Gladys Acevedo -...
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TRASLASIERRA EN EL TIEMPO.
SIGLO XVIII.
REBELIÓN DEL COMÚN.
Pacto de Los Chañares
28 de Abril de 1774
Gladys Acevedo
Municipalidad de Salsacate
Municipalidad de Nono
Parroquia Ntra. Sra. del Rosario de Salsacate
Grupo Solidario “Compromiso Pochano”
Abril 2018.
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¡¡¡¡Uniendo las voces de Traslasierra!!!!
27, 28 y 29 de Abril de 2018
MUNICIPALIDAD DE NONO
Intendente Mariano Ceballos
Coordinador de Cultura
Javier Castellano
Sub-Secretario de Hacienda Juan Negretti
MUNICIPALIDAD DE SALSACATE
Intendente José Figueroa
Presidenta Concejo Deliberante
Emilse Castro
PARROQUIA NUESTRA SRA. DEL ROSARIO
SALSACATE.
Cura Párroco Presbítero Enrique Dominguez.
COLABORADORES
Juan Danna Artista Plástico—Las Calles
Corina Miguel
Artista Plástica y Astróloga—Las Calles
Juan Vilasegura Ceramista—Nono
Rubén Vega
Herrero—Salsacate
Gladys Acevedo Escritora—Salsacate
GRUPO SOLIDARIO “COMPROMISO POCHANO”
Román Calderón
Melisa Oviedo Roger Calderón Adriana Cuello Carlos Quiroga Nenina Recalde
Cintia Vega Ana María Cuello Lorena Calderón
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Revolución del común.
Acrílico de Juan Danna.
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Carta astral del Levantamiento a voz del común. 1774—2018
Acrílico de Corina Miguel
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PRESENTACIÓN
Transitamos la segunda década del siglo XXI, durante la cual un hecho histórico de la
región ha cobrado relevancia promovida por los amantes de la historia: Isabel Lagger, con
su novela histórica “Territorio de Conquistas”, con el trabajo meticuloso de la Dra. Ana Inés
Punta “Levantamientos a voz del común en Traslasierra e Ischilín. Córdoba, 1774-1775”, el
Grupo Solidario “Compromiso Pochano” con la inspiración propia de los jóvenes que valo-
ran y reconocen la importancia de sus antepasados en la construcción de la memoria colec-
tiva, el Dr. Raúl Irigoyen con su sapiencia y preocupación por la historia, con la Lic. Raquel
Maggi colaboradora incondicional desde los archivos y sus conocimientos, con Eugenio
Calderón desde la perspectiva de los descendientes del Común y de quien les habla Gladys
Acevedo, apasionada por la búsqueda de las raíces de nuestro pueblo pochano.
Pero el vuelo de este hacer no se detuvo, pues al finalizar 2017, la rueda del destino me
llevó a la hermosa localidad de Nono. Allí, después de una amena charla sobre el tema junto
a Román Calderón y Sergio Bogostian, los eslabones que faltaban tomaron fuerza con Ja-
vier Castellano, Coordinador de la Cultura, Juan Negretti Sub-Secretario de Hacienda y por
supuesto el Intendente de la Municipalidad de Nono Sr. Mariano Ceballos, sumándose a la
rueda Emilse Castro Presidente del Concejo Deliberante de la Municipalidad de Salsacate.
Con el transcurrir de los días, fue posible visualizar una nueva articulación entre comuni-
dades transerranas, al igual que hace 244 años, el proyecto nacido de un puñado de jóvenes
Grupo Solidario Compromiso Pochano, se manifestó con toda la fuerza. Fue el instante en
que comenzaron a movilizarse los resortes indispensables para retroalimentar ese hecho his-
tórico basado en hacer escuchar la voz de un pueblo.
Hoy, abril de 2018, la red de interrelaciones es un hecho, sumando a toda persona que
desee integrarse apuntando a rescatar la Memoria colectiva de un pueblo que tiene su histo-
ria aún atrapada en el desconocimiento de los hechos.
Ese puñado de jóvenes, de trabajo silencioso y solitario, hoy brilla con la participación de
artistas como Juan Danna, José Vilasegura, Corina Miguel; la presencia fundamental del
Cura Párroco Presbítero Enrique Dominguez con el apoyo del Obispo de la Diócesis de
Cruz del Eje Ricardo Araya, y tantos otros que hacen de este presente lo que seguramente
pretendieron los valientes transerranos de aquel 1774.
Por todo esto y deseando sumarlos en la cruzada del recate de la Memoria, desarrollaré
los hechos tomando como referencia un trabajo completísimo de la Dra. Ana Inés Punta,
con el fin de conocer el protagonismo de un grupo de hombres y mujeres que pusieron su
vida y la de su pueblo por encima del egoísmo y la manipulación, con la firme decisión de
proclamar sus derechos ante las injusticias que día a día sufrían.
Mi agradecimiento a todos los que apoyan constantemente esta idea, la de reconstruir en-
tre todos la Memoria de nuestro pueblo.
Gladys Acevedo
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1774
El 28 de Abril de 1774, bajo el ramaje de algarrobos, espinillos y chañares, cabalgaban
los valientes moradores del Curato de Traslasierra llevando la esperanza como bandera. El
lugar de reunión, Villa de Pocho, exactamente en un lugar llamado Los Chañares, hoy perdi-
do en la memoria de los pobladores.
El galope rítmico de las cabalgaduras y el corazón ansioso de los bravos serranos, deja-
ban sus huellas sobre la pampa, mientras sus ponchos ondulaban al viento. Los ranchos, que
a su paso desfilaban silenciosos y expectantes, se cubrían con el polvo.
El sol, descubriendo su luz entre nubarrones que sesgaban el cielo azul, destellaba en las
pupilas de hombres bravos y firmes en sus convicciones. Sabían que había llegado la hora de
enfrentar la lucha por sus derechos y su dignidad. Sabían de los riesgos, de los miedos, de la
opresión que había provocado el estallido con el desborde de la rebeldía.
