Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

166

Transcript of Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

Page 1: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional
Page 2: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional
Page 3: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

GRANADA CLUB SELECCIÓN

ENRIQUE MARTÍNEZ DE BARRAX EN

PANCHO VILLA

Page 4: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

1ª Edición: año 2018

Copyright: Enrique Martínez de BarraxCopyright de esta edición: Granada Club Selección S.L.

I.S.B.N.: 978-84-16656-78-3Depósito legal: GR 461-2018

Portada: Vicente Vila PadullesEnrique MartínezEdita: Granada Club Selección S.L.Empresa Distribuidora: Granada Club Selección, S.L.Avda. de Andalucía 16.18611 MOLVÍZAR (Granada)Teléfono Redacción: 958 62 64 73E-mail: [email protected]

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización expresa y por escrito de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejem-plares de la misma mediante cualquier alquiler o préstamos públicos.

Page 5: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

Mi agradecimiento a Don Enrique García Solana: periodista e Historiador de la “Revista Ecos de Munera”

A Don Francisco González Bermúdez, cronista Oficial de Barrax.Y, a Don Antonio Rosillo Játiva, conocido como poeta Aroja de

Munera.Los tengo en mi recuerdo de la “Historia” por las conversaciones que

mantuve con ellos de joven estudiante y, con el Sr. Aroja hablando de poesía y de aventuras novelescas facilitándome toda la “Documentación” traída de Mexico.

Page 6: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

6 Pancho Villa

PRÓLOGO E INTRODUCCIÓN

Quisiera reaccionar y hacer un paréntesis antes de lanzarme a escribir un pró-logo, con este personaje mítico de la Historia “Pancho Villa” pero a veces la fuerza, la sinrazón, nos hace en ir en busca de lo desconocido y, aquí estoy yo cabalgando a lomos de la Literatura que forma parte de la novela universal; donde el escritor Enrique Martínez de Barrax, con su fuerza dialéctica de narrativa, nos hace presentar en este libro: reconstruyendo la vida azarosa de un guerrillero mexicano, que durante bastante tiempo vivió en rebeldía con el gobierno, internado en la serranía de Durango, donde consiguió organizar unas fuerzas guerrilleras que le obedecían ciega-mente. Al estallar la revolución de 1910 Villa que contaba ya con nume-rosos seguidores, transformó sus actividades, abandonó el bandolerismo y se adhirió a Francisco I. Madero, lo nombro general de los revolucio-narios. Reunió un importante ejército con el que obtuvo grandes triunfos en la revolución.

Con la recogida de información oficial que dispongo, creo que ha sido un acierto por parte del señor Martínez; y ha merecido renovar la historia de Pancho Villa “General y revolucionario mexicano”, donde resulta for-malizada su indudable vinculación con la historia de un país que le vio nacer; de origen colombiano, nació en un rancho del Estado de Durango en 1877. Se llamaba Doroteo Arango, pero cambiado y seducido por sus hazañas en la sierra, con el nombre del viejo bandido legendario Pancho Villa, tomó para sí este nombre y lo usó con tal empeño y constancia, que muchos han creído que era el suyo propio.

Tras una vida de bandidaje, se lanzó a la revolución contra Porfirio Díaz, y fue decidido partidario del presidente Madero. Colaboró luego con Venustiano Carranza, en oposición a Victoriano Huerta, que se vio obligado a dimitir en 1914. Poco después continuó en su actividad re-belde y se enfrentó a las tropas constitucionales, y aunque fue derrotado por el general Obregón, prosiguió luchando contra el gobierno.

Con esta vinculación y lo azaroso de su existencia nos presentan los historiadores a Pancho Villa con un pie en la Historia y otro en la Aven-tura; ya que, en 1916, asaltó la población de Columbus, en territorio de los Estados Unidos, lo que provocó la expedición de busca y captura sin conseguirlo. Conviene puntualizar su justificada construcción ordenada de su vida en esta extraordinaria novela. Desbordando muchas veces de rea-lidad para hacerse sospechosa de leyenda y todos los elementos habituales que predisponen a la emoción, la sorpresa y el interés, son tantos en esta exigencia

Page 7: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

7Enrique Martínez de Barrax

aventurera, que toda ella contada por nuestro entrañable y genial prosista En-rique, nos desvela de principio a fin, la espiral de una larga trayectoria.

De esta manera conviene esforzarnos en la historia y puntualizar el enfoque de la reseña biográfica que se va a leer, con la intención y el sentido genuino. Como educadora Universitaria creo y afirmo que: queda este libro al margen de la polémica que perdura débilmente entre los detractores y los apologistas de Pancho Villa, su autor prefiere limitarse a la clara imparcialidad que resulta del relato cuando no va más allá de la realidad del concepto de honradez.

Con esta sugerencia de realidad, Pancho Villa después de la muerte de Carranza (1920), se sometió al presidente provisional Adolfo de la Huerta y el gobierno le concedió la hacienda de Canutillo, en Durango, a la que Villa se retiró. Después de una larga ausencia, aparece como político y cómo fue su vida aventurera; astuto, ingenioso, prodigo, ambicioso, noble y salvaje, o leal o vengativo, a demostrarse a sí mismo como un singular personaje, que nos señala con su experiencia de todo lo extraordinario que puede ser la aventura del hombre valiente, para morir asesinado en 1923, en Hidalgo del parral, en una emboscada, lo que no pudieron sus enemigos, fue terminar con su historia la de Pancho Villa (1877-1923). Adelina Ángulo Abellán “Profesora”

Page 8: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

8 Pancho Villa

SINOPSIS POÉTICO

Nerea: con este nombre he conocido a una joven profesora Universi-taria. Su trato es muy educado, con el coraje de una mujer agradable, segura de sí misma, compartiendo sus clases de monitora técnica en la promoción y enseñanza del buen comportamiento. Su aspecto es muy juvenil, aunque de-muestre lo contrario, por la seriedad de educadora. A veces me pregunta cosas que entiendo y otras me quedo peor que a oscuras…

- Me dice:¿Cómo estás Enrique?-Estoy muy bien profesora;la invito a cenar y le dedicodos de mis últimos

libros publicados este año que son “Mallorca Medieval y Moderna”, y “Heri-das de Sociedad”.

- Cenando le digo: Le estoy sumamente agardecido por su esfuerzo y de hacer este prólogo dedicado a esta novela de Pancho Villa. Muy agradecida me hace esta foto, para tener un recuerdo.

- En el recreo del café, se unen a nosotros amigos y conocidos escritores y poetas, como es normal esas cosas que dicen:

Page 9: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

9Enrique Martínez de Barrax

-¿De qué va el libro?-Les conteste con agrado, el manuscrito de la novela Pancho Villa habla

sobre todo de su adolescencia y juventud, que me ha pareceido que es una gran obra literaria universal, como ha quedado denostado en muchas de sus peliculas. Con esta ideología literaria, para mí es una esencia castellana nove-lesca. Tejiendo el hilo de las letras y mi misión de poeta a mi obrta le he com-puesto este género de sinopsis poético dedicado a la profesora “La cárcel de tu corazón” que dicen así:

No deshojes amor la margaritasi sabes que yo te quiero,y, qué cosa más bonita;

caminar por el mismo sendero,

buscando la felicidad,que nadie se opongaen nuestro camino,

si nos queremos de verdad.

Qué cerca estoy de tu bocay de tus labios sin poderlos besar.

Tengo sed de tu amor y nada me provoca,a la mujer que debo de respetar.

Quisiera estar encadenadoen la cárcel de tu corazón

y tu rompieras las cadenas,con tus besos sin traición.

Con mi libertad de enamoradoY tu juventud belleza,

Quisiera recorrer el mundo;Donde termina y donde empieza.

Es triste quedar aparcado,Con los recuerdos de la vida,

El amor no tiene edad;Debemos renovarlo mientras se viva.

(Poesía moderna en verso libre y rimado)

Page 10: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional
Page 11: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

11Enrique Martínez de Barrax

I EL ÚLTIMO PRESO DE CHINCHILLA 1953

Hablando claro a una mujer

¡Hola abuelo!

¿Cómo está usted?

-Estoy muy bien.

¿Qué, de nuevo por aquí?

-Sí, cada año hacemos unas excursiones, como usted sabe el año pasado estuvimos aquí en este viejo penal, como promoción de estudio e historia y este año estamos visitando las cuevas y estudiando la siembra y su higiene de los champiñones, para una mayor producción. Y, aprovechando mi tiempo libre, he querido verle de nuevo y devolverle su diario Autobiográfico y la novela de Pancho Villa que usted me dejó para leerla y darle las gracias por todo su tiempo conmigo.

-Gracias Enrique, a pesar del tiempo aún sigo teniendo amigos y tú serás el heredero de mis pequeñas cosas, ya que no tengo a nadie. La novela y mi diario ya son tuyos, te los regalo, estoy tan solo y tan acompañado de mis años y recuerdos de mi vida.

¿Y por qué vive usted aquí tan solitario?-Es una vieja historia, cuando terminó mi condena, yo debí hablar claro,

como se habla a una mujer y no lo hice, por miedo o cobardía, y además, a dónde podía ir.

El anciano hizo un gesto para respirar mejor y mirándome a la cara conti-nuó para decir:

-Me dieron la oportunidad de ser guardián de esta fortaleza ya solitaria que hace agradable a los curiosos que la visitan. Perdona hijo, quiero decir a los periodistas, historiadores y estudiantes que nos visitan como tú.

-A sus 96 años de qué se arrepiente usted, ¿de lo triste y desgracia de su vida o de haber estado encarcelado en su pobreza?

-La respuesta está en este mugriento diario o manuscrito, en estos maltra-tados garabatos, dicen como yo he vivido la vida como el último preso del penal de Chinchilla.

Page 12: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

12 Pancho Villa

Prisionero estoy en esta maldita prisión, por unos besos que eran míos y un ruin cobarde que quiso arrebatarme mi amor, lo que me pertenecía y era mío. Ahora a ciegas voy buscando una salida que cure mi soledad y mi herida, arrepentido de tanta pobreza. No dejaré que avance la tristeza y vuelva mi alegría arrepentida, con el tiempo todo llega y se olvida y la vida de nuevo nos empieza. Por mi cabeza van pasando los recuerdos, navegando sin rumbo ni destino, a donde nos quiere llevar el viento, en busca de la libertad y, no estar encadenado con venas de sentimiento y de mi alma que transporta el pensa-miento y son los clavos de mi maldita condena. Con duendes maldecidos de mi pena, que son invisibles y me dan tormento, con carcoma podrida de este maldito asiento, que el tiempo pasa en su reloj de arena.

Tengo esperanza en mi libertad y la duda la tengo al acecho, no puedo dejar atrás mis amigos los presos, me entristecen mis emociones. Buscaré pureza fuerte y divina, olvidaré el pasado tenebroso y seguiré por un recto camino, la senda de Dios y de mi feliz destino. Señor creador del todo pode-roso; guíame los pasos de mi si no, ya que llevaré mi cruz por lo más divino y en la sociedad seré generoso, se debe mejorar y ser amado, con la condición al instante de perdonar y ser perdonado. Por qué me encerraron entre paredes, sin confianza en una salida, en la prisión siempre cautivo, todo por ser carlista el capitán Belmonte. En noches frías recuerdo mis veladas y rezaba a Dios como un ser humano, con una cruz fue hecha por mi mano; que para mí era la más sagrada, tejida de juncos de las cañadas. En mi sucia celda por la ventana divisaba el llano, sabía si era primavera o verano si los pájaros volaban en bandadas. Buscando la aventura sin malicia, de lejos el silbido del labriego y el cazador furtivo que los acecha. Los matan con sus disparos de fuego ¿Por qué esa maldad llena de codicia? Que en las aves nada se sospecha; y no ha-blan para pedirnos clemencia sin ser a nosotros, más superiores: son mansas mariposas en las flores, deseo vehemente de vivencia, que vuelan con la grata complacencia viviendo de noche sus resplandores en el alba son sus trinos de amores: alegran la tierra con su presencia. En abanicos de aves emigrantes, buscando el reposo de algún riachuelo.

En el campo el pastor que pastorea su rebaño, la alondra que canta, la abu-billa en el majano teje su nido, la perdiz busca la sombra fresca de los romeros y retamas y el ave emigrante pica en la espiga ya desgranada de los rastrojos que han sido segados, cosecha de trigo y sus previsiones de todos los años está sembrada, por la mano del hombre y los arados, con el rústico amor de sus corazones. La nobleza se mece en el aire, en la justa razón del labriego que como el preso anda en solitario, siguiendo los pasos más silenciosos, corona-dos por días venturosos y llegan al destino que tú quieres. Cumpliendo fiel-mente con los deberes que nos proponemos más rigurosos, y con preciso deber ser dichosos: Potenciando el afecto generoso y dándole a nuestra vida un nuevo giro que es majestuosa belleza y asonante, la libertad como las aves y el labrador es la mejor de las salidas.

Page 13: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

13Enrique Martínez de Barrax

Nacerán nuevos días de primavera, mi corazón estará alucinante latiendo sin enfado lo que siente, olvidar por completo esta soledad, con mi dicha y el ansia verdadera, estará ya clara y sana mi mente y limpia como el agua de la fuente haciendo proyectos en la pradera. Con flores adornadas de colores que el tiempo se detiene en mi persona, un nuevo hombre lleno de esperanza.

-Capitán Belmonte, al leer cuidadosamente estas primeras páginas de su diario, usted parece resentido por los besos de una mujer o celos. Puede ser más explícito y ¿por qué le llaman el Pancho Villa revolucionario?

El viejo capitán hizo un gesto, para recordar y decir:-Es mi seudónimo Pancho Villa, un nombre aventurero y revolucionario

que se hizo famoso en las sierras de Durango y en esta tierra conocí a mi pri-mera mujer, siendo muy joven, lo que pasó, como todas las cosas, alguien quiere beneficiarse de lo que uno posee o tiene con malas patrañas y falsos testimonios. Un hombre y una mujer son amor y felicidad de vida, lo que hagan o dejen de hacer, eso, se queda en su intimidad y, esa intimidad es la mía propia, de nada sirve entrar en detalles por el enjuiciamiento de malas personas sin entrañas, odio y codicia.

- ¿Qué sabe usted del General Francisco Villa?- Del verdadero muy poco, del Pancho que no era ni Pancho ni era Villa. -Me deja usted muy sorprendido. Entonces ¿quién era? En la biografía de

su novela hablan de que era Pancho Villa un valiente revolucionario llegando a general de los rebeldes:

“Mi general Pancho Villa, han llegado los voluntarios, para ser guerrilleros; desposarlos y que formen fila”.

-El capitán Belmonte con voz reposada y agria, al exhalar su aliento de hombre culto y educado dijo de Pancho Villa:

-Para reconocer su verdadero nombre tenemos que situarnos hasta el año 1894 y, por tierras del Estado de Durango, llegaremos hasta el paraje de Ca-natlán, donde el campo desolado y las sierras hurañas se reparten el paisaje. En una humilde vivienda nacería Doroteo Arango, nuestro Pancho Villa de la novela, él eligió ese nombre para sus fines aventureros y personales, aunque él mismo creía que era su verdadero nombre.

-Señor Belmonte, usted dice en una entrevista recientemente en el perió-dico La Tribuna de Albacete (en mi consciente e imaginación ya existía 1953) que es hijo de madre española y de padre militar mexicano: - ¿Qué ha sido para Usía la Revolución Mexicana?

-Para mí fue como todas las guerras o revoluciones, ninguna es buena y no tiene sentido su justificación, puede decirse que es la justificación y el aclamo poderoso y gobernante del pueblo.

Page 14: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

14 Pancho Villa

-Nos interfiere un grupo de estudiantes de la Universidad murciana, entre ellos va Natalia, una joven bien parecida y educadísima por su pronunciación al hablar. Domina a la perfección la gramática castellana, en su Analogía de la sintaxis y la prosodia. Nos une una buena amistad; ya que hace tres años que nos conocemos y compartimos ideas encaminadas al estudio y al talante del progreso y el buen vivir.

-Natalia, con voz reposada y dulzona labial, se dirigió a su profesor don Felipe Navarro Díaz; el maestro accedió al permiso solicitado, quedándose en mi compañía y protección.

-Después de las presentaciones y los saludos. -El señor Belmonte con voz tenue, continúo hablando para decir:-México es el país con mayor incremento del mundo en su población en los

últimos años y ha sufrido muchas revoluciones e hispano-americanas en sus tres estados federales. La primera gran cultura de México precolombino se desarrolló en la costa veracruzana del golfo de México (es en estas zonas donde se comenzó a cultivar el maíz entre los años 7000 y 5000 a.C.). La cultura olmeca (1500-100 a.C.) inició el periodo formativo que se caracteriza por la edificación de centros ceremoniales, el uso de la pirámide, el desarrollo de un sistema de calendario propio y la aparición del dios-jaguar, constantes de la cultura mesoamericanas que se inician entonces. Cabe destacar las cul-turas mayas desarrollándose en el Petén guatemalteco, extendiéndose hacia la costa del golfo. Predominando hasta la llegada de la conquista española el 4 de marzo de 1517, y once años más tarde en 1528 recreó la audiencia de Mé-xico; para transformarse con el paso de los siglos y del tiempo en un Estado Imperial; después de haber tenido dos épocas de gobierno: Creándose el vi-rreinato de Nueva España, con Antonio de Mendoza como primer Virrey en 1535. Entre los siglos XVI y XVII, la población indígena sufrió un signifi-cativo descenso por las condiciones del trabajo y las enfermedades. Las con-secuencias hicieron que la falta de mano de obra en las comunidades que abastecían a las ciudades en las minas, propiciase la aparición de la hacienda de esclavos negros, siendo sustituida por la mano indígena. La situación a la llegada de la independencia, tras el derrocamiento del virrey Iturrigaray y su sustitución por Pedro Garibay, fue el inicio de una época de represión sobre criollos que no hizo más que radicalizar su postura. Tras estas luchas, la clase criolla (se dice criollo a los hijos descendientes de padres europeos nacidos en los antiguos territorios españoles de América y en algunas colonias euro-peas de dicho continente. También se aplica al negro nacido en tales territo-rios, por oposición al que había sido llevado de África como esclavo) ascendió al poder, el predominio del ejercito aumentó y aparecieron los caciques loca-les, lo que globalmente significó un giro conservador en la historia de México.-La historia quedó dormida por ese tiempo para despertar en 1910; con la magnífica figura de Juárez, aclamado por el pueblo en su penúltimo capítulo de su mandato y, el último correspondía a los cuatro años de gobierno de

Page 15: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

15Enrique Martínez de Barrax

Lerdo de Tejada. Después había aparecido en el escenario el general Porfirio Díaz. En este periodo de tiempo marcado por las luchas de Díaz, había llegado al gobierno con un movimiento revolucionario que se oponía, no sólo a la reelección de Lerdo de Tejada para la presidencia, sino también a toda reelec-ción de gobernantes. Esto ocurría en 1876, y cuatro años más tarde, de acuerdo con el régimen constitucional de México, las nuevas elecciones consagraban al general Manuel González como jefe de Estado. Pasaron otros cuatro años, y en 1884, devolvió González a Díaz el cargo que con su responsabilidad desempeñara, en su lucha por el bienestar social del pueblo.

-Entre las distintas facciones políticas parece que durante esos últimos años, las ideas del general Porfirio Díaz sufrieron cambios radicales, y si ello no ocurrió en ese tiempo, ocurrió durante los cuatro años inmediatos, ya que el hecho concreto es que en 1888, en vísperas de la terminación de su man-dato, el presidente habíase hecho “relacionista”. Convengamos en que pudo comprobar las ventajas del sistema en beneficio propio y que debió parecerle excelente, además, porque fueron siete en total las reelecciones que lo perpe-tuaron más de treinta años en el poder gubernamental.

-A partir de este momento virtualmente, gobernaba a México desde la re-volución de 1876, y a finales de 1910, hacía rato ya que cumpliera las bodas de plata con el sillón presidencial. Por ese tiempo también, ya muy venerable octogenario, había dejado de ser el general Díaz, para transformarse en don Porfirio; pero para México no era ésta una postura dialogada con fines políti-cos. Como si lo hiciera de su resurgir en política y apoyado por sus seguidores, el señor Porfirio ha gobernado el país como una estancia grande; la voluptuo-sidad del mando gustaba a la propicia edad de cincuenta años, se ha hecho en él una segunda naturaleza que explica bien esa especie de título treintañal que piensa haber adquirido sobre la función gubernativa en un maduro entendi-miento.

- Las jóvenes mujeres que se han convertido en madres y han nacido sus hijos y se han transformado en hombres, cundo don Porfirio era presidente. El mundo ha cambiado; el tiempo cerró hace años la etapa de un siglo para lan-zarse, en esta época que vivimos, por los vertiginosos caminos de una edad deslumbrante de progresos; se ha renovado la modernización de un progreso productivo en la maquinaria industrial, en su ciencia creativa de la moda y el buen vivir. Todo ha cambiado en las mentes de los ciudadanos mexicanos, pero no para don Porfirio que sigue en la presidencia, sin ánimos de esperar su relevo, exigido por el pueblo. Ya que ha gobernado para enriquecer a unos elegidos, consiguiendo la pobreza de muchos campesinos. Demostrando en todo su mandato que ha gobernado para el lujo y el bienestar de sus incondi-cionales para las grandes concesiones, los tortuosos negocios que protagoniza enajenan la tierra mexicana echando sobre el país un engañoso manto de bien-estar. Ha gobernado con la peligrosa vanidad del hombre que se cree insusti-tuible, lo envuelve la farsa seductora de todos los que medran a su oscuridad de poder.

Page 16: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

16 Pancho Villa

-Cuando el hilo de la ley no se ve con claridad para enhebrar la aguja que siga tejiendo los destinos del pueblo con libertad y no bajo el rigor de una dictadura crónica que ya arrastraba sin mayor esperanza que la miseria física y moral que se iba heredando de padres a hijos. Pero se aproximaba el tiempo de una nueva elección, y don Porfirio tuvo la alta veleidad majestuosa de mostrarse magnánimo para con los pocos tenaces enemigos que se atrevían de alguna manera a sostener su enemistad. Y el octogenario presidente balbuceó una alarmante promesa de progreso.

-Con tantos desvanes y desórdenes el pueblo de México está ya en condi-ciones de elegir y tener un gobierno democrático. Y, cabe destacar que era ése el primer anuncio de que la dictadura terminaba. Don Porfirio había pensado, quizá, en un glorioso retiro; quizá, también él, como el pueblo, estaba obsti-nado en la rudeza de sus cicatrices marcadas por el poder y necesitaba un re-poso. Ya que, en los últimos tiempos, la labor clandestina de los opositores crecía impetuosamente; las nuevas ideas políticas que agitaban al mundo se estaban abriendo camino en la juventud mexicana, a pesar de todas las mor-dazas; los hombres que venían de Europa, los que llegaban de los Estados Unidos, todos traían una palabra de renovado espíritu que murmuraban como la clave de una confabulación y la voz del pueblo está en la calle, proclamando la democracia. La duda está servida en la mente de todos si don Porfirio no había reflexionado que era mejor marcharse a tiempo; ya que había cumplido ochenta y cinco años y debía tener un merecido descanso y morir en la paz reposada de los grandes genios. Ya vencido por las cicatrices del poder y del tiempo.

El ilustre anciano dejó de hablar. Natalia y yo reflexionamos de lo que dijo, tan reposadamente, con hechos vividos en la realidad. Donde las limitaciones de la experiencia como novelista, estoy siempre por debajo de lo que anhela-mos, de lo que nuestra propia vitalidad, aliada con la imaginación, nos depa-raría, se contrastan con las posibilidades de lo imaginario. Lo que en la vida acaso no logramos alcanzar, podremos hacerlo en el aire, sobre todo en el arte de la ficción literaria. Es relativamente llevadero reconstruir una realidad his-tórica, social y moral, con las armas de la inteligencia desde los adecuados archivos que dispongo; ya que el ser humano viene dejando huellas de casi todo, y el acceso a la documentación me es más favorable cada día como his-toriador. Me informo adecuadamente a través de la prensa de cualquier ciudad de provincia o de siglos pasados, por ejemplo, puedo recuperar datos suficien-tes de cualquier personaje y de su historia y tener de ella una visión fiable, segura y de sus referencias muy concretas sobre los más diversos aspectos de la historia de este entrañable Pancho Villa, huido de la justicia como Doroteo Durango, contada por un mexicano y medio español.

-Que nos permitirá conocer a un ser humano como jamás en la vida cono-ceremos. Este libro reconstruye la vida de un fugitivo campesino, casi infantil, huyendo de cierto incidente dramático. La tragedia ocurría en una humilde

Page 17: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

17Enrique Martínez de Barrax

vivienda. En esta modesta casita ocurrirá algo grave. Una madre llorando desesperada abrazada a su hija, la niña asustada y, ante ellas, un hombre con cierta ironía varonil, afronta el enojo de la mujer desesperada, exclamando ¡maldito cobarde, deja en paz a mi hija! Se hace un silencio desgarrador al grito de la madre, que se oyó en la lejana loma. La puerta se abre en esos ins-tantes y es cuando el hombre se hace hombre sin serlo, aparece Doroteo Du-rango y se enzarza en una pelea a muerte con el hombre que está en su casa deshonrando su honor de familia. Doroteo no puede evitar los golpes de su adversario, ya que no tiene nada más que dieciséis años y está lleno de la hombría precoz que le da la vida dura del campo. Salta por la ventana y con la misma rapidez Doroteo de nuevo está en la casa, para reaparecer por unos instantes después armado con una pistola que en sus manos endurecidas y callosas por el trabajo, no parece pesarle mucho. Está herido de rabia y no hay tiempo para pensar en tan ardua situación en defensa de sus seres más queri-dos y el joven campesino, en su mente decidida el arma está apuntando ya y se dispara confirmando cinco detonaciones.

Con el paso del tiempo y de muchas penumbras y con más años, rea-parece Doroteo y recordando su pasado de la huida dirá:

-No me arrepiento de mi suerte o desgracia, al descargar el detonador del revólver contra don Agustín Negrete, en defensa propia de mi familia; le dis-paré cinco balazos de los cuales le dieron tres. Con esta narrativa de lo suce-dido, dio paso al género literario de las famosas leyendas, para la prolongada música de aventuras, tiroteos y batallas que figuran en esta historia:

Le dieron cinco balazos a don Agustín Negrete, y no morir en mis lazos ¡Ay! qué mala suerte.

-Con esta aventura salta a la fama Doroteo Durango, que le marcaría la fugaz primera etapa de su vida. Tal etapa termina ciertamente el día de los hechos y el intento de asesinato, porque Doroteo huye de su casa para ir a ocultarse en las próximas serranías, y al hacerlo inicia, sin sospecharlo aún, una muy larga y accidentada aventura, la de:

Page 18: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

18 Pancho Villa

II PANCHO VILLA

-Soy consciente como narrador novelista, que al elegir una obra literaria como la de Pancho Villa, tantas veces escrita y llevada a las grandes pantallas del cine... No basta con pensar en el conjunto de obras literarias de cualquier época para observar que todas ellas se pueden organizar en diferentes grupos que comparten unas características más o menos comunes. Bien es cierto que la frontera entre estas agrupaciones no siempre está clara, y que muchas veces es difícil clasificar una obra como la de Pancho Villa porque en ella están presentes características de diversa naturaleza. Aun y no dejando de lado la preocupación teórica por la agrupación y clasificación de textos y archivos históricos (periódicos- revistas).

Para algunos historiadores, en la base de la teoría de los géneros hay una suerte de pacto entre creador y público. Desde la perspectiva del escritor, su aportación consiste en escoger un modelo expresivo, ajustarse a sus conven-ciones retóricas y significados y dotarlo de un contenido y un estilo propio. De esta forma, el novelista creador construye una obra reconocible con su personaje elegido, desde el punto de vista genérico; que, en el receptor o lec-tor, la adscripción de esta obra moderna pase a un género determinado de la historia, ya que provoca unas expectativas concretas y, esta narración que nace en la soledad de una oscura noche.

Page 19: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

19Enrique Martínez de Barrax

***-En esta inquietud de soledad y de la fría noche, acurrucado y tiritando está

nuestro jovencito prófugo, puede vislumbrar un porvenir tan oscuro y triste como su pasado. Allá abajo, en la llanura, quedan su madre y sus cuatro her-manos menores, más desamparados que nunca. Su padre ha muerto hace años, y Doroteo es desde entonces el jefe de la familia, ejercitando esa jefatura en las duras tareas del campo, que tiene uso de razón. El tal López Negrete, jus-tamente era el dueño del campo que Doroteo cultivaba en una modesta socie-dad, de manera que albergaba la ofensa más inferida a su hermana Martina. También desahogó, seguramente buena parte de su odio escondido en su inte-rior, por la explotación humana en el trabajo y de muchos soles de jornadas mal contributivas, engendrándose el rencor del joven campesino y, para colmo de los males de querer deshonrar a su hermana, ya que la misma acción en-gendra odio. A esta acción ya engendrada por el odio, lo justo y razonable es que don Agustín había quedado con tres merecidos balazos en el cuerpo, y que ahora Doroteo tenía que ocultarse en las sierras quién sabe cuánto tiempo. No hay que pensar que le asusten los aullidos del lobo ni la soledad ni que se sienta débil para afrontar la salvaje existencia que le aguarda. Está hecho a la vida dura, conoce el padecimiento y el calado de la lluvia en el campo, no hay en todo el departamento de Canatlán rincón que él no conozca y no han de faltarle amigos que le ayuden. En su desesperación de soledad, necesita ur-gente quién le ayude, ya que no sabe cuánto tiempo tiene que estar en la sierra oculto en las claras del día y caminar en las negras noches entre peñascos.

-Cuando la necesidad de supervivencia nos es necesaria, que es el juego de la vida o la muerte. Como un valiente felino, cierto día sigilosamente, se apro-xima a la villa de unos hacendados señores amigos de su padre, para saber de los periódicos las noticias y que dicen de su paradero o proceder de las auto-ridades. En su pensamiento puede pedirles a los señores para vivir un caballo, un fusil, municiones y alguna ropa. Todo eso le bastará para vivir y defenderse de los acechos de la sierra. En su interior todavía no ha olvidado a su gente, hace lo único que puede hacer y pide encarecidamente que le envíen una mi-siva a su familia, aconsejándole a su madrecita, que se vaya con los chicos a la casa de Río Grande y, sobre su estado y paradero en la que vive.

-Con agilidad va adquiriendo experiencia en sus movimientos de despla-zarse por la sierra de un lado para otro, llegándose a decir que lo han visto en dos sitios diferentes a la vez. Su rostro se va curtiendo al igual que le va cre-ciendo la barba, que le denota la de un hombre salvaje y valiente en la sierra de Gamón que se extienden los parajes los que Doroteo merodea desde enton-ces. Ya hecho a la ruda existencia del campo, no le cuesta mucho aclimatarse a esta solitaria vida salvaje y peligrosa de las serranías que será enseguida algo así como el insensible aprendizaje para un oficio aventurero y a las inclemen-cias de la naturaleza. Más rudo como la corteza de la encina salvaje se va formando su piel y cuerpo, con su instinto lobezno y su inteligencia se nutren en el agitado experimento de cada día; un experimento progresivo que alcanza

Page 20: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

20 Pancho Villa

desde el hambre y la fatiga, hasta los rozamientos con la muerte, siempre al acecho de cada recodo, para llegar a su tiempo. Como si el destino le hubiese dado la espalda y tiene que verlo con urgencia salir de su atolladero triunfante, venciendo todas sus acechanzas, si es que se considera que está en el mundo de los vivos y debe vencer los peligros que aumentan vertiginosamente de gravedad en su entorno.

-Las autoridades del Estado de Durango han condenado a Doroteo a muerte y él sabe que con más o menos preocupación, las partidas de guardias rurales continúan buscándole por esas serranías. Siempre astuto como un zorro y vigilante, tiene sus seguros escondrijos hasta debajo de la tierra, que él sólo conoce y desde sus guaridas ha visto a distancia cómo pasaban de largo a sus perseguidores que seguían sus huellas. Pero el instinto de supervivencia de Doroteo es tan grande que sabe que no tiene la necesaria habilidad para eludir siempre a sus perseguidores, y sufre su primer fracaso cinco meses después de aquella tarde de septiembre, cuando le disparó a su adversario.Seguro de su inocencia, parece que es él mismo quien va a ponerse en manos de los tres guardias rurales que lo siguen, de tan neciamente que procede. Cuando quiere acorralar lo han desarmado ya, y lo llevan entre carcajadas y pullas al pueblo de San Juan del Río. Ciertamente, la captura de este mucha-cho de diecisiete años no podía significar para los guardias ninguna hazaña memorable. Si bien el delincuente se mostró escurridizo y fastidioso, mientras estuvo en libertad, ahora maniatado y trotando delante de los caballos, no tenía un aire muy temible. Era, al fin y al cabo, un muchacho de diecisiete años solamente, por más que la reciedumbre de su cuerpo, el rostro curtido y la expresión bronca no tuviesen nada de infantil. En el silencio de la noche y en algún aullido lejano del lobo, los guardianes y el fugitivo llegaron al pueblo ya de noche, y le tocó a Doroteo dormir en una cárcel por primera vez, cosa que era también experiencia importante. De momento, ésa era para él su úl-tima noche; y como lo sabemos enérgico y atrevido, hay que imaginarlo in-somne y caviloso durante horas, más que lloroso y asustado. En sus horas de silencio en la caída de la noche, todo lo que pudo tramar en esas horas noctur-nas se modificó a la mañana siguiente, cuando el capitán de los rurales resol-vió obligatorio a trabajar mientras llegaba el momento de fusilarlo. Lo sacaron entonces al patio de la cárcel para que moliera unos barriles de maíz (nixtamal maíz cocido con agua de cal, para hacer tortitas), como si la pena de muerte fuera poco y viniese bien ese agrado breve de trabajo formando parte de su inquietud forzosa sin libertad.

Con su libertad forzosa para el trabajo, aprovecha la confianza de sus guar-dianes, ya que tiene que servirles, moliendo maíz y hacer tortitas y es cuando resuelve librarse de sus carceleros, matando al guardián de la puerta, huyendo en veloz carrera, cuesta arriba difícil de darle alcance, hasta llegar y perderse entre los matorrales del Cerro de los Remedios. Recobrando su auténtica li-bertad. Huye feroz y decidido por el camino de las sierras, donde recobrará

Page 21: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

21Enrique Martínez de Barrax

toda su seguridad salvaje y escurridiza transformándose en un prófugo, hu-yendo de un sitio para otro de la justicia por segunda vez, y dejando tras de sí una víctima y burlando por segunda vez a sus perseguidores.

En su afán de su pervivencia roba un caballo y necesita ayuda, como ropa y alimentos. En la soledad de una noche oscura, se decide a pedir ayuda a un familiar y llega hasta la casa de un primo hermano que vive en las afueras de San Juan del Río, y allí cambia su caballo robado por uno fresco y con mon-tura, proveyéndose de armas y alimentos, con la promesa en su mente, luchar y vencer, rendirse será la muerte, no le importará su solitaria vida en las sierras y vivirá como una alimaña, si el tiempo y la naturaleza lo requieren o el mismo destino de su ser humano.

Nataliana interfiere, con un gesto de belleza, apartando cuidadosamente su mechón de pelo de la sien, cubriéndole su medio ojo, para decir y preguntarle al anciano colaborador de esta historia: -

- Señor Belmonte ¿cuándo creé usted que Doroteo Durango va a saber del apellido de su abuelo?

-Le contestó el anciano:

- Cabe destacar que su abuelo paterno se llamaba Jesús Villa y si tal ape-llido no pasó normalmente del abuelo al nieto, fue porque se interpuso don Agustín Arango como hijo natural del primero.

-Dice Villa: “como yo tenía noticia de cuál era el verdadero apellido que debía haber llevado mi padre, resolví amparándome en él cuando empezaron a ser cada día más constantes las persecuciones que me hacían y tuve que tomar una decisión de cambiarme de nombre y apellido”. Y explica también que, aunque prefirió llamarse Francisco, no sabe cómo todo el mundo co-menzó a nombrarlo Pancho. -

- El capitán Belmonte deja de hablar y le interfiero y le digo:

- Cómo cree usted que se hizo guerrillero Pancho Villa.

-Él me respondió: Sin duda alguna que fue por su vida accidentada de ir de un sitio para otro como prófugo y perfeccionándose en las fugas y ejercitando las luchas, para sobrevivir. Así como iba creciendo en físico y experiencia, aprendía a conocer la naturaleza y la convivencia de los animales salvajes, a conocer la caricia de los ramajes y del viento frío de la nieve y la niebla, for-mándose a sí mismo el hombre, para llamarse Pancho Villa. Donde por pri-mera vez se conoció en los alrededores de Canatlán, entre los hombres que cruzaban las sierras y la gente del pueblo; después comenzó a difundirse por otras poblaciones del Estado de Durango, rebasó a Chihuahua y Coahuila, y luego de propagarse por todo el norte del país, se fue extendiendo hacía el sur para difundirse en todo México. Y dando un salto más como látigo estirado le

Page 22: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

22 Pancho Villa

hizo saltar fronteras y correr por el mundo entero…-Queda más que demostrado que fue en esos parajes de la sierra de La Silla

y hacía el año 1895, cuando comenzó a nombrarse por primera vez Pancho Villa.

-Nataliana interrumpe, cruzando las piernas y descruzándolas impaciente, con mirada de curiosidad, para decir:

-Señor Belmonte ¿Cuándo cree usted que Doroteo Durango va a transfor-marse en Pancho Villa?

-Le contestó el anciano tragando saliva: -Si no recuerdo mal, puede decirse que fue por el año 1895, ya que no hay

nada en concreto acerca del justo momento; pero lo cierto es que en este mismo año hizo su segunda escapada a las sierras y las crónicas ya hablaban de un tal Bandido Pancho Villa, y el mismo aclara, con discreta remoción de su árbol genealógico, la razón de ser de tal apellido, aunque nada dice respeto al nombre.

Parece ser que el resultado de la cuestión es que el abuelo paterno se llamaba Jesús Villa y que, si el tal apellido no pasó normalmente del abuelo al nieto, fue porque se interpuso don Agustín Arango como hijo natural del primero y por boca de Doroteo dice:

- Como yo tenía noticia de cuál era el verdadero apellido que debía haber llevado mi padre, resolví ampararme en él cuando empezaron a ser cada día más constantes las persecuciones que me hacían. Hay un momento de silencio e interfiero y digo:

-Está más que justificado de la manera que lo explica Villa su cambio de nombre y explica también que, aunque prefirió llamarse Francisco sin aclarar por qué, todo el mundo comenzó a nombrarlo Pancho.

-Si así fue interfiriéndose el señor Belmonte, para decir: - Las crónicas que he ido leyendo a lo largo de esos años, decían que poco apoco, se fue haciendo a la vida accidentada del prófugo, como se fue perfeccionando en la fuga y ejerciendo en la lucha, así como iba creciendo en físico y experiencia, apren-diendo a conocer las inclemencias de la naturaleza, el soplido del viento y la nieve en su cara, así de largo en largo, el tiempo pasaba y se formaba para llamarse Pancho Villa..

-El anciano hizo un gesto de reposo y continuó hablando para decir: -Muchas aventuras le aguardan a nuestro héroe, para mediados de octubre

de este mismo año, el destino le prepara un nuevo ensayo de su audacia, algo más que persecuciones, balazos y cárceles, de la peligrosa decisión que ha tomado, de descender al llano y semidormido a la sombra de dos matorrales, cuando de improviso cae sobre él una partida de rurales. No era casual el en-cuentro y parecía mediar la delación de algún falso amigo. Sin darse cuenta de reaccionar se ve rodeado por guardianes que le apuntaban con sus carabi-nas, viéndose en la inutilidad de cualquier gesto, cuando se está rodeado por fuerzas superiores a su imaginación…

-Con astucia, e indefenso reacciona al verse acorralado y reconociendo la

Page 23: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

23Enrique Martínez de Barrax

inutilidad, les dice hombres de la ley estoy rendido y como pueden ver no puedo intentar nada en esta semejante situación por lo que les pido que se tranquilicen y, dispongan de mis alforjas repletas de comida, ya no la voy a necesitar a donde ustedes me van a llevar. Los hombres seguros de sí mismos por no desaprovechar una merienda tan sabrosa a la hora de comer y no tener nada que echarse a la boca: La proposición implica un desafió ya que bordea el mediodía y nadie puede desestimar la oportuna comida campera que el preso sugiere; queda mucho camino, además, hasta San Juan del Río, y no habrá en el trayecto otro lugar más indicado que ese monte para reponer fuer-zas y el jefe de los rurales recogió directamente la sugerencia del joven Villa, diciendo:

-¡Que miedo le vamos a tener a este pobre! ¡Sí, compañeros vamos a comer de esta merienda…!

- Cuando más confiados están los rurales, esto se significa para Villa el justo momento necesario, para escaparse. No lejos del lugar de donde esta, en una hondonada, tiene oculto su caballo y debajo de la manta donde descansaba para dormir tenía su pistola. La agrupación de guardianes dispersa y descon-fiada, quedando tres vigilantes en custodia del campamento provisional y del detenido; sin preocuparse del preso, porque no era más que un muchacho de diecisiete años indefenso.

-Villa está manso como un cordero, el jefe de los Rurales y sus subordina-dos, no se dan cuenta de su peligrosidad, ya que tiene en su haber, una senten-cia de muerte. Aprovechando un descuido de un salto se echa sobre la manta, donde había estado acostado, y como un rayo se levanta encañonando con la pistola a los tres guardias; sorprendidos por su temeridad precoz, dejándolos indefensos. Les hace tirarse al suelo y que rueden cuesta abajo por la ladera del arroyo. Viéndose libre corre después hacía la hondonada, donde tiene oculto el caballo y, de un salto monta el caballo, huyendo de la justicia por segunda vez en su vida de prófugo. Con esta escapatoria se consolida con notoriedad irritante su engrandecido prestigio de fugitivo escurridizo, y sienta mal a los habitantes de aquellos parajes de tanto coraje y tanta rebeldía en un muchacho; a él, por su parte, también le sirve la experiencia para sentirse más afirmado en su libertad y descubre que ni aún siete hombres juntos, no lo pueden hacer prisionero. -

En su habita natural del hombre que se va forjando como el acero y rudo como el campesino que ya le conocen y les llega la noticia a San Juan de Río, la nueva fuga indigna y les asombra a la vez. Como un muchacho Doroteo Arango o Pancho Villa, tiene en su temprana cuenta la agresión de don Agus-tín Negrete que ha quedado inválido y el descalabro del rural que lo custo-diaba cuando huyó de la propia cárcel del pueblo; ahora, esta nueva escapada es casi un desafío a los vecinos que galopan en las acordadas… (Acordada orden expedida por un tribunal. Expediente de la Santa Hermandad estable-cido en México en 1710 para aprehender y juzgar a los salteadores de cami-nos). Por esos lugares y en aquellos tiempos, la justicia andaba un poco

Page 24: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

24 Pancho Villa

descompuesta en México, y la acordada de cada población, no sólo dictaba sentencia contra los bandidos, sino que salía a los campos a las sierras para liarse a balazos con ellos cada vez que la justicia lo exigía. En su empeño de persecución la acordada de San Juan del Río y herida en su amor propio por las escapadas de Villa, vivió tres meses de agitado traqueteo. Después de es-cabullirse cien veces por la sierra o el monte, un día que Villa anduvo más lerdo, se agregó otro episodio a sus precoces hazañas y, así lo cuenta Villa.

-Me encontraba en un lugar que se llama el “Corral Falso, y como mis perseguidores de la acordada no conocían el terreno y el corral no tiene más que una entrada, les hice el engaño de que iba a salir por otra puerta. Todos ellos se reunieron para perseguirme, y al enfilar por la bajada se me pusieron de blanco… (a tiro).

-En sus propias palabras, Villa revela algo de la temeridad casi infantil que le asistía en ese crítico momento no sabe reaccionar que la vida está en juego. La acordada, una docena de hombres, está frente al pequeño bandido de Ca-natlán, quien, como para justificar la ferocidad, explica que se le “pusieron de blanco… y bien parapetado les abrí el fuego, matándoles tres rurales y unos siete caballos, la lucha era vencer o morir”…

***

Estamos sentados en el alféizar de la ventana y el anciano en un saliente de una vieja pared del penal. Nataliana me mira, acariciando mi mirada como un dulce beso, o quizás en mi fantasía de un muchacho enamorado. Le devuelvo la mirada y ella me sonríe con sus labios entre abiertos encarnados como las amapolas. Se levanta y dice segura de sí misma:

Page 25: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

25Enrique Martínez de Barrax

-Cuando yo era niña mi hermano me señalaba con el dedo para decirme: eres una niña mala y traviesa en la que no se puede confiar. Desde ese día mis dos hermanos me guardaban la distancia, no querían jugar conmigo. Ahora son dos hombrecitos muy educados, que me quieren muchísimo, a pesar del tiempo transcurrido somos una familia muy unida y gracias a nuestros padres, por corregirnos en nuestras debilidades y travesuras…

- Y por lo que usted dice señor Belmonte de nuestro protagonista Pancho Villa, que no tuvo una infancia y unos padres que se cuidaran de su educación, siendo todo lo contrario, ya que tiene que trabajar, para mantener a su familia, añadiendo a su destino la fatalidad de defenderla a tiros; permítame decirle que yo lo considero un héroe de la historia y, un valiente, por considerar su derecho de defender a vida o muerte el honor de su familia, no comprendo cómo se puede perseguir a un joven menor de edad, sin darle una oportunidad de un juicio justo en defensa de su causa.

-El veterano militar se dio cuenta que la joven sabía desenvolverse bastante bien y dudó un instante, reaccionando de forma esforzada, poniéndose de pie dijo:

-Nadie puede tomarse la justicia por su mano, y está más que claro que Villa ha dejado un rastro de cuatro hombres muertos y un herido. A sus die-cisiete años; dos veces ha sido capturado y dos veces ha huido. A estas edades en que la mayoría de los muchachos comienzan a curiosear en la vida, él ya vive solo, en un medio hostil y peligroso, donde cada día que transcurre le significa siempre una lucha a ciegas, incierta y una victoria inevitable, porque en la derrota le va la existencia… Es necesario no olvidar este curioso y bár-baro relato porque se encierra en él la clave que puede explicar la azarosa existencia del hombre que había de transformarse después, en un personaje con un lugar en la Historia, a la que usted se refiere estimada Nataliana.

-Interfiero después de haber escuchado a mis dos colaboradores de narra-ción y digo: - Si puntualizamos en proposición las tres primeras aventuras que se encadenan cronológicamente de tal manera, que la peligrosidad de Pancho Villa crece de modo fabuloso en pocos meses; y crece no sólo por la feroz elocuencia que implican en su haber delictivo a cuatro muertos, sino también porque los bandidos y maleantes se benefician de la precocidad… Pero no debemos de mirar del mismo lado criminal las injusticias inciertas hasta llegar como Doroteo Arango a matar.

-Queda más que demostrado que aquella aventura del Corral falso le dio a Villa sobresalto suficiente para desaparecer por cinco meses de todo paraje transitado. Reflexionemos mis desconocidos lectores y concedámosle, por lo menos, que alguna impresión le provocó aquel triple acierto de su puntería cuando mató a los tres rurales, y de ese modo vamos a explicarnos su actitud cuando huye a los más altos parajes del Cañón del infierno, en la sierra de Gamón, y se aguanta allí cazando reses salvajes y preparando carne seca y, comercializando sus pieles a buen precio.-

Page 26: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

26 Pancho Villa

-Deja las tierras altas después de unos cinco meses y baja cautelosamente a los lugares poblados, como un cazador emérito herido en su amor propio por su libertad perdida. Está seguro de encontrar amigos en este o aquel paraje, y así llega a la casa de Jesús Alday, que también sabía de cárceles rurales. Este Jesús Alday es quien le da un rumbo definitivo a la recién iniciada carrera de Villa, al presentarles a dos amigos que también tienen cuenta con la justicia; pero cuentas deliberadas y semanales de los quehaceres y supervivencia que la vida les requiere, en que reconocen y dicen:

-Nosotros sólo sabemos robar y matar; se lo advertimos para que no se asuste, le dice Ignacio Parra y Refugio Alvarado, un poco inseguros del nuevo compinche, por su aire juvenil, esperando la respuesta del nuevo conocido en la banda.

- Villa después de escuchar a sus interlocutores, adaptando una postura cómoda, para decir: A lo que a mí se refiere, mi destino ya lo tengo trazado, morir o vivir y prefiero vivir y, estoy dispuesto señores a obedecer a ustedes en todo lo que manden…

- Hay un momento de vacilación cuando Villa deja de hablar y uno de ellos dijo: “Eres un joven valiente y valeroso, que no tiene miedo a los peligros y percances que te pueden acarrear la vida en la sierra. Eres un excelente tirador, pero ya no se trata de matar rurales perseguidores, si no de robar mulas y ca-ballos y estos son los resultados.” Villa lleno de asombro, casi no se atreve a tocar los tres mil pesos que le entrega Parra.

-Sin duda que en su aceptación Villa pensó que eran tres mil pesos, que nunca había visto juntos en su vida y mirándolos se dijo a sí mismo: “ Com-praré con este capital algo de ropa que tanto necesito y no puedo olvidar el recuerdo de mi madre, mi familia que debo ayudarles de la miseria que viven.”

-Cierto día con un sentido más limitado ya de hombre y sin importarle las persecuciones, se decide de visitar a su madre y tanto afán pone en ese em-peño, que sus dos socios con familia también en esos parajes de Río Grande, resuelven de acompañarle.

-Bien vestido y la mirada atenta en su alrededor, llega hasta la casa de su madre lleno de confianza, donde dos años después, saliera a balazos y con el nombre de Doroteo Arango. La madre, no sólo le encuentra más crecido, si no con algo diferente en la manera y la mirada; con algo extraño que en su cora-zón se aclara con reproches y consejos, cuando el hijo le entrega aquellos tres mil pesos que tanto le asombran. Con gran apresuramiento la madre los guarda en una caja, prefabricada por ella. Mirando a su hijo se da cuenta de lo que va a ocurrir y Villa sabe responder a los reproches maternos con pala-bras asistidas de preocupación.

-En el momento de poner a su madre al corriente de todo, se acercó a su hermana y le dice: por defenderte me veo en esta desgracia, pero ya soy un hombre que seguramente nació para sufrir; éste es el único destino que se me ofrece. Mis enemigos me persiguen y usted madre no debe sufrir, ya que sabe

Page 27: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

27Enrique Martínez de Barrax

de dónde arrancan mis sufrimientos; prefiero ser el primer bandido del mundo antes que dejarme ultrajar. Écheme usted su bendición, madre, y encomién-deme a Dios…

-La señora campesina sin mediar más palabras abrazó a su hijo y dijo: si tu padre hubiese vivido no habría pasado esta desgracia; “desde luego que no madre” dijo Villa llorando, consolando el cuadro familiar que tenía delante y nada podía hacer, para borrar el negro recuerdo de la infancia de López Ne-grete que no se había borrado aún de su pensamiento y soplaba como el viento sobre su cabeza.

Page 28: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

28 Pancho Villa

III TRES MESES

Tres meses habían transcurrido, tres prolongados meses, que Villa y sus com-pañeros iban por los caminos de la sierra o merodeando en las haciendas más apropiadas, haciendo de las suyas y a vivir con la existencia corriente de los bandidos. Ésta actividad pudo seguir con mucho tiempo, pero cierto minero que cargó sus mulas inocentemente, llevaba ciento cincuenta mil pesos escon-didos en la montura, según lo sospecho el propio Villa con mucha perspicacia, y mucha admiración por parte de sus dos socios. En esta situación de la ho-nestidad, Villa se había percatado de la división y reparto de robos anteriores, lo que suponía un verdadero capital y de que los tres pensaran regresar a sus tierras y establecerse con alguna descansada labor que les recompensara por sus ajetreos y de luchas por los caminos maltrechos de la serranía.

-Villa se gana la confianza de Parra por sus ideas y su astucia de genio y coraje a la hora de tomar una decisión. Repartiendo por igual todos sus bene-ficios del trabajo delictivo, y parece que van bien las cosas, y no por la caridad pública, si no por las luchas del débil o del más fuerte. Pancho Villa de fiso-nomía inteligente, respiraba energía cuando de nuevo en los campos de Río Grande y los intentará por primera vez en esos años iniciales de su aventura, y eso que a sus dieciocho años sabía adoptar una resolución, de su supervi-vencia, se había percatado de su condición miserable y se había prometido “hacerse” a sí mismo.

