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    MIR Y MIDRASH: EL CASO DE FIGURASDE LA PASIN DEL SEOR

    Al ProfesorFrancisco Mrquez Villanueva,mi maestro en todo lo mironiano

    KevinS. LARSEN

    Universidad de Wyoming

    RESUMEN

    En Figuras de la Pasin del Seor, Mir se pone a reimaginar las historias bblicas aligual que otras muchas extra bblicas en torno a la vida y la muerte de Jesucristo.

    Crea y recrea un medio ambiente, si no el medio ambiente, de la primera poca cris-tiana, proponiendo una pltora de posibles narrativas. El novelista se esfuerza por irms all de la mera ficcin histrica para lograr una autenticidad y una verosimilitudde la Escritura misma. Mir escribe un midrash, una modalidad sumamente creatriz,al principio rabnica, que ahora encontramos en muchas obras literarias, escritas tantopor judos como por gentiles. Tal tratamiento de lo viejo y lo santo, tal y como pu-diera haber sido, forzosamente llega a ser unapoesis, eso es, la creacin potica, hastaun poema en el sentido ms elemental.Palabras clave:midrash, Biblia, Pasin de Jesucristo, poesis, judos, Fray Antonio deGuevara, Mel Gibson, Sor Ana Catalina Emmerich, Salmo 137 (136), Cervantes.

    ABSTRACT

    In Figuras de la Pasin del Seor, Mir sets himself to re imagine biblical stories not tomention some extra biblical ones set in and around the life and death of Jesus Christ.He creates and recreates an atmosphere, if not the atmosphere, of the first Christianera, proposing a plethora of possible narratives. The novelist strives to move beyondmere historical fiction to achieve an authenticity and a verisimilitude of the Scriptureitself. Mir writes a midrash, a vibrantly creative modality, originally rabbinical, thatnow we encounter in numerous literary works, written by Jews and Gentiles alike.

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    tiempo de suma modernidad, que se llama midrash: este fenmeno principal-mente rabnico consiste en una historia o narracin sobre algn incidente o

    personaje bblico, detallando, completando el texto original, segn pudierahaber sido. De acuerdo con tales principios (y fines), en manos de Mir o decualquier otro escritor que lanza su obra en esta serie tan diversa, la novelamidrashica forzosamente se incorpora como algo en s potico. Pero en estanovela, Mir utiliza solamente una vez la palabra midrash. Al describir unaprocesin, alude al Hkn, que dirige a los soferimo escribas, levitas y segla-res, tesofos, hermeneutas, exegetas, cuyos estudios y escolios, componen laMischna, la Midras, el Hagada (pg. 1.291).3Sin embargo, a lo largo de Figu-rasse encuentran muchos aspectos del midrash, desde los epgrafes que sonversculos de la Escritura y que dan enfoque a cada captulo, hasta los pasajesde la Escritura intercalados y glosados, ora directa, ora ms oblicuamente, enla narrativa. Existen historias enteras de la Biblia que han estado incluidas enel texto de Figuras, aparentemente para servir como caja de resonancia o auncomo trampoln para lanzar otra narracin. Otra palabra que Mir usa en estemismo pasaje de Figuras, as como en otro lugar de la novela (pg. 1.251), eshagada=haggadah, que quiere decir algo que se cuenta, saber popular, tradicino historia, y que puede servir como sinnimo de midrash.

    El desarrollo de los midrashim, antiguamente o en pocas ms recientes,no constituye relativismo alguno, ya que el texto bblico sigue considern-

    dose sagrado: slo que en l existe latente una legin de posibles variantes,las que quiz sean contradictorias entre s, pero que a su vez pueden llegara ser Escritura. En la carta a Irles, Mir niega su intencin explcitamenteexegtica, pero el midrashen su sentido ms esencial comprende una suertede exgesis, aunque de un estilo no inmediatamente reconocible para todoslos cristianos. Al proponer a Mir como midrashistaen Figuras,de ningunamanera quisiera sugerir que l fuera menos cristiano, ni que se hiciera judai-zante; slo que su arte se dirige por otros cauces muy antiguos, vertiendo suvino viejo en odres viejos, aunque del mismo modo renovando tanto el vino

    como el vaso. A ello se le incorpora la imagen de Mir como creyente liberal,de una mente abierta a la novedad. En ello sus contrafiguras seran don Magn(cuyo nombre lo dice todo) y quiz el obispo leproso de las novelas de Oleza,

    3. No entiendo por qu la palabra Midrasviene aqu como femenina y sin la h posterior,porque se deletrea con shin, en vez de sin. El hagadase transcribe ms bien como lahaggadah, ya que se escribe en hebreo con doble gimely luego con heal final. Adems,es un sustantivo femenino y el acento cae en la ltima slaba, no en la primera. Constaque por ahora lo importante es aprehender la hermenutica mironiana, en vez de de-morarnos en detalles relativamente menores.

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    todos frente al Padre Bellod, encarnacin de la iglesia archiconservadora, sino inquisitorial.

    A travs de las generaciones han sido escritas muchsimas obras que evi-dencian importantes aspectos del midrash. Desde Chaucer, Cervantes y Mil-ton, hasta Proust, Mann y Borges, una larga serie de los gentiles, amn de loshebreos, se han valido de las casi infinitas posibilidades literarias de lo queno decan directamente los textos sagrados, llegando a reelaborar la narrativasagrada y a reescribir la Escritura. Los autores de los libros del Nuevo Testa-mento y despus de ellos, otros escritores ms bien profanos, han sealadola comunicacin intertestamental, ya que algunas de las mismas modalidadesempleadas por los evangelistas han sido utilizadas tambin por los que escri-ben/compilan los varios libros de la Escritura Hebrea. Es que los que escribie-ron los libros del Nuevo Testamento, igual que muchos textos no cannicos,participan en las mismas tradiciones, valindose de los mismos temas y tcni-cas que emplean sus antecesores. Hasta los tiempos ms recientes, los suceso-res, igual que los contemporneos rabnicos de los escritores protocristianos,han desarrollado tales maneras de aprehender y de imaginar lo que es y lo quepuede ser la Escritura.4

    Es verdad que Mir no escribe tendenciosamente, ni con fines sectarios,sino con propsitos estticos, reconfigurando las historias segn su propiavisin poemtica. Ha llegado a ser otro tema medio trillado de la crtica el

    indicar que el novelista ha creado una serie de vietas, unas estampas re-lativamente independientes. Pero las figuras diversas de esta novela epnimallegan a contextualizarse en una compaa creble y coherente, mientras quelas varias escenas se compaginan en un escenario inteligible (ver Baeza pgs.xix-xxi). Mir no se dispone a crear una ficcinhistrica ni una historia nove-lada, sino a realizar, a reivindicar en su propia novelstica, historias sudedidasen los ltimos das de Jess Nazareno.Bien sabemos, por las investigacionesde Vicente Ramos, Ian Macdonald, Francisco Mrquez Villanueva, James Ai-rozo, John R. Kirk y otros crticos que siguen comentando esta novela, que

    en Figuras,Mir se distingue como un dedicado discpulo, valindose como

    4. Sobre el uso del midrashen el Nuevo Testamento, ver Gertner pgs. 267-92; Wrightpg. 20 et passim; Sandmel pgs. 105-22. Una bibliografa muy reducida del midrashpodra incluir los siguientes tomos: Hartman y Budick, eds. 1986; Fishbane 1998;Schwartz 1998; Kugel 1994; Neusner 1983 y 1986; Handelman 1982. Por curiosidad,al comenzar este trabajo, emprend tambin una indagacin electrnica por medio deMLA International Bibliography, para ver cuntas referencias podra localizar en cuantoa midrash. Salieron a la pantalla ms de 130, las que trataban, entre otras formas debellas letras, de diversos, y para m, impensados cuentos, novelas, poesas y pelculasque cobran relieve como midrashim.

