Heterogeneidad Jurídica y Violencia Fundacional

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Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. http://www.jstor.org Heterogeneidad jurídica y violencia fundacional en "Todas las sangres" Author(s): Irina Alexandra Feldman Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 36, No. 72 (2010), pp. 233-251 Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP Stable URL: http://www.jstor.org/stable/41407197 Accessed: 18-03-2015 17:12 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 200.3.149.179 on Wed, 18 Mar 2015 17:12:07 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Este artículo estudia las expresiones de la violencia estatal y civil en Todas las sangres , conceptuaüzando las diferentes formas de tal violencia con la ayuda teó- rica de Jacques Derrida, Walter Benjamin y Giorgio Agamben. La novela des- cribe la situación postcolonial marcada por la heterogeneidad jurídica, la violen- cia azarosa y no provocada de la policía, y la reducción de los indígenas al es- tatus de la absolutamente vulnerable "pura vida". En esta situación, la resisten- cia indígena emerge como la única -aunque también violenta- posible vía de acción. Palabras clave : José María Arguedas, Todas las sangres , violencia, estado de excepción, heterogeneidad jurídica, Benjamin, Derrida, Agamben

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    Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en "Todas las sangres" Author(s): Irina Alexandra Feldman Source: Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, Ao 36, No. 72 (2010), pp. 233-251Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/41407197Accessed: 18-03-2015 17:12 UTC

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  • Revista de Crtica Literaria Latinoamericana Ao XXXVI, 12. Lima-Boston, 2do semestre de 2010, pp. 233-252

    Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en Todas las sangres

    Irina Alexandra Feldman

    Miadlebury College

    Resumen Este artculo estudia las expresiones de la violencia estatal y civil en Todas las sangres , conceptuazando las diferentes formas de tal violencia con la ayuda te- rica de Jacques Derrida, Walter Benjamin y Giorgio Agamben. La novela des- cribe la situacin postcolonial marcada por la heterogeneidad jurdica, la violen- cia azarosa y no provocada de la polica, y la reduccin de los indgenas al es- tatus de la absolutamente vulnerable "pura vida". En esta situacin, la resisten- cia indgena emerge como la nica -aunque tambin violenta- posible va de accin. Palabras clave : Jos Mara Arguedas, Todas las sangres , violencia, estado de excepcin, heterogeneidad jurdica, Benjamin, Derrida, Agamben.

    Abstract This article studies the instances of State and civil violence in Arguedas's novel Todas las sangres conceptualizing different forms of such violence with the help of Jacques Derrida, Walter Benjamin and Giorgio Agamben. The novel descri- bes the postcolonial situation marked by the juridical heterogeneity, random and unprovoked police violence, and the reduction of the indigenous persons to the status of the absolutely vulnerable "bare life". In this situation, the indi- genous resistance emerges as the only - although also violent - possible course of action. Keywords: Jos Mara Arguedas, Todas las sangres , violence, state of exception, juridical heterogeneity, Benjamin, Derrida, Agamben

    Las pginas de Todas las sangres retratan repetidas instancias de violencia, cuando la sangre de la gente comn se derrama en los enfrentamientos con el Estado. En una escena, los uniformados entran al pueblo de San Pedro, acompaando al juez de provincia y al subprefecto. Los pueblerinos se enfrentan a la delegacin, y uno

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    de ellos, el artesano Bellido, corre detrs de los soldados, vociferando insultos. Los soldados ametrallan al viejo y le rompen las piernas. Acto seguido, las autoridades se alistan para leer el decreto de expropiacin de la Esmeralda, el maizal que es la base de subsistencia de toda la comunidad de indios, mestizos y blancos

    empobrecidos de San Pedro. Los vecinos cargan al anciano

    desangrado y lo acuestan en una mesa enfrente de las autoridades.

    Agonizante, Bellido pregunta al subprefecto: "Por qu me has matado?", y muere. El oficial responde al cadver y a los testigos de esta muerte: "Orden del gobierno" (Arguedas 370-375).

    En este artculo no vamos a buscar la respuesta a este doloroso

    "por qu?" de las mltiples muertes que ensangrientan las pginas de Todas las sangres , sino que analizaremos las estructuras que las causan. Por qu las operaciones de la polica peruana aparecen en la novela como arbitrarias y sangrientas, y cmo se permite esta arbitraria prdida de la vida? Cul es la relacin entre el Estado y la

    ley, entre los poderes judicial y ejecutivo? Hay lugar para la justicia en la sierra peruana?

    En Todas las sangres vemos una sociedad donde el Estado apenas se asoma en el horizonte y slo se presenta vagamente a los indios y a don Bruno en forma de los colores de la bandera peruana (Arguedas 263-264). Este Estado manda a la polica militar en misiones de reconocimiento a la sierra, un territorio que en su mayor parte queda fuera de su alcance. La ausencia de la hegemona del Estado, resultado de la condicin heterognea postcolonial del Per, hace imposible el funcionamiento adecuado de la teora occidental sobre la relacin entre la ley, el Estado y los sujetos. En esta situacin de fragmentacin, la ley termina manifestando slo su lado violento. Para conceptualizar lo que pasa en la sierra peruana, me referir al clsico ensayo "Critique of Violence" de Walter Benjamin sobre la violencia ([1921] 1986), al estudio de Jacques Derrida sobre "La fuerza de ley" ([1989] 2002), y a la teora de Giorgio Agamben sobre la institucin del "estado de excepcin" (2005). Estos textos tericos tienen un aspecto en comn. Los tres filsofos (y Arguedas, tambin) exploran las relaciones problem- ticas entre los conceptos de violencia, justicia y ley y cuestionan su funcionamiento en la democracia moderna. Arguedas, al poner en escena el momento fundacional de lo que debera ser la nacin

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    democrtica, desentierra los orgenes violentos de la democracia (los que sta quiere esconder).

