Mario E. Fumero-La Paternidad Espiritual

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Un enfoque de la importancia de la formación de vidas a través del discipulado en el diario vivir de la iglesia

Mario E. Fumero Publicado en el 1996 por Editorial Unilit

Autorizada su reproducción parcial solo para fines educativos y no mercantiles. Diseño de la potada del Libro Alicia Mejía

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PROLOGO

Vivimos en un mundo en donde lo fácil, lo cómodo, lo rápido, lo barato domina. Nadie quiere pasar trabajo. Nadie tiene tiempo para ayudar a otro. El individualismo y el consumismo, junto a una sociedad cada vez mas materialista nos ha arropado, a tal grado, que hemos trasladado este espíritu del siglo XX a nuestro vivir como cristiano. Hoy día tenemos algunas iglesias que crecen locamente, cada cual por su lado. Las enseñanzas de la súper y mega iglesia nos han cautivado. La masificación, el “show”, la vida fácil, el acumular conocimientos y diplomas a través de seminarios se ha constituido en una de las metas del evangelismo. Como consecuencia, hemos perdido el sentido de relación, de entrega a los demás, y la perspectiva bíblica del discipulado. Cada vez hay más gente convertida pero sin cobertura, huérfanos de la ayuda humana, pero con experiencias cristianas. Esto produce una iglesia deforme que no es un cuerpo, y una vida cristiana de muy baja calidad. Esto hace que muchas personas tomen el cristianismo como una moda, como una distracción, como una religión, sin entender que “tenemos que recibir para después dar, que tenemos que vivir para después transmitir”. Es por ello que me dispongo a presentarles en este material mi más PROFUNDA CONVICCION sobre lo que es predicar y hacer discípulos. Sé que no es fácil, que la comodidad nos ha privado del espíritu de sacrificio, pero no por ello debemos de dejar de afirmar lo que es un hecho bíblico, aunque muchos no lo quieren practicar. Si queremos vivir como cristianos debemos impregnarnos del espíritu del cristianismo, que es “IR Y HACER DISCIPULOS” partiendo del modelo que nos dejos Jesús y el cual establece esa paternidad espiritual en la que se fundamenta la familia de Dios que es la Iglesia. Con mis mejores deseos: Mario E. Fumero Tegucigalpa, 12 de junio de 1995

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ASUMIENDO EL DISCIPULADO

No existe una ordenanza tan clara para la misión de la iglesia que aquella en la cual el Señor Jesús dijo en Mateo 28:19; “Por tanto, id y hace DISCIPULOS a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Las prioridades se determinan por los mandatos. Los mandatos son los que establecen el orden de prioridad en todo nuestro que hacer, y es por ello que en el Nuevo Testamento se menciona más de 70 veces la palabra DISCIPULOS, y si un término se usa mucho, debemos buscar a fondo su sentido exegético y conceptuar, para no desvirtuar aquello a lo cual el Señor nos ordeno, y poder mantener vivo el espíritu del Evangelio. El discipulado envuelve algo más que una clase, que un grupo, que una reunión. Es toda una relación y actitud en la evangelización y conservación de los perdidos que vienen a Cristo. Es una de las tantas formas retoricas para exponer la relación personal que envuelve el proceso de formación de un cristiano una vez nace de nuevo. Si somos cuidadosos de este concepto, como de otros que hay a lo largo del Nuevo Testamento, veremos que detrás de cada palabra se esconde una actitud, un principio y un objetivo; fortalecer la relación entre los nuevos convertidos con aquel que “lo toma” para darle lo que será el principio de cobertura y protección en su crecimiento de la vida cristiana. No puede haber formación sin relación, no puede haber relación sin entrega, no puede haber entrega sin asumir responsabilidades. La forma de relación en el discipulado está definida por los conceptos de: Ser parte de un cuerpo. 1 Corintios 12:27, Colosenses 1:18.

1. 1. Ser parte de un edificio. Efesios 2:21, 1 Corintios 3:8. 2. 2. Ser padre de un hijo. 1 Corintios 4:15, Tito 1:4. 3. 3. Ser parte de una familia. Efesios 2:19, Gálatas 6:10.

Todos ellos nos llevan a la formación de una unidad individualizada, que a su vez forma un conjunto de miembros que son los que forman la iglesia. Si nos adentramos a todos estos principios, y los razonamos de forma natural, descubriremos que toda relación colectiva debe ir reforzada por una relación individualizada, que es lo que nos va a dar una correcta calidad de vida en nuestra forma de ser como cristianos. Cuando ignoramos estos, y en la vida de la iglesia formamos muchos grupos sin asumir este principio, podremos originar condiciones que predispongan a la independencia y división. Quizás algunos puedan pensar que una relación “individualizada” puede dar más problemas que una relación de grupo, pero es que en la individualización del discipulado no existe independencia, sino todo lo contrario, hay un fuerte vinculo, detecta y descubre a tiempo cualquier problema personal o colectivo. Debemos asumir que la “independencia” se puede convertir en un concepto anárquico dentro del diario vivir de la iglesia, porque como cuerpo, la vida se manifiesta en dependencia. De igual forma, el concepto de libertad es “relativo”. Toda libertad debe estar enmarcada dentro de un parámetro moral y de obediencia a Dios para que no se convierta en libertinaje. Notemos que Pablo dijo: “Estad pues, firmes en la libertad con que Cristo os hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Gálatas 5:1. Y nos muestra una libertad que se sujeta al amor, a la obediencia y sobre todo al sometimiento absoluto al Señorío de Cristo. Además, después reafirma que una libertad en Cristo está supeditada al servicio y al amor; “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Gálatas” 5:13. El discipulado respeta la libertad espiritual, la cual se manifiesta en nuestra relación personal con Dios por medio de Jesús. Un maestro puede formar, pero no puede determinar el trato de Dios con cada discípulo ni determinar su voluntad hacia el futuro. Cuando no somos sometidos a un discipulado, cuando la sujeción es colectiva y no individual, cuando el espíritu de independencia predomina sobre el espíritu de dependencia, la iglesia ha tomado un camino peligroso, en donde perderemos el control de muchas situaciones difíciles en las vidas de los que la forman.

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El discipulado no anula ningún esquema operativo dentro del activismo de una congregación, sino que potencia una relación que hará más efectivo este trabajo. A través de el podremos entrar a áreas de la vida del miembro que nos puede ayudar a profundizar actitudes y comportamientos traídos de la “vieja manera de vivir”, que podrían ser modificados. Es bueno tener en claro que el discipulado fomenta la formación del carácter mediante una relación personal profunda, creando una cobertura espiritual que sale del índole normal de actividad para dar lugar a la compenetración que nos lleva a lo que podríamos definir como una verdadera comunión. Quiero que veamos a través del enfoque bíblico y lógico la importancia de este trabajo de discipulado, partiendo de uno de los principios más vitales en la relación cristiana; la paternidad espiritual que forma la familia de Dios para hacer a la iglesia un cuerpo compacto, bien distribuido mediante una relación individualizada QUE FORMA UNA GRAN UNIDAD DE FUNCION.

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LA IMPORTANCIA DE LA PATERNIDAD

Es común encontrar en el Nuevo Testamento, y principalmente en las epístolas expresiones como esta: “Así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros” 1Tesalonicenceses 2:11. “No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados”. 1 Corintios 4:14. Si observamos, notaremos que se usa mucho el término “HIJO” para hacer referencia a una relación de paternidad espiritual dentro de la relación en la formación de vida. Quizás la cita que más me ha impactado, es aquella donde Pablo llama la atención a los corintios a obedecer sus ordenanzas cuando confrontaban serios problemas de divisiones y contiendas, y les expresa afirmando su autoridad espiritual: “Porque aunque tengáis diez mil años en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendre por medio del evangelio”1 Corintios 4:15. El término “engendrar” hace referencia a una paternidad iniciada desde antes de la conversión. Se emplea también en Filemón 10:“Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendre en mis prisiones….” Si analizamos este término de acuerdo a la etimología gramatical, vemos que el término “ENGENDRAR” significa: procrear, propagar la especie, tener un hijo. Si este término se usa junto a las palabras “hijo” y “padre” ¿Qué se quiere decir con ello? Es bueno determinar que un texto aislado no se puede manipular doctrinalmente. Para afirmar o ratificar algo con peso teológico, debemos apoyar nuestro enfoque en más de un texto bíblico. La paternidad espiritual por lo tanto es uno de los elementos más claros en la formación de vidas, de acuerdo al esquema bíblico, mayormente dentro de las epístolas paulinas. Casualmente, el término “DISCIPULO” que procede del griego “MAZETES”, tiene una connotación similar a la relación de un padre con un hijo. El discípulo se sujetaba a un maestro al cual servía y con el cual andaba todo el tiempo para recibir de el sus enseñanzas, basada no solo en una teoría, sino en todo un estilo de vida. Comía lo que su maestro comía y vivía conforme a su maestro. Para el maestro, el discípulo era como un hijo adoptivo, al cual tenía que legar toda la herencia del conocimiento adquirido en toda su vida. El discípulo incluso escribía las enseñanzas de su maestro y firmaba dando crédito al mismo, definiéndose en su relación con su maestro como si fuera para él un padre. Aquí Pablo relaciona al discipular como criar a un hijo, adoptando una serie de términos que envuelven este principio: leche, vianda, hijo, padre, nodriza, engendrar. Si partimos de la enseñanza de Jesús, tenemos que aceptar que la conversión es “nacer de nuevo”: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” Juan 3:3. Todo lo que nace, rece, y por lo tanto experimenta una evolución determinada por un cuidado especifico de unos padres. Para nacer se tiene que ser engendrado, y esto se origina por medio del Espíritu y la Palabra a través de una persona que dé el mensaje y adopte una actitud de protección hacia esa nueva criatura: “¿Cómo pues invocaran a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Romanos 10:14. Es por ello que vemos a Pablo escribiéndole a un sector de los corintios con los cuales tenía un vínculo muy

