ISSN 2744-9386 Sentir Pensares

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1 Revista - Edición 2 - 2021 Revista Literaria - Edición 2 - 2021 Sentir Pensares ISSN 2744-9386

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Revista - Edición 2 - 2021

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Revista Literaria SentirPensaresISSN 2744-9386Revista Literaria de difusión trimestral

Dirección:Dirección: Colectivo [email protected]://sentirpensares.wordpress.com/revista/Consejo Editorial:Consejo Editorial: Jasson Valero Díaz, Nina Díaz OspinaCorrección de Estilo:Corrección de Estilo: Jasson Valero Díaz

Imágenes:Imágenes: Portada: Nina Díaz Ospina Internas: Archivo Humedal la Vaca & Nina Díaz Ospina @ninaOspina

Diseño y Diagramación:Diseño y Diagramación: Nina Alejandra Díaz Ospinawww.ninaospina.com - [email protected]

Esta edición hace parte del proyecto “Memorias de la Vaca” ganador de la beca Territorios Activos del Progra-ma Distrital de Estímulos de Secretaría de Cultura, Re-

creación y Deporte 2020

Todos los textos e imágenes publicados en este número son propiedad de Todos los textos e imágenes publicados en este número son propiedad de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohibida la reproducción total sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier medio sin el o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso de los mismos. Por otro lado, esta publicación consentimiento expreso de los mismos. Por otro lado, esta publicación no se responsabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los no se responsabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los

autores en sus obras.autores en sus obras.

Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente di-rección de correo electrónico:

[email protected]

Bogotá D.C - Colombia

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Esta iniciativa pertenece al Colectivo Sentirpensares, espacio que se ha construido como una idea para la promoción y animación a la lectura y escritura que, de la mano de otros procesos y sus participantes, se logra construir esta revista.

Agradecemos a cada una de las personas que confió y confía en este proceso, a quienes sin duda colocaron aquí su texto, su creación, ideas,

pensamientos y sentires.

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Editorial

MEMORIAS DE LA VACA

La localidad de Techotiba es un espacio de vida donde los sueños florecen al vuelo de las aves. Basta llegar a sus territorios para sen-tir esa energía que llama a acercarse a los lugares sagrados que han resistido el paso del tiempo, un ejemplo es el Humedal La Vaca; la que, a ‘punta de pulso’ le ha sabido ganar la pelea a las construc-toras y demás intereses, que han intentado arrebatarle su espacio solo con el objetivo de negarle la posibilidad de seguir siendo luz para muchas especies de fauna y flora que han resurgido como el ave fénix de las cenizas sagradas.

Por esas razones, esta revista sintió la necesidad que entre sus pá-ginas emergieran voces de fuerza creadora, para generar conscien-cia vital que permita sentir nuestros territorios para cuidar de ellos. Por eso, gracias a los talleres realizados en el marco del proyecto que se denominó: “Memorias de La Vaca” todas estas experiencias sirvieron como base fundamental para la construcción literaria y es maravilloso encontrar en esta revista que no solo los adultos se sienten responsables de seguir creando espacios de paz , sino que los niños han sabido asumir con el mayor compromiso ese legado, que es el de llevar a través de las palabras y las acciones el mensaje para la conservación de los hábitats naturales; en sus escritos pode-mos encontrar una ternura única en los personajes quienes irradian las más esplendorosas energías y que nos permiten soñar con que un día no muy lejano la paz que fluye en los humedales se aposen-tará en los corazones de las personas para hacer un nido donde el odio no tenga cabida.

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Contenido...

CUENTOCUENTOEl Sauce Llorón...............................9Bebé Tingua Pico Azul........................10¿La Vaca?....................................11Papá Rana y su Pequeña Verdecita.............12Escapando al Humedal La Vaca.................16La Luna Iluminando la Vaca...................19

POESÍAPOESÍAVAquímiCA....................................22La Vaca Que Lee..............................23De Sentidos Con-Sentidos.....................25

CRÓNICACRÓNICAHistoria de un Espejo..........................27El Abuelo y su Vaca..........................29Un Sueño Verde...............................32

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Memorias de laVACA

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Cuentos

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EL SAUCE LLORÓN

Un día en el humedal nació un Sauce, él era muy bonito e impresionaba con sus bellos colores. Él empezó a crecer muy rápido y todos en el humedal admiraban su belleza, el espejo de agua se llenó de esplendor por su presencia; pero el pro-blema era que se sentía muy solito, así que un día empezó a llorar y a llorar y sus lagrimitas cayeron por todo el lugar. El hermoso Sauce se quedó dormido llorando hasta la mañana siguiente y cuando abrió sus ojitos, a pesar que no los quería abrir de lo que triste que se sentía, pudo darse cuenta que sus lágrimas se habían convertido en semillitas que habían nacido mientras él soñaba, y ahora nuevos hermanitos lo acompaña-ban. El Sauce Llorón se sintió muy feliz porque ya no se sentiría solito nunca más a pesar de que sus hermanitos también eran muy lloroncitos.