    Derrida, en su comentario sobre Benjamin, elabora el concepto del "espritu de la polica", que ambos filsofos consideran como la cara "degradada" de la democracia. En Todas las sangres , justamente, vemos al Estado moderno en construccin, cuyos nicos heraldos son la polica y el "espritu de la polica" (Derrida 278, 280-281); y cuyo momento de fundacin est marcado por una situacin que Giorgio Agamben llama "el estado de excepcin". En la novela se

    proclama el "estado de sitio" en la provincia de San Pedro hacia el final de sta, pero como se har evidente en mi anlisis, el estado de

    excepcin parece ser permanente en el Per arguediano. Agamben (2005) discute la institucin del "estado de excepcin", que se declara cuando la soberana de un Estado se encuentra amenazada y los poderes legislativo y ejecutivo convergen para crear un tipo de

    poder amorfo e incontrolable. El trmino "estado de excepcin" tiene la connotacin de la excepcionadad de lo "normal" y de una

    temporalidad pasajera. Pero, si no tenemos ni un Estado slido, ni una legalidad asentada, la condicin de excepcin que debera ser transitoria adquiere una caracterstica de extensin imprecisa e incontrolada, un vaco legal que se extiende indefinidamente. Frente a tal realidad, la novela de Arguedas podra ser leda como un

    argumento para la legitimidad de la violencia por parte de las comunidades indgenas, que estn luchando por su inclusin como ciudadanos (pero, en qu tipo de estado?), ofreciendo resistencia al modelo del Estado moderno en el Per.

    Los indgenas se encuentran en un lugar que posibilita estructu- ralmente la resistencia gracias a la heterogeneidad judicial heredada de la Colonia, que entra en conflicto con el monopolio de la vio- lencia que debera ser, tericamente, uno de los atributos del Estado moderno. Vamos a enumerar aqu los sistemas judiciales (en plural) de la sierra peruana para discutirlos uno por uno en lo que sigue. En Todas las sangres, la justicia comunitaria funciona en las comunidades

    indgenas. En la hacienda de don Bruno, el hacendado-soberano es "la ley viviente", para usar el trmino de Agamben. Pero el Estado

    peruano, reclamando hegemona en todo el territorio nacional, pretende que la ley del Estado (la ley positiva) involucre tambin formaciones sociales como el ayllu y la hacienda. Esta situacin deviene an ms complicada por las distinciones conceptuales entre

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    la costumbre y la ley. Mientras el Estado tericamente opera con base en la ley escrita, el orden de la hacienda y el ayllu obedece a tradiciones orales establecidas a travs de siglos de prctica.

    Como veremos en los ejemplos textuales, en la sierra el resultado de interaccin entre el pueblo y las autoridades depende de la decisin personal (benevolente o vil) de los oficiales (sargentos, jueces, subprefectos) y no de la institucionalidad de su posicin. No todo depende de la ley, sino de las decisiones de hecho que adquie- ren la "fuerza de la ley", en los trminos en que Derrida elabora sobre el tema. Esta situacin no refleja el principio romano de

    " dura lex, sed ' sino su contrario: "nadie conoce la ley, pero yo acto como si mis acciones estuvieran siguiendo la ley". De esta manera, queda un gran margen para el uso arbitrario del poder: algo que no es nuevo en la sierra, sino que se inscribe en las tradiciones colo- niales vigentes en esta zona. La dialctica entre continuidad y ruptu- ra se hace patente en una escena al principio de la novela, protago- nizada por don Fermn Aragn.

    Fermn gestiona una sustitucin simblica de la vieja justicia colonial por la ley moderna. El repudia a los vecinos de San Pedro por usar un instrumento colonial de tortura, la barra, para castigar a los indios cuando stos apelan a la ley nacional con demandas de salario. Fermn llama la barra "infamante". Creo que la infamia de este instrumento, subrayada por Fermn, es doble: no marca tanto a la vctima que sufre el castigo, como a la sociedad que "todava" (entre comillas, porque este todava nunca pasa a ser un "ya no") permite semejante instrumento de ejecucin de justicia1. Fermn suea con el orden y el progreso para el Per, quiere transformar a los indios de siervos en trabajadores asalariados, y no puede

    1 Este acto resulta ser incluso ms deshonroso porque los vecinos saben que este castigo es intil y cnico y no cambiar la decisin de los indios. Las autoridades indgenas que sufren el castigo no tienen el poder para cambiar la "decisin del comn", del concilio indgena, su nica funcin es trasmitir esta decisin a los vecinos. Es decir, los varayok no pueden actuar como los repre- sentantes de la comunidad en el sentido occidental, cuando el representante acta como si toda la comunidad estuviera presente en el momento de su deci- sin personal. Lo que ejercen los varayok es lo que llamo ms adelante en este artculo "aplazamiento de la autoridad". Declaran que como individuos pueden sufrir el castigo fsico (aunque este castigo fsico no cambie nada, no sirva para nada). De esta manera dan la satisfaccin brbara a los vecinos y desplazan el abuso desde la comunidad indgena entera hacia sus propios cuerpos.

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en TLS 237

    permitir que la barra, el smbolo de las relaciones sociales premo- dernas, siga existiendo en su pueblo natal. As que l arroja la barra al ro. Al principio parece que en este momento ocurre una transicin radical a la ley moderna, donde el ejercicio de la violencia es monopolizado por el Estado y tiene que ser mediado por un

    proceso judicial. Parece que con este gesto Fermn quiere decir

    (como Henri Favre en la Mesa Redonda del 1965), que la sierra ha entrado en la nueva era donde ya no hay indios, sino slo cam-

    pesinos (Escobar, ed. 37-38). Pero ms all del mero gesto, la naturaleza de este cambio no coincide con la imagen de la transicin a la modernidad que tiene el hacendado.

    Fermn, inspirado por la proteccin paternalista que haba sido

    practicada por su finado padre y por la retrica de modernizacin y emancipacin, proclama que las demandas de los indios por el salario son "conforme al derecho" (Arguedas 72). Aqu, el uso del vocabulario de "derecho" acerca a los comuneros de Lahuaymarca a la idea de ciudadana. En este momento parece que la ley vieja ha

    muerto, se ha hundido en el ro junto con la barra. Pero en un movimiento dialctico tan caracterstico de Todas las sangres , la voz narrativa informa al lector que los indios seguan tratando a los vecinos con el mismo respeto de antes, aunque se negaban a

    trabajar gratis. Si esta relacin social tena que haber cambiado, por qu el trato de los lahuaymarcas no cambia? Observemos que la misma fuente del poder que puede declarar la abolicin de la

    prctica colonial (don Fermn) est arraigada en la jerarqua colonial, y as manifiesta la naturaleza contradictoria de la burguesa serrana

    progresista que emerge de las estructuras de poder coloniales, basadas en la tenencia de la tierra. La ley vieja resucita, desgastada pero viva en el preciso momento de su supuesta abolicin. Los eventos que presenciamos a lo largo de la novela sugieren que la sustitucin del viejo orden legal por el nuevo no ha sido para nada

    limpia, sino que dej un resto sustancial. Y, sin embargo, el episodio de la destruccin de la barra fue importante: abri un espacio discursivo desde el cual la comunidad indgena pudo formular la demanda del salario y, al mismo tiempo, contradictoriamente, renov la autoridad de Fermn Aragn. Esta escena marca una

    problemtica transicin no hacia un estado de mayor modernidad, sino hacia lo que llamaremos una mayor heterogeneidad jurdica.

