Me llamo Carlota y me gusta muy muchísimo correr bajo la lluvia, atravesar ríos y saltar olas.

Cuando no hay lluvia, ni ríos, ni olas, lo que más me gusta es jugar en la bañera.

Aunque no os creeréis lo que me pasó en una…

Un día me estaba bañando y jugando con la espuma, cuando de repente una gota de agua salió de la bañera. Me miró muy enfadada, parecía a punto de ponerse a hervir como una cacerola antes de echarle los macarrones, y me gritó:

“¡GOTA SE AGOTA NIÑA MALOTA!”

Yo no entendía nada…

“¡GOTA SE AGOTA NIÑA MALOTA!”

Repitió. Y antes de que le pudiera decir que yo no hablaba agüense, hizo “glup”, hizo “chof”, hizo “plof” y nos convirtió en vapor.

Subimos, subimos, subimos, hasta volvernos nube.

Era muy raro ver todo desde tan alto, pero por lo menos empezaba a entender a mi compañera de aventuras:

“HOLA CARLOTA, PERDONA MI ENFADO ¿PERO SABES TODA EL AGUA QUE SE GASTA POR BAÑARSE EN VEZ DE DUCHARSE? ME LLAMO GOTA Y QUIERO LLEVARTE A DESCUBRIR QUE, SI NO CUIDAMOS EL AGUA, LAS GOTAS COMO YO PODEMOS DESAPARECER.”

Y Gota me llevo a ver ríos llenos de papeles…

Mares llenos de plásticos…

Pantanos medio vacíos…

Y países totalmente secos. Allí vivían niños y niñas que tenían que andar horas para llevar agua a sus casas. Tanto tardaban en ir y volver que no podían ir al cole. Además, el agua que cogían de pozos y ríos sucios les hacía enfermar…

Menos mal, que también vimos un grupo de personas vestidas de azul que les ayudaban. Tenían unas pastillas medio mágicas que limpiaba el agua y estaban construyéndoles una fuente en mitad del pueblo. Nos saludaron desde abajo, conocían a Gota y ¡hablaban agüense!

“¡HOLA GOTA CAROTA QUE FLOTA!¡A VER SI LA NUBE EXPLOTA Y CAES SOBRE NUESTRA COCOROTA!”

Gota me explicó que eran personas de UNICEF. Que saben agüense porque son requetesuperespecialistas en que todos los niños tengan acceso a agua limpia.

El viento poco a poco nos volvió a traer a casa. Estaba un poco triste por Gota y sus compañeras. Pero Gota dijo que sonriera. Que el agua es felicidad. Por eso, para que las nubes lluevan, hay que hacerlas reír hasta que se les salten las lágrimas.

Mmmmh… Pues yo sé un chiste, dije animándome: “¿Sabes qué hay que hacer para que un río sonría? ¡Seguirle la corriente!”

La nube se estremeció, tembló, retumbó y se carcajeó. Y yo, me convertí en lluvia cayendo hacia mi casa.

Gota se quedó en la nube y tuve que despedirme de ella:

“Adiós Gota, no volveré a tirar un papel al suelo y mantendré limpia las playas y el campo”

“Y cerrare el grifo mientras me cepillo los dientes y me enjabono las manos”

“Y me ducharé en vez de bañarme”

“Y contaré chistes a las nubes para que llueva…”

Gota se reía desde la nube.

“¡GOTA AMIGOTA DE CARLOTA! ¡VOLVERÉ PARA LLOVER SOBRE TU COCOROTA!”

Se despidió.

Gota y Carlota

@ UNICEF Comité Español