Cuento Ganador

Isabella Espitia Díaz8 años

Me gusta leer y escribir, amo el medio ambiente.

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Bebé Tingua se quedó huérfana y, entonces, Papá Tito y Mamá Tita decidieron adoptarla. La llevaron a su hogar, un lugar mágico y lleno de vida llamado Humedal La Vaca. Bebé Tingua al comienzo se sentía triste y sola pero pron-to descubrió muchos más animales como la Monjita, Pato Común, Copetón, Cardenal y Reinitas. Los veía disfrutar de los árboles y la gran variedad de vegetación como el Jun-co, el Botoncillo, el Sauce, la Sombrilla de Agua y también el maravilloso espejo de agua. Por lo que decidió descubrir todo con sus propios ojos, al cabo de los días la Bebé Tingua Pico Azul creció y se dedicó a recorrer el Humedal la Vaca y recibir glamurosa a sus nuevos hermanos que sus padres adoptivos reciben en tan bello hogar.

BEBÉ TINGUA PICO AZUL

Cuento Ganador

Cristian Camilo Coronado Carvajal6 años

Mi nombre es Cristian soy un Guardián del agua.

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LA VACA? Bogotá es más bonita vestida de verde.Le pregunto a mi vecino David —¿Has visto la Vaca?.

—¿Cuál Vaca? — Me pregunta él.

—Pues la Vaca, la que en silencio le da asilo a la Tingua, al Gavilán Maromero, a la Mirla, a la Monjita Sabanera, a la Garza.— Le res-pondo emocionado.

David se me queda mirando con la boca abierta.—¿Cuál Vaca? — Me pregunta de nuevo él —Usted está loco.—Pues la vaca, la casa del Sauce Llorón, del Mano de Oso, del Sau-co, del Eucalipto, de la Culebra Sabanera, de los pajaritos que can-tan para tranquilizar a la gente, del ave de pico rojo, del Botoncillo, la Sombrilla de Agua y muchas más especies.— Le respondo emo-cionado.

David asombrado me dice que no conoce la Vaca.—Entonces ¿Has visto el burro?— Le preguntó de nuevo.Y él sonriendo, se me queda viendo.—¿Cuál Burro? Usted está loco, ahora me sale con el Burro— Me contesta David enojado.Entonces David se va para su casa, dejándome solito soñando con la Vaca y el Burro. Qué bonita sería Bogotá con más Vacas y Burros que preguntar.

Cuento Ganador

Dannyel Bocanegra10 años

Mi nombre es Dannyel Bocanegra tengo 10 años y vivo en la localidad de Ken-nedy. Reconocimiento del concurso: Bogotá Contada en 100 palabras (2020) con

el cuento “Besos Aéreos” ?

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—Cierra tus ojos bella Ranita — Dijo Papá Rana a su pequeña

—Papito, papito ¡croack !, ¡croack! ¿Por qué no puedo jugar con mis amigos sapitos de nuevo en el Humedal ?— Preguntó la Ranita.

—Mi linda verdecita, pronto volverás a jugar con ellos y tú papito irá contigo a saltar entre los charcos— Dijo Papá emocionado al ver los ojos de su Ranita.

—¿En serio papá? ¿Lo prometes? Dime que iremos a brincar, nadar y mirar al cielo— Dijo la Ranita emocionada.

—Por supuesto que iremos, y allá estarán Juan, Carlos y Mateo to-dos haciendo ¡croack !, ¡croack!, comeremos mosquitos como bo-cadillos y bailaremos sin parar— Dijo Papá Rana.

—¿Puedo llevar mis botas de hule y la capa de invisibilidad?— Pre-guntó la Ranita a su sorprendido Papá.

—Claro y no puede faltar tus suéter de flores, ese que te hizo Mamá. —Contestó Papá Rana muy alegre de ver a su pequeña emocionada del futuro viaje.

— ¿Por qué no podemos ir mañana Papito?—Preguntó la Ranita

-Qué más quisiera yo mi pequeña saltarina, poderte llevar mañana al humedal para que pudieras brincar sin parar — Contestó Papá Rana.

PAPÁ RANA Y SU PEQUEÑA VERDECITA Para Helen e Ian, mis ranitas.

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—Por eso Papito, llevame mañana que ya quiero jugar al aire libre— Dijo la Ranita.

—Por ahora mi verdecita, tenemos que quedarnos aquí dentro de nuestro charquito, con tu hermanito y mamita — Dijo Papá Rana.

—Bueno papito, ¿Pero papito, será que los otros niños si tendrán mosquitas que comer en sus charquitos? — Preguntó Ranita.

—Eso no lo sé mi linda saltarina— Respondió sorprendido Papá Rana.

