Historias de Mujeres Quemadas

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Historias de varias mujeres quemadas Estas mujeres deben rehacer sus vidas convertidas en pedazos, con muchos obstáculos en su contra. Mientras tanto los criminales que las queman con ácido andan sueltos y sus penas, de atraparlos, serían como la de quien lesiona a otro en una riña. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Consuelo Cañate) María Cuervo Sánchez -la mujer que usted ve en la foto- es parte de una cifra. Pero es una vida. Una cifra que dice que, en promedio, una mujer es quemada con ácido cada semana en el país. En el 2010 fueron 55. En el 2011 fueron 42, según datos del Instituto de Medicina Legal. (Lea aquí:Todos los días se pregunta por qué. La historia de Angie Guevara) Pero es una vida que hoy sonríe. A pesar de tener sobre sí cincuenta y tantas cirugías (ya dejó de contarlas) que han buscado reconstruir su rostro. Su pómulo izquierdo está hecho de piel de su brazo derecho. Su

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Historias de varias mujeres quemadasEstas mujeres deben rehacer sus vidas convertidas en pedazos, con muchos obstáculos en su contra.

Mientras tanto los criminales que las queman con ácido andan sueltos y sus penas, de atraparlos, serían como la de quien lesiona a otro en una riña. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Consuelo Cañate)María Cuervo Sánchez -la mujer que usted ve en la foto- es parte de una cifra.Pero es una vida.Una cifra que dice que, en promedio, una mujer es quemada con ácido cada semana en el país.En el 2010 fueron 55.En el 2011 fueron 42, según datos del Instituto de Medicina Legal. (Lea aquí:Todos los días se pregunta por qué. La historia de Angie Guevara)Pero es una vida que hoy sonríe. A pesar de tener sobre sí cincuenta y tantas cirugías (ya dejó de contarlas) que han buscado reconstruir su rostro. Su pómulo izquierdo está hecho de piel de su brazo derecho. Su oído izquierdo no le sirve. Perdió parte de su cuero cabelludo. Por su ojo izquierdo apenas ve sombras.Y sonríe.Pasó el 8 de marzo de 2004, el Día de la Mujer, a

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eso de las 7 de la mañana. Un hombre se le acercó cuando ella iba por la calle rumbo al trabajo (llevaba ocho años como vendedora en una empresa de cosméticos) y le dijo al oído:-Esto es para que no se crea tan bonita.Después vino el ácido sulfúrico mezclado -en su caso- con soda cáustica y ácido nítrico. "Una bomba", dice ella hoy, mientras se acomoda el pelo para salir en la foto. Todavía tiene grabado el tono de esa voz que le habló.*Era un delito casi silencioso en el país. Se conocían historias de otras naciones. Se suponía un método atroz de culturas lejanas, tal vez de Pakistán, de Bangladesh, quizás de Uganda. Hasta que la víctima resultó ser una persona con reconocimiento público: en julio del 2010, la candidata que aspiraba a representar a Norte de Santander en el Reinado Nacional de la Belleza, María Fernanda Núñez, fue rociada con ácido cuando llegaba a su casa.Los titulares aparecieron. Las recompensas. Y a partir de ese momento empezaron a saberse más y más historias, como la de María, la de Gina Potes, la de Consuelo Cañate, la de Angie Guevara, cuyas historias usted podrá leer a continuación, y otras tantas que prefieren seguir en el anonimato. Muchos casos quedan en el subregistro por miedo, vergüenza, falta de información. (Lea aquí: Erika y Natalia, dos casos de ataque con ácido que han

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tenido castigo)No.Esa fue la respuesta que recibimos de la mayoría. No van a hablar.El sospechoso anda suelto y es mejor que no sepa ni dónde están ni cómo. No van a hablar porque todavía no se sienten preparadas para recordar, así no se les haya ido de su mente el momento en que recibieron el ataque y sigan preguntándose por qué.La realidad judicial las ha llevado a acostumbrarse a la impunidad (solo se conocen dos condenas por esta agresión, y ambas recientes) y a cansarse de llevar papeles de aquí para allá y terminar cuestionadas porque "algo debieron hacer", porque "esto parece ser un delito pasional". (Lea aquí: Volver a tener un rostro y una vida después de ser quemada. La historia de Gina Potes)Si bien hace tránsito en el Congreso un proyecto de ley para aumentar las penas, hasta hoy en el país esta agresión es tipificada como lesión personal. Lo mismo que cuando a alguien le dan unos golpes. Solo que a ellas se les detiene la vida: después del ataque, comienzan a enfrentarse a salas de cirugía, a posibles fracasos en los tratamientos, a tutelas para que las operen. La mayoría deben cambiar de trabajo, ven romperse sus hogares, entran en depresiones profundas y algunas intentan suicidarse. Una de las víctimas que guardan silencio convive con el

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dolor de que su hija adolescente se suicidó porque no soportaba ver a su mamá desfigurada.Pero siguen.Y sueñan.En sus sueños, María aparece como era antes: libre de marcas y cicatrices. Duró nueve meses acostada en un hospital. Un día, mientras almorzaba, escribió en una servilleta: "Dios, dame fuerzas para verme". Los espejos del baño estaban cubiertos con mantas, pero había una pequeña esquina libre. Se asomó. Se desmayó. Las primeras operaciones que le hicieron no buscaban la reconstrucción, sino salvarle la vida. Ocho años después siente que, por fin, ha comenzado de nuevo.Mirarlas, oír sus historias, es darse cuenta de que, por encima de todo, ellas quieren seguir. Vivir. Es constatar cómo buscan levantarse y caminar más allá de su tragedia.

Pese al rostro desfigurado Consuelo Cañate confía en que Dios le resarcirá con una vida mejor.

