Falso Paraíso - Marcus Sidereo

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  • LTIMAS OBRAS PUBLICADASEN ESTA COLECCIN

    4 - Los cazadores, Burton Hare.5 - Sangre terrcola en el planeta 4, Ralph Barby.6 - Los extraos, Curts Garland.7 - El planeta de las sirenas, Josep Berna.8 - La llama humana, Clark Carrados.

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  • MARCUS SIDEREO

    FALSO PARAISOColeccinHEROES DEL ESPACIO n. 9 Publicacin semanal

    EDICIONES CERES, S. A.AGRAMUNT, 8 - BARCELONA (6)

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  • ISBN 84-85626-56-7 Depsito legal: B. 18.068 1980

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    l. edicin: mayo, 1980

    Curtis Garland - 1980Texto

    Norma - 1980cubierta

    Esta edicin es propiedad de EDICIONES CERES, S. A. Agramunt, 8 Barcelona 6

    Impreso en los Talleres Grficos de EBSAParets del Valls (N-152, Km 21,650) Barcelona - 1980

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  • CAPTULO PRIMERO

    El joven e inteligente profesor Kempor dej de mirar a travs del enor-me telescopio electrnico y, volvindose hacia su amigo Yers, le cedi el si-tio:

    Mralo, t. Ah lo tienes. Es aquel de color azulado. Yers, con unos pocos aos ms que el profesor, piloto de profesin y en la plenitud de su vigor, acept la invitacin de Kempor y, despus de observar a travs del te-lescopio, coment:

    El planeta Puro! Su voz rezumaba escepticismo. De veras crees que?

    He establecido algunos contactos ataj Kempor, El planeta Azul puede ser nuestra salvacin. Tal vez la nica. Por lo menos debemos inten-tarlo. No crees? Has hablado con los de la Comisin? S afirm Kempor y, lo que es ms importante, incluso puedo elegir piloto. Sers t. Si es que no tienes inconveniente.

    Sabes que me encanta la accin. Cundo partimos? Elige un bi-plaza. Lo mejor que encuentres. Tenlo preparado para cuando reciba la or-den de marcha.

    Y hacia dnde cae ese planeta Azul o Puro? pregunt Yers con una sonrisa.

    En realidad el nombre real del planeta es Menphis. Lo encontrars en las coordenadas. El piloto mene la cabeza escptico. Conque un planeta perfecto, eh? Necesitar verlo para creerlo.

    Eres desconfiado por naturaleza, Yers,Tal vez; en cambio t ests convencido de que all y seal hacia el espacio nos prestarn ayuda.

    Eso es precisamente lo que necesitamos en Kal-Han. se dirigi ha-cia las pantallas de su estudio-observatorio para ponerlas en funcionamien-to. Instantneamente surgieron diferentes imgenes.

    La enorme y mecanizada ciudad, pese a las sombras nocturnas, mostra-ba la densa nube de polucin que hacia irrespirable la atmsfera.

    Mira esto, Yers, si no conseguimos nuevas tcnicas la vida de nuestro planeta tiene los das contados...

    Aquella nube era tan densa, tan compacta que daba la sensacin de po-der ser cortada con un cuchillo.

    Kal-Han es un planeta muerto. Entre todos lo hemos eliminado. Aho-ra ya slo nos queda el recurso de encontrar los medios para devolverle la pureza. Si no lo conseguimos, habr que emigrar. Pero dnde? Esta es la cuestin. Por eso estoy decidido a emprender el viaje a Menphis

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  • * * *

    Est convencido de que all nos facilitarn la ayuda precisa? le pregunt el jefe de la Comisin.

    Kempor, reunido con la casi totalidad de los miembros, expuso sus du-das.

    No lo s. Hasta el presente, en los contactos no he planteado seria-mente la cuestin. Pero, por su forma de expresarse, parece ser que en Men-phis poseen un carcter abierto y cordial y no desdean la posibilidad de ser visitados.

    Uno de los miembros adujo con marcado escepticismo:Total, que vamos a ciegas. No sabemos siquiera si estn dispuestos a

    colaborar.No, seor. Les dije simplemente que mi visita sera de carcter cient-

    fico. Y no se opusieron. Por lo menos, tenemos las puertas abiertas. Una vez all y segn vea filas cosas les plantear claramente cul es nuestra situa-cin.

    El representante de asuntos econmicos hablo en nombre de los intere-ses de su departamento, que eran los de la comunidad.

    Este es un viaje costoso, no lo olvide, un fracaso por su parte equival-dra a una prdida irrecuperable.., para la comunidad.

    Creo que hay que correr el riesgo en bien de esa misma comunidad a que usted se refiere. En cualquier caso, es ese combustible y el de todas nuestras industrias lo que ha enrarecido el ambiente. En Menphis eso no ocurre. Algo han descubierto...

    El asunto est en saber si estn dispuestos a compartirlo coment el Jefe.

    Yo no puedo dar garantas, pero tengo fe en mi gestin.Soy de la opinin adujo el sub-jefe que habra de plantear 1a

    cuestin un nivel mas elevado,Kempor hizo vale- la promesa que le haban hecho. Ustedes me pro-

    metieron la nave. Cre que el asunto ya estaba resuelto.En principio, no existe ninguna dificultad insalvable para que usted

    realice el viaje, pero le advert, Kempor, que tena que aprobarlo la Comi-sin en pleno repuso el jefe del departamento de vuelos, y aadi: Por mi parte, tiene usted toda mi confianza. Ha probado sobradamente sus cono-cimientos y me consta cunto ha trabajado en este sentido. Creo que el pro-fesor Astorg es de mi misma opinin.

    El viejo Astorg, gloria de la tcnica, asinti con marcada tristeza:En parte, me siento responsable de la situacin por la que atravesa-

    mos. De mis estudios salieron los medios que han engrandecido nuestro pla-neta, a la vez que lo han maleado. Creo que Kempor tiene ideas nuevas. Busca la purificacin. Yo le doy mi voto.

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  • La reunin continu en ausencia de Kempor a quien le aguardaba su amigo, el piloto.

    Durante bastante rato, estuvo paseando nerviosamente en espera de que fuese llamado nuevamente a fin de darle el veredicto de la Comisin.

    Pandilla de indecisos! farfull Yers indignado Les presentas una oportunidad y todava ponen inconvenientes, Cmo diablos pretenden salvar Kal-Han. Mezquinos!

    Se que accedern., Yers. No les queda ms alternativa.

    * * *

    Aunque el da era radiante, la masa polutiva ensombreca la luz del As-tro que proporcionaba la vida al planeta.

    La meteorologa y esto lo saba bien Kempor era ideal para realizar el largo vuelo sin complicaciones.

    El veterano Yers lo tena todo dispuesto y apareci en la base con la sonrisa a flor de labios. Dando una palmada a Kempor, dijo?

    Al fin te has salido con la tuya viejo testarudo De veras que me has contagiado tu curiosidad por conocer ese lejano paraso perdido,

    Podemos ya subir a la nave? inquiri el joven profesor. Ya es-toy deseando emprender la marcha,

    Calma, muchacho. Este no es un viaje cualquiera. Estn comproban-do el equipamiento y subsistencias. He pedido vituallas para el doble del tiempo fijado. Han sido generosos. Ahora los mecnicos estn dando los l-timos toques y tras una pausa aadi: Llevamos combustible de repues-to para cubrir cualquier emergencia o retraso. La nave es la XX, 22. La serie KJL es la mejor. Ya lo sabes. Ah He estudiado las distancias en el plano de coordenadas. Creo que podremos llegar a Menphis en unas siete jorna-das, si no hay complicaciones.

    Estoy seguro de que contigo no las habr confi Kempor.En aquel momento, un oficial vino a informar de que todo estaba dis-

    puesto.Dirjanse a la plataforma les indic el hombre.Momentos despus, suban la escalerilla hasta la plataforma que daba

    acceso a la nave.Yers tom la delantera para meterse en el vehculo espacial. Tras l,

    Kempor cerr la portezuela que posteriormente el propio Yers desde el ta-blero de mandos hermetiz, accionando la palanca correspondiente.

    Ya slo faltaba la orden de partida del jefe de la base. .Acomodados en sendos sillones dispuestos en forma semicircular ante

    la mesa de control, el piloto Yers ocupaba su asiento desde el cual poda manejar perfectamente los complicados mandos repartidos entre la mesa y

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  • el tablero vertical.Kempor, que hara las veces de ayudante de vuelo, tena asignada la mi-

    sin de ocuparse de las comunicaciones y de la comprobacin de las coorde-nadas.

    Ante ellos, la parte frontal de la nave, construida en materia absoluta-mente transparente, les permitira vivir la siempre grata experiencia de ob-servar el espacio infinito, cuando la nave cruzara la galaxia.

    Todo comprobado murmur Kempor.El piloto asinti y transmiti a la base.Preparados.Una voz a travs del receptor respondi:Cuando quieran.Vamos a despegar dijo Yers y levant el dedo ndice guiando un

    ojo al profesor.Kempor marc en el reloj de control el punto preciso para el despegue.

    La aguja comenz a funcionar. Era la cuenta hacia atrs.Yers comenz a bajar lenta y suavemente la palanca con la mirada pues-

    ta en la manecilla del reloj.Aqul poda ser un momento histrico para la vida del planeta Kal-Han.El silencio en la nave era absoluto, incluso pareca que sus dos ocupan-

    tes contuvieran la respiracin.La aguja llego al punto CERO.Gas! exclam Yers.Kempor puls un botn y el piloto puso la palanca a tope. Se produjo

    una vibracin que dur un par de segundos, luego rein el silencio ms ab-soluto. Estaban volando!

    A lo lejos, el planeta Kal-Han era ya una forma esfrica casi invisible por la capa de polucin que le envolva y que, segundo a segundo, iba des-apareciendo. Viendo aquella mancha en el infinito, Yers comento Cmo demonios se puede respirar all abajo? Kempor se ocup de informar a la base su posicin y rumbo. Todo era correcto.

    El piloto anunci que volaban ya fuera de la zona de influencia y puls un botn en la pantalla de coordenadas. Estaban cruzando el primer cuadro en lnea recta cuyo lmite era un punto azul. Su destino.

    Me pregunto coment Yers. Cmo ser en realidad ese planeta. A veces las apariencias engaan. Llevamos un arsenal, por si acaso.

    Espero que no lo necesitemos repuso Kempor. Vamos a otro mundo. No hay que olvidarlo Yers pensaba en todo. Aunque esperen nuestra visita ignoramos cmo vamos a ser acogidos. Ms optimista, Kem-por replic: Son gentes amables. Parecen vivir una era de plena felicidad.

    Puede ser una trampa. Bueno, no me tomes por un aguafiestas, pero todos hemos odo hablar de los pa-' netas que recluan esclavos...

    Esclavos? inquiri Kempor. Mi querido amigo... No debes per-

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  • der de vista un axioma: el bienestar de unos siempre se consigue a costa de otros. Y tras un silencio aadi: Bueno, esperemos que el fantstico planeta azul haya encontrado la llave de la felicidad total Luego an aadi:

    Cree alguien de veras en la felicidad total? No hubo comentarios.

    CAPITULO II

    El viaje haba transcurrido sin ninguna novedad importante, Una leve desviacin a causa de las corrientes csmicas puso de manifiesto la pericia del piloto a quien ayud felizmente Kempor. En ningn momento se perdi la serenidad.

    En el invisible valle de las corrientes, la nave sufri otro despiste y se perdi durante algn tiempo.

    Al cabo de dos jornadas ms de las previstas, divisaron en toda su am-plitud el Planeta Puro: Menphis.

