza), visión de desarrollo (individualista y el
enriquecimiento como principal objetivo de vida, o de generar una relación armónica con la
naturaleza sagrada y de desarrollo individual en colectividad), valores (mayor solidaridad –
en especial con quienes comparte un mismo y localizado espacio de vida-, o mayor
egoísmo), posiciones económicas (entre un comerciante rural o urbano, obrero-campesino u
obrero a tiempo completo, empleado profesional del Estado, profesor rural o técnico de
origen campesino que trabaja para una ONG, etc.) y sus prácticas correspondientes18
.
17
Bien podríamos habernos abocado a señalar las múltiples líneas de investigación que surgen en base a la
propuesta analítica de Arguedas, y de su vigencia para seguir comprendiendo los procesos de cambio y
continuidad en este Perú tan diverso en sus desarrollos. 18
Ahora bien, esta lectura implica asumir que esta masa heterogénea de mestizos también se encuentra
marcada subjetivamente por el conflicto intercultural: vivir con un discurso hegemónico que asume el no
reconocimiento y/o discriminación de todo lo indio (lo no occidental), lo cual en términos subjetivos puede
implicar una fuerte tensión entre renegar o valorar sus propias raíces y a quienes aún las representan -seres
queridos o aquellos que comparten su mundo cercano-; tensión que nunca se resuelve en su totalidad pero que
puede ir definiéndose por la aceptación del discurso hegemónico de la discriminación cultural, la evasión (el
no reconocimiento) de este conflicto o la crítica (más blanda o más certera) de este discurso.
13
Con este marco de interpretación, se puede acoger una multiplicidad de actores sociales
mestizos en su particularidad y diferencia con el otro cultural marcadamente indio (del ande
o indio amazónico19
): el mestizo urbano y empleado aculturado, el campesino pragmático y
con mayores recursos culturales (usualmente dirigente) que establece relaciones clientelares
con ONG‟s y autoridades estatales, el campesino minero que pasa gran parte de su vida en
la mina, el campesino convertido en ganadero exitoso y que se presenta como modelo de
progreso en su comunidad, el campesino/a evangélico-israelita que vive en una comunidad
alto-andina económicamente pobre, etc.
Establecidas estas nuevas coordenadas, preguntas y líneas de reflexión al discurso de la
interculturalidad; el aporte de Arguedas también interpela y abre preguntas a un tema
político clave para la interculturalidad: los movimientos indígenas.
Asimismo, a propósito, equivaldremos lo indio con lo indígena, al que actualmente se lo
denomina indígena, concepto cuya revisión analítica y reactualizada resulta aún una tarea
pendiente para las ciencias sociales peruanas).
La revitalización del estudio sobre la identidad indígena ha ido a contracorriente (de una
necesaria) recuperación de una agenda teórica y analítica para comprender lo indígena
desde una mirada socio-cultural. Este desajuste resulta problemático, en tanto descuida los
procesos socioculturales diversos desde los cuales uno puede auto-identificarse como
indígena. De esta forma, evita la comprensión compleja de actores que puede contener un
movimiento indígena y qué tipo de relaciones de poder se establecen entre ellos. Por
ejemplo, no se problematiza la diferencia entre un dirigente de una comunidad campesina
tradicional y un dirigente de origen mestizo que vive en la ciudad y que se ha
profesionalizado20
.
Sobre este punto, consideramos vital la recuperación analítica de los conceptos que
Arguedas ha utilizado a lo largo de sus escritos. Por ejemplo, podemos comprender que
bajo el mismo manto de auto-identificación indígena encontremos: 1) desde indios de la
selva (como algunas autoridades tradicionales de los Awajum-Wampis), 2) indios andinos
(como los comuneros antiguos de comunidades alto-andinas que se localizan de forma muy
marginal frente a las principales redes mercantiles y carreteras), 3) indomestizos
(comuneros de comunidades de altura que se han castellanizado y tenido mayor contacto
con redes mercantiles, como los comuneros no tan antiguos de variadas comunidades de
altura que aún realizan despachos a los apus), 4) mestizos aculturados (que han migrado a
19
Sobre este personaje tan importante actualmente, Arguedas no dedica palabra alguna (pues este autor se
centra sobre todo en los andes serranos). Aun así, se podrá advertir que se pueden establecer ciertas
semejanzas (más que diferencias) conceptuales con el indio andino. 20
Dicho de otro modo, se comprende que necesitamos tomar la auto-identificación como un proceso
subjetivo y/o racional que requiere se explicado, y así identificar variados personajes que por distintas
condiciones socio-culturales y motivaciones toman la opción (honesta y congruente o no) de auto-
identificarse como indígena. Por ejemplo, para el caso de un mestizo (definido en base a elementos culturales
y económicos) que se auto-identifica como indígena, sería un proceso subjetivo de auto-reconocimiento que
recoge ciertos elementos culturales con el objetivo establecer los límites de un nosotros y los otros, pero no
indica de por sí que este sujeto comparta similares elementos culturales centrales con el indígena, más que el
propio hecho de reconocerse como tal.
