Florencia Mallon, La Sangre Del Copihue (1)

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Intelectuales indígenas, caso emblemático de Chile.

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  • Mallon, Florencia E. 1951- La sangre del copihue: La comunidad Mapuche de

    Nicols Ailo y el Estado chileno 1906-2001 [texto impreso] 1 Florencia E. Mailon. - 1' ed. - Santiago: LOM Ediciones, 2004.

    278 p.: fotos; 16x21 cm.- (Coleccin Historia)

    R.P.I.: 143.109 ISBN : 956-282-686-4

    1. Mapuches - Condiciones Sociales 1906 - 2001 2. Mapuches - Chile - Historia 1. Ttulo. I. Serie.

    Dewey : 980.5.- cdd 21 Cuner : M255s

    Fuente: Agencia Catalogrfica Chilena

    FLORENCIA E. MALLON

    La sangre del copihue: La comunidad Mapuche de Nicols Ailo

    y el Estado chileno

  • LOM P A L A B R A D E L A L E N G U A Y A M A N A Q U E S I G N I F I C A SOL

    O LOM Ediciones Primera edicin, 2004

    LS.B.N: 956-282-686-4

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    Dedicacin en conjunto de la comunidad y de la autora: A las comunidades Nicols Ailo I y Nicols Ailo il,

    y a todas sus generaciones, pasadas, presentes y futuras.

  • Soy la flor que me despliego junto a las rucas indianas,

    la que, al surgir las maanas en las cumbres soolientas,

    guardo en mis hojas sangrientas, las lgrimas araucanas! ...

  • Muchas son las organizaciones y personas que me han ayudado a conocer y comprender la historia de la comunidad de Ailo y que me abrieron la puerta a la limitada comprensin que tengo, en este momento, de la historia Mapuche en general. Mi investigacin en Chile en 1996 y 1997 fue financiada por un ao sabtico de la Universidad de Wisconsin, con fondos adicionales de la Fundacin John Simon Guggenheim y una Beca Landes del Insti- tuto de Investigacin para el Estudio del Hombre.Visitas posteriores en 1998,1999,2000, 2001 y 2003 fueron costeadas por fondos de investigacin de la Universidad de Wisconsin.

    En Temuco, el Instituto de Estudios Indgenas de la Universidad de La Frontera y el Centro de Estudios Socioculturales de la Universidad Catlica deTemuco me han ofrecido siempre ayuda intelectual y hospitalidad. Los colegas de las dos institucio~es, ms notablemente Jos Aylwin,Teresa Durn, Alejandro Herrera, Jaime Flores, Roberto Morales, Jorge Pinto y Jos Quidel, me han ayudado y apoyado intelectualmente y con muchsima generosidad. Gustavo y Luis Peralta y Mara Anglica Cefis, que a travs del Centro de Educacin y Tecnologa (hoy CET-Sur) trabajan con la comunidad de Ailio desde los aos '80, han sido sumamente generosos con su tiempo y su ayuda. Aunque nuestro trabajo juntos ha ido en otra direccin, Isolde Reuque Paiiialef y Juan Snchez Curihuentro siempre me ofrecieron ayuda y apoyo cuando estuve en Temuco. La familia de Isolde, especialmente sus padres don Ernesto Reuque y doa Martina Paiiialef, su hija Liliana y sus hermanos Elvira y Lionel, me han recibido siempre como parte de su lof.Mis amigos y colegas Roberta Bacic, Mano Castro, Gonzalo Leiva, Vctor Maturana, Enrique Prez y Aldo Vida1 fueron especialmente generosos con su tiempo y su experiencia, ayudndome a comprender la historia de los aos posteriores a 1964. Con Mirians Garca he explorado la bibliografa regional y algunos archivos originalmente en el Museo Regional de la Araucana; como resultado hemos entablado una muy rica amistad. David Tecklin trabaj el archivo del Conservador de Bienes Races de Imperial y me facilit un resumen de todos los documentos que trataran a Jos y Graciano Duhalde, por lo que le tengo una gran deuda de gratitud. Elizabeth Brevis me consigui acceso al expediente sobre Rucaln que existe en el archivo de la Corte de Apelaciones en Temuco, y gracias a ella pude trabajar el archivo de la Intendencia de la M Regin. Edith Meyer Durn, por muchos aos la encargada del Archivo de Asuntos Indgenas, me recibi con paciencia y generosidad entre 1996 y 1997,

  • compartiendo conmigo las carpetas de muchas comunidades Mapuche. Los encargados de los archivos nacionales en Santiago, especialmente en el Archivo Nacional Miraflores y en el Archivo Siglo XX, me ayudaron y atendieron siempre con amistad e inters, aun cuando les cansaba diariamente con pedidos grandes y de difcil acceso. Erika Schilling viuda de Massmann me ayud a contactarme con la familia Landarretche, especialmente convioleta Maffei viuda de Landarretche y sus hijos Luciano y Arlin Landarretche. Magaly Ortiz desgrab la mayona de las cintas de mis entrevistas, por lo cual le debo un agradecimiento especialmente grande y clido. En la ltima etapa de este trabajo, cuando ya estaba completo el borrador del libro, he llegado a conocer personalmente y compartir ideas con mi colega "Mapuchistan Christin Martnez. Christin no solo ley con detenimiento y ojo critico el manuscrito entero, sino que tambin ha ofrecido agudas sugerencias y mucho apoyo intelectual. Espero que las conversaciones iniciadas con l y con su compaera, lingista y dirigente Mapuche Elisa Loncon, en la ciudad de Mxico, sigan profundizndose en los aos que vienen.

    Finalmente, mi familia -norte y sur- me ha apoyado, inspir;lFlo y cuidado durante los siete aos en que he trabajado con la comunidad de Ailo. En Estados Unidos y en Chile, mi marido Steve J. Stem ha sido mi ancla intelectual y emocional, siempre listo a conversar y apoyar mi trabajo. Como "padre solteron durante mis viajes a terreno, ha cuidado y apoya- do a nuestros hijos, brindndome, dentro de lo humanamente posible, los espacios de trabajo necesarios sin las preocupaciones. Mis hijos Ramn y Rafael han viajado conmigo a la M Regin y han conocido a las familias de la comunidad de Ailo. Cada vez que vuelvo la primera pregunta que se me hace es sobre ellos. Mis padres Ignacia Bemales Mallon y Richard M d o n son el origen de mi inters e identidad multicultural, y siempre han nutri- do mi compromiso con Chile y con Latinoamrica. El resto de mi familia chilena -mis tios Alfredo, Celina y Nieves Bemales; Gastn Gmez y Smirna Romero; Eugenia Rodrguez y Roberto Prat, ya finado; mis primos Florencio y Gabriela, Gastn y Tita, Pablo y Soledad, Chimina y Gonzalo, Ignacio y Alejandra, y Diego; y todos mis sobrinas y sobrinos- me han recibido siempre con cario y alegra. En varias ocasiones, tambin me han alojado. En verdad mi familia extendida es ejemplo de cmo el cario y la hospitalidad pueden cruzar fronteras, y les agradezco a todos su generosidad.

    Habna sido difcil divisar, en la madrugada del 20 de diciembre de 1970, el pequeo bote que remaba lentamente, contra la corriente, por el ro Imperial. Sentadas entre la niebla espesa de las ltimas horas de la noche, con bultos de comida y algunos nios peque- os, un grupito de mujeres y los hombres que remaban pensaban en silencio sobre lo que les esperaba. Desde septiembre, cuando haban formado en la comunidad de Ailo un comi- t para recuperar sus tierras, haban estado conversando y preparndose para lo que empezaba a ocurrir. La mayora de su grupo, hombres de las comunidades Mapuche de Nicols Ailo y Pichingual, con algunos socios del pueblo de Nehuente y trabajadores del fundo cercano del mismo nombre, haban salido antes, caminando por la carretera que corna del oeste hacia el este, bordeando el ro, de Nehuente hacia la ciudad de Carahue. El propsito de ambos grupos era juntarse nuevamente a unos nueve kilmetros de Ca- rahue y tomar el fundo Rucaln, propiedad de Juan Bautista Landarretche Mendoza y de su esposa, Violeta Maffei Herrera. Doa Marta Antinao, esposa de don Heriberto Ailo, vicepresidente del Comit Ailo, estaba en el bote con su pequeo hijo Martn. Recuerda que tambin iban con ella una tia de su marido, doa Rosa Ailo, y su madre, doa Juana Ros. "Llegamos alln, me explic, "Y nos pasamos al predio adentro y ah nos quedamos agrupados; haba una bodega grande y ah llegamosn.'

    La mayona de los ocupantes se quedaron agrupados, un poco apartados de la puerta de la casa patronal, mientras un grupo ms pequeo, compuesto del presidente del Comit Ailo, don Ricardo Mora Canillo, don Heriberto y un "compaeron mirista, conocido como Aquiles o Miguel, se acercaron a tocar a la puerta. Al poco rato se escuch la voz de una mujer, seguramente la empleada de la casa, quien preguntaba quin era y qu quera. Don Ricardo Mora le dijo que avisara al dueo que acababan de tomar el fundo. Se esper en silencio mientras la empleada le iba a avisar a su patrn.2

    ' La informacin en este prrafo ha sido recopilada en dos fuentes: Entrevista con doa Marta Antinao, Comunidad de Ailo-Tmnapuente, 18 de enero de 1997, y Corte de Apelaaones de Temuco, Causa Crimi- nal No 242- "intendente Gastn Lobos Barrientos contra Juan Bautista Landarretche Mendoza y otros por Infraccin de la Ley de Seguridad Interior del Estado", iniciada enTemuco, 26 de Diciembre de 1970. Los datos de este prrafo refieren de lo esencial sobre lo cual estn de acuerdo la mayora de los testimonios ofrecidos en el juicio antedicho: Corte de Apelaaones deTemuw, Causa Criminal No 242, op. c i t

  • --- Limite inrernao'onal ' Capital regional . '

    Un cuarto de siglo ms tarde este momento nebuloso y oscuro, lleno de miedo y expectativas, era todava recordado por los participantes como un smbolo casi emblemtico del potencial y peligro de la poca. En ese entonces se acababa de vivir en Chile un histrico proceso electoral en que, una coalicin de partidos hegemonizados por la izquierda habia logrado, con poco ms de un tercio del voto popular, instalar a un presidente socialista. Se divisaba la radicalizacin de la reforma agraria establecida por el gobierno demcrata cristiano anterior, y en la misma madrugada de la toma de Rucaln, el flamante Presidente Salvador Allende Gossens estaba en camino a Temuco para presidir la clausura de un

    Congreso Nacional Mapuche. Se haban realizado ya otras tomas de terrenos, y en las noticias se comentaba mucho el clima de movilizacin que se viva en el campo. Para los campesinos Mapuche y no Mapuche parados en el portn de Rucaln, en esa madrugada hmeda de diciembre, el clima de movilizacin habia sido fuente de inspiracin. Uno de los ocupantes comentara algunas semanas ms tarde que las noticias sobre otras tomas habran ayudado a convencerlos de iniciar su propia a~c in .~

