Introducción a Las Doctrinas Políticas-económicas 3

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DEMOCRACIA 1 Soberanía popular. 1 Amplitud y flexibilidad de la teoría demo- crática. 5 Requisitos e instrumentos esenciales de la democracia. 1 Antecedentes históricos. 1 Las revoluciones liberales y la clase me- dia. 1 Evolución democrática. 1 El factor económico. í Glosa. LA PALABRA "democracia" proviene de los vocablos griegos Demos, pueblo, y Kratos, autoridad o gobierno. Frente al "poder divino" que decían encarnar y ejercer los monarcas de tiempos pasados, o a la "predestinación" que invocan ciertas doctrinas en favor de las "minorías se- lectas", la democracia propugna el concepto de la "sobera- nía popular", o sea, el derecho del pueblo todo a gobernar- se por sí mismo, con finalidades que representan el interés de todo el pueblo. En este sentido, la última parte de la ora- ción pronunciada por Abraham Lincoln en el campo de bata- lla de Getrysburg (guerra de Secesión de los Estados Unidos) contiene una de las más simples y perfectas definiciones de la democracia: "... el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo..." Por "pueblo" entiéndese "todo" el pueblo. Pero como no se puede concebir la unanimidad absoluta en las decisiones adoptadas respecto a los intereses colectivos, lo que priva es la decisión de la mayoría. Al respecto, Thomas Jefferson di- ce: "El primer principio del republicanismo [democracia] es que la Lex Majoris Partís [ley de la mayoría] es la ley funda- mental de toda sociedad de individuos con iguales derechos; considerar la voluntad de la colectividad, expresada aunque sea por mayoría de un solo voto, tan sagrada como si fuera unánime, es la primera de las lecciones que debe aprender- se, pero la última que se aprende completamente. Cuando i se abandona esta ley no queda otra que la de la fuera, que concluye, inevitablemente, en el despotismo militar." El hecho de adoptarse la decisión de la mayoría no sig- nifica cpie se prescinda de la minoría. La minoría ejercita también la parte que le corresponde en la soberanía popu- lar, al desempeñar las funciones de crítica y control que in- cumben a la oposición. Disfruta, además, del derecho ex- pectativo de convertirse, eventualmente, en mayoría. Casi todos los sistemas electorales confieren a la minoría un mar- gen específico de representación en los parlamentos u otros cuerpos colegiados. La democracia presupone la igualdad de los hombres y su derecho igualitario tanto a ejercer la soberanía popular como a alcanzar los fines que, de acuerdo con los concep- tos esenciales de la filosofía liberal, tiene el hombre (véase la introducción al capítulo sobre el liberalismo). Esos dere- chos están claramente enunciados en el lema de "Libertad, Igualdad y Fraternidad" de la Revolución Francesa, como en la siguiente frase de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica: "... todos los hom- bres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador cier- tos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad..." El profesor Sabine 1 dice lo que sigue, en relación con la amplitud y el espíritu armónico que deben caracterizar al régimen democrático liberal: "El programa liberal de un gobierno libre y la defensa liberal de sus procedimientos, tales como el sufragio, la representación, la organización de partidos y el control de gobierno por los partidos, surge naturalmente y, al mismo tiempo, depende de la concep- ción de sociedad libre que ha logrado encontrar una relación eficaz entre el bienestar colectivo y una multiplicidad de intereses privados, de grupo y de clase." Lo cual significa que, así como es inadmisible la existencia de privilegios in- 1 Gcorge H. Sabine, ob. cit. 57

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Democracia

Transcript of Introducción a Las Doctrinas Políticas-económicas 3

  • DEMOCRACIA

    1 Soberana popular. 1 Amplitud y flexibilidad de la teora demo-crtica. 5 Requisitos e instrumentos esenciales de la democracia. 1 Antecedentes histricos. 1 Las revoluciones liberales y la clase me-dia. 1 Evolucin democrtica. 1 El factor econmico. Glosa.

    LA PALABRA "democracia" proviene de los vocablos griegos

    Demos, pueblo, y Kratos, autor idad o gobierno. Frente al "poder d iv ino" que dec an encarnar y ejercer

    los monarcas de tiempos pasados, o a la " p r e d e s t i n a c i n " que invocan ciertas doctrinas en favor de las " m i n o r a s se-lectas", la democracia propugna el concepto de la "sobera-na popular", o sea, el derecho del pueblo todo a gobernar-se por s mismo, con finalidades que representan el in ters de todo el pueblo. En este sentido, la l t i m a parte de la ora-c in pronunciada por Abraham Linco ln en el campo de bata-lla de Getrysburg (guerra de Seces in de los Estados Unidos) contiene una de las m s simples y perfectas definiciones de la democracia: ". . . el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.. ."

    Por "pueblo" e n t i n d e s e "todo" el pueblo. Pero como no se puede concebir la unan imidad absoluta en las decisiones adoptadas respecto a los intereses colectivos, lo que priva es la dec i s in de la mayor a . A l respecto, Thomas Jefferson d i -ce: " E l pr imer p r inc ip io del republicanismo [democracia] es que la Lex Majoris Parts [ley de la mayor a] es la ley funda-mental de toda sociedad de individuos con iguales derechos; considerar la vo luntad de la colectividad, expresada aunque sea por mayor a de un solo voto, tan sagrada como si fuera u n n i m e , es la primera de las lecciones que debe aprender-se, pero la l t i m a que se aprende completamente. Cuando

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    se abandona esta ley no queda otra que la de la fue ra , que concluye, inevitablemente, en el despotismo mil i tar ."

    El hecho de adoptarse la d e c i s i n de la m a y o r a no sig-nifica cpie se prescinda de la m i n o r a . La m i n o r a ejercita t a m b i n la parte que le corresponde en la s o b e r a n a p o p u -lar, al d e s e m p e a r las funciones de cr t ica y con t ro l que i n -cumben a la o p o s i c i n . Disf ru ta , a d e m s , del derecho ex-pectativo de convertirse, eventualmente, en m a y o r a . Casi t o d o s los sistemas electorales confieren a la m i n o r a un mar-gen especf ico de r e p r e s e n t a c i n en los parlamentos u otros cuerpos colegiados.

    La democracia presupone la igualdad de los hombres y su derecho igual i tar io tanto a ejercer la s o b e r a n a popular c o m o a alcanzar los fines que, de acuerdo con los concep-tos esenciales de la filosofa l iberal , tiene el hombre (vase la i n t r o d u c c i n al c a p t u l o sobre el l iberal ismo). Esos dere-chos e s t n claramente enunciados en el lema de "Liber tad , Igualdad y Fraternidad" de la R e v o l u c i n Francesa, como en la siguiente frase de la D e c l a r a c i n de Independencia de los Estados Unidos de N o r t e a m r i c a : " . . . todos los h o m -bres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador cier-tos derechos inalienables entre los cuales es t n la vida, la l ibertad y la c o n s e c u c i n de la fel icidad. . ."

