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REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA Secretaría de Redacción Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A. Barcelona, enero de 1973 LUIS S. GRANJEL Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Salamanca LA PERSONALIDAD MEDICA DE PIÓ BAROJA 20 MErH 7

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REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA

Secretaría de Redacción

Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A.

Barcelona, enero de 1973

LUIS S. GRANJEL

Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Salamanca

LA PERSONALIDAD MEDICADE PIÓ BAROJA

20MErH

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LA PERSONALIDAD MEDICADE PÍO BAROJA

LUIS S. GRANJEL

Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Salamanca

Se cumple en el presente año el centenario del Estos años de carrera, en su vida, posiblemen-nacimiento de Pío Baroja. En mi trabajo re- te, los más trascendentales, han sido recorda-memoro la formación médica y la experiencia dos varias veces por Baroja; nos dio primeroprofesional del gran novelista. una versión literaria de ellos en su novela El

árbol de la ciencia? donde encarna su perso-nalidad de entonces el protagonista de la mis-

El estudiante de Medicina ma, Andrés Hurtado; después los ha vuelto arevivir en las páginas de Juventud, egolatría?

En una mañana del otoño de 1887 va a encon- en su discurso de ingreso en la Real Academiatrarse Pío Baroja reunido por vez primera con Española,4 y con mayor detalle en el segundolos que serán, desde ahora, sus compañeros de volumen de sus Memorias? sin contar las re-estudio. Tiene lugar la escena en la antigua ferencias que de aquella época de su vida con-capilla del Instituto de San Isidro, transfor- tienen varios artículos suyos y otras nove-mada en cátedra de Química general. No es las, sobre todo la titulada "Allegro" final.6 Losmuy segúrala vocación del joven Baroja: «Me recuerdos rememorados por Baroja son loslancé a estudiar una carrera —confesará más habituales en la vida de un estudiante de Me-tarde l— como quien toma una pócima amar- dicina: las primeras impresiones escolares,ga». Vaciló bastante en la elección, y aun aho- la sala de disección, la Fisiología, la experien-ra (el Preparatorio es común para ambas) cia hospitalaria. Si en él, como así sucedió,duda entre seguir Farmacia o Medicina; sin ejercieron estas vivencias un influjo mayor yque le fuerce un sincero interés, terminará de- perduraron más en su memoria, ello fue de-cidiendo hacerse médico. A los seis años bido seguramente a su temperamento, fácil-de aquella fecha obtiene, en Valencia, el títu- mente impresionable, y también a la actitudlo de licenciado, y al siguiente año, de nuevo receptiva, de curioso observador, que siempreen Madrid, el de doctor. mantuvo ante la vida; una condición de su ca-

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rácter que luego había de tener amplia reso- sala de disección y hundir el escalpelo en losnancia en su obra literaria. cadáveres, como si les quedara un fondo atá-Las primeras impresiones de la vida univer- vico de crueldad primitiva»; su propia acti-sitaria no pudieron ser menos alentadoras. Ex- tud no parece distinguirlo, aparentemente, deplicaba en aquel tiempo Química general don sus compañeros : «Yo —escribe en las Me-Ramón Torres de Luna; en la cátedra, cuenta morías ll)— no manifestaba más sensibilidadBaroja,7 los alumnos fumaban y hablaban; al- que los otros ; pero, por dentro, creo que todogunos leían novelas; otros, menos discretos, aquello me hacía más efecto que a la genera-interrumpían la explicación con toda clase de lidad, aunque no tuviese inconveniente enbromas, modelo de mala intención, y cuando abrir, cortar y descuartizar». Le repelen mu-el viejo profesor realizaba algún experimento, cho detalles de la práctica anatómica, pero aaplaudían estrepitosamente. De las clases de todos se sobrepone su afán por conocer: «LaZoología, que explicaba don Laureano Pérez disección —continúa diciéndonos— me ins-Arcas, y de Mineralogía y Botánica, a cargo piraba interés. Esta curiosidad por sorprenderde don Antonio Orio, hombre de genio enér- la vida, este instinto de inquisición es tan hu-gico,8 apenas le quedó a Baroja un desvaído mano que puede llegar a borrar toda la repug-recuerdo. nancia y todos los horrores».El segundo año de la carrera tenía para los La Fisiología fue el capítulo de su iniciaciónestudiantes la novedad, tan esperada, de la científica que más ilusiones despertó en Ba-disección. Todos se esfuerzan por mantener roja, y también aquel donde la desilusión, eluna forzada jovialidad ante el cadáver, lo que contraste entre lo esperado y la realidad, re-supone seguramente un medio de defensa con- sultó más cruel. Refiriendo a su encarnacióntra el temor, apenas formulado, que inspira literaria Andrés Hurtado sus propios desenga-esta primera convivencia con la muerte. «La ños, escribe Baroja: «Tenía Andrés cierta ilu-mayoría de los estudiantes —dice Baroja en sión por el nuevo curso; iba a estudiar Fisio-El árbol de la ciencia 9— ansiaban llegar a la logia, y creía que el estudio de las funciones