-De momento todo va bien, porque la justicia no interviene para nada, a lo largo de casi un año. Durante ese lapso él vive buenamente, repartiendo su dinero con una generosa disposición que le será característica más tarde. Da dinero a la madre a los parientes y a las familias de su amistad, gente campe-sina toda, que mirará a Villa de ahí en adelante, como un raro ejemplar de la bondad humana.- Entretanto, los tres bandoleros retirados guardan de todas maneras algunas precauciones; se han instalado en un paraje aislado, vecino a los campos familiares y conservan sus armas siempre listas porque ninguno de ellos confía mucho en el olvido de sus fechorías.

-Al despertar del gallo, una mañana, la pausa se quiebra al fin, cuando Alvarado y Parra, acompañan a Villa hasta llegado a la casa de este, en una de las visitas habituales. Todavía están ensillando los caballos, cuando una de las hermanas de Villa anuncia con alarma:

-¡Ganarás el pan con el sudor de tu frente y con caballos Pancho!-Pancho muy seguro y muy hábil, a la vez que sus compañeros, se enfren-

tan esta vez a la partida de rurales, es como de setenta hombres y como los bandoleros son tres, le corresponde a cada uno de ellos un honroso promedio

Page 29: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

29Enrique Martínez de Barrax

de adversarios no identificados. Ahora es casi una pequeña batalla la que li-bran sobre la base de la estrategia menor, que para el caso no pasa de llamarse picardía. Con la libertad perdida o la muerte en los talones, vuelven a funcio-nar los rifles, y una vez más las cabalgaduras de los bandoleros se pierden en la polvareda del camino, ante los ojos de los desanimados perseguidores, de-jando en vano su esfuerzo.-

-En su alocada persecución, Villa sabía que de niño había que ganarse el pan con el sudor de la frente; pero no ahora robando y a balazos.- Perdidos en la sombra de la noche acampan en un monte, pero a la madrugada, cuando despiertan bruscamente, adivinando un nuevo peligro se encuentran casi a merced de tres cazadores que ya están apuntando con sus armas, cada uno a su víctima.

-La sorpresa que se llevan los cazadores en un abrir y cerrar de ojos, se ven envueltos en un abanico de balazos. Un buen cazador debería saber que eran hombres desesperados huyendo de la justicia y no se dejarían atrapar, porque en su lugar prefieren la muerte. Antes de verse maniatados prefieren la huida; en cambio, la antigua intimidad con el peligro y la destreza del asesinato; por eso no es extraño que la escena dé vuelta velozmente y, cuando se descargan las armas, los tres hombres que caen muertos son los cazadores. Toda pruden-cia o rapidez es poca, que también hay un balazo para la pierna derecha de Ignacio Parra y otro que araña la piel de Villa sobre el corazón, de modo que el lance resulta una experiencia más para el joven, que hasta entonces nunca fuera herido.

-Hacía un día muy claro y a eso de las nueve de la mañana Villa, Parra y Alvarado, eligieron el mejor escondite de la sierra y allí se quedan tres meses, mientras la herida de Parra se cura lentamente; Villa y Alvarado, entretanto, hacen algunos viajes al poblado de Tejamé, donde venden la carne seca que almacenan en su refugio serrano, y es en uno de estos viajes cuando Alvarado tiene una ligera idea del verdadero carácter del muchacho que siempre le acompaña recíprocamente. Por donde van el camino es pedregoso y de acan-tilados, donde tropieza un mulo y el bandido echa la culpa a Villa, agregando tantos insultos que bastan para que la rara susceptibilidad del muchacho des-borde por el camino toda su inquietud de paciencia…

- Eche mano de mi rifle y lo agarre a balazos. – Dice Villa. - Uno de mis tiros le pegó en la frente a su mula, y ella y jinete rodaron como doscientos metros cuesta abajo. Viéndose perdido, Refugio me gritaba desde el fondo del voladero”.

-No me tires, güero, no seas ingrato…Después del incidente vuelve solo a la sierra y allí delibera con Parra; éste

mide la situación y, a poco de una lejana entrevista con Alvarado, queda re-suelto que Parra seguirá con el muchacho y el casi el difunto Alvarado se las arreglará solo. Él sabría el camino a seguir en solitario o acompañado.

Por la forma de hablar de Parra, Villa tenía toda la confianza puesta en él, y en muy poco tiempo se perderá la concordia que hay entre los dos. Cuando

Page 30: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

30 Pancho Villa

salen cierto día a distraerse y cambiar de aires en la ciudad de Durango. Hay primero un espectacular tiroteo, más experiencia para Villa, que se desarrolla en plena calle, a donde Parra fue atraído por una debilidad amorosa; allí el fuego comienza en plena lucha y se aleja después hacía la sierra, cuando los dos bandidos retroceden manteniendo a distancia a la nutrida y desganada gendarmería que los persiguen sin mucha convicción. Después se repite la historia, ya igual que siempre, de las veloces cabalgaduras esfumándose entre los últimos inútiles disparos, silbando entre los matorrales.-

-Abandonada la persecución, días después, se une a la pareja otro bandido; este José Solís, es antigua amistad de Ignacio Parra, pero a Villa parece caerle mal. Si estaba equivocado no tuvo tiempo para corregir la impresión, porque en el atardecer del mismo día, cierto encuentro determinó otro rumbo para la vida de Villa. Fue el encuentro de un viejo arriero que subía el camino, mar-chando perezoso detrás de la mula que llevaba una carga de pan; les venía bien a ellos la mercadería y quisieron comprarle alguna cantidad, sin que el viejo presintiera lo peligroso que era negarse a ese capricho.- Si algunos desgra-ciados, saben tomar decisiones, la tuvo el bandido Solís, en su última insisten-cia, con el arriero, al negarse ¡No, no! Exclamó el anciano. Eres un perro viejo y no perteneces al mundo de los vivos… En ese preciso momento sacó su pistola y lo mató de tres balazos.

-Lo auxilió Villa muriendo en sus brazos y con avidez dijo: - Por este desacostumbrado camino del asesinato no íbamos bien y todo por un pedazo de pan. - Reaccionando Parra, discutieron la acción de lo ocurrido…De nin-guna manera necesitábamos haber sacrificado a un hombre para quitarle el pan. - Lo que indignaba a Villa no le parecía mal a Parra, escuchando al mu-chacho de lo que decía:

-No señores, por este camino yo no sigo y me separo de ustedes. -Cogién-dolo de la pechera con ira, retírate cuando quieras, le respondió Ignacio Parra, apartando sus manos con un gesto de amistad y aconsejándolo.- Si te marchas irás de un sitio para otro, no vas a poder vivir sin mi compañía.

Pancho Villa y sus seguidores

Page 31: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

31Enrique Martínez de Barrax

-Dice Villa en una crónica de la época: -“Esperé a que pudiera hablar lleno de furor, pero con una reflexión generosa y exacta: No volví a encontrar en mi vida a aquel hombre que en cierto modo, me había enseñado muchas cosas, y después de esa separación, me fui directamente a San Juan del Río, al mundo civilizado”. Villa no hablaba siquiera ese lenguaje propio de los campesinos, en el que éstos no emplean el artículo y sólo conocen el infinitivo de los ver-bos. Y conviene saber cuándo reanudará su marcha hacia el Este, procurando evitar cualquier tropiezo con la justicia, y afectado de aquel contratiempo con Parra; ahora camina solo y debe aceptarlo con filosófica paciencia. No le sería difícil seguir adelante acostumbrado a los duros trabajos del campo. El tiempo le era favorable, cálido y saludable, podía dormir a la intemperie. Estaba muy seguro con relación a su edad de no dejarse atrapar. Observo el horizonte y sus inquietudes y esperanzas de libertad se habían perdido para él. Seguiría ade-lante con nuevos episodios de aventuras, respetando a la par cierta cronología, para conocer y seguir más de cerca su progresiva transformación del perso-naje, explicándose en cierta medida algunas de sus virtudes y muchos de sus defectos.-

-El señor Belmonte dejó de hablar y cogiendo el relevo y lectura de su viejo diario, me doy cuenta de que aún no hemos llegado a la verdadera lectura de Pancho Villa; apenas si estamos a medio camino para llegar a él; en la que puede leerse que todavía no ha desaparecido aquel Doroteo Arango que al principio se nos presentó en actitud dramática, y apenas si lo que sucede es que Doroteo se ha hecho práctico en la lucha empuñando las armas, pistola y rifle, con habilidad y destreza de largas galopadas a caballo, perdiéndose en los vericuetos de las serranías de su tierra. Vale también, el haber de su cuenta, el hecho de que está aprendiendo a conocer a los hombres por el lado peor sin que se resienta de su infancia campesina. Ahora se da cuenta que ha crecido y lo demuestra en audacia, cuando después de separarse de Parra, entra en San Juan del Río, donde, hace tres años ya, mató a su guardián carcelero, para huir hacia la libertad.

-Sin techo donde dormir, camina, huyendo de los acechos y tiroteos, te-niendo en su haber el firmamento, siempre merodeando por los mismos para-jes. Con la cautela con la que ha aprendido a estar solo, ahora se hace acompañar de otro compañero de aventuras Manuel Torres, que cuando tiene dinero, no sólo lo abandona, sino que también lo roba, llevándose caballo y montura. Con esta primera desavenencia de amistad, por la traición de su compañero, no dándole importancia, continúa dispuesto a tener un nuevo compañero y hace amistad con Luís Orozco, a quien conoce de tiempos más apacibles. Ahora con un sexto sentido de la justicia, muy resquebrajado por entonces iba a relajarse mucho, más adelante, cuando al merodear por el po-blado de Menores se entera de que el indigno Manuel Torres es allí nada menos que el jefe de acordada.

-Villa, como promotor, plantea la situación y en buen entendimiento los dos amigos deciden buscar al tal Torres y resolver a balazos el pleito cono-

Page 32: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

32 Pancho Villa

cido. Torres, como invitado por un Ángel simpatizante, apareció de pronto frente a ellos y después de dos o tres balazos, se rindió desesperadamente, sin que eso modificara el plan de Villa. Para acometerlo con mayor tranquilidad, llevaron al prisionero hacia la llanura desierta y allí, con el dedo en el gatillo ya, triunfaron al fin los ruegos del sentenciado, no sin condiciones. Y lo prin-cipal fue que Torres renunciaría a la jefatura de la acordada y se retiraría a vivir en su campo sin tramar ningún engorro para los dos hombres que le perdonaban la vida. Dando por zanjado lo pactado y por escrito, cosa que impresinó mucho a Villa, que por entonces todavía no sabía leer ni escribir.--El tiempo va transcurriendo como agua de mayo, y durante aquellos años, las fechorías de Villa no se habían extendido mucho aún; en realidad, podríamos decir que tomando como centro a San Juan del Río, nunca se alejó de su en-torno territorial, de unas treinta leguas a la redonda. Todavía vuelve a recorrer esos mismos parajes una vez más en compañía de Orozco, pero los peligros cada vez mayores que le amenazan, le deciden un día a cambiar de escenario.- Cierto día le dice a su compañero: mi idea es subir hacia el norte y buscar por allí un lugar donde podamos instalarnos con un trabajo honrado. Después de varios días y delimitar lo que hacer, Orozco acepta en principio. Juntos llegan a Hidalgo del Parral, una de las principales ciudades del sur del Estado de Chihuahua, pero allí su compañero decide volver, no sin pretender convencerlo de que haga lo mismo.- No Orozco, yo me quedo aún tengo que hacer el trabajo más humilde.-

-Convencido con su decisión, no fue ésta una bravuconada. Al poco tiempo, Pancho Villa trabajaba en una explotación minera, confundido con otros mu-chachos y hombres que golpeaban la roca con sus picos en jornadas interrum-pidas de sol a sol. Villa seguía atrapado por el duro trabajo y no desvaneciendo su vida aventurera, como se desvanecieron mansamente tantas vidas inocen-tes; pero el Destino seguía manejándolo con indudable deliberación y, esa vez utilizó para su juego una pesada piedra que le cayó en un pie, dejando el tra-bajo durante una larga temporada, por la herida producida. Como las desgra-cias no vienen solas, se le infectó la herida, produciéndole gangrena y tuvo que gastarse en la curación lo poco que poseía, de modo que por primera vez en años, se quedó sin caballo y sin rifle, primero, y después sin montura y sin fradada para taparse. La curación se fue alargando y para colmo de sus males, empobrecido y sin recursos, llegó por último el día de pasar hambre y pedir trabajo en una obra. Precisamente el destino le salió al paso. El constructor de obras llamado Santos Vega, condolido por su estado de ánimo, le dio trabajo y un adelanto de dinero; trabajo que realizó haciendo buena producción y dirigiendo algunas faenas de la obra. Por su actividad productiva el construc-tor Vega, le cedió después de un tiempo prudente, la mitad de sus ganancias, haciéndolo socio de la empresa…

-Villa se fue recuperando y adaptándose a la sociedad, le pareció a su en-tender, que aquel hombre le había cambiado la vida y estaba satisfecho plena-mente a sus veinte y dos años, a finales del siglo XIX. Su amistad con Santos

Page 33: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

33Enrique Martínez de Barrax

Vega había encontrado paz y trabajo y al cabo de cada semana guardaba los ciento cincuenta o doscientos pesos de su parte, con el orgullo de ganarlos y la esperanza de alegrar a su madre cuando ella supiera que así los había con-seguido. No extrañaba ni el caballo, ni el rifle, ni la sierra; pensaba, en cam-bio, en mejorar su porvenir, lo que antes no pensara. Ahora que veía las buenas mozas de Parral y en el hogar de Santos Vega había visto los muchachitos de su socio revolverse como pollada alegre entre las piernas del padre.

-Cuando el hombre se gana una amistad, es porque se la ha merecido, a base de tiempo y paciencia y Villa se merece hacerle la justicia de haber pensado lo que puede pensar el hombre que durante muchos meses se contrae al trabajo honesto, sin esperanzas diferentes ni desvíos casuales. Y sabiendo, además, que realizaba su ambición, tal justicia ya es indiscutible. Creía él, seguramente, que a cien leguas de San Juan del Río estaba tan lejos como del otro lado del mundo; esas cien leguas las había recorrido en muchos días de viaje, pensando siempre que al alejarse de su tierra se estaba alejando también de su pasado. Pero resultó que no fue así, la divina prudencia, le jugó una mala pasada, ya que también en el Parral se supo el verdadero sentido de su nom-bre: un nombre que comenzaba a desfigurar con una temprana leyenda en la que las muertes y la ferocidad se multiplicaban hasta lo fabuloso.- Fue el mismo Santos Vega quien lo puso sobre aviso, porque se habían pedido infor-mes sobre su socio por medio de la policía, y aunque Villa nada dijo, el otro comprendió la verdad, cuando advirtió que el rostro bonachón de aquel joven cobraba de pronto una expresión salvaje que nunca había visto hasta ese mo-mento.-

-Pancho Villa se da cuenta de su situación, y antes de verse preso, otra vez, volvió a necesitar del caballo, la montura y el rifle, galopando nuevamente hacia sus tierras. Enfrentándose a nuevas aventuras y sucesos; debía ver antes que nada a su madre para dejarle parte de todo aquel dinero que ganara du-rante meses de inútil honradez. Había aprendido que cien leguas no eran una distancia muy grande…

Esa vez no llegó hasta la casa materna. Quiso el azar que una de sus her-manas lo encontrara en el camino y entonces supo que era inútil la urgencia que llevaba, pues las luces débiles que veía en las ventanas familiares eran las de las velas que iluminaban la muerte de su madre.

No puedes ir Pancho, le rogó su hermano. Hay mucha gente.Allí quedó largo rato, con los ojos llenos de lágrimas, mirando en las luces

lejanas; después, el caballo cabeceó espantado de una sombra y las riendas libres lo dejaron elegir el camino a su albedrío destino del animal. Reco-brando el ánimo y guiado por el rumbo que prefirió el caballo sea bueno o malo, para llegar a la hacienda de Guadalupe de la Rueda, donde está su compadre Eleuterio Soto; para el trance necesita, más que un camarada, esta especie de hermano adoptivo que siempre ha sido Soto para él.

-Los dos amigos tienen grandes problemas con la ley y para resolver sus cuestiones se asocian como para sobrellevar los contratiempos; la sociedad se

Page 34: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

34 Pancho Villa

estrecha más aún cuando, durante una siesta, se encuentran acorralados por treinta y seis rurales y ellos dos, con sus quinientos tiros de respuesta, se atrincheran para librar batalla. Junto a Soto, Pancho Villa supera los tiroteos afrontados con Parra y Alvarado, alcanzando al poco rato a nueve muertes y los no calculados heridos, de modo que los rurales se retiran.-

La emboscada se produce en la noche cerrada, muy oscura, y para Villa acostumbrado a la oscuridad, su triunfo estaba asegurado. Pero pese a este encuentro de lucha les viene mal a los dos luchadores enfrentados cara a cara con la muerte. Este inesperado encuentro trastorna los honrados propósitos de Villa, que planea regresar al Parral, y complica la intención de Eleuterio Soto, que está dispuesto a presentarse a la justicia de San Juan, para desbaratar la injusta acusación de robo que le ha hecho un vecino; que le hizo retorcer su vida con dolor, pero sus esperanzas de libertad no se habían perdido para él. Ha comprendido que es bueno hacer algo en este mundo de los vivos y elegir el buen camino, enfrentándose a la verdad:

Sí; el camino del deber del hombre libre.-Como no es fácil adoptar resoluciones y aclarar los dos problemas, deci-

den hacer un ensayo con el más inmediato. Soto se presentará a la justicia mientras Villa lo espera en tal lugar; y si salen mal las cosas, ya se preocupará él de ayudar a su compadre. Con la mirada fija en el punto de mira del fusil, era el mejor justiciero, para convencer al hombre que acusaba a Eleuterio Soto de un falso testimonio y de robo, a que confesara la verdad. Pero éste contaba con poderosas influencias y vivieron los hechos de tal manera, que el compadre de Villa fue consignado al servicio de las armas, y antes que pudiera comprender lo que ocurría, ya estaba en México, vestido de uniforme militar.

-Villa, cansado de esperar y ajeno a este mundo de las leyes, como lo es-taría el profeta Elías si volviera a la tierra… Como alma en pena, siguió su viaje sin olvidarse de su compañero en desgracia, sin perder las esperanzas de ayudarlo. Tanto es así, que al cabo de no muy largo tiempo pudo enviarle a Soto los dos mil pesos que necesitaba para comprar su libertad, pagando un reemplazante, y regresar junto a su compadre, que por entonces y con muchas precauciones, se ocultaba en el Parral.- Previo al encuentro, cumplió Eleuterio Soto el inevitable trámite vengativo de acribillar a balazos como mejor pudo a don Aurelio del Valle, que era quien lo había acusado de robo y que si no murió, no fue porque no dieran en el blanco tres de los numerosos disparos.

-Los dos compadres curtidos por el aire de la sierra y el quebranto de ánimo, juntos de nuevo, se aplican a un negocio de ganado para inaugurar la revuelta sociedad comercial, y con el dinero obtenido van a instalarse en Chi-huahua, capital del Estado, para realizar sin más lo que por entonces era el sueño máximo de Villa: abrir una carnicería y seguir el camino del bien.-

- Pancho, le preguntó Eleuterio, ¿te encuentras bien?-Sí compadre… Estoy bien… Pero con ganas de ganar dinero…-¿Qué busca usted en esas alforjas, señor Villa? Le pregunto el capataz.

Page 35: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

35Enrique Martínez de Barrax

-¡Seguridad por si hay algún revólver, caballero! - Repuso Villa…-¿Qué quiere usted que busque, si no armas?-¡Armas…! Pues aquí no las hay, sólo ganado…-¿Y por qué no caballero? Como vamos a proteger el ganado de los asal-

tantes cuatreros…- El ganadero se echó a reír… creo que pierde usted el tiempo hurgando en

nuestras alforjas y no tema nadie le datará…

-La nueva empresa supone otra aventura para los dos amigos; se prolonga un mal año y Soto al tiempo, ha marchado para encontrarse con su familia, a la que no ve desde la víspera de su aventura en el ejército y Villa, solo, cansado de luchar contra la gente que maneja a su antojo el mercado de carnes de la ciudad, vende un día el negocio, y a unos veinte kilómetros de Chihuahua, en Santa Eulalia, se enrola en una mina donde pasa otro año. Y al cabo de todos esos trabajos, nos encontramos luego a Pancho Villa que casi tiene ya veinticinco años, miserable, hambriento y harto de luchar y esconderse inútilmente. Ahora está peor que el día en que huyó de Gogojito; no tiene ni caballo, ni armas, ni dinero. Y para volver a la sierra, para recuperar por lo menos el aire libre, no tiene más remedio que robar un caballo; el indispensable caballo de sus aventuras. Se marcha rumbo al sur otra vez, para buscar en tierras de Durango a su compadre Soto, ya que no tiene otro amigo que le pueda ayudar de su mala racha.-

-Cuando han transcurrido algunos días y fortalecido ya por la compa-ñía de Eleuterio Soto, que tiene con él otro camarada de andanzas que se llama José Sánchez, Villa reinicia sus correrías a no más de diez le-guas de distancia, merodeando por el camino del ferrocarril, siempre en los alrededores de Chihuahua, y no pasando de San Andrés, que es la sexta estación en el ramal oeste de la capital. Allí, en el número 500 de la calle Diez, no lejos de la estratégica orilla del río Chubiscar en previ-sión de retiradas urgentes, Villa y sus dos amigos se hacen, primero de un terreno con tres covachas y, después con el trabajo de sus manos, de una casa verdadera a la que se van agregando caballerizas y muros cir-cundantes, de modo que cobra el aire de convivencia y seguridad…

Trabajan y Soto le enseña a leer y a escribir, inventándose artimañas, para que aprenda el Alfabeto.- A los niños de cinco años en que todavía son muy pequeños, se les puede instruir mejor por medios prácticos que con lecciones teóricas, las cuales han de ser por fuerza un poco arduas. Villa no aprende en un abecedario, sino por medio de letras móviles, impresas en rojo sobre corteza de árbol y las iba reuniendo hasta formar las palabras. Todos los días dedicaba algunas horas a manipular el juego de letras, hasta conseguir el nombre de sus compañeros y de sus aventu-ras, que se asientan varios años en Chihuahua. Allí alcanza la plenitud de su vida y su adolescencia se cristaliza definitivamente, no sin impre-

Page 36: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

36 Pancho Villa

sionarse por las curiosas y novelescas circunstancias que en él van a confluir de forma notable, en hacerse de respetar en su casa.

-Ahora ya sabe leer y escribir y el 10 de febrero se va reuniendo en la casa de la calle Pez; con José Sánchez y Aurelio Soto y una veintena de hombres que reconocen en Villa al jefe indiscutible de todas las conclusiones que pla-nean; reconociéndole como un bandido peligroso, valiente en los tiroteos y en las emboscadas de notable fama. Ahora nombrado capitán de una cuadrilla de desalmados galopa por los caminos solitarios que los conoce como la palma de su mano, tanto día como de noche, corta por el atajo del monte y trepa por los senderos de la sierra entre afilados riscos, para caer siempre con la misma mortal eficacia sobre la víctima elegida. Peligran los viajeros, peligran los cargamentos de las minas, peligran las manadas de ganado, y hasta las mismas partidas de rurales, peligran también cuando la cuadrilla ofrece batalla, deci-didos a defenderse a toda costa; para Villa no había miedo en él-.

-Con picaresca audacia viven bien, el tiempo se divide en días y noches y largas semanas de sosiego en el refugio de la calle Diez; allí en Chihuahua, todos conocen a Villa y a su gente, pero tanto los conocen que ni aun los gen-darmes intentan nada. Ellos no andan mucho por la ciudad, pero cuando se les ve, siempre está junta la cuadrilla y siempre las diestras manos están alerta sobre las cartucheras que cuelgan a derecha e izquierda del cinto, mostrando las enormes empuñaduras nacaradas de las armas.

-¡Qué cosa más curiosa ¡ dijo José Sánchez, nadie se mete con nosotros.- -Es, en efecto, singular corroboró Villa, acariciándose los dos revólveres y

contemplando atento a su alrededor, y, luego, volviéndose de pronto hacía José Sánchez, le preguntó:

-José que habías dicho que aquí se vivía bien.- Y los campesinos pasan hambre.-

-En efecto Pancho, respondió José Sánchez, hubo un tiempo bueno y otro malo. Por ese tiempo malo los campesinos mexicanos sufrían mucha miseria; en Chihuahua las cosas llegaron a tal extremo, que el maíz el más popular de los alimentos alcanzó precios que estaban fuera del alcance de la gente hu-milde, de modo que el hambre aumentó las penurias de aquellos que siempre las habían tenido de sobra. Veía esto Villa y veía también cómo crecía la for-tuna de la familia Terrazas, que era dueña de medio Estado, resultando para él, de tal contraste, cierto instintivo sentido de rebelión. Villa era después de todo, un campesino, y podía comprender perfectamente el sufrimiento de la gente del campo: en los Terrazas reconocía a los López Negrete, que tenían la culpa de todas sus desgracias, de modo que aquella rebelión se fue haciendo poco a poco un verdadero asunto personal. Además él estaba contra las auto-ridades, puesto que se hallaba al margen de la ley; y resultaba también que las autoridades estaban de parte de los Terrazas y los López Negrete, según iba viendo que nadie se preocupaba de aliviar la injusta suerte de sus hermanos campesinos. De esta forma se iba fraguando el espíritu revolucionario de Pan-

Page 37: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

37Enrique Martínez de Barrax

cho Villa, de robar a los ricos y socorrer a los pobres. Tan propicia disposición, los azares de la causalidad arrojó la más apropiada semilla cuando don Abra-ham González, un maestro de escuela que se había acercado a la cuadrilla quién sabe con qué intención salvacionista, descubrió esa natural inclinación en su antiguo alumno.

-Villa estaba muy agradecido por aquella casualidad del encuentro del pro-fesor de escuela, donde aprendió a balbucear algunas frases de lectura con el maestro. Don Abraham González que comenzó por el principio de enseñar a leer y escribir, ya que Doroteo Arango nunca tuvo tiempo de ir a la escuela ni cosa parecida. Ahora tenía tiempo y aprendería del maestro, nociones elemen-tales; instruyéndole en política y gobierno. El Sr. González después de la confianza se trasformó en consejero y juez, y resultó al cabo, aunque se des-compagine la idea de tal función, el padre espiritual de los facinerosos bandi-dos, que tenían que enriquecerse muy pronto allá donde estuviera la hacienda. -

-Villa seguro de sí mismo se hace acompañar con sus hombres de escolta. Las maneras y el carácter de Villa no se debilitaron por la influencia de don Abraham; estando ya bajo su amparo intelectual, por decir así, la ya temible pandilla de bandidos tomó por asalto la más rica hacienda de los Terrazas, para agotar trojes y despoblar corrales en tal forma que después Villa pudo repartir mucho maíz y mucha hacienda entre los campesinos más necesitados. Tam-poco su fiereza se había reducido. Ya era visitante de la casa de la calle Diez dones Abraham González, cuando Villa dictó su sentencia contra Claro Reza había figurado entre sus hombres, de los que luego se alejó, para manejarse solo; hasta que un día cayó en manos de los rurales y, para comprar su libertad, se comprometió a entregar a Pancho Villa, tendiéndole una trampa. Eludido el peligro y conocida la traición, vino la sentencia cuando en la casa de Chi-huahua, Villa y Soto hicieron un rápido balance de la infancia; y Soto, que era como otra voz de Villa, hizo la propuesta: Así nos paga este traidor lo que con él y por él hemos sufrido. Yo le pido compadre, que nos deje ir a buscarlo y a matarlo. -

-En efecto afirmó Villa acariciándose el revólver y le contestó él:-Sí compadre es muy justo su deseo. Si usted quiere, iremos a buscar a

Claro Reza, más a de ser con la condición que lo hemos de matar dondequiera que lo hallemos, más que sea en el Palacio de Gobierno. ¿Le parece bien com-padre?

-Soto volvió a entrar en razones, no sin que le hubiese escapado un grito de rabia y venganza de matar. -

- Pero, ¿no le parece a usted muy extraño que Reza puede matarnos a los dos? - Dijo Villa sin perder la serenidad. -

- ¡No! Exclamó el bandido Soto, terminaré con él, como si fuera una par-tida de dominó. -

-Amigo mío, que valiente. . Intervino Villa sonriendo. -

Page 38: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

38 Pancho Villa

-Cumpliremos esta misión, no pueden andar cobardes sueltos y, ese domi-nio de valentía está reservado al hombre, no a los traidores: Dijo Soto.

-Nos hallamos en un hecho indiscutible, de venganza y estamos fuera de la ley: Dijo Villa.

- Hay que reconocer, pues, que por un motivo desconocemos esta situa-ción: - Dijo Soto más calmado, abriendo la boca con una ligera sonrisa. -

Como se comprenderá, el plan de venganza está preparado, y los dos salie-ron a buscar al traidor. Por su puesto, Claro Reza no estaba en el Palacio de Gobierno, si no mucho más cerca, y con él se toparon en pleno centro de Chihuahua. El silbido de las balas, como si estuvieran en plena sierra, empieza la pelea, Villa y su compadre se dieron prisa en cumplir el acuerdo, convenido para que la sentencia de muerte fuera un hecho. Después, como siempre, bus-caron el campo abierto sosteniendo a balazos la retirada que un grupo de gendarmes no tuvo mucho empeño en prolongar la huida. Ya que otras veces habían sido tan prudentes como para desaparecer de la ciudad unos días y para esos tenían un cierto escondite en la Sierra Azul, donde la pandilla podía acuartelarse cómodamente. –

Como un legionario valiente Pancho Villa y Eleuterio Soto, en su guarida, allí esperan a sus hombres, que no tardarán mucho en reunírseles; no tienen otros planes que los de costumbre, ni nada les puede hacer pensar que de un día para otro se les cambie la vida. Sin embargo, así debe de ser. Porque es en ese cuartel de la Sierra donde se forman los guerrilleros a finales del año 1910, donde el destino de Pancho Villa, que había gastado treinta y dos años en prepararse; tenía todo preparado, dispuesto para lanzarse a la aventura revo-lucionaria. Después de todo, se dignó a decir un día, no hay porque creer que la ley no es la única que posee el privilegio de ser, hasta cierto punto la razón e inteligencia de la sociedad será esta donde encontremos a Pancho Villa, donde los picachos de la Sierra señala el punto de partida para sus pasos en los caminos de la Revolución, dolorosamente dañada por ese tiempo de 1910 (periodo de la historia de México que abarca desde 1910 hasta 1920, en el cual se puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz y se implantó la democracia). Siendo las primeras noticias de las prometidas elecciones que se tuvo en México, fueron por una publicación norteamericana, el “Pearsen’s Magacine”, a prin-cipios del año 1908, que había de ser así el año de la renovación presidencial, pues Porfirio Díaz terminaría su sexto periodo de gobierno el 30 de noviem-bre.

La noticia despertó en el país de un prolongado letargo, mientras los parti-dos políticos se organizaron rápidamente, estimulando el resurgimiento cívico del pueblo. El levantamiento revolucionario no se hizo de esperar y triunfa en varias ciudades y las fuerzas revolucionarias al mando de Pancho Villa, Emi-liano Zapata y Pascual Orozco derrotaron a Díaz, que se vio obligado a huir. Madero, pese a un enfrentamiento posterior con Zapata y a los desórdenes provocados por los revolucionarios licenciados, fue elegido presidente tras las elecciones de 1911. Zapata y Orozco se rebelaron y este último o fue vencido

Page 39: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

39Enrique Martínez de Barrax

por Huerta quién, gracias al ejército, fue adquiriendo mayor importancia, a la vez que Madero perdía apoyos y su figura se iba desquebrajando, como direc-tor del semanario “Tercer Imperio”, donde su pluma valiente e inspirada atra-viesa a desafiar las iras gubernamentales, haciendo la crítica de la dictadura. Don Francisco Madero por entonces, no tenía más de treinta y siete años; pertenecía a una rica familia del Estado de Coahuila, y su educación, desarro-llada en Francia y los Estados Unidos, dándole una educación considerada, dotado de una amplia cultura política, cimentada en la escuela pacifista y democrática.

Desde su periódico, inicia Madero con desbordado entusiasmo la campaña política de 1908, pero esta campaña no se en su afán Madero, y en seguida, en el mes de abril, constituye el partido Anti releccionista, que lo elige de inme-diato a la presidencia… Superando su estratagema, como candidato que tiene un grito de guerra que es: “Tierra y Libertad”, crece en importancia cada día, durante las primeras semanas de la campaña; sus ideas liberales, su espíritu de reivindicación para las masas sus planes agrarios y económicos, todo cuanto constituye la base de su programa político, despierta en el pueblo un entu-siasmo fervoroso e impaciente.

Don Porfirio Díaz no dejó memorias; mas, de haberlas dejado, explicaría seguramente que fue esa popularidad triunfal de Madero la que irritó su vani-dad, no muy bien resignada todavía; influyó también la corte de “científicos” que lo rodeaba, al ver éstos que peligrarían sus beneficios con gobernantes tal como Madero, y así vino a su ceder que la prometidas elecciones se transfor-maran en la farsa tradicional, completada después en el Congreso, cuando don Porfirio se hizo reelegir por séptima vez, y encarcelando a Madero; lo que produce el malestar del pueblo, provocando la revolución y el levantamiento triunfa en varias ciudades.

Merced a la fuga y algunos de sus seguidores de Madero, recuperaron su libertad, garantizada más tarde cuando dejaron atrás la frontera mexicana, para refugiarse en los Estados Unidos, no por mucho tiempo. Ya que el pueblo empezaba a despertar; era evidente que nadie se resignaba a perder, sin pro-testar a la acariciada esperanza de libertad y, como nunca, el odio a los gober-nantes, constituidos en clase dominadora a perpetuidad, se fue nutriendo con el simple correr de los acontecimientos e instintivos campesinos, acaudillados por el Estado de Morelos, que dio honra a la raza de los guerrilleros, Emiliano Zapata, arengaba a los trabajadores del campo con palabras ardientes, que se ratificaron después, como proyecto, cuando lanzó su Plan de Ayala; en otros lugares, otros descontentos también elevaban sus gritos y comenzaban a es-grimir las armas, sin concierto ni acuerdo y, cuando toda esa efervescencia amenazaba esterilizarse en escaramuzas desordenadas, reapareció don Fran-cisco Madero en San Luís de Potosí, para reunir en torno suyo a todos los hombres que estaba contra el gobierno.

Lo que se sospechaba es que estallaría un levantamiento popular en mu-chos lugares y, es en Puebla donde se libra la primera batalla, cuando Aquiles

Page 40: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

Sardana se levanta al frente de 500 hombres, y aunque las tropas del gobierno no dejan con vida a uno solo para que cuente la derrota, la insurrección prosi-gue, no obstante, aquí y allá. Sin pérdida de tiempo y sin la instrucción mili-tar que se quiere, para la lucha de combate se levanta en armas Emiliano Zapata con sus desarrapados tiradores, esos que sueltan la horquilla o el arado para empuñar el rifle, pero que se bastan para enloquecer a varios batallones de línea que han llegado a Morelos; y más cerca de Pancho Villa, en chihuahua allí mismo, están los Orozco, don Pascual y sus hijos Pascual y José ya han comenzado a reunir sus guerrillas en los alrededores de Ciudad Guerrero. Todos estos revolucionarios toman el nombre de “maderistas”, porque don Francisco Madero es ahora la bandera de la esperanza mexicana. Con más seguridad junto a Madero están los guerrilleros y también los hombres que, desde hace muchos años, le admiran y le son fieles leales patrióticos; y estos héroes serán los mejores propagandistas de la revolución. Entre estos valien-tes sobre sale el nombre de Abraham González.

-Villa vivió durante bastante tiempo en rebeldía con el gobierno, internado en la serranía de Durango, donde consiguió organizar unas fuerzas guerrilleras que le obedecían ciegamente y de unen a la chispa de la revolución que lle-gaba a Chihuahua después de recorrer las ciento ochenta leguas que median allí a San Luís de Potosí. Don Abraham González recibió instrucciones y supo además, cuáles eran los hombres adictos que tomarían las armas; pero de todas maneras, por su cuenta acarició de nuevo una antigua idea, y esta idea tenía un nombre propio: la de que se uniera a la lucha armada Pancho Villa. Que sigue empeñado aún en sus habituales menesteres; en el refugio de La Esta-cada se le han reunido quince de sus mejores hombres, pero uno de ellos le da una mala noticia apenas llega.-

-Quitándose el sombrero de ala ancha mexicano dice: mi tío, Pedro Domín-guez, acaba de llegar de Chihuahua al rancho del Encino… y viene de la ca-pital con malas intenciones y, con una autorización para encabezar una acordada con el propósito de perseguirnos y darte caza Pancho. Esto es muy peligroso y lo siento mucho, porque es mi tío y no comprendo porque lo hace, es muy buena persona y muy valiente; pero debemos matarlo y a todos los traidores enemigos de nuestra causa. -

-Es razonable dijo Villa, poniéndole una mano en el hombro a Feliciano Domínguez; tan razonable que procedió sobre la marcha a ponerla en práctica.

-Poco después ocho hombres armados hasta los dientes, cabalgan al rancho del Encino y la visita no es de cortesía, si no a quitar de en medio al tío de Feliciano y sus ideas de traición a la revolución…

A la entrada del rancho se abren paso en una lluvia de fuego y balas, sin mediar palabras, cayendo en el tiroteo muerto uno de los hombres de Villa. La lucha es ensangrentada llegando el cuerpo a cuerpo; perdiendo la vida Domín-guez y dos de sus hombres, porque Villa no pensaba en la clemencia, sino vencer o morir y sin sostener ninguna polémica con ellos. Así se justifica este incidente y vale la pena citarlo, porque tiene la distinción histórica de ser el

Page 41: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

41Enrique Martínez de Barrax

último que se encuentra en el periódico prerrevolucionario de Villa; será el último atraco y el último asesinato, porque de ahí en adelante, los asesinatos y los atracos tomarán los más correctos nombres de sorpresas y combates. Ya que los hombres de Villa regresan a su refugio de la sierra y no piensan luchar más a sangre fría. Para que esto no suceda y no se dispersen se da prisa don Abraham y le manda un comunicado a Villa citándolo, para entrevistarse en la ciudad. Después de esta entrevista, el futuro guerrillero resuelve instalarse de nuevo en la casa de la calle Díez y mantenerse allí a todos sus hombres listos para la acción de combate.En la unión mantenida don Abraham explica que la lucha comenzará en breve; que es necesario reunir gente y contar, además, con lugar seguro, dentro de Chihuahua, para conferenciar con quienes lleven las órdenes revolucionarias. Además, el mismo don Abraham debe ser protegido, porque los hombres del gobierno ya le vigilan; por eso, nada mejor que transformar la casa de la calle Díez en el primer reducto revolucionario y aguardar, a las consecuencias y obrar en mutuo silencio, con los ojos bien abiertos y no estar desprevenidos. -La nostalgia que siente Villa de la casa de la calle Díez de esa época, siempre guardó un enternecido recuerdo; es verdad, porque la casa la conservó aunque reedificada años después y también porque de ese recuerdo tenemos una subrayada confesión:(…) Allí-dice él refiriéndose a esa casa-escuche por primera vez el nombre de don Francisco Madero. Allí aprendí a quererlo y reverenciarlo, pues venía él con su fe inquebrantable y nos traía su luminoso Plan de San Luís y nos

mostraba su ansia de luchar, siendo él un rico, por nosotros quería la igualdad de los pobres o los oprimidos; en mi entendimiento revolucionario, no era los pobres contra los ricos y se debía resolver en su justo entendimiento, con una definición de bandos. Pero él estaba muy lejos de contar con un glorioso ejér-cito. Prueba de ello es que para lanzarse algún día y dominar la situación, sería con un impresionante ejército de más de 50.000 hombres y hasta ahora no había reunido más que quince hombres contándose él mismo. Pero contaba con numerosos seguidores esperando una orden y fuese su general revolucio-nario, en el momento justo que diese la señal de lucha y a las armas…

Como en todas las administraciones hay un orden y este orden lo lleva arrajatabla con sus hombres, en la numeración de su pequeño ejército de gue-rrilleros, destacando los de sus mejores hombres de confianza, que le acom-pañan con fe ciega de por vida; sus compadres Eleuterio Soto y Tomás Urbina, demostrando en cada momento su audacia y valentía en defensa de la revolu-ción que también hay otros hombres como; Escárcega Chavarría Solís y el mismo Feliciano Domínguez, pero ninguno de ellos estará tan vinculado a Villa como los dos primeros mencionados. El tiempo va transcurriendo y llega el 17 de noviembre de 1910, y 14 hombres armados hasta los dientes, y mon-tados en veloces caballos, llegan a casa de Chihuahua, para aguardar las orde-

FOTO DE VILLA Y ZAPATA

Page 42: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

nes de don Abraham, hasta que llegue la señal convenida, ese día señalado será un jueves y la revelación estallara el domingo, Pancho Villa y sus hom-bres, para tomar sus posiciones estableciéndose en la sierra azul.

Respirando ya el aire revolucionario, mirando don Abraham a Villa, le dice, debes hacer lo que te ordene, Cástulo Herrera, a quien reconocerás como jefe, sin apresurarte a resolver nada por tu cuenta, ya que verás también de aumentar tu gente, porque lo que ahora tienes, no es complementaria, para seguirte, con proyectos de propaganda revolucionaria don Abraham saldría de Chihuahua a su vez, para hacer propaganda revolucionaria en el Norte del estado, y cuando se despidieron con un abrazo fue como para no verse jamás, con ese mismo presentimiento, que a veces tenemos los humanos y ellos se despidieron y no se equivocaron, que ya no se vieron en la vida terrestre.

Con el canto de las aves de rapiña y en las sombras de la noche y el aullido del perro solitario, quince hombres salen en servicio de la casa de la calle Díez, una vez el camino de la sierra azul, donde más protegido más benevo-lente, porque ha dejado de ser bandido. Consciente que el peligro y la muerte cabalgan con él, pero sabe que tiene que ser otro hombre distinto, valiente y decidido, para plantarle cara a los hombres desafiando a la muerte.

En el refugio de la sierra, Villa y sus hombres aguardan instrucciones gu-bernamentales, dispuestos a la lucha, cuando se les llame, para defender la causa de revolucionaria de don Francisco Madero. –Con gesto saludable, Villa dice a sus hombres de confianza.

-Anden compadres tráigame toda la gente de las haciendas y de los pueblos que quieran pelear y que sea gente que sepa disparar y a caballo, hay gentes sencillas, que les han robado sus tierras y se mueren de hambre y si tienen que morir es mejor peleando por nuestra causa revolucionario a pesar que por estos parajes de San Andrés, Fresno, Salas, Santa Isabel y Fortín.

Villa es muy agraciado, por la gente que se han beneficiado de su protec-ción y por saciar el hambre, de alimentos que él ha proporcionado, robándo-sela a los Terrazas, y seguro de sí mismo sabe que estarán con él, a su llamada y cuando los necesite, pero hay que esperar ese momento. En su interior de su paz sosegado le hace recordar a una hermosa mujer, de las palabras de amor que tuvo con ella, pero él era un bandido y sólo eran palabras, en su pensa-miento de enamorado, ahora sería distinto, por qué soy un caballerro.

Palabras mecidas por el viento, a mi destino llegaron,llenas de amor y sentimiento,que en mi alma se grabaron.Ya no seré el bandido solitariode tus noches y de tus sueños,te cantaré como un canario y nadie jamás podrá separarnos.Los dos juntos apagaremos,

Page 43: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

43Enrique Martínez de Barrax

la llama encendida del amor,clavel y amapola seremosy de nuestros besos su resplandor.Si tú eres ardiente como fuego, yo la lluvia de tus noches,el sueño de tu sosiego,el perfume de tus jazmines.Eres blanca flor suavede ojazos y pelo negrode la mujer que sabeelegir a su caballero.

Se despierta de su letargo de amor y se pregunta así mismo, para que existe ser admirados por todos, si le falta el amor verdadero de una hembra. Ahora debo esperar y llamar a todos esos hombres y formarlos para la lucha.

Page 44: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

44 Pancho Villa

IV EL SEÑOR BELMONTE

-Hacemos una pausa, el capitán Belmonte nos interfiere y le dice a Nataliana ven:

Cruzaron por un estrecho pasillo del penal y se detuvieron en un recodo, donde había un viejo arcón, yo les seguía de cerca y me detuve para observar-les y fue el señor Belmonte que me dijo:

-Mira estas alforjas han cabalgado con hombres de la revolución y en ellas se han encontrado muchos recortes de prensa y apuntes y mapas de la guerri-lla. En uno de los recortes de periódico se puede apreciar hombres cargados de alimentos en dos borricos parecen campesinos y niños en faenas del campo.

Como novelista aventurero me sentí aliviado de tener aquellos sucios pa-peles, y mugrientos, creo que había llegado la hora de conocer a Pancho Villa, combinando papeles y retratos.-

-El señor Belmonte me observa y dice:Deliberadamente se ha postergado su retrato, para que siempre exista la

duda de quién es, pero no se puede postergar la aventura que más nos interesa, nutrido de ardientes hazañas guerrilleras y rehacer la fisonomía y la apariencia de Doroteo Arango, como era describir el perfil del principiante solitario, asaltador de caminos, y años más tarde, la misma imagen del diablo o ban-dido.

Formándose poco a poco esa apariencia definitiva que vamos a conocer ahora con estos viejos diarios, cuando yo el salteador, el bandido, el minero, el albañil y el carpintero, todos quedan atrás abriendo paso a un hombre de la revolución mejicana.-

Page 45: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

45Enrique Martínez de Barrax

-Una tercera persona nos interfiere y dice:-Soy “Cronista Oficial” y estoy interesado en saber la historia de este ilus-

tre personaje.--Con la misma, espontaneidad el veterano militar, saluda a don Francisco

González Bermúdez, “Cronista Oficial de la Villa del pueblo de Barrx”, para decirnos:

Este ilustre personaje Pancho Villa, era un hombre de mediana estatura, de pecho robusto y anchas espaldas, de piel oscura, de preformadas facciones; el mentón fuerte, los ojos pequeños y duros en el corte y claridad de luz; la frente grande y comba donde reposa el pelo renegrido y rizoso, que sobre sale del sombrero jarano, agregando otra sombra a la expresión; y el ancho bigote de guías cortas que cubre a medias la boca de labios gruesos y carnosos: Lo que le proporciona una fortaleza física, por sus brazos físicos y macizos, quedan una impresión sagaz y áspera, con el coraje y el rigor de la mirada áspera, con aire de guerrillero peligroso. Más allá del gesto y la mirada, con un semblante de astucia de caballero, con su propio indumento: un pantalón de charro con botones de plata, camisa abierta sobre el recio cuello, pañuelo colorado a modo de corbata, blusa de aril que se anula a la cintura y, a derecha e izquierda, las fuertes cartucheras de imponentes re-volveres, que tiene su arsenal en las cananas recargadas de balas que le cruzan el pecho.

La influencia de este retrato, cabe la posibilidad de este escritor de describirlo en su imaginación de la portada de este libro, para sus lectores, en su encarnación de Pancho Villa, pero acéptese, en cambio, como un acierto de interpretación novelesca literaria, las maneras y el gesto un poco de la destreza del retrato ofrecido puede animarse un tanto en la ima-ginación del lector… de esta novela.

Cabe destacar esta imagen completa, del hombre adulto y rudo; la sin-ceridad de la mirada casi infantil, el valor temerario, la crueldad salvaje, el odio, la rabia, el amor, todo lo que está en él precitado con una furia ciega, alternando el sentimiento con la ira del ignorante que lleva dentro de campesino y sin estudios, rudo sin piedad, con el rencor en los dientes, para morder en cada momento.

Todo está en él del principio al fin, no es más que una contradicción gigantesca que se resuelve como un tiburón, pero sin menos acabar nunca en tres principios fundamentales que le asisten: la patria, el honor y la amistad, y un cuarto principio muy confuso, donde sus vagas ideas religio-sas se cruzan como clavos encadenados de llevar su pesada cruz. Temeroso de sí mismo y bárbaro muchas veces, salvaje y genial para sobre vivir. Sabe que no se puede decir de él que haya sido bueno o malo; no se achi-caba ante el peligro ni huía de la pelea de ningún hombre, ni miraba si era chico o grande a la hora de una disputa o partirse la cara.

Por este tiempo de 1910, la gente de Sierra azul y vecinos de estos pa-rajes, el trato con Pancho Villa era normal, no existía ningún problema de

Page 46: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

46 Pancho Villa

convivencia, cuando ellos se trataba, yo él había cobrado el suficiente prestigio coraje y generosidad que reputación no fuera desoído.

Esta no desobediencia se hacía más fortalecida, para convertirse en un hombre del pueblo y del estado, que a la llamada a mi revolución, los hombres se unían como una piña. Dispuestos con sus monturas y armas a cualquier evento. Está rigurosas uniones las hacían los domingos últimos de mes, llegando de las haciendas y de los pueblos. El reclutamiento de hombres estaba a cargo de doce emisarios. Estableciendo pequeñas agru-paciones o compañías, llegando el total de hombres a trescientos setenta y cinco; siendo Villa el responsable de su gente, donde en la reunión, se dirigió a sus hombres de confianza y les dijo:

Bueno muchachos ¡valor y sangre fría!Sí capitán Villa afirmó uno de los reunidos, puede contar con nosotros.¡A sus órdenes! Exclamó un segundo invitado. Tenemos muchos deseos

de ser útiles es esta revolución.¿De dónde es usted? Pregunto Pancho Villa al campesino, subiéndose el

ala ancha de su sombrero.Por hora de ningún sitio, respondió el campesino riendo, me debo a la re-

volución y ya estoy muerto, que es mejor que pasar hambre trabajando y apaleado.

El viento ha cedido que era huracanado lo que esperaban los caballistas y nada indica que vuelva a soplar. En aquellos instantes debían dispersarse, aunque no podía existir peligro alguno; pero su instinto de guerrillero, le im-pulsaban a Villa la protección de sus hombres, a semejantes atentados de partidistas opuestos a la revolución. Todas las horas del domingo fueron con-troladas, y allá seguía Villa con su gente. Para él fue esa, sin duda, la primera prueba de su posibilidad disciplinaria porque tuvo paciencia para cumplir las órdenes de Don Abraham y esperar a Cástulo Herrara, en vez de bajar a los poblados para buscar pelea con los “juanes”, como llaman a los sol-dados del gobierno.

Agasajado por sus seguidores, escucho palabras escabrosas de Herrera, que no esperaba encontrando rodeado de tanta concurrencia.

¡Mucha suerte! Panchito le dijo el señor Herrera, espero que los humos no se le suban a la cabeza y, presuma de macho.

¡Muchas gracias señor Herrara, espero no ser castrado por usted. Sabe que cuento con usted y de todos sus seguidores.-

-Sí; puede darlo por hecho… son todos buenos hombres, te seguirán por tu astucia y valentía hasta conseguir la victoria.

EL AULLIDO DEL LOBOSobre noche cerrada del martes 22, la columna revolucionaría encabe-

zada por Cástulo Herrara y Pancho Villa comienzan a bajar de la sierra dirigiéndose hacia el poblado de San Andrés, señalado como el primer objetivo de la campaña que se, proponen iniciar, con mucha precaución cibica.

Page 47: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

47Enrique Martínez de Barrax

Los proyectos del flamante jefe Cástulo Herrera, proyecta atacar du-rante la noche pero Villa sigue haciendo hincapié en el proyecto.

Había llegado el momento de tomar sus propias decisiones, antes de entrar en combate.

Señor Herrara no es el momento, insisto una vez más, que no es preciso entrar a tiros a San Andrés. Toda mi gente tiene amigos y parientes allí; mejor será que esperemos a la mañana y avancemos, que en cuanto nos vean los rurales, se lo pensaran dos veces antes de hacernos frente, cada hombre de nosotros vale por diez y estamos dispuestos a morir y ellos sólo reciben órdenes.

Mejor de noche… ¡Panchito! De noche no verán cuántos somos señor y entonces son capaces de pe-

lear sin amiendarse.-Así se hará le respondió Cástulo, encontraremos la forma de ahorrar

vidas humanas en la lucha, si no hay acuerdo.No debemos desafiar a la muerte, que espere a mañana si debemos

morir; dijo Villa valientemente.La tropa aguardó que llegara la mañana; después en San Antonio sin

disparar ni un solo tiro, porque los rurales prefirieron llevar la noticia a quedarse para ver que ocurría, ahuyentados como lobos cobardes, que se protegen en las sombras de la noche, saltando desde un árbol, o a la acecho de un recodo del sendero. Eso es lo que piensan muchos de los seguidores de Pancho Villa; pero en los “Rurales”, también hay hombres valientes que defienden su causa y la de su destino de ser militares y deben cumplir con su deber… y el de su patria.

