La cuenta progresiva - Ari Paluch

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La cuenta progresiva

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Ari Paluch

La cuenta progresiva

El camino de ascenso del hombre

Prólogo de Eduardo Chaktoura

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Índice de contenido

PortadillaLegalesAgradecimientosPrólogo, por Eduardo Chaktoura IntroducciónLa cuenta progresiva1. Mejor que ayer, peor que mañana2. Desde el alma3. El crecimiento espiritual4. Las escalas de la cuenta progresiva5. Voy a ver si con el tiempo mejoro o me joro… bo6. Un día en la vida7. Hagámonos cargo, la culpa no es de los demás8. Valorar la vida, vivirla, no morirla9. Los enemigos de la vida como cuenta progresiva10. Yo te conozco11. Me muero y vuelvo12. Apuntes de la muerte. Y al final, ¿la vida sigue igual?

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Paluch, AriLa cuenta progresiva. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Planeta,2015.E-Book.

ISBN 978-950-49-4657-1

1. Autoayuda. 2. Superación Personal. I. Título

CDD 158.1

© 2015, Aarón Fabián Paluch

Diseño de cubierta:

Departamento de Arte de Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.Todos los derechos reservados

© 2014, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.Publicado bajo el sello Planeta®Independencia 1682, (1100) C.A.B.A.www.editorialplaneta.com.ar

Primera edición en formato digital: junio de 2015

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sancionesestablecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento,incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-4657-1

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Gracias a la Editorial Planeta por una nueva oportunidad, a mi familia por ser mientorno voluntario más deseado, a los maestros de la vida y a Dios por permitirnos

una nueva Cuenta progresiva.

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Prólogo

Por Eduardo Chaktoura (*)

Si hay algo que celebro cada mañana es que «el cambio es posible y permanente».Todo está en movimiento. Nuestros genes, nuestras células, neuronas, energía, creencias,emociones, relaciones… se transforman a cada momento. El gran misterio radica en serconscientes de hacia dónde vamos, hacia dónde podemos y queremos ir.

He aquí la fundamental importancia de la «espiritualidad». Más allá de cualquierfuerza superior y de cualquier realidad que parezca imponerse, cada uno de nosotroselige (y reafirma o puede redefinir a cada paso) la dirección y el sentido de nuestraexistencia. Por eso siempre digo que elegimos, más allá de lo que no elegimos. De pocoayudará creer que nuestro pasado y el presente que pareciera imponerse nos condenan aser esto o aquello que no deseamos.

Solemos pensar y sentir la vida en torno a una cuenta regresiva; muchas veces vistacomo el tiempo que pasa, el que nos queda para cumplir nuestros sueños; muchas vecesinterrumpidos por la sensación de fracaso o imposibilidad.

¿Quién dijo que no es posible? ¿No será que somos nosotros los que nos proponemoso imponemos objetivos sin sentido? ¿Qué es lo que tanto deseamos…?

Por qué no pensar en «el tiempo que se nos ofrece como parte de un proceso para laevolución», para vivir cada día con mayor sabiduría y plenitud.

Si aprendemos a orientar nuestra marcha en torno a una dirección auténtica y sentida,siempre habrá esperándonos toda una serie de oportunidades, aunque algunas vecesaparezcan disfrazadas de crisis o piedras en el camino.

Así como de lo que se trata es de ser conscientes de nuestros propósitos, deberíamosconsiderar la fundamental importancia que tiene disponernos en torno a una actitudpositiva, curiosa, creativa, transformadora.

Por eso es que así como celebro la posibilidad permanente del cambio, tambiéncelebro la creación y difusión de cualquier obra, responsable y sentida, que nos ayude enla inspiración, el diseño y la creación de la vida que queremos para nosotros.

Hoy, más allá de lo que resulte, propongámonos hacer foco en todo aquello que nosgustaría que ocurra y preguntémonos qué estamos haciendo para que sea parte denuestra realidad.

Este nuevo libro de Ari, así como lo fueron Combustible espiritual y Corriéndose alinterior, tiene las mejores intenciones en el despertar y en el «ir en busca» de todo loque creamos posible y conveniente para nosotros, para nuestros afectos, nuestrosproyectos, nuestro país, el mundo.

Cada día tenemos una oportunidad. Así como cada página de este libro, que poralgún motivo, en este preciso momento, está llegando a nuestras manos.

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A cada momento, y más allá de las redundancias y otras aparentes reiteraciones yadversidades, siempre hay un preciso y valioso momento para el cambio. Enhorabuena.Mis mejores deseos para esta nueva obra y cada uno de sus lectores dispuestos atrascender.

* Psicólogo, periodista y escritor. Falleció de un infarto el 7 de marzo de 2015, dos días después de escribir esteprólogo. Tenía 43 años.

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Introducción

«Uno enseña lo que tiene que aprender», me dice en su consultorio de la calleGorostiaga, en la ciudad de Buenos Aires, Ana Isabel Dokser, mi terapeuta, cuandoobserva la angustia que me genera escribir un libro más sobre espiritualidad. No lo digovictimizándome; además, no es obligatorio, le cuestiono. ¿Puedo aplicar todo lo queintento comunicar? ¿Qué es lo que no puedo implementar?

Siempre me propuse escribir acerca de una espiritualidad práctica, de uso cotidiano, ylejana de un manual teórico. Consciente de la perpetuidad de los temas a tratar y de lavigencia siempre asegurada de aquello que se escribe y que es atemporal, ese objetivo medeja muchas veces aterrado y, en tantas otras ocasiones, esperanzado. Los cínicos suelendecir que los libros de autoayuda se llaman así porque solo ayudan y, en particular,favorecen materialmente a quien los escribe.

Debo decirles que en este tipo de obras a las que me gusta llamar de superaciónpersonal, donde lo espiritual va de la mano de lo psicológico, lo filosófico y lo religioso,el autor muchas veces siente que la escritura le permite exorcizar sus demonios interiores,pero también comprobar cuán latentes están y cuán difícil es conjurarlos.

Soy una persona absolutamente agradecida por todo lo bueno que me pasapermanentemente con lectores de todo tipo, que destacan lo que algún libro de mi autoríales ha ayudado a la hora de intentar alguna mejora en sus vidas. Entiendo perfectamentecada vez que alguien me lo dice, no por jactancia, sino porque como lector empedernidode este tipo de material celebro la posibilidad de buscar en un pedazo de papel unaorientación en medio de mis extravíos.

Soy feliz al llevarme a la cama o al sillón algún libro del que pueda aprender, sinsentir responsabilidad alguna por lo que leo, y sin verme obligado a estar a la altura de loque mis ojos registran.

Sin embargo, en el proceso de la escritura hay otra responsabilidad. Lo que meatraviesa es una especie de catéter espiritual que va detectando, con el dolor que estoconlleva, y luego va destapando, con el alivio que esto significa, la «chatarra» que aúnobtura mis canales de luz. Una vez más escribo haciendo referencias constantes aaquellos sabios de distintas épocas a los que cito y cuyas enseñanzas intento tomar.Agradezco enormemente al rabino Shlomo Levi por haberme obsequiado dosmaravillosas obras de gran influencia para la escritura de este libro. Una de ellas, Vuelvea ser quien eres; la otra, La vida después de la vida, ambas del rabi Dovber Pinson.

Al momento de obsequiármelas, el rabino Levi me dedicó una de ellas, con el deseoexpreso de que me sirviera para descubrir mi misión de iluminar el mundo a través de lasenseñanzas bíblicas. Hoy, un par de años después, recuerdo aquella noche y caigo en lacuenta de que su deseo, en parte, se hizo realidad.

Más allá de transitar diversas enseñanzas espirituales de grandes maestros, deseo

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comenzar con un ejemplo, alguien a quien admiro no precisamente por motivosespirituales sino artísticos, y quien es el disparador de este libro: el escéptico y genialWoody Allen.

Por último, solo Dios sabe por qué razón convoqué pocos días antes de su inesperadamuerte a Eduardo Chaktoura para la realización de este prólogo. Naturalmente, queríaque Eduardo lo escribiese, aunque no fuera una persona con quien me uniera unaestrecha relación. Nos prodigábamos afecto mutuo y cierta admiración, y nos habíamosvisto una sola vez en nuestras vidas. Su amabilidad fue inmensa. Lo llamé la mañana del2 de marzo de este año, y lo sorprendí en el Aeropuerto de Ezeiza, bajando de un aviónque lo traía desde Estados Unidos.

Le conté de qué trataba el libro e inmediatamente me respondió que el fin de semaname enviaría el prólogo. Así fue. Luego de recibirlo el viernes 6, le comuniquétextualmente por whatsapp «Sos crack, gracias». La madrugada del domingo 8 de marzome enteré de su fallecimiento… Tal vez lo único predecible de la vida sea loimpredecible. El reconocido psicólogo y escritor que había hecho horas antes el prólogode La cuenta progresiva, había llegado al «epílogo» de la suya. Misión cumplida paraEdu, enorme e interminable dolor para su hermosa familia y afectos. Su muerte es otraratificación más de la necesidad que tenemos quienes lo sobrevivimos de dejar depostergar nuestra búsqueda eterna. En paz descansa.

No los demoro más. La cuenta progresiva está por comenzar.

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La cuenta progresiva

Una de las personas que más admiro en el mundo es Woody Allen. Cuando comencéa escribir estas líneas acababa de devorarme la entrevista que el genial cineasta concedióal diario El País Semanal de España (edición 1988), del 2 de noviembre de 2014.

Allí señala: «Me gustaría que hubiera algo mágico en la vida, en el universo.Desafortunadamente, parece que lo que ves es lo que hay». Prosigue: «La mayor partedel tiempo estás deprimido, en vez de estar feliz. Es triste la condición del ser humano,tener que pasar por esto. Vivimos en un mundo que no tiene sentido ni propósito. Somosmortales. Entonces, me pregunto: ¿por qué estamos aquí? ¿Qué significa la vida? Y si nosignifica nada, ¿de qué sirve?».

Entonces admite que hay gente cuyo punto de vista se modifica según pasan lasdécadas. Empiezan creyendo en Dios y cuando son mayores ya no creen porque la vidalos ha desilusionado. Otros se hacen mayores y empiezan a creer en Dios, porque suexperiencia los fue llevando a creer en un poder superior, en que existe algo más allá deellos. Woody asegura que ese no es su caso, que tiene una visión pesimista, según él,«realista» de los hechos. «Creo que lo que ves es lo que hay», insiste.

Va más allá. Asegura que la vida es muy trágica, y que solo se sobrevive negando larealidad. «Naces, no sabes por qué; puedes morir en cualquier momento, nunca vas asentirte seguro y relajado. Siempre tienes que estar alerta; finalmente vas a morir, estáscondenado a muerte desde el nacimiento. En el instante en que naces. Y todo, ¿paraqué? Así que muchas gracias».

Paradójicamente, en la misma entrevista algunos segundos después o algunoscentímetros abajo acota: «Soy sano, gracias a Dios, y sigo trabajando. Es muy grato».

Es muy interesante poder reflexionar sobre los conceptos vertidos por el genialcineasta para pensar en aquellas personas que han sufrido pérdidas personales, quesobrevivieron a campos de concentración, o que conviven con distintos tipos dediscapacidades y aun así creen en Dios, agradeciendo el regalo de la vida, sinobsesionarse por que la vida, algún día, llegará a su fin.

Qué muestra más acabada de la existencia del libre albedrío. Por fortuna, nada eslineal ni nos ha sido impuesto. El éxito material, tal como lo demuestra Woody Allen, nonecesariamente viene acompañado de la felicidad. Las personas felices tienen lapredisposición a serlo. Una vez más se reafirma la importancia de las actitudes porsobre las circunstancias.

Nuestras vidas pueden ser orientadas por el Rey Ego, el Dios visible y falso que nospuede llevar al «éxito» (aunque resulte insuficiente) o guiarnos por el verdadero ser,donde el alma se realiza, con dudas y penurias, en un movimiento en espiral, volviendosiempre a la conexión con la fuente divina.

La muy respetable opinión sobre el propósito y sentido de la vida que nos aporta

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Woody Allen, la comparten muchas personas, especialmente en Occidente, a quienescomúnmente se les llama «intelectuales». Muchos de ellos suelen ser cínicos y reacios aaceptar que algo superior a su ego sea el regente de sus vidas. En la mayoría de loscasos, se trata de personas talentosas que, más allá de sus padecimientos o merced aellos, realizan aportes magníficos a la sociedad, con sus películas, pinturas, canciones,libros, entre otros aspectos artísticos. Suelen considerarse propietarios exclusivos de suslogros, sin contemplar la posibilidad de que algo que no sea la casualidad o el esfuerzohaya impulsado su obra.

En el mundo espiritual no se pretende convencer a nadie, de igual modo en este libro.Aquí el dogma brilla por su ausencia. En todo caso lo que intento es «convidarles»algunas páginas que puedan mitigar las desdichas, sin pretender que el «yo inferior»tenga la última palabra. No se trata de negar la realidad. En todo caso, tal vez podermostrar que puede haber otra.

Artistas como Woody Allen nos brindan su arte, su mirada, su lectura de la vida. Ungran aporte para poder sentir que nuestra existencia no debe ser necesariamente «unacuenta regresiva». Como lo mencionara en la entrevista: «Gracias a Dios».

En el mundo intelectual es moneda corriente el sarcasmo y las burlas a quienes creenen Dios, en la necesidad consciente de la divinidad y en la gratitud por el hecho de estarvivos sin cuestionarse cuándo sobrevendrá el fin de sus días. Ironizan sobre el conceptode justicia divina y la existencia de una causa para todas las causas.

Nadie está obligado a creer en lo que no siente. La mayoría de las personas que seven impedidas de creer suelen ser temerosas y apegadas. Tienen una gran dificultad paraaceptar, con humildad, que pueda existir algo más allá de la comprensión de su intelecto.Requiere una gran dosis de generosidad aceptar que alguien más poderoso que uno noshaya dado la vida y el don con el que hemos sido beneficiados.

El mismo Woody Allen, que exuda talento por cada uno de sus poros, sostiene que«hubiera tenido una vida mejor si no hubiera sido por mi timidez». No hay duda de queuna persona que se inhibe es mucho más desdichada que alguien que se vinculasanamente. La cuestión parece ser mucho más profunda. Seguramente hubiera tenidouna vida mejor, tal como le podría suceder a cualquiera de nosotros, si el ego y laneurosis no hubieran sido sus compañeros de ruta.

Dios no nos fuerza a creer en lo que no creemos, aunque él cree en quien nocree. No solo cree sino que «se vale de» dudas y temores como un canal hacia lacreación humana. Qué mejor ejemplo que el de Woody Allen. A Dios no le interesa elcopyright, ni los créditos. No es grave que el hombre no crea en Dios; grave seríaque Dios no creyese en el hombre.

Nada sería más opresivo que un Dios obligatorio y un creyente obligado. Nohay gozo mayor que vivenciar espiritualmente (y no intelectualmente) la existenciadivina, la experiencia más pura, que no necesita intermediarios.

Te propongo en esta saga espiritual que constituye mi cuarto libro, que juntosdisfrutemos la posibilidad de vivir la vida como una cuenta progresiva. El nuestro seráun viaje hacia adentro, hacia arriba y hacia adelante.

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Fuimos creados para purificar este mundo material con la verdad y la virtud comoherramientas. Con nuestras acciones podemos sembrar la tierra con pizcas de divinidad.Esta es nuestra misión. Sin egos que nos quieran convencer de que estamos condenadosa morir desde el día en que nacemos. Algo tan valioso no es dado en vano; estamos en elmundo para embellecerlo. Y esto no es negar la realidad ni inventarnos una mentira paravivir con menos temores.

Cuando alguien nos hace un regalo, le estamos sumamente agradecidos. Supongamosque nos regalan una importante suma de dinero. Estaríamos más que agradecidos. Sinembargo, nos regalan la vida y todo lo que ella trae aparejado, pero nos cuesta creer en eldador, y además le reprochamos que nos condene a muerte.

La vida es una toma permanente de decisiones. Día tras día somos dueños de decir«sí» y de decir «no». Aquello en lo que nos enfocamos es aquello que veremos crecer;podemos optar por quejarnos o por agradecer lo que nos ha sido dado. En función deuna u otra determinación, la vida será una cuenta progresiva o una cuenta regresiva.

La espiritualidad es una maravillosa alternativa disponible que podemos elegir. Dice elrebe Menajem Mendel Schneerson: «Hemos sido condicionados para ver el paso deltiempo como un adversario. Pero si aprovechamos, disfrutamos el momento, llenándolode proyectos y realizaciones, vive para siempre». Como dice aquella vieja canción de losRolling Stones: «Time is on my side». El tiempo está de tu lado.

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Mejor que ayer, peor que mañana

Desde que el hombre tomó conciencia de la finitud de su cuerpo, el ego lo condenó avivir en una insoportable cuenta regresiva, donde el paso del tiempo, lejos deenriquecerlo, lo va empobreciendo a medida que incrementa el temor a tener cada vezmenos años de vida por delante; por ende, menos oportunidades, y sueños escasos. Estaactitud nos quitó aptitud para disfrutar de la vida y nos sometió a una desdichada espera,acompañada de la certeza de que lo peor estaba por venir.

La decisión de vivir a contramano del «orden real» de la vida le quitó sentido anuestra existencia, haciéndonos vivir en el sentido inverso al de la evolución, elcrecimiento y la purificación. Como seres espirituales que vivimos la experiencia humana,reducimos el papel del ser a un segundo plano, frente al rol primordial que le concedemosal ego. Recordemos que, para el ego, la dimensión del tiempo solo es observable en unreloj que el alma ignora, aunque finalmente arrastrada por el cuerpo terminapadeciéndolo. Esa alma individual, hija del alma universal, se ve apresada por nocionesinversas a las que rigen su existencia.

Si todos los sabios maestros coinciden en pensar la vida como experiencia decrecimiento y aprendizaje, entonces no sería necesario vivirla como cuenta regresiva.Precisamente, al cumplir años se supone que no vamos hacia un proceso de inmadurez yfalta de conocimientos. Todo lo contrario. A través de la historia se ha demostrado queel paso del tiempo nos permite sacar provecho de lo que nos pasa. El granaprendizaje, ser nuestros propios maestros, eso justamente sucede cuanto mástiempo pasa.

Sin duda, los comportamientos neuróticos nos inducen a repetir conductas que nosllevan a la infelicidad. Asimismo, es cierto que el libre albedrío nos permite decidircuándo es hora de cambiar patrones arraigados y empezar a aprender. La vida es una«cuenta progresiva», cuyo propósito es que el último día de nuestras vidas ofrezcamosnuestra mejor versión, después de haber eliminado lo peor y atesorado lo mejor a lo largode nuestros días. Esto nos ayudará a cambiar nuestra actitud hacia la vida, y así evitarenfocarnos en la carencia, en lo dejado atrás, y dirigirnos hacia la abundancia.

Aunque repitamos una y otra vez determinados conceptos, no necesariamente loscomprenderemos. Se deben experimentar, vivenciar. Si no percibimos, no vibramos. Elmomento presente es el momento pleno, es cuando ponemos atención y actitud paraenfocarnos en el aquí y ahora, y lograr así un «estado de conciencia absoluta».Reforcemos la idea de la vida como «cuenta progresiva» sacando lo mejor del pasado

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para aplicarlo hacia un futuro mejor. De este modo, captaremos el presente sin grandesesfuerzos.

Shakespeare decía que no hay nada bueno o malo en sí mismo, sino que es elpensamiento lo que lo convierte en una cosa o en la otra. Pues bien, un pensamiento enmodo «cuenta progresiva» convierte lo que nos sucede en una experiencia más agradabley valiosa que lo que sucede con la «cuenta regresiva».

El gran Viktor Frankl, sobreviviente de campos de concentración entre 1942 y 1945,autor del libro El hombre en busca de sentido, mentor de la Logoterapia, sostenía que laúltima de las libertades humanas es elegir la actitud a tener en la vida, cualquiera sean lascircunstancias a enfrentar. Frankl no fue precisamente un teórico. Sus palabras y loshechos de su vida escalaron la misma montaña.

Vos, yo, cada uno de nosotros puede decidir qué actitud tomar frente a lascircunstancias que nos toque vivir. En todo caso, lo que no podremos evitar son lasconsecuencias de nuestras decisiones.

El novelista español Manuel Vincent asegura que todos los días tenemos la posibilidadde someternos a un examen rigurosísimo: mirarnos al espejo. Ese rostro que ves ahí,afirma, es un examen.

La tarea no es sencilla, pero sí posible y muy valiosa. «Debemos hacerle ver al egoque la cuenta de la vida no es regresiva, sino progresiva».

El ego y el conflicto caminan de la mano. Nada es suficiente para el ego y su apetitoinsaciable. Por tal razón, la vida se torna en una cuenta regresiva, donde el tiempo nuncaparece alcanzar. Si no sometemos al ego a la necesidad del ser, de emprender causas másedificantes, no nos será posible experimentar el verdadero sentido de la vida.Esclavizados por el «yo inferior», la vida suele ser un cúmulo de padecimientosinterrumpidos por euforias efímeras, que nos llevan a una constante insatisfacción.

En los libros anteriores ya he descrito que nuestros pensamientos y acciones sonresponsables directos de los hechos que vivimos. Actuar y pensar en la medida denuestros deseos de cambio, como una oportunidad de aprendizaje y de acumulación deaprendizaje, es la llave que enciende la vida en cuenta progresiva. El ego es una poderosavíctima que encuentra en la vida como «cuenta regresiva» una herramienta magníficapara profundizar aún más su victimización.

El pensamiento luminoso nos modifica el sentido de la vida; accionar positivamenteinterrumpe el timer. Desde los tiempos más recónditos, los maestros nos han enseñadoque todo tiene un propósito. Si la vida es aprendizaje, que lo es, tengamos en cuenta queninguna maestría debería desarrollarse contra reloj. El alma que ha encarnado en nuestrocuerpo no cuenta con tiempo de más o de menos. Su presencia en este plano estásignada por la necesidad de acercarse a la luz, de volver a la luz, de volver a casa.

El alma peregrina el plano físico y se complementa con el cuerpo, que es el vehículoque le asiste en el cumplimiento de la misión. Esta tarea no va de mayor a menor escala.En sus experiencias terrenales, el alma avanza en forma progresiva. Hace su camino soloregida por las leyes del universo. Si, como muchas veces nos sucede, tomamos la vidacon temor, como una carrera inútil donde el ego ilusoriamente cree retener el tiempo,

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viviremos en cuenta regresiva. Es paradójico: retener no es una acción ni beneficiosa niespiritual. Dios es dador, en mayor medida, de quien menos retiene y hace espacio paraseguir recibiendo. Él nos dio la vida y nos concedió una misión; para la Divinidad eltiempo es suficiente, para el ego, no. Siglos de enseñanzas nos han demostrado que loimportante para el mundo material no lo es para el universo espiritual.

La vida espiritual no se mide en tiempos, sino en evoluciones. Avanzamos enconquistas que nuestro potencial hizo realidad en función de la misión que nos ha sidoasignada. En ese camino, la paciencia es la «ruta divina». Deberíamos, por tanto,entrenar la paciencia. Entrenar la paciencia es ensayar el camino a Dios. Dios hacreado el universo con la intención de que los humanos lo civilizáramos y loperfeccionáramos. El proceso de perfeccionamiento es sutil. Se trata de una tareaprogresiva, que tiene a la vida como reflejo de ese proceder.

La vida no es manifestación de un cuerpo que cumple años, no es puntualmente unacifra. La vida es manifestación de Dios, la divinidad se introduce en nosotros a través delalma, que no se caracteriza precisamente por soplar velitas. Sería necio no admitir que elcuerpo es visible y tangible. El alma, en cambio, es trascendencia. No hay realizaciónposible del ser sin un alma bien alimentada, al igual que su templo, el cuerpo, al quedebemos nutrir. Cuando transitamos el camino ascendente, la vida es una cuentaprogresiva. El alma, inspirada por el espíritu, va hacia lo más alto. No hay relojes delalma, y si los hubiese, siempre darían la misma hora. Un pequeño juego de palabras nospermitiría decir que el ego suele estar más pendiente del almanaque que del alma.

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Desde el alma

Las escrituras hindúes describen que antes de la creación del mundo existía laconciencia cósmica, el espíritu o Dios, el Absoluto. En el comienzo de la existencia, laconciencia cósmica descendió al universo físico y se manifestó como conciencia crística,conciencia de Dios. Cuando la conciencia crística desciende al cuerpo físico del hombrese convierte en alma.

El alma es la supraconciencia o conciencia de Dios, que se torna individual cuando serecluye en cada uno de nuestros cuerpos. Podemos, cual recipientes, nutrirnos ehidratarnos de esa conciencia divina. Ya ungidos, expresamos lo más puro y elevado deDios en la tierra. Sin embargo, en muchas ocasiones optamos por ser repulsivos y noreceptivos de la conciencia pura. Y así, el alma se identifica con el cuerpo y se manifiestaen forma de ego o de conciencia mortal.

Llegamos al mundo para cumplir una misión, munidos de nuestras capacidades ytalentos únicos. De manera progresiva, cuerpo y alma se van asociando; el alma es labrújula del cuerpo para concretar la misión. La mayoría de las personas cree tener unalma; algunos, incluso, sostienen que pesaría 21 gramos, aun cuando nos cueste pensaren su «corporeidad», y que se manifieste.

Muchas veces el alma expresa sus necesidades. Lejos de gratificarla, simulamoscalmarla con algo material, cuando precisamente no es eso lo que está necesitando.Inevitablemente surge el vacío existencial, la ansiedad nos colma, el alma no encuentracalma y entra en acción el ego, que puede enfermar y extenuar el alma. Todos hemosincurrido en el error de querer darle el alimento equivocado. El alma es humilde y senutre de nuestras buenas acciones, actos amorosos, meditaciones, pensamientosluminosos y comportamientos virtuosos. Si el cuerpo se alimenta y el alma no, o a lainversa, los problemas golpearán nuestras puertas.

El cuerpo es el vehículo para la expresión del alma, que necesita del cuerpo paraconcretar la voluntad divina. El cuerpo es la fuerza material; el alma es la expresión, elmovimiento, la más acabada manifestación de la fuerza espiritual. Entendamos que elcuerpo protege el alma vulnerable en el mundo material. El desafío es espiritualizar lomaterial.

Dice el rebe Mendel Schneerson: «Lo que el cuerpo y el alma deben comprender esque son más fuertes con el otro que sin el otro». Caemos en la arrogancia espiritualcuando nos jactamos de alimentar el alma y la usamos como «pretexto» para vivir demanera ermitaña, tendiendo a descuidar el cuerpo. En esta experiencia humana que nos

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toca vivir, tal comportamiento no es el que Dios nos ha encomendado. El cuerpo,compañero del alma en esta peregrinación, requiere ser cuidado y preservado comopreservaríamos un templo.

Nuestro combustible espiritual comienza a escasear cuando el alma anhela algosuperior a aquello con lo que creemos nutrirlo, el alma languidece y nuestra voz interiornos susurra desesperanza, desazón. Una buena salida de «emergencia» para esos casoses tomar nota y corrernos de lo exclusivamente superfluo para focalizar en aquello que estrascendente.

Engordar el almaA menudo experimentamos malestar, vacío espiritual. Intentamos llenar ese vacío

comprándonos algo material, como nuestras golosinas favoritas, o buscando mero placeren una relación carnal de ocasión. ¿Quién podría juzgarnos por comprarnos lo que nosgusta, disfrutar de un manjar o darle a nuestro cuerpo el sabor de la pasión? La cuestiónes que, cuando el alma llora, es a ella a la que necesitamos complacer. Una buena acción,hacer lo que corresponde, tener un gesto de gratitud, de arrepentimiento, de disculpa oprocurar reparar un daño, nos darán la paz y el alimento que el alma necesita para re-animarse (alma = anima). La hermosa sensación de volver el alma al cuerpo y no seguiralejándonos de ella es tan gratificante como la plenitud en la que nos instala. Todo locontrario del vacío que habíamos experimentado. Es maravilloso observar cómo la virtudregenera el alma y una vez que ello sucede y recobra existencia, sentir en el cuerpo elbienestar que le proporciona.

La meditación y la oración, especialmente a primeras horas de la mañana, y cuandofinaliza el día, son herramientas muy valiosas para darle existencia al alma. La virtud esel alimento del alma. No viviremos en paz si nos dejamos engañar por la ilusión del ego,alejándonos de nuestras necesidades y valores espirituales. La búsqueda del bienestarespiritual es eterna. La gran llave del tesoro se deposita en un cuerpo alineado con unalma superior, impulsada por su vehículo en la tierra: el cuerpo. Como dice el rebe: «Elcuerpo es el pájaro, las alas, el espíritu».

La mayoría de nosotros ha crecido bajo la noción asimétrica de cuerpo y alma. Nosinculcaron enfocarnos en lo físico, mientras el concepto del alma quedaba relegado a loinalcanzable, a que somos almas eternas encarnadas en un cuerpo «inferior». Si esmayor la equidistancia de nuestra percepción de cuerpo y alma, será menor lacomplementación de estos dos actores principales de nuestra vida. Cuando alma y cuerpose asocian en armonía, incrementamos el desarrollo de nuestra misión y activamosnuestro potencial. Miles de años atrás, el hombre inició su incesante búsqueda espiritualluego de descubrir que, si vivía en un estado interno de insatisfacción, no habría una«buena suerte externa» capaz de compensarlo.

La vida sin propósito es mera supervivencia. La vida con un fin es trascendencia.En el preciso momento de nuestro nacimiento comienza la encarnación: el alma entra en

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el cuerpo, «se hace carne». Encarnados, la vida es quien nos lleva a nuestro destino,aunque a veces nuestras decisiones lo convierten en un «desatino». La mayor o menorrealización del potencial marcará ese destino.

La finalidad superior del alma, la que nos da un propósito, es la concreción de lamisión. El «para qué» nos han mandado a la cancha a jugar este partido, a vivir estaaventura, a superar este desafío. Dice el rebe Mendel Schneerson: «Podemos estarbiológicamente vivos o estar vivos de verdad, espiritualmente vivos». Hay una marcadadiferencia entre vivir cual fetos, comer, beber y dormir o estar plenamente vivos. Deniños solemos ser más inocentes, curiosos y puros; esas conductas suelen acercarnos aDios. Cuando renacemos, es decir, cuando ya adultos experimentamos el despertarespiritual, recuperamos esos valores que nos acercan a lo divino.

El único «niño» que nos aleja de Dios es el ego. Este, aunque es una criatura, noes precisamente ni puro ni inocente. Cuando optamos por no dejarnos dominar por esacriatura egocéntrica es cuando revive en nosotros nuestra condición de criaturas divinas.Releo la página 55 de Hacia una vida plena de propósito: «No hay lugar para el egocuando se crea a un niño». Ciertamente, un niño caprichoso como el ego no debería serel maestro o tutor de un niño puro e inocente.

Reloj, no marques las horasMuchas veces pensé —probablemente al lector le haya pasado lo mismo— cómo

sería la vida a la inversa, como una verdadera cuenta regresiva: llegar al mundo yaancianos e irnos del mundo como bebés. Precisamente, el filme El curioso caso deBenjamin Button así lo plantea. Del mismo modo, el ego nos hace vivir y nos hace creerque esto sería mejor, ya que como bebés no podríamos ser capaces de sufrir al momentode partir, como lo hacemos de adultos.

Dios es la causa de toda causa, la causa mayor. Nada que proceda de él sucedeporque sí. Llegamos al mundo siendo bebés y partimos ya ancianos. La vida esaprendizaje, evolución y pureza, porque Dios obra a través de nosotros, sus canales deluz y conciencia, y necesita que vivamos, primeramente, la experiencia de la infancia,puros, libres e inocentes, para luego, a medida que vamos creciendo con el libre albedrío,poder elegir si queremos volver a ser quienes éramos. Volver a ser criaturas, recuperandola inocencia perdida, pero esta vez dotados de experiencia y sabiduría para volver a casa.

Afortunadamente no estamos aquí para ser títeres de un poder superior ypredeterminado. Disponemos de la posibilidad de ser individuos con deseos propios ycon la opción, no la obligación, de ser nobles, bondadosos, amables, compasivos; endefinitiva, vivir una vida virtuosa.

Llegamos con la necesidad de aprender, de ser recipientes vacíos que buscamossumergirnos en la profundidad de las enseñanzas que «la fuente» nos ofrece. Losmaestros nos conducen hacia ella, son obreros de Dios que permiten que esta nosentregue el conocimiento que inunda el universo. Podemos ser niños curiosos,

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absorbiendo la enseñanza que nos brindan, en función de nuestras inquietudes ycarencias.

