Lorenzetti, Siena y la Templanza.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Nombre: Sergio Hurtado Historia de la Edad Media Trabajo Final.

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Un ensayo de historia medieval centrado en la Siena del trecento, los imaginarios y representaciones sobre el ideal del buen gobierno de la ciudad y las virtudes teologales.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Nombre: Sergio Hurtado Historia de la Edad Media

Trabajo Final.

La Templanza en la alegoría del Buen Gobierno

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A diferencia de la gran mayoría de los personajes representados en los frescos de Lorenzetti

en el Palazzo Público, la Templanza no representa a un ciudadano, campesino o magistrado

de la época, pues, como una de las seis virtudes del buen gobierno, representa algo mucho

más simbólico. Por lo tanto, éste trabajo se centrará en analizar las significaciones, la

simbología y la influencia de éste personaje como alegoría sobre aquellos que resultan ser

una representación más directa de quienes formaban parte del entorno de Lorenzetti -como

los mercaderes en la Alegoría del Buen Gobierno en la Ciudad, los campesinos en la

Alegoría del Buen Gobierno en el Campo o incluso, las figuras públicas en procesión en la

parte inferior del mismo fresco al cual pertenece la Templanza.

Así, lo primero y fundamental es hacer una descripción deísta del personaje, con lo cual nos

encontramos con lo siguiente: La Templanza es representada, siguiendo la tradición romana

y cristiana, por una figura femenina, seguramente una virgen, dotada con un vestido rojo y

un manto azul y cuyo cabello, a diferencia del de las virtudes que la acompañan, se

encuentra recogido como una larga trenza amarrada bajo una corona idéntica a la de sus

compañeras. Sin embargo, aquello que la identifica y que la carga con un fuerte contenido

simbólico es el reloj de arena que carga en su mano derecha, el cual se haya bien detallado,

con arena en ambos receptáculos y sellado en un contenedor posiblemente hecho en

madera.

Que el objeto que cargue sea un reloj de arena posee una serie de significados que le dan un

carácter único y especial a ésta representación, pues hasta la elaboración del fresco de

Ambrogio Lorenzetti, la Templanza fue representada ya sea con las riendas y freno de un

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carruaje, o de forma más extendida, con una larga o pequeña jarra de mezcla1 con la cual

escanciaban agua sobre copas de vino -como la Templanza en el fresco del Studiolo del

Palacio de Esztergom2- y de acuerdo a la traducción de “temperamento” como

mesura/mezcla adecuada/moderación, de la cual la palabra para tiempo (“tempus”) era

frecuentemente derivada3. Incluso en representaciones posteriores se muestra a la

templanza con un pie sobre la copa de vino mientras exhiben la jarra de agua.

Se delimita entonces el trabajo a partir de los siguientes datos: en primer lugar, la

Templanza no hace referencia a un personaje real de la Siena del siglo XIV; en segundo

lugar, es la alegoría de una virtud que se remonta a la tradición clásica y a la tradición

cristiana de las virtudes cardinales, hacia el siglo IV d.C., y que por tanto hasta su

integración en el ideal del buen gobierno, ha sufrido transformaciones; y por último, que

ésta alegoría en particular rompe esquemas previos respecto representaciones anteriores de

la misma virtud.

Antes de abordar lo más importante, es decir, cuál es el impacto de la virtud en cuestión

tanto en la comuna de Siena y sus ciudadanos, como en el resto del mundo cristiano en la

edad media, se hace necesario comparar la representación de Lorenzetti con los conceptos

de Templanza en autores anteriores como Cicerón, Séneca y Aristóteles para entender por

qué cambia el objeto simbólico (riendas, frenos y jarras de mezcla por reloj de arena); si

este cambio significa también un cambio en el significado de la virtud y por lo tanto un

1 Gerhard Dohrn-Van Rossum, History of the Hour: Clocks and Modern Temporal Orders (Chicago: The

University of Chicago Press, 1996)p.p. 5.

