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Afirmar el valor supremo de la escuela en los actuales empos de incerdumbre se desprende de su razón de ser en cuanto una instución no solamente consagrada a la transmisión cultural y a la selección y preparación para la vida producva, sino, además, a la ejercitación para la vida social. Con demasiada frecuencia la insis- tencia en el papel de la escuela en la reproducción de las desigualdades sociales y culturales, deja de lado tanto el análisis autónomo del juego de fuerzas propio de una micropolíca del poder como la trascendencia de la memoria escolar impresa en los procesos de iden- dad personal. Como si no fuera determinante dicha base material entendida como el lugar donde aprender a vivir juntos o, dicho de otro modo, donde afrontar las insalvables condiciones de la sociabilidad, del respeto por la diferencia, de la dialécca de los argumentos que sustuye la dialécca de las armas. En la vida codiana de la escuela -asumida en toda su extensión, como un disposivo social de formación-, ya sea abierta o renuente a comparr los bienes y servicios de la revolución digital, parcipamos de una experiencia biográfica en la que hacemos de la vida misma un exten- Dr. Gabriel Jaime Murillo Arango1 Edición #3 La educación como acogida II so cuento tejido con múlples hilos, una trama urdida a medida que nos cuentan historias, las que contamos a otros y también a nosotros mismos. Por decir lo menos, allí nos convermos en narradores espontáneos, de tal modo que el acto de contar historias se traduce en una prácca social de conjura de la realidad inmediata, de dominación de la conngencia, en una tentava por hacer frente a lo desconocido, a la angusa y al temor mismo que suscita la existencia en empos turbulentos. Decir, saber, ser: bien puede tomarse esta tríada de verbos como las acciones radicales del oficio de profe- sor, que leídas de forma sesgada concuerdan con la propedéuca consignada en el P.E.I. de la Facultad de Educación de la Universidad de Anoquia, esto es, el propósito de formar maestros animados de voluntad de saber, deseo de enseñar y aprender y capacidad de acción políca. Y en momentos de crisis como el presente, hay que restuir el sendo emológico de la palabra crisis que remite a decidir, juzgar, a cuyo propósito bien vale ir a las fuentes, no para hurgar en un depósito de escombros del pasado sino para leer ciertas claves que impidan quedar 1. Profesor Departamento de Pedagogía

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Afirmar el valor supremo de la escuela en los actuales tiempos de incertidumbre se desprende de su razón de ser en cuanto una institución no solamente consagrada a la transmisión cultural y a la selección y preparación para la vida productiva, sino, además, a la ejercitación para la vida social. Con demasiada frecuencia la insis-tencia en el papel de la escuela en la reproducción de las desigualdades sociales y culturales, deja de lado tanto el análisis autónomo del juego de fuerzas propio de una micropolítica del poder como la trascendencia de la memoria escolar impresa en los procesos de iden-tidad personal. Como si no fuera determinante dicha base material entendida como el lugar donde aprender a vivir juntos o, dicho de otro modo, donde afrontar las insalvables condiciones de la sociabilidad, del respeto por la diferencia, de la dialéctica de los argumentos que sustituye la dialéctica de las armas.

En la vida cotidiana de la escuela -asumida en toda su extensión, como un dispositivo social de formación-, ya sea abierta o renuente a compartir los bienes y servicios de la revolución digital, participamos de una experiencia biográfica en la que hacemos de la vida misma un exten-

Dr. Gabriel Jaime Murillo Arango1

Edición #3

La educación como acogida II

so cuento tejido con múltiples hilos, una trama urdida a medida que nos cuentan historias, las que contamos a otros y también a nosotros mismos. Por decir lo menos, allí nos convertimos en narradores espontáneos, de tal modo que el acto de contar historias se traduce en una práctica social de conjura de la realidad inmediata, de dominación de la contingencia, en una tentativa por hacer frente a lo desconocido, a la angustia y al temor mismo que suscita la existencia en tiempos turbulentos. Decir, saber, ser: bien puede tomarse esta tríada de verbos como las acciones radicales del oficio de profe-sor, que leídas de forma sesgada concuerdan con la propedéutica consignada en el P.E.I. de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, esto es, el propósito de formar maestros animados de voluntad de saber, deseo de enseñar y aprender y capacidad de acción política. Y en momentos de crisis como el presente, hay que restituir el sentido etimológico de la palabra crisis que remite a decidir, juzgar, a cuyo propósito bien vale ir a las fuentes, no para hurgar en un depósito de escombros del pasado sino para leer ciertas claves que impidan quedar