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    esteta y como estudioso de una pltora de fuentes, desde los mismos textossagrados de la tradicin judeo-cristiana, hasta los tomos de investigacin y

    de la alta crtica.5

    Cabe recordar en este contexto que el trmino midrashquiere decir investigacino estudio, con su raz en darash. Pero aqu no se trataexclusivamente de los detalles que Mir ha sabido dominar, los que sabemosque son muchsimos, sino de una cuestin de mentalidad y de metodologa.

    El novelista respeta plenamente la autoridad de los evangelistas, pero en-tiende tambin lo que es la Escritura, que est escrita de acuerdo con el len-guaje y la perspectiva falibles de los seres humanos, aunque sin dejar de serhistorias inspiradas. Asimismo, Mir parece comprender que estos mismosescritores del Nuevo Testamento a su vez son midrashistas. Al novelista ali-cantino le hubiera sentado bien lo que dijo su amigo, Miguel de Unamuno,quien en San Manuel Bueno, mrtir(1930) caracteriza la Sagrada Escrituracomo una divina novela. Subraya la idea de que la novela es la ms nti-ma historia, la ms verdadera, por lo que no me explico que haya quien seindigne de que se llama novela al Evangelio, lo que es elevarle, en realidad,sobre un cronicn cualquiera (pg. 1.154). Ni Mir ni Unamuno aceptan laBiblical inerrancy, o sea, la infalibilidad textual. Por su parte, Mir reconocelos poderes, al igual que las naturales imperfecciones, del lenguaje humano,especialmente cuando son contrastados con el plenipotente Verbo Divino.Mir ofrece sus propios escritos, no para reemplazar la Sagrada Escritura, sino

    para verificarla. Desarrolla su texto para poder mirar de cerca el horizontecristiano. Sin embargo, lo que configura en su tomo sobre la Pasin es unanarrativa en su esencia ms bien juda, pero en la cspide de la era cristiana.Comunica en Figuraslo que nombra como la emocin del primer hombrepisando las piedras del primer templo cristiano (pg. 1.258), pero des-cribe el mbito del Segundo Templo de Jerusaln, el de Herodes, donde locristiano todava resulta en funcin del culto judaico.

    Otro presupuesto de la crtica es que Mir pinta el paisaje del OrienteMedio al describir el Levante espaol. Pero se presenta tambin el inverso,

    ya que sus descripciones de Tierra Santa recapitulan muchos aspectos de lo

    5. Entre otros estudios de las fuentes mironianas, ver Ramos 1964; Macdonald 1975,1990, pgs. 49-61, y 2002, pgs. 81-96; Mrquez Villanueva 1990, pgs. 17-40, y 1968,pgs. 45-46; Airozo 1987, pgs. 361-70, y 1984, pgs. 212-66; Kirk 1979, pgs. 66-83,y 1976. Por su parte, Baeza hace patente que Mir, mientras escriba, nunca hubo deutilizar el sistema de papeletas o apuntes que emplean la mayora de los escritoresPalabras y datos, expresin o informacin, Mir se asimilaba siempre la materia primade su obra, y slo cuando se la haba integrado de tal modo en sus adentros, en la sensi-bilidad y en la memoria, que formaba parte de s propio, pasaba al trabajo de creacin(pg. xii).

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    alicantino y de lo espaol. En Lo viejo y lo santo en manos de ahora Mirmismo reconoce tal verdad, de acuerdo con Unamuno, Georges Pillement y

    otros contemporneos suyos, quienes afirman que Alicante es la Palestina deFiguras, y viceversa. Al mismo tiempo, Mir indica que hay grandes diferen-cias que tienen que tomarse en cuenta: en Levante, todo es levantino; y, enPalestina, todo es nicamente de all (pgs. 314-16). Pero no por ello deja derepercutir una tierra en la otra, y por decirlo as, que se hacen midrash, unade la otra. Por supuesto, cualquier paisaje, o cualquier pasaje literario, tienepor necesidad que existir en funcin de la imaginacin del autor, as como desu observacin. Cabe decir que Mir participa de la voluntad orientalista ex-presada por autores como Chateaubriand, Flaubert y Renan, entre otros quetanto influyeron en su novelstica. A propsito, Mrquez Villanueva seala elfuerte contraste entre Mir, a quien caracteriza como un incomprendido, unaislado, un desdeado y hasta un santo laico (1990, pgs. 28-33), y FrayAntonio de Guevara (1480?-1545), autor de varios comentarios bastante po-pulares sobre la Pasin. En Monte Calvarioy Las siete palabras

    Guevara ha hispanizado la accin en forma sistemtica; a la inversa de losnoveladores modernos de la Pasin (recordemos a Mir) no se interesa paranada en su orientalismo extico. Le impulsa, por el contrario, un claro afnde acercarse y captar al lector por la va de lo ms familiar y cuotidiano.Aquella Jerusaln es en realidad Toledo o Salamanca o Valladolid (MrquezVillanueva 1968, pg. 45).

    Como siempre, Mrquez Villanueva acierta en sus opiniones sobre el arte mi-roniano, igual que sobre el de Guevara. Slo propongo en el caso de Mir unapequea matizacin para calificar, al menos en parte, lo que Ricardo Baezallama su aleacin de lo antiguo y lo moderno; el sentimiento, a la vez, de loremoto y lo cercano; la nobleza y la profundidad de lo antiguo, que nos ahon-da las races en el pasado, unidas al mpetu y la gracia y la susceptibilidad delo moderno (pg. xiv). Siendo espaol, Mir y sus obras pasan por los caucesdel orientalismo tradicional, pero slo en cierto grado, escapndose luego

    para desempear otros papeles, algunos de stos algo ms semejantes a losdesarrollados por Guevara. Segn explica Edward Said, los escitores nativosde Espaa, a diferencia de sus contrafiguras francesas e inglesas, no suelenrepresentar un orientalismo tan exagerado. Aqullos no se enfocan (al menosno al nivel de los otros europeos) en el exotismo cultural y tnico de Orientey sus gentes (ver Orientalism). Esto sucede porque en el contexto peninsular,lo extico resulta menos extrao, por ser menos extranjero: efectivamente,el otro es el natural. A despecho de las pretensiones castizas e inquisitoria-les, las razas de Iberia continan siendo mltiples: siempre es posible que

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    sobrevivan, en la poca de Mir y aun hoy en da, al menos subconsciente-mente, algunas facetas de la convivencia medieval de las tres leyes.

    Sin lugar a duda, Mir ubica Figurasen Tierra Santa y no viste a espaolesmodernos de judos y romanos slo para (re)poblarla. De tal modo, el no-velista insina una conciencia ms hebrea que griega del tiempo, el queen su novela encuadra y se incorpora a una unidad indivisible, que es el pre-sente, aunque simultneamente contiene el pasado y el futuro. De cada eventoo contingencia podra extraerse una multiplicidad de sentidos inherentes, yaque cada suceso viene cargado de posibles reverberaciones, referencias y pa-trones de identidad que se extienden infinitamente. Tal coeficiente temporalfigura como elemento fundamental de la perspectiva midrashista(ver Handel-man pgs. 36-37; Boman 123-183; Gould 5-6, 11-12 et passim). Vemos en lanovela de Mir una serie, a primera vista casual, casi fortuita, de retrospeccio-nes y de anticipaciones, de mltiples puntos de vista y de hilos narrativos quea veces parecen medio caticos, pero que no lo son. Quiz tales elementos seconfiguren como tiempos ms bien ceremoniales, si no precisamente atempo-rales, que van girando en torno suyo de nuevo, cada vez que la historia sagra-da se narra, o cuando se celebra la misa u otro culto. A propsito, Handelmantrata de cierta conciencia temporal, donde los eventos del pasado y sus con-secuencias estn continuamente presentes en el subconsciente. Por su parte,Mir narra ms bien a lo hebreo, sin centrarse en lo estrictamente lineal, sino

    reconociendo las mltiples tangentes posibles, amn del lirismo latente quese presenta en cada instante. Infunde tal conciencia hebrea (y regularmentefreudiana) en sus personajes, como en sus mismos lectores. Vemos esta con-sustancialidad, o al menos una suerte de contemporaneidad, en sus obras co-mo Figuras, donde existe un continuumentre los tiempos y los lugares de ayery de hoy, del ac y del all. Es una Tierra Santa sempiterna, tanto en Palestina,como en Sefarad (o sea, en Iberia), en el siglo XX, igual que en el I.6

    Para Mir, a pesar de edictos, estatutos y expulsiones, el espritu del he-brasmo todava se mueve sobre la faz de la Pennsula Ibrica, lo que va ms

    all de la afinidad judaica que le atribuye su amigo Ricardo Baeza (pg.

