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LAS12 AÑO 16 N° 885 2.4.15 ENTRE LA PRECARIZACIÓN, EL ACOSO NATURALIZADO Y LA LIBERTAD DE ESTAR FUERA DE LA OFICINA, HISTORIAS DE MUJERES QUE SE GANAN LA VIDA EN LA CALLE. TRABAJAR A LA INTEMPERIE

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ENTRE LA PRECARIZACIÓN, EL ACOSO NATURALIZADO Y LA LIBERTAD DE ESTAR FUERA DE LA OFICINA, HISTORIAS DE MUJERES QUE SE GANAN LA VIDA EN LA CALLE.

TRABAJAR A LA INTEMPERIE

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POR NATALIA GELÓS

Es un día de semana a la hora del al-muerzo y la tarde agobia. Los quepueden buscan refugio en algún

bar o están puertas adentro, en sus ofici-nas. Los turistas aparecerán más tarde.Por la peatonal de Lavalle circulan algu-nas pocas personas, pero todo se ve algodesierto. Mónica Almada barre con deli-cadeza. Dice que le gusta estar arreglada:tiene el pelo sostenido con invisibles, loslabios bien pintados, las pestañas rizadas.Hay una prolijidad sobria, que queda desus años de estilista en provincia. Siempretuvo su peluquería, cuenta, pero un díadecidió que quería más estabilidad y laencontró hace seis años en este trabajocomo barrendera de Cliba, y en este sec-tor que conoce como si fuera el living desu casa. “Acá estás en blanco... estoy con-forme –dice–. La gente se acostumbra averte... Yo tengo que barrer y vaciar loscestos de la basura. Renegás, claro, con lagente que no está acostumbrada a tirar labasura. A mí me han respondido: ‘Si estáspara eso’. Te duele. Me costó muchoadaptarme a la calle: pasar tantas horasfuera de casa. Yo tengo mis hijos ya gran-des, soy abuela y todo. Vengo deBerazategui. Al principio, hasta viajar ensubte me asustaba.”

Las urbes se han moldeado para el pa-triarcado y las mujeres históricamentefueron relegadas al ámbito de lo privado.En una ciudad, por ejemplo, conformadacon el pulso de horarios laborales que, ensu origen, fueron exclusivamente mascu-linos, la ciudad femenina queda como

una red algo enmarañada: el viaje a casa,el viaje al colegio para buscar a los hijos ohijas, el viaje al lugar del trabajo, incluso,los espacios para transitar con carritos debebé: todo parece un gran campo que to-davía no termina de ser surcado. Bastaver las publicidades: todavía se construyeuna mujer, por lo general, en la casablanco-ala, o en el shopping. La ciudad,todavía, es un territorio que necesita serganado; sobre todo, si es ahí, en la esferapública, donde las mujeres tienen que de-sarrollar su trabajo.

“Todavía piensan que la mujer debe es-tar en la casa. Todo trabajo de la mujer enla calle es embromado”, dice MónicaAlmada, sin soltar la escoba. En una ora-ción resume algo que señala MichellePerrot en Las mujeres en la ciudad, dondedevela recorridos, circuitos que hicieronlas mujeres a lo largo de la historia, con lalógica de una antiquísima idea de que pa-ra ellas los hombres destinaban el reinadode lo doméstico.

Esa zona de peatonales cerca de Lavalley Florida condensa un ecosistema en elque turismo y oficinas vuelven rentablesdistintos modos de subsistencia. Una ga-ma de trabajos más o menos precarizados.Según un informe del Centro de EstudiosMujer y Trabajo de la Argentina, “el 40por ciento de las mujeres trabajadoras tie-ne una ocupación informal, empleos pre-carizados y sin cobertura social”. Es en lavía pública donde se propicia este tipo deactividades. Volantear es un trabajo plaga-do de informalidades. En los espacios demasivo tránsito de personas, hay muchaschicas que reparten papelitos: para casas

de comida, venta de celulares, agencias,gestoría, tarot. Varias se niegan a hablar.Apenas aparece la pregunta, cortan con un“No me interesa”. Laura Cerkez no tieneproblema. Cuenta que viaja a Capital delunes a sábado desde Temperley. Tieneque pararse en Lavalle con un cartel y pro-mover los servicios de una agencia de tu-rismo. Hace diez años que trabaja en la víapública. Antes de ser promotora, vendiótelefonía celular, también en la calle.Reconoce que no le queda otra que acep-tar estos trabajos: “Por la edad... está jodi-do... –dice–. Yo tengo 51 años y pidenhasta 45 años, por eso agarro esto. Acá es-toy a comisión y tengo un viático de $400por semana, en negro. Y tengo un objeti-vo que cumplir... ahora me faltan 225 pa-ra completar la semana. Igual, me acos-tumbré”.

Apropiación o desamparo

Cumplir horario de trabajo en un te-rritorio que históricamente fue pensadopara la rutina masculina puede ser unvaso al medio: estarán quienes ven laoportunidad de independencia y liber-tad, hay quienes sólo sienten la intempe-rie. En el Fondo de Desarrollo de lasNaciones Unidas para la Mujer han es-tudiado la urbanización desde la miradade género y subrayaron esas cuestiones:la urbe se moldeó para los hombres y,para muchas mujeres, trabajar en la callerequiere de sortear miedos, resistir a re-laciones de poder, armar lazos solidarios.

Y entre la estabilidad de pertenecer a ungremio, trabajar en blanco, y la precarie-dad de trabajos tomados para pagar lascuentas, hay de todo: inspectoras, ven-dedoras de café, promotoras, encuesta-doras, volanteras, cadetas, motoqueras;muchas de ellas huérfanas de reclamosque contemplen cuestiones de género.Un abanico amplio y dispar de mujeresque circulan y habitan el espacio públicoy tensionan, padecen o reinventan lostejidos de la ciudad.

Mónica Almada confiesa que apren-dió “el código” de trabajar en la calle:“Esta es mi zona. Nosotras estamos di-vididas por cuadro. Somos todas muje-res barrenderas en la peatonal, por unaimagen para el turismo: por eso el uni-forme, que es diferente al del resto delos compañeros, que es amarillo. Fueidea de una delegada que tuvimos. Elturismo te para y te comenta qué pre-sentables que nos ven”. En todos estosaños como barrendera, tejió su red.Logró, aunque dice que no fue fácil,habitar su cuadro con lazos casi mater-nales: cuando algún turista se acercapara darle la comida que sobró de al-gún restaurante, ella se lo acerca a lagente sin techo que se refugia por ahí;o le lleva bolsas de nylon al hombreque duerme bajo una marquesina paraque se tape cuando llueve. “Ellos mecuidan también. Todos me saludan. Yla gente de los locales también: me de-jan ir al baño, se preocupan. Acá estácada una en la suya, la que reparte vo-lantes, la que está ‘cambio, cambio’...pero te vas conociendo”, dice.

HISTORIAS DE VIDA La precarización laboral que afecta sobre todo alas mujeres –más cuando se trata del primer empleo o de aquellos quese buscan después de los 45– tiene una gran oferta en tareas que sedesarrollan en la calle: promotoras, volanteras, mensajeras, vendedoras,artesanas y un largo etcétera en el que también se mezclan algunostrabajos formales, pero imponen la misma dificultad para apropiarsedel espacio urbano que no fue diseñado con perspectiva de género. Elacoso callejero naturalizado, el temor en las zonas mal iluminadas, elacceso a sanitarios –complicación extra para mujeres que menstrúan–,la anquilosada aunque viva creencia de que la calle es lugar de los varonesaparecen en estas historias de mujeres que hicieron de la intemperie sulugar y que, más allá de todo, han sido capaces de apropiarse de lalibertad que da acotar las horas vividas entre cuatro paredes.

El día a cielo

abierto

FLORENCIA BERNARDEZINSPECTORA DE AYSA

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Agustina Suárez es socióloga y tiene34 años. Trabajó durante casi dos añosen el colectivo Face to Face de la ONGMédicos Sin Fronteras (MSF). Teníaque ir a una zona (a ella le tocaba BarrioNorte) y la tarea era hablar con la gente,presentar la organización y conseguirasociados. Ahora coordina los grupos dequienes trabajan como lo hizo ella, en lavía pública. A la hora de elegir a alguien,cuenta que toma como prioridad la ca-pacidad de comunicarse con el otro, lasociabilidad. Para Agustina, el trabajo enla vía pública fue muy enriquecedor.Ella venía de trabajar en investigacionesen la cárcel. La libertad de la calle fue unventarrón de aire fresco. “Al entrar a tra-bajar derribé muchos prejuicios. Se pue-de pensar que el trabajo en la calle esdescalificado, o que sólo importa la esté-tica, pero no es así. Para mí, estar ahí re-significó todo. Además, cuando estásmuchas horas en la calle tenés otra vi-sión. Ves todo. Conectás con gente quequizá nunca conocerías”. El chaleco ro-jo, uniforme de MSF, para ella, da ven-tajas: “Nos diferencia del resto de quie-nes están en la calle, nos ayuda si tene-mos que ir a algún baño, hasta algunavez una situación de posible robo se sus-pendió porque se dieron cuenta de queéramos de la organización.”

Patricia Lucero, en cambio, no la pasótan bien en sus años como inspectora deAysa, la empresa de agua y saneamiento.Tiene alrededor de treinta años y, luegode dos en la calle, pidió que la pasaran aoficina. A veces le tocaban zonas despo-bladas o lugares en los que se sentía des-

protegida, y pidió el cambio. Una ins-pectora debe llevar planos, comparar loregistrado en la oficina con la obra enconstrucción que le toca visitar. Cuandollega al lugar señalado, debe buscar loscarteles de información de la obra y, siéstos no están visibles, debe darle golpe-citos a la empalizada que da a la calle y,muchas veces, tiene que pedir entrar aver los planos. En esos momentos, lachapa se corre y tiene que entrar al es-queleto de lo que será un edificio: co-lumnas peladas, pocas luces, y un grupode hombres que trabaja (la construcciónes un universo masculino; el 97,2 porciento del trabajo es realizado por ellos,según un informe del Centro deEstudios Mujeres y Trabajos de laArgentina). “Al principio, tenía que an-dar por Capital, zona oeste, zona sur,con planos grandes para ver si encontrá-bamos obras en construcción o indiciode ellas: arena, cemento... cuando veía-mos algo, lo teníamos que anotar –cuen-ta Patricia–. Hasta ahí no había proble-ma”. Todo cambió para ella cuando tu-vo que pedir el ingreso a las obras paraver planos o carteles: “A veces me grita-ban desde arriba de los edificios cual-quier cosa cuando me veían llegar y yo

tenía que ir y pedir entrar ahí. A mí,personalmente, no me gustaba. Yo nosoy una persona miedosa, pero si estássola en un lugar así, y pasa algo, ¿quiénte escucha?”. Un día, cuando fue a unaconstrucción y un hombre la amenazó,sugiriendo que tenía un arma, Patriciapidió que la pasaran a la oficina, queahora transita con tranquilidad.

Quien hace el trabajo que dejóPatricia y lo hace con gusto es FlorenciaBernárdez, su compañera. También tie-ne unos treinta años y dice que elige es-tar fuera de la oficina y reconoce que sí,que tuvo que aprender a mantener unapostura, un tono, para estar afuera, peroganó seguridad y libertad. “Empecé hacecuatro años –cuenta–. El primer año hi-ce trabajo administrativo, pero veía quealgunos de mis compañeros salían a lacalle y me gustaba la idea. Entonces, ha-blé con mi jefa. Soy arquitecta y antesde estar acá trabajaba e iba a las obras.No es lo mismo, pero estás en contactocon gremios, obreros, y la mayoría sontodos hombres. Como inspectora empe-cé por Devoto. A mí no me dan zonaspeligrosas, pero si me tocan, sé cuálesson las manzanas y pispeo cómo está eldía o la zona. Voy y sé que no me va a

pasar nada. Confío. Cuando tenía queentrar a una obra, antes me daba ver-güenza. Ahora me siento segura. A vecestengo que entrar y subir un par de pisosporque el cartel de la obra está oculto.Yo me mando”.

