Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

199
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2014 GMM

description

Ciclo de Fuego. Clement, Hal. Colección E.O. Septiembre 27 de 2014. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

Transcript of Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

Page 1: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

1

Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2014

GMM

Page 2: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

2

© Libro No. 1119. Ciclo de Fuego. Clement, Hal. Colección E.O. Septiembre 27 de 2014.

Título original: © Ciclo de Fuego. Hal Clement Versión Original: © Ciclo de Fuego. Hal Clement

Circulación conocimiento libre, Diseño y edición digital de Versión original de textos: Libros Tauro http://www.LibrosTauro.com.ar Licencia Creative Commons: Emancipación Obrera utiliza una licencia Creative Commons, puedes copiar, difundir o remezclar nuestro contenido, con la única condición de citar la fuente.

La Biblioteca Emancipación Obrera es un medio de difusión cultural sin fronteras, no obstante los derechos sobre los contenidos publicados pertenecen a sus respectivos autores y se basa en la circulación del conocimiento libre. Los Diseños y edición digital en su mayoría corresponden a Versiones originales de textos. El uso de los mismos son estrictamente educativos y está prohibida su comercialización.

Autoría-atribución: Respetar la autoría del texto y el nombre de los autores

No comercial: No se puede utilizar este trabajo con fines comerciales

No derivados: No se puede alterar, modificar o reconstruir este texto.

Portada E.O. de Imagen original: http://www.cosaslibres.com/static/img/cover_image/ciclo-de-fuego-hal-clement.jpg

Page 3: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

3

Ciclo de Fuego

Hal Clement

Page 4: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

4

I. LOGISTICA

Teniendo en cuenta las características generales de un campo de lava, el

planeador, a pesar de lo resistente que parecía, no servía de nada. Su armadura

de cola estaba intacta; su fuselaje había sufrido sólo la pérdida del material de

la superficie inferior; incluso sus estrechas alas aparecían sin daño alguno. De

haber habido una plataforma de lanzamiento en tres mil millas, hubiera tenido

la

tentación de volver a lanzar la nave. Incluso Dar Lang Ahn habría podido

engañarse si sus ojos hubieran sido su única fuente de información.

Sin embargo, él tenía más que ojos. Había sido el desgraciado que condujo hasta

allí el aparato. Había visto la superficie agujereada y negra del flujo

precipitarse repentinamente hacia él cuando un viento inesperado le arrastró

hacia el volcán sin nombre; había sentido el impacto y el rebote parcial cuando

la elástica estructura de madera de la nave hizo lo que pudo por absorber el

golpe; y, lo más importante, había oído quebrarse los dos mástiles. El primer

problema que se planteó no fue el de cómo volver a volar, sino si debía o no

inutilizar más claramente el planeador antes de abandonarlo, y eso no era un

problema. El problema real surgía por los libros.

No había muchos, claro; Ree Pell Un había sido lo suficientemente previsor

como para no confiar una parte demasiado grande del saber de la ciudad a una

nave. Aun así, no podían ser pasados por alto; su deber era llevarlos intactos a

las Murallas de Hielo, y ochocientos años es tiempo suficiente para desarrollar

una profunda devoción al deber. Ese era el tiempo que había vivido Dar Lang

Ahn.

Afortunadamente, no eran pesados. Se puso con decisión a trabajar, haciendo

un paquete que pudiera, dentro de lo posible, ser llevado sin causar molestias

Page 5: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

5

al andar o llevar las armas. Cuando finalmente se preparó y empezó a alejarse

de los restos de la nave, iba cargado con aproximadamente la mitad de su peso

en libros, la décima parte en comida y la ballesta y las saetas que habían sido

sus compañeras inseparables desde el principio de su vida. Dejaba atrás la

mayor parte de los alimentos, pero nada que pudiera ser leído.

Había pensado qué dirección tomar mientras preparaba su carga. La gran ruta circular a

su destino previsto medía algo más de dos mil millas, de las cuales la mitad

aproximadamente eran de océano. El camino sobre el que había pensado volar era mucho

más largo, debido a las islas que Ciclo de fuego hacían posible cruzar el océano en etapas

nunca mayores de cincuenta millas. Decidió ajustarse a esa ruta, porque ya la había

recorrido algunas veces y la conocía. Naturalmente, los puntos de referencia tendrían un

aspecto diferente vistos desde el suelo, pero esto no sería un gran inconveniente para su

memoria fotográfica. No salió, por supuesto, en la dirección que pensaba seguir, porque ello le

hubiera llevado casi directamente a la montaña en cuyas laderas se había

estrellado. Dar era mejor escalador que cualquier ser humano, debido a

condiciones naturales de su físico, pero la cima de la montaña emitía una débil,

aunque constante, columna de humo amarillo, y la lava bajo sus pies le parecía

más caliente que lo que la luz del sol podía generar. Así, mientras que su meta

inmediata en la orilla próxima del océano estaba al nordeste y el borde más

cercano de la lava al norte, se volvió hasta que el sol carmesí que llamaba Theer

estuviera a su izquierda y detrás de él y el menor Arren azul justo detrás,

saliendo a continuación con dirección al noroeste.

No es fácil cruzar a pie un campo de lava, incluso sin una carga pesada. Cargado

como iba Dar Lang Ahn, constituía una tortura. Sus pies eran lo suficientemente

duros como para resistir los agudos trozos de roca que no podía evitar, pero no

había ningún tipo de camino llano. Una y otra vez tenía que revisar el tiempo

previsto para el viaje, pero se resistía a considerar la posibilidad de un fracaso.

Dos veces comió y bebió, si al trago y bocado simbólicos que tomaba se le podía

llamar así. Las dos veces lo hizo andando. Había menos de cincuenta millas

entre el sitio donde el planeador se había estrellado y el borde del manto de

Page 6: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

6

lava, mas de caer dormido antes de cruzar esta distancia, casi seguro que

moriría de sed. No había nada de agua, que supiera, en la lava, y con el verano

acercándose la necesitaba casi tanto como un ser humano en la misma

situación.

La primera de sus comidas la hizo lo suficientemente lejos de la montaña como

para dirigirse hacia el norte, poniendo a Theer totalmente detrás de él. Arren

estaba alcanzando el sol rojo, pero las sombras eran todavía cortas. A pesar de

estar acostumbrado a dos fuentes de luz, la presencia de ambos soles hacía un

poco más difícil evaluar el terreno a más de unas pocas docenas de yardas de

distancia, y por lo tanto, con frecuencia no hallaba los posibles atajos.

Aun así, avanzaba. La segunda "comida" la hizo fuera de la vista del volcán, y

unas pocas horas después estaba seguro de poder ver una línea verde en el

horizonte. Aquello podía naturalmente ser un espejismo, con los que Dar Lang

Ahn no estaba nada familiarizado. También podía ser un agrupamiento más

denso de plantas espinosas, bulbosas y con forma de barril que crecían aquí y

allá sobre la misma lava.

El viajero, sin embargo, se sentía seguro de que aquello era un verdadero

bosque, plantas cuya presencia significaría una abundante provisión de agua,

que empezaba a necesitar imperiosamente.

Hizo el equivalente a una sonrisa de alivio, cambió la posición del paquete de

libros sobre sus hombros, se bebió el agua que le quedaba y volvió a ponerse en

marcha hacia el horizonte. Se dio cuenta de su error algo antes de volver a

tener sed.

Si hubiera viajado en línea recta, podía haber cubierto el camino hasta el

bosque con facilidad. Incluso con los rodeos que había tenido que dar en el

campo de lava, podía recorrerlo antes de que la sed le hiciera sufrir demasiado.

Sucedía que no había contado con rodeos extraordinarios, ya que no recordaba

haber visto desde el aire algo distinto del conjunto general de grietas y aristas

Page 7: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

7

en el flujo de lava. Su memoria no le traicionaba, como luego se vio, pero el

terreno sí.

Theer había casi acabado de recorrer su trayectoria hacia el oeste y estaba

remontándose bastante, preparándose para su anual acercamiento a Arren,

cuando Dar Lang Ahn se encontró con la barrera. No era un simple muro, que

en ningún caso hubiera considerado infranqueable; era una grieta, que debía

de haberse formado al endurecerse casi por completo toda la masa de lava, ya

que resultaba demasiado profunda y larga para haber sido causada por la mera

fractura de un trozo de corteza endurecida por la presión del fluido interior.

Nunca se había apercibido de su presencia desde arriba, ya que no era recta,

sino que serpenteaba entre los accidentes geográficos más comunes de la

región, de forma que había viajado a lo largo de ella durante una hora antes de

darse cuenta de la situación, lo que se produjo cuando la grieta empezó a

curvarse hacia el ahora lejano volcán.

Cuando se apercibió de lo que sucedía, Dar Lang Ahn se detuvo inmediatamente

y buscó la sombra proyectada por una plancha de roca antes incluso de ponerse

a pensar. No paró para lamentarse de su propia torpeza, aunque la reconociera

claramente; lo hizo para concentrarse en el problema con que se enfrentaba.

Era imposible escalar las paredes de la gran grieta. La lava, al endurecerse,

normalmente presenta una superficie lo suficientemente rugosa como para

permitir a su gente clavar sus zarpas en ella, pero en este caso se había

quebrado la masa entera. Efectivamente, la roca tenía cantidad de burbujas de

gas, muchas de las cuales se habían roto en el momento en que se produjo la

quiebra, y eran lo suficientemente grandes para permitirle apoyarse en ellas;

pero esto ocurría sólo cerca del borde. Las burbujas de la pared de enfrente

iban

disminuyendo de tamaño hasta prácticamente desaparecer a unas pocas yardas

del borde superior. Además, la pared no era completamente vertical, pues se

Page 8: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

8

curvaba de forma que, no importa por qué punto o lado hubiera podido elegir,

al empezar a descender se encontraría colgado en el vacío muy pronto. Estaba

claro que escalar era imposible.

La sima era demasiado ancha para saltarla, incluso para alguien sin carga. Y Dar

Lang Ahn no había pensado nunca en abandonar la suya.

No tenía cuerda alguna y tampoco llevaba sobre su cuerpo o carga la cantidad

suficiente de arreos para improvisar una que llegara hasta donde podía saltar.

Nada crecía en la lava con lo que se pudiera hacer ni una cuerda ni un puente.

Las plantas eran de una textura pulposa, casi sin capas de madera, y sus

cortezas no podían siquiera resistir sus zarpas.

Lo que más le hizo retrasarse en encontrar una solución fue, por supuesto, su

decisión de no separarse de los libros. Le costó un tiempo increíble darse cuenta

de que la separación no tenía que ser permanente; podía lanzar los libros al

otro lado de la sima y luego saltar.

Esto acabó con casi todas las dificultades, pues recordaba varios sitios por los

que estaba seguro poder saltar si no estaba cargado con ningún estorbo. Sólo

tenía que encontrar una zona llana en el otro lado de la gran grieta a la cual

llegara al lanzar los libros.

Finalmente la encontró. En aquel momento no pensó en las horas que habían

pasado; simplemente puso su carga en la superficie negra, verificó que los libros

estaban bien atados, ya que no quería que se cayera ninguno mientras volaban,

calculó su peso con uno de sus poderosos brazos y lanzó el paquete que contenía

los libros girando completamente sobre sí mismo igual que un lanzador de

martillo. No hubo nunca ninguna duda de que el paquete llegaría hasta allí;

incluso fue un poco más lejos de lo que Dar Lang Ahn había calculado, y por un

instante temió que fuera a caer en la superficie rugosa que había justo detrás

de su zona de tiro; por fin acabó de rodar, y pudo comprobar que estaba

aparentemente intacto, y con esa seguridad planeó su salto y lo llevó a cabo.

Page 9: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

9

De haber estado preparando un informe del incidente no habría dado ningún

detalle más. La mayoría de los hombres no hubieran podido evitar decir cuáles

eran sus pensamientos cuando corrían hacia el borde; ponían toda su fuerza en

el salto, miraban durante un instante la temible profundidad de la sima y por

fin caían en la rugosa, cortante y dura lava del otro lado. Un hombre tendría

mucho que contar después. Dar Lang Ahn sintió todas estas emociones, pero

una vez hecho el salto, sólo pensó en los libros. Siguió su camino.

Theer estaba bastante más alto cuando halló otra grieta en su camino hacia el

bosque. Tardó menos tiempo en cruzarla, pero le hizo retrasarse; desde allí le

pareció dos veces mayor que desde el planeador y tuvo que reconocer que iba

a tener que pasar el verano en el río de lava, no siendo ésta la mejor estación

para estar alejado de una fuente.

De esta forma moriría antes de lo previsto, con lo que tenía que solucionar el

problema de los libros. Con seguridad le buscarían cuando se dieran cuenta que

tardaba demasiado en volver, estando lo suficientemente cerca de la ruta aérea

normal entre Kwarr y las Murallas de Hielo para poder ser localizado sin

demasiado esfuerzo. Lo que hacía falta era poder señalar su posición de forma

que resultara visible desde el aire. Pensó en volver al planeador, pero se dio

cuenta que nunca lo lograría, ya que estaría demasiado débil para poder saltar

las grietas cuando llegara a ellas. Por supuesto que de haberse dado cuenta de

lo limitado de sus posibilidades de cruzar el campo de lava no habría en ningún

caso cogido los libros de la nave; simplemente no se le ocurrió pensar que no

era capaz de hacer el viaje. Ahora tenía que rectificar su error, o al menos

hacer lo posible para que alguien lo hiciera por él.

Al no haber dejado ningún rastro visible en la roca, no servía para nada que sus

buscadores encontraran el planeador. Sabrían la dirección general que había

tomado, claro, pero al ignorar el momento exacto del choque, no podrían

averiguar hasta dónde había viajado. No supondrían, lo mismo que hizo él, que

Page 10: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

10

no había llegado al borde del flujo de lava, ya que es muy difícil saber sus

condiciones tan cerca de un volcán.

Desde una cierta altura no se podría distinguir su cuerpo entre la lava, pues ni

su tamaño ni su color le hacían resaltar. Al ser todas las rocas casi del mismo

color, no podía colocarlas de forma que fueran visibles desde el aire. No llevaba

nada en su paquete con lo que poder hacer ni siquiera una bandera de

señalización de un tamaño visible ni algo con lo que poder pintar en las rocas

para que se vieran diferentes. Lo único que Dar Lang Ahn veía que podía

ayudarle a solucionar su problema eran las hebillas de sus arreos, que estaban

hechas de hierro plano y pulido; podían servir de espejos, aunque eran bastante

pequeñas. Aun así, como no disponía de ninguna otra cosa, tendría que valerse

de ellas. Tomó esta decisión cuando aún se encaminaba pesadamente hacia el

norte.

El único problema que le quedaba era si debía dedicar el tiempo que le restaba

de vida a colocar las hebillas de forma que pudieran ser vistas desde el aire o

continuar hasta estar ya muy próximo al fin. Esta última alternativa le ofrecía

la ventaja de permitirle la oportunidad de llegar a algún lugar especialmente

ventajoso, tal vez alguna cima de roca o formación de planchas de lava que le

hicieran más visible. El que esto incluyera además la posibilidad de encontrar

agua con la que salvar su vida era algo en lo que no pensaba, pues se daba ya

por muerto. La única ventaja de parar ahora era que podía pasar el resto de su

vida en la sombra, lo que resultaba más cómodo que viajar más lejos bajo la

radiación de dos soles. Como era lógico, siguió caminando.

Anduvo, trepó o escaló, según lo exigieran las circunstancias, mientras el sol

rojo seguía subiendo y creciendo. Estaba empezando a dirigirse también hacia

el este, pero el constante movimiento de Arren hacia el oeste le servía por lo

menos de útil guía. Quizá las correcciones de rumbo de Dar eran un poco

ambiguas; tal vez su camino hacia el final no era una verdadera ruta, ya que

conforme pasaba el tiempo y subía la temperatura su mente se iba ocupando

Page 11: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

11

más en los torturantes mensajes de sed que su cuerpo le enviaba. Un ser

humano hubiera muerto y se habría secado mucho antes. Sin embargo, Dar Lang

Ahn no tenía glándulas sudoríparas y su tejido nervioso podía soportar

temperaturas casi tan altas como el Punto de ebullición del agua, no perdiendo

en consecuencia el precioso líquido con la rapidez de los hombres. De cualquier

manera, se perdía un poco de agua cada vez que respiraba, con lo que esto se

le fue haciendo progresivamente más doloroso. Ya no estaba seguro de si la

ondulación del paisaje que tenía enfrente se debía al calor o a sus propios ojos;

con frecuencia tenía que fijar sus dos ojos en el mismo objeto para cerciorarse

de estarlo viendo con exactitud. Durante breves instantes le parecía que

tomaban forma de seres con vida los pequeños salientes de las rocas; hasta en

una ocasión fue capaz de abandonar el camino elegido para investigar una

plancha de lava. Tardó largos segundos en darse cuenta de que nada se escondía

detrás de aquello. Nada vivía allí; nada "podía" moverse. Los ruidos que podía

escuchar los causaban trozos de lava al romperse debido al calor del sol. Los

había oído antes.

Aun así, había sido un movimiento bastante convincente. Tal vez debía regresar

para ver. Volver. Aquello era lo que no tenía que hacer, pues de todas las

acciones posibles probablemente fuera la más inútil. Debía estar más cerca del

final de lo que había pensado si las ilusiones le asaltaban de esa manera. Había

llegado el momento de parar y encender su reflector mientras aún tuviera

dominio de sus músculos.

No perdió tiempo en lamentaciones Y se paró donde estaba, mirando alrededor

cuidadosamente. A unas pocas yardas de distancia una plancha de lava

endurecida se había separado de la corteza y se erguía casi perpendicularmente

debido a la presión de la roca líquida inferior. Su extremo superior estaba diez

pies más alto que el de la roca más próxima, lo cual representaba más de dos

veces la altura de Dar Lang Ahn. La pared de la roca, sin embargo, era lo

suficientemente rugosa como para permitirle clavar sus zarpas, no vio nada que

le hiciera esperar dificultades para colocar sus hebillas arriba.

Page 12: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

12

Descolgó el paquete de libros y lo colocó en la roca saliente, asegurándose de

que estuviera bien cerrado, y lo apretó con una de las correas; seguramente

llovería, incluso allí, al terminarse el verano y no podía permitir que los libros

se estropearan o que se los llevara la corriente. Así quitó los arreos, y mientras

con un ojo inspeccionaba sus correas, con el otro examinaba la cima donde

planeaba colocar las hebillas. Dejó dos o tres trozos de cuero que no parecían

tener ninguna utilidad al lado del paquete, y el resto, con las hebillas incluidas,

se lo puso alrededor del cuerpo para dejar las manos libres para escalar.

La parte superior de la plancha se hallaba tan dentada como le había parecido

desde abajo, por lo que no tuvo demasiados problemas en colocar las correas

alrededor de los salientes. Puso una hebilla de forma que reflejara hacia el sur,

saliendo sus rayos con un ángulo pequeño respecto al suelo; la otra la colocó

para que llamara la atención de un observador situado justo encima. Era

realmente bastante difícil que nadie pudiera hacerlo, ya que dependían sólo de

la luz de Arren, pues el sol rojo estaría sobre el horizonte un poco de tiempo

antes y después del verano, y los caminos del aire estarían vacíos durante la

estación caliente. Aun así, eso era lo más que podía hacer, y una vez colocados

a su gusto los pedacitos de metal lanzó una última mirada a su alrededor antes

de descender.

El paisaje parecía vibrar más que nunca. De nuevo se sintió casi seguro de haber

visto desaparecer algo detrás de una plancha de roca en la dirección en que

venía; pero desechó la ilusión y empezó a bajar poniendo mucho cuidado en

donde ponía sus manos y pies, ya que no quería pasar las pocas horas que le

quedaban de vida con la tortura de un hueso roto. Por el contrario, trató de

hacerlas lo más agradables posibles.

Llegó abajo sin novedad, y después de parar unos instantes arrastró su paquete

de libros a la sombra de la roca. Se tumbó reposadamente, plegó los brazos

alrededor del pecho, cerró los ojos y se relajó utilizando el paquete como

almohada. No había nada más que hacer: tal vez su sentido del deber,

Page 13: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

13

desarrollado durante siglos, no estaba del todo satisfecho, pero aun así no podía

encontrar ninguna tarea específica que realizar.

Sería casi imposible describir sus pensamientos. Sin duda sentía tener que morir

antes compañeros. Posiblemente contemplaría el paisaje que se extendía

delante suyo y se preguntaría ociosamente hasta dónde hubiera tenido que

llegar para haber podido sobrevivir. De toda forma, Dar Lang Ahn no era humano

y las imágenes que constituían la mayoría de sus pensamientos, al estar

contempladas desde un punto de vista y un trasfondo cultural totalmente

diferentes a los de los seres humanos, nunca podrían ser correctamente

trasladadas a una persona de la

Tierra. Hasta Nils Kruger, un joven tan abierto como el que más, y que luego

congenió con Dar Lang Ahn como cualquier otro, se niega a suponer lo que pasó

por su cabeza desde que se tumbó para morir hasta el momento de su llegada.

Pese a lo sensible que normalmente tenía el oído, Dar no oyó llegar al chico.

No estaba totalmente inconsciente, ya que el olor del agua le hizo no sólo abrir

los ojos, sino también ponerse de pie. Durante un instante sus ojos miraron en

todas

direcciones, hasta que se fijaron en una figura que se movía cansinamente sobre

la roca que se encontraba a una docena de yardas de distancia.

Dar Lang Ahn no había tenido nunca motivo para desconfiar ni de su memoria

ni de su cordura, pero esta vez creyó que algo ocurría con una u otra. Aquel ser

viviente tenía una forma aproximadamente correcta, pero su tamaño era

increíble, pues sobrepasaba en más de un pie sus cuatro y medio de altura, y

aquello simplemente tenía que estar mal. Sus otras rarezas, tales como los ojos

en la parte frontal del rostro, una especie de saliente por encima de la boca,

color rosado en vez de negro púrpura, no eran nada comparadas con su tamaño,

que hacía que Dar no pudiera clasificarle en ningún grupo que recordara. La

gente, exceptuando a las víctimas del accidente, que habían tenido que ponerlo

Page 14: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

14

todo en marcha, medía exactamente cuatro pies y medio de altura; los

Profesores, un poco menos de ocho. No había nada entre aquellos dos extremos

que caminara sobre dos piernas.

Otra cuestión le hizo olvidar el asunto de la talla. El olor a agua que le llegaba

provenía de la criatura; debía estar literalmente empapado de ella. Dar Lang

Ahn empezó a dirigirse al recién llegado cuando se dio cuenta de esto, pero se

paró después de dar el primer paso. Estaba demasiado débil. Se volvió a gatas

hacia atrás, buscando el cobijo de la plancha de roca a cuya sombra había

estado descansando. Con su ayuda se levantó cuando aquella cosa increíble se

le acercó; y entonces, con el olor del agua quemándole las fosas nasales, todo

pareció desaparecer al mismo tiempo. Cayó una cortina delante de sus ojos y

la piedra rugosa dejó de hacerle daño. Sintió ceder sus rodillas, pero no el golpe

contra la lava.

II. DIPLOMACIA

Ahora fue el gusto del agua lo que le despertó, de la misma forma que pocos

minutos antes hiciera su olor. Durante largos momentos dejó escurrir el líquido

por su boca sin abrir los ojos ni notar nada particular en su sabor. Pudo

comprobar cómo las fuerzas le volvían al cuerpo gracias al precioso fluido,

limitándose a disfrutar del momento sin tratar siquiera de pensar.

Aquello no podía prolongarse cuando abriera los ojos, y por fin los abrió. Lo que

vio fue suficiente para ponerle casi inmediatamente alerta.

No era que la visión de un rostro humano tan cerca de él le pareciera misteriosa,

puesto que lo había grabado en su memoria antes de desmayarse y no le causaba

ahora sorpresa alguna. Pocos segundos después de haber recobrado el sentido

se

Page 15: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

15

dio cuenta de que aquella criatura no era una persona en el sentido que él le

daba a la palabra, pero evidentemente ni era enemistosa ni daba muestras de

carecer de sentido. Después de todo le daba el agua que le hacía revivir. La

tensión que Dar Lang Ahn sintió en aquel momento no se debió a la presencia o

aspecto de Kruger, sino a la sorpresa que le produjo el que aquel extraño

estuviera escurriendo sobre su boca abierta una de aquellas plantas pulposas.

Fue la primera de las faltas de mutuo entendimiento que iban a complicar su

amistad durante mucho tiempo después.

Dar Lang Ahn dedujo que Kruger debía ser originario de la región volcánica,

pues demostraba un conocimiento sorprendente de sus plantas. Empezó de esta

manera a mirar al chico con un poco de embarazo. Por su parte Kruger, que

había estado siguiendo a Dar desde que su planeador se estrelló, vio cómo éste

no reparaba en aquellas plantas que tanto se parecían a los cactos de la Tierra,

y no sin sorpresa se dio cuenta que era la sed la que motivaba los sufrimientos

del pequeño ser.

Si la situación fuese al revés, Kruger hubiera estado naturalmente agradecido

a cualquiera que le proporcionara agua, lo mismo de haber sido un ser humano

que una piña andante. Pero Kruger sabía bien que la "auténtica gratitud" no era

un rasgo universal, incluso entre los de su propia especie. Así, en el momento

en que Dar Lang Ahn abrió los ojos, el chico dejó el resto del cacto que había

estado escurriendo al alcance del nativo y se echó hacia atrás. La cautela era

sólo una de sus razones; quería hacer desaparecer cualquier miedo que la

criatura pudiera experimentar.

Dar Lang Ahn trataba siempre primero con los problemas más próximos. Con un

ojo fijo en su extraño salvador, pues durante mucho tiempo no supo las

sensaciones que sus actos podrían producir en un ser humano, utilizó el otro y

una mano para encontrar, recoger y llevarse a la boca la planta cuyos jugos

habían salvado su vida. Allí la dejó durante un buen rato, convencido de poder

Page 16: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

16

utilizar hasta la última gota de líquido que pudiera sacar de ella, pero antes de

haberla vaciado le sobrevino un nuevo pensamiento y tuvo que parar.

Kruger vio cómo su recién conocido sacaba de su boca la planta aplastada

después de lo que parecía un buen rato y empezó a preguntarse con una cierta

inquietud sobre qué pasaría después. No tenía realmente miedo, pues el nativo

era bastante más pequeño que él, pero tenía la experiencia o la capacidad

mental suficientes para saber que el tamaño y la capacidad para hacer daño

pueden no guardar una estrecha relación. Naturalmente, esperaba que

realizara algún movimiento que pudiera sin lugar a dudas considerarse como

amistoso, pero en principio no podía encontrar ninguno. Sin embargo, Dar Lang

Ahn lo encontró.

Con un esfuerzo apreciable incluso por el ser humano, y que casi hizo perder el

sentido de nuevo al pequeño mensajero, éste se levantó. Con cuidado, todavía

con un ojo fijo en Kruger, se dirigió a un punto bajo la luz del sol a unas veinte

yardas de distancia de su roca protectora. Allí se paró durante un instante para

recobrar fuerzas, se agachó, partió otro cacto, sorbió un poco de su jugosa

parte inferior para asegurarse de que era de la misma clase que el que acababa

de utilizar, volvió a la roca y se lo dio a Kruger. El chico reconoció mentalmente

que la inteligencia de Dar era más rápida que la suya, aceptó el regalo y bebió

de él. Cinco minutos después los dos estaban sentados juntos tratando de

interpretar sus sonidos respectivos.

Por supuesto, cada uno tenía cierta reserva mental sobre la amistad que se

estaba desarrollando. Dar Lang Ahn no podía olvidar las sospechas que le

suscitaba la familiaridad de su compañero con la vegetación del campo de lava;

por su parte, Kruger trataba de concordar la ignorancia de dichas plantas con

lo que parecía ser un ser bastante inteligente. Se le ocurrió pensar que Dar no

era tampoco originario de aquel mundo, pero había presenciado la colisión del

planeador y examinado sus restos cuando el piloto se marchó. Parecía anormal

que un visitante de otro mundo viajara en un vehículo así; tendría que estar en

Page 17: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

17

su nave, o en algún módulo auxiliar, o a pie, como Kruger. Sin embargo, aquello

era posible. Tal vez esa pequeña cosa de forma humana era un náufrago como

Kruger, pero se había mostrado más ingenioso que el chico y logró construir el

planeador él solo. Aquello concordaba con la rapidez de pensamiento que él, o

ella, o ello, había demostrado, pero le hacía sentirse a Nils un poco incómodo.

Los seres humanos tienen una fuerte tendencia a aferrarse a cualquier hipótesis

que desarrollen para explicar una situación nueva. Por lo tanto, aunque el

pensamiento de que Dar Lang Ahn fuera de una raza de otro mundo y más agudo

que él le humillase, esa sospecha fue convirtiéndose en los siguientes días en

algo casi cierto para Kruger.

Dar tenía una ventaja al respecto sobre su nuevo conocido. Sus perjuicios más

fuertes no eran a favor de sus propias ideas, sino a favor de las que los

Profesores le habían inculcado. Al no habérsele mencionado nunca nada como

Nils Kruger, era libre para formar su propio concepto sobre la naturaleza de

aquella extraña criatura. No le gustó de momento elaborar hipótesis alguna, así

que siguió pensando mientras le volvían las fuerzas a sus músculos.

Algo resultaba evidente: aquella criatura era inteligente y debía tener ciertos

medios naturales de comunicación. De momento no parecía tener una voz, pero

eso podía ser fácilmente comprobado. Para ello Dar dijo unas palabras al ser

mayor.

Kruger respondió inmediatamente, emitiendo una serie de sonidos sin el menor

sentido para Dar, pero demostrando así poseer un lenguaje. Fue ésta una de las

pocas experiencias que compartieron que les dejó a los dos con la misma

impresión; decidieron a la vez que eran necesarias las clases de idiomas y se

sentaron a aprender uno del otro. Hacía demasiado calor para viajar y Dar

necesitaba aún recuperar más fuerzas.

La sombra del saliente de roca se iba haciendo menor conforme se iban

separando los dos soles, después de producirse el semieclipse mientras Dar

Page 18: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

18

estaba agonizando; pero era aún lo suficientemente grande como para

protegerles a los dos. Kruger se colocó apoyando la espalda en el saliente y Dar

volvió a tomar su posición anterior, usando el paquete como almohada.

Hay varias maneras de aprender un idioma; pero con los medios de que

disponían sólo había una posible, y aun así iban a tener dificultades; un campo

de lava con algún que otro cacto, cierto número de sombras y dos soles brillando

es muy poco material para enseñar nombres, y prácticamente nulo para verbos.

Se podrían aplicar muchos adjetivos, pero resultaría difícil precisar en cada

momento cuál se estaba utilizando.

Kruger pensó en hacer dibujos, pero no tenía lápiz ni papel y los bocetos que

hacía sobre la lava no le parecían demasiado claros ni siquiera a su autor. Y

desde luego no significaban nada para Dar.

Sin embargo, algunos sonidos adquirieron pronto para los dos aproximadamente

el mismo significado. Llamar a su intercambio de ideas una conversación sería

demasiado, pero de hecho lo hacían. Antes de que el sol rojo hubiera

desaparecido por el sudeste habían llegado al acuerdo de dirigirse juntos al

borde del campo de lava para encontrar cosas mejores para comer y beber que

la

nauseabunda pulpa de las plantas y el jugo de los cactos.

A decir verdad, Kruger no parecía muy contento con esto. Durante los meses

que estuvo en el planeta había caminado unas tres mil millas en dirección norte

para librarse del periódicamente intolerable calor del sol rojo, habiéndose dado

cuenta en los últimos cientos de millas que cada vez veía más del sol azul. La

razón era obvia: la estrella azul era "circumpolar" en la parte norte del

hemisferio norte, o como hubiera dicho el oficial de derrota del Alphard, su

declinación vista desde este planeta estaba algunos grados hacia el norte. El

problema era que Kruger no tenía la más remota idea del movimiento del

Page 19: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

19

planeta con relación a la estrella azul; no podía suponer si produciría alguna

variación estacional ni, en caso de que así ocurriese, cuánto duraría.

Había estado jugando con la idea de dirigirse de nuevo al sur varias semanas

antes de ver volar el planeador de Dar. Fue aquél el primer conocimiento cierto,

aparte de las dudosas luces vistas desde el Alphard, de que había algún tipo de

gente en el planeta. Tomó la dirección del planeador. Fue pura suerte que

estuviera lo suficientemente cerca para poder ver la colisión de Dar, o mejor

dicho, que aquello ocurriera tan cerca del lugar donde se hallaba Kruger.

Durante varios días había seguido al pequeño piloto y saltado por los mismos

sitios que Dar las grietas, con mayor riesgo aún, dado su mayor peso y su no tan

grande fuerza, pero sin osar perder el rastro del ser; y le había chocado

profundamente encontrar a su guía abatido y aparentemente desvalido en

medio del desierto de lava. Entonces había confiado, sin mucha lógica, en que

la criatura le pudiera informar de algún lugar al sur, fuera del permanente

campo de acción del sol azul, donde pudiera hallar cobijo y compañía civilizada;

después de todo, el planeador se dirigía hacia el norte, así que debía provenir

de algún lugar.

Sin embargo, si el piloto quería dirigirse al norte lo único que podía hacer era

seguirle. Con certeza estaba tratando de encontrar algún sitio acogedor; Kruger

se dio cuenta de que no tenía medios para saber lo que significaría para aquel

ser agua, comida y temperatura, pero por lo menos su compañero tampoco

disfrutaba en el campo de lava. Con eso en común le parecía que merecía la

pena afrontar el riesgo de seguirle.

Hacía mucho menos calor cuando se puso ya de una vez el sol rojo, y Kruger

sabía por experiencia que en esta latitud tardaría unos siete u ocho días

terrestres en salir de nuevo. Ambos tenían hambre, aunque no excesiva, y Dar

Lang Ahn había recobrado una gran parte de su fuerza en las sesenta o setenta

horas transcurridas desde la llegada de Kruger. La estrella azul se había

desplazado hacia el sudoeste, pero aún debían transcurrir cierto número de días

Page 20: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

20

terrestres antes que le volviera a estorbar en su camino brillando delante de

ellos.

Viajaban más despacio que cuando Dar estaba solo, y la principal razón se debía

a la constitución física de Kruger, pues ningún ser humano puede ser tan ágil

como los pequeños nativos de Abyormen, quienes además poseen unas

articulaciones especialmente sueltas. Las manos y pies en forma de zarpa de

Dar le ayudaban grandemente, y pese a lo débil que aún estaba tenía con

frecuencia que detenerse para esperar a su voluminoso compañero.

Sin embargo, iban avanzando. No encontraron ninguna otra grieta demasiado

grande, y tras unas docenas de horas de viaje empezaron a aparecer en la lava

trozos de tierra. La vegetación se iba haciendo más densa y de vez en cuando

encontraban agua depositada en agujeros sobre la lava. Era evidente que se

iban aproximando al borde del flujo, ya que la lava era demasiado porosa para

poder retener el líquido. Una vegetación maloliente, similar a las algas con las

que Kruger estaba familiarizado, producía espuma y se aglomeraba en los

depósitos de agua, con lo que los dos viajeros preferían seguir con los cactos

que beber de ellos; aun así, su presencia les subía la moral. Dar tiró un poco

hacia arriba de su paquete de libros y pareció doblar su velocidad. El trayecto

se iba haciendo cada vez más fácil al ir estando rellenas de tierra las

irregularidades de la lava, aunque dicha tierra se iba progresivamente

cubriendo de vegetación. Al principio las plantas eran de tamaño pequeño,

recordándole a Kruger pequeños arbustos, pero conforme iban encontrando más

estanques y disminuía la cantidad de lava sobre el suelo las plantas crecían

visiblemente hasta llegar a ser árboles de tamaño regular.

La mayoría de ellas eran tan conocidas por Kruger como por Dar, ya que el chico

las había visto profusamente en su viaje desde el sur, fijándose bien en aquellas

cuyos tallos y hojas sabía eran inofensivos. No estaba dispuesto a probar

ninguna otra; cuando Dar vio algo que conocía y se lo ofreció a su compañero,

Kruger movió la cabeza.

Page 21: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

21

—No hay nada que hacer. Todo lo que he comido en este mundo tenía que

probarlo primero, sin saber si me alimentaría o si me mataría. De cinco árboles

que probé, dos me dieron dolor de barriga, y tuve suerte de que eso fuera todo.

Esperaré hasta ver algo que ya conozca, gracias.

Dar sólo entendió de esto la negativa, memorizándolo como algo que necesitaba

una ulterior explicación. Tomó como hipótesis de trabajo el que el chico

conociera y le desagradara la hoja en cuestión; aquella suposición concordaba

al menos con la teoría de que Kruger fuera un nativo de la región de lava.

Para cuando el sol azul había dado la vuelta hacia el oeste, los árboles eran lo

suficientemente espesos para darles sombra y la maleza tan densa que les

estorbaba seriamente. No poseían ninguna herramienta cortante, exceptuando

un pequeño cuchillo que formaba parte de los pertrechos del traje espacial de

Kruger, y que no tenía ninguna utilidad para abrir un sendero.

Debido a todo esto, viajaban muy despacio. La impaciencia que Dar tenía no se

reflejaba en su aspecto exterior, al menos para alguien tan poco familiarizado

con la expresión de su rostro como Kruger.

Las clases de idiomas continuaban durante el viaje, a un ritmo más rápido

incluso, dado el mayor número de puntos de referencia que entonces tenían.

Kruger sintió que debían ya estar transmitiéndose las ideas bastante bien y no

podía entender por qué aquello no parecía estar sucediendo. Tenían ya en

común una gran cantidad de nombres y unos cuantos verbos. El número de

adjetivos crecía ahora al poder establecerse comparaciones entre más objetos.

Al hallar árboles de varios tamaños se pueden intercambiar los significados de

"grande" y "pequeño"; si la comparación tratamos de hacerla entre una roca

grande y un cacto pequeño no hay manera de saber si nos referimos a su

tamaño, color, forma u otra cosa diferente.

Page 22: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

22

Sin embargo, algo iba mal. Kruger empezaba a sospechar que el idioma de su

compañero sólo tenía verbos irregulares y que cada sustantivo pertenecía a una

declinación diferente. Dar, por su parte, se estaba dando cuenta de que el

lenguaje de Kruger era más rico en homónimos que los que debía tener un

idioma útil; el sonido "árbol", por ejemplo, parecía significar a la vez una

formación vegetal con hojas largas, en forma de pluma y de color púrpura, y

otra con el tronco mucho más corto y hojas casi redondas, e incluso otra que

variaba de tamaño de un espécimen a otro.

No se atrevieron a permitir que los problemas del idioma absorbieran

completamente su atención. Había animales en la selva, y no todos eran

inofensivos. El olfato de Dar les alertaba de algunos animales carnívoros, pero

no de todos; varias veces tuvo que recurrir en última instancia a su ballesta

mientras Kruger se mantenía a la expectativa sujetando su cuchillo y esperando

lo peor. En una o dos ocasiones los animales se asustaron del extraño olor

humano. Kruger se preguntó si alguno de ellos se negaría a comer su carne por

idéntico motivo, pero no sintió ninguna tentación de comprobarlo

experimentalmente.

En sus primeras cien horas en la selva, Dar mató una criatura de mediano

tamaño que después procedió a diseccionar con el cuchillo de su compañero y

a comer con regocijo. Kruger aceptó un trozo de carne cruda con cierta reserva

interior, pero decidido a probar suerte. Iba en contra de toda regla, claro, pero

si hubiera obedecido las referentes a probar todo alimento antes de consumirlo,

haría ya varios meses que estaría muerto de hambre. En la presente situación

aquello, si bien no era delicioso, por lo menos era comestible, y después de

esperar ocho o diez horas decidió añadir un artículo más a su limitada lista de

comidas permitidas.

Cuando entraron por primera vez en la selva, Dar cambió su rumbo hacia el

nordeste. Kruger se había esforzado en descubrir la razón, y al aumentar su

número de palabras compartidas, sacó la conclusión de que su compañero

Page 23: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

23

quería llegar a un sitio en el que hubiera gran cantidad de agua, que podría ser

un lago o un océano. Aquello parecía deseable, aunque no tuvieran ya

problemas de agua debido a la cantidad de arroyos que cruzaban. Kruger había

descubierto que a esta latitud se podía esperar la lluvia cada cien horas, o

incluso menos, y quizá en la mitad de tiempo después de la salida del sol rojo.

En el lugar donde empezó su viaje, mucho más al sur, esta estrella se hallaba

todo el tiempo en el cielo, mientras que la azul salía y se ponía siguiendo un

modelo propio, con lo que el tiempo resultaba más difícil de predecir.

La lluvia que esperaba no había llegado todavía cuando se dio cuenta de que

algo parecía atraer la atención de Dar. Kruger sabía que su compañero podía

oír, aunque no estuviera seguro de la localización de sus orejas, así que se puso

a escuchar. Al principio sólo detectó los ruidos normales de la selva: las hoja y

las ramas moviéndose con el viento, el tintineo de miles de pequeñas cosas

vivientes, el goteo ocasional del agua de las hojas, que nunca cesaba, por

mucho

tiempo que hiciera que no llovía; pero Dar cambió levemente de rumbo, por lo

que debía, efectivamente, haber oído algo. Tras caminar media milla más,

Kruger empezó a oírlo.

Entonces se paró con una exclamación. Dar Lang Ahn giró un ojo hacia él y se

paró también. Sabía tan poco de las expresiones faciales humanas como Kruger

de las suyas, pero aun así se apercibió del cambio de color que habían

experimentado las facciones del chico al oír el ruido.

—¿Qué?—dijo Dar pronunciando el sonido que habían convenido como

interrogante general.

—Creo que es mejor que nos mantengamos alejados.

—¿Qué? —repitió Kruger, sin pretender obtener una respuesta concreta, para lo

cual hubiera necesitado la comprensión de sus palabras.

Page 24: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

24

—Parece... —el chico no dijo más, pues no había palabras adecuadas.

Volvió a utilizar los signos. Por desgracia, su primer gesto fue señalar la

dirección de donde procedían, lo cual interpretó Dar en el sentido de que Kruger

se había encontrado ya con aquella cosa, fuese lo que fuese, antes de

conocerse. Estaba en lo cierto, pero no comprendía la aversión de su compañero

por encontrarla de nuevo. Después de contemplar en silencio durante breves

momentos las señas del chico, empezó a caminar de nuevo.

—¡Alto!

Esta era otra de las palabras sobre cuyo significado se habían puesto de

acuerdo, y Dar obedeció con ciertas reservas. Lejos como estaban del campo

de lava, ¿cómo era posible que esta criatura supiera algo de la selva que el

mismo Dar ignoraba? El ruido le resultaba extraño al nativo y por ello quería

investigarlo. ¿Tenía realmente miedo de él el gigante? Si así fuera había que

razonar un poco, puesto que si lo que emitía aquel sonido podía hacer daño a

Kruger, con mayor motivo se lo haría a Dar. Por otra parte, podría tratarse sólo

de algo que le desagradara. En este caso Dar estaría desperdiciando una

información que podría

servir para un libro. El riesgo estaba entre perder los libros que tenía o perder

una ocasión para mejorarlos. El riesgo de perder la vida que también llevaba

consigo no significaba nada, evidentemente, pero los otros dos puntos sí eran

importantes.

Tal vez pudiera medir mejor el riesgo viendo hasta dónde estaba Kruger

preparado para enfrentarse con el fenómeno. Pensando esto, Dar Lang Ahn se

encaminó hacia el irregular y apagado "Plop, plop, plop" que se oía ahora

claramente entre los árboles.

Kruger estaba perplejo. Nunca se había imaginado hasta ahora el imponerle a

Dar sus opiniones a la fuerza, ni sabía el resultado que esto produciría. De

Page 25: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

25

ninguna manera quería hacer nada que le produjera su enemistad o una

desconfianza mayor que la razonable. En estas circunstancias, hizo lo único que

podía. Dar, moviendo un ojo hacia el ser humano, vio cómo éste empezaba a

seguirle y continuó su camino seguro ya de que no había verdadero peligro.

Aumentó su velocidad todo lo que le permitía la maleza. Tras pocos minutos la

vegetación clareaba, permitiendo caminar sin tener que estar continuamente

quitando ramas y enredaderas. Para Dar aquello era un alivio; para Kruger una

confirmación de lo que el creciente ruido había ya demostrado.

—¡Dar! ¡Alto!—el nativo obedeció, preguntándose qué sería lo que había hecho

cambiar la situación; entonces contempló con sorpresa cómo Kruger avanzaba

lentamente y se ponía delante de él. Le siguió, tras hacer el equivalente a un

encogimiento de hombros. El ser humano iba más despacio de lo que él hubiera

deseado, pero tal vez tenía alguna razón para ello.

Allí estaba. Cien yardas delante de ellos, la maleza desaparecía, no habiendo

tampoco más árboles. Se encontraron con un claro vacío y de superficie suave

de unas cincuenta yardas de anchura.

