Historia del Imperio Ruso bajo Pedro el...

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HISTORIA DEL IMPERIO RUSO BAJO PEDRO EL GRANDE VOLTAIRE

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  • H I S T O R I A D E LI M P E R I O R U S O B A J O

    P E D R O E L G R A N D E

    V O L T A I R E

    Diego Ruiz

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    Entre las múltiples facetas del espíritu complejo de Vol-taire, la de historiador es quizá de las menos conocidas y laque esa masa que se llama el gran público menos recuerdacuando trata de evocar y reconstituir esta inquietante y pertur-badora figura. Y, sin embargo, no es de las menos interesantes,ni por la calidad ni por la cantidad de la obra que en esteterreno ha producido.

    Su concepto de la Historia y la manera de tratarla repre-senta, en su época, un paso gigantesco sobre los dominantes yprivativos hasta entonces en esta rama del saber humano,hasta el punto de haberse asegurado que en el siglo XVII esta-blece, con Montesquieu, casi como hoy las concebimos, las reglasgenerales del arte de escribir la historia.

    Hoy se entiende, en efecto, que el historiador ha de ser porde pronto, un erudito, un investigador; ha de documentarseminuciosamente, haciendo una crítica rigurosa de los docu-mentos. Pero se cree también, y más firmemente cada día, noobstante la maravillosa creación de la erudición alemana,

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    orientada casi exclusivamente en este sentido, que este acarreode materiales es indispensable para la construcción del edificio;pero no es suficiente; falta todavía... levantarlo; después deaquella labor de análisis tiene que venir la de las grandes sínte-sis; mientras tanto, no surge el historiador: tras del erudito seve el obrero manual, pero no se vislumbra la figura del arqui-tecto.

    Voltaire atiende por igual a estos dos aspectos; huye lomismo de las compilaciones indigestas que de las novelas sinautoridad y sin valor. Analiza, indaga, compulsa, hace lacrítica de las fuentes, y después, escogiendo entre el montón in-menso de datos que acumula, sólo los más característicos es-cribe, sin casi dejar traslucir esta penosa labor previa, verdade-ra historia; historia al alcance de todo el mundo, despojada desus formas solemnes, en lenguaje claro y llano, compitiendo enamenidad con la novela, y vestida con un estilo pleno de pure-za, propiedad y precisión.

    Para realizar la primera labor preparatoria, se halla ensituación inmejorable, tanto por sus múltiples relaciones socia-les, que le permiten, como él mismo dice, interrogar igualmentea los reyes que a los ayudas de cámara, como por sus cargosoficiales, entre ellos el de historiador del rey, que le abren laspuertas de los archivos del Estado; para todo ello, espoleadoademás por su aguda curiosidad intelectual, siempre despierta.Claro que, dada la época en que Voltaire produce, esta labor

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    de análisis e investigación, tocada además de la poca impar-cialidad de su espíritu, no tiene todo el rigor exigido por lamoderna crítica histórica; pero, con todo, ésta poco ha tenidoque rectificar o desechar en aquélla.

    Para la labor sintética, acaso le falte profundidad; perocuenta con su maravillosa imaginación, con su talento de dra-maturgo y novelista, que le permiten hacer de cada capítulo unverdadero cuadro lleno de perspectiva, de luz y de color. Susrepetidos viajes, su trato con tantos ejemplares humanos dife-rentes, hacen de él un profundo psicólogo, condición indispensa-ble a todo historiador, ya que la Historia, como dice Monod,es una psicología colectiva.

    En esta historia de Pedro el Grande resplandecen todasestas cualidades, realzadas por el cariño al asunto y su admi-ración por la figura del protagonista. Sus gustos aristocráticos,así como su completa fe en el influjo de los grandes hombres, enel poder benéfico del déspota ilustrado, habían de arrastrarlehacia las figuras de Luis XIV de Francia y de Pedro I deRusia.

    En cuanto a la cantidad de su labor histórica, basta citarlos títulos de sus obras:

    Historia de Carlos XII (1731) -El siglo de Luis XIV(1751) -Anales del imperio (1753) -Ensayo sobre las cos-tumbres de las naciones (1750) -Historia de Rusia bajo Pe-

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    dro el Grande (1759-63) -Historia del Parlamento de Pa-rís. Resumen del reinado de Luis XV (1769)

    Recordemos, para terminar, que Francisco María Arouet(Voltaire) nació en 1694 y murió en París en 1778.

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    PRIMERA PARTE

    Prólogo

    En los primeros años del siglo en que vivimos,el vulgo no conocía en el Norte más héroes queCarlos XIL Su valor personal, mucho más propiode un soldado que de un rey; el brillo de sus victo-rias, y aún de sus desastres, hería vivamente los ojosde todo el mundo, que veía fácilmente estos grandesacontecimientos, y no veía, en cambio, las laboreslargas y útiles. Los extranjeros dudaban entonceshasta de que las empresas del zar Pedro I pudiesensostenerse; sin embargo, han subsistido y se hanperfeccionado bajo las emperatrices Ana e Isabel;pero, sobre todo, bajo Catalina II, que tan lejos hallevado la gloria de Rusia. Hoy este imperio está in-cluido entre los Estados más florecientes, y Pedro,

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    en la categoría de los más grandes legisladores.Aunque sus empresas no necesitasen del buen éxitoa los ojos de los sabios, sus resultados han afirmadopara siempre su gloria. Se juzga hoy que Carlos XIImerecía ser el primer soldado de Pedro el Grande.Uno no ha dejado más que ruinas; el otro es unfundador en todos los órdenes. Yo me atreví a emi-tir un juicio análogo hace treinta años, cuando es-cribí la historia de Carlos. Las Memorias que mehan proporcionado hoy sobre Rusia me ponen ensituación de hacer conocer este imperio, cuyos pue-blos son tan antiguos, y donde las leyes, las costum-bres y las artes son de creación moderna. La historiade Carlos XII era amena; la de Pedro I es instructi-va.

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    CAPITULO PRIMERO

    Descripción de Rusia.

    El imperio de Rusia es el más vasto de nuestrohemisferio; su extensión, de Occidente a Oriente, esde más de dos mil leguas comunes de Francia, y tie-ne más de ochocientas leguas de Sur a Norte, en sumayor anchura. Limita con Polonia y el mar Glacial;toca a Suecia y a la China. Su longitud desde la islade Dago al occidente de Livonia, hasta sus confinesmás orientales, comprende cerca de ciento setentagrados; de suerte que cuando es mediodía en el oc-cidente es casi media noche en el oriente del impe-rio. Su anchura es de tres mil seiscientas verstas deSur al Norte, lo que equivale a ochocientas cin-cuenta de nuestras leguas comunes.

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    Conocíamos tan poco los límites de este país enel siglo pasado, que cuando en 1689 supimos quelos chinos y los rusos estaban en guerra, y que elemperador Canihi, de un lado, y del otro los zaresIván Y Pedro enviaban, para terminar diferencias,una embajada a trescientas leguas de Pequín, en ellímite de los dos imperios, calificamos primera-mente este acontecimiento de fábula.

    Lo que está hoy comprendido bajo el nombre deRusia o de las Rusias es más vasto que todo el restode Europa y como no lo fue nunca el imperio ro-mano, ni el de Darío, conquistado por Alejandro,pues contiene más de un millón cien mil leguas cua-dradas. El imperio romano y el de Alejandro notenían cada uno más que unas quinientas cincuentamil, y no hay ningún reino en Europa que sea la do-zava parte del imperio romano. Para conseguir queRusia fuese tan populosa, tan abundante, tan llenade ciudades como nuestros países meridionales, se-rían todavía necesarios siglos y zares tales comoPedro el Grande.

    Un embajador inglés que residía en 1733 en Pe-tersburgo y que había estado en Madrid dice en surelato manuscrito que en España, que es el reino deEuropa menos poblado, se pueden calcular cuarenta

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    personas por cada milla cuadrada, y que en Rusia nose pueden contar más que cinco; en el capítulo se-gundo veremos si este ministro se ha engañado. Sedice en el Diezmo, falsamente atribuido al mariscalde Vauban, que en Francia cada milla cuadradacontiene aproximadamente doscientos habitantesuna con otra, Estas evaluaciones no son nunca muyexactas, pero sirven para mostrar la enorme diferen-cia de la población de un país a la de otro.

    Aquí haré observar que de Petersburgo a Pequínapenas si se encuentra una gran montaña en el ca-mino, que las caravanas podrían tomar por la Tarta-ria independiente, por las llanuras de los calmucos ypor el gran desierto de Cobi; y es de notar que deArcángel a Petersburgo y de Petersburgo a los con-fines de la Francia septentrional, pasando porDantzig, Hamburgo, Amsterdam, no se ve ni unacolIna un poco alta. Esta observación puede hacerdudar de la verdad del sistema que sostiene que lasmontañas no se han formado más que por el aca-rreo de las olas del mar, suponiendo que todo loque es hoy tierra ha sido mar hace mucho tiempo.Pero ¿cómo las olas que, en esta hipótesis, han for-mado los Alpes, los Pirineos y el Taurus, no hanformado también alguna colina elevada desde la

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    Normandía a la China, en un espacio tortuoso detres mil leguas? La geografía así considerada podríaauxiliar a la física, o al menos plantearle problemas.

    En otro tiempo hemos llamado a Rusia con elnombre de Moscovia, porque la ciudad de Moscú,capital de este imperio, era la residencia de los gran-des duques de Rusia; hoy, el antiguo nombre de Ru-sia ha prevalecido.

    No debo investigar aquí por qué se han llamadoa los países desde Smolensko hasta más allá deMoscú la Rusia blanca, y por qué Hubner la llamanegra, ni por qué razón Kiev debe ser la Rusia roja.

    Puede ser cierto también que Madies el Escita,que hizo una irrupción en Asia cerca de siete siglosantes de nuestra era, haya llevado sus arenas a estasregiones como han hecho después Gengis y Ta-merlán y como probablemente se había hecho mu-cho tiempo antes de Madies. Todas estasantigüedades no merecen nuestras investigaciones;las de los chinos, indios, persas, egipcios, estáncomprobadas por monumentos ilustres e interesan-tes. Estos monumentos suponen todavía otros muyanteriores, puesto que es preciso un gran número desiglos antes de que se pueda siquiera establecer elarte de transmitir sus pensamientos por signos per-

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    manentes y que todavía es necesaria una multitud desiglos anteriores para formar un lenguaje regular.Pero nosotros no tenemos tales monumentos ennuestra Europa, hoy tan civilizada; el arte de la es-critura fue durante mucho tiempo desconocido entodo el Norte; el patriarca Constantino, que escribióen ruso la historia de Kiovia, confiesa que en estos.países no se usaba la escritura en el siglo V.