Las piedras incrustadas en el sendero devoraban los minutos, mientras los cascos de los
caballos perforaban la tierra, su espacio, su lugar. Las gargantas , ahogaban gritos reprimidos
desde hacía tiempo.
Se acercaba el momento, su meta aparecía como un hecho concreto. Se reunirían por
fin, para establecer las condiciones que habían propuesto a los representantes del Cabildo.
Ordoñez, el Maestre de Campo, los esperaba para firmar ante la presencia de dos testi-
gos, lo que se llamó “Pacto de Los Chañares”.
Veinticinco días atrás, la situación se había tornado irreversible. Los hechos se fueron
encadenando: primero, el descontento por el reemplazo del cura Simón Tadeo Funes y la ne-
gativa de la feligresía de aceptar a su reemplazante; luego la resistencia de los milicianos
quienes sabían que terminarían con el traslado compulsivo hacia la frontera sur; y por último,
la negativa a realizar las guardias en dicha frontera en las peores condiciones imaginables y
sin pago de salarios. Todo esto hizo que a comienzos de 1774 los moradores del Curato de
Traslasierra se reunieran en juntas, y se conformaran en lo que se llamó la voz de “El Co-
mún”. De este modo, con objetivos claros presionaron en forma organizada y con las armas
en la mano para obtener sus reivindicaciones.
Pero cuál era la situación que reinaba en ese entonces? Qué fue lo que dio lugar a esta
rebelión oculta en el tiempo?
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¿Qué pasó?
En 1774, en el Curato de Traslasierra, un grupo de criollos se levantó en armas contra las
autoridades virreinales locales, para hacer escuchar su voz, ya que el sometimiento, el abuso y
las frecuentes represalias habían llegado a un punto tal que decidieron arremeter contra el des-
potismo encarnado tanto en el Maestre de Campo como en el Juez Pedáneo.
Esta rebelión tuvo sus consecuencias, preocupando principalmente al Cabildo de Córdoba,
quien ante la inesperada manifestación de rebeldía de los transerranos ,envió al Maestre de
Campo Juan Tiburcio de Ordóñez, en calidad de mediador y ejecutor de medidas necesarias
para revertir la situación.
En esta instancia, después de intentos de diálogos, se acordó firmar un pacto entre las par-
tes, el que se concretó el 28 de Abril de 1774, en Villa de Pocho. El desenlace de los hechos lo
veremos en el transcurso del trabajo.
¿Cuáles fueron las condiciones que permitieron esta rebelión?
Debemos considerar que en 1774 el Curato de Traslasierra, (hoy departamentos Pocho, Mi-
nas, San Alberto y San Javier) pertenecía al Virreinato del Perú.
En regla general podemos definir esta época como una etapa de manifiesta corrupción, pre-
dominando el nepotismo en los aspectos: políticos, religiosos, militares y comerciales. Esto fa-
voreció en todo sentido a las familias más poderosas, tanto de la ciudad como en la campaña,
quienes, además de obtener suculentos reembolsos por los negocios que realizaban, se ubica-
ron en los cargos más representativos estableciendo alianzas familiares, políticas y comerciales
a través del matrimonio.
Fue una época en la que gran número de comerciantes, en su mayoría peninsulares, llegados
Cuando nos enfrentamos a un hecho del cual no tenemos conocimiento, inmediata-
mente afloran las preguntas: Qué pasó?, Dónde? Quiénes? por qué?, interrogantes cu-
yas respuestas comenzarán a tejer una red de conocimientos hasta completar lo que en
un principio estaba oculto.
Este es el caso de la “Revolución del Común” o también llamado “Levantamiento a
voz del común”.
Para tener una idea sobre el hecho, me permito responder a posibles interrogantes
que tal vez usted, amigo lector, se plantea en este momento.
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desde el Perú, adquirieron extensas propiedades estableciendo estancias para continuar con
sus negocios. En cada lugar, ejercieron el dominio absoluto sobre los moradores con todas las
fuerzas. El Curato de Traslasierra no estuvo exento de estas características.
Desde lo político-administrativo, Córdoba y su jur isdicción, formaban par te de la go-
bernación de Tucumán, residiendo el gobernador en Salta. En Córdoba solo había un teniente
de gobernador, la Real Hacienda de Córdoba rendía cuentas a las Cajas de Jujuy y en lo judi-
cial dependía de la Audiencia de La Plata. El poder político estaba en manos del Cabildo y las
camarillas locales, generándose fricciones y enfrentamientos. En lo referido al Curato de Tras-
lasierra el poder estaba en manos del Maestre de Campo y del Juez Pedáneo.
Si a esta situación organizativa le sumamos una región con características geográficas muy
particulares, principalmente por la elevación del cordón montañoso de las Altas Cumbres, po-
demos determinar que la misma se encontraba relativamente aislada de la cabecera de la juris-
dicción dejando en libertad de acción a las autoridades locales.
La densidad poblacional en este Curato era muy importante, probablemente la más numero-
sa de la jurisdicción.
Sonia Tell en su trabajo Córdoba Rural. Sociedad campesina (1750—1850) se refiere a
Traslasierra:
En esa época la principal actividad económica de la región era el comercio de mulas con el
norte altoperuano y con activa relación económica con el puerto de Buenos Aires. Además la
producción textil realizada por las mujeres campesinas estaba en pleno auge: ponchos, mantas
y demás neceseres tejidos en telar. La venta de cueros de cabra y ganado vacuno.
Desde lo religioso, la expulsión de los jesuitas en 1767, fue motivo de polarización en la so-
ciedad cordobesa, determinando marcadas diferencias en la Iglesia, a tal punto que Córdoba,
como capital del obispado, tenía dos curas en la catedral, con las cinco dignidades del Cabildo
eclesiástico y dos seminarios: el de la Virgen de Loreto y el de Nuestra Sra. De Montserrat, el
primero con un eclesiástico secular y el segundo en manos de los jesuitas hasta su expulsión.