Los cuerpos en la ciudad

¿Cuán libre es la circulación cuandoaparece la frase no buscada, la miradaque intimida? Cada 15 de abril se cele-bra el día mundial contra el acoso calle-jero. En toda América latina se empezóa desnaturalizar ese tipo de violencia yfue varias veces citada la encuesta de laUniversidad Abierta Interamericana queseñalaba que el 72 por ciento de las mu-jeres encuestadas había sido acosada po-co tiempo antes de hacer el estudio y, deellas, el 60 por ciento se había sentidointimidada. Estos datos se suman a loque informa “Paremos el AcosoCallejero”, de Hollaback/AtréveteArgentina: que las mujeres mantienenun comportamiento controlado, quetratan de evitar el contacto visual, queevalúan el entorno constantemente, quebuscan evitar ropas que puedan conside-

FOTOS: CONSTANZA NISCOVOLOS

MONICA ALMADABARRENDERA

LAURA CERKEZPROMOTORA

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rarse “provocativas”. La idea de este movimiento esromper con esa situación que termina por limitar la li-bertad y la apropiación femenina del espacio público.Cumplir una jornada laboral a la intemperie implicaaumentar la exposición a este tipo de situaciones que serepiten y generan diferentes actitudes.

Varias veces, desde las seis de la mañana a las dos dela tarde, Laura Tosso se para en la barrera del cruce deNazca y Yerbal del tren Sarmiento, en el barrio deFlores. Las piernas bien plantadas, la mano en alto, elsilbato en la boca. Lleva una bandana sobre el largo pe-lo negro, una remera al cuerpo y el pantalón del unifor-me de ferroviarios. Parece una amazona, o alguna gue-rrera del Street Fighter. Levanta el brazo y detrás de lavía se detienen camiones, autos, motos. Alguien le gritaalgo, no se oye bien qué, aunque suena a susurro pega-joso. Luego de que pasa el tren, se refugia del sol queagobia en la garita, junto al paso a nivel. Todos los díases igual. Hace cinco meses que trabaja de banderillera.Su trabajo es en la calle, donde tiene que caminar y cui-dar que ningún auto cruce cuando las barreras estánbajas. “Como vengo con musculosa, arreglada, y soymujer, dicen que yo desfilo por la barrera, pero yo notengo complejos. Yo no desfilo, yo transito mi espa-cio”, dice en la garita que comparte con los otros traba-

jadores: un cubículo de techo bajo donde hay un venti-lador, un televisor, un pequeño baño solamente.

Antes, Laura Tosso había sido recepcionista en unconsultorio odontológico y, antes, había tenido su lo-cal. Es la primera vez que tiene un trabajo en la calle,pero le gusta. Tiene 31 años y una hija de cinco. Diceque no tiene problema ni con las miradas, ni con losgritos, que a veces son para halagarla, a veces, para pu-tearla. Tampoco le preocupa la ropa. “Si porque soymujer se creen que pueden pasar cuando estoy avisandoque no, empiezo a las puteadas. Tenés que estar segura,si no, no servís para este puesto. Me gritan de todo, pe-ro a mí me fascina este trabajo”, dice antes de que paseel próximo tren. Está maquillada, tiene aros grandes,no esconde la figura. No le gusta usar uniforme.

Florencia, la inspectora de Aysa, también dice que laropa para trabajar no es un problema para ella: “Tratode ir supertranca, no llamar la atención. Me pongo másseria, claro. Cordial, pero con cierta actitud de seguri-dad. Al principio no era así, con el tiempo lo fui adqui-riendo, porque te tratan distinto, te respetan un pocomás. Ir con presencia. Cuando entro a mi trabajo nopienso en la ropa, pienso en lo que necesito”. En el edi-ficio de la avenida Córdoba, donde ella cuenta esto an-tes de salir a la calle, está Patricia, su compañera, que se

mantiene firme: “No me importa no salir. Estoy mástranquila. No me preocupo ni por la ropa. Cuando salíaa la calle, en verano, era remolesto. Andaba en musculo-sa, pero si tenía que entrar a algún lugar en el que mehabían dicho una guarangada me tapaba con las carpe-tas que llevaba, era muy incómodo.”

¿Puedo pasar al baño? Trabajar en la vía pública implica ciertas situaciones

por demás comunes, por demás terrenales, que puedenleerse como connotaciones de la intemperie. Hay algoque va más allá de géneros. El trabajo que se realiza enla calle, por ejemplo, sólo se suspende por lluvia. A losotros caprichos del clima hay que aguantarlos. “Con elcalor se hacía difícil – recuerda Mariana Parra, que erapromotora de una agencia–. Yo estaba cansadísima delolor a jabón del McDonald’s. Por eso me ponía conten-ta cuando tenía cerca un Starbucks, porque los bañosson más limpios que el resto, y no te exigen consumiralgo para usarlos. Cuando llegás a una zona, lo primeroque hacés es detectar los lugares a los que vas a poderpreguntar si te dejan usar el baño”.

A principios del siglo XX, en la ciudad de BuenosAires había baños públicos. Los usaban los turistas, laspersonas que no tenían hogar, gente que trabajaba en lacalle. Incluso, ofrecían toallas y jabón. Muchos, en losparques más grandes, eran subterráneos. Se pueden verlas entradas todavía, aunque no funcionan. El últimobaño público se cerró en 1999. Hoy por la ciudad cir-culan a diario cientos de miles de personas, que traba-jan, que pasean, que van de un lugar a otro. Los bañospúblicos con los que se cuentan están en algunas esta-ciones de tren, en oficinas de gobierno, en estaciones desubte. Si eso no está disponible o, como suele ocurrir,muestran ese paisaje de posguerra: inodoros que no fun-cionan, falta de papel higiénico y jabón, piso mojado, ira esos espacios es la última opción, de ser posible, sobretodo, en los días de menstruación. Quedan entonces losbares, y la ruleta del buen humor que a veces toca, a ve-ces no, para poder usarlos sin la condición de consumiralgo. Para cambiar esa situación hay algunos proyectosde ley, con diferentes matices, que se acercan o se alejande una realidad, otorgar baños públicos es una obliga-ción del Estado. Por el momento, pasar muchas horasen la calles implica, por lo general, buscar elMcDonald’s más cercano.

La conquista del territorioAgustina Suárez se fascina cada vez que recuerda la

experiencia en la calle. Para una socióloga, poder ver ellado de adentro de ese mundo es tentador. “Hay lugaresregenteados por volanteros. Hay áreas de disputa, haypuertas de locales que los dueños piden liberar. Hay quearmarse de un carácter”, dice.

A veces, con trabajos más informales, esa dinámica pue-de adquirir otros matices. Erica es boliviana y tiene dieci-siete años. Pide no decir su apellido. Por estos días, venderemeras con estampa de superhéroes para niños sobre unamanta en la avenida Avellaneda, en Floresta, otro puntode movida multitudinaria. Se calculan más de 650 puestosen las calles por la zona, un gran porcentaje es atendidopor mujeres. Los sábados el lugar es un hormiguero reple-to. Apenas hay espacio para caminar. Se las ingenia, cuan-do alguien pisa su mercadería, pide que por favor tengacuidado. Hace dos años que trabaja para ayudar a sus pa-dres. Conoce a las dos manteras que hoy están a su lado y,si alguna tiene que ir al baño, se cuidan entre ellas la mer-cadería. “Igual, nos ayudan los hombres, que son los quebajan todo de las camionetas”, cuenta Erica. Al baño va alos bares de sus paisanos. Muchos hacen lo mismo, en lascalles que cruzan la avenida. ¿Y qué pasa cuando vienenlos gendarmes a correrlos? ¿Hay diferencia en el trato conhombres y mujeres? “No, ahí sí para los gendarmes somostodos iguales”, dice la chica que desde los quince vende enla calle, en ese territorio que para muchas es intemperie y,para muchas, un mapa ganado o a ganar. �

LAURA TOSSOBANDERILLERA

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“Muchas veces, cuando vemos que unniño o niña que nos llama la atención

porque tiene problemas de aprendizaje, esviolento/a, grita, llora o le cuesta relacionarse,en primera instancia lo adjudicamos a undivorcio, una mudanza, un hermanito,violencia familiar (relacionada con gritos ogolpes) o algún tipo de abandono, no sueleentrar en nuestro abanico de posibilidades elabuso sexual. Seguramente podríamos estaren lo cierto, ya que estos cambios en la vidade un niño/a, o sufrir cualquier tipo deviolencia, podrían estar siendo manifiestos deesta forma y seguramente requiera considerarnuestra intervención. Lamentablemente,tenemos que cotejar también la variante de un

posible abuso sexual. Siempre es mejorequivocarnos que dejar a un niño o niñaseguir padeciendo este flagelo”, recomiendael manual para docentes sobre abuso sexualinfantil A.S.I. NO, El silencio y la indiferenciason cómplices..., editado por la agrupación demujeres Mundanas, con la coordinacióngeneral de Yamila Corin.

Mundanas es una agrupación que funcionaen forma de red y junta a mujeres quetuvieron que denunciar abuso sexual infantil(ASI). La difícil experiencia las llevó a realizaresta guía para que los y las docentes puedandetectar el abuso sexual infantil, reconocer auna victima y saber cómo actuar. Pero,fundamentalmente, tener en claro que ante un

delito perpetrado, generalmente, en el silenciodel hogar, la escuela es el principal refugio dechicos y chicas para evitar seguir siendoabusados/as y poder emprender un caminode reparación. El manual informa amaestros/as: “Cuando tenemos la certeza deque existió la agresión sexual tenemos laobligación de hacer la denuncia, ya que setrata de un delito penal. Si existen dibujos orelatos escritos en material de clase esimportante quedarnos con una copia. Nosdebemos dirigir a la fiscalía de turno o a laComisaría de la Mujer y la Familia”.

Más información: Facebook/ Mundanasagrupación de Mujeres

Guía para quedocentes puedanayudar a detectarabuso sexual

INC

ORPORE

POR F. M.

El corte, la cicatriz, el posoperato-rio, las vendas, el pus, la sangre, eldolor, los puntos (¿los de

Angelina serán con hilos de oro?). Todoese paisaje plateado del quirófano, elruido metálico, el frío, la espera, elcheck in, el check out, la suavidad deuna bata que tapa apenas la piel mien-tras el agujero negro de la anestesiaduerme al paciente. Aun con todo elconfort del mundo (que no es menor),imaginarse en ese río rojo de cortar y pe-gar que implica una cirugía es, paramuchxs, más poderoso que el temblorque recorre el cuerpo ante la posibilidadde estar, de ser una persona enferma.Angelina Jolie viene experimentandocon su cuerpo desde joven, como tantasjovencitas que ven en rayarse los brazosy piernas (las ProAna, las más famosasde la tribu) una salvación al signo depregunta estampado en la cara de todaadolescente. También sus tatuajes, quepuso, sacó y tapó en su piel marcandolos destinos de novixs y amantes. Unpoco más arriba en la apuesta: experi-mentando con cuchillos y declarando sufanatismo por introducir serpientes ensus juegos sexuales.

Es difícil saber qué se siente ser tanlinda, deseada, observada y rodeada demillones. Es difícil saber el alcance deesa belleza cuando se potencia con unapareja masculina igual de sexy e irresis-tible para los cánones que marcan lasleyes de la atracción oficiales. Pero noes inocente, ni casual, ni espontáneoese ejército que forma la troupe máscélebre del planeta: bajando las escali-natas de los aviones, destinos exóticosadonde los llevan la ficción, los pre-

mios y la solidaridad (no hay que olvi-dar que Angelina es Embajadora deBuena Voluntad), los Jolie-Pitt formanun equipo multirracial impulsado, se-gún ellxs, exclusivamente por el deseode ser una familia numerosa. No sonmalas intenciones lo que se deduce deesos gestos sino alardes pomposos deque todo en esas vidas deba ser, sin ex-cepción, espectacular, grandilocuente,inolvidable, imposible de igualar.

Así es como Angelina pone y saca elcuerpo del quirófano, instigando a otrasmujeres a hacer lo mismo. Y lo hace pú-blico, salteando esa regla implícita deque el “nosotras” debe marcarse con cui-dado (ese *nosotras* que intenta igualarlas experiencias de las mujeres, aunquemuchas veces desde la militancia, siem-pre es mentiroso) al ritmo de la alerta, lallamada a concientizar, como si las prio-ridades fueran los genes en un mundoque no da abasto con sus propios recur-sos y miserias. Pero Angelina es mains-tream, juega en primera, todo lo que larodea es de lo mejor. Lo que ella hace esdigno de imitar, así es el tratamientomediático, y tan pasmadxs deja a tantxsque el debate se inhibe y ni las perfor-mances de las artistas que pusieron elcuerpo (Cindy Sherman, MarinaAbramovic) logran igualar su osadía.¿Operarse para prevenir o prevenir paraencender el reflector en otra capa de laexistencia? ¿Cómo son las marcas en lapiel de Angelina? ¿Cuán roto quedó sucuerpo, por dentro, por fuera, con el ob-jetivo de llegar viva al paso del próximocometa Halley?