    6. Handelman estudia en detalle a Freud, a quien pinta como rabino laico, y el psi-coanlisis (pgs. 36, 129-52). La controversia en torno a Mir, el psicoanlisis y lofreudiano se resume en Larsen 1997, pgs. 197-98, 202-27. En cuanto a la importanciade la contemporaneidad para entender histricamente la cristiandad, Boman escribeque para Sren Kierkegaard, el filsofo dans que tanto influy en Unamuno, to bea true Christian and truly to believe in Christ means to leap across and forget thecenturies in order to become contemporaneous with Jesus and his disciples as well ashis opponents, to see and hear the simple, misunderstood Rabbi The idea of con-temporaneity, says Kierkegaard is for me the thought of my life (147-48).

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    xviii). Es decir, las cuestiones de ascendencia y de raza, de limpieza y de in-quisicin, siguen vigentes en el subconsciente espaol, segn sealan figuras

    preeminentes del hispanismo como Amrico Castro, Julio Caro Baroja y Fran-cisco Mrquez Villanueva. Cabe recordar que Mir mismo ha experimentadoalgunos de los rigores, si no la plena furia, del parecer inquisitorial, cuandose public en Gijn (1917) un fragmento de Figuras. Sin duda, Mir localizasu versin de la Pasin de Jess en el primer tercio del primer siglo cristiano,pero a la vez indica aspectos de la pasin nacional. Hay que entender Figurasen su propio entorno, esto es, en los albores del cristianismo, ya que va cons-tituyndose, a veces a duras penas, del fermento cultural que entendemos hoycomo el judasmo rabnico y formativo, a diferencia del normativo de hoy. Sinembargo, Mir presenta supoesissegn paradigmas que de buena gana reco-nocemos como hispanos y contemporneos nuestros.

    Jacob Neusner, el eminente estudioso de todo lo judaico, explica que des-de los tiempos ms tempranos a las pocas ms recientes, el judasmo sigueexistiendo en la matriz del cristianismo y que ambas tradiciones se influyenmutuamente (ver Judaism in the Matrix of Christianity). Segn la narrativamironiana, tal condicin de judasmo se encuentra tambin penetrada de lahistoria ms moderna. Una obra como Figurasno puede dejar de evocar unaura algo anacrnica, en parte por lo que sabemos de la Pasin por la Biblia ypor todas las historias derivadas de ella, las cuales siguen representndose a

    travs de los siglos. Mir reconoce esta realidad, reiterando al final de Loviejoy lo santo en manos de ahoraalgunos corolarios de su midrash:

    Este libro de Figuras de la Pasiny los que pueda ir labrando de la canteraeternal del Antiguo y del Nuevo Testamento con asuntos tan decados paraalgunos pareceres tienen su principio y mantenimiento en nuestra infancia,un origen y un sostn fervoroso de ingenuidad; pero es que sus evocacionesse hallan impregnadas de nuestra emocin de la Semana Santa, de su liturgiamagna y triste, y de la lrica de nuestra mocedad (pgs. 316-17).

    Otro leitmotivde Figurasse centra en la temtica hispana, a saber, en la lim-

    pieza de sangre y la ascendencia racial. En la novela, la vida de las gentes dela Palestina del siglo I se realiza como otra edad conflictiva, segn la frasetan apta de Amrico Castro para describir los siglos ureos de Iberia. Judas Is-cariote queda como hombre de su propia poca, pero su lamento Qu tengoyo en mi sangre para que me aborrezcan! va ms all de slo una queja por lafalta de respeto que siente al compararse con Juan y Simn (pg. 1.241). Mstarde, Mir imagina a este mismo Judas en trminos igualmente sanguneos:se senta tan humillado, que le pareci que las sandalias de todos le pisabanen la sangre (pg. 1.242). Luego la sangre del de Kerioth criaba como un

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    humo de desgracia y de aborrecimiento (pg. 1.250); y al enterarse de queJess ya saba lo que pensaba hacer, Judas senta todo el recinto herido por el

    latir de sus arterias (pg. 1.252). A travs de los siglos, este personajese havisto cargado de una multitud de conotaciones peyorativas a causa de su trai-cin. De acuerdo con la tradicin folklrica, si no la eclesistica, Mir pinta aldiscpulo fementido como pelirojo (pg. 1.235), indicando quiz su tendenciasangrienta, al igual que el mal agero, que informa su suerte. En suma, elnovelista hace destacar en Judas su superable calidad como forastero, aunen su propia tierra. Judas insiste varias veces en que es judo, judo, perode todos modos le acusan de renegar de la tierra, y es tierra de los patriarcas,tierra de Israel, prometida por Dios (pg. 1.237).

    Tal double jeopardyrecuerda la condicin de los conversos, quienes sufrencomo vctimas y victimarios por su doble traicin. A causa de su deslealtad,en primer lugar como judos renegados y luego como neocristianos judaizan-tes, son sospechosos, si no expresamente perseguidos y rechazados, tanto porlos de la antigua ley, como por los de la nueva. Adems, en su vida andariega einquieta, Judas se encuentra dibujado en la tradicin cristiana de acuerdo conel tipo del judo errante, el perpetuo exiliado dentro de su propio pas y fuerade l (ver Anderson). Las palabras del Maestro, Judas, Judas, an padecespor m! (pg. 1.250), resuenan a lo largo de los siglos en l y en sus des-cendientes. Asimismo, Jess tambin trae a las mientes el caso de los sefardi-

    tas, quienes vivan a la misma vez como traidores y traicionados. Algunos deellos fueron expulsados de su tierra natal, mientras que otros permanecieronen ella. Ya sean stos o anusim (forzados) o meshumadim(voluntarios), porms que se esfuercen, jams se escapan de la mancha de su pasado tnicoy religioso que se mantiene siempre presente. Per saecula saeculorum sernthe other within (ver Yovel), peregrinos en su propia patria, strangers in astrange land (segn la nutrida frase de Heinlein).

