EUCHARISTOMEN NOV21 E

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El cuadro Divina Misericordia con�ene la imagen de Jesús de la Misericordia revelada a sor Faus�na Kowalska en el año 1931.

La imagen en la Divina Misericordia fue plasmada por primera vez en el año 1934 por el ar�sta polaco Eugeniusz Kazimirowski por encargo del padre Sopocko, confesor de sor Faus�na Kowalska.

El cuadro Divina Misericordia fue pintado según la visión que sor Faus�na Kowalska tuvo de Jesús. La descripción de la religiosa sobre la visión y las instrucciones de Jesús fueron detalladas en su diario personal y posteriormente confesadas al padre Sopocko. En su diario, sor Faus�na describe su encuentro de la siguiente manera:

Al anochecer, estando yo en mi celda vi al Señor Jesús ves�do con una túnica blanca. Tenía la mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos rayos: uno rojo y otro pálido. (...) Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti con�o.

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Hace 65 años, uno de los sacerdotes que se ordenó conmigo escribió en el recordatorio de su primera misa, además de su nombre y la fecha, una sola palabra en griego: “Eucharistomen” convencido de que esta palabra, en todas sus dimensiones, ya dice todo lo que se puede decir en este momento.

“Eucharistomen” es un gracias humano...¡Gracias a todos! (...) “Eucharistomen” en aquel entonces mi amigo Berger no se refería sólo a la dimensión de la gra�tud humana, sino por supuesto a la palabra más profunda que se esconde y aparece en la liturgia, en la escritura, en las palabras “Gra�as agens benedixit fregit deditque” (después de dar Gracias

Papa Emérito Benedicto XVI

65° Aniversario de suOrdenación Sacerdotal

lo par�ó y se los dio), “Eucharistomen” la acción de gracias evoca la nueva dimensión que Cristo dió. Él transformó en agradecimiento, y por lo tanto en bendición, la cruz, el sufrimiento, todo el mal del m u n d o . Y a s í , f u n d a m e n t a l m e n t e h a transustanciado la vida y el mundo y nos ha dado y nos da cada día el pan de la vida verdadera, que supera al mundo gracias a la fuerza de su amor.

Al final, queremos insertarnos en este “Gracias” del Señor, y así recibir realmente la novedad de la vida y ayudar a la transustanciación del mundo: que sea un mundo, no de muerte sino de vida; un mundo en el que el amor haya vencido a la muerte.

Gracias a todos ustedes. Que el señor nos bendiga a todos.

Papa Emérito Benedicto XVI en el 65° Aniversario de su Ordenación Sacerdotal

mensaje

Eucharis omenIhs

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ÍNDICE

Eucharis omenIhs

mensaje papa emérito benedicto xvi ............................................................ 3

carta encíclica dives in misericordia del sumopontífice juan pablo ii sobre la misericordia divina........... 5

capilla papal para la canonización de la beata maríafaustina kowalska homilía del santo padrejuan pablo ii.......................................................................................................................................... 15

el diario. fragmento del libro confío siguiendolas huellas de santa faustina kowalskaautores: grzegorz górnyjanusz rosikońeditorial edibesa............................................................................................................................. 18

la prueba. fragmento del libro confío siguiendolas huellas de santa faustina kowalskaautores: grzegorz górnyjanusz rosikońeditorial edibesa ........................................................................................................................ 23

beata. fragmento del libro confío siguiendo lashuellas de santa faustina kowalskaautores: grzegorz górnyjanusz rosikońeditorial edibesa ........................................................................................................................... 31

santa. fragmento del libro confio siguiendo lashuellas de santa faustina kowalskaautores: grzegorz górnyjanusz rosikońeditorial edibesa.............................................................................................................................. 35

biografía santa faustina kowalska ................................................................. 43

homilía de su santidad benedicto xvi durante la santamisa en el domingo de la misericordia divina ......................... 66

causae et curae el hígado y algunos remedios parasu curación mtra. m guadalupe nieto .................................................. 69

píldoras de santidadsanta catalina de siena ................................................................................................. 73

únete ............................................................................................................................................................... 74

vita sacra est: comienzo de una vidapilar bosch ........................................................................................................................................... 75

milagro eucarístico roma, italia, siglo vi. viicarlo acutis ..................................................................................................................................... 80

sección niñoslos 10 mandamientos .......................................................................................................... 82

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CARTA ENCÍCLICA DIVES IN MISERICORDIA

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CARTA ENCÍCLICA DIVES IN MISERICORDIA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LA

MISERICORDIA DIVINA

Venerables Hermanos, amadísimos Hijos e Hijas:¡Salud y Bendición Apostólica!

I. QUIEN ME VE A MI, VE AL PADRE (cfr. Jn 14, 9)

1. Revelación de la misericordia« Dios rico en misericordia » es el que Jesucristo nos ha revelado como Padre; cabalmente su Hijo, en sí mismo, nos lo ha manifestado y nos lo ha hecho conocer. A este respecto, es digno de recordar aquel momento en que Felipe, uno de los doce apóstoles, dirigiéndose a Cristo, le dijo: « Señor, muéstranos al Padre y nos basta »; Jesús le respondió: « ¿Tanto �empo hace que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre ». Estas palabras fueron pronunciadas en el discurso de despedida, al final de la cena pascual, a la que siguieron los acontecimientos de aquellos días santos, en que debía quedar corroborado de una vez para siempre el hecho de que « Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y

estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo ».Siguiendo las enseñanzas del Concilio Va�cano II y en correspondencia con las necesidades par�culares de los �empos en que vivimos, he dedicado la Encíclica Redemptor Hominis a la verdad sobre el hombre, verdad que nos es revelada en Cristo, en toda su plenitud y profundidad. Una exigencia de no menor importancia, en estos �empos crí�cos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es « misericordioso y Dios de todo consuelo ». Efec�vamente, en la Cons�tución Gaudium et Spes leemos: « Cristo, el nuevo Adán..., manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación »: y esto lo hace « en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor ». Las palabras citadas son un claro tes�monio de que la manifestación del hombre en la plena dignidad de su naturaleza no puede tener lugar sin la referencia —no sólo conceptual, sino también íntegramente existencial— a Dios. El hombre y su vocación suprema se desvelan en Cristo mediante la revelación del misterio del Padre y de su amor.Por esto mismo, es conveniente ahora que volvamos la mirada a este misterio: lo están sugiriendo múl�ples experiencias de la Iglesia y del hombre contemporáneo; lo exigen también las invocaciones de tantos corazones humanos, con sus sufrimientos y esperanzas, sus angus�as y expectación. Si es verdad que todo hombre es en cierto sen�do la vía de la Iglesia —como dije en la encíclica Redemptor Hominis—, al mismo �empo el Evangelio y toda la Tradición nos están indicando constantemente que hemos de recorrer esta vía con todo hombre, tal como Cristo la ha trazado, revelando en sí mismo al Padre junto con su amor. En Cristo Jesús, toda vía hacia el hombre, cual le ha sido confiado de una vez para siempre a la Iglesia en el mutable contexto de los �empos, es simultáneamente un caminar al encuentro con el Padre y su amor. El Concilio Va�cano II ha confirmado esta verdad según las exigencias de nuestros �empos.Cuanto más se centre en el hombre la misión

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desarrollada por la Iglesia; cuanto más sea, por decirlo así, antropocéntrica, tanto más debe corroborarse y realizarse teocéntricamente, esto es, orientarse al Padre en Cristo Jesús. Mientras las diversas corrientes del pasado y presente del pensamiento humano han sido y siguen siendo propensas a dividir e incluso contraponer el teocentrismo y el antropocentrismo, la Iglesia en cambio, siguiendo a Cristo, trata de unirlas en la historia del hombre de manera orgánica y profunda. Este es también uno de los principios fundamentales, y quizás el más importante, del Magisterio del úl�mo Concilio. Si pues en la actual fase de la historia de la I g l e s i a n o s p ro p o n e m o s c o m o c o m e � d o preeminente actuar la doctrina del gran Concilio, debemos en consecuencia volver sobre este principio con fe, con mente abierta y con el corazón. Ya en mí citada encíclica he tratado de poner de relieve que el ahondar y enriquecer de múl�ples formas la conciencia de la Iglesia, fruto del mismo Concilio, debe abrir más ampliamente nuestra inteligencia y nuestro corazón a Cristo mismo. Hoy quiero añadir que la apertura a Cristo, que en cuanto Redentor del mundo « revela plenamente el hombre al mismo hombre », no puede llevarse a efecto más que a través de una referencia cada vez más madura al Padre y a su amor.2. Encarnación de la misericordiaDios, que « habita una luz inaccesible », habla a la vez al hombre con el lenguaje de todo el cosmos: « en efecto, desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras ». Este conocimiento indirecto e imperfecto, obra del entendimiento que busca a Dios por medio de las criaturas a través del mundo visible, no es aún « visión del Padre ». « A Dios nadie lo ha visto », escribe San Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual « precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer ». Esta « revelación » manifiesta a Dios en el insondable misterio de su ser —uno y trino— rodeado de « luz inaccesible ». No obstante, mediante esta « revelación » de Cristo conocemos a Dios, sobre todo en su relación de amor hacia el

hombre: en su « filantropía ». Es justamente ahí donde « sus perfecciones invisibles » se hacen de modo especial « visibles », incomparablemente más visibles que a través de todas las demás « obras realizadas por él »: tales perfecciones se hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus acciones y palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su resurrección.De este modo en Cristo y por Cristo, se hace también par�cularmente visible Dios en su misericordia, esto es, se pone de relieve el atributo de la divinidad, que ya el An�guo Testamento, sirviéndose de diversos conceptos y términos, definió « misericordia ». Cristo confiere un significado defini�vo a toda la tradición veterotestamentaria de la misericordia divina. No sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sen�do, la misericordia. A quien la ve y la encuentra en él, Dios se hace concretamente « visible » como Padre « rico en misericordia ».La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y �ende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de « misericordia » parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la �erra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la �erra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia. A este respecto, podemos sin embargo recurrir de manera provechosa a la imagen « de la condición del hombre en el mundo contemporáneo », tal cual es delineada al comienzo de la Cons�tución Gaudium et Spes. Entre otras, leemos allí las siguientes frases: « De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y lo peor, pues �ene abierto el camino para optar por la libertad y la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su

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mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o salvarle ».La situación del mundo contemporáneo pone de manifiesto no sólo transformaciones tales que hacen esperar en un futuro mejor del hombre sobre la �erra, sino que revela también múl�ples amenazas, que sobrepasan con mucho las hasta ahora conocidas. Sin cesar de denunciar tales amenazas en diversas circunstancias (como en las intervenciones ante la ONU, la UNESCO, la FAO y en otras partes) la Iglesia debe examinarlas al mismo �empo a la luz de la verdad recibida de Dios.Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sen�do de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo ín�mo de los corazones humanos. En efecto, revelado por El, el misterio de Dios «Padre de la misericordia» cons�tuye, en el contexto de las actuales amenazas contra el hombre, como una llamada singular dirigida a la Iglesia.En la presente Encíclica deseo acoger esta llamada; deseo recurrir al lenguaje eterno —y al mismo � e m p o i n c o m p a ra b l e p o r s u s e n c i l l e z y profundidad— de la revelación y de la fe, para expresar precisamente con él una vez más, ante Dios y ante los hombres, las grandes preocupaciones de nuestro �empo.En efecto, la revelación y la fe nos enseñan no tanto a meditar en abstracto el misterio de Dios, como «Padre de la misericordia», cuanto a recurrir a esta misma misericordia en el nombre de Cristo y en unión con Él. ¿No ha dicho quizá Cristo que nuestro Padre, que «ve en secreto», espera, se diría que con�nuamente, que nosotros, recurriendo a El en toda necesidad, escrutemos cada vez más su misterio: el misterio del Padre y de su amor?

Deseo pues que estas consideraciones hagan más cercano a todos tal misterio y que sean al mismo �empo una vibrante llamada de la Iglesia a la misericordia, de la que el hombre y el mundo contemporáneo �enen tanta necesidad. Y �enen necesidad, aunque con frecuencia no lo saben.

II. MENSAJE MESIÁNICO3. Cuando Cristo comenzó a obrar y enseñarAnte sus conciudadanos en Nazaret, Cristo hace alusión a las palabras del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cau�vos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor». Estas frases, según san Lucas, son su primera declaración mesiánica, a la que siguen los hechos y palabras conocidos a través del Evangelio. Mediante tales hechos y palabras, Cristo hace presente al Padre entre los hombres. Es altamente significa�vo que estos hombres sean en primer lugar los pobres, carentes de medios de subsistencia, los privados de libertad, los ciegos que no ven la belleza de la creación, los que viven en aflicción de corazón o sufren a causa de la injus�cia social, y finalmente los pecadores. Con relación a éstos especialmente, Cristo se convierte sobre todo en signo legible de Dios que es amor; se hace signo del Padre. En tal signo visible, al igual que los hombres de aquel entonces, también los hombres de nuestros �empos pueden ver al Padre.Es significa�vo que, cuando los mensajeros enviados por Juan Bau�sta llegaron donde estaba Jesús para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?», El, recordando el mismo tes�monio con que había inaugurado sus enseñanzas en Nazaret, haya respondido: «Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, l o s m u e r t o s r e s u c i t a n , l o s p o b r e s s o n evangelizados», para concluir diciendo: «y bienaventurado quien no se escandaliza de mí ».Jesús, sobre todo con su es�lo de vida y con sus

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presente. Hacer presente al Padre en cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo mismo la prueba fundamental de su misión de Mesías; lo corroboran las palabras pronunciadas por El primeramente en la sinagoga de Nazaret y más tarde ante sus discípulos y antes los enviados por Juan Bau�sta.En base a tal modo de manifestar la presencia de Dios que es padre, amor y misericordia, Jesús hace de la misma misericordia uno de los temas principales de su predicación. Como de costumbre, también aquí enseña preferentemente «en parábolas», debido a que éstas expresan mejor la esencia misma de las cosas. Baste recordar la parábola del hijo pródigo o la del buen Samaritano y también —como contraste— la parábola del siervo inicuo. Son muchos los pasos de las enseñanzas de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada o la mujer que barre la casa buscando la dracma perdida. El evangelista que trata con detalle estos temas en las enseñanzas de Cristo es san Lucas, cuyo evangelio ha merecido ser llamado «el evangelio de la misericordia».Cuando se habla de la predicación, se plantea un problema de capital importancia por lo que se refiere al significado de los términos y al contenido del concepto, sobre todo del concepto de «misericordia» (en su relación con el concepto de «amor»). Comprender esos contenidos es la clave para entender la realidad misma de la misericordia. Y es esto lo que realmente nos importa. No obstante, antes de dedicar ulteriormente una parte de nuestras consideraciones a este tema, es decir, antes de establecer el significado de los vocablos y el contenido propio del concepto de «misericordia», es necesario constatar que Cristo, al revelar el amor-misericordia de Dios, exigía al mismo �empo a los hombres que a su vez se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y cons�tuye la esencia del ethos evangélico. El Maestro lo expresa bien sea a través del mandamiento definido por él como « el más grande », bien en forma

acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar par�cularmente en el contacto con el sufrimiento, la injus�cia, la pobreza; en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de dis�ntos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea �sica, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor es llamado «misericordia» en el lenguaje bíblico.Cristo pues revela a Dios que es Padre, que es «amor», como dirá san Juan en su primera Carta; revela a Dios «rico de misericordia», como leemos en san Pablo. Esta verdad, más que tema de enseñanza, cons�tuye una realidad que Cristo nos ha hecho

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de bendición, cuando en el discurso de la montaña proclama: « Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia ».De este modo, el mensaje mesiánico acerca de la misericordia conserva una par�cular dimensión divino-humana. Cristo —en cuanto cumplimiento de las profecías mesiánicas—, al conver�rse en la encarnación del amor que se manifiesta con peculiar fuerza respecto a los que sufren, a los infelices y a los pecadores, hace presente y revela de este modo más plenamente al Padre, que es Dios « rico en misericordia ». Asimismo, al conver�rse para los hombres en modelo del amor misericordioso hacia los demás, Cristo proclama con las obras, más que con las palabras, la apelación a la misericordia que es una de las componentes esenciales del ethos evangélico. En este caso no se trata sólo de cumplir un mandamiento o una exigencia de naturaleza é�ca, sino también de sa�sfacer una condición de capital importancia, a fin de que Dios pueda revelarse en su misericordia hacia el hombre: ...los misericordiosos... alcanzarán misericordia.

III. EL ANTIGUO TESTAMENTO4. El concepto de « misericordia » en el An�guo TestamentoEl concepto de « misericordia » �ene en el An�guo Testamento una larga y rica historia. Debemos remontarnos hasta ella para que resplandezca más plenamente la misericordia revelada por Cristo. Al revelarla con sus obras y sus enseñanzas, El se estaba dirigiendo a hombres, que no sólo conocían el concepto de misericordia, sino que además, en cuanto pueblo de Dios de la An�gua Alianza, habían sacado de su historia plurisecular una experiencia peculiar de la misericordia de Dios. Esta experiencia era social y comunitaria, como también individual e interior.Efec�vamente, Israel fue el pueblo de la alianza con Dios, alianza que rompió muchas veces. Cuando a su vez adquiría conciencia de la propia infidelidad —y a lo largo de la historia de Israel no faltan profetas y hombres que despiertan tal conciencia— se apelaba

a la misericordia. A este respecto los Libros del An�guo Testamento nos ofrecen muchísimos tes�monios. Entre los hechos y textos de mayor relieve se pueden recordar: el comienzo de la historia de los Jueces, la oración de Salomón al inaugurar el Templo, una parte de la intervención profé�ca de Miqueas, las consoladoras garan�as ofrecidas por Isaías, la súplica de los hebreos desterrados, la renovación de la alianza después de la vuelta del exilio.Es significa�vo que los profetas en su predicación pongan la misericordia, a la que recurren con frecuencia debido a los pecados del pueblo, en conexión con la imagen incisiva del amor por parte de Dios. El Señor ama a Israel con el amor de una peculiar elección, semejante al amor de un esposo, y por esto perdona sus culpas e incluso sus infidelidades y traiciones. Cuando se ve de cara a la penitencia, a la conversión autén�ca, devuelve de nuevo la gracia a su pueblo. En la predicación de los profetas la misericordia significa una potencia especial del amor, que prevalece sobre el pecado y la infidelidad del pueblo elegido.En este amplio contexto «social», la misericordia aparece como elemento correla�vo de la experiencia interior de las personas en par�cular, que versan en estado de culpa o padecen toda clase de sufrimientos y desventuras. Tanto el mal �sico como el mal moral o pecado hacen que los hijos e hijas de Israel se dirijan al Señor recurriendo a su misericordia. Así lo hace David, con la conciencia de la gravedad de su culpa. Y así lo hace también Job, después de sus rebeliones, en medio de su tremenda desventura. A él se dirige igualmente Ester, consciente de la amenaza mortal a su pueblo. En los Libros del An�guo Testamento podemos ver otros muchos ejemplos.En el origen de esta mul�forme convicción comunitaria y personal, como puede comprobarse por todo el An�guo Testamento a lo largo de los siglos, se coloca la experiencia fundamental del pueblo elegido, vivida en �empos del éxodo: el Señor vio la miseria de su pueblo, reducido a la esclavitud, oyó su grito, conoció sus angus�as y decidió liberarlo. En este acto de salvación llevado a cabo por el Señor,

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el profeta supo individuar su amor y compasión. Es aquí precisamente donde radica la seguridad que abriga todo el pueblo y cada uno de sus miembros en la misericordia divina, que se puede invocar en circunstancias dramá�cas.A esto se añade el hecho de que la miseria del hombre es también su pecado. El pueblo de la An�gua Alianza conoció esta miseria desde los �empos del éxodo, cuando levantó el becerro de oro. Sobre este gesto de ruptura de la alianza, triunfó el Señor mismo, manifestándose solemnemente a Moisés como « Dios de ternura y de gracia, lento a la ira y rico en misericordia y fidelidad ». Es en esta revelación central donde el pueblo elegido y cada uno de sus miembros encontrarán, después de toda culpa, la fuerza y la razón para dirigirse al Señor con el fin de recordarle lo que El había revelado de sí mismo 46 y para implorar su perdón.Y así, tanto en sus hechos como en sus palabras, el

Señor ha revelado su misericordia desde los comienzos del pueblo que escogió para sí y, a lo largo de la historia, este pueblo se ha confiado con�nuamente, tanto en las desgracias como en la toma de conciencia de su pecado, al Dios de las misericordias. Todos los ma�ces del amor se manifiestan en la misericordia del Señor para con los suyos: él es su padre, ya que Israel es su hijo primogénito; él es también esposo de la que el profeta anuncia con un nombre nuevo, ruhama, «muy amada », porque será tratada con misericordia.Incluso cuando, exasperado por la infidelidad de su pueblo, el Señor decide acabar con él, siguen siendo la ternura y el amor generoso para con el mismo lo que le hace superar su cólera. Es fácil entonces comprender por qué los Salmistas, cuando desean cantar las alabanzas más sublimes del Señor, entonan himnos al Dios del amor, de la ternura, de la misericordia y de la fidelidad.De todo esto se deduce que la misericordia no pertenece únicamente al concepto de Dios, sino que es algo que caracteriza la vida de todo el pueblo de Israel y también de sus propios hijos e hijas: es el contenido de la in�midad con su Señor, el contenido de su diálogo con El. Bajo este aspecto precisamente la misericordia es expresada en los Libros del An�guo Testamento con una gran riqueza de expresiones. Sería quizá di�cil buscar en estos Libros una respuesta puramente teórica a la pregunta sobre en qué consiste la misericordia en sí misma. No obstante, ya la terminología que en ellos se u�liza, puede decirnos mucho a tal respecto.El An�guo Testamento proclama la misericordia del Señor sirviéndose de múl�ples términos de significado a�n entre ellos; se diferencian en su contenido peculiar, pero �enden —podríamos decir— desde angulaciones diversas hacia un único contenido fundamental para expresar su riqueza trascendental y al mismo �empo acercarla al hombre bajo dis�ntos aspectos. El An�guo Testamento anima a los hombres desventurados, en primer lugar a quienes versan bajo el peso del pecado —al igual que a todo Israel que se había adherido a la alianza con Dios— a recurrir a la misericordia y les concede

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contar con ella: la recuerda en los momentos de caída y de desconfianza. Seguidamente, de gracias y gloria cada vez que se ha manifestado y cumplido, bien sea en la vida del pueblo, bien en la vida de cada individuo.De este modo, la misericordia se contrapone en cierto sen�do a la jus�cia divina y se revela en mul�tud de casos no sólo más poderosa, sino también más profunda que ella. Ya el An�guo Testamento enseña que, si bien la jus�cia es autén�ca virtud en el hombre y, en Dios, significa la más « grande » que ella: es superior en el sen�do de que es primario y fundamental. El amor, por así decirlo, condiciona a la jus�cia y en defini�va la jus�cia es servidora de la caridad. La primacía y la superioridad del amor respecto a la jus�cia (lo cual es caracterís�co de toda la revelación) se manifiestan precisamente a través de la misericordia. Esto pareció tan claro a los Salmistas y a los Profetas que el término mismo de jus�cia terminó por significar la salvación llevada a cabo por el Señor y su misericordia. La misericordia difiere de la jus�cia pero no está en contraste con ella, siempre que admitamos en la historia del hombre —como lo hace el An�guo Testamento— la presencia de Dios, el cual ya en cuanto creador se ha vinculado con especial amor a su criatura. El amor, por su naturaleza, excluye el odio y el deseo de mal, respecto a aquel que una vez ha hecho donación de sí mismo: nihil odis� eorum quae fecis�: «nada aborreces de lo que has hecho». Estas palabras indican el fundamento profundo de la relación entre la jus�cia y la misericordia en Dios, en sus relaciones con el hombre y con el mundo. Nos están diciendo que debemos buscar las raíces vivificantes y las razones ín�mas de esta relación, remontándonos al « principio », en el misterio mismo de la creación. Ya en el contexto de la An�gua Alianza anuncian de antemano la plena revelación de Dios que « es amor ».Con el misterio de la creación está vinculado el misterio de la elección, que ha plasmado de manera peculiar la historia del pueblo, cuyo padre espiritual es Abraham en virtud de su fe. Sin embargo, mediante este pueblo que camina a lo largo de la

historia, tanto de la An�gua como de la Nueva Alianza, ese misterio de la elección se refiere a cada hombre, a toda la gran familia humana: « Con amor eterno te amé, por eso te he mantenido mi favor ».56 « Aunque se re�ren los montes..., no se apartará de � mi amor, ni mi alianza de paz vacilará ».57 Esta verdad, anunciada un día a Israel, lleva dentro de sí la perspec�va de la historia entera del hombre: p e r s p e c � v a q u e e s a l a v e z t e m p o r a l y escatológica.58 Cristo revela al Padre en la misma perspec�va y sobre un terreno ya preparado, como lo demuestran amplias páginas de los escritos del An�guo Testamento. Al final de tal revelación, en la víspera de su muerte, dijo El al apóstol Felipe estas memorables palabras: « ¿Tanto �empo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre ».59

IV. LA PARÁBOLA DEL HIJO PRODIGO5. AnalogíaYa en los umbrales del Nuevo Testamento resuena en el evangelio de san Lucas una correspondencia singular entre dos términos referentes a la miser icordia d iv ina, en los que se refleja intensamente toda la tradición veterotestamentaria. Aquí hal lan expresión aquellos contenidos semán�cos vinculados a la terminología diferenciada de los Libros An�guos. He ahí a María que, entrando en casa de Zacarías, proclama con toda su alma la grandeza del Señor « por su misericordia », de la que « de generación en generación » se hacen par�cipes los hombres que viven en el temor de Dios. Poco después, recordando la elección de Israel, ella proclama la misericordia, de la que « se recuerda » desde siempre el que la escogió a el la.60 Sucesivamente, al nacer Juan Bau�sta, en la misma casa su padre Zacarías, bendiciendo al Dios de Israel, glorifica la misericordia que ha concedido « a nuestros padres y se ha recordado de su santa alianza ».61 En las enseñanzas de Cristo mismo, esta imagen heredada del An�guo Testamento se simplifica y a la vez se profundiza. Esto se ve quizá con más evidencia en la parábola del hijo pródigo, donde la esencia de la m i s e r i c o r d i a d i v i n a , a u n q u e l a p a l a b r a

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«misericordia» no se encuentre allí, es expresada de manera par�cularmente límpida. A ello contribuye no sólo la terminología, como en los libros veterotestamentarios, sino la analogía que permite comprender más plenamente el misterio mismo de la misericordia en cuanto drama profundo, que se desarrolla entre el amor del padre y la prodigalidad y el pecado del hijo.Aquel hijo, que recibe del padre la parte de patrimonio que le corresponde y abandona la casa para malgastarla en un país lejano, «viviendo disolutamente», es en cierto sen�do el hombre de todos los �empos, comenzando por aquél que primeramente perdió la herencia de la gracia y de la jus�cia original. La analogía en este punto es muy amplia. La parábola toca indirectamente toda clase de rupturas de la alianza de amor, toda pérdida de la gracia, todo pecado. En esta analogía se pone menos de relieve la infidelidad del pueblo de Israel, respecto a cuanto ocurría en la tradición profé�ca, aunque también a esa infidelidad se puede aplicar la analogía del hijo pródigo. Aquel hijo, «cuando hubo gastado todo..., comenzó a sen�r necesidad», tanto más cuanto que sobrevino una gran cares�a « en el país »,

al que había emigrado después de abandonar la casa paterna. En este estado de cosas «hubiera querido saciarse» con algo, incluso «con las bellotas que comían los puercos» que él mismo pastoreaba por cuenta de « uno de los habitantes de aquella región ». Pero también esto le estaba prohibido.La analogía se desplaza claramente hacia el interior del hombre. El patrimonio que aquel tal había recibido de su padre era un recurso de bienes materiales, pero más importante que estos bienes materiales era su dignidad de hijo en la casa paterna. La situación en que llegó a encontrarse cuando ya había perdido los bienes materiales, le debía hacer consciente, por necesidad, de la pérdida de esa dignidad. El no había pensado en ello anteriormente, cuando pidió a su padre que le diese la parte de patrimonio que le correspondía, con el fin de marcharse. Y parece que tampoco sea consciente ahora, cuando se dice a sí mismo: « ¡Cuántos asalariados en casa de mi padre �enen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre! ». El se mide a sí mismo con el metro de los bienes que había perdido y que ya « no posee », mientras que los asalariados en casa de su padre los « poseen ». Estas palabras se refieren ante todo a una relación con los bienes materiales. No obstante, bajo estas palabras se esconde el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación echada a perder.Es entonces cuando toma la decisión: « Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado, contra el cielo y contra �; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros ».63 Palabras, éstas, que revelan más a fondo el problema central. A través de la compleja situación material, en que el hijo pródigo había llegado a encontrarse debido a su ligereza, a causa del pecado, había ido madurando el sen�do de la dignidad perdida. Cuando él decide volver a la casa paterna y pedir a su padre que lo acoja —no ya en virtud del derecho de hijo, sino en condiciones de mercenario— parece externamente que obra por razones del hambre y de la miseria en que ha caído; pero este mo�vo está impregnado por la conciencia de una pérdida más profunda: ser un jornalero en la casa del propio padre