El señor Cástulo experimentado en política, hombre del pueblo, no podía abandonar ningún detalle a la suerte, toda precaución debería ser tomada y no le pareció mal esta primera victoria alegrando a la gente, y las balas que no se gastaron en el combate se disparaban al aire entre el griterío jactancioso y el revolverse de las cabalgaduras inquietas por los disparos.

¡El vino y el agua! Dijo un guerrillero que no nos falte.Media hora después Villa junta a la tropa y con el gesto altivo, advierte:

Ha llegado el momento de advertir a nuestros enemigos, que en toda pelea que andemos va a ser como el avance de esta mañana. Nadie me vuelve a soltar aquí un balazo. Muchachos todavía no hemos empezado a combatir.

Podía observarse la capacidad que demostraba Villa convenciendo a la tropa de que era el jefe y sabía esperar fríamente. Ahora amigos míos, pidamos al cielo fuerza y valor para todos nosotros.

Con estas palabras de ánimo, en este mismo día se supo que en breve iba a haber lucha de verdad.

Se esperaban grandes desavenencias de convivencia en San Ángores, después que se marchara la tropa revolucionaría: Al ser informados de suma importancia: De que Pascual Orozco se hallaba a punto de apode-

Page 48: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

48 Pancho Villa

rarse de Ciudad Guerrero y por esta causa la guarnición de la ciudad sería reforzada por tropas que estaban para salir de Chihuahua.

Según versión de Herrera: Me dicen que sale un tren militar con novecien-tos hombres, al mando del general Navarro, para atacar a Orozco. Es necesa-rio que se retarde la llegada de Navarro, hostilizándolo muy duramente, a fin de que Orozco tome sus posiciones.

Era convenientemente comprensible tener la orientación de los dos Ejérci-tos. Ya que había comprendido Cástulo Herrera que entre los dos, Villa era el mejor y aunque temía por su jerarquía, no estaba dispuesto a ensayar con su propia persona y ponerla al frente del peligro, mejor era prevenir y dirigir, sí Pancho Villa y estaba de acuerdo de ser el encargado de hostilizar las fuerzas de Navarro y, que para ello se puso al frente de sus hombres, dejando en San Andrés una guarnición razonable, que Herrera comandaba las veinte cuatro horas del día, sin dejarse sorprender por sus numerosos enemigos.

Villa sin duda y sim perder un instante adopto las medidas necesarias, ya que le tocaba la peor parte en esa mivisión de trabajo militar, porque las cosas de la vida nunca habían sido fáciles para él. Por otro lado, venía bien a su carácter que Cástulo Herrera se quedara en la retaguardia de observador y él poder demostrar ante sus hombres, su libertad de acción teóricamente limitada por la presencia de un exacto cumplimiento del deber, ante un jefe que le hace coger su relevo, al frente de mil hombres, sin estudios ni preparación militar, se sentía como el descubridor de América, que no sabía dónde iba sólo nave-gar y navegar; él tenía que hacer lo contrario luchar y luchar, hasta llegar a su destino.

De esta forma se dividen las fuerzas en dos bandos y se aleja de San Andrés con sus trescientos hombres, inicio en realidad su aventura revolucionaria.

Como si fuera el Cid Campeador Pancho Villa Cabalga siguiendo el ca-mino parejo de los rieles del ferrocarril, que sólo abandona para rodear algu-nas poblaciones, con el ánimo de evitar encuentros que lo distraigan de su objetivo.

Llega así a cosa de dos lenguas de la capital, y entonces deja el grueso de sus fuerzas al mando de Eleuterio Soto, para seguir él con una veintena de hombres en tan temerario avance, que ya está a la vista de Chihuahua, porque no le falte más que media legua para llegar.

Allí aparecen los primeros soldados federales. La audaz maniobra de Villa ha tenido como efecto la alarma de todos los alrededores de la capital, y Na-varro, con un pie en el estribo ya, ha suspendido casi la partida, para seguir a pie con sus fuerzas y hacer frente a los revolucionarios que se aproximan.

No sabe con certeza el general gubernista qué clase de fuerzas avanzan sobre la capital; lógicamente debe pensar que son numerosas, ya que en apa-riencia se trata de un formal ataque a Chihuahua, y piensa que de todas mane-ras la situación es inquietante, porque el alarmado anuncio ha llegado envuelto en la más peligrosa aureola:

-¡Viene Pancho Villa! ¡Viene Pancho Villa!

Page 49: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

49Enrique Martínez de Barrax

Este grito, que después se repetirá en México durante diez años en todas las entonaciones imaginables, ha sido precedido de una confusa y nutrida in-formación divulgada ya por todo el Estado: Pancho Villa se ha unido a la re-volución; Pancho Villa forma un ejército; Pancho Villa tiene cinco mil hombres; Pancho Villa… Pancho Villa… Pancho Villa…

Todo se presentaba de manera tal, que se le podía disculpar a Navarro su premiosa alarma, aunque la excusa no alcanzaba para justificar el tiempo que perdió, con tantas apariencias de indecisión y miedo.

Ese tiempo equivalía a una victoria para Villa, mientras Orozco se acredi-taba otra para él -mucho más visible- apoderándose de Ciudad Guerrero. Pudo imaginar esto Villa, a los dos días, y retirarse de su temeraria posición, mas no lo hizo. Acaso sus cálculos trocárnosle ambiciosos en aquel plazo, o quizás la vista lejana de Chihuahua le hizo más temerario todavía; pero lo cierto es que allí estaba él con su gente cuando las avanzadas de Navarro se decidieron al fin a ir a la lucha.

En eso primeros tiroteos ensayo Villa a título de estrategia todas sus mañas de bandido; allí alineó entre las piedras los sombreros tejanos de sus hombres, mientras éstos iban a ocultarse en otro lado para hacer puntería fácilmente sobre los engañados federales; allí mareó a los comandantes enemigos que veían un incesante desfile de jinetes en la cumbre de un cerro, y no eran más que unos pocos hombres que Villa hacía correr locamente, dando vueltas como los comparsas de un teatro, para que le supusieran más fuerza de las que tenía. Allí maniobro también con su juego habitual de escaramuzas, repliegues falsos, flanqueos y cargas alocadas, ensayándolo todo como si estuviera estu-diando las bases de su futura terrible estrategia desconcertante.

Más, al cabo de todo ese aparato, sobrevino la inevitable batalla final que Villa pudo haber rehusado sin desmedro, pero que aceptó como si su afán de experiencia le impulsara a aprenderlo todo de una sola vez. Y aprendió tanto, que no pudo por menos de reconocer su error después, confesando:

-Yo, que andaba cumpliendo con mi deber, aunque sin ser conocedor de la guerra, resolví entonces entablar combate contra aquella brigada de hombres militares, cosa en que ninguna persona de mis pocos conocimientos debía aventurarse…

Hasta esa batalla llegó la vida de Eleuterio Soto, y con él murieron unos cuarenta hombres más de las fuerzas de Villa, resultando él mismo herido en una pierna. Pero si en los combates no era experto aún, nadie lo superaba en las huidas, resultando que salir de aquellos le fue tan sencillo como llegar.

Como San Roque peregrino nuestro héroe Pancho Villa se encuentra en San Andrés, allí se entera de que la guarnición que comanda Cástulo Herrera. Cambia entonces de ruta, y prefiere la Sierra Azul al poblado, porque todavía sobre su sentido de la seguridad pesa una técnica de bandido.

Otra vez en el viejo refugio, estudia la situación con su compadre Urbina. Va sabiendo que esto de dirigir una tropa es algo más que llevarla a la pelea; que los víveres, las ropas, las armas y las municiones son problemas que si

Page 50: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

50 Pancho Villa

cuando estaba solo resolvía mal que bien, ahora se han multiplicado por dos-cientos ochenta.

-Será necesario bajar a Chihuahua por abastecimentos –le dice a su com-pañero-, y como me va pareciendo ya que es harto riesgosa la empresa, voy a ir yo mismo con dos de los muchachos.

En este increíble viaje le acompañan Feliciano Domínguez y Eustaquio Flores, que asumen, como él, un manso aire campesino detrás de las tres mulas que arrean.

De esta manera, Villa que había estado a media legua de Chihuahua, con sus fuerzas, librando una batalla, volvió a los tres días por el mismo camino y entro en la ciudad detrás de las tres mulas, para salir después de pasada una noche, llevándose la carga de provisiones que necesitaba.

De regreso en la sierra, encuéntrese que el número de sus tropas aumenta. Siguen llegando más voluntarios, y ya no son todos los vecinos del lugar, sino pobladores de más lejanos puntos del Estado y aun de otros Estados próximos.

Todos esos recién llegados forman un grupo que Villa examina lentamente, uno por uno. Con el sombrero jarano echado hacia atrás, los brazos en jarras, y la mirada fría y penetrante, después de mirar fijo a cada hombre, él habla lentamente con el pausado tono que parece burlón:

-¿Así que quieren pelear al gobierno?Y después que las afirmaciones repiquetean un segundo, sigue pregun-

tando:-Y usted, ¿Qué hacía, amigo?-Trabajaba.-¿En el campo?-Sí señor.-¿En dónde?-Junto a Nogales.-¿Y se vino de allá para pelear?-Sí. Me dijeron que había empezado la revolución, y vine…-Muy bien, amiguito, vamos a ver qué tal bragado resulta…Y encarándose con otro:-Usted también es del campo, ¿no, amigo?-Sí.-¿Y de dónde?-De Sonora, de Arizpe.-Y allí ¿Qué hablan del gobierno?-Que no lo quieren, señor.-Y ha de ser la mera verdad no más…-Sí, señor…Cada hombre, en la mayoría de los casos, llevaba sus armas. Villa las exa-

minaba también mascullando protestas cada vez que aparecían viejos modelos o calibres que no coincidían con las municiones de su reducido parque.

Como un profesional militar dando instrucciones a una tropa de quinientos

Page 51: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

51Enrique Martínez de Barrax

hombres que no cesaban de llegar voluntarios, acostumbrados a todos las in-clemencias y bajezas, que puede tener un ser humano, cuando no tiene protec-ción ni trabajo, la miseria el hambre y hombres decididos a dominar las injusticias como Pancho Villa y sus seguidores, cabalgan a día y noche, con el riesgo de perder sus vidas y de los que se van quedando por el camino.

Los voluntarios no tenían muchos aires de militar, cada uno vestía como el Lazarillo de Tormes, lo que encontraba tirado en los caminos o robado a los espantapájaros. Como instruir a estos hombres, a la disciplina militar, tan necesario para el combate, que es la defensa de la Nación y el hábito de la guerra. La formación de soldado y de su higiene en el cuartel.

Sus ordenanzas y diferencias que medían entre el soldado y el capitán; les faltaba a estas gentes lo sobrante de vestuario y alimentos del gobierno, con todo su Ejército y que el pueblo pase hambre, como dice Pancho Villa viva la Revolución, mejor pelear que morir de hambre. Si el gobierno no reconocía la miseria del pueblo los hombres de Villa se encargarían peleando hasta la muerte con coraje fiera y valentía ya que ellos no lo tienen.

Los emisarios de Villa van por parejas y se aventuran por los alrededores de la Sierra Azul, para obtener noticias de la guerra, hasta que llega a San Andrés un telegrama de Ciudad Guerrero, para Pancho. Es Pascual Orozco quien firma la noticia: “Acabo de tomas la plaza. Véngase para ver en qué lo puedo ayudar en municiones.”

No se conocen todavía Pancho Villa y Orozco, pero éste ha escuchado ya las noticias que llevaba Cástulo Herrera cuando llegó a Ciudad Guerrero.

-El tal Francisco Villa –le había dicho- es muy hombre, y además tiene gente que lo sigue con los ojos cerrados…

-Así he oído decirlo, señor Cástulo Herrera, y nosotros vamos aprovechar sus servicios para la revolución.

Allí, en Ciudad Guerrero, las fuerzas maderistas tienen ya un leve aire de ejército, y cuando llega Villa con sus hombres no hay menos de un millar de revolucionarios en el lugar.

Page 52: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

52 Pancho Villa

V EL CAPITÁN BELMONTE

Hoy encuentro al excapitán Belmonte muy animado y nos recuerda con gran acierto el relato y la astucia del astuto guerrillero Pancho Villa. Me entrega un sobre amarillento, por el paso del tiempo el papel ha perdido su color natural, pero no su contenido de papeles recortados, y páginas sueltas de novela y escritos a mano, en su caligrafía manuscrita relata la llegada de Villa a Ciudad Guerrero, donde muchos Villistas le están esperando.

Y hace su entrada marchando a la cabeza de sus hombres, sin ocultar su rostro; a pesar que sabe que en este lugar no debe dar la espalda a nadie y no acepta la subordinación, al darse cuenta de que Pascual Orozco se ha erigido en el jefe de todos; y por eso, cuando se planea una nueva acción, se muestra él más dispuesto que ninguno a acometerla, separándose de los otros. Y a Orozco y a los demás les parece bien que sea Villa el que Salga al encuentro de una escolta que lleva diez mulas cargadas de abastecimentos para Navarro.

-Ataque usted, entonces, la escolta, señor coronel –le dice Orozco-, y háganos saber después que hubo.

Recién entonces se entera Villa de su flamante graduación Revolucionaria, pero no va muy lejos su entusiasmo, porque Orozco y el mismo Cástulo Herrera se nombran generales. Entiéndase por eso, cómo se alegraba Villa de abandonar Ciudad Guerrero, para encontrarse otra vez en medio de sus hombres con la lla-nura aquí, y allá las serranías, y más allá el peligro habitual que tan bien le cua-draba.

Ya mediaba diciembre entonces, y de ahí en adelante, casi durante tres meses, la tropa de Villa va y viene, ataca y huye, saca ventajas y las pierde en un sinfín de pequeñas acciones, que si no tienen importancia para la revolución la tienen en cambio para la experiencia del guerrillero, que parece cumplir aplicadamente un curso acelerado de estrategia.

Aprende muchas cosas: que cuando llega a una población y los hombres se des-bandan por las casas, cada uno debe llevar sus armas y sus municiones para no perderlas, en el caso de un ataque por sorpresa; que además de la caballada necesa-ria, es bueno llevar siempre una tropilla de reserva, para cuando se quedan a pie algunos hombres; que es mejor conseguir ropas y víveres, en vez de dinero en efectivo, y que el cálculo de las fuerzas enemigas nunca debe hacerse por lo bajo…

Además, supo que siempre era bueno operar con prefijados puntos de reunión para el caso posible de una desbandada, y que la desbandada era la mejor forma de retirarse del campo cuando la acción no lo favorecía.

Y descubrió otras cosas: que el detallado conocimiento del terreno que él tenía en todos esos parajes y en muchos otros, era una indudable ventaja a su

Page 53: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

53Enrique Martínez de Barrax

favor; que aquí y allá, en medio de los laberintos serranos, podía ocultar provisio-nes, dejar ganado, enterrar parque y esconder heridos, de modo que la tropa se aligerara siempre y nada se perdiese. Y conoció, igualmente, cuál era la mejor forma de atacar y cuál la de contener al enemigo; cuando convenía que sus jinetes desmontaran y atacaran a pie y cuándo a caballo; cómo se desconcertaba al ene-migo con riesgos menores y en qué forma podía sacarse más partido de cada ventaja militar obtenida.

En la lectura del contenido del sobre, mantengo la respiración, cuando dice como se concertaba al enemigo. Para adaptar medidas de guerra, son necesarias, las esperanzas y la seguridad que se pone en el empeño, y los buenos generales lo saben.

Me interfiere el excapitán y dice: lo que estás leyendo ¡eso es conocido por los viejos generales y Villa lo sabe!

Creo que la suerte muchas veces le fue favorable y alternadamente adversa durante todo ese tiempo, porque así convenía a las lecciones que estaba apren-diendo. En el mismo mes de diciembre, después de ser sorprendido en San An-drés, perdió la caballada integra, y con sus hombres a pie, tuvo que huir a las sierras, para hacerse después, poco a poco, con caballos y monturas. No era bueno el principio, pero, en cambio, a fines de enero, ya toda su tropa había renovado el armamento y todavía sobraban los “30-30”, porque en Satevó se habían apode-rado de un pequeño arsenal del gobierno, que para ellos era grande y precioso.

En los primeros días de febrero de 1911, ya están a cuarenta y tres leguas de Ciudad Guerrero y han llegado, después de muchas idas y venidas, a lo largo del ferrocarril que corre de Chihuahua a Jiménez, justamente a la altura de Ciudad Camargo, que Villa se propone atacar.

Más por ahorrar balas que por natural condescendencia, antes de lanzarse sobre la ciudad, hace llegar un mensajero con una correcta intimación que él no sabía que era un ultimátum:

“Señores, quiero esta plaza y les concedo hora y media para que decidan si me la entregan o entro yo a tomarla; pero según es de justicia, en el segundo caso los hago responsables de toda la sangre que corra.

PANCHO VILLA EN LA CIUDAD

No esperaron la hora y media de plazo en la ciudad, sino que respondieron al instante:

“Señor, si Pancho Villa tiene valor y elementos para la toma de Ciudad Camargo, pase a tomarla.”

Tampoco tardó Villa en responder la invitación:No tenía palabras para responder y quedo callado por un instante, para decir:

convencerles que se unan a la Revolución la causa también les afecta a ellos.

Page 54: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

54 Pancho Villa

Porque, como solía estar dispuesto a todo, estaba ya listo para el ataque, y no bien leyó aquella orgullosa respuesta, y con furia dirigiéndose a su legen-dario Urbina le dijo:

-Ande ya, compadre, y vamos viendo si esos señores son capaces de pelear tanto como dicen…

Duró el encuentro desde la mañana del 7 de febrero hasta casi el final de la tarde, correspondiendo mencionar la fecha como importante, porque fue esa la primera vez que Villa se apoderó de una ciudad, que aunque no tenía más de siete mil habitantes, por lo menos llevaba nombre de tal.

Viéndose derrotada, la guarnición de Ciudad Camargo huyó, pero no sin dejar unos treinta prisioneros en manos de los vencedores.

Pánfilo Solís, uno de los “quince” de la Sierra Azul, acercase al guerrillero con el pelotón de cautivos:

-Aquí tenemos estos prisioneros, mi coronel Villa…¿Qué hacemos?¿Qué se presenten voluntarios? -Bueno. Y si no quieren venir, hacemos una fusilada que les meterá

miedo a los demás. -A los que no quieran venir, que los truenen.Nueve de los cautivos prefirieron enrolarse en las filas revolucionarias, y

la muerte de los otros sirvió para escarmiento aleccionador de los menos va-lientes que peleaban en el bando contrario.

El tal Solís, con vocación para los fusilamientos, fue más allá de los prisio-neros y agregó al telegrafista de la estación en la nómina de difuntos, porque el telégrafo funcionaba, y el hombre no quiso descifrar aquel repiqueteo intri-gante.

Avisaron a Villa del caso, y él mismo fue a la estación para contemplar desconcertado los aparatos de telegrafía; nadie entendía nada de esas cosas, y allí proseguía el seco tamborileo, anunciando quién sabe qué cosa importante que no se podía descifrar.

En ese trance estaban, cuando llegó un voluntario informante que había galopado desde Saucillo, para anunciar a la gente de Villa que se aproximaba un tren militar con muchos hombres, al mando del eterno general Navarro, pues de Ciudad Guerrero habían anunciado el inmediato peligro.

Los hombres revolucionarios sin mucha experiencia de lucha a vida o muerte. No estaban para afrontar otra batalla con las fuerzas del ejército, y por más que el impulso de Villa era pelear, tanto llevaba aprendido ya, que decidió retirarse con tiempo.

Urbina, Chavarría y Escárcega –que ahora son sus capitanes- deliberan con él los nuevos planes, y aunque la retirada está resuelta ya, vuelve Villa sobre el punto y, como divagando, dice:

-Lo bueno sería impedir que se llegara hasta aquí…-¿Navarro? –pregunta Chavarría.-¿Y quién si no?

Page 55: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

55Enrique Martínez de Barrax

-Es que vienen en tren, mi coronel Villa.-Por eso. –Después, consultando a Urbina, pregunta-: Y dígame, compadre,

¿no había en la estación una locomotora?-Sí, hay una locomotora parada.-¿Y usted qué haría, compadre? –pregunta a su vez Urbina.-Yo… -Villa sonríe-, haría una locomotora “loca” –y después, con un gesto

de astucia, completa la idea-: se la largamos a Navarro.Todo se movilizó en seguida; no sin trabajo dio con un hombre que entendía

el manejo de la locomotora y, mientras tanto, a toda prisa habían encendido en ella los fuegos. Al cabo de tres horas, cuando ya la gente de Villa se hallaba dispuesta para abandonar la ciudad, se agruparon todos, a caballo, para ver salir la locomotora.

Está maniobró primero lentamente, hasta colocarse en la vía adecuada y luego, cuando comenzó a adquirir velocidad, el maquinista accidental se arrojó a tierra mientras aquel proyectil diabólico se alejaba a toda marcha para ir a toparse, quién sabe dónde, con el tren militar de Navarro…

El episodio de Ciudad Guerrero no fue sino un pequeño incidente en sus correrías de aquellos tres meses. De allí siguió bajando siempre en dirección al sur, para recorrer los antiguos caminos familiares que llevaban a Parral .

Con una experiencia napoleónica de conquistas de Cuidad y reposado en su pensamiento de su deber patriótico; no estaba en sus proposiciones de intervenir de nuevo en la lucha de esta Ciudad de Parral -la cuarta del Estado, en impor-tancia- o intentar alguna empresa militar por los alrededores; pensaba llegar a Parral nada más que con un par de hombres y entrar allí a escondidas, tal como lo había hecho en Chihuahua y con fines parecidos, y dar a sus hombres la con-fianza de nuevas victorias.

Después de esta victoria estaba previsto que los guerrilleros no podían tener más que una esperanza: la de confiar en su líder Pancho Villa, donde crean caminos, todos los días recorridos en el mapa Mexicano de la historia. Valiéndose con toda exactitud, para combatir una sola causa, al hambre y poder trepar sin subirse a los árboles y defender el trabajo y la tierra, que ellos necesitaban y les fue robada, pri-vándoles de sembrar sus cosechas y ahora luchan unidos para recuperarlas.

Cambiaron las herramientas labriegas por fusiles, muy escasos de previsiones y para su abastecimiento; sólo en Parral podrían abastecerse, ya que Villa tenía amigos en esa ciudad, y bien los necesitaba para el peligroso trámite, exponiendo a sus amistades a sus planes de la lucha armada, compromiso que debía evitar; de esta maniobra tan peligrosa, se encargarían sus hombres.

En esta operación no podía llevarse acabo de inmediato, porque el grueso de la tropa quedó en la Sierra de Durazno aguardando el regreso del jefe, y éste marchó acompañado por Albino Frías y Encarnación Rodríguez, llevando cua-tro mulas para traer en ellas la carga y darse además un aire de arrieros cuando entraran en la ciudad.

Page 56: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

56 Pancho Villa

Fue esa una de las peores aventuras de Villa, y de ella resultaron dos conflictos, a cual más grave. En el primero, casi terminan súbitamente las aventuras del guerrillero, cuando una tropa con no menos de un centenar de hombres, le sorprende en el rancho donde se ocultan él y Encarnación Rodríguez.

El coraje y algún milagro le permitieron salvar su vida y la del otro, pero no sin pasar antes por tales peripecias que, en el primer momento, se le dio formalmente por muerto. A esa escapada se agrega después el conflicto deter-minado por la falsa noticia de su muerte, que por boca de Albino Frías llega hasta la sierra de Durazno. Y es por eso que cuando Villa, que se ha separado de Rodríguez en la huida, alcanza al fin ese escondido paraje, apenas si en-cuentra rastros de sus hombres, que al saberse sin jefe, se han dispersado ya.

Pasa allí la noche solo con su caballo y haciendo memoria para recordar cuáles hombres de su tropa era de San José, ya que ese poblado no está a más de nueve leguas de distancia; porque sabe que su gente, al dispersarse, habrá regresado a sus pueblos.

Es cierto esto; y en San José se encuentra con Natividad García, uno de sus capitanes, y cuatro soldados, que al verle parecían trastornados de alegría.

El capitán explicaba: -Fue Albino Frías que vino y nos dijo: “Mi coronel Villa y Encarna-

ción Rodríguez entraron en un balanceo con ciento cincuenta dragones del 7º regimiento, que los tenían rodeados en un rancho. Yo iba llegando cuando empezó la lucha y no pude hacer nada por mi coronel, porque entre él y yo estaban los dragones… Después anduve por la ciudad, y todo el mundo ha-blaba de la muerte de don Francisco y de la lucha del rancho donde lo habían sorprendido… Por fortuna tuve suerte que no me mataran repuso Villa, el viento soplaba con moderación y a mi favor, y los fogonazos de los disparos los controlaba a mi suerte, entre la vida y la muerte. He aprendido una vez más a burlarla y estoy preparando para seguir la lucha hasta terminar con los pelo-nes del gobierno. Y será necesario, Natividad, que alistes tu gente y más que seamos unos pocos, saldremos mañana mismo…

Ya está todo dicho amigos míos, y lo hicieron a si a pesar que la fuerza estaba escasamente reconstituida, pero según iban haciendo jornadas y el re-greso de Villa se anunciaba por ranchos, haciendas y poblados, volvían a aparecer los hombres que se habían dispersado, con más los voluntarios de siempre, que aumentan la tropa cada día. Seremos más fuertes.

La fecha quedó establecida y va corriendo el mes de marzo, cuando Villa se encuentra de regreso en San Andrés, de donde salió tres meses antes con trescientos hombres apenas, muchos inexpertos y todo mal armados. Está de vuelta ahora, al frente de setecientos jinetes, y tiene parque y armamento para otra fuerza igual, sin contar que los hombres que le siguen todos preparados para morir, sin hacer, ningún comentario.

Page 57: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

57Enrique Martínez de Barrax

VI PENSAMIENTO Y DECISIÓN

Todo está organizado ante la debilidad que supone en tomar decisiones, sin la consulta de un pueblo y piensa quedarse allí el tiempo necesario para organi-zar su gente con más armonía militar, seleccionándolos mejores jinetes para las vanguardias, formando grupos que se manejen solos, distribuyendo los capitanes y acercando los hombres más duros y atrevidos para formar su pro-pia escolta y debería esperar…

Espera, también, que lleguen a San Andrés más voluntarios y que, entre-tanto, descanse algo su trajinada gente; por otra parte, quiera, saber que está ocurriendo en otros parajes del Estado y en otros lugares del país, para ir acomodando sus planes a las circunstancias.

Está en esos trabajos cuando le llega la más importante noticia que podía esperar: el propio Francisco Madero se halla en la hacienda de Bustillo, a no más de dos horas de camino; y no es esto sólo, sino que el jefe de la revolución le manda decir que para el otro día espera su visita, muy reposadamente. Esta maniobra militar, tenía que ser más difícil que las anteriores y Villa no quiere que lo acompañe nadie en este viaje; galopa furiosamente, como para desaho-gar su alborozo, y ya en la hacienda de Bustillo, llega el momento en que se ve frente a don Francisco.

“Me dijo él:” -¡Hombre, Pancho Villa, que muchacho eres! ¡Y yo que te creía un

viejo! Quería conocerte para darte un abrazo por lo mucho que se habla de ti y por lo bien que te estás portando. ¿Cuánta gente tienes?

“Le contesté yo:” “-Setecientos hombres, señor presidente.”Después, Madero comenzó a hablar largamente y, mientras tanto, Villa

reflexionaba, sin dejar de oírle: “Este hombre es un rico que pelea por el bien de los pobres. Yo lo veo chico de cuerpo, pero creo que es muy grande su alma.”

La admiración anticipada que siempre había sentido por Madero, hizo fervo-rosa a partir de esa primera entrevista, y Madero, que como buen político cono-ció en seguida la importancia de semejante fervor, lo estimuló hábilmente.

Para afirmarlo, al día siguiente fue él mismo en tren hasta San Andrés a pasar revista a las tropas de Villa y arredras-las, de modo que el orgullo y la confianza del guerrillero se multiplicaron, pues, esa visita significaba clara-mente que Madero lo reconocía como jefe absoluto de un cuerpo revolucio-nario; en una palabra, que desaparecía toda subordinación como no fuera la que era debida al propio Madero.

Page 58: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

58 Pancho Villa

Y al despedirse, el jefe de la revolución compromete a Villa para una nueva entrevista.

-Mañana, Pancho –le dice-, te espero en Bustillo, a las diez en punto de la mañana, pero no lleves contigo más que una pequeña escolta…

Y a la mañana siguiente, cuando Villa se encuentra en su presencia, le ex-plica:

-Te he citado aquí para sostener una conferencia contigo y con Orozco.No vayamos a reducir el tamaño cívico de Madero sacando conclusiones

prematuras, ahora que lo vemos dirigirse a esa altura de la revolución habi-tuase el corrido al norte del país, porque era allí donde sus fuerzas parecían más serias y ordenadas y donde el levantamiento tenía, si no más popularidad, sí más eficacia. Y sucedía que allí, en el norte del país, junto al aparente primer jefe militar que lo apoyaba, había aparecido el bueno de Pancho Villa, con tanto empuje y tantos adictos, que no era posible despreciar tal apoyo, por más que su pasado tuviese algo que ocultar.

Allí estaba, por esa circunstancia, don Francisco Madero, consultando a Villa, después de explicarle, como antecedente, que Pascual Orozco se incli-naba a intentar la captura de Chihuahua.

-No por ahora diría yo, señor Presidente –objetó Villa-, ¡Bien amigos míos y Señor Presidente! Dijo Villa ¡Usted me pide unos buenos guerrilleros!

Ya los tiene aquí presente; pero no por ahora, porque tenemos todavía muy grande escasez de municiones y armas. Según yo creo, mejor es seguir com-batiendo como hasta ahora, mediante estas guerrillas, y acercarnos poco a poco a la frontera para abastecernos allí de armas y parque, de modo que otro día se pueda intentar lo demás. Y haremos lo que podamos.

Después, cuando llega Orozco, se habla de la lucha en general, hasta que al fin Madero, cautelosamente, expone la opinión de Villa. Y Orozco, con sorpresa para los otros dos, apoya esa opinión.

De común acuerdo, resuelven mover todas las fuerzas revolucionarias hacia el norte, primero, y hacia el este, luego, de manera que, aproximándose a la frontera de los Estados Unidos, se cortara también el camino ferroviario de Ciudad Juárez con el resto de México, al hostilizarse la línea que une aque-lla importante ciudad fronteriza con Chihuahua. Y, por último, acuérdese poner en práctica al día siguiente aquellos planes.

No es fácil organizar la marcha de este verdadero ejército que forman, al unirse, las fuerzas de Orozco, Villa y otros caudillos de menor cuantía. Suman no menos de cinco mil hombres los que se ponen en marcha utilizando la línea ferroviaria; los trenes, recargados con la impedimenta, se extienden en inter-minables filas de vagones que dos o tres locomotoras acopladas arrastran penosamente al gigante de hierro.

Villa muy satisfecho de sí mismo, estrecho con fuerza la mano del conduc-tor y jefe ferroviario por tan alta responsabilidad, de llevar el tren a una con-siderable velocidad; pero esto no es lo peor, aún. Más adelante no hay ferrocarril en un trecho de muchas leguas, hasta alcanzar el extremo sur de

Page 59: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

59Enrique Martínez de Barrax

uno de los ramales que nacen en Ciudad Juárez, y el viaje prosigue con más lentitud aún, porque una buena parte de la tropa carece de cabalgaduras.

Cuando se alcanza la nueva línea ferroviaria hay que luchar contra las di-ficultades que suponen la falta de vagones, el mal estado de las locomotoras, la carencia de personal técnico y, sobre todo, la vigilancia del trayecto, porque ahora el ejército revolucionario se está aproximando a los parajes que domi-nan los federales.

Por fin, en la Estación Guzmán –a setenta leguas de San Andrés- termina teóricamente el viaje; y puede decirse teóricamente, porque allí se instalará el cuartel general, por el momento, y muchas tropas seguirán adelante, ya que se encuentran todavía a ciento ochenta kilómetros de Ciudad Juárez, según anun-cian los mojones del ferrocarril.

El tren hace su parada en la Estación Guzmán, porque algo importante hay que anotar aquí: algo que –como la consulta de la hacienda de Bustillo- señala el crecimiento que Pancho Villa logra en la confianza del señor Presidente Madero.

Sólo fue un viaje y de las enérgicas medidas que convenía tomar para su seguridad: y muy animado Pancho Villa llega a esta estación con la vanguar-dia, y tres días más tarde arriba don Francisco Madero. Esa misma noche, hace un aparte con Villa, y mientras pasean por el solitario andén, se franquea:

-¿Sabes, Pancho –le dice-, que estoy inquieto desde hace varios días porque en nuestra tropa hay tres jefes que me mortifican? Estos tres hombres…

Esos tres hombres son los jefes Salazar, García y Alanís; cada uno de ellos se ha plegado a la revolución con sus fuerzas, y conservan en éstas una rela-tiva autonomía de mando, como es corriente que suceda en esas asociaciones guerreras. Pero es el caso que tales jefes has establecido una especie de acuerdo, para mantener frente al mismo Madero su autonomía, desconocién-dolo casi como jefe supremo. Han respondido a muchas órdenes con cartas y actitudes altaneras, y, lo que es más grave aún, el propio Orozco no se atreve a mostrarse enérgico con esa gente, por sus notables actitudes e ideas patrió-ticas. Y de inmediato le he ordenado dos veces a Orozco que los desarme, pero dice el que tendrá que correr mucha sangre. ¿Qué te parece, Pancho?

Pancho Villa hará lo que el señor presidente ordene; si quiere que los des-arme, los desarmaré. Y puesto en plan de obedecer, aseguraré que, en el peor de los casos, no pasarán los muertos de ocho a diez.

Y Madero, que no encuentra otro remedio para la situación, pone en manos de Villa la misión que dos veces ha rehusado Pascual Orozco.

A Villa no se le cruza nadie entre Madero y la revolución. Va a reunir en seguida a su gente, selecciona los quinientos hombres de más empuje, los divide en grupos de cien, con un jefe cada uno, y explica de qué se trata.

Después se aproximan al campamento de los tres revoltosos, lo rodean y antes de que nadie se dé cuenta, en unos minutos, desarman a todo el mundo y hacen prisioneros a los cabecillas, sin que se dispare un solo tiro, durante la noche. Mientras los hombres de Villa, hacen alardes de Victoria a su jefe.

Page 60: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

60 Pancho Villa

Adquirida toda la confianza del Ejército con el coronel Villa prosiguió su marcha, lo hizo en un temerario avance, de modo que la vanguardia –no sin librar algunos encuentros- colocase a unos veinte kilómetros de Ciudad Juá-rez, por la línea del ferrocarril.

Pero allí cambiase bruscamente la dirección, cortando hacia el este para alcanzar, más tarde, los parajes vecinos a la frontera, de tal modo que el cam-pamento de la vanguardia que encabezaba Villa, levantándose en la misma orilla de río Bravo, casi a las puertas de la ciudad. Cinco kilómetros más atrás acampaban también el grueso del ejército, mientras que el terreno intermedio era ocupado por pequeños contingentes de voluntarios que no hacían mucha liga con el resto de las fuerzas.

Durante la marcha se produjo un lamentable incidente, y nadie se dio cuenta de ello hasta el día siguiente, que una veintena de ametralladoras ha-bían sido manipuladas o ya lo estaban antes de ser recuperadas de su sustrac-ción a la oposición. Después de repasar y organizar el reparto de armas el ejército siguió en su contabilidad y disciplina militar ¿De cómo podía haberse inutilizado aquellas ametralladoras? Aquello era bastante inexplicable. Era posible sin embargo, que estuvieran oxidadas y que al impulso del percutor no hiciese bien el chasquido. El coronel tomó toda clase de medidas para que el armamento restante quedase resguardado de todo incidente. Hasta entonces, salvo lo que queda relatado, todo marcha bien, con una asombrosa disciplina militar; que Julio Cesar con su Imperio no lo hubiese hecho mejor.

Page 61: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

61Enrique Martínez de Barrax

VII DIARIO DEL SR. BELMONTE

Señor Belmonte, en estas páginas de su diario dice usted, que su responsabi-lidad decreció, cuando hablo con Villa, y en estas otras faltan la mitad de sus páginas.

Él contesto que me haces, yo era responsable y encargado bagonero de tren; primero me felicitan por mi comportamiento y segundo sospechan del sabortaje del incidente de las armas…

Esto que usted dice no me deja de extrañar un poco y como se puede sos-pechar de un ejército que todos son mexicanos.

No lo creas y tú puedes sacar las conclusiones más acertadas.- Pero te diré que aquel ejército estaba formado por mexicanos fundamentales, pero no fal-taban algunos extranjeros. La mayor parte se agrupaba en esos pequeños con-tingentes ya citados, y eran, en su enorme mayoría, aventureros, o caza fortunas.

Habían descendientes de la América del Sur, abundaban, sobre todo, los norteamericanos y los italianos; estos últimos, formando un grupo que no pasaba de cien, estaban encabezados por el hijo de una brillante figura de la historia de Italia: Giusseppe Garibaldi.

Justificase esta especial mención, porque también Garibaldi vino a servir de ejemplo para que la personalidad creciente de Villa se apreciara mejor.

Fue el caso que uno de los villistas se presentó a su jefe para dar una queja: al pasar por el campamento de los italianos, Garibaldi lo había hecho desar-mar, perdiendo el hombre su rifle y su parque.

Interfiere Nataliana y con palabras rebuscadas del viejo sobre y nos dice: por los que usted dice Señor Belmonte Villa reaccionó, con coraje y valentía.

No lo dudo, dije tratándose de Villa.Yo estaría más tranquilo en esta narración capitán Belmonte, si usted se

hallase en esa situación y tuviese que responder.Hubiera comenzado, para responder a ese hombre con las mismas palabras

de Villa, con normal gestión de responsabilidad, llevándole una misiva a Ga-ribaldi.

Me dirijo a usted Garibaldi a las siete horas y veinte minutos: si en el plazo de cuatro horas no se le entrega a mi soldado su rifle a su parque, a téngase a las consecuencias. “Si tiene usted algún motivo de queja contra él, pase a exponerle, pues yo no me meto con su tropa para que usted se meta con la mía.

Francisco Villa.” Garibaldi encontró bueno el sistema, y en el reverso de la carta escribió a

su vez:

Page 62: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

62 Pancho Villa

“Señor Francisco Villa: No entrego ningún rifle ni ningún parque. Si usted es hombre, yo también lo soy. Pase a recogerlos.

Giusseppe Garibaldi.”Con mucho menos, ya Garibaldi le hubiera visto a Villa la cara de cerca;

así que no fue extraño que se acabaran las cartas y que el guerrillero, al frente de su escolta, llegara a la carrera al campamento del italiano.

Según era su costumbre, Villa le endilgó al otro el discurso de práctica enrostrándole su mal proceder, y como Garibaldi lo interrumpiera con adjeti-vos que no hacen el caso, se precipitó el final: Villa clavó espuelas a su caba-llo y éste, saltando hacia adelante, facilitó el culatazo que el mexicano descargó en la cabeza del extranjero.

Lo desarmó en seguida, hizo que sus hombres recogieran el rifle y el par-que que motivaban la cuestión, y luego encontró conveniente dirigirle un nuevo discurso, en el que al final citó la generosidad que lo acometía, di-ciendo: “Así, pues, aquí lo dejo en su campamento, en absoluta libertad, y todavía debe agradecerme que no lo fusile.”

Aun amplió ese gesto, más tarde. Madero mismo quiso saber qué había ocurrido, y al cabo de todas las explicaciones, le pidió a Villa que dejara los rencores de lado y abrazara a Garibaldi.

Villa lo abrazó.Porque, mediando Madero, siempre estaba dispuesto a todo. Hombre de su

pueblo, por cuanto lo llevaba en lo más profundo de las entrañas. Dijo el excombatiente capitán Belmonte: Debemos sentirnos honrados en

estas mis memorias, con un singular significado, de la patria mexicana, por el hecho de encontrarse dentro del área geográfica del otro lado del río Bravo, la tierra cambia de nombre, y en la orilla izquierda, norteamericana, ponían mu-chas esperanzas los revolucionarios para conseguir, provisiones y armamento de guerra.

Son los primeros días de mayo, cuando el maíz empieza a madurar y las tropas de Madero serán bien alimentadas, porque con su cosecha, produce mucha leche y carne.

En torno de pobreza de los campesinos, y en tiempos revolucionarios de riqueza, para la ciudad de Juárez. Donde la finalidad llevada hasta aquí, pro-pone Francisco Madero, con su ejército, volver hacia el oeste y hacer fuerte la revolución en el Estado de Sonora, que era, para el Gobierno de don Portifirio, el más desamparado militarmente.

En un principio, Villa y Orozco habían estado de acuerdo en el desarrollo de esos planes; mas, ahora que se veían tan cerca de Ciudad Juárez la tenta-ción de atacar la plaza iba creciendo en ellos. Pero cuantas veces insinuaron la ambición, la descartaba Madero y alegaba en su apoyo la formal opinión del general Viljoen, guerrero bóer a quien la aventura había arrastrado desde África a América; y Viljoen, con pesados razonamientos estratégicos, opinaba que el asalto a la plaza fracasaría.

-Yo pienso, compañero –decía Villa a Orozco-, que este señor general no

Page 63: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

63Enrique Martínez de Barrax

comprende cuánto bien le haría a la causa revolucionaria la toma de Ciudad Juárez, porque vamos viendo que pasa el tiempo y todavía no hemos logrado cumplir ningún hecho de armas importante… que fortaleza nuestra causa.

-Pues yo también pienso lo mismo, compañero, y soy de opinión que po-demos provocar la batalla de alguna manera que no pueda evitar el señor Presidente…

Entre los dos dan vueltas al problema y no les parece mala la solución que encuentran.

Mandarán a unos hombres para que provoquen a las vanguardias federales con mucho tiroteo, pero sin avances; cuando se oiga el tiroteo fingirán no saber nada, ofreciéndose en seguida para mandar averiguar; esta segunda tanda de hombres se plegaría a la primera, y cuando la pelea tomara incre-mento, saldría el propio Orozco para ordenar las cosas en apariencia, pero en realidad para reforzar su gente; más tarde, Villa haría otro tanto, y cuando Madero se diera cuenta, ya la batalla estaría emprendida y sería tarde para dar marcha atrás.

La firmeza de Orozco y Villa debían a alentar a su presidente Madero y decidieron marchar para el paso, la población norteamericana que está al otro lado del río, frente a la Ciudad Juárez, y allí pasaron la noche para hacerse menos sospechosos.

Después de un prolongado de tiempo regresaron muy de mañana al cam-pamento, oyeron ya el tiroteo, y después de la consulta con Madero, recibieron la orden esperada:

-Retírenme esa gente que se está agarrando con los federales, que no hemos venido aquí para librar batallas…

El plan de los dos guerrilleros comenzó a cumplirse.Salieron más hombres para las avanzadas, y el tiroteo arreciaba en vez de

disminuir, inquietándose Madero cada vez más.-Pero, ¿me retiras o no esa gente, Pancho?-Sí, señor Presidente. Pero parece que los muchachos están muy agarrados

con los federales y no quieren dejar la lucha… Será bien que mande a Orozco…

-Mándalo a Orozco, Pancho; pero que termine la lucha.Pasó así el día, y al anochecer se librara ya una verdadera batalla a las

puertas de Ciudad Juárez; Madero llamó a Orozco y a Villa, para preguntar-les otra vez:

-¿Qué es lo que está pasando, que no me retiran esa gente?Me va pareciendo tarde para la retirada, señor Presidente, porque todos

los hombres del ejército ya no quieren más que pelear y están entusiasmados por el balaceo que se oye. Y si no mandamos refuerzos los van a tronar a todos los que están allá, y eso le va a parecer mal a la tropa, y debemos ir viendo que no hay más remedio que ordenar el ataque…

Orozco agregó muchas otras razones también, mientras Madero se mos-traba cada vez más desconcertado.

Page 64: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

64 Pancho Villa

Después se quedó un rato en silencio y, al fin, lanzando un suspiro, dijo:Bueno, ¡qué le vamos a hacer!Y sin más comenzó el ataque a Ciudad Juárez en la madrugada del 8 de

mayo de 1911.Es dura la batalla; dentro de la ciudad se encuentra el general Navarro,

que ha llegado de Chihuahua con grandes refuerzos para la guarnición que ahora está bajo sus órdenes. El ejército revolucionario, dividido en tres gran-des grupos, ataca furiosamente en diferentes sectores, pero, con todo, tiene que transcurrir íntegramente el día, para que a favor de las sombras, puedan llegar a la ciudad. Se siente muy satisfecho Villa porque aumento su tropa a mil doscientos hombres en los últimos meses. En la lucha abierta y desespe-rada, como jauría salvaje a saltan la estación del Ferrocarril Central, que cae en su poder cuando amanece; allí, en ese gran local, se encuentra des-pués medio acorralado por los gubernistas que dominan todos los alrededo-res, y parece que no podrá sacar mucho provecho de su pequeño avance, hasta que se le ocurre la idea de proseguirlo sin necesidad de salir a la calle, donde las ametralladoras de los federales lo han contenido ya dos o tres veces, como si fueran surcos de labranza.

Van arrancando rieles y con ellos improvisa arietes para atacar las pare-des, abriendo boquetes a fin de que pase su gente; y así, de pared en pared y de casa en casa, Pancho Villa y su tropa se van introduciendo en la ciudad, con gran desconcierto del enemigo; cada casa que cae en su poder, se trans-forma en un reducto de ataque y pronto los federales se encuentran enfilados desde los más diferentes ángulos por certeros disparos de ocultos tiradores. Esta maniobra de Villa es la que determina el paulatino repliegue de las fuer-zas federales que, poco a poco, se ven acorraladas junto al cuartel de la ciudad, donde a Navarro no le queda más remedio que capitular a las tres de la tarde del día 10, donde se hará historia.

Mientras Orozco se encarga de recibir la rendición, Villa pone su caballo en dirección al campamento revolucionario, donde don Francisco Madero ha quedado esperando la suerte de la batalla, y se da el gusto de anunciarle la victoria en presencia del general Viljoen, que nunca, ni en la dura guerra africana, había visto combatir de ese modo, tan audaz y sangre fría.

Como gallo valiente de pelea Villa en este episodio cuántos trabajos supo-nen conquistar una ciudad, porque la labor del militar va más allá de la batalla y alcanza a los problemas de avituallamiento general, atención de prisioneros y vigilancia del propio ejército, que en el alborozo de la victoria se hace más difícil de manejar.

Los víveres, sobre todo, le dan mucho trabajo a Villa, y como los padeci-mientos generales son mayores para que por lo menos algunos oficiales sobre lleven la derrota con una buena comida. No les falta el alimento, como los antiguos guerreros medievales, la carne que cazaban descuartizadas las piezas y la carne despellejada, la ponían a lomos de caballo de bajo de la silla de la montura y se la comían caliente del lomo del animal.

Page 65: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

65Enrique Martínez de Barrax

Era una gran preocupación, para nuestro admirado Pancho Villa, para reu-nir los alimentos necesarios, no solo para su tropa, sino también para los pri-sioneros, que le parece, en el buen sentido humanitario; después de dos días, en el campamento de prisioneros de soldados y oficiales, Villa se compadece de su derrota y quiere hacer, una buena distención con los oficiales y ganarse su amistad, ofreciéndoles una buena comida.

Haciendo un semero reencuentro de distinguidos oficiales elige a nueve separándolos de la mirada maliciosa de Navarro y los lleva con él a el Paso, para ofrecerles allí una magnífica comida en el mejor hotel de la ciudad, y los trae de vuelta luego, sin que en el ínterior ningún prisionero haya intentado escaparse, quizá porque los nueve se sintieron muy comprometidos por el caballeresco gesto del revolucionario.

La caprichosa generosidad de este gesto muestra algo del espíritu de Villa, pero mucho más se le descubre en la inmediata actitud contradictoria que sucede al banquete de El Paso.

Dejemos constancia, eso sí, de que para esa contradicción medió la influen-cia muy mal inspirada de Pascual Orozco, quien, como ya se verá más ade-lante, no teniendo ninguna de las virtudes de Villa, resultó con defectos peores.

Estaban viendo Villa y los demás revolucionarios las consecuencias que la victoria de Ciudad Juárez significaba en todo el país para provecho de la ya extendida y triunfante causa revolucionaria, con olvido casi total de las penurias pasadas, cuando Pascual Orozco se dio maña en azuzar rencores.

Como conocía bien a Pancho Villa, a él se dirigió para recordarle cuántas violencias había cometido en la guerra el general Navarro.

-Y lo consulto –dice Orozco sabiendo que ya está la mecha encendida- para saber si le parece que nosotros lo fusilemos a él ahora y rehusemos obedecer al señor Presidente si se opone a la ejecución.

A Villa le parece que sí es de justicia fusilar a Navarro para vengar los atropellos que, a causa de la victoria, casi tenía olvidados.

-Oigo todas sus razones –le contesta- y pienso como usted. Yo y mis hom-bres los apoyaremos para conseguir esa ejecución.

Entonces, Orozco traza el plan. Irán los dos a ver a Madero, pero Villa se quedará con sus hombres junto a la guardia del Presidente, y si éste niega el permiso para la ejecución, entonces Villa desarmará a la guardia para evitar una lucha.

Villa queda, en efecto, esperando con sus hombres, y muy preocupado pregunta ¿a qué distancia se encuentra la fortaleza de la prisión a la cárcel? A unas cuatro calles de la plaza mayor, le contesto el viejo Zacarías mientras Orozco está con Madero; de pronto, en una ventana aparece el confabulado, que le ordena:

-Desármelos, compañerito. Aremos un buen arsenal, desármelos a todos; los soldados fueron entre-

gando las armas en el mismo patio.

Page 66: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

En el mismo patio del Cuartel General; pero mientras Villa dirige la faena, aparece de pronto Madero, que al encontrarse con tan triste escena, se queja abatido:

No puede ser que el diablo te lleve Pancho ¿también tú estás en contra mía?

Mucho tiempo le va a sonar a Villa en los oídos ese amargo reproche. Se queda inmóvil y silencioso como un niño sorprendido en algo feo, y así está todavía, cuando ve que aparece Orozco y se pone a hablar animadamente con Madero, para terminar dándose los dos un fuerte abrazo en animada amistad.

Entre lamentaciones y desconciertos Villa mantenía su posición normal, entiende que todo se ha resuelto; y después de devolver las armas a la guardia, no muy seguro de haber estado bien en ese trance, se vuelve a su cuartel se-guido de la gente que lo había acompañado en la confusa empresa. Y se ima-gina al marchar, que detrás de él irá Orozco a explicarle todo lo sucedido, que bien lo necesitaba, ya que nada había podido entender cuando le dijo:

¿Qué hace usted aquí? Quedando la respuesta sin contestar y sin entender, dejándola al día siguiente, al no entenderse el día anterior, no podían enten-derse al día siguiente, porque había movimientos de venganza. Pero ni ese día, ni el día siguiente, ni el otro apareció Pascual Orozco por el cuartel de Villa; éste, por otra parte, habíase quedado allí como escondido, porque seguía so-nándole en los oídos aquel reproche de Madero, como si la voz de la concien-cia hubiera hecho suya la queja.

Y sin salir de su cuartel, comenzó a saber cosas extrañas: que Orozco, es-perando recibir dinero del gobierno federal, había tramado el asesinato de Madero y que, para llevarlo a cabo, tramó todo aquel complot, de manera que, con el pretexto del fusilamiento de Navarro, Villa estuviera de su lado, y lo apoyara al desconocer al presidente.

Normalmente en estas conversaciones eras vientos de guerra amargos, y había que continuar hasta el último momento ya que Orozco no había tenido valor para cumplir su plan en todos los términos, y entonces aprovechó las circunstancias para descargar en Villa la máxima responsabilidad del des-acato.

Así supo Villa las cosas, y así, más o menos, se comprobaron mucho tiempo después, reduciéndose el embrollo a la concreta existencia de un com-plot patrocinado por Orozco y en el que Pancho Villa había jugado un papel ingrato y censurable, que lo colocaba en mala posición, por más que lo inten-tara mejorarlo, lo peor que podía decirse de su gestión era que había hecho lo que le diera la gana tontamente.

Page 67: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

67Enrique Martínez de Barrax

VIII LA CUCARACHA

Esto no dejaba de extrañarle un poco a Raúl Madero hermano del Presidente, lo había hecho varias veces actuar de intermediario conciliador después de transcurrir algunos días del penoso incidente. Por lo consiguiente no deja de ser una confesión maltrechera, que obedecía a dos razones, el enfado de Raúl y por otra parte el engaño que había sufrido Villa por causa de Pascual Orozco y de su gran osadía de inquietud, para aligerar y se concierte una entrevista con el Presidente.