14
las ciudades y pasado por procesos de profesionalización, intentando cumplir el mito del
progreso, como el caso de algunos dirigentes jóvenes y mayores de comunidades
campesinas de altura y, sobre todo, de valle que han dejado de creer en la sacralidad de la
naturaleza); etc.
Como podrá notar el lector, esta tipología en base a ciertos fundamentos culturales
simplifica realidades e historias de vida que son mucho más complejas. No obstante,
utilizamos estos tipos como herramienta general y preliminar para realizar diferenciaciones
y comparaciones entre estos actores. Queda claro que para estudios empíricos y una
elaboración teórica más ajustada a la realidad, se invoca la necesidad de comprender la
complejidad y ambigüedad de estos procesos de cambio y permanencia socio-cultural.
Otra utilidad de esta lectura socio-cultural, es que abre la posibilidad de evidenciar las
relaciones problemáticas de representación de dirigentes mestizos auto-identificados como
indígenas21
. A modo de ejemplo, algunos dirigentes pueden mantener un estilo de vida
desligado de la cultura y política comunal, y han pasado por experiencias de formación
occidental que han llevado a desarraigarlo de sus creencias mágicas. Tal perfil podría
encuadrarse con: el establecimiento de relaciones políticas distantes de sus bases (no son
relaciones orgánicas), una particular forma de concebir el desarrollo indígena y de sus
raíces indígenas, lo cual podría conducir en la imposibilidad de poner en agenda pública
problemáticas indígenas particulares (como la sacralización de la naturaleza, o la necesidad
de educación enraizada en este fundamentos cultural antes que en discursos reivindicativos
del origen ancestral de los pueblos quechuas) e ir a tono con agendas más vinculadas a la
cooperación internacional de las cuales depende el financiamiento de las organizaciones
representativas en que se ubican22
. Y así como para este perfil particular, se pueden plantear
una serie de perfiles diversos (mestizos acriollados pero con auto-identificación indígena,
indo-mestizos, etc.), y la problematización de sus relaciones políticas con „bases indígenas‟,
otros dirigentes, las ONGs y a su particular modo de concebir el proyecto político indígena.
Como señalamos al inicio, esperamos que todo lo dicho anteriormente, ayude a refrescar
temas antiguos que mantienen una clara importancia actual. En primer lugar, por ciertos
procesos políticos actuales (como los conflictos socio-ambientales y la discusión actual
sobre la implementación de “La Ley de Consulta a los pueblos indígenas”) que exigen un
aporte en la discusión por parte de las ciencias sociales, en materia de ofrecer esquemas
teóricos e interpretaciones más elaboradas y congruentes con la realidad actual. Y
finalmente, las ciencias sociales (y en especial la antropología) también se ve exigida a
aportar con ideas que colaboren en el proceso inacabable de construir una democracia
intercultural, el cual resulta claramente un proyecto político contemporáneo y moderno.
21
De igual modo, puede referirse a la propia revisión al interior de las comunidades campesinas, para así tener
claro qué diferentes personajes viven a su interior y cómo se interrelacionan e influyen en la política comunal,
entre otras cosas. 22
Además, así se puede comprender aquello que A. Quijano apuntaba tan lúcidamente ya en 1965: “…yo no
he encontrado sino un líder indio dentro de todos los sindicatos campesinos que yo he conocido. De manera
que no existe liderazgo indio en el movimiento campesino en este momento, aparece sólo por excepción y
sólo de manera totalmente aislada, y el líder indio está ya, él mismo, en proceso de cholificación”
(Rochabrún 2011: 72).
15
Bibliografía
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XXV, pp. 184-232.
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Huancayo, un caso de fusión de culturas no comprometida por la acción de las
instituciones de origen colonial” en Revista del Museo Nacional, Tomo XXVI, pp.
78-151.
1983a “Todas las Sangres” en Obras Completas (compilación de Sibyla Arredondo de
Arguedas), TOMO IV, pp.13-479. Horizonte, Lima.
1986 Nosotros los maestros (selección de Wilfredo Kapsoli). Horizonte, Lima.
1987a [1968] Las comunidades de España y del Perú. Instituto de Cooperación Americana,
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Editorial Horizonte, Lima.
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ROCHABRÚN, Guillermo (ed.)
2011 ‹‹¿He vivido en vano?›› La mesa redonda sobre Todas las sangres del 23 de junio de
1965. IEP-PUCP, Lima.
CORNEJO POLAR, Antonio; PORTOCARRERO, Gonzalo; ORTEGA, Julio, FLORES
GALINDO, Alberto
2006 Los Hervores de Chimbote en El zorro de arriba y el zorro de debajo de José María
Arguedas. Río Santa Editores, Chimbote.