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es ciertamente una gran humillación y vergüenza. No obstante, el hijo pródigo está dispuesto a afrontar tal humillación y vergüenza. Se da cuenta de que ya no �ene ningún otro derecho, sino el de ser mercenario en la casa de su padre. Su decisión es tomada en plena conciencia de lo que merece y de aquello a lo que puede aún tener derecho según las normas de la jus�cia. Precisamente este razonamiento demuestra que, en el centro de la conciencia del hijo pródigo, emerge el sen�do de la dignidad perdida, de aquella dignidad que brota de la relación del hijo con el padre. Con esta decisión emprende el camino.En la parábola del hijo pródigo no se u�liza, ni siquiera una sola vez, el término « jus�cia »; como tampoco, en el texto original, se usa la palabra « misericordia »; sin embargo, la relación de la jus�cia con el amor, que se manifiesta como misericordia está inscrito con gran precisión en el contenido de la parábola evangélica. Se hace más obvio que el amor se transforma en misericordia, cuando hay que superar la norma precisa de la jus�cia: precisa y a veces demasiado estrecha. El hijo pródigo, consumadas las riquezas recibidas de su padre, merece —a su vuelta— ganarse la vida trabajando como jornalero en la casa paterna y eventualmente conseguir poco a poco una cierta provisión de bienes materiales; pero quizá nunca en tanta can�dad como había malgastado. Tales serían las exigencias del orden de la jus�cia; tanto más cuanto que aquel hijo no sólo había disipado la parte de patrimonio que le correspondía, sino que además había tocado en lo más vivo y había ofendido a su padre con su conducta. Esta, que a su juicio le había desposeído de la dignidad filial, no podía ser indiferente a su padre; debía hacerle sufrir y en algún modo incluso implicarlo. Pero en fin de cuentas se trataba del propio hijo y tal relación no podía ser alienada, ni destruida por ningún comportamiento. El hijo pródigo era consciente de ello y es precisamente tal conciencia lo que le muestra con claridad la dignidad perdida y lo que le hace valorar con rec�tud el puesto que podía corresponderle aún en casa de su padre.6. Reflexión par�cular sobre la dignidad humanaEsta imagen concreta del estado de ánimo del hijo

pródigo nos permite comprender con exac�tud en qué consiste la misericordia divina. No hay lugar a dudas de que en esa analogía sencilla pero penetrante la figura del progenitor nos revela a Dios como Padre. El comportamiento del padre de la parábola, su modo de obrar que pone de manifiesto su ac�tud interior, nos permite hallar cada uno de los hilos de la visión veterotestamentaria de la misericordia, en una síntesis completamente nueva, llena de sencillez y de profundidad. El padre del hijo pródigo es fiel a su paternidad, fiel al amor que desde siempre sen�a por su hijo. Tal fidelidad se expresa en la parábola no sólo con la inmediata pron�tud en acogerlo cuando vuelve a casa después de haber malgastado el patrimonio; se expresa aún más plenamente con aquella alegría, con aquel aire fes�vo tan generoso respecto al disipador después de su vuelta, de tal manera que suscita contrariedad y envidia en el hermano mayor, quien no se había alejado nunca del padre ni había abandonado la casa.La fidelidad a sí mismo por parte del padre —un comportamiento ya conocido por el término veterotestamentario « hesed »— es expresada al m i s m o � e m p o d e m a n e ra s i n g u l a r m e nte impregnada de amor. Leemos en efecto que cuando el padre divisó de lejos al hijo pródigo que volvía a casa, « le salió conmovido al encuentro, le echó los brazos al cuello y lo besó ». Está obrando ciertamente a impulsos de un profundo afecto, lo cual explica también su generosidad hacia el hijo, aquella generosidad que indignará tanto al hijo mayor. Sin embargo las causas de la conmoción hay que buscarlas más en profundidad. Sí, el padre es consciente de que se ha salvado un bien fundamental: el bien de la humanidad de su hijo. Si bien éste había malgastado el patrimonio, no obstante ha quedado a salvo su humanidad. Es más, ésta ha sido de algún modo encontrada de nuevo. Lo dicen las palabras dirigidas por el padre al hijo mayor: «Había que hacer fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo había muerto y ha resucitado, se había perdido y ha sido hallado». En el mismo capítulo XV del evangelio de san Lucas, leemos la parábola de la oveja extraviada y sucesivamente de la dracma

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perdida. Se pone siempre de relieve la misma alegría, presente en el caso del hijo pródigo. La fidelidad del padre a sí mismo está totalmente centrada en la humanidad del hijo perdido, en su dignidad. Así se explica ante todo la alegre conmoción por su vuelta a casa.Prosiguiendo, se puede decir por tanto que el amor hacia el hijo, el amor que brota de la esencia misma de la paternidad, obliga en cierto sen�do al padre a tener solicitud por la dignidad del hijo. Esta solicitud cons�tuye la medida de su amor, como escribirá san Pablo: « La caridad es paciente, es benigna..., no es interesada, no se irrita..., no se alegra de la injus�cia, se complace en la verdad..., todo lo espera, todo lo tolera » y « no pasa jamás ». La misericordia —tal como Cristo nos la ha presentado en la parábola del hijo pródigo— �ene la forma interior del amor, que en el Nuevo Testamento se llama agapé. Tal amor es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado. Cuando esto ocurre, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y « revalorizado ». El padre le manifiesta, par�cularmente, su alegría por haber sido « hallado de nuevo » y por « haber resucitado ». Esta alegría indica un bien inviolado: un hijo, por más que sea pródigo, no deja de ser hijo real de su padre; indica además un bien hallado de nuevo, que en el caso del hijo pródigo fue la vuelta a la verdad de sí mismo.Lo que ha ocurrido en la relación del padre con el hijo, en la parábola de Cristo, no se puede valorar « desde fuera ». Nuestros prejuicios en torno al tema de la misericordia son a lo más el resultado de una valoración exterior. Ocurre a veces que, siguiendo tal sistema de valoración, percibimos principalmente en la misericordia una relación de desigualdad entre el que la ofrece y el que la recibe. Consiguientemente estamos dispuestos a deducir que la misericordia difama a quien la recibe y ofende la dignidad del hombre. La parábola del hijo pródigo demuestra cuán diversa es la realidad: la relación de misericordia se funda en la común experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la

dignidad que le es propia. Esta experiencia común hace que el hijo pródigo comience a verse a sí mismo y sus acciones con toda verdad (semejante visión en la verdad es autén�ca humildad); en cambio para el padre, y precisamente por esto, el hijo se convierte en un bien par�cular: el padre ve el bien que se ha realizado con una claridad tan límpida, gracias a una irradiación misteriosa de la verdad y del amor, que parece olvidarse de todo el mal que el hijo había come�do.La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, �sico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, cons�tuye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza cons�tu�va de su misión. Así entendían también y prac�caban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja « vencer por el mal », sino que « vence con el bien al mal ».

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CAPILLA PAPAL PARA LA CANONIZACIÓN DE LA BEATA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO IIDomingo 30 de abril de 2000

1. "Confitemini Domino quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius", "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y con�a su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también

os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20, 21-23).Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De ese corazón sor Faus�na Kowalska, la beata que a par�r de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces ―le explicó un día Jesús mismo― representan la sangre y el agua" (Diario, Librería Editrice Va�cana, p. 132).2. ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al tes�monio del evangelista san Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarís�co, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bau�smo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39).La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona", pedirá Jesús a sor Faus�na (Diario, p. 374). Cristo derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la Trinidad, es la Persona-Amor. Y ¿acaso no es la misericordia un "segundo nombre" del amor (cf. Dives in misericordia, 7), entendido en su aspecto más profundo y �erno, en su ac�tud de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón?Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro �empo, la vida y el tes�monio de sor Faus�na Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron tes�gos y par�ciparon en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron

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a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.Jesús dijo a sor Faus�na: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, úl�mo del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro �empo.3. ¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la �erra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faus�na, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: "Paz a vosotros". Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna.

4. Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a par�r de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de "domingo de la Misericordia divina". A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a "usar misericordia" c o n l o s d e m á s : " B i e n a v e n t u r a d o s l o s miser icordiosos , porque e l los a lcanzarán misericordia" (Mt 5, 7) (Dives in misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múl�ples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales.Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos los con�nentes sor Faus�na, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: "Misericordias Domini in aeternum cantabo".5. La canonización de sor Faus�na �ene una elocuencia par�cular: con este acto quiero transmi�r hoy este mensaje al nuevo milenio. Lo transmito a todos los hombres para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos.El amor a Dios y el amor a los hermanos son efec�vamente inseparables, como nos lo ha recordado la primera carta del apóstol san Juan: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.En efecto, no es fácil amar con un amor profundo,

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cons�tuido por una entrega autén�ca de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en él, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una ac�tud de gratuidad y comunión, de generosidad y perdón. ¡Todo esto es misericordia!En la medida en que la humanidad aprenda el secreto de esta mirada misericordiosa, será posible realizar el cuadro ideal propuesto por la primera lectura: "En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sen�an lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía" (Hch 4, 32). Aquí la misericordia del corazón se convir�ó también en es�lo de relaciones, en proyecto de comunidad y en comunión de bienes. Aquí florecieron las "obras de misericordia", espirituales y corporales. Aquí la misericordia se transformó en hacerse concretamente "prójimo" de los hermanos más indigentes.6. Sor Faus�na Kowalska dejó escrito en su Diario: "Experimento un dolor tremendo cuando observo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del prójimo repercuten en mi corazón; llevo en mi corazón sus angus�as, de modo que me destruyen también �sicamente. Desearía que todos los dolores recayeran sobre mí, para aliviar al prójimo" (p. 365). ¡Hasta ese punto de comunión lleva el amor cuando se mide según el amor a Dios!En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de sen�do, los desa�os de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su in�midad.7. Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por unas pruebas par�cularmente duras o abrumadas por el peso de los pecados come�dos, han perdido la confianza en la vida y han sen�do la tentación de caer en la desesperación. A

ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en � con�o", que la Providencia sugirió a través de sor Faus�na! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno.8. "Misericordias Domini in aeternum cantabo" (Sal 89, 2). A la voz de María san�sima, la "Madre de la misericordia", a la voz de esta nueva santa, que en la Jerusalén celes�al canta la misericordia junto con todos los amigos de Dios, unamos también nosotros, Iglesia peregrina, nuestra voz.Y tú, Faus�na, don de Dios a nuestro �empo, don de la �erra de Polonia a toda la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a tes�moniarla a nuestros hermanos. Que tu mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las naciones a la prác�ca de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente con�go, nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza: "Cristo, Jesús, en � con�o".

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EL DIARIOFragmento del libro CONFÍO Siguiendo las huellas

de santa Faus�na KowalskaGrzegorz GórnyJanusz Rosikoń

Aunque la vida de sor Faus�na abundara en visiones y revelaciones mís�cas, su estancia en Vilna estuvo marcada por la vida co�diana en el convento. El ritmo monótono de la regla conventual hacía que los días se parecieran unos a otros con las mismas tareas: la oración, el trabajo y el descanso.Sin embargo, sor Faus�na no sen�a el aburrimiento. Llevaba una vida que desde fuera podria parecer gris y monótona, pero ella descubría cada dia nuevos tesoros. El aburrimiento y la pesadez desaparecían cuando miraba las cosas que le ocurrian con ojos de fe, a la luz de la fe. Entonces, ningún momento se parecia a otro. Las gracias que venian por la mañana ya no se repe�an por la tarde. El �empo pasaba, pero nunca era igual. Cada momento traía unas experiencias nuevas, confirmando la verdad espiritual que dice que Dios nunca es igual.La superiora del convento, la madre Irena Krzyzanowska, subrayaba que Faus�na, aun teniendo una vida interior muy rica, por fuera se presentaba como una persona muy humilde. Nunca dejaba que las demás sin�eran su superioridad por el hecho de tener una relación tan estrecha con el Señor. Ella escribía en su Diario este propósito: “Esconderé a los ojos de la gente cualquier cosa buena que haga, para que sólo Dios sea mi recompensa". No buscaba ni la admiración, ni el reconocimiento por parte de los demás. Únicamente procuraba agradar a Dios. Se comparaba con una violeta escondida entre la hierba que no hiere el pie de la persona que la pisa, sino que emana perfume y,

olvidándose completamente de sí misma, trata de ser gen�l con la persona por la que fue pisada.Al observar a la humilde jardinera trajinando cosas entre los surcos de verduras y macizos de flores, a uno le resultaba di�cil imaginarse que tenía delante a una de las mís�cas más grandes en la historia de la Iglesia. Sin embargo, como escribe sor Elzbieta Siepak, autora de muchos libros sobre santa Faus�na Kowalska: "Tras la cor�na de una co�dianidad gris, se escondía una vida espiritual increíblemente rica y variopinta, que alcanzaba las cumbres del mis�cismo”. Sor Faus�na, instruida por Jesús mismo, pronto descubrió que la esencia de la vida del hombre en la �erra es la unión con Dios, que la grandeza del hombre no depende de las cosas externas, ni del estatus social, ni de la educación, ni siquiera de grandes obras que uno pueda realizar, sino de su grado de comunión con Dios en el amor.La unión con Dios fue el obje�vo principal de su vida, al cual supo subordinar todos los asuntos y acontecimientos de cada día. Sobre su propia alma, la mís�ca escribia en el Diario que ni las gracias recibidas, ni las revelaciones o éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no cons�tuyen ni la sustancia ni la perfección. La san�dad y la perfección consisten en una estrecha unión de la voluntad con la voluntad de Dios.La mejor prueba de la intensa vida espiritual de sor Faus�na es el Diario que fue redactado a lo largo de cuatro años, y que se compone de seis cuadernos escritos a mano. Fue el padre Michał Sopocko quien, en 1934, al ver que las largas confesiones de sor Faus�na irritaban a las demás hermanas, que tenían que hacer cola para recibir el sacramento de la penitencia, le pidió que hiciera apuntes sobre sus vivencias interiores espirituales las apuntara en un cuaderno que luego le dejaría para leer. Al principio, ella sin�ó que aquella tarea la superaba. Era consciente de que sus inexplicables y que no se podían describir con palabras. De todas formas, pensó que tenia que obedecer la voluntad de Dios que le había sido transmi�da por el director

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espiritual. Empezó a escribir en los momentos libres que tenía, sin que las hermanas se enteraran, sin enmiendas ni tachaduras, tal y como le había dicho el confesor. En verano de 1934, el padre Sopocko fue de peregrinación a la Tierra Santa. Asi lo relataba él mismo: "Estuve ausente durante unas semanas y sor Faus�na no solía contar sus experiencias a otros confesores. A la vuelta me enteré de que había quemado su Diario, y que lo hizo en las siguientes circunstancias: supuestamente, se le apareció un ángel y le mandó echarlo a la estufa, diciendo: Escribes bobadas y solamente te expones a peligro a � misma y a los demás los sometes a disgustos. ¿Qué provecho �enes de toda esta misericordia? ¿Para qué pierdes el �empo anotando quimeras? ¡Quema todo esto y estarás más tranquila y feliz!, etc. Sor Faus�na no tuvo a quien consultar y cuando la visión se repi�ó, cumplió la orden del supuesto ángel. Después se dio cuenta de que había actuado mal. Me lo contó todo y obedeció mi encargo de escribirlo todo de nuevo". Como penitencia, el padre Sopocko le mandó escribir de nuevo el Diario, tratando de reproducir de memoria lo ya escrito. El resultado es la falta de orden cronológico, pues la autora entrelazaba las vivencias actuales con los apuntes reproducidos. El padre Sopocko, teólogo muy fino, al leer el Diario, a menudo se quedaba asombrado con la profundidad y acierto de las frases de una monja tan sencilla y modesta, que ni siquiera había acabado el colegio. Para él fue la mejor prueba de la veracidad de las revelaciones. Faus�na no pudo haber imaginado aquellas palabras en las que Dios se describe a sí mismo diciendo: "Soy el Señor en Mi Esencia y no conozco mandatos ni necesidades. Si llamo a las criaturas a la vida, esto es el abismo de Mi misericordia" (Diario 85). Años más tarde el sacerdote escribía sobre la más insólita de sus penitentes: "Al ir conociendo más a fondo a sor Faus�na, he constatado e los dones del Espíritu Santo actuaban en ella en un estado oculto, pero en momentos que puntuales se manifestaban más abiertamente, concediéndole una intuición que llenaba su alma, despertaba arrebatos de amor para hacer actos heroicos de sacrificio y de abnegación.

En especial se le concedía el don de la inteligencia, la ciencia y la sabiduría, gracias a los cuales ella veía con claridad la pequeñez de las cosas terrenales y la importancia del sufrimiento y de la humillación. También conocía los atributos de Dios, y en especial su infinita misericordia".En el Diario anotaba los impulsos de su alma, así como sus relaciones con el mundo sobrenatural: los encuentros con Jesús, María, los santos y los ángeles o las almas del purgatorio. Aunque empezara anotando sus vivencias pensando en su director espiritual, su obje�vo empezó a cambiar con el �empo. Se lo explicó el mismo Jesús una vez cuando lo vio inclinado sobre ella mientras escribía páginas sucesivas. Cristo le preguntó: “«Hija Mia, ¿qué estás escribiendo? Contesté: Escribo sobre Ti, oh Jesús, sobre Tu presencia oculta en el San�simo Sacramento, sobre Tu amor inconcebible y Tu misericordia hacia los hombres.» Y Jesús me dijo: «Secretaria de Mi más profundo misterio, has de saber en confidencia exclusiva Conmigo; tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre Mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a Mí. Asi, pues, deseo que todos los momentos libres los dediques a escribir»." (Diario 1693).Conmovida profundamente con la inmensa grandeza de la misericordia de Dios, sor Faus�na dijo a Jesús en la oración: “Jesús mío, penétrame toda para que pueda reflejarte en toda mi vida. Divinizame de modo que mis acciones tengan el valor sobrenatural. Haz que tenga para cada alma, sin excepción, amor, compasión y misericordia. Oh Jesús mío, cada uno de Tus santos refleja en si una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo dis�n�vo en esta vida y en la otra" (Diario 1242). En otra ocasión escribía que sólo el amor conver�a las cosas pequeñas y desconocidas en cosas grandes a los ojos de Dios, que solo el amor daba el valor a nuestros actos. Por lo tanto, el amor era capaz de

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cambiar las cosas pequeñas e insignificantes en obras grandes ante Dios. Cuanto más limpio sea el amor de una persona, más grande será su ac�tud desinteresada y su disponibilidad de abnegación y sacrificio para ayudar a los demás. Jesús pidió a Faus�na un acto puro de la misericordia: "Deseo que te ofrezcas como vic�ma por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia" (Diario 308). Con fecha del 29 de marzo de 1934, que era un Jueves Santo, la religiosa anotó en el Diario el "Acto de ofrecimiento", que había realizado antes, durante la tercera probación: "Ante el cielo y la �erra, ante todos los coros de los ángeles, ante la San�sima Virgen María, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como vic�ma por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia. Este ofrecimiento consiste en que tomo [con] la total sumisión a la voluntad de Dios, todos los sufrimientos, y los temores, y los miedos que llenan a los pecadores y en cambio les cedo todo el consuelo que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios. En una palabra, les ofrezco todo: las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las mor�ficaciones, las plegarias. No temo los golpes, los golpes de la Jus�cia de Dios, porque estoy unida a Jesús. Oh Dios mio, con esto deseo compensarte por las almas que no confian en Tu bondad. Contra toda esperanza con�o en el mar de Tu misericordia. Oh Señor y Dios mio, mi des�no... mi des�no para la eternidad, no pronuncio este acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que deriva de los méritos de Jesucristo. Este acto de ofrecimiento lo repe�ré todos los días con la siguiente plegaria que Tú Mismo me enseñaste, oh Jesús: Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti con�o.... Firmado: "Sor M. Faus�na del San�simo Sacramento. Jueves Santo, durante la Santa Misa".En la congregación de las Hermanas de la Madre de

Dios de la Misericordia el primer día del Año Nuevo tenian la costumbre de sacar por sorteo una imagen con el patrono par�cular para todo el año. El 1 de enero de 1935 sor Faus�na sorteó una estampa donde ponía: "La San�sima Eucaris�a" (Diario 309).Los efectos del ofrecimiento no tardaron en llegar. Sor Faus�na empezó a experimentar el estado interior de los pecadores, cuyos sufrimientos ella había querido tomar sobre sí. Su alma se quedó con una gran sequedad, angus�a e inquietud, llena de tormentos. Su corazón fue invadido por la desconfianza y la desesperación. Sus oídos empezaron a escuchar maldiciones y blasfemias. La monja soportaba este estado, a sabiendas de que de e s t a m a n e r a a y u d a b a a l o s p e c a d o r e s empedernidos. A todo ello se sumaban también las humillaciones, como por ejemplo, el hecho de que tenía que comer arrodillada en el suelo y no sentada a la mesa (era la penitencia que recibia una hermana de la congregación cuando se acusaba ella misma debido a ciertas infidelidades o caídas). Ella cumplió con humildad aquella orden de la superiora.Un dia, sor Faus�na predijo al padre Sopocko las grandes dificultades relacionadas con su estancia en la iglesia de San Miguel. Los problemas fueron creciendo hasta llegar a un punto culminante, en enero de 1936, cuando el sacerdote decidió pedir oración a sor Faus�na. Para mayor asombro suyo -recordaba años después el sacerdote- aquel mismo

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día se desvanecieron todas las dificultades. Sor Faus�na le contó cómo había tomado sobre sus espaldas todos sus sufrimientos y le dijo que aquel día había tenido tantos padecimientos como nunca antes. Cuando fue a la capilla a pedir ayuda a Cristo, escuchó estas palabras: «Si tú misma te has ofrecido a este sufrimiento; debes saber que lo que tú has recibido por aquella alma es una parte muy pequeña». Y aqui, me contó con todo detalle el mo�vo de mis dificultades, que al parecer le habían sido comunicados de modo sobrenatural. La precisión fue chocante, sobre todo porque de ninguna manera pudo haber conocido los detalles antes. Hubo varios casos así".En su Diario, sor Faus�na escribió que si los ángeles pudieran tenernos envidia por algo, nos envidiarían por el sufrimiento. Porque la persona que sufre, puede unir sus dolores con la pasión de Jesús en la cruz y de esta manera par�cipar en la obra de la redención del mundo. Pero más aún, si cabe, nos envidiarían por la Eucaris�a, es decir, el poder recibir la santa Comunión y experimentar la unión real de nuestro cuerpo con el Cuerpo de Cristo. Cuando al acabar la Misa, algunas hermanas le comentaban a sor Faus�na que se comportaba como una reina, respondía que efec�vamente lo era, que después de la Eucaris�a se sen�a como una reina, puesto que en sus venas corría la sangre real. Ella misma admi�a que toda la fuerza que precisaba para llevar a cabo la

misión que le había sido encomendada la recibía de la Eucaris�a: en ella, llegaba al encuentro más personal e in�mo con Dios. Al final de sus días escribió: "todo lo bueno que hay en mi es gracias a la Santa Comunión, le debo todo. Siento que este sagrado fuego me ha transformado totalmente".Sor Faus�na a menudo sen�a la presencia real de Cristo en la Eucaris�a, de manera incluso �sica. Experimentaba algo que en la teología se llama el éxtasis eucarís�co, es decir la unión mís�ca con Dios en el San�simo Sacramento. A menudo, mucho �empo después de comulgar, sen�a una presencia clara de Jesús en su alma. Sin embargo, aquello no era un obstáculo para cumplir con sus obligaciones, incluso para llevar a cabo tareas que requerían una atención y concentración especial. En el Diario puso que Jesús le acompañaba a todas partes y que junto a Él iba al trabajo y al recreo. Junto a Él experimentaba tanto el gozo como el dolor. Su compañía hacía que no se sin�era sola ni abandonada. La mís�ca tes�ficó que no se trataba solamente de la unión espiritual, sino también de la unión a través del cuerpo y la sangre, lo cual se producía cada vez al recibir la Eucaris�a. El padre Sopocko se preguntaba muchas veces sobre sor Faus�na y sus revelaciones. Hasta intentó confeccionar sus rasgos, sus caracterís�cas, tomando en cuenta los diferentes aspectos de su personalidad: "Era una persona completamente equilibrada, sin ninguna huella de neurosis o histeria. Su naturalidad y simplicidad destacaban en sus re lac iones tanto con las hermanas de la congregación, como con las demás personas. No había en ella nada de ar�ficial o teatrero, ni comportamientos forzados ni tampoco el deseo de llamar la atención. Todo lo contrario, intentaba no destacar en nada y no hablaba con nadie de sus vivencias interiores, salvo con el confesor y las superioras. Su emo�vidad era normal, controlada por la voluntad; tampoco se dejaba llevar por los cambios repen�nos de humor, por estados de ánimo cambiantes y emociones. No sufría depresiones; aceptaba los fracasos y no se comportaba con nerviosismo frente a los contra�empos, que solía soportar con tranquilidad, some�éndose a la voluntad de Dios. En cuanto al aspecto mental era

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prudente y destacaba por un juicio sano sobre las cosas, a pesar de no tener ni siquiera unos estudios básicos: apenas sabia escribir y leer come�endo errores a la hora de escribir. Daba consejos acertados a sus hermanas de la congregación cuando se dirigían a ella y se lo pedían. Yo mismo, en varias ocasiones, para probarla, le comenté ciertas dudas y ella las resolvió con mucho acierto. Tenia una gran imaginación, pero no era exaltada. (...) Desde el punto de vista moral era completamente sincera, no exageraba ni men�a. Siempre decía la verdad, aunque a veces aquello le pudiera causar algún daño o hacerla sufrir. (...) En cuanto a las virtudes sobrenaturales, mostraba un claro progreso. De hecho, yo desde el principio veía en ella la virtud de la pureza bien consolidada y probada, lo mismo con las virtudes de la humildad, el celo, la obediencia, la pobreza y el amor a Dios y al prójimo. De todos modos, era visible su crecimiento progresivo; en especial el amor a Dios, sobre todo intensificado al final de su vida, lo cual se reflejaba en sus poemas.Por lo que se refiere al objeto de las revelaciones de sor Faus�na, no había nada en ello que fuera contrario a la fe o las buenas costumbres o que se refiriera a cues�ones discu�bles. entre los teólogos. Al contrario, todo conduce a un mejor conocimiento y amor a Dios".En febrero de 1935 llegó a Vilna un mensaje informando que la madre de sor Faus�na estaba agonizando. La monja recibió el permiso de las superioras para ir a Glogowiec. Fue su primer y único viaje al pueblo natal durante su vida de religiosa. En el viaje fue rezando por su madre agonizante. Al llegar, se enteró de que el médico la habia desahuciado. Sin embargo, precisamente durante los pocos días de la visita de Faus�na, la madre se recuperó del todo y sobrevivió a su hija casi treinta años. Faus�na visitó también la iglesia parroquial de Swinice Warckie, donde había sido bau�zada y recibido la Primera Comunión. En aquel lugar de oración escuchó de Jesús: "Oh elegida Mia, te colmaré con gracias aún mayores para que seas tes�go de Mi infinita misericordia por toda la eternidad" (Diario 400). En aquella época, sor Faus�na ya estaba gravemente enferma. Cuando el

12 de mayo de 1934 se desmayó en el jardín y hubo que llamar al médico, una parte de las monjas de la comunidad no se creía del todo la gravedad de su enfermedad. Sin embargo, la doctora anunció que el estado de Faus�na era muy grave. Incluso el padre Sopocko le dio la unción de enfermos. La mís�ca salió de aquel colapso, pero quedó muy debilitada. Las pruebas en el hospital demostraron que padecía de tuberculosis, en estado muy avanzado. La superiora general, madre Michaela Moraczewska, decidió librar entonces a Faus�na de todas las tareas pesadas y trasladarla de Vilna a otro lugar donde tuv iera mejores cuidados médicos y más posibilidades de tratamiento.La úl�ma tarde antes de salir de Vilna, se acercó a Faus�na sor Antonina Grejwul, una hermana de casi 70 años, de origen letón. "Al confesarme sen� inquietud y dudas sobre si el Señor me había perdonado. Llorando, le pedí a sor Faus�na que rezara por mí", recordaba más tarde. La monja desde hacia unos años sufría internamente porque le parecia que "todas sus confesiones no habían sido válidas". Rogó a sor Faus�na que preguntara a Jesús si la había perdonado. La mís�ca cumplió su palabra, y durante la oración escuchó una voz en su alma que decía: "Dile que su desconfianza hiere más Mi Corazón que los pecados que come�ó" (Diario 628). Cuando estas palabras llegaron a sor Antonina, "se puso a llorar como una niña". El 21 de marzo de 1936 Faus�na dejó defini�vamente Vilna, tan vinculada a su misión.