    Era un habitculo de horizontes limitados y, a travs de los telescopios electrnicos de la nave, podan adivinarse suaves colinas desprovistas de ve-getacin, cauces de antiguos ros, convertidos en autnticos pedregales.

    El punto culminante estaba rematado por un viejo crter de origen vol-cnico. Luego podan verse una inmensa llanura, pura estepa. La impresin de aquella cara del planeta no ofreca el menor aliciente.

    Seguro que es ah donde vamos? coment con cierto escepticismo el piloto.

    Da un rodeo. Slo hemos visto una cara adujo Kempor.La nave describi un semicrculo manteniendo la distancia.El espectculo, desde la estratosfera de Menphis, comenz a variar hasta

    convertirse en algo realmente impresionante.Como un oasis en medio del desierto, surga un punto cubierto de vege-

    tacin. Abundaban los manantiales y se adivinaban pequeas construcciones entre una bien urbanizada selva.

    El telescopio, puesto a su mximo alcance, insinuaba todo el ambiente propio de un autntico paraso. La nitidez de la atmsfera resultaba perfecta,

    Aproxmate ms pidi Kempor al piloto-. Luego establecer co-municacin atento a la pantalla, observo una oscilacin en el detector.

    Qu significa esto? Se dira que vamos directos hacia un obstculo.Cierto murmur el piloto.Sin embargo, todo era claro y transparente frente a ellos. No obstante, la

    oscilacin del detector indicaba ya un grado notable de peligrosidad.Mantn la distancia, Yers. Tratar de comunicar con los del planeta

    dijo Kempor,Manipul el transmisor y obtuvo la seal de frecuencia de onda.Aqu Nave KJL procedente de Kal-Han en visita programada. Indi-

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  • quen lugar de contacto. Detectamos una interferencia.Tuvo que repetir el mensaje hasta que unos signos aparecieron en la

    pantalla, y una traduccin simultnea les indic:Vuelan en zona peligrosa. Retrocedan a su punto de coordenadas B-

    17.Mensaje captado.Cuando lleguen al punto siguieron desde el planeta les indicare-

    mos el lugar de toma de contacto.Kempor busc la coordenada correspondiente y murmur mirando a tra-

    vs del telescopio:Es un desierto. Nos apartamos de la zona habitada.Bebemos seguir las instrucciones repuso el piloto.La nave sigui el rumbo indicado hasta llegar al punto a que los de

    Menphis haban hecho referencia.Estamos en la B-17. Solicitamos instrucciones. Atencin. Contesten.Pueden descender libremente. Un vehculo les estar esperando para

    transportarlos al centro respondi la traduccin simultnea a travs del re-ceptor.

    Yers hizo descender la nave mientras comprobaba cualquier posible in-terferencia en el rumbo.

    Es extrao. El detector marca va libre murmur Kempor.No tan extrao. Creo que ya s de qu se trata repuso el piloto.Kempor asinti, comprendiendo:Un escudo transparente, una especie de bveda.Exactamente. Ah debe radicar el secreto de su pureza. Es slo una

    zona lo que esa gente habita. Lo dems, ah lo tienes.Prximos ya a la superficie, los campos yermos podan verse con toda

    su triste realidad.Aqu no hay ninguna clase de vida. aadi Yers observando a tra-

    vs del telescopio. Luego fij su atencin en algo en que acababa de llamar poderosamente su atencin.

    Eh! Mira, hacia el sector C.Kempor hizo funcionar el dispositivo que conectaba la visibilidad del

    telescopio a la pantalla y observ unos agujeros practicados en las rocas de un valle.

    Parecen cuevas. Quiz se trate de los primitivos habitculos de esa gente.

    Pues no hay duda de que han prosperado sonri Yers.Ests ms tranquilo ahora?Lo estar en cuando vea el recibimiento que nos hacen y su forma de

    comportarse con nosotros.Siempre sers un desconfiado, Yers.En el fondo, amigo mo, soy tan optimista como t. De lo contrario,

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  • no estara pilotando este chisme. Y atencin porque descendemos rpida-mente. Preparado?

    Ya! afirm Kempor.La nave descendi en picado hasta el encuentro con la zona de atrac-

    cin. Yers redujo la velocidad hasta dominar por completo la trayectoria.Mira ah! seal Yers, a quien no se le escapaba detalle.Un extrao blido rodante estaba aguardando en un punto determinado

    de la superficie.Es el recibimiento sonri Kempor.Pues all vamos repuso el piloto y, a continuacin, hizo descender

    la nave verticalmente hasta posarse con toda suavidad sobre aquel suelo ex-tranjero.

    Nadie haba salido del blido que estaba aguardando. Tampoco los de la nave asomaron por el momento. Yers haba hecho una advertencia.

    Las armas. Una corta cada uno. Escndela bajo el pliegue de la cana-na, en el departamento especial. Hay que llevar todo lo necesario para cubrir cualquier emergencia.

    Kempor abri el armario y reparti las armas. Cada cual la guard en la mochila o canana que contena lo indispensable y necesario para emergen-cias en suelos forneos.

    Bueno. Ha llegado el momento de salir. No hagamos esperar a nues-tros honorables anfitriones. Y el piloto accion la palanca para dejar que la puerta deslizante les permitiera bajar de la nave.

    Adelante! Kempor cedi el paso al piloto para que fuera el prime-ro en pisar Menphis.

    Una vez fuera, el piloto aspir una bocanada de aire y coment:Hara falta la escafandra. Pero esperemos que nos lleven a un sitio

    ms respirable.Cuando los dos hombres estuvieron fuera, permanecieron quietos junto

    a la nave, mientras el vehculo que haba acudido a recibirlos se pona en movimiento hacia ellos.

    Era un tipo de blido alargado que se deslizaba sobre una especie de es-ques, pero era evidente que igualmente poda despegar del suelo. Su forma cilndrica posea tanto delante como detrs unos largos garfios. Tres en cada parte.

    Extrao artefacto coment Yers.Cuando el vehculo estuvo frente a los recin llegados, stos pudieron

    advertir que careca por completo de ventanales o huecos. Era totalmente hermtico.

    Debe ir provisto ci pantallas murmur el profesor.De lo que no hay duda adujo el piloto es que se trata de un veh-

    culo de seguridad, lo cual no deja de ser extrao en un pas en el que se su-pone que iodo es perfecto y la gente vive en plena felicidad,

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  • En aquel instante, el extrao blido comenz a elevarse, al tiempo que de su base surgan cuatro patas para dejarlo a cierta altura del suelo. Instan-tes despus, de los bajos del vehculo apareci una rampa metlica que aca-b convirtindose en escalerilla.

    Una parte de la chapa metlica bascul hacia lo alto quedando suspendi-da y dejando al descubierto una puerta. Fue entonces cuando apareci el pri-mer ser viviente del planeta Menphis.

    El individuo iba enfundado con una coraza de material liviano y color plateado. Un casco protector en el rostro remataba su vestimenta, hacindole totalmente invulnerable.

    Bien venidos a Menphis dijo el recin aparecido y en seguida aa-di: Vienen solos?

    Kempor dio un paso adelante y, tras afirmar que s, se present:Soy Kempor. He transmitido por la onda Kal-Han. Mi compaero es

    el piloto Yers.,A su vez, el recin llegado con una cierta sequedad replic:Soy el superintendente Miles. Encargado de asuntos espaciales.

    Hizo una sea y aparecieron un par de hombres equipados de forma similar con la excepcin de su ropaje impermeable, que era de color negro.

    Estos son los guardianes. Se encargarn de conducir su nave a lugar apropiado. Hizo una sea y el blido arranc, con lo cual se indicaba que, por lo menos, un cuarto hombre se hallaba en su interior.

    Entonces, los de Kal-Han pudieron observar la utilidad de aquellas pun-tas que surgan de la nave.

    A modo de imn, las tres lanzaderas se pegaron al fuselaje de la nave y lo atrajeron como un poderoso impulso,

    No teman. Nada ocurrir a su nave. La remolcaremos al subterrneo. All estar segura.

    Yers, muy suspicazmente, lanz una pregunta:Es que hay malhechores fuera de su bveda?Ah! Han detectado nuestra bveda protectora? Bien... No es que co-

    rra ningn peligro especial su nave. Pero, fuera de nuestro ambiente, las in-clemencias atmosfricas podran perjudicarla. Nos gusta atender bien a nuestros visitantes. Llevan ustedes armas?

    Kempor mir fugazmente a Yers e iba a hablar pero el piloto se adelan-t:

    En nuestras cananas llevamos slo lo imprescindible para cualquier emergencia.

    Las armas estn prohibidas en nuestro planeta. Es la nica prohibi-cin que existe. Comprobarn que no hay un lugar con mayor libertad que ste...

    Entonces debe ser una dicha vivir aqu sonri Yers.Lo es, en efecto. Ya lo vern. Pueden subir a nuestro transbordador.

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  • Se aposentaron en cmodos asientos en el interior del cilndrico vehcu-lo.

    Lo primero que les maravill fue que, desde el interior, todo el blido era absolutamente transparente. Lo que desde fuera pareca de un hermetis-mo absoluto, cambiaba radicalmente estando dentro. Las paredes, el techo e incluso los bajos parecan de cristal.

    Contra quin se protegen? pregunt Yers siempre suspicaz.La felicidad es siempre envidiada replic el superintendente Miles

    . La experiencia nos ha demostrado que no es posible fiar en la buena fe de las gentes. No hablo por ustedes, naturalmente, pero en nuestro planeta ya hemos tenido otros visitantes... Por cierto, ahora vamos a cruzar un tnel detector. Todas las armas u objetos peligrosos quedan automticamente des-cubiertos. En marcha!

    El blido arranc llevando pegada consigo la nave en la que Yers y Kempor haban llegado al planeta.

    El profesor cambi una mirada con el piloto y hurg en su canana para sacar el ama corta de que se haba provisto.

    Yo llevo un arma, superintendente. No es por afn de atacar. Forma parte de nuestro equipo reglamentario, pero tmela usted. Queremos cum-plir con sus reglas. Tmela. Es una prueba de nuestra buena fe.

    Celebro su franqueza sonri Miles. En efecto, esto ya es una prueba de buena voluntad. Y luego mir al piloto con una cierta sonrisa que tena mucho de requisitoria.

    El piloto se hizo el distrado y el superintendente pregunt:Usted no lleva ninguna en su equipo, seor?Soy slo el gua repuso Yers tranquilamente. Mi misin consis-

    ta nicamente en pilotar la nave. En realidad, slo acompao al profesor por pura curiosidad.

    Kempor mir a su amigo un instante y comprendi perfectamente su ac-titud. Un detector normal advertira de la presencia de armas, pero induda-blemente no podra precisar su nmero. Y por lo que pudiera ser, Yers, siempre desconfiado, haba preferido conservar la suya.

    El blido, inici raudo la pendiente que conduca al tnel.Apenas entrar, un detector emiti un zumbido y el superintendente son-

    ri:Ven? De nada les habra servido ocultarlas. Por cierto. Cmo fun-

    cionan?Todo es muy simple. Basta con apretar el botn de arriba explic el

    profesor.Rayos? pregunt el superintendente.No. Ondas aclar Kempor.Oh! Estn ustedes muy avanzados.Ustedes no disponen de armamento? pregunt Yers.

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  • Slo las fuerzas de seguridad. Tenemos que preservarnos de posibles ataques extranjeros.

    Y qu clase de armas utilizan? inquiri Yers.Anticlulas. Muy efectivas y de gran alcance. No producen heridas,

    siempre matan. Lo dijo en tono grave, seco, pero con una sonrisa tranqui-lizadora aadi: Pero afortunadamente no tenemos necesidad de utilizar-las contra los nuestros, ni contra quienes nos visitan con buenas intenciones. Como ustedes... Haba una cierta sorna en sus palabras. Luego aadi: Precisamente hoy tenemos una ejecucin. Podrn presenciarla. La entra-da es libre.