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de la vida le interesaría tanto o más que una En este mismo año de la carrera realizó Ba-novela; pero se engañó, no fue así... Hurtado roja su primer contacto con la realidad clíni-tuvo una verdadera decepción. Era indispen- ca; fue en el viejo hospital de San Juan desable tomar la Fisiología, como todo lo demás, Dios, hoy desaparecido, cuyas ventanas, defen-sin entusiasmo, como uno de los obstáculos didas con rejas y alambradas, miraban a laque salvar para concluir la carrera».11 calle de Atocha. En su sala de mujeres dabaDurante el cuarto curso, el interés de los un curso sobre sífilis y enfermedades de laalumnos, el de Baroja también, lo polariza la piel el doctor Cerezo,13 y a él asistió Baroja. Laclase de Letamendi. En El árbol de la ciencia prueba resultó decisiva: «Para un hombre ex-ha contado Baroja, con detalle, cómo la pri- citado e inquieto como yo —escribe 14—, elmera impresión, admirativa, que produjo en espectáculo tenía que ser deprimente... ; com-él la brillante oratoria letamendiana se tra- probar y evidenciar la podredumbre que acom-dujo poco después en decidida repulsa ; dice paña la vida sexual, hizo en mí una angustiosaallí, refiriéndolo siempre a Andrés Hurtado: impresión». A esta experiencia se sumaron sus«Leyó de nuevo el libro de Letamendi, siguió lecturas filosóficas, por entonces iniciadas, yoyendo sus explicaciones y se convenció de todo hizo cuajar en su ánimo una actitud pe-que todo aquello de la fórmula de la vida y simista y depresiva. «Pensaba —sigue dicién-sus corolarios, que al principio le pareció se- donos Baroja— que, por una causa o por otra,rio y profundo, no eran más que juegos de el mundo me iba presentando su cara másprestidigitadores, unas veces ingeniosos, otras fea... A los pocos días de frecuentar el hospi-veces vulgares, pero siempre sin realidad ni tal me inclinaba a creer que el pesimismo demetafísica ni empírica».12 Un motivo perso- Schopenhauer era una verdad casi matemáti-nal, que aquí no será objeto de referencia, ca... El mundo me parecía una mezcla de ma-ayudó a mantener encendida esta declarada nicomio y de hospital.»animadversión de Baroja hacia las ideas de Al finalizar este cuarto curso de su carrera,Letamendi. un tribunal, del que formaba parte, con Le-

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tamendi, don Benito Hernando, ya por enton- a Valencia es ya médico; la suerte le favoreceees enemigo personal de Baroja, le suspende en la prueba final de la licenciatura, que con-en Patología general; en septiembre vuelve sigue superar no sin tener que escuchar algu!

a repetirse la misma calificación desfavora- ñas alusiones irónicas a la endeblez de su for-ble.15 Con este doble suspenso termina la pri- mación clínica.mera jornada de las dos que componen su Ya médico, retorna Baroja a Madrid para cur-vida de estudiante. La segunda, menos decisi- sar los estudios del doctorado ; asiste tambiénva para su formación, se inicia, antes de ter- a la consulta de la sala de presas del Hospitalminar el año 1891, en Valencia, adonde el azar General, que visitaba don Jacobo López Eli-de un destino administrativo condujo a la fa- zagaray, de quiei. aprendió Baroja a auscultarmilia Baroja. y percutir.17 Su desinterés por la clínica, sin

embargo, era manifiesto; sus preocupacionesfilosóficas, que no le abandonan, extrañaron a

