Maldito Corazon

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Descripción

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“Dedicado a todos esos amores... inconclusos y pasionales”

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MODAEN CRISISDE GUERRA

Editor & DiseñoDirector de ArteMiguelángel Salinas Hedberg

Guión y Re-Edición NovelaMiguelangel HedbergLoreto Ramirez

ArtistaCatalina MartínezThomas Le MerrerHugo CambellDanae BarlaRomina OrtizNahomi Bellido

CoverSergio Camilo VestuarioCarlos Burboa FotografíaCristal Jacob VídeoAnibal Nolli MaquillajeLuis Acuña Editor web

PeriodistaHernán luceroAdriana Seminario

LocacionesPalacio Concha y ToroPalacio Cousiñio Palacio Paris

Museo de la moda

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Intrucciones

Esta edición a sido escrita para ser leida como Novela ó Guión.Ejemplos:

Novela

A plena luz de día, en el asiento trasero de un elegante automóvil Domingo y Catalina transitan por las calles de Santiago. Como corresponde a ése y a tantos otros momen-tos, van tomados de la mano. Es abril de 1919 y el vehículo está marchando...

Guión

Domingo vienen llegando a la mansión de sus padres, lo hace en compañía de Catali-na, su novia. Se ven bellos y radiantes. Los ojos de ella desprenden una luz hermosa, curiosa e ingenua.

Catalina se ve cansada, acalorada. Sube a la terraza

y se fuma un cigarrilo.

CATALINATu familia no me va

aceptar Domingo.

DOMINGOMi familia te va adorar

amor, ya verás, solo estare-mos unos días, hacemos lo del testamento y regresa-

mos a Francia.

Contexto

Voz en off

Dialogo

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A plena luz de día, en el asiento trasero de un elegante automóvil Domingo y Catalina transitan por las calles de Santiago. Como corresponde a ése y a tantos otros momentos, van tomados de la mano. Es abril de 1919 y el vehículo está lleno: bastidores, atriles y baúles componen el extenso equipaje. Envueltos en una delicada atmósfera, la pareja se ve radiante, particularmente Catalina: sus ojos desprenden una luz hermosa, curiosa, ingenua. Atendiendo a los tiempos de guerra que demandan un estilo más funcional y casual, sin perder distinción ella viste diferente, se podría decir incluso moderna.

Domingo aprovecha cada minuto que tiene libre. Así, atento a los aconteci-mientos del momento, no se desprende del periódico. El reportaje principal de aquel día anuncia que los Aliados recibirían el apoyo de los Estados Unidos que se incorporan al conflicto, una segunda noticia más relevante a causa de la repercusión local, señala “Barco británico Birmingham trae a chilenos desde Francia. Huyen de los devastadores efectos de la Gran Guerra”...

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23 añosLicenciada en Artes - París- ChilenaVive en FranciaNovia de DomingoPasional.

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29 añosEmpresarioChilenoVive en FranciaNovio de CatalinaCorrecto.

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30 añosCardiólogoChilenoNovio de LauraEx-novio de CatalinaTraicionero.

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24 añosSeñoritaChilenaNovia de MatíasConfiada.

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40 añosDueña de casaChilenaMadrastraOscura.

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001 LA LLEGADA 1919

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Domingo vienen llegando a la mansión de sus padres, lo hace en compañía de Ca-talina, su novia. Se ven bellos y radiantes. Los ojos de ella desprenden una luz her-mosa, curiosa e ingenua.

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001 Mirando distraídamente el paisaje citadino, Catalina dice “tu familia no me va a aceptar. Yo sé cómo es Chile, no lo he olvidado”. Domingo, sonriendo, le asegura que su familia la adorará, tanto como él lo hace. Le toma el rostro y se besan mientras el vehículo sigue su rumbo.

Llegando a una amplia casona, el automóvil se detiene. El chofer abre la puerta para que descienda la pareja. Diligente y cortés, como corresponde, da la bien-venida a Don Domingo, quien le indica que está de vuelta, pero sólo por un tiempo. Se sonríen mutuamente, mientras Domingo se dirige a Catalina que no puede dejar de apreciar la inmensa casa. Siente el aire fresco en su cara, cierra los ojos, respira. Pese a todo, está contenta. Observando su reacción, Domingo le pregunta si le gusta, a lo que ella responde, sorprendida, que aquello no es una casa, sino un castillo. “Una princesa no puede más que tener un castillo”, replica él. Al tiempo que la toma de las manos, ve aparecer a Laura, su hermana, y una empleada.

Laura, que no esperaba la presencia de Catalina, se detiene en la puerta de acceso. Sin comprender del todo la rápida presentación que hace Domingo, observa a Catalina Gonzales con cierta ansiedad. Luego, acierta a dirigirle un tímido “buenas tardes”. Ante el saludo tímido de su novia y la incomodidad de la situación, Domingo no tarda en sugerir “un beso pues, vamos a ser familia”. Aunque parece no querer dar más explicaciones, Laura interroga a su hermano con la mirada. De todos modos y siguiendo el llamado de atención, saluda con un beso frío a Catalina, quien, por el contrario, la abraza con fuerza. Al notar su error, Catalina se siente desagradada. “¿Luisa?”, pregunta Domingo. “Está en el campo, llega mañana a almorzar. Voy a encargarme de que preparen la pieza, te esperábamos solo. Permiso”, le contesta rápido su hermana. Sin más demora, Laura ingresa a la casa. Domingo entonces sonríe y se acerca a Catalina. Ella se deja abrazar con cariño, disimulando graciosamente su desagrado. “Vas a ser muy feliz estos días, ya verás -asegura Domingo- ¿qué quieres hacer?”. Entusias-ta y con la mirada encendida la joven responde “¡bailar!”.

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CATALINAVolví a Chile,

con un poco de temor, pero me sentía preparada.

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CATALINATu familia no me va

aceptar Domingo.

DOMINGOMi familia te va adorar

amor, ya verás, solo estare-mos unos días, hacemos lo del testamento y regresa-

mos a Francia.

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Catalina y DomingoSe detienen en la puertacansados , pero aún les

queda enfrentar la fiesta.

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002 LA FIESTATA

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CATALINAMe sentía preparada a

enfrentar al pasado, recuer-dos que había olvidado,

o bien pensé que había olvidado.

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002Ya entrada la tarde, a dos cuadras, las amarillentas farolas de la calle no dan cuenta del trajín del local. Al compás de un cautivante Charleston, la efervescen-cia de Il Bosco es íntegra. El bohemio está repleto, y así como la gran mayoría de los concurrentes, Domingo y Catalina danzan alegres. A pesar de la escasez de telas y maquillaje causada por la crisis bélica, Catalina siempre lograba verse bien. En esta ocasión luce su mejor vestido traído de Francia, lo que sumado a sus sensuales y gráciles movimientos, la convierten en el centro de las miradas. Parece contenta y Domingo, enamorado y feliz. Su baile es tan apasionado y atractivo que, poco a poco, las demás parejas van despejando la pista para ver-los en ruedo. Al terminar la pieza musical todo es algarabía y aplausos para ellos que se besan, ríen y vuelven a sus asientos.

La pareja no está sola disfrutando de la velada. En la mesa que comparten se en-cuentran también Agustín, joven homosexual, poeta simpático y vivaz, y Luco, pintor y Director del Museo de Bellas Artes. Éste está acompañado de una mu-jer considerablemente más joven: una de las tantas estudiantes de Arte que lo persiguen con admiración.-Un brindis por el regreso del mejor pintor de Chile, Domingo Molina- propone Agustín. -Si este es el mejor pintor chileno, Dios nos libre- replica Luco mordaz, provocando la risa de su acompañante. Los demás lo hacen sólo de manera ligera, pues entienden que su comentario no es una mera broma. -Me conformo con ser el mejor pintor de esta mesa- sentencia Domin-go, desatando una risa generalizada. Indudablemente, Catalina acusa el golpe. Los comensales alzan sus copas y beben. -Vamos a brindar también por su bella pintora chileno–francesa, ¡Catalina González!- continúa Agustín.