    Al mismo tiempo, este clima de movilizacin habia alarmado y puesto en alerta a la clase terrateniente. En los ltimos meses del gobierno demcrata cristiano de Eduardo Frei Montalva se perfilaba ya un problema de toma de fundos en Cautn,puesto que para la eleccin presidencial el 1 de septiembre de 1970, habia trece fundos al menos parcialmen- te tomados en la provincia. Los dueos de fundo, por su parte, reaccionaron organizndose para la defensa de sus propiedades; al llegar al poder el gobierno de la Unidad Popular se hablaba de armas escondidas en los fundos de la

    Este momento era, en realidad, la culminacin de todo un proceso de cambio y de con- flicto social que se haba dado en Chile a lo largo del siglo XX. Comenzando desde la formacin del movimiento obrero a comienzos de siglo y su articulacin a los emergentes partidos reformistas y de izquierda, se haban perfilado en el pas una serie de proyectos de inclusin social. Empezando con la etapa populista de Arturo Alessandri en la dcada de los veinte, los intentos de cambio social, de reforma y de apertura hacia las clases popula- res en la sociedad haban causado momentos de enfrentamiento y de represin. Al resolverse esta primera etapa con la conformacin de lo que se lleg a conocer como el "Estado de compromiso", en que las coaliciones electorales que llegaban a la presidencia y al congreso respondan parcialmente a las demandas populares al integrar a partidos reformistas y de izquierda, mediante los "frentes popularesn que surgieron a partir de 1938, las zonas rura- les haban quedado fuera de las transacciones poiticas que se limitaban a aceptar una cierta inclusin de los obreros y de sectores populares urbano^.^

    ' Corte de Apelaciones deTemuco, Causa Criminal N 9 4 2 "Declaracin de Jos Segundo Pilquinao", f. 215. ' El Mercurio, 2011211970, p. 33; El Diario Austral, 2911211970, p. 8. Vase, para algunas aproximaciones a la historia del siglo XX, Mariana Aylwin et al., Chile en el siglo XX (Santiago: Planeta, 1990); Peter DeShazo, Urban Wwkers and Labor Unions in Chile, 1902-1927 (Madison: University of Wisconsin Press, 1983); Thomas Iiubock, Contested Communities: Clay Goidet; and Politics in ChieLElTeniente Copper Mine, 1904-1951 (DurhaqNC: Duke University Press, 1998); Brian Loveman, Chile: h e Legacy of Hispanic Capitalirni (NuevaYork: Oxford University Press, 1979); Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las suaves cenizas del olvido: Vb chilena de d i a c i n poltiui, 1814-1932 (Santiago: LOM ediciones1 DIBAM, 1999) y Las ardientes ceniza del olvido: Va chilena de Reconciliacin Poltiui, 1932-1994 (Santiago: LOM edicionesR)JBAM, 2000);MichaelMonten, Chile in the Nitrate Era:% Evolution of EamomicDependence, 1880-1930 (Madison: University o Wisconsin Press, 1982); Luis Ortega (ed.), La Guerra Civil de 1891: Cien aiiac hoy (Santiago: Universidad de Santiago de Chile, 1991); Julio Pinto, Tmbajos y rebeldls en la pampa ditrera: El cid0 del salitre y la reconfiguracin de las identidades populares (18501900) (Santiago: Editorial Universidad de Santiago, 1998); I(arin A. Rosemblat, Gendered Compromico: Poliricul Cultures and the State in Chile, 1920-1950 (Chape1 Hill: University o North Carolina Press, 2000);Gahriel Salazar, Vwlencia

    (amtina en pg. sigumteJ

  • Si las zonas rurales haban quedado fuera del "Estado de compromiso", todava ms marginados haban quedado los Mapuche. Desde la dcada de los veinte las organizaciones Mapuche, en su mayona formadas por los hijos de los caciques que se haban educado en los colegios urbanos de la regin, haban promovido una agenda integracionista. En el tema de la tierra, estos lderes muchas veces apoyaban la divisin y privatizacin de las t iems reduccionales, viendo en la separacin de la sociedad y la economa chilenas una forma de discriminacin y postergacin. Un ejemplo destacado de esta tendencia fue Manuel Man- quilef, primer diputado Mapuche, que cuando lleg al Congreso en 1925 present un proyecto de ley para dividir la t i e m indgena. Sus esfuerzos dieron como resultado la Ley 4.169, la primera Ley de Divisin, aprobada el 29 de agosto de 1927 y promulgada el 4 de julio de 1928. Los aspectos ms importantes de esta Ley eran que cualquier comunero poda pre- sentar una solicitud de divisin, y que antes de proceder a tal divisin haba que sanear los lmites de cada comunidad segn el ttulo de merced, asegurando la integridad previa de la cabida. Como veremos ms adelante, la necesidad de sanear previamente los lmites segn el titulo de merced facilit a la comunidad de Aiio su peticin de 1930, en que buscaban la restitucin de las tierras usurpadas despus de su radica~in.~

    Al mismo tiempo, ni la divisin de las comunidades ni la reivindicacin territorial Mapuche dentro de los lmites establecidos por el proceso de radicacin de finales del siglo XM, presentaba una solucin aceptable frente al creciente empobrecimiento de la poblacin rural Mapuche a lo largo del siglo XX. Por tanto, como pasara tambin en la comunidad de Ailo, algunos lderes empezaron a considerar una alianza con la izquierda, que lograra enfrentar el problema de las t iems Mapuche como parte del problema agrario de la sociedad en suconjunto. La alternativa de alianza de clase, sin embargo, aunque abriera la posibilidad de una coalicin de "todos los pobres del campo", cerraba la alternativa ms especfica de la reivindicacin tnica, como pueblo ~ a ~ u c h e . No solamente con la vieja izquierda sindical y del Frente Popular, sino que tambin con las movilizaciones ms radicales de la nueva

    poltica popular en "las grandes alamedas": Santiago de Chile, 1917-1987 (Santiago: Ediciones Sur, 1990); Luis Vitde e t d., Para recuperar la m m o ~ histrica: Frei, Allende y Pinodiet (Santiago: Ediciones ChileAmricaCESOC, 1999); Peter Winn, Weaven of Rmlutiox The Yarur Workers and Chile's Road to Socialkm (NuevaYork: Oxford University Press, 1986) Tejedores de la rmlmihLos trabajodores de Yarur y la via chilena al socialismo. (Santiago. M M ediciones, 2004). Para la exclusin de las zonas n i d e s del proyecto del Frente Popular, vase Brian Loveman, Stncggle in the Countryside: hlitics and Rural Labor in Chile, 19191973 (Bloomington: indiana Univemity Press, 1976), pp.118-124. Jos Bengoa, Eistaa del pueblo M@e (Si.gias XM y XX) (Santiago: Ediciones Sur, 1985), pags. 382-389. Rolf Foerster y Sonia Montecino, en Organunciono, LLIeres y Contiendns M@es (1900-1970) (Santiago: Centro de Estudios de la Mujer, 1988), hasta ahora el estudio ms completo publicado sobre las organizaciones politicas Mapuche en el perodo post-reduccionai, tambin muestran que los intentas integracionistas de las organiza- ciones Mapuche de esta poca tenan como meta la proteccin de los derechos de la poblacin Mapuche en su conjunto, fuera urbana o nid. Pam el caso de Manuel Manquilef,verFoerster yMont&o, pp. 6874. Para un ejemplo del intento de mlaboracin con la izquierda sindical, vase Mar& Painemal Huenchual con Rolf Foerster, V i de un dirigentehqnche (Santiago: Grupo de investigaciones Agrarias, 1983 ).

    izquierda de la dcada de 1960, el nfasis estaba fuertemente en los aspectos clasistas de la explotacin y de la alianza poltica. Aun con el gobierno de la Unidad Popular, cuando por primera vez la izquierda controlaba la coalicin, la poltica agraria en general interpelaba al campesino como miembro de una clase social. Esto tampoco cambi dentro de la izquierda ms radical, o sea en el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MR) y su brazo campesino, el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), donde hubo una dramtica presencia Mapuche. Aunque se reconociera en el programa regional de lucha del MR que el campesino Mapuche haba vivido una historia de expropiacin distinta por su misma identidad de pueblo colonizado, la conclusin era, de todas maneras, que la lucha de clases que unificana al campesinado "chileno" con el campesinado Mapuche era una etapa ms "avanzada" de lucha a la cual haba que aspirar. La izquierda radical de los aos sesenta, por tanto, segua manejando un "proyecto civilizadorn que tena como meta final educar a los Mapuche en la poltica de clase?

    Con todas sus limitaciones, empero, el proyecto de reforma agnria comenzado por la Democracia Cristiana y radicalizado por la Unidad Popular fue el primer momento en el siglo XX en que los campesinos pobres Mapuche divisaron una posibilidad de acceder a tiems. En conjunto con otros campesinos pobres, desataron una ola de reivindicaciones, movilizaciones y tomas de tienas que, en conjunto con las otras manifestaciones populares de la poca, pusieron en crisis el modelo gradualista del Estado chileno. Para septiembre de 1970, cuando se dieron las elecciones presidenciales, ya las clases dominantes estaban viviendo en un estado constante de tensin, temiendo que el orden social que ellos cono- can estaba en peligro de derrumbarse. En los prximos dos aos se haran cada vez ms profundos e intensos estos temores.

    Agregadas a las tensiones existentes en la sociedad ms amplia, haba para finales de 1970 una diferencia de opinin al interior de la comunidad Mapuche de Nicols Ailo, la cual representaba una de las fuerzas ms importantes detrs de la toma.Alos pocos das de la eleccin presidencial se haba formado en Ailo un comit de tierras con participantes de varias comunidades y de trabajadores.de los fundos cercanos. Reunidos en la casa de

    ' Para un ejemplo del intento de colaboracin con la izquierda sindical, vase Martn Painemal Huenchual con Rolf Foerster, V i de un dirigente M a m e (Santiago: G ~ p o de investigaciones Agrarias, 1983 ). Una

    i buena introduccin a los debates de la Unidad Popular sobre la reforma a@, y la posicin de la Unidad Popular en los debates ms generales sobre el agm chileno, se puede encontrar en Jaques Chonchol, Si*

    i mas agrarias en Amrica Latino: De la etapa prehirpnico a la modernimch m m o d o r a (Santiago, Chile y Mxico, D. E. Fondo de Cultura Econmica, 1994) y en Mara Antonieta Huerta M. Otro Agm para Chile La I historia de la Reforma Agraria en elproceso social y poltico (Santiago: Ediciones ChileAmrica CESOC, 1989). 1 Para la formulacin del programa agrario regional del MiR en Cautn, vase "Pan, tierra y socialismo!", Punta Finol,No 121,5 de enero de 1971,pp. 26-32.Un importante resumen analitico dela legislacin chilena sobre las tierras Mapuche hasta 1968 se puede encontrar en Wilson Cantoni,"Legislaan indgena eintegra-

    j cin del mapuche", Programa de la Sociologa del Cambio Econmico, Universidad de Wisconsin, con la I colaboracin del Centro de Estudios sobre la Tenencia de IaTierra, Santiago de Chile, diciembre de 1969. 1 I