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especial de relación, y les expresa la angustia y el dolor que sufrió por ellos para formarlos en Cristo Jesús, y afirma: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuan grande es el amor que os tengo” 2 Corintios 2:4.El les revela además que los cuido y les dio leche para que crecieran, pero que con su actitud reflejaban inmadurez, por lo que los consideraba otra vez carnales y como niños: “Os di a beber leche, y no vianda; porque aun no erais capaces, ni sois capaces todavía…..” 1Corintios 3:2. La “LECHE” es sinónimo del primer alimento espiritual que recibe un nuevo convertido. Se menciona varias veces en la Palabra, (1 Corintios 3:2, 9:7, Hebreos 5:12, 1Pedro 2:2). Su sentido sigue el parámetro de la realidad natural. Cuando un niño nace su primer alimento es la leche, no cualquier leche sino materna. Si a un niño se la cambia de leche, o se le da más fuerte que la que debe recibir, de acuerdo a su edad, puede sufrir diarrea, pero si por el contrario, al crecer no se le da más pura, se desnutrirá. La adulteración de la leche puede causar cólicos y trastornos estomacales. De igual forma, el nuevo convertido necesita de una leche materna dada por un maestro que se debe convertir en madre y padre para su vida. Este maestro debe proporcionarle a ese nuevo convertido una enseñanza adecuada a su necesidad específica, para que pueda crecer sano, dijo San Pedro: “Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación…” 1 Pedro 2:2. Actualmente los nuevos convertidos reciben enseñanza de varias personas. Muchas veces la misma no va con los elementos necesarios para un sano crecimiento. A veces se trata de dar más conocimiento que formación, y es entonces cuando estos nuevos convertidos padecen de “diarrea espiritual”… Esto es, una curiosidad que les lleva a buscar más el saber que el vivir, evadiendo el ser confrontados con sus malas costumbres, que proceden de un hombre viciado, el cual debe ser regenerado por medio de una enseñanza que indique aquellos defectos o actitudes que no estén conforme al nuevo estilo de vida que se debe forjar. Otros no reciben el alimento adecuado, y son movidos mas a emociones y “mensajes de ofertas” que a una vida profunda y comprometida con el Señorío de Cristo, razón por lo cual se desnutren, no creciendo de forma apropiada. Son similares a los corintios; carnales, sin madurez y con actitudes de insujecion que los lleva a veces a refugiarse en una falsa espiritualidad afirmando “el Espíritu les revela todas las cosas”, como aquellos que por ser de Cristo, no se sujetan a nadie. Estar bajo paternidad es estar bajo cuidado, con un alimento apropiado, con un maestro que ejercerá las funciones de protector, formador, corrector, consejero y guía hasta que alcancemos madurez. La elación de paternidad espiritual es idéntica a la que un padre podría tener con un hijo natural. El proceso de crecimiento es también similar; cuanto más pequeño es el hijo, más indefenso, esta, por lo cual tendremos que darle más protección y cuidado. En la medida que el hijo crece, su libertad aumenta y con ello su capacidad de discernir entre el bien y el mal. MADUREZ significa capacidad de criterio y aplicado a los seres humanos se refiere a la capacidad que tiene para meditar en una idea o proyecto. También puede referirse al crecimiento en edad y sensatez, o cuando es prudente y juicioso. Ser maduro es saber ser sabio, entendido. Así lo expresa Pablo: “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo ni de los príncipes de este siglo, que perecen” 1 Corintios 2:6. La madurez espiritual que se adquiere por medio de un discipulado nos hace capaces de afrontar una vida cristiana, que pese a los problemas y tormentas, nos mantiene firmes. Así que ser maduro en sentido espiritual, no es ser viejo en edad, sino en formación dentro de un discipulado. Un anciano, en el sentido bíblico, y espiritual, no es un viejo en edad, sino una persona madura en la Palabra. Ha sido enseñado bajo la autoridad y sujeción de un maestro que a su vez le ha forjado el carácter, dándoles elementos tales como exhortación, reprensión y disciplina. Debemos tener presente que al crecer, recibimos “alimento sólido”, pues hemos sido adiestrados no solo en el carácter, sino en la forma de buscar en Dios su voluntad. Por eso la Palabra afirma: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. Hebreos 5:14. Ejercer los sentidos es la meta del

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crecimiento a través de la paternidad y reproducir en la vida los modelos de conducta transmitidos por nuestros padres. Este patrón es un elemento muy importante a lo largo de las enseñanzas paulinas, pues Pablo afirma: “Hermanos, sed imitadores de mi, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”. Filipenses 3:17.

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EMBARAZO ESPIRITUAL

Pablo afirma en dos ocasiones que en su relación de ganar vidas para Cristo sufrió un “embarazo”, usando el termino engendrar (1 Corintios 4:15, Filemón 10). ¿Qué significa engendrar? Concebir, procrear, traer un hijo al mundo. Así que el discipulado se inicia antes de la conversión, con el embarazo espiritual, el cual consiste en tener cargar por una persona perdida con la cual convivimos, y a la que nos proponemos presentarle las buenas nuevas del evangelio para lograr que sea salvo. Este proceso tiene una similitud con un embarazo físico, por los siguientes aspectos: CONCEBIR Para tener un hijo se necesita que sea concebido, esto es, que en el ovulo de la mujer se introduzca esperma del hombre. La unidad de estos dos elementos produce la concepción. En términos espirituales seria llevar al corazón del hombre (ovulo) la semilla (el esperma) de la Palabra, para que se inicie un proceso que culminara con la conversión (nacer de nuevo). Es tomar la carga por un pecador, orar por él, darle testimonio, llevarle el evangelio de forma lenta pero solida hasta que la Palabra produzca en él la convicción de arrepentimiento. ENGENDRAR Es la formación de la criatura, que mediante un periodo determinado por la naturaleza, se formara en el vientre de la madre hasta el tiempo de su nacimiento. En los seres humanos nacerá a los nueve meses de ser concebido. Esto representa el periodo previo a la conversión, en el cual una persona es tratada y ministrada por aquel que lo concibió, dándole la Palabra. Entre el momento en que una persona recibe el mensaje, hasta que se convierte deberá pasar un tiempo prudencial para que el Espíritu, por medio de la Palabra, le redarguya de pecado y produzca en el el arrepentimiento, que desencadenara la conversión, que a su vez producirá la nueva criatura. Pues afirma la Biblia que: “Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. Romanos 10:17 DAR A LUZ Es el acto de nacer, salir del vientre y comenzar una vida de relación, primero con sus padres, después con el mundo. Esto es en si la conversión, el nuevo nacimiento en Cristo Jesús. Es ahí cuando comienza la formación de la vida dentro del discipulado, pero supuestamente la relación había comenzado desde antes de su nacimiento. Si partimos de esta analogía debemos considerar que un nacimiento es presidido por u tiempo de embarazo que dura nueve meses. Si una criatura naciera antes de los siete meses se consideraría un aborto, entre los siete y ocho meses seria un niño prematuro, si se pasara del tiempo podría haber problemas en el parto. De igual forma es necesario entender que una persona al recibir por primera vez el evangelio necesita ser tratado por el Espíritu Santo, a fin de que la palabra penetre al corazón y pueda producir “convicción de pecado”. Toda conversión (nacimiento) debe ser precedido por un tiempo de reflexión y trato personal de Dios con la persona. Cuando la gente son impulsadas a aceptar a Cristo antes de que la Palabra produzca convicción de pecado, ocurrirá un ABORTO espiritual, o sea, terminara descarriándose o perdiéndose antes de experimentar la obra del nuevo nacimiento. No podemos provocar una emoción de conversión, no debemos empujar a las personas a aceptar a Cristo, sin entender bien el mensaje del Señorío de Cristo. Debemos dejar al Espíritu obrar, para que produzca el querer y el hacer en la vida de ese hijo que queremos concebir por medio de la Palabra. El Espíritu, a través del conocimiento de la Palabra escudriña e interior del hombre: “Pero Dios nos las revelo a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. 1 Corintios 2:10. Para así convencer

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el perdido de su pecado y llevarle voluntariamente a someterse al Señorío de Jesús, proclamando la realidad de la sangre de Cristo como medio de la redención. Así que la “Palabra” entra, para convencernos de que necesitamos el perdón: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros, mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando el venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por canto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aun tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, el os guiara a toda la verdad; porque no hablara por su propia cuenta, sino que hablara todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir ” Juan 16:7-13. El pecador recibe por medio de alguien que lo toma el mensaje del evangelio. Desde ese momento el Espíritu Santo comienza a trabajar, engendrando en su corazón no solo el sentirse pecador, sino el crecer en la fe, hasta que culmina la obra, haciéndole hijo de Dios: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” Gálatas 4:6-7 Si estudiamos detenidamente la iglesia que se nos muestra en el libro de los Hechos, notaremos que cada discípulo hacia discípulos de forma directa y personal, asumiendo después la paternidad espiritual. Embarazarse es sentir, tomar y hacer mía la carga de una persona hasta traerla a Cristo. Cuando una persona que está siendo tratada en la Palabra es impulsada a aceptar al Señor antes del tiempo debido podría originarse un nacimiento “prematuro”, por lo que su crecimiento será más conflictivo, teniendo altas y bajas en su vida cristiana, porque la fuerza de la convicción del arrepentimiento no está muy arraigada. Cuando por el contrario, el tiempo pasa, y por temor ciertas presiones del entorno, la persona no toma la decisión de confesar a Cristo, podrá caer en una lucha interior que le desgastara. Es entonces cuando tenemos que ayudarlo a que de ese paso de fe, que es confesar a Cristo, pero debemos estar seguro de ya el Espíritu hizo la obra de redargüir, y la persona debe de estar profundamente tocada por Dios. Forzar una conversión sin que haya intervenido el Espíritu Santo es un grave error que origina que muchos estén en las iglesias sin ser salvo, y aparentando una vida cristiana falsa, lo cual origina escándalos al cuestionarnos después como podría ser hijo de Dios, y vivir en pecado, como que nada hubiese pasado. Es bueno entender que donde está el Espíritu de Dios, hay sensibilidad, es por ello que la Biblia afirma: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” Efesios 4:30. El hecho de contristarnos frente al pecado es un fruto del trato de Dios en nuestra vida, es la evidencia de que tenemos al Espíritu Santo operando en nosotros: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristado, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna perdida padecieses por nuestra parte” 2 Corintios 7:9 . Este pasaje nos hace ver que cuando recibimos la verdad de Dios descubrimos nuestros pecados, el cual se hace cada vez más grande, según vamos conociendo la Palabra, hasta llevarnos a una tristeza que precede al arrepentimiento, siendo entonces cuando recibimos la gracia de Dios. Santiago afirma que: “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida como era” Santiago 1:23-24. Porque sigue en la misma vida, por lo cual no tiene esperanza, pero cuando descubre sus defectos, y se enfrenta ellos para dejar al Espíritu que le ayude, entonces se inicia el proceso de perfeccionamiento, a través del conocimiento de la ley de amor que nos lleva a una plena libertad del pecado. “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace” Santiago 1:25. Por lo tanto debemos ser sabios, y prudente a la hora de llevar una vida a los pies de Cristo y producir una nueva criatura. Debemos prepararnos para concebir y engendrar muchos hijos, y guiarlo por el camino correcto para que sean “sanos en la fe” (Tito 2:2)