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La PruebaFragmento del libro CONFÍO Siguiendo las huellas

de santa Faus�na KowalskaGrzegorz GórnyJanusz Rosikoń

Mientras en Polonia con�nuaban las disputas sobre las imágenes de Jesús Misericordioso, en Roma los teólogos de la Congregación del Santo Oficio examinaban la ortodoxia de los escritos de sor Faus�na. Desgraciadamente, los expertos del Va�cano se basaron en copias inexactas del manuscrito del Diario.Su autora fue la madre Ksawera Olszamowska que, obrando de buena fe, corrigió a su modo la obra de sor Faus�na: suprimió fragmentos enteros del texto, omi�ó muchas frases, o cambió el sen�do de algunas palabras. Por todo ello, se interpretó que sor Faus�na llamaba no a adorar al Corazón de Jesús, sino al suyo propio. Aquellas copias mal hechas fueron la base para las traducciones al francés e italiano, de las cuales se sirvieron los teólogos del Va�cano. En conclusión, el 19 de noviembre de 1958, la

Congregación del Santo Oficio promulgó un decreto, dirigido a los obispos y superiores de los conventos, negando la ins�tución de la Fiesta de la Divina Misericordia. Este documento constataba que las apariciones de sor Faus�na no eran de origen sobrenatural y que, por ello, deberían re�rarse las imágenes y oraciones con origen en sus visiones. A los obispos se les recomendó prudencia en la re�rada de los elementos del culto de la Divina Misericordia de las parroquias. Además, el primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszynski, recibió de la Congregación del Santo Oficio la orden de darle al padre Michał Sopocko un gravissimum monitum (la mayor amonestación que puede recibir un sacerdote), con el fin de que no divulgara los hechos sobre las presuntas apariciones de sor Faus�na.A los pocos días, el ex confesor de la mís�ca fue llamado a verse con el Primado, que le leyó el decreto del Va�cano. Tras un momento de silencio, el padre Sopocko dijo al cardenal Wyszynski: "Espero el cas�go". Éste le contestó que el hecho de escuchar estas palabras ya era cas�go suficiente.La decisión de la Santa Sede no derrumbó sin embargo al obs�nado sacerdote. En una carta al Primado, escribió: "Me he alegrado de que por fin haya ocurrido lo que había predicho sor Faus�na". En efecto, la rel igiosa, en 1935, durante una conversación con su director espiritual.La PruebaVio los grandes obstáculos con los que iba a encontrarse en el futuro el culto a la Divina Misericordia. Predijo al padre Sopocko que le esperaba un gran sufrimiento relacionado con todo esto. Dijo que llegaría un momento en el que parecería como si la obra fuese totalmente destruida. Sólo entonces intervendría Dios, quien convencería a la gente de la auten�cidad de esta devoción. Faus�na preveía que esto se conver�ría en el redescubrimiento de un tesoro que ya desde an�guo yacía en la Iglesia, pero que permanecía olvidado. Repe�a que Dios, antes de que venga al final de los �empos como Juez justo, quiere darse a

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conocer a todos como Rey de misericordia. La mís�ca le dijo también al sacerdote que el triunfo de la Divina Misericordia aparecería cuando ellos ya no estuvieran en este mundo. Primero, le dijo, tenía que venir un �empo de di�ciles pruebas, en las cuales el padre Sopocko tendría la impresión de que todos sus esfuerzos iban a acabar en fracaso. Le aseguraba que esta destrucción seria aparente, aunque el sufrimiento sería muy doloroso. No era sin embargo capaz de decir cuándo vendría el �empo de estas pruebas y cuánto durarían.Poco �empo después de la publicación del decreto, la Congregación del Santo Oficio emi�ó, el 6 de marzo del año 1959, otro documento, una no�ficación que prohibía la difusión del culto a la Divina Misericordia en las formas transmi�das por sor Faus�na. El documento ordenaba contener la propagación del culto y el mensaje de sor Faus�na hasta el momento del examen final de la cues�ón. El asunto de la presencia de las imágenes de Jesús Misericordioso lo dejaba a la prudencia de los obispos. Los cuadros expuestos anteriormente para el culto se podrían dejar en su lugar o re�rarlos, pero no se recomendaba la exposición de imágenes nuevas.La nota del Va�cano emi�da por la Congregación del Santo Oficio fue recibida por todos como un rechazo

oficial de la Santa Sede al culto. En consecuencia, se re�raron cuadros de Jesús Misericordioso de muchos templos de Polonia. Fue el des�no por ejemplo de algún lienzo de Adolf Hyła. Incluso la parroquia de Dzierzawy cambió el nombre después del dictamen: de denominarse parroquia de La Misericordia Divina y pasó a ser del Sagrado Corazón de Jesús. En el cuadro de Adolf Hyła que cuelga en esta iglesia, además de los dos rayos aparece el Corazón de Jesús. Los sacerdotes dejaron de predicar el culto a la Divina Misericordia. No se podía hablar abiertamente sobre sor Faus�na Kowalska. Su proceso de bea�ficación quedó en punto muerto. A la congregación de las faus�nas no llegaban nuevas hermanas porque los párrocos miraban al convento con sospecha y no orientaban a él a nuevas candidatas. E l padre Sopocko, duramente amonestado, tuvo que soportar muchos disgustos. Incluso la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia dejó de difundir las imágenes, la Coronilla y otras oraciones de sor Faus�na.Una de las causas que dificultaba la difusión del mensaje de sor Faus�na fue el ambiente que reinaba entonces en la Iglesia. El padre Andrzej Witko lo expresó del siguiente modo: "Durante la Segunda Guerra Mundial y todavía en los años cincuenta, la Santa Sede trataba crí�camente todas las revelaciones privadas. Especialmente dos cánones del an�guo Derecho Canónico recomendaban a los obispos ordinarios tener gran precaución en los casos de revelaciones. Con todo esto, sor Faus�na, una sencilla y simple religiosa, no formada teológicamente, proponía "formas chocantes" de devoción. La mayor dificultad estaba en situar la Fiesta de la Divina Misericordia en el segundo domingo de Pascua, porque este domingo cierra la octava de Pascua. No menos importante fue también el hecho de que en contra de la introducción de una nueva fiesta se expresaban algunas esferas católicas de Alemania y de Lituania, quienes consideraban el culto a la Misericordia como una manifestación del

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nacionalismo polaco bajo la tapadera de la devoción popular. Los argumentos que lo demostraban eran, según ellos, los rayos del cuadro, relacionados con el blanco y el rojo, colores de la bandera polaca, así como las palabras del Diario sobre el amor de predilección a Polonia. Otra causa de desconfianza de muchos jerarcas de la Iglesia, era la cues�ón del padre Julian Chrósciechowski. Así lo describió en sus memorias el padre Sopocko: "En marzo de 1948 el señor Julian Chrósciechowski, que ingresaría después en la congregación de los padres Marianos, me mandó corregir un texto mecanografiado sobre el desarrollo del culto de la Divina Misericordia. En la corrección tuve que cambiar la mayor parte del texto y añadí por mi mismo la enseñanza de la Iglesia sobre la Divina Misericordia. En 1949 los padres Marianos publicaron un folleto, con mi nombre sin mi consen�miento, con el �tulo La Misericordia Divina, única esperanza para la humanidad, traduciéndolo después a diferentes lenguas. Aparte de esto, en la traducción añadieron (probablemente) como consecuencia de la información pasada por la madre Ksawera de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia (con la cual el padre Chrósciechowski mantenía correspondencia), que el cardenal A. Hlond, que en paz descanse, en el lecho de muerte recomendó difundir el culto a la Divina Misericordia. Aunque Su Eminencia por lo general era favorable a este culto e incluso editó, asumiendo los costes él mismo, el tratado De Misericordia Dei deque eiusdem festo ins�tuendo, sin embargo yo no sabía nada de su recomendación en el lecho de muerte y sobre esto en el texto polaco del folleto no había ninguna mención. El Excmo. Arzobispo Baraniak, secretario del cardenal Hlond, que en paz descanse, cuando en 1957 leyó en la edición italiana con mi nombre en este folleto la mención a la supuesta recomendación del cardenal A. Hlond, protestó enérgicamente aseverando: "Afirmo con toda responsabilidad que todo esto ha sido inventado. Igual que la oración por la bea�ficación de sor Faus�na , que me d io la madre Ksawera ,

supuestamente compuesta por el cardenal Hlond; nada proviene de él".El arzobispo de Poznan, Antoni Baraniak, no se conformó con esto. El 15 de marzo de 1958 envió a los obispos de todo el país y del extranjero la declaración de que el culto a la Misericordia Divina se basaba en hechos inventados. La información a este respecto llegó también a la Congregación del Santo Oficio, que examinó el asunto de las apariciones de sor Faus�na. Al padre Michał Sopocko lo tacharon de men�roso durante muchos años por propagar historias falsas. Nadie sabía que el factor real toda esta confusión era el padre Julian Chrósciechowski y sor Ksawera Olszamowska, la cual sostenía bajo juramento que la oración para pedir la bea�ficación de sor Faus�na la había recibido de manos del cardenal August Hlond durante su encuentro personal con él; sin embargo, esto úl�mo no se logró verificar nunca.Con relación a la prohibición de la Santa Sede del culto a la Divina Misericordia bajo las formas dadas por sor Faus�na, las religiosas de Lagiewniki se encontraron con un dilema: ¿Qué hacer con la imagen de Jesús Misericordioso rodeada de tantos exvotos, que estaba colgada en la pared lateral de su capilla y era venerada incesantemente por los fieles? ¿Había que seguir manteniéndola allí durante las celebraciones solemnes de la Divina Misericordia o en el altar principal? ¿O era mejor ocultar el lienzo e interrumpir la tradición de las misas solemnes cada tercer domingo de mes, en las que los sacerdotes predicaban la Divina Misericordia? Las Hermanas solicitaron ayuda al entonces arzobispo de Cracovia, monseñor Eugeniusz Baziak. Dio la casualidad de que cuando las religiosas hablaron con el arzobispo, la imagen estaba colocada precisamente en el altar mayor. El arzobispo decidió entonces que la imagen permaneciera siempre en aquel lugar y que no se suprimiera ninguna de las fiestas celebradas hasta entonces.Gracias a ello el culto a la Divina Misericordia se prolongó incesantemente en Lagiewniki. Desde este

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lugar, a pesar de todas las dificultades, se empezó a propagar por todo el mundo la fama de la extraordinaria religiosa, por cuya intercesión numerosos peregrinos obtenían abundantes gracias. El culto a la Divina Misericordia no se detuvo tampoco en Varsovia, aunque estaba en vigor la nota del Va�cano que prohibía esta devoción. Este culto estaba relacionado con la imagen de Jesús Misericordioso, que pintó en el año 1953 para la catedral de San Florián en Czestochowa Bolesław Rutkowski. Como afirmaba el sacerdote mitrado Lucjan Swieszkowski, durante casi veinte años esta imagen fue en la capital la única imagen no cubierta de Jesús Misericordioso. El hermano Józef, portero del primado Wyszynski, venía muchas veces a rezar al pie de esta imagen. Fue el hermano Józef quien inició en esta iglesia, el dia 5 de cada mes, una celebración con rezos a la Divina Misericordia, que a menudo presidían los obispos polacos.En este punto vale la pena mencionar los des�nos de la primera imagen de Jesús Misericordioso pintada por Eugeniusz Kazimirowski, la única que vio en vida sor Faus�na. Desde 1937, el lienzo estuvo colgado en

la iglesia de San Miguel en Vilna, a la derecha del presbiterio junto al altar principal. En agosto de 1948, las autoridades comunistas cerraron el templo, para conver�rlo en Museo de Arquitectura. Los objetos más preciosos del ajuar del templo, incluido el lienzo de Kazimirowski, fueron a parar a la iglesia de lo que había sido un convento de padres dominicos bajo la advocación del Espíritu Santo, donde el párroco era el padre Jan Ellert. En 1956 apareció en su casa el padre Józef Grasewicz, que antes de la guerra era amigo del padre Sopocko y gran devoto de la Divina Misericordia. Ellert entregó la imagen de Jesús Misericordioso a Grasewicz, quien la llevó consigo y la transportó a la iglesia de la aldea de Nowa Ruda, junto a Grodno (actualmente dicha población se encuentra en Bielorrusia), donde estaba de párroco. La imagen de Cristo con la inscripción añadida posteriormente "Jesús, en Ti confio" fue colocada en un lugar alto, encima del presbiterio, y se comenzó a venerar. El amigo del padre Sopocko a menudo predicaba sobre la Divina Misericordia, y también enseñó a rezar la Coronilla entregada por Jesús a sor Faus�na. Incluso cuando

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en el año 1957 el sacerdote fue trasladado a otra parroquia, los feligreses no dejaron de rendir culto a la Divina Misericordia. En 1970, las autoridades comunistas cerraron la iglesia de Nowa Ruda, y sus enseres pasaron a un templo en las cercanías de Porzecze. Como el cuadro de Jesús Misericordioso estaba colocado en un lugar demasiado alto, y no tenían una escalera suficiente larga, se libró de ser transportado. Así pues, durante años los habitantes de la pequeña aldea en el territorio de la Bielorrusia sovié�ca, venian a la pequeña iglesia abandonada y pedian misericordia a Dios ante la extraordinaria imagen. El hombre cuyo des�no se entrelazó especialmente con sor Faus�na Kowalska y su misión fue Karol Wojtyla. En 1963, después de la muerte del arzobispo Baziak, fue nombrado arzobispo de Cracovia. Como recuerda sor Beata Piekut: "En 1964 me dirigi al arzobispo Wojtyła para pedirle que durante su estancia en el Va�cano discerniera la situación, de si era el momento y si había clima propicio para empezar el proceso de bea�ficación de sor Faus�na". El obispo aceptó de buen agrado y

durante su estancia en Roma, en la tercera sesión del Concilio Va�cano II, decidió hablar con el Prefecto de la Congregación del Santo Oficio, el cardenal Alfredo O�aviani. Le preguntó si la nota nega�va de 1959 excluía la posibilidad de iniciar el proceso de bea�ficación. "No sólo me lo permi�eron, sino que me mandaron empezar el proceso de sor Faus�na lo antes posible, mientras hubiera tes�gos vivos", contó años después. A su regreso a Cracovia, el arzobispo pidió que a nadie, ni siquiera a los sacerdotes, se facilitara el Diario, pidiendo que no citaran en ninguna parte fragmentos de esta obra. Al mismo �empo ordenó que se redactara una oración para pedir la bea�ficación de sor Faus�na y que se propagara.El 22 de agosto de 1965, Karol Wojtyła escribió: "Me bombardean con pe�ciones para que inicie el proceso. Viendo esto, encargué el asunto al obispo sufragáneo Julian Groblickie". Dos meses después, el 21 de octubre, el obispo Groblickie empezó solemnemente en su arquidiócesis el proceso informa�vo sobre la vida y las virtudes de sor Faus�na. El arzobispo Wojtyła quería que la postuladora fuera sor Beata Piekut, pero en aquella época las mujeres no podían ser ni postuladoras ni notarias del proceso, porque esas funciones se encargaban únicamente a los sacerdotes. Entonces, el arzobispo nombró como postulador en Cracovia al padre franciscano Izydor Borkiewicz, y como ayudante le asignó a la hermana Beata Piekut, responsable en la Congregación de los asuntos de sor Faus�na.Como presidente del Tribunal fue nombrado el sacerdote prelado Józef Szczotkowski, y como promotores de la fe se designó a los siguientes sacerdotes: el resurreccionista Jerzy Mrówczynski, el michalita Walerian Moroz. Como jueces fueron elegidos el sacerdote prelado Stanisław Dabrowski, el jesuita Ludwik Piechnik, el franciscano Anzelm Kubit y el escolapio Bonawentura Kadeja. Y los notarios fueron: el salesiano Augustyn Dzi dziel, el jesuita Antoni Dabija y el diocesano Stefan Marszowski. Durante 75 sesiones del Tribunal se

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interrogó a 45 tes�gos y se reunieron todos los escritos de la mís�ca.El 25 de noviembre de 1966, los restos mortales de la religiosa se trasladaron de la tumba del cementerio conventual a la capilla de Lagiewniki. El proceso informa�vo a nivel diocesano en Cracovia se concluyó el 20 de sep�embre de 1967, en una sesión solemne que presidió el cardenal Karol Wojtyla.Durante el proceso fue cues�onada la veracidad del padre Michal Sopocko. Se recordó que en los folletos editados con su nombre en diversas lenguas se encontraban hechos falsos que concernian al menos a las supuestas oraciones compuestas por el cardenal Hlond. El causante real de esta confusión, el padre Julian Chróscielewski recordaba: "Todo ese asunto pesaba en mi conciencia, aunque no conocía todas sus consecuencias. Por ejemplo no sabía que el padre Sopocko en 1958 había recibido del Santo Oficio un gravissimum monitum por su par�cipación en la difusión del culto y, entre otros, por la propagación de la oración para pedir por la bea�ficación de sor Faus�na, atribuida al cardenal Hlond, lo que de hecho no era obra suya sino mía. En realidad, si alguien merecía recibir el gravissimum monitum, era yo porque lo hice por mi cuenta sin consultarlo con él". Cuando durante el proceso acusaron al padre Sopocko de falsedad, el padre Chró cielewski salió en su defensa, asumiendo él mismo

toda la responsabilidad de lo ocurrido. El marianista dio también el 13 de noviembre de 1967 extensas explicaciones en la Congregación del Santo Oficio, en la cual eximió de cargos al padre Sopocko.Las actas del proceso fueron enviadas a la Congregación del Va�cano para las Causas de los Santos, que el 31 de enero de 1968 abrió el proceso de bea�ficación de sor Faus�na. La función de postulador la desempeñó el jesuita Antoni Mruk, profesor de la Universidad Gregoriana en Roma, y el vicepostulador fue el franciscano Izydor Borkiewicz. La Congregación del Va�cano, recordando la no�ficación del Santo Oficio, durante el proceso de bea�ficación guardó una prudencia extrema. El examen y el análisis teológico de los escritos de sor Faus�na se convir�ó en la tarea fundamental, especialmente el estudio de su obra principal, el Diario. Esta tarea incumbió al padre Ignacy Rózycki, que anteriormente, a lo largo de casi un cuarto de siglo, no ocultó su escep�cismo sobre las apariciones. Según él, sor Faus�na "era una víc�ma de alucinaciones con un fondo de histeria y, en consecuencia, no sólo sus supuestas apariciones carecían de cualquier valor religioso, y no tenía sen�do defender la heroicidad de su vida". Por eso, al principio rechazó categóricamente la posibilidad de par�cipar en el proceso de bea�ficación como consultor experto.Sin embargo, el padre Ignacy Rózycki decidió analizar el Diario para cerciorarse de que la decisión tomada en su día era justa. Cuanto más se sumergía en su lectura, tantos más se asombraba de la profundidad, perspicacia y precisión de sus formulaciones teológicas. Cuando terminó la lectura declaró: "La san�dad de Helena-Faus�na es de verdad heroica, y sus revelaciones �enen todos los rasgos de origen sobrenatural". Cuando compar�ó sus impresiones con el arzobispo Karol Wojtyła, éste le encargó que preparara el estudio teológico detallado del Diario. Al ponerse manos a la obra, su desarrollo creció más de lo esperado y resultó un volumen de 500 páginas escritas en francés. En este texto defendió la auten�cidad y el carácter sobrenatural de las

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apariciones de sor Faus�na. Un estudio parecido lo escribió otro censor de la Iglesia que había leído el Diario.Sin embargo, no todos los teólogos eran unánimes en la valoración de sor Faus�na. A algunos la lectura del Diario les llevó a la convicción de que aunque la autora había sido una mujer piadosa, por otra parte tenía rasgos de persona histérica, exaltada y some�da a ilusiones. En la teología polaca empezó "la batalla por Faus�na", es decir, la discusión sobre el tema de la auten�cidad y catolicidad de sus apariciones. El representante más famoso de los crí�cos de la obra de la mís�ca fue Wincenty Granat, eminente teólogo dogmá�co, rector de la Universidad Católica de Lublin. Según él, las formas del culto a la Divina Misericordia, recomendadas por sor Faus�na, son inadmisibles en la Iglesia Católica: “La Misericordia de Dios es uno de los atributos divinos y si le rindiéramos culto por medio de una fiesta aparte, ser ia conveniente también -argumentaba- ins�tuir además otras fiestas con el fin de dar culto a otros atributos divinos par�culares. Tal punto de vista conduciría a un cierto oscurecimiento de la unidad de Dios y acarrearía el peligro del politeismo". A estos reproches le contestó el padre Ignacy Rózycki: "Dios no sólo es sabio, sino que es la Sabiduría misma; no sólo es omnipotente, sino que es la Omnipotencia misma; y en relación con el mundo no sólo revela su providencia, sino que es la Providencia misma; no sólo nos ama, sino que es el Amor mismo; no sólo es misericordioso, sino que es la Misericordia misma. Entonces la Sabiduría, la Providencia, la Omnipotencia, el Amor y la Misericordia que son lo mismo que Dios, �enen por nuestra parte el derecho a que les rindamos culto religioso de alabanza".Por otra parte, el padre Wincenty Granat fue quien hizo los reproches más fuertes a la Coronilla a la Divina Misericordia. Lo que provocó su oposición fue el siguiente fragmento de la oración de la Coronilla: "Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros

pecados y los del mundo entero". El eminente dogmá�co creía que estas formulaciones con�enen graves errores teológicos. Primeramente: La Divinidad del Hijo es la misma que la del Padre, y entonces no puede ser ofrecida al Padre Eterno. En segundo lugar: no se puede ofrecer de ningún modo la Divinidad como ofrenda. En tercer lugar, no puede hacer como propiciación de nuestros pecados, porque Dios absuelve de los pecados, pero Él no es víc�ma de sacrificio para propiciar la compasión de Dios.A los reproches del padre Granat contestó el padre Ignacy Rózycki, que le reprochó la errónea iden�ficación de dos nociones: "La Divinidad" y la "naturaleza Divina", pues ya el Concilio de Trento en su formulación dogmá�ca de la presencia real de Cristo en la Eucaris�a constató que la Divinidad eucarís�ca de Jesús no es equivalente a la naturaleza Divina, común en las tres Personas. En el contexto eucarís�co, la Divinidad significa, estrictamente hablando, sólo la Persona Divina de Jesús. Además la misma formulación apareció en la oración. Dictó a los niños de Fá�ma el ángel durante las apariciones en 1916. Se remite que a las palabras de san Pablo, quien en la Carta a los Efesios escribió que Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación (Ef 5,2). Así pues, al rezar la Coronilla, procedemos igual que los sacerdotes que ofrecen al Padre el sacrificio del Hijo, con toda su Divinidad y humanidad. Y par�cipamos en el sacerdocio común de los fieles al que nos llama la Iglesia.El padre Michal Sopocko presentó argumentos parecidos, polemizando con el padre Wincenty Granat: "En la Persona del Hijo de Dios se unieron por la Encarnación dos naturalezas, la divina y la humana, y se unieron sustancialmente y para siempre, de modo que la naturaleza humana no posee existencia propia, y la naturaleza humana debe únicamente su ser a la Palabra Eterna. Entonces, durante la misa el Salvador se ofrece a su Padre (y nosotros también le ofrecemos al Padre) a Él mismo todo entero, como hombre y con su humanidad y divinidad".Con el paso del �empo en la discusión teológica

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LA PRUEBA

prevaleció la opinión del padre Michal Sopocko y del padre Ignacy Rózycki. En noviembre de 1977, el cardenal Wojtyla se dirigió a la Congregación para la Doctrina de la Fe con la pregunta de si era posible la revisión de la memorable no�ficación del año 1959, que prohibía el culto de la Divina Misericordia en las formas recomendadas por sor Faus�na. El dicasterio romano apoyó esta pe�ción y prome�ó volver a examinar este asunto. Una carta de pe�ción que el primado de Polonia Stefan Wyszynski envió a la Santa Sede aceleró las cosas. El 15 de abril de 1978 la Congregación para la Doctrina de la Fe revocó la prohibición contenida en la no�ficación y consin�ó a la propagación del culto a la Divina Misericordia en las formas entregadas por la mís�ca polaca.El padre Michal Sopocko desgraciadamente no llegó a ver este momento. Falleció el 15 de febrero de 1975 a los 87 años de edad, en Białystok, en el convento de las Hermanas. Misioneras de la Sagrada Familia, quienes le cuidaron durante su vejez. Los úl�mos años de su vida -tras re�rarse del trabajo de profesor en el seminario de Białystok y de jubilarse en 1962- los dedicó al servicio pastoral en la capilla de las hermanas en la calle Poleska. Cuando sin�ó que su muerte se acercaba, decidió buscar entre sus

ex discípulos profesores de teología, a alguien que fuera capaz de con�nuar la misión de propagar el culto a la Divina Misericordia. Pero no halló a nadie con la debida comprensión. El mejor confidente de sus pensamientos en los úl�mos años. El Diario que él mismo escribía. En el 1 de enero de 1967 leemos: "Nuevo año, ya es el 79 en mi vida, y son 53 años en el sacerdocio, �empo durante el cual he celebrado cerca de 19.200 misas. Si después de cada una de las eucaris�as hubiera sido mejor y más agradable al Padre de la Misericordia, sin duda habría avanzado mucho en la perfección. Pero por desgracia, he trabajado poco en esta dirección. No me he desprendido de mi mismo, no me he negado a mi mismo tal como Dios lo esperaba de mi y, por eso, hoy siento en mí, vacío y tristeza por tantas gracias de Dios malogradas. Aunque durante toda mi vida he pasado por circunstancias muy di�ciles, no las he aprovechado suficientemente para conver�rme en una persona más humilde, más mor�ficada y cada vez menos codiciosa. No sé cuánto �empo me quedaré todavia en este valle de lágrimas (...) pase lo que pase, tomo la resolución para el resto de los días de mi vida de pasarlos en el temor de Dios. Conocedor de mi propia debilidad, con�o tan solo en la Misericordia de mi Salvador: iJesús en Ti con�o!".

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BeataFragmento del libro CONFÍO Siguiendo las huellas

de santa Faus�na KowalskaGrzegorz GórnyJanusz Rosikoń

La rehabilitación de la religiosa por la Santa Sede.

Gracias a la posi�va opinión del padre Ignacy Rożycki, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Pietro Palazzini, pudo firmar el 19 de junio de 1981 el decreto para con�nuar el proceso de bea�ficación. Esta decisión propició que fuese posible la primera edición oficial del Diario de sor Faus�na Kowalska con el imprimátur de la Iglesia.Se publicó en 1981, en Roma. Esta edición en polaco es la base para las traducciones a lenguas extranjeras, también para la italiana, que fue la que se u�lizó en el proceso de bea�ficación. Algo que le dio valor a esta edición y destacó la importancia de la obra fue el hecho de que el arzobispo (después cardenal) Andrzej Deskur, amigo y colaborador del papa Juan Pablo II, accediera a escribir el prólogo de esta obra. Afirmaba en él que recomendaba a los lectores "el documento de la mís�ca católica, de un valor excepcional, no sólo para la Iglesia en Polonia,

sino también para la Iglesia universal". Este jerarca, sin embargo, no podía suponer entonces que al poco �empo el Diario de sor Faus�na no solo se conver�ría en la obra más leída e influyente en el mundo de la literatura mís�ca cris�ana del siglo XX, sino también en la obra más traducida y comprada de la literatura polaca. Teniendo en cuenta el número de traducciones y los ejemplares vendidos, el Diario de sor Faus�na sobrepasó con mucho a otros autores polacos como Henryk Sienkiewicz, Wladysław Reymont, Ferdynand A. Ossendowski, Stanisław Lem o Ryszard Kapuscinski. En cuanto a la popularidad y el número de lectores en el mundo, el Diario se puede comparar únicamente con las obras de Juan Pablo II.En su prólogo de la primera edición del Diario, monseñor Andrzej Deskur hizo una observación sobre muchos puntos en común del mensaje de la mís�ca polaca con el contenido de la encíclica del papa polaco Dives in misericordia, publicada el 30 de noviembre de 1980 por Juan Pablo II. En este documento e l Santo Padre presentó una profundización teológica del culto de la Divina Misericordia, proclamado por sor Faus�na. En la encíclica, el Santo Padre escribe que la misericordia "es el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza cons�tu�va de su misión". Esto se manifiesta "cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre". El punto culminante de la revelación de la Divina Misericordia es el misterio pascual de Cristo. La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre y todo lo que el hombre - de modo especial en los momentos di�ciles y doloroses- llama su infeliz des�no. San Juan Pablo II exhortó también a los cris�anos a que imitaran a Cristo en la obra de la misericordia y se perdonaran mutuamente: "El mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano solamente si en todas las relaciones reciprocas (...) introducimos el elemento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón ates�gua que en el mundo está presente el amor más fuerte que la muerte". Indicaba especialmente que en los �empos de hoy la Iglesia no puede dejar de proclamar este mensaje: "La conciencia humana cuanto más pierde el sen�do del

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significado mismo de la palabra "misericordia", sucumbiendo a la secularización, más se distancia del misterio de la misericordia alejándose de Dios, tanto más la Iglesia �ene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la misericordia "con poderosos clamores". La encíclica del Papa provocó que entre los teólogos de todo el mundo creciera el interés por la Divina Misericordia y se organizasen actos especiales y se escribiesen libros.Un gran promotor del culto de la Divina Misericordia fue el arzobispo de Cracovia, cardenal Franciszek Macharski. Fue él quien en 1985 en su Carta para la Cuaresma, ins�tuyó en su archidiocesis, el primer domingo después del domingo de Resurrección como Fiesta de la Divina Misericordia. Después hicieron lo mismo algunos obispos polacos en sus diócesis. En 1995, a pe�ción del episcopado de Polonia, Juan Pablo II introdujo esta fiesta para todas las diócesis de Polonia.El culto a la Divina Misericordia comenzó a renacer también en Lituania, ocupada por los sovié�cos, y cuya persecución religiosa era clara. Sin embargo, con la prestroika de Gorbachov, la opresión religiosa dejó de ser tan fuerte. En esa situación, tres sacerdotes polacos que ejercían su ministerio en Lituania, los padres Jozef Grasewicz, Tadeusz Kondrusewicz y Alexander Kaszkiewicz, decidieron llevar a Vilna la imagen de Jesús Misericordioso, pintada por Eugeniusz Kazimirowski. No era empresa fácil porque los habitantes de Nowa Rada en Bielorrusia, donde se encontraba el lienzo, estaban tan acostumbrados a esta imagen que no aceptarían su traslado a otro lugar. Era también real la amenaza de que las autoridades locales, al enterarse de los planes del traslado de la imagen, podrían querer tomarla y destruirla. Por ello, los sacerdotes decidieron actuar clandes�namente y con mucha prudencia. Primeramente, encargaron a una pintora de Grodno, María Szocik, una copia exacta de la imagen de Kazimirowski. Después se hicieron acompañar de cinco personas de confianza y, al amparo de la noche, cambiaron la imagen original de Jesús Misericordioso y la sus�tuyeron por la copia. Los fieles que al día siguiente acudieron al templo ni siquiera notaron el cambio. El lienzo de Kazimirowski

fue llevado a Vilma en 1987 y colocado en una iglesia que había pertenecido de los padres dominicos, ahora parroquia del Espíritu Santo. El párroco, ya mencionado, era Alexander Kaszkiewicz, que llegó a ser un gran promotor del culto y devoción a la Divina Misericordia. En 1991 sería nombrado por Juan Pablo II obispo de Grodno. Como lema episcopal escogió "Jesús en Ti con�o" y en su escudo colocaría los de la Divina Misericordia saliendo del Sagrado Corazón de Cristo. El cuadro de Jesús Misericordioso estuvo colocado en aquella iglesia de Vilna hasta 2005. Más tarde, en dramá�cas circunstancias, lo llevaron a otro lugar. Mientras, el proceso de bea�ficación seguía su curso. La siguiente etapa fue la preparación del proceso informa�vo que empezó a realizar el abogado de la Rota Romana, Luigi Giuliani, que lo concluyó el 27 de noviembre de 1984. Después de él, se incorporó al trabajo un relator, el carmelita descalzo Michał Machejek, que escribió un informe sobre la heroicidad de las virtudes de sor Faus�na. Para la bea�ficación fue necesario un milagro realizado por intecesión de Sor Faus�na. Y lo fue la curación inexplicable para la medicina de Maureen Digan. Primero, el milagro se analizó en lo que leemos en el Diario: "cuanto mayor es la miseria de un alma mayor es el derecho que �ene a Mi misericordia" (Diario 1182).Juan Pablo II bea�ficó a sor Faus�na el 18 de abril de 1993 en Roma. Ella misma muchos años antes había descrito en el Diario su camino a la gloria de los altares. Un día tuvo una visión en la que contempló una inmensa mul�tud de gente reunida en la capilla de Lagiewniki, delante de ella y también en la calle. La gente quería entrar dentro pero no todos podían, tan grande era la mul�tud que rodeaba el templo. Junto al altar, se encontraban muchas personas consagradas, tanto sacerdotes como hermanas religiosas. Anunciaron que en breve aparecería una persona que ocuparía un lugar en el altar. En cierto momento, Faus�na oyó que se trataba justamente de ella. Entonces, salia en dirección a la capilla, cuando de repente todos comenzaron a �rar contra ella todo �po de cosas, cada cual lo que tenía a mano: piedras, lodo, arena, escobas. Bajo tal presión, la