“… La concentración de la población en la zona serrana se vincula no sólo en al hecho
de constituir el área de antigua colonización sino también, como ya lo señalamos, a su im-
portancia económica en el período colonial, debido a las ventajas que ofrecía para el desa-
rrollo de la actividad ganadera. Además, los valles serranos brindaban un refugio natural
a la población de las zonas abiertas; de hecho los documentos refieren un desplazamiento
importante de la población de la frontera oriental hacia los núcleos serranos entre 1727 y
1744 como consecuencia de los ataque de “mocovíes”, “abipones” y otras naciones del
Chaco. … “
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La jurisdicción contaba con trece Curatos hasta 1810. Uno de ellos: Traslasierra tenía como
parroquia a Villa de Pocho, incluyendo la misma las Capillas en Salsacate, Las Palmas, Ninal-
quín, Ambul, Sancala, Guasapampa.
La función de los sacerdotes además de evangelizar era registrar bautismos, defunciones y
matrimonios lo que de alguna manera les pudo haber permitido influir sobre la vida de la
“feligresía”.
Los conflictos internos en la iglesia se acentuaban generándose de este modo divisiones en-
tre los partidarios y los contrarios a los jesuitas. Aquí podemos dar respuesta al primer conflicto
surgido en Pocho: el rechazo al nombramiento del cura encargado de la parroquia de Pocho.
Realidad militar.
No sólo la Iglesia estaba inmersa en conflictos, la Milicia y el Estado colonial entraron en
crisis por:
a) los métodos de reclutamiento y promoción militar implementados;
b) la intensidad de las prácticas nepóticas;
c) la corrupción reinante en la composición de las listas de revista, las dispensas o licencias
para ausentarse del servicio, y en la provisión de vituallas y bastimentos;
d) la cuantía y tipo de paga de que eran objeto sus miembros.
En nuestro caso, el Maestre de Campo actuaba con poder e impunidad imponiendo a los ve-
cinos, la tarea de defensa en forma compulsiva y sin pagos; para ello se efectuaba el recluta-
miento forzoso con destino a la frontera donde permanecían en las peores condiciones.
Ante la embestida de los pueblos aborígenes del sur se crearon regimientos milicianos en va-
rios puntos de la jurisdicción de Córdoba: Córdoba ciudad, Del Tío, Del Sauce y Traslasierra.
Las fronteras eran defendidas por los vecinos como milicianos y con escasos recursos. Eran
reclutados compulsivamente por las autoridades locales, en este caso el Maestre de Campo. Sin
miramientos trasladaban familias enteras hacia los fuertes, llamados presidios, sin “ración y sin
sueldo”. Se aplicó una abusiva política de control de la población con traslados forzosos a la
frontera sur.
La actitud despótica y abusiva del Maestre de Campo junto a la complicidad del Juez Pedá-
neo, fue creando el terreno propicio para desencadenar la reacción de los transerranos.
El Maestre de Campo en esencia era un rango militar con mucho poder y autoridad. Era
quien determinaba las levas y traslado de los milicianos según su las necesidades, pero además
utilizó su poder como instrumento de represión y extorsión hacia los moradores. Mientras que
el Juez Pedáneo debía procurar la tranquilidad del partido en todos los aspectos y desterrar los
abusos que producían las malas conductas, práctica teñida de un despotismo tal que quebrantó
el espíritu de los vecinos, quienes en definitiva eran sus siervos.
Si bien estas dos funciones estaban definidas legítimamente, en el caso que tratamos, ambos
cumplieron sus funciones con despotismo, abusos y medidas represivas.
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Los impuestos.
Si hoy renegamos sobre el pago de los impuestos, en antaño la situación no era diferente. La
recaudación se realizaba para luego distribuirla, según el caso, un porcentaje para la corona y el
resto se repartía entre las diversas instituciones de la colonia.
Regían entre otros el Estanco de tabaco, la Sisa y la Alcabala
Hemos dado un pequeño pantallazo sobre el contexto donde los transerranos día a día hacían
sus vidas. El temor, la angustia y el persistente cansancio al estar permanentemente doblegados
a la voluntad de quienes, con total impunidad, los utilizaban para su propio beneficio.
El trabajo de sol a sol, los castigos, los desenfrenos para con las mujeres y las carencias bajo
el yugo de las autoridades, seguramente fueron acrecentando los deseos de buscar soluciones a
corto plazo. Las voces del Maestre de Campo y el Juez Pedáneo eran la ley, sin contemplacio-
nes, sin mesuras, sólo el abuso en todas sus manifestaciones.
Tanta presión, que involucraba a sus familias, determinó que se reunieran en las llamadas
“juntas”. Poco a poco, se fueron sumando desde los distintos puntos del Curato: Ambul, Pocho,
Las Tapias, Río de los Sauces, Santa Rosa, Los Cerros, San Lorenzo, La Tablada, Panaholma,
Las Palmas, Nono, San Javier y otros. Según la documentación llegaron a sumar entre 200 y
300 hombres.
La situación se agravaba y los ánimos se encendían. Recados, cartas, mensajes y todo tipo de
contactos se esparcieron a lo largo y ancho del Curato de Traslasierra. Las mujeres desde su la-
bor silenciosa fueron tejiendo redes entre los vecinos; mientras, los hombres pusieron manos a
la obra mediante contactos que llegaron hasta San Luis. Poco a poco, las “juntas” fueron nu-
cleando a los moradores de los cerros y del valle, superando las dificultades de la geografía se-
rrana y las largas distancias.
Se autodenominaron como “la voz del común”, es decir que las decisiones que tomaran era a
una sola voz, sin nombre alguno. Todos, campesinos, artesanos, y algunos hacendados compar-
tían una cultura y experiencias de vida comunes: ir periódicamente a la frontera como milicia-
nos, sufrir los traslados y arbitrariedades de funcionarios como Isasa o Tordesillas, quienes ac-
tuaron con el mayor despotismo que se pueda imaginar.