—¿Pero papito, y si no tienen mosquitos cómo tendrán fuerzas para después jugar conmigo? — Preguntó Ranita un tanto angustiada por sus amiguitos sapitos.

—Eso no lo sé mi linda saltarina — Respondió sorprendido Papá Rana.

—¿Y si les falta algo papito? ¿Qué será de mis amiguitos?— Pre-guntó Ranita.

—Eso no lo sé mi linda saltarina — Respondió sorprendido Papá Rana.

—Es que le escuche a la Abuela Rana decir que la familia Renacua-jo estaba sin comer, porque el papá Renacuajo se había quedado sin trabajo por no poder salir a vender sus helados de mosquitos achocolatados que tanto me gustan ¿Qué podemos hacer Papi-to?— Preguntó Ranita.

—Eso no lo sé mi linda saltarina— Respondió sorprendido Papá Rana.

—¿Y si los Renacuajitos no tienen qué comer, cómo podrán ir a ju-gar y bailar como tu lo dices papá? — Preguntó la Ranita.

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—Eso no lo sé mi linda saltarina — Respondió sorprendido Papá Rana —Por ahora cierra los ojos, mira hacia adentro que ya maña-na algo me idearé — Dijo Papá Rana dando un enorme beso a su pequeña.

Toda la noche en el charquito se escucharon sonoros ¡croack !, ¡croack!. Todos dormían menos Papá Rana ¡croack !, ¡croack!. La luna en el cielo brillaba ¡croack !, ¡croack!. El viento soplaba ¡croack!, ¡croack!. Y Papá Rana después de meditar toda la noche por fin pudo sus ojitos cerrar ¡croack !, ¡croack!.

A la mañana siguiente, Papá Rana corrió a despertar a su pequeña soñadora.

—Despierta mi pequeña Ranita, que me tienes que ayudar — Le susurró suavemente Papá Rana a su hija.

—¿Qué pasó Papito? ¿En qué necesitas que te ayude? — Pregunta Ranita.

—Ponte tu suéter, boticas de hule y busca la capa de invisibilidad para que me puedas ayudar— Dijo Papá Rana.

De inmediato Ranita estuvo lista para Papá. Cuando llegó a la sala del charquito quedó sorprendida de ver tantos bultos de mosqui-tos y bolsas para empacar

—Bueno mi Ranita, si quieres jugar con tus amiguitos tenemos que ayudar — Respondió feliz Papá Rana.

— Por supuesto papito — Respondió la Ranita.

— Tienes que ayudarme a empacar estos mosquitos que me han donado muchas familias de sapitos, para los que no tienen ni un solo bichito que comer — Dijo Papá Rana.

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Y entonces Papá Rana, Mamá Rana y sus ranitas se pusieron a em-pacar las mosquitas para las familias de Ranitas que necesitaban una ayudita. Cuando terminaron Papá Rana empacó todo en su ra-na-móvil y salió muy contento a entregar los regalitos, mientras su hijita feliz brincaba porque estaba segura que después, cuando se pudiera, ya saldría a jugar con sus amigos sapitos y encontrarse de nuevo en el humedal.

Jasson Enrique Valero Díaz30 años

Estudiante de último semestre de la Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana Universidad la Gran Colombia. Bibliotecólogo del Centro de Gestión

Industrial SENA. Educador Popular de la Escuela de EducAcción Popular y Ambiental Guaches y Guarichas por Bacatá. Promotor de lectura, escritura y

oralidad Colectivo Sentirpensares.

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ESCAPANDO AL HUMEDAL LA VACA

Ese viernes estaba trabajando desde muy temprano cargando bul-tos en Corabastos, desde antes que saliera el sol ya estaba en la ta-rea de ofrecerme para llevar el mercado de familias madrugadoras, dueños de restaurantes, medianos y pequeños distribuidores.

Aunque ya tenía 17 años se suponía que tenía que contar con un permiso de mis padres para trabajar, pero nunca me lo pidieron en la localidad de Kennedy. Simplemente esperaba estar de paso para irme a otro sitio después. Un amigo que le gusta leer me dijo que este espacio se llamaba Techotiba, que los indígenas que habitaban la zona respetaban las lagunas, los humedales y los terrenos que so-lían inundarse con facilidad; curiosamente, también me contó que esta era una zona de paso de un sitio para hacer rituales a otro.

Esa historia me cautivó, me identificaba totalmente, me encantaba el agua, los ríos, los humedales y al igual que mis ancestros, me veía a mí mismo haciendo un tránsito, bordeando una laguna gi-gante, hacia otro lugar, un otro-espacio en el cual me iniciaría en un algo-aún-desconocido.

Ese viernes era especial, había convencido a Mariana de vernos en la Biblioteca Pública El Tintal en la tarde. Alcancé a bañarme y cam-biarme antes de llegar a la entrada de la Biblioteca, aparentando ser un visitante asiduo de ese espacio, incluso me fijé en el apellido del celador en la solapa de su chaqueta, antes de entrar acompaña-do para saludarlo como si supiera su horario de trabajo o como si fuéramos viejos conocidos.