    Que otros examinen si los hunos, los eslavos ylos tártaros han conducido en otros tiempos fa-milias errantes y hambrientas hacia las fuentes delBorístenes; mi deseo es hacer ver lo que el zar Pe-dro ha creado, más que desembrollar el antiguo ca-os. Es necesario siempre recordar que ningunafamilia en la tierra conoce a su progenitor, y que,por consiguiente, ningún pueblo puede conocer suprimer origen.

    Me sirvo del nombre de rusos para designar alos habitantes de este gran imperio. El de roxolanos,que se les ha aplicado en otro tiempo, sería más so-noro; pero es preciso conformarse con el uso de lalengua en que se escribe. Las gacetas y otras memo-rias desde hace algún tiempo emplean el nombre derusianos; pero como este nombre se parece dema-siado al de prusianos, yo me atengo al de rusos, que

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    casi todos nuestros escritores les han asignado; y meha parecido que el pueblo más extendido de la tierradebe ser conocido por un término que lo distingaabsolutamente de las demás naciones.

    Es necesario desde ahora que el lector, con elmapa a la vista, se forme una idea clara de este im-perio, dividido hoy en diez y seis grandes go-biernos, que algún día serán subdivididos, cuandolos países del Septentrión y del Oriente tengan máshabitantes.

    He aquí cuáles son estos diez y seis gobiernosvarios de los cuales comprenden provincias in-mensas.

    Livonia. -La provincia más próxima a nuestrosclimas es la de la Livonia. Es una de las más fértilesdel Norte. Era pagana en el siglo XII. En ella nego-ciaron comerciantes de Brema y de Lubek, y religio-sos cruzados, llamados portaespadas, unidos enseguida a la orden teutónica, se apoderaron de ellaen el siglo XIII, en la época en que el furor de lascruzadas armaba a los cristianos contra todo lo queno pertenecía a su religión. Alberto, margrave deBrandeburgo, gran maestre de estos religiosos con-quistadores, se hizo soberano de la Livonia y de laPrusia brandeburguesa hacia el año 1514. Los rusos

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    y los polacos se disputaron desde entonces estaprovincia. Luego, los suecos entraron en ella; du-rante mucho tiempo fue asolada por todas estaspotencias. El rey de Suecia Gustavo Adolfo la con-quistó. Fue cedida a Suecia en 1660 por la célebrepaz de Oliva, y, en fin, el zar Pedro la conquistó alos suecos, como se verá en el curso de esta historia.

    La Curlandia, que está contigua a la Livonia, hasido siempre vasalla de Polonia, pero depende enmucho de Rusia. Esos son los límites occidentalesde este imperio en la Europa cristiana.

    Gobierno de Revel, de Petersburgo y de Viborg- Más alNorte se encuentra el gobierno de Revel y el deEstonia. Revel fue fundado por los dinamarquesesen el siglo XIII. Los suecos poseyeron a Estoniadesde que el país se puso bajo la protección de Sue-cia, en 1561; ésta es también una de las conquistasde Pedro.

    Al borde de la Estonia está el golfo de Finlandia.Al Oriente de este mar, y en la unión del Neva y dellago Ladoga, está la ciudad de Petersburgo, la másmoderna y más hermosa ciudad del imperio, funda-da por el zar Pedro, a pesar de todos los obstáculosreunidos que se oponían a esta fundación.

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    Se eleva sobre el golfo de Cronstadt, en mediode nueve brazos fluviales que dividen sus barrios:un castillo ocupa el centro de la ciudad, en una islaformada por el gran curso del Neva; siete canalesprocedentes de los ríos bañan los muros de un pala-cio, los del Almirantazgo, del astillero de galeras yvarias manufacturas. Treinta y cinco grandes iglesiasson otros tantos ornamentos de la ciudad, y entreesas iglesias hay cinco para los extranjeros, seancatólicos romanos, sean protestantes, sean lutera-nos; son cinco templos erigidos a la tolerancia yotros tantos ejemplos presentados a las demás na-ciones. Hay cinco palacios; el antiguo, que se llamael de estío, situado sobre el río Neva, está rodeadode una inmensa balaustrada de hermosas piedrastodo a lo largo de la ribera. El nuevo palacio de es-tío, cerca de la puerta triunfal, es uno de los máshermosos trozos de arquitectura que hay en Europa;los edificios elevados para el Almirantazgo, para loscuerpos de cadetes, para los colegios imperiales,para la Academia de Ciencias, la Bolsa, el almacénde mercancías, el de las galeras, son otros tantosmonumentos magníficos. La casa de la policía, la dela farmacia pública, donde todas las vasijas son deporcelana; el almacén de la corte, la fundición, el

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    arsenal, los puentes, los mercados, las plazas, loscuarteles para la guardia de Caballería y para losguardias de a pie contribuyen tanto al embelleci-miento como a la seguridad de la ciudad. Actual-mente tiene cuatrocientas mil almas. En losalrededores de la ciudad hay quintas de recreo cuyamagnificencia asombra a los viajeros; hay una en laque los juegos de agua son muy superiores a los deVersalles. No había nada en 1702; era esto un pan-tano intransitable. Petersburgo está consideradocomo la capital de la Ingria, pequeña provincia con-quistada por Pablo I. Viborg, conquistada por él, yla parte, de Finlandia perdida y cedida por Suecia en1742, son otro gobierno.

    Arcángel. -Más arriba, subiendo al Norte, está laprovincia de Arcángel, país enteramente nuevo paralas naciones meridionales de Europa. Tomó sunombre de San Miguel Arcángel, bajo cuya protec-ción se puso mucho tiempo después de que los ru-sos se hubiesen convertido al cristianismo, que nohan abrazado hasta principios del siglo XI. Hastamediados del siglo XVI, este país no fue conocidopor las demás naciones. Los ingleses, en 1533, bus-caron un paso por el mar del Norte y del Este parair a las Indias Orientales. Chancelor, capitán de uno

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    de los buques equipados para esta expedición, des-cubrió él puerto de Arcángel en el mar Blanco. Nohabía en este desierto, más que un convento, con lapequeña iglesia de San Miguel Arcángel.

    Desde este puerto, remontando el río Dwina, losingleses se internaron, y al fin llegaron a la ciudadde Moscú. Se hicieron fácilmente los dueños delcomercio de Rusia, el cual, de la ciudad de Novgo-rod, donde se hacía por tierra, fue trasladado a estepuerto de mar. Es cierto que es inabordable durantesiete meses del año; sin embargo, fue mucho másútil que las ferias del gran Novgorod, caídas en de-cadencia por las guerras contra Suecia. Los inglesesobtuvieron el privilegio de comerciar allí sin pagarningún derecho, y así es como todas las nacionesdeberían acaso comerciar unas con otras. Los ho-landeses compartieron luego el comercio de Arcán-gel, que no fue conocido de los demás pueblos.

    Mucho tiempo antes, los genoveses y los vene-cianos habían establecido comercio con los rusospor la embocadura del Tana; donde fundaron unaciudad llamada Tana; pero desde las devastacionesde Tanerlan en esta parte del mundo, esta rama delcomercio de los italianos quedó destruida; el de Ar-cángel ha subsistido, con grandes ventajas para los

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    ingleses y los holandeses, hasta la época en que Pe-dro el Grande abrió el mar Báltico a sus Estados.

    Laponia rusa. Gobierno de Arcángel-Al occidente deArcángel y en su gobierno está la Laponia rusa, ter-cera parte de esta comarca; las otras dos pertenecena Suecia y a Dinamarca. Es un gran país, que ocupacerca de ocho grados de longitud, y que se extiendeen latitud del círculo polar al cabo Norte. Los pue-blos que lo habitan eran confusamente conocidosen la antigüedad bajo el nombre de trogloditas y depigmeos septentrionales; estos nombres convenían,en efecto, a hombres de una altura, en su mayoría,de tres; codos, y que habitan en cuevas; son hoy talcomo eran entonces, de color tostado, aunque losdemás pueblos septentrionales sean blancos; casi to-dos pequeños, mientras que sus vecinos y los ha-bitantes de Islandia, en el círculo polar, son de altaestatura; parecen hechos para un país montuoso,ágiles, rechonchos, robustos; la piel, dura, para me-jor resistir el frío; los muslos y las piernas, delgados;los pies, menudos, para correr más ligeramente pormedio de las rocas de que su país está todo cubierto;amando apasionadamente a su patria, que sólo ellospueden amar, y no pudiendo ni aun vivir fuera deella. Se ha supuesto, siguiendo a Olaus, que estos

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    pueblos eran originales de Finlandia y que se habíanretirado a la Laponia, donde su talla ha degenerado.Pero ¿por qué no han escogido tierras menos alNorte, donde la vida hubiese sido más cómoda?¿Por que su cara, su figura, su color, todo, difierecompletamente de sus supuestos antepasados? Sepodría acaso decir de igual manera que la hierba quecrece en Laponia procede de la hierba de Dina-marca, y que los peces especiales de sus lagos pro-ceden de los peces de Suecia. Hay gran probabilidadde que los lapones sean indígenas, como sus ani-males son un producto de su país; que la Naturalezalos ha hecho unos para otros.

    Los que habitan hacia la Finlandia han adoptadoalgunas expresiones de sus vecinos, lo que ocurre atodos los pueblos; pero cuando dos naciones dan alas cosas más usuales, a los objetos que ven sin ce-sar, nombres absolutamente diferentes, puede muybien presumirse que ninguno de estos pueblos esuna colonia del otro. Los finlandeses llaman al osokaru, y los laponeses, muriet; el Sol, en finlandés, sellama auringa; en lengua lapona, beve. No hay ningunaanalogía. Los habitantes de Finlandia y de la Lapo-nia sueca han adorado en otro tiempo un ídolo quellamaban Iumalac; y desde la época de Gustavo

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    Adolfo, al que deben el nombre de luteranos, llamana Jesucristo el hijo de Iumalac. Los lapones mosco-vitas pertenecen hoy a la Iglesia griega; pero los quevagan por las montañas septentrionales del caboNorte se contentan con adorar a un dios bajo algu-nas formas groseras, antigua costumbre de todos lospueblos nómadas.