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    Leyes y costumbres: los niveles del sistema judicial postcolonial

    En esta situacin de heterogeneidad jurdica debemos analizar el

    ayllu y la hacienda como formaciones que funcionan dentro de un sistema judicial formado por mltiples capas. En la hacienda de Bruno, su voluntad tiene la fuerza de la ley, pero la hacienda misma interacta con otras haciendas y tambin funciona dentro del siste- ma de justicia estatal. La comunidad de Paraybamba, cuyo ejercicio de la justicia comunitaria vamos a examinar aqu, es regida interna- mente por las autoridades indgenas, los varayok, , pero tambin tiene

    que enfrentar la ley estatal2. El sistema de justicia interno a estas comunidades -tanto el ayllu como la hacienda- est basado en costumbres no escritas, a las cuales la comunidad obedece como resultado de siglos de prctica.

    La importancia de la costumbre se hace evidente en una escena en la novela cuando los terratenientes importantes de la provincia -Adalberto Cisneros, don Lucas y el joven Aquiles- llegan a la hacienda de don Bruno para acusarlo de "transgredir la costumbre", al dejar que sus indios comercien con los comuneros de Paray- bamba. La discusin que se perfila a partir de esta acusacin muestra cmo cada personaje negocia un lugar distinto entre la tradicin y la modernidad jurdica.

    Una fuente de la ley predomina en esta discusin: la costumbre y la tradicin. Pero en sus amenazas mutuas salen a la superficie dos fuentes del poder judicial y ejecutivo: el poder soberano de los terratenientes y el aparato represivo del Estado. Don Bruno, don Lucas y Cisneros se amenazan con la "guerra", es decir, la invasin de la propiedad del otro con un ejrcito privado de colonos

    (Arguedas 186, 189), y as reafirman su poder como soberanos locales. Por otro lado, el joven

    " alimeado " Aquiles amenaza a Bruno con acusarlo de ser comunista y as mandarlo al Frontn, la crcel limea. Este es el ncleo contradictorio del problema: Aquiles y los otros atacan a Bruno por reformar la vieja costumbre; Bruno

    2 Esta inscripcin en la ley del Estado est ocurriendo de facto en la dcada de 1960, ya que las comunidades indgenas en este momento ya saban cmo apelar a la ley estatal: articulan los derechos a la tierra y demandan salarios, lo que result en la Reforma Agraria y en la abolicin del trabajo gratuito en las reformas de 1964.

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en ILS 239

    justifica tal derecho con referencias a la misma tradicin, diciendo

    que "el patrn es, como dueo, libre de proceder en su hacienda

    segn su voluntad" (Arguedas 188); y la imagen del Frontn es la nica figura a travs de la cual el Estado peruano se cuela en la

    negociacin. Los tres hacendados estn de acuerdo en que "los derechos de los colonos... dependen de la voluntad del patrn". Lo

    que cuestionan los otros hacendados es el derecho de Bruno a

    implementar las reformas administrativas en su hacienda, ya que esto se ve como el acto de "soliviantar a los indios", porque "todos van a querer hacer los mismo que los colonos suyos. Y no slo nos arruinaramos, sino que nuestra autoridad correra peligro" (Arguedas 186). En otras palabras, los dems hacendados intentan limitar los derechos soberanos de Bruno apelando a la cooperacin entre la lite terrateniente; lo acusan de traicin a su clase. Esta escena muestra que los otros hacendados reconocen la naturaleza auto-subversiva de las reformas de Bruno e intentan anularlas refirindose a la misma costumbre que da a Bruno el derecho de actuar tal como l lo hace. Pero el proyecto de Bruno precisamente requiere el uso perverso de la costumbre: afirmando sus derechos soberanos, Bruno acta de la manera que l considera legal y justa, y se declara responsable por las acciones de sus siervos y de esta manera funciona como escudo para "sus" indios. Bruno desplaza la

    responsabilidad de los indios hacia su propia persona y, como lo veremos ms adelante, este acto lo hermana con el bloque subver- sivo que emerge haca el final de la novela y que predetermina que el lector tome partido, definitivamente, por Bruno, Rendn Willka y la voz narradora.

    El polo opuesto de la figura de Bruno es el nouveau-riche Adal- berto Cisneros, quien introduce otro punto de vista en la discusin sobre los orgenes de la ley y su ejecucin. Dice: "Qu casta ni qu casta! Ya pasaron estos tiempos. El que tiene dinero, el que ms tiene, se manda; se es el seor. Yo se lo voy a probar... Tengo influencia. Yo hice al diputado y an al senador con mi plata" (Arguedas 187). En esta visin de la realidad, la ley es irrelevante; el dinero es lo que otorga el poder. Este hecho priva a Cisneros de la

    legitimidad a los ojos de don Bruno y desde el punto de vista de las costumbres coloniales. Como dice Bruno, "A m me temen y obe- decen; soy seor desde mis antepasados ms lejanos, a usted slo lo odian. Usted no est consagrado en sus posesiones por la ley de la

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    herencia seorial" (Arguedas 186). La palabra "consagrado" es clave aqu, aludiendo al hecho de que la legitimidad del mismo Bruno deriva directamente del poder divino. Sin embargo, Cisneros nego- cia entre la moribunda normatividad de la soberana colonial y la movilidad social moderna; no se preocupa por la metafsica y se apropia de los dos sistemas parcialmente para aumentar sus tierras y poder. El no responde a la ley del Estado, ya que ste aparece slo en las figuras del senador y el diputado, quienes han sido la hechura del mismo Cisneros. Para entender el poder que emana la figura de Cisneros es til recordar lo que Alberto Flores Galindo ha obser- vado respecto del poder de la lite terrateniende local a principios del siglo XX. Uno de los factores que hizo casi imposible controlar este poder era el hecho de que la lite combinaba las posesiones de tierra con el poder poltico-judicial (Flores Galindo 263)3.