    Al tratar de cuestiones de linaje ya corrientes en la Palestina de la pocade Jess, Mir evoca a la vez todas las tormentosas imgenes asociadadas con

    la limpieza sangunea en la Iberia moderna. Los primeros Estatutos de Lim-pieza de Sangre se efectan en Toledo en 1449. Tal debate pronto se amplificaen un conflicto cultural verdaderamente feroz, dando por fin en el dogma quela mancha de semitismo ni siquiera es borrada por las aguas del bautismo,sino que pervive de generacin en generacin. En este ciclo de inquisicionesypogroms, el Judas mironiano se yergue en el judo representativo, perseguidopor la culpabilidad y el contagio que le siguen sempiternamente. Ms tarde,Mir describe a la chusma que invoca sobre s y sobre sus descendientes laculpa la muerte del Rbbi Jess, como es llamado, reafirmando as su persona

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    judaica a lo largo de la novela (e.g. pg. 1.357). Desde hace siglos, la gente seha valido de este pasaje bblico (S. Mt. 27:25), junto con todas las leyendas

    y midrashimque han evolucionado en torno suyo, para confirmar el oprobioimborrable de los descendientes de Israel y para perseguirlos por su renuen-cia en sus creencias y prcticas.7Mir hace hincapi en la envidia que Judassiente hacia Juan, al parecer porque el joven apstol goza de un grado msamplio del amor del Maestro: otra vez esta mala pasin est ubicada en lasangre (pg. 1.250). Mir hispaniza, y aun cristianiza, el nombre del amadoapstol, igual que los de otras figuras en torno a Jess. El novelista hace igualcon el ttulo de Jess, cuando la gente lo llama Cristo, la forma griega delarameo, Mesas; en La conciencia mesinica en Jess, reconoce tal posi-ble incongruencia, recordando a los lectores que en esta poca ya Galilea seva poblando de gentiles y que el habla greciana se oye tanto como el ara-meo (pg. 1.228). A veces Mir utiliza los dos ttulos ambos quieren decirungido en la misma frase (e.g. pg. 1.240), tal vez como ecumenismo ar-tstico. Pero otras muchas veces se vale de Seor, uso que remite al hebreoadonai, lo cual ocurre mucho en la Sagrada Escritura para evitar el uso delnombre y hasta de la palabra Dios.

    En estas mismas pginas, Mir narra la ceremonia de lavar los pies, actopreliminar de la Pasin. Como es bien sabido, protesta esta accin Pedro, lcuyo apellido arameo Kefa tambin se utiliza aqu y en otras partes de la

    novela. Sin embargo, se somete a esta limpieza ceremonial, que no deja de re-cordar las mikvot(lavamientos) del judasmo, al igual que los dems discpu-los, inclusive Judas el de Kerioth, cuyo nombre el novelista escribe as, de unmodo ms semita y menos cristianizado. El principal apstol, encrespado deuna humildad hirsuta (pg. 1.250), se pone a vociferar con los dems con-tertulianos yo quiero ser limpio! (pg. 1.250). El siempre impetuoso pes-cador jams imagina que pronto va a desamparar a su querido Maestro. Perouna vez arrepentido, este Kefallegar a ser Pedro de verdad, el Pontifex Maxi-mus de la naciente iglesia. Tales descripciones ponen de relieve el hecho de

    que todos los apstoles estos santos, mrtires y fundadores de la iglesia sonfieles judos, creyentes y cumplidores. La traicin urdida por Judas a lo mejorresulta mucho ms severa, y por consiguiente imperdonable, que el abandonode Jess por Pedro. Estapiedrapor venir, una vez que se haya vuelto, o sea,cuando se haya convertido (S. Lc. 22: 31-32), se hace la rocasobre la cual elNazareno edifica su iglesia (S. Mt. 16:18). Pero en este momento se revela

    7. Sobre esto, ver Crossan (1996), quien se dedica, segn el subttulo de su tomo, a expo-ner las races del antisemitismo en las historias evanglicas de la muerte de Jess.

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    ms bien como piedra de tropiezo, y roca que hace caer (1 Ped. 2:8), estoes, como un ser sumamente falible.8Luego, sobre sus discpulos, incluyendo

    a Pedro y Judas, Jess pronuncia esta bendicin algo equvoca: Limpios es-tis; pero no todos! (pg. 1.250), cuyo importe irnico queda patente y aunse aumenta al recordar que los curas y otros fieles cristianos, proclamndoseservidores de este mismo Jess, abogan por la eterna imposibilidad de borrarla mancha semita.

    Vale fijarse aqu en otra faceta igualmente irnica de la bendicin de Jess:Mir no cita directamente a San Juan Evangelista, quien deduce a posterio-ri los pensamientos de Jess, sugiriendo que ste aluda as a Judas, quienle iba a traicionar (S. Jn. 13:10). El autor de Figuras parece haber decididono incluir tal detalle redactor, lo cual funciona como midrashpor exclusin,indicando quiz parametros aun ms amplios de su propia percepcin de laPasin. Mir describe al Seor volviendo un poco la mirada y luego aa-diendo, con palabras del salmista: Conmigo parte el pan el que ha levanta-do su calcaar para derribarme! (pg. 1.250). Aqu, como en otros muchosmomentos de su ministerio, y hasta en sus ltimos suspiros en la cruz, dondecita las primeras palabras del salmo 22, Jess mismo ejerce de midrashista, alhacer su propia exgesis del Salmo 41:9. Extrae el versculo de su contextooriginalmente davdico, para indicar su coherencia con la experiencia mo-derna. Tal retoque del evangelista, que francamente figura comoproof text,

    infunde a Jess otro aspecto proftico. Mientras tanto, se condena al traidorpor venir y a todos los israelitas presentes y venideros a un eterno retorno dedelito y vergenza, slo para que se cumpla la Escritura (S. Jn. 13:10). Almismo Judas, el Seor le dice: Lo que hayas de hacer, hazlo pronto (pg.1.253; cf. S. Jn. 13:27), pero ntese que Mir omite el juicio condenatorio delevangelista. La forma indicativa del verbo aparece en la Biblia, tanto en la cas-tellana de Casiodoro de Reina, como en la griega y la Vulgata, pero en Figuras,Mir utiliza el subjuntivo, lo que revela una absoluta falta de compulsin,indicando que existe la posibilidad del perdn para el traidor, si lo aceptara. El

    nuevo mandamiento que Jess sigue predicando al fin es Amaos, amaos,como yo os am! (pg. 1.254). En casi todo el corpusliterario de Mir se dacasi universalmente el lema falta amor, pero no con el Nazareno, en quiense encarnan la caridad y el perdn. A la luz de tan fuerte contraste, pareceque Mir se acorda bien con el aforismonietzscheano: el nico cristiano mu-ri en la cruz (Der Antichrist, 1895), mientras que la mayora de los supues-

    8. Cito a lo largo del trabajo por La Santa Biblia, publicada por las Sociedades Bblicas enAmrica Latina (1960), por la antigua versin de Casiodoro de Reina (1569), revisadapor Cipriano de Valera (1602), con otras revisiones de 1862, 1909 y 1960.

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    tos ministros de su mensaje, tanto los antiguos como los modernos, lo hanmalentendido, menospreciado y mofado.

    La letra del midrashmironiano cumple con el espritu del Evangelio: re-trata a un Mesas misericordioso, nada severo ni justiciero. Jess se sienteentristecido al punto de la muerte, acechado por aborrecimiento (pg.1.255), pero simplemente no sabe condenar a nadie. Lo expresa bien Josefde Arimathea, uno de los sanhedritas amigos de Jess: Le odian porquepudo perdonar! (pg. 1.389). Este mismo viejo califica la compenetracindel odio y de la falta de limpieza de esta manera: Hacer el bien presentandoel alma limpia es acercar demasiado la lmpara a las vilezas de los otros!(pg. 1.389). Tal uso de limpia es otro ejemplo que podemos esgrimir enel contexto de la limpieza de sangre: la de Jess, ste tan limpio como unnio, limpia a todos los que quieren ser limpios, mientras que los no limpiosproyectan su propia suciedad en l y en su squito. Puede que exista aquotra resonancia de la Sagrada Escritura, sta de un incidente que tiene lugardespus del inicio de la Pasin de Cristo. El apstol principal, convirtindoseen la piedra prefigurada por su apellido, experimenta una visin en la queaprende: Lo que Dios limpi, no lo llames t comn (He. 10:15; 11:9).Explica que antes era abominable que un varn judo se juntara a unextranjero, pero que ha mostrado Dios que a ningn hombre llame comno inmundo (He. 10:28). Luego, afirma San Pablo, otro apstol de la toleran-

    cia y la inclusin: Todas las cosas son puras para los puros, mas para los co-rrompidos e incrdulos nada les es puro; pues hasta su mente y su concienciaestn corrompidas (Tito 1:15). Lo que significa una leccin ms, tanto paralos protoinquisidores de Figuras, comopara los oficiales de cualquier SantoOficio venidero.

