La distorsión socialista... Guillermo Ricca

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Capítulo que forma parte de la obra del filósofo Abelardo Barra Ruata acerca de las tensiones y los equilibrios racionales entre racionalidades coexistentes

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La distorsin socialista. Notas sobre el marxismo latinoamericano de Jos Mara Aric[footnoteRef:1]. [1: Publicado en Abelardo Barra Ruatta (Compilador) El laboratorio latinoamericano, tensiones y equilibrios entre racionalidades coexistentes, Ro Cuarto, 2014, Cartografas, pp. 156-198. ]

Guillermo Ricca (UNRC)

negado como sistema y por lo tanto como mtodo y teora totalizantede la realidad, el marxismo parece disolverse, lo que, desde la perspectiva en que estoy situado,no es en realidad otra cosa que la modalidad que adopta el proceso de su devenir mundo, segnpalabras de Marx.Jos Aric, 1980

Siempre ser cuestin de comunismo, aun cuando la palabra, ensuciada, d paso a alguna otra designacin del concepto que ella recubre. Concepto filosfico, por lo tanto, eterno, de la subjetividad rebelde.

Alain Badiou, 1998.

Acerca de modernidad, colonialidad y eurocentrismo. Una crtica de la narrativa decolonial

La modernidad latinoamericana es irreductible y compleja. No puede ser pensada de manera unidimensional como colonialidad; tampoco como eurocentrismo, si bien ambas categoras permiten pensar procesos culturales y polticos ligados a la expansin del capitalismo en la regin; tampoco bajo el tpico de ideas fuera de lugar o de oleadas de teora que habran llegado deshilachadas a esta orilla del mundo, como supuso en su momento Augusto Zalazar Bondy. La modernidad latinoamericana tampoco se deja aprehender como una racionalidad o como su falta deficitaria en el drama u odisea por salir de la barbarie y el salvajismo, como sostiene el relato de la historia social que asume la historicidad de las sociedades nordatlnticas como esquema normativo de evolucin de todas las formas sociales urbi et orbi. Si, como afirma el socilogo aymara Flix Patzi, el sujeto econmico del desarrollo capitalista en Bolivia no es la minora blanca que se percibe a s misma como heredera de la colonia, sino el empresario aymara, esto debera alertar ante el diagnstico que sustituye, en una operacin metonmica, la crtica de la ideologa y de la economa poltica por la crtica cultural, epistmica, de gnero o tnico/racial.

Esta operacin, ampliamente difundida en algunas versiones del giro decolonial se sustenta en una genealoga arbitraria de la decolonialidad que termina transformndose en lo que dice combatir: una filosofa sustitutiva de las filosofas de la historia, sobre todo, marxistas o de filiacin marxista. As, para Walter Mignolo, por ejemplo, el giro decolonial es un desprendimiento de la modernidad/colonialidad que abre a la visibilidad de otredades epistmicas, tnicas y culturales, ocultadas y negadas. Su emergencia se sita en la misma fundacin moderno/colonial (1492), su primer momento estara dado por la emergencia del pensamiento indgena en la voz de Guamn Poma de Ayala y su relato Nueva crnica y Buen Gobierno, de 1615. Para Mignolo, Guamn Poma de Ayala fue para el pensamiento crtico decolonizador lo que en Europa fue Marx para el pensamiento crtico emancipatorio despus de la Revolucin Industrial[footnoteRef:2]. El segundo momento lo constituye la emergencia del pensamiento asitico y africano contra el imperio britnico y el colonialismo francs, en la obra de Ottabah Cugoano Thouhgs and Sentiments of The Evill of Slavery, de 1787. Cugoano fue un esclavo ilustrado, que en esa obra, sarcsticamente toma distancia de la narrativa humanista de los colonizadores, tema al que volver. El tercer momento lo constituyen las luchas por la descolonizacin en Asia y frica, cuya figura y discurso emblemtico se encuentra sin dudas en la obra de Franz Fanon. El cuarto momento lo constituye el giro decolonial que, despus de la crisis del marxismo sovitico (1989), comienza a trazar su propia genealoga y desde 2005segn Mignolo a detentar el liderazgo en el terreno de la crtica. [2: Walter Mignolo, La idea de Amrica Latina, Buenos Aires, Gedisa, 2007, p 137. ]

Una rpida mirada a esta genealoga arroja como evidencia un verdadero ejercicio de sociologa de las ausencias y de desperdicio de la experiencia[footnoteRef:3]. Nada se dice aqu sobre las narrativas de la liberacin que se sirvieron de las diferentes formulaciones de la teora de la dependencia, desde la filosofa hasta la teologa, ni de los discursos de la Nueva Izquierda que animaron corrientes de modernidad poltica radical en buena parte de Nuestra Amrica[footnoteRef:4] y contribuyeron a crear las condiciones subjetivas para insurgencias urbanas como el Cordobazo y otras similares en Argentina; corrientes que nutrieron la agenda de la radicalidad ideolgica y poltica en los aos setenta y que animaron fecundos y violentamente abortados cruces entre las dos corrientes histricas de la izquierda latinoamericana: el marxismo y el populismo. Nada se dice aqu sobre Ernesto Che Guevara y las luchas por la descolonizacin en frica a las que Cuba aport ms de doscientos mil combatientes hasta el ao 1994, fecha en la que es liberado Nelson Mandela despus de 30 aos de cautiverio en las crceles del apartheid sudafricano. Para posicionar el liderazgo del giro decolonial, Mignolo debe negar entidad a estas realidades, o simplemente incluirlas en el deceso del marxismo sovitico, en un ejercicio reductivo propio de las retricas del fin o eludir la interpelacin de las identidades populares capaces de constituirse como sujeto en procesos de hegemona poltica. Es como si los diferentes espectros de Marx (o de Gramsci), nunca hubiesen recorrido Amrica Latina o, como si lo hubieran hecho en una direccin nica: la trazada por el Comintern, desde Mosc. Buena parte de la trayectoria intelectual de Jos Aric, se inscribe, como veremos, en franca disonancia con la ortodoxia eurocntrica del Comintern hasta constituir un choque de lxicos con la tradicin intelectual del Partido Comunista Argentino, fuertemente entramada con la visin liberal de la historia argentinala denominada lnea Mayo-Caserosy una concepcin marcadamente elitista de la tarea de los intelectuales. [3: Boaventura de Souza Santos, Una epistemologa del Sur, Buenos Aires, CLACSO-Siglo XXI, 2009, p 99. ] [4: Oscar Tern, Nuestros aos sesenta, Buenos Aires, Sglo XXI, 2013, p 141]

La genealoga que traza Mignolo tiene el valor de incluir en la crtica decolonial a un sin nmero de pensadores marginales a la academia (Fausto Reinaga, Mahatma Gandhi, Jos Carlos Maritegui, Rigoberta Mench, entre otros), pero lo hace de un modo decididamente posmoderno; Maritegui es incluido en esa agenda por su visin indoamericana, pero al precio de amputarle su hertico marxismo y su moderna pregunta por la nacin irrealizada. Amn de notables ausencias, como la ya mencionada de Ernesto Che Guevara, Ren Zavaleta Mercado o del propio Aric. Decididamente posmoderno equivale aqu a lgica de la diferencia pura, de la exterioridad, del desprendimiento respecto a una totalidad negadora de las diferencias. La pregunta que cabe hacerse frente a esto, es la que oportunamente formulara Ernesto Laclau: es el particularismo pensable slo como particularismo, a partir de la dimensin diferencial que l afirma? ... Son las relaciones entre universalismo y particularismo simples relaciones de mutua exclusin[footnoteRef:5]. El argumento de Laclau muestra que es posible pensar la pura diferencia al precio de un fundamentalismo de la particularidad, puesto que si la nica poltica vlida es la del desprendimiento y la diferencia, nada impide que otros grupos que fundan su particularidad en el odio racial, social o de gnero, no hagan lo mismo. Esta manera de pensar la diferenciacomo diferencia puraomite y deja en la sombra la cuestin relativa a que las relaciones entre diferencias son tambin relaciones de fuerza, es decir, de poder. Dicho en trminos de Laclau: si el particularismo es el nico principio vlido, tengo tambin que aceptar los derechos a la autodeterminacin de todo tipo de grupos reaccionarios dedicados a actividades antisociales[footnoteRef:6]. La poltica posmoderna de afirmacin de una multiplicidad de diferencias particulares se inscribe as en el espectro de las retricas del fin: negar el momento de lo poltico en las particularidades relacionales que se constituyen por la diferencia no hace desaparecer ese momento por arte de magia. El resultado de esa negacin es una forma silenciosa de reafirmacin de lo establecido en la que se impone el orden de la particularidad ms fuerte como universalismo solapado y violento; la apologa de la diferencia pura en la teora, desemboca en la imposicin de la diferencia ms fuerte en la prctica. En trminos estructurales esto equivale a decir que es imposible la coexistencia de diferencias en estado puro; de la misma manera que es imposible la existencia de un orden en el que toda diferencia estara violentamente negada. El gran aporte de las ontologas de la diferencia o postfundacionales ha sido precisamente ste: toda pretensin de un cierre de la estructura (como diferencia pura o como su opuesto, la identidad sin diferencia) es en realidad una modalidad de la fuerza, es decir, de la violencia muda. Es lo que sucede en las lgicas de afirmacin de la diferencia como el apartheid: se reconoce a otro como diferente pero se deja intocada la matriz de poder que hace del otro un subalterno. En palabras de Laclau, El punto bsico es ste: no es posible afirmar una identidad diferencial sin distinguirla de un contexto, y en el proceso de establecer la distincin se est afirmando el contexto al mismo tiempo[footnoteRef:7]. La mera afirmacin diferencial ignora esto y deja intocado el orden poltico vigente. [5: Ernesto Laclau, Emancipacin y diferencia, Buenos Aires, Ariel, 1996, p 46. ] [6: Ibid, p 53. ] [7: Ibid, p 54]