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Marianita estaba hermosa como siempre, me encantaba, los grin-gos diferencian entre ser y estar, cada vez me convencía más de que ella no estaba, sino que era.

Con ella yo no tenía que pretender ser lo que no era, de cualquier manera, no pude evitar bromear diciéndole “bienvenida al barrio más mentiroso de Bogotá, las casas no tienen patio y no es boni-to para nada”, ella sonrió, pero moderadamente, como por corte-sía, entendí que no esta necesario ese tipo de chistes aparentando odio hacia mí mismo. Después le dije: “en tu barrio le dicen a éste beauty-back-yard”, volvió a sonreír, pero esta vez con cierto tono de recriminación en la mirada, entonces comprendí que tampoco era necesario sugerir rabia hacia otros para buscar empatía.

Ese día aprendí lo que era una exposición itinerante, yo creía que esas fotos siempre habían estado ahí, por poco cometo el error de aparentar que las había visto antes muchas veces.Justo antes de empezar a sentirme incómodo, develé mi verdadero plan, le confesé a Mariana que quería llevarla al sitio que más me gustaba en mi localidad: el Humedal La Vaca. En el camino le conté varias historias sobre cuántas vacas habían muerto en el humedal, la mayoría de esas historias eran mentira, al menos estaban sólo en mi imaginación o no tenía evidencias para demostrarlas; como sea, sonaba más romántica la muerte de la vaca de un humilde campe-sino, que la muerte de varias vacas porque había una estructura de cultivo de un gran terrateniente, al menos eso creía yo.

Cuando llegamos al espejo de agua le admití a Marianita que en ese espacio me sentía único, que me encantaba lo que quedaba de esa laguna gigante que se achicó cuando construyeron la Avenida Las Américas, y que, de alguna manera, ahí yo podía ser uno con el agua. Le advertí que, aunque quería irme a vivir a otra parte, seguramente me pasaría como le ocurrió a la Tingua Pico Rojo, que habitó otro humedal y después retornó.

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Mi plan funcionó y Mariana me besó sin que yo tuviera que es-forzarme mucho, por fin entendí que no tenía que aparentar con ella, en la mitad de las contradicciones de un espacio rural y mágico rodeado de urbanismo y contaminación, comprendí que no necesi-taba fingir ser algo que no era, y, cuando ella tomó mi mano con la suya simplemente me preocupé por estar.

Carlos David Martínez Ramírez37 años

Psicólogo, Especialista en Psicología de las Organizaciones, Docente e Investiga-dor, apasionado por la filosofía, los idiomas, la literatura y las ciencias sociales en

general.

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En un lugar muy lejano lleno de mucha agua, la gente venía cami-nando por culpa de un monstruo que los sacó de sus casas. Se encontraron con un bosque encantado donde el sol y la luna eran aquellos que lo cuidaban por la necesidades que dejó ese monstruo a los campesinos, los llevó a tomar la decisión de quedarse en ese mágico lugar llamado Humedal La Vaca. Pero un día, la luna decidi-do manifestarse y dijo: —Te miro porque te admiro, no sé ni cómo, ni cuándo, ni dónde te volviste tan hermoso, tus semillas empeza-ron a florecer en resistencia a todos los que te atacaban y ven en ti un progreso olvidándose de tu importancia, pero mágicamente enviaré una Guaricha; esa princesa que llenará de amor y vida el territorio.-

Un día, una de las niñas de la aldea se soñó con un hada madrina que les habló y les contó de la importancia de este lugar al que todos querían acechar. Le contó que esa era la casa de muchos de sus amigos, como la tingua roja, los patos, los conejos y sobre todo, el lugar donde llegaba toda el agua de la aldea y le pidió que llevara el mensaje a los demás porque este lugar era un santuario y debían cuidarlo. La niña al despertar empezó a contarle a sus amigas aquel hermoso sueño y se volvió más observadora; de repente un gavilán maromero en lo alto la admiraba y la acompañaba y, por otro lado, llegaba el colibrí para zumbarle al odio haciéndole saber de su pre-sencia.

Aquella pequeña, muy convencida de los mensajes que debía darle a la comunidad, comenzó por su grupo más cercano de amigas y les dijo que debían decirles a todos que deberían observar la casa de

LA LUNA ILUMINANDO LA VACA

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los animalitos como nuestra y por ellos cuidarla. Y entonces, estas niñas muy contentas empezaron a llevar el mensaje a más perso-nas, al principio nadie les quería prestar atención pero ellas muy insistentes empezaron a decir que ese lugar salían vacas que daban mucha leche rica y fresca que a todos les servía para comer, la gen-te fue corriendo a ver pero mágicamente en ese lugar empezaron a salir las vacas y la gente a tomar leche. La luna continuaba llena pero en ese momento brillaba como nunca y entonces la Guaricha aprovechó el momento para decirle a la aldea que si querían conti-nuar en ese lugar debían cuidarlo, amarlo y respetarlo.