    El profesor Sabine 1 dice lo que sigue, en re lac in con la a m p l i t u d y el e sp r i t u a r m n i c o que deben caracterizar al r g i m e n d e m o c r t i c o l iberal: " E l programa liberal de un gobierno l ibre y la defensa l iberal de sus procedimientos , tales como el sufragio, la r e p r e s e n t a c i n , la o r g a n i z a c i n de partidos y el con t ro l de gobierno por los partidos, surge naturalmente y, al m i s m o t i empo , depende de la concep-c in de sociedad libre que ha logrado encontrar una relacin eficaz entre el bienestar colect ivo y una m u l t i p l i c i d a d de intereses privados, de grupo y de clase." L o cual significa que, as como es inadmis ib le la existencia de privilegios i n -

    1 Gcorge H . Sabine, ob. cit.

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  • dividuales, tampoco se concibe el p r e d o m i n i o de intereses de grupos o clases a expensas del bienestar colectivo.

    Estos conceptos, c]ue concretan el sentido de la ideolo-ga d e m o c r t i c a liberal, tienen sus antecedentes en las ms remotas o r m a s del pensamiento po l t i co occidental.

    M s que un programa de gobierno, la democracia es una filosofa pol t ica que se caracteriza por su elasticidad, por su f lexibi l idad.

    En efecto, no prescribe determinada forma orgn ica de-gobierno, y se la puede practicar dentro de r eg menes pol -tico-administrativos tan diferentes entre s como el republi-cano presidencialista de los Estados Unidos (donde no hay pr imer ministro y es a t r ibuc in del Presidente designar a los miembros del Gabinete), o el parlamentario de Francia (don-de el jefe de gobierno es el Primer Min i s t ro que forma el Ga-binete o cae con l en v i r tud de la a p r o b a c i n o la censura del parlamento), o el "Colegiado" del Uruguay (donde el Pre-sidente era, por turno, uno de los nueve miembros del C o n -sejo Nacional) o las m o n a r q u a s br i tnica , sueca, holandesa y noruega, para citar n i c a m e n t e algunos ejemplos notables.

    Tampoco, y esto es igualmente importante, prescribe for-mas concretas de organizac in e c o n m i c a . Es as como sigue en vigencia la democracia en Gran Bretaa , a travs de las transiciones ocurridas en aquel pas -alternativamente entre los regmenes socialista y conservador-, y como rige en Sue< ia, que es, a un t iempo, m o n a r q u a y Estado socialista.

    Existen t a m b i n hoy en d a las "democracias popula-res" (dentro del bloque sovit ico) como e x p r e s i n "de un r g i m e n po l t i co y social en que las masas populares, de trabajadores, tienen acceso realmente l ibre y directo al con-t ro l del gobierno". A d e m s , en la t eor a de las "democracias populares", se exalta el concepto de que "la igualdad en los r d e n e s j u r d i c o y po l t i co no tiene valor p r c t i c o si no est fundada en la igualdad e c o n m i c a " .

    En medio de tal f lexibi l idad, hay ciertos requisitos que, cumpl idos , dan sello de autent icidad a u n r g i m e n demo-

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    c r t i co y que, j u n t o con un factor de orden educativo y moral que se m e n c i o n a r d e s p u s , const i tuyen los ins t ru-mentos po l t i cos y j u r d i cos imprescindibles para el fun-c ionamiento de una verdadera democracia:

    a) El sufragio o voto popular a t ravs del que se expre-sa la vo lun tad del pueblo. A l e m i t i r su voto , cada ciudada-no pone en juego, voluntar iamente , la parte que le toca de la s o b e r a n a popular. As designa a sus representantes; a aquellos que, en el gobierno, a c t u a r n por l. N o siendo posible dadas las dimensiones de las naciones modernas -hacer que el pueblo delibere y a c t e directamente en asam-bleas p b l i c a s c o m o las de Atenas, se ut i l iza el sistema "re-presentativo" o de "de legac in de poder" mediante el cual los gobernantes (legisladores o ejecutivos) ejercen el poder en r e p r e s e n t a c i n de sus electores, o sea por mandato del pueblo. Por eso t a m b i n el pueblo, al cabo de u n t r m i n o s e a l a d o , puede retirarles la r e p r e s e n t a c i n , el igiendo a otros ciudadanos para reemplazarlos. Los requisitos esencia-les del vo to son la l iber tad y el secreto, para e l iminar toda posibi l idad de c o a c c i n o c o r r u p c i n .

    b) U n estatuto cons t i tuc ional , o cuerpo fundamental de leyes, que establece y l i m i t a los derechos y atribuciones del i n d i v i d u o y del Estado, y las relaciones del uno con el otro , a fin de evitar el abuso de la l iber tad por parte de los indiv iduos y el exceso de au tor idad de los gobernantes.

    c) La d iv is in de poderes dentro del Estado. U n Estado centralizado t e n d e r a naturalmente al autor i tar ismo d e s p -tico. Es clsica (desde Grecia hasta nuestros das) la d iv i s in de poderes en legislativo (el par lamento cons t i tu ido por los representantes directos del pueblo) , que fo rmula las leyes; ejecutivo (el Presidente o Primer M i n i s t r o y su Gabinete, as como las diferentes ramas de a d m i n i s t r a c i n p b l i c a ) que hace c u m p l i r las leyes; y j u d i c i a l que adminis t ra la jus-ticia para castigar la i n f r acc in de las leyes. E n la Cons t i -t u c i n existen normas fijas e inviolables, en v i r t u d de las cuales los tres poderes c u m p l e n sus respectivas funciones

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  • y se controlan entre s. Normas que, a d e m s permi ten un constante, activo y estrecho contacto entre el gobierno y el pueblo. Ese contacto es lo que el entonces candidato por pr imera vez a la presidencia de los Estados Unidos , Adla i Stevenson, l l a m apropiadamente en 1952: "El d i logo permanente entre gobernantes y gobernados."

    el) La a d o p c i n y vigencia de pr inc ip ios fundamenta-les (establecidos en la C o n s t i t u c i n y en las leyes secunda-rias) destinados a garantizar la vida, la igualdad y las formas capitales de l iber tad de los ciudadanos: l ibertad de pensa-mien to , de cul to , de e x p r e s i n , de p e t i c i n , de r e u n i n , de t r n s i t o , etc. El ejercicio de esas libertades est condiciona-do solamente a los superiores intereses del orden social: segu-r idad del Estado y coexistencia pacfica de derechos i n d i -viduales. Los derechos de cada uno se extienden, sin trabas, hasta el p u n t o en que pudieran ser lesivos para los dere-chos de los d e m s y all se detienen. El concepto de que esos derechos existen como a t r ibu to inherente a la condi -c in humana, y que se deben respetar, consti tuye la esen-cia t i co -po l t i ca de la democracia.

    Es difcil imaginar n i n g n esp r i tu d e m o c r t i c o en las sociedades primit ivas en las que el miedo, la supers t i c in y la fuerza eran los tres pilares sobre los cjue se asentaba el poder, y en las cuales ese poder se t r ansmi t a , cuando m o r a el jefe, al ind iv iduo que por la fuerza p o d a tomarlo , o al heredero del caudillo; esto l t imo , en el entendido de que el espritu del caudillo sobreviva en su descendiente. D e all nace el dere-cho hereditario en que se fundan despus las m o n a r q u a s que, por ex tens in , dan nacimiento al sistema de castas de sangre. C o n la circunstancia, digna de anotarse, de que el simple y juicioso anhelo del hombre p r i m i t i v o , de ver al buen caudillo redivivo en su prole, se desv i r tu totalmente. Ya no slo heredaba el hi jo del buen caudillo, porque su padre ha-ba sido bueno, sino simplemente el hi jo, por hijo.