Tal falla es posible porque la afirmacin posmoderna de la diferencia tout court piensa lo universal en los mismos trminos en que piensa la modenidad/colonialidad: como cancelacin u homogeneizacin de las diferencias. Sin embargo, lo universal puede ser pensado de otra manera: como smbolo de una plenitud ausente con la cual las diferencias pueden mantener un vnculo democrtico: es decir, capaz de articularse en aquello que mantienen como equivalente entre s; esa operacin implica la puesta en juego de una lgica hegemnica. No todas las diferencias pueden simplemente coexistir; slo pueden hacerlo aquellas que no son antagnicas. Al trazar el antagonismo, las diferencias no se mantienen en estado insular, sino que, a travs de procesos de sobredeterminacin de unas sobre otras constituyen smbolos de lo universal como plenitud ausente, es decir, encarnan de manera contingente algo ms que su propio particularismo diferencial. El giro decolonial en la formulacin de Mignolo se muestra as deudor del proyecto de estudios culturales propio de la academia norteamericana. Hace ms de una dcada, Fred Jameson dijo a propsito de ese proyecto: es necesario insistir una y otra vez [ ] que los estudios culturales o el materialismo cultural han sido esencialmente un proyecto poltico y, en realidad, un proyecto marxista. Siempre que la teora extranjera cruza el Atlntico, tiende a perder muchos de los matices polticos o de clase relacionados con su contexto[footnoteRef:8]. A lo cual agrega: en los Estados Unidos, los Estudios Culturales pueden ser entendidos como un sustituto del marxismo o como su pretendida fase superadora. Mignolo no oculta esta faceta anti marxista del giro decolonial: El liderazgo nace de la energa de cada localidad y de la historia de la colonizacin del saber y del ser. Ya no es admisible que el liderazgo provenga de los proyectos eurocntricos de liberacin, estn estos enmarcados dentro de la teora de la liberacin o del marxismo socialista. La verdad debe estar en otra parte[footnoteRef:9]. En realidad, el rechazo de cualquier tipo de orientacin enmarcada en la vasta herencia de Marx, debe imputarse al rechazo en bloque por parte de Mignolo, de la modernidad y su identificacin, sin ms, con la colonialidad y el eurocentrismo. El marxismocomo veremos, una identidad compleja, no reductible a unidad sin postular el ejercicio de cierta fuerza tericaes indudablemente una de ls corrientes de la fragmentaria, discontinua y espectral modernidad nuestro americana. En este punto es preciso detenerse. [8: Frederic Jameson, Estudios culturales en Frederic Jameson-Slavoj iek, Estudios culturales, reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paids, 1998, p 92. ] [9: Walter Mignolo, op.cit, p 123. ]

Muchas crticas al eurocentrismo son, como sostiene Immanuel Wallerstein, un tipo de eurocentrismo anti eurocntrico[footnoteRef:10]. Considero que la formulacin del problema de la modernidad como equivalente a eurocentrismo y de ambas con la colonialidad es una crtica del tipo que seala Wallerstein. La centralidad del conocimiento para organizar la experiencia es un supuesto moderno-ilustrado. Cuando se habla de derechos epistmicos como una forma de desvinculacin epistmica y decolonial[footnoteRef:11] se asigna a otras narrativas y cosmovisiones, la misma funcin que la Ilustracin europea asign a sus propias narrativas y cosmovisiones; incluso las analogas trazadas develan la imposibilidad de concebir el conocimiento de una manera no europea desde estas enunciaciones: Guamn Poma, por ejemplo, es una figura clave y cannica para la desvinculacin epistmica y decolonial. En este sentido, l es a la desvinculacin intercultural lo que Maquiavelo es a las ideas republicanas o lo que Adam Smith es al liberalismo y al libre mercado[footnoteRef:12]. Si Guaman Poma se diferencia es porque ejerci abiertamente su derecho epistmico de contarle al rey de Espaa cual era la historia verdadera del pueblo de Tawantinsuyu y decirle que tena que hacer para lograr un gobierno pacfico[footnoteRef:13]. Ms all de lo cuestionable de esta descripcin de la finalidad de Nueva Crnica y buen gobierno es posible ver como realiza la doble afirmacin que Laclau indica como propia de todos los particularismos: de s y, negadamente, del contexto dejndolo as intocado; cabe preguntarse tambin quin define la nocin y el alcance del derecho que Guaman Poma ejerce abiertamente? Esta pregunta pone al descubierto una ilusin solapada de la crtica decolonial: la relativa a la desaparicin de las relaciones de poder entre diferencias y su interpretacin de la interculturalidad como coexistencia, una coexistencia en la cual las relaciones de poder y de clase estaran ausentes. Como ha mostrado la lectura de Silvia Rivera Cusicanqui, el propsito de Guaman Poma de Ayala era precisamente, poner de manifiesto el alcance insospechado del sistema colonial, su capacidad para aniquilar la forma de vida indgena en un verdadero proceso de descabezamiento; de hecho, Guaman Poma representa visualmente el asesinato de Atawallpa y de Tupac Amaru I como decapitacin, cuando en verdad sabe que no fue as. En palabras de la sociloga aymara: la equivocacin de Waman Puma revela entonces una interpretacin y una teorizacin propia de los hechos: la muerte del inca fue, efectivamente, un descabezamiento de la sociedad colonizada. Sin duda hay aqu una nocin de cabeza que no implica la usual jerarqua: la cabeza es el complemento del chuymalas entraasy no su direccin pensante. Su decapitacin implica entonces una profunda desorganizacin y desequilibrio en el cuerpo poltico de la sociedad indgena[footnoteRef:14]. Lejos de postular un paradigma de coexistencia, el relato de Guaman Poma expone en el lenguaje de la imagen aquello que varios siglos despus pondr en texto la obra de Frantz Fanon: la imposibilidad de coexistencia entre la ciudad del colonizador y la ciudad del colonizado; una dialctica sin solucin: la afirmacin de una implica, necesariamente, la desaparicin de la otra. [10: Immanuel Wallerstein, El eurocentrismo y sus avatares: los dilemas de las ciencias sociales en Walter Mignolo (comp) Capitalismo y geopoltica del conocimiento, Buenos Aires, Ed. del Signo, 2001, p 109. ] [11: Ibid, p 140.] [12: Ibid, p 140] [13: Ibid, p 140. ] [14: Silvia Rivera Cusicanqui, De Tupac Katari a Evo Morales, poltica indgena en los Andes en Esteban Ticona Alejo (comp), Bolivia en el inicio del Pachakuti, Madrid, Akal, 2011, p 77. ]

Creo que este dficit es propio de una visin unidimensional de la modernidad que no puede ver que Revolucin, Insurgencia, Emancipacin, Liberacin, Comunismo y Democracia son tambin categoras modernas, muchas de ellas retraducidas a la otra historia de la fragmentaria, desigual y an en solucin modernidad de los pueblos de Amrica Latina. Es muy llamativo que en la genealoga del giro decolonial Mignolo no pueda ubicar el trabajo de C.L.R James. Los jacobinos negros es una historia marxista de una rebelin de esclavos que culmina en la fundacin de la primera repblica libre e independiente de Amrica Latina y el Caribe. Repblica cuyo nombre es una voz bant. De acuerdo al relato de la decolonialidad, la afirmacin de la negritud (exterioridad/diferencia colonial) es contradictoria de la afirmacin jacobina (moderna/eurocntrica). Poca atencin se ha prestado a la tensin explcita que supone el ttulo del libro de James: esclavos afrodescendientes se apropian la revolucin y la llevan hasta donde no llegar jams la propia Revolucin Francesa, liquidada en 1871, sin poder proclamar jams los derechos de los no propietarios. La revolucin haitiana liderada por Toissant LOverture afirma una triple vinculacin: moderna, anti esclavista, anticolonial y, en esa medida, en resistencia a la acumulacin originaria del capitalismo industrial europeo. No puede ser reducida unidimensionalmente ni a una gesta de liberacin racial, ni a una revolucin social en sentido marxista; ni a un desprendimiento de la modernidad/colonialidad, puesto que sin la modernidad poltica es un proceso ininteligible. Esta genealoga da cuenta del carcter complejo de la modernidad en El Caribe y en Sud Amrica. Una complejidad que no puede deslindarse de la historia del capitalismo como sistema mundo. A su vez, los relatos pretendidamente normativos de la modernidad, deudores de Hegel y de una lectura de Marx en clave de filosofa de la historia universal, tampoco pueden ver en la revolucin haitiana una verdadera revolucin moderna, como tampoco pueden visualizar el carcter revolucionario de las rebeliones indgenas en la regin Andina o en Centro Amrica y el Caribe. Para historiadores como Eric Hobsbawm, por caso, el ciclo de la revuelta katarista no pasa de ser una forma primitiva de rebelda, incapaz de dar origen a una formacin social nueva. A ambos lados de este debate, se visualiza una esquematizacin reductiva de procesos muy complejos. Ni la modernidad es asimilable sin ms a la colonialidad, ni las revoluciones indgenas en la regin andina o de esclavos afro en El Caribe a rebeliones irracionales de furia desatada. Lo mismo vale para la genealoga de las narrativas de esclavos como hitos del despredimiento decolonial. Es probable que, lejos de representar esa inflexin, puedan ser interpretadas, en contrario, como testimonios de una funcin heurstica humanizante[footnoteRef:15]: la razn es el signo de la humanidad, la alfabetizacin una determinacin de la razn, por tanto, al escribiren la lengua del colonizadorel esclavo deviene humano. Su humanidad natural no cuenta en trminos de derecho, sino tan solo aquella humanidad que adquiere por mediacin de esa determinacin humanizante de la razn occidental que ha venido a ser la escritura. Dicho en el lenguaje de Hobbes: no somos seres sociales por naturaleza, sino que devenimos tales por mediacin de la sociedad civil. Es verdad que Cugoano ironiza esto y muestra la profunda crisis en que se constituye la modernidad cientfica, empeada en reducir la multiplicidad de la experiencia a una constante susceptible de ser secuenciada como momento universal de un mtodo. [15: Ronald T. Judy, Escribiendo la cultura en Negro. Gramatologa de la Sociedad Civil y la esclavitud en (Dis)Forming The American Canon. African-Arabic Slave Narratvies and the Verncaular, Minnesotta, University of Minnesota Press, 1993, p 211, (traduccin de Rodrigo Naranjo). ]