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religiosa dudó en seguir adelante. Sin embargo una voz la llamaba para que fuese hacia el altar; y se abrió paso entre la gente. Cuando entró en la capilla la atacaron las personas que estaban allí: las hermanas, las superioras, las alumnas, los padres. Cada uno la golpeaba con lo que podía. Entonces Faus�na corrió lo más rápido posible en dirección al altar para evitar los golpes. Sólo cuando ocupó el lugar des�nado a ella, la reacción de los allí reunidos cambió: los mismos que antes la golpeaban, ahora extendían los brazos y le solicitaban gracias. La mís�ca no sen�a hacia ellos resen�miento alguno, al contrario: gra�tud y amor, pues con sus ataques la hicieron subir más rápido al altar. Se sin�ó invadida de felicidad y oyó una voz que decía: Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras (cf. Diario 31).El 18 de abril de 1993 Juan Pablo II bea�ficó a Luis de Casoria, Paula Montal Fornés de San José de Ca lasanz , Stan is ław Kaz imierczyk , Angela Truszkowska y Faus�na Kowalska. En la homilía dijo el Papa, entre otras cosas: "Te saludo, sor Faus�na. Desde hoy la Iglesia te nombra Beata, especialmente la Iglesia de la �erra polaca y lituana. ¡Oh, Faus�na, qué maravilloso ha sido tu camino! Cómo no pensar que precisamente a �, una pobre y sencilla hija del pueblo polaco de Mazowse, Cristo te ha elegido para

recordar a la gente el gran misterio de la Divina Misericordia. Llevaste este misterio con�go, dejando este mundo después de una vida breve llena de sufrimientos. Al mismo �empo, este misterio se ha conver�do en un grito profé�co dirigido al mundo y Europa. Tu mensaje de la Divina Misericordia nació prác�camente en la vigilia del temible cataclismo de la Segunda Guerra Mundial. No te sorprenderías si hubieras podido experimentar sobre la �erra lo que este mensaje ha llegado a ser para la atormentada gente de aquel �empo del desprecio, cómo se ha extendido en el mundo. Hoy -creemos esto profundamente- miras en Dios el fruto de tu misión sobre la �erra. Hoy experimentas de la misma Fuente, que es tu Cristo: Dives in misericordia. "Siento claramente que mi misión no termina con la muerte, sino que comienza...", escribió sor Faus�na en su Diario. ¡Y así realmente ha sucedido! Su misión con�núa y está dando frutos sorprendentes. ¡Es realmente maravilloso el modo en que su devoción a Jesús Misericordioso se abre camino en el mundo contemporáneo y conquista tantos corazones humanos! Esto es sin duda un signo de nuestro siglo XX. El balance de este siglo que termina, presenta además de las conquistas, que a menudo han superado las de épocas precedentes, también una profunda inquietud y miedo acerca del porvenir. ¿Dónde, por lo tanto, sino en la Divina Misericordia, puede encontrar el mundo el refugio y la luz de la esperanza? Los creyentes lo intuyen perfectamente". Cuatro meses después de la bea�ficación, Juan Pablo II peregrinó a la Lituania independiente. En Vilna, el 5 de sep�embre de 1993, visitó la iglesia del Espíritu Santo, donde rezó ante la imagen de Jesús Misericordioso pintada por Eugeniusz Kazimirowski. El arzobispo de Moscú Tadeusz Kondrusewicz, que siete años antes fue uno de los protagonistas de la sus�tución de la imagen de Nowa Ruda. El Papa insis�ó en su homilía en la necesidad de colaboración mutua entre polacos y lituanos, y confió las relaciones entre ambas naciones a la religiosa recién bea�ficada. Y dijo: "Sor Faus�na fue durante muchos años "una de vosotros" y esta iglesia custodia con gran celo la sagrada imagen de Jesús Misericordioso, por ella venerada y difundida. Queridos, procurad conver�os en imitadores de su amor filial hacia la

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San�sima Trinidad. Aprended de sor Faus�na, humilde y fiel tes�go de Dios, a ser en cada circunstancia hijos e hijas del Padre celeste, a ser d isc ípulos del Verbo encarnado y dóci les instrumentos del Espíritu vivificante y consolador. Que la beata Faus�na interceda por cada uno de nosotros y que nos ayude a conservar la mirada fija en la eternidad celes�al, poniendo siempre, como ella lo hizo, a Dios en el primer lugar de la existencia".En 1992, el cardenal Franciszek Macharski elevó la capilla de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en Lagiewniki al rango de Santuario de la Divina Misericordia. Se convir�ó así en el centro mundial del culto iniciado por sor Faus�na. Comenzaron a llegar mul�tudes de peregrinos que rebosaban el pequeño espacio interior del convento. Por consiguiente, se hizo necesaria la construcción de la nueva basílica y un Centro de pastoral para los fieles. En 1996, se cons�tuyó la Fundación del Santuario de la Divina Misericordia para recaudar fondos para la construcción del nuevo templo. El proyecto de la basílica y su recinto lo realizó el profesor Witold Ceckiewicz de Cracovia. El 7 de junio de 1997, peregrinó a Lagiewniki, Juan Pablo II firmó la maqueta de la ampliación del santuario y rezó en la capilla ante la imagen pintada por Hyła. En la homilía dijo: "Nada necesita el hombre tanto como la Divina Misericordia: ese amor que quiere bien, que compadece, que eleva al hombre, por encima de su debilidad, hacia las infinitas alturas de la san�dad de Dios. En este lugar lo percibimos de modo par�cular. En efecto, aquí surgió el mensaje de la Divina Misericordia que Cristo mismo quiso transmi�r a nuestra generación por medio de la beata Faus�na. Y se trata de un mensaje claro e inteligible para todos. Cada uno puede venir aquí, contemplar este cuadro de Jesús Misericordioso, su Corazón que irradia gracias, y escuchar en lo más ín�mo de su alma lo que oyó la beata. "No tengas miedo de nada. Yo estoy siempre con�go" (Diario, 613). Y, si responde con sinceridad de corazón: "Jesús, con�o en Ti", encontrará consuelo en todas sus angus�as y en todos sus temores. En este diálogo de abandono se establece entre el hombre y Cristo un vínculo par�cular, que genera amor. Y "en el amor no hay

temor -escribe san Juan-; sino que el amor perfecto expulsa el temor" (1Jn 4,18). La Iglesia recoge el mensaje de la Misericordia para llevar con más eficacia a la generación de este fin de milenio y a las futuras la luz de la esperanza. Pide incesantemente a Dios misericordia para todos los hombres".Para comprender la importancia que san Juan Pablo II daba al mensaje de la Divina Misericordia, es relevante su decisión de 1994: ins�tuir un Centro de la Espiritualidad de la Divina Misericordia en el Va�cano para que fuera un centro pastoral y evangelizador basado en el mensaje de sor Faus�na. El Papa eligió la iglesia del Santo Spirito in Sassia como sede de este centro, pues está cerca de la Basílica de San Pedro. Ese templo desde hace siglos está relacionado con el hospital vecino, donde muchos cris�anos médicos, enfermeras, capellanes y voluntarios pueden en la prác�ca ejercer la misericordia con los enfermos y sufrientes. Al visitar esa iglesia, el 23 de abril de 1995, Juan Pablo II la reconoció "muy importante, porque justamente aquí, junto al hospital an�guo, se encuentra un lugar para la oración, para poder cuidar sin cesar del cuerpo y del alma”.

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SantaFragmento del libro CONFÍO Siguiendo las huellas

de santa Faus�na KowalskaGrzegorz GórnyJanusz Rosikoń

Se cumple el testamento de sor Faus�na.

La bea�ficación de sor Faus�na hizo más popular el culto de la Divina Misericordia Desde todos los rincones del mundo se informaba de gracias recibidas por intercesión de la monja polaca. Tras ser comprobado otro milagro por la Santa Sede, la curación de una enfermedad incurable, Juan Pablo II decidió canonizarla, es decir, inscribirla en el catálogo de los santos de la Iglesia Católica. Uno de los par�cipantes en la misa de canonización fue el Sacerdote estadounidense de origen polaco, padre Ronald Pytel, que experimentó el milagro reconocido más tarde por el Va�cano.Con las palabras de la Coronilla a la Divina Misericordia. Después de la operación, el cirujano doctor Peter Green dijo al padre Larry Gesy que mi corazón estaba dañado a causa de la estrechez de la válvula, que no permi�a el libre flujo de la sangre. Si no hubiera tenido la operación, mi vida se hubiera visto amenazada. Después del siguiente examen, el doctor N. Fortuin le dijo que no podia prever cómo sería mi vida en adelante, pero estaba seguro de que no podría vivir con normalidad. Constató con seria preocupación que nadie me daba garan�as de vida, o de poder gozar de una vida larga. Su diagnós�co no

era muy op�mista. El ventrículo izquierdo se veía muy deteriorado. Mi amigo me lo daba a conocer poco a poco.El 5 de octubre de 1995, durante todo el día celebramos el oficio delante del San�simo Sacramento expuesto en la custodia. Rezamos la Coronilla a la Divina Misericordia, el rosario y otras oraciones. El día terminó con la santa Misa. Así nos preparábamos para la visita del Santo Padre a Bal�more, el 8 de octubre de 1995. Presidí la santa Misa. Durante la homilía hablé sobre la confianza en Dios y sobre cómo Dios me tocaba con su misericordia. Aquella tarde un grupo de personas oraba por mi curación. Imploraban la intercesión de la beata sor Faus�na y yo veneré sus reliquias. Durante la oración yo descansaba en el Espíritu Santo. Estuve echado en el suelo cerca de 15 minutos. Estaba totalmente consciente pero no podía moverme. Me sen�a como una persona paralizada cuando mis parroquianos oraban encima y alrededor mío.MedicamentoLo tomé cerca de medianoche y ya me estaba preparando para acostarme. En aquel momento, al respirar profundamente sen� un dolor cerca del corazón. Hasta aquel momento nunca había tenido tal dolor, me dolía solamente la cicatriz de después de la operación. Era algo nuevo, algo desconocido. Pensé que era el efecto de la ac�vidad excesiva durante el día. Después de algún �empo me di cuenta de que el dolor aumentaba tras tomar el medicamento. Al día siguiente no tomé la medicina y el dolor no apareció.

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Llamé al doctor Fortuin para hablarle del problema. Yo sen�a que el medicamento para el corazón originaba el dolor. El doctor Fortuin dijo que era el mejor medicamento para mi enfermedad y que durante dos meses mi organismo lo había tolerado sin efectos secundarios... Sin embargo, vista la reacción de mi organismo, me recomendó tomar un día la mitad de la dosis y al día siguiente la dosis entera, alterna�vamente, y llamarle una semana después Cuando tomaba la mitad de la dosis me sen�a mejor. El dolor era menos intenso y se pasaba más rápido. Llamé al doctor Fortuin para informarle de mi observación. Me dijo que siguiera tomando la mitad de la dosis de la medicina hasta la visita que iba a tener 9 días más tarde.El 9 de noviembre fui al doctor Fortuin. Después del examen inicial, me hicieron un ecocardiograma. El médico miró los resultados del test y me invitó a su despacho. Me estuvo contemplando en silencio durante cierto �empo, que a mí me pareció una eternidad y por fin dijo: Ron, alguien intercedió por �. Pregunté: ¿Qué quiere decir con esto? contestó: Tu corazón está sano. Pregunté asombrado: ¿Qué? Y

él repi�ó: Tu corazón es sano. Le dije: El doctor Green sugirió repe�r el ecocardiograma para ver si el ventrículo izquierdo se había fortalecido. Y el doctor Fortuin replicó: No, no... estamos hablando de un corazón totalmente normal. Yo no era muy op�mista en cuanto a tu estado de salud. No se explicar lo que ha pasado. Y con�nuó: No �enes ninguna limitación, no debes tomar ningún medicamento. Nos volveremos a ver dentro de un año, durante la próxima visita de control. Le pregunté asombrado: ¿Dentro de un año? Contestó: Si, dentro de un año. Tu corazón está completamente sano. Al salir del médico llamé al padre Larry Gesy y le dije lo que había oído del doctor Fortuin. Contestó: Es el milagro que pedíamos.En noviembre de 1996 fue convocada una comisión oficial en la arquidiócesis de Bal�more para examinar las opiniones juradas de los médicos y declaraciones de los tes�gos que hablaron de los cambios en mi estado de salud. Una vez terminado el proceso diocesano, v ino e l padre Sera�n Michalenko, vicepostulador de la causa de sor Faus�na en los Estados Unidos y del Tribunal de Bal�more y recogió los documentos sellados que en diciembre de 1996 nosotros mismos llevamos a Roma. Los documentos comprendían más de 800 páginas de registros médicos y cerca de 500 de material jurado. Sé que la beata sor Faus�na intercedió por mi ante Jesús y que Su amor me tocó y me sanó. Así de fácil.La canonización de sor Faus�na Kowalska se celebró el 30 de abril de 2000. Ella misma describió este acontecimiento 63 años antes en las páginas de su Diario.El 23 de marzo de 1937 tuvo una revelación en la cual v i o q u e l a c a n o n i z a c i ó n s e c e l e b r a b a simultáneamente en Roma y Cracovia. Aunque no conocía el invento de la televisión ni la comunicación a través de la transmisión de imágenes en directo, la describió.SantaFaus�na escribió que de repente sin�ó la presencia divina, y -de forma inesperada para ella misma- se encontraba a la vez en dos lugares: en la Basílica del

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Va�cano y en la capilla del convento en Lagiewniki. La monja no era capaz de explicarlo, pero podía ver que la ceremonia se hacía en ambos lugares al mismo �empo. Podía ver que la capilla de Cracovia había sido decorada para una fes�vidad solemne y estaba totalmente llena de fieles. En el altar mayor se exponía la custodia con el San�simo Sacramento. Las personas presentes en el templo irradiaban alegría y muchos de ellos recibían las gracias que pedían.La misma ceremonia también se celebraba en la basílica de San Pedro en el Va�cano. La presidía el Santo Padre acompañado por muchos sacerdotes. De repente, Faus�na vio a san Pedro que se ponía entre el altar y el Papa, y comenzó a hablar con el Santo Padre. La monja no oyó lo que dijo el primer obispo de Roma a su sucesor, pero vio que el Papa lo

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comprendió todo. De pronto, alrededor de Faus�na aparecen unos clérigos que no conocía y dijeron que tenían que examinar sus escritos. Hablaban con ella y hacían preguntas, pero sen�a que intentaban humillarla. Entonces, el mismo Cristo se puso en su defensa y respondía a los sacerdotes, ayudándoles a comprender cuando no entendían algo. Más tarde la mís�ca Santa vio cómo del San�simo Sacramento salieron de repente dos rayos-los mismos que hay en la imagen de Jesús Misericordioso- y se extendieron por todo el mundo. Todo esto duró tan sólo un momento, aunque parecía como si hubiera pasado un día. En algún momento Faus�na vio a Jesús que estaba en el altar de la capilla en Lagiewniki. Apareció en la forma en la que era representado en la imagen. La monja se dio cuenta de que la gente

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reunida en el templo no veía a Cristo, sólo ella lo veía. Jesús miraba con gran bondad a los reunidos, especialmente al Papa y a los sacerdotes. De repente, Faus�na fue subida y puesta en el altar junto a Cristo. Sen�a que la llenaba la alegría y la paz celes�ales. Jesús se inclinó hacia ella y le preguntó qué quería. Ella respondió que Su gloria y la devoción de Su misericordia. Entonces él le dijo que ya recibía el culto y la gloria gracias a la ins�tución de la Fiesta de la Misericordia. De nuevo le pregunto qué era lo que quería. Entonces Faus�na miró a la mul�tud reunida y le pidió al Señor que bendijera a todos los que estaban allí reunidos para rendir homenaje a la Divina Misericordia. Jesús cumplió la pe�ción de la mís�ca e hizo la señal de la cruz con la mano, y ella misma se sumergió en el amor de Dios. Cuando más tarde volvió en si, sin�ó una profunda paz.Esta profecía, escrita en marzo de 1937, se cumplió en abril del año 2000. Las ceremonias de canonización se llevaron a cabo simultáneamente en dos lugares: en el Va�cano, con la par�cipación del Santo Padre y en el convento de Lagiewniki en Cracovia. En ellas par�ciparon tal como se describe en la visión- una incontable mul�tud de personas. Entre los reunidos en el Va�cano y Cracovia se estableció una conexión, no sólo espiritual, sino también literal, gracias a la comunicación directa a través de la televisión y pantallas gigantes. La imagen y el sonido se transmi�an en ambas direcciones, permi�endo que los peregrinos que estaban en la Plaza de San Pedro pudieran ver la ceremonia en

Cracovia y los fieles de Lagiewniki la transmisión en directo desde el Va�cano. El momento de la proclamación de sor Faus�na como santa de la Iglesia provocó el entusiasmo de los fieles reunidos en ambos lugares. Según los organizadores, en la ceremonia de Cracovia, presidida por el obispo Kazimierz Nycz, par�ciparon 70.000 peregrinos de todo el mundo, y en la misa de canonización, en Roma, alrededor de 150.000. En la homilía de la canonización, Juan Pablo I I d i jo: "Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro �empo, la vida y el tes�monio de sor Faus�na Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron tes�gos y par�ciparon en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.Jesús dijo a sor Faus�na: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la Misericordia Divina" (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, úl�mo del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más

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intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro �empo. ¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la �erra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la Misericordia Divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faus�na, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.No obstante, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: "Paz a vosotros". Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna".Más adelante, en la homilía, el Santo Padre también dijo: "La canonización de sor Faus�na �ene una elocuencia par�cular: con este acto quiero transmi�r hoy este mensaje al nuevo milenio. Lo transmito a todos los hombres para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos. El amor a Dios y el amor a los hermanos son efec�vamente inseparables, como nos lo ha recordado la primera carta del apóstol san Juan: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.En efecto, no es fácil amar con un amor profundo, cons�tuido por una entrega autén�ca de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en Él, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una ac�tud de gratuidad y comunión, de

generosidad y perdón. ¡Todo esto es misericordia!En la medida en que la humanidad aprenda el secreto de esta mirada misericordiosa, será posible realizar el cuadro ideal propuesto por la primera lectura: "En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sen�an lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía" (Hch 4, 32). Aquí la misericordia del corazón se convir�ó también en es�lo de relaciones, en proyecto de comunidad y en comunión de bienes. Aquí florecieron las "obras de misericordia", espirituales y corporales. Aquí la misericordia se transformó en hacerse concretamente "prójimo" de los hermanos más indigentes.Sor Faus�na Kowalska dejó escrito en su Diario: "Experimento un dolor tremendo cuando observo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del prójimo repercuten en mi corazón; llevo en mi corazón sus angus�as, de modo que me destruyen también �sicamente. Desearía que todos los dolores recayeran sobre mi, para aliviar al prójimo" (p. 365). ¡Hasta ese punto de comunión lleva el amor cuando se mide según el amor a Dios!En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de sen�do, los desa�os de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada uno y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su in�midad.Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba par�cularmente dura, o abrumados por el peso de los pecados come�dos, han perdido la confianza en la vida y han sen�do la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en Ti con�o", que la Providencia sugirió a través de sor Faus�na! Este sencillo acto de

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abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno.Al final de su homilía, el Papa se dirigió a la santa: "Y tú, Faus�na, don de Dios a nuestro �empo, don de la �erra de Polonia a toda la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la Misericordia Divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a tes�moniarla a nuestros hermanos. Que tu mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las naciones a la prác�ca de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente con�go, nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza: Cristo, Jesús, en Ti con�o, en �".El significado de lo ocurrido en la Plaza de San Pedro, el 30 de abril del año 2000, no sólo se limita a la canonización de sor Faus�na. Ese día, Juan Pablo II cumplió el deseo expresado por Jesús en las páginas del Diario de la mís�ca polaca. En el Año Jubilar ins�tuyó una nueva fiesta para toda la Iglesia, el Domingo de la Divina Misericordia. En aquella ocasión, el Papa dijo a los fieles reunidos: "Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a par�r de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de

"domingo de la Misericordia Divina". A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que "el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a "usar misericordia" con los demás: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7)" (Dives in misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múl�ples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales. Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos los con�nentes sor Faus�na, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: "Misericordias Domini in aeternum cantabo".En el documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del 5 de mayo de 2000, leemos que "El Sumo Pon�fice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el �tulo del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación de la Divina Misericordia, prescribiendo igualmente que, por lo que respecta a la celebración litúrgica de dicho Domingo, se empleen siempre los textos que para dicho día disponen el Misal Romano y la Liturgia de las Horas del Rito Romano". La Congregación anunció que a las órdenes de Juan Pablo II "queda abrogada cualquier disposición contraria a la presente". Así se cumplió el deseo de Jesús que fue expresado por primera vez a sor Faus�na en febrero de 1931 en Plock. Más tarde, en muchas revelaciones sucesivas, Cristo definía no sólo la fecha de la fiesta en el calendario litúrgico, sino también el obje�vo y el propósito de la creación y la forma de prepararla y celebrarla, así como las promesas relacionadas con la fiesta. Estas úl�mas son verdaderamente únicas. La mayor promesa es la

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gracia del "perdón plenario de los pecados y de las penas". La indulgencial está relacionada con la Santa Comunión recibida el mismo día después de una buena confesión (no es necesario confesarse el mismo dia, pero no se puede estar apegado al pecado en el corazón). También es necesario vivir la fiesta con el espíritu de la devoción a la Divina Misericordia, es decir, tener la ac�tud de la confianza puesta en Dios y tratar de ejercer el amor ac�vo al prójimo.El establecimiento de la Fiesta de la Divina Misericordia en el año 2000, sin embargo, no implicaba automá�camente el reconocimiento de todas las gracias relacionadas con ella. El 29 de junio de 2002, la Santa Sede publicó otro documento sobre la nueva fiesta. En nombre de la Penitenciaría Apostólica, el Arzobispo Luigi de Magistris emi�ó un decreto "con el poder eterno", que establece: "Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pon�fice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria, como se indicará más abajo (...).Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarís�ca y oración por las intenciones del Sumo Pon�fice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia Divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, par�cipe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia Divina, o al menos rece, en presencia del San�simo Sacramento de la Eucaris�a, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padre nuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, con�o en Ti"). Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito de todo, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legí�mamente aprobadas. Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes polí�cas, la inclemencia de los lugares y otras causas

parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una ac�vidad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia Divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padre nuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, Jesús misericordioso, confio en Ti"). Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo dia podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las moles�as de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria".

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El padre profesor Ignacy Rozycki, que desarrolló la base teológica de la Fiesta de la Divina Misericordia, señaló que lo más importante de esta devoción son dos ac�tudes complementarias: la confianza en Dios y la misericordia con el prójimo. Como saca a la luz el Diario, la confianza es la primera respuesta y la más adecuada del hombre al amor misericordioso de Dios. "Las gracias de Mi misericordia se toman con un solo recipiente y éste es la confianza. Cuanto más con�e un alma, tanto más recibirá. Las almas que con�an sin límites son Mi gran consuelo, porque en tales almas vierto todos los tesoros de Mis gracias. Me alegro de que pidan mucho, porque Mi deseo es dar mucho, muchísimo. Me pongo triste, en cambio, si las almas piden poco, estrechan sus corazones." (Diario 1578).En los escritos de sor Faus�na, la confianza no es una sola virtud o un sen�miento piadoso, sino la ac�tud íntegra de apertura del hombre a Dios. El segundo e l e m e n t o n e c e s a r i o p a r a e x p e r i m e n t a r adecuadamente la devoción a la Divina Misericordia es la ac�tud de misericordia hacia los demás. Jesús dijo a sor Faus�na: "Exijo de � obras de misericordia

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que deben surgir del amor hacia Mi. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni jus�ficarte." (Diar io 742). Estas obras de misericordia -mediante acciones, palabras o la oración- deben surgir del amor a Dios y no de la caridad natural o de una ac�tud filantrópica.El padre Ignacy Rozycki explicaba que la gracia del perdón plenario de las culpas y penas relacionada con la Fiesta de la Divina Misericordia es mayor que la gracia de la indulgencia plenaria: No se trata sólo de la remisión de los cas�gos terrenales debidos a los pecados come�dos; sin embargo, no se trata sólo del perdón de las penas. Esta gracia también es mucho mayor que las gracias de los seis sacramentos, con la excepción del sacramento del bau�smo, ya que el perdón de todos los cas�gos y penas lo recibimos sólo por la gracia del sacramento del bau�smo. En las promesas mencionadas, Jesús relacionó el perdón, los cas�gos y penas con la Sagrada Comunión recibida en la Fiesta de la Misericordia, y en este sen�do la llevó a la categoría del "segundo bau�smo".

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SANTA FAUSTINA KOWALSKA BIOGRAFIA

hna. Elżbieta Siepak ISMM

Es “el don de Dios a nuestro �empo”, gran Mís�ca, Maestra de la vida espiritual, Profeta que recordó al m u n d o l a v e r d a d b í b l i c a s o b r e e l a m o r misericordioso de Dios a cada persona y llama a proclamarla al mundo mediante el tes�monio de vida, la obra, la palabra y la oración, Apóstol de la D i v i n a M i s e r i co rd i a , S e c reta r i a d e J e s ú s Misericordioso, aquí los �tulos más frecuentes que acompañan al nombre de Santa Sor Faus�na Kowalska de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia que forma parte del círculo de los santos más conocidos y queridos y también de los mayores mís�cos de la Iglesia Católica.Nació el 25 de agosto de 1905, en la aldea de Głogowiec, como la tercera hija entre diez hermanos de la familia de Mariana y Estanislao Kowalski. Dos días después, en el bau�zo celebrado en la iglesia parroquial de Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. A los 9 años recibió la Primera Comunión. Su educación escolar duró apenas tres años. Después trabajó como sirvienta en casas de acomodadas familias de Aleksandrów Łódzki y Łódź. Desde los siete años sin�ó en su alma el llamado a servir a Dios, pero los padres no le daban permiso para entrar en el convento. Sin embargo, apresurada

por la visión de Cristo sufriente, en julio de 1924 salió para Varsovia para buscar lugar en un convento. Tuvo que trabajar de sirvienta un año más para poder aportar una pequeña dote. El 1 de agosto de 1925 ingresó en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en Varsovia, en la calle Żytnia.En esta Congregación vivió 13 años cumpliendo los deberes de cocinera, vendedora en panadería, jardinera y portera en dis�ntas casas. Los períodos más largos los pasó en Cracovia, Vilna y Płock. Padecía tuberculosis pulmonar y del tubo diges�vo, por eso pasó más de 8 meses en el hospital de Prądnik, en Cracovia. La enfermedad le causaba grandes sufrimientos, sin embargo, fueron mucho mayores los tormentos que soportaba como un sacrificio voluntario por los pecadores y como Apóstol de la Divina Misericordia. Experimentó muchas gracias extraordinarias: revelaciones, éxtasis, es�gmas ocultos, los dones de bilocación, de leer en las almas humanas y también de promesas y desposorios mís�cos.La tarea fundamental de Sor Faus�na fue transmi�r a la Iglesia y al mundo el mensaje de la Misericordia que recuerda la verdad bíblica de la fe sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona llama a confiar a Dios nuestra vida y amar ac�vamente al prójimo. Jesús le mostró cuán profunda es su misericordia y comunicó las nuevas formas de culto: la imagen con la inscripción “Jesús, en Ti con�o”, la Fiesta de la Misericordia, la Coronilla a la Divina Misericordia y la oración en la hora de su agonía en la cruz llamada la Hora de la Misericordia. A cada una de estas formas y a la proclamación del mensaje de la Misericordia vinculó grandes promesas con tal de cuidar de la ac�tud de confianza en Dios, es decir, de cumplir su voluntad y ejercer la misericordia al prójimo.Sor Faus�na falleció el 5 de octubre de 1938 en el convento de Cracovia-Łagiewniki, a los apenas 33 años. De su carisma y su experiencia mís�ca nació el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia que con�núa su misión, proclamando al mundo el mensaje de la Misericordia a través del tes�monio de vida, la obra, la palabra y la oración. El 18 de abril de

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1993, el Santo Padre Juan Pablo II elevó a Sor Faus�na a la gloria de los altares y el 30 de abril de 2000 la canonizó. Las reliquias de la Santa descansan en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia- Łagiewniki.El Santo Padre Juan Pablo II escribió que en una época de grandes totalitarismos. Sor Faus�na se hizo portavoz del mensaje de que la única fuerza capaz de equilibrar el mal de los mismos es la verdad sobre la misericordia de Dios. Llamó su “Diario” “el evangelio de la misericordia escrito en perspec�va del siglo XX”, que permi�ó a la gente sobrevivir las sumamente dolorosas experiencias de esos �empos. Este mensaje – dijo el Santo Padre Benedicto XVI – es realmente central para nuestro �empo: la Misericordia como fuerza de Dios, como límite divino contra el mal del mundo. 1. Niña benditaEstanislao Kowalski y Mariana Babel después de casarse compraron un par de “morga” (”morga” es u n a m e d i d a a g r a r i a p o l a c a , 5 6 á r e a s aproximadamente) lejos de las carreteras y de las ciudades. Pronto construyeron una casa de planta baja y las dependencias. En la iglesia parroquial de San Casimiro en Świnice Warckie fueron bau�zados todos los hijos de los Kowalski, allí recibieron la Primera Comunión y allí par�cipaban en la santa Misa todos los domingos y fiestas. El 27 de agosto de 1905, el párroco José Chodyński anotó en el registro parroquial: Sucedió en Świnice el 27 de agosto de