    Mir presenta a Judas como encarnacin de la falta de amor, segn semanifiesta en su soledad auto-impuesta y miseria de extranjero. El de Keriothexclama: Soy como el perro que busca al amo! (pg. 1.241), recordando alos judos peninsulares que quedan como canes en busca de quin los acoja,

    ya que al abandonar una fe, la otra no los recibe. Tal imagen de perros, car-gada de la nutrida irona mironiana, repercute tambin en la descripcin dela muchedumbre. Este gento, animado por sus sacerdotes, pide la muertede Jess: ya todos rugan la maldicin con un ahnco que les rasgaba lasbocas y les inflaba las fauces como gailes de perro (pg. 1.357). Tal smilcanino da lugar a un sinfn de asociaciones peyorativas, puesto que los semi-tas hispanos y sus descendientes neocristianos se vean caracterizados comoperros (Herrero Garca pg. 636). Pero por igual parte, los perseguidoresse caracterizaban como perros. Por ejemplo, el habla popular nombraba a los

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    frailes de la Orden de Santo Domingo, los Dominicos, como domini canes,perros del Seor que se dedicaban con ferocidad a la persecucin de herejas

    (ver Reston, Jr.). Por medio de tales imgenes, vemos una y otra vez cmo seinsina un Levante en otro. Asimismo, el novelista jams nos permite olvidarque Jess mismo es un judo. Valindose del estilo indirecto libre, describela entrevista entre Pilato y Jess: se miraron. Y parecile a Poncio que resa-lan en el Rbbi los rasgos firmes, angulosos, de terquedad y sigilo de la razaodiada (pg. 1.349). Aun delante del romano, el Seor prosigue su midrash.

    Tal como acaba de hacer con sus discpulos en esta misma Pascua, dondeencontramos un pleno uso de los salmos del rito (pg. 1.251), Jess ejercede padre de familias (ttulo de esta misma seccin de la novela, pgs. 1.244-58), recordando el concepto romano de paterfamilias, al igual que el papelexplcitamente dictado para el varn principal de cada unidad familiar entrelos hebreos (ver Donin pgs. 229-36). Puede que en estas pginas Mir pequede anacrnico, empleando el nombre cristianizado de Santiago, ya que la san-tidad, la consagracin pblica y oficial por la iglesia, todava no exista. Sinembargo, la imagen de los creyentes como santos s que tiene vigencia con-tempornea, hasta en los mismos salmos (e.g. 30:4, 34:9, etc.). Prosiguiendola ceremonia, Jess y sus discpulos cantan y leen los versculos de xodo y delos salmos tradicionalmente asociados con el sederpascual. El novelista ejercetambin de midrashista, mencionando que en un punto todos se alzaron para

    recitar el Hagadadel Deuteronomio (pg. 1.251). De acuerdo con el sentidode haggadah, Mir hace hincapi en cmo el Maestro contaba los eventosdel xodo y despusde ste(pgs. 1.251-52). El rab Donin confirma la largatradicin del midrash pascual, cuando asevera que es digno de alabanza quelos que estn presentes en la ceremonia inyecten sus comentarios, explica-ciones e interpretaciones sobre el texto escrito (pgs. 233-34). Luego, Jessinstituye la Eucarista al final de esta Santa Cena. Mir imagina al Cristo in-vocando que es [su] sangre que sella una alianza perdurable entre la tierray el cielo! (pg. 1.255), subrayando de nuevo que la sangre santifica, y que

    no condena a los creyentes.Despus de beber tal pacto, Mir explica cmo todos los comensales en-

    tonaron el salmo de las alabanzas y aflicciones (pg. 1.255). Cantan el Salmo137 (el 136 de la Vulgata): este poema no figura generalmente en las Pascuas,ni en las judas ni en las cristianas, aunque tal uso no contradice el espritu dela festividad, y de vez en cuando aparece en ceremonias muy innovadoras. Dehecho, este salmo resulta revelador, tanto de las tradiciones y trayectorias dela hermenutica rabnica, como de la mentalidad del autor al incluirlo en sunovela. Cabe recordar que la ceremonia del sedertodava iba evolucionando

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    durante el primer siglo de nuestra era. Los estudiosos se hallan divididos ancon respecto a la calidad de la ltima Cena como seder. El mismo San Juan,

    autor del nico evangelio no sinptico, no concuerda con los otros tres evan-gelistas, sino que afirma una cronologa que a fin de cuentas imposibilita quela ltima comida de Jess con sus discpulos haya sido un sederpascual. Sinembargo, parece que Mir, en lo tocante a sus descripciones del banquete,coincide con las de los Santos Mateo, Marcos y Lucas. Seala que el Rbbibebi de la postrera copa de la vieja Pascua (pg. 1.253). En su midrash, tan-to del sedercomo de la Santa Cena, vemos a Jess haciendo brotar lo nuevode lo viejo. Como punto de referencia, cito aqu los versculos que cita Mir:

    En las riberas de los ros de Babilonia nos sentamos llorando, porque pensba-mosen ti, Sin!Colgamos de los sauces nuestras arpas y ctaras.Y los que por fuerza nos llevaban, dijeron:Cantadnos canciones de vuestra patria y de vuestro Dios.Cmo cantaremos cnticos del Seor en tierra ajena? (pgs. 1.255-56)

    Al incluir estas lneas del salmo, Mir retrata a Jess como exegeta, siempreelaborando e iluminando la tradicin textual, extrayndole nuevos sentidosy al mismo tiempo hacindola eternamente vigente. Por su parte, el novelistaparticipa en este modo poemtico, revelndose una vez ms como midrashistanada esquivo en su exgesis.9

    James L. Kugel enumera la historia interpretiva de este salmo, sealan-do que cobr un sentido especial a finales del primer siglo de nuestra era,despus de la detruccin del Segundo Templo. Asimismo Kugel confirma laenvergadura de este evento, que los intrpretes asociaban con la destruccindel Primer Templo y el Cautiverio Babilnico, sucesos que ocurrieron duranteel sexto siglo antes de nuestra poca y que a su vez fueron elaborados en elsalmo (pgs. 172-213). Algunos escritores aseveran que la destruccin delTemplo de Herodes marc un punto clave en la evolucin del seder, porquelos sacrificios ya no podan llevarse a cabo en Jerusaln. Tal trauma tendra

    que reconfigurarse, aunque oblicuamente y por medio de nuevos midrashim,

    9. Primero, quisiera expresar mi sincero agradecimiento a mi colega y amigo, el Dr. SethWard, quien en lo tocante a las Pascuas tradicionales de la comunidad judica, me haayudado muchsimo. Adems, el tomo de Donin es una gua sumamente til sobre laspreparaciones y luego sobre las ceremonias del seder (pgs. 218-38). Sobre aspectosevolucionarios del seder, as como sobre la comparacin del sedery la Pascua cristiana,en especial cuando estn contextualizados con el Salmo 137/136, ver Bokser pgs.24-33; Klawans pgs. 24-33, 47; Benedicto XVI; Miller; Sublett. Sobre la haggadah delseder, que hoy en da registra gran variedad de contenido y de estilo narrativo, verKlawans pgs. 30-31.