    I 15

  • don Martn Ailo Poma y de su hijo Heriberto Ailo Pilquinao, haban conversado primero el tema de la recuperacin de las tierras de la comunidad de Ailo, 45 hectreas de su total cabida de 120, que haban sido usurpadas por un terrateniente local. Uno de los primeros acuerdos del grupo fue correrles el cerco a dos medianos propietarios que con el tiempo haban terminado en posesin de las tierras de la comunidad. Pero rpidamente se consta- t que taI accin no resolvera los problemas de todos los miembros del comit, puesto que no todos eran de la misma comunidad y la pobreza de tantos no se podra resolver con solamente 45 hectreas. Por tanto se empez a pensar una alternativa ms amplia, que casi por definicin significana la toma de un fundo 10cal.~

    La toma de fundo, sin embargo, no convenca a todos los miembros de la comunidad. Aunque la mayora estuvo de acuerdo, varios sintieron que era una estrategia extraa a las prcticas locales, que siempre haban pasado por la corte y se haban mantenido dentro dela ley. Se pens que una toma no dara buenos resultados, porque no era una accin que se haca "por las buenas"? Entre los que impulsaron la accin directa, por otro lado, haba una crtica fuerte de las estrategias legales usadas anteriormente. Se habl de la pobreza sufrida por las nuevas generaciones, del medio siglo de falta de resultados que haba dado el legalismo, de la necesidad de desarrollar otra estrategia. El grupo que fund el Comit Ailo se sinti apoyado adicionalmente por el clima de radicalizacin de la poltica clasista, y por el partido poltico que ms representaba esta radicalizacin, que era el Movimiento de Izquierda Revo- lucionaria (MIR).Varios de los miembros del Comit se hicieron parte del frente campesino del hfR, el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR). La toma de Rucaln se llevara a cabo con el apoyo del MIR y con la presencia de un asesor mirista?O

    Ms all de un debate sobre el legalismo, por tanto, se viva en Nicols Ailo a finales de 1970 un conflicto todava ms profundo acerca de las estrategias de restitucin Mapuche. Desde finales del siglo anterior, cuando el ejrcito chileno haba logrado finalmente derrotar al pueblo Mapuche, el Estado haba entregado cantidades reducidas de tierra a las comuni- dades Mapuche entre los ros Bo-Bo y Toltn. Con el nombre tremendamente apropiado de "reducciones", estas comunidades, registradas bajo el nombre de su "cacique" (logko', o "ca- beza" en el idioma Mapuche), haban recibido titulo legal, llamado titulo de merced. Supuestamente este documento daba proteccin legal a los indgenas originalmente estable- cidos all y a su descendientes directos, adems de lo cual la propiedad era comunitaria aunque el usufructo tenda a ser individual. En la prctica, sin embargo, las instituciones estatales locales favorecan a los propietarios no Mapuche y se hizo poco para velar por los

    COrte de Apelaciones de Temuco, Causa Criminal No 242: "Declaraan de Ricardo Mora Carrillo", Hospital Regional deTemucq30 de diciembre 1970,f.140, y 31 dir 1970,f. 144;'?)edaraandePedmFuentesPilquinao", Carahue, 2 de enem de 1971, f. 217; "Dedaraan de Jos Segundo Pilquinao", Carahue, 2 de enem de 1971, f. 215; y "Declaraan de HumbertoVenegas Riquelme", Carahue, 2 de enem de 1971, f 218v-219. Entrevista con don Antonio Ailio, Comunidad de Ailo-Tranapuente, 10 de enem de 1997.

    lo Entrevista con don Henberto Ailio, Comunidad de Ailo- Tranapuente, 18 de enero de 1997. La gmfa que se utiliza es la planteada ms recientemente.Ver nota 19. (Nota de los editores).

    intereses comunitarios indgenas. En este contexto no sorprende el clculo del historiador Jos Bengoa de que las usurpaciones ms grandes dentro de los ttulos de merced ocurrieron entre 1900 y 1930. Como en el caso de Ailo, stas ocuman frecuentemente en la primera dcada desde que haba sido otorgado el titulo original y la generacin original de radicados era la que comenzaba peleando la restitucin frente a colonos nacionales y extranjeros."

    Las lneas de autoridad y liderazgo en esta primera generacin de radicados ya se ha- ban reorganizado con el mismo proceso de radicacin. Antes de la derrota militar el pueblo Mapuche tena una estructura poltica decentralizada, basada en una combinacin de alian- zas matrimoniales entre linajes y una relacin bastante compleja y flexible entre el tenitoriq la identidad y el parentesco. Las reducciones fragmentaron y reestructuraron los linajes y parentescos territorialmente ms amplios denominados aillarewe y, en muchos casos, in- ventaron unidades ms pequeas y aisladas. Estas comunidades articuladas alrededor de un "cacique original", que debera tener claras relaciones de parentesco con todos los que se radicaban con l, eran en muchos casos unidades parcialmente inventadas en el mismo proceso burocrtico de la radicacin.Aun al estar compuestas estas comunidades reduccio- nales de parientes y refugiados sueltos de la guerra, empero, los Mapuche lograron convertirlas en nuevos espacios de solidaridad y proteccin. Los "caciques originales" de los ttulos de merced se hicieron logkos de sus comunidades, y los hijos y nietos de stos heredaron la obligacin de resolver cualquier conflicto interno mientras que mediaban y velaban por ellas frente al Estado y a la sociedad global. El papel de otros radicados origi- nales y parientes era importante, puesto que todos los miembros de la comunidad tenan hasta cierto punto la misma obligacin. Tambin se mantuvieron lazos territoriales ms amplios con otras comunidades cercanas, un intento de recrear las unidades ms extensas o aillazewe que haban existido antes de la derrota militar. El intercambio de mujeres entre comunidades vecinas mediante el matrimonio sirvi para afianzar conexiones culturales, socioeconmicas y de parentesco.12

    En la comunidad de Nicols Ailo, los radicados originales y sus hijos y nietos tomaron muy en serio la obligacin de velar por su comunidad. Don Domingo Millamn Ailo, jefe de una de las familias originales, present la primera queja de usurpacin en Temuco en 1908, solo cinco aos despus que se otorg el ttulo de merced.Veintids aos ms tarde su hijo Andrs Ailo, inici el expediente de particin y divisin de la comunidad cuyo propsito ms

    l1 Jos Bengoa, Historia del pueblo mapuche (Siglos XiX y (Santiago: Ediciones Sur, 1985), p. 372; Rolf Foerster y SoNa Montecino, Organuariones, I I m y contiendas Mapucher (Santiago: Ediciones Centro de Estudios dela Mujer, 1988), pp. 73-74,79,81. Jos Bengoa, Historia del pueblo rnapuche; Pascua1 Coa, Testimonw de un cacique mapuche, texto dictado al padre Ernesto Willheim de Moesbach, Quinta Edicin (Santiago: Pehun Editores, 1995);AldoVidal, "Con- ferencia sobre historia Mapuche", Universidad Catlica de Temuco, 5 de agosto de 1999; Jos Quidel, "Conferencia sobre historia y cultura Mapuche", Universidad Catlica deTemuco, 6 de agosto de 1999; Victor Ca~uiian, "Conferencia sobre cultura y religiosidad Mapuchen,Universidad Catlica deTemuco, 6 de agosto de 1999.

  • importante era recibir restitucin de las mismas 45 has. perdidas anteriormente. Otro Do- mingo Ailo, hijo del jefe de otra familia radicada, intent desarchivar el mismo expediente en 1939. Y don Martn Ailo Poma, hijo del "finado Nicolsn ya registrado en el ttulo de merced, hered la obligacin de liderazgo de su padre al ser una fuerza poltica en su comu- nidad a lo largo de su vida, manteniendo los rituales Mapuche y buscando la forma de restituir la tierra y sacar a su comunidad de la pobreza. Como parte de este esfuerzo se uni con su hijo Heriberto Ailo a los comits de agricultores de los aos sesenta, buscando un nuevo camino a travs de la organizacin poltica y la reforma agraria. Sus hijos Eduardina, Heri- berto y Robustiano Ailo Pilquinao, nietos del cacique original, se constituyeron en los lderes de la tercera generacin, mientras que don Antonio Ailo Cunn, hijo de don Andrs Ailo, mantena la memoria de las luchas originales en contra de la usurpacin, siguiendo en la tradicin de su padre al insistir en la restitucin de la tiena original.

    En esa madrugada nebulosa de diciembre, entonces, cuando una parte de la comuni- dad de Ailo se par en la puerta de la casa patronal de Landarretche, se haba llegado a una encrucijada importante en la historia de la comunidad en su conjunto. Si la estrategia de lucha legal de restitucin no haba tenido xito, de todas maneras segua teniendo apo- yo entre la descendencia de don.Andrs Ailo, mediador y lder importante de las luchas anteriores, Pero don Martn Ailo y su hijo Heriberto, descendientes directos del logko ori- ginal, tambin haban iniciado otro camino que pasaba por la organizacin clasista y Ia reforma agraria estatal. Parados al inicio de esta nueva senda, los participantes en Ia toma del fundo Rucaln no podan divisar hacia dnde los llevara el camino. Al igual que la niebla que los rodeaba y que no permita ver ms que sus propias siluetas, habia una bru- ma de espesas esperanzas que envolva los inicios del gobierno popular de Salvador Aende, no dejando ver ms all de sus primeros esbozos.

    Cuando yo llegu a Aiio veintisis aos ms tarde, la comunidad estaba en otra encru- cijada parecida. Mucho habia cambiado en el cuarto de siglo que separaba estos dos momentos crticos en la historia local. Como veremos en las pginas que siguen, la toma de fundo llev a la formacin de una cooperativa agraria y a una prosperidad nueva pero fugaz. Con el golpe y la dictadura militar vino una fuerte represin, seguida de un intenso miedo y una profunda pobreza. La divisin al interior de la comunidad, sobre formas de restitucin y de lucha por la tierra, se intensific y agrav. El decreto ley 2.568 de la dicta- dura, promulgado en marzo de 1979, aboli las comunidades indgenas y estableci las pautas para la divisin y privatizacin de todas las tierras comunales, Iey que se cumpli en Ailo en 1984.Aunque fuertemente golpeados por la represin, don Heriberto y don Robus- tiano Ailo siguieron los esfuerzos de organizacin que haban comenzado en dcadas anteriores, ayudando a formar, en la segunda mitad de la dcada de los '80, una asociacin gremial con otras comunidades y grupos del sector. Al llegar la transicin democrtica, la comunidad de Ailo se reconstituy como comunidad de indgenas bajo la nueva legisla- cin de 1993, solicitando subsidio de tierras bajo las condiciones de restitucin formuladas

    por el primer gobierno posdictatorial. En 1996, cuando yo tuve los primeros contactos con los dirigentes de la comunidad, acababan de ganar el subsidio y de firmar un contrato de compraventa con un terrateniente local. Estaban listos para una nueva radicacin.

    El 30 de noviembre de 1996, visit por primera vez a la comunidad de Nicols Ailo. Llegu hasta la sede con Enrique Prez, ex mirista de la zona que haba regresado del exilio en 1989 y fundado una organizacin de apoyo social llamada Centro de Estudios Simn Bol- var. Cuando en mi primera visita a Temuco en octubre me reun con un antroplogo muy conocedor de la realidad local, le haba expresado mi deseo de conocer la historia de UM comunidad Mapuche que se haba aliado al Movimiento Campesino Revolucionario durante la Unidad Popular. l me haba recomendado hablar con Enrique, puesto que como activista del MIR haba trabajado con varias comunidades Mapuche entre 1971 y 1973. Cuando me present a la puerta del Simn Bolvar, Enrique se mostr dispuesto a trabajar conmigo y me dio una lista de las comunidades Mapuche con las cuales estaba trabajando en ese momento, enfatando que en la mayora de los casos haba entablado relacin tambin durante la Unidad Popular. Acordamos que las investigara en el Archivo de Asuntos Indgenas, donde se podan localizar los expedientes y ttulos de merced de cada una, para ver si haba alguna que tuviera un expediente de especial inters. Cuando lo llam de nuevo en noviembre, haba encontrado documentos particularmente interesantes acerca de la comunidad de Ni- cols Ailo. Casualmente los dirigentes de esta comunidad se estaban reuniendo con l esa misma semana, y Enrique me invit a pasar por el Simn Bolivar a conversar con ellos.