    De esta manera, el retrato de Adalberto Cisneros, una figura moral y estticamente repugnante segn la descripcin arguediana, condensa la impunidad que implica el vaco legal y la fusin de los tres poderes del Estado. Parece que este hombre de vastas pose- siones territoriales, titiritero de las autoridades locales, y carente de escrpulos cristianos que pudieran circunscribir sus decisiones, queda fuera del alcance en cualquier justicia, sea divina o humana. Sin embargo, no es as. En el argumento de la novela, slo un tipo de justicia puede alcanzar a un Cisneros: es la justicia comunitaria de los indgenas, quienes lo castigan de manera inmediata y sin darle la oportunidad de buscar el respaldo de los jueces y los soldados. Veamos ahora como ocurre este castigo y cmo su ejecucin dialoga con el orden estatal.

    "Castigo sin crimen": las hazaas de la polica peruana

    Al final de la novela, Arguedas nos deja con esta imagen: "Don Adalberto lloraba en una cima, acompaado por otros veinte guardias. - Estoy desnudo? -pregunt. - Me han enfriado estos indios amaestrados por Rendn. Creo que me han enfriado para

    3 Esta situacin dialoga con la discusin de Giorgio Agamben sobre el "estado de excepcin", donde en las democracias del siglo XXI vivimos en una situacin en que los poderes ejecutivo y legislativo convergen en uno, normalmente el brazo ejecutivo y su poder deviene incontrolable al haberse cancelado el equilibrio entre los tres poderes de gobierno (Agamben 12).

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en TLS 241

    siempre" (Arguedas 456). En este ltimo momento, no quedamos con la visin de la figura majestuosa del hroe Rendon, o del conflictivo Bruno, ni siquiera con la del cruel pero patritico Fermn. La novela nos deja con la imagen del hombre, cuyas descripciones bordean en lo grotesco: "...le cubra medio rostro una barba rala y negra [...] era bajo, de glteos casi hinchados" (185); "el hombre de grasa, sin alma" (276). Hay una buena razn para esta decisin narrativa: es la ilustracin del funcionamiento eficaz de la justicia comunitaria ejecutada por la comunidad de la hacienda Parquia. La eficacia est subrayada por el hecho de que el castigo, finalmente, ha afectado profundamente la humanidad decada de Cisneros, ya que l dice que qued "enfriado para siempre". La presencia de la policia, post factum , no ayuda en nada a Cisneros: el poder represivo del Estado est de su lado, pero es intil frente a la justicia-ya-cumplida4.

    Esta escena final es un reflejo especular de la otra escena en el medio de la novela, que representa el mismo castigo aplicado a Cisneros por la comunidad de Paraybamba, a la cual l haba victimizado con usurpaciones de tierras, castigos fsicos y violaciones. Este primer ejemplo del ejercicio de la justicia comu- nitaria es descrito con todo lujo de detalle y por eso el lector puede completar la imagen elptica de la ltima escena de la novela.

    En Paraybamba, el castigo de Cisneros es tanto fsico como ritual-simblico, y funciona segn principios diferentes de los que rigen la ejecucin de las leyes modernas. Mientras el castigo en el Estado moderno es siempre privado, en la reclusin de la crcel, el castigo en una comunidad tiene que tomar lugar en presencia de toda la comunidad5. Adems, en los estudios contemporneos sobre

    4 Como observ agudamente Enrique Cortez, en una primera lectura de este texto, la frase "enfriado para siempre" podra leerse como "muerto, mata- do para siempre". En el caso de que optemos por esta lectura de las palabras de Cisneros, la ineficacia de los soldados que llegan demasiado tarde queda sub- rayada an ms.

    Una de las semientes del conflicto entre la manera de administrar la justicia en el estado moderno y en la comunidad indgena se halla en el hecho de que en la comunidad indgena no existe la divisin entre lo pblico y lo privado. Jrgen Habermas postula que el ejercicio de la ciudadana surge de la participacin en la esfera pblica por parte de los individuos educados para el ejercicio libre de la razn en el espacio privado del hogar burgus. Al juntarse, estos individuos logran participar en la discusin libre que lleva a las decisiones

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    la justicia comunitaria aprendemos que el exilio es su modus operandi de preferencia6. El exilio, el acto de arrojar del cuerpo de la comunidad el elemento corrompido, restaura simblicamente el orden resquebrajado. As, vemos que, en vez de matar a Cisneros, los comuneros optan por un acto que efectivamente limpia los

    cuerpos de los paraybambas como comunidad y como individuos7. Como resultado, una joven violada por Cisneros promete mantener vivo al nio resultado de la violacin, ya que el castigo ritual la

    limpia del "pus" que la violacin le haba dejado en el cuerpo. "Ella ha renacido", en palabras de un varayok (Arguedas 276).

    Al haber establecido la efectividad de la justicia comunitaria en la trama de la novela, tenemos que ver ahora cmo el Estado reacciona ante este ejercicio de la justicia local. El lector ve su

    respuesta represiva en tres lugares: en la comunidad indgena de

    Paraybamba, en la capital de la provincia de San Pedro y en Lima. Este segmento de la novela merecera un ttulo de "Castigo sin crimen", ya que mientras la ejecucin de la justicia comunitaria afecta slo a una persona, a Cisneros, su castigo da al Estado la

    oportunidad de desplegar todo su aparato represivo.

    para el bien comn. As, el ejercicio exitoso de la opinin pblica se logra slo gracias a la educacin de los individuos en el espacio privado, definido a partir del concepto de la propiedad privada. Sin embargo, en el ayllu como ste queda representado en Todas las sangres y como est descrito en los estudios antropolgicos (Ivor Chivi Vargas, por ejemplo), la propiedad privada no existe como tal, y por consiguiente el concepto de la divisin entre lo pblico y lo privado queda profundamente transformado.