    Ejecutan a la gente en su planeta? pregunt Kempor.No se trata de un hermano nuestro. Es un extranjero. Vino a robarnos

    y el Consejo le conden Algunos pedan tortura, pero la Corte de Justicia que rige nuestro sistema es muy benvola. Las anticlulas matan por contac-to. El reo no siente absolutamente nada.

    Y cmo lo sabe usted? pregunt Yers.El superintendente capt la irona de la pregunta y qued mirando fija-

    mente al piloto. No respondi.Era evidente que algo flotaba en la atmsfera del blido. Era una espe-

    cie de desconfianza mutua. Ms acentuada por parte del hombre de Mem-phis.

    Al fin haban salido del tnel. Tras el paso del vehculo y la nave, una puerta, metlica hermtica cerr la entrada.

    El silencio, que en los ltimos momentos haba adquirido una densidad comparable a la polucin de Kal-Han, fue cortado por el propio superinten-dente que explic:

    Ya estamos en nuestro paraso. Iremos directamente al hangar para dejar su nave. Luego seguiremos a pie y podrn admirar nuestras bellezas. Vern cmo nuestros hermanos se solazan con la visin de una naturaleza sin parangn. Tenemos manantiales, preciosos estanques. Quien quiere be-ber los preparados extrados de las races de nuestras plantas puede hacerlo libremente. Cada cual se alimenta a la hora que desee en nuestros centros automatizados.,.

    Y quin prepara todo esto? pregunt Yers.Todo es automtico. Un programador funciona continuamente, En

    cuanto el clima, siempre es el mismo, invariable. Y nunca se pone nadie enfermo? pregunt Kempor.

    Hemos erradicado las enfermedades.Y la vejez? inquiri Yers, O es que tampoco se envejece en

    Menphis?No hay viejos en Menphis fue la escueta respuesta del superinten-

    dente.Entraron en el hangar.

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  • Cuando se apearon del blido, un altavoz estaba anunciando:Se va a llevar a cabo la ejecucin prevista. Los interesados en presen-

    ciarla que se dirijan al Campo M. Y el altavoz repiti e! aviso otro par de- veces.

    El superintendente murmur:Debemos darnos prisa. Estos espectculos son siempre aleccionado-

    res. Vamos?Los dos visitantes cambiaron una mirada entre s y decidieron seguir al

    superintendente.

    CAPITULO III

    Una ejecucin en MenphisComo si se tratara de un espectculo regocijante, docenas de personas

    procuraban escoger los lugares de privilegio en el hemiciclo donde deba producirse la ejecucin.

    La idea de presenciar una muerte pareca alegrar a los hermanos del pla-neta. Realmente era toda una fiesta.

    Los visitantes ocuparon una tribuna reservada a las personas que repre-sentaban la clase dirigente. El superintendente, pegado a ellos, les hizo aco-modar en confortables asientos.

    Sobre sus cabezas, el firmamento, en el cenit de la luz, era de un azul transparente; el da y la atmsfera no podan ser mejores.

    Un zumbido intermitente anunci la inmediata presencia del reo.Acompaado de dos guardianes, fue depositado en el centro del hemici-

    clo, sobre una plataforma ligeramente levantada del suelo.Los guardianes vestidos de negro se separaron dejando solo al condena-

    do en el lugar donde debera perecer.No puede escaparse explic el superintendente. Sus zapatos tie-

    nen una suela magntica y quedan sujetos a la plataforma. Por otra parte, es-tn bien asegurados para que no puedan desprenderse. El pobre infeliz nada puede hacer para escapar a lo que l mismo se ha hecho acreedor.

    De dnde es ese hombre? inquiri Yers. Un extranjero. No recuerdo exactamente su procedencia. Qu ms

    da!Dijo usted que era un ladrn? pregunt a su vez Kempor. Qu

    pretenda robar un extranjero?Nuestra felicidad. Lo ms preciado que tenemos repuso Miles,

    cuando un zumbido intermitente hizo que todos los presentes guardaran ab-soluto silencio.

    Fue entonces cuando se pudo or la voz del que iba a morir:

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  • Ojal que mi muerte sirva para abriros los ojos malditos autmatas que no queris ver la realidad! No sois libres ni jams lo seris! Despertad! Despertad de una v...

    No pudo concluir frase.Un zumbido. Un resplandor. Fue todo.El hombre sigui en pie unos instantes, para caer luego fulminado hacia

    adelante,.Un grito general atron el gran recinto. Pareca que todos los reunidos

    acabasen de presenciar una gran hazaa.Luego, lentamente, fueron desfilando haciendo cada cual su comentario.Ya lo han visto dijo el superintendente Miles, Rpido y certero.

    Con la aprobacin general. Por eso vivimos bien, porque hay una unidad ab-solutamente total. Es distinto en su planeta?

    Si se refiere a la libertad, la tenemos replic Kempor, y el piloto aadi: Pero all no existen las ejecuciones. Cada cual puede opinar libre-mente.

    Igual que aqu sonri el Super,Pero ese hombre intentaba decir algo adujo Yers.Incitar a la desunin sonri otra vez Miles.Kempor no hizo el menor comentario. Limitse a observar a Yers y vio

    que la desconfianza del compaero iba aumentando.Al pasar por entre la gente, no observaron nada absolutamente

    anormal... en apariencia.Los habitantes del lugar formaban grupos entre s; algunos se hallaban

    tumbados sobre el verde resplandeciente de un inmaculado csped. Otros preferan la soledad contemplando las fuentes cambiantes de un primoroso estanque.

    S. En verdad todo aquello era un regalo para la mirada. La atmsfera permita un respirar puro, limpio. En general pens Kempor aquello poda catalogarse como el planeta del ocio,

    Es que nadie trabaja aqu? inquiri Yers. El superintendente, con su sempiterna sonrisa a flor de labios, manifest:

    El trabajo es slo para nuestros cerebros. Ya se lo dije.Pero Yers se preguntaba si todo aquello en el fondo era verdad. Eran

    seres felices o simples autmatas manejados por la soberana voluntad de quien les haba convertido en lo que aparentaban ser?

    Nadie se volva a su paso. Tampoco el superintendente era saludado ni saludaba a su vez a quienes se cruzaban con l.

    Seguramente querrn tomar alguna cosa. Iremos a la sala especial. Le llamamos el Invernadero. All comern nuestras frutas naturales y saborea-rn lquidos reconstituyentes. Luego, supongo que querrn hablar de cosas importantes.

    S, Superintendente. Creo que ustedes pueden hacer algo por noso-

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  • tros. Ojal en Kal-Han tuviramos esta envidiable atmsfera replic Kempor.

    Oh! Esto es fcil, seores, Pero ya hablaremos despus... Sganme por favor...

    Yers sigui mirando con recelo todo aquello, y Kempor tambin haba advertido con su notable perspicacia los rostros impersonales de aquellos se-res despreocupados que parecan ajenos a todo. Ni siquiera parecan acor-darse de la ejecucin que momentos antes haban presenciado.

    Pasaron al interior de un saln acristalado con varios compartimentos separados con grandes mamparas de material transparente.

    El Superintendente les gui por entre aquel laberinto de cristales y espe-jos. En algn lugar, sonaba un zumbido y se oa una voz:

    Patrulla volante A42. Dirjase al punto K-24. Se ha detectado la pre-sencia de Icaros.

    Algn problema? pregunt Kempor.En absoluto, aqu nunca hay problemas.La voz procedente de un transmisor repiti:Icaros en Zona K-24. Acaben con ellos.El Superintendente sonri.Los Icaros son una plaga que afortunadamente vamos extinguiendo

    para consolidar nuestro bienestar.Y quines son los Icaros? inquiri Yers, lleno de curiosidad.Enemigos ancestrales de nuestros mtodos. Son seres como ustedes? pregunt esta vez Kempor.Oh, no... Su inteligencia en nfima. Saben perfectamente que nunca

    podrn arrebatarnos nuestro bienestar, pero sigan, sigan. El saln est prepa-rado.

    Yers dijo en voz baja a su jefe y amigo:Ha dicho que nadie trabaja, pero esas patrullas volantes tienen misio-

    nes que cumplir. Por lo tanto, hacen una labor.Habr que echar un vistazo a todo esto. De momento no nos metamos

    en lo que no es de nuestra incumbencia repuso Kempor,La voz repeta:Icaros! Hay como un centenar. Acaben con ellos. Acaben con ellos.

    Misin prioritaria.

    CAPITULO IV

    Kempor y Yers haban concluido el refrigerio, que result bastante de su agrado. Sabores exticos, bebidas refrescantes y un tipo de galletas que el

    18

  • Superintendente les recomend como muy reconstituyentes.Les dejaron solos en la hora de comer y de este modo: pudieron hablar a

    sus anchas.Yers opin una vez ms:Esas llamadas patrullas volantes me suenan a nuestros antiguos cuer-

    pos de represin. No crees que tras, esa fachada se oculta un rotundo totali-tarismo?

    No he formado todava mi opinin, querido amigo. De cualquier modo hay algo extrao. No s lo que es. Flota en el ambiente.

    Empecemos por el Superintendente. Es demasiado amable... Y tiene una forma de mirar como si tratara de taladrar nuestros cerebros. Como si quisiera adivinar lo que pensamos.

    Puede que tenga poderes para hacerlo sonri Kempor.No bromees. No s por qu razn, pero me gustara largarme de aqu

    lo antes posible.Primero plantearemos el motivo de nuestra visita. De lo contrario,

    nuestro viaje no habra tenido objeto. Debemos pensar en nuestro planeta. En la polucin que nos mina segundo a segundo. En la escasa vida que pue-de quedarles a nuestros semejantes si no encontramos una solucin idnea a nuestros problemas... Lo que ocurre aqu no nos importa en absoluto y veas lo que veas no lo comentes ni lo critiques. No es asunto nuestro. No tene-mos derecho a inmiscuirnos en los sistemas ajenos.

    No, por supuesto, pero estoy convencido de que aqu se estn come-tiendo graves injusticias y, puesto que el que tiene que hablar y exponer el tema eres t, deja que yo me d una vuelta por todo ese paraso pre-fabricado...

    Apenas haba terminado de pronunciar las ltimas palabras, cuando sur-gi el Superintendente acompaado de otros dos hombres que parecan os-tentar altos cargos en la administracin del planeta.

    El Superintendente present:Nuestro coordinador, de asuntos espaciales extraplanetarios y mi ayu-

    dante en los problemas de orden mir a los dos hombres y a Yers en par-ticular.

    Desea salir al exterior? le dijo como si hubiera adivinado sus pen-samientos.

    Si no hay inconveniente Yers forz una sonrisa.Ya le dije que para nuestros invitados de buena voluntad no existen

    barreras de ningn tipo. Slo empleamos la represin contra quienes atestan a nuestro sistema. Usted no tendr nada contra l. Verdad? Oh, claro! Sabe tan poco de nosotros, pero vaya, vaya. Solcese con la contemplacin de nuestras bellezas. Mientras, nosotros hablaremos de asuntos importantes.

    Kempor qued a solas con los dos hombres que pasaron a otra sala pro-vista de una mesa alargada, de materia cristalina. El Super ocup la presi-

    19

  • dencia disponiendo a cada lado a sus dos acompaantes. En otra butaca, al lado del que haba sido presentado como coordinador, se hallaba Kempor.

    El Superintendente rompi el fuego:Ya he hablado a mis colegas sobre el problema que usted ha insinua-

    do; la polucin. Sabemos lo que es eso, Su planeta no es el nico que la pa-dece. La carrera masiva de la industrializacin es ms rpida que los medios para combatir sus desventajas. Tenemos detectores que nos informan de mu-chos planetoides lejanos, a los que de veras compadecemos.