Así pasaron los meses y esta hada madrina en los sueños de la Gua-richa de nuevo se encontraba y le dijo — No te preocupes, si todos no te ayudan, con el tiempo y según las circunstancia cada uno irá aprendiendo la importancia de nuestro humedal. No te desespe-res porque tomará tiempo y sobre todo no lo abandones, ya estas creciendo y puedo decirte que te volviste una guardiana del agua, guerra del territorio y sé que más grande podrás defender muchos bosques encantados, mañana el sol estará más reluciente que nun-ca y podrás admirar como el espejo de agua se habrá expandido, los Patos nadarán, las aves cantarán, el colibrí revoloteará, el viento soplará, los niños y niñas cosecharán y la luna y el sol felices y tran-quilos por fin estarán.

Gabriela Garzón22 años

Educadora Popular Escuela de EducAcción popular Ambiental Guches y Guari-chas. Colectiva Gaia Saluky, estudiantes de la Licenciatura en educación especial

Univerdad Pedagógica Nacional.

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Poesía

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VAquímiCA

Sustancia, compuesto, mezcla o elemento

Al inicio, formación que dejaba sin aliento

Para después ser un humedal en tormento

Y ahora, reconstrucción inédita como evento

Transformando para que nadie lo desprecie

Junco, Tingua y chorlito como primera especie

evolucionando el ecosistema para que lo aprecie

reactiva, transformada y efímera de la altiplanicie

fenómeno poco usual en el territorio que destaca

incluso como demarcación paradisiaca

y en la actualidad toda la variedad se destaca

de los eventos y procesos que suceden en Vaca

Poema Ganador

Jairo Andrés Guerrero Mayorga26 años

Profesional en Ingeniería Ambiental y Sanitaria.Me inspiré en el proceso de aprendizaje de la ciencia química, haciendo analogía

con el proceso de recuperación del humedal Vaca.

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Un mundo lleno de flores y avesEs un mundo que respeta la vidaPor eso necesitamos guardianes Todos los días.

Los lunes se riegan las plantas Los martes se trabaja la huertaSiempre en compañía Con las puertas abiertas.

Los miércoles caminamos la memoria Los jueves pajareamos Entre palabra y palabraNuestra vida encantamos.

Los viernes son de fiestaY con las Tinguas nos rodeamosEn compañía de la Mirla Y el Junco Californiano.

Los sábados nos encontramosEn el espejo de aguaQue llama a sus avesPara un merecido descanso.

LA VACA QUE LEE

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Los domingos salimosBajo esta narrativaPara que entre todosProtejamos la vida.

Nunca paramosPorque entendimos Que es importante Para los nidos.

Sembramos los árbolesFábricas de oxígenoY bajo sus sombras Leemos libros

No es una Vaca Es un HumedalEspacio de vidaQue hay que cuidar.

Este es un llamado A la vecindad Separar los residuosY a reciclar.

Es la tarea para cambiar La muerte por vidaPaz y dignidad.

Hugo Martínez30 años

Docente en Ciencias Sociales,educador e investigador Escuela de EducAcción Popular Ambiental Guaches y Guarichas por Bcatá y del Colectivo Popular Para Que Nunca

más. Comisionado de paz y convivencia de la localidad de Kennedy.

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De sentidoscon-sentidos

Paz, brisa, vientoOído atento, oído dispersoCreo que creo, ante mi ojo que creaImágenes de colores vibrantesVerde, naranja, más verde, magenta, azulAzul el cielo, azul el reflejo en el espejoDel agua la vida, un verde que aliviaLa tierra, la huella, mi pasoCrujen las hojas que pisoPiso las hojas que crujenMis pasos, el sonido, una cariciaLa vida se hizo color, se hizo viento, se hizo sonido, se hizo silencioLa vida se hizo paz, se hizo brisa, se hizo llamadoLas aves cuentan que cuento su pasoLas aves cantan lo que otros callanLa vida se hizo cantoLa vida se hizo silencio, se hizo música, se hizo vuelo

Nina Ospina30 años

Periodista por el deseo a escribir, profesora por vocación, fotógrafa por pasión y soñadora de nacimiento - Creadora de contenido multimedia, editorial e imagen

del Colectivo Sentirpensares

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Crónica

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En un comienzo, todo era claro, limpio, tranquilo y perfecto. El es-pejo del cacique Techotiba mostraba toda la belleza que había en su interior y exterior. En él, Techotiba veía las nubes, la luna, las estrellas y visualizaba a sus amigas aves pasar.