Para Dar aquello no era más que un lugar en el cual se podía viajar con mayor

facilidad; casi con seguridad se habría precipitado en él, deseoso de cruzarlo y

seguir su camino hasta el origen del misterioso ruido. Por vez primera desde

que se conocieron, Kruger no sólo le tocó, sino que le sujetó con un brazo con

fuerza más que suficiente para impedirle seguir adelante. Dar miró con sorpresa

a su compañero y luego pasó sus ojos por el claro. Dejó de intentar zafarse de

su gran

compañero y fijó ambos ojos en el centro del espacio abierto.

Allí estaba lo que producía el ruido. La mayor parte del claro parecía estar

alfombrada de un material liso y duro, pero el centro estaba en continuo

movimiento: una especie de gran caldero conteniendo un barro líquido y

pegajoso que cada pocos segundos producía una burbuja grande que al explotar

Page 26: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

26

causaba el "plop" que habían estado escuchando, soltando una nube de vapor

que se esfumaba parsimoniosamente.

Kruger dejó que su compañero mirara durante uno o dos minutos y después,

repitiendo la palabra "¡Alto!", dio unos pasos hacia atrás por el camino por

donde había venido. Normalmente no es fácil encontrar rocas en el suelo de

una selva, pero estaban aún lo suficientemente cerca del flujo como para que

aparecieran manchas de lava. Encontró una roca y con gran esfuerzo rompió

una esquina de tamaño mediano, la trajo y la arrojó en la aparentemente dura

superficie. La corteza de barro seco cedió y el trozo de lava desapareció en

medio de una gran salpicadura.

—No me gustan estos sitios—dijo Kruger con firmeza, sin importarle el hecho de

que Dar no le pudiera entender—. Me metí en uno de ellos hace pocos meses y

cuando salí de él ayudándome de la raíz del árbol que había impedido que me

hundiera, y que de paso, con un golpe, me hizo perder el sentido un buen rato,

encontré mi nombre grabado en el árbol, con unas cuantas observaciones sobre

lo buen chico que había sido. No les culpo por dejarme; tenían toda la razón

para suponer que estoy todavía hundiéndome. El haber sobrevivido una vez no

significa que vaya a volver a intentarlo; ¡mi traje espacial está muy lejos de

aquí!

Dar no dijo nada, pero se prometió a sí mismo hacer caso a su amigo mientras

estuvieran cerca de la región volcánica de la que era nativo el tipo grande.

¡Aquello era en verdad algo para el libro!

III. PEDAGOGIA

Habían dejado millas atrás el géiser de barro y varios otros, pero al pasar por

una zona aislada de lava Dar aceptaba aún el liderazgo de Kruger. Seguían

Page 27: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

27

viajando aún hacia el nordeste, pues el chico no había intentado cambiar el

rumbo, pero en cierta manera la relación entre ellos había cambiado.

La inevitable desconfianza mutua que habían sentido al principio estaba

desapareciendo. Otro cambio, menos lógico en principio, fue debido a la casi

cómica falta de entendimiento que había provocado que Dar creyera

firmemente que Kruger era nativo de las poco conocidas áreas volcánicas de

Abyormen, mientras que Kruger también estaba seguro de que Dar Lang Ahn no

era de este planeta. A consecuencia de esto, Dar estaba todo el tiempo pidiendo

consejo a Kruger. Si disparaba a algún tipo de animal nuevo, nuevo, se

entiende, para él, esperaba a oír el veredicto del chico antes de comerlo.

Naturalmente que desperdiciaban bastante carne perfectamente comestible,

ya que Kruger no tenía ningún deseo de arriesgar su salud y su vida probando

nuevos tipos de alimentos.

Por fin Dar mató una criatura del mismo tipo que la que el ser humano había

probado justo después de entrar en la jungla. El piloto no hizo siquiera

preguntas acerca de ella; cogió el cuchillo y se puso a trabajar. Kruger miró su

ración con evidente disgusto cuando finalmente la tomó.

No le gustaba la carne cruda, aunque era verdad que no le había hecho daño la

otra vez. En aquella ocasión no sugirió parar para hacer fuego, ya que Dar era

el jefe moral de la asociación y su concepto de una comida era al parecer comer

en el lugar lo que no podía ser transportado y mordisquear el resto mientras

seguían andando. Ahora, sin embargo, ya que los asuntos dependían del consejo

y la opinión de Kruger, prefirió cocinar su comida. Había salvado todo el

material de su traje espacial que le parecía posible de utilizar y que no era

demasiado embarazoso para transportar. Al no formar parte en ningún caso un

encendedor del equipo normal de un traje espacial, había improvisado uno con

la pequeña batería solar y una espiral y un condensador de la radio. Lo usó

ahora, para la absoluta fascinación de Dar Lang Ahn. Satisfecho de que aún

tuviera chispa, fue a

Page 28: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

28

buscar combustible seco.

Esto no es muy fácil de encontrar en una selva húmeda, pero Kruger había

tenido mucha práctica en buscarlo antes de llegar al campo de lava.

Dar, ignorando completamente lo que quería, limitó a seguirle y mirarle

mientras masticaba su parte de carne. Estaba parcialmente interesado

creyendo que lo que sucedía podía merecer la pena de ser registrado, pero no

lo hubiera apostado.

Su actitud desinteresada desapareció cuando sintió la primera ola de calor del

fuego de Kruge. Dejó caer su carne y saltó al lugar donde estaba su ballesta,

cogiéndola como si su vida dependiera de su velocidad. No hizo ningún ruido y

Kruger, cuya atención estaba fija en encender su fuego, no vio lo que pasaba.

Una lucha que casi literalmente comprometía su propia vida se desarrolló a su

espalda sin su conocimiento.

Dar había ya empezado a levantar su ballesta cuando se paró, con un ojo fijo

en lo que hacía y otro en el preocupado ser humano. Pensó durante largos

momentos, oscilando desde un punto vista al justamente contrario. El fuego era

el mayor horror en la vida de Dar Lang Ahn; había crecido sintiendo terror hacia

él. Su gente nunca lo usaba, pero los relámpagos o las accidentales

concentraciones de los rayos de Arren causaban a veces llamaradas. Los

Profesores y los libros estaban de acuerdo en sus interminables advertencias

para evitarlo. Era el fin de toda vida, el fin que aguardaba a él mismo, claro,

pero que tardaría aún varios años. Desde que había llegado al borde del campo

de lava, y por consiguiente tenían a su disposición abundantes alimentos y agua,

había hecho desaparecer de su mente la expectativa de una muerte prematura.

Y era en cierto modo un impacto para él el verla de cerca tan repentinamente.

Aun así, el gigante no parecía pensar en Dar Lang Ahn. Tal vez el fuego era

simplemente parte de los asuntos personales y privados de Kruger y no tenía

nada que ver con Dar. Después de todo, aquello podía ser una necesidad

Page 29: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

29

bastante normal para alguien originario de los alrededores de un volcán.

Pensando esto, Dar se calmó lo suficiente para dejar su ballesta, aunque no se

alejó mucho del lugar en que la había colocado.

Continuó contemplando al ser humano, pero su actitud no se parecía en nada a

la indiferencia que había mostrado mientras aquél estaba reuniendo leña para

el fuego. Estaba tomando notas mentalmente; los Profesores de las Murallas de

Hielo querrían sin lugar a dudas escribir esto en un libro.

La extraña criatura había encendido el fuego hasta que éste tomó fuerza, y

después dejó que se fuera apagando hasta que las llamas llegaran

prácticamente a desaparecer. Sin embargo, aquello irradiaba aún gran cantidad

de calor, y cuando alcanzó lo que parecía ser un estado satisfactorio, Kruger

asombró aún más a su compañero al poner su carne sobre las brasas.

Dar sabía que el chico tenía hambre; se había hecho ya una idea bastante exacta

de cuánta comida necesitaba un ser humano. Pero la razón por la cual el

extraño ser procedía a arruinar su comida le resultaba un misterio de primer

orden.

Cuando Kruger hubo terminado su misterioso rito comiéndose la carne y después

procediendo a apagar el fuego, Dar había sobrepasado por mucho su capacidad

de asombro. Al ver que la cuestión estaba terminada, se puso de pie y

reemprendió el viaje, penosamente perplejo.

De hecho, el pensar que la ceremonia estaba acabada era totalmente erróneo,

aunque fuera un error compartido por Dar y Kruger. El último sintió los primeros

síntomas del error una hora después de acabar la comida, y poco después de

las primeras punzadas de dolor rodaba impotente por el suelo. Dar, que había

visto los mismos síntomas entre su propia gente, no podía imaginar su causa en

este caso, no siendo capaz de pensar en nada que pudiera ser provechoso para

calmar los dolores de su amigo. Durante más de una hora los calambres

continuaron intermitentemente, dando a Kruger en los intervalos entre los

Page 30: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

30

ataques tiempo justo para preguntarse si había cometido su último error de

juicio. Finalmente, su maltratado estómago devolvió el origen del problema, y

tras unas cuantas punzadas más de advertencia le dejó en paz. Pasó algún

tiempo antes de que pudiera realmente ponerse a pensar en el problema de por

qué una carne perfectamente comestible cruda cambiaba de una manera tan

drástica cuando se

asaba a las brasas. ¿Podía tener algo que ver el humo producido por el fuego?

Tal vez algo parecido a la creosota que preservaba la carne ahumada en casa;

pero se necesitaría un buen laboratorio de química orgánica para llevar a cabo

cualquiera de sus hipótesis para esa teoría. El hecho observado era suficiente

para él, tal vez demasiado. Había dejado de llover en el momento usual,

después de que Theer volviera a aparecer por el sur, y la temperatura estaba

subiendo de nuevo.

Cada vez que la estrella roja hacía otro de sus extraños giros en el cielo, Kruger

se preguntaba si podría aguantar hasta el siguiente. Hace muchos meses se dio

cuenta de que no podría, al menos en las latitudes en las que estaba qn aquel

momento. En aquella parte del planeta los giros estaban siempre por encima

del horizonte, ya que Theer nunca se ponía. Variaba, sin embargo, muchísimo

su tamaño aparente; para la desgracia de Kruger, su mayor diámetro aparente,

y con ello las temperaturas más altas de esta especie de sudoroso planeta, se

daban cuando estaba casi en el punto más lejano de su giro. La desgracia residía

en el hecho de que donde le habían dejado el giro estaba en la parte sur del

cielo y para tener alguna parte suya debajo del horizonte lo mejor que podía

hacer era dirigirse al norte. Se había preguntado, claro, si podría llegar lo

suficientemente al norte; su conocimiento de la geografía de este mundo se

reducía al recuerdo de lo que había visto durante la órbita de aterrizaje, lo cual

no era mucho. Aun así, parecía que lo único que podía hacer era probar suerte.

No se encontraba aún lo suficientemente al norte para estar fuera del alcance

del sol rojo, pero le parecía una buena oportunidad para estarlo. Llevaba ya, si

Page 31: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

31

se podía aún confiar en las observaciones de Kruger, sobre el horizonte ocho de

los dieciocho días. Estaría más contento si no tuviera todo el rato en su

pensamiento el problema de Alcyone, al que Dar Lang Ahn llamaba Arren.

Estaba bien que ese sol tipo enano rojo pasara de ser una molestia constante a

serlo intermitente, pero las ventajas tendían a desaparecer al pasar el gigante

azul de problema periódico a serlo constante. Con este asunto en su mente,

Kruger hacía

todo lo que podía para introducir en su vocabulario común palabras como

temperatura y poder saber por su compañero si había en este planeta alguna

zona que un ser humano pudiera considerar acogedora.

Poco a poco el idioma de Dar se hacía más inteligible, a consecuencia de lo cual

Kruger se iba haciendo una idea de la meta a la cual se dirigían.

Al parecer, Dar también quería un sitio fresco, y Kruger recibió la información

con alegría manifiesta. Podía haber algún error en lo que Dar pudiera entender

por fresco, pero al menos parecía deseoso de aplicar adjetivos contrarios a los

del lugar en que ahora se encontraban, lo cual resultaba muy alentador. Por

otra parte, estaba el deseo del piloto de describir algo que con gran

probabilidad parecía ser hielo.

A Kruger le pareció esta teoría completamente increíble y continuó

importunando a su compañero para que le diera una descripción más detallada.

De cualquier forma, Dar se atuvo a su terminología y por fin le pareció a su

oyente que tal vez la nave espacial que había traído a Dar a Abyormen pudiera

ser su objetivo. Con toda seguridad que allí tendrían hielo, al menos artificial.

Estaba también el problema del océano que había en su camino, cuya existencia

dedujera antes. Como el chico no sabía si se trataba de un verdadero océano o

simplemente de un gran lago, pregunto si sería posible rodearlo. El énfasis que

Dar puso para darle a entender la imposibilidad de ello le convenció de que

"océano" era la palabra correcta.

Page 32: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

32

Fue sólo en este instante cuando Kruger pensó en que hubiera mapas. Aunque

no tuviera el talento de un artista, sí que podía dibujar un plano lo

suficientemente bueno de la ruta que habían seguido juntos para transmitir la

palabra "mapa", y entonces ya sería Dar el que tendría que ocuparse de dibujar.

Aquello significó interrumpir el viaje, pero el esfuerzo trajo consigo un éxito

incalificable. Dar no sólo entendió la palabra y el ruego que la siguió, sino que

resultó ser un excelente cartógrafo, como resultado de los años que había

pasado

en el aire, ya que de cualquier forma creía que un mapa era un dibujo desde el

aire. Hizo un esbozo tras otro, mostrando toda la ruta que iba a seguir y

demostrando un gran conocimiento de todo el planeta.

Seguirían su ruta hacia el nordeste hasta llegar al mar. No era aquél el punto

más cercano, pero les llevaba a un lugar desde el cual se extendía una cadena

de islas hasta otra masa continental. Una vez cruzado el océano, seguirían la

costa de la

izquierda. Kruger pensó que esto sería el oeste, pero en realidad era el este;

estaba mucho más cerca del polo norte de Abyormen de lo que se imaginaba, y

lo pasarían antes de llegar a la costa. Dar no indicaba esto en su mapa.

Caminarían a lo largo de la costa del otro lado durante una considerable

distancia y luego se meterían tierra adentro. El viaje parecía terminar poco

después. Dar señaló una zona muy amplia con aire satisfecho, dijo "¡hielo!" y se

sentó como si terminara de hacer un gran trabajo. Kruger no se sentía tan

contento. Señaló el área que el otro acababa de dibujar.

—¿Quieres decir que está en algún lugar de esta región...? ¿Aquí...? ¿O aquí?

—Aquí precisamente —dijo Dar señalando el punto donde acababa la línea que

representaba su ruta.

Page 33: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

33

—¿Pero qué quieres decir con "hielo por toda esta zona"? No podéis tener naves

por medio planeta.

—No entiendo "naves". El hielo está por todas partes.

—Sigo sin comprender.

Dar había tenido hasta el momento suficientes dificultades con el idioma para

no sentirse exasperado con la lentitud de Kruger; procedió a dibujar más mapas.

Estos eran circulares, y pronto se hizo evidente que eran vistas de todo el

planeta desde distintos puntos. Su habilidad para dibujar estas cartas estaba

plenamente de acuerdo con la idea que Kruger tenía sobre su origen, con lo

cual el chico no se sorprendió para nada. Sin embargo, los detalles sí le

importaban.

—Quieres decir que realmente hay una extensa zona cubierta por el hielo.

—Hay dos.

Dar señaló sus cartas y Kruger frunció el entrecejo. Los casquetes de hielo son

algo perfectamente reconocible desde el espacio y no había visto ninguno

durante el desembarco. Claro está que no era un observador experimentado y

que había prestado más atención al comportamiento del piloto durante la

maniobra de aterrizaje, y también la atmósfera de Abyormen tiene su porción

de nubes. Es posible que no los hubiera visto por cualquiera de estas razones.

No habría tenido la menor oportunidad de haber estado en la parte oscura del

planeta, aunque en el momento del aterrizaje la posición de éste respecto a

los soles fuera tal que no había zonas oscuras.

En cualquier caso, la presencia de una zona glacial era extremadamente

alentadora, sobre todo ahora. La selva le daba alguna protección contra el cada

vez más cercano Theer que no tenía en el desierto de lava, pero la creciente

humedad hacía desaparecer esta ventaja casi totalmente. Kruger no se atrevió

Page 34: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

34

a desprenderse de ninguna prenda más, debido a la luz ultravioleta que venía

de Arren.

Como al final resultó, lo único que tenía que hacer era parar de viajar unas

cincuenta horas durante el tiempo que duraba el mayor acercamiento de Theer,

para lo que Dar tenía en su idioma una frase que Kruger traducía por "verano".

Acamparon cerca de un arroyo que Dar confiaba no secaría mientras

permanecieran allí, construyeron un cobertizo cuyo techo de paja debía

proporcionarles sombra y que mantenían mojado para recoger el frescor que

proporcionaba la evaporación, sentándose a continuación a esperar. La aureola

carmesí de Theer, que se podía ver parcialmente por entre los árboles,

aumentaba lentamente de tamaño al moverse el sol hacia el este y un poco

hacia arriba; luego continuaba creciendo al arquearse hacia lo más alto de su

camino y de nuevo hacia el horizonte, que Kruger aún consideraba era el

sudeste, aunque su proximidad al polo hacía más probable que fuera el

nordeste; así alcanzó su tamaño máximo y empezó a encogerse antes de

desaparecer del todo. Había realizado la tercera parte de su giro en el espacio

en sólo cincuenta horas, lo cual fue debidamente agradecido por Kruger. Una

vez hubo desaparecido, reemprendieron el viaje.

—¿Estás completamente seguro de que nos dirigimos a la parte de la costa más

cercana a la cadena de islas?

Por fin esta pregunta fue comprendida.

—No puedo ser positivo, pero sí sé que estamos cerca. He volado muchas veces

por esta ruta.

—No pudiste ayudarte de los accidentes del terreno, ya que en esta selva no

hemos podido ver cosas que son mucho menores que una montaña, y ni siquiera

hemos visto una de ellas. ¿No es posible que estemos dando vueltas de un lado

para otro?

Page 35: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

35

—Es posible, pero no importa mucho. Hay unas colinas bajas, que no son más

que conos volcánicos, a lo largo de la costa y puedes trepar a uno si no vemos

las islas desde abajo—Kruger evitó por el momento la pregunta de por qué tenía

que ser él quien se subiera a la colina.

—Pero supón que incluso desde ahí no podemos ver ninguna isla de la cadena.

¿Qué camino deberemos tomar? ¿No sería mejor que nos dirigiéramos a la costa

ahora para que no hubiese dudas sobre la dirección una vez lleguemos allí?

—Pero no conozco el camino que sugieres.

—Tampoco conoces éste; no lo has hecho nunca. Si tus mapas son correctos, no

podemos perdernos, y mucho menos perder el tiempo una vez que lleguemos a

la costa.

Dar Lang Ahn juzgó durante breves instantes esta pequeña demostración de

sabiduría y luego estuvo totalmente de acuerdo. Cambiaron el rumbo. Todo

siguió como antes. Luego se le ocurrió a Dar que Kruger tal vez hubiera estado

motivado por el deseo de volver cuanto antes a una región volcánica.

Tenían que recorrer aún unos cuantos cientos de millas, pero Kruger no estaba

muy seguro de ello ya que la escala de los mapas de Dar dejaba mucho que

desear. Un novelista del siglo diecinueve hubiera podido sacar gran partido de

cada una de las millas del viaje; las características naturales de una selva

húmeda les dificultaba considerablemente el camino. La maleza y los pantanos

les traicionaban; peligrosos animales les acechaban; el tiempo parecía discurrir

sin fin y sin cambios. Alguna esporádica zona de lava, normalmente muy

erosionada, les facilitaba el camino durante unas pocas millas, pero la selva

siempre volvía.

Muy gradualmente, al avanzar, la parte del giro de Theer que se veía sobre el

horizonte bajó de ocho días cerca de los pozos de barro a siete, y luego a seis.

Simultáneamente, cambió la inclinación del círculo diario de Arren. En el campo

Page 36: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

36

de lava había sido más alta en el sur que en el norte; ahora la estrella azul

mantenía una altura casi constante sobre el horizonte, lo que en cierto modo

era bueno, pero por otra parte le preocupaba. Si estaban prácticamente en el

polo, ¿dónde se hallaba el casquete polar? O, dado que Dar seguía diciendo que

tenían que cruzar un océano, ¿por qué no estaba éste en el polo? Kruger estaba

seguro de que este problema podría ser solucionado en pocos minutos por

alguien con el entrenamiento adecuado, pero un cadete de dieciséis años que

piensa dedicarse a pilotar naves interestelares no recibe ese tipo de educación.

Conforme avanzaban iba mejorando la rapidez y claridad de su conversación.

El idioma que utilizaban era un batiburrillo de los suyos, pero contenía una

mayor proporción de palabras del de Dar. Esto era parte del plan de Kruger;

cuando se encontrara con gente de la raza de Dar quería poder comprenderles

sin necesitar a Dar de intérprete. Antes de que la pareja llegara a la costa

hablaban ya con cierta fluidez, aunque fueran con frecuencia necesarios la

reiteración y los signos; sin embargo, la falta de comprensión básica aún estaba

presente y parecía menos fácil que nunca hacerla desaparecer. El problema era

que ahora no se daban muchas veces cuenta de sus equívocos; cada uno creía

haberse expresado claramente, o comprendido claramente, que todo podía

pasar, y el pensamiento transmitido resultaba muy distinto del recibido. Un

ejemplo de esto ocurrió un día en que surgió la cuestión de un hipotético

rescate por la gente de Dar.

—Dices que una buena cantidad de tu gente hace en planeadores el mismo viaje

que tú estabas haciendo cuando te estrellaste —dijo Kruger—. ¿No sería una

buena idea que cuando lleguemos al lugar de la costa que está debajo de

vuestra ruta regular encendiéramos una hoguera para llamar la atención? Nos

ahorraríamos un buen paseo.

—Temo no ver de qué forma el llamar su atención podría ayudarnos, incluso si

pudiéramos hacer una hoguera lo suficientemente grande para ser vista.

Page 37: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

37

—¿No bajarían y nos rescatarían?

—Bueno..., sí, supongo. Sin embargo, me temo que no quiero llegar tan pronto

a las Murallas.

En este caso es posible que el asunto se aclarase si Kruger hubiera seguido la

conversación, pero había ya oído a Dar hablar de las Murallas y tenía la

impresión de que cuando hablaba así de la región del hielo lo hacía con un

significado religioso que el pequeño piloto no estaba dispuesto a explicar. Tal

vez estuvieran programados estos viajes de forma que sólo requerían la

presencia de Dar en ciertos casos. Incluso percances del tipo del que había

sufrido el piloto tenían su sitio en el programa. Esta era una idea bastante poco

lógica, pero al menos concordaba con muchas de las cosas dichas por Dar Lang

Ahn, y Kruger no quería ofender a su pequeño compañero. De esta forma se

cambió el tema de conversación y Dar creyó haber explicado bien lo que

ocurriría si por desgracia alguno de sus amigos se pusieran a examinar a fondo

los alrededores de un fuego y Dar estuviera por allí cerca.

—¿Qué pasará después de llegar al hielo?—fue la siguiente pregunta de Kruger.

Si aquello era un tema peligroso se supuso que Dar esquivaría las cuestiones

que no quisiera tratar.

—Tienen que pasar aún unos pocos años—respondió el otro con calma—.

Veintidós, si recuerdo bien la fecha. Si hay algún planeador disponible supongo

que reanudaré mi trabajo normal. Si no será lo que los Profesores dispongan.

Kruger había llegado a la conclusión de que la palabra "año" debía interpretarla

como un ciclo del sol rojo; así el tiempo que Dar había dicho era

aproximadamente de trece meses. Antes de que pudiera formular ninguna otra,

el nativo le hizo una pregunta.

Page 38: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

38

—¿Y tú que harás? ¿Vendrás en serio a la zona de hielo y te enfrentarás con los

Profesores? Más bien me inclino a pensar que planeas quedarte en la costa

cuando lleguemos a ella.

—Creo que será más conveniente para mí ir contigo mientras me lo permitas.

Es tu gente, claro; si no quieres que los vea, eso es cosa tuya.

—Sí que lo deseo, y mucho, pero no estoy seguro de cómo te enfrentas con la

idea.

—¿Por qué debían molestarme? Necesito más la ayuda que tú; tal vez tus

Profesores estén dispuestos a prestármela. Supongo que tu grupo estará

ocupado, si es que piensas ponerte inmediatamente a trabajar, pero puedo

esperar. Tal vez después de que hayas realizado tu misión puedas echarme una

mano, y estoy dispuesto a hacer lo que sea por vosotros mientras tanto.

Dar tardó en responder; antes de que Kruger le conociera lo suficiente para

darse cuenta del impacto de sus palabras, había olvidado ya los detalles de la

conversación. Con toda seguridad que nunca se dio cuenta de los sentimientos

de

Dar en ese momento. La respuesta fue todo lo poco comprometedora que el

pequeño piloto pudo lograr.

—Estoy seguro de que podremos hacer algo.

Sin embargo, estaba empezando a desarrollarse entre los dos una amistad

personal. Kruger lo hubiera jurado a cualquier precio; sabía lo que sentía por

Dar, y tenía una buena evidencia de lo que sentía el piloto por él. Esto se

demostró cuando por fin llegaron a la costa, después de haber empleado en el

viaje varios de los veintidós "años" que Dar había mencionado.

La selva se había aclarado un poco y trozos de lava y cenizas volcánicas

aparecían en buen número. Era evidente que los volcanes locales habían estado

Page 39: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

39

en actividad hace poco. Tenían que escalar sólo los últimos cientos de millas.

Ninguna de las colinas tenía más de unos cuantos cientos pies de altura, pero

eran bastante escarpadas, ya que la ceniza volcánica al posarse lo hace con un

ángulo de reposo de treinta grados. Recordando lo que Dar había dicho antes,

Kruger sospechaba que muy pronto llegarían a ver el mar, pero sin embargo

esto le cogió por sorpresa.

Estaban delante de una colina que aparentemente era como las otras cuando

llegaron a un lugar desde el cual pudieron por primera vez contemplar muchas

millas del terreno que tenían delante. Había mucho que ver.

Dos conos volcánicos bastante grandes y de unos mil pies de altura estaban

situados a ambos lados de su camino hacia el norte. Entre ellos brillaba un

campo de un intenso color azul que no podía ser otra cosa que el agua que

durante tanto tiempo habían buscado. Pero ni esto llamó mucho la atención de

ninguno de los dos viajeros. En lugar de ello pasaron varios minutos con la

mirada fija en el área de terreno que se extendía entre ellos y el mar, que era

una región que iba desde la clave de arco que formaban los volcanes hasta las

lomas en que se encontraban. Fue entonces cuando se volvieron el uno hacia el

otro casi simultáneamente, a la vez que preguntaban: "¿Tu gente?"

IV. ARQUEOLOGIA

Hablando con rigor, no era que se viese a alguien, pero resultaba evidente que

allí había o había habido gente. Las ciudades no se construyen por sí solas y era

evidente que sin importar si se miraba con unos ojos humanos o abyormitas,

entre los dos conos se veía una. Ninguno de los edificios parecía ser demasiado

alto. Tres o cuatro pisos, juzgando por la situación de las ventanas, era el

máximo. Estas parecían ser bastante grandes, aunque claro está que por la

distancia sería muy difícil ver las pequeñas, y no había ningún reflejo que

indicara que alguna de ellas tuviera cristales. Naturalmente, esto podría ser

Page 40: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

40

debido a la casualidad, pero con dos soles alumbrando en el cielo y los miles de

ventanas que había, la posibilidad era muy remota.

Kruger advirtió casi inmediatamente que si sus ideas sobre el piloto eran

correctas un lugar como éste difícilmente podría haber sido construido por la

raza del piloto. Sin embargo, aguardó la respuesta, que tardó varios segundos

en venir, pues Dar esperaba también la misma contestación. Fue Kruger el

primero en ceder.

—No, este lugar no ha sido construido por mi gente. No lo había visto nunca, ni

siquiera algo parecido.

Dar oyó esta afirmación con ciertas reservas, pero él también negó cualquier

conocimiento del lugar.

—Los refugios en el casquete polar se hallan bajo tierra—dijo—. Estos están en

la superficie. El lugar de donde yo vengo, Kwarr, está también en la superficie,

pero la forma y color de sus edificios es muy diferente. Tampoco había visto un

lugar como éste—Dar confió que el haber dicho la palabra "tampoco" no fuera

una deducción suya propia.

—Me parece que este lugar está desierto. De cualquier modo, investiguémosle.

Fue entonces cuando Dar demostró la amistad que profesaba al ser humano. De

haber estado solo hubiera evitado la ciudad lo más posible. No estaba tan

contento como debiera con la afirmación de Kruger de que la ciudad se hallaba

desierta; los Profesores habían sido bastante misteriosos con algunos aspectos

del asunto del fuego. Pese a sus dudas, que estaban muy próximas a ser

temores, Dar Lang Ahn no puso ninguna objeción a la propuesta de Kruger y los

dos echaron a andar cuesta abajo hacia la ciudad.

Antes de llegar tuvieron que atravesar aún varias millas de selva. Dar notó con

curiosidad que incluso los ruidos de animales de la vegetación que les rodeaba

estaban desapareciendo. Si Kruger advirtió esto, no lo mencionó. Tal vez no se

Page 41: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

41

hubiera dado cuenta, pensó Dar, que sabía desde hacía ya tiempo que su oído

era mucho más agudo que el de su amigo. La falta de animales salvajes podía

significar que la ciudad no estaba tan desierta como creía Kruger, y Dar preparó

su ballesta.

No hubo, aun así, razón alguna para utilizar el arma. De esta manera, los dos

se situaron con la selva detrás y unas pocas yardas tan sólo de terreno

relativamente claro entre ellos y la ciudad. Se pararon allí para examinarla con

detenimiento.

Nada se movía y ni Dar podía oír algo sospechoso. Después de esperar unos

minutos, Kruger siguió hacia adelante. No miraba atrás ni preguntaba si Dar le

seguía. pero el piloto estaba con él, con pensamientos indescriptibles para un

ser humano revolviéndose en su cabeza. Si algo fuera a pasar, si su ilógica

confianza en Nils Kruger estaba injustificada, era ahora el momento de saberlo.

Aún esgrimía su ballesta, pero en su honor se puede decir que no apuntaba

adonde Kruger se encontraba.

El suelo de tierra se convirtió de repente en pavimento firme, sobre el cual las

zarpas de Dar resbalaban levemente. Como los edificios, el piso estaba hecho

con bloques de lava cuidadosamente cortados en ángulo recto y acoplados. Los

edificios no eran, en términos absolutos, tan altos como Kruger había supuesto

desde lejos; lo que sí tenían eran los tres o cuatro pisos que la disposición de

las ventanas hacía suponer. Cada piso medía unos cinco pies de altura.

Los edificios no podían ser considerados como verdaderas casas, al menos desde

el punto de vista de Kruger, pues estaban demasiado abiertos para ello. No sólo

era que más de la mitad de las paredes las ocuparan las ventanas sin cristales,

sino que el nivel del suelo estaba principalmente compuesto de puertas. Sí que

tenían sólidos tejados para protegerles de la lluvia, probablemente, pero ahí

terminaba su utilidad como vivienda.

Page 42: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

42

Las puertas, si es que se las podía llamar así, eran un poco extrañas. Después

de haber examinado el exterior de media docena de edificios, Kruger se sintió

incapaz de decir si los pisos inferiores tenían cada pocos pies una puerta en

forma de campana o si era que las paredes exteriores estaban formadas por

unos extraños pilares. Esta última posibilidad parecía la mejor, ya que el llamar

"puertas" a unas aperturas de cuatro pies de anchura en la parte inferior y de

tres pies y medio de altura, y que tenían forma de curva de probabilidad,

parecía estirar demasiado el significado de la palabra.

Ambos viajeros se dieron cuenta de una cosa con bastante rapidez: los dos

habían dicho la verdad cuando negaron cualquier conexión con la ciudad. Los

techos eran demasiado bajos para los seres humanos, y aunque Dar pudiera

moverse dentro de cualquier habitación sin dificultad, estaba claro que las

puertas tampoco estaban hechas para los de su especie. El advertir esto casi

indujo a Dar a descargar su ballesta, pero aún esperó.

Kruger quería investigar los interiores de algunos edificios, pero a sugerencia

de Dar decidió hacerse una idea de toda la ciudad primero. Bajaron por la calle

que se encontraron al pisar por primera vez el pavimento.

Esto les llevaba hacia el mar, pero no parecían llegar a él. El plano de la ciudad

era bastante complicado, ya que ninguna calle parecía cruzarla por completo.

Kruger siguió hacia el mar, con la creencia de que los edificios que más

información podían proporcionarles estaban situados frente al agua.

En cierto modo tenía razón. La ciudad se iba extendiendo hacia el mar,

apareciendo construcciones cada vez más imponentes conforme avanzaban. Sin

embargo, las mayores no estaban frente al mar, sino bastante lejos de la bahía.

Kruger tardó un buen rato en digerir este hecho. A Dar le extrañaba aún más;

había deseado poder aceptar la evidencia de que Kruger no tenía nada que ver

con los constructores de estos edificios, pero estaba seguro que éstos eran

amantes del fuego, lo que venía demostrado por la situación de la ciudad y los

Page 43: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

43

materiales empleados en ella. Por otra parte, esta hipótesis no cuadraba

demasiado bien con unas edificaciones construidas bajo el agua sin tener para

nada en cuenta el cambio de medio. Aunque Dar no supiera mucho sobre el

fuego, se daba cuenta del contrasentido. Se acercó un poco a su más grande

amigo.

—Supongo que este sitio es más antiguo de lo que había pensado—recalcó con

calma Kruger—. Debe haber transcurrido mucho tiempo para que el nivel de la

costa bajara o para que el del agua subiera lo suficiente como para sumergir

estos edificios. No ha podido ser un movimiento violento, o la ciudad no se

mantendría en pie.

—¿Qué vamos a hacer entonces?

—Bueno, tengo aún ganas de entrar en uno de estos edificios. No se puede decir

que lo que vayamos a encontrar nos resulte útil, pero de cualquier modo siento

curiosidad.

Dar se dio cuenta de que, pese a la inercia de ocho siglos de tradición, también

la tenía, y siguió a Kruger sin objetar nada cuando el chico se encaminó a uno

de los edificios cercanos, se puso de rodillas apoyando las manos en el suelo y

se arrastró dentro a través de una de las aberturas de la pared. Una vez en el

interior, Dar podía ponerse de pie con un cierto margen y se paseaba por allí,

mientras que Kruger permaneció un rato de rodillas mirando a su alrededor.

El hecho de que la estructura de la pared exterior estuviera abierta tenía la

ventaja de permitir el paso de gran cantidad de luz, pero también permitía ver

casi todo lo que mereciera la pena desde afuera, que en este caso era bien

poco.

Una habitación o corredor de unos quince pies de ancho se extendía por todo

el edificio paralelamente a la calle; carecía de cualquier tipo de mobiliario. La

pared interior de este pasadizo tenía puertas de tamaño y forma parecidos a

Page 44: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

44

las del exterior, pero en menor número. Kruger escogió una al azar y la cruzó

arrastrándose. Dar le siguió.

Esta habitación era también larga y estrecha, aunque su lado mayor fuera

perpendicular a la calle en vez de paralelo; la puerta por la que entraron estaba

en un extremo y era mucho menor que el vestíbulo exterior. En cuatro sitios,

al parecer fortuitos, había unas estructuras en forma de cúpula de unos dos pies

de altura y dieciocho pulgadas de diámetro con los lados estriados, lo que les

hacía parecer moldes de gelatina invertidos; estaban hechos de un tipo de

piedra ligera y coloreada. Al fondo, a un pie de la puerta, había un dado. Kruger

apenas podía empujar las cúpulas, apoyando para esto su espalda contra la

pared y empujándola con las piernas. Su finalidad no estaba clara. La de otra

parte de los muebles lo estaba un poco más; había un artefacto rectangular de

metal con cajones deslizantes y una superficie de obsidiana altamente pulida

que parecía un espejo adosada a una de las paredes laterales. El espejo, si es

que tal era la función que se le quería dar, tenía aproximadamente la misma

forma y tamaño que las puertas.

Los cajones del buró, o armario de clasificación, se hallaban sujetos sólo por

picaportes. El de arriba estaba vacío. El segundo estaba casi lleno de objetos

de metal sin una función obvia la mitad de ellos, mientras que los otros podían

muy bien haber sido instrumentos de dibujo. Había dos compases, una especie

de regla con marcas para que sirvieran de escala, un semicírculo dividido en

dieciocho partes principales por profundos surcos en el metal de que estaba

hecho y algunas herramientas que servían al parecer a la vez para cortar y

grabar. Le señaló una de ellas a Dar, una especie de escalpelo de doble filo y

con un mango de unas tres pulgadas, con la intención de que lo cogiera, ya que

éste había estado utilizando el cuchillo de Kruger para la carne desde que

descubriera las ventajas de una hoja de metal. El mango no se ajustaba muy

bien a su mano, pero tampoco lo hacía el del cuchillo de Kruger, y éste al menos

tenía el tamaño correcto.

Page 45: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

45

Examinando más a fondo la habitación, descubrieron una pequeña cañería que

salía de una pared con lo que parecía ser una roseta para quemar en su extremo.

Kruger dedujo que era un aparato para encender gas, sacando el corolario de

que los constructores de la ciudad tenían ojos.

El dado que había al final de la habitación tenía dos agujeros superficiales y en

forma de cuenco que podían haber sido tiestos para flores o bañeras, según

Kruger podía suponer. Al acercarse a él pareció sentir una subida de la

temperatura. Dado que siempre estaba empapado en sudor, no se dio cuenta

al principio, pero cuando tocó la pared sacudió la mano con una exclamación

de sorpresa; su superficie estaba quemando.

Dar evitaba sus histerismos sólo mediante un gran autodominio. No quería

relacionarse para nada con fuentes de calor, fuera éste artificial o no, y se

retiró a la puerta mientras Kruger terminó solo sus investigaciones. Esto le llevó

algún tiempo, ya que justo cuando había decidido que no había nada más que

ver se fijó en un aparato de metal que estaba al mismo nivel que el suelo. Tenía

sólo una pulgada de superficie y casi ninguna característica propia, pero un

examen profundo descubrió un par de pequeñas perforaciones cerca de cada

uno de sus lados.

Kruger volvió al cajón donde estaban los instrumentos de dibujo, cogió un

compás, e insertando sus puntas en los agujeros consiguió por fin levantar la

chapa. Su metal no recibió ningún daño visible, por lo que presumiblemente era

un tratamiento poco ortodoxo. Sin embargo, esto no llamó la atención de Kruger

en aquel momento. Lo que sí la llamó era bastante simple: una mera superficie

de color apagado con dos pequeños agujeros. Después de mirarlos durante

varios segundos, Kruger se puso a trabajar de nuevo con sus improvisadas

pinzas, y en pocos minutos la chapa salió fuera de su cubierta. Debajo había

justamente lo que el chico había esperado ver: dos hilos plateados rodeados y

separados por una cubierta negra y flexible y que se incrustaban en cuencos de

metal. Con todo el respeto debido a la posible diferencia cultural, Kruger pudo

Page 46: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

46

deducir que había abierto una clavija diseñada para enviar corriente, para lo

que el ocupante de la habitación eligiera. Es decir, un enchufe eléctrico.

Miró a los cables y a la cañería, y de nuevo a la pared, y a los cables otra vez,

a la vez que silbaba sin entonar. Volvió a poner de nuevo las cubiertas y alivió

a Dar saliendo de la habitación.

Kruger no estaba asustado, pero sí profundamente confundido por lo que había

visto. Una ciudad, aun en buen estado, aunque sin habitantes actuales,

abandonada posiblemente no hace demasiado tiempo, que se metía en el

océano lo suficiente para poder pensar en siglos de hundimiento de la tierra y

equipada con gas y cables eléctricos en el mismo edificio. Dar no podía aclarar

la cuestión. Reconocía el peso de los argumentos de su amigo en todas las

materias menos en la del gas y la electricidad y estaba deseando aceptar para

esto una opinión cualificada. Kruger explicó la situación todo lo bien que pudo

mientras descansaba a la sombra del vestíbulo del edificio. Theer estaba en su

punto más cercano y viajar era imposible. Dar entendió sin dificultad que el gas

en una casa era una cierta forma de fuego y llevó la conversación

apresuradamente a la cuestión de la electricidad.

Kruger no esperaba poder transmitir este concepto y fue gratamente

sorprendido al descubrir que Dar le seguía al parecer bastante bien. La

explicación fue larga, claro, pero antes de que Theer se hubiera puesto de

nuevo detrás de las colinas el chico estaba más seguro que nunca de haber sido

entendido.

La cuestión que surgió entonces fue qué debían hacer. Kruger pensó que lo

mejor para ellos sería examinar uno o dos edificios más por lo menos para

asegurarse de lo que habían visto, así tendrían una información más o menos

sistemática que Dar pudiera transmitir a su gente. La posibilidad de que Kruger

pudiera informar de ello a su gente parecía bastante más remota, pero tal vez

pudiera utilizar él mismo este conocimiento.

Page 47: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

47

Dar tenía un problema mas serio. Se había despertado su interés, claro; en

cierto modo, le gustaría traer un grupo de los suyos y quizá algunos Profesores

a este sitio para que pudieran aprender más sobre la electricidad que Kruger

había descrito. Al mismo tiempo, estaba el hecho de haber violado instrucciones

firmes y de larga duración, no simples órdenes de los Profesores, sino material

escrito en libros de la época de antes de que su gente hubiera nacido,

referentes a no relacionarse para nada con el fuego. No había duda de que

quienquiera que hubiera construido este lugar no había oído nunca estas leyes.

Si Dar hiciera un informe completo en las Murallas de Hielo, ¿traería esto

consigo una expedición o una censura? Era su problema, por supuesto; no podía

pedir consejo a Kruger. El ser humano era obvio que tampoco había oído nunca

hablar de la ley, pero no podía ser culpado por ello, ya que su cultura era

diferente.

Aun así, lo que fuera a hacer con la información importaba poco para decidir si

debía adquirir más o no. Siguió a Kruger y pasaron varias horas visitando algunas

estructuras.

No eran más parecidas entre sí que lo que lo hubieran sido los edificios de una

ciudad terrestre, pero ninguna de sus diferencias era particularmente grande.

Las cañerías de gas y los hilos de electricidad parecían estar en todas partes;

Dar

señaló que las cañerías estaban sólo en habitaciones interiores mientras que las

tomas de corriente eléctricas aparecían con frecuencia en los vestíbulos e

incluso en paredes exteriores. Parecía que los habitantes de la ciudad tenían

prejuicios contra el uso de la electricidad para el alumbrado. Kruger no dio

crédito a la sugerencia de Dar de que no hubieran inventado las luces eléctricas.

Su opinión era que alguien que fuera capaz de construir una fuente de corriente

lo suficiente para una ciudad, le era posible al menos iluminar un filamento con

ella. Podía haber tenido razón.

Page 48: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

48

Aunque Theer no se había puesto hacía mucho rato, varios chaparrones cayeron

sobre la ciudad mientras estaban investigando. Cuando decidieron que ya

habían visto suficiente y que debían reemprender su viaje, se encontraron con

que otra tormenta iba justo a estallar. No hubiera sido imposible viajar bajo la

lluvia, pues Kruger estaba normalmente empapado siempre, pero no era

demasiado recomendable y decidieron esperar.

Como la mayoría de los otros, el chaparrón no duró demasiado y pronto empezó

a aclararse el cielo. Dar se volvió a poner el paquete sobre los hombros y

salieron mientras aún silbaba la lluvia en sus oídos. Golpeaba el pavimento con

la suficiente fuerza para hacer difícil la conversación, y arroyos de agua

gorgoteaban por la calle sin cunetas hacia el mar. Probablemente era esto lo

que impidió que el oído de Dar les alertara. De cualquier forma, fue lo que

alegó después.

Cualquiera que fuera la razón, ninguno de ellos supo que no estaban solos hasta

que su compañía se mostró deliberadamente. La interrupción del viaje trajo

consigo palabra y acción; la palabra fue "¡alto!" y la acción revistió la forma de

un disparo de ballesta que se astilló contra la calle que tenían delante. Dar y

Kruger, advirtiendo que el proyectil debía haber venido de arriba,

inspeccionaron rápidamente los bordes de los tejados de la vecindad, pero nada

se movía.

La palabra había sido dicha en el idioma de Dar, así que fue el piloto quien

respondió. Se abstuvo cuidadosamente de levantar su propia ballesta.

—¿Qué queréis?

—Debéis venir con nosotros.

—¿Por qué?—Kruger había entendido lo suficiente de la conversación para poder

hacer esta pregunta.

Page 49: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

49

—Estáis..... la ciudad —la primera y última parte de la frase fue todo lo que el

chico pudo entender.

—¿Cuál es su problema?—preguntó Kruger.

—El problema es nuestro. Estamos; vinimos a la ciudad; fue malo.

—¿Por qué?

—No lo dicen —Dar no mencionó que creía saber la razón; no era momento para

explicaciones demasiado prolongadas.

—¿Tienes alguna idea de quiénes son?

—Ideas, pero no lo sé.

—¿Qué crees que debemos hacer?