Si Villa no estaba lo bastante adelantado en sus estudios presidenciales, para no equivocarse, pero poseía un verdadero talante y sabía que podía con-tar con el presidente Francisco Madero. Y no se equivocaba, transcurrido un tiempo el Presidente Madero había adoptado decisiones presidenciales. Villa se retiraría del ejército revolucionario y sus tropas quedarían al mando de Raúl Madero, decidiéndose para explicar su ausencia, que había marchado a cum-plir una misión muy especial del Presidente.

EL JOVEN PANCHO VILLA

Page 68: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

Aprovechando el buen tiempo, después de una prolongada duración, cuando todo queda convenido, los altos cargos militares, Madero le hace saber a su hermano que sea cicatero con Pancho Villa y le ponga un tren que él quiera para irse.

No obstante recibe las tropas que están a su mando y haz que le entreguen diez mil pesos. Ve tú mismo a dejarlo en la estación, Raúl hubo de adoptar entonces algunas medidas de seguridad con los cambios de la crinología del tiempo, para un traslado de tropas, de un sitio para otro; para no encontrarse en medio de una tempestad o descarrilamiento de trenes u otras adversidades del tiempo, tenía la información suficiente, de contar con un viejo pastor tras-humante y en su juventud fue soldado en las cruzadas de marino, le conocían como el viejo Zacarías o lobo solitario de mar. De joven fue un notable ade-lantando sus estudios hidrográficos, ahora poesía un verdadero olfato de cuando se trataba de pronosticar el tiempo. El aspecto del cielo, por una parte, y las indicaciones del barómetro, le hacían ponerse el gua los aires húmedos y secos y de donde procedían. Zacarías decía: todo lo que sé se lo debo el que fue mi capitán, era un gran; me había enseñado a consultar el citado instru-mento, cuyos proyectos hoy los tengo vivos en mi cabeza, con una notable seguridad de lo que digo, de lo que hago o dejo de hacer.

Con esta seguridad del tiempo Madero podía obrar con seguridad, porque esos días del buen tiempo la suerte de la revolución estaba decidida, y era favorable. La victoria de Ciudad Juárez estimulaba los levantamientos en todo el país y las tropas del gobierno, divididas y desmoralizadas, sufrían derrota. Era evidente, además y decisivo, por otra parte que los Estados Unidos apo-yaban, todas las sugerencias y adversidades a los opositores del Porfirio Díaz y que tal insinuación facilitaba enormemente el poderío militar de los revolu-cionarios.

Con responsabilidad del Estado Madero no había resuelto su próximo paso, con aceleración de triunfo definitivo y faltándole tiempo anunció de qué don Porfirio Díaz se avino a negociar con los jefes de la revolución y, resueltos los trámites rápidamente, el día 18 de mayo se obtuvo al cabo la renuncia del vitalicio presidente mexicano.

Como se comprenderá cuando la espera ha merecido su tiempo y la espera se hace fuerte, constituyendo un gran salto a la democracia: aceptando el Congreso y se nombró presidente provisional a don Francisco León de la Barca, para convocar de inmediato a elecciones, de forma prudente, para que el nuevo candidato a Presidente constitucional pudiera hacerse cargo del go-bierno en el próximo mes de noviembre, para mayor seguida del triunfo y la revolución estaría consagrada. La elección de don Francisco Madero se des-contaba ya; y todo eso equivalía al anuncio de que los hombres militares del partido revolucionario habían terminado de cumplir con su misión.

Cuando las ideas y el pensamiento se hacen fuertes el Pancho Villa, Ma-dero busca a la forma de desprenderse de él, que constituye un gran consuelo para los que le siguen, que no les deja descansar ni de día ni de noche. Ahora

Page 69: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

69Enrique Martínez de Barrax

Villa es tímido y respetado por todos en su aventura revolucionaria. Aquel antiguo bandido de las sierras de Durango había conquistado tal fama y nom-bradía, que era, después de Madero, el más popular de todos los caudillos.

Para Madero era el aspecto del guerrillero inquietante y peligroso, ya que aparte de combatir, ninguna otra cosa buena podía esperarse de él.

Había que prever el caso urgente de alejar al veterano guerrillero de la vida pública, porque no era hombre que se asustaba, no conocía el miedo y a cualquier amenaza o insulto que le disgustase, por un instante lo arreglaba a balazos, sin embargo era pacifico en el campo, y se conformaba con tener un pedazo de tierra en las serranías de Chihuahua, donde libre de persecuciones, renaciera su dormida raíz campesina y, para cambiar el rifle por el arado.

Como guardián centinela, la ira de Pascual Orozco: A Madero le sirvió como un jarro de agua fría, por el trance ideal, para desprenderse de Villa y sofocar con mimos cariñosos las peligrosas fuerzas encerradas en él. Y por su parte, Villa, sintiéndose casi culpable de aquella involuntaria deslealtad con Madero, no llevaba otra cuenta en esos días que la de su vergüenza y cierto reforzado rencor hacía el pesimista de Pascual Orozco, que durante días estaba de centinela veía un dialogo aventurero de guerrilla.

Cantando la cucaracha con cien hombres de escolta y un tren especial, Villa se apresura al sur de Chihuahua, prefiriendo entre todos los parajes familiares aquel que se llamaba San Andrés; porque allí, y a favor de un encariñamiento nacido más que nada en el recuerdo podía cambiar la vida turbulenta que arrastraba, por prosperar en la comodidad de un nuevo vivir, con una mache-tona guapa como son las mujeres campesinas de la sierra. Siempre que le diera unos muchachitos revoltosos que él miraría de verlos crecer, como se mira al cielo para ver las estrellas, donde esta Dios y la gloria.

Villa comento con uno de sus hombres, a partir el tren dejamos en Ciudad Juárez un capítulo de nuestra historia.

Page 70: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

70 Pancho Villa

IX EL DESCASO DEL GUERRERO

Después de un sosegado descanso, el guerrero reposa de su relato de la histo-ria y descansa unos cuantos meses en San Andrés, visitando y buscando la convivencia más apacible, con camachitas que le hagan olvidar un poco de la revolución, ya que lo lleva tan dentro y la siente como un repentino deseo de paz que se explica con una no menos repentina vocación hogareña. El hecho de que tan vocación no durara, en nada disminuye la importancia del caso, más si se tiene en cuenta que aquella misma vocación le acometió otras veces sin que dejara nunca de darle un cumplido desahogo de paz.

Bien merecida tenía esta multiplicidad sentimental, que estaba muy de acuerdo con su carácter, todo lo que al amor se refiere cobra en Villa un aire escabroso y embrollado; además, agregó a la confusión un discreto y delibe-rado silencio que sólo una vez se altera, en sus “Memorias”, para mencionar el nombre de Juana Torres, con referencia a “la traición provocada por su mujer”.

Mala situación para el caso no valía la sola palabra de Villa, algo más se consigue en una mayor indagación, aunque es lo cierto que la noticia general resulta, siempre, mostrando el mismo atavismo, donde puedes mencionarse tres nombres fundamentales en la historia amorosa de Pancho Villa: Luz Co-rral, Juana Torres y Manuela Alcaraz. En su correspondiente oportunidad, cada una de esas mujeres agregó al suyo el apellido de él, después de presunta formalidad matrimonial, pero de ninguna manera esos posibles trámites pare-cieron molestar a Villa para otros ensayos románticos.

Entre tanto no es de extrañar este desorden en un hombre de vida tumul-tuosa; bien corresponde una gran cantidad de enamoramientos y hasta repeti-dos matrimonios en quien no sabe vivir de otra manera que siguiendo el impulso del momento, y en quien la ambición y el capricho se ceban en un mismo propósito. Su enamoramiento con las mujeres, se encontraba más des-pierto que nunca. Se preguntaba si su mujer quedaría en un segundo plano y si existiera alguna relación en su recuerdo, es porque estuvieron también si-lenciadas en su vida. No es de extrañar, por eso, que aquí termine esta ligera referencia, y falte en lo sucesivo toda otra mención que las evoque, porque de esta parquedad resulta las proporcionada importancia que él les dio en su me-recido día.

Ninguna de ellas pudo más que su atrevimiento; ninguna lo cohibió para el coraje ni le cambió los planes; ninguna le dio más valor o más ambición o le aflojo los nervios con tristezas, ni nada significo en la ausencia o la despedida del llanto del amor.

Page 71: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

71Enrique Martínez de Barrax

Contaban solamente para el tiempo que iba encontrando de sobra en las vueltas de su aventura tenebrosa.

¿Acaso tendría algún interés Villa en San Andrés por una mujer? Su aven-tura dio una vuelta, y en el tiempo que le sobró –muy poco tiempo- estuvo Luz Corral. Finalizaba el mes de mayo cuando llego Villa a ese pueblo, con ánimo de quedarse para siempre trabajando la tierra, pero el dilatado plazo se le re-dujo a meses nada más, porque en febrero del año siguiente recibió un impor-tante mensaje.

Francisco Madero, que era ya presidente desde el mes de noviembre, lo llamaba a su lado con urgencias, y allá fue Villa, esta vez calculando que algo mal ocurría. Era su segundo viaje a la capital; también el primero, dos meses antes, fue determinado por Madero, que quiso hacerle unas consultas acerca de Pascual Orozco y sus maniobras en Chihuahua. De ese primer viaje regreso muy contento por ver que seguía teniendo la confianza del presidente, y no solo eso, sino que Madero le había pedido su apoyo si algo malo llegaba a ocurrirle al gobierno de la región.

Puesto que ahora lo llamaba otra vez, era algo malo. En el viaje pudo reflexionar de nuevo sobre el aspecto de las cosas.Allí en Chihuahua, el viejo don Abraham González era el gobernador del

Estado, pero habíase mostrado muy poco hombre de mando, y nunca había querido ir a verle para no hacerle reproches; allí, también, estaba Pascual Orozco como jefe de la Zona Militar, y mostrándose como una especie de rey, muy amigo de son Juan Creel y de Alberto Terrazas, que eran reconocidos “porfiristas” y muy malas personas para Villa. Sumando a esto estaban los rumores que corrían mostrando a Orozco muy insolente y ambicioso siempre, para mayor inquietud de Madero.

A veces las voces de la política y sus ideas nos confunden. Y esas ideas pasaban sobre Madero muchas inquietudes más, que se hacían densas como nubes de segura tormenta, y un Orozco cualquiera podía ser el primer relám-pago , por más que a la vista no había ninguno más indicado que Pascual a la hora de tomar decisiones.

Y conocía Madero la certeza de esta amenaza, porque a él mismo no se le escapaba ya –hacia tres meses que era presidente- el desgraciado desvió pro-gresivo de su gobierno. No era Madero un hombre de Estado, sino un teórico idealista, rebosante de buenas intenciones, pero desconcertado cada día más por las duras lecciones de la realidad y del optimismo.

Porque podía aventurarse a esta situación su dolorosa enfermedad –epilep-sia- y el enorme desgaste de energías hecho durante el periodo revolucionario, que le provocaba ahora una verdadera postración.

Para aumentar sus dificultades, la obra reconstructiva que el país exige de él es gigantesca y, mientras tanto, la aristocracia y los elementos desplazados del “porfirismo” le hacen una oposición sorda y enconada.

Además que este hombre que ha luchado años enteros, que es honesto y altamente inspirado, se encuentra al borde del fracaso después de noventa días

Page 72: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

72 Pancho Villa

de gobierno, y no se resigna a semejante derrota. Tiene confianza aún, piensa poder reaccionar, espera que le ayuden… Piensa que todo podrá salvarse si sobrelleva esos duros momentos del principio, y para evitar que algún audaz explote esa momentánea debilidad del gobierno, ha recurrido a Pancho Villa como última esperanza.

Carácter permanente necesita ser un hombre duro, salvaje, temerario, capaz de prodigar, donde se necesite, toda la energía que a él le falta y debe recupe-rarla. No disminuyeron los ánimos de Villa durante toda la semana yo que he estado en el Castillo de Chapultepec y conoce el camino para hacerse anun-ciar.

El solo aspecto de Madero le dice que las cosas no andan bien; después, las palabras que oye le ratifican la impresión. Es que Madero se siente realmente alarmado por las actividades de Pascual Orozco; el antiguo revolucionario está cada vez en mayor intimidad con la gente de la oposición, que comienza a hablar desenfadadamente de un próximo levantamiento militar.

Cuando Villa le asegura su lealtad de siempre –vengándose de la vergüenza que sufrió en Ciudad Juárez-, el presidente le recomienda que esté listo para la acción y que él mismo le brindara cuanto sea necesario para armar a su gente demostrando que su amistad no había disminuido que sería la de siem-pre.

La sería imposible y emplearía el sentido de lo verdadero Pancho Villa ya no regresaría a San Andrés. Prefiriéndose instalarse en Chihuahua, en aquella vieja casa de la calle Diez, donde a la sazón tiene un comercio de carnicería, como era su antiguo deseo desde los tiempos de Parral. Allí estará más cerca de Orozco, para vigilarlo.

Y no necesita esperar mucho. Dos días más tarde, en medio de la noche, estalla un violento tiroteo y pronto se sabe que ha sido atacada la penitenciaría de la ciudad.

A la mañana siguiente, por intermedio de un hombre de la guarnición, se entera Villa de que los mismos soldados del gobierno son los que han tiroteado la cárcel, obedeciendo a una orden de José Orozco. Como éste y su hermano Pascual seguían en cordiales relaciones, Villa dándose cuenta enseguida de que se trataba de una maniobra preparada quién sabe con qué finalidad. A su vez, se entera también de eso más tarde, cuando es llamado a la Casa del Go-bierno, donde encuentra a Orozco con el gobernador interino, licenciado Gon-zález y este le explica que, de acuerdo con el general Orozco, necesitan su ayuda para perseguir a un bandido que se ha fugado de la penitenciaria, des-pués de sublevar a la guardia.

Ahí mismo dándose cuenta Pancho Villa de toda la farsa, y como se le encargaba de una persecución inventada, dedujo que Orozco quería sacarlo del medio para tener las manos libres. Con toda astucia fingió caer en la celada y acepto ponerse al frente de cien hombres para capturar al bandido.

Cuando volvió a su casa, se llevó una gran sorpresa, lo que le pareció una falsa alarma lo de la fuga del presidiario, le pareció que era realidad y Villa

Page 73: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

73Enrique Martínez de Barrax

tenía motivos para sospechar de una manera extraña de aquellas horas de la noche, estuviese un hombre paseando de un sitio para otro.

¿Qué hace usted por aquí? Le preguntó.A usted que le importa; contesto el descocido de la noche…¿Qué ha dicho? Exclamó Pancho Villa, que no pudo contener un momento

de ira, por faltarle el respeto a un Coronel.Digo: rectificó el desconocido de la noche, que no hay un reglamento ciu-

dadano que prohíba pasear por la noche.Pues bien; ese reglamento lo impongo yo como militar, dijo Villa, y le

prohíbo a usted que ande de un sitio para otro, a estas horas de la noche.¿De veras? Interrogó el desconocido de la noche.Aquel hombre, tan dueño de la noche y de sí mismo, hizo entonces movi-

miento de amenazas e insultos.El coronel de su bolsillo saco un revolver, y apuntando con él al descono-

cido de la noche, le dijo:Sepa usted, como autoridad militar que se identifique, que este revolver no

me abandona nunca, y que al primer acto de insubordinación le levantar la tapa de los sesos.

En aquel momento el ciudadano de a pie se sintió irresistiblemente abatido, encañonado por la boca negra del cañón de la muerte. Ya que sólo se trataba de identificarse a una autoridad militar y, cedió pidiendo disculpas de que se había peleado con su mujer y está fuera de casa.

¿Entonces aquel mal entendido había desaparecido? Con la cual entro en su casa, para descansar y meditar, sobre los cien hombres que le habían pro-puesto de escolta para capturar al bandido. Eligió a once hombres de con-fianza para su escolta, ya que con él habían trabajado. Partió enseguida con esa reducida escolta hacia la estación del ferrocarril donde estaba la tropa que Orozco ponía bajo su mando.

Allí, un soldado de le acercó entregándole un mensaje de parte del general:“Compañero Villa: Salga usted con la gente. Lleve a Rojas (era el bandido)

a una jornada de vista y no me gaste un solo cartucho. Pascual Orosco”Pancho Villa dio vuelta a la esquela, y amañándose contra una pared, es-

cribió:“Señor Pascual Orozco: Enterado de su carta, digo a usted en contestación

que yo no soy parapeto de sinvergüenzas. Ahí le dejo su gente y me retiro al desierto para probar a usted que yo sí soy hombre de honor. Francisco Villa.”

Cuando Orozco leyó esas altivas líneas, ya galopaba Villa con su gente lejos de la ciudad revolviendo el polvo de sus antiguos itinerarios, otra vez lanzado a la lucha, otra vez con unos pocos hombres, con armas malas y es-casas municiones, confiando en que el coraje campesino engrosaría sus filas.

Este merodeo inicial es como una leve improvisada; dos hombres aquí, cuatro allá, nueve en una hacienda, quince en un pueblo, la escolta de Villa se

Page 74: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

74 Pancho Villa

va trasformando en batallón. En Ciénaga de Ortiz encuentra antiguos compa-ñeros, y ya suman ciento cincuenta los jinetes que lo siguen; cuando está en Satevo, le da alcance su compadre Fidel Ávila, que viene a la cabeza de cien hombres.

-Salimos como cuarenta al saber que volvía la lucha, pero en el camino se nos juntaron los demás… -le explica orgulloso.

Una semana después de haber salido de Chihuahua, ya ha reunido Villa medio millar de hombres, se están repitiendo sus primeras aventuras de la revolución, pero para Villa había pasado el tiempo ya no era el mismo desde hace casi dos años unos 10 meses desde que era el jefe inexperto, que no en-tendía las equivocaciones de unos y de otros o las suyas mismas de cada día. Prueba de esto es que ha reunido mucha gente en poco plazo y que se da más maña para evitar padecimientos, moviendo su tropa en etapas que se hacen en todas las haciendas donde sabe que hay gente amiga, o gente que no puede molestarlo mientras él se favorece con el maíz, la carne, el agua y un casual bastimento; mucho se parece esto a lo que hacía con Ignacio Parra y Refugio Alvarado, pero no es lo mismo, porque ahora, a cambio de todo lo que obtiene, entrega un puntilloso recibo que algún día ha de pagar el gobierno aunque fuera de plazo.

Sólo había de ser ya cuestión de la administración, para darle una solución, a los problemas de su tropa donde los albergó en un rancho de San Juan de la Santa Veracruz, a donde, no bien oscurecía, viéndose llegar a un pesado auto-móvil con muchos ruidos detonantes, y mucho humo.

Del impresionante vehículo descendió un hombre entrado en años, y Villa reconoció en seguida a don Pascual Orozco, padre, que en efecto, iba a bus-carle a él.

-Con usted, señor –le dijo Villa-, no tengo yo negocio de qué hablar.-Se trata de un asunto privado, coronel Villa, y vengo de parte de mi hijo.-Si quiere hablar, vamos entonces merendando primero y después dirá lo

que usted guste.El dueño de casa asistió a la comida, notablemente silenciosa, y en seguida

Villa y el anciano se retiraron a una habitación.-Hable usted, señor, qué es lo que manda a decir su hijo…Don Pascual comenzó la retórica habitual para la gestación que se traía,

agregándole la sonrisa y el ademán correspondientes:-Ya sabe usted, coronel Villa, que mi hijo y yo siempre lo hemos apreciado,

y por eso…Era la más equivocada proposición que podía hacerse a Villa. Ofrecerle

trescientos mil pesos para que pasara a los Estados Unidos abandonando a Madero, era tanto como agraviarle el recuerdo de su madre. Del discurso que con tal motivo improvisó él para responder a semejante insulto, no es necesa-rio reproducir más que la última parte, porque el resto se adivinará sin es-fuerzo:

-Y váyase usted, señor, a dar cuenta a su hijo del resultado de nuestra con-

Page 75: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

75Enrique Martínez de Barrax

versación y de su comisión. Y créame que si no abuso de las circunstancias, teniéndolo aquí, entre mis manos, es porque soy hombre de honor y quiero que ustedes sepan comprenderlo por la diferencia entre sus actos y los míos. Pero no me hable una palabra más de la comisión que viene desempeñando.

Cuando don Pascual, muy corrido, volvió al automóvil, estaba nevando, y entonces Villa, que por mostrar su honor no le había pegado dos tiros, se quitó el Poncho y lo cubrió como si hubiera sido su padre.

“Mirándolo ir, yo consideré un rato, sin sentir mucho el frío de la nieve que me caía encima, que el peor destino que puede aguardar a un hombre es el de ser padre de un traidor.”

Demos gracias al cielo que no hemos ido hacia atrás debemos seguir ade-lante, decía Pancho Villa a sus seguidores, tenemos ciertas probabilidades de vencer y el triunfo será del pueblo. Hay mucha esperanza con estas palabras sin respuestas de lo que ocurre en el resto del país: que se han formado muchas guerrillas Oroz quistas en todo el Estado; que en Morelos el indomable Zapata ha vuelto a tomar las armas y, como antes, sacude otra vez de firme a las tro-pas del gobierno; que los levantamientos se extienden a Sonora, Sinaloa y Zacatecas.

Malas noticias todas, pero no se resiente su ánimo por ellas y mientras busca orientarse en la lucha y acrecentar sus fuerzas, merodea con sus hom-bres por los alrededores de Chihuahua.

No son paseos estas andanzas, porque no vive día sin tiros ni noche sin escapadas; cada vez que llegan las sombras, las aprovecha Villa para realizar rápidos desplazamientos que despisten al enemigo, porque no le cabe duda de que Orozco tiene mucho empeño en destruirlo.

En estos tiroteos y escapadas, la suerte no es siempre favorable; el mal tiempo y las penurias debilitan, además, el entusiasmo de su flamante tropa. Se agrega a esto una sorpresa que le dan los Oroz quistas en Satevo, donde le hacen más de cincuenta prisioneros, y esa noche, al acampar en un desierto valle, ve Villa con mucha pena que la gente empieza a desertar de sus filas.

Cuando amanece, la nutrida tropa del día anterior está reducida a un pe-queño grupo de hombres; montando ya, Villa pasa revista lentamente, y la cuenta amargada que hace no pasa de sesenta hombres. Pero, mirándolos, reconoce sus rostros uno por uno, y ve que allí están todos los que le acompa-ñaron en otros tiempos mejores, cuando San Andrés, cuando Ciudad Juárez. No son más que sesenta hombres y, no obstante, ha encontrado un consuelo; piensa: “Si lo más de mi gente me abandona en esta hora, lo más florido de ella sigue conmigo.” Y como otras veces ha tenido menos de sesenta hombres a su lado, sin sentirse débil, no tiene porqué desanimarse, todos los que le oían hablar dando ánimos, participaban de su confianza, manifestando su pobreza, que parecía no tener fin, lo peligros y los sufrimientos ya habían llegado a su destino. Tal era la esperanza que tenían en su panchito, que les seguirían hasta la muerte.

Ahora, con menos gente, corre mayor peligro de ser atrapado por las par-

Page 76: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

76 Pancho Villa

tidas Oroz quistas que van y vienen de la capital del Estado; así que cortando por los caminos de las sierras, baja hacia el sur, sin llevar otro plan que el de ir ganando tiempo para rehacerse.

Las circunstancias no se le acomodan a ese propósito, porque al llegar al poblado de Belleza –a treinta y cuatro leguas directas de Chihuahua, que fue-ron más de ciento cincuenta por los rodeos- se entera Villa de que en la vecina ciudad de Parral, también traman algo los rebeldes.

-José de la Luz Soto –le dice su informante- está entendido con Orozco, según se ven las diarias comunicaciones que sostiene por el telégrafo.

-¿Y qué gente tiene José de la Luz Soto?-Sobre cuatrocientos hombres, digo yo…Eran muchos cuatrocientos hombres para atacarlos con su escasa tropa,

pero como Parral podía tener importancia militar, no calculó las desventajas sino los beneficios, de modo que sus sesenta hombres alcanzaban igual.

Emplea la antigua técnica de los atracos para acercarse sigilosamente a las puertas de la ciudad; y después de asegurarse una posición que no le agregara desventajas, le envía a Soto el habitual mensaje de advertencia:

“Si es usted partidario del gobierno, salga a recibirme. Y si es usted ene-migo, salga de la población a pelear, pues vengo resuelto a entrar en esa plaza como sea.

Francisco Villa”La vida es una invitación constante, en diferentes etapas; lo que no es di-

ferente cuando no tenemos más remedio que luchar a pecho descubierto y corremos el riesgo de perder la vida y José de la Luz Soto no hace caso del mensaje; sabe que Villa no tiene más de sesenta hombres consigo y no puede imaginar que la amenaza no sea una bravata.

Además, no puede precipitarse, porque todavía no ha terminado de enten-derse con Pascual Orozco, a quien le negocia su traición con cautelosa des-confianza.

Villa, entretanto, se cansa de esperar todo ese día.Al caer la noche, sin más paciencia ya, manda montar a sus sesenta hom-

bres, y, a la cabeza de ellos, entra en los arrabales de Parral a media rienda. Conoce el terreno –como siempre- y lleva a su tropa a un corralón donde pueda ocultarse y estar lista para cualquier acción. Y de allí, parte él solo y a pie, para dirigirse a uno de los cuarteles con ánimo de averiguar cuál es el pensamiento de la tropa de Soto.

Y Villa en su pensamiento sabe que sólo la auténtica inocencia vence a la más pura maldad. Así ocurre con las guerras, como el encuentro manso del cordero y el guerrero, tú y yo somos testigos de esta lucha y de esta victoria se guía por su buena estrella que llegue a un cuartel donde una parte de las fuerzas de la ciudad se encuentra al mando de Maclovio Herrera, a quien co-noce como hombre de fidelidad probada. Los dos hombres se comprenden rápidamente, porque también entiende Herrera que los dos jefes de la plaza –Soto y Jesús M. Yáñez- son traidores al gobierno.

Page 77: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

77Enrique Martínez de Barrax

-Nuestras fuerzas juntas –dice luego- igualan a las de ellos y podemos en-tablar la lucha.

Pero a Villa se le ocurre algo mejor:-No, señor –dice-. Veremos de tomar la plaza sin lucha.Entonces tiende una celada a Yáñez, citándolo urgentemente al cuartel,

donde, apenas llega, queda prisionero. Y como sabe que a Soto no podrá en-gañarlo, reúne a su gente y la de Maclovio Herrera para rodear el cuartel del traidor y desarmarlo, antes de que pueda hacer alguna resistencia.

Así se ve de pronto Villa dueño de la ciudad de Parral, y en buena ley, puesto que representa al gobierno y Maclovio Herrera le ha reconocido el mando; y se ve también al frente de una tropa de quinientos hombres bien armados y provistos de parque en abundancia. Entonces, usando los poderes legales que le asisten, llama a los ricos de la población para que se coticen y junten cien mil pesos que él tomará en préstamo, de manera que tiene fondos para pagar haberes a sus tropas y adquirir todo lo que necesitaba para comple-tar el equipo.

Mientras se ocupa de todos estos trabajos de organización, llegan mensajes alarmantes anunciando que una nutrida fuerza de Oroz quistas avanzaba hacia la ciudad.

Y Villa va tomando precauciones:-Les daremos pelea si quieren, porque yo no voy a salirme de Parral sin

defender al gobierno… -afirma a Herrera.

Page 78: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

78 Pancho Villa

X DESCRIBIENDO LOS HECHOS DE ESTA NARRACIÓN

Muy poco les vasto a Herrera para descubrir quién era aquel hombre tan audaz y tan valiente demostrando que él era suficiente para verlo todo y en su momento. Presiento mi coronel que a partir de hoy todo va a ser diferente, como usted sabe ellos son tres veces de hombres más que nosotros, no nos conviene salir a pelear y es mejor que esperemos aquí.

-Y aquí esperamos, señor.

VILLA VALIENTE DESAFIANTE

Iba a ser, en realidad, una batalla formal; por primera vez le tocaría a Pan-cho Villa defender una plaza que no estaba muy preparada para la lucha. Que ésta era inminente no cabía duda, porque al atardecer del quinto día de la captura de Parral hubo una llamada telefónica para Villa y del otro lado de la línea una voz anunció:

-Soy Emilio P. Campa, que te habla de Sombrerillo.Por allá me tendrás una noche, para quitarte el orgullo.-Pasa, hombre, pasa; y se te harán formas de mucho cariño.

Page 79: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

79Enrique Martínez de Barrax

Con lo que quedó establecido que esa misma noche comenzaría el ataque. Villa toma dos formas vitales elige donde va a preparar la lucha, ya que

conoce bien el terreno que pisa y busca la seguridad de sus hombres, ya que la posibilidad de vencer son escasas y son ya las cinco de la mañana cuando se oye un cañonazo que los Orozquistas han disparado desde un cerro vecino.

La batalla comienza entonces furiosamente, pero no se desarrolla de acuerdo con el planteo sospechado, sino en forma contraria. Campa ha distri-buido sus fuerzas en amplio abanico para atacar a la ciudad, pero Villa, mien-tras el enemigo, ora en un sector, ora en otro, de modo que es él quien lleva la ofensiva desconcertando al enemigo.

Al mediodía, el ejército Oroz quistas se retira derrotado, abandonando mucho parque y tres ametralladoras que alegran de la victoria rápida, él está preocupado todavía, porque el jefe derrotado le envía un breve y alarmante mensaje que dice:

“Desgraciado, dentro de cuatro días me tienes aquí de nuevo para quitarte el orgullo. Emilio P. Campa”

La fama de Villa ahora esta aprueba de lo que dicen de él, sus amigos sus enemigos, su persona no pasaba de apercibida y van a por él. Pero… ¿de dónde le venía esa fama? Su forma de actuar mostraba autoridad, habla como militar concordancia entre lo que decía y hacía. El que no tiene autoridad necesita huir y él la tenía como Coronel y sé queda preocupado porque sabe que Campa puede regresar con fuerzas más importantes, mientras él no tiene ninguna esperanza de refuerzos.

Pasados dos días, aquellas negras presunciones se cumplieron; un ejército Oroz quistas de cinco mil hombres de las tres armas se aproximaba a la ciudad en trenes militares.

Esta vez, la población de Parral se alarmó; comisiones de negociantes y vecinos fueron a ver a Villa para hacerle desistir de toda lucha contra los ata-cantes, ya que las probabilidades de éxito eran muy pocas y muchas las ame-nazas para la ciudad y sus habitantes.

Y Villa dijo:-Señores, yo no puedo abandonar esta plaza como ustedes lo desean. Mi

honor militar me lo prohíbe mientras el enemigo no llegue y me arroje de aquí a balazos.

Pueden ustedes retirarse, señores. La autoridad que tenía y dispuesto a dar su vida por el pueblo, convenció admirado de las gentes, que lo bueno para él era servir a su país, y era más que probable si lo cogían prisionero lo fusila-rían.

Pero el enemigo llegó, y después de cuatro horas de combate Villa fue arrojado a balazos de Parral; no lo hizo cuando ya era tarde, sino al compren-der que toda prolongación de la lucha era inútil matanza de su gente. Y enton-ces, ya no se preocupó sino de retirarla del combate con el menor perjuicio posible, huyendo del cerco enemigo para ganar una vez más su inexpugnable refugio de las sierras.

Page 80: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

80 Pancho Villa

De esas dos batallas de Parral, resultó la evidencia de los nuevos progresos militares que Villa había alcanzado; supo, primero defender la plaza contra un ejército razonablemente superior, y después, con la derrota descontada, supo también elegir la oportunidad del momento y el lugar para la retirada.

Todas estas maniobras las realiza Villa con el desconcierto de hallarse des-conectado del resto de la lucha que los revolucionarios libran contra el go-bierno; nada sabe de las fuerzas leales que puedan existir, ni nada de los planes preparados. Se limita tan sólo a combatir por su causa como puede y donde puede, sin apoyo probable ni esperanza cierta.

Por eso, después de la escapada de Parral, termina al fin tal desconcierto cuando se encuentra con Tomás Urbina, que está al frente de cuatrocientos soldados del gobierno. Su instinto lo ha guiado a este encuentro, porque ahora baja hacía el sur abandonando el Estado de Chihuahua, para pisar de nuevo, después de la victoria de la revolución, Urbina, como muchos otros hombres de Villa, habíase enrolado en el ejército regular, y ahora que el gobierno fede-ral enviaba tropas al norte para sofocar la rebelión de Orozco, se prefería a esos hombres porque todos eran expertos conocedores del terreno en Durango y Chihuahua.

-Arrasan con todo mientras su gente se confunde en una sola tropa:-Había tenido cuenta, mi coronel Villa –dice Urbina-, de que estábamos

juntos en la misma pelea contra los rojos de Orozco, pero se nos hacía que estaba usted con guerrillas por el lado de Parral.

-Palabras se aclara la situación y a su vez quiere saber qué es lo que está ocurriendo.

-Avanzabas y juntando a la gente que pelea con el gobierno, mientras mi general Victoriano huerta está en Torreón con un gran ejército de fuerzas fe-derales…

-De ese general y de aquellas fuerzas, pero no se le hacía seguro porque no acertaba a explicarse qué inactividad las mantenía el Torreón, tan lejos de las tierras que los revolucionarios dominaban.

-Prepara el avance –explicó Urbina-. Y será bueno que estemos allí para formar con nuestras fuerzas.

Hacen rumbo a Torreón entonces, y a los seis días, cuando alcanzan Ma-pimi, y a ocho leguas de la ciudad, se encuentran con Raúl Madero, que an-daba al mando de una fuerza de ferrocarrileros.

-Le aconseja al hermano del presidente de la república-, para no hacer ca-mino inútil con sus tropas: avísele por el telégrafo al general, para recibir sus órdenes.

-Y se presentó ante Victoriano Huerta con muy respetuosa consideración, sin sospechar siquiera cuánto y de qué manera iba a tener que ver con ese jefe, en un día no muy lejano.

El general Huerta era un militar de Carrera, hombre maduro ya y muy fa-moso por sus alteraciones de carácter; pequeño de físico, escurridizo de ma-neras, tenía un rostro anguloso y achatado que no inspiraba simpatía, más aún

Page 81: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

81Enrique Martínez de Barrax

porque usaba unos lentes ahumados que escondían la intención de sus ojos y había que estar frente a él sin saber ciertamente qué clase de mirada se mere-cía.

-Véngase en seguida al mando de la División del Norte… -le ordena Huerta por telégrafo. Y Villa parte a escape recorriendo las ocho leguas en un galope ansioso.

Pero después de tanta prisa, tiene que estarse el guerrillero casi dos horas de interminable antesala en las oficinas del mando; y mientras aguarda, sucio por el polvo del camino y llamativo por su arbitraria vestimenta, se siente en rudo contraste con todos aquellos oficiales de maneras pulidas y atractivos uniformes, que le miran con despreciativa indiferencia y alguna sonrisa bur-lona.

-Ya estoy queriendo ver a esos “catrines” en la sierra, cuando se levanten polvaredas con tiros… -le dice más tarde a Urbina confesándole la desagra-dable impresión que saca de esa visita.

El propio general no le simpatiza mucho, pero pasa por alto la altivez del gesto y las maneras, porque está como nunca dispuesto a la obediencia:

-Usted se me mueve con su gente para Gómez Palacio, y allí espera órde-nes –le dice Huerta.

Villa revuelve su sombrero jarano mientras da un paso atrás con una pala-bra en los labios, y el otro adivina su intención:

-¿Qué más pasa? –le dice el general.Entonces Villa explica que su gente anda mal de armas y municiones y que

de ropa anda peor todavía, de modo que, para entrar en batalla sin desventajas, necesita alguna ayuda.

-Está bien; vaya diciendo su necesidad de armas y demás bastimento, que se le atenderá en Gómez Palacio.

En esta población, casi a la vera de Torreón, la tropa de Villa se pertrecha por completo y cobra además sus sueldos, punto en el que parecen muy pun-tillos los jefes federales. Y también allí el guerrillero recibe una carta del presidente Madero que llega a tiempo para sofocar sus primeros fastidios:

«Pancho te felicito por tu lealtad. Ojala siempre sigas como hasta hora. Pide los elementos que necesites al señor general Huerta; y mayor gusto me proporcionarás si sé que operas de acuerdo con el mismo general

Francisco Madero»Pancho Villa no podía aún en izar la bandera del triunfo y comprendió que,

muy cariñosamente, se le pedía que luchara a las órdenes de Huerta.Durante la noche se hacen los preparativos y al fin llega el día en que la

División del Norte se pone en marcha lentamente rumbo a la frontera de Chi-huahua. Se trata de un verdadero ejército con fuerzas de las tres armas, for-mando por soldados y mandado por militares de carrera. La única excepción es la vanguardia exploradora, donde forma la gente de Villa: tropa desarticu-lada, inquieta y deslucida, que provoca el desprecio o la irritación de muchos apuestos oficiales, y aun de algunos jefes, sujetos a su disciplina militar.

Page 82: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

82 Pancho Villa

Mientras duro aquella larga marcha, les unía una voluntad verdaderamente sobrehumana, capaz de resistir tanta fatiga hasta llegar a Bermejillo, diez le-guas de marcha- se hace la primera etapa de la división cuando son las tres de la tarde. Huerta lo llama a Villa y, a gritos, le ordena: se marcha usted en se-guida a Tlahualilo, para batir a los sublevados que andan por ahí.

Como un fiel servidor de las ordenanzas aseguraba Villa que el general estaba completamente ebrio en ese momento, y no es tendencioso el cargo, porque entre las famas que Huerta disfrutaba, esa de la bebida era de las pri-meras. La sobriedad de Villa y su sentido militar debían chocar con aquella actitud, pero no pudo argüir media palabra, porque, siempre a gritos, Huerta lo despidió como simple rutina.

-¡Que vamos a salir con pleno sol –decía a Urbina el guerrillero- si las polvaredas nos descubren y el enemigo se me va! Igual me agarro con él si salgo al oscurecer…

Alguien lo escuchó: el general Rábago; y viendo que llevaba razón en su alegato, intercedió ante Huerta, de modo que la salida se hizo como Villa decía a pesar que está falto de sueño y parecía debilitado de sus privaciones de des-canso; pero le mantenía firme su valerosa fortaleza, lo resistía todo alomas de su caballo, dormía y comía cabalgando. ¡Quizás pagase algún día aquella época de privaciones…! Pero no era ese el momento de dejarse abatir. La confianza que demostraba en los mundos militares, lo encuentran robusto y más enérgico que siempre a la hora de tomar decisiones para la lucha a vida o muerte. Además el presidente y el gobierno tenían confianza con él y si la confianza no resuelve nada, por lo menos ayuda, como triunfar en su estricto deber.

Cuando Rábago le da la noticia y le dice: llévese el 7º de caballería con su fuerza y disciplina de su mando debe vencer y es necesario que llegue hasta el final de la batalla, mientras haya un solo hombre en pie, y deje que le reve-len, por unos días el mando si usted no necesita esos días de descanso.

No necesito descanso señor Rábago. Me encuentro bien a Dios gracias, y es necesario que llegue hasta el final de cederme el mando y lo cumpla, en que todos los soldados se hallen en lugar seguro, después establecida la lucha, todos los heridos tendrán su asistencia y alimentos necesarios; promocionán-doles algunos permisos.

¡Que el cielo te escuche Pancho, si yo no salgo vivo, pero puedes darlo por hecho!

Ustedes me nombraron coronel, y seré coronel hasta el firmamento en que vea cumplido mi deber, con mi patria y mi gobierno elegido por el pueblo y no necesito descanso señoría hasta conseguirlo.

Con su energía física y moral, portándose como un hombre; como un hom-bre digno de amar y de mandar, cumpliendo con su deber militar fue hacién-dose grande y famoso.

Desde hace algún tiempo la División del Norte avanza lentamente si-guiendo la línea del ferrocarril, hacia Chihuahua, cada estación y muchas se-

Page 83: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

83Enrique Martínez de Barrax

rranías significaban un combate, pues los orozquistas se replegaban, pero preparando sorpresas aquí y resistencias allá, de modo que todo el tiempo del avance fue una misma batalla campal.

Alejados los pensamientos de Villa de los demás sigue al frente con la vanguardia, y todos esos choques es él quien los aguanta y desarrolla, siempre favorablemente; la mayoría de las veces ni alcanzan a intervenir otras fuerzas de la división, o llegan a tiempo tan sólo para asistir al final del combate.

Lleno de confianza del que puede estar viviendo un episodio lleno de his-toria se muestra muy curioso de todo esto, que hasta el régimen de adminis-tración es terreno propicio a sus preguntas, y estudia desde los servicios de guardia hasta las opiniones tácticas del propio general Huerta.

Mientras desarrolla esta viva lección militar, sigue el avance y siguen los combates que libra él para dejar expedito el camino a la división. Y de todas esas luchas favorables, también va sacando consecuencias aleccionadoras.

Después del encuentro de Tlahualilo, por ejemplo, al reunirse a la división que acampaba en Peronal, rinde su informe a Huerta; mientras le habla, acierta a pasar frente al vagón del general una nutrida caballada.

-¿Y esos animales? –Pregunta Huerta.-Son los caballos que ayer les quité a los orozquistas, señor.El general parece muy impresionado por el botín; tanto, que abre los bra-

zos, y le dice a Villa:-Venga usted acá, que del día anterior”, piensa Villa; pero se está haciendo

cargo ya de que éstas son las maneras habituales de Huerta, según la bebida o el humor le presionen el ánimo y al mismo tiempo escuche la palabra de Dios y tenga el valor cristiano, en su esfuerzo personal y a la dicciplina militar, sabiendo ponerlas alservicio de su Nación de su Patria y Livertad.

En la vida recibimos y generamos muchos pensamientos y criterios, que terminan hacernos daño a nosotros mismos, cuando nos creemos, como Villa dueño del campo, que tiene que acampar en medio de la sierra para hacer un descanso, pues ese día se siente muy enfermo y está con alta fiebre, sabemos cuándo estamos enfermos que morimos, pero no sabemos cómo será.

Villa sabe que puede morir en la batalla de una balazo y, le preocupa, el final de su historia, porque sólo Dios lo sabe. Ahora debe de reponerse y no hundirse… reflexiona y piensa ¿Por qué será que siempre que está a punto de hundirse tú barca parece que Dios duerme indiferente a su problema, y se pone enfermo y debe seguir remando y llevar el timón de la barca y sólo le toca a él los destinos de la batalla? No debemos desconfiar de Dios por dos motivos, que Él va en la barca y que no se hundirá siendo el capitán, si confiamos en Jesucristo.

Cuando se recupera se encuentra con sus tropas, aparece de recorrida un cierto teniente coronel del Estado Mayor, que al verle, comienza a gritar:

-¿Qué está haciendo usted? ¿No sabe que ha terminado la batalla? ¿Por qué tiene aquí sus fuerzas todavía?

Page 84: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

84 Pancho Villa

Se entablo entre ambos una discusión. Primero, Villa le explicó que allí se había quedado para vigilar algunas bandas de orozquistas que andaban todavía por las vecindades, y el otro opinó que no eran tales bandas sino fuerzas fede-rales.

-¡Que federales ni qué federales!... –gritó al fin Villa exasperado-. Usted no sabe lo que dice, y si quiere saberlo, quédese aquí, que ahora vamos a pe-garles a esos y verá cómo son orozquistas…

Adoptó el teniente coronel una actitud ofendida, ante semejante desafío, y quiso aplastar al guerrillero con una revelación sensacional como si fuera de la nada.

-Yo soy el coronel García Hidalgo, el jefe del Estado Mayor del señor ge-neral Victoriano Huerta.

Nadie se hecha un puñado de tierra en los ojos, ni nadie quiere hacer las cosas mal. Como a éste coronel García Hidalgo, que se enfada con Villa y en forma desesperada le dice: todo no está perdido ni muerto debemos esperar, porque ya nada le damos: la confianza en nosotros mismos y usted señor des-confía de si mismo.

El coronel comprendió que era mejor marcharse.Recién al día siguiente, después de muchas friegas, pudo Villa llegarse ante

el general Huerta para rendirle su informe, pero no fue necesario, porque el jefe de la División del Norte se levantó de su asiento cuando lo vio llegar, y mientras abría los brazos, exclamó:

-Venga, que le doy un abrazo, pues ya me contó el general Rábago su comportamiento de ayer…

Villa se deja abrazar, pero encuentra que es mucha la efusión del gene-ral y mucha la frecuencia de sus abrazos, y piensa que si su entusiasmo crece tan fácilmente es porque allá, en Morelos, frente a los indomables zapatistas, no habría tenido seguramente muchas razones de alegrías mili-tares…

Porque no basta reconocer lo bueno sin frente a los demás no se es capaz de defenderlo y protegerlo, como este relato bíblico donde se sabe apreciar la valía de los hombres, como Herodes reconocía en Juan un hom-bre justo y santo, pero no quiso defender su vida frente al qué dirán. Villa se deja abrazar por su General, sabe que la maldad, tarde o temprano, in-volucra a los demás. Si lo han nombrado general quiere ser respetado como militar; no como Herodías que hace pecar a su hija, y al hombre que ama lo convierte en un asesino. No hay mal que no se contagie a los demás, sobre todo a los más cercanos y Pancho Villa que no es militar de Acade-mia guardara las distancias y sólo será soldado en los campos de batalla.

Al fin alcanza la División del Norte su primer objetivo importante, cuando llega a Jiménez, en el sur de Chihuahua.

Hay algunos combates previos en el camino, y no faltan tampoco inci-dentes muy diversos, pero sólo anotaremos aquellos que de alguna manera contribuyen al dibujo de la creciente figura de Pancho Villa.

Page 85: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

85Enrique Martínez de Barrax

Así, por ejemplo, un episodio ocurrido cuando acampan en Rellano, a doce leguas todavía de Jiménez; allí, en medio de la noche, un hombre corre por el campamento, gritando:

-¡Mi general Villa!... ¡Mi general Villa!... ¿Dónde está mi general Villa?Cruzó el hombre entre muchos soldados de Villa, cuando de pronto, al

tropezar con un capitán, le soltó un balazo escurriéndose en seguida a favor de las sombras.

Entonces se comprendió que ese hombre era un orozquista y había ido al campamento para matar a Villa.

¿Y por qué a Villa? ¿Por qué no a Huerta? ¿Por qué se consideraba más digno de un atentado al guerrillero que a todo un señor general del ejército?

Era que los Orozco sabían perfectamente bien quién animaba aquellas ba-tallas de la División del Norte…

La admiración de Villa crece por momentos, la necesidad de la gente sen-cilla le preocupa, que anda sin rumbo después de cada batalla, algunas se quedan sin casa y sin nada y el general les da toda la protección, porque no tienen en donde apoyarse. Con esta compasión humanitaria tan sólo los rebel-des advierten la importancia que está cobrando Villa; también los mismos jefes del ejército federal se dan cuenta de la tremenda fuerza guerrera que se encierra en ese hombre simple y atrevido, ingenuo y temible, que ya tiene el grado de general, pero que todavía no se ha vestido el uniforme, y sigue pre-firiendo la misma ropa suelta y campera de los tiempos en que era un bandido de Durango.

Además, en todos esos militares hay un viejo rencor hacia Villa, porque él es como un símbolo de aquella fuerza, oscura, recia y desordenada, que había tenido coraje y habilidad suficiente para batir al ejército federal en Ciudad Juárez. Si bien es cierto que Villa ahora luchaba junto a las fuerzas federales y éstas se beneficiaban de su bravura, de ninguna manera podía disminuir el desprecio que ellos –guerreros de profesión- sentían por ese advenedizo, os-curo campesino, improvisado general, que se abriera un lugar en sus filas.

Nada cambiara para Villa vaya donde vaya ya que nada es extraño que entre las tropas regulares y los hombres de Villa –a quienes comienza a lla-marse villistas- se plantearan incidentes con frecuencia. Los oficiales federa-les hostigaban con pretextos de disciplina a la gente del guerrillero, y aun sucedía a veces que hasta los propios jefes de Villa pasaban malos momentos.

Así le ocurrió al propio Tomás Urbina –graduado coronel por Villa- es-tando la división acampada más allá de Rellano, cuando por una fútil cuestión de servicio, fue apresado por los federales y conducido al cuartel general.

Al saberlo, Villa enfureciéndose como nunca, porque había una doble ofensa en aquello, al humillar a su compadre y desconocer, además, su propia autoridad.

Si había cobrado ánimo y decisión, si se sentía fuerte ya y muy seguro de sí mismo, lo prueba su actitud. Dirigió en seguida un mensaje a los generales Téllez, Rábago y Emilio Madero, que se contaban entre los que más distan-

Page 86: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

86 Pancho Villa

ciados estaban con él, diciéndoles: “Si le pasa algo a mi compadre para cuando amanezca, o si no viene a mi poder a las ocho de la mañana, yo me retiraré con mi brigada para dar cuenta al señor presidente de la Republica donde primero encuentre oportunidad.”

Y Urbina estuvo de vuelta antes de las ocho de la mañana con esta actitud de libertad, demuestra que es un valiente y si no lo dejan.

Por otra parte, esta importancia militar de Villa iba, libre a Urbina que va a ir a por ellos, para darles caza como un valiente, a cara descubierta y revol-ver en mano. Él no necesita ponerse el uniforme militar, para hacerse de res-petar, ni ponerse una máscara porque no es un hipócrita, como pretenden que sea o el campesino de siempre. Él no representa una personalidad ajena a la suya, es el mismo de siempre, y ahora representa a su país y defiende como a Urbina a todos que confían en él, a pesar de las críticas.

Ahora no debe utilizar sus brazos para arar la tierra de campesino; emplea el dialogo y el lenguaje de las armas, que limpia y mata lo sucio de los hom-bres, ante los ojos de Dios o de tu propia conciencia. Para un General que se ha ganado sus méritos militares, debe tener la cabeza en su sitio, procurando en todo momento que el mal, no ensucie su mente, ni que penetre en su cora-zón, porque sé queda dentro de su interior, donde pueden brotar los malos pensamientos ¡hasta ser un desertor!

Un general debe estar capacitado para todo si tiene el don de mando y la fuerza para vencer el mal de su enemigo dentro y fuera de sus fronteras.

Ya que lo ponen aprueba es tanta su valía militar de Villa que iba de alguna manera más allá de los ejércitos en lucha, llegando ya a las ciudades y exten-diéndose por las poblaciones campesinas de todos esos lugares donde se es-taba librando la guerra.

La guerra no es como un clic de internet que se accede a todo. Hay que conocer al hombre y la verdad es que en toda esa zona ya se le conocía de antes, y de antes también se rendía admiración a su coraje y a su solidaridad con los humildes; pero hasta estos momentos no era un fervor lícito el que le profesaban, porque, aun después de Ciudad Juárez, muchos todavía lo recor-daban como bandido, saben que no te tiene miedo a la soledad y se desen-vuelve en las sobras de la noche.

Pero ahora que regresa al frente de tropas del gobierno, ahora que es él quien persigue a los bandido, ya no hay por qué contener más el aplauso ni los gritos, esos gritos que se van a extender por todo México más tarde, como una consigna:

-¡Viva Villa!... ¡Viva Villa!... ¡Viva Villa!... El general Rábago los oye cuando van los dos hasta Parral, para reponer

allí las autoridades del gobierno, pues los orozquistas se han retirado sin lucha; y el general Rábago tiene una idea exacta de cuál es la importancia de Villa en eso parajes del Estado.

El propio Villa se siente un poco molesto por tantas demostraciones de Cariño, y como marcha a la vanguardia de Rábago, aprovecha para pedirle a

Page 87: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

87Enrique Martínez de Barrax

esa gente que lo vitorea, que guarde sus agasajos para el general que viene detrás:

-Haciendo ustedes lo que les pido, yo quedaré más honrado y satisfecho que recibiendo yo mismo estas flores, que para mí son como la sal, las flores flore-cen y dan belleza si se ponen en un tarro con agua; las flores y la sal no sirven de nada si se tira a la calle y se pisotean. Las flores embellecen la mesa.

Cuando Villa y Rábago regresan a Ciudad Jiménez, el primero se sienta muy enfermo; desde que se indispuso en la Sierra de Conejos, las fiebres no le han dado reposo, y como esa noche se halla más decaído que nunca, apenas llega a la ciudad se dirige al hotel Charley Chi, donde tiene un cuarto, para meterse en cama.

Rábago, entretanto, llega junto al general Huerta para darle su informe de Parral, pero el jefe se extraña de no ver a Villa:

-¿Y qué hay del charro? –pregunta, poniendo un tono burlón en el modismo. El capitán se cuadra y dice: ¡A sus órdenes señor General! Pronunciando unas palabras el oficial dijo: El general Villa se siente muy orgulloso de su nombra-miento y ahora andaba enfermo, por eso de celebrar su nombramiento, y le han dado fiebre…

Muy pocas veces Dios hace un milagro a la vista de todos, y los militares hacen su trabajo al igual en su secreto. A Pancho Villa le gusta hacer su trabajo en secreto, no es como Rábago que cuenta algo que ha visto o sabe y Huerta no se alegra de oírlo; cuando le dice que Villa está enfermo en la cama con fiebre.