    Necesitamos una solucin urgente adujo Kempor, Pero temo que abovedar una ancha zona de nuestro habitculo y extraer las impurezas no sera factible. Somos millones de seres.

    Comprendo, Kempor, pero piense que el bienestar es slo para los elegidos, Elegidos?

    Me refiero a que si todos esos millones a los que usted alude son aprovechables, Son seres humanos, Rinden?

    Hasta cierta edad, todos trabajan Luego llega la hora del descanso y viven del fruto de le que la administracin les sufraga por los servicios pres-tados. En ese aspecto, no hay problemas.

    Si usted lo ve as Son criterios que naturalmente respetamos, pero temo que no podemos ayudarle a resolverlos.

    Entonces, segn ustedMire, Kempor, Lo que aqu no ha sido fruto de un da, sino de mu-

    chas generaciones Claro esta que la ciencia avanza y nosotros hemos conse-guido grandes progresos en muy escaso tiempo Digamos que lo que empe-zaron nuestros antecesores nosotros lo hemos mejorado simplificndolo

    Y cul es ese proceso?Eliminacin de lo innecesario. Primero crear cerebros que se preocu-

    pen del trabajo, con ello, se disuelve automticamente la industria. En luga-res adecuados, se instalan los departamentos qumicos para fabricar las ma-terias precisas que producirn los mismos cerebros,., Luego escoger la zona adecuada para producir los alimentos necesarios para los que tengan que formar la nueva comunidad y, por ltimo, prescindir de quienes no renan las mnimas condiciones para gozar del futuro bienestar...

    Insina usted que habra que eliminar a seres humanos.Amigo mo, siempre hay que eliminar algo si se quiere conseguir la perfeccin sin impu-rezas.

    Kempor guard silencio mientras su mente se negaba a aceptar semejan-te solucin.

    El Superintendente segua hablando:En toda sociedad, existen prohombres, la lite, la que rige los destinos

    de los dems. Y es esa lite la que tiene que sobrevivir. La masa puede ser-vir en principio para los trabajos de adaptacin, como la siembra de grandes extensiones, la construccin de lugares de esparcimiento, la total impermea-

    20

  • bilizacin de la zona elegida para la nueva sociedad, etctera. Me va com-prendiendo?

    Sonri ante el mutismo ele Kempor para continuar:Luego, se purifica la atmsfera, se crea un cuerpo de vigilancia espe-

    cial regida por los cerebros detectores......Y se excluye de esa lite a todo lo que usted llama masa conclu-

    y Kempor. Es eso lo que pretende decirme?Usted me ha pedido una solucin. Se la estoy dando.Pero esto es...Diga... Qu es?Inhumano. Todos tenemos derecho a disfrutar del bienestar.Se equivoca. Hay clases. En todos los habitculos existen clases.

    Sean humanodes, insectos o seres de otras materias. Slo los privilegiados tienen derecho a los placeres. Los dems... Se encogi de hombros. Puede que le parezca lamentable, pero algo hay que pagar si lo que se persi-gue es perfecto.

    Kempor empezaba a sospechar quines eran los Icaros.Los desheredados pens, los inadmitidos en ese falso paraso. Los

    que trabajaron para conseguir el bienestar de unos cuantos y luego fueron arrojados y van siendo eliminados... Es lo que pretende que hagamos en Ka-l-Han. Esto es realmente inconcebible. Slo una mente enferma puede llevar a trmino semejante plan..

    Ya veo que no le satisface mi solucin sonri el Superintendente, cortando los pensamientos de Kempor, Lo siento. Qu esperaba usted?

    No s exactamente lo que esperaba, seor. Ayuda, eso s.Puedo ayudarle a usted, permitindole que se quede aqu. Vivir feliz

    y sin preocupaciones.Muy amable por su parte, pero yo me debo a los mos.Kal-Han est muy mal, Kempor. Lo sabemos. No le queda mucho

    tiempo de vida. Se ahogarn en medio de sus humos, de su pestilencia. Sl-vese usted, puesto que ha conseguido llegar hasta aqu. Lamento no poder hacer el mismo ofrecimiento a su piloto... Es demasiado impulsivo, temo que sea de esos seres dispuestos a inmiscuirse en asuntos ajenos.

    Yers es una buena persona.Nuestros detectores no opinan lo mismo. Ustedes han estado hablan-

    do...Kempor comprendi que todo lo que haban comentado fue escuchado.No contest.Usted sabe estar a la altura. No quiere meterse en asuntos ajenos. En

    cambio su piloto ve cosas raras que slo existen en su imaginacin. Es lo que nosotros llamaramos un defensor de causas perdidas. Est ms cerca de los Icaros que de nuestra lite...

    Puede que sea as, seor. De todos modos, gracias por su acogida. Si

    21

  • no pueden proporcionarme los medios para extraer nuestra polucin, mi es-tancia aqu ya no tiene sentido. Regresaremos hoy mismo.

    No tengan prisa. Disfruten de algo que en Kal-Han no poseen: nues-tro clima.

    Kempor se puso en pie. En tono seco pero nunca incorrecto, repuso:No somos dueos de nuestro tiempo, seor. Tenemos trabajo. Lucha-

    remos hasta el fin de nuestras fuerzas para encontrar la solucin de nuestros problemas.

    Celebrar que tengan xito.Seores... Iba a decir que haba sido un placer conocerles, pero se

    limit a pronunciar palabras ms acordes con lo que pensaba: Gracias por su acogida. Ah! No es necesario que me acompaen. Creo que sabr encon-trar la salida.

    Cuando dio la vuelta, sinti clavadas en su espalda las miradas de aque-llos tres seres, las sinti romo puntas de acero que trataran de taladrar su cuerpo.

    Le repugnaba lo que haba odo e, igual que Yers, deseaba alejarse de all cuanto antes...

    CAPITULO V

    Yers haba estado deambulando por diferentes zonas de aquel verde y sofisticado Edn.

    Intent trabar conversacin con un grupo formado por dos parejas,Hola! Soy Yers. Vengo de un lejano planeta. Veo que aqu lo pasan

    muy bien. Pero no se aburren paseando todo el da sin hacer nada?Sus cuatro interlocutores le miraron como si fuera la primera vez que le

    vean y no comprendieran su lenguaje.Qu pasa? No pueden contestarme? Ambas parejas cambiaron sen-

    das miradas entre s y se alejaron sin despegar los labios.Pandilla de estpidos! rezong el joven. No tienen el menor

    sentido de la cortesa.Intent con dos hombres que paseaban el silencio. Buenas! Magnfi-

    co tiempo el suyo! sonrea con nimo de resultar agradable a fin de trabar contacto con aquella gente de mirada casi idntica, de andares cansinos y as-pectos impersonales.

    Tampoco hubo suerte.Se fij en unas muchachas que sonrean alegremente sentadas en el

    csped en ligera pendiente hacia el gran lago. Vestan todas igual: una espe-cie de tnica blanca que transparentaba las formas de sus respectivos cuer-

    22

  • pos. Era la nica indumentaria. Yers sonri. Eran hermosas aunque poseye-ran como el resto de los habitantes del lugar, las mismas miradas ajenas, con ojos casi inmviles y ablicos.

    Iba a dirigirse hacia ellas. Yers era un guapo mozo y tena xito entre las fminas de Kal-Han. All no iba a ser distinto. Convivan hombres y mu-jeres y lgicamente se emparejaran para perpetuar la raza.

    Sin embargo, algo detuvo su aproximacin. Fueron unos velados gritos y movimiento hacia determinado lugar de una de las zonas del bien cuidado jardn.

    Despus las voces.Es una Icaro! grit alguien,Vamos a por ella!Cmo habr podido entrar?Yers, lleno de curiosidad, trat de seguir al grupo que se haba formado

    y avanzaba hacia un autntico laberinto de bien recortados setos que forma-ban paredes hasta la altura media de los hombres.

    En medio de aquellos pasadizos slo poda or los rumores de las voces y el correr de los perseguidores, pero haba perdido contacto con ellos.

    Sin saber cmo, se encontr en una salida frente a unos soportales que conducan a un patio cerrado, con otro bien cuidado jardn.

    Al fondo, haba una puerta una vez cruzado el jardn interno, pero nadie haba all.

    Vaya un laberinto! Dnde me habr metido?Los cercanos y cautelosos pasos llamaron su atencin. Y fue entonces

    cuando vio asomar a una muchacha, que, al encontrarse frente a l, ahog un grito de pnico y retrocedi asustada.

    Lo ms sorprendente de la joven era su vestimenta en nada parecida a lo que era uniforme habitual en las dems muchachas. En vez de tnica, vesta prcticamente harapos, una piel medio cubra sus partes pdicas, mostrando parte de sus senos y nalgas.

    Espera. No te asustes...Ella trat de correr hacia otro de los pasadizos formados por los bien

    cuidados setos, pero las voces le hicieron vacilar. Por su aspecto era la clsi-ca estampa de la mujer acorralada,

    Eh, muchacha! No debes temer. Yo no soy de aqu. Quines te per-siguen?

    Ella an dud un instante, pero al fin corri hacia Yers.No musit, Ya veo que no es de aqu... Aydeme por favor.Es a ti a quien persiguen esos autmatas mal educados...Vamos! Dese prisa rog ella tendindole una mano y hacindole

    adentrarse por el patio interior. Dnde vamos?Hay un lugar ms seguro, pero tiene que ayudarme. Es ah y seal

    la parte lateral de la puerta que anteriormente haba visto al otro lado del pa-

    23

  • tio ajardinado.En efecto, haba una pequea puerta cerrada con una lmina plateada.

    La empuj y la puerta cedi silenciosamente.Ambos entraron en una cavidad oscura y hmeda, Dnde estamos?

    pregunt l Lo llaman el Templo del Amor, Magnfico nombre.Esta es slo una salida, pero conduce tambin al subterrneo. Necesi-

    to tiempo para llegar hasta all. Si de veras quiere ayudarme, qudese fuera. Si le preguntan si me ha visto, niegue, o diga que me he ido por la parte opuesta,

    Apuesto a que no me preguntarn nada. Cuando intento hablarles, se apartan como si fuera portador de tina enfermedad contagiosa.

    Qudese en la puerta, por favor. Entretngalos como pueda.Qu hay en ese subterrneo que tanto te interesa? Claro, usted no

    lo sabe porque es forastero... Abajo hay el infiernoy la extraa ninfa se perdi entre la oscuridad.

    El iba a seguirla, pero pens en la ayuda que ella le haba pedido. Des-pus de todo, estaba ms de parte de ella que de los otros que, adems de no hablarle, le haban vuelto la cara,

    Es una Icaro, pens, y obviamente dedujo que los Icaros a quienes el Superintendente haba catalogado como a enemigos a exterminar eran gen-tes de su misma raza.

    S. Decididamente se puso al lado de la Icaro.Cuando sali, vio a todo un tropel desparramarse por el patio interior.Algunas parejas se quedaron mirando el gran portal central del que la

    Icaro haba dicho tratarse del Templo del Amor.Se escucharon algunos bisbiseos, mientras otros grupos se aproximaban

    al lugar donde se hallaba Yers.El joven no esper que se dirigieran a l y, anticipndose, indic el labe-

    rinto de setos:Por ah! Una chica con harapos. Una Icaro. La he visto correr por

    ah.Sin agradecer la informacin y con breves intercambios de miradas, los

    aparentemente felices perseguidores de la mujer Icaro corrieron como borre-gos en la direccin indicada por el forastero. Y a ellos se unieron casi todos. El casi era una pareja con aspecto tan despersonalizado como el resto, pero con una chispa de romanticismo que se acentuaba al mirar el gran por-tal del Templo del Amor.