La tarea encomendada es la de aprovechar, en la mayor medida posible, el potencialque nos han otorgado en este plano para «este viaje». De acuerdo a las vivencias comoniños, y luego como adultos, podremos beneficiarnos con el don que nos ha sidoentregado.

El «trabajo» de la vida es finalmente la acción sublime que el alma desarrolle para laconcreción de la misión, uniendo la mente individual (yo) con la mente universal (Dios).

Hay un fluido divino: la conciencia pura. Es el lubricante y aditivo del motor denuestra travesía. Podemos abrir el tapón del recipiente y abrir paso al fluido, u obturar sullegada. Podemos atraer y fluir con el fluido o podemos alejarlo y repelerlo. La vida esuna cuenta progresiva dotada de reglas magistrales.

Cuando tu niñez dio paso a tu juventud, te sentiste pletórico de energía, aunque nocontaste con la orientación suficiente. Al llegar a la adultez, la dirección estaba mejoralineada y balanceada, aunque la energía no era suficiente. Si pudiéramos preparar eltrago ideal para estos casos, necesitaríamos combinar dosis de sabiduría creciente, elixirde la existencia, con la porción inevitable de la pasión decreciente que el reloj pretenderobarnos.

Más allá de lo que la espiritualidad nos ha enseñado todos estos años, acerca de quelas personas pueden tornarse más sabias con los años, un reciente informe científicopublicado en el New York Times parece confirmar esta afirmación. Un paper editado porla revista Psychological Science demuestra que aspectos cognitivos de nuestro cerebrorecién logran cristalizarse en la edad adulta. Algunos tests realizados con personas deentre 10 y 84 años han dado como resultado que ciertas habilidades, como las necesariaspara mantener mejores relaciones personales, como los juicios que emitimos y laresolución de situaciones engañosas, están más desarrolladas en los individuos de mayoredad.

Pelea de fondo: egoísmo versus amorCuánto nos cuesta evitar identificarnos con nuestros egos. Una y otra vez nos

dejamos llevar más de la cuenta por lo que el falso ser nos propone.El «ego es separación»; el amor universal es unidad. Pese a que nos hayan inculcado

el temor a Dios, Dios es amor. El alma trasciende al cuerpo, porque es amor puro yeterno. Como dice el rebe Menajem Mendel Schneerson: «El amor es el componentesingular más vital de la vida humana». Al decir «Dios es amor», no pretendemos instalarun eslogan o consigna; nos estamos refiriendo a su esencia, su lenguaje, al sostén delalma. Suelo repetir que Dios no habla en ego, su lenguaje es otro. Pretendercomunicarse con él desde el ego es como intentar realizar una llamada desde un teléfonodescompuesto.

No valoraríamos la luz si no existiera la oscuridad. El egoísmo es una acción que

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nos aleja, aunque sea involuntariamente, del amor. Sin embargo, las consecuencias denuestros actos egoístas pueden ser el impulso de la necesidad de un anhelo amoroso.Algunas «máximas» surgen de las enseñanzas que nos da la vida: «el que no aprende, sejoroba» y «no le hagas al otro lo que no te gustaría que te hagan a vos».

Estamos a tiempo de empezar a darles a los demás lo que desearíamos para nosotrosmismos, de brindarle al prójimo lo que desearías que te diera. No hablamos solo de lomaterial. Todos tenemos algo para dar, para ayudar, ya sea tiempo, amor, escucha,comprensión. Finalmente, recibiremos aquello que dimos, que brindamos.

Nadie está obligado a amar de modo forzado, condicionado o interesado; no esnutritivo para el alma y no alimentará ni a quien dice amar, ni al supuesto amado. Elamor egoísta es, en sí mismo, una gran contradicción. Sería como el «hambreopípara».

Solo estaremos en paz merced al amor que prodiguemos a los demás, «amoraltruista» y amor que nos concedemos naturalmente a nosotros mismos, amor al propioser.

Todos somos conscientes, en nuestro fuero interior, de nuestras acciones egoístas yde nuestras acciones amorosas. Un examen de conciencia, a solas, sin intermediarios niinterferencias, revelará cuánto nos respetamos y cuánto respetamos a los demás, cuántonos engañamos y cuánto engañamos a los demás. Quienes respetan su «veredicto»interior suelen ser respetuosos de los otros. No hay grandes asimetrías entre aquello quesolemos perdonarnos, lo que realmente creemos de nosotros y las críticas y juicios quehacemos a los otros.

Cuando solemos hablar de los otros, estamos, en realidad, hablando de nosotrosmismos. Una buena receta sería: intentar tratar a los demás como nos gustaría sertratados.

El amor egoísta (la gran contradicción) es una consecuencia lógica de las luchas denuestro ego interno, entre priorizar a Dios y después a sus criaturas. Si hiciéramos unlugar en nuestro interior, podríamos amar simplemente al otro, y no someter estesentimiento a prueba cada vez que suceda algo. El amor es la unidad y la interrelación delas almas en el cosmos, y no el caos de la división de los hombres. Las accionesamorosas, el dar sin esperar retorno, sin el vuelto, son alimentos del alma. Un almaalimentada, gratificada, pone en marcha el cumplimiento de la misión. El amor que se day el amor que se recibe son decisivos para elevar nuestro potencial a las máximas alturasy a los brillos más luminosos.

Progresamos en la vida espiritual cuando, día a día, vamos procurando darleexistencia al alma desde la introspección. Después de todo, no somos más que almasinspiradas por el espíritu divino. En la cuenta progresiva cada acción, por más mínimaque sea, «cuenta» progresivamente, tanto sea para nuestra evolución o la realización denuestra misión, o para su retraso y alejamiento.

Volver a casa

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Hay un destino circular en cada uno de nosotros. Somos enviados al plano físicoprocedentes del hogar divino, vivimos una experiencia humana y regresamos a nuestrafuente de inspiración, a la que volveremos con nuestra última exhalación. Mientraspermanecemos aquí (hay algo extraño), sentimos la necesidad de volver a casa. Eldesasosiego que experimentamos en muchas ocasiones es una muestra de nuestraañoranza y surge una inevitable melancolía. Nos sentimos lejos de casa.

El alma exiliada no se siente a gusto en la «habitación de huéspedes» que el ego le hapreparado. Una sensación contrapuesta nos invade cuando reconectamos y se manifiestael bienestar espiritual, que nos devuelve al camino, al encuentro del objetivo interno conel objetivo externo. Cuando la «sensación térmica» de estos fines es semejante en amboslados del «vidrio», este no se rompe.

El hogar divino que tanto añoramos es la «morada del alma», donde, a diferencia delque nos propone el ego, sentimos que no hay nada que temer y que todo es para amar.Los ventanales de esa casa disponen de vidrios hacia el exterior que manifiestan nuestroyo interno, el que nos permite ver y nos hace visibles al mundo material. Y vidriosinternos que reflejan nuestro yo verdadero. Si hay armonía entre ambos, nos sentiremosen paz en nuestro hogar. Es cuando logramos estar a gusto con nosotros mismos.Podemos ser nuestro invitado favorito o nuestro peor huésped.

Hay una enorme relación entre nuestro nivel de fatiga o de inspiración y laforma en que nos estemos relacionando con nosotros mismos. A menudo se diceque una persona que ya no se soporta a sí misma «no puede con su alma». Por elcontrario, quien se siente a gusto consigo mismo está «de buenas con su alma». En esepunto, emerge la inspiración (conexión con el espíritu) en nuestra vida. No hay espaciopara la habitación del ego en el hogar divino.

Necesitamos generar espacios para contribuir a la presencia de Dios en nuestrasvidas, para permitirnos que nos proteja, y no sobreproteja. Dios es protector, nosobreprotector. Si no dejamos a nuestros hijos crecer, elegir, tomar riesgos oequivocarse, no permitiríamos su desarrollo. Asimismo, un Dios sobreprotector nopermitiría nuestro crecimiento y, por ende, no podríamos vivir la vida como cuentaprogresiva.

No tendría sentido volver al hogar divino si no eligiéramos hacerlo. No hay razónpara elegir a Dios en forma compulsiva y por imposición dogmática, cuando él nos dio laopción de elegirlo. La espiritualidad es la necesidad consciente de Dios, reitero, lanecesidad, no la obligación. Cuando sentimos verdadera necesidad de Dios y en esanecesidad aprendemos, es cuando decidimos nuestra propia elección..

Es lógico pensar a un Dios que nos necesita felices por elegirlo y no temerososen caso de no hacerlo. Cuando nos comportamos según lo que otros predican, nosomos nosotros mismos. Siempre es bueno recordar que evolucionamos en la medidaen que desarrollamos la habilidad de manifestar todo lo que somos.

El traje prestado

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La vida material, el cuerpo en el que encarnamos el alma son limitados. El alma esnoble e incorruptible. El cuerpo tiene fecha de vencimiento, pero es mucho lo quepodemos hacer para complementarlo con el alma y no tener que reintegrarlo antes delhorario de devolución. Supongamos que nos invitan a una fiesta, alquilamos unesmoquin, las mujeres piden prestado un vestido. Lo ideal es que nos quede bien y quelo podamos usar cómodamente durante toda la fiesta. Nosotros podemos trabajar muchoy bien durante nuestra existencia para sentir nuestras vestiduras a la medida de nuestrastallas, y cuidarlas para que nos acompañen digna y elegantemente toda la velada.

Decía el viejo testamento que uno no tiene derecho a lastimar su cuerpo, ya que noes de su propiedad sino de Dios, ese cuerpo que nos ha sido concedido, bien cuidado ybien alimentado, es el que el alma necesita para su paso por este plano. El alma debesentirse a gusto en el cuerpo que encarna. Somos seres espirituales que residimos en uncuerpo. Si el cuerpo físico es maltratado, no viviremos bien, tal como sucedería en unlugar que no cuidamos, que no honramos.

El cuerpo alberga al alma y el alma es la línea de contacto del hombre con Dios, escomo una línea invisible de puntos que nos conecta al alma universal. Hay sufrimiento enel alma cuando hay sufrimiento en el cuerpo. Si el alma no encuentra lugar paraexpresarse, esa tensión entre alma y cuerpo se convertirá en enfermedad. En otraspalabras, podríamos decir que la cincha se ha cortado, y caen los contendientes deambos lados.

El alma que no se manifiesta no evita la emoción que la está inquietando. Esedesequilibrio de emociones y energías no permite que se complemente con el cuerpo yque este, inevitablemente, se manifieste, enfermándose. El cuerpo no requiere de unculto, sino de la responsabilidad y la conciencia de la importancia de estar sanos, de sersaludables. En algunos idiomas la etimología de la palabra «salud» es la misma que la dela palabra «santidad». Santificar el cuerpo no significa que debamos ser físico-culturistasni pasar horas y horas haciendo dietas y esfuerzos físicos denodados en gimnasios ypistas. Honrar el cuerpo es cuidarlo armoniosamente para sumarle años a la cuentaprogresiva y darle sostén al alma para que pueda concretar su misión.

Hoy ya no se discute que un alma gratificada le da al cuerpo un espíritu saludable,que la meditación, el yoga, la respiración consciente fortalecen nuestro sistemainmunológico y son generadores de serotonina. Así como el ego es un graninmunodepresor con sus dosis de miedo, envidia, rencor y orgullo, el proceso inverso sedesata en nuestro organismo cuando lo fortalecen las acciones virtuosas.

La «mezquindad» del ego es «generosa» en la aparición de enfermedades. Eshabitual que nos enfermemos luego de un disgusto que deprime nuestras defensas, y eslógico que así sea. Imagino al lector pensando a la distancia alguna circunstanciadesagradable e inesperada que luego devino en alguna enfermedad, en algunas ocasionesmuy grave, como acontece en muchos casos con el cáncer.

Ninguno de nosotros está exento de enfrentarse por problemas inesperados y, porende, con enfermedades que, en gran medida, somatizamos por esos episodios. Es muyimportante entender que, salvo en situaciones extremas, el manejo de las emociones nos

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puede ayudar no sólo a no enfermarnos sino también a sanarnos. No se trata solo de lamera desaparición de síntomas, sino también de comprender las razones que nosenfermaron y la posibilidad de no volver a padecerlas.

El cuerpo no nos pide demasiado: alimentarse medianamente bien, descansar lonecesario y cuidarlo no solo cuando enferma. El cuerpo pide ser escuchado:generalmente nos avisa acerca de algo que lo está incomodando. Admitamos que muchasveces, lejos de escucharlo, lo acallamos, camuflando o eclipsando el dolor sin tener encuenta lo que nos quiere expresar.

No solemos encontrar en los supermercados, góndolas con alimentos para el alma,tampoco en clubes y gimnasios, rutinas para su «musculación». El alma se fortalece concombustible espiritual, la energía divina surgida de los actos que hacemos y queconvierten a la tierra en un lugar más parecido al cielo. Dice el rebe Schneerson:«Alimentar solo el cuerpo pero no el alma es alimentar a la mitad de una persona». Elcuerpo necesita dormir, Dios aprovecha nuestro descanso nocturno para escindir el almadel cuerpo y purificarlo, así una vez depurado, tras pasar por el fuego divino, podamosempezar un nuevo día.

He sufrido y sufro ocasionalmente insomnio como consecuencia de eventualespreocupaciones que algunas noches el rap machacante del ego convierte en obsesión. Pormi trabajo, que me obliga a levantarme poco después de las cuatro de la mañana, he idomás de una vez a la radio, como se dice vulgarmente, «sin pegar un ojo». Supe luego deun par de noches en vela, y más allá de inductores del sueño, lo que es el temor a novolver a conciliar el sueño. La preocupación original que me impedía dormir dio lugar ala preocupación principal, el temor a no dormir.

No dormir o no hacerlo bien nos enrarece el alma. Solo el sueño profundo le permitea esta regenerarse y nutrirse, abrevando en las aguas de la fuente del espíritu. El cuerpofísico es la habitación del alma: debemos revisar la habitación que le estamos ofreciendo.Si es luminosa y espaciosa u oscura, pequeña y destemplada. Pues bien, el cuarto que ledes al alma refleja el cuidado que le das al cuerpo.

Tira y aflojeEn un principio, cuerpo y alma conviven cual pareja inexperta; lejos de

complementarse, tratan de imponerse el uno al otro simultánea y recíprocamente. Elcuerpo, aliado con el ego, procura someter al alma a fuerza de caprichos eincomprensión, cree estar ganando la pelea pero inevitablemente su salud flaquea ycomienza entonces a entender que depende del alma. Abrumado por las evidencias y másallá de la férrea resistencia del ego, necesita dejar de luchar con el alma para asociarsecon ella.

Un cuerpo sano es la plataforma de un alma que puede manifestarse a sus anchas.Por sí sola, la energía física no nos lleva a ningún lado, dado que es el alma la que seencarga de encauzarla. Así es como la energía física da paso a la energía del alma,

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retroalimentación que cuerpo y alma ofrecen para nuestro bienestar físico y espiritual.La liberación de endorfinas nos hace sentir en plenitud física y mental. El cuerpo

sano no es un valor en sí mismo. El regocijo que experimentamos, por ejemplo, despuésde correr es también el que nos proporciona un alma que se oxigena, y como tal disfrutade los beneficios que este le genera. Somos almas individuales que llegamos a este planomaterial para refinarlo e introducir pizcas de divinidad. El alma nos proporciona elcrecimiento espiritual y el cuerpo es el gran cómplice para alcanzarlo. Nuestrocrecimiento espiritual se desarrolla hasta el último minuto de nuestra existencia física,necesitamos un traje lo más impecable posible para «lucirlo» la mayor cantidad detiempo posible.

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El crecimiento espiritual

Todos nosotros tenemos, en mayor o menor medida, un concepto, una idea acerca deDios. La mayoría desea vivir la experiencia de la instancia superadora, una percepcióndirecta divina. El concepto de Dios, no el sentido intelectual. Dice ParamahansaYogananda, una de las personalidades espirituales más prominentes que el siglo XX nostrajo desde la India a Occidente: «No busques a Dios con un fin secundario, el día que tuamor al señor sea tan grande como el apego a tu cuerpo mortal, él vendrá a ti».

Suelo decir que en la vida espiritual el orden de los factores sí altera el producto, y enesta dimensión la secuencia marca la diferencia. Primero es tiempo de devoción, luego deactividad; primero hacemos bien el bien, generamos espacio para Dios en nuestras vidasy luego él se presenta. Hacer bien el bien no es simplemente concretar una acciónespeculando con el resultado que esta trae aparejado. Hacer bien el bien es enfocarse enlo que hacemos, independientemente de lo que obtendremos, con pensamientosamorosos que ofician como «llamadores divinos».

No estamos obligados a hacer lo que no queremos. Se nos ha concedido la facultadde actuar, pensar y sentir por la senda que nos aleja de quienes somos esencialmente. Elplan que ejecutemos será más o menos edificante, espiritualmente hablando, cuandoactuemos con espíritu constructivo. No sólo la divinidad se revela sino que esta secanaliza a través de nuestras acciones. Pasamos a ser los pies, las manos y la voluntad deDios para la concreción de sus designios. Asimismo, podemos obrar como canalesexclusivos de nuestros egos para la concreción de sus incesantes demandas.

En Proverbios está escrito: «El que se empeña en la caridad y la generosidadencuentra vida, bondad y honor». Se dice que la caridad empieza por casa, y tambiénpodemos decir que la caridad empieza como expresión auténtica de un alma humilde. Laarrogancia y caridad no son compatibles.

La caridad es hija de la necesidad de quien recibe, pero también de quien tieneel anhelo de dar para gratificar su alma. El libre albedrío se manifiesta en nuestravoluntad de dar o no dar y en la forma en que, en todo caso, lo hagamos. Conabnegación y humildad o con desconfianza y especulación. Seguramente, Dios podríahaber distribuido en porciones más parejas riquezas y pertenencias. Si así sucediese,cabría preguntarse: ¿quién sería generoso? Dice el rebe Menajem Mendel Schneerson:«Necesitamos compartir lo que nos ha sido dado; lo que damos no es nuestro, nos loprestó Dios con el fin de permitirnos el don de dar».

Cuanta mayor prosperidad nos estén proporcionando, mayores oportunidades y

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privilegios de dar nos estarán enviando. El hombre más rico del mundo, Bill Gates, y suesposa llevan donados a la fecha a través de su fundación más de treinta mil millones dedólares. Lejos de empobrecerse, cada día son más ricos en todos los sentidos. Silogramos éxito y riquezas es por decisión y bendición de Dios, no sólo por el esfuerzo ytalento que hayamos puesto para lograrlo. Nos pueden dar el poder de alcanzar laprosperidad, que no se convierte necesariamente en una bendición. Si no somos capacesde discernir cuál es nuestra misión, la prosperidad terminará por empobrecernos.

El hombre que no es consciente de que lo recibido debe ser honrado y merecido, novive en paz, más allá de lo que haya logrado. Sin conciencia pura, la riqueza materialtermina por provocar un temor constante a que no sea suficiente o a que podamosperderla en su totalidad. Como dice el rebe, si usamos la riqueza con fines caritativos yfilantrópicos en lugar de gastarla sólo en el deseo del momento, lograremos que el dinerose vuelva eterno.

La tradición judía sostiene que la Tzedaká (solidaridad) abre nuevos canales deriqueza desde lo alto. Digamos que así como se hace camino al andar, se abrennuevos canales al dar. Antes de decidir con cuánto ha de bendecirnos en el futuro, Diosobserva cuánto hemos dado de nuestra riqueza anterior.

Cuenta la leyenda que un rabino le aconsejó a un empresario afligido por sus escasasganancias que empezase de una buena vez a ser caritativo; en definitiva, que convirtieraa Dios en su socio, que como cualquier socio haría todo lo posible para asegurarse que ala empresa le fuera bien.

El crecimiento espiritual es la cabal comprobación de que los logros materiales nuncaresultan ser suficientes. Buscamos algo más allá, el hombre sale al encuentro del ser, elser por el camino del alma lo conduce a Dios. El poder terrenal, material, las riquezas nosatraen, pero no debemos olvidar que no se trata de atracciones perdurables. Más tarde omás temprano necesitamos satisfacer demandas que no perezcan, que seantrascendentes, que nos salvan del vacío existencial y regeneran nuestro ser.

En el mundo espiritual, la noción de tiempo no queda registrada en relojes sinoen las porciones de cada una de las existencias que nos lleve a aprender.Necesitaremos más vidas para aprender, que otros; hay almas que son opacadas una yotra vez por nuestra constante predilección por la materia. El ego aletarga al alma, eltemor y el sufrimiento van dejando marcas en la existencia de millones de personas, quetendemos a repetir los mismos errores una y otra vez.

En esa condición, la vida es una cuenta regresiva; sin embargo, el proceso decrecimiento espiritual nos va permitiendo abandonar identificaciones vanas y comenzar,con mayor o menor intensidad, a evolucionar y a aprender. Cada humano termina porelegir cuándo decide abrirse camino por sí mismo hacia el ser.

Escalera al cieloLa vida es una cuenta progresiva ascendente, jalonada por peldaños que nos irán

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llevando al reencuentro con Dios. Cada vez que damos amor, que actuamoscorrectamente, que nos ponemos al servicio, nos vamos elevando, vamos progresando.El ego te propone trepar, pero lo que el alma necesita es elevarse plácidamente. Cada vezque meditamos ascendemos hacia Dios, a través de lo que los maestros llaman la «sendainterna». Podríamos decir entonces que la escalera al cielo tiene una senda interna, la dela meditación, y una externa, la de la acción.

Si meditar es «dar existencia al alma», su activación le da vida a lo que mora ennuestro interior y enciende la chispa divina. Paramahansa Yogananda señala: «Quienconoce su alma entiende que existe más allá de todo lo finito y puede ver que el espírituse ha manifestado como el vasto cuerpo de la naturaleza». El crecimiento espiritual nospermite recuperar la divinidad. Decimos y enfatizamos el verbo recuperar, ya que ponede manifiesto el hecho de volver a sentir algo que ya sentimos, algo que ya tuvimos, quenos había sido dado y que sin embargo habíamos olvidado o dejado de lado.

El camino espiritual es un sendero de reconexión, por intermedio del «ojo espiritual»volvemos a ver a Dios. El alma es intuitiva; la intuición, ya que hablamos de ojoespiritual, es la «visión esotérica». A la hora de intuir con nuestros cinco sentidos, el almapuede prescindir de ellos. Cuando hablamos de intuición, hablamos de un sexto sentido.

La vida como cuenta progresiva nos da la oportunidad de ir afilando y calibrandonuestras capacidades intuitivas. Todos las tenemos, algunos las desarrollan y otros aún nohan optado por hacerlo. También podemos recibir inspiración aunque no todostrabajamos de igual modo para ser uno con el espíritu. Recordemos que, cuando estamosen espíritu, estamos inspirados, y como seres intuitivos hacemos lugar a la manifestacióndel alma.

Inspiración e intuición son dos tesoros que nos han sido dados, que siempre puedenser recuperados, y son de gran ayuda para nuestro crecimiento espiritual. La inspiraciónnos conecta con la posibilidad de desarrollar nuestra misión, nos dejamos usarcreativamente para oficiar de canales divinos. Inspirados, conectamos con el WiFi deDios, que nos permite navegar por los sitios del universo, donde se encuentra disponiblelo que necesitamos para su obra.

La intuición hace del ser una persona segura de su fe y de su acción, que no teme elcamino a seguir ni las decisiones a tomar y que puede enfocarse en el presente, sinperder la concentración, el paso previo a la llegada de la información que le envía el «ojoespiritual».

La escalera a Dios por la que asciende el alma es la escalera de la conciencia, que vailuminando, escalón por escalón, el sendero espiritual ascendente.

Celebra la vidaDeseo que muy pronto podamos enseñarles a las nuevas generaciones (y desde muy

pequeños) a disfrutar la vida sin sentir culpa por hacerlo, a hacerles saber que, si quierenser felices, intenten apegarse lo menos posible a aquello con lo que se crucen y obtengan.

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En general, incurrimos en la necesidad material de apego con el argumento de gozar de lavida, que se termina convirtiendo en la razón por la que precisamente nos vemosimpedidos de hacerlo. Miles de años atrás, Buda nos enseñaba que el sufrimiento es hijodel deseo.

Solemos pensar que el remedio para nuestras desdichas debe ser un antídoto contranuestras carencias materiales, nos aferramos férreamente a nuestras riquezas, temerososde perderlas y terminamos por convertir el remedio de la posesión en la enfermedad de laenvidia, la avaricia y la insatisfacción. El ego nos adjudica logros que, por un lado,siempre le resultan insuficientes, pero a su vez no puede concebir perderlos. Siaprendiésemos a tomar lo obtenido como una bendición que nos ha sido dada con unpropósito, no temeríamos tanto ni preservaríamos denodadamente lo ganado.

A mayor dependencia de las necesidades egocéntricas, menor libertad. Sepamosagradecer los dones, y las energías que nos ayudaron en nuestras conquistas lasdisfrutaremos con mayor plenitud y menos culpa. Es lógico y muy humano lamentarsepor el paso del tiempo, pero no es recomendable perderlo en lamentos, en lugar de vibrarcon cada momento presente. El alma nunca envejece, se torna más vibrante, lo quesomos esencialmente no tiene edad y siempre ocupa el mismo espacio espiritual, más alláde la edad del cuerpo de quien la porta.

Hemos dicho en más de una ocasión que el alma se alimenta a través de la luminosaenergía que emana de las acciones nobles, por lo tanto, independientemente de nuestraedad, siempre podremos tener el alma bien alimentada. Sólo ella nos conecta con Dios,un alma bien alimentada nos asegura una buena conexión. El alma es el camino, no lamente. Así lo explican los hindúes: «Dios no es la mente. Es verdad que Dios la creó,pero él es superior a ella, de modo que no podemos concebir a Dios en nuestrasmentes».

Una madre puede dar a luz a un hijo, no un hijo a una madre. El lugar por el queDios se «filtra» en nosotros no es la mente, es la conciencia divina, que se ha diseminadoy condensado en nuestros cuerpos.

Somos, por excelencia, un campo energético de gozosa energía. Sin embargo, para elego, gozar de la vida es reprochable y nos mortifica con dosis de culpa que aparecencuando estamos en pleno disfrute. Un gran antídoto para estas circunstancias es aprendera percibir la bendición que se oculta en cada cosa que Dios nos envía para quedisfrutemos conscientemente.

La conciencia nos permite obtener la sabiduría necesaria para discernir qué es loerróneo, por lo que podemos percibir que estamos haciendo lo correcto y que es muydisfrutable. La conciencia nos orienta como una brújula para establecer que nuestro goceno es egoísta, y también sabrá enseñarnos a no disfrutar comportamientos que terminensiendo generadores de sufrimiento y enemigos de la felicidad.

En La búsqueda eterna, Paramahansa Yogananda describe que el egoísmo es lacausa primordial de los infortunios del mundo, ya que sólo se trata de satisfacer el propiointerés del individuo y así se pone en marcha la ley kármica de causa y efecto quetermina por destruir inevitablemente su felicidad personal y la de los demás. Aunque nos

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hayan inculcado todo lo contrario, no es lo mismo «celebrar la vida» y ser egoístas. Si nodisfrutamos qué somos y con qué contamos, y solo nos enfocamos en lo que los otrostienen, construiremos una usina del resentimiento. La felicidad suele comenzar cuandodamos y deseamos a los otros lo mismo que quisiéramos recibir.

Los testimonios de las personas que llegan a edades avanzadas en paz suelencoincidir. Afirman que lo más importante de sus vidas son los vínculos, y que losmomentos de mayor felicidad fueron aquellos en los que sintieron dicha por hacerdichosos a los demás. De hecho, en algunas páginas más adelante observaremos uninteresante estudio que así lo ratifica.

El mayor gozo es el gozo divino, es la sensación de no sentir el alma aprisionada, y lahermosa experiencia del bienestar espiritual que supera en trascendencia cualquier euforiamaterial. El gozo divino no viene acompañado ni de culpas ni de remordimientos, nogenera «resaca». Quien pueda gozar con el alma podrá disfrutar dignamente de susconquistas materiales.

No hay satisfacción externa que perdure si no hay satisfacción interna. Ladisconformidad del hombre egoísta proviene de una insatisfacción mucho más profunda:no haber encontrado real significado a sus propias metas. Y en este caso, no habrá dinerosuficiente ni prosperidad que alcance.

Todos podemos aprender a buscar y a encontrar el verdadero gozo y celebrar la vida.Una forma de orientarnos en ese sentido es poder llegar a comprender el concepto de lavida como una cuenta progresiva. Venimos aquí a progresar. La muerte no marca el final—aunque es duro aceptar la ausencia física—; para el alma es tan solo un nuevocomienzo.

La ley de la evolución es la que impulsa al alma a encarnar varias veces en vidasprogresivamente superiores que sólo se pueden ver «demoradas» por el efecto kármicode las acciones desacertadas y «aceleradas», gracias a los avances espirituales quefinalmente nos permitan alcanzar la realización del ser y la unión con su creador.

Lograda la liberación, son pocas las almas que regresan a la tierra por su propiavoluntad, y adquieren la «maestría» para ayudar a otros seres en su liberación. Cabedestacar que se trata de encarnaciones excepcionales.

Todo está en constante proceso de evolución, todo lo que existe está en constanteevolución. Permanentemente se está operando un cambio progresivo. Nada en eluniverso permanece estático. La evolución es Ley Universal, Ley Divina. Todo lo queexiste evoluciona para progresar, para perfeccionarse. Dice Madu Jess, en su libroConocimiento de la vida, que la meta que nuestra alma persigue es la perfección, y quecada vida humana debe proporcionarnos un adelanto que nos coloque en un lugar másavanzado en el camino hacia la perfección anhelada.

Celebrar la vida no es vivirla sin dolor. Una existencia carente de ese tipo deemociones no es propia de un mundo con Dios. Si imaginásemos un mundodespojado de Dios, el sufrimiento y el dolor serían estériles, sin propósito algunode aprendizaje.

El dolor es un gran impulsor, un elevador del compromiso espiritual. Lo expresa el

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rebe Menajem Mendel Schneerson al sostener que el dolor es un síntoma a corto plazo,de un dolor a largo plazo que debemos enfrentar. Muchas veces sucede que el dolor seconvierte en una «bendición disfrazada».

Si bien el dolor y el sufrimiento forman parte del misterio de la vida (ignoramos susentido), finalmente son formas que Dios utiliza para comunicarse con nosotros.

Tememos a la muerte porque el ego mortal es el que nos induce a experimentar esaemoción. Por lo tanto, tengamos presente que el ego es ignorado por el espíritu y elespíritu no conoce al temor, no conoce a la muerte.

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Las escalas de la cuenta progresiva

Recurro a un magnífico material que aportó, años atrás, José Trigueirinho, notablefilósofo espiritualista, autor de decenas de libros. En este caso, me centraré en sudescripción sobre los septenios, períodos de siete años en los que divide la vidacronológica. Trigueirinho asegura que nuestra concepción del tiempo se va relativizandocada vez más, y que el nacimiento y la muerte obedecen a causas cósmicas superiores alentorno físico material del hombre.

Agrupa el desarrollo de las características que hacen a nuestro comportamiento yevolución en ciclos de siete años de duración.

Primer septenio (0 a 7 años)En este tramo nos rige la tierra y lo que prevalece es el instinto. Es el tiempo del

cuerpo físico, el espíritu solo permanece abocado a la creación de la forma corporalhumana.

Segundo septenio (7 a 14 años)Regido por Mercurio, predominan los hábitos. Es el septenio del cuerpo etérico. Las

enfermedades febriles infantiles son las encargadas de acelerar el proceso de depuraciónde «restos etéricos» materiales. El cerebro termina de formarse, y es «abandonado» porlas fuerzas del crecimiento, que se transforman en las del pensamiento. En esta etapa seforman los órganos del aprendizaje que nos permitirán recibir al mundo espiritual.

Tercer septenio (14 a 21 años)Regido por Venus, dominado por el deseo, es el ciclo del cuerpo astral. Desarrollamos

interés por él. Los juicios que elaboramos en esta etapa están impregnados, sin escalas,de simpatía o antipatía.

Cuarto septenio (21 a 28 años)Regido por el Sol y dominado por el motivo, esta escala de la vida es la del alma

sensible, es tiempo de sol en el alma. El Yo termina su acción sobre el cuerpo físico. Elhombre se hace responsable; se empiezan a discernir las relaciones familiares y lassociales.

Es el momento en el que solemos elegir entre el camino de la estabilidad o la rebelión,

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y los juicios se empiezan a tomar con más seguridad. A los 21 años hay una crisis deidentidad sin un «yo» equilibrado.

Pueden generarse estados de inmadurez permanentes. Se presentan sensaciones queno se manifiestan con claridad y que el individuo tiene inconvenientes para sentir. Es untiempo, si se quiere, peligroso, se presenta un vacío del alma que puede conducirnos a laneurosis existencial.

