Escuela Normal Rural de Izalco

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Escuela Normal Rural de Izalco (1950 – 1967) en el LVII aniversario de su fundación.

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Escuela Normal Rural de Izalco(1950 – 1967)

En el LVII Aniversario de su Fundación

Daniel Raúl Villamariona

Con la Colaboración de Oscar Armando Portillo Luna

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A Lilian,mi amada esposa durante sesenta y dos años,

a quien tanto extraño y tanto necesito; con gratitud y amor.

A Lilian,mi amada esposa durante sesenta y dos años,

a quien tanto extraño y tanto necesito; con gratitud y amor.

A Lilian,mi amada esposa durante sesenta y dos años,

a quien tanto extraño y tanto necesito; con gratitud y amor.

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“Madre Escuela” Normal Rural de Izalco

Estudiantes en laboresde albañilería

Juventud laboriosacon alma musical

Estudiantes en trabajode carpintería

Arriates en construcción

Promoción 1951: Los que hicieron camino al andar

La Escuela que construimos con Cariño, Tolerancia y Comprensión.

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Contenido Página

Prólogo...................................................................... 9

I. Antecedentes ................................................... 13

II. La educación rural antes de la creación del

sistema de educación normal rural .................. 17

III. Perfil del maestro normalista rural .................... 21

IV. Plan de estudios ............................................... 27

V. Sistema disciplinario ........................................ 33

VI. Reunión mensual de discusión de problemas ... 37

VII. Curso de selección ........................................... 41

VIII. Prácticas docentes ........................................... 43

IX. Finalización de las prácticas docentes.

El retorno a la Madre Escuela ........................... 49

X. Excursiones ...................................................... 51

XI. Sistema rotativo de descanso

del personal docente ........................................ 55

XII. Credo del Optimista. Nuestra diaria oración .... 57

XIII. Construyendo puentes. Ganando amigos ......... 61

XIV. Historias detrás de la historia ........................... 65

XV. Portal de las Musas ........................................ 145

XVI. Conclusiones ................................................. 157

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Anexos .................................................................. 161

1. Decreto Ejecutivo mediante el cualse crea la Escuela Normal Rural de Izalco. ....... 163

2. Directores y Personal Docente dela Escuela Normal Rural de Izalco. ....................165

3. La foto de mi Graduación.Galería de las Promociones. ..............................167

4. Una típica graduación enla Escuela Normal Rural de Izalco. ....................179

5. Galería de fotografías dediferentes actividades en la Escuela. ..................183

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Prólogo

Este libro es el resultado de un sueño largamente acariciado: dejar constancia de una experiencia única en la historia educativa de nuestro país y enriquecer la bibliografía que sobre la materia ha sido escrita. Hay algo que hace a este libro diferente de todo lo que se encuentra disponible hasta la fecha. Contiene las experiencias vividas en un internado mixto por jóvenes adolescentes, en una época de la vida carac-terizada por las confusiones y las dudas, compartiendo 24 horas diarias en un mismo recinto, participando en todas las actividades, en grupos mixtos, en los diferen-tes momentos del quehacer educativo.

La Escuela Normal Rural de Izalco —La Madre Es-cuela— como cariñosamente es llamada, y de la que tra-ta este libro, orientó sus esfuerzos, afanes e inquietudes a la formación de un maestro nuevo, diferente. Un maestro con mística, devoción y sacrificio; capaz de hacer suyos los problemas, carencias y limitaciones de las comuni-dades rurales; de sacrificar sus propios intereses a favor de aquellos a quienes sería destinado a servir. Un maes-

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tro que fuera, a la vez, un agente de cambio, generador de anhelos y esperanzas; de sueños de una vida mejor y más humana. Un maestro capaz de enseñar a utilizar los recursos naturales del entorno y de sensibilizar a los miembros de la comunidad para que utilizaran sus po-tencialidades y los convirtiera en artífices de su propio destino. Este maestro tendría que estar preparado con destrezas, habilidades, conocimientos y actitudes que fuesen aplicados en la solución de los problemas, limita-ciones y carencias de que adolece el hombre y la mujer del campo. Este maestro debería saber qué hacer y cómo hacerlo, que al crear sueños, anhelos y esperanzas, for-taleciera y vivificara con la acción, la entrega y sacrificio que demandan los grandes acontecimientos.

Este tipo de maestro debería vivir en el caserío, en el cantón, en el poblado; debería convivir con las gentes del lugar; compartir los problemas que los afectaban. Debería sentir el compromiso de buscar un cambio de actitud de los vecinos; sabría combatir el conformismo, la apatía, la indiferencia y la resistencia al cambio.

Entre otros temas, este libro se ocupa de narrar la realidad vivida por jóvenes aspirantes a ser maestros; de lo que lograron hacer en el breve lapso de 45 días, durante sus prácticas docentes, previas a la obtención de un título; de sus problemas y de la forma en que los enfrentaron. También expone los resultados de su gestión educativa; sin alardes, sin sobreestimar sus conquistas, pero sin disminuir sus alcances. Es decir, con apego a la verdad.

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Contiene además, testimonios escritos por padres de familia y personas vinculadas de una u otra forma, a la Madre Escuela. Y alentamos la esperanza de que quienes lo lean, se sientan solidarios con los docentes que trabajan con fervor en beneficio del campesino salvadoreño; y me-jor aún, que esa solidaridad se traduzca en acciones posi-tivas orientadas a redimir al campesino, hermano nuestro.

Asimismo, se ha dedicado una sección del libro a capturar diferentes expresiones literarias, tan propias de la sensibilidad humanística del maestro, como es la composición musical y la poesía, inspiradas en el gran amor de sus hijos hacia la Madre Escuela, enclavada en la verde campiña sonsonateca.

Se incluye en el documento una galería fotográ-fica que muestra las 17 ricas cosechas de maestros cultivadas a lo largo de los dieciocho años de vida de la Escuela Normal Rural de Izalco, que aunque física-mente ya no exista, vivirá a través de cada uno de los graduados y maestros que fueron parte de ésta.

Como corolario, el libro se ilustra con fotografías de diferentes épocas, que captan una gran variedad de eventos de la vida cotidiana de ese Centro de Estu-dios, en sus diferentes facetas, reflejo de las múltiples actividades allí desarrolladas.

Para la elaboración de este libro, se contó con el soporte de un equipo de apoyo que aportó ideas, material gráfico, reportajes periodísticos y valiosos testimonios; sentimientos y gratos recuerdos de vívi-das experiencias que son nuestra razón de ser. Todos

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ellos, docentes y graduados de nuestra amada Es-cuela, somos los actores de ese capítulo de la histo-ria de la educación de nuestro país.

Consignamos los nombres de este grupo de apoyo, que representan de manera simbólica a la totalidad de egresados, de todos los tiempos y de todas las promociones, de la Escuela Normal Rural de Izalco. Ellos son: José Vicente Cubías, Elsy Álvarez Mejía, An-tonio Ramírez Azcúnaga, Bety Amabella Guevara de Cubías, Felipe Jesús Burgos, Zoila Angélica Salgado de Sibrián y Ramón Quinteros Monroy.

Es también importante referirnos a dos pilares que fueron soporte moral y emocional a nuestros afanes y entrega a la causa educativa de la madre nutricia: los padres de familia, que nos confiaron a sus hijos, su más valioso tesoro; y los cónyuges de los miem-bros del personal docente de esa época, que debieron desempeñar el papel de padre y madre, a un mismo tiempo, en un hogar temporalmente incompleto.

Para ellos, nuestra gratitud y reconocimiento. Sus sa-crificios se vieron compensados con la fructífera cosecha de jóvenes maestros, que con profunda satisfacción de-sempeñaron el papel de agentes de cambio de los habi-tantes del campo y sirvieron con gallardía al progreso y desarrollo de nuestra Patria. Este es nuestro tributo a la amada Madre Escuela Normal Rural de Izalco.