"Llevo cuarenta cirugías. Cuarenta veces le he pedido a Dios que me lleve, que no me deje despertar de la anestesia. Pero nada. ¿Por qué será que no me lleva? ¿Usted qué cree?*"Nací en Istmina, hace 51 años. A los tres meses mi mamá murió. Mi papá me abandonó a mis 7 años. Se fue para Turbo y no supe más de él. Hace poco

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una tía me contó que había muerto. No tuve hermanos. Mi abuelita me crió. Ella se iba todos los días al monte, a la mina. A veces la acompañaba. Desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche, sacando oro en la mina. Cuando volvíamos al pueblo mi abuelita cambiaba el oro por mercado para el día. Comíamos animal de monte, ñame, plátano. Éramos puras campesinas. Yo vivía descalza. Vine a conocer un cepillo de dientes muchos años después. Me lavaba la boca con la ceniza que dejaba el fogón de leña o con la tierra negra que suelta el oro y que allá llamábamos jagua. (Lea aquí: ¿Y a las mujeres quemadas con ácido quién les responde?. La historia de María Cuervo Sánchez)"Cuando ya no quise más monte, como a los 15 años, empecé a rodar por el pueblo. Hacía oficio en las casas. 'Aquí tengo esta ropa sucia', me decían, y yo iba y lavaba y me daban comida. De ahí cogí para Buenaventura porque una señora me llevó a su casa como empleada. Me metió en la escuela nocturna y alcancé a segundo de primaria. Aprendí a leer y a firmar mi nombre."Ella me ponía a hacer oficio como burra. Pero yo fui adquiriendo conocimiento, me avispé y me fui a otra casa, allá mismo en Buenaventura. Esa nueva señora sí me quiso. Me metió a estudiar salón de belleza. Aprendí a cortar cabello, a arreglar uñas. Eso cambió mi vida. Empecé a trabajar. Hacía unos peinados, uy, que no

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se imagina lo lindos. Las clientas me buscaban. Y comencé a ponerme hermosa. Bonita. Me alisaba el cabello, me arreglaba las uñas. Todavía me las arreglo porque eso que me pasó no tiene que ver.*"De Buenaventura me fui a Cartagena. Allá lo conocí, en un restaurante. '¿Y tú qué haces?', le pregunté. Porque yo había cogido un mundo bien bonito y todo. 'Soy comerciante', dijo. 'Aquí tengo una buena suerte para mí', pensé. Yo llevaba como un mes largo allá y él se enamoró de mí. De una vez me propuso que nos fuéramos a vivir. Ese hombre fue bueno conmigo, me dio gusto. No lo maldigo. ¿Crees eso? Pues no. No lo odio, no le tengo rencor. Que el Señor lo perdone por ese acto de ira tan feo que tuvo conmigo.  (Lea aquí: Todos los días se pregunta por qué. La historia de Angie Guevara)"Alcanzamos a vivir juntos cinco años. Una sola vez me pegó, porque celoso sí era. Y yo mantenía arreglada. Me dejó el ojo verde. No le paré bolas a eso. Pero las cosas empezaron a cambiar y, aunque lo quería, yo pensaba en mi futuro, de pronto fuera del país. Además, la familia de él no me quería. Por negra.*"Llegué a Bogotá. Primero a un hotel del Restrepo y, a los dos días, a la casa de una señora amiga, doña Patricia, en el barrio Santander. Él estuvo de acuerdo con mi viaje, pero de un momento a otro

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como que se enloqueció. Pensó que lo iba a dejar, no sé."Durante esos meses, había venido dos veces a visitarme. A la tercera, me llamó y dijo que estaba perdido. Pero ¿por qué se iba a perder si ya sabía dónde vivía? Salí a buscarlo con los hijos de doña Patricia. Llegó con su maletín y una bolsa de pan. No me saludó, venía buscando problemas. '¿Y qué pasó ahí?', le dije. 'Es que escoba nueva barre bien', contestó. '¿Por qué me dices eso, si yo no ando con nadie?', le dije. Subió y apagó la luz de la pieza. Yo la prendí y lo vi agachado, abriendo el maletín. 'No sabes lo que traigo aquí', dijo. Pero yo qué iba a pensar. Lo cogió y se fue."Le advertí que no saliera a esas horas porque el barrio era peligroso. Yo tenía rabia, porque decirme esas cosas sin haberle hecho nada. Al ratico volvió y timbró. 'Me atracaron', dijo, y a mí se me pasó el mal genio y bajé. Le abrí la puerta, con doña Patricia al lado. Y ahí fue que me mandó dos veces eso y salió corriendo. Era el 24 de junio de 2001. Nunca lo he vuelto a ver. (Lea aquí: Erika y Natalia, dos casos de ataque con ácido que han tenido castigo)*" 'Ay, Dios mío, ¿qué fue lo que me echaste en mi carita?' Grité.Me empezó el ardor.Subí y me eché agua y más agua y más agua. Me quité la piyama que tenía puesta y la chaqueta que

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me había prestado doña Patricia y que había quedado hecha pedazos."Me llevaron al Hospital El Tunal. Allá me aplicaron morfina. El dolor era cosa impresionante. Luego empezaron como a cepillarme el cuerpo. No sé qué más me hicieron porque me quedé dormida."Me desperté cuando unos doctores me preguntaban si alcanzaba a ver sus dedos. Y sí. 'Gracias a Dios que no perdió la vista', dijeron. ¿Y sabe por qué no la perdí? Porque un día estaba en una fiesta, en Cartagena, y él llegó y me tiró un trago de ron en la cara.Los ojos me ardieron muchísimo. Esa noche me acordé y cerré los ojos lo que más pude. Por eso no me dañó la vista."Del Tunal me llevaron en ambulancia al Hospital Simón Bolívar. Preguntaron por un familiar. No tenía a nadie. Allá duré seis meses y medio, con Dios, mis enfermeras y mis cirujanos. Todos me decían que las cirugías me iban a dejar bien. Pero lo mío fue muy duro. La cara, destrozada. El ácido se comió el tabique. Me sacaron un pedazo de carne de aquí, atrás, en la espalda, para hacer una nueva nariz que lleva siete cirugías y nada. Desde hace ocho años tengo que ir con estos tubos."El ácido me quemó hasta la mitad del pecho. En el cuello me quedó un hueco que fue duro de sanar. Perdí casi todo el oído izquierdo, tengo un pedacito