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FORMANDO UNA GRAN FAMILIA

Todo en la vida sigue un proceso normal y biológico. Es maravilloso el reloj invisible de la creación. Todo está perfectamente determinado, incluso la forma de establecer una familia, el tiempo de engendrar hijos y los elementos subsecuentes a este hecho, (leche materna, sensibilidad maternal, entrega, sacrificio y compromiso). De igual manera, el principio del discipulado establece las bases para que de forma lenta, pero precisa, se forme un cuerpo grande, que será la iglesia del Señor y la gran familia de Dios, de la cual El es nuestro Padre y Jesús el primogénito entre muchos hermanos. “Porque a los que antes conoció, también los predestino para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que el sea el primogénito entre muchos hermanos” Romanos 8:29. A veces confundimos los términos, y por desvirtuaciones teológicas establecemos conceptos erróneos en lo que es la estructura de formación de la iglesia. Todo comienzo parte de una realidad, “la madurez para tener hijos”, y el matrimonio, como único medio de esa procreación, asumiéndose así una paternidad responsable. Como hijo de Dios nos comprometemos con Jesús, nuestro amado. De esa unión viene la obediencia a la procreación de hijos para el Padre, pues Jesús dijo: “Por tanto id y hace discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo…” Mateo 28:19. ¿Y cómo haríamos esta misión? Siguiendo el modelo que el mismo estableció; “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. Juan 13:15. Si somos entendidos en como formamos una gran familia natural, podremos entender cómo se forma la familia de Dios. Un padre se casa, de esa unión, que es producto de un pacto y compromiso, nacen los hijos. Por ejemplo; tenemos 3 hijos que son formados dentro de un hogar. Jesús es el esposo o esposa, el pacto es la entrega a él para servirle, los hijos son el fruto de la Palabra que hay en nosotros y los hijos son los discípulos. Aquí tenemos el primer núcleo familiar. Jesús y el hermano Pérez engendrando tres hijos (discípulos), formando una célula familiar. Como fruto de esta relación los hijos crecen, y llegado el tiempo de madurez se vuelven autónomos, y a su vez cada uno forma una familia. El padre se hace abuelo, los hijos se hacen padres y se forman tres familias que separadamente se multiplican, pero con la cobertura del padre. Ambas familias son autónomas. En un momento dado los hijos visitan a su padre, llevando con ellos a sus nietos. Toda la familia Pérez se junta, naciendo así el grupo familiar. Con el tiempo los hijos de los hijos crecen. A su vez establecen hogares, teniendo hijos. Ahora el padre es abuelo y el padre del abuelo es bisabuelo. La familia se hace más grande y se forma un clan, o comunidad familiar, o sea la Iglesia del Señor. La iglesia es producto de las múltiples familias que han nacido dentro de una paternidad espiritual, formándose así la congregación. Si observamos lo aquí expuesto, y escudriñamos el modelo del libro de los Hechos, veremos que hay tres dimensiones en el crecimiento de la Iglesia:

• PRIMERO: La relación personal de padre a hijo, que llamamos célula de discipulado. • SEGUNDO: La relación de los hijos mayores multiplicados por familias, que forma un grupo

familiar. • TERCERO: La unidad de todas las familias reunidas en un solo lugar, llamada iglesia.

Los discipulados, y los grupos familiares o de crecimiento, funcionan en los hogares. Aunque ambos son “grupos caseros”, los primeros complementan a los segundos. Es bueno definir las funciones de cada uno, así como la relación de la comunidad o iglesia en medio de ambas. Para ello ilustraremos las bases de acción de cada uno, considerando que cada cosa tiene su etapa, tiempo y lugar. Debemos de considerar que en una congregación tenemos que aceptar el hecho de que hayan tres grupos de hermanos con actitudes diferentes, ya que no podemos obligarles a ser como desearíamos que fuesen, debiendo recordar que Jesús mismo tuvo un grupo de discípulos que llego a los 70, otro de 12 y entre estos doce tenía un grupo más intimo de 3, y además había uno en particular que siempre estuvo muy cerca de el, y le acompaño hasta el pie de la cruz. Por lo tanto distingamos en la congregación estas tres realidades:

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LOS COMPROMETIDOS Que están dispuestos a sacrificarse en su tiempo y entrega, para asumir todas las demandas del reino, y hacer discípulos, trabajando hombro a hombro con los ancianos, para formar un cuerpo, como dice la Palabra: “…de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” Efesios 4:16. Estos dan más de lo que se les pide, pues llevan a su cas la iglesia, y sienten carga por hacer hijos espirituales. Además de hacer discípulos, apoyan los grupos familiares y participan en todas las actividades de la iglesia. LOS ACTIVOS Los que no asumen más de lo que pueden o deben. Se limitan a apoyar las actividades de la iglesia, desean evangelizar, pero no asumir responsabilidades de paternidad espiritual. Deben ser integrados a grupos de crecimiento, para que al menos trabajen dentro de n marco en donde las demandas sean menores. LOS INACTIVOS Aquellos que asisten esporádicamente a la iglesia, diezman y viven una vida más o menos normal, pero no se comprometen ni con el discipulado, ni con los grupos familiares. Cumplen la rutina mínima de las demandas eclesiásticas y ya está. Nosotros no podemos establecer reglas rígidas. La iglesia debe ser pluralista (diversidad de actividades y criterios en cuanto al trabajo) y a su vez buscar una homogeneidad en cuanto a la visión global. Nadie debe ser forzado a hacer lo que no siente, pero tampoco lo tomaremos en cuenta a la hora de delegar autoridad. Debemos respetar los criterios y actitudes, pero abocarnos a los que están dispuestos a dar más para el Señor, principalmente los nuevos. Es preferible tener a un hermano calentando bancas, que en el pecado, siempre y cuando no estorbe a aquellos que quieren trabajar. Los estorbos, y los que causen división en el diario quehacer, deben ser desechados para preservar la salud espiritual de la iglesia. “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” Tito 3:10. Dentro de la congregación hay una variedad de dones y talentos que tendremos que proyectar a través de actividades, pero nunca debemos dejar que una absorba a otra, y es necesario definir bien hasta dónde puede llegar cada cual en sus deseos de servir. Si el anarquismo espiritual es un serio peligro para la unidad del cuerpo, la dictadura de los santos es otro extremo que debemos evitar, porque ambos son destructivos. Es necesaria la diversidad en la unidad, y para ello debemos definir, de forma clara, las estrategias de cada grupo en su trabajo.

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FORMANDO EL CARÁCTER

Una de las tareas más duras en la formación de un hijo es establecer una personalidad, forjando el carácter. El carácter se compone de una serie de elementos determinados como por ejemplo; la herencia pecaminosa latente en el “YO”, la herencia genética que es el temperamento y la educación que se forja por patrones del entorno, principalmente con el ejemplo de sus padres. Según sean los adres, así será el hijo. El copiara el modelo latente en sus primogenitores, hablara el idioma que ellos hablen, y muchos rasgos de reacciones y costumbres obedecerán a la conducta de ellos. Es por ello que San Pablo dijo: … “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mi, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” Filipenses 4:9 Noten que se aprende y se recibe unos principios, los cuales tienen que penetrar en nosotros para ser trasladados a otros. Las normas de conducta forjan una cadena repetitiva. Si nuestros padres fueron machistas, los hijos reproducirán esa conducta como una maldición. Si por el contrario fueron un modelo, ese modelo se repetirá, aunque no podemos generalizar. Toda regla tiene sus excepciones, pero generalmente los hechos una vez aprendidos, se repiten. El aprendizaje se forja a través de dos patrones:

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Oír: Que equivale a hablar, enseñar, mostrar con palabras. Ver: Mostrar con el ejemplo, respaldar con la vida lo que hemos proclamado con palabras. Desde el punto de vista pedagógico, el medio de mas captación y de mayor aprendizajes la vista. Se aprende, mas viendo que oyendo, y cuando ambos sentidos se conjugan, entonces el grado de captación aumenta. Los padres deben ser coherentes entre el dicho y el hecho, solo así podrán tener autoridad para formar vidas. De igual forma ocurre en el discipulado, la autoridad espiritual dentro de la iglesia debe de estar basada más en el ejemplo, que en las enseñanzas teóricas. Cuando los moldes de formación son correctos, y el discípulo es fiel a los mismos, reproduciremos la calidad de vida original. La fidelidad de un hijo está en que sepa recibir y transmitir ese patrimonio moral y cultural que sus padres le legaron como herencia. Es por ello que se necesita que todo discípulo conserve estas dos cualidades, imprescindible para que lo aprendido no se desvirtué: IDONEIDAD CON EL MAESTRO, Y FIDELIDAD A LO ENSEÑADO EN LA PALABRA: “Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombre fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” 2 Timoteo 2:2. En la relación paternal, o de discipulado, se fomenta la comunión a su nivel más íntimo. Esto nos lleva a una identificación en creer y hacer que nos fusiona, para ser idóneos. Es por ello que alcanzamos no solo “un mismo sentir” sino una unanimidad de criterios en la obra de Dios. Cuando esto ocurre, la autoridad se convierte en una bendición, y las distancias desaparecen, pues es un amor que brota del Espíritu, tiene un arraigo tanto en lo “FILIO” como en lo “AGAPE”. Pero en esa relación íntima encontramos problemas de carácter, por lo que el discipular se vuelve a veces difícil y frustrante. Cuanto más íntima sea una relación, mas interioridades y defectos descubrimos, por lo que se necesitara mucha paciencia y compenetración a fin de poder confrontarnos por medio de la Palabra, a esas realidades que tendremos que pulir en el devenir del tiempo. Un padre para formar, debe estar formado, debe estar sujeto, y debe cumplir lo mismo que después el va a demandar. No debemos exigir a otro lo que uno mismo no esa dispuesto a dar. Esta es la regla de oro de un discipulado, la autoridad nace del ejemplo y la enseñanza de la relación. El área más fácil de formar en un convertido es la intelectual. Muchos, al convertirse, ya tienen conocimiento de la Palabra. Algunos incluso tienen conocimientos profundos en la doctrina, pero esto no dice nada. Nicodemo era un erudito en las Escrituras, sin embargo, en su pregunta a Jesús reflejaba una ignorancia espiritual respecto al plan divino: “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” Juan 3:4. Jesús no les hablaba de un conocimiento, religión o doctrina, sino de un estilo de vida que se iniciaba mediante un proceso de crecimiento, dentro de una relación personal, en una dimensión espiritual: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” Juan 3:5. Cuando Jesús llamo a sus doce discípulos, lo hizo para que estuvieran con el “todo el tiempo”. Su propósito no era enseñarles la escuela rabínica del Talmud, ni hacerlos expertos en la ley mosaica. El quería vivir con ellos para formarles una conducta, y que aprendieran de el un nuevo estilo de vida: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descansó para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” Mateo 11:29-30. El quería por medio de sus propias acciones, poner las bases de lo que sería no solo un principio, sino un distintivo por medio del cual conocerían a sus discípulos. Antes de decirles a los seguidores de Jesús “cristianos”, se les llamaba “DISCIPULOS”; esto envuelve las implicaciones que el discipulado producía en su estilo de vida. “… y a los discípulos se les llamo cristianos por primera vez en Antioquia” Hechos 11:26. En todas sus enseñanzas Jesús se ponía como ejemplo, y ordenaba a sus discípulos que hicieran lo mismo que él hacía. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Juan 13:15. Ellos debían copiar ese modelo, para reproducirlo, a esto llamamos discipular. Sé que no es fácil el repetir un modelo de conducta en una época tan diferente como la nuestra, pero hasta donde nos sea posible, y