Daniel Raúl. VillamarionaSan Salvador, 22 de junio de 2007

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I. AntecedentesLa Educación Normal Rural aparece en nuestro país

el año mil novecientos cuarenta y ocho. El Decreto Ejecutivo No. 16, de su creación, así lo consigna. Esto, de manera oficial. En realidad, la primera Escuela Nor-mal Rural inició sus labores el ocho de marzo de mil novecientos cincuenta en el Cantón Talcomunca, Juris-dicción de Izalco, Departamento de Sonsonate. Su nom-bre: Escuela Normal Rural de Izalco. El Decreto de su creación se presenta en el Anexo 1 de este documento.

Los primeros nombramientos del Personal Docen-te recayeron en los profesores Maximino Gutiérrez, Daniel Raúl Villamariona y Luís Ángel Rodríguez. En Acuerdo separado fue nombrado Director del Esta-blecimiento el profesor Eustasio Antonio Nolasco. Los nombramientos en referencia no entraron en vigor por razones que no es del caso mencionar.

Entre la fecha del Decreto Ejecutivo de creación de la Escuela Normal Rural, 12 de noviembre de 1948, y los pasos preliminares para hacerla efectiva, transcu-rrieron poco más de seis meses. En efecto, durante el período comprendido entre junio 1º. y agosto 31 de 1949, los profesores Daniel Raúl Villamariona, Luís Ángel Rodríguez, Francisco López Barrientos, María Cruz Palma y el Agrónomo José Mario Molina, fueron comisionados para observar la organización y funci-onamiento de la Escuela Normal Rural de “La Alame-da”, ubicada en Chimaltenango, Guatemala; centro

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educativo regenteado por el Punto IV, de los Estados Unidos de Norte América.

La Escuela Normal Rural de Izalco, en realidad, inició sus labores el 8 de marzo de 1950. Su primer Director, el profesor Eustasio Antonio Nolasco, de-sempeñó ese cargo durante cuatro meses y fue susti-tuido por Daniel Raúl Villamariona a partir del 1º. de junio de ese mismo año.

Los considerandos del Decreto Ejecutivo de crea-ción de la Escuela exponen, en forma lacónica, las razones que justifican la creación del sistema de for-mación de maestros normalistas rurales del país; men-cionándose entre otros aspectos, los siguientes:

a. Lograr el arraigo del campesino; b. la formación de su conciencia como individuo y como miembro de la nación; c. el mejoramiento de su nivel de vida, su alfabetización y el conocimiento pleno de los sistemas modernos para evitar la erosión de las tierras; y, d. esa Escuela Normal Rural presupone especial preparación de los docentes que serán responsables de la edu-cación de los campesinos salvadoreños, etc.

La brevedad del referido Decreto podría justificar la vaguedad de los conceptos expresados en el mismo, así como su poca precisión. Sin embargo, se reconoce la altura de sus nobles propósitos.

En el año 1951, el Director de la Escuela, que fue uno de los maestros fundadores de la Escuela Nor-

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mal Rural de Izalco fue becado por la UNESCO para asistir durante un año a un Programa de Educación Fundamental en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán, México, en el Centro Regional de Educación Funda-mental para la América Latina, conocido ampliamente por la sigla CREFAL.

Los conocimientos impartidos en ese centro de es-tudios permitieron la oportunidad de comprobar que la organización y el funcionamiento de nuestra Es-cuela Normal Rural, recientemente fundada, marcha-ban por buen camino y, además, enriquecieron con sus enseñanzas teóricas y prácticas, los contenidos de nuestros programas de estudio.

Instalaciones de CREFAL

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II. La Educación Rural Antes de la Creación del Sistema de

Educación Normal RuralLas escuelas rurales, por lo general mixtas, eran

atendidas por maestros empíricos, algunas; otras por maestros de emergencia. Los maestros empíricos, es-calafonados en la Clase “C”, eran docentes con alguna experiencia previa adquirida en cursos de capacitación y conocimientos generales obtenidos en uno o dos años de estudio de Bachillerato. Los profesores de Emergen-cia eran reclutados entre personas que habían cursado hasta el sexto grado de Educación Primaria, pero que mostraban interés por servir en la docencia. Tanto los primeros, como estos últimamente mencionados, sir-vieron con esmero aunque con las naturales carencias pedagógicas; no obstante, su aporte contribuyó a que los índices de alfabetización fuesen mayores.

El maestro rural, casi en su totalidad, no radicaba en el lugar de trabajo por diversos motivos: carencia de facilidades de alojamiento y alimentación en las comunidades rurales; necesidad de viajar diariamente, debiendo caminar hasta dos o tres horas de ida y otras tantas de regreso, lo cual limitaba su tiempo de trabajo diario a cuatro o cinco horas como máximo. Además, este tipo de maestros acusaba gran movilidad porque frecuentemente solicitaba traslado a lugares más próxi-mos a su domicilio por razones fáciles de entender.

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A lo anteriormente reseñado puede agregarse que carecía de interés por cambiar las condiciones adver-sas de la comunidad: no las conocía, porque no las vivía; no podía hacerlo porque desconocía las técnicas y los conocimientos pedagógicos para lograrlo; y peor aún, no poseía las habilidades, destrezas y actitudes que eran necesarias y fundamentalmente, carecía de actitudes positivas orientadas a mejorar la calidad de vida de la escuela y de la comunidad. El sentimiento de arraigo a la comunidad y el sentido de pertenencia no formaban parte de su acervo emocional.

El Escalafón Magisterial se componía de tres clases y cuatro categorías cada una de ellas. Las Escuelas Nor-males gradua-ban maestros de clase “A”; las Secciones Normales, do-centes de Clase “B” y la Clase “C” estaba integrada por maestros empíricos des-tinados a atender las es-cuelas rurales. Los ascensos se conferían sobre la base de tiempo de servicio.

Escolares campesinas:Nuestra razón de

ser Maestros.

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Los maestros graduados de la Escuela Normal Rural de Izalco se incorporaban a la clase “A”, cuarta categoría.

A continuación se incluye una nota periodística que ilustra el auge que en la década de los años 50s cobró la creación de escuelas normales en el país, que sustentarían la gran demanda de maestros para incorporarlos al sistema educativo nacional.

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III. Perfil del Maestro Normalista Rural

Los objetivos para la formación de maestros nor-malistas rurales, de acuerdo al Decreto Ejecutivo No. 16, mencionado anteriormente, y las condiciones an-tes reseñadas de las escuelas atendidas por los maes-tros empíricos, condujeron a diseñar el perfil de un maestro capaz de promover un cambio de actitud en los habitantes de cantones y pueblos suburbanos, haciendo nacer en ellos por convicción, no por im-posición, la necesidad de superar las condiciones adversas de postración y mejorar, de esa forma, su calidad de vida. Es decir, un maestro convertido en Agente de Cambio.

Este tipo de maestro debería saber trabajar en un plano más humano que teórico, convencido de que a nada conducía enseñar a leer, escribir y conocer los números, si los educandos, de cualquier edad y sexo, no estaban convencidos de que esto les sería de utili-dad inmediata en sus actividades de la vida diaria.

El nuevo maestro rural, normalista, debería conocer y aplicar los aspectos básicos de la Educación Funda-mental, entre los cuales se encontraban los siguientes:

a. Protección de la salud;b. Aprovechamiento de los recursos naturales del

entorno de los educandos y de la comunidad,

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como un todo, independientemente de su edad y sexo;

c. El derecho de disfrutar de una vida familiar en armonía, en un hogar dignificado por el amor, el trabajo y la unidad;

d. Favorecer el derecho a descansar, disfrutando de sus momentos de ocio de forma grata y placentera.

Las consideraciones anteriores condujeron a dise-ñar el siguiente perfil del Maestro Normalista Rural:

• Ser formado y potenciar sus cualidades de líder para promover el proceso de cambio de acti-tud de los miembros de la comunidad: niños, jóvenes y adultos;

• Poseer o desarrollar habilidades y destrezas para sa-ber enseñar “el qué” y “el cómo” hacer las cosas;

• Tener sensibilidad social para hacer suyos los problemas y necesidades de la comunidad y par-ticipar activamente en su solución;

• Poseer la capacidad para desarrollar conciencia en los miembros del conglomerado social para que reconocieran que el trabajo en el hogar, en la es-cuela y en la comunidad era algo útil, agradable y productivo; y,

• Ser capaz de sacrificar sus propios intereses en fa-vor de la comunidad por su condición de Maestro Normalista Rural.