    Esta especie de hombres, poco numerosa, poseemuy pocas ideas, y son muy felices por no tenermás; pues, en ese caso tendrían nuevas necesidadesque no podrían satisfacer; viven contentos y sin en-fermedades, no bebiendo apenas más que agua enun clima del mayor frío, y llegan a una extrema ve-jez. La costumbre que se les imputaba de rogar a losextranjeros que hiciesen a sus mujeres y a sus hijasel honor de unirse con ellas viene probablementedel sentimiento de la superioridad que reconocen enesos extranjeros y el deseo de que pudiesen servirpara corregir los defectos de su raza. Esta era unacostumbre establecida en los pueblos virtuosos deLacedemonia. Un marido rogaba a un joven bienformado le diese hermosos hijos que el pudieseadoptar. Los celos y las leyes impiden a los demáshombres entregar a sus mujeres; pero los lapones

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    casi carecían de leyes y probablemente tampocoeran celosos.

    Moscú. -Cuando se remonta el Dwuina de Nortea Sur, se llega en la parte central del país, a Moscú, lacapital del imperio. Esta ciudad fue durante muchotiempo el centro de los Estados rusos antes de quese hubiese extendido del lado de la China y de laPersia.

    Moscú, situada hacia los cincuenta y cinco gra-dos de latitud, en un terreno menos frío y más fértilque Petersburgo, se halla en medio de una vasta yhermosa llanura sobre el río Moskova1 y de otrosdos pequeños que se pierden con el en el Oca y vanenseguida a engrosar el caudal del Volga. Esta ciu-dad no era en el siglo XIII más que un conjunto decabañas habitadas por desgraciados oprimidos porla raza de Gengis Khan.

    El Kremlin2, que era la morada de los grandesduques, no fue edificado hasta el siglo XIV; tan po-ca antigüedad tienen las ciudades en esta parte delmundo. Este Kremlin fue construido por arquitec-tos italianos, así como varias iglesias, en este estilogótico, que era entonces el de toda Europa. Hay dos 1En ruso, Moskwa

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    de ellas del célebre Aristote, de Bolonia, que flore-ció en el siglo XV; pero las casas de los particularesno eran más que barracas de madera.

    El primer escritor que nos dio a conocer Moscúfue Olearius, quien en 1633 acompañó una embaja-da de un duque de Holstein, embajada tan vana porsu pompa como inútil por su objeto. Un habitantede Holstein debía de quedar asombrado de la in-mensidad de Moscú, de sus cinco murallas, del am-plio barrio de los zares y del esplendor asiático quereinaba entonces en esta corte. No había nada pare-cido en Alemania; ninguna ciudad, ni con mucho,tan vasta, tan poblada.

    El conde de Carlisle, por el contrario, embajadorde Carlos III, en 1663, cerca del zar Alejo, se la-menta en su relato de no haber encontrado ningunade las comodidades de la vida en Moscú, ni hospe-daje en el camino ni auxilio de ninguna especie. Unojuzgaba como un alemán del Norte; el otro, comoun inglés, y los dos, por comparación. El inglés seindignó al ver que la mayor parte de los boyardostenían por cama tablas o bancos, sobre los cuales seextendía una piel o una manta; ésta era la costumbre

    2En ruso, Kremln.

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    antigua de todos los pueblos; las casas, casi todas demadera, estaban sin muebles; casi todas las mesas decomedor, sin mantel; nada de pavimento en las ca-lles, nada de agradable y cómodo, muy pocos arte-sanos, que además eran toscos y no trabajaban másque en las obras indispensables. Estas gentes hubie-ran parecido espartanas si hubiesen sido sobrias.

    Pero la Corte, en los días de ceremonia, parecíala de un rey de Persia. El conde de Carlisle dice queél no vio más que oro y pedrería sobre las ropas delzar y de sus cortesanos; estos trajes no estaban fa-bricados en el país; sin embargo, era evidente que sepodía conseguir que el pueblo fuese industrioso,puesto que se había fundido en Moscú mucho tiem-po antes, bajo el reinado del zar Boris Godunow, lacampana más grande que hay en Europa, y que seveían en la iglesia patriarcal ornamentos de plataque habían exigido mucho cuidado. Estas obras,dirigidas por alemanes e italianos, eran esfuerzospasajeros; es la industria de todos los días y la mul-titud de artes continuamente ejercitadas lo que hacea una nación floreciente. Ni Polonia entonces nininguno de los países vecinos de los rusos les eransuperiores. Las artes manuales no estaban más per-feccionadas en el norte de Alemania; las bellas artes

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    apenas eran allí más conocidas al principio del sigloXVII.

    Aunque Moscú careciese entonces por completode la magnificencia y de las artes de nuestras gran-des ciudades de Europa, sin embargo, su circuito, deveinte mil pasos; la parte llamada ciudad chinesca,donde se ostentaban las rarezas de la China; el am-plio barrio del Kremlin, donde está el palacio de loszares; algunas cúpulas doradas, torres elevadas ysingulares, y, en fin, el número de sus habitantes,que asciende a cerca de quinientos mil, todo estohacía de Moscú una de las más importantes ciuda-des del universo.

    Teodoro, o Fedor, hermano mayor de Pedro elGrande, comenzó a civilizar a Moscú. Hizo cons-truir muchas casas grandes de piedra, aunque sinninguna arquitectura regular. Animó a los principa-les de su Corte a edificar, adelantándoles dinero ysuministrándoles materiales. A él se deben las pri-meras yeguadas de hermosos ejemplares y algunosembellecimientos útiles. Pedro, que ha hecho todo,ha cuidado también de Moscú al construir Pe-tersburgo; lo hizo pavimentar, lo adornó y enrique-ció con edificios, con manufacturas; en fin: un

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    chambelán3 de la emperatriz Isabel, hija de Pedro,ha sido allí profesor de una Universidad hace algu-nos años. Es el mismo que me ha suministrado to-das las Memorias sobre las cuales escribo. Elhubiera sido mucho más capaz que yo de componeresta historia, aun en mi lengua; todo lo que me haescrito da fe de que solamente por modestia me hadejado el cuidado de esta obra.

    Smolensko. –Al occidente del ducado de Moscúestá el de Smolensko, parte de la antigua Sarmaciaeuropea. Los ducados de Moscovia y de Smolenskocomponían la Rusia blanca propiamente dicha.Smolensko, que pertenecía primeramente a losgrandes duques de Rusia, fue conquistado por elgran duque de Lituania al principio del siglo XV, yvuelto a tomar cien años después por sus antiguosdueños. El rey de Polonia Segismundo III se apode-ró de él en 1611. El zar Alejo, padre de Pedro, lorecuperó en 1654, y desde esta época ha formadoparte del imperio de Rusia. Se ha dicho en el elogiodel zar Pedro pronunciado en París en la Academiade Ciencias que los rusos antes de él no habían con-

    3M. de Schouvalof.

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    quistado nada en Occidente y Mediodía; es evidenteque esto es una equivocación.

    Gobierno de Novgorod y de Kiev o Ukrania. -EntrePetersburgo y Smolensko está la provincia de No-vgorod. Se dice que fue en este país donde los anti-guos eslavos o eslavones se establecieronprimeramente. Pero ¿de dónde venían estos eslavos,cuya lengua se ha extendido por el nordeste de Eu-ropa? Sla significa un jefe, y esclavo, perteneciente aun jefe. Todo lo que se sabe de estos antiguos esla-vos es que eran conquistadores. Fundaron la ciudadde Novgorod la Grande, situada sobre un río nave-gable desde su origen, que gozó durante muchotiempo de un comercio floreciente y fue una potentealiada de las ciudades anseáticas. El zar Iván Basi-lowitz4 la conquistó en 1467 y la despojó de todassus riquezas, que contribuyeron a la magnificenciade la corte de Moscú, casi desconocida hasta enton-ces.

    Al mediodía de la provincia de Smolensko en-contráis la provincia de Kiev, que es la pequeña Ru-sia, la Rusia roja, o Ukrania, atravesada por el Dnié-per, que los griegos han llamado Borístenes. La

    4En ruso, Iwan wassiliewitch

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    diferencia entre estos dos nombres, uno duro depronunciar, el otro melodioso, sirve para hacer ver,con otras cien pruebas, la rudeza de todos los anti-guos pueblos del Norte y los encantos de la lenguagriega. La capital Kiev, en otro tiempo Kisovia, fueedificada por los emperadores de Constantinopla,que hicieron de ella una colonia; se ven en ella toda-vía inscripciones griegas de mil doscientos años; esla única ciudad que tiene alguna antigüedad en estospaíses, donde los hombres han vivido tantos siglossin construir paredes. Allí fue donde los grandesduques fijaron su residencia, en el siglo XI, antes deque los tártaros dominasen a Rusia.

    Los ukranios, que se llaman cosacos, son unconjunto de antiguos roxolanos, sármatas y tártarosreunidos. Este país formaba parte de la antigua Es-citia. Roma y Constantinopla, que han dominadotantas naciones, son países que están muy lejos deser comparables en cuanto a fertilidad al de Ukra-nia. La Naturaleza se esfuerza allí en hacer bien alos hombres, pero los hombres no han secundado ala Naturaleza, viviendo de los frutos que produceuna tierra tan inculta como fecunda, y viviendo to-davía más de la rapiña; enamorados hasta el excesode un bien preferible a todo, la libertad, y, sin em-

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    bargo, habiendo servido, una tras otra, a Polonia y aTurquía. En fin, se entregaron a Rusia en 1654, sinsometerse demasiado, y Pedro los ha sometido.

    Las demás naciones se distinguen por sus ciu-dades y sus burgos. Esta está dividida en diez regi-mientos. A la cabeza de estos diez regimientos habíaun jefe, elegido por pluralidad de votos, llamadohetmán o itmán. Este capitán de la nación no tenía elpoder supremo. Hoy los soberanos de Rusia les danun señor de la corte por hetmán; es un verdaderogobernador de provincia, semejante a nuestros go-bernadores de comarcas en Estados que tienen to-davía algunos privilegios.

    Primeramente no había en este país más que pa-ganos y mahometanos: fueron bautizados comocristianos de la comunión romana cuando han sidosúbditos de Polonia, y hoy son bautizados, comocristianos de la Iglesia griega desde que pertenecen aRusia.

    Entre ellos están comprendidos estos cosacoszaporogos, que son aproximadamente lo que erannuestros filibusteros: bandidos valerosos. Lo que lesdistinguía de todos los demás pueblos es que notoleraban nunca mujeres en sus poblaciones, comose supone que las amazonas no toleraban hombres

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    en las suyas. Las mujeres que les servían para per-petuarse moraban islas del río; nada de matrimonio,nada de familia; alistaban a los niños varones en sumilicia y dejaban las hijas a sus madres. Con fre-cuencia, el hermano tenía hijos con su hermana y elpadre con su hija. Ninguna otra ley entre ellos quelas costumbres establecidas por las necesidades; sinembargo, tuvieron algunos sacerdotes del rito grie-go. Se ha construido desde hace algún tiempo elfuerte de Santa Isabel, sobre el Borístenes, paracontenerlos. Sirven en los ejércitos como tropasirregulares, y desgraciado del que cae en sus manos.