2 Obra del renacimiento temprano que Wierdl y Prokopp atribuyen a Sandro Boticelli, si bien sigue siendo un tema de debate entre historiadores del arte en Hungría. Anexo 1. 3 Op. Cit, Dohm-Van Rossum, pp 5.

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cambio en las prácticas religiosas o simplemente cotidianas de las personas, punto central

alrededor del cual se desarrollará este trabajo.

La Templanza tiene sus primeras raíces en la Sôphrosunê (automoderación) ateniense, que

pertenece a las cuatro virtudes centrales de la ciudad ideal para Platón, y en la tradición

cristiana hace sus primeras apariciones en el Libro de Los Proverbios de Salomón y en los

Diez Mandamientos. Además, se configura como uno de las formas de amor que

constituyen una verdadera vida cristiana, según san Pablo se dirige a los Galatas: “más el

fruto del espíritu es amor, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,

templanza, contra tales cosas no hay ley”4. Incluso en la Divina comedia de Dante, la

Templanza está ubicada en el cielo: es una de las cuatro virtudes cardinales alrededor de las

cuales, junto con las tres virtudes teologales, se encuentra estructurado el paraíso. La

séptima esfera del paraíso, Saturno, es la de los contemplativos que encarnan la Templanza,

y en el canto XXI, Beatriz revela a Dante que su encanto, a medida que se acerca más a la

verdad de dios, incrementa en brillo a tal medida que si no lo templa, podría romper la

humanidad de Dante como un rayo a una rama.

La Templanza se refiere entonces a un auto-control, una moderación de los excesos, lo cual

supone para el practicante un cambio en su forma de vida, teniendo que introducir en ella el

control de impulsos naturales como el apetito o el deseo sexual, pero también de aquellas

emociones que se pueden apoderar del individuo, como la ira o la vanidad.

Entonces, la Templanza se transforma en un medio para controlar los cuerpos, pues el

sujeto tiene que integrar en su vida virtudes que no son más que mecanismos de control de

las capacidades biológicas de las personas, como lo son la abstinencia, la castidad, la

4 Galatas 5:22-23 .

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humildad y el autocontrol. Se entiende entonces el significado de las simbologías

tradicionales en las personificaciones de la Templanza: vírgenes con riendas y frenos tienen

con las primeras el control de su rumbo y con los segundos la capacidad de detenerse, de

parar, cuando su criterio lo revela necesario; vírgenes con cántaros de agua para mezclarla

con vino en copas, significando el consumo moderado de la bebida alcohólica, la “mezcla

adecuada”, o incluso sirviendo agua pura en la copa, reemplazando el vino. En Siena, como

en el resto del mundo cristiano en la edad media, la Templanza entonces ha debido de tener

un valor fundamental, pues tal virtud se debe ejerce como una práctica reiterada y por lo

tanto bien asimilada, desde el espacio privado que constituye el hogar, reproduciéndose

como fenómeno en los espacios públicos.

Si el valor a conservar en la comuna Sienés de los Nove era la paz y la concordia, una

práctica asimilada de la Templanza debió constituir un instrumento eficaz para reducir

desórdenes públicos producidos por disputas entre iracundos o embriagados, y también -y

esto un poco más en aquellas ciudades regidas por la iglesia y la nobleza en lugar de por

burguesías del protocapitalismo de las comunas medievales italianas- para paliar a través de

la ideología los efectos del hambre y el apetito sexual, es decir, el descontento público: si

están institucionalizados la castidad y la abstinencia a través de la virtud Cardinal de la

Templanza, se extiende el límite de resistencia a los apetitos, y por lo tanto también el

tiempo de represión sobre los ciudadanos y campesinos, lo cual va en favor de los intereses

de quienes gobiernan, en primer lugar económicos, y en segundo lugar políticos, pues les

asegura un dominio superior sobre los cuerpos de los regidos y sobre sus voluntades.

Sin embargo, como la simple observación del ideal de la Templanza en el fresco de

Ambrogio Lorenzetti revela, la alegoría, con una simbología diferente, adquiere

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significados diferentes también. El desentrañamiento del reloj de arena, que al mismo

tiempo resulta ser la primera representación datada de ése tipo de artefacto, es fundamental.