No obstante que la Madre Escuela, era rica en limi-taciones, dificultades y carencias; pobre en comodi-

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dades, proporcionó la oportunidad para cumplir con el perfil del tipo de maestro rural que se aspiraba formar.

A manera de ejemplo, y sin pretender agotar la suma total de problemas y retos a vencer, se señalan los siguientes: falta de energía eléctrica; carencia de baños adecuados para los maestros en formación; fal-ta de vehículo automotor para adquirir los víveres de cada día (lo que obligó a utilizar una carreta tirada por bueyes, viajando diariamente 20 kilómetros aproxima-damente, hasta Sonsonate); dormitorios insuficientes para la sección de varones; comedor sin techo; pi-sos de cemento agrietados, etc.; para mencionar sola-mente algunos de los problemas a resolver.

Estudiantes y maestros, aunando esfuerzo y vo-luntad; restando tiempo a las horas de descanso, se abocaron a resolver esos problemas, con entusiasmo y optimismo; aprendiendo en el campo de la vida ru-dimentos de albañilería, carpintería, mecánica, etc., hasta lograr la modificación de las condiciones adver-sas y alcanzar la satisfacción que produce el trabajo realizado en forma colectiva y beneficiosa para la co-munidad educativa.

En el proceso de solución de los problemas exis-tentes se fueron desarrollando, de manera natural y espontánea, habilidades, destrezas, conocimientos y actitudes deseables, el amor al trabajo, la importancia del trabajo en equipo y el descubrimiento de poten-cialidades y, mejor aún, se convirtieron en mujeres y hombres cabales, aunque seguían siendo adolescentes.

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Algunas obras realizadas para beneficio de la co-lectividad estudiantil, se mencionan a continuación:

• Un dormitorio para 60 estudiantes y 4 maestros;• Una pileta recolectora de agua de una vertiente,

destinada al servicio de varones;• Habilitación de duchas para señoritas;• Una cancha de basketball, convertible a cancha de

Volleyball;• Una mesa de ping pong;• Una glorieta, arriates para plantas ornamentales y

muchas cosas más.

Dormitorio de varones y maestros en construcción

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Los grupos de trabajo siempre eran mixtos. Los materiales de construcción: arena y piedra, eran ex-traídos de un río distante dos kilómetros aproximada-mente. Varones y mujeres, en cadena humana, hacían la penosa tarea de extraerlos y trasladarlos a la calle de acceso. Desde allí, eran transportados en carreta, hasta el lugar donde serían utilizados. En ocasiones, se hacía necesario trabajar en jornadas nocturnas, por turnos de cuatro horas cada uno.

Este sistema educativo, novedoso y de avanzada para su tiempo, convirtió a nuestra Madre Escuela en centro de atracción para diversas clases de visitan-tes: el Cuerpo de Supervisión Docente del país, en pleno, que observaba y opinaba sobre las diversas actividades en desarrollo; el desempeño de los grupos de trabajo, integrados por estudiantes de los diferen-tes cursos de estudio, rotando entre los distintos gru-pos para obtener capacitación en todas las funciones coprogramáticas. También se recibían visitas de estu-diantes de escuelas y colegios y de otras personas que se sentían atraídos por el simple hecho de conocer la organización de una Escuela funcional, integrada por alumnos de uno y otro sexo, algo nunca visto en el ámbito nacional.

Es oportuno mencionar que señoritas alumnas de último año de la Escuela Normal España, dirigida en-tonces por la reconocida educadora Doña Antonia Portillo de Galindo, se convertían en huéspedes tem-porales de nuestra Alma Máter, y durante una semana convivían con sus colegas estudiantes de nuestra Es-

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cuela, con la finalidad de participar en todas las acti-vidades de las asignaturas no convencionales. De esa forma, reforzaban los conocimientos teóricos, que re-cibían en su cátedra de Principios de Educación Rural.

Los comentarios que les merecieron esas experien-cias no se consignan en este libro, pese a que son motivo de orgullo y satisfacción para la comunidad estudiantil de aquella época. Su carga emocional es tan íntima que, de ser expuestos, podrían pecar de subjetivos. Similares experiencias se tuvieron con visitas de estudiantes de la Escuela Normal Alberto Masferrer.

Trabajar en obras de beneficio colectivo, sin egoís-mos, fortaleció los lazos de amistad, compañerismo y hermandad entre los futuros maestros, nexos que aún persisten, después de casi 40 años de que la amada Madre Escuela fuera clausurada en forma definitiva, por razones difíciles de comprender y aceptar.

Intercambio estudiantil con laEscuela Normal Alberto Masferrer.

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IV. Plan de EstudiosEl Ministerio de Cultura, así llamado en esa época,

ordenó el funcionamiento de la que orgullosamente llamamos nuestra Madre Escuela. Esta nació huérfana, en el sentido de que no disponía de un Plan de Estu-dios y tampoco de programas adecuados para lo que se esperaba de ella.

El viaje de observación realizado a la Escuela Nor-mal Rural de “La Alameda”, ubicada en Chimaltenan-go, Guatemala, constituyó un valioso soporte técnico para llenar los vacíos mencionados. Las características pragmáticas del Plan de Estudios y la función peda-gógica del mismo, fueron surgiendo de manera es-pontánea en las prolongadas reuniones del Personal Docente en pleno, con la iniciativa de cada docente en su especialidad y fortalecida por los esfuerzos y aportes del Consejo de Profesores.

En algo hubo consenso: la necesidad de formar un nuevo tipo de maestro rural con la capacidad para conducir de manera eficiente el proceso de enseñanza-aprendizaje y proveído de habilidades, destrezas y actitudes conducentes a lograr el pro-greso y desarrollo de la comunidad, como un todo, sin distinción de edades ni de sexos, privilegiando el reconocimiento de sus necesidades para con-cluir con el desarrollo de inquietudes y afanes para resolver los problemas y limitaciones del entorno mediante el esfuerzo combinado del grupo social.

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Por lo que antecede, en nuestra Escuela rompimos los moldes tradicionales de la formación de maes-tros e incorporamos nuevas asignaturas, desconoci-das hasta ese momento.

La nomenclatura de estas nuevas asignaturas y su contenido ideológico, brevemente esbozado, es la siguiente:

a. Educación para la Vida en Común (Ciencias So-ciales Aplicadas): Actividades orientadas a pro-mover el bienestar de la comunidad, armoni-zar los intereses comunes del grupo social; su-perar las limitaciones de su entorno y favorecer el desarrollo y progreso local, y combatir los facto-res adversos, tales como la indiferencia, la apatía y el conformismo que nulifican todo esfuerzo ori-entado a revertir el estancamiento en que trans-curre la vida de la población.

b. Educación para la salud: principios y prácticas de aseo e higiene; protección del agua y de los alimentos; letrinización y disposición y trata-miento de desechos; saneamiento ambiental, primeros auxilios, entre otras cosas más.

c. Educación para el Desarrollo Económico: uti-lización adecuada de los recursos naturales de la comunidad; diversificación de cultivos y otro tipo de actividades productivas; organización de cooperativas, etc.

d. Educación para la Vida de Hogar: conocimien-tos y habilidades sobre ornato, aseo e higiene en el hogar; prácticas de cocina y fabricación

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de cocinas en alto, de adobe o ladrillo para evitar cocinar en el piso; prácticas elementales de costura para hacer remiendos y confección de vestidos sencillos; cultivo de buenos hábitos de convivencia intrafamiliar, etc.; conservación de costumbres y tradiciones para fomentar el arraigo a su terruño, etc.

e. Recreación: buen uso del tiempo libre; prác-ticas deportivas; representaciones escénicas, declamación, círculos de lectura; juegos de salón; actividades encaminadas a fortalecer los lazos de amistad, fraternidad y armonía social.

f. Agropecuaria: técnicas y prácticas, que incluía entre otros temas, lo siguiente: cultivo de vege-tales, legumbres y cereales; árboles frutales, api-arios; crianza y cuidado de animales domésti-cos; mantenimiento de apiarios; conservación de la tierra y combate de la erosión; aplicación de abonos, insecticidas, fungicidas, etc.