    La c o n e x i n que inevitablemeiue c rey encontrar el hombre p r i m i t i v o entre el poder real y los f e n m e n o s i n -

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    comprensibles de la naturaleza (miedo fsico a la fuerza y miedo supersticioso a lo desconocido), sumada al concepto de la herencia, d io origen a las teocracias que ofrecen cua-dros tan semejantes en algunos de sus caracteres, a pesar de la distancia geogrf ica y c r o n o l g i c a que los separa, como las de Egipto y el Imper io de los Incas.

    H e a h el "derecho d i v i n o " de los reyes elaborado y per-i < i l imado a t ravs de la Edad Med ia y prolongado hasta bien entrada la Moderna . H o y mismo , la c o r o n a c i n de los pocos monarcas que quedan va a c o m p a a d a de cere-m o n i a s reminiscentes de los viejos ritos tribales en los que el mago-sacerdote u n g a al jefe de la t r i b u , conf i rmando as la ( ondicin de ste de depositario del " d i v i n o " a t r ibu to del p o d e r .

    I o d o este lapso h i s t r i c o no ofrece, n i puede ofrecer, a n t e c d e m e alguno a la democracia.

    Es en Grecia, y concretamente en Atenas, donde se enuncian expresamente y se ponen en p rc t i ca las p r ime-ras nociones y formas de vida d e m o c r t i c a .

    D e un r g i m e n a r i s t oc r t i co se p a s , con el legislador S o l n , a una moderada t imocracia (d iv i s in de clases en f u n c i n de la u n t a o p roduc t iv idad e c o n m i c a del i n d i v i -duo) . La t imocracia fue ampl iando , gradualmente, las ba-ses exclusivistas en que se asentaba el poder p o l t i c o , ya que esas clases diversas, y no slo en la nobleza, t e n a n repre-s e n t a c i n p roporc iona l en el gobierno.

    E n el siglo de oro o siglo de Pericles ( v a . C ) , la demo-cracia ateniense alcanza sus manifestaciones m s logradas. N o solamente el gobierno consti tuye, en su mayor parte, una e x p r e s i n de la s o b e r a n a popular, sino que el pueblo, directamente, discute sus problemas m s importantes en las asambleas populares, en que el orador m s elocuente puede arrastrar consigo la o p i n i n de la m a y o r a .

    La a c c i n directa del pueblo en dichas asambleas s lo era concebible, desde luego, dentro de las dimensiones geo-grficas de los Estados-Ciudad. L o que queda de ellas, o

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  • del plebiscito romano, es el r e f e r n d u m -propues to por Rousseau a fines del siglo X V I I I y adoptado en la m a y o r a de las constituciones modernas- que consiste en el voto d i -recto que emite el pueblo, a p r o p o s i c i n del gobierno, para decidir cuestiones especf icas sumamente importantes , en circunstancias excepcionales.

    El cul to de la r azn , el debate l ibre de todas las ideas y el desarrollo general de la cul tura griega cont r ibuyen , de-cisivamente, a liberar de trabas el e sp r i tu humano y a dar al hombre una clara n o c i n de su valor y de su destino.

    Hay que hacer, sin embargo, una salvedad a la demo-cracia ateniense; no todo el pueblo participaba en el ejer-cicio de las funciones po l t i cas , que estaban reservadas so-lamente a los ciudadanos de Atenas (nacidos en la ciudad). Los residentes extranjeros o viajeros (metecos) y los escla-vos no t e n a n acceso a tales funciones. Pero, por q u sor-prenderse de ello? H o y mismo, en las democracias ms avanzadas, se establecen distinciones entre los derechos del "ciudadano" y los del extranjero. El derecho de voto est t a m b i n l im i t ado por razones de edad o sexo, de alfabetis-m o , o por c u m p l i m i e n t o previo de ciertos deberes como el pago de impuestos o el servicio mil i tar .

    Finalmente, aunque n i la C o n s t i t u c i n n i las leyes secun-darias lo hubieran legalizado nunca, un prejuicio racial con-suetudinario que ahora est a pun to de ser l iquidado puso durante casi doscientos a o s a grandes masas de p o b l a c i n negra al margen de los derechos electorales y de las funcio-nes pb l icas en los Estados del Sur de los Estados Unidos , problema del que volveremos a ocuparnos m s adelante.

    Entre los grandes filsofos clsicos, P l a t n , en su R e p -blica ideal, a d m i t a la d iv i s in de clases, asignando a los mejores, los sabios, las funciones de gobierno, y las tareas manuales a los menos capaces y menos educados. Las re-laciones entre las clases, empero, d e b a n estar inspiradas en pr incipios de justicia y respeto m u t u o .

    Aris tte les , ms que formular el s u e o de un Estado ideal, se ocupa de los problemas prc t icos de la pol t ica; del arte del gobierno. Sostiene "que la mejor forma de gobierno es aque-lla en que todos los individuos a c t a n en la vida poltica". Justifica, empero, la esclavitud, como una necesidad para el cumpl imien to de ciertos servicios dentro de la vida colecti-va, y cree que los sabios y los poseedores de fortuna deben ser los que gobiernen. Es partidario de la divisin de pode-res y distingue formas "puras" e "impuras" de gobierno, en-tendiendo que las primeras son las que tienen como objeti-vo el bienestar general, mientras que pertenecen a las segundas las que significan abuso de poder en beneficio de slo una clase social, aunque sta sea la de los despose dos .

    El gran progreso de Roma en materia j u r d i ca (el de-recho romano es todav a l undamen to de gran parte de las legislaciones contemporneas) aporta elementos doct r ina-les m u y valiosos al desarrollo de la democracia, entre ellos el concepto de la igualdad ante la ley y el de la representa-c i n o d e l e g a c i n de poder.

    Dos pensadores griegos, Panecio (f i lsofo estoico) y Polibio (historiador), introducen en Roma conceptos "huma-nitarios" que inf luyen profundamente en las deas de los estoicos latinos y a travs de ellos en la c o n c e p c i n pol t ica romana de la sociedad y del Estado.

    "La unidad de la raza humana, la igualdad entre los h o m -bres y por ende la justicia en el Estado, el igual valor del hombre y la mujer, el respeto por los derechos de las espo-sas y los hijos, la benevolencia, el amor, la pureza en la fa-mil ia , la tolerancia y la candad hacia nuestros semejantes, la humanidad en todos los casos aun en la terrible necesidad de castigar a los criminales con la muerte, son las ideas que llenan los libros de los estoicos m s avanzados". (Jacques Denis: Historia de las teoras y de las ideas morales en la anti-gedad. C i tado por George Sabine, ob. c i t . ) .

    E l concepto de la "Ley natural" que se funda en el "or-den d i v i n o " que rige el universo y en la "recta r azn" y la

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  • "naturaleza social" del hombre , hace cambien un apone sustancial al desarrollo de ideas afines al esquema demo-c r t i co , que se materializan en disposiciones gubernamen-tales como el famoso "Edic to de Caracal la" por el cual en el a o 212 d . C , se reconoce la c i u d a d a n a romana a todos los habitantes libres del Imper io y no solamente a los de la c iudad y sus alrededores.