Hay médicos y especialistas que salie-ron a avalar su decisión, amparados enesa regla institucional de los cuerpos co-mo objetos a los que evaluar y diseccio-

nar sin muchos miramientos en las iden-tidades tras esos cuerpos (y de esto, lamilitancia trans e intersex tiene tantopara decir) pero lo cierto es que si se tra-ta de seguir el hilo de sus decisiones,Angelina Jolie es muy coherente. Lo queresta es preguntarse qué nos queda alresto, interpeladas por esa carta dondenos incita a prevenir para no perdernoslas caras de nuestrxs nietxs. No estamossalvadas, ni nosotras ni Angelina, que noasocia a su acción las violencias, mutila-ciones y demás vejámenes que sufre elcolectivo del que reclama atención ymano firme para decidir.

No está demás decir que la acción desalvataje no exime a Angelina de contra-er un tumor en el páncreas, o de cruzarla calle y ser pisada por un camión (si esque la cruza, de vez en cuando, comocualquier mortal) o de ser víctima de unloco como Lubitz que estrelló su aviónpara consumar una especie de suicidiocon compañía (o asesinato en masa). Laoperación mutilante a la que fue someti-da la expone a una menopausia precozpor la que deberá recurrir a terapias hor-monales a los 39 años. Por sus antece-dentes familiares, que eludían al útero,decidió conservarlo, por lo que mañana

(y esto no se sabe a ciencia cierta) el tu-mor que podría haberse alojado en elovario busque refugio en el útero. Noqueremos que Angelina se enferme, síinstalar la pregunta sobre los cuerposcuando son depositarios de una serie depredicados que se asumen como univer-sales. ¿Qué es lo sano y qué es lo enfer-mo? Según los parámetros de Angelina,ver crecer a sus hijxs es la única verdad ynecesidad. ¿Y las que no tienen hijxs?¿Para qué futuro viven? Y las que vivenpara llegar a fin de mes, ni siquiera lasmujeres sin recursos, sólo las que correnla liebre para pagar las cuentas, ¿en quécondiciones están de atajarse de los ge-nes malos? ¿Y cuánto sirve la ciencia pa-ra vivir bien si también había posibilida-des de que Angelina nunca se enferma-ra, o que en el futuro el cáncer no seamás que un mal que un procedimientode rutina soluciona? El corte, la cicatriz,el posoperatorio, las vendas, el pus, lasangre, el dolor, los puntos no enmien-dan heridas del alma ni rescatan identi-dades que flotan en el mar de la duda,sólo ponen certeza allí donde había in-certidumbre (y tal vez ni siquiera eso),con todas las ventajas y los horrores queeso supone. �

El cuerpo fragmentadoIN CORPORE Sorprendió al mundo hace dos años cuando decidióhacerse una doble mastectomía para bajar las chances de contraercáncer de mama. Ahora se sometió a una salpingo-ooforectomía paraeludir la enfermedad pero en los ovarios, patología que había matadoa su madre en 2007. En una carta que dio a conocer tras la últimaintervención, escribió que la presencia del gen BRCA1 en su sangre(dato que la decidió a operarse, ya que sumaba probabilidades en sucamino a la enfermedad) la encontró “pacíficamente ante elverdadero sentido de la vida”, hecho que la llevó a decidirse sintitubear. El cuerpo fragmentado y las chances de las mujeres de elegir,dos de los tópicos elegidos para justificar una decisión polémica.

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ESPAÑA

Las redes demujerestambién soneconomíasolidariaEl 24 de marzo, en Bilbao, se llevaronadelante las jornadas de economía so-lidaria y feminismo “La bolsa o la vida”en donde la brasileña Miriam Nobreapuntó contra neomachismos de iz-quierda: “Se reconoce como econo-mía solidaria fábricas recuperadas y nolas iniciativas informales de las muje-res para organizar la comida o el cui-dado de las niñas y los niños”. Nobre,organizadora de la Marcha Mundial delas Mujeres, propuso apostar al auto-consumo, el trueque y a las alternati-vas de intercambio monetario y propu-so valorar el conocimiento generadopor mujeres en las comunidades rura-les, como, por ejemplo, en artesanía oen la selección de semillas, con un en-foque basado en la construcción co-lectiva del conocimiento frente a la cul-tura de la asesoría técnica externa.

MARRUECOS

67,5 porciento de laspasajeras sonacosadas enlos viajesDos de cada tres mujeres sufrieronacoso en la calle. Por eso, se generóun plan para que las mujeres puedanviajar tranquilas en el transporte pú-blico. La campaña incluye carteles desensibilización contra la violencia degénero, videos en las pantallas de loscolectivos y capacitaciones a con-ductores para que sepan cómo tie-nen que actuar si una pasajera de-nuncia que la tocan o intimidan. Elproyecto se puede realizar por elconvenio de la empresa españolaAlsa, concesionaria del transporte ur-bano de Marrakech, y ONU-Mujeres,con financiación de la AgenciaEspañola de CooperaciónInternacional para el Desarrollo(Aecid). El objetivo es frenar los ma-noseos o agresiones verbales quesufrieron el 67,5 por ciento de lasmujeres durante sus traslados.

MÉXICO

Fomentan queempleadasdomésticasvean novelas“(Las pantallas plasma) son las másrequeridas para que puedan ver lasnovelas en su rato de descanso. No(vean) las noticias porque no creanque son tan buenas las noticias, veanmás bien las novelas y sobre todo lasnovelas buenas, así es que yo esperoque traigan mucha suerte”, sostuvoel alcalde de Chihuahua, JavierGarfio Pacheco, mientras regalabatelevisiones a empleadas domésti-cas. El discurso tuvo muchas críticaspor fomentar la pasividad informativade las trabajadoras de casas particu-lares, a las que el funcionario dijoquererlas “apapachar”. GarfioPachecho sostuvo, ante la polémica,que se trataba de una broma.

POR GUADALUPE TREIBEL

Elöne Kastrati (19), una joven es-tudiante germana, es prueba feha-ciente de que, en ocasiones, las

pequeñas revoluciones pueden armarsede buenas consignas, intervenciones ar-tísticas y... toallitas sanitarias. Muchas,muchas toallitas sanitarias. Y las redessociales al pie del cañón, viralizando ladigna labor de una mocita que –de mar-zo a la fecha– levanta olas. Olas querompen precisamente sobre el sexismo, aobservar de cientos de miles de personasatentas a cada nueva acción que esta re-sidente de Karlsruhe, Alemania, llevaadelante del siguiente modo: inundandosu ciudad con mensajes feministas del ti-po “Los violadores violan mujeres, no sumanera de vestir”, “Mi nombre no es‘bebé”, “Te verías más guapa si... NO”,“Mi coño, mi elección” o –el más reso-nante– “Imaginá qué pasaría si los varo-nes encontrasen la violación tan repug-nante como la menstruación”. Lemassin volteretas, claros, que –hete aquí lacuestión– Elöne escribe sobre toallitasfemeninas, pegándolas luego en cuantoespacio público encuentra a su paso.

Y tan buena acogida ha tenido la fór-mula (toallita + lema) que mensajes dealiento han comenzado a llegar desdeBrasil, Chile, Suecia o incluso EstadosUnidos, con gente de distintos puntoscardinales expresando su intención de re-plicar el tipo de intervención. Solicitandoademás el visto bueno de Elöne para imi-tar la controvertida modalidad de pasarconciencia igualitaria y ampliar –por otraparte– el fenómeno en que se ha converti-do este movimiento, unificado bajo elhashtag #PadsAgainstSexism. (Sin más,un grupo de estudiantes hombres y muje-res de la Jamia Milia Islamia University,en Nueva Delhi, ha pegado decenas detoallitas, con frases que rezan: “La sangre

menstrual no es impura; tus pensamientoslo son”, “Las calles de Delhi también per-tenecen a las mujeres” o “El período esnatural; la violación no”). Empero, ¿porqué el mote de controvertido? Pues, por-que –harto conocido– cualquier uso queremita voluntaria o involuntariamente a lamenstruación despierta el ¡oh, horror! demiles...

Sin ir más lejos, y a modo de significa-tivo paréntesis, la artista paquistaní RupiKaur fue noticia los últimos días tras sercensurada su serie fotográfica Period víaInstagram, siendo eliminadas sus imáge-nes sobre el cotidiano de una mujer du-rante su período, donde –precisamente–intentaba mostrar dicho proceso natural.“La censura evidencia quién está sentadodetrás del escritorio. Quién controla elshow”, anotó la muchacha; y luego: “Nome disculparé por no alimentar el ego yel orgullo de una sociedad misógina quequiere ver mi cuerpo en ropa interior,pero se incomoda por una pequeñamancha”. Y luego (bis): “Las categoríasde violación y de pornografía están bien.La cosificación y la sexualización estánbien. Las personas masturbándose vien-do mujeres desnudas cuando son meno-res de edad. El bondage. La tortura. Lahumillación. El abuso está bien, pero es-to les incomoda”. Vale mencionar que lacensura generó semejante batahola queInstagram se vio obligado a restaurar lasmentadas fotos, disfrazando el gesto ori-ginal como “un error”, distanciándosedel argumento inicial que hablaba de“violación de las reglas de la comuni-dad”. Rupi contenta; todas chochas. Findel paréntesis, cambio y fuera.

Entonces, en resumidas cuentas, que lamenstruación y –por extensión– toallitasy tampones permanezcan a la zona de loindecible, irreproducible, no es novedad(alcanza con estirar el cogote y ver las pu-blicidades locales, prontas a disfrazar la

sangre rojísima de elegante azul, amén deno perturbar a las audiencias). De allíque, volviendo a las intervenciones de laalemanita Elöne, la provocativa presenta-ción no haya pasado inadvertida.Reemplazando la pintura graffitera por elamable algodón, no faltaron ni los enojo-sos trolls que pronto expresaran sus vocesde desaliento: “Sos una puta” o “Ojalá teviolen hasta matarte”. Lo típico. Pero, enlas palabras de la sabia Taylor Swift, ha-ters gonna hate, hate, hate, hate...; de mo-do que la chica Kastrati hizo (hace) casoomiso. “No tomo los insultos personal-mente; en todo caso, siento pena porquienes los propinan. Son el ejemploexacto de lo que no necesita el mundo”,explica quien, colmo de la coherencia,dona toallitas y tampones a albergues demujeres en situación de calle.

Y cuando la critican por quejarse dellena al son de “¡Es del Primer Mundo!¿De qué se queja?”, la chica respondecon estadísticas: que las alemanas gananun 21 por ciento menos que sus colegasmasculinos. Y cuando le endilgan el mo-te de “Odiahombres”, ella habla de uniry conquistar, de sumar esfuerzos sin queimporte el sexo. Y cuando la interrogansobre el tabú alrededor de su material detrabajo, asegura: “Claro que generashock. Después de todo, si una toallitafuera algo normal en el 2015, mi laburono se hubiese conocido mundialmente;nadie hablaría de él”. En esa línea –la dela controversia–, el sitio Dazed enumeraotras comuniones artístico-menstruales;como la ocasión en que Tracy Emin ex-puso un tarro lleno de tampones usados,ubicados al ladito de una prueba de em-barazo, y tituló a la pieza The History ofPainting Part 1; o cuando la chilenaCarina Ubeda recolectó su sangre para lamuestra Paños, en 2013. En fin, sumade esfuerzos, voluntades que (nos) ab-sorben. �

Con alasCOSAS VEREDES Una alemana de 19 años comenzó un involuntario movimiento global dondelemas feministas son anotados en toallitas menstruales. Y las toallitas, pegadas en espaciospúblicos, a modo de concientización.