    AU conoc a don Heriberto Ailo y don Jos Garrido, en ese momento presidente y secretario, respectivamente, de la comunidad. Aunque era un hombre de baja estatura, especialmente en comparacin con don "Chamin, don Heriberto tena muchsima presen- cia poltica e intelectual. Despus de las presentaciones, compart con ellos copias de los documentos sobre su comunidad que haba encontrado en el archivo. lnrnediatamente don Heriberto los empez a comentar, incidente por incidente, agregando informacin a lo que haba sobre la pgina.Nuestra discusin de la Unidad Popular fue particularmente intensa y, partiendo de los documentos que yo haba encontrado, estuvimos todos de acuerdo que un dilogo entre el archivo y la memoria humana podra ser valioso para la comunidad y ayudar a recuperar algunos aspectos olvidados de la historia local. Me invitaron a viajar con Enrique en su prxima visita a Ailo, que estaba programada para el da siguiente. Para m era una oporhmidad valiossima, puesto que el escuchar las voces y perspectivas de los protagonistas de esta dramtica historia, les daba vida a los documentos polvorientos que habia estado rastreando. "Una historia increble de lucha y sobrevivencian, escrib esa no- che en mi cuaderno de investigacin. "Siento el deseo de acompaarlos, de servir un poco de secretaria de la memoria, de hacerles llegar mis apuntes, de presentarles e l material que yo recojo para facilitarles un proceso de re-cuento. Y ellos, adems, pueden ser mis maestros, mis interlocutores. Quiero que nos resulte el proceso de recordarn.

  • Una buena parte del siguiente da la pas esperando, primero en mi pensin hasta que finalmente me pas a buscar Enrique. Con los meses aprendera que, dada la cantidad abrumadora de obligaciones que se impona, andaba siempre atrasado. Despus esper cerca de la sede de la comunidad de Ailo mientras se daba la reunin de la comunidad. Posteriormente llegada a saber que en esa reunin se estaba leyendo la escritura de com- pra del fundo "Las Vertientes", el predio al cual se estanan mudando los postulantes al subsidio; nombrando a los representantes que iran en una semana a revisar el lugar y buscar colegio para los nios; y organizando la ceremonia de entrega oficial del predio. Obviamente era una agenda muy llena y tom mucho tiempo. Finalmente, cuando ya esta- ba convencida de que se haban olvidado de m, me mandaron llamar y me invitaron a entrar a la asamblea de la comunidad.

    Don Heriberto Ailo me present a los veinte socios, ms o menos, que estaban presen- tes. Dijo que yo era historiadora, que ya haba encontrado documentos interesantes sobre la comunidad en los archivos de Temuco y haba ofrecido copias para el archivo comunal. Me pidi que les explicara a los miembros all presentes qu era lo que quena hacer en mi trabajo, y qu tipo de ayuda iba a necesitar de la comunidad. Al no estar realmente prepa- rada para esta eventualidad, me tropec un poco sobre mis palabras al tratar de explicar el proceso de recolectar la historia oral. Dije que quera recoger las historias de diferentes personas y sus distintas visiones acerca de la vida de la comunidad y despus combinarlas para crear-una historia ms grande que nos enseara algo a todos, simplemente porque combinaba las perspectivas diferentes de cada uno. Expliqu que ninguna persona indivi- dual conoca la historia completa de la comunidad, pero que juntos podamos aproximar el todo. La gente se interes por la idea, pero tambin hubo preocupacin por la cantidad de tiempo que quiz tendnan que pasar conmigo. Ms tarde, ya con ms conocimiento de la situacin, pude comprender que era un momento especialmente complicado, entre los meses de cosecha que se aproximaban y la mudanza a la nueva tierra. De repente, uno de los hombres presentes expres una duda. Parece que los gringos vienen mucho a las comunida- des Mapuche, comenz; y despus que les hablamos, tomamos tiempo de nuestro trabajo para atenderlos, se llevan los resultados de sus proyectos a su tierra y no sabemos ms de ellos. Creo que usted debe dejamos un informe antes de irse del pas, as ya hemos recibido algo a cambio. Los dems estuvieron de acuerdo, y yo tambin anot que me pareca una excelente idea. Arreglamos fecha para mi siguiente visita, en la primera semana de enero, y don Henberto design a Ren Ailo, hijo de don Antonio Ailo Cumn y un lder joven en la comunidad, como anfitrin. Promet llegar a la casa de Ren el 4 de enero.

    Ren Ailo era parte del gmpo en la comunidad que no haba postulado al subsidio de tierra a travs del Fondo de Tierras y Aguas, programa de la nueva Corporacin de Desa- rrollo Indgena creada por el gobierno de Patricio Aylwin. Don Henberto era dirigente del grupo que haba postulado a la CONADI y que esperaba mudarse muy pronto a Hue- llanto Alto, zona de la precordiliera al sur de Temuco, pasado el pueblo de Gorbea. Fue

    solamente poco a poco que me empec a dar cuenta de que haba llegado yo en un mo- mento complicado e intensamente emocional en la historia de la comunidad. La mudanza inminente, Ia inevitable divisin en dos comunidades, el acceso a nueva tierra para algu- nos y no para otros, todos estos cambios amenazaban con causar una mptura profunda entre las dos partes de una sola entidad. La reunin en la cual se me present estaba compuesta mayoritariamente de las personas que se mudaban, aunque la presencia de Ren signific que tambin haba algunos del otro grupo; por lo menos en ese momento se manejaba la idea de que la comunidad podra seguir unificada y que la gente de am- bos lugares poda cooperar y trabajar junta. El siguiente jueves 5 de diciembre, cuando acompa a don Heriberto, don Robustiano, doa Eduardina, Enrique, don "Chami" y otros a Huellanto Alto a ver el nuevo predio, haba todava mucho optimismo al respecto. Pero a lo largo de los prximos meses los nimos empezaron a declinar y la potencial fisura entre los dos grupos empez a profundizarse.

    Retrospectivamente me doy cuenta de que don Heriberto y otros entre los presentes en esa primera reunin quiz me vieron como alguien que pudiera ayudarles a mantener la unidad, especialmente al rearticular su historia comn de lucha y de explotacin, esa histo- ria que les hizo comunidad y, en relacin al ttulo original, un tronco familiar o linaje. Como buen logko y lder poltico, don Heriberto vio en mi presencia una oportunidad para que todos recordaran su lucha comn por la restitucin, y posiblemente as facilitar el proceso de negociacin entre los que se mudaban y los que se quedaban. Para m, el hecho de que la comunidad de Ailo estuviera por recibir del gobierno chileno un subsidio de tierra en reconocimiento de su larga historia de explotacin, le daba a mi narrativa un final especialmente dramtico y poderoso. Que la misma comunidad hubiera colaborado con el MCR y se haba tomado un fundo durante la Unidad Popular, y como resultado varios hu- bieran sido arrestados y torturados por los militares en 1973,Ie daba todava ms importancia como caso histrico. En tal contexto, los motivos y las expectativas de la colaboracin eran distintos para m y para la comunidad; pero todos compartamos un mismo entusiasmo por el proyecto de reconstituir la memoria local.

    Mi forma de llegar a la comunidad abri ciertas puertas y cerr otras. Al ser asociada con Enrique Prez y con los dirigentes que impulsaban el subsidio, que adems haban sido los dirigentes principales de la poca de la reforma agraria, la gente de la comunidad interpret mis intereses dentro de un marco poltico de clase social y de relacin con el Estado. En los meses siguientes la mayora de mis conversaciones se canalizaron hacia la historia de usurpacin y restitucin de tierras, las movilizaciones de la Unidad Popular y la represin subsiguiente, y el subsidio de tierra. Ahora bien, sta era una parte importante de la historia de la comunidad, y una parte crucial de la historia que me interesaba contar; pero no era la realidad completa y tenda a minimizar los aspectos culturales y religiosos Mapuche. Solo en junio de 1997, por ejemplo, llegu a saber por casualidad, en una conver- sacin con los hermanos Ailo y otros que se dio enTemuco a final de mi ao de investigacin,

  • que en Ailo se haba celebrado gillatun hasta la dcada de los '60, y que hubo machi en el asentamiento en el ex fundo Rucaln durante los aos de la Unidad Popular.

    Tambin se tenda a minimizar lo Mapuche, especialmente en trminos de las prcticas culturales y espirituales, por la presencia en la comunidad de Ailo de un fuerte movimien- to evanglico. La Iglesia del Seor, congregacin carismtica que no toleraba las prcticas espirituales indgenas, haba llegado a la zona en los aos sesenta y se haba establecido con bastante vigor entre algunas familias de Ailo. Cuando yo llegu a la casa deRenAilo en enero de 1997, me di cuenta de que su hermano Antonio mantena y supervisaba el templo de esta iglesia en la propiedad de la familia. Al mismo tiempo se mantena entre otros de la comunidad, especialmente doa Eduardina, don Robustiano y don Heriberto Ailo, la presencia de la Iglesia Anglicana, que haba establecido su misin en Nehuente dcadas atrs. Aunque los anglicanos eran ms tolerantes frente a la cultura indgena, de todas maneras la conversin protestante haba sido un factor importante, entre otros, que contribuy a la marginalizacin de las prcticas Mapuche en la comunidad.

    Entre mis experiencias ese primer ao de investigacin y mis viajes posteriores ms cortos en 1998 y 1999, me empec a percatar de ciertas caractersticas muy particulares de

    , la histona local. Cuando compar a la comunidad de Nicols Ailo a otras comunidades que haba empezado a conocer, me di cuenta de que el nivel extremo de pobreza que sufri la comunidad por usurpacin y degradacin de sus tierras, la abri comparativamente tem- prano a la migracin temporaria y a la necesidad de que los hombres trabajaran al da en los fundos de la regin. Esta tendencia tambin facilit la transculturacin, puesto que la sociabilidad entre trabajadores Mapuche y no Mapuche, en la zona de la costa y en las ciudades, fomentel desarrollo de una cultura popular compartida y tambin del matrimo- nio entre wigka y Mapuche. La falta de nfasis que pusieron mis interlocutores sobre su identidad indgena, por tanto, no se poda explicar solamente porque yo era afuerina, ni tampoco porque haba llegado a la comunidad con un ex compaero de izquierda. Haba tambin toda una historia de cambio social y cultural que nos ayuda a explicar cmo y por qu fue esta comunidad, y no otra, la que tom un papel tan central en la movilizacin de clase que se dio en el sector costero durante la dcada de la reforma agraria (1964-1973).