    Las luchas entre el patr iciado (casta a r i s toc r t i ca ) y la plebe (sector popular remotamente precursor de lo que-sera m s tarde la clase media) , se reflejan en los diferentes grados de autor idad que, al ternativamente, se confiere al Senado (patricio) y a los Comic ios o plebiscitos en los cua-les se r e n e el pueblo, agrupado en curias o centurias, para dar asentimiento o negativa, sin d i s c u s i n , a las medidas del gobierno que propone el magistrado, t r i b u n o o c n s u l . Y tales luchas, que se in ic ian en la m o n a r q u a romana, ad-quieren su mayor intensidad en la R e p b l i c a y desapare-cen con el Imper io , son t a m b i n un presagio de la larga batalla mediante la que, en tiempos modernos, la clase po-pular ir despojando a la aristocracia de sangre de sus t radi-cionales privilegios.

    Luego viene el crist ianismo que m i n a desde las cata-cumbas la arc]uitectura de la Roma imper ia l y levanta en cambio el edificio de una nueva t ica basada en la igual-dad de los hombres ante Dios , del desprendimiento de los bienes terrenales, del amor al p r j i m o y de la caridad (vase el c a p t u l o del socialismo crist iano). H e a q u una c o n t r i b u -c i n indirecta al desarrollo de la filosofa d e m o c r t i c a .

    Sin embargo, cuando sobre los escombros de Roma se levantan los castillos feudales, el cr is t ianismo, que pudo ejercer una influencia democratizante def ini t iva , "queda demasiado envuelto en los intereses del poder temporal" , y pierde contacto con la gleba, la tierra, donde trabajan y sufren los siervos, t a m b i n hijos de Dios .

    Los Padres de la Iglesia, San A g u s t n y, mucho despus , Santo ' lomas de A q u i n o aplican su genio t a n t o a COOrdi

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    nar los postulados del racionalismo griego con el dogma cris t iano, como a buscar f r m u l a s de re lac in entre el po-der d i v i n o y el poder temporal - l a Iglesia y los gobernan-tes, respectivamente-, reservando a aqu l la el desidertum supremo.

    Dice San A g u s t n que "el gobernante representa la vo-lun tad de Dios en la tierra", y a a d e que "no hay justicia en los Estados no cristianos". Justifica la esclavitud "como un reflejo de la ca da del hombre" . Pero, por supuesto, la esclavitud s lo afecta al cuerpo. El alma es siempre l ibre. Y, para el cr ist ianismo, el alma, y no el cuerpo, es lo i m -portante. Lo que no est claramente explicado es por q u s lo los esclavos tienen a su cargo la dura tarea de s imbo-lizar y llevar sobre los hombros las consecuencias de la ca da del hombre .

    Frente al desorden y la descen t r a l i zac in del feudalismo, Santo Lomas es par t idar io de la autocracia centralizadora y del derecho d i v i n o de los monarcas. Sostiene que los go-bernantes cumplen un mandato d i v i n o , en sentido de que la verdad y la justicia s lo se alcanzan por la r a z n y me-diante la fe, en cuyo orden n i c a m e n t e la Iglesia es c o m -petente. Por tanto, la e x c o m u n i n decretada por la Iglesia contra un gobernante puede liberar al ciudadano de sus obligaciones para con a q u l . Todo , inclusive el Estado, for-ma parte del sistema universal en que crea Santo T o m s , en cuya c s p i d e , por sobre la r a z n , y "como r e c e p t c u l o de la r eve lac in d iv ina , est la t eo log a cristiana".

    N o es, pues, concebible que en medio de este ordena-miento d o g m t i c o cuya suprema d i recc in concierne a Dios , hubiese quedado m u c h o margen para n inguna teor a n i p rc t i ca poltica que, como la democracia, pretendiese dar al h o m b r e y a su r a z n el a rb i t r io final sobre los destinos de la colect ividad.

    E n el seno de las corporaciones o gremios se practica-ban formas rudimentarias de democracia, ya que, si b ien exis t an las ca tegor a s claramente diferenciadas de maestro,

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  • oficial y aprendiz, esas ca tegor as no eran infranqueables; p o d a pasarse, posiblemente, de una a otra. Y gracias a la especie del fuero part icular de que los gremios disfrutaban en algunas partes de Europa, administraban justicia igua-li taria entre sus miembros y cuidaban de sus intereses con miras al bienestar general.

    Estamos en las p o s t r i m e r a s de la Edad Media , y el m u n -do occidental se apresta, con el ejercicio intelectual del Re-nacimiento, para la dura jornada de los tiempos modernos.

    En 1215, sus propios condes y barones obligan al rey de Inglaterra, l lamado Juan sin Tierra, a firmarla Carta Magna, primera forma de c o n s t i t u c i n pol t ica de que se tiene no-ticia en el mundo . Mediante la Carta, Juan sin Tierra acuerda a los "ingleses libres" todas las libertades. Declara la inde-pendencia de la Iglesia y as debilita, por primera vez el nu-do metafs ico laboriosamente atado durante la Edad Media entre el poder d iv ino y el temporal . L i m i t a las facultades del soberano para crear impuestos o exigir servicios militares. Prohibe el arresto de los hombres libres, sin causa justifica-da. Restringe considerablemente los derechos feudales. Todo ello constituye un paso trascendental en la historia de la de-mocracia.

    A p a r r del Renacimiento y hasta el siglo X V I I I la historia de la democracia se confunde con la del liberalismo. En efec-to, este l t i m o revalidador de la razn, de la libertad y la dig-nidad del ser humano fue por excelencia el encargado de sen-tar las bases filosfico-polticas de lo que sera la democracia moderna. (Vase, en el cap tu lo referente al liberalismo, de qu manera el influjo ml t ip le del Renacimiento, la Refor-ma, los grandes descubrimientos geogrficos, la Enciclopedia, la Revoluc in Industrial y las invenciones tecnolgicas acaba-ron por conformar- el pensamiento democrt ico- l iberal . )

    Sobreviene en este p u n t o el largo y f ruc t fe ro proceso de reajuste de las insti tuciones po l t i cas inglesas, ocur r ido en el transcurso del siglo X V I I I , a t ravs de la turbulenta his-tor ia de Inglaterra. . ; ,

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    Los privilegios de la m o n a r q u a y de la aristocracia fue-ron d e s m o r o n n d o s e gradualmente para dar paso a un sis-tema cada vez m s comple to de libertades y ga ran t a s y una injerencia cada vez mayor del pueblo en el gobierno.

    El babeas corpus (extraordinaria conquista j u r d i c a que hasta hoy consti tuye el l t i m o recurso contra la t i r an a y el exceso de autoridad) tuvo su origen en 1628, y fue suce-sivamente revocado, modi f i cado y desconocido en la p r c -tica, hasta 1679, cuando se lo c o n f i r m def ini t ivamente en la p l e n i t u d de sus alcances. U n i n d i v i d u o puesto en p r i -s in sin las formalidades legales invoca el derecho o recur-so de babeas corpus, y la au tor idad que dispuso el arresto arbitrario tiene ob l igac in de poner en libertad al preso o de entregarlo a la au tor idad competente que, de inmedia to y so pena de severas sanciones, debe decretar su l ibertad o i n i -ciar, con causa indudablemente justificada, el p roced imien-to j ud i c i a l correspondiente.