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no más. Como el ácido también me cayó en la boca,destrozó los labios y me encaramó un diente sobre otro. Y yo tenía una dentadura linda. (Lea aquí: Volver a tener un rostro y una vida después de ser quemada. La historia de Gina Potes)"Lo peor fue que, de inmediato, no podían hacerme las cirugías. Uno tiene que esperar a que seque. Luego vienen los injertos que, si no pegan, pues toca una y otra vez. Duré dos meses en cuidados intensivos. Los colgajos que me ponían se morían. Me vi grave. Los médicos decían que no podían hacer más. Me arañaba. Me estaba enloqueciendo. Me mandaron Ativan, pero me tomaba una y despertaba al día siguiente. Dije que no más."Con los años han seguido más cirugías. Los mismos médicos del hospital han pagado varias operaciones. En cada una me sacan piel de aquí para allá. Tengo todo el cuerpo cicatrizado. En un comienzo me veía y lloraba. Aún me da miedo el espejo, mi sombra.*"Lo llamé. Le dije que no me había pasado nada, para que no se fuera a volar. Me fui a Medicina Legal y luego puse la demanda. Empezó la odisea porque no lo encontraban. Un día, al fin, me llamaron y me dijeron que lo habían agarrado y que le habían dado cuatro años de cárcel. Me largué a llorar. ¿O sea que esto que me hizo no vale nada? Y todavía no sé si estuvo en la cárcel o no. Yo quedé vuelta mierda, con el perdón

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de ustedes. Nunca volveré a ser la misma."Salí del hospital sin con qué vivir. Quién me iba a contratar. Mire cómo se me moja esta careta al hablar, al llorar. Se ve feo, lo sé. Empecé a organizar rifas, pero se me juntaron meses de arriendo.Hasta que un día, en una hoja, me dio por poner: 'Ayúdenme a salir adelante, quiero vivir', y salí a pedir. Ha sido duro. Me da vergüenza. Pero así he recorrido la ciudad. Cuando hace frío, me duelen los dientes. Cuando hace sol, es rasque y rasque la cara. El ojo izquierdo no lo puedo cerrar. La nariz me molesta, con esos tubos que tengo que estar girando."En la calle los buses no me paran. Cuando me siento mal y consigo plata para taxi, no me recogen. Si por fin me monto en un bus, la gente a mi lado se para y se cambia de puesto. Ni que oliera feo."Una gente salió a decir que tengo siete casas, que soy prostituta. Si no me prostituí joven y hermosa, imagínese ahora. Pienso que es cosa de ese señor, porque el que es malo es malo toda la vida. Le pedí a Dios que me lo sacara de mi mente para siempre, y es tanta la paz que a veces ni me acuerdo de que existe."Sueño con una vida bonita, o sea, teniendo mi techo, mi peluquería. Me dicen que si Dios no me ha llevado es porque voy a ser feliz al final, porque uno cuando ha sufrido tanto tiene que ser feliz algún día, ¿no? Pero tiene que ser este año. Si

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no es en este año, el otro no me coge viva. Yo no le tengo miedo a la muerte".

Explican qué tienen en la mente los agresores: dejarlas marcadas como si fueran su propiedad.

-Voy a joderte -le dijo Dagoberto Rodríguez a su exnovia.Erika Vanegas, de 16 años, pensó que eran palabras de rabia nada más. Le había dicho que no quería seguir la relación, sino concentrarse en sus estudios. Días después, mientras charlaba con unas amigas junto a su casa, un niño se le acercó y le arrojó sobre su rostro ácido nítrico que llevaba en un vaso azul. Le quemó la cara, el cuello, el brazo izquierdo y el oído derecho.Este ha sido uno de los dos casos de ataque con ácido en que ha habido juicio y condena. Los investigadores ubicaron al exnovio de Erika y lograron concluir que, en efecto, le había pagado 3.000 pesos al niño, de 9 años, para que lanzara el ácido, convenciéndolo además de que lo que iba a arrojar era solo agua. Dagoberto Rodríguez fue condenado a 12 años de prisión. Erika quedó con lesiones de por vida. (Lea aquí:¿Y a las mujeres quemadas con ácido quién les responde?. La historia de María Cuervo Sánchez)Eso es precisamente lo que pretenden los agresores con este tipo de ataque: marcar. Para siempre. Por eso apuntan a la cara, que es la parte más visible de la persona y la que le permite

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interactuar socialmente. La cara es la puerta a través de la cual la persona se muestra al mundo, se presenta, enamora, habla, trabaja, vive. Eso es lo que buscan destruir. "Ahí la dejo marcada para que, hasta el momento de su muerte, se acuerde de mí", es la forma de pensar de estos victimarios, de acuerdo con especialistas.Es un tipo de violencia, explican los expertos, que viene de una relación equivocada de jerarquías marcadas con frases como: "Si usted, objeto que me pertenece, piensa dejarme, yo la mutilo para que no sea de nadie más". Son actos calculados, premeditados, rumiados -conseguir el ácido, comprarlo, buscar quién se lo arroje, pagarle-, lo que lleva a concluir que no se trata necesariamente de personas enfermas. "Definirlas como enfermas es quitarles su responsabilidad, y estos agresores están conscientes de lo que planean y tienen la voluntad clara de hacerlo", afirma Eliane Barreto, médica experta en violencia familiar. Más que una enfermedad, cargan con pensamientos obsesivos de propiedad y con conceptos errados de "honores" heridos."Ahora sí te tienes que quedar conmigo, porque nadie te volteará a mirar", le dijo su expareja a Viviana Hernández, 28 años, cuando estaba en el hospital tratando de recuperarse del ataque. A otras las llaman para decirles: "¿Viste lo bonita que te dejé?". (Lea aquí: Todos los días se pregunta por qué. La historia de Angie Guevara)

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Esta es una agresión que rara vez mata, y esa es otra razón por la que la buscan. Pretenden causar un dolor extremo -lo que, en efecto, causa el ácido- y generar consecuencias físicas que permanezcan en el tiempo. "Cuando alguien mata, el que mata es el que recuerda -dice Barreto-. En estos casos, el agresor busca que la víctima sea la que lo recuerde siempre".*Gloria Piamba recibió una llamada de una expareja que le pedía que volvieran a estar juntos. Ella le dijo que no. Antes de irse, él le advirtió: "Si no eres para mí, no eres para nadie". Días después fue atacada por un desconocido. Ella llevó su caso a la justicia y es otro de los tantos que continúan en la impunidad."Puede que la víctima no sepa quién fue la persona que la atacó, que no haya visto más que la cara de un desconocido. Pero el agresor definitivamente sí tiene claro quién es ella", agrega la especialista. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Consuelo Cañate)Muchas callan por miedo, porque el victimario las sigue amenazando, porque son madres cabeza de familia y reciben llamadas en las que les dicen que si hablan les hacen lo mismo a sus hijas. Otras, incluso, tienen que seguir viviendo con la persona de quien recibieron el ataque. Lo cuenta la psicóloga Clara Ospina, que trabaja en la Fundación del Quemado y ha atendido