Estanco del Tabaco. Disposición y sistema comercial establecidos por el régimen colonial
español para monopolizar el comercio del tabaco, fijando los precios a su arbitrio,
La alcabala fue el impuesto más importante del Antiguo Régimen que gravaba el comercio y
era el que más ingresos producía a la hacienda real, pues aunque el diezmo era aún más impor-
tante, su perceptor principal era la Iglesia, con participación del rey.
Sisa (impuesto) Sisa es un tipo de tributo que se paga por razón de las cosas vendidas o man-
tenimientos que constan de peso y medida. ... El término sisas es originario de Aragón, y se ex-
tendió a Castilla.
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PRIMER CONFLICTO
El comienzo del conflicto, tiene varias aristas. A comienzos del mes de marzo se produjeron
los primeros incidentes.
Por un lado uno de los testigos alega que rechazaron al cura Bernavé Moreno “….porque los
había tratado mal de palabra…” aclarando que el Maestre de Campo Isasa no había tenido
nada que ver con el asunto, ya que se encontraba en ese momento en su potrero del Salado, y
que, por el contrario,”…los había prevenido para que se desparramasen …”
Por otro lado, el Capitán Pedro Zenteno, argumenta que los vecinos de las Palmas, en Trasla-
sierra, no aceptaron a Bernabé Moreno como cura interino hasta tanto llegara el propietario,
Alberto Guerrero, quien venía a reemplazar a Simón Tadeo Funes, que era el anterior.
La tercera versión aportada por el Maestre de Campo, Don Tiburcio de Ordoñez fue “…era
público y notorio…” que el comienzo de los conflictos se había dado cuando los “feligreses”
habían resistido el nombramiento del cura Guerrero; que no sólo éstos habían impedido a Don
Simón Tadeo Funes que saliera del Partido sino que “… por órdenes de sus superiores…” ha-
bían venido a la ciudad “…”… y lo regresaron al expresado valle con cuio motivo comenzaron
a apellidarse común…” Si bien Funes había frustrado sus propósitos porque se les había esca-
pado y vuelto a Córdoba, el descon-
tento había continuado ya que se
habían resistido y entonces “…
prendieron y con escolta de gente
armada expulsaron a los que fueron
remitidos en nombre del menciona-
do Guerrero…”.
Pero … cómo comenzó todo?
Para responder tomaré como referencia la investigación realizada por la Dra. Ana
Inés Punta quien pudo reconstruir los hechos a partir de un sinnúmero de expedientes
judiciales.
Capilla de Pocho y su grey gauchesca. Óleo de Isabel Lagger.
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SEGUNDO CONFLICTO
Analizando el trabajo de la Dra. Punta comprobamos que los incidentes se dieron en el mes
de abril de 1774.
Los milicianos habían sido informados, a través de una “carta anónima” recibida desde Cór-
doba, que iban a ser desterrados y sin cabalgaduras al fortín de Las Tunas; y que Tordesillas,
alcalde de la Hermandad, les llevaría también a sus familias.
Esta información fue el elemento desencadenante para organizarse y esperar el momento
oportuno. Así fue que cuando el Maestre de Campo Isasa convocó a su gente en la Laguna de
Pocho con el objetivo de partir desde allí a “correr la frontera”, los milicianos convocados die-
ron el primer paso.
Al llegar la patrulla de la Compañía del Capitán Mariano Mercado, formada por unos doce
hombres, uno de ellos a quien le llamaban “Piquillín”, se acercó lo suficiente y de un salto so-
bre la grupa del caballo de Isasa, lo derribó quitándole las armas. La sorpresa debe haber sido
grande porque terminaron apresando no solo a Isasa sino a dos de sus capitanes. Inmediatamen-
te, a los tres, amarrados y custodiados por el resto del grupo los llevaron al paraje de la Punta
de Agua, aparentemente con la intención de trasladarlos a San Luis de la Punta.
Según los testimonios, afirma Punta, el Coronel Cipriano de Lara (o Hara) había sido el ca-
becilla de la contienda acompañados de “… uno de Santa Rosa, a Lucas de los Cerros, a Jo-
seph Cuello, a un fulano Burgos de San Lorenzo, un tal Bruno (Hurtado) de La Tablada …”
Ignacio Gómez de Los Cerros , Pedro García, y otros cuyos nombre se ignora.
Aparentemente Lara había enviado chasque a la compañía del capitán Centeno, “…a quien
le habían quitado el bastón de mando…”. El bastón de mando era un elemento muy significati-
vo, ya que simbolizaba la autoridad de los comandantes y habérselo quitado marcaba una
afrenta muy grande. Ante esta situación treinta hombres de esa compañía junto a los vecinos de
Las Tapias y del Río de los Sauces se sumaron a la revuelta.
Es oportuno mencionar que según el Empadronamiento de 1778, la población del Partido de
Traslasierra ascendía a 2967 habitantes, distribuida en 109 lugares, con un promedio de 300
habitantes cada uno, menos en Río de los Sauces, donde se contabilizaron unos 800.
Ya la chispa se había encendido. Las cartas estaban echadas.
Presos Isasa y sus comandantes, Lara continuó con los planes que se habían trazado. El 8 de
abril envió una carta a San Luis de la Punta solicitando a las autoridades que le enviaran un cu-
ra y que “… este valle fuera de esa jurisdicción…” Debemos recordar que las provincias cuya-
nas en esa época dependían de la Capitanía General de Chile, otro de los persistentes proble-
mas en cuanto a la propiedad de las tierras.
Según parece Lara recibió una respuesta favorable con la promesa de que serían amparados
y que les darían tierras. Los puntanos enviaron la solicitud a Santiago de Chile siendo aprobado
el pedido.
Mientras tanto Lara había nombrado a Mateo Cejas como procurador del común, a Ignacio
Gómez como su ayudante y como patrulleros a Joseph Cuello y Leandro Valla.
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Pero todo plan tiene a veces sus dificultades. A los cuatro días de ser apresado Isasa logra es-
caparse, y Lara decide viajar hasta San Luis. Nombra en su lugar a Basilio Quevedo quedando
a la cabeza del común.