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POR VERÓNICA GAGO

Salón Skeffington, la flamante obra dirigida por Silvio Lang, bien podría ser elguión de una teoría del exceso, del derroche como método. Excesiva respec-to del libro de María Moreno –El affair Skeffington– del cual arranca pala-

bras; pero el subrayado, esta vez, es del dramaturgo. Dos actrices, AlejandraFlechner e Iride Mocke, que se convulsionan de palabras, que se ejercitan en esce-na y que no dan respiro. Se trata de un enjambre de las poesías de DollySkeffington, el personaje de Moreno, seudónimo de Cristina Forero, editado a ini-cios de los ’90 y ahora reeditado por Mansalva y que aparece él mismo, como li-bro, en escena. La voz de la poeta que protagoniza el excéntrico volumen (con sujauría de acompañantes) se amalgama con las obsesiones de Lang, cada vez más de-cidido a travestirse a favor de sus autoras predilectas.

La pregunta desmesurada de Lang es una repetición, como a la que obliga unamor que no se termina: ¿es posible una política que esté a la altura de un deseoque sólo se despliega en espacios que no son asalariados y en los que no hay moral?Esos interrogantes se estrujan más, aun más, porque Lang no deja de invocar la or-ganización, la disciplina, la maquinaria libidinal de la fuerza colectiva.

Como ya fantaseó en su ambiciosa Meyerhold (Teatro San Martín, CicloInvocaciones, 2014), el método revolucionario no es otra cosa que una apuestaenergética con una teoría del agite, donde la política es acontecimiento monumen-tal, conmovedor. En aquel entonces, la escena iba de la Unión Soviética a los pibeschorros, pasando por un travestismo lujurioso y juguetón, chicas en patines y cuer-pos. Siempre cuerpos.

En el más reducido salón de ahora, las amantes de la París-Lesbos que están en-tre los años ’20 y tal vez el destape de los ’80 o quizás en un futuro remoto, encar-nan una secuencia de varieté de gran velocidad y concentran en su vestuario todala feminidad enfiestada: lentejuelas, plumas, tules, botas altas, plataformas, corsets,maquillaje y pestañas enormes. Las chicas se trasvisten: tan exageradamente feme-ninas que dejan de serlo. O no. No podría nunca saberse a ciencia cierta. Porquebien podrían ellas mismas ser un apartado del circo “cubofuturista” que Lang des-plegó para homenajear al dramaturgo ruso el año pasado, combinando teatro de

feria y haikus leninistas, music-hall y retazos de cabaret, acrobacia y multitudes. Salón Skeffington (también dentro de un ciclo colectivo, esta vez llamado Teatro

Bombón, en la Casona Iluminada) se desarrolla en una sala de baile literal, ponien-do la danza como subtexto. Los espectadores se descubren repentinamente dupli-cados en las paredes espejadas, cruzadas por barras donde las actrices estiran susgestos, después de rodar por sillones y abrirse de piernas una y otra vez. Ellas ha-blan por momentos de cosas incomprensibles. Por eso a veces sólo se puede seguirsu movimiento, pero no sus palabras. Una dislocación que provoca y que exige yque duplica las escenas, como hacen los espejos. Dice Lang que ellas “actúan comoluminarias o espiritistas que reconstruyen el pasado de antiguos amores, o exponenidentidades itinerantes, a través de técnicas de pose, disfraces barrocos, alucinacio-nes auditivas, textos cantados... Pero lo hacen como en un karaoke, o en un clubde baile, o en el bar a secas, tramando una suerte de ‘épica de amigas’”.

Son amigas, amantes, cantantes, performers, prostitutas. Pueden ser mexicanas,parisinas, del under porteño o delicias berlinesas. Nunca queda claro. La velocidadde la charla entre ellas tampoco deja tiempo para aclararlo porque cambia de ritmosin pausa (de ahí su verdadero acento femenino): es lectura, es canción, es acentoapócrifo, es parodia, es disertación, es recitado, es gorgoteo. Se besan, se pegan, sepersiguen, se manotean, se distancian. Pero siempre están ahí sus cuerpos. Siemprecuerpos.

Si Meyerhold era el “freakshow del infortunio del teatro”, Skeffington no deja deser freak, pero es un show intimista, casi de sótano, donde el infortunio es el de lasamantes o, más directamente, el del amor.

De nuevo en Salón Skeffington, al igual que la obra de Griselda Gambaro queLang dirigió bajo el nombre de Querido Ibsen: soy Nora (Teatro San Martín,2013), la voz aparece como un problema: camuflada, robada, impostada, sobrevue-la la escena; o mejor: constituye la escena y se escapa de ella. Si Moreno, a partirde una ficta Dolly, le habla una y otra vez a la autora o ella habla por su personaje,en el modo en que Lang la traduce a sus propios personajes (Maldon y Dolly) nodejan de resonar los meandros de la autoría con que Nora complicaba a Ibsen através de Gambaro, a su vez puesta en escena como herejía por Lang.

Toda voz es colectiva, colecciona dentro de sí a otras, y son ellas las que desar-

man autoridades, pero al mismo tiempo las que tienen potencia de invocación einvención. Las que permiten degustar más de una identidad y en todo caso pasarfronteras, dejarse llevar. Es en esa experimentación de la voz donde Lang parecedecir que ya no se trata de representación, sino de un potente travestismo.Verdadero acontecimiento porque es capaz de hacer variar y cambiar los cuerpos.Poder de conversión: disimulo y engaño, pero bajo la idea rectora de una fidelidada la verdad del deseo.

Cuando Lang montó la obra Las calabazas, del filósofo francés Alain Badiou, enel teatro de la Universidad Nacional de San Martín (2012), hizo que el propioBadiou actuara en el rol de Bertolt Brecht frente al católico Paul Claudel en unasaga de acusaciones mutuas sobre cómo entender el teatro. Badiou argumentabaentonces en alemán y en francés hasta que era interrumpido por el personaje deAhmed, un joven obrero argelino habitado por un demonio, que se hacía escucharen otra lengua al rapear “Marginado. Soy un paria. El que grita y patalea. Soy elnegro de las grandes capitales. Soy cabeza. Y con gorrita”.

No es un detalle menor que Lang insista ya desde entonces “con un cierto teatrode ideas y agitación”. Un teatro de operaciones, como le llama el propio Badiou, ysobre el cual Lang se abisma en sus detallados procedimientos: entrenar, vociferar,teorizar, agitar. En esos verbos despunta un deseo que es la primigenia fuente deenergía, que fabrica y monta cuerpos y voces, siempre en aullido colectivo, siempreextremadamente personales. Como aquel coro que decía fragmentos delSubcomandante Marcos en un ejercicio que Lang realizara para una de sus maes-tras, Cristina Banegas.

Ahora, la voz cantante la llevan las chicas, que incluso pueden querer dejar deserlo. No importa. Igual serán por siempre aquellas que pueden recitar, como enEl honor de las damas, de Skeffington: “La única política verdaderamente popular esaquella capaz de derretir el fuego de los amores desgraciados”. �

La Casona Iluminada / Sala 1Av. Corrientes 1979, Buenos Aires.Los Domingos a las 19.

BLOODY MARYNo soy viril, soy fuerte.¿Debería disimular mi fuerza?Tengo una cicatriz en el costado izquierdo,en el costado derechouna llaga viva.

Llevo mis varones cortantesde vuelta a casa,la cánula en la vena del deseo exhausto.

Si es sangre debe fluir por el interior de los cuerposa excepción del ciclo en la mujercuando aún atesora pepitas en la mariposa del ovariopara arrojar a los sembradores.

Duplico mi excepción por amores desgraciadospues nadie ha concebido una imagen mejor de la desdichaque el cuchillo entrando en nuestro costado de amantes.

Pero ese no es todo mi secreto:Soy mariquita en mi herida invisible.

(de Exposición)

El infortunio del amorESCENAS Se besan, se persiguen, se manotean, se distancian; como espiritistas que traducen la voz deun deseo desbordado, Alejandra Flechner e Iride Mocke actúan el exceso propuesto por Silvio Lang paraponer en escena el libro de María Moreno El affair Skeffington –reeditado el año pasado por Mansalva–siguiendo las obsesiones del director: generar un teatro de agitación en el que política y deseo sean unamisma amalgama conmovedora, un trueno capaz de envolver a todos los cuerpos.

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CHIV

OS REGALS

ESCENASLa edad de la inocenciaPOR G. T.

“Los jóvenes a menudo confunden lujuria con amor; están infectados con idea-lismos de todo tipo”, anotaba –con encantador cinismo– la canadienseMargaret Atwood en su multipremiada novela de 2000, El asesino ciego.

Empero, hay quienes privilegian la llama de la (insertar suspiros) frescura acorazona-da, e, inocencia mediante, le endilgan efervescencia y pasión apasionada, sin que im-porte su falta de madurez o –hay que decirlo– nivel de sofisticación. Acaso la fotope-riodista estadounidense Julia Xanthos sea una de ellas. Aunque dedicada a retratarsucesos diarios de la Gran Manzana para el New York Daily News, la profesional de-cidió hacer un parate de la actualidad para sumergirse de lleno en la perene figuradel amor joven. Así, usando su smartphone entre deberes cotidianos, la artista fue enbusca de tamaña figura, y la encontró repetidamente, capturándola en cada ocasión.Para más detalles: lo hizo en blanco y negro, cuánto más encantador.

En bancos de parques, estaciones de metro, en techos de rascacielos o yaciendoplácidamente sobre el pastito de plazas, las lozanas parejas hacen entonces su gra-cia, expresando abierta y públicamente el flechazo, amén de facilitar la colecciónespontánea de Xanthos, devenida en hasthtag (#younglove) y cuenta virtual (lapropia, en Instagram). “¿A quién no le gusta que tomen una imagen del comien-zo de su relación?”, es la respuesta/pregunta que Julia ofrece al momento de con-tar que ninguna dupla se mostró reacia a ser gatillada. Y luego, a modo de conse-jito: “Deberíamos mantener el amor joven todo el tiempo, ¿verdad? Joven y lige-ro. Incluso quienes están juntxs desde hace rato. Ojo, no me refiero a vivir en elpasado; me refiero a recordar la inocencia y la dulzura de los primeros pasos”.Por lo demás, sobre sus más de 50 fotografías: “Ninguna es mi favorita, todastienen una personalidad única e irrepetible”. Y expresan una (presunta) verdadque, en formato cliché, sería: “Todo lo que necesitas es amor”. O un iPhone ypurretes demostrativos, lo que llegue primero.

35 veces denunció a su ex pareja poramenazas o lesiones graves en la Justicia de Rosario. Hace 15 días fue laúltima vez que Jésica volvió a denunciarlo. Este martes se encadenó en lasrejas de los tribunales de esa ciudad junto con otras víctimas de violencia degénero, para reclamar que se cumpla la Ley 26.485 de Protección integralpara prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Todas sequejaron del tratamiento que reciben en la fiscalía a cargo de las causaspenales sobre violencia de género, ante el fiscal regional Jorge Baclini, queprometió otro encuentro el martes próximo, según un informe deCooperativa La Brújula. La mujeres exigen que se trabaje en un protocolo deactuación judicial y se cree un ámbito adecuado para efectuar las denunciascon privacidad, y contemplando la situación crítica que atraviesan lasvíctimas. Sólo en los primeros 25 días de 2015, la línea de denuncias deRosario recibió 180 alertas.

LACIFRA

ALBUMINA

“Akira, Sushi & Nikkei” se sigue expandiendo: ahora con nuevo local en pleno microcentroporteño, tanto el sushiman como el cocinero elaboran los platos y el sushi a la vista de lxsvisitantes. Dada su cercanía a oficinas, bancos y grandes empresas, el nuevo local es idealpara disfrutar del Happy Hour con amigxs todos los días de 18 a 21 hs. La modalidad esun coctail y 5 exquisitas piezas de sushi a $85 por persona. Recomendaciones especiales:anticuchos de pulpo, chupe de mariscos, vieyras gratinadas, ceviche o tiradito. También sepuede optar por alguno de los platos de la cocina fusión de Akira como saltado de lomonikkei, pollo con almendras, salmón teriyaki con risotto de quinoa o el salmón Akira. Ricardo Rojas 451, CABA. Tel: 5263-3020. Más info: akirasushi.com.ar

Tiraría a la hoguera a los agentes activos del acoso callejero, a esos que disfrutan fal-tándote el respeto, haciéndote sentir de la peor manera que les sea posible e incluso,

en muchas ocasiones tocando alguna parte de nuestro cuerpo sin nuestro consentimien-to. A esos que lo hacen desde el anonimato, cuando te ven sola o acompañada de otramujer, y en inferioridad de condiciones para defenderte, dejando así a las claras su cobar-día de la que, sin embargo, parecieran estar orgullosos. Pero, sobre todo, tiraría a la ho-guera a los agentes pasivos del acoso callejero. Esos que por medio de naturalizaciones in-sólitas siguen permitiendo, e incluso avalando que esto ocurra. Esos (y esas, porque esta-mos tan oprimidas que hasta nos han enseñado a atacarnos entre nosotras) que, no sien-do ellos quienes llevan a cabo la acción de acosarnos, sin embargo se encargan de justifi-car a los inadaptados sociales e incluso llegan a culparnos por nuestra forma de vestir o,lo que es más ridículo aún, por tener algún rasgo llamativo.