    Es especialmente importante enfatizar, sin embargo, que la relacin que he desmlla- do con mis interlocutores en la comunidad de Ailo, aunque haya comenzado de una forma muy particular, se ha expandido y ha tomado formas a veces impredecibles. Un aspecto cmcial de esta trayectoria fue la sugerencia de don Heriberto de que primero me entrevis- tara con la familia de don Antonio y su hijo Ren. Las diferencias de perspectiva y experiencia a las cuales me dio acceso esa entrevista fueron absolutamente centrales a todo mi proceso de educacin sobre la comunidad. Me ayudaron a comprender cmo y por qu, a nivel local, se podan desarrollar y preservar opiniones tan distintas y hasta conflic- tivas sobre una misma experiencia de opresin y explotacin. Como veremos ms adelante, don Antonio se opuso a la toma de Rucaln, mientras su hijo Hugo -en ese momento un

    joven adolescente de 16 aos- se meti a la movilizacin izquierdista. Su otro hijo Ren, ms joven, vendra a transformarse en lder recin a finales de la dictadura y durante la transicin democrtica. Todos, sin embargo, por razones especficas que se tratan en ms detalle en las pginas que siguen, tomaron posiciones distintas, en algunos sentidos opues- tas, a las de don Heriberto. Que l me haya abierto primero un camino hacia personas con las cuales no estaba de acuerdo, me hizo comprender que don Heriberto tena un inters ms amplio en la historia de su comunidad que no pasaba necesariamente por sus propias preferencias u opiniones. Una buena parte de lo complejo y verdico que se ha logrado en este libro se lo debo a l y a sus familiares ms cercanos.

    Tambin debo reconocer la importante influencia de mis colaboradores, tanto en la comunidad de Ailo como entre mis otros amigos y colegas, en el desarrollo del mtodo de investigacin que he usado para este trabajo. Desde un comienzo, Enrique Prez exigi copias de los materiales que estaba encontrando en el Archivo de Asuntos Indgenas, y a los dirigentes de Ailo tambin les gust la idea de mantener un archivo documental con co- pias de lo que yo iba encontrando. A lo largo de mi relacin con la comunidad, por tanto, y en muchas de las entrevistas que he tenido con sus miembros y sus familias, hemos combi- nado la conversacin y la entrevista con un compartir de documentos, peridicos y otros materiales que he encontrado en archivos regionales y nacionales. Como parte del proceso de dilogo, he dejado en el archivo de la comunidad copias de los documentos ms impor- tantes acerca de la historia comunal. A veces una conversacin poda partir de un documento o de aign dato recogido en otra entrevista, estableciendo as un tira y afloja e n m diferen- tes versiones o interpretaciones de un mismo event0.Y la misma sugerencia de uno de los socios en esa primera reunin en que fui presentada, de que sera bueno dejar un informe antes de irme del pas, tambin ha contribuido a mantener un dilogo profundo sobre los datos y las interpretaciones aqu recogidas. De hecho, en agosto de 2001 regres a Temuco y a A%o a entregar un nuevo informe, que ya no era un resumen de ochenta pginas sino que un libro entero. Ms adelante en este captulo trato en ms detalle cules han sido los resultados del trabajo en conjunto que hicimos en esa oportunidad, y cmo los comentarios de mis interlocutores han modificado este texto.

    Otra parte del dilogo que hemos entablado ha sido el proceso de la entrevista indivi- dual. Ms all de las conversaciones informales, donde en general he tomado notas menos sistemticas en mi cuaderno de investigacin, cada conversacin sistemtica, o entrevista, comenz con un intercambio preliminar en que ofrec dos alternativas. Una de ellas era grabar la entrevista en cassette, con el resultado de poder preservar las palabras ms o menos exactas de la persona. Si se escoga esta alternativa, yo me comprometa a hacerle llegar una copia de la desgrabacin para que tuviera la opcin de revisar y corregir la versin escrita. Si la persona entrevistada optaba por no ser grabada, entonces mis notas eran menos exactas y no haba forma de hacerle llegar una copia de las palabras de la conversacin. Tambin discutimos, antes de comenzar, la opcin del anonimato: quera o

  • no que yo usara su nombre? Hasta ahora todos mis entrevistados en la comunidad han preferido usar su nombre verdadero.13

    Al escribir este libro me he llegado a dar cuenta, cada vez con ms fuerza, tanto de las ventajas como de las imperfecciones de este mtodo basado en el dilogo. Por un lado, me ha permitido mantener, hasta cierto punto, las formas de narrar de 10s mismos protagonistas, puesto que en muchos momentos puedo describir un evento o un proceso usando las palabras de la persona o las personas que me lo explicaron. En otros momentos, he logrado usar pers- pectivas locales para interpretar un documento de forma distinta, o para buscar en el archivo evidencias sobre algo que perdum en la memoria de la comunidad. Un ejemplo particular- mente dramtico de este dilogo fructfero se encuentra en el captulo 2, cuando en nuestra conversacin don Antonio Ailo me cont por primera vez sobre la muerte del terrateniente Duhalde.En mi bsqueda por los archivos para apoyar su relato, comprend nuevos aspectos de la relacin de la comunidad con Duhalde. Logr abrir una perspectiva muy distinta acerca del proceso de acumulacin de tierras en el sector costero, y examinar la reforma agraria posterior a travs de un lente que parta de un concepto Mapuche de la territorialidad. Al aprender del dilogo con mis entrevistados, logr pensar de otra forma a la clase terrate- niente local, y leer con otros ojos los mapas temtoriales del sector.

    Pero el mtodo dialogal tambin contiene peligros, en gran parte porque las dos partes del dilogo no tienen igual cantidad de poder sobre la forma final de la narrativa. Como expliqu a los miembros de la comunidad 'presentes en la primera asamblea en la cual particip, como investigadora e historiadora yo necesitaba reservarme la ltima decisin sobre la forma y el contenido del libro. A veces, como en la discusin de la cuestin Mapu- che y las diferencias entre investigadores que o m en el captulo 3, es posible que me haya apartado demasiado del tema especfico de la comunidad. A pesar del mtodo dialo- gal, en este caso tom la decisin unilateralmente. En otras instancias, como en la ltima seccin del captulo 5 y en buena parte del captulo 6, he construido una narrativa sobre la comunidad que descansa ms sobre fuentes externas que sobre las conversaciones con Ia gente, quiz porque son temas que todava duelen mucho o no se han procesado bien, y por tanto es ms fcil tener acceso mediante otras rutas. Pero, al hacer esto, me sigo mante- niendo dentro del esquema original?

    Esta Itima interrogante tambin hace surgir otra problemtica que pareciera inheren- te al mtodo utilizado: el dilogo entre fuentes orales y fuentes escritas no funciona de la misma manera en cada parte del proyecto y de la narrativa. En los captulos 2 y 3 que tratan del perodo anterior a la reforma agraria, hay menos fuentes orales simplemente porque me apoyo, inevitablemente, sobre la generacin ms antigua, y tengo acceso a sus

    l3 En el caso de un mbajo histrico, como es ste, usar nombres distintos para miembros de la comunidad escondena solo parcialmente la identidad de la persona, puesto que los nombres verdaderos aparecen de todas maneras en los documentos.

    recuerdos a travs de un filtro temporal ms espeso. Al haber menor presencia de afueri- nos en ese perodo temprano, no tengo entrevistas con otros que pasaron por all y tendran una visin distinta, como es el caso con los aos del asentamiento agrario cuando pude conversar tambin con algunos colaboradores miristas, o con la poca de dictadura cuando llegaron personas y organizaciones que colaboraban con el Obispado. Sin embargo, las memorias que s logr recoger dan un matiz personal y humano a esta historia cuyo valor resulta incalculable. A veces, el criterio cualitativo necesita premiar sobre el cuantitativo. Pero no deja de ser verdad que la riqueza comparativa de fuentes, orales y scritas, para el penodo posterior a 1964, cuando la comunidad empez a participar ms activamente en las relaciones polticas y de clase que se establecieron con la sociedad global, hace resaltar ms las inevitables lagunas que existen para el perodo anterior.

    Con todo, aunque el mtodo dialogal tenga estas contradicciones e imperfecciones, y adems hasta cierto punto las haga resaltar ms por su misma dinmica, me ayud a conocer muchsimo ms a fondo la historia de la comunidad de lo que hubiera sido posible solamente con fuentes orales, o meramente a travs del archivo. Al regresar varias veces a hablar con algunas de las personas, pude profundizar las conversaciones y las amistades, sobre la misma marcha del proyecto. Esto me permiti tener acceso a distintas capas de interpretacin de la misma persona. As, en mi primera conversacin con Ren Ailo en enero de 1997, enfatiz los aspectos positivos del subsidio y la unidad entre las dos partes de la comunidad. En marzo, cuando las familias subsidiadas ya se haban mudado a la nueva tierra y haban surgido malentendidos, Ren se mostr ms crtico frente al proyecto del subsidio y la forma en la cual se haba llevado a cabo. Tambin don Heriberto me enfatiz diferentes aspectos de su experiencia, o distintas apreciaciones del proceso histrico de la comunidad, dependiendo del momento o del grado de confianza que habamos logrado.

    A final de cuentas este dilogo no tiene un fin definido, sino que es un proceso continuo que tendr que terminar, arbitrariamente quiz, en el momento de la publicacin. Las amistades y conexiones personales, al mismo tiempo que la misma historia de la comuni- dad, son procesos todava en desarrollo que se cortarn en el texto al cerrarse la edicin. Pero el mtodo dialogal tambin ha tenido resultados concretos que me han ayudado a explicar los dos grandes momentos de transicin en la historia de la comunidad: primero la articulacin intensa con la sociedad global a travs de la reforma agraria y la represin posterior, y segundo el subsidio de tierras y la nueva radicacin que llev a la creacin de dos comunidades, Nicols Ailo 1 y Nicols Ailo 11. Adicionalmente, mi relacin dialogal con la gente me ayud a ver que las explicaciones que manejaban sobre los dos momentos se articulaban entre s.

    Usando como punto de entrada las diferencias de opinin entre la familia de don Anto- nio y la de don Heriberto, logr empezar a ver cmo, en cada caso, las experiencias vividas durante la dcada de la reforma agraria podan articularse a narrativas harto distintas sobre la historia local, que terminaban tambin en contrastantes lecciones morales. Para la

  • - % familia de don Antonio y Ren, la narrativa se organizaba alrededor de la usurpacin origi- nal de las 45 hectreas y, posteriormente, la capacidad para aguantar y sobrevivir a pesar del fracaso de todo intento de restitucin. "Esto pas hace muchos aos", me exulic don Antonio durante mi primera visita, embarcndose en una narracin cuyos flujos, ritmos e imgenes me sugirieron que la haba repetido muchas veces a travs de los aos. Comenza- ba con un hombre llamado Duhalde, que cerc toda una parte de la comunidad usando la madera de los rboles nativos que primero haba cortado. Sigui con el desalojo de los padres de don Antonio, recin casados, y la quema de su pequea mka. Y termin con el asesinato de Duhalde en manos de otro hombre de negocios a quien le deba plata porque, como explic don Antonio, Duhalde era un hombre arrogante que se dedicaba a hacer "ma- las obras". Antonio, el hermano de Ren que administraba el templo de la Iglesia del Seor en la propiedad de la familia y claramente haba escuchado muchas veces el relato de Duhalde, le agregaba otra capa de explicacin moral. "Se crea rey aqu en estas tierrasn, coment, "y no saba que arriba haba otro Rey arriba de l, que lo mandaba a ln." Ahora bien, esta narracin no terminaba con la restitucin de la tierra, pues no narraba una victo- ria, sino que ms bien la capacidad de aguantar y perdurar. Pero s terminaba con un cierto tipo de restitucin moral, puesto que la muerte de Duhalde daba un final muy satisfactorio a un relato sobre la moralidad, en que el terrateniente abusivo, vil y corrompido hasta sus entraas, al final termina cosechando lo que l mismo ha sembrado.