Quinto septenio (28 a 35 años)Regido por el Sol, vuelve a estar dominado por el motivo, este septenio es el del alma

racional. Era considerado el de la mitad de la vida: cuando la persona y su estructura secristalizan o se abren al camino espiritual. Aquí las fuerzas anímico-espirituales queayudaron al máximo despliegue físico durante el crecimiento comienzan a «invertir» sudirección. Es importante señalar que es la época en que la acción intensiva del pensar notiene parangón con ninguna otra.

En esta etapa, el yo se emancipa del alma, todo se metaboliza a través de la razón. Secalifica al mundo según lo que el yo considera lógico o no. Surge una crisis originada enel «sentir envejecer» que puede llevar a valorar lo logrado, y consolidarse yautoafirmarse, o por el contrario, a enfocarse en aquello que aún no se ha obtenido, porlo que ese razonamiento nos puede llevar a la depresión.

Sexto septenio (35 a 42 años)Regido por el Sol, el motivo sigue siendo dominante. Es el septenio del alma

consciente. Precisamente, es la expansión de la conciencia la que permite el desarrollo deuna voluntad creciente. Irrumpimos en un nuevo espacio, el suprasensible. Si en estaetapa logramos superar algunas perturbaciones anímicas como la depresión, es factible unacceso más profundo al mundo espiritual, el que ya está iluminando el alma humana.

Se da una verdadera transmutación de fuerzas: el ser humano finalmente se descubrecomo parte del todo. Este septenio es un escalón al mundo divino.

Séptimo septenio (42 a 49 años)Regido por Marte, domina la aspiración y la fuerza de la palabra. Es el septenio del

yo espiritual. Es el primero de desarrollo espiritual: el alma se pone al servicio delespíritu, conecta con el mundo físico para que el espíritu pueda expresarse. Son años deacción pero, a su vez, son años destinados a superar nuevas crisis provocadas por laofensa, la ambición y el orgullo. Es el momento de enfrentarlas.

En este tiempo el amor, emergente de la autoafirmación que surge con un nuevosentido, tiende a desarrollarse en plenitud. Se habla de un nuevo desprendimiento delcuerpo astral y de un «nuevo nacimiento» de este, anticipando el desprendimiento finalde la organización física (la muerte).

Se trata, por excelencia, de un período creativo con posibilidades de contacto conotros seres más allá de sus características. Hay una búsqueda de una nueva juventud, si

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no se transforma en pasión de espíritu. Esa búsqueda de nueva juventud implica nuevascrisis, que traen aparejados divorcios o alcoholismo, por citar algunos casos.

Octavo septenio (49 a 56 años)Aclaro que se trata de la etapa de la vida en la que me encuentro al ser editado este

libro. Lo rige Júpiter; el propósito y la fuerza de la imagen constituyen lo dominante. Esel septenio del espíritu vital, es el tiempo de la transformación consciente del cuerpoetérico. De 49 a 56 años, es el espejo de la etapa que va de los 7 a los 14. No se puedenmodificar los hábitos, el individuo los lleva consigo hasta después de la muerte. La típicafrase «Yo soy así y no voy a cambiar más», es funcional al favorecimiento de lacristalización prematura en todos los ámbitos.

Esta etapa de conocimiento intelectual se puede transformar en sabiduría; así como elniño comienza a aprender a los 7 años, aquí el hombre puede enseñar. Convertido enmaestro, puede revisar en este septenio los hábitos desarrollados entre los 7 y los 14años. Para transitar el período que va de los 49 a los 56 años, debemos evitar latentación del rejuvenecimiento ficticio. Aquí la vida espiritual y el desarrollo artístico sonde incalculable valor para recorrer este período. Es una etapa de curación, la sabiduríacombinada con Mercurio se transforma en terapéutica.

Noveno septenio (56 a 63 años)Regido por Saturno, lo dominante es la resolución, que se expresa mediante la

realización. Es el septenio del «hombre espíritu» o transformación consciente del cuerpofísico. Se resume en la siguiente frase: «La realización es la fuerza para que el Yo puedahacer lo que el espíritu quiera en mí».

Aquella forma física del primer septenio (0 a 7) regido por la Luna es ahora vividaespiritualmente. La transformación del cuerpo físico otorga una mayor transparencia alespíritu. El cuerpo físico es un receptáculo de fuerzas espirituales. Las fuerzas creadorasen el cuerpo físico se transforman en fuerzas de la conciencia.

En esta etapa de la vida podemos transformarnos en viejos egoístas y malhumorados,en autómatas semiconscientes o en ancianos. Esto es sabiduría, reflexión, prudencia,meditación, cosmovisión del universo. En esta etapa hay, ni más ni menos, un renacer.Se ilumina la vida infantil y tiende a disminuir la memoria reciente. Es una era dereconciliación con la vida y sus objetivos.

Es válido aclarar que hoy las expectativas de longevidad son notablemente superioresa las existentes al momento de ser confeccionada la lista de los septenios, de modo queno me referiré al próximo, o sea al décimo, estrictamente como la etapa de 63 a 70 años,limitándome a señalar lo que acontece más allá del noveno.

En este período se hace hincapié en la necesidad de tener y mantener objetivos devida. Se observa además que tenemos ante nosotros «una gracia divina»: se abre elcosmos. Es importante no aferrarse al recuerdo de devastadores detalles de la vidaterrena. Van desapareciendo recuerdos, al igual que van desapareciendo amigos yfamiliares.

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El espejo de esta etapa es la vida prenatal, expandida en el cosmos y necesitada de«condensarnos» antes de penetrar el cuerpo físico. Aclaro que la «vaguedad» delperíodo posterior al noveno septenio abarca un grupo etario muy amplio para la vida dehoy. No es lo mismo tener 64 que 85 años, independientemente de que almas y espíritusno tienen edad.

En las etapas postreras de la vida terrenal, ser ancianos sabios en lugar de ser viejosmalhumorados permitirá un tránsito mucho mejor en el período final, y facilitará larecuperación del contacto con nuestra estrella en el cosmos.

Si vivimos la vida como una cuenta progresiva, podremos ir hacia el nivel máselevado de la conciencia: el de la reflexión y la contemplación. Dice la «Ley de laReencarnación» que toda la vida del hombre es el resultado de sus anterioresexperiencias. Podemos enmarcar el concepto de la vida como cuenta progresiva en el de«la tierra como escuela». Nadie va, por lo menos conscientemente, a la escuela cadadía para saber menos.

Trigueirinho hace mención a los exámenes que la vida nos toma. Para graficarlo, serefiere a una madre difícil y exigente que fuerza a su hijo a valerse de todas las energíasespirituales para sortear una infancia aparentemente desdichada. Se trata decircunstancias que solemos ver como castigos pero que, según opina, permiten elfortalecimiento del yo.

De no atravesar situaciones adversas, no sería posible el progreso espiritual. Quienvence la adversidad y transforma el dolor y el resentimiento en amor y perdón, transmutasu destino y encuentra armonía y paz interior. La resistencia del ego al aprendizaje dela lección no hace más que tornar más y más dificultoso cada nuevo intento.Trascender la lección del «problema» es una acción de gran ayuda para facilitar nuestrodestino.

La dificultad que trascendemos no tiende a cruzarse nuevamente en nuestrocamino. Recordemos que la vida es un proceso constante de sanación, un devenirterapéutico en el cual ciertos desafíos se tornan recurrentes, apareciendo una y otra vezcon distintas caras, lugares y nombres propios. Lejos de frustrarnos, podemos ydebemos entender que, para la mayoría de nosotros, el aprendizaje adquiere formade espiral, las cosas no son tan lineales como muchas veces pretendemos.

Logramos monitorear nuestros progresos, conscientes de esta secuencia, observandola repetición de ciertos hechos, cuáles son nuestras actitudes y las emociones que estasnos generan. Si nos vemos estancados es bueno admitirlo; al observar las razones denuestro estancamiento, podremos ponernos en movimiento. Claramente, la neurosis delego nos conduce a la reiteración de los hechos que nos frustran y de las emociones quenos paralizan. Brindar consciente y voluntariamente nuestras acciones al ser nos ayudaráa moderar los actos que nos conducen a la infelicidad.

Hoy vemos cómo la expectativa de vida se ha prolongado considerablemente. Aúnasí, hubo y habrá gente que fallecerá joven y otros que morirán añosos. Espiritualmentehablando, la longevidad es hacer de cada uno de nuestros días un día completo.

El rabino Dovber Pinson dice en su magistral libro Vuelve a ser quien eres: «El

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sentido de la vida se encuentra en el vivir mismo y no en lo que pueda suceder después».Lo que hoy vivimos es fruto de lo que previamente hemos hecho. Lo que nos pasemañana será consecuencia de lo que hagamos hoy.

Quien vive en el pasado no puede avanzar, y quien teme por el futuro no podráevadirse de su inevitable llegada. Seguir centrados en el presente es siempre la mejorforma de dejar de robarle momentos al ahora.

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Voy a ver si con el tiempo mejoro o me joro… bo

Es uno de los arquitectos más famosos del mundo, el argentino César Pelli, a la horaen que escribo este libro. Tiene 88 años, una carrera pródiga en éxitos y una personalidadpropia de quien desarrolla su vocación como una misión y toma la vida como una cuentaprogresiva. En una entrevista en la sección Conversaciones del diario La Nación señala:«Qué pérdida de energía jactarse de lo que uno hace. Lo mío fue compromiso, tesón yllevarme bien con la gente». Tal vez sin darse cuenta, Pelli sintetiza con su testimonio yexperiencia de vida la esencia del perfume de la realización, la humildad del ser, la fuerzade voluntad del ego que te hace salir cada mañana de la cama, la misión del alma junto ala gracia divina que hace posible la coronación del potencial.

Si bien hablamos de un arquitecto, de lo que estamos hablando, en realidad, es denuestra condición de obreros del día a día, de nuestra tarea de irradiar luz y de no gastarenergía en la jactancia del propio yo.

El miedo es un gran debilitador de nuestra energía, la tensión emocional que genera eltemor nos debilita enormemente. Consumidos por esta emoción, nos congela la duda,nos sentimos oprimidos por la angustia, nuestro espíritu parece menguar sin remedio. Elmiedo hace que nuestros juicios se distorsionen, empezamos a ver al otro como alenemigo, la confianza en nosotros y en los otros se desvanece y proyectamos asínuestras miserias. Dice el rebe Menajem Mendel Schneerson: «La clave es desandarpacientemente las dudas que nos atan, el miedo que prospera en la oscuridad de laconfusión se disipa a la luz de la claridad».

En la cuenta progresiva, la paciencia asfalta la ruta divina. Cuando entrenamos lapaciencia, ensayamos el camino a Dios.

A todos nos ha tocado enfrentar con miedo las dudas que nos atrapan en las redes delpensamiento rumiante y machacador, una especie de «pájaro carpintero» de la mentehumana. En estos casos, la salida es por afuera de esos pensamientos. En general, hayuna sobrestimación de los pensamientos. No hay necesidad de pensar a menudo las cosascorrectas, sino que, por el contrario, suelen suceder de manera natural.

Debemos usar la mente para darnos cuenta de que somos seres de luz y energía pura;lo recomendable es que la mente lo entienda y experimente. El miedo, puedo afirmarlo,es mayor en la oscuridad, y la noche se convierte en su mayor escenario. Los sabiossupieron decir que soñamos de noche lo que pensamos durante el día; las pesadillasnocturnas reflejan nuestros temores diurnos.

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Pienso y, según lo que pienso, existo o noEs una muy buena noticia que la fuerza de nuestros pensamientos mueva nuestra

vida hacia uno u otro lado. Los pensamientos positivos, creativos y amorosos tienen untremendo poder, notablemente superior a lo que creemos. Cuanto más podamosdespojarnos de ideas negativas y destructivas, mejor nos irá.

Querido lector, no quiero que estas líneas que acabo de escribir suenen a verdad deperogrullo, y de difícil concreción. Pero podemos ayudarnos con una formulita o mantraque podemos incorporar a nuestra vida: «Pensemos bien sistemáticamente y las cosasirán bien».

A mayor alegría y amor irradiado, mayor alegría y amor recibido. Cuando elegimosel camino de la luz, le estamos negando a la oscuridad fuerza, poder y existencia.El miedo nos ensordece, nos impide oír el alma. El ser sin alma es una especie dezombie. Según sean nuestros pensamientos, será nuestro desarrollo espiritual. Para todosaquellos que sentimos ansiedad y un sentido de la preocupación grave, excesiva einnecesaria, procurar el contacto con nuestra porción divina es un gran ansiolítico quedebemos tomar con regularidad.

Con la quietud del alma, desde el silencio interior, reseteamos, restablecemos ladignidad original del alma. Si quisiéramos conversar con otra persona en un lugar muyruidoso, con estallidos de volumen que cascan nuestros oídos, pediríamos que apaguen obajen el volumen. Así sucede con nuestras almas, que necesitan quietud para escuchar aDios. Luego de esas conversaciones, nos sentimos en paz; nuestra naturaleza original, laesencia interior marca nuestra existencia externa.

Siempre es tiempo de meditación. Meditar es interactuar con nosotros mismos.Lógicamente, en la etapa inicial de la meditación se percibe una previsible tensión entrenuestro objetivo de concientizarnos y la dispersión que generan los pensamientos. Sinembargo, de a poco, la concentración va en aumento y lo hace de manera perceptible.

Meditando en silencio, logramos contactarnos con nosotros mismos, así como noexiste lugar en el mundo donde podamos escaparnos de nosotros mismos. Cuandomeditamos, vamos al encuentro amoroso con quienes somos y trascendemos, paraconcretar una verdadera fusión con nuestro ser real.

La magnífica experiencia de sentir luz y amor marca el restablecimiento de nuestragrandeza espiritual. En ese estado, somos canales de luz, a través de los cuales Dios obray nos bendice.

Es la meditación, estúpidoEl asesor del otrora candidato a presidente y posteriormente presidente de los Estados

Unidos Bill Clinton, el muy recordado James Carville, popularizó en campaña una frasedestinada a resaltar la importancia de la economía para los votantes. «Es la economía,estúpido» constituyó un gran hit.

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Hoy me permito parafrasearlo, no con la intención de hablar de finanzas, sino de unade las acciones más maravillosas que los hombres podamos llevar a cabo en beneficiopropio y ajeno.

Cada vez que Dios me regala la posibilidad de escribir un libro sobre espiritualidad, lededico una porción a la imperiosa necesidad de la meditación en nuestras vidas.Coincidentemente, el acto de meditar y el tiempo que le concedamos, según pasan losaños, pueden constituirse también en una cuenta progresiva.

El monje inglés Laurence Freeman, gran impulsor de la meditación cristiana, cuentaque la cantidad de minutos que le proporcionamos a la meditación guarda relación directacon nuestra edad, y sugiere no más de diez minutos para chicos de 10 años.

Lógica y progresivamente, con el correr de las décadas, podemos dedicar mucho mástiempo al ritual de «Da existencia al alma». Freeman cuenta que meditar es algofundacional del Cristianismo. Recuerda que, cuando Jesús enseñó a orar, explicó lo quehoy llamaríamos un ejercicio de meditación. Y revisa esos consejos: «Entra a tu cuarto,cierra la puerta, no digas muchas palabras, deja atrás tus posesiones, deja atrás laprincipal posesión, el propio yo».

Cuando meditamos, destronamos al ego, ponemos a Dios como centro de nuestraatención y del propio corazón. Estas enseñanzas que enfatiza Freeman están en elEvangelio. En una entrevista, en la sección Sociedad del diario La Nación, destaca que lameditación no es patrimonio exclusivo de las religiones de Oriente. Más allá de su origeny creencias, observamos de qué modo el hombre ha encontrado en la meditación laposibilidad de experimentar la existencia del alma y alimentar su necesidad consciente detrascendencia espiritual y conexión divina.

Como ya he dicho en otras ocasiones, medito cada mañana, según me han enseñadolos maestros de meditación trascendental en Buenos Aires allá por 1984. De todosmodos, esa ha sido mi experiencia; cada uno elegirá una escuela, un método y uncamino. Más tarde o más temprano nos llevará a un lugar.

Hace miles de años, permanecemos en silencio, buscamos una posición cómoda yrepetimos lenta y constantemente un mantra, oración o sonido, un «llamador del alma».Hace miles de años, terminamos de meditar, llenos de paz y regocijo. No hace demasiadotiempo que los médicos descubrieron los beneficios saludables de la meditación. Inclusiveen la actualidad los genetistas advierten sobre la mutación favorable que, en este aspecto,la meditación genera.

El ser humano no es uno hasta que el ser no se alinea con el humano. Mientrastanto, el ser espiritual que viene a vivir una experiencia humana siente que vive unaexperiencia que le resulta ajena. El humano consciente de su finitud, vive con ansiedaden estado de cuenta regresiva, se siente acechado por el falso ser y no encuentra la calmahasta que no conecta con el alma. El ser se alinea con el humano por medio de lameditación, las acciones virtuosas, las gratificaciones espirituales que permiten iniciar laconexión divina. Dios irrumpe en nuestros días, a través de esas vibraciones. Pensemosen momentos de nuestras vidas en los que sentimos cerca a Dios, seguramente fue ensituaciones límites o en las que acabo de enumerar.

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Cualquiera de nosotros está capacitado para emitir vibraciones de amor y paz, degran luminosidad y de alta irradiación. Se trata de emisiones hacia el universo que sonfuente de inspiración para los demás. Dios purifica el mundo recurriendo a nosotros, «losinstrumentos de su sinfonía». Los actos nobles de la humanidad son las creaciones másgrandes del creador a través de nosotros, sus criaturas, su más elevada invención. En lapelícula Diario de un seductor, que narra la vida del periodista norteamericano Hunter S.Thompson, encarnado por el actor Johnny Depp, dice: «Los seres humanos son lasúnicas criaturas en la tierra que dicen tener un Dios y actuar como si no lo tuvieran».

No es posible la realización del ser sin conexión con el alma; no hay receta, propósitode vida ni felicidad probable sin dar lugar a lo que somos. En el viaje de la vida, elcuerpo es el vehículo, pero el alma es la brújula. Si no la escuchamos y no seguimos suvoz, continuaremos desorientados. Vuelvo al rebe Schneerson: «Dios arrancó nuestraalma de un cómodo ambiente espiritual y lo trasplantó a un mundo extremo y material».Vivir negando los pedidos del alma es sinónimo de vivir perdidos y desconectados.

«El infierno son los otros»Definición del notable pensador francés del siglo XX, Jean Paul Sartre. Se refiere a

nuestra intrasubjetividad y refleja la dificultad con la que lidiamos a lo largo de la vida,con nuestro propio infierno, la relación que trabamos con nosotros mismos y el lugar y laresponsabilidad que les damos a los otros.

La psicología encuentra cada vez más fundamentos para relacionar la felicidad de laspersonas con la capacidad que muestran en el manejo emocional de los vínculos. Al finalde la cuenta progresiva, mucho de quien fuimos estará definido por cómo fuimos con losdemás.

En su libro La felicidad de las naciones, la socióloga argentina Marita Carballoreseña que, a nivel mundial, los parámetros de felicidad declarada de las personas estánaltamente conectados con la calidad de sus vínculos, en particular con sus seres queridosy familiares. La amistad y la familia crecen en la mayoría de los países como factor defelicidad, por encima del ingreso material. La soledad, no por elección propia sino comocircunstancia no elegida, surge como un gran impedimento para la felicidad.

Es de destacar que muchos de los entrevistados señalan que las palabras que mejorsintetizan su idea de ser felices son: familia, paz y tranquilidad. Somos seres fuertementesociales. La mayoría prefiere estar en compañía la mayor parte del tiempo; la amistad yla pareja parecen hacer más felices a las personas. De los testimonios recabadosconcluimos que, en gran medida, nuestros lazos sociales terminan por definir nuestraidentidad (suelo decir que nuestro entorno nos define) y dan sentido a nuestra vida.

Un estudio recientemente presentado en la Universidad Católica Argentina consignaque el 84,6% de los ciudadanos mayores de 60 años, residentes en ese país, se definecomo una persona feliz. Para llegar a tal conclusión se analizaron las respuestas de unosseis mil individuos, sobre un universo de seis millones de mayores de 60 años. A juzgar

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por los resultados, el proceso de envejecimiento no tiene una incidencia tan directa comose sospechaba en el aumento del nivel de infelicidad. Los investigadores concluyeron queen la franja etaria superior a esa edad hay apenas un 8% más de personas infelices queentre quienes tienen entre 18 y 35 años.

Según el estudio, a medida que pasan los años no necesariamente seremos másfelices, pero en cambio alcanzaremos mayor paz espiritual. Si bien es una etapa de lavida en la que puede incrementarse, en un determinado momento, un sentimiento deinfelicidad, atravesada la crisis, el sentimiento se desacelera y se empieza a ser feliz deotra manera.

En el estudio, casi el 84% de las personas mayores de sesenta años declara sentir pazespiritual, una especie de bonus que sólo parece conseguirse con el tiempo. Sonimportantes los recursos afectivos, de salud, psicológicos y económicos para salir alencuentro de la felicidad. La felicidad en la edad adulta se relaciona mayormente conquién y dónde se viva. El informe asevera que vivir con alguien generalmente aleja a unode la infelicidad. De todos modos, a esa altura de la vida lo ideal es vivir con quien seelige como compañero o compañera, y no así con hijos o con nietos.

Es increíble que, aun con estados de salud críticos, una de cada dos personasmayores se consideró como alguien muy feliz. Es estimulante confirmar que el paso deltiempo es generoso con quienes han buscado durante toda su vida el bienestar espiritual.Cada vez más, las investigaciones enfatizan la importancia de nuestra «inteligenciasocial», es decir, nuestra capacidad para relacionarnos como elemento determinante parauna vida en plenitud.

Paradójicamente, nuestra capacidad para encontrar momentos en los quepodamos estar muy bien a solas con nosotros mismos permitirá mejoresmomentos en compañía de los otros. La tendencia a quejarnos debilita y aleja nuestraschances de «lubricar» relaciones saludables. Por el contrario, si somos proclives a actosde gratitud consciente, seremos capaces de «aceitar» nuestros vínculos.

Nuestra autoinsatisfacción boicotea en gran medida la posibilidad de encontrarsatisfacción en el contacto con los otros. La incapacidad para aceptar al «uno mismo» essimétrica a nuestra aceptación de los otros. Vemos a los demás según como nos vemos anosotros mismos. Quien se desprecia tiende a hacerlo con los otros o, en todo caso,termina por sobrestimarlos, como producto de su baja autoestima. Despreciar osobrestimar a los demás no generará vínculos saludables ni con uno ni con el prójimo.

Nuestro nivel de aceptación es una medida del nivel de aceptación de y hacialos demás. Podemos trabajar en aquellos aspectos que conocemos, que nosavergüenzan, nos atemorizan y nos quitan confianza, para de ese modo temer menos yconfiar más en otras personas.

Esta es la secuencia: entrego, confío, acepto y agradezco. El Ho’oponopono, sistemahawaiano destinado a despejar la mente de los bloqueos que impiden cumplir nuestrosdeseos, nos enseña que, siendo conscientes de nuestro proceso de limpieza y conexióncon la divinidad, podemos limpiar de nuestro subconsciente aquellos datos que interfierennuestra conexión con nosotros, los otros y Dios.

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La vida es un regalo que Dios nos ha hecho y que debemos aprovechar pararescatarnos a nosotros mismos y convertirnos en lo que somos en realidad. Mucho másque un cuerpo físico, mucho más que nuestros pensamientos, no somos este cuerpo, sinoque tenemos este cuerpo.

El «infierno somos nosotros» cuando no podemos ser nosotros mismos. Sinembargo, cuando limpiamos traumas, hábitos dañinos y conductas desvalidas arraigadas,pasamos a recibir la «información», ya no de nosotros (el subconsciente) sino de lafuente divina, tal como lo define el doctor Hew, uno de los grandes difusores delHo’oponopono.

Esto significa que podemos actuar y vincularnos con los demás procediendo denuestros datos, que no son otra cosa que nuestros prejuicios y apegos, la llamadaexperiencia de vida, o podemos ir a buscar información pura acerca de cómo obrar desdela divinidad.

La limpieza nos vuelve a cero, desaprendemos lo innecesario para aprender lonecesario. El infierno ya no son los otros ni nosotros. Empezamos a conectar con lagente adecuada y el lugar apropiado para la concreción de la misión que nos ha sidoasignada en la cuenta progresiva. Es decir que lo que termina por suceder es unalineamiento con el plan que la divinidad tiene para uno.

Lao-Tsé así lo sintetizó: «Si quieres ser experto en conocimiento recibe informaciónconstantemente, pero si quieres ser sabio, lo que necesitas es dejar ir la informaciónconstantemente». Hoy mismo podemos empezar la «limpieza»: perdón, por favor, losiento, gracias.

No olvidemos la impecabilidad de las palabras, lo que decimos resuena en el universoy vuelve potenciado. Volvemos al doctor Hew: «Tenemos mucha basura acumulada,pesa una hipoteca sobre nuestras almas; arrojando la basura, levantamos la hipoteca».

El infierno no son los otros o, en todo caso, es mucho menos posible que lo seancuando convivimos en paz. William Shakespeare expresó: «El origen del problemasiempre es uno mismo». Lo que percibimos de los otros es consecuencia, en granmedida, de la data que nos dispara el subconsciente. Sin embargo, la inspiración procededel espíritu y sólo llega cuando vaciamos la «data», cuando dejamos la página en blanco.Aquello que en física cuántica denominan «fuerza fantástica de la nada». Del vacíosurgen la inspiración, la iluminación, el origen de la luz. La inspiración permite quehagamos aquello que de otra manera no se nos hubiera ocurrido hacerlo.

Cuando creemos que el problema es el otroComparto con el lector un párrafo de Kryon. Los vientos del cambio, de Marina

Mecheva: «Cada vez que piensas en una situación que involucre a otra persona le estásentregando la conciencia a esto. La solución es mantener la conciencia adentro y trabajardesde ti. Esto es lo que cambia a los demás, es la manera silenciosa en que trabaja laenergía. La realidad es sólo una extensión de quien tú eres, cuanto más de tu yo superior

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sea parte de tu mundo, las extensiones empezarán a mostrarte diferentes proyecciones.La realidad no es lo que aparenta ser, es energía en movimiento que cambiapermanentemente y es definida continuamente por el observador interior».

En cierta ocasión me escribieron en un papelito una frase que llevo conmigo y que terecomiendo que utilices cuando estés en conflicto con otra persona. Se trata de ordenar ydecretar, por el poder de tu voluntad, cortar todo lazo emocional con esa persona,devolverle su energía y recuperar uno nuestra energía original.

En la cuenta progresiva podemos trabajar para evitar conflictos innecesarios yentender que nada es personal. En El combustible espiritual decíamos que finalmentelas cosas no son entre las personas, sino entre Dios y cada uno de nosotros.

En muchos casos, solemos considerar las conductas de los demás como ataques hacianosotros, aunque no lo sean. Somos susceptibles en exceso a los dichos de los otros,pero no mostramos igual sensibilidad en aquello que les decimos.

Francesc Miralles explica, en su sección de psicología de El País Semanal, que nosofendemos al presuponer que el otro debe tener nuestro patrón de conducta y sacamosconclusiones apresuradas, generalmente erradas, que nos llevan al conflicto. ProsigueMiralles: «El ofendido se asume en un papel de víctima con la consiguiente merma deautoestima que esto implica, a partir de la idea de que aquello que ha pasado ha sidointencional para humillarme». De ahí al deseo de venganza por el daño recibido, o al«silencio castigador», suele haber apenas un paso.

Entendamos que los otros no son como nosotros, por lo que no actuarán comoactuaríamos nosotros. Es el ego el que nos hace vivir pendientes de la valoración ajena,pero mucho más de la desvalorización que los otros puedan hacernos.

Miguel Ruiz, autor del magnífico libro Los cuatro acuerdos, basado en la sabiduríatolteca, nos dice: «No te tomes nada personalmente, nada de lo que los demás hacen espor ti, lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestra propia mente, los demásestán en un mundo completamente distinto de aquel en el que vive cada uno denosotros».

No tomar nada a título personal implica poder ser quien elija manejar misemociones. De esta manera nos permitiremos ser menos rencorosos, celosos yenvidiosos. Una cosa es querernos y aceptarnos, y otra muy distinta concedernos una«importancia personal» de tal magnitud que nuestro egocentrismo nos lleve a pensar queel otro vive pendiente de cómo lograr ofendernos.

«La vida es sueño»Admito que, en mi vida, el «no ofenderme» es una de las tantas cuestiones en las que

debo trabajar, al igual que la excesiva preocupación y ansiedad que me generaanticiparme, indebida y angustiosamente, a hechos que ni siquiera sé si tendrán lugar.Esta actitud suele provocarnos diversos trastornos. Uno de ellos es el insomnio.

Cuando dormimos, rejuvenecemos el alma. Y la devolvemos a un sitio separado

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de las preocupaciones materiales. Así es como el alma puede volver renovada para unnuevo día, cuando por las preocupaciones y temores no le cedemos nuestra alma a Diospara que la purifique. Más que perder horas de sueño, en realidad nos estamos privandode la posibilidad de renovar el alma.

Al despertar no solo lo hacemos físicamente, sino espiritualmente. Los primerosminutos del día marcan la hora del elixir. Con el alma libre de impurezas, nosencontramos en el momento adecuado en territorio fértil para la práctica espiritual quemarcará la impronta del día.

Cuando dormimos, logramos una relajación involuntaria de la energía de nuestrosnervios. Cuando morimos existe una total relajación, la energía se aleja del cuerpo. En laantigua India se analizaba la muerte como el retiro de la electricidad vital de la lámpara decarne humana, cuyos cables de nervios sensoriales y motores conducen a los diferentescanales de expresión externa. Así lo describieron los rishis, que, en el marco delhinduismo, es la denominación que se les da a los grandes sabios de la antigüedad védica.

Durante el sueño, la mente consciente deja de operar, la corriente se retiratemporalmente de los nervios. Paramahansa Yogananda nos enseña que hace muchossiglos los sabios hindúes describieron las técnicas que en primer lugar nos permitenenseñar a estar conscientes durante el sueño, y luego a ser capaces de crear sueñosvoluntariamente.

Mediante prácticas de relajación se puede alcanzar voluntariamente el mismo estadode desconexión durante el estado de vigilia. Dormir es entregarle a Dios el tiempo quenuestra alma necesita para su reparación. Al dormir le damos más vida a la vidapero, a la vez, ensayamos la muerte. Esto no debe aterrarnos. El cineasta AlejandroJodorowsky se preguntó: «¿Qué es un muerto? Un muerto es una jaula de donde el avese ha ido». Dejemos partir cada noche a nuestra «ave», nuestra alma. Al dormir, laliberamos de la prisión del cuerpo y, al despertar, regresa gozosa a acompañarnos para unnuevo día. No solamente al conciliar el sueño podemos lograr la relajación de nuestrosnervios. En las próximas líneas nos dedicaremos a una de las prácticas que nos ayudarána lograrlo.

«Respirar, respiramos todos, pero…»Cada mañana podemos dedicarle unos minutos a alguna técnica básica de respiración

consciente. Los maestros de la India denominaron Prana a la fuerza misteriosa que sehalla en el aire como elemento vital.

Es una energía que algunos describían como «pequeñas chispas de luz». Respirar demanera consciente esas chispas va generando una paulatina y magnífica transformaciónen nuestro ser.

Las chispas de luz son sanadoras, equilibradas y transmutadoras de energías noarmónicas. Respirar, respiramos todos, pero a la respiración autómata e inconscientepodemos sumarle la inhalación y la exhalación en forma voluntaria. De esta forma,

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podremos eliminar, al exhalar, residuos de oxígeno de los pulmones y, al inhalar,energizarlos por medio del aire que recibimos.

La energía contenida en el aire que retenemos por unos segundos se va distribuyendoarmoniosamente en nuestro organismo. Diversas son las técnicas de respiración, pero elproceso elemental con el que podemos iniciar cada día consiste en hacer una profundainhalación (recibir inspiración al inspirar, recibir a Dios) y una profunda exhalación(entregarse a Dios), y eliminar el aire residual.

Los especialistas proponen que la técnica respiratoria constituya un procesolento y profundo que no exceda las doce inhalaciones por minuto. La respiraciónconsciente y programada es de gran ayuda para equilibrar nuestro cuerpo energético yevitar desequilibrios que se puedan manifestar a nivel físico. Estas alteraciones en nuestroorganismo se localizan previamente en chakras y auras.