La pista sigue llena de gente y Luco va a bailar. Domingo observa el gentío y con disimulo mete la mano debajo de la mesa para extraer un frasco de uno de sus bolsillos. -¿Qué haces?- le pregunta Catalina. -Polvos de estrellas. -¿Qué es eso? -Cocaína- responde ofreciéndole probar. Catalina duda; finalmente niega la oferta. -Usted se lo pierde, querida- dice Domingo antes de besarla. Es ese instante Laura se les acerca y Luisa mira con preocupación . Pregunta a su her-mano si ha visto llegar a Matías. “Si no lo has visto llegar tú, hermanita, que eres su novia…” comenta Domingo irónico, mientras ella se vuelve a perder entre la multitud.

Paralelamente, Catalina declara que necesita aire. De hecho, se ve acalorada. Coge una copa de champaña de la bandeja de un mozo y se aleja. Como siem-pre, se ve guapa y destaca en medio de la gente. Algunos hombres la miran de soslayo; a cierta distancia, su cuñada también.

Domingo no oculta su embotamiento con la belleza rutilante de su amada. -Es hermosa, ¿cierto? -Hermosa, sí… -responde Laura cautelosa y dubitativa. -¿Pero?-Pero no es de tu clase. Al percatarse de que antes de salir a la azotea del bar Catalina bebe la copa de champaña al seco, Laura agrega -Y toma como un hombre.-Mi felicidad se llama Catalina- recalca Domingo. Algo preocupada, Laura añade “Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato”. En esos momentos sólo le interesa saber dónde se encuentra Matías.

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Matías es un joven de buen porte y un extraño garbo. Con notable esfuerzo ha logrado recibirse como médico cardiólogo. Está bebiendo champaña y fuman-do en la azotea cuando Catalina sube allí. Ella mira las estrellas, sin advertir su presencia. Enciende un cigarro también. Cuando desde el bar se escucha una provocativa melodía, él sale a la tenue luz. -¿Juan?- pregunta Catalina, sin dar crédito a lo que está viendo. -¿Catalina?-¿Qué haces aquí? -Pensé que… que nunca más te volvería a ver- dice Matías al fin. Catalina lo mira nerviosa. No pu-diendo creer todavía el encuentro, sonríe para sí. Él la observa; se toma su tiem-po. -No me esperaste. -Tú nunca volviste al campo Juan. -Sí volví, pero tú ya no estabas. Supe que cumpliste tus sueños, te fuiste de viaje- dice él. En medio de un silencio incómodo, se miran fijamente. Matías se acerca. -¿Cuándo llegaste a Chile?Catalina, instintivamente, se aleja un poco y responde:-Vengo sólo por unos días; después vuelvo a Francia. -¿Y qué has hecho de tu vida?– reanuda él interesado. -Viajar, pintar…-¿Eres pintora? ¿Famosa?- pregunta para llenar el vacío que los separa. -Sí, lo voy a ser, aunque usted no lo crea, patrón.

-No me digas así- pide Matías.-Así te decía papá… -Estás linda- la interrumpe él mientras toma con delicadeza su cara. Como harían tantos otros, Matías ad-mira la belleza de Catalina, su boca perfectamente delineada. Pese a sentirse atraída por el apuesto joven, cuando éste intenta besarla, ella se incorpora, se aleja un poco y lo esquiva: “Juan, tengo que volver donde mi novio” y se marcha dejando a Matías conmovido. Se refugia en la copa que bebe hasta el final. Al regresar al bar, el médico divisa a Laura abstraída, divertida y gozando del baile con Domingo.

Si bien no es un gran bailarín –en realidad, carece de todo ritmo y gracia-, Luco no abandona la pista: trata de seducir a una mujer joven. Domingo y Agustín riendo a destajo con la situación disfrutan sus bebidas. Laura también está en la mesa, esperando aún a Matías. -Qué tarado que es Luco– dice Domingo.-¡Completamente! Y las pintoras jóvenes caen como moscas pensando que las expondrá en el museo. Qué ingenuidad. Te apuesto que ésa termina en su cama y de la exposición: ¡el 29 de febrero de mil novecientos nunca!- exclama Agustín.-Es que es tan idiota que sin esa carnada…

Conteniendo la conversación, Catalina se sienta y Domingo bromea respecto a la suerte que tienen algunos. “¿Qué te parece mi preciosa novia, Agustín?”, dice antes de besarla. Agustín no puede más que reír y contestarle, burlón, “demasia-do joven y bella para usted, amigo mío”. Volviéndose romántico a su enamorada, Domingo balbucea “sé que eres mucho para mí, pero te amo, lo sabes”. Catalina responde a su declaración de amor, mientras Laura se anima por la llegada de Matías. Este último se acerca a la mesa, saluda correcto a todos y a Laura con un enérgico beso. Recién entonces Catalina cae en cuenta de que Matías es el novio de su cuñada. -Cuñado, hacer esperar a mi hermana no es digno de un médico especialista del corazón- dice Domingo. Abrazando al recién llegado, Laura comenta: Es verdad cariño, ya te estaba extrañando. ¿Por qué demoras-te tanto?-Pero si llegué hace rato. No los vi y subí la azotea, la noche está es-pléndida– se excusa Matías, mientras observa a Catalina. Aunque su corazón está agitado, ella se hace la desentendida. -¿Ustedes no se conocen todavía,

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verdad?– confirma Domingo.-No– contesta Catalina. Él es Matías Ortúzar, el esperado novio de Laura. -Y us-ted es la novia de Domingo, supongo, la pintora que conoció en Francia. Por fin nos conocemos, encantado. Matías extienden la mano a Catalina; nerviosa ella responde rápido su saludo.-Detesto esta música– dice Laura. -Laurita, es la música que se baila en el mundo– comenta Agustín. La aludida pregunta a Catalina, sin que ésta le dé una respuesta certera. Si bien Laura no quiere y se niega, Agustín insiste en que bailen. La toma y arrastra del brazo, escudado en la idea de que peor que el destartalado Luco no lo podrían hacer. Así consigue llevarla. Sin detenerse, impulsivamente, vuelve y se dirige a Domingo: “Y tú me debes uno a mí también…”. Éste, acelerado y divertido, pide permiso y los sigue hacia la pista.

En la mesa quedan Catalina y Matías. Mientras ella observa bailar a las pare-jas, él no puede desprenderse de su belleza. De pronto Catalina se gira y habla: “¿Matías te llamas ahora?”. “Juan Matías. Matías”, dice él. “No has cambiado. Por favor no le digas a Domingo que nos conocemos ni que fuimos…”. Sin dejar que termine la oración, Matías pasa una copa a Catalina: “No te preocupes, no se lo voy a decir”. Algo contrariada, ella se excusa y se dirige al baño. Él la sigue con la mirada. Ve también a Laura, Domingo y Agustín, concentrados en el baile. Deja pasar un instante y se pone de pie.

Catalina se mira al espejo: está ruborizada. En seguida entra en el baño Matías que la toma y besa apasionadamente. Ella responde su beso con vehemencia, pero se separa bruscamente. “Esto no puede estar pasando”, dice. “Dame otro beso -exige él- sé que nunca me olvidaste. No lo sabía con certeza, pero aho-ra estoy completamente seguro”. Mientras se niega, Catalina asegura que está equivocado, hace mucho tiempo lo ha olvidado. Agrega, además, que ella no conoce a ningún Matías. En ese tenso momento, entra una mujer al baño y se espanta con la presencia de un hombre. Matías sale raudo. La mujer queda mi-rando a Catalina, que sonríe nerviosa y señala: “Seguramente se equivocó de puerta”.