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    proponiendo una profeca davdica que pronosticara tanto la primera comola segunda prdida de su simblico centro cltico de la nacin (ver Bokser

    pgs. 28-31, y Klawans pgs. 31-33, 47). Mir desarrolla imgenes paralelasde los asistentes a la Cena, quienes cantan este salmo de exilio a prioriy expost facto. La pasin de los descendientes de Jacob se involucra en el pasado,en el presente y en los futuros posibles: existen por supuesto muchos nexos yniveles de interpretacin, de midrashsobre midrash, al tanto de las prcticasrabnicas, quienes a su vez ejercan de novelistas de la Sagrada Escritura. Ku-gel menciona otro detalle de la extensin del salmo, que la crucifixin figura-ba tradicionalmente entre los sufrimientos de los cautivos hebreos (pgs. 193,212), lo que acaso revele otra faceta aun de lapoesisque se arma en Figuras.

    Se escuchan ecos del mismo salmo 137, al igual que de otros textos sa-grados, en la condenacin de Jess por Pilato, secundada por el vocero dela multitud. Al lavarse las manos, rechazando cualquier complicidad con lasangre del Justo, el Procurador recuerda el lavamiento de pies recin llevadoa cabo. De hecho, este romano da sin saberlo en una serie de midrashimsobrelas abluciones. Mir seala algunas de las corrientes de tal chorro intertex-tual, describiendo cmo el romano tendi sus brazos, y el agua gote en lacabeza lacia de Cristo:

    Y Jerusaln temi. Un gentil evocaba la voz del salmista: Lavar mis manosentre los inocentes; y la solemne severidad del Deuteronomio: Cuando

    fuere hallado un hombre muerto, y no se supiere quin le mat, saldrn losancianos de la Judicatura y medirn la tierra desde el sitio del cadver hastalas ciudades del contorno; y los jueces del lugar ms inmediato tomarn unternera aoja que no haya trado yugo ni roto el campo con la reja; y lle-vndola a un valle rido, le quebrarn la cerviz. Y los ancianos lavarn susmanos sobre la res, diciendo: Nuestras manos no derramaron la sangre de esehombre ni nuestros ojos lo vieron. S propicio, Seor, a tu pueblo, a quienrescataste, y no le imputes la sangre inocente! Y ser apartado de los juecesel reato y peso del homicidio. Y la Glosa de Stah resume y cifra el textomosaico: Tan puras y limpias como nuestra manos lustradas, estn nuestrasconciencias de toda sangre. (pg. 1.357)

    En este retrato de los sacerdotes y la gente laica de Israel, ya condenados porhaber condenado al que pensaba librarlos de s mismos, Mir encuadra lasmltiples ironas sugeridas por el salmo de la pasin nacional, abarcando enl todo su agobio y oprobio, toda su renuencia y ressentiment.

    A su vez, Marcel Bataillon propone el salmo 137 como tbula de la mul-tisecular herencia de melancola del pueblo judo, criado en la amargura deldestierro; pues tan desterrados se sentan los judos, desde la dispora, comosus antepasados que lloraban a orillas de los ros de Babilonia (pg. 40). Este

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    distinguido hispanista francs nota ciertas posibles resonancias del salmo 137para con los cristianos nuevos de Iberia. Sin nombrarlo as, Bataillon entiende

    la sensiblidad neo-cristiana como otro midrashde este salmo, resumiendoen una forma tradicional toda la desazn y melancola (pg. 40) de losdoblemente exiliados. Su nuevo cautiverio babilnico es vigilado por el SantoOficio. Otros crticos tambin han comentado el refundir el salmo, desde elRenacimiento hasta nuestros tiempos, recordando que existan otras muchasversiones de l en las literaturas nacionales de Europa, con muchos destaca-dos ejemplos que aparecen en las literaturas castellana y lusitana. Excelsosartistas literarios como Milton, Shakespeare, Cames, Montemayor, Fray Luisde Len y San Juan de la Cruz, quienes no necesariamente eran ni judos ni

    judeoconversos, ensean as su solidaridad con la nacin perseguida, ofre-ciendo midrashim de simpata por el sufrimiento. Existe adems en sus obrasel reconocimiento de la universalidad de las imgenes y los sentimientos ex-presados por el salmista, los que repercuten en todas las culturas, promovien-do entre s una continuidad literaria en la que Mir participa.10

    Mir se esfuerza por presentar a los hebreos de su novela como gente desu propia poca. No son cristianos de los inicios del siglo XX, figindose judosy demostrando, por lo terca de su persona, la veracidad del dogma cristiano.Pero no por ello dejan de recordar los personajes mironianos a los judos se-farditas de edades ms tardas, tal como los escribas y los fariseos, igual que

    Kaifs, Ans y los de su compaa sacerdotal, traen a las mientes los inquisi-dores, especialmente cuando se tiene en cuenta su mutua preocupacin porla pureza del linaje (ver pgs. 1.260; 1.291; 1.305-7; 1.370-71; 1.391-92 et

    passim). Cabe decir que los perseguidores de cualquier poca se difieren muypoco entre s. En Figuras, se encuentran yuxtapuestos todos con sus pares, gi-rando en una ronda perpetua de intolerancia y de falta de amor. No es que su

    Jerusaln sea explcitamente el Toledo ni el Valladolid a lo Guevara. Pero enLo viejo y lo santo en manos de ahora Mir recalca que existen resabios delo contemporneo en la narracin del pasado: en su novela, las evocaciones

    se hallan impregnadas de nuestra emocin de la Semana Santa, de su liturgiamagna y triste, y de la lrica de nuestra mocedad. Luego, cita a otro que sedistingui como midrashista, Andr Gide, afirmando que el Arte, aunque le

    10. Entre otros muchos estudios del salmo 137 en la literatura europea del Renacimientohasta el siglo XX, ver Fernndez de Castro; Bataillon pgs. 39-54; Blecua pgs.113-26;Creel; Di Mauro pgs. 5-7; Giudicelli pgs. 255-63; Hamlin pgs. 224-57; Picchio pgs.559-99.

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    lleguen reflejos del Cielo, es una cosa enteramente humana (pgs. 316-17).11El ciclo de los midrashim, al parecer atemporal, si no explcitamente eterno, es

    la interpretacin libre y lrica de la Sagrada Escritura. Segn las casi infinitasposibilidades que se presenten, florece como un arte al parecer promovidopor el Cielo. Pero sigue en pleno contacto con la tierra y en funcin con susmoradores demasiado humanos.

    En este contexto, Figuras de la Pasin del Seortiene un paralelismo conla obrita de Dostoyevky La leyenda de Gran Inquisidor, intercalada como sueoen Los hermanos Karamazov(1879-80). El novelista ruso enumera las reac-ciones ante Cristo que, vuelto a la tierra, ha estado predicando en la Sevilladel siglo XVI, y luego es prendido para comparecer delante del jefe del SantoOficio. Su nueva Pasin, igual que la del Gran Inquisidor, recuerdan las de lossumos sacerdotes de la Biblia, al lado de los que Mir engrana en su propianovelstica. Los prepotentes eclesisticos que describe quedan como figurasen los albores de nuestra era, pero no dejan de suscitar una simbiosis de loantiguo y lo moderno. Mientras tanto, Jess se yergue en el Servidor quesufre (Is. 53), una imagen que resuena con las de todas las personas procesa-das y martirizadas por la Inquisicin. Estas vctimas venideras se recapitulanrecprocamente en el primer cristiano, cuyo mensaje de misericordia pareceque sigue siendo rechazado por los rganos oficiales en cualquier edad delmundo. Los sacerdotes principales de su poca, igual que los de la Espaa

    que describe Dostoyevsky, consideran al Nazareno como un gran hereje, unocuya existencia en el mundo perjudica mucho a los de su nacin y de sureligin, tramitando en s una tremenda amenaza a su jerarqua de poderesy privilegios. Lo mismo pasa con los marranos, los moriscos, los luteranos ylos dems apstatas de los siglos venideros; pervive as la Pasin Divina en lastribulaciones de todos los que vendrn despus. Al final de la novela, la mujersamaritana se queja: Rbbi, Rbbi! Por qu has resucitado para subirte alcielo? (pg. 1.400). En sus palabras tan cargadas de esperanza y de tristezareverberan todas las expectativas y aoranzas, las que vemos surtidas en todas

    las edades y por todas las leyes. Los discpulos siguen proclamando la buenanoticia, que Jess ha rescucitado, y subi al cielo (pg. 1.400). Pero su Pa-sin est proyectada en los sufrimientos de los que se quedan en la tierra, seanstos judos, cristianos, paganos o lo que fuesen. Tal nexo de imgenes resulta

    11. Dos figuras contemporneas suyas que influyeron mucho en Mir, Andr Gide y OscarWilde, a su vez programaron su perverse midrash (Downey). Ver tambin: Macdo-nald 1975, pgs. 32, 151 et passim, y 2002, pg. 91; Larsen 1989, pgs. 69-89.

