Estudio de la superposición de memorias en dos...

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Faculteit Letteren & Wijsbegeerte Dries Blancke Estudio de la superposición de memorias en dos novelas contemporáneas: Yo nunca te prometí la eternidad, de Tununa Mercado y Sefarad: una novela de novelas, de Antonio Muñoz Molina Masterproef voorgedragen tot het behalen van de graad van Master in de taal- en letterkunde Frans – Spaans 2014 Promotor Prof. dr. Ilse Logie Vakgroep Letterkunde

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Faculteit Letteren & Wijsbegeerte

Dries Blancke

Estudio de la superposición de memorias en dos novelas contemporáneas:

Yo nunca te prometí la eternidad, de Tununa Mercado

y Sefarad: una novela de novelas,

de Antonio Muñoz Molina

Masterproef voorgedragen tot het behalen van de graad van Master in de taal- en letterkunde

Frans – Spaans

2014

Promotor Prof. dr. Ilse Logie Vakgroep Letterkunde

 

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Faculteit Letteren & Wijsbegeerte

Dries Blancke

Estudio de la superposición de memorias en dos novelas contemporáneas:

Yo nunca te prometí la eternidad, de Tununa Mercado

y Sefarad: una novela de novelas,

de Antonio Muñoz Molina

Masterproef voorgedragen tot het behalen van de graad van Master in de taal- en letterkunde

Frans – Spaans

2014

Promotor Prof. dr. Ilse Logie Vakgroep Letterkunde

 

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AGRADECIMIENTOS

Este estudio no hubiera sido posible sin la ayuda de varias personas. En primer lugar, quisiera

agradecerle a mi tutora Prof. Dr. Ilse Logie, quien me guió durante todo el trabajo con sus

valiosos consejos y su inconmensurable asistencia.

A continuación, quisiera mostrar mi gratitud a Monica Szurmuk, investigadora en el Consejo

Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, por darme la posibilidad de acercarme a

la obra de Tununa Mercado, gracias a sus consejos y recomendaciones.

Por último, agradecer a mi familia, especialmente a mis padres, mi hermano, mis abuelos y mi

pareja, por el apoyo y la motivación recibidos durante la creación de este trabajo y a lo largo

de mi carrera universitaria.

Dries Blancke, agosto 2014

 

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Índice

0. INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 5

I. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEMA ....................................................... 7

I.1 Biografía de los autores .................................................................................................................. 7 I.1.1 Tununa Mercado ..................................................................................................................... 7 I.1.2 Antonio Muñoz Molina ........................................................................................................... 8

II. YO NUNCA TE PROMETÍ LA ETERNIDAD ........................................ 10

II.1 Estructura y género ...................................................................................................................... 10

II.2 Veracidad-ficción ......................................................................................................................... 12

II.3 La temática ................................................................................................................................... 14 II.3.1 El exilio ................................................................................................................................ 14 II.3.2 La identidad ......................................................................................................................... 15

II.4 Similitudes novela – vida Tununa Mercado. Primera superposición de memorias: el nazismo – la dictadura argentina ............................................................................................... 18

II.5 La superposición de memorias en Yo nunca te prometí la eternidad .......................................... 19 II.5.1 Al nivel de los capítulos ....................................................................................................... 20 II.5.2 Dentro de los capítulos ......................................................................................................... 23

II.6 Las razones y los objetivos de la escritura ................................................................................... 28

III. SEFARAD ................................................................................................... 30

III.1 Estructura, género y voces .......................................................................................................... 30

III.2 Veracidad-ficción ....................................................................................................................... 33

III.3 La temática ................................................................................................................................. 35 II.3.1 La identidad .......................................................................................................................... 36 II.3.2 El tren ................................................................................................................................... 39 II.3.3 El exilio ................................................................................................................................ 48

III.4 La superposición de memorias en Sefarad ................................................................................. 52 III.4.1 Por medio del elemento del tren ......................................................................................... 53 III.4.2 Por medio de la reaparición de los personajes .................................................................... 53 III.4.3 Al nivel de los capítulos ..................................................................................................... 58 III.4.4 Dentro de los capítulos ....................................................................................................... 58

III.5 El objetivo de la escritura ........................................................................................................... 67

IV. CONCLUSIONES ...................................................................................... 73

V. BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................... 77 Extensión del trabajo: 25 731 palabras

 

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0. INTRODUCCIÓN

“La memoria es el pasado hecho presente”. De esta manera el crítico Richard Terdiman define

la tipología literaria que aborda el recuerdo de episodios históricos (Terdiman ctd. en

Rothberg 3; Rothberg 3, 4). El género interdisciplinar de la memoria conoció su auge,

un verdadero “boom”, en los anos ’80 y ’90 del siglo pasado. Esto se debe a un renovado

interés por los estudios acerca de, entre otros, el Holocausto, la Guerra Fría entre los Estados

Unidos y la Unión Soviética, las “comisiones de Verdad y Reconciliación en ciertos países

latinoamericanos. Por consiguiente, la influencia de tales aproximaciones se extendió hasta el

campo de la literatura (Freedman 77-78). Con respecto a España, nos encontramos ante el

caso de una paulatina abertura hacia memorias que tratan la Guerra Civil, tras décadas de un

olvido, una postergación principalmente impuesta por el régimen franquista (Hristova,

Borrowed). En México, el “boom” al que nos hemos referido antes implicó una aproximación

académica a las memorias sobre exilios y represiones estatales en Hispanoamérica.

Se constató la preponderante presencia de la literatura por argentinos desterrados (Szurmuk 5,

6).

A la luz de estas informaciones, introducimos las dos obras que investigaremos en este

trabajo: Yo nunca te prometí la eternidad, de la escritora argentina Tununa Mercado, y

Sefarad: una novela de novelas, del autor español Antonio Muñoz Molina. En ambos libros se

lleva a cabo una superposición de diferentes memorias, estrategia llamativa tanto desde el

punto de vista literario como histórico. Por esta razón, nos parece muy interesante entablar

una investigación de la naturaleza del fenómeno de la superposición (“Tununa Mercado

Biografía”; Muñoz Molina, Autorretrato). Entre la crítica existente sobre Yo nunca te prometí la eternidad, distinguimos algunos

estudios en los que se ponen de relieve un o unos elementos específicos. Bocchino (2011)

insiste sobre todo en el tema del exilio, mientras que González Betancur (2009) ha examinado

la relación entre este elemento y el concepto de la identidad. Biagioli (2012), por su parte, ha

investigado a qué género pertenece la obra y Ricaud (2009) se ha basado en el lazo entre Yo

nunca te prometí la eternidad y otro libro de Mercado, titulado En estado de memoria.

Con respecto a Sefarad, Jaeckel (2008) ha analizado cómo la novela aborda la Guerra Civil

 

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española, mientras que Díaz Navarro (2007) se ha acercado a los diferentes tipos de voces y la

importancia de los testimonios. Valdivia (2013) ha unido varios estudios y ha ampliado el

estudio para llegar a una edición crítica del libro de Muñoz Molina.

¿Qué es la superposición de memorias? ¿Cuáles temas se encuentran en los textos y cómo se

entrelazan? ¿Existe una diferencia entre Yo nunca te prometí la eternidad y Sefarad en cuanto

a la elección de las historias y en la manera con la que se abordan? ¿Por qué los autores

buscan poner en contacto episodios históricos de diferentes espacios y tiempos?

Investigaremos dichas preguntas a partir de una lectura y análisis profundos de ambos libros,

de varios estudios anteriores sobre éstos y de literatura teórica con respecto a la vinculación

de distintas memorias. Además, pondremos las dos obras en comparación de manera sucinta,

a fin de revelar las convergencias y divergencias con respecto a las preguntas expuestas más

arriba.

En el primer apartado de nuestro trabajo contextualizaremos el tema. Se expondrán las

biografías de los autores Tununa Mercado y Antonio Muñoz Molina. A continuación, el plan

de análisis seguirá un esquema concreto que se aplicará de la misma manera a ambos libros.

Más en concreto, dedicaremos un capítulo al género y la estructura de los textos, seguido por

unas reflexiones en cuanto a la veracidad y la ficción. Después se abordará la temática central,

para abastecernos de las informaciones necesarias que nos permitirán indagar en las diferentes

estrategias de superposición de memorias. Tras haber realizado toda la investigación,

concluiremos nuestro estudio con una vista general sobre las respuestas obtenidas y los

conocimientos adquiridos.

 

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I. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEMA

Para empezar es necesario contextualizar el tema de la investigación y por ello, en este

capítulo se abordará la biografía de los autores Tununa Mercado y Antonio Muñoz Molina.

Además, comentaremos brevemente el siglo XX marcado por el Holocausto, las dictaduras y

el exilio judío.

I.1 BIOGRAFÍA DE LOS AUTORES

I.1.1 Tununa Mercado

Nilda ‘Tununa’ Mercado, escritora argentina, nació el 25 de diciembre de 1939 en Córdoba.

Hija de un padre abogado criminalista y legislador, y de una madre escribana, pasó su

juventud en la ciudad. En 1958 empezó su carrera de Letras en La Universidad Nacional de

Córdoba. Seis años más tarde, sin haber finalizado los estudios, se trasladó a Buenos Aires,

junto con su marido (el escritor Noé Jitrik) y su hijo Oliverio (“Tununa Mercado Biografía”).

Ahí entró en el mundo de las editoriales y el periodismo (“Premio de Literatura Tununa”) y

escribió su primer libro de cuentos, llamado Celebrar a la mujer como a una pascua.

Esta obra obtuvo la Mención del Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba) en 1966.

En el mismo año, la familia (la autora, su esposo y sus dos hijos Oliverio y Magdalena)

decidió exiliarse en Francia, donde Mercado se dedicó al aprendizaje del francés y a su

enseñanza. Regresaron todos a Buenos Aires en 1970 y la escritora empezó una nueva carrera

profesional como periodista para La Opinión, un diario que tuvo un gran mérito progresista e

intelectual. A partir de 1973, año en que tuvo lugar el Golpe de Estado en Chile, la pareja

empezó a solidarizarse con varios países. El año siguiente, tras haber sido amenazada por la

Triple A1, Tununa Mercado se vio obligada de acompañarle a su marido a México. Trabajó

para revistas y, apoyada por su esposo y otros exiliados argentinos, fundó una comisión de

solidaridad. En 1987, después de la dictadura, la familia logró por fin regresar a Argentina

(“Tununa Mercado Biografía”).

                                                                                                                         1 La Alianza Argentina Anticomunista fue un aparato terrorista que llevó a cabo represiones “durante el tercer gobierno peronista (1973-1976)”, antes del golpe de estado encabezado por Videla (Servetto 1; “El exdictador”).

 

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Entre las creaciones literarias de Tununa Mercado, se destacan el libro de relatos Canon de

alcoba (1988), que ganó el Premio Boris Vian y En estado de memoria (1990), novela

reeditada en 1998, tras haber recibido la beca Guggenheim. Otra obra de la autora argentina es

la novela Yo nunca te prometí la eternidad (2005), que será objeto de nuestro análisis en este

trabajo (“Tununa Mercado Biografía”).

I.1.2 Antonio Muñoz Molina

Antonio Muñoz Molina es un escritor español nacido el 10 de enero de 1956 en Úbeda, Jaén.

Es el hijo mayor de padres cuya infancia estuvo marcada por la Guerra Civil Española.

Ambos ya no podían asistir a las clases y tuvieron que ayudarles a sus padres con los deberes.

Además, el abuelo paternal fue convocado como soldado republicano. Con doce años, Muñoz

Molina empezó a interesarse por, entre otros, Alexandre Dumas, Agatha Christie y Julio

Verne. La lectura de obras de este último le incitó a dedicarse a la escritura. Cuatro años más

tarde, el ensayo de la primera obra de teatro del joven español fue prohibido por la dirección

de su instituto por ser “entre existencial y de protesta”. El efecto de esa prohibición fue un

Muñoz Molina satisfecho, por sentirse “como un autor represaliado por la dictadura”.

Cumplida la mayoría de edad, se fue a Madrid para empezar la carrera de Periodismo, pero

pronto la abandonó. En la misma ciudad estuvo preso por participar en “una manifestación de

protesta por el fusilamiento de Salvador Puig Antich” (Muñoz Molina, Autorretrato), un

anarquista del Movimiento Ibérico de Liberación2. A continuación, se fue a Granada para

hacer los estudios universitarios de Geografía e Historia. Antonio Muñoz Molina vivió ahí

durante 20 años y escribió artículos para el Diario de Granada. Hasta ahora, asimismo ha

redactado para ABC, El País y revistas científicas y musicales (Muñoz Molina, Autorretrato).

En 1984 apareció El Robinson urbano, libro constituido por los artículos escritos para el

Diario de Granada. Dos años más tarde, se publicó la primera novela del escritor, titulada

Beatus ille (1986) (“Muñoz Molina Premio” 13). En 1992 el autor español se trasladó a

Madrid, y a partir de 1993 empezó a dar clases en las universidades de Bard College, Virginia

y Nueva York, ciudad donde además dirigió el Instituto Cervantes de 2004 a 2006 (Muñoz

Molina, Autorretrato). Desde 1995 Muñoz Molina forma parte de la Real Academia Española

                                                                                                                         2 Amiguet.

 

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(“Muñoz Molina Premio” 14). Actualmente, el escritor y su familia alternan sus estancias

entre Nueva York y Madrid (Muñoz Molina, Autorretrato).

Las obras de Antonio Muñoz Molino han sido traducidas a muchas lenguas, entre otras al

inglés, al alemán, al italiano y al francés (“Muñoz Molina Premio” 14). Cabe incluir que El

invierno en Lisboa (1991), Beltenebros (1991) y Plenilunio (1999) aprovecharon una

adaptación al cine. El escritor español ha ganado más de una docena de premios, entre los

cuales el Premio Planeta en 1991 y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013,

y ha sido nombrado Doctor Honoris Causa por tres universidades diferentes (“Muñoz Molina

Premio” 11, 12, 14).

 

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II. YO NUNCA TE PROMETÍ LA ETERNIDAD

II.1 ESTRUCTURA Y GÉNERO

En este primer capítulo del análisis de Yo nunca te prometí la eternidad, expondremos la

estructura y ofreceremos algunas informaciones con respecto al género literario.

Mientras González Betancur considera el libro en primer lugar como una novela histórica

(González Betancur 74), Bocchino opta por una nueva denominación para calificarlo: “género

texto-mapa” (Bocchino 85). No obstante, no resulta evidente determinar de manera absoluta y

unívoca el género de la obra. Yo nunca te prometí la eternidad se constituye de veinticuatro

capítulos, sin responder a una forma fija. Incluye entre otros cartas, extractos de diarios,

memorias, entrevistas, documentos y testimonios. González Betancur acude a la definición de

“novelas del exilio”3 por Blanca Inés Gómez de González para aplicarla al caso de la obra que

estudiamos en este trabajo (González Betancur 74):

Las novelas del exilio tienen un marcado carácter testimonial y autobiográfico.

Como testimonio, buscan denunciar el estado de sometimiento y marginalidad

que supone la vida en el exilio. El carácter autobiográfico viene dado por el papel del

testigo, quien ha presenciado o ha sufrido los rigores del exilio. Son relatos en primera

persona, donde quien narra es un escritor. De allí el carácter metaficcional y

autoconsciente del género (Gómez de González ctd. en González Betancur 74).

Lo testimonial de Yo nunca te prometí la eternidad se presenta bajo la inclusión de

documentación sobre los personajes – supuestamente personas reales – y del diario de Sonia.

Lo autobiográfico (véase más adelante para una matización de esta visión), por su parte, se

basa en el hecho de que la narradora principal de la historia se parece en varios aspectos a la

propia autora. La escritura del libro es el resultado del encuentro entre Mercado y Pedro en

México, durante el cual se entrega el diario de Sonia (González Betancur 75, 78). Se explica

el episodio en cuestión en una entrevista (Mercado, Frontera) y aparece en la obra (Biagioli

60): “Fue Pedro mismo quien me entregó el diario de viaje de su madre en un acto que tuvo

mucho de ceremonia sagrada” (Mercado, Yo nunca 18). Este punto de partida de la historia en                                                                                                                          3 Gómez de González ctd. en González Betancur 74.

 

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Yo nunca te prometí la eternidad se relaciona con una obra anterior de Tununa Mercado

llamada En estado de memoria. En este libro, la escritora no solo cuenta “su propio exilio en

México”, sino que también aborda a Pedro, al que conoce en “un centro de estudios para

organizar el exilio” (Bocchino 81; Mercado, Frontera; Mercado, Yo nunca 8-9).

Otro lazo entre la narradora y la autora consta en el hecho de que la investigación y el proceso

de recuperación y sobre todo de reconstrucción forman explícitamente parte del argumento.

Ya en las primeras frases de la novela se define ese proyecto (González Betancur 75-76;

Bocchino 82; Mercado, Yo nunca 5):

Se diría una lámina por el leve espesor que reivindica en esta materialidad que la tiene

sepultada o, si se prefiere, en el tiempo que la ha dejado transcurrir intentando

dispersarla. Una película que no por ser tenue ha dejado de cubrirnos a los que nos

hemos acercado a ella, la muerta, inquisitivos, como si se cumpliera el reclamo de una

ley de gravedad que quiere retener, contener, asentar, transgredir la pulverización y

asegurarse el volumen y el peso de las partículas. […] Ella, la muerta, todavía recatado

su nombre, lo musita en mis oídos sin embargo en una incitación que sólo podría

palparse –siendo tan impalpable la materia de la muerte– que por este impulso mío de

escribirlo: Sonia, y de plegarme, pronunciándolo, al esbozo de persona que el nombre

me sugiere al incitarme (Mercado, Yo nunca 5).

A ello se añade que, a lo largo del relato, la narradora expone sus reflexiones, sus dudas, sus

esfuerzos etc. con respecto al acto de la escritura. Presentamos unos ejemplos de estos

metacomentarios (González Betancur 75; Biagioli 60):

Siento satisfacción por haber encontrado estos nombres en el mapa de carreteras de

Francia. Saber por ejemplo que Milly está en la Departamental 9448 o en el cruce de la

D948 y la D837. […] ¿He sabido traducir correctamente: nous nous arretons devant la

grande pelouse avec les meules? ¿Es un gran prado?, son molinos? (Mercado, Yo

nunca 21-22. Cursiva en el original).

No podía prever en aquel primer acercamiento que ese diario tan escueto, tan sin

pretensiones de ser un escrito para la posterioridad, me pediría casi inmediatamente,

en esa noche en que entraba en él para traducirlo, unas referencias, un mapa, una

 

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bibliografía, recursos adecuados para seguir una marcha y, sobre todo, para responder

a esa inquietante curiosidad de saber qué era lo que no se decía precisamente en lo que

se anotaba […] Cuando empecé a traducir el diario de Sonia […] tuve la certeza de

que me instalaba en una topografía de senderos múltiples […] y que iba a ser muy

difícil recorrerlos y, más difícil aún, organizarlos en una red narrativa (Mercado, Yo

nunca 38).

Debido a los elementos que hemos expuesto en este capítulo, queda claro el lazo entre la

narradora de Yo nunca te prometí la eternidad y la propia autora. Como ella misma declara en

una entrevista: “la que narra soy yo” (Mercado, Frontera). A pesar de las similitudes que

encontramos entre Tununa Mercado y la voz que guía el relato, cabe recordar que la historia

se inscribe en un cuadro ficticio: “hay mucho de verdad en la novela, pero yo me había

prometido decir que todo fue inventado”. Nótese la elección por la escritora de la palabra

“novela”. (Mercado, Frontera; Gianera). Por estas razones, en lugar del término

‘autobiografía’, nos parece más adecuada la denominación ‘autoficción’. Este género híbrido,

originario de Serge Doubrovsky, se define como “ficción de acontecimientos y de hechos

estrictamente reales […]”. De esta manera, el autor está presente en su texto, aunque de

manera inventada (Doubrovsky ctd. en Casas 10; Casas 11; González Betancur 75).

II.2 VERACIDAD Y FICCIÓN

Si analizamos el libro mismo como objeto material, descubrimos elementos que indican la

veracidad de la historia. Aunque en (la versión argentina) de la tapa leemos el subtítulo

“novela”, se comunica en el resumen que “es una historia real”4. Además, en la imagen

elegida como portada se pueden apreciar a la protagonista Sonia y a su hermano Hanan.

En los créditos del libro se explica que se trata de una foto tomada por H. Niecke, en Glogau

(Polonia) en 1917 (Bocchino 82).