Tiraría a la hoguera a todos aquellos que no pueden discernir entre la víctima y elvictimario y, lo que es peor aún nos transforman en culpables de un hecho que no losomos, haciendo cada vez más difícil darle fin a una situación de injusticia tan grande.

*Autora y directora de Casandra está insolada (viernes 21 en El Piso, Hidalgo 878).

Julia y Ulises decidieron separarse. Los dos intentarán, desde su propio mundo,reconstruir aquello vivido. El recuerdo será el motor a partir del cual el pasado regresa,pero con un sabor distinto, con el registro propio del presente. El día que se conocieron,los olores, las miradas, el encuentro; el día que decidieron convivir, los poemas, el deseo,la palabra como un puente infinito, el día que Julia arma su bolso y deja de ser parte deldestino de Ulises; el día que dejan de amarse. Vuelve Amorar, la pieza escrita y dirigida porEloísa Tarruela, por nueve únicas funciones a partir del 4 de abril.Sábados 20.30 hs. Teatro Pan & Arte, Av. Boedo 876, CABA. Localidades general: 100 pe-sos. Estudiantes y jubilados: 80 pesos. Reservas: 4957-6922 y por Alternativa teatral.

Show de sushi

Corazón de leonaA

LAHOGUERA SE DESHACE DE LO QUE DETESTA

SABRINA MARCANTONIO *

El acoso callejero

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#TW

� Piden reforma tributaria,pero fraternidad impide reformapara que las mujeres conduzcantrenes: Radio10 @Radio10#YA “Estamos luchando por unareforma tributaria” OmarMaturano de La Fraternidad@jdiazok @germanpaoloski@radio10

� Huevos: huacha descalza@colomba_blueEn relación al tema aborto,estimado señor, le sugiero que sepreocupe de sus testículos que yome preocuparé de mi útero.

� Parirás con dolor: MiLifetime @MiLifetime ¿Cómosería la historia actual si la Bibliahubiera sido escrita por mujeres?Exprésalo, #TheRedTent.

� Frenos: Campaña Nacional@DerechoDecidir Estancadainiciativa para despenalizar el#aborto en San Luis

� La independencia se aprende:Florencia Scarpatti @florscarpattiSe me quedó el auto. Aprenderíade mecánica del automóvil parano depender de nadie.

� La monogamia no le hacebien a la tierra: Claudia Acuña@muclaudia La conclusión másalarmante: el monocultivo desoja sembró en la Cuenca delPlata un monocultivo marítimo:la cianobacteria. Infecta.

� La poligamia a veces le hacebien a las citadinas: María delMar @mardelosmares La otra directora deMasterencitas dice que “La postaes salir con todos... Y no negarlenada a nadie”.

� Periodista de policiales aludea chicas ajusticiables: Bracesco@Bracesco En donde anda@moranzonidiego Espero queno lo pesquen otra vez en lugarescon chicas ajusticiables por unamódica suma de dinero.

MO

NDO FISHION

POR VICTORIA LESCANO

L a transitada alfombra púrpura del Faena Hotel cobijó la sexta edición del concurso Fashion Edition Buenos Aires –FE-BA– y que en su procesión de estilos y con los modales de un concurso de diseño (pasadas de tres conjuntos para cadaparticipante) difundió la moda en boga en las academias

El paisaje como inspiración para los textiles y las morfologías, las construcciones con trapos de piso de apariencia net, rompe-cabezas textiles cruza con origamis, tributos a la cultura animé y los rituales. Mientras que las diseñadoras de la marca Yûki &Zuki trasladaron a la pasarela atuendos representativos de su mirada sobre la fantasía pop –en cortas chaquetas en tono pastel yricas en estampas contrastadas con faldas plisadas–, las citas a los paisajes irrumpieron en la firma Boerr Yarde Buller (los outfitsde su colección resultaron de los paños más nobles, una paleta de negro, blanco y gris con la particularidad de que uno de losmodelos llevaba el rostro maquillado con base negra); el paisaje patagónico representa las búsquedas de la firma Abre, diseñadapor Luz Arpajou y Laura Leiva desde Neuquén. La secuencia de abrigos negros con tocados al tono matizada con faldas y pan-talones en seda presentada por Anabella Bergero, fue la premiada por el jurado de expertos en moda (Andrea Saltzman,Turquesa Topper y Gustavo Lento y Lisette Trepaud y la revista Harper’s Bazaar) con cien mil pesos para la realización de unacolección que será presentada en septiembre en la semana de la moda de México. Los disparadores de la colección de Bergerofueron los contrastes entre lo primitivo y “lo moderno”. La diseñadora de 24 años se refiere a sus premisas y desarrollos: “La re-lación surge a partir de lo conceptual, donde imágenes visuales provenientes de la tribu Selk’Nam y las pinturas de PietMondrian y de Kazimir Malévich componen una imagen unificada. Lo primitivo se encuentra en la inspiración que aportó latribu del sur de Argentina, donde el lenguaje visual, la manera en la que pintaban sus cuerpos nos remontan a un estilo de vidaprimitivo, completamente diferente a los de Malevich y Mondrian. Me pareció interesante encontrar un balance entre la sabi-duría proveniente de épocas donde no había civilización y las reflexiones visuales posteriores. Reflejé ese mix en mi elección dela materialidad para realizar las prendas, donde los textiles naturales coexisten armónicamente junto con sintéticos”.

¿Qué ritual contemplaste para la realización y los modos de uso de las prendas?–Encontré muy inspiradora la vestimenta que usaba la tribu Selk’Nam en su rito de iniciación llamado Hain. Como la colec-

ción que presenté en el FEBA fue mi primera colección a nivel profesional, considero que fue una experiencia de iniciación pa-ra mí y en ese sentido al proceso de diseño lo sentí como un ritual personal. El abrigo o tercera piel fue diseñado como la pren-da que contiene al cuerpo, invita al usuario a verse inmerso en un mundo introspectivo de reflexión; me pareció importantemostrar a una mujer fuerte e imponente y que su fortaleza proviniera de algo que surge del interior.

¿Cómo definís tus deliberados contrastes textiles? ¿Asistís a talleres de experimentación con textiles?–Uno de los textiles que utilicé fue producido con una técnica conocida como handtufting, que habitualmente se aplica para

la elaboración de alfombras, se caracteriza por generar textiles con mucho volumen y porque su textura se parece al pelaje de lalana. La combiné con rib de lana y de algodón, neoprene, sinamay, telas tipo spacer y sedas. Hace un tiempo que asisto a talle-res textiles de Silvina Romero y ahora comencé a aprender con la diseñadora Araceli Pourcel.

¿Cómo y cuándo fue el paso de la arquitectura al diseño?–Viví en México desde los 12 hasta los 21 años, por lo que al terminar la secundaria allá comencé a estudiar Arquitectura, y

los dos años que la realicé me dieron una educación sobre el manejo de la morfología que fue muy útil. Finalmente dirigí micamino hacia el diseño y fue amor a primera vista. Comencé a estudiar indumentaria en 2012, cuando volví a vivir a Argentinay el año pasado tuve la oportunidad de hacer un intercambio académico en Copenhague y esa experiencia enriqueció muchomi desarrollo personal y profesional. En México presentaré una colección primavera-verano y, seguiré trabajando con indumen-taria femenina. En este momento estoy en una etapa de investigación y de absorción al estilo esponja.

Esos rarosnuevostalentos

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PA

NTA

LLA PLANA

CINE

POR DOLORES CURIA

A ngélique, la protagonista de Party Girl, encastra en una genealogía de perso-najes femeninos de la noche que en algún momento quedan ante la encruci-jada: apartarse del camino del trasnoche o seguir bailando hasta que las luces

delatoras lleguen para empujar hacia la salida. Con ese título, podría esperarse encon-trar en Party girl un personaje guionado por Lena Dunham (Girls): joven, soltera,partuzera y con la cara contra la pared que en algún momento le impone la adultez.Pero no es el caso. La protagonista aquí tiene más de 60. Y unos 60 a los que ha lle-gado, no después de años de peeling y pilates, sino después de años de gira. Es abue-la, no de las que tejen escarpines, sino de las que quieren divertirse. La película estádirigida por Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis, y es la estrella de lasesión Femme de Les Avant - Premières, el festival que adelanta gran parte del cinefrancés que se irá estrenando en la cartelera porteña a lo largo del año.

Party girl es una historia autobiográfica, inspirada en la madre de Theis, unx delos tres directorxs. La dueña de esta historia verdadera se llama AngéliqueLitzenburger, actúa de sí misma y conserva su nombre de pila. También actúan elcodirector, Samuel Theis, y sus hermanos, interpretando a los hijos de la protago-nista. Angélique ha vivido su vida adulta trabajando en cabarets. Pero ya no se de-dica al baile del caño sino a interactuar con los viejos mirones en la penumbra.De repente, es sorprendida por uno de los clientes, que se enamora de ella (aun-que ella no está tan segura de acompañarlo en el sentimiento): un minero retiradoque velozmente sugiere matrimonio. Acepta, aunque ella misma es muy conscien-te de que le gusta andar suelta.

Angélique tiene una hija casada con la que come pastas los domingos. Otro hi-jo que es un introvertido guardia de seguridad. Otra adolescente de la que le saca-ron la tenencia en circunstancias que no conocemos. Y un cuarto, interpretadopor Theis, que hace de sí mismo. Es gracioso que el codirector se haya reservadopara sí el papel del hijo comprensivo y triunfador en los términos del chic urbano–carilindo, progre, con suficiente dinero para vivir en el centro de París–. El reen-cuentro de Angélique con la hija que ya no está bajo su cuidado parece ponerlafrente a una idea de maternidad para la que hay que rendir examen. La madreadoptiva contrasta con la biológica (tiene una casa enorme, en un barrio apacible,una cara sin maquillaje y una presencia asexuada).

No importan los sutiles, y tal vez bienintencionados, discursos pedagógicos quelxs otrxs le deslizan a Angélique: que aproveche ahora que puede encauzar su vida.Aunque se casa y se va a vivir a con el minero, sabemos que Angélique no está pa-ra cambiar el top de lamé por el camisón, ni para barrer la cocina en bata de algo-dón. Y hasta su flamante y osuno marido lo dice.

Party girl no tiene el tono empalagoso de Desayuno en Tiffany’s (1958). Ni undesenlace como el de Butterfield 8 (1960): Elizabeth Taylor allí es una fiestera quepaga con la muerte repentina el querer redimirse (en un mismo accidenteHollywood lavaba también la imagen de la Taylor de verdad), al enamorarse deun hombre casado y “romper un hogar”. Por algo el título se tradujo como Unamujer marcada. Tampoco esta party girl es la prostituta de Dios se lo pague(Amadori, 1946) que, en efecto, paga sus culpas enganchándose con un vagabun-do que, oh sorpresa, ¡era millonario! y que la lleva derechito a la Iglesia. El finalde Party girl es liberador (es obvio que no puede bajar las mismas líneas que suspredecesoras, que quedaron tantas décadas atrás) pero igual deja en la boca algoagrio, la sensación de haber estado frente a una advertencia disimulada: familia yfiesta no son compatibles. Esa idea, algo conservadora, algo obtusa, de que en lavida siempre pero siempre hay que elegir. �

Les Avant - Premières. Del 9 al 15 de abril , en Cinemark Palermo. Cronograma:www.cinefrances.com

POR MARINA YUSZCZUK

Especialistas en adultos que no terminan de despegar, que en lugar de serprotagonistas de sus propias vidas ocupan un colchón en la casa del amigo,o siguen sin abandonar el cuarto lleno de posters de la casa de mamá, los

hermanos Jay y Mark Duplass escribieron y dirigieron algunas películas extrañas:en Cyrus (2010), Jonah Hill como hijo tiene que lidiar con el nuevo novio de lamadre, una demasiado joven Marisa Tomei que lo mima como a un nenito. EnJeff, who lives at home (2011), Jason Segel ocupa el sótano en la casa de la madre,no tiene trabajo y parece que sólo puede movilizarlo el reencuentro con el herma-no responsable (Ed Helms), ese que se banca un trabajo y un matrimonio infelizcon tal de llamarse adulto. Como si el cine independiente pasara recogiendo losdesperdicios del modelo triunfal norteamericano, las películas se pueblan de va-gos, insatisfechos, desorientados, jóvenes tardíos que se están quedando pelados,madres solteras que no se saben despegar de los hijos grandulones, treintañeros debuzo con capucha y barba de varios días que no precisa afeitarse para ir a ningúntrabajo. O simplemente, infelices y fracasados.