Antes de preguntarse por qué la Templanza posee un reloj de arena en su mano derecha, va

la incógnita por los relojes de arena como tal, de dónde vienen y qué papel juegan en la

edad media. Según R. T. Balmer, “toda la evidencia indica que el reloj de arena no emergió

sino hacia finales de la edad media, y su desarrollo aparece incuestionablemente ligado al

de la tecnología de los buques de navegación marítima de este periodo”.5 Éste dispositivo

servía, según el mismo Balmer, para hallar la ubicación de los navíos mediante el

procedimiento conocido como Dead Reckoning, o Navegación por Estima, que consiste en

“calcular la distancia longitudinal recorrida desde un punto de longitud conocida

multiplicando la velocidad del viajero por el tiempo que gasta moviéndose a esa

velocidad”6; así, era a través del reloj de arena que calculaban estos tiempos, ya que el

dispositivo les permitía calcular a través de intervalos específicos de tiempo –“la vuelta de

un reloj” se diría-.

Pero la Templanza del fresco de Lorenzetti no es una navegante, no luce siquiera como una

comerciante, es más bien, una virgen guerrera, y aun así, posee en su mano derecha un reloj

de arena, entonces ¿juega este dispositivo algún papel en tierra firme?. Sugiero abordar esta

pregunta tomando a la Templanza como un mecanismo disciplinario, de modo que el reloj

se convierte en la herramienta con la cual controla el cuerpo y la voluntad de los hombres.

Antes del siglo XIV, el tiempo era medido en intervalos de tiempo irregulares, según la

duración de los días y las noches, y además, los tiempos de la actividad productiva eran

5 Consulta Online: R. T. Balmer, The Operations of Sand Clocks and their Medieval Development. Citado en: <http://www.jstor.org/stable/3103761> p.6156 Íbid, p.620

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dictados por el sonar de las campanas de la iglesia, de modo que ésta desde un principio

ejerce un poder sobre los ritmos de vida de los hombres aunque, claro está, limitado a los

tiempos para rezar y los tiempos para trabajar. En el mar, por el contrario, el tiempo se

mide en distancias y “la medida de horas iguales –la vuelta del reloj- hubiese sido necesaria

para calcular la distancia recorrida (teniendo en cuenta que distancia = velocidad por

tiempo)”7.

Con la inserción de un dispositivo para medir los tiempos de forma precisa, la Templanza

se especializa en sus significados. Ya no se trata de controlarse oponiéndose a los impulsos,

ni de purificarlos con obrajes virtuosos (la mezcla de agua y vino), más bien, se trata de

medirlos y medirse uno mismo, pero también, de medirse en los tiempos, de usar

apropiadamente los tiempos. Como señala Simona Cohen, “simultánea a la aparición del

reloj de arena en el arte italiano, hubo un nuevo énfasis en una aproximación más práctica

al tiempo en la literatura secular y religiosa”8, pues ahora se trata de ser práctico con el

tiempo, pues el reloj de arena “era un objeto perfecto para expresar el valor que los

hombres daban al breve tiempo que les ha sido asignado”9, el breve tiempo en la tierra.

Por supuesto esto constituye un mecanismo de control para los gobernantes, en este caso

para los Nove, que así se aseguraban, con ésta nueva racionalidad de ser práctico,

institucionalizar la productividad. Se aseguran el poder para convertir la capacidad

biológica y la voluntad de los hombres, en el medio por el cual alcanzar sus objetivos, que

en el caso de la comuna medieval sienésa, sería la productividad por parte del campesino, y

7 Consulta Online, Sands of Time: The Hourglass’s Uncertain History, citado en el sitio web Apartment Therapy <<http://www.apartmenttherapy.com/sands-of-time-the-hourglasss-u-121964>> 8 Simona Cohen, The Early Renaissance Personfication of Time and Changing Concepts of Temporality, Renaissance Studies vol. 14 no. 3 (2000) pp 311 - 3139 Íbidem.