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permitido, debemos ejecutar ese patrón, aceptando que hay limitaciones. No podemos perder el espíritu esencial de la vida cristiana, que es la relación en comunión y ejemplo para forjar el carácter. Si estudiamos detenidamente los evangelios, veremos que el mayor anhelo del Maestro era que sus seguidores copiaran toda su metodología de enseñanza, para después reproducirla con otros. El deseaba que sus postulados fuesen mas una forma de ser, que un decálogo de normas y principios. Tal es así, que apenas encontramos normas y mandamientos como los que tenían los judíos. Tenían que aprender a vivir lo enseñado, el saber no era suficiente para ser un discípulo, notemos lo que ordeno: …”enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” Mateo 28:20. La expresión “que guarden todas las cosas” significa que pongan por obra, que vivan, que ejecuten las órdenes dadas. Así que no es suficiente saber, creer o conocer, hay que vivir, hay que ejecutar los patrones de conducta recibidos. Él le dio tanta importancia a la forma de ser de sus discípulos, y a sus defectos, que usaba sus errores como los patrones de enseñanza. Creaba situaciones difíciles para que por medio de la confrontación sus seguidores vieran sus defectos. Estos serian los estorbos más grandes en la búsqueda de ese estilo de vida que quería forjar. Jesús repudiaba la religiosidad farisaica, la superficialidad, la falsa apariencia del creyente, el estilo de vida espiritualista y desposeída de un carácter recto. Fue por ello que en Mateo 23:14-15 exclamo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros”. El reclamo mayor que hizo a los escribas y fariseos era su hipocresía, sus “largas oraciones”, que más que un acto de constricción, era una forma de sacar beneficios de las pobres mujeres adoloridas. El orar para Jesús no era una liturgia, ni una imposición dogmatica, ni una forma de atraer la atención y el culto a su persona. Para Él, el orar era hablar con su padre de forma natural y espontanea. Notemos por ejemplo la siguiente observación: El evangelio más cronológico, y el escritor más histórico de todo el Nuevo Testamento era Lucas. Su evangelio es el más ordenado en hechos y acontecimientos, en esto están de acuerdo todos los exegetas de las Escrituras. Partiendo de esto, pregunto: ¿Cuándo enseño Jesús a orar a sus discípulos? Veamos. Si analizamos el orden de hechos en el evangelio de San Lucas notaremos que en el capitulo 9:1-6 Jesús envía a sus discípulos a predicar por las ciudades y aldeas. Después en el capitulo 10:1-12 no solo envía a los doce, sino a otros mas, un total de setenta discípulos, y ellos salen con las instrucciones de predicar, sanar y echar fuera demonios. Notemos que se les envía a predicar, ¿pero les había enseñado a orar? Parece que no, pues no fue hasta el capitulo 11 cuando se relata este hecho: “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando termino, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseño a sus discípulos” Lucas 11:1 Uno de sus discípulos le pide que le enseñe a orar. ¿Y cómo los envió a predicar sin haberles enseñado a orar? Es bueno observar que Jesús enseñaba con el ejemplo. El orar no es un mandato, no es una liturgia, es todo un estilo de vida que se aprende con la vivencia y el ejemplo. Todo lo impuesto no es espontaneo, por lo tanto no nace del corazón. El maestro quería formar a sus discípulos con base en un modelo diferente al existente en esos momentos – el dogmatismo de los fariseos y saduceos-, para ello debía vivir primero en sí mismo, lo que después sus discípulos iban a copiar. Muchas veces he observado la metodología de Jesús, y creedme, me he sentido confundido, pues su estilo de formar vidas no se basaba en la escuela dogmatica de la enseñanza predeterminada por patrones establecidos, sino que El sacaba sus lecciones de las realidades del diario vivir, de acuerdo a las necesidades y no a una programación prefijada que llevara consigo. En resumen, para formar el carácter tenemos que vivir, tratar y forjar las áreas deficientes en nuestra forma de ser. Esto solo se puede lograr por medio del modelo dejado por el mismo Señor.

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LA HERENCIA DEL ORGULLO

Traemos dentro de nuestra naturaleza una herencia pecaminosa que arrastramos desde el Edén que se llama “EGOISMO”. Es por ello que siempre tendemos ir contra el orden establecido, imponiendo nuestro capricho, y adoptando actitudes orgullosas y dominantes, razón por o que se descadenan muchos sentimientos carnales que anula la vida espiritual. Es bueno entender el mensaje de que: “Por tanto, como el pecado entro en el mundo por un hombre, (Adán) y por el pecado la muerte, así la muerte paso a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos” 5:12. Al entrar la muerte por la desobediencia, se opero en todos los seres humanos una mutación genética, incubándose el “egoísmo”. Fue por ello, que por consecuencia del pecado, Adán dejo de ver a Dios, y a su esposa, para verse a sí mismo, “descubriendo que estaba desnudo” (Génesis 3:7). Al venir el Mesías este anularía de la naturaleza humana la desobediencia, que trajo el pecado, asumiendo la obediencia, y forjando en sus seguidores este principio básico para un correcto discipulado: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” Romanos 5:19. Para ello, Jesús apelaba a negación del “YO” como primera condición para ser discípulo: “Entonces Jesús dujo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. No podemos negar que este egoísmo innato nacido del “YO”, será una de las barreras más grandes que tendremos que afrontar para poder moldear las vidas, ya que Jesús tuvo que luchar arduamente con sus discípulos en esta área. El “YO” genera la presunción, el orgullo, la búsqueda de protagonismo, la envidia, la vanidad, el deseo de poder, el querer ser mas etecetera. Este fenómeno, my proliferad en nuestros días, también estuvo presente en las relaciones de los primeros discípulos. Sería bueno aprender a ver como el Maestro manejo estas realidades para atenuarlas, y hacer que sus seguidores sojuzgaran el “YO” a su Señorío. Si no se lograba atenuar la negación, los frutos del egoísmo generarían la soberbia, la cual es una mezcla de todos los deseos carnales del “YO” y que conduce al rechazo total de Dios a nuestras vidas. “Pero el da mayor gracia. Por esto dice: dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” Santiago 4:6 A cada paso encontramos actitudes incorrectas en los discípulos de Jesús. Por ejemplo, en ellos había un grado “EGOISMO ESPIRITUAL” el cual consistía en no compartir con otros las bendiciones que recibían. siempre los seres humanos desean quedarse con lo mejor, ignorando a los demás, o como fruto del “YO” se desarrolla una soberbia espiritual que no es otra cosa que un orgullo espiritual manifestado en actitudes hostiles, como por ejemplo; aquella vez cuando Jesús llevo a Pedro, Juan y Jacobo aparte para mostrarles su gloria en la transfiguración: Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti., una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía” Lucas 9:33.Noten que el texto afirma que “no sabían lo que decían”. Tenían el egoísmo a flor de piel. Mas después se encontraron a alguien que no era parte de los discípulos haciendo milagros y echando demonios en el nombre del Señor. Mostrando una soberbia inaudita, se lo prohibieron, per, ¿Qué hizo Jesús frene a tal actitud? “Jesús le dijo: no se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es” Lucas 9:50. Después los vemos con actitudes altivas y violentas, como producto del EGO, o como fruto de un temperamento impetuoso, pero siempre actuando de forma carnal. Fueron a Samaria para hacer preparativos para la visita del Maestro, pero no les recibieron, entonces, indignados, Jacobo y Juan le dijeron al Señor: “Viendo eso sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose el, los reprendió, diciendo: vosotros no sabéis de que espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”. Lucas 9:54-56. La dinámica típica de Jesús consistía en dejar que ellos cometieran errores, y después tratarles en esa área. En otra palabra, dejaba que fuesen las situaciones del diario vivir las que determinaran sus enseñanzas. Había veces en que El creaba las condiciones para que aquellos discípulos más difíciles, confrontaran problemas que les hicieran ver sus errores. Muchas veces tenemos que caer, para comprender que nuestra arrogancia y soberbia