Sin embargo, con el pasar del tiempo, este espejo fue perdiendo su claridad, se puso oscuro; su calma se convirtió en una historia y un recuerdo que algunos pocos podían recordar. Ya no mostraba la perfección, dejó de verse, sentirse, pensaba que todo estaba per-dido. Sus amigas aves, de a poco dejaron de visitarlo, nunca más sobrevolaron, la tristeza invadió el lugar y su verde marco no fue más que un oscuro pantano.

Los años dejaron fuertes señales, las personas bajo la necesidad lo rodearon; lo habitaron. Quizá no sabían que podían generar daño al preciado tesoro de Techotiba; pero como les digo, las pocas oportu-nidades en un país los hizo movilizarse a la ciudad, donde pulula la violencia, y las desigualdades.

Entre estos habitantes, llegó doña Dora, una mujer “echada pa’lan-te” e inteligente, quien comprendía su condición y la de sus com-pañeros. Ella, un día escuchó de otras voces la historia del espejo. Entonces, se dirigió a él para observarse, sin embargo, no encontró más que el dolor y el abandono en él, se fijó que las aves que Te-chotiba nunca más regresaron. Comprendió que con amor y traba-jo podría recuperar esa belleza que hacía feliz al cacique.

HISTORIA DE UN ESPEJO

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Así, empezó, paso a paso y con calma a recuperarlo. Lo limpiaba to-dos los días, no permitía que se le acercaran. Cuidó el marco verde, lo reconstruyó. Juntó a muchas personas. Después de mucho traba-jo, doña Dora se acercó a ver su reflejo y se dio cuenta que su alma estaba limpia, sintió el amor que el cacique le tenía a su santuario. A los pocos días, empezó a visualizar que las aves volvían. Así, un día la Tingua de pico rojo se volvió a observar en el Humedal la Vaca, como un paso más en su recorrido migratorio.

Crónica Ganadora

José Eduardo Díaz28 añosHistoriador

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EL ABUELO Y SU VACA El año de 1994 fue un año de muchos cambios para la familia. Vi-víamos agradecidos con lo que se podía tener, mis padres y mis dos hermanos en la casa del abuelo. No obstante, a mi padre le entró la terquedad de dejar el barrio y la casa donde se podía observar un basurero muy cerca al Humedal la Vaca. Después de muchos años de esfuerzo y privaciones, mi padre logró ahorrar un dinero que sumado a veintiocho millones de pesos que logró obtener prestado en el extinto Banco Conavi. Aún a pesar de la desconfianza de la pedante dueña del nuevo predio y los temores al cambio, la incer-tidumbre que tuvo mi madre por la gran deuda que se estaba ad-quiriendo para la época se logró la compra de una casa. El ocho de febrero, un día después de cumplir mis ocho años nos trasladamos al barrio Santa Isabel. Sin embargo, mi abuelo decidió quedarse a vivir en su casa.

Siempre me pregunté por qué fue así, me hubiera gustado seguir vi-viendo con él. Del abuelo tengo muy gratos recuerdos. Si he tenido talentos para los números fue gracias a las interminables sesiones de naipe español que tuvimos con el abuelo. Muchos años después mi papá, con una casa propia –realmente del Banco–, explicó las razones por las que decidió que nos fuéramos. La localidad de Ken-nedy, nunca en lo que he tenido conciencia, se ha caracterizado por ser segura y en aquella época de auge del narcotráfico mucho menos. El sector de la plaza de Corabastos ha sido siempre muy inseguro, hay movimiento de mucho dinero (el dinero de los cam-pesinos que se queda con los intermediarios) donde hay dinero, de manera ineludible hay violencia y sinsabores.

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En el año anterior a estos sucesos, el hijo de la vecina fue asesi-nado en un lío de pandillas. Mi hermano mayor con doce años estaba empezando la adolescencia, mi hermano menor tenía seis y mi madre estaba embarazada de un nuevo niño. Mi padre sintió la responsabilidad de llevar a sus hombrecitos lo más alejado, en la medida de las posibilidades presupuestales de ese mundo. Así fue como terminamos en un barrio donde vivían la élite del sur en su momento. Sin embargo, el abuelo decidió quedarse por la nostal-gia. El viejito no podía dejar el lugar donde pasó los mejores mo-mentos de su vida y que le traía tan bellos recuerdos.