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en consulta a varias víctimas: siguen al lado de su agresor por miedo o porque es su única forma de sustento económico. "Lo que les hacen no es solo un ataque en la piel -afirma Ospina-. Es casi una muerte en vida. Y el agresor está ahí. En la mayoría de casos, ellas saben quién fue".Las víctimas no solo callan por amenazas, sino porque sienten que el sistema judicial no las oye. Para empezar, no están de acuerdo con que a esto se le llame delito pasional, y los especialistas coinciden con ellas. "Esa palabra 'pasional' es un mito que extiende el ataque y provoca frases equivocadas como 'es que la quiere tanto, que mire lo que le hizo' ", explica Barreto. Es importante entender que se trata de un acto que no tiene ninguna justificación. Por eso es vital que haya castigo y que el responsable pague.*Natalia Valencia, de 22 años, estudia Contaduría. En agosto del año pasado salió de su casa las 6:30 de la mañana. Mientras caminaba por una cancha de microfútbol de su barrio, un hombre en una bicicleta se le acercó y le lanzó ácido sulfúrico en el rostro."Las lesiones producidas fueron de tercer grado en cara, cuero cabelludo, pabellones auriculares, cuello, tórax anterior, posterior, brazos, antebrazos, manos. Natalia se encuentra estable, pero infortunadamente tendrá secuelas de por vida", fue uno de los partes médicos que emitió el

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Hospital Simón Bolívar.Semanas después, la Policía capturó a Alexis Ramírez Romaña, el hombre que le arrojó el ácido. En medio de las investigaciones, las autoridades le encontraron conversaciones con una mujer con quien acordaba el ataque: Martha Inés Sandoval, que supuso que la estudiante mantenía una relación con su esposo. Entonces buscó a un limpiador de pisos, le pidió que le regalara un galón de la sustancia química que utiliza y luego le pagó a Ramírez 200.000 pesos para que se lo echara. Hoy ambos están detenidos."Ahí la mujer actuó con el mismo principio que el agresor: 'Esto me pertenece', 'debo defender mi honor'. Hoy ambos sexos están usando los mismos medios para la agresión", analiza Barreto. (Lea aquí: Volver a tener un rostro y una vida después de ser quemada. La historia de Gina Potes)Además es frecuente, como en este caso, que quien piensa en realizar el ataque no sea el mismo que lo ejecute directamente. Eso le implicaría asumir su decisión. Por eso generalmente contratan a otro. "Y para quien se pregunte cómo va a pasar esto en Colombia, pues no es sino que lo analice como el reflejo de la violencia macro en lo micro -dice la especialista-. Es el resultado de ideas como tomarse la justicia por su cuenta".Después del ataque, lo primero que la mujer debe entender es que no es la culpable, sino la víctima. En segunda instancia, reconocerse como

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sobreviviente. Recuperar el valor que tenía antes y eso, como dicen los expertos, no va lograrse con tres citas de psicología en el POS. Tiene que haber un compromiso del sistema de salud, que hasta el momento no es suficiente.En la Fundación del Quemado, la doctora Ospina trabaja en reducirles el temor con el que quedan. "Ellas no tienen paz. Los agresores las torturan psicológicamente al decirles que, si se atreven a denunciar, vuelven a hacerlo".Les cuesta elaborar el duelo porque la evidencia permanece ahí, frente al espejo, todos los días. "Cómo elaborar yo mi pérdida si ahí tengo el recuerdo de lo que me pasó", reflexiona Ospina. En los primeros meses es frecuente que busquen esconderse. Cerrar cortinas, no dejarse ver. Pero con el tiempo, y la respuesta que empiezan a ver con las cirugías, comienzan a recobrar confianza.Sus hijos suelen ser los motores que las encienden de nuevo en la ruta. Y al final terminan por entender que lo que les pasó no tiene sentido, pero sí sus vidas.

En 15 años, Gina Potes se ha sometido a 25 cirugías. Fue el primer caso de ese delito.

En su cartera carga fotos. Una es su favorita. Ahí se ve cachetona, con el pelo negro, largo y ondulado. Su piel, morena y lisa. "Tenía 17 años. Eso fue antes", dice. Pasa las fotos como si fueran un naipe

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hasta llegar a las más dolorosas. A las que le recuerdan lo que le pasó. Ahí su piel se le ve a sangre viva. Una costra cubre su cuello y parte de su quijada. El labio está torcido, como si algo lo empujara hacia abajo.Gina Potes, bogotana de 35 años y mamá de tres hijos, fue atacada con ácido hace quince años. Fue el primer caso de ese delito que se conoció en el país. Estaba en su casa, en el barrio San Vicente, en el sur de la ciudad, cuando una señora golpeó la puerta. "Me preguntó por un jardín infantil que antes quedaba por ahí. En ese momento llegó otra persona que me arrojó el ácido. Me dijo: 'Quién la mandó a ser tan bonita' ". (Lea aquí: ¿Y a las mujeres quemadas con ácido quién les responde?. La historia de María Cuervo Sánchez)Sucedió en segundos. Pensó que le habían botado orina o heces fecales, por el olor que sintió. No sabe si perdió el conocimiento. Solo recuerda estar en el patio de la casa, desnuda, porque el ácido se comió la ropa. "Una señora dijo que me echaran aceite, pero yo sentí que si hacían algo me iba a explotar", dice Gina.La llevaron al Hospital El Tunal, donde lo único que hicieron fue acostarla en una camilla y ponerle suero. Cinco horas después, fue trasladada a la Unidad de Quemados del Hospital Simón Bolívar.*En casos de ataque con ácido los primeros auxilios son primordiales, y en eso parecen