Aunque suele olvidarse o pretenda ser negado, la primera crtica a la constitucin de ese sistema, tanto en trminos de ocultacin y negacin histrica como en la perspectiva de una crtica a la ciencia normal de la sociedad de su tiempo, fue enunciada por Marx en el El Capital, ms concretamente, en el captulo XXIV, consagrado a la denominada acumulacin originaria. All y en el pasaje de los Grundrisse en torno a las formaciones econmico sociales anteriores a dicha acumulacin, Marx expone en detalle, el tipo diverso y sofisticado de violencia liberada en la aniquilacin de las formas de vida indgena, en la reduccin a servidumbre propia del vnculo colonial y en la transformacin de frica en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras[footnoteRef:16], como procesos idlicos que constituyen factores fundamentales de la acumulacin originaria[footnoteRef:17]. El esquema de reflexin de Marx establece esta secuencia: la esclavitud de la poblacin africana, el exterminio de los indgenas de Amrica en las minas de oro y plata, el vnculo colonial y la instrumentacin de la religin cristiana al servicio de la acumulacin originaria, destruyeron todo tab en torno a la acumulacin de riqueza y son la condicin de posibilidad histrica de la expropiacin de los trabajadores y de la destruccin de cualquier forma de propiedad comunal, a tal punto que Marx parece indicar que el colonialismo europeo y el mercado de esclavos sentaron las condiciones para el trabajo infantil y el surgimiento del trabajo abstracto: Sistema colonial, deudas pblicasguerras comerciales, etc., estos vstagos del periodo manufacturero propiamente dicho experimentaron un crecimiento gigantesco durante la infancia de la gran industria. El nacimiento de esta ltima fue celebrado con el gran robo herodiano de los inocentes[footnoteRef:18]. Marx desanuda la alegora evanglica en trminos de la necesidad del robo de nios y de la esclavitud infantil para transformar la industria manufacturera en fabril y para establecer la debida proporcin entre el capital y la fuerza de trabajo[footnoteRef:19]. [16: Karl Marx, El capital, crtica de la economa poltica, t. I, vol 3, Mxico, Siglo XXI, 1975, p 939. ] [17: Ibid, p 939. ] [18: Ibid, p 946. ] [19: Ibid, p 947.]

Esta lectura no difiere, en lo esencial, de la que formulara Jos Carlos Maritegui en la dcada del 20 en relacin al por entonces denominado problema indgena: para el Amauta, cualquier intento de resolver la cuestin indgena eludiendo la dimensin econmico-social[footnoteRef:20] del problema se condena a esterilidad de un vano ejercicio terico. En una extensa nota al pie que reproduce parte del prlogo del propio Maritegui al libro de Varcrcel, Tempestad en los Andes, es visible el tipo de traduccin que realiza el peruano de categoras provenientes de Marx, de Lenin y de Sorel: no es la civilizacin, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el alma del indio, es el mito, es la idea de la revolucin socialista.la esperanza indgena es absolutamente revolucionaria[footnoteRef:21]. Si, como sealara hace dcadas Jos Aric, es posible afirmar que Maritegui es el mayor, por no decir, el nico exponente terico del marxismo latinoamericano, desde all es posible pensar de otro modo la relacin del pensamiento latinoamericano con la modernidad y con el eurocentrismo. Se trata del vnculo siempre agonstico con cierta narrativa historiogrfica a la que se ha referido recientemente Dipesh Chakravarty; una historia en la cual Europa es el sujeto terico soberano de todas las historias[footnoteRef:22]. As ni en la voluminosa obra de Kolakowskitres volmenesPrincipales corrientes del marxismo[footnoteRef:23], ni en Las Consideraciones sobre el marxismo occidental de Perry Anderson se hace mencin alguna del marxismo latinoamericano. Tampoco en Los dos marxismos, de Alvin Gouldner[footnoteRef:24]. Esto se traduce de manera sintomtica en el mbito de las ciencias sociales latinoamericanas: Los historiadores del tercer mundo experimentan la necesidad de referirse a obras de la historia europea; los historiadores de Europa no sienten necesidad alguna de corresponder[footnoteRef:25]. Pero esos sntomas no se refieren a actitudes personales, sino que son parte de una condicin terica mucho ms profunda[footnoteRef:26] que se expresa de manera paradjica: an cuando las grandes obras de la filosofa y de las ciencias sociales europeas se hayan escrito ignorando las realidades del tercer mundoncleo del argumento de la colonialidad del saberChakravarty considera que Marx sigue siendopese al muro de Berln (o sin l!)un crtico relevante y fundamental tanto del capitalismo como del liberalismo[footnoteRef:27]. Si se concede credibilidad al argumento de Chakravarty, en el caso del marxismo latinoamericano, una reconstruccin que radicalice la fuerza de la autorreflexin, se encontrar con paradojas similares en los mismos proyectos de reconstruccin historiogrfica. As, Omar Acha y Dborah DAntonio parten de la siguiente hiptesis problemtica: Las formas latinoamericanas del marxismo seran diferentes de las prevalecientes en su regin de origen, el espacio euro-atlntico. Y sin embargo, sus rasgos tericos, lo que podramos denominar su originariedad, no son fcilmente discernibles[footnoteRef:28]. [20: Jos Carlos Maritegui, Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010, p 53.] [21: Ibid, p 54. ] [22: Chakravarty, D, Al margen de Europa, Barcelona, 2008, Tusquets, p 57. ] [23: Kolakowski, Leszek, Las principales corrientes del marxismo, 3 vols. Madrid, 1980, Alianza. ] [24: Gouldner, Alvin, Los dos marxismos, Madrid, 1981, Alianza. Habr que esperar hasta la aparicin del Diccionario de Poltica de Norberto Bobbio, Nicola Mateucci y Gianfranco Pasquino, en el que figura la entrada Marxismo Latinoamericano de autora de Jos Aric. Cf. Bobbio, Norberto, Matteucci, Incola, Pasquino, Gianfranco, Diccionario de Poltica, 2 vols, Mxico, 1981, Siglo XXI, pp 943-957. Acerca de eventos recientes en Diccionarios y enciclopedias en relacin a Marxismo Latinoamericano, cf. Acha, Omar-DAntonio, Dborah, Cartografa y perspectivas del marxismo latinoamericano en A Contracorriente, vol 7, n 2, Winter, 2010, Austin, p 213. ] [25: Chakravarty, op.cit, p 58. ] [26: Ibid, p 59. ] [27: Ibid, p 61. ] [28: Acha, Omar-DAntonio, Dborah, op.cit, p 212. ]

Quizs una de las diferencias radique precisamente en la no formulacin de rasgos tericos de una manera clara y distinta o de originariedades inscribibles en un paradigma propio del campo cientfico. A eso se refiere Aric cuando afirma la necesidad de admitir una pluralidad de caminos para aproximarse a la historia del marxismo en Amrica Latina: admitir una pluralidad de caminos y de perspectivas que dieron lugar a diferentes centros de elaboracin terica y poltica en los que las ideas de Marx y de sus seguidores influyeron de manera dispar, inspiraron luchas con caractersticas propias y se contaminaron de ideologas, culturas, programas, valores, nacionalmente diferenciados. Esta pluralidad de ideas o perspectivas da cuenta del hecho esencial de que el verdadero sujeto de la investigacin, que es el movimiento real, est siempre nacionalmente situado. Producida esa subversin de los trminos que restituye a la dinmica de las clases subalternas el carcter de sujeto de una indagacin en torno a ese objeto terico poltico que denominamos marxismo, es impensable una reconstruccin de la historia de ste que no sea a la vez y al mismo tiempo la historia del movimiento obrero, del socialismo y de las luchas sociales que en l se inspiraron o encontraron un punto de referencia[footnoteRef:29]. [29: Aric, Jos, op.cit, pp 9-10. ]