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1905, a la una de la mañana. Se presentaron: Estanislao Kowalski – agricultor de 40 años, Francisco Bednarek de 35 años y José Stasiak de 40 años – agricultores de Głogowiec, con un bebé de sexo femenino, nacido de Mariana Babel de 30 años, en la aldea de Głogowiec, el 25 de agosto de 1905 a las 8 de la mañana. En el Santo Bau�smo se impuso a la niña el nombre de Elena. Asis�eron los padrinos: Konstanty Bednarek y Mar iana Szewc zyk (Szczepaniak).Los Kowalski llevaban una vida tranquila marcada por la oración y el trabajo. Dios estaba en primer lugar cada día y no solamente los domingos y las fes�vidades familiares. Desde por la mañana el padre cantaba “godzinki” (canciones populares polacas en honor de María, basadas en la Liturgia de las Horas) y otras canciones religiosas. Cuando la madre le regañaba porque iba a despertar a los niños, contestaba: Desde pequeños deben aprender que el más importante es Dios. De las paredes colgaban cuadros de temas religiosos y en el lugar central del dormitorio estaba un pequeño altar con Jesús crucificado y dos figuritas de loza: la del Sagrado Corazón de Jesús y la del Corazón Inmaculado de María. Por las noches todos se reunían para orar en común. En mayo, delante de la capilla que se encontraba delante de la casa, cantaban la “Letanía Loretana” y en octubre rezaban juntos el rosario. En las tardes dominicales, de una pequeña biblioteca casera el padre sacaba biogra�as de los santos para leerlas en común.Para mantener a su numerosa familia, además de trabajar en el campo, el padre se dedicaba también a la carpintería en su pequeño taller. Era exigente consigo mismo y con los niños. No toleraba las más pequeñas desobediencias. La madre se ocupaba de la casa y de la educación de los niños. Con la bondad que la caracterizaba enseñaba a sus hijos a trabajar en casa y en la granja y a cumplir responsablemente con los deberes encargados. Aunque no sabía leer, fue ella quien enseñó a sus hijos las verdades de la fe y las normas morales y los preparó para la Primera Comunión.En tal ambiente de la casa familiar iba creciendo la

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pequeña Elena, desde los siglos elegida por Dios para ser profeta de nuestro �empo. Pero algo la dis�nguía de sus hermanos y otros niños del pueblo. La madre notó que a la niña le gustaba mucho orar. Incluso durante la noche, se levantaba de la cama, se ponía de rodillas y oraba. Cuando le decía: Te vas a volver loca de despertarte tanto y no dormir, Elenita contestaba: Mamita, será el ángel que me despierta para que no duerma y ore.Al cumplir 7 años, por primera vez experimentó el amor de Dios de modo palpable. Estaba en vísperas – recordó después de años – y el Señor Jesús estaba expuesto en la custodia, entonces, por primera vez se me comunicó el amor de Dios y llenó mi pequeño corazón y el Señor me hizo comprender las cosas divinas (Diario 1404). Con gran emoción se preparaba para la Primera Comunión. La recibió del padre Roman Pawłowski en la iglesia parroquial. Regresaba a casa consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Cuando una vecina la preguntó por qué no iba junto con sus amigas sino sola, contestó: No voy sola, voy con el Señor Jesús. La sensibilidad a la presencia del Dios vivo en el alma se notaba ya en su niñez e iba creciendo durante toda la vida junto con la sensibilidad a las necesidades de otras personas.Desde la niñez se dis�nguía por “la imaginación de la caridad”. Veía a su alrededor a los pobres y necesitados que venían al pueblo para pedir pan y limosna. No sólo los veía, sino que también pensaba en cómo ayudarlos. Una vez organizó una tómbola, otra se puso la ropa vieja de su mamá y disfrazada de mendiga fue de casa en casa pidiendo limosna que posteriormente entregó al párroco para las necesidades de los pobres. La querían todos, –recordaba la madre– era la elegida y la mejor de todos los hermanos. Humilde y silenciosa, dispuesta a cualquier �po de trabajo y a ayudar a todos, pero al mismo �empo alegre y siempre sonriente.No sólo los padres notaban la bondad de la pequeña Elena, su sensibilidad hacia Dios y a los hombres y su gran obediencia. Tenéis una niña buena, humilde y muy inocente, elogiaba a Elenita la vecina Mariana Berezińska. – Ah, esta Kowalska �ene una niña

elegida, decía a otros vecinos. También los hermanos y otros niños veían en Elenita a quien pensaba de otra manera, renunciaba a los juegos campestres, le gustaba la oración y los libros sobre los santos. Desde pequeña le gustaba hablarnos de los santos, peregrinos y ermitaños que se alimentaban solamente de raíces, bayas y miel silvestre – recordaba su hermano Estanislao.- Para agradar al padre, de la pequeña biblioteca casera sacaba libros sobre los santos u otros temas religiosos y los leía en voz alta. Leyendo sobre la vida de ermitaños y misioneros, memorizaba todo y al día siguiente, pastando reses, nos contaba a nosotros y a los demás con todos los detalles las historias leídas. Decía a los niños que cuando sea mayor entrará en un convento pero nos reíamos de eso . No la comprendíamos.Cuando en 1917, tras la liberación de estas �erras del dominio ruso, en Świnice Warckie fue organizada la educación primaria, Elenita empezó su educación escolar. Ya sabía leer, porque se lo había enseñado el padre. Era una alumna talentosa, asimilaba el saber sin dificultades, sin embargo, tres años más tarde tuvo que interrumpir la educación escolar para ceder lugar a otros niños más pequeños. Como a la familia no le sobraba nada, Elena, al igual que sus hermanas mayores, fue a trabajar de sirvienta en casas de familias acomodadas.2. Una claridad extraordinariaAl cumplir 16 años, por primera vez se despidió de

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sus padres y sus hermanos y abandonó la casa familiar. Fue a Aleksandrów Łódzki donde vivían los señores Leocadia y Casimiro Bryszewski, que tenían una panadería y una �enda en la calle Parzęczewska 30 (ahora 1 Maja 7) y necesitaban una chica para ayudar en casa y para ocuparse de su hijo único, Zenek. Mamá atendía a los clientes – recordaba después de años – y Elenita hacía la limpieza, ayudaba a cocinar, tenía que fregar, �rar la basura, traer agua porque en casa no había tuberías de agua. Servía también comida a los trabajadores de la panadería a quienes mis padres daban de comer. Y si el �empo lo permi�a me entretenía a mí. Tenía muchísimo trabajo porque la casa tenía cuatro estancias, la �enda y la panadería.Un día Elenita vio allí una gran claridad. Pensó que era un incendio y puso grito en el cielo en el momento cuando los panaderos estaban me�endo el pan en el horno. La alarma resultó falsa. Poco después de este misterioso acontecimiento regresó a Głogowiec para pedir a sus padres permiso para entrar en el convento. Los Kowalski, aunque muy piadosos, no deseaban tal des�no para la mejor de sus hijas y dijeron que no, alegando como excusa la falta de dinero para la dote. Pues Elenita volvió a ser sirvienta. Esta vez viajó a Łódź. Vivió en casa de su �o Miguel Rapacki, en la calle Krośnieńska n°9 y trabajó en la casa de tres terciarias franciscanas. Al comenzar este trabajo se reservó el derecho de tener cada día el �empo libre para la santa Misa, para visitar a los enfermos y agonizantes y de beneficiarse de la asistencia espiritual del confesor de las hermanas.El 2 de febrero de 1923, con una oferta de trabajo de la oficina de colocación, se presentó en casa de Marcjanna Sadowska, propietaria de una �enda de alimentación, en la calle Abramowskiego 29, que necesitaba ayuda para cuidar de sus tres hijos. Cuando yo salía de casa – recordaba la señora Sadowska a su sirvienta – estaba tranquila porque ella hacía todo mejor que yo. Amable, tratable, trabajadora. No puedo decir nada malo de ella, porque era más que buena. Tan buena que no hay palabras para expresarlo. Cuidaba no sólo de los niños de su patrona sino también de los necesitados que en aquel entonces no faltaban. En la casa donde

vivía, en un escondite de debajo de la escalera, vivía un hombre enfermo. Elenita le traía comida y ayudaba cuando era necesario. Se preocupó también por su salvación llevándole a un sacerdote.Al cumplir 18 años Elenita volvió a pedir a sus padres permiso para entrar en el convento. Obtuvo otra nega�va. Después de esa nega�va – escribió en el Diario – me entregué a las vanidades de la vida sin hacer caso alguno a la voz de la gracia, aunque mi alma en nada encontraba sa�sfacción. Las con�nuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento, sin embargo, intenté apagarlas con distracciones (Diario 8). No rechazó, pues, la invitación a una fiesta en el parque “Venecia”. En el momento en que empecé a bailar – apuntó en el Diario – de repente vi a Jesús junto a mí. A Jesús mar�rizado, despojado de sus ves�duras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo me harás sufrir, hasta cuándo me engañarás? (Diario 9). Bajo el pretexto del dolor de cabeza abandonó a sus acompañantes y se fue a la iglesia más cercana la catedral de San Estanislao Kostka. Allí, postrándose en cruz delante del San�simo Sacramento, rogó al Señor que le indicara que debía de hacer en adelante. Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento oyó como respuesta. Sin volver a pedir permiso a los padres, recogió sus cosas y salió para la capital.En Varsovia, el párroco de la iglesia de San�ago, el padre San�ago Dąbrowski a quien se dirigió Elenita pidiendo ayuda, le dio una tarje�ta donde escribió que no conocía a la chica pero deseaba que sirviera y la envió a Ostrówek, municipio de Klembów, donde vivían los señores Aldona y Samuel Lipszyc que necesitaban ayuda para cuidar a sus niños. En su casa Elenita encontró un asilo del que salía para buscar un convento y al encontrarlo, volvió allí para reunir el dinero necesario para una pequeña dote. Recuerdo su risa sana y alegre – recordó después de años Aldona Lipszyc – cantaba mucho. La canción que siempre me la evoca y que ella cantaba muchísimo es: “He de adorar a Jesús escondido en el Sacramento…”. La aprendí de ella.Los señores Lipszyc trataban a Elenita como miembro de la familia. Todos la querían y respetaban mucho

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porque era laboriosa, alegre, sabía ocuparse de los niños. Como tenía todas las caracterís�cas necesarias para ser buena esposa y madre, la señora Lipszyc pensó en casarla. Sin embargo, Elenita sen�a que su corazón era tan grande que no lo podía llenar ningún amor humano, solamente Dios mismo. Eso fue durante la octava de Corpus Cris�. Dios llenó mi alma con una luz interior para que lo conociera más profundamente como el bien y la belleza supremas, –describió, años después, el acontecimiento más importante de cuando estaba en Ostrówek.– Comprendí cuánto Dios me amaba. Es eterno su amor hacia mí. Eso fue durante las vísperas. Con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios los votos de cas�dad perpetua. A par�r de aquel momento sen� una mayor in�midad con Dios, mi Esposo. En aquel momento hice una celdita en mi corazón donde siempre me encontraba con Jesús (Diario 16).3. ”Te llamé aquí”De Ostrówek iba en tren a Varsovia para buscar lugar en un convento. Pero donde llamaba, la despedían. Por fin, llamó a la casa de la Congregación de las

Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia. Nada especial, un poco mayorcita, de complexión bastante débil, sirvienta, de profesión cocinera y con todo esto sin la dote, sin el más pequeño ajuar. Una delgaducha, enclenque, pobre, sin expresión, nada prometedora – relató la madre Margarita Gimbu� su primera impresión del encuentro con Elenita a la superiora general, la madre Leonarda Cielecka que con desgana admi�a a la Congregación a las personas procedentes de ese medio social. Escuchó este relato la superiora de la casa de Varsovia, la madre Micaela Moraczewska que propuso hablar personalmente con la candidata. Por la puerta entreabierta del locutorio vio una muchacha humilde, de apariencia un poco descuidada, por lo que en un primer momento pensó despedirla, pero después vino la reflexión de que el amor al prójimo le empujaba primero hablar con ella. Al comenzar la conversación notó que la candidata tenía muy buena presencia y tuvo ganas de recibirla, pero antes le ordenó ir al dueño de la casa y preguntarle si la recibía. Elenita comprendió que debía ir a la capilla. Durante la oración oyó estas palabras: Te recibo, estás en mi Corazón (Diario 14). Cuando regresó al locutorio repi�ó eso a la superiora y ella le contestó: Si el Señor te ha recibido, yo también te recibo. La pobreza era el principal obstáculo para la inmediata entrada de Elenita en el convento. La superiora le sugirió, pues, que trabajara todavía algún �empo de sirvienta para ahorrar así un dinerito para comprar el ajuar y para afirmarse en su vocación.El 1 de agosto de 1925, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los Ángeles vino el momento deseado cuando Elena Kowalska pasó el umbral de la clausura del convento. Me sen�a sumamente feliz – apuntó en el Diario – me pareció que entraba en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias (Diario 17). Sin embargo, tres semanas después notó que en este convento había poco �empo para la oración, por lo que quiso trasladarse “a un convento de regla más estricta”. Por la noche, cuando oraba postrándose en cruz en su celda, vio el rostro dolorido de Jesús y le preguntó: ¿Quién te ha causado tanto dolor? - Tú me vas a herir dolorosamente – contestó Jesús – si sales

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de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias (Diario 19). Pidió perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambió la decisión que había tomado.Pocas semanas después de entrar en el convento, la superiora envió a la postulante Elenita, junto con dos otras hermanas, a la casa de descanso de Skolimów, en las cercanías de Varsovia, para que recuperase la salud deteriorada por severos ayunos prac�cados en casa y cuando trabajaba de sirvienta, así como por sus vivencias espirituales y el cambio de vida. En Skolimów preguntó a Jesús por quién debía orar. En respuesta tuvo una visión del Purgatorio durante la cual conoció que el mayor tormento de las almas que están en este lugar nebuloso, lleno de fuego es la añoranza de Dios. En el fondo de su alma oyó estas palabras: Mi misericordia no lo desea, pero la jus�cia lo exige (Diario 20). A par�r de aquel momento Elenita oró con más fervor por las almas del Purgatorio para ayudarlas y Dios le permi�ó tener una relación más estrecha con ellas.En aquel entonces la madre Juana Olga Bartkiewicz era la maestra del postulantado que es el primer período de la vida religiosa. A las postulantes que se preparaban para la vida en el convento, les tenía mucho cariño, pero al mismo �empo, era exigente y rigurosa para con ellas. Decía de Elenita que tenía una vida interior especial y que debía ser un alma agradable al Señor Jesús. La hermana Simeona Nalewajk que junto con Elenita estaba en el postulantado, la admiraba por tomar con humildad, sin discu�r, todas las amonestaciones y humillaciones. Me sorprendía – escribió en sus memorias – que una postulante principiante tuviera tanta bondad y se dominara tanto. Elenita, guiada por una fe viva, se comportaba así para asemejarse a Jesús que confiaba en el Padre Celes�al incluso en la cruz y que a lo largo de toda su vida fue manso y de corazón humilde, amaba a todos con un amor paciente, comprensivo y sacrificado.Elenita pasó los úl�mos meses del postulantado en la casa del noviciado de Cracovia donde llegó el 23 de enero de 1926. Por aquel entonces la madre Margarita Gimbu� era la maestra del noviciado. Era una persona entregada a la oración que con celo

prac�caba mor�ficaciones. Mansa y humilde, educaba a las jóvenes, ante todo, con el ejemplo de su vida. Fue ella quien preparó a Elenita para la toma de hábito y la guió durante los primeros meses del noviciado.4. ”A par�r de hoy te llamarás Sor María Faus�na”A par�r de hoy no llevarás tu nombre de bau�smo, sino que te llamarás Sor María Faus�na – estas palabras oyó Elena durante la ceremonia de la toma de hábito, el 30 de abril de 1926. Durante el acto se desmayó dos veces. La hermana Clemensa Buczek que la ayudó a quitarse el ves�do blanco y el velo y ponerse la ropa de monja, pensó que el desmayo se debió a las vivencias relacionadas con abandonar el mundo. Pero, como resultó después, Dios le dio a conocer lo mucho que iba a sufrir. Ella vio claramente a lo que se estaba comprome�endo. Ese sufrimiento duró un minuto y Dios volvió a colmar su alma con muchos consuelos.El 20 de junio de 1926, dos meses después de haber entrado Sor Faus�na en el noviciado, cambió su maestra. La madre Margarita Gimbu� fue sus�tuida por la madre Josefa Brzoza que se había preparado para esa función en Laval, de donde la fundadora de la Congregación, la madre Teresa Eva de los príncipes Sułkowski, condesa Potocka, recogió los modelos de la vida conventual y de trabajo apostólico en Polonia. La maestra era una persona de saber profundo y de mucha experiencia personal que introducía a las novicias en la vida conventual enseñándoles el profundo conocimiento de Dios, la oración y la adecuada ascesis para que su piedad no fuera “blanda”, basada en sen�mientos, sino sólida y encaminada a la cada vez más profunda unión con Dios a través de la obediencia, la humildad, el amor sacrificial por el prójimo y el celo por la salvación de las almas confiadas al cuidado apostólico de la Congregación. Sor Faus�na era una alumna aplicada que cumplía fiel y exactamente sus deberes. Estuvimos juntas en el noviciado un año – recuerda la hermana Crescencia Bogdanik – y vi que Sor Faus�na cumplía sus deberes con mucho celo. Siendo yo mayor que ella en el noviciado, era su tutora (su “ángel” como decíamos en el convento). La introducía en la vida del convento y admiraba la

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facilidad con la que asimilaba todo. No tenía que repe�rle nada dos veces, como es frecuente con otras novicias. Y siempre se notaba una alegría de niña en su cara. En aquel entonces Sor Faus�na hablaba mucho de la misericordia de Dios – recuerda la hermana Simeona Nelewajk – y yo, para contrastarla, acentuaba la jus�cia Divina. Pero con sus argumentos ella vencía siempre. Bromeando, las hermanas la llamaban “jurista”, porque sabía encaminar la conversación hacia las verdades de Dios. La querían y durante el recreo la rodeaban y cada una quería estar cerca de ella, porque sus pensamientos y charlas se referían a Dios, pero al mismo tempo estaba alegre.Su alegría decayó un poco al final del primer año de noviciado, cuando en su vida empezó el período de muy dolorosas experiencias espirituales, las llamadas “noches pasivas”. Al final del primer año de noviciado – apuntó en el Diario – en mi alma empezó a oscurecer. No sen�a ningún consuelo en la oración, la meditación venía con gran esfuerzo, el miedo empezó a apoderarse de mí. Penetré más profundamente en mi interior y lo único que vi fue una gran miseria. Vi también claramente la gran san�dad de Dios, no me atrevía a levantar los ojos hacia Él, pero me postré como polvo a sus pies y mendigué su misericordia. No entendía lo que leía, no podía meditar. Me parecía que mi oración no agradaba a Dios. Cuando me acercaba a los santos sacramentos, me parecía que ofendía más aún a Dios. Sin embargo, el confesor no me permi�ó omi�r ni una sola Santa Comunión. Dios actuaba en mi alma

de modo singular. No entendía absolutamente nada de lo que me decía el confesor. Las sencillas verdades de la fe se hacían incomprensibles, mi alma sufría sin poder encontrar sa�sfacción en alguna parte. Hubo un momento en que me vino la fuerte idea de que era rechazada por Dios. Esta terrible idea atravesó mi alma por completo. En este sufrimiento mi alma empezó a agonizar. Quería morir, pero no podía (Diario 23).En estas experiencias tan dolorosas, Sor Faus�na tuvo la ayuda de la maestra del noviciado que no sólo reconoció perfectamente el estado de alma de su novicia, lo que no fue nada fácil, sino que también adoptó medios correspondientes. Le encomendó que, en vez de largas oraciones que necesitaban más recogimiento y empeño, rezara jaculatorias y de este modo se some�era a la voluntad de Dios. Le explicó que Dios es siempre Padre, aunque someta a pruebas, pero estas experiencias habían de prepararla para una estrecha unión con Dios.En aquellas noches pasivas de espíritu había momentos de luz y gozo, cuando Dios le permi�a sen�r su amor o cuando venía a su auxilio la Madre de Dios. Fue feliz también en la ceremonia de los primeros votos, presidida por el obispo Estanislao Rospond, el 30 de abril de 1928. Al convento de Cracovia-Łagiewniki llegaron entonces los padres de Sor Faus�na. Fue su primer encuentro desde hacía algunos años. Encontraron a su hija feliz y muy alegre. Ves, papá – le dijo al padre que se oponía categóricamente a que entrara en el convento – Éste, a quien he votado, es mi esposo y tu yerno. Tal argumento y la felicidad de su hija convencieron a los padres y en aquel momento aceptaron su vida de monja.Tras los primeros votos Sor Faus�na se quedó en Cracovia unos meses más. En octubre de 1928, la Congregación celebró el Capítulo General, durante el cual fue elegida la nueva superiora general, la madre Micaela Olga Moraczewska que era una persona instruida (estudió en el Conservatorio de Música, hablaba varios idiomas), tenía gran espíritu (ofreció su vida por la salvación de las almas), durante 18 años guió la vida espiritual y apostólica de toda la Congregación. Después de las revelaciones de Sor

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Faus�na, la madre Micaela dejó llevar el �món de la Congregación a María, Madre de la Misericordia – la Superiora General Celes�al. La madre Micaela gozaba de gran confianza de Sor Faus�na para quien era una gran ayuda en la realización de su vocación y una persona providencial para reconocer su profé�ca misión.En los primeros años de juniorado, es decir, después de la primera profesión, Sor Faus�na trabajó en muchas casas de la Congregación. Primero en Varsovia, en la calle Żytnia. En 1929 fue a Vilna para sus�tuir a la hermana Paulina Basiura que iba a tener su tercera probación. Después regresó a la calle Żytnia de Varsovia para trasladarse después a la nueva casa de la Congregación, en el barrio varsoviano de Grochów, en la calle Hetmańska. Ese mismo año fue también a Kiekrz, cerca de la ciudad de Poznań para sus�tuir en la cocina a la hermana Modesta Rzeczkowska que estaba enferma. Más tarde regresó otra vez a Varsovia, a la calle Żytnia, pero allí se quedó poco �empo. Las circunstancias se disponían de este modo explicó estas frecuentes mudanzas la superiora general – que a menudo debía trasladar a Sor Faus�na de una casa a otra, así que trabajó en casi todas las casas de la Congregación. Después de estar poco �empo en Varsovia, en la calle Żytnia y en el barrio de Grochów, volvió otra vez a Płock y de allí fue a Biała que es una colonia agrícola de la casa de Płock. En Płock, hasta su tercera probación trabajó, sobre todo, en una �enda vendiendo pan de la panadería local.5. ”Pinta una imagen”Sor Faus�na llegó al convento de Płock en mayo o junio de 1930 y fue allí donde empezó su gran misión profé�ca. Era domingo, 22 de febrero de 1931. Al anochecer, cuando llegó a su celda vio al Señor Jesús con una túnica blanca. Tenía la mano derecha levantada para bendecir y la mano izquierda tocaba la túnica sobre el pecho del que salían dos rayos: rojo y pálido. Después de un momento Jesús le dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti con�o. Deseo que esta imagen sea venerada primero en vuestra capilla y [luego] en el mundo entero. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la �erra, la

victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria (Diario 47- 48).Cuando Sor Faus�na contó lo ocurrido durante la confesión, el sacerdote le dijo que pintara la imagen de Jesús en su alma. Pero cuando salió del confesionario, el Señor Jesús le explicó: Mi imagen está en tu alma. Deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras (Diario 49- 50). Asegurada por Jesús de que se trataba de una imagen material, se lo dijo a la superiora local, la hermana Rosa Kłobukowska que pidió una señal como prueba de la veracidad de esas revelaciones. Jesús dijo a Sor Faus�na que daría tal señal a través de las gracias que concedería por medio de esta imagen. Sor Faus�na no sabía pintar, pero para cumplir el deseo de Jesús pidió a la hermana Bożenna Pniewska que la ayudara. Yo no sabía pintar – recuerda la hermana Bożenna – y sin saber que se trataba de una nueva imagen, le propuse escoger una estampita de entre muchas estampitas bonitas que tenía. Me dio las gracias por lo que le había ofrecido, pero no lo aceptó.En el convento de Płock se empezó a murmurar sobre alguna revelación de Sor Faus�na. Las hermanas comenzaron a tratarla con escep�cismo: algunas le adver�an de una ilusión, otras la regañaban por ser

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histérica y exaltada y otras todavía decían con admiración que estaría cerca de Jesús, visto que soportaba tanto sufrimiento con tanta calma. Decidí soportar todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían – apuntó Sor Faus�na en el Diario – A algunas les irritaba mi silencio, especialmente, a las más curiosas. Otras, de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faus�na estaría muy cerca de Dios, visto que tenía la fuerza de soportar tantos sufrimientos (Diario 126).Pero e l mayor suf r imiento lo causaba la incer�dumbre referente a la procedencia de las revelaciones. Las superioras la enviaban a los sacerdotes y los sacerdotes a las superioras. Sor Faus�na anhelaba que algún sacerdote solucionara esa cues�ón con autoridad y le dijera esta única palabra: Quédate tranquila, estás en un buen camino, o bien rechaza todo eso, porque no viene de Dios (Diario 127). En tal situación trataba de evitar al Señor y cuando Él venía, le preguntaba: Jesús, ¿eres Tú mi Dios o eres un fantasma? Las Superioras me dicen que existen ilusiones y toda clase de fantasmas. Si eres mi Señor, te pido, bendíceme. De repente, Jesús hizo una gran señal de la cruz encima de mí, y yo me san�güé. Cuando pedí perdón a Jesús por haberle hecho esa pregunta, Jesús contestó que con esa pregunta no le causé ningún disgusto y el Señor me dijo que mi confianza le agradaba mucho (Diario 54).La falta del director espiritual permanente y la imposibilidad de cumplir las tareas encomendadas hicieron que Sor Faus�na tratara de evitar estas inspiraciones extraordinarias, pero Jesús le explicaba pacientemente la magnitud de la obra para la cual la había elegido: Has de saber – decía – que, si descuidas la cues�ón de pintar esta imagen y de toda la obra de la misericordia, en el día del juicio responderás de un gran número de almas (Diario 154). Estas palabras llenaron su alma de gran temor. Se dio cuenta de que era responsable no solamente de su propia salvación, sino también de la salvación de otras personas, por eso decidió hacer todo lo que estaba en su poder y pidió que Jesús le concediera las gracias necesarias para cumplir su voluntad o que colmara con estas gracias a otras personas, porque ella solamente las malgastaba.

En noviembre de 1932, Sor Faus�na abandonó Płock y fue a Varsovia a la llamada “tercera probación”, para prepararse a los votos perpetuos. Las superioras la mandaron primero a la casa de la Congregación del cercano Walendów, donde habían empezado los ejercicios espirituales anuales de ocho días, bajo la dirección del jesuita, el padre Edmundo Elter, profesor de é�ca, homilé�ca y retórica en la Universidad Gregoriana de Roma. Durante la confesión, el padre Elter le aseguró de que estaba en el buen camino y de que su comunión con Jesús no era ninguna histeria, ni un sueño, ni una ilusión. Le recomendó ser fiel a estas gracias y prohibió evitarlas. Le dijo que pidiera a Dios un director espiritual que le permi�era reconocer y cumplir los designios de Dios. Después de los ejercicios espirituales, llena de agradecimiento y gozo espiritual, regresó a Varsovia para, durante la tercera probación, junto con dos otras hermanas y bajo la dirección de la madre Margarita Gimbu�, prepararse a los votos perpetuos.A finales de abril de 1933 fue a Cracovia para hacer los ejercicios espirituales de ocho días y emi�r su profesión perpetua. Cuando pienso – confesó – que dentro de pocos días voy a hacerme una sola cosa con el Señor por medio del voto perpetuo, un gozo tan inconcebible inunda mi alma que no logro describirlo en absoluto (Diario 231). El 1 de mayo de 1933 tuvo lugar la ceremonia de los votos perpetuos, presidida por el obispo Estanislao Rospond. Durante el acto, Sor Faus�na encomendó a Jesús toda la santa Iglesia, su Congregación, su familia, todos los pecadores, los agonizantes y las almas sufrientes en el Purgatorio. Agradeció por la inconcebible dignidad de la esposa del Hijo de Dios y pidió a la Madre de Dios una protección especial, aludiendo a su nuevo �tulo. Oh, Madre de Dios, San�sima María, Madre mía – le dijo – Tú ahora eres mi Madre de modo muy par�cular y eso porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme (Diario 240). En señal de los votos perpetuos, de las manos del obispo recibió el anillo con el nombre de Jesús grabado. A par�r de aquel momento sus relaciones con Dios se hicieron tan estrechas como nunca antes. Sen�a que amaba a Dios y que Él la amaba.