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fallar la mayoría de salas de urgencia del país. "Se debe hacer una irrigación prolongada con agua. Si el ácido es muy agresivo, tiene que ser por dos o tres horas porque continúa agrediendo el cuerpo -afirma Patricia Gutiérrez de Reyes, médica coordinadora de la Unidad de Quemados y Cirugía Plástica del Hospital Simón Bolívar-. El desconocimiento en este manejo empeora el pronóstico".Al llegar al Simón Bolívar, Gina ya no sentía dolor. "Un médico me metió un bisturí en el pecho para ver si sangraba. Le oí decir: 'estos hijueputas'. Yo le repetía a mi mamá que nos fuéramos para la casa. No imaginé lo que me esperaba". En estos quince años, Gina ha tenido 25 cirugías.Luego de la primera atención en urgencias, a las víctimas de esta clase de quemaduras les esperan años de recuperación y de cirugías plásticas con el fin de reconstruir la piel quemada, que suele estar ubicada en el área facial. En Colombia, el 98 por ciento de mujeres atacadas ha recibido el ácido en su rostro. El 50 por ciento ha perdido un ojo. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Consuelo Cañate)"Después de la atención inicial se busca definir la profundidad de la quemadura. Quitar el tejido muerto, que puede ser piel, aunque a veces también coge músculo o cuero cabelludo. Luego, con la propia piel de la persona hacemos injertos y

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esperamos el proceso de cicatrización", explica Linda Guerrero, cirujana plástica y directora de la Fundación del Quemado.Para hacer los injertos hay que dejar pasar mínimo tres semanas. Como el ácido es corrosivo, deben retirarse los tejidos destruidos y analizar la viabilidad del procedimiento para que no se presenten infecciones. El tiempo, al final, dependerá de cada paciente.La siguiente etapa es la reconstructiva. Para este paso los cirujanos suelen acudir a los colgajos microquirúrgicos, procedimiento que consiste en tomar parte de la piel, junto con tejido graso y muscular, y reemplazar con ella la que está quemada. Es una intervención que puede durar entre 7 y 20 horas.Además de este recurso, se usan los expansores, que son prótesis transitorias que sirven para expandir la piel sana y cubrir un defecto o una cicatriz.Como estas son operaciones que tardan muchas horas y la anestesia reduce las defensas, es necesario que la mujer esté en buenas condiciones generales. Cuando están deprimidas, los médicos prefieren aplazar la intervención. "Estas mujeres necesitan apoyo psicológico, y esa es otra falla del sistema de salud. Muchas no reciben ayuda. En un paciente deprimido, los injertos no pegan, las curaciones no sirven", afirma Gutiérrez. (Lea aquí: Todos los días se pregunta por

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qué. La historia de Angie Guevara)Algunas de las complicaciones que se pueden presentar son los queloides, cicatrices en las que el tejido crece exageradamente y se comporta como un tumor. "Hay dos posibilidades de manejarlo. Una es con microcirugía (reparación de los vasos sanguíneos y los nervios), y la otra es con piel sintética", dice Guerrero.Los costos de los tratamientos son altos. En los primeros auxilios y la atención primaria, el estimado está en 93 millones de pesos. Una microcirugía oscila entre 15 y 20 millones; los colgajos microquirúrgicos, entre 10 y 12 millones, y los retoques, para darle una forma natural al rostro, entre 1 y 2 millones de pesos.Las partes más difíciles de reconstruir son las ubicadas en la zona central del rostro: la nariz, los párpados y la boca. "Se trata de subunidades estéticas y tienen movimiento. No son como una mejilla, que se puede reemplazar más fácilmente", agrega Guerrero.*Gina tiene dos colgajos microquirúrgicos. Su cuello es la piel de su espalda y su quijada, la de su antebrazo. Es afortunada porque el ácido no alcanzó sus ojos ni su nariz.Ella dice tener dos ángeles. El primero es el doctor Luis Eduardo Bermúdez, quien a través de Operación Sonrisa y una microcirugía que duró 24 horas le reconstruyó su cuello y hoy se ve casi como

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antes. El segundo es Alan González, quien le está dando forma a su mentón. Uno de los problemas que se presentan con los colgajos es que, como se trata de piel más gruesa que la de la cara, no se ven naturales.Estas cirugías han sido gratuitas. "Vas a las EPS y te dicen que no cubren la operación porque son cirugías estéticas. No dan los antibióticos, ni las cremas, ni las licras que debemos usar", cuenta Gina. (Lea aquí: Erika y Natalia, dos casos de ataque con ácido que han tenido castigo)Su voz delgada no concuerda con su actitud valiente. Hace ocho años, empezó a tocar puertas para hacer visible el problema. No se rindió y hace pocas semanas se le sentó al secretario de Salud de Bogotá, Guillermo Jaramillo, le mostró sus fotos y las de otras mujeres y le dijo: "Mire lo que está pasando". Hoy trabaja en esa entidad y tiene en la mira la creación de una ONG independiente que apoye a todas las víctimas de ataques con ácido, en lo jurídico, lo médico y lo laboral. A las otras mujeres también les ha mostrado sus fotos. "Mire cómo quedé y mire cómo estoy hoy -dice-. Soy una mujer bonita".Lo que viene después, en busca de la recuperación1. Primeros auxiliosIrrigación constante con agua. Si el ácido es muy fuerte, se debe hacer por dos o tres horas. El dolor se calma con analgésicos.

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2. Definición de la quemaduraSe quita el tejido muerto y se limpia la piel. A las tres semanas, en promedio, se aplican injertos, que pueden provenir de piel de cadáver. No son definitivos.3. ReconstrucciónEn esta etapa se acude a colgajos microquirúrgicos, esto es, tomar piel de la persona (de la espalda o del antebrazo) para cubrir el área quemada. También se usan prótesis transitorias para expandir la piel sana y cubrir lo quemado.4. RetoquesLa piel que se utiliza en los colgajos es más gruesa que la del rostro, por lo que son necesarias cirugías plásticas para imprimirle una forma natural.

Con 22 años Angie Guevara fue atacada con ácido. Cuatro años después no sabe todavía quién lo hizo.