Esa pluralidad de caminos de indagacin en la que el sujeto es el movimiento real, esto es, las mismas clases subalternas, disloca de un modo insospechado al sujeto soberano de todas las historias que refiere Chakravarty. Este pasa a ser concebido desde una fuerte impronta que, en Aric, se remonta a Gramsci: Gramsci haba planteado una pregunta que nosotros tambin formulbamos: cmo puede ser construida una voluntad nacional popular? [] el haba sido capaz de capturar un mundo popular subalterno que, supuestamente era la reserva natural del PC[footnoteRef:30]. A la pregunta de cmo respondi el grupo de Pasado y Presente a este interrogante, Aric contesta: No se trataba solamente de responderlo con lecturas sino captando una realidad, pues ella no poda ser resuelta en trminos formales. No se trataba del grado de correccin o no de posiciones intelectuales sino de aproximarse all a travs de una transformacin ideolgica, que implicaba modificar concepciones polticas y la propia organizacin poltica[footnoteRef:31]. [30: Aric, Jos, El PC es un partido endogmico en Aric Jos, Entrevistas, Crdoba, 1999, Ediciones del Centro de Estudios Avanzados, p 72. ] [31: Ibid, p 72. ]

Es importante retener aqu estas indicaciones de Aric[footnoteRef:32]. A lo largo de sus intervenciones se mantiene y reformula esta exigencia de captar la realidad, el movimiento real; de medirse con los hechos o de arrastrar hacia el concepto, expresiones que indican, como ya se dijo, una regularidad o, mejor an, que configuran una perspectiva y un lugar desde el cual se enuncia una prctica crtica. La pregunta por el marxismo latinoamericano no puede desgajarse en Aric de esta intencionalidad puesta de manifiesto de un modo indiciario. No se trata propiamente de un esclarecimiento conceptual en trminos de ciencia normalizada, al calor de un paradigma previamente asumido y aceptado. Se trata ms bien de una indagacin crtica capaz de asumir el lugar del sujeto de la crtica. Y ese lugar, para Aric, est fuera, en el movimiento real, en la misma crisis. Tal es la condicin de su reconstruccin, formulada as por el mismo Aric: la de que al convertirlo en objeto de la investigacin se mantenga siempre firme ese principio hermenutico radical establecido por Marx que nos recuerda que el sujeto de esa historia est siempre fuera, en el movimiento real de cuyas vicisitudes el marxismo pretendi ser no mera visin especular sino construccin terica[footnoteRef:33]. La reconstruccin del marxismo latinoamericano que avanza Aric se diferencia as, de las indagaciones en torno a la problemtica de la recepcin[footnoteRef:34]. Para Aric, se trata ms bien de un proceso de produccin, traduccin y ms an, en sintona con las Tesis sobre Feuerbach, del proceso de devenir mundo de la teora[footnoteRef:35]. [32: Indicaciones en el sentido de sealamientos, indicios que apuntan cierta regularidad. Cf. Ginzburg, Carlo, Indicios. Races de un paradigma de inferencias indiciales en Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfologa e historia. Barcelona, 2008, Gedisa, pp 185-239. ] [33: Jos Aric, Marx y Amrica Latina, Buenos Aires, 2010, FCE, p 257. ] [34: Omar Acha Dborah DAntonio, op.cit, p 213-214; Horacio Tarcus, Marx en Argentina, sus primeros lectores obreros, intelectuales y cientficos. Buenos Aires, 2007, Siglo XXI, pp 21-33. ] [35: Cf. Arico, Jos, op.cit, 1985, p 7; op.cit, 2010, p 257. ]

En referencia a estos aspectos de la reconstruccin del marxismo latinoamericano por parte de Aric, Horacio Crespo destaca sus vnculos tericos con otra reconstruccin de la herencia de Marx, precisamente, El Otro Marx, de Oscar del Barco[footnoteRef:36]. En el libro de Oscar del Barco se despliega crticamente la cuestin del sujeto de la investigacin en lnea con la citada condicin expuesta por Aric. Esta exterioridad no postula la clausura endogmica de la teora como un crculo que va desde las determinaciones abstractas al concreto de pensamiento que es tambin un abstracto[footnoteRef:37], sino que se trata, por el contrario, del poder intelectivo abierto por la lucha de clases en una etapa crtica de su propia y particular historicidad: del momento en que surge a la luz pblica el carcter explotador y represor del sistema[footnoteRef:38]. Se trata as de un verdadero desplazamiento hermenutico cuya consecuencia ms fuerte es el traspaso desde el orden de la metodologa al orden de la poltica[footnoteRef:39]. Poltica aqu no equivale a la separacin de un rea de pertinencia de ciertas prcticas o al complejo de una burocracia profesional instituida en el Estado. Por el contrario, poltica aqu refiere a una prctica que no se mueve en los lmites que le asigna el sistema a toda prctica, lmites cuyo objetivo es escindirla del conjunto social para garantizar a las otras prcticas su carcter inofensivo. Por consiguiente resulta imposible hablar de una prctica poltica y habra que decir ms bien que la poltica no es una prctica sino una intensidad propia de toda prctica al asumirse transgrediendo los lmites que la demarcan como en s[footnoteRef:40] Se trata as de la propia actividad terica del proletariado trasgrediendo el espacio econmico y marcando en el discurso conceptual su propia visibilidad[footnoteRef:41]. Desde esta perspectiva, compartida por Aric en numerosas intervenciones[footnoteRef:42], el marxismo, antes que una teora ya acabada y una doctrina decantada, sera la crtica terica determinada que tiene como base o punto de partida la perspectiva histrica de las clases oprimidas, un conocimiento interesado (poltico) que no apunta a un presunto conocimiento objetivo (neutral) sino que se encuentra inserto estratgicamente en las luchas concretas que tienden a transformar en un sentido revolucionario la sociedad[footnoteRef:43]. A esta forma del saber de las clases oprimidas Marx asign el nombre de crtica: crtica de la filosofa, crtica de la economa, crtica de la poltica[footnoteRef:44]. [36: Crespo, Horacio, El marxismo latinoamericano de Aric en Jos Aric, Marx y Amrica Latina, Buenos Aires, 2010, FCE, p 22; Oscar Del Barco, El Otro Marx, Buenos Aires, 2008, Milena Caserola. ] [37: Oscar Del Barco, op.cit, p 50. ] [38: Ibid, p.48. ] [39: Ibid, p.48. ] [40: Ibid, p.50.] [41: Ibid, p.51.] [42: Cf. Jos Aric, op.cit, 1985, p 9; op.cit, 1985, p 78; op.cit, 2010, p 257; Ver tambin: Jos Aric, La cola del diablo, itinerario de Gramsci en Amrica Latina, Buenos Aires, 2005, Siglo XXI, p 108. ] [43: Oscar Del Barco, op.cit, p 51. ] [44: Ibid, p 51. ]