El abuelo y su padre llegaron a la capital huyendo de la violencia bipartidista que se vivía en los territorios, lamentablemente el país siempre ha sido un cementerio. Se ubicaron en una zona céntrica de la ciudad y compartieron el gusto por la bicicleta. En sus incon-tables tardes de ciclismo aficionado, el lugar preferido para rodar era la laguna del Tintal, entre saúcos y urapanes y la inmejorable compañía de las tinguas que hacían presencia con su canto. Para mí es realmente muy difícil imaginar que los humedales de Kennedy, incluyendo el de la Vaca, y el lago Timiza fueran un solo cuerpo de agua; o imaginar cómo es el canto de las tinguas (no las había escuchado hasta hoy que lo busqué en YouTube mientras redacta-ba este texto) pero lamentablemente el aumento en la población inevitablemente cambia, entre otras cosas la geografía dejando los recuerdos como algo lejano, como espejismos de tiempos pasados.El abuelo nos contó, que el paisaje empezó a cambiar con la apari-ción del aeropuerto de Techo (una nueva sorpresa para mí) donde el bisabuelo pudo conocer a su ídolo Gardel. El auge del aeropuerto impulsó nuevas obras como la avenida de las Américas lo que em-pezó con la fragmentación de la laguna, lo que se materializó con la fundación del barrio Kennedy que urbanizó muchos sectores, la gran mayoría de invasión, aledaños a la laguna y los humedales que nacieron de esta casi desaparecieron, y no porque no estuvieran allí; sino porque se convirtieron en feos y peligrosos basureros en una sociedad que enaltece la estética. Con mucho esfuerzo, trabajo

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y la necedad del abuelo, la familia logró un lote en las inmediacio-nes de la Vaca, y debía ser allí por los bonitos recuerdos que traía el lugar. Fue allí donde terminaron de crecer mi padre y sus herma-nos.

El abuelo murió en 2001. Estuvo algunos años enfermo debido al cáncer, y recuerdo una tarde en la que le pedí ir a vivir con nosotros. Ante su negativa le pregunté que lo ataba tanto a ese lugar y él con la ternura que lo caracterizaba me respondió caminando lentamen-te hacia la ventana y mirando una foto de su padre, mi bisabuelo: — Es por la vista mijito, es por la vista — Caminando hacia la ventana y mirando el espectáculo en su rostro nostálgico que pocas veces me había detenido a admirar, no volví a tocar el tema.

Walter Hernando Pérez Mora34 años

Orgullosamente bogotano, aficionado por la escritura, amante de la lectura y la música, de profesión perteneciente a los herederos de la crisopeya, de la tauma-turgia, del ocultismo, la hechicería, la alquimia, el arte quimérico y la transmuta-

ción de la materia, es decir químico -de vocación-, y soñador hasta siempre.

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Eran las 11:30 de la noche de aquel 23 de enero de 1991 cuando apresuradamente tuvo que salir con su esposo y dos de sus peque-ños hijos, escondidos en la parte trasera de un camión que trans-portaba guayaba, dejándolo todo para salvar sus vidas. La guerra en esa región era por esmeraldas, cultivos de coca y guerrilla.Esa noche todo era confusión pues ya se habían cumplido 15 días de persecución, amenazas y advertencias, la cuadra estaba rodea-da de matones con orden de bombardear la casa de Dora y Tito y acabar con esa familia. Quedaron atrás la casa, la finca y muchos sueños frustrados.

Al llegar a Bogotá a las 4:30 de la mañana, ahora estaban refugiados en Patio Bonito en casa de unos familiares que les dieron alojamien-to. Ellos, al igual que muchos otros colombianos, se convirtieron en víctimas del desplazamiento forzado. Dora recuerda con nostalgia “Mientras en el pueblo cada uno de los niños tenía su propia alco-ba, aquí tuvimos que compartir los cinco una pieza.” Había comen-zado otra etapa de la vida para esta familia.

Con el ánimo por el piso pero con el empuje que siempre los ha ca-racterizado a ella y a su esposo, con mucho esfuerzo logran reunir unos recursos y compran un negocio de panadería, Dora se pone al frente del establecimiento mientras Tito encuentra trabajo en La Central de Corabastos.

Preocupados por darle de nuevo un techo a sus hijos, alguien les co-menta que estaban vendiendo lotes a bajo precio cerca de Corabas-tos. Dora con los suyos, al igual que las demás familias engañados en su buena Fe por urbanizadores Piratas compraron terreno para

UN SUEÑO VERDE

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sus viviendas en un Humedal, el ”Humedal de la Vaca”. Allí comien-za otra travesía para Dora y su familia, pues pasado algún tiempo y en espera de que les instalaran los servicios públicos un buen día se enteraron de la triste realidad; sin saberlo, indirectamente habían ayudado a la destrucción y desaparición de un hermoso e impor-tante ecosistema de la ciudad de Bogotá. Ya enterados del desastre, pero con la realidad frente a sus ojos, pues aún quedaba un rezago del Humedal (de 25 hectáreas tan solo quedaron 9), y se podía con esfuerzo y dedicación rescatar. Era el año 1994 Dora vuelve a soñar, era un sueño verde, rescatar la flora y fauna del Humedal.

María Lilia Bolívar otra habitante de este sector y quien también fue engañada por los urbanizadores piratas dice; “El sueño de un mejor vivir estaba en la lucha de una Mujer” Dora, quien había conforma-do un grupo de 12 mujeres para buscar recuperar el Humedal. Pero antes tenían que pensar en la reubicación de las familias asentadas en la zona de ronda que según la nueva demarcación y límites del humedal había dado el acuerdo 35 de 1999 aprobado en el concejo Distrital de Bogotá.