-Es una olla con buñuelos.Eso fue lo que pensó.Era viernes, 21 de diciembre de 2007, de noche. Angie Guevara iba rumbo a una reunión de amigos y vio a un hombre que caminaba detrás de ella, en una calle cercana a su casa del barrio Madelena. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Consuelo Cañate)Llevaba una olla y a ella se le ocurrió pensar que iba para una novena y llevaba algo de comer. Sí, quizá buñuelos.Angie volteó a mirarlo.

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Una vez.Otra.Y a la siguiente ya lo tenía encima arrojándole algo sobre su cuerpo. Cuando vio el movimiento del hombre, lo único que atinó a hacer fue tratar de darle la espalda. El líquido le cayó en su pelo (recién pintado y tan largo que le llegaba a la cadera), su brazo izquierdo y parte de su cara.-Me echó agua caliente.Fue lo que pensó.La luz de la calle la alumbró y Angie vio cómo brillaba su mano. Le salía humo. También le salía humo de la ropa. No, agua no podía ser, quizá aceite, dijo. En su muñeca izquierda llevaba una pulsera gruesa de metal. El dolor era insoportable. Como pudo, se la arrancó y la tiró al suelo.El sabor. Ese sabor.¿Por qué sentía en su boca como si estuviera chupando el limón más ácido? Angie pensaba y corría hacia la farmacia del barrio. La dejaron entrar al baño y echarse agua en la cara. Se echó una vez, dos, la tercera no pudo: cada vez que tenía contacto con el agua se triplicaba el dolor. (Lea aquí: ¿Y a las mujeres quemadas con ácido quién les responde?. La historia de María Cuervo sánchez)Llamó a su mamá y cuando llegó intentó tocarle el pelo a su hija. No pudo. Se quemó. Nadie podía rozarla. Le pasaron una sábana húmeda para que se quitara la ropa, pero el pantalón se le había

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quedado pegado a las piernas.Como era su costumbre, esa noche se había puesto una camiseta, una camisa, un chaleco, después un saco y, encima, una chaqueta de piel. Sus amigas le decían que se vestía como loca, prenda sobre prenda, pero así le gustaba. Todo eso fue traspasado por el ácido corrosivo que le botaron encima. Llegó la Policía y luego una ambulancia. La llevaron a la Clínica Colombia.-¿Dónde la canalizamos?Angie oyó que los médicos se preguntaban eso. ¿Dónde, dónde? No encontraban un lugar que estuviera libre de ácido. Esa misma noche la remitieron al Hospital Simón Bolívar y allá pasó diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos. Luego empezaron las operaciones que, cuatro años después, no han terminado.*Angie Guevara nació el 8 de diciembre de 1985. Su niñez la vivió en una casa del barrio Molinos, en el sur bogotano. Entró a estudiar al Inem, luego al Instituto Femenino San Antonio de Padua, pero el estudio no era lo suyo. Ella quería ser cantante de una banda de rock y, de hecho, alcanzó a armar grupos y cantar en algún bar. Pero, al final, fue uno de los sueños frustrados. (Lea aquí: Erika y Natalia, dos casos de ataque con ácido que han tenido castigo)Tras varios intentos en colegios, abandonó la idea de ser bachiller y se inscribió en cursos

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de estética para trabajar como manicurista. Vivía con sus padres -ella, dedicada a la casa; él, director de servicio al cliente de una empresa de transportes. Muy pronto Angie consiguió trabajo en un salón de belleza del norte de la ciudad, donde le pagaban mejor. Todos los días salía de su casa a las 5 de la mañana. Su papá la dejaba en el paradero del barrio Ricaurte y de allí tomaba camino hacia la calle 127, arriba de la 15, su sitio de trabajo.-Hoy vino un hombre y preguntó por usted -le dijo un día su jefa, en el salón de belleza-. Se quejó de que le había dañado el pelo a una clienta.-¿Cómo? Si yo solo arreglo uñas -contestó Angie.Fue un primer anuncio, pero en ese momento ella no tenía por qué sospechar nada. El hombre siguió yendo y eso generó molestias entre la jefe y Angie. Comenzaron las sospechas y ella optó por renunciar, a pesar de que ganaba un buen sueldo y era temporada de fin de año, la mejor para el trabajo. La dueña del salón aceptó su partida y quedaron en que ese 21 de diciembre fuera por su liquidación.Llegó a su casa con la plata y por unas horas le ayudó a su mamá a hacer aseo. Por la noche llamó a una amiga para que se vieran. Sin que lo hubiera hecho nunca, su mamá le dio la bendición antes de que se fuera y le pidió que se cuidara. Angie cerró la puerta y en ese momento le entró un mensaje de texto a su celular. Era un viejo exnovio que le decía que quería verla. Ella prefirió ir donde la

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amiga.*-Querían arruinarme -dice Angie, sentada en la sala de su casa-. ¿Quién?, no sé. Este parece el crimen perfecto porque nadie ha sido condenado.Angie tiene cuatro meses de embarazo. Cuando la atacaron, llevaba tres años con su novio. Él la acompañó durante las primeras semanas de hospital. Después, se fue.Estuvo tres meses hospitalizada en el Simón Bolívar, tiempo en el que le hicieron tres cirugías extensas, una de ellas en busca de salvar su ojo izquierdo. Todavía hoy tiene secuelas, pero, al menos, ya puede cerrarlo. Hasta el año pasado, cuando le hicieron otra intervención, tenía que dormir con ese ojo abierto. Angie está casada con un primo que la había pretendido desde que ella tenía 16 años. Hasta hace poco trabajó en un salón de belleza, pero su embarazo resultó de alto riesgo y debió retirarse y reposar. Su pensamiento está centrado en su bebé. Pero no olvida. (Lea aquí: La peluquera que hoy tiene que pedir limosna. La historia de Gina Potes)-Al principio era un conflicto mirarme al espejo. Una noche soñé que estaba como antes, como si nada de esto hubiera pasado. Me desperté.Ella piensa todos los días.Quién, por qué.Tiene la idea de que pudo ser aquel exnovio del