Horas más tarde, de vuelta en la casona, Catalina y Domingo están en la elegan-te habitación matrimonial; han llegado algo bebidos. Domingo enciende la luz, se sienta en el borde de la cama y comienza a desvestirse. Se pone a comentar la excitante noche. “¿Viste la cara que tenía Luco? –dice riendo con ganas- Me odia. Me conformo con ser el mejor pintor de esta mesa. Lo maté. Neutralizar al enemigo se llama eso”. Catalina, en un estado de ánimo que no sabría definir, le pide que no hable tan fuerte: podría despertar a todo el mundo. Se asoma a la ventana y ve a Matías y Laura conversando en el frontis de la casa; un vehículo de la familia espera por el médico. Sin poder desviar la mirada, inmóvil, Catalina observa la escena. Laura acaricia el pelo a Matías, parecen muy cercanos. Domin-go sirve dos copas de anís. “¿Qué te parecen mi hermana y Matías?”, pregunta. Ella reacciona: “hacen una linda pareja”. “No tan linda como la nuestra”, asegura Domingo ofreciéndole una copa. A la suya le echa una pequeña cantidad de ar-sénico. Brindan, cada uno por el otro. Se besan. Se desean. Sin soltarse, dejan las copas y se acercan a la cama. Domingo empuja levemente y recuesta a Catalina. Abre su escote, besa sus pechos con dulzura. Comienzan a hacer el amor.

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En los jardines de la mansión, Matías besa a Laura con los ojos abiertos. Mira ha-cia la habitación de Catalina y Domingo donde la luz se desvanece. “Ya es tarde, mejor te vas a dormir” dice. Laura, que no soporta la idea de separarse de él, le expresa sus deseos: quiere casarse lo antes posible. Matías se despide besándo-la. Entra al automóvil cuya puerta ha abierto el chofer. Sin que se percate, Laura le habla a Evaristo: “Llévelo directo a su casa”. Éste hace una pequeña venia de asentimiento y sube al auto.

Después de que Domingo acabara prematuramente, Catalina fuma. Acompleja-do, él se disculpa. Ella, tratando de normalizar su respiración aún agitada, mien-te: “no importa, cielo, no importa”. Domingo le declara nuevamente su amor, la besa y se recuesta en su pecho. Catalina lo abraza maternal justo cuando escu-cha el motor del vehículo que se marcha. El sonido hace latir fuerte su corazón. Sin poder aguantar sus emociones, declara, “quiero irme de aquí, Domingo, lo antes posible”. Para calmarla él contesta: “mañana resolvemos lo de la herencia y tomamos pasajes de vuelta”. Ella gira su cabeza escondiendo una lágrima rueda por su mejilla.

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Al compás de un cautivante charlestón, la fiesta toma su rumbo. La gente conversa, beben sus tragos, se divierten. A pesar de la escasez de telas y maquillaje causada por la crisis bélica, todos buscan verse bien.

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Catalina se ve cansada, acalorada. Sube a la terraza

y se fuma un cigarrilo.

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De pronto un par de manos cubrren sus ojos. Voltea

su cabeza, es Matías.

CATALINAEl pasado volvía, y se volvía

presente, con todos sus recuerdos y lo que

significaban.....

¡Si patrón! Por lo menos así lo llamaba mi padre.

Era Juan, mi ex-novio, ahora Matías, el prometido

de mi cuñada Laura.

CATALINA¿Juan?

CATALINA¡Tengo que volver

con mi novio, suéltame !

MATÏAS¿Catalina?

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Mientras tanto, Laura bus-caba a su prometido

Matías Ortuza.

Laura lo toma de la corbata.

Luisa, Madrastra de Domingo, lo presiona con su

plan para que se quede en Chile.

LAURAMe haces esperar, no es digno de un médico espe-cialista del corazón, cariño.

Te estaba extrañando. ¿Por qué te demoraste?

LUISANo puedes regresar!

¿La herencia ó Francia? tú eliges...

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003 LA HERENCIA

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CATALINALa presencia de Matías me

inquietaba, no me dejabatranquila.

Deseaba tenerlo lejos, pero a veces lo extrañaba nue-vamente, lo quería cerca.

Necesitaba volver - salir de Chile..

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003Pasado el mediodía, al día siguiente, Catalina observa con detención la gran mesa familiar: la numerosa cuchillería de plata resplandece. Se siente nerviosa e incómoda. Un mozo le sirve una abundante porción de pescado con salsa. Frente a ella están sentados Laura y Matías, a su lado, Domingo y en la cabecera, Luisa, bebe una copa de champaña. Para amenizar el almuerzo, Domingo le pre-gunta a su madrastra cómo estaba el campo. “Huérfano” responde. Luisa, que se había levantado por un momento, regresa a la mesa: “pueden comer, la receta con roquefort fría es un desastre”.

Catalina toma el cubierto del plato de fondo en lugar del de pescado. Sin dejar pasar la equivocación Luisa le indica cuál debe utilizar. -Por favor, Luisa- interpo-ne Domingo, con una mirada cortante y seca. -Perdóname si te molesté, linda. Victoria ríe a carcajadas, amiga y casi hija de Luisa -Está bien, no se preocupe. Siempre es bueno aprender cosas nuevas- responde Catalina tomando el cu-bierto apropiado. En ese instante cruza miradas con Matías. Domingo lo advier-te y casi automáticamente Matías, atento, le devuelve una sonrisa simpática.

El mozo vuelve presuroso a la mesa y comenta a la anfitriona que el abogado ha llegado. Reclamando lo inoportuno del momento, Luisa ordena que lo haga pasar y les espere en el despacho. De inmediato, mirando con complicidad a Domingo y Laura, se disculpa con sus respectivas parejas y apunta que el asunto a resolver es de carácter familiar. Matías no demora un “entendemos perfecta-mente”, mientras la anciana se levanta y retira. Laura le sigue. Antes de proceder de igual manera, Domingo besa a Catalina: “ya vengo, cielo, sigue comiendo”. Tras unos segundos, con un nudo en la garganta, Catalina no aguanta y como casi todos los demás se termina retirando. Victoria la sigue y le habla sobre la inesperada reunión.

En el despacho de Aurelio Molina, de riguroso negro, la familia está reunida. El abogado lee el testamento: “Yo, Aurelio Molina, en pleno uso de mis facultades, dejo como heredero absoluto de mi fortuna a mi hijo Domingo. Con la suma de diez millones de dólares y los requisitos de que fije residencia en Chile y se haga cargo de mi hija Laura y mi mujer Luisa de Molina”. Evidentemente la declara-ción sobresalta e impresiona a Domingo y Laura. -Yo no puedo quedarme en Chile. He prometido a Catalina que en cuanto cobrara los beneficios de sucesión regresaríamos a Francia. -Si usted no se radica en el país, Doña Luisa pasaría a ser la heredera absoluta. Usted no recibiría nada– comenta en seguida el abogado. Domingo observa con recelo a su madrastra, convencido de que ha sido ella quien ha tramado la existencia de la cláusula. -Esta idea fue tuya, ¿verdad?- es-peta airado. -Como el hombre de la familia que eres, te corresponde hacerte cargo de los negocios de tu padre– sentencia Luisa. El abogado humedece una pluma en el tintero, la acerca a Domingo y le interpela, “¿firma o no aceptando la herencia?”.

Catalina fuma en los jardines de la casona, se a liberado un rato de las habladu-rías de Victoria De pronto mira como un jardinero planta unos arbustos. Matías, sigiloso, la aborda. “No te vas a poder arrancar de mí todo el tiempo”. Sin vaci-lar Catalina responde “no será necesario, porque me voy en apenas unos días

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a Francia. Déjame tranquila Juan”. Incitado por el rechazo, él le sube la falda, alcanza a rasgar su ropa interior y la besa. -¡No! ¿Qué haces?- grita ella. -Amarte…Catalina, exaltada, mira entre las ramas al jardinero que trabaja a cier-ta distancia. En realidad, goza con los besos de Matías. Reuniendo todas sus fuerzas, sin embargo, se reprime. De tal modo ordena su atuendo y se encamina hacia la casa. Matías vuelve sobre sus pasos, saluda al jardinero y sigue a la mu-chacha. Sin vislumbrar lo que pasa, el jardinero le devuelve el saludo y prosigue sus labores.