    Para don Heriberto, y en generai para los que participaron en la reforma agraria, la historia se organiza airededor de la toma de Rucaln en diciembre de 1970, y su tema princi- pal es cmo sobreponerse a la explotacin a travs de la accin directa. Hasta 1965 las dos versiones de la historia de la comunidad se mantienen iguales, puesto que parten de la usur- pacin original de Duhalde. Con la reforma agraria fresta, sin embargo, se abre un nuevo captulo en la relacin entre los campesinos y el Estado y por tanto la comunidad nuevamen- te pide restitucin de las hectreas originales. Lamentablemente, la hijuelizacin del fundo Tranapuente por el Estado haba complicado tanto la tenencia de la tierra que el juicio se alarg demasiado. La gente empez a perder la esperanza y algunos empezaron a buscar otra salida. Esto llev a la formacin de un comit de tiernas y finalmente a la toma de Rucaln, justificada porque la estrategia legal seguida hasta ese momento no haba trado justicia. "En ese tiempo fue harto ilegal la toma de fundon, admiti don Heriberto. "Pero nosotros decimos, no fue ilegal, jpor qu razn? Porque, ja quin le pedan autorizacin antes para quitarnos las tierras a nosotros? A nadie. Llegaban y nos decan: ya pues, crrase para ail, esta tierra es ma. Entonces nosotros despus, les dijimos claro: esta tierra es de nos otro^".'^

    Este relato se contrasta con el anterior porque la restitucin es directa, dramtica y muy satisfactoria: si antes el terrateniente los haba botado sin pedir autorizacin a nadie,

    l4 Entrevista con don Antonio Aiio, Comunidad de Ailo-Tranapuente, 10 de enem de 1997. l5 Entrevista con don Heriberto Aiio, Comunidad de Aiio-Tranapuente, 18 de enem de 1997.

    ahora los campesinos hacan lo mismo. Si la leccin moral del relato de don Antonio era la perseverancia y la superioridad moral, la narrativa de la reforma agraria enfatizaba la ne- cesidad de responder al fracaso de la estrategia ms tradicional de restitucin con militancia e innovacin polticas. Como evidencia adicional a favor de su posicin, los participantes en la reforma agraria anotaron que, a pesar de que finalmente se resolvi el juicio de las 45 hectreas a favor de la comunidad, solo se pudo conseguir posesin de una parte de esas tierras mediante una conida de cerco, otra accin por las vas de hecho. Adems, seala- ron, los dos aos y medio que pasaron en el asentamiento fueron los nicos aos de verdadera prosperidad que su generacin ha conocido hasta ahora. La respuesta de don Antonio, sin embargo, en desacuerdo con la toma, es que el golpe de 1973 y la represin militar han demostrado que las ocupaciones ilegales no funcionan. La ruptura de 1973, que fraccion la historia local y la historia nacional, demuestra, segn don Antonio, que siempre hay que hacer las cosas "por las b~enas".'~

    Hasta cierto punto estas dos narrativas son clsicas posiciones de cmo se debe enfren- tar la opresin y la explotacin. Una posibilidad es aguantar no ms, demostrar una superioridad moral, cristiana, al sufrir con dignidad y sin rebajarse a usar los mtodos del contrincante. La otra posibilidad es enfatizar la moralidad de la accin en un contexto de retribucin: el enfrentamiento es justo por la injusticia anterior. Ambas posiciones tienen una base en la religin: la primera en un cristianismo ms sufrido, en que la recompensa vendr despus para los que se manejan moralmente; la segunda en un discurso de libera- cin que dialoga ms directamente con el Antiguo Testamento, especialmente con la narrativa del xodo de Egipto y la liberacin del pueblo judo, y que, para la dcada de los '60, haba encontrado una nueva expresin en un cristianismo de accin social, las comuni- dades de base y, finalmente, en la teologa de la liberacin. Como veremos ms adelante, don Heriberto y sus hermanos participaron directamente de esta segunda tradicin.

    Al mismo tiempo, sin embargo, estas dos narrativas especficas se construyeron en conversaciones conmigo, en el momento mismo en que la comunidad viva su segunda transicin dramtica, o sea el xito de su postulacin a un subsidio estatal para comprar tierra y la mudanza de una parte de su gente a otro lugar. Mi presencia en esa coyuntura quiz ayud a definir ms dramticamente la diferencia entre las dos narrativas, pero tampoco sorprende demasiado que los que enfatizaban la capacidad humana de perdurar y aguantar y criticaban la accin ilegal, no se presentaron al subsidio. Para los que s se presentaron, especialmente para don Heriberto, esta nueva accin formaba parte de la misma cadena que todas las anteriores y llevara, como me explic, a que la organizacin "renaciera desde las cenizas". En este sentido, por tanto, la radicacin en nuevas tierras poda verse como un final mucho ms satisfactorio para la narrativa de accin frente a la

    l6 Entrevistas con don Antonio Aiio, Comunidad de Ailo-Tranapuente, 10 de enero de 1997; y con don Heriberto Aiio, Comunidad de Aiio-Tranapuente, 18 de enem de 1997, y Temuw, 18 de abril de 1997.

  • explotacin, una respuesta, hasta cierto punto, a la critica de que la accin directa solo haba desembocado en sufrimiento y represin.

    Este segundo momento de transicin en la historia de la comunidad posreduccional, transicin que yo presenci y aprend a narrar con la ayuda de los participantes, ha deveni- do en la creacin de dos comunidades Nicols Ailo. La original, Nicols Ailo 1 -Tranapuente, representa hoy la continuidad y la sobrevivencia, mientras que la nueva, Nicols Ailo II- Huellanto Alto, representa la osada de haberse enfrentado a algo nuevo, no conocido, don- de todo -el clima, el entorno, los vecinos, la agricultura, el sistema de trabajo, el futuro- sigue siendo nuevo. Si en Tranapuente, de vez en cuando, se piensa que los de Huellanto Alto tienen toda la suerte de un nuevo futuro por delante, a veces en Huellanto Alto se tiene nostalgia de los viejos tiempos, los viejos vecinos, el paisaje conocido y suavemente desgastado de la costa. En las pginas que siguen, trato en lo posible de relatar cmo y por qu la historia de la comunidad ha llegado hasta aqu.

    Pero tambin quiero sealar que la historia de ambas comunidades que ofrezco a conti- nuacin no es ni completa ni enteramente objetiva. En ambos sentidos de la palabra, es una historia No me disculpo por ello. Al contrario, lo admito y lo asumo abiertamente. Esta historia es "parcialn, en el sentido de ser solamente una parte de la historia posible, porque no habl con todas las personas de la comunidad ni pude localizar todos los docurnen- tos relevantes en las colecciones abrumadoramente grandes, pero tambin claramente "seleccionadasn, de los archivos regionales y naci~nales?~ Como afuerina no-Mapuche, adi- cionalmente, es imposible que yo pueda ver el todo netamente desde una perspectiva local. Mis aproximaciones -a la temtorialidad, cultura y religiosidad Mapuche; a la pobreza; a la experiencia de usurpacin; al dolor, la angustia y el miedo de la represin; al hambre de los inviernos- son harto parciales. No creo que haya forma de evitar estas parcialidades, pero no por ello hay que abandonar el proyecto mismo de acercarse y dialogar sobre esta historia. Adems estoy convencida de que tener una visin parcial de las cosas no es algo que me pasa

    I7 Este doble significado de la palabra "parcial", y su importancia para el trabajo que estoy haciendo con la comunidad de Ailo, fue enfatizado en conversaciones que tuve con los estudiantes de posgrado que leye- ron este manuscrito en mi seminario de posgrado sobre "Relaciones indgena-Estado en Amrica Latina", curso que ofrea en la segunda mitad del ao 2000. Mi estudiante MoUy Todd, en particular, ha discutido conmigo estos significados, no solo en relacin a este libro, sino que tambin en nuestras conversaciones sobre el poema de Mario Benedetti, "Soy un caso perdido" (de Cotidianas, 1978-1979). Agradezco avctor Maturana, quien me recomend por primera vez el poema de Benedetti.

    l8 Cuando ayud a organizar el Archivo de la Intendencia de la M Regin, me di cuenta de lo fuertemente "seleccionado" que era el acervo documental regional donde todo el mundo comenta que en los ltimos meses de la dictadura d t a r se destruyeron muchsimos documentos. Tambin en el Archivo de Asuntos Indgenas los materiales judiciales que fueron mudados all despus de la abolicin de los juzgados de indios, resultan muy incompletos. Cosas parecidas me pasaron al buscar ciertas partes delos fondos minis- teriales en Santiago. Que no es para culpar a los archivistas, personas sumamente dedicadas ala presena- cin de los documentos, sino para apuntar que en el proceso misno de la poltica y la historia, los materia- les documentales ya sufren una seleccin "parcial", otra vez en ambos sentidos de la palabra.

    solamente a m. La misma gente de la comunidad tiene sus propias parcialidades, que feliz- mente son distintas a las mas. Juntos, a travs del dilogo, la discusin y el debate, podemos quiz ayudamos mutuamente a ver un todo ms completo.

    Esta historia es tambin parcial, porque la historiadora que la escribe es parcial. Mi narrativa parte de una perspectiva de apoyo a la comunidad y a su gente. La subjetividad de las familias de Ailo es lo que me interesa reflejar y comprender. Ahora bien, esto no significa que siempre represento acrticamente sus perspectivas u opiniones. Durante la misma investigacin, aprend que a veces es importante discrepar o cuestionar las versio- nes presentadas. Al manejar evidencias en conflicto, aprend que era necesario discutirlas y presentarlas, no solamente en las entrevistas, sino que tambin en los informes anterio- res y en el texto final. El resultado es una historia con la complejidad y la humanidad que la comunidad merece, en vez de ser solamente una versin heroica o plana, bonita quiz pero difcil de cotejar con lo que es la vida real. El proceso de discusin o de discrepar no es siempre cmodo o fcil, pero a la larga estoy convencida de que nos lleva hacia una historia ms honesta y ms valiosa, no solamente para el pblico lector, sino que tambin para los que hemos participado en el proceso de escribirla.

    En este sentido, esta historia es una etnografa colectiva en la cual han colaborado muchas personas de la comunidad. Aunque la parte de la comunidad que me invit a escri- birla es la parte que particip en la reforma agraria y que postul al subsidio de tierras, con la ayuda de don Heriberto y otros me he dedicado a tratar de verla desde otras perspecti- vas tambin..De todas maneras don Heriberto y doa Marta, don Robustiano y doa Eduardina, siguen siendo mis interlocutores ms activos. A ellos se agreg ms reciente- mente doa Cecilia Ailo. Son los que han ledo mis informes con ms cuidado y los que me han ofrecido los comentarios y las criticas ms puntuales. Con el tiempo, he llegado a com- prender que conocer mejor una realidad o una vida colectiva no necesariamente significa tener una comprensin definitiva o completa. En muchos sentidos significa darse cuenta de que nunca se podr llegar a un conocimiento total ni acabado, sino que simplemente a un respeto ms profundo de la complejidad.