    Vosotros no vais a seguir a esa enemiga? pregunt el joven apro-ximndose a ellos.

    Le miraron.Yers sonri.Aj! Os gusta ms el Temple, eh? Vosotros parecis ms normales.Vmonos, Hild dijo la muchacha a su pareja.

    24

  • Y, sin contestar, se alejaron del portal, si bien Yers les atribuy una cierta nostalgia.

    Me gustara saber qu hay en ese Templo se dijo a s mismo en voz alta, pero recordando a la muchacha Icaro y las palabras que haba pronun-ciado volvi hacia la pequea puerta metlica, mientras en su interior reca-pacitaba un par de palabras:

    Subterrneo.Infierno.Qu habr querido decir?Qu esconda en aquel subterrneo?Y, sobre todo, qu haba ido a hacer aquella erial ara en un lugar donde

    saba de antemano que iba a ser perseguida y posiblemente aniquilada?Eran preguntas que el impetuoso Yers quera que fueran contestadas;

    por eso decidi meterse en la oscura cavidad y tantear el terreno para ir en busca de la muchacha,

    Sin embargo, al final de aquel oscuro recinto, se levantaba una pared grantica.

    No es posible. Ella se ha dirigido hacia aqu y no hay ms puerta en ese lado. No puede haber desaparecido!

    Y comenz a tantear el granito dando golpes en busca de un hueco, de algo que sonara a puerta camuflada.

    CAPITULO VI

    Kempor buscaba intilmente a su amigo en lo que vena a ser el centro de aquel conjunto ajardinado enorme y variado a la vez.

    Se preguntaba dnde se habra metido, mientras vea a la gente correr y comentar, agruparse para separarse seguidamente repartindose consignas.

    Altavoces colocados estratgicamente daban una' Informacin impor-tante.

    Hembra Icaro ha penetrado en nuestro recinto. La patrulla 1.12 es la encargada de localizarla. Faciliten su trabajo.

    La informacin se repiti un par de veces, al tiempo que sonaba un zumbido.

    Un blido patrulla semejante al que haba ido a recibir a Kempor y a Yers se deslizaba raudo por el lugar, mientras un detector lanzaba un sonido intermitente:

    Bip, bip, bip.Kempor, algo desorientado, segua tratando de buscar a su compaero

    para reemprender el regreso.Una voz a su espalda le hizo volverse. Era el Superintendente con su

    25

  • mismo aspecto afable y observador de siempre:Qu le pasa, Kempor? No encuentra a su amigo?Pues no. Aunque es lgico. Esto es inmenso y hay mucho que ver.Y su amigo es muy curioso sonri el Super,Lo normal.No se preocupe. Aqu est usted en su casa. De cualquier forma si

    quiere que le detectemos, en un Instante sabr dnde se encuentra.Kempor mir fijamente a su interlocutor. Luego pregunt:Pueden detectar a todo el mundo?S. Adems con ustedes es ms fcil Slo son dos. Su frecuencia de

    onda es muy limitada.Frecuencia de onda?Al entrar en el recinto, todos tenemos una frecuencia de onda perso-

    nal. Nuestros detectores especializados pueden saber dnde se halla cada uno de ustedes en un momento determinado.

    Esto suena a libertad vigilada.Vigilamos a la gente por su propio bien.S. Ustedes todo lo hacen por el bien comn repuso Kempor entre

    irnico y escptico.Entonces son un pitido de algn punto de la persona del Superinten-

    dente.Kempor observ claramente que el anillo del Super era como un peque-

    o transmisor.Intrusos en los compartimentos estancos dijo una voz que sala por

    el minsculo receptor.Les han identificado? pregunt el Super sin levantar la voz ni

    aproximarse siquiera, al anillo.Icaro y nueva frecuencia repuso la voz.Bien. Ya saben lo que tienen que hacer repuso el Super y seguida-

    mente se volvi hacia Kempor:Ya han localizado a la intrusa que se ha metido en nuestro recinto...

    Pero tengo que darle una mala noticia, seor Kempor.A m?S. Temo que su compaero Yers haya dado un mal paso... Y acla-

    r seguidamente: Frecuencia Nueva indica uno de ustedes. Parece ser que Yers est ayudando a esa mujer Icaro por un terreno muy peligroso.

    Qu quiere decir?Temo que tendremos que retenerle y hacerle algunas preguntas,No s lo que ha podido hacer Yers; de cualquier forma, en cuanto d

    con l pienso irme de aqu. Ya se lo dije antes.Tendr que esperar a que interroguemos a su amigo.Pero por qu van a interrogarle?Ya se lo he dicho. Ha cometido una infraccin, Ayudar a un Icaro,

    26

  • sea varn o hembra, es un delito.Y cmo poda saberlo Yers, suponiendo que sea cierto lo que usted

    dice?Ya hablamos en su presencia de los Icaros El lo escuch... Paciencia,

    seor Kempor. Y ahora excseme.Un momento, Superintendente, Dnde est mi amigo?En un lugar donde no debera estar. Esta es la cuestin.Pero qu lugar es se?Su interlocutor se limit a mirarlo con una sonrisa, luego dio la vuelta y

    se alej rpidamente dejando a Kempor en la ms absoluta perplejidad.Sin embargo, para el joven profesor, una cosa era bien cierta: aquel pla-

    neta no tena nada de puro. Un misterio impenetrable se cerna sobre l. La libertad aparente empezaba a convertirse en un espejismo. Quiz a l a Kempor no le hubiera importado largarse dejando de lado toda posible in-vestigacin, pero las cosas haban cambiado. Ahora su amigo y compaero Yers estaba en peligro.

    En grave peligro

    * * *

    La muchacha Icaro estaba acurrucada en el ngulo formado por dos pa-neles.

    Yers la descubri porque haba utilizado su linterna.Un zumbido intermitente retumbaba por todo el mbito metalizado del

    subterrneo.Bueno! Por fin te encuentro... Es difcil dar con el camino...No debiste venir. T eres un invitado de ellos y ahora te has com-

    prometido al seguirme. Oyes ese zumbido? Nos han localizado. Saben dn-de estamos. Nos buscan a los dos.

    Soy curioso sabes? Para los Icaros, ese sagrado recinto exterior es zona prohibida. T has entrado. Por qu? A quin buscas?

    A mi hermano replic ella.En nquel instante, una plancha cay del techo como si se tratara de una

    guillotina.Qu ha sido esto? pregunt l enfocando hacia el lugar donde ha-

    ba surgido la pared.Tratan de acorralarnos! Vamos!En ese instante, otra plancha cay cortndoles el camino. Slo les que-

    daba una salida.Deprisa! exclam l dndose cuenta de que el inmenso subterr-

    neo que a simple vista constaba de una sola pieza poda convertirse en una imponente cuadrcula de compartimentos estancos.

    27

  • Salieron a tiempo de que la tercera pared cerrara por completo el lugar donde momentos antes haban estado.

    Hacia el centro! grit ella.La potente linterna del joven facilitaba la huida, pero no Impeda que al-

    gunas paredes apareciesen de pronto a su encuentro obligndoles a cambiar de rata, con el riesgo de que las afiladas lminas cayeran sobre sus cabezas.

    A cada instante, bajaba una nueva lmina y el gran recinto bajo tierra se llenaba de imprevisibles paredes que le daban otra configuracin.

    Sorteando los obstculos, la muchacha pareca buscar una salida concre-ta.

    Conoces esto? inquiri Yers.Mi hermano me hizo llegar un plano. No s... Lo estudi a fondo,

    pero es difcil. Tiene que haber una plataforma que nos lleve hasta las entra-as del planeta.

    Oye... Y qu hace tu hermano abajo?Ella lanz un grito al ver que sobre su cabeza caa a gran velocidad una

    de las planchas para convertirse en pared,Ah!El la empuj y ambos cayeron al suelo librndose de aquel peligro que

    poda significar su muerte simultnea.La muchacha jadeaba. Tena miedo pero trataba de ocultarlo y acumula-

    ba valor para seguir su plan.Mi hermano es uno de los prisioneros del planeta.Hay prisioneros?Los cerebros no se alimentan solos... Recluan a los Icaros ofrecin-

    donos trabajo. Algunos se negaron a ser tratados como esclavos, pero se les prometi un trato igual que a los dems

    Otra puerta cay y otra y una tercera. En unos instantes estuvieron a punto de quedar aprisionados entre cuatro lminas metlicas, pero la pareja consigui escapar, mientras la muchacha indicaba un lugar:

    Tiene que ser por ah.Dfame ver tu plano.No tenemos tiempo. Las paredes acabarn por atraparnos. Mi herma-

    no me habl de ello.Hay muchos Icaros donde vamos?Cada vez son menos. Trabajan en condiciones infrahumanas... Son

    los encargados de alimentar a los cerebros y de manipular las mquinas que mantienen el ambiente de que disfrutan los dems.

    Vaya con el automatismo! Razn tena de no fiarme de ese engredo Superintendente,.. Dijo que aqu no trabajaba nadie.

    Se refera a ellos. A los autmatas que andan de un lado a otro como seres indiferentes verdad?

    Te has dado cuenta, eh?

    28

  • Se necesitara ser ciego,Viven emponzoados por las materias que ingieren. El ocio les ha

    pervertido, no son dueos de sus propios actos, pero a nosotros eso nos tiene sin cuidado. Luchamos por nuestra propia libertad, para no ser perseguidos y para disfrutar de lo que construimos nosotros mismos y gozar de plena li-bertad...

    Otra pared impidindoles el paso bruscamente, un nuevo peligro, y el gran recinto iba quedando convertido en pequeas estancias sin posible salida.

    Por all! indic ella con un presentimiento.Oye... Cmo debo llamarte?Luana.Yo soy Yers. Un buen momento para una presentacin. Cuidado!El grito fue porque otra pared se les vena encima y fueron a parar al

    suelo de nuevo hasta legar a un hueco en la pared metlica.Aqu est la plataforma! Hay qu buscar el modo de accionarla.

    Aydame con tu linterna, Yers.E1 joven busc por las paredes hasta encontrar un botn metido en un

    hueco.Probemos esto. Lo puls.La plataforma comenz a descender por entre un hueco de una profun-

    didad que pareca no tener fin.La rapidez del descenso era vertiginosa y Luana, con evidente pnico,

    se abraz a Yers, que coment:Con razn dijiste que era un infierno. Hasta la temperatura es distinta.

    Hace un calor insoportable.Por fin el raudo descenso se interrumpi. Quiz no haban transcurrido

    ms de treinta segundos, pero lo que era evidente es que estaban muy por debajo de la planta superior.

    Lo que se ofreci a sus ojos a la salida de la plataforma era algo de un color rojizo, y la temperatura de fuego.

    El ruido de maquinaria, poleas metlicas en funcionamiento, ruido a ebullicin, olor a extraos cidos todo en complicada mezcolanza.

    Y en medio de hornos candentes y de una atmsfera apenas respirable, Luana y Yers avanzaron en solitario.

    En el centro del pasadizo que formaban las diversas mquinas un hom-bre casi desnudo con el pecho reluciente por el sudor les sali al encuentro.

    Luana pareci reconocer su rostro majestuoso, agotado por el inhumano trabajo, por las condiciones de la labor esclavizada que le haba sido im-puesta. Deba ser ms joven an que ella, pero en aquellas circunstancias su aspecto era el de un anciano, pese a su enorme corpulencia.