Mientras tanto Domingo termina de firmar el testamento. Recogiendo los do-cumentos, el abogado lo felicita: “Es usted uno de los hombres más ricos del país”. Se retira luego de que Domingo le agradece sus gestiones. Al cabo de unos segundos, Luisa sugiere que el café sea servido en la terraza. Presta a hacer cumplir su voluntad, Laura congratula a su hermano y se retira. Antes de que éste también abandone el despacho, con un gesto atrevido y coqueto, Luisa lo retiene:-Convencí a tu padre que te dejara todo. ¿No vas a darme un beso siquiera? -Luisa, por favor... Eso mismo decías cuando tu padre salía de viaje y te metías a mi cama.Tomándole la mano, la mujer añade: -Cada segundo sin ti me ha dolido más que la muerte de tu padre. Por el amor de Dios, ¿¡qué haces con esta ordinaria!? -Olvídate de mí– responde Domingo. Soltándole la mano, sale rápido. Ella, frustrada y furiosa, de un manotazo bota los papeles del escritorio.

En el exterior, el mozo sirve café a Laura y Domingo. Posteriormente se les unen Luisa, Victoria, Catalina y Matías, quien no ha dejado de seguir sus pasos. Los hermanos se dirigen atentos a sus correspondientes novios. -Bueno, ya está he-cho- comenta Luisa. -Un momento. Quiero aprovechar que está toda la familia para preguntarte Catalina, si…- Domingo la mira con profundo amor. -¿Quieres casarte conmigo y vivir en esta hermosa casa?- completa al fin.

Aturdida, Catalina recibe un fuerte golpe en su corazón. Sin poder evitarlo mira a Matías. En esos eternos segundos de expectación, Luisa se muestra seria, Vic-toria mira de reojo y sonriendo por la noticia. Al recomponerse, Catalina apenas suelta un audible “¿cómo?”. Su pretendiente la observa suplicante. Se le acerca y le habla al oído: “las cosas han cambiado un poco. Dame un tiempo, pero di que sí. Te amo”. Cerrando los ojos, ella acepta. Los recién comprometidos se besan. A pesar del anterior recelo, Laura se muestra contenta. -¿No haremos un brindis por los novios?– reclama Domingo al tiempo que pretende tomar una bandeja y bota su contenido. -¡Alegría!- dice Luisa con cierto sarcasmo, Victoria aplau-de. Recogiendo las copas caídas, Domingo se corta levemente y su hermana se agacha a socorrerlo. “No es nada” adelanta él, mientras su madrasta le aconseja seguirla. Lo toma de la mano y lo guía hacia el interior. Así nuevamente Matías y Catalina se quedan solos. Evitando cualquier posible incidente, ella también entra en la casa. Matías pisa fuerte un trozo de vidrio. El taller de Domingo es un espacio acogedor, elegante, algo excéntrico para la época. La noche de ese día pleno de emociones, Domingo pinta a Catalina. Recostada en un antiguo y refinado diván, ella le deja hacer ataviada con una sedosa bata de tonos rosa. A través de la bata, se dejan entrever sus bellos y más secretos atributos. Catalina aprovecha la sesión de modelaje para dibujar con

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carboncillo un árbol que es curvado por el viento. Domingo se delicia con su escote, lo que su prometida nota y corrige sin resultados, pues, invadido por el deseo, de pronto él deja de pintar y avanza. Quitando los materiales de las ma-nos de la artista, despeja su camino para intentar besarla. Suave, ella lo rechaza, de suerte que Domingo termina apartándose. “No importa. Entiendo que estés enojada, pero ya te expliqué, nos quedaremos por un tiempo muy corto”. Catali-na cierra los ojos, mientras él recurre a su frasco de cocaína y toma un poco.

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Catalina se queda fuera de la lectura del testamento. Luisa lleva a cabo su plan

perfectamente.

Victoria, amiga de Luisa, también está fuera pero con

Catalina. Sus palabras son veneno.

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DOMINGOYo no puedo quedarme en Chile. He prometido a Catali-na que en cuanto cobrara los beneficios de sucesión, regre-

saríamos a Francia.

ABOGADOSi usted no se radica en el país, Doña Luisa pasará a ser la he-

redera absoluta. Usted no recibiría nada..

DOMINGO Esta idea fue tuya,

¿verdad Luisa?

LUISAComo el hombre de la familia que eres, te corresponde ha-certe cargo de los negocios de

tu padre.

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Victoria le comenta a Luisalo bien que esta saliendo

el plan.

CATALINAEl tiempo,el tiempo

fue mi mejor enemigo

...

DOMINGOCatalina,no podemos volver ahora, firmé el testamento de la herencia.. debemos

casarnos y quedarnos por un tiempo, te prometo que será corto.

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004 LA CEREMONIA

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004Al día siguiente, Catalina sale del baño, tapada sólo con una bata. Ve sobre la cama aún sin hacer un hermoso y sobrio vestido blanco, acompañado de unas medias de seda y unos finísimos zapatos del mismo tono. Junto al atuendo hay una caja negra de joyería y una nota que le ha dejado Domingo: “Ponte esto y baja. Te estoy esperando”. Es imposible no maravillarse con el vestido; Catalina toca con delicadeza la tela suave. Abre la caja y dentro descubre un valioso co-llar de diamantes. A pesar de tanto esplendor y lujo, ella no quiere estar ahí. Se recuesta y se cubre la cabeza con una almohada. Segundos más tarde, respira hondo y se reintegra. En el salón principal de la casona, todos esperan. Catalina hermosamente vesti-da y ataviada, desciende las escaleras que están bañadas con un sinfín de péta-los blancos. Vestido con un impecable frac y presidiendo la ceremonia, Domin-go aguarda impaciente. Junto a él están Luisa, Laura, Matías, su amigo Agustín y el juez del Registro Civil. Catalina se acerca sonriente. -Te ves hermosa. Soy muy afortunado– dice extasiado. -Pudiste haberme invitado a mi propio matrimo-nio– declara Catalina. Tomándole la mano, Domingo le susurra al oído “¿Quieres casarte todavía?”. Ella asiente y él indica al juez que puede comenzar.

Deteniéndose un momento y recordando la increíble velocidad con que han tomado forma los últimos acontecimientos, Catalina sólo parece despertar a la realidad ante el peso de la frase “los declaro marido y mujer”, la que desencade-na una ola de vítores y aplausos.

La noche de nupcias los recién casados hacen el amor. Domingo, sin embar-go, se encuentra tan bebido que no puede proseguir. Se disculpa con su ahora esposa, la besa, se acomoda y duerme. Catalina, en cambio, piensa en Matías. Recuerda los momentos fogosos que han revivido la pasión que otrora los unió: en la azotea, en el baño del bar, en los jardines de la mansión Molina. En la penumbra de esos mismos jardines, Matías enciende un cigarro y vigila la ventana del dormitorio de Catalina y Domingo. Bebe un Martini mientras los empleados de servicio se hacen cargo del desorden que quedó tras la fiesta. En ese momento se le acerca Laura, que se cubre los hombros con un echarpe. “¿Qué haces solo acá?” escucha al mismo tiempo que nota que se apaga la luz en la pieza de los novios. “Vine a fumar un cigarro. Ya sabes que a Luisa le mo-lesta el humo”, responde. “Y tiene razón, un médico no debiera fumar”, confirma Laura. Ella, devota, lo besa. Pese a sus caricias, Matías no evita dirigir la mirada hacia la habitación de Catalina.