Estudiantes trabajandoen apiarios Crianza de cerdos

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Arando la tierra

Las materias de estudio que tradicionalmente se impartían en las escuelas normales de esa época, pro-ducto de un ambicioso propósito de proveer de am-plia cultura y erudición a favor de los aspirantes a maestros, fueron también impartidas en nuestro centro de estudios, pero disminuyendo su número y adecu-ando los contenidos programáticos a su aplicación y correlación con las asignaturas no tradicionales –ya enumeradas y descritas anteriormente- dando priori-dad a sus contenidos sobre los aspectos teóricos.

De la lectura del contenido de las asignaturas no tradicionales que se impartían en nuestra Normal se puede inferir que todas ellas guardaban entre sí íntima relación y correlación, y que de manera fluida tendían

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a formar maestros capaces de orientar a la comuni-dad en la búsqueda de mejores condiciones de vida, a efecto de lograr la satisfacción de necesidades y solución de problemas que por largo tiempo habían venido añorando.

Las actividades que daban vida al contenido de las asignaturas no tradicionales se llevaban a efecto en grupos de trabajo mixto –señoritas y varones- en forma rotativa, integrados por alumnos de los diferen-tes cursos, coordinados por uno de los docentes.

Se mencionan algunos de esos grupos, a mane-ra de ejemplo: Agricultura, Horticultura, Avicultura, Apicultura, Porcicultura, Prácticas Artesanales de Car-pintería, Albañilería, Bordados y Costura, y otras ac-tividades más.

Grupo de estudiantes en compañia delDirector de la Escuela don Salvador Ajuria

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V. Sistema DisciplinarioLa Madre Escuela recibió en su seno a jóvenes

y adolescentes. Época de la vida marcada con in-certidumbres, dudas; de ilusiones y aspiraciones no definidas; de sentimientos confusos y emocio-nes nuevas.

Un internado mixto, en esa situación, suponía dificultades y problemas difíciles de manejar. De-sarrollar y mantener la armonía, el respeto y la dis-ciplina era una meta también difícil de alcanzar. No fue así. Para lograrlo se diseñó un sistema basado en tres pilares fundamentales: Cariño, Tolerancia y Comprensión. El sistema disciplinario pretendía ar-monizar el cariño y los cuidados paternales, con la sujeción a normas formales, pero flexibles. Algo nuevo, y por lo mismo, de difícil aceptación por parte de los educandos.

La trilogía: Cariño, Tolerancia y Comprensión se implementó de la siguiente manera: Cariño, orien-tado a disminuir la sobreprotección hogareña y aliviar las añoranzas maternales con ocupaciones útiles, agradables y productivas. Tratamiento ama-ble, pero firme; afecto en las relaciones y ausencia de reprensiones onerosas, sustituidas por prácticas afectuosas cultivadas por recreos sociales, eventos deportivos con la participación combinada de estu-diantes y docentes.

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Tolerancia, comprendiendo errores y exabrup-tos y aceptando las asperezas como parte de la natural rebeldía en esa etapa de la vida y canali-zando esas energías negativas a la aceptación con-ciente y voluntaria de las normas y disposiciones de la Escuela, convertida en un hogar protector, cariñoso y comprensivo.

Comprensión, aplicando una “pedagogía del sentimiento”, consejos y enseñanzas, similares a las de “padres bienhechores” que siempre quieren lo mejor para sus hijos. Se crearon nexos de armonía y concordia entre las disposiciones disciplinarias y el consecuente ajuste con esas disposiciones.

Adalberto Quinteros Chulo, ex–alumno infortunada-mente ya fallecido, describe magistralmente este sistema en el II Encuentro de Maestros egresados de nuestra Madre Escuela en su discurso pronunciado el 8 de marzo de 1997, 47 años después de haber egresado. El fragmento de ese discurso, en la parte pertinente, dice así: “No pude contener la emoción que me causaron sus palabras y la dicha que sentí de haber tenido un Director que en el plano de la amistad, profundizara tanto en su corazón de niño, hasta crear una pedagogía del sentimiento conside-rándose amigo, compañero y padre de sus alum-nos. En verdad así fue. En la vida de estudiante su palabra, sus consejos y sus enseñanzas, eran las de un padre bienhechor, del padre que siempre quiere lo mejor para sus hijos. Fue y sigue siendo nuestro padre de alma y pensamiento. El supo guiar a sus

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alumnos con sabiduría; nos consoló cuando nos vio llorar como adolescentes confundidos; nos contagió su alegría y su optimismo; perdonó nuestros exa-bruptos y nuestros errores y fue como el arquitecto principal que convirtió a la Escuela Normal en un dulce, apacible y entrañable hogar para todos.”

La cita que antecede hace referencia al Direc-tor. Por extensión, el sistema fructificó porque el personal docente, en su totalidad, en la práctica funcionó como un engranaje sólido y compacto. Ahora, después de transcurridos 50 ó más años de esa época feliz, comprobamos el acierto de ese sistema disciplinario. Los maestros egresados de ese querido centro educativo mantienen con sus men-tores y entre ellos mismos, una relación de herman-dad y de cariño que se perpetúa con la realización de actividades tales como: celebración cada año, del Aniversario de Fundación de la añorada Madre Escuela, del Día del Maestro y la festividad navide-ña, sin dejar de mencionar, las reuniones mensu-ales, los frecuentes paseos y excursiones.

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Fiesta Navideña 2006

Celebración de evntos importantes

Día del Maestro 2006

Aniversario de Fundación de la escuela, 2006

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VI. Reunión Mensual de Discusión de Problemas

El conglomerado estudiantil de nuestra Escuela es-taba constituido, en su mayoría, por señoritas y va-rones en plena adolescencia; período de la vida que se caracteriza por mostrar resistencia a la autoridad de los adultos, sean éstos sus maestros o sus padres; así como también por el poco discernimiento respecto a la conducta propia y ajena.

Acomodarse a una nueva situación exige hacer ajustes que, por sí solos, no pueden hacerlo las perso-nas viviendo en esa etapa de la vida.

Esto hacía necesaria la participación de los maestros para conducirlos con suavidad, y al mismo tiempo con firmeza, a hacer los ajustes adecuados que los llevaran a vivir la vida de estudiantes de manera armoniosa, eficaz y feliz. La Reunión Mensual de Discusión de Problemas resultó ser un instrumento apropiado para lograr que los mencionados ajustes se efectuaran de manera sistemática, y casi imper-ceptible, vigorizando nuestro sistema disciplinario y fortaleciendo sus postulados de Cariño, Tolerancia y Comprensión.

La mecánica de las reuniones era sencilla. El estu-diante presentaba su queja, duda o insatisfacción y el maestro que tenía mayor relación con el asunto pre-

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Una Escuela con una vida cultural muy activa, para canalizar energías juveniles en sentido positivo

sentado respondía con sus argumentos las explicacio-nes pertinentes. Es posible que no siempre se llegara a un avenimiento completo; pero el ejercicio servía para dar escape a los motivos de insatisfacción, por una parte; por la otra, llevaba a la convicción de que había una razón plausible que justificaba la existencia de una norma o disposición.

Muchos otros beneficios se obtuvieron de esta práctica educativa: los maestros aceptaron someterse al escrutinio de los estudiantes, sin considerarlo aten-tatorio a su autoridad. Los maestros en proceso de formación, por su parte, aprendieron a presentar sus querellas, dudas e insatisfacciones con respeto, mode-ración, serenidad y canalizando sus emociones de tal forma que siempre fueran atendibles.

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Finalmente, se puede afirmar que este ejercicio democrático proveyó a los alumnos de una herra-mienta que les ayudaría, en el ejercicio de su profe-sión, a conducir reuniones de tipo colectivo en las comunidades a la hora de planificar actividades de beneficio para los habitantes de las comunidades a las que serían destacados para ejercer su magisterio.

Esta experiencia, hasta donde se sabe, ha sido única en la historia de la Educación Normal en nuestro país.

Adolescentes que se graduarían en 1961como Maestros Rurales

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VII. Curso de SelecciónLa formación de maestros en las Escuelas Nor-

males tenía una duración que osciló entre cuatro y cinco años. Por ser una carrera corta, en primer lugar, y por ser poco exigente en el aspecto económico, en segundo lugar, siempre tuvo gran demanda en la juventud estudiosa. Lo mismo ocurrió con la Escuela Normal Rural de Izalco, aun cuando en este centro educativo se preparaba maestros destinados a ejercer la profesión en el ámbito rural.