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las “cuentas claras”, la medida cabal y la razón aplicada al comercio y al mercado de ésta

ciudad “proto-capitalista”.

La Templanza se configura entonces como una razón que empieza imponerse, pues según

la misma, los impulsos ya no resultarán algo profano, o quizás, algo reprimido hacia

aquellos espacios en que la iglesia no tiene control sobre los hombres (cuando las campanas

dan el tiempo de regreso a la vida privada), los tiempos de producción se intercalarán con

los tiempos dedicados a sí, y en general, se abren más espacios/tiempos fuera de los

tiempos para rezar y los tiempos para trabajar, sobre todo en el caso de los comerciantes

burgueses, que disponen de mayor una mayor libertad -entendida como mayor tiempo para

sí-. Digo que comienza a imponerse esta razón porque, de todos modos, entra en conflicto

con la Templanza del resto del medioevo cristiano, que no ha desarrollado el fenómeno de

la oligarquía burguesa que representan los Nove en Siena y que se encuentran más atados al

régimen directo de la iglesia. Entra también en conflicto con las tradiciones cristianas más

arraigadas, con las imágenes previas de Templanza en el imaginario del campesino y el

ciudadano en transición hacia el gobierno secular de los Nove.

Lo anterior puede encontrarse incluso en la literatura, aquí como ejemplo se tomará el

proemio del Decamerón, libro en el que se encuentran las temáticas más profanas de la

cultura popular prerrenacentista, donde las referencias a los impulsos y los apetitos son

relatados sin pudor y con complicidad. En el proemio de éste libro se halla la siguiente

frase:

“…desde mi primera juventud hasta este tiempo, habiendo estado sobremanera inflamado

por altísimo y noble amor (…), no menos me fue grandísima fatiga sufrirlo: ciertamente no

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por crueldad de la amada sino por el excesivo fuego concebido en la mente por el poco

dominado apetito, el cual porque con ningún razonable límite me dejaba estar contento, me

hacía muchas veces sentir más dolor del que había necesidad”10. Puede encontrarse en este

texto el choque entre el autocontrol cristiano tradicional y el modelo de Templanza

desarrollado en tiempos de Lorenzetti: el poco dominado apetito refleja la incomodidad que

supone el trasgredir la virtud del control sobre el apetito, del no poseer las riendas del

autocontrol, del no elegir lo puro (agua) en lugar de lo profano (vino), a pesar de que las

prácticas cotidianas de la vida cada vez más burguesa son mucho más impuras. Existe

entonces una permanencia del significado tradicional de la virtud cardinal en la Templanza

de la comuna italiana medieval, que revela una evolución o mejor, una mezcla entre los

valores morales cristianos y las virtudes asociadas a la vida mercantil y productiva.

Entonces para terminar, se puede concluir que la Templanza del Fresco Alegoría del Buen

Gobierno de Ambrogio Lorenzetti, es una representación especial en la historia de la virtud

cardinal por representar la evolución de los valores cristianos a medida que el culto

empieza a empaparse de la cultura secular y proto-capitalista de las comunas medievales

italianas. Ésta representación rompe con la simbología tradicional con la que se alegorizaba

la virtud Templanza, y refleja su configuración e institucionalización como un dispositivo

disciplinario con el objetivo de introducir los valores practicidad y productividad en la

rutina y la cultura, del mismo modo que para ejercer un control más estricto sobre los

tiempos y ritmos de las personas, acorde a las nuevas prácticas económicas. Sin embargo,

Ésta representación de la Templanza seguirá estando indudablemente atada a sus

significaciones tradicionales de autocontrol y represión de los impulsos: el cambio radica

10 El Decamerón, versión digital consultada Online en <http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/boccaccio/01.htm>

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en que el autocontrol se hará más racional y se tecnificará: de cántaros y jarras se pasará a

la tecnología del reloj y la medición del tiempo.

Anexo 1.

“Templanza”, copia digital del fresco del Estudiolo en el Palacio de Esztergom, Obtenida

de << http://jekely.blogspot.com/2011/03/botticelli-in-esztergom.html>>