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    ser como un espejo, una mise-en-abmedonde cobran forma y se reflejan entres una legin de los posibles midrashim.12

    Mir seala tambin cmo los enemigos del Rbbi ya malsinan de l ytuercen sus intenciones (pg. 1.273). La palabra malsn, que viene original-mente del hebreo y quiere decir calumniador, aparece en cataln al menoshacia 1327, y ms tarde, hacia 1530, entra en el castellano (Lourie pgs. 85,87). Esta historiadora afirma que el ser malsn de otro de su propia ley erauna de las peores ofensas que un judo podra cometer (Lourie pgs. 69-102).Desgraciadamente, el ser malsn pasa del callsefardita a los consejos del SantoOficio, llegando tal denuncia o tacha casi siempre annima a ser una preferidatctica de terror. Surta una violencia ntimamente familiar, en la cual tanto elmalsn como el delatado sufran en extremo: as seguan siendo divididas, sino rajadas, las familias, las comunidades y las naciones. En Figuras, encontra-mos a una gente autfaga, que se consume en el odio a s misma, anticipandolo que Sander Gilman ms tarde caracteriza como el auto-odio judo (ver

    Jewish Self-Hatred). Lo que no quiere decir que Mir fuera antisemita. De he-cho, puede que en su visin del pueblo esparcido de Israel el novelista vislum-bre una nacin cristiana relativamente nueva y de la poca ms bien reciente.Espaa por su parte sigue consumindose, como un Saturno redivivo quedevora a sus propios hijos heterodoxos. Para los de la supuesta mayora,estos grupos ajenos son el otro, pero sin dejar de ser de la propia carne de

    los que los acosan. Tales midrashimse presentan como esperpentos, en vez deresabios ureos deonce and future glory.

    Mir insiste en pasar supoesispor este mismo prisma, desmitificando elpasado para poder crear el presente. Valindose de nuevo del estilo indirectolibre para comunicar el odio verdaderamente visceral de Pilato contra todo losemita, Mir afirma que Poncio odi a Israel hasta por la nusea del supli-cio. Sentase murado de padecimientos (pg. 1.324). Pero no es por habersehastiado de hacer matar a tantos otros judos, por lo que piensa dejar libreal Rbbi. El romano dice a su mujer, Claudia, la que segn la tradicin ha

    soado con Jess y se esfuerza por protegerlo delante de su marido: Ami-ga ma: Israel nos acecha! Es la fiera del desierto que no sabe obedecer nimandar. (pg. 1.325). Luego, otra descripcin acertada: Poncio, plido derepugnancia y odio, se recoge a su cmara, mientras que fuera de su palaciose multiplican los midrashim: se arrastran los salmos alaridos del pueblo.Sobre los cadveres aplastados avanzan y se renuevan los judos, vestidos de

    12. La posible asociacin entre el midrashy las reflexiones (o refracciones) en el espejorecuerda la novela de Wilde, The Picture of Dorian Gray(1890).

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    penitencia, que lloran el despojo sacrlego, sin mirar el brazo que les aguardapara herirles. Es la obstinacin del semita, que agota la rabia del amo (pg.

    1.327). Son palabras que encierran en s todo el encono y toda la frustracinde la Iglesia, viendo fracasados sus planes de convertir a los judos.El gran error de los perseguidores en todas las pocas de la historia ha

    sido el negar la voluntad del ser humano, esperando que, con la humillacinde la carne, alguna vez se domine, si no se convierta, al espritu. Mir vierteluz sobre lo que podemos llamar un continuumde contiendas, las que se lu-chan en el Imperio Hispnico (y cristiano), igual que en el Imperio Romano:Entre el Procurador y las gentes judas ya slo queda un mundo de furorimplacable y una humillacin rencorosa; habla de cmo a sus espaldas losimpotentes rodean a su gobernador de un silencio miedoso, de sonrisas fras,de miradas oblicuas. A propsito de esta posible conexin hispana, Mir citauna historia ruin que se ha difundido por Jerusaln: Poncio Pilato esliberto de un soldado de Iberia Sirvi a Roma con deslealtad para los suyos;medr con delaciones. Hablan de Claudia y de cmo ha conseguido el fa-vor de Tiberio, y corren rumores de la absoluta decadencia para infundir lacondenacin horrorizada, igual que la envidia rencorosa, en los judos, anteselegidos y ahora gobernados por gentiles tan inmundos. Pilato se venga detales detractores, valindose de tcnicas inquisitoriales que ms tarde se van arecrudecer en la Iberia de donde dicen que vino: Los escuchas de Poncio le

    refieren la difamacin y por las noches, en el ergstulo, los lictores amputancon su segur la lengua de los malsines cazados (pg. 1.327).

    Mir logra describir con gran verosimilitud, tanto a los gentiles como alos hebreos, aunque sin nadar en las corrientes del antisemitismo removidaspor la Roma imperial e inquisitorial. A propsito, su comentario sobre SorAna Catalina Emmerich, autora de La dolorosa pasin de nuestro Seor Jesu-cristo(1833), que tal vez influyera en el alegado prejuicio antisemita de lapelcula de Mel Gibson, La Pasin del Cristo(2004).13En Lo viejo y lo santoen manos de ahora, Mir menciona a esta monja y su obra, diagnosticando

    en ellas algo que no quera verter en su Pasin:Todas sus pginas tienen la misma prolijidad, exactitud arbitraria, alucina-toria; es decir, a su arbitrio de iluminada reverencia. Lente magnfica paramirar, demasiado cerca, pueril, confuso y transido, el corazn de Sor AnaCatalina que no evoca, sino que registra sus imgenes de dolor; su propio do-lor hecho carne divina. Primitivismo, tal vez sin gracia de los primitivos, conabrasada caridad. Lo santo en manos santas, lisas y maceradas (pg. 302).

    13. Ver una entrevista a Gibson, citada por Crossan 2004, pgs. 11-12.

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    A despecho de tales prejuicios, Sor Ana Catalina ofrece algo que podemos en-tender como su propio midrashde los sufrimientos de Jesucristo. Por obvias

    razones Mir rechaza tal interpretacin, no por ser tan primitiva, sino porandar demasiado apartada del espritu y la letra de los acontecimientos encuestin. Por su parte, el novelista procura recuperar tal espritu y mantenersefiel a la letra. Al tratar de la monja y su obra, Mir ilumina mucho su propiatrayectoria en Figuras: componer un midrash, una obra de arte potico fiel ens y fiel a la Sagrada Escritura, no algo falso, como cree haber encontrado enEmmerich.