1. Profesor Departamento de Pedagogía

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cuantos otros malestares que pudieran tener origen o exacerbarse durante estos encierros para los que no hemos sido preparados jamás. Y a todo esto agrega que no deja de ser inquietante recordar que uno de los resultados de PISA es que el 50% de los pro-fesores a escala mundial no se sienten cómodos en el entorno de enseñanza digital. Por lo pronto, advierte Schleicher, “no se puede volver como si nada hubiese pasado”.

En el caso colombiano, la brecha es inmensa si se com-para la proporción en la conectividad a internet entre las áreas urbanas y las rurales, siendo que en las prime-ras predomina la carencia en los estratos 1, 2 y 3, mien-tras en las rurales apenas alcanza el 1%, de donde procede la población estudiantil del sector público de la educación. Según datos oficiales, en Antioquia hay menos de 280 I.E conectadas a internet de un total de 4.000. Y en valle de Aburrá el porcentaje de déficit de conectividad en internet de las I.E. muestra bruscas oscilaciones del 30% al 70%, situando a Envigado a la cabeza de los municipios mejor dotados y Barbosa como el peor. Con dichas cifras, no es cosa de aves de mal agüero avizorar el espectro de la deserción y de tentaciones anómicas y antisociales (en el sentido lato del término) acechando a la vuelta de la esquina en los barrios de las grandes ciudades y en el campo.

enceguecidos por el fulgor de la actualidad. Con estas se trata de mantener una actitud abierta a lo otro, con espíritu experimental, ajenos a una espera pasiva, cesantes, derrotistas. Desde esta perspectiva, no puede menos que justificarse la oleada en busca de disponer de todos los artefactos al alcance proporcionados por la revolución digital, puestos al servicio de restablecer los vínculos educativos. Sin duda alguna, un movimiento desordenado, imprevisto, caótico. Quizás no podía ser de otra manera.

No obstante, se constata que la posibilidad de mantener un equilibrio entre los programas curriculares, cuando estos puedan ofrecer un acceso relativo a quienes lo demandan, y la complejidad de las interacciones socia-les que reviste el acto educativo presencial, es exiguo. Así lo admite Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE, quien valora el coste social del cierre de las escuelas en términos de un saldo dramático, que no es siquiera medible por los meses de ausentismo escolar sino por el día a día. Pues cada día supone el ensancha-miento de la brecha de desigualdad, ya se trate de la descompensación en el ritmo de aprendizaje, de la utilización desigual de los recursos tecnológicos u otro tipo de materiales didácticos en los hogares, del even-tual acompañamiento de los padres, de los sentimien-tos de desafección, desconfianza, abulia, quién sabe

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La situación de contingencia de salud pública con el COVID-19 evidenció, para las Instituciones de Educación Superior, necesidades de formación ciudadana, planea-ción educativa, mostró falencias en apoyos y recursos, y nos dejó perplejos y con mucho asombro a toda la comunidad universitaria.

En una situación como esta se evidencia además una falta de formación ciudadana esa que desde Giroux (2006) está direccionada, al desarrollo de un sujeto con pensamiento crítico y argumentativo y deliberante, que se pregunte por los procesos sociales, culturales y políti-cos en los que se enmarca su sociedad. Porque la pan-demia afectó y perturbó de diversas maneras a los profesores y directivos generando diferentes pos-turas evidenciando faltas del ser ciudadano al no proponerse soluciones organizadas para la ense-ñanza en tiempos de emergencia, donde se con-templa la condición humana, los desarrollos y los contextos.