Cuenta María Helena Acevedo: “La historia del humedal, la conozco desde el año 1991 cuando llegue al barrio cuando casi todo era la-guna y se veía toda clase de aves: gallinas chinas, pájaros de todos los colores, garzas y patos. Allí no había luz y el agua era un hilito que llegaba a las pilas que dejaron los vendedores de lotes, que poco a poco fueron rellenando de escombros y acabaron con la fauna del lugar. (…) Así, los urbanizadores tomaron la laguna y la vendieron por partes, las volquetas que traían escombros y basura se enterraban y la vegetación silvestre se perdía. (…) ¡Que triste era ver la naturaleza arrasada por el hombre!. Yo fui la primera en construir la casa en material, la mayoría de casas eran ranchos en madera plástico y paroy. Que yo recuerde se inundó dos (2) veces terriblemente; con el tiempo se acabó la laguna y se fue confor-mando poco a poco el barrio”.

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Inicia el año 2003 y con él, el programa de reasentamiento de las 160 familias que por diversas razones habían llegado a la ciudad de Bogotá buscando un mejor futuro o huyendo de la violencia que tan azotado tiene a este país. Ellos también engañados como los demás por los urbanizadores Piratas, compraron terrenos donde no debían en el“ Humedal de la vaca” y quedaron dentro de la zona que debía ser recuperada.

Estas doce mujeres del común, lideradas por Dora Villalobos, preocupadas por las determinaciones tomadas por las entidades centrales y locales para desalojar a dichas familias, se opusieron y promovieron una mesa de trabajo con todos los actores involucra-dos, buscando una solución que no excluyera, sino que integrará al territorio a estas 160 familias y a la vez involucrarlas en el pro-ceso de recuperación del humedal. Con esta propuesta las familias aceptaron negociar y fueron reasentadas; algunas en el mismo sec-tor, otras en localidades distintas, algunas de ellas regresaron a sus pueblos de origen, con todas las garantías, dadas por parte de los actores que en este caso fueron la EAAB, SDA, la Alcaldía Local de Kennedy, entre otros.

Cumplida esta primera labor, las 12 mujeres enfilan sus esfuerzos en la recuperación y conservación del humedal, se dan a la tarea de recolectar el lodo y barro que en ese momento estaba siendo re-movido por uno de los consorcios contratados por el acueducto; lo fueron colocando en camillas plásticas y trasladándolo a un vivero que ellas mismas habían construido donde germinaron especies de flora endémica y nativa; así hicieron la revegetalización del hume-dal que ya se creía perdido. Por haber hecho esa tarea el grupo de las doce mujeres fue reconocido por la comunidad y las entidades como el Grupo Banco de Semillas y es así como ahora se identifican.De este proceso también han hecho parte los niños del sector, prin-cipalmente los hijos y nietos de estas mujeres, quienes las acompa-ñan en las tareas que realizan y han asumido el papel de defensores del espejo de agua (laguna natural), por eso son reconocidos como

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los Guardianes del Agua. Es el caso de Nicolás Carvajal (nieto de Dora), quien desde sus escasos dos años de vida sabe y entiende la importancia del humedal y lo defiende con entereza y ahínco, lo mismo hace Sergio Esteban y Cristian Camilo y los demás niños del grupo Guardianes del Agua. La tarea de estos niños ha motivado a otros a ver el Humedal de una forma diferente y por eso, periódi-camente realizan visitas al humedal niños y niñas de los jardines y centros educativos del sector, quienes después del recorrido guia-do donde aprenden amena y divertidamente sobre fauna y flora, salen a contar emocionados la linda experiencia que disfrutaron al interior del humedal. Hoy por hoy, toda la ciudadanía puede disfrutar de un hermoso pa-norama verde, plantas acuáticas, lenteja de agua, buchón cuchari-ta, sombrilla de agua y berros. La capa de juncos que sirve como fil-tro purificador (Bio-filtro natural) permite disfrutar de un precioso espejo de agua cristalina. El humedal ha vuelto a ser visitado por las aves migratorias que al encontrar vegetación verde hacen su nido y se quedan a habitarlo de nuevo, brindándole a la ciudad un espacio de recreación pasiva y la posibilidad de disfrutar cerca de nuestras casas toda la riqueza ambiental que nos da la biodiversidad.

Lo que Dora Villalobos Burgos y otras mujeres soñaron un día, es ahora una realidad. El verde esperanza, es un sueño verde, bella experiencia que le permitió al grupo Banco de Semillas obtener el segundo lugar en el Premio Cívico por una Bogotá Mejor 2008, pro-yecto que destaca experiencias de desarrollo social meritorias.

Dora Consuelo Villalobos BurgosLíder social y ambiental

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