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6. Los deseos cumplidosDespués de los votos perpetuos Sor Faus�na se quedó en Cracov ia todav ía cas i un mes , beneficiándose de la asistencia espiritual del padre José Andrasz SJ que al igual que el padre Edmundo Elter, la afirmó en lo referente a la veracidad de las revelaciones, le mandó ser fiel a la gracia de Dios y la obediencia. A finales de mayo de 1933 fue enviada a Vilna. De camino se detuvo en Częstochowa para confiarle a la Madre de Dios su vida y la misión que recibió de Dios.En Vilna Sor Faus�na fue des�nada al jardín, aunque nunca antes había trabajado como jardinera. Acogió la voluntad de Dios en espíritu de fe, confiando que el Señor Jesús la ayudara, poniendo en su camino a personas que le aconsejarían: qué y cuándo debía hacer para que en el jardín hubiera bellas flores, verduras y frutas. Sin embargo, no era esa su mayor preocupación, sino el cumplimiento de la misión que Jesús le había confiado. Esperaba al sacerdote prome�do y la oportunidad de cumplir la voluntad de Dios referente a pintar la imagen de Jesús Misericordioso. Llegó la semana de la confesión – relató en el Diario – y con alegría vi a aquel sacerdote

al que había conocido antes de venir a Vilna. Le había conocido en una visión. En ese momento oí en el alma esas palabras: He aquí mi fiel siervo, él te ayudará a cumplir mi voluntad aquí en la �erra (Diario 263). Ese sacerdote era el padre Miguel Sopoćko, profesor adjunto de teología pastoral en la facultad de Teología en la Universidad “Stefan Batory” y de materias pedagógicas en el Curso Superior de Profesores, director espiritual del seminario arquidiocesano, confesor de muchas congregaciones y también confesor semanal de las hermanas de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia.El padre Sopoćko era un confesor y director espiritual con experiencia, pues al principio trataba de conocer a su penitente para no dejarse llevar por ilusiones, alucinaciones, ni fantasías que podían tener su fuente en la naturaleza humana. Se informó, pues, por medio de la superiora, la madre Irene Krzyżanowska, sobre la vida de Sor Faus�na en el convento y pidió examinar su salud �sica y psíquica. Al recibir opiniones favorables en todos los aspectos y teniendo la opinión de la doctora Elena Maciejewska de que Sor Faus�na gozaba de salud mental, el padre Sopoćko, durante algún �empo aún, tomó una ac�tud de espera, no creía del todo, reflexionaba, oraba y consultaba a sacerdotes ilustrados, guardando la discreción absoluta acerca del contenido de las revelaciones y de la misma penitente. Por fin confesó: Llevado más bien por la curiosidad por saber cómo sería la imagen, que, por la fe en la veracidad de las visiones de Sor Faus�na, decidí proceder a pintar esta imagen. Me comuniqué con Eugenio Kazimirowski, un pintor que vivía en la misma casa que yo y aceptó pintar el cuadro por cierta cuota. Hablé también con la hermana Superiora que permi�ó a Sor Faus�na visitar al pintor dos veces por semana para instruirlo sobre cómo debía ser la imagen.La primera imagen de Jesús Misericordioso fue comenzada a principios de enero de 1934 con gran discreción. Para no llamar la atención de las hermanas – escribió la superiora, la madre Irene Krzyżanowska – sobre las vivencias interiores de Sor Faus�na, cada sábado iba con ella a la santa Misa a Ostra Brama y después de la santa Misa pasábamos por el taller del pintor a quien Sor Faus�na daba detalladas

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instrucciones sobre cómo debía pintar la imagen del Señor Jesús Misericordioso. El ar�sta procuraba sa�sfacer todas las exigencias de Sor Faus�na.La reproducción pictórica de la visión que Sor Faus�na había tenido tres años antes en Płock, suscitaba preguntas que el padre Sopoćko hacía a Sor Faus�na y ella, con sencillez de corazón presentaba a Jesús. Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada desde la cruz (Diario 326) – explicó Jesús – Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que jus�fica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas… Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la mano justa de Dios (Diario 299). Despertaba dudas también la inscripción. El padre Sopoćko pidió a Sor Faus�na que preguntara también por ella. Jesús me recordó – apuntó en el Diario – lo que me había dicho la primera vez, es decir, que estas tres palabras (la inscripción en polaco �ene tres palabras: Jezu, ufam Tobie) debían ser puestas en evidencia. Las palabras son éstas: “Jesús, en Ti con�o” (Diario 327).Unos meses después, en junio de 1934, la imagen fue terminada. Sin embargo, Sor Faus�na no estaba contenta, aunque el pintor y el padre Sopoćko trataron de hacer todo para reflejar fielmente la visión de Jesús. Al volver a la capilla del convento se quejó al Señor Jesús: ¿Quién te pintará tan bello comoTú eres? (Diario 313). Como respuesta oyó: No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en mi gracia (Diario 313).El padre Sopoćko colocó la imagen en un pasillo oscuro del convento de las hermanas benedic�nas, adjunto a la iglesia de San Miguel, donde era rector. La imagen tenía un es�lo nuevo – recordaba – por eso no lo pude colgar en la iglesia sin el permiso del Arzobispo y me avergonzaba pedírselo y más aún hablarle del origen de esta imagen. Sor Faus�na apremiada por Jesús, reclamaba que la imagen fuera colgada en la iglesia. En la Semana Santa declaró al padre Sopoćko que Jesús exigía decididamente colocar la imagen por tres días en Ostra Brama, donde antes del Domingo Blanco (el primer domingo después de la Pascua de Resurrección) iba a

celebrarse el triduo para la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo. Pronto supe – escribió el padre Sopoćko – que iba a celebrarse ese triduo y el párroco de Ostra Brama, canónigo Estanislao Zawadzki, me pidió decir una homilía. Acepté con tal de que la imagen fuera colocada como ornamento en el ventanal. Allí se presentaba de modo imponente y llamaba la atención de todos; más que la imagen de la Madre de Dios.La alegría que llenó a Sor Faus�na en esos días se debía, ante todo, a que se cumplió el deseo del Señor Jesús: la imagen de la Misericordia fue expuesta para ser venerada en público, en el lugar más significa�vo de Vilnaen el Santuario de Nuestra Señora de Ostra Brama y además el día que Jesús eligió para la Fiesta de la Divina Misericordia. El padre Sopoćko dio un sermón sobre la Divina Misericordia. Cuando hablaba, Sor Faus�na vio como la imagen tomó un aspecto vivo y los rayos penetraron en los corazones de las personas reunidas en la solemnidad, haciéndolas felices. Y Jesús le dijo: Tú eres tes�go de mi misericordia, por los siglos estarás delante de mí trono como un vivo tes�go de mi misericordia (Diario 417).7. Nuevas tareasNo duró mucho �empo la alegría de haber cumplido el deseo de Jesús de pintar Su imagen y exponerla para el culto público el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, el día proyectado para la Fiesta de la Divina Misericordia. Ya en mayo de 1935 Sor Faus�na intuía que la esperaban nuevas tareas que temía mucho. Una vez, cuando en lugar de una oración interior empezó a leer un libro espiritual, oyó en el alma estas palabras: Prepararás el mundo para mi úl�ma venida (Diario 429). Estas palabras la conmovieron profundamente y aunque fingía como si no las hubiera oído, no obstante, las comprendió bien, pero de momento no habló de ellas a nadie.El día de Pentecostés, el 9 de junio de 1935, al anochecer, cuando estaba en la huerta, el Señor Jesús le habló de la nueva tarea: Junto con tus compañeras implorarás la misericordia por vosotras y por el mundo (Diario 435). Como los profetas bíblicos empezó a enumerar sus insuficiencias y excusarse de

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que era incapaz de cumplir esta obra. Jesús sin reparar en ello, no revocó lo que le había encomendado, al contrario, la animaba a emprender la obra. No tengas miedo – dijo – Yo mismo completaré lo que te falte (Diario 435). Sin embargo, no estaba segura de sí entendía bien las palabras de Jesús de fundar una nueva congregación, ni tampoco recibió una orden clara para decírselo al confesor. Por eso calló durante los veinte días siguientes. Sólo durante la conversación con el director espiritual, el padre Miguel Sopoćko, dijo que Dios exigía que hubiera una congregación que proclamara la Divina Misericordia y la implorase para el mundo (Diario 436). Durante esa conversación vio a Jesús que confirmó su voluntad diciendo: Deseo que haya tal congregación (Diario 437). En vano Sor Faus�na repi�ó que se sen�a incapaz de cumplir esos proyectos. Al día siguiente, durante la santa Misa vio a Jesús que le dijo una vez más que deseaba esta obra y exigía que la congregación fuera fundada lo antes posible. Después de la Santa Comunión, en una vivencia mís�ca, recibió la bendición de toda la Santa Trinidad para esta obra. La bendición le dio tanta fortaleza que nada le parecía di�cil y en un acto interior consin�ó en cumplir esta voluntad de Dios, a pesar de saber lo mucho que iba a sufrir por esta razón.

El 13 de sep�embre de 1935, viernes, Sor Faus�na, estando en su celda, tuvo una visión del Ángel que por mandato de Dios vino a cas�gar la �erra. Al ver esta señal de la ira divina, empezó a pedir al Ángel que se contuviera por algún �empo y el mundo haría penitencia. Pero, cuando se puso delante de la Majestad de la Santa Trinidad, no se atrevió a repe�r la plegaria. En ese mismo instante, al sen�r en su alma la fuerza de la gracia de Jesús, empezó a rogar a Dios con las palabras que oyó dentro de ella y que formaron parte de la Coronilla a la Divina Misericordia. Cuando así rezaba, vio la impotencia del Ángel que no podía cumplir el justo cas�go que correspondía por los pecados. A la mañana siguiente, cuando entró en la capilla, el Señor Jesús volvió a instruirla cómo debía rezar la misma oración en el rosario común. Primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo

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Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (Diario 476). Esta oración es para aplacar la ira Divina.En las revelaciones sucesivas, el Señor Jesús transmi�ó a Sor Faus�na grandes promesas que vinculó con el rezo confiado de esta coronilla. Prome�ó la gracia de una muerte feliz y tranquila no solamente a quienes la rezaran, sino también a los agonizantes junto a los cuales otras personas orasen con estas palabras. Hasta el pecador más empedernido – dijo – si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de mi misericordia infinita (Diario 687). A quienes recen esta coronilla, me complazco en darles todo lo que me pidan (Diario 1541). Estas y otras promesas del Señor Jesús se cumplirán cuando las prác�cas que Él enseñó surjan de la ac�tud interior de confianza ante Dios y se unan al amor ac�vo al prójimo.Durante la estancia de Sor Faus�na en Vilna, el Señor Jesús volvió al tema de ins�tuir en la Iglesia la Fiesta de la Divina Misericordia. Le recordó que deseaba que la fiesta se celebrara el primer domingo después de Pascua porque las almas perecen a pesar de Su amarga Pasión. Ese día debe ser el refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día – prome�ó – están abiertas las entrañas de mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manan�al de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas Divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata (Diario 699). Ese día los sacerdotes deben predicar sobre el amor misericordioso de Dios a los hombres y despertar en los corazones de los mismos la confianza hacia Él y con eso hacer posible recoger gracias de la fuente de la Divina Misericordia. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la fuente de mi misericordia (Diario 300) – dijo Jesús a Sor Faus�na.8. Noches oscurasEn la vida de Sor Faus�na, junto con las nuevas tareas vino la segunda etapa de dolorosas purificaciones, las llamadas noches pasivas de espíritu. La realización de

la idea de la nueva congregación era el fondo y el instrumento mediante el cual Dios realizaba en su alma este proceso de noches oscuras. Al principio Sor Faus�na creía que Jesús deseaba que abandonara su Congregación y fundara un convento contempla�vo. Con este propósito, el 21 de marzo de 1936 salió de Vilna para Walendów. De camino se detuvo en Varsovia donde pudo hablar de eso con la superiora general, la madre Micaela Moraczewska, en quien tenía mucha confianza. Al escuchar a Sor Faus�na la madre general dijo que de momento la voluntad de Dios era que se quedara en la Congregación porque en ella había hecho los votos perpetuos. Pero dijo también que la obra de la misericordia que Jesús le encomendó debía ser muy bella si satanás se le oponía tanto. Le aconsejó no darse prisa con la fundación de la nueva congregación porque si verdaderamente era una obra de Dios, entonces con el �empo se cristalizaría y se vería realizada.Después de pasar unas semanas en Walendów, Sor Faus�na fue a la casa de las Congregación en Derdy, distante un kilómetro, donde preparaba comidas para algunas hermanas y más de treinta escolares. La ayudaba en la cocina – recordó la hermana Serafina Kukulska – una muchacha neófita, de carácter muy desagradable, con quien nadie quería trabajar. Y esta muchacha, trabajando con Sor Faus�na, cambió hasta hacerse irreconocible. Sor Faus�na tenía una influencia silenciosa, pero Divina en las almas pecadoras. En Derdy Sor Faus�na tenía tan poco trabajo que su estancia en esta casa le parecía un descanso. Sin embargo, pronto salió a Cracovia donde había mejores condiciones para curar la tuberculosis. Al llegar a la casa cracoviana se puso muy contenta esperando que pudiera cumplir, por fin, los designios de Dios relacionados con la fundación de la nueva congregación.Aunque ya sabía que esta “congregación” iba a ser una gran obra en la Iglesia, que la crearían congregaciones masculinas y femeninas, así como sociedades de personas seglares, de lo cual habló ya en abril de 1936 en una carta al padre Sopoćko, no obstante, seguía convencida de que su papel en esta o b ra c o n s i s � r í a e n f u n d a r u n c o n v e n t o contempla�vo. Al llegar a Cracovia se encontró con el

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padre Andrasz que le encomendó que rezara hasta la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y agregara alguna mor�ficación y que el día de la fiesta él le daría la respuesta respecto a esa cues�ón. No obstante Sor Faus�na apremiada interiormente no esperó la fiesta del Sagrado Corazón, sino que durante la confesión semanal le declaró al padre Andrasz que había tomado la decisión de abandonar la Congregación. El director espiritual cracoviano le contestó que, si ella misma había tomado tal decisión, tomaba también la responsabilidad por sí misma. Al principio se alegró de que ya saliera de la Congregación, pero al día siguiente la envolvió una oscuridad tan grande y la abandonó la presencia de Dios por lo que decidió aplazar el cumplimiento de su decisión hasta consultarla durante el siguiente encuentro con el confesor.Al principio la madre general no consin�ó que Sor Faus�na saliera de la Congregación y la prevenía contra la ilusión y la actuación precipitada, pero cuando fue a visitar la casa de Cracovia, el 4 de mayo de 1937, le dijo: Hasta ahora siempre la retenía, hermana, pero ahora le dejo toda la libertad. Si usted quiere, puede dejar la Congregación o si usted prefiere, puede quedarse (Diario 1115). Sor Faus�na decidió salir y escribir inmediatamente al Santo Padre pidiendo la dispensa de sus votos. Pero esta vez también la envolvieron unas �nieblas tan grandes que regresó a la habitación de la madre para contarle su tormento y su lucha.

Aquel fue el úl�mo intento de abandonar la Congregación, sin embargo, la lucha espiritual perduraba. Nadie comprenderá ni entenderá mis tormentos – escribió en el Diario – ni yo lograré describirlos, ni puede haber otro sufrimiento mayor que éste. Los tormentos de los már�res no son mayores, ya que en tales momentos la muerte sería para mí un alivio y no sé con qué comparar estos sufrimientos, esta interminable agonía del alma (Diario 1116). En el fuego del combate espiritual iba purificándose su alma. La mente, la voluntad, la memoria, los sen�mientos y todos los sen�dos, en armonía cada vez más plena, se some�an a Dios y disponían al alma a la total unión con Él. Dios nunca da por encima de las fuerzas – decía Sor Faus�na – si los sufrimientos son grandes, también la gracia de Dios es grande. En la oscuridad de las noches pasivas Dios le daba momentos de descanso y de gran alegría. De repente vi a Jesús – describía uno de tales momentos – que me dijo estas palabras: Ahora sé que no me amas por las gracias ni por los dones, sino porque mi voluntad te es más querida que la vida. Por eso me uno a � tan estrechamente como a ninguna otra criatura. En aquel momento Jesús desapareció. La presencia de Dios inundó mi alma; sé que estoy bajo la mirada de este Soberano. Me sumergí totalmente en el gozo que mana de Dios. El día entero viví sumergida en Dios, sin ningún intervalo (Diario 707-708).En junio de 1937 anotó en el Diario la forma defini�va de esta obra que es una y que comprende tres aspectos. El primer aspecto es aquel en el cual las almas apartadas del mundo arderán como víc�mas ante el trono de Dios y pedirán misericordia para el mundo entero y prepararán al mundo para la venida final de Cristo. El segundo aspecto son las congregaciones ac�vas que unirán la oración con las obras de misericordia y en este mundo lleno de egoísmo harán presente el amor misericordioso de Dios. Al tercer aspecto pueden pertenecer todas las personas que a través de ejercer misericordia al prójimo cada día con la acción, la palabra y la oración por amor a Jesús, cumplirán las tareas de esta obra.La realización de esta tarea le causó a Sor Faus�na los mayores sufrimientos, pero también la llevó a la total

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unión con Jesús, a los llamados desposorios y casamiento mís�cos. Los poderes del alma purificados en las noches pasivas ya no ponían ningún obstáculo: la razón y a voluntad deseaban solamente a Dios y lo que Él deseaba. El Señor la conducía a un mundo de la unión con Él cada vez más estrecha, la preparaba para acoger la gracia del casamiento mís�co: En aquel momento me penetró la luz divina y me sen� la propiedad exclusiva de Dios y sen� la máxima libertad de espíritu de la que antes no tenía ni idea (Diario 1681). Desde aquel momento solamente una fina cor�na de fe la separaba de la unión con Dios que �enen los santos en el cielo.9. ”Te envío al mundo entero”En el convento de Cracovia Jesús terminó de comunicar a Sor Faus�na la profé�ca misión. En octubre de 1937 le transmi�ó la nueva forma de culto de la Divina Misericordia. Mandó celebrar el momento de su muerte en la cruz: A las tres – dijo – ruega por mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en mi Pasión, especialmente en mi abandono en el momento de mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero (Diario 1320). En otra visión sucesiva le comunicó los modos de prac�car esta forma de culto. Si puedes – dijo a Sor Faus�na – reza el Vía Crucis y si no te lo permiten los deberes, ven a orar un momento delante del San�simo Sacramento y si eso tampoco es posible, sumérgete en oración allí donde estés. Con una confiada oración a las tres de la tarde elevada a Jesús a través de los méritos de su Pasión, se vincula la promesa de todo �po de gracias que podemos alcanzar para nosotros y para los demás, naturalmente si están de acuerdo con la voluntad de Dios, es decir, si son buenas para el hombre en la perspec�va de la eternidad. En esa hora puedes obtener todo lo que pides para � y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la jus�cia (Diario 1572) – aseguró Jesús a Sor Faus�na.En Cracovia Sor Faus�na seguía escribiendo su diario y apuntando en él las palabras de Jesús, sus extraordinarias experiencias mís�cas y también bellas reflexiones sobre el misterio de la misericordia Divina.

El �empo de enfermedad, dos estancias de más de ocho meses en total, en el hospital de Prądnik favorecieron la escritura, por eso en Cracovia surgió la mayor parte de sus apuntes espirituales. En ese �empo también, por mandato de su director espiritual de Vilna, Sor Faus�na subrayó las palabras de Jesús en todo el diario.A lo largo de todo el diario, como un estribillo se repiten las palabras de Jesús que pide proclamar al mundo su misericordia. Sor Faus�na muchas veces oyó esta apremiante llamada: Escribe… habla al mundo de mi misericordia, de mi amor. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. Oh, qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas. Haz lo que esté en tu poder para difundir la devoción a mi misericordia. Yo supliré lo que te falta. Dile a la humanidad doliente que se abrace a mi Corazón misericordioso y Yo la llenaré de paz. Di, hija mía, que soy el Amor y la Misericordia mismos (Diario 1074).Esta tarea es par�cularmente importante, visto que Jesús vinculó con ella grandes promesas. Dijo: A las almas que propagan la devoción a mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa [protege] a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso (Diario 1075). Prome�ó una gracia especial a los sacerdotes que proclamen la verdad sobre el amor misericordioso de Dios al hombre: ungirá sus palabras y les dará una fuerza tan grande que se ablandarán hasta los pecadores más empedernidos.Sor Faus�na cumplía esta tarea con el tes�monio de su vida, escribiendo el diario donde revelaba la extraordinaria riqueza del amor misericordioso de Dios a cada persona y a través de sus contactos diarios con los demás. Un día – recordaba la hermana Eufemia Traczyńska – cuando estábamos en la panadería pelando manzanas, vino Sor Faus�na. Estábamos sentadas en un banco, una junto a la otra y Sor Faus�na se acercó por detrás, nos abrazó y puso su cabeza entre las nuestras. La hermana Amelia que tenía la conciencia muy sensible, le preguntó: - Hermana, ¿cómo será eso? porque parece que uno hace esfuerzos y, a pesar de eso, durante la semana se

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peca tanto; ¿cómo arreglárselas con todo ello? – Con esto será así – dijo Sor Faus�na – Cuando hay un pa�o y se anda por él toda la semana, entonces se ensucia. Y cuando viene el sábado, se limpia y barre y queda limpísimo. Igual nosotros, vamos a la confesión, nos confesamos y tenemos las almas limpísimas y no tenemos por qué preocuparnos. El Señor Jesús se las arreglará. En los contactos co�dianos Sor Faus�na sabía interpretar las dificultades de la vida en espíritu de una fe viva y ver en toda la bondad de Dios. A menudo hablaba a las hermanas y las alumnas del amor de Dios a cada persona y del gran valor que �ene el ejercer el bien al prójimo. Una vez, pasando junto a la capilla, dijo a la hermana Damiana Ziółek: Oí que el Señor Jesús dijo que en el Juicio Final juzgará el mundo solamente por la misericordia, porque Dios es Todo Misericordia… y cada uno haciendo misericordia o descuidándola, se juzgará a sí mismo.La llamada a proclamar el mensaje sobre el amor misericordioso de Dios al hombre es – según dijo Jesús – la úl�ma tabla de salvación para muchas almas que perecen a pesar de su amarga Pasión. También es el camino para alcanzar la paz en los corazones humanos y entre los pueblos: La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a mi misericordia (Diario 300). Y ha de preparar el mundo para la segunda venida de Jesús a la �erra. Nadie puede negar que Dios es infinitamente misericordioso. Él desea que todos lo sepan; antes de volver como Juez, desea que las almas lo conozcan como Rey de la Misericordia (Diario 378) – apuntó Sor Faus�na en su diario.De este aspecto de la profé�ca misión le habló

también la San�sima Madre que acompañaba fielmente a Sor Faus�na. Durante la meditación matu�na – apuntó Sor Faus�na – vi a la San�sima Virgen que me dijo: Yo di al mundo el Salvador y tú debes hablar al mundo de su gran misericordia y preparar al mundo para su segunda venida. Él vendrá no como un Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh, qué terrible es ese día. Establecido está el día de la jus�cia, el día de la ira divina. Los ángeles �emblan ante ese día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras haya aún �empo para conceder la misericordia. Si ahora tú callas, en aquel día tremendo responderás por un gran número de almas. No tengas miedo de nada, permanece fiel hasta el fin, yo te acompaño con mis sen�mientos (Diario 635).El misterio de la misericordia Divina estaba en el centro mismo de la vida y la misión apostólica de Sor Faus�na. Según las palabras de Jesús y de su Madre, ella debía vivirlo, reflejarlo en su corazón y en su obrar y darlo a conocer al mundo entero. Esta tarea parecía estar por encima de sus posibilidades, puesto que vivía en el convento, era una hermana sencilla que ejercía sus prosaicos menesteres, no tenía amplios contactos con otras personas ni las posibilidades para divulgar este mensaje en el mundo. Y, sin embargo, a ella dirigió Jesús estas asombrosas palabras: En el An�guo Testamento enviaba a los profetas con truenos a mi pueblo. Hoy te envío a � a toda la humanidad con mi misericordia (Diario 1588). Creía sinceramente en estas palabras, aunque no siempre sabía cómo sucedería esto. Pero sí, sabía, que la capilla del convento de Cracovia sería un lugar de culto de la Divina Misericordia. Cuando la hermana Bożenna Pniewska se quejaba de que a la capilla del convento de Łagiewniki tenían acceso solamente las hermanas y las alumnas, le dijo: Pronto llegará el día en que esta puerta estará abierta y la gente vendrá para rezar a la Divina Misericordia.10. A casa del Padre misericordiosoLa tuberculosis reconocida tan sólo en Vilna, hacía grandes estragos en el organismo de Sor Faus�na. Atacó las vías respiratorias y el tubo diges�vo. Las superioras la enviaron a tratarse al sanatorio de los

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Ins�tutos Sanitarios Urbanos de Cracovia. Por primera vez fue allí en diciembre de 1936 y estuvo cuatro meses con un intervalo para las fiestas de Navidad. Ya en el tercer día de su estancia en el sanatorio experimentó la eficacia de la Coronilla a la Divina Misericordia dictada por Jesús. Por la noche fue despertada y conoció que un alma le pedía la oración. Al día siguiente cuando entró en la sala vio a una persona agonizante y supo que la agonía había empezado ya en la noche a la hora en que había sido despertada. En el alma oyó la voz de Jesús: Reza la coronilla que te he enseñado (Diario 810). Corrió a buscar el rosario y se arrodilló junto a la agonizante y con todo el ardor de su espíritu se puso a rezar la oración pidiendo a Jesús que cumpliera la promesa que vinculó a esta Coronilla. De súbito la agonizante abrió los ojos, miró a Sor Faus�na y murió con una serenidad misteriosa. Y Jesús dijo: Defenderé como mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, que obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve el alma y se conmueven las entrañas de mi misericordia por la dolorosa Pasión de mi Hijo (Diario 811).De este modo Sor Faus�na empezó su asistencia hospitalaria a los agonizantes. Y aunque ella misma estaba gravemente enferma y más de una vez ni siquiera pudo par�cipar de la santa Misa completa, siempre veía a quienes necesitaban su ayuda. Cuando la superiora, preocupada por el estado de su salud, le prohibió visitar a los moribundos, ofrecía por ellos sus oraciones y los actos de obediencia que, según le dijo Jesús, a sus ojos tenían más valor que grandes obras emprendidas por su propia voluntad. En aquellos �empos ayudaba no solamente a los agonizantes en el hospital, sino también, gracias al don de la bilocación, a quienes morían lejos, fuera de su alcance �sico. Ocurrió así un par de veces cuando moría alguien en el segundo o el tercer pabellón, o en un lugar alejado varias centenas de kilómetros de Cracovia. Ayudó de este modo también a algunos parientes y familiares moribundos, unas hermanas religiosas y personas de vida completamente

desconocidas. Para el espíritu el espacio no existe.En el hospital recibió muchas gracias extraordinarias. En los primeros días después de su ingreso, cuando sufría mucho por no haber podido confesarse casi tres semanas en mi habitación aislada entró el Padre Andrasz y se sentó para que me confesara – escribió en el Diario – Antes no dijo ni una palabra. Me alegré grandemente porque deseaba muchís imo confesarme. Como siempre revelé toda mi alma. El Padre me dio respuesta hasta a la cosa más pequeña. Me sen�a extrañamente feliz de poder decir todo. Como penitencia me dio: Letanías del Nombre de Jesús. Cuando quería presentarle la dificultad que tenía para rezar aquellas letanías, se levantó y me dio la absolución. De repente un gran resplandor comenzó a salir de su persona y vi que no era el Padre Andrasz sino Jesús. Sus ves�duras eran claras como la nieve, y desapareció en seguida. Al principio me quedé un poco inquieta, pero un rato después cierta tranquilidad entró en mi alma. Noté que Jesús confiesa como los confesores, sin embargo, durante esta confesión mi corazón extrañamente intuía algo (Diario 817).El gran sufrimiento �sico y espiritual iba acompañado por grandes gracias que Sor Faus�na ocultaba delante de los demás, hablando de ellas solamente a los confesores. Sin embargo, de vez en cuando hubo algún tes�go. Una vez fui a Prądnik para visitarla – recordaba la hermana Cayetana Bartkowiak – y llamé

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a la puerta. Siempre contestaba: “Adelante” y aquella vez yo llamaba y llamaba y nadie me invitó a entrar. Pensé que seguramente estaba en la habitación porque estaba enferma, en la cama. Entonces abrí la puerta y entré. Miré y ella estaba levitando sobre la cama, mirando a lo lejos como si viera algo, completamente diferente, transformada. Me puse al lado de la mesilla donde había un pequeño altar y me invadió un gran temor, pero un momento después, ella volvió en sí y me dijo: “Oh, hermana, ha venido usted. Muy bien”. Informada de lo ocurrido la madre Irene Krzyżanowska prohibió hablar de eso y así se guardaba el secreto de la extraordinaria vida mís�ca de Sor Faus�na.La primera etapa del tratamiento hospitalario terminó en marzo de 1937. Sor Faus�na un poco mejorada regresó al convento de Łagiewniki. Sin embargo, ya en abril su estado de salud empeoró y en julio las superioras la enviaron a la casa de la Congregación en el balneario de Rabka Zdrój. Pero el riguroso clima de montaña no le era favorable y trece días después regresó a Cracovia llevando consigo el apoyo de San José para esa obra de Misericordia encomendada por el Señor. San José le prome�ó a Sor Faus�na su ayuda y protección especiales, pero exigió que rezara cada día tres veces el Padrenuestro, el Avemaría y Gloria y una vez el “Recuerda”, oración que la Congregación rezaba en honor de San José. Desde entonces Sor Faus�na sabía que cumpliendo su misión gozaba del respaldo de la Virgen María y también de la ayuda de San José. La ayudaban igualmente otros santos y ángeles, cuya compañía y auxilio más de una vez experimentó de modo palpable.Al regresar de Rabka Sor Faus�na no volvió a la huerta debido a su mala salud, sino que fue des�nada al trabajo más llevadero en la puerta. Allí tuvo muchas oportunidades para ejercitar su misericordia a las personas que venían pidiendo ayuda. Eran desempleados, niños hambrientos, mendigos… En cada uno de ellos intentaba ver a Jesús mismo y por amor a Él prac�car el bien a todos. Una vez vino a la puerta un joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta, estaba pasmado de frío porque hacía un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer

caliente – relató este acontecimiento Sor Faus�na – Pero cuando fui a la cocina no encontré nada para los pobres; sin embargo, tras buscar un rato encontré un poco de sopa que calenté y puse un poco de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo comió. En el momento en que le re�raba el vaso, me hizo saber que era el Señor del cielo y de la �erra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos. Cuando entré en la casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí estas palabras en el alma: Hija mía, han llegado a mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta me bendicen y me han agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia (Diario 1312).En los primeros meses de 1938 la salud de Sor Faus�na empeoró aún más. Por eso, después de la Pascua de Resurrección, las superioras la enviaron otra vez al hospital de Prądnik. Las hermanas del Sagrado Corazón que trabajaban en este hospital prepararon una habitación aislada y, por la noche, una de ellas anunció a Sor Faus�na que al día siguiente no tendría la Santa Comunión por estar muy débil. Por la mañana hice la meditación – escribió Sor Faus�na en el Diario – y me preparé para la Santa Comunión, aunque no iba a recibir al Señor Jesús. Cuando mi anhelo y mi amor llegaron al punto culminante, de repente, junto a mi cama vi a un Sera�n que me dio la Santa Comunión diciendo estas palabras: He aquí el Señor de los ángeles. Cuando recibí al Señor, mi espíritu se sumergió en el amor de Dios y en el asombro. Eso se repi�ó durante 13 días, sin tener yo la certeza de que al día siguiente me la trajera (Diario 1676).Con�nuó haciendo apuntes en su diario casi hasta final de junio. Apuntó las palabras de Jesús, sus o r a c i o n e s , r e fl e x i o n e s e i m p o r t a n t e s acontecimientos, entre ellos los úl�mos ejercicios espirituales de tres días, dirigidos por Jesús mismo, antes de la Solemnidad de Pentecostés. Cada día Jesús le daba el tema de la meditación, los puntos para meditar e impar�a conferencias: sobre la lucha espiritual, sobre el sacrificio y la oración y sobre la misericordia. Sor Faus�na debía considerar el amor de Jesús hacia ella y el amor al prójimo. Bajo tal