Hasta el momento: “… habían apresado a un Maestre de Campo, se habían arrogado el de-
recho de nombrar sus propias autoridades militares destituyendo a las legítimas y apropiándo-
se de sus símbolos de poder, y se habían negado a cumplir las órdenes de ir a las frontera…”
El panorama de Traslasierra era por demás turbulento. En pocos días el accionar organizado
y planificado había dado sus frutos. Todos a voz del común habían mostrado con las armas y
voluntad férrea que juntos lucharían por los que consideraban sus derechos.
La ciudad de Córdoba reacciona.
Los primeros incidentes no tuvieron repercusión en la ciudad de Córdoba; pero cuando se
enteran que Isasa había sido apresado, las autoridades reaccionan.
Esteban de Isasa, hermano del Maestre de Campo, envió a la ciudad de Córdoba una carta
denunciando que los “milicianos” habían tomado prisionero a su hermano. Inmediatamente la
situación quedó bajo jurisdicción militar tomando el caso el coronel Joseeph Martínez. El 10 de
abril se reunieron en Junta de Guerra el Maestre de Campo de la Plaza Don Juan Tiburcio de
Ordónez, un teniente coronel, dos sargentos mayores, un capitán, tres tenientes y un alférez pa-
ra tratar la situación.
Durante la reunión Ordoñez argumentó su posición sobre los delitos cometidos desde varios
aspectos. Con respecto al primer conflicto lo encausó hacia las autoridades religiosas, ya que al
no recibir a los curas los sublevados “… se habrían apartado de la subordinación que debían a
la Santa Madre Iglesia …”; y por haber apresado y expulsado a los sacerdotes “… ocurrieron
en la excomunión del común…” .
Por el otro hecho, su criterio se basó en que “… estando levados corrompen la subordina-
ción y violan el respeto que deben profesar a sus oficiales superiores…” razón por la cual de-
bía ser considerado un alzamiento y un motín, causa privativa del Gobernador de Armas, evi-
tando la injerencia del Cabildo.
El vicario general del Obispado estuvo de acuerdo con lo resuelto, y
dispuso que fuera un cura como comisionado “…para comunicarles
la absolución a los contritos (de Traslasierra) que la pidiesen …”.
Mientras en el Cabildo después de algunas protestas terminaron di-
ciendo que querían que volviera “…la paz y la tranquilidad…”
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Resueltas las medidas a tomar, el Alcalde Díaz designó a Don Juan Tiburcio de Ordoñez,
Maestre de Campo, quien con una compañía de soldados partieron a los cuatro días hacia Tras-
lasierra .
El 14 de abril de 1774 partió Ordoñez junto con 47 soldados, un capitán, cuatro sargentos y
un cabo hacia Traslasierra.
No hay detalles sobre el viaje atravesando las Altas Cumbres, todo podemos imaginarnos.
Ascendiendo por caminos de herradura, con un paisaje que iba cambiando a medida que trepa-
ban. Rocas inmensas reflejando los rayos del sol, quizás envueltos por el viento o desorienta-
dos al encontrarse con la neblina.
“… procurando ante todas las cosas tranquilizar sus ánimos…”, que hi-
cieran todo lo que le dictara su prudencia porque “…podría ser de inconve-
niencia castigar a los que habían fomentado la rebelión …”, pero que viera
quienes eran “… los principales motores…” que se habían “…atrevido a ho-
llar y corromper la subordinación y obediencia que deben a sus superiores co-
mo que es la vasa fundamental en que estriva el buen gobierno y la paz publica
(…) pues no puede conceptuarse desente que en semejantes actos se deje triun-
far el despotismo y quede ultrajado el nombre de su Majestad …”
Capilla de Villa de Pocho.
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Traslasierra
Nueve días después, exactamente el 23 de abril, llegaron al paraje La Ciénaga. Desde allí Or-
doñez envió un auto a los “…apellidados el común …” solicitándoles que volvieran a la tran-
quilidad y aclarando que “…mientras estuvieran subordinados serían oídos…”
Ya sobre el territorio de conflicto Ordoñez comenzó su tarea. Durante cuatro días estableció
contactos a través de cartas y esquelas; por un lado con el juez pedáneo Tordesilla y el cura Ro-
dríguez; y por el otro con Basilio Quevedo.
Punta expresa:
La respuesta de Ordoñez no se hizo esperar. Ese mismo día le contestó comunicándo-
les que estaba conforme con que hubieran aceptado a los dos curas “… como buenos vasa-
llos del rey …”, pero recordándoles que la situación estaba perjudicando a la sisa por los gastos
y que “… aunque el contenido de la (carta) suya me obliga ya a tratarlos como hijos me es
preciso al mismo tiempo hacer respetar las órdenes que les he conferido en nombre del rey…” .
Por otro lado, el cura Rodríguez, mediante una nota le avisó a Ordoñez que fuera sin temor a
encontrarse con la gente, “… con pocos o ningún soldado…” ya que los del común le habían
prometido que no harían nada en su contra. Además, le comentaba sobre la situación de des-
contento que sufrían los sublevados, solicitándole a su vez que los liberara del pago de sisa, el
estanco del tabaco y otras alcabalas. Ordoñez fue contundente al responderle que “…no era de-
cente..” que los súbditos pidieran condiciones.
Al día siguiente, Ordoñez recibió dos cartas: una de Tordesillas y otra del cura. El primero le
informaba que una partida de cuatro o cinco hombres, encabezada por Pedro Valla, lo habían
interceptado en la cañada de la Pampa de Pocho, llevándolo preso a la capilla de Pocho, y que
él les había prometido que iba a convencer a Ordoñez para que aceptara las peticiones del co-
mún, porque de lo contrario él era hombre muerto.