    Gobierno de Belgorod, de Voroneye y de Nijni-Novgorod-Si subís al nordeste de la provincia de Kiev, entre elBorístenes y el Tanais, se presenta el gobierno deBelgorod; es tan grande como el de Kiev. Es una delas provincias más fértiles de Rusia; es la que sumi-nistra a Polonia una cantidad prodigiosa de esehermoso ganado que se conoce con el nombre debueyes de Ukrania. Estas dos provincias se hallan alabrigo de las incursiones de los pequeños tártarospor trincheras, que se extienden del Borístenes alTanais, guarnecidas de fuertes y reductos.

    Subid todavía al Norte, pasad el Tanais; en-traréis en el gobierno de Voroneye, que se extiende

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    hasta los límites del Palus-Meotide. Cerca de la ca-pital que llamamos Voroneye5 , en la desembocadu-ra del río de este nombre, que se vierte en el Tanais,Pedro el Grande hizo construir su primera flota,empresa de la que no se tenía ni idea en todos estosvastos Estados. En seguida encontraréis el gobiernode Nijni-Novgorod, fértil en granos, atravesado porel Volga.

    Astracán.-De aquella provincia entráis por elMediodía en el reino de Astracán. Este país co-mienza a los cuarenta y tres grados y medio de lati-tud, bajo el más hermoso de los climas, com-prendiendo aproximadamente tantos grados de lon-gitud como de latitud; rodeado por un lado por elmar Caspio; por otro, por las montañas de Circasia,y avanzando todavía más allá del mar Caspio, a lolargo de los montes Cáucasos; bañado por el granrío Volga, el Iaick y otros varios, entre los cuales sepuede, según pretende el ingeniero inglés Perri, tra-zar canales que, sirviendo de lecho a las inundacio-nes, harían el mismo efecto que los canales del Niloy aumentarían la fertilidad de la tierra.

    5En Rusia se escribe y se pronuncia Voronestch.

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    El ingeniero Perri, empleado por Pedro elGrande en estos lugares, encontró en ellos vastosdesiertos cubiertos de pastos, de legumbres, de ce-rezos, de almendros. Carneros salvajes, de excelentecarne, pastaban en estas soledades. Era necesariocomenzar por dominar y civilizar los hombres deestos climas para secundar allí a la Naturaleza, queha sido forzada en el clima de Petersburgo.

    Este reino de Astracán es una parte del antiguoKaptchak, conquistado por Gengis Khan, y en se-guida por Tamerlán; estos tártaros dominaron hastaMoscú. El zar Juan Basilides, nieto de Iván Basi-lowitz, y el más grande conquistador entre los rusos,libertó a su país del Yugo tártaro en el siglo XVI yañadió el reino de Astracán a sus otras conquistas.

    Astracán es el límite de Asia y Europa, y puedehacer el comercio entre una y otra transportandopor el Volga las mercancías traídas por el mar Cas-pio. Este era uno de los grandes proyectos de PedroEl Grande; en parte ha sido ejecutado. Todo unarrabal de Astracún está habitado por indios.

    Oremburgo- Al sudeste del reino de Astracán hayuna pequeña región recientemente formada, que sellama Oremburgo; la ciudad de esto nombre fueedificada en 1734, a orillas del río Iaick. Este país

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    está erizado con las estribaciones de los montesCáucasos. Fortalezas elevadas de trecho en trechodefienden los pasos de las montañas y de los ríosque de ellas descienden. En esta región, deshabitadaen otro tiempo, es donde los persas vienen a depo-sitar y a ocultar de la sagacidad de los ladrones susefectos substraídos en las guerras civiles. La ciudadde Oremburgo ha venido a ser el refugio de los per-sas y de sus fortunas, y se ha acrecentando con suscalamidades; los indios, los pueblos de la granBukharia, aquí acuden a traficar; viene a ser el alma-cén de Asia.

    Gobiernos de Kazan y de la Gran Pemia.- Más allá delVolga y del Iaick, hacia el Septentrión, está el reinode Kazan, el cual, como Astracán, entró en la heren-cia de un hijo de Gengis Khan, y después, de unhijo de Tamerlán, conquistado igualmente por JuanBasilides. Todavía está habitado por muchos tárta-ros mahometanos. Esta gran comarca se extiendehasta la Siberia; está probado que ha sido florecientey rica en otro tiempo; todavía conserva alguna opu-lencia. Una provincia de este reino llamada la GranPermia, y después el Solikam, era el almacén de lasmercancías de Persia y de las pieles de Tartaria. Seha encontrado en esta Permia una gran cantidad de

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    moneda con el cuño de los primeros califas y algu-nos ídolos de oro de los tártaros6; pero estos mo-numentos de antiguas riquezas han sido en-contrados en medio de la pobreza y en desiertos; nohabía traza alguna de comercio; estas revolucionesocurren con demasiada rapidez y facilidad en unpaís ingrato, ya que acontecen también en los másfértiles.

    El célebre prisionero sueco Stralemberg, que su-po aprovechar tan bien su desgracia, y que examinótodos estos vastos países con tanta atención, fue elprimero que convirtió en verisímil un hecho quenunca se había podido creer, referente al antiguocomercio de estas regiones. Plinio y Pomponio Melarefieren que en tiempo de Augusto un rey de lossuevos hizo a Metulo Celer el regalo de unos cuan-tos indios arrojados por la tempestad a las vecinascostas del Elba. ¿Cómo los habitantes de la Indiahabían navegado por los mares germánicos? Estaaventura ha parecido fabulosa a todos los moder-nos, sobre todo desde que el comercio de nuestrohemisferio cambió por el descubrimiento del cabode Buena Esperanza; pero en otro tiempo no era 6Memorias de Stralemberg, confirmadas por mis Memorias

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    más extraño ver a un indio comerciar con los paísesseptentrionales del Occidente que a un romano pa-sar a la India por Arabia. Los indios iban a Persia,se embarcaban en el mar de Hircania, remontaban elRha, que es el Volga; iban hasta la Gran Permia porel Kama, y de ahí podían ir a embarcarse al mar delNorte o al Báltico. En todo tiempo hubo hombresemprendedores. Los tirios hicieron viajes más sor-prendentes.

    Si después de haber echado una ojeada sobretodas estas vastas provincias volvéis la vista alOriente, los límites de Europa y Asia se confundenallí también. Hubiera sido necesario un nuevo nom-bre para esta gran parte del mundo. Los antiguosdividieron en Europa, Asia y África su universo co-nocido; no habían visto ni la décima parte de él;esto origina que cuando se ha atravesado el Pa-lus-Meotide no se sabe ya dónde acaba Europa ydónde comienza Asia; todo lo que está más allá delmonte Taurus era designado con la palabra vaga deEscitia y después lo fue con la de Tartaria o Tataria.Sería acaso conveniente llamar tierras árticas o tie-rras del Norte a toda la comarca que se extiende

    rusas.

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    desde el mar Báltico hasta los confines de la China,como se da el nombre de tierras australes a la partedel mundo no menos vasta situada hacia el polo an-tártico, y que constituye el contrapeso del globo.

    Gobiernos de Siberia, de los samoyedos y de los ostiacos.-Desde las fronteras de las provincias de Arcángel,de Resán, de Astracán, se extiende al Oriente la Si-beria, con las tierras ulteriores hasta el mar del Ja-pón; toca al mediodía de Rusia por los montesCáucasos; de ahí al país de Kamtchatka hay comounas mil doscientas leguas de Francia, y de la Tarta-ria meridional, que le sirve de límite, hasta el marGlacial, hay alrededor de cuatrocientas, que es lamenor anchura del imperio. Esta comarca producelas más ricas pieles, y esto es lo que ha servido parahacer su descubrimiento en 1563. No fue bajo el zarFedor Iwanowitch, sino bajo Iván Basilides, en elsiglo XVI, cuando un particular de las cercanías deArcángel, llamado Anika, hombre rico para su Es-tado y su país, advirtió que algunos hombres de as-pecto extraordinario, vestidos de una manera hastaentonces desconocida en este cantón y hablandouna lengua que nadie entendía, descendían todos los

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    años por un río que desagua en el Dwina7 y venían atraer al mercado martas y zorros negros, que cam-biaban por clavos y pedazos de vidrio, como losprimitivos salvajes de América daban su oro a losespañoles; él los hizo seguir por sus hijos y por suscriados hasta su país. Eran samoyedos, pueblos queparecen semejantes a los lapones, pero que no sonde la misma raza. Ignoran como ellos el uso del pan;se auxilian como ellos de los rengíferos o renos, queenganchan a sus trineos. Viven en cavernas, en cho-zas, en medio de la nieve8; pero, por otra parte, laNaturaleza ha puesto entre esta especie de hombresy los lapones diferencias muy marcadas. Me hanasegurado que su mandíbula superior es más pro-minente al nivel de su nariz; sus orejas son más sa-lientes. Los hombres y las mujeres no tienen pelomás que en la cabeza; el pezón es negro como elébano. Los lapones y las laponas no tienen ningunode estos caracteres. Me advierten, en Memorias en-viadas de estos países tan poco conocidos, que sehan engañado en la hermosa historia natural deljardín del rey cuando, hablando de tantas cosas cu-riosas referentes a la naturaleza humana, han con- 7Memorias enviadas de Petersburgo.

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    fundido la especie de los lapones con la de los sa-moyedos. Hay muchas más razas de hombres de loque se piensa. Las de los samoyedos y los hotento-tes parecen los dos extremos de nuestro continente;y si se fija la atención en los pezones negros de lasmujeres samoyedas y en el delantal que la Naturale-za ha concedido a las hotentotas, que desciende,según dicen, hasta la mitad de sus muslos, se tendráuna idea de las variedades de nuestra especie animal,variedades ignoradas en nuestras ciudades, dondecasi todo es desconocido, a excepción de lo que nosrodea.

    Los samoyedos tienen en su moral singulari-dades tan grandes como en lo físico: no rinden cultoalguno al Ser Supremo; se acercan al maniqueísmo,o, más bien, a la antigua religión de los magos, so-lamente en que reconocen la existencia de un prin-cipio del bien y uno del mal. El horrible clima enque habitan parece, en cierto modo, excusar estacreencia, tan antigua en tantos pueblos y tan naturalen los ignorantes y los infortunados.

    No se oye hablar respecto a ellos ni de robos nide muertes; careciendo casi de pasión, están exentos

    8Memorias enviadas de Petersburgo.