Este hecho antes mencionado hacía necesario pen-sarlo bien, antes de tomar decisiones, ya que servir en ambientes alejados de los principales centros de con-centración poblacional no parecía ser muy atractivo.

Esto llevó a la Dirección de la Escuela a diseñar un plan de selección de aspirantes en una forma nueva y diferente. Con todo y lo importante que es apli-car test de investigación de conocimientos, así como exámenes de tipo psicológico que pueden de alguna manera descubrir las tendencias o aspiraciones de los solicitantes, en el caso de nuestra Normal no parecían suficientes. Se pensó entonces en aplicar algo dife-rente para la selección de los futuros maestros. Ubi-carlos en el campo de la realidad, el ambiente rural en el que tendrían que desempeñarse al recibir el título. La Madre Escuela era el campo idóneo para alcanzar esa finalidad.

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En efecto, durante 45 días, eran trasladados a las instalaciones de nuestro centro educativo y allí par-ticipaban en todas las labores y tareas orientadas a la formación de maestros rurales, las mismas que forma-ban parte de las materias no tradicionales del Plan de Estudios: prácticas agropecuarias, educación para la vida de hogar, salud, economía doméstica, educación social, etc.

Las actividades eran conducidas por los maestros de planta, asistidos por monitores, papel que desem-peñaban los estudiantes que estaban dispuestos a sa-crificar sus vacaciones de fin de año para contribuir con esfuerzo y sacrificio a mejorar el sistema de selec-ción de sus futuros compañeros.

El sistema empleado produjo satisfactorios resulta-dos. Algunos de los aspirantes se descalificaban por sí mismos, por no estar dispuestos a vivir en un ambiente inhóspito, en condiciones duras y difíciles de soportar. Los que se quedaron lograron completar su período de formación y llegaron a ser maestros destacados que sirvieron con entrega y devoción a la causa de la edu-cación del sector rural.

Este sistema de selección también fue único en el país. Hubo de ser descontinuado después de de algún tiempo, por no disponer de recursos económicos asig-nados a ese fin.

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VIII. Prácticas DocentesLa formación de docentes normalistas rurales, de

acuerdo al Plan de Estudios, abarca cuatro años. El último de ellos se dedica al estudio de materias de tipo profesional, con énfasis en el estudio y apli-cación de técnicas orientadas al trabajo en la co-munidad rural. Siguiendo los aspectos que atiende la Educación Fundamental: protección de la salud; aprovechamiento de los recursos naturales del en-torno, el derecho a disfrutar de una vida familiar en armonía, en un hogar dignificado por el amor, el tra-bajo y la unidad y favorecer el derecho a disfrutar de los momentos de ocio en forma sana, grata y placen-tera se profundizó en la formulación de actividades encaminadas a alcanzar esas finalidades.

Las prácticas pedagógicas eran la culminación de tres años y meses de afrontar desafíos y retos con-virtiendo los problemas y dificultades de un ambiente de limitaciones, en oportunidades para adquirir ha-bilidades y destrezas que serían valiosos instrumentos para resolver los problemas, juntamente con los ha-bitantes de la comunidad a la que serían asignados. El trabajo en equipo que era el sistema practicado en la Escuela Normal sería trasplantado a las comu-nidades y puesto en práctica con los moradores del lugar, enseñándolos a proyectar y ejecutar los trabajos de beneficio comunal en esa misma forma. La con-vivencia diaria, de varones y señoritas, les enseñó a respetarse a sí mismos y a hacerse respetar.

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Era el momento de las realidades. Vivir… y convivir durante 45 días, permaneciendo en la comunidad du-rante todo ese tiempo, compartiendo con sus moradores los mismos problemas y buscando en forma conjunta, la solución de los mismos. Con posesión de la comunidad, no sólo de la escuela; ya actuarían como dirigentes, no como dirigidos. Cierto es que serían asistidos por sus maestros, pero únicamente cuando la sugerencia, la re-comendación o el consejo fueren requeridos por consi-derarlo estrictamente necesario.

Ya están en la comunidad, en grupos mixtos de cinco miembros o más, dependiendo del tamaño de la escuela, organizados así: un Coordinador, un Rela-tor y tres o más colaboradores. El Coordinador, orga-nizando el trabajo; el Relator, llevando el registro de

Visita de observación a escuela donde se realizarían prácticas docentes

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los proyectos y actividades; y todos ellos impartiendo clases, uno, visitando los hogares, otro; investigando las condiciones económicas y sociales, usos, costum-bres y tradiciones otro más y cocinando para el grupo alguien más; todo esto en forma rotativa. Se acomo-dan de la mejor manera posible, dadas las circunstan-cias; deben procurarse alojamiento en el lugar, que lo encuentran en la escuela misma, en la mayoría de los casos. Todo se acepta con calma y serenidad; vienen a trabajar, no a distraerse. Vienen a servir, no a ser servidos. Y empiezan a trabajar.

Las reuniones sociales nocturnas, logradas por medio de las visitas domiciliares, resultaron efectivas para romper el hielo y establecer nexos de amistad entre el grupo de maestros practicantes y la comu-nidad como un todo. Canciones, cuentos, chistes, es-cenificaciones y otras tantas actividades convirtieron a la escuela en el corazón de la comunidad. Noche tras noche se reunían; y día tras día crecía el acercamiento y la comprensión entre la comunidad y los maestros practicantes, de la cual eran ya parte integrante, y esa sinergia empezó a producir milagros.

Como ya se dijo, los mismos aspirantes a maes-tros cocinaban sus alimentos y administraban a su dis-creción el dinero que habían recibido de la Madre Escuela y que formaba parte de su beca de estudios. Lección práctica de economía doméstica.

Trabajando en forma colectiva se realizaron algu-nas obras de beneficio: mejoramiento de condiciones

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higiénico-sanitarias en los hogares; utilización de los recursos naturales del entorno para mejorar la dieta alimenticia; divulgación de conocimientos orientados a la conservación en forma higiénica del agua potable y de los alimentos; prácticas de conservación de sue-los, combate de la erosión, y muchas otras más.

No es propósito de este libro detallar todo lo que se hizo, pero si sugerir una parte de lo que se puede hacer cuando se logra la participación de la comu-nidad en forma conciente y voluntaria en actividades que le son de inmediata utilidad.

Y mejor que todo, cuando se consigue cambiar las actitudes de la gente; hacer que conozca sus poten-cialidades y tratar de que se convierta en arquitecto de su propio destino.

Una serie de testimonios de los docentes en pre-paración enriquecen este documento. Sin maqui-llajes, sin montajes, sin exageraciones, se consigna en este libro los logros obtenidos. En un capítulo especial se transcriben dichos testimonios.

Al cerrar este apartado dedicado a la Prácti-cas Docentes, es imperativo dejar constancia de que el comportamiento de los practicantes fue siempre ejemplar. Habían jurado, por amor a su Madre Escuela, honrarla, respetarla y prestigiarla. Y lo cumplieron.

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Practicantes en San Isidro

Practicantes enLas Cruces

Maestra practicante

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IX. Finalización delas Prácticas Docentes.

El Retorno a la Madre Escuela

El período de prácticas docentes había llegado a su conclusión. Era el momento de volver a la madre nutricia y de rendir cuentas de los resultados a la co-munidad educativa.

Al momento de tomar posesión de la escuelita rural asignada nadie estuvo a recibirlos. Pero ahora, la situación era diferente. La comunidad en grupo: hombres, mujeres y niños les acompañaban en alegre caravana. Unos lo hacían a pie; otros en carreta; otros a caballo. Venían a entregarlos y a agradecer la labor desempeñada durante 45 días, que les parecieron cor-tos, y a solicitar que les fueran nombrados en propie-dad a la escuela y a la comunidad a la que habían servido con cariño, entrega y eficiencia… y también con sacrificio y mística.