    Chivi Vargas publica en el 2006 los estudios de los casos de justicia comunitaria en la Bolivia contempornea en el contexto de los debates alrededor de la Asamblea Constituyente en Bolivia (2007-2009). En estos estudios podemos apreciar la misma constancia del exilio como el castigo de preferencia con carga simblica, explicado por la necesidad de limpiar la comunidad de un miembro corrupto. 7 Vale la pena subrayar aqu el uso arguediano de la palabra "paraybambas" para referirse a los comuneros de Paraybamba. En vez de usar un adjetivo con un morfema que indique procedencia (algo como "paraybambinos"), Arguedas usa una palabra donde la relacin entre las personas y su comunidad no est mediada ni siquiera por la morfologa. Aqu la comunidad se entiende como la entidad humana y localidad geogrfica a la vez. Entendida de esta manera la relacin entre los indios y su comunidad, la utilidad de la expulsin de elemento corrupto como Cisneros se pone de relieve.

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en TIS 243

    El castigo, para ser conceptualizado como tal, tiene que presu- poner un crimen. Es decir, el crimen es el requisito que otorga al Estado la legitimidad para desplegar su aparato represivo, haciendo uso de su monopolio de la violencia., La insurreccin, dentro de esta lgica, sera la manera de crear negativamente al Estado ausente. Si hay una rebelin contra el Estado, debe haber un Estado, despus de todo! Pero tenemos que observar que las mltiples soberanas y el sistema jurdico heterogneo como el que hemos descrito aqu no producen una insurreccin, sino una pared entre las personas que son sujetos de diferentes soberanas. Lo que tenemos es una igno- rancia no agresiva por parte de los indios frente al Estado. En esta situacin, al mandar a Paraybamba a los soldados con una misin punitiva, el Estado inventa un crimen (la inexistente insurreccin), intentando crear su hegemona ad absurdum. Por otra parte, la reac- cin triple del Estado pone en evidencia la vigilancia permanente y la disposicin a reprimir al indicio mnimo de resistencia o protesta y tambin a destituir de todos sus derechos a las fuerzas impug- nadoras. Vemos que la polica no trata a los indios ni a los vecinos- inmigrantes en Lima como ciudadanos ni dialoga con ellos. Si no son ciudadanos, quines son estas personas?

    Los soldados llegan a Paraybamba con la siguiente orden: "Matar al que se resista. Apresar a los cinco varajjok. Luego [...] buscar a David Koto. Matarlo al primer intento de resistencia o fuga" (Arguedas 297). Esta orden no suena como una orden de tratar a un ciudadano que viola la ley, sino como una orden sobre un enemigo en una contienda armada. Pero los indios, de hecho, no llevan ar- mas. Tampoco muestran seal alguna de resistencia y siguen labran- do la tierra cuando los soldados llegan y empiezan a dispararles desde lejos. El lector se pregunta: por qu este tratamiento de las personas que no muestran seales de comportamiento violento? Parece que la razn es el miedo del Estado de la rebelin gene- ralizada de los indios y tambin una especie de reaccin celosa de

    parte del poder judicial frente a la justicia comunitaria del ayllu, ya que la idea del Estado moderno de encarnar la voluntad del pueblo demanda la exclusividad de alianzas. Como resultado de estos miedos, el Estado se identifica con la tradicin colonial de opresin en vez de consolidar su imaginario a base de mayoras populares, los indios. Como todo opresor, este Estado teme a los oprimidos.

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  • 244 Irina Alexandra Feldman

    Por otro lado, la posicin ambigua y dolorosa de los soldados agrava ms este despliegue de la violencia arbitraria. Ellos se ven obligados a apuntar con los fusiles a personas que cantan una cancin en quechua que les hace recordar sobre su propia niez (Arguedas 299). Estos jvenes militares empiezan a disparar para evitar la necesidad de hablar, para escapar de la identificacin con las personas a quienes tendrn que disparar "en caso de resistencia". El estatus ambiguo de los indios les permite a los soldados este "lujo": los indios no son ciudadanos, ni siquiera prisioneros de guerra. Son "simplemente indios" -o, dira Giorgio Agamben, "pura vida" (Agamben 7-11)-, lo que implica que el soldado no tiene que responder por su muerte, ni siquiera tiene que contar los cadveres de estas personas cuyo estatus jurdico es incierto debido al hecho de que ellos existen en la interseccin de los dos sistemas de norma- tividad, la estatal moderna y la indgena tradicional.

    En una descripcin dialctica, la narrativa ilustra que este estado de las cosas es trgico tanto para los indios (objetos de los disparos) como para los soldados (sus ejecutores). El sargento entrepone las balas entre los indios -su propia infancia indgena, absolutamente vulnerable como "pura vida"- y su yo presente (soldado-ciudadano peruano?). Sin embargo, la nica demanda que articula el anciano varayok frente al soldado es la de usar palabras en vez de balas, explicndole: "El hombre habla, 'Gobiernos' habla. Bandoleros matan sin hablar, de noche" (Arguedas 301). Lo que l pide es ser reconocido como un ser hablante, ni ms ni menos. Acto seguido, el varayok pide permiso para dar las ultimas disposiciones a la comunidad antes de ser llevado preso. En palabras de un testigo de la escena, "a todo preso se le da un tiempito para arreglar sus cosas". Pero el sargento responde: "A los indios, no. No necesitan. No tienen nada" (Arguedas 301). Los indios no son cualquier preso porque no manejan la propiedad privada, ya que en las comunidades la separacin entre lo privado y lo pblico no funciona segn la lgica moderna estudiada por Jrgen Habermas (ver nota 5). Ya que la proteccin de la propiedad privada est en la base de la ley positiva, el hecho de no compartir esta preocupacin fundamental convierte al varayok indgena en un prisionero de estatus ambiguo, la "pura vida" absolutamente vulnerable. Lo que sugiere esta escena son dos aspectos profundamente problemticos: cualquier indgena puede ser reducido a tal estatus de vulnerabilidad absoluta en

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en 245

    cualquier momento; y el "castigo sin crimen" se puede aplicar a

    cualquier indio slo por serlo y por lo tanto por amenazar al Estado moderno en formacin. Es la "pura vida" heredada de la situacin colonial, producto de la separacin entre los seores (quienes hablan) y los indios (quienes no lo hacen)8.

    La tragedia de la destitucin subjetiva: los soldados en Todas las sangres

    La vulnerabilidad del varayok encuentra su reflejo, su otra cara, en el igualmente trgico dilema de los soldados, quienes tienen que disparar a los indios. Al presentar esta dolorosa contradiccin, Todas las sangres escapa de la divisin fcil de "buenos" y "malos".