En la novela misma encontramos fragmentos en los que se insiste en el carácter real de los

testimonios. Se afirma que se exponen acontecimientos auténticos, vividos por los testigos y

se pretende negar todo elemento ficticio. En la primera cita se trata de una copia del diario de

                                                                                                                         4 Mercado, Yo nunca, capa.

 

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Sonia (hecha por ella misma), mientras que en la segunda se trata de un libro que Pedro

escribió para su madre (Mercado, Yo nunca 18, 24; Szurmuk 7, 11)

[…] nada permite pensar que haya hecho correcciones a la versión original; ni parece

que, al copiar, hubiera existido en ella la voluntad de corroborar las dudas que se le

presentaban respecto de nombres de personas o de localidades, ni tampoco la de

proponerse una redacción. […] un sistema de señales que implica toda una elección: la

de respetar el carácter de anotaciones del texto (Mercado, Yo nunca 18).

Mis Memorias de la segunda guerra mundial. Esto no es imaginación sino es la pura

verdá (sic) de mi vida. Pedro Preux (Mercado, Yo nunca 24).

Sin embargo, la narradora admite que hace hincapié en las informaciones de las que dispone,

para crear una narración más literaria. Por consiguiente, se revela la naturaleza ficticia de las

historias en Yo nunca te prometí la eternidad (Mercado, Yo nunca 38, 44):

Cuando empecé a traducir el diario de Sonia, […] tuve la certeza de que me instalaba

en una topografía de senderos múltiples que reproducirían la forma arcaica de los

peregrinajes de la humanidad y que iba a ser muy difícil recorrerlos y, más difícil aún,

organizarlos en una red narrativa (Mercado, Yo nunca 38. Cursiva es mía).

[…] encontré una carta que reproduzco arriesgando introducir una digresión justo en el

momento en que estaba por referirme a la anotación del día 20 de junio. […] ¿Podría

dejar pasar o dejar para después un papel cuyo membrete dice en capitulares […]

AGENCE ESPAGNE […]? (Mercado, Yo nunca 44).

En el diario de Sonia aparece el sobrenombre de “B”, acompañado de la mención de una

discusión sobre Schopenhauer. Estas informaciones le incitan a la narradora a incluir a la

persona real Walter Benjamin. De esta manera, se inventa el encuentro de este filósofo

alemán judío con la protagonista, ambos huyendo de la represión nazi (Mercado, Escribir;

Mercado, Yo nunca 45; Osborne y Charles; Bocchino 85).

 

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II.3 LA TEMÁTICA

II.3.1 El exilio

Uno de los elementos centrales de la historia de Yo nunca te prometí la eternidad es el exilio.

En primer lugar, Sonia se exilia a causa del miedo. Huye por el deseo de sobrevivencia,

porque su vida está en riesgo por el nazismo. En segundo lugar, se exilia con el objetivo de

reunirse con su hijo Pedro y su marido Ro (González Betancur 78):

Tal vez esta locura de huir no fuera en verdad sino un modo de llegar hasta él, de

buscarlo en ese incontinente espacio […] No sólo, entonces, el impulso incontenible

de salir de París por los alemanes que llegaban […] sino el deseo de la reunión con ese

hombre […] (Mercado, Yo nunca 27)

El fenómeno ‘exilio’ mismo es definido por la narradora de la siguiente manera. Notamos el

énfasis en la pérdida inevitable y la lucha permanente (González Betancur 79; Mercado, Yo

nunca 12):

El éxodo es una corriente que deja atrás a su paso todo lo que toca, que expurga el

antes y elimina el después en un continuo de pasos que se autodevoran a ritmos

disparejos, que abandona el punto de partida sin compasión por el origen, como si esta

vez sí, de una buena vez, no hubiera retorno y tuviéramos que obedecer a unas leyes

de progresión y supervivencia de la especie humana […] y otras consignas a tono con

la gravedad [de] huir de los alemanes, siempre huir de los alemanes. Berlín antes, París

ahora; apenas se sale de ellas y ya se sabe que harán el mito de la ciudad perdida.

En una el origen negado, en la otra el arraigo imposible (Mercado, Yo nunca 12)

Podríamos preguntarnos si Mercado ha logrado describir tan minuciosamente lo que significa

el exilio gracias a su alto grado de empatía, por su comprensión de la condición de los

personajes y/o si se explica por haber vivido ella misma una experiencia similar (“Tununa

Mercado Biografía”).

 

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En varias ocasiones, los protagonistas sufren una discriminación por ser exiliados. En el

fragmento que presentaremos ahora, se señala que Sonia es rechazada en Francia por ser una

extranjera fugada. Esta ‘etiqueta’ hace que la población sea aún más hostil hacia su persona

que hacia los “boches, como se llamó a los enemigos de la primera guerra, pertenecientes al

bando de los alemanes” (González Betancur 77. Cursiva en el original).

Una epopeya de nacionales de la que ella por apátrida estaba excluida […]

menoscabado su origen, ahora difícil de explicar por la circunstancia, más difícil aún

de ocultarlo porque la lengua alemana, sus más leves acentos, la delataban como

enemiga de esa Francia y la hacía pasible de desconfianza y de represalias. Varias

veces había oído decir en boca de franceses: “Los emigrados son peores que los

boches” (Mercado, Yo nunca 28. Cursiva en el original).

La distinción que se hace entre los franceses y los extranjeros queda otra vez clara en el

fragmento donde a Sonia y Pedro les es negada una protección contra el gas. Además, nadie

de su alrededor critica ese acontecimiento injusto (González Betancur 77; Mercado, Yo nunca

28-29):

Rencor con los propios franceses que la habían visto desesperarse frente al Comisario

en la Prefectura: “No se entregan máscaras antigás a los extranjeros”, le había dicho al

ver sus papeles parias. Nadie se había hecho eco de su indignación y los habían dejado

alejarse de la fila, a ella y al niño, sin decir una palabra, aceptando esos franceses y

francesas, todos, tácitamente, que había ciudadanos de primera y de segunda y hasta

de última clase y que el gas estaba destinado sólo a los desprotegidos (Mercado, Yo

nunca 28-29).

II.3.2 La identidad

A lo largo del libro, la identidad de los protagonistas se nos es presentada como una identidad

imprecisa, rota. La causa principal de ello es sin duda la amenaza continua del nazismo, la

muerte y el rechazo. Esta última desgracia tiene su raíz no sólo en la actitud hacia ‘los

exiliados’ (véase arriba), sino también en la actitud hacia el origen judío de los personajes.

 

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De hecho, se equipara ‘ser judío’ con ‘ser exiliado’ debido a la larga historia de

desplazamientos de esa comunidad (González Betancur 80-81, 83). Edward Said habla de “el

proverbial pueblo del exilio” (Said ctd. en González Betancur 81). Sin saber por qué, Pedro

tiene que negar y ocultar su procedencia judía para sobrevivir. Además, asume en varias

ocasiones otro nombre y debe limitar su habla para no revelar su lengua. Como consecuencia,

su identidad queda anulada casi completamente (González Betancur 82):

Pierre se pregunta en esa noche […] si ser judío, eso que él no debe decir, es ser algo

contra alguien y si sólo él es judío o si los demás también lo son, es decir sus padres; si

ellos son judíos y por judíos tiene que huir, tal vez lo sea Monsieur Michel, que

también huye […] Ser judío es no ser qué, ser judío es un secreto que su madre le ha

revelado porque él ya es una persona grande, une grande personne (Mercado, Yo

nunca 88. Cursiva en el original).

La segunda causa de la identidad fragmentada es la nacionalidad compleja, heterogénea de

varios de los personajes. Si analizamos el caso de Sonia, descubrimos que su origen

geográfico es problemático (González Betancur 84):

Y ella misma […] como quien vuela a través de cartografías confusas, mapas con

fronteras rectificadas a lo largo de los siglos por triunfadores que jugaban sus dados en

repartos de guerra, tampoco podían circunscribir con exactitud su origen. Nadie nacido

en Alta Silesia podía hacerlo ni podría haber variado su nacionalidad entre Polonia y

Alemania y más remotamente entre otras potencias, como Suecia, Lituania, Rusia y

otras más que a Sonia se le entremezclaban en el tiempo de los manuales de la historia,

puesto que en el fondo, lo único que tenía arraigo de identidad era el ser judía […]

(Mercado, Yo nunca 28. Cursiva en el original).

No se puede determinar de una manera absoluta a qué país pertenece Alta Silesia, el lugar de

nacimiento de la protagonista. Se trata de una región que, al lado de haber pasado de

Alemania a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial, forma parte de un mayor

territorio que ha estado en las manos de Eslovaquia, Rusia y la República Checa. Señalamos

asimismo, que en esa cita se nota que la identidad de Sonia se define por su origen judío.

Ella no es sino judía y tiene que ocultar eso, como hemos señalado más arriba (González

Betancur 81, 84).

 

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Como ya hemos señalado, volvemos a encontrar esa “difusa nacionalidad”5 en otros

individuos presentes en la obra. Jeanne, una amiga de Sonia, es una francesa que nació en

Indochina. Igual que Ro, participa en la Guerra Civil Española y acaba por huirse a México.

Gertrud, la madre de Sonia, se exilia a México y más tarde a Israel, donde muere sin haber

sentido que hubiera pertenecido a ese país. Ro, por su parte, posee la nacionalidad checa y

alemana. Gracias a su militancia en la banda republicana, adquiere la “nacionalidad

española”. Con respecto a Pedro, existen versiones contradictorias sobre su nacimiento en

Francia o en Alemania. Además, en México es considerado como “refugiado español”

(González Betancur 84-86; Mercado, Yo nunca 9, 30, 52, 158).

Para terminar este capítulo, expondremos la tercera causa de la identidad fragmentada.

Se trata de una consecuencia de la primera causa, la amenaza (véase arriba). En el párrafo en

cuestión ya hemos abordado brevemente la necesidad de adoptar otro nombre.

Ahora analizaremos más en detalle el papel de los nombres y apellidos. Con respecto a los

nombres, esos fueron cambiados en función de en qué país se encontraban los personajes.

Pedro se llamaba Pierre en Francia y originariamente llevaba el nombre alemán Peter,

mientras que Sonia y Carlota son nombres elegidos por Charlotte Stephanie. Por lo que

acabamos de explicar, se confirma, otra vez, el lazo de la nacionalidad con la identidad.

En cuanto a los apellidos, la narradora relata cómo la familia Mendelssohn (de la que el

famoso compositor Felix Mendelssohn formó parte) se vio obligada a cambiar ese nombre a

causa del peligro que suponía el antisemitismo. Por esa misma razón, el apellido de Sonia, por

su parte, se transformó de Levi en Lernau (Bocchino 84; González Betancur 82, 86-87;

Mercado, Yo nunca 10):

No llamarse más Levi tal vez fue una decisión inevitable para acabar con las

restricciones y padecimientos de ser judío y aunque fuera sólo eso, quien lo decidió no

supo medir sus efectos. Quien borró su Levi y, por lo tanto, impuso su desaparición a

quienes vinieron después, sabiéndolo o no, trajo la identidad a un primer término, la

forjó como conflicto sin solución (Mercado, Yo nunca 262. Cursiva en el original).

                                                                                                                         5 Mercado, Yo nunca 9.

 

18

II.4 SIMILITUDES NOVELA – VIDA TUNUNA MERCADO

PRIMERA SUPERPOSICIÓN DE MEMORIAS:

EL NAZISMO – LA DICTADURA ARGENTINA

En este capítulo buscaremos constituir una conexión entre la novela Yo nunca te prometí la

eternidad y la vida personal de la autora. Para ello, revelaremos las similitudes explícitas e

implícitas. Además, se examinará la relación en el libro, es decir, la superposición de

memorias: por una parte el Holocausto y por otra la dictadura argentina.

No cabe olvidarse de la importancia que tiene el hecho de que Tununa Mercado misma se ha

exiliado dos veces. Por el hecho de que ella y la protagonista Sonia comparten el destino

común de México, se ponen en contacto la memoria de la dictadura argentina y la del

nazismo. Estando implicada en la reconstrucción de la historia de Sonia y su familia y

confrontada con la representación del exilio, la autora argentina siente una fuerte conexión

con los protagonistas. Llega a identificarse con ellos y recuerda su propia experiencia

(González Betancur 75; “Tununa Mercado Biografía”; Bocchino 81):

Oigo, a medida que escribo, el llamado melancólico de esos seres de carretera con

cuya ausencia y falta de nombres este “paisaje” tendrá que existir. Estoy entrelazada a

ellos, siguiendo con ellos la ruta del éxodo; las escenas transcurren en la niebla,

persisten en un lado nocturno en el que los presagios oprimen y no puedo dejar de

estar en esos sitios de espera y de sentir una y otra vez, por identificación con los

tránsfugas, que son mis papeles los que faltan, que no han llegado las firmas, que los

licenciados no dejaron ninguna disposición para legitimar que existo (Mercado, Yo

nunca 128).

Es como si yo estuviera junto a ella en esas horas en que escribe apoyando su

cuaderno sobre las rodillas (Mercado, Yo nunca 20).

Además, se descubren varias otras similitudes entre Sonia y Tununa Mercado, entre las cuales

se destaca la profesión común. Ambas mujeres trabajan (trabajaba en el caso de Sonia) como

escritora. Durante la Guerra Civil Española, Sonia tenía un cargo en la Agencia de Noticias

Españolas (Mercado, Yo nunca 21; “Tununa Mercado Autobiografía”).

 

19

Como hemos señalado, Tununa Mercado se exilió a México durante la dictadura argentina.

Si se excluyen los puntos de contacto entre la autora y el personaje Sonia, constatamos que la

obra apenas aborda la memoria del exilio argentino. A continuación presentamos unas de las

pocas referencias claras a este episodio (Mercado, Yo nunca 8-10, 163, 183, 330, Bocchino

81):

Pedro […] se había acercado a los exiliados argentinos en México durante la dictadura

militar iniciada en el ’76 […] (Mercado, Yo nunca 8-9).

Visito a María Sten, en su casa. La conocí hace tiempo, en casa de exiliados argentinos

(Mercado, Yo nunca 330).

He visto etíopes aislados en su lengua, he visto rusos tratando de comunicarse en

inglés, argentinos exiliados en la época de la dictadura militar, lanzarse, anhelantes, a

hablar español en cualquier oportunidad que se les presentara (Mercado, Yo nunca

163).

Nótese que en todos los fragmentos la voz es la de la narradora principal, que se acerca a

Mercado (Mercado, Frontera; González Betancur 75). Veremos en el apartado siguiente que

el libro trata sobre todo las memorias de otros totalitarismos y guerras, a partir de varias

estrategias de entrelazamiento de estos temas.

II.5 LA SUPERPOSICIÓN DE MEMORIAS EN

Yo nunca te prometí la eternidad

Después de haber analizado las similitudes entre Yo nunca te prometí la eternidad y la vida de

la autora Tununa Mercado, investigaremos en este apartado qué (otras) memorias se abordan

en la obra. Además, se examinará sobre todo cómo se entrelazan estas diferentes historias.

 

20

II.5.1 La superposición de memorias en Yo nunca te prometí la eternidad

al nivel de los capítulos

a) El exilio ante el nazismo

Al nivel de los capítulos, constatamos una yuxtaposición de diferentes memorias. La mayoría

de las unidades textuales tratan la huida de Sonia ante la persecución nazi (González Betancur

78). Hacia la mitad de la obra, se introducen las historias de otros miembros de la familia: en

los capítulos 10 hasta 12, el sobrino Omri toma la palabra, mientras que los dos textos

sucesivos exponen respectivamente al marido Ro y a la madre Gertrud (Mercado, Yo nunca

146-210; Gianera). La historia de Sonia nos es contada bajo algunas maneras y voces

distintas. El primer método que distinguimos, consta en la presentación de entradas del diario

de Sonia, en la que seguía escribiendo durante toda su errancia. En el libro, la narradora

completa y comenta los fragmentos. No obstante, el lector no siempre tiene acceso a la ‘fuente

original’, sino solo a una interpretación (González Betancur 75-76; Ricaud 150, 155;

Gianera). El diario de la protagonista ofrece sobre todo informaciones acerca de su compañía

durante el éxodo y el lugar geográfico donde se encuentra. Además, se destaca el tema del

hambre y el deseo de Sonia de reunirse con su hijo y su marido. Presentamos un pasaje de

este tipo de narración (Mercado, Yo nunca 244-255):

Viernes

5. Julio. Salgo a las 7hs30 – la rubia me acompaña hasta el tren – el recluta de civil

me protege – llegamos a Toulouse a las 8,30 […] no hay chocolate, ni cigarrillos, ni

tabaco, ni café, ni leche (Mercado, Yo nunca 249. Cursiva en el original).

La segunda voz que nos cuenta la historia de Sonia es ella misma. Cabe señalar que no se trata

de un testimonio directo, sino que la narradora reconstruye y se imagina el habla de la

protagonista. Encontramos esta voz ya en el principio del libro, donde se expone el cuadro del

relato: Sonia, una mujer semita, huye de Francia, junto a su hijo Pedro para evitar la represión

nazi. Los dos esperan reunirse con el marido y padre Ro, “brigadista internacional en la

Guerra Civil Española”6. Durante un bombardeo, Pedro desaparece y Sonia tiene que

                                                                                                                         6 “Las Brigadas Internacionales fueron unidades militares compuestas por voluntarios procedentes de más de 50 países que participaron en la guerra de España (1936-1939)” (Hernández).

 

21

proseguir sola su fuga (González Betancur 74, 78; Mercado, Yo nunca 11, 14, 22; Gianera;

Pinto).

La tercera forma bajo la cual se presenta la historia de Sonia es mediante la voz de otro

personaje. En este caso, la atención se desplaza del episodio de exilio hacia la personalidad y

otros momentos de la vida de la protagonista. Igual que en las maneras anteriores, estas

versiones son mediadas por la narradora principal: se trata de recuerdos invocados durante

distintas entrevistas. En el capítulo 9, Jeanne cuenta al lado de sus propias experiencias, cómo

conoció a Sonia, algunas anécdotas y sobre el suicidio de su amiga (Mercado, Yo nunca 129-

132, 137-38, 140; González Betancur 75). Bertha, la mujer de Pedro, por su parte, insiste en

las relaciones familiares y cohechos banales, cotidianos (Mercado, Yo nunca 23, 321-22; 328-

29):

Ella y yo gozamos mucho la espera de Mónica. Y digo ella y yo porque nos entró una

euforia total, de la criatura. Pedro dijo que iba a ser niño y que tenía que ser niño. […]

Sonia nunca había comido mangos. Yo empecé con un antojo de mango loco.

Entonces fui y compré mangos de Manila. […] Le enseñé a comer tuna. No sabía

cómo se comían (Mercado, Yo nunca 328-29).

b) El exilio por la ideología sionista

Durante tres capítulos, el sobrino de Sonia, llamado Omri, cuenta la historia de su familia.

Mediante una entrevista con la narradora, que tiene lugar en Jerusalén, se reconstruyen las

vidas separadas de los hermanos Sonia y Hanan (el padre de Omri). En los años ’20, éste

último se fue a vivir a Palestina, incitado por el sionismo. Esta ideología implica la

“aspiración de los judíos a recobrar Palestina como patria”7. Indicamos la diferencia con

Sonia, que tiene la orientación socialista o comunista. El personaje Omri aborda los lazos

familiares, la vida profesional de su padre (era bacteriólogo y arqueólogo) y la mudanza de

Gertrud de México a Israel. Además, se explica que la abuela no consiguió integrarse en

Ramat Gan. Aunque las vidas de Sonia y Hanan parecen muy distintas, comparten la

confrontación con el régimen nazi. Habiendo vuelto a Alemania, el hombre no pudo terminar

sus estudios de medicina a la universidad, por ser judío (Mercado, Yo nunca 146-47, 151-54,

                                                                                                                         7 “sionismo”, diccionario de la lengua española.

 

22

165, 171, 174; González Betancur 75, 83-84, 88).

A lo largo de la entrevista de la narradora con Omri, se destaca el papel de las fotos y de las

cartas en el proyecto de la reconstrucción. En cuanto a las imágenes, leemos que tienen el

poder de “hace[r] un presente” (Mercado, Yo nunca 168, 176-79; González Betancur 75):

Con esas fotos sacadas desde diferentes ángulos Omri pudo reconstruir cómo era

Glogau en el último decenio del siglo XIX: la iglesia, otra iglesia, el puente, la

sinagoga, otra iglesia, otra iglesia. […] No creo haber entendido cómo esas seis

postales pudieron deshacerse y reconstruirse y no quiero usar la palabra

“rompecabazas” en la comparación porque la complejidad del ejercicio estaba muy

lejos del encaje unidimensional de unas piezas de cartón. […] Los cuadros […]

descienden, se despliegan, son armados, hacen un presente (Mercado, Yo nunca 178-

79).