Es oportuno notar aqu que desde diversas perspectivas latinoamericanas y contemporneas entre s, respecto a la herencia de Marx[footnoteRef:45], por caso, la propuesta por Enrique Dussel, la de Oscar del Barco y la del mismo Aric, ms all de las evidentes divergencias polticas, disciplinares y de cosmovisin existe una proximidad consistente en identificar al sujeto de la crtica y al estatuto o talante de la misma. Hay un sujeto de la crtica, porque ste habita en la crisis, ms all de toda totalidad transparente dada al concepto. En la lectura de los Grundrisse que Dussel propone a mediados de los aos ochenta, ese habitar en la crisis se traduce en trminos de una ontologa de la sociedad capitalista a partir de la categora metafsica de exterioridad proveniente de la obra de Emmanuel Levinas[footnoteRef:46]. Al decir de Dussel Desde la exterioridad prctica es posible la crtica terica[footnoteRef:47]. Ahora bien, esa exterioridad que Levinas propone en trminos de una metafsica capaz de trascender la totalidad ontolgica del ser como inmanencia, es re traducida por la lectura que hace Dussel de Marx en trminos de una ontologa social e histrica concreta cuyo horizonte es Amrica Latina: Marx haba hablado en su juventud de que para conocer al trabajador desempleado, al hombre de trabajo eran necesarios otros ojos en Pars en 1844. Tener otros ojos, otra perspectiva, otra interpretacin o comprensin de la realidad, exige un punto de mira prctico extrnseco a lo que se quiere pensar[footnoteRef:48]. Ese punto de mira prctico y extrnseco a la totalidad del capital es el ser mismo del trabajador, anterior a toda determinacin y objetivacin del sistema. Dussel cita un largo texto de los Grundrisse[footnoteRef:49] sobre el que construye su argumento. El eje del argumento es llevar a su consecuencia ontolgica una categora espacial. Exterioridad aqu equivale a ms all del sistema en el sentido de aquello que lo trasciende. Esto puede ser de maneras diversas: Puede ser un ms-all o fuera del sistema como anterioridad histrica: el supuesto de su existencia en el tiempo, lo que por disolucin dio origen al sistema (al capital, p.ej.). Puede ser un ms-all o fuera por su propia naturaleza: exterioridad propiamente dicha, metafsica, como el trabajo vivo es el otro, lo otro que el capital, siempre, sincrnicamente (de todas maneras es plenamente otro antes del intercambio del capital-trabajo, ante rem). En tercer lugar, la exterioridad puede realizarse post factum (como el trabajador pauper, desempleado, que por la disminucin del tiempo necesario de trabajo se ha quedado fuera: sin-trabajo). Es desde esta mltiple exterioridad que el trabajador se avanza ante, frente al capital (el capitalista, la clase capitalista, y en otro nivel la nacin central capitalista) en una experiencia tan corta como abisal, abismal: el cara-a-cara del que como desnudez absoluta enfrenta a otro hombre poseedor de dinero[footnoteRef:50]. Develar aquello que la ciencia econmica clsica oculta, desde Ricardo hasta Milton Freidman o Hayek, slo es posible si se libera al proceso terico mismo. La liberacin de este proceso conduce en Dussel a una refundacin analctica de la tica (filosofa) y de la poltica latinoamericanas como tica y poltica de la liberacin. El mtodo dia-lctico es el camino que la totalidad realiza en ella misma; desde los entes al fundamento y desde el fundamento a los entes. De lo que se trata ahora es de un mtodo (o del explcito dominio de las condiciones de posibilidad) que parte desde el otro como libre, como un ms all del sistema de la totalidad; que parte entonces desde su palabra, desde la revelacin del otro y que con-fiando en su palabra obra, trabaja, sirve, crea. El mtodo dialctico es la expansin dominadora de la totalidad desde s; el pasaje de la potencia al acto de lo mismo. El mtodo analctico es el pasaje al justo crecimiento de la totalidad desde el otro y para servir-le (al otro) creativamente[footnoteRef:51]. [45: La cuestin de la herencia de Marx asumir connotaciones crticas y polmicas en la dcada del noventa, a partir del ensayo de Jacques Derrida, Espectros de Marx. Entre nosotros, algunas de las respuestas a la crisis del marxismo son reconstruidas en un notable libro de Elas Palti, Verdades y saberes del marxismo, respuestas de una tradicin poltica ante su crisis. Buenos Aires, 2010, FCE. Para una confrontacin de la polmica en torno a Derrida: Jacques Derrida, Espectros de Marx, el trabajo del duelo, el estado de la deuda y la nueva internacional, Madrid, 1992, Trotta; ver tambin: Michel Sprinker, (comp), Demarcaciones espectrales. En torno a los espectros de Marx de Jacques Derrida. Madrid, 2000, Akal; en el mbito acdemico alemn se destaca la nueva lectura de Marx llevada adelante por Michel Heinrich en su Crtica de la economa poltica, una introduccin a El capital de Marx, Madrid, 2008, Escolar y Mayo eds. ] [46: Emmanuel Levinas, Totalidad e Infinito, ensayo sobre la exterioridad. Salamanca, 1998, Sgueme. ] [47: Enrique Dussel, La produccin terica de Marx, un comentario a los Grundisse. Mjico, 1985, Siglo XXI, p. 366. ] [48: Ibid, p.365. ] [49: El trabajo, puesto como no-capital en cuanto tal, es: 1] Trabajo no-objetivado, concebido negativamente. . . el trabajo vivo, existente como abstraccin de estos aspectos de su realidad real; este despojamiento total, esta desnudez de toda objetividad, esta existencia puramente subjetiva del trabajo. El trabajo como pobreza absoluta: la pobreza no como carencia, sino como exclusin plena de la riqueza objetiva. . . Una objetividad que coincide con su inmediata corporalidad. . . 2] Trabajo no-objetivado: concebido positivamente... como actividad. . . como fuente viva del valor. . . No es en absoluto una contradiccin afirmar, pues, que el trabajo por un lado es la pobreza absoluta como objeto, y por otro es la posibilidad universal de la riqueza como sujeto y como actividad; o ms bien, que ambos trminos de esta contradiccin se condicionan mutuamente y derivan de la esencia del trabajo, ya que ste, como ente absolutamente contradictorio con respecto al capital, es un presupuesto del capital y, por otra parte, presupone a su vez al capital (Marx, K, Grundisse, citado en Dussel, op.cit, p. 336). ] [50: Ibid, p. 338. ] [51: Dussel, E, Mtodo para una filosofa de la liberacin. Salamanca, 1974, Sgueme, p 182. ]

Si el lugar de enunciacin de este discurso crtico es la inmanencia misma de la crisis, esta constituye para Aric, no el momento de un agotamiento ni de un fin, sino el alumbramiento de otras posibilidades para el referente ltimo de ese saber: ese abanico de clases explotadas que Gramsci denominara subalternas abriendo otras posibilidades de relacin entre la herencia de Marx y la cultura moderna. Desde esta perspectiva, el carcter inacabado de la obra de Marx no remite al tan mentado fracaso de la teora, sino a las crisis que el mismo sistema utiliza como ocasin de su expansin y puesta en jaque de cualquier ecuacin trascendental acerca de una racionalidad totalizadora de la historia. Claro est que una lectura semejante no sirve a los intereses de quienes pretenden manualizar a Marx como un fetiche de las leyes de la historia, una garanta tranquilizadora para una prctica iluminada. Ms bien permite auscultar sus zonas ambiguas, su perfil de testigo de una Razn de la totalidad que deviene totalitaria y en cuanto tal negadora de procesos histricos concretos que le son constitutivos pero que necesitan ser reprimidos o negados. O, en palabras de Aric: negado como sistema y por lo tanto como mtodo y teora totalizante de la realidad, el marxismo parece disolverse, lo que, desde la perspectiva crtica en que estoy situado, no es en realidad otra cosa que la modalidad que adopta el proceso de su devenir mundo, segn palabras de Marx[footnoteRef:52]. [52: Aric, Jos, op.cit, 2010, p 274. ]

Es posible cotejar desde varias fuentes esta reconstruccin del marxismo latinoamericano encarada por Aric desde este lugar de enunciacin. Hay cierto consenso acerca de lo que represent el exilio como condicin para un trabajo intelectual siempre apremiado por urgencias y persecuciones. En este sentido, apoyado en la correspondencia (an indita) de Aric, se pronuncia Horacio Crespo respecto de las circunstancias que rodearon la investigacin: a fines de 1975, Aric haba definido ya lo que sera el ncleo de su obra: la preocupacin por el socialismo latinoamericano; su historia en vinculacin con los procesos sociales y polticos de la clase obrera y otros sectores populares; las complejidades de la recepcin terica, cultural y poltica; las dificultades del anclaje y sus variaciones regionales, sus protagonistas. Reiteradamente definir su trabajo con la palabra mamotretolibro o legajo muy abultado, principalmente cuando es irregular y deforme, dice la Academia de la Lengua Espaola, y podemos considerar que lo ocup hasta su muerte, tres lustros ms tarde, con hitos marcados por la aparicin de Maritegui y La cola del diablo[footnoteRef:53]. A lo cual se agregan las varias versiones de La hiptesis de Justo y numeroso material an indito. El mismo Crespo, anota, en este sentido, las referencias de Aric a su propio proyecto que dan cuenta de la imposibilidad de concluirlo en cartas a Julio Godio, a Ludolfio Paramio y a Leopoldo Mrmora[footnoteRef:54]. Por su parte, Juan Carlos Portantiero, en la Introduccin a La Hiptesis de Justo, dir: En la vida y en la obra de Aric, Mxico signific adems un punto de viraje, un corte importantsimo en la definicin de su trayectoria intelectual. As como madur su propia visin del socialismo, se perfil tambin su vocacin de historiador de las ideas, y, sin perder sus obsesiones generosas de organizador y difusor de cultura, pudo dar cauce, en el acicateador ambiente mexicano, a una tarea de investigador para la cual, fuera de las aulas convencionales de la universidad, se haba preparado desde haca mucho tiempo. El primer fruto de esa bsqueda fue la publicacin en 1980 de Marx y Amrica Latina editado en Per en ese ao y luego en Mxico en 1982 y en Buenos Aires en 1987, un trabajo notablemente original que Aric haba concebido como parte de una saga sobre la difusin del marxismo en la formacin del pensamiento socialista latinoamericano. Pocos quiz ninguno en Amrica Latina conocieron tan a fondo el pensamiento de Marx como Aric y nadie de entre sus contemporneos extrajo de esa obra estmulos tan sugerentes[footnoteRef:55]. Por su parte, Oscar Tern rememora las condiciones y propsitos del trabajo de Aric, en ocasin de su deceso, en 1991: Eran los aos del marxismo tardo y floreciente al mismo tiempo: los congresos y simposios se sucedan, pero ya era visible su crisis en el horizonte. Cuando esta por fin estall a los ojos de todo el mundo, Pancho persisti en inventarse un marxismo que haba decidido identificar con todo lo que de bueno y verdadero se le ocurriera existir bajo el sol: Gramsci, Maritegui, algn Marx de la comuna rural rusa, todo esto le serva para mantener su obstinado y al mismo tiempo abierto marxismo. Un da le suger la figura de puntos de fuga para analizar unos discursos que no respondan a la forma de la arquitectura conceptual[footnoteRef:56]. [53: Crespo, Horacio, op.cit, p 35. ] [54: Ibid, pp 37-39. ] [55: Portantiero, Juan Carlos, Jos Aric: las desventuras del marxismo latinoamericano en Aric, Jos, La hiptesis de Justo, Buenos Aires, Sudamericana, 1992, p 8. ] [56: Tern, Oscar, Fulguraciones. In memoriam Pancho Aric 1991 en De utopas, catstrofes y esperanzas. Un camino intelectual, Buenos Aires, 2006, Siglo XXI, p. 53]

Uno de esos puntos de fuga, es la reconstruccin del concepto de socialismo que Aric encara en el curso en El Colegio de Mxico, en 1978. En lo que sigue, repasaremos esa reformulacin que se presenta como notablemente prxima a algunas enunciaciones contemporneas de la hiptesis comunista: lvaro Garca Linera, Bruno Boostels, entre otros.