La llamada sanación pránica se basa en la ley de autorrecuperación, que hace que elcuerpo sea capaz de sanarse, y en la ley de Fuerza de Vida, que se sostiene en lanecesidad del cuerpo físico de tener Prana, Chi, energía vital que hace posible que viva.

Podemos mejorar el proceso de sanación en la medida en que aumentemos la energíavital en la parte o las partes afectadas. Los problemas físicos, emocionales o mentalesson manifestaciones de las alteraciones del cuerpo energético.

Respiración, meditación, relajación, autoevaluación y concientización sonherramientas fundamentales para que el cuerpo pueda sanar, porque nos permiteneliminar la energía estancada que, una vez liberada, se transforma en energía vital. Unejercicio simple de respiración que nos da «aire» para salir del «ahogo». En Vuelve a serquien eres, el rabino Dovber Pinson sostiene que la respiración nos permite profundizarnuestra conciencia de creación continua. Con cada exhalación, nos vaciamos de nuestroviejo estado de existencia, mientras que con cada inhalación nos llenamos de un nuevoestado de existencia. «La pausa momentánea entre cada segmento de la respiración es lacalma refrescante de la nada. Observar y contemplar de esta manera el proceso derespiración nos permite volver a despertar nuestra fuerza vital, aumentar nuestracreatividad y revelar la hermosa posibilidad de comenzar de nuevo», reafirma.

Cada vez que respiramos, renovamos el milagro de la vida. Cada vez querespiramos conscientemente somos testigos de ese milagro.

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Un día en la vida

Hace algunos años, un amigo me regaló una guía que lleva como título El ritual de lafelicidad, que sintetiza, en quince consejos, aquellas acciones que día a día puedenllevarnos al puerto de la felicidad.

Me he permitido, en cada caso, aportarle una visión espiritual.

1. Levántate temprano. No es ociosa la sugerencia: el amanecer, las primeras horasdel día marcan el tiempo de mayor fertilidad para el alma purificada tras el descanso.

2. Visualiza tu día. Al comenzar la jornada, podemos marcar la impronta del día porvenir y proyectar nuestra energía renovada hacia lo que viene. En gran medida, sería lamanera en que empezamos el día y cómo lo terminamos.

3. Quiérete mucho. Como hijos de Dios, sería sumamente reprochable no querernosa nosotros mismos como él nos quiere. Nuestra capacidad de querernos se proyectaráhacia nuestra capacidad de querer a los demás.

4. Come sano y variado. El alma necesita un templo bien cuidado, un cuerpo bienalimentado que pueda complementarla. Alimentar solo el alma, y no el cuerpo, implicaalimentar a la mitad de la persona.

5. Persigue tus sueños. Ir detrás de nuestros propios deseos y desarrollar nuestramisión es, en definitiva, la aventura que emprendemos cada día. Perseguir sueños ajenoses una buena receta para derrochar el día.

6. Medita a diario. Quien medita da «existencia al alma», un alma que no semanifiesta es símbolo de un ser que no se expresa.

7. Crea hábitos saludables. El hábito puede convertirte en amo o en esclavo.Somos amos de nuestros hábitos saludables y acciones acertadas. Si por fortuna lastendemos a repetir, fortaleceremos el músculo de la voluntad y con el tiempo podremosllevar a cabo buenas acciones naturalmente y sin esfuerzos.

8. Regálate tiempo. La excusa de la falta de tiempo siempre está a mano,independientemente de cuán ocupados estemos. Podemos «robarnos» minutos degratificación que, paradójicamente, no serán una pérdida, y que nos ayudarán a optimizarnuestro tiempo de mejor manera que cuando nos negamos a perderlo.

9. Rodéate de tus seres queridos. Este consejo tiene innegable relación con elanterior. Independientemente de nuestras obligaciones, buscar la oportunidad deencontrarnos con quienes queremos más y quienes más nos quieren es de enormeimportancia para «reforzarnos» de afecto, y luego poder retomar la tarea.

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10. Sonríe. Las sonrisas que día a día les brindamos a aquellos con quienesoportunamente nos cruzamos son las muecas de Dios, que busca complacernos y, pormedio de nuestra actitud, complacer a los demás. Cada vez que complacemos al prójimoestamos complaciendo a Dios.

11. Cree en ti. Creer en uno mismo nos permite crear; fuimos creados por quien creeen nosotros. No hay razones para no creer en uno mismo, cuando se es uno mismo.El falso ser no merece, dada su condición, credibilidad alguna, mientras que el ser real esla verdad y su credibilidad es absoluta.

12. Aprende algo nuevo. Empezamos a generar hábitos en nuestra mente desde lostres años de edad. Y que estas conductas se den en forma reiterada no implicanecesariamente que sean aconsejables. Una actitud flexible que no sea esclava de laexperiencia de vida nos brindará nuevas y mejores sensaciones. Observar con nuevosojos y renovar nuestros conocimientos harán de nuestra vida una verdadera cuentaprogresiva. En un mundo cambiante, la fuerza que no sea elástica se tornará frágil. Lonuevo y lo bueno siempre están por venir.

13. Da, recibe y agradece. Todo lo que podemos dar es lo que hemos recibido. Dary recibir se fusionan en el mismo momento en que hacemos cualquiera de las dosacciones. Podemos dar aquello que nos ha sido dado, volver a recibir para agradecer yvolver a dar. Todo lo que viene a nosotros tiene el propósito de ser recibido, agradecido yreintegrado. Es un destino circular que no deberíamos detener.

14. Haz lo que amas y ama lo que haces. La vida es algo más que hacer lo que sepuede, como sucede con la rutina. Si nos enfocamos en lo que hacemos, podemos hacercosas ordinarias de manera extraordinaria. La vocación, amar lo que uno hace, junto conel don que nos han concedido para hacerlo, te permitirán hacer lo que ames.

15. Celebra tus logros. El hecho de no jactarnos por desarrollar habilidades y, enconsecuencia, concretar conquistas no implica dejar de celebrar los avances que, graciasa Dios y a nuestro esfuerzo, podamos alcanzar. El hombre es socio de Dios en larealización de sus metas. Agradece a tu socio la gracia divina, pero no olvides valorar elempeño que pusiste en cada logro.

Probá el camino espiritualLa espiritualidad es una gran aliada para aquellos que pretendemos vivir en plenitud.

Cotidianamente elegimos entre la integridad que requiere el ser y la fragmentación quepropone el ego. El ego es separación, una imagen estática que no revela genuinamentequiénes somos, porque no somos nuestro ego.

Dice el rabino Dovber Pinson: «El ego es una experiencia y no quien laexperimenta». El ego querrá convencerte de que la vida es una cuenta regresiva; cuandoel ser se alinea con el humano, el ego queda descartado.

Es cierto que los hombres aspiramos a la longevidad. Sin embargo, no nos servirá demucho si la vida se toma como un tiempo de descuento, en el que unos años más solo

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servirán para demorar el encuentro con la muerte. La longevidad es una bendición sipodemos vivirla centrados en disfrutarla y no obsesionados en lo que suceda después.Longevidad en el mundo espiritual no significa agregar una vela cada año a latorta.

En su enseñanza de Teshuva, la religión judía considera el presente (el hoy) como eldía en que has nacido, como el primer día de tu vida. Vive cada momento como unanueva creación, una nueva realidad. Afortunadamente, la esperanza de vida ha crecidoen el último siglo. Aun así, no debemos olvidar «honrar la vida», ni tampoco ponerle«vida a los años».

No es casual que sea Japón el país del mundo con mayor expectativa de vida, siendoel promedio de 86 años. Claramente, esto no se debe exclusivamente al consumo dealgas, pescados crudos o ceremonias de té. Estamos hablando de un país con unasociedad de ego colectivo diluido, en la que el anciano es considerado un sabio y no unviejo decrépito, una carga con fecha de vencimiento.

Más adelante repasaremos la filosofía japonesa que hace posible esta forma de vidatan admirable, espiritualmente hablando.

Vivir más años es tener mayores posibilidades para aprender y evolucionar.Envejecer se torna inevitable, evolucionar es opcional. La vida es una cuentaprogresiva cuando comprendemos que el alma desciende a este ámbito de existencia y seinviste en un cuerpo tan solo para experimentar el maravilloso fenómeno de crecimiento,evolución y refinamiento humano.

Vivir inconscientemente de manera autómata nos lleva a recrear la «ruedita giratoria»del hámster, donde el pasado gira afectando el presente y este sigue rodando, prediciendoel mismo futuro.

«Cambio, cambio»En las esquinas del centro de la ciudad de Buenos Aires se escucha a los «arbolitos»

vociferar «cambio, cambio». Se trata de vidriosos vendedores de divisas; a metros seobservan oficinas y marquesinas de sociedades de bolsa que se dedican a la compra yventa de acciones.

Curiosamente, la combinación de ambos hechos puede transformar nuestras vidas.No me estoy refiriendo a la economía, sino a un cambio en nuestras acciones, que nosdevolvería a la senda.

Muchas veces los cambios generan, primero, rechazo, luego enojo y finalmente,resignación. Sin embargo, en el mundo espiritual los cambios son el lubricante denuestro crecimiento. En más de una ocasión nos resistimos a cambiar y a hacernoscargo de la necesidad de modificar nuestras vidas y, ante nuestro temor, la vida setermina haciendo cargo. Lo lamentable es que en muchas ocasiones esto sucedecuando ya parece ser demasiado tarde.

En Vuelve a ser quien eres, Dovber Pinson sostiene: «Cuando uno desvía el rumbo,

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la vía más efectiva de retorno suele ser, a menudo, una ruta verdaderamente nueva en labúsqueda de transformación. Al principio será necesario modificar la perspectiva y nolidiar con aquello que nos llevó fuera de curso. Debemos encontrar un nuevo centro deatención y a veces opuesto, con el fin de avanzar. Redireccionar nuestra atención haciaotros genera sentimientos de productividad y vitalidad. Esta es la llave del calabozo delego, en la búsqueda del autodescubrimiento, el camino de regreso a casa puede serdiametralmente opuesto al camino que nos llevó al aislamiento».

Nuestras acciones son la línea troquelada del camino que llevamos adelante.En El combustible espiritual decíamos que la vida suele asemejarse a la Bolsa de

Comercio, donde, más allá de ciclos y vaivenes, las buenas acciones siempre rindenbuenos dividendos.

Cada vez que actuamos, podemos enfocarnos en la acción y no en sus resultados. Larecompensa a la buena acción es la buena acción en sí misma. Son las buenasacciones las que nos mantienen en sincronía con el propósito interior. Dicho de otromodo, es la buena acción la que nos conecta con «la fuente» que la originagenuinamente. Llamamos «la fuente» al lugar donde nosotros tomamos, como«recipientes», un baño de divinidad.

Por el contrario, nuestros comportamientos necios son los que nos alejan de la fuentede la sabiduría. Cuenta Borja Vilaseca, autor español de libros como Encantado deconocerme y Qué harías si no tuvieras miedo, la historia de un importante catedráticouniversitario que oyó hablar de un sabio que había llegado a la ciudad para impartircursos de autoconocimiento. Harto de escuchar que las personas hablaban sobre lonovedoso de sus enseñanzas, el catedrático de mente científica consideró que se tratabade un engaño destinado a gente desesperada. Por tal razón, acordó una cita con aquelsabio y lo conminó de manera soberbia a que en diez minutos le resumiera susenseñanzas. El sabio le pidió que, primero, lo invitara a beber una taza de té.Inmediatamente, comenzó a llenar la taza del catedrático hasta que la infusión ladesbordó y se derramó sobre la mesa. Lógicamente molesto, el erudito lo increpó: «¿Noves lo que haces? ¡La taza de té está llena, no cabe nada más en ella!». Sin perder lacalma, el sabio le respondió: «Por supuesto que lo veo, y de igual modo veo que tumente está demasiado llena de prejuicios. A menos que la vacíes un poco, no podréenseñarte nada nuevo».

Como el erudito de esta historia, podemos actuar como muros, cuando nuestros actosy pensamientos son cerrados y transformamos nuestras mentes en paredonesinfranqueables. Sin embargo, nuestros pensamientos y acciones virtuosas nos conviertenen una gran puerta abierta que nos hace permeables a la llegada de la sabiduría,convirtiéndonos en recipientes.

Dios puede ser hallado en todo lugar. Somos nosotros como seres humanos los quesentiremos la presencia divina donde sea que la dejemos entrar, al ser puertas y nomuros. Al desalinearnos, levantamos barreras y reforzamos la idea de separación que nosofrece el ego. No olvidemos que este es un gran «piquetero» o cortador de caminos queconducen a la sabiduría.

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En el mundo de la política observamos a supuestos líderes que cometen yprofundizan actos desacertados e injustos y, lejos de querer mostrarse equivocados,aparentan ser cada vez más poderosos. La realidad es que el complejo de inferioridad,arraigado en determinadas personas desde la infancia, los hace sentir poderosos, auncuando lleven a cabo las peores acciones.

El poder genuino no es lo mismo que la fuerza, cuyo uso para la realización deacciones coercitivas es síntoma de impotencia y de pobreza de espíritu. Al actuar así,mostramos que en nuestro fuero íntimo somos débiles y muy inseguros, por lo quedemandamos ser servidos, obedecidos y, en el caso puntual de esos «líderes», sertemidos y reconocidos en exceso. No en vano en sus países suelen ser objeto del culto ala personalidad. El culto a la personalidad es directamente proporcional a la formaen que el líder hace de su personalidad un culto.

A lo largo de la historia hemos observado muchos ejemplos de este tipo deindividuos, poseedores de un bajísimo nivel de autoestima, de una necesidad narcisista decompensar ese amor que no recibieron o que en todo caso consideraron escaso. Esefaltante los lleva a un deseo incesante de conquista de logros, que nunca les resultansuficientes.

Se recurre a la fuerza para tornarse poderoso sin otra intención que dominar lavoluntad ajena para, de esa manera, poder someterla a la propia. Hablamos de laexistencia de una necesidad neurótica de ser venerado.

Se trata de conductas propias de los intolerantes, que intentan, con su accionar, taparu ocultar el hecho de que en su interior no son capaces de tolerarse a sí mismos. Esnecesario entender que el poder auténtico es el poder sobre nosotros y no sobre losotros.

Del aeropuerto de la impotencia despegan los aviones que nos llevan a laomnipotencia. Se da un proceso en el cual hay una imperiosa demanda del ego porcontrolarlo todo y por acumular más y más riquezas, y más y más influencias. Aun así, ymás allá de lo acumulado y de lo controlado, estas personas viven constantemente conmiedo a perder y a fracasar.

Dice el rabino Dovber Pinson: «Las personas verdaderamente poderosas imitan alcreador al tolerar y apoyar la abundante diversidad de la creación». Las conductasegocéntricas van a contramano del universo, que fue diseñado para que actuemos deforma interdependiente, colaborando cada uno de nosotros con su energía, en una virtualsinfonía de la concreción de la voluntad de Dios.

Las fuerzas egocéntricas nos desvían del gran coro, nuestras acciones pasan a sercomo notas disonantes, que no nos permiten armonizar con la totalidad de la existencia.Son las acciones las que dibujan gran parte de nuestro destino. Procedemos aautoengañarnos cuando actuamos en disidencia con la voluntad divina. Nos estamosrobando a nosotros mismos tajadas de nuestro rico potencial.

En la cuenta progresiva, el tiempo es, de alguna manera, solo un parámetro deaprendizaje y evolución. Si bien nada es lineal, los años deben servir, aun con algúnretroceso o estancamiento, para mejorarnos. Tal vez la medición más recomendable sea

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la de ser conscientes de quiénes somos, cómo fuimos y quiénes podemos llegar a ser. Esbueno monitorear el potencial que nos ha sido dado y cuánto de él estamosaprovechando.

Las personas más irresponsables e irreflexivas, de menor madurez emocional yescaso o nulo crecimiento espiritual suelen ser aquellas que no consideran el alcance y lasconsecuencias de sus acciones. La vida no puede ser una cuenta progresiva cuando, conel paso de los años, seguimos esclavizados con comportamientos nocivos y hábitosdestructivos. Lamentamos resultados, repetimos recetas y seguimos sin analizar lasrazones o motivos que son hijas de nuestras conductas «momificadas».

Al alejarnos con nuestras acciones de quienes somos, lógicamente generamosconsecuencias. Los actos negativos nos van quitando oxígeno espiritual. Nuestrosegoísmos nos van separando de lo que somos, dando lugar a nuevos deseos cada vezmás egoístas, generando nuevos estímulos y nuevas insatisfacciones.

La ley universal que mejor explica la secuencia y consecuencia de lo quehacemos es la ley de «causa y efecto». Cada acción produce un efecto, cada vibraciónque emana genera un efecto dominó en todo el universo. Así lo explica el rabino DovberPinson: «Las ondas que emiten nuestras acciones afectan cómo nos percibimos anosotros mismos, cómo otros nos perciben y cómo ellos eligen interactuar con nosotros».

Un ejemplo: las expresiones de enojo que emitimos hacia otros nos envuelven en unaura negativa y, de esa manera, dejamos sentadas las condiciones para que nosrespondan de manera desagradable. Una persona crónicamente enojada produce antipatíaen los demás y termina odiándose a sí misma. Cuando escogemos ver lo bueno en losdemás y lo acompañamos de acciones que emiten ondas de bondad, estamos creando unambiente cargado positivamente, destinado a aumentar el amor y los buenossentimientos.

Si observamos la realidad como nuestra extensión, concluimos, como Pinson, que loque proyectamos es lo que se torna nuestra realidad.

Y vos, ¿qué película estás proyectando en el cine de tu vida? ¿Qué película te estáshaciendo? En definitiva, ¿qué película estás viendo?

Finalmente, las acciones no son otra cosa que decisiones. Se nos ha concedido el librealbedrío para decidir aquello que depende de nosotros. Mayormente somos dueños denuestros «sí» y nuestros «no». Sometidos por el ego, solemos considerar a todos, y atodo en la vida, como una extensión de nosotros. En España suele decirse que tanta pazvives como dejas.

La persona que somos se define por las elecciones que hacemos, las decisiones quetomamos y las acciones que emprendemos. Es natural llevar a cabo algunas actividadesegocéntricas a la hora de buscar relativa seguridad, prosperidad y abundancia. Sinembargo, con el transcurrir de las décadas, llega el momento de «viajar» de lacabeza al corazón, y del ego al espíritu.

Con los años, aquel ego dominante de nuestros tiempos más impulsivos puede,afortunadamente, diluirse y opacarse para que sea simplemente un vehículo útil de granayuda para la luminosidad del alma. Nuestro nivel de identificación con el ego es

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parámetro del desarrollo, la evolución y la pureza que alcanzamos.Para entender mejor el concepto del ego o yo inferior podemos recordar que ha sido

definido como el «alma animal», la que sólo actúa por instinto y carece de sutilezas yotro tipo de «búsqueda». Para continuar con la metáfora, podemos trabajar en ladomesticación del ego o «alma animal», y ponerle incluso un bozal.

Podemos evaluar la importancia y consecuencias de nuestras decisiones y analizar si,al menos las más significativas, estuvieron impulsadas por la necesidad de gratificacióninmediata o si apuntaron hacia algo más trascendente. No se puede vivir dominado por elego como único nivel posible de conciencia. Tan solo nos estaríamos orientando haciaformas básicas y superficiales de vida, como el conflicto y la confrontación, lo que nosquitaría importantes oportunidades de realización trascendente.

¿Lo hago o no lo hago?Todos hemos dudado a la hora de tomar decisiones importantes. En mi caso, a riesgo

de perder dinero, hecho que me sucedió. Luego de un duro aprendizaje, decidí elegir lapaz interior, la que me suele abandonar y a la que procuro recuperar tras haber actuadoimpulsivamente llevado por el ego.

Esto no significa que necesariamente todo propósito interior nos lleve a la pérdidamaterial, ni que todos los impulsos nos conduzcan a errores espirituales. Un termómetropara la toma de decisiones es el hecho de poder medirlas, mensurarlas. ¿Cuánta pazsentimos con la decisión tomada y el hecho consumado? Es genial sentir paz y alegríaluego de haber tomado una determinación importante, poder experimentar la sensaciónde haber actuado con inspiración e intuición, sentir que hemos hecho lo que correspondey que seremos correspondidos. Cuenta una historia que el científico Albert Einsteinesbozó su gran teoría sobre la gravedad apoyándose, no tanto en los datos concretos,sino sobre todo en la intuición, partiendo, por decirlo de otro modo, del puerto delconocimiento al de la imaginación.

Einstein tomó la decisión más importante, calificándola como «la idea más feliz de mivida». Cuenta que estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando derepente le sobrevino una idea: «Una persona en caída libre no siente su propio peso».Quedó sorprendido y esa sencilla idea fue la que le causó una profunda impresión y loimpulsó hacia una teoría de la gravitación.

A diferencia de este magnífico hombre de ciencia, muchas veces decidimos por unaacción que nos genera excitación y euforia pero que, sin embargo, algún tiempo despuésnos deja atrapados en una inquietante sensación de frustración y arrepentimiento.

La fuente de nuestras acciones más importantes es nuestra «porción eterna», aquelloque viene de Dios. No nos equivoquemos. Jesús supo explicarlo: no confundamos lo quees de Dios con lo que es del César. En este caso, podríamos decir: no confundamos loque es de Dios con lo que es del ego. En muchas ocasiones, recurrimos a la fuenteerrónea y, aun siendo conscientes de que la decisión tomada no nos hace bien (y

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contamos con cierto margen de tiempo para echarnos atrás), es el ego y sus distintasfacetas las que nos fuerzan a no retroceder.

Solemos cometer un doble error. Primero, le concedemos al ego el poder denuestras decisiones. Y cuando dudamos de ellas, cometemos el segundo error, el deno volver sobre nuestros pasos porque el ego no lo permite.

No hay una receta infalible para no equivocarnos en las decisiones que debemostomar, pero ayuda el hecho de preguntarnos: ¿aquello que estamos por elegir esgenuinamente lo que queremos?, ¿es funcional a un bien mayor?, ¿para la satisfacción dequién estoy haciendo esto? Se trata de preguntas que pueden orientarnos mucho. Pero sila duda persiste y el diálogo interno no cesa en su agobio, tenemos la posibilidad devolvernos más humildes y pedirle a Dios que nos envíe señales. Estas llegarán si leshacemos espacio, recordemos que, cuando la luz divina enciende nuestro interior, laoscuridad de la duda y el temor se disuelve inmediatamente.

El ego no debe tomar partido en las decisiones más importantes de nuestrasvidas, solo puede ser un mero auxiliar, nunca nuestro guía.

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Hagámonos cargo, la culpa no es de los demás

Volvemos a la técnica de resolución de problemas denominada Ho’oponopono, quemencionamos capítulos atrás, la que nos enseña a limpiarnos por dentro, tomando el totalde la responsabilidad. La frase es: «El problema está en mí».

Para crear un conflicto, al igual que para bailar tango, hacen falta siempre dospersonas. Incluso cuando nos peleamos con nosotros mismos, e irrumpe la duda quecorroe el diálogo interior. El problema está siempre en mí, pues yo soy parte delconflicto, participo en él sin ser la causa evidente. En mí hay una vibración que atrajo laperturbación.

Corregimos errores y logramos detener los «discos» que hacemos sonar en nuestrointerior. Pensémoslo así: en mi interior anida una parte que sabe qué es lo correcto yapropiado, por lo que puedo conectar con esa maravillosa fuente objetiva, ecuánime yverdadera. Una de las principales impulsoras del Ho’oponopono es Marta Katz, nacidaen la Argentina y residente en Los Ángeles. En sus libros nos ayuda a comprender quepodemos «volver a cero», a mantenernos más presentes, a tomar mayor conciencia dequiénes somos y, por sobre todas las cosas, que los otros y las circunstancias aparecen ennuestras vidas para darnos una oportunidad.

Volver a cero es volver al vacío. Llega un momento en que estamos tan atiborradospor hábitos, creencias y comportamientos que resetearnos se torna imperioso. El ego noshace testarudos, repetimos memorias arcaicas con la que nos identificamos, pero esa noes la realidad. Debemos hacer espacio a nuevas ideas y proceder al borrado de algunasmemorias del disco rígido. Una vez más recordemos que, cuando vaciamos elrecipiente, permitimos la llegada de la inspiración.

No nos definimos por lo que hicimos alguna vez. Somos una trayectoria, nouna anécdota. Somos lo que hacemos una y otra vez, somos nuestros hábitos ynuestras costumbres. Afortunadamente, podemos cambiar para ser mejores,modificando algunos de nuestros hábitos y algunas de nuestras costumbres.

Para el ego, la culpa siempre es ajena, el otro siempre está equivocado. Lanecesidad de estar siempre en lo cierto nos quita energía. Al pretender tener razóntodo el tiempo, lejos de lo que suponemos, nos hace equivocarnos con mayorfrecuencia. Si ponemos nuestra fuerza en argumentaciones y prejuicios, no estamosabiertos a la recepción de inspiración, sabiduría e intuición. Cuando me desprendo depreconceptos y ya no me aferro a sentencias, creencias y juicios categóricos, mepredispongo a reencontrarme con lo que soy.

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Cada juicio, cada condena, cada queja no solo nos quita energía, nos conduce a laenfermedad y a la separación, cada acción armoniosa, sincera y compasiva nos lleva a lasanación y a la unidad. En su libro sobre Ho’oponopono, Ulrich Emil Duprée dice:«Cuando vuelvo a entrar en la armonía, participo activamente en el proceso de curacióndel mundo».

«Como nos llevamos con los otros, nos llevamos con Dios»Nuestras acciones marcan nuestras relaciones con los demás y con nosotros

mismos. Cada acción que una persona realiza a lo largo de su vida crea un campoenergético que se le queda adherido. Esa energía nos acompañará por siempre. De todosmodos, podemos transformarla con mejores acciones y mejores relaciones. Podemoslograr, con un cambio interior, que la baja vibración del pasado se eleve y fluyapositivamente hacia nuestro presente. Debemos empezar a observar ya el pasado sinculpas ni arrepentimientos, como un escalón de la vida que puede servirnos paraelevarnos a una etapa de superación personal y espiritual.

La forma en que nos relacionamos es también una oportunidad para vivir la vidacomo una cuenta progresiva. Podemos trabajar en lograr mejores relaciones y de estaforma retomar el equilibrio cósmico de nuestros vínculos con los demás y con Dios.

Las relaciones basadas en acciones virtuosas son de gran utilidad para revertir lasenergías negativas y hacer más resplandeciente la luz divina que iluminará nuestrocamino. Las buenas acciones constituyen la receta para rectificar desequilibrios cósmicos.Como maridos, esposas, amigos, padres, empleados, jefes o parientes siempre podemosmejorar nuestras actitudes y, con ello, nuestros vínculos y entorno.

El perdón, la grandeza, aceptar errores y la admiración sincera hacia los demás seconvierten en acciones rectificadoras. Los juicios duros, carentes de amor pueden sertransformados con una mirada compasiva, que permitirá aliviar traumas personales.

¿Por qué nos llevaríamos bien con Dios si nos llevamos mal con la mayoría delas personas? ¿Por qué deberíamos recibir de Dios y de los otros algo distinto delo que brindamos y deseamos? ¿Por qué no respetar el equilibrio cósmico? ¿O acasopreferimos desequilibrarnos?

Cada acción que llevamos a cabo en detrimento de los demás es espiritualmentedestructiva y nos aleja de la mirada de Dios. Si ese es nuestro patrón de conducta, nodebemos esperar más que oscuridad y energías negativas fluyendo hacia nosotros.

Tenemos una enorme dificultad para entender que cuantos más sean los puntos debondad en nuestro interior, mayores puntos de bondad encontraremos en los otros.Cultivar relaciones armoniosas y recordar que solo damos aquello que tenemos nosayudará en la tarea. Somos mejores con los demás cuando somos conscientes de nuestracondición de almas interconectadas y de que en el intercambio retroalimentamosrelaciones saludables.

De eso se trata: ser felices y ayudar a otros a serlo. Finalmente, ser felices nos rodea

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de felicidad. Todo termina siendo entre nosotros y Dios. Debemos entender que, asícomo nos llevemos con el prójimo, nos llevaremos con Dios. Porque nunca dejamos deser instrumentos de Dios.

Es muy importante entender la relevancia de nuestras elecciones a la hora de crearnuestro entorno voluntario. Las personas que elegimos terminan por definirnos; sí,nuestro entorno habla mucho de quiénes somos. A la hora de elegir nuestras compañíasnos podemos equivocar y, si se convierte en un mecanismo sostenido, termina porenfermarnos.

Las compañías que escogemos es un factor determinante. El desarrolloespiritual de las personas que nos rodean es de gran influencia para lo queseremos. Paramahansa Yogananda nos advierte que los aduladores no sirven. Es habitualque se trate de personas que sobreactúan sus elogios para compensar que, a nuestrasespaldas, sean nuestros más despiadados críticos.

Un entorno de personas moderadas y prudentes ayuda a no incurrir endescalificaciones ni juicios para los que generalmente no estamos preparados. Nuestroentorno voluntario no debería afectar nuestra paz interior. Si así sucediera, puedeser de gran ayuda cambiar las personas que solemos frecuentar.

De todos modos, debemos analizar qué nos sucedería si cambiamos con frecuencianuestro entorno, una parte importante de nuestras vidas. Seguramente, la dificultad noradique en ellos. Si debemos modificar constantemente nuestro grupo de amigos,nuestra pareja, nuestros socios, no debemos victimizarnos; tal vez lo que haya quecambiar es la forma como nos vinculamos.

Más allá de nombres propios (hoy, María; mañana, Juan), lo cierto es que esto hablaa las claras de la necesidad que tenemos de cambiar las formas en las que nosrelacionamos y, por ende, la manera en que somos percibidos.

Una de las conductas más desagradables en las que incurrimos es la de vivir haciendonotar los errores a los demás. Este accionar, puedo aseverarlo, le resulta muy tentador alego. Sin embargo, cuando es a la inversa y es el otro el que tiene por costumbre describirnuestros errores, nuestro ego no se siente precisamente a gusto.

Tampoco debemos hacer amistad con aquellos que, por su debilidad, tienden a creerque se fortalecen criticándonos en exceso, necesitados de reducir sus traumas ycomplejos.

SRI: somos una Sociedad de Responsabilidad IlimitadaDebemos comprender que cada uno de nosotros es el creador de lo que ocurre en su

mente. El hecho de estar vivos trae aparejada una enorme responsabilidad. Dios nos haenviado aquí con una misión. Nuestra primera responsabilidad es la de hacernos cargo y,con el correr de los años y con una mayor conciencia, trabajar en domar nuestra vida.

En muchas ocasiones esa vida puede ser muy dura, sobre todo cuando consideramosque no hemos hecho nada para que así sea. En esos casos podemos pensar que, por más

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doloroso que sea, Dios no nos pondría ningún obstáculo en nuestro camino sin darnosfinalmente la capacidad de superarlo. De todos modos, aun así resulta inevitable el dolorpor el que debemos atravesar.

Dios toma nota de nuestros pesares y esfuerzos; a su vez, nosotros debemos tomarconciencia de la responsabilidad que nos cabe por nuestras acciones y omisiones. Esestimulante el solo hecho de pensar que lo que hacemos con sincero esfuerzo puedetener un efecto muy positivo en personas a las que conocemos y en otras a las que, aúnsin llegar a ver o conocer, podremos ayudar. Espero que esto pueda sucederme con estelibro, aunque no conozca a los lectores, aunque ellos no me conozcan a mí.

Hasta el último segundo de la «cuenta progresiva» somos responsables de nuestraexistencia. Dios es la existencia primera, y hasta el final de nuestros días somos canalesde su expresión. Si estuviéramos aquí sin un propósito, solo por el hecho de estar, talcircunstancia nos ayudaría a no tomar responsabilidades. Ser responsables por nuestrasvidas y respetuosos de la integridad de los otros no solo hace posible encontrar aDios, sino que él nos encuentre a nosotros.

Vivimos, esa es la forma que Dios escogió para que existamos, a cambio nos pide,pero no nos impone, que cada uno de nosotros haga de este mundo un lugar mejor, pormedio de nuestros actos. El propósito que Dios supo darle a nuestra existencia es el derefinar y transformar este mundo material, y perfeccionarlo.

No es casual que la presencia de Dios no sea «obvia»; precisamente es ahí donderadica la calidad de nuestras elecciones, elecciones de las que no somos títeres, sinotitiriteros. Dios se muestra de manera sutil y nos deja un gran margen para que, mercedal libre albedrío, optemos por no verlo. Percibir a Dios es un magnífico desafío, supresencia no nos es regalada.