A los pocos días, en una estancia vacía de la casona, Catalina pinta. Sobre una gran tela da vida a una rosa y un cuchillo. Sin anuncios, llega Matías. Deprisa, como si cubriera su cuerpo desnudo, ella cubre el cuadro con una tela que cuel-ga del atril; reacciona a la defensiva. -Te dije que no te me acerques más. ¿Qué quieres?– protesta.-¿Por qué me tratas así?-Porque no entiendes que no quiero herir a Domingo. Es un buen hombre, me cuida y me quiere.-Entiendo perfec-tamente. Sólo quería felicitarte por tu matrimonio. Espero que seas feliz– argu-

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menta Matías. Sin demoras le entrega un sobre que Catalina abre intrigada. Lee un documento firmado por Luco. “¿Qué es esto?” interroga. “Una entrevista con el Director del Museo de Bellas Artes, para que hagas tu primera exposición en Chile”. Catalina se ilusiona y agradece el gesto.

En su taller, Domingo se sirve una copa de anís con dos gotas de arsénico. Pinta un retrato de su amada, quien llega emocionada a contarle la buena nueva. Le extiende la misiva de Luco y detalla que es el regalo de matrimonio que Matías le ha hecho. Con perplejidad, Domingo le arrebata el papel de las manos. -No, tú no vas a exponer ahí. -¿Por qué? -Ya conseguiremos otro sitio donde organizar una exhibición, pero en el Museo de Bellas Artes no. -Sé que eres de-clarado rival de Luco, pero ese eres tú, no yo. Sin hacer caso a sus quejas, Do-mingo bebe anís y sigue pintando.-Eres mi mujer y si yo digo que no expones con ese imbécil, no expones y punto. -Dame la carta– le exige Catalina molesta.-¿Realmente quieres hacerlo aunque sepas que lo odio?– insiste Domingo.

-Tú no me mandas. Dame esa carta. Sin controlar sus impulsos, Domingo rompe el papel. Ella no lo puede creer ni mucho menos entender y pregunta por qué ha hecho eso. De contestación recibe una fuerte cachetada. Visiblemente im-pactada, Catalina no es capaz de articular palabra alguna. Sus ojos se inundan de lágrimas. Digna, se toca la cara y se va, mientras el arrepentimiento invade pronto el corazón de su esposo.

Sin saber bien cómo obrar, Domingo sale de la casa para enfrentar a Matías, que toma pensativo un trago en la terraza. Sin comprender lo que subyace a su gesto, lo encara. “¿Qué pretendes acercando mi mujer a Luco?”. Impasible Matías le responde que ella es pintora y nada tiene de malo montar una expo-sición. Perdiendo los estribos, Domingo lo agarra por la solapa y le recomienda preocuparse de Laura y no de su mujer.

La corta pero vehemente discusión no pasa desapercibida para Luisa, quien en-tre las cortinas de su habitación observa el altercado. En seguida aparece Laura preguntando por lo sucedido. No obtiene respuestas ya que Domingo entra en la casa y Matías se limita a solicitar “¿le puedes decir a Evaristo que me lleve a la consulta?”.

Sobre la cama de la habitación matrimonial Catalina ha dispuesto una maleta. Llorando guarda su ropa. Domingo se atemoriza ante tal escena. -¿Qué haces?-Me voy de aquí. Soporté demasiados años que mi padre golpeara a mi madre como para repetir tan horrible historia. Él procura abrazarla por la espalda y le suplica:-No me dejes por favor, no puedo vivir sin ti. Sabes que te amo Catalina. Nunca más volverá a ocurrir, te doy mi palabra. Perdóname amor. Domingo toma delicadamente el rostro de Catalina entre sus manos y la besa con dulzura.

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Al día siguiente, Catalina ve sobre su sillón rojo

un hermoso y sobrio vestido blanco decorado

con perlas preciosas.

Trae una nota “ Ponte esto, abajo te espero. Domingo”, Catalina toca con delicade-za la suave tela, se viste...

Y a pesar de tanto esplen-dor y lujo, ella no quiere estar ahí,

se recuesta sin saber que hacer...

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Catalina hermosamente vestida y ataviada, descien-

de las escaleras.

Los reflejos de luz en un vi-tral la confunden. Insegura

por su corazón, hasta el ultimo minuto duda

de su decisión.

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CATALINADespués de unos días , ya

me encontraba casada con Domingo, disfrutando una vida que siempre quise....

Pero a la vez reviviendo aquellos momentos que

jamas pude olvidar...

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005 LOS INFORTUNIOS

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005Unos años más tarde, Laura juega croquet en los jardines de la gran casa fa-miliar. Insta a su hermano a unírsele. Domingo se niega, pues dicho juego le aburre. Resignada Laura continúa practicando sola. La pelota sale disparada y se pierde entre los arbustos. Intenta pedir ayuda a Domingo, pero él ya no está. Una vez cansada, Laura reposa en la terraza mientras espera a Matías. Finalmen-te se levanta en su busca.

En un nuevo y acondicionado taller, Catalina tiene numerosas obras, algunas incluso en el suelo. Las mira con atención, las acaricia, comprueba su existen-cia y calidad. Indudablemente se siente cómoda y orgullosa de su arte: en esos momentos es lo único que la consuela. Desde afuera Matías la contempla. Ella lo advierte y se aproxima.

Empujados por el ferviente deseo, apenas semidesnudos, Catalina y Matías ha-cen el amor de pie en el taller de la artista. En el roce de los cuerpos, ella le pide que abandonen ese lugar y huyan lejos. Sin darse cuenta de que Laura los observa, siguen amándose. Aunque lleva sus manos a la boca una espantada y desengañada Laura no puede contener un grito. Los amantes la miran con gran sorpresa. -Me dan asco, malditos. ¡Malditos los dos!- chilla.

En el salón de la casona, Laura llora abrazada a su madrastra, que se esfuerza por consolarla. Domingo, colérico, destruye todo a su paso. -No puede ser verdad– afirma.-Los vi- asegura su hermana.-Cállate.-No sólo has descuidado tu trabajo, también tu matrimonio- reprocha Laura.-¡No hables! Tú convenciste a mi padre para que me obligara a quedarme en este país de mierda. -Las putas son putas en todas partes- aprovecha de decir Luisa.-¡Quieres callarte, Luisa!– dice Domin-go que con ira lanza un jarrón al suelo.

Agustín, el amigo que se encuentra presente, procura tranquilizarlo. Sin embar-go Domingo no escucha razones: sostiene que matará a la pareja de desvergon-zados. En ese instante, aparece Matías a quien todos miran expectantes. Solicita hablar con Laura, pero ésta se marcha de la estancia seguida por Luisa. -¡No vas a hablar nada con mi hermana, infeliz!- brama Domingo mientras le propina un golpe. ¡Aléjate de mi mujer o te mato!Matías devuelve un puñetazo que deja a Domingo en el suelo. Agustín, a su vez, golpea certeramente a Matías. “Si mi amigo dice que te alejes de ella, te alejas ¿Entendiste?”. Matías se palpa la nariz que sangra. Domingo ha extraído una pistola de un mueble y apunta a su rival. Amenazándolo lo fuerza a irse.