    Lew... T eres Lew, verdad? Soy Luana.Luana, s. Te he reconocido... No debieras haber venido. T eres li-

    29

  • bre.No, Lew, no hay libertad fuera del recinto. Somos perseguidos, aco-

    sados.Debis iros de la zona confluente. Ellos no se arriesgan a cruzar el

    pantano. Slo persiguen a los que estn cerca...Necesitamos estar cerca para liberaros, Hoy hemos comenzado una

    operacin de prueba.De veras?Hemos fracasado, pero no importa. Conseguiremos distraer su aten-

    cin para poner en prctica el golpe definitivo... Ahora quiero hablar con mi hermano Bley,

    El hombre llamado Lew cambi su expresin y con alguna dificultad pudo murmurar:

    Lo siento, pequea Luana, valerosa Luana... Es demasiado tarde.Qu ha ocurrido?Tu hermano ha sido de los que ms ha resistido, pero...No! exclam ella.De veras que lo siento... Ha sucumbido. Su ltimo pensamiento fue

    para. ti. Era lo nico que tena en el mundo. Le hubiera gustado decirte su ltimo adis,

    Luana no pudo reprimir el llanto, pero un zumbido interrumpi la emo-tiva escena.

    Cuidado! Os han detectado. Tenis que esconderos..- Por cierto, ste no es de aqu.

    No, Lew, Es un forastero, pero me ha ayudado... Venid por aqu, os esconder en un lugar que espero no os descubran.

    La plataforma se haba movido con rapidez. Una patrulla entera armada con sus clsicas armas iba tras la pareja.

    CAPITULO VII

    Dnde estn? pregunt e! que pareca dirigir al resto de la patrulla compuesta en total por siete hombres de aspecto muy diferente al de los se-res que deambulaban en libertad por los paradisacos jardines del exterior a muchos metros por encima de sus cabezas.

    Ninguno de los hombres que manipulaban las correas metlicas de transmisin de los recipientes humeantes que luego iban a parar a la gran caldera se molestaron en contestar. Ignoraron a la patrulla. Como autmatas, siguieron su trabajo rutinario.

    Otros removan el lquido viscoso que se formaba en la caldera y un gri-fo soltaba el contenido que por mediacin de unos tubos enfriaba la materia

    30

  • convirtindola en objetos cbicos y slidos que otro transporte automtico los conduca a determinado depsito. El jefe de la patrulla se dirigi a Lew. Lew, hombre fuerte y musculoso, un gigante de ms de dos metros de en-vergadura, mir con desprecio al jefe de la patrulla que dijo:

    Escucha bien, escoria. S no entregis a los fugitivos, cinco de voso-tros os convertiris en... eso Y seal los cubos de materia resultante de diferentes transformaciones qumicas.

    En un enorme depsito vaco, Yers y la muchacha Icaro podan escu-char con resonancia las palabras del jefe de los patrulleros.

    Sabemos que nadie puede salir vivo de aqu. Tus amenazas no pueden asustarnos.

    Veremos s los dems opinan lo mismo repuso el enfurecido jefe que, volvindose a uno de sus hombres, orden:

    Elegid a cinco. Daos prisa.S tocas a uno solo de los hombres, maldito sicario, te juro que aun-

    que lleves un arma te matar. El jefe, sonro ante la bravuconada. Slo tengo que apretar el resorte para que caigas fulminado, pero sera una muer-te demasiado dulce... T tambin sers uno de los que se conviertan en ferti-lizante

    Y en el interior del monumental recipiente en forma de tonel, Yers pre-gunt:

    Qu es lo que est diciendo? Luana le contest en un susurro: Los Icaros que no quieren trabajar se convierten en fertilizante para el jardn del planeta y en otras materias para alimento de los cerebros... Pero... Qu monstruosidad es sa? Es idea del Superintendente... Toda materia puede transformarse, y l ha experimentado con nosotros. Primero empez con los viejos, ahora cualquiera le sirve. A los que tienen ms suerte les deja vivir como esclavos para realizar el trabajo, Vivir! Como si esto se pudiera lla-mar vivir.

    Fuera del tonel, Lew, encarado con el jefe, dio un paso adelante,Fulmname, sicario. Hazlo, Porque ni t ni nadie de los tuyos lograr

    arrojarme a las mquinas cortantes. Vamos! Dispara. A qu esperas?A pesar de su arma, el jefe senta temor y retrocedi. Lew inspiraba res-

    peto; su corpulencia y su desprecio de la propia vida eran las mayores armas que posea. El jefe de la patrulla orden a los otros Vamos! Apresad a cinco hombres. No! grit Lew revolvindose. El Jefe dud un instante y Lew, furioso, aprovech la ocasin para abalanzarse contra su principal enemigo, a quien, con una bien calculada llave, le retorci el brazo armado obligndole a soltar el arma con la que poda fulminarle.

    El patrullero lanz un alarido, mientras Lew lo lanzaba lejos de l con tal fuerza que le hizo rebotar con ira unas de las ardientes calderas.

    El grito que lanz el patrullero era equivalente al dolor producido por el material candente que le haba abrasado la espalda, pero Lew, implacable,

    31

  • salt de nuevo sobre l y, utilizndolo como parapeto, le encaon con el arma anticlulas de la que ya se haba apoderado tras librarse de l.

    Y ahora el que se atreva a tocar a mis compaeros morir! Soltad las armas o ste ser el primero en caer y apuntaba muy significativamente al patrullero jefe que an sin reponerse del dolor mascull:

    No logrars nada con esto... T mismo te has buscado la perdicin, aunque acabes con nosotros, vendrn refuerzos. Sabes perfectamente que somos superiores.

    Eso es lo que creis, pero t no vivirs para saber quin es el ms fuerte... Ahora escucha... Si quieres conservar tu pellejo, puedes decir que aqu no has visto a nadie. Vamos! Reptelo conmigo. Aqu no has visto a nadie. Luana march hace rato, os burl. De veras? Creo que ests min-tiendo. Bscala, pero sin armas. Y vosotros! Soltad las vuestras...

    El temor a perder la propia vida oblig al jefe a decir a sus compaeros que obedecieran.

    Apoderaos de las armas! dijo Lew a sus compaeros.Luego se dirigi al patrullero jefe y aadi: Ya podis buscar, pero

    largaos pronto. Vosotros todava olis peor que lo que nos rodea. El patru-llero pregunt:

    Escucha.., La chica no iba sola. El detector indica la presencia de un forastero.

    Yo no he visto a ningn forastero repuso Lew El detector in-dica que siguen aqu abajo, Claro. Aqu todos somos Icaros. Escucha, Lew... De aqu no podrs salir nunca y a ti te consta. Me olvidar de todo, pero entrganos al hombre, Queremos al forastero. De lo contraro, te arre-pentirs.

    Yers estaba escuchando, comprenda la situacin por la que atravesaba Lew y murmur:

    Esto est claro, Mientras ests aqu abajo, no pueden detectarte. Eres uno ms entre ellos, pero a m s... Y eso compromete a tu amigo, Qu piensas hacer?

    Salir, No pueden hacerme nada. .Dir que slo curioseaba y que, sin darme cuenta, llegue hasta aqu.

    No musit ella. Te mataran para que jams pudieras contar lo que has visto.

    No pueden hacerlo. Me largar con m amigo y jefe Kempor Segu-ro que me estar buscando. Hemos llegado en una nave... Bueno, algo ten-dremos que hacer por vosotros... Sabes? Hemos venido en busca de ayuda para nuestro planeta, pero no s cul de los dos est peor...

    Hizo ademn de despedirse.No salgas. Lew sabr cmo quitrselos de encima. Pero el patrulle-

    ro tiene razn. Jams podrn salir de aqu, Ellos son muchos...S, pero ahora tenemos armas. Siete. Contra cuntas Luana?

    32

  • Nos servirn para cuando intentemos el golpe final y podamos librarlos a to-dos.

    El patrullero jefe segua encarado con Lew, Qu dices, Lew?Que os larguis! Ahora tenemos las armas, y el primero que intente

    asomar la nariz desaparecer de la faz de vuestro cochino habitculo. Lar-gaos!

    Un momento! Era la voz de Yers, Se haba decidido y estaba all. Parece que los patrulleros me buscan a m. Nadie me ha visto entrar. Y la verdad es que estaba buscando una salida,

    T eres el forastero curioso eh? sonri el patrullero.Me perd. Me met por una especie de laberinto. No saba dnde esta-

    ba, tante una pared y, en un abrir y cerrar de ojos, me vi aqu abajo. Tena ganas de salir... Parece que ests culpando a esos individuos que nada saben de m...

    Est bien. Vendrs con nosotros. El Superintendente te har unas pre-guntas... Pero dime. Y la chica? Qu chica? Yo he venido solo. Ha-ba una chica cerca de ti insisti el patrullero. Poda estar cerca, pero yo no vi nada. Tenis cosas muy raras en vuestro mundo.

    Lew mantena el arma en la mano. El patrullero le mir y murmur:Nos devuelves el armamento, Lew? No.Est bien. Vamos a dejaros en paz... por ahora. No las tena todas

    consigo cuando salieron de entre los Icaros que les mantenan encaonados y Lew dudaba.

    Su diestra fuerte y callosa empuaba con firmeza el arma con el pulgar en el resorte que bastaba apretar. Los otros se acercaban a la plataforma.

    Interiormente, Lew pensaba que jams se le presentara una ocasin como aqulla y, sin pensar ms en las consecuencias, grit: Aparta mu-chacho!

    Instintivamente, Yers comprendi lo que iba a ocurrir y sin dudarlo se lanz al suelo.

    Lew puls el resorte al tiempo que gritaba: Acabemos con ellos.El patrullero jefe fue el primero en caer fulminado de idntico modo que

    el ejecutado aquella misma maana.Los disparos de los compaeros de Lew alcanzaron a los otros compo-

    nentes de la patrulla y uno a uno se derrumbaron exnimes.Lew hizo un ademn al joven e indic: Espera. Tengo algo para que

    no puedan detectarte y al mismo tiempo llam a Luana,De los cuerpos de los patrulleros extrajo una placa rectangular que lle-

    vaban sujeta al cuerpo.Tomad, dio una al joven y otra a la muchacha. Con esto les con-

    fundiris, Yo saldr primero se ofreci Yers, Hay algn medio de poder comunicar con vosotros?

    Tenemos un enlace. Est de nuestra parte contest la muchacha.

    33

  • Es l quien me facilit la entrada. Cmo lo reconocer? Todos me pare-cen iguales. Se llama Hild repuso Luana. Creo que he odo ese nom-bre antes. Y record la pareja que se haba quedado rezagada ante la puer-ta del Templo del Amor

    Yers accion la palanca de la plataforma elevadora y, en medio minuto, lleg hasta la sala laberntica y metalizada luego descendi la rampa hasta hallarse ante las viejas escaleras. Cuando ya no pudo pasar, palp la pared en busca del resorte que abra un panel secreto.

    Ya estaba libre... Eso pens.Sin embargo fuera, en el patio interior ajardinado, le aguardaban do sec-

    ciones de patrulleros. Le encaonaban.

    CAPITULO VIII

    Kempor estaba cansado de buscar intilmente y decidi ir al encuentro del superintendente, que pareca estar aguardndole en la misma sala de re-poso donde haban tomado el refrigerio.

    No ha encontrado a su amigo, Kempor? pregunt el Super con una sonrisa cargante.

    No, seor Y le ruego que me ayude a encontrarle. Usted dispone de medios.

    Supona que me pedira esto. Espere un momento, por favor. Tengo algo urgente que hacer.

    Por que no da la orden a travs de su anillo? Es un magnfico trans-misor.

    Todo a su tiempo, Kempor. No perder nada esperando unos momen-tos. En seguida estoy con usted.

    Kempor comprenda que all suceda algo extrao, y aquella sonrisa del Superintendente, con su pose reposada, sus ademanes lentos, su voz suave y montona, le estaban enervando.