Era día de fiesta. La Madre Escuela se vestía de gala. Sus hijos habían regresado sanos, salvos y profundamente satisfechos de lo que significaba su consagración como maestros. Se servía comida, re-frescos; había música, cantos y discursos; todo era

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alegría. La celebración concluía a las nueve o diez de la noche; era el momento de la despedida y con ella, lágrimas mal contenidas, se veían en algunos rostros. Era patético ver a ancianos llorando en bra-zos de sus Maestros.

Este acontecimiento era algo trascendental, signifi-caba la consagración profesional para los practicantes que regresaban a su amada Escuela.

La comunidad los había investido como Maestros. El Título de Maestros Normalistas Rurales que en po-cos días recibirían, solamente lo haría oficial.

Practicantes en San Isidro

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X. ExcursionesLas excursiones constituyeron un valioso recurso

para cultivar y desarrollar las facultades físicas y es-pirituales de los estudiantes. Al mismo tiempo que contribuían al fortalecimiento corporal de hombres y mujeres, ejercían una beneficiosa influencia en el cre-cimiento social deseable entre los participantes.

Entre los objetivos que se perseguían con esta ac-tividad se pueden reseñar los siguientes:

• Favorecer la aceptación del individuo por el grupo social;

• Combatir el aislamiento, característico de la ado-lescencia, por medio de actividades colectivas;

• Estimular los ajustes satisfactorios entre los estu-diantes, haciéndolos participar en actividades del conglomerado;

• Promover la cooperación para facilitar de manera democrática la capacidad de hacerse responsable de sus actos.

Encontramos que la participación en las activi-dades de grupo, aun cuando no lo parezca, ejerce beneficiosa influencia en el trabajo académico y fa-vorece el sentimiento de pertenencia al grupo social.

Dos o tres veces durante el año, y en excursiones de dos días de duración durante el fin de semana y

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Excursionistasen Atecozol,

Promoción 1957

En Volcán deSanta Ana,

Promoción 1951

movilizándonos a pie, se recorrían treinta o cuarenta kilómetros, incluyendo ida y regreso. Entre los lugares frecuentados se cuentan los siguientes: Los Cóbanos, el Cerro Verde, el Volcán de Izalco y otros sitios más.

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Las excursiones en referencia eran bien recibidas por los estudiantes. Estas influyeron en el fortaleci-miento de los lazos de compañerismo y hermandad que aún persisten.

En la actualidad, después de muchos años de haberse graduado como maestros, los ahora ex-alum-nos, continúan haciendo excursiones a diferentes lugares del país. Sólo hay algo que las hace diferentes: ahora participan en esta espiritual actividad ex–alum-nos, ex - docentes, esposas, hijos y otros familiares que se sienten parte de la comunidad de la muy Ama-da Madre Escuela.

La Familia Ibarra, en Las Cascadas de Don Juan

La Familia Matus,en la Costa del Sol

La Asociación de Maestros Graduados de laEscuela Normal Rural de Izalco se proyecta hacia

las familias de los Asociados, mediante sus excursiones.

La Asociación de Maestros Graduados de laEscuela Normal Rural de Izalco se proyecta hacia

las familias de los Asociados, mediante sus excursiones.

La Asociación de Maestros Graduados de laEscuela Normal Rural de Izalco se proyecta hacia

las familias de los Asociados, mediante sus excursiones.

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XI. Sistema Rotativo de Descanso del Personal Docente

El Personal Docente, al igual que los estudiantes, tenía el carácter de interno. Los descansos fueron or-ganizados en dos grupos que, en forma alternativa, disponían de dos días consecutivos, sábado y domin-go, cada quince días para visitar a sus familiares.

Esta era la dosis de sacrificio que aportaban los maestros y sus esposas e hijos: soportar el alejamien-to y separación temporal, situaciones que no siempre fueron aceptadas por algunos maestros que se sintie-ron obligados a renunciar a sus cargos.

Lo antes mencionado es consistente con un ele-vado número de maestros que pasaron por el re-cinto de la Madre Escuela, siendo cerca de noventa maestros, incluyendo sus Directores, lo cual puede advertirse en Anexo No. 2, Listado de Directores y Personal Docente.

Con el propósito de hacer más llevadera la situa-ción se permitió que el profesor en turno pudiera reci-bir la visita de sus seres queridos durante esos días. El sistema tuvo buenos resultados; facilitó el acercamien-to y la relación entre los familiares de los docentes y de éstos con los estudiantes. Con el correr del tiempo se fueron creando lazos afectivos que culminaron en una verdadera familiaridad.

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Los estudiantes, por su parte, también recibían la visita de sus familiares inmediatos cada vez que estos deseaban hacerlo, sin restricciones de tiempo de per-manencia en las instalaciones de la Madre Escuela. De esta forma, y para satisfacción de los miembros de la comunidad educativa, se logró la formación de la Gran Familia Normalista Rural.

El conocimiento del quehacer de la amada Escuela sirvió, además, para desarrollar conciencia entre los familiares de los maestros y de los estudiantes, sobre las limitaciones, carencias y dificultades del centro de estudios y propició la ayuda voluntaria y conciente de ellos para solucionarlos. Vaya el ejemplo de una madre sencilla y humilde que envió su colaboración en una carta que se transcribe en un apartado especial más adelante.

Maestros de

maestros.

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XII. Credo del Optimista. Nuestra Diaria Oración

La salud mental del maestro es muy importante, ya que repercute en la salud mental de los educan-dos puestos bajo su cuidado, así como también en las demás personas con las que debe relacionarse en el ejercicio de su profesión. En este caso, de todos los miembros de la comunidad rural.

Quien orienta debe estar capacitado para estimular actitudes positivas hacia la vida y sus problemas para evitar frustraciones y conflictos que puedan reflejarse e incidir negativamente en el accionar educativo. El maestro debe ser una persona segura de sí misma; emocionalmente integrada, que viva una vida plena y con aplomo.

En la bien recordada Escuela Normal se dedicó buena parte del tiempo de estudios al cultivo de fa-cultades espirituales; a inyectar fe, optimismo y espe-ranza y orientar a los estudiantes a buscar siempre el lado bueno de las cosas.

Consecuentes con los principios enunciados se di-vulgó el Credo del Optimista, que es una inspiración de los más valiosos recursos espirituales, condensados en diez principios. El Credo en referencia reza así:

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Credo del OptimistaPor Christian D. Larson

Hago la promesa:“De ser tan fuerte, que nada ni nadie puede perturbar

la paz de mi espíritu;De hablar de salud, progreso y felicidad

a todos los que encuentre;De hacer sentir a mis amigosque hay algo grande en ellos;

De ver todo por el lado noble y hermoso,haciendo que mi optimismo sea sincero;

De pensar sólo en lo mejory esperar sólo lo mejor;

De tener tanto entusiasmo por el éxito de los demás,como por el mío propio;

De olvidar los errores del pasadoy luchar por las grandes realizaciones del porvenir;

De llevar todo el tiempo un semblante alegrey tener siempre una sonrisa para todos;

De emplear tanto tiempo en mi mejoramientoque no tenga lugar para criticar a los demás;

De ser tan grande para la pena, tan noble para lacólera, tan fuerte para el miedo, que mi felicidad

no tema la presencia del dolor.”

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El Credo que antecede, creado en 1912, fue y sigue siendo generador de nobles emociones, de sen-timientos puros y sencillos, y guía permanente de la vida de maestros y estudiantes de nuestra amada Es-cuela. Todavía lo seguimos rezando con devoción.

Consecuentes con la ideología que en materia de cultivo de facultades espirituales en los docentes en formación, y en consonancia con los elevados prin-cipios del Credo, con devota unción se rezaba todos los días, antes del inicio de actividades educativas y en formación general, pronunciando lenta y pausada-mente, cada uno de los diez principios de este inspi-rador decálogo que llegó a convertirse en motor que orientaba las acciones de maestros y estudiantes en este centro educativo.

Chistian D. Larson

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El Credo se rezaba y era explicado en su totali-dad, normalmente por el Director del establecimiento. Después, uno de los estudiantes en forma rotativa, presentaba sus comentarios sobre uno de los prin-cipios del mencionado Credo.