Segunda jornada Elizagaray, que en más de una ocasión le re-prochó su afición a todo menos a la Medici-

El doble suspenso en Patología general creó na, lo que era cierto, pues Baroja sólo se preo-en el ánimo de Baroja una situación de incer- cupaba de curiosear por la vida interior deltidumbre. Aislado en Valencia, sin amigos, Hospital, tratando de ahondar en lo humano,en completa soledad, Baroja se entrega con por lo demasiado humano en ocasiones, deahínco al estudio; se ha propuesto acabar rá- cuantos convivían dentro de sus muros.pidamente la carrera y cumple este propósito Aprobadas las asignaturas del doctorado ycon firmeza ; 16 prepara metódicamente los pro- transcurrido el verano, que pasa en Burjasot,gramas, asiste a las clases y acude al hospital; cerca de Valencia, regresa Baroja nuevamenteestudia en la biblioteca y con apuntes. En ju- a Madrid para concluir su tesis doctoral, quenio aprueba cuatro asignaturas ; en septiembre titula El dolor. Forman el tribunal encargadootras cuatro, y a los dos años de su llegada de calificarla Gómez Ocaña, catedrático de

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Fisiología, San Martín y Cajal. «Recuerdo depararon aquellos años, con estas palabras,—nos dice Baroja hablando de ello 18— que que no pueden ocultar, bajo su burla leve, elhice al acabar la carrera una memoria bas- desencanto de muchas ilusiones desvaneci-tante mala sobre el dolor. Defendía que la vida das : «Se rió San Martín, y me fui con mi títu-normal daba una sensación de indiferencia ni lo de doctor y sabiendo muy poco o casi nadadolorosa ni placentera.» No es difícil recono- de Medicina verdadera, como la mayoría decer aquí al lector de Schopenhauer, al espec- los estudiantes»,tador del drama mísero que se vivía tras lasventanas, con rejas y alambradas, del hospitalde San Juan de Dios. Durante su lectura Ale- La experiencia ruraljandro San Martín le preguntó, con algo deironía, si no había sentido nunca el deseo Pronto logró Baroja lo que había añoradode hacer gimnasia, el goce que proporciona el siendo estudiante: concluir la carrera y ejer-sol y el aire. La respuesta de Baroja, típica- cerla en un pueblo vascongado.20 La oportuni-mente «barojiana», si puede ser así califica- dad se la ofrece el anuncio de una plaza deda, fue toda una confesión: «Yo le contesté médico en Cestona ; solicita el puesto y lo con-—escribe— también medio en broma, que la sigue, siéndole otorgada la plaza el 18 de agos-sensación de la gimnasia no la había experi- to de 1894. Como sus años de estudiante, aque-mentado nunca; que, respecto al sol, su luz líos meses, poco más de un año, pues cesó porme producía bastante aburrimiento, y que en- renuncia el 10 de septiembre de 1895, que durócontraba la noche más agradable que el día, su estancia en Cestona, han sido repetidamen-y que, cuando no tenía más que hacer que to- te evocados por Baroja.21

mar el aire, me gustaba más quedarme en la Para Baroja los días, en Cestona, transcurrencama».19 iguales; su monotonía se insinúa, acariciado-Y termina Baroja, cancelando una etapa de ra, en su espíritu; se hace asiduo a pequeñassu vida, resumiendo cuantas experiencias le tertulias; pasea con los curas al atardecer, y