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le impide a Dios hacer su obra perfecta en nosotros. Así fue Pedro, siempre impulsivo, presuntuoso, soberbio, y jactándose de ser muy valiente. Cuando Jesús anuncio su muerte, le hizo ver a Pedro que sufrirá una sacudida por parte de Satanás, la cual usaría para enseñare la humillación y llevarle a la humildad: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por tu, que tu fe o falte; y tu, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” Lucas 22:31-32. Pero Pedro seguía su camino, dejando que su autosuficiencia y arrogancia saliera, pese a las duras palabras del Maestro, por lo que el Señor fue mucho más claro y directo: “Él le dijo: Señor dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantara hoy antes que tu niegues tres veces que me conoces” Lucas 22:33-34. Y ocurrió lo anunciado, Pedro sufrió los golpes de su arrogancia, tuvo que llegar hasta la negación de su Maestro para comprender que “nadie será fuerte por su propia fuerza” (1 Samuel 2:9). Entonces cuando vio a Jesús pasar por su lado, comprendió las consecuencias funestas del orgullo:”Entonces, vuelto el Señor, miro a Pedro; y pedo se acordó de la palabra del señor, que le había dicho: antes que el gallo cante, me negaras tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloro amargamente” Lucas 22:61-62. Para formar el carácter hay que destruir el EGOISMO. Para ello se necesita ser tratado duramente, y a veces tropezar. Pedro tuvo que enfrentarse a su error, y comprender que había llegado muy lejos por su arrogancia, y termino “llorando amargamente”. ¿Cómo es posible que después de andar con Jesús tres años, Pedro cometiera estos errores, incluso el de la violencia, al cortar la oreja del soldado? (Juan 18:10-11). Solo hay una explicación; es fácil seguir a Jesús, pero difícil moldear el carácter. Sin embargo el Espíritu Santo usa los fracasos y las circunstancias adversas para forjar en nosotros esas cualidades básicas de la vida cristiana. La conducta de Jesús seria la referencia para que sus discípulos imitaran su ejemplo. El cuido, de forma muy especial, revelarles las virtudes básicas para vencer el “YO” enquistado por medio d sus acciones y enseñanzas. Comió con los pecadores, socorrió al necesitado, evito el protagonismo y repudio la hipocresia religiosa de los fariseos. Lavo los pies a sus discípulos, vivió errante y sin ningún bien, soporto los vituperios y los desprecios con estoicismo, y basado en ello revelo la grandeza de la humildad, usando los términos de “siervo”, “servidor”, “postrero”: “Y llego a Capernaum; y cuando estuvo en casa, (Jesús) les pregunto: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Más ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre si, quien había de ser el mayor. Entonces el se seto y llamo a los doce, y les dijo: si alguno quiere ser el primero, será el ostrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: el que reciben en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí, y el que a mí me recibe, no me recibe a mi sino al que me envió” Marcos 9:33-37. Su lucha más ardua estuvo en esta área, la de la negación. En muchas ocasiones les explico y les mostro con hechos, la importancia de ser mansos y humildes. La humildad no es una cualidad que se recibe con la gracia, ni se aprende en una escuela. Esta nace de la enunciación, de una actitud de humillación que nos capacita para la obediencia. Cuando se es humilde, se alcanza la paciencia. Entonces nace la mansedumbre. Pero esta cualidad nace en la medida en que nos sometemos voluntariamente a ser formados en el carácter. No es cuestión de querer, sino de luchar y esperar. Cuando Jesús nos llama, no desea tan solo que seamos salvos, y ya está. El desea que al descansar del pecado, asumamos la perfección mediante una actitud de formación que crucifique el “YO”. “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os hare descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;…” Mateo 11:28-29. Debemos aprender de Él, no ser egoístas, y entender el amor se manifiesta en la entrega. Que el mayor amor es el que da su vida por otro (Juan 15:13), y esto se tiene que enseñar, pues son las verdades básicas del vivir como cristiano. Cada acción de Jesús era una dinámica para atenuar el “YO” impulsivo de sus discípulos y moldea su temperamento. El deseaba ayer lo mismo que desea hoy, que aprendamos de Él, que implantemos su modelo de vida como una norma en el vivir, por ello nos

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ordena hacer discípulos, a ir mas allá de una simple enseñanza, a ser más que un creyente. ¿Entendemos lo que esto representa?

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MECANISMO DE FORMACIÓN

La formación de una vida es una ardua labor que se inicia; desde su nacimiento, hasta que alcanza madurez y aprende a valerse por sí mismo. Ya sea en lo natural o espiritual, la metodología a seguir es idéntica. Si sabemos darle una buena enseñanza fundamentada en el buen ejemplo, y cubierta con amor, tendremos hijos estables, seguros, y con valores eternos. Si fallamos, nada podríamos hacer después, ya que el daño aparecerá en el transcurso del tiempo. Es por ello que debemos considerar que existen dos factores en la formación de los hijos; los factores fondo y los factores de forma. Los factores de fondo son aquellos que tienen que ver con los principios propios del padre o la madre:

1. 1. El ser un hijo deseado, y que durante el embarazo se le ame, cuide, y se anhele. Cuando el niño se sienta rechazado, aun estando en el vientre de la madre, asimila ese rechazo. Se ha comprobado que el hijo antes de nacer, necesita sentir la aceptación, e incluso el cariño de sus padres, a través de ese contacto lejano al tocar el vientre. De igual forma, necesitamos desear tener discípulo, y que el sienta desde antes de convertirse que su vida y su futuro me interesa. Este involucramiento de un embarazo deseado nos compromete con la evangelización.

2. 2. Darle como fundamento, de todo lo que pueda venir después, mucho amor. El amor es la base de la autoridad, la disciplina y la entrega mutua. En él se fundamenta y arraiga toda relación de formación: … para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor… Efesios 3:17

3. 3. Apoyar toda enseñanza y autoridad con nuestro propio ejemplo, como modelo de conducta. Esto implica examinar en mi vida lo que voy a demandar de otros. Es la base de una relación correcta, que impide el abuso, maltrato y exceso de autoridad, para dar cumplimiento al mandato de Pablo: Hermanos, sed imitadores de mi, y mirad a los que así se conducen, según el ejemplo que tenéis en nosotros. Filipenses 3:17, (ver 1 Corintios 4:16).

Para ello necesitamos tener un modelo correcto de conducta y romper con la maldición de herencias incorrectas que hemos heredado de nuestros padres, para ser formados bajo el modelo en el cual vamos a formar a otros. Recordemos que nadie puede dar lo que no tiene. Después necesitamos proyectar los factores de forma, para llevar a cabo nuestra misión de capacitar vidas y estos se encuentran en Tito 2:15 y Hebreos 12:11: Esto habla, y exhorta y reprende con oda autoridad. Nadie te menosprecie. Es verdad que ninguna disciplina al presente paree se causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. HABLA, EXHORTA, REPRENDE, DISCIPLINA: Cuatro elementos básicos que se usaran a lo largo de la formación, y los cuales debemos analizar, usa y conocer. HABLAR: Equivale a enseñar. Toda demanda se ejerce basada en un conocimiento. Este se aprende a través de la repetición y de un modelo de vida adoptado. El método judaico de enseñanza consistía en la proclamación de la ley de Dios, a través de un diario vivir, y mediante una repetición continua: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Deuteronomio 6:6-7. No podemos ejerce los demás elementos si este no figura como base. Se enseña, y sobre lo enseñado, se exhorta y reprende. Mientras la Palabra no se forme en discípulo, nuestras demandas no podrán ser ejercidas. Solo el conocimiento y la implantación de la ley determinan el delito, es por ello que Santiago exclama: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Santiago 4:17. En la medida en que el conocimiento del hijo de Dios crece en nosotros, se hace necesario el uso de los demás elementos. Es de vital importancia que estemos conscientes de esta realidad, pues ignorar esto, y actuar con lo que sigue después, nos llevara no a la corrección, sino a la reprensión.

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EXHORTAR: La palaba exhortar significa; llamar, animar, instar a aquel que recibió una enseñanza, ya sea practica o teórica, para que la implante en su vida. Podemos aprender, pero a lo mejor no vivimos lo aprendido, es ahí cuando la exhortación entra en escena, para advertir al discípulo que debe vivir lo aprendido. Se puede ejercer dando palabras de ánimo o aviso. No se debe seguir adelante con otras enseñanzas mientras no vivamos la primera. Se necesita tiempo, paciencia y relación para que la misma sea parte de nuestra forma de ser y no tan solo de nuestra forma de creer: “…que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” 2 Timoteo 4:2. REPRENDE: Después de haber exhortado, se da el segundo paso, reprender. “Reprende” es dar un llamado de atención de forma más dura y fuerte. Aquí no se anima, sino se reclama frente a una acción errónea. Debe de haber un margen de error humano admisible, del cual debemos estar conscientes. Podemos errar por omisión, ignorancia o por descuido. Es por ello que se hace necesario no actuar drásticamente, si primero no hemos usado la amonestación una y otra vez:”No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados” 1 Corintios 4:14. La amonestación es en si el proceso de exhortar y reprender antes de aplicar medidas correctivas más fuerte, como la disciplina. Se puede reprender de forma privada, advirtiendo las consecuencias que puede traer una repetición de una mala acción sobre la cual se ha enseñado. ¿Qué se busca con la reprensión? Hacerlo sano en la fe, dar una oportunidad, antes de usar el castigo. Prevenir el mal, antes de que este produzca juicio.”Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe…” Tito 1:13. “La reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio” Proverbios 17:10 Esta acción se puede ejercer de forma privada, o en medio del grupo o familia, dependiendo del tipo de falta cometida. Pablo recomienda en algunos casos hacerse públicamente:”A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” 1 Timoteo 5:20 DISCIPLINAR : Es la última etapa en la formación. Este término tiene una doble implicación; por un lado significa poner en orden, establecer una norma de conducta y proceder, y por otro lado se usa para referirse a la corrección, al mecanismo de de castigo que usamos para disciplinar y formar a un hijo la Biblia establece que “el padre que ama disciplina los hijos” y expone esta realidad al afirmar: “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que no disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” Hebreos 12:8-11. Se disciplina como última instancia, usando para ellos los mecanismos disponibles, siempre y cuando el discípulo se sujete a la autoridad del maestro y anteriormente se haya exhortado y reprendido. La diferencia entre la disciplina paternal, de índole natural, y la disciplina espiritual, radica en que la primera es imperativa, la segunda optativa. Nuestra autoridad, por lo tanto, no es absoluta, y los mecanismos obedecen a la actitud del discípulo. Cuando aplicamos la disciplina debemos considerar nuestras limitaciones, y usarlas en aquellas que sirven para formar el carácter, dejando a los ancianos o pastores de la iglesia el ejercer la misma en casos de pecados graves. ¿Cómo disciplinar? Debemos ejercer aquel mecanismo que produzca en el discípulo tristeza y arrepentimiento. Se le puede quitar los privilegios, someterlo al silencio, suspenderles cualquier responsabilidad que tenga, o cualquier otra acción que moralmente le pueda causar dolor. Si hay arrepentimiento y cambio de actitud, entonces procederemos a la restauración debemos considerar que cuando hay arrepentimiento y confesión es necesario aplicar más la misericordia que el juicio: “El que encubre sus pecados no prosperara; mas el que los confiesa y se aparta alcanzara misericordia” Proverbios 28:13. ¿Qué podemos hacer cuando el discípulo no acepta la disciplina? Debemos pasar el asunto a los ancianos o lideres superiores, para evaluar las causas de su rebeldía. Si su conducta rompe el