Día tras día, mes tras mes, año con año, sin des-canso y sin cansancio, hasta que llegó a formar parte de la vida de nuestra comunidad educativa. Pero eso no fue todo: copias del Credo en referencia se dis-tribuyeron entre padres de familia, excursionistas que llegaban de visita y entre personas que por algún mo-tivo entraban en relación con el centro de estudios. De esa forma, se envió un mensaje de amor, de fe y optimismo a millares de personas.

Hasta la fecha, y durante las reuniones que perió-dicamente celebran ex–alumnos y ex– docentes, se trae a cuento el inolvidable Credo que fue y sigue siendo inspirador de las más nobles emociones y fun-damento de fe en la grandeza del ser humano.

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XIII. Construyendo Puentes. Ganando Amigos

En la Escuela Normal Rural el estudiante es ense-ñado a trabajar sin recurrir a dádivas. Es fácil extender la mano en busca de ayuda, aun cuando en ocasiones el peticionario tenga que soportar afrentas que resul-tan atentatorias contra la dignidad de las personas. Con el propósito de evitar situaciones como la des-crita, los maestros en formación son entrenados para que los moradores de la comunidad sientan el deseo de cambiar la suerte del cantón enseñándoles a rea-lizar los trabajos necesarios por sí mismos, utilizando sus propios recursos y los materiales e insumos de su entorno. Esto no significa que se rechacen las ayudas que de forma espontánea ofrezcan personas altruistas, que de buena voluntad, y concientes de la responsabi-lidad social que tienen de contribuir al desarrollo y progreso de las comunidades necesitadas de apoyo las proporcionan.

La Madre Escuela utilizó los desafíos del medio en que realizaba sus tareas para que los aspirantes a maestros desarrollaran habilidades, destrezas y acti-tudes, y lograron, de esa forma, solucionar los pro-blemas que aquejaban a la comunidad estudiantil. El procedimiento que se siguió para ganar amigos, y por medio de ellos obtener colaboración, consistió en in-vitar a personas y agrupaciones progresistas para que visitaran las instalaciones de la Escuela Normal Rural

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y conocieran de primera mano las actividades formati-vas que realizaban los estudiantes para afrontar los re-tos de un entorno pródigo en limitaciones, dificultades y problemas.

La Asociación Amigos de la Tierra fue una de las primeras invitadas. Los señores Carlos Avilés, Anto-nio Calderón M., Rogelio Muyshondt, Arturo Ramón González, José Paz Larín, José David Tobías, Carlos Álvarez Lemus y Simón T. Sol, miembros de la Junta Directiva, observaron las prácticas de conservación de los recursos naturales renovables; los procedimientos aplicados para combatir la erosión y demás activi-dades relacionadas con las técnicas y prácticas agro-pecuarias y gran parte de nuestro quehacer educativo.

Profesor Villamariona atendiendo la visita demiembros de la Sociedad Amigos de la Tierra

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Se mostraron gratamente impresionados y pocos días después de la primera visita empezaron a pro-porcionarnos materiales e insumos que enriquecieron nuestro arsenal educativo; pero eso no fue todo. El día 23 de agosto de 1955 se hicieron presentes nueva-mente, y esta vez llegaron acompañados por el señor Embajador de los Estados Unidos, el honorable señor Robert C. Hill.

El señor Embajador visitó nuestras instalaciones y dependencias; observó nuestras actividades; se mostró especialmente complacido con la actitud de estudi-antes y maestros, su entrega a la tarea educativa, la participación de señoritas y varones en todas las ta-reas. Antes de despedirse entonó con respeto nuestro Himno Nacional, acompañado por todos los presen-tes. Vislumbró la posibilidad de un futuro mejor para los campesinos salvadoreños y encomió nuestra ca-llada labor.

Tres días después nos proporcionó otra agradable sorpresa. Los señores Edgar Hackney, Eldon Stewart, Marshall Fox y el doctor Allen, funcionarios del Punto IV, se hicieron presentes para formular juntamente con los maestros de la Escuela, un Plan de Acción orientado a proporcionar ayuda técnica y práctica en las prácticas agropecuarias durante seis meses.

Don Napoleón Viera Altamirano, de grata recor-dación, visionario amigo de la tierra, se cuenta entre nuestros recordados benefactores. La Asociación Na-cional Pro-Infancia, el señor Walter T. Deininger, don

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Gustavo Vides Valdés y don Abraham Castillo Souza también forman parte del Cuadro de Honor de nues-tra Amada Escuela.

Profesor Villamariona y Embajador de los Estados Unidos,Señor Robert C. Hill.

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XIV. Historias Detrásde la Historia

En capítulos anteriores se ha descrito brevemente

lo que como mentores se hizo en el proceso de for-mación de maestros normalistas rurales. La descrip-ción de lo realizado contiene una dosis fuerte de emociones. Esto podría restar objetividad en las apre-ciaciones. Por esa razón es oportuno trasladar opini-ones y comentarios de quienes fueron sujetos de ese proceso educativo; por eso se transcriben los concep-tos expresados por ellos desde diferentes situaciones: como maestros activos, y otros en la lejanía del mere-cido retiro, años después de encontrarse ejerciendo la docencia. A continuación se presentan algunos de ellos, a manera de ejemplos. No sería posible hacerlos públicos en su totalidad.

Testimonios de Ex–Alumnos.

Por Alvaro Evegario LarínPromoción 1955

“Cantón El Rosario, 20 de Marzo de 1956.- Señor Daniel Raúl Villamariona.- Escuela Normal Rural de

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Izalco.- Apreciable Señor: La presente es portavoz de mi mejor saludo, impregnado del más sincero de mis deseos como lo es el voto por su felicidad y bienestar en esa. La escuela y las dificultades que usted, nos pintaba son idénticas a las que estoy afrontando en la comu-nidad en que laboro: un cuartucho de paredes semi-desnudas, un techo con inmensos portillos, una pared desbaratada por la furia de los vientos, seis bancas donde a diario treinta y seis almas blancas reciben el pan espiritual del saber; un piso agrietado y frío, un reloj cansado del monótono tic tac de su corazón metálico.

Estas y muchas cosas más, cosas que personas débiles e indecisas no soportarían, ponen la pince-lada cromática a la acuarela apartada y humilde de mi cantón El Rosario.- Estas cosas no son alarmantes porque, aunque la Normal, nuestra formativa Madre, no alcanzó a ponernos en la realidad de las cosas nos advirtió y preparó para tales circunstancias; nos preparó para defendernos y nos indicó la manera de salvar dificultades.

Todo esto es más que motivo para agradecer a usted y a los demás Profesores, lo mismo que a la Escuela en general, porque supieron darnos una formación integral-mente amplia en el respeto, amor y cumplimiento en el trabajo. Las dificultades antes narradas han motivado en mí un inmenso deseo por luchar y vencer por el mejora-miento de esta comunidad.

No se olviden de nosotros porque hoy más que nunca necesitamos de la ayuda de ustedes. Empe-

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zamos a comprender el alto valor de nuestra Madre Escuela y la dureza real de la vida. Con mucho apre-cio, un especial saludo para todos los Profesores; cariñosos recuerdos para mis compañeros. Y usted reciba el más afectuoso de mis saludos con un apre-tón de brazos. Sinceramente. “

Por Fernando Ruiz F.”(Becario de origen guatemalteco).Promoción 1955

“Bella Vista, Mayo 14 de 1956.- Don Daniel R. Villamariona, Sonsonate, El Salvador. Respetable Di-rector: Mis mejores deseos porque al recibo de mi pre-sente se encuentre gozando de las delicias del campo, en unión de la gran familia de nuestra Madre Escuela Normal; pero no creo que esté de más enviarle un sin-cero voto por su felicidad. No había querido escribirle antes sin darle a conocer un breve relato de mi trabajo en este lugar.

Creo que usted también sentirá una pequeña satis-facción, puesto que siempre somos fruto de sus esfuer-zos y más de su habilidad de verdadero maestro que supo inculcar en nosotros magníficos sentimientos y amor al campesino centroamericano. Y comprendo que es lo que hoy me ha hecho hacer un esfuerzo por trabajar distinto a los maestros comunes y corrien-tes que aún existen en mi Patria. No ha sido un gran trabajo el que he desarrollado pero para mi significa

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bastante por el lugar tan atrasado que me tocó y por el tiempo que llevo de trabajo.