Dios crea al hombre sin la certeza de que el hombre crea en Dios, pero a su veznos proporciona la libertad y las herramientas para que podamos experimentar suexistencia. La vida como cuenta progresiva nos va proporcionando la experiencia quenos permita ir atravesando los distintos niveles de comprensión, que van de menor amayor y nos acercan a la energía divina. Cuanto más progresamos —si el paso de losaños no es en vano—, más nos estamos acercando y comprendiendo a Dios.

No es a través del intelecto humano, no es a través del conocimiento, ni de laerudición como nos acercaremos a Dios; la sabiduría procede de la mente universal. Conla mente humana no alcanza, ya que es de percepción limitada; la mente humana es unpeldaño más, previo pero no suficiente hacia y para la «elevación».

Podemos pasar de la realidad humana y limitada a la realidad divina cuando lanecesidad de unirnos a Dios, que surge de nuestros corazones, se une con nuestrospensamientos en ese sentido. Una vez que reconocemos la existencia de una realidadmucho más grande que nosotros, una realidad que nos trasciende y es extensión de laenergía divina, admitimos que Dios está por encima y por adentro de todos los hombres.

La cuenta progresiva nos permite ir de las capas inferiores de la compresión humanahacia las capas internas de nuestra unión con el creador. Así es como empezamos a vivirfusionando nuestra realidad con la realidad divina. De esta forma, podemos hacer de este

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mundo un lugar para Dios, hermoso desafío para la humanidad.De acuerdo con lo que venimos hablando, comencemos a darle y a buscarle un

sentido a todo lo que nos sucede; dejar de ser meras existencias humanas y revelarnoscomo una manifestación de lo divino. Si dejamos que la divinidad se manifieste en latierra, este mundo material e imperfecto será la morada de Dios.

Yo tengo feAlgunos califican de irracional el hecho de creer en Dios y tener fe. Creer en la

existencia superior y experimentar lo definitivo no nos aleja de la razón. Supo decir elrebe Menajem Mendel Schneerson: «La fe no es la ausencia de la razón, la fe es unahabilidad por derecho propio». Precisamente, la fe acompañada de la razón nos ayuda amodelar nuestros impulsos egocéntricos y a reorientar nuestras acciones hacia Dios, nopara ser menos sino para ser más. Prosigue el rebe: «La fe no es ingenuidad infantil, nipereza intelectual, se trata de una fuerza positiva para el alma humana, es una facultadque reconoce verdades incomprensiblemente más grandes que nosotros y las aceptacomo reales y significativas». La fe y la razón se complementan tanmaravillosamente como el cuerpo y el alma.

La experiencia de Dios empieza en el hombre con la razón, en las capas inferiores dela comprensión, y sigue con la fe, en las capas superiores de conexión divina.

Con la razón iniciamos el recorrido que nos puede llevar a Dios, con la fecompletamos el tramo que nos conduce a él.

La razón es un gran instrumento para vivir, la fe, una gran guía del porqué vivir. Lafe y la razón son nuestros socios para una vida plena de sentido. Tener fe no implicaquedarse de brazos cruzados y aceptar sin más todo lo que suceda.

Dios ayuda al que se ayuda. Podemos mantener la fe sin perder la razón y obrarcomo corresponde sobre los hechos que nos inquietan; lo contrario no sería un acto defe, sino de ingenuidad. No se deja de beber por comer y no se deja de comer por beber.Una y otra acción son necesarias, así como el cuerpo necesita el alimento para saciar elhambre, depende de la bebida para apagar la sed.

Como el alimento no basta por sí solo, de igual modo pasa con la bebida. La fenecesita la gracia divina, pero si no es acompañada por nuestras acciones y nuestroesfuerzo no servirá de nada.

No es aconsejable cultivar una fe ciega o la fe de la ignorancia. Sí, en cambio,podemos estimular la fe con la que vibramos cuando, conectados con nuestra esenciadivina, sentimos que Dios finalmente hará aquello que sea funcional a su plan. Es la fedel conocimiento, del que sabe que no puede conocer a Dios. Eso es comprender, esmostrar humildad desde la razón y llegar a los umbrales de la fe, con el objetivo dealcanzar la verdad. La verdad está más allá de lo que conocemos. Por ello, es la razón laque, en última instancia, nos lleva a la fe.

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Las palabras de la fe, las oracionesLos poderes en la vida material son extremadamente limitados; cuando somos

conscientes de esto, buscamos otros caminos. Una de esas búsquedas consiste en orar,como lo dice sabiamente Paramahansa Yogananda: «La oración es una orden del alma».

Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, no debemos rogarle como mendigos, sinocomo hijos de un padre acaudalado. Si el poder del espíritu yace en el interior de cadauno de nosotros —somos seres espirituales—, nuestra tarea será desarrollar dicho poderen nuestro interior. Debemos aprender a pedir y a orar correctamente y no a mendigar:pidamos como hijos del padre celestial, con ese nivel de conciencia.

Lo que podríamos definir como regla número uno, a la hora de rezar, es que «comonos vinculemos con Dios dependerán, en gran medida, las respuestas que obtengamos».En libros anteriores puse énfasis en mencionar que «Dios no habla en ego», por lo quetampoco «le responde» (al ego).

Si nos vinculamos a Dios con ansiedad y nerviosismo no atraeremos su poder, si lohacemos con serenidad aplicada a la fuerza de voluntad podemos atraer la respuesta de laexistencia superior. Podemos orar serenamente y con la persistencia de nuestra propiavoluntad, abrir las puertas al infinito, sometiendo esa voluntad a la voluntad de Dios.

Es imprescindible orar por aquello que creemos posible, de lo que nos sentimosdignos merecedores. Rezar no es «tirarse un lance», rezar es elevar una plegaria a Dios,plegaria que ya hemos incorporado interiormente. En esas circunstancias, es emitir unaorden del alma hacia el mismo interior desde donde ha partido, nuestra porción eterna.

La oración y su respuesta deben ir en sintonía con nuestras acciones y pensamientos.Tomo una canción del último disco de Madonna, denominado «Rebel Heart»; la canciónen cuestión se llama «Devil Pray» y allí dice: «Quita mis pecados, enséñame a rezar,perdida en la oscuridad, derriba estas paredes, nadando en el océano casi me ahogo,dame algo en qué creer, enséñame a rezar, podríamos consumir drogas, fumar hierba ybeber whisky… pero siempre estaríamos perdidos sin un camino para volver a nuestrohogar».

El hombre se conecta con Dios cuando su voluntad es tan fuerte que procede deDios, es una misma voluntad la que nos conecta con el creador y la que genera ennosotros la necesidad de hacerlo. Nuestro poder para lograr objetivos yace en nuestravoluntad. Alinearla con la voluntad divina completa la tarea.

El poder de las oraciones se incrementa con el tiempo, así como el concepto«cuenta progresiva». Rezamos una y otra vez, despejamos los pensamientos negativosy hacemos cada vez más efectivas nuestras oraciones. Vamos fortaleciendo nuestravoluntad, al igual que podemos fortalecer nuestros músculos en un gimnasio.

La voluntad inalterable suele atraer, con el tiempo, la respuesta divina al pedidonecesario. El hecho de aprender a estar a solas diariamente con nosotros mismos nosayuda a trabajar en la concentración de nuestros pensamientos, nos prepara para orarmejor.

Leemos en La búsqueda eterna que el pensar recogido y concentrado es la fábrica

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interior que manufactura el éxito en todos los niveles.Es la mente la que nos entrena la voluntad. Es la fuerza de voluntad la que

orienta nuestros pensamientos hacia nuestras metas, hacia la resolución denuestros problemas.

La palabra «problema» proviene del griego y remite a una tarea o a un punto delitigio. Su traducción literal es: «Los dioses nos tiran una piedra a los pies». El sentido esque lo hacen para hacernos crecer y no para hacernos enojar. Ulrich Emil Duprée diceque los problemas y las personas que consideramos hostiles son pruebas en las quedebemos trabajar: «La vida consiste en una serie de pruebas que nos muestran dóndeestamos».

Es importante «cotizar» nuestras oraciones, medir la necesidad y la utilidad deaquello que consideramos valioso pedirle al cielo. No le pidamos a Dios lo que nisiquiera sabemos si deseamos profundamente. En mi caso, admito que suelo incurriren una actitud excesivamente pasiva y reiterativa, «lo dejo en manos de Dios, meencomiendo a él», sin llevar adelante en muchas ocasiones, y de forma activa, el poderde mi voluntad. Sin embargo, termino por comprender que sin el poder de la voluntad nose obtienen resultados. Debemos hacer primero las cosas bien para que «Dios hagael bien».

Si no somos una puerta abierta al poder infinito de Dios, no llegarán las respuestasdesde el cielo. Ser receptivo a Dios es ser visible, salir de la oscuridad. Cuando oramos,debemos asegurarnos de que nuestro deseo o interés no sea egoísta, a contramano de losdeseos genuinos de Dios o de la persona a la que incluimos en nuestra oración. Se sueledecir (suele comprobarse) que la oración que se hace con determinación e intensidad nosconecta profundamente con Dios.

Jamás debemos presumir del resultado o respuesta que hayamos logrado con lasoraciones. Pretender demostrar el supuesto poder de nuestras plegarias ante los demás esla mejor receta de perder ese «poder», ahuyentando a Dios de nuestros «pedidos».

No conectamos con Dios para ser más vanidosos, sino más humildes. ¿Por quéDios vendría a nosotros si nosotros fuéramos a él solo para enriquecer nuestroego? No pongamos a Dios a prueba. Cuando meditamos, rezamos o nosconcentramos en un deseo o acción, no debemos distraernos poniendo nuestramente en los resultados. Un buen ejercicio en el que todos podemos trabajar es elde mantener nuestra necesidad de Dios y hacer lo que podamos para satisfacerla.

No es conveniente rezar ni meditar con un ojo cerrado, dejando el otro abiertopara «espiar» lo que Dios nos envía. Hablando de ojos, dice Paramahansa Yogananda:«La puerta del cielo se encuentra en el entrecejo (tercer ojo) o centro de la concienciacrística, localizado en el cerebro, es el asiento de la voluntad». Al rezar o meditar, serecomienda concentrar la energía en ese espacio.

Es importante no utilizar la fuerza de nuestra voluntad con un propósito errado.Cuando el propósito interno (voluntad divina) se alía con el propósito externo (deseohumano) la intención es la correcta. No reces pidiendo el mal, no desperdicies tu energía,no pierdas el poder de conexión de la oración. No debemos pedir aquello que no es

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posible bajo ningún punto de vista, aquello que altera el orden natural de la vida y, comodijimos previamente, aquello que realmente no necesitamos.

Al respecto nos sugiere Paramahansa: «Aprende a diferenciar entre necesidadesnecesarias e innecesarias». La satisfacción y el gozo que experimentamos al orar y pedirla cristalización de nuestros deseos legítimos es señal de que Dios escucha nuestromensaje. Al rezar, seamos sinceros y directos y no nos desviemos de aquello quepedimos, enfoquémonos. La palabra enfocarse viene de la palabra foco.Imaginemos un foco de luz, pues bien, donde pongas luz a tus deseos estarásiluminando aquello que quieras que Dios haga realidad.

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Valorar la vida, vivirla, no morirla

Nadie viene aquí en vano, cada hombre es una oportunidad. La esencia vital quenos permite vivir esta encarnación es rica en energía que no debe ser disipadainnecesariamente y que nos permitirá vivir con salud física, vitalidad y desarrolloespiritual. Los sabios hindúes sostienen que, con condiciones favorables, sin despilfarrode la energía vital, con alimentación adecuada y un manejo adecuado de nuestrasemociones y pensamientos, podemos vivir muchísimos años.

La aventura comienza con la lucha del alma por entrar en un útero al momento de laconcepción. Debemos considerarnos afortunados. En el mundo astral existen millones dealmas que se esfuerzan por «retornar» a la tierra e ingresar en la célula formada por launión del óvulo con el espermatozoide. El momento de la concepción es explicado porParamahansa Yogananda con estas palabras: «Tanto los pecadores como los santos, amenos que hayan alcanzado la redención final, abrigan un intenso deseo de reencarnar eneste mundo».

Resulta paradójico. Nosotros, los seres encarnados, vamos maldiciendo en más deuna ocasión y haciendo resonar en el universo la frase tóxica «me quiero morir»,mientras que quienes desencarnaron pugnan por volver a encarnar. En el instante en quesomos concebidos se produce un destello en el éter y con él, el milagro de la vida. Unalma se acaba de integrar al óvulo y el espermatozoide.

Debemos luchar para ingresar en el útero materno. Tras lidiar con otras almas, fuimosfinalmente vencedores de la primera batalla, tal vez la más difícil de nuestras vidas. Noes casual que lleguemos al mundo llorando. Luego de esta ardua pelea, hemos sido«atrapados» por el mundo físico, material.

Acabamos de dejar un cuerpo etéreo para adaptarnos forzosamente al espacio de unanueva encarnación, el «traje limitado». Se presume que en los nueve meses que pasamosen el vientre materno nos sentimos aprisionados y totalmente dependientes. Según losmaestros hindúes, debemos considerar esos meses de la gestación como una especie deinfierno o purgatorio.

Lógicamente, en ese estado, la criatura quiere liberarse y el alma convive con eldilema de seguir el camino de regreso a la tierra o, por el contrario, volver a experimentarla libertad de no depender de ninguna forma física. Soy un agradecido padre de doshijos, pero también, junto con mi esposa, hemos perdido dos embarazos, uno de ellosmuy avanzado. Muchos años después, aún con dolor al momento de recordarlo yescribirlo, creo humildemente empezar a comprender que mi esposa tuvo en sus entrañas

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a almas que optaron por experimentar la libertad de no depender de este mundo material.El hecho de que esas almas nos hayan elegido para esta experiencia no fue

precisamente nada grato. Pero trajeron una enseñanza, una misión y un aprendizaje muyespecial.

El feto siente que su alma está confinada. Los yoguis cuentan que ocasionalmentepueden aparecer recuerdos de la vida pasada y en esas circunstancias el embrión se agita.A su manera, el alma parece decir que quiere salir, que ya ha peleado demasiado paraintegrarse a la concepción, y previamente, durante la gestación.

Paramahansa Yogananda nos enseña que, cuando el feto desea salir intensamente delvientre materno, se produce el nacimiento. Y en el caso de niños prematuros, se trata dealmas dotadas de una voluntad extremadamente fuerte, que no desean permanecer nuevemeses dentro del cuerpo de su madre.

Según afirman los santos, y no los obstetras, lloramos al nacer porque el almarecuerda sus encarnaciones anteriores y se resiste en ese instante a volver a la tierra. Alnacer y llorar, además, abrimos los pulmones e iniciamos nuestra dinámica respiratoria.Como ya hemos dicho en más de una ocasión, cuando inspiramos recibimos a Dios ycuando exhalamos nos entregamos a él.

La inspiración es la conexión con el espíritu; en hebreo se llama Ruaj, es el aliento devida, la esencia vital. El ser se nutre de Prana, la energía vital. El alma no llega con elnacimiento del bebé sino que lo acompaña desde su concepción.

En los casos en que el alma abandona al embrión antes del nacimiento se produceuna fuerte contradicción: la criatura nace muerta. Parecería no existir mayor paradojaque la de «nacer muerto». El aliento de vida que Dios puso en nuestras narices alnacer es lo que exhalaremos al partir.

La primera inhalación del bebé pone fin al «infierno» del encierro, el temor y laresistencia de la vuelta al mundo físico se termina en ese instante. La respiración lo«devuelve» a la experiencia voluntaria de la existencia terrenal. Sin embargo, noperdemos el recuerdo que el alma guarda del pasado. Nuestro mayor temor, el miedo a lamuerte, no viene de nuestra infancia, sino de otras muertes, de otras desencarnaciones.

La vida es una cuenta progresiva que cuenta nuestro progreso espiritual y dóndeavanzamos sin privarnos del dolor. Desde la concepción debemos luchar, y durante lagestación no cesamos de dudar. Sufrimos por las memorias de existencias previas y nosangustiamos por no poder liberar el alma.

Verdaderamente, hemos combatido para estar nuevamente en la vida, nuestrapresencia aquí tiene la marca de la intención divina, que pone a prueba nuestra capacidadde hacer, o no, de esta tierra una morada de Dios.

No somos solo un cuerpo físico. La tarea más valiosa que podemos desarrollares la de comprender la inmortalidad del alma, conectar con ella y aprender acontrolar la mente.

Nuestra existencia evoluciona cuando fortalecemos nuestra mente, progresamos ennuestras luchas y avanzamos en la comprensión de los propósitos que las dificultadestraen aparejados. Nuestra existencia humana va desde el nacimiento hasta la muerte,

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cuando transformamos nuestro estado del cuerpo en el estado del alma.No existen dos almas con iguales propósitos. Cada uno de nosotros irá progresando o

no, de acuerdo con su rango de confort y desafíos. Como dijimos previamente, cadaalma tiene su propósito, pero el universo ilimitado e interconectado hace posible quenuestra transformación personal repercuta cósmicamente y genere un efecto favorable enel mundo.

La manera en que actuemos, sostiene el rabino Dovber Pinson, acrecienta odisminuye la presencia manifiesta de Dios en la tierra. Cuanto más amorosos seannuestros comportamientos, mayor presencia de Dios notará el mundo. Tomarconciencia cotidiana del valor de la vida logrará que seamos más agradecidos y másespirituales.

Las dificultades que experimentamos pueden ser de gran ayuda para vencer laresistencia del ego. Cuando padecemos, los obstáculos nos permiten contactar con lavivencia de lo trascendente. Los hechos dolorosos no nos hacen necesariamente felices,pero, ante su inevitable aparición, el camino espiritual termina siendo la mejor forma detransitarlos y trascenderlos.

Frente a la soledad y la angustia que plantean algunas incertidumbres, surge en elhombre la necesidad de buscar algo más importante que su propia existencia, para tratarde entender lo que le sucede. En la mayoría de los casos, las situaciones más complejasnos vuelven más humildes. Cuando nos desprendemos de grandes dosis de arrogancia, elego se diluye y se expande la manifestación de lo divino.

En situaciones límite volvemos a cero; lo aprendido en demasía se «desaprende»; loarraigado tiende a soltar raíces. Luego del desasosiego y el vacío, pegamos un nuevoestirón espiritual. No es necesario esperar que sobrevenga la tragedia, y mucho menosforzarla para dar lugar al famoso «clic». Rara vez, en situaciones de comodidad o deeuforia, el hombre tiende a plantearse o replantearse cosas trascendentes. En talescircunstancias no suele ser consciente de su condición espiritual ni del hecho de poseerun alma inmortal.

Nuestro desarrollo espiritual surge de las preguntas que nos formulamos y lasrespuestas que vamos recibiendo. Muchas veces, nos enfrentamos a las mismaspreguntas una y otra vez. Nuestro progreso espiritual no es lineal: así como se fortalecenuestra fe, también se debilita. Eso no debe frustrarnos. El crecimiento toma forma deespiral, en la forma circular (espiral) cualquier movimiento que nos aleja del punto inicial,más allá de lo que podamos sentir, no deja de ser un movimiento hacia el punto deorigen.

No crecemos en vano. Enfrentamos la vida con mayor madurez, vamos elevandonuestro nivel de conciencia y comprendemos la inevitable secuencia por la cual, a latensión, seguirá la resolución.

Si bien cada alma vive su propia experiencia en función de un fin, Dios quiere paratodas las almas lo mismo: evolución y transformación. No debemos caer en latrampa de separación que nos propone el ego; avanzamos en la cuenta progresiva cuandonos integramos al todo y a todos. Formamos parte de la interconexión del universo

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cuando estamos interconectados, comprendemos que nuestras acciones alcanzan, afectano benefician a los demás.

Así, vamos avanzando en la cuenta progresiva. Muchas veces nos sentimos frenados;parece irrumpir alguna secuela del pasado y permanecemos en un estado que podríamosdenominar «estado del aún», una etapa de transición. Sin embargo, si no nos rendimos,si no nos frustramos y si somos conscientes de que es un hecho superador, volveremos apercibir que estamos en camino y que ese estado abrirá paso al «estado del presente».Los sabios dicen que no hay brillo mayor que el que surge de la oscuridad.

El camino al autoconocimiento, la ruta de la «cabeza al corazón» no es un caminorápido ni de fácil deslizamiento; el clima no es precisamente apacible. Muchosnubarrones y horas tormentosas aparecerán y se dispararán desde nuestro yo interior,hasta que lleguemos a nuestro despejado cielo interior. La recompensa es muy buena.Así lo sintetizaba el rabino Pinson en Vuelve a ser quien eres: «El despertar espiritualhace que el ser vuelva a su núcleo y suelte la fragmentación». Nótese que usa la palabrafragmentación, sinónimo de separación. Cuando el hombre suelta el ego (el ego esseparación), vuelve a su esencia.

Damos valor a la vida y apreciamos su valor intrínseco, advertidos de supropósito y de nuestro potencial. La travesía que cada uno realice se torna única eirrepetible, pero nuestro viaje puede ser una gran fuente de inspiración para losdemás y el viaje de los demás, una gran fuente de inspiración para nosotros.

La próxima gran revolución: la evolución de la concienciaEl precursor de toda transformación es el deseo: «no se cambia lo que se tolera».

Cuando se alinean nuestros anhelos con los del creador, la evolución se pone en marcha.Según la Torah (Antiguo Testamento), Dios quiere que unifiquemos nuestro aspectoanimal con el espiritual, de modo que se puedan complementar en un contexto decrecimiento.

Existen muchas muestras de las facetas del comportamiento animal del hombre, loque sigue es trabajar en la unificación con la faceta espiritual. Las acciones virtuosas, laautoevaluación, la meditación, la oración nos reconectan con nuestro aspecto espiritual.Es fundamental hacer una profunda tarea de autoconocimiento sincero acerca de nuestropotencial, expectativas, limitaciones y acerca de nuestro nivel de demanda desatisfacciones. Ser honestos con nosotros mismos a la hora de evaluar logros yfrustraciones, ser capaces de admitir errores y de destacar los avances y cambios quehayamos hecho sobre nuestras conductas nocivas y arraigadas. Debemos preguntarnos sinecesitamos aquello que deseamos, revisar qué nos está impulsando a determinadasbúsquedas y, por último, si realmente estamos preparados espiritualmente para recibiraquello que ansiamos.

Debemos practicar el difícil oficio de la ecuanimidad y desarrollar la capacidad deenfocarnos, de ser conscientes. Quien se conoce realmente tiende a ser más sencillo y

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decide qué batallas debe emprender y cuáles son las ollas en las que deberá ponerla cuchara.

Se dice vulgarmente que uno sabe bien dónde le aprieta el zapato. No hay peorincomodidad que la de estar incómodo con uno mismo. La autoevaluación es el mejorcamino para evitarlo. Elevar nuestro nivel de conciencia es mucho más revolucionarioque elevar el tono de nuestras voces externas. La voz interior, en cambio, adquiereverdadera resonancia en el momento de cambio; el grito del silencio interior genera la realtransformación.

AnalízatePor más elemental que parezca, el hombre sigue intentando saciar su apetito espiritual

con elementos materiales, como la ingesta desmedida de alcohol y comida, el consumode drogas y otras adicciones.

El intento que hacemos de llenar el vacío existencial con estos elementos nos dejamás insatisfechos y desilusionados, nos sentimos más vacíos y se va profundizando «elagujero interior». Si el vacío que experimentamos no es de raíz material, nuncapodrá ser cubierto con «cosas».

El alma energiza al cuerpo, es energía espiritual que tan bien nos hace, y procede deun alma en calma. La calma del alma permite que nos relajemos, logrando vivir en elúnico tiempo que reconoce la conciencia: el presente.

Cada vez que trabajamos en la tarea del autoconocimiento, sentimos conscientementelo que nos sucede, inspira o atormenta. El alma «oye» nuestra introspección y tambiénnos habla. La voz del alma lleva por nombre «intuición». Carl Gustav Jung, notablemédico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, sostenía que la intuición explora lodesconocido y adivina posibilidades que a veces no nos resultan evidentes.

Cuando aplicamos la intuición, procesamos los hechos de manera dual. Ponemos atrabajar conjuntamente al consciente y al inconsciente, de modo tal que podemos sabermucho más de lo que creemos saber. Por lo general, ignoramos la «voz del alma» ysilenciamos su maravilloso aporte, sobrestimando a la mente racional. La intuiciónpuede ser nuestra gran aliada, lo que no implica que releguemos por completo elpensamiento racional. Más aún, nuestro sexto sentido se potencia complementado conel análisis racional, tal como lo hace el cuerpo con el alma, y la fe con la razón.

Dice el neurólogo Antonio Damasio: «En lugar de oponerse, la emoción y la razónestán profundamente relacionadas entre sí. Es necesario realizar primero unprocesamiento racional para que a continuación sean nuestras emociones las que puedanacelerar la toma de decisiones, en forma de intuiciones, corazonadas o presentimientos».

Podemos trabajar en el fortalecimiento de nuestra intuición, conectando con nuestrasemociones, aquietando nuestra mente y aprendiendo a practicar la atención. DiceFrancesc Miralles en su artículo «Tengo una corazonada», publicado por El PaísSemanal: «Es muy valioso incorporar el poder de la intuición a nuestra vida diaria, pero

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no debemos obcecarnos hasta el punto de medirlo todo por estos mensajes sutiles.Enriquecer nuestro análisis racional con la magia del inconsciente es el binomio perfectopara una vida profunda, despierta y creativa».

Cada vez que estamos conectados en sintonía con el espíritu, estamosrecibiendo inspiración. La inspiración nos permite sincronizar nuestras actitudes connuestra misión o masterplan de vida. En calma, disfrutando del silencio interior,disolviendo los malos pensamientos, la intuición encuentra su espacio e impulsa lavoluntad.

Solemos derrochar energía mental en procesos intelectuales poco creativos que quitanespacio y posibilidad a la aparición de la intuición. El pensamiento rumiante y compulsivoque destinamos a la solución de nuestros problemas bloquea nuestra sabiduría interna.

Si bien la «conversación mental» es más ruidosa que la «voz del alma», cuandologramos silenciar el «rap del pensamiento machacante» surge la intuición y, en eseestado, podemos percibirla. Hasta tanto «el crítico gritón» que vocifera en nuestrointerior no desconecte el megáfono, la creatividad seguirá sin aparecer.

El ego no es amigo del autoconocimiento, por lo tanto será otra prueba que debemossuperar frente a la resistencia que también el ego impone.

A medida que se diluye, la conciencia se ilumina, impidiendo que el alma seidentifique con el falso ser. Un ego sumiso da lugar a que aflore un poder trascendente,se hace carne la humildad y la necesidad consciente de creer en una existencia superior.Esto es espiritualidad práctica.

Cede la resistencia del ego, irrumpe el poder de la trascendencia y pasamos a creer enel acercamiento a la fuente de vida, luz y verdad. Es la intuición la que nos empieza aorientar, Dios nos habla y no debemos permitir que interfieran otras voces.

En la cuenta progresiva el tiempo es un instrumento de crecimiento, unamedición del avance del alma hacia una mayor expansión espiritual. ParamahansaYogananda, considerado el padre del yoga en Occidente, decía que el auténticoautoanálisis constituye el supremo arte del progreso del hombre. Por lo tanto, laspersonalidades negadoras que se ven impedidas de analizar sinceramente suscomportamientos son aquellas que, a su vez, se verán impedidas de progresar, ya que noprocederán al autoanálisis, sino al autoengaño.

Es aconsejable trabajar en el aprendizaje de un autoanálisis desapasionado, destinadopor medio de nuestros pensamientos y aspiraciones a descubrir quiénes realmente somos.Sócrates dijo que la vida que no se examina no vale la pena ser vivida. Los hindúesdestacan la importancia de la comprensión del hombre como un alma individual que llegaa esta encarnación con rasgos peculiares de sus vidas pasadas. Por tal razón, en lasfamilias hallamos semejanzas hereditarias, pero notamos que a su vez cada individuotiene un carácter diferente. Más allá, entonces, de la herencia y el medio ambiente en elque nos desarrollemos, la práctica de autoanálisis sobre nuestros hábitos e intereses deesta vida será de suma importancia para predecir qué seremos en la próxima.

Quien se autoanaliza realiza una labor determinante para el progreso de su alma,logrando desterrar debilidades para transformarse en lo que debe ser.

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Asimismo, podemos trabajar en el autoconocimiento y la introspección desde unpunto de vista psicológico. De hecho, en los últimos años los psicólogos complementaronlo aprendido en la universidad con herramientas del mundo espiritual. En mi caso, hagoterapia hace muchos años con diversos profesionales y siempre han sabido despertar enmí la necesidad de completar la charla del consultorio con los elementos del alma y elespíritu.

Cuando analizamos y conocemos nuestra verdadera naturaleza, perfeccionamos elpotencial que yace en cada uno de nosotros. Los frutos de un sincero autoanálisis, quemuestra nobleza en el pensar, permiten que manifestemos buena voluntad hacia losdemás, que no suframos innecesariamente y que el ego no gobierne nuestros juicios.

El concepto de vida como una «cuenta progresiva» tiene como objetivo sermejor de lo que éramos. A tal efecto, el autoanálisis es una gran herramienta deperfeccionamiento. Quien se evalúa con valentía se está preparando para elescrutinio de los demás. Si nos hemos autoevaluado correctamente, el consejogeneroso o la crítica humilde no nos deberían dañar.

El nivel de realidad es proporcional al nivel de comprensión a la hora deautoevaluarnos. Quien se conoce y comienza por tomar conciencia de sus actos es un sermucho menos propenso a hacer maldades. Quien se conecta con su esencia no hace otracosa que vincularse con el espíritu primordial del hombre, espíritu absolutamenteinextinguible.

Sabiduría made in JapanLa vida es una cuenta progresiva cuando evoluciona la personalidad. Todos hemos

venido aquí para lograr cultivarnos y purificarnos. Será nuestra tarea evitar aquellasinterferencias que quieran impedirlo. El espacio del universo es bueno y benevolente ensu origen; al nacer, el hombre manifiesta las mismas características que el universo, porlo que debe volver al origen y retornar a la verdad. Ese es el verdadero propósito.

Mokichi Okada, notable filósofo japonés nacido en 1882 y fallecido en 1955,desarrolló un maravilloso método que plantó las bases del Japón que hoy tantoadmiramos, y nos dejó enseñanzas que se imparten en todo el mundo, gracias al MOAInternational.

Okada sostiene que las relaciones humanas plenas se basan en el sentimiento degratitud como generador de mayor gratitud, y el amor y la sinceridad son claves pararesolver los diversos problemas del mundo, la nación y el individuo.

Así como la gratitud genera gratitud, los lamentos atraen más lamentos. Lagratitud nos torna felices; las quejas, infelices. Podríamos refutar que no se puedeagradecer en general lo que se lamenta, así como tampoco lamentar lo que se agradece.Pero podemos convenir en que, más allá de las circunstancias, hay básicamente dos tiposde personas que tienen mayor predisposición a quejarse y las que tienen una mayortendencia a agradecer.

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Entre los primeros, parece haber casi un disfrute en el lamento, que se expresa paraser compadecidos, y en algún punto también sirve como elemento supersticioso: si mequejo no me envidian y evito la llegada de malas noticias.

Sin embargo, el universo no entiende segundas intenciones y a quien se queja sueledarle la razón con nuevos elementos o acciones de las que puedan lamentarse. Por elcontrario, a quienes tienen por costumbre ejercer la gratitud les sigue enviando másrazones para poder agradecer.

El origen de la felicidad reside en hacer felices a los demás. Dice Mokichi Okada: «Lapersona será feliz en proporción a las buenas acciones que realice». La satisfacción dealegrar al prójimo es tal vez la experiencia de felicidad más grande que el hombre puedasentir.

Las personas que manifiestan frecuentemente un espíritu de amor altruista sonmucho más felices y menos conflictivas que aquellas que se caracterizan por suegocentrismo. No se es feliz hasta que no se hace feliz al prójimo; esa es la recompensaque marca el inicio de nuestra propia felicidad.

Sucede lo contrario con las personas que solo ansían su propio bienestar, a costa delsacrificio de otros. Terminan generando infelicidad a los otros y a ellos mismos.

En un discurso notable de octubre de 1949, Okada declaraba que al hombre modernono le importa resultar ser desagradable frente a los demás. Y que lejos de tratarse esto deuna libertad democrática, era una exageración nociva y un abuso de egoísmo.

Por aquellos días, en otra de sus alocuciones, Okada sostenía que todos los hombresdebemos decir la verdad, aunque es entendible que en algunos casos no lo hagamos.Aquellas personas que saben diferenciar ambas circunstancias, son sabias. Los que usanla mentira como una conducta habitual terminan fracasando.

Más allá de que a veces creemos que la mentira permanente es buen negocio, sonmuchos más los que fracasan a causa de ella que aquellos que fracasan «por culpa de lahonestidad».