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orden establecido, y mantiene una actitud hostil y negativa, deberá ser confrontado, y en último caso ser desechado, pues su comportamiento puede afectar la unidad del cuerpo: Si hay pecados que Dios aborrece, estos son el de la rebeldía y engaño, por lo cual muchos fueron cortados por la intervención directa de Dios. “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” Tito 3:10. La acción de disciplinar, ejercida por los ancianos de la iglesia, podrá ser más drástica, lo cual será determinado por el tipo de pecado cometido, pues aunque todos los pecados son iguales, existen algunos que no se pueden tolerar dentro de la iglesia del Señor: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro o idolatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” 1 Corintios 5:11. “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, a los deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia….” Colosenses 3:5-6. Si aplicamos estos procedimientos, podremos cumplir nuestra misión. Es imposible ejercer una autoridad de formación si no tenemos as herramientas para implantar la Palabra en los corazones de discípulos: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas” Santiago 1:2.1 Es triste ver que e muchos marcos no se puede ejercer estos principios, porque los creyentes han sido mal formados, insujetos y sobre todo, huérfanos de un hogar estable, razón por lo cual la rebeldía y autosuficiencia impide corregir muchos defectos de carácter. Pero nosotros, hasta donde nos sea posible, debemos reconocer que estas armas son bibilicas justas e importantes para poder ejecutar un correcto discipulado.

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DINÁMICA DE LA FORMACIÓN

Hemos hablado de la metodología que debemos usar en la formación de vidas, sin embargo debemos añadir a esto la importancia que tiene otras acciones dinámicas para poder enseñarles a nuestros hijos algunas “cualidades”, que son vitales para un crecimiento integral. Las cualidades son virtudes, o normas de conductas, que obedecen a un entrenamiento que va más allá de las palabras. Es fácil ser creyente, piadoso, espiritual, pero ¿será lo mismo a la hora de ser paciente, constante, obediente, integro, fiel y humilde? Una de las primeras virtudes que tenemos que desarrollar en los discípulos es la capacidad a obedecer “en la Palabra”. Y enfatizo “en la Palabra”, para no dar lugar a que algunos, usando mal esta obediencia, cometa abusos, en el ejercicio de autoridad. Si la obediencia es básica en la dinámica de formación, la misma requiere que el discípulo tenga un espíritu impregnado de confianza hacia su maestro, junto a una humildad que nazca de su humillación. Hay que diferenciar entre la humildad que obedece a un temor, como las que se usa en el ejército, y la que obedece a una entrega y negación Pablo compara la formación del cristiano con la del soldado en relación al sufrimiento que experimenta en la misión encomendada cuando le dice a su hijo Timoteo: “Tu pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” 2 Timoteo 2:3. Haciendo la observación de que la autoridad y sometimiento que apliquemos en el ejercicio de la formación debe estar revestida de amor lo cual difiere con la disciplina militar, en donde predomina el despotismo. “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” 1 Corintios 16:14. Un soldado es entrenado para obedecer, por lo que se le somete a una disciplina. Partiendo de este hecho, nosotros estamos consientes que de la actitud del discípulo hacia la obediencia absoluta a la Palabra dependerá su crecimiento. Fue por ello que Jesús dio órdenes y contraordenes a sus discípulos para probarles y enseñarles la obediencia. Si observamos algunos pasajes, descubriremos esta metodología. En Lucas 9:3 el Señor envía a sus discípulos a predicar y les ordena: “Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas”. En otra palabra, los envía sin nada. La actitud de ellos fue obedecer sin demandar explicaciones, porque ninguno discutió las órdenes de su Maestro, ni reclamo el

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porqué de ir sin nada. En otra ocasión, los envía de nuevo, junto a otros más, un total de setenta, y les dice: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino” Lucas 10:4. Ahora podían llevar pan y túnicas, pero no calzado ni alforjas. No debían saludar a nadie por el camino, además de otras instrucciones más. Ellos obedecieron, aceptaron las reglas del juego como buenos soldados y cumplieron lo ordenado. Pero ahí no queda todo, tiempo después, Jesús culmina esta mecanismo de órdenes y contraordenes al hablarles de nuevo y decirle: “Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os falto algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una” Lucas 22:35-36. Después de analizar los hechos anteriores y evaluar sus acciones de obediencia, les da una contraorden, y no solo los envía con todo, sino que les ordena vender la capa para comprarse una espada. ¿Una espada? ¿Y para qué? El Señor estaba preparando a sus discípulos para su partida, además el tenía que pasar a Pedro por otro entrenamiento, y le había proporcionado la espada para que cortara una oreja, a fin de enseñarle el peligro de la violencia y agresividad. Entrenar no es otra cosa que someter a prueba a los soldados. Para poder ejecutar esta misión, necesitamos tener autoridad, y saberla usar, para forjar cualidades positivas en nuestros hijos. Jesús fue duro, directo y poco diplomático: “Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” Mateo 8:21-22 “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya n andaban con él. Dijo entones Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” Juan 6:66-69. No se puede ejercer una formación para obediencia, si no sabemos usar la autoridad correctamente. Hay que ser duro, pero no áspero. La dureza equivale a firmeza, la aspereza es igual a grosería, malos tratos, vejación. Es necesario aprender a afrontar la realidad con valentía, por lo tanto, hay que someter al discípulo a un régimen de disciplina formativa en estas áreas. Hay otras cualidades que están ligadas a la obediencia, como por ejemplo la paciencia, constancia y la persistencia. Aprender a obedecer es aprender a ejecutar la misión encomendada, es no dar lugar a mis deseos, sino a los deseos del Señor, es ir mas allá de nuestro estado anímico. Los soldados son formados para vencer muchas adversidades, y enfrentar el combate sin abandonar su puesto. Se les presiona para enseñarles a sufrir, y poder medir su capacidad en los momentos difíciles del combate. No podemos negar que la vida cristiana es una continua batalla, nuestra lucha va más allá de lo humano: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” Efesios 6:12. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera he guardado la fe” 2 Timoteo 4:7. Y que tenemos una serie de armas espirituales para poder ejecutar esta batalla: “…porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” 2 Corintios 10:4. Y es por ello que necesitamos un buen entrenamiento, acompañado de una dinámica que nos confronte con nuestros defectos en relación a nuestras acciones. El desarrollo del dominio propio en momentos difíciles es una ardua tarea, que apela más a la relación que a la teoría, y es una parte el entrenamiento cristiano. Es necesario ser probado, no solo por Dios, sino también por el maestro. Saber hasta dónde un discípulo es apto para una determinada labor. Medir sus fuerzas espirituales y psíquicas, no vaya a ser que le dé una misión para la cual no está capacitado y termine derrotado. La confianza, el valor y la capacidad de aguante se miden. Jesús sometió a prueba a sus discípulos, y con ello determino no solo el grado de orgullo que llevaban, sino también el temperamento que tenían. Uno de los errores más graves que podemos cometer en la formación de vidas y capacitación de líderes es el no medir el aguante de estos en algunas áreas del diario vivir. Necesitamos hombres “fieles” e “idóneos”, y la fidelidad se prueba para dar lugar a la confianza. ¿Pero cómo puedo probar la confianza? A través del sometimiento a la obediencia. Siempre que he pensado en delegarle a un discípulo una responsabilidad en el cuerpo, le he pedido a Dios sabiduría para poder probar su integridad, a fin de saber que espíritu lo mueve. Debemos saber distinguir

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los espíritus, y detectar quienes tienen ambiciones, quienes buscan lo suyo, quienes se someten sinceramente al Señorío de Cristo y quienes lo hacen fingidamente. Es necesario saber quiénes son Pedros, o Judas o Juanes. ¿Es posible esto? Si hay relación, si. Hay muchos pequeños detalles que revelan las cualidades del discípulo. Si es fiel en las cosas naturales, lo será también en las espirituales: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo mas es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo mas es injusto” Lucas 16:10. Si supo respetar a sus padres, te sabrá respetar a ti. Si acepta órdenes duras, también aceptara pruebas duras. Si es obediente en lo práctico, lo será en lo espiritual, si sabe cuidar lo suyo, sabrá cuidar lo de otro. En muchas ocasiones he tenido duda sobre la fidelidad espiritual de un discípulo, entonces el Señor me ha iluminado para probarles. No creo que debamos establecer mecanismos de pruebas continuas, ni programas de este tipo, pero a veces el Señor nos ilumina para probar los espíritus y someter a prueba a algunos discípulos, antes de darles una misión especial. Es bueno aceptar que incluso al nombrar diáconos, se nos recomienda someterlos a prueba por un tiempo: “Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejercerán el diaconado, si son irreprensibles” 1 Timoteo 3:10. Si se prueban a los diáconos cuanto más aquellos que quieren alcanzar un ministerio. Es esencial considerar este aspecto en la formación de los discípulos, pues sin sometimiento y confianza no será posible una relación profunda y de delegación que produzca una capacitación integral en la vida del discípulo.