    Mientras tanto, pasando por el Nazarngaldosiano (1895), entre otrasobras de escritores novecentistas, y contando con figuras de tanto relieve co-mo Schweitzer, Silone, Unamuno, Steinbeck, Kazantzakis, Faulkner, Greene yVidal, y prosiguiendo hasta los tomos de Jim Bishop, John Dominic Crossan,Paula Fredriksen, Luke Timothy Johnson y Raymond E. Brown, entre otrosmuchos, no cabe duda que existe un movimiento para reconfigurar al Jesshistrico. En Figuras, Mir logra dominar un torrente de textos cristol-gicos, stos muchas veces apasionados en s y entre s, tanto en lo literariocomo en lo histrico y lo teolgico, y todos dedicados segn su propia visina reconstituir o a reimaginar la Pasin del Seor.14Mir trata hbilmente condiversas figuras de un pasado que en sus manos jams resulta remoto. Ha-blando de Guevara y Monte Calvario, sta es una obra que Mrquez Villanueva

    categoriza como no tomada, en el fondo, muy en serio ni como materia edi-ficante, sino leda por sus contemporneos ms bien como entretenimientoy/o como diversin. Este dedicado crtico afirma lo siguiente: El triste sinode Mir y sus Figuras [] obra respetuosa y no exenta de uncin, se viene alas mientes como contraste y como abono de que cualquiera tiempo pasadofue mejor (1968, pgs. 46-47). En supoesisMir profundiza mucho en sumateria, definindose por su inmenso respeto y destreza como artista y comocreyente.

    14. Sobre las transfiguraciones de Jess en los siglos XIXy XX, ver Ziolkowki, aunqueeste estudioso de primera fila no menciona a don Gabriel. Por su parte, el mismo Dr.Schweitzer escribe sobre algunos de sus comensales cristlogos: Men who have noqualifications for the task, whose ignorance is nothing less than criminal, who lof-tily anathematise scientific theology instead of making themselves in some measureacquainted with the researches which it has carried out, feel impelled to write a Life of

    Jesus in order to set forth their general religious view in a portrait of Jesus which hasnot the faintest claim to be historical (citado por Ziolkowski pgs. 56-57). Seguroque Mir no cabe dentro de tal categora, ya que a lo largo de Figuraspone en tela de

    juicio sus muchos estudios. Adems, reconozco aqu lo mucho que me ha ayudado miamigo y colega, el Dr. Paul Flesher, sobre el historical Jesus movement.

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    Figurasse revela como un tomo devoto que lucha por decir la verdad,en vez de predicar ficciones a lo Sor Ana Catalina, las que en un principio se

    tienen por edificantes, pero una vez desenmascaradas, lucen ms bien demaceradoras. Por supuesto, existen muchos lectores a quienes los libros de lamonja les parecen ser otro evangelio: al revisar este trabajo, yo busqu ejem-plos de propagandas en el Internet, encontrando una que reza de este estilo:Profecas y revelaciones asombrosas sobre todo aspecto de la Fe. Edificanteen extremo, hace que los Evangelios cobren vida con detalles que Ud. jamshaya conocido con anterioridad (ver http://www.tanbooks.com).15A lo me-

    jor tales elementos animadores no se han conocido antes porque no existen,ni en espritu, en los evangelios. Francamente, Mir ha puesto en evidencia supropia espiritualidad, apoyada por su gran respeto al espritu que infunde lashistorias bblicas, mientras que la Pasinde la beata alemana, una obra segnmuchos recargada de aceites devotos, no es nada respetuosa ni respetable,resultando ser ms bien histrica que histrica. Ella pinta su propia pasindistorsionada y distrada, en vez de la del Seor. Por lo tanto, Mir la rechaza,aunque no slo por razones teolgicas, sino tambin por el dolor esttico yespiritual que produce. No es que le niegue a Sor Ana Catalina su midrash, osea, su novela de la Escritura, ya que la Pasin que ella alucina siempre resultaser una de las casi infinitas posibles. Mir solamente confirma su poco valorpotico, que peca de mala poesis. Nuestro novelista de la Sagrada Escritura

    bien comprende que, por cualquier cala que haga, el exegeta no puede evitarproyectarse en los textos, tanto en los que consulta como fuentes, como en losque se dedica a componer. Segn Luke Timothy Johnson, autor de The Real

    Jess(1997), cada persona desarrolla su propia representacin del Nazarenoal contemplarse a s misma en el espejo, imbuyndole as al Cristo de los ras-gos que ve o que quisiera ver. En Lo viejo y lo santo en manos de ahoraMirafirma que [e]vocar, reconstruir, no es ilusionarse, no es alucinarse (pg.302). Por lo tanto, el novelista dedica supoesisa imaginar a Jess, escribiendocon un arte que lo ubica ante todo en su propio tiempo. Pero tal proyeccin

    parablica del Hombre-Dios lo hace ms asequible, y si fuera posible, mshistrico, para los del tiempo de Mir, igual que para nosotros en el nuestro.El novelista logra para s mismo y para todos sus lectores lo que se propone ensu carta a Irles: mirar de cerca el horizonte cristiano, reconstruyendo lo queno nos decan igual que lo que nos decan los textos directos y sagrados.Adems, Mir llega a confirmar el paradigma de Johnson, quien afirma que

    15. En su ingls original la propaganda reza de este modo: Prophecies and amazing reve-lations on every aspect of the Faith. Extremely edifying, makes the Gospels come alivewith details you never knew before.

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    es por la literatura, no por la historia, por lo que conocemos mejor al Cristonovotestamentario.16

    Pasando por estas trayectorias multitemporales, Figuras de la Pasin delSeorrecuerda otra novela, una obra de ficcin que desde sus primeras pgi-nas insiste en proclamarse nada menos que como una historia verdadera.Cervantes, otro maestro del midrash de quien Mir ha aprendido mucho, adu-ce una pltora de posibilidades narratolgicas al brindar a travs de las gene-raciones su luciente visin perspectivista. Y, cmo no, en el Quijote repercutentodas las Escrituras, tanto las sagradas como las ms bien profanas, y l enellas. La obra de Cervantes figura preeminentemente como divina novela,segn el criterio unamuniano. Por medio de talpoesisla ficcin puede llegar arevelar, aun a ser, si no la verdad, al menos una verdad. Cuenta historias ver-daderas inspiradas por una veracidad que va ms all de la mera verosimilitudverbal. Unamuno insiste en las semejanzas entre Nuestro Seor Jesucristo ynuestro seor Don Quijote,17lo que a cierta luz parece ms que un pocoaltivo y egosta, amn de una evidente blasfemia. Pero en tal figura de Cristopodemos vislumbrar algo sumamente importante en cuanto al parecer queUnamuno comparte con Cervantes y Mir. Lo que vemos en sus versiones dela historia cristiana es un Mesas como artista. Jess se esfuerza por cumplirla Sagrada Escritura. De acuerdo con el estilo rabnico (ver Handelman pgs.83-120), contina las historias, las interpreta en su vida y las prosigue hacia

    el futuro. Es que tal Cristo va cabalgando, mientras que carga su cruz, (re)inventndose con cada nueva generacin, pero sin dejar de ser quien ha sidodesde el principio. De este modo se encuadra la pasin potica del midrashistaverdaderamente cristiano y castizo.

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    16. Al hacer esta redaccin, me emocion mucho una conferencia de Luke Timothy John-son, titulada Learning the Human Jesus: Historical or Literary Criticism?, la que serealiz en el campus de la Universidad de Wyoming el 15 de septiembre de 2009.

    17. Esta idea y otras similares aparecen a lo largo del corpusliterario de Unamuno. Sobresu quijotismocristiano, ver El Cristo de Unamuno(Madrid, Rialp, 1960), por VicenteMarrero, especialmente las pgs. 155-204.

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    Fecha de recepcin: 2 de septiembre de 2009.Fecha de aprobacin: 12 de noviembre de 2009.