    Propone a nivel terico que "el espritu de la polica" derrideano erosiona no solamente la capacidad de los indios para convertirse en ciudadanos plenos del Per, sino que tambin destruye esta posibi- lidad para los policas militares. La teora9 que propone el pasaje ms o menos automtico del soldado a ciudadano queda completamente negada en las pginas de esta novela. En mi intento de explicar lo

    que ocurre con la subjetividad poltica de los soldados, quiero proponer el trmino de "destitucin subjetiva" de las personas a los dos lados de la cerca: tanto de los indios absolutamente vulnerables,

    8 Sera til investigar la real diferencia entre la "pura vida" que Agamben conceptualiza a partir de la experiencia del Holocausto y la "pura vida" colonial. Los dos son productos de la modernidad, pero la situacin colonial surge en la modernidad temprana del siglo XVI, mientras el Holocausto es un producto de la modernidad tecnolgica del siglo XX. Tentativamente, podra- mos sugerir que la "pura vida" colonial no era tan vulnerable despus de todo, mientras las dos Repblicas estaban funcionando: los indios tenan un determi- nado estatus jurdico cuando se enfrentaban a la Repblica de Espaoles. Parece que en la novela, la "pura vida" realmente destituida surge como resul- tado de erosin de esta divisin y de los vacos legales que caracterizan este momento de transicin estructural.

    Los estudios histricos ofrecen el testimonio de que despus de las gue- rras de la Independencia en el Per se crea que los combatientes en la contien- da del lado de la Repblica iban a transformarse automticamente en ciudada- nos. Me refiero, por ejemplo, al artculo de Alberto Flores Galindo "Soldados y montoneros" en buscando un inca' o el libro de Mark Thurner sobre el proceso de hacer nacin en el Per despus de la guerra de Independencia From Two Republics to One Divided.

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  • 246 Irina Alexandra Feldman

    como de los soldados absolutamente no-responsables por sus acciones.

    Nuestro anlisis de la secuencia: (1) Cisneros abusa de la comunidad Paraybamba, (2) Paraybamba castiga a Cisneros (sin matarlo), y (3) el Estado peruano castiga a los indgenas de

    Paraybamba y a toda persona que proviene de la regin alrededor de esta comunidad (matando a varias personas) muestra que la cate-

    gora de justicia es inaplicable a las represiones efectuadas por parte del Estado. Ahora cabe preguntar, son por lo menos legales estas

    represiones? Y si no lo son, cmo pueden ser ejecutadas? O lo que vemos en las pginas de la novela es algo semejante a un estado de naturaleza hobbesiano, de guerra de todos contra todos, donde los soldados apuntan con fusiles slo porque ellos son los que los tienen en la mano?

    Derrida elabora la idea de Benjamin de que el "espritu de la

    polica", o la "polica-como-espritu" hace ms dao en una demo- cracia que en una monarqua. La "polica-como-espritu" es una entidad omnipresente, espectral e ineludible al mismo tiempo. En Todas las sangres vemos esta naturaleza de la polica claramente, ya que las "fuerzas del orden" estn presentes incluso cuando estn au- sentes. As, hemos visto cmo Aquiles amenaza a Bruno con ser violado en el Frontn si l no desiste de sus reformas10; y los varayok de Paraybamba, despus de haber castigado a Cisneros, dicen que ellos esperarn "tranquilos" a que lleguen los uniformados. La pre- sencia en ausencia de la polica se extiende como una manta oscura sobre todos los personajes de la novela condicionando su compor- tamiento, sea en actitud de miedo o de desafo frente a la polica.

    Esta presencia-en-ausencia es el lado innoble de la polica en la democracia, segn el anlisis de Derrida y Benjamin. Mientras en la monarqua la polica abiertamente combina los poderes judicial y

    10 La imagen de violacin surge varias veces a lo largo de la novela: la violacin repetida con que Cisneros victimiza a las mujeres de Paraybamba, la promesa de violaciones en el Frontn, o la violacin simblica del Per mismo por las transnacionales. Las referencias a violacin sexual nos recuerdan la tradicin de feminizacin de la resistencia indgena por parte del discurso colonizador; en El %orro de arriba y el %orro de abajo esta imagen ser clave para la reflexin sobre la presencia del capital transnacional en el Per y la posible resistencia a las nuevas formas de explotacin y abuso que enfrentan los indgenas y los trabajadores de Chimbte.

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en TIS 247

    ejecutivo antes de la separacin de las ramas del gobierno, en la democracia la polica adquiere las caractersticas ms viles porque niega su capacidad de re-escribir la ley mientras ejecuta la represin (Derrida 279). En otras palabras, la polica en la democracia es

    supuestamente slo la fuerza que preserva el orden poltico existente, mientras que "se olvida" del hecho de que tiene que ser la fuente de la ley en cada situacin concreta. Este atributo de la

    polica vuelve a ser especialmente problemtico en la situacin des- crita en Todas las sangres , donde no vemos manifestacin alguna de la

    ley como una fuerza institucional pre-existente. Es til conceptualizar la figura del polica como la inversin de la

    imagen del buen juez ideada por Derrida. El filsofo observa que una accin justa demanda una decisin consciente y responsable, que simultneamente reactiva la ley pre-establecida y reescribe la ley para cada caso particular. As, el juez no puede ser un autmata que aplica la ley mecnicamente (Derrida 251-252). El juez tiene que ser el punto de encuentro entre la universalidad de la ley y la singu- laridad de cada tragedia, de cada crimen. Los policas-soldados (la imprecisin de la etiqueta aqu es significativa de por s), como vimos en la escena que abre este artculo, son la imagen inversa del buen juez, porque un soldado en la sierra peruana inventa la ley para cada situacin particular -concretamente en este caso, decide dispa- rar a un anciano desarmado que lo est insultando-, pero no es mo- tivado por las ideas de legalidad o justicia. Sobre todo, el soldado

    siempre niega el momento de la decisin personal. "Orden del go- bierno", dice el sargento justificando el asesinato de Bellido. En la escena de la represin de los paraybambas, el otro soldado contiene sus "ganas de matar", de disparar contra el grupo de indios desar- mados. Estas "ganas" provienen de su conciencia personal y no de las rdenes que l ha recibido. En esta situacin concreta, conven- cido de no disparar, l no sigue sus "ganas". Pero la narrativa nos

    deja claro que en este mismo momento l poda haber decidido lo

    opuesto. As vemos que un oficial de la polica nunca reconocer que l es

    responsable de ordenar la represin violenta de una rebelin (sea real o imaginaria, como ya sabemos). El dir que l "cumple su deber" como representante del Estado. Es el momento de la

    despersonalizacin del poder y de lo que quiero llamar el "apla- zamiento de la responsabilidad" a la esfera del Estado. Este