En sus ensayos, Okada insistía en la necesidad de que el hombre progrese yevolucione. Él mismo se pone de ejemplo: «Me empeño constantemente en evolucionarmás que el día anterior y este año más que el año pasado. Sin embargo, progresarsolamente en el aspecto material (negocios, profesión o posición social) no sería otra cosaque algo sin fundamento. Algo demasiado superficial, como una planta sin raíz. Esindispensable el progreso del espíritu, la elevación de la personalidad. Bastaría conprogresar poco a poco, así a la larga habremos conseguido un gran avance. De estamanera, esa actitud de constante progreso conquistará la confianza del prójimo, facilitarásus emprendimientos y uno será feliz. La juventud actual tal vez tome estas palabrascomo una moral anticuada, pero en realidad, poniéndolas en acción, los hombres sehacen verdaderamente actuales».

Se trata de un discurso de hace casi setenta años, pero su contenido es más vigente ynecesario que nunca.

Okada destacaba la sinceridad como la llave que solucionaría todos los problemaspara el hombre, y aseguraba que, si el hombre no era sincero, aunque poseyera otras

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cualidades, no le servirían de nada. Solía aseverar que un hombre es sincero, ante todo,cuando cumple sus compromisos.

Qué maravilla observar el desarrollo registrado en Japón en los últimos sesenta años,expandido, en gran medida, por este tipo de enseñanzas.

Otra de sus máximas: «Cuando las cosas no marchan normalmente, la causa es eldesorden».

Los japoneses conceden enorme importancia a la simpatía. Okada decía que unapersona simpática le cae bien a la gente, se lleva bien con todos y actúa con gentileza,buscando que los demás se sientan bien en su compañía, y de esa forma pueda despertaremociones positivas. Esto hace que sea una persona respetada, porque deja sus interesesen segundo plano y se interesa por la felicidad de los demás. Para él no existía untérmino que sonara tan agradable como la palabra «simpatía». Sin embargo, dejaba enclaro que podía parecer simple pero en realidad no lo era. La verdadera simpatía no essuperficial, debe aflorar del interior y es indispensable que la persona sea sincera. Ensíntesis, lo que proponía era una simpatía cuya base fuera el espíritu del amor al prójimo.

En Japón, a la simpatía se le suman la sensatez y aquello a lo que llaman el «hodo»,lo que en español sería «la justa medida». Uno de los grandes obstáculos que debemossuperar a lo largo de nuestra vida es la inclinación a ir hacia los extremos. Las ciclotimiasa las que somos tan propensos se conectan con esta actitud. Nuestros fracasos tienenmucho que ver con nuestros malos pensamientos, un contrapeso para nuestra elevaciónespiritual. Las acciones extremas como la ostentación y, en el sentido opuesto, lainhibición terminan siendo grandes socios de nuestras frustraciones.

El accionar criterioso, la «línea intermedia» que proponía Confucio, es a su vezmedida y objetivo de equilibrio cósmico. En Japón se considera que quien tiende arespetar la justa medida, el «hodo», encuentra éxito en su emprendimiento.

La solución está en el problemaEl ser humano manifiesta en su carácter, egoísmo y apego, rasgos afines que parecen

hermanos. Generalmente, aquellos problemas a los que no les encontramos soluciónsuelen tener origen en esta hermandad. En la vida material, muchos pierden, en su afándesmedido por el dinero, aquello a lo que se aferraron en la vida. En la vida sentimental,cuanto más nos apegamos, más nos desprecian.

Claramente, el apego y el egoísmo nos hacen sufrir y hacen sufrir a otros. Quien seesmera por aprender e intenta ser menos egoísta y apegado, alivia sufrimientos.

Okada nos recuerda un viejo proverbio: «No sufras por lo que aún no ha ocurrido, nisufras por lo que ocurrió». Explica que la preocupación es un gran acto de apego, queinfluye negativamente sobre todo. La preocupación que tanto mostramos por lo quevendrá es una muestra de sufrimiento en relación al futuro y frena nuestro progresoespiritual en el presente.

En un discurso de 1951, el sabio japonés decía: «Las personas jamás consiguen en el

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momento aquello que desean intensamente. Sin embargo, muchas veces, cuando seresignan y parecen desistir, es cuando alcanzan el éxito». Absolutamente comprobable,en muchas ocasiones concretamos un deseo de manera repentina, cuando ya lo habíamosolvidado.

En el amor, el apego y la obsesión enfrían el corazón. Paradójicamente, nosaferramos a algo, a alguien para no perderlo y precisamente el apego hace que loterminemos perdiendo. El hombre se preocupa por lo que mañana puedapreocuparlo y esta es la causa principal de sus preocupaciones.

En los países occidentales admiramos el hecho de que los nipones sean, en general,tan pacientes y tolerantes.

Mokichi Okada señala que la verdadera tolerancia es aquella que permite tolerar loque consideramos intolerable y recurre a aquel proverbio que reza: «Carga siemprecontigo la bolsa de la paciencia y cada vez que se rompa, cósela». Aprender a dominarnuestros raptos de iracundia nos hará más pacientes y más tolerantes. En estado de iranos alejamos del estado del espíritu; cuanto más rápido volvamos a él estaremos másprotegidos.

Como dice Okada, quien está destinado a cumplir una misión muy importante se verásometido, en más de una oportunidad, a la prueba de contener su ira. Si tenemos muchosmotivos para enojarnos y podemos aprender a resistir la tentación es que estamoscumpliendo con nuestra labor de cultivadores de refinamiento y perfeccionamiento.

Es muy importante no odiar, pero también el hecho de no ser odiados. El creador delMOA sostiene que, a través de los «hilos espirituales», los odios, envidias y venganzasnos son restituidos. Es decir que estas emociones no solo nos llegan, sino que nosatrapan, instalan el mal humor, nos perturban y hacen imposible el éxito de nuestramisión.

Tal como señalamos, el autoanálisis es de gran ayuda. Okada propone, por medio dela terapia depurativa, una autoevaluación, un examen consciente de la causa de nuestrosfracasos, que de otro modo no percibiríamos. A su vez, le otorga al factor tiempo unvalor absoluto, aunque aclara que todo proceso tiene su época de maduración.

La falta de paciencia que mostramos la mayoría de nosotros en el mundooccidental refleja el desencuentro entre el proyecto elaborado y el tiemporequerido. Nuestras derrotas se basan, en gran medida, en ese desequilibrio. No solemosesperar el momento oportuno, la ocasión propicia para cada cosa.

Los hombres pasamos por todo tipo de tentaciones que debemos enfrentar; es lógicotener ambiciones, pero si no las podemos satisfacer honestamente, nos causarán gravesperjuicios. Cuando conseguimos dominarlas es cuando nos convertimos en hombresfuertes, disfrutamos de un poder real, el de superarnos, sin jactarnos por ello yacercándonos a Dios.

Según Okada, quien se acerca a Dios se identifica con lo divino, con la fuerzaverdadera. Cierra su ensayo del 29 de octubre de 1949 con la frase: «Hombre débil, tuverdadero nombre es perverso». Cuanto mayor sea el rechazo al mal, más firme y sólidoserá el carácter del hombre. No debemos rechazar el mal haciendo el mal. No significa

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que no debamos sentir indignación frente a las injusticias, sino que no debemosrepararlas cometiendo nuevas injusticias.

La vida como cuenta progresiva se refleja en el ensayo «El esfuerzo por aproximarsepaso a paso a la perfección». En este escrito, nuestro admirado filósofo japonés señalacon notable capacidad: «Si suponemos que la verdad es el esqueleto, la existencia del serhumano vendría a ser la carne. Es decir que ha de guardar en su interior un espíritu firmecon sentimientos magnánimos, con palabras y actos cotidianos adaptables con flexibilidadal tiempo, lugar y circunstancias. Sin obstinaciones, adaptándose con facilidad,esforzándose por causar una buena impresión en los demás, anhelando la felicidad ajena,sirviendo a los otros y poniéndose en manos de la voluntad superior. No es posibleobtener la perfección humana en todos los sentidos, pero el esfuerzo por acercarse pasoa paso a ese ideal nos convierte en seres dignos del mayor respeto, verdaderos seresfelices, poseedores de la dicha de vivir».

De eso se trata, de ser perfectibles (no perfectos), de tomar la vida como una«cuenta progresiva», a la que vinimos a perfeccionarnos, no por la exigencia delego implacable que nos obliga a ser mejores que otros, sino por la evoluciónespiritual, que nos hace mejores de lo que éramos.

Quiero agradecer especialmente a mi compañera de trabajo de mi programa de radio,la locutora Marina Moroni, y a su madre, Cristina, por haberme acercado a lasmaravillosas enseñanzas del sistema MOA, que ignoraba y que hoy admiro, y que, conlas dificultades y limitaciones propias de quien esto escribe, intento aplicar en mi vidacotidiana.

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Los enemigos de la vida como cuenta progresiva

El gran contendiente del progreso espiritual del hombre es el ego y sus diversasfacetas paralizantes. El miedo es uno de ellos. Cada vez que lo experimentamos,alteramos el equilibrio cósmico y nuestra armonía orgánica.

Cuando somos víctimas del miedo, nuestra vida no progresa. Es lógico temer frente adeterminadas circunstancias; el problema es cuando llegamos a temer incluso «por lasdudas».

El miedo es un pensamiento negativo decretador de sucesos negativos. Noalimentarlo y mentalizarnos en contra de su amenaza produce contenidos favorables quenos alejan de esa lamentable experiencia. Para quienes somos creyentes, la posibilidadde entregarle a Dios nuestros miedos ayuda notablemente a ahuyentarlos.

Dios puede protegernos, pero no sobreprotegernos. Hacer lo que esté a nuestroalcance, sumado a la hermosa sensación de la protección divina, es un gran antídotocontra el miedo. Cuando hablamos de hacer lo que está a nuestro alcance nos referimos aobrar con un nivel de conciencia suficiente que no genere miedo. Aun así, si el temorpersistiera, podremos invocar la existencia suprema.

La verbalización de nuestros temores es una vibración que termina convirtiéndose enla vibración de nuestros pensamientos. Paramahansa Yogananda sostiene que el miedo esotra de las formas de estática que afectan nuestra «radio mental».

Cuando sintamos temor, podemos inhalar y exhalar profundamente con lentitud yconstancia, y lograremos aquietar nuestro corazón. Los hindúes aseguran que, si elcorazón está tranquilo, no sentiremos miedo alguno, porque el miedo proviene delcorazón.

El temor es uno de los más grandes inmunodepresores que nuestras defensas debenenfrentar. Tiene por costumbre disminuir la vitalidad del organismo y abre las puertas alas enfermedades. Cuando el temor es lógico, funciona como alarma y evita daño, doloro sufrimiento. La cautela en su justa medida es una forma de sabiduría.

El miedo le quita soberanía al sujeto y parece estar siempre buscando ocasionesnuevas para que temamos. Cuanto más tememos, más nos atemoriza el hecho deperder el control y tener que depender cada vez menos de nosotros y cada vez más delos otros.

El miedo irracional nos enferma y atrae lo peor, siendo más propensos aretroalimentarlo.

Uno de los motores de la vida, la voluntad del hombre, se ve paralizado por el miedo.

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El poder del pensamiento es enorme: una cosa es ser cauteloso y otra muy distinta es sertemeroso. La mayoría de nuestros problemas se originan en el miedo. Admitirlo,enfrentarlo y diluirlo reduce dolencias y preocupaciones.

Me reconozco valientemente como un ser más temeroso que cauteloso, y trabajocotidianamente en la mayoría de mis aprehensiones. Fui criado por una típica idishemame. La mezcla de lo genético con lo adquirido dejó su marca. Pero en los últimos diezo doce años de mi vida, me ha sido y me es de gran ayuda la espiritualidad comoantídoto a mis miedos.

La protección consciente que experimento de Dios me ayuda enormemente. No esjactancia, es humildad para admitir mis temores y, a su vez, manifestar gratitud al padrepor su ayuda. Una técnica que enseña Paramahansa Yogananda en La búsqueda eternaes imaginarnos circundados por el espíritu y su energía cósmica y pensar que todogermen (temor) será electrocutado. Nos recomienda, además, colocar nuestra mano a laaltura del corazón y frotarla en contacto con la piel, diciendo «Padre soy libre, eliminaeste temor del medio de mi corazón».

No hay mejor modo de disipar los temores que por medio del contacto divino. Ensintonía con Dios, «la naturaleza entera comulga conscientemente con nosotros», y eltemor se evapora. Generalmente, cuanto más egoístas somos, más temerosos nosmostramos; a mayores apegos, mayores miedos.

Jesús decía que quien se «aferre» a la vida, a la necesidad de preservarla, la perderá.Una actitud predominantemente temerosa tiene un origen común con las depresiones nocircunstanciales, y se vincula con pensar, por sobre todas las cosas, o exclusivamente, ennuestras necesidades.

Una actitud amorosa, el hecho de correrse de la necesidad constante de pedir parauno y pensar más en los demás, gratifica el alma y espanta miedos innecesarios. Creer enDios y conocer a Dios aleja cobardías. El temor es una de las principales causas deltrastorno nervioso. Cuando meditamos, sentimos la presencia del alma, yexperimentamos conexión, tal como nos sucede con la respiración consciente o lapráctica del yoga.

Cuando perdemos la calma y creemos ser nosotros, y no Dios, los amos del universo,experimentamos un desequilibrio de nuestra energía vital que nos dificulta laconcentración. Serenar la mente es consecuencia de la práctica de la meditación, es elresultado y no la búsqueda. Ser conscientes de nuestra constitución, mente-cuerpo, nospermite manejar temores en base a esta capacidad y trae beneficios a nuestra salud físicay psíquica.

Una profunda confianza en Dios es un gran «ansiolítico» que, aun siendocreyentes, no siempre tomamos. El miedo puede ser de gran ayuda para evitar elpeligro, pero no debe convertirse en la emoción que termine por controlar nuestras vidas.A menudo armamos la siguiente secuencia: comenzamos temiendo algo, luegodepositamos toda nuestra energía en eso, y finalmente nuestro pensamiento termina porcrear la situación tan temida.

Aquello que focalizamos, y que atraemos, sucede, por nuestra energía vital.

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Podríamos traducirlo de la siguiente manera: somos nosotros los que energizamosnuestros temores.

Dice John Columbus Taylor en su libro Momentos de silencio: «Estamos dondeestamos debido a nuestros temores, el miedo es nuestra propia creación, pero el poderdel amor nos eleva por encima del miedo». La calma es un gran requisito para la vidacomo cuenta progresiva. En calma somos menos injustos, agresivos y temerosos.Calmados somos más objetivos y ecuánimes, menos inseguros y menos soberbios.

En la página 118 de La búsqueda eterna leemos que es un hecho comprobado que laleche de una madre que ha perdido la calma puede tener efectos nocivos en su pequeñohijo. La calma es un gran «amamantador» de la felicidad. La meditación proporcionaese bienestar que nos acerca y termina por asemejarnos a Dios.

El alma requiere calma, sus demandas satisfechas son sinónimo de paz y armonía.

La culpa de sentir culpaOtro enemigo de la vida como cuenta progresiva es la culpa. Se trata de una emoción

devastadora, que se apodera de nuestra vida y la estanca en un mar de amargura yarrepentimiento. El sentimiento de culpa que nos suele atravesar no necesariamente seajusta a la realidad y buscamos «alivio» en decisiones que, lejos de liberarnos, nos haránmás manipulables, pero no menos culpables.

Solo cuando enfrentamos convenientemente el sentimiento de culpa es posiblenuestra transformación personal. Superar ese sentimiento que nos atormenta nos haráinocentes, no frente al tribunal del ego sino ante Dios.

Sentimos culpa de manera dual, por lo que hacemos y por lo que no hacemos.Cuando nos sentimos culpables, aun sin motivos, experimentamos rencor contra nosotrosmismos. En estos casos, es muy difícil desarrollar la autoestima, es decir, el hecho depoder pensar positivamente, ya que la culpa persiste en hacernos sentir malas personas.

No debemos dar más valor a los demás que el que nos damos a nosotros mismos. Elpatrón de conducta basado en un sentimiento de culpa anticipado nos lleva a preferiratravesar una situación no deseada con tal de no experimentar sentimientos deculpabilidad.

Xavier Guix describe en su columna de El País Semanal, del domingo 22 de marzode 2015, que para algunas personas el tema del merecimiento no está nada claro. Pasanpor la vida como deudoras y creen en verdad que no merecen nada. Y mucho menos si,por lograr sus propósitos, fastidian a otros. Toda la atención, agrega, la tienen puesta enun único objetivo: no molestar.

Ante la aparición de un frecuente sentimiento de culpabilidad, Guix nos propone,entre otras, las siguientes preguntas: ¿Siento que no voy a poder ver sufrir al otro? ¿Meestoy haciendo cargo del dolor ajeno? ¿Anticipo algún sentimiento de culpa? ¿Me sientomal por ser yo mismo?

Sería bueno responderse estas dudas cada vez que la culpa nos invade, sin que haya

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méritos propios y reales para sentirla. Cuando este sentimiento nos invade, creemos queprácticamente estaríamos dispuestos a casi todo con tal de cambiar esa amarga emoción.

Pasamos de la autoestima al autoresentimiento, la persona se va devaluando a símisma. No hay cuenta progresiva posible cuando uno se siente inmóvil y no hayevolución. No estamos hablando de quien siente culpa por haber matado, traicionado oengañado, sino de aquellas experiencias en las que nos sentimos responsables, aun sinhaber tenido ninguna participación en el hecho.

Cuando sentimos culpa por haber logrado un objetivo, triunfar y disfrutar de lo quehemos hecho, debemos evaluar los méritos y esfuerzos que hemos realizado, de maneratal de sentirnos dignos de lo obtenido. El ego nos impone estándares tan exigentes que aveces nos sentimos responsables de las expectativas, frustraciones y envidias ajenas.

Como padres, sentimos culpa, y por esa razón no educamos bien a nuestros hijos. Elrabino Dovber Pinson, en uno de los libros que hemos citado y disfrutado en varioscapítulos, Vuelve a ser quien eres, nos enseña que el sentimiento de culpa apareceporque se transgrede un ideal interno. Hay una culpa que aflora por no ser mejor de loque uno cree que puede ser. Una paradoja: nadie será mejor de lo que pueda ser, si esla culpa la que lo atormenta.

Muy distinto es el sentimiento de amargura y arrepentimiento que nos puede impulsarde manera favorable a fortalecernos y aprender a ser responsables de nuestras acciones.Recapacitar sobre alguna palabra o hecho de los que nos arrepentimos puededevolvernos la armonía y aquietar nuestra conciencia. Debemos diferenciar entre unacosa y la otra, y ver a dónde nos conduce el sentimiento de culpa. Y desprendernos, entodo caso, de aquel que solo nos deprime y desalienta.

Una cosa es tener en cuenta a los otros y otra es convertirnos en los otros. Noes bueno eclipsar nuestro «yo auténtico» y convertir a nuestro «yo» en el «yo» del otro.

Hay una inevitable sensación de infelicidad cuando actuamos y sentimos de la maneraen que otros creen que deberíamos hacerlo. De esa forma, vivimos para cristalizar laimagen del ser que los demás esculpieron para nosotros. Hay un triunfo categórico delego: solo importa lo que el otro cree y quiere de mí.

En esa condición, actuamos desde afuera, no hay conexión con el adentro, se pierdela convicción interior.

La Torah habla de vergüenza y de arrepentimiento, pero no hace mención alsentimiento de culpa. Se trata de un sentimiento irredimible que solo desvía el juiciosevero a nuestro interior, pero no va acompañado de la necesidad de corregir o alterar laconducta.

Hablamos de un sentimiento negativo del que no surge nada loable que permitarectificarnos. Congelados en esta emoción, la vida pierde su carácter de cuentaprogresiva, ya que no evolucionamos hacia la acción y la resolución. Por otra parte,incurrimos en un sentimiento egoísta dado que sentimos culpa porque nos juzgamos anosotros mismos de manera desamorada, tan despiadadamente como lo haríamos con losdemás.

No es casual que, cuanto más críticos y despiadados seamos con las conductas

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ajenas, lo seamos en nuestro fuero íntimo con nuestros comportamientos.Espiritualmente, podemos pasar del «yo tengo que…» a «soy capaz de…». Se trata dedejar de lado el «yo debo» para entrar en el campo del «yo puedo».

Una vez más, las acciones buenas, genuinas y espontáneas, que sean parte de nuestraidentidad, son un muy buen adversario para el mortificante sentimiento de culpa. No esreprochable en muchas ocasiones sentirse culpable, pero sí lo es si nos quedamosatrapados en la narración interior y no usamos esa sensación como plataforma delanzamiento hacia una acción reparadora.

Si solo intentamos aplicar un cúmulo de teorías idealistas que no contemplen nuestracondición de «experimentadores humanos», no podremos implementar ninguna forma deespiritualidad. No debemos soslayar el contexto en el que surgen nuestras reacciones ysentimientos. Lo que nos pasa es entendible, lo que hacemos con lo que nos pasa, una yotra vez, va definiendo nuestro progreso espiritual. Se trata de un proceso magnífico enel que, a partir de lo que nos suceda, sucederá lo que elijamos vivir.

Podríamos explicarlo así. Cuando actuamos con bondad, se nos abren el corazón y lamente. No olvidemos que el corazón sigue a nuestras acciones, por lo tanto, las buenasacciones ayudan a crear un buen corazón, a expandirnos y transformarnos interiormente.

Recordemos cómo sigue la secuencia: como es adentro será afuera; lo interno y loexterno son simbióticos. El tan mentado sentimiento de culpa debe dar paso a la acciónconstructiva; lo que hagamos en esa instancia se convertirá en parámetro de nuestrocrecimiento espiritual. Podemos elevarnos, librarnos de la emoción negativa y encararuna acción positiva.

¿No te da vergüenza?El ego lucha con tenacidad para que nos identifiquemos con él. Vampiriza nuestra

identidad con poderosas armas, descriptas previamente como el miedo y la culpa.Sumaremos ahora otro elemento con el que el ego suele torturarnos: la vergüenza.

Miedo, sentimiento de culpa y vergüenza son múltiples rostros del falso ser. Sipermitimos que nos atrapen, nos convertirán en esclavos de la opinión ajena. Enmayor o menor medida, a todos nos regocija ser aprobados por los demás, aunque laexcesiva necesidad de su buena calificación terminará por desalinearnos con nuestro ser.

La saludable conciencia del otro no debería dar lugar a la enfermiza necesidad delotro, como factor de aprobación constante. Por otro lado, no deja de ser un acto siempreinsuficiente y abstracto, ya que es de enorme amplitud y diversidad el concepto al quedenominamos «los otros». Necesitamos confiar en nosotros mismos, sin incurrir enconductas soberbias, autoevaluándonos de la manera más objetiva posible, y sin poner lamira en la imperiosa necesidad de impresionar a los demás. La energía que solemosponer en tratar exageradamente de agradar la expectativa ajena termina pordegradar el propio potencial.

Estamos al servicio de la misión que nos toca y no al servicio de ningún ego, ni

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propio ni ajeno. Cuando sintamos que lo que estamos haciendo resuena con aquello quevinimos a hacer, ni las críticas ni las burlas ni las adulaciones nos importarán como antes.

Para el ego, todo es personal; para el espíritu, en cambio, como dice aquella viejacanción de Soda Stereo, «nada personal».

Cuando nos damos cuenta de que no vamos por buen camino, la conciencia y la vozinterior nos alertan de que estamos haciendo algo impropio.

El rabino Pinson sostiene que pareciera que el común denominador que une a laspersonas es la vergüenza que se produce cuando, ante un tropiezo, sentimos que somosimperfectos. En lugar de avergonzarnos, deberíamos darnos cuenta de que laimperfección es parte de la experiencia humana.

El origen de la vergüenza es la creencia en la perfección. Podemos dejar deavergonzarnos al reconocer y aceptar que los demás no deben esperar de nosotros queseamos perfectos, ya que ellos tampoco lo son. Se suele decir que del ridículo no sevuelve. Sin embargo, en el Antiguo Testamento se usa para la palabra vergüenza lasmismas letras en hebreo que para la palabra «retorna».

En la página 239 de Vuelve a ser quien eres se describe que la reparación de lavergüenza consiste en «retornar» a una forma distinta de conciencia, iniciar yexperimentar reintegración, dentro del mundo y dentro de uno mismo.

El miedo, el sentimiento de culpa y la vergüenza son grandes enemigos de la vidacomo cuenta progresiva; debemos trabajar para que no se enquisten en nuestrasexistencias. El letargo y la inmovilidad que nos causan impiden nuestro progresoespiritual. En las ocasiones en las que nos animamos a quitarle el comando al ego,emprendemos aquellas acciones que nos permiten evolucionar y que no nos darán nimiedo ni culpa ni vergüenza.

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Yo te conozco

La espiritualidad es la herramienta más inmaculada de autoconocimiento y evoluciónque Dios nos haya dado, para poder ser uno con él y con nosotros mismos. Dicen queDios nos observa con ojos piadosos, no tanto por lo que somos o hemos hecho sino porlo que queremos ser.

Hartos de no encontrarle sentido a la vida, de vivirla como una mera cuentaregresiva, solemos suplicar por un cambio. El kilómetro cero de la ruta a la felicidades la infelicidad. La neurosis, que no es otra cosa que la incapacidad de sentirse dignode ser amado, es la causa principal de nuestra desdicha.

Sentimos que nos hemos estancado, que nuestras conductas reiteradas nos llevan apensar que es eso lo que somos, patrones de comportamiento que se van arraigando, quenos hacen creer que siempre repetiremos los mismos fracasos.

Perdemos el poder espiritual, desperdiciamos nuestro potencial, no buscamos unaconexión más profunda y nos transformamos en empleados de esos patrones deconducta. Afortunadamente, cuando ya no nos sentimos cómodos buscamos una salida.Es bueno recordar que «no se cambia lo que se tolera».

Hay un momento en el que nuestro yo espiritual ya no soporta nuestroscomportamientos nocivos. Como bien dice Tim Laurence en Usted puede cambiar suvida, sabemos más lo que no queremos que lo que queremos. La buena noticia es quelos pensamientos arraigados no son parte esencial de nuestro ser, no vinieron connosotros, simplemente fueron adquiridos, de modo que los podemos modificar. Es másimportante lo que realmente somos que la manera en la que nos comportamos. En otraspalabras, siempre estamos a tiempo de cambiar.

El proceso Hoffman, programa sumamente eficaz de sanación emocional, nos ayudaa extirpar patrones negativos de conducta, recuperar nuestra condición de seresespirituales y vivir la vida alimentados de una nueva manera de ser. Es importante nointentar retener nada, pero mucho menos permitir ser retenidos por nuestro pasado.

Conocerse es fundamental para mejorarse. Es sumamente recomendable dedicaralgunos minutos del día a escuchar a nuestro yo espiritual, lo que nos permitirátranscender emociones negativas y cultivar las positivas. El yo espiritual anida en cadauno de nosotros, no es privativo de personas superiores, todos tenemos un yo espiritual.

Al comienzo, el camino correcto de la sincera introspección es muy duro.Enfrentarse a nuestras miserias no es sencillo. Solemos decir que queremos cambiar,pero no siempre estamos conscientemente dispuestos a modificar hábitos, soltar lo

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aprendido y abrirnos a nuevas formas. La brújula interior nos ayudará. Superado unprimer momento de resistencia, una vez que perforemos la superficialidad, el equilibriodel punto interior ya no sufrirá graves alteraciones.

Así como los japoneses hablan del Hodo (justa medida), la Torah menciona el puntojusto, al que denomina Tzadik. En proporciones equilibradas, el viaje espiritual requeriráhumildad (no humillación) y confianza en nosotros mismos (no jactancia). Siempre esbueno conocer nuestras virtudes y defectos.

Se ha popularizado aquello de «como te ven, te tratan», y podemos agregar: «comote ves, te tratas», y «como te percibas será como te comportes». Erróneamente se cree,en particular en los ámbitos de mayor exigencia y competitividad, que la humildades un impedimento para el crecimiento. Sin embargo, no es más que un rumor queel ego nos ha hecho creer.

Podríamos definir a la humildad como a un lente de aumento que nos permiteobservar nítidamente el hecho comprobado de que la vida espiritual facilita el progresopermanente. Es de destacar que, en la faz de la tierra, la humanidad parece demorar suprogreso por su escaso avance moral.

La puerta de entrada a la humildad es la de la admisión de una existencia real másimportante que nosotros, una realidad divina de la que somos una manifestación. Elhombre tiene la posibilidad de orbitar entre la realidad divina y la realidad humana, perotiene la obligación de diferenciarlas y saber aprovechar las oportunidades ilimitadas de laprimera y las limitadas de la segunda.

En noches como esta, en la que me encuentro escribiendo, y más allá de ciertospesares, encuentro la vida mucho más significativa cuando le hallo un sentido a lo queme está sucediendo. Con humildad se pueden deponer las armas del egocentrismo y sermás y mejores en todos los ámbitos de nuestras vidas.

No es una metáfora la figura de la unión entre el hombre y Dios. Es una necesidadreal, pero no forzosa; tampoco es una acción delegable. La misión para la que cadauno de nosotros ha sido elegido no puede ni debe ser realizada por ningúnreemplazante.

Dios, ¿por qué me cuesta tanto?Vamos perdidos por la vida hasta que entendemos que Dios quiere que, primero, lo

busquemos y, luego, le encontremos sentido a nuestro devenir. En los momentos másaciagos podemos preguntarnos si realmente queremos elevarnos y construir así laescalera que nos lleva de la vida material a la espiritual.

Luego de una larga serie de experiencias en el mundo físico, el hombre adquiereconciencia de lo que quiere para sí mismo y hace uso de su libertad de acción.

Dice el rebe Mendel Schneerson: «Dios quiere que nuestro mundo oscuro e inferioroculte su conexión con lo divino, de modo que el hombre, por su propio libre albedrío,elija arrancar las sucesivas capas del continente para revelar la luz».

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La mayoría de las personas no se conocen, ignoran prácticamente todo lo importantecon respecto a ellas, desconocen el motivo por el cual están vivas y se resisten a aceptarque son almas encarnadas que han llegado a este mundo para progresar. En general, secarece de conocimiento espiritual y el hecho de querer amarse a uno mismo mucho másde lo que se ama a los otros termina por atraer a nuestras vidas una serie depadecimientos que nos restan energía y tiempo para disfrutar la vida y evolucionar.

Podemos conocernos y comprendernos mejor si logramos entender que mucho de loque pensamos, sentimos y hacemos está vinculado con pensamientos, sentimientos yhechos de vidas anteriores por las que ya hemos pasado. De igual modo, lo queactuemos en esta vida será origen de diversas circunstancias de nuestras futurasexistencias.

Quien se conoce deberá empeñarse menos en corregir defectos, y más en mejorarcualidades. También debemos tener mayor tolerancia en el juicio a los otros, y menosindulgencia en el análisis de nuestras acciones.

Es mejor buscar las causas verdaderas de nuestros comportamientos y cerciorarnosde haberlas encontrado, que encargarse de buscar las excusas que los justifiquen.

Millones de personas se aferran al escepticismo, sin embargo nada es casual entre elproceso de la concepción y el instante de la desencarnación. Todo acontece merced auna existencia superior y tiene un objetivo que trasciende el mundo de las formas.

Dios hace encarnar el alma en un cuerpo, une la carne con el alma, la materia con laenergía. Cuando esa alma está preparada para cumplir con su misión en el mundo físico,se considera que entonces el alma ya está capacitada.

El alma eterna pertenece al espacio infinito, es energía. El cuerpo es materia ypertenece al mundo físico. Podríamos decir que, para todas las almas, la vida en la tierrarequiere el esfuerzo necesario para poder progresar y pasar a una instancia superior.Cuando el alma no supera las pruebas a las que fue sometida en su paso por latierra, reencarnará para enfrentar las mismas pruebas una otra vez, hasta haberasimilado aquello que tanto le cuesta aprender.

Se nos encomienda una misión y, junto con ella, el desafío de volver a reunirnos conDios, a fundir lo humano con lo divino. Los momentos de mayor realización de cada unode nosotros se producen cuando no nos sentimos «tironeados» y experimentamos la pazque nos da la inexistencia de grandes diferencias entre lo que decimos y hacemos, lo quecreemos y actuamos.

Somos los que mejor podemos llegar a conocernos, los que mejor sabemos aquelloque sentimos cuando hacemos lo que hacemos. «Yo te conozco» implica saber de unomismo, si vamos en una dirección pero nuestro pensamiento va en la dirección opuesta.