De seguro que ya está bien mande un capitán para que venga ya mismo a mi presencia… -le ordena el general. El capitán encuentra a Villa en cama, en-vuelto en gruesas mantas y le transmite la orden de Huerta.

El guerrillero está sudando para ver de quitarse aquellas fiebres y así se lo hace ver el capitán; si no se trata de algo urgente, ya irá él por la mañana a ver al general.

Después, medio entre sueños, advierte Villa que alguien entra en su cuarto y se acerca hasta su cama, pero él no puede reaccionar de aquel sopor, y sólo recuerda aquello vagamente, cuando por la mañana despierta más aliviado. En-tonces, abrigado aún con una manta sobre los hombros y con no mucha apostura militar para un general, se dirige al vagón donde Huerta tiene su despacho.

-Buenos días, señor general –le dice al entrar. Huerta se puso de pie entonces y al tiempo que salía del vagón con un aire

desentendido que extrañó a Villa, repuso: -Buenos días, señor general… Después de unos segundos de desconcierto, viéndose solo allí, Villa se dirige

también a la salida, pero antes de alcanzarla suben dos coroneles, que en seguida lo encaran:

-De orden superior, entréguenos sus armas –le dice uno de ellos. Villa se queda de una pieza; no entiende. Mira a los dos hombres son sor-

presa y con sorpresa también descubre a través de las ventanillas que el vagón está rodeado de soldados federales.

Page 88: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

88 Pancho Villa

-¿Quieren las armas…? –balbucea. -Sí, señor.Desfajándose entonces las pistolas y el inseparable chamarro: -Aquí están, señores. -Bueno –siguió uno de ellos-, vamos bajando.En el andén forma el regimiento de Xico, que rodea al vagón como un

muro impenetrable; luego, se oyen unas breves órdenes y un grupo de hom-bres que se desprende forma escolta alrededor de Villa.

La pregunta que se hacía Villa en sí mismo: ¿Por qué aquella orden de arrestarlo y hacerlo prisionero para fusilarlo? Se dio cuenta que no se puede ser verdugo y juez al mismo tiempo, lo mismo que no se pueden fusilar a los prisioneros, por mucho odio que se les tenga. No era prudente de tomar por sí solo sus propias decisiones, como general, ahora por sus secretos y errores, de no respetar a su debido tiempo las ordenanzas militares le están juzgando una mala situación que le puede costar la muerte.

En movimiento se pone en marchar el pelotón, él mueve los pies pesada-mente; las fiebres y la incomprensible situación que lo envuelve, trastornan sus pensamientos durante los cientos cincuenta metros del trayecto que cubren para llegar a unas tapias derruidas.

Y allí, al dar vuelta a una de esas tapias, el desconcierto de Villa se trans-forma en un mazazo de sorpresas; de la más terrible sorpresa de toda su vida aventurera; allí, frente a uno de esos muros, aguarda el piquete de fusila-miento. Las piernas le tiemblan tiene miedo, por primera vez en su vida. Nunca tuvo miedo de campesino, cuando el dueño exigía más trabajo más producción en la mies.

Él le decía que mandará más obreros o que pagara más y mejor comida. En su pensamiento tenía que poner todo su ingenio y vencer o sus opositores, cegados por la envidia y el poder.

El sargento avanzó hasta la pared y con su marrazo trazó una cruz sobre los descascarados ladrillos; frente a la cruz, a quince pasos de distancia para asegurar las balas en el corazón, estaba formando ya el piquete. Y el hombre que los mandaba, al ver que el reo se queda plantado, le grita:

-Júntese al muro, compañerito… Pero Villa no lo oye porque se vuelve rápidamente hacia uno de los coro-

neles que lo han llevado hasta allí, y pregunta: -¿Quiere decirme usted, señor coronel, por qué van a fusilarme? Si es que

voy a morir, por lo menos pueden decirme de qué se me acusa… Sus palabras, con tono dolorido y poco ánimo, se extienden en frases que-

josas que, de pronto, cosa inaudita, se quiebran en un sollozo inesperado… Digamos que nunca se avergonzó Villa de ese llanto; y digamos también

que su franqueza llegó hasta confesar que no pudo explicarse nunca si ese desborde fue por la proximidad de su muerte o por la desesperación de verse tratado con tanta injusticia.

Page 89: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

89Enrique Martínez de Barrax

Era fuerte que Villa llorara, y el coronel aquel se quedó atónito, sin pala-bras para responder a sus preguntas; entonces Villa –mientras sus lágrimas seguían pesando sobre el sargento y los soldados- volviéndose hacia el otro coronel y reclamó:

-Señor coronel, permítame usted que le dé un abrazo.Y quiero que el ejército juzgue de estos hechos, porque soy inocente… Y se adelanta hacia el coronel con los brazos abiertos.Este abrazo, en esos momentos, ya tiene algo de estratégico. El milagroso

instinto que nunca le abandona, le dice que debe ganar tiempo de cualquier manera, aunque recurra a escenas de teatro. Mientras no tenga las balas en el cuerpo, no está perdido todo para él y no tiene por qué quedarse en un abrazo nada más.

Y da un nuevo abrazo para el otro coronel, que está, más tocado que el primero por la dura escena, se desprende de pronto y exclama: ¡no estará a merced de las balas y todos comprenderán lo grande que es Pancho Villa!

¡Ruego un momento! No fusilen vuelvo en seguida.La prolongada vuelta se hizo al día siguiente, las nubes eran las mismas,

mirando al cielo corrían de un sitio para otro con la misma velocidad, si bien dejaban algunos claros entre sí, por los cuales se proyectaban los rayos del sol hasta el habitáculo donde tienen a Villa detenido y una sombra silenciosa entra por la puerta y a través de su mirada causa admiración y respeto por su sere-nidad al hablar. Lo que estaba esperando Villa. Ahora, por unos minutos, puede respirar más hondo, calculando las cosas.

Desarmado y con tanta gente alrededor, no hay más remedio que esperar. Además, puede ser que el coronel consiga algo.

Pero cuando lo ve regresar, comprende que no hay esperanzas. El hombre trae un paso agobiado y los ojos clavados en el suelo:

-Mi general Huerta manda que se cumpla la orden –murmura. Entonces, el sargento, con una mitad de respeto y otra a pesar se le acerca: -Compañerito…Pero Villa habla, habla; es el más angustiado discurso de toda su carrera;

el más atropellado y urgente. Hasta que el sargento pretende arrastrarlo. Y entonces, lo increíble se supera. El salvaje Villa, el guerrillero sin igual,

se arroja al suelo y está de rodillas, tironeando con las manos ansiosas la cha-queta del sargento y barbotando ruegos, súplicas y amenazas en una incom-prensible confusión.

Se manotean él y el sargento en una escena grotesca, y sea como fuere siguen pasando unos minutos, que para Villa han sido escamoteados a la muerte.

Hubiera sucedido después quién sabe qué cosa, antes de que se descarga-ran los fusiles contra su cuerpo, de no haber sido porque sobre ese último cuadro de desesperación, se agrega de pronto la figura del teniente coronel Rubio Navarrete, que intercede:

-¡Un momento, señores! –Grita-. Dejen que yo hable…

Page 90: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

90 Pancho Villa

Otra pausa. No está esperando nada Pancho Villa, sino calculando qué re-curso puede servirle más adelante, cuando Navarrete llega a la carrera y anun-cia, jadeando todavía: De nuevo el tiempo mejoraba cada vez más... En todo momento de nuestro existir, necesitamos una renovación, produciéndose en nuestro que hacer una actividad de confianza en la generación de la tierra y bondad de las personas que se animan a plantar una viña. La respuesta está que un día cojera la cosecha, y de aquellos en quienes se confían no provocan ningún cambio. El coraje de libertad y el progreso que siente Villa, durante sus meses de prisión, no puede estar a la espera de que se le haga justicia y su paciencia ya no aguarda. Debe luchar por lo que cree y preparar su defensa, aprendiendo a escribir a máquina y estudiar contabilidad. Lo de la máquina de escribir se vinculó a su proceso, porque deseaba tener copia de todas las ac-tuaciones, y, para lograrlo, compró la máquina en cuestión.

El trabajo de copia lo hacía por las tardes, y a cuenta de Villa, un jovencito empleado del Tribunal, llamado Carlos Jáuregui. Cuando éste terminaba su tarea, iba el guerrillero a recoger la máquina que llevaba a su celda para te-clear después cautelosamente con sus gruesos dedos, en un inútil aprendizaje.

Así nació la amistad entre Villa y Carlitos. Lo demás fue cuestión de sim-patía y regalos, y a poco, el proyecto de evasión quedó puntualizado con cuidadosos detalles, no sin que Hipólito y sus dos amigos dejaran de cooperar también en los preparativos.

Ninguna de las peripecias de Villa más digna del film que esa fuga de la prisión militar, valido tan sólo de un muchacho de dieciocho años, un par de limas, dos pistolas, cien balas y un ansioso deseo de recobrar la libertad.

Carlitos Jáuregui tiene una precoz diligencia estratégica; elige el día, la hora y el procedimiento; lima los barrotes de la reja que separa el Tribunal de la prisión y le entrega las armas, sin asustarse cuando Villa le advierte:

-Y ahora ya lo sabe, muchachito: al menor movimiento de traición que yo observe, el primero que va a recibir mis balazos es usted…

Los barrotes de la reja los lima Carlitos poco a poco, como para que a úl-timo momento cedan sin mucho esfuerzo; primero, ese último momento iba a ser el 24 de diciembre, pero por la mañana le anuncian a Villa una visita, y la fuga se posterga un día más.

Esta visita en esa fecha resulta una rara coincidencia.Quien viene a verlo es un antiguo conocido de Chihuahua, el licenciado

Antonio Tamayo; este hombre se presenta como delegado de otros hombres de mucha importancia que piden adhesión a Pancho Villa para un movimiento militar que está planeado contra Madero; y se le ofrece, a cambio, la libertad para seis días después de agregar su firma al manifiesto que lanzarán los com-plotados.

Villa escucha con honda paciencia; no se le escapa que esos hombres han pensado en él porque imaginan cuánta ha de ser su amargura por la injusticia que sufre y el olvido del presidente; comprende que lo suponen lleno de ren-cor y ansioso de venganza, dispuesto a vender su coraje a cualquier precio

Page 91: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

91Enrique Martínez de Barrax

para salir de la prisión. Se preguntaba, por consiguiente, no sin aprensión, si de nuevo se vería

obligado a oír sin velamen alguno, manteniéndose en la oscuridad. Villa piensa que hay un tiempo para cada cosa y no sentía rencor, sino

amargura, y esa amargura, no llegaba hasta la traición. Y aunque así sintiera en los momentos que oía aquella irritante propuesta, guardándose de decirlo, porque ya había aprendido que la franqueza debe ser empleada sólo cuando sabe apreciarse.

La ansiedad que tiene de liberar le hace apretar los dientes, temiendo por completo que no sabe reconocer de las muchas cosas que le ofrecen y en las que no hayan concedidas, porque lo que necesita son respuestas y que se le trate como un ser humano y como tal suplica y dice: Señor le suplico que me conceda un plazo de tres días para pensarlo… -responde.

Y reflexiona cuando ya el otro se despide con muchas palmaditas fastidio-sas: “Sí, señor: yo recobraré mi libertad, aunque sea con riesgo de la vida; pero será para pelear por el señor Madero, no para unirme a sus enemigos, pues él es ahora, como contra Porfirio Díaz en 1910, y contra Pascual Orozco hasta hace poco, el defensor de los derechos del pobre, que se aprontan a combatir con sus armas nuestros enemigos de siempre.”

Era el fervor hacia Madero lo que lo impulsaba como siempre, pero esta vez, más allá de la humillación, la cárcel, la amargura y la ingratitud; su sal-vajismo, su estricto sentido de la justicia, su ley de la amistad y su cuidado del honor, todo cedía ante Madero. Y es necesario reparar bien en esto, porque sólo así, más tarde, podrán explicarse muchas cosas; reparar y medir cómo esa impresionante solidaridad nos revela que Villa escapa de la fidelidad y la de-voción, para llegar al fanatismo.

Un ayuno que puede ayudar en este tiempo de prisión es el ayuno de la esperanza hacia fuera, durante la tarde de Navidad del año 1912 cuando Pan-cho Villa se fuga espectacularmente de la prisión militar de Santiago Tlate-lolco.

Primero ceden los barrotes a la hora señalada; después, él y Carlitos Jáu-regui cruzan la sala del Tribunal llevando sendas carpetas bajo el brazo para improvisas un aire leguleyo, y al franquear la salida hunde Villa su rostro en los papeles como embebido en la lectura.

Quizá prosperar la evasión porque es así de infantil su procedimiento; y eso mismo es lo que luego la hace aparecer espectacular, puesto que es el propio Pancho Villa quien ha pasado ante las narices de los centinelas sin más artificio que unos cuantos papeles.

A cien metros los espera un automóvil que Jáuregui ha contratado; un automóvil del que Villa quiere bajarse poco después, cuando ya en camino se siente así, acaso, porque le asiste un milagroso presentimiento; algo que le da en el corazón y que él anota, cuando todavía no sabe su importancia, con estas palabras premonitorias: “Y sucedió que mirándome yo dentro de aquel auto-móvil, vine a sentirme más inseguro que en ningún otro de los riesgos de mi

Page 92: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

92 Pancho Villa

vida. Sentado en un automóvil, al hombre más valeroso lo pueden matar.” Y lleve cuenta el lector de esta impresión lúgubre, porque, aunque tarde

mucho en confirmarse, ya se confirmará. No dura más de cincuenta kilómetros el sobresalto automovilístico de

Pancho Villa, pues el viaje termina en Toluca; y puede mencionarse el lugar no sólo como final de la primera etapa en esta fuga, sino porque el guerrillero se atrevió allí a sacrificar sus bigotes a la seguridad, cambiándose la cara con un desnudo labio superior.

Con la fuga de Villa no se realizaron sospechas, dentro del recinto de la prisión, durante algunos días, no se formaron guardias o detectives que fueran en su persecución. Por lo tanto había transcurrido, un tiempo prudente desde su escapada de la cárcel. Durante veinte días estuvo de un sitio para otro, en-contrándose en ocasiones favorables, para alcanzar con rapidez la serranía donde se encontraría seguro, y el clima de la montaña la sería favorable a sus pulmones, con el aire, agua clara y abundante caza.

Dos etapas más, con muchas precauciones para cambiar de trenes y sacar pasajes que no dejaran pista, los llevan a Celaya, donde se enteran de que los periódicos ya hablan con mucho alboroto de la fuga. Una noche de viaje los aleja doscientos kilómetros más, hasta Guadalajara, y luego, sin descanso, siguen siempre hacia el oeste para ganar la costa del Pacífico, arribando al fin al puerto de Manzanillo.

El tren se cambia en este punto por un barco que, después de doce horas de viaje, los deja en Mazatlán, ya en el Estado de Sinaloa, tierras que no son extrañas para Villa. A unas pocas leguas hacia el este comienzan las serranías de Chihuahua, pero no es éste el rumbo que los fugitivos han dispuesto. Ahora les aguardan dos terminables días de viaje en el lento tren internacional que cruza la frontera de los Estados Unidos, por la ciudad mexicana de Nogales.

De esos ochocientos kilómetros, los seiscientos que median hasta Hermo-sillo transcurren en un continuado sobresalto, porque ha descubierto Villa que en ese mismo tren viaja un telegrafista de la División del Norte que puede reconocerlo en cualquier momento.

Más allá de Hermosillo tienen un poco de paz, hasta que llegan a la proxi-midad de la frontera; y entonces se renueva la peripecia porque se largan del tren para evitar los trámites aduaneros, insalvables para ellos.

La frontera, por supuesto, no preocupa a Villa, que ya aprendió a cruzarla en Ciudad Juárez, donde el río Bravo la demarca con una correntada regular; y allí donde está ahora es más fácil todavía, pues la teórica línea de los mapas no se advierte en a tierra pareja que de este lado es Sonora y más allá se llama Arizona…

Para salir del país, Villa y su acompañante descienden antes de llegar a Nogales y siguen después a pie; no hay más que avanzar continuamente con-fundiéndose con la gente del lugar, para encontrarse al fin en esa calle que hace de línea internacional, y cruzarla tan sencillamente como otra calle más, pero pasando, sin sentirlo, de la ciudad mexicana a la norteamericana.

Page 93: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

93Enrique Martínez de Barrax

Mientras se desarrolla el largo itinerario de esta fuga, que recién encuentra la meta a mil ochocientos kilómetros del punto de partida, mientras Villa viaja día y noche sin descanso, el tiempo ha cambiado; traqueteando en un tren pasa de un año 1913. No tiene el guerrillero prófugo muy claros propósitos en esos momentos; pasa dos días en Nogales, sube a Tucson después, y vuelve a bajar a la ciudad fronteriza más tarde. Todo esto ocurre en breve plazo y, de regreso en Nogales ya, seis días después de haber franqueado la frontera, resuelve escribir a don Abraham González para revelar su paradero.

Escribe una carta generosa prometiendo quedarse en los Estados unidos, ya que, aparentemente, su presencia en México puede perjudicar al señor Madero en sus relaciones con Victoriano Huerta; también previene a su anti-guo maestro que algo serio se trama contra el gobierno y que siempre que se le necesite estará en Tucson o Nogales, dispuesto a retomar las armas.

Hay una respuesta dos días más tarde: “Tenga usted paciencia…”, comienza diciéndole don Abraham y le ofrece

dinero y reconocimientos futuros con tal de que no vuelva a México mientras las cosas no se aclaren del todo.

-Están en un completo sueño esos hombres –le dice Villa a Carlitos-, por-que no advierten cómo la gente mal intencionada se aprovecha de su con-fianza.

A esta altura, su recelo, su sospecha y también su atrevimiento comienzan a recobrarse. No puede estar él allí, en tierra extranjera, cuando tan graves males amenazan a su patria y al hombre que dirige el gobierno.

No cabe semejante desplazamiento en él, sobre todo cuando se siente tan cerca de su tierra y cuando tantas cosas alarmantes oye contar a los hombres que cruzan la frontera.

No cabe duda de que México está viviendo la víspera de un terrible drama, y aun cuando él no acierta a determinar concretamente qué es lo que puede ocurrir, igual se resuelve a no cerrar los ojos y no quedarse con las manos caídas.

-Oye, Carlitos –le dice a su amigo después de recibir la fría respuesta de don Abraham-, vamos a ir acercándonos a Ciudad Juárez, que allí tengo mu-chos y muy buenos amigos. Y allí vamos a estar con nuestros caballos, prepa-rados para cruzar el río si es necesario retomar las armas…

Y a la vera del río Bravo fue marchando Villa hasta alcanzar la altura de Ciudad Juárez en la orilla de enfrente; desde ese punto Carlitos Jáuregui hizo un viaje a la ciudad para buscar en un lugar determinado a don Manuel Ochoa.

-Vengo, Señor –explicó Jáuregui-, de parte de mi general Francisco Villa, que está del otro lado del río y le manda a decir que desea verlo en seguida por negocios de mucha gravedad…

-¿No estarás haciendo el guaje?... –reflexionó Manuel Ochoa, pero al ver la franca expresión del muchacho, cambió bruscamente de tono-: ¿Y me manda a llamar a Francisco Villa?... Ya mismo vamos nosotros dos al lugar donde él se encuentre…

Page 94: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

94 Pancho Villa

Manuel Ochoa regresó a Ciudad Juárez una noche después; estuvo arre-glando algunos asuntos suyos y uniendo dinero para pasar luego a verse con varios hombres que le escucharon con mucho interés.

Si alguien sospechó de esas maniobras en la ciudad, no pudo llevar muy lejos su inquietud; Ochoa y sus seis amigos, todos hombres muy listos para las armas, se dirigieron al puente internacional del río Bravo, para perderse después, del otro lado, por las calles de la ciudad norteamericana de El Paso.

Eran siete hombres nada más, y Pancho Villa había mandado buscarlos porque con siete hombres le bastaba para iniciar los planes que ya no podía contener más tiempo en su ansiedad.

Eran siete hombres, nada más, pero alguna vez había comenzado con menos y en cambio nunca sintió tanto aplomo como ahora, ni un recuerdo le afianzaba tanto en su coraje como el recuerdo de aquellos gritos ardorosos que había oído seis meses atrás Monterrey:

-¡Viva Villa! ¡Viva Villa!Los dos hombres en el encuentro se abrazaban.

¿Dónde has estado? ¿Qué has hecho todo este tiempo? Vamos cuéntamelo

todo, le dijo Manuel Ochoa a Villa: he estado por todas partes.Manuel: ¿Has tenido buenas aventuras?Villa: SíManuel: ¿Tienes dinero?Villa: No Estos dos hombres varias veces han sido engañados, con falsos inicios,

ocurridos en la revolución, los dos sentían el mismo anhelo, por la libertad, por un reparte de tierras productivas, donde el hombre no sea esclavo y servi-dor de otro. La tierra y ganando producido alimentos si está bien repartida y se trabaja en comunidad, que es la unión de un pueblo soberano y democrá-tico.

Por esta libertad luchan los hombres, para que sus hijos progresen en una escuela, que se les respete la edad se su infancia; el niño pobre o hijo del tra-

Page 95: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

95Enrique Martínez de Barrax

bajador, es inocente, lo mismo, que el hijo del trabajador; los dos juegan y crecen, con una diferencia, el rico estudia y el niño pobre tiene que ayudar a su padre, para mantener a la familia de los ricos. A la edad de siete años Pan-cho Villa, tiene que trabajar en el campo guardando cerdos y ovejas, los amos se comen los corderos y los jamones de los cerdos y los trabajadores, los que ellos no se comen, el tocino y la grasas del animal, cuando ellos lo crían. Cuando todo esto sucede en un mundo más civilizado la bola de cristal ter-mina por romperse, y todos sus pedacitos son los hijos de México, cuyos pa-decimientos iban a terminar por fin. Ya en los primeros días del año 1913. No estaban desencaminados los presentimientos de Villa, aunque no era él de los que conocían mejor la embrolla historia política del país durante el último año, que también, bajo muchos aspectos, era una historia militar.

Ya sabemos que Pascual Orozco en el norte y los zapatistas en el sur, ha-bían sido de los primeros en levantarse contra el gobierno de Madero; sabe-mos, igualmente, que el más serio de esos movimientos revolucionarios fue el de Orozco; Emiliano Zapata, encerrado en el pequeño Estado de Morelos, vecino a la capital, soportaba todo el peso del ejército federal, y sólo podía atreverse a una paciente campaña de hostigamiento.

El verdadero peligro estaba en Orozco, y contra él se había enviado al grueso del ejército, mandado por el general Victoriano Huerta, quien, avan-zando al frente de la División del Norte, obtenía muy escasas ventajas.

Mientras se libra esta guerra, hay otros levantamientos: primero es el ge-neral Bernardo Reyes, en Nuevo León; después surge Félix Díaz en Veracruz, donde ya antes se había registrado la intentona sangrienta de los hermanos Flores Magón.

Cuando no se tiene cabeza, se suele decir se tienen pies, porque tienes que volver al sitio del olvido. Los buenos generales como don Francisco Villa, tienen que tener buena cabeza para no retroceder, porque él es el explorador de su propio corazón y ve con toda claridad hasta donde pueden llegar, los grandes rasgos de un Estado convulsivo de un país. Y se hace cuesta arriba creer que todo ha terminado cuando Huerta regresa del norte, después de haber derrotado a los orozquistas. Si algo debe anotarse para el futuro, es precisamente esta derrota; ha sido extraña, incompleta y desproporcionada para las fuerzas del ejército vencedor. Y corresponde también la derrota al aspecto general de los últimos meses de la campaña, cuando Victoriano Huerta no se muestra apremiado por aplastar al enemigo y una vez tras otra lo deja recuperarse como si se empeñara en prolongar la lucha.

De ser así, raro es tal empeño, porque la lucha en cuestión se reduce a un juego de trabajosas maniobras, avances y retiradas, con muy pocos encuentros y ninguna batalla formal, hasta que al fin las tropas de Orozco comienzan a dispersarse y un día la revolución de Chihuahua se diluye misteriosamente.

Porque no encuentran ningún refugio, ninguna casa, ningún riachuelo, para descansar y beber agua, sólo la soledad y la miseria del campamento, con resacas monstruosas, por la falta de agua y alimentos, es la locura de todas las

Page 96: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

96 Pancho Villa

guerras, hambre y desesperación de los hombres, el capitán les anima que lo último que se pierde es la esperanza.

¡Tenemos que seguir adelante no podemos alcanzar la victoria y me veo en la obligación de salvar su honor!

En la buena fe del presidente Madero se colma una ambición con esta paz que ahora se extiende sobre México. Mucho le ha costado obtenerla, porque le duele aún el recuerdo de las luchas fratricidas y porque ha tenido que con-sentir a la política, los intereses y el afán de conciliación, muchísimas cosas que le repugnan. Ha pasado sobre algunas vergüenzas, también, durante estos sacrificios y tiene su lugar entre ellas ese castigo de Francisco Villa, el hombre de la fidelidad ingenua y ardiente, a quien no ha podido defender porque está de por medio Victoriano Huerta. Pero no considera inútiles Madero todos esos sacrificios ahora que al fin se ha obtenido la paz y que podrá volver a ocuparse del arduo manejo del gobierno…

Los hombres que le rodean tienen su misma buena fe desprevenida y es desgracia igualmente que hasta el lejano colaborador de Chihuahua, don Abraham González, también esté afectado por esa peligrosa debilidad.

De no ser así, don Abraham hubiera podido transmitir a su jefe aquella alarmada advertencia de Villa: “Le están preparando un cuartelazo…”, a quién sabe si la historia hubiese sido diferente, porque lo cierto es que Pancho villa no estaba equivocado.

Apocalipsis y revoluciónHay un tiempo para advertir y esa advertencia tardó casi un mes en confir-

marse, porque recién en la madrugada del 9 de febrero comenzó el cuartelazo con un apretado tiroteo que despertó a la capital de México antes de ahora.

Hay un proceso creciente en este drama, porque todos los agravantes se le agregan a medida que corren las horas. Primero es un motín en la guarnición; luego es la guarnición subleva, que se apodera de la prisión militar de San-tiago Tlatelolco; en seguida son Bernardo Reyes y Félix Díaz –recién libera-dos de la cárcel-, quienes al frente de las fuerzas se lanzan hacia dos objetivos: Reyes, directamente contra el palacio de Chapultepec; Díaz, contra la Ciuda-dela, antiguo fortín transformado en fábrica de armas.

En Chapultepec, residencia de Madero, la guardia presidencial lucha va-lientemente, y tanto, que cuando Reyes cae muerto de un balazo, los revolu-cionarios huyen; pero en la Ciudadela, Díaz tiene más éxito, ha tomado la posición y, haciéndose fuerte allí, parece dispuesto a resistir quién sabe cuánto.

Madero, entretanto –muy arrepentido de su compasión por Reyes y Díaz-, aguarda la llegada del general Huerta, el vencedor de Orozco, el vencedor de Zapata, que puede ser también el vencedor de Félix Díaz.

-¿Cuál es la situación, general? –le pregunta ansiosamente apenas lo ve entrar en su despacho.

-El brigadier Félix Díaz se ha hecho fuerte en la Ciudadela y costará sa-carlo de ahí.

-Pero, ¿podrá sostenerse mucho?...

Page 97: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

97Enrique Martínez de Barrax

-Mucho tiempo, señor presidente. Tiene víveres en abundancia y además está en posesión del mejor armamento del ejército, porque allí se encuentran las mejores armas automáticas que hay en el país…

-¿Y entonces…? -Será necesario sacrificar mucha gente. Además, hay que impedir que el

movimiento se extienda. -¿Y cómo hacerlo, señor general? ¿Puede usted aceptar la misión? Victoriano Huerta parece muy dispuesto a todo; más engañara a Madero y

no a nosotros, porque ya a esta altura nos conviene saber que el general está procediendo de acuerdo con un plan muy estudiado.

De modo que no es extraño que haga un gesto de asentimiento:-Sí, señor presidente. Pero necesito autorizaciones especiales…-¿Cómo ser…?-Deseo hacerme cargo del ministerio de la Gobernación; de esa manera

podré combinar la autoridad civil y militar que necesita mi misión.-Muy bien, señor general. Hágalo. Y a fe que lo hace Huerta, y desde ese momento tiene virtualmente en sus

manos toda la autoridad imaginable. Hay que combatir a los rebeldes de la Ciudadela, y Huerta lo hace con un

empeño casi alocado, porque arroja regimiento tras regimiento en una serie de ataques suicidas que determinan centenares de bajas.

La bestia de la muerte se ha despertado, los hombres se matan sin piedad frente a frente se cruzan las lluvias de fuego y balas, los cañones hacen tem-blar las casas y la sangre corre por las alcantarillas y ciento de hombres, caen abatidos por las ráfagas de metralla. Los camilleros se arrastran para socorrer a los heridos, que también caen en la lucha, son trasladados al hospital que estaba instalado a la ladera de un acantilado, protegido por sus paredes de rocas y un sendero de robustos árboles, que servía también de refugio. Cons-truido antes de la guerra por los americanos y vendidas algunas ambulancias. La salvación de muchos soldados era grande y el refugió hospital reunía las condiciones sanitarias y no fuese alcanzado por los cañones de la artillería.

Hay un amanecer tranquilo y las gacetillas se reparten, con las noticias de los ejércitos más poderosos enfrentados entre sí, la tierra tiembla; tiembla al temple de los generales, sudor y sangre de los soldados, hijos de la patria y de la madre que les dio la vida. La petición de una madre por sus hijos es legítima y está movida seguramente por uno de los amores más gratuitos que se expe-rimentan en las relaciones humanas, es el hijo soldado que debe ir a la guerra y su madre no puede hacer nada ya que no tiene potestad sobre ella tiene el Estado es de su propiedad. Pero… de la impresión de que, al pedir por los hijos, muchas madres y nosotros mismos nos olvidamos, de aquel Hijo de María y José, aquel soldado de la humanidad, que se enfrentó sólo sin armas a las Legiones Romanas y las venció.

Entregando su vida para defender la posibilidad de que todos tengamos una vida nueva. Y después de siglos de su muerte Jesús es siempre bondad y

Page 98: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

lo dice con delicadeza “no sabéis lo que pedís”. Que les pasan a los generales, porque no saben la gracia de escuchar a Jesús sin intervenir en las órdenes de las armas.

Hay un abismo, para gobernar una Nación, la convivencia que se divide en dos diferencias de ricos y pobres, entre las veinticuatro horas, y el ejército tiene que resolver sus diferencias de convivencia de espaldas a la ley, perdién-dose el respeto, el rico y el hombre, ya imposible de conciliarse por su odio, donde el ejército tiene que arreglar sus diferencias.

Como evitar una guerra y ¿Por qué se producen las revoluciones? Las engendra el hambre. Tu mi desconocido lector, lectora: si eres rico o rica no tardéis en comprender la otra parte del mundo y salir al encuentro del pobre sin soberbia, con amor de hermano; y, si eres pobre, no envidies la suerte del rico, espera de su bondad, no le arrebates sus bienes y, mientras él viene de camino, recuerda que los bienes del prójimo son para todos y que el mayor bien es el de la sociedad y su convivencia de paz y progreso.

Para alcanzar la paz y la convivencia, siempre hace falta la presencia del hombre y poner sus límites de convivencia y sus leyes sean respetadas. Nadie puede ser libre si no tiene unas leyes que le protejan, seriamos como los ani-males, la supervivencia al más fuerte, que hoy por curiosidad, todos esos re-gimientos, todos, son lo que se llama “tropa maderistas”: fuerza formadas totalmente por revolucionarios del 1910 que se habían enrolado más tarde en el ejército federal.

Después de diez días de combate, cesa la lucha, al fin, el 18 de febrero; pero Félix Díaz no está derrotado, ni está derrotado tampoco Victoriano Huerta. Más aún, y esto, si no fuese infame, sería pintoresco, los dos son ven-cedores.

El único derrotado es Francisco Madero. Es el que mientras sus hombres se matan junto a los muros Ciudadela,

Díaz y Huerta han llegado a un acuerdo después de varias conferencias que se celebran en la casa de un diplomático extranjero. Huerta le demuestra a su adversario que no podrá resistir indefinidamente y en vez de imponerle con-diciones, le surgiere un entendimiento inteligente y beneficioso para los dos.

Y después de abandonar ilusiones mayores, Félix Díaz acepta lo que le dan.

Entonces cesa el fuego bruscamente en la Ciudadela. Y en Chapultepec, en el mismo momento, se presenta una escolta militar para detener a Francisco Madero y al vicepresidente Pino Suárez. Después, ya sin máscara alguna y con el valor de afrontar los ojos de Madero, llega Huerta para imponer sus condiciones. Son sencillas y claras: la libertad y la vida si renuncian sus car-gos, o la muerte.

Y como el sacrificio es inútil, Madero y Pino Suárez renuncian resultando entonces que el general Huerta, como ministro de la Gobernación, se hace cargo de la presidencia provisional. Luego, para agregarle una ridícula pre-sunción de legalidad a ese asalto a mano armada, el Congreso, reunido a toda

Page 99: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

99Enrique Martínez de Barrax

prisa, es obligado a aceptar las dos renuncias y a aprobar la presidencia pro-visional de Huerta.

Con precaución Villa se interesa anuciando de que no faltará a la suminis-tración del cuartelazo, para sacae al gún provecho; ya de antemano el veia venir la renuncia a la presidenci y se aprovara en el congeso de forma provi-sional, y que no fuese imterpretada por ambiciones políticas; porque la suerte de Madero y Pino Suárez se está jugando en la tenebrosas cavilaciones de Huerta, durante los días que siguen a la emboscada.

Page 100: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

100 Pancho Villa

XI LENGUAS DE FUEGO Y MUERTE

Como una llamarada ardiente de noticias que llegaban eran malas: Obregón estaba detenido frente a Guaymas; el general Pablo González seguía per-diendo terreno, y para colmo de todos los males, Pancho Villa, el vencedor de Torreón, el hombre de las victorias arrolladoras, acababa de ser derrotado en Chihuahua al frente del más poderoso ejército que había mandado nunca. Y los dos gobernantes destituidos permanecen todavía en el castillo de Chapul-tepec, a pesar del convenio girado para obtener las renuncias, confiando siem-pre con excesiva buena fe que serán enviados al extranjero, aprovechando el ofrecimiento que ha hecho el embajador de Cuba al brindar un barco de guerra de su patria para el viaje.

Establecidas así las cosas, hízose de la revolución un movimiento coordi-

nado, tanto en su desarrollo como en sus finalidades, apareciendo entonces a su frente don Venustiano Carranza, a quien se designaba ya como primer jefe del ejército constitucionalista.Pero sucedió entonces que, mientras se cum-plían todas estas formalidades de carácter político, la acción revolucionaria de Villa comenzó a tomar proyecciones considerables; sus fuerzas crecían y se acumulaban sus éxitos en violento contraste con lo que ocurría en Sonora y Coahuila. En el primero de esos estados la lucha se hallaba virtualmente estancada y, lo que es más, sin muchas perspectivas favorables para el futuro; y en cuando a Coahuila, no se registraban sino derrotas de los revoluciona-rios, al extremo de haber perdido la capital del Estado y darse el penoso caso de que Carranza anduviese de un lado para otro sufriendo casi una persecu-ción…

Y el contraste resultaba más violento y delicado todavía, porque los jefes políticos de toda aquella combinación revolucionaria habían prescindido por completo de Villa cuando concertaron sus planes. Y Villa era el único que sostenía triunfante la revolución.

No hubo más remedio que enmendar el error cuando aún se estaba a tiempo, y negociar con aquel guerrillero victorioso que, con una tropa que no alcanza a mil hombres todavía, se atreve a rodear a Jiménez y alcanzar casi la frontera de Durango, quién sabe con qué ambición militar.

Para entrar en tratos, se envían entonces dos emisarios que le explicarán a Villa lo que ocurre y lo que de él se espera.

Los dos emisarios son hombres de maneras cultas que tienen que avenirse a la recepción rural que el guerrillero les ofrece en su campamento accidental de Ascensión. Le explican todos

Page 101: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

101Enrique Martínez de Barrax

¿Y usted qué opina de este proyecto de mando militar y político, señor general?

Si… tal vez tengan razón, pero a mí no me han convencido. Yo no tengo opinión, me parece bien todo lo que se proponga y haré todo lo que ustedes quieran… ¿Qué quieren que permanezca aquí nuevas órdenes un día o dos…? Bueno. Yo emplearé el tiempo en estudiarlo que usted me ha propuesto.

No es cuestión de tiempo general Villa es de darnos usted una respuesta.Dígame, ¿vamos a continuar por mucho tiempo esta conversación?No lo sé y si usted me da la respuesta ahora mismo.Estamos en guerra ¿sabe? Cuál es el plan y de que se trata, le escucho.Los problemas políticos y sus posibles consecuencias; están en el Plan de

Guadalupe, para que Villa se haga cargo, y hablan y hablan, mientras, como buen síntoma, recogen el continuo asentimiento mudo del otro, que al tiempo de oírlos, engulle su ración habitual de fríjoles refritos.

-Está bien… -dice Villa limpiándose con la manga de la blusa la boca en-grasada-. Está bien… Yo acepto todo eso, pero con una sola condición.

Los dos hombres temblaron en ese momento, porque toda objeción de Villa era temible; y como no había aclaración, el más sereno inquirió:

-¿Cuál?...-Bueno… Que aquí no me mandan generales extranjeros…

VILLA Y GUERRILLEROS

Page 102: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

102 Pancho Villa

Se miraron los otros con tanta sorpresa como alegría; ¿nada más que eso?; pero, ¿Qué era eso?

-¿Cómo generales extranjeros?...-Sí… tengo oído que piensan mandar a Chihuahua a un tal general Obre-

gón… Y aquí no queremos extranjeros.Hubo un doble suspiro de alivio:-No… Eso se pensaba antes. Pero ya no es necesario estando usted…No se habló más del asunto. Terminó la entrevista y Villa fue a despedirlos

junto al coche que los llevaría de regreso y aprovechó para hacer referencia a cierto rumor:

-Me dicen que están ustedes con unos cañones que no utilizan, señores.-Sí –repuso uno de ellos-; en Hermosillo hay unas piezas de artillería que

no se utilizan por falta de personal…-Pues, díganle entonces a Maytorena que me los mande, que a mí sí me

servirán de mucho, porque tengo entre mi gente artilleros que fueron del ejér-cito federal…

Y ya, después del apretón de manos, cuando el carruaje se pone en movi-miento, sobre el último ademán de saludo, se oyó una advertencia de Villa: El emisario quedo en silencio aguardando la respuesta y al no tenerla de inme-diato dijo a Villa:

-Y ya saben… ¿eh? Nada de extranjeros, que si no, peleamos.Los seguidores de Pancho permanecemos a su lado antes de abandonar ese

campamento de Ascensión, la tropa de guerrilleros se refuerza con los cuatro cañones –piezas de campaña de 75- que llegan de Hermosillo. Se le agregan igualmente nuevos voluntarios y hasta se da el caso singular de que todo un coronel del ejército federal –el coronel Juan N. Medina- llegue junto a Villa para ofrecerle sus servicios; y

Medina, militar de carrera, es lo último que le falta a Villa para das a sus fuerzas el aire de un verdadero ejército, porque ese hombre es ducho en las tareas de organización y sabe transformar en soldados a los guerrilleros, sin que pierdan nada de su naturaleza combativa.

Con Medina consulta muchas veces sus planes Pancho Villa, y por estas consultas es por lo que posterga un poco, todavía, su am-

bicionado proyecto de bajar a Durango, donde imagina campos muy propicios para su lucha.

-Es necesario, mi general –sostiene Medina-, que la tropa esté mejor pre-parada; debemos aprovechar nuestra artillería y, además, será bueno que se nos unan otros revolucionarios antes de afrontar empresas mayores.

-Seguiremos, pues, buscando gente y armándola –conviene Villa.Para esto no necesitan más que seguir haciendo lo que hacen: moverse de

un lado a otro por el sur del Estado, dando un golpe aquí y otro allá y reco-giendo al paso todos los voluntarios que llegan incesantemente.

Pertenece a este período la segunda acción de San Andrés, determinada en reali-dad por la secreta ambición que Villa tenía, de hacerse dueño de un tren militar.

Page 103: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

103Enrique Martínez de Barrax

Ese tren militar era el de don Félix Terrazas –defensor del gobierno ahora-, que se hallaba justamente en San Andrés.

Se conformó con menos aquella ambición, porque después de librada la batalla Terrazas logró huir con parte del tren, no dejando sino algunos vagones con bastimentos y un automóvil, de modo que en vez de un tren, fue ese vehículo el que Villa agregó a su tropa.

Villa tenía el conocimiento de que todo ocurría como una especie de tolerancia mutua, ya que los oroquista todavía conservaban el espíritu ven-cedor y tenían grandes expertos, para las vertientes y desenlaces de la montaña, en la lucha cuerpo a cuerpo siempre eran vencedores sin las in-tervenciones de Pancho Villa, sólo nombrarlo ya les acusaba respeto. Sus hombres eran campesinos, no soldados profesionales y en campo abierto eran perdedores y, en la sombra de la oscuridad de la noche eran invenci-bles, con los caballos desbocados y las espuelas clavadas en los Higares de los brutos…

Asaltando e incendiando sus campamentos y cuarteles, eran los héroes de la patria los hijos de México, y de las hazañas Villista. Él se siente compren-dido lo agradece, lo valora, sabe que los lleva a la muerte, sin esperar nada a cambio, sólo la grandeza de que dieron sus vidas en defensa de su país, en-grandeciendo el progreso y la libertad de su bandera, y para defender-la tenían que estar previstos de víveres de armas y de municiones, y de un fondo de dinero, las reservas del ejército eran escasas. Tomadas estas medidas entre-tanto –según la sugestión de Medina-, Villa ha enviado mensajeros a los dis-tintos grupos revolucionarios que combaten en Chihuahua y Durango, indicándoles la conveniencia de reunirse para formar un solo y poderoso ejér-cito, y como estas gestiones tienen éxito, baja al fin hacia Durango, buscando el lugar de reunión.

Hágase su voluntad del señor, dijo Villa dirigiéndose a sus hombres nos quedaremos aquí para pelear. Hará mala noche, señalando el horizonte, que aparecía cargado de espesas nubes.

Sí respondió el viejo Zacarías; soplará un viento muy fuerte…¿Qué no nos importe ahora? Más fuerte son las balas, le repuso Villa, dando

órdenes de acampada, con toda la fuerza de sus vigorosos pulmones.Ya de noche cerrada, el excombatiente Zacarías, animaba a los soldados,

que una mala noche se pasaba pronto, y les hizo creer que al día siguiente, sería el día más afortunado, donde podrían recrearse al sol y dormir, con más comodidad.

Las pronosticaciones de Zacarías no fueron muy acertadas, y de que el campamento estaba instalado sobre un hormiguero, bajo su follaje del rustico suelo, donde no podían ser vistos los soldados pernota, van, protegidos por la humedad del suelo. El que nos hayan visto los hormigueros, también era por la oscuridad de la noche y el agotamiento físico y no podían formarse una idea de ello. Bajo aquel incomodo suelo. Una veintena de hombres fueron afecta-dos, con sus mantas llenas de hormigas, lo que provocó las risas y las burles-

Page 104: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

104 Pancho Villa

cas bromas, cambiando las termitas por bellas chicas <machaquitas>. Después se sacudir las mantas y de una forma imprevista empieza a llover.

Villa observó que Zacarías no estaba recostado, donde lo dejo entre unas sillas de montar, aunque la noche había cerrado, por completo su oscuridad

¿Dónde podría estar? Le pregunto al teniente de guardia ¡Que nos importa mi general! Nos dijo que no iba a llover y ahora, estamos como sopas.

Por el contrario, nos importa, insistió Villa al saberlo; ese hombre conoce todos estos parajes y, puede guiarnos al lugar seguro, antes que nos frían a tiros.

Intervino el teniente; pero si ha renunciado voluntariamente a nuestra com-pañía, no veo porque medio podríamos obligarle a que se uniera de nuevo a nosotros… ¡Quién sabe si tendrá sus motivos para abandonarnos para siem-pre…!

Y, llamando a parte al general Villa, le dijo el teniente sus sospechas del excombatiente Zacarías, porque llevaba días planeando algo en su mente.

A Villa no le extraño saberlo, porque él también los tenía. Ambos diferían sólo en un punto.

La sospecha del teniente, era que se había pasado al ejército contrario. Y la de Villa si volviera a aparecer, sería acompañado, por un nuevo reclutamiento. No le cabía la idea de que un veterano soldado fuera desertor. Además ¿Cómo explicarse que Zacarías quisiera aventurarse, y unirse a los federales, si los odiaba?

Al día siguiente 7 de abril; el teniente que estaba de guardia al frente de una multitud de gente. Días después reunidos todos, no menos de tres mil indivi-duos formaban esa ruidosa multitud, y calculando el guerrillero cuántas cosas podían hacerse con tan formidable fuerza, y como su manejo ordenado signi-ficaría arduo trabajo, llegó a la conclusión de que, como nunca, se necesitaba organizarla. Consultó el punto con el coronel Medina, que le dio su aproba-ción, señalándole en que forma y manera podía aumentarse el poder de un ejército estableciendo la unidad del mando.

Consideradas a los primeros reflejos del día y a la salida del sol y con ges-tos militares y consideradas las cosas así, llamo Villa en seguida a reunión de todos los jefes guerrilleros para explicarles la necesidad de escoger un jefe principal “que lleve la carga del mando y al cual todos obedezcan”.

-Opino yo –dijo terminando-, salvo el parecer de los demás, que nombre-mos para el grado de general en jefe a mi compadre Urbina o al general Ca-lixto Contreras o a mí.

Fue Villa el elegido, y en su primer acto de la nueva función militar dióle nombre al ejército, y en ese bautismo desahogó un rencor y una ambición, porque hizo de todos aquellos guerrilleros su División del Norte.

Allí recibieron su nombre, también, las brigadas que luego habían de ha-cerse famosas: “Juárez”, “Victoria”, “Morelos”, “Zapata”, “Guerrero”, “Du-rango”, y se echaron las bases de los que iban a ser célebres cuerpos, como “Cazadores de la Sierra”, “Cuerpo de Guías” y el alucinante “13 Brillador”,

Page 105: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

105Enrique Martínez de Barrax

aquel regimiento de caballería donde sólo podían formar los hombres que despreciaban la muerte, porque cada carga –rayo deslumbrante de hombres y bestias- era un suicidio voluntario de la mitad del regimiento y otro gloriosa victoria para la mitad sobreviviente.

Allí también, bajo la experta dirección del coronel Medina, Villa formó su Estado Mayor e integró su cuadro de jefes y oficiales, combinando la inteli-gencia y el valor de cada hombre para su graduación.

Y el mismo día de la histórica fundación de ese ejército, fue también el día del estreno doble, ya que todos esos hombres iban a combatir juntos por pri-mera vez y, por primera vez también, Villa iba a dirigir una verdadera batalla, maniobrando con centenares y centenares de combatientes.

No fue voluntario aquel estreno, sino que Emilio P. Campa –aquel enemigo de Villa en 1910, que volvía a ser su enemigo en 1913- lanzándose al ataque con una fuerte columna federal, mientras el general Alvírez con otra columna, atacaba también por el otro flanco.

El golpe de Campa y Alvírez era de una audacia peligrosa, pues habían salido de Torreón para sorprender al enemigo, y estaban librando esa batalla casi a las puertas de la ciudad. Y fue más peligrosa aún esa audacia –y esto Campa sólo lo supo después-, porque en vez de encontrarse con la fuerza guerrillera de siempre, fueron a dar contra la flamante División del Norte.

El estreno es como un presagio de futuras victorias. Villa maneja las briga-das como antes dirigía sus reducidos piquetes, y los golpes, sin perder elasti-cidad, tienen ahora un poder demoledor. Y de la victoria no sólo resulta un provecho estratégico, sino que se aumenta el poderío de la división, porque el enemigo abandona dos cañones, seiscientos fusiles y un enorme parque.

Además caen muchos oficiales prisioneros, y aunque Villa dispone fusilar a todos, de acuerdo con un bando viene a tiempo para hacer excepciones:

-Podemos sacar a los oficiales de artillería, mi general –le dice-, porque nos van a ser de mucha utilidad para nuestros cañones; ahora que ha muerto el general Alvírez en la batalla, ellos van a estar más cómodos para unirse a no-sotros… ya hay un oficial que quiere unirse con sus hombres, a cambio de que se les trate con generosidad y no les falte la existencia humana que necesitan.

Dijo Villa presénteme a ese oficial, antes que lo fusilemos… nada podemos perder por hablar y si quieren unirse a nosotros, para pelear juntitos.

El oficial salía entre los reunidos, era un hombre vigoroso de unos cuarenta años todo lo más, de mirada penetrante, con los cabellos y la barba canosa y la tez curtida, como la del hombre nómada que ha vivido siempre al aire libre en los campamentos.

Medina se dirigió con rapidez al desconocido. Al verle una batalla tan im-portante como esa y él, que seis meses antes nada más, cruzaba el río Bravo con ocho hombres, allí estaba, después de tantos trabajos y amarguras, dueño de todo lo que se consideraba necesario para transformar en realidad su sueño: Desde ese sueño hecho realidad, porque cada paso que dio fue decidido, hasta vencer a su enemigo y tuvo respuestas de sus vencidos y la admiración de

Page 106: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

106 Pancho Villa

Emilio P. Campa, que se retira precipitadamente a Torreón, une sus fuerzas a las del general Murguía, que defiende la plaza y, con cuatro mil hombres, se disponen a sostener la embestida de la división.

Es difícil seguir la trayectoria de una batalla y de saber quién serán los vencedores y los dos jefes militares creen que correrá un plazo antes del ata-que, porque no saben la prisa que tiene Pancho Villa por realizar su sueño; de ahí que la batalla se inicie sobre el amanecer del 30 de septiembre, cuando aún andas dispersas por el campo la derrotadas tropas del difunto Alvírez.

Bajo llamaradas y cortinas de fuego y balas, todo lo que se mueve es abatido, son las reglas de la guerra vencer o morir, es una más de las batallas, en sangren-tadas multiplicadas por cien.

La multiplicación no alcanza para el tiempo que dura la lucha, y al caer la noche del 1º de octubre Torreón está perdida para los federales. Y no sólo To-rreón, sino también el poderío de un gran ejército, que al retirarse desordenada-mente deja tras sí todo eso que la División del Norte necesita para hacerse más y más poderosa: once cañones esta vez y, además, una famosa pieza de artillería montada en un vagón blindado, mientras los fusiles son centenares y enorme el material ferroviario, es de mucha consideración.

Se abren nuevos caminos en las comunidades, para el bien de dos pueblos, que estaban incomunicados. Al mismo tiempo, otras dos poblaciones vecinas, Lerdo y Gómez Palacio, caen también en poder de los revolucionarios, de ma-nera que la batalla se transforma en un acontecimiento de trascendencia nacio-nal, porque señala el primer gran triunfo revolucionario.

Triunfador en Torreón, toca a Villa ejercitarse en esas otras responsabilida-des del hombre militar, según aprendiera en Ciudad Juárez. Distribuye las tro-pas, ordena la vigilancia, decreta un préstamo de trescientos mil pesos a los bancos y distribuye ropa y víveres entre la gente más necesitada; se preocupa al mismo tiempo de individualizar a todos los funcionarios huertistas para hacerles rendir cuenta de sus trabajos y, por último, convoca a la gente técnica en traba-jos de ferrocarril, para unirla a su ejército, que, de ahí en adelante, ha de contar con aquellos ambicionados trenes militares que tan bien sabrá aprovechar él.

Este último aspecto de sus trabajos revela que no piensa ablandarse en el gozo de la victoria de Torreón. Si nunca necesitó estímulos para su actividad arolladora, menos lo necesita en estos momentos, cuando se le hace cierto que cada triunfo será más valioso todavía si otro triunfo lo confirma y tiende su mano y sus ideas exentes de equivocarse, cuando es rechazado y no creen en su palabra, cuando pide dinero y dice que lo devolverá. Al mismo tiempo reflexiona y les recuerda a los banqueros que es él quien debe establecer las reglas. Si realmente quieren seguir a su gobierno que constituye las leyes de la “Revolución.”

Con vencido de sí mismo le dice a Calixto Contreras: ¿A caso tiene usted alguna duda de mi forma de proceder? De que nos hace falta dinero, para mejorar los abastecimientos de provisiones, para que usted disponga de lo necesario ya que lo dejo al mando, ¿está conforme?