… en el expediente se adjunta el original de una nota, muy prolijamente escrita y
enviada por “el común” el día 24 desde Pocho, en la que reconocían como Alcalde
Ordinario de la Santa Hermandad y Maestre de Campo a Don Juan Tiburcio de
Ordoñez. En ella le “suplicaban” que se dejara ver en el Bañado de Ambul, “…
por la buena comodidad que hay …”, agregando que estaban prontos para oírle
cuanto ordenara “… sin armas y sin intención mala, que es nuestro deseo comu-
nicarle muchas cosas inconvenientes a este común …”. Agregaban que estaban
dispuestos a “… aceptar con afecto …” al cura Guerrero y lo citaban a Ordoñez
para dos días más tarde, firmando el escrito como “…el común, rendidisimos súb-
ditos…” La nota finalizaba con un agregado: “… si a ud. no le parece lugar con-
ducente por no haber decencia de casa para su persona sea en esta de Pocho, y de
todo esto esperamos respuesta…”
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La carta del cura Rodríguez le relataba que esa mañana habían apresado a Tordesillas y al al-
calde Juan Tomás Olmedo, y que a él lo habían buscado a la salida de misa para que fuera a con-
fesar a Tordesillas. Cuando llegó “… tratando de apaciguar el tumulto …” se encontró con gente
armada, en dos filas y a Tordesillas “… puesto en suplicio ya para quitarle la vida…” A pesar
del panorama que describía el cura, le reiteraba que fuera sin ningún temor.
Poco después, recibió una tercera carta. Se trataba de un pedido del común expresando que sus
pretensiones estaban dirigidas “… al bien publico de este valle …” reiterando que Isasa y Torde-
sillas salieran del valle, agregando que gracias a la intervención del cura no habían “…hecho
con Tordesillas lo que el común pedía…”.
Nos podríamos preguntar qué llevó al común a tomar semejante actitud para con el juez pedá-
neo. Un ejemplo sobre la actitud de Tordesillas nos puede dar una idea de la situación en la que
vivían:
La Dra. Puntas durante el análisis de los expedientes estudiados, destaca que el lenguaje
cuidadoso y el respeto no cambiaron en ningún momento, pero sin abandonar el tono amenazan-
te, expresaban que la gente del Valle de Traslasierra estaba dispuesta a todo si no se les otorgaba
lo que pedían.
Firma del tratado o pacto
Como los hechos se aceleraban, Ordoñez, que se hospedaba en la casa de Isasa, pidió al co-
mún que se reunieran en Chañares, sin armas “…para tratar estos asuntos…”
El 28 de abril el común presentó su petitorio en ocho puntos:
1) que Isasa y Tordesillas fueran quitados de sus cargos y expulsados del valle en el plazo de
un mes junto a sus familias y bienes. Ordoñez acordó con esto, pero extendió el plazo a Isasa por
tres meses.
2) “… no ha de gobernar este valle ningún hombre europeo…” También Ordoñez acordó en
este punto pero agregando “…sin perjuicio de las facultades del Cabildo…” relativizando el al-
cance de lo solicitado.
3) “…no combiene que haiga maestre de campo en este valle…” lo que fue aceptado pero
agregando Ordoñez “… sin que se entienda contravenir a las disposiciones de los gobernadores
de esta provincia…”, obviamente limitando el alcance del pedido.
4) que Basilio Quevedo fuera el Sargento Mayor nombrando a los capitanes y con las atribu-
En agosto de 1773, en el Paraje de Las Tapias, el juez pedáneo Don Santos Urquijo,
había muerto acuchillado por Francisco Borja Salina. Tordesillas había actuado en el
proceso y su discrecionalidad fue evidente, ya que antes de que transcurriera un mes y
sin tener confirmación de la Audiencia, el matador, un joven de diecinueve años preso
en la cárcel de Córdoba, había sido ahorcado y su mano derecha “…puesta en el ca-
mino real, en una escarpia, por el término de seis meses.”
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ciones de “… quitar y poner otros al gusto de su gente…”. Fue otorgado pero con un agregado:
Quevedo debería presentarle la lista de los designados para que “… por el gobierno de Armas
si conviniese, se le despachen los títulos…”
5) que los capitanes puedan nombrar a sus colaboradores, es decir “… pudieran entender en
lo civil cada uno entre su gente, y que ningún juez pueda entrar sin pedir auxilio a los capita-
nes o jefes de su compañía”… y que “… haciéndolo se lo darían…” . Aquí Ordoñez alegó no
tener facultades para otorgar el pedido pero ante la situación buscó una solución transitoria
6) que se les entregasen las armas que fueran pagadas en su momento al maestre de campo
Isasa, recibiendo este el importe de las mismas en plata y caballos. Ordoñez aceptó pero con la
condición de entregárselos una vez que “… se hubiera sosegado el común se retire cada qual a
su casa…”
7) que el Sargento Mayor Moreno (traidor del movimiento) no tuviera cargo alguno;
8) que no se culpe a ninguna persona individualmente sino al común por las molestias que
puedan haber causado. Ordóñez les otorgó el perdón general.
Capilla de Pocho. Óleo de Isabel Lagger.
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Al finalizar la reunión, Ordoñez firmó el petitorio con los agregados como Maestre de Cam-
po junto a dos testigos. Una vez visto lo que se les concedía, los del común “…se dieron por
satisfechos y rindiendo las armas prorrumpieron en vivas al rey afirmando estar dispuestos y
rendidos y obedientes a cuanto se les mandase…” . Alrededor de las cuatro de la tarde se retira-
ron a sus casas.
Ordoñez inmediatamente envió un informe detallado de lo acontecido; mientras en el Cabil-
do resolvieron no innovar procediendo a dar detalles al gobernador de la provincia.
Acciones posteriores
Ordoñez permaneció en Traslasierra hasta mediados de julio. Su objetivo fue obtener infor-
mación entre los vecinos y participantes de las “juntas a través de sumarias. Esta actitud evi-
denció la intención de no cumplir con lo pactado.
Nuevamente los ánimos comenzaron a exaltarse.