    Por otra parte, d e s p u s de la d e p o s i c i n de Jacobo I I por G u i l l e r m o I I I de Orange se produjo , a par t i r de los a o s 1688-1689 , una verdadera r e v o l u c i n en las mencio-nadas inst i tuciones po l t i ca s inglesas. Se d e c l a r incons t i -tucional el derecho del rey para suspender la vigencia de las leyes y la f o r m a c i n de e jrc i tos sin a u t o r i z a c i n del Parlamento; se g a r a n t i z el derecho de p e t i c i n de los c i u -dadanos y la l ibre e l ecc in de los miembros del Parlamento, as c o m o la l iber tad de palabra en el seno del m i smo . Se crearon los jurados para la t r a m i t a c i n de juicios y se esta-bleci la inamovi l idad de los jueces; la prensa fue declarada libre y q u e d abierto el camino para determinar y deman-dar la responsabilidad de los altos dignatarios del Estado, e tc te ra .

    E n el Parlamento ing ls , madre de las inst i tuciones d e m o c r t i c a s b r i t n i c a s , y mode lo parlamentario para el m u n d o entero, in ic ise la lucha tenaz y constante que, a lo largo de m s de u n siglo, fue restando poder a la aristo-cracia de sangre (representada por la C m a r a de los Lores),

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  • para dar poder cada vez mayor (actualmente casi absolu-to) a la C m a r a de los Comunes , elegida por el pueblo sin d i s t i n c i n de clases. Y esta lucha es representativa de lo que o c u r r a en el resto de Europa, frente a las m o n a r q u a s ab-solutas que regan los Estados Nacionales establecidos al conc lu i r la Edad Media , cuando los s e o r e s feudales, for-zados por la necesidad, fueron agrupando sus tierras y va-sallos en n c l e o s m s y ms grandes.

    C imien tos de valor def ini t ivo para el edificio de la de-mocracia moderna construyeron John Locke (ingls) en la segunda mi tad del siglo X V I I y posteriormente Juan Jacobo Rousseau (francs), en v i r t u d de la c o n c r e c i n que dieron al concepto (ya enunciado anteriormente) del "contrato so-cial" . Sobre todo el segundo, en su obra t i tulada precisa-mente Contrato social, sostiene que la autor idad del Estado y la fuerza de las leyes no pueden tener o t ro origen intelec-tual y moralmente v l ido que la vo lun tad del pueblo: que el gobernante no es sino un mandatario de la s o b e r a n a po-pular; y que la forma ideal de gobierno es la R e p b l i c a , en la cual los representantes del pueblo discuten y aprueban las leyes. En cuanto al "contrato" como base de la sociedad, Rousseau dice que solamente "el acuerdo y el consent imien-to" colectivos pueden justificar la convivencia sociaJ por una parte, y la autor idad del gobierno, por otra. El contrato so-cial significa que "cada cual, d n d o s e a todos no se da a na-die en particular; y como no hay n i n g n asociado sobre el cual no adquir imos los mismos derechos que concedemos sobre nosotros mismos, resulta que adqui r imos a nuestra vez el equivalente de todo lo que perdemos, y m s fuerza y poder para preservar lo que tenemos".

    N o es e x t r a o que estas ideas, desarrolladas por los Enci-clopedistas franceses uno de los cuales era el p rop io Rousseau (vase Liberalismo), hubieran formado parte de la platafor-ma ideolgica que sirvi como base de s u s t e n t a c i n para la R e v o l u c i n Francesa y la Norteamericana as como para las luchas de independencia de la A m r i c a Lat ina .

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    E l siglo X I X fue fecundo en f e n m e n o s po l t i co - soc ia -les. Surgieron entonces, con su filiacin defini t iva e i ncon-fundib le , el c o m u n i s m o marxista y la democracia liberal. El suelo cargado de potencias germinales del que nacieron aquellos enormes troncos i d e o l g i c o s cuyo follaje proyec-ta sombras hasta nuestros d as fue finalmente preparado, arado y abonado con los productos y residuos de la Revo-l u c i n Indus t r ia l . El aspecto e c o n m i c o de este proceso est tratado en el c a p t u l o del l iberalismo. Mencionaremos a q u un f e n m e n o s o c i o - e c o n m i c o y dos hechos h i s t r i -cos. Los tres, igualmente trascendentales, afectan directa-mente el r u m b o , la historia y el destino de la democracia.

    Pr imero, el f e n m e n o s o c i o - e c o n m i c o : el nac imien-to de la clase media. El vac o que antes separaba a la aris-tocracia de la "gleba" de la Edad Med ia o del incipiente proletariado que incubaron las fbricas de la R e v o l u c i n Indus t r ia l fue ocupado por este nuevo grupo social que se a p o d e r paulat inamente de los ins t rumentos de produc-c i n , creando y manejando el capital . La aristocracia, l i -gada a la tierra, no trabajaba. Eso era i n d i g n o de ella.- Por otra parte, la t ierra p e r d a su papel preponderante como fuente de grandes riquezas. La b u r g u e s a e m p e z p r o n t o a prestar d inero y a hipotecar a los nobles; luego c o m p r t -tulos nobi l iar ios y, finalmente, cuando la nobleza re su l t u n o b s t c u l o para la e x p a n s i n incontenib le de sus planes, la e l i m i n p o l t i c a m e n t e . T a n t o la democracia c o m o el l i -beralismo e c o n m i c o fueron armas apropiadas, y como hechas a la medida , para la clase media, porque le a b r a n los horizontes del poder p o l t i c o sin l imitaciones de clase, y los caminos de la fo r tuna s in las vallas del pr ivi legio de sangre.

    La R e v o l u c i n norteamericana (1776) y la R e v o l u c i n francesa (1789) fueron f e n m e n o s t p icos de esa s u b v e r s i n de la clase media. En los Estados Unidos , la r e v o l u c i n sir-vi para echar abajo, en la tierra franca y frtil de un nuevo m u n d o , las trabas e c o n m i c a s erigidas por la m e t r p o l i

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  • (Inglaterra) en el camino de los hombres que se h a b a n j u -gado la vida por la l ibertad.

    En Francia, el largo preparativo filosfico y e c o n m i -co del l iberalismo c u l m i n con la conquista, en las calles de Pars , del derecho del hombre a pensar y a enriquecer-se. Se d e c a p i t , para ello, a una nobleza decadente, estril y ciega, que apenas log r hacer acopio de fuerzas para m o r i r con d ign idad . Los desarrapados, los sans-culotteque lucha-ron denodadamente por la r evo luc in no v iv ieron lo sufi-ciente para saber que aquella r evo luc in no era realmente la suya sino una clase media, de bu rgues a , que no cam-biar a su c o n d i c i n de sans-culotte.

    Lo cierto es que Estados Unidos p r o c l a m la Cons t i -t u c i n y el Estatuto de Derechos, y Francia l a n z aquella clarinada de "Los Derechos del H o m b r e " y el lema de " L i -bertad, Igualdad y Fraternidad" que r e sona r a en todos los confines del planeta, anunciando la l i be rac in defini t iva de la clase media.