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    de injusticia. No hay palabra alguna en su lenguajepara expresar el vicio y la virtud. Su extrema simpli-cidad no les ha permitido todavía formarse nocio-nes abstractas; cl sentimiento solo les dirige; y éstaes acaso una prueba incontestable de que los hom-bres aman la justicia por instinto cuando sus pasio-nes funestas no les ciegan.

    Se convenció a algunos de estos salvajes paradejarse conducir a Moscú. Todo les llenó allí deadmiración. Miraron al emperador como a su dios yse sometieron a entregarle todos los años unaofrenda de dos martas cibelinas por habitante. Sefundaron luego algunas colonias más allá del Obi ydel Irtich9; también se construyeron allí fortalezas.En 1595 se envió al país un cosaco, y lo conquistópara los zares con algunos soldados y alguna artille-ría, como Cortés subyugó a Méjico; pero no con-quistó apenas más que desiertos.

    Remontando el Obi, en la unión del río de Irtichcon el de Tobol, se encontró un pequeño lugar, delque se hizo la ciudad de Tobolsk10, capital de la Si-beria, hoy importante. ¿Quién creería que este paísha sido durante mucho tiempo la morada de estos 9 En ruso, Irtisch.

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    mismos hunos que han asolado todo, hasta Roma,bajo el mando de Atila, y que estos hunos procedíandel norte de la China? Los tártaros uzbecos han su-cedido a hunos, y los rusos a los uzbetos. Se handisputado estos países salvajes, así como se han ex-terminado por los más fértiles. La Siberia estuvo enotro tiempo más poblada de lo que hoy está; sobretodo, hacia el Mediodía; se conoce esto por las se-pulturas y las ruinas.

    Toda esta parte del mundo, desde el grado se-senta, poco más o menos, hasta las montañas eter-namente heladas que limitan los mares del Norte nose parece en nada a las regiones de la zona templa-da: ni son las mismas plantas ni los mismos anima-les los que existen sobre la tierra, ni los mismospeces en los lagos y en los ríos.

    Más abajo del país de los samoyedos está el delos ostiacos, a lo largo del río Obi. No tienen decomún con los samoyedos sino el ser, como ellos ycomo todos los hombres primitivos, cazadores,pastores y pescadores; unos, sin religión, porque noestán unidos; otros, que forman hordas, teniendouna especie de culto, haciendo ofrendas al principal

    10En ruso, Tobolskoy.

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    objeto de sus necesidades; se dice que adoran unapiel de carnero, porque nada les es más necesarioque este ganado, de igual modo que los antiguosegipcios agricultores escogían un buey para adoraren el emblema de este animal a la divinidad que loha hecho nacer para el hombre. Algunos autorespretenden que estos ostiacos adoran a una piel deoso, porque ésta es más caliente que la del carnero;puede ser que no adoren ni a una ni a otra.

    Los ostiacos tienen también otros ídolos, cuyo,origen y culto no son más dignos de nuestra aten-ción que sus adoradores. Se consiguió hacer cris-tianos a algunos de ellos hacia el año 1712; pero soncristianos como nuestros aldeanos más groseros, sinsaber lo que son. Varios autores pretenden que estepueblo es originario de la Gran Permia; pero estaGran Permia está casi desierta. ¿Por qué sus habi-tantes se habían de establecer tan lejos y tan mal?Estas obscuridades no valen nuestras investigacio-nes. Todo pueblo que no ha cultivado las artes debeser condenado a ser desconocido.

    Es aquí, sobre todo, entre los ostiacos, los bu-ratos y los iakutas, sus vecinos, donde se encuentracon frecuencia este marfil cuyo origen no se ha po-dido conocer nunca; unos lo suponían un marfil

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    fósil; otros, los dientes de una clase de elefante cuyaraza se ha extinguido. ¿En qué país no se encuen-tran productos de la Naturaleza que asombran yconfunden a la filosofía?

    Muchas montañas de estos países están llenas deese amianto, de ese lino incombustible, del cual sehace tan pronto tela, tan pronto una especie de pa-pel.

    Al mediodía de los ostiacos están los buratos,otro pueblo que no se ha convertido todavía al cris-tianismo. Al este hay varias hordas que no se hanpodido someter completamente. Ninguno de estospueblos tiene el menor conocimiento del calendario.Cuentan por nieves y no por la marcha aparente delSol; como nieva regularmente y durante muchotiempo en cada invierno, dicen: “Mi edad es de tan-tas nieves” como nosotros decirnos: “Tengo tantosaños.”

    Debo referir aquí lo que cuenta el oficial suecoStralemberg, que, habiendo sido hecho prisioneroen Pultava, pasó quince años en Siberia y la recorriótoda entera; dice que hay todavía restos de un pue-blo antiguo cuya piel está pintarrajeada y manchada,y que él ha visto hombres de esta raza; y este hechome ha sido confirmado por rusos nacidos en To-

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    bolsk. Parece que la variedad de las especies huma-nas ha disminuido mucho; se encuentran pocas deestas razas singulares, que, probablemente, las otrashan exterminado; por ejemplo: hay muy pocos mo-ros blancos, o de éstos albinos, uno de los cuales hasido presentado a la Academia de Ciencias de París,y que yo he visto. Lo mismo ocurre con muchosanimales cuya especie es muy rara.

    En cuanto a los borandianos, de quienes se ha-bla frecuentemente en la sabia historia del jardín delrey de Francia, mis Memorias dicen que este puebloes absolutamente desconocido.

    Todo el mediodía de estos países está pobladode numerosas hordas de tártaros. Los antiguos tur-cos han salido de esta Tartaria para ir a subyugartodos los países que hoy poseen. Los calmucos, losmongoles, son estos mismos escitas que, conduci-dos por Madies, se apoderaron de la Alta Asia yvencieron al rey de los medos, Ciaxares. Son los queGengis Khan y sus hijos llevaron después hastaAlemania, y que formaron el imperio del Mogolbajo Tamerlán. Estos pueblos constituyen un granejemplo de los cambios ocurridos en todas las na-ciones. Algunas de sus hordas, lejos de ser temibles,se han convertido en vasallas de Rusia.

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    Tal es una nación de calmucos que habita entrela Siberia y el mar Caspio. Allí es donde se encontróen 1720 una casa subterránea de piedras, con urnas,lámparas pendientes, una estatua ecuestre de unpríncipe oriental, llevando una diadema en la cabe-za; dos mujeres sentadas en tronos y un rollo demanuscritos enviados por Pedro el Grande a laAcademia de Inscripciones de París, comprobándo-se estaba en lengua del Tíbet; testimonios singularestodos de que las artes han habitado ese país bárba-ro, y pruebas subsistentes de lo que ha dicho Pedroel Grande más de una vez: que las artes habían dadola vuelta al mundo.

    Kamtchatka. -La última provincia es la deKamtchatka, el país más oriental del continente. Elnorte de esta región suministra también hermosaspieles; los habitantes se visten con ellas en el invier-no, y andan desnudos durante el verano. Con sor-presa, se han encontrado en la parte meridionalhombres con largas barbas, mientras que en la parteseptentrional, desde el país de los samoyedos hastala desembocadura del río Amor, o Amur, los hom-bres no tienen barba, como los americanos. Así, queen el imperio de Rusia hay más diversidad de espe-

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    cies, más singularidades, más costumbres diferentesque en ningún país del universo.

    Documentos recientes me enseñaron que estepueblo salvaje tiene también sus teólogos, que hacendescender a los habitantes de esta península de unaespecie de ser superior, que ellos llaman Kouthou.Estas Memorias dicen que no le rinden ningún cul-to, que no le aman ni le temen.

    Así, tendrían una mitología sin tener religión;esto podría ser verdadero y no es apenas verisímil;el temor es el atributo natural de los hombres. Sesupone que entre sus absurdos distinguen cosaspermitidas y cosas prohibidas: lo que está permitidoes satisfacer todas sus pasiones; lo prohibido esaguzar un cuchillo o un hacha cuando se va de viajey salvar a un hombre que se ahoga. Si, en efecto, esun pecado entre ellos salvar la vida a su prójimo,son en esto diferentes de todos los hombres, quecorren instintivamente en auxilio de sus semejantes,cuando el interés o la pasión no corrompe en ellossu inclinación natural. Parece que no se puede llegara convertir en crimen una acción tan común y tannecesaria, que no es siquiera una virtud, más quepor una filosofía igualmente falsa y supersticiosa,que sostiene que no hay que oponerse a la Provi-

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    dencia, y que un hombre destinado por el cielo a serahogado no debe ser socorrido por un hombre; pe-ro estos bárbaros están muy lejos de tener ni aununa falsa filosofía.

    Se dice, sin embargo, que celebran una granfiesta, que llaman en su lenguaje con una palabraque significa purificación; pero ¿de qué se purificansi todo está permitido? ¿Y por qué se purifican si notemen ni aman a su dios Kouthou?

    Hay, sin duda, contradicciones en sus ideas, co-mo en las de casi todos los pueblos; las suyas sonpor falta de espíritu; las nuestras, por abuso; noso-tros tenemos muchas más contradicciones que ellos,porque nosotros hemos razonado más.

    Así como tienen una especie de dios, tienen tam-bién demonios; en fin: hay entre ellos hechiceros,como los ha habido siempre en todas las nacionesmás civilizadas. Son las viejas las que son hechicerasen Kamtchatka, como lo eran entre nosotros antesde que la sana física nos iluminase. ¡ En todas parteses un gaje del espíritu humano el tener ideas absur-das, fundadas en nuestra debilidad y en nuestra fla-queza! Los kamtchadales tienen también profetasque explican los sueños, y no hace mucho tiempoque nosotros hemos dejado de tenerlos.

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    Desde que la Corte de Rusia ha dominado estospueblos, construyendo cinco fortalezas en su país,se les ha predicado la religión griega. Un gentil-hombre ruso muy instruido me ha dicha que una desus grandes objeciones consistía en que este cultono podía ser hecho para ellos, puesto que el pan y elvino son necesarios en nuestros misterios, y ellos nopueden tener ni pan ni vino en su país.

    Este pueblo, por otra parte, merece pocas ob-servaciones; no haré más que una: es que si se echauna ojeada sobre las tres cuartas partes de América,sobre toda la parte meridional del África, sobre elNorte, desde la Laponia hasta los mares del Japón,se encuentra que la mitad del género humano noestá por encima de los pueblos del Kamtchatka.