Con respecto a los profesores universitarios se han evidenciado algunas posturas frente a esta situación como son: Una primera postura en la que se dice: “Es mejor esperar a que se normalice todo” y que muestra que es la condición que se espera para volver a asumir con total responsabilidad las actividades de enseñanza, ven con acierto que se cancele el semestre, se cierren

los laboratorios y los centros de prácticas en las univer-sidades. Otra postura más “optimista” que ve en esta situación de cuarentena un reto, en el que hay nuevas posibilidades de aprender, gestionar y enseñar en línea, para la que, además, es un gusto tener experiencias de aprendizaje, ven como importante que se trabaje la enseñanza en línea, que no se interrumpan las clases, que se puedan lograr los productos pactados en la evaluación y llegar sin problemas al cierre del semestre. Existe una tercera postura en la que consideran que hay “una situación de anormalidad” que hay que asumir como tal, enfrentándola con responsabilidad, capacidad crítica y actuando con resiliencia pero también exigien-do la equidad con los recursos y con las posibilidades académicas en pos del bien común. Desde esta postura se ve con agrado cómo se forman los profesores en los medios tecnológicos y de manera que se pueda mante-ner la universidad abierta.

Sabemos que pasar de la educación en modalidad presencial a la modalidad virtual, de un momento a otro y con calidad en contenidos, metodologías y conectivi-dad, no es posible, y que considerar la formación en línea con la velocidad, el tiempo y la eficacia que requie-ren, no es fácil. Además, porque se ha educado con prevalencia en una enseñanza de metodología presen-cial en el que cuesta asumir otro tipo de planeación y de enseñanza, lo cual genera estrés, angustias y rechazo generalizado a los medios tecnológicos.

La Enseñanza en Tiempos de Emergencia

Dra. Ruth Elena Quiroz Posada1

Dra. Carmen Ysabel Martínez2 Porque si el otro no estuviera ahí –y allí, y aquí—nuestras pedagogías quedarían reducidas a cenizas, envueltas en borrascas, disueltas en pura mismidad.

Carlos Skiliar

1. Coordinadora del Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Antioquia2. Coordinadora del Programa de Doctorado en Educación, Universidad Católica Luis Amigó

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Por otro lado, se deja al descubierto las carencias de estudiantes para la conectividad o un equipo de cómpu-to que les permita dar respuesta al proceso de forma-ción, situación que lleva a las instituciones de educación superior a pensar de manera asertiva e inmediata en impulsar iniciativas inclusivas para garantizar a su pobla-ción el cumplimiento de las actividades académicas y como respuesta a las políticas establecidas, entre ellas a los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de las Naciones Unidas.

Actualmente se ha acuñado el término de Enseñanza remota de emergencia (Hodges, Moore, Lockee, Trust y Bond, 2020) que “implica el uso de soluciones de ense-ñanza totalmente remotas para la instrucción o la educación que de otro modo se impartirían personal-mente o como cursos combinados o híbridos y que volverán a ese formato una vez que la crisis o la emer-gencia hayan disminuido”. El objetivo principal en estas circunstancias, dicen los autores, “No es recrear un ecosistema educativo robusto, sino más bien proporcio-nar acceso temporal a la instrucción y a los apoyos instructivos de una manera rápida y fácil de configurar durante la emergencia”. Sabemos que la educación en línea y de alta calidad, en este momento, no es posible, pero esta forma de ense-ñanza se instala como un desafío para la universidad porque implica un ejercicio ciudadano en el que es necesario proponer cambios de tipo sociocultural de manera que los procesos de enseñanza pasen de la memorización de contenidos y la evaluación de resulta-dos a ser procesos pedagógicos reflexivos, críticos, donde la práctica docente demuestre una continua preocupación por el sentido y la forma en que dialoga-mos sobre la construcción del conocimiento disciplinar y sobre los saberes culturales. Se trata de una manera de hacer, sentir y pensar problemas reales, con objetivos, métodos, medios, formas y procesos a medida que surgen las necesidades y limitaciones de los estudiantes, los recursos y la formación ciudadana y docente.

En este contexto la universidad debe continuar en relación y conectada para los estudiantes, profesores y

directivos, pero de manera pausada, en un proceso de creación colaborativo en el que los aportes, las dificulta-des y los contratiempos sean pensados en términos de viabilidad, de ayuda mutua y de relación amorosa y solidaria, todo lo cual permitirá que al regresar al estado original se llegue con una mejor formación del ser ciudadano, una vez la emergencia haya terminado.