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CONFRONTANDO NUESTROS ERRORES

No podemos pasar por alto la necesidad de aceptar nuestros errores como un medio de descubrir nuestro efecto, y conocernos a nosotros mismos. Esta actitud de autoevaluación nos llevara a rectificar muchas acciones negativas que pueden rebotar contra nosotros mismos. Si nos examinásemos, evitarnos muchos escándalos, comentarios y juicios, además esto es lo que recomienda Pablo antes de participar de la cena del señor: “Si pues nos examinásemos a nosotros mismos, no seriamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el señor, para que no seamos condenado con el mundo” 1 Corintios 11:31-32. Para poder adquirir esta capacidad, es necesario ser formado dentro de un marco de sinceridad y ayuda mutua.”Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” Hebreos 13:16. Es necesario velar por las necesidades integrales del discípulo, tato en el arte material, como emocional buscando modificar no solo sus actividades espirituales, sino también aquellas otras áreas que siendo humanas y naturales, determina muchas veces su conducta social. Tenemos que entrar en todas las ares desordenadas del discípulo, no solo en su vida espiritual. ¿Es bueno hijo, padre, esposo? ¿Practica la hospitalidad? ¿Administre bien sus bienes? ¿Es aseado en orden en su persona o cosa? ¿Cómo es su testimonio a nivel de su relación personal con lo que no son de la iglesia? Todo esto es parte de su vida cristiana, y no podemos pasarlo por alto. Descuidar lo que otros piensan de mi es menoscabar credibilidad como hijo de Dios: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en la casa, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, ablando a Dio, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” Hechos 2:46-47. “También es necesario que tenga buen testimonio de las de afuera, para que no caiga en descredito y en laso del diablo” 1 Timoteo 3:7. La credibilidad de3l cristiano ante el mundo tiene mucha importancia. Para dejar “sabor en la boca” aquellos que nos ven, debemos recordar que: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grade nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia que tenemos por delante…” Hebreos 12:1. Esto nos lleva a reconocer que, de forma continua, tenemos que ser confrontados dentro del discipulado con todas las áreas de nuestro diario vivir. Ay que ir mas allá de lo espiritual, de lo natural e incluso de lo ceremonial, y hacer hincapié en todo lo que somos hacemos. Para ellos es necesario entrar en una relación íntima, que nos ayude a resolver los problemas de hábitos y costumbres que aunque sean normales y aceptables en el entorno social, no son valederas para los hijos de Dios. Debemos tener presente que somos diferente a los demás, que ay otros valore que deben determinar nuestra conducta, y que el señor desea que

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seamos un pueblo peculiar, por lo que la palabra proclama que: “Sabiendo que fuiste recatado de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestro padre, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin manchas y sin contaminasion” 1 Pedro 1:18-19. Y es por ello de que somos: “…linajes escogidos, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncies loas virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable” 1 Pedro 2:9. Esto nos obliga a desarrollar una dinámica, que además de todo lo expuesto, nos lleve de ves en cuando a enfoques y confrontaciones con hechos y acciones que se salen del marco bíblico, para llevarnos a la vida practica. Lo primero que debemos considerar es la importancia de “desnudarnos” (no en el sitio físico), como persona delante de los demás para ser “transparente”, y aceptar la critica y los comentarios sobre nuestra forma de ser y actuar. La transparencia es equivalente a dar en luz, no esconder ni disimular los errores: “Pero si andamos en luz, como el está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7. Para ello debemos imitar la conducta de Jesús. Este se confronta primero así mimo, mediantes unas preguntas que tienen grandes implicaciones en sus analices:

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CONFRONTANDO NUESTROS ERRORES

O podemos pasar por alto la necesidad de aceptar nuestros errores como un medio de de descubrir nuestros defectos, y conocernos a nosotros mismos. Esta actitud de autoevaluación nos llevara a realizar muchas acciones negativas que pueden rebotar contra nosotros mismos. Si nos examinásemos, evitaríamos muchos escándalos, comentarios y juicios, además esto es lo que recomienda pablo antes de participar de la cena del Señor: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seriamos juzgados, somos castigados por el señor, para que no seamos condenados con el mundo “1 corintios 11:31-32. Para poder adquirir esta capacidad, se necesita ser formado dentro de un marco de sinceridad y ayuda mutua. “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tale sacrificios se agrada a Dios” Hebreo 13:16. Es necesario valer por las necesidades integrales de discípulo, tanto en el era material, como emocional, buscando modificar no solo sus actitudes espirituales, sino también aquellas otras áreas que siendo humanas y naturales, determinada muchas veces su conducta social. Tenemos que entrar en todas las áreas desordenadas de discípulo, no solo en su vida espiritual. ¿Es buen hijo, padre, esposo? ¿Practica la hospitalidad? ¿Administra bien sus bienes? ¿Es aseado y ordenado en su persona o cosa? ¿Cómo es su testimonio a nivel de su relación personal con los que no son de la iglesia? Todo esto es parte de su vida cristiana, y no podemos pasar por alto. Descuidar lo que otros piensan de mí es menoscabar mi credibilidad como hijo de Dios. “Y perseverando unánimes cada día en el tiempo, y partiendo el pan de las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el señor añadía cada día a la iglesia los que había de ser salvos” Hechos 2:46-47 “También es necesario que tengan buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descredito y en los lasos del diablo” 1 Timoteo 3:7. La credibilidad del cristiano ante el mundo tiene mucha importancia. Para dejar buen “sabor de boca” a aquellos que nos ven, debemos recordar que: “Por tato, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que no asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. . .” Hebreos 12:1. Esto no lleva a reconocer que, de forma continua, tenemos que ser confrontados dentro de discipulado con todas las aéreas de nuestro diario vivir. Hay que ir más allá de lo espiritual, de lo natural e incluso de lo ceremonial, y hacer hincapié en todo lo que somos y hacemos. Para ello se necesita entra en una relación intima, que nos ayude a resolver los problemas de hábitos y costumbres que aunque sean normales y aceptable en el entorno social, no son valederas para los hijos de Dios. Debemos tener presente que somos diferentes a los demás, que ay otros valore que debemos determinar nuestra conducta, y el señor desea que seamos un pueblo peculiar, por lo que la palabra proclama que: “Sabiendo que fuiste recatado de nuestra vana manera de vivir, el cual recibiste de nuestros padres, no son cosas corruptibles,

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como oro o plata, si no con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin manchas y sin contaminasion” 1 Pedro 1:18-19. Y es por ello que somos: “…linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncies las virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable” 1 Pedro 2:9. Esto nos obliga a desarrollar una dinámica, que además de todo lo expuesto, nos lleva de vez en cuando a enfoques y confrontaciones con hechos y acciones que se salen del marco bíblico, para llevarnos a la vida practica. Lo primero que debemos considerar es la importancia de “desnudarnos” (no como el sentido físico), como personas delante de los demás para ser “transparentes”, y aceptar las críticas y comentarios sobre nuestra forma de ser y actuar. La transparencia es equivalente a dar a luz, no esconder ni disimular los errores. “Pero si andamos en luz, como el estar en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Cristo su hijo nos limpio de todo pecado” 1 Juan 1:7. Para ello debemos imitar la conducta de Jesús. Este se confronta primero así mismo, una pregunta que tiene grandes implicaciones en su análisis: “Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les pregunto diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otro9s que algún profeta de los antiguos a resucitado. El les dijo: ¿Y vosotros quien decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios” Lucas 9:18-20. La primera pregunta se relaciona con la opinión externa que la gente tenía de Él, ¿Quien dice la gente que soy yo? ¿Estarías tú dispuesto como maestro o padre a plantearte lo que la gente de afuera de tu círculo piensa de ti? La respuesta nos podría dar mucha luz de nuestra calidad de vida cristiana. La segunda pregunta era mucho mas intima y directa: “y vosotros ¿Quién decís que soy, o que pensáis de mi?” Si aceptamos la crítica constructiva, si nos conformamos con nuestra realidad de conducta, seremos capases de convertirnos en modelos para otros y demandarle a los demás el planteamiento de estas preguntas. Muchas veces necesitamos hacer reuniones de “conformación”, para poder llevar a realidades prácticas de nuestra vida. La psicología le llama a esto “terapias de grupo”, yo le llamo simplemente confrontación. Jesús, por medio de preguntas, trataba de buscar actitudes escondidas en sus discípulos. El formular interrogantes, para destapar defecto, es el mediación, y reconocer nuestras arias débiles y (2 Corintios 7:1). No podemos eludir el hecho de que muchas personas vienen al Señor dañadas emocional mente, con trastornos de personalidad y hábitos dañinos, que deben ser depurados, una vez identificados. El padre espiritual no solo es un guía espiritual, sino también es un consejero, un sacerdote y un educador, las beses de padre, madre, pastor y amigo, de aquella vida que temo bajo su cobertura. Así que potenciamos esta relación en confrontación, para sanar, restaurar y corregir: Lo contrario sería el chisme, la hipocresía, la doble cara y la superficialidad, cosas que además de afectar la unidad del cuerpo, nos llevara a un tremendo fracaso espiritual y social. 10 LA SALUD DE UN DISCÍPULO La salud física de un hijo dependerá del cuidado y la alimentación que le proporcione sus padres cuando el niño es un bebe, se encuentra des protegido del todo, por lo que deberá ser cuidado de forma muy especial. De igual manera ocurre cuando un hijo al nacer confronta alguna enfermedad, deficiencia o incapacidad. Esté cuidado primario es vital para el crecimiento de nuestros hijos. De la misma manera el convertido debe de ser cuidado y protegido de muchos peligros existentes en nuestro entorno, pues esta desconocido de un conocimiento profundo que le ayude a discernir la verdad de Dios, y además esta des protegido de defensa para vencer los ataques diabólicos. Cuando el nuevo convertido viene de un mundo muy pecaminoso, requiere una mayor atención, no es lo mismo a aquel convertido que viene de una vida normal, que uno que procede del vicio de las drogas, o de un hogar desintegrado por el divorcio. Esto hace que muchas nuevas criaturas corran el riesgo de “enfermarse” espiritual mente sino son atendidos adecuada mente. Así que la salud de un niño depende del cuidado; protección de los ataques diabólicos. De la higiene; protección del contagio de infecciones y contaminaciones. De la alimentación; una dieta compuesta de vitaminas y minerales que es el conocimiento de la palabra y la piedad.