    Primeramente, un oficial cosaco fue por tierra dela Siberia a Kamtchatka en 1701, por orden de Pe-dro, quien, después de la desgraciada jornada deNarva, todavía extendía sus cuidados de un extremoal otro del continente. En seguida, en 1725, algúntiempo antes de que la muerte le sorprendiese enmedio de sus grandes proyectos, envió al capitánBéring, dinamarqués, con orden expresa de ir por elmar Kamtchatka a las tierras de América, si estaempresa era practicable. Béring no pudo lograrlo en

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    su primera navegación. La emperatriz Ana lo enviótambién allá en 1733. Spengenberg, capitán de bar-co, asociado a este viaje, partió primero deKamtchatka; pero no pudo hacerse a la mar hasta1739: tanto tiempo necesitó para llegar al puerto deembarque y para construir allí navíos, para acomo-darlos y proveerlos de las cosas necesarias. Spen-genberg penetró hasta el norte del Japón por unestrecho formado por una larga serie de islas, y vol-vió sin haber descubierto el paso.

    En 1741, Béring recorrió este mar, acompañadodel astrónomo Lisle de la Croyre, de esta familia deLisle que ha producido tantos sabios geógrafos;otro capitán iba a su vez a la descubierta. Béring y élalcanzaron las costas de América al norte de la Cali-fornia. Este paso, tanto tiempo buscado por los ma-res del Norte, fue, pues, al fin, descubierto; pero nose encontró auxilio alguno en estas costas desiertas.Faltó el agua dulce; el escorbuto hizo perecer unaparte de la tripulación; se exploraron en un espaciode cien millas las costas septentrionales de la Cali-fornia; se vieron botes de cuero que conducíanhombres semejantes a los canadienses. Todo fueinfructuoso. Béring murió en una isla a la cual diosu nombre. El otro capitán, encontrándose más cer-

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    ca de la California, hizo bajar a tierra diez hombrede su tripulación; no volvieron a aparecer. El capi-tán se vio obligado a volver a ganar el Kamtchatka,después de haberlos esperado inútilmente, y DeLisle expiró al bajar a tierra. Estos desastres son eldestino de casi todas las primeras tentativas en losmares septentrionales. No se sabe todavía qué frutose cogerá de estos descubrimientos, tan penosos ytan llenos de peligros.

    Hemos mostrado todo lo que compone en ge-neral el dominio de Rusia, desde la Finlandia hastael mar del Japón. Todas las grandes porciones deeste imperio han sido fundidas en diversas épocas,como ha ocurrido en todos los demás reinos delmundo. Escitas, hunos, masagetas, eslavos, cim-brios, getas, sámatas, son hoy los súbditos de loszares; los rusos propiamente dichos son los anti-guos roxolanos o eslavos.

    Si se reflexiona sobre ello, la mayoría de los de-más Estados están igualmente compuestos. Franciaes un conglomerado de godos, de dinamarqueses,llamados normandos; de germanos septentrionales,llamados borgoñones; de francos, de alemanes, dealgunos romanos mezclados a los antiguos celtas.En Roma y en Italia hay muchas familias descen-

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    dientes de pueblos del Norte, y no se conoce ningu-na que descienda de los antiguos romanos. El Sobe-rano Pontífice es frecuentemente el vástago de unlombardo, de un godo, de un teutón o de un cim-brio. Los españoles son una raza de árabes, de car-tagineses, de judíos, de tirios, de visigodos, devándalos incorporados con los habitantes del país.Cuando las naciones se han mezclado de este modo,tardan mucho tiempo en civilizarse, y también enformar su lenguaje: unas se civilizan más pronto;otras, más tarde. La civilización y las artes se esta-blecen tan difícilmente, las revoluciones arruinancon tanta frecuencia el edificio comenzado, que sihay que asombrarse de algo es de que la mayoría delas naciones no vivan todavía como los tártaros.

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    CAPITULO II

    Continuación de la descripción de Rusia.-Población, hacienda, ejército, costumbres, re-

    ligión. -Estado de Rusia antes de Pedro el Grande.

    Cuanto más civilizado está un país, más pobladoestá. Así, la China y la India son los más pobladosde todos los imperios, porque, tras la multitud derevoluciones que han cambiado la faz de la tierra,los chinos y los indios han formado el pueblo civili-zado más antiguo que conocemos. Su gobierno tie-ne más de cuatro mil años de antigüedad; lo quesupone, como ya se ha dicho, ensayos y esfuerzosintentados en siglos precedentes. Los rusos han ve-nido tarde, y, habiendo introducido las artes yacompletamente perfeccionadas, ha ocurrido que

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    hicieron más progresos en cincuenta años que nin-guna nación había conseguido por sí misma en qui-nientos. El país no está poblado proporcionalmentea su extensión, ni mucho menos; pero, así y todo,posee tantos súbditos como ningún otro Estadocristiano.

    Yo puedo asegurar que, según la lista de la ca-pitación y el registro de comerciantes, artesanos,campesinos varones, hoy contiene Rusia, por lomenos, veinticuatro millones de habitantes. De es-tos veinticuatro millones de hombres, la mayorparte son siervos, como en Polonia, en varias pro-vincias de Alemania y antiguamente en casi todaEuropa. En Rusia y en Polonia se valúan las rique-zas de un hidalgo y de un eclesiástico no por surenta en dinero, sino por el número de sus esclavos.

    He aquí lo que resulta de un registro hecho en1747 de los varones que pagaban el impuesto per-sonal:Comerciantes 198.000Obreros 16.500Campesinos incorporados a los comerciantesy a los obreros 1.950Campesinos llamados odonoskis, que contribuyen alsostenimiento de la milicia 430.220

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    Otros que no contribuyen a ello 26.080Obreros de diferentes oficios, cuyos padresson desconocidos 1.000Otros que no están incorporados aninguna clase de oficios 4.700Campesinos que dependen inmediatamentede la Corona, aproximadamente. 555.000Empleados en las minas de la Corona, tantocristianos como mahometanos y paganos 64.000Otros campesinos de la Corona, trabajandoen las minas y en las fábricas de particulares 24.200Recién convertidos a la Iglesia griega 57.000Tártaros y ostiacos paganos 241.000Mourses, tártaros, morduanes y otros, ya paganos,ya griegos, empleados en lostrabajos delAlmirantazgo 7.800Tártaros contribuyentes, llamados tepterisy bobilitz, etc . 28.900Siervos de varios comerciantes y otrosprivilegiados, los cuales, sin poseer tierras, pueden tener esclavos 9.100Labradores de las tierras destinadas al sostenimientode la Corte 418.000Labradores de las tierras propiedad deSu Majestad, independientemente delpatrimonio de la Corona. 60.500Labradores de las tierras confiscadas a la Corona 13.600

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    Siervos de los nobles . 3.550.000Siervos que pertenecen a la asamblea eclesiásticay que costean sus gastos 37.500Siervos de los obispos . 116.400Siervos de los, conventos, muy disminuidospor Pedro 721.500Siervos de las iglesias catedrales y parroquiales 23.700Campesinos que trabajan en las obras del Almiran-tazgo u otras obras públicas, aproximadamente 4.000Trabajadores en las minas y fábricas departiculares 16.000Labradores de las tierras cedidas a los principalesManufactureros 14.500Trabajadores en las minas de la Corona 3.000Bastardos educados por sacerdotes . 40Sectarios llamados raskolniky 2.200

    6.646.390

    He aquí, en números redondos, seis millonesseiscientos cuarenta mil varones que pagan el im-puesto. En esta relación están contados los niños ylos ancianos, pero no lo están las niñas ni las muje-res, como no lo están tampoco los varones que na-cen desde el establecimiento de un catastro hasta laconfección de otro. Triplicado solamente el númerode contribuyentes, contando así a las mujeres y a las

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    niñas, y encontraréis cerca de veinte millones dealmas.

    Es necesario añadir a este número toda la clasemilitar, que asciende a trescientos cincuenta milhombres. Ni la nobleza de todo el imperio ni loseclesiásticos, que son en número de doscientos mil,están sometidos a este impuesto; los extranjeros enel imperio están todos exentos, de cualquier profe-sión y de cualquier país que sean. Los habitantes delas provincias conquistadas, a saber: la Livonia, laEstonia, la Ingria, la Carelia y una parte de Finlan-dia, Ukrania y los cosacos del Tanais, los calmucosy otros tártaros, los samoyedos, los lapones, los os-tiacos y todos los pueblos idólatras de la Siberia,país más grande que la China, no están comprendi-dos en esta enumeración.

    Por este cálculo es imposible que el total de ha-bitantes de Rusia no ascendiese, al menos, a veinti-cuatro millones en 1759, cuando me enviaron dePetersburgo estos documentos, sacados de los ar-chivos del imperio. Por esta cuenta hay ocho perso-nas por milla cuadrada. El embajador inglés de queya he hablado no da más que cinco; pero no tenía,sin duda, documentos tan fieles como estos de quehan querido darme noticia.

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    La tierra de Rusia está, pues, en proporción, cin-co veces menos poblada que España; pero tienecerca del cuádruplo de habitantes; está, apro-ximadamente, tan poblada como Francia y comoAlemania; pero considerando su vasta extensión, elnúmero de habitantes es allí treinta y tres veces máspequeño.

    Hay una observación importante que hacer enesta enumeración: que de los Seis millones seis-cientos cuarenta mil contribuyentes, se encuentrancerca de novecientos mil que pertenecen al clero deRusia, no comprendiendo en él ni el clero de lospaíses conquistados ni el de Ukrania y Siberia.

    Así, de cada siete personas contribuyentes, elclero tenía una; pero al poseer este séptimo distamucho de poseer la séptima parte de las rentas delEstado, como en tantos otros reinos, donde tienen,por lo menos, la séptima parte de todas las riquezas,pues sus labradores pagan un impuesto personal alsoberano, y es preciso tener muy en cuenta las otrasrentas de la Corona de Rusia, de las cuales al clerono le toca nada.

    Esta evaluación es muy distinta de la de todoslos escritores que se han ocupado de Rusia; los mi-nistros extranjeros que han enviado Memorias a sus

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    soberanos se han equivocado todos en ellas. Es ne-cesario escudriñar en los archivos del imperio.

    Es muy verisímil que Rusia haya estado muchomás poblada que hoy en los tiempos en que la vi-ruela, procedente del interior de la Arabia, y la otraenfermedad importada de América no habían toda-vía hecho estragos en estos climas, en donde hanechado raíces. Estas dos plagas, por las cuales elmundo está más despoblado que por la guerra, sondebidas, una, a Mahoma; la otra, a Cristóbal Colón.La peste, originaria de África, invade raramente lospaíses septentrionales. En fin, respecto a los pue-blos del Norte, desde los sármatas hasta los tártaros,que están más allá de la gran muralla, habiendoinundado el mundo con sus invasiones, este antiguosemillero de hombres debe de haber disminuidoextraordinariamente.