Cuando el alma percibe que el cuerpo no la complementa, no existe afinidad y somosvíctimas de una bifurcación que nos desequilibra energéticamente. Conocerse implicainterpretar lo que el cuerpo nos dice. Cuando actuamos a contrapelo del alma,terminamos por enfermarnos físicamente.

Cuando el cuerpo o continente se vacía del contenido del alma, es inevitableenfermarse. Solemos decir que nos «hacemos malasangre». Esto es literal. El psiquiatra

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argentino Arturo Eduardo Agüero, en su libro Emociones que enferman, describe lasenfermedades vinculadas con la sangre, como leucemia e interrupción injustificada de lamenstruación, entre otras, que padecieron aquellos que se vieron sometidos a la tragediade ser esclavizados en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

El filósofo Santiago Kovadloff ha señalado con precisión que la tragedia es un estadoo condición que nunca finaliza, a diferencia del drama, que es un suceso que tiene fin. Elalma en conflicto y sometida a situaciones traumáticas impregna el cuerpo de diversasdolencias que se originan en el espíritu, potencial inherente a cada individuo, la sustanciao médula que lo impulsa y sostiene.

El cuerpo sana cuando vuelve a ser un continente abierto a la luz que el almaproyecta y que disuelve la oscuridad que generan el temor, la amenaza, la humillación yla opresión. La espiritualidad es sanadora, es la conexión a la que el hombre puederecurrir para vincularse con su esencia, es el mecanismo por el cual se experimenta lamaravillosa sensación de reconocer lo extraordinario desde lo ordinario.

Cuanto más nos observemos a nosotros mismos, no con un fin narcisista sinoespiritual, más nos conoceremos. Don Miguel Ruiz Junior, autor de Los cinco niveles delapego, señala que podemos alcanzar la maestría de la conciencia por medio de laobservación y el autoconocimiento. Los toltecas señalaban que gracias a la concienciadejamos de ser víctimas para convertirnos en cazadores y finalmente, en guerreros.

La víctima se deja someter por el apego a una creencia; el cazador, por el contrario,busca oportunidades para practicar un nuevo punto de vista. En la tradición tolteca, alguerrero no solo se lo llama así por el hecho de luchar, sino porque mantiene la disciplinapor la cual vive de manera consciente, y comprende que la práctica hace al maestro.

Miguel Ruiz Junior es hijo de Don Miguel Ruiz, autor del magnífico libro Los cuatroacuerdos, que son de gran utilidad para conocernos más y vivir mejor.

1. Sé impecable con tus palabras.2. No te tomes nada personalmente.3. No hagas suposiciones.4. Haz siempre lo máximo que puedas.

El conocimiento espiritual permite que el hombre se conozca y reconozca. Pero solonos será de utilidad si se convierte en una necesidad y no en una obligación. El máximoconocimiento al que el hombre puede aspirar es el conocimiento de la verdad, deforma tal que el conocimiento verdadero (Ley Divina) no llegue a nosotrosdistorsionado por nuestro ego o el de los «intermediarios».

¿Qué es lo que somos?Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, Dios te conoce, conocerse es

reconocerse en él. Somos seres espirituales, estamos dotados de un alma que, para vivir

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una experiencia humana, necesita un cuerpo material que la recubra y contenga.Al morir, el que muere es el cuerpo, el alma no perece y permanece conectada a

Dios. Es parte de Dios, es la porción divina que nos acompañó durante nuestraexperiencia humana. Sobre ella recayó un baño de conciencia pura, sabiduría divina de laque podemos elegir beber o no.

Por medio de la autointrospección, podemos reconocer en nosotros el aliento de vidaque Dios nos insufló. Él supo «soplar» dentro de cada uno su espíritu, la chispa quebrota desde la divinidad. Cuando fuimos imbuidos de su espíritu, nos convirtió enespirituales y nos conectó con él a través del alma.

El alma (ánima) es la que anima al hombre, es el «viento detrás de susalas».Inconscientemente, a veces nos convertimos en el viento delante de las alas, el quefrena nuestros sueños. Múltiples son las ocasiones en las que elegimos compañíasequivocadas, que se transforman en el viento en contra que detiene el movimiento denuestras alas. En lo personal, siempre destaco de la persona que he elegido y que me haelegido para compartir la vida, su generosidad para estimular mis ilusiones. Conozcoesposas o esposos, parejas en general que frenan el desarrollo de las personas que dicenquerer.

No es recomendable desperdiciar el espíritu que Dios nos ha insuflado, lamanifestación de su energía divina, el impulso vital, dado que las inseguridades de egosque dicen quererte en verdad no desean ni soportan que puedas desplegar tu potencial.

Ir por la vida con el espíritu menguado es como viajar en un auto con el motorapagado o cuando menos averiado. El alma se alimenta del espíritu, es el que le da vida.En síntesis, somos seres animados por el alma y movidos por el espíritu. El alma esespiritual, todos somos un alma en un cuerpo, todos somos espirituales. Pero notodos desarrollamos idéntico nivel de espiritualidad.

Un espíritu apagado, un alma insatisfecha paga consecuencias físicas; en ese estado,nuestros órganos no reciben suficiente impulso vital. El alma es una porción de Dios ennosotros, el cuerpo es la mansión del alma, y así ya lo entendían los egipcios hace siglos.

Te conoces a ti mismo cuando comprendes que, si bien el alma es invisible,afortunadamente es perceptible, la puedes sentir. El alma que portamos necesita variasencarnaciones para terminar de alcanzar a Dios y ser crística. Cada uno de nosotroscuenta con cada virtud que Dios posee, por lo tanto todos podemos hacer realidadnuestra condición de hijos del creador. Todos llevamos a Cristo en nuestro interior. Huboun único Jesuscristo; maestros iluminados, hijos de Dios, muchos.

La conciencia crística manifestada puede hacer que haya Juan Cristo, FernandoCristo, Marta Cristo, y así sucesivamente. Dios nos envía a la tierra como una muestra oporción de divinidad en este plano, para volver a él, evolucionados y purificados, tras unanueva experiencia humana. El nivel de progreso espiritual que alcanzaremosdependerá del «uso» que hayamos hecho de nuestra alma.

Los maestros védicos de la India sostenían que, tal como el alma es parte de Dios, sumisión es estar a su servicio, manifestar luz y divinidad en el mundo terrenal. Lacondición única de cada alma explica por qué somos todos distintos, con rasgos

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diferentes de personalidad, que van marcando nuestra actitud de vida. Dicho nivel deindividualidad, sostiene el rabino Dovber Pinson, además es investido en nuestra formafísica particular y mantiene su existencia como fuerza espiritual específica en la posvida.«La ola vuelve al océano y, sin embargo, conserva su forma de ola», concluye el rabino.

A la mencionada personalidad de cada alma debe sumarse la voluntad del alma, elimpulso que vaya a transformar, o no, nuestro potencial en cristalización o enpostergación. El nivel de evolución del alma determina cómo estamos, en qué puntonos encontramos. Cuando el alma llega a una instancia superior, la conexión con elcreador es comparable a la del cordón umbilical que nos une al vientre materno.

La individualidad de cada alma, la existencia del libre albedrío nos permite ver en quéescala o nivel del alma vibraremos, si en los de mayor opacidad o en los de mayorbrillantez. Si bien el alma individual es un fragmento del alma universal, tiene el margende elección para decidir qué experiencia vivirá en esta encarnación.

Disponemos de la posibilidad de elegir servir o no a Dios; no tendría sentidohacerlo por imposición. Lo que hace aún más maravillosa la tarea es el regocijo deelegir hacerla sin dogmas o axiomas. Según con quién opte por identificarse, a quién«seguir», el alma vivirá su propia experiencia. Hay almas que se alejan de su pertenenciaoriginal y se identifican con el yo inferior.

Mi amiga Federica Zosi, autora de magníficos libros sobre registros akáshicos, seretrotrae a los maestros hindúes para recordarnos que así como el alma es inmortal,lógicamente, es «innacida»; no puede nacer lo que no ha muerto.

El libro maestro hebreo Zohar no solo habla del alma encarnada; asegura que chispasdel alma peregrinan a nuevas formas de vida. Para el rabino Dovber Pinson, «unaexperiencia de muerte negativa debe ser enterrada a fin de avanzar en la vida». Losprincipios de reencarnación y transmigración nos dicen que existen muchasoportunidades en la vida y que nuestro gran desafío puede cambiar. Pero solo podremosavanzar si dejamos atrás el espacio de nuestra encarnación anterior.

Entender este proceso nos ayuda a ser conscientes del alcance de nuestros actos. Esedarnos cuenta del impacto eterno de nuestra conducta nos lleva a obrar con mayorcautela, atención y escrúpulos en el presente.

La respuesta a quienes somos es: «el alma». Somos quienes sentimos, no sololo que sentimos. La manifestación espiritual del hombre es el alma, la lente individual yespiritual a través de la cual todos experimentamos la existencia. El alma es el único yprofundo documento de identidad de una persona, es nuestra identidad única y superior.El ego es nuestra «credencial» apócrifa.

La individualidad de las almas se ve en la necesidad de cada una de ellas deexpresarse y experimentar de diferentes formas. Cada uno de nosotros demanda unanecesidad única que, de no ser atendida, genera en nosotros grandes dosis de frustración.

Un ego diluido y menos voluminoso es un «agente de supervivencia», esa es su tarea.De este modo se vuelve más transparente a la luz del alma. Vive en cada uno de nosotrosun impulso innato de egoísmo cuando el ego se hace cargo de la mayoría de lasdecisiones e identificaciones que llevamos a cabo.

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Si el ego se termina mimetizando con el alma, esta pierde la capacidad de empatía, deponerse en el lugar del otro, de comprender su dolor. Y la vida es tomada como unasucesión de acontecimientos que se viven y proyectan como mera prolongación de unomismo.

Esto impide la posibilidad de verse a sí mismo; no existe el sentimiento de compasiónhacia los otros. Solo existe el yo; el otro ha sido suprimido. Podemos trabajar con el«egómetro», medirnos y chequearnos, tal como nos pesamos por la mañana en labalanza. Podemos monitorear el poder y el alcance de nuestro ego. Disminuir el egoísmoe incrementar acciones que consideren al prójimo (esto no significa hacernos cargo desus vidas y misiones) reflejará un cambio sustancial en el «marcador» del ego.

El alma es la que inclina la balanza hacia el bien y la trascendencia, el ego la inclinahacia la actitud más superficial y egoísta. Convivimos con ambas tendencias. Somosambas cosas. El Talmud —obra que resume en gran medida la sapiencia hebrea—expresa: «Lo que el ego propone puede ser dulce al comienzo pero se torna amargo alfinal, sus recompensas son momentáneas».

Llega un momento en que entendemos que el ego no es más que una ilusión, unailusión que no debemos combatir, ya que alcanza con no creerle, con no identificarse conella.

El ego es un vehículo básico para ser utilizado en caminos elementales de la vida,pero debe ser descartado a la hora de transitar las rutas trascendentes de nuestraexistencia. El rabino Dovber Pinson sugiere: «Primero, ingresa por completo al cuerpo lafaceta egocéntrica, que es la que sostiene y refuerza la identidad; luego, solo cuando lapersona ha adquirido un elevado nivel de conciencia, en la temprana adolescencia, puedeingresar al cuerpo la dimensión trascendente del alma».

La raza humana es un híbrido de ego y trascendencia, podemos elegir qué es lo queprevalecerá y marcará nuestra vida. El ego (yo separado) es domesticable e integrable,esa labor es la que a todos nos toca.

Una vez que conocemos la experiencia de la armonía, procuramos reencontrarnoscon ella. El sentimiento de armonía siempre proviene del interior, no debemosbuscarla en el afuera. El agua viene del mar, no busques su fuente en la arena, aunqueesta luzca húmeda.

El cuerpo es el recipiente potencialmente sagrado del alma, que el alma penetra einunda. Sin embargo, decimos «potencialmente» porque en muchas ocasiones elegimosser «repelentes» (no recipientes) del alma. Cuando actuamos así, la existencia quedareducida a hábito e instinto, y la conexión con Dios pasa a ser una aspiración remota.

En el pasado, los maestros talmúdicos concluyeron que, para el alma, hubiera sidomás sencillo no habitar el cuerpo. Recordemos que algunas páginas atrás mencionamoslas contradicciones del alma durante la gestación y su dilema acerca de seguir con elproceso u optar por volver al mundo etéreo.

Luego, con la madurez, el alma ya no considera al yo físico como una prisión, y unavez aclimatada al cuerpo se complementa y combina adecuadamente. Es así; luego dehaber querido abandonar el cuerpo durante la gestación, a la hora de desencarnar se

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resiste a hacerlo.Pero de eso hablaremos en el próximo capítulo.

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Me muero y vuelvo

Los humanos somos los únicos seres u organismos vivos conscientes de su finitud.Esa ha sido la raíz de todos sus miedos, pero también el origen de la filosofía, de labúsqueda de sabiduría que nos conduzca a lo trascendente.

Es la carne la que muere, es el alma la que siempre vive, noble e inalterable a todaslas experiencias de desintegración corporal. Millones de cristianos en todo el mundoveneran desde hace veintiún siglos a Jesús, quien se presentó ante sus discípulos despuésde la muerte en forma física. En la tradición hindú se cuentan casos de maestros queatravesaron experiencias semejantes.

La mayoría de los mortales no se cree inmortal y, pese a todas las experiencias porlas que hemos pasado de muerte y renacimiento, no es frecuente que seamos conscientesde ellas y, consecuentemente, le tememos a la propia muerte y más aún a la de nuestrosseres queridos.

Ese temor es el gran mentor de la vida como cuenta regresiva. En el mundo espiritualse sostiene que a la muerte —ni la propia ni la ajena— no se la debe desear, perotampoco se la debe temer.

Aunque parezca contradictorio, nuestra meta en la vida debe ser que, así comocuando nacimos, lloramos y el resto sentía regocijo, al partir podamos hacerlo conuna sonrisa, aunque el resto llore.

Existe una leyenda de un joven moribundo que, al escuchar a su alrededor a quieneslloraban por su partida, gritó: «¡No me insulten con llantos de compasión, ahora quevuelvo hacia el reino de la luz y del amor eterno. Soy yo quien debería condolerme deustedes!».

Naturalmente, todos deseamos vivir muchos años, al igual que anhelamos que asísuceda con nuestros seres queridos. Pero poder comprender, independientemente denuestros apegos, que quien se va no sufre y se libera nos puede aliviar enormemente deldolor.

El alma, tras la muerte del cuerpo (la funda, el traje), encarna en una nueva forma.Muere también el ego, ya que no persiste la necesidad de ese vehículo terrestre,destinado a que el alma viva una experiencia humana. La evolución del alma es natural,ascendente, sin regresión a formas inferiores. No nos iremos de aquí como personas paravolver como animales, piedras o plantas.

Las escrituras sagradas hindúes sostienen que el alma va evolucionando desde elreino mineral, con escalas en el vegetal y el animal, antes de pasar a la encarnación de la

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forma humana. De ahí en más, son reiterados los ciclos de nacimientos y muertes, conlas consiguientes lecciones que debemos aprender, hasta finalmente poder alcanzar larealización divina.

La reencarnación es la expresión más acabada del progreso álmico, el que se vadesarrollando a través de sucesivas vidas. Volvemos una y otra vez hasta lograr elaprendizaje total. Cada vez que regresamos, van surgiendo nuevas identificaciones con elego, deseos, tentaciones e imperfecciones que dificultan la tarea, pero a su vez generan eldesafío de cada alma de volver para siempre al hogar espiritual y honrar su herenciaespiritual.

Cada uno de nosotros irá viviendo su experiencia y, al no ser nuestros respectivospotenciales cristalizados, una nueva encarnación nos dará la oportunidad de continuar lalabor.

Al morir, solo perdemos nuestro cuerpo; en nuestra próxima encarnación tendremosotro, pero en nuestra forma de ser regresaremos muy parecidos a quienes hemos sido,especialmente en la etapa final. Como hayamos sido en el cierre de nuestra vida anterior,en gran medida así seremos en la próxima vida.

Los sabios de la India aseveraban que se requiere un millón de años de vidaarmoniosa, libre de enfermedades, para que el alma alcance la liberación. De ser así,sería lógico suponer que los cambios que hagamos de una vida a la siguiente seránacotados.

Volvamos a la Ley de Causa y Efecto. Toda acción produce una reacción. En la Leyde Encarnación, todo lo que nos sucede en el presente es resultado de lo que hemoshecho en el pasado. Si no encontramos en esta vida la respuesta, tal vez la podamoshallar en la anterior. Muchas veces decimos que la vida que nos toca vivir no es justa,pero obviamos que solo vemos una parte y que esta vida fue precedida por otras.

Paramahansa Yogananda menciona, en La búsqueda eterna, que los rasgostemperamentales más intensos y las preferencias que forman nuestro carácter nocomienzan con nuestra vida presente, y han quedado arraigados en nuestro conscientemucho antes. De esta manera, podemos entender por qué algunos individuos, ya desdesu más tierna infancia, poseen ciertas capacidades.

La Biblia dice: «Si superas la ilusión de esta vida, retornarás a Dios y no reencarnarásmás». Con cada regreso del alma individual a este plano, Dios nos da la opción deaumentar nuestra individualidad al máximo.

Tal como la vida es una prolongación de vidas anteriores, somos la continuación denuestros padres, abuelos, bisabuelos, de nuestros ancestros. Se suele decir que estamosmarcados por las siete generaciones que nos precedieron en el árbol genealógico.

En la religión judía se realiza una buena acción en homenaje y memoria de quien hafallecido, como la de entregar dádivas en nombre de un ser querido fallecido. También,encender velas para el deleite del alma por el placer que recibe de la luz.

La síntesis o resumen de la vida aparece de la siguiente manera en La vida despuésde la vida: «Un alma desciende para habitar una forma humana, cuerpo y alma trabajanjuntos, hasta que llega el momento en que han de separarse. El alma se remonta a lo alto,

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en tanto que el cuerpo se fusiona con los elementos más densos de la creación».Producido el fallecimiento de la forma física, el alma retorna a su fuente, donde se

funde en la unidad del creador. Luego de vivir en el plano terrenal, el alma se ha vueltomás sabia, tras haber recogido más años de experiencias humanas.

Casi me mueroCuando una persona atea, escéptica y de gran reputación científica termina por

comprobar la existencia de un mundo que trasciende el de las formas, y admite unapresencia superior a la de su expandido ego, se le suele dar mayor crédito y prestigio queel que se les concede a sabios maestros de la espiritualidad que hace siglos se anticiparona la ciencia.

El doctor Eben Alexander basó su vida de neurocirujano en la lógica científica, hastaque su experiencia cercana con la muerte (ECM), con un coma profundo incluido, lollevó a dar fe de aquello que ya no consideraba una fantasía: ni más ni menos que laexistencia de Dios y el alma.

En su libro La prueba del cielo, número uno en ventas en la lista de best sellers delNew York Times, Alexander reseña su viaje a «la vida después de la vida», y afirmahaber comprobado que la muerte del cuerpo y la del cerebro no supone el fin de laconciencia. Asegura, además, que existe un mundo de consciencia ajeno al de laslimitaciones del cerebro físico.

Su relato de la experiencia cercana a la muerte nos remonta a la vivida por el queridoperiodista argentino Víctor Sueiro, quien supo contar en sus libros su ECM y el dedecenas de personas que regresaron del más allá con relatos fascinantes y estimulantes desus trances. En los que el denominador común es un enorme mensaje de esperanza paraenfrentar el momento de nuestro desenlace.

Claro que, si se trata de impacto, que quien narre con lujo de detalles su inesperadaexperiencia espiritual sea uno de los neurocirujanos más reconocidos de los EstadosUnidos y que además antes de vivirla haya sido una persona que no creía en nada deesto, hace todo más increíble.

Al principio del libro comentamos la visión de Woody Allen acerca de la vida. Puesbien, la del doctor Eben Alexander antes de su ECM no difería demasiado de la delfamoso director de cine. No obstante, tras permanecer siete días en un estado de comaprofundo, experimentó la sensación de ascender por un valle estrecho y oscuro, hastallegar a otro en el que había una luz espléndida, donde había colores indescriptibles. Unlugar maravilloso y reconfortante, lleno de amor. Alexander dice en su libro: «No tengomiedo a morir porque ahora sé que no es el final».

Este profesional graduado en la Escuela Médica de Harvard describe diálogos en losque le manifiestan que lo aman, que lo aprecian y que no tiene nada que temer. Paraeludir los inevitables cuestionamientos y reacciones sarcásticas de sus colegas, EbenAlexander aclara que no es un bobo sentimental, que conoce qué aspecto tiene la muerte,

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que sabe cómo funciona la fisiología de su propio cuerpo, y la diferencia entre realidad yfantasía. Naturalmente, hace referencia al hecho de que, como cirujano, ha estado encontacto con personas con las que estuvo hablando y bromeando y poco después las vioconvertirse en un objeto inerte en la mesa de operaciones.

En su experiencia convertida en libro, nos cuenta que durante su encuentro cercanocon la muerte una voz le indicó que no hay un solo universo sino muchos, que el amorreside en el centro de todos ellos y que el mal también está presente, necesariamenteporque, sin él, el libre albedrío no sería posible y, por lo tanto, no podría habercrecimiento ni posibilidad de convertirnos en aquello que Dios quiere que lleguemos aser.

En La prueba del cielo, el autor describe su aventura como una visita, un recorridopor el lado invisible y espiritual de la existencia, donde el mensaje recibido cada vez queatravesó el «Portal» tal vez pueda resumirse en una línea. El mensaje fue: «Te aman».

Que un científico sostenga que tuvo una experiencia cercana a la muerte perfecta,con su neocórtex desconectado por completo, que el hecho de ser neurocirujano le hayapermitido estar, tal como dice, «en una posición privilegiada para juzgar no solo laveracidad de lo que vivió sino también todas sus implicancias», es un aporteextraordinario, en el que el lado limitado y racional se abre al aspecto ilimitado ytrascendente.

Por años, el doctor Eben Alexander escuchó numerosos relatos de gente que, despuésde sufrir algún ataque cardíaco, contaba que había viajado a lugares misteriosos dondehabía hablado con parientes muertos e incluso con Dios. Sin embargo, para él, esosrelatos eran producto de la fantasía propia de quien está alucinando.

Hoy, luego de su ECM, señala: «El amor es sin ninguna duda la base de todo, no esuna especie de amor abstracto e inescrutable, sino el amor cotidiano y sencillo, ni celosoni egoísta, tan solo incondicional». Para Alexander, esta es la realidad de las realidades, laincomprensiblemente gloriosa verdad de las verdades que vive y respira en el centro detodo lo que existe o existirá alguna vez.

Ante las previsibles críticas que puedan surgir del mundo académico, se pregunta:«¿Te parece poco científico?, permíteme que disienta, yo he regresado de aquel lugar ynada podría convencerme de que esta afirmación no es la verdad más importante deluniverso, desde el punto de vista emocional, pero también desde el científico».

Qué maravilla observar a una persona que creía tener todo el conocimiento acerca delfuncionamiento de la vida, comprender que no basta la acumulación de conceptos sin laaplicación de sabiduría. Pasar del mundo de la ciencia, respetado pero acotado, alilimitado y universal poder de Dios representa un gran salto de calidad. Así lo manifiestaAlexander al expresar: «Podemos recuperar nuestra conexión con el reino idílico,simplemente lo hemos olvidado, porque durante la parte físico-cerebral de nuestraexistencia, nuestra mente bloquea o al menos vela el trasfondo cósmico superior».

Explica que sólo podemos ver aquello que nuestro cerebro filtra; el cerebro, sobretodo el hemisferio izquierdo, la parte lingüística, lógica, que es la que genera nuestrosentido racional y la sensación del ego, es una barrera que nos impide experimentar cosas

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superiores. Luego de experimentar su transformación, el doctor Alexander hacereferencia a sus pares y asegura que hay determinados miembros de la comunidadcientífica (él era uno de ellos) aferrados a una visión materialista que han insistido una yotra vez en el concepto de que ciencia y espiritualidad no pueden coexistir.

Dios sabrá por qué ha elegido precisamente a un científico para que viva yexperimente «la prueba del cielo», y le encomienda la tarea de contarla y compartirla conel mundo. De hecho, Alexander la considera como la tarea más importante que le hayanencomendado.

Cuando nos liberamos de la carga de nuestro yo inferior, ofrecemos lo mejor denosotros a los otros. Hasta un consagrado neurocirujano pasa a ser aun más valioso aldesprenderse de sus apegos y, con toda sinceridad, admitir que sintió dolor y tristeza alregresar a la tierra, más allá de que aquí lo esperaba con desesperación su queridafamilia. En su antigua concepción, admite Eben Alexander, espiritualidad era una palabraque jamás hubiera utilizado en el transcurso de una conversación científica.

Pasó años estudiando el cerebro humano, pero hoy considera que «el auténticopensamiento no es obra del cerebro». En el mundo espiritual proclamamos la existenciade una mente universal a la que cada mente física puede conectarse. Ojalá el hombre,especialmente el más instruido, no tuviera que llegar a hablarle de tu a tu a la muerte,para recuperar su yo espiritual. Es deseable que cualquiera de nosotros, sin llegar a unECM, pueda activarlo a fuerza de amor y compasión.

Mientras tanto, la experiencia que Dios le dio a un científico para poder difundirla esuna bendición para el doctor Eben Alexander y para sus millones de lectores. Expandirlas conciencias de las personas hacia una conciencia universal que nos saque delestancamiento de la conciencia limitada terrenal es un gran aporte que podemos hacercomo difusores espirituales. Alexander parafrasea a sir John C. Eccles: «Debemosreconocer que somos criaturas espirituales, dotadas de almas que moran en un mundoespiritual, así como somos seres materiales cuyos cuerpos y cerebros existen en unmundo material».

Cambia la vida para quien activa su yo espiritual; pasa de la cuenta regresiva a lacuenta progresiva; cambia la noción del tiempo. En la página 192 del magnífico libro Laprueba del cielo podemos leer: «Como durante el tiempo que pasé en el mundoespiritual experimenté la naturaleza no lineal del tiempo de un modo tan intenso, ahorapuedo comprender por qué es tan fácil que los escritos sobre la dimensión espiritualparezcan tan distorsionados (o sencillamente absurdos) desde la perspectiva terrenal. Enlos mundos que se extienden por encima de este, el tiempo no se comporta como aquí.Allí las cosas no se suceden necesariamente de una manera secuencial, un momentopuede parecer una vida entera y una o más vidas pueden parecer un simple momento».

Podemos ver a Dios con los ojos de la conciencia, nunca vemos su rostro peropercibimos su presencia. No estamos obligados a una situación empírica extrema paraconocer a Dios, no solo lo conoceremos de esa manera; son muchas las formas, mássutiles y hasta menos traumáticas, que hemos mencionado en este libro y que sonactivadoras de la existencia del alma.

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Tenemos la posibilidad de regresar nuestras almas a su fuente, aun estando ennuestros cuerpos. La meditación nos llevará a la acción que pondrá al alma en acción.

Pero volvamos al relato del encuentro cercano con la muerte del doctor Alexander,que emocionado relata haber estado en comunicación directa con Dios: «Así expresado,suena a megalomanía, pero cuando estaba sucediendo yo no lo percibí así. De hecho, medaba la sensación de que solo estaba haciendo lo que toda alma es capaz de hacercuando abandona el cuerpo y lo que podemos hacer ahora mismo por medio de distintastécnicas de plegaria o de meditación profunda. Comunicarse con Dios es la experienciamás natural del mundo y, a su vez, la más extraordinaria. Dios está presente en todosnosotros en todo momento, todos estamos conectados como uno solo a través de nuestrodivino enlace con Dios».

No supeditemos nuestro encuentro cercano con Dios a la llegada de unaexperiencia cercana a la muerte. Cada día, en nuestra experiencia cercana a lavida, podemos dejar que aflore la necesidad del alma y experimentar nuestraconexión con Dios.

El rabino Dovber Pinson revela que la descripción secular más antigua de Occidenteacerca de un ECM aparece en La república de Platón, en la que un soldado griego, apunto de ser cremado, cuenta la historia del abandono de su cuerpo y el viaje que realizajunto con otros, en el sitio en el que habría de ser juzgado.

Cifras confiables consignan que se han reportado más de trece millones de ECM,solamente en Estados Unidos.

Las diez etapas posibles de un ECMPrimera: Podemos experimentar la sensación de no encontrarnos entre los vivos y

hasta escuchar voces de personas que así lo indican.Segunda: Entramos en un estado de absoluta tranquilidad, sin dolor o angustia.Tercera: Podríamos escuchar un zumbido desagradable.Cuarta: Tomamos conciencia de la separación. Despojados de la forma física,

sentimos otra especie de cuerpo, que algunos describen como un campo energético o unaespecie de nube, un torbellino de colores. El doctor Alexander menciona la aparición deun arcoíris. En esta etapa la conciencia se expande.

Quinta: Se produce el paso por el tantas veces mencionado «túnel» que atravesamosen la oscuridad.

Sexta: Encuentro con entidades etéreas que nos parecen conocidas, como familiares oamigos fallecidos con anterioridad, que parecen llegar para asistir al alma. Algunosreportan incluso la aparición de figuras angélicas.

Séptima: Es posible que nos encontremos con un ser luminoso al que inmediata einevitablemente asociaremos con Dios. Se trata de una luz que emana vibración amorosa,poderosa e incondicional.

Octava: Experimentación del individuo de una exhaustiva revisión de su vida, una

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sensación de autoevaluación. Así lo ilustra el rabino Dovber Pinson: «Una revisióninstantánea panorámica de lo que ha vivido, una recopilación profunda y pasional de lavida». Al morir, el individuo vuelve a vivir sentimientos, momentos y detalles de su pasopor la tierra.

Novena: Se experimenta con intensidad la ausencia del tiempo y del espacio, peroesto no es vivido como una privación, pues sucede de manera integral.

Décima: Llegamos a una especie de puerta, barrera o puente, una forma deimpedimento que parece separar la vida en este mundo con la del mundo que sigue.

Es necesario aclarar que no todas las personas que reportan un ECM atraviesan todasestas etapas, y además no siempre la secuencia tiene el mismo orden. Cuanto más lejosllegue el individuo dependerá del hecho de haber sufrido muerte clínica y, de ser así, porcuánto tiempo. A mayor duración de esa experiencia, más lejano y profundo el viaje.

Todos hemos de morir y no precisamente por un rato. Todos hemos de sufrir lamuerte de seres queridos. El aporte de las personas que relatan sus ECM puede ser degran ayuda para saber con qué nos enfrentaremos y con qué se enfrentarán nuestrosafectos.

Si bien hay quienes simplifican la definición de muerte como la de «dormir parasiempre»; en cierto modo el sueño se semeja a «un ensayo de partida».

Cuando dormimos, importantes porciones del alma toman distancia del cuerpo. Esosviajes nocturnos son propicios para que los niveles superiores del alma puedan informar alos niveles inferiores que permanecen en la tierra. En efecto, muchas personas reciben,merced al registro consciente de sus sueños, sabiduría impartida, que comprenderán o noen función del desarrollo espiritual que hayan alcanzado.

La vida después de la muerte nunca generará adhesiones absolutas, cada uno denosotros, impregnado por subjetividades, prejuicios y formaciones de distinto tipo,impedirá unanimidades a la hora de llegar a una conclusión. Precisamente esto lo tornaun tema apasionante para la humanidad, ya que nos deja la posibilidad de desentrañar elgran misterio de la muerte.

Consciente de este límite, que a su vez es un gran motivo de búsqueda y aprendizaje,cerraremos este libro con un capítulo final dedicado a la muerte.

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Apuntes de la muerte. Y al final, ¿la vida sigue igual?

Compartiré algunos conceptos referidos a la «partida», basándome en relatos delibros y escrituras sagradas.

Una vez que el alma abandona el cuerpo experimenta un tremendo estado deconciencia potenciada, que permite percibir la realidad con mayor intensidad. Lapercepción es más lúcida y la conciencia se expande en su totalidad. Es el maravillosoproceso por el cual el alma se libera de la constricción o encarcelamiento del cerebromaterial.

Ya no hay lugar para el ego, la conciencia expandida no le permite filtrarse. El almapercibe todo lo que se dice frente al cuerpo sin vida, la sensación es como si estuvieracontemplando el cuerpo de otra persona. Según la tradición judía, incluso luego delentierro, durante los primeros tres días, el alma ronda al cuerpo y lo observa.Independientemente del miedo que en vida le hayamos tenido a la muerte, cuando elalma abandona el cuerpo, a esta la invade una completa ausencia de todo tipo de angustiao pánico. Sin embargo, esto depende fundamentalmente del nivel de preparaciónespiritual con el que lleguemos al momento de la muerte.