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mensaje, o una vecina con quien tenía diferencias. Ambas teorías las dijo a las autoridades, pero se cansó de esperar una respuesta. "En Medicina Legal todavía tienen guardada mi ropa de esa noche y no me han dicho ni qué químico fue el que me echaron", dice.Salir a la calle, para ella, es andar mirando aquí y allá. "Como un curí en una jaula", se describe. Es asustarse cuando un hombre la observa unos segundos de más. Cada vez que toma con sus manos las manos de sus clientas, viene la frase: Ay, ¿qué le pasó?-Literalmente, le joden la vida a uno. Nada más piensen lo que significa despertar de más de veinte cirugías, el dolor que se siente -dice Angie.Y ha comenzado a pensar que si ese bebé que espera llega a nacer mujer, lo mejor sería irse del país. No se siente segura de verla crecer aquí.30 años de prisión, en FranciaEn marzo pasado, Richard Remes fue condenado a 30 años de prisión por lo que él definió como "una broma que le salió mal" y que, para la justicia, fue un intento de asesinato contra su exnovia belga Patricia Lefranc. En diciembre del 2009, Remes timbró en su casa, hizo que ella bajara hasta la puerta para recibir un supuesto paquete y, cuando la tuvo cerca, le lanzó una lluvia de ácido sulfúrico que le quemó el 30 por ciento del cuerpo. "No quería causarle semejante daño, incluso había rebajado el

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ácido. Quería marcarla, pero no imaginé que sería tan rápido". El cinismo, al final, no le sirvió.

Esta semana se radicó un proyecto de ley para elevar condenas a los culpables de estos crímenes.

"Conocí el caso de una mujer quemada con ácido que llevaba a su hija al colegio cubriéndose la cara con una pañoleta, hasta que le comenzaron a decir que era musulmana. Para defenderse tuvo que mostrar su rostro desfigurado y la pequeña descubrió así el drama que su madre había escondido tanto tiempo. El trauma para la niña fue doble: también supo que su padre había sido el responsable de ese crimen". (Vea una galería de mujeres que han sufrido estos ataques y que decidieron mostrar su rostro)Esta dramática historia que el senador Carlos Baena, presidente del Movimiento Mira, cuenta fue una de las causas para que esta semana ese partido radicara en el Congreso un proyecto de ley que busca endurecer los castigos contra los autores de esta despiadada práctica, y garantizar que las cirugías reconstructivas de las víctimas sean sufragadas por el Estado.La iniciativa, que también es acompañada por el representante Óscar de Jesús Marín, fue celebrada por las víctimas de este horrendo crimen."Queremos que se siente un precedente para que estos bandidos, delincuentes, enfermos mentales lo piensen dos veces antes de

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hacerlo", dijo Viviana Hernández, una de las víctimas de este flagelo."Hemos visto mujeres atacadas con ácido que ni siquiera con 15 cirugías recuperan su rostro, su identidad, su imagen física, y ese tipo de agresiones quedan en la mayor impunidad", agregó Baena.Es el caso de María Cuervo, una mujer que fue víctima de esta brutal agresión hace 8 años. "Hace tres años perdí la cuenta de las cirugías plásticas que me han hecho; en ese momento iba por las cincuenta y pico...", cuenta María. (Lea más historias sobre personas quemadas con ácido)Relató, además, que luego de la agresión llegó a un centro de salud, donde la dejaron cinco horas con el ácido en la cara. "No podía pasar más de media hora para no tener lesiones tan graves. Tuve quemaduras de cuarto a sexto grado. Cuando me intentaron limpiar, el guante de silicona se derritió en mi cara, me dieron entonces una sábana, me dijeron que me envolviera la cabeza, y me administraron acetaminofén", recordó.Viviana, quien solo ha logrado la reconstrucción de su rostro en un treinta por ciento, se queja de la falta de conocimiento de los servicios médicos para atender estos casos. "Si a la persona la llevan a un centro de salud, hasta que no llega la ambulancia que la lleva al Hospital Simón Bolívar y le prestan los primeros auxilios, no hay nada que hacer. Si se

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demoró un día en llegar, esas 24 horas permanece sin recibir atención", afirmó esta mujer de 28 años y madre de tres hijos.Los agresoresSegún un estudio de la ONU, "los perpetradores cometen ataques con ácido por diversas razones: venganza por el rechazo de una propuesta de matrimonio u otro tipo de insinuación de carácter sexual o romántico, conflictos relacionados con las tierras, supuesto deshonor y celos". (Vea la historia de un hombre que ha recibido tres ataques en 2012)Para Baena, "son los maridos o amantes, por razones sentimentales, quienes acuden a esta acción criminal. Es el hombre que arremete, que sale de una relación y se quiere vengar de la mujer o ejercer dominación sobre ella".En Colombia el principal problema de este delito es la falta de denuncia. El Instituto de Medicina Legal tiene registrados 55 ataques con ácido en el 2010, y 42 en el 2011. Pero el fenómeno puede ser más grande. Por ello, una treintena de mujeres y un hombre afectados por esta acción están conformando una fundación con el fin de motivar a las víctimas a denunciar a sus agresores."No somos una cicatriz, seguimos siendo personas, seres humanos y madres, y el tener una marca no nos hace menos. Tenemos virtudes, como cualquier persona. Esos detalles no los han tenido en cuenta

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en ningún lado", afirmó Viviana.Cruzada para ayudar a mujeres agredidasSe busca también motivarlas a que denuncien cuando sean quemadas con ácidoDesde hace varias semanas, un grupo de mujeres y un hombre quemados con ácido viene tocando puertas con el fin de buscar apoyo para quienes han sido víctimas de esta agresión.Según Viviana Hernández, una de las líderes de la iniciativa, "queremos determinar un nombre y una razón social para registrarnos y empezar a hacer cosas y, al menos, poder correr con gastos de transporte, porque ni para un bus tenemos"."La idea es comenzar a llamar a tantas mujeres que necesitan ayuda, que comiencen a salir, que nos busquen y les podamos ayudar con el Estado en temas sanitarios, judiciales y laborales", dijo Viviana.Hasta ahora se han reunido con la alta consejera para la Equidad de la Mujer, Cristina Plazas, y con concejales y congresistas del Movimiento Mira.'El Estado asumiría las cirugías'Carlos BaenaPresidente del Mira¿Cuál es la idea del proyecto?Reaccionar y mandar unas alertas tempranas a la sociedad frente a la utilización de ácidos para agredir personas, especialmente a mujeres.¿Qué beneficios tendrían las mujeres quemadas con ácido?