Momentos después, en los jardines de la casa Catalina y Domingo cargan y for-cejean con los cuadros de la artista. -Yo puedo explicarte todo- asegura Catalina. -No me hables.-¿Qué vas a hacer con mis cuadros?Perturbado por una irrefrena-ble ira, Domingo no contesta. Acto seguido tira y apila cuadros en el suelo. Sin pensarlo dos veces, les echa bencina y prende fuego. Su mujer le suplica que se detenga, pues es lo único que posee. Domingo la agarra de un brazo, la tironea y arrastra hasta la pira encendida. “Arrodíllate y mira lo que hiciste, así mismo tú destruiste mi vida”. Catalina le ruega que la perdone, pero él continúa: “te lo di todo, mi amor, mi vida, mis pertenencias. Te recogí de la escoria en Europa, pero

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vales menos que una puta. No quiero volver a verte hasta que aprendas a com-portarte como mi mujer ¡Mierda!”. Catalina arrodillada llora mirando sus pintu-ras calcinadas. Observando la violencia de la situación, Luisa y Laura también sollozan. Catalina alcanza a percatarse de ello cuando Luisa cierra las cortinas de su habitación. A mediados de ese año de 1925 Catalina es internada. Contra su voluntad es conducida por dos hombres y dos monjas por los pasillos del Hospital Convento de la ciudad. Domingo les sigue a pocos pasos. “Por favor, no lo hagas, por lo que más quieras, no me encierres”, pide horrorizada su esposa en el momento en que la introducen en una diminuta celda, cuya puerta es cerrada bajo estricta llave. El cuarto no tiene más que una pequeña ventana sellada con barrotes de fierro. Catalina intenta mirar al exterior mientras, con todas sus fuerzas, profiere una serie de groserías e insultos contra su marido, los que quebrantan la paz y el silencio que allí reinan.

El tiempo en dicho recinto parece correr más lento que lo habitual. Catalina es desnudada. Le arrojan baldes de agua. También es amarrada a una silla para que le corten su hermoso cabello y sea medicada sin su consentimiento. Una vez lista, la dejan sola y se recoge a un rincón. Las monjas que la tratan deambulan por los distintos cuartos de internamiento. Una novicia, Margarita, le deja una naranja. Entrecruzan miradas, pero Catalina pronto vuelve la vista y la fija en un punto muerto de la pared.

Sin tener plena noción del tiempo, Catalina pasa sus horas internada. Vestida con una sencilla túnica blanca parece más delgada de lo que realmente es. Do-mingo la visita. Quiere entregarle un regalo, pero ella lo rechaza. Sin siquiera mi-rarlo, comenta que le han dado pastillas: “Dicen que estoy loca. Sácame de aquí, maldito”. Haciendo caso omiso, Domingo abre el obsequio; son óleos, papel y pinceles para que retome sus prácticas artísticas. Él reclama que hace semanas no le dirige la palabra. Intenta además acariciarle el cabello, pero Catalina lo aparta de un manotazo. Finalmente, él se retira.

Esa misma noche, en el comedor de la casona Domingo, Laura, Luisa y Agustín se han reunido a cenar. -Lo mejor que puedes hacer es dejarla donde está y rehacer tu vida. Muchas jóvenes de sociedad estarían felices de casarse conti-go- dice Luisa a su hijastro. -Estoy casado con Catalina- observa Domingo.-Luisa tiene razón, dile lo que dijo el abogado- agrega Laura. -Ha dicho que si firmas esta orden de reclusión alegando locura puedes anular el matrimonio. El hospi-tal puede ayudarnos- aduce Luisa mientras entrega a Domingo un documento. Éste guarda silencio. La anciana se excusa y retira para acostarse, no sin antes aconsejar: “piensa en ti ahora. No es la única mujer en el mundo que puede amarte”. Laura, por su parte, trata de convencer a su hermano con los mismos argumentos; le parece que Luisa y el abogado están en lo correcto y él debe-ría olvidar para siempre a quien ha destrozado su vida. Cuando quedan solos en la sala bebiendo vino, Agustín no sin cierta preocupación dice “no pensarás dejarla encerrada en ese lugar. No está loca”. Domingo simplemente responde “confío en Dios y en la sanación de mi mujer”.

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Empujados por el ferviente deseo, apenas semidesnudos,

Catalina y Matías hacen el amor en la habitación de

Domingo.

En el roce de los cuerpos, ella le pide que abandonen

ese lugar y huyan lejos.

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LAURA-Me dan asco,

malditos. ¡Malditos los dos!- chilla.

Sin darse cuenta de que Laura los observa con Do-mingo, siguen amándose.

Aunque espantada y desengañada Laura no puede

contener un grito.

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006 EL CONVENTO

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CATALINAMatías despertaba en mi todo lo que pensé había

olvidado... por eso fui internada, en un convento

por tres monjas que odiaban mi presencia.

No sabia que hacer, Matías estaba fuera de Chile.. estuve sola..El tiempo encerrada corre más

lento que un hospital.. el tiempo duele.

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006Entretanto, Catalina escribe una carta acompañada sólo por el cabo de una vela que se ha consumido casi totalmente. “No me acostumbro al encierro. He pa-gado un precio muy alto por mi ingenuidad. No hay día ni noche que mi alma no se arrepienta. Si no existieras, no estaría destinada a esta pesadilla donde mis sueños son inconfesables… Si Dios existe, guiará mis pasos esta noche. Si Dios existe, hará que esta carta llegue a tus manos, me perdones y me olvides, Matías”. Al escuchar pasos, esconde en su regazo la misiva que recién ha termi-nado. Pegada a la pared, se ubica tras la puerta. Margarita abre la reja, ingresa y va a decir que trae frutas, sin embargo, antes de concluir recibe un brusco gol-pe con el candelabro que Catalina aprieta enérgicamente. La novicia cae y las frutas ruedan. Sin tardanza, Catalina la desnuda y viste sus hábitos. Sale veloz, cerrando la puerta y tirando la llave al interior de la celda. Con el corazón revolu-cionado, avanza sigilosa. Se esconde tras unos pilares cuando se percata de que unas religiosas transitan cerca.

Presurosa alcanza la puerta principal del convento. Aunque está muy alterada, toma y comienza a probar un manojo de llaves que ve colgado en una pared lateral. Cuando ha introducido en el cerrojo una tercera llave, es abordada por la hermana Suspiro, quien le pregunta qué hace. Al borde de un colapso nervio-so, Catalina se detiene, pero no gira. -Le hice una pregunta, hermana.-¿Puedo hablar con usted?- dice Catalina intentando ocultar su rostro. -¿Es de las nuevas que no nos han presentado?- dice Suspiro, acercándose. -Sí.-Antes que nada, páseme esas llaves. Catalina obedece. En la celda la novicia reacciona, se levan-ta aturdida, se acerca a la puerta y la golpea con fuerza hasta que del otro lado aparece Sor Juliana. “¡Te dejas de hacer escándalo!”, ordena ésta, creyendo que se dirige a Catalina. Al escuchar que la reclusa ha huido, la hermana Juliana co-rre, sin siquiera liberar a la novicia, que vuelve a sacudir la puerta con vitalidad.

Por mientras, Suspiro sostiene las llaves del convento pidiendo explicaciones a la joven que atina a responder que lleva una carta de Catalina Molina para su esposo. -¿La loca escribe?- cuestiona la monja.-Todos tienen derecho a arre-pentirse. -¿La leíste?Catalina devuelve una sonrisa y le estira la carta a la curiosa hermana. -Dice que está arrepentida. Yo creo que el señor Molina va a estar muy feliz de saberlo.-Sus donaciones nos mantienen. Los Molina son muy importan-tes para nuestro convento- agrega Suspiro. Insistiendo en que cuando regrese pase a verla y le cuente todo, la monja por fin abre la puerta. Catalina hace una venia y está por abandonar el recinto cuando escuchan los gritos de la monja superiora. “¡Cierra esa puerta, Suspiro! ¡Que no salga!”. Ésta mira a Catalina quien congela su sonrisa, araña la cara de la monja y echa a correr por su libertad.

A la mañana siguiente, ante las órdenes de la madre superiora, las religiosas buscan a la reclusa fugada. Tras unos arbustos, Catalina observa parte de la per-secución, aguarda su oportunidad y escapa.

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CATALINAPero siempre hay alguien que te puede ayudar. Gol-pee a una madre, le quite su ropa, me vestí de ella y logré escapar.....Era mi

única salida, no teniaalternativa.