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¿Cómo nutrir un hijo espiritual cuando nace de nuevo? Lo primero que tenemos que hacer es prepararle una leche apropiada a su necesidad. (1 Pedro 2:2). En la medida que crese, la leche deberá de ser mas entera. La adulteración de la leche, de la cual habla San Pedro, puede ser la mezcla de esta con otros componentes ajenos a la misma, o su falta de pureza, si es muy aguado o muy concentrada, ambos problemas repercuten en la salud del niño, y esto le desnutre, ole producirá diarrea. La Palabra sana es la leche adecuada. Debemos de evitar toda influencia extraña y dañina a la doctrina, pues los nuevos convertidos pueden ser afectados por su buena fe, de ideas exóticas que dañan la verdad de Dios: “…palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2:8). “Desecha la fabulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad (1 Timoteo 4:8). Reten la forma de las sanas palabras que de mi oísteis, en la fe y el amor que esen Cristo Jesús” (2 Timoteo 1:13). Es por ello que debemos evitar que el discípulos tenga muchos maestros, que las primeras cosas sean enseñadas por aquel que ejerce la paternidad espiritual, e incluso no permitirle ciertas lecturas y enseñanzas, que aunque sean correctas, a lo mejor no son a apropiadas para su edad espiritual. Pero siempre los bebes tienen riesgos para contraer muchas enfermedades, y claro, de vemos determinar cuáles son los riesgos de estas, para tratarlas a tiempo. Que remos establecer un parámetro comparativo entre las enfermedades físicas de un niño, y des pues espiritualizarlas, para buscar la enseñanza apropiada para la formación del discípulo: LA VACUNA Es el medio de preservar al niño para que no sea víctima de ciertas enfermedades comunes y contagiosas. Se inocula “virus vivos o aletargados” para hacer que el cuerpo fabrique defensas. En la vida espiritual tenemos que vacunar a nuestros discípulos del virus de la apatía, la crítica y el “yo” exaltado. DIARREA Es un trastorno intestinal producido por contagio o parásitos o por alimentación contaminada. En la vida cristiana el recibir mucha alimentación, sin digerirla nos puede llevar a una diarrea espiritual, que producirá inestabilidad en la vida cristiana y el fluir de ideas y conceptos de forma descabellada. DESNUTRICION Esla falta de una alimentación adecuada, o una descompensación vitamínica. Este mal hace que las personas enfermas se vean inflamadas, demacradas y sin fuerza. Hay cristiano que llevan muchos años aprendiendo, pero no han recibido las vitaminas espirituales necesarias y se desnutren. Aunque parecen muy espirituales y gordos, están hinchados, enfermos y sus vidas son volubles e inconstantes No crecen como es debido, se quedan como niños, y adoptan actitudes de niños. Por lo general reciben un alimento inadecuado para su edad: “Os di a bebe leche, y no vianda; porque aun no erais capases, ni sois capaces todavía” (1 Corintios 3:2). RAQUITISMO Es similar a la desnutrición, pero su origen es endémico, pues comenzó desde que nació, y por lo tanto es débil, esquelético y carente de fuerzas. Así son muchos cristianos que no son cuidados adecuadamente, ni reciben el alimento correcto. Su raquitismo espiritual les lleva a nacer en Cristo, pero al poco tiempo mueren, por no tener una correcta alimentación espiritual. O si viven, presentan un cuadro complicado, incapaces de analizar la vida cristiana. ATROFIA Es la incapacidad de ciertos músculos o miembros del cuerpo, los cuales no pueden realizar su función correcta. Así ay muchos hermanos en la iglesia, atrofiados. Saben realizar la función de miembros del cuerpo, pero carecen de vitalidad, compromiso y sobretodo de funcionalidad en el que hacer de la iglesia.

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COLERA Es un virus sumamente contagioso que produce una disentería violenta que lleva a la persona a morir en poco tiempo por deshidratación. Se asemeja al otro cólera, aquel que viene del ojo, es que también surge violenta mente y si no se domina a tiempo puede producir daños irreversibles. Los cristianos coléricos no solo afectan su vida, sino que contagian y dañan la vida de los que les rodean. MIOPIA Es una enfermedad de la vista que no permite ver a distancias largas los objetos, al no poderlos enfocar claramente. Así ocurre en muchos cristianos, no puede ver clara mente la voluntad de Dios para sus vidas. Tiene ceguera espiritual y vive una vida mediocre, pues carecen de visión espiritual (Lc 8:10). SORDERA Es la perdida de la capacidad auditiva. En las iglesias ay gente con comezón de oír, no captan la vos deDios. Oyen pero no entienden, reciben la palabra, pero no viven la misma. Son como dijo Jesús: ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? (Marcos 8:18). ARTROSIS Enfermedad que afecta las coyunturas del cuerpo, no permitiendo la movilidad. Hay muchos hermanos que por no estar sujetos al cuerpo, como ordena la palabra, vive una vida sin capacidad de movilidad para hacer la voluntad del señor. Están des protegidos, no pueden dar ni andar, porque carecen de la capacidad de funcionar bien en el cuerpo: “…de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido por todas las coyunturas que se ayudan mutua mente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” Efesios4:16. AMNESIA Perdida de la memoria. Por lo general ocurren en enfermedades que tienen que ver con la vejes, pero se puede manifestar por otras razones en cualquier etapa de la vida. Muchos cristianos padecen de esta enfermedad, al olvidar los principios recibidos y vivir una vida mediocre, no reconociendo todas las cosas que el Señor hizo en ellos. Pude ser un oidor olvidadizo como dice Santiago: “Porque él se considera a sí mismo y se va, y luego olvida como era” (Santiago 1:24), o un apostata que no solo olvida, sino que reniega de aquella gracia y sangre que recibió y con la cual fue santificado. ESTERILIDAD Es la falta de capacidad de procrear o tener un hijo. De estos estamos llenos en la iglesia. La gran mayoría de los hermanos no están dispuestos a tener hijos espirituales, a reproducir en otros la vida que Cristo les dio. Se olvidan de aquel mandamiento que dice: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que midáis, os volverán a medir” (Lucas 6:38). Muchos lo toman por el lado material, para enfocar el hecho de dar una ofrenda, pero no es así, no solo debemos de dar delo que tenemos, sino a nosotros mismos, y darle a otros esa gracia que hemos recibido de Dios y esa enseñanza y cuidado que nos dieron. Todos somos llamados a tener hijos, a reproducir espiritual mente hablando, lo contrario no es normal. PARTO PREMATURO Es cuando un bebe nace antes de tiempo y fuera del periodo en que pueda sobre vivir. Existen muchos que son empujados a aceptar a Cristo sin haber experimentado un trato profundo del Espíritu santo en sus vidas, por lo que no reciben una correcta convicción de pecado, pues no tuvieron tiempo de arrepentirse a fondo, rasan por la cual se mueren antes de nacer, malográndose en su vida cristiana. CANCER Es una degeneración de las células del cuerpo, las cuales se vuelve loca y se empiezan a destruir unas a otras, multiplicándose de forma incontrolada. Hay muchas cosas que como cáncer nos carcome por dentro, afectando nuestra vida espiritual:”Por ejemplo la raíz de la amargura: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; os estorbe, y por ella muchos sean contaminados… (Hebreos 12:15). Y también la ambición la dinero: “…porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1

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Timoteo 6:10). Y otras tantas cosas tantas más que como la levadura, una vez que entran a nuestra vida cristiana, terminan matándonos, como el cáncer. No podemos negar que muchas que muchas realidades naturales están correlacionadas con lo espiritual, es por ello que tenemos en 1 de Corintios 12:14-27 una similitud entre la función de los cristianos como miembros del cuerpo y la función de un cuerpo físico. Creo que podríamos relacionar otra muchas enfermedades más y sus síntomas, con actitudes espirituales que tienen similitud con la mismas, pero solo usare estas para enfatizar la importancia que tiene el cuidado de una vida en Cristo para que sea sano en la fe en sus relaciones con sus hermanos: “Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe” (Tito 1:13). “Sano en el ministerio: Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia” (Tito 2:2). “Sano en palabra: palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2:8). Y todo esto es para que tenga autoridad a la hora de enseñar y formar vidas, pues de nuestra salud de pende la salud de los demás: “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que le contradicen” (Tito 1:9).Todo nuevo convertido es tan delicado en su vida espiritual como lo puede ser un hijo físico, por lo tanto, es necesario estar preparado para asumir nuestra paternidad espiritual y criarlo sano en la fe, para que el que cree pueda alcanzar madurez y tener una vida victoriosa.

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RESUMEN Resumiendo todo el expuesto, podemos simplificar la labor de la iglesia de forma clara y bíblica de la siguiente forma: La iglesia comienza cuando uno gana a otro y lo hace hijo, para formarlo en la palabra y mediante un discipulado: La unidad de dos o tres hace que Jesús se manifieste en medio, naciendo así la iglesia: “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Esta labor se hace en el diario vivir, en cualquier lugar, y se inicia con un embarazo espiritual. En caso de que se conviertan por medio de otro, o en una campaña evangelistica, deberá buscarse quienes adopten esta nueva criatura. La adopción es la sustitución a la falta de hijos propios, tomando a aquel que ha sido abandonado de los padres que lo parieron. Esto ocurre comúnmente en las iglesias que carecen de una mano de la iglesia en su crecimiento para conservar la calidad de la misma atreves de una profunda relación de la comunidad en la estructura del cuerpo según 1 de Corintios (12:13-28). EDIFICACION: Es la conclusión final de un proceso de crecimiento. La formación de una gran familia que cada primer día de la semana se juntan en un solo lugar para compartir la dirección de los ministerios, y fortalecer el principio de unidad de cuerpo, cumpliéndose así la palabra: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 de Corintios 16:2). También en esas reuniones se ministrara los dones espirituales, principalmente los que tienen que ver con “HABLAR”, (LENGUA, INTERPRETACION O PROFECIA). Ver 1 de Corintios 14:26-32. Y por último, debemos entender que dentro de la relación de un discipulado existen diferentes dimensiones de relaciones. Hemos visto que Jesús tuvo diferentes discípulos, per ejemplo veamos esto:

• EL GRUPO DE LOS SETENTA: Lucas 10:1 • LOS DOCE DICIPULOS: Marcos 3:14 • LOS DICIPULOS MAS CERCANOS: Pedro, Jacobo, y Juan: Marcos 9:2 • DICIPULO AMADO: el evangelista Juan, en San Juan 13:23

De igual forma debemos asumir que en las relaciones dentro de la iglesia existe una dimensión de intimidad y compenetración. También dentro del cuerpo, hay miembros más afines unos que otros, por lo que hay diversidad de relación de un mismo que hacer. Meditemos estos principios, y que el Señor nos ayude a practicar una paternidad espiritual correcta y responsable. EL SEÑOR NOS AYUDE