    En la vasta extensión de este país se cuentancerca de siete mil cuatrocientos frailes y cinco milseiscientos religiosos, a pesar del cuidado que tuvoPedro el Grande de reducirlos a un número menor;cuidado digno de un legislador en un imperio don-de lo que falta principalmente es la especie humana.Estas trece mil personas, enclaustradas y perdidaspara el Estado, tenían, como el lector ha podido

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    observar, setecientos veinte mil siervos para cultivarsus tierras, y esto es evidentemente muy excesivo.Este abuso, tan común y tan funesto en tantos Esta-dos, no ha sido corregido más que por la emperatrizCatalina II. Se ha atrevido a vengar a la Naturaleza ya la religión, privando al clero y a los frailes de lasodiosas riquezas; les pagó del tesoro publico y quisoobligarles a ser útiles impidiéndoles ser peligrosos.

    Respecto al estado de la hacienda del imperio,encuentro que en 1725, contando el tributo de lostártaros, todos los impuestos y todos los derechosen dinero, ascendía el total a trece millones de ru-blos, lo que equivalía a sesenta y cinco millones denuestras libras de Francia, independientemente delos tributos en especie. Esta módica suma bastabaentonces para sostener trescientos treinta y nuevemil quinientos hombres, tanto por tierra como pormar. Las rentas y las tropas han aumentado después.

    Los usos, los trajes y las costumbres en Rusiahabían sido siempre más parecidos a los del Asiaque a los de la Europa cristiana; tal era la antiguacostumbre de recibir los tributos de los pueblos engénero, de costear los viajes y la estancia de los em-bajadores y la de no presentarse ni en la iglesia niante el trono con una espada: costumbre oriental

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    opuesta a nuestro hábito ridículo y bárbaro de ir ahablar con Dios, a los reyes, a los amigos y a lasmujeres con una gran arma ofensiva que desciende alo largo de las piernas. La larga vestidura, en los díasde ceremonia, parecía más noble que el traje cortode las naciones occidentales de Europa. Una túnicaforrada de piel, con una larga toga enriquecida conpiedras preciosas, y esa especie de altos turbantesque aumentan la estatura, eran de aspecto más im-ponente que las pelucas y las casacas, y más conve-nientes para los climas fríos; pero este antiguo trajede todos los pueblos parece menos a propósito parala guerra y menos cómodo para trabajar. Casi todaslas demás costumbres eran groseras; pero no hayque suponer que fuesen tan bárbaras como dicentantos escritores. Alberto Krautz habla de un emba-jador italiano a quien un zar hizo clavar el sombreroen la cabeza por no haberse descubierto al dirigirlela palabra. Otros atribuyen esta aventura a un tárta-ro; en fin, se ha referido este mismo cuento a unembajador francés.

    Olearius pretende que el zar Miguel Federowitchdeportó a Siberia a un marqués de Euxidenil, em-bajador del rey de Francia Enrique IV; pero nunca,seguramente, envió este monarca ningún embajador

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    a Moscú. Es lo mismo que cuando los viajeros ha-blan del país de Borandia, que no existe; que hancomerciado con los naturales de Nueva Zembla, queapenas está habitada; que han tenido lugar conver-saciones con los samoyedos, como si hubiesen po-dido entenderles. Si se suprimiese de las enormescompilaciones de viajes todo lo que no es cierto niútil, esas obras y el público ganarían mucho en ello.

    El gobierno se parecía al de los turcos por lamilicia de los strelitz, la cual, como la de los gení-zaros, dispuso algunas veces del trono y perturbó alEstado casi siempre tanto como lo sostuvo. Estosstrelitz eran en número de cuarenta mil hombres.Los que estaban repartidos por las provincias vivíandel pillaje; los de Moscú vivían como burgueses;comerciaban, no servían y llevaban al exceso la in-solencia. Para establecer el orden en Rusia era preci-so disolverlos; nada más necesario ni más peligroso.

    El Estado no poseía en el siglo XVII cinco mi-llones de rublos -cerca de veinticinco millones deFrancia- de renta. esto era bastante, cuando Pedrosubió al trono, para permanecer en la antigua me-diocridad; no llegaba al tercio de lo necesario parasalir de ella y para alcanzar importancia en Europa;pero, además, muchos impuestos eran pagados en

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    especie, costumbre que agobia mucho menos a lospueblos que la de pagar sus tributos en dinero.

    En cuanto al título de zar, es posible que pro-venga de los zares o chares del reino de Kazan.Cuando el soberano de Rusia Juan o Iván Basilides,en el siglo XVI, conquistó este reino, subyugado yapor su abuelo, pero perdido en seguida, tomó esetítulo, que ha subsistido en sus sucesores. Antes deIván Basilides, los soberanos de Rusia llevaban elnombre de veliki knes, gran príncipe, gran señor, gran jefe,que las naciones cristiana. traducen por el de granduque. El zar Miguel Federowitch adoptó con laembajada de Holstein los títulos de gran señor y granknes, conservador de todas las Rusias, príncipe de Vladimir,Moscou, Novgorod, etc.; zar de Kazan, zar de Astracán, zarde Siberia. Este nombre de zar era, pues, el título deesos príncipes orientales; es, por lo tanto, verisímilque derivase más bien de los shas de Persia que de loscésares de Roma, de los cuales probablemente loszares siberianos no habían oído hablar nunca en lasorillas del río Obi.

    Un título, cualquiera que sea, no es nada si losque lo ostentan no son grandes por sí mismos. Elnombre de emperador, que no significa más que generalde ejército, llegó a ser el nombre de los soberanos de

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    la república romana; hoy se le aplica a los soberanosde Rusia más justamente que a ningún otro si seconsidera la extensión y la potencia de sus domi-nios.

    La religión del Estado fue siempre, desde el si-glo XI, la que se llama griega, por oposición a la la-tina; pero había más naturales mahometanos ypaganos que cristianos. La Siberia, hasta la China,era idólatra, y en más de una provincia era descono-cido todo género de religión.

    El ingeniero Perri y el barón de Stralemberg, quehan estado tanto tiempo en Rusia dicen que hanencontrado más probidad y buena fe en los paganosque en los demás; no era el paganismo quien les ha-cía virtuosos; pero llevando una vida pastoril, aleja-dos del comercio de los hombres y viviendo comoen los tiempos que se llaman la primera edad delmundo, exentos de grandes pasiones, necesaria-mente eran más hombres de bien.

    El cristianismo no llegó sino muy tarde a Rusia,así como a todos los demás países del Norte. Se su-pone que una princesa llamada Olha lo introdujoallí, como Clotilde, sobrina de un príncipe arriano,lo hizo adoptar entre los francos; la mujer de unMicislas, duque de Polonia, entre los polacos, y la

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    hermana del emperador Enrique II, entre los húnga-ros. Es el sino de las mujeres ser sensibles a las per-suasiones de los ministros de la religión y persuadira los demás hombres.

    Esta princesa Olha, se añade, se hizo bautizar enConstantinopla; se le llamó Elena, y, desde que sehizo cristiana, el emperador Juan Zimisces no dejóde estar enamorado de ella. Probablemente, era viu-da. No quiso nada del emperador. El ejemplo de laprincesa Olha, u Olga, no hizo al principio un grannúmero de prosélitos; su hijo, que reinó muchotiempo11, no pensaba completamente como su ma-dre; pero su nieto Vladimiro, nacido de una concu-bina, había asesinado a su hermano para reinar; yhabiendo pretendido la alianza del emperador deConstantinopla, Basilio, no la obtuvo sino a condi-ción de hacerse bautizar. Es en esta fecha, del año987, cuando la religión griega comenzó, en efecto, aestablecerse en Rusia. Un patriarca de Constantino-pla, llamado Crisobergo, envió un obispo a bautizara Vladimiro, para añadir a su patriarcado esta partedel mundo12. 11Se llamaba Sowastoslaw.12Tomado de un manuscrito particular, titulado Del gobiernoeclesiástico en Rusia.

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    Vladimiro acabó, pues, la obra comenzada porsu abuelo. Un griego fue primer metropolitano deRusia o patriarca. Desde entonces, los rusos hanadoptado en su idioma un alfabeto tomado en granparte del griego; habrían ganado en ello si el fondode su lengua, que es la eslava, no hubiese permane-cido siempre el mismo, a excepción de algunas pa-labras referentes a su liturgia y su jerarquía. Uno delos patriarcas griegos, llamado Jeremías, que teníaun proceso en el Diván y había venido a Moscú endemanda de socorros, renunció al fin a su preten-sión sobre las iglesias rusas y consagró patriarca alarzobispo de Novgorod, llamado Job, en 1588.

    Desde esta fecha, la Iglesia rusa fue tan in-dependiente como su imperio. Era, en efecto, peli-groso, vergonzoso y ridículo que la Iglesia rusa de-pendiese de una Iglesia griega, esclava de los turcos.El patriarca de Rusia fue desde entonces consagra-do por los obispos rusos, no por el patriarca deConstantinopla. Siguió en jerarquía en la Iglesiagriega al de Jerusalén; pero de hecho fue el únicopatriarca libre y poderoso, y, por consiguiente, elúnico real. Los de Jerusalén, Constantinopla, Antio-quía y Alejandría no son más que los jefes mercena-rios y envilecidos de una Iglesia esclava de los

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    turcos. Los mismos de Antioquía y de Jerusalén noestán considerados como patriarcas, y no tienenmayor valimiento que los rabinos de las sinagogasestablecidos en Turquía.

    De un hombre que ha llegado a ser patriarca, detodas las Rusias desciende Pedro el Grande en línearecta. Bien pronto estos primeros prelados quisie-ron compartir la autoridad de los zares. No bastabaque el soberano desfilase con la cabeza descubierta,una vez al año, ante el patriarca, conduciendo sucaballo por la brida. Estos respetos exteriores nosirven más que para irritar la sed de dominio. Estefuror de dominar causó, grandes desórdenes, comoen otras partes.

    El patriarca Nicón, a quien los frailes mirabancomo un santo y que ocupaba la silla desde la épocade Alejo, padre de Pedro el Grande, quiso, elevar sujerarquía por encima del trono; no solamente usur-paba el derecho de sentarse en el Senado al lado delzar, sino que pretendía que no pudiese hacerse laguerra ni la paz sin su consentimiento. Su autoridad,sostenida por sus riquezas y por sus intrigas, por elclero y por el pueblo, mantenía a su señor en unaespecie de sujeción. Se atrevió a excomulgar a algu-nos senadores que se opusieron a sus excesos; y, en

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    fin, Alejo, que no se sentía con bastarte fuerza paradeponerlo por su sola autoridad, se vio obligado aconvocar un sínodo de todos los obispos. Se le acu-só de haber recibido dinero de los polacos, se ledepuso, se le confinó por el resto de sus días en unclaustro y los prelados eligieron otro patriarca.