Suena fatal pero los Duplass saben reírse de su troupe melancólica, y sobre todosaben capturar esos matices de sinceridad que hacen a la insatisfacción de sus per-sonajes algo un poco más digno que la oculta y avergonzada insatisfacción prome-dio. Togetherness, la serie de HBO escrita, dirigida y protagonizada por los herma-nos que acaba de terminar su primera temporada y se prepara para una segundavuelta, pertenece de pleno derecho a este árbol genealógico subdesarrollado por-que gira alrededor de un puñado de casi cuarentones que, o no tienen la vida tanresuelta como parece, o no tienen la vida resuelta para nada. Brett (MarkDuplass) y Michelle (Melanie Lynskey) están casados, tienen un bebé y una nenaen edad de jardín, una casa y un auto. El trabaja como sonidista en Hollywood yse deja maltratar por directores de bodrios ruidosos, ella trata de ocupar su tiem-po en colaborar con un proyecto de escuela para el barrio. De alguna forma, enalgún punto del tiempo anterior al inicio de la serie, Brett y Michelle se olvidaronde cómo era eso de divertirse juntos, y esa diversión incluye al sexo. A veces él es-tira la mano en la cama, trata de bajar un bretel, ella se hace la dormida. Cuandoél pregunta: “¿Por qué no querés coger conmigo?”, ella responde, con una sinceri-dad absoluta que sin embargo no arregla nada: “No sé”.

A la casa de Brett y Michelle cae el mejor amigo de Brett, un aspirante a actor cuyacarrera se ve saboteada desde hace años por tener cada vez más panza y menos pelo.Apurado por cuentas que no pueden pagarse, desalojado, Alex (Steve Zissis) se apo-dera del sofá, aunque pronto tenga que disputárselo con Tina (Amanda Peet), la her-mana de Michelle que vino hasta Los Angeles atrás de un tipo que la acaba de dejar.Tina no tiene hijos, ni trabajo, ni intereses, ni habilidades, ni nada, y opta por alqui-lar castillos inflables para fiestas como una opción para pasar el rato mientras apareceel tipo que la mantenga. La serie los acompaña en el lento desarmarse de las certezasque en realidad ni siquiera tenían, desde los pocos momentos de gracia que en la ju-ventud parecían un estado permanente y unos años después se pueden buscar casi aciegas, hasta los rechazos más punzantes. Porque Togetherness es el tipo de comediadonde el protagonista corre, como manda el género, para decirle a la mujer que toda-vía la ama, pero ella está en un cuarto de hotel besándose con otro. Así terminó laprimera temporada, con una incógnita sobre el futuro de cada personaje que ya depor sí no podía más de incierto y una familia que, a punto de desarmarse, no hacemás que sumarle amargura y precariedad al título de la serie.�

Esto también pasaráTogetherness, la serie de HBO escrita, dirigida y protagonizada porlos hermanos Duplass, muestra esa amarga melancolía por lajuventud cuando todavía se es joven.

El infierno son lxs otrxsLa mujer que sigue pidiendo pista para el disfrute aún siendoabuela, en Party girl, el film estrella del ciclo Les Avant-Premières,el festival que adelanta gran parte del cine francés que se podráver en el año.

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FOTO: SANDRA CARTASSO

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VIS

TO Y LEÍDO

EX

PERIENCIAS

POR FLOR MONFORT Y MARINA MARIASCH

Es hora de que las muertes de las mujeres a manos de varones pasen a ser untema de la sociedad entera. El jueves pasado, desde las 16, en la Plaza BorisSpivakow del Museo de la Lengua, éramos bastantes mujeres, había pocos

varones, y muchas lágrimas, abrazos, reencuentros. Había mucha tristeza y broncacontenida. La madre y el padre de Wanda Taddei, Beatriz Regal y Jorge Taddei;Adriana Belmonte, la mamá de Lola Chomnalez, algunxs de quienes leyeron con lagarganta hecha un nudo por sentir el dolor en el cuerpo, por ese cuerpo criado ycuidado que un día se convirtió en deshecho de un violento. Al mismo tiempo, enla ciudad estallaban otros reclamos: a la vuelta, sobre la avenida Las Heras, frente ala embajada de Paraguay, se escuchaban los ecos de sus proclamas; en el centro, unrepudio a la quema de un muñeco de Hebe.

En la plaza, bajo un sol tibio ya otoñal, entre las rejas bien recoletas de una zonaexclusiva conocida como “la isla”, éramos muchas mujeres, casi todas militantes pú-blicas contra la violencia machista. Muchas, pero no las suficientes para tomar la ca-lle, cortarla, llamar la atención sobre las muertes que se acumulan, sin cifras oficiales,pero con el relevo escalofriante de la ONG La casa del encuentro: una mujer muerecada 30 horas en la Argentina. La intención de esta acción espontánea llamada Niuna menos es salir a la calle a compartir la furia, no sólo para no seguir estancando laira sino para agitar la agenda política de un tema que parece invisible, como si siguie-ra siendo un asunto que se resuelve puertas adentro. El femicidio de Daiana García,aparecida en una bolsa negra de consorcio entre restos de basura, fue el puntapié pa-ra la reunión, de la que participaron leyendo poemas y textos propios y ajenos, du-rante más de cuatro horas, María Moreno, Selva Almada, Ingrid Beck, María PíaLópez, Florencia Abbate, Vivi Tellas, Virginia Cano, Luciana Peker, Colectiva deAntropólogas Feministas, entre otrxs. La acción se replicó en Córdoba a horas del fe-micidio de Andrea Castana, con lecturas, performances y proyecciones.

Algo del espíritu de las lecturas puede resumirse en el deseo de ocupar el espaciopúblico con libertad, salir a la calle a cualquier hora, caminar sin sentir el aliento enla nuca, circular con la ropa que queramos, cuando queramos, sin que eso sea to-mado como símbolo de provocación, de procacidad. Salir sin corpiño, sin remera,con la calza donde se nos cante, el culo inflado de maternidad y torta. A la plazafuimos entre amigas, con nuestras hijas e hijos, para juntar recursos y estrategias,para darnos una mano y sostenernos. Como Belmonte, que temblaba mientras leíapedazos rotos del diario de su hija que quería crecer y ayudar a otrxs: quería ser psi-coanalista y acróbata. La mamá de Lola Luna, asesinada en Valizas a fines de di-ciembre, bajó el escalón de piedra del brazo de una amiga. Estábamos todas en lamisma. ¿En la misma bolsa? Hoy no, pero tal vez mañana. “Yo no soy la mujer dela bolsa, porque esa (entre otras) es Daiana, quien ya no está, y nada debería borrarlo insustituible de su ausencia, lo irrecuperable e insuplantable de su muerte violen-ta a manos de un femicida”, leyeron Cano y Marta Dillon a dueto, en un texto quetitularon “Que la rabia nos valga”, arengando también a las identidades trans, torti-lleras, tan víctimas del heteropatriarcado como el resto. Por nombrar un emblema:la Pepa Gaitán, fusilada por el padrastro de su novia el 7 de marzo de 2011.

Es de esperar que esta acción sea la primera de muchas, la que lanza al mundo esegrito contenido que venimos tragando, pero que alivia su llanto en la viralización enlas redes sociales: muchas dicen basta y quieren sumarse en el futuro. Que así sea. �

POR DANIEL GIGENA

“Con mi hermana nos con-tábamos historias sobreSpinetta: un invento sobre

la figura de Luis, al que adorá-bamos como a un dios. Era al-go que nos entretenía cuandoéramos chicas, a la noche,cuando nos íbamos a dormir.Teníamos códigos y hasta pala-bras inventadas para referirnosa lo que producía ese Luis. Yome esmeraba en imitar su voz,porque a mi hermana le fasci-naba escuchar los diálogos en-tre personajes con voces reales”,cuenta Alejandra Laurencich(Buenos Aires, 1963), flamanteautora de Las olas del mundo.En ella, Andrea Debari, unachica que cumple trece años eldía del golpe de Estado contraIsabel Perón, apela a su imagi-nación para sobrellevar una re-alidad al comienzo tan sóloaburrida, pero que luego irá co-brando matices siniestros.

Andrea vive con sus padres, su abuela paterna y su hermano mayor, Fabián, en unbarrio porteño; va a una escuela de monjas y tiene una única amiga. Marí se conviertede inmediato en la oyente privilegiada (además de ser la única) de las historias queAndrea, como una Scherezade perpleja y voluntariosa, hilvana con los materiales quetiene a su alcance: titulares de diarios y revistas, anécdotas provistas por su hermano,un simpatizante de la izquierda popular de esos años; letras de canciones de PescadoRabioso, Víctor Jara y Los Rolling Stones; personajes del entorno familiar transforma-dos por la varita mágica de la narración alucinada. “Era lindo contar y sentir del otrolado esa energía hipnotizada, esa fe en cada cosa”; en esa reflexión de Andrea acercadel poder que sus palabras tienen sobre su única amiga se esconde una poética equili-brada, una operación de sumas y restas, de macerados de experiencias propias y ajenascon las que resistir las agresiones del mundo (que no serán pocas: exilios forzados, se-cuestros y duelos, y un sentimiento de culpabilidad que parasita a la protagonista).

“Detestaba ser una buena chica, detestaba que me miraran como si fuera un án-gel, hubiera querido se una bruja, un demonio. Que los chicos y los grandes seabrieran paso al verme. Que me miraran con miedo y respeto”, dice Andrea, pio-nera de su propia rebelión, en la primera parte de la novela. Varias veces se ha se-ñalado el poder de resistencia que los relatos literarios, cinematográficos, periodís-ticos incluso tuvieron entre 1976 y 1983 en la Argentina. Los años posteriores a ladictadura, otros relatos reconstruyeron, mediante el testimonio, la documentacióno la narración política, lo que había ocurrido y sus efectos sobre la sociedad. Lasolas del mundo crece en un hueco entre ambas configuraciones y muestra el procesode construcción de una ficción redentora, un refugio verbal para una adolescenteinvadida por el miedo, arrasada por aquello que no puede comprender y, a causade una decisión errónea (tomada con la intención de ayudar a su hermano), tam-bién por la culpa. Esa instancia subjetiva adquiere mayor relieve en el último terciode la novela, donde la primera persona es reemplazada por una narradora más dis-tanciada, que sigue a Andrea a partir de 2004, pocos días después de la recupera-ción del predio de la ex ESMA como Espacio para la Memoria y la Promoción yDefensa de los Derechos Humanos. Convertida en una mujer de 41 años, sola consu profesión, sus recuerdos y unos rituales para amortiguar la soledad, Andrea en-cuentra en la escritura (doblemente: reencuentra sus anotaciones de adolescente enviejos cuadernos contables y a la vez escribe a partir de ese hallazgo) una formaciónsimilar a “una ola enorme que avanza hacia ella”. Es posible que la nueva novela deLaurencich –palimpsesto de canciones de rock, proclamas libertarias y personajesde ficción reduplicados en la ficción– se asemeje también a una descripción figura-da del método para resistir el embate de esas olas que aún llegan desde el pasado. �

Alejandra LaurencichLas olas del mundoNovelaAlfaguara

Temor y temblorLas olas del mundo, de Alejandra Laurencich, reconstruye condetalle y vuelo a la vez el ambiente de penumbra y clandestinidaddecretado por la dictadura cívico-militar.