Con respecto a las cartas, encontramos alusiones a la correspondencia entre Sonia, Hanan y

Gertrud. Hacia el final de la obra, se incluyen de manera integral las noticias que se enviaron

al final de y después de la Segunda Guerra Mundial. Mientras que las primeras cartas tratan

sobre todo la sobrevivencia y la vida en exilio, constatamos que en momentos posteriores la

familia se cuenta su vida cotidiana, como lo son el trabajo, las aficiones, las enfermedades y la

educación de los niños (Mercado, Yo nunca 176-77, 278-320).

c) La Guerra Civil Española

Como ya hemos señalado, en el capítulo 13 se trata de Ro, el marido de Sonia. Por medio de

su personaje, nos es presentada la memoria de la Guerra Civil española y de las Brigadas

Internacionales. Se narra mediante la voz de la narradora la llegada del hombre a España,

donde “formó parte de los primeros quinientos voluntarios”. No se exponen episodios de las

batallas, sino los motivos de Ro para unirse a la lucha contra el bando sublevado. La

militancia constituía una manera para el personaje de rechazar su origen alemán, asumir una

nueva identidad y vida (Mercado, Yo nunca 188, 193, 199; González Betancur 74, 85):

[…] un hombre que se resistía a cualquier filiación germánica, como si ésta fuera un

 

23

contagio indeseable. Había perdido lazos, parentescos, y esa terminación en equis de

plural francesa8 […] era como una llave que lo confirmaba en su determinación

temeraria de ir a la guerra para ser otro, para no ser más alemán, para ser un

internacional sin fronteras (Mercado, Yo nunca 193. Cursiva en el original).

[…] no era sólo alistarse, era cambiar el rumbo de él, de Sonia y de su hijo, probarse

en la separación, hacer del destierro una nueva patria […] (Mercado, Yo nunca 199).

Cuando Sonia empieza su huida, Ro está internado en un campo de concentración francés “en

los que se concentraba los excombatientes de España”. Años después, la pareja se

reencontrará y vivirá exiliada con su hijo en México (Mercado, Yo nunca 26, 190, 278).

d) El Holocausto

La última memoria que distinguimos es la de los campos de concentración durante el

Holocausto. La novela Yo nunca te prometí la eternidad aborda este fenómeno a partir del

personaje Gertrud, la madre de Sonia. Leemos que en 1942 fue deportada desde Berlín a

Theresienstadt, de donde fue liberada al final de la guerra. En el libro se recoge el testimonio

de la mujer, destinado a sus hijos, en la que se cuenta esa horrible vivencia. Gertrud narra la

llegada, las tareas que se les había encargado a los presos y el papel de los médicos. Además,

trata las malas condiciones y la gran cantidad de muertos (Mercado, Yo nunca 116, 153, 202,

211, 213-14; González Betancur 89).

II.5.2 La superposición de memorias en Yo nunca te prometí la eternidad

dentro de los capítulos

a) Las referencias breves

Descubrimos que dentro de los propios capítulos se llevan a cabo algunas superposiciones de

memorias. Al introducir otro tema en una historia específica, se provoca una mayor conexión

entre los diferentes relatos. En un texto que aborda principalmente la fuga de Sonia, se                                                                                                                          8 Se refiere al apellido Preux (Mercado, Yo nunca 192).

 

24

menciona la Guerra Civil española (Mercado, Yo nunca 14):

Dos mujeres sin maridos, especulando acerca de sus sendos destinos en algún sitio,

[…] acaso reunidos sus hombres, como si la Guerra de España que los había tenido

juntos en combate […], les hubiera impuesto un apego por el sur […] (Mercado, Yo

nunca 14).

Se explica la inclusión de este pasaje por la conexión inseparable de una pareja. A pesar de

que existe una distancia física (no se encuentran en el mismo lugar geográfico) entre, por una

parte, Sonia y su amiga Jeanne, y por otra parte Ro y Walter, se considera lógico que las

mujeres invoquen a sus esposos respectivos (Mercado, Yo nunca 14-15).

En el mismo capítulo encontramos un vínculo entre el tópico nazi y las Brigadas

Internacionales. Por consiguiente, no solo hay un entrelazamiento entre ambos temas, sino

que también éstos se relacionan con la historia central de Sonia (Mercado, Yo nunca 15):

Sabían que varios alemanes que pertenecieron a las brigadas de España habían sido

llevados en camiones por la Gestapo a distintos campos de concentración en Francia

(Mercado, Yo nunca 15).

Otro caso constituye la referencia al exilio republicano español después de la Guerra Civil9,

en un capítulo que expone la historia de Walter Benjamin, que huye de la represión nazi

(Mercado, Yo nunca 92-93; Osborne y Charles):

En el ’39 la carretera debió acentuar el peligro para los republicanos derrotados que

huían de España, confundido el miedo a los precipicios de la montaña con el terror a la

persecución de los vencedores […] (Mercado, Yo nunca 93).

b) Dentro del mismo párrafo

A continuación señalamos una técnica de superposición de memorias que ya se aplica en el

penúltimo ejemplo. Consiste en poner en contacto dos elementos pertenecientes a temas

                                                                                                                         9 La derrota republicana durante la Guerra Civil fue la justificación del exilio de miles de personas (Bocanegra).

 

25

distintos en un mismo párrafo. En el fragmento siguiente, leemos cómo dialogan el

Holocausto y el sionismo (Mercado, Yo nunca 15, 170):

Mi padre fue un miembro muy activo en Silesia del movimiento sionista […] Tenían

la filosofía de prepararse para una vida dura. […] Como los propios alemanes, que

tenían esa religión del trabajo. No por nada se habló de una supuesta admiración de

Eichmann por los sionistas (Mercado, Yo nunca 170).

Debido al terror fascista que traspasó las fronteras de los países y marcó a toda Europa, se

hace posible vincular el franquismo con el nazismo. En la obra, esto se realiza en un mismo

pasaje. Los soldados republicanos era ambiciosos y esperaban que una victoria en la Guerra

Civil significara a su vez el fin de la dictadura hitleriana (Mercado, Yo nunca 195):

[…] las convicciones de fondo que los estimulaba en aquel entonces, a saber que ganar

la guerra en España era vencer a Hitler en Alemania, y de manera más inmediata, que

Madrid sería la tumba del fascismo (Mercado, Yo nunca 195. Cursiva en el original).

c) La comparación

Otra estrategia que Tununa Mercado utiliza para entretejer memorias es la comparación. En el

segundo capítulo, encontramos un episodio en el que se equipara la vocación de Ro de unirse

a las Brigadas Internacionales con el miedo que le empuja a Sonia a huir de la represión nazi

(Mercado, Yo nunca 34):

[…] la espera de un mensaje [de Ro], […] que aprobara su decisión de salir de París en

su búsqueda. Un mensaje que le dijera que esa decisión era de la misma índole que

aquella asumida en el momento de la guerra de España: “Tengo que ir”. “Tienes que

ir”, que el impulso imparable de huir estaba dentro de la misma lógica […] (Mercado,

Yo nunca 34).

 

26

d) La fusión de memorias en los personajes

Distinguimos el cuarto y último método para unir diferentes memorias en el mismo capítulo, a

partir de los propios personajes del libro. A razón de sus experiencias, simbolizan en sí mismo

una superposición. Indicamos que se trata de Sonia y Jeanne. Como ya hemos señalado en el

apartado anterior de este trabajo, la protagonista de Yo nunca te prometí la eternidad escribía

para la Agencia de Noticias Españolas durante la Guerra Civil. Este hecho se combina con su

huida para evitar el horror nazi. Con respecto a Jeanne, señalamos más o menos la misma

superposición, dado que ella comparte el destino de la fuga10 y era a la vez participante en las

Brigadas Internacionales. Cabe añadir que, a causa de su solidaridad con la banda republicana

durante la Guerra española, ambas mujeres pasaron un periodo en un campo de concentración

(Mercado, Yo nunca 21, 130, 132, 342; González Betancur 78). Sorprendentemente, Jeanne

admite en el capítulo 9 tener recuerdos positivos en cuanto a su cautiverio (Mercado, Yo

nunca 135):

Nos llevábamos todas muy bien, muy bien, y vivimos experiencias, ¡nos hemos reído!

Además, el campo estaba en la montaña, con muchos árboles y en el fondo un arroyo

que hacía ruido. Bellísimo. En un lugar como ése no podía sentirme triste. No era

como la cárcel. Tengo buenos recuerdos del campo (Mercado, Yo nunca 135).

Cabe señalar que, al lado de las memorias que hemos expuesto en este apartado, Yo nunca te

prometí la eternidad aborda asimismo otros episodios en el contexto de guerras y

totalitarismos. En los dos fragmentos siguientes, se hace referencia respectivamente a la

represión estalinista y a la Primera Guerra Mundial (Mercado, Yo nunca 194, 257):

Manuel Tagüeña, […] de quien Ro recordaba que había pertenecido a las milicias

socialistas y que terminó como él, aunque tardíamente, en México, después de años de

penurias en la URSS bajo el terror de Stalin (Mercado, Yo nunca 194. Cursiva en el

original).

Durante la Primera Guerra Mundial, Paul11 tenía a su cargo un hospital militar en

Glogau especializado en garganta, nariz y oídos. […] Era plena guerra, escaseaba la                                                                                                                          10 Jeanne se exilia a México más tarde que su amiga Sonia (Mercado, Yo nunca 11, 130). 11 Paul era el padre de Sonia (Mercado, Yo nunca 108).

 

27

comida (Mercado, Yo nunca 257).

Después de haber analizado la superposición de memorias en Yo nunca te prometí la

eternidad, constatamos que la yuxtaposición de relatos constituye una estrategia productiva y

que se entrelazan sobre todo las historias sobre la Guerra Civil y el exilio a causa del nazismo

(González Betancur 74, 78, 83, 89; Mercado, Yo nunca 14-15, 21, 34, 93, 130, 132, 146-210,

342; Gianera).

Quisiéramos concluir este apartado con la idea siguiente: todo confluye en México.

La narradora, que muestra similitudes con la propia autora Tununa Mercado, se exilió en este

país. Muchos de los individuos de la obra comparten este destino: se trata de Sonia, Ro,

Pedro, Gertrud, Jeanne y hasta el personaje secundario Manuel Tagüeña. Sin embargo, una

reunión completa no es posible: Hanan, Omri, y su familia viven en Jerusalén.

La concurrencia de todas las represiones, los conflictos bélicos y las consecuencias que éstos

suponían, causó la fragmentación de los Lernau-Preux. Como se señala en el libro, la última

vez que las dos primeras generaciones se encontraron fue durante la boda de los padres de

Omri, que tuvo lugar antes de la Guerra Civil. Sin embargo, el arte hace posible la

recuperación de todos los miembros (Mercado, Yo nunca 18, 130, 146, 157, 160, 165, 190,

194, 257-58, 278, 280-85; Gianera; Mercado, Literatura; Szurmuk 11-12; Bocchino 81):

[…] tío abuelo de Sonia: Karl Theodor Barschall. […] Se pintó a sí mismo y a sus

cinco hermanos, con sus esposas e hijos […] Se advierte que Karl agregaba a los que

iban naciendo […]. […] un montaje fotográfico que restituye de manera

ficticia el retrato colectivo […] Hanan recordaba haberse quedado horas extasiado

frente a esos 46 personajes, cuyas historias después reconstruiría y podría trasmitir a

su hijo Omri […] La niña Lenchen fue agregada después junto a su madre, quien había

muerto a los pocos meses de darla a luz. Una licencia formal permitió que la que

llegaba tarde entrara en el cuadro. Karl hizo lo que la vida les había negado, juntarlas

[…] (Mercado, Yo nunca 187, 267. Cursiva en el original).

 

28

II.6 LAS RAZONES Y LOS OBJETIVOS DE LA ESCRITURA

En este apartado investigaremos cuáles son las razones y los objetivos de la escritura. Nuestro

análisis abordará esa actividad hecha tanto por la narradora como por los personajes de Yo

nunca te prometí la eternidad.

Para abordar el objetivo y el efecto de la escritura, recogemos un fragmento de una reseña

escrita por Adrián Ferrero, citado por Juan David González Betancur (76):

[…] esta novela […] pone en relación de contigüidad las relaciones traumáticas de la

persecución y el exilio (experiencias a las que la autora y su familia se vieron

sometidos (sic)) […] La escritura, como acto de resistencia y de combate, en su

carácter propiamente performativo, ensaya una salida a la barbarie […] (Ferrero ctd.

en González Betancur 76).

No queda claro si se refiere a la escritura por Mercado o por Sonia (González Betancur 76-

77).

En varios momentos de la obra, la narradora declara una “vocación enfermiza” para

reconstruir la historia de la protagonista y su familia. No solo destaca su deseo, sino también

la necesidad de darles voz a los que fueron privados de ella (Mercado, Yo nunca 56, 147; Díaz

Navarro 1, 4):

[…] esa muerta que estaba diciéndome todo el tiempo desde que sus diarios llegaron a

mí: Escríbeme, con voz como de ultrasonido, cuyas ondas sólo se pueden captar, oír,

desmembrar y organizar mediante la escritura. Y […] lo que estaba haciendo […] era

responder a su mandato […] (Mercado, Yo nunca 56).

Se señala que en una entrevista realizada por Pablo Gianera, encontramos un enunciado por

Tununa Mercado, que coincide con que se expone en la obra. La autora admite la misma

“manía […] de recomponer”. Por consiguiente, se confirma la identificación parcial que

existe entre la narradora y la escritora (Mercado, Frontera).

 

29

Cuanto más se desarrolla la recuperación, la relatora más se da cuenta de que el objetivo de su

escritura se deplaza de ofrecerles la ‘historia perdida’ a las nietas de Sonia, a devolvérsela a la

propia víctima (Mercado, Yo nunca 183; Ricaud 156).

A continuación presentamos dos fragmentos en los que se indican tres razones diferentes por

las que la protagonista judía escribe: para esquivar la catástrofe, como estrategia de

sobrevivencia y conservación como individuo y por el deseo de testimoniar (Mercado, Yo

nunca 27, 35-36, 106; Ricaud 155):

[…] escribe como el único modo de eludir la destrucción que se avecina y, finalmente,

el triunfo sobre esa destrucción (Mercado, Yo nunca 27).

Tenía que anotar, hacer sobre el papel la primera acumulación de bienes que un

tránsfuga, por añadidura apátrida, tiene la obligación de apuntar como un modo de

defenderse de la desaparición (Mercado, Yo nunca 35-36).

Escribir no responde sólo a un afán testimonial, sino que es una manera de preservar la

propia singularidad (Mercado, Yo nunca 106).

El propio Pedro redacta una versión de sus experiencias dirigida a su hija durante la guerra,

para que Sonia continúe viviendo a través de Mónica. En el libro leemos cómo ésta ha logrado

fusionarse con su abuela (Mercado, Yo nunca 334-35):

Mónica habló y siguió hablando con Sonia, en un diálogo que terminó por estar dentro

de su cuerpo, sus cavidades de aire, su torrente, y también en las cuerdas de su propia

voz, en las que Sonia parecía seguir susurrándole que nunca la abandonaría (Mercado,

Yo nunca 335).

Como ya hemos señalado en la parte sobre la superposición, Gertrud escribe un testimonio

sobre su cautiverio en el campo de concentración de Theresienstadt, para sus hijos Sonia y

Hanan (Mercado, Yo nunca 202).

 

30

III. SEFARAD

III.1 ESTRUCTURA, GÉNERO Y VOCES

Ya en el título completo de la obra, Sefarad: una novela de novelas, se señala su característica

principal en cuanto a la forma. Se trata de una novela constituida de 17 relatos autónomos

(Jaeckel 2233). En ellos, encontramos cartas y narraciones orales. Además, se hace referencia

por una parte a autobiografías de, entre otros, Primo Levi y Jean Améry, y por otra parte, a

obras históricas de François Furet y Tzvetan Todorov (Hristova, Borrowed 2). El subtítulo del

libro no solo se refiere a la forma de éste, sino también a otra característica. Se entiende por

‘novela’ (que normalmente constituye una tipología literaria) el conjunto de emociones y

vivencias de una persona. Con otras palabras, es la “memoria particular o colectiva”, que uno

presenta a sí mismo o a un público más amplio. Por esta razón, deducimos que el proyecto

Sefarad forma una amalgama de memorias (Valdivia 79, 770). En el libro leemos lo siguiente:

Doquiera que el hombre va lleva consigo su novela, dice Galdós en Fortunata

y Jacinta. […] me pregunto qué historias sabrán y no cuentan, qué novelas lleva cada

uno consigo […] (Muñoz Molina, Sefarad 242).

La estructura de la obra de Muñoz Molina muestra similitudes con un tipo de polifonía

musical: la Fuga. Se define este concepto de la manera siguiente: “composición que gira sobre

un tema y su contrapunto, repetidos con cierto artificio por diferentes tonos”12. Bajo el

término ‘contrapunto imitativo’ entendemos: “concordancia armoniosa de voces

contrapuestas”13. Significa que a nivel individual cada voz tiene su propio sentido, y a su vez

globalmente todas se complementan, generando una nueva armonía significante. En Sefarad,

el papel de ‘contrapunto’ es desempañado por el conjunto de los varios “voces, temas y

cambios en la perspectiva”. Son estos elementos, los que se repiten en diferentes capítulos del

libro (Valdivia 76). A lo largo de este trabajo, volveremos a referirnos a la aplicación y los

efectos de la Fuga en la novela.

                                                                                                                         12 “fuga”, diccionario de la lengua española. 13 “contrapunto”, diccionario de la lengua española.

 

31

La historia de Sefarad es considerada abierta. Se muestra a la vez acabada e inacabada, dado

que es posible añadir capítulos. Entendemos que, de esta manera, el relato busca constituir

una primera aproximación “a la memoria cultural europea compartida” e invita al lector a

indagar en otros testimonios y novelas del mismo campo (Valdivia 132-33). En la Nota de

lecturas, al final de la obra, el autor insiste en que “hay otros libros” por descubrir (Muñoz

Molina, Sefarad 752; Muñoz Molina, Conversaciones). Investigaremos de manera más

completa este proyecto de Sefarad en el apartado sobre el objetivo de la escritura.

Con respecto a los géneros, Sefarad aprovecha plenamente la hibridación, es decir, presenta

elementos ensayísticos y ficcionales (Jaeckel 2234).

Según Pablo Valdivia14, no se puede considerar Sefarad como una autobiografía. Aunque

Muñoz Molina ha incluido elementos de sus propias experiencias en la obra (39), entendemos

que se trata de una estrategia narrativa de ficción (29). En el primer capítulo, titulado

Sacristán, la ciudad que el personaje principal recuerda con nostalgia se parece a Úbeda, el

lugar de nacimiento del autor. Por ello, algunos críticos opinan que el protagonista de esta

historia se identifica con el escritor. Valdivia rechaza la lectura autobiográfica y señala que la

elección de este sitio se explica por el deseo de incluir lo cercano. Además, se indica que el

uso de “la misma vida y […] la recreación de ella” es más eficaz que “los lugares comunes de

la literatura” (Valdivia 159). Otros ejemplos de ciudades que han formado parte de la vida de

Antonio Muñoz Molina, y a las que acude en su libro son: Copenhague y Granada. En estos

dos casos se trata de la misma estrategia que acabamos de exponer (Valdivia 231, 401).

Cabe añadir que al proyectar lo íntimo del escritor, éste logra dar una ‘cotidianidad’ a los

personajes (Valdivia 782). Esa inclusión (particular) del autor en su obra, es una técnica

literaria de cuyo uso ya Cervantes fue un exponente ejemplar y que se ha intensificado en las

últimas décadas (véase más adelante en la parte sobre la autoficción) (Valdivia 705).

La atribución de las voces a la del autor tiene asimismo su causa en el uso frecuente del ‘yo

narrador’. En los pasajes de Sefarad que presentan una primera persona, no es solo el narrador

principal, sino también los personajes, que asumen una voz (Valdivia 64; Arroyo Redondo

362). El propio Muñoz Molina refuta en un artículo dirigido al crítico Hackl la equiparación

del ‘yo narrador’ con el autor (Valdivia 71):

                                                                                                                         14 Pablo Valdivia señala que muchos críticos comparten su punto de vista: Corty, Díaz Navarro, Eder, García de la Concha, Gilmour, Macciuci, Pye, Serna etc. (Valdivia 231).