—Lo que digan—Dar, situado en medio de una calle desierta, no estaba

dispuesto a una pelea a ballesta contra un número desconocido de antagonistas,

todos perfectamente a cubierto. Sin embargo, pensaba una cosa.

—¿Qué nos haréis por haber entrado en vuestra ciudad?

—Lo que los Profesores digan. No somos nosotros quienes debemos decidir.

—¿Qué sucedió en el pasado?

—Nadie ha desobedecido a un Profesor durante muchos años. Al principio,

cuando la gente era joven, algunos lo hicieron; sufrieron y no volvieron a

infringir la ley de nuevo.

—Pero supón que nosotros no sabíamos que estábamos infringiendo la ley.

—Debías haberlo sabido; eres una persona. Tu asunto puede ser perdonado. Los

Profesores decidirán.

Page 50: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

50

—Pero no había oído nunca hablar de este lugar; mis Profesores nunca me lo

mencionaron y no está en los libros. ¿Cómo podía saberlo?

—Debes tener unos Profesores muy estúpidos. Tal vez no seas culpado por ello.

Dar estaba lo suficientemente indignado para haber hecho una réplica dura, lo

que Kruger hubiera desaconsejado de haber podido seguir la conversación de

cerca.

—¿Soy de vuestra ciudad?

—No.

—¿Os hablaron vuestros Profesores de mi ciudad?

—No.

—Entonces debe haber dos equipos de Profesores estúpidos en Abyormen.

Si Kruger hubiera entendido eso, habría esperado con seguridad como respuesta

una andanada de saetas de ballesta, pero no sucedió nada por el estilo. El

invisible orador se limitó a volver a la cuestión original.

—¿Vendréis con nosotros sin oponer resistencia?

—Iremos —Dar respondió sin consultar con Kruger. Después de todo, el chico le

preguntaba a Dar lo que había que hacer y presumiblemente no tenía opinión

propia.

Al pronunciar Dar Lang Ahn esta palabra, las aberturas de los edificios de los

alrededores dejaron paso a unos cincuenta seres. Kruger pudo aceptar esto sin

demasiada sorpresa, pero Dar se extrañó grandemente al comprobar que eran

idénticos físicamente a él. Había viajado mucho, encontrándose en sus viajes

oficiales a las Murallas de Hielo o a otros lugares con tipos de su raza

provenientes de ciudades dispersas por el globo de Abyormen y nunca había

oído que hubiera más, aparte de los salvajes que se mantenían fuera del alcance

Page 51: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

51

de las ciudades gobernadas por los Profesores. Aun así, no había duda; los seres

que le rodeaban podían venir directamente de cualquiera de las ciudades que

había visitado. Incluso los arneses para la carga que llevaban eran virtualmente

idénticos a los suyos y las ballestas que portaba la mayoría podían haber sido

hechas por Merr Kra Lar en la ciudad de Kwarr.

El que parecía llevar la voz cantante les dijo al llegar a ellos:

—Habéis usado una palabra hace un momento que no había oído nunca. ¿Qué es

un libro?

Kruger no entendió esta pregunta; Dar no le había hablado nunca del contenido

del paquete que siempre mantenía con tanto cuidado a su lado. Dar podía no

haberse sorprendido de la ignorancia de su compañero sobre estos temas, pero

que uno de su raza no hubiera nunca oído hablar de los libros era increíble. ¡La

vida no podía continuar sin el registro de lo que había sucedido con

anterioridad!

Cuando se recobró del asombro que la pregunta le había producido, trató de

explicarlo, pero el que le escuchaba parecía incapaz de coger el concepto de

escritura. En un esfuerzo para poner en claro el asunto, Dar sacó uno de los

libros del paquete y se lo mostró abierto, a la vez que trataba de explicar el

significado de las marcas, pero esto produjo un resultado que no había previsto.

—No sé para qué necesitas algo así, cuando puedes preguntarles a los Profesores

lo que necesites saber, pero tal vez nuestros Profesores puedan decir por qué

lo hacéis. Les enseñaremos tus libros; dámelos.

V. CONFISCACION

Era imposible hacer algo; una ballesta no podía nada contra dos veintenas. Por

un instante, Dar pensó en hacer una escapada desesperada del grupo que les

Page 52: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

52

rodeaba y buscar refugio en el edificio más cercano, pero desechó la idea, ya

que

vivo podía recobrar los libros.

—Preferiría llevarlos y mostrárselos a los Profesores yo mismo—sugirió.

—No hay ninguna necesidad de llevarte a su presencia a menos que lo ordenen—

fue la respuesta—; pero es seguro que querrán ver tus libros. Iré yo a ellos y se

los enseñaré y te diré lo que haremos contigo.

—Pero quiero verlos para explicarles que no sabía que estaba infringiendo su

ley.

—Se lo diré. Desde el momento que lo has hecho, lo que quieras no es

importante.

—¿Y no querrán ver a mi compañero? No sabe hablar muy correctamente y yo

sé algunas de sus palabras.

—Si los Profesores, además de ver, quieren hablar y creen necesitar tu ayuda,

serás llevado a su presencia—el que hablaba extendió la mano y Dar le entregó

con disgusto el precioso paquete.

Fueron dadas órdenes de marcha y el grupo se volvió por el camino por donde

Dar y Kruger habían venido. Sin embargo, en vez de torcer tierra adentro,

cuando llegaron a la avenida que la pareja siguió hacia el mar, la cruzaron y se

encaminaron al lado del mar de uno de los volcanes, que era el que quedaba a

la izquierda cuando los dos caminantes venían hacia la ciudad.

Por primera vez se lamentó Dar de no haber insistido en aprender más del

lenguaje de Kruger. El problema era recuperar los libros y quedar fuera del

alcance de esta gente cuanto antes mejor, y si esto fallaba escaparse él e

informar en las Murallas de Hielo de su situación. Había que hacer esto en

menos de veinte años; no había otra alternativa imaginable. Con suerte, Nils

Page 53: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

53

Kruger le ayudaría. En aquel momento no parecía aconsejable discutir este

asunto con él, ya que podían ser entendidas muchas de las palabras que

utilizaran por la gente que les rodeaba. Era posible que después les dejaran

solos, y si no Dar únicamente tendría que utilizar el poco inglés que había

aprendido. En relación con esto, acariciaba una idea y habló con Kruger, usando

a tope su vocabulario de palabras inglesas.

—Nils, habla mientras caminamos. En tu lengua. Sobre cualquier cosa.

No podía ser más explícito; quería que Kruger fuera hablando de las cosas que

veían al pasar, con la esperanza de que alguna palabra aislada pudiera tener un

significado lo suficientemente obvio para que el nativo, relacionándolo con el

inglés que sabía, pudiera cogerlo. Kruger no entendía esto, pero podía ver que

Dan estaba pensando hacer algo en concreto y se empeñó en contentarle. Al

ser el tema de conversación más a mano justo el que Dar quería, las cosas no

fueron del todo mal.

Era un método que no hubiera resultado demasiado práctico dada la memoria

que poseen la mayoría de los seres humanos, pero para la de Dar no resultaba

del todo irracional. Aun así, el vocabulario del pequeño piloto se incrementaba,

en verdad, muy despacio y tenía con frecuencia que ser corregido.

Mientras esto sucedía, el grupo pasó al lado del volcán, siguiendo la pequeña

playa de cenizas pulverizadas que había entre él y el mar. Al otro lado, la selva

llegaba prácticamente hasta el mar formando penachos aislados de vegetación

separados por montones de escoria volcánica y ocasionales pequeños mantos de

lava. Durante un par de horas fueron siguiendo su camino a través de estos

trozos de selva, alejándose cada vez más del mar.

El nivel del terreno no subía de nuevo; seguían al nivel del mar y a Kruger no le

hubiera sorprendido encontrarse con otro pantano. En vez de esto, se

encontraron con una región de niebla.

Page 54: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

54

Era ésta la primera vez en los meses que llevaba en Abyormen que Kruger se

encontraba con ese fenómeno y se sorprendió bastante, pues no parecía

concordar con la temperatura del aire. Sin embargo, las ondulantes nubecillas

de vapor de agua estaban allí, y conforme el grupo iba avanzando se hacían más

frecuentes y mayores. El chico tenía unos conocimientos de física lo

suficientemente buenos para atribuir todo esto a una de estas dos causas: o

algo enfriaba un aire casi saturado o había allí una masa de agua cuya

temperatura era más alta que la del aire que había encima. No se sorprendió

mucho al materializarse la segunda de esta situaciones. Aparecieron lagunas de

agua a ambos lados de su sendero y, al poco rato, el camino llegaba a un claro

de dos o

trescientas yardas de ancho, en el cual había más pozas de agua que exhalaban

grandes penachos de vapor. Algunas burbujeaban violentamente, otras estaban

quietas a la luz del sol, pero todas parecían estar calientes. Dar se hallaba

visiblemente nervioso: visiblemente, se entiende, para sus captores, ya que

Kruger aún no reconocía los síntomas. El ser que llevaba el paquete se decidió

a preguntar:

—¿Te ha dicho tu compañero algo que te preocupe?

—No—respondió Dar—, pero me parece que si alguien está traspasando un

territorio prohibido es este grupo, ahora mismo.

—¿Por qué? Nadie ha prohibido esta área; nos dijeron que viviéramos aquí.

—¿Vuestros Profesores?

—Desde luego.

—¿Con todo este humo?

—Es vapor de agua y no hace daño a nadie. Mira, a tu amigo no le molesta.

Page 55: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

55

Kruger se había apartado cerca de una de las pozas calientes, mirando con

insistencia, aunque sin ser estorbado por sus captores, y estaba examinando

detenidamente el agua y la roca que había a su alrededor. Hasta ahora no había

visto nada de piedra caliza en este planeta, pero esta poza estaba rodeada de

travestina. El borde era un pie aproximadamente más alto que la roca que había

a poca distancia.

Kruger volvió a mirar estos factores y asintió con a los demás, habiendo parado

sus captores con visible complacencia para permitirle acabar su examen, y

preguntó al individuo del paquete:

—¿Con cuánta frecuencia estos...?

No sabía decir el verbo que quería, pero movió sus manos arriba y abajo de una

manera que todos menos Dar entendieron. El jefe respondió sin ninguna duda

aparente.

—No hay ley. A veces una en dos o tres años, a veces dos o tres docenas de

veces al año.

—¿Hasta qué altura?

—A veces se limita a salir a ras de suelo, otras llega a la altura de un árbol.

Mucho ruido, mucho vapor.

No había por supuesto nada de extraño que existieran géisers en una zona

volcánica. Sin embargo, Kruger tenía la impresión de que las razas salvajes y

sin civilizar solían evitarlos, y pasó un rato pensando si la respuesta que había

recibido le decía algo de estos seres. Decidió tristemente que para propósitos

prácticos no le servía de mucho.

Antes de haber llegado a esta conclusión el viaje estaba casi finalizado. Habían

cruzado el claro de los géisers y en el lado más lejano de la selva había un

Page 56: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

56

conjunto de estructuras que resultó ser la "ciudad" de los captores. Le dijo esto

mucho más sobre ellos que sus palabras.

Los edificios eran simples chozas con techo de paja, algo más complicadas que

las que Kruger había construido durante la época estival mientras viajaban,

pero menos que las que se pueden encontrar en los kraals africanos. El jefe dio

una voz cuando se acercaban al pueblecito y lo que resultó ser el resto de los

habitantes salió de sus cabañas para verles llegar.

Kruger había leído su buen número de novelas de aventuras y sacado de ellas la

mayor parte de sus conocimientos sobre razas primitivas. A consecuencia de

esto se sintió ciertamente incómodo con el aspecto que ofrecía la

muchedumbre que se había reunido alrededor de los cautivos. Por lo que podía

distinguir, eran todos del mismo tamaño. La primera impresión que esto

produjo en el chico era que se trataba de una partida de guerra, con las mujeres

y los niños rigurosamente en sus casas. Descansó un poco cuando vio que de la

gente que había en la partida sólo estaban armados los que les habían capturado

a él y a Dar. Lo que sí le afectó después de un rato fue el silencio de los recién

llegados. Lógicamente, tenían que haber estado haciendo preguntas sobre los

cautivos; en

vez de esto, se limitaban a mirar fijamente a Kruger.

Fue Dar quien rompió el silencio, no porque le importara que le ignoraran,

dadas las circunstancias, sino porque estaba preocupado por sus libros.

—Bueno, ¿cuándo veremos a vuestros Profesores? —preguntó. Los ojos del ser

que llevaba el paquete giraron hacia él.

—Cuando lo digan. Pensamos comer primero, pero mientras se prepara la

comida iré a informarles de nuestro regreso.

Uno de ellos, que no había ido con el grupo que capturó a los viajeros, habló:

Page 57: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

57

—Ya han sido informados; os oímos llegar y supimos por la voz del extranjero

que habíais tenido éxito.

Kruger entendió lo suficiente de esta frase para comprender por qué los nativos

se habían sorprendido de su llegada menos de lo esperado. La banda debió ser

enviada para capturar a los caminantes; Dar y él debían de haber sido vistos

cruzando el claro delante de la ciudad. Aquello era posible si medíamos el

tiempo transcurrido.

—El Profesor que ha respondido ha dicho que la banda y los cautivos pueden

comer y que éstos deben ser llevados a su presencia—ni Kruger ni Dar hicieron

ninguna objeción a esto, aunque el chico tuviera sus dudas de siempre sobre la

comida.

Parte de ésta, que fue servida al principio, eran vegetales servidos en grandes

cestos que fueron depositados en el suelo. Cada cual cogía su propia comida de

los cestos, así que Kruger no tuvo dificultad en seleccionar lo que sabía era

bueno para él. Mientras esto sucedía, algunos de los habitantes del pueblo se

habían ido a los géisers llevando trozos de carne. Volvieron y rellenaron los

vacíos cestos de vegetales con ellos, viendo Kruger, para su consternación, que

la carne estaba demasiado caliente para ser cogida con comodidad. Al parecer

había sido cocinada en uno de los surtidores.

Dar y él estaban aún hambrientos, pero ninguno probó la carne después de la

experiencia anterior de Kruger. Miraron con pesimismo cómo la engullían los

nativos cuando una idea asaltó al chico.

—Dar, esta gente es como tú. El hecho de calentarla no les estropea la carne.

¿Por qué no comes tú por lo menos? Uno de los dos debe mantener sus fuerzas—

Dar tenía sus dudas sobre su semejanza con los habitantes del poblado, pero los

otros argumentos tocaron su sentido del deber y después de luchar

concienzudamente durante breves momentos dio la razón a su amigo. Su

Page 58: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

58

inquietud al comer fue advertida por la gente que le rodeaba y pareció causar

más sorpresa que la llegada de Kruger.

Dar fue inevitablemente preguntado sobre el porqué de esta inquietud, y unos

ojos sorprendidos se volvieron hacia Kruger, mientras Dar contaba su

desafortunada experiencia con la carne asada.

—No entiendo cómo ha podido suceder eso —dijo uno de los del poblado—.

Siempre hemos asado nuestra carne; es la regla. Tal vez tu amigo usó un

surtidor que tenía el agua envenenada.

—No usó ningún surtidor. Estaba sólo el río, cuya agua se encontraba fría y no

teníamos nada para recoger el agua, al menos algo lo suficientemente grande.

—Entonces, ¿cómo pudo asar la carne?

—Sobre un fuego.

El ponerse a comentar esta palabra de Dar le pareció a Kruger la primera

reacción lógica que había obtenido de esta gente, aunque pronto se dio cuenta

de que le entendieron bien.

—¿Estaba el fuego cerca de aquí? —fue la siguiente pregunta—. Tenemos que

informar a los Profesores cuando un volcán distinto de los que hay cerca de la

Gran Ciudad entra en actividad.

—No era un volcán. Hizo el fuego él mismo —todos los ojos giraron hacia Nils

Kruger y se produjo un silencio de muerte. Nadie pidió a Dar que repitiera sus

palabras, ya que el abyormita medio tenía demasiada confianza en su oído y en

su memoria para suponer haber entendido mal una frase tan sencilla. Sin

embargo, había una clara atmósfera de incredulidad. Dar hubiera casi apostado

sus libros sobre la pregunta que siguió. Hubiera ganado.

Page 59: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

59

—¿Cómo se hace? Parece extraño, pero no poderoso—la última palabra no se

refería sólo al poder físico, sino que era un concepto general que abarcaba todo

tipo de habilidades.

—Tiene un artefacto que produce un fuego muy pequeño cuando es

correctamente tocado. Con él enciende pequeños trozos de madera que luego

utiliza para encender otros mayores.

La criatura tenía sus dudas, al igual que la mayoría de los demás. Hubo un

murmullo general de aprobación cuando dijo:

—Tengo que verlo.

Dar se abstuvo cuidadosamente de darle su equivalente de una sonrisa.

—¿Querrá tu Profesor esperar hasta que te lo haya enseñado a ti, o debemos

mostrárselo a él también?—esta pregunta hizo que los habitantes se pusieran a

discutir durante breves instantes, terminando en un rápido viaje de uno de ellos

a una cabaña que se levantaba en un lado del racimo de habitáculos. Dar miró

con interés cómo el tipo desaparecía dentro y se esforzó por descifrar los breves

murmullos que salían. No lo consiguió y tuvo que esperar el regreso del

mensajero.

—El Profesor dice que llevemos madera como la que necesita este extraño y

que le dejemos ver cómo hace fuego.

Los nativos se dispersaron a sus cabañas mientras que Dar le rellenaba a Kruger

los numerosos huecos que tenía sobre la conversación. Antes de terminar con

esto empezaron a traer madera por todos lados.

No traían ninguna de la selva; era evidente que había sido cortada hacía ya

tiempo y que se estaba secando en las cabañas. No había razón aparente para

deducir por la forma de los trozos que había sido cortada en un principio para

hacer fuego, y su trasfondo cultural tampoco lo indicaba, pero allí estaba.

Page 60: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

60

Kruger seleccionó unas cuantas piezas y rebanó unas astillas con su cuchillo;

después hizo un pequeño montón de trozos mayores y se puso de pie, dando a

entender que estaba dispuesto. Dar se dirigió hacia la cabaña donde había ido

el mensajero, pero fue detenido inmediatamente.

—;Por ahí no, extranjero!

—¿Pero no es ahí donde están tus profesores?

—¿En un lugar como ése? Claro que no. Hablan ahí, es cierto, pero quieren veros

a ti y a tu fabricante de fuego. Venid por aquí —el que hablaba empezó a

recorrer de nuevo el camino que habían seguido para venir al poblado y los

prisioneros le siguieron. El resto de la gente siguió sus pasos.

Un sendero bien marcado discurría entre los surtidores termales. Los cautivos

lo siguieron hacia una poza especialmente grande que había al borde del claro,

lejos ya del mar. Al parecer, éste afloraba a la superficie con mayor frecuencia

que los demás, o al menos tenía mayor cantidad de mineral en la fuente

subterránea de la que salía, ya que su borde medía unos tres pies de altura.

Dentro de él, el agua se agitaba y borboteaba con furia.

La zona alrededor de la poza parecía estar vacía, excepto por un sitio donde se

proyectaba desde el borde un objeto que parecía un trozo desprendido de

travertina. Tenía forma de cúpula si quitamos su parte superior, que

aproximada-

mente tenía la misma altura del borde y unos cinco pies de diámetro. Su

superficie era lisa, pero había un buen número de profundos agujeros por sus

lados.

Kruger no lo hubiera mirado dos veces a no ser por el hecho de que se pararon

delante de él y todos los habitantes del poblado se reunieron alrededor. Esto

hizo que el chico se pusiese a examinarlo con mayor detenimiento y que

concluyese por deducir que era una experta obra de albañilería. Tal vez los

Page 61: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

61

Profesores estaban en su interior; los agujeritos debían servir de puntos de mira

y de ventiladores. No se distinguía ninguna entrada, que por otra parte podía

estar en el borde de la poza donde no podía verla o incluso fuera en otro lugar

y conectada por un túnel. No le sorprendió oír una voz proveniente del montón

de piedras.

—¿Quién eres? —la pregunta no era nada ambigua; la estructura gramatical del

idioma no dejaba lugar a dudas de que se dirigía a Kruger. Por un instante, el

chico no estaba muy seguro de cómo responder, pero luego se limitó a decir la

verdad.

—Soy Nils Kruger, piloto-cadete del crucero Alphard .

Tenía que cambiar los nombres por sonrisas en el idioma abyormita, pero se

sintió satisfecho en conjunto. Sin embargo, la siguiente pregunta le hizo pensar

si estaba haciendo lo correcto.

—¿Cuándo morirás?

Kruger se quedó perplejo con la pregunta. Parecía limitarse a ser una pregunta

directa sobre cuánto iba a vivir, pero se encontró incapaz de responder.

—No lo sé—fue lo único que pudo decir. Esto produjo un silencio de la roca, tan

largo por lo menos como el provocado por su anterior titubeo. Con sus siguientes

palabras, el oculto orador dio la impresión de haber diferido indefinidamente

una cuestión enigmática.

—Se supone que eres capaz de hacer fuego. ¡Hazlo! —Kruger, sin saber para

nada su situación respecto al invisible interrogador, obedeció. No tuvo

problemas para ello; la madera estaba seca y Arren proporcionaba a su batería

toda la radiación que necesitaba. El chasquido de las chispas de alta tensión

hizo retirarse a los pobladores, repentinamente alarmados, aunque Kruger

reparó en ello tan poco como en la ballesta de Dar. Las cortezas prendieron

inmediatamente y sesenta segundos después un fuego respetable ardía en la

Page 62: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

62

piedra situada a unas pocas yardas del pétreo refugio de los Profesores. Todo

el rato se fueron sucediendo preguntas sobre el desarrollo de la operación, que

Kruger iba respondiendo: por qué la madera tenía que ser pequeña al principio,

por qué había elegido madera seca, y qué era lo que producía las chispas.

Responder resultaba extremadamente difícil. Kruger se encaró con

aproximadamente los mismos problemas que hubiera tenido un estudiante de

bachillerato al que se hubiera pedido diese una conferencia al mismo nivel

sobre física o química en francés después de haber estudiado dicho idioma

durante un año. Consecuencia de esto fue que aún estaba tratando de

improvisar signos cuando el fuego se apagó.

La criatura de dentro del pétreo refugio pareció por fin satisfecha con los

fuegos, o al menos con lo que Kruger sabía de ellos, y pasó a otro tema que

parecía interesarle más.

—¿Eres de otro mundo que se mueve a la vez que Theer o de alguno que gire en

torno a Arren?

Dar no entendió, pero Kruger lo hizo demasiado bien. Dar fue golpeado como

por un trueno, de la misma manera que los seres humanos cuando se dan cuenta

de que sus teorías favoritas no tienen ya ninguna validez.

—¡Buen ojo de lince!—murmuró para sí, pero por el momento fue incapaz de

encontrar ninguna respuesta coherente.

—¿Qué ha sido eso? —Kruger había olvidado por un instante que los oídos

superagudos parecían de lo más corriente en este planeta.

—Una expresión de sorpresa en mi propio idioma —respondió con prontitud—.

No creo haber entendido bien la pregunta.

—Para mí que sí lo has hecho —aunque los acentos no fueran humanos, Kruger

tuvo de repente la impresión de que un director de colegio se encontraba al

Page 63: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

63

otro lado de la barrera, y decidió que bien podía continuar su política de

franqueza.

—No, no vengo de Arren; no sé ni siquiera si tiene algún planeta, o si los tiene

Theer—el que le escuchaba aceptó esta respuesta sin hacer ningún comentario,

ya que su significado se podía sacar fácilmente del contexto—. Mi mundo gira

alrededor de un sol mucho más débil que Arren, pero más potente que Theer,

y que está a una distancia de este sistema que no puedo expresar en vuestro

idioma.

—¿Entonces hay otros soles?

—Sí.

—¿Por qué viniste aquí?

—Estamos explorando, aprendiendo cómo son los otros mundos y soles.

—¿Por qué estás solo?

Kruger contó con detalle el accidente de su caída en el pozo de barro, la lógica

deducción de sus amigos de que había perecido y su supervivencia gracias a una

fortuita raíz de árbol.

—¿Cuándo volverá tu gente?

—No espero que lo hagan. No tienen motivos para suponer que este mundo esté

habitado; las ciudades de la gente de Dar, de las que me ha hablado, no se

podían ver, y el poblado de esta gente de aquí no es posible detectarlo. En

cualquier caso, la nave iba en un viaje de reconocimiento que iba a durar

bastantes de vuestros años y puede estar ya llena al regresar a casa sin que este

sistema sea siquiera examinado. Aun así, no hay ninguna razón en particular

para que regrese; hay mucho que hacer más cerca de casa.

—Entonces estás ya muerto para tu gente.

Page 64: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

64

—Me temo que sí.

—¿Sabes cómo funcionan tus naves voladoras? —Kruger titubeó un poco ante

esta pregunta y luego recordó haberse presentado como un piloto-cadete.

—Conozco las fuerzas y la técnica relacionadas con ellas; sí.

—¿Entonces por qué no has intentado construir una para volver a tu mundo?

—Saber y poder son dos cosas diferentes. Sé cómo se formó este mundo, pero

no podría haberlo hecho por mí mismo.

—¿Por qué estás con ése, al que llaman Dar?

—Me lo encontré. Dos se mueven mejor que uno solo. Además, estaba buscando

un sitio en este mundo lo suficientemente fresco para un ser humano, y Dar

dijo algo relacionado con un casquete polar al que se estaba dirigiendo. Aquello

fue suficiente para mí.

—¿Qué harías con los demás de su especie al encontrártelos en el casquete

polar?

—Supongo que trataría de congeniar con ellos. En cierto sentido, es la única

compañía que tengo; los trataría como si fueran de los míos, si me lo

permitieran —hubo una pausa después de esta respuesta, como si los ocultos

Profesores estuvieran conferenciando o meditando. Entonces las preguntas

volvieron, pero estaba vez dirigidas a Dar Lang Ahn.

Este respondió que era un piloto al que se le había asignado la ruta entre Kwarr

y las Murallas de Hielo. Los interrogadores preguntaron por la situación de la

ciudad, a lo que Dar tuvo que responder minuciosamente. El y Kruger se

preguntaron si los Profesores no lo sabían en serio o estaban sólo probando la

veracidad de Dar.

Page 65: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

65

No se hizo ninguna sugerencia en el sentido de que Dar no fuera nativo de este

planeta, y al plantearse Kruger la cuestión, estaba cada vez más sorprendido.

Le tomó algún tiempo deducir que al ser Dar de la misma raza que esta gente,

también ellos debían provenir de otro mundo. El porqué vivían como

semisalvajes era un misterio, pero tal vez sucediera que habían sido

abandonados allí al estropearse su nave. Aquello hubiera justificado las

preguntas relativas a su poder para construir una nave espacial. De hecho,

parecía tener respuestas para todo menos para explicar por qué los Profesores

permanecían ocultos.

—¿Qué son esos "libros" que llevabas y por los cuales te inquietabas tanto?—esta

cuestión atrajo de nuevo la distraída atención de Kruger, pues llevaba bastante

tiempo queriendo preguntar lo mismo.

—Son registros de lo que nuestra gente ha hecho y aprendido durante sus vidas.

Los registros que recibimos de aquellos que se fueron ya se encuentran en la

seguridad de las Murallas hace mucho tiempo, después de que nos hubiéramos

aprendido su contenido, pero por ley todo el mundo debe hacer sus propios

libros también, que luego deberán ser preservados como los hechos antes.

—Ya veo. Una idea interesante; tendremos que considerarla más adelante.

Ahora, otro asunto: has dado a alguna de nuestra gente la impresión de que

consideras contra la ley el tratar con fuego. ¿Es esto cierto?

—Sí.

—¿Por qué?

—Nuestros Profesores nos lo han dicho y nuestros libros de tiempos pasados

también.

—¿Decían que os podía matar?

Page 66: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

66

—No nos pasaría sólo eso. Ser muerto es una cosa, ya que a fin de cuentas todos

nos morimos con el tiempo, pero esto parecía ser algo peor. Supongo que será

que estás más muerto si te mueres de calor, o algo así. Ni los Profesores ni los

libros lo han aclarado nunca demasiado.

—Y sin embargo acompañas a este ser que es capaz de hacer fuego cuando

quiere.

—Al principio me preocupó eso, pero luego decidí que como no es realmente

una persona, tiene que tener unas leyes diferentes. Creí que informar sobre él

en las Murallas de Hielo pesaría más que las posibles infracciones que pudiera

cometer. Además, me mantuve lo más alejado posible de los fuegos que hizo.

Hubo otro silencio bastante largo antes de que el Profesor hablara de nuevo.

Cuando lo hizo, su entonación y palabras resultaron al principio alentadoras.

—Los dos habéis prestado vuestra información, cooperación y ayuda —dijo el

oculto ser—. Lo apreciamos, y por tanto os damos las gracias.

—Seguiréis por el momento con nuestra gente. Ellos se ocuparán de que estéis

cómodos y bien alimentados; me temo que no podamos hacer nada para

proporcionarle al ser humano el frescor que quiere, pero incluso eso puede ser

arreglado. Dejad los libros y el aparato para encender fuego sobre la piedra y

que se vaya todo el mundo.

VI. INVESTIGACION

Un período de lluvia y sol alternativos y el breve retorno y puesta de Theer dejó

a los dos viajeros con la impresión de que los "Profesores" de la tribu que les

había capturado podían estar bien dispuestos, pero eran unos seres bastante

dogmáticos. Cuando decían algo tenía que ser así. Por desgracia, habían dicho

que Nils Kruger y Dar Lang Ahn debían permanecer dispuestos para hablar, y las

Page 67: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

67

criaturas del poblado, que les obedecían ciegamente, estaban preparadas para

cumplir esta orden.

En realidad, no eran verdaderos prisioneros. Podían pasear por donde quisieran

dentro del poblado y sus alrededores inmediatos, excepto dentro de la cabaña

en la cual los pobladores iban a hablar con los Profesores. Además, cuando los

ocultos seres se enteraron de la existencia del reloj de Kruger, lo que sucedió

durante la segunda entrevista, accedieron casi con gusto a que los dos no

necesitaran ni quedarse siquiera en los alrededores, asegurándose de su

aparición tras ciertos intervalos regulares, que venían determinados por

acuerdos mutuos, en aquel lugar. Como Kruger advirtió, había entremedias una

buena dosis de psicología; al mismo tiempo que les garantizaban esta libertad,

hicieron una media promesa a Dar de que su libros les serían devueltos en breve,

pero el momento no fue especificado. "En este instante estaban siendo

examinados con gran interés". Kruger notó que no se había hecho ninguna

petición a Dar para que diera lecciones de su escritura, pero el hecho más

importante era que Dar estaba encadenado a aquella vecindad por la promesa,

con tanta seguridad como si hubieran sido utilizados grilletes de metal. Se negó

a considerar ni por un instante cualquier sugerencia que trajera consigo

desertar de sus preciosos libros.

Más que nada como experimento, Kruger preguntó en una ocasión si la ley del

poblado que prohibía la entrada a la ciudad se aplicaba también a los cautivos.

Esperaba una corta negativa y fue gratamente sorprendido cuando les

permitieron ir allí a condición de que no tocaran ni dañaran nada. No dijo nada

sobre el cuchillo que Dar se había apropiado y con alegría hizo lo que había

pedido.

Dar tenía. miedo de que los pobladores se resintieran de esto; parecía raro

permitir que los cautivos hicieran algo ilegal para los captores. Sin embargo, no

apareció ningún síntoma de esto y por fin acabaron por pensar que la palabra

de los Profesores debía ser totalmente decisiva para ellos. Utilizaron el permiso

Page 68: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

68

varias veces, pero no encontraron nada más curioso que las cosas que habían

descubierto durante su primera inspección. Kruger realizó una cuidadosa y bien

planeada búsqueda del generador que suministraba la energía a la red de cables

de la ciudad, pero no lo encontró. Se desilusionó; le hubiera gustado mucho

haber sabido cuál había sido la fuente de energía de los constructores de la

ciudad.

Los Profesores no preguntaban nunca si su condición era cumplida, aunque un

día los dos sufrieron un gran susto durante una de las conversaciones.

—Dar—preguntó el Profesor—. ¿De qué substancia están hechas las hebillas de

tus arreos?—el piloto no pareció preocupado por la pregunta, pero Kruger se dio

cuenta en seguida de lo que podía llevar implícito, y respondió con prontitud:

—Los tenía antes de venir; no provienen de la ciudad.

—Lo sabemos—fue la respuesta—; pero no es esto de lo que queremos

enterarnos. ¿Dar?

—Son de hierro—respondió el piloto, diciendo la verdad.

—Eso creíamos. ¿Te importaría explicarnos cómo una persona a la que está

prohibida toda relación con el fuego y cuya gente vive toda bajo la misma ley

tiene tales pertenencias?

—Puedo decirlo, pero no explicarlo—respondió Dar con precisión—. Me las

encontré. Gran cantidad de este material se halla cerca y en la ciudad donde

vivimos en un principio. Cogimos lo que quisimos, ya que no había ninguna ley

que lo prohibiera. No sabía que el hierro tuviera ninguna conexión con el fuego—

miró con inquietud las hebillas.

La conversación se acabó ahí; de hecho, fue violentamente interrumpida. Uno

de los géisers, a apenas treinta yardas de distancia de los prisioneros, eligió

aquel momento para soltar parte de su energía y empezaron a aparecer grandes

Page 69: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

69

cantidades de vapor de agua. Dar y Kruger no esperaron para despedirse; se

fueron directamente del fenómeno y con tanta rapidez como el vapor les

permitía.

Kruger tropezó dos veces con irregularidades de la roca; en ambas ocasiones

forcejeó para sacar sus pies del agua hirviendo que llegaba a ellos. Durante lo

que les pareció a ambos muchas horas, pero que probablemente fue menos de

un minuto, no pensaron en nada excepto en la propia conservación; así salieron

sanos y salvos del alcance del fenómeno.

En el instante en que se dieron cuenta de esto, pararon ambos inmediatamente;

tenían el mismo pensamiento, que nada tenía que ver ya con su seguridad.

Durante una hora entera, mucho después de que el vapor hubiera desaparecido,

esperaron y miraron con la esperanza de obtener una visión de los Profesores,

quienes con toda seguridad habían tenido que marcharse de la misma forma

que sus prisioneros. Nada se movió durante todo este tiempo, y cuando el aire

se hubo aclarado del todo pudieron ver la cúpula de roca sin ningún cambio

aparente, sin presentar ningún signo de que nada ni nadie se hubiera movido

en sus alrededores. Volvieron y rodearon la poza alrededor de la cual estaban,

para verla desde todos los ángulos, porque éste era el momento, si es que había

alguno, en que la entrada sería visible, pero no encontrarían nada.

Ambos se sorprendieron un poco cuando, al volver después del intervalo usual

de tiempo, la charla se desarrolló como si nada hubiera sucedido. Kruger

deseaba atreverse a preguntar la forma en que los Profesores habían escapado,

pero algo le hacía evitar mencionar esta cuestión.

Hasta aquel momento había dicho ya mucho acerca de su gente, lo mismo que

Dar. La facilidad de Kruger con el idioma había crecido con mucha mayor

rapidez que en un período de tiempo similar con la única compañía de Dar.

Dar ya se había dado cuenta de su error original acerca de Kruger, aunque sus

ideas de astronomía fueran indudablemente poco claras. El chico, sin embargo,

Page 70: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

70

no estaba en ningún modo convencido de que Dar y los pobladores fueran

originarios del planeta; los Profesores evitaron en todo momento cualquier

respuesta directa en la materia y no había ninguna evidencia clara que hiciera

perder valor a la idea original de que habían sido abandonados como él;

ninguna, por lo menos, que Kruger reconociera como tal.

Su estancia en el poblado no se componía solamente de exploración y

conversación. Algunas veces la vida era bastante apasionante. En una ocasión

Kruger se cayó en un hoyo tapado que había sido hecho obviamente para cazar

animales; fue el hecho de que estuviera al parecer preparado para un animal

bastante grande lo que le permitió evitar el afilado palo que tenía abajo. En

otra

ocasión, cuando salían de un edificio en un extremo de la ciudad cerca de uno

de los volcanes, Kruger y Dar fueron casi ensartados por una punta de ceniza

volcánica que había sido al parecer puesta en libertad por una lluvia reciente.

Lograron escabullirse dentro del edificio justo a tiempo y después tuvieron, con

grandes molestias para Kruger, que salir a través de la pared opuesta, ya que

las puertas de este lado habían quedado totalmente bloqueadas.

Varias veces, Dar repitió su petición de que le fueran devueltos los libros; se le

pasaba el tiempo en más de un sentido. Los Profesores aún tenían interés en

los volúmenes y no decían el momento preciso en el cual ese interés pudiera

desaparecer.

Varias veces, cuando estaban Dar y él solos, Kruger sugería con más o menos

fuerza que lo único que tenían que hacer era no regresar un día al poblado, ir

a las Murallas de Hielo y volver con la ayuda suficiente para conseguir que le

fuera

devuelta a Dar su propiedad; pero el piloto se negaba a irse. Fue necesaria una

combinación de circunstancias bastante compleja para que cambiara de idea.

Page 71: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

71

Habían inspeccionado ya la parte más grande de la ciudad que caía del lado del

poblado, pero no conocían aún nada del otro. En realidad, había pocas razones

para suponer que podían encontrar algo que no hubieran ya visto, e incluso

Kruger se estaba cansando un poco de serpentear por entre los desiertos

edificios, cuando Dar advirtió que una calle parecía dirigirse desde el extremo

más lejano de la ciudad alrededor del segundo volcán, al cual no habían nunca

llegado. Esta calle no era perceptible desde el nivel del mar; Dar la vio desde

un extremo de la ciudad que estaba muy encima de la otra colina, bastante

cerca, de hecho, del lugar donde casi habían sido enterrados. Los dos

decidieron ponerse a investigar inmediatamente.

Les llevó algún tiempo bajar de un volcán, cruzar la parte llana de la ciudad y

trepar al otro hasta el lugar que Dar recordaba como el principio de la calle en

cuestión; cuando llegaron a él había pasado tiempo suficiente como para indicar

que podían llegar tarde a su próxima conversación con los Profesores. Habían

tenido siempre cuidado de no estar fuera demasiado tiempo, con la creencia

bastante lógica de que su libertad podía ser reducida si lo hacían, pero esta vez

decidieron probar suerte.

La calle subía bastante empinadamente, torciendo al principio hacia el lado del

cono que daba al mar. Desde abajo no habían podido decir si subía a la cumbre

del volcán en zigzag o en espiral, pero pronto advirtieron que era de la última

manera.

Esperaban llegar arriba para poder obtener una idea mejor de la geografía local

de lo que sus paseos les habían dado. Dar no veía ningún sentido en construir

una calle que llevara a la cima de una montaña, pero evitaba hacer cualquier

juicio hasta estar seguro.

—En cualquier caso —señaló el piloto—, si realmente quieres llegar hasta ahí

arriba no hay necesidad de ir por la carretera. Ya hemos escalado montañas

antes.

Page 72: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

72

—Sí, pero no sé cómo subir por ésta. Recuerda lo que sucedió en el otro lado de

la ciudad. Sería bastante desagradable si otro de esos pedazos de tierra se nos

echara encima y no tuviéramos ningún edificio en que protegernos.

—No creo que necesitemos preocuparnos. El terreno de este cono parece mucho

más firme que el del otro y no he visto ninguna marca que sugiriera recientes

derrumbamientos.

—Tampoco veo ninguna al otro lado, y probablemente nadie haya escalado esto.

Sin embargo, podía estar esperando nuestra presencia.

Pudieron ahorrarse la discusión, pues nunca llegaron arriba. La carretera dejaba

de subir aproximadamente en el momento en que se perdía de vista la última

parte de la ciudad, aparte de la que estaba bajo el agua, y sin discutir siquiera

el asunto los dos siguieron el camino pavimentado. La panorámica era amplia

cuando volvieron la vista atrás, la parte inferior de la bahía mostraba hasta

dónde se extendió un día la tierra firme, al poder verse a través del agua clara

la infraestructura de calles de la ciudad. Más adelante, la casi recta línea de la

costa desaparecía en la distancia. Tierra adentro la selva se extendía hasta

donde alcanzaba la vista. Incluso desde esa altura, que no era por otra parte

demasiada, no podían distinguir la distancia que les separaba del campo de lava

donde se habían encontrado. No parecía hasta el momento que hubiera razón

alguna para construir la carretera; parecía no llevar a ninguna parte. Con

creciente curiosidad, marcharon más de prisa.

Un cuarto de milla más allá del punto donde incluso la bahía desapareciera de

su vista, llegaron al cráter. No había realmente ningún aviso; hasta aquel

momento, la falda de la montaña subía y bajaba por cada lado de la carretera;

en el siguiente, desaparecía la zona que bajaba y la carretera discurría

peligrosamente por el borde de un acantilado de trescientos metros de altura.

Había allí una pesada barandilla de metal y ambos se acercaron y se asomaron.

Page 73: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

73

El cráter, si es eso lo que una vez fue, no estaba encima de la montaña, sino a

un lado; la carretera les había llevado a la parte más alta de su borde y el cono

subía aún varios cientos de pies más detrás de ellos cuando se pusieron a

mirarlo. No se trataba de un cráter demasiado ortodoxo; sus paredes interiores

eran escarpados acantilados que en un principio hicieron a Kruger sentirse

bastante inseguro. Vio entonces que la parte interior de la fosa no era del

mismo material que la montaña en general, y muy despacio fue alumbrando en

él la idea de que todo aquello fuera artificial.

Las paredes eran de cemento, o algo equivalente, y habían sido cortadas con

herramientas. La parte de abajo no era el fino cono de un cráter normal, pero

tampoco estaba totalmente plana. Había un pequeño lago y la vegetación

cubría casi el resto de la zona. Alrededor del borde de la pared de cemento

parecía que se extendía por una corta distancia un trozo de tela, sobre la cual

no había ninguna vegetación. Los dos observadores podían ver las bocas de

grutas o túneles que se abrían en la pared por esta rampa, y pensando en una

decidieron buscar un camino para bajar.

No había nada que se pareciera a una escalera en la pared interior, así que lo

más lógico que podían hacer era seguir la carretera que debía haber sido

construida en relación con este hoyo. Rápidamente, les dio la impresión de

estar siguiendo la ruta adecuada, ya que el sendero en vez de seguir alrededor

de la montaña, como había hecho hasta entonces, empezó a curvarse hacia

abajo para seguir la forma de la sima. En la parte más escarpada de la bajada

la suave superficie se convirtió durante unas doscientas yardas en algo que

podían ser escalones de estrechos y bajos peldaños, o simplemente un

acanalamiento del suelo para permitir la tracción.

Poco tiempo después llegaron a un lugar donde los árboles crecían al borde de

la carretera, cubriendo ésta y el hoyo. Esto impidió que vieran el camino desde

arriba. Como luego supieron, también impedía que vieran un buen número de

edificios que se encontraban separados por intervalos regulares en la cuesta.

Page 74: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

74

Parecían ser del mismo estilo que los de la ciudad, exceptuando que tenían un

solo piso. Dar y Kruger dudaron entre examinarlos con detenimiento ahora o

averiguar adónde conducía la carretera y volver después si tenían tiempo.

Optaron por la segunda alternativa.

Sin embargo, no tardaron mucho tiempo en averiguar adónde llevaba la

carretera. Otras doscientas yardas más abajo se abría en una plazoleta

pavimentada a la que Kruger, sin pensarlo dos veces, llamó "aparcamiento".

Varios minutos de investigación y pensamiento no dieron un nombre mejor, con

lo que los exploradores volvieron a los edificios. Una vez dentro del primero al

que entraron hizo que Kruger no pensara más en el hecho de que ya se habían

retrasado para su entrevista con los "Profesores".

Su primera suposición fue que ésta debía ser la planta suministradora de energía

de la ciudad. Un generador eléctrico no varía mucho de aspecto, sea quien sea

quien lo construya, y cualquiera sea la causa que lo haga moverse, y los objetos

que había en el primer edificio eran simples generadores eléctricos. Eran

grandes, aunque Kruger no tenía la experiencia suficiente para saber si

bastaban

para la ciudad entera. Sus grandes armaduras estaban montadas sobre ejes

verticales, y aparentemente la fuente productora de la energía mecánica

estaba bajo tierra. Pensando en esto, hicieron una rápida investigación que fue

recompensada por el descubrimiento de la parte superior de una rampa que,

como esperaban, conducía abajo.

La única dificultad estribaba en que la rampa era estrecha y baja a la vez.

Kruger hubiera tenido que ponerse a gatas y su pendiente era resbaladiza.

Incluso si conseguía llegar abajo, volver a subir resultaría dificultoso, ya que el

suelo de la

rampa era de metal liso y resultaba difícil no resbalar. El caso de Dar era aún

peor; la cuestión del tamaño le preocupaba menos, pero, por primera vez desde

Page 75: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

75

su encuentro, sus zarpas resultaban para algo menos adecuadas que los pies de

Kruger. Este decidió por fin que la prudencia era la parte más importante del

valor y pospuso la exploración hasta haber examinado los demás edificios.