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los domingos no falta en la plaza para oír el escribió Baroja su cuento "Noche de médi-tamboril y el chistu. Las noches de invierno le co".21 Su mejor éxito como práctico, aquel queagrada acogerse al fuego de leña de la coci- más debió satisfacer su orgullo profesional,na.22 Escribe cuentos y algunos artículos. Re- fue el caso de una muchacha hidrópica, afec-sultó decisivo para la formación de su per- ta de una lesión hepática, del que hace unsonalidad este enfrentamiento con el paisaje relato detallado refiriéndolo a la vida de mé-nativo, ahora renovado: «En el pueblecillo dico de su contrafigura literaria Andrés Hur-vasco donde estuve yo de médico —les dice tado en El árbol de la ciencia.Baroja a los oyentes en la Sorbona de sus "Di- Sus obligaciones de médico, que incluían vi-vagaciones de autocrítica" ":1—, comprendí, ob- sitar lejanos caseríos, exigían un esfuerzo su-servándome a mí mismo, que había dentro de perior al que él podía rendir sin que se re-mí un espíritu como dormido, un elemento sintiese su salud; «no tenía bastante energíade raza que no había despertado aún... ; sen- física —dice Baroja25— para andar constan-tí cómo el ambiente físico de mi país, y tam- temente por los caminos, de noche y de día,bien el moral, me iban envolviendo, y cómo resistiendo lluvias y nieves. Estuve muchasrecogía, poco a poco, este rastro perdido de la veces reumático». Sintió también como unaraza». carga gravosa la responsabilidad de la pro fe-La práctica profesional le enseñó pronto la lee- sión. Todo ayudó a inclinar su ánimo a lación de lo que ignoraba para entender la rea- decisión de abandonar temporalmente el ejer-lidad clínica del hombre enfermo. Es cau- cicio rural de la Medicina. Pretendió, sinteloso en los diagnósticos y la misma pruden- conseguirla, la plaza de médico de Zaráuz ocia le guía a la hora de recetar. En su vida de Zumaya, y un día, bruscamente, consideró con-médico, lo que más apuros debieron propor- cluida su experiencia de médico. Poco despuéscionarle fueron los partos; más de una noche marchaba a Madrid para encargarse, con suhubo de pasarla, a la lumbre, en un caserío, hermano Ricardo, de la fábrica de pan deesperando el alumbramiento; recordándolas, su tía abuela doña Juana Nessi.18

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El ideal frustrado dio, creador y esclavo tantas veces de unmétodo, sobrepone Pío Baroja la imagen de

Alentó en Baroja, desde sus primeros años de «los hombres que desde el fondo de sus labo-estudiante, un interés por la ciencia que nunca ratorios nos pueden decir alguna anticipaciónconseguiría satisfacer; varias veces ha recor- general, los sabios de la estirpe de los Vir-dado esta ilusión juvenil. Hubiera querido lie- chow, Pasteur y Claudio Bernard».28 Y téngasegar a ser un investigador, un filósofo ; un hom- en cuenta que de éstos exalta no su concretabre de ciencia a imagen y semejanza de aque- labor de investigación sino lo que en ella leslias gigantes personalidades que se llamaron ha permitido derivar hacia un sistema ideo-Claudio Bernard, Pasteur o Virchow. Su con- lógico propio para servir de fundamento a unatrafigura literaria, Andrés Hurtado, le confiesa doctrina filosófica. Por el camino de esta f rus-a su tío el doctor Iturrioz : «A mí hay cosas de tración llegará Baroja al campo de las letras ;la carrera que me gustan; pero la práctica, no. en el pasado que clausuraba quedan arrumba-Si pudiera entrar en un laboratorio de Fisio- dos sus años de estudiante, la experiencialogia, creo que trabajaría con entusiasmo».26 profesional, sus ilusiones científicas; sin em-Y con ocasión de su ingreso en la Academia de bargo, en el escritor que desde ahora fuela Lengua dice de sí mismo Baroja: «Yo estu- siguieron medrando soterrados sus afanes ju-dié Medicina en mi juventud bastante mal, veniles, y esta otra personalidad suya de hom-como se estudia casi siempre, y tengo algunos bre de ciencia frustrado, de médico, que nuncarudimentos de Patología y de Fisiología, cien- llegó a desvanecerse, proyecta la sombra decia esta última para mí muy atractiva».27 su influjo en su labor literaria.Le faltó oportunidad y careció, también, deauténtica vocación, pues a Baroja más quelas técnicas, los medios, le interesan las teori- El influjo letamendianozaciones que de su utilización puedan dedu-cirse; a la figura del hombre de ciencia me- La ideología letamendiana, que conoció sien-