Supuestamente son unos pocos los que experimentan temor y agobio cuando su alma,identificada por demás con el ego, pugna por abandonar la «cárcel» del cuerpo.Registrado todo aquello que una persona ha hecho en vida, el efecto de susacciones y pensamientos no será inocuo, ya que vibramos de una manera al actuarbien y refinar el alma y de otra cuando obramos en sentido contrario.

En la página 133 de El saber judío acerca de la vida después de la vida se puedeleer: «La naturaleza del cuerpo de posvida que asume el alma es un reflejo directo deldesempeño del individuo aquí en la tierra. Estas proyecciones externas son el cuerpoespiritual en la vida después de la vida».

Según como pensemos, sintamos y actuemos en este mundo, así será la siluetadel «cuerpo espiritual» que portemos en el otro plano. Por ejemplo, un individuo quereporta un encuentro cercano con la muerte, con un cuerpo etéreo carente de dolor eincapacidades, puede asumirse como una buena persona. Queda de manifiesto que«creamos» lo que nos tocará vivir.

Según la Torah y sus enseñanzas esotéricas, parientes cercanos, amigos yocasionalmente maestros vienen a acompañar el alma y sirven como guías para iniciarlaen el universo de conciencia incorpórea. Maridos y esposas se reencuentran en la posviday, por lo general, las familias se vuelven a unir. Una inmensa alegría espiritual invade los

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cielos cuando las almas descubren que sus seres queridos, sus amados, están a punto deunirse con ellas.

Los textos tradicionales señalan que una de las personas que el alma percibe en elproceso de defunción es la de Adán, el ser humano primordial, la raíz de todas las almas,la fuente genética de toda la humanidad. Convengamos que, después de todo, la muerteno es otra cosa que un individuo que se ha reunido con sus ancestros, es decir, que se hareunificado espiritualmente.

Los Ángeles, pero no CaliforniaSegún el Antiguo Testamento, los ángeles existen, son mensajeros y transmisores de

energía, que están despojados de toda materialidad. Luego del fallecimiento de unapersona, esta es recibida por los ángeles que se unen a ella. Hay dos o tres que viajanjunto a nosotros durante la vida, son aquellos a los que habitualmente llamamos «ángelesde la guarda», «los que nos acompañan dondequiera que vayamos. Ellos se encargan deregistrar nuestras acciones, pensamientos, palabras y experiencias, eso que hacemos creauna energía y es la cápsula precisa de nuestro paso por la vida.

Acostumbramos decir que «Dios toma nota de todo», pues bien, parece ser quesus escribientes son los ángeles guardianes, cronistas de nuestras vidas, losbiógrafos que trabajan a pedido de Dios.

Estas figuras angélicas son una especie de réplica espiritual de lo que somos. Nodebemos olvidar que todo pensamiento, acción y palabra es usina de energía angélica enun nivel cósmico.

Lo que hacemos físicamente, aquello que es tangible, influye en el mundo físico y escausa de transformación material de la energía. En el mundo material, cada vez que nosmovemos, por mínimo que sea el movimiento, generamos un efecto de reverberancia enla atmósfera. Con una simple onda causamos una vibración continua e incesante. A nivelespiritual, cada pensamiento, emoción y acción continúa mucho después de su primeraaparición, incluso después de que el individuo que haya realizado estos actos fallezcafísicamente. Dice el rabi Dovber Pinson que las acciones negativamente cargadasdesaparecen y son destruidas en el proceso de la posvida, en tanto que las experienciaspositivas, las buenas obras, viven por la eternidad.

Nuestra intención, propósito y emociones crean una fuerza espiritual y una creaciónangelical puras. Con acciones positivas estamos creando «ángeles» concebidos conenergías perfeccionadas. Nos recomiendan estar totalmente presentes en la vida activa,de modo de producir «ángeles desarrollados». Las acciones desganadas generan seresdislocados y desfigurados. Los maestros de la vieja tradición judía aseguraban que concada mitzvot (buena acción) creamos un ángel.

Los sabios del Talmud intuyen que la forma humana está subdividida en 613 partesque se corresponden con las 613 buenas acciones delineadas en la Torah. El número encuestión es el resultado de la sumatoria de los 248 órganos principales y las 365 venas y

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arterias fundamentales del cuerpo. Tal vez esta enumeración —nos dice el rabi DovberPinson— esté relacionada con los 365 puntos de acupuntura mencionados en el Nei Pingchino. El alma que anima al cuerpo también se compone de 613 energías y atributos.

Volviendo a las 613 mitzvot o buenas acciones, estas se dividen en mandamientospositivos (harás) y negativos (no harás). El conjunto de ellas en pleno nos concede laoportunidad de un completo desarrollo de varios aspectos del alma.

Cada una de las 613 acciones en particular es atinente a una reserva de energíaespiritual distinta y libera al alma para su expresión más completa.

Si como decía el sabio rey Salomón, «el alma del hombre es una vela de Dios»,suena lógico que al morir veamos luces radiantes dando existencia a la «vela», sin quesiga vigente la restricción del cuerpo. No abandonaremos este plano de existencia hastatanto nuestra alma vea a Dios. Producido el encuentro, el alma se mueve naturalmentehacia la luz.

Si el alma se siente una con la luz, esta le parecerá acogedora; en el caso de aquellasalmas a las que les cueste despegarse del yo inferior, la luz será un tanto encandilante ycegadora. Nada de lo que hemos hecho a nuestro paso se pierde, todo quedaregistrado. La vida entera es transcripta con exactitud y un día vuelve a ser proyectadadelante de nosotros. Al morir, toda nuestra trayectoria es traída a nuestra alma para serevaluada, se realiza la estimación de lo actuado, pensado y sentido y la forma en que estoha afectado a la gente que nos rodeó.

Según el Midrash (libro de investigación que facilita la comprensión de la Torah), losángeles acompañantes que viajan con nosotros durante toda la vida son quienesatestiguarán sobre nuestra conducta. No faltan quienes señalan que el alma es el testigoque percibe su propio «currículum» y se encarga de hacer una autoevaluación de loactuado.

Nuestra vida queda impresa en la psiquis humana, su codificación se ve en el auracircundante, la sombra que proyectamos. Despojados del cerebro humano, sininterferencia del ego, con conciencia unificada, procedemos a recordar y observar lo quefuimos e hicimos en vida. Una vez que el alma desencarna, se enfrenta a su reflejo.Si la negatividad irrumpiera en el espejo, se tornaría necesario limpiarlo. Se haceuna purificación que permite que el alma vuelva a brillar.

El Talmud señala que la vida y la posvida son indivisibles: una es la prolongación dela otra. Lo que ocurre en la posvida no deja de ser una extensión de lo que ocurrió en lavida. Nuestras acciones son las que determinan si el alma ascenderá o si la negatividadnos seguirá hundiendo sin poder remontarlo.

A la hora de lo que se ha llamado «Juicio final», el ego ya no podrá oficiar deabogado defensor. Inevitablemente, luego de ser proyectada la película de la vida, el falloserá justo, la persona objetivamente se juzga a sí misma y es ella quien sin saberlo da elveredicto.

Cuánto más categóricos y críticos seamos en esta vida, cuanto menos compasivos yamorosos seamos, así seremos a la hora de «fallar» sobre nosotros mismos. Si hemossido misericordiosos e indulgentes con los demás en nuestra vida, actuaremos de igual

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modo con nosotros en la posvida.Independientemente de las creencias que tengamos sobre la muerte y lo que esta

significa, siempre es bueno resaltar que, cuanto más justos seamos, mejor viviremos ymejor moriremos.

La recompensa espiritual que se nos concede no admite demasiadas dudas. Laspersonas que han reportado encuentros cercanos con la muerte coincidieron en líneasgenerales en el carácter placentero de la vivencia que les ha tocado experimentar. Y lomás relevante es que han regresado a sus vidas con notables mejoras, una vez superadoel trance.

Me permito, una vez más, retornar al famoso «si sucede, conviene». No le deseamosa nadie un ECM, ni mucho menos provocarlo, pero si la persona fuera elegida paraatravesarlo y «regresa» mejorada, con un mensaje de vida desde la «muerte»,bienvenido, y bendecido sea.

Crónica de un final anunciadoCuando fallecemos, el alma abandona al cuerpo por etapas. El alma conscientemente

«retrocede» del cuerpo, pero igual quedan residuos de su energía espiritual unidos alcuerpo físico. Se dice que el proceso espiritual del alma, abandonando al cuerpo, se iniciaantes de la muerte clínica. Las energías del alma comienzan a elevarse con antelación aldeceso.

El aura o sombra circundante partiría unos treinta días antes del momento de lamuerte. Hay personas que han sido preparadas y que gozan de una alta dosis depercepción que les permite discernir el aura, observar el alma de las personas y establecersi el aura ya las ha abandonado.

Incluso sin ser sabios, algunas personas, a través de las acciones o pensamientos queexpresan, pueden tener un profundo conocimiento de que su muerte se les avecina. Setrata de individuos que poseen una marcada hipersensibilidad espiritual. Una vez que lasombra abandona el cuerpo, es solo cuestión de días antes de que otros aspectosostensibles del alma comiencen su partida.

Sin embargo, estas muertes presagiadas en algunos casos pueden ser detenidasgracias al poder del arrepentimiento, la reintegración y la reconstrucción, como si el almavolviera al cuerpo.

Durante el desarrollo de este libro, hemos contado cómo, al encarnar, el alma seresiste a integrarse a la forma física y cómo, al desencarnar, luego de un largo período elalma se resiste a abandonar su condición de «fisicalidad». En el transcurso de losprimeros tres días posteriores a la muerte, el alma ronda su propio cuerpo y desearegresar. Pasado ese período, ante la creciente desfiguración y descomposición delcuerpo, comienza a alejarse de su presencia.

Durante los primeros siete días que suceden a la muerte, el alma deambula de aquípara allá, de la casa en la que vivía hacia la tumba donde ahora reside su cuerpo y de ahí

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nuevamente a la casa. Así lo explica el libro sagrado judío Zohar.En los treinta días que siguen a la muerte, el alma se va acostumbrando gradualmente

a la realidad espiritual y va soltando sus lazos con el mundo físico. De todos modos, eneste período puede estar rondando los planos terrenales de la existencia y alzándoseprogresivamente más allá de estos.

Una vez transcurrido el primer año, el alma ha ascendido y descendido, se ha elevadoy ha regresado. El cuerpo ya se ha disipado y el alma ahora se siente libre pararemontarse hacia lo alto sin nada que la arrastre hacia abajo. Puede ascender sin lamolesta necesidad de tener que volver a descender una vez más.

Con el tiempo, el alma deja de merodear este universo; la gente que el alma conocióy amó también comienza a abandonar este mundo. Las almas que se han ido,lógicamente, tienen cada vez menos interés en este mundo.

Lo que viene, nunca llega antes de lo que esSer conscientes de la existencia de una posvida puede tener efectos transformadores

en cada uno de nosotros. Para algunas personas, la posibilidad o certeza de la existenciade un futuro que trasciende la muerte física es un disparador destinado a sumar el valorde la trascendencia y la realización espiritual a sus actos cotidianos. Para otras, sospecharque lo realizado en esta vida no es gratuito puede ser un gran motivo para vivir demanera más responsable y respetuosa, en comparación con las formas con las que sevenían manejando. Unos, impulsados por el regocijo de la vida eterna, reaccionarán conla intención de elevarse y progresar en el ámbito espiritual, convencidos de que esa es larazón de su estadía en este mundo. Se trata de individuos que, movidosfundamentalmente por el amor, comienzan a intentar la evolución en el presenteenfocados en la acción que traerá como consecuencia nuevas y mejores acciones.

Otros, empujados por el miedo, mortificados por supuestos castigos de los que seconsideran merecedores, especularán con cambiar sus acciones, las que aparecerán másenfocadas en resultados convenientes que en el valor intrínseco que ello entraña.

Bien dice Dovber Pinson, en La vida después de la vida, que la exploración de laposvida no debe ser un ejercicio mental o intelectual, sino un medio para adquirirsabiduría. Solo cuando miramos al futuro en busca de ayuda para el presente es cuandoesta actividad tiene sentido. No lo tendría el hecho de no experimentar verdaderamente lavida, para enfocarnos en lo que el futuro incierto pueda traer aparejado. Solo se puedetomar conciencia de la vivencia del presente. No podemos vivir el «ahora» en elfuturo. En todo caso, el mundo por venir surge de esta vida, en la que debemosconcentrarnos, para no perdernos la maravillosa experiencia de estar vivos en esteinstante.

No hay existencia posible sin presencia palpable. No estar presentes hoy es quitarleexistencia a la vida, ninguna posvida amerita la supresión de nuestra presencia en elmomento presente. Días más plenos en cada jornada de nuestras vidas constituyen el

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verdadero concepto de longevidad que todos deseamos.Desconocer el regalo que significa cada nuevo día, opacándolo con hábitos y

rutinas que lo tornan igual al anterior y semejante al posterior, convierten a la vidaen algo poco memorable. En ese estado, nuestra existencia no deja marcas de supresencia. Como dice el rabi Dovber Pinson, «el tiempo avanza más rápidamente cuandonada memorable se registra en el cerebro».

La vida como una cuenta progresivaA lo largo de todas estas páginas hemos desarrollado el proceso de la vida del hombre

bajo la noción espiritual de que la vida debe ser vivida y puede ser vivida como una«cuenta progresiva». Desde la concepción hasta la desencarnación, hemos viajado en eltiempo y revisado lo que los sabios de todas las épocas han señalado, coincidentemente,sobre la condición progresiva de la existencia del ser.

Judíos, cristianos, hindúes, musulmanes y orientales, en general, supieron marcar elcarácter ascendente del devenir humano.

Vivir plenamente la vida no ha sido ni será otra cosa que ver cada nuevo día comouna renovada oportunidad de crecimiento y expansión. El crecimiento continuo nospermitirá que, en lugar de hacernos viejos, podamos tornarnos más sabios y másrefinados. Como dice Pinson, cambiar nuestra actitud y, en lugar de «volvernos viejos»,optar por envejecer y hacer.

La vida como cuenta progresiva no es llegar a viejo «entrado en años», sino haberle«entrado» a cada uno de los años que surcan nuestra vida. Podemos evitar que, alllegar el tiempo de nuestra partida, sintamos más temor de haber vivido una vidasin sentido que el hecho de perderla.

La vida es un tesoro y nadie debe salir empobrecido. La riqueza espiritual que implicahaber sido elegidos para vivir una nueva encarnación debe permitirnos volver a nuestrohogar mucho más acaudalados, con los bolsillos llenos de aprendizaje y progreso.

Llegamos a este mundo con enorme dolor y resistiéndonos a volver a vivir unaexperiencia humana. Podemos partir en paz, satisfechos por haberle dado significado anuestro paso y entregándonos a Dios para volver a habitar en el plano celestial. Si así lohiciéramos, habremos vivido la vida como una cuenta progresiva.

***

Una vez más se reafirma la importancia de las actitudes por sobre las circunstancias.

***

A Dios no le interesa el copyright, ni los créditos. No es grave que el hombre no crea en Dios; grave sería queDios no creyese en el hombre.

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***

Nada sería más opresivo que un Dios obligatorio y un creyente obligado.

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Se ha demostrado que el paso del tiempo nos permite sacar provecho de lo que nos pasa. El gran aprendizaje, sernuestros propios maestros, eso justamente sucede cuanto más tiempo pasa.

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«Debemos hacerle ver al ego que la cuenta de la vida no es regresiva, sino progresiva».

***

La vida espiritual no se mide en tiempos, sino en evoluciones.

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Entrenar la paciencia es ensayar el camino a Dios.

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La vida sin propósito es mera supervivencia.

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El único «niño» que nos aleja de Dios es el ego.

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Dios es la causa de toda causa, la causa mayor.

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Hay un fluido divino: la conciencia pura.

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Dios no habla en ego.

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No valoraríamos la luz si no existiera la oscuridad.

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El amor egoísta es, en sí mismo, una gran contradicción. Sería como el «hambre opípara».

***

Progresamos en la vida espiritual cuando, día a día, vamos procurando darle existencia al alma desde laintrospección.

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Hay una enorme relación entre nuestro nivel de fatiga o de inspiración y la forma en que nos estemosrelacionando con nosotros mismos.

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Dios es protector, no sobreprotector.

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Es lógico pensar a un Dios que nos necesita felices por elegirlo y no temerosos en caso de no hacerlo.

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Evolucionamos en la medida en que desarrollamos la habilidad de manifestar todo lo que somos.

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El alma que no se manifiesta no evita la emoción que la está inquietando.

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La caridad es hija de la necesidad de quien recibe, pero también de quien tiene el anhelo de dar para gratificar sualma.

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Así como se hace camino al andar, se abren nuevos canales al dar.

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En el mundo espiritual, la noción de tiempo no queda registrada en relojes sino en las porciones de cada una de lasexistencias que nos lleve a aprender.

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Cada humano termina por elegir cuándo decide abrirse camino por sí mismo hacia el ser.

***

El ego nos adjudica logros que, por un lado, siempre le resultan insuficientes, pero a su vez no puede concebirperderlos.

***

La felicidad suele comenzar cuando damos y deseamos a los otros lo mismo que quisiéramos recibir

***

Celebrar la vida no es vivirla sin dolor. Una existencia carente de ese tipo de emociones no es propia de un mundocon Dios.

***

Si imaginásemos un mundo despojado de Dios, el sufrimiento y el dolor serían estériles, sin propósito alguno deaprendizaje.

***

La resistencia del ego al aprendizaje de la lección no hace más que tornar más y más dificultoso cada nuevointento.

***

La dificultad que trascendemos no tiende a cruzarse nuevamente en nuestro camino.

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Podemos y debemos entender que, para la mayoría de nosotros, el aprendizaje adquiere forma de espiral, lascosas no son tan lineales como muchas veces pretendemos.

***

«La tierra como escuela».

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Seguir centrados en el presente es siempre la mejor forma de dejar de robarle momentos al ahora.

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Cuando entrenamos la paciencia, ensayamos el camino a Dios.

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Cuando elegimos el camino de la luz, le estamos negando a la oscuridad fuerza, poder y existencia.

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Cuando meditamos, destronamos al ego.

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El ser humano no es uno hasta que el ser no se alinea con el humano.

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Paradójicamente, nuestra capacidad para encontrar momentos en los que podamos estar muy bien a solas connosotros mismos permitirá mejores momentos en compañía de los otros.

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Cuando dormimos, rejuvenecemos el alma.

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Nuestro nivel de aceptación es una medida del nivel de aceptación de y hacia los demás.

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Somos susceptibles en exceso a los dichos de los otros, pero no mostramos igual sensibilidad en aquello que lesdecimos.

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No tomar nada a título personal implica poder ser quien elija manejar mis emociones. De esta manera nospermitiremos ser menos rencorosos, celosos y envidiosos.

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Dormir es entregarle a Dios el tiempo que nuestra alma necesita para su reparación. Al dormir le damos más vidaa la vida pero, a la vez, ensayamos la muerte.

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Los especialistas proponen que la técnica respiratoria constituya un proceso lento y profundo que no exceda lasdoce inhalaciones por minuto.

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Los problemas físicos, emocionales o mentales son manifestaciones de las alteraciones del cuerpo energético.

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No hay razones para no creer en uno mismo, cuando se es uno mismo.

***

Longevidad en el mundo espiritual no significa agregar una vela cada año a la torta.

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Cada vez que respiramos, renovamos el milagro de la vida. Cada vez que respiramos conscientemente somostestigos de ese milagro.

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Envejecer se torna inevitable, evolucionar es opcional.

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Muchas veces los cambios generan, primero, rechazo, luego enojo y finalmente, resignación.

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En más de una ocasión nos resistimos a cambiar y a hacernos cargo de la necesidad de modificar nuestras vidasy, ante nuestro temor, la vida se termina haciendo cargo.

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Nuestras acciones son la línea troquelada del camino que llevamos adelante.

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La recompensa a la buena acción es la buena acción en sí misma.

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El culto a la personalidad es directamente proporcional a la forma en que el líder hace de su personalidad un culto.

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Es necesario entender que el poder auténtico es el poder sobre nosotros y no sobre los otros.

***

Lamentamos resultados, repetimos recetas y seguimos sin analizar las razones o motivos que son hijas denuestras conductas «momificadas».

***

La ley universal que mejor explica la secuencia y consecuencia de lo que hacemos es la ley de «causa y efecto».

***

Con el transcurrir de las décadas, llega el momento de «viajar» de la cabeza al corazón, y del ego al espíritu.

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Nuestro nivel de identificación con el ego es parámetro del desarrollo, la evolución y la pureza que alcanzamos.

***

No confundamos lo que es de Dios con lo que es del ego.

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Solemos cometer un doble error. Primero, le concedemos al ego el poder de nuestras decisiones. Y cuandodudamos de ellas, cometemos el segundo error, el de no volver sobre nuestros pasos porque el ego no lo permite.

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Cuando la luz divina enciende nuestro interior, la oscuridad de la duda y el temor se disuelve inmediatamente.

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El ego no debe tomar partido en las decisiones más importantes de nuestras vidas, solo puede ser un meroauxiliar, nunca nuestro guía.

***

Una vez más recordemos que, cuando vaciamos el recipiente, permitimos la llegada de la inspiración.

***

No nos definimos por lo que hicimos alguna vez. Somos una trayectoria, no una anécdota. Somos lo quehacemos una y otra vez, somos nuestros hábitos y nuestras costumbres. Afortunadamente, podemos cambiar

para ser mejores, modificando algunos de nuestros hábitos y algunas de nuestras costumbres.

***

Para el ego, la culpa siempre es ajena, el otro siempre está equivocado. La necesidad de estar siempre en lo ciertonos quita energía. Al pretender tener razón todo el tiempo, lejos de lo que suponemos, nos hace equivocarnos con

mayor frecuencia.

***

Nuestras acciones marcan nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.

***

¿Por qué nos llevaríamos bien con Dios si nos llevamos mal con la mayoría de las personas? ¿Por qué deberíamosrecibir de Dios y de los otros algo distinto de lo que brindamos y deseamos?

***

Las compañías que escogemos es un factor determinante. El desarrollo espiritual de las personas que nos rodeanes de gran influencia para lo que seremos.

***

Nuestro entorno voluntario no debería afectar nuestra paz interior. Si así sucediera, puede ser de gran ayudacambiar las personas que solemos frecuentar.

***

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Si debemos modificar constantemente nuestro grupo de amigos, nuestra pareja, nuestros socios, no debemosvictimizarnos; tal vez lo que haya que cambiar es la forma como nos vinculamos.

***

Ser responsables por nuestras vidas y respetuosos de la integridad de los otros no solo hace posible encontrar aDios, sino que él nos encuentre a nosotros.

***

Dios crea al hombre sin la certeza de que el hombre crea en Dios, pero a su vez nos proporciona la libertad y lasherramientas para que podamos experimentar su existencia.

***

Cuanto más progresamos —si el paso de los años no es en vano—, más nos estamos acercando ycomprendiendo a Dios.

***

Si dejamos que la divinidad se manifieste en la tierra, este mundo material e imperfecto será la morada de Dios.

***

La fe y la razón se complementan tan maravillosamente como el cuerpo y el alma.

***

Con la razón iniciamos el recorrido que nos puede llevar a Dios, con la fe completamos el tramo que nos conducea él.

***

Dios ayuda al que se ayuda.

***

No es aconsejable cultivar una fe ciega o la fe de la ignorancia.

***

El poder de las oraciones se incrementa con el tiempo, así como el concepto «cuenta progresiva».

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***

Es la mente la que nos entrena la voluntad. Es la fuerza de voluntad la que orienta nuestros pensamientos hacianuestras metas, hacia la resolución de nuestros problemas.

***

Es importante «cotizar» nuestras oraciones, medir la necesidad y la utilidad de aquello que consideramos valiosopedirle al cielo. No le pidamos a Dios lo que ni siquiera sabemos si deseamos profundamente.

***

Debemos hacer primero las cosas bien para que «Dios haga el bien».

***

No conectamos con Dios para ser más vanidosos, sino más humildes. ¿Por qué Dios vendría a nosotros sinosotros fuéramos a él solo para enriquecer nuestro ego? No pongamos a Dios a prueba. Cuando meditamos,rezamos o nos concentramos en un deseo o acción, no debemos distraernos poniendo nuestra mente en los

resultados. Un buen ejercicio en el que todos podemos trabajar es el de mantener nuestra necesidad de Dios yhacer lo que podamos para satisfacerla.

***

No es conveniente rezar ni meditar con un ojo cerrado, dejando el otro abierto para «espiar» lo que Dios nosenvía.

***

La palabra enfocarse viene de la palabra foco. Imaginemos un foco de luz, pues bien, donde pongas luz a tusdeseos estarás iluminando aquello que quieras que Dios haga realidad.

***

Cada hombre es una oportunidad.

***

El aliento de vida que Dios puso en nuestras narices al nacer es lo que exhalaremos al partir.

***

No somos solo un cuerpo físico. La tarea más valiosa que podemos desarrollar es la de comprender la

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inmortalidad del alma, conectar con ella y aprender a controlar la mente.

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Cuanto más amorosos sean nuestros comportamientos, mayor presencia de Dios notará el mundo.

***

Dios quiere para todas las almas lo mismo: evolución y transformación.

***

Damos valor a la vida y apreciamos su valor intrínseco, advertidos de su propósito y de nuestro potencial. Latravesía que cada uno realice se torna única e irrepetible, pero nuestro viaje puede ser una gran fuente de

inspiración para los demás y el viaje de los demás, una gran fuente de inspiración para nosotros.

***

Quien se conoce realmente tiende a ser más sencillo y decide qué batallas debe emprender y cuáles son las ollasen las que deberá poner la cuchara.

***

Si el vacío que experimentamos no es de raíz material, nunca podrá ser cubierto con «cosas».

***

Por lo general, ignoramos la «voz del alma» y silenciamos su maravilloso aporte, sobrestimando a la menteracional. La intuición puede ser nuestra gran aliada, lo que no implica que releguemos por completo el

pensamiento racional.

***

Cada vez que estamos conectados en sintonía con el espíritu, estamos recibiendo inspiración.

***

En la cuenta progresiva el tiempo es un instrumento de crecimiento, una medición del avance del alma hacia unamayor expansión espiritual.

***

El concepto de vida como una «cuenta progresiva» tiene como objetivo ser mejor de lo que éramos. A tal efecto,

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el autoanálisis es una gran herramienta de perfeccionamiento. Quien se evalúa con valentía se está preparandopara el escrutinio de los demás.

***

Así como la gratitud genera gratitud, los lamentos atraen más lamentos.

***

Los que usan la mentira como una conducta habitual terminan fracasando.

***

El hombre se preocupa por lo que mañana pueda preocuparlo y esta es la causa principal de sus preocupaciones.

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La falta de paciencia que mostramos la mayoría de nosotros en el mundo occidental refleja el desencuentro entreel proyecto elaborado y el tiempo requerido.

***

De eso se trata, de ser perfectibles (no perfectos), de tomar la vida como una «cuenta progresiva», a la quevinimos a perfeccionarnos, no por la exigencia del ego implacable que nos obliga a ser mejores que otros, sino

por la evolución espiritual, que nos hace mejores de lo que éramos.

***

El miedo es un pensamiento negativo decretador de sucesos negativos.

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Para quienes somos creyentes, la posibilidad de entregarle a Dios nuestros miedos ayuda notablemente aahuyentarlos.

***

El miedo le quita soberanía al sujeto y parece estar siempre buscando ocasiones nuevas para que temamos.

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Generalmente, cuanto más egoístas somos, más temerosos nos mostramos; a mayores apegos, mayores miedos.

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Una profunda confianza en Dios es un gran «ansiolítico» que, aun siendo creyentes, no siempre tomamos.

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Somos nosotros los que energizamos nuestros temores.

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La calma es un gran «amamantador» de la felicidad.

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Sentimos culpa de manera dual, por lo que hacemos y por lo que no hacemos.

***

Nadie será mejor de lo que pueda ser, si es la culpa la que lo atormenta.

***

Una cosa es tener en cuenta a los otros y otra es convertirnos en los otros.

***

A partir de lo que nos suceda, sucederá lo que elijamos vivir.

***

Miedo, sentimiento de culpa y vergüenza son múltiples rostros del falso ser. Si permitimos que nos atrapen, nosconvertirán en esclavos de la opinión ajena.

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La energía que solemos poner en tratar exageradamente de agradar la expectativa ajena termina por degradar elpropio potencial.

***

El kilómetro cero de la ruta a la felicidad es la infelicidad.

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«No se cambia lo que se tolera».

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Al comienzo, el camino correcto de la sincera introspección es muy duro. Enfrentarse a nuestras miserias no essencillo.

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Erróneamente se cree, en particular en los ámbitos de mayor exigencia y competitividad, que la humildad es unimpedimento para el crecimiento. Sin embargo, no es más que un rumor que el ego nos ha hecho creer.

***

La misión para la que cada uno de nosotros ha sido elegido no puede ni debe ser realizada por ningúnreemplazante.

***

Cuando el alma no supera las pruebas a las que fue sometida en su paso por la tierra, reencarnará para enfrentarlas mismas pruebas una otra vez, hasta haber asimilado aquello que tanto le cuesta aprender.

***

La maravillosa sensación de reconocer lo extraordinario desde lo ordinario.

***

En síntesis, somos seres animados por el alma y movidos por el espíritu.

***

El máximo conocimiento al que el hombre puede aspirar es el conocimiento de la verdad, de forma tal que elconocimiento verdadero (Ley Divina) no llegue a nosotros distorsionado por nuestro ego o el de los

«intermediarios».

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El alma es espiritual, todos somos un alma en un cuerpo, todos somos espirituales. Pero no todos desarrollamosidéntico nivel de espiritualidad.

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Cada uno de nosotros cuenta con cada virtud que Dios posee.

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El nivel de progreso espiritual que alcanzaremos dependerá del «uso» que hayamos hecho de nuestra alma.

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La respuesta a quienes somos es: «el alma». Somos quienes sentimos, no solo lo que sentimos.

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Disponemos de la posibilidad de elegir servir o no a Dios; no tendría sentido hacerlo por imposición. Lo que haceaún más maravillosa la tarea es el regocijo de elegir hacerla sin dogmas o axiomas.

***

El sentimiento de armonía siempre proviene del interior, no debemos buscarla en el afuera.

***

No supeditemos nuestro encuentro cercano con Dios a la llegada de una experiencia cercana a la muerte. Cadadía, en nuestra experiencia cercana a la vida, podemos dejar que aflore la necesidad del alma y experimentar

nuestra conexión con Dios.

***

Según como pensemos, sintamos y actuemos en este mundo, así será la silueta del «cuerpo espiritual» queportemos en el otro plano.

***

Nada de lo que hemos hecho a nuestro paso se pierde, todo queda registrado.

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Registrado todo aquello que una persona ha hecho en vida, el efecto de sus acciones y pensamientos no seráinocuo, ya que vibramos de una manera al actuar bien y refinar el alma y de otra cuando obramos en sentido

contrario.

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Acostumbramos decir que «Dios toma nota de todo», pues bien, parece ser que sus escribientes son los ángelesguardianes, cronistas de nuestras vidas, los biógrafos que trabajan a pedido de Dios.

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Una vez que el alma desencarna, se enfrenta a su reflejo. Si la negatividad irrumpiera en el espejo, se tornaríanecesario limpiarlo.

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Cuanto más justos seamos, mejor viviremos y mejor moriremos.

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Solo se puede tomar conciencia de la vivencia del presente. No podemos vivir el «ahora» en el futuro.

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Desconocer el regalo que significa cada nuevo día, opacándolo con hábitos y rutinas que lo tornan igual alanterior y semejante al posterior, convierten a la vida en algo poco memorable.

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Podemos evitar que, al llegar el tiempo de nuestra partida, sintamos más temor de haber vivido una vida sinsentido que el hecho de perderla.

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Aunque parezca contradictorio, nuestra meta en la vida debe ser que, así como cuando nacimos, lloramos y elresto sentía regocijo, al partir podamos hacerlo con una sonrisa, aunque el resto llore.

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Índice

Portadilla 3Legales 5Agradecimientos 6Prólogo, por Eduardo Chaktoura 7Introducción 9La cuenta progresiva 111. Mejor que ayer, peor que mañana 142. Desde el alma 173. El crecimiento espiritual 264. Las escalas de la cuenta progresiva 325. Voy a ver si con el tiempo mejoro o me joro… bo 376. Un día en la vida 467. Hagámonos cargo, la culpa no es de los demás 548. Valorar la vida, vivirla, no morirla 629. Los enemigos de la vida como cuenta progresiva 7310. Yo te conozco 7911. Me muero y vuelvo 8712. Apuntes de la muerte. Y al final, ¿la vida sigue igual? 94

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