    De todas maneras, esta complejidad se organiza alrededor de una serie de temas centrales que quiz valga la pena aclarar al principio. El primero es la importancia de escuchar y resca- tar las versiones de la historia Mapuche que maneja la gente comn y comente de las comunidades, muchas veces apartados del liderazgo Mapuche ms educado y frecuentemente ms urbanizado. Los marcos de interpretacin que se manejan a nivel local mezclan aspectos que desde fuera podran verse como contradictorios: etnicidad y clase; cosmovisin Mapuche y religin evanglica; movilizacin radical de base y lealtad a los partidos polticos; una expe- riencia profunda y a veces humillante de explotacin y subordinacin con una terca voluntad de sobrevivencia y de compleja subjetividad individual. De las conversaciones que dieron for- ma a este texto surgi la nocin de que este ir y venir entre relaciones e identidades aparentemente contradictorias es parte de la experiencia vivida y debe contextualizarse hist- ricamente.

  • Y es en este contexto que mi experiencia devolviendo el libro en agosto de 2001 tiene mucha relevancia. Llegu aTemuco a finales de julio de ese ao con mltiples copias de un primer borrador completo para distribuir a mis colaboradores en las comunidades Nicols Aiio 1 y II y algunos fuera de ellas. Con ayuda de mis colegas del Centro de Educacin y Tecnologa que haban estado trabajando en las comunidades, habamos preparado con los dirigentes de Tranapuente y Huellanto Alto una primera reunin y presentacin de libro en la oficina del CET, lugar escogido por los mismos dirigentes. En ese primer encuentm, al cual vinieron personas de ambos lugares que incluan los presidentes de ambas comunidades, yo present un pequeo resumen del proceso del libro y se invitaron comentarios de todos los presentes. Tambin me compromet a que cualquier derecho de autor que saldra del libro sera reinvertido en las comunidades. Don Heriberto y don Robustiano a p r o M e el espa- cio para hacer una conexin entre las luchas de su comunidad y las luchas histricas y contemporneas del pueblo Mapuche en su conjunto, algo que se anota en esta versin final del libro en los momentos apropiados. Una parte especialmente satisfactoria y productiva de ese encuentm fueron, para m, las l e m s colectivas que hicimos, en voz alta, de partes del libm Esto permiti la participacin de una mayor cantidad de los presentes, y varios partici- pantes en la conversacin se sintieron interpretados por partes del texto. La conversacin fue tan positiva que se decidi que las otras reuniones a celebrarse, una en Tranapuente y una en Huellanto Alto, usaran tambin el modelo de la lectura en voz alta.

    En ambas reuniones en teneno tambin hubo reacciones positivas al texto, aunque tam- bin surgieron preguntas y dudas adicionales. En Tranapuente se me pidi explicar qu beneficio sacara la comunidad del libro, y hablamos de nuevo acerca de los derechos de autor. En Huellanto Alto tuvimos una discusin sobre cmo mejor representar las diferencias de opinin entre dos personas de Aiio sobre los criterios de pertenencia en la comunidad. Encontramos la forma de respetar las sensibilidades de ambos sin callarle la voz a nadie

    -- - - E1 aspecto ms inesperado de mi viaje en agosto de 2001 fue la cantidad de nueva

    informacin que logr recopilar para la revisin. Una parte de ella result de las reaccio- nes de mis interlocutores a una narrativa acabada, que suscit de su parte muchos datos y recuerdos adicionales en forma de adiciones y correcciones. Pero el resto de k nueva infor- macin a la cual tuve acceso result de mi amistad cada vez ms profunda con Anglica Celis, quien haba estado trabajando por mucho tiempo con las historias de vida de tres de las mujeres de Huellanto Alto -doa Marta Antinao y doa Ceciiia y doa Marcelina Ailo- cuyas entrevistas me facilit. En combinacin con la presencia permanente en Huellanto, por primera vez durante mis visitas, de Cecilia Aiio, el intercambio y las conversaciones con Anglica me facilitaron una nueva y profunda a p e m hacia la perspectiva de las mujeres en la historia y vivencia de la comunidad. Todo esto ha enriquecido el texto, pero "mbi modificado en formas sorprendentes algunas de sus partes. El resultado final es un esfuerzo colectivo que contiene muchas voces e intercala muchos relatos y nanativas distintos.

    Al ser esta historia un esfuerzo colectivo, es especialmente importante que pueda lle- gar a pblicos diversos y no solamente acadmicos. Por supuesto que me gustara que los historiadores y estudiantes de historia, desde la historia Mapuche y la historia chilena hasta la historia de Amrica Latina y de los pueblos indgenas de nuestro hemisferio, se interesen por este relato y encuentren algo de valor en l. Me alegrara mucho, adicional- mente, que los estudiantes de cursos generales encontraran aqu una versin accesible de una historia muchsimo ms grande sobre la explotacin y la resistencia que han marcado las vidas de los campesinos y los indgenas de nuestro hemisferio. Pero todava ms impor- tante para m es que las personas de Ailo, no solamente mis colaboradores sino que tambin las nuevas generaciones, encuentren algo de valor en estas pginas. Aunque no sea una historia completa ni definitiva, espero que Martin AXo Antinao, hijo de don Henberto y doa Marta, y otros jvenes que crecieron en dictadura, encuentren aqu una respuesta a su pregunta "por qu es que se tomaron Rucalnn?

    La historia de mi relacin con la comunidad se refleja tambin en mi uso de "donn y "doan en el texto.Uso estos trminos de respeto al referirme a las personas de la comunidad que forman parte de la generacin madura, los que ya eran adultos en el momento de la reforma agraria. Al investigar y contar esta historia, he llegado a sentir por ellos un respeto tan profundo que no puedo dejar de referirme a ellos en estos trminos. Alos miembros de la comunidad que son ms jvenes, los veo en una relacin ms horizontal. Con ellos en general -aunque hago excepcin con algunos de los dirigentes ms destacados de los '90s- no uso estos trminos.Tampoco los uso para mis entrevistados u otros protagonistas que no son de la comunidad. No hay, por tanto, una consistencia objetiva en mi uso de "don" y "doan, sino que solamente una consistencia emocional compuesta de amistad y de respeto.

    Mi otra falta de consistencia ser, inevitablemente, mi uso de palabras Mapuche. Es siempre difcil deletrear consistentemente un idioma que, por su historia, no tuvo su pro- pio alfabeto. He aprendido a deletrear palabras en mapunzugun basndome en un grafemdo bastante reciente, publicado por la Corporacin Nacional de Desarrollo Indgena?' AU se puede encontrar la explicacin de mis usos especficos. Pero tambin tiendo a escribir "Mapuchen siempre con mayscula, para denotar un pueblo o nacin distinto, y no utilizo plural porque as se empez a usar dentro del movimiento Mapuche contemporneo para respetar la forma del mapunzugun.

    No podra terminar de escribir estas palabras introductorias sinagradecer profundamen- te a todas las personas de las dos comunidades de Ailo que han colaborado conmigo. Me dieron la bienvenida todas las veces que llegu a sus puertas, siempre con generosidad y cario. Mataron demasiados pollos y me ofrecieron demasiados huevos, panes, sopaipuas, tortillas y mates, aun cuando no tenan suficiente. Durante varios inviernos lluviosos fueron

    '' Asmdiefi: Grafemano nico del Idioma Mapuche, Corporacin Naaonal de Desarrollo Indgena y O r g h . zaciones Mapuche Folilche Aflaiai-Ad Mapu- Kellukleay pu Zomo (Temuco, 1996).

  • generosos con su tiempo, sus vidas, sus memorias, sus penas y alegras. En Tranapuente, agradezco especialmente a don Antonio Ailo Currin, ahora finado, su esposa doa Felicia Concha de Ailo y sus hijos Antonio y Ren. Cuando llegu por segunda vez a Tranapuente en enero de 1997, en plena cosecha, una semana ms tarde de lo que haba prometido y acompa- ada de mi hijo Ramn, nos alojaron y nos dieron qu comer, mientras que compartan los recuerdos de su pasado. Tard hasta agosto de 1999 para usar el nmero de telfono que Ren Ailo me haba escrito en un papelito durante esa primera visita, que era el nmero de su hermano Hugo en Concepcin. Cuando finalmente llam, era como si Hugo me hubiera estado esperando. Cuando lo visit a l y a su seoraMercedes Zambrano, adems de ofrecer- me un rico almuerzo, hablaron larga y abiertamente conmigo.Tambin aprend mucho de mis conversaciones con don Luis Ernesto Quijn, maestro mecnico, y compart con gusto el deli- cioso pollo y las sopaipdias que me prepar su seora. En Huellanto Alto, don Jos Gamdo y doa Juana Pincheira, doa Carmen HuentemiUa y don Armando Ailo; doa Marcelina Ai- lo; don Jos Queipul, Lidia Llancao, Juan Ailo, y Magaly Riquelme, todos me ayudaron generosamente a comprender la realidad local y compartieron conmigo los vaivenes de la mudanza. Don Chami y doa Juana, adicionalmente, conversaron largo conmigo sobre sus vidas y los desafos de la nueva expenencia comunal.

    Finalmente, en Huellanto Alto y tambin en Tranapuente, he llegado a conocer y a encariarme mucho con doa Eduardina, don Robustiano y don Heriberto Ailo, y doa Marta Antinao. Los cuatro me han cuidado y guiado a lo largo de mi viaje por la historia de su comunidad.Verdaderos anfitriones, han compartido conmigo y me han ayudado a comprender. Les han dado la bienvenida a mis hijos y a mi estidiante. Su generosidad no ha tenido lmite. Incluyo tambin aqu a las dos hermanas menores, Elisa y Cecilia Ailo Pilquinao, que por sus historias de migracin a Santiago llegu a conocer bien un poquito ms tarde. Cuando regres en 2001, doa Cecilia se haba establecido permanentemente en Huellanto Alto y me sirvi de interlocutora especialmente aguda y dedicada, llenando una copia del libro manuscrito con pedazos de lana que marcaban sus comentarios y reacciones. Con doa Marcelina, me ayudaron a comprender la expenencia distinta de las mujeres jefes de hogar. Con doa Elisa pas una tarde muy placentera en Santiago ese mismo mes de agosto de 2001, caminando con ella a dejar su hijita al colegio, conver- sando sobre su familia y sobre la expenencia de la reforma agraria, comiendo un rico almuerzo que prepar.

    Espero que estas pginas sirvan en algo, no para cancelar mi deuda con todos mis inter- locutores y especialmente con las familias Ailo PiIquinao y Ailo Antinao, algo que es imposible; sino para expresarles una pequea parte de mi gratitud y admiracin. Como parte de una amistad que sigue su curso aun cuando el libro ya se completa, se expande ahora tambin mi conexin con las siguientes generaciones: Sandra, Yanet y Martn Ailo Antinao, hijos de don Heriberto y doa Marta; y Andrea y Samuel Ailo Ailo, hijos de doa

    Cecilia a quienes cri doa Eduardina en Tranapuente.Me acuerdo muy especialmente de una tarde fria y lluviosa de agosto, una entre muchas en que me sent a la mesa de doa Marta Antinao en Huellanto Alto, calentndome los pies en un brasero que ella cariosa- mente haba empujado hacia mi lado. Mientras me tomaba un dulce matecito lleg don Heriberto del campo, sacudindose el agua del sombrero, y se sent conmigo. "Y buenon, me dijo despus de saludarme. "Cmo es que va ese libro que estamos escribiendo?" Aqu tiene su respuesta, don Hen.