Hay cadáveresEl hartazgo por las crecientes cifras de femicidios y violenciascontra las mujeres aúnan las voces de muchxs que se preguntan porqué no salir a la calle a gritar tantas muertes. Algo de esa preguntaempezó a corporizarse en la acción Ni una menos.

INGRID BECK

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ELMEGAFON

O

Marcela Fillol muriósin ver a su hijaPOR LILIANA HENDEL *

Marcela Fillol murió el 22 de febrero de2015.

Si la muerte llegó con anuncios previosy podría haber sido digna y no fue, debe-mos hablar de la responsabilidad de quie-nes lo impidieron. Si están en juego la sa-lud y emocionalidad de una niña, los res-ponsables de cuidar de la niñez deben darcuenta de sus actos por no haber cumpli-mentado con la debida diligencia de laque hablan los tratados de derechos hu-manos y los recursos disponibles para evi-tar los daños. O disminuirlos.

Marcela Fillol, igual que Alicia Muñiz,igual que Wanda Taddei, pasará a ser unemblema de los movimientos que recla-man justicia para las mujeres y las niñas.Ella se fue del país y se enfermó grave-mente estando afuera, un dato que el pa-dre de la niña –del cual ella huía por vio-lento– aprovechó para denunciarla porobstrucción del vínculo. La Justicia no to-mó en consideración la enfermedad e in-ternación de Marcela. No le preguntó ni laescuchó.

La jueza Marcela Trillini primero y luegoSilvia Celina Sendra, del Juzgado deFamilia Número 3 de San Isidro, separandrásticamente a Marcela de su hija Jazmín–de siete años–, la acusan de Síndromede Alienación Parental (SAP), un inexisten-te cuadro diagnóstico derivado del mode-lo de la Guerra Fría de lavado de cerebro,que supone que se puede convencer a unniño/a de haber sufrido una violación. LaJusticia no toma en cuenta los estudios degénero, la cámara Gesell y los dichos de laniña. No le pregunta. No la escucha.

Marcela vive en el Sur. Su enfermedadavanza, sólo desea ver a la niña y despe-dirse. La Justicia actúa lenta. La orden derevinculación, tan rápida con padres pro-badamente abusadores, es más lenta quela veloz metástasis. La defensora que de-bía cuidar de Jazmín no pregunta ni escu-cha.

El estado es terminal. La orden judicialllega; el padre incumple. Nadie sanciona.

La niña llega a Bariloche horas despuésdel fallecimiento de Marcela.

¿Quién le pidió explicaciones a la juezaTrillini? Nadie.

¿Quién reclamó a la defensora AnaMaría Fernández Irungaray, que debióprotegerla? Nadie.

¿Quién evalúo si, efectivamente, la niñaestá en manos de un abusador y eso con-firma que vive en riesgo psicofísico?Nadie.

¿Quién le devuelve las últimas horas aMarcela que, sabiendo que se moría, sóloquería despedirse de su hija? Nadie.

¿Quién le devuelve a Jazmín la infan-cia? Nadie.

Marcela Fillol será un emblema paraque su muerte ayude a construir el caminohacia otra Justicia y para que Jazmín sepaque su madre pidió por ella. Que la amó eintentó cuidarla. Que pensar en ella learrancaba sonrisas de recuerdos alegres.

Digamos fuerte “Marcela Fillol” y otrasvoces gritarán “¡Presente!” y se sacudiránlas estructuras de organismos canallasque no cumplen con sus mandatos, dejuezas corruptas que se jubilan rápida-mente para evitar los juicios que mereceny de defensoras que dan discursos paraocultar que sus ausencias matan, golpeany dañan.

* Psicóloga y periodista de Visión 7, enla Televisión Pública, y coordinadora de laRed Internacional de Periodistas conVisión de Género (Ripvg) en Argentina.

Durante el mes de marzo, el deba-te sobre la criminalización de latransmisión del virus de VIH/si-

da cobró relevancia en los medios a tra-vés de diversos reportajes. Sonia Corrêa,investigadora asociada de la AsociaciónBrasileña Interdisciplinaria de Sida(Associaçao Brasileira Interdisciplinar deAIDS - ABIA) y cocoordinadora delObservatorio de Sexualidad y Política(Sexuality Policy Watch; SPW, sigla eninglés), afirma que la falta de informa-ción sobre el tema y la falta de prepara-ción de los medios brasileños contribu-yeron a crear un clima de pánico moralque afectó a la sociedad brasileña. ParaSonia Corrêa, el hecho de desplazar elfoco de la atención hacia un pequeñogrupo con prácticas sexuales disidentes(tales como el barebacking) oculta lascondiciones y factores que están en elcentro del debate sobre el aumento de laepidemia de VIH/sida.ABIA: –¿Cómo evalúa esta ola de crimi-nalización de la transmisión del VIH enel Brasil?Sonia Corrêa: –Las propuestas de crimi-nalización de la transmisión del VIH noson recientes en este país. Desde la déca-da de 1980 se han aplicado los artículosexistentes en el Código Penal de 1940(referentes a la transmisión de una en-fermedad contagiosa) para criminalizarpersonas que supuestamente transmitie-ron el VIH a otras. El primer proyectode ley específico de criminalización detransmisión del VIH es de 2001. Ya en2012, la ABIA produjo un informesombra sobre el problema de la crimina-lización de la transmisión del VIH en elpaís, presentándolo en la RevisiónPeriódica Universal (RPU) del Consejode Derechos Humanos de la ONU(CDH - ONU). El informe identificó yanalizó críticamente casos en marcha, en

los cuales había personas acusadas queestaban siendo juzgadas con base en elCódigo Penal de 1940. Tal vez lo queahora sea nuevo es que esta ola actual seda en un momento político problemáti-co, porque el nuevo presidente de laCámara Federal, diputado EduardoCunha, es evangélico y se declaró encontra de los homosexuales, el aborto yla prostitución. Ya empezó a promoverproyectos de ley de corte conservador enrelación con varios temas, inclusive en loque respecta a la criminalización de latransmisión del VIH. Más allá de esto,existe una enorme desinformación sobreeste tema en nuestro país. Los mediosdeberían reflexionar más sobre el papelque vienen desempeñando, porque loque han hecho hasta ahora ha sido pro-mover el pánico moral. Por ejemplo, enel Brasil no han sido divulgados análisiscríticos que están disponibles (produci-dos por agencias de las NacionesUnidas, instituciones académicas o redesglobales que trabajan con VIH/sida, yque abordan la ineficacia y los efectosnegativos de esas leyes penales. Uno deellos es el Manual de la Onusida(Unaids) sobre Criminalización (2009)y, más específicamente, el “Informe dela Comisión Global sobre el VIH y laLey” (2012), publicado en portugués elaño pasado. Algunos de estos análisis se-ñalan que en varios países en donde lasleyes criminalizan la transmisión delVIH, tal fenómeno tuvo lugar comoefecto de situaciones de pánico moralcreadas alrededor de casos específicos detransmisión. Principalmente, este vastoconjunto de materiales destaca reiteradasveces que aquellas legislaciones no tie-nen efectos positivos desde el punto devista de la salud pública, o sea, de lasmedidas de prevención.ABIA: –¿Cuál es la situación actual de

las leyes que criminalizan la transmisióndel VIH en el panorama mundial?Corrêa: –Siempre que se habla sobreeste tipo de legislación, se hace unaasociación con las políticas globales deVIH y del sida implementadas por laadministración de George Bush al co-mienzo de la década del 2000. Esa aso-ciación no es incorrecta en función deltono moralista de las políticas nortea-mericanas de aquel período; de hecho,influyeron directamente en la adopciónde legislación criminal específica en lospaíses del Africa Subsahariana. No obs-tante, un gran número de estados enlos EE.UU., Canadá y varios países eu-ropeos aplican los artículos de sus códi-gos penales (es decir, leyes penales ge-nerales) para criminalizar a personasacusadas de transmitir el VIH y el sida.El ejemplo más conocido y debatido esel de Suecia, país que también crimina-liza a los clientes de sexo comercial.Este es un dato importante y paradóji-co, porque los países del Norte, supues-tamente desarrollados y vistos en gene-ral como “modelos de democracia y debienestar”, en este caso no ofrecen unbuen parámetro. Mapas recientes deesas leyes criminales muestran que a pe-sar de que en Africa y en otras regionesdel Sur Global se han adoptado recien-temente leyes específicas de criminali-zación de la transmisión del VIH/sida,no han sido efectivamente implementa-das. Pero en Canadá, Estados Unidos yEuropa (especialmente Suecia), la cri-minalización de hecho se implementa apartir de leyes no específicas, muchasveces de forma draconiana. Por estemotivo, las redes internacionales quetrabajan con el tema hacen críticas se-veras y sistemáticas a las políticas crimi-nalistas de esos países.ABIA: –¿Cómo debería orientarse a la

No soy yo, no

ENTREVISTA Además de la amenaza siempre presente de las leyes decriminalización de las personas que podrían transmitir el VIH, losmedios hegemónicos en Brasil han contribuido en las últimassemanas de marzo al pánico moral difundiendo informes sobreprácticas sexuales no hegemónicas, como si allí estuviera la cuna detodos los males y no hubiera unas pocas medidas prácticas para elautocuidado. Sonia Corrêa, feminista e investigadora de laAsociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida, alerta sobre estasituación, que no es aislada sino que se relaciona con otras iniciativaspunitivas a la autonomía de las personas, que suceden en nuestrocontinente y también –y sobre todo– en el Hemisferio Norte.

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L A S 1 2 2 . 4 . 1 5 P A G . 1 5

sociedad sobre este tema?Corrêa: –Desde hace algunos años, laABIA viene realizando acciones para in-formar a la población y ampliar la discu-sión sobre la criminalización. En el2010, organizamos un seminario enconjunto con la Orden de los Abogadosdel Brasil (Ordem dos Advogados doBrasil - OAB) y el grupo Pela ViddaNiterói. Ese seminario dio origen a unapublicación, editada en el 2011. Encuanto al informe sombra que mencionéanteriormente, la ABIA demostró cómoel uso aplicado por la policía y el PoderJudicial sobre los artículos existentes enel Código Penal para criminalizar latransmisión del VIH puede constituirseen una violación de los derechos huma-nos. El caso emblemático fue el de unamujer condenada en Río de Janeiro porla transmisión del VIH y la muerte deun hombre. El fallecimiento había sidoantes de la investigación. Podemos decirque esa mujer fue condenada y encarce-lada con base en el “me dijo que le di-jo”. Aunque ella pueda haber tenido re-laciones sexuales con el hombre que fa-lleció, éste también puede haber tenidorelaciones con otra persona con VIHpositivo. O sea, en esas condiciones, eraprácticamente imposible la prueba deuna transmisión. El año pasado la ABIAtambién promovió la diseminación del“Informe de la Comisión Global sobreel VIH y la Ley”, documento que al díade hoy constituye un parámetro funda-mental para este debate.ABIA: –¿Cuáles son los efectos negati-vos más relevantes de la criminalizaciónde la transmisión?Corrêa: –Quisiera citar otro documentoimportante en el debate global sobre es-te tema: la Declaración de Oslo sobre laCriminalización de la Transmisión(2012), que a su vez trae varios artículos

sobre cómo y por qué, en términos dela salud pública, la criminalización ge-nera más daños que beneficios. Porejemplo, el documento afirma que lasmedidas que permiten a las personas te-ner acceso a testeos y a medidas de pre-vención (tales como preservativos y, ac-tualmente, nuevas tecnologías) sonsiempre mucho más eficientes en térmi-nos de salud pública que la adopción deuna ley penal. Esto es lo que la ABIA hadefendido. La ley penal puede tener unefecto espectacular en los medios, perono impacta sobre los factores estructu-rales que explican la transmisión delVIH en un sentido amplio, determina-da por factores tales como desigualdadde clase, género y raza, falta de acceso ala información, servicios e insumos.¿Qué sucede en la práctica cuando seadopta una ley penal de este tipo? Seidentifica a alguien considerado culpa-ble. Esto moviliza pasiones sociales rela-cionados con esa persona, que pasa a servista como “la” responsable por latransmisión de un virus que mata, por-que tiene una sexualidad “irregular”. Ycuando el foco (de la ley, de la política,del debate público) aísla a esa persona oa un grupo pequeño, son retirados deldebate otros aspectos más relevantesque sí explican la ampliación de la epi-demia. Por ejemplo: el VIH continúasiendo transmitido y la epidemia creceo se estabiliza porque un número signi-ficativo de personas no realiza tests, oporque esas personas no toman las me-didas de prevención necesarias, o por-que cuando son VIH positivas no setratan. El foco en las sexualidades disi-dentes como los barebacking nos haceolvidar que la transmisión entre hom-bres y mujeres continúa como un efectode la desigualdad de género, especial-mente en el campo de la sexualidad.