Vestida de monja fui donde Domingo, pero el chofer

Germán me sugirió que no entrara, señalandome una información que seria útil:

Matías no se había mar-chado, vivía en un cité, sólo

y pobre. No sé cómo pero llegue hasta él..

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¡Abran la puerta!Es Catalina quién aparece.

CATALINA¿ Por qué no me ayudaste?

MATIASTú te fuiste... Domingo dijo

a todos que volviste a Francia.

Lo abrasé y lo besé con pasión.No quería separarme de

Matías, estaba dispuesta a todo por él.

MATÍASSolo tenemos una manera

desasernos de Domingo para siempre, matándolo.

CATALIANA¡NO!, no podemos hacer eso.

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007 LA DESPEDIDA1929

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En el año de 1929 la crisis general que azota a los Estados Unidos adquiere consecuen-cias mundiales, repercutiendo también en el país. En efecto, en Chile la escasez se hace notoria en todo rubro de almacenes.

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007En el año de 1929 la crisis general que azota a los Estados Unidos adquiere con-secuencias mundiales, repercutiendo también en el país. En efecto, en Chile la escasez se hace notoria en todo rubro de almacenes. Aunque existan muy po-cos modistos, muchas casas de moda deben cerrar sus puertas.

Ese mediodía, Matías lee sentado en el escritorio de la pobre pensión donde reside. De repente escucha unos golpes a la puerta. Al abrir ingresa Catalina sin que la reconozca. “¡¿Pero qué…?!” alcanza a articular cuando ella, con ímpetu, le conmina a cerrar. Recién entonces Matías entiende y pregunta qué hace allí. Fuera de sus cabales, Catalina le reprocha: “¿¡Por qué no me ayudaste?! ¡¿Por qué me abandonaste?!”. -¡Tú te fuiste!-¿Qué? -Domingo dijo a todos que habías vuelto a Europa y yo…Catalina llora mientras abraza a Matías, quien la acepta e indaga qué le hicieron. Ella, debilitada, sólo pide que la sostenga en sus brazos. Recobrando la calma, él cae en cuenta de que lo ha encontrado. Le pregunta cómo ha descubierto donde vive. “Me lo dijo Germán, el chofer de Domingo”. Matías se agarra la cabeza afligido; sufre porque se da cuenta que Domingo ja-más los perdonará. Sin mayores explicaciones, Catalina suplica que no permita que se la lleven lejos de nuevo. Se besan con intensidad. Él la desnuda hasta que sus cuerpos se funden concupiscentes.

En el pobre cuarto de la céntrica residencial, Matías vestido con camiseta y pan-talón sucios, asea con trapos a Catalina. Ella, vestida con un traje viejo, está no-toriamente enflaquecida.-Te van a buscar. Esa familia es poderosa. Donde nos escondamos nos van a encontrar. -No permitas que me vuelvan a encerrar– re-pite ella.-Sólo tenemos una manera de deshacernos para siempre de Domingo.-¿Cómo?-Matarlo. Es la única forma que tienes de escapar de él. -¡No puedes ha-blar en serio! -Todo el mundo sabe que consume cocaína y arsénico, ya los tiene en la sangre. Un poco de más en una copa, y nadie podría culparte de nada. Sin sopesar la dimensión de sus palabras, Matías intenta pasarle un pequeño frasco. Ella no lo toma: “no puedo hacerlo”. “Si no lo haces tú, lo hará él contigo. Supe por Agustín que piensan encerrarte para siempre. Si te declara loca, puede anular tu matrimonio”. Catalina no accede, no se cree capaz de hacerlo. -Domin-go va todos los días a su taller, como si eso pudiera borrar lo que hizo- prosigue Matías mientras ella lo mira incrédula. “Si quieres vivir, tienes que matarlo. Sé que puedes idear un plan para volver a él”. Después de un rato, Catalina toma el frasco y piensa cómo reconquistar a Domingo; es necesario cambiarsu apariencia.

Mientras cae la noche, Catalina recuerda las clases de moda que antes de deci-dirse por el Arte tomó en París. Sin alimentos ni muchos recursos en la habita-ción, disponiendo sólo de vino blanco y vino tinto, comienza a urdir su plan de conquista y homicidio. Así logra recolectar pétalos de rosa roja y amarilla, las que mezcla con vino. Después de unas horas de fermentación, obtiene una ver-dadera pasta de maquillaje. Necesita también concebir un vestido. Se le ocurre entonces aprovechar las cortinas desteñidas del cuarto. Con paciencia cose a mano. Con las cenefas da forma a un vestido de rosas sin espalda que opta por teñir con té. Concibe finalmente una verdadera obra de arte.

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Para aparentar un tono de piel saludable, además crea polvos de arroz molido y harina que consigue en la pensión. A continuación, con un instinto casi innato, se maquilla. Se aplica vaselina tanto en los labios como en ojos; sobre sus me-jillas esparce el ungüento de rosas para adoptar un look atractivo. Más allá de toda posible expectativa, una vez acicalada, Catalina recupera sus precedentes aires de alta sociedad.

Matías queda maravillado. Le parece que, como antaño, luce perfecta. Le re-cuerda una vez más que el químico que le ha entregado es mortal: “No tiene color ni olor, no se detecta. Una dosis alta en un trago y ¡plaf! Domingo muere. Parecerá un suicidio y nosotros podremos vivir en paz”. Al fin, por más que esté acongojada, Catalina se prepara para partir.

El que fuera antes un dinámico taller de trabajo, yace ahora abandonado. Entre flores secas y el mobiliario cubierto por sábanas Domingo, como de costumbre, bebe anís. No ha podido evitar continuar pintando un retrato de Catalina. Mira el cuadro triste, desolado. Como en un sueño, en una botella percibe su reflejo de su silueta. Se vuelve y la ve deslumbrante, bella, sugerente como cuando era su musa. “¿Podemos hablar?” propone Catalina. El que fuera su esposo sucum-be ante su beldad, se arrodilla y besa su vientre mientras llora. Le pide que lo perdone. Delicada ella, espera en silencio. “¿Qué puedo hacer?” dice Domingo, “nada” replica Catalina al tiempo que repara en un cuadro tapado. Sólo la mitad de una figura humana se deja ver; es un cuerpo de mujer. “¿Soy yo?”, pregunta ingenua. -Trato, pero no puedo… No puedo pintarte. Llevo meses de intento.

-Me gustaría tomar algo-¿Qué te sirvo?- pregunta Domingo efusivo. Entendien-do el mensaje, sirve dos copas de anís. Por un segundo se encuentra de espaldas a la hermosa mujer. Catalina aprovecha para extraer el frasco del pequeño bolso que porta. Lo abre y vierte un chorro en la copa de su otrora compañero. Domin-go, todavía de espaldas a ella, busca el cuadro. Gracias al reflejo de Catalina en la ventana, descubre que ésta deposita algo en una de las copas. Con profunda aflicción, se detiene un momento. Una vez que ella ha guardado la evidencia, Domingo devela la pintura de Catalina recostada en el diván. “Éste sí está termi-nado, ¿te gusta?”, a lo que ella contesta que no es esa mujer. Domingo entonces ase la copa con el veneno. -Aunque no me creas yo siempre te he amado.

-Lo sé y me arrepiento de lo que te hice- responde nerviosa y arrepentida. Do-mingo alza su copa y brinda: “por ti, el amor de mi vida”. Por un momento Ca-talina duda si dejarlo tomar el veneno, intenta detenerlo: -No lo tomes.-Te he hecho mucho daño y mereces ser feliz- dice Domingo, que bebe entonces la copa completa, dando su vida por amor. Su mirada se nubla, se siente mareado, cae de rodillas y se arrastra como un perro. Catalina trata de socorrerlo. Mientras repite que la perdone, Domingo muere en sus brazos. Con real angustia y dolor, ella se estremece y se lamenta: “no te mueras, por favor, no te mueras”.