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do estudiante, no obstante denostarla violen- sofía que sea primeramente una cosmogonía,tamente Baroja, tuvo la virtud en él de des- una hipótesis racional de la formación delpertar el interés filosófico. Refiriéndolo a su mundo; después, una explicación del origencriatura de ficción, Andrés Hurtado, lo con- de la vida y del hombre».30 ¿Cómo creyó po-fiesa el propio Baroja: «La palabrería de Le- seerla Baroja? La respuesta es sencilla : unien-tamendi produjo en Andrés un deseo de aso- do a la especulación filosófica schopenhaueria-marse al mundo filosófico, y con este objeto na las doctrinas filosóficas de Claudio Bernard.compró en unas ediciones económicas los li- «Los dos libros que he leído bastante bienbros de Kant, de Fichte, de Schopenhauer».29 —nos dice 31— y han influido profundamentePosteriormente amplió mucho Baroja su cul- en mí han sido El mundo como voluntad ytura filosófica; pero, descontada la obra de representación, de Schopenhauer, y la Intro-Nietzsche, por la que sintió, en cierta época, ducción al estudio de la Medicina experimen-gran entusiasmo, ningún otro filósofo consi- tal, de Claudio Bernard... Los dos me pare-guió apagar la admiración que despertó en él cieron magníficos. Después no creo que hesu primer conocimiento del pensamiento kan- vuelto a leer, al menos completo, ningún librotiano según la versión de Schopenhauer. de filosofía.»Esta formación filosófica, que no por carecer En ambos descubre Baroja, perfilada, la gigan-de rigor ejerció menos influjo en su vida in- tesca figura de Kant; Schopenhauer no estelectual, se unió a sus lecturas sobre Fisio- sino su portavoz; por su parte, añade, «el li-logía, Biología y Etnología; tres ramas del bro de Claudio Bernard es para los médicosconocimiento, en especial la primera, que nun- lo que la Crítica de la razón pura para los filó-ca dejaron de interesarle. Así tomó forma el sofos».32 Las obras de Claudio Bernard y desoporte ideológico de su actitud ante la vida. Schopenhauer contienen, en suma, los funda-Era esto lo que, desde sus años de estudiante, mentos de la actitud intelectual de Baroja;buscaba Baroja; también lo que esperó hallar, ellos le proporcionaron el sistema de ideas yen sus lecturas, Andrés Hurtado: «una filo- convicciones que postula.

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Medicina y literatura adopción de ciertas técnicas expositivas, lospersonajes médicos que cobran vida en sus

Como literato, Baroja pretendió sujetar su novelas, y, finalmente, bajo forma de opinio-pensamiento a los principios por él aprendi- nes y comentarios acerca de las más diversasdos del filósofo germano y el fisiólogo fran- cuestiones médicas y biológicas,cés. Tratando de definirse, escribe en el pri- En sus descripciones de personajes y ambien-mer volumen de sus Memorias: «Yo soy un tes, incluso cuando no se ayuda de términosrealista, un aficionado a la Biología; natural- médicos, deja entrever la mentalidad de mé-mente, sin un rigor completo, porque en Litera- dico con que capta y reproduce la realidad ob-tura el rigor científico no puede existir».33 servada. A ello se debe, creo, ese vigor expre-¿Cumplió Baroja en su diario quehacer de sivo de que aparecen dotados muchos de loshombre de letras, de novelista, tal criterio personajes, apenas esbozados en ocasiones,de preceptiva literaria? Pienso que no. No que transitan por sus novelas. Esta cualidadniego que lo intentase, pero el hecho cierto, a descriptiva, su habilidad innegable para hacermi juicio, es que su personalidad era dema- vivir, con el auxilio de muy pocos rasgos, unasiado vigorosa para conseguir doblegarla bajo figura humana, la consigue Baroja destacandoférula tan rígida, y más aún teniendo en cuen- entre tantos elementos como componen suta que su obra entera gira en torno a sí mis- percepción sensorial aquellos que precisamen-mo; constituyen sus libros, en resumen, una te le imprimen su sello distintivo, individual,confesión y el intento de dar realidad en ellos y que son tantas veces los más próximos a laa cuantas ilusiones dejó insatisfechas su pro- normalidad, a lo patológico. Una cualidad quepia existencia. Sin embargo, parte de aquel recuerda a la que concede al buen médico suideario científico que pretendió cumplir, al- sagacidad clínica.canzó, de una u otra forma, expresión en su Muchos son los médicos que Baroja hace apa-obra literaria. Tres han sido, según mi cuen- recer como personajes de sus novelas ; en ellosta, los medios utilizados en tal realización: la puso Baroja retazos de su propia existencia.