 

32

Erick Hackl parece tener el problema que consiste en identificar el yo del autor con el

yo narrativo de los libros. ¿Imagina que yo, el autor del libro y de esta carta, soy

médico, soy enfermo, soy vendedor de materiales de autoescuela, tengo un solo hijo,

he asistido a la agonía de un viejo nazi, etc., tan sólo porque cada uno de esos atributos

pertenecen a algunos de los ‘yo’ sucesivos que hablan en mi libro? Cuando uno habla

de personajes públicos, o históricos, o usa el nombre propio de personas reales, tiene

la obligación de la exactitud […] Pero cuando lo que cuento son historias privadas, la

responsabilidad de lo histórico […] deja paso al privilegio de la literatura (Muñoz

Molina ctd. en Valdivia 71-72).

En esta cita el escritor subraya, por medio de una enumeración de algunos de los personajes

de su obra, que él mismo no es ninguno de ellos. Nótese que en la segunda parte del

fragmento, Muñoz Molina opina que tiene el derecho de distanciarse de la exposición de la

historia. Dado que en su libro los personajes son inventados o reales, pero dentro de una

construcción ficticia, la veracidad de Sefarad no es necesaria. De esta manera, el autor no

busca ofrecer un trabajo historiográfico (Valdivia 103-104, 214).

De todos modos, no es posible negar el papel de la inclusión de elementos autobiográficos,

como las ya mencionadas ciudades (Valdivia 159, 231, 401). Otras similitudes que

encontramos son “el primer matrimonio fracasado y la actual residencia en Nueva York”

(Arroyo Redondo 370; Muñoz Molina, Autorretrato). Además, se acercan el autor Muñoz

Molina y el narrador de Sefarad, debido a la profesión compartida de escritor: en el texto

titulado Copenhague, el narrador principal cuenta sobre un reunión en la que es honorado por

sus compañeros, mientras que en Oh tú que lo sabías viaja a Túnez para hacer una exposición.

Por estas razones, optamos por una lectura desde el género de la autoficción, que implica la

combinación de lo autobiográfico con lo ficticio (Arroyo Redondo 370; Casas 9-11, 35, 39).

En el libro se distinguen tres categorías de voces. En primer lugar, se identifican las voces de

los diferentes personajes que cuentan sobre su vida. En segundo lugar, encontramos el

narrador principal, que se parece en muchos aspectos al autor Antonio Muñoz Molina. En

tercer lugar, se reconocen personajes reales como los ya mencionados Jean Améry y Primo

Levi. Estos individuos no son protagonistas, sino que son invocados por el narrador-escritor.

La función de las referencias a ellos es múltiple: no sólo se trata de testigos del horror del

 

33

siglo XX, sino que también se destaca su mérito como grandes escritores y pensadores.

Cabe mencionar que los tres tipos presentados arriba no siempre están bien marcados o fijos,

puesto que constatamos que existe una confluencia e interacción entre ellos (Díaz Navarro 1-

2; Hristova, Borrowed 2). Por medio de esa estrategia, el autor logra tejer lazos y relaciones

entre diferentes espacios y tiempos (Hristova, Borrowed 3) (véase asimismo el capítulo sobre

la superposición de memorias). Al lado de ello, el entrelazamiento de las narraciones y “el

rápido y permanente cambio de enfoque” causa “la aguda sensación de desarraigo” (Jaeckel

2234).

III.2 VERACIDAD – FICCIÓN

En este capítulo indagaremos sobre la relación entre la veracidad y la ficción del libro

Sefarad. Más en concreto, se analizará cuál es la actitud hacia esta oposición y se revelarán

algunas estrategias para aumentar el carácter verosímil del relato.

La veracidad del libro se basa en los elementos autobiográficos de las obras canónicas de

Primo Levi y otros. Se refuerza el efecto de verosimilitud de esas últimas por la inclusión de

una lista que las recoge al final del libro (Díaz Navarro 2; Hristova, Borrowed 2). Sin

embargo, como ya hemos indicado en el capítulo sobre el género de la obra, los personajes

reales15 asimismo son, en cierto grado, ficticios. A pesar de que se refiere a personas que de

verdad han existido, están introducidas en una “recreación ficcional” en el seno de Sefarad

(Valdivia 103-104; Arroyo Redondo 364).

A lo largo del libro se destaca una estrategia que consta en el uso de expresiones con respecto

al hecho de recordar o no recordar, aumenta el carácter verosímil de las historias ficticias

(Valdivia 193, 234, 667). Encontramos algunos ejemplos en los fragmentos siguientes:

De todo eso me acordé como si volviera a vivirlo al ver de improviso a Mateo Zapatón

en la plaza de Chueca, y también de algo más que hasta ese momento no supe que

estaba en mi memoria: una vez […] (Muñoz Molina, Sefarad 193).

                                                                                                                         15 Los personajes reales tienen como referente tanto ellos de los que Muñoz Molina ha leído los testimonios, como ellos a los que ha entrevistado (Valdivia 104, 752-53).

 

34

Camille Safra tenía unos seis años en el momento de la huida de Francia: recordaba el

desagrado de que su madre la despertara […] Recordaba también haber dormido en

cocinas o zaguanes de casas […] Recordaba o soñaba luces aisladas en esquinas

(Muñoz Molina, Sefarad 234).

[…] igual que el carnet de identidad que me enseñó a continuación el pianista, con

[…] su raro nombre rumano o eslavo que ya he olvidado (Muñoz Molina, Sefarad

667).

La ficción parece necesaria para reconstruir las memorias que fueron negadas en importancia

y presencia durante las dictaduras. Una de las estrategias utilizadas por Muñoz Molina que

demuestra el carácter ficticio de Sefarad es la colisión y combinación constante de los

diferentes espacios y tiempos (Hristova, Borrowed 1, 4).

Encontramos unas “interacciones entre la [aparente] realidad y ficción” en varios momentos

de la historia. En ellas, el narrador presenta los pensamientos posibles de un personaje al lado

de qué de verdad está ocurriendo. Dado que para ello utiliza una segunda persona, el lector

asume un papel más activo en la (re)construcción de la historia (Díaz Navarro 2).

El narrador autodiegético explica su posición intermedia, entre lo real y lo ficticio. A pesar de

insistir en varias ocasiones en la autenticidad de las historias y de su escritura, reconoce su

impulso de apelar a la invención (Hristova, Borrowed 5):

Ahora, mientras revivo escribiendo lo que mi amigo me contó, me gustaría inventar

que la mujer pelirroja era de origen sefardí […] (Muñoz Molina, Sefarad 636)

No obstante, unas líneas más tarde matiza lo que ha dicho, asegurando que la función de la

historia de la mujer queda inalterada (Hristova, Borrowed 5):

Pero no es preciso inventar nada, ni añadir nada, para que esa mujer, su presencia y su

voz, surja entre nosotros, se aparezca a mí en el restaurante donde mi amigo y yo

conversamos […] (Muñoz Molina, Sefarad 636)

Indicamos otro ejemplo del juego ‘veracidad-ficción’ en una escena donde hay un conflicto

 

35

entre lo que es verosímil y lo que el narrador del fragmento se imagina (Valdivia 386):

Asisto a una representación de La flauta mágica, y sin ningún motivo, en medio del

arrebato y la alegría de la música, el hombre sentado junto a una mujer rubia es

Münzenberg […] quizás ha entrado clandestinamente en Alemania y […] va a esa

función de La flauta mágica en un teatro de Berlín […] Pero no es verosímil esa

escena: tal vez Münzenberg habría podido entrar en Alemania de incógnito, pero en la

ópera de Berlín Babette Gross habría sido reconocida de inmediato, la burguesa roja,

la escandalosa y arrogante desertora de su casta social, de la gran patria aria (Muñoz

Molina, Sefarad 386).

III.3 LA TEMÁTICA

Los temas centrales del libro muestran grandes similitudes con Yo nunca te prometí la

eternidad. En Sefarad, Muñoz Molina trata sobre todo el exilio, las desapariciones de

individuos etc. en el contexto del siglo XX (la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra

Mundial, el Holocausto y el estalinismo) (Díaz Navarro 3; Jaeckel 2233-34; Valdivia 24).

El título de la novela nos otorga información acerca del tema. “Sefarad hace una alusión a los

sefardíes, descendientes de los judíos de nacionalidad española expulsados por los Reyes

Católicos en 1492”. La elección de tal título nos enseña que el escritor considera ese episodio

de la historia española muy significativo y que lo pone en comparación con los

acontecimientos del siglo XX (Jaeckel 2233). En una entrevista, el propio autor explica el

título (Valdivia 48):

[…] los protagonistas en muchas historias tienen que ver con la expulsión de los judíos

y Sefarad era el nombre que ellos le daban a España. Sefarad simboliza además ese

lugar ideal con el que todos soñamos. Es la infancia, el hogar que añoran los

perseguidos. Sefarad es una metáfora de la nostalgia. Nostalgias y derrotas atraviesan

el libro […] (N.A. ctd. en Valdivia 48)

 

36

III.3.1 La identidad

Igual que en la novela de Tununa Mercado, la obra del autor andaluz aborda el concepto de la

la identidad mixta. El personaje Camille Pedersen-Safra (con un apellido danés), por ejemplo

presenta orígenes combinados (Hristova, Borrowed 4; González Betancur 80, 83-86):

[…] la mujer me dijo que había nacido en Francia, en una familia judía de origen

español. Pedersen era su apellido de casada (Muñoz Molina, Sefarad 233).

Otro carácter de ese tipo es el señor Salama. Ese hombre, viviendo en Marruecos, es a la vez

español, húngaro y judío (Hristova, Borrowed 4).

No obstante, la identidad mixta constituye un concepto menor en Sefarad. La idea central es

la de una identidad que está definida por la imagen que los demás tienen de nosotros

(Valdivia 200; Arroyo Redondo 370, 374):

La parte más onerosa de nuestra identidad se sostiene sobre lo que los demás saben o

piensan de nosotros. Nos miran y sabemos que saben, y en silencio nos fuerzan a ser lo

que esperan que seamos, a actuar en cumplimiento de […] sospechas que nosotros no

tenemos conciencia de haber despertado. Nos miran y no sabemos […] qué inventan o

deciden que somos (Muñoz Molina, Sefarad 199-200).

Eres no tu conciencia ni tu memoria sino lo que ve un desconocido (Muñoz Molina,

Sefarad 506).

En el capítulo Eres, se señala la consecuencia peligrosa y lamentable de ese fenómeno. Si los

otros determinan nuestra identidad, asimismo tienen el poder de decidir sobre nuestro destino,

y posiblemente sobre la vida o la muerte. A continuación presentamos un fragmento en el que

se ejemplifica esa idea a partir del escritor austriaco Jean Améry (nacido como Hans Mayer) y

la novela El proceso del autor checo Franz Kafka. La ‘etiqueta’ impuesta de judío, sinónimo

de culpable conlleva una designación en sí misma, que no presenta defensa posible ante el

fascismo (Muñoz Molina, Sefarad 612; Valdivia 108, 118, 612; Arroyo Redondo 370, 374):

 

37

Hans Mayer, nacionalista austríaco, hijo de madre católica, agnóstico él mismo, […]

rubio, con los ojos claros, comprendió que era judío no porque su padre lo hubiera

sido, ni porque algún rasgo físico o costumbre o creencia religiosa determinara esa

filiación, sino porque otros decretaron que lo era, y la prueba indeleble de su judaísmo

acabó siendo el número de prisionero que llevaba tatuado en el antebrazo. […] Franz

Kafka inventó anticipadamente al culpable perfecto, al reo de Hitler y de Stalin, Josef

K., el hombre que es condenado no porque haya hecho nada, o porque se haya

distinguido por algo, sino porque ha sido designado culpable, y no tiene defensa

porque no sabe cuál es la acusación […] (Muñoz Molina, Sefarad 612).

Además, encontramos un pasaje del último capítulo de la obra en el que se declara más

explícitamente la misma idea (Valdivia 612, 700; Hristova, Memoria 28):

Yo no soy judío por la fe de mis antepasados, que mis padres nunca practicaron […]

A mí me hizo judío el antisemitismo. […] era un judío y […] no podía ser más que un

judío […] (Muñoz Molina, Sefarad 700).

Señalamos que este último fragmento presenta el mismo concepto que ya encontramos en Yo

nunca te prometí la eternidad: “lo único que tenía arraigo de identidad era el ser judía […]

(Mercado, Yo nunca 28. Cursiva en el original).

Cabe añadir que en el libro el personaje Salama (que pudo escaparse junto a su padre y así

evitar la persecución nazi) recuerda renunciar a su identidad judía, debido al sufrimiento

traumático padecido (Valdivia 90-91; Hristova, Memoria 28):

Yo no quería ser judío cuando los otros niños me tiraban piedras en el parque de

Budapest […] Cuando tenía nueve o diez años, en Budapest, lo que yo quería no era

que los judíos nos salváramos de los nazis. Se lo digo y me da vergüenza: lo que yo

quería era no ser judío (Muñoz Molina, Sefarad 342-43).

Este pasaje nos hace pensar al personaje Ro de la obra de Tununa Mercado, que rechaza su

origen alemán (González Betancur 85).

 

38

Se opone esta actitud a la de las personas reales Primo Levi y Jean Améry. Tras su detención

por la Gestapo, las SS les permitieron elegir entre ser considerados como judíos o como

desertores alemanes. Ambos se declararon judíos (Valdivia 605).

Se insiste en el carácter artificial de la identidad construida por otras personas. Esto lleva

consigo la fragilidad de quiénes somos y cómo los otros cuentan nuestras historias, que “ya ni

recordamos o que nunca nos sucedieron” (Valdivia 506, 350; Arroyo Redondo 373):

En alguna parte, ahora mismo, alguien cuenta algo que tiene que ver íntimamente

conmigo, algo que presenció hace años y que tal vez ni siquiera recuerdo […] Muy

lejos de ti se cuentan escenas de tu vida, y en ellas tú eres alguien no menos inventado

que un personaje secundario en un libro, un transeúnte en la película o en la novela de

la vida de otro (Muñoz Molina, Sefarad 349-50).

En lugar de constituir un dato fijo, la identidad en la obra se considera sujeta a una continua

evolución. Los fragmentos siguientes presentan esta idea, del cual el primero acude al término

de “identidades sucesivas” (Valdivia 79; Muñoz Molina, Sefarad 281; Arroyo Redondo 373):

Pero de todas esas identidades sucesivas la más rara, la más irreal de todas es la que ha

encontrado ahora, esta noche, despertado de un recuerdo tan vivo como un sueño

(Muñoz Molina, Sefarad 281).

No eres una sola persona y no tienes una sola historia, y ni tu cara ni tu oficio ni las

demás circunstancias de tu vida pasada o presente permanecen invariables. El pasado

se mueve y los espejos son imprevisibles. […] A cada instante, aunque te mantengas

inmóvil, estás cambiando de lugar y de tiempo gracias a las infinitesimales descargas

químicas en las que consisten tu imaginación y tu conciencia. […] Durante unos

segundos un sabor o un olor […] te hacen ser quien fuiste hace treinta o cuarenta años

[…] (Muñoz Molina, Sefarad 596-97).

Nótese que, contrariamente a lo que hemos expuesto más arriba, en el segundo fragmento uno

sí es el dueño de su propia identidad, gracias a “[su] imaginación y [su] conciencia”16. Sin

                                                                                                                         16 Muñoz Molina, Sefarad 596-97.

 

39

embargo, hay un factor de ‘involuntariedad’, puesto que los recuerdos (y la identificación con

ellos) son desencadenados por un elemento exterior (Ahnfelt ctd. en Valdivia 488; Muñoz

Molina, Sefarad 596-97).

Como hemos señalado en el apartado sobre Yo nunca te prometí la eternidad, los personajes

de esta novela cambiaron su nombre para protegerse del nazismo. En el libro de Muñoz

Molina se destaca el personaje real Hans Mayer (véase asimismo más arriba), que después de

la guerra, optó por el nombre de Jean Améry. En este caso, la víctima no lo hizo por

necesidad, sino que decidió distanciarse de su pasado alemán (Valdivia 701-02; González

Betancur 82).

III.3.2 El tren

Uno de los elementos centrales en el libro es el tren. Aparece en varios capítulos, donde

desempeña roles distintos en función de la historia que se narra. Por consiguiente, forma parte

del ‘contrapunto’ (véase III.1 Estructura, género y voces) en el sistema de la ‘Fuga musical’.

Al sumar todos sus significados distintos apartes, el tren llega a ser a un nivel englobador el

componente/nudo que da estructura a la obra y que conecta diferentes memorias (Valdivia 76;

219).

En una entrevista de Rosa Mora para el periódico El País, Antonio Muñoz Molina expone la

importancia del tren (Valdivia 48; Hristova, Memoria 29):

El tren es que es (sic), por una parte, un elemento simbólico y, por la otra, real. Te das

cuenta de que la historia del mundo ha ido sobre trenes y lo he convertido en algo casi

musical. Me gustaba que el libro […] tuviera una unidad de temas en el sentido

musical, temas que aparecen, que desaparecen […] Y uno de esos temas musicales es

el tren, el tren que te lleva a la libertad, el que te lleva al cautiverio, el tren que te lleva

a la muerte (Mora ctd. en Valdivia 49).

Constatamos que en la cita ya se abordan dos funciones opuestas del elemento del tren: “el

tren que te lleva a la libertad” y “el que te lleva al cautiverio [o] a la muerte”. A continuación,

examinaremos más en detalle estas funciones, así como revelaremos algunas otras. Nótese

 

40

además, que el autor menciona haber acudido a la técnica de la Fuga musical, la cual hemos

explicado de manera breve en el capítulo anterior (Mora ctd. en Valdivia 49).

a) El tren para la huida

Como se declara en la cita arriba, el tren puede constituir una salvación. Es el caso para la

persona real Jean Améry, que en 1938 huye de su país natal para evitar su detención por los

nazis. Cabe señalar que algunos años después sí fue capturado y sufrió en varios campos de

concentración hasta el fin de la guerra (Muñoz Molina, Sefarad 603; Valdivia 118). En el

capítulo Sherezade, se presenta otra persona verdadera, con el nombre de Amaya Ibárruri.

Ella, como “niña de la guerra”, fue enviada de España a Rusia por sus padres que

simpatizaban con el comunismo. De esta manera, éstos querían protegerle a su hija contra las

atrocidades de la Guerra Civil española. No obstante, en Rusia existía otra represión: el

estalinismo le obligó a Ibárruri a marcharse otra vez. En el fragmento siguiente leemos cómo

fue evacuada en tren (Valdivia 98, 529; Muñoz Molina, Sefarad 529-30):

[…] de cuando yo era niña, antes de que nos mandaran a la Unión Soviética, para unos

meses, nos decían, y luego hasta que termine la guerra, pero la guerra terminó y a

nosotros no nos devolvieron, y enseguida empezó la otra guerra y ya sí que fue

imposible, parecía que se iba a acabar el mundo, porque nos evacuaron lejísimos, yo

no sé cuántos días estuvimos viajando en tren, días y semanas [...] (Muñoz Molina,

Sefarad 529-30).

En la historia de Quien espera, la suegra de la persona real Evgenia Ginzburg le advierte que

es mejor que huya. Sin embargo, la “dirigente comunista, editora de una revista del Partido”

se resigna (Muñoz Molina, Sefarad 243, 256, 258):

Rusia es muy grande, Evgenia, toma un tren y vete a esconderte a nuestra aldea,

nuestra casita de campo está vacía y con las ventanas tapiadas y tiene un huerto con

manzanos.[…] Pero nadie había venido a buscarla, no le apuntaban con una pistola, no

la habían esposado ni encerrado en una furgoneta negra […] Hubiera querido ir sola,

pero su marido se empeñó en acompañarla. Salieron y cuando escuchó a su espalda el

ruido familiar de la puerta al cerrarse pensó con serenidad y lejanía que nunca volvería

 

41

a oírlo, que no iba a cruzar nunca más esa puerta (Muñoz Molina, Sefarad 260).

Quisiéramos señalar que “el tren que te lleva a la libertad” (Mora ctd. en Valdivia 49), no solo

aparece en el contexto de la represión totalitaria, sino también en la vida ‘normal’.