Esto les llevó algún tiempo, ya que el lugar era fascinante. Se podían encontrar

todo tipo de equipos técnicos, que resultaron en su totalidad, para desilusión

de Kruger, demasiado grandes para ser transportados, pero que no dejaban

lugar a dudas de que la raza que había construido la ciudad estaba altamente

civilizada. Los generadores y motores, los hornos y herramientas decían todo lo

que era importante sobre ellos, excepto qué era lo que les había hecho

marcharse dejando su ciudad y sus equipos. Una guerra los habría destruido;

una plaga hubiera dejado rastro de sus cuerpos, a menos que fueran de cuerpo

blando, como los moluscos. Kruger, un hombre que había crecido en la Tierra

durante la primera década de la exploración interplanetaria, estaba preparado

para aceptar esta segunda posibilidad, pero aun así no la dio como segura.

Los hechos eran contradictorios: una ciudad parcialmente sumergida que debía

llevar siglos abandonada y unas máquinas que sólo estaban cubiertas por una

fina capa de polvo, unos caminos que aún no habían sido cubiertos por la

vegetación, unas paredes en pie y sin grietas con un mortero resistente y una

fuerte albañilería que debían de haber sido cuidadas hasta hacía relativamente

poco tiempo. Parecía que las máquinas volverían a funcionar si se les quitaba

el polvo y se les suministraba energía.

De haberle dado a un arqueólogo competente el tiempo suficiente, habría

podido aprovechar el grupo de edificios como una escuela donde aprenderlo

todo sobre sus constructores; de hecho uno de ellos parecía haber sido

destinado a colegio. Tenía en su interior un bonito modelo en relieve de los dos

volcanes, la ciudad entremedias, la bahía, aunque no señalara el nivel del agua,

y el gran agujero donde se encontraba dicho edificio. Además, muchas de las

máquinas que estaban en tamaño real en los demás edificios se representaban

Page 76: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

76

aquí en forma de maquetas; los dos investigadores hubieran pasado aquí varias

horas de no haber sido por un hecho.

Había otra rampa que descendía a la parte inferior desde el piso bajo de aquella

construcción, y esta vez era lo suficientemente grande para que Dar pudiera

andar derecho por ella sin dificultad. Además, la cuesta era mucho menos

empinada que en el caso anterior y el suelo tenía una composición rugosa que

permitía que fácilmente las zarpas de Dar hicieran presa. Por último, descendía

por el agujero, y sin pensarlo más los dos empezaron a bajar su suave cuesta.

La luz no era buena, pero sin embargo venía la suficiente del edificio del que

salieron para permitirles distinguir algunas ramificaciones del túnel. Durante

un rato no vieron ninguna, pero después aparecieron varias puertas a ambos

lados. A

juzgar por los ecos, llevaban a habitaciones vacías; estaba entonces demasiado

oscuro como para poder comprobarlo con la vista. Poco después, sin embargo,

una débil luz apareció delante de ellos.

No le prestaron atención de momento, pues una nueva circunstancia les

distrajo. Casi en el mismo instante en que Dar se dio cuenta de la luz que tenía

delante, sonó detrás de ellos un gigantesco silbido y sintieron una repentina ola

de calor.

Como un solo hombre saltaron los dos hacia adelante, pero siguieron sintiendo

el calor y el ruido. Una débil corriente de aire proveniente del edificio del que

habían salido les trajo una nube de vapor de agua que les envolvió y siguió hasta

el fin del túnel.

—¿Qué pléyades es eso? —preguntó Kruger a nadie en particular.

—¿Otro géiser?—la respuesta de Dar era a la vez una pregunta.

Page 77: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

77

—Demasiado breve —Kruger empezó a dirigirse con cuidado al origen del

fenómeno, listo para saltar de nuevo al hoyo si fuera necesario.

Lo fue. Sucedió de nuevo. Después de experimentar durante varios minutos,

pareció evidente que las corrientes de vapor que fluían por el corredor eran

provocadas por el peso de alguien que anduviera o estuviera de pie sobre el

suelo del corredor a unas diez yardas de distancia aproximadamente de las

rosetas que liberaban el vapor.

—Lo cual es interesante —afirmó Kruger—. Supongo que debemos agradecerles

que hayan dispuesto este invento para avisarnos. Les hubiera resultado igual de

sencillo poner un resorte delante de sus humeantes tuberías.

—Parece que querían guardar dentro lo que hubiera aquí—fue la contribución

de Dar—, pero sin importarles si algo o alguien viniera desde fuera. Estoy

bastante interesado en lo que pueda haber al final de este túnel. ¿Llevas tu

cuchillo, Nils?

—Sí. Estoy detrás de ti, Robin Hood.

Con su ballesta cargada y apuntando hacia delante, el pequeño abyormita

empezó a descender la cuesta en dirección a la luz encendida. Kruger le seguía.

Se les ocurrió pensar a ambos que con los ruidos precedentes habían perdido

toda oportunidad de coger por sorpresa a lo que tuvieran delante, pero ninguno

de los dos lo mencionó en voz alta.

VII. INGENIERIA

No necesitaron haberse preocupado. Aquello era el colmo, pero después de

buscar por el suelo del cráter durante más de una hora se vieron obligados a

admitir que no había en el recinto ningún animal mayor que una ardilla. Esto

constituía en cierto modo un alivio, pero dejaba aún más oscura la causa de la

Page 78: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

78

trampa del túnel. Comentaron esto mientras descansaban al lado del hoyo y

comían carne conseguida con la ballesta de Dar.

—Supongo que es lógico no encontrar nada vivo por aquí, estando la ciudad

desierta; pero cabría esperar ver por lo menos algún esqueleto —apuntó Kruger.

Dar rascó con una zarpa el suelo poroso.

—No sé mucho al respecto. Incluso los huesos cuya carne no ha sido

completamente comida no duran demasiado tiempo, y si tienen mucha

desaparecen de inmediato. Aun así, podíamos esperar encontrar vestigios de

ocupación en los huecos de la pared que vimos desde arriba—estas aberturas

habían sido inspeccionadas buscando bien a los habitantes del hoyo o algún

rastro de ellos, pero sólo eran grutas de cemento.

La opinión de Kruger era que debían sentarse y, teorizar sobre la posible función

del cráter en los días en que la ciudad estaba habitada; pero Dar tenía una idea

más práctica.

—El que sirviera para guardar mala gente o malos animales significa poco para

nosotros ahora —dijo—. El problema es que parece adecuado para tenernos a

nosotros también. De acuerdo que no moriremos de hambre, ya que hay agua y

comida. Sin embargo, me quedan muy pocos años de vida para pasarlos en este

lugar, y además no tengo mis libros. ¿No sería mejor planear una fuga?

—Supongo que sí lo sería—admitió Kruger—. Aun así, si supiéramos lo que aquí

se guarda podríamos hacerlo mejor. Si es una jaula para leones y estuviéramos

enterados de ello, al menos sabríamos que las restricciones están preparadas

para leones. Como...

—Como sucede, conocemos todas las restricciones, como tú las llamas. Si

subimos por ese túnel, hace calor. No tengo conocimiento de primera mano de

lo que me pasaría si me metiera en el vapor, pero estoy seguro de que mis

Profesores tenían sus razones para mantenerme alejado de estas cosas. Me doy

Page 79: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

79

cuenta que tú, que no tienes miedo del fuego, no has mostrado tampoco ningún

deseo de ponerte delante de esas tuberías de vapor.

—Cierto. No tengo miedo del fuego que controlo, pero esto es muy distinto.

Espera un minuto, acabas de decir algo. Si subimos por el túnel apretamos esa

especie de gatillo que hay en el suelo, pero éste no está justo enfrente de los

chorros. No puede estar muy cerca de ellos, o habríamos quedado escaldados

al entrar. Debe ser posible ir por el corredor, pasar la parte del suelo que

controla las válvulas, esperar allí hasta que cese de nuevo el vapor, y entonces

salir.

Dar tenía sus dudas.

—Parece demasiado sencillo —dijo—. ¿Qué pueden haber tratado de tener ahí,

que se hubiera asustado simplemente por el ruido? Es todo lo que le mantenía

realmente ahí, si tu idea es correcta.

—Tal vez fuera justo eso —respondió Kruger con rapidez—. De cualquiera forma,

intentémoslo.

Ninguno de ellos se sorprendió esta vez cuando un rugido de vapor respondió a

su peso en la zona determinada del suelo. Kruger iba delante todo lo cerca que

se atrevía al chorro de gas caliente, que salía de unas espitas a un lado del

corredor y que desaparecía en su mayor parte en grandes aberturas al otro.

Nubes de vapor remolineaban fuera de la zona y se ensortijaban alrededor de

ellos en girantes nubecillas de niebla caliente, pero había aire suficiente para

respirar, y minuto tras minuto esperaban en el borde del chorro de la muerte.

Tras un buen rato Kruger tuvo que admitir que Dar había tenido razón. Se

hallaban mucho más cerca del vapor de lo que habían estado cuando apareció

por primera vez al entrar, pero parecía que no iba a parar entonces. Al parecer,

la maquinaria era más compleja de lo que Kruger había creído.

Page 80: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

80

Había, por supuesto, otra posible interpretación. Kruger no quería considerarla.

No sabía si se le había ocurrido o no a Dar y se abstuvo diplomáticamente de

preguntarlo, cuando estuvieron de vuelta al lado de la poza.

—¿Supones que la trampa era para estas pequeñas cosas que hemos comido? —

preguntó Dar después de un largo silencio.

—¿Te unes a mi lógica? —inquirió Kruger—. No lo sé, y no veo qué ventaja nos

reportaría que lo fuera.

—Tampoco yo, hasta que hablaste hace un rato. Sin embargo, empiezo a

preguntarme cuánto peso era necesario para abrir la válvula. Sabemos que

nuestros pesos a la vez bastaban; creo que también el tuyo; pero no sabemos

si el mío, y si lo hicieran, qué cantidad sería necesario poner en aquella parte

del suelo sin ponerlo en funcionamiento.

—Si el tuyo es demasiado, ¿para qué nos serviría tener más información?

—No es necesario poner todo nuestro peso sobre el mismo sitio, ¿no es verdad?

Sería posible colocar ramas y troncos en el suelo de forma que...

—Kruger estaba de nuevo en pie; no hubo necesidad de acabar la frase. Esta

vez fue Dar quien iba delante, con Kruger varios pasos detrás de él.

En su momento, el chorro de vapor demostró que el resorte había sido puesto

en marcha. Kruger se quedó donde estaba, mientras Dar retrocedió hacia él. El

chorro cesó; decididamente, Dar había abierto la válvula. Era difícil estar

seguro de la posición precisa del resorte en el casi totalmente oscuro paisaje.

Dar se movió hacia adelante y hacia atrás hasta que localizó la última pulgada

del borde del área sensible; entonces le dijo a su compañero:

Nils, si vuelves arriba y buscas varias rocas de diferentes pesos nos enteraremos

del grado de sensibilidad de este ingenio. Yo me quedaré aquí y señalaré la

zona.

Page 81: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

81

—De acuerdo—Kruger comprendió que el pequeño tipo estaba pensando y

obedeció sin ningún comentario o pregunta. Volvió a los cinco minutos cargado

de piedras de lava cuyo peso total aproximado era las cincuenta y cinco libras

de Dar, y los dos se dedicaron a hacerlas rodar una a una detrás de la línea

fatídica. Unos minutos de emanaciones y silencios alternativos evidenciaron que

el gatillo operaba con el peso y que se requerían aproximadamente quince libras

para abrir las válvulas. Además, las quince libras podían ser situadas en

cualquier lugar a lo ancho del corredor en una distancia de unos diez pies.

Simplemente, el esparcir sus pesos no sería de utilidad; tan pronto como la

suma total llegaba al límite de quince libras el vapor se liberaba.

—Aún podemos hacer un puente sobre el corredor—señaló Dar cuando llegaron

a esta conclusión.

—Será bastante trabajoso —fue la respuesta pesimista de Kruger—. Vamos a

tener que cortar mucha madera sólo con dos cuchillos.

—Si puedes pensar en otra cosa lo intentaré gustoso; si no, sugiero que

empecemos a trabajar.

Como solía suceder, las palabras de Dar parecieron demasiado sensatas para ser

contradecidas y volvieron a la luz del sol para buscar el material necesario.

Por desgracia, Kruger también había tenido razón. De los dos cuchillos que

tenían, ninguno era especialmente pesado. Los árboles de Abyormen diferían

entre sí tanto como los de cualquier otro planeta, pero ninguno de ellos era

suficientemente blando para ser talado con un cuchillo pequeño en media hora

o en medio día. Los viajeros esperaron encontrar algo lo suficientemente grueso

para soportarlos sin doblarse demasiado y lo suficientemente delgado para ser

cortado y transportado. El trozo de selva del cráter no era muy ancho y tenían

que estar satisfechos con mucho menos de lo que querían; ninguno recordaba

haber visto un tronco verdadero durante su búsqueda anterior, aunque por

supuesto estaban pensando en otras cosas en aquel momento.

Page 82: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

82

Kruger tenía aún sus dudas cuando paseaban por el suelo del cráter. No era más

perezoso de lo normal, pero incluso el pensar enfrentarse a un tronco de seis

pulgadas con su cuchillo no le apetecía mucho. Aquella situación ha sido

probablemente responsable de la mayoría de los descubrimientos e inventos del

último medio millón de años, así que no era demasiado sorprendente que su

mente estuviera ocupada con otros asuntos mientras cazaban.

Tampoco era sorprendente que algunos hechos que habían estado disponibles

en la caja de clasificación de su mente durante algún tiempo aparecieran de

repente todos juntos; ésa parece ser la forma en que normalmente surgen las

ideas.

—Dime, Dar —dijo de repente—. ¿Cómo es posible que si esta ciudad está

desierta y las plantas de energía al parecer cerradas haya aún todo este vapor?

Puedo entender que una válvula de abrir y cerrar dure este tiempo; pero ¿qué

me dices de la fuente de energía?

—Hay mucho vapor por la zona—señaló Dar—. No tenían que haber ido

demasiado lejos para conseguir el mismo fuego que alimentaba a estos volcanes

o el agua caliente en el poblado—la cara de Kruger se apagó un poco cuando se

dio cuenta que debía haber pensado él también eso.

—Por eso—dijo—me parece que sólo allí debe poder haber tanto vapor. ¿Por qué

no dejamos algunas rocas sobre el resorte y nos limitamos a esperar hasta que

se acabe?

—Ha estado fluyendo ya durante un buen rato —dijo Dar con dudas—y no ha

mostrado ningún síntoma de acabarse. Aun así, supongo que hay una

oportunidad. De cualquier forma, una vez hayamos puesto el peso en su lugar

no nos entretendrá más tiempo, pues podemos volver a este trabajo. Vamos a

hacerlo.

Page 83: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

83

—No nos entretendrá a los dos. Volveré yo —Kruger regresó al túnel e hizo rodar

una de las rocas que había dejado en el suelo hacia la trampa hasta que sus

oídos le dijeron que había llegado suficientemente lejos y volvió con Dar en

menos de dos minutos.

Por la perversidad de la suerte, el único árbol que parecía utilizable para su

propósito estaba situado muy lejos del túnel. El quejarse de ello no serviría de

nada, y los dos se pusieron a trabajar con sus finas hojas. Su madera era más

blanda que la de un pino, pero aun así el tronco de siete pulgadas tardó algún

iiempo en ser cortado, dadas las circunstancias. Descansaron varias veces y

pararon una para cazar y comer antes de que la gran planta cayera.

Este árbol tan particular tenía sus ramas en forma de sombrilla de muchos

estratos, con una distancia de cuatro o cinco pies entre cada uno. El plan era

salvar algunas de las ramas del estrato más cercano a la base y del más cercano

a la cresta de forma que pudieran servir de "patas" para sostener el peso del

tronco principal y de su carga. Kruger no se hubiera sorprendido demasiado si

el trabajo les hubiera llevado un año, pero la decisión y la progresiva habilidad

acarreó sus dividendos y pasaron sólo unos días terrestres antes de que la obra

estuviera preparada para ser arrastrada al túnel. A lo largo de todo aquel

tiempo no cesó nunca el chillido del vapor; no había necesidad de acudir al

túnel para saber el comportamiento de los chorros. Si hubo alguna disminución

en el sonido, fue demasiado gradual para ser detectada por ninguno de los dos;

lo que sí llamó su atención fue su cese repentino. Esto sucedió justo cuando

estaban empezando a arrastrar el tronco hacia el túnel. Por un momento, los

ecos del silbido se oyeron por todo el hoyo; luego sobrevino el silencio. Dar y

Kruger se miraron durante un momento, y entonces, sin parar para discutirlo,

empezaron a correr hacia la abertura.

Dar llegó antes, a pesar de tener las piernas más cortas; la maleza que había

por el camino era lo suficientemente abierta para dejarle pasar con facilidad

mientras que Kruger tenía que abrirse camino. El suelo del túnel estaba mojado

Page 84: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

84

con una capa de agua casi hirviendo, evidentemente del vapor que se había

condensado en las paredes y techo durante las últimas doce horas. Era sólo la

corriente que entraba desde el hoyo lo que hacía que el aire del pasaje no fuera

irrespirable; en la remolineante niebla sólo se podían ver unas pocas yardas del

corredor. Avanzaron poco a poco a la vez que la corriente quitaba la cortina de

rocío y al poco llegaron a las piedras que habían dejado alrededor del resorte.

Dar hubiera continuado, pero Kruger le paró con una palabra de aviso.

—Esperemos un momento y veamos si la roca que puse en el resorte está aún

allí. Tal vez fue corroída por el vapor; no era demasiado pesada —Dar sintió

personalmente que una piedra de quince libras necesitaba algo más poderoso

que el pequeño chorro del túnel para hacerla desaparecer, pero, de cualquier

modo, se quedó quieto. Fueron necesarios sólo unos momentos para ver que la

roca se hallaba todavía en su sitio; el resorte estaba aún presumiblemente

bajado, por lo que el vapor dejó de fluir por cualquier otra causa. Un poco

inquieto, Kruger dejó caer su peso hacia delante hasta llegar al lado de la roca.

Nada sucedió, y durante unos segundos los dos se miraron pensativos. Pensaban

en las mismas posibilidades.

Ninguno conocía los detalles del sistema de válvulas que controlaba el vapor.

Podía haber más dispositivos de seguridad que lo cerraran antes de que se

acabara por completo su reserva, dispositivos que podían ser accionados por

otros resortes si se hacía la intención de pasar a través del corredor. El

problema era que los constructores no eran humanos y, en lo que podía saberse,

tampoco miembros de la raza de Dar; no había forma de suponer lo que podían

considerar como un diseño lógico.

—Supongo que hay una única manera de averiguarlo, Dar. Mejor será que me

dejes a mí primero; probablemente puedo aguantar una pequeña dosis de esto,

pero a partir de lo que tus Profesores han dicho no hay forma de saber lo que

te pasaría a ti.

Page 85: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

85

—Es cierto, pero yo peso menos. Tal vez sería mejor que empezara yo.

—¿Qué ventaja tendría eso? Si no funciona para ti, no sabemos aún si lo hará

conmigo. Tú limítate a estar listo si yo consigo pasar—Dar no dijo nada más,

pero ayudó a que su compañero se cerciorara de que el pequeño equipo que

llevaban estaba bien asegurado, ya que ninguno quería volver por algo que se

les hubiera caído. Hecho esto, Kruger no perdió más tiempo y echó a correr por

el túnel todo lo rápido que pudo.

Dar miró hasta estar seguro de que el chico había pasado los chorros de vapor

y entonces le siguió. Se encontró con Kruger en la boca del túnel, pero no

pararon hasta haber salido del edificio del que provenía el pasaje. No habían

oído ningún sonido detrás de ellos y los jadeos de Kruger fueron disminuyendo

gradualmente al pararse y escuchar.

—Supongo que lo conseguimos—dijo por fin—. ¿Qué hacemos ahora? Llevamos

algo así como medio año de retraso para nuestra charla con el Profesor del

poblado. ¿Crees que podremos convencerle de que nuestro retraso fue

accidental y que estará dispuesto a devolverte tus libros?

Dar pensó un poco. Incluso él estaba ya algo harto de que le dieran largas cada

vez que pedía su paquete, y lo que decía Kruger no estaba del todo

injustificado. Dar tenía la suficiente vista como para darse cuenta de que el

retraso no era totalmente accidental; debían de haber salido para el pueblo

mucho antes de quedar atrapados en el cráter.

—Me pregunto por qué la gente del poblado no viene a buscarnos—inquirió de

repente—. Sabían más o menos dónde estamos y la vez anterior fueron capaces

de encontrarnos.

—Es una buena pregunta, y no encuentro de momento respuesta alguna. El

vapor no debe asustarles, ya que no lo hacen esos géisers.

Page 86: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

86

—¿Supones que sabían que estábamos atrapados y se hallan satisfechos de

dejarnos así? Una expedición de búsqueda podía haber oído el vapor a mucha

distancia y sólo con mirar sobre el borde del volcán nos hubieran descubierto.

—Hay una posibilidad distinta, y es que pensaran que es muy sencillo salir de la

trampa y no supusieran que estaríamos mucho tiempo atrapados. En tal caso

habría aún guardas merodeando posiblemente nos los hubiéramos encontrado

al salir.

—Tal vez hubiera un único guardia, que no pensara que el ruido le conduciría a

ninguna parte; podían pensar que el chorro era inagotable; estoy seguro que yo

lo hubiera creído así. En tal caso podía haber ido a por refuerzos. Estoy armado

y quizá pensara también que no es su deber capturarnos solo.

—Una posibilidad que no puede ser comprobada más que esperando aquí a ver

si aparecen los soldados. ¿Les esperamos?

—Bueno.., supongo que no —Dar no estaba aún muy dispuesto.

—Es posible que tengas razón. Hemos estado perdiendo el tiempo y no me

quedan más que dieciséis años. Será mejor que partamos de nuevo para las

Murallas de Hielo y confiemos poder volver con la suficiente ayuda para

conseguir los libros.

—Eso me agrada. Siempre me agradó. Este baño de vapor se hace más

desagradable con el tiempo; de hecho juraría que se calienta un poco más cada

año. Vamos, y rápido —a la palabra unieron la acción y dejaron la montaña y la

ciudad atrás sin pensarlo más.

Viajar era un poco más fácil a lo largo de la costa. La playa solía ser de arena

compacta, aunque bastante estrecha; Abyormen no tiene una Luna con la

suficiente masa para producir mareas advertibles, y tan cerca del polo ni las

producidas por Theer se podían medir. Kruger sentía recelo ante el hecho de

viajar sobre una superficie donde se pudieran advertir con tanta claridad sus

Page 87: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

87

huellas, pero Dar señaló que desde que fueron capturados habían dicho lo

suficiente a sus potenciales perseguidores para que éstos supieran la dirección

que habían tomado. La velocidad, y sólo la velocidad, era lo que podía

favorecerles en aquel momento.

Había muchos animales en la selva que salían a la playa, ninguno de los cuales

demostraba un temor particular por los viajeros. Una y otra vez la ballesta de

Dar les proporcionaba el almuerzo, que era diseccionado en el sitio y comido

mientras viajaban o durante las paradas ocasionales que eran necesarias para

dormir.

Una o dos veces pudieron ver las partes superiores de los conos volcánicos muy

tierra adentro, pero sólo una vez les molestó uno de ellos. Tuvieron que pasar

algún tiempo abriéndose paso a través de un pequeño campo de lava que había

fluido al mar en algún momento del pasado.

Normalmente, podían ver bastantes millas de costa a sus espaldas, con tanta

frecuencia que ni siquiera uno de los ojos de Dar giraba en dicha dirección, pero

los únicos objetos con movimiento que se podían ver eran animales salvajes

poco afectados por la presencia de los viajeros.

El viaje se convirtió en un monótono caminar bajo un calor vaporoso o una

molesta lluvia tropical. De vez en cuando, Kruger paraba el viaje para bañarse

en el mar; aunque el agua estuviera caliente, el frescor que le proporcionaba

nadar un poco hacía que mereciese la pena afrontar el riesgo. Sólo hacía esto

cuando Dar paraba para descansar, ya que el abyormita no tenía la costumbre

del baño y parecía no pensar en nada más que en la cantidad de tiempo que

estaban empleando en el viaje.

No tenían ningún medio preciso de medir la distancia que recorrían, de forma

que ni Dar podía suponerse cuándo aparecían las islas que buscaban; sin

embargo, aparecieron. Dar emitió un gruñido de alivio cuando la primera

pequeña joroba apareció a lo lejos en el horizonte.

Page 88: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

88

—Tenemos quince años de tiempo; aún lo conseguiremos —su confianza podía

parecer un poco fuera de lugar, pero la ignorancia de Kruger sobre la escala en

que habían sido trazados los mapas impidió que se diese cuenta del hecho de

que la cadena de islas que Dar quería utilizar se extendía a través de

ochocientas millas de océano y que había casi una distancia igual entre su final

y el punto del casquete polar al que se dirigían. Le pareció que el juicio del

nativo era razonable y casi se relajó.

—¿Cómo vamos a cruzar el mar?—se limitó a preguntar.

—Flotando—y Dar Lang Ahn quería decir eso mismo.

Esto preocupó a Kruger, y su preocupación no disminuía conforme pasaba el

tiempo. Cada vez estaba más claro que Dar pretendía hacer su viaje en una

balsa, que era la única embarcación posible de hacer con las herramientas de

que disponían; e incluso su ignorancia de la distancia que tenían que recorrer

no hizo al chico mucho más feliz al respecto. No poseían ningún tipo de vela, y

cuando el chico por fin logró explicar al piloto lo que eran, éste explicó que,

de cualquier forma, el viento siempre soplaba en su contra. Tendrían que

remar.

—¿Nunca cambia la dirección del viento?—preguntó Kruger consternado

mientras empezaba a considerar la tarea de utilizar la energía muscular como

un supuesto inimaginable que empezaba a tomar forma en la playa.

—No lo suficiente para ser tenido en cuenta.

—Pero ¿cómo lo sabes?

—He estado volando por esta ruta durante toda mi vida, y para llevar un

planeador hace falta saber lo que hacen las corrientes.

Page 89: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

89

—¿No has dicho antes que esta cadena de islas señalaba la ruta aérea que

vuestros planeadores siguen siempre para llegar a las Murallas de Hielo?—

preguntó Kruger de repente.

—Para los que vienen de Kwarr, sí.

—Entonces, ¿por qué no hemos visto ninguno? —No has estado mirando hacia

arriba. Yo he visto tres desde que llegamos a este lugar. Si tuvieras los ojos más

lateralmente situados y abarcaras hasta más arriba...

—,No te preocupes por mis deficiencias ópticas! ¿Por qué no hiciste señales?

—¿Cómo?

—Ibas a reflejar la luz del sol con las hebillas de tus arreos cuando te encontré;

o podíamos encender fuego.

—Tu encendedor está en poder de los amigos que hemos dejado atrás, e incluso

si pudiéramos encender alguno debías ya saber que ninguno de los míos se

aproximaría a un fuego. Si el piloto viera el humo lo evitaría y lo reportaría con

toda probabilidad como un nuevo centro de actividad volcánica.

—Pero ¿qué pasa con los reflejos? ¡Tus hebillas brillan aún!

—¿Como se dirige un rayo de luz desde un espejo? Utilizaba ese método cuando

me encontraste porque era el único posible; me encontraría tan muerto si tú

no hubieras aparecido como lo estaré en menos de quince años.

—¿No puedes ver el rayo de luz reflejado por las hebillas?

—No. Una vez vi un espejo tan plano que se podía ver el rayo de luz solar que

reflejaba con tal de que hubiera un poco de bruma en el aire, pero mis hebillas

no son de ese tipo.

—Entonces si esparcen el rayo debe de ser más sencillo que puedan ser vistas

por alguien. ¿Por qué no lo intentas al menos?

Page 90: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

90

—Creo que sería una pérdida de tiempo; pero si eres capaz de sugerir alguna

forma de dirigir el rayo lo suficientemente cerca puedes intentarlo la próxima

vez que aparezca un planeador a la vista.

—Déjame ver las hebillas, por favor.

Dar accedió con el aire de alguien que estaba dando gusto a un niño un poco

tonto. Kruger examinó las chapas de metal con detenimiento. Eran más planas

de lo que las palabras de Dar habían hecho suponer, de forma rectangular, de

unas dos pulgadas de anchura y cuatro de longitud. Había dos agujeros de una

pulgada cuadrada en cada una, y en medio otro menor que cuando estaba

siendo utilizado sostenía una clavija para asegurar las correas de cuero que se

ataban en los dos primeros. Kruger sonrió al acabar su examen, pero se las pasó

a su compañero, con el siguiente comentario:

—Acepto la oferta. Avísame en seguida cuando aparezca el próximo planeador,

si es que no lo veo yo mismo.

Dar volvió al trabajo, poco interesado en la idea de Kruger, pero mantuvo

obedientemente un ojo vagando por el horizonte. Estaba un poco molesto de

que Kruger estuviera constantemente levantando su cabeza para hacer lo

propio, pero era lo suficientemente abierto para admitir que la pobre criatura

no lo pudiera evitar. Se molestó aún más cuando fue Kruger quien divisó primero

una nave aérea que se aproximaba, pero miró con interés cómo el chico se

preparaba para usar las hebillas para señalar su posición.

Todo lo que vio, sin embargo, fue que una hebilla estaba siendo sostenida

delante de uno de los pequeños ojos, que al parecer se dirigía a través del

agujero central al planeador que se aproximaba. Dar no vio la razón de que esto

pudiera ayudar a dirigir el rayo reflejado. Veía el haz de luz brillando en el

mismo orificio central en la cara de Kruger, pero no podía decir por qué el

reflejo de sus facciones en su parte posterior hubiera tomado una posición en

concreto, una tal que llevaba la luz reflejada en su cara directamente al

Page 91: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

91

agujero por el cual estaba mirando al planeador. Permaneciendo todo lo quieto

posible, dijo:

—¿Tenéis alguna señal especial que pueda ser hecha con destellos de luz, algo

que el piloto pueda reconocer sin error?

—No.

—Entonces sólo nos queda esperar que se interese por un constante

relampagueo —Kruger empezó a sacudir el espejo arriba y abajo.

Dar Lang Ahn se mostró atónito cuando el movimiento del planeador demostró

con claridad que su ocupante había visto los destellos y no ocultó su asombro.

Kruger no le dio importancia a su acción, como si se le ocurrieran cosas así

todos los días. Después de todo, aún era joven.

VIII. TRANSPORTE

El planeador no aterrizó, ya que su piloto era demasiado prudente para hacerlo.

Fuera lo que fuera lo que emitía aquellos destellos en la playa, casi con certeza

que no era una plataforma de lanzamiento, y si tomaba tierra se vería obligado

a

quedarse allí. El tenía también sus libros y ninguna intención de arriesgarlos.

Sin embargo, pasó lo suficientemente bajo para descubrir las figuras de Dar y

Kruger, quedándose tan perplejo del último como Dar en su momento lo había

estado.

Una de las ventajas de un planeador es su silencio. Esta característica, unida al

hiperagudo oído de los abyormitas, hizo posible una conversación entre Dar y

el piloto del planeador. Fue llevada a cabo a ráfagas, mientras el aeroplano

giraba al borde de la selva, recuperaba la altura que había perdido y volvía a

Page 92: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

92

dar otra pasada. Finalmente, Dar pudo transmitirle el hecho que consideraba

como más importante: las incidencias de sus libros.

—Entendido—gritó el piloto por fin—. Llevaré mi carga y daré después tu

informe. Mejor será que os quedéis donde estáis. ¿Hay algo más que los

Profesores deban saber?

—Sí. Mi compañero. Puedes ver que no es una persona. Sabe mucho que no está

en los libros; debía ir a presencia de los Profesores.

—¿Habla?

—Sí, aunque no muy bien. Tiene palabras propias que son diferentes de las

nuestras, no habiendo aprendido aún completamente nuestro idioma.

—¿Sabes tú algo del suyo?

—Algo sí.

—Entonces tal vez será mejor que te llevemos a ti también. Ahorrará tiempo, y

no nos queda mucho.

—No estoy seguro. pero me parece que no se muere en el momento indicado;

confía en vivir más tiempo. Puede que no haya necesidad de darse prisa.

Una de las frecuentes interrupciones para recuperar altura permitió al piloto

dirigir esta información al pasar de nuevo:

—En cualquier caso estáte junto a él. Infórmate de la decisión de los Profesores.

Si pudieran improvisar una catapulta capaz de lanzar un planeador de cuatro

plazas las cosas irían más de prisa, ya que las portátiles es posible que estén

desmanteladas—se fue y empezó a girar de una forma determinada para ganar

altura, mientras que Dar pasó a informar al chico de las numerosas partes de la

conversación que no había oído o entendido.

—Lo sospeché, pero lo encontraba difícil de creer —dijo Kruger por fin.

Page 93: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

93

—¿Qué?

—Que ese momento al que con tanta frecuencia te refieres es el fin de tu vida.

¿Cómo es posible que sepas cuándo vas a morir?

—Lo he sabido toda mi vida; es parte de la ciencia que hay en los libros. La vida

nace, y dura un tiempo determinado, y luego se acaba. Es por ello que los libros

deben ir a las Murallas de Hielo, para que los Profesores puedan utilizarlos y

ayudar a instruir a la gente que venga después.

—¿Quieres decir que todo el mundo se muere al mismo tiempo?

—Por supuesto. Prácticamente todas las vidas comenzaron a la vez, excepto

para los pocos que habían tenido accidentes y que tuvieron que volver a

empezar.

—¿Cómo morís?

—No lo sabemos, aunque puede ser que los Profesores sí. Siempre nos han dicho

el momento, pero no la manera.

—¿Qué tipo de gente son esos Profesores?

—No, si no son gente. Son... Profesores. Es decir, parecen personas, pero son

mucho mayores, más incluso que tú.

—¿Se parecen más a los tuyos que yo o hay alguna otra diferencia como las

existentes entre tú y yo? —Son exactamente iguales que yo, excepto por el

tamaño..., y lo mucho que saben, por supuesto.

—¿Y viven de una generación a la otra, esto es, más tiempo que un grupo normal

de gente, y llegan a conocer al siguiente cuando la gente normal se muere en

su totalidad al llegar el momento?

—Así lo dicen ellos y los libros.

Page 94: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

94

—¿Cuál es el tiempo que soléis vivir normalmente?

—Ochocientos treinta años. Llevamos ya ochocientos dieciséis—Kruger pensó

esto, y tras hacer un poco de aritmética mental se puso a pensar cómo se

sentiría si supiera que no le quedaban más de nueve meses de vida. Sabía que

le afectaría; Dar Lang Ahn parecía darlo por supuesto y Kruger no pudo evitar

preguntarse si su pequeño amigo albergaría algún reprimido deseo de tener una

vida más larga. No se atrevió a preguntarlo, pues ya parecía ser materia

bastante delicada. Dejó que la conversación siguiera el rumbo que Dar la estaba

dando. El pequeño piloto parecía sentir lástima por él; por fin, Kruger se dio

cuenta, dado que no sabía cuándo iba a terminar su propia vida; al no tener las

palabras precisas para expresar sus sentimientos, y resultar éstos demasiado

abstractos para ser claramente explicados, el chico tuvo la definitiva impresión

de que la incertidumbre de un asunto como aquél era algo que a Dar no le

gustaría afrontar.

—Pero ya es suficiente conversación sobre el tema —Dar también parecía

apercibirse de estar al borde de tocar un asunto que pudiera ser molesto para

su compañero—. El piloto ha sugerido que tratemos de improvisar una catapulta

para que puedas ser llevado con ellos. Es preciso que empecemos antes de que

vuelvan. Todo lo que necesitamos son los palos, ya que ellos traerán con

seguridad los cables.

—¿Cómo funciona la catapulta?

Dar le dio una explicación. Al parecer era una honda más grande de lo normal.

La complicación en su construcción parecía residir primero en la necesidad de

situarla de forma que pudiera lanzar el planeador a una altura considerable, y

segundo en tener la certeza de que la estructura del soporte a la cual iba

enganchado el cable pudiera soportar la tensión, ya que una masa de madera

endeblemente encajada que se soltara de repente y se abalanzara sobre el

planeador podía resultar decididamente desagradable. La primera condición no

Page 95: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

95

parecía difícil de cumplir en la orilla del mar; la segunda era un problema de

experiencia. El trabajo era realmente más sencillo que construir una balsa, ya

que los trazos de madera eran mucho más delgados. Kruger cortó la mayoría,

siguiendo instrucciones de Dar; el pequeño nativo los situó y clavó con rapidez

y maña.

Arren, con su perezoso movimiento sobre el horizonte, marcaba el paso del

tiempo, pero ninguno de los dos trabajadores le prestaba especial atención.

Paraban para cazar y comer o para descansar lo imprescindible, pero Kruger

nunca supo con exactitud cuánto tiempo tardó el planeador que habían visto en

completar su viaje al casquete polar y la expedición de rescate en ser

organizada y llegar adonde ellos se encontraban. Fue con seguridad menos de

un año, ya que en ningún momento vieron a Theer entre ambos instantes, pero

cuando vieron los planeadores enfrente, por el mar, la catapulta estaba

preparada.

La máquina se posó razonablemente cerca de la catapulta. Otras dos la

siguieron en el plazo de media hora y un piloto solo bajó de cada una de ellas.

Dar hizo las presentaciones; los tres eran conocidos suyos. Ni entonces ni

después le fue posible a Kruger distinguirlos, y se sintió avergonzado de no

poder distinguir a Dar por otro medio que a través de las familiares manchas,

muescas y raspones de los arreos de su amigo y las hebillas de hierro que había

utilizado para llamar la atención.

Los otros tenían pedazos de metal encima, pero no con la misma finalidad; las

hebillas de sus arreos parecían ser de una materia semejante al cuero.

Se llamaban Dar En Vay, Ree San Soh y Dar Too Ken. A Kruger le molestó tantos

Dars, dándose cuenta de que no podría acortar más por comodidad el nombre

de su amigo. Se preguntó si los nombres tendrían algún tipo de connotaciones

familiares, aunque por lo que Dar Lang Ahn le había estado contando parecía

improbable.

Page 96: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

96

Uno de los planeadores era considerablemente mayor que los otros dos; Kruger

se supuso que debía ser el "cuatro plazas" que había mencionado el otro piloto.

Dar Lang Ahn le llamó y todo el grupo se puso a pensar la mejor manera de

acomodar al relativamente gigantesco cuerpo humano. El puesto de control

tenía que ser naturalmente dejado para el piloto; si se tenían que quitar los

otros tres asientos, no quedaba nada para sostener a Kruger, aparte la débil

envoltura del fuselaje. Ninguno de los asientos era suficientemente grande para

que cupiera en él, aunque tenían una forma bastante razonable desde el punto

de vista humano. La solución final fue un improvisado soporte de ramas

delgadas, más parecido a un colchón que a un asiento que parecía lo

suficientemente resistente para impedir que Kruger atravesara la tela, y ligero

para ajustarse a las bastante exactas condiciones de estabilidad del planeador,

condiciones que habían sido ya un poco forzadas por las características físicas

del chico.

Kruger supuso que tendría que pasar algún tiempo entre la desaparición de la

raza y la aparición de la siguiente, aunque cuando formuló esta pregunta al

grupo ninguno supo darle una respuesta. Los tres recién llegados se quedaron

atónitos ante la pregunta, y desde entonces empezaron a mirarle como un

fenómeno más extraño de lo que su ya raro aspecto indicaba. El piloto del

planeador grande no puso ninguna pega a que Dar lo condujese mientras Kruger

estuviera a bordo.

Hechos todos estos preparativos, Dar preguntó dónde podía encontrarse el resto

de la flota, o si un grupo de aquel tamaño estaba destinado a atacar el poblado

donde estaban sus libros. Ree San Soh le respondió.

—No vamos a ir aún a ese poblado. Los Profesores quieren tener un informe más

completo de la situación, que sólo tú puedes dar, y desean ver también a tu

compañero, Kruger. Dijiste que sabía más de lo que hay en los libros, así que

pensaron que es más importante llevarle a las Murallas de Hielo antes, en

especial si sufre con el calor.

Page 97: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

97

Dar Lang Ahn admitió la' fuerza del argumento, aunque un hábito que duraba

ya una vida le hacía no sentirse del todo satisfecho con el tema de su carga

perdida. Kruger aplaudió la decisión; cada vez que oía la palabra que había

decidido debía

significar "hielo" le entraba morriña. Un baño turco está bien de vez en cuando,

pero había estado metido en uno durante la mayor parte de un año terrestre.

No hubo dificultades con el lanzamiento. Por turno, cada planeador fue anclado

a la distancia correcta, el cable enganchado a su morro, y una ligera y no tirante

cuerda se tendía hasta el soporte mediante una polea y de nuevo a un

cabrestante. Giraron este último hasta que la parte tirante de la cuerda llegó

al soporte y entonces se soltó la primera cuerda y se guardó, y el planeador fue

soltado. Al ser lanzado sobre el soporte, el gancho se desprendió de su nariz,

dejando que la operación pudiera ser repetida con el siguiente planeador.

La única variación surgió con el último planeador, que fue el que usaban Dar

Lang Ahn y Kruger. En este caso el cable suelto era atado al soporte en vez de

al aparato, el cabrestante instalado en un soporte en la cabina del piloto y el

planeador anclado con un nudo deslizante que podía ser desatado por el piloto

desde su posición. A consecuencia de esto, el cable subió al aire con ellos y fue

enrollado por Kruger cuando estuvieron ya a salvo en ruta. Dar esperó que

terminara esta operación para comentar las consecuencias que habría

acarreado el que el gancho se enganchara en el soporte de lanzamiento.

—¿Pero no tenéis ningún rrledio de soltar el final del cable si esto sucede?—

preguntó Kruger.

—Se ha intentado, pero el piloto no suele reaccionar con la suficiente rapidez

como para sacar provecho de ello. No te enteras de que está liado hasta que el

cable te arranca la nariz y te expide fuera de tu cinturón de seguridad —Kruger

tragó saliva y se quedó callado.

Page 98: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

98

El vuelo resultó interesante, pero falto de incidentes. A Kruger le pareció,

claro, lento; Dar no se podía dirigir en línea recta a sus objetivos. Tenía que

deslizarse de una corriente de aire a la siguiente, no estando Kruger en absoluto

seguro de cómo encontraba las que subían. Dar, por supuesto, no siempre podía

explicar lo que sabía, pues le costó mucho tiempo, unos cuarenta años

terrestres, aprenderlo, y difícilmente podía impartirlo todo en un solo vuelo.

Una cosa era cierta: Dar Lang Ahn se habría llevado casi sin darse cuenta

cualquier premio que se hubiera ofrecido en la Tierra a pilotos de vuelo a vela.

El simple hecho de que el presente vuelo cubriera más de mil quinientas millas

no era la principal razón para ello, sino el hecho de afrontarlo como algo

normal, sin más preocupaciones sobre la posibilidad de un fracaso de las que

hubiera tenido un hombre al empezar a dirigirse desde Honolulú a Nueva York.

Al pasar las horas y no aparecer ninguna señal de la costa del otro lado, Kruger

empezó a darse cuenta de ello.

Cuando por fin apareció la costa, era completamente diferente de la que habían

salido, pues aquélla era relativamente plana, menos por los esporádicos conos

volcánicos, y ésta era áspera. Había sistemas montañosos producidos al parecer

por movimientos del terreno y por defectos en las rocas; eran aparentemente

montañas jóvenes, como los geólogos las hubieran clasificado. Escarpados

acantilados, miles de pequeños arroyos ricos en cascadas y rápidos, agudos y

desnudos picos, todo contaba la misma historia. Las corrientes de aire eran

increíblemente complicadas y Dar las bordeaba con una habilidad rayando lo

sobrenatural. Los otros planeadores habían desaparecido hacía ya largo tiempo,

al haberles permitido su menor peso hacer saltos de corriente a corriente a los

cuales Dar no había querido arriesgarse.

Con la costa enfrente, 'Dar empezó a escorarse a la izquierda y la cruzó con un

gran sesgo. Normalmente, estaban a demasiada altura para poder ver ningún

animal ni los detalles de las selvas que recubrían las lomas superiores de las

montañas, pero a veces el planeador seguía al lado de sotavento de un valle

Page 99: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

99

para utilizar las corrientes de aire hasta la siguiente cordillera, y Kruger podía

ver cómo los árboles eran diferentes. Una razón resultaba evidente: la

temperatura era más baja, como Kruger podía atestiguar. En las alturas

mayores a las que llegaba el planeador se había sentido a gusto en la primera

parte del viaje, pero ahora el sitio mejor estaba mucho más cerca del suelo.

Esto empeoró con el paso de las horas. Kruger no estaba seguro de lo que

viajaron, pero advirtió que debían haber sido cientos de millas. Estaba cansado,

hambriento y sediento. Dar parecía insensible a todos estos males, así como al

frío, que casi estaba logrando que Kruger echara de menos la selva. Habían

hablado poco en varias horas, pero cada vez que Kruger pensaba cuánto tiempo

duraría aún el viaje no lo hacía, pues no quería que pareciera que protestaba.

Por fin, fue Dar quien habló.

—No vamos a poder llegar antes de que se haga de noche—dijo de repente—.

Tendré que aterrizar pronto y seguir cuando vuelva a salir el sol.