    Las heroicas guerras libertarias de A m r i c a Latina, en los siglos X V I I I y X I X , y el laborioso proceso (evo luc in unas ve-ces, revoluc in las ms) con que desde entonces hasta hoy el ind iv iduo ha venido buscando en todo el m u n d o la rea-firmacin de sus derechos, y el pueblo el ejercicio de su sobe-rana , completan el cuadro h is tr ico de la democracia.

    Si las calles no se ensangrentaron con esa lucha, el cam-po de batalla fue el parlamento donde se dic taron leyes cada vez m s liberales, combat iendo ya no la aristocracia de sangre sino -esta vez- a la bu rgues a atrincherada en su poder e c o n m i c o . Revolucionaria en los dos siglos ante-riores, le tocaba ahora, a la b u r g u e s a l iberal , defender los bastiones de sus conquistas. Proceso inevitable, en el que "los revolucionarios de ayer son los conservadores de hoy" para retener lo que ganaron con la r e v o l u c i n .

    En el curso de la Segunda Guerra M u n d i a l , el presi-dente de los Estados Unidos , Franldin Delano Roosevelt, por muchos conceptos s m b o l o de democracia evolucio-

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    nada y de l iberal ismo e c o n m i c o humanizado, hizo una valiosa c o n t r i b u c i n al ideario d e m o c r t i c o .

    Entre las "cuatro libertades" que p r o c l a m en su men-saje al Congreso de 1941 c o m o bandera de la la c a m p a a contra el nazismo y el fascismo, i n c l u y la " l i be r ac in de la necesidad". (Las otras tres: l ibertad de e x p r e s i n , l iber-tad de cu l to , l i b e r a c i n del miedo.)

    C u l es el valor de ese enunciado aparentemente i n -significante?

    Recordemos que la democracia, navegando entre con-ceptos ju r d i cos , po l t i cos y t icos , se hab a ocupado para asegurar la p r o c l a m a c i n y el ejercicio de derechos que se re-feran a la l ibertad, a la justicia igualitaria, a la a n u l a c i n de los privilegios de casta, etc. Pero, imbuida de la doctr ina l i -beral, no hab a tocado el aspecto e c o n m i c o , en el entendi-do de que cuantas menos intrusiones se crearan en el libre juego de las llamadas leyes naturales del mercado, mayores probabilidades t e n d r a el i n d i v i d u o de alcanzar su bienestar.

    E l t i empo se e n c a r g de demostrar que aqu l l a no era una verdad absoluta. El oleaje del capitalismo liberal no siempre llevaba al hombre a las playas de la abundancia. Fre-cuentemente, m u y frecuentemente, lo ahogaba en el violen-to flujo y reflujo de la prosperidad y la crisis; y lo ahogaba, a d e m s , en masa.

    La " l iberacin de la necesidad" viene a corregir esa falla de los planteamientos d e m o c r t i c o s liberales. El hombre no slo tiene derecho a ser l ibre (lo que equivale, muchas veces, al dudoso privilegio de morirse libremente de hambre). Tiene t a m b i n derecho, un derecho inherente a su c o n d i c i n de h o m -bre y de ciudadano, a liberarse de la necesidad, en vez de que esa l iberacin sea un simple accidente que puede o no ocurrir en la evo luc in del f e n m e n o e c o n m i c o . As como a la jus-ticia, tiene derecho al pan de cada da . Porque si es cierto que "no slo de pan vive el hombre" como reza el viejo r e f r n -no es menos cierto que n inguna doctr ina pol t ica, moral o religiosa ha inventado todav a la forma de v iv i r sin pan.

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  • La democracia no puede, pues, limitarse a la contempla-c in esttica de sus altas concepciones t ico- jur d ico-pol t i -cas, sino que, en respuesta a una demanda perentoria, tiene que ahondar hasta la en t r aa del problema e c o n m i c o .

    ste es el sentido que en los l t i m o s t iempos se da a la "democracia social". Los partidos d e m o c r t i c o s que en el Vie jo y en el Nuevo M u n d o muestran vis in y sensibilidad respecto al problema e c o n m i c o de las grandes masas ad-quieren creciente prestigio y son, realmente, los n i c o s que pueden levantar, con c r d i t o y con probabilidades de x i to , la bandera pol t ica de la democracia.

    Es digna de anotarse la extraordinaria a m p l i t u d del ideal d e m o c r t i c o . Tan es as que, excepc in hecha de las-tendencias a r i s tocr t icas (sin valor en la actualidad) y del na'/ifascismo (part idar io de las " m i n o r a s selectas"), todas las corrientes po l t i cas , as las d e m o c r t i c a s propiamente dichas como las socialistas, convergen hacia la meta final de realizar formas d e m o c r t i c a s de o r g a n i z a c i n social. Los propios comunistas cri t ican y atacan a la democracia l ibe-ral precisamente "por no haber c u m p l i d o una f u n c i n ve-razmente d e m o c r t i c a " y haber defraudado a las grandes m a y o r a s al vincularse con el sistema capitalista. Se p ropo-nen superar d icho estadio de la e v o l u c i n po l t i ca con ob-jeto de alcanzar - l o dice textualmente el Manifiesto comu-nista- lo que ellos consideran la verdadera democracia, en la sociedad sin clases. Sigue, pues, vigente el ideal demo-cr t i co aunque, s e g n los marxistas, una mala forma de de-mocracia hubiera fracasado.

    Y es indudable que el ideal d e m o c r t i c o , en su esencia conceptual, encierra las mejores, ms amplias y elevadas as-piraciones del hombre, considerado como ind iv iduo y como parte integrante del organismo social.

    En su d a , la democracia liberal s i rvi a la human idad para dar uno de los pasos m s decisivos de progreso. La sac , merced a ese paso, de las sombras del m u n d o medie-val proyectadas t odav a sobre la Edad Moderna , r ompien -

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    do las cadenas del dogmat i smo y del sistema de clases que p r o l o n g su vigencia a lo largo del per iodo de f o r m a c i n y c o n s o l i d a c i n de los nuevos Estados Nacionales.

    El liberalismo d e t e r m i n la gran revoluc in del pensa-mien to o p r i m i d o por el dogma y, asimismo, la revoluc in que e c h por tierra, para siempre, el monopo l io de la aris-tocracia de sangre sobre el poder pol t i co . C o m o autores de tales hazaas , los liberales se ganaron, en un terreno, el t tu -lo de "ateos" y, en otro, el de "subversivos" y destructores del orden social. Fueron t a m b i n debidamente excomulgados, lo que para ilustrar el audaz aforismo de Bernard Shaw: "Todas las grandes verdades empiezan a ser blasfemias."

    Gracias a las instituciones d e m o c r t i c a s (aunque fueran incipientes), el hombre a d q u i r i una l ibertad y una n o c i n de su d ign idad que no h a b a conocido nunca, salvo qu iz , y en medida relativa, en Atenas. A p r e n d i a orientar su pro-pio destino, sin que para ello fuera o b s t c u l o la pos i c in que ocupara en la sociedad. Si al adoptar decisiones proce-d i o no acertadamente es cues t i n aparte, dependiente de un factor que examinaremos despus . L o que impor ta es que t o m poses in de la materia p r ima de ese destino; se evadi para siempre de situaciones en que su suerte, como la de un r e b a o , era barajada por otros, que para ello, invocaban po-deres divinos o prerrogativas hereditarias.