En Olympia leemos cómo viajar constituye un remedio para romper la rutina diaria (Muñoz

Molina, Sefarad 401, 416-17):

[…] yo llegaba con mi maleta al andén un poco antes de las once de la noche, con el

alivio infinito de estar solo, de haberme desprendido provisionalmente del sucesivo

agobio de la oficina y de mi casa, de los horarios, de los lugares [....] En medio de mi

vida tan apaciguada, tan atenuada en todo, el viaje me daba […] una sensación de

libertad y pérdida de peso […] (Muñoz Molina, Sefarad 417).

b) El tren a los campos de concentración

Con respecto a la segunda función del tren, de “el que te lleva al cautiverio [o] a la muerte”17,

el libro nos ofrece referencias a los trabajos forzados y el exterminio, organizados por los

totalitarismos nazi y estalinista. En diferentes historias leemos que las víctimas fueron

llevadas en tren a campos de concentración. A continuación presentaremos algunos

fragmentos en los que se tratan estos desafortunados acontecimientos (Valdivia 24, 86):

Nos están matando a todos, uno por uno, cuando ellos llegaron a Narva18 éramos diez

mil judíos, y ahora quedamos de (sic) dos mil, y al ritmo que van no duraremos más

allá del invierno. No perdonan a nadie, ni a los niños, ni a los más viejos, ni a los

recién nacidos. Se los llevan en tren no sabemos adónde y ya no vuelve nadie, sólo

vuelven los trenes con los vagones vacíos (Muñoz Molina, Sefarad 634).

Durante cinco días, en febrero de 1944, Primo Levi viajó en un tren hacia Auschwitz.

[…] Tres semanas tardó Margarete Buber-Neumann en llegar desde Moscú hasta el

campo de Siberia en el que debía cumplir una condena de diez años, y cuando habían

pasado sólo tres y le ordenaron que subiera de nuevo a un tren hacia Moscú pensó que

iban a liberarla, pero en Moscú el tren no se detuvo, continuó viajando hacia el oeste.                                                                                                                          17 Mora ctd. en Valdivia 49. 18 “Ciudad en Estonia localizada en la frontera norte con Rusia” (Valdivia 620).  

 

42

[…] Entre los tablones que cegaban la ventanilla vio en el andén uniformes negros de

las SS, y comprendió […] que porque era alemana los guardias de Stalin iban a

entregarla a los guardias de Hitler, en virtud de una cláusula infame del pacto

germanosoviético (Muñoz Molina, Sefarad 214-15).

En el primer fragmento se aborda el Holocausto por medio de la historia de una mujer judía,

pareja de un oficial alemán. Durante un baile, la mujer le cuenta de forma abrumadora a un

“joven oficial de la División Azul”19 sobre las deportaciones de judíos que se llevan a cabo

desde Narva (Valdivia 101; Muñoz Molina, Sefarad 632-35). El segundo fragmento presenta

las deportaciones del sefardí italiano Primo Levi y de la comunista alemana Margarete Buber-

Neumann. Esta última fue acusada “de ser la esposa de un ‘enemigo del pueblo’” en el

contexto de la Gran Purga20 (Valdivia 106, 111). Mediante los dos pasajes, destacamos una

superposición de dos memorias distintas en cuanto a los totalitarismos: por una parte la de la

represión nazi, y por otra la estalinista (Valdivia 86). Nótese que en el segundo fragmento

estas dos memorias se suceden seguidamente y se entrelazan aún más por el hecho de que

Margarete Buber-Neumann pasó por campos de concentración rusos y alemanes (Muñoz

Molina, Sefarad 214-15; Valdivia 111).

Al lado de las deportaciones que, mediante los dos fragmentos, hemos examinado hasta ahora,

Sefarad expone asimismo las de algunos otros personajes. Distinguimos a Evgenia Ginzburg

y Willi Münzenberg21, que son respectivamente de nacionalidad rusa y alemana. Los dos

tienen en común su orientación comunista. A ello se añade que ambos fueron acusados

(falsamente) de conspiración. Ginzburg fue encarcelada en Rusia y sufrió muchos años de

trabajos forzados, mientras que Münzenberg huyó a Francia, donde en 1940 fue detenido y

enviado a un campo de concentración. En Sefarad se dedica un capítulo completo a la persona

de Münzenberg, que a su vez forma el título del capítulo en cuestión. A continuación

presentaremos unos fragmentos sobre la deportación de Ginzburg y la rendición de

Münzenberg. En el segundo, se explica cómo en 1936, después de amenazas recurrentes, el

perseguido y su esposa aceptan la orden de viajar a Moscú (Valdivia 112-13, 126-27; Muñoz

Molina, Sefarad 357, 391).                                                                                                                          19 Se trata de la persona real José Luis Pinillos (Valdivia 100-01, 121-22). La División Azul fue un grupo de voluntarios españoles que lucharon en la banda alemana en el periodo de la Segunda Guerra Mundial (Valdivia 211-12). 20 La Gran Purga era la “operación criminal” llevada a cabo para eliminar los enemigos del estado soviético (Valdivia 111). 21 Cabe señalar que Willi Münzenberg es el cuñado de Margarete Buber-Neumann (Valdivia 127).

 

43

[…] Evgenia Ginzburg, militante comunista, fue condenada a veinte años de trabajos

forzados en los campos cercanos al Círculo Polar, y el tren que la llevaba al cautiverio

tardó un mes entero en recorrer la distancia entre Moscú y Vladivostok (Muñoz

Molina 217).

Pero los mensajes, las órdenes secretas, seguían llegando, cada vez más secos y

urgentes […] En noviembre de 1936 Münzenberg y Babette Gross viajaron a Moscú.

Él era todavía un alto dirigente del Komintern y del Partido Comunista Alemán, pero

en la estación no había nadie esperándolos (Muñoz Molina, Sefarad 391).

Después de haber investigado cómo en la obra se presenta el papel del tren en las

deportaciones, entendemos que Muñoz Molina ofrece un completo escenario de víctimas de

diferentes naturalezas sociopolíticas (Herzberger ctd. en Valdivia 15).

c) El tren como lugar de (re)encuentro

A lo largo de Sefarad, observamos otra función considerable del tren. En varias historias, el

medio de transporte constituye el lugar de encuentro. Este encuentro puede formar tanto una

reunión como el primer contacto entre dos individuos. En el segundo capítulo, titulado

Copenhague, ya se anticipa a las experiencias de los protagonistas de otras partes del texto

(Valdivia 200). El autor consigue esto al introducir una situación no específica. Se trata de

una universalización del primer encuentro, reforzada por la comparación con el momento en

el que los dos primeros individuos, Adán y Eva, se conocen (Muñoz Molina, Sefarad 200):

Una mujer y un hombre se miran con una punzada de intriga y deseo al acomodarse el

uno frente al otro en un tren: en ese momento están tan despojados de ayer y de

mañana y de nombre como Adán y Eva al mirarse por primera vez en el Edén (Muñoz

Molina, Sefarad 200).

Oh tú que lo sabías presenta la historia del señor Salama. Al lado de tratar el trauma del

Holocausto y su transferibilidad de una generación a otra, se cuenta un episodio sobre un

encuentro en un tren con destino a Casablanca. Leemos que el protagonista conoce a una

 

44

mujer, de la que inmediatamente queda maravillado. No obstante, su discapacidad de las

piernas, causada por un accidente de coche le causa vergüenza y le empuja a mentirle a su

compañía. Salama pretende tener que bajar en otra estación que la mujer y le da un número de

teléfono falso. Por eso, no volverá nunca más a verla (Valdivia 90-91; Muñoz Molina,

Sefarad 341, 352-53):

Ella le dice que va a Casablanca […] El señor Salama está a punto de decirle que él

también va a esa ciudad, así que bajarán juntos del tren y podrán seguir viéndose los

próximos días. Pero entonces se acuerda de […] su obsesión y su vergüenza, y no dice

nada, o miente, dice que es una lástima, que él tiene que seguir viaje hasta Rabat. Si se

bajara en Casablanca tendría que recobrar las muletas, que ella no ha podido ver, del

mismo modo que no ha visto sus piernas, aunque las haya rozado, porque las cubre la

gabardina (Muñoz Molina, Sefarad 352).

Quisiéramos indicar que en el mismo episodio, señor Salama equipara la vergüenza que sufre

por su invalidez, con la que sentía como niño, cuando “de niño le obligaron a ponerse en la

solapa del abrigo una estrella amarilla” (Muñoz Molina, Sefarad 351; Hristova, Memoria 38).

Otro ejemplo del tren como lugar de primer encuentro aparece en una breve historia en

Copenhague. Un hombre y un mujer se enamoran enseguida y viven durante meses una

aventura adultera, antes de que se despidan en el andén (Muñoz Molina, Sefarad 204-06):

En la cafetería de un tren, yendo de Granada a Madrid, un amigo me contó otro viaje

en ese mismo tren en el que había conocido a una mujer con la que no tardó ni una

hora en empezar a besarse. […] Cuando mi amigo se licenció acordaron que ella no

iría a despedirlo al expreso […]. En el último momento la mujer apareció y mi amigo

se bajó del tren y sintió tanto deseo al abrazarla que no le importó perderlo. Pero lo

tomó al día siguiente y ya no se vieron nunca más (Muñoz Molina, Sefarad 204-06).

Contrariamente a la historia de Salama, en este relato no hay ningún lazo claro con un

totalitarismo. Sin embargo, se señala una referencia a un ejército: el hombre “estaba haciendo

la mili” (Muñoz Molina 205). La descripción de este encuentro se parece a un pasaje en el

capítulo Valdemún, donde una mujer cuenta que hizo el amor con un hombre durante un viaje

en tren. Además, igual que la mujer de la historia anterior, está casada y tiene un hijo

 

45

(Valdivia 89-90; Muñoz Molina, Sefarad 306, 205).

Con respecto a las reuniones, descubrimos la primera referencia breve en el contexto de la

deportación de Primo Levi (Muñoz Molina, Sefarad 20):

En el tren donde lo llevaban deportado a Auschwitz Primo Levi encontró a una mujer

a la que había conocido años atrás (Muñoz Molina, Sefarad 20).

Al lado de este encuentro ‘por casualidad’, se destacan en Sefarad reuniones más bien

‘planificadas’. Leemos cómo los amantes Franz Kafka y Milena Jesenska viajaron

reiteradamente en tren para verse clandestinamente (Muñoz Molina, Sefarad 219):

El amor entre Milena Jesenska y Franz Kafka está cruzado de cartas y de trenes, […]

se acordaba sin duda de […] cuando ella estaba casada y vivía en Viena y su amante

vivía en Praga, y se citaban en medio camino, en la estación fronteriza de Gmünd […]

(Muñoz Molina, Sefarad 219).

Encontramos otra historia de amor mediada por trenes en Olympia, donde un hombre casado

viaja a Madrid para intentar reconquistar a una mujer con la que había tenido una relación

hace años. Al verse fracasado, el hombre decide regresar a casa (Valdivia 93-94; Muñoz

Molina, Sefarad 434-35):

Unos minutos antes de que saliera el expreso yo estaba asomado a la ventanilla y vi a

una mujer joven que se acercaba corriendo desde el fondo del andén. Mientras

esperaba se me había ocurrido que tal vez ella vendría a despedirme […] Un segundo

después la mujer ya no era ella […] Pasó a mi lado y se abrazó a un hombre que estaba

justo detrás de mí. […] El hombre llevaba una gran bolsa de viaje, pero ninguno de los

dos levantó la cabeza cuando sonó la señal de partida (Muñoz Molina, Sefarad 435-

36).

Nótese la similitud entre este fragmento y el episodio de Copenhague que hemos expuesto

más arriba. En las dos historias, un hombre (protagonista en la de Copenhague, personaje

secundario en Olympia) no sube al tren, debido a la aparición inesperada de su novia en el

andén (Muñoz Molina, Sefarad 206, 436).

 

46

Distinguimos asimismo dos relatos en los que el tren lleva a los personajes a una posible

reunión con su familia. La primera historia trata “el exilio republicano español”. Se narra que

un padre había dejado a sus hijos y su esposa para unirse a la Resistencia en Rusia y Francia.

En este último país fue encarcelado dos veces en campos de concentración. El hombre

consiguió escaparse y decidió asumir una nueva identidad y vida. Cuando, años después, su

hija se entera de que su padre aún está vivo, su madre le dice cómo puede reencontrarse con

él: (Valdivia 96; Muñoz Molina, Sefarad 491-92, 499):

Vive en Francia, tiene otra familia, hasta se cambió el nombre. […] Si quieres ver al

que era tu padre toma un tren y bájate en un pueblo de la frontera francesa que se

llama Cerbère (Muñoz Molina, Sefarad 499).

En la segunda historia, el personaje llamado Camille Safra y su madre emprenden un viaje en

tren a Francia, para buscar a miembros de familia que han sobrevivido la represión nazi

(Valdivia 85; Muñoz Molina, Sefarad 236-37):

Buscaban a sus parientes. Muy pocos habían sobrevividos. […] Llegaron muy de

mañana en un tren, desayunaron café frío y pan negro con mantequilla rancia en la

cantina de la estación (Muñoz Molina, Sefarad 236-37).

Al lado de encuentros y reuniones entre personas, indicamos la ‘reunión’ con un lugar

específico. En el primer capítulo, titulado Sacristán, el tren les facilita a los personajes

españoles la vuelta a su ciudad de origen (Muñoz Molina, Sefarad 159, 169):

Preferíamos la emoción de la otra llegada, la lenta proximidad de nuestra tierra, […]

ciertos indicios familiares, una venta en medio del campo, vista desde la ventanilla del

tren […] (Muñoz Molina, Sefarad 169).

 

47

d) El tren al frente

Como función siguiente del tren en la obra Sefarad, se destaca cómo este lleva en dos

historias al ejército al frente. En una, se trata del transporte de soldados republicanos durante

la Guerra Civil española, mientras que en la otra de un único “piloto del Ejército Rojo”, en el

contexto de la Guerra Civil rusa (Valdivia 84; Muñoz Molina, Sefarad 208, 530; Ramos).

e) El tren como lugar de intercambio de historias

La última función del tren que expondremos es la del lugar donde acontecen los relatos

(Hristova, Memoria 29). Explica Muñoz Molina lo siguiente:

En la literatura hay muchas narraciones que fingen ser relatos contados a lo largo de

un viaje […] Es en un tren donde un hombre le cuenta a otro la historia que cuenta

Tolstoi en la Sonata a Kreutzer (Muñoz Molina, Sefarad 202-03).

Indicamos que el autor de Sefarad aplica esta técnica en el episodio que trata sobre los

soldados republicanos (al que acabamos de hacer referencia), después de primero señalar que

hoy en día los viajeros en tren ya no se hablan mucho (Muñoz Molina, Sefarad 207-08):

Los trenes de ahora, que no nos obligan a sentarnos frente a desconocidos, no

favorecen los relatos de viajes. […] Se escuchaban más historias en los antiguos

departamentos de segunda […]. Durante mi primer viaje a Madrid, […] yo oía a mi

abuelo Manuel y a otro pasajero contarse en la oscuridad viajes en tren durante los

inviernos de la guerra (Muñoz Molina, Sefarad 207-08).

Esta misma estrategia, la encontramos en el relato de la pareja adultera que se conoce en un

viaje en tren (véase más arriba). En el libro leemos que alguien cuenta esta historia de amor

“en la cafetería de un tren” (Muñoz Molina, Sefarad 204).

Añadimos que asimismo las víctimas que están en plena deportación se cuentan experiencias

propias entre sí: “durante el viaje las prisioneras se contaban las unas a las otras sus vidas

 

48

enteras” (Muñoz Molina, Sefarad 217).

III.3.3 El exilio

El tercer tema principal que observamos en Sefarad es el del exilio. El propio autor Muñoz

Molina señala en una entrevista que quiso construir un “mapa de todos los exilios posibles”

(N.A. ctd. en Valdivia 26; Hristova, Memoria 28). A continuación indagaremos en cómo la

obra trata el fenómeno del destierro. Revelaremos algunos tipos de destierro y explicaremos

su funcionalidad en el proyecto que forma el libro.

a) El exilio en el contexto de los totalitarismos y de las guerras

Ya en los capítulos sobre la identidad y el tren, hemos abordado el desarraigo padecido por las

víctimas de los totalitarismos (nazi y estalinista) del siglo XX. Se destacan los personajes que

se vieron obligados a huir, para estar (temporalmente) a salvo: el señor Salama, Jean Améry,

Amaya Ibárruri y Willi Münzenberg. En el contexto del exilio republicano durante la Guerra

Civil española, hemos señalado a Ibárruri y al padre que dejó a su familia. A lo largo de la

obra, el elemento del destierro aparece bajo condiciones diferentes. Cuando se analiza esta

pluralidad, queda clara la superposición de memorias que Muñoz Molina ha llevado a cabo en

la obra (Valdivia 24, 90-91, 96, 98, 127, 529; Muñoz Molina, Sefarad 357, 491-92, 529, 603;

Miñambres ctd. en Valdivia 60).

En este punto, quisiéramos añadir la historia de Emile Roman22, hombre rumano de origen

sefardí, que logra evitar la represión nazi gracias a un pasaporte español. En 1947, se exilia a

Francia a causa de la dictadura comunista en su país (Valdivia 132, Muñoz Molina, Sefarad

696).

                                                                                                                         22 El nombre verdadero de este último era Samuel Béjar y Mayor, “más conocido como Alexandre Vona” (Valdivia 131, 696).

 

49

b) El exilio ‘abstracto’

Aparecen en el libro algunos tipos de exilios en el sentido abstracto de la palabra. En primer

lugar, distinguimos la enfermedad. El capítulo Berghof presenta dos historias (entrelazadas),

en la que en una de ellas se narra cómo un médico está a punto de darle a un paciente suyo

malas noticias. Se indica en el fragmento siguiente una equiparación de la enfermedad con el

exilio, la exclusión (Valdivia 95; Muñoz Molina, Sefarad 445-46; Arroyo Redondo 373):

Ya estará viniendo [el paciente], […] habitando todavía una vida normal de la que

cuando salga de aquí se acordará como del país nativo al que ya no puede volver

nunca, el país de los que están sanos, de los que piensan que van a morir (Muñoz

Molina, Sefarad 445).

El mismo relato sigue con una comparación explícita de la actitud hacia los enfermos con la

que se mostraba ante los judíos durante la gestación del Holocausto (Muñoz Molina, Sefarad

446).

[…] ni siquiera se atreverá a mirarlo a los ojos a él, al médico, […] ya excluido,

expulsado de pronto de la comunidad de los normales, como un judío que leyera en un

café de Viena el periódico donde se publican las nuevas leyes raciales alemanes

(Muñoz Molina, Sefarad 446).

Se aprecia aquí el uso de la metáfora de la condición judía y del antisemitismo para explicar

otros fenómenos (Gracia ctd. en Valdivia 24). Muñoz Molina admite en un artículo lo

siguiente: “me doy cuenta de que en un grado sorprendente mis ideas sobre el sufrimiento,

sobre la absoluta maldad y sobre el destierro proceden de la experiencia judía” (Muñoz

Molina, Otra Diáspora).

Otro fenómeno que en Sefarad se considera como un tipo abstracto de desarraigo interior es el

desempleo. En el fragmento siguiente, el individuo en cuestión está completamente

desanimado y desorientado. El desempleo le causa un sentimiento de ‘no pertenecer’

(Valdivia 178; Muñoz Molina, Sefarad 178; Arroyo Redondo 373):

 

50

Pero ya no sabe uno dónde vive, ni en qué ciudad ni en qué tiempo, ni siquiera está

uno seguro de que sea la suya esa casa a la que vuelve al final de la tarde con la

sensación de estar importunando, aunque se haya marchado muy temprano, sin saber

tampoco muy bien adónde, o para qué, en busca de qué tarea que le permita creerse de

nuevo ocupado en algo útil, necesario (Muñoz Molina, Sefarad 178).

Asimismo las consecuencias del uso de la heroína, que en los años setenta y ochenta fue muy

común en España, constituyen un tipo de repudio y destierro. En la obra, se presentan a los

drogadictos como personas que ya no forman parte de la sociedad, sino de un “otro mundo”

(Valdivia 501-02; Muñoz Molina, Sefarad 502).

La última “modalidad del exilio” abstracta es la de sentirse diferente durante la juventud.