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Habrían penas de entre 6 y 12 años cuando haya lesiones personales ocasionadas con ácido, las cuales pueden subir a 20 años si es contra un niño o cuando cause una deformidad funcional en la persona.¿Y en términos de salud?Se establecen unos beneficios para las víctimas, en el sentido de que el Estado tendrá que asumir las cirugías reconstructivas, es decir, una atención integral que incluye apoyo y asistencia jurídica.¿Habría control de la venta de ácidos?Se busca controlar la venta de este tipo de productos, saber cómo ingresaron al país, en dónde fue su producción y comercialización y tener control, que hoy en día no existe.¿Hay discriminación laboral y social contra estas mujeres?Sí, no las contratan en ningún trabajo; en sus familias sufren un daño moral muy grande, son estigmatizadas en la sociedad y a veces perseguidas por sus maridos o amenazadas en caso de que denuncien. Se vuelven unas desplazadas.

Mujeres quemadas con ácido muestran sus rostros para protestarBuscan sensibilizar a la sociedad y reclamar políticas de Estado que les

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permitan rehacer sus vidas.

En el consultorio del cirujano plástico, Gina no pasa inadvertida: en medio de otras que buscan realzar su belleza, ella sólo quiere recomponer su rostro quemado por un ataque con ácido, una forma de violencia contra las mujeres que cada vez suma más víctimas en el país (vea galería de fotos de algunas de las mujeres que decidieron mostrar sus rostros).Gina Potes, de 35 años, espera que esta sea la última cirugía, de 24 que le han practicado en los últimos 15 años. "Cuando veo esas mujeres con cuerpos perfectos buscando tener más busto o reducir la cintura, no entiendo", dice entre resignada e indignada esta espigada trigueña que requiere reconstruir su mentón.Aunque ya ha logrado recuperar casi totalmente el rostro, aún son evidentes las marcas de ese ataque, que también le alcanzó el pecho."Las huellas que deja no son sólo físicas, también son sicológicas", afirma, tras recordar que su primera reacción al verse desfigurada fue encerrarse. Con el paso del tiempo venció el miedo y salió a buscar trabajo. "Pero nadie me empleaba al verme así", señala Gina, quien asegura desconocer aún quién o por qué la atacó."Cuando una es atacada con ácido no recibe la solidaridad de las autoridades", se queja Gina, al recordar que en estos casos la pena máxima es de

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cuatro años de cárcel, si se logra identificar al agresor.Gina junto a un grupo de mujeres atacadas con ácido decidieron mostrar sus rostros -una de ellas con máscara por la deformación de su cara- para sensibilizar a la sociedad y reclamar políticas estatales que les permitan rehacer sus vidas. Y lo más importante, evitar nuevos rostros desfigurados, en una campaña en la que algunas políticas les acompañan.Hace cinco años Nubia Espita, de 33, vino de Venezuela con su esposo y dos pequeñas hijas a pasar Navidad. Una noche, cuando llegaba a casa con la mayor, una pareja le atacó arrojándole ácido a la cara, que además le alcanzó a quemar el brazo y la mano de su hija. La mujer atribuye el ataque a "la envidia" de una vecina, algo que no pudo probar. Tampoco logró identificar a la pareja que la atacó, por lo que su caso quedó impune, mientras su rostro, pese a 15 cirugías, continúa desfigurado. La próxima operación será para la reconstrucción de los párpados que le quedaron prácticamente cerrados, reduciéndole ostensiblemente la visión.El caso de Viviana Hernández, de 28 años, también quedó impune. Ella asegura que fue su esposo y padre de sus tres hijos quien le quemó el rostro para "que no fuera de nadie más", porque ella quería separarse."Las autoridades me exigían que probara que él había sido, entonces me tocó huir a otra ciudad

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para que no me volviera a atacar", dijo. "Ahora necesito cinco millones de pesos para recuperar el ojo (izquierdo)", narra al tiempo que levanta el parche que lo cubre y deja al descubierto un amasijo de piel por donde deslizan las lágrimas. "Cargamos con esta tragedia todos los días", dice, y resalta la "falta de solidaridad de la sociedad y del Estado".La cirujana plástica Linda Guerrero, que dirige la Fundación del Quemado en Bogotá, recuerda que hace 15 años recibió el primer caso de una mujer atacada con  ácido. Hoy ya suma 31 pacientes. "Es el producto de una cultura machista como la colombiana que hace que la mayoría de las víctimas sean mujeres jóvenes, de baja escolaridad, atacadas por cuestiones sentimentales", explica, tras denunciar que ninguna de sus pacientes recibió en el momento atención hospitalaria adecuada.Prácticamente todos los casos responden a violencia intrafamiliar. "Jurídicamente se tratan como lesiones personales y quedan en la impunidad por la dificultad para comprobar su autoría", comentó la congresista Gloria Estela Díaz.Buscan regular venta de ácido

La legisladora presentará el próximo 16 de marzo un proyecto de ley para tipificar como delito estas agresiones, con pena de cárcel de ocho a 30 años sin derecho a rebaja de la condena. Además, la concejal de Bogotá Olga Rubio presentó una iniciativa para limitar la venta de  ácidos, dada la

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facilidad para adquirirlos y su bajo costo (3.600 pesos el frasco).El Instituto de Medicina Legal conoció 55 casos de mujeres atacadas con ácido en 2010, mientras que en 2011 recibió 42, según cifras peliminares.

Por no dejarse robar, Luz Mila Bernal Lemús, de 50 años, fue atacada con ácido.

El atacante es un hombre identificado por la Policía como Edison Mesa Hernández.Según versiones de las autoridades, el hombre le lanzó la sustancia corrosiva en la manos, pues la señora no permitió que el delincuente se llevara unos anillos y otras pertenencias que portaba.El caso sucedió en el barrio Britalia, en el sur de Bogotá. Luego del ataque, el hombre intentó escapar pero fue interceptado por una moto de la Policía que hacía una ronda de rutina por la zona.La víctima sufrió quemaduras de primer grado en sus manos y ya se encuentra en su casa. Mesa Hernández se encuentra recluido en una Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía.