Girón, Nicolás - Espacio, poder y relaciones sociales
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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Espacio, poder y relaciones sociales.
La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
Nicols Girn Ziga
Qu sabes de cordillera,
Si t naciste tan lejosHay que conocer la erra
Que corona el vensquero
Hay que recorrer callando
Los atajos del silencio,
y cortar por las orillas
de los lagos cumbrereos.
Mi padre anduvo su vida
por entre piedras y cerros.
(Arriba en la Cordillera, Patricio Manns)
Foto: Casllos de Pincheira. Malarge, Argenna.
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Huellas Cordilleranas.
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Introduccin
Probablemente Arriba en la Cordil lera sea una de las canciones ms presentes en el
inconciente colectivo nacional; es posible que todos nos duela recobrar, en esas letras, un
apego emotivo hacia nuestra tierra, y que en ms de una reunin social animada por vino
y guitarra, nos haya llevado incluso hasta las lgrimas. Quien crea que este canto, fue un
dilogo entre un chileno y un extranjero cualquiera, posiblemente est en lo correcto. Pero
si se piensa que se trata de un chileno que le dice a otro, tambin podra haber algo de razn
en ello. Pues es poco lo que sabemos de cordillera, ya que para la gran mayora de chilenos
(y tambin de argentinos) el macizo de Los Andes constituye una gran barrera absoluta que
nos separa del pas vecino; esa barrera, imposible de franquear y conocer, ha limitado no
slo nuestro conocimiento, sino que tambin ha moldeado nuestra forma de ser, estando
all tan presente y ausente a la vez. Para quienes nacimos lejos, la cordillera se nos presenta
misteriosa e inexpugnable.
Con todo, hemos sentido el impulso por recorrerla, por saberla y confrontarnos ante
esa muralla imposible y por ello, hemos sabido de aquellos que de espaldas a las nuestras-
la han transformado en un espacio de encuentro, de oportunidades y de reciprocidad social,
por sobre las limitaciones jurdicas que ataen a este territorio. Detrs de aquel esfuerzo,
subyace la construccin de una identidad comn, que le dan a este espacio fsico, un sentido
profundamente histrico. Tal es el caso de la que llamamos la Regin Pehuenche; un espacio
social configurado por la franja pre-cordillerana de la regin del Maule (Chile), y las serranasdel sur de la regin de Cuyo (Argentina).
El presente ensayo pretende abordar el reconocimiento de este espacio, como una
unidad territorial construida social y culturalmente por las histricas relaciones humanas
desarrolladas a lo largo de varios siglos de actividad social. A travs de este examen, reconocemos
la condicin de frontera (en distintos sentidos) en la produccin de este espacio regional, y
de una serie de fuerzas que pugnan por la hegemona territorial, mediada por intentos de
ejercer autonoma, contra los esfuerzos polticos por volverla funcional y complementaria a
los intereses de las clases dominantes.
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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Hemos querido hablar de Regin Pehuenche,en particular, y no de otras categoras,
porque precisamente es un espacio trascendente, con una historia que contiene elementos de
larga duracin que se desbordan de la existencia jurdica de Chile y Argentina, como seran por
ejemplo, el valor tnico de las relaciones sociales all desplegadas o la manifestacin de una
cultura e identidad regional. Esta historia es rastreable, hoy, desde el descubrimiento del Paso
por los pehuenches, hasta la transfiguracin de esta identidad, la cual tambin es la expresin
de una etnicidad en suspenso, y que tiene que ver con la capacidad de agentes sociales por
reciclar dialcticamente las tramas sociales en dicha espacialidad. Es una historia cargada de
pugnas por el poder territorial, econmico, poltico y cultural, en el afn hacerse cargo de un
espacio interesante desde muchas perspectivas. Este ensayo pretende tan solo aproximarse
a esta nocin, toda vez que el aparato crtico aqu utilizado, es producto de una investigacin
que no aspiraba ms que a recoger testimonios de la memoria social del lugar. Esta aspiracin,
sencilla pero a la vez oportuna, se confronta con nuestro encuentro directo con una realidad
social llena de pesares y expectativas frustradas, lo que nos llevan a cuestionar el sentido
original de nuestro trabajo. Las personas de carne y hueso que nos abrieron las puertas de sus
casas, han sido hasta entonces olvidadas por la historiografa. Por todo eso, hacer esta historia
social de la regin fue tambin, para nosotros, una cuestin de tica en torno a las limitaciones
historiogrficas por reconocer al sujeto popular ms all de las ciudades y el valle central.
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El espacio social como una produccin.
La preocupacin de los hombres por la comprensin y conocimiento del espacio se
remite a tiempos remotos, desde su constitucin como existencias individuales hasta la
conformacin de una mentalidad cientfica en la cultura occidental. La principal importancia
del espacio, como conocimiento articulado, consiste en una finalidad de poder, que aunque
inconsciente, siempre permite elevar a los individuos hasta la condicin de sujetos, animados
por la necesidad de dominio sobre el medio de vida en el que se desenvuelven. La reflexin
contempornea sobre el espacio requiere de algunos lmites conceptuales y poner a contraluz,
los supuestos del pasado como tambin los innovadores puntos de vista que han permitido
densificar esa comprensin, hacerla ms plausible y til para las sociedades humanas de
nuestro tiempo. Sin dicho requerimiento, cualquier discurso en torno al espacio resulta carente
de sentido para nosotros, y por ende, un desgaste innecesario de energas.
Por cierto, la tarea de limitar el concepto de espacio, complejo y polismico,
aparentemente se nos presenta como una contradiccin, porque la presencia del espacio en
la vida de los hombres es permanente y total. Asumiremos entonces que la reflexin sobre
el espacio ha sido, mayoritariamente, una propiedad original de la Geografa (en tanto que
espacio geogrfico), y luego una diversificacin de espacialidades que van desde el campo de
la Fsica hasta el terreno de la Filosofa. Nuestra preocupacin actual nos invita a poner esta
reflexin del espacio en la lnea de espacio geogrfico, sin que ello implique asumir totalmentela conceptualizacin geogrfica, sino por el contrario, nutrir al espaciodesde todas las Ciencias
Sociales. Es decir, promover el fin del monopolio del espacio para la Geografa y hacerlo
comn a la reflexin de las Ciencias Sociales. Esta propuesta no nos pertenece en absoluto,
sino que ha sido acometida desde hace varias dcadas por un vasto nmero de gegrafos y
cientficos sociales que han visto en el estudio del espacio, una multiplicidad de propsitos y
utilidades para proyectar el porvenir de las sociedades.
As como en el terreno de la Historia y otras disciplinas, la Geografa experiment
la vorgine de lo social, tanto desde una perspectiva epistemolgica, como desde una
renovacin metodolgica y terica. Estos nuevos gegrafos pusieron nfasis en el retorno de la
importancia del hombre en sociedad al interior de una ciencia que salvo algunas excepciones,
como el caso de la escuela francesa de Annales- estuvo mayoritariamente al servicio de la
tecnocracia y los intereses nacionalistas del siglo XX. Contradictoriamente, el influjo de la
mundializacin de la economa y de la globalizacin, impulsaron a los gegrafos a ponerse
a tono con el curso de los acontecimientos, y las nuevas problemticas que comenzaban a
visualizarse. En este estado de las cosas, se puso de manifiesto la inocuidad de una concepcin
tradicional que entenda el espacio como un conjunto de cosas o un sistema de relaciones
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en el cual se desarrollan los fenmenos fsicos, naturales, sociales y culturales. La discusin
post-estructuralista sobre el concepto de espacio fue tornndose cada vez ms circular, al ser
llevadas al extremo de la negacin del concepto de espacio, el que podra ser re-emplazado
por la espacialidadde las cosas, o bien por una espacializacin de la sociedad.
En la actualidad, es mayoritariamente aceptado el hecho de que el espacio es un
producto social. Esta conquista conceptual no es atribuible a ninguna escuela o pensamiento
cientfico en particular, sino a un proceso de acumulacin de visiones y reflexiones sustentadas
en el hecho de que el sujeto social o bien, la sociedad, es el principal agente en la construccin
del espacio. As, desde la llamada geografa humanista, que pone nfasis en la valoracin
del espacio (en tanto que espacio vivido), hasta las visiones ms materialistas como las de la
geografa radical (fuertemente impulsadas por el marxismo), la reflexin del espacio estuvo
notoriamente signada por la necesidad de reconocer en su constitucin, la trascendencia de
los procesos sociales que lo producen y transforman. Considerar el espacio como producto
social, requiere de algunos matices para reforzar el carcter integral de esta expresin; por ello
hubo que tomar distancia, ya sea de explicaciones idealistas hecha sobre la base de la mera
valoracin sensible de espacio, hasta una causalidad mecanicista que implicaba reconocer al
hombre como un simple engranaje en la maquinaria de construccin del espacio.
Para encontrar el sentido de esta idea del espacio como producto social, surge la
necesidad de sintetizar la produccin de lo espacial con la produccin de lo social. De este
modo, entendemos que el espacio no es una cosa, ni un sistema de cosas: es una realidad
relacional. Para Milton Santos, la definicin del espacio solo puede situarse en funcin de
otras realidades, la naturaleza y la sociedad, mediatizadas por el trabajo.
El espacio debe considerarse como el conjunto indisociable del que participan, por un
lado, cierta disposicin de objetos geogrficos, objetos naturales y objetos sociales, y
por otro, la vida que los llena y anima, la sociedad en movimiento.1
La Geografa Social ha intentado devolver al espacio, la nocin de movimiento. Comoha dicho Stella Maris Shmite, el espacio no es algo dado, esttico, sin historia, sino que es
una construccin espacial compleja donde se articulan distintos momentos de transformacin
y donde interactan diferentes actores con intereses e intenciones dispares, muchas veces en
conflicto o en tensin.2
1 Santos, Milton. Metamorfosis del espacio habitado. Editorial Oikos Tau, Barcelona. Espaa. 1996. pp.27-28
2 Shmite, Stella Maris. Procesos de Construccin de la Espacialidad Social. Un marco terico-metodolgico para el anlisis del
espacio rural de La Pampa, Argenna. En Bedus, Norma Beatriz [et al.] En torno a lo rural maces de la Geograa. Universidad Nacional de
la Pampa, Argenna. 2003. p.38
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Por ende, la idea del espacio como producto social, es decir, como finalizacin o
teleologa, puede resultar equvoca. De este modo, es un error pensar que ciertos espacios
son procesos productivamente cerrados, por lo estticos que pudiesen parecer los procesos
sociales e histricos que lo han animado. La produccin del espacio es inestable, pero tambin
es permanente y dinmica. Tomando esto en consideracin, pensamos que es posible reforzar
esta idea, a travs de la definicin del espacio en oposicin a otro concepto bastante utilizado
por los gegrafos: el paisaje.
Si consideramos el hecho de que el espacio fue tradicionalmente visto en la Geografa
como un conjunto o sistema de cosas y fenmenos, como una plataforma esttica que constituy
el medio en el cual los hombres cifraron sus posibilidades, qu relacin hay entre paisaje y
espacio? A menudo, el paisaje fue concebido como el espacio de la percepcin humana, desde
una dimensin cognitiva, como un proceso aprehensivo de significacin espacial. Al estar
mediado el concepto del paisaje, con un espacio inmvil y ahistrico, la ciencia del paisaje
estuvo enfocada hacia el aspecto como valor geogrfico. La renovacin del paisaje como
objeto de estudio- est ligada a la nocin de produccin del espacio. De tal modo, en la antigua
geografa el paisaje estuvo relacionado con la existencia de la regin. En la geografa de cada
grupo humano, paisaje y regin estuvieron asociados. Vidal de la Blache concibi al hombre
como un husped de diversos puntos del orbe, los que en su produccin social crearon una
relacin constante y acumulativa con la naturaleza, expresados en un conjunto de tcnicas y
costumbres que el gegrafo francs denomin como gnero de vida. La diversidad de losmedios explicara la diversidad de gneros de vida3.
En Europa, la personalidad de cada regin fue constuyndose como resultado de una
larga evolucin: y los trazos del pasado podan, por eso, cristalizarse. Las acvidades
creadas se mantenan durante un largo perodo, dando la impresin de movilidad. Por eso
se plante la idea de que el paisaje, creado en funcin de un modo de produccin duradero,
deba confundirse con la regin, o sea el rea de accin del grupo interesado.
Es un hecho que as (y sobre todo en el comienzo de la historia del hombre) era posible
entrever cierta semejanza entre paisaje y regin. Pero el mundo cambi, y hoy la confusin
entre los dos conceptos ya no es posible. La geograa ya no es ms el estudio del paisaje,
como imaginaban nuestros colegas de antao; no es que estuvieran equivocados, sino que
hubo grandes transformaciones en el mundo.4
El paisaje es una hermenutica en s misma. Correspondera a una suerte de memoria
trazada sobre el espacio de forma indeleble. Escritura sobre varias capas, o herencia de
3 Santos, p. cit. pp.60-614 Ibd..
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tiempos diferentes. Y al igual que para la historia, la memoria como una representacin, el
paisaje funciona como un proceso aprehensivo de percepciones, cuyo aspecto esconde un
significado. La percepcin no es un conocimiento, pero depende de nuestra interpretacin
llegar a lo que hay detrs de estas apariencias. Finalmente, el paisaje no es el espacio. El
primero sera la materializacin de un instante de la sociedad. Sera, en una comparacin
osada, la realidad de hombres fijos, posando para una foto. El espacio es el resultado del
matrimonio de la sociedad con el paisaje. El espacio contiene el movimiento5. El espacio y el
paisaje constituyen un par dialctico, pues se complementan y se oponen.
La produccin del espacio: el espacio socio-cultural.
El espacio, visto como una produccin social, debe tener en consideracin dos mbitos
sumamente ligados en dicho proceso: su consistencia y su dinmica. En cuanto a lo primero,
esta consistencia est relacionada con la totalidad, que es su unidad. Respecto a su dinmica, a
travs de una doble faz que se esconde en dicha totalidad, encontramos los procesos sociales.
De este modo, podemos mencionar que en cada unidad espacial, los procesos sociales
generan un determinados usos y significaciones que van sedimentado su propia organizacin
socio-cultural6. Estos usos y significaciones van alterndose conforme los hombres desarrollan
interaccin con otros grupos, y se generan retroalimentaciones en la forma de observar la
totalidad. En cada momento histrico, este cuerpo simblico se internaliza como un poderoso
sentido comn, que anima al espacio desde su movimiento.
Esta lnea de pensamiento, asociada a la Geografa Social (y en particular, la que pone
nfasis en lo local), est pendiente de interpretar las modificaciones que surgen debido a la
propia mutacin de los procesos sociales. Los procesos sociales, en su desarrollo histrico,
van impulsando la configuracin y transformacin de unidades espaciales particulares. En
este proceso, los grupos sociales resuelven su problemtica espacial en el marco de la accin
histrica, ya sea en la interaccin con otros, o en una particular valoracin del espacio, cuyasmanifestaciones se expresan en las formas de produccin, comercializacin, y distribucin
espacial de la poblacin. La teora de la accin, al interior del estudio de estos procesos, ha
dado a luz a un planteamiento ineludible: el espacio debe ser entendido como una condicin
necesaria para la accin, y tambin, como una construccin de la accin7. Esta relacin, la huella
del hombre en la naturaleza (espacial), es una relacin tanto cultural como poltica; lo que para
Marx fue la llamada socializacin. La produccin humana es la produccin del espacio.
5 Santos, p. cit. p.69
6 Shmite, p. cit.p.377 Ibd.pp. 39-40
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No debemos abreviar la dimensin de lo poltico en la produccin del espacio. Este
es un factor fundamental en la construccin de territorialidades culturales, que es en gran
medida- el motivo de este ensayo. En 1976, Henri Lefebvre afirmaba:
El espacio no es un objeto cientfico separado de la ideologa o de la poltica; siempre
ha sido poltico y estratgico. Si el espacio tiene apariencia de neutralidad e indiferencia
frente a sus contenidos, y por eso parece ser puramente formal y el eptome de
abstraccin racional, es precisamente porque ya ha sido ocupado y usado, y ya ha sido
el foco de procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el paisaje. El
espacio ha sido formado y modelado por elementos histricos y naturales; pero esto ha
sido un proceso poltico. El espacio es poltico e ideolgico. Es un producto [...] lleno de
ideologas.8
Para Lefebvre, la modelacin histrica de un espacio constituye un proceso poltico-
ideolgico. El conflicto poltico del espacio est asociado con la variable del poder. Esta
afirmacin parte del hecho de que el significado del poder tambin ha tenido su propia vuelta de
tuerca. Hasta entonces, el poder haba sido concebido como una posesin o cualidad particular,
como un fenmeno de dominacin masiva a un cuerpo homogneo (a menudo, ilustrado en la
funcin marxista de la relacin existente entre el Estado y las clases subordinadas).
El poder tiene que ser analizado como algo que circula, o ms bien, como algo que
no funciona sino en cadena. No est nunca localizado aqu o all, no est nunca en
las manos de algunos, no es atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona,
se ejercita a travs de una organizacin reticular. Y en sus redes no slo circulan los
individuos, sino que adems estn siempre en situacin de sufrir o ejercitar ese poder,
no son nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de
conexin. En otros trminos, el poder transita transversalmente, no est quieto en los
individuos.9
Para Foucault, el ejercicio de poder requiere de concebir al individuo como un efectode poder, y al mismo tiempo, el elemento de conexin. Todos los individuos tienen algo de
poder en el cuerpo, y difcilmente podramos aceptar que el poder es lo mejor distribuido en
el mundo. En el campo espacial, el poder opera desde el conflicto de los mltiples usos del
espacio, cuya tensin implica que los individuos deben poner el cuerpo en accinen funcin de
ejercer una fuerza dialctica, al interior una lucha entre dominacin y resistencia. Esta lucha,
8 Lefebvre, Henri.Reecons on the polics of space. Anpode, 8(2), 1976. pp. 30-37. En Oslender, Ulrich. Espacio, lugar y movi-
mientos sociales: Hacia una espacialidad de resistencia. Revista Scripta Nova, Universidad de Barcelona, Vol. VI, nm. 115, 1 de junio de 2002.
En hp://www.ub.es/geocrit/sn/sn-115.htm9 Foucault, Michel. Microsica del poder.Coleccin Genealoga del Poder. Ediciones La Piqueta, Madrid, Espaa. 3. ed. 1992. p. 146.
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muchas veces inconsciente y asistmica, convierte toda accin del hombre por el espacio en
una accin poltica en s misma, toda vez que constituye un hecho de poder en el conflicto
poltico en el uso del espacio.10
La inclusin de la variable del poder requiere entonces, un enfoque ms especfico
respecto a cmo se relaciona con la produccin del espacio. Henri Lefebvre nos ilustra un
cuerpo conceptual que permite comprender de mejor manera como se entreveran los diversos
mbitos de la accin social en el proceso de la creacin de territorialidades. Para el socilogo
francs, el espacio estara conceptualmente- dividido en tres fragmentos, que desde
siempre han sido las vas aproximativas al conocimiento espacial. Estos son: el campo fsico
(naturaleza), el campo mental (abstracciones lgicas y formales) y el campo social. Cada uno
de estos campos han de verse simultneamente bajo el prisma de un par opuesto como real
/ imaginado, concreto / abstracto, y material / metamrfico. Para Lefebvre, es posible
fusionar el campo fsico y el campo mental al interior del campo social. De este modo, concibe
el anlisis espacial a travs de la triple fragmentacin del espacio social enprcticas espaciales
(como espacio percibido), en representaciones del espacio (como concepcin del espacio) y en
espacios de representacin(como espacio vivido).11
Se enende porprccas espaciales a las formas especcas de produccin, y reproduccin
del espacio. Esto es, la manera en que nosotros generamos, ulizamos y percibimos el espacio. A
esta dimensin espacial corresponden el dominio de lo codiano, del trabajo y de la vida material.
Es un espacio que, al ser materializado, es vericable a travs de la percepcin. En segundo lugar, las
representaciones del espacioaluden al espacio conceptualizado, derivados de una lgica parcular
y constuvos de un saber referencial. Este es el espacio de los ciencos, planicadores, urbanistas,
y de todo el ramillete de agentes instucionales ligados con la visualizacin hegemnica. Esto
involucra un medio de control y de poder ejercido por el conocimiento sobre la produccin del
espacio. Para Lefebvre, este es el espacio dominante en toda sociedad, un depsito de poder12. De
este modo, las representaciones del espacio producen visiones y representaciones normalizadas
presentes en las estructuras estatales, en la economa, y en la sociedad civil. Esta legibilidad produce
efecvamente una simplicacin del espacio, como si se tratara de una supercie transparente13.
Las representaciones del espacio, simples y transparentes, son en deniva- visiones desde el
poder dominante para modelar la vida social en funcin de la hegemona.
10 Las potencialidades y direcciones de dichas acciones polcas, son cuesn para una discusin superior que no viene al caso de
este ensayo. Pero un ejemplo de la mencionada funcin lo constuye el movimiento social de pobladores en Chile, que ha sido materia de una
vasta literatura reciente. V. gr. Memorias de la Victoria. Relatos de vida en torno a los orgenes de la Poblacin. Grupo Idendad. Ed. Quiman-
t, ao 2006, Sanago, Chile.; o en Garcs, Mario. Tomando su sio. El movimiento de pobladores en Sanago, 1957-1970. Editorial LOM,
Sanago, Chile. Ao 2003.
11 Lefebvre, Henri. La produccin del espacio (1986); en Shmite, p. cit.p.41-42. Para una revisin exhausva de estas materias,
consultar: Lefebvre, Henri. The producon of Space. Blackwell Publishing, 1991. En hp://books.google.cl/books?id=SIXcnIoa4MwC
12 Ibd.13 Oslender, p. cit.El subrayado es nuestro.
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Por ltimo, los espacios de representacin contienen las dos dimensiones anteriores,
caracterizndose por encontrarlos en el interior del plano de lo simblico (codificado o no).
Comprendido como espacio vivido, el espacio representacional es espacio dominado y
por lo tanto experimentado pasivamente o sometido espacio que la imaginacin (verbal
pero, especialmente, no verbal) intenta cambiar y apropiar14. Lefebvre sostiene que abarca
el espacio fsico (mediante un uso simblico de los objetos, a travs de sistemas de signos y
smbolos no verbales) y las representaciones espaciales de poder: relaciones de dominacin,
subordinacin y resistencia. De este modo el espacio representacional est vivo: habla. Tiene
un ncleo () afectivo. Abarca los lugares de pasin, de accin, de situaciones vividas y esto
inmediatamente implica tiempo15. De tal modo, la aproximacin al espacio representacional
implica otras vas para volverlo inteligible o, ms an, para cuestionarlo y comprenderlo. Aqu
se hace preciso volver a tender, a la usanza braudeliana, los puentes entre la memoria, la
historia y el espacio (como contenido vivo de la experiencia humana).
En un ejemplo del uso de esta lnea conceptual, Ulrich Oslender ha sostenido la idea de
la produccin de una espacialidad de resistencia. Para este autor, la movilizacin de actores
sociales en defensa de sus territorialidades (en particular, expone el caso de comunidades
negras en el Pacfico colombiano), en tanto que espacio material y fsico, y centro de sus
actividades, es a su vez una lucha por el espacio, por sus interpretaciones y representaciones.
De tal modo, la intervencin de los movimientos sociales en los mbitos de produccin del
espacio, es una constante dialctica por ejercer modernidades alternativas a la produccinhegemnica hecha desde la representacin central del espacio. En otras palabras, la
espacialidad de resistenciaes un reducto desde donde los actores sociales experimentan un
proceso contra-hegemnico16. En lo que sigue, intentaremos ubicarnos sobre la produccin
de un espacio en particular (la regin sur-mendocina y maulina del Pehuenche), materia
de nuestro ensayo, considerando la configuracin de una espacialidad relacionada con una
multiplicidad de elementos histricos, econmicos y culturales que la hacen desdibujarse de
las representaciones poltico-administrativas sobre la Cordillera de los Andes para los estados
de Chile y Argentina.
14 Lefebvre, Henri. La produccin del espacio (1986). En Shmite, p. cit. p.41.42.
15 Ibd.16 Oslender, p.cit.
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La regin Pehuenche: bajo el signo de la unidad de frontera.
Es posible considerar a la Regin Pehuenche, como una espacialidad de resistencia? En
primer trmino, la propia modalidad de la resistencia vista como un poder contra-hegemnico
de actores sociales en funcin de defender la territorialidad- es materia de una discusin
que desborda el cuadro de este ensayo. Esto no implica desconocer que esta regin ha sido
delineada y producida socialmente por la relacin particular entre diversos agentes de poder
en el curso de la historia regional, y que la dinmica por ejercer control efectivo del mismo no
ha estado fuera del mbito conflictivo de dominacin y resistencia. Pensamos que la matriz
para caracterizar este espacio regional est en su condicin fronteriza, y en una dinmica de
resistencia asociada a la preservacin de una autonoma econmica, que con el tiempo se
ha vuelto ms vulnerada por el impacto de las pretensiones de la economa global sobre el
territorio. Esta dinmica puede ser revisada a travs de las prcticas sociales y culturales de
comunidades que han experimentado este espacio como propio, y que difcilmente pueden
ser homogeneizadas detrs de un cuerpo orgnico y sistmico de accin social. En otras
palabras, ms que una produccin consciente de un espacio regional en particular, los actores
sociales que constituyen la materia histrica de esta regin han construido implcitamente una
identidad propia, que los hace desdibujarse de la trama general de las relaciones polticas y
territoriales de chilenos y argentinos.
Si bien este descuadre entre identidad y frontera es rastreable en diversos sectoresdel trnsito cordillerano chileno-argentino, la regin Pehuenche presenta para nosotros
una serie de condiciones que favorecen una primera aproximacin. En primer lugar, se nos
presenta cercana, y est relacionada con centros urbanos de importancia como Talca (Chile)
o Malarge (Argentina); por otra parte, su importancia en la geografa econmica le ha dado
realce en la conectividad del Cono Sur, en el marco de la dinamizacin global de las economas
regionales de Amrica Latina. La identificacin de esta zona est asociada a la existencia del
llamado Paso Pehuenche, cuya ruta ha sido objeto de vastas planificaciones por convertirla
en camino internacional y en carretera bi-ocenica, con el objetivo de conectar los puertos
de Constitucin (por el lado del Pacfico) y Buenos Aires (por el lado del Atlntico). En este
contexto, la necesidad de dimensionar las consecuencias en la transformacin de este espacio
cultural y sus comunidades, se torna fundamental. En ltimo lugar, constituye una aproximacin
a la historia de comunidades hasta ahora descentradas y marginadas de la construccin de
identidades nacionales.
En la historiografa reciente, Pablo Lacoste ha sido uno de los especialistas ms
preocupados por estudiar los alcances de la importancia del llamado Sistema Pehuenche. Ha
preferido hablar de Subregin fronteriza Pehuenche, en contraste a otras macro-regiones como
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sera el caso del Cono Sur, o de Amrica Latina. Esta subregin estara conformada por el Sur
de Mendoza (Argentina) y por la regin del Maule (Chile), abarcando una superficie de 112.000
km2 y siendo habitada por una poblacin de 1.100.000 habitantes (ao 1998)17. En cuanto a la
presencia de la Cordillera, y la frontera poltico-administrativa, Lacoste afirma que:
La Subregin fronteriza Pehuenche se encuentra fragmentada y dividida por una doble
barrera: natural (la Cordillera de los Andes) y poltica (la lnea de frontera internacional,
que coincide justamente con la lnea de las ms altas cumbres divisorias de aguas).
Pero este factor de separacin se encuentra matizado por las facilidades que ofrece el
Sistema Pehuenche.
[]En este contexto, el Sistema Pehuenche est integrado por el conjunto de facilidades
naturales y culturales, para la circulacin trasandina entre el Sur de Mendoza y la Regindel Maule; o bien las vas de integracin de la Subregin fronteriza Pehuenche. Entre
los principales elementos del Sistema Pehuenche, aparecen ros, boquetes cordilleranos,
lugares de inters econmicos y rutas [].18
De este modo, para Lacoste, la expresin de un Sistemaasociado a las propiedades de
interdependencia y acoplamiento de funciones y facilidades, tendra cabida en la historia de
esta subregin. La inclusin del factor social en esta trama, nos retrotrae a la necesidad de
hablar de una unidad de frontera, que se expresa sistmicamente en la percepcin de una
regin, producto social de la historia del Pehuenche, visto aqu no como un Paso sino que
como una vasta extensin.
Por qu la ReginPehuenche constituye una unidad fronteriza? A propsito de ello,
nos valemos de una tentativa por reconocer densidad en el concepto de frontera. Como ha
discutido Duroselle (1998), existe una homologacin entre la idea de lmite y frontera.
El trmino lmite deviene del latn limes itis, concepto empleado para denominar a la
lnea fortificada que separaba a los romanos de los pueblos brbaros. Contrariamente
a lo que se suele afirmar, el limes no era una lnea delgada y recta () El limes era una
franja ancha, un espacio articulado por puestos avanzados, fortificaciones principales y
secundarias, y calzadas de retaguardia para casos de emergencia. 19
17 Lacoste, Pablo. El Sistema Pehuenche. Frontera, sociedad y caminos en los Andes Centrales (1657-1997). Ediciones Culturales de
Mendoza. Gobierno de Mendoza. Universidad Nacional de Cuyo. Facultad de Ciencias Polcas y Sociales. Mendoza, Argenna. 1998. p. 24-26
18 Ibd.
19 Duroselle, Jean Bapste. Todo imperio perecer. Teora sobre las relaciones internacionales. Fondo de Cultura Econmica, Mxi-
co. 1998, p.57, citado en: Lacoste, Pablo. La imagen del otro en las relaciones de Argenna y Chile (1534-2000). FCE, Buenos Aires, Argenna.
IDEA, Universidad de Sanago de Chile. 2003.
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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En su estudio sobre las relaciones entre Argenna y Chile, Lacoste plantea que la frontera
fue concebida anguamente como los territorios situados al frente del propio, o frente a lo otro.
Este sendo fronterizo puede considerar lo otro como un par (sea un Estado), como una endad,
como territorios desconocidos o como la barbarie. Para los griegos, la frontera era ho horos y, a la
vez, oros eran las montaas. En la tradicin de los Estados Unidos, la frontera el punto ms all del
cual se hallaba el wilderness, es decir, el desierto.20El historiador argenno reconoce, a travs de
su estudio, una inconsistencia entre lo que llama las fronteras jurdicas y las fronteras efecvas.
Esta inconsistencia est basada en el hecho de que durante la Colonia, los espaoles jams pudieron
ejercer un control total sobre el territorio, y en parcular, sobre las naciones indgenas que dominaron
Patagonia, Pampas y la Araucana. Esta dimensin marginal aparece incluida al interior de un
proyecto de ocupacin del espacio que late al interior de un imaginario totalizador, ms que de una
dominacin efecva o real. Este imaginario tendr asidero en los documentos jurdicos emanados
primero, entre 1534 y 1810, por la Corona de Espaa, y posterior a ellos, por los nacientes Estados
nacionales. Estos denen sus fronteras a parr de sus intereses centrales, y argumentando dicha
representacin de poder a travs de lecturas parciales de la historicidad del territorio21.
La Regin Pehuenche resume al interior de su unidad histrica, una condicin fronteriza,
como fronteras efecvas y a la vez imaginarias (desde una visin contra-hegemnica), que a su vez
constuye la materia de su existencia como regin. Pensamos que esta condicin de frontera, es
vericable en tres sendos.
En cuanto a su presencia geogrca, la regin se constuye como una frontera natural debido
a la presencia de la Cordillera de Los Andes, como una monumental barrera para la civilizacin,
que a su vez supone una oportunidad de desarrollo y autonoma de sus habitantes. La geograa
cordillerana occidental, en este sector del valle del Maule y del Melado est caracterizada por un
sector de pre-cordillera de cordones montaosos entre los 600 y los 1200 metros sobre el nivel del
mar (msnm). En el sector propiamente cordillerano, esta formacin alcanza los 3000 msnm, de todos
modos considerada una baja altura para la regularidad cordillerana del Chile Central, y presenta una
mayor facilidad para la movilidad trasandina (por boquetes)22. Por el lado argenno, esta regin
est relavamente distante de los centros poblados de mayor importancia (como seran Mendoza
o San Rafael), lo que inevitablemente se traduce en una sensacin de aislamiento y marginacin.
Esta funcin, permiten que por uno y otro lado de la cordillera, la constucin de una regin natural
est marcada por la posibilidad de movilidad interior, y por la condicin de aislamiento de centros
urbanos de mayor trascendencia.
20 Lacoste. La imagen del otro. p.10
21 Ibd.
22 Sanhueza, Lorena [et al.] Ocupaciones Arqueolgicas De La Precordillera Y Cordillera De La Cuenca Del Rio Maule: Un Panorama
General. Perteneciente al proyecto FONDECYT 90 / 524: Patrones de asentamientos y explotacin de recursos en la cuenca del ro Maule;
poca prehispnica. En Actas del 2 Taller de Arqueologa de Chile Central (1994), en hp://www.arqueologia.cl/actas2/sanhuezaetal.pdf
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En un segundo orden, la frontera se expresa desde una perspectiva tnico-cultural,
toda vez que reconocemos en ella, la memoria social de muchos grupos humanos que han
intentado asentar un modo de vida particular en la regin. Se trata de una presencia cultural
que podramos resumir cmo hbrida o mestiza, ya que es difcil saber en qu momento o
situacin se limitan los prstamos culturales de uno u otro grupo. Se podra decir que esta
situacin es propia de los espacios fronterizos, ya que aqu se configuran diversos lugares de
encuentro, desde los cuales surgen procesos simbiticos de asimilacin o resistencia cultural.
En el caso de la regin Pehuenche, podramos decir que constituye el escenario cultural de
grupos tales como los puelches, chiquillanes, tehuelches (patagones), de espaoles, criollos
mestizos, y principalmente de pehuenches, y a travs de ellos, de araucanos. Adems, recoge
la experiencia social de chilenos y argentinos que han decidido asentarse en esta regin,
replicando las formas de reciprocidad social y resistencia cultural de etnias que sobreviven y
estn impregnadas en la memoria regional, como un cuerpo simblico confuso pero persistente
en el tiempo.
Finalmente, y como corolario a la constitucin de este espacio fronterizo que es la regin
Pehuenche, diremos que constituye una frontera poltica en s misma. Pensando en la forma
en que se han desplegado las dinmicas de dominacin y resistencia en la historia regional,
el Pehuenche se desarroll como una espacialidad cuya hegemona fue inestable y difcil de
conquistar, casi siempre cerrada sobre s misma, o asimilada al interior de un statu quoasociado
a formas tradicionales de poder. El desarrollo de unos cacicazgos tribales siempre en pugna, lacontencin territorial de la dominacin Inca por los indios del pas promaucae , la infructuosa
tentativa por ejercer control colonial por parte de agentes de la Corona espaola, y por ltimo,
la conflictiva relacin de los sujetos sociales ante la hegemona poltico-administrativa y fsica
de los Estados de Chile y Argentina, van delineando esta condicin en el transcurso de esta
historia. La presencia pehuenche en el territorio fue la dominacin ms efectiva, que surgi
de la araucanizacin de los mismos, donde esta regin se organiz como un polo social y
econmico complementario al centro del poder tnico que se desarroll en las Pampas, sobre
todo a partir de la llegada de Calfucur a Salinas Grandes, a mediados del siglo XIX. Esta ReginPehuenche, que en ningn caso fue la totalidad de la regin pehuenche, (dado que estos
indios se dispersaron por toda la franja cordillerana oriental y occidental desde Icalma hacia
el norte), se constituye de este modo como una frontera poltica inestable, en una dinmica
persistente de fragmentacin, pero siempre sostenida por las dimensiones de lo fronterizo,
expuestas anteriormente.
En las lneas que siguen a continuacin, esperamos poder relacionar la historia de la
regin con la produccin espacial y social de la misma, a travs de una revisin de la literatura
especfica sobre este tema, donde se manifiesta la dinmica de dominacin y resistencia que
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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han dado origen a la identidad del Pehuenche, entre los siglos XVI y XIX. Finalmente, en el marco
de la produccin del espacio regional para el caso del siglo XX, nos aproximamos a travs de
testimonios de gente viva, y tomando en consideracin la triada conceptual lefebvriana- a
describir cmo se relacionan las prcticas espaciales, las representaciones del espacio y los
llamados espacios de representacin. En cada uno de estos eslabones en la produccin del
espacio, descansa la manifestacin de la identidad de la unidad fronteriza que constituye el
Paso Pehuenche.En el caso de las prcticas espaciales, pondremos atencin en la importancia
que constituye la trashumancia como mecanismo especfico en el dominio de lo cotidiano
y funcin cultural que constituye caminar la regin. En el caso de las representaciones del
espacio, es necesario revisar cmo las instituciones y diversos aparatos de los Estados de
Chile y Argentina ejercen su particular poder en busca de la normalizacin de la condicin
liminal. En ltimo lugar, los llamados espacios de representacin, estn expresados a travs
del examen de testimonios que proporcionan informacin sobre el encuentro dinmico de
las dos funciones anteriores del espacio, y cmo stos se construyen en torno a experiencias
sociales de dominacin, subversin, condicin fronteriza y proyectividad.
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Alcances histricos sobre la Regin Pehuenche.
De tiempos prehispnicos a la era de las malocas.
Algunos antecedentes arqueolgicos, nos permiten fijar la historia del espacio
cordillerano del Pehuenche, en un mbito anterior a la llegada de los europeos a Amrica. El
escenario del ro Maule, y los valles y cajones del sector, estuvieron animados por un activo
trnsito de sujetos y una temprana matriz de poblamiento.
Esta actividad prehispnica (aunque tarda, desde el 1200 DC en adelante) ha sido
analizada por arquelogos en estudios recientes, y describe la presencia humana en pos
de la explotacin de canteras de obsidiana en la cuenca superior del ro Maule, por sobre
los 600 msnm (correspondiendo al mbito pre-cordillerano). Las conclusiones de estos
estudios permiten revelar al menos tres cuestiones importantes. En primer lugar, se trata de
yacimientos tardos que clarifican la explotacin de obsidiana en la zona de la Alta cordillera
del Maule; aunque corresponden cronolgicamente a una ocupacin regular desde el 1200
DC en adelante, se trata de un material que es encontrado regularmente en otros sitios
arqueolgicos de data anterior, y que corresponde a la misma obsidiana cuyas canteras estn
en el curso superior del Maule. La explotacin de este material probablemente creci hacia
el 1300 y 1500 DC, debido a vastos sitios cordilleranos (sobre todo en la ribera norte del ro)
que fueron campamentos de paso en el trnsito de la recoleccin del material. En segundo
lugar, algunos sitios hacia el Valle del Campanario son ms pobres en cuanto a la presencia del
material, pero coinciden con la existencia de ocupaciones en contextos similares y morfologa,
en particular con aquellas del lado argentino de la Cordillera de los Andes. Esto permite
suponer que desde este tiempo- la ruta del Pehuenche fue utilizada como una va de paso
trasandino, y que adems constitua una ruta econmica de importancia. De este modo, se
entiende que algunas canteras estn siendo utilizadas indistintamente por grupos humanos
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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provenientes de uno y otro lado de la Cordillera. En tercer lugar, este estudio nos exhibe un
patrn de ocupacin del espacio, caracterizado por la semi-permanencia en campamentos de
temporada, utilizados indistintamente en funcin de diversos recursos, tal como es la propia
explotacin de la obsidiana, el acarreo de materiales, o la rudimentaria ganadera de guanacos
en las vegas adyacentes al Cajn del Campanario23. Con seguridad al hablar de estos grupos,
nos referimos a puelches y/o chiquillanes, primitivos habitantes de la regin, que antes de la
Conquista ya utilizaban el cuero del guanaco en la confeccin de sobadores y su lana en las
tejeduras, y experimentaban una notable movilidad a travs de la cordillera24.
Las parcialidades de puelches y chiquillanes mantuvieron una permanente movilidad por
la cordillera central y un dominio pasivo de las vegas montaosas y boquetes hasta mediados
del siglo XVII. Los cronistas, tales como Gmez de Vidaurre y el padre Sors, los mencionan:
Los indios que viven en las cordilleras que miran a la capital de Santiago, y tienen su
comunicacin por el Cachapoal, se llaman chiquillanesSe alimentan de toda especie
de carnes, incluso caballares y humanos y transitan de una a otra parte de la cordillera,
cambiando sus tolderas, segn les pareciera conveniente para sus andanzas25.
El proceso de dominacin colonial llevado a cabo desde la llegada de los espaoles al
territorio de Chile, propuls una serie de cambios en el frgil equilibrio de poder inter-tnico
de la regin. Nuestra atencin se centra sobre todo en el siglo XVII, el cual constituye una
bisagra histrica en el curso del dominio colonial en Chile. Ya hemos sealado antes que, a
comienzos de la colonia, la atencin econmica de los agentes monrquicos estuvo puesta
sobre los lavaderos de oro concentrados en el sur del pas, lo que conllev a una situacin
blica conocida como la guerra ofensiva, reaccin conflictiva a la explotacin de mano de
obra indgena y en particular, de los mapuches de la Araucana. La eclosin de violencia como
producto de las necesidades de control sobre la produccin colonial para la Corona, trastorn
el panorama econmico y social de la poca, afect el equilibrio demogrfico de la poblacin
indgena, y puso en jaque la existencia de la Capitana General. El agotamiento en los lavaderos
de oro en la Araucana, supuso el final de la dominacin espaola en estos territorios. Pero
un acontecimiento imprevisto, indujo hacia un viraje econmico que volvi a impulsar la
economa hacia otras ramas de la produccin. Como ha sealado Jorge Pinto, la emergencia
del mineral de Potos en el Alto Per, propici una oportunidad para la produccin colonial en
Chile, a travs de una valorizacin de las regiones intermedias, como proveedora de alimentos
e insumos. De este modo, el abandono de la Araucana no signific sacrificar la estabilidad
colonial y reflot en condicin de periferia econmica- las expectativas econmicas del
23 Sanhueza, p. cit.
24 Luis Trivio [et al.] La atenta y paciente observacin de Agero Blanch. En Revista UNO.Antropologa. Mendoza, enero de 1997. p.4425 Citado en Moraga, Joel. Copequn. 500 aos. Crnicas para su Historia. Ed. Oset Bellavista, Sanago, Chile. 2002. p.38-39.
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Reyno de Chile26. Ello permiti la consolidacin paulatina de una frontera tnica en el Bio Bio,
donde se desarroll progresivamente una dinmica pacfica, de reciprocidad y mestizaje entre
araucanos y espaoles durante los dos siglos venideros27.
La revalorizacin de las regiones intermedias entre la franja fronteriza de la Araucana y el
puerto de Valparaso, incluy ciertamente a la regin del Maule. Este centro fue convirndose
en un eje de circulacin, transporte y produccin agrcola; en la Depresin Intermedia de este
centro se constuy la unidad econmica central de la colonia: la hacienda. Para el caso de la franja
cordillerana central, otro proceso derivado de esta dinmica va a favorecer un cambio y una apertura
hacia la espacialidad ultramontana: laAraucanizacin de las Pampas. Este proceso de movilidad del
mundo mapuche hacia ms all de la Cordillera, correspondi segn Jos Bengoa, a un esfuerzo,
de parte de los mapuches, por refugiarse de la violencia corporal que involucr el primer siglo de
la Colonia; la internacin a travs de los pasos cordilleranos fue una opcin que cobr fuerza entre
oleadas migratorias que comenzaron a dispersarse en direccin a la pampa argenna. En primer
lugar, vino la araucanizacin de los pehuenches, que hacia mediados del siglo XVII, comenzaron
a tomar contacto con araucanos. Este cruce tnico tuvo implicancias en el cambio del lenguaje de
los pehuenches, que a la postre comenzaron a ocupar el mapudunguncomo su lengua propia; de
tal modo, el camino hacia la pampa qued expedito con la experiencia pehuenche. Lentamente,
grupos de mapuches fueron internndose en territorio pampeano, primero a travs de rastrilladas,
donde aprendieron a usar los caminos interiores y diferentes alternavas de trnsito cordillerano;
y luego a travs del aprendizaje y observacin del patrn de ocupacin espacial en la regin. De talmodo, recogieron la experiencia pastoril de subsistencia de los grupos asentados con anterioridad
(puelches, poyas, chiquillanes, ranqueles), y cambiaron las rucas por las tolderas28.
La apariencia de estos inmensos asentamientos pehuenches y aucas se asemejaba a un
ncleo central con varias dependencias satelitales, cuya vida y economas giraban en torno
de lo que constua la toldera principal. All viva el jefe ms prominente y era el lugar donde
acudan los miembros de la tribu cuando se avecinaba un maln. Siempre a la vista unos de
otros, la seguridad militar pareca ser su objevo prioritario.29
Conforme a este proceso de re-posicionamiento de las hegemonas tnicas de ultra cordillera,
la presencia mapuche en las pampas refract drscamente al interior de la conformacin tribal
del sur cuyano. Como ha sealado Leonardo Len, este proceso fue ms forzoso porque tuvo que
avanzar en dos direcciones: primero, en pos de ejercer hegemona ante el conicto que constuyeron
26 Pinto Rodrguez, Jorge. Araucana y pampas. Un mundo fronterizo en Amrica del Sur. Temuco, Universidad de la Frontera, 1996.
p.21. Citado en Lacoste, El sistema pehuenche. p.45
27 Cfr. Villalobos, Sergio. Vida fronteriza en la Araucana. El mito de la Guerra de Arauco. Editorial Andres Bello, Sanago, Chile. 1995.
28 Bengoa, Jos. Historia del pueblo mapuche. Ediciones SUR, Coleccin Estudios Histricos. Sanago, Chile. 1985. pp. 51-53
29 Len Sols, Leonardo. Los seores de la cordillera y las pampas: Los pehuenches de Malalhue, 1770-1800.Centro de Invesgacio-nes Diego Barros Arana, DIBAM, Sanago, Chile. 2005. p.28
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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las guerras tribales del sur cuyano (a contar del siglo XVII, entre pehuenches y otros grupos tales
como huilliches y puelches), y segundo, en anteponerse a los intereses de los agentes de la Corona
borbnica por ejercer control horizontal (sobre todo en lo que concierne al circuito econmico de
los pasos cordilleranos); factor de esto lmo, fue el fenomenal crecimiento las masas de ganado
cimarrn en las pampas, pero que a su vez propici la conversin de los anguos conasen cazadores
pampinos30.
Uno de los hechos parculares que da origen a esta dinmica por el control regional,
es el maln pehuenche de 1658, que adems de ser parcularmente audaz y agresivo, coincide
con el descubrimiento del Campumallu, hoy Paso Pehuenche, eje arculador de este espacio.
Probablemente, este arrollador alud de los pehuenches sobre el territorio del Maule, sembr la
inestabilidad que caracterizara al desarrollo de la regin, debido a que signic dinamizar el conicto
en los propios espacios residuales de poder, ah donde antes no suceda nada ms que la subsistencia
de una precaria poblacin puelche. Como ha sealado Pablo Lacoste:
[] la frontera sur (de Mendoza) fue una franja difusa durante el primer siglo de presencia
espaola en Mendoza. Entre los ros Tunuyn y Diamante, se disngua una zona caracterizada
por la ocupacin efecva de erras. Ms al sur, entre los ros Diamante y Atuel, la zona
estaba marcada slo por la presencia del ganado espaol. Esta franja era muy inestable y
funcionaba como zona de transicin a parr de la cual dominaban los pehuenches.31
Las malocas de 1657 sobre la regin del Maule, un ao antes del gran maln, encendieron las
alarmas de los agentes coloniales, primero en Sanago y de all en Cuyo. Apurados por una posible
invasin pehuenche sobre la provincia de Cuyo, los encomenderos recibieron rdenes de la capital
de enviar a sus escuderos ro arriba. Los enfrentamientos se tornaron cada vez ms violentos, y
el miedo se apoder de las gentes de Cuyo, que supieron que en cualquier momento, la oleada
pehuenche desbordara la cordillera para caer sobre la provincia. En el verano de 1658, los miedos
se volvieron realidad, pues los pehuenches franquearon la cordillera y cayeron sobre las estancias
del sur cuyano32. Considerado uno de los primeros malones de la regin, fue la primera vez que los
pehuenches ulizaron el paso que hoy lleva este nombre, y que a su vez, nomina a la subregin
fronteriza33.
El Campumallufue atacado por los pehuenches, momentos antes de la gran incursin, en
el tiempo que tuvieron la necesidad de acorralar al cacique puelche Bartolo Yoyari, hacer alianza
con l y aprender el camino hacia Jaura. Al momento de la penetracin transcordillerana,
30 Ibd. pp.25-65
31 Lacoste, Sistema Pehuenche.pp.47-49
32 Len Sols, Leonardo.Maloqueros y conchavadores en Araucana y las Pampas. 1700-1800Ediciones Universidad La Frontera,
Serie Quinto Centenario. Temuco, Chile. 1990. p.2433 Ibd.
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los pehuenches utilizaron por si mismos el Paso, y llegaron a maloquear hasta las estancias
del valle del Uco. De ah hasta entonces, se convirti en una ruta fundamental que facilit
enormemente la movilidad horizontal este-oeste34.
El cierre de la regin por el lado sur cuyano supuso una suerte de consolidacin de
las fronteras mapuches, en conformidad con la dinmica que supuso la paz fronteriza del Bio
Bio durante el siglo XVII; en tal sentido, la regin Pehuencheconstituy una suerte de franja
de continuidad, aunque sin la actividad que surgi en la anterior. Convertida en espacio de
contencin y amortiguacin, la regin Pehuenche sigui siendo un territorio inexpugnable
para los espaoles, que no tuvieron cabal comprensin de lo que significaba el dominio de
este espacio. Durante este perodo de consolidacin de la frontera, los pehuenches avanzaron
en la comprensin y dominio del medio cordillerano, mientras la araucanizacin de las pampas
sigui su curso. La poca de malocas de la solidaridad militar, de movilidad de guerreros en
uno y otro lado de la cordillera, se transform paulatinamente en una movilidad econmica
pues dio paso a un activo f lujo de bienes y animales a travs de la cordillera35.
Como hemos dicho anteriormente, el proceso de araucanizacin de las pampas tambin
engendr su par dialctico, que fue la pampeanizacin de los araucanos. Se ha dicho que
en, en este devenir histrico, los araucanos y pehuenches recogieron la experiencia pastoril
de subsistencia de grupos asentados con anterioridad; la extraordinaria asimilacin de estas
formas de produccin lleva a pensar que el contacto inter-tnico, con anterioridad a la llegada
de los europeos, fue mucho ms activo de lo que pudiera pensarse. Durante esta poca, los
grupos que atraviesan la cordillera, asimilan un patrn de ocupacin pampeana, ejerciendo de
tal forma un dominio sustentado en la dispersin espacial, y en la conectividad y control de
caminos interiores; a este patrn de ocupacin, basado en la instalacin de tolderas a lo largo
de valles, y la amplitud de cada unidad territorial, sigui un proceso de aprendizaje y nociones
sobre produccin ganadera, que explicaremos ms adelante, que irn reforzando la estructura
de dominio del medio de esta poblacin.
La bonanza derivada de la caza de ganado cimarrn no fue eterna, pues al cabo de unas
dcadas de tranquilidad en este sentido, el exterminio del ganado salvaje comenz a afectar
este sistema econmico. Hacia fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, las actividades
de los cazadores pampinos comenzaron a adquirir un nuevo carcter, pues se dirigan
simultneamente contra los ganados que vagaban por las Pampas y contra los que tenan los
hispano-criollos en las estancias de Buenos Aires, San Luis, Crdoba y Mendoza36, y adems,
sobre las haciendas ganaderas de la frontera con Chile. El curso proyectivo de este proceso,
34 Ibd.
35 Ibd. pp. 61-6336 Ibd.
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de exterminio y oportunidad (en el auge de la estancia ganadera), fue reforzando el cambio
del cazador pampino a maloquero de las estancias. Para Leonardo Len, el maloquero bajo
esta nueva estructura de incentivos- ya no luchaba animado por una funcin pica libertaria,
sino que por motivos de subsistencia econmica. Este cambio es sumamente importante para
comprender la constitucin de la identidad regional del Pehuenche, marginal y residual a este
proceso de acumulacin de resistencias.
Para los pehuenches, el tiempo posterior a la consolidacin fronteriza, haba sido
tambin un tiempo de alianza con los espaoles. Esto se debe a que estos ltimos vieron en
los pehuenches, el benfico rol de intermediarios37. El espacio de contencin tambin fue
concebido como una oportunidad para reducir costos en el transporte de bienes producidos
(sal, ganado y artesanas) al otro lado de la Cordillera que anteriormente deban llevar por los
boquetes de Neuqun, lo cual fue aprovechado por los indios baqueanos del sector. La regin
del Maule comenz a manifestar una notable actividad en el desarrollo de ferias, ya sea en
las vas derivadas de los pasos El Planchn/Vergara y Las Damas, por Curic; y por el propio
Pehuenche, en el sector de San Clemente y Talca.38. Desde entonces, los espaoles comenzaron
a ver con ojos diferentes la posibilidad de apropiarse de los caminos cordilleranos, y disponer
as de la conectividad de la regin. Pero esto no sucedera en un buen tiempo, ya que tuvieron
otras preocupaciones ms inmediatas en el mismo contexto.
Mientras el decrecimiento de la masa de ganado cimarrn fue pronuncindose, los
ataques sobre las grandes estancias ganaderas de Cuyo y las haciendas de Chile comenzaron
a desarrollarse de forma cada vez ms organizada y sistemtica. A mediados del siglo XVIII,
este auge de la violencia constituy una suerte de re-brote de las antiguas guerra hispano-
indgenas. Para Leonardo Len, la diferencia fue la menor cantidad de guerreros que participaba
en ella, y el carcter selectivo de sus ataques: las estancias. Atrs quedaron las afrentas contra
guarniciones y fuertes militares, pues la lucha estuvo sustentada en un plano econmico.
Una guerra chica, que fue incluso ms brutal que la Guerra de Arauco. En este sentido, los
pehuenches echados en el territorio de la contencin- fueron descritos en 1770 como el ms
firme ante mural contra las tribus de guerra39.
La llamada era de las malocas, comienza a disnguirse de forma organizada y regular contar
de 1750, y engendr reacciones igualmente enrgicas por parte de las autoridades coloniales. Esta
reaccin llevo a que las milicias bonaerenses y cuyanas se atrevieran a surcar el Desierto en busca
de afrentas que aleccionaran a los indios rebeldes. En respuesta a la represin que vino, inclusive
37 Casanova, Holdenis. La alianza hispano-pehuenche y sus repercusiones en el macroespacio fronterizo sur andino(1750-1800). En
Lacoste. Sistema Pehuenche:pp. 52-55
38 Lacoste. Sistema pehuenche:.p. 5139 Len Sols. Maloqueros y conchavadores.pp.17-21
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sobre parcialidades de indios sin parcipacin en las malocas, se encendi el calor belicoso de los
pampas que, por vez primera, conformaron verdaderas confederaciones en contra del poder colonial.
El desplazamiento de la Guerra de Araucohacia el oriente, permi una relava estabilidad durante
las malocas en los espacios fronterizos del circuito econmico, y en este caso, del Pehuenche. Esto fue
eclipsndose conforme a la progresin de la violencia y la audacia en las incursiones confederadas,
en la que los pehuenches tuvieron acva parcipacin. Con el peligro de un ataque confederado a
los centros poblados de Chile, y adems, con la oportunidad entre ceja y ceja de dominar los pasos
cordilleranos, la campaa de 1780, llevada a cabo por el Comandante Amigorena y un ejrcito de
680 hombres, permieron dar un golpe de fuerza en el contexto de las relaciones fronterizas.
Amigorena recorri la regin Pehuenche, con las vagas referencias de expediciones anteriores
sobre territorio indiano. Par desde Mendoza, atajando por los ros Diamante y Atuel, hacia el sur.
Conoci la zona de Malalhue (hoy Malarge), y en el Ro Grande mir hacia el oeste. En el sector
del Cerro Campanario se enfrent con numerosos grupos de indios que le salieron al encuentro,
resguardando celosamente el Paso Pehuenche; de todos modos, el conngente indiano result
agelado, obligando a una negociacin que vino a determinar unas nuevas reglas de convivencia
fronteriza, a travs del tratado rmado en San Carlos (1781). El Cacique Ancanamn trab alianza con
representantes del poder colonial, los que le encomendaron el control del rea a estos pehuenches
amigos. Viva expresin de esta alianza fue el parlamento de Malalhue celebrado el ao 1787, donde
los pehuenches racaron la delidad al rey de Espaa, entre medio de obsequios y regalos por
parte de Amigorena40.
La progresin de la violencia de las malocas, la maduracin de una estructura de guerra
econmica basada en el asalto y saqueo de locaciones especcas y el crecimiento del bon conforme
a la proporcin directa de la audacia y la sangre que corri en estos eventos, fueron desatando un
conicto intesnal que comenz a desgastar las alianzas tribales. El apogeo de estos movimientos
fue la dcada del 70, cuando las fronteras de Buenos Aires se vieron al borde del colapso por la
presencia de dichos maloqueros. En menos de medio siglo, la dinmica maloquera de la pampa
haba logrado reotar las visiones ms temidas por los agentes de la Colonia en Chile y Argenna. A
nes del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, los rumores de nuevas malocas persiseron, aunque
stas no se desarrollaron sino que en una escala muy reducida en cuanto a impacto y movilidad de
hombres. Con todo, el fantasma de esta presencia engendr un imaginario social en la regin, que
es rastreable hasta la actualidad: una suerte defar-west indiano, donde los ladrones son hroes y el
caballo con el hombre se funden como una sola besa feroz. Adems, reej la asombrosa capacidad
de asociacin transversal de los diversos grupos indgenas de la regin, cuesn que ha sido objeto
de una discusin sobre la idendad tnica de los maloqueros41. Por otra parte, entre algunos grupos
40 Lacoste. Sistema pehuenche: pp. 54-55. Cfr. Len Sols. Los seores de las cordilleras y las pampas ...41 Len Sols. Maloqueros y conchavadores.pp. 65-71
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Espacio, poder y relaciones sociales. La produccin del espacio social de frontera y autonoma en la Regin Pehuenche.
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se manifest con fuerza el carcter dual de estos sujetos: en ciertas ocasiones maloqueros, y por
otra, conchavadores paccos dedicados a los intercambios comerciales en puntos estratgicos
de las fronteras. Entre ellos encontramos a los pehuenches, y en parcular, a aquellos asentados
sobre el sur cuyano ante las puertas de la regin del Maule. Esta doble funcin va a determinar
inevitablemente el curso de la idendad social que se engendrar a parr de la llegada de una
poblacin desarmada dispuesta a asentarse en dicho territorio.
Los pehuenches que, cada ao toman los pasos y desladeros de la cordillera para bajar
al valle central de Chile, llevan el ganado robado en las pampas de San Luis, Crdoba y aun
Buenos Aires; as como plumas de avestruz, ponchos, brea y sobre todo sal, extrada de las
salinas al sur de las provincias de Cuyo, que cambian por trigo, maz, vino y prioritariamente
por caballos.42
Adems, surgi la necesidad de penetracin transfronteriza en el territorio indiano, que fue
llevada a cabo por conchavadores hispano-criollos, blancos que asimilaron el sistema de intercambios
al interior de los espacios indgenas. Con seguridad, el sur cuyano o los valles fronterizos de la
Araucana fueron las vas ms ulizadas por estos criollos.
Antes de los disturbios de la independencia, el valle de Antuco vea transitar cada ao, segn
Poeppig, tres o cuatro caravanas de algunos cientos de mulas, que iban a hacer intercambio,
ro arriba, con los nmades pehuenches de trigo, maz, quincalla, barajas por sal y
ganado()43.
Para Pablo Lacoste, el descubrimiento de los Baos de Azufre en Peteroa, a comienzos del
siglo XIX, fue de vital importancia y correspondera al cierre de un largo ciclo de conocimiento y
comprensin del espacio Pehuenche, y al inicio de un proceso ms acvo de movilidad horizontal por
parte de hispano-criollos, y peones meszos.
Los Baos de Azufre contribuyeron, indirectamente, al desarrollo de la circulacin trasandina.
Los grupos humanos se fueron habituando a recorrer estos territorios, y sobre la base de esta
familiaridad y este conocimiento, se echaron las bases para el diseo de proyectos cada vez
ms ambiciosos.44
El auge en el trfico hacia las faldas cordilleranas del Maule, tambin aliment las
expectativas por parte de algunos crianceros interesados en hacer uso de los potreros de
engorda. Estos criollos se relacionaron con pehuenches, en pos de las relaciones pacficas
42 Rossignol, Jacques. Chilenos y mapuches a mediados del siglo XIX. Estudios histricos. Compilacin realizada por Ral Guerrero.
Ediciones Universidad del Bo Bio. Concepcin, Chile. 2005. p.159
43 Ibd.44 Lacoste. Sistema pehuenche:p. 66
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que sustentaban por aquellos das. Hacia el siglo XIX, los indgenas comenzaron a recibir
tambin hacienda desde Chile, proveniente de ganaderos de Talca interesadas en engordarla
en los potreros de la vertiente oriental de la cordillera45. En este contexto, la expedicin de
crianceros hacia la cordillera permiti un notable avance en las relaciones inter-tnicas, y un
mayor conocimiento espacial de la vida en las serranas andinas.
En algunos casos, el ganado era trasladado por los mismos hacendados en los valles
intermontanos y dejados all a cargo de una toldera. Inclusive se instalaban en la zona
con sus familias y convivan con los indgenas durante la temporada de engorde46.
Esta dinmica se tornar habitual y crecer exponencialmente con la conformacin cada
vez ms organizada de tropas ganaderas; pero tempranamente, este espacio experimentara
una particular transformacin derivada de los cambios econmicos, sociales y polticos quese desarrollaran en el seno de las luchas por la independencia, y en el influjo del incipiente
capitalismo mercantil en Chile y Argentina.
45 Prieto y Abraham, 1994 pp.23-24. En Lacoste. Sistema pehuenche. p.6346 Ibd.
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El siglo XIX: la eclosin de los peones.
El comienzo del siglo XIX coincidi con el descubrimiento de los principales pasos
cordilleranos que conectaron la regin del Maule con el sur cuyano, por parte de los espaoles
y criollos. Adems, surgieron proyectos que estaban orientados a trasladar la frontera del
Imperio hacia el sur de Mendoza, y a lograr que esta regin fronteriza se constituyera como
parte integral de los dominios coloniales.
El camino hacia la Argentina a travs de la cordillera curicana, era bien sabido por los
espaoles, pero haba sido resguardado celosamente por los pehuenches. Carlos Lazcano
Alfonso, historiador curicano, ha sealado que Ambrosio OHiggins envi a un indio a Buenos
Aires con un parte para el virrey.
Se pens que hara el viaje como era su costumbre por Aconcagua, pero el indio regres
al cabo de diecisis das, lo que caus gran extraeza, coligindose que habra de existir
un camino ms corto que aquel47.
Este camino fue rastreado por un capitn de milicias, vecino en Talca, Jos Santiago de
Cerro y Zamudio, que en 1802 logr franquear la cordillera a travs del Paso El Planchn. Al
regreso a Chile, el capitn volvi a cruzar la cordillera esta vez por el Paso de Atuel. La posibilidad
de abrir nuevos caminos y de optimizar recursos a travs de dichas rutas, dio nuevos bros a las
perspectivas econmicas, que requeran agilizar los intercambios entre el valle central chileno
y Buenos Aires. El virreinato del Ro de la Plata apoy la misin de Cerro y Zamudio, quien
dotado de ms recursos, emprendi una nueva expedicin a Talca en 1805. Adems, en esta
expedicin fue acompaado por un cientfico, encargado del relevamiento tcnico: este fue
Sourryere de Souillac, sbdito francs con grandes conocimientos en ingeniera y matemtica.
La nueva expedicin fue todo un xito, y permiti un amplio conocimiento de la geografa del
lugar, a travs de descripciones de mar a cordillera de los ros Maule, Claro, Colorado y de
los cajones cordilleranos del ro Melado. Hacia el final del proceso expedicionario, surgi un
distanciamiento entre el capitn Cerro y Zamudio y el francs Souillac, hecho que produjo queeste ltimo decidiera volver a Buenos Aires sin la tutela del primero. El francs se qued en
el territorio, alcanzando a recoger vasta informacin sobre los accesos y potencialidades del
sector; finalmente, cruz la cordillera a travs del Paso Pehuenche, considerndose como el
descubridor del mismo. El viaje de Souillac y sus descripciones sobre la regin Pehuenche, son
consideradas las primeras valorizaciones de este antiguo espacio de contencin fronteriza48.
47 Lazcano Alfonso, Carlos. Romeral, su historia. Curic, Ediciones La Prensa, 1992. En Lacoste. Sistema pehuenche: p. 43.
48 De Souillac, Sourryere. Descripcin geogrca de un nuevo camino de la gran cordillera, para facilitar las comunicaciones de
Buenos-Aires con ChileDisponible en: www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12368306409035940543091/index.htm; Ver tambin en
Lacoste. Sistema pehuenche:... pp.56-59
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Paralelo al desarrollo de estas expediciones, el virrey Rafael de Sobremonte decidi
fundar el fuerte de San Rafael, cerca de la confluencia de los ros Diamante y Atuel. Este fuerte
tena la importancia de constituir un primer punto en el proyecto del camino a la ciudad de
Talca, el cual fue negociado en parlamento con los indios del sector. De este modo, comenz
a concretarse el deseo de desplazar la frontera hacia el sur, a travs de la militarizacin
del territorio. Como ha sealado Lacoste, se volva a repetir la misma historia del primer
descubrimiento del Pehuenche: asociacin entre conocimiento de paso, y desplazamiento de
la frontera.49Al reconocer la verdadera expresin de la regin, los hispano-criollos tuvieron
nocin sobre las posibilidades econmicas del territorio, de las posibilidades de poblamiento, y
el desarrollo de la ganadera. Los problemas en la poltica exterior, y el consecuente desarrollo
de las guerras por la Independencia en todo el continente, pusieron la condicin de la regin
Pehuenche en suspenso.
Los sucesos de las guerras por la emancipacin, a contar de la segunda dcada del siglo,
pusieron a la regin en otro contrapunto, en el de las luchas polticas primero, y en el de la
guerra de guerrillas despus. Si bien el grueso de las batallas por la Independencia, en particular
de Chile, ocurrieron en el marco de la disputa por los centros polticos de importancia, la
condicin estratgica de las regiones ultramontanas sirvi como refugio y como acceso tanto
para revolucionarios como para realistas. En general, los caminos cordilleranos de Chile Central
permitieron dinamizar la comunicacin estratgica con los bandos revolucionarios asentados
en Mendoza, en la configuracin del ejrcito libertador y en el escape de algunos hroes enla trama republicana.
Pero ser de 1817 en adelante que la guerra irregular, en base a la conformacin de
guerrillas, bandas o montoneras, tendr un desencadenamiento generalizado en las
provincias del sur de la nueva Repblica.50
Esta guerra de guerrillas, o guerra a muerte, o guerra de vandalaje, ciertamente alcanz
a las regiones cordilleranas, y en parcular, a las de Chile Central. El contexto de guerra que se
desarroll en este marco geogrco, propicio una especie de imitacin de las dinmicas maloqueras
indgenas del siglo XVIII. El derecho de presa sobre caballos, ganados, armas, como el robo, el
saque, el fuego de la sorpresa y emboscada, la solicitud de rescate o ejecucin de prisioneros, y
el rapto ()51. Es decir, una guerra sustentada en el asalto selecvo y organizado de pequeos
grupos armados, pero ahora conformados por hispano-criollos. Decimos, de los hispano-criollos
en general, pues no fue una tcca llevada a cabo unilateralmente por alguno de los bandos.
49 Ibd.
50 Contador, Ana Mara. Los Pincheira: un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832. Bravo y Allende Editores. Sanago, Chile.
1998. p.115
51 Ibd. pp. 116-118
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[] la guerra de vandalaje fue aceptada y llevada a cabo por toda la oficialidad. Ms
todava en un ejrcito en donde la disciplina haba llegado a ser intil y en donde el
sustento diario, especialmente, slo poda ser adquirido mediante su apropiacin ilcita.
[] debemos establecer que esta forma o estilo de guerra no era nuevo en el ejrcito
regular. Antecedentes de ella la encontramos en las malocas practicadas por el Ejrcito
Espaol durante la Guerra de Arauco, la cual consista en incursiones a tierras indgenas
robando y saqueando.52
Constituye la guerra de vandalaje en s misma, la expresin de unos aprendizajes
estratgicos desarrollados por los criollos ante la constante dinmica de los maloqueros del
siglo XVIII? En gran medida, se debe a un aprendizaje indirecto de tcticas militares, pero en
realidad la caracterstica esencial de estos enfrentamientos tiene relacin tambin con un
fenmeno social de mayor escala: el bandolerismo y la emergencia del peonaje rural. La guerra
de montaa, mixta y civil, incluy consecutivamente a ms personas, y oblig a someter a una
parte del pueblo chileno a la difcil disyuntiva de engrosar uno de los dos bandos, a realizar
pactos con actores marginales, entre los que contamos diversas alianzas con indgenas, y
especialmente con forajidos, sujetos del bajo pueblo, vagabundos, trashumantes: bandidos.
De desde dnde haban venido estos bandidos? Desde todas partes, pero principalmente
desde los campos, de las haciendas. Muchos de ellos eran parte de esa masa flotante de peones
(campesinos libres) que librados de las ocupaciones de la hacienda, ocuparon la mayora del
tiempo libre en ejercer acciones delictivas en el t iempo de la colonia. Tratndose de mestizoshuachos o moradores de los antiguos pueblos de indios del Chile Central, fueron stos los
que haban recogido la experiencia de las malocas, a travs del contacto directo (e inclusive
participativo) en algunas malocas, en el contexto del conchavo de especies en los puestos
fronterizos o bien, a travs de las mltiples vas de transmisin del imaginario social maloquero
y, particularmente, ultramontano. Este imaginario representaba, para los vagabundos y ociosos,
una forma atractiva de vivir, libre de la triste experiencia del apatronamiento y resguardados
por la clandestinidad. No se trata de una simple accin delictiva, ni tampoco de una accin
poltica deliberada: el bandidaje, an cuando estuviese despojado de discurso poltico nisocial, constituy adems de una opcin libertaria atractiva para el peonaje- una reaccin
instintiva de supervivencia ante los cambios econmicos del modo colonial y el impacto en la
trama social del bajo pueblo, efectos que revisaremos ms adelante. Ahora solo sealaremos
que en el siglo XVIII ya existan muchos bandidos en Chile Central, pero el carcter endmico
y recurrente sealado por Ana Mara Contador, ser explosivo en el siglo XIX, bajo una serie
de condiciones, particularmente econmicas, que condicionaron la accin de estos sujetos.
52 Ibd.
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Uno de los ejemplos en la retroalimentacin entre guerrilleros y bandidos, fue la accin
poltica de los hermanos Pincheira, Pablo y Jos Antonio, a contar de 1818. Es significativa
porque en la lectura de su desarrollo podemos rastrear una permanente movilidad a travs
del espacio estudiado, y unas prcticas sociales que iran a determinar la singular identidad
fronteriza de la Regin Pehuenche; desde una perspectiva social y poltica, los Pincheira supieron
sincronizar la accin de diversos grupos perifricos del poder, y echar mano sobre redes de
poder antiguamente en pugna, para volverlas complementarias. Finalmente, constituyen un
movimiento social sin parangn, que sacudi violentamente y que puso en suspenso la frgil
estructura republicana que naca en los centros polticos de Chile y Argentina.
Los hermanos Pincheira, otrora miembros de las milicias del Rey, huyeron desde la
derrota realista en Maip (1818) a refugiarse en el sur de Chile. Como ha sealado Carla
Manara, la historiografa tradicional ha presentado este escape, como el intento por parte
de estos hermanos realistas- de escabullirse detrs de la inmunidad de las fronteras de la
Araucana, simplificando de esta manera la compleja trama de relaciones detrs de la accin
de estos sujetos53. La nocin de lo delictual aparece aqu como una representacin cargada
de significaciones polticas, desde la visin de la historiografa republicana. Estos males
[el bandolerismo]aparecen como la causa de todos los conflictos de la poca revolucionaria
dejando minimizada la formacin simultnea de una guerrilla como expresin poltica,
organizada y jerarquizada internamente, con una estratgica movilizacin militar y con
el claro objetivo poltico de frenar el avance de los grupos separatista54. De este modo, lafragmentacin discursiva en la representacin de las luchas contrarrevolucionarias constituye
un primer eslabn de resistencia al reconocimiento de un proyecto poltico en cierne. Los
Pincheira trabaron alianza con pehuenches, araucanos, pampas, y otras etnias del mundo
fronterizo, articulando de este modo un conjunto de fuerzas que mantenan una vitalidad
que activ las luchas del pasado mapuche, y con ello, sus mecanismos. Adems, recogi la
desgracia de miles de campesinos pobres chilenos que vean como la situacin laboral del pas
se volva ms cerrada para ellos; ciertamente, muchos de stos ya haban comenzado una vida
de forajidos. Por ltimo, cont con el respaldo de miembros de la aristocracia terratenienteque vio mala fortuna en la emergencia de un segmento de la elite criolla colonial.
La accin de este movimiento de resistencia tuvo su centro de operaciones en Neuqun,
pero se moviliz tambin por todo el sur cuyano, alcanzando al corazn de la provincia de
Mendoza; su red de comunicaciones los llev hasta lograr la funcionalidad integral de este
espacio, haciendo presencia de su poder en Mendoza, Ro Negro, Malalhue y en el sur de Chile.
53 Manara, Carla G. La frontera surandina: centro de la confrontacin polca a principios del siglo XIX.Mundo Agr.[online].ene./
jun.2005,vol.5,no.10,p.0-0. En: hp://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arext&pid=S1515-59942005000100009&lng=es&nrm=iso.
ISSN 1515-5994.54 Ibd.
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Esta capacidad operativa mell en los esfuerzos de las tropas oficialistas por aplacar el poder de
este conglomerado. Esta poca, de acercamiento entre espaoles, criollos, indios y mestizos,
vino a retroalimentar el patrn de ocupacin espacial, y constituy un tiempo de aprendizajes
y de prstamos culturales de importancia. Jos Antonio Pincheira logr conformar una aldea
estable de unos 6000 habitantes en la localidad de Barbarco y Epulafquen, pleno territorio
pehuenche. Desde 1822, este centro se transform en atraccin para numerosas familias del
sur de Chile que decidieron trasladarse voluntariamente, en funcin del resguardo que les
prometa la guerrilla. La comunidad de Barbarco se consagr como un asentamiento regular,
donde co-existan las tolderas pehuenches con las construcciones de barro y paja. En estas
condiciones, lograron dinamizar la economa interior a travs de la ganadera trashumante,
transformndola en una prctica extensiva de gran xito.55El modelo ganadero semi-nmade,
de invernada y veranada, se difundi por toda la zona, integrndose tambin con mecanismos
informales de expansin, como fueron las prcticas de cuatrerismo. En este contexto, la regin
Pehuenche se estableci como un ncleo de actividades relacionadas con las veranadas de
engorda, amparados en la relativa paz que rein al interior de los dominios de la resistencia.
Lo especial que pueda resultar el hecho de que viejos grupos en conflicto hayan decidido
conformar una alianza de tal capacidad, se responde con los resultados a la vista. En primer
lugar, el movimiento de Los Pincheira no slo interpret la importancia de las redes indgenas
de comercio interno, sino que las dinamiz y expandi a travs de la prctica de malones,
y regeneracin de las tramas de reciprocidad econmica-social al interior de un territorio,por entonces fragmentado. Adems, la existencia de un enemigo en comn (la emancipacin
nacional) trajo a colacin las lealtades previas al proceso mismo; de este modo, los pehuenches
que haban jurado lealtad al Rey, estuvieron dispuestos a hacer valer la palabra. Pero sin duda,
la agudeza poltica de los Pincheira y su capacidad de negociacin con estos grupos, bien
tuvieron que ver en esta funcin a favor de un pacto con los moradores del mundo fronterizo.
La constitucin de la resistencia como una produccin social, comprometi estratgicamente
a la gran mayora de los prestigiosos caciques de la pampa y de las serranas cordilleranas.
Hacia 1830, la fuerza de este movimiento se haca cada vez ms catica y comenzaba a
ser cercada por unos ejrcitos republicanos ms curtidos en el frente de batalla. La escalada en
la violencia de la guerra, y la dificultad por realizar pillajes ms audaces en zonas de extrema
vigilancia, fueron factores que comenzaron a desgastar a la resistencia. Tambin surgieron
pugnas internas de poder, como el caso del cacique pehuenche Martin Toriano, que busc la
forma de desmarcarse de la figura de Pincheira en pos de su propio juego poltico56. El gobierno
chileno busc la forma de negociar con los principales cabecillas, ofreciendo indultos y arreglos
55 Ibd.56 Ibd.
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econmicos de importancia, logrando, con esto, sembrar la discordia al interior de los grupos.
Pablo y Jos Antonio Pincheira tambin tuvieron desencuentros, cuando el primero sugiri
asaltar las estancias del sur cuyano; ante la negativa de Jos Antonio, Pablo march junto a
Julin Hermosilla hacia Talca, y posteriormente a refugiarse en la Hacienda del Roble Huacho,
en la cordillera chillaneja. El 1831, fueron sorprendidos por las fuerzas mil itares chilenas
del general Manuel Bulnes, quien les dio muerte a puro sable57. Bulnes pronto fue por Jos
Antonio, quien asediado por el avance de las tropas- logr huir hacia Malalhue acompaado
de 50 montoneros, pasando por las locaciones de Neuqun y el Manzano, siendo asediado en
las cercanas del Malal Escondido, y del malal 58 hoy conocido como Castillos de Pincheira.
Desde aqu, Jos Antonio Pincheira decidi rendirse, no sin antes negociar su indulto ante
el presidente Prieto, a travs de su esposa Trinidad Salcedo y su ayudante, Fernando Cotal.
Conforme a esto, Prieto decidi el perdn a Pincheira, quien se entreg en 1832 en el cuartel
general de Chilln59. Pincheira termin sus das en su hacienda en las cercana