Page 107: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

107Enrique Martínez de Barrax

Sí señor. Ahora he de preguntarle con más exactitud, que me diga cómo andamos de provisiones.

Su pongo que bastante bien, le contesto Villa.Estará usted al mando militar de la plaza, con su brigada, y le dejo un tren

si lo necesita.El plan es lanzarse sobre Chihuahua. Para eso, ha designado a Benavídez,

que, al frente de la brigada Zaragoza, hará la vanguardia en un tren militar.Cuando se anuncia es designación, Rodolfo Fierro, que está presente,

anota una burla:-Vamos a ver qué tal lo hace este jefecito “chocolatero”…Esta observación despectiva –que el otro soportó en silencio- era resultado

de ciertos choques entre Fierro y Benavídez, choques que revelaban un muy difícil aspecto del manejo de todos esos hombres, hechos a la violencia y a la rebeldía.

Villa observó la intención de esas palabras y las suavizó:Vea, general, lo que dice mi amigo… Así que ya sabe. Usted se va y no-

sotros quedamos a ver qué hace…El ataque a Chihuahua tuvo una etapa en Ciudad Jiménez, que había

sido abandonada por los federales. Ciudad Jiménez, a donde Villa regre-saba triunfador, después de haber vivido allí, hacía ya más de un año, los momentos más amargos y ridículos de su vida.

Al llegar a Jiménez, el telégrafo llevó una noticia para Villa, enviada por Calixto faltando.

Es una locomotora, acompañando por seis soldados de su escolta, Villa emprende el regreso a Torreón a toda carrera. Y allí, no bien llega, manda llamar a todos los “señores” del banco. Cuando los tiene frente a él, les dice:

-Yo, señores, he pedido eso trescientos mil pesos prestados, pero me puedo llevar todo el dinero del banco y el que está afuera de los bancos también, según es la ley de la guerra. Por eso, si en una hora, el dinero no está aquí, lo tomaré por la fuerza.

Antes del plazo señalado Villa pudo emprender el regreso a Jiménez, donde se estaba preparando todo para continuar el avance hacía Chihua-hua.

Por cierto que fue allí, en Jiménez, donde al fin el coronel Medina aceptó el cargo del jefe del Estado Mayor de la división y donde, sin timidez, se manifestó en desacuerdo con Villa, sosteniendo que era una equivocación el ataque a Chihuahua, defendida por el general Mercado con tropas nume-rosas y aguerridas.

-Mejor es que ataquemos la plaza, más que nos rechacen, que estarnos muy quietos como si después del triunfo no entrara miedo de librar otras acciones importantes –dice Villa.

También en Jiménez se registró un pequeño suceso, que tenía, no obstante, la mayor importancia. Fue determinado por un diario de El Paso de allí se encontró, en el que se hablaba de Huerta. En un artículo se decía que: “Wash-

Page 108: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

108 Pancho Villa

ington considera desgraciada, ilógica y antinatural la elección del general Huerta para presidente provisional de México como sucesor de Madero.”

Y según el entender de Villa, esta opinión, que era la del presidente Wilson, reciente sucesor de Taft en el gobierno de los Estados Unidos, le anunciaba que del otro lado de la frontera tendrían siempre armas y municiones a su disposición.

Por esta misma causa, al avanzar hacia Chihuahua, y en previsión de un mayor acercamiento hacia la frontera norteamericana, convenía que la división no se desprestigiara a los ojos de los norteamericanos.

-Será por eso mejor –había observado Medina- que Tomás Urbina no venga con nosotros, aunque sí sus tropas, porque si bien es muy valiente, se alarga mucho en sus extralimitaciones…

Y ése era otro conflicto entre los jefes de Villa, porque Medina ponía mucha vigilancia en todo lo que se refería al dinero de las brigadas, y tal vigilancia le iba muy mal a Urbina.

Pero Villa comprendió –le indicó a Urbina-, se queda en Jiménez cuidando la espalda de la división y precaviendo cualquier peligro, que se encuentre el acecho para destruir nuestro ejército. Debes rezar un padre nuestro, queda confianza y serenidad, antes de entrar en combate debemos estar preparados antes de morir. Después que hayamos hecho la Santa Cruz, ningún sufrimiento o justicia humana es indiferente a Dios.

Dice Urbina: yo no soy Jesucristo para evitar los peligros que nos acechan, ni el mismo pudo evitarlos y los padeció, como nosotros esta guerra. Nadie puede decir que ha sido abandonado en la caída o en la lucha, cuerpo a cuerpo. Porque usted siempre va delante y revive el valor de los hombres.

Ya no quiero demostrar que soy un valiente, sólo quiero ejercer la humildad y tener a cierto a la puerta que llamo y se paciente con mi pueblo… Sin impor-tarme la distancia, aunque por muy lenta que esta sea. Debo acompañar a la División desde Jiménez a Chihuahua y me considero muy honrado al servicio de mi patria.

Consultada la geografía y por los escritos novelescos, las ciudades de Jimé-nez a Chihuahua, hay unos doscientos kilómetros de ferrocarril, donde se mo-vían en su avance la División Villista pausadamente: pero no por eso deja de ser muy lenta la marcha, pues las catorce estaciones de esa línea ferroviaria son otras tantas etapas cautelosas. No solamente avanza la división, sino que conquista el terreno de su avance, extendiendo sus guerrillas en muchos kiló-metros cuadrados, a uno y al otro lado de las vías, tanto para evitar sorpresas como para afirmar en muchas poblaciones el triunfo revolucionario.

Se escalonan durante este camino infinidad de incidentes, a través de los cuales la figura de Villa va adquiriendo sus perfiles definitivos; la circunstan-cias y los hombres que lo rodean le exigen cada vez más y más de su energía, de su astucia y de su especial sentido de la vida guerrera, virtud ésta que fue fundamental en su aventura.

Así por ejemplo, pese a que es él mismo quien auspicia el rigor de los re-glamentos militares en su tropa y todas las fórmulas de la disciplina corres-

Page 109: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

109Enrique Martínez de Barrax

pondientes, es él mismo también quien no titubea en violarlas cuando se hace necesario.

En la tercera parte del camino –Santa Rosalía- se le plantea una difícil situación con Benjamín Yuriar, que tiene un carácter arrebatado. Hay una discusión entre los dos, y cuando Yuriar profiere amenazas de rebeldía, Villa le encañona sus pistolas. En seguida llama a los centinelas y sin ninguna vacilación resuelve:

-Que me hagan un piquete para fusilar a este mitotero... Y de ahí a diez minutos, Benjamín Yuriar deja de existir. Al coronel Medina esta falta de protocolo le parece mal y, con su fran-

queza de siempre, se lo hace ver a Villa, señalándole cómo el procedimiento utilizado no es el que cuadra al general de una división, porque no debe fusi-larse a nadie sin redactar un acta por lo menos:

-¡Ah, no, amiguito! –Exclama Villa-; para esos papeles sí que yo no tengo tiempo. Soldado o general que se me insubordina soldado o general que yo mando a fusilar, sin que nada me lo embarace…

En el cumplimiento del deber militar para mí son todos iguales, al ejército mexicano y no siempre puede uno hacer sus ideas de militar y la guerra se hace para ganarlo fusilando al enemigo. Hay quien pretende que se puede evitar estas ejecuciones se puede salvar vidas al hombre y el muere por sus ideas y por ser nuestro enemigo. Mis intenciones son de no hacer daño a nadie, ya preveía lo que iba a ocurrir, sino se entregaban voluntarios mis enemigos y es la palabra de un general vencer o morir. Pido perdón a la buena gente y que sepan también que para quitar la esclavitud en Norte Amé-rica o Estados Unidos y después de la guerra y ahora no hay esclavos. Hace mucho tiempo que el Norte aba lío la esclavitud, y el sur ha debido seguir su ejemplo del Norte.

¡Ah! Es verdad respondió Calixto Contreras. Había olvidado que la guerra de 1862 dejo resuelta esa grave cuestión. Nos consideramos mi general muy honrados de estar a su mando y de servir a la patria.

Dijo Villa: nosotros no pertenecemos a nadie, somos el pueblo y la ban-dera la libertad sin hambre y sin esclavitud, y tenemos que pelear para con-seguirlo, porque el hombre no puede ser vendido, ni amo de otro hombre.

Al día siguiente, por la tarde el general Villa visitaba el campamento, antes de marcharse, hacia el recorrido animando a los heridos y enfermos y el que estaba más grave eran distribuidos a sus respectivos hospitales cuyo nombre estaba escrito en cada una de sus hojas de evacuación.

Un teniente enfermero se cuadra y saluda al general, éste sorprendido aca-ricia su costado derecho, donde en el bolsillo lleva una pistola, por si corría peligro y defenderse antes de morir que ser arrestado o sorprendido por aten-tado. La pistola era una “Astra”, calibre 7,65.

El cañón era muy corto y, cuando disparaba alcanzaba siempre su objetivo.Seguro de sí mismo Villa correspondió al saludo militar, como lo manda

las ordenanzas.

Page 110: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

110 Pancho Villa

¿Qué necesita teniente? Necesito un nuevo permiso de evacuación, fir-mado por usted, tenemos un nuevo enfermo que no está en la lista que tenía-mos prevista, firmada por el capitán médico y usted.

Y poco después cuando allí mismo.Los soldados en su retirada estaban agotados, cubiertos de sudor y de

polvo. Algunos muy fatigados sin poder continuar. Los rezagados seguían al regimiento, hombres que no podían alcanzar su pelotón, tenían calor y ham-bre, sudaban su debilidad paralizada al andar. Derrotados y vencidos, y no era sólo eso; tal derrota de Villa significaba un peligro real para la División del Norte, que era, sin disputa, el mejor ejército revolucionario y la esperanza más fundada de todos los hombres que conocían el pensamiento del primer jefe. Para muchos militares de Nogales llegó entonces el tiempo de pensar si no era una imprudencia dejar que aquel antiguo bandido de Durango continuara al frente de la más importante fuerza de la revolución.

Y día tras día, las noticias que llegaban eran las mismas; la división parecía paralizada por aquella derrota, y se estaba inmóvil, perdiendo un tiempo que todos consideraban precioso, en las proximidades de Chihuahua, donde Mer-cado, si recibía refuerzos, podía destrozarla con algún ataque inesperado…

¡Ah, maldita guerra! Se lamentaba y decía Villa: volveré y me encuentran ustedes como perro de presa. Continúo la retirada sin detenerse y aproxima-damente al cabo de dos kilómetros, revisaron las líneas enemigas, el llano y la carretera, buscando la lucha cuerpo a cuerpo, si era preciso.

El regimiento caminaba dada vez más lento y sudoroso, cargados de pa-ciencia, por lo bien dirigido: vencidos, pero no derrotados. También Napoleón un general disciplinado y con un ejército austriaco se había creado para pro-porcionar victorias.

Este novelista amigo y desconocidos lectores, hubiese sido mejor que el Ejército del general de Pancho Villa si hubiese estado más disciplinado hubie-sen vencido. Eran voluntarios campesinos y no tenían la práctica de ser bue-nos artilleros y carecían de no tener baterías, sólo disponían de su fuerza bruta, su coraje y su valor.

El sol empezaba a descender y refrescaba, las golondrinas y pájaros vola-ban por encima de los árboles, al quejido lastimero de la tarde.

Parecía la tarde más sombría de la revolución…En el descanso de la campada los hombres de confianza de Villa hablaban

mucho. Ellos no eran guapos con uniforme, no eran de carrera militar, tenían que volver a pelear, con su rudeza vencerían, Villa dijo: Muchachotes china durante siglos no pudo ser vencida, por sus murallas, hasta que a un general se le ocurrió atacarla y vencerla por el mar, venceremos si entras por los teja-dos por las alcantarillas, en sus cosas en su cuarteles y puestos de mando.

Recuperando el valor Villa se apoderó de Ciudad Juárez. Así, bruscamente, fuera de toda previsión, con la sorpresa del relámpago

que truena sin querer, así estalló la increíble noticia de esa victoria súbita, que parecía una rabiosa venganza por el contratiempo de Chihuahua.

Page 111: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

111Enrique Martínez de Barrax

Y en Nogales y en la capital, aliados y enemigos de Pancho Villa estaban por igual anonadados: de Chihuahua a Ciudad Juárez había más de novecien-tos kilómetros de camino, la División del Norte seguía acampada cerca de Chihuahua y, sin embargo, Villa había capturado la otra ciudad. ¿Cómo era posible esto: una derrota aquí y siete días después una tremenda victoria a centenares de kilómetros?

Había sido muy sencillo en realidad. Al fracasar ante Chihuahua, Villa pensó en seguida que debía sacar venta-

jas de ese mismo fracaso, y aprovechar que se le consideraba con la lógica desmoralización de la derrota, para caer por sorpresa sobre un buen objetivo.

Y debería establecer un verdadero campamento, para dormir y un hombre de guardia relevado cada dos horas, bastaría para vigilar durante la noche, mientras él durmiera, para evitar que no lo mataran por un tiro de fusil o arma blanca.

Para prevenirse de seguridad nada mejor que Ciudad Juárez por su impor-tancia estratégica y por lo mucho que se prestaba ese punto para la maniobra que ya estaba planeando.

La infantería, toda la impedimenta, parte de la artillería y algunas patru-llas, se quedarán en las proximidades de Chihuahua aparentándose que la di-visión no se ha movido. Mientras tanto, el propio Villa con sus jefes más resueltos y dos mil hombres se lanzará sobre Ciudad Juárez a marchas forza-das, seguido de la mejor manera posible por varias baterías de artillería que manda el coronel Servín.

Estas fuerzas para el golpe alocado se mueven, primero, dando un largo rodeo para dejar Chihuahua atrás y seguir hacia el norte; pero quiso la buena fortuna de Villa, que a diez kilómetros de Chihuahua, en la estación que pro-cedía de Ciudad Juárez.

No les cuesta nada a los revolucionarios apoderarse de ese tren al mismo tiempo que cortan la comunicación telegráfica con Chihuahua, y entonces, a favor de ese accidente, el plan de Villa tiene una atrevida y seductora variante.

A través de las noticias de los periódicos, redactadas de madrugada y po-niendo en práctica valiéndose del telegrafista prisionero, a quien obliga a co-municarse con Ciudad Juárez, para enviar un mensaje que dice: “Estoy descarrilado del ferrocarril, porque todo lo han quemado los revolucionarios. Mándeme otra máquina para levantarme. Dígame sus órdenes sobre lo que debo hacer.”

Firmó el conductor del tren ese mensaje. Y a poco la respuesta dio orden de que se levantara la máquina como se pudiera y lo antes posible, anuncián-dole inmediatamente que se lograra hacerlo, para enviar nuevas instrucciones. Se aprovecha el tiempo, entretanto, descargando el carbón para que en su lugar los vagones se llenen de soldados que como son del caballería compar-ten el tren con sus caballos.

Al día siguiente el periódico de que inmediato se produciría un ataque y deberían estas las gentes prevenidas de agua y alimentos. Nadie sabía nada y

Page 112: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

112 Pancho Villa

todos hablaban con gran seguridad y con profundo conocimiento estratégico, sobre el triunfo de la revolución.

Villa en la ante sala de la estación va dando instrucciones a los oficiales. –Una joven, sale de la sala de espera y se dirige ante la sala y antes de ser detenida pregunta por Pancho Villa…

-Está de servicio y reunido con sus capitanes, le aseguró al sargento de la escolta a la avispada admiradora del general Villa.

¿Podría verle un momento?Mando una ordenanza y regreso él con el soldado.Que haces tú muchachita por estos “lares” de tanto peligro…Me mando los familiares a verte y a darte ánimos a seguir adelante. He

venido en representación de todos a haber si estabas bien.¡He pedido que me dejaran verle a usted mi general!Me encuentro bien y no me digas de usted. Tengo que irme, darles un

abrazo a tu madre y demás personas de nuestro agrado.-Te acompaño hasta la puerta.¿Vendrás esta noche a vernos?No salgo inmediatamente para asistir a una reunión de Estado. ¿Y volverás pronto a vernos?Tal vez mañana.La chica se desprendió algo de su cuello, un escapulario.Es un San Antonio: dijo:Después de marcharse la joven, recibe un nuevo mensaje del encargado del

tren, recibe una nueva orden ya esperada por Villa de regresar a Ciudad Juá-rez, dando su paso por todas las estaciones del trayecto.

Se descuenta por esto que en cada estación –había dieciocho- hubo el co-rrespondiente atraco del telegrafista, mientras el que ellos llegaban de Sauz mandaban el mensaje de práctica y destruían después el transmisor.

En Samalayuca, penúltima estación –en la última ya no se detiene-, Villa ordena el plan de ataque; conoce Ciudad Juárez perfectamente y contado con la ventaja de aparecer de pronto con sus tropas en la estación del ferrocarril, puede distribuirlas con la doble eficacia fulminante que significan el conoci-miento del terreno y la sorpresa desprevenida a sus opositores.

Y cuida tanto los detalles, que junto al maquinista coloca un par de sus soldados ferrocarrileros con una orden expresa:

-Ustedes, amiguitos, se quedan aquí. Si este señor no entra hasta adentro de la estación porque se amida o por lo que sea, uno me lo mata con su daga, y como ustedes saben algo de ingeniería maneja las palancas y siguen adelante aunque tengan que matar son las palabras de un general, algo que desconcierta a los hombres matar a sangre fría.

Si los hombres se pierden el respeto, es inquietante y sin límites concretos a la nueva ley de la vida y del amor. La ley de Moisés y sus posteriores inter-pretaciones eran más exactas, en cambio ahora habrá que superarlas y dejar al corazón, a la memoria, a la sinceridad de cada persona, a su juicio interior, a

Page 113: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

113Enrique Martínez de Barrax

la conciencia, colocar esa medida de amor y justicia que supere la ley del ta-lión: “ojo por ojo, diente por diente”. Dejas en mi señor una gran libertad. Creer en ti me empuja a madurar.

Villa conocía la “Ley del talión” y su deber era que la cumplieran en el estado de la revolución, a quien le plantara cara sin dialogar los derechos de paz y convivencia de su pueblo. Contemplando desde la ventanilla del tren a mediados de 1913, en su solitario pensamiento, con la vista perdida en el cielo y de madrugada, cuando las estrellas y luceros que van quedando parecen que son flores, que centelleaban en los extremos de los cristales de las ventanillas. Aquel tren escoltado y dirigido por Villa que se suponía cargado de carbón, entró en la estación de Ciudad Juárez, donde había muy poca gente a esa hora, y antes de que esa poca gente se diera cuenta de que no estaba soñando, ya los dos mil jinetes de la División del Norte, divididos en tantos cuerpos como Villa planeara, salen a escape para caer como una avalancha sobre los cuarte-les federales…

Que la lucha se prolongara hasta las seis de la mañana, no quiere decir que pudo peligrar el triunfo en algún momento, sino que la cacería de enemigos apasionó a los revolucionarios, y que además hubo que trabajar duro en otras formas. Una de éstas, se refirió a las casas de juego que en Ciudad Juárez eras mucha e importante, de lo que se tendrá una idea sabiendo que la recaudación que los villistas hicieron esa noche sobre las ruletas y las mesas de naipes, llegó a trescientos mil pesos…

No son tan fieros los generales, son seres humanos con sus debilidades. Ya que se dice que al general Francisco Castro, jefe de la guarnición, se le vio esa vez cruzar el puente internacional, descalzo y sin más ropas que unos panta-lones, para refugiarse en El Paso. Y por ese mismo camino se marcharon también, al día siguiente, todos los que querían, porque Villa mandó abrir el puente internacional y dejar expedito el paso para que del otro lado de la fron-tera apreciaran su generosidad.

Había sido aquella la más desproporcionada victoria que pueda darse, porque, en contraste con su importancia, el rigor de la lucha no había durado mucho más del plazo que corrió entre las doce de la noche y las dos de la mañana…

Al amanecer del claro día entre el desorden del ir y venir para aca y para allá, se movían las tropas y camiones, y mulos cargados con artillería de cam-paña. La carretera estaba obstruida y a ambos lados había parapetos de tablo-nes y sacos lleno de tierra, en el suelo había unas esteras hechas con rastrojo de maíz, los hombres estarían tumbados para evitar el fuego enemigo y de las ametralladoras. Terminada esta revisión de daños y prejanicios, Benavides hace este comentario:

¿Quién atacara ahora primero, ellos o nosotros?Contesto Villa: aquí no hay suficiente tropa para un gran ataque.Si nadie atacara la guerra terminaría: Dijo Benavides.

Page 114: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

114 Pancho Villa

Tenemos que aguantar esta guerra hasta el final- dijo Villa: Si uno de los adversarios cesase de pelear, tampoco se acabaría. Aún sería

peor el no hacerlo, sé que es terrible, pero tenemos que aguantar hasta el final. Movió la cabeza Benavides y dijo: no tiene fin una Guerra. Uno de los adversarios debe parar ¿por qué no somos nosotros? Si ellos

vencieran, pronto se cansarian de proteger sus tierras y ganado, y en vez de hacer esto se divierten con la guerra, como queda demostrado que a las dos de la mañana justamente la hora en que, todas la noches, allá en la capital del Oaís, don Victoriano Huerta ya habia dejado atrás la décima botella de cham-paña que servían pladecimamente los cantineros, donde se honrraban con sus juergas de grandes borracheras.

Hablña usted como un orador:Uno piensa, uno lee, no soy campesino; pero los campesinos, son lo bas-

tante torpes para creer en la guerra.Dijo Villa: Todos odián esta guerra y al frente de loas paises hay una gente

estupida que no comprenden y no comprenderan nunca nada. También se enrriquecen con ella...

Su forma de hablar y pensar, no creo que se considere a Villa muy cam-biado, a esta altura de su historia, con respeto al recuerdo que tenemos de tres años atrás, en sierra Azul. Viste igual; el grado no le afecta la ropa ni las ma-neras y, como siempre, arruga los ojos al sonreir y los entrecierra rencorosa-mente cuando está enojado.

Igual que antes, se mezcla con la tropa y llama por nombre y apellido a todos sus soldados sin un prestigioso alarde de memoria; igual que siempre, tiene maneas rudas o cordiales, sin que unas y otras se acomoden mucho a la ocsión, y galopa, camina, suda y come como cuando era bandido de la sierra.

Si hay cambio, sta en el corazón, donde comienzan a pasar de alguna ma-nera sus sfuerzos mentales por aprender la confusa lección de la vida, que está más allá de su simple sabiduria de leer y escribir.

Para hobre así, s tremenda la prueba que afronta todos los días, a cada mo-mento y por muchos aspectos, está librando batallas donde no hay balazos, pero sí otros riesgos que son para él más peligrosos que las balas.

Allí en Ciudad Juarez es el triunfador admirado; todos le aplauden y todos esperan sus òrdenes, esas órdenes que a él, en el campo de la paz, se le hacen tan difíciles y escabrosas.

Todos son poblemas en el puesto de socorro, la mayoria yacian en el suelo, en la oscuridad de la noche. Traian y llevaban a los heridos, para curarlos ya estaban muertos, los colocaban aparte. Los medicos, con las bangas subidas hasta los hombros, estaban rojos como carniceros. Faltaban camillas. Algunos heridos gritaban, pero la mayoria permanecán tranquilos. La noche se con-vertía en la mento. Llegaban camilleros sin cesar. Dejaban sus camillas en el suelo las descargaban y volvian amarcharse. Villa y sus ordenanzas recorrian el puesto de socorro. Preguntó ha un herido:

Page 115: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

115Enrique Martínez de Barrax

¿Está Usted mar herido?En las piernas. Mala suerte.Espero que no sea grave.¿Quiere un cigarro?Gracias...Ha recibido a dos señores norteamericanos, y con ellos está cuando le

traen tres prisioneros.¿Cómo están los prisioneros?Perfectamente: Estos tres oficiales, mi general Villa, le informa Fidel

Ávila, estaban en Avilés y les perdonamos la vida para que vinieran a nuestra artillería. Se hicieron desertores después, y ahora los tomamos de nuevo.

¿Qué menos que la pena de muerte les iba bien a esos tres “colora-dos”?

Pensó Villa, pero pensó también que delante de los norteamericanos podía mostrarse generoso, para que lo contaran en su tierra.

Compañeritos… comenzó y los prisioneros es cucharon el discurso aprobado al caso, con la sorpresa de oír que les perdonaban la vida. Pero uno de ellos era más arrogante de la cuenta y respondió, muy altanero, que no podía ni quería misericordia de Villa.

Se necesitaban muchos más americanos presentes para que respuesta así no sacara al guerrillero, que, con mucho tono de amenaza preguntó:

Muy bien señor; entonces dígame cuál es la pena que merecen los traidores.

Merecen la pena de la muerte, pero yo no soy traidor.¡Que no! Usted y estos dos me traicionaron al salirse de mis fuerzas,

porque yo les perdoné la vida si se me quedaban.Y como los actos valen más que las palabras, señor, usted dicta su

pena: que lo fusilen.Ya lanzado, se dirigió al otro prisionero:Y usted amigo, ¿qué dice?Lo mismo que mi mayor y mi capitán, señor.¡Que lo fusilen!Cuando se quedó solo con sus aprovisionados visitantes, no pudo

menos que agregar el sincero comentario:¡Lástima de muchachos!... Esos ¿Saben?, son los hombres que yo ne-

cesito.Y por otro lado, otro día, hay que fusilar a un joven porque así lo

piden varios jefes revolucionarios, como venganza por los crímenes que el padre ha cometido.

Llama a Medina y le explica el caso, para que prepare el acta corres-pondiente. Pero Medina habla con el muchacho y luego vuelve junto a Villa:

Page 116: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

116 Pancho Villa

Mi general, ese muchachito no es colorado ni azul, como que apenas acaba de criarse hombre. Todo el crimen que ha cometido es ser hijo de su padre, pero lo cierto es que a los hijos no se les pueden cobrar las culpas de los padres, y eso ya está en la ley.

Villa lo mira y, preguntándole a su oficial de enlace: le dijo.Usted siempre con la dicha ley porque la ley no permite que las mu-

chachas vallan a la le guerra.No es problema de la ley, es de la mala administración, hay montones

de mujeres que quieren colaborar en el frente. Pero si las matan como nos vamos a reproducir. Las reservamos para los caballeros de la reta-guardia:

Page 117: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

117Enrique Martínez de Barrax

XII CABALLEROS DE LA RETAGUARDÍA

Si no sintiera como general mi compasión por los demás y por mí mismo como hombre, sólo gritaría que la ley y que Ud. Me hace creer como abogado oficial y defensor de nuestro glorioso Ejercito, tiene mi respeto y le diré tam-bién humanamente que siento que es así de irreal, pero cuando en mi concien-cia, no puedo seguir pensando igual y decido que dejen al chamaco en libertad:¿Si está en la ley?

Si, mi general; está en la ley.Y Villa hizo que le dieran doscientos dólares al muchacho y lo dejaran en

el puente internacional.También estos días tiene que entenderse personalmente con don Venustiano

Carranza, que le habla por teléfono desde Nogales. No le importa que en esos momentos lo hayan menospreciado sus propios aliados de hoy, porque él se siente junto a ellos sin soberbia y sin rencor. Como sabemos que es tan rotun-damente sincero, tenemos que creerle cuando después de contarle a Carranza cómo ha dado su golpe, termina diciendo:

…La plaza está a sus órdenes, señor. No tiene más que mandar.Y acto seguido, después de mostrarse tan dispuesto a la obediencia, cae en

bien intencionada contradicción, porque sin esperar que lo manden, ya habla del futuro. Le dice al primer jefe que los federales lo atacaran y que necesita dinero y refuerzos, porque la próxima batalla puede ser definitiva para la re-volución. Y le adelanta sus planes, hablándole ya de caer sobre Chihuahua.

Parece bien dispuesto don Venustiano, pero esto es sólo una apariencia. Pasarán los días sin que lleguen los refuerzos, mientras la entrega del dinero se posterga siempre y del cuartel general le sugieren a Villa ciertas absurdas maniobras en Sinaloa y Sonora. Y Villa empieza a comprender que la envidia y la falta de confianza abrirá poco a poco un abismo entre él y aquellos hom-bres importantes.

Mucho más se asienta en su recelo esta sospecha cuando, después del 20 de noviembre fecha que él ha celebrado en Ciudad Juárez, porque es aniver-sario de la revolución de Madero, se entera de que en Nogales ni el primer jefe ni nadie ha tenido un solo recuerdo para don Francisco.

Profundizando más todavía, llega a saber que Carranza no profesaba mucha admiración por el presidente asesinado, actitud que para Pancho Villa asume el tamaño de un crimen y plantea, secretamente con anchuras de miras abier-tas, sin hacer excepciones de personas respetables que murieron por sus idea-les y el bien estar de su tierra. Y es extraño ignorarles, para ser olvidadas sus enseñanzas el significado de las leyes para hacer de ellas un camino y no un

Page 118: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

118 Pancho Villa

obstáculo para el país. El defendía con la voz del pueblo a los sencillo a los campesinos, tierra y pan para todos, protección para las familias más necesi-tadas, es una realidad hermosa y frágil, de realizarlas sin esperanza. No se deben quedar en el camino los sueños que se olvidan, proyecto de Estado que se abandonan, ilusiones que mueren relaciones políticas que se rompen por desgaste, cansancio, agotamiento, indiferencia… De tal manera que debemos de amar y respetar la gran acción de un presidente.

Es hacernos responsables y conscientes de lo que queremos y para conse-guirlo por ello luchamos nuestras propias inspiraciones revolucionarias y la de los jefes de Nogales para decirles:

¿Qué quieres que se espera de esta Revolución?Es fácil de imaginar a Villa un obrero un campesino, con su porte de labra-

dor, cargado de responsabilidad y libre de pensamiento de su desordenada formación de carácter sale airoso de todos choques, grandes y pequeñas, que, al margen de la preocupación militar, llenas sus días de difíciles luchas. Mejor este indicio que ningún otro para mostrar cómo está Villa de aplomado ya por aquellos días de 1913; no cabe duda de que se siente lo bastante fuerte para afrontar el porvenir por su cuenta exclusiva, y lo suficientemente seguro y hábil para tolerar esa sorda desinteligencia que él y Carranza están midiendo de reojo, detrás de las palabras diplomáticas.

En Ciudad Juárez, esa secreta convicción se le hace más cierta que nunca y mejor que en cualquier parte; allí él ahora, al frente de varios militares de soldados, después de muchas victorias y admirado por todo el país, cuando hacia ocho meses que andaba por esos mismos , parajes, prófugo, desarmado casi, y con no mucho más de media docena de hombres…Si entrecierra los ojos mirando hacia el río todavía se puede ver cruzando la correntada en aque-lla madrugada de marzo, cuando no tenía otra cosa que su afán de venganza, su rifle y su caballo.

Se ha pasado un tiempo prudente, no han transcurrido más que ocho meses desde entonces, no es justo que se sienta orgulloso ni está desautorizada esa seguridad salvaje que lo alienta. Como quiera que sea, y en último caso, Villa se siente así porque aquellos ocho jinetes que cruzaron el río Bravo con él, se han transformado ahora en más de seis mil.

Dice un subteniente de Villa: Cruzamos el río Bravo, aquel verano al final del año, mirábamos a nuestro alrededor con ojos de lince nos inquietaba todo lo que se movía. En el fondo del río piedrezuelas y guijarros. Salpicadas por los cascos de los caballos, al saltar relucían bajo el sol, el agua era clara y fluida, rápida y azul, por la corriente. De nuevo en tierra firme el camino largo y solitario sin destino.

La llanura estaba cubierta de cosechas. Había muchos vergeles y, en el horizonte, las montañas se destacaban pardas y desnudas. En ellas había un pequeño destacamento donde nos esperaban para los entrenos de armas y lucha, cuerpo a cuerpo de bayoneta. Los soldados eran muñecos y riscos de entrenamiento de nuestras armas. Disparábamos a las grutas de la montaña.

Page 119: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

119Enrique Martínez de Barrax

Al atardecer, veíamos los fogonazos de las armas de fuego. En la oscuridad se hubiera dicho que eran relámpagos de verano; sin embargo, las noches eran frías y nos fortalecía en los movimientos del entrenamiento del cuerpo a cuerpo, ya que cada hombre tenía que ser formado y valer por mil.

El 20 de noviembre, cuando celebra en aniversario de la Revolución, le anuncian que un gran Ejército federal con muchos trenes militares se está aproximando a la ciudad desde Chihuahua.

Ya sabemos que Villa descuenta ese ataque, pero no sabemos en cambio, que tan descontado está, que ya tiene preparado su plan de combate, porque tiene imaginada esa batalla de mucho tiempo antes; y para saber que es cierto, recordemos aquel día de junio, tres años atrás, cuando acababa de separarse de Madero en Ciudad Juárez y, al pasar por la llanura de Tierra Blanca, pensó con cuánta ventaja podía haberse batido allí los federales para de Fender la ciudad.

Al mal tiempo buena cara Villa se sentía muy seguro de si mismo y no debía preocuparla la defensa de la ciudad de Tierra Blanca. Allí los campesi-nos le llaman don Pancho y al pasar se quitan el sombrero y le saludan, es un honor para ellos en saludar y tener al defensor del pueblo. Que sabe afrontar la verdad y los defiende afrontando todos los peligros sin importarle la muerte, que sabe que está cercana en cada batalla. Elige recorridos, escoge tiempos oportunos para seguir viendo su plan, que le lleve a la victoria, se muestra activo y generoso con sus amigos. En la lucha se muestra o se esconde con prudencia para que no le maten y solo lo vemos con la voz desgarrada cuando defiende a sus hombres, a su patria, su amor a la libertad es su plan de salva-ción y el aprecio de la sangre.

Es la semilla de la verdad la que siembra y se riega con la sangre de muchas familias, mi entras otros siguen batiendo, negando la igualdad, en el devenir de la historia y su decisión de progreso y libertad. Los hombres duermen a la intemperie y son despertados por su general al comienzo del día y se pasea por una calle larga de fusiles y de hombres repasando revisión. Allí se encuentra la banda militar. Cuando sale el sol hacen sus oraciones, el más viejo de la banda entona con voz impotente y siniestra una Salmodia monótona. Es el barítono del grupo. Los jóvenes tenores repiten después que él la sinfonía matinal´

Parece ser que aquel día México se despertaba en la construcción de un nuevo gobierno, con este género de música coral y victoria. Ahora le tocaba a él afrontar esa misma defensa, por eso la batalla se iba a librar en Tierra Blanca. Pueden omitirse los detalles de este encuentro, que se prolongó du-rante tres días de encarnizada lucha, porque la victoria ya no es esta vez el resultado de un golpe de audacia o de acción afortunada, sino que es la con-secuencia del amplio planeo original que ha concebido Villa. El choque de los dos ejércitos en un frente de veinte kilómetros tiene ya algo de batalla clásica en la que, si hay ventajas son para el jefe que obliga al enemigo a librar el combate donde mejor prefiere

Page 120: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

120 Pancho Villa

En vez de detalles, se puede señalar agrandes rasgos cuales fueron los cál-culos de Villa, porque de ellos resultó la victoria. Extendiendo la División del Norte desde la frontera norteamericana, apoyando en ella el ala izquierda, hasta la estación Bauche, lugar donde se hallaban los únicos pozos de agua de la zona. Sobre este punto concentró la mayor parte de su artillería, mi entras el resto de la, a pie, formaba una larga cadena de tiradores. Frente a la división se extendía la llanura de Tierra Blanca, formada por terrenos flojos y arenosos, y como previamente había sido cortada la línea férrea a esa misma altura, el ejército federal no tenía más remedio que atacar a través de la llanura; allí inevitablemente, iba a empantanarse la artillería al tiempo que todas las demás maniobras resultarían entorpecidas considerablemente.

Cuando la batalla se prolonga, como era fatal, le faltaría agua al enemigo y al intentar el flanqueo para llegar a los pozos de Bauche, entonces tocaría a los artilleros de Villa entrar en funciones. Y, a manera de providencia final, habíase encomendado a Rodolfo Fierro la tarea de cortar las líneas férreas por la retaguardia de los federales, de modo que los trenes más próximos no pu-dieran ni avanzar ni retirarse.

A sí fue el plan de aquella batalla y, aunque la lucha se prolongó tres días, su acierto se probó desde el primer momento, porque el ejército enemigo entró en la llanura las arenas de Tierra Blanca anunciaron la segura derrota de los jefes federales sólo lo comprendieron después.

Cuando los vencidos huyen hacia del sur dejan detrás toda su artillería y tres de los trenes militares que forman la columna atacante, para no citar sino aquello del botín que de por sí ya vale una victoria.

La batalla de Tierra Blanca podía llamarse de Chiuahua puesto que todo el Estado quedaba en poder de los revolucionarios al retirarse deshecho el ejér-cito federal del norte. Esta retirada ya no podía detenerse en Chiuahua, porque el empuje de la División del Norte iba a ser incontenible cuando se abalanzará sobre esa ciudad; más aún, por la misma línea ferroviaria, al sur, se halla Jiménez, también en poder de los revolucionarios, de modo que las fuerzas del gobierno corrían peligro de verse tomadas entre dos fuegos.

Con esta victoria se toman unos días de descanso y tomar sus propias decisiones, Villa y sus oficiales no se hablaban de fijo al corriente de pri-sioneros y de bajas. Ante todo convenía recobrar las fuerzas, para empren-der nuevos proyectos de orden de justicia y administración. También le recordaron los suboficiales que la tropa necesitaba descansar y comer, tanto civiles como militares. Pancho Villa comprendió que comer es una necesidad y el descanso personal, no era un acto indiferente o inútil en la vida; pero declaró que no se hacía responsable en alimentar a la población civil. Les correspondía a los alcaldes y gobernadores, porque mientras nosotros peleamos ellos se pasean con las manos en los bolsillos.

Aquella amenaza no apareció asustar a las autoridades ni lo más mí-nimo. Sin embargo los capitanes corrigieron a Villa que el era la autoridad

Page 121: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

121Enrique Martínez de Barrax

suprema y de administrar la ciudad con orden de supervivencia y justicia y no había de privar a la población de sus alimentos o necesidades, tanto higiénicas o sanitarias.

A las siete de la mañana Pancho Villa da por terminado y conquistado el Estado de Chihuahua; y por esa conquista se robustece y afirma la re-volución tanto como pudieron Carranza y sus sostenedores. Por cierto que Villa también se hace cargo de tan importante situación; entiende que a él, general victorioso le corresponde la responsabilidad de ordenar el Estado, así como antes ha ordenado las plazas capturadas. Pero como tiene una conciencia cabal de sus posibilidades al respecto, y además queda todavía mucho que hacer en la guerra, concibe la idea de nombrar en el gobierno al más inteligente y capaz de todos los hombres que le rodean: Juan N. Medina.

Medina ya está eligiendo a sus colaboradores cuando aparece en Ciudad Juárez un enviado del señor Carranza, que le lleva a Villa con indicaciones expresas de nombrar gobernador al general Manuel Chao, retirando a Me-dina del cargo.

Le sienta mal a Villa este manejo del primer jefe, pero su desagrado no pasa del gesto; le ha sucedido en el interior un desacuerdo con Medina, que está queriendo gobernar muy por su sola cuenta, y entonces aprovecha la coincidencia de disgustos para cumplir la orden de Carranza. A su vez, a Medina esto le sienta mal; y como debe haberse enterado de las intrigas que acerca de su persona le han llegado a Villa desde el Cuartel General, prefiere terminar el conflicto cruzando el puente que lo lleva a el Paso. Se ve de esta manera que las victorias militares no le ahorran a Villa contra-riedades y preocupaciones, sino que, por lo contrario, parecen favorecerlas de algún modo; y en que la envidia, el despecho y el temor de muchos, están creciendo en paralela progresión con su renombre.

Él no puede ignorar este segundo efecto tortuoso de sus éxitos, porque ya después de Tierra Blanca alguien se lo dice en su misma cara. Este te-merario agresor es nada menos que el licenciado Francisco Suárez, uno de los ministros del gobierno revolucionario de Carranza; y para mayor burla todavía, este señor ha llegado a Ciudad Juárez integrando una importante comisión que envía el primer jefe, para felicitar a Pancho Villa.

El tal Suárez, a favor del excesivo vino que bebía, dio en encaramarse tercamente con Villa durante un banquete; después de mucha palabrería, como el guerrillero disimulara mansamente, se envalentó como para un suicidio, hablando sin reparos:

Y es cierto le digo que yo soy mucho más hombre que usted.Villa: Dígame ¿Vamos a continuar mucho tiempo esta conversación?Suarez: El tiempo que haga falta, levantando el bastón como amenaza,

era muy fino de caña, forrado de cuero, que tenía la apariencia de un pe-queño látigo.

No me disgusta hablar, ¿y a usted?

Page 122: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

122 Pancho Villa

Villa: Sí ya que estamos en guerra creo que es necesario que hablemos, pero con ese bastoncito, no pretenderá a asustarme, ya que no le tengo miedo a las ametralladoras.

Suarez: No se preocupe. No hago otra cosa que oír hablar de Usted y de su valentía, a este paso pronto será condecorado.

Villa: ¿Y si dejáramos esta conversación sobre la guerra y condecoracio-nes, ya que sería lo mejor que no estuviera usted ebrio como está ¿

Suárez: No estoy borracho. Y es cierto, como existen las montañas:

Llora la montañaal disparo del cañónestán de batallasoldados de la revolución.

Villa comprende que habla el alcohol por boca del licenciado, más no puede explicarse que los otros señores revolucionarios que están allí le permi-tan desbocarse de tal modo. Pero como no se dan cuenta también de la situa-ción, que es la que le impide entrar a balazos con el agresor, deja que el otro hable.

Por su puesto que el ebrio cobra impulso con tanto silencio; insiste en su mejor hombría y la detalla con graves trabajos de gobierno que opone en im-portancia a las batallas, y llega a decir después:

Y por eso que yo soy más hombre que usted, ¿me oye bien ¿, le voy a decir otra cosa que pienso: usted nos va a salir otro Pascual Orosco.

Mejor acierto insultante era imposible. El nombre de Orozco es una cosa que Villa escucha siempre con la sangre ardida; así que, si la diplomacia se le acaba en ese momento, es lo menos que puede suceder:

Usted, señor le grita pegando la cara contra él otro, que de pronta se achata en el asiento, no es hombre valiente ni es nada Usted es un borracho hijo de tal. Y con todo su valor para tratar a los gringos, si no estuviera aquí con la representación del señor Carranza, que es el jefe a quien todos debemos obe-decer, horita mismo lo fusilaba para enseñarle a no despreciar los actos de los hombres que exponemos la vida en los combates de la revolución.

Y se levantó, marchándose del banquete sin más. Mientras al licenciado Suárez se le despejaba de golpe y de susto la cabeza.

Pero, poco después Villa cambia la irritación de ese episodio, por el refor-zado recelo que le produce la gente de Carranza. Le han dicho cosas que le dan al incidente del banquete un muy diverso aspecto.

Lo cierto es le han dicho que él licenciado Suárez nunca bebe y si lo han hecho beber fue para que hablara como habló.

Villa se tomó un descanso por su ciudad conquistada y dijo uno de su acompañante, porque no compramos una botella de tequila. Y no teme usted emborracharse, le dijo un segundo acompañante. No joven amigo, no le res-pondió el comprador de la botella.

Page 123: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

123Enrique Martínez de Barrax

Tengo la seguridad de que me acompañan dos borrachos. - Dijo Villa riendoEn su recorrido establecía el reparto de alimentos y la gente era atendida

con seguridad y todos comían. El descanso se sucedía con regularidad, y aun-que se dejaba sentir un poco de fatiga, el estado sanitario era aún muy satis-factorio. La naturaleza parecía querer a acompañarles, con el buen tiempo, donde podían descansar los soldados sus fatigas y curar sus heridas al aire libre. A veces se oía una especie de prolongado grito quejumbroso de los he-ridos.

Es algo normal que su ceda algo en la vida cuando nos quejamos es des-ahogarse y buscar el consuelo de familiares y amigos. Hablas de proyectos que no salieron, de las esperanzas decepcionadas por la guerra. Debemos compartir el pan y lo que se tenga dice Villa: la paz y la fraternidad que supe-ran el odio y el egoísmo, debemos de proceder de la conciencia de cada uno, está en confiar en su palabra a confiar en su presidente y su gobierno y sin estar en la sombra de la vida.

Le interesa más estudiar la maniobra del general Mercado, el jefe federal, que puesto entre las fuerzas de Ciudad Juárez y Ciudad Jiménez, opta por evacuar Chihuahua a fines de noviembre, para dirigirse hacia el este, rumbo a Ojinaga, en la vecindad de la frontera norteamericana.

Al pronto piensa cortarle la retirada para terminar la destrucción de ese ejército enemigo, pero camba de idea cuando se entera de que, junto con el ejército derrotado, marcha una impresionante columna de hombres, mujeres y niños “la caravana de la muerte” se llamó, formada por pobladores de la ciudad que huyen aterrorizados por todas las cosas que los federales cuentan de la barbarie revolucionaria

Deja huir a Mercado para que los civiles que sigan a las tropas tangan tiempo de ganar la frontera y, entretanto, regresa a Chihuahua, la misma ciu-dad que hace tres semanas se le resistiera tan fieramente y que ahora está a merced suya.

Mientras está allí empeñado en sus negocios de organización, más difíciles por la ausencia de Medina. Y porque la División del Norte sigue creciendo cada día, le anuncian que Mercado está detenido en Ojinaga, sin ánimos de salir del país, por más que tenga cerca la frontera. Y como no le parece bien esta tenacidad del federal, envía tres brigadas al mando de Pánfilo Natera jefe de la División del Centro, que está accidentalmente en su Estado Mayor, para que limpie Ojinaga de enemigos.

Se le ve ya en esta actitud ensayando la más alta jerarquía de mando, por-que decreta la batalla sin molestarse en dirigirla, pero bueno es decir que el sistema fracasa y Villa aprende que sus tropas sin él no son sus tropas.

Derrotan a Natera en Ojinaga, y cuando la noticia llega a Ciudad Juárez, donde se encuentra Villa de regreso siempre en su arduo trabajo organizador, no necesita más tiempo que el de preparar un automóvil y dar unas órdenes por teléfono, para salir en eseguida hacia Ojinaga.

Al arribar al campamento de sus fuerzas, no tiene mal gesto ni enojo para

Page 124: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

124 Pancho Villa

nadie. Natera y sus óciales, muy aliados, se extrañan al verlo sonreír y se ali-vian cuando oyen sus palabras.

¿Cómo le ha ido muchachos? Me parece que me están rindiendo malas cuentas; pero vivan seguros de que otra gallina no me la vuelve y de todas estas pérdidas de buenos hombres revolucionarios…

Es el 11 de enero cuando se libra la batalla, pero de esa fecha no valen si no los sesenta y cinco minutos que necesitarían hora y media para apoderarse de la plaza.

Y Villa le reconoce un valor especial al acontecimiento, es porque, no sólo los derrotado federales tienen que cruzar la frontera con su jefe, si no que, junto a Mercado, huye nada menos que el propio Pascual Orozco, de modo que la fecha en cuestión es la de una venganza cumplida.

Si a alguna satisfacción más puede aspirar, también se le brinda allí, porque un coronel norteamericano John Pershing, que tiene su guarnición por esos parajes, le pide permiso para pasar a felicitarlo y lo hace después con muy grandes elogios de la batalla librada.

Y se paran sin imaginar nunca que, para la próxima vez que se recuerden, van a estar frente a frente con mucho rencor y en son de guerra.

Después de esto, al regresar a Chihuahua, todo el Estado se encuentra en poder de las fuerzas revolucionarias, y apenas si quedan entre las serranías unas pocas partidas de Oroz quistas y federales que no podrán sostenerse mucho más tiempo sobre aquel suelo pedregoso y húmedo donde el calor y la humedad se unían para activar la vegetación, el reino vegetal y salvaje de la sierra les protegía de no ser identificados cono soldado, los confundían como pastores o leñadores; cuando iban para abastecerse de alimentos. Muy poco tiempo les quedaba para descansar y curar sus heridas al aire libre. Patrullas de la División del Norte, en estos días han descendido de Ciudad Juárez, donde no queda sino la guarnición, y sus fuerzas principales se concentran en las vecindades de la capital del Estado, mientras en Ciudad Jiménez y Ciudad Camargo acampan sendas brigadas, de modo que el poderío militar de la re-volución se afirma rotundamente en los más importantes lugares conquista-dos.

Este poderío militar está habilitado al guerrillero para planear su avance hacia los Estados del sur, rumbo a la capital de México, donde sueña acorralar algún día al asesino de Madero para hacerlo fusilar ojo por ojo junto al pare-dón de la Escuela de Tiro, donde quedó el cadáver de don Francisco.

No se le escapa que esta nueva etapa de sus luchas es una empresa de gran-des esfuerzos. Es eso justamente lo que está estudiando y agrega al estudio cauteloso del plan todas las ventajas posibles.

Sólo pensaba en la División del Norte en su mundo y en sus victorias. Se preguntaba así mismo ¿Creía que habría un ataque en primera? Seguramente, pero los federales estaban acabados, pero probablemente lo harán y yo les zurraré sin piedad, ya que ellos no lo tienen y quieren derrotarme con los hombres que tienen de refresco en la serranía, pero no caeré en esa trampa ni

Page 125: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

125Enrique Martínez de Barrax

en su maldad. El cobarde que se esconde en la sierra su8fre mil derrotas, pero el valiente consigue la victoria, es la fuerza y la razón de los héroes.

Durante la noche la temperatura descendió y a la mañana siguiente llovía era muy fuerte. Un día maravilloso para prevenirse de agua clara y limpieza donde los grandes campos, llenos de maizales serían regados, asegurando las cosechas y el pan y la carne estaba asegurado: sin hambre la victoria estaba por llegar y terminar las represalias que son muchas. Y, cuando se entera de que Obregón tiene muchos celos militares del general Felipe Ángeles, y que, por eso, éste se encuentra olvidado por Carranza, trama incorporarlo a la di-visión. Porque el tal Felipe Ángeles era general de artillería y venia bien a Villa un general de esa arma, ahora que sus fuerzas tenían tantos cañones que casi no sabían que hacer con ellos, por carecer de personal.

Y Felipe Ángeles se unirá a sus fuerzas de ahí a poco, con gran recibi-miento de música y agasajos, por más que cuando eso ocurra Pancho Villa está apurado uno de los más accidentados capítulos de su historia.

Siendo así fue accidentado ese capítulo, no porque se le cruzara un ejército enemigo en su camino, sino porque se cruzó un hombre; es decir según pen-saba él, un enemigo.

Cuando este episodio ocurre, Villa se encuentra en Ciudad Juárez; sus negocios en ese lugar son importante, porque ahora el puente internacional está abierto al fin para los grandes cargamentos de armas y municiones que llegan de los Estados Unidos, y el jefe de la división tiene que concer-tar contratos y arreglar pagos de mucha importancia. Debe de hacer algu-nos viajes y donde habla con el gerente del tren, para realizar algunos viajes con un vagón escoltado, instalándole un equipo de franco tira dado-res y ametralladoras, para su protección y la del tren. El conserje se hizo acompañar por soldados y un capitán de artillería, para decirles donde deberían instalarse, y que deberían estar un poco antes de la media noche en la estación. A Villa no le gusto el horario, porque sus hombres, perde-rían muchas horas de descanso y deberían evitar el cansancio desgaste moral, de un tiempo perdido en vano y una noche de fatiga y sin dormir. Las autoridades ferroviarias convencieron a Villa que era mejor y más seguro viajar en la oscuridad de la noche que a las claras del día; burlando así a los salteadores de trenes.

Después de largas jornadas de viajes, descansa en su cuartel de la calle Lerdo, cuando, cuando una noche, mientras hace planes con Rodolfo Fierro, uno de los soldados de la escolta llega para anunciarle que hay una visita:

Es un gringo, mi general aclara el soldado.Pero antes de que Villa pueda decir una palabra, vuelve a abrirse la

puerta de la habitación y aparece, con actitud enérgica, un desconocido. Es un hombre de unos cuarenta y cinco años, de rostro rojizo y complexión robusta; viste a la manera de los rancheros de Texas y se echa de ver en seguida que se trata de un extranjero. Y allí, plantado en la puerta, con los brazos en jarras, tiene una inoportuna actitud desafiante.

Page 126: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

126 Pancho Villa

Villa, que está medio recostado en su catre, levanta un poco la cabeza para mirar mejor; Fierro, montando a horcajadas una silla, apoyando el mentón en el respaldo, gira también un poco la cabeza. Y así, en un inquietante silencio que dura unos segundos nada más, se hace un agrio planteo en las miradas de los tres hombres.