En el último capítulo, llamado Sefarad, el protagonista recuerda ser un niño “extranjero en su

propia tierra” (Valdivia 687; Muñoz Molina, Sefarad 683; Arroyo Redondo 373):

No me daba bien ningún deporte, no era capaz de subir una cuerda […] Había ido

creciendo en mí un sentimiento de exclusión […] Me sentía siempre avergonzado y

aparte de los otros […] (Muñoz Molina, Sefarad 687-88).

c) El exilio querido

Al lado de los destierros involuntarios y/o impuestos, distinguimos una expatriación en

condiciones positivas. Se podría considerar que un destierro deseado no constituye un exilio

verdadero, sino más bien una mudanza. No obstante, teniendo en cuenta la importancia del

tema del exilio en todo el libro, se destaca el lazo con este tipo ‘querido’ (Valdivia 24; Muñoz

Molina, Sefarad 333). En Oh tú que lo sabías, leemos que el señor Salama como adolescente

dejó a su padre (y a Tánger), para ir a estudiar en España. Al marcharse, siente por fin haber

obtenido la posibilidad de vivir su vida, de ser más que un miembro de una familia marcada

por el Holocausto (Valdivia 90-91, Muñoz Molina, Sefarad 330-33):

[…] por primera vez en mi vida, descargado de todo, no se puede imaginar de qué

peso tan grande, de mi padre y de su tienda y de su luto y su culpa y de todo el dolor

por nuestra familia y por todos los judíos aniquilados por Hitler […] Ya estaba solo.

 

51

Ya empezaba y terminaba en mí mismo. Ya no era nadie más que yo (Muñoz Molina,

Sefarad 333).

En Yo nunca te prometí la eternidad, encontramos una historia similar, donde el personaje

Hanan se exilió voluntariamente por su ideología sionista (Mercado, Yo nunca 146, 153).

Un exilio particular constituye el caso del personaje Camille Pedersen-Safra (véase asimismo

los capítulos anteriores). Ella y su madre huyeron de Francia a Dinamarca, por miedo del

nazismo. Sorprendentemente, la protagonista solo tiene recuerdos positivos del inicio de este

destierro (Muñoz Molina, Sefarad 234-35):

En su memoria el viaje al exilio tenía toda la dulzura del bienestar infantil, del modo

en que los niños se instalan confortablemente en lo excepcional y dan a las cosas

dimensiones que los adultos desconocen y que no tienen nada que ver con lo que éstos

viven y recuerdan (Muñoz Molina, Sefarad 235).

En cuanto a la funcionalidad de las historias de exilio en la obra, quisiéramos primero

detenernos en el título Sefarad. Como ya hemos señalado, los sefardíes son los descendientes

de la comunidad judía que sufrió la expulsión de España por los Reyes Católicos (Jaeckel

2233). Por la elección de tal título, el lector espera una trama basada en historias acerca de los

sefardíes y la expulsión de sus antepasados. Aunque el libro apenas discute este destierro

judío significativo de la historia española (dado que no es antes del último capítulo que se

aborda), sí presta atención a los sefardíes. De esta manera, en la obra se trata el exilio

hispano-judío a partir de algunos personajes: el señor Salama, Camille Pedersen-Safra y

Emile Roman23. Los dos primeros sefardíes huyeron a causa de la represión nazi, mientras

que Roman se fue de su patria por la dictadura rumana. Como hemos expuesto en este

capítulo, el libro asimismo presenta historias de exilios de individuos no sefardíes (tanto

españoles como de otra nacionalidad) en los contextos del ya mencionado Holocausto, de la

represión estalinista y de la Guerra Civil española. Además, encontramos relatos de

personajes españoles24 que sufren un destierro en el sentido abstracto de la palabra (Valdivia

                                                                                                                         23 Isaac Salama y Camille Pedersen-Safra son personajes ficticios, mientras que Emile Roman era una persona real (Valdivia 131, 696). 24 Estos ‘personajes españoles’ se refieren a los personajes españoles no sefardíes.

 

52

24, 90-91, 95, 96, 98, 102-03, 127, 178, 502, 529, 687, 692; Muñoz Molina, Sefarad 178,

233-34, 357, 491-92, 529, 603, 692, 696; Arroyo Redondo 373; Hristova, Memoria 31).

La manera con la que en la obra se aborda el exilio, se inscribe en el proyecto de Sefarad de

“acercar […] la memoria española a la memoria europea del Holocausto”25. En primer lugar,

se combinan personajes españoles con individuos europeos26, ambos desterrados. En segundo

lugar, los sefardíes presentados en el libro se exilian en los contextos del horror transnacional

de la Shoah y de la dictadura comunista rumana. En tercer lugar, cabe añadir que, estos

personajes sefardíes simbolizan el lazo hispano-europeo de una manera distinta: al lado de su

descendencia española, Salama, Pedersen-Safra y Roman tienen respectivamente la

nacionalidad húngara, francesa y rumana. En el apartado siguiente de este trabajo

explicaremos de manera más exhaustiva el objetivo de acercamiento (Valdivia 24, 90-91, 95,

96, 98, 127, 178, 502, 529, 687; Muñoz Molina, Sefarad 178, 233-34, 357, 491-92, 529, 603,

696; Mora ctd. en Valdivia 26; Hristova, Memoria 42, 58).

III.4 LA SUPERPOSICIÓN DE MEMORIAS EN Sefarad

Gracias al análisis que hemos realizado hasta ahora, queda claro que Sefarad trata, entre otros,

el Holocausto. El autor Muñoz Molina es uno de los primeros escritores españoles en abordar

de forma contrastada este episodio de la historia europea (“La literatura del Holocausto” 41).

Contrariamente a los países Alemania, Italia, Francia, Reino Unido etc., España tardó hasta

los años 90 en entrar al debate alrededor de la Shoah (Valdivia 14-15). Esto se explica

parcialmente por el “aislamiento” mantenido durante el franquismo. La dictadura implicó una

distancia política y económica entre España y el resto de Europa, que significó a la vez una

cultura distinta, explotada por el régimen autoritario con fines propagandísticos (Valdivia 15-

16; Judt ctd. en Valdivia 16; Corbellini ctd. en Valdivia 17). Con Sefarad, Antonio Muñoz

Molina intenta reconstruir y recuperar la –por mucho tiempo negada– vinculación entre la

cultura europea y la española. La historia que estas dos comparten es el exilio republicano

(Herzberger ctd. en Valdivia 15; Escribano ctd. en Valdivia 17; Valdivia 17). Además de

tratar este destierro, en la obra se narra y se denuncia el horror estalinista (Velaza ctd. en

Valdivia 25). Antes del libro de Muñoz Molina, tal proyecto era inimaginable, por miedo a la                                                                                                                          25 Mora ctd. en Valdivia 26. 26 Con estos ‘individuos europeos’, nos referimos a los personajes que no son ni sefardíes ni españoles. Se trata de Willi Münzenberg y Jean Améry (Valdivia 118, 126).  

 

53

confrontación del pueblo español en que la memoria de una dictadura comunista llevara a una

equiparación con el Partido Comunista en el periodo de la transición democrática

(Ronzenberg ctd. en Valdivia 25).

Por la unión de las diferentes memorias mencionadas en el párrafo anterior, Sefarad

constituye “la primera obra de ficción que trataba de articular la geografía trágica de la

historia europea del siglo XX bajo el marco de un mapa transnacional de destierros y de

memoria compartida” (Valdivia 31).

A continuación expondremos y comentaremos las diferentes estrategias de superposición.

III.4.1 La superposición de memorias en Sefarad

por medio del elemento del tren

En el capítulo sobre el tren hemos explicado cómo este elemento vincula diferentes memorias.

Por esta razón, no repetiremos el análisis en esta parte del trabajo.

III.4.2 La superposición de memorias en Sefarad

por medio de la reaparición de los personajes

Una de las técnicas utilizadas en Sefarad para entrelazar las diferentes memorias es introducir

un personaje de un capítulo de nuevo en otro. A lo largo del libro, distinguimos algunos casos

de individuos que reaparecen. De esta manera, en algunos casos, una figura perteneciente a un

tipo de memoria, se inscribe en otro y refuerza la conexión entre los mismos. Este fenómeno

contesta a la teoría de Michael Rothberg, quien rechaza la noción de “memoria competitiva” y

propone el concepto de la “memoria multidireccional”. Desde el punto de vista de este crítico,

la “interacción” entre dos temas distintos no provoca la reducción de importancia de uno de

los elementos y el aumento del otro, sino que da lugar a representaciones enriquecidas.

(Arroyo Redondo 362, 368; Hristova, Memoria 41-43; Rothberg 2-3, 9, 18 ).

En el capítulo titulado Tan callando, nos encontramos ante una pesadilla de “un soldado de la

División Azul”. Se trata de un recuerdo de éste, que durante la Segunda Guerra Mundial pasa

un periodo refugiado en una caseta rural cerca de Leningrado (Valdivia 87-88; Muñoz

 

54

Molina, Sefarad 275-76). Gracias a una referencia breve en Eres, descubrimos que el

protagonista de Tan callando es la persona real José Luis Pinillos: “[…] mi amigo José Luis

Pinillos, que en una vida remota, cuando era un muchacho de veintidós años, luchó con

uniforme alemán en el frente de Leningrado […]” (Muñoz Molina 611; Valdivia 87, 100-01,

121-22). El mismo hombre reaparece en la historia de Narva, donde (como ya hemos

expuesto anteriormente), se narra la revelación de la persecución nazi a Pinillos durante un

baile “para los oficiales del ejército alemán”. Aunque ni en este capítulo, ni en Tan callando

se nombra al protagonista, sabemos a partir de las descripciones similares, que se trata de la

misma persona. Más concretamente, ambos textos presentan a Pinillos perturbado por su

trauma, que se traduce en insomnio (y sueños) (Valdivia 100-01). Los dos fragmentos

siguientes se extraen de los capítulos respectivamente Tan callando y Narva (Muñoz Molina,

Sefarad 281, 643):

Quién es el hombre de ochenta años que se remueve con torpeza en la cama, que sabe

que va a seguir despierto hasta que llegue el día, viendo caras de muertos […]

(Muñoz Molina, Sefarad 281).

Yo ya no duermo mucho por las noches, me despierto y me quedo en la oscuridad

esperando el amanecer, y entonces me acuerdo de todos los muertos que yo he visto,

los que eran amigos míos o los desconocidos, todos los muertos que se quedaban

pudriéndose en la tierra de nadie […] (Muñoz Molina, Sefarad 643).

Puesto que las dos historias27 surgen alrededor de la División Azul, la aparición y reaparición

de José Luis Pinillos refuerza el papel de estos soldados voluntarios en el libro. En este caso,

el lazo entre diferentes memorias es menos convincente, dado que éstas no constituyen dos

tipos distintos. A pesar de ello, en un relato se presta atención al enemigo ruso, mientras que

en el otro más bien a la represión nazi (Valdivia 87-88, 100-01).

Al analizar el último capítulo, llamado Sefarad, descubrimos que la bibliotecaria de la

‘Hispanic Society’ en Nueva York es la misma mujer del relato en América (Valdivia 102-03;

Arroyo Redondo 368). En esta última historia, se narra el deseo de Sor María del Gólgota de

dejar España, con el fin de empezar una nueva vida en América (Valdivia 98-99). Para “la

                                                                                                                         27 Excluimos aquí a la presencia de Pinillos en el capítulo Eres, por solo constituir una referencia breve (Muñoz Molina, Sefarad 611).

 

55

monja joven” los Estados Unidos forman una utopía, porque ahí las mujeres aprovechan más

libertad y posibilidades profesionales que en la Península. Señalamos en este capítulo la

denuncia contra el franquismo: el régimen autoritario rompió con los progresos que la

Segunda República había cumplido en el campo de la igualdad (Valdivia 575; Muñoz Molina,

Sefarad 559). Al final del relato, constatamos gracias a una carta que Sor María del Gólgota

consiguió mudarse a América (Muñoz Molina, Sefarad 595; Valdivia 99):

Entre ellas había una postal […] En el reverso, no venía el nombre ni firma de quien

la enviaba, y aparte de su dirección sólo encontró unas palabras escritas con una letra

cuidada y relamida, más bien cursi, como la que enseñaban antes en los colegios de

monjas. Recuerdos de América (Muñoz Molina, Sefarad 595).

En el capítulo Sefarad, la bibliotecaria le cuenta al protagonista (que es el narrador principal)

cómo se acuerda de algunos lugares de España. La mención de ellos no es gratuita, dado que

rememora justamente la plaza donde, en América, se hallaba el convento y a la calle de la

zapatería del amante de la monja (Muñoz Molina, Sefarad 555-56, 567, 738):

Ya hace más de cuarenta años que me vine de España, y no he vuelto nunca ni pienso

volver, pero me acuerdo de algunos sitios de su ciudad, de algunos nombres, la plaza

de Santa María, donde soplaba tan fuerte el viento en las noches de invierno, la calle

Real, ¿no se llamaba así? (Muñoz Molina, Sefarad 738).

La primera descripción de la bibliotecaria consta en indicar que “fuma un cigarrillo” y que

lleva “pantalones de hombre” (Muñoz Molina, Sefarad 730). Este acto y apariencia física

concuerdan con los valores que Sor María del Gólgota atribuye de manera elogiadora a los

Estados Unidos: “allí las mujeres fuman en público, igual que los hombres, llevan pantalones

[…]” (Muñoz Molina, Sefarad 586).

Los pasajes que hemos expuesto más arriba forman la prueba de que la monja y la

bibliotecaria son el mismo personaje (Valdivia 103). Gracias a ella, se constituye un vínculo

entre algunas memorias distintas. Como ya hemos señalado, en la historia de América se

incluye una referencia al franquismo. Además, Sor María del Gólgota, “hija de un rojo”,

cuenta que ella y su hermano soñaban con unirse a la resistencia contra el fascismo de Franco

y de Hitler. Encontramos asimismo una alusión a los campos de exterminio alemanes

 

56

(Valdivia 575; Muñoz Molina, Sefarad 562, 584-85, 588; Hristova, Memoria 31, 34):

Me acuerdo de haber visto hace muchos años en uno de esos noticiarios en blanco y

negro que daban en los cines montañas y montañas de zapatos viejos, en aquellos

campos que había en Alemania (Muñoz Molina, Sefarad 562).

En Sefarad, por su parte, se aborda el caso judío en su sentido más amplio: el narrador discute

el antisemitismo a lo largo de la historia de España, la expulsión de la comunidad judía en

1492, el exilio sefardí y las deportaciones durante el Holocausto (Valdivia 102-03, Muñoz

Molina, Sefarad 692, 696, 701-02).

Otro personaje que aparece en varias historias es Mateo ‘Zapatón’ Chirino. Éste forma parte

del primer capítulo, titulado Sacristán, en el que el protagonista se reencuentra con el

zapatero, a cuya tienda solía ir como niño. En América, el papel principal es desempeñado por

un zapatero, llamado Mateo, que tiene unas aventuras amorosas con Sor María del Gólgota.

Al lado del nombre, encontramos otros elementos que nos ayudan a darnos cuenta de que en

los dos relatos se trata del mismo personaje: la zapatería está en ambos capítulos junta a “la

barbería de Pepe Morillo”. La tercera prueba se encuentra en la descripción similar que se

hace de la ropa que lleva Mateo, que se recoge asimismo en el capítulo Doquiera que el

hombre va. En esta historia, el personaje no es tan importante que como sí lo es en Sacristán y

América (Valdivia 80-81, 98-99; Muñoz Molina, Sefarad 180, 188, 190, 515-16, 557, 578,

580):

Paseaba siempre por las calles del barrio, […] agrandado por un abrigo de corte rancio

y opulento, con la cabeza singularmente pequeña cubierta por un sombrero tirolés,

pluma verde incluida (Muñoz Molina, Sefarad 515).

Otro colectivo de personajes que vinculan Sacristán con Doquiera que el hombre va son los

drogadictos que aparecen en el fondo de la historia del primer capítulo. De esta manera, se

anuncia su posterior presentación (Valdivia 97, 179).

Mateo Zapatón pone en contacto las memorias abordadas en los tres diferentes capítulos.

Sacristán expone el ‘desempleo como exilio’ y la nostalgia a un pueblo natal, mientras que en

Doquiera que el hombre va el destierro aparece bajo la forma de la drogadicción. Como ya

 

57

hemos señalado, en América se trata el franquismo y el totalitarismo alemán con sus

deportaciones. Por consecuencia, constatamos una unión entre una historia que se desarrolla

en el ámbito de los (horrores de) regímenes autoritarios y unos relatos en los que se presentan

exilios ‘abstractos’. Sería posible considerar éstos últimos hasta banales en comparación con

las atrocidades cometidas en los campos. Explicamos esta elección del autor por su intención

de insertar la remembranza de los totalitarismos en la memoria colectiva, la ‘vida cotidiana’

de los españoles y de los lectores en general (Valdivia 80-81, 97, 178, 501-02, 575; Muñoz

Molina, Sefarad 562, 584-85; Arroyo Redondo 373-74).

En el análisis sobre el elemento del tren en la obra, ya nos referimos a un caso de reaparición

de un personaje. Se trata de la mujer que besa inmediatamente a un hombre que conoce

durante un viaje en tren. Encontramos este episodio en el capítulo Copenhague, donde forma

apenas un relato intercalado. En Valdemún se recoge parcialmente a la misma historia, que en

este texto tampoco tiene mucha importancia. Sin embargo, en este caso el personaje forma

parte de la historia central que se narra en el capítulo: la mujer es la prima del protagonista

(Valdivia 89-90, Muñoz Molina, Sefarad 204, 305-06). Aunque el episodio de Copenhague

solo incluye una referencia al servicio militar del novio, se halla en un capítulo que trata un

abanico de diferentes elementos. Constatamos la memoria de la Guerra Civil, de los soldados

republicanos, de la División Azul y de la (huida ante la) persecución nazi y estalinista. Se

opone a Valdemún, cuyo cuadro narrativo excluye los totalitarismos y las guerras y donde, en

cambio, se narran las últimas horas en su lecho de muerte de la tía del protagonista (Muñoz

Molina, Sefarad 205; Valdivia 84-85, 89).

Quisiéramos concluir este capítulo con la idea de la ‘Fuga musical’. Señalamos que los

personajes que reaparecen a lo largo de la novela forman parte del ‘contrapunto’. Como se ha

expuesto en el análisis, cada individuo tiene su propia función. La combinación de todos estos

papeles causa un significado nuevo y función mas elevada: la red de personajes que entrelaza

memorias sobre el exilio, los totalitarismos y las guerras (Valdivia 76; Arroyo Redondo 362,

368; Hristova, Memoria 41-43).

 

58

III.4.3 La superposición de memorias en Sefarad al nivel de los capítulos

Al nivel de los capítulos, la combinación de memorias se realiza bajo la forma de una

yuxtaposición (Hristova, Memoria 43-44). De esta manera, algunos textos tienen su propio

tema central. En Tan callando se trata sobre todo de la División Azul y en Sefarad del caso

judío, mientras que en Cerbère se narra el exilio republicano (Valdivia 87, 96, 103). Cabe

señalar que las historias de Sacristán, Valdemún y Doquiera que el hombre va se desarrollan

fuera del contexto de los totalitarismos. A pesar de la ausencia de referencias a represiones y

persecuciones, el lazo de estos tres capítulos con los otros persiste por los tópicos del exilio y

su vuelta (Valdivia 80, 89, 97, 178, 501-02, Muñoz Molina, Sefarad 285). En el apartado

sobre el objetivo de la obra, analizaremos la función de las historias ‘normales’, que no tratan

(las atrocidades de) los regímenes autoritarios. Dado que la mayoría de los capítulos del libro

no se limitan a presentar una única memoria, resulta más interesante examinar cómo dentro de

un mismo texto se entrelazan diferentes categorías (Arroyo Redondo 374).

III.4.4 La superposición de memorias en Sefarad dentro de los capítulos

a) Mediante la sucesión de párrafos

Distinguimos seis estrategias que aplica Muñoz Molina para unir memorias distintas dentro de

un capítulo. La primera consta en combinar ‘microhistorias’ por medio de una sucesión de

párrafos. De esta manera, cada memoria es abordada en su propia unidad textual, pero sin que

se pierda la coherencia del capítulo completo en cuestión. Encontramos esta técnica en Eres y

en Quien espera, donde ambas escrituras ofrecen un panorama, casi un inventario de

individuos. Como señala Valdivia sobre Eres, “este capítulo es un compendio y una

reivindicación de todas las víctimas de los totalitarismos” (100). Además, al lado de los que

sufrieron, se recogen de nuevo a varios de los personajes ‘indemnes’ que se presentan a lo

largo del libro, como el médico de Berghof: “eres el médico que aguarda en la penumbra de

su despacho al paciente a quien debe darle la noticia de su enfermedad […]” y el joven

excluido de Sefarad: “un niño gordo y apocado entre los fuertes y los brutos del patio de la

escuela […]” (Valdivia 95, 687; Muñoz Molina, Sefarad 607-610, 613, 683). Los individuos

de Quien espera, por su parte, comparten el destino de ser perseguidos y algunos de ellos

 

59

esperan atemorizados el momento en el que serán capturados por la policía secreta (Valdivia

85-86). A continuación enseñaremos a partir de algunos fragmentos la superposición de

memorias en los dos capítulos. En Eres se tratan los soldados de la División Azul, el

antisemitismo, la represión nazi y estalinista, la Guerra Civil española y el exilio republicano

(Valdivia 124; Muñoz Molina, Sefarad 599-606, 610-619). Los pasajes siguientes

ejemplifican la combinación de dos de estos tipos de historias en el capítulo, realizada

mediante el uso de diferentes párrafos. Mostramos uno en el que se narra sobre los campos de

concentración alemanes, a partir de la historia de Primo Levi, mientras que en el otro se

refiere a la División Azul (Muñoz Molina, Sefarad 601-02, 611):

Y entonces me viene a la memoria Primo Levi en su piso burgués de Turín […]

Dejó su habitación […] y cuando regresó tres años más tarde, flaco como un espectro,

sobrevivido del infierno, debió de sentir que en realidad estaba muerto […]

(Muñoz Molina, Sefarad 601-02).