En primer lugar el capitán Luis Romero, como lo había dispuesto Ordoñez según el tratado,
había partido hacia la frontera del Sauce; pero Cipriano Hurtado de Lara que se encontraba en
la Punta le ordenó que regresara. Basilio Quevedo enterado de la insubordinación a través de su
hermano Manuel, intenta persuadir a Romero y a su gente pero sin éxitos.
Por otro lado, los vecinos de Las Palmas, Sauce y Tablada no querían seguir “la voz del co-
mún”, ya que se ajustaban según el acuerdo firmado con Ordoñez, pero además por las amena-
zas con pena de muerte para quien no las cumpliera.
Estas y otras diferencias comenzaron a resquebrajar la situación, mientras Ordoñez continua-
ba realizando las sumarias, una manera de ir recabando información.
El Gobernador de Armas Benito de Acosta, decidió participar directamente viajando a Tras-
lasierra, con la intención de demostrar que lo acordado con el común en Los Chañares no se ha-
bía cumplido y fundamentalmente que Quevedo se había excedido en sus funciones.
Expresa en su trabajo la Dra. Puntas:
“Acosta incorporó así al expediente judicial una esquela del 30 de mayo, firma-
da y rubricada por Don Pedro Guerra y enviada desde la Ciénaga de Salsacate, en
la que convocaba a la gente de la Higuera, los Pozos, Guaico Venturoso, Piedras
Blancas, los Cerritos y las Totoras para que se reunieran con sus armas y caballos
en la Laguna del Potrero del Coro. La nota agregaba que se los penaría con una
pena de diez pesos a los que no obedeciesen: “… mitad para la cámara de Su Ma-
gestad para gastos de este Ilustre común…”.
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Esta convocatoria que respetaba los formulismos legales pero demostraba que se estaban
reuniendo, fue utilizada por Acosta para demostrar que el común no estaba respetando el acuer-
do. Era el elemento que necesitaba para justificar las acciones.
Su actitud fue firme y tenaz expresando: “…reincidencia de los milicianos (…) que han co-
rrompido la paz publica y las condiciones baxo las cuales se les otorgó el perdón general …”,
“…los encargados de la tierra…” es decir ellos, debían proceder a la pacificación de esa “…
escandalosa sedición…”
Inmediatamente puso en conocimiento de los hechos al Alcalde Arrascaeta y a los “…
oficiales mayores que se tuviera por conveniente…”; pero eso no fue todo, sino que agregó al
expediente judicial: la carta original que Don Rafael Miguel de Vilches, Justicia Mayor de San
Luis de Loyola, había escrito a los “sublevados” y una copia del “tratado” celebrado con la
gente de Traslasierra.
Habiendo el Cabildo acordado “no innovar” Acosta regresó a mediados del mes de julio a
Traslasierra con el propósito de comenzar las tratativas con Basilio Quevedo. Era notorio que
el ambiente seguía exaltado y que el común continuaba respondiendo a las órdenes del Sargen-
to Mayor Quevedo quien no se doblegaba a Acosta.
Fue esta situación sumada a todos los elementos que ya había reunido lo que llevó al Gober-
nador de Armas a tomar una decisión.
El 22 de julio desde el paraje de Cachinchuna Acosta resolvió destituir a Quevedo de su car-
go intimándolo a que rindiera obediencia; y al resto de la gente, que sumaban unos 200, les
mandó que se retiraran a sus casas.
Por supuesto, la orden no fue acatada. Dos días después, los milicianos se dispersaron y
nuevamente reunidos con mucha cautela, decidieron presentar sus reclamos en Córdoba.
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El 28 de julio, el Cabildo recibe las noticias de Traslasierra. Acosta les comunicaba a través
de una carta: “…haberse deshecho el tumulto (…) y que los alzados baxan a esta ciudad a de-
cir su derecho; que tubo por bien no llegar a ellos por las armas y que se recela vengan con
alguna osadía…”
Es de imaginarse la reacción de los moradores de Traslasierra. La decisión de Acosta fue una
afrenta. El honor del común había sido mancillado ante el incumplimiento del acuerdo.
La llama estaba encendida tanto que Acosta pidió refuerzos y mientras los esperaba, los su-
blevados se dieron cuenta de la estrategia.
Según su relato, expresado en el trabajo de Puntas:
En Córdoba, avisados que los sublevados se dirigían hacia allí, las autoridades del Cabildo
se organizaron y resolvieron:
Además exigieron que no podrían entrar más de diez hombres y desarmados. Los que queda-
ran afuera deberían entregar las armas. Si cumplían con estas exigencias serían oídos.
El 5 de agosto, Quevedo con unos 150 hombres llegó a las afueras de Córdoba al campo de
la Tablada, donde parlamentaron con el cura Don Pedro Joseph Gutiérrez, Provisor, Vicario Ge-
neral y Gobernador del Obispado. Allí esperaron instrucciones y aceptaron lo resuelto por el
Cabildo.
En cuanto a las armas y caballada las habían dejado en Copina, resguardadas por ocho hom-
bres. Las armas confiscadas fueron 662 lanzas, seis armas de fuego y dos pistolas.
Así fue que Quevedo junto a nueve hombres, entraron en la ciudad.
“…enderezaron para Ambul…” remontándose a la sierra de Achala, “… a caer en
Alta Gracia y La Lagunilla…”. Agregaba que eran unos doscientos hombres, nom-
braba como a quince patrulleros “…que deben ser habidos y castigados…” y los ca-
racterizaba diciendo que la “…mayoría son de pocas o ningunas obligaciones …” a
excepción de dos, que “… tienen algunos cortos bienes…” (a uno de ellos, Pedro
Juan Valla ya lo había detenido pese a su resistencia y lo había puesto en el cepo el
“…haga citar a todos los estantes y abitantes, y que estos hallen promtos, con sus ar-
mas bien acondicionadas para que siempre y cuando oigan tocar la campana del Cabil,
con alguna aceleración, concurran cada uno con sus armas sin excepción de personas…”
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En el Cabildo
El 7 de agosto, Ordoñez presentó la sumaria contra el Sargento Mayor Basilio Quevedo, lla-
mándolo “reo” y colocándolo en prisión junto a Francisco Rivarola, Ignacio Gómez y Manuel
Gallardo considerados “cabezas” de la sublevación. Seis más fueron encarcelados mientras que
el resto, acuartelados en el corralón del excolegio de los jesuitas fueron enviados posteriormen-
te a la defensa de la frontera.