Kruger miró a la estrella azul, en cuyos movimientos hacía largo tiempo que no

reparaba. Dar tenía al parecer razón. Arren estaba en el horizonte detrás de

ellos y un poco a la derecha del planeador; se estaba poniendo con lentitud.

Kruger trató de aprovechar esto para hacerse una idea de su situación en el

planeta; debía significar algo, ya que había visto el sol azul en el horizonte

durante más de seis meses terrestres. Una cuestión parecía clara, y era que

Theer no saldría aquel año. Habían cruzado al "lado oscuro" de Abyormen. Un

casquete polar pareció de repente distinguirse en el paisaje.

Sin embargo, a juzgar por el ángulo en que se ponía la estrella, ésta no iría muy

debajo del horizonte, decidió Kruger, comunicando a Dar su conclusión.

—No estará lo suficientemente oscuro para no poder ver, ¿verdad?—preguntó.

—No; pero no solemos volar cuando ninguno de los dos soles está en el cielo—

fue la respuesta—. Las corrientes de aire vertical son más raras y difíciles de

Page 100: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

100

identificar a cualquier distancia. Sin embargo, haré lo que pueda para llegar a

las

Murallas antes de que el sol se ponga; no tengo demasiadas ganas de estar

quince o veinte horas sentado en lo alto de una colina —Kruger participó de

todo corazón en este deseo.

Era difícil decir lo que la estrella hacía, ya que subían y bajaban con mucha

rapidez, pero no había ninguna duda de que se estaba poniendo. Su atención se

concentraba en la estrella que desaparecía, pero no tanto como para impedirle

observar el paisaje que había debajo, apareciendo el casquete polar algo antes

de que se diera cuenta de ello. Después de esto, advirtió ya muy pocas cosas

más.

Un gran río que se encaminaba hacia el ahora distante mar fue la primera

advertencia que recibió. Siguiendo su curso hacia arriba, vio que procedía de

una gigantesca pared que brillaba color rosa con los casi horizontales rayos de

Alcyone. Tardó varios segundos en darse cuenta de que la pared era el pie de

un glaciar. El río seguía tierra adentro, pero era ya un río de hielo. Las montañas

iban siendo realmente más altas en el centro del continente, pero desde el

punto de vista de Kruger parecían menores, ya que sus bases estaban enterradas

con lo que parecía nieve acumulada durante siglos. Desde todo lo alto a lo que

podía subir el planeador no se podía ver más que como el campo de hielo se

extendía indefinidamente. La mayor parte de él permanecía quieta por la

acción de las montañas que lo atravesaban desde abajo, pero cerca del borde

los glaciares afloraban lentamente buscando su salida al océano. El hielo tenía

con seguridad mil pies o más de espesor al borde del casquete; Kruger se

preguntó qué sería más tierra adentro.

Pero la visión del casquete de hielo significaba que no podían estar muy lejos

de su objetivo; Dar no se hubiera acercado tanto a una rica fuente de corrientes

Page 101: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

101

para abajo a menos que se hubiera visto obligado. El piloto admitió esto cuando

Kruger le preguntó.

—Tenemos que llegar, de acuerdo. Dos ascensiones más, si encuentro las

corrientes adecuadas y podemos planear el resto del camino—el chico se

abstuvo de interrumpirle más y miró fascinado el paisaje, viendo cómo la selva

dejaba paso a manchas de hielo y nieve y la tierra a rocas negras y grises con

partes blancas.

De pronto, el piloto señaló un punto y el chico vio lo que sólo podía ser su lugar

de aterrizaje. Era una plataforma plana, aparentemente una terraza natural,

en la cima de una de las montañas. El valle, que se extendía bajo él, estaba

lleno de

hielo, parte de un glaciar que se mantenía sólido durante más de una docena

de millas después de fluir bajo este punto. La terraza no era más que una

entrada; las bocas de varios túneles gigantescos que parecían adentrarse

profundamente en la montaña salían de ella. Varios artefactos con alas que se

encontraban bastante cerca de las bocas del túnel no dejaban lugar a dudas

sobre la naturaleza del lugar.

A Kruger le parecía que podían planear hasta allí desde su presente situación,

pero Dar Lang Ahn conocía demasiado bien las furiosas corrientes de bajada que

había en el borde de la terraza cuando el sol no estaba brillando sobre la ladera

de la montaña, y aprovechó su última oportunidad para subir. Durante dos o

tres minutos, mientras daba giros el planeador, recibió los últimos rayos de

Alcyone y debió haber sido visible para los observadores de la terraza de abajo.

Entonces la estrella desapareció detrás de un pico y la terraza se esfumó bajo

el morro del aparato. Dar puso la máquina a nivel con la plataforma con unos

quinientos pies de margen, hizo dos ajustados giros en sus alrededores para

librarse del exceso de altura y se posó como una pluma delante de uno de los

túneles. Kruger, medio congelado por la última subida, saltó dando gracias

Page 102: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

102

fuera de la máquina y aceptó, sumamente agradecido, la jarra de agua que uno

de los nativos que estaban esperándoles le ofreció inmediatamente.

Al parecer se les esperaba, lo cual era bastante lógico ya que los otros

planeadores debían haber llegado hacía tiempo.

—¿Necesitas descansar antes de hablar con los Profesores?—preguntó uno de los

que les habían recibido. Dar Lang Ahn miró a Kruger, pues sabía que había

estado despierto mucho más tiempo del que solía, pero para su sorpresa el chico

contestó:

—No, vamos. Puedo descansar después; me gustaría ver a vuestros Profesores,

y sé que Dar Lang Ahn tiene prisa por volver al poblado. ¿Está su oficina lejos

de aquí?

—No muy distante—el que les preguntaba les dirigió de vuelta al túnel, en el

cual de pronto aparecía una rampa espiral que bajaba. Caminaron por ella

durante media hora del chico, quien empezó a preguntarse por lo que el guía

entendía por "muy distante"; pero por fin la cuesta se convirtió en el piso llano

de una gran caverna, que estaba casi desierta, aunque tuviera varias puertas,

a una de las cuales se dirigió el guía.

La habitación que había detrás resultó ser una oficina y estaba ocupada por dos

seres que eran obviamente, según la descripción de Dar Lang Ahn, Profesores.

Como éste había dicho, eran idénticos a él en apariencia, con la única excepción

de su tamaño. Estas criaturas medían más de ocho pies de altura.

Cada uno de ellos dio un paso hacia los recién llegados. Esperaron en silencio a

que fueran visibles sus facciones. Sus movimientos eran torpes, advirtió Kruger,

y esa sospecha que había albergado durante tiempo se convirtió de repente en

certeza.

Page 103: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

103

IX. TACTICA

La Tierra se encuentra a unos quinientos años luz de Alcyone y del sistema

estelar donde está situada. Esto no es demasiado, teniendo en cuenta cómo son

las distancias en la galaxia, con lo que debió ser antes de que Nils Kruger se

encontrara por primera vez con Dar Lang Ahn cuando los datos reunidos por el

Alphard fueron enviados al planeta base. Dado que el navío de investigación

había obtenido espectros y lecturas fotométricas y estereométricas, y muestras

físicas de unos quinientos puntos del espacio ocupado por las Pléyades, a la vez

que datos biológicos y meteorológicos de alrededor de una docena de planetas

del sistema, había una buena cantidad de información observada para ser

sistematizada.

A pesar de esto, el planeta donde se suponía que Nils Kruger había muerto llamó

muy pronto la atención. No existían datos suficientes para especificar su órbita

alrededor de la "enana roja" a la que estaba presumiblemente sujeto o la

relación de esta última con el cercano Alcyone, pero un planeta, un sol pequeño

y uno gigante juntos los tres dentro de una masa de gas nebular constituyen

una situación bastante peculiar para la mayoría de las teorías cósmicas. El

astrofísico que por primera vez se ocupó del material volvió a mirarlo y llamó

después a un colega; se dio el aviso, y un ardiente deseo de saber más acerca

de aquello empezó a ser sentido en las filas de los astrónomos. Nils Kruger no

estaba tan muerto como él suponía.

Pero Kruger no era un astrónomo, y aunque tuviera en aquel momento una idea

bastante aproximada del tipo de órbita que Abyormen seguía alrededor de su

sol, no veía ninguna razón para que el sistema fuera de especial interés para

alguien distinto de él mismo. Casi había dejado de pensar en la Tierra, ya que

tenía algo más que considerar. Esperaba vivir el resto de su vida en Abyormen;

había encontrado allí un solo ser al que podía considerar su amigo personal.

Ahora había sido informado por su mismo amigo que su amistad sólo iba a poder

Page 104: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

104

durar unos pocos meses más de los de Kruger, ya que el otro moriría de muerte

natural al final de aquel tiempo.

Kruger no estaba convencido de ello, o al menos no creía que fuera necesario.

La descripción que Dar Lang Ahn había hecho de los Profesores hizo surgir una

sospecha en su mente. La visión de una de aquellas grandes criaturas no hizo

sino confirmársela, y se dispuso para su primera conversación con el decidido

propósito de hacer todo lo que estuviera en su mano para posponer el fin que

Dar

Lang Ahn contemplaba como inevitable. No se le ocurrió preguntar si estaba

con ello haciendo o no un favor a Dar Lang Ahn.

No hay forma de decir si los Profesores que interrogaron a Nils Kruger

advirtieron su oculta hostilidad hacia ellos; nadie se lo preguntó durante el

corto período de tiempo que les quedaba de vida y ellos no se preocupaban de

registrar meras sospechas. Ciertamente, no demostraron tener ninguna durante

la conversación y estuvieron corteses, para sus costumbres, y respondieron casi

tantas preguntas como habían formulado. No mostraron sorpresa alguna de los

hechos astronómicos que Kruger tuvo que mencionar para describir su lugar de

origen; preguntaron muchas de las mismas cosas que los Profesores de los

habitantes del poblado. Apuntó el hecho, al desviarse la conversación en ese

sentido, de que los Profesores del poblado se habían quedado con su

encendedor; estaba preparado para defender la asociación de Dar Lang Ahn con

el fuego, pero aquel tema pareció no preocupar a ninguno de los dos Profesores.

El alivio de Dar resultó esta vez evidente para Kruger.

Los Profesores le enseñaron con todo detalle las Murallas de Hielo, mejor

incluso de lo que Dar Lang Ahn las hubiera visto nunca. Las cavernas en la

montaña eran sólo un puesto avanzado; el asentamiento principal estaba mucho

más adentro, a millas de distancia. Varios túneles lo conectaban con

plataformas de aterrizaje similares a donde habían aterrizado. Era aquí donde

Page 105: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

105

estaban situadas las librerías; vieron cargas y cargas de libros, que habían

venido de las ciudades dispersas por Abyormen, ser apilados para su posterior

distribución. Preguntado sobre cuándo sucedería esto, el Profesor no se anduvo

con rodeos al responder.

—Pasarán unos cuatrocientos años desde el final de esta vida hasta que empiece

la siguiente. Diez años después de esto las ciudades estarán pobladas de nuevo

y comenzará el proceso de educar a sus habitantes.

—Así que habéis empezado ya a abandonar vuestras ciudades. ¿Viene aquí todo

el mundo para morir?

—No, no abandonamos nuestras ciudades; la gente vive en ellas hasta el fin.

—¡Pero la que Dar Lang Ahn y yo encontramos estaba abandonada!

—Aquélla no era una de nuestras ciudades. La gente que vivía en sus alrededores

no era nuestra gente y sus Profesores no eran de nuestra clase.

—¿Sabíais algo sobre esa ciudad?

—No con exactitud, aunque aquellos Profesores no nos resultaban extraños del

todo. Todavía no sabemos qué hacer en ese sentido—Dar interrumpió aquí la

conversación.

—Simplemente tenemos que volver con la suficiente gente para llevarnos los

libros, y estoy seguro de que usted quiere también el mechero de Nils, aunque

nosotros no utilicemos el fuego. Es sabiduría y debe ser llevada a las librerías.

El Profesor hizo un movimiento afirmativo con su mano.

—Llevas bastante razón, pero no toda. Es más que improbable que podamos

forzar el retorno del material. ¿No dijiste que los libros habían sido colocados

en un cobertizo en medio de las pozas de agua caliente?

—Sí; pero... ¡no pueden haberlo guardado allí!

Page 106: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

106

—Estoy menos seguro que tú. Sin embargo, si hacemos un intento como el que

has sugerido tendrían el tiempo y las ganas suficientes para esconder las cosas

en cualquier otro lugar.

—Pero ¿no podríamos obligarles a que nos dijeran dónde?—preguntó Kruger—.

Una vez que nos hayamos apoderado del lugar sería un simple intercambio: sus

vidas por nuestras posesiones.

El Profesor miró fijamente al chico por un momento usando sus dos ojos.

—No creo poder aprobar el quitarles la vida —dijo por fin. Kruger se sintió un

poco incómodo ante esa dura afirmación.

—Bueno..., ellos no tienen por qué saber que, dado el caso, nosotros no lo

haríamos —señaló bastante dolorido.

—Pero supón que son sus Profesores quienes todavía tienen las cosas. ¿Qué

beneficio acarrearía amenazar a su gente?

—¿No cogeríamos también a los Profesores?

—Lo dudo—a Kruger se le escapó totalmente la sequedad de la respuesta.

—Bueno, pero incluso si no lo logramos, ¿no les preocupa su gente lo suficiente

como para entregar las cosas para salvarlos?

—Eso podría suceder—el Profesor paró—. Eso podría, pero que muy bien,

suceder. Me estoy inquietando un poco con alguna de tus ideas, pero he de

confesar que ésta tiene gérmenes de razón. No tenemos ni siquiera que

amenazar con matar, y

ya que sólo será suficiente llevarnos a la gente o amenazarles con hacerlo.

Tengo que discutir esto con los otros. Puedes quedarte y examinar la librería si

quieres, pero me imagino que querrás estar de vuelta en la salida cuando se

tome una decisión.

Page 107: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

107

Kruger había visto ya cuanto quería sobre el proceso de almacenaje de libros y

sobre los libreros, que eran gente de la estatura de Dar más que de la de los

Profesores, así que dio a entender su intención de regresar a la superficie. Dar

Lang Ahn fue con él y empezaron el largo camino de regreso a la superficie.

Resultaba suficiente para mantener a Kruger caliente, aunque la temperatura

era de unos cuarenta y cinco grados Fahrenheit.

Conforme iban subiendo se preguntaba sobre la necesidad de un refugio así, ya

que había, de acuerdo con el Profesor, media milla de roca y más de tres de

hielo sobre sus cabezas. Incluso más extraño era el hecho de que una gente

cuyas

herramientas parecían ser de lo más simple hubieran construido un lugar así.

Pero era indudable que habían tenido herramientas cuando vinieron por primera

vez; Kruger creía ahora que el accidente que dejó a la gente de Dar

abandonados en Abyormen debía haber ocurrido hacía varias generaciones. Por

alguna razón, había obviamente venido más de una nave al planeta.

La discusión de los proyectos de Kruger y de las modificaciones introducidas por

los Profesores llevó algún tiempo, que el chico pasó viendo lo que podía hacer

dentro y fuera de la estación.

La temperatura fuera era tan baja que podía hacer mucho hielo en los

alrededores. Kruger no podía permanecer fuera demasiado tiempo, ya que sus

abrigos habían sido ideados con la idea de mantenerlo fresco.

Afortunadamente, el tejido sintético de que estaban hechos era a prueba de

viento, y apretándose las muñecas, tobillos y cuello podía tener alguna

protección. Dar Lang Ahn, quien le acompañaba en la mayoría de sus paseos

por el exterior, parecía tan indiferente al frío como lo había sido al calor.

En una ocasión se quedó Kruger mucho tiempo afuera, pero fue

involuntariamente. Había salido solo y después de soportar ventiscas y caminar

sobre traicioneros terrenos durante una media hora se encontró la puerta

Page 108: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

108

cerrada al volver. No la había inspeccionado al salir para ver qué tipo de

picaporte tenía y al parecer era un candado de muelle. Por muy fuerte que

aporreó la puerta no llamó la atención de nadie, ya que ésta se hallaba a un

cuarto de milla de la caverna principal de aquel nivel, y por fin Kruger tuvo que

rodear la montaña hasta la plataforma de aterrizaje. Llegó más muerto que

vivo, y desde entonces tuvo más cuidado con las puertas. También dentro

cometía errores. Una vez casi se asfixia en un bidón para almacenar alimentos

que estaba examinando y en otra le faltó muy poco para caerse en lo que luego

resultó ser un dispositivo para deshacerse de las basuras. Luego se enteró que

el aparato disponía de un estrecho cañón lleno de agua hirviente que se solía

llevar la basura. Desde entonces no fue solo a ninguna parte. Le agradó bastante

que terminaran las deliberaciones y se decidiera el plan de ataque.

Le pareció razonablemente ingenioso. El y Dar tenían que volver a la ciudad en

planeador, girando sobre ella para estar seguros de ser vistos. Mientras tanto,

gran cantidad de arqueros aterrizarían en el otro lado, lo suficientemente lejos

de la ciudad para mantener el secreto, y entrarían en ella. Los dos grupos se

tenían que encontrar en un punto seleccionado por Dar, lo que hizo dibujando

un mapa con ayuda de su memoria fotográfica y señalando en él la posición.

El supuesto era que los habitantes del poblado mandarían una vez más una

partida para capturar a los intrusos. Este grupo sería llevado a una plaza, por

Dar y Kruger, rodeada de edificios donde estarían apostados los arqueros del

casquete polar. Cabía la posibilidad de que fueran retenidos como rehenes o

incluso muertos en principio, pero Dar no parecía preocuparse por ello y Kruger,

por tanto, prefería no demostrar sus propios sentimientos.

Kruger se aseguró de que esta vez llevaran comida y agua en el planeador,

aunque Dar no parecía creerlos necesarios para un viaje así.

La vuelta a los trópicos, por supuesto, agradó a Kruger sólo durante breve

tiempo. Después de pasar un rato en el vaporoso aire del lado malo del océano,

Page 109: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

109

se puso a pensar con añoranza en los vientos del casquete polar, ignorando

bastante humanamente el hecho de que aquellos vientos casi le matan en una

ocasión. Es difícil imaginar cómo Dar Lang Ahn habría reaccionado si llega a

adivinar los pensamientos de su compañero; como Kruger se los reservaba

cuidadosamente, el piloto podía concentrarse en sus asuntos.

Los conos volcánicos fueron encontrados sin dificultad. La mayoría de los demás

planeadores estaban ya en una playa a pocas millas de las montañas; como

antes, la nave más ligera había hecho el mejor tiempo. Dar y Kruger podían ver

debajo de ellos las tripulaciones reunirse para el viaje a la ciudad y decidieron

permanecer en el aire un rato más para asegurarse de que los arqueros tuvieran

tiempo de llegar a sus puestos.

Siguieron la costa detrás de los conos y volvieron en un intento de encontrar

desde el aire el poblado de sus captores.

Las cabañas estaban muy bien escondidas bajo los árboles para ser encontradas,

pero el área de los géiseres resultó fácil de localizar. El calor de esta región

provocó una espléndida corriente ascendente y Dar giró en ella durante varios

minutos mientras ambos examinaban el área minuciosamente; pero no había

ahora ninguna señal de vida. Por fin Dar llevó su planeador de vuelta a los

volcanes y aterrizó en la playa todo lo cerca que pudo de la ciudad.

Entraron en el lugar a pie, plenamente conscientes de que dejaban un buen

rastro en la arena de la playa, pero no se preocuparon por ello; por lo menos,

Dar Lang Ahn no se preocupó; Kruger empezaba a preguntarse si eran o no

demasiado arriesgados en todo aquel asunto. Se lo sugirió a su compañero, para

el cual la idea era completamente nueva.

—No pienso que debamos preocuparnos demasiado—dijo Dar por fin—. Verán

que tuvimos que aterrizar en la playa; no podíamos ciertamente llevar el

planeador a la selva y no hay forma de andar por la arena sin dejar rastro.

Estaremos menos visibles dentro de la ciudad.

Page 110: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

110

—De acuerdo—Kruger empezaba a sospechar que la gente de Dar Lang Ahn tenía

poca práctica en asuntos militares. Sin embargo, con suerte, los habitantes del

poblado que trataban de sorprender podían resultar igualmente ignorantes;

pero no le era posible hacer mucho al respecto en aquel momento.

La ciudad estaba en silencio, como antes. Había habido una reciente tormenta

de lluvia y en el pavimento había aún charcos de agua. Ocasionalmente,

resultaba difícil evitar meterse en ellos, y las pisadas mojadas marcaron parte

de su ruta hacia la plaza donde debían estarles esperando los arqueros. La

duración de estas huellas fue cuestión que preocupó ligeramente a Kruger,

aunque Dar no pareció pensar siquiera en ellas.

Llegaron al punto designado antes que los demás, a pesar del mayor tiempo que

habían pasado en el aire. Cuando las fuerzas llegaron por fin, no perdieron más

tiempo en preparar la emboscada. Hecho esto, no pareció quedar nada que

hacer a Dar y Kruger sino empezar a explorar los edificios.

—No veo que lo que se supone vayamos a encontrar sea de mucho interés—

recalcó el chico—. Hemos estado ya en la mayor parte de los sitios por aquí;

debíamos al menos haber elegido un lugar que no hayamos explorado tan

minuciosamente.

—Entonces no podía haber estado seguro de que se prestaran para nuestra

emboscada —señaló Dar—. Sólo me puedo guiar por la memoria, ya sabes.

—Supongo que es así. Bueno, entremos aquí y veamos qué se puede ver—Kruger

entró primero en una estructura cercana y la rutina que habían desarrollado

antes fue repetida. Como los dos habían pensado, nada nuevo pudieron ver

acerca del lugar, y los dos tenían un sano desagrado al todo el grupo e ir

directamente al poblado. Esto, sin embargo, pareció preocupar seriamente a

sus compañeros: no estaban de acuerdo con sus instrucciones.

—Debemos esperar un poco por lo menos—insistió Ten Lee Bar, el jefe del grupo.

Page 111: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

111

—Pero ¿cuánto tiempo tenéis? —replicó Kruger—. No me importa mucho a mí,

supongo, aunque preferiría estar en el otro lado del océano antes de que el

último de los planeadores no pudiera despegar por falta de pilotos, pero si no

conseguís esos libros pronto no lo haréis nunca y el aparato eléctrico que

vuestros Profesores quieren tardará mucho, mucho tiempo, en llegar a ellos.

El nativo parecía incómodo.

—En cierto modo, no hav duda que tiene razón. Pero si fallamos por no haber

seguido el plan... —su voz se apagó por un momento; luego dijo—: Recuerdo

que hablaste de un equipo eléctrico aquí en la ciudad. ¿No puedes utilizar algo

del tiempo en obtener muestras? Te ayudaría con gusto —Kruger apreciaba una

buena idea cuando la veía, incluso en un ser no humano. Se encogió de hombros.

—Es tu funeral. Ven y veamos qué se puede encontrar—se volvió hacia el edificio

más cercano con Dar Lang Ahn y Ten Lee Bar siguiéndole, y marchó delante a

través del abierto vestíbulo de entrada a una de las habitaciones interiores.

Como todas las habitaciones de la ciudad, tenía clavijas eléctricas y, con los

nativos mirándole, Kruger quitó las chapas protectoras y dejó al descubierto los

cables.

Dar Lang Ahn había oído su explicación antes y no le prestó mucha atención,

pero al terminar incluso él se sintió atraído. Esto fue en el punto donde Kruger

estaba explicando la necesidad de dos conductores y los resultados que

aparecerían si algún orificio de salida para la corriente se abriera entre ellos.

Esto debía haber sido sólo una explicación, ya que no había presumiblemente

alrededor ningún material para una demostración; por desgracia, cuando Ten

Lee Bar puso unos cables juntos para ver lo que el chico quería decir, los

filamentos de plata se pusieron de repente al rojo vivo haciéndole retirar su

mano con un aullido de sorpresa y dolor.

Page 112: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

112

No estaba más sorprendido que Nils Kruger. Durante varios segundos, el chico

miró asombrado los ardientes cables; después los separó amparándose en el

mango aislante de su cuchillo.

—¿Sentiste sólo calor, o algo más? —preguntó Kruger rápidamente.

—No sé si eso era calor. Ya veo por qué los libros nos prevenían contra él—el

arquero tenía la mano en la boca en una divertida forma humanoide.

Dándose cuenta de que no podría obtener ninguna información de un ser que ni

sabía lo que se sentía al quemarse, Kruger experimentó. Después de sacar unas

chispas con la hoja de su cuchillo, llegó a la conclusión de que el voltaje tenía

que ser muy bajo. Asegurándose de que estaba en suelo de piedra seca, tan

seca como podía estarlo con esta atmósfera, lo empalmó con dos dedos. No

pudo sentir ningún impacto, aunque una averiguación final con la hoja del

cuchillo le demostró que el circuito no había elegido aquel momento para

cerrarse.

Una cuestión le asaltó rudamente: ¿Tenía la ciudad normalmente un voltaje

muy bajo y sus generadores estaban aún en marcha? ¿O era éste el último latido

de un sistema de reserva de emergencia? Y también, ¿sabían esto los Profesores

del poblado cercano? ¿Y era ésta la causa por la que habían formulado una

prohibición general sobre la ciudad? Kruger había llegado a sentirse unido con

la gente de Dar Lang Ahn, a pesar de la hostilidad que sentía hacia sus

Profesores. Si no se movían por iniciativa propia para obtener la información

que necesitaban, ¡Nils Kruger haría que lo hicieran! Se volvió abruptamente a

Ten

Lee Bar.

—Esto cambia el asunto. Dar Lang Ahn y yo vamos a ir a ese poblado; hay cosas

que aprender. Puedes venir o no con tus hombres, como prefieras.

—Pero si os vais, ¿para qué sirve que esperemos aquí?

Page 113: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

113

—No tengo la menor idea. Usa tu cabeza. Nosotros nos vamos—Kruger salió del

edificio sin siquiera preguntar a Dar si le acompañaba. Ten les miró un

momento; entonces él también salió y empezó a llamar a su grupo para que

saliera de sus escondrijos. Sólo una vez volvió Kruger la vista atrás y vio cómo

salían detrás de él, sonriendo para sus adentros, pero sin hacer ningún

comentario.

La pista era fácil de seguir, pues la habían recorrido ya suficientes veces. Nada

ocurrió durante el camino. No se podía detectar ninguna señal, ni de animales

ni de habitantes, con la vista o el oído. Incluso el claro de los géiseres estaba

en silencio cuando se aproximaron a él. En el sitio en que el sendero se dividía,

con una rama dirigida al lugar donde habían siempre hablado con los Profesores,

Kruger se volvió hacia la poza que casi les había engullido en agua hirviendo.

Unos instantes después el grupo completo estaba situado delante del cobertizo

de roca que se proyectaba desde uno de los lados del borde de la poza.

El silencio era sólo roto por el ruido que producían las zarpas al arañar al roca.

Tras esperar unos minutos, Kruger se dirigió osadamente al cobertizo y empezó

a examinarlo minuciosamente intentando descubrir cualquier traza de una

entrada. Empezó por el lado que daba al agua, asomándose sobre el borde para

hacerlo, ya que estaba convencido desde hacía tiempo que la puerta debía estar

escondida allí. Sin embargo, no encontró rastro alguno de grietas en la roca. El

extender la búsqueda a los otros lados y al frente no produjo mejores

resultados.

La parte superior fue más productiva. Había allí un conjunto de grietas finas y

casi invisibles que señalaban lo que podía haber sido una escotilla cuadrada,

pero la abertura enmarcada por ellas hubiera difícilmente dejado sitio para Dar

Lang Ahn. En ningún caso podía haber dejado pasar el gran cuerpo de un

Profesor. No había duda de que los libros y el encendedor habían pasado por

aquí, pero era un misterio dónde fueron los Profesores.

Page 114: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

114

Kruger extendió la búsqueda muchas yardas alrededor de la poza, con la ayuda

del resto del grupo, una vez que entendieron lo que quería y habían superado

los nervios que la vista del agua hirviendo les produjo. Encontraron numerosas

grietas, pero todas parecían ser rupturas casuales producidas por la naturaleza.

Un intento de mirar por los pequeños agujeros, a través de los cuales los

Profesores miraban presumiblemente hacia fuera, resultó ser igualmente en

vano; ninguno de ellos tenía más de unas pocas pulgadas de profundidad. Kruger

empezó a preguntarse si todo aquel asunto no había sido una gran farsa, algo

para distraer deliberadamente su atención. Tal vez los Profesores habían estado

mirando todo el rato desde el borde de la selva, o desde algún punto igualmente

ventajoso, mientras sus conversaciones tenían lugar.

En ese caso, ¿dónde estaban ahora? Y sin ningún signo todavía de los habitantes

del poblado, y sin ningún sonido de voz del Profesor; Kruger se sintió de repente

incómodo.

Los otros habían abandonado su búsqueda y volvieron adonde él se encontraba

para recibir más órdenes; mientras, él estaba de pie pensando, pero no se paró

a pensar en la satisfacción de haber usurpado el mando de la expedición.

—Sigamos al poblado—dijo duramente, y encabezó la marcha.

No había ninguna señal de vida. Se acercaron al borde del claro con cuidado y

pararon cuando vieron las primeras cabañas. A una orden de Kruger, se

dispersaron para no ser blanco fácil de posibles ocultas ballestas, y continuaron

su avance hasta que estuvieron todos dentro del poblado. Aún no había ningún

ruido ni movimiento. Entraron casa por casa con cuidado y buscaron, pero

siempre con el mismo resultado negativo. El lugar se hallaba realmente

desierto.

—¡Y supongo que mis libros se fueron con ellos! —Dar Lang Ahn llegó

amargamente a esta conclusión.

Page 115: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

115

—Parece lo más probable, me temo, a menos que quieras volver a la poza y

abrir aquella escotilla. Claro que aún no hemos estado en la pequeña cabaña

donde informaban a sus Profesores. Aunque ahora que he visto uno de ellos, no

comprendo cómo cabría allí.

—Ese no es el punto importante —Dar se dirigió hacia la mencionada cabaña con

la rapidez de una saeta de su propia ballesta. Desapareció dentro y un instante

después llamó a Kruger.

—¿Qué pasa?—preguntó el chico a la vez que echaba a correr hacia la cabaña—

. ¿Te dejarontus libros como gesto de buena voluntad?

—No son los libros. No puedo describir la cosa —Kruger se encontraba ya en la

puerta al decir Dar sus últimas palabras. Paró un momento mientras sus ojos se

acostumbraban a la oscuridad; entonces vio lo que el pequeño piloto quería

decir.

La cabaña estaba vacía, excepto por una ruda mesa que había en el centro, en

la cual había una especie de aparato. No tenía caja y contenía espirales y

condensadores y lo que parecían haber sido tubos de vacío, todo a la vista.

Kruger se dio cuenta de lo que tenía que ser casi instantáneamente, pero no le

dieron ninguna oportunidad de expresar su opinión, pues el aparato que había

en

la mesa habló primero.

—Adelante, Nils Kruger. Te he estado esperando bastante tiempo. Tenemos

mucho que decirnos el uno al otro.

X. ELUCIDACION

La voz era la de un Profesor; no había duda. También era indudable el hecho

de que Nils Kruger iba a tener que revisar unas cuantas de sus ideas. Ni siquiera

Page 116: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

116

la raza que tenía su cuartel general en el casquete polar y ciudades dispersas

por la mayoría del planeta tenía radios, por lo que sabía. ¿Podía este ser haber

aprendido más sobre electricidad de lo que parecía posible, a deducir por la

ciudad desierta?

—¿Por qué me estaba esperando?—preguntó el chico—. Yo mismo no esperaba

volver. ¿O es que piensa usted que necesito un encendedor con tanta urgencia

para dejarlo demasiado tiempo abandonado?

—Estaba seguro de que Dar Lang Ahn volvería a por sus libros; conozco

demasiado a su gente para dudarlo. Después supe que tú vendrías con él.

—¿Cómo lo supo?

—Me lo dijeron. Te explicaré esto en su debida forma. Puede ser que no me

creas, pero a pesar de todo lo hecho por mí de lo que tú puedas resentirte, no

soy enteramente tu enemigo. Estoy deseando permitirte vivir tanto como tu

naturaleza te deje, satisfechas unas ciertas condiciones.

—¿Y si no se satisfacen?, —Kruger, naturalmente, se resentía de las palabras del

oculto ser.

—Entonces seguirán sucediendo accidentes. No podrás escapar a todos.

Poco a poco, el significado de esto empezó a asustar al chico.

—¿Quiere decir que los desprendimientos de tierra en la ciudad y en el agujero

fueron hechos a propósito?

—Efectivamente. También quiero decir que una cierta puerta no se cerró por

accidente y que una trampilla fue dejada sin guarda y sin cerrar con un

propósito, y que un cierto géiser expulsó su contenido en lugar de emitir sólo

calor. Sé sensato, Kruger; sabes muy poco sobre este planeta y yo demasiado.

Page 117: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

117

—Pero usted no podía...—Kruger no siguió; el hecho de que esta cosa supiera

los sucesos en las Murallas de Hielo hacía ridícula su objeción. Cambió de

conversación—. ¿Cómo se enteró? ¿Es usted uno de los Profesores de allí?

—Hablo con ellos a menudo.

—Entonces, ¿causaron ellos estos accidentes a petición suya, o querían librarse

de mí ellos solos? ¿O lo hizo usted a pesar de ellos?

—Fueron provocados a una orden mía. No querían que fueras destruido; desde

un punto de vista puramente personal tampoco yo. Por desgracia, cooperas

demasiado.

—¿En qué sentido? ¿Y por qué tenía que ser ése un factor en contra mía?

—Te hice muchas preguntas mientras que eras un prisionero aquí, no sólo acerca

de ti, sino acerca de los conocimientos técnicos que posees. Las respondiste

todas diciendo la verdad y, por lo que puedo saber, correctamente. Yo no soy

electricista, pero sé lo suficiente para seguir la mayor parte de lo que dijiste.

—¿Cuál es su objeción a eso?

—Si me lo dices a mí, en quien no tienes ninguna razón para confiar, se lo dirás

presumiblemente también a la gente de Dar Lang Ahn. No tengo ninguna

objeción al estado de civilización en el cual se encuentran ahora, pero hay

buenas y suficientes razones por las que no queremos que igualen la tecnología

de su gente.

—¿Cómo sabe usted cuál es nuestro nivel técnico?

—Me dijiste lo suficiente con el simple hecho de estar aquí.

—¿Cuál es su objeción a que aprendan nuestra tecnología, si usted también la

aprende?

Page 118: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

118

—Principalmente porque no queremos que abandonen este planeta. Los

necesitamos aquí —Kruger empezó a tener una fuerte sospecha en este punto y

formuló una pregunta para comprobarlo.

—¿Qué pasa con esa gente que estaba aquí en el pueblo? ¿Se opondría a que la

aprendieran ellos?

—Mucho. Son más fáciles de controlar así.

—¿Cómo es que se atreve a decirme todo esto con Dar Lang Ahn escuchando la

conversación?

—Sus Profesores ya lo saben. No querían ayudarme a librarme de ti, pero yo

podía aguantar una cierta presión. Cuando fracasaron sus intentos hice que te

mandaran a ti para persuadirte si fuera posible y destruirte en caso contrario.

Kruger, convencido de que su idea era correcta, se inclinó hacia adelante y

habló con más miedo del que nunca en su vida había tenido.

—Eso concuerda. No son ustedes de la misma raza que la gente de Dar o que la

gente que vivía en este poblado. Hacen que los habitantes del poblado trabajen

en labores cotidianas cuanto ustedes desean, e incluso también en asuntos más

complicados. No sé si son ustedes o ellos los habitantes originarios de este

mundo, pero veo claramente por qué no quieren que se vayan de él ahora.

¡Tendrían ustedes que hacer parte de su propio trabajo! ¿No es eso? —Kruger

estaba tan furioso en el momento que acabó su discurso que resultó extraño

que el oculto ser le pudiera entender, pero al parecer lo hizo.

—Tienes parcialmente razón —respondió con calma.

—¡Parcialmente! Tengo razón de los pies a la cabeza. ¡Le reto a que me deje

verle!

—Me temo que eso no es ahora posible.

Page 119: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

119

—¿Por qué? ¿Teme que le quite su sitio?

—No es eso. Sin embargo, si nos encontráramos bajo las mismas condiciones uno

de los dos moriría. Yo no puedo sobrevivir en tu medio ambiente y estoy seguro

de que tú tampoco en el mío; al menos Dar Lang Ahn no podría.

—Entonces es él y no usted uno de los nativos de este mundo. ¡Ustedes vinieron

y lo conquistaron!

—No sé lo suficiente sobre el pasado para refutar esa creencia, pero tengo

razones para dudarlo.

—Es suficientemente claro.

—Sacas una conclusión extremadamente positiva con realmente muy pocos

datos. ¿Me prometerías no revelar ningún conocimiento a la gente de Dar Lang

Ahn, excepto lo que aprobemos nosotros...?

—¡No!

—Déjame terminar... ¿Hasta que hayas aprendido lo suficiente sobre nosotros

para formarte una opinión equilibrada?

—¿Quién decide si mi opinión es equilibrada?

—Estaría de acuerdo en librarte de tu promesa cuando lo pidieras, dando por

entendido que yo podría entonces encontrar oportuno o necesario acabar

contigo.

—¿Cómo sabe que me sentiré atado por una promesa obtenida bajo semejantes

condiciones?

—No te aconsejaría que hicieras o dijeras algo que me diera motivo para dudar

del valor de tu palabra. Estoy seguro que entiendes la razón.

—¿Qué pasa con Dar?

Page 120: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

120

—Como dije, puede decir lo que quiera mientras viva. No sabe nada que me

oponga a que comparta con su gente.

—Me oyó hablar con usted sobre electricidad.

—Lo recuerdo.

—De acuerdo, no diré nada sin advertirle previamente; pero le aseguro que será

difícil convencerme —algo muy parecido a un suspiro de alivio vino del que

preguntaba.

—Mucho mejor así —fue la respuesta—. Lo creas o no, me gustaría estar en las

Mismas relaciones contigo que Dar Lang Ahn parece estar.

—Después de estos accidentes preparados necesitaré hechos para creerlo.

—Tus palabras me hacen comenzar a preguntarme si tu raza puede ser una que

nunca comete errores. La mía sí los comete. Sin embargo, mejor será que te lo

explique.

En primer lugar, tu idea de que simplemente utilizamos a la raza de Dar Lang

Ahn para trabajar es bastante errónea. Sería prácticamente imposible para

nosotros hacer eso, ya que no podemos vivir bajo las mismas condiciones que

ellos. Su muerte dentro de unos pocos años señalará el momento en que

podamos vivir normalmente en este mundo.

—Quiere decir que ustedes viven cuando ellos mueren, y...

—Y la mayoría de nosotros mueren cuando ellos viven. Eso es correcto.

—¡Entonces la ciudad que hay entre los volcanes fue construida por su gente!

—Sí. Se mantiene durante nuestra época de muerte con poca gente, entre los

cuales me encuentro yo.

—Entonces es por eso que había electricidad en aquel edificio.

Page 121: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

121

—¿Cuándo? ¿Ahora mismo?

—Sí, cuando estábamos en la ciudad, poco antes de venir—una sucesión de

sonidos imposibles de imitar por las cuerdas vocales humanas salió del que

hablaba, seguida de un breve silencio. Entonces la criatura invisible habló de

nuevo.

—Gracias. Tuve que poner en marcha el sistema de energía hace algún tiempo

para mover una válvula de vapor, sospecho que debido a alguna acción tuya, y

se me olvidó apagarlo otra vez. Me temo que ya pasó la época dorada de mi

vida.

—¿Quiere decir que aquella cosa en el cráter, pasada la ciudad..., la manejaba

usted...?

—Al principio no; es automática. El vapor procede de la misma fuente

subterránea caliente que alimenta los géiseres. El calor es virtualmente

inagotable, pero no así el agua. Tuve que cerrar la válvula manualmente porque

la pérdida de vapor estaba amenazando la mayor parte de nuestra otra

maquinaria, y creo sospechar que tú eres la causa de esta molestia.

—Me temo que sí—Kruger contó la historia al tiempo que le volvía su buen

humor.

—Entiendo—dijo el otro al final—. Confío en que pierdas un poco de tiempo en

quitar esas piedras antes de volver al casquete polar. Podría hacer que lo

hiciera mi gente, supongo, pero hay razones por las que no quiero que vayan

todavía allí.

—Lo haré mientras su válvula manual esté cerrada—replicó Kruger.

—Parece que empezamos a confiar el uno en el otro—fue la respuesta—. Sin

embargo, volvamos al tema. Como dije, somos diferentes de tus amigos;

vivimos bajo condiciones diferentes, usamos herramientas, edificios y; comidas

Page 122: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

122

diferentes. En resumen, no competimos con ellos; podíamos casi también vivir

en un planeta diferente.

—Entonces, ¿cuál es su objeción a que ellos vivan en un planeta diferente, o por

lo menos a que puedan hacerlo?

—Eso les interesa tanto a ellos como a nosotros, como te podría decir cualquiera

de sus Profesores. Si dejaran este planeta, ¿qué probabilidad tendrían de

encontrar otro igual?

—No lo sé; debe haber muchos. Hay cantidad de ellos en la galaxia.

—Pero muy pocos, si es que hay alguno, que les matara en el momento

adecuado. He deducido que tú no sabes cuándo vas a morir, y que te gusta que

sea así. ¿Has intentado alguna vez enterarte de cómo se sentiría tu amigo Dar

bajo tales circunstancias?—Kruger estaba callado; había deducido ya que Dar

más bien sentía lástima por el estado humano de eterna incertidumbre.

Entonces recordó una de sus numerosas teorías favoritas.

—Admito que Dar ha sido educado toda su vida en la idea de que morir en un

momento determinado es natural e inevitable, pero parece ser un simple asunto

de educación; a algunos de su raza parece agradarles la idea de una vida más

larga.

—No te dijeron eso en las Murallas de Hielo —Kruger eligió interpretar esta

respuesta como un reconocimiento de que tenía razón.

—No tenían que hacerlo; no estoy ciego. Toda la gente de Dar Lang Ahn, incluso

su familia aquí, tienen el mismo tamaño... y la misma edad. Sus Profesores son

también del mismo tamaño, aunque mucho mayores que Dar. No hacía falta ser

un genio para interpretar la historia: o esta gente crece durante sus vidas o ese

momento de la muerte de que habla usted les llega antes de completar

totalmente su crecimiento. Algunos sobreviven ese momento y siguen

creciendo. Son los Profesores.

Page 123: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

123

—Tienes bastante razón en los temas principales, pero creo que tus

insinuaciones acerca de la actitud de los Profesores de prolongar sus vidas

deben ser supuestas. ¿Preguntaste realmente a alguien en las Murallas de Hielo

quiénes serán sus Profesores durante la próxima época de vida?

—¿Qué quiere decir? Hablé con muchos de sus Profesores.

—¡Pero seguro que no crees que el presente grupo de Profesores sobrevivirá

este momento de muerte! El hecho de que sean todos del mismo tamaño, como

dijiste, debe demostrártelo. El próximo grupo saldrá de entre la gente que

empezó a vivir en el mismo momento que Dar Lang Ahn.

—Pero ¿cómo se les eligió? ¿Por qué no puede Dar ser de ellos?

—Puede, pero estoy seguro de que no lo desea. Las Murallas de Hielo son el

único lugar de Abyormen donde los de su clase pueden vivir en el tiempo que

mi gente domina el planeta. Simplemente, no pueden dar acomodo a toda la

raza; hay que hacer alguna selección. Como hace falta un largo entrenamiento,

se les selecciona cuando son jóvenes.

—Usted sugirió que los elegidos no están muy contentos. Encuentro eso difícil

de creer.

—Un Profesor elegido lo acepta por sentido del deber. Vivir más del tiempo

natural es un castigo; viste que los Profesores en las Murallas de Hielo se movían

despacio, si es que lo hacían. No los viste a todos; tres de cada cuatro, en este

momento, están virtualmente impedidos. Su tamaño aumenta, pero su fuerza

no guarda relación con él. Sus articulaciones se entumecen, su digestión es

pesada. Los males físicos aparecen de forma que convierten la vida más en una

carga que en un placer. Aceptan esto porque si no lo hicieran cada nuevo grupo

de su gente tendría que empezar desde el principio, y este mundo, durante el

tiempo de su vida, estaría habitado sólo por animales salvajes.

—¿Vale esto lo mismo para los Profesores de su raza?

Page 124: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

124

—Efectivamente. Sin embargo, no estoy tan cerca del final de mi deber como

los del casquete polar; debo durar casi durante todo el próximo período de vida

de mi gente. De momento, la vida no es demasiado mala para mí.

—Pero ¿cuáles son en concreto las diferencias entre sus razas? ¿Cuál es el cambio

de condiciones que mata a una y hace crecer a la otra? ¿Afecta esto a alguna

otra forma de vida en el planeta?