Nadie sabe de antemano si va a ser cobarde o valiente cuando llegue la hora, me dijo

mi amigo José Luis Pinillos, que en una vida remota, cuando era un muchacho de

veintidós años, luchó con uniforme alemán en el frente de Leningrado […]

(Muñoz Molina, Sefarad 611).

Quien espera aborda el antisemitismo general en los años antes de la Segunda Guerra

Mundial y la persecución tanto estalinista como nazi. Además, incluye una referencia breve a

la Guerra Civil, más concretamente sobre “la ayuda soviética a la República”. (Valdivia 85-

86; Muñoz Molina, Sefarad 245-61, 265-66). En los dos fragmentos que ahora expondremos,

se yuxtapone en párrafos sucesivos respectivamente el apresamiento nazi y estalinista (Muñoz

Molina, Sefarad 249-50):

En 1938 el judío vienés Hans Mayer escapa de Austria […] En 1943 lo alcanzan los

hombres de abrigos de cuero y sombreros flexibles […] había previsto tan

minuciosamente la escena de su detención, durante tantos años, que cuando al fin llegó

tuvo la sensación de haberla ya vivido (Muñoz Molina, Sefarad 249-50).

En Moscú, la noche del 27 de abril de 1937, Margarete Buber-Neumann advirtió que

uno de los funcionarios de la NKVD que se presentaron a detener a su marido llevaba

 

60

unas gafas redondas y pequeñas […] (Muñoz Molina, Sefarad 250).

b) Las referencias breves

La segunda estrategia que utiliza el autor de Sefarad para vincular memorias distintas dentro

de un capítulo, consta en introducir referencias más bien cortas, que tratan otro tema que la de

la historia central. Señalamos esta técnica en los capítulos Tan callando, Narva y Olympia.

En el primero se cuenta, como ya hemos explicado, un sueño traumático de “un soldado de la

División Azul”. Al lado de la narración sobre el refugio y los enemigos rusos, se incluye un

recuerdo de la protagonista con respecto a un anciano profesor suyo, asesinado en el contexto

de la Guerra Civil (Valdivia 87-88): “en abril o mayo de 1936 mi profesor de literatura no

podía saber que al final de ese verano estaría tirado y muerto en una cuneta” (Muñoz Molina

279, Sefarad. Cursiva en el original). Además, el militar español reflexiona sobre sí mismo y

declara que su plan original era unirse a la banda franquista en la Guerra Civil: “[e]l hombre

joven que no llegó a tiempo de luchar en la guerra española y se alistó para ir a Rusia […]”

(Muñoz Molina, Sefarad 280; Hristova, Memoria 42).

En el capítulo sobre el tren ya hemos expuesto que en Narva se trata el papel de la División

Azul y las deportaciones de los judíos (Valdivia 100-01). Al final de la historia, encontramos

algunas referencias a otras memorias (Muñoz Molina, Sefarad 642-43, 645; Hristova,

Memoria 35, 43):

Mira lo bien que cooperaban entre sí los nazis, y los comunistas, cuántos millones y

millones de muertos han dejado unos y otros. Pero no sólo ellos, piensa en Bosnia, o

en Ruanda, […] un millón de personas asesinadas en unos pocos meses, y no con los

adelantos técnicos que tenían los alemanes, sino a machetazos y a palos (Muñoz

Molina, Sefarad 642-43).

No muy lejos de donde nosotros estamos ahora, […] hubo hace más de sesenta años

una explanada llena de muertos. En esta misma acera por la que mi amigo y yo

caminamos caían las bombas durante el asedio franquista de Madrid (Muñoz Molina,

Sefarad 645).

 

61

En el segundo fragmento el autor hace referencia al terror franquista, mientras que en el

primero encontramos diferentes tipos de memorias. De esta manera, no solo hay una

superposición de memorias entre las de la historia principal de Narva y las de los pasajes, sino

que también en el primer fragmento se vinculan diferentes episodios. Además, llama la

atención la mención de memorias que todavía no habíamos abordado. Al lado de “los nazis, y

los comunistas”, en el texto asimismo aparece el genocidio en Ruanda y Bosnia. Más

avanzada la investigación, analizaremos tanto estos otros temas, como el contacto de

memorias dentro de un mismo pasaje (Valdivia 100-01; Muñoz Molina, Sefarad 642-43, 645;

Hristova, Memoria 35, 43).

La historia de Olympia es la de un hombre español que se siente agobiado con la vida que

lleva. Sueña con lo nuevo, lo exótico y su exnovia (Valdivia 93-94). Por consiguiente, este

capítulo parece no tratar los totalitarismos ni las guerras. Sin embargo, en un desliz de

pensamiento28 del protagonista, se incluyen unas referencias al exilio republicano de después

de la Guerra Civil (Muñoz Molina, Sefarad 422; Hristova, Memoria 31):

Recordé que había leído en el periódico que en el palacio de Cristal del Retiro había

una exposición dedicada al exilio de los republicanos españoles en México. […]

Recuerdo objetos, fragmentos: […] monitores de vídeo en los que se proyectaban

viejas películas de soldados envueltos en harapos huyendo por los caminos hacia

Francia, hacinados en las estaciones fronterizas de Port-Bou y Cerbère, después de la

caída de Cataluña (Muñoz Molina, Sefarad 422).

Cabe explicar que Cerbère (asimismo el título de un capítulo de Sefarad) es un “municipio

francés situado en [la provincia] de los Pirineos Orientales”, al que la mayoría de los soldados

republicanos huyeron después de la derrota en la Guerra Civil (Valdivia 213).

Gracias a la inclusión de la historia sobre la exposición en Olympia, Antonio Muñoz Molina

consigue poner en contacto una memoria bélica con una más bien ‘banal’ y cotidiana (Muñoz

Molina, Sefarad 422, Valdivia 93-94; Arroyo Redondo 374).

                                                                                                                         28 Después de contar sobre un recuerdo que tiene de una exposición en el Retiro, el personaje vuelve a lo que de hecho quería narrar: “recobro ahora otros pasos, el recuerdo que iba a contar […] (Muñoz Molina, Sefarad 422-23).

 

62

c) El fondo memorístico inesperado o no evidente

El caso de Olympia nos lleva a otros capítulos, en los que a primera vista, se cuenta una

historia ajena al contexto de totalitarismos: se trata de Berghof y América. Este primer texto

se centra alrededor de las vacaciones de un médico y de la enfermedad como tipo de exilio.

Por esta razón, el contenido del relato no parece concordar con el título, el cual se refiere a

una de las casas de Hitler. No obstante, descubrimos al final del capítulo, que la historia

conduce al clímax a través de una memoria contextualizada en un régimen autoritario.

Durante una búsqueda de cuevas en las llanuras de unas montañas, el protagonista se desvía y

llega a “la residencia de un antiguo oficial de las SS”, pidiendo auxilio, asfixiándose y

precisando intervención médica (Valdivia 95, 98-99; Muñoz Molina, Sefarad 437; Arroyo

Redondo 374):

Desde que entré en este lugar sólo ahora, mientras espero a que respondan el teléfono

de Urgencias, miro a mi alrededor. En una pared hay un gran retrato al óleo de Hitler,

rodeado por dos cortinajes rojos que resultan ser dos banderas con esvásticas. […] no

hay nada que no sea nazi, que no conmemore y celebre el III Reich (Muñoz Molina,

Sefarad 476).

Gracias a la explicación de este pasaje, quedará claro que el propio fragmento presenta cierta

superposición de memorias. El hombre en situación de emergencia es “uno de los muchos

oficiales nazis” que se refugiaron en España durante el franquismo29. Por consiguiente, se

entrelaza este fascismo con el alemán. Los dos, por su parte, se vinculan con la historia de las

vacaciones y la enfermedad (Valdivia 95).

En América, descubrimos que la historia de la aventura de la monja y el zapatero se desarrolla

sobre un trasfondo relacionado con el franquismo. Como ya hemos señalado, en el capítulo se

hace referencia de manera más bien implícita al papel de este régimen en el retroceso de los

derechos femeninos. El fragmento siguiente muestra que el padre de Sor María del Gólgota

está a favor de la igualdad, mientras que la madre tiene la opinión contrapuesta (Valdivia 98,

99, 575; Muñoz Molina, Sefarad 575, 580):

                                                                                                                         29 Quisiéramos añadir que Sefarad constituye la primera obra en la que se aborda este fenómeno (Valdivia 772-73).

 

63

[…] quería el pobre que yo aprendiera a hablar inglés, a jugar al tenis, a escribir a

máquina y a conducir automóviles, que fuera a la universidad y estudiara algo serio

[…] y mi padre, qué vergüenza, si parece mentira, tengo una mujer tan retrógrada que

está en contra del avance du su propio sexo (Muñoz Molina, Sefarad 575).

Después de haber analizado Berghof y América, entendemos cómo se une una historia

‘normal’ con una memoria con respecto a guerras o totalitarismos. A pesar de que la inclusión

de esta última no siempre es tan evidente o no aparece antes del final, sí forma parte de la

historia central en ambos capítulos. Por esta razón concluimos que se trata de una tercera

estrategia para la superposición dentro de un mismo capítulo (Valdivia 95, 98-99, 575; Muñoz

Molina, Sefarad 476, 575; Arroyo Redondo 374).

d) El dialogismo

Distinguimos una cuarta técnica que consiste en un grado mayor de entrelazamiento de

diferentes memorias en una misma historia, dentro de un capítulo específico. En este caso, en

lugar de solo unas referencias o una presencia no clara o retrasada, las memorias dialogan y

forman una unidad en cierto modo más inseparable. Encontramos esta estrategia en Narva y

en Copenhague. Como ya hemos explicado antes, el argumento de la primera historia consta

en un encuentro entre un militar de la División Azul y una mujer judía, que le revela al

soldado el horrible plan nazi de la Solución Final. Por consiguiente, Narva presenta una

superposición de las memorias de la Shoah con la de la banda de voluntarios españoles.

Debido a los dos personajes de este capítulo, Muñoz Molina ha logrado fusionar los temas

que acabamos de exponer en una misma trama (Valdivia 83-85, 100-01, 211-12; Arroyo

Redondo 368; Hristova, Memoria 34-35).

En Copenhague, por su parte, se entretejen las memorias por medio de una asociación de

ideas contínua, realizada por el narrador autodiegético. La historia de este texto, en el que el

tren forma el hilo conductor, es una sucesión de relatos que forman una unidad. Al lado de la

historia ya expuesta sobre la pareja adúltera que se conoce en un viaje de tren, distinguimos el

tema de la Guerra Civil y los soldados republicanos, la División Azul y la (huida ante la)

persecución nazi y estalinista. A continuación descubriremos cómo en Copenhague una

historia desencadena continuamente otra (Valdivia 83-85; Arroyo Redondo 368; Hristova,

 

64

Memoria 36; Paulsen 152-53).:

Durante mi primer viaje a Madrid, mientras me adormilaba contra el duro respaldo de

plástico azul, yo oía a mi abuelo Manuel y a otro pasajero contarse […] viajes en tren

durante los inviernos de la guerra. Nos trajeron a todos los del batallón de la Guardia

de Asalto30 en el que yo servía y nos hicieron subir a un tren en esta misma estación, y

aunque no nos dijeron adónde iban a llevarnos se corrió el rumor de que nuestro

destino era el frente del Ebro31. […] Por la mañana nos hicieron bajarnos […] Habían

mandado a otro batallón en nuestro lugar, y de ochocientos hombres que iban no

volvieron ni treinta (Muñoz Molina, Sefarad 207-08).

En este fragmento, el protagonista recuerda su primera vez que viajó en tren, en el que oía las

conversaciones de su abuelo con otra persona. Leemos en la voz de Manuel una historia

propia sobre cuando sirvió como soldado durante la Guerra Civil española. Por ello, se

combinan los recuerdos y las voces de dos personajes distintos. Quisiéramos añadir que en

este pasaje se destaca el papel del tren como ‘lugar donde la gente se cuenta historias’(Muñoz

Molina, Sefarad 207-08; Valdivia 208; Arroyo Redondo 368; Hristova, Memoria 29).

Continuamos el análisis de Copenhague con otro fragmento en el que el personaje

somnoliento se confunde a sí mismo con las historias que está oyendo durante el trayecto. Se

identifica con los “soldados vencidos” republicanos y con los que fueron “deportados” a

campos de concentración, después de haber intentado exiliarse. Enseguida tras estos

pensamientos, la voz del “interlocutor” del abuelo introduce otra memoria, la de la División

Azul (Muñoz Molina, Sefarad 211; Valdivia 84; Arroyo Redondo 368):

Entreabría los ojos y veía la lumbre de los cigarrillos, y cuando mi abuelo o su

interlocutor daban una chupada se veían por un instante sus caras campesinas […] Era,

viendo esas caras y escuchando esas palabras desleídas en el sueño, como si yo no

viajara en el tren donde ahora íbamos, sino en cualquiera de los trenes de los que ellos

hablaban, trenes de soldados vencidos o de deportados […] Yo serví en Rusia, dijo el

hombre, en la División Azul (Muñoz Molina, Sefarad 211).                                                                                                                          30 La Guardia de Asalto era un “cuerpo policial” republicano que en el año 1936 logró impedir el golpe de Estado (Valdivia 208). 31 Se refiere a “la batalla más importante desarrollada durante la Guerra Civil”, en 1938, en la que la derrota de la banda republicana “abría el camino a la caída de Cataluña” (Valdivia 208).  

 

65

A continuación, leemos cómo el recuerdo del protagonista de la llegada “en la estación de

Cerbère”, provoca la reflexión sobre el exilio republicano, debido a que es la misma ciudad a

la que huyeron los soldados españoles. Además, por analogía con el elemento del tren, el

personaje aborda las deportaciones nazi y estalinista a partir de Primo Levi y Margarete

Buber-Neumann (Valdivia 213; Muñoz Molina, Sefarad 212-15; Arroyo Redondo 368-69):

Tan claramente como me acuerdo del primer viaje en tren me acuerdo de la primera

vez que llegué a los andenes de una estación fronteriza […] Guardias civiles […] y

luego gendarmes hostiles y groseros examinaban los pasaportes en la estación de

Cerbère. Cerbère, Cerbero: […] donde los gendarmes franceses humillaban en el

invierno de 1939 a los soldados de la República Española […] Cómo sería llegar a una

estación alemana o polaca en un tren […] Durante cinco días, en febrero de 1944,

Primo Levi viajó en un tren hacia Auschwitz. […] Tres semanas tardó Margarete

Buber-Neumann en llegar desde Moscú hasta el campo de Siberia […] (Muñoz

Molina, Sefarad 212-15).

Quisiéramos señalar que la técnica que acabamos de exponer, en la que una memoria forma

un “catalizador” para otra, se inscribe en la teoría de la “memoria multidireccional” (Paulsen

152-53; Rothberg 2-3, 9, 18).

e) Dentro del mismo párrafo

Pasamos a la quinta estrategia para poner varias memorias en contacto, que consta en la

enumeración de los temas. Al final del capítulo Eres aparecen en un tempo rápido referencias

a personajes que sufrieron una represión totalitaria (respectivamente alemana, soviética y la

combinación de éstas (Muñoz Molina, Sefarad 596, 618-19; Hristova, Memoria 39):

Eres Jean Améry viendo un paisaje de prados y árboles por la ventanilla del coche en

el que lo llevan preso al cuartel de la Gestapo, eres Evgenia Ginzburg escuchando por

última vez el ruido peculiar con que se cierra la puerta de su casa, adonde nunca va a

volver, eres Margarete Buber-Neumann que ve la esfera iluminada de un reloj en la

madrugada de Moscú, unos minutos antes de que la furgoneta en la que la llevan presa

 

66

entre en la oscuridad de la prisión […] (Muñoz Molina, Sefarad 618-19).

Además, en la parte sobre la segunda técnica, ya abordamos un pasaje de Narva en el que se

menciona sucesivamente los genocidios fascistas eurasiáticos y los de en Ruanda y Bosnia

(Muñoz Molina 642-43; Hristova, Memoria 35, 43). En cuanto a las ‘otras memorias’ (con

que se refiere a las que no tratan ni los totalitarismos nazi o estalinista, ni la Guerra Civil o el

exilio republicano y ni la División Azul), señalamos asimismo la que aborda la Revolución

rusa. Ésta aparece en el capítulo titulado Münzenberg (Muñoz Molina, Sefarad 370-71):

En los primeros años de la Revolución Soviética, cuando Lenin, alucinado en las

estancias del Kremlin, […] todavía imaginaba que Europa entera iba a incendiarse de

un momento a otro de sublevaciones proletarias, Münzenberg comprendió antes que

nadie que la revolución mundial no llegaría enseguida […] (Muñoz Molina, Sefarad

370-71).

Constatamos que en este fragmento, la referencia a la revolución se junta a la historia de

Münzenberg, en la que indagaremos en el capítulo siguiente (Muñoz Molina, Sefarad 370-

71).

f) La fusión de memorias en los personajes

La última manera con la que el escritor Antonio Muñoz Molina une distintas memorias, se

encuentra en los propios personajes de la obra. Debido a las experiencias que ellos han vivido,

encarnan en sí mismo una superposición. Indicamos que los individuos que contestan a esta

naturaleza son: Amaya Ibárruri, Margarete Buber-Neumann y Willi Münzenberg (Hristova,

Memoria 33, 42). En el apartado sobre la función del tren, ya hemos explicado que Ibárruri

conoció tanto las atrocidades de la Guerra Civil, como el terror estalinista (Valdivia 98, 529).

Otra historia que ya hemos expuesto en este trabajo es la de Buber-Neumann. Ella fue

deportada tanto a un campo de concentración alemán como a uno ruso. De esta manera, se

combina la memoria nazi con la estalinista (Muñoz Molina, Sefarad 214-15; Valdivia 111).

En cuanto a Münzenberg, leemos en el capítulo que lleva su nombre, que no solo los

soviéticos y los alemanes comunistas32 lo persiguen, sino también los nazis (Valdivia 92, 126-

                                                                                                                         32 A causa de “acusaciones falsas” de conspiración contra el Partido Comunista Alemán (Valdivia 127).

 

67

27; Muñoz Molina, Sefarad 355, 357, 359):

[…] Willi Münzenberg, que a principios de verano de 1940 huye hacia el oeste por los

caminos de Francia, en la gran desbandada que provoca el avance de los carros de

combate alemanes. […] Va a ser ejecutado si los alemanes lo atrapan, pero también lo

será si le encuentran el rastro sus antiguos camaradas y subordinados comunistas. […]

ha pasado los últimos meses en un campo de concentración, uno de esos campos en los

que el gobierno francés ha encerrado precisamente a aquellos refugiados o apátridas

que más tienen que temer de los nazis, según la lógica criminal de los tiempos: si

estalla la guerra contra Alemania, los refugiados alemanes que viven en Francia son el

enemigo, de modo que hay que encerrarlos, aunque sean fugitivos del nazismo. […]

Münzenberg huye del avance del ejército alemán acompañado por esos hombres y no

sabe que son agentes soviéticos que han estado espiándolo desde que llegó al campo

de prisioneros, y a los que les ha sido encomendada su ejecución (Muñoz Molina,

Sefarad 355, 357, 359).

Los resultados del análisis de esta sexta estrategia nos enseñan que por medio de la elección

de las personas verdaderas Ibárruri, Buber-Neumann y Münzenberg, el autor consigue

entrelazar, hasta fusionar, memorias diferentes a un nivel más personal e individual (Arroyo

Redondo 368; Hristova, Memoria 33, 42).