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Si los analizásemos descubriríamos como con ancho mundo de su obra literaria, bajo formaellos revive su creador aquellos afanes cientí- de opiniones y comentarios directamente for-ficos que polarizaron los mejores entusiasmos mulados por el novelista o expuestos a travésde su juventud, su ideal frustrado de conver- de criaturas suyas, de aquellos personajes quetirse en un hombre de ciencia. También, final- en sus creaciones sirven de portavoz a quienmente, su formación profesional, sus lecturas los creó,científicas, reaparecen una y otra vez en el

1. Juventud, egolatría; Obras Completas; V, 197. Se cita no me disgustaría licenciarme; pero necesitaría estudiarsiempre por esta edición de sus obras (Madrid, 1946-1952), mucho, y no creo que tendré bastante fuerza de voluntadmencionando sólo el número del volumen y la paginación. para eso. Si hiciera lo que pienso, me iría por allá, por el2. II, 447-571. Norte, a algún pueblecillo. Aprendería el vascuence, mata-3. V, 196-99. ría el menor número de enfermos posible y esperaría des-4. La formación psicológica de un escritor; V, 878-81. pues tranquilamente el momento de dejar la carrera».5. Desde la última vuelta del camino; II. Familia, infancia 21. Localizándolas en Alcolea del Campo, figurado puebloy juventud; VII, 569 et seq. manchego, reproduce Baroja sus impresiones de Cestona6. V, 587-602. en El árbol de la ciencia; referencias a su vida de entonces7. Familia, infancia y juventud; VII, 577. las hay, también, en el prólogo de César o nada ( I I , 577-81).8. Ibid.; 572. En todos los trabajos de carácter autobiográfico encontra-9. II, 459 mos el capítulo de su vida en Cestona, también en su con-10. Familia, infancia y juventud; VII, 579-80. ferencia «Divagaciones de autocrítica» y en el discurso de11. El árbol de la ciencia; II , 459. ingreso en la Academia Española.12. Ibid.; 467. 22. Familia, infancia y juventud; VII, 622.13. Un retrato de este profesor lo reproduce en Familia, 23. Repite en las Memorias: «En Cestona empecé a sentir-injancia y juventud; VII, 594. Semblanzas de otros profeso- me vasco, y recogí este hilo de la raza que ya para mí es-res suyos aparecen recogidas comentadas en mi trabajo «La taba perdido» (VII, 614).personalidad médica de Pío Baroja» (Baroja y otras figuras 24. Incluido en Vidas sombrías; VI, 1013-15.del 98. Madrid, 1960) y también en mi libro, anterior, Re- 25. Divagaciones de autocrítica; V, 495.trato de Pío Baroja (Barcelona, 1953). x 26. El árbol de la ciencia; II, 508.14. Familia, infancia y juventud; VII, 594. . 27. La formación psicológica de un escritor; V, 864.15. Ibid.; 597. 28. Desde la última vuelta del camino. Galería de tipos de16. Este estado de ánimo ha sido rememorado por Pío Ba- la época; VII, 932.roja en el texto de una carta escrita a un hermano de Luis 29. El árbol de la ciencia; II, 467.Ruiz Contreras. 30. Ibid.; II, 509.17. Familia, infancia y juventud; VII, 605. 31. Estas lecturas de Baroja hay que fecharlas en 1904,18. La formación psicológica del escritor; V, 869. durante su segunda estancia en la capital francesa.19. Familia, infancia y juventud; VII, 611 32. Galería de tipos de la época; VII, 925.20. Le escribía, desde Valencia, al hermano de Luis Ruiz 33. Desde la últitna vuelta del camino. I. El escritor segúnContreras, en carta de 20 de septiembre de 1892: «Este año él y según los críticos; VII, 422.

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