    Hubo siempre, desde el nacimiento del cristia-nismo en Rusia, algunas sectas, así como en los de-más Estados, pues las sectas son con frecuencia elfruto de la ignorancia, tanto como de la supuestaciencia. Pero Rusia es el único gran Estado cristianodonde la religión no ha provocado guerras civiles,aunque haya producido algunos tumultos.

    La secta de los raskolniky, compuesta hoy de cer-ca de dos mil varones, y de la que se ha hecho men-ción en la relación anterior13, es la más antigua; fueestablecida en el siglo XII por fieles que tenían al-gún conocimiento del Nuevo Testamento; tenían, ytodavía tienen, la pretensión de todos los sectarios:la de seguirlo al pie de la letra, acusando a todos losdemás cristianos de relajamiento, no queriendo so-portar que un sacerdote que ha bebido aguardienteconfiera el bautismo, asegurando, con Jesucristo,

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    que no hay primero ni último entre los fieles, y, so-bre todo, que un fiel puede matarse por el amor desu Salvador. Es, según ellos, un pecado muy grandedecir alleluya tres veces; no hay que decirlo más quedos, y no dar nunca la bendición más que con tresdedos. Ninguna sociedad, por lo demás, es más or-denada ni más severa en sus costumbres; viven co-mo los cuáqueros, pero no admiten, como ellos, alos demás cristianos en sus asambleas; esto es lo queha hecho que los demás les hayan imputado todaslas abominaciones de que han acusado los paganosa los primeros galileos, con que éstos han abrumadoa los gnósticos, y los católicos a los protestantes. Seles ha imputado frecuentemente el degollar a un ni-ño, beber su sangre y mezclarse juntos en sus cere-monias secretas, sin distinción de parentesco, deedad ni aun de sexo. Algunas veces se les ha perse-guido; entonces ellos se encerraron en sus poblados,o han prendido fuego a sus casas y se arrojaron a lasllamas. Pedro siguió con ellos el único partido quepodía reducirlos: el de dejarles vivir en paz.

    Por lo demás, no hay en un imperio tan vastomás que veintiocho sedes episcopales, y en tiempode Pedro sólo contaban con veintidós; este pequeñonúmero fue acaso una de las causas que mantu-

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    vieron a la Iglesia rusa en paz. Esta Iglesia, por otraparte, era tan poco instruida, que el zar Fedor, her-mano de Pedro el Grande, fue el primero que intro-dujo el canto Dano en ella.

    Fedor, y sobre todo Pedro, admitieron indife-rentemente en sus ejércitos y en sus consejos a, losde rito griego, romano, luterano, calvinista; dejarona cada uno en libertad de seguir a Dios según suconciencia, siempre que el Estado estuviese bienservido. No había en este imperio, de dos mil leguasde largo, ninguna iglesia latina. Solamente, cuandoPedro hubo establecido nuevas manufacturas enAstracán hubo como, unas sesenta familias católicasdirigidas por capuchinos; pero cuando los jesuitasquisieron introducirse en sus Estados, los expulsómediante un edicto del mes de abril de 1718. Tole-raba a los capuchinos como frailes sin consecuencia,y miraba a los jesuitas como políticos peligrosos.Estos jesuitas se habían establecido en Rusia en1685; fueron expulsados cuatro años después; vol-vieron otra vez, y fueron también expulsados.

    La Iglesia griega se envanece de hallarse ex-tendida en un imperio de dos mil leguas, mientrasque la romana no tiene la mitad de este, terreno enEuropa. Los de rito griego han querido sobre todo

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    conservar en todo tiempo su igualdad con los derito latino, y han temido siempre al celo de la iglesiade Roma, que ellos han tomado por ambición, por-que, en efecto, la Iglesia romana, muy estrecha ennuestro hemisferio, y llamándose universal, ha que-rido llenar ese gran título.

    No hubo jamás en Rusia destino alguno para losjudíos, como lo tienen en tantos Estados de Europa,desde Constantinopla hasta Roma. Los rusos hanhecho siempre su comercio por sí mismos y por lasnaciones establecidas entre ellos. De todas las igle-sias griegas, la suya es la única que no tiene sinago-gas al lado de sus templos.

    Rusia, que debe únicamente a Pedro el Grandesu gran influjo en los negocios de Europa, no teníaninguno desde que era cristiana. Se la veía en otrotiempo hacer sobre el mar del Norte lo que losnormandos hacían sobre nuestras costas del Océa-no: armar en tiempo de Heraclius cuarenta mil bar-cas pequeñas, presentarse ante Constantinopla parasitiarla e imponer un tributo a los césares griegos.Pero el gran knes Vladimiro, ocupado en introduciren su hogar el cristianismo, y fatigado con las disen-siones intestinas de su casa, debilitó más aún susEstados repartiéndolos entre sus hijos. Casi todos

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    fueron presa de los tártaros, que dominaron a Rusiadurante doscientos años. Iván Basilides la libertó yla engrandeció; pero después de él, las guerras civi-les la arruinaron.

    Antes de Pedro el Grande estaba Rusia muy le-jos de ser tan potente, de tener tantas tierras cultiva-das, tantos súbditos, tantas rentas como en nuestrosdías. No poseía nada en Finlandia, nada en Livonia,y la Livonia sola vale más de lo que ha valido enmucho tiempo la Siberia. Los cosacos no estabansometidos; los naturales de Astracán obedecían mal;el poco comercio que se hacía no era ventajoso. Elmar Blanco, el Báltico, el Ponto Eusino, el de Azofy el mar Caspio eran completamente inútiles a unanación que no tenía ni un buque y que hasta en sulengua faltaba la palabra para expresar una flota. Sibastase con ser superior a los tártaros y pueblos delNorte hasta la China, Rusia gozaba de esta ventaja;pero era necesario igualarse a las naciones civiliza-das y ponerse en estado de adelantar un día a mu-chas. Tal empresa parecía impracticable, puesto queno había un sola navío sobre los mares; que se igno-raba absolutamente en tierra la disciplina militar;que apenas se fomentaban las manufacturas mássencillas, y que la agricultura misma, que es el primer

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    móvil de todo, estaba abandonada. Esta exige delgobierno ser atendida y alentada, y es lo que ha he-cho encontrar a los ingleses en sus granos un tesorosuperior al de sus lanas.

    Esta falta de cultura de las artes útiles indica cla-ramente que no había ni idea de las bellas artes, quese convierten en necesarias a su vez cuando se po-see todo lo demás. Se hubieran podido enviar a al-gunos naturales del país a instruirse entre losextranjeros; pero las diferencias de idiomas, decostumbres y de religión se oponían a ello; hastauna ley de Estado y de religión, igualmente sagraday perniciosa, prohibía a los rusos salir de su patria, yparecía condenarles a una eterna ignorancia. Po-seían los estados más vastos del universo, y todoestaba en ellos por hacer. Al fin, Pedro nació y Ru-sia fue formada.

    Afortunadamente, de todos los grandes legisla-dores del mundo, Pedro es el único cuya historia seabien conocida. Las de las Teseos, de los Rómulos,que hicieron mucho menos que él; las de las funda-dores de todos los demás Estados civilizados, estánmezcladas con fábulas absurdas; y nosotros tene-mos aquí la ventaja de escribir verdades que pasa-rían por fábulas si no estuviesen comprobadas.

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    CAPITULO III

    De los antepasados de Pedro el Grande.

    La familia de Pedro ocupaba el trono desde1613. Rusia, antes de esta época, había sufrido re-voluciones que alejaban más aún la reforma y lasartes. Es la suerte de todas las sociedades humanas.Jamás hubo desórdenes más crueles en ningún rei-no. El tirano Boris Godunow hizo asesinar en 1597al legítimo heredero, Demetri, que nosotros llama-mos Demetrio, y usurpó el imperio. Un monje jo-ven tomó el nombre de Demetrio y pretendió ser élpríncipe, escapado de los asesinos; y auxiliado porlos polacos y por un gran partido que los tiranostienen siempre en contra suya, expulsó al usurpadory usurpó a su vez la corona. Se reconoció su im-postura en cuanto fue soberano, por lo que se in-

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    dignaron contra él; fue asesinado. Otros tres falsosDemetrios se erigieron, uno tras otro. Esta serie deimposturas suponía un país completamente en de-sorden. Cuanto menos civilizados son los hombres,más fácil es imponérseles. Se puede suponer hastaqué punto estos fraudes aumentaban la confusión yel infortunio público. Los polacos, que habían co-menzado las revoluciones estableciendo al primerfalso Demetri, estuvieron a punto de reinar en Ru-sia. Los suecos repartieron los despojos por la partede Finlandia y pretendieron también el trono; elEstado estaba amenazado de una completa ruina.

    En medio de estas desgracias, una asamblea,compuesta de los principales boyardos, eligió parasoberano, en 1613, a un joven de quince años, loque no parecía un medio seguro de acabar los des-órdenes. Este joven era Miguel Romanov14, abuelodel zar Pedro, hijo del arzobispo de Rostow, lla-mado Filareto, y de una religiosa emparentada por lalínea femenina con los antiguos zares.

    Es necesario saber que este arzobispo era un se-ñor poderoso, a quien el tirano Boris había forzadoa hacerse sacerdote. Su mujer, Sheremeto, fue tam-

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    bién obligada a tomar el velo; ésta era una antiguacostumbre de los tiranos occidentales cristianos la-tinos; la de los cristianos griegos era saltar los ojos.El tirano Demetri dio a Filerato el arzobispado deRostow y le envió de embajador a Polonia. Esteembajador fue hecho prisionero de los polacos,entonces en guerra con los rusos: tan ignorantesestaban todos estos pueblos del derecho de gentes.Durante su detención, el joven Romanov, hijo deeste arzobispo, fue elegido zar. Se canjeó a su padrepor prisioneros polacos, y el joven zar hizo a supadre patriarca; este anciano fue soberano de hechobajo el nombre de su hijo.

    Si tal gobierno parecía singular a los extranjeros,el casamiento del zar Miguel Romanov lo parecemás todavía. Los monarcas de las Rusias no elegíansus esposas en los otros Estados desde el año 1490.Parece que desde que tuvieron a Kazan y Astracánsiguieron en casi todo las costumbres asiáticas, yprincipalmente la de no casare sino con súbditassuyas.

    Lo que se parece más aún a las costumbres delAsia antigua es que para casarse un zar se hacían