  • CAPTULO 2 DE CMO, DE REPENTE, DESAPARECI LA TIERRA, 1906-1940

    Llegaron del norte, escapando de la guerra de Arauco. Quiz migraron por la costa y, al llegar al lugar donde casi se juntaban dos grandes ros con el mar, decidieron quedarse. Cuando el "finado Nicols", logko del grupo, baj a Puerto Saavedra a pedir ttulo de mer- ced de las tierras que ocupaban, le pusieron de apellido "Ailo". Segn doa Eduardina, nieta del cacique original, podra haber sido porque el encargado de la oficina no le enten- di su nombre verdadero y dijo, Ailo no ms te vamos a poner. O quiz fue porque ya haba problemas y enfrentamientos en el lugar, y por tanto "hay

  • Al leer y comentar este relato con varios miembros de la comunidad en 2001, surgi otra versin de estos mismos eventos, versin preservada por los nietos del "finado Nico- ls", don Heriberto y don Robustiano Ailo. Haba cuatro hermanos de Caete -Nicols, Domingo, Martn y Manuel- que fueron tomados prisioneros por los espaoles en la guerra. Fue en ese momento que se les puso el apellido Ailio, que despus se mantuvo cuando escaparon y migraron hacia el sur. En esta versin, por tanto, el apellido fue impuesto por el enemigo, y en la regin de la costa, donde se asentaron, los marc como forasteros. En el momento de la radicacin, al pedir ttulo de merced, aparecen tres hermanos, Miguel, Mar- tn y Nico1s;Manuel no est presente, o quiz da su nombre como "Millaman" y no aparece Domingo pero s Miguel.21

    Doa Eduardina tambin haba escuchado decir a su tia Rosa, hija de Millamn Ailo, que cuando el "finado Nicols" viaj a Puerto Saavedra a solicitar radicacin, doa Rosa era todava una nia. Pero como era alta, la vistieron de seora, ponindole hasta senos postizos, para hacerla pasar par grande y as incrementar la cantidad de tierra que recibi- ran en su ttulo. Si miramos el ttulo de merced, sin embargo, otorgado al cacique Nicols Ailo y veintinueve personas ms de su familia en diciembre de 1906, parecera ser que la estrategia del "finado Nicols" no funcion. El padre de doa Rosa aparece como "sobri- no" casado con doa Masail Licanqueo; en el momento de la radicacin no se les anotan hijos. Segn documentacin posterior, doa Rosa, la ms joven de los tres hijos de la pare- ja, habra tenido tres aos en 1906?2

    Que doa Rosa recordara artimaas en el proceso de solicitar radicacin, o Ttulo de Merced, no debe sorprendemos. Al dibujar sistemticamente un rbol familiar de la comu- nidad, cotejando varias fuentes de diferentes momentos, queda claro que el titulo original representa una mirada muy particular sobre las relaciones de parentezco del grupo. Para comenzar, al designar a Nicols Ailio Quilaqueo como el cacique original, se deja de lado el detalle de que doa Venancia Quilaqueo, viuda de Ailo, sera la matriarca principal del grupo familiar. No solamente es madre de Miguel, Martn y Nicols, sino que tambin " tian de Millamn Ailio, quiz hijo de su finado marido con otra mujer, como era costumbre en esa poca.Tampoco logramos tener claro qu relacin tienen otros dos hermanos, Carmen y Domingo Ailo,la otra rama de la familia; en el titulo aparecen por separado y falta mirar

    Z1 Presentacin del libro borrador de la comunidad a representantes de Nicols Ailio 1 y II,Temuco, 2 agosto 2001; CONADI, Archivo de Asuntos Indgenas, Ttulo de Merced N" 1112- Comunidad de Nicols Mo, 29 de diciembre de 1906. CONADI, Archivo de Asuntos Indgenas, Ttulo de Merced Nb 1112- Comunidad de Nicols Mo, 29 de diciembre de 1906- Carpeta Administntiva, Censo de la Comunidad Nicols Ailo, Ficha No 5, 31/5/63, Gmpo Familiar de Segundo Antinao H. con Rosa AZo Q.

    tambin el censo tomado en 1930 para lograr una primera e imperfecta aproximacin al conjunto.23

    La falta de claridad sobre los linajes, la falta de respeto frente al grupo y su estructura interior, resulta ser parte de todo un proceso de radicacin en que no se respetaron las tradiciones ya existentes y el mismo espritu de la ley se viol sistemticamente. Cuando se promulg la Ley de Radicacin de Indgenas en 1866, cinco aos despus de que comenza- ra la campaa militar al sur del ro Bo-Bo, se consider una victoria de las fuerzas proteccionistas y estadistas que se haban estado organizando en contra de la situacin operante hasta ese momento. Se intentaba proteger al indgena de los contratos privados, y prohibir la enajenacin de sus tierras. Supuestamente, el proceso de trazar planos debera empezar por la radicacin de la poblacin indgena, en sus tierras ancestrales, para des- pus definir cunta tierra quedara disponible para otros usos. Pero en la prctica, el proceso se dio en forma muy diferente?'

    No solo en Ailo, sino que a travs del territorio Mapuche, la organizacin de los grupos familiares, la ubicacin de las tierras que componan el titulo de merced, y la cantidad de tierra asignada por persona, no siguieron una pauta especfica ni respetaron las tradicio- nes y usanzas Mapuche. Esto queda claro en el caso de la comunidad de Ailo con los recuerdos de doa Eduardina y sus hermanos, de que e l mismo apellido de la gente vino de la falta de comprensin de su idioma, de los conflictos que ya existan en la zona, o como resultado de la guerra que arrasaba a su pueblo. Al recordar que vinieron del norte, huyen- do de la guerra de Arauco, los de Ailo tambin anotan que su misma presencia en la zona entre los nos Moncul e Imperial, cerca de Puerto Saavedra y del Ocano Pacfico, era resul- tado de la agresin y la violencia. Una vez asentados, los de Ailo lograron integrarse al aillarewe, o territorio ms amplio, formado por las comunidades de Calof, Machaco, Collico, Pichingual, Pilquinao, Rucahue y Lincay. "Eramos familia", explic don H e r i b e r t ~ . ~ ~

    La agresin en contra del territorio indgena sigui tambin en los tiempos de paz. En las regiones cercanas a las ciudades en formacin, como Temuco o Carahue, tambin se trat de negociar y modificar la territorialidad indgena para que las tierras dadas a los Mapuche no interfirieran demasiado con los proyectos de expansin comercial urbana con

    U Ver el rbol familiar representado en forma grfica, pp. 233-4-5. El grfico est basado en las siguientes fuentes: CONADI, Archivo de Asuntos Indgenas, TM. 1112- Comunidad de Nicols Ailo: Ttulo de Mer- ced, Lugar Tranapuente, 29 de diaembre de 1906; Carpeta Administrativa: Expediente de Divisin, Juzga- do de Indios de Imperial, iniciado el 16 de julio de 1930, incluye Empadronamiento de la Reducan de Nicols Aiia, 1930; y Ministerio de Tierras y Colonizaan, Direccin de Asuntos Indgenas, Censo de la Comunidad de Nicols Ailio, 30 y 31 de mayo de 1963. Sobre la legislacin indgena, sus motivaaones y metas, ver Jos Aylwin O., "Tierra mapuche: derecho consuetudinario y legislacin chilena", en Rodolfo Stavenhagen y Diego I t u d d e , Entre la ley y la costum- bre: El derecho consuetudinario indgena en Amrica Lat im (Mxico, D.F. y San Jos, Costa Rica: Instituto Indigenista Interamencano e Instituto Interamencano de Derechos Humanos, 1990), pp. 333.354. Conversacin con don Henberto Ailo, Huelianto Alto, 10 de agosto de 2001.

  • que se esperaba atraer a la poblacin no Mapuche, chilena y extranjera. Cuando no se poda convencer a un cacique de mudar a su grupo entero a otro lado, se trataba de concederles menos tierra o, en una burla completa del intento original de la legisIa- cin proteccionista, se esperaba hasta que todos los otros grupos se establecieran primero -colonos extranjeros y nacionales, dueos de hijuelas rematadas- antes de otorgar los ttulos de merced a las comunidades.

    El caso de Pedro Cayupi, cacique de la zona de Cullinco, Carahue, cerca de Ailo, es un caso especialmente pertinente en este sentido. El 26 de septiembre de 1902, Pedro Cayupi envi un escrito al Ministro de Tierras y Colonizacin:

    ... soi dueo de los t m o s situados en el lugar denominado Cullinco en una estensin de doscientas cincuenta hectreas ms o menos. De rden del Exmo Gobierno se me ha matriculado la propiedad de que soi dueo i he

    sido tambien radicado en ella. Operacin que ha sido esta, hecha pmio el dictmen de cuam injenieros nombrados al efecto.

    Sin embargo, continu enla carta, no ha podido estar en posesin tranquila de su tierra:

    Me ha sido absolutamente imposible que me dedique con entera confianza al tmbajo a fin de impulsar el progreso de mi fortna. A causa de no tener un plano que indique de una manera clara cules son los lmites de mi propiedad; i a causa de no tener todavia un ttulo definitivo de ella, he sido multitud de veces, molestado en la posecin tmnqui- la, tan benefica para tealizar el progreso.

    Cayupi pidi, por tanto -e irnicamente, en el mismo lenguaje de "progreso" usado para "reducir" a los Mapuche titulo definitivo sobre su tierra.

    El Protector de Indgenas estuvo de acuerdo con Cayupi. Un colono nacional llamado Ricardo Herrera se haba introducido en las tierras reclamadas por Cayupi, y hasta haba reclamado judicialmente que se le radicara en ellas. "Creo que si se ordenara la pronta radicacin de este indijena, se concluiran los atropellos de que es victima i serian eficaces las gestiones que se practicaran a su favor, basadas en el titulo de merced", concluy el Protector.

    Pero segn Leoncio Rivera, Presidente de la Comisin Radicadora, la situacin era un poco ms complicada de lo que pareca. No se les poda radicar a Cayupi y su gente porque el plano de Nehuente estaba mal, y no se haba podido conseguir un topgrafo que hiciera bien e1 tmbajo. Por tanto,

    No ha podido obrar allpor su propia cuenta la Comisin Radicadora haciendo el deslin- damiento a los indjenas, en consideracin a los remates i entrega de hijuelas efktwdos sobre esos terrenos: pus lo contrario habra hecho lesionar talvz innecesariamente los

    intereses de los rematantes, cuando, arreglado el plano, i radicados al propio tiempo o seguidamente los indjenas, pueden quedar en las mejores condiciones sin pg'uicio de particulares i de los intereses del Estado.

    En otras palabras, antes de que se radicara a los indgenas de la zona, ya las tierras fiscales se