¿Usted sabe quién soy? Pregunta el desconocido en un español un poco duro.Villa mueve un poco: la cabeza, permanece pensativo. Una vez más la duda

surgía en su interior. Si es usted uno de esos señores que reclaman sus tierras, recibirá usted todas las atenciones necesarias de acuerdo con su posición. Ahora están muchas fincas ocupadas por trabajadores campesinos, donde es-peran coger grandes cosechas y cría de una variación de ganado y el pueblo no pasa hambre. Tal vez no encuentre usted en la finca todo lujo al que estaba y está usted acostumbrado a llevarse la producción a su finca de San Fran-cisco. No encontrará esa comodidad, porque tendrá que trabajar de sol a sol como los demás y segará esa posesión de convivencia con nosotros y vera que los revolucionarios no somos salvajes en absoluto. Estoy pensando señor, si será usted ese tal Benton que me han estado mencionando.

Ese mismo. Soy William Benton, el dueño de la hacienda de Santa Gertru-dis… Y vengo a verlo para que me devuelva mis tierras.

La cuestión era que Benton se había hecho dueño de una hacienda que, al correr de los años, se valorizó notablemente; pero al correr de los años tam-bién Benton se había mostrado un individuo tirano y abusador para con sus trabajadores, a los que solía castigar con mucha frecuencia. Y se agregaba a esto su amistad estrecha con los Terrazas y muchas convivencias con los por-firistas, primero, con Pascual Orozco luego y con gente del huertismo, des-pués.

Bastaba con la mitad para que Villa lo tuviera en cuenta, como había ocu-rrido; y juzgado que a la tierra mexicana no le convenían semejantes hombres, había dictado la sentencia del caso. Una simple sentencia que, al oír la recla-mación del inglés, se tomó el trabajo de repartir:

Amigo, sus tierras no se las puedo devolver. Pero como no quiero perjudi-carlos más que se lo merezca, porque usted es inglés y no conviene que yo levante conflictos internacionales, voy a darle lo que su hacienda valga, según pagó usted por ella, que más dinero no le he de dar. Y se me va usted de Mé-xico y nunca vuelva por aquí.

Quien puede valorar el precio de la Tierra, es como si se pudiera vender el sol, la luna o la lluvia. ¿Quién puede valorar, medir, comprender esta entrega de reparto de tierra, si el propietario es Dios? Cuando en la penumbra del entendimiento del general revolucionario, ya no hay esperanza de volver la finca y toda petición es rechazada porque ya es del pueblo y se merece un respeto y, será defendida con el lenguaje de las armas. El hombre las ha creado para sentirse más protegido y dominante, como su corazón, si está acostum-brado a alimentarse durante años y según se la ha educado, procedemos según nuestras obligaciones y las del Señor.

Page 127: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

127Enrique Martínez de Barrax

El inglés era hombre que había que enseñarle a ser más espiritual, que se aprovecha de los débiles, sin piedad y sin amor a su prójimo, con el carác-ter contraindicado para entenderse con Villa. Desde que llegara a México, hacía veinte años, nadie le había hablado nunca en ese tono, y por tono menor otros eran difuntos, según se estilaba en esos campos en que la hombría se arreglaba con muertes.

¿Qué yo venda mi hacienda y me vaya? Grito Benton, exasperado. A mí no me da ordenes ningún bandido como Usted, de modo que ahora mismo me va a devolver mis tierras…

Y para asentar la afirmación manoteó los revólveres, pero sin ir más allá del manoteo, porque Fierro anduvo más rápido en darle un empujón y enca-ñonarlo con su arma, antes de que el otro terminara de sacar.

Al ruido acudieron soldados de su guardia. Ya el inglés estaba de pie, des-armado y con algo de justificado susto, porque Villa ordenaba que lo mantu-vieran arrestado; antes de salir de la habitación reacciono un poco, sin embargo, y como para amedrentar a Villa le advirtió:

Usted se va arrepentir de esto… Soy súbdito del Imperio Británico… De-trás de mi está Inglaterra… ¡Acuérdese bien!

Villa le miró salir, tirado otra vez en el catre; después, cuando quedaron solos él y Fierro, volviese a su amigo, y con aire de aprecio, preguntó.

¿Cómo a qué distancia, compañerito, está esa Inglaterra?La suerte de Benton anduvo varios días en trámite, hasta que la insis-

tencia de Fierro favoreció el fusilamiento.Es el propio Fierro, con un piquete, quien se encarga de llevar al inglés

en un tren hasta Samalayuca, para ajusticiarlo allí. Y cuando se está reali-zando, a la vista del prisionero, el bárbaro preparativo de cavar la fosa que se destina, a Fierro se le hace largo tanto trámite para un despiadado ex-tranjero que no se preocupó de alimentar los padecimientos del pueblo que moría de hambre. Debe pagar su culpa porque es un Judas ante la ley y debe morir de un balazo. Ya que no aprendió la doctrina que predicaba Jesús, que era pobre y no era terrateniente, gozaba del cariño de la gente y se preocupaba de alimentarles multiplicando lo poco que tiene. Villa no sabe que hacer con Benton y le entrega la custodia a Fierro porque tiene corazón de buen pastor y se siente indefenso en tomar las decisiones de juzgar o ceder los derechos de propiedad y se atiene a la ley a la que re-presenta y debe respetarla con éxito y que pague sus culpas quien la debi-lita.

Y Fierro cambia el fusilamiento, por un tiro de gracia en la nuca.

En un descampado los árboles se mostraban testigos de la muerte de Benton, unos hombres cogían su cuerpo, metiéndolo trabajosamente en un ataúd, llevándoselo por un camino fangoso.

¡Mirarlo! Dijo uno de los hombres ¿cómo está? Hace un momento estaba vivo y ahora está muerto.

Page 128: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

128 Pancho Villa

Él se lo ha buscado: dijo un segundo hombre; por sus defectos de orgullo. La vida es problemática en cuanto a su duración, pues nos espanta el pensamiento de que tenemos que morir y no siempre responde a lo que esperamos de ella, de morir de viejos o de enfermedad. Nos mentalizamos de que puede ser acciden-tada, pero eso de lo que nos depara hasta llegar a la tolerancia, privándonos de nuestra propia existencia, de nuestro propio pensamiento…Ya que pensar es la fuente del poder y de la alegría. Divertirse es el secreto de la eterna juventud. Leer es la fuente de la sabiduría. Rezar es el poder más grande del hombre sobre la tierra.

Le interfiere el primer hombre y le dice: Habla usted muy bien para ser un enterrador, así hablan los curas:

El segundo hombre le responde sonriendo: Soy Pablo el capellán:Un tercer hombre interfiere y saluda cuadrándose: Es usted un buen cura y

un buen capellán, donde con su doctrina nos enseña a que seamos amados, pero no comprendo el significado de estas palabras y porque la vida de este hombre no ha sido respetada…

¡Váyase al diablo cura!Dijo el segundo hombre Pablo el capellán La mejor forma de ser de un des-

graciado en la vida es correr tras la felicidad acosta de los demás para enrique-cerse acosta de los demás: Busca lo que puedas hacer, lo que puedas ofrecer, que nazca la felicidad en ti: amar y ser amado es el privilegio que Dios nos concede.

La amistad, el camino de la felicidad. Reír es la música que llevamos den-tro. Trabajar es el precio del éxito. Ayudar y protegen a nuestro prójimo es la creación de un bien común de un pueblo que reza y ama a Dios Y, si no es así, cuando queremos atrapar con la mano una burbuja de jabón, la rompemos y Berton no ha comprendido con esa ley establecida, rompiéndola con la ley del pueblo mexicano. Marco Aurelio, en su libro Meditaciones, escribió: “Hay una ley inviolable o una providencia que puede ser misericordiosa o hay un caos sin propósito y sin gobierno.

Después de este incidente a Villa casi se le ha olvidado, pero lo recuerda dos días después con sorprendido desconcierto, pues la noticia ha pasado la frontera y se está divulgando en los Estados Unidos con mucha deformación y escándalo. Parecía ser que los diplomáticos de Huerta azuzaban aquella campaña pendiente a mostrar a Villa como un asesino sin atenuantes, al que no se le podían vender armas sin establecer una táctica complicidad con sus crímenes.

Creció el asunto hora por hora, hasta que intervino el cónsul de los Estados Unidos en Ciudad Juárez, para conversar con Villa, y éste le contó la verdad, es decir la frustrada agresión de Benton y el fusilamiento.

¿Y quién lo sentenció a esa pena señor general?El Ejercito de la Revolución, señor, que es la expresión del pueblo.¿Y el cadáver dónde está?Está enterrado, señor.¿Podemos recogerlo?

Page 129: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

129Enrique Martínez de Barrax

Si señor. Después de algún tiempo.¿Se señalará bien la tumba para que no se pierda?Mis tumbas no se pierden, señor.Como eso no parecía bastante, el gobierno de Washington envió después

un representante especial para que investigara el asunto. En seguida se habló del aspecto fundamental, que para el caso era los testimonios del juicio ins-truido contra Benton. La copia de esos papeles tenía importancia especialí-sima para aclarar el incidente y así lo señaló aquel enviado de tal manera que Villa no le quitó la razón de hacerlo.

Por esa causa hubo que preparar inmediatamente el juicio contra Benton, retrasando las fechas como correspondía, pero tampoco ahí terminaron las complicaciones. Loa cónsules de los Estados Unidos e Inglaterra, en Ciudad Juárez, pedían a Villa que fuera exhumado el cadáver de Benton, y como esto parecía que iba aponer punto final al asunto, él accedió.

Para hacer efectiva la promesa, dio órdenes a Fierro:Bueno, amiguito, me saca al gringo de la tumba y lo lleva a Chihuahua,

donde lo recibirá una comisión para él examen... Entonces se le hizo pesado el asunto a Fierro; y Villa supo que no

había habido tal fusilamiento, sino que el gringo se había llevado una bala en la cabeza, y nada más.

Está bien, amiguito. Pero mi orden fue que lo fusilara a Benton. Si usted lo mato de otro modo, lo arregla como pueda. Mi orden es que lo des-entierre y lo entierre otra vez en Chihuahua, y cuando la comisión lo saque para examinarlo, tiene que haber huellas de fusilamiento…

Entonces lo saco y lo fusilo horita no más… propone Fierro.****

Ahora está en juego lo que es la vida y la muerte para Fierro la vida es un combate, una estancia breve de unas leyes extranjeras. No se puede liberar lo que ya está mal hecho. La propia liberación personal se llega cuando el ser humano se atreve a pensar por sí mismo, sirviéndose de su propio entendi-miento, sin recurrir a nadie que piense por él o le impida pensar, como ocurre con el caso William Benton, que no le dieron tiempo a defenderse y no supo esperar la respuesta de su razón.

La razón llega a su objetivo emancipatorio en el momento en que la per-sona hace uso público de la misma, venciendo la resistencia de quienes disua-den a sus seguidores de pensar.

Exigir y vivir de prisa es vivir fuera de la realidad, Benton exigía su pro-piedad de inmediato y le costó la vida porque no supo esperar. Todo lo que queremos al momento, mejor hoy que mañana. La prisa ha forjado a un hom-bre muy informado, pero poco profundo, que sabe muchas cosas, pero que le falta lo más importante: la capacidad de síntesis. La prisa engendra superfi-cialidad y nos deja sin raíces, nos deja sin palabras, o las palabras que decimos

Page 130: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

130 Pancho Villa

carecen de sentido sin verdad, aunque todos presumamos de poseerla. Aven-tón le falto esa palabra ¡No quiero nada si no me pertenece! Quiero mi vida mi libertad que se define de muchas formas como el Absoluto de la vida, que también la definimos en su carencia llena de amor. Si estamos a punto de morir nos obliga a ser sinceros y a profundizar en nuestros deseos, a reflexio-nar lo que hicimos, para merecer la muerte.

*****Dijo Villa si ya está muerto:Hágalo, amiguito, y ahorremos pleito. Pero Luís Aguirre Benavídez, especie de secretario de Villa, que oye

aquello, les advierte que cuando se haga la autopsia se sabrá que no fusilaron al hombre sino al cadáver.

¿La autopsia? Preguntó Villa.Sí, señor general.¿Y si hacemos la autopsia ahora?...La imaginación de Benavídez no llegaba a tanto.Y así fue cómo a William Benton le pegaron un tiro en la nuca y lo ente-

rraron, y lo desenterraron después para fusilarlo, agregando tanta formalidad macabra una retrasada y falsa autopsia, más un conflicto internacional.

VILLA EL TIRANO

Este incidente del cual tuvo Villa su primera salida espectacular a la publi-cidad mundial, y otros menores que le gastan tiempo y preocupaciones, son para él una sobre carga fastidiosa en esos días cuando al bien llega a destruir a aquellos que querían derribarlo, debe darse prisa para poner fin a la ven-ganza, a las penas e incluso a las recompensas de sus hazañas justicieras. Villa entiende que es mejor perdonar mucho que castigar mucho, exiliar poco que exiliar mucho, dejar los bienes que multiplicar las confiscaciones. Bajo el pretexto de vengar derechos se corre el peligro de implantar la tiranía.

No es que esté olvidándose de la guerra, ni que el triunfo resonante dé cumplimiento a su ambición, ni es que su empuje pierdas fuerzas después de tanto desgastarse; no es nada de eso. Es que, de ahí en adelante, cada paso suyo, que es paso de un enorme ejército, ha de estar cuidadosamente calcu-lado. Con la amistad se crea un sentimiento en nuestro interior, es una forma de vivir antes que un sentimiento objetivo. La amistad se inicia en la guerra poco apoco, con lentitud, sin causas, por la atracción de todo egoísmo, inten-sifica el trato en una clara y serena colaboración vital, afrontando todos los padecimientos y las victorias de la revolución. Cada uno de los pueblos ami-gos ayuda al otro en la empresa de vivir. Viven paralelamente sin infundirse, en resolver sus necesidades económicas. Con la esperanza de alcanzar un nuevo Estado sin extranjeros dominantes de sus tierras.

Page 131: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

131Enrique Martínez de Barrax

En el camino que seguirá hacia el sur, cada batalla ha de ser de vida o muerte para la revolución, porque ese ejército suyo, esa milagrosa División del Norte debe: “CABALGAR DE NUEVO”

Y sucede por este tiempo que ha nacido de su coraje, es todo que la revo-lución cuenta ahora, para liberar al país. Se necesita la fuerza de un ciclón, la fuerza del entendimiento; la esperanza es la firme seguridad de alcanzar lo prometido que corresponde a los mandos militares, que es un pacto y un com-promiso sobre los derechos humanos, con miras al futuro y al presente. Ya que la esperanza es historia y alimenta la paz y la vida diaria. Pero hay también esperanzas cortas y esperanzas largas. Esta es la cuestión de un país y de un Ejército de veinte mil hombres, docenas de trenes y cañones, millares de ca-ballos, centenares de carros, forman la interminable columna militar. En sus filas están los más brillantes guerrilleros del país, y están también muchos distinguidos militares de carrera, como el propio general Felipe Ángeles y otros que agregan a la responsabilidad de Pancho Villa un aire formal y deci-sivo.

El armamento y la organización de todo ese ejército y los planes de las furas batallas, son las preocupaciones fundamentales del general que fue ban-dido y guerrillero, pero al que ya se le agrega ahora, con renombre victorioso, la divisible graduación de caudillo.

Page 132: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

132 Pancho Villa

Y ya sucede, por este tiempo, que los hombres que llegan de muy lejos no vienen para unirse a la revolución, sino para seguir con Pancho Villa que es la muerte o la victoria. La muerte corresponde al ser natural del hombre en la guerra o en paz, no importa si es en la cama o en un campo de batalla con ella termina la vida y su ser individual y relacional.

La guerra de un país no la esperamos lo mismo que la muerte y sin embargo la aceptamos sin miedo. Nuestra desdicha está en el miedo a la muerte y no a la muerte misma que somos nosotros. Cada uno tiene su camino en la vida, pero al final es igual para todos. Si no estamos en guerra se precisa usar bien el tiempo, gozar de las alegrías que nos ofrece saber aceptar las propias limi-taciones, con el mundo y con la historia. Han transcurrido cuatro meses largos desde la victoria de Tierra Blanca, y ahora la División del Norte se vuelve al fin sobre nuevos campos de batalla. Que se puede esperar de los soldados en un momento u otro, toda persona que se tome en serio su vida no podrá com-batir a pecho descubierto; se preguntará por el sentido de la misma y si hay algo más allá después de la muerte por la patria y su bandera. En estas luchas sangrientas vencer o morir sólo podemos aceptarlas por el camino contempla-tivo que nos capacita para ver las cosas y las realidades, la historia, la estruc-tura de la convivencia humana, a pesar de sus apariencias fenoménicas, en su verdad más profunda, íntima, o sea, en el sentido que cada cosa, cada realidad y cada acontecimiento tiene en el plan de la creación y de la rendición. En una palabra, cómo Dios lo quiso y sigue queriendo, la paz del mundo y que todos seamos hermanos.

En Santa Rosalía, no muy lejos de la frontera de Durango, el enorme ejer-cito acaba de hacer una parada más. En la línea ferroviaria principal y en los improvisados desvíos que han construido los ferrocarrileros de la división, se extiende de veinticinco a treinta trenes militares, formando un monstruoso campamento. Y entre todos sus trenes, uno que está a la vera de la estación es el que utiliza el general jefe.

En este tren Pancho Villa ocupa dos amplios vagones, reconstruidos espe-cialmente para él; uno para su solo uso particular y otro como asiento de las oficinas de su Estado Mayor. El resto del convoy está constituido por seis vagones blindados donde viajan los quinientos hombres el célebre cuerpo de Dorados de la guardia personal de Villa.

De nuevo rumbo a los combates, el jefe de la división está otra vez en completo dominio de sí mismo. Ha tenido que hacer un esfuerzo tremendo para desembarazarse de toda la madeja política que en Chihuahua y Ciudad Juárez se ha ido tejiendo en torno suyo; esas dos ciudades han sido invadidas por los políticos y los funcionarios que llegan de Nogales, precediendo al propio primer jefe constitucionalistas que ha decidido cambiar el lejano Es-tado de Nogales por esos parajes donde el triunfo de la revolución es algo efectivo. No es un viajero ni uno de los que llegan sin trenes enteros con raros individuos que hablan con muchas voces y celebran interminables tertulias en

Page 133: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

133Enrique Martínez de Barrax

los alborotados hoteles de la ciudad. Tiene que ver con muchos de ellos Villa y siempre se le hace difícil el trato; es gente que habla de leyes y problemas que al guerrillero se le escapan, porque lo único claro que comprende es que nada efectivo puede hacer mientras el enemigo no esté completamente derro-tado.

Por eso es que, sobre mediado de marzo de 1914, resuelve desentenderse de todas esas complicaciones administrativas y políticas, para continuar li-brando batallas.

****Dos ejércitos enfrentados uno debe ceder son como la cerilla y el raspador son

dos elementos completamente opuestos que dan como resultado un tercero, la luz. La cerilla no puede tolerar que se le rasque contra el papel de la lija de la cajita de cerillas y arde inmediatamente. El papel de lija no permite ni tolera que se raspen contra él. La metáfora y el papel de lija responde así: rasca tu cabeza cerilla y yo tediaré la luz. Pero para tener luz, fuego, es necesario ese encuentro entre la cerilla y el papel de lija. Las reacciones más inesperables pueden dar resultados hermo-sos. ¿Qué te dice cuando piensas en la incompatibilidad de caracteres?

Así los dos ejércitos juntos deben debilitarse y dar luz a la paz y el más fuerte enciende sus cañones, para quedarse con el poder, sin importarle las vidas huma-nas. Deberían ponerse de acuerdo, uno que tuviera la pólvora y otro los cañones, sería como el rascador de la cerilla el fuego y la luz que producen para la vida humana. Si toda esa pólvora o material de guerra, fuer bien administrado en pro-ducir riqueza el mundo estaría más establecido y mejor enriquecido en países pobres, por falta de recursos monetarios.

La guerra va desnudando poco apoco un país, pero también lo va vistiendo de méritos, en su forma de proceder en sus objetivos afrontando la realidad, buscando el verdadero cambio de aquel dominio empobrecido, riqueza para unos pocos y hambre para todos, hasta que la voz del pueblo dice: hasta aquí hemos llegado, agua y pan para todos de lo que produce la tierra.

****Villa recién estrenada la primavera, cambia impresiones con sus hombres más

leales a la causa, ya que tiene sus avanzadas extendidas desde Santa Rosalía hasta Escalón, y sabe que, del otro lado de la frontera, a partir de la estación de Yermo, los federales se han estado fortificando de tal manera que, antes de llegar a To-rreón, en cada ciudad es un hervidero de federales armados hasta los dientes, se espera que será un duro combate de vencer o morir.

Las fuerzas federales, además dirigidas por un jefe militar de habilidad reco-nocida, el general Refugio Velasco que durante los últimos tres meses ha podido reforzar su posición inteligentemente, poniendo entre Torreón y las avanzadas de Villa una poderosa sucesión de líneas fortificadas.

Llega al fin la víspera de la inevitable batalla y esta vez son millares de hom-bres los que van a chocar en una lucha a muerte. Y así, desde mediados de marzo hasta el 2 de abril, golpe sobre golpe se extiende las seis etapas que prolongan el asalto a Torreón y su caída.

Page 134: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

134 Pancho Villa

Para este trance, la División del Norte es como un ariete gigantesco que todo lo penetra; Villa maneja ahora grupos de hombres que se cuenta n ami-llares, sobre ese familiar terreno de tantas correrías suyas. Conoce el empuje, la hondonada y los arroyos de todo el escenario de la lucha y como si esto fuera poco, tiene a su lado a Ángeles, que aquí y allá agrega un retoque técnico a su furia impetuosa, y el conjunto entonces se hace perfecto.

Nos queda mucha aventura todavía para detenernos en cada uno de esos siete nombres: Tlahualilo, Bermejillo, Mapimi, Sacramento, Ciudad Lerdo, Gómez Palacio y Torreón, porque se pueden resumir los siete en una sola y clamorosa victoria, que tuvo de tras once días de combates.

Este marte 3 de abril, cuando la División del Norte entra triunfadora en Torreón, es el día de júbilo para todos los que están contra el gobierno de Huerta, porque esa derrota de Velasco es la señal premonitora de la definitiva derrota de Velasco es la señal premonitora de la definitiva derrota; verdad es que todavía faltan 800 Kilómetros antes de llegar a la capital, pero ¿acaso espera Huerta hasta el último momento para denunciar su cobardía?

Villa con su experiencia sabe que sus oficiales harán cosas en su nombre con la fuerza viva del triunfo, él se alegra porque ésa es su victoria. Ellos saben que se necesitan valentía para saber tomar decisiones frente al peligro. Se necesita coraje para desafiar a la opinión pública. Es más fácil callar que hablar cuando se habla nos pone en evidencia. Ser testigos de las ordenanzas y aplicar sus leyes le convierten en emisario del Estado.se va formando según su conciencia, ya que es un aspecto importante y necesario en la vida, cuando se tienen responsabilidades de alto nivel. Nos capacita para distinguir lo justo y lo bueno frente a lo que no lo es de justicia y autoridad, donde un enemigo ya vencido.

Velasco, al retirarse de Torreón hace rumbo hacia el este en demanda del Estado de Nuevo León, donde, sin amenazas revolucionarias, pueda rehacer su maltrecho ejército. Y esto es advertido por Villa de inmediato, que lanza virtualmente toda la división de tras de su enemigo.

No tiene para festejos y alharacas; de esto se preocupa mejor el propio Carranza, queque en su entusiasmo, hace emitir sellos postales que consagran la victoria, y celebrar fiestas y convites en los mexicanos.

Villa, entretanto, corre detrás de Velasco, y antes de que éste llegue a Nuevo León ataca varias veces su retaguardia para alcanzar, por último, al grueso del ejército federal en Paredón, destrozándolo por completo y a tal extremo, que sólo a duras penas pudo salvarse Velasco con algunos oficiales de su Estado Mayor y un centenar de soldados.

Y allí en Paredón, de pronto, como si despertara de un sueño que se había iniciado cuatro años antes en la Sierra Azul, Villa se encontró transformado en el dueño militar de tres Estados: Chihuahua, Durango y Coahuila.

Los primeros días de primavera transcurridos han sido sin lluvia. Llego la noche, y quedo organizado el campamento como de costumbre. Hasta enton-

Page 135: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

135Enrique Martínez de Barrax

ces no había llovido; pero el tiempo estaba para cambiar, el suelo del campa-mento subí un vaho caliente y formo en poco tiempo una espesa niebla. En Sierra Azul, empezaba, en efecto, la época de las lluvias. Por fortuna al día siguiente, les sería ofrecido un albergue hospitalario y confortable a los sol-dados heridos. Ya sólo tenían que transcurrir unas horas, para que el general Villa diera su conformidad, adoptando las precauciones ordinarias de vigilan-cia, con sus hombres de confianza, hubieron de vigilar, uno después de otro. El jefe del campamento Fierro del hospital y prisión oye que Villa es un tirano y debe cuidarse de que no faltará nada a este respeto de vigilancia y de asis-tencia. Menos que nunca quiso prescindir de su prudencial habitual, pues una terrible sospecha se afirma de viaje que debe hacer Villa, si bien no quiere hablar aún de ese posible atentado.

VILLA YA ES UN SENADOR

Villa ya es un senador de la palabra y regresa a Torreón para que darse tenso y avizor teniendo su ambición hacia el sur y recelando de su retaguardia política, que está allá, en Chihuahua, donde ha sentado sus reales don Venus-tiano. Aquí vamos a repasar los hombres y las cosas, porque es el tiempo que la historia hizo legendario a aquellos hombres que la vida los fue desnudando poco a poco: de la infancia de la niñez, de la juventud, de la adultez; como Pancho Villa que no tuvo esa infancia reposada y juvenil. Pero también ahora

Page 136: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

136 Pancho Villa

le va vistiendo de méritos que se van acumulando día tras día y , se van reno-vando como las estaciones del año, van pasando y la vida se unifica cuando se paraliza todo en un torno aún único núcleo. Como dice Villa:

¿Es mucho mejor pelear que morir de hambre? Es el tiempo de los cantares que insinúan afrontar la realidad en la política.

Pero ¿Cómo cambiamos si no tenemos objetivos o sueños?

El verdadero cambio de un pueblo sin luchas es de ayudar al hombre de hoy a salir de su distracción, de aquel dominio de las culpas que tapan toda la voz de la razón y a menudo sofocan también todo anhelo de belleza y ar-monía, cerrando la experiencia humana en el pequeño y estéril ámbito de lo inmediato, con vertidos ya en el único campo de la vida y del tiempo, con el consentimiento del juego; del valor, ante la ferocidad de la muerte.

Estos desordenes es el tiempo de la ferocidad de Rodolfo Fierro a quién Villa consiente todo aquello que él está aprendiendo a reprimir, como el ase-sinato de los cincuenta prisioneros de Saltillo, donde la ferocidad llega al más horroroso refinamiento. Esos cincuenta prisioneros que Fierro encierra en un corral y a quienes promete la vida, si saltan el cerco mientras él los tirotea con sus revólveres, resultando cincuenta cadáveres del juego…

Es el tiempo de los uniformes ridículos, cuando los guerrilleros principales aprovechan el vestuario del enemigo para conminarse absurdos uniformes de opereta. Es el tiempo de esta trágica prueba de hombría que muchos villistas practican como para gastar el coraje que les sobra de la batalla o perder la vida porque sí.

El juego macabro al que se arriba después de beber mucho mezcal, reu-niéndose los hombres en torno de una mesa para lanzar, a oscuras, una pistola martillada al aire, de modo que el caer salga un disparo: El que tenga más miedo va a ser el que reciba el plomazo anuncia alguien, antes de que el azar decrete una muerte que no faltaba casi nunca.

Es el tiempo cuando al hacer requisa de dinero en un pueblo, una vez apre-sados los vecinos de mejor posición se elegía a uno de ellos para ahorcarlo sin más.

Porque ahorcando a un compañerito, es seguro que los otros darán todo lo que puedan era la sentencia. La guerra cambia a los hombres fieros y salvajes, perdiéndole el respeto a la vida. Carranza y su gente ya estaban espantado por esa terrible fuerza que el guerrillero de Durango cobraba día tras día. Después de Ciudad Juárez y Chihuahua la alarma había ido en aumento, pero al produ-cirse la victoria de Torreón y el aniquilamiento subsecuente el ejército federal de Velasco, entonces lo que sintió el primer jefe ya fue miedo.

Por todo el medio se había tomado previsiones para neutralizar aquella creciente celebridad de Panco Villa, peligrosamente arraigada en el ánimo popular del norte del país y el mismo espíritu de las fuerzas revolucionarias.

Desde el punto de vista militar, los jefes que secundaban a Carranza muy poco pudieron hacer que no fuera resultado indirecto de las victorias de Villa.

Page 137: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

137Enrique Martínez de Barrax

Así por ejemplo, el general Obregón, después de tantos fracasos iniciales de su campaña, al fin había logrado progresos una vez que los federales tuvieron que desguarnecer sus posiciones del oeste para oponer más fuerza en el norte donde Villa los arrollaba.

Obregón, entonces, pudo avanzar dominando paulatinamente los Estados de Sonora y Sinaloa, para llegar después al de Nayarit, obteniendo una victo-ria en Orendain al tiempo que Villa se apoderaba de Torreón. Los dos ejérci-tos, el del oeste con Obregón y el del norte con Villa, bajaban hacia el sur dirigiéndose a la meta fundamental de aquella guerra: México; pero no era igual que cualquier de los dos ejércitos llegara primero, porque ese último triunfo significaría una peligrosa consagración militar. Y como Carranza con-taba incondicionalmente con Obregón, lo peligroso era para que la División del Norte fuese la que avanzara Villa también comprende todo esto; el primer jefe le ha dirigido muchas indicaciones en el sentido de que la División del Norte permanezca en Torreón y por más que los pretextos están bien hallados, la suspicacia de Villa alcanza el fondo del asunto: de Todas maneras, acata aquellas òrdenes, porque lo contrario significa ese rompimiento con Carranza que, a pesar de que cada día parece más inevitable, está tratando de evitar a toda costa sus inquietudes. Deberíamos vivir de tal manera que todo el mundo reconozca que la Palabra de Dios se hace vida en nosotros. La vida está hecha de altibajos: a veces y es maravilloso reconocer las dos caras de la vida. Y aunque no hemos sido creados para la tristeza, si no para el gozo de la alegría. Y, los hombres villistas en su inocencia se divierten en sus juegos, en su natu-raleza de guerrilleros, donde la vida es un juego, una verdad, como sabemos que, sobre la tierra, el agua cae y la empapa; ellos la empapan con su sangre, sobre la roca el agua resbala. Ellos ante el fuego del cañón mueren sin reme-dio.

Ante estos desordenes de triunfos y venganzas, el capellán Pablo y Zacarias hablan en Villa que hay que aprender modales de unidad y convivir unidos por el vínculo del amor común, ayudarnos mutuamente a ser más au-ténticos. A la codicia obedece todo deseo de llenar los propios graneros a es-paldas de los demás. El deseo de sobrevivir es quitándoselo al otro con la fuerza de una guerra, como lo estamos haciendo, aunque hallamos de fusilar al otro. Lo que a uno le conviene bien sin pensar en los demás. Todo deseo irracional.

Interfiere el capitán Zacarias y dice: No estoy de acuerdo con usted don Pablo no somos irracionales, sino todo lo contrario razonamos y según las leyes internacionales actuamos sobre los derechos humanos.

Dijo don Pablo: Soy apóstol de Cristo y estoy donde me necesitan y está sociedad los conflictos que padece hacen que la sociedad se sienta cada vez más impotente para gestionar los intereses privados y los generales del bien

Page 138: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

138 Pancho Villa

común. Una civilización que no logre compaginar los intereses de los unos y los otros, los generales, terminarán destruyendo la civilización.

Interfiere Villa y dice riendo: padrecito lo tendré que fusilar, le está echando las culpas de los males del mundo a los generales y yo soy general.

Dijo el capellán don Pablo: No hijo no me refiero al hombre en si, me refiero a la sociedad en común a todos los individuos que constituyen jerar-quías de razas y religión. Resulta difícil convivir si nos despreciamos e ig-noramos de que haya dos ejércitos y dos jefes desafiantes ante la duda de la convivencia y la paz.

Hay un momento de silencio cuando el guerrillero cura deja de hablar y a Villa le da en que pensar de que no es muy difícil el problema que alega el primer jefe de los ejércitos revolucionarios, el más poderoso es el suyo y es el suyo también el que se encuentra a más breve distancia de la ciudad de Zacateca, donde los federales están concentrando sus fuerzas para contener el avance enemigo, aprovechando el tiempo que les dan.

El que da ese tiempo es el propio Carranza; tarda más de dos meses para llegar a una determinación que él considera muy hábil, porque ha resuelto al cabo que no avancen de otro jefe el ataque a Zacatecas.

A Pancho Villa se le arruga la frente cuando conoce la noticia:¿Y qué otro jefe mandará esa fuerza, amiguito? Pregunta a su informante.Mi general Pánfilo Natera

¿Natera? Entonces Villa sonríe medio burlón y agrega: Me va pareciendo que mal entiende los negocios de la guerra este Primer Jefe. A Natera me lo manda al degüella.

Las burlas o las humillaciones de pende de cada uno de nosotros y no haya que mandar a nadie al degüello como miembros que somos de la humildad, sabiendo que el bien común es el más alto de nuestra sociedad y no se puede poner una ley impune a espaldas de ella; como dice el general Villa, porque es de vergüenza y humillante, si no se entienden los enfrentamiento de los Ejércitos, comparados como las olas del mar: unas se rompen contra las rocas del acantilado y otras acaban besando mansamente la suave arena de la playa. Así son los negocios de la guerra que hay que entenderlos…

Ante los misterios de una poderosa guerra, no deberíamos encontrar mucha dificultad para conocernos a nosotros mismo si tratásemos de verlo que mostramos y lo que dejamos escondido en nuestro interior. Lo que más tratamos al mundo por las guerras, el porvenir que produce en lo que nos rodea, sea bueno o malo. Y lo que no mostramos y ocultamos sigilosamente dentro:

¿por qué los secretos son de los generales?

Page 139: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

139Enrique Martínez de Barrax

Pero se ponen al descubierto cuando ya se sabe que el general Luís medina Barrón ha fortificado mucho Zacateca y que Natera que tenía en su pasivo la derrota de Ojinaga no era hombre de acometer con éxito esa empresa.

Dejó no más que el jefe de la casi inexistente División del Centro fuera a estrellarse contra Zacatecas, descontando que al cabo tendrían que recurrir a la División del Norte si querían salir adelante. Pero en se calculó acertó sólo a menudo porque no bien fue un hecho el previsto fracaso de Natera, recibió una orden del primer jefe, si, pero no la orden que esperaba:

Ayuda Ud. Con dos mil hombres y artillería a la captura de Zacatecas, pero ponga esas fuerzas a disposición del señor general Natera, le hace decir Ca-rranza.

Tan sorprendido se queda Villa, que no sabe qué hacer y pasa un día entero de indecisiones, de modo que el Primer Jefe ya desconfiando tiene que repetir la orden. Y la desconfianza de Carranza aumenta cuando ni aun ese segundo requerimiento suyo merece una respuesta de Villa.

Esto ocurre el 21 de junio, pero recién de mucho tiempo más tarde se puede comprender como esa fecha señaló la iniciación de acontecimientos que sólo se mostraron a la luz después de un lento y disimulado crecimiento.

Este crecimiento de poder, no hay que eludir, la propia responsabilidad. Ante todo, acto Villa debe tomar una decisión como si todo dependiese de él, sin tratar de cargar la responsabilidad sobre nadie. Es la única forma de servir a su patria para ser libres. Ya que el silencio habla más claramente que las palabras. Ilumina más que las conversaciones, para el general Villa el silencio proporciona más paz que los discursos llenos de promesas. Porque ante el mal solo cabe adoptar cuatro actitudes: desecharlo y evitarlo por si mismo. Tratar de no darle más importancia de la que tiene; ha de servir de maestro construc-tivo: aprender de los errores para no repetirlos; descubrir que a pesar de todo hay que terminar lo que se empezó y está mal hecho. No se puede estar toda la vida luchando y de guerra, el hombre para evitarla tiene que ser consciente de su poder. Este poder puede ser empleado, sin duda, para la justicia y la paz, pero puede hacer al hombre menos constante en el carácter de su personalidad, ya que esta requiere constancia y perseverancia en tomar decisiones.

Page 140: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

140 Pancho Villa

COMO LO DEMUESTRA EN LA FOTO SE SONRÍE PORQUE:

La batalla que lleva Villa en su interior que se va acrecentando con forme pasan los días y se le priva del puesto que ocupa. Como una necesidad de poder tomo una decisión de seguir adelante. Tal vez sea esta la ocasión de una próxima victoria él y sus hombres se han forjado en medio del sufrimiento. Tal vez sea esta la causa por que a pesar de todo lo que ha tenido que soportar durante su existencia de guerrillero y bandido ha sabido superar y seguir ade-lante. Con esta idea de triunfo el día 21 de junio, Pancho Villa desobedeció al primer jefe de la Revolución. Y dos días después, el martes 23, la División del Norte se presenta de improviso en Zacatecas a 360 Kilómetros de Torreón para atacar furiosamente, sorprendiendo tanto a los federales como a los mis-mos revolucionarios que estaban en las filas casi derrotados de Natera.

También esta batalla escapa del detalle; se le puede resumir a la doble sor-presa de la madrugada, cuando la artillería del general Ángeles inicia el bom-bardeo y cuando las brigadas villistas aparecen como oleadas de sombra ocupando los valles ocupando los valles y los cerros próximos a la ciudad; y se la puede resumir en el filo del oscurecer, corre en las brigadas de caballería, la clásica orden del ataque final.

Los hombres de Villa han triunfado una vez más, porque no andan por el suelo se arrastran disparando a todo que se mueve en la oscuridad y es una lluvia de hombres como caídos del cielo, armados hasta los dientes que llevan el puñal en la boca y encada mano el machete y el fusil; se curan ellos mismo sus heridas, arrastrando al compañero caído sirviéndole de protección. Des-pués de la conquista de Zacateca, colocándose entonces Pancho Villa a sólo setecientos kilómetros de la capital, colocándose bien en primer plano, de modo que Victoriano Huerta tenía que verle, aunque cerrara los ojos, como un gran fantasma rojo y vengativo que se abalanzaba sobre él.

Y lo veía huerta, y lo veía Carranza y lo veía Obregón, cada uno de ellos con un temor diferente, pero todos con la misma inquietud, porque a pesar de todo lo que ha tenido que soportar durante su existencia de guerrillero y ban-dido, ha sabido superarlo y seguir adelante. Con esta idea de triunfo el día 21 de junio Pancho Villa desobedeció y triunfo como un rey como un emperador

Una vez más se gana el respeto y la confianza que demuestra en todo lo que hace y, no pueden privarle de sus propis decisiones, como han querido privarle del puesto que ocupa de general. ¡Cuántas veces la Autoridad ¡Con un ejército de cincuenta mil hombres, no hay con fundir el gozo con la victo-ria, los gozos pasan pronto y depende de las circunstancias! El goce nos su-pera por venir de lo alto de la riqueza y por eso es una alegría profunda que su pera las vivencias más sencillas de la vida diaria. La victoria es el pundonor de los hombres valientes para formar y corregir las leyes de una nación. Si el poder como “jerarquía de dominación” resulta peligroso para el que lo ejerce y para los que tienen que soportarlo, pues expone las reacciones des mensu-

Page 141: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

141Enrique Martínez de Barrax

radas contra todo liderazgo y autoridad que se manifiesta en el movimiento pendular de la historia de los Ejércitos. No raras veces los Villistas han sido dominados y, ahora pasan a ser dominadores.

En la aventura de Pancho Villa esta ciudad de Zacatecas con su batalla y su victoria se destaca con un signo crucial. Está allí rodeado de altas sierras que cubren el horizonte con sus picos, y en esa limitación de la mirada, algo hay simbólico también, porque de hi a poco, esas montañas serán como un inven-cible muro para su ambición.

Pero nada de eso sabe él en ese día de junio cuando entra triunfador en la ciudad, después de haber vencido al enemigo y a los planes de Carranza. Ese día es para Villa de orgullo y entusiasmo. Ahora le ha sacado una definitiva ventaja a Álvaro Obregón en la carrera que disputan por llegar a la capital; ya no le faltan más que setecientos kilómetros para acorralar a Huerta, que demás, son setecientos kilómetros de camino victorioso porque el ejército federal ha sido destruido en Zacatecas.

No hay la menor duda de esto; el enemigo se retira sin ninguna esperanza ya y Aguas Calientes, a menos de tres horas de camino acaba de ser evacuada, continuando cada vez más al sur el despavorido repliegue de las fuerzas de Huerta.

Nosotros podemos suponer que la primera intención de Villa fue continuar aquel avance, porque los cuerpos de exploradores se extienden a lo largo del ferrocarril y el jueves de esa misma semana llegan a Aguas Calientes, sin encintrar resistencia. Al mismo tiempo, el grueso de la División se encontraba en Zacatecas desbordando hacia el sur, y a la vista de ese aguerrido y triunfa-dor ejército de cincuenta mil hombres, nadie podía dudar ya del triunfo final que tan próximo parece.

EN LA BATALLA VENCER O MORIR

Page 142: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

142 Pancho Villa

Ya nadie duda que Villa manda un poderoso ejército invencible y es él que se encuentra indeciso. De pronto todos sus preparativos de avance, todos per-sonales cálculos de venganza, todo se desplaza hacia un segundo plano mis-terioso. La división se inmoviliza cuando apenas ha comenzado a moverse; la tropa consternada y los jefes inquiero, procuran explicarse de algún modo esa extraña quietud, más son muy pocas las personas que saben lo que ha ocurrido y se lo callan porque los hechos hablarán pronto y de sobra y se dirige a sus soldados y les dice: Hemos llegado a un punto de tanta información como héroes y defensores de la libertad y del progreso del trabajo, y convivencia que debemos demostrar de hacer frente a la realidad en un fundamento sólido de certeza patriótica, sólida y humana. Que no nos culpen de nuestras propias decisiones y de terminar con la pobreza de nuestro pueblo. Multiplicáremos las cosechas el progreso y el trabajo cultural, con nuestras creencias de padres y abuelos y no hay nada trivial o relevante verdaderamente descubrimos el sentido profundo de todo lo creado, por Dios y por el hombre.

Desde la creación y sus orígenes del mundo el hombre es reacio a cargar con la propia culpa: Adán culpa a Eva y está a la serpiente. Es siempre el otro el acusado, el eliminado, el torturado o asesinado hasta que “los pensamientos en sus corazones no concebían otra cosa que la maldad durante todo el día” (E´n6,5). Los altos mandos militares se desahogan culpando a Villa de todo y, de muestran que es capaza de demostrar la verdad, que es lo mismo que pasar de la inconsciencia a la conciencia mediante una lucha contra su yo. Sabe que no es hombre de carrera militar y la verdad hay que combatirla con el ejemplo, porque esfuente en sí misma de que naya transcurriendo los días de la tensa intención de desprecio, porque en la vida tenemos que pensar que no hay nada irrelevante: las pequeñas cosas de la vida ordinaria hay que hacerlas a la luz del misterio que se releva en los hombres y no hay nada tibial o irrelevante si verdaderamente el sentido profundo de todo lo creado merece la pena des-truirlo.

Los días no pasan en vano con cierta incertidumbre hasta que súbitamente, el enorme ejército victorioso se electriza ante la más inesperada de las órde-nes.

¡Retirada general al norte!...Si, señor, nos retiramos ha dicho Pancho Villa, mal que le pesen mucho

esas palabras. Y nos vamos retirando ya mismo, señores, porque en los nego-cios de la guerra la ambición militar, según yo entiendo, no debe velar los ojos de los jefes…

Está presente todo su Estado Mayor y los comandantes de las Brigadas que componen la División, algunos de los cuales ya saben lo que ocurre. Y para ilustrar a los demás, agrega:

Parece no más, amiguitos, que el Primer jefe de nuestra revolución es hombre que se deja influenciar por intrigas nacidas de la envidia y la cobardía; y así sucede que no podemos seguir más adelante porque tengo noticias que a mi espalda se está tramando dificultades…

Page 143: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

143Enrique Martínez de Barrax

Todavía no se le ha soltado la lengua a Villa cuando de Carranza se trata, pero ya le cuesta mucho contenerse; cuanto está ocurriendo entre él y Din Venustiano, cobra por momentos un aire terminante de conflicto, pero ninguno de los dos ha querido certificarlo todavía de una manera expresa. Parce como si uno respetara la jerarquía y el otro la temeridad del adversario, buscando el disimulado tanteo de fuerzas la mejor posición para el ataque. La mejor posición para el ataque es la luz de la inteligencia de quien será el ven-cido o el vencedor. No es que la luz luche contra las tinieblas, es que las tinie-blas huyen cuando llega la luz. No es que el bien luche contra el mal, sino que el mal desaparece al llegar el bien. La de estos dos generales no se trata de luchar si no una unión pacífica; ya que nada ha ocurrido entre ellos como no sea un mutuo consentimiento de divorcio; esta vez Villa no ha enviado al pri-mer jefe el protocolar parte de batalla que correspondía, ni el primer jefe ha dado a Villa la menor noticia de aprobación o censura por sus últimas accio-nes. Se está vigilando, sin embargo, con una recelosa mirada de costado, que en Villa es mucho más aguda que en el otro. Y lo primero que esa mirada descubre que es una alevosa intención de celo.

Se me hace, le confía a Benavidez que está pasando algo malo con los trenes de Chihuahua… ¿Y qué dice Urbina ¿

Urbina, en Ciudad Jiménez, a mitad de camino entre Chihuahua y Zaca-teca, habla señalado un llamativo retraso de varios trenes carboneros que de-bían pasar, rumbo al sur, con destino al aprovisionamiento de la División del Norte. En los primeros momentos no hubo explicación precisa de ese retraso, pero poco después, la pregunta de Villa tuvo respuesta al saberse que los tre-nes en cuestión, habían sido detenidos por orden del primer jefe.

No hacía mucho tiempo el general Ángeles había señalado algo por el es-tilo a Villa, diciéndole que así la División se alejara de sus bases, los trabajos de aprovisionamiento se complicarían, corriendo siempre mucho peligro. Pero Villa piensa que el saber nunca es sólo obra, ha de ser sabiduría capaz de orientar a los hombres en la batalla, sabiendo lo que está haciendo con sus cinco sentidos, para hablar en ella el verdadero desarrollo que hay que salva guardarla en su integridad y gratitud.

No se da primero la inteligencia Después del amor engendra la vida Y la inteligencia llena de amorLa gratitud se habla muchas veces presente en la vida del hombre de diver-

sas maneras, pero desgraciadamente para desapercibida debido a la falsa vi-sión de quien no se entiende a sí mismo, no podrá en tender a los demás. En sus reflexiones que fórmula Ángeles y las noticias de Urbina se combinaron acertadamente en la suspicacia de Villa resultando de inmediato aquella ines-perada orden de retirada. Y así se señaló en Zacateca el hecho desconcertante de que por primera vez la División del Norte se retirara… ¡Como si hubiera sido derrotada!

Page 144: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

144 Pancho Villa

Pero era muy engañoso esta apariencia frente a la realidad aplastante que significaba aquel ejército. No importaba la pequeña ventaja de tiempo que Ca-rranza obtuviera con aquella maniobra porque, para Villa, el peso de la División en los futuros acontecimientos no podía ser contrarrestado de ninguna manera.

La verdad es que aquella pérdida de tiempo le significaba ceder el paso a Obregón que tenía al frente todo el camino libre hasta la misma capital del país para adjudicarse, de ese modo y a plazo fijo, la más espectacular victoria de la revolución.

Pero él entiende “que la ambición militar no debe velar los ojos de los jefes” y prefiere defender su vulnerable retaguardia antes que disputar a su competidor el escenario para la apoteosis del último acto. Porque después de todo, ya se hace su ánimo a la idea de que es probable que el telón final no baje todavía, aunque el usurpador desaparezca de la vista.

Por eso es que la División del Norte deja de andar el camino, que otras veces, lo recorrió palmo a palmo en la lucha de batalla, regresando a Chihua-hua. Cuando están a mitad de ese camino, llega la noticia de otra retirada, porque Carranza ha salido a su vez de Ciudad Juárez y retorna a Sonora.

Pancho Villa a caballo, a pesar del cansancio, ponía la imposibilidad de proseguir por más tiempo otra prolongada marcha estámpenoslas condiciones, por la falta de alimentos y calzado de la tropa. Hasta la comprobación que se excedía de la resistencia humana. Era indudable que sólo Aníbal pudo cruzar los Arpes con elefantes. Pero. Pero en Hispanoamérica no hay elefantes. Esos enormes paquidermos son originales del Nuevo Mundo. Nunca han podido aclimatarse en el Nuevo continente tampoco. La hipótesis de que hubiese elefantes era en absoluto inadmisible. Fuese por lo que fuese los hombres de Villa formaban su opinión a este respeto y serían invencibles. Continuaron caminando durante todo el día anqué con gran esfuerzo. El cansancio empe-zaba retrasar aún más a los robustos. En realidad, ya era tiempo de que llega-sen o por fuerza tendrían que detenerse en estas jornadas de padecimiento.

Para animar al ejército, sabiendo que vencer es la gloria y la fama del ejér-cito del Norte sigue extendiéndose a lo largo de todo su recorrido. Entregando bienes y propiedades como quien tiene autoridad para hacerlo quedando las poblaciones protegidas. Muchos son los caminos que conducen al éxito en la vida militar y mucho sufrimiento. Pero a menudo pensamos que el poder y el dinero, el estatus social de aprobación de los demás ciudadanos, nos hace llegar a esa meta más rápidamente. Como los tres mayos Villa tiene que esco-ger el camino que no perjudique a nadie ni al primer jefe justamente en la víspera del triunfo revolucionario y cuando era más penoso que las perspecti-vas de paz volvieran a alejarse.

Nadie podía hacerse situaciones frente a esa situación y menos después del 14 de agosto, cuando al fin Obregón acepta la capitulación de los federales y el Gobierno queda, virtualmente aun, en poder de Carranza.

Page 145: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

145Enrique Martínez de Barrax

Ya nadie piensa en Victoriano Huerta, que ha huido y que culminará su carrera de infamias muriendo en una cárcel norteamericana del Oeste; a nadie piensa en los porfiristas fugazmente reactualizados por el usurpador, y de los orozquistas no queda ni la sombra. Ahora se piensa que la Revolución ha terminado, pero que los ejércitos revolucionarios siguen en pie aún; que en el sur, Obregón con los sesenta mil hombres de la División del Oeste respalda a Carranza, y en Chihuahua los cincuenta mil guerreros de la División del Norte esperan las órdenes de Pancho Villa que nadie se atreve a imaginar; y que más cerca de la capital están los diez mil desarrapados del inquebrantable Emiliano Zapata, que ya se levantaron contra Díaz, y contra Madero y contra Huerta como si tuvieran el oficio de morir en las revoluciones.

México ahora será libre y tendrán la ayuda aquellos que la necesiten. Hemos de proteger a los hambrientos a los enfermos construir un país nuevo y dar protección a las personas que la necesiten a hombres y mujeres haciendo el bien, curando nuestras heridas, sin esperar grandes recompensas. Entregue-mos nuestros esfuerzos sin esperar más de lo que nos corresponde. Quien no se hace prójimo de sí mismo nunca podrá ser prójimo de los demás. Quien no se entiende a sí mismo, no podrá entender a los demás. No hay nada que no sea contemplativo en la vida; existe sólo la facultad desarrollar todas las ca-pacidades existentes en nosotros. Nadie sabe de lo que es capaz de hacer hasta que no se le presenta la oportunidad que sea merecedora de una causa demos-trativa enlazada de la historia aportando una política de rivalidades entre los poderosos campesinos. Uno de estos mediadores que hablan era Emiliano Zapata, auténtico campesino de la intuición luminosa y la tenacidad heroica, que si no es un novelesco personaje como Villa, es en cambio un admirable precursor de ese “agresivo” elemental que estuvo en su corazón definió en dos palabras: Tierra y Libertad.

Dijo Emiliano Zapata En las montañas sureñas: Nada de limosna al pueblo. ¡Hay que dar toda la tierra!

Todavía estos y otros cantares recuerdan su memoria por las serranías de Móreles donde luchó y murió. Todavía sigue siendo ejemplar su generosidad política resumida en una explicación inolvidable: “No estoy luchando sola-mente por mis indios de México, sino por los campesinos del mundo entero”.

Por todas estas cosas que lo hicieron precursor de las más arduas luchas sociales, esta figura de Emiliano Zapata merece más que el breve aparte que se le puede hacer en este relato de aventuras, insuficiente para su tamaño, aunque proporcionando para su relación con Pancho Villa, que fue y hombre de su tiempo.