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  • 248 Irina Alexandra Feldman

    aplazamiento tiene como resultado una libertad casi infinita del oficial que ordena la represin de una manifestacin social. Pero la palabra "libertad" es inapropiada aqu, ya que la libertad infinita del oficial coincide con su sujecin infinita a la ley del Estado (cuyas rdenes nunca son claras, y as el soldado nunca realmente sabe si "cumple" o no con lo que "debe", aunque use la frmula de "cum- plir mi deber" para desembarazarse de la responsabilidad). La no- responsabilidad del soldado es una manifestacin no de los rasgos de libertad individual, sino de la destitucin subjetiva que implica la incapacidad de participar plenamente en el ejercicio de la ciudada- na, como ocurre con los menores o enfermos mentales.

    Cabe subrayar que la causa de esta destitucin subjetiva no es el aplazamiento de la autoridad de por s. Don Bruno y los alcaldes- varajok indgenas usan la misma tctica de aplazamiento de manera muy diferente. Al comienzo de la novela, los alcaldes aplazan la violencia de los vecinos desde la comunidad indgena hacia sus propios cuerpos: personalmente sufren la tortura fsica impuesta por los vecinos, pero defienden la decisin del comn sobre las demandas de salario. Ellos niegan su autoridad de actuar como personas privadas mientras portan sus varas, smbolos de su cargo en la comunidad, y al mismo tiempo asumen la responsabilidad de representar a la comunidad frente al mundo exterior: los vecinos abusivos y el Estado emergente. Don Bruno tambin representa este aplazamiento de la responsabilidad, atrayendo hacia su propia persona la persecucin que los otros hacendados quieren aplicar a "sus" indios, y como resultado termina encarcelado por su apoyo a los indgenas. En la oposicin diametral a esta tctica, la polica y los policas asumen el poder de disciplinar y castigar, pero huyen de la responsabilidad personal de sus acciones. Se podra hablar de dos patrones de aplazamiento del poder, uno "destructivo" y otro "preservador" de la integridad fsica de las personas, el primero representado por la polica y el segundo por los varayok y don Bruno. Esta diferencia est condicionada y agravada por el hecho de que mientras las autoridades indgenas responden a la comunidad con la cual tienen una relacin clara e inmediata, la polica responde al Estado fantasmal y remoto. En otras palabras, la comunidad y el Estado hacen surgir diferentes tipos de la subjetividad poltica. En el caso de la polica vemos una formacin donde el sujeto desaparece en favor de la encarnacin institucional, y donde este sujeto

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en ILS 249

    destituido ni siquiera sabe qu es lo que el poder espera de l. Esta ansiedad est ausente de la gravedad de los varayoh , quienes estn absolutamente seguros del nexo que los une a la comunidad

    indgena. La novela propone que la decisin justa puede nacer slo desde la subjetividad slida de la autoridad indgena, ya que el vaco

    subjetivo de los policas y sus superiores queda fuera del campo conceptual de la justicia.

    Este anlisis nos lleva a concluir que la violencia arbitraria en la sierra peruana es el resultado de un movimiento doble que construye la relacin entre la polica y sus vctimas. El sujeto-polica se construye como un menor o un loco que no responde por sus acciones; el sujeto-indio, desde el punto de vista de este polica, se

    construye como la "pura vida" que puede ser eliminada sin mayores miramientos. Esta doble construccin de formaciones que difcil- mente se podran llamar subjetividades polticas en sentido clsico transforma en problema otro supuesto bsico sobre la relacin entre el Estado, la ley y la violencia. El Estado debe tener el monopolio de la violencia, y la polica como institucin debe ser el instrumento

    que ejecuta este monopolio. La violencia estatal legtima debe ser

    dirigida a evitar mayor violencia y a preservar la ley preexistente. Pero en Todas las sangres , como queda demostrado, nunca vemos esta

    ley que la polica debera preservar. Si la polica no est preservando una ley preexistente como lo debera estar haciendo, entonces est haciendo otra cosa. Est fundando un nuevo orden, el orden del Estado-nacin moderno?

    En el caso de que conceptuacemos la violencia de la polica como la violencia fundacional (Benjamin), podemos explicar la ausencia de legalidad y justicia en las acciones de esta institucin. Estas acciones estn antes-de-la-ley. Si definimos la justicia, siguiendo a Derrida, como actualizacin de la ley pre-existente a travs de una decisin urgente y responsable, entonces la polica no

    podra producir justicia aunque quisiera hacerlo: no existe una ley que re-actualizar y no existe una subjetividad desde la cual se

    pudiera hacer una decisin responsable. Desde el punto de vista del Estado, las acciones de la polica no son ni legales ni ilegales, sino

    que existen en un vaco legal territorialmente delimitado, la

    provincia de San Pedro marcada por el estado de excepcin. Este territorio coincide con el espacio de la sierra donde reina la costumbre que no cuenta como ley desde el punto de vista del

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  • 250 Irina Alexandra Feldman

    Estado, ya que no est escrita. Pero desde el punto de vista de los

    que siguen la costumbre y le otorgan la fuerza de la ley -don Bruno

    y los indios- las acciones de la polica se presentan como criminales, excesivas, injustas.

    La voz narrativa termina valorando las manifestaciones del viejo sistema de justicia basado en la costumbre, como en el caso de la

    justicia comunitaria que castiga a Cisneros. La venganza personal de Bruno es tambin un caso de justicia personal e inmediata, irreductible a la ley positiva. Cuando Bruno mata al hacendado ms cruel de la sierra, don Lucas, la narrativa lo presenta bajo una luz

    majestuosa, como un guerrero pico. La descripcin del estado de nimo que mueve a Bruno a su hazaa est hecha en clave de la metfora del jawar maju , la misma metfora que luego se utiliza para representar el auto-sacrificio de Rendn Willka: "El ro de sangre [...] ya haba arrasado a los que deba arrasar" (Arguedas 441). La voz narrativa dice aqu que este ro, la violencia justa, tena que arrasar a don Lucas: la voz del narrador est expresando su apoyo explcito a la violencia no-mediada ejercida por Bruno.