    Pero en el imper io de la d e c i s i n mayori tar ia -sustan-cia y fuerza m o t r i z de la democrac ia - los que la detractan creen t a m b i n ver su debi l idad . Las preguntas que hacen son stas : Es siempre la d e c i s i n de la m a y o r a la m s sa-bia? O , d icho de o t ro m o d o Es lo mayor i ta r io g a r a n t a de excelencia? Es justo que en nombre de la igualdad entre los ciudadanos - n i n g u n o , como tal, es mejor que o t r o - el vo to de u n hombre honorable, cu l to y consciente de sus responsabilidades, tenga exactamente el m i smo valor que el de u n ignorante, u n irresponsable? Y Es efectivo que las m a y o r a s propiamente dichas intervengan en el acto elec-tora l , base misma de la f u n c i n d e m o c r t i c a ?

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  • El argumento de que el gobierno es solamente un instru-mento de las clases poseedoras, empleado por stas para ex-plotar a las clases desposedas, parece rebatido por los hechos ocurridos en el curso de los l t imos 50 aos . En forma cons-tante, los partidos polt icos representativos de las mayor as po-pulares han venido conquistando posiciones de predominio en los parlamentos y su influencia se ha hecho ya decisiva.

    Esto significa dos cosas: primera, que el acceso a las funciones de gobierno es realmente libre y que cualquier maniobra realizada para obstruir lo es ineficaz y s imp lemen-te accidental, aun dentro de sistemas imperfectamente de-m o c r t i c o s ; segunda, que al d e s e m p e a r las funciones de gobierno, el pueblo va adquir iendo la e d u c a c i n po l t i ca y la experiencia necesarias para dar a sus decisiones (las de-cisiones mayoritarias) mayores probabilidades de acierto, ya que las consecuencias de los yerros tiene que sufrirlas, inevitablemente, el pueblo mismo. Penoso camino de ex-per imento y prueba de la que no puede prescindirse n i en la pol t ica n i en n inguna otra forma de progreso!

    Es cierto que determinados grupos sociales interesados en conservar sus privilegios ven con alarma que el pueblo ("el bajo pueblo") se eduque y se ponga en s i t uac in de exi-gir sus derechos. La c o n d i c i n en que, por espacio de siglos, se ha mantenido a las masas ind genas de S u d a m r i c a no puede sino const i tuir una d r a m t i c a muestra de ello. Pero por fortuna, la conciencia pol t ica c o n t e m p o r n e a , as como los modernos medios de c o m u n i c a c i n y d i fus in del pen-samiento, se prestan cada vez menos a la empresa de levan-tar o conservar murallas de ignorancia en torno al pueblo.

    La e d u c a c i n es, pues, un requisito indispensable para el pleno y verdadero ejercicio de la democracia. Puesto que es el pueblo mismo el que ha de gobernarse, nada m s l -gico que el pueblo cuente con capacidad para el d e s e m p e o de tan difcil y seria tarea.

    El i n c u m p l i m i e n t o de ese requisito ha p roduc ido - e n gran pa r t e - las fallas de la democracia. Pueblos educados

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    como Suecia o Suiza lograron salvar y adelantar sus ins t i -tuciones d e m o c r t i c a s en grado ext raord inar io . Ot ros - A m r i c a Lat ina ofrece ejemplos con tundentes - han su-fr ido las consecuencias de una tremenda falsificacin: de-mocracias ficticias, en las que la m a y o r a del pueblo no ejerca su s o b e r a n a . H i c i e r o n presa de esas naciones -nada menos que en nombre de la democracia los intereses crea-dos, la fuerza m i l i t a r o la demagogia.

    E d u c a c i n , en este lato sentido, no significa exclusiva-mente a l f abe t i zac in . La a l fabe t i zac in es insuficiente o, peor t odav a , da resultados contraproducentes cuando le falta una s l ida base e t i co -po l t i c a . N o sirve, en efecto, sino para leer el fcil y tentador mensaje de la demagogia, o para firmar los m l t i p l e s documentos mediante los cuales, en los turbios ajetreos de la po l t i ca mi l i t an te , se enajenan y malbaratan los intereses colectivos.

    Parafraseando una cita consignada al p r inc ip io de este c a p t u l o , es impor tan te repetir que esa t ica contiene una pr imera e n s e a n z a que debe asimilarse para poner en jue-go la democracia: saber perder. La promesa que encierra la filosofa d e m o c r t i c a p o d r cumpli rse solamente en la me-dida en que pueda darse una respuesta afirmativa a esta simple pregunra: ha aprendido el sector que pierde en las elecciones a aceptar su derrota?

    s t a es, a f i rman los campeones de la democracia, la p r imera l ecc in del ideario, pero t a m b i n la l t i m a que se practica. Los resultados de jugar a la democracia sin estar dispuestos a c u m p l i r esa dura fundamenta l regla del juego fo rman el c a t l o g o de las trampas con las cuales fulleros de todo jaez han desvalijado a la fe d e m o c r t i c a .

    A este respecto, dice el filsofo ingls Ber t rand Russell: "La democracia fue concebida como u n recurso para conci -liar al gobierno (como e x p r e s i n de fuerza opresiva) con la l iber tad. Creo firmemente en la democracia representativa como la mejor forma de gobierno de que pueden disfru-tar quienes tengan la tolerancia y el d o m i n i o p rop io reque-

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  • r ido para hacerla prosperar. Pero los partidarios de la de-mocracia cometen un error si creen que puede ser aplica-da en pases en los que el ciudadano medio no ha tenido todav a p r e p a r a c i n en el juego de saber dar y saber reci-bir golpes, que en la democracia es indispensable."

    H e a q u un tema al que habi tualmente no se concede la impor tancia que tiene, cuando - c o m o en el caso de la A m r i c a L a t i n a - se busca el p o r q u de las fallas de la de-mocracia: el papel que le corresponde a la o p o s i c i n . Es usual y ciertamente fcil imputar la quiebra del proceso d e m o c r t i c o al despotismo de los gobiernos; al exceso de autor idad que conduce a la v io lac in de los pr inc ip ios t i -cos, j u r d i c o s y po l t i cos que regulan la marcha del delica-do mecanismo de la democracia, cuyas ruedas y resortes slo pueden funcionar con prec i s in dentro de un perfec-to equi l ibr io de fuerzas y factores.

    Pero, qu puede hacer un gobierno, por bien intencio-nado que sea, frente a una o p o s i c i n que, para empezar, no acata el fallo electoral y que luego, en vez de apelar a los re-cursos que ofrece el r g i m e n parlamentario en espera de las p r x i m a s elecciones, se consagra con d e v o c i n casi ms t ica a la tarea conspiratoria?

    La o p o s i c i n que se concreta a combat i r el despotis-m o con m t o d o s ilegales da lugar a un mayor despotismo para contrarrestar la c o n s p i r a c i n , y as se crea el c r cu lo vicioso en que han venido girando muchas seudodemo-cracias.