    Pase nerviosamente por la estancia, en espera del regreso del jefe de aquel extrao paraso.

    No tuvo que aguardar mucho, el Superintendente apareci acompaado de su ayudante en los servicios de orden.

    Lamento darle una mala noticia, Kempor dijo el Superintendente con una voz fingidamente grave. Acaban de informarme en este instante.

    Cmo?S, amigo. Su gua y piloto, ha tenido un lamentable accidente.Dnde est?

    34

  • En nuestro hospital. Pero desgraciadamente nada se ha podido hacer por salvarle... Se alej demasiado, sabe? Hay zonas peligrosas por las que nadie transita. Claro, l no poda saberlo. Hay Indicadores simblicos, pero seguramente Yers no debi comprenderlos.

    Trata de decirme que...Que su amigo ha cado por el antiguo precipicio de la conduccin de

    aguas. Ha muerto, Kempor. Es muy lamentable.Aquella respuesta no le convenci ni poco ni mucho,Supongo que podr verle.Va a ser un poco difcil, Kempor, Muestras leyes en cuanto a defun-

    ciones son estrictas. Los cadveres pasan de inmediato al laboratorio para realizar una serie de anlisis... No sera agradable,

    Insisto en verle, Yers no pertenece a ese planeta. Es ms, quisiera lle-vrmelo.

    No me ha entendido bien, Kempor, Su amigo Yers ya no existe.No puede desaparecer! Kempor estaba perdiendo la calma, y aun

    no siendo hombre violento, empezaban a entrarle ganas de actuar como si lo fuera. La flema del Superintendente le resultaba en extremo cargante, cnica.

    En efecto. La materia jams desaparece. Se transforma.Dnde est ese hospital, Superintendente? pregunt Kempor con

    frialdad,Si insiste...Hizo un ademn para que le siguiera.Dejaron la estancia para trasponer una puerta tras la cual haba un largo

    corredor.Momentos ms tarde, despus de cruzar varias dependencias, llegaron a

    un lugar tan asptico como todos los interiores e incluso exteriores del habi-tculo.

    En una sala especial, dos recipientes de cristal de gran capacidad perma-necan en constante ebullicin empalmados por tubos y retortas.

    Un conducto electrnico comunicaba con un contador que marcaba la graduacin de las temperaturas. A su vez, un voltmetro oscilaba constante-mente alrededor de unas siglas.

    Desde un pupitre, un hombre manejaba el aparato, mientras un ayudante analizaba el contenido de una probeta.

    Este es nuestro Laboratorio A. Transformacin de la materia in-dic el Superintendente a la vez que aada: Lo que queda de su amigo se est transformando.

    Kempor, incrdulo, se aproxim a los grandes recipientes.Tenga cuidado le advirti el Super. No se puede tocar nada Po-

    dra causar problemas a nuestros profesores. Se volvi hacia ellos y pregun-t:

    Todo bien?

    35

  • La respuesta fue un asentimiento mudo por parte del que pareca ser el jefe del equipo,

    No no puede ser. No pueden haber hecho esto con Yers. No tenan derecho a hacerlo sin mi consentimiento!

    Me parece que est ofuscado, Kempor replic suavemente el Supe-rintendente. Disculpo su estado de nimo. Aqu no damos tanta importan-cia a la idea de la muerte. Es algo que debe llegar. Estamos preparados para recibirla.

    No entiende lo que le digo. Yers es de Kal-Han. No les pertenece. No tenan derecho a hacer experimentos con el.

    Todo ser que pisa nuestro planeta debe atenerse a nuestras leyes, Kempor.

    Ni siquiera s si eso... Seal con asco aquellas mezclas del reci-piente. Cmo puedo estar seguro que eso son los restos de Yers?

    No cree en mi palabra?No, Miles. Esa es la verdad. No creo nada absolutamente. Pienso que mi compaero ha podido ser asesinado.

    Qu palabra ms dura! Oh, Kempor! Viene usted de un mundo dis-tinto. Aqu no se conoce la palabra crimen.

    Usted me oculta algo, Miles. Y lo averiguar...Tenga cuidado. Amigo mo. Yo le ofrec hospitalidad. Usted ser

    siempre libre a menos que transgreda las leyes...Kempor di la vuelta para buscar una salida. Tena un medio de comu-

    nicarse con su compaero, de averiguar si responda. Pero tena que llegar hasta la nave.

    CAPITULO IX

    Si aquello no era una crcel, se le pareca bastante.Se trataba de una especie de jaula de cristal cuya altura sobrepasaba slo

    unos centmetros la cabeza de Yers.La dimensin exacta de su superficie era la de un metro cuadrado.Un tubo cuadrado pens Yers. Algo parecido a un tubo de ensayo.Debajo haba otros tubos conectados que se escondan tras un panel me-

    tlico.Qu pretendan hacer con l?Senta miedo y eso no era normal en Yers. Era el temor, no ya a cual-

    quier posible dao fsico, sino a lo que pensaban hacer con l aquellas men-tes perversas que ocultaban su autntico Yo, bajo una mscara de falsa cor-tesa.

    Le haban llevado all desde su detencin y llevaba ya un buen rato sin

    36

  • poder moverse apenas.Afortunadamente, no le haban cacheado, por lo tanto segua llevando

    consigo el arma que se neg a entregar. Llevaba consigo el pequeo trans-misor de emergencia.

    Supona que Kempor le andara buscando y que tarde o temprano inten-tara comunicarse con l.

    Eso es exactamente lo que se propona Kempor al dirigirse a la nave. El transmisor general de largo alcance le servira para emitir la seal.

    Y Kempor consigui llegar hasta la nave sin que nadie se interpusiera en su camino.

    No se le ocultaba al joven profesor que sus movimientos eran detecta-dos, mejor espiados, con los complejos medios de que disponan los geri-faltes que dominaban un planeta slo tranquilo y feliz en apariencia, pero aun as deba correr el riesgo porque se resista a creer que Yers estuviera muerto, Por lo menos quera convencerse. travs de una pantalla, el ayu-dante del Super vigilaba atentamente a Kempor.

    Comunic con su jefe a travs del anillo transmisor: Kempor est en la nave.

    No habr decidido marcharse. Estoy convencido. No. Est mane-jando algo. No lo veo muy bien. Un momento. Graduar la imagen.

    No te molestes replic la voz del Superintendente , Lo ver des-de mi estudio.

    Efectivamente, en la dependencia donde se hallaba el Super ste sigui a travs de otra pantalla los movimientos de Kempor que en aquellos mo-mentos accionaba los pulsadores del transmisor que emita la seal. Com-prendo, Est tratando de localizar a Yers. Est aislado. No creo que lo consiga repuso la voz del ayudante,

    Pon atencin por si transmite algn mensaje. Kempor haba emitido la seal, pero en su pantalla marcaba negativo. Es decir, no era captada.

    Si hay seal, es que Yers est vivo, pero desde donde se halla no puede captarme, pens Kempor.

    Para eso tena otra solucin. La transmisin antiobstculos. Puls el bo-tn, correspondiente y la seal surgi con ms potencia.

    Fue entonces cuando Yers sinti un leve zumbido en su transmisor de bolsillo. Su rostro experiment una sensacin de alivio.

    Contesta, Yers, contesta... y utiliz una clave que grav pulsando diversos botones del pupitre.

    La traduccin literal era:Dime dnde ests. Si no captas mi mensaje, haz una seal para que yo

    pueda saber que me escuchas.La transmisin surga confusa para Yers. No obstante palp el botn de

    su pequeo aparato que tena en el bolsillo y lo puls con fuerza.No te oigo, no te oigo, Yers. Aumenta el volumen.

    37

  • Aunque Yers no le oa, comprendi perfectamente que era necesario un sobreaumento de la frecuencia y lo intent.

    Durante unos momentos, la pantalla continu indicando negativo, hasta que al fin la lnea continua se movi.

    Era como un electrocardigrafo que daba seal de vida ondulando la l-nea de forma intermitente.

    Yers! Te estoy captando! grit Kempor triunfalmente.No puedo orte. Pero s que ests en la nave, amigo. Ojal pudiera es-

    tar contigo...A pesar del considerable volumen de la seal lo nico que poda com-

    prender Kempor es que su amigo estaba vivo y encerrado en algn lugar a prueba de sonidos.

    Est prisionero pens. Debe haber descubierto algo que no con-viene que se divulgue

    Trat de encontrar una solucin al dilema. Tena que encontrar a Yers s quera sacarlo con vida de aquel planeta.

    Entretanto, el Superintendente comentaba a distancia con su ayudante:Transmiten en clave, pero la interferencia no les permite entenderse.Qu hacemos? pregunt el ayudante.Manda una patrulla a la nave con orden de que se vaya.No querr obedecer. Si sospecha que su amigo est vivo, tratar de

    encontrarle.Peor para l...La conversacin entre los dos hombres del planeta poda ser captada por

    cualquiera de los jefes, pero quien en estos momentos la interceptaba no perteneca a la clase dirigente, era uno ms de aquellos autmatas de apa-riencia feliz.

    El hombre, un joven al que Yers hubiese reconocido como a Hild, mir a su hermosa e inseparable acompaante.

    Tendramos que hacer algo.Es peligroso musit ella...No quiero vivir aqu el resto de mis das. No quiero estar prisionero

    para siempre...Hild bes con toda su pasin a la muchacha, que se estremeci entre sus

    brazos.Se hallaban detrs de aquel santuario. Al aire libre, en una zona prcti-

    camente intransitada, tendidos sobre el csped y protegidos por sendas pare-des naturales formadas por bien cuidados setos.

    Ellos no eran como los dems, y preferan disfrutar del amor de un modo natural y primitivo, casi salvaje.

    Sus respectivos cuerpos en contacto vibraban de placer cuando sus ins-tintos les pedan el mutuo acoplamiento; oleadas de gozo, plenamente com-partidas, les alejaban de la realidad y por unos instantes se sentan libres.

    38

  • Abrazados, besndose con ferocidad, acaricindose con vehemencia, sus respectivas manos recorran el cuerpo del compaero y gozaban del xtasis del verdadero amor. En aquellos momentos, se sentan libres.

    Ahora, aquella conversacin interceptada por Hild acababa de volverles a la realidad. Alguien estaba en peligro y era menester hacer algo.

    Relajado ya de su ltimo contacto amoroso, el hombre se puso en pie.Es peligroso repiti la muchacha.Lo s, Ila, lo s, pero no podemos cruzarnos de brazos.A veces tengo miedo.El la abraz, quera con ello hacerle patente su proteccin para que la

    muchacha se sintiera segura.Voy a actuar resolvi Hild con decisin.La bes con ternura primero y de nuevo una inmensa pasin se adue

    de los dos. Sus bocas permanecieron unidas, inseparables.Cuando por fin Hild solt a su adorada compaera, repiti:Quiz ste sea el momento... Te he dicho que no quiero ser prisionero

    para siempre.... Ila. Yo te amo. Deseo estar contigo siempre. Hacer el amor, crear nuestra propia descendencia. Ser libre y liberarte a ti tambin. Sera maravilloso,

    S, Hild, pero eso es slo un sueo,Un sueo que podemos convertir en realidad si les ayudamos. Ellos a

    su vez nos ayudarn tambin. Huir de aqu, Oh, Ila...! Djame ahora, inten-tar hablar con Kempor.

    Ten cuidado,No te preocupes. Nadie conoce nuestro secreto. Creen que somos

    como los dems, pero descubrimos a tiempo la verdad y dejamos de tomar sus pcimas, sus alimentos emponzoados, sus bebidas adormecedoras de los sentidos y sus espectculos hipnotizantes, pero algn da pueden darse cuenta. Por eso, antes de que llegue este momento, tenemos que salir. Ahora es nuestra oportunidad, Esprame, querida. Esprame sin temor...