    Claro est, desde el punto de vista del Estado, Bruno ha cometido un crimen al matar a Lucas sin la mediacin de la ley positiva. Es el mismo tipo de crimen como el que se imputa a los

    paraybambas por haber castigado a Cisneros. Pero, en clara

    oposicin a la lgica del Estado, el texto est consolidando un fuerte bloque subversivo que cuestiona la validez, legalidad y justicia de la ley positiva y su ejercicio. Este bloque subversivo est compuesto por don Bruno, Rendn Willka, y la voz narrativa. La alianza difcil pero efectiva entre Bruno y Rendn halla su culminacin en un hermoso pasaje hacia el final de la novela: "Rendn Willka contemplaba a su patrn como si ese le hubiera entregado en las manos el mundo, triste y con sangre por fuera, llorando poderosamente, y con la salvacin, la gloria, debajo de la cscara sucia. Don Bruno senta casi exactamente la conciencia de Demetrio" (Arguedas 304). El narrador penetra en el pensamiento de los dos personajes y conecta su destino inextricablemente. Consolidando el bloque subversivo, vemos que el narrador da la bienvenida al "ro de sangre" despertado por Bruno y Rendn.

    A manera de conclusin, quiero sugerir una nueva mirada sobre la conexin entre la justicia y la violencia que se lee en Todas las sangres . Muchos crticos han dado importancia a la frmula "que no

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  • Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en TIS 251

    haya rabia" que reaparece obsesivamente en los textos arguedianos. Melissa Moore investiga el significado de la "rabia" en los textos de Arguedas como un concepto que se refiere al malestar social o la rebelin y subraya el hecho de que la resistencia que ofrecen los indios a los abusos del Estado nunca es letal, y casi siempre es meramente discursiva (Moore 199-200). Sin embargo, despus de considerar la cuestin de justicia, ley y violencia en Todas las sangres , llego a la conclusin de que este texto no condena la violencia. Ms bien, se regocija con el castigo de Cisneros; admira el arrojo de don Bruno al matar al abusivo Lucas; y celebra el auto-sacrificio de Rendn Willka porque -aqu subrayo la importante relacin causa/efecto- este acto promete ms violena. El contenido de esta promesa es la rebelin indgena generalizada, prefigurada en la metfora del yaivar mayu que se desborda despus del fusilamiento de Rendn. La rebelin, el ejercicio de la violencia fundacional necesaria, promete la activacin del principio de justicia que se puede ejercitar slo desde una subjetividad slida y responsable como la que manifiestan don Bruno, el hroe Rendn Willka y las otras autoridades indgenas.

    Bibliografa

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    Article Contentsp. [233]p. 234p. 235p. 236p. 237p. 238p. 239p. 240p. 241p. 242p. 243p. 244p. 245p. 246p. 247p. 248p. 249p. 250p. 251

    Issue Table of ContentsRevista de Crtica Literaria Latinoamericana, Vol. 36, No. 72 (2010) pp. 1-532Front MatterSeccin monogrfica: Jos Mara Arguedas: 100 aos de vigenciaPalabras iniciales [pp. 11-13]De todo un poco. Impromptu [pp. 15-18]Parte I: El pensamiento mgico y racional de Jos Mara ArguedasUna mirada a la tesis doctoral de Jos Mara Arguedas [pp. 21-41]La antropologa de J. M. Arguedas: una historia de continuidades y rupturas [pp. 43-60]No hay mensajero de nada: la modernidad andina segn los Zorros de Arguedas [pp. 61-96]Ararankaymanta, un cuento querido de Jos Mara Arguedas [pp. 97-127]Jos Mara Arguedas nos enga: Las ficciones de la etnografa [pp. 129-154]La tradicin de cambio de la cultura andina y la literatura en la visin de J. M. Arguedas [pp. 155-172]Jos Mara Arguedas y el quehacer de la historia en el Per [pp. 173-190]La propuesta lingstica de Arguedas: el escritor y el maestro [pp. 191-202]

    Parte II: El creador ante la nueva crticaEl indio no es un indio: el indigenismo y la narrativa de Arguedas, revisitados [pp. 205-216]La descolonizacin espiritual como prctica multidisciplinaria en la obra de Jos Mara Arguedas [pp. 217-231]Heterogeneidad jurdica y violencia fundacional en "Todas las sangres" [pp. 233-251]"AGON": la imaginacin melodramtica de Jos Mara Arguedas [pp. 253-275]Cohesin y contradiccin: Los excesos narrativos de "Todas las sangres" [pp. 277-298]Arguedas y la crtica en la encrucijada: la mesa del poder o el poder de la mesa sobre "Todas las sangres" [pp. 299-316]"El zorro de arriba y el zorro de abajo" y la nueva forma de novelar [pp. 317-329]Sobre el testimonio en "El zorro de arriba y el zorro de abajo" [pp. 331-340]Diez lneas de fuerza de la crtica arguediana [pp. 341-356]

    ColofnEste cristal aguarda ser sorbido: Jos Mara Arguedas para un nuevo siglo [pp. 359-366]

    Campo de batalla somos: saberes en conflicto y transgresiones barrocas en "El pez de oro" [pp. 369-390]El poeta-investigador y el poeta-enfermo: voces para narrar el horror en la obra de Roberto Bolao [pp. 391-413]El humor negro, la burla de la modernidad y la economa del libro en la narrativa de David Toscana [pp. 415-436]Los usos del discurso proftico en la narrativa de Samuel Rawet [pp. 437-458]Un Caribe seducido por s mismo: consumacin de la nacin en el reflejo [pp. 459-478]NotasLpez Albjar: narrador o juez? [pp. 481-488]Carlos Monsivis y el Bicentenario que Nunca fue [pp. 489-492]

    ReseasReview: untitled [pp. 495-500]Review: untitled [pp. 500-504]Review: untitled [pp. 504-507]Review: untitled [pp. 507-510]Review: untitled [pp. 510-512]Review: untitled [pp. 512-514]Review: untitled [pp. 514-517]Review: untitled [pp. 517-520]Review: untitled [pp. 520-523]Review: untitled [pp. 523-525]Review: untitled [pp. 525-527]

    Libros recibidos durante el 2010 [pp. 528-532]Back Matter