Dos días más tarde, de negro impoluto y con inmensa amargura Luisa, Laura, Agustín, el fiel Germán, entre otros, acompañan de cerca la carroza fúnebre que traslada el ataúd de Domingo por las avenidas del Cementerio General. Siguien-

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do la procesión más atrás Catalina, sola, está demacrada. Matías, escondido de-trás de un frondoso árbol, ve pasar al cortejo. Una vez que ha regresado a la pensión, Matías fuma y reflexiona. En eso está cuando lo buscan: es Evaristo, el chofer de Luisa. Matías comprende que debe escuchar. Momentos más tarde sube al coche de Luisa. Como si se dirigiese al cadalso, la pesadumbre se apo-dera de él.

Para su sorpresa, al llegar a la gran casa Luisa le ofrece un whisky. “Veo que aún guardas un dejo de cordura” dice. Si bien no le interesa su destino, Matías pre-gunta por quien fuera su novia. Rápido, no obstante, enfrenta a la anciana. -¿Qué quiere de mí?-Quiero hablar de tu fusilamiento. -¿Qué está diciendo?- pregunta horrorizado. -La autopsia de Domingo dio como resultado envene-namiento con altas dosis de arsénico. -¿Y qué tiene que ver conmigo? Él era adicto.-Puede que sea verdad, pero también puede ser verdad lo que opina el médico que realizó la autopsia: que ha sido un homicidio. -¿Me está culpando?- vocifera Matías. -Recuerdo que dijiste que te ibas a vengar de mí y lo hiciste--Yo no maté a Domingo.-Si no lo hiciste tú, fue tu mujerzuela.

Tal vez incluso lo tramaron entre los dos para quedarse juntos y, de paso, con una fortuna que no les pertenece. -No acepto este tipo de acusaciones. Si piensa que mate a Domingo, entonces llame a la policía y enjuícieme. No tiene prue-bas.Por un segundo Luisa permanece muda, sin embargo rápido esboza una sonrisa. -Yo sé muchas cosas, Matías. -No tiene pruebas- porfía él. -Sé, por ejem-plo, que la amas, pero no más que a ti mismo. -No voy a escuchar sus estupide-ces- dice retirándose, pero las palabras de Luisa lo detienen: “Cuarenta millones y la dirección del Hospital Nacional”. Él la mira. “Es el mayor puesto al que puede aspirar un doctor. ¿Imaginaste alguna vez en tu mísera vida llegar a ser director de una institución tan importante? ¿O acaso creías que tus padres con su fundo de rulo y sus tierras secas te iban a llevar hasta allá?”. Nervioso y descubierto, Matías vuelve a repetir “qué quiere de mí”. Al amanecer, Catalina posa el retrato que le hizo Domingo en un atril. Lo mira un rato, como mira también sus pocas ropas y pertenencias, la cama, la pobre ha-bitación de Matías, quien de pronto llega. -¿Dónde andabas? Es tarde. -Te tengo una noticia. Le compré a un amigo dos boletos de barco para irnos mañana a Madrid. Por primera vez después de mucho tiempo, Catalina se alegra. Le pre-gunta por los pasajes, pero Matías asegura que se los llevarían al despuntar el día. “Mañana comenzamos una nueva vida, juntos, lejos de todo”, dice mientras sirve un trago de licor. Se besan con amor. Para celebrar la noticia, ella se voltea a servir una copa más. Por mientras Matías echa arsénico en la que sostiene. Re-cibiendo la que Catalina le entrega, las intercambia. “Por ti”, “por los dos”. Ambos beben. Vertiginosamente la vista de Catalina se nubla.

Se siente mareada. “Dame la mano –pide- no me siento bien”. Al notar que Ma-tías se echa sutilmente para atrás, entiende. Catalina cae al suelo arrastrando consigo el atril; agoniza junto a su retrato. Él no la observa. Después de unos minutos, toma la vieja alfombra de la habitación y comienza a enrollarla.

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Pasados unos cuantos meses, Matías recorre el jardín de la casona Molina hasta dar con una pelota de croquet. “¿La encontraste, amor?”, pregunta Laura mien-tras él sonríe cínico. “Sí, estaba justo…”, pero Laura ya no lo oye; sólo agrega “te esperamos para almorzar, no te demores”, pues con Luisa planifican los prepa-rativos para su pronto parto.

Matías juega con la pelota en su mano. Camina hacia las mujeres mirando la ventana que alguna vez perteneció a Catalina. Se detiene un momento. Prende un cigarro, espanta el humo de su ropa, lo apaga después de dos pitadas. Reto-ma su camino. Entra entonces en la que ahora es su casa.

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Mientras cae la noche, Catalina recuerda las clases

de moda que, antes de decidirse por el Arte, tomó

en París.

Sin alimentos ni muchos recursos en la habita-

ción, disponiendo sólo de vino blanco y vino tinto,

comienza a urdir su plan de conquista y homicidio. Así logra recolectar pétalos de rosa roja y amarilla, las que

mezcla con vino.

Después de unas horas de fermentación, obtiene una verdadera pasta de maqui-llaje, se depila con técnicas

de la India.

Necesita también concebir un vestido. Se le ocurre aprovechar las cortinas

desteñidas del cuarto. Con paciencia cose a mano, con

las cenefas da forma a un vestido de rosas sin espalda

que opta por teñir con té.

Concibe finalmente una verdadera obra de arte.

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Catalina medita y en su interior no puede

matar a Domingo, pero su amor pasional con Matias es más fuerte,

necesita hacerlo.

Catalina sube por las escaleras y Domingo

la espera impaciente-mente.

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CATALINAEl plan con Matias era

perfecto . Domingo morirá con un sorbo de un brindis

por un veneno que no tiene color ni olor.

Una dosis alta en un trago y listo, Domingo muere. Pare-cerá un suicidio y podremos

vivir en paz”.

Al fin, por más que esté acongojada, vindran y

beben

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El veneno rápidamente hace efecto, Domingo cae aturdido al suelo, Catalina

huye con nerviosismo.

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Me sentí culpable, no podía parar de recordar el horror que había cometido,

mi marido muerto por su propia esposa, por amor a

otro hombre.

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CATALINAPronto las sospechas

corrían sobre nosotros, Matías y yo debíamos huir lo antes posible... pero una

visita inesperada cambia los planes.

“La madrastra de domingo Luisa, visita a Matías”.

LUISA Sé que mataste a mi hijo.

Matías: Yo no hice nada..

“Luisa se va, pero antes se voltea y dice”

LUISA ¿40 millones y la dirección

del Hospital Nacional?

MATÍAS ¿qué?

LUISAPero necesito que antes

hagas algo...

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“Matías acepta la propues-ta de Luisa y con astucia le prepara un trago con

arsénico a Catalina”

MATÍAS Celebremos por nuestro

amor y el viaje.

CATALINA ¿Que viaje?

MATÍAS Compré a un amigo

dos boletos para Francia.

CATALINA Que felicidad, por

fin juntos a mi Francia..

“Al cambiarse un vestido frente al espejo, se da

cuenta de lo que Matías está haciendo“

MATÍAS Por ti.

CATALINA No, por los dos...

“Pero Catalina sabía que ese trago tenia veneno, el

mismo que mató a su mari-do y a su vida”

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Catalina cae aturdida.Ese fue el fin de todo.. una alfombra seria su ataúd...

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Fin

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Proyecto de Titulo Diseño Gráfico 2011Profesor: Julian NaranjoFacultad de Arquitectura y Diseño,Universidad Finis Terrae

Diseño Miguelangel Salinas HedbergEsta edición fue impresa en papel Bond 170 gr./mde Formato 24,5 x 34,5 cm. cerrado. Compuesta en programas: Indesign cs3Photoshop cs3Ilustrator cs3

Cámara Fotográfica Canon D60

Tipografía:Myriad Pro RegularMyriad Pro BlackMyriad Pro BoldMyriad Pro Bold Italic

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