Fue lo que le pasó a Talita, la partici-pante del Gran Hermano (Big BrotherBrasil) que se transformó en la Geni–este nombre hace referencia a la famo-sa canción de Chico Buarque, “Geni e oZepelim”, atribuido en el Brasil a perso-nas que, en determinadas circunstanciassociopolíticas, se vuelven blanco de re-pudio público (N. de la T.) de las redessociales porque no se cuidó como debía,mientras su compañero había tomadotodas las medidas de prevención.También están los jóvenes que tienensexo con hombres (o aquellos que se au-todenominan gays), y que de algunamanera dejaron de cuidarse porque lascampañas –mostrando que la epidemiano desapareció– fueron abandonadas.El tema del riesgo, particularmente en-tre hombres, es un tema poco debatido.¿Por qué las personas no están usandopreservativos? ¿Por qué no los encuen-tran? ¿Dónde están los preservativos?Aquellas personas que son VIH positi-vo, si no se están tratando, ¿por qué nolo hacen? En fin, hay varias preguntasde carácter social y cultural que quedanen el olvido cuando se pone el foco en3, 10, 15 personas envueltas en prácti-cas sexuales disidentes de transmisióndeliberada del VIH. ABIA: –¿Cómo debería lidiar con esanueva ola el movimiento Sida?Corrêa: –Es necesario tener mucho cui-dado con el tema de las prácticas sexua-les, sean cuales fueren, desde que se rea-licen con consentimiento. Más allá deesto, ante cualquier debate realizado porel movimiento Sida (o cualquier iniciati-va que sea tomada en relación con el pá-nico moral creado alrededor del bare-backing en el contexto de esa nueva olade criminalización de la transmisión delVIH) es vital correlacionar ese tema contodas las otras cuestiones que entran en

la bolsa de la criminalización, tales co-mo el aborto, la criminalización declientes de prostitución y la criminaliza-ción de drogas. En este momento, todosestos temas están a la orden del día en elCongreso. Por ejemplo, existe un pro-yecto de ley llamado el “Estatuto del ni-ño por nacer” (Estatuto do Nascituro),cuya tramitación y eventual aprobaciónpuede implicar la eliminación de los trespermisos de aborto en el Brasil: casos deviolación, riesgo para la madre y anence-falia. Considerando las condiciones polí-ticas del Congreso, puede suceder que elproyecto del diputado Joao Campos so-bre la criminalización de clientes deprostitución también salga del cajón pa-ra oponerse a la ley Gabriela Leite, pre-sentada por el diputado Jean Wyllys. Dela misma forma, existen proyectos dra-conianos que tienden a ser promovidossobre el aumento de la criminalizacióndel uso de drogas, colocando a Brasil acontramano de la tendencia mundial.En el exterior, incluyendo los EE.UU.,se ha repensado críticamente la “guerraa las drogas”. Un debate informado yplural sobre la criminalización de latransmisión del VIH –pensada en esecontexto más amplio– puede contribuirpara una reflexión crítica sobre el recur-so fácil de la ley penal como instrumen-to de pedagogía social. Porque tal comoha sucedido en otros países, esta pers-pectiva ha sido adoptada actualmente enBrasil sin demasiado cuidado por variosmovimientos sociales que luchan por laigualdad entre los géneros y los derechossexuales. �

Entrevista publicada originalmente en lapágina web de la Asociación BrasileñaInterdisciplinaria de Sida (AssociaçaoBrasileira Interdisciplinar de AIDS -ABIA)

sos vos, es aquélla

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POR MARTA DILLON

Se ha muerto Lilia Ferreyra;los ojos de una testigo denuestro tiempo se han ce-

rrado. Sus ojos, que vieron el horror y la resistencia, que se ilusionaron en los últi-mos años con la recuperación de la palabra y la militancia, esos ojos ya no ven, yano están y en ese silencio y esa oscuridad algo de nuestra historia común se repliegacomo si el pasado amenazara con tragarse ese presente que se grita cuando se nom-bra a los que se llevaron. Era la última compañera de Rodolfo Walsh, eso dicen aho-ra, a la hora de escribir unas palabras urgentes, las notas que pueden rastrearse en laweb, el escueto obituario que se le dedica mientras su cuerpo viaja a la BibliotecaNacional donde fue velado entre amigas y amigos, sobrevivientes como ella a la no-che más oscura de la historia argentina. Pero era más que eso, Lilia era periodista,gremialista, integrante de la Juventud de Trabajadores Peronistas, era una mujer ale-gre que bailaba el tango como ninguna, que lloraba por su compañero desapareci-do, pero clamaba por su obra robada, sus últimos papeles, los que ella ayudó atranscribir, los que rodeaban la cama donde las mejores noches de amor y sexo seacunaron al filo del miedo y de la muerte. Sus ojos claros se dejaban encandilar porel mar. El exilio en México, después de un breve paso por Brasil, la había devuelto asu amor por la arena y las olas en esos años en que su corazón en carne viva apenaspodía escuchar el primer acorde del “Otoño Porteño”, de Piazzolla, porque ésa erala música melancólica que sonaba una y otra vez cuando la clandestinidad la mante-nía a ella y al inmenso escritor y periodista que fue su compañero encerrados entrecuatro paredes prestadas. Con Walsh habían planeado una quinta con lechugas ybordeada de álamos en el Tigre; a su lado supo de la pérdida inminente mientras élfraguaba la Carta abierta a la Junta Militar, que fue su último acto. Ella sobrevivió,era una sobreviviente, aferrada a su cigarrillo como si fuera su única compañía, refu-giada en el último escritorio de la redacción, envuelta en sus pensamientos pero sindejar nunca de intervenir en las asambleas, solidaria y dispuesta a dejarse tender lamano. Ilusionada con un proceso político que la había llevado, justamente a ella,que había perdido lo que más quería en las catacumbas de la ESMA, a soñar con unproyecto de museo, de memoria y de recuperación histórica de ese predio como re-presentante del Estado Nacional en el Ente Tripartito que dirigió el lugar. No fuesin costo, no fue sin discusiones, aunque ella disfrutaba de haber vuelto a manejar,comprarse un auto con el que había ganado independencia para ir y venir de su ofi-cio de periodista a su compromiso político, su compromiso como testiga, su cora-zón combativo. No quería ser sólo la viuda de Walsh, aunque eso sea lo primeroque se anote de ella, aunque aquel amor haya sido tan refulgente que opacaba todolo que siguió después. Aun así se animaba, iba a fiestas cruzando generaciones y vol-vía a sacarle viruta al piso y vale la frase anacrónica para honrar su esmerado estilode tango que se reconvertía en cualquier otro ritmo. Trabajó en La Opinión y en es-te diario, clamó por justicia en la causa ESMA, asistió a Carta Abierta, puso el cuer-po cuando en 2008 la disputa por las retenciones a la elite agropecuaria empezó apolarizar los ánimos. Después fue debilitándose, su cuerpo ya no la acompañó paranuevas aventuras, pero fue tenaz en la resistencia como lo fue en los años de sangrey fuego. Murió Lilia Ferreyra, sus ojos testigos se han cerrado, la noche es más oscu-ra esta semana, aunque la luna esté creciendo al principio de abril porque cada vezque una testiga muere el pasado parece un animal de fauces abiertas que nos deja, atodos y a todas, un poco más solas. �

P A G . 1 6 2 . 4 . 1 5 L A S 1 2

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OMENAJEPERFIL

POR LUCIANA PEKER

“Mírame a los ojos”, es el eslogan de campaña de Gabriela Michetti para gobernar laciudad de Buenos Aires. Sus ojos están apenas delineados por una liñita de maquilla-je, no esconde sus arruguitas y, como siempre, apuesta a que su debilidad se convier-

ta en fortaleza. Pero la versión 2015 de Michetti –además de los rulos domados por unbrushing aplastante– muestra a Gabriela enfrentando a su mentor, Mauricio Macri, queya declaró su apoyo explícito al jefe de Gabinete porteño –y archirrival histórico deMichetti–, Horacio Rodríguez Larreta.

El guiño a la mirada es una apuesta a la confianza de una candidata que despertó laidea de cercanía, honestidad y valentía. Gabriela siempre tuvo alta la imagen positiva, quees como la autoestima encuestada de la política. Ella usó ese marketing y ese marketing lausó a ella. En la carrera electoral del 2015, Mauricio Macri quería que fuese su vicepresi-dente (con el sexo neutralizado como práctica y lenguaje), la que lo secundaba desde aba-jo, hablando de corrido y con sonrisa de postal norteamericana de superación personal.Pero Gabriela le dijo no. Y, cuando una mujer dice no, para Mauricio no es no.

Entre tanto nombre propio canchero (como si la campaña electoral fuera una rueda deapretones de manos de una vernissage o un grupo de WhatsApp de un edificio con ame-nities), Mauricio le cobró a Gabriela su desafío y salió a apoyar explícitamente a Horacio,en la mesa de Mirtha Legrand –que le ahorra a sus entrevistados atragantarse con pregun-tas sobre el aumento de la mortalidad infantil–, para las PASO que se votan, el 26 deabril, en la Ciudad de Buenos Aires.

Mauricio rescató que Horacio estuvo ocho años en la Ciudad al pie del cañón. Unametáfora bélica que demuestra que, cuando hay que elegir, las mujeres siguen relegadas ala trinchera. Mientras tanto, Gabriela se quebró en Intratables y facturó que no creyó quedecirle que no a Mauricio iba a tener tantos costos. A Patricia Bullrich, que ahora apoya aMauricio por si alguien se perdió en la calesita oportunista, le pareció preciosa la compa-ración de Macri con un DT que, cuando tiene que ganar un partido, debe definir a sumejor jugador para entrar a la cancha. Fútbol, guerra y piernas. El darwinismo políticoconfiesa que las heroínas amarillas son descartables si se revelan y no quieren acompañarel poder como a su silla de ruedas, sino, además, avanzar por su propia cuenta.

Gabriela contó que la separación con su ex esposo (el periodista Eduardo Cura) le doliómás que su accidente. Pero el macrismo recela de su actual pareja, Jorge Tonelli. No por-que es el director ejecutivo de la Cámara Argentina de Productores de EspecialidadesMedicinales de Venta Libre (Capemvel), que impulsó que las cadenas de farmacias vendie-ran medicamentos sin receta y golosinas en la ciudad de Buenos Aires, sino porque avizo-ran que detrás de toda gran mujer hay un hombre que pretende más poder.

El machismo juega también su propia interna. En la necesidad de Macri de colocarsecomo una figura política y no sólo un bon vivant de los negocios paternos a costa del fi-nanciamiento estatal, la senadora y ex vicejefa de Gobierno porteño fue central. Peroahora que ella se juega a su propio peso la misoginia carnívora de la política no le perdo-na su autonomía. No le alcanza con ser la confesa de Jorge Bergoglio, aun antes de quefuera papa, ni sus lealtades amarillas. Macri la sigue llamando hermanita. Pero, igual queen las empresas, a las hermanitas se las puede espiar (como a la ya difunta Sandra Macri)o conformarlas con un vuelto.

Gabriela no quiere encontrarse cara a cara con Mauricio. No quiere quebrarse. El man-dato es que las mujeres, en la política como en el trabajo, se escondan en el baño para llo-rar. Justo ella que le sumó sensibilidad a un ingeniero frío y frívolo, pero ahora –que elestablishment lo tocó con la varita mágica de salvador de la patria financiera con los pan-talones bien puestos y el dólar libre– las lágrimas quedan fuera del cuadro que pretendenvolver a levantar. Por eso, Gabriela prefiere que él –que ya cantó su voto en contra– no lamire a los ojos. �

Gabriela Michetti

La plantada

Lilia Ferreyra

Adiós,compañera