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dirección su mente penetraba con facilidad en todos los misterios de la fe y una llama viva de amor inflamaba su corazón. El día de Pentecostés renovó los votos religiosos. Su alma trató de modo par�cular con el Espíritu Santo cuyo soplo llenó su alma de un deleite indescrip�ble y el corazón se sumergió en agradecimiento por estas grandísimas gracias.Las hermanas que visitaban a Sor Faus�na en el hospital veían esa radiante alegría. La visitaba a menudo – recordaba la hermana Serafina Kukulska – y siempre la encontraba serena, hasta alegre, a veces como radiante, pero nunca descorrió el velo de su felicidad. En Prądnik se sen�a muy feliz y nunca se quejó del sufrimiento. Los médicos, las hermanas, los enfermos todos eran muy buenos con ella. La hermana Felicia Żakowiecka visitaba a Sor Faus�na dos veces por semana. Una vez habló con el doctor Adán Sielberg sobre su estado de salud. Cuando el médico contestó que era muy malo, la hermana replicó: ¿Y usted, doctor, le permite ir a la santa Misa? El doctor Sielberg contestó: Su salud es muy mala, incurable, pero ella es una religiosa extraordinaria, por lo que no hago caso de ello. Otras, en su lugar, no se levantarían; la vi cómo yendo a la capilla se apoyaba contra la pared.El estado de salud de Sor Faus�na iba empeorando y se estaba acercando el fin de su vida terrena. Consciente de ello se despedía de su comunidad conventual. En agosto de 1938 escribió una carta a la superiora general, la madre Micaela Moraczewska: Queridísima Madrecita, me parece que ésta es nuestra úl�ma conversación en la �erra. Me siento muy débil y estoy escribiendo con una mano temblorosa. Sufro tanto cuanto soy capaz de soportar. Jesús no da por encima de las fuerzas. Si los sufrimientos son grandes, la gracia de Dios es potente. Con�o plenamente en Dios y en su santa voluntad. Me envuelve una añoranza de Dios cada vez mayor. La muerte no me atemoriza, mi alma abunda en una gran serenidad. Agradeció por todo el bien que había recibido de la madre y en la Congregación. Pidió perdón por no haber observado las reglas con exac�tud, por haber faltado al amor para con otras hermanas y pidió la oración y la bendición para la hora de la muerte. Terminó la carta con las palabras: Hasta

pronto, queridísima Madrecita, nos veremos en el cielo, a los pies del trono de Dios. Y ahora ¡qué la Divina Misericordia sea glorificada en nosotros y a través de nosotros!En el hospital de Prądnik habló también por úl�ma vez con su director espiritual de Vilna, el padre Miguel Sopoćko que en la primera mitad de sep�embre de 1938 estuvo en Cracovia y aprovechó esa oportunidad para visitar a su excepcional penitente y escuchar de su boca, antes de que muriera, las indicaciones referentes a la obra de la Misericordia que Jesús había empezado a través de ella. Sor Faus�na le dijo entonces que, ante todo, debía hacer ges�ones encaminadas a ins�tuir en la Iglesia la Fiesta de la Divina Misericordia, sin ocuparse demasiado de la nueva congregación, ya que ciertos signos le indicarían quién y qué debía hacer en esa cues�ón. Dijo que iba a morir pronto y que ya había arreglado todo lo que debía transmi�r y escribir. Después de despedirse de Sor Faus�na, el padre Sopoćko salió de su habitación aislada, pero se acordó de que no le había dejado los folletos con las oraciones a la Divina Misericordia dictadas por Jesús. Volvió y al abrir la puerta vio a Sor Faus�na levitando sobre la cama y sumergida en oración. Su mirada– relató el Padre Sopoćko- estaba clavada en un objeto invisible, las pupilas un poco dilatadas, en el primer momento no me hizo caso y yo no quería molestarla, por lo que pensé re�rarme. Sin embargo, pronto volvió en sí, me vio y me pidió perdón por no haber oído cuando llamé a la puerta, ni cuando entré. Le entregué aquellas oraciones y me despedí, y ella dijo: “Hasta la vista en el cielo”. Cuando el 26 de sep�embre la visité por úl�ma vez en Łagiewniki, no quiso hablar conmigo, o

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más bien, no pudo, diciendo: “Estoy ocupada por el trato con el Padre Celes�al”. Realmente, daba la impresión de un ser sobrenatural. En aquel momento no tuve la menor duda de que lo que escribió en su Diario sobre la Santa Comunión recibida en el hospital de manos de un ángel, respondía a la verdad.Después de volver del hospital (el 17 de sep�embre de 1938) Sor Faus�na esperaba el momento del paso de este mundo a la casa del Padre, en la enfermería del convento. Las hermanas la vigilaban por turno. La superiora de la casa, la madre Irene Krzyżanowska, la visitaba allí con gusto, viendo en ella mucha paz y un encanto singular. Desapareció por completo la tensión relacionada con la realización de la obra de la Misericordia encomendada por el Señor. La Fiesta de la Divina Misericordia será, lo veo, deseo solamente la voluntad de Dios – dijo a la superiora. Preguntada por ella si estaba contenta de morir en esta Congregación, contestó: Sí. Usted, Madrecita, verá que la Congregación tendrá muchas consolaciones a través de mí. Poco antes de morir se levantó un poco en la cama, le pidió a la superiora que se acercara y entonces susurró: El Señor Jesús quiere enaltecerme y hacerme santa. – Vi en ella mucha seriedad, tuve una sensación extraña de que Sor Faus�na entendía esta afirmación como un don de la misericordia de Dios, sin sombra de soberbia– recordaba la madre Irene.En la tarde del 5 de octubre de 1938, al convento de Łagiewniki llegó el padre Andrasz que por úl�ma vez le dio a Sor Faus�na la absolución y el sacramento de los enfermos. Aquel mismo día, a la hora de cenar se oyó el �mbre. Las hermanas se levantaron de la mesa del refectorio y subieron a la habitación aislada donde estaba Sor Faus�na. Junto a la cama estaba el capellán, el padre Teodoro Czaputa y la hermana superiora, la madre Irene Krzyżanowska y, en el pasillo, las demás hermanas de la comunidad cracoviana. En común rezaron por los moribundos y después Sor Faus�na dijo a la superiora, la madre Irene que no iba a morir en aquel momento. Las hermanas fueron al oficio vesper�no. Entre ellas estaba la hermana juniora Eufemia Traczyńska que oyó a la hermana Amelia Socha diciendo que, fuera como fuera, Sor

Faus�na seguramente iba a ser santa. Quería ver, pues, cómo morían los santos. Sin embargo, no podía contar con el permiso de la superiora para vigilar a la hermana enferma de tuberculosis. Pidió, pues, a las almas sufrientes en el Purgatorio que la despertasen cuando llegara el momento de la agonía. Me acosté a la hora habitual – recordó la hermana Eufemia – y me dormí en seguida. De repente alguien me despierta: - Si usted, hermana, quiere asis�r a la muerte de Sor Faus�na, levántese. Comprendí en seguida que hubo un malentendido. La hermana que vino para despertar a la hermana Amelia se equivocó de celdas y vino a la mía. En seguida desperté a la hermana Amelia, me puse el hábito y la cofia y fui corriendo a la enfermería. Eran alrededor de las once de la noche. Cuando llegamos allí, Sor Faus�na abrió levemente los ojos y sonrió un poco y después inclinó la cabeza y ya … La hermana Amelia dijo que estaría muerta, había muerto. Miré a la hermana Amelia sin decir nada. Con�nuábamos orando. El cirio ardió todo el �empo.El funeral se celebró el 7 de octubre, el día de la fiesta de la Virgen del Rosario. A la cripta donde estaba el ataúd de Sor Faus�na venían a rezar las hermanas, las alumnas y también los trabajadores de la granja. Estaba entre ellos Juanito del que se decía que no prac�caba. Estaba junto al ataúd de Sor Faus�na y lloraba, por la gran impresión que produjo en él. Según se decía, después del en�erro se convir�ó. También la invidente Edviga, alumna mayor, habló de sus singulares vivencias. Después del oficio de difuntos, presidido por el padre Ladislao Wojtoń SJ y con la par�cipación de dos otros sacerdotes, las hermanas en sus propios hombros transportaron el ataúd de Sor Faus�na al cementerio conventual ubicado en el fondo del jardín.Sor Faus�na alcanzó la plenitud de la unión con Dios y entonó el himno en honor de Su misericordia insondable. Y a nosotros, vivientes en la �erra, nos dejó la promesa: ¡No te olvidaré, pobre �erra! , aunque siento que me sumergiré inmediatamente toda en Dios, como en un océano de felicidad, eso no me impedirá volver a la �erra y dar ánimo a las almas e invitarlas a confiar en la Divina Misericordia. Al contrario, esa inmersión en Dios me dará unas

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posibilidades ilimitadas para obrar (Diario 1582).11.”Mi misión no termina con mi muerte”Durante la vida de Sor Faus�na su profé�ca misión fue mantenida en un secreto riguroso. Sabían de ella solamente el padre Miguel Sopoćko, el padre José Andrasz y algunas superioras. Después de la muerte de Sor Faus�na, durante la II Guerra Mundial, su confesor de Vilna dio a conocer el nombre de la iniciadora del culto a la Divina Misericordia que estaba propagándose rápidamente. En la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia siguió su ejemplo la superiora general, la madre Micaela Moraczewska que yendo de casa en casa habló de la gran designación y de la misión que Dios encomendó a Sor Faus�na. Lo que más me llamaba la atención en Sor Faus�na – escribió después de su muerte – y hoy, con la distancia, sigue llamando, como un síntoma extraordinario, fue que especialmente en los úl�mos meses de su enfermedad, se olvidó por completo de sí misma en favor de propagar el culto a la Divina Misericordia. No manifestó ni siquiera la menor duda respecto a la veracidad de su misión ni el temor a la muerte, absorta toda por la idea principal de su vida: el culto a la Divina Misericordia.Los años de la cruel guerra favorecieron la propagación del culto a la Divina Misericordia que aportaba luz y esperanza a la vida de la gente. Junto con este culto iba creciendo la fama de san�dad de la vida de Sor Faus�na. A su tumba de Łagiewniki

empezaron a llegar peregrinos y pedir por su intercesión las gracias deseadas. En la capilla del convento, el padre José Andrasz bendijo la imagen de Jesús Misericordioso, pintado según la visión de Sor Faus�na y dio inicio a solemnes oficios en honor a la Divina Misericordia a los cuales acudía una muchedumbre de habitantes de Cracovia y de las cercanías. Para orar delante de esta imagen venía también un joven trabajador del vecino Solvay, Karol Wojtyła que ya en aquel �empo conocía el culto a la Divina Misericordia en las formas transmi�das por Sor Faus�na. Al hacerse sacerdote, celebraba en esta capilla solemnes oficios en honor a la Divina Misericordia cada tercer domingo del mes.Siendo Obispo de Cracovia, en 1965 inició el proceso diocesano encaminado a elevar a Sor Faus�na a los altares. Por su parte fue un acto de gran coraje, ya que desde 1959 era vigente la no�ficación de la Sede Apostólica que prohibía propagar el culto a la Divina Misericordia en las formas transmi�das por Sor Faus�na. La no�ficación se debió a las malas traducciones de su diario y a la prác�ca de este culto a veces incorrecta. En �empos del comunismo el contacto con la Sede Apostólica era di�cil y no fue posible rechazar la acusación formulada por la Sede Apostólica respecto a los escritos de Sor Faus�na. Sin embargo, aquel �empo, dicho sea de paso, anunciado por Sor Faus�na, fue aprovechado para examinar teológicamente a fondo los escritos de la Apóstol de la Divina Misericordia y para poner los debidos fundamentos en la prác�ca de este culto. El cardenal Karol Wojtyła, asegurado de que tal situación no impedía comenzar el proceso, lo realizó sin demora y envió las actas del proceso a la Congregación romana que con�nuó verificando el heroísmo de las virtudes y posteriormente el milagro que junto a la tumba de Sor Faus�na experimentó la señora Maureen Digan de los Estados Unidos.En la Fiesta de la Misericordia, el 18 de abril de 1993, el Santo Padre Juan Pablo II elevó a Sor Faus�na a la gloria de los altares. Durante la homilía en la Plaza de San Pedro de Roma se refirió a sus palabras: Siento muy bien que mi misión no termina con mi muerte, al contrario, apenas empieza (Diario 281)- e hizo constar: Y así realmente ha sucedido. La misión de Sor

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Faus�na con�núa y está dando frutos sorprendentes. ¡Es realmente maravilloso el modo en que su devoción a Jesús Misericordioso se abre camino en el mundo contemporáneo y conquista tantos corazones humanos! Esto es sin duda un signo de nuestro siglo XX. El balance de este siglo que termina presenta además de las conquistas, que a menudo han superado las de las épocas anteriores, una inquietud profunda respecto al futuro. ¿Dónde, por lo tanto, sino en la Divina Misericordia, el mundo puede encontrar el refugio y la luz de la esperanza? Las personas creyentes lo presienten perfectamente.Después de aceptar la Sede Apostólica el segundo milagro la sanación de una enfermedad incurable de corazón del padre Ronald Pytel de Bal�more – el Santo Padre Juan Pablo II incluyó a Sor Faus�na en el círculo de los santos de la Iglesia Católica. La canonización tuvo lugar el día de la Fiesta de la Divina Misericordia, el 30 de abril de 2000, en la Plaza de San Pedro en Roma, con la par�cipación de numerosos obispos, presbíteros, hermanas religiosas y peregrinos del mundo entero reunidos en un gran número. Gracias a la transmisión directa de televisión, en la misma solemnidad par�ciparon eclesiás�cos y peregrinos congregados en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Łagiewniki. Varias decenas de años antes, Sor Faus�na describió esta solemnidad de este modo: De inmediato me vi en Roma, en la capilla del Santo Padre, pero a la vez estaba en nuestra capilla, y la solemnidad del Santo Padre y de toda la

Iglesia estaba estrechamente unida a nuestra capilla, y de manera especial a nuestra Congregación; y par�cipé al mismo �empo en la solemnidad de Roma y la de aquí . La cap i l la estaba adornada solemnemente y aquel día podían entrar en ella todos, cualquiera que quisiera. Hubo tanto gen�o que yo no lograba abarcarlo con la vista. Todos par�cipaban en esa solemnidad con gran alegría y muchos recibieron lo que habían deseado. La misma solemnidad tenía lugar en Roma, en un bello templo y el Santo Padre con todo el clero celebraba esta solemnidad. Y de repente vi a San Pedro que se puso entre el altar y el Santo Padre. ¿Qué decía San Pedro? No pude escucharlo, pero vi que el Santo Padre comprendía sus palabras… (Diario 1044).Durante esa solemnidad que se celebraba en el Año del Jubileo, el Santo Padre Juan Pablo II ins�tuyó la Fiesta de la Divina Misericordia para toda la Iglesia y transmi�ó al mundo el profé�co mensaje de la Misericordia para el tercer milenio de la fe. Lo transmito a todos los hombres – dijo – para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos. Dos años después, por segunda vez como papa, peregrinó al Santuario de Łagiewniki, a la nueva basílica por él consagrada para encomendar al mundo a la Divina Misericordia. Dijo entonces que deseaba que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de Sor Faus�na, llegue a todos los habitantes de la �erra y llene sus corazones de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al mundo entero. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir la chispa que preparará al mundo para su úl�ma venida (cfr. Diario 1732). Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmi�r al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz y el hombre, la felicidad.Hoy, probablemente no hay ningún país sin la imagen de Jesús Misericordioso. La Fiesta de la Misericordia figura en el calendario litúrgico de toda la Iglesia, la Coronilla a la Divina Misericordia es rezada incluso en dialectos africanos y la oración en la hora de la agonía de Jesús en la cruz, la llamada Hora de la Misericordia

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se está haciendo cada vez más popular. Nacido de la experiencia mís�ca y del carisma de Sor Faus�na, el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, es decir “la congregación” que Jesús le encomendó fundar, abarca diferentes congregaciones, sociedades, hermandades, apostolados y a las personas que emprenden su misión individualmente. Trae al mundo el mensaje de la Misericordia a través del tes�monio de vida, la obra, la palabra y la oración. La Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia ha adoptado plenamente la profé�ca misión de Sor Faus�na y el 25 de agosto de 1995 la consideró como su fundadora espiritual. Los teólogos inspirados por Sor Faus�na sondean el misterio de la misericordia de Dios, los apóstoles de la

Divina Misericordia aprenden en su escuela la ac�tud de confianza ante Dios y de misericordia ante el prójimo, el amor a la Eucaris�a y la Iglesia, y también la autén�ca devoción a la Madre de Dios de la Misericordia. En Polonia como en el mundo se están fundando numerosas iglesias bajo la advocación de la Divina Misericordia, de Jesús Misericordioso y de Santa Sor Faus�na. Como hongos después de la lluvia han crecido nuevos santuarios de la Divina Misericordia donde, de modo par�cular, se está proclamando la verdad sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona. Realmente, la misión de Sor Faus�na no ha terminado con su muerte, sino que con�núa y está dando frutos sorprendentes.

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HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVIDURANTE LA SANTA MISA

EN EL DOMINGO DE LA MISERICORDIA DIVINA,VÍSPERA DE SU 80° CUMPLEAÑOS

Domingo 15 de abril de 2007 Queridos hermanos y hermanas:

Según una an�gua tradición, este domingo se llama domingo "in Albis". En este día, los neófitos de la Vigilia pascual se ponían una vez más su ves�do blanco, símbolo de la luz que el Señor les había dado en el bau�smo. Después se quitaban el ves�do blanco, pero debían introducir en su vida diaria la nueva luminosidad que se les había comunicado; debían proteger diligentemente la llama delicada de la verdad y del bien que el Señor había encendido en ellos, para llevar así a nuestro mundo algo de la luminosidad y de la bondad de Dios.El Santo Padre Juan Pablo II quiso que este domingo se celebrara como la fiesta de la Misericordia Divina: en la palabra "misericordia" encontraba sinte�zado y nuevamente interpretado para nuestro �empo todo el misterio de la Redención. Vivió bajo dos regímenes dictatoriales y, en contacto con la pobreza, la n e c e s i d a d y l a v i o l e n c i a , e x p e r i m e n t ó profundamente el poder de las �nieblas, que

amenaza al mundo también en nuestro �empo. Pero también experimentó, con la misma intensidad, la presencia de Dios, que se opone a todas estas fuerzas con su poder totalmente diverso y divino: con el poder de la misericordia. Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su san�dad, el poder de la verdad y del amor.Hace dos años, después de las primeras Vísperas de esta fes�vidad, Juan Pablo II terminó su existencia terrena. Al morir, entró en la luz de la Misericordia divina, desde la cual, más allá de la muerte y desde Dios, ahora nos habla de un modo nuevo. Tened confianza —nos dice— en la Misericordia divina. Conver�os día a día en hombres y mujeres de la misericordia de Dios. La misericordia es el ves�do de luz que el Señor nos ha dado en el bau�smo. No debemos dejar que esta luz se apague; al contrario, debe aumentar en nosotros cada día para llevar al mundo la buena nueva de Dios.Precisamente en estos días par�cularmente iluminados por la luz de la misericordia divina se da una coincidencia significa�va para mí: puedo volver la mirada atrás para repasar mis 80 años de vida. Saludo a todos los que han venido aquí para celebrar conmigo este aniversario. Saludo, ante todo, a los señores cardenales, expresando en especial mi gra�tud al decano del Colegio cardenalicio, señor cardenal Angelo Sodano, que se ha hecho intérprete autorizado de los sen�mientos comunes. Saludo a los arzobispos y obispos, en par�cular a los auxiliares de la diócesis de Roma, de mi diócesis; saludo a los prelados y a los demás miembros del clero, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles presentes. Dirijo, además, un saludo deferente y agradecido a las personalidades polí�cas y a los miembros del Cuerpo diplomá�co, que han querido honrarme con su presencia. Saludo, por úl�mo, con afecto fraterno al enviado personal del Patriarca ecuménico Bartolomé I, su eminencia Ioannis, metropolita de Pérgamo, expresando mi aprecio por este gesto de amabilidad y deseando que el diálogo teológico católico-ortodoxo prosiga con renovado empeño.

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Estamos reunidos aquí para reflexionar sobre el transcurso de un largo período de mi existencia. Obviamente, la liturgia no debe servir para hablar del propio yo, de sí mismo; sin embargo, la vida propia puede servir para anunciar la misericordia de Dios. "Vosotros, los que teméis al Señor, venid a escuchar: os contaré lo que ha hecho conmigo", dice un salmo (Sal 66, 16). Siempre he considerado un gran don de la Misericordia divina el hecho de que se me haya concedido la gracia de que mi nacimiento y mi renacimiento tuvieran lugar —por decirlo así— juntos, en el mismo día, al inicio de la Pascua. Así, en un mismo día, nací como miembro de mi familia y de la gran familia de Dios.Sí, doy gracias a Dios porque he podido experimentar lo que significa "familia"; he podido experimentar lo que quiere decir paternidad, pues he podido comprender desde dentro que Dios es Padre; sobre la base de la experiencia humana he tenido acceso al grande y benévolo Padre que está en el cielo. Ante él tenemos una responsabilidad, pero, al mismo �empo, él deposita su confianza en nosotros, porque en su jus�cia se refleja siempre la misericordia y la bondad con que acepta también nuestra debilidad y nos sos�ene, de modo que poco a poco podamos aprender a caminar con rec�tud.Doy gracias a Dios porque he podido experimentar en profundidad lo que significa la bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio y precisamente así capaz de darme la libertad. Doy gracias a Dios por mi hermana y mi hermano, que han estado fielmente cerca de mí con su ayuda a lo largo del camino de la vida. Doy gracias a Dios por los compañeros que he encontrado en mi camino, por los consejeros y los amigos que me ha dado. Le doy gracias de modo par�cular porque, desde el primer día, he podido entrar y crecer en la gran comunidad de los creyentes, en la que está abierto de par en par el con�n entre la vida y la muerte, entre el cielo y la �erra; le doy gracias por haber podido aprender tantas cosas, aprovechando la sabiduría de esta comunidad, que no sólo encierra las experiencias humanas desde los �empos más remotos: la sabiduría de esta comunidad no es solamente

sabiduría humana, sino que en ella nos alcanza la sabiduría misma de Dios, la Sabiduría eterna.En la primera lectura de este domingo se nos narra que, en los albores de la Iglesia naciente, la gente llevaba a los enfermos a las plazas para que Pedro, al pasar, los cubriera con su sombra: a esta sombra se atribuía una fuerza de curación, pues provenía de la luz de Cristo y por eso encerraba algo del poder de su bondad divina.La sombra de Pedro, mediante la comunidad de la Iglesia católica, ha cubierto mi vida desde el inicio, y he aprendido que es una sombra buena, una sombra de curación porque, en defini�va, proviene precisamente de Cristo mismo. Pedro era un hombre con todas las debilidades de un ser humano, pero sobre todo era un hombre lleno de una fe apasionada en Cristo, lleno de amor a él. Mediante su fe y su amor, la fuerza de curación de Cristo, su fuerza unificadora, ha llegado a los hombres, aunque mezclada con toda la debilidad de Pedro. Busquemos también hoy la sombra de Pedro, para estar en la luz de Cristo.Nacimiento y renacimiento; familia terrena y gran familia de Dios: este es el gran don de las múl�ples misericordias de Dios, el fundamento en el que nos apoyamos. Prosiguiendo por el camino de la vida, después me salió al encuentro un don nuevo y exigente: la llamada al ministerio sacerdotal. En la fiesta de san Pedro y san Pablo de 1951, cuando mis compañeros y yo —éramos más de cuarenta— nos

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encontramos en la catedral de Freising postrados en el suelo se invocó a todos los santos en favor nuestro, me pesaba la conciencia de la pobreza de mi existencia ante esta tarea. Sí, era un consuelo el hecho de que se invocara sobre nosotros la protección de los santos de Dios, de los vivos y de los muertos. Sabía que no estaría solo.Y ¡qué confianza nos infundían las palabras de Jesús, que después, durante la liturgia de la ordenación, pudimos escuchar de los labios del obispo: "Ya no os llamo siervos, sino amigos". He experimentado profundamente que él, el Señor, no es sólo el Señor, sino también un amigo. Ha puesto su mano sobre mí, y no me abandonará. Estas palabras se pronunciaban entonces en el contexto de la concesión de la facultad de administrar el sacramento de la Reconciliación y así, en nombre de Cristo, de perdonar los pecados. Es lo mismo que hemos escuchado hoy en el Evangelio: el Señor sopla sobre sus discípulos. Les concede su Espíritu, el Espíritu Santo: "A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados...". El Espíritu de Jesucristo es fuerza de perdón. Es fuerza de la Misericordia divina. Da la posibilidad de volver a comenzar siempre de nuevo. La amistad de Jesucristo es amistad de Aquel que hace de nosotros personas que perdonan, de Aquel que nos perdona también a nosotros, que nos levanta con�nuamente de nuestra debilidad y precisamente así nos educa, nos infunde la conciencia del deber interior del amor, del deber de corresponder a su confianza con nuestra fidelidad.En el pasaje evangélico de hoy también hemos escuchado la narración del encuentro del apóstol

Tomás con el Señor resucitado: al apóstol se le concede tocar sus heridas, y así lo reconoce, más allá de la iden�dad humana de Jesús de Nazaret, en su verdadera y más profunda iden�dad: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20, 28). El Señor ha llevado consigo sus heridas a la eternidad. Es un Dios herido; se ha dejado herir por amor a nosotros. Sus heridas son para nosotros el signo de que nos comprende y se deja herir por amor a nosotros. Nosotros podemos tocar sus heridas en la historia de nuestro �empo, pues se deja herir con�nuamente por nosotros. ¡Qué certeza de su misericordia nos dan sus heridas y qué consuelo significan para nosotros! ¡Y qué seguridad nos dan sobre lo que es él: "Señor mío y Dios mío"! Nosotros debemos dejarnos herir por él.Las misericordias de Dios nos acompañan día a día. Basta tener el corazón vigilante para poderlas percibir. Somos muy propensos a notar sólo la fa�ga diaria que a nosotros, como hijos de Adán, se nos ha impuesto. Pero si abrimos nuestro corazón, entonces, aunque estemos sumergidos en ella, podemos constatar con�nuamente cuán bueno es Dios con nosotros; cómo piensa en nosotros precisamente en las pequeñas cosas, ayudándonos así a alcanzar las grandes. Al aumentar el peso de la responsabilidad, el Señor ha traído también nueva ayuda a mi vida. Constato siempre con alegría y gra�tud cuán grande es el número de los que me sos�enen con su oración; de los que con su fe y su amor me ayudan a desempeñar mi ministerio; de los que son indulgentes con mi debilidad, reconociendo también en la sombra de Pedro la luz benéfica de Jesucristo. Por eso, en esta hora, quisiera dar gracias de corazón al Señor y a todos vosotros.Quisiera concluir esta homilía con la oración del santo Papa León Magno, la oración que, precisamente hace treinta años, escribí sobre el recordatorio de mi consagración episcopal: "Pedid a nuestro buen Dios que fortalezca la fe, incremente el amor y aumente la paz en nuestros días. Que me haga a mí, su humilde siervo, idóneo para su tarea y ú�l para vuestra edificación, y me conceda prestar un servicio tal que, junto con el �empo que se me conceda, crezca mi entrega. Amén".

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ENFERMEDADES DEL HIGADO Y ALGUNOS REMEDIOS PARA SU CURACIÓN.

Mtra. M Guadalupe Nieto

Dieta general para enfermos.Al principio de una enfermedad (Fase aguda)El primer día, en la etapa aguda de la enfermedad, cuando hay fiebre, vómitos, diarrea o calambres, lo recomendable es ayunar por completo. No hay que comer, sólo beber. La infusión de hinojo es especialmente buena para la salud, en casos de fiebre alta sin diarrea, en par�cular con infección viral en verano u otoño, un vaso de agua con 2 comprimidos de galanga. Cuando hay diarrea se puede beber un té negro suave.De vez en cuando se puede comer algún biscote de espelta remojado en el té. Esto es benéfico también el segundo día, con pedazos de manzana hervida, pero no aplastados. Las manzanas hervidas se digieren mejor que las crudas, cuando se trata de enfermos (y otro tanto ocurre con las peras, que no recomendamos para enfermos).El segundo día se puede tomar una sopa de crema de espelta, aderezada con algo de sal y perejil. Esta sopa tomada por la mañana se recomienda para quienes sufren diarrea. También puede tomar biscotes de espelta empapados en la infusión de hinojo. También trozos de manzana cocidos en agua abundante (sin reducirlas a compota, ni mermelada) que también se

puede beber con parsimonia.Al tercer día, si no hay diarrea, se puede tomar consomé de pollo y la carne del pollo (sin la piel). También es una buena bebida el vino «apagado». No son necesarias otras frutas, porque la manzana cumple con todas las necesidades de estos tres primeros días.Este régimen de tres días se sigue en todos los casos de enfermedad; incluso, si hay una recaída, se puede volver al régimen de los tres primeros días.Durante la convalecenciaEl cuarto día de enfermedad se recomienda una dieta con los siguientes productos: pan de espelta, biscotes de espelta, fruta ligeramente cocida (a fuego lento); carne y verduras del régimen de Hildegarda. A los platos sugeridos para el segundo día se les puede añadir espelta (con almendras picadas), pasta de espelta y sopa de crema de espelta.Además se puede ya volver a comer ensalada cortada menuda bien aliñada, biscotes de espelta, pastel de manzana (no demasiado dulce) y café de espelta o infusión de hinojo de bebida. ¡Nada de chocolates ni helados!Para enfermos crónicosPara los enfermos crónicos y para las personas que sufran artri�s o reuma�smo se recomienda segur la dieta de los convalecientes un largo plazo.Se desaconsejan seriamente:Los embu�dos en general, especialmente los de carne de cerdo, mayonesa, huevos fritos; el queso ,a no ser que se acompañe con comino, las conservas, sardinas, anguilas, gambas, cangrejos, carne de cerdo, margarina, pato, ganso.Fresas, melocotones, ciruelas y puerros (los venenos de la cocina de los que debemos prescindir para siempre); pepinos, arándanos, peras (en especial si se �ene migraña, diarrea o resfriado).Ruibarbo, nueces, patatas; bebidas alcohólicas (salvo cerveza y vino), café o tabaco; crema ba�da y patatas fritas.Especialmente los enfermos del hígado y de la vesícula biliar no deben comer los alimentos ni demasiado calientes ni demasiado fríos, ni demasiado dulces ni demasiado ácidos.