III.5 EL OBJETIVO DE LA ESCRITURA

Apoyándonos en las respuestas ya obtenidas por el análisis de los apartados anteriores y

aportando nuevos datos, investigaremos en este capítulo cuál es el objetivo de Sefarad. El escritor Muñoz Molina busca poner en contacto la memoria de los totalitarismos

eurasiáticos del siglo XX con la literatura española (véase asimismo la introducción de ‘III.4

La superposición de memorias en Sefarad para una explicación más detallada). Más en

concreto, aborda los horrores que suponían los regímenes autoritarios nazi, estalinista y

franquista. Además, en la obra se trata la División Azul, la Guerra Civil y el exilio

republicano, que forma el lazo por excelencia entre la cultura europea (marcada por el

 

68

Holocausto) y la española (Herzberger ctd. en Valdivia 15; Sánchez Zapatero ctd. en Valdivia

23; Valdivia 34, 84).

Como hemos expuesto en este trabajo, Sefarad incorpora tanto memorias que abordan las

víctimas de los totalitarismos del siglo XX, como relatos que se presentan en un contexto más

bien cotidiano. Gracias a la inclusión de historias que no tratan represiones ni exterminios,

sino la vida normal (que supone fenómenos como la enfermedad y el amor), se acerca lo ajeno

a lo propio. De esta manera, Muñoz Molina busca insertar la remembranza de (las atrocidades

de los) fascismos y de las guerras en la memoria colectiva del público (Arroyo Redondo 374).

A lo largo de la obra, encontramos la comparación de un episodio tan inefable como el

Holocausto y su contexto mayor, con experiencias menos extremas, hasta banales. Este

procedimiento lleva a una mejor comprensión de este primero (Arroyo Redondo 363): hace

que el lector tenga la posibilidad de acudir a su conocimiento cotidiano para ser capaz de

interpretar lo desconocido o lo inimaginable (Arroyo Redondo 374). En el fragmento

siguiente se compara claramente el destino de un enfermo con el de un judío (Muñoz Molina,

Sefarad 446):

[…] no sólo una enfermedad, sino el nombre de una especie de infamia: […]

expulsado de pronto de la comunidad de los normales, como un judío que leyera en un

café de Viena el periódico donde se publican las nuevas leyes raciales alemanas

(Muñoz Molina, Sefarad 446).

Sefarad forma un instrumento para quebrar el olvido alrededor de las víctimas de las

atrocidades totalitarias. A lo largo de la obra, se insiste en la necesidad de rememorar y dar

voz a ellos los que han sido borrados de la historia (“La literatura del Holocausto” 41;

Valdivia 644; Muñoz Molina, Sefarad 644; Arroyo Redondo 371, 374):

[…] y cuando estoy acostado, a oscuras, sabiendo que no me voy a dormir, […] me

parece que los veo a todos, uno por uno, que se me quedan mirando […] y me hablan,

me dicen que si yo estoy vivo tengo la obligación de hablar por ellos, tengo que contar

lo que les hicieron, no puedo quedarme sin hacer nada y dejar que les olviden, y que se

pierda del todo lo poco que va quedando de ellos. No quedará nada cuando se haya

extinguido mi generación, nadie que se acuerde, a no ser que algunos de vosotros

repitáis lo que os hemos contado (Muñoz Molina, Sefarad 643-44).

 

69

Además, el narrador principal señala en el fragmento siguiente la individualidad de las

historias dentro de la colectividad. Menciona asimismo que no hace falta inventar personajes

ni experiencias (hasta denuncia este proyecto), puesto que existen suficientes ejemplos

verdaderos de víctimas. Sin embargo, como hemos analizado en este trabajo, el libro

incorpora no solo personas verdaderas, sino también inventadas por el escritor (Muñoz

Molina, Sefarad 720-21; Valdivia 103-04):

Cada uno tuvo una vida que no se pareció a la de nadie, igual que su cara y su voz

fueron únicas, y que el horror de su muerte fue irrepetible, aunque sucediera entre

tantos millones de muertes semejantes. Cómo atreverse a la vana frivolidad de

inventar, habiendo tantas vidas que merecieron ser contadas, cada una de ellas una

novela, una malla de ramificaciones que conducen a otras novelas y otras vidas

(Muñoz Molina, Sefarad 720-21).

Nótese que en este pasaje se refiere asimismo al subtítulo de la obra: una novela de novelas y

de este modo a la interrelación de las historias, o en otras palabras la superposición de

memorias (Valdivia 79).

Ya que el carácter reconstructivo del libro no es suficiente para cumplir con el propósito de

difundir los testimonios, Muñoz Molina incita al lector de asumir un rol activo. En la Nota de

lecturas, que se encuentra al final de la novela, el autor enumera las obras a las cuales ha

acudido para acercarse a las historias sobre totalitarismos. Entre ellas distinguimos “el libro

de Jean Améry sobre Auschwitz […] y […] la gran trilogía memorial de Primo Levi”. El

apéndice tiene como función de abrir el camino al lector a otros testimonios que tratan los

temas que se abordan en Sefarad (Muñoz Molina, Sefarad 751. Cursiva en el original;

Valdivia 132-33). El propio escritor avisa en un artículo llamado Conversaciones con el señor

Sammler lo siguiente:

Hay que leer todos esos libros para saber lo que ha sido la atrocidad del totalitarismo

en el siglo XX, pero hay que leerlos también como un aprendizaje político sobre

nuestro presente y nuestro porvenir (Muñoz Molina, Conversaciones).

Esta cita anticipa a la vez a otro objetivo del libro, que abordaremos más adelante: la denuncia

para evitar la repetición (Díaz Navarro 1, 4).

 

70

En ciertos momentos del libro, constatamos que el narrador se dirige directamente al lector

para que nos adentremos más en las historias y sientan empatía por los personajes (Valdivia

93, 170, 485): “pero había otra mujer en la habitación, te lo cuento y es como si me acordara

[…]” (Muñoz Molina, Sefarad 485. Cursiva es mía). Además, los capítulos completos Quien

espera y Eres suponen una identificación aún mayor con el destino de las víctimas, debido al

uso continuo de formas nominales y verbales en la segunda persona singular. Empieza la

historia de Quien espera de la manera siguiente (Muñoz Molina, Sefarad 243, 596; Valdivia

243, 596; Hristova, Memoria 39):

Y tú qué harías si supieras que en cualquier momento pueden venir a buscarte, que tal

vez ya figura tu nombre en una lista mecanografiada de presos o de muertos futuros,

de sospechosos, de traidores (Muñoz Molina, Sefarad 243).

Existe la prueba del mérito de Sefarad: constatamos el logro del objetivo del autor de

despertar el interés del público en la memoria que España y Europa comparten, en particular

la del Holocausto. Gracias a la influencia de la obra, se reeditaron los testimonios de Primo

Levi y se tradujeron por primera vez al español las obras en las cuales Muñoz Molina se había

basado para la creación de Sefarad. Se trata en concreto de “Diarios de Victor Klemperer, El

vértigo de Evgenia Ginzburg [y] Prisionera de Stalin y Hitler de Margarete Buber-Neumann”

(Valdivia 21, 31).

Como ya hemos explicado, el libro constituye una denuncia contra la ignorancia y el olvido

de los horrores del siglo XX. Al lado de introducir las memorias no o poco conocidas al

público español, Muñoz Molina procura concientizar a los lectores y al mundo en general para

que no se vuelvan a pasar atrocidades similares (Díaz Navarro 1, 4; Valdivia 21, 31). Avisa

que el antisemitismo no brota de un régimen totalitario, sino que el germen se encuentra en

toda la sociedad. A causa de ello, cualquier persona es un posible cómplice. Señalamos unos

fragmentos llamativos en los que queda claro que la población alemana no cuestiona, sino que

acepta la discriminación y el horror que se está acercando de manera cada vez menos furtiva

(Muñoz Molina, Sefarad 247, 702):

El jueves 30 de marzo de 1933 el profesor Victor Klemperer, de Dresden anota en su

diario que ha visto en el escarapate de una tienda de juguetes un balón de goma

infantil con una gran esvástica (Muñoz Molina, Sefarad 247).

 

71

Pagaría su café al mismo camarero de todas las mañanas, que se inclinaría ligeramente

ante él cuando recibiera la propina, pero ahora sabía que muy probablemente el

camarero lo miraría con el desprecio que se reserva a un mendigo inoportuno si

llegaba a enterarse de que era judío (Muñoz Molina, Sefarad 702).

En el capítulo Quien espera encontramos una cita (que Muñoz Molina ha sacado de la obra de

Victor Klemperer)33, que relacionamos con la teoría de ‘la banalidad del mal’ de Hannah

Arendt. Los responsables del terror no son necesariamente monstruos, sino que cualquier

individuo es capaz de hacer el mal (Délano):

Si un miembro de la Gestapo tiene una cara normal, entonces cualquier cara normal

puede ser la de alguien de la Gestapo (Muñoz Molina 250. Cursiva en el original).

Constatamos asimismo una denuncia de la práctica de la delación y sobre todo de la facilidad

con la que los colaboradores hacen sus tareas (Muñoz Molina, Sefarad 255, 711-12):

En mayo de 1940 el profesor Klemperer es denunciado por un vecino, a causa de que

no había cerrado debidamente sus ventanas durante las horas nocturnas de apagón

obligatorio: lo detienen, lo encierran solo en una celda, pero lo sueltan al cabo de una

semana (Muñoz Molina, Sefarad 255).

[…] un ciudadano concienzudo, ha llamado ya a la Gestapo para advertir de su

presencia, como llamaban tantas personas entonces, sin que las obligara nadie, por

puro sentido del deber cívico o patriótico (Muñoz Molina, Sefarad 711-12).

Distinguimos otra modalidad de complicidad en el hecho de negar a reconocer las atrocidades

que estaban pasando durante el régimen nazi, incluso cuando uno es confrontado claramente

con ellas. Se expone esta actitud pasiva en el fragmento siguiente del capítulo Copenhague

(Muñoz Molina, Sefarad 241):

                                                                                                                         33 García de la Concha, página no conocida.

 

72

–Era un buen hotel antes de la guerra –les dijo–. […] Durante la ocupación los

alemanes lo convirtieron en cuartel de la Gestapo. Ocurrieron cosas terribles en esas

habitaciones. La gente pasaba por la plaza del pueblo y escuchaba los gritos, y hacía

como si no escuchara nada (Muñoz Molina, Sefarad 241).  

Algunos críticos han puesto en duda la efectividad de la obra. Jaeckel opina que Muñoz

Molina no critica la guerra, sino que queda neutro, porque “la historia está contada a partir de

destinos personales ficcionalizados” (2235). Esta crítica se opone a Díaz Navarro, quien

argumenta justamente que “el narrador toma partido, […] adopta un punto de vista que

claramente se sitúa contra los totalitarismos y a favor de los perseguidos” (4). Antonio Gómez

López-Quiñones, por su parte, lamenta la inclusión de las obras canónicas de la Shoah,

observando que “entre el lector y el Holocausto solo hay textos” (Gómez López-Quiñones

ctd. en Hristova, Borrowed 2). Nosotros nos inclinamos más bien hacia el punto de vista de

Hristova, quien postula que “el uso explícito de testimonios de otros es una estrategia

necesaria para rellenar los huecos de la amnesia […]” (Borrowed 2).

 

73

IV. CONCLUSIONES

En el presente trabajo, hemos analizado de forma exhaustiva la superposición de memorias en

dos novelas que giran alrededor del tema del exilio. Ambas tienen la característica común de

estar escritas en lengua española, aunque pertenecen a diferentes ámbitos territoriales: el

argentino y el español. Dicha cuestión ha planteado un estudio a distintos niveles históricos de

lo que llamamos destierro, desde el punto de vista de las nombradas literaturas. En Yo nunca

te prometí la eternidad, de Tununa Mercado, se combina una memoria propia de la dictadura

argentina, con otras en el mismo campo de totalitarismos y conflictos bélicos. Sefarad: una

novela de novelas, de Antonio Muñoz Molina, por su parte, pone en relación la historia

española con la europea del siglo XX. A partir de esta condición, hemos desarrollado la

investigación de textos desde diferentes perspectivas, para abordar el fenómeno de la

superposición en la temática concreta.

Primeramente, cabe destacar que la obra de Mercado abarca el género a través de cartas,

diarios, entrevistas y testimonios, mientras que el libro de Muñoz Molina incluye narraciones

orales y referencias a autobiografías y testimonios de figuras con vivencias relevantes.

Por consiguiente, las dos producciones literarias no se inscriben de manera absoluta y unívoca

en una tipología narrativa concreta. Podemos señalar la similitud del papel de los autores en

las novelas. Ambos textos destacan su presencia en las historias a partir de una identificación

parcial con el narrador principal. Sefarad aplica la estrategia de la autoficción mediante la

proyección de elementos de su propia vida a la voz narrativa, como el hecho de ser escritor, el

fracaso conyugal y ciudades visitadas. Yo nunca te prometí la eternidad aprovecha del género

a través de comentarios sobre la escritura y la reconstrucción de la historia de la protagonista

que lleva a cabo. Además, Mercado basa el punto de partida de la trama en un acontecimiento

real que ella misma ha experienciado: la entrega de un diario.

Con respecto a la veracidad de las obras, hemos expuesto el uso de algunas técnicas que

aumentan el carácter verosímil de los relatos. En ambos textos, se tiende a una limitación a lo

verdadero a favor del rechazo de la invención. Sin embargo, los narradores admiten en cierto

grado su actitud conflictiva. A pesar de la inclusión de personas reales, estrategia muy

 

74

desarrollada en Sefarad y presente en Yo nunca te prometí la eternidad, dichos sujetos se

inscriben en una construcción ficticia.

Referente a la temática, en los dos libros se destacan el tratamiento del exilio y de la

identidad. Donde Tununa Mercado se restringe a abordar casi únicamente el desarraigo de los

miembros de una misma familia, Antonio Muñoz Molina presenta un inusitado abanico de

personajes en esta condición. No obstante, las novelas comparten la gran mayoría de

memorias acerca de los destierros en el contexto de los regímenes autoritarios y de las

guerras. De esta manera, se exponen las huidas con motivo de Guerra Civil y de la represión

nazi y estalinista. En Yo nunca te prometí la eternidad se tratan asimismo los éxodos ante la

amenaza de la dictadura argentina y la ideología sionista. Excluido este último exilio a

Palestina, todos los personajes, cualquier sea la razón de su fuga, tienen en un momento dado

el destino común de México. Sefarad, por su parte, añade varias historias sobre desarraigos en

el sentido abstracto de la palabra y los pone, de manera tanto explícita como implícita, en

comparación con los éxodos en el contexto de los totalitarismos, para obtener una mejor

comprensión de estas atrocidades y una mayor empatía con sus víctimas. Hemos revelado los

exilios ‘cotidianos’ de la enfermedad, del desempleo, de las drogas y del hecho de no encajar

durante la juventud. Además, se hace referencia el destierro deseado de un estudiante que

busca ser autónomo. En Yo nunca te prometí la eternidad, encontramos un caso similar en el

personaje Hanan, quien emprende un desarraigo querido a Palestina.

Al lado de los diferentes tipos y condiciones de exilio, Muñoz Molina insiste en su función de

acercamiento entre la historia española y la europea. Esta idea se logra a partir de la

combinación de personajes españoles con figuras europeas y gracias a la elección de

individuos sefardíes que se exilian debido al horror transnacional del Holocausto. Mercado,

por su parte, presta mucha atención a su estado de contemplación. Se describe la pérdida y la

discriminación que, en particular, la protagonista Sonia sufre por su estado de apátrida.

A su vez, la representación del concepto de la identidad muestra grandes semejanzas. Tanto

Sefarad como Yo nunca te prometí la eternidad abordan la nacionalidad compleja de los

personajes, ejemplifican la reducción de la personalidad al hecho de ser judío y presentan la

identidad como frágil e imprecisa. En la obra de Mercado, esta última idea se explica por el

efecto del antisemitismo, mientras que en el libro de Muñoz Molina el carácter inestable se

debe a la definición que los demás hacen de nuestra individualidad.

 

75

Otro tema central de Sefarad que hemos tratado es el tren. Este medio de transporte aparece a

lo largo de la obra y desempeña diferentes papeles en función de la historia que se narra. De

esta manera, constituye una salvación, transporta a las víctimas a los campos de

concentración, forma un lugar de (re)encuentro, lleva a los soldados al frente y es el

emplazamiento donde se intercambian historias. Hemos señalado que el tren de la salvación y

del lugar de (re)encuentro aparece tanto en las historias que tratan los totalitarismos, como en

las que se desarrollan fuera de este contexto.

En este estudio se ha indagado en las diferentes memorias que se tratan en Yo nunca te

prometí la eternidad y en Sefarad. Hemos descubierto que el primer libro aborda el nazismo y

el Holocausto, la represión estalinista, la Guerra Civil con sus Brigadas Internacionales y el

exilio republicano español, el franquismo, el sionismo y la dictadura argentina. La segunda

obra, por su parte, plantea historias sobre el horror nazi y el Holocausto, la División Azul, el

estalinismo, el franquismo y la Guerra Civil con el exilio republicano español.

Al lado de exponer cuáles conflictos bélicos y regímenes autoritarios se abordan en Yo nunca

te prometí la eternidad y en Sefarad, hemos elaborado unos esquemas que son muestra de las

técnicas utilizadas para enredar las distintas memorias. En primer lugar, se ha destacado la

reaparición de personajes en la obra de Muñoz Molina. En segundo lugar, hemos destacado la

yuxtaposición al nivel de los capítulos, que constituye una de las estrategias más

desarrolladas en la novela de Mercado. En tercer lugar, se ha evidenciado la superposición

llevada a cabo dentro de los capítulos. Hemos señalado diferentes modalidades de esta

técnica, que mayoritariamente son aplicadas tanto en el libro español como en el argentino.

Más en concreto, se trata de la inclusión de referencias breves a un tema ajeno a la que se

presenta en la historia principal de un texto, el entrelazamiento en un mismo párrafo y la

fusión de memorias en un personaje específico. En la producción literaria que es Sefarad,

hemos desvelado asimismo los métodos siguientes que ponen en relación diferentes historias

dentro de un mismo capítulo: la yuxtaposición por una sucesión de párrafos, el fondo

inesperado o no evidente de una memoria y el dialogismo más desarrollado.

Con respecto a la combinación de una remembranza inherente con otras ajenas, hemos

descubierto que en el caso de la obra de Mercado apenas se trata la dictadura argentina,

mientras que Muñoz Molina expone plenamente la historia española.

Una explicación posible por este hecho, radica en los objetivos de la escritura de las dos

novelas. El autor de Sefarad buscó con este libro aproximar la historia española a la memoria

 

76

de los totalitarismos eurasiáticos del siglo XX y quebrar el olvido alrededor de sus víctimas.

En Yo nunca te prometí la eternidad, el énfasis se pone en la reconstrucción de una historia

específica de la huida de una mujer ante la represión nazi. Al lado de los proyectos ya

mencionados, Antonio Muñoz Molina incita al lector de acercarse a otros testimonios y

memorias sobre regímenes autoritarios y denuncia la complicidad que tuvo lugar bajo la

forma del desoír, el antisemitismo, y la delación.

Desde nuestro punto de vista, observamos que en Sefarad, el proyecto de la superposición de

memorias queda más logrado debido al predominio del entrelazamiento de los temas dentro

de un mismo capítulo o personaje, a partir de una polifonía textual más elaborada. Se

diferencia de Yo nunca te prometí la eternidad, donde se muestra un mayor desarrollo de la

yuxtaposición de historias, centralizadas en un número restringido de figuras.

Gracias a esta investigación hemos adquirido conocimientos sobre varios tipos de memorias

relacionadas con los regímenes autoritarios y las guerras. Somos más capaces de reconocer e

interpretar las estrategias a las que se acude para vincular (en diferentes grados) distintas

remembranzas. Además, hemos indicado algunas convergencias y divergencias entre los dos

libros, en cuanto a la temática abordada y las técnicas literarias aplicadas. Para concluir, sería

interesante examinar de manera más contrastada otros textos del mismo campo, para

enriquecer nuestro saber acerca de las memorias narrativas y las formas bajo las cuales

aparecen.

 

77

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                                                                                                                         34 Hemos incluido algunas fuentas dos veces en la bibliografía (en las secciones ‘entrevistas’ y ‘internet’), dado

que aquellas forman entrevistas dentro de artículos. De estos documentos hemos citado tanto fragmentos de los

artículos (por ejemplo la introducción por el autor) como enunciados de las entrevistas.

 

 

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                                                                                                                         35 Hemos incluido la misma obra dos veces, puesto que se ha acudido tanto al texto de Muñoz Molina, como a los comentarios y ánalisis de Valdivia.

 

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