Tuvo que ver, en cabio, con la situación que se le planteara a Carranza no bien es un hecho el triunfo revolucionario, porque este caudillo campesino se da prisa en seguida por recordar al jefe vencedor que la observación del Plan

Page 146: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

146 Pancho Villa

de Ayala, lanzado por él en 1909, es la sola condición expresa que exige para deponer las armas.

Esto ocurre dos semanas después de entrar en México el general Obre-gón y la brevedad del plazo da idea del estado de excitación reinante; Ca-rranza tuvo que enviar dos emisarios a Móreles para apaciguar al peligroso guerrillero, invitándolo a una Convención de jefes revolucionarios que se iba a realizar en la capital el 1º de octubre. Y como Zapata es n hombre de buena fe, acepta y confía en el futuro, aliviando así al primer Jefe de una de las dos preocupaciones mayores que tenía en esos momentos y que, por rara coinci-dencia, se parecía bastante en las relaciones personales…

En estos grandes genios y pensadores en su relación personal abarca tres dimensiones: la autoestima personal: la relación con los demás, que consiste en dar y recibir afectos; el modo en que uno es capaz de afrontar lo que plantea en su mnco rural coétaneo de su existencia: Las personas como Villa y Zapata valen por lo que son y no por lo que hacen, esto significa la que aprendemos a vivir no por encima de lo que no pue-den, si no sin exigencia ni buscando perfeccionismos aventureros que les separa de la justa razón. Aunque se hayan agotado sus fuerzas de predicar la oración de todos los días, que el hombre no puede ser propiedad de otro hombre, mejor morir de pie con un revolver en la mano que de rodillas; porque la gratuidad se halla muchas veces presente en la vida del hombre de diversas maneras pero desgraciadamente debido a falta visión de su persona en la que se valora su producción y su utilidad, sin tener en cuenta el trabajo que realizan, sin importarles el bien estar no se les da un salario ajustado, entre el trabajo del hombre y de la máquina. En los caminos a veces injustos de la vida, nos arrebatan muchas veces un puesto de trabajo, una oportunidad, un amor, un sueño, un proyecto, un lugar… pero nada ni nadie nunca, podrá hacer desaparecer del ser amado la voluntad de apren-der a vivir cada día mejor, aceptando las leyes del crecimiento, de la natu-raleza humana en sus límites; protegiendo los fantasmas del miedo y del hambre sin preocupaciones del mal que pueda alcanzarnos: como dice Villa: debemos estar unidos porque la unidad no se consigue en un día, pero puede destruirse en un instante. Juntos tenemos la fuerza y el poder de recuperar la tierra que nos ha sido arrebatada, para conseguirla debe-mos estar todos unidos más que nunca en una misma fuerza; mi preocupa-ción es la Revolución y el bien estar de mi pueblo.

La otra preocupación el mismo era Pancho Villa, aunque estaba más lejos que Emiliano Zapata, en vez de diez mil campesinos desarrapados tenía el más poderoso ejército del país. De ninguna manera disminuía el peligro porque entre la ciudad de México y Chihuahua mediaran más de mil doscien-tos kilometros de camino, y no estaba concretado ese peligro en el solo nú-mero de hombres que formaban en las filas de la División del Norte.

Page 147: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

147Enrique Martínez de Barrax

Es que junto a Villa están en esos momentos los gobernadores de cua-tro Estados en una manifiesta identidad de desacuerdos con el primer jefe. Están Maytorena de Sonora, Felipe Riveros de Sinaloa, Miguel Silva de Mi-choacán y Emilio G. Saravia de Durango, agregándose además que el propio Estado de Chihuahua Figura en este grupo discretamente disidente, puesto que allí es Pancho Villa quien gobierna ahora. También están junto al guerrillero de norte, dos hombres que fueron ministros de Madero, Miguel Diaz Lom-bardo y Manuel Bonilla, así también como dos brillantes militares del ejército federal, el general Ángeles y el general Eduardo Ocaranza. Y está igualmente todo ese grupo temible que forman Calixto Contreras, Manuel Chao, Raúl Madero, Maclovio Herrera, José Isabel Robles, Rodolfo Fierro, Tomás Urbina y cuantos más se han mostrado tan brillantes guerreros bajo la dirección del improvisado jefe…

A Villa no le preocupa el desacuerdo de los gobernadores de cuatro Estados y de que no usaran las leyes para hacer el bien, cuando él las emplea exponiendo su vida en cada batalla siendo el primero; que las resentía gra-cias al sentido del deber cumplido. En su semblante tenía algo de feroz guerrillero, cuando a los gobernadores les hizo una demostración apartán-dose unos metros, donde estaban sentados a la mesa tomando tequila, saco sus revólveres al mismo tiempo que los enfundaba sin balas y sin vasos en la mesa dijo: esta es mi lay y quien no la cumpla lo frio a balazos. Aquella advertencia que les hizo los señores gobernadores quedarán inmóviles, como si sus pies hubiesen echado raíces en el suelo, no podían levantarse con los ojos desmesuradamente abiertos y las manos crispadas en la mesa, murmurando estas inocentes palabras: Hemos visto a Pancho Villa de ver-dad. Todos se hablaban bajo una indefinible impresión de inquietud, para decir: Esta es la lección de las armas a la que debemos aprender a usarla y no caer en la tentación de crear que hacer el bien y ser buenos son las mis-mas cosas, para un determinado sector de política. Desde hoy todo lo que hagamos que sea el significado de hacerlo lo mejor que estaba a donde quiera que vayamos. Hay que seguir cultivad la tierra y proteger a sus tra-bajadores como vivir bien y enseñando al que no sabe. Cumpliendo con las expectativas que tenemos sobre ellos, como gobernadores… y respetando a nuestros jefes.

A toda esta ya grave situación se agregó en el último momento una hábil maniobra de Villa que, ensayándose en los méritos de la política, logra hacerse de la colaboración de Pánfilo Natera. Y Natera, con cinco mil hom-bres, regresa a Zacatecas y queda allí formando la primera y amenazadora lía de la División del Norte. No es extraño que Carranza recurra a interme-diarios bien dispuestos para tratar de entenderse con Villa primero, y luego, a principios de septiembre, para convencerlos de que asista o envié sus de-legados a la Convención proyectada.

Page 148: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

148 Pancho Villa

No iremos nosotros a esa nombrada Convención dice Villa enfadado ya por tanto manejo diplomático. Y si vamos a México no será para discutir ni andar con papelotes… En la capital, esa actitud del caudillo del Norte produce in-quietud porque tal manera de apreciar la posibilidad de un viaje a México nada tiene de pacifico; Carranza se ve comprometido de echar mano de cual-quier recurso para con jurar el insinuado peligro y, al pronto ningún recurso le parece más indicado que el que se ofrece por medio del propio Obregón

La noticia se tuvo en Chihuahua para mediados de septiembre y en su pri-mera versión escueta pareció anunciar otra cosa:

¡Viene Obregón!¿Significaba eso que la División del Oeste atacaba, que comenzaba la lucha

descontada por todos? Y así se pensó antes que el rumor se aclarase para ex-plicar que Obregón iba a Chihuahua, si pero no al frente de su ejército sino con una pequeña escolta de cuatro acompañantes.

Es que Obregón se dirige al encuentro de Pancho Villa para hacer un último esfuerzo por la pacificación del país, discutiendo con el jefe de la Di-visión del Norte las bases de un posible arreglo.

Que venga no más, que estamos hablando demasiado para no hacer nada: comenta Villa. El objetivo vital de un mandatario es que se le reconozca por sus buenas hazañas y que cumpla su mandato, con las leyes justas estable-cidas y que sea consciente de que e poder que ejerce de estar con su pueblo, con toda su gente. Que sepa que el trabajo y la enseñanza no es ningún capricho, al igual que no deben faltar los alimentos adecuados. Tampoco debe faltar la puntua-lidad de mañana a la que tiene que ir para entrevistarse con el general Obregón. Piensa Villa de o ir y que vengan a verle a él donde está establecido en un vagón del tren. En este vagón bien equipado descansa Villa y su escolta. A pesar de las luces se hizo poco la obscuridad a su alrededor, que bien pronto fue profunda.

El cielo estaba cubierto de grandes nubes tormentosas. Aparcado en la esta-ción el tren quedó en silencio absoluto, quién podría acercarse a él rodeado de centinelas de ametralladoras y cañones. Por las ventanas del vagón y entre los árboles, a lo lejos del horizonte del Oeste, se veían encenderse algunos relám-pagos de color.

Por temor ni siquiera una hoja se movía en los árboles, porque la orden era disparar a todo lo que se moviera y después preguntar ¿Quién va? Un silencio absoluto sucedía a los ruidos del día y hubiera podido creerse que la pesada at-mosfera, saturada de electricidad, se hacia refractaría a la transmisión de los sonidos.

Rodolfo Fierro vigilaba, procurando ver y oír, manteniendo vigilancia de aquella profunda noche; en el caso de que cualquier resplandor o cualquier sos-pechoso llegasen hasta sus oídos hubiese disparado. Pero nada turbaba en la oscuridad la seguridad del Caudillo Pancho Villa, que a las 9 de la mañana tiene un despacho.

Cuando llega Obregón, sólo Rodolfo Fierro acude a recibirlo excusando a su jefe con cualquier pretexto...

Page 149: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

149Enrique Martínez de Barrax

Después a las 9 de la mañana, el ilustre visitante y jefe militar; se dirige al vagón de Villa donde tiene que esperar dos horas antes que llegue el guerri-llero.

LIBERTAD DE ESPERANZA Y PODER

Regados con su sangre que es el precio de la libertad, perseguida desde siglos y privado a los hombres de su libertad, condenándolos a la esclavitud como negro de América.

Durante un tiempo prolongado de tiempo, acampado el ejército en la ca-pital del país. Las conversaciones políticas no pueden entenderse con las or-denanzas militares y gobierno. Eulalio Gutiérrez futuro presidente de México se muestra desconfiado y sospechoso de las palabras de Villa y Zapata, que hablan y hablan y no las entiende: dice Pancho Villa al candidato a presidente Eulalio Gutiérrez, usted con su política quiere volver al pasado, dice que no los entiende y doscientos mil hombres sí, que están esperando una orden para modernizar el pueblo y la patria que representamos. No nos moveremos donde estamos ahora usted quiere hacernos como los españoles, expulsaron a los musulmanes de España y nosotros somos mexicanos y no seremos esclavos de ningún hombre; y le pedimos al próximo gobierno una política ajustada de pan y tierra para todos. Mis hombres aceptarán mis órdenes y serán leales a nuestro presidente y su gobierno.

Tres generales enfrentados, para establecer un Estado de convivencia y final de una guerra en su tratado de paz. No es lo mismo que hacer una trata de negros esclavos; la significación de esta palabra por primera vez “la trata de negros” en sus circunstancias quedo establecida:

Los musulmanes, después de haber sido arrojados de España, se refu-giaron más allá del estrecho, en la costa de África. Donde desarmados y desarrapados, fueron perseguidos por los piratas portugueses que ocupa-ban entonces esta parte del litoral, los persiguieron con desespero encar-nizamientos. Los prisioneros fueron conducidos a Portugal. Reducidos a la esclavitud, constituyeron el primer número de esclavos africanos que se había formado en la Europa occidental, a partir de la era cristiana. Muchos de estos musulmanes a pelaron a sus familias ricas, la mayor parte de ellos siendo correspondidos en su auxilio. Pretendieron recatarle a costa de oro. Los portugueses se negaron a aceptar todo rescate, por mucha importancia que tuviese. No tenían nada que hacer con el oro de extranjero. Ya que les faltaba la mano de obra indispensable para el tra-bajo de las colonias nacientes, y para más prosperidad con los brazos del esclavo.

No pudiendo rescatar a sus parientes, las familias musulmanas propu-sieron entonces cambiarlos por un número más crecido de negros africa-nos, de los cuales podían apoderarse con gran facilidad. La proposición

Page 150: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

150 Pancho Villa

fue aceptada por los portugueses, que encontraron ventaja en aquel cam-bio, y así quedó implantada en Europa la trata de negros.

Hacia fines del siglo XVI, era admitido en general el odioso tráfico sin que repugnase a las costumbres, bárbaras todavía, de aquel entonces. Todos los Estados lo protegían, con el fin de llegar con mayor rapidez y más seguridad a colonizar las islas del Nuevo Mundo.

En efecto; los esclavos de origen negro podían resistir en los puntos donde los blancos, mal aclimatados, incapaces para soportar el calor de los climas intertropicales, habrían perecido a millares. El transporte de negros a las co-lonias de América se hizo con regularidad por barcos especiales, y esta rama del comercio transatlántico dio lugar a la creación de importantes factorías en diversos puntos del litoral africano. La mercancía costaba poco en el país de producción, y los beneficios eran considerables.

Pero por muy necesaria que fuese, desde todos los puntos de vista, la fun-dación de las colonias de ultramar, no podía justificar aquel comercio de carne humana. Bien pronto se dejaron oír unas voces generosas que protestaron contra la trata de negros y solicitaron de los gobiernos europeos que decreta-sen la abolición en nombre de los principios de humanidad. En 1751, los cuáqueros se pusieron a la cabeza del movimiento abolicionista, en el mismo seno de la América del Norte, donde, cien años más tarde, estalló la guerra de secesión, a la que no fue extraña la cuestión de la esclavitud. Diversos Estados del Norte –Virginia, Connecticut, Massachusetts y Pensilvania- decretaron la abolición de la trata de negros y manumitieron a los esclavos conducidos en gran número a sus territorios.

La campaña comenzaba por los cuáqueros no se limitó a las provincias septentrionales del Nuevo Mundo. Los esclavistas fueron atacados con dureza hasta más allá del Atlántico. Francia e Inglaterra, en particular, reclutaron partidarios de tan justa causa. ¡Parezcan las colonias antes que un principio! Tal fue la generosa frase de orden que resonó en todo el Antiguo Mundo, y a pesar de los grandes intereses políticos y comerciales contraídos en aquel caso, se transmitió con eficacia a través de Europa.

Se había dado el primer impulso. En 1807, Inglaterra abolió la trata de negros en sus colonias, y Francia siguió su ejemplo en 1814. Las dos podero-sas naciones cambiaron un tratado a este respecto, tratando que confirmara Napoleón durante los Cien Días.

Sin embargo, aquello no era más que una declaración puramente teórica. Los negreros no dejaban de recorrer los mares y de dejar en los puertos colo-niales su cargamento de ébano.

Hubieron de adoptarse medidas de carácter más práctico para poner fin a aquel comercio. Los Estados Unidos en 1820, e Inglaterra en 1824, conside-raron la trata de negros como acto de piratería y como piratas a los que la ejerciesen. Como tales, serían condenados a la pena de muerte, y fueron per-seguidos a toda costa. Francia se adhirió bien pronto al nuevo tratado. Pero los Estados del Sur de América y las colonias españolas y portuguesas no inter-

Page 151: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

151Enrique Martínez de Barrax

vinieron en el acta de abolición, y la exportación de negros continuó en pro-vecho suyo, a pesar del derecho de visita generalmente reconocido y que se limitaba a la verificación del pabellón de los navíos sospechosos.

Sin embargo, la nueva ley de abolición no había tenido efecto retroactivo. Ya no se creaban nuevos esclavos, pero los antiguos no habían recobrado aún su libertad.

En estas circunstancias, Inglaterra dio el ejemplo. El 14 de mayo de 1833, una declaración general emancipó a todos los negros de las colonias de la Gran Bretaña, y en agosto de 1838, seiscientos setenta mil esclavos fueron declarados libres.

Diez años más tarde, en 1848, la República emancipaba a los esclavos de las colonias francesas, o sea a doscientos sesenta mil negros.

Las tres grandes potencias, pues, habían llevado a cabo aquella obra de humanidad. A la sazón, sólo se ejerce ya la trata de negros en favor de las colonias españolas o portuguesas, para satisfacer las necesidades de las pobla-ciones de Oriente –turcas o árabes-. El Brasil no ha concedido todavía la li-bertad de sus antiguos esclavos, si bien no los recibe nuevos, y allí, los hijos de los negros nacen libres.

En el interior de África, como consecuencia de las guerras sangrientas que sostienen los jefes africanos para realizar la caza del hombre, tribus enteras son reducidas a la esclavitud. Dos direcciones opuestas se señalan entonces a las caravanas: una al Oeste hacia la colonia portuguesa de Angola; la otra, al Este, hacia Mozambique. Unos de estos desgraciados, de los que sólo una pequeña parte llega a su destino, son expedidos a Cuba o a Madagascar, y otros a las provincias árabes o turcas de Asia, a La Meca o a Mascate. Los cruceros ingleses y franceses sólo pueden impedir este tráfico en parte, porque una vigilancia eficaz en unas costas tan extensas es difícil de obtener.

Por ello, la cifra de esas odiosas exportaciones es muy considerable aún.¡Sí! No se calcula en menos de ochenta mil el número de esclavos que

llegan al litoral, y, según parece, este número sólo representa la décima parte de los indígenas asesinados. Después de tan espantosas carnicerías, los cam-pos devastados quedan desiertos, las ciudades incendiadas quedan sin habi-tantes, los ríos arrastran los cadáveres y las fieras invaden el país. Al día siguiente de tales cacerías de hombres, Livingston ya no reconocía las provin-cias que había visitado algunos meses antes. Todos los demás viajeros –Grant, Speke, Burton, Camerón y Stanley- no hablan de otro modo acerca de la lla-nura selvática del África central, principal teatro de las guerras entre los jefes. En la región de los grandes lagos, en toda la vasta región que alimenta el mercado de Zanzíbar; en el Bernú y en el Fezzán; más al Sur, sobre las orillas del Ñassa y del Zambeze; y más al Oeste, en los distritos del alto Zairé, que el audaz Stanley acaba de atravesar, se presenta el mismo espectáculo, ruinas, asesinatos y despoblación-. ¿Acabará la esclavitud en África con la desapari-ción de la raza negra y ocurrirá con esta raza, como ocurre con la raza austra-liana en Nueva Holanda…? Pero el mercado de las colonias españolas y

Page 152: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

152 Pancho Villa

portuguesas se cerrará algún día, y cesará ese tráfico. ¡Los pueblos civilizados no pueden tolerar por más tiempo la trata de negros. Ahora se comprendía cuánto había de terrible política en las palabras que Eulalio Gutiérrez acababa de pronunciar: para Zapata y Villa no era estar en México era de estar en África con su tratante de los esclavos. La política que proponía era una fata-lidad inexplicable a la construcción de unas nuevas leyes ajustadas a la con-vivencia y reparto de las fincas que fueron despropiadas por antiguos gobernadores. Dijo Zapata: las palabras que he escuchado hasta hoy aquí de-muestran desconfianza, que tratan de nuevo de penetrar en los secretos de Estado y no decir la verdad al pueblo: tales son las dificultades que hay que allanar, los peligros que hay que vencer, para un conocimiento importante de un nuevo país. Creo que corresponde a los hombres sabios a los oficiales del ejército de buscar la convivencia que durante años está engendrada por la to-lerancia del ser humano, causada por los extranjeros. Nuestros campos du-rante muchos años han sido explotados y manipulada por ellos; con la sangre y el sudor de nuestros padres y abuelos. Arrematando sus propiedades y sus casas con falsos impuestos, enviándolos al que se resistía a pagar a prisión.

Habría que añadir que hay muchos agentes de las grandes potencias euro-peas que no les avergüenza mostrar una indulgencia censurable, con nuestra producción y comercio, sin control de abastecimiento, para que el pueblo nos prospere y pase hambre, arruinando su estabilidad al exterior y para que esto no suceda la destrucción de nuestro país, aquí estamos doscientos mil hom-bres para evitarlo y que no nos pase como la guerra civil de América del Norte la guerra que estallo en 1859, entre los federales y los confederados de Esta-dos Unidos, poniendo término a la obra de la emancipación, extendiéndola entre todas las clases sociales.

Dijo Villa: antes que nos enfrentemos a una guerra civil, pondremos fuga a nuestros enemigos, no seremos como nuestros valerosos americanos y no nos arrastraran con nuestro poderoso ejército seremos invencibles, con nuestra unión cesarán todas nuestras privaciones, en la que hemos invertido cuatro años y nueve meses de nuestra joven vida, cansados de fatigas y dolor, deja-remos que nuestras heridas cicatricen con un nuevo presidente y que no le falte la imaginación ni el talento para ser un buen mandatario y a fe mía tendrá todo mi apoyo y la de mi ejército para hacer un buen trabajo, como personas honradas en el cumplimiento de la ley. Y juro por Dios el que no la cumpla le meto un balazo en la cabeza.

¿Qué quieres Pancho matarme? Interrogo Gutiérrez, con una indicación filosófica. Para dirigir un país sí debo morir son gajes del oficio. No se ejerce una “Nación” sin exponerse a encontrar la muerte fuera del lecho…

Interfiere Zapata y dijo: si usted es nombrando presidente y me ofrece un despacho, eso es para las personas acostumbradas en una oficina y yo prefiero el aire libre del campo.

Dijo Gutiérrez: si soy nombrado presidente a Pancho lo nombro mi coci-nero mayor, según me han dicho es un excelente experto en la cocina.

Page 153: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

153Enrique Martínez de Barrax

Los tres generales, pausadamente hablan se pelean y gastan bromas y se ríen. Después del protocolo. Dijo Villa. Mi secreto de libertad es de mar-charme a Sierra Azul, donde hay abundante caza y buena tierra para cultivarla, le cedo a Usted la responsabilidad del momento de mis generales y como candidato a presidente La División del Norte donde hoy hemos entrado victo-riosos en esta capital de México, donde el destino ya tiene una semejanza de paz, lo que queda por hacer a mí no me corresponde y me marcho a esperar el presente y el porvenir. Pancho dejo de hablar se irguió, firme y resuelto. Puede Usted contar con mi valor y con mi abnegación, señor presidente.

Losé, así como también que cuento con su buen sentido y con su experien-cia. ¿Me ayudará usted? mi buen Pancho, en mi escolta personal, como lo tiene demostrado, su habilidad en las ásperas serranías de Chihuahua, es usted domador de caballos y en las ciudades a veces se para la circulación y necesi-taré una escolta de a pie y a caballo, que sea dignamente dirigida y controlada en la capital del estado.

Deje usted que mis heridas que son muchas terminen de cicatrizar y un buen descanso, para curarlas en mi refugio de Sierra Azul, cambiar la pólvora por aire puro

LA LEYENDA DE UN GUERRILLERO

La guerra se había terminado y nada había que decir del famoso general Pancho Villa, todo era silencio y las buenas gentes hablaban a tientas sin saber que decir. Columnas de soldados de diferentes campos marchaban a su destino de acuartelamiento; serían licenciados y a donde irían, después de cuatro años luchando en los campos de batalla. Todo el día de marcha en un penoso caminar para llegar a su nuevo reclutamiento. Durante la noche muchos campesinos hambrientos salían al paso buscando algo que comer.

Se veían en la marcha carretas cargadas con utensilios hogareños, que volvían a sus hogares a lo que quedaría de ellos. Caminaban con prudencia y rapidez, los soldados caminaban con un paso más igual. Mujeres suje-tándose en las carretas por su debilidad al andar procuraban resguardarse de las miradas maliciosas de los soldados, con los ojos ya próximos a la serranía de Santa cruz de Herrera, en pleno Estado de Chihuahua un grupo de hombres vigila el paso de la columna que cruzaba el Valle y cuando la tropa militar desaparece dice al fin nos quedamos solos con nuestro gene-ral Pancho Villa. En aquel momento Villa se despertó y rodeado por sus hombres más leales preguntó que noticias tenemos hoy de El paso: que en estos días se ofrece un gran banquete al general Obregón y que luego un tren especial conduciendo a muchos importantes ciudadanos norteameri-canos, bajara hacia el sur de Chihuahua, para visitar unas instalaciones mineras.

¿Está Usted mejor mi general? Le preguntó: el teniente Pablo estre-chándole la mano.

Page 154: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

154 Pancho Villa

Sí, Pablo respondió Villa; la pierna no me duele tanto, pero tengo unas molestias, la herida ha cerrado mal hay que abrirla. No se puede operar a la ligera necesito un médico.

¿Y mi amigo Zacarías? Preguntó.Aquí estoy, general, contesto Zacarías entrando por la puerta. ¿Cómo vie-

nes solo y el doctor?Nos está esperando en Parral, el médico se llama José de Lille Borja, no

nos ha sido imposible de encontrarle, porque tiene una brillante chapa de metal en su consulta de la calle Escuela.

¿Preparen mi caballo?... Se ha esfumado, le contesto Pablo. ¡Ahora soy yo el caballo…! ¡Yo le llevo a usted!... ¿Acaso le parece que mi trote es dema-siado molesto…?

No respondió Villa riendo; pero es que no puedo yo llevar las bridas…¡Oh! Me pone usted un freno, si quiere, dijo Pablo, siguiendo la broma y

abriendo su amplia boca, y puede tirar cuanto le dé la gana.Demasiado sabe que no tiraré a penas, ya que ha hecho reír y es suficiente,

que me diga que no puedo montar a caballo y me llevaran todos ustedes.¡Bueno! ¡Hará Usted mal, porque tengo la boca muy dura!¿Cómo ha pensado de llevarme, si no puedo andar ni montar a caballo?

Dijo entonces, Zacarías para cortar aquella conversación.Está todo previsto para llevarle sobre la marcha, en una angarilla. En lo

alto de la sierra fue levantando Villa al amanecer y se reanudo la marcha cuatro hombres llevan a su general en una improvisada angarilla. Es un viaje muy travesar el tallar, con el fin de no abandonar el curso del ria-chuelo. En otro tiempo había habido allí algunos senderos; pero, a la sazón, aquellos senderos estaban invadidos por las zarzas y la maleza. Hubieron de recorrer un buen trecho en aquellas penosas condiciones y emplear tres horas en el recorrido, hasta llegar a la llanura, donde había otros hombres para el relevo. De esta el viaje manera hasta llegar al Parral es lento y difícil.

Una semana después el doctor Lille opera a Villa en su consciente de una vieja herida infectada por dentro. En su coalescencia de agradeci-miento y que pasara exclusivamente a sus cuidados le entrego quinientas “alanzadas” <nombre que se daba en el Norte de México a las monedas de cincuenta pesos> ¿Cómo se encuentra usted mi general? Dice el doctor al guerrillero.

Muy bien. Y usted, ¿Cómo sigue, ya que se ha decidido de acompa-ñarme a Sierra Bien, pero tengo mucha hambre; ¿Azul y dígale a sus hom-bres, que dejen de apuntarme con sus revólveres, are lo que usted diga hasta su total recuperación después me marcharé?

Supongo que algo encontraremos al final de esta jornada las tengo con-troladas, al final de este sendero paráremos y comeremos hay alimentos enlatadas de sobra para comer un mes y en otros un año, para una reducida necesidad de temporal o hace chandas de peligro.

Page 155: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

155Enrique Martínez de Barrax

De regreso al campamento los hombres iban mejor equipados con mulas, esquivando el tallar que comunicaba en sentido oblicuo con el riachuelo y las mulas seguían su ribazo y pisando agua.

El doctor y Villa iban bien equipados en ambas mulas. Los hombres acom-pañantes por la seguridad de su general, miraban a derecha e izquierda con sorpresa, como si atravesasen un interminable cementerio lleno de espíritus, si bien caminaban en silencio y con miedo a lo desconocido.

Villa conocía el cauce del riachuelo, conocía la clase de árboles por sus cortezas. El agua mansa del riachuelo, había que desviar las mulas porque había profundidad alternativamente. Había que seguir por la corriente menos profunda.

Aquel día a las tres de la tarde acamparon en un llano y rocoso, la natura-leza del terreno se modificó de un modo absoluto. Unas rocas con espeso musgo fueron separadas donde apareció una pequeña cueva. El audaz doctor quedó sorprendido. Villa le corrige y le dice: que le pasa doctorcito, parece que ha visto un fantasma…

Dijo el doctor: ¿Cómo ha sido su hallazgo o su encuentro? Dijo Villa: es un pequeño refugio, que descubrí cazando conejos, cuando era muchachote, los conejos en su ida se escondían. Yo el hecho un poco más grande sacando su lado y tierra, debería ser la madriguera de unos osos grandotes. Ahora la utilizamos como refugio de caza, tenemos hachas para hacer leña y unos bi-dones de harina aceite, vino, cerveza, tequila, agua y otras provisiones y al-gunas armas. Dijo el doctor: esta cueva está hecha por la mano del hombre, la roca está cortada, miré usted estas marcas y estos orificios no se hacen en la piedra con uñas o garras de fiera; por las marcas que tienen pertenecen al ta-loyótico II o Edad del Hierro de hace miles de años. Creo que se convierte usted en el primer inquilino le subirá la renta. Los dos hombres se miraban con una sonrisa en los labios.

Después de un merecido descanso, más reposadamente, los hombres de Villa y sus colaboradores vuelven a Parral y el doctor quiere volver con ellos y Villa le dice que aún lo necesita. Lo cierto es que se acostumbró a su médico, y fuera por previsión o por capricho, olvidándose de devolverle la libertad, no sólo cuando pudo montar a caballo, sino también cuando con su pequeña tropa se alejó de Parral. Y hecho cierto es también que, si Lille logró regresar a su casa de la calle del Colegio, por junio de 1917, fue porque se dio maña y co-raje para huir del campamento villista el día que se le presentó la ocasión.

Para este entonces, y antes también, ya se había difundido oficialmente la noticia de la resurrección de Pancho Villa, que era lo único que le faltaba para que su fama cobrara un definitivo aire legendario. Villa reaparece a sangre y fuego; el forzoso alejamiento de casi un año le ha servido para acumular ener-gías y odios. Como en 1910, cuando don Abraham González y Madero lo inspiraban, como en 1913, cuando cruzó el río Bravo con ocho hombres para combatir a Huerta, ahora, a comienzos de 1917, se lanzará por tercera vez a una nueva aventura revolucionaria.

Page 156: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

156 Pancho Villa

Sabe que el gobierno de Carranza provoca muchos descontentos, sabe que el propio Obregón y otros militares han enfriado sus relaciones con el Primer Jefe y sabe que en todo el norte del país el nombre de Pancho Villa sigue siendo una bandera bajo la cual se agrupan muchas partidas dudosamente revolucionarias, pero que, de todas maneras, están siempre en guerra con las autoridades.

¿Por qué no agrupar todos aquellos hombres en un nuevo ejército? ¿Por qué no reiniciar su antigua estrategia de guerrillas y sacudir a todos los cam-pesinos de Chihuahua con un renovado grito de rebeldía? ¿Por qué no…?

Lo había hecho dos veces antes; podían hacerlo una vez más. Y ahora tenía más experiencia que en las precedentes ocasiones, tenía más recursos, más seguridad en sí mismo y hasta más hombres a su lado, porque la tropa que lo seguía habiéndose engrosado con esos voluntarios que siempre conquistaba la permanente aureola de coraje que acompañaba a Pancho Villa. La historia que sucede entonces en monótona para nosotros, pues repite, con distintas suertes, los ataques y las batallas, las sorpresas y las maniobras que ya conocimos cuando estaba naciendo la División del Norte su creador no había muerto no tenía por qué desaparecer. Villa deja la política el ejército y vive en su am-biente de Sierra Azul y dice que es su morada ya que encontró una cueva nómada. Villa también es pasado y presente y a la vez, el presente debe ser-virnos para descubrir en él los elementos esenciales para un presente futuro. Para un general que sea llamado a filas muy mal deben estar las cosas cuando lo llaman al pensamiento de la reflexión. Como es normal Villa está en plena naturaleza, como las ramas de cualquier árbol; pero él no tiene raíces y esta-mos hechos para vivir fuera de nuestras raíces y él las tiene para su pueblo y no le pasa por alto cuando algo sucede. Quiere compartir su responsabilidad de Estado con su gobierno. Él piensa que hay que desconfiar de los que nos gobiernan para conseguir sus propios intereses y utilizan a los demás para aumentar su poder o prestigió. La verdadera autoridad da poder a los que no lo tienen. Las falsas autoridades sólo buscan controlar a los demás y los débi-les se convierten en esclavos del sistema.

Hemos nacido para ser hombres libres a este mundo con un objetivo, que nuestra tarea sea mejor en cada momento de nuestra reflexión. No existe nada que no tenga una finalidad de lucha y Pancho Villa cuando en nombre de la justicia ataca a Torreón con cuatrocientos hombres y se apodera de la plaza que sólo abandonará cuando le convenga, tres semanas más tarde; luce ocho-cientos hombres derrota a Pancho Murguía que, al frente de seis mil soldados y con once generales carrancistas, pretende poner fin al villismo.

Sí es realmente la resurrección de Villa. Su nombre vuelve a extenderse por todo el país y, como en los tiempos de Porfirio Díaz y Emiliano Huerta, se habla de él también en el palacio de Chapultepec…

No es andar muy deprisa si llegamos ya al año 1919, porque todo lo que queda atrás no es sino la escaramuza que precede a la batalla decisiva, porque ahora, una vez más, se siente fuerte y vencedor.

Page 157: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

157Enrique Martínez de Barrax

Son los días cuando uno de los antiguos camaradas regresa. Este hombre, un poco vencido por los años y bastante incómodo por la situación que atra-viesa, este hombre que se presenta ante él, es el general Felipe Ángeles, el mismo que cuatro años antes lo abandonara…

-Venga, mi amigo –le dice Villa-, y déjeme que le dé un abrazo…Es que él está presto a olvidar sus rencores, máxime cuando hay tanto so-

metiendo como el que demuestra Ángeles, y cuando se trata de un militar que tan importantes servicios puede rendirle.

-Aquí, señor general –anuncia el guerrillero-, no tenemos aquella artillería que usted sabía manejar tan bien… pero vamos a ir viendo si se la sacamos a los carrancistas…

No es un ejército el que ahora comanda Villa. La gigantesca partida de ji-netes que lo sigue no tiene uniformes y carece de todo aire militar, mientras las armas no pasan de aquellas que cada uno ha podido conseguirse, y no se pregunte cómo. Pero igual que en forma en una fuerza temible.

-Ya he visto –le dice Ángeles.-Pero todo se podrá ir arreglando, mi general Villa.El que acaba de hablar ahora es el coronel Gómez Moratín que ha llegado

con Ángeles de los Estados Unidos para celebrar la llegada del coronel Gómez Moratín y la del veterano militar el general Felipe Ángeles, Villa ordenó a sus ordenanzas cocineros que prepararán un gran almuerzo y prepararán algo para beber y hacer boca, mientras la comida sería servida.

Zacarías cortó un gran queso blanco sobre la maciza mesa de roble del despacho del general, también puso vino y manzanas, agua y algunas bebidas de licor.

¿Dónde ha cosechado este queso? Dijo el general Ángeles, huele bien.Dijo Zacarías: es un obsequio de los pastores de Sierra Azul.El coronel Gómez con Ávila ligereza sacaba el tapón de una botella y lla-

maba unos vasos. Brindaron por la revolución, mientras bebían y comían queso con manzanas. La comida se sirvió en el patio de la casa de campo era de planta baja y ancha. Una parra encuadrada en la pared de la puerta. En el patio había un pozo, en el borde del brocal había soldados sentados armados hasta los dientes. La casa estaba ligeramente elevada, y con la mirada se podía ver el camino protegido de soldados, camuflados entre los setos y las hileras de árboles, hasta llegar a un número elevado de cuatrocientos.

Levantando el vaso y brindando dijo el general Ángeles: hemos llegado hasta aquí por mantener nuestra sangre fría y permanecer juntos. Es a nosotros que nos pertenece determinar y castigar a aquel que ha sido injusto con nues-tro pueblo y terminar con la espiral del sufrimiento.

¿Por qué juntos no habrá nadie para detenernos en buscar la convivencia y la paz?

El almuerzo fue servido y los oficiales hablaban el vino era tan bueno. Debía ser vino que guardaban para una boda. Era tan viejo que empezó a pa-sarse.

Page 158: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

158 Pancho Villa

Dijo Villa contestando a las palabras de Ángeles: sabe usted mi general y lo hemos dicho otras veces que el escarmiento por el mero escarmiento no es solución, lo más importante ¿Qué vamos hacer a partir de ahora escarmentar a nuestros enemigos? Dijo el coronel Gómez: debemos estar unidos en la disciplina y en la moral personal de cada uno de nosotros. Como debemos considerar un nuevo Estado el deber nos obliga que haya que tomar decisio-nes, escoger lo bueno antes que lo fácil, lo mejor antes que lo bueno... El co-ronel demuestra que sus palabras son una copia de la representación de la “Alianza Liberal, el grupo revolucionario que procuraba de privar a Carranza desde Nueva york”. Habría que demostrarlo sin especular con lograr el apoyo de los intereses norteamericanos, seriamente perjudicados por la nueva constitución que regía desde 1917, en substitución de la de 1857, a cuyo amparo los financistas yanquis habían negociado fructuosamente en Mé-xico. Por supuesto, en el vasto plan de la “Alianza” figuraba el restableci-miento de la antigua Constitución, de modo que muchos capitales podían interesarse en el éxito de la nueva revolución. Pero además de esos capi-tales se necesitaba también un ejército o algo que se le pareciese.

-Pancho Villa puede… porque vemos así que, en cuanto se refiere a las inspiraciones políticas, no había cambiado Villa en mucho; tampoco había cambiado en la manera de combatir, ni en la de vivir, ni en la de hacer justicia…

La idea de obtener la colaboración de Pancho Villa prosperó tan rápi-damente que a poco el coronel Gómez Moratín –acompañando a Ángeles de paso- estaba frente a Villa para gestionar su apoyo, ofreciendo a cambio todo lo que el otro necesitaba para hacer de su tropa un verdadero ejército.

-Veremos que dicen mis muchachitos… -dijo Villa después de escuchar las explicaciones del emisario.

Villa acampaba en las márgenes del río Florido y allí celebrándose aquella importante consulta.

Era para estar más protegido, por las aguas del río. En la oscuridad el agua parecía muy crecida. Se arremolinaba y se extendía sobre una gran anchura, donde los caballos no podían cruzar y pasar por un viejo puente de madera, estaba a muy pocos metros de la casa solariega. Los centinelas eran mexicanos con unos sombreros muy grandes, tenían la sangre fría de matar y no les importaba de ser matados, eran jóvenes y luchaban por el bien de su patria. El agua del río de filtraba a través de sus poros y unas gotas de lluvia empezaron a caer unos negruzcos nubarrones entre unos lejanos rayos de sol anunciaban una tormenta en la negrura de las nubes los relámpagos comenzaron a desgarrar las nubes, y sordos truenos gru-ñían en las profundidades del cielo. Iba a estallar una profunda tormenta. Sin embargo, la lluvia no acompaño a los primeros relámpagos que se cambiaron entre el suelo y las nubes eléctricas, quedando en una ligera tempestad. Donde se celebró la famosa “Conferencia” de la “Historia” para un nuevo estado.

Page 159: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

159Enrique Martínez de Barrax

De la conferencia no resultó nada, porque el tal Enríquez se traía la idea de apresar a Villa en cuanto se descuidará y Villa, por supuesto, se hizo cargo del juego:

-Ese señor –le decía a uno de sus hombres- se merece que yo le gane de mano y le haga una sorpresa a su gente. Pero no vamos a olvidarnos ahora que estamos en paz, aunque él se le olvide, sí señor.

Y prefirió retirarse con sus fuerzas, mientras imaginaba de qué manera podía llegar a entenderse con ese gobierno, que al fin era un gobierno contra el que no tenía ningún enojo.

Quién sabe qué cosa hubiera podido suceder si es él quien tiene que encon-trarle solución al problema; pero, felizmente, correspondió la iniciativa a perso-nas que, conociéndole bien, se hallaban cerca de don Adolfo de la Huerta, y pudieron gestionar una conciliación razonable.

Cuando Villa lo supo, debió alegrarse porque no le era fácil seguir adelante ahora que tan grandes cambios había sufrido la situación del país; y debió ale-grarse, también, al conocer cada uno de los puntos que componían el convenio, merced al cual, después de diez años de batallas, podría al fin dejar las armas…

Villa debía dirigirse al pueblo de Sabinas, en el Estado de Coahuila, para la simbólica rendición ante un representante del señor de la Huerta, y sintiéndose dispuesto a todo eso de muy buen grado, porque la carta que había recibido del presidente era una afectuosa invitación de amigo a amigo, con ligero someti-miento a las fórmulas indispensables.

De acuerdo al convenio, todas sus fuerzas, serían licenciadas, abonándoseles, por parte del gobierno, un año de haberes. De esas tropas Villa podía separar cincuenta hombres para que lo acompañaran como guardia personal y sirviesen al mismo tiempo de base en los trabajos de colonización que podía emprender en su hacienda…

Porque la parte principal del convenio adjudicaba a Villa la hacienda de Ca-nutillo – que no valía menos de un millón y medio de pesos- más una fuerte suma en efectico y todos los elementos necesarios para desarrollar en esa pro-piedad labores agrícolas y ganaderas…

En una palabra: que el antiguo perseguidor de los terratenientes venía a trans-formarse en un pequeño señor feudal; un señor al que siempre seguían media docena de hombres que, por costumbre, claro está, no se olvidaban ni de los colts ni de los rifles…

En la estación de Sabinas aguarda a Villa una multitud. No le extraña esto porque a su paso por Torreón, San Pedro, Cuatro Ciénagas, Tlahualillo y todas las demás etapas del viaje, ha sido aclamado por centenares de personas que repiten ahora con desusada entonación inofensiva el viejo grito de guerra:

-¡Viva Villa!... ¡Viva Villa! Pero lo de Sabinas es más importante. Es la etapa final. Ahí están el gene-

ral Martínez, representando al presidente, y el general Gonzalo Escobar, de-legado de Obregón; ahí están muchos oficiales del ejército nacional, y hay periodistas y fotógrafos de México y de los Estados Unidos.

Page 160: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

160 Pancho Villa

Cuando volvemos y lo ponemos como excusa, que no puede volver al pa-sado. La de palos que recibí cuando era muchachete de los terratientes, sa-cando patatas me escondía las que podía y me pillaron y me dieron una buena zurra a latigazos. Ahora vuelvo al pasado y es mi por venir tendré buenas cosechas de patatas en mi plena madurez. No seremos pobres y cesaran nues-tros sufrimientos. Trabajaremos más allá de nuestras fronteras las que nos puede hacer caminar, con los países más industrializados en maquinaria agra-ria. Para mejorar los campos hay que aprender y saber sembrar que es lo que yo sé. El campo está en cuidarlo y sembrarlo con nuestro esfuerzo y por este esfuerzo mi querido compañero, con nuestra sangre derramada nos cede esta finca la de “Canutillo” que antes era de un solo propietario y ahora será de cincuenta familias, seremos cincuenta amos y daremos trabajo a otras tantas. El único propietario será el estado. Contribuiremos a su progreso en ganadería y agricultura ahora que la tierra es nuestra no la de los extranjeros. Hemos luchado más allá de lo que significa el ser humano, que está en el esfuerzo por dar lo mejor de nosotros mismos, aunque a menudo fallemos. El verdadero poder es vencer a la debilidad al egoísmo que destruye todos los derechos de una Nación en esta guerra hemos aprendido a elegir la convivencia y la paz, a lo que su significado y valor, frente a lo que no lo tiene. Como general y caudillo de todos los campesinos, no podíamos huir o emigrar a otro país, estábamos entre el bien o el mal, en lo que es lo mismo en la miseria y la es-clavitud. A los que tenían trabajo de sol a sol, padres de familia que sus hijos no podían ir a una escuela; pueblos enteros de analfabetos sin escuela y sin ningún centro sanitario.

Centenares de pueblos teníamos que aprender entre lo bueno y lo mejor: lo mejor era comer lo bueno vivir como personas, una casa y una cama, no vivir en un establo entre animales. Los que tienen el poder de la tierra son hombres como nosotros de carne y hueso, donde está su grandeza, está en su sabiduría en su forma de pensar, pero no está en su esfuerzo de trabajo y sudor como todos nosotros. Construimos sus casas, trabajamos sus campos cuidamos del ganado y ellos son los amos, se quedan con todo. Sólo vienen de su país de origen y se llevan las cosechas y en los pueblos no hay nada para comer. De nosotros unos tienen trabajo y los otros no, cuando hay tierra que ni siquiera son mexicanos.

Esta falta de capacidad de pensar amigo Pedro es lo que nos hace ser escla-vos de esas personas que nos empujan con su látigo a rematando lo que es nuestro sin respuesta. Somos hombres pensemos para que nuestra vida tenga un sentido de alegría que es lo espero de ti que piense como yo ya lo hice de juntar a todos los pueblos que tenían hambre y ganas de vivir con el estómago lleno. Sabía que juntos no podían con nosotros Socorrí a la gente que me ne-cesitaba y a los más necesitados. Para hacer todo eso me hacía falta los pesos y fui al banco a pedir un préstamo y el banquero me dijo: para pedir cinco mil pesos, necesito una garantía y por escrito. La cara que puso el hombrecillo cuando le dije: este banco queda confiscado en nombre de la Revolución,

Page 161: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

161Enrique Martínez de Barrax

dudó por unos instantes y dijo le estamos esperando capitán Pancho Villa. Con mi valor y mi forma de pensar veía que el pueblo trabajaba y comía y los del banco tenían mi protección, he siguiendo a sus depositarios más rentabilidad y más comercialización en los pueblos de pan carne y leche que faltará.

Creo que he despertado a un pueblo que estaba dormido en la injusticia y en la pobreza. Nunca es tarde para echar andar, sin las armas de la Re-volución a mí ya no me necesitan y permaneceré en el silencio; pero siem-pre estaré en defensa de la mujer. En una época en la que las mujeres eran abandonadas, sin grandes razones por sus maridos y podían encontrarse sin medios de subsistencia, las sociedades modernas defienden su digni-dad y sus derechos. Fue una postura revolucionaria para su tiempo. Ha servido de modelo a seguir en la lucha, por las mujeres, los niños explota-dos y los campesinos. Si Dios hace su revolución con sus Ángeles, porque el hombre no puede hacerla con los tiranos.

Tiene un sentido moral de lo que en verdad valoramos. Ahora en mi revolución política militar, puedo vivir la vida de tres maneras: 1º.- Puedo negarme a hacer lo que se espera de un ser humano veterano guerrillero completo e integro a la revolución; 2º.- puedo hacer lo que se espera de mí como general:

3º.- puedo hacer lo que se espera de mí capacidad y mucho más bus-cando el camino ese: sin duda el mejor de nuestra igualdad. En esta igual-dad su problema no es que haya muchos ricos.

Lo malo es que haya tantos pobres en la tierra de los ricos. No es tener dinero lo que nos condena, sino lo que hacemos, para administrarlo o que de bajas de hacer con el dinero.

No puede ser los mismos ricos, los mismos pobres, entonces quien trabaja y se lleva el gato al agua o quien le pone al gato el cascabel, son dos cosas diferentes, pero tiene su lógica igual que ricos y pobres, ratón y gato. El gato se come a los ratones y el rico al pobre. El dinero nos hace tener esa igualdad, para nuestro provecho o crecimiento de vivir la vida con honradez y bien estar; caminando por las fronteras de lo desconocido, para aprender amar lo indiferente acogiendo, toda una invitación de razo-namiento sin discriminaciones. No podemos hacer a los demás inteligentes de que puedan hablar por si mismos y nuestra misión es hablar por ellos como yo estoy hablando para que sepamos que no hay ningún engaño en nosotros, hasta que demostremos nuestros fallos, tanto en lo que hacemos como en lo dejamos de hacer con una cuestión vital del aquí a ahora., para que todo el mundo se beneficie, porque todos somos importantes: Nadie es más que nadie. Ahora visto de paisano y soy el mismo que vestido de general, para mí de paisano parece que voy disfrazado, acostumbrado al uniforme y a las ropas de montar, tan ajustada. El pantalón me parecía suelto.

En este recorte del periódico donde dicto las palabras de Villa, no pone el nombre del periodista, por seguridad, como en muchas más crónicas de

Page 162: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

162 Pancho Villa

reportajes y entrevistas en sus respectivos periódicos locales. Todas las etapas periodísticas están fechadas en 1910 y 1913; hay otras crónicas pero las encuentro confusas, porque me parecen que no son periodísticas que son puros comentarios y no se puede indagar más, cuando se tiene un diario de la vida aventurera de Villa, con ilustraciones del Parlamento de Estados Unidos que nos refleja los hechos y sucesos de la historia de la Revolución de Chihuahua capitaneada por Pancho Villa, unas veces fiero y otras lleno de humanidad, que como un padre se preocupa de los débiles a la caricia de su mano, al más poderoso lo acaricia con su revólver y le hace entrar en razón en el campo del honor y la libertad que es de todos, y no ser injustos en el trato de los de más.

Ahora debe compartir la hacienda con otras familias y le bastaron seis meses para que Villa hiciese de Canutillo una pequeña y ordenada ciudad de progreso y vida feliz. Ya no le importa el pasado, es mejor el presente y vivir una vida de nuevo a acompañado de sus cincuenta hombres y sus familias mujeres y niños. Albergando la esperanza de sus hogares. De-jando su pobreza y vivir de una forma diferente con mansedumbre y va-lentía. Ha sido dispensado de la obligación del Estado de ayudar y ofrecer a poyo a estas familias, que lo único que pedían tierra para sembrar y coger sus cosechas, eso o balas por tierra, antes que morir de hambre. Nos hace comprender el sentido de lo que vemos a nuestro alrededor y nos hace capacitar lo justo y lo razonable de lo que somos y hacemos.

Para conocernos y comprendernos lleva su tiempo, para dar protección a estas familias ha tenido que haber una guerra por en medio. Toda esa tremenda actividad de arrollada en los campos de batalla. Ahora Pancho Villa la concentra en el trabajo. Está lleno de proyectos y ambiciones. Quiere y lo hace, que su hacienda tenga una escuela y una iglesia; quiere que se multipliquen los caminos, que aumenten los sembrados, que mejore el ganado, que se extienda el riego. Quiere triunfar en la paz como ha triunfado en la guerra y aunque ponga en ese empeño un poco de su carác-ter absolutista, se le puede perdonar porque de todas maneras es un gran progreso en él, pero lleva su tiempo y no importa realizarlos como, cuando la capacidad de trabajo se tiene y comprometidas de arrendatarios del Es-tado, es para estar agradecidos y de lo que tenemos es nuestro y de la lo que no ha sido dado inmediatamente, por que ha costado la vida de mu-chos inocentes. Estamos comprometidos con una exigencia de abrir a los demás sus ojos, con nuestro ejemplo y que queda mucho por hacer en Canutillo, estamos hechos a la vida dura de la guerra, es tan fácil sentirnos generosos de dar a los que no tienen esa agua del manantial subterráneo que para beber tienes que cavar mucho, para no morir de sed. Ellos tienen que trabajar mucho si no quieren morir de hambre, porque es lo que les ha dado el Estado semillas y unas, mulas, caballos de tiro para arar la tierra. Dice Villa la tierra da pan, pero tenemos que regalar con el sudor de nues-tra frente. Dios ama a los que luchan, caen y se levantan para volver a

Page 163: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

163Enrique Martínez de Barrax

intentarlo de nuevo, que, es lo que estamos haciendo nosotros levantándo-nos de nuevo. La historia nos invita a no dudar nunca de ella, tenemos esta oportunidad, porque ya somos historia y estamos dentro de la honradez de su historia después de haber actuado como bandidos. Quedo atrás el dere-cho a la venganza, el odio amarga el corazón, el perdón lo ensancha y lo hace compasivo. Nuestro afán será de justicia y trabajo por la paz con lealtad a nuestro Gobierno con agradecido reconocimiento, por respetar nuestras ideas y el bien de nuestro pueblo en la misma unión como civiles que somos ahora mexicanos de nuestra nación...

Page 164: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional
Page 165: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional

165Enrique Martínez de Barrax

ÍNDICEI EL ÚLTIMO PRESO DE CHINCHILLA 1953..........................................11II PANCHO VILLA......................................................................................18III TRES MESES..........................................................................................28IV EL SEÑOR BELMONTE.......................................................................44V EL CAPITÁN BELMONTE.....................................................................52VI PENSAMIENTO Y DECISIÓN..............................................................57VII DIARIO DEL Sr. BELMONTE.............................................................61VIII LA CUCARACHA...............................................................................67IX EL DESCASO DEL GUERRERO..........................................................70X DESCRIBIENDO LOS HECHOS DE ESTA NARRACIÓN..................78XI LENGUAS DE FUEGO Y MUERTE....................................................100XII CABALLEROS DE LA RETAGUARDÍA..........................................117

Page 166: Libro Pancho Villa - Granada Costa Nacional