La distorsin socialista: poltica y emancipacin despus de la derrota.

La trayectoria intelectual de Aric fue tempranamente periodizada por Emilio de pola siguiendo cierto esquematismo trazado por el proyecto de historia social ligado a la obra de Tulio Halperin Donghi, y transformado en el relato normalizador de la historiografa argentina desde el retorno de la democracia en la dcada del ochenta. De acuerdo a este esquema la historia argentina y latinoamericana es una suerte de Odisea disruptiva de la evolucin normativa propia de las sociedades modernas europeas. Para esta narrativa, el pensamiento de Aric evoluciona, en un proceso de secularizacin creciente, desde un juvenil marxismo leninismo filiado en la militancia comunista, hacia un reformismo democrtico a tono con los tiempos indoloros y, al decir de Norbert Lechner, desencantados, que se iniciaban en la dcada del ochenta. Esta normalizacin historiogrfica, como sostienen Omar Acha y Nicols Quiroga es un ndice del modo como el compromiso con una visin socialdemocrtica de la realidad se traslad al pasado[footnoteRef:57] (. Como toda normalizacin, interviene en un contexto agonstico para, desde all ejercer funciones de patrullaje discursivo. Ante la fragmentaria y dispersa textualidad que contornea la prctica discursiva de Jos Aric, este relato simplifica un itinerario complejo, arriesgado, sinuoso, trazado por preguntas persistentes que no siempre encontraron respuestas y s algunas reformulaciones densas que an esperan ser discutidas. Pero adems, este esquema necesita desembarazarse del socialismo empecinado de Aric o atenderlo de manera condescendiente, como su problema[footnoteRef:58]. [57: Omar Acha-Nicols Quiroga, Pliegues de normalizacin en los estudios sobre el primer peronismo en Raanan Rein, Carolina Barry, Nicols Quiroga y Omar Acha, Los estudios sobre el primer peronismo, aproximaciones desde el siglo XXI, La Plata, Instituto Cultural del la Provincia de Buenos Aires, 2009, p 13.] [58: Beatrz Sarlo, En memoria de Jos Aric en Punto de Vista, n 41, Buenos Aires, 1991, p 2. ]

Sin embargo, cuando la experiencia sovitica tocaba a su fin, era el propio Aric quien adverta acerca de lo ingenuo de suponer que la herencia de 1917 desaparecera sin dejar profundas huellas en el presente de nuestras sociedades. En plena hora de los sepultureros de Marx, Aric emprendi la divulgacin de textos inditos en espaol de Walter Benjamin a quien presenta en un suplemento de La Ciudad Futura como el aguafiestas, el comunista sin partido, el intelectual militante que vivi preocupado por insertar su obra en la prctica inmediata[footnoteRef:59]. Valoraciones todas que bien cabran como pinceladas de su propia autobiografa intelectual. A dos aos del fin de la dcada del ochenta y a tres de su muerte, en La cola del diablo, Aric lanza este interrogante Se puede imaginar una democratizacin radical de la sociedad sino se incorpora de algn modo la hiptesis - lmite de otra sociedad en la que se vuelva innecesaria la existencia de gobernantes y gobernados?[footnoteRef:60]. [59: Jos Aric, Benjamin, el aguafiestas en La Ciudad Futura, n 26-27, Buenos Aires, 1991, p 3. ] [60: Jos Aric, La cola del diablo, itinerario de Gramsci en Amrica Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p 27. ]

En lo que sigue intentar dar forma a dos afirmaciones conjeturales: la persistencia de la enunciacin comunista en Aric como gramtica de toda crtica y de toda poltica digna de ese nombre; La convergencia de ese gesto vanguardista con algunos debates contemporneos en cierto espectro de la izquierda intelectual y poltica latinoamericana.

Condicin subalterna y poltica: la distorsin socialista

En los aos de Pasado y Presente, Aric enuncia una dura crtica al modo como la II Internacional concibi las relaciones entre partido y masas rurales o, como dir en una revisin de esos aos, en La cola del diablo entre Partido y mundo popular subalterno. Si, en una primera aproximacin, esa crtica haba sido formulada en los trminos generales del discurso de una generacin iconoclasta, sin maestros, despus de la expulsin del Partido Comunista, la misma har foco en el modo como las corrientes socialistas y comunistas concibieron su relacin con el interior rural y criollo. El discurso de Aric se nutre de una gramtica que alentaba desde Contorno y tambin en un potente libro de Juan Carlos Portantiero: Realismo y realidad en la narrativa argentina, una cida lectura de la tradicin liberal como expresin decadente, defensiva, de la cultura de las lites argentinas de la primera mitad del siglo XX, incluidas las dirigencias de los partidos de izquierda. Aric extremar ese diagnstico al postular la profunda incomprensin de las formaciones polticas de izquierda frente al peronismo como hecho de masas. Su lectura remonta esa incomprensin a las matrices positivistas y evolucionistas de la II Internacional, profundamente sedimentadas en el socialismo y comunismo argentinos, formaciones impulsadas en su mayora por inmigrantes europeos que no pudieron superar frente al populismo latinoamericano una sedimentacin cultural evolucionista que les llev a concebir la relacin entre partido y masas como la relacin entre dos razas: una autoproclamada superior y otra inferior. Desde una hermenutica tributaria de Gramsci, Aric emprende una lectura desde abajo para decir que el peronismo signific el primer intento serio de establecer un nuevo equilibrio de fuerzas, en el que la oligarqua terrateniente fuese desplazada del poder poltico mediante la utilizacin por parte de la burguesa de la enorme capacidad de presin que encerraba la clase obrera[footnoteRef:61]. Esta interpretacin radicaliza la mirada de Contorno. A diferencia de Carlos Altamirano, por caso, quien lee el rechazo de los sectores medios hacia el peronismo como una impugnacin del componente plebeyo de la identidad peronista, la observacin de Aric hace foco en una suerte de extimidad etnoclasista, ampliamente documentada como sntoma en la literatura del perodo--Cortzar, Borges, Beatriz Guido, toda la constelacin de Sur--tambin en la literatura sociolgica, por caso, Gino Germani y su diferenciacin entre trabajadores viejos y nuevos (trabajadores europeos con conciencia de clase y disciplina militante, frente a morochos del interior, analfabetos, religiosos, manipulables, etc.)[footnoteRef:62]. [61: Jos Aric, Examen de conciencia en Pasado y Presente n 4, Crdoba, 1964, p 258. ] [62: Hemos tratado largamente esta cuestin en Divididos por la felicidad en Abelardo Barra Ruatta, Biopolticas, biopoder, biotecnologas: la vida ms all del dolor, los goces de sus promesas, Ro Cuarto, Cartografas, 2012, pp. 134-165. ]

En realidad, la posicin crtica de Aric en Examen de conciencia, el editorial del nmero 4 de Pasado y Presente se revela tempranamente irritante, tanto para la izquierda forjada en la fragua doctrinaria de los Partidos Comunistas, como para los mistificadores del espontanesmo popular que visualizan al pueblo como emergente de una tradicin autctona o de una cuasi esencia oprimida/reprimida por siglos de colonialidad. Ese ncleo duro de la crtica de Aric permanecer con los aos, an bajo otras figuras y otras gramticas de produccin discursiva, por ejemplo, en su lectura de Maritegui como sntesis creativa del marxismo latinoamericano, capaz de asumir las dos corrientes de la izquierda en Amrica Latina, la proveniente de la tradicin autonomista y antiimperialista que nutre a la Reforma Universitaria y el marxismo en expansin acelerada por la revolucin de Octubre[footnoteRef:63]. Esta lectura reaparecer como necesidad de un nuevo punto de partida desde abajo para la historia poltica latinoamericana en Marx y Amrica Latina[footnoteRef:64]. [63: Jos Aric, Mariategui y los orgenes del marxismo latinoamericano en Socialismo y participacin, n 5, Lima, CEDEP, 1978, pp 41-75. ] [64: Jos Aric, Marx y Amrica Latina, Buenos Aires, FCE, 2010, p 181. ]