Por tanto, lo menos oportuno ahora es improvisar solu-ciones, en cambio sí se trata de ir caminando en la medida del desarrollo de las personas y del trabajo profesional y técnico de las instituciones. Este proceso de creación colaborativo en una enseñanza remota de emergencia requiere de la participación de diferentes actores, de manera tal que los diver-sos aportes que hagan en vías a reconocer y pro-poner alternativas para la situación que los convo-ca, puedan ser pensados en términos de viabili-dad, de acuerdo a las circunstancias particulares de profesores y estudiantes y a los desarrollos de cada programa y de las instituciones. Acciones apre-suradas e impuestas, podrán determinar percepciones erradas frente al uso de los medios tecnológicos y las posibilidades que tienen de relación, conexión y cons-trucción del conocimiento en un marco de diálogo, donde la argumentación, la asertividad y la escucha activa juegan un papel importante, tanto para los profe-sores como para los estudiantes.

Hay la necesidad de pasar a una enseñanza remota en tiempos de emergencia, ya que se reconoce que las personas y los apoyos informáticos de las universidades no cubren todo el personal docente, ni se cuenta con la motivación suficiente, ni con los medios y recursos suficientes por ello son provisionales y transitorias. Es una deficiencia estructural que queda al descubierto por la emergencia Además, como lo advierte Hoyos (2007), el derecho a la ciudadanía es el derecho que tiene el ciudadano a vivir en un contexto físico, social, cultural, educativo y político donde se respeta y se esta-blece un diálogo con el otro a partir de los encuentros y las diferencias, en un ambiente donde todos los ciuda-danos tienen igualdad de oportunidades y posibilidades

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de acceso a condiciones de vida digna, contando con un vínculo relevante, si se quiere en un tejido social donde se reconozca y permita la capacidad de cada cual de incidir en las decisiones que le afecten. Por tanto, este tipo de enseñanza tendrá que pensar en el contexto, en los elementos de entrada y de proceso, en nuevos contenidos más que en los productos que logren realizarse.

Así pues, la formación ciudadana de los docentes universitarios es necesaria para una mejor participación en momentos problemáticos, sin desconocer que hay dificultades también de las instituciones, desde las estructuras, funciones y procedimientos que no favorecen la agilidad en la implementación de innovaciones pedagógicas, de enseñanza y curriculares que favorezcan el abordaje de contingencias contemporáneas como las que estamos viviendo.

En conclusión, se apuesta por una enseñanza dirigida a la formación de un ciudadano en una interacción dialógica basada en el lenguaje y la comunicación entre docentes y estudiantes, construir en el acto educativo las visiones sobre el conocimiento, el proyecto de vida, que nace desde la responsabilidad con el otro para el beneficio y trans-formación de las sociedades desde una educación en la otredad.

Referencias

Chesbrough, Henry (2003) Open Innovation: The New Imperative for Creating and Profiting from Technology. HBS Press. Encontrado en: https://www.nmit.edu.my/wp-content/uploads/2017/10/Open-Inno-vation-the-New-Imperative-for-Creating-and-Profiting-from-Technology.pdfGiroux, Henry (2006). La escuela y la lucha por la ciudadanía: pedagogía crítica de la época moderna. México: Siglo XXI editores.Hodges. Charles, Moore, Stephanie Lockee, Torrey, Trust Barb y Bond Aaron (2020) The Difference Between Emergency Remote Teaching and Online Learning. Encontrado en: https://er.educause.edu/articles/2020/3/-the-difference-be-tween-emergency-remote-teaching-and-online-learning?utm_source=Newsletter+de+innovaci%C3%B3n+educativa+%28docentes%29Hoyos, Guillermo (2007) Comunicación, Educación y Ciudadanía Conferencia Inaugural. Encontrado en: https://www.javeriana.edu.co/blogs/guillermo_hoyos/fi-les/014-Comunicacion-Educacion-y-Ciudadania-GHoyos.pdfObservatorio de Innovación Educativa. (2015). Aprendizaje basado en retos. Tecnológico de Monterrey. Encontra-do en: http://eduteka.icesi.edu.co/pdfdir/edutrends-aprendizaje-basado-en-retos.pdf

Skliar, C. (2002). ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia. Buenos Aires: Miño y Dávila.

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EDITOR GENERAL:Carlos Arturo Soto Lombana

Docente Facultad de Educación

COLUMNISTAS INVITADOS:Dr. Gabriel Jaime Murillo Arango

Dra. Ruth Elena Quiroz Posada Dra. Carmen Ysabel Martínez

CON EL APOYO DE:Wilson Bolívar Buriticá

Decano Facultad de Educación

Unidad de ComunicacionesFacultad de Educación