—La primera pregunta es difícil de responder, a menos que podamos dar por

supuestos algunos puntos de mi aspecto, y no veo cómo sería posible. Mi medio

tendría que ser separado del tuyo para permitirnos a los dos vivir, y no sé

ninguna barrera a través de la cual nos podamos ver —Kruger empezó a sugerir

cristal o cuarzo, pero se dio cuenta de que no sabía la palabra para designar

ninguna de ambas substancias. Antes de que pudiera inventar una frase para

describirlas, la voz siguió—: El cambio de condiciones está casi acabado, pero

el factor más importante es la temperatura. Hace mucho más calor —Kruger

silbó suavemente—y el aire cambia.

—¿Respira usted aire o agua, o ambos?—preguntó el chico—. Su ciudad, ¿se

extiende dentro del océano?

—Sólo de momento. Cuando vivimos, el océano desaparece casi por completo.

Supongo que viajará en forma de vapor a esa parte de Abyormen donde no brilla

ningún sol y que se precipitará en forma líquida o sólida. Por razones bastante

obvias, no hemos podido explorar tales regiones, pero el conocimiento de las

condiciones de las Murallas de Hielo da validez a esta teoría.

—Pero el sol llamado Arren brilla en las Murallas durante la mayor parte del

tiempo.

—En este momento sí; la región mencionada está a un cuarto de planeta del

lugar de que hablabas.

Page 125: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

125

—Empiezo a comprender la situación —dijo Kruger—. Ya me había dado cuenta

de que Abyormen seguía una órbita bastante excéntrica alrededor de Theer; si

lo que dice es correcto, el mismo Theer hace algo parecido alrededor de Arren.

—Eso hemos deducido, aunque el tamaño y forma precisas de su ruta no son aún

conocidos con certeza. No hemos sido capaces de crear instrumentos de medida

para obtener los valores necesarios. Sin embargo, estamos seguros de que

ambos soles son mucho mayores que Abyormen y que están muy lejanos de él,

así que parece razonable suponer que es más bien Abyormen y no los soles quien

se mueve.

—Puedo ver lo que tiene que pasar en este lugar; supongo que mi última

pregunta era innecesaria, ya que si la temperatura cambia como dijo, tiene que

afectar a toda la vida del planeta. Me había preguntado la razón de que la

mayoría de los árboles y animales de ciertas especies fueran aproximadamente

del mismo tamaño; ahora lo veo bastante razonable. La mayoría de ellos deben

haber empezado a crecer en el mismo momento, más o menos.

—Supongo que no es éste el caso de tu mundo —estas palabras fueron una

especie de pregunta. Kruger pasó algún tiempo describiendo los cambios

estacionales de la Tierra y la forma en que las diferentes formas de vida se

adaptaban a ellos.

—Parece, entonces —fue el comentario de los Profesores a su información—que

la mayoría de tus criaturas mantienen a lo largo del año más o menos una

actividad normal, o si no se ponen a dormir durante la estación inconveniente.

En este mundo lo primero no es posible, al menos para nosotros, y encuentro

difícil imaginar una criatura capaz de soportar todos los extremos del clima de

Abyormen. La segunda me parece en extremo derrochadora; si un tipo de vida

no puede aguantar la situación durante una parte del año, ¿por qué no toma

otra su lugar durante este período?

—Parece sensato—admitió Kruger.

Page 126: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

126

—Entonces, ¿qué objeción presentas a que compartamos mi raza y la de Dar

Lang Ahn Abyormen?

—Pues ninguna. Lo que me preocupa es cómo les tratan ustedes, prohibiéndome

decirles lo suficiente acerca de las ciencias físicas para que se salgan de su

control. Ciertamente, no parece importarle que le dé a usted toda la

información

que pueda.

—A mí, personalmente, no. Para mi gente, pondría las mismas objeciones que

para las de Dar Lang Ahn.

—¿Quiere decir que no desea que su propia gente sea capaz de construir naves

espaciales, en el supuesto de que pudiera enseñarles cómo?

—Justamente.

—Pero eso no tiene sentido. ¿Qué objeción pondría usted al deseo de su gente

de irse y dejar solo al pueblo de Dar?

—Dije hace mucho que necesitamos a la raza de Dar, aunque preferiste

interpretar mis palabras de diferente manera. Aún más, su gente necesita a la

nuestra con la misma fuerza, e incluso aunque Dar Lang Ahn no lo sepa, sus

Profesores por lo menos sí.

—Entonces, ¿por qué no les tratan como amigos en vez de como inferiores?

—Son amigos. Siento un sentimiento particularmente fuerte hacia Dar Lang Ahn;

ésta es una de las razones por la que fuisteis tan bien tratados cuando

estuvisteis aquí antes y por la que mandé a mis pobladores lejos antes de

arriesgarme a que hubiera violencia cuando vinisteis esta vez.

Page 127: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

127

—Si le tienes tanto cariño a Dar, a quien no has visto nunca, por lo que sé, ¿por

qué le quitaste los libros? Eso le ha preocupado más que cualquier otra cosa

que haya sucedido desde que le conocí.

—Fue por motivos experimentales, me temo. Quería saber más sobre ti. Siento

que Dar Lang Ahn sufra, pero me alegro de haber aprendido algo sobre tu

capacidad para la simpatía y la amistad. Sus libros estarán sobre la trampilla

en el lugar donde solíamos hablar tan pronto como los consiga después de

terminar esta conversación.

—¿Qué pasa con mi encendedor?

—¿Realmente lo quieres? Me lo llevé a otro sitio, me temo, y no estoy seguro de

poder recuperarlo de nuevo. El condensador—tuvo que parar para explicar esta

palabra— era, por supuesto, bastante familiar para nosotros, pero no así la

parte que convertía el calor del sol en electricidad. Si puedes desprenderte de

él, mis científicos estarían interesados, cuando tengamos alguno.

—Creía que no quería que su gente aprendiera demasiado.

—No quiero, pero dudo seriamente que este invento en concreto saque a alguno

de ellos del planeta. Opino que es menos práctico para nuestros propósitos que

los generadores que ya usamos, que toman el calor volcánico de Abyormen.

—Entonces, ¿viven bajo tierra, cerca de los volcanes, donde hace el suficiente

calor para ustedes? Pensé, por lo que vi de este continente, que buena parte

de ustedes viven ahí durante el tiempo frío.

—Yo estoy bajo tierra, como dices, pero no hay muchos de nosotros aquí. Sólo

cuatro viven en este área y un número similar en cada una de nuestras otras

ciudades.

—Pero deben tener mucho más espacio para vivir durante su mala estación que

los demás. Ellos están apiñados bajo aquel casquete polar...

Page 128: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

128

—El cual tiene muchas millas de largo en su punto menor. Sería posible excavar

cavernas y probablemente almacenar comida suficiente para la mayoría de la

raza, si no toda.

—Y hay volcanes por no sé cuántos cientos de millas por esa península que seguí

desde el lugar en que fui abandonado. En resumen, no parece haber razón

alguna por la cual las dos razas no puedan vivir a tope todo el tiempo. ¿Qué

falla en esta idea?

—Te he estado haciendo insinuaciones de ese fallo a lo largo de nuestra

conversación. Te dije que cada raza era necesaria para la otra; pareces creer

que esto es debido a nuestra pereza. Mencioné que otros planetas serían

inhabitables porque no nos matarían a todos en el momento adecuado; parece

ser imputado eso a la superstición. Te digo que tengo un gran interés personal

en el bienestar de Dar Lang Ahn, y al parecer te limitas a no creerlo.

Gratuitamente, dices que no hay una imposibilidad técnica, ni incluso una gran

dificultad, en que sigamos vivos todo el año si queremos. En vez de reunir todas

estas afirmaciones, las tratas como a un grupo de imposibilidades separadas.

Confieso haber estado tratando desde que empezó esta conversación de sacar

alguna idea sobre la inteligencia humana, y en verdad que no me estás

demostrando una muy elevada. Honestamente, ¿no puedes pensar en una

explicación que reúna todos estos hechos?

Kruger frunció el entrecejo y ninguno habló durante un minuto; entonces Dar

Lang Ahn hizo una observación.

—Si está probando la inteligencia, Profesor, será mejor que compare la suya

con la mía. He vivido en Abyormen toda mi vida y no veo adónde quiere usted

llegar.

—Tu entrenamiento lo impediría.

Page 129: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

129

—Entonces prefiero suponer que el mío también —saltó Kruger, algo molesto—.

¿Por qué debo ganar su juego de supuestos si él no puede?

—Muy bien, no deseo enfadaros. La explicación será, según creo, más fácil si

me dices algunas palabras de tu idioma. Tengo entendido que los individuos de

tu raza están directamente implicados en la producción de otros individuos.

¿Cómo se llama al ser que se produce?

—Un niño, hijo o hija, de acuerdo con tres puntos.

—El término genérico será suficiente. ¿Hay alguna palabra que describa la

relación entre dos niños producidos por el mismo individuo?

—Hermano o hermana; de acuerdo...

—Muy bien, veo que cada palabra es utilizable. No tengo ningún niño, dado que

estoy aún vivo, pero Dar Lang Ahn es un niño de mi hermano.

El silencio fue mucho más largo esta vez, a la par que Nils Kruger ensamblaba

las piezas de este rompecabezas, y su actitud se convirtió de un ligero

descreimiento, mediante el reconocimiento gradual de las posibilidades, a una

de aceptación.

—Usted gana, ¡tío!—dijo por fin débilmente—. Pero aún sigo sin ver tres puntos.

La frase de Kruger fue interrumpida, y no por el Profesor.

—Creo que yo también diré "tío"—la voz, que hablaba lentamente, no había sido

nunca oída, que él supiera, por el chico, pero estaba hablando inglés—.

Reconozco—siguió—una palabra ocasional que suene como viejo inglés en

cualquier colección de ruidos casuales, y lo achaco a la coincidencia. Sin

embargo, cuando "niño", "hijo", "hija", "hermano", "hermana" y "tío" se oyen

todas dentro del mismo período de treinta segundos la coincidencia queda ya

fuera de lugar. Señor Nils Kruger, si ha estado usted contribuyendo en gran

medida a las conversaciones que hemos grabado, durante las últimas dos

Page 130: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

130

semanas, espero que tenga un buen acento, ¡si no una pareja de filólogos que

conozco van a estar muy enfadados!

XI. ASTRONOMIA; DIPLOMACIA

La mayoría de los seres humanos no pierde la esperanza, aun después de que

cualquier razón lógica para tenerla haya desaparecido. El hombre que va a una

batalla con desventaja frente a sus enemigos, el piloto que se queda en un

aeroplano en llamas para salir de una ciudad, el condenado a muerte en su

celda: pocos de ellos la pierden mientras respiran. Nils Kruger no había

abandonado del todo su esperanza de volver a ver de nuevo la Tierra. No

esperaba, sin embargo, ser rescatado. Había tenido vagas ideas, que él mismo

admitiría como ilógicas, de que quizá combinando la tecnología abyormenita

con la suya se podría construir algún tipo de nave capaz de cruzar los quinientos

años luz hasta el sistema solar. Incluso después de obtener una idea bastante

aproximada de las limitaciones técnicas de la raza de Dar Lang Ahn tal

pensamiento no había desaparecido por completo, y no supuso que otra nave

espacial terrestre se aproximaría a las Pléyades. Como consecuencia de esto,

el sonido de una inconfundible voz humana cortando su conversación con una

criatura que difícilmente pudiera ser menos humana, produjo en Kruger el

mayor impacto de su vida. Durante varios momentos no pudo ni hablar. Varias

cuestiones vinieron de la radio, y cuando fueron respondidas ,sólo por el

mediocre inglés de Dar Lang Ahn, la sorpresa en la distante nave espacial fue

casi tan grande como la de la cabaña.

—No puede ser Kruger; no hablaría así, ¡y de cualquier forma está muerto!

—Pero ¿dónde pueden haber aprendido inglés?

—¡Mi niño de un año habla mejor inglés!

—Kruger, ¿eres tú o es que el departamento de filología se ha vuelto loco?

Page 131: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

131

—Estoy... aquí, muy bien, pero no debéis hacer cosas como ésta. ¿Qué nave es

ésa? ¿Cómo podéis haber estado escuchando? Y de cualquier forma, ¿qué estáis

haciendo en las Pléyades?

—Es tu propia nave, el Alphard; yo soy Donabed. La radio que tienes es bastante

triste; no estoy seguro tampoco de tu voz. Llevamos aquí un par de semanas y

hemos estado recogiendo y grabando todo el ruido de radio que pudimos

encontrar, con la esperanza de saber algo del idioma para cuando

aterrizáramos. Me alegro de que fueras lo suficientemente sensato para esperar

nuestro regreso, parece ser que hay algo con este sistema que ha hecho sacar

conclusiones a los astrónomos y tuvieron que volver para verlo por ellos mismos.

¿Es esa radio un producto nativo o la hiciste tú?

—Estrictamente hecha en casa—Kruger había recuperado el control de sí mismo,

aunque sus rodillas aún estaban débiles—. Un minuto, tenemos una audiencia

que no habla inglés—Kruger volvió al idioma abyormenita y explicó a Dar y al

Profesor lo sucedido—. Ahora, mientras bajáis, ¿me explicaríais, por favor, qué

tiene este lugar de peculiar desde el punto de vista de los astrónomos?

—No soy astrofísico, pero aquí está lo que entiendo de la situación—respondió

Donabed—. Conoces las cuestiones elementales acerca de las fuentes de la

energía estelar y que las estrellas principales como el sol y este punto rojo

deben poder mantenerse emitiendo a su presente índice durante miles de

millones de años. Sin embargo, hay muchas estrellas en el espacio mucho más

luminosas que el Sol, a veces decenas de millares más. Soles como éste ganan

su hidrógeno con

tanta rapidez que no deben poder durar más que un millón, o unas pocas

decenas de millones de años a lo sumo. Alcyone, como varias otras estrellas en

las Pléyades, es uno de dichos soles.

—Hasta ahí, de acuerdo. El sistema de las Pléyades se encuentra lleno de

material nebuloso que presumiblemente se está aún mezclando para formar

Page 132: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

132

otras estrellas que sumar a los cientos que ya hay en el grupo; pero aquí aparece

el problema. Han descubierto, con cierto grado de precisión, el tipo de

fenómenos que debe ocurrirles a las nubes condensadas. En algunas

circunstancias, con cierta cantidad de moméntum angular, puedes esperar que

se formen varias estrellas, viajando en órbitas alrededor de las otras; un

sistema estelar bi ario o

múltiple. En otros casos, con un moméntum angular menor, la mayor parte de

la masa se concentra formando una estrella y los fragmentos restantes

constituyen un sistema planetario. Es algo sorprendente, aunque no imposible,

que se produzca una estrella doble o múltiple también con planetas; ¡pero lo

que es extraño es que nazca una estrella como Alcyone con planetas en algún

lugar cerca de ella! Un sol como éste está emitiendo una radiación decenas de

millares de veces más intensas que las de nuestro Sol; dicha radiación ejerce

una presión, y esta presión debe ser fácilmente capaz de reunir todas las

partículas sólidas de la zona para formar planetas. Esa es una de las cosas que

pueden ser computadas, y es difícil de eludirlo. Por ello los observadores de

estrellas nose preocuparon mucho cuando dedujeron por nuestros datos que

Alcyone tenía como compañero a una enana roja, pero cuando se enteraron de

que dicho compañero tenía un planeta casi se vuelven locos. Tardamos algún

tiempo en persuadir a algunos de ellos que no habíamos cometido ningún error;

tuvimos que señalarles que habíamos aterrizado de hecho en aquel lugar.

—¡Ya lo creo que sí!—murmuró Kruger.

—Debes saberlo. A propósito, su nombre oficial es Kruger, si es que te interesa.

—Me temo que su nombre es Abyormen, si seguimos la costumbre en boga —

replicó el chico—. Pero sigue.

—No hay mucho más que contar. Odiaban como el veneno abandonar sus teorías

favoritas, y les he venido oyendo durante todo el camino especular con la

posibilidad de que el sol rojo hubiera sido capturado por Alcyone después de

Page 133: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

133

que su o sus planetas se formaran, y así. Hay mucho trabajo que hacer y tú nos

puedes ayudar mucho. Pienso que has aprendido bastante del idioma local, y

nos ahorrarás tiempo haciendo de intérprete.

—Sí, hasta cierto punto; de alguna forma, cada vez que hablo con uno de estos

seres empezamos pronto o tarde a malinterpretarnos. Puede que esté

sucediendo esto ahora sin que siquiera lo sepa, ya que no he visto nunca a ese

tipo con el que estoy hablando por radio.

—¿Cómo es eso? ¿No le has visto?

—No, y no tengo la menor idea de su aspecto. Mire, mayor, si bajan y me sacan

de este baño de vapor podré explicar mucho mejor todo esto, y créame, tengo

mucho que contar.

—Para allá vamos. ¿Vendrás solo? —Kruger explicó la cuestión brevemente a Dar

y si le importaría ir con él. El nativo dudó un poco al principio, y después se dio

cuenta de que aquello acarrearía sin duda más material para los libros, por lo

que estuvo de acuerdo en acompañar a su amigo—. Dar Lang Ahn vendrá

conmigo —informó Kruger a Donabed.

—¿Necesitará algún acomodo especial?

—Le he visto perfectamente a gusto en un campo de hielo y ha hecho viajes en

planeador de dos días de duración sin preocuparse de beber, así que no creo

que le afecten la temperatura ni la humedad. No sé la presión, ya que como

dice usted estará más alto ahí.

—¿ Qué altura consigue en estos vuelos en planeador?

—No lo sé. No tiene ningún instrumento devuelo, para nuestras normas.

—¿Llegó alguna vez a alcanzar la máxima altura de las usuales nubes cúmulos?

Page 134: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

134

—Sí. He estado allí con él. Sube a la máxima altura que puede en los vuelos de

larga distancia.

—De acuerdo. No creo que la presión terrestre le afecte. Será mejor que le

expliques los riesgos y que sea él quien tome la decisión.

Kruger nunca supo con certeza si Dar le entendió o no del todo, pero estaba al

lado; el chico cuando el módulo de aterrizaje del Alphard se posó en el claro

de los géiseres. El Profesor había sido informado de lo que sucedía, y el chico

le prometió volver a entrar en contacto con él a través de la radio de la nave

tan pronto como fuera necesario. El oculto ser no puso ninguna objeción,

aunque debió advertir que la maniobra ponía a Kruger fuera de su alcance.

El viaje de regreso al Alphard, que estaba girando con todo tipo de seguridad

fuera de la atmósfera de Abyomen, no tuvo novedades para nadie, excepto para

Dar Lang Anh. No hizo ninguna pregunta mientras tanto, pero sus ojos se fijaron

en casi todo lo que se podía ver. Una particularidad de su comportamiento fue

apreciada por la mayoría de la tripulación humana. En la mayor parte de las

ocasiones en que una criatura más o menos primitiva es sacada de su planeta

para dar una vuelta, se pasa casi todo el tiempo mirando cómo es su mundo

desde arriba. Sin embargo, casi toda la atención de Dar estaba puesta en la

estructura y manejo del módulo. El único momento en que miró un poco abajo

fue cuando se pusieron a velocidad circular y el módulo se volvió ingrávido.

Entonces volvió a mirar a la superficie y, para sorpresa de todos los que

miraban, aceptó el fenómeno sin esfuerzo. Aparentemente, se había

convencido de que la sensación de caída no significaba de hecho que se

estuvieran cayendo, y aunque así fuera, los pilotos atajarían el problema antes

de que fuera realmente peligroso. El mayor Donabed desarrolló un sano respeto

por Dar Lang Ahn en aquel momento; había conocido a demasiados seres

humanos bien educados que se pusieron histéricos en las mismas circunstancias.

Page 135: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

135

Por supuesto, reflexionó el chico, Dar volaba y experimentaba muchas breves

sacudidas cuando se metía en corrientes ascendentes o descendentes, pero esto

no duraba nunca más de uno o dossegundos. Era un buen tipo; el mismo Kruger,

después de pasar casi un año terrestre en tierra, se sentía un poco mareado.

En su debido momento, la monstruosa masa del Alphard fue divisada,

aproximada y contactada, y el módulo se deslizó en su acomodo a través de su

especial sistema de seguridad.

La reunión se celebró en la sala mayor de la nave, ya que todo el mundo quería

oír la historia de Kruger. De común acuerdo, hizo primero su informe, contando

brevemente la forma en que había escapado a la muerte cuando fue

abandonado, y también sus experiencias con los animales, minerales y gente de

Abyormen. La falta de algo parecido a la fruta, el hecho de que los tallos de

muchas plantas fueran comestibles, aunque no muy nutritivos, la forma en que

había probado suerte para ver si por lo menos no eran venenosos, y su

determinación en abandonar la región volcánica donde había sido abandonado

y en llegar al polo, donde se podría quizá estar más confortable, todo fue siendo

entretejido en una narración razonablemente concisa. Todo el mundo tenía

alguna pregunta que hacerle cuando terminó, y fue necesario que el

comandante del Alphard actuara de moderador.

—Debiste tener bastantes dificultades en fijar tu rumbo cuando empezaste por

primera vez a viajar —preguntó uno de los astrónomos.

—Fue un poco confuso—Kruger sonrió—. Si el sol rojo se hubiera limitado a variar

de tamaño, no hubiera sido demasiado problemático, pero vacilaba de un lado

a otro, en el lugar donde aterricé, del sudeste al sudoeste, y de vuelta otra vez,

de

forma que tardé bastante tiempo en poderme acostumbrar. Con el azul es más

sencillo; Alcyone sale por el Este y se pone por el Oeste, como debe ser. Al

Page 136: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

136

menos lo hace a una buena distancia del polo, y resultó lo suficientemente

sencillo ver por qué no lo hacía cuando llegué más al norte.

—Bien. Los movimientos del sol rojo son bastante lógicos, si recuerdas lo

excéntrica que es la órbita del planeta. ¿A cuánto, en tu experiencia, asciende

la variación angular? Sólo he visto el planeta durante una de las vueltas de la

nave.

—Unos sesenta grados a cada lado de la media.

—El astrónomo asintió con la cabeza y dejó de preguntar. El comandante

concedió la palabra a un geólogo.

—¿Has dicho que casi todo el terreno que viste es volcánico?

—En el continente donde me encontraron sí. Recuerda que no recorrí demasiada

parte del planeta. La larga península que seguí hacia el norte...

—Durante tres millas—atajó un fotógrafo.

—Gracias. Es totalmente volcánica, y la región del continente de donde sale se

halla en gran parte cubierta de flujos de lava de varias épocas. Cerca del

casquete de hielo es montañoso, pero claramente no volcánica.

—Bien. Tenemos que sacar un mapa de secuencias de los estratos, si queremos

hacernos una idea de la edad de este mundo. Supongo que no verías ningún fósil

cerca del hielo.

—Sólo estuve en tierra cerca de su colonia; volé sobre el resto. Dar Lang Ahn,

aquí presente, es posible que te ayude.

—¿Querrá hacerlo?

—Probablemente. Su grado de curiosidad es bastante elevado. Te di una idea

de para qué quiere la información: lo pone en libros para la próxima generación,

Page 137: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

137

ya que la suya no durará ya mucho—Kruger no sonrió al decir esto, ya que la

idea de perder a Dar le iba afectando cada vez más conforme pasaba el tiempo.

—¿Nos contaría tu amigo algo más de este asunto de la sucesión de

generaciones?—preguntó el biólogo—. Tenemos animales en la Tierra que hacen

lo mismo, aunque normalmente las dos formas no estén adaptadas a unos

cambios tan drásticos de medio; pero lo que realmente me preocupa en este

momento es el tema de los Profesores. Cuando mueren por fin, ¿es

consecuencia de ello una razzia de los descendientes, o no pasa nada, o qué?

—No lo sé, y tampoco Dar Lang Ahn. Mejor será que preguntes a esa especie de

Profesor con quien estaba hablando cuando me oísteis. Ni siquiera sé si hay una

única descendencia o varias, cuando las cosas transcurren normalmente.

—Eso es suficientemente obvio, ya que si sólo hubiera una, sin otro método de

reproducción, la raza habría desaparecido hace tiempo. Tiene que haber

muertes debidas a accidentes, de vez en cuando.

—Bien; a quien hay que preguntar es a un Profesor, de cualquier modo. Yo lo

haré por ti cuando hable con él.

—¿Por qué mantienen los Profesores a la mayoría de su gente en la ignorancia

de esto? —preguntó otro.

—Tendrás que preguntarles a ellos. Si yo estuviera en su lugar lo haría para

salvaguardar la paz, pero con el que he estado hablando dice que no les importa

un número de muertes determinado.

—Me gustaría hablar al respecto con tu amigo.

—De acuerdo. Sin embargo, me temo que alguien tendrá que hacer un

cuestionario.

Las preguntas y respuestas se sucedieron durante un buen rato, hasta que

Kruger dejó de ocultar sus bostezos. Por fin, el comandante deshizo la reunión;

Page 138: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

138

pero aún tuvo el chico que esperar para descansar un rato. Procedió a enseñar

el Alphard a Dar Lang Ahn, respondiendo a las preguntas de su pequeño amigo

lo mejor que podía.

Por fin durmió, disfrutando de la ingravidez por vez primera en meses. No

reparó en si Dar pudo dormir o no, en tales circunstancias, pero el nativo

apareció por la mañana bastante fresco, por lo que Kruger supuso que lo había

hecho. Dar se negó a probar alimentos humanos, pero Kruger se comió un

desayuno tan grande que algunos de sus conocidos le tuvieron que advertir que

podía hacerle daño. El relativamente bajo valor nutritivo de las plantas

abyormenitas le había acostumbrado gradualmente a ingerir grandes cantidades

cada vez que comía mientras estuvo en el planeta.

Satisfecho su apetito, informó al comandante, quien inmediatamente convocó

otra conferencia, aunque esta vez sólo para científicos. Se decidió que había

que dar prioridad al tiempo empleado en Dar, para que pudiera haber más

intérpretes disponibles tan pronto como fuera posible. A los biólogos se les dijo

que cogieran un módulo de aterrizaje y capturaran por su cuenta algunos

animales; tendrían que adquirir la mayor parte de sus conocimientos de la

manera más dura. Kruger les calmó prometiendo ayudarles con el Profesor

mientras Dar estuviera dando clases de idiomas.

Sin embargo, los geólogos iban a necesitar la asistencia personal de Dar. Podían,

por supuesto, hacer mapas de la superficie de Abyormen y ponerse

personalmente a investigar puntos en los cuales fuera probable encontrar trozos

de terreno sedimentado, pero el tiempo que así se perdería podía recibir usos

mucho mejores. En consecuencia, se le enseñaron a Dar fotos en color de los

tipos de roca que los especialistas esperaban encontrar allí y le preguntaron si

había algún lugar en el planeta donde pudieran hallarse.

Por desgracia, no pudo reconocer ni una sola foto. Los geólogos podían haber

renunciado en su empeño después de haber acabado de enseñarle fotos, pero

Page 139: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

139

Kruger se dio cuenta de que una de ellas era una muestra de travertina

virtualmente idéntica al material depositado en los alrededores de la poza del

géiser. Le señaló esto a Dar.

—Vuestras fotos no son demasiado buenas —fue la respuesta.

Veinte minutos después se pudo establecer que Dar Lang Ahn podía ver luz cuya

longitud de onda oscilara entre cuarenta y ocho angstroms hasta un poco menos

de dieciocho mil, esto es, no tanto en el lado de la luz violeta como el hombre,

pero más de un octavo más que éste en el infrarrojo. Las fotos en color, que

mezclaban los tres colores primarios haciendo combinaciones que reproducían

lo que el ojo humano veía en el original, simplemente no reproducían más de

la mitad de la gama de colores vistos por Dar. Como él decía, las fotos en color

no eran buenas. El tinte del espectro reproducía, en aquella parte del espectro,

los colores equivocados.

—No me extraña ahora que no comprendiera ninguna de sus palabras cuando se

refería a los colores—murmuró Kruger con disgusto.

El problema se resolvió haciendo fotos en blanco y negro y dejando que Dar se

concentrara en ellas. Después de esto pudo identificar más de la mitad de las

fotos y decir dónde se podían hallar muestras de la mayoría. Tras una breve

lección de geología, incluso sugirió áreas de fallas debidas al empuje de fuerzas

interiores y exteriores, y cañones que dejaban al descubierto estratos hasta

profundidades de cientos o miles de pies; los mapas que dibujó fueron más que

suficientes para permitir localizar las regiones a las que se refería. Los

especialistas en rocas se hallaban encantados. También lo estaban Dar Lang Ahn

y Nils Kruger, este último por razones de su incumbencia.

El chico había vuelto a entrar en contacto radiofónico con el Profesor mientras

todo esto sucedía y le contó cuanto había acaecido. Le explicó la información

que los visitantes querían y le ofreció canjear toda la ciencia que la criatura

quisiera. Por desgracia, el Profesor aún creía que demasiado conocimiento

Page 140: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

140

científico no le haría ningún bien a su gente. No se apearía de su creencia de

que el conocimiento llevaría en su momento a los viajes espaciales, y que éstos

acarrearían inevitablemente la ruptura del ciclo de vida abyormenita, ya que

era ridículo suponer que otro planeta pudiera compararse a las características

de Abyormen.

—Pero su gente no necesita quedarse en otros planetas. ¿Por qué no pueden

limitarse,a visitarlos para comerciar o aprender, o simplemente verlos?

—Te he mostrado Nils Kruger, que tu ignorancia sobre mi gente te llevó antes

por el mal camino. Por favor, créeme cuando te digo que estás en un error al

pensar que salir de este planeta les reportaría algún beneficio —permanecía

fijo con esta idea y Kruger tuvo que ceder.

Informó de su fracaso al comandante Burke y se sorprendió en cierto modo ante

la respuesta del oficial.

—Pues en cierto modo estás de enhorabuena al no haber aceptado el Profesor

tu oferta.

—¿Por qué, señor?

—Por lo que he podido entender, le estabas ofreciendo cualquiera de nuestros

conocimientos técnicos por el que pudiera estar interesado. Admito que no

estamos tan preocupados por la seguridad como hace unas pocas generaciones,

cuando aún había guerras en la Tierra, pero en general se considera

desaconsejable ser demasiado liberal en la concesión de técnicas

potencialmente destructoras a una raza hasta que no la conozcamos bastante

bien.

—¡Pero yo sí que los conozco!

—Admito que puedas conocer a Dar Lang Ahn. Te has encontrado con otros pocos

de su raza, algunos de sus Profesores, y has hablado por radio con un Profesor

Page 141: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

141

perteneciente a lo que pudiéramos llamar una raza complementaria. Me niego

a creer que conozcas a la gente en general, y aun afirmo que podías haberte

quedado en una posición algo equívoca si esta criatura hubiera aceptado tu

oferta.

—Pero usted no objetó que todo el mundo le dijera a Dar cualquier cosa que

preguntara.

—Debido a, aproximadamente, la misma razón por la que el Profesor tampoco

se opuso a que tú se lo dijeras.

—¿Quiere decir que porque se va a morir pronto? ¿No le permitirá volver a las

Murallas de Hielo antes de ello? El confía en que así sea.

—Supongo que lo hará. No creo que ello pueda traer ningún mal; no se llevará

ningún material escrito, y sin eso estoy seguro de que no puede hacer ningún

daño.

Kruger puso en orden sus ideas; había estado a punto de mencionar la prodigiosa

memoria del nativo. Quería que Dar Lang Ahn aprendiera cosas. Sabía que el

pequeño nativo recordaría cuanto se le dijera o mostrara, y que todo lo que

recordara se lo diría a sus Profesores en las Murallas de Hielo. El Profesor del

poblado podría oponerse, pero parecía tener poco que hacer; Kruger había

respetado su trato.

Pero ¿podría dicho ser hacer algo? Había afirmado poseer influencia suficiente

sobre los Profesores del casquete polar para que éstos intentaran asesinar a

Kruger contra su propio deseo. Tal vez les podría forzar a que ignoraran la

información que Dar aportara, o incluso a destruirlo; y esto no formaba

decididamente parte del plan de Kruger. ¿Qué influencia tenía el ser? ¿Podía

hacerse algo para reducirla o eliminarla? Tendría que hablar de nuevo con aquel

Profesor, y preparó la charla muy cuidadosamente. El chico flotó sin

movimiento durante un rato, pero por fin su expresión se aclaró un poco.

Page 142: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

142

Momentos después se puso en movimiento hacia la pared más cercana y se

dirigió al cuarto de transmisiones.

El Profesor reconoció la llamada al instante.

—¿Estoy en lo cierto al decir que has preparado nuevos argumentos para que

deba favorecer la extensión de tu tecnología?

—No del todo—replicó Kruger—. Quería hacerle una o dos preguntas. Dijo que

había cuatro de ustedes en la ciudad. Me gustaría saber si los demás comparten

su actitud al respecto.

—Pues sí —la respuesta fue rápida y desconcertó un poco al chico.

—De acuerdo. ¿Y los Profesores de las demás ciudades? Presumo que les habrá

contado todo lo que ha estado sucediendo—esta vez la respuesta no llegó tan

de prisa.

—En realidad no. No mantenemos una comunicación continua. Nos limitamos a

contrastar unos con otros cada año. Si les llamara ahora probablemente no

estarían escuchando. No importa; no hay duda de cómo pensarían. Después de

todo, hemos mantenido durante muchos años la política de limitar la tecnología

para nosotros solos y de estar seguros de ser la fuente de conocimiento para los

demás; por ejemplo, las radios que tienen en las Murallas de Hielo las hicimos

nosotros; ellos no saben.

—Ya veo—el cadete estaba un poco descorazonado, pero en modo alguno

dispuesto a abandonar—. Entonces no le importará que visitemos las otras

ciudades y contactemos con sus colegas Profesores directamente y les hagamos

a ellos la propuesta—esperaba con ansiedad que no se le ocurriera al otro

preguntar si todos los seres humanos estaban de acuerdo al respecto.

—En modo alguno. Tendríais, por supuesto, que explicarles la situación de igual

manera que habéis hecho conmigo; os darían la misma respuesta.

Page 143: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

143

Kruger sonrió malignamente.

—Sí, podemos hacer eso, o contarles una historia ligeramente diferente;

digamos que su mente está en cierto modo dañada, y que ha obtenido de

nosotros alguna información y que se encuentra cansado de los sacrificios que

trae consigo ser un

Profesor, y que iba a construir unos aparatos capaces de mantener caliente una

mayor parte del planeta, lo cual evitaría que se muriera su gente.

—¡No he oído una estupidez mayor en toda mi vida!

—Claro que no. Tampoco sus amigos en las otras ciudades. ¿Pero cómo sabrán

ellos que es una idiotez? ¿Se atreverían a probar suerte?—calló, pero ninguna

respuesta llegó de la radio—. Sigo pensando que su gente no tiene por qué salir

al

espacio después de aprender un poco de física. ¿No son ellos tan capaces como

usted de ver los peligros que ello acarrearía?

—Espera. Debo meditar —el silencio reinó durante bastantes minutos,

perturbado tan sólo por los ruidos producidos por la estática de la radio. Kruger

aguardaba tensamente.

—Me has enseñado algo, ser humano—la voz del Profesor se pudo oír de nuevo—

. No te diré lo que es; pero los Profesores de Dar Lang Ahn pueden aprender lo

que quieran—No dijo más.

Kruger se relajó a la vez que una sonrisa aparecía en su rostro. Su plan

funcionaría; no podía fallarle entonces.

Dar Lang Ahn había almacenado gran cantidad de información, suficiente para

llenar muchos libros, libros que posiblemente no podrían ser escritos antes de

su muerte. Dar Lang Ahn volvería a las Murallas de Hielo con sus conocimientos,

y estaría aún dictándola o escribiéndola cuando llegara el momento de cerrar

Page 144: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

144

las cavernas para protegerse del incremento de temperatura, del cambio de

atmósfera. Estaría aún dentro cuando esto sucediera, no afuera en las ciudades

de la gente "fría", muriendo con sus amigos. Dar Lang Ahn, por pura necesidad,

se convertiría en Profesor; y Nils Kruger no perdería a su pequeño amigo.

XII. GEOLOGIA; ARQUEOLOGIA

Abyormen es mayor que la Tierra y tiene incluso durante la época fría, una

proporción menor de mar, de forma que los geólogos tuvieron que desarrollar

su actividad en una buena parte del territorio. No trataron, por supuesto, de

explorarlo todo; el plan base era conseguir la suficiente correlación

estratográfica para sacar una historia geológica no demasiado mala y, si fuera

posible, encontrar valores de las radiaciones lo suficientemente bajos en la

escala para poder estimar al menos un valor mínimo de la edad del planeta. Lo

último era realmente todo lo que querían los astrónomos, pero los biólogos

tenían unas pretensiones considerablemente mayores. Se dispusieron a analizar

todos los fósiles que encontraran con las técnicas desarrolladas en el campo.

Capa tras capa de rocas sedimentarias fueron clasificadas, a veces de millas de

profundidad, a veces un poco antes de que se esfumaran, tal vez porque los

movimientos de tierra las habían arrastrado formando rompecabezas, para

componer los cuales era necesaria una buena experiencia, tal vez porque el

fenómeno que las había depositado en el primer lugar había abarcado sólo un

área determinada y la formación emergía naturalmente. Un lecho de caliza

depositada en el fondo del mar en más de un millón de millas cuadradas es una

cosa; una lente de piedra arenisca que una vez estaba depositada en el delta

de un riachuelo desembocando en un lago pequeño es otra, a veces bastante

inconveniente cuando se está resolviendo un problema de datos relativos.

Kruger dio gracias a su suerte de que el comandante Burke no estuviera con

este grupo en tierra y rogaba constantemente que no le llegara ninguna

Page 145: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

145

insinuación hecha por los geólogos, ya que Dar Lang Ahn estaba aprendiendo

suficiente inglés, y hay pocos sitios donde una memoria fotográfica puede

hacerse más evidente que al tratar con un problema de estratos. Todos los

geólogos, sin excepción, miraban al nativo con respeto y sentían una amistad

hacia él comparable con la de Kruger. Pronto o tarde el comandante se

enteraría; el chico confiaba que para entonces la popularidad de su pequeño

amigo hubiera llegado a un punto tal que moviera al viejo oficial a abandonar

todas sus sospechas.

En ninguna parte del planeta parecía haber nada parecido a las "llanuras" que

caracterizan muchas zonas de la Tierra. Aparentemente, toda la presente

superficie plana fue sumergida en un pasado no muy lejano; había una sospecha

bastante profunda de que Abyormen sufría una actividad de seísmos y orogénica

mucho mayor que la de la Tierra. Uno de los especialistas sugirió que la razón

podía residir en los cambios estacionales del "Largo Año", cuando la mayor parte

del agua del mar se depositaba en los casquetes polares. Una prueba en el

casquete del hemisferio sur —que no estaba sobre el polo sur— indicó que tenía

un espesor de casi treinta y cinco mil pies. Estaba nevando cuando se hizo el

experimento, ya que Theer nunca se deja ver en esta parte del planeta y Arren

tardaría varios años terrestres en salir.

Mientras pasaban varios de los breves años de Abyormen antes de que se pudiera

llegar a ninguna clasificación de los estratos, los astrónomos comprobaron con

bastante rapidez lo que se habían temido. Desde el principio, por supuesto, los

astrónomos habían estado alerta para buscar pegmatitas y otras intrusiones

volcánicas que pudieran contener substancias radioactivas susceptibles de ser

fechadas, y en seguida las encontraron en varios lugares del continente que

examinaban. No era posible de momento interrelacionar estas substancias con

los sedimentos, pero en una de ellas se analizó uranio que tenía una edad un

poco menor de millón y medio de años. Era una muestra bastante grande y se

realizaron diez comprobaciones independientes, sin obtener variaciones de más

de veinte millones de años con la principal. Dado que los astrónomos no querían

Page 146: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

146

creer que Alcyone hubiera existido más de una centésima parte de dicho

tiempo, aceptaron la información a regañadientes.

Pero fechados o no, los sedimentos tenían interés por sí mismos. Si Dar Lang

Ahn había visto en su vida un fósil, no reparó en él más de dos veces. Esta

omisión fue fácilmente remed~iada, ya que los sedimentos tenían su parte de

residuos orgánicos. Una zona de caliza de unas doscientas millas de ancho, en

el centro del continente, parecía estar compuesta en gran medida por un

depósito de filones y se encontraron en varios puntos unos cuantos cientos de

especies diferentes. Había gran cantidad de mariscos que, al menos a Kruger,

le parecían traídos de la Tierra; un biólogo pasó un buen rato explicando las

diferencias técnicas.

—Supongo—concluyó— que se puede encontrar gran cantidad de criaturas

virtualmente idénticas a éstas en las costas actuales de nuestros océanos.

Parece que los moluscos y sus parientes tienen una rara habilidad en salvar los

cambios de planeta. Por la Tierra han estado alrededor de 500 millones de años;

con cambios, sí, pero su estructura básica sigue siendo la misma.

—Te entiendo todo menos una cosa—Dar Lang Ahn replicó en su lento y cuidado

inglés—. He estado todo el rato con vosotros aquí y he visto fósiles como éstos

en diferentes estratos de roca, como dices que es razonable, pero nunca vi una

criatura viva que se pareciera a estos fósiles.

—¿Has pasado alguna temporada larga junto al mar?

—Mucho tiempo. Nils Kruger y yo viajamos alrededor de trescientas millas hace

poco, sin contar las veces que estuve en mis ochocientos años anteriores de

vida.

—¡Lleva razón! —exclamó Kruger excitado—. Sabía que había algo raro en esa

playa y no podía adivinar qué era. No había ninguna concha, ni algas dispersas,

ni nada de esa naturaleza. ¡Con razón me parecía extraño!

Page 147: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

147

—¡Uf! Confieso que sin duda es raro. ¿Había algún otro tipo de criaturas marinas?

—No lo sé. Creo que existen animales de varios tipos viviendo bajo el agua, y

estoy seguro de que hay plantas. Sin embargo, no puedo pensar que vivan allí

muchos tipos diferentes—el biólogo pasó esta parte de la información a sus

colegas dedicados al trabajo de campo, ya que estaba demasiado ocupado

estudiando las interrelaciones de los fósiles para desarrollarla él mismo.

Gradualmente, estableció un orden a partir del caos. Para motivos de

comprensión, dividió el pasado de Abyormen en períodos cuyas fronteras en el

tiempo parecían establecidas por las inundaciones generales de este continente

que habían originado los lechos de caliza. Los geólogos no pudieron encontrar

evidencias con que definir los períodos de formación de las montañas, lo cual

resulta generalmente mejor para este propósito; en Abyormen, como habían

sospechado, la actividad orogénica parecía estar uniformemente repartida a lo

largo del tiempo.

Existían, por supuesto, muchas razones por las cuales ese mundo podría ser más

activo en seísmos que la Tierra. Era más grande, con un diámetro de

novecientas cien mil millas y una masa un cuarenta por ciento más grande que

la de la Tierra, de forma que un hombre de ciento setenta libras pesaba en su

superficie ciento ochenta. Las diferencias porcentuales eran pequeñas, pero la

cantidad total de fuerzas orogénicas disponibles era muy superior a la del

planeta de donde proviene la especie humana. De cualquier forma, ahí estaba

la evidencia: los períodos de formación de montañas eran cortos, frecuentes y

locales.

Esto debía haber contentado al departamento de biología, aunque los fósiles

vertebrados les proporcionaron, para su desgracia, más quebraderos de cabeza.

No había resultado difícil establecer una secuencia bastante aproximada de la

vida del planeta, recorriendo lo que tenían que haber sido varios cientos de

millones de años, si la Tierra hubiera podido servir de ejemplo. Esta secuencia

Page 148: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

148

empezaba con cosas que tuvieran una parte inferior lo suficientemente dura

como para protegerlas, seguía por criaturas con huesos comparables a los peces

y acababa con unas criaturas con piernas que respiraban bastante claramente

aire y que se pasaban la vida, en su mayor parte, en tierra firme. Hubiera sido

simpático poner el final de esta serie en una página, en su parte inferior, y Dar

Lang Ahn en la superior, con las formas intermedias en medio, pero esto

resultaba imposible, ya que todos los fósiles vertebrados en los que se

encontraban brazos óseos tenían seis. Dar era lo suficientemente humanoide

como para poseer dos brazos y dos piernas, sin ningún trazo visible de tener

más.

A requerimiento de los biólogos, el nativo accedió a ser fotografiado por rayos

equis. Estaba tan interesado como el que más en saber los resultados, y pudo

ver como cualquier biólogo que su esqueleto no tenía rastros de una tercer

pareja de

apéndices.

Dar estaba ya tan familiarizado con los principios generales de la evolución

como un ser humano ordinario y podía ver la razón por la cual los profesionales

se hallaban preocupados. Antes incluso de que nadie preguntara, comentó:

—Parece como si nada de lo que habéis encontrado en las rocas pudiera ser un

ancestro directo de mi raza. Supongo que podemos haber venido de otro

mundo, como Nils Kruger creyó una vez, pero no hay nada en ningún libro que

haya leído, o que me haya dicho algún Profesor que haga pensarlo.

—Eso acaba con esta hipótesis —señaló con tristeza el biólogo.

—No del todo; es posible que sucediera hace tanto tiempo que o no lo

registramos o se han perdido dichos registros en el tiempo transcurrido. Sin

embargo, me temo que será difícil de demostrar.