En el curso en el Colegio de Mxico sobre economa y poltica en el marxismo, Aric insistir sobre uno de los temas que obsesionan su prctica discursiva: el de las relaciones entre poltica y sujetos sociales desde una lectura que recupera el concepto de hegemona en una dislocacin de cualquier concepcin sustantiva y economicista de la categora de clase. Aric distinguir aqu entre fuerza poltica y clase social, e introducir el concepto de clase nacional[footnoteRef:65], como crtica de toda concepcin economicista y no poltica de la condicin subalterna. Dice Aric: Hoy sabemos que transformar una sociedad capitalista en socialista no significa planificar la produccin [] no significa torcer un mecanismo econmico, sino distorsionarlo[footnoteRef:66]. Qu significa aqu distorsionar? Si poltica es, como manifiesta Aric en este mismo curso, la ms alta expresin de la accin humana, sta debe ser universalizada en tanto funcin o actividad social de todos los hombres[footnoteRef:67] . Esta transformacin a partir de procesos de subjetivacin poltica es para Aric una forma en acto de esa distorsin que desestabiliza la diferencia entre gobernantes y gobernados por la hendidura de otra relacin, radicalmente distinta entre economa y poltica: no naturalizando la continuidad entre libre mercado y libertades polticas, sino anteponiendo a cualquier economa, la afirmacin poltica de todas las dimensiones de la existencia humana. Poltica, o democracia es, para Aric, el proceso por el que una clase o grupo socialen la multiplicidad singular de sus formas de afirmacin--deviene sujeto, voluntad capaz de abrir nuevas formas de vida y de organizacin, de inaugurar nuevos sentidos y, alcanzar, como dir unos aos despus, el lugar de la decisin. Esa distorsin, al avanzar sobre la democratizacin de las relaciones sociales, no deja de asumirse como crtica: un largo proceso de reforma que hunde sus races en la cultura popular y se despliega en una multiplicidad de formas de conciencia hasta alcanzar ese nivel de reforma intelectual y moral vista ante todo en trminos de adquisicin de una nueva visin de mundo[footnoteRef:68]. Visin de mundo que no es consenso en un imaginario comn, sino afirmacin: despliegue de multiplicidad de afirmaciones[footnoteRef:69]. Es decir, la transformacin de las relaciones sociales es pensada por Aric como despliegue, acto crtico, de fuerzas alojadas en los intersticios mismos de la sociedad: No hay un hiato, no hay un salto, no hay una transformacin, no hay un cambio operado por un elemento exterior a la accin de los hombres[footnoteRef:70]. De ah que, desde esta lectura de Gramsci que Aric propone en 1978, desde el punto de vista estratgico, el problema bsico de la hegemona no es, entonces, como llegan al poder los revolucionarios [] se trata, ms bien, de cmo son aceptados por el conjunto de las clases subalternas; y no, por supuesto, como un gobierno inevitable, sino como nuevos dirigentes de la sociedad[footnoteRef:71] algo que para Aric es inseparable de un proceso de democratizacin radical como ejercicio de la voluntad creadora de las masas[footnoteRef:72]. [65: Jos Aric, Nueve lecciones de economa y poltica en el marxismo, curso en El Colegio de Mxico, Buenos Aires, FCE-El Colegio de Mxico, 2012, p 285. ] [66: Ibid, p 277. ] [67: Ibid, p 277. ] [68: Ibid, p 288. ] [69: Ibid, p 289. ] [70: Ibid, p 289. ] [71: Ibid, p 275. ] [72: Ibid, p 274. ]

Si hay cierta corriente subterrnea en las intervenciones que van desde los aos de Pasado y Presente hasta el exilio y an despus, es el de un desanudamiento, una dislocacin en la destinacin de la poltica. Del Partido a los grupos disidentes que configurarn la Nueva Izquierda, en los aos de Cuba; del Partido como estructura disciplinaria a las revistas de ideologa y cultura, capaces de expresar a generaciones de intelectuales iconoclastas y sin maestros[footnoteRef:73] en medio de una inmensa crisis cultural y poltica como la de los aos sesenta en Argentina, es decir, capaces de sustituir en la organizacin de la cultura a los propios partidos polticos y al estado, como dice el editorial del primer nmero de Pasado y Presente; del proletariado en sentido economicista y sustantivo, a la clase nacional como fuerza poltica y sujeto proyectado de una reforma intelectual y moral, lo cual supone para Aric, recuperar un captulo enterrado en la historia de la izquierda latinoamericana: el origen comn de las corrientes nacional populares y leninistas en el continente, es decir, la necesidad de recuperar una memoria comn a las dos corrientes del movimiento social latinoamericano: populismo y marxismo. De la poltica como prctica profesional de cuadros, a la poltica como prctica de afirmacin emancipadora universalizada, extendida a todos los hombres, en cualquier mbito de accin. Si la distorsin del capitalismo es posible, lo es para Aric sobre la base de esa politizacin de toda prctica humana en cualquier esfera, capaz de transformar las visiones de mundo en mltiples formas de afirmacin, esto es, tendientes a borrar la separacin entre gobernantes y gobernados por la creacin de nuevos sujetos polticos. [73: Jos Aric, Pasado y Presente en Pasado y Presente, n 1, Crdoba, 1963, p 2. ]

Desde abajo, en la inmanencia o el devenir verdad del comunismo.

La crtica del Partido como sujeto pre constituido, depositario y custodio de la verdad de la historia, la necesidad de superar la dicotoma reforma/revolucin desde la bsqueda de una autonoma de la poltica al interior de la misma herencia marxista, seguirn siendo reformuladas en las intervenciones de Aric de los aos ochenta. Respecto de lo primero, en 1986, en una entrevista con Waldo Ansaldi, dice Aric: las fuerzas sociales de transformacin no estn prefiguradas, se constituyen permanentemente a travs de procesos polticos que rompen los estancos cerrados de las clases y fuerzas tradicionales [] la poltica en definitiva produce los sujetos transformadores y no, como se tiende a pensar, los expresa, los representa[footnoteRef:74] (Aric, J, 1999, p 174). Aric sigue pensando por entonces que la articulacin de ese sujeto demanda un proyecto que permita colocar en el horizonte un futuro verosmil, es decir, demanda la accin de los intelectuales, pero desde la dislocacin de esa figura, introducida por las reflexiones de Gramsci quien amplia la dimensin intelectual de la praxis humana hasta tornar falsa la suposicin de una prctica no intelectual. Aric insiste aqu en temas que han ocupado sus intervenciones desde los aos sesenta, no sin importantes desplazamientos. La necesidad del proyecto reformador no puede ser escindida de sus reflexiones sobre el mito que permean la lectura de Maritegui, de Gramsci y de Sorel, tambin de Carl Schmitt; a la vez que torna ms ntido el sentido de la distorsin que una democratizacin de la praxis poltica de emancipacin puede encender: es necesario que emerja en la sociedad un proyecto reformador capaz de ver los procesos sociales no en trminos de productividad sino en trminos de capacidad de liberacin de los individuos[footnoteRef:75]; esa capacidad de liberacin es vista por entonces por Aric como capacidad de organizacin y como una salida hacia adelante de las visiones prisioneras de la crisis que neutralizan la poltica desde el ascenso de una tecnocracia funcionalista o desde un izquierdismo antipoltico, de mera contestacin[footnoteRef:76]. Pero adems, la insistencia en la capacidad de liberacin, debe ser leda en continuidad con el concepto de poltica como afirmacin mltiple, capaz de distorsionar la relacin entre gobernantes y gobernados, tal como fuera formulada en la leccin sobre Gramsci del seminario en El colegio de Mxico. No hay hiato, no hay una instancia trascedente a las fuerzas en acto que traman el presente; como dir en esa misma entrevista con Waldo Ansaldi: Esa idea de Marx de que la utopa era la posibilidad de realizar algo cuyos elementos ya estaban presentes, esa idea de la terrenalidad de la utopa pienso que debe ser rescatada porque tiende a darle a la necesidad y a la posibilidad de conquista de una sociedad mejor una encarnadura material que los hombres deben saber descubrir en la propia lucha de su poca, en los propios movimientos de su poca[footnoteRef:77]. [74: Jos Aric, Entrevistas, Ediciones del Centro de Estudios Avanzados, Crdoba, 1999, p 174. ] [75: Ibid, p 175. ] [76: Cf. Jos Aric, Una oportunidad de ponernos al da en La Ciudad Futura n 2, Buenos Aires, 1986, p 2. ] [77: Jos Aric, op.cit, 1999, p 165. ]

Desde los mismos presupuestos enfrenta Aric las acusaciones de reformismo procedentes de la izquierda de orientacin trotskysta: No es cierto que haya objetivos reformistas y objetivos revolucionarios, porque los objetivos se convierten en uno o en otro en virtud de las fuerzas que contradicen la necesidad de alcanzarlos [] lo revolucionario o reformista de una propuesta no estriba en cuan magna, pequea o grande es, sino en cmo se instrumentan las fuerzas para llevarla a cabo[footnoteRef:78]. Aric radicaliza la inmanencia histrica de la subjetivacin poltica poniendo bajo borradura la concepcin leninista del socialismo como condicin exterior a la clase. Sin embargo, como muestran otras intervenciones del perodo, esto no significa postular la opcin por una democracia poltica sin atributos. Baste mencionar aqu cierta marca schmittiana a partir de la cual Aric acomete la crtica de una democracia posibilista, resignada a dejar las transformaciones sustantivas para pocas de mayor calma. A su criterio, tal opcin es una variante del soar con los ojos abiertos mientras se soporta con rabia lo que existe[footnoteRef:79]. Identificar la democracia con un procedimiento es una reduccin cuyas consecuencias, para Aric, tienden a socavar el sentido crtico poltico de la misma democracia. [78: Ibid, p 148. ] [79: Jos Aric, op.cit, 1986, p 2. ]