    * * *

    La patrulla se present al lugar donde reposaba la nave cuando Kempor, equipado con un arma y un transmisor de la misma frecuencia que el de su compaero, sala de la nave,

    El jefe de la patrulla le sonri de forma servicial Tenemos orden de prestarle ayuda si la necesita, seor.

    De veras? inquiri Kempor con desconfianza. Para despegar, seor. Usted quiere despegar para regresar a su planeta, verdad?

    Nada ms lejos de mi pensamiento. Gracias por su ofrecimiento pero an tengo algo que hacer en su delicioso habitculo.

    39

  • Oh! Lo siento, seor, Pero su audiencia ha terminado. Son rdenes del Superintendente.

    Eso quiere decir que me echan. Dgalo claro.No, sa no es la palabra, seor. Usted ha sido recibido y escuchado.

    Termin la audiencia. El Superintendente me ha rogado expresamente que le transmita su pesar por la desgracia ocurrida a su compaero de viaje.

    El Superintendente es muy amable. Precisamente iba a verle.Est muy ocupado, seor. Se aproxima la hora del espectculo. El lo

    supervisa todo y no podra atenderle.Supongamos que intento entrar de nuevo en su maravilloso jardn...

    Me lo impediran?El patrullero asinti.Tenemos rdenes, seor.Bien, Ustedes tienen rdenes y van armados. Yo tambin. Y es-

    grimi su arma. Haba elegido una de largo, alcance y doble potencia.Amenazando a los siete hombres que tena enfrente, murmur:Es un sistema diferente. Mata por ondas. Slo tendra que apretar una

    vez el pulsador... Es esa palanca que tengo aferrada a mi dedo ndice. La onda alcanza un dimetro capaz de acabar con un centenar de hombres dis-puestos a una distancia de un metro cada uno. Me ha comprendido?

    Yo no la usara, seor. Usted es forastero. Est amenazando a una pa-trulla de un planeta amigo.

    Aqu no tengo ms amigo que Yers. Y no est muerto! S que vive y no pienso irme sin l, aunque tenga que destruirlo todo. Ahora la voz de Kempor se hizo dura, fra, tajante.

    Antes de que l jefe de la patrulla pudiera aducir algo, el propio Kempor aadi:Suelten sus armas inmediatamente antes de que tenga que usar la ma... Vine aqu en son de paz. Solicit ayuda y lo que he conseguido es perder a mi compaero, y por ah no paso. Sueltan las armas o hago una demostracin?

    Para convencer a los patrulleros volvi el arma haca los retorcidos ar-bustos que distaban un kilmetro aproximadamente hacia las afueras de la entrada del tnel que daba acceso a la zona abovedada.

    Puls la palanca. Todos los ojos se volvieron haca el blanco elegido por Kempor.

    No pudieron ver la onda magntica pero s percibir el zumbido. En un instante, un rayo surgi de la nada y destruy los retorcidos arbustos.

    La prueba fue suficiente para que los patrulleros se despojaran de sus respectivas armas. Miles, atento a la pantalla, murmur: Destruidle. Ur-gente. Kempor no debe regresar. El ayudante capt la orden y replic: Se har de inmediato. Y se puso en contacto con todas las patrullas.

    Kempor estaba sentenciado.

    40

  • CAPITULO X

    Kempor avanzaba a travs del tnel conduciendo el blido de los patru-lleros a los que haba dejado desarmados al otro lado del tnel.

    Ignoraba que la salida estaba totalmente copada por siete blidos con sus correspondientes dotaciones.

    Kempor haba estudiado brevemente el funcionamiento del vehculo y los aditamentos que llevaba consigo.

    Cada botn ejerca una funcin determinada. Y as comprob las armas ofensivas que surgan de las paredes en todo el entorno del vehculo,

    Otra palanca reforzaba el blindaje y el improvisado conductor crey en-tender que una plancha evitaba los efectos de cualquier ataque anticlula.

    Esto es como una fortaleza, pens mientras con la mirada al frente cruzaba el largo tnel.

    Fue entonces cuando el potente foco que iluminaba el sendero alcanz de lleno la blanca figura que se mova.

    Era un hombre. Por su aspecto, pareca ser uno de tantos que haba visto deambulando como almas en pena por los bellos jardines de aquel hipotti-co Edn. Pero... Qu se propone ese infeliz? Slo caba frenar la marcha o arrollarle, Entonces vio que el hombre pareca hacerle seales. Puede ser una trampa dijo en voz alta. Estaba ya muy cerca del individuo y no tuvo ms remedio que frenar. Era Hild.

    Desconocedor de sus intenciones, Kempor sac su pistola que puso so-bre el pupitre a la vez que sacaba los caones del entorno del vehculo.

    No, no advirti Hild. Y le hizo seal para que abriera.Los que observaban la marcha del blido notaron algo raro. El Superin-

    tendente fij la imagen en un primer plano, pero como Hild estaba de espal-das, no poda captarle.

    Quin es se?Su ayudante, que se haba reunido con l, murmur:Parece uno de los nuestros.Hild segua haciendo seas y Kempor, con el arma en la mano, accedi

    a franquearle la entrada.Cierre en seguida susurr Hild sin alzar la voz.Qu quiere usted?Nos estn oyendo. Apague las luces. Todas incluso las piloto. Ponga

    el blindaje. Peje que lo haga yoVigilndole atentamente, Kempor vio cmo Hild manejaba algunos bo-

    tones. Cuando hubo terminado ya con voz normal murmur:Ahora estamos realmente aislados, no pueden captar nuestras voces ni

    ver nuestras imgenes. Por favor. No me apunte, vengo a ayudarle. Me lla-mo Hild. Intento ayudar a los Icaros, pero sobre todo deseo salir de aqu.

    41

  • Irme lejos con mi compaera.No le gusta el paraso? haba un tinte irnico en la pregunta del

    profesor.De sobras ha podido comprobar que esto no es ningn paraso... Bien.

    No tenemos mucho tiempo. Pero usted est corriendo un' grave riesgo. Han dado la orden definitiva de terminar con usted.

    Sabe algo de Yers?Est prisionero. Ser muy difcil rescatarle si le tienen donde me su-

    pongo.Conoce usted el camino?Por supuesto, pero no podemos llegar. A la salida del tnel le espe-

    ran. Se lo he dicho, hay rdenes concretas de acabar con usted.Y cmo sabe tantas cosas?Entonces Hild le mostr el anillo.Lo llevan todos? inquiri Kempor.Slo los dictadores de la zona.Usted no parece como los dems.No lo soy. No han logrado hipnotizarme con sus pcimas. Yo no

    pienso como ellos.Pero es un privilegiado. No hay que ser muy listo para comprender

    que los Icaros son sus hermanos de raza a los que discriminaron a la hora de crear ese paraso artificial.

    Est en lo cierto, seor Kempor. Slo las clases superiores teman ac-ceso a esa vida en apariencia fcil, y aceptaron. Incluso admiten que se ase-sine a nuestros hermanos para transformar su materia en energa, en alimen-tos, en fertilizantes para nuestros jardines, en drogas hipnticas. Unos pagan por otros. Los privilegiados viven a costa de los desechados. Aqu no se puede crear descendencia libremente. Todo est programado y nicamente se puede cruzar el Templo del Amor cuando se seala el da y el nmero de parejas que pueden hacer el amor, pero ya a casi nadie le interesa, la droga suple todo otro placer. No se ha fijado, seor Kempor? No hay nios en nuestro planeta.

    Cierto.Han creado un paraso para una generacin. Hay medios para alargar

    la existencia. Existen remedios para prolongar la juventud, hasta que la na-turaleza misma rompe con todo e impone su ley. Es una generacin maldita que no piensa en el futuro, sino en el placer de un presente que puede alar-gar indefinidamente.

    Kempor segua escuchando silencioso.Toaos lo aceptan as y disfrutan cuando alguien es ejecutado por vul-

    nerar las leyes. Nadie se preocupa sino de vivir su ocio soportable slo por la droga. Todo es hipntico en esta zona, alimentos, lquidos, espectculos. Usted ha probado unos manjares. Por una vez no ocurre nada. No le han for-

    42

  • zado a asimilarlos, saban que se ira, pero los dems s; quieren quedarse y han aceptado este sistema inhumano y creen vivir, pero estn muertos... Yo no quiero seguir as, seor Kempor. Le ayudar en lo que pueda, pero ay-deme usted a m...

    Cmo?S que lo que le pedira es imposible. Usted pertenece a otro mundo y

    quiere volver a l... Yo quisiera destruir todo esto para reedificar el planeta y los Icaros, todos, porque todos lo somos, pudiramos vivir en libertad. Ha-bra que luchar a fondo, pero ellos estn preparados, slo les faltan los me-dios, las armas...

    Comprendo, Hild. Comprendo sus anhelos. Luchar por la libertad es hermoso, pero como usted bien dice, yo me debo a mi mundo.

    Llveme a l. A Ila y a m. S que es una cobarda por mi parte, por-que abandono a los mos, pero solo no puedo luchar y corro el riesgo de ser descubierto. Quiero que Ila sea feliz y quiero a mi vez ser feliz con ella.

    De acuerdo, Hild. Si es su deseo, le llevar conmigo... Mi planeta no es un paraso, estamos abocados a la desaparicin, pero ya no s qu es me-jor.

    Hubo un silencio. Kempor pensaba en el modo de salir del atolladero. Luego murmur:

    Por dnde empezamos?Primero djeme ver la posicin. Habr que salir del tnel. Hay una

    salida oculta. Tenemos que encontrarla.Hild observ el indicador para saber exactamente el lugar en el que se

    encontraban. Luego adujo:Tenemos que retroceder. Lentamente.A oscuras?Es necesario, seor Kempor, As no pueden detectarnos.

    * * *

    Por una vez, el Superintendente haba perdido su habitual flema.Alguien nos ha traicionado! grit. Que una patrulla se meta en

    el tnel al tope de la velocidad. Que los arrollen!intentarn buscar la salida adivin su ayudante, Que dos patru-

    llas la cubran de inmediato. Kempor debe morir. De inmediato.Jams un hombre estuvo tan perseguido y acosado como el joven profe-

    sor, ni nunca tuvo tan cerca la hora de su muerte. Porque...

    43

  • CAPITULO XI

    Uno de los blidos patrulleros se Introdujo en el tnel. El conductor del vehculo dio toda la velocidad posible, a la vez que haca emerger las armas ofensivas y se protega con el blindaje.

    El potente foco avist el punto oscuro en la lejana. Era la posicin del blido que ahora Kempor haca retroceder lentamente.

    En la cavidad haba espacio para el paso normal de dos vehculos, pero el conductor del patrullero se lanz con la intencin de chocar de frente contra el blido que era necesario eliminar segn la orden tajante del Supe-rintendente.

    Hild, al percatarse de la presencia del patrullero en el interior del tnel, advirti, el peligro:

    Vienen por nosotros. No tardarn en disparar. De momento, nos pro-teger el blindaje, pero es peligroso s nos abordan. Pueden producirse ave-ras y en tal caso seramos vulnerables.

    Tambin lo seran ellos. Esto puede destruirlos en un instante dijo Kempor, sealando su pistola.

    No menosprecie las anticlulas, seor Kempor. Una lucha en el inte-rior del tnel sera la muerte para todos.

    Entonces, trate de encontrar esa salida de una vez.Es lo que estoy intentando.El vehculo patrullero se acercaba a velocidad exorbitante.Kempor haba conectado la pantalla, y contaba los puntos por los que

    iban discurriendo y que quedaban s