Page 149: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

149

—Probablemente tengas razón. Creo que lo mejor que podemos hacer es buscar

formaciones que sepamos positivamente son más recientes.

Los geólogos habían escuchado esta conversación; sucedió durante uno de los

regulares intervalos que tomaban para comer. Uno de ellos habló entonces:

—Es un poco duro mirar descuidadamente una formación y decir: "tiene menos

de un millón de años de antigüedad". Estamos alerta, por supuesto, pero sabéis

perfectamente que ese fechaje viene después de la excavación y tras encontrar

fósiles y compararlos con otras formaciones.

—¿Qué pasa con el material sin consolidar que se encuentra en forma de piedras

sueltas en las partes inferiores de las lomas o en las cavernas?

—No es nuestro campo, pero arramplaremos con todo el que nos encontremos.

No estoy muy seguro de recordar ningún país originado a partir de cavernas,

aunque parte de estas capas de caliza pudieran rellenar las formaciones con la

cooperación del clima.

—He oído hablar de cavernas en otros continentes donde se pueden encontrar

unos extraños diagramas y dibujos en las paredes —dijo Dar Lang Ahn. El grupo

entero se volvió hacia él como un solo hombre.

—¿Nos puedes llevar allí? —varias voces hicieron esta pregunta casi

simultáneamente.

—Puede ser. Sería más seguro si fuéramos a una de las ciudades del continente

e hiciésemos que alguno de los individuos del lugar nos sirviera de guía.

Así fue dispuesto, después de consultar con el comandante Burke en el lejano

Alphard. Otro módulo bajó de la nave, de forma que los geólogos tuvieran un

medio de viaje, y varios especialistas más descendieron en él.

El continente en cuestión se encontraba lejos, al suroeste del lugar donde se

desarrolló el trabajo, pero estaba aún iluminado por el rojo Theer. Dar Lang

Page 150: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

150

Ahn encontró una ciudad sin dificultad, y después de dar las usuales

explicaciones requeridas por la presencia de los seres humanos pudo obtener

un guía. De hecho, muchos de los ciudadanos fueron con ellos para ver trabajar

a los extranjeros; no había mucho de importancia que hacer, ya que todos los

libros de esta ciudad en concreto se habían llevado ya a las Murallas de Hielo y

la gente estaba simplemente esperando la muerte.

Las cavernas eran como Dar las había descrito; no hubo sospecha alguna en la

mente de ninguno de los hombres de que habían sido habitadas por seres

pertenecientes al despertar de una civilización. La mayoría de los visitantes se

sintieron atraídos por las pinturas de las paredes, pero los que sabían lo que

hacían se pusieron a trabajar con extremo cuidado en los suelos.

Estos estaban cubiertos de tierra apelmazada, que fue quitada con cuidado, y

capa por capa, y cribada por si tuviera algo de interés. Los nativos hacían

comentarios de todo tipo sobre cuanto salía a la luz; no habían pensado nunca

en ponerse ellos a cavar allí y aparentemente no reconocieron ninguno de los

objetos que se encontraron. Estos podían lo mismo haber provenido de una

caverna similar en la Tierra: herramientas de piedra y hueso y objetos que

podrían haber sido ornamentales.

La excavación se sucedió durante varios días. Los científicos habían esperado

en un principio que aparecieran esqueletos de los habitantes, pero sufrieron

una desilusión. Uno le mencionó esto a Dar.

—No hay que sorprenderse—respondió el nativo—. Puedo ver que esta gente

vivía de forma diferente a nosotros, pero no tanto. O morían en el momento

adecuado sin dejar rastro o lo hacían violentamente, en cuyo caso esto no

sucedería en las mismas cavernas.

—No sabes realmente si eran gentes de tu raza los que vivían aquí—respondió

uno de los científicos secamente—. En algún punto de la historia de este tu

planeta parece haber habido una gran interrupción. Podría haber sospechado

Page 151: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

151

que tu gente hubiera venido de otro planeta y que los "calientes" fueran nativos

de éste si no hubiéramos sabido la relación padre-hijo que tienes con ellos.

—Tal vez vinimos ambos —sugirió Dar. El biólogo pareció haber recibido una

gran revelación.

—Es una posibilidad. Querría que la gente que vivió en estas cavernas hubieran

hecho uno o dos dibujos de ellos mismos.

—¿Cómo sabemos que no lo hicieron? —los científicos miraron las extrañas

criaturas, cuyas imágenes se extendían por las paredes y techos de caliza.

—No lo sabemos—dijo tristemente—. Tú has sido quien ha traído esto a colación.

Por lo menos ninguno de ellos tiene seis miembros, lo que al menos sugiere que

la vida animal cuando esta caverna se hallaba habitada estaba relacionada más

íntimamente contigo que lo que encontramos en las rocas del lugar donde

estuvimos antes.

El científico se puso a trabajar de nuevo, y Dar Lang Ahn, por primera vez desde

que Kruger le conocía, se marchó solo. Vio cómo el chico le buscaba y le llamó

con el equivalente de una sonrisa.

—No te preocupes. Tengo mucho que meditar. No temas llamarme si sucede

algo interesante.

Kruger se sintió aliviado, pero no muy seguro de lo que entendería su amigo por

interesante. Al principio, después de la llegada del Alphard, virtualmente todo

parecía encajar en su casilla; el nativo tenía dificultad en fijar su atención en

un objeto, ya que todo requería su examen. Con el paso del tiempo, esa

tendencia había desaparecido. Kruger empezó a preguntarse si Dar podría haber

perdido el interés en las ciencias que tanto había querido desarrollar el chico.

Decidió que el riesgo era escaso; este trabajo estaba resultando, incluso para

Kruger, un poco aburrido. Había pasado ya el momento en que cada nuevo fósil,

Page 152: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

152

cuchillo de pedernal o trozo de caliza contara notablemente a la hora de

incrementar sus conocimientos.

Se preguntaba si merecía la pena volver al Alphard para ver qué hacían los

astrónomos. Significaría un cambio, y si Dar estaba empezando a perder su

interés, lo cual parecía un poco improbable, aquello tal vez significara un

cambio

positivo. Le haría esta sugerencia cuando Dar abandonara su meditación.

Sin embargo, resultó que el pequeño nativo no estaba cansado de la geología.

Su natural cortesía le hizo sugerir que volvieran con el otro grupo "un momento"

antes de volver a la nave; no hubiera considerado en modo alguno la idea de un

regreso de no haber visto que Kruger se estaba aburriendo.

El grupo de geólogos, cuando regresaron, habían progresado más de lo que ellos

o cualquiera pudiera haber supuesto; tanto que el aburrimiento de Kruger

desapareció segundos después de llegar al lugar de las operaciones. En

resumen, se debía a que habían encontrado el "eslabón perdido" en la secuencia

geológica.

Después de mucho trabajo infructuoso, se le había ocurrido a uno de los

científicos que el drástico cambio climatológico de cada año largo tenía que

producir un efecto similar, aunque más pronunciado, que los cambios

estacionales producen en la Tierra en formaciones tales como la arcilla. Los

lagos, por ejemplo, se debían secar por completo y alternar los sedimentos

traídos por el viento con los depositados por el agua de una forma mucho más

evidente de lo que nunca se hubiera visto en el planeta madre. Pensando esto,

seleccionaron un lago grande y poco profundo. Unas muestras tomadas del

borde comparadas con otros similares de la parte más profunda condujeron a

resultados capaces de poner muy contentos a los astrónomos.

Page 153: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

153

Los cambios estacionales, como los describiera el Profesor en el lejano poblado

de los géiseres, se habían estado desarrollando, al parecer, durante poco menos

de seis millones de años, de acuerdo con la teoría de uno de los científicos, y

durante poco más de diez, según otro. Las dos escuelas de pensamiento estaban

divididas casi por igual, basando la primera sus cifras en el supuesto de que el

año largo había tenido siempre su duración de unos sesenta y cinco años

terrestres y la segunda insistiendo en que el período estacional tenía que haber

ido progresivamente decreciendo de tamaño. Este grupo no tenía ninguna

sugerencia para interpretar el fenómeno, pero se atenía a su interpretación de

los datos. Dar Lang Ahn estaba fascinado; era la primera vez que se daba cuenta

de que el conocimiento positivo no surgía inmediatamente después de la

investigación científica.

Fue el jefe del grupo quien resumió la situación geológica del planeta, después

de la primera comida, tras el retorno de Dar y Kruger.

—Esta parece ser la historia del planeta, de acuerdo con la evidencia presente

—dijo—. Se originó hace tanto tiempo como la Tierra, aproximadamente;

digamos unos mil millones de años, con todas las naturales reservas. Pasó por

el habitual proceso de enfriamiento y finalmente el agua se pudo condensar.

Su atmósfera primitiva fue probablemente retenida algo mejor que la de la

Tierra, ya que la velocidad de elusión es aquí más de un veinte por ciento

mayor. La vida nació, probablemente, de modo espontáneo y de la forma usual,

aunque es posible que lo hiciera a partir de ciertas esporas, y se desarrolló de

una forma comparable a la de los planetas con los que estamos familiarizados,

esto es, modificando drásticamente la atmósfera primitiva hasta que se

convirtiera en una muy parecida a la de la Tierra.

"Durante este período, que duró la mayoría de la existencia del planeta, los

tremendos cambios climáticos que ahora se presentan al pasar periódicamente

su sol cerca de Alcyone no parecen haberse presentado; al menos no se

encontró la

Page 154: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

154

evidencia al respecto y un número de hechos muy significativos indican lo

contrario. Por ejemplo, se ha encontrado en alguno de los yacimientos de

fósiles gran cantidad de mariscos y otras criaturas de, aparentemente, la misma

especie, pero muy diferentes en tamaño, sin poderse suponer por los estratos

que los más pequeños murieran antes. Parecía como si en aquel momento la

vida en Abyormen fuera en sus hábitos reproductivos normal desde nuestro

punto de vista: las criaturas nacían, crecían y morían de una forma más o menos

fortuita.

"La vida evolucionó hasta el estado de vertebrados que respiraban aire bajo

dichas condiciones, con un tipo genérico de seres de seis patas. No hay

evidencia de la aparición de seres inteligentes.

"Entonces en algún momento, hace entre cinco y diez millones de años, los

tremendos cambios detemperatura producidos por Alcyone empezaron a ocurrir

y virtualmente toda la vida fue barrida del planeta. De esta forma, o bien

sobrevivieron unas pocas especies que se derivaron en las actuales, que

soportan la situación climática en la forma que sabemos, o llegaron nuevas

esporas, o apareció una generación de vida totalmente nueva.

"Aún sabemos muy poco sobre el último millón de años; parece ser que la

opinión más generalizada es que debemos secar este lago y realizar mayores

excavaciones en su lecho para encontrar vestigios de vida de este período. Sin

embargo, de momento sabemos que en el momento actual la vida en general

existe en este planeta bajo la forma de generaciones sucesivas, lo cual permite

que puedan sobrevivir en dos medios distintos. ¿Algo que añadir o corregir en

la presente exposición?

—Sólo un comentario; necesitamos ayuda astronómica urgentemente—dijo una

voz.

—Estoy conforme. He grabado este pequeño discurso y mandaré la cinta al

Alphard tan pronto como sea posible.

Page 155: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

155

Terminaron la comida sin hablar más de temas científicos.

—¿Qué piensas de todo esto, Dar?—preguntó Kruger más tarde—. ¿Es muy

distinto de lo que tus Profesores te contaron?

—No se opone a nada de lo que me dijeron, ya que nunca nos contaron nada al

respecto. Sabiendo ahora lo que son los Profesores, puedo suponerme que no

lo hicieron porque ni ellos mismos pensaron nunca en ello.

—¿Hay alguna posibilidad de que tus Profesores se opongan a que cuentes todo

esto? O si no lo hacen ellos, al menos lo hará alguno de los Profesores

"calientes".

—He estado pensándolo. Creo que nuestros propios Profesores estarán al

respecto tan interesados como yo, y he llegado a la conclusión de que todo lo

que los otros Profesores saben de nuestras cuitas es lo que los nuestros les

cuentan por radio. Los otros no podrían vivir en ningún lugar en las cercanías

de las Murallas de Hielo.

—¿Ni siquiera bajo tierra?

—Muy, muy bajo, es posible, pero aun así no podrían vigilar demasiado. La razón

es bien sencilla: ¿No te mencionó el del géiser que no había forma de que le

vieras, ni de que él te viera a ti, ya que no habría barrera capaz de manteneros

seguros a los dos a través de la cual os pudierais observar?

—No había pensado en ello; pero si depende de las informaciones de tus

Profesores, ¿por qué no pudieron decir que me habían matado en vez de tratar

de cumplir sus órdenes?

—Bueno, si en algún momento se les hubiera ocurrido eso, tal vez pensaron que

la razón por la que quería matarte era de una naturaleza tal que él podría

detectar los resultados si no lo hacían. Si mi gente hubiera aprendido una buena

dosis de tu ciencia, por ejemplo, sería bastante difícil de ocultar.

Page 156: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

156

—Supongo que sí. Aun así, yo me arriesgaría antes de matar a un amigo.

—Tal vez no estuvieran seguros de si tú eres en verdad un amigo. Recuerda que

no estuvieron contigo tanto tiempo como yo y..., bueno, ya sabes que tenemos

algunas características bastante extrañas. Entiendo que aquel Profesor

"caliente" se sintiera así.

—Lo supongo. Nos conocemos bastante bien ahora, pero seguimos

encontrándonos raros a veces. Sin embargo, ya no me importa.

—Ni a mí —en aquel momento, los dos se miraron con una sensación casi de

perfecta comprensión, mayor que la que nunca hubiera existido entre ellos ni

fueran a conseguir después.

XIII. ASTRONOMIA; XENOLOGIA

El módulo que llevó el informe geológico a los astrónomos también transportó

a Dar Lang Ahn y a Nils Kruger de regreso al Alphard. Dar había seguido la

explicación, pero no veía la necesidad de los astrónomos para comprobar las

teorías de los especialistas en rocas. Su curiosidad por todas las disciplinas

relacionadas con las ciencias físicas había llegado a un nivel tal que pocos seres

humanos alcanzan después de salir de la infancia.

Escuchó atentamente la grabación de los geólogos al ser oída por los

astrónomos, pero no había nada que no recordara de su emisión original.

También escuchó atentamente la conversación de estos nuevos científicos y

nunca creyó que pudieran tomar como una descortesía sus palabras, lo que de

hecho no hizo la mayoría.

—Me temo no poder entender lo que quieren decir cuando se refieren a que

Arren puede haber "capturado" a Theer y a Abyormen—preguntó en una ocasión.

Page 157: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

157

—Creo que el joven Kruger te explicó algo de las leyes de Newton—fue el

principio de la respuesta—. Normalmente, cada dos cuerpos se atraen de

acuerdo a una ley definida, y dicha atracción, unida al corriente hecho de la

inercia, que es lo que sostiene a una piedra en el aire después de que haya

salido de la mano que la lanzó, produce unos movimientos definidos y precisos

en dichos cuerpos, como, por ejemplo, el Alphard girando alrededor de tu

planeta en este momento. Por "captura" entendemos simplemente que

originariamente Theer no viajaba alrededor de Arren, sino que tenía su propio

camino en el espacio, camino que le llevó cerca de Arren. Las fuerzas de

atracción de la estrella cambiaron los rumbos, de forma que ahora viajan el

uno alrededor del otro.

—Eso parece estar suficientemente claro. Pero ¿he deducido correctamente al

pensar que algunos de vosotros encontró extraña esta idea?

—Mucho. Las capturas no ocurren normalmente; necesitan circunstancias muy

especiales.

—¿Por qué? Si la fuerza varía con la distancia como has dicho, debo creer que

todo lo que haría falta es que los dos objetos se acerquen lo suficiente. De

hecho, no veo la razón por la cual Theer y Arren no se han precipitado uno sobre

el otro hace mucho tiempo, si lo que dices es cierto.

—Buena pregunta. El problema es que, al precipitarse contra otro los dos

objetos, aumenta su velocidad; puedes verlo. A menos que no sean dirigidos

exactamente desde el principio, no chocarán, y a menos que choquen

empezarán a separarse de nuevo, deteniéndose justamente en el lugar donde

antes cogieron velocidad. El rumbo exterior tendrá la misma forma que el

interior, de forma que no les verás haciendo espirales juntos. Mira, te lo

mostraré.

Al encontrarse el Alphard ingrávido fue bastante sencillo demostrar ese punto.

Dos bolas de tuétano cargadas de electricidad colocadas en una de vacío se

Page 158: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

158

comportaron de una manera tal que hizo el fenómeno bastante claro para el

curioso abyormenita.

—Entonces, ¿cómo se puede efectuar una captura? —preguntó a su instructor

cuando éste volvió a entrar a la parte principal de la nave y se hubo quitado su

traje espacial—. Supongo que será posible de algún modo, o si no, no lo hubieras

mencionado.

—Es posible. Si hay un tercer objeto, moviéndose en la dirección oportuna

respecto a los otros, las cosas pueden suceder así, aunque la probabilidad de

un evento tal no es muy alta que digamos, y de haber introducido aire en la

cámara hace un momento, su fricción hubiera provocado que las bolas de

tuétano se moverían juntas en forma de espirales.

—Supongo que la idea es que alguna otra de las estrellas del sistema sirvió de

tercer cuerpo.

—Odio tener que depender de eso, ya que están muy lejos, pero por lo menos

justificaría la situación .

—De cualquier forma, es posible que sea ésta la causa del comienzo de las

épocas calientes para Abyormen.

—Posible. No me gustaría decir más—el abyormenita tenía por el momento que

conformarse con aquello.

Naturalmente, no fueron necesarias muchas preguntas conteniendo los

términos "quizá" y "probablemente" para hacer que Dar empezara a pensar en

una pregunta tal "cómo-lo-puedes-saber". Llegó un momento en que los

astrónomos, aunque aún le soportaban, le sugirieron que pidiera a Kruger que

le enseñara un poco de álgebra elemental.

En ningún momento se sintió Dar ofendido. Estaba un poco enfadado consigo

mismo por no haber pensado en ello antes, ya que todas sus respuestas

Page 159: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

159

contenían un poco de matemáticas. Fue alegremente a buscar a Kruger, quien

ya no le acompañaba a todas partes después de sus grandes progresos del inglés.

Dar no se dio cuenta de la pequeña consternación que su ruego había causado

en su amigo humano; se sentó y quiso aprender en seguida el álgebra. Kruger

hizo lo que pudo, pero no era el mejor profesor del mundo. Podría haberlo

hecho mejor si no hubiera estado obsesionado con que esto iba a destruir el

interés de Dar por la ciencia.

No tenía por qué preocuparse. La mayoría de la gente a quienes fastidian las

matemáticas padecen esto porque las tratan como algo que hace falta

memorizar, y la memorización no le producía ningún terror a Dar Lang Ahn. Tal

vez por esa razón tardó tanto tiempo en aprender la idea básica del álgebra

como herramienta para resolver otros problemas; podía aprender todas las

reglas. Pero al enfrentarse con un problema tenía las mismas dificultades que

tantos flamantes recién graduados. Sin embargo, fue más bien Kruger que Dar

quien trató de cambiar de tema.

Encontrar una nueva materia que interesara a Dar no era difícil, pero por

razones privadas Kruger sintió que debía ser esta vez una no matemática.

Compartía la creencia general de que la biología no lo era, así que decidió que

había llegado el momento de averiguar lo que descubrieron los científicos sobre

la vida en Abyormen.

Resultó que este equipo había estado durante algún tiempo tratando de

examinar la única forma disponible de vida "caliente", es decir, a alguno de los

Profesores de los refugios caldeados por volcanes. El individuo del poblado de

los géiseres no estaba muy dispuesto a cooperar, pero creyeron conocerle mejor

que a ninguno; fue él quien quedó seleccionado para hacer de estrella invitada

en un robot improvisado por los ingenieros del Alphard que llevaba un equipo

de televisión incorporado. Dar, al ver este nuevo invento, se sintió de nuevo

maravillado, y a Kruger se le encomendó que le explicara la televisión y el

Page 160: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

160

control remoto. Estaba aún intentándolo cuando todo el mundo se fue al módulo

de aterrizaje con el robot.

De hecho, Dar creyó tener ya una buena idea de cómo funcionaba el aparato y

empezaba a considerar sus posibilidades de saber cómo estaba hecho. Escuchó

cuando Kruger habló con el Profesor en la radio del módulo, pero no hizo ningún

comentario propio.

—Le agradeceríamos que permitiera que nuestro robot entrara en su retiro.

Estamos seguros de que podrá soportar las condiciones.

—¿Por qué debo hacerlo? ¿Qué beneficio reportaría a vosotros o a mí?

—Usted nos ha visto, y a partir de ello debe haber sacado algunas de sus

conclusiones. ¿No opina que podemos modificar alguna de nuestras ideas

después de verle? Al fin y al cabo, se ha quejado muchas veces de que no le

comprendemos, dado que no compartimos sus puntos de vista sobre la difusión

de la cultura. Me parece que está deseando hacer cualquier cosa que haga que

le comprendamos mejor.

—¿Cómo sabéis que os he visto alguna vez? Te dije que no sabía de ningún

material capaz de mantener nuestros medios separados y a través del cual se

pueda ver.

—Entonces no dijo toda la verdad, ya que tiene algún tipo de aparato de

televisión. Veía lo suficientemente bien como para poder preguntar sobre las

hebillas de Dar.

—Muy bien. Pero ¿en qué medida puedo estar seguro de que el verme os

devolverá la cordura a vosotros, gente extraña?

—No puedo decirlo. ¿Cómo puedo prometer algo que deduciremos de unos datos

que aún no poseemos? En cualquier caso, usted puede aprender más de

nosotros.

Page 161: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

161

—No tengo ningún interés particular en aprender más de vosotros.

—Lo tenía cuando me preguntaba todas esas cosas hace unos pocos años.

—Entonces es que he aprendido lo que necesitaba.

—Mucha gente ha aprendido cosas de nuestra ciencia, no sólo Dar Lang Ahn.

Había muchos mirando cuando investigamos una caverna muy lejos, al sur.

—Parece que hay poco que pueda hacer.

—Pero si usted quiere también aprender de nosotros, podría al menos hacerse

una idea de lo que su propia gente aprenda cuando llegue su época de vida.

Dar estuvo algo confundido por este argumento; no entendía por completo lo

que el chico estaba tratando de lograr y mucho menos las operaciones mentales

del lejano Profesor. No sabía si sorprenderse o no cuando este argumento

pareció convencer a la criatura, pero pudo asegurar que Kruger estaba

satisfecho con el resultado.

El robot, aunque pequeño, no lo era tanto como para entrar por la trampilla

del lugar donde Dar y Kruger habían hablado con el Profesor. Por indicación de

este último, el módulo aterrizó cerca del cráter donde los dos viajeros habían

pasado tanto tiempo atrapados, y la maquina fue llevada al edificio donde

habían encontrado los generadores. Los hombres volvieron al módulo, donde se

apelotonaron todos en torno a la pantalla de televisión conectada con el

transmisor del robot.

—¿Y ahora qué? —preguntó uno de los hombres al Profesor.

—Mandad vuestra máquina por la rampa abajo —el operador obedeció; la

pequeña caja enrollada en torno a su oruga machacó la resbaladiza superficie.

La luz se fue haciendo más escasa conforme llegaba hasta la parte inferior de

la rampa, encendiéndose un foco en su parte superior para permitirles ver.

Page 162: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

162

—Seguid el corredor. No giréis; hay otros pasajes—la máquina avanzaba. El

corredor era largo y al parecer se adentraba bastante en la montaña; tardó

algún tiempo en que una puerta bastante resistente le impidiera el paso.

—Espera —obedecieron, y al poco tiempo se abrió la puerta.

—Ven rápido—el robot rodó hacia adentro y la puerta se cerró de golpe detrás

de él—. Sigue; no hay más bifurcaciones. Me encontraré con vuestra máquina,

pero tendrá que ir despacio, ya que tengo que llevar conmigo mi radio. Estoy

aún cerca del poblado.

—No necesita tomarse la molestia de hacer todo ese camino a menos que no

quiera que el robot vea esa parte de su estancia —replicó uno de los biólogos—

. La máquina puede hacer el viaje sin fastidiar a nadie.

—De acuerdo. Esperaré aquí, y mis compañeros pueden también hablar con

vosotros.

Debía haber un único largo túnel conectando los pasajes inferiores del edificio

donde estaba el generador con el área situada bajo el poblado cercano a los

géiseres. Tardó bastante tiempo en ser cruzada, pero de pronto el robot llegó

a un punto donde el corredor se agrandaba de repente formando una cámara

de unos ocho pies de altura, de la cual salían unas cuantas ramificaciones más.

El locutor, que había aprendido lo suficiente del idioma abyormenita para no

tener que depender todo el rato de Dar y Kruger, informó al Profesor de la

situación del robot y pidió nuevas instrucciones.

—Estás muy cerca; será más sencillo mostrarte el camino. Espera ahí y en un

momento estoy contigo—los hombres alrededor de la pantalla de televisión

observaban atentamente.

Unos pocos segundos después apareció un breve movimiento por una de las

aberturas y todos los ojos se fijaron en su figura reflejada en la pantalla. Su

atención no se distrajo al aproximarse el recién llegado al robot.

Page 163: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

163

Ninguno se sorprendió especialmente. Todos, excepto Dar, tenían más o menos

experiencia en las naves exploradoras de la Tierra, y habían visto una amplia

gama de criaturas que resultaron ser a la vez inteligentes y con cultura.

El abyormenita no había visto nunca en su vida nada semejante. Un cuerpo con

forma de melón estaba sostenido por seis miembros tan gruesos en sus bases

que se confundían unos con otros, aunque luego se estrechaban para tocar el

suelo en

unos puntos muy pequeños. Los observadores humanos pensaron en una,

desusadamente gruesa de cuerpo, estrella de mar caminando sobre las puntas

de sus extremidades en vez de deslizarse en lo plano. A la luz del robot, su

tercio superior parecía a los ojos humanos de un rojo fuerte, con una banda del

mismo color extendiéndose hasta el fin de cada apéndice; el resto era negro.

Su cuerpo no estaba equipado ni con ojos, ni con orejas, ni cosa semejante, al

menos que se pudiera ver, si exceptuamos una zona arriba del todo que podía

ser desde una boca cerrada hasta una peculiar mancha de color. Dar no tenía

forma de juzgar el tamaño de la criatura a partir de su imagen en la televisión;

el que controlaba el robot, estimándola a partir de su distancia con las luces

normalmente enfocadas, dedujo que tendría más o menos la misma que Dar y

que debía pesar unas ochenta o noventa libras.

—Compruebo que me estáis viendo—Dar sacó la indudable conclusión de que el

tono de la criatura reflejaba ironía. No cabía dudar de la identidad de esta

cosa, ya que la voz que venía del receptor del robot era la misma que habían

estado escuchando todo el tiempo—. Si hacéis que vuestra máquina me siga,

podremos relajarnos mientras os enteráis de lo que queréis —sin dar la vuelta,

la criatura empezó a marchar hacia atrás, con el robot siguiéndola.

Un corto corredor llevó a una habitación de unos cinco pies de altura muy

similar a las que Dar y Kruger habían examinado en la ciudad. Dar la contempló

Page 164: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

164

con ansiedad, deseoso de aprender las funciones de las enigmáticas

instalaciones.

Algunas resultaron pronto evidentes. Tres de los objetos en forma de cúpula

estaban ocupados con criaturas similares a su guía, con sus cuerpos colocados

en la parte superior y los seis miembros en las seis ranuras. El guía mismo se

dirigió al final de la habitación y se colocó sobre uno de los cuencos, con sus

miembros dispersos radialmente en todas direcciones. A juzgar por lo que se

podía ver, no era posible deducir si las criaturas estaban o no examinando el

robot, pero parecía haber pocas dudas de que así era.

El guía reanudó la conversación desde su "sofá".

—Pues aquí estamos. ¿Podríais darnos una idea más concreta de lo que

esperabais aprender al vernos y en qué forma os haría eso estar mejor

predispuestos ante nuestras ideas?

—Esperábamos enterarnos de la forma en que viven, lo que comen, cuáles

pueden ser sus habilidades y limitaciones físicas y mentales, y todo lo posible

sobre su conexión con la gente fría que son sus hijos y antepasados. Sabiendo

eso, podríamos entender mejor sus objeciones a la difusión de los

conocimientos técnicos por este mundo. Por el momento, debo confesar que su

actitud me recuerda la de ciertos grupos históricos de nuestro propio mundo, y

cada vez que uno de dichos grupos conseguía cerrar o controlar la difusión de

la cultura el resultado era bastante desafortunado. Si la gente de Abyormen es

tan diferente de nosotros que no se deba esperar una cosa así, nos gustaría

saberlo.

—¿Cómo ha reaccionado ante toda esta nueva información la gente que os ha

visto trabajar?

—Casi sin excepción, sin el menor interés. Uno al menos ha aprendido mucho,

y nos ha convencido de que su gente son quizá tan inteligentes como nosotros.

Page 165: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

165

—Supongo que te refieres a Dar Lang Ahn. Seguro que está planeando ampliar

los refugios de sus Profesores o construir una máquina voladora como la nuestra.

—No ha hecho ninguna mención al respecto, pero pueden preguntarle. Está aquí

con nosotros.

Dar se sorprendió ante este giro de la conversación, pero respondió sin vacilar.

—Desde luego que había pensado en ello, pero de cualquier modo no he

aprendido lo suficiente para ninguna de las dos cosas.

—Hay algo más que confío no hayas aprendido de estas criaturas, y que fue tu

amigo Kruger quien me lo enseñó. Sin embargo, lo que tú has aprendido, dentro

de poco tendrá poca importancia.

—Por supuesto—Dar se calló y cambió el tema de la conversación.

—Supongo que controláis esta máquina mediante algunas modificaciones de

radio —señaló uno de los seres en las "sillas" en forma de cúpula. El biólogo

admitió que así era—. ¿Qué tipo de ondas utilizáis que son capaces de atravesar

tanta roca? El aparato por el que hemos estado hablando tiene una antena

transmisora en el exterior.

—No puedo darte la información al detalle, ya que no es ése mi campo—replicó

el biólogo—. El robot tiene una antena, aunque no es muy fácil reparar en ella;

si examina de cerca su cuerpo, encontrará una espiral de cable enrollada varias

veces en torno a la parte superior, justo debajo de la torreta donde está situado

el ojo —el que preguntaba se levantó de la silla y se dirigió sobre sus seis

miembros a la máquina; Dar notó que no dejaba entrever ninguna de las

torpezas o dificultades al moverse que con tanta frecuencia habían padecido

sus Profesores, especialmente, en los últimos años. Una vez junto al robot, el

ser se puso en pie sobre cuatro patas, utilizando las otras dos para auparse

sobre su superficie. Un manojo de pequeños tentáculos que evidentemente

servían de dedos se hizo visible al final de cada miembro durante este proceso.

Page 166: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

166

—Puedo sentir la espiral—dijo al poco rato—; aunque es demasiado pequeña, al

menos en sus cables individuales, para poder ser vista.

—Me temo que la luz no está demasiado bien situada para ese propósito—replicó

el biólogo—. No consideramos su utilización más que en provecho propio.

—¿Qué? ¿Quieres decir que hay una luz en esta máquina también? Cuando

empezaste a hablar pensé que te referías a la nuestra. Si traes al robot cerca

de ella tal vez pueda ver un poco mejor; aunque lo dudo; como dije, los cables

son muy finos.

Los biólogos vieron todos cuál era el problema en general; el que hablaba dijo

en un tono resignado:

—Sí, hay una luz en el robot, arriba del todo, un pequeño cilindro que

posiblemente pueda sentir incluso aunque no pueda verlo. ¿Dónde está al que

se refería?

—Allí—otro miembro se despegó del suelo y gesticuló. Dar Lang Ahn, siguiendo

la indicación, vio sólo el apaño de cañería-espita que Kruger había descrito

como una salida de gas.

—¿Se refiere a aquella cañería? —preguntó el biólogo, y Kruger explicó

apresuradamente su idea.

—Pero si es un chorro de gas, ¿por qué no está encendido?—fue la objeción.

—Tal vez lo esté. Tal vez sea una llama de hidrógeno que no se vea a la luz de

nuestro robot —durante un instante el operador apagó la luz en cuestión, pero

no se veía nada en la pantalla y la encendió de nuevo inmediatamente. En este

breve intervalo el Profesor afirmó que la luz en cuestión era en verdad lo que

decía.

—Al parecer, vemos mediante diferentes tipos de luz—dijo el biólogo.

Page 167: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

167

—¿Era usted consciente de ello? Su gente "fría" es un poco diferente de nosotros

en ese aspecto, pero no tanto como para no poder utilizar los mismos aparatos

para alumbrarnos, de forma que usted también debe ser diferente de ellos.

—Sabíamos que podían ver objetos menores que nosotros, pero no la causa. No

sabíamos que hubiera diferentes clases de luz.

—¿No sabe que las ondas que utiliza su radio son iguales, salvo en su longitud,

a las que sirven para ver?

—¡Eso es ridículo! Las ondas de radio viajan demasiado de prisa para poder

medir su velocidad, si es que tardan algún tiempo en llegar. Las ondas de la

luz, si es que son ondas, viajan un poco más despacio que las del sonido.

—¡Oh-ho-o-o!—el humano que estaba hablando se puso a pensar profundamente

durante un momento. Después preguntó—: ¿Podría explicarme cómo funciona

su luz?

—No es más que un chorro de vapor que sale de una espita de una forma

particular. Sería muy difícil describir dicha forma, al menos con palabras

conocidas por ambos.

—No importa; ya me ha dicho bastante. Lo que no acabo de entender es cómo

sabe algo de los soles; con seguridad no puede "verlos".

—Pues claro que no; sólo se les puede sentir.

Dar Lang Ahn había dejado de enterarse de la conversación hacía mucho

tiempo, y con unos rápidos susurros el chico trató de explicarle lo que sucedía.

—La gente "caliente" no ve como nosotros; es aún peor que la diferencia entre

tú y yo. Nosotros al menos vemos a través de la misma forma genérica de luz:

ondas electromagnéticas. Por lo que dice éste, usan ellos alguna forma de

sonido, de muy alta frecuencia supongo, ya que ha dicho algo relativo a que

viajaba un poco más de prisa que el sonido normal.

Page 168: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

168

—Pero ¿cómo puede ver alguien con el sonido?

—Me imagino que se puede ver, en cierto modo, con cualquier cosa que viaje

según una línea continua, y el sonido hace eso si nada se interfiere en su

camino. Las ondas muy cortas de sonido, los ultrasonidos, son mejores que

aquellos con los que hablamos para este cometido. Por supuesto que no

mostrarán nada que sea muy pequeño; recuerda que dijo que los cables eran

demasiado pequeños para poder ser vistos.

Los dos volvieron a prestar su atención a la conversación radiofónica, al menos

Kruger, ya que Dar, como siempre, tenía algo nuevo en que pensar.

—Deben haber pensado ustedes mucho para deducir tantas cosas sobre este

sistema planetario —estaba diciendo el biólogo—, dado que sólo pueden

detectar objetos fuera de la atmósfera de Abyormen si éstos irradian el

suficiente calor para sentirlos.

—La imagen que di a tu Nils Kruger era sólo una entre varias teorías—replicó

con calma el ser.

—Pues parece ser cierta. Pero si son capaces de hacer razonamientos científicos

de ese tipo, ¿por qué tienen tantos prejuicios en contra suya?

—Me gustaría que dejaran de machacarme esa pregunta. De cualquier forma,

el responderla, ¿qué beneficio nos reporta? ¿Mejoraremos nuestro estado

sabiendo que Abyormen gira alrededor de Theer y Theer alrededor de Arren?

Admito que ese tipo de conocimientos son inofensivos, ya que no pueden

conducir a actividades peligrosas, pero constituye una pérdida de tiempo.

—Es decir, que en otras palabras ustedes dividen el saber científico en dos:

partidas sin uso y partidas peligrosas.

Page 169: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

169

—Poco más o menos. Hay una excepción esporádica: la persona que inventó

estas luces hizo algo bueno, por supuesto. Sin embargo, es necesario examinar

cada partida nueva de saber para asegurarse de que no resultará peligrosa.

—Empiezo a comprender su punto de vista. Supongo que entonces no se oponen

a que nosotros malgastemos nuestro tiempo descubriendo cosas sobre ustedes.

—No me importa en qué empleas tu tiempo. Formula tu pregunta.

Los científicos se conformaron con esto y poco a poco Dar Lang Ahn empezó a

comprender el tipo de seres que sus antepasados habían sido... y que sus hijos

serían.

Las ciudades se hallaban dispersas por todo Abyormen, pero estaban

invariablemente situadas en áreas volcánicas donde unos pocos de sus

habitantes podían retirarse bajo tierra y sobrevivir la época fría, de forma que

ninguno de los miembros de la generación de Dar se acercara nunca a ellos; el

tabú del fuego se ocupaba de eso. Parecía probable, aunque el Profesor nunca

lo admitió con demasiadas palabras, que este tabú fuera otro ejemplo de la

influencia de los Profesores "calientes" sobre los "fríos". No existía una

prohibición semejante para la raza "caliente", que vivía y moría donde elegía;

de esta manera, artículos de metal como las hebillas del cinturón de Dar se

podían, y a menudo lo eran, encontrar cerca de las ciudades de baja

temperatura al comienzo del ciclo de la vida "fría". Como la generación de Dar,

los otros se tomaron grandes molestias en asegurar la transmisión del saber de

un ciclo al siguiente, aunque dependieran menos de los libros que de la memoria

de sus Profesores. Cuando Dar interrumpió las preguntas para preguntar por qué

no sería mejor que el saber fuera de las zonas "calientes" a las "frías" y de nuevo

a las "calientes", permitiendo así que las dos razas colaboraran en su formación,

el Profesor señaló

con paciencia que entonces sería imposible controlar la difusión de la

información.

Page 170: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

170

Eran unos electricistas bastante competentes y excelentes ingenieros civiles.

Su química parecía bastante buena, lo que resultaba en cierto modo

sorprendente para una raza cuyos químicos dependen principalmente de la

vista. La astronomía, naturalmente, era casi inexistente, y las disciplinas más

profundas de la física estaban fuera, de momento, de su alcance. Poseían

elementos radioactivos, pero por supuesto que no tenían la mínima idea sobre

la causa de su comportamiento.

Por supuesto, muchas de las preguntas de los humanos enigmaban a Dar, y en

algunos casos esto no era debido a su ignorancia de la ciencia humana. Por lo

que podía decir, los hombres estaban intentando averiguar lo que pensaban

estos Profesores sobre la gente de Dar, esto es, si les gustaban, les respetaban,

les odiaban como a inferiores, o si simplemente les contemplaban como una

pequeña aunque importante molestia. Dar recordaba que uno de los seres allí

presentes había alegado amistad con él debido a vínculos de sangre, aunque no

podía decir por su vida cómo se había determinado dicha relación. Esta

pregunta también se le ocurrió al biólogo, que era de los que habían estado

escuchando cuando la intercepción de la primera conversación radiofónica de

Kruger con el Profesor y había posteriormente pedido una traducción. En cierto

modo, para sorpresa de Dar, el Profesor tenía una respuesta.

—Preparamos las circunstancias o al menos la localización de la muerte de

muchos de nuestros antepasados. Dentro de poco tiempo, la gente de este

poblado será obligada a dirigirse al cráter donde Dar y Kruger estuvieron tiempo

atrás atrapados; allí podemos observar la muerte y el principio de las nuevas

vidas, pudiendo seguir la pista de quién es descendiente de quién. También

preparamos morir nosotros en los sitios preseleccionados cuando la época "fría"

está a punto de comenzar, tratando de aprender de los Profesores "fríos" la

situación de varios lugares donde sus nuevos grupos son capturados al comienzo

de su época de vida: salen al descubierto para cazar nueva gente, que en

aquella época no son sino animales salvajes.

Page 171: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

171

—Supongo que no conseguirán capturar unos cuantos.

—Efectivamente, por lo que podemos decir. De vez en cuando aparece un

miembro de nuestra raza, o incluso a veces un pequeño grupo, cuyo padre debe

haber sobrevivido toda la estación fría en plan de animal salvaje; al menos no

tenemos ningún registro suyo.

—¿No sabe cuántos hijos tiene una persona determinada?

—Es casi imposible decirlo, ya que depende de cosas tales como su peso.

—Pero eso no parece variar demasiado.

—Durante la vida normal, no, pero en el momento de morir uno puede haber

sufrido la falta de comida durante mucho tiempo, o por otra parte haber comido

mucho y recientemente; todo depende de las oportunidades. Es también

imposible decir si alguno de los niños han sido comidos por animales salvajes

antes de ser capturados, en el caso de la gente de Dar Lahg Ahn, ya que no

cuidan verdaderamente de ellos como nosotros.

—Ya veo.

También Dar, por buena que fuera su memoria, recordaba poco de su breve

existencia antes de ser "capturado", y lo poco que recordaba estaba ocupado

por lo que el Profesor dijo. Se preguntó la razón de que sus propios Profesores

no tomaran precauciones al igual que éstos, dándose cuenta después de que no

tenían oportunidad; o la gente "caliente" debería cooperar, lo que no parecían

dispuestos a hacer, o su propia raza tendría que mantener a un grupo de los

otros bajo control durante el período caliente, como hacía esta criatura con los

habitantes del poblado durante el frío. Esto parecía, por decirlo finamente,

difícil; la otra raza estaba lo suficientemente delante de ellos técnicamente

para tener un control casi completo de la situación. Dar empezaba a sospechar

que este Profesor no dijo toda la verdad; había más razones aparte de su

Page 172: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

172

personal desaprobación de la ciencia detrás de sus objeciones a la introducción

de la sabiduría humana.

Este pensamiento se fue desarrollando en su cabeza conforme avanzaba la

conversación, dando origen a otros. Fue Dar Lang Ahn, después de que el robot

empezara a regresar al módulo~ quien hizo la sugerencia de que contactaran

con algunos otros Profesores de las regiones calentadas por volcanes y les

hicieran unas preguntas; e incluso Kruger, quien le conocía mejor que cualquier

otro ser humano, no se dio cuenta de lo que el otro quería exactamente

descubrir.

XIV. BIOLOGIA; SOCIOLOGIA

Una y otra vez Abyormen giró alrededor de su órbita, que casi era semejante a

la de un cometa, y más y más cercano, Theer emanaba sus llamas. Abyormen,

muy despacio, se iba calentando. Para sus nativos esto era asunto de poco

tiempo; la temperatura no había llegado aún al punto capaz de activar las

bacterias cuyo proceso biológico llenaría la atmósfera de nitrógeno. Hasta que

eso sucediera a la gente de Dar les importaba poco que los océanos de su

planeta se helaran o hirvieran.

La temperatura tampoco importaba a los científicos humanos. La mayoría de

ellos habían estado llevando desde el principio unos trajes protectores muy

complejos que virtualmente les aislaban del medio. Sin embargo, sabían que

pronto sería necesaria más protección. Experimentos con la vida nativa, usando

no sólo bacterias, sino también animales y plantas lo suficientemente grandes

para ser observados directamente, les habían dicho lo que debían esperar.

Kruger estaba más que satisfecho con la situación. Su amigo había sido

completamente absorbido por la fiebre de adquirir conocimientos de los

visitantes humanos. Kruger no podía siempre quedarse con él, pero ya no le

Page 173: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

173

importaba eso. Si había algo cierto era que Dar Lang Ahn tenía recogida ya

información suficiente para poder transmitirla toda a sus Profesores antes del

final de la vida normal. No habría más alternativa que él se quedara detrás del

cobertizo debajo del casquete de hielo cuando éste fuera cerrado, lo que

significaría quedar convertido automáticamente en Profesor.

Una o dos veces la conciencia del chico le remordió un poco; se preguntaba si

no habría sido más legal explicarle a Dar lo que significaría necesariamente todo

el tiempo que había pasado con sus visitantes humanos. Cada vez que pensaba

en ello, sin embargo, conseguía convencerse de que el nativo era lo

suficientemente mayor para saber lo que estaba haciendo.

De cualquier forma, no hubiera estado de más que hubiera sacado el tema a

colación.

Aunque los científicos humanos pudieran, por supuesto, trabajar en la época

caliente, sus acciones serían mucho más pesadas. Por tanto, estaban intentando

conseguir la información básica antes de que ocurriera el cambio. Dar

contemplaba dentro de lo posible todo lo que pasaba; Kruger perdió mucho

entusiasmo después de ver una de las pruebas biológicas.

Esto ocurrió después del descubrimiento de la reacción en cadena que el calor

producía en la bacteria. Una muestra de tierra del planeta había sido utilizada

para cubrir el suelo de una cámara herméticamente cerrada donde se habían

introducido también varios animales del tipo de los que Dar y Kruger

encontraron en el cráter. También crecían varias plantas nativas; los biólogos

habían tratado de reproducir en miniatura el medio ambiente del planeta.

Hecho esto, procedieron a ir elevando la temperatura gradualmente, para

minimizar las oportunidades de que un impacto del calor complicara la

situación.

La cámara se hallaba lo suficientemente aislada para impedir que el vapor se

concentrara en sus paredes, con lo que era posible ver lo que pasaba dentro.