Si al comienzo me propuse enunciar la persistencia de la hiptesis comunista en Aric, como gramtica de toda crtica y de toda poltica de emancipacin, esa enunciacin implicaba desplegar la reflexin de Aric en torno al sujeto de la poltica como condicin para encarnar, enlazar, cierto horizonteen su formulacin, utpicoen el tiempo histrico. En una intervencin reciente, Bruno Bosteels dialoga con aportes de Alain Badiou y de lvaro Garca Linera en torno a cuestiones muy prximas a las inquietudes de Aric que aqu hemos reconstruido. En efecto, en el marco de un debate sobre la idea del comunismo, Bosteels propone una secuencia de la hiptesis comunista[footnoteRef:80] en tiempo presente. La primera tarea de esa secuencia es una historia de la eternidad comunista, en un sentido borgeano[footnoteRef:81], esto es, de aquello que Alain Badiou denomina idea del comunismo. Contra su reduccin a idea regulativa, el comunismo debe realizarse y organizarse como movimiento real que deroga un estado actual de cosas[footnoteRef:82], sostiene Bruno Bosteels; siendo sta una primera convergencia con las proposiciones de Aric. Dicho de otro modo: el comunismo debe encontrar su inscripcin en el cuerpo de un sujeto concreto, en la carne de un sujeto poltico, an cuando para corporizarse, semejante acto de subjetivacin ya no pase por la forma tradicional del partido[footnoteRef:83]. Bosteels retoma aqu reflexiones de Alain Badiou y de lvaro Garca Linera en orden a especificar el objetivo de cualquier formacin poltica emancipadora y distinguir entre el gran sentido histrico del partido y su sentido efmero. Si lo propio de un Sujeto [poltico] es el traspaso de los lmites (de egosmo, de rivalidad, de finitud) impuestos por la individualidad (o la animalidad, que es lo mismo)[footnoteRef:84] a ser parte actuante de un colectivo que inscribe una verdad en devenir, el sentido histrico de partido denomina aqu no una faccin compacta sino una omnipresencia infijable[footnoteRef:85] que pugna por conservar el paso ganado[footnoteRef:86] o como impulso hacia adelante[footnoteRef:87]. [80: Bruno Bosteels, La hiptesis izquierdista: el comunismo en la era del terror en Anala Hounie (comp) Sobre la idea del comunismo, Buenos Aires, Paids, 2010, p 71. ] [81: Ibid, p 71. ] [82: Ibid, p 71. ] [83: Ibid, p 71.] [84: Alain Badiou, La idea del comunismo en Anala Hounie, op.cit, p 19. ] [85: Alain Badiou, Compendio de metapolica, Buenos Aires, Prometeo, 2009, p 61. ] [86: Bruno Bosteels, op.cit, p 71. ] [87: Lenin, Obras escogidas, Buenos Aires, Ed. del IPS, 2013, p 239. ]

Por su parte Garca Linera, en La potencia plebeya, retomando la lectura de Antonio Negri sobre los Grundrisse, dir que Marx en el Manifiesto Comunista muestra que las potencias de emancipacin anidan al interior mismo del sistema an cuando se muestran como deformadas por la abstraccin general propia de las relaciones de produccin capitalistas. En palabras de Bruno Bosteels, aquello que forma parte de la secuencia de la hiptesis comunista es este significado de la potencia popular que aunque en general est dormida o sea abstracta, ya est presente dentro del poder del capital, en lugar de oponerse a este ltimo desde el exterior con el sueo del no poder puro[footnoteRef:88]. Concluye Bosteels: En suma, el movimiento real que deroga el estado actual de cosas no es ningn sueo idealista especulativo, sino que es un movimiento vinculado de una manera propiamente materialista, critica, sino dialctica, con las tendencias y contrafinalidades inherentes al capitalismo[footnoteRef:89]. [88: Bruno Bosteels, op.cit, p 69. ] [89: Ibid, p 69.]

El carcter abigarrado, heterogneo, del movimiento social latinoamericano que histricamente ha encarnado al sujeto de las emancipaciones colectivas ha sido objeto de diversas lecturas, entre las cuales hay que contar la del propio Aric. Como indica el mismo Bosteels citando a Badiouy aqu, las coincidencias con Aric parecen indicar ciertas gramticas comunesEs crucial enfatizar que para Marx o Lenin, quienes estaban de acuerdo en este punto, la caracterstica real del partido no es su firmeza, sino su porosidad al acontecimiento, su flexibilidad dispersiva frente a circunstancias imprevisibles[footnoteRef:90]. [90: Alain Badiou, op.cit, 2009, p 61. ]

An suponiendo estas gramticas comunes a esa verdad en devenir que sera la hiptesis comunista o el socialismo empecinado de Aric, habra sin embargo una diferencia, dada por un supuesto que hoy aparece como incuestionado en algunas formulaciones como las de Luis Tapia o el mismo Garca Linera: la emergencia de ese poder supone como condicin cuasi trascendental estructuras de rebelin[footnoteRef:91] o actos masivos y violentos de torsin, capaces de curvar en otra direccin el campo de las clases[footnoteRef:92], tarea que tanto para Luis Tapia como para Garca Linera es antes que nada un hecho material de masa convergente con la dimensin autodeterminada de la potencia plebeya. Para Aric, en cambio, la autodeterminacin de las clases subalternas (creatividad democrtica de las masas) es condicin necesaria de cualquier emancipacin; pero no basta con la potencia plebeya para una distorsin emancipadora del orden social propio de la dominacin capitalista y en esto, es visible quizs, una imborrable marca leninista y gramsciana. Reducir la poltica a rebelin equivale para Aric a su despilfarro como mero jacobinismo[footnoteRef:93] o a su reduccin disruptiva, en continuidad con la formulacin anarquista. La articulacin entre espontaneidad y direccin consciente es abierta en Gramsci a partir de la derrota del bienio rojo de Turn y en Aric, a partir de las derrotas de las insurgencias armadas de los sesenta-setenta. En todo caso, ese acontecimiento material de masa implica algo ms que rebelin o insurgencia, demanda organizacin, agencias mltiples que lo exceden en otras direcciones, entre ellas, la no menor de la legitimidad que remite, para Aric, al mismo concepto de hegemona. Sostengo que esta visin que retoma aquello que Aric denomina, desde el prisma del populismo ruso, la larga marcha de los intelectuales latinoamericanos hacia el pueblo, marcha de la cual Maritegui constituye una figura paradigmtica, es convergente, desde otros presupuestos tericos con esa dimensin de la subjetivacin poltica en tanto procedimiento de verdad formulada por Alain Badiou, en quien tambin es visible cierta gramtica proveniente de Lenin, ya que an cuando la poltica de emancipacin es la de las masas annimas[footnoteRef:94], est marcada, de cabo a rabo por los nombres con ella asociados entre los cules el de Lenin destaca por haber sido el pensador de esos procesos polticos reales[footnoteRef:95] que fueron las revoluciones. [91: Luis tapia, Poltica salvaje, Buenos Aires, Waldhutter eds., 2011, p 90. ] [92: lvaro Garca Linera, La potencia plebeya, Buenos Aires, CLACSO-Prometeo, 2008, p 79. ] [93: Jos Aric, 1917 y Amrica Latina en Pretextos, n 2, Lima, 1991, p 47. ] [94: Alain Badiou, op.cit, 2010, p 27] [95: Alain Badipu, El siglo, Buenos Aires, Manantial, 2005, p 134. ]

Ante el estado actual de cosas, ante la naturalizacin de la animalidad, consecuente con el postulado epocal de salvar a los bancos, existe, como seala Badiou, la fabulosa excepcin de las verdades en devenir que dice que podemos ser algo ms-- o habra que decir quizs, menos, en el sentido de una sustraccinque la suma de las necesidades inscriptas en la abstraccin del capital global. En este sentido, Aric no deja de advertir, en plena hora de los sepultureros de Marx, que la liquidacin del marxismo instituye un orden simblico en el que una filosofa de la historia es sustituida por otra no menos falsa: una modalidad del cinismo que naturaliza el individualismo y mitifica el mercado, al declararlo intangible. Frente a esa falsedad la distorsin socialista es inscripta por Aric como una de los modos en acto de la filosofa de la praxis, una de las maneras de traducir la herencia de Gramsci y de repensar los alcances de una hegemona poltica desde el presente. En ese sentido, hegemona, menos que un acuerdo en torno a significados es, para Aric, una forma de ejercicio de la democracia y una forma particular del nuevo estado[footnoteRef:96], en el que una clase subalterna se ha convertido en polticamente hegemnica, esto es, en sujeto de esa verdad en devenir capaz de transformar los hbitos del hombre colectivo[footnoteRef:97] y eliminar por tanto la necesidad de un aparato exterior, es decir, de un poder que imponga normas[footnoteRef:98]. Es en este sentido que la accin poltica, en tanto capacidad de liberacin y de mltiples modos de afirmacin es vertebradora del conjunto de la concepcin del mundo[footnoteRef:99] y no al revs, es decir, por el reaseguro de una supuesta ciencia de la historia y de la poltica. Es por eso que para Aric esa praxis es la forma ms alta de cultura en tanto es el mismo proceso de constitucin de los seres humanos como seres libres. [96: Jos Aric, op.cit, 2012, p 272. ] [97: Ibid, p 261. ] [98: Ibid, p 261. ] [99: Ibid, p 261.]