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El enfermo que se atenga a este régimen, recuperará la salud y el que está sano, no caerá enfermo.Este es el régimen general. Hay otro para los enfermos del hígado y otro para los enfermos del pulmón.

Régimen para los enfermos del pulmón.“El que sufra de cualquier enfermedad de los pulmones, debe, ante todo, evitar cualquier carne grasa y cualquier comida que tenga una gran can�dad de sangre (morcilla). Además, los quesos cocidos (pizza, racle�e, fondue) porque todo esto provoca en la región pulmonar mucosidades par�cularmente nocivas. Hay que evitar también los guisantes secos y las lentejas, no comer frutos crudos y verduras crudas. Hay que evitar también las nueces y el aceite de oliva. Si quiere comer carne debe ser una carne magra. Y si quiere comer quesos, no deben ser ni crudos ni cocidos, sino quesos secos y, si �ene que emplear aceite, que sea la menor can�dad posible. No debe beber agua (agua mineral) por qué hace nacer mocos en la región de los pulmones. Tampoco debe beber mosto nuevo mientras que la fermentación no haya terminado. Por el contrario,la cerveza no le hará daño porque está cocida, tampoco debe beber vino”. (CC 168, 14 – 25) (PL. 1134 A).

Tratamiento de los dolores hepá�cos y las afecciones del hígado.Es sorprendente ver que los males hepá�cos crónicos se pueden curar mediante e l ayuno. Las transaminasas del hígado se comienzan a normalizar a la primera o segunda semana de ayuno, iniciándose una sorprendente regeneración del hígado.Un paciente hepá�co ha de comenzar el tratamiento con el ayuno y una sencilla dieta de espelta. La dieta hildegardiana especial para el hígado se basa, además de en la espelta, en el consumo de castañas, vinagre, hisopo y almendras.

Los dolores de hígado, y las enfermedades crónicas del hígado, suelen ser causadas por virus o por una intoxicación por alcohol, tabaco o medicinas o , incluso, por abusos en la alimentación con abundancia de alimentos grasos. Un hígado graso puede a la postre conducir a la cirrosis. Existen muchas enfermedades internas, como cáncer, reuma�smo, diabetes o afecciones pulmonares, que hacen que el hígado se inflame y se vuelva sensible la presión. Para curarse es preciso reconocer las propias limitaciones y aprender a vivir con ellas.La mayor parte de las infecciones hepá�cas se deben a infecciones por virus. Santa Hildegarda explica que los pulmones son afectados con�nuamente por los trastornos del metabolismo del hígado. Algunos remedios indicados por la santa para el hígado consiguen curar los pulmones simultáneamente. El mejor ejemplo es el tratamiento de una tos crónica originada en una an�gua afección del hígado por

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medio del elixir de escolopendra porque dice Santa Hi ldegarda: “E l he lecho ( lengua c ierv ina) [Scolopendrium vulgare] es caliente y alivia el hígado, los pulmones y los intes�nos dolorosos. Hiérvase la lengua de ciervo en vino, añádase miel pura y hiérvase de nuevo. Añadir pimienta larga y el doble de canela en polvo al vino preparado y hervir de nuevo. Colar a través de un paño para obtener una bebida clara.Beber a menudo antes y después de comer y hará bien al hígado, limpiará los pulmones, curará los intes�nos dolorosos y eliminará la podredumbre interna y las mucosidades”. (PL 1142 A- B)Es di�cil preparar este elixir porque el helecho lengua de ciervo es una especie protegida en Europa (se puede conseguir ya preparado).Para comenzar, el paciente tomará cada día una copita (20 cl) después de las comidas. Luego, una vez que uno se ha hecho al sabor caracterís�co, se aumenta la dosis a una copita antes y después de las comidas durante 4 a 6 semanas. El elíxir limpia el hígado y los pulmones envenenados, eliminando los tóxicos internos y la mucosidad. Es la medicina más importante para afecciones hepá�cas crónicas y la bronqui�s crónica, y alivia también en dolencias del bajo vientre así como para los trastornos en la regulación de las hormonas. Incluso enfermedades crónicas, como infecciones de la vejiga, de la vesícula, de los ovarios y las vías urinarias con pérdidas con�nuas (flúor) se pueden tratar con éxito con el elixir de helecho lengua de ciervo. También en el caso del asma, una de las enfermedades más di�ciles de tratar según Hildegarda, vale la pena intentarlo con este elixir.Todas las enfermedades internas con presión, o sensación dolorosa de conges�ón del lado derecho de las cos�llas, se han de tratar con ayuno, seguido de una estr ic ta d ieta de espel ta . La sangr ía correctamente aplicada (en la vena hepá�ca) ayuda de manera efec�va.En su manual santa Hildegarda describe un régimen muy especial para el hígado y también una bebida especial. “El que sufre del hígado debe beber, a menudo, como bebida vino de moras (moretum) porque el

dolor del hígado proviene , a menudo, de un exceso de sangre que el calor y el jugo del vino de moras apacigua porque está emparentado con la sangre.“ Debe temperar con vinagre (de vino) toda la comida que consume y comerla así porque el mordiente y el calor del vinagre sujetan al hígado (para que no se inflame)”Tiene que mas�car también las rebanadas de pan de espelta que la gente dispone con jamón seco y que se riega con vino, (una copita (20cl) de vino para desinfectarlo). El jugo seco del jamón es expulsado al remojarlo por el calor del pan y del vino y así este pan temperado de esta manera, sujeta el hígado para que no se inflame. El vino que ha empapado al jamón no se debe beber porque a ese vino ha pasado todo lo nocivo de esa carne”. (CC 176,33- 177,11). El bocadillo de jamón preparado así, alivia a los enfermos de hígado que desde por la mañana se sienten cansados y con mareos, como sucede en casos extremos después de una hepa��s.Para la salud del hígado se necesitan proteínas de alto valor como en la espelta, que es un alimento ideal, y en las almendras dulces. Como la levadura de cervezacon�ene albúmina para los que padecen del hígado y es rica en vitamina B, hemos preparado comprimidos de levadura de cerveza y de salvado de espelta. Se toman de 3 a 5 comprimidos diarios con mucho líquido.

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La santa encuentra muchas virtudes cura�vas en las castañas, no sólo para las infecciones de hígado, sino para cualquier estado de debilidad.“El castaño es muy caliente y por ese calor posee una gran virtud, puesto que simboliza la Discre�o (la justa medida, la vía media, la moderación). Todo él y su fruto es ú�l contra cualquier debilidad del hombre”.(PL 1126 B).“Si el hígado duele, macháquense castañas y échese miel. Se han de comer a menudo con esta miel y el hígado mejorará”. (PL 1227 B)El hígado, más que ningún otro órgano, se resiente con los excesos sobre todo en el comer, beber y una vida desmesurada. Por lo tanto, a los enfermos, les damos las siguientes reglas dieté�cas: ni demasiado caliente ni demasiado frío, ni demasiado dulce ni demasiado amargo; nada de alimentos grasos, como las patatas fritas, tocino o crema ba�da; nada de café, alcohol o nico�na. Toda buena comida se ha de atemperar con un poco de vinagre de vino antes de comer, porque el calor y vigor del vinagre con�enen al hígado.La santa ve, en la moderación de todos los alimentos grasos y en la obediencia, la vía de curación. La fuerza ardiente de Dios aparece radiante en medio de una nube clara. Con muchas flores disipa, como si fuesen moscas, las inspiraciones del diablo. La fuerza del poder de Dios la asiste en su hombro derecho en forma de crucifijo y en su seno, la Discre�o, protege las virtudes, en forma de piedras preciosas, con amor

y solicitud. Dice: “Todo lo que se man�ene dentro del orden divino se corresponde. Las estrellas brillan de la luz de la luna y ésta brilla del fuego del sol. Cada cosa sirve a otra más elevada y nada sobrepasa su medida” (Vita Merit. II, 22).Toda persona que ha sobres�mado su propia medida, su capacidad de rendimiento, sus fuerzas, por exceso, (también de comida, alcohol, tabaco etc. , ha sobrepasado la medida. Santa Hildegarda enumera estas consecuencias: pensamientos errá�cos que no llevan a nada bueno, la dejadez y la debilidad, el vér�go cardíaco, la tristeza no mo�vada y la falta de resistencia interna. En su úl�mo libro teológico la Santa escribe que Dios ha fijado a cada hombre su nombre y determinado su medida y que el alma reclama que se observen en todas las cosas la justa medida: “porque el hombre no puede vivir constantemente en las alturas celestes. Pero el diablo no quiere que se guarde la medida, busca lo que sobrepasa la medida, ya sea más elevado, ya sea más bajo.”El hígado sufre también cuando se excede en su capacidad de trabajo. La tristeza y la depresión, con la huida hacia la hiperac�vidad, pueden dañar el hígado. Los enfermos del hígado han perdido esta justa medida porque la han sobrepasado. Si quieren recuperar la salud, deben reconocer su propia medida y aprender a amarla. El castaño y las castañas �enen un papel primordial para la salud del hígado. El sobrenombre del castaño es la Discre�o. Gracias a las substancias que con�ene y a la energía solar que ha almacenado, la castaña puede alimentar tan completamente y de manera tan armoniosa al ser humano que le permite a este recuperar su fuerza de resistencia y su esplendor.

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píldoras de santidad

Santa Catalina de Siena(1347-1380)

Terciaria dominica, doctora de la IglesiaCopatrona de Europa

El Diálogo, el don de conformarse a Cristo (Le dialogue, Téqui, 1976). Mi misericordia y mi caridad dejan �empo [Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] Lo quiera o no, el mundo me da gloria. En verdad, la gloria que yo re�ro no es la que me debía dar, amándome sobre toda cosa. Pero alabanza y gloria a mi nombre suben de él. Sobre las personas mundanas brilla mi Misericordia y la abundancia de mi Caridad, que les deja �empo. En vez de mandar a la �erra devorarlos, espero su retorno. Ordeno a la �erra darles su fruto, al sol esparcir sobre ellos su luz y calor, al cielo moverse para con�nuar la vida en todo lo que creé para ellos. Tengo misericordia y caridad con ellos, no sólo no re�rándoles estos dones por sus faltas, sino también otorgándolos tanto al pecador como al justo y frecuentemente más al pecador que al justo. Porque el justo está preparado para sufrir y lo privo de bienes en la �erra para darle más abundantemente bienes en el cielo. Mi caridad y misericordia desbordan sobre ellos. Otras veces, los servidores de lo mundano, con las persecuciones que hacen pasar a mis servidores, prueban su virtud, ponen en evidencia su paciencia y caridad, provocan sus humildes y con�nuas oraciones en medio de los sufrimientos. Oraciones y sufrimientos suben hacia mí como un homenaje de honor y alabanza a mi Nombre. Así, sin quererlo, aún cuando pretende ofenderme, el malvado trabaja para mi gloria.

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COMIENZO DE UNA VIDAPilar Bosch

¿Cuándo comienza nuestra vida? La Biología es la rama de la ciencia que se encarga de estudiar la estructura de los seres vivos, sus células y su funcionamiento, y cómo son sus procesos vitales; es, por lo tanto, la ciencia donde podemos encontrar la respuesta sobre el comienzo y evolución de una vida, en éste caso, nos enfocamos a la vida humana, la nuestra.

En el estudio de las moléculas que hace la Ciencia de la Biología, se ha descubierto en todos los seres vivos la existencia de “los ácidos nucleicos, en los que está impresa la información para la reproducción y el mantenimiento de sus caracterís�cas durante toda su vida. Los ácidos nucleicos son como su documento de iden�dad, que se adquiere en el momento de la fecundación, y estará ac�vo hasta el final, hasta la muerte.” En el momento de la fecundación la Biología reconoce, por lo tanto, que se crea un ser humano dis�nto a todos, dis�nto a los que han exis�do, existen o exis�rán, un ser humano único que será él mismo desde que empieza a exis�r hasta el úl�mo día de su vida. La ciencia de la Biología también dis�ngue que en todo ser vivo existe “un nivel celular, es decir, que sus células pueden seguir viviendo por su cuenta, en un medio adecuado; reconoce, entonces, que éste nuevo ser humano sólo necesita un ambiente adecuado para vivir; vive por sí mismo, crece y se desarrolla en ése medio. Este hecho es verdadero también el resto de su vida: todo ser humano necesitará siempre el ambiente adecuado que le permita vivir, y si se le priva de él, no podrá con�nuar viviendo.

En tercer lugar, la Biología contempla en la fecundación la generación de un individuo como un todo único armónico en la que todos los niveles mencionados arriba quedan integrados. Nuestro ADN, presente en todas y cada una de nuestras células nos “informa” qué somos y quiénes somo: seres humanos únicos e irrepe�bles.¿Cómo sucede la Fecundación? Para comprender como es el comienzo de una vida humana, haremos un resumen del ensayo sobre éste tema escrito por el Dr. José Luis Velayos, Catedrá�co de Morfología de la Facultad Medicina Univ. Autónoma, Madrid. (2)Cada ser humano comienza siendo una célula, la célula que se forma cuando el óvulo de una mujer es fecundado por el espermatozoide de un hombre. (1)Primeramente, hay que considerar que para la existencia de un nuevo ser humano hace falta cierta materia prima. Tanto el hombre como la mujer en sus respec�vos aparatos genitales �enen un �po de células que al unirse, son capaces de generar una nueva vida humana, dis�nta a ellos. Los óvulos y los espermatozoides son células diferentes a las demás células de nuestro cuerpo. La diferencia entre los óvulos y los espermatozoides y las demás células del cuerpo es que en su núcleo solamente con�enen 23 cromosomas (haploides), en lugar de contener 46 (diploides 23 pares). Éstas células �enen todo lo necesario para cumplir con su función específica, por ejemplo: los óvulos con�enen gran can�dad de elementos nutricios y los espermatozoides no �enen capacidad fer�lizante hasta que no salen del aparato genital. (1)Para la generación de una nueva vida humana, en el hombre se producen millares de espermatozoides y en la mujer, a lo largo de la vida maduran unos 400 óvulos.

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Los cromosomas son par�culas con forma de bastón que se encuentran en cada célula del cuerpo y con�enen nuestro material gené�co.Los cromosomas están dentro de nuestras células y con�enen decenas de miles de genes. Es importante saber que los genes son como un plano desde el cual se formó nuestro cuerpo, son un instruc�vo claro y completo con las instrucciones para crear células nuevas, con indicaciones detalladas de cuál será el color del cabello, de los ojos, la forma de la nariz, a cuáles enfermedades seremos propensos, cómo se produce nuestro factor coagulante, etc. etc... Todos los genes son idén�cos en cada célula de cada individuo y dis�ntos a los de los demás, y todos se encuentran organizados en la misma forma, es decir que la ciencia puede iden�ficarnos con tan sólo una célula de cualquier parte de nuestro cuerpo (1). También es importante tener presente que éstos genes que nos dan nuestra iden�dad empiezan a exis�r en el momento de la concepción cuando comienza una nueva vida humana. Cuando los genes de nuestros padres se han fusionado de una forma única y par�cular, se ha iniciado una vida que se irá desenvo lv iendo de acuerdo a sus ún icas instrucciones gené�cas.El ambiente propicio para que se realice la fecundación se encuentra en las trompas de Falopio; ahí comenzará la existencia del nuevo ser humano.

El Encuentro de los GametosCuando entran los millones de espermatozoides al cuerpo de la mujer hacen un recorrido donde, en un filtro natural, sólo llegan los que son capaces. “Al alcanzar el óvulo se ponen en contacto con la zona externa o zona pelúdica del ovocito durante unos 15 minutos para penetrarla y producir una fusión. La zona pelúcida es una envoltura que protege al ovocito y que posteriormente protegerá al embrión temprano. En el espermatozoide se da un intenso movimiento de la cola y la cabeza, cuya porción poster ior actúa a modo de fulcro que va introduciéndose en la zona con progresivos movimientos oscilatorios. La penetracion de la zona pelúcida tarda aproximadamente 7.5 horas, después de las cuales se funden totalmente las membranas de las dos células. Posiblemente, la fusión de las membranas de las dos células progenitoras sea el momento más importante en el comienzo de la vida humana. Se da un proceso de despertar del óvulo, una ac�vación ovular, con cambios en su membrana y un rápido incremento en las necesidades de oxígeno y aceleración en los cambios químicos, para iniciarse enseguida la síntesis de proteínas propias de la especie humana, es el "big bang" biológico, el comienzo de la vida de una persona.“

Cuando el espermatozoide ha penetrado el citoplasma del óvocito, moviéndose lentamente y con la ayuda de enzimas y moléculas del citoplasma, se expande gradualmente hasta transformarse en el pronúcleo masculino que aportará un sólo juego de cromosomas. El pronúcleo es el núcleo de los gametos o células reproductoras que posee la mitad del número de cromosomas; (recordemos que cada

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célula en el cuerpo humano �ene 23 pares de cromosomas, 46 en total. por el aporte del padre y la madre, que cons�tuyen un nuevo libro completo cuyas páginas se irán abriendo durante toda su vida. Una vez que se ha realizado la fer�lización y la fusión de los materiales gené�cos, la nueva vida empieza a desarrollarse. En medicina el embarazo es el �empo que transcurre entre la fecundación y el parto. ¿Cómo se lleva a cabo el legado gené�co humano y la diversidad de su individualidad?La penetración del espermatozoide al ovocito es�mula el que la célula se divida.Durante el desarrollo del nuevo ser humano se llevan a cabo 2 �pos de divisiones celulares, una que se llama mitosis, que es realizada por células somá�cas (las células de la piel, ojos, del pelo, la mayoría de las células de nuestro cuerpo) y la meiosis que es realizada por células de línea germinal: los óvulos y los espermatozoides

En la mitosis se da un proceso donde se duplica el ADN, la célula se rompe en dos, resultando dos células completas iguales a aquella de la que salieron.En la mitosis se ob�enen células hijas iguales a la célula que las originó.

La meiosis crea, de una célula normal (una célula de 46 cromosomas) cuatro células con sólo 23 cromosomas, que son dis�ntas gené�camente de la célula original y también dis�ntas entre sí.El proceso de división en la meiosis es similar a la mitosis pero se repite dos veces consecu�vas en donde, en la primera meiosis se duplica el ADN pero aquí a diferencia de en la mitosis, los cromosomas se mezclan, recombinándose, después se alinean y se separan hacia los dos polos, y al momento de separarse para posteriormente dividirse y formar nuevas células, pueden ubicarse hacia cualquiera de los polos, lo que se denomina permutación cromosómica. La permutación cromosómica “genera variabilidad en las células que se van a originar, ya que existen múl�ples posibilidades de permutación. En el caso del ser humano, se pueden generar 8.388.608 combinaciones de gametos con información dis�nta, sin tener en cuenta las combinaciones durante la recombinación de los cromosomas”. Cuando la célula se rompe en dos, genera dos nuevas células completas pero ya recombinadas. Estas dos células completas con sus 46 cromosomas repiten el proceso, y en ésta segunda vuelta no hay duplicación del material gené�co, quedando al final 4 células con la mitad de la información gené�ca lo que hace posible la fecundac ión, manteniendo e l número de cromosomas de la especie humana, y su variabilidad gené�ca, y permi�endo la reproducción sexual.Por la meiosis se crean células con la mitad de información gené�ca para hacer posible la fecundación y así la con�nuidad de la vida humanaEs durante la meiosis cuando ocurren muchas de las enfermedades gené�cas pues puede suceder, por ejemplo, que un espermatozoide lleve más información gené�ca, o menos información gené�ca, y al unirse con el óvulo, ocasione en el bebé alguna enfermedad. Los cromosomas maternos son rodeados por una membrana nuclear y se expanden. El ovocito con�ene las proteínas y otros componentes requeridos por el pronúcleo masculino para dirigir la

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fusión de ambos gametos en la formación del cigoto o huevo. Cuando se fusionan las dos células, y se fusionan sus núcleos, el cigoto adquiere una gené�ca completa. Su citoplasma y sus orgánulos son siempre de origen materno puesto que provienen del óvulo. El cigoto con�nua divdiéndose mediante una sucesión de mitosis donde se forman dos células hijas con el mismo número de cromosomas y la misma información gené�ca que la célula madre. Así se origina una masa de células embrionarias, los blastómeros, que conforman la mórula, que posteriormente evoluciona a blástula.

A las 12 horas de la fer�lización empieza a sinte�zarse DNA. Para muchos, el momento de la fusión de los dos pronúcleos, más que la adhesión de las membranas de las dos células progenitoras, es el acontecimiento culminante de la fecundación, pues es el momento en que se suman las dos cargas gené�cas, formándose el nuevo genoma, que ya no se perderá. Desde que se inicia, el proceso de la fusión de los pronúcleos dura unas once horas. La célula resultante o cigoto que es ya dis�nta del óvulo y del espermatozoide; en su interior se da una gran producción de energía, manifestación de su gran vitalidad. En seguida, el cigoto empieza a dividirse; es el proceso de la segmentación, que aunque al principio es más rápido y de seguir a la velocidad con que se instaura, daría lugar en poco �empo a un ser con un número de células igual al del adulto. Por eso, la velocidad del proceso va siendo progresivamente menor. La primera división se da a las 24:30 horas y después, habrá una división cada 10- 12 horas. Al cuarto día del desarrollo el embrión tendrá unas 12 a 16 células, y se conoce como mórula porque recuerda a una mora. Ya está en el interior del útero. Sus células superficiales forman la masa celular externa, y las profundas, la masa celular interna, que por su situación, segregarán un líquido que se dirige hacia el centro de la mórula. En éste punto entran

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líquidos uterinos y la masa celular interna es movida hacia un extremo, mientras que las demás células quedan periféricas. Se habla ya de la blástula el bebé sigue desarrollándos, y para el sép�mo día ya se ha implantado en la pared uterina alimentándose de ella. A las 2 semanas surge la línea primi�va en la prolongación cefálica base para el sistema nervioso central el cual empieza a esbozarse el día 18. son y las extremidades aparecen al final de la tercera semana. los órganos de la visión y de la audición comienzan aparecer en la cuarta semana y en la quinta ya está el riñón defini�vo. En la sexta semana se desarrolla el sistema del dolor y en la sép�ma se empiezan a ver los genitales externos en la octava el estómago comienza a producir secreciones. En la undécima, se chupa los dedos. Las huellas dac�lares aparecen en el segundo mes, huellas que no variarán en toda (3)

Una nueva vida comienza en el momento en que el ovulo y el espermatozoide se encuentran y cada uno aporta material gené�co para un nuevo y dis�nto ser humano. En medicina éste es el comienzo del embarazo. Este encuentro sucede dentro del cuerpo de la mujer en las trompas de Falopio. Una vez que ha iniciado ésta nueva vida, hace un recorrido que dura entre 2 y cinco días para anidar en la cavidad uterina, aproximadamente 6 o 7 díasAntes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del seno te consagré Jeremías 1, 5

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¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de �.Isaías 49, 15 (1) h�ps://www.hog.org/handbook/esp/sec�on/2/basic-gene�cs(2)h�p://aebioe�ca.org/revistas/2000/1/41/29.pdf(3) h�p://aebioe�ca.org/revistas/2000/1/41/29.pdfE x p l i c a c i ó n m i t o s i s y m e i o s i s h�ps://youtu.be/SwACfUAC13YMeiosis h�ps://youtu.be/3Ul0TV40nBQC r o m á � d a s H e r m a n a s h�ps://es.wikipedia.org/wiki/Crom%C3%A1�das_hermanasDepartamento de Biología Unidad 0: ADN y Reproducción Celular Temas: Ciclo Celular; Meiosis, Variabilidad Gené�ca; Mutaciones Cromosómicas.

Nivel: Tercero Medio Diferenciado Profesor: Juan Vera h�ps://www.liceopablonerudatemuco.cl/wp-content/uploads/2020/04/3ro_Biolog%C3%ADa-Diferenciado_gu%C3%ADa-3_Unidad-0_Mesiosis-Mutaciones-Cromosomicas.pdfINSTITUTO NACIONAL Departamento de Biología Coordinación NM 2 – 2014 Cic lo Celular h � p s : / / i n s � t u t o n a c i o n a l . c l / w p -content/uploads/2016/06/2-Biolog%C3%ADa-Gu%C3%ADa-de-Mitosis-y-Meiosis.pdfIMÁGENESh�ps://s3.amazonaws.com/s3.�metoast.com/public/uploads/photo/11203319/image/9cd744650d93a 8 8 1 3 1 6 a 2 5 f c 5 0 0 1 3 6 1 b h�ps://img.buenamente.co/id-6d425c39-a0a0-4 2 9 e - b a 4 6 - 3 c 7 5 c 4 4 9 c 6 6 5 / s -xuHZoOdf3qVqi9vnFCus3Hhvoy2.jpgh�ps://i.blogs.es/fe74ad/650_1000_4881139469_a4a7�9dea_z/450_1000.jpg h � p s : / / f e r � l i d a d . i g e n o m i x . e s / w p -content/uploads/2018/10/iStock-614732082.jpg,

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milagro eucarístico roma italia siglo vi-vii

Este Milagro Eucarístico, cuya reliquia se conserva aún en el m o n a s t e r i o b e n e d i c t i n o d e Andechs, en Alemania, ha sido certificado por numerosas fuentes escritas. Entre las obras más importantes en las que se menciona este Milagro Eucarístico, destaca la Vita Beati Gregorii Papae, escrita por el Diácono Paolo en el año 787. Corría el año 595, cuando el milagro s e m a n i f e s t ó d u r a n t e u n a celebración eucarística presidida por el Papa San Gregorio Magno, quien fue testigo en primera persona.

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En el momento en que una mujer noble de Roma se acercó a comulgar, comenzó a reírse porque dudaba de la real presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrados. Entonces, el Papa, turbado por tal incredulidad, decidió no darle la comunión. Inmediatamente las especies de pan se convir�eron en carne y sangre. En aquellos �empos era uso común llevar a la celebración eucarís�ca el pan preparado en casa de los mismos fieles. El Papa San Gregorio Magno celebraba la Misa un domingo en la an�gua iglesia dedicada a San Pedro. En el momento de la distribución del Pan Eucarís�co, vio que entre los fieles había una mujer que había preparado el pan y que reía a carcajadas. Con gran turbación, el Papa la reprendió y le preguntó el mo�vo de tal ac�tud. La mujer se jus�ficó diciendo que no llegaba a entender cómo fuese posible que aquel pan que ella misma había preparado con sus manos, ahora, gracias a las palabras de la consagración, se convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. San Gregorio le prohibió comulgar e imploró a Dios que la iluminase. Cuando terminó su oración, vio que la fracción preparada por la mujer se conver�a en carne y sangre. La mujer, con gran arrepen�miento, se arrodilló y comenzó a llorar. Aún hoy, una parte de la Reliquia del Milagro se conserva en Andechs, Alemania, en el monasterio benedic�no.

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Pequeño lector en este número continuaremos conociendo los 10 mandamientos de la ley de Dios.Los mandamientos son una lista de deberes que hemos de cumplir para mejorar la convivencia con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con el entorno.Recordaremos que en la revista pasada comenzamos estudiando los tres primeros mandamientos, y podemos observar que los 2 primeros resumen a los 10 mandamientos con esta frase que encontramos en las sagradas escrituras “Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas” (Mateo 22, 36-40). 4° Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre, eso es amar a tus padres, respetarlos y obedecerlos.

También incluye a los maestros, profesores o autoridades. La obediencia es esperada siempre y cuando NO nos lleve a cometer pecado. Dios es antes de cualquier cosa. 5° Mandamiento: No mataras, hacer cualquier tipo de daño a personas o animales, burlarse de defectos físicos. 6° Mandamiento: No cometerás actos impuros, como estar en malas compañías, decir groserías o malas palabras, leer o mirar libros, revistas películas que no son adecuadas para cuidar la pureza de nuestro corazón. 7° Mandamiento: No robarás, como pedir algo prestado y no devolverlo, quedarnos con algo que no es nuestro. 8° Mandamiento: No darás falso testimonio ni mentirás, no atestiguar algo falso o decir cosas inciertas o inventar algunas cosas. De la boca del mentiroso lo cierto terminará haciéndose dudoso.

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9° Mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros, evitar el mostrar partes de nuestro cuerpo, el no tener pudor ni cuidado de nuestro cuerpo. 10° Mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos, sería desear con rabia l o que otros t i enen , querer desmed i damente l os ob je tos materiales.

Recuerda que los diez mandamientos no son creación del hombre, sino de Dios Padre que entregó estos mandamientos a Moisés. Estaban

escritos por Él mismo en dos tablas. Todos nosotros los católicos, como hijos de Dios, estamos obligados a obedecer dichos mandamientos, tengamos la edad que sea. Si fallas en alguno de estos mandamientos es necesario que asistas al sacramento de la reconciliación y recobres tu amistad con Dios.

Sigue construyendo este camino de Verdad, Amor y Confianza en Papito Dios, que nos regala a través de nuestra Iglesia Católica.

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Imprime el siguiente dibujo y pégalo en tu álbum.

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gratias agens benedixit fregit deditque”

COMO CATÓLICOS, APOSTÓLICOS, ROMANOS TENEMOS LA OBLIGACIÓN

DE DEFENDER LA SANA DOCTRINA DEL MAGISTERIO AUTÉNTICO, DE LA

SAGRADA ESCRITURA, DE LA SAGRADA TRADICIÓN DE LA SANTA MADRE

IGLESIA, LLEVANDO LA LUZ DE CRISTO, CAMINO, VERDAD Y VIDA, ETERNO SOL,

AL MUNDO ENTERO QUE EN ESTOS “ÚLTIMOS TIEMPOS” VIVE ENVUELTO EN LAS OBSCURAS SUGESTIONES DEL MAL. INVITAMOS TODOS LOS CATÓLICOS A

APOYARNOS EN ESTE PROYECTO QUERIDO Y DESEADO POR DIOS UNO Y

TRINO QUE PONEMOS BAJO LA PROTECCIÓN DE LA INMACULADA

VIRGEN MARÍA, REINA DE LAS VICTORIAS, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA, DE SAN JOSÉ SU CASTÍSIMO ESPOSO, DE TODOS LOS SANTOS Y DE

TODA LA CORTE CELESTIAL.

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