Page 174: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

174

Parte del agua, por supuesto, estaba aún en estado líquido, ya que al hervir el

resto había aumentado considerablemente la temperatura; y casi de repente,

un metro empezó a subir de la posición cero.

Este era simplemente un galvanómetro, pero estaba montado en serie con una

resistencia consistente en una pequeña y abierta redoma de agua dentro de la

cámara. La resistencia del líquido estaba bajando y ninguno de los presentes

dudó del motivo. En unos segundos se hizo evidente, incluso a simple vista, ya

que la atmósfera de la cámara adquirió un débil pero inconfundible color

marrón rojizo. La bacteria estaba operando; se estaban formando óxidos de

nitrógeno, que hacían que se volviera ácida cualquier agua que pudiera estar

aún presente en forma líquida, y haciendo algo todavía mucho más drástico a

la vida en la cámara.

Los animales dejaron de moverse, excepto por un incómodo girar de sus

cabezas. Se habían separado un poco de sus vecinos y dejado de mordisquear

las plantas. Durante varios segundos, experimentados y experimentadores se

quedaron a la vez quietos mientras aumentaba el suspense.

Entonces la mayor de las pequeñas criaturas se murió de repente y en un

período de treinta segundos las otras la siguieron. Kruger lanzó una mirada a

Dar, pero éste no lo advirtió. Tenía ambos ojos fijos en la cámara. El chico miró

de nuevo a los animales y se sintió súbitamente enfermo. Las pequeñas criaturas

estaban perdiendo su forma, convirtiéndose en charcos irreconocibles de

protoplasma. Los charcos permanecían separados, incluso aunque dos de las

criaturas hubieran

muerto bastante juntas. Los montoncillos de gelatina aún con vida se movían

conmovedoramente, y al ver esto se le revolvió a Kruger su estómago. Corrió

hacia fuera.

Dar no parecía afectado; permaneció durante la media hora siguiente, que fue

el tiempo que tardó el último de los charcos en organizarse en cincuenta

Page 175: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

175

pequeñas cosas con un aspecto gusanoide que no guardaban el menor parecido

con el animal a partir de cuyo cuerpo se habían formado. Gateaban por la

cámara aparentemente capaces de cuidarse por sí mismos.

Las plantas habían también cambiado, aunque no mediante el mismo proceso.

Las hojas de las mayores se cayeron y los troncos se marchitaron ligeramente.

Al principio, los observadores supusieron que estaban simplemente siendo

matadas por el calor, pero esta hipótesis fue eliminada por la aparición de

cientos de pequeñas excrecencias en forma de bultos en los marchitos troncos.

Se hincharon despacio, al parecer a expensas de la planta padre, y finalmente

se liberaron en una lluvia de esferas que duró varios minutos.

Las plantas más pequeñas parecidas a la hierba se habían limitado a

marchitarse, pero otras cosas estaban germinando rápidamente en sus lugares.

Menos de una hora fue necesaria para transformar la cámara de una respetable

representación del paisaje del exterior del módulo en algo totalmente extraño

para todos, incluido Dar Lang Ahn.

—¡Así que ésta es la historia! —gritó por fin uno de los biólogos. Ni él ni ninguno

de sus colegas se habían sentido tan afectados por la visión como Kruger. Desde

luego, ninguno tenía los mismos sentimientos personales por Dar—. Supongo que

debíamos esperar una descendencia bastante elevada por individuo si es éste

su único medio de reproducción. La población de este planeta debe ser algo

tremendamente adecuado después del cambio estacional.

Uno de los otros biólogos meneó la cabeza negativamente.

—Esa parte está bien —dijo—, pero hay algo más que no lo está. En este preciso

momento estamos antes de uno de los cambios y hay aún muchos animales por

ahí, tanto carnívoros como hervíboros, y la vegetación no parece demasiado

apolillada. Me temo no poder aceptar que no haya aquí ningún otro medio de

reproducción.

Page 176: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

176

—¿No dependería la necesidad de esto del tiempo que transcurre entre las

estaciones? Si ésta es la proporción normal, significa que alrededor de uno de

cada cincuenta individuos vive a lo largo de la estación.

—De acuerdo, y la estación que ahora comienza dura alrededor de cuarenta

años terrestres. Me niego a creer que una proporción tan grande de

supervivientes pueda esperarse de cualquier animal salvaje durante un período

así. Sabemos que comen tanto en comparación con su paso como sus animales

correspondientes en la Tierra. ¿Qué opinas, Dar? ¿No empiezan nuevos animales

a

vivir durante tu período?

—Ciertamente—replicó el nativo—. Cualquier parte de un animal que sea lo

suficientemente grande generará otro nuevo. De cualquier modo, los animales

cuya carne comemos lo hacen; siempre dejamos algo de la criatura con ese

propósito. ¿No pasa lo mismo con vuestros animales?

—¡Uf! Hay algunas criaturas en la tierra capaces de ello, pero son formas

bastante primitivas. No veo cómo se puede matar nada en este planeta.

—Bueno, algunos animales no dejan lo suficiente de sus víctimas para que ésta

pueda volver a crecer, por supuesto. También pueden morirse de hambre o sed,

aunque el hambre tarda mucho en arrugar algo lo suficiente para que llegue al

punto en que no pueda vivir más.

Uno de los científicos miró pensativamente a una de sus manos, donde en lugar

de dos dedos tenía sendos muñones, consecuencia de un accidente de su niñez.

—Supongo, Dar, que sería estúpido preguntarte si tu raza posee también dicha

habilidad para la regeneración.

—No veo por qué iba a ser estúpido. Sí la tenemos; aunque en una comunidad

civilizada haya, por supuesto, poca necesidad de ella. Ocasionalmente, una

Page 177: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

177

víctima de un accidente en planeador o algo por el estilo tiene que reponer un

brazo o una pierna.

—¿O una cabeza?

—Ese es un caso especial. Si la herida es de las que interrumpen los procesos

regulares de vida, los tejidos vuelven al "principio" y se reorganizan en uno o

varios nuevos individuos. En lo que respecta al individuo original, la muerte le

ha sobrevenido. Como decía, este tipo de accidentes acontecen muy

raramente.

Sorprendió algo a los biólogos que se encontrase una explicación del fenómeno.

Sin embargo, varias semanas de trabajo con todos los medios que el Alphard

podía ofrecer dieron una respuesta razonable. Richter, jefe del departamento

de biología, se alegró de podérselo explicar al comandante Burke. Aquel oficial

había venido a preguntarle específicamente sobre dichos asuntos.

—Estoy un poco preocupado con esta gente. Richter—dijo Burke para abrir la

conversación—. Como sabe, todos los comandantes de nave que salen de la

Tierra reciben una larga amonestación sobre los riesgos de introducir especies

nuevas en ningún medio. Nos hablan de los conejos en Australia y los

escarabajos japoneses en Norteamérica hasta que acabamos hartos de todo lo

relacionado con la ecología. Me parece que nos hemos encontrado con lo que

puede ser un serio competidor para la humanidad, si lo que me han dicho sobre

la gente de Dar Lang Ahn es correcto.

—Supongo que ha leído nuestro informe sobre la regeneración. Admito que esta

gente es bastante sorprendente en algunos aspectos, pero no creo que

constituyan ningún tipo de peligro.

—¿Por qué no? ¿No se ajustan a la imagen de una criatura que entra en un nuevo

medio donde sus enemigos naturales están ausentes y que se multiplica sin

control? Estos seres barrerían a los hombres en pocos años.

Page 178: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

178

—No lo veo así. La gente de Dar tiene los mismos enemigos naturales que el

hombre, que cualquier tipo de animal carnívoro, a la vez que sus usuales

enfermedades. Dar confirma que las tienen. Algo así les sucedería.

—Pero el agente primario que mata a esta gente es el calor. ¿Qué sucedería si

se estableciesen en la Tierra, o en Thanno, o en Hekla, o en cualquier otro de

los muchos mundos que podría citar? Serían virtualmente inmortales.

—Aceptando que necesitaran el calor para morir "normalmente", creo que está

olvidando una cosa. También lo necesitan para reproducirse.

—O eso o el desmembramiento. ¿Qué pasó en Chesapeake en los días en que los

hombres-ostra pensaron que podían librarse de las estrellas de mar

simplemente cortándolas en pedazos y arrojándolos al mar?

—No comprende bien, comandante..., y me temo que el joven Kruger tampoco.

El hecho realmente importante es que la gente de Dar Lang Ahn tiene que morir

para reproducirse. ¿Lo había pensado así?—hubo un largo silencio antes de que

el comandante respondiera.

—No, no puedo decir que lo haya hecho. Eso cambia el cariz de la situación—

hizo una nueva pausa a la vez que meditaba—. ¿Tiene alguna idea de por qué

ocurre esto?, o más bien, ya que es un obvio desarrollo evolutivo para un

planeta como éste, ¿cómo ocurre esto?

—La tenemos. Fue difícil de imaginar, principalmente porque hay una gran

evidencia de que este drástico cambio climatológico empezó a ocurrir en los

últimos diez millones de años, más o menos; pero un organismo de nuestro

propio planeta nos dio la pista.

—¿Cuál? ¿Qué criatura de la Tierra se encuentra sometida a condiciones

semejantes a las de aquí?

Page 179: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

179

—Por lo que sabemos, ninguna; no fue ese tipo de pista. Uno de los hombres,

Ellerbee, creo recordar, estaba trabajando con un grupo de animales "calientes"

que habíamos obtenido, de la forma usual, en una de nuestras cámaras mejor

acondicionadas. Trataba de determinar si los carnívoros solían dejar lo

suficiente de sus víctimas para permitirles reproducirse y ver de paso el proceso

de regeneración del cual nos había hablado Dar, pues no sabíamos si se aplicaba

o no a las formas "calientes". Naturalmente, Ellerbee estaba haciendo lo que

pod~a para seguir el rastro de todos los tipos y cantidad de animales presentes,

y

se sorprendió de encontrar al poco rato algunas criaturas que no había visto

antes. Afortunadamente, no anotó el asunto como una distracción en sus

anteriores observaciones; lo comprobó cuidadosamente y descubrió que cuando

la atmósfera y la temperatura cambian es posible obtener animales de muestras

de tierra en las cuales no había ningún "padre".

—¿Qué significa eso?

—Que algunas de las formas calientes se reproducen por medio de una espora

microscópica que sobrevive en el suelo durante la estación desfavorable. No

podemos decir si alguna de las "frías" pueden hacer lo mismo; no hemos

encontrado ninguna.

—¿Y qué implica esto?

—Hizo que Ellerbee sospechara de la falsedad de la teoría de que Dar Lang Ahn

y esas estrellas de mar con sangre de fuego sean realmente generaciones

alternas de la misma especie. Lo comentamos en una de nuestras charlas

habituales y descubrimos que había nuevas evidencias. Dan Leclos ha

descubierto en un animal cantidad de pequeñas esferoides óseas que la

experimentación ha demostrado son la fuente de la generación "caliente" para

esa especie en concreto. Si se quitaran antes de exponer la criatura al calor y

al dióxido de nitrógeno no aparecería ningún descendiente, aunque la carne se

Page 180: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

180

comportaba de la misma manera, mientras que si las esferas se exponían a las

condiciones cambiantes producían especímenes embriónicos de vida "caliente".

—No veo qué significa todo esto.

—Parece significar que las formas "caliente" y "fría" son tipos de vida

completamente distintos, que originariamente evolucionaron

independientemente. Cada cual producía esporas, o algo semejante, capaces

de sobrevivir a condiciones inadecuadas.

—Con el desarrollo natural de la evolución aprendieron el truco de adherir o

implantar sus esporas en los cuerpos de animales activos del otro tipo, tal vez

haciendo que fueran comidos por ellos, como hacen algunos parásitos aún en la

Tierra.

—Pero en tal caso se podrían encontrar las semillas, o como quiera llamarlo, en

cualquiera de las criaturas examinadas. Dice que sólo estaban presentes en una.

¿Y eso?

—Ahí es donde nos da la Tierra la pista. Puede que sepa que hay cierto tipo de

virus cuyas víctimas naturales son las bacterias. El virus entra en contacto con

el germen, penetra por la pared de su célula y al poco tiempo unos cien nuevos

virus emergen de los deshinchados restos de la bacteria.

—No lo sabía, pero no le encuentro nada raro. —Hasta aquí no lo hay. Sin

embargo, a veces acontece que una vez que el virus ha penetrado en el cuerpo

de su víctima, ésta sigue viviendo como si nada hubiera pasado.

—Aún lo veo razonable. Siempre hay gente inmune en cualquier población.

—Déjeme acabar. La bacteria vive su vida y se divide de la manera normal; sus

descendientes hacen lo mismo durante veinte o quizá cien generaciones.

Entonces, debido al estímulo de la radiación o agentes químicos, o por ninguna

Page 181: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

181

razón aparente, la mayoría o todos los descendientes de la bacteria original se

mueren, ¡y nubes de partículas de virus emergen de los restos!

—¿Eh?

—Precisamente. El virus original infectó a su primera víctima, de acuerdo, de

forma tal que el material reproductivo del virus se dividió al hacer lo propio el

de la bacteria y seguido por todos los descendientes de la primera. Finalmente,

algún cambio de condiciones les hizo volver a su método usual de reproducción.

—Ya veo—dijo despacio Burke—. Piensa que aquí se ha desarrollado una

habilidad semejante, que todas las células de un ser como Dar Lang Ahn tienen

en sus núcleos los factores que producirán, bajo las condiciones necesarias, una

de esas

estrellas de mar.

—Exactamente, y aun así la relación no es más paterno filial que la existente

entre Jack Cardigan y su canarito. Se sospecha que los cloroplasmas de las

plantas de la Tierra guardan la misma relación.

—En verdad, no sé la diferencia existente.

—En cierto modo justificaría la actitud de las criaturas "calientes" hacia la gente

de Dar.

—Tal vez. Sin embargo, nada de lo que ha dicho alivia mi primitiva

preocupación, exceptuando lo de que las dos formas tienen que morir para

reproducirse. Ha añadido algo que me preocupa más.

—¿Qué es?

—Lo relacionado con la época en la cual se realizó la adaptación a este clima.

Si está en lo cierto, por lo menos una de estas razas ha evolucionado hasta un

grado de inteligencia comparable con el nuestro en algo menos de diez millones

Page 182: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

182

de años. La Tierra tardó cientos, o tal vez más, de veces en lograr eso. Estas

cosas deben encontrarse entre las formas de vida más adaptables del universo,

y es eso lo que atañe de momento al hombre.

—Tiene miedo. ¿Cree que si tienen acceso a la tecnología humana empezarán a

extenderse por la galaxia y suplantarán al hombre?

—Francamente, sí.

—¿Dónde esperaría que se asentaran exactamente?

—¡Por el amor de Dios, hombre, pues en cualquier sitio! En la Tierra, o en Marte,

o en Mercurio, o en cualquiera de los cincuenta mundos donde podemos vivir,

o en alguno de los muchos más donde no podemos! Si no pueden soportarlos

ahora, pronto podrán: es esa adaptabilidad lo que me preocupa. Si discutimos

con ellos, ¿cómo vamos a pelear?; ¿cómo matas a una criatura que genera

nuevos brazos y piernas para suplantar a los perdidos, que produce una cosecha

completa de descendientes si lo vuelas con una bomba?

—No lo sé, y no creo que importe.

—¿Por qué no?—la voz de Burke parecía casi ahogada por la emoción.

—Porque aunque Dar Lang Ahn pudiera vivir en la Tierra y otros muchos mundos,

y sus contrarios de sangre de fuego pudieran hacerlo también a una escala de

temperaturas mucho mayor, como acabas de señalar, ninguno de los planetas

que has mencionado proporciona ambas escalas de temperatura. Si un grupo de

gente de Dar decidiera irse a la Tierra, ¿le gustaría esto a los "calientes" cuyos

parientes se fueran con ellos? Dar quiere sin duda tener una descendencia con

tantas ganas como uno de nosotros. ¿Qué pensaría si la estrella de mar que sale

de su cuerpo se mudara a Vega Dos o a Mercurio? ¿Qué les pasaría entonces a

sus niños? No, comandante, me doy cuenta de que la mayoría de nosotros

decidimos, casi sin discusión, que el Profesor de allí abajo en las fuentes

termales es un vejete dogmático, cerrado y dictatorial cuya opinión no merece

Page 183: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

183

ni la energía que emplea para expresarla; pero si lo piensa un poco más

detenidamente, se dará cuenta de que es más abierto de lo que podamos serlo

cualquiera de nosotros.

Burke movió despacio su cabeza, con la mirada fija en el biólogo.

—Había pensado en ello hace mucho, doctor Richter, y supongo que acierta al

creer que el Profesor ha hecho lo mismo. Estoy, sin embargo, un poco

desilusionado de que no haya llegado más lejos.

—¿Cómo es eso?

—Su posición está bien clara, ¡si esas razas no tuvieran conocimientos técnicos!

A Dar no le importaría que las estructuras genéticas que van a producir su

descendencia se pasen un poco más de tiempo en cualquier lugar que la estrella

de mar que los lleve quiera, si supiera que con el tiempo la criatura viajaría a

un planeta donde se puedan desarrollar o se metiera en una nevera mecánica

con el mismo motivo. Recuerde que estas criaturas tendrán los mismos deseos

en lo que atañe a la descendencia, y tienen que cooperar con la raza de Dar

para satisfacerlos. Si los nativos de este planeta se van de él, basándose en los

conocimientos recibidos de nosotros o adquiridos por ellos mismos, va a ser uno

de los equipos más cooperativos que jamás en la historia se propagara por las

nubes estelares, y el hombre va a estar en muy mala posición al respecto, si es

que sobrevive.

—Me parece que esa gran cooperación, si sucediera, sería un buen ejemplo para

todos los demás. Estas razas no están de momento muy próximas a una relación

tal.

—No, y es en provecho propio por lo que debemos ver que nunca lleguen a

conseguirlo. No me gustaría hacerlo mejor que usted, o que lo que el joven

Kruger lo haría, pero me temo que lo único que podemos hacer razonablemente

Page 184: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

184

es impedir que Dar Lang Ahn lleve a su gente los conocimientos que ha

adquirido. A menos que lo hagamos así, les habremos entregado la galaxia.

—Lleva razón, aunque me pese reconocerlo. ¿Cómo podemos justificar algo así

después de haberle instado nosotros mismos a que aprendiera todo lo que

pudiese?

—No podemos justificarlo—dijo Burke implacablemente—, pero tenemos que

hacerlo. De acuerdo que me odiaré durante el resto de mis días; pero, a mi

juicio, es lo mejor para la raza humana que Dar Lang Ahn no vuelva a ver a su

propia gente.

—Me temo que tiene usted razón, aunque ello no me haga muy feliz.

—Ni a mí. Bueno, será más honrado que se lo digamos ahora. Convocaré una

reunión de todo el grupo y dejaré que cualquier otro que tenga datos que

puedan ayudarnos los presente. Eso es más o menos lo más noble que puedo

hacer.

—El joven Kruger puede que no tenga datos, pero pondrá objeciones.

—Me doy cuenta. No sabe el favor que le estaré haciendo —el biólogo miró

duramente al viejo oficial, pero Burke ya no tenía más que decir.

XV. ASTRONOMIA; LOGICA

Dar Lang Ahn oyó el informe biológico sólo con el interés usual, ya que frases

tales como hidrocarbonos fluorados aún significaban poco para él. Sí reaccionó,

sin embargo, al anuncio hecho por el comandante Burke, y su reacción no fue

débil.

Aunque su emoción fuera devastadora, no la tradujo en palabras, ya que Nils

Kruger empezó antes a hablar. Dar escuchó los argumentos sobre juego limpio,

Page 185: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

185

honradez y decencia que habían sido discutidos por Burke y Richter, pero no

entendió del todo los términos utilizados. De cualquier forma, no prestó mucha

atención; estaba tratando de decidir su propia línea de acción.

Discutir sería presumiblemente inútil. Los hombres se habrían formado ya sus

opiniones basándose en lo que habían aprendido de él y su gente. No podía ver

el motivo por el cual Abyormen constituía un peligro para la galaxia, pero había

aprendido a tener en gran estima las opiniones de los científicos humanos. A

pesar de esto, se encontró con que su natural sentido del deber le urgía a ir en

contra de la decisión de Burke: discutir, mentir o utilizar la violencia para llevar

a su gente lo que consideraba una información vital. Un tercer impulso estaba

provocado por su natural curiosidad; si no hubiera sido por el deber, no había

nada que le agradara más que la idea de viajar a la Tierra con sus amigos, si es

que aún podía llamarles así, y ver algunos de los mundos que Kruger y los

astrónomos le habían descrito. Podía haber tratado de hablar, haciendo público

su dilema, pero Kruger no le daba oportunidad. El chico estaba olvidando toda

la disciplina que su entrenamiento de cadete le había inculcado y acercándose

peligrosamente a abusar personalmente del comandante. El completo

significado de esto se le escapaba a Dar, por supuesto, ya que éste tenía sólo

una idea muy vaga del trasfondo cultural de Kruger, pero sí entendió

claramente que el chico quería dejarle volver con su gente.

Parecía improbable que Kruger ganara en su discusión con el comandante; Dar

tenía alguna idea de los rangos relativos envueltos. ¿Podría deslizarse y robar

uno de los módulos de aterrizaje mientras discutían? Había mirado con atención

más de una vez cuando volaba en ellos; ¿podría manejar solo uno de ellos? Con

la memoria que tenía no podía darse el caso de que pulsara un botón equivocado

después de haber visto apretar alguna vez el correcto. Sin embargo, su vida de

piloto impidió que cometiera lo que habría sido, con toda certeza, un error

fatal. Se dio cuenta de que manejar cualquier tipo de nave espacial era más

problemático de lo que hubiera podido aprender por la mera observación en

una docena de viajes.

Page 186: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

186

¿Podría meterse de polizón? Improbable. A estos hombres, aunque fueran otras

cosas, no podía llamárseles estúpidos. Una vez que el comandante había

ordenado que Dar Lang Ahn no debía volver a Abyormen, se tomarían las

medidas necesarias para hacer cumplir esa decisión.

—¿Podría Kruger robar un módulo y bajarle? Sin duda que sí, ya que podía

manejar las máquinas, pero a Dar no le era posible responder a esta pregunta

por su ignorancia del peso de la autoridad en los seres humanos. No había

manera de decir si el chico lo haría. Consciente de su falta de conocimientos al

respecto, archivó la idea para posterior comprobación cuando pudiera ver a

Kruger a solas.

Podría...

Su meditación fue interrumpida en ese momento por la recién elevada voz del

comandante Burke.

—¡Señor Kruger! Convoqué esta reunión para hablar inteligentemente, no para

lloros o abusos personales. A menos que tenga algún argumento significativo,

se mantendrá en silencio. Entiendo lo que siente. Lo comparto con usted,

habiendo sopesado los aspectos morales relacionados con este asunto, por lo

menos tan cuidadosamente como usted. Haga el favor de comprender que tengo

una cantidad de responsabilidades que no comparte todavía y que

evidentemente no ha considerado. No pedí un voto ni una expresión de la

opinión de nadie. Constato una conclusión a la que he llegado, por mi propio

juicio, cual es la de que la raza, o razas, supongo que debería decir, de Dar

Lang Ahn constituirán un peligro para la humanidad si salen de su planeta

nativo. Creo firmemente que el gobierno compartirá esta opinión. De todas

maneras, si usted o alguien más tiene alguna información que implicara su

modificación, por lo que más quiera, que hable.

Kruger permaneció en silencio, dándose cuenta de repente de lo lejos que había

llegado y sintiendo gratitud hacia el oficial por la relativa suavidad de su

Page 187: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

187

reprimenda. Por desgracia, no tenía nada que decir que pudiera considerarse

como información.

El silencio fue interrumpido por otro de los amigos de Dar, un astrónomo

llamado Murchinson.

—Me temo que hay que considerar otro punto —dijo lentamente—, y estoy

bastante seguro de que no sólo hará que el gobierno llegue a una conclusión

diferente a la suya, sino que hará que se pongan por todos los medios a su

alcance a tratar de educar a las dos razas de abyormenitas tan pronto como sea

posible.

—¡Veámoslo!—replicó instantáneamente el comandante.

—La cuestión principal es que si dejamos a esta gente en este planeta,

estaríamos realizando un genocidio. Este planeta es un mal cobijo para nosotros

y en este momento una mala casa para sus habitantes, pero dentro de poco no

va a poder cobijar a nadie.

—¿Cuánto tiempo? ¿Y por qué no?

—Porque éste no es un sistema estable. Abyormen parece haberse convertido

en planeta del sol rojo que los nativos llaman Theer en una forma más o menos

normal, pero en aquella época Alcyone no estaba en los alrededores. La presión

de la luz de Alcyone es tan fuerte que no se puede formar un planeta en sus

alrededores.

—Había oído eso antes, pero no veo cómo vas a mantener esa teoría, ya que el

planeta está aquí.

—Tampoco yo, hasta hace poco. Sin embargo, hay evidencia geológica de que

lo que digo es cierto; los tremendos cambios estacionales de este planeta,

debidos a la ruta elíptica de Theer alrededor de Alcyone, no ocurrieron en la

primera parte de la historia del mundo, sino sólo durante los últimos millones

Page 188: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

188

de años. Una de dos cosas sucedió: o Theer fue capturado por Alcyone

recientemente, o la estrella gigante se formó realmente en las proximidades

del sol. Me inclino por esta última posibilidad; nos encontramos en un sistema

estelar donde el espacio está cargado, relativamente hablando, de gas y polvo.

Es más que probable que la entrada de Theer en el sistema, si es que no era

originariamente un miembro de él, causara la turbulencia suficiente para

desencadenar una condensación en sus alrededores.

—Puedo ver cómo encaja esto con la escala geológica de tiempo; pero ¿no da

esto mayor énfasis a mi teoría sobre la adaptabilidad de estas razas?

—En cierto modo sí, pero no creo que ninguna estructura orgánica pudiera

adaptarse al destino que aguarda a este sistema. Recuerda lo que dije de que

el espacio en los alrededores está lleno de gas y polvo; por tanto, no es un

medio sin fricción. Es por esto que la teoría alterna de que Alcyone capturara

el sistema de Theer es posible. La fricción acorta continuamente la órbita de

Theer. Más y más cada año está siendo pasado en la zona caliente, y menos y

menos en una distancia de la estrella gigante que permita a la gente de Dar

sobrevivir. A menos que Alcyone flote fuera del sistema de las Pléyades, lo que

no parece muy probable, dentro de medio o un millón de años se podrá asistir

a la caída del sol rojo, junto con Abyormen, en él.

—Eso es mucho tiempo.

—Es un tiempo indefinido, y mucho antes de que se acabe Abyormen será

inhabitable incluso para las formas calientes de vida. Es nuestro deber sacar a

estas razas del planeta, o al menos ayudarlas para que lo hagan por sí mismas,

o de lo contrario seremos culpables de negligencia criminal.

—Pero si la presión de la luz de Alcyone mantiene la materia con la que se

debían haber formado los planetas lejos de sí, ¿cómo puede haber la suficiente

a su alrededor para generar la presión que dices?

Page 189: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

189

—El efecto de la presión de la luz en una partícula, comparado con el de la

gravedad, es función del tamaño y densidad de la partícula. Te aseguro que

hemos realizado medidas en esta parte del espacio y estoy simplemente

suponiendo lo que sucederá. La única cosa sobre la que dudo seriamente es si

Theer absorberá suficiente materia para que su propia intensidad luminosa

llegue

a esterilizar este planeta antes de que ocurra la caída final. No puedo decir qué

ocurrirá primero, pero sí que una de las dos sucederá.

—Pero ¿adónde podríamos llevar a esta gente? Dudo que haya algún planeta en

la galaxia que duplique esta situación estacional.

—Apostaría que hay miles. Admito que aún no los hemos encontrado, pero hay

aún mucha galaxia por explorar. Incluso si no hubiera ninguno, pueden aprender

a vivir en naves, e incluso así les iría mejor, con numerosos miembros de ambas

razas vivos a la vez. Puedo imaginarme una nave con una parte caliente y otra

fría, con gente viviendo a ambos lados y moviéndose de uno a otro cuando sus

vidas llegan al estado adecuado. Esasituación será ciertamente mejor para los

abyormenitas que establecerse en un planeta del tipo de la Tierra, y estoy

seguro de que el gobierno pensará lo mismo. Volveremos aquí para fundar

escuelas técnicas antes de que llegue a almirante, comandante, fundándolas

para las dos razas. No me preocupa lo que digan los actuales profesores

"calientes"; un poco de astronomía les hará cambiar de opinión.

—Si es que puedes enseñar astronomía a una raza que ve por medio de ondas

sonoras—señaló secamente Burke—. Sin embargo, eso no tiene demasiada

importancia. Estoy de acuerdo contigo —el rostro de Kruger demostraba alivio;

ninguna cara hubiera podido expresar lo que Dar sentía—. Dar Lang Ahn puede

seguir aprendiendo de nuestros científicos el tiempo que crea conveniente, y

volver a dar su información a su propia gente tan pronto como lo desee. En

cierto modo estoy corriendo un ligero riesgo al permitir esto, pero no tengo

Page 190: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

190

ninguna duda seria en lo que respecta a la decisión oficial. Mi joven amigo —se

volvió implacable hacia Kruger—, éste es un excelente ejemplo del riesgo de

tomar una decisión sin una evidencia suficiente. No dejes que esto te

impresione demasiado. Nunca tendrás todos los datos relativos a un asunto, en

particular si estás al mando de cualquier tipo de nave espacial. Tendrás que

aprender a aceptar el riesgo de hacer un juicio prematuro. Si alguna vez te

matara, no me hagas oír tus quejas.

—No, señor—replicó Kruger.

—Muy bien. Dar, no voy a disculparme de la política que previamente había

anunciado. Sin embargo, te daré cualquier ayuda que puedas necesitar mientras

estés aún con nosotros, si está en mi mano hacerlo.

—Gracias, comandante. Mis profesores agradecerán su acción.

—¿No ha llegado ya el momento de cerrar tu refugio?

—Dentro de un año. Sin embargo, debo volver tan pronto como me permitas, ya

que tengo mucho de que informar.

—Te bajaremos en cuanto sea posible. Señor Kruger, presumo que usted querrá

ir con él. Yo manejaré el módulo; cualquier persona más a quien se lo permitan

sus deberes puede venir, hasta completar la capacidad del aparato. Nos

quedaremos abajo hasta que el refugio se cierre, así que cualquiera que desee

observar la operación, que se prepare para una estancia de tres semanas fuera

del Alphard. Saldremos dentro de veinte horas, lo que dará tiempo suficiente

para que quien quiera llevar aparatos los meta a bordo.

—Dar Lang Ahn, ¿crees que tus profesores podrán encontrar algún uso para una

radio que no opere en la misma longitud de onda que la de tus fieros amigos,

esto es, una con la que podríais hablar con nosotros sin que se enteraran?—

Kruger

Page 191: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

191

evitó una sonrisa con dificultad; el viejo pájaro era humano, a pesar de su

devoción al deber.

—Un ingenio tal sería posiblemente de gran utilidad, comandante. Lo

agradeceríamos mucho.

—De acuerdo; ya meteremos varios a bordo del módulo. Se cierra la sesión.

El acercamiento a la plataforma de aterrizaje de las Murallas de Hielo fue esta

vez muy diferente. El módulo espacial, sostenido y conducido por campos

similares a los que lanzaban al Alphard por el espacio interestelar con total

indiferencia de la ley de la velocidad de la luz, no tenía las limitaciones de

maniobra de los planeadores. Menos mal, porque la plataforma estaba tan llena

de aeroplanos que incluso a Dar Lang Ahn le hubiera resultado difícil. Por

primera vez, Kruger vio Profesores en la superficie, a veces dirigiendo

actividades y a veces limitándose a observar.

El aproximamiento del módulo fue advertido, y un grupo de nativos hicieron

ademanes de que se dirigieran a uno de los lados de la plataforma, de donde se

estaban apartando los planeadores para dejar un sitio libre.

A1 abrirse la puerta de aire comprimido de la pequeña nave, Dar y Kruger

salieron inmediatamente afuera, ambos cargados con los equipos de radio

donados por Burke. El nativo les dirigió a través de los túneles y comenzaron el

largo camino a la parte principal del refugio, situada muy por debajo del

casquete polar. Kruger no se preguntaba ya la razón para esta localización; sin

embargo, estaba aún algo sorprendido de que aquellas gentes hubieran sido

capaces de construirlo.

Todo el lugar parecía mucho más activo de lo que había estado antes, con

bandadas e incluso cientos de nativos correteando de un lado a otro con sus

misteriosos recados.

Page 192: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

192

—Debe haber mucho trabajo de librería que hacer—señaló Kruger a la vez que

hacía señas a uno de estos grupos.

—Todos los libros han debido llegar hace mucho—replicó Dar—. El problema

ahora son los alimentos. Normalmente, hay a mano la cantidad suficiente

mucho antes de que llegue la hora, pero no se corren riesgos. Seguimos

acarreando hasta el último momento.

—¿Qué vas a hacer?

—Reunir unos cuantos Profesores que puedan dedicarme su tiempo y empezar

a informar. Habrá algunos disponibles, ya que saben que vengo con

conocimientos.

—Supongo que informar te mantendrá bastante ocupado de ahora en adelante.

—Sí, Nils. Supongo que querrás ver este lugar una vez más en la forma que lo

preparamos para el tiempo de la muerte, pero no tendré tiempo para hacer de

guía. Sin embargo, podré encontrar a alguien que esté dispuesto a ayudarte.

Kruger paró y puso una mano sobre el hombro del pequeño nativo.

—No permitirás que las puertas se cierren sin volver a verme, ¿verdad?—

preguntó—. No quiero interferir en el trabajo que hay que hacer, pero no quiero

verte por última vez, al menos por muchos años, tan pronto.

Sus dos ojos se movieron hacia arriba y se posaron durante un momento en la

expectante cara de Kruger.

—Te prometo que nos volveremos a ver antes de que se cierren las Murallas—

dijo Dar Lang Ahn. Continuaron su camino, satisfecho ya el chico.

La predicción de Dar de que habría un comité esperándoles resultó correcta.

Estaba compuesto, notó el chico, por seres de su misma estatura: los nuevos

Profesores. Uno de los gigantes con los que se habían encontrado antes, sin

Page 193: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

193

embargo, se ofreció como guía, y bajo su dirección Kruger vio las ahora

completamente organizadas librerías, las cubas para almacenar la comida

situadas en la parte superior a unos pocos metros tan sólo bajo el hielo que se

encontraba sobre ellas y los grandes lechos en los ya más calientes niveles

inferiores donde crecían plantas similares a los hongos de la Tierra.

Por fin, fue conducido arriba a la plataforma de aterrizaje, donde la actividad

no había disminuido. Los planeadores se remontaban en el cielo, cargados para

distantes ciudades, y si había tiempo antes de que volvieran, traían otra carga

de

comida. Otros aterrizaban en el relativamente pequeño espacio dejado para

ese fin; ocupados tripulantes de tierra arrastraban todo el tiempo los

planeadores de un lado a otro de la plataforma o dentro de la caverna para

hacer sitio para los que llegaban.

—¿No estoy robándole mucho tiempo? —preguntó Kruger cuando llegaron a la

superficie—. Parece ser ésta la época más ajetreada en la vida de vuestra gente.

—No tengo nada más que hacer —fue la respuesta—. Mi sucesor ha ocupado ya

mi lugar.

—Pero ¿no se queda esta vez en las Murallas de Hielo?

—No. Mi vida se ha acabado. Unos pocos de nosotros se quedarán para

cerciorarse de que los cierres están correctamente colocados, pero ésa no es

una de mis tareas. En cuanto deje de servir para algo, me iré.

—Pero pensé que habían desmantelado todos los planeadores capaces de llevar

a uno de ustedes.

—Es cierto, me iré a pie. No volvemos a las ciudades.

Page 194: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

194

—Quiere decir...—Kruger dejó de hablar; sabía que Dar había explicado a su

gente muy poco sobre la radio, y no estaba seguro de lo que aquel ser sabría.

Sin embargo, el profesor supo o se figuró lo que pensaba Kruger.

—No, no volvemos a las ciudades. No es la costumbre; dura ya tanto tiempo que

no puedo darte detalles muy precisos sobre la causa. Sin embargo, es mejor

que lleguemos al fin antes de que el calor sea muy fuerte, al menos no antes

de que nuestros cuerpos sean destruidos por otros medios. Cuando ya no me

necesiten... me iré a dar un paseo por el casquete polar.

Kruger se dio cuenta que no tenía nada que decir, excepto que aún necesitaba

la compañía del profesor. Invitado por él, el ser entró en el módulo, donde fue

inspeccionado con gran interés por los biólogos que habían ido con ellos. Uno

hablaba lo suficiente de la lengua nativa para hacer innecesaria la presencia

del chico y volvió a la plataforma de aterrizaje para buscar a Dar. Sin embargo,

su pequeño amigo no aparecía y la actividad incansable que allí se desarrollaba

mantuvo fija la atención de Nils hasta que consideró necesario ponerse a

dormir.

Así pasaba el tiempo. Gradualmente, iba disminuyendo el número de

planeadores, al cesar las llegadas y dirigirse al otro hemisferio los que allí

estaban. La vista de la indiferencia con que estos seres empezaban sus últimos

vuelos resultaba deprimente, no sólo para Kruger, sino también para los demás

seres humanos que estaban contemplándolo.

—Supongo que dependerá únicamente de la forma en que seas educado—señaló

uno de los hombres—, pero si supiera que sólo me quedaba una semana de vida

tendría un aspecto mucho más circunspecto.

—Creo que les quedan unas tres semanas—dijo Kruger—. Cierran este lugar con

un año de adelanto sobre el momento en que se espera el cambio atmosférico,

para estar más seguros.

Page 195: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

195

—No seas tan sutil.

—No trataba de serlo. Saqué la impresión de que Dar sentía lástima de nosotros

por tener que vivir día tras día sin saber cuándo sobrevendría nuestro fin.

Supongo que le será también a él difícil darse cuenta de que estamos habituados

a ello, como lo es para nosotros comprender su actitud.

—Es cierto—una nueva voz respondió y Kruger se volvió para ver al comandante

Burke de pie en la entrada al módulo—. Me hubiera gustado haber conocido

mejor a tu amigo, señor Kruger, pero supongo que nunca llegamos a conocerle

realmente, ni tú incluso.

—Puede ser que no, pero no puedo evitar pensar que sí le conocía.

—Mejor para ti. ¿No ha llegado casi el momento de cerrar las puertas? Varios

hombres más estaban emergiendo de la pequeña nave.

—No he seguido la pista muy de cerca, señor, pero creo que será algo así. Casi

todos los planeadores se han ido y... he visto salir a algunos Profesores de la

plataforma y empezar a merodear por la montaña—su voz tembló un poco al

decir esto y el comandante asintió con gravedad.

—Sí; el que le servía de guía se fue la última vez que se quedó dormido.

—¿Qué? No lo sabía, señor.

—Sabía que lo ignoraba. Le aconsejé que lo hiciera entonces. Creí que sería

mejor así—había algo en el tono de voz del oficial que prohibía que se le

formularan más preguntas.

Algunos más de los Profesores gigantes aparecieron entonces en la plataforma

y los hombres dejaron su conversación para observarlos. Uno se aproximó al

grupo y habló.

Page 196: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

196

—Vamos ahora a comprobar el cierre de las puertas del exterior. Están situadas

a cierta distancia en el interior del túnel, ya que hemos encontrado conveniente

dejar que el hielo penetre en las cavernas superiores en la última parte de la

estación caliente. ¿Os importaría venir con nosotros para contemplar esta

operación.

—¡Espere un minuto! ¡Dar Lang Ahn prometió verme antes de que se cerraran

las puertas! ¿Dónde está?

—Se dirige hacia aquí. Si vienes con nosotros lo encontrarás en el túnel. Veo

que su planeador le está aguardando—el ser se volvió sin decir nada más y los

hombres le siguieron, fijándose Burke en el aturdido Kruger, que se veía la pena

asomar en su rostro.

Las puertas estaban a unas trecientas yardas en el interior del túnel, y de

acuerdo a la predicción del profesor, Dar Lang Ahn les estaba esperando a su

lado.

—¡Eh, Nils! —gritó al aparecer a la vista el chico—. Siento haber tardado tanto.

Había mucho que hacer, créeme.

—¡Dar! No puedes haber terminado..., pero este Profesor dijo...

—Claro que acabé. Tenía que hacerlo. Vamos a la superficie, pues tengo que

examinar mi planeador. ¿O prefieres ver cómo cierran la puerta?

—¡Pero no pueden cerrarla! ¡No puedes haberles dicho todo lo que aprendiste

de nosotros. ¡Tienes que quedarte y ser un Profesor para la próxima

generación!—el pequeño nativo estuvo en silencio un rato y luego habló en voz

suave.

—Ven conmigo, Nils. Tal vez haya hecho algo que no debiera, pero ya está

hecho. Trataré de explicártelo—gesticuló a lo largo del túnel y el chico le

Page 197: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

197

obedeció en silencio, manteniéndose al lado de su pequeño amigo. Dar empezó

a hablar mientras andaban; el comandante les miró, moviendo la cabeza.

—Nils, no podía hacerlo. Pensé en lo que acabas de mencionar, y cuando

empecé a aprender cosas de vosotros, en cierto modo, planeé hacer lo que

acabas de sugerir. No me agradaba, por supuesto, pero parecía ser mi deber.

Entonces permanecí contigo y tu gente y... seguí aprendiendo. Astronomía,

geología, biología, arqueología, matemáticas y todas las otras especialidades

representadas por la gente de tu grupo. Era demasiado para mí.

—¿Demasiado para que tú lo recordaras? —cortó Kruger, sobreponiendo

momentáneamente su sorpresa a su disgusto.

—No demasiado para recordar, no, pero sí demasiado para digerir bien. Podía

haberme quedado aquí abajo y dictar muchos y muchos libros sobre todo lo que

había visto hacer o oído decir, pero aunque entendiera una buena parte de ello

mi gente no lo hubiera hecho. Había algo que necesitaban más y poco a poco

llegué a comprender lo que era.

»Es un método, Nils. Esa es la forma en que vosotros resolvéis los problemas,

mediante la conjunción de la experimentación y la imaginación. Eso era lo que

mi gente tenía que aprender y lo que yo tenía que mostrarles. Después de todo,

sus problemas son diferentes de los vuestros y tendrán que solucionárselos ellos

mismos. De acuerdo que los hechos son también importantes, pero no les ofrecí

demasiados. Sólo muestras dispersas de información para que puedan

comprobar sus respuestas de vez en cuando.

—Entonces... ¡Entonces es por mi propia falta que estás haciendo esto!

Deliberadamente te hice llegar información de todos los campos que pude para

que no tuvieras ninguna oportunidad de haberla registrado toda antes del

momento de la muerte.

Page 198: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

198

—¡No! No es falta tuya, si es que se le puede llamar así. Me enseñaste,

indirectamente lo admito, todo lo que necesitábamos aprender. Estaba

buscando una excusa para no quedarme atrapado en las Murallas; si dices que

me la proporcionaste tú, de acuerdo, y gracias—dejó de hablar; habían llegado

a la plataforma y Dar empezó sin más preámbulos a asegurarse de que su

planeador se hallaba dispuesto para el despegue.

—Pero... ¿no puedes venir con nosotros? No tienes por qué volver a Kwarr y...

y...—Kruger no pudo acabar su frase. Dar dejó su tarea y le miró estrechamente.

Durante un momento pareció dudar en tomar una decisión; después movió su

cabeza haciendo el gesto negativo que había aprendido de Kruger.

—Me temo que no. Creo sentir cómo te sientes, amigo Nils, y en cierto modo

me da pena dejarte atrás, pero... ¿vendrás tú conmigo?—casi hizo su

equivalente a una sonrisa al preguntar esto. Kruger permanecía en silencio.

—Por supuesto que no..., no podrías. Esperas vivir aún mucho tiempo, aunque

no sepas cuánto —apretó una de las manos de Kruger con su pequeña zarpa—.

Nils, dentro de muchos de tus años habrá aquí bastante gente que serán parte

de mí. Yo me habré ido, pero tal vez estés tú aún por el mundo. Tal vez con lo

que tú y yo hemos hecho por ellos algunos lleguen a ser científicos, y sabrán

tener respeto en vez de desprecio por los "calientes", y empezarán algo que con

el tiempo podrá convertirse en una civilización como la vuestra. Me gustaría

pensar que tú les estarás ayudando.

Saltó al asiento del planeador y, sin dejar al chico tiempo para decir una

palabra, soltó la catapulta.

Kruger contempló cómo el pequeño aeroplano desaparecía de su vista, lo cual

no tardó mucho en suceder, ya que sus ojos no se encontraban todo lo

despejados que debían; pero aún estaba con la cara vuelta hacia donde se había

ido cuando

Page 199: Libro no 1119 ciclo de fuego clement, hal colección e o septiembre 27 de 2014

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

199

murmuró:

—¡Estaré! —se dio la vuelta a la vez que el ruido sordo de una gran puerta sonaba

desde el túnel.