    La o p o s i c i n tiene, pues, una responsabilidad tan gran-de como la del gobierno en la p r e se rvac in del orden de-m o c r t i c o . Y, si realmente se desea ese orden, h a b r que repudiar la falsa n o c i n de que toda forma de o p o s i c i n es "heroica" frente al "despotismo" gubernamental . Porque frecuentemente en el proceso de d e s c o m p o s i c i n de la de-mocracia, j u n t o con el factor de un despotismo guberna-menta l est t a m b i n presente el de una o p o s i c i n irrespon-sable. H a y i n t e r a c c i n negativa entre ambos.

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    La cualidad de a m p l i t u d y f lexibi l idad de la filosofa d e m o c r t i c a , que le permite adaptarse a las m s variadas estructuras gubernamentales y conviv i r con diferentes m o -delos de sistemas e c o n m i c o s , da como resultado que tanto sus buenos resultados como sus penurias pueden provenir de m u y diversos campos.

    Hemos mencionado algunos de los buenos resultados obtenidos en Europa. Las penurias y vicisitudes tienen o r -genes tan e x t r a o s como por ejemplo Chi le , donde a p r i n -cipios de la d c a d a de 1970 se libra una lucha a muerte entre las insti tuciones d e m o c r t i c o - l i b e r a l e s sobrevivientes de una larga t r a d i c i n , y el r g i m e n e c o n m i c o - s o c i a l mar-xista del presidente Salvador Al lende. Si en l t i m o trance dichas instituciones sucumben, su perecimiento no ser imputab le a una falla o r g n i c a de las mismas, sino a la i n -compa t ib i l i dad de la p r c t i c a d e m o c r t i c a con las impe -riosas exigencias de una profunda r e v o l u c i n cuya inspira-c i n i deo lg i ca incluye la lucha de clases y, como necesidad impresc indible aunque transitoria, la dictadura del prole-tar iado. (Vase Marxismo y Comunismo.)

    Coyunturas d r a m t i c a s viene encarando la Democracia en los Estados Unidos de N o r t e a m r i c a desde fines de la d c a d a de 1950 hasta los pr imeros a o s de la de 1970.

    La s eg regac in t radic ional de la p o b l a c i n negra (apro-x imadamente el 1 2 % del total) se p o n a de manifiesto es-pecialmente en los estados del Sur en una gran variedad de aspectos irritantes y, por supuesto, contrarios a los m s ele-mentales pr incipios de la Democracia , como por ejemplo: l i m i t a c i n para el uso de los medios de transporte p b l i -co, con secciones separadas para blancos y para negros en los autobuses y t r anv as ; la misma s e p a r a c i n en los hote-les, restaurantes y hasta teatros; escuelas, colegios y univer-sidades igualmente separados; l i m i t a c i n p roh ib i t iva en el ejercicio de los derechos po l t i cos , que no p e r m i t a a los negros elegir, ser elegidos n i ocupar puestos que pasaran de u n nivel subalterno, e t c t e r a .

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  • Esta s i t uac in mora lmente intolerable d io origen en la d c a d a de 1960 a explosiones de violencia racial en los su-burbios negros (ghettos) de varias ciudades, con saldos de muertos, heridos y manzanas urbanas enteras incendiadas.

    Junto con estas manifestaciones de agresiva revancha que cu lminaron con la f o r m a c i n de grupos mil i tantes como los Black Panthers (Panteras Negras), radicalmente revolucionarios contra la " s u p r e m a c a blanca" y los esque-mas po l t i cos que la sustentan, se desarrollaron corrientes de resistencia y protesta pasiva. Centenares o miles de ne-gros (y simpatizantes blancos) s implemente se sentaban en el suelo de locales en los que se practicaba la segregac in racial o en las calles y caminos (Sit-in). O h a c a n desfiles y "marchas" que en algunos casos llegaron hasta Washington, encabezados por dirigentes como M a r t i n Luther K i n g , fi-nalmente asesinado por terroristas reaccionarios s u r e o s . Este hecho parec i dar la r azn a los partidarios de la acc in violenta como los Black Panthers y otros partidarios del blackpoiver (poder negro).

    C o i n c i d i esta tensa s i t u a c i n con el m o v i m i e n t o j u -veni l de tn i ca generacional e izquierdista que se p r o p a g por todo el m u n d o y tuvo su mayor efervescencia en Francia y Alemania en 1968, propugnando una radical reforma universitaria; en son de protesta contra la injerencia impe-rialista de los Estados Unidos y la compl i c idad de las po-tencias europeas en la guerra de V i e t n a m y contra las "ca-ducas estructuras demoburguesas".

    C o m o reacc in contra este t ipo de movimien tos en los Estados Unidos se produjo el brutal asesinato de cuatro estu-diantes en la Univers idad de Kent , por fuerzas de la Guardia Nacional , en circunstancias en que los universitarios h a c a n una m a n i f e s t a c i n pacifista (y pacf ica) .

    La infor tunada injerencia de los Estados Unidos en la guerra de V i e t n a m puso a prueba la consistencia del siste-ma d e m o c r t i c o cuando l leg el m o m e n t o de encarar la resistencia de un considerable sector de la j u v e n t u d nor-

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    teamericana a participar en la contienda, con cuyo m o t i v o se h a c a n quemas pb l i ca s de papeletas de reclutamiento mil i ta r .

    Puede interpretarse como una d e g e n e r a c i n del sistema d e m o c r t i c o el e s c n d a l o de Watergate en el que el Poder Ejecutivo encabezado por el presidente Richard M . N i x o n aparece culpable de los delitos como el espionaje po l t i co , v io l ac in de la reserva de la vida privada de elementos de-safectos al gobierno, planes de r e p r e s i n mora l contra la o p o s i c i n , ex to r s in de contribuciones para el fondo reelec-toral del Presidente y m a l v e r s a c i n de esos dineros cuyo m o n t o y empleo es tn m u y precisamente regulados por la Ley Electoral, tentativas de soborno, etc.

    La contrapart ida positiva es que la democracia nortea-mericana hizo frente a estas graves crisis con sus propios medios ( d e m o c r t i c o s ) sin recurr ir a otros expedientes. Por ejemplo: sucesivas decisiones de la Suprema Cor t e de Jus-ticia y r d e n e s ejecutivas han logrado e l iminar casi todo rastro de segregac in en la e d u c a c i n , u t i l izando hasta re-cursos extremos como el de transportar diariamente en au-tobuses (de ah viene el t r m i n o 'busing" con que se deno-mina a esta ope rac in ) a grupos de n i o s de los barrios negros hasta las escuelas de los barrios blancos, para hacer efectiva la i n t e g r a c i n racial.

    Los antiguos bastiones de la s eg regac in po l t i c a han ido t a m b i n cayendo uno tras o t ro . Actua lmente (mediados de 1973) hay ya 90 alcaldes municipales negros aun en c i u -dades tan importantes como Los n g e l e s , y uno de los nue-ve magistrados de la Suprema Cor t e de Justicia es negro. Hay, por supuesto, un gran n m e r o de otros funcionarios negros de alta j e r a r q u a .

    U n a serie de medidas de t i p o social, algunas m s efica-ces que otras, destinadas a mejorar la s i t u a c i n de los negros en los ghettos, han bajado la t e n s i n del confl ic to racial hasta tal p u n t o que una i n s t i t u c i n de servicio p b l i c o creada en 1966 por la Univers idad B r a n d i s para analizar el p ro -

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