Durante agosto y setiembre Ordoñez se ocupó de interrogar a los presos. Su preocupación
era establecer los contactos que habían tenido con las autoridades de San Luis de la Punta, de
Chile y con las compañías de Ischillín. Además tenía que determinar las responsabilidades de
cada uno en lo referido a la prisión de Isasa y Tordesillas, participación en las juntas y en las
convocatorias al común, las que aparentemente habían convocado a los pueblos de indios de
Soto y de Pichana para apoyar el levantamiento.
Desenlace.
Finalizando el mes de agosto, desde Córdoba, Ordoñez y el Alcalde Díaz enviaron un infor-
me a la Audiencia de la Plata, la que les respondió que no tenía facultades para actuar, y recién
en octubre las actuaciones quedaron en manos del gobernador Matorras.
En la cárcel, a finales de agosto, los sublevados protagonizaron un motín intentando una fu-
ga, pero fueron reducidos.
En el mes de noviembre, Isasa y Tordesillas fueron repuestos en sus puestos con el argumen-
to que “… ninguno de los 299 hombres convocados habían expresado queja alguna de
ellos…”, mientras en la cárcel de Córdoba, Basilio Quevedo, quedó atrapado en la oscuridad y
el olvido, ya que no se supo nunca más nada de él.
Mientras se realizaban los interrogatorios en Córdoba, Acosta continuó su ta-
rea en Traslasierra. Una de las acciones fue realizar trece embargos en: los Ce-
rros, Rumiaco, el Zapallar, las Cortaderitas. La mayoría eran pequeños campesi-
nos que tenían algunos rebaños de ovejas o cabras; sólo cinco tenían más anima-
les: 70 o 100 ovejas y cabras, y otros tantos vacunos. Sin embargo, las autorida-
des no encontraron casi caballos o mulas. Al llegar a las estancias o puestos sólo
estaban las mujeres e inclusive algunas de ellas habían huído.
También realizó detenciones. Envió a Córdoba seis presos y dio orden de captu-
ra para Cipriano “de la Hara” y Francisco Xavier Arze, alias “Paraguay” que
habían huído a San Luis.
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El levantamiento de Traslasierra quedó escondido entre
amarillos expedientes durante más de dos siglos.
Hoy, la voz del común, resplandece sobre el territorio
que alguna vez fuera escenario de hombres y mujeres valien-
tes capaces de hacerse escuchar.
Tal vez no fue el momento, tal vez fue necesario que
durmieran los hechos para estallar en este presente con otros
personajes, con otra realidad pero en esencia cumpliendo la
misión que se habían propuesto: llevar la voz de la libertad
de los pueblos.
Cumpliéndose 244 años de aquel acontecimiento, nue-
vamente se gesta la unión de los pueblos en Traslasierra, pa-
ra gritar a toda voz la esencia del transerrano, impregnada
de valor, compromiso y entrega.
Unidos el Valle de Traslasierra, proclaman a la voz del
común.!!!
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FUENTES CONSULTADAS
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Córdoba, 1774-1775. pdf. desde internet.
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Prometeo Libros, 2008.
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ER-SAGUIER. Genealogía- Tomo II. Sección H. Capítulo 23. Genealogía de
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y crisis del estado colonial (Río de la Plata –siglo XVIII). Sección II.H. Re-
beliones de originarios, crisis militar, y cuestionamiento del orden corpo-
rativo. Pdf. desde internet.
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23 al 26 de septiembre de 2008 Mesa General: 5- Comercio, circulación y mer-
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BARRIERA, Darío. JUSTICIAS RURALES: EL OFICIO DE ALCALDE DE
LA HERMANDAD ENTRE EL DERECHO, LA HISTORIA Y LA HIS-
TORIOGRAFÍA (SANTA FE, GOBERNACIÓN DEL RÍO DE LA PLA-
TA, SIGLOS XVII A XIX) pdf. desde internet.
Salsacate, 21 de Marzo de 2018.
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Los tildaron de salvajes, rebeldes e ignorantes.
Criollos, mestizos y nativos, sus vidas consumidas bajo el látigo,
la impiedad y el castigo.
Tristeza en los ranchos, silencio en los caminos, opaca las madrugadas
las espaldas doblegadas. Tanto despojo,
en harapos el alma de los serranos.
Hasta que la luz de la esperanza brilló aquel 28 de abril.
La voz de “el común” con su grito libertario franqueó las murallas de la opresión
a fuerza de voluntad y valentía.
Pero los señores no perdonaron la osadía negando el pacto, aquí en este suelo acordado.
Y fue así que los valientes traserranos cruzando las sierras a Córdoba llegaron
para morder la amargura de no ser escuchados.
Prisioneros los comuneros quedaron, olvidados en oscuro pasado,
Hasta que un nuevo amanecer rebrota en el tiempo
con el fulgor de la Patria.
No importan dos siglos, hoy los héroes serranos despliegan sus ponchos sobre esta tierra bendita, pues su sangre indómita
renace en sus descendientes.
Nuestro saludo para ustedes, “el común”, vuestra voz ha sido escuchada:
GLADYS ACEVEDO Poeta Pochana
“La voz de El Común”.
Basilio Quevedo Eugenio Heredia
Cipriano Hurtado de Lara Bartolomé Gallardo
Manuel Gallardo José Cuello
Francisco Rivarola, Bernardo Urquijo
Luis Arana Mateo Cejas,
Inocencio Villafañe Pedro Juan Balla Domingo Olmedo
Ignacio Núñez Ignacio Quevedo Policarpo Cuello Agustín Olmedo