Mi aldea se encuentra a unos 380 kilómetros de la capital, en el montañoso Departamento de Hue-huetenango entre los pueblos de Todos los Santos Cuchumatanes y Santiago Chimaltenango al cual pertenece; sus habitantes son ciento por ciento indí-genas de la raza Mun; no se relacionan con la gente ladina por lo que son contados los que hablan cas-tellano. Al llegar a este lugar me sorprendió el ser recibido por un grupo de indígenas que usaban copix-chá negro en forma de sotana, entre ellos el Alcalde, el Síndico, el Tesorero y algunos regidores. Después conocí a los maestros que si son ladinos y son ahora mis mejores amigos. El 17 de enero fueron a darme posesión y nos acompañaron los maestros del muni-cipio llegando por fin a la escuela: un rancho de pare-des de cañas y palos y el techo de paja ya cayéndose; me dijeron que nadie había querido darles ayuda por lo que se encontraba en esas condiciones. Recordé las palabras del Señor Ministro, que fueron las que me alentaron en ese momento: “allí veremos si son ver-daderos maestros o son sólo de título”.

Mi respuesta fue mi trabajo, pues me sentí com-prometido a no renunciar: Reconozco que en nuestra Escuela Normal se forjan los maestros especiales para los lugares como este. Mi trabajo ha sido realizado con muchas dificultades, principalmente por la lengua que hablan, su ignorancia, su pobreza, etc. He logrado hacer lo siguiente: reparaciones generales a la casa

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de la escuela, construcción de otro rancho con pare-des de bahareque, dos letrinas, una para la escuela y la otra comunal, desinfección de viviendas, rellenos sanitarios, huerto escolar y ocho huertos familiares y campañas sanitarias para combatir el paludismo, la uncinariasis y otras enfermedades y algunos recreos sociales. Esperando escribirle nuevamente para darle más detalles de mi trabajo, me suscribo con todo respeto.

Por Nohemy Aguilar MeléndezPromoción 1955

“San Pedro Nonualco, 7 de Agosto de 1956. Don Daniel Raúl Villamariona, Escuela Normal Rural, Son-sonate.- Mi apreciable Don Daniel: Que mis saludos lleguen como el cariño que una hija guarda a su pa-dre y a esa familia escolar. Me he sentido tan alejada de la Escuela y me considero culpable por no haberles escrito antes; pero ahora aprovecharé la oportunidad para contarle algo de mi trabajo. Usted ya conoce este cantón, se trata de “La Comunidad”, un lugar que estaba muy olvidado. Al llegar me encontré con va-rios problemas los que venían a perjudicar la escuela, pero ya la situación cambió habiéndose convertido los habitantes en buenos colaboradores. La Sociedad de Padres de Familia es muy entusiasta; con su ayuda arreglamos la escuela. Logramos que varias personas particulares nos ayudaran para comprar pupitres. Por medio de actividades recaudamos fondos que tanta falta nos hacen. Tengo Primero y Segundo Grados con

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una matrícula de 50 alumnos. Muchos recuerdos para el Personal Docente y usted recíbalos de quien lo aprecia mucho.

Su ex alumna

Por sus frutos la conoceréis:Maestros Egresados de la Escuela Normal Rural de Izalco, son objeto de especial distinción

El mes de agosto (de 1956) ha sido pródigo en satisfacciones para nuestra Querida Madre Escuela; nueve de sus hijos egresados han sido objeto de se-ñalada distinción. El Punto IV y la UNESCO, después de cuidadosa selección, decidieron proporcionarles la oportunidad de mejorar sus conocimientos y de apre-ciar otros medios más generosos para la educación, enviándolos a la Universidad Nacional de Costa Rica y a la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico.

Tenemos fe en que nuestros ex-alumnos sabrán hacer un papel decoroso. Su devoción al estudio, la entusiasta entrega al trabajo, su espíritu de orden y disciplina apoyan nuestra esperanza. Esperamos que al volver, saturados de amplia visión, continúen conservando su modestia y humildad que son los requisitos necesarios para llegar a lo recóndito del alma campesina.

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La nómina de nuestros ex-alumnos que merecieron la distinción a que nos referimos, es la siguiente:

José Atilio Lazo, José Guadalupe Zura, Rosa Ame-lia Rodríguez, Jesús Alfredo Salinas, Adolfo Antonio Moreno, Rodolfo Maltez, Adalberto Quinteros Chulo, Faustino Ramírez Chulo y Leonidas Aparicio.

Por Francisco SeguraPromoción 1956San Juan Nonualco, 24 de mayo de 1976.

Querido y estimado Don Daniel:

Es para mí, motivo de mucha alegría el dirigirme a usted por medio de esta misiva, pues Dios quiso que usted fuese mi Director en mi formación profe-sional durante los cuatro años que duró el tiempo de mi preparación para servir a la educación de nuestra querida patria.

Yo siempre lo he recordado, después de haber pa-sado diecinueve años de labor docente, con gratitud, con cariño y con alegría porque gracias a Dios, que se manifestó por su medio, supo iluminarnos por buenos senderos en nuestra educación.

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Los recuerdos de estudiante de la Normal, durante usted fue Director son inolvidables, y digo que son inolvidables porque usted supo infundir amor, respeto y disciplina, tanto en el alumnado como en el Personal Docente que estuvo bajo su dirección.

Es precioso recordar la noche del ocho de marzo, cuando se celebraba el aniversario de la Escuela. Re-cuerdo que me impresionaba grandemente el marco luminoso del alumnado y Personal Docente, ya que las demás luces permanecían apagadas durante se desarrollaba el acto. En esos momentos los baños dorados que solía hacerse el Volcán de Izalco per-manecían desapercibidos para todos nosotros, pues el acto era grandioso y de gran significado. Para mi es inolvidable, de ese acto, cuando usted declamaba el Poema 20 del famoso Pablo Neruda, poema con el cual nos hacía sentir el valor de la poesía que representa una gran belleza de la mente creadora de la literatura.

Hablar de la vida de la Normal, durante usted fue Director, es escribir una obra, pues hay mucho de que hablar, los juegos intramuros, los actos sociales, los actos cívicos, las excursiones, las caminatas, los con-cursos de música y canciones, las horas de estudio y un sinfín de valiosas actividades.

Don Daniel, la próxima vez que le escriba, y que será pronto, le daré una de las más grandes sorpresas de su vida profesional. Espero que no se vaya a impa-

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cientar, pues será una sorpresa agradable de su primer año de labor docente.

Bueno, me despido de usted deseándole mu-chas felicidades a usted y a todos sus seres queridos que lo rodean.

Su alumno de siempre.Paco.

Por Oscar Gilberto Alvarez BustilloPromoción 1955Comacarán, 12 de noviembre de 1983.

Estimado Don Daniel:

Mis saludos respetuosos, acompañados por los me-jores votos de su bienestar personal y el de los suyos.

El próximo 25 de noviembre del corriente, fecha en que entregaré ante el Altar de la Patria los pri-meros graduados del Instituto Nacional que dirijo en ésta, coincide con la fecha memorable de hace 28 años cuando bajo su sapiente y ejemplar dirección, recibí mi Título de Maestro.

Quiero manifestarle que la distinción de que soy objeto de parte de mis alumnos de que la mencionada promoción lleve mi nombre, satisfacción que deseo

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compartirla con usted, aunque sea espiritualmente, también en forma de gratitud imperecedera se la de-dico a usted quien tanto me inspiró en esta carrera que tanto amo entrañablemente.

Reciba mis recuerdos a través de estas cortas líneas, no sin antes manifestarle de que cualquier mo-mento le visitaré para tener de nuevo la satisfacción de saludarlo personalmente.

Su alumno de siempre.

Por Juan Ramón Parada López.Promoción 1957San Pedro Nonualco, noviembre 15 de 1983.

Don Daniel Raúl Villamariona, Puerto de Acajutla.

Respetable Don Daniel:

Han pasado varios días de haberlo tenido entre nosotros y de recordar los tiempos felices, que como alumnos suyos pasamos en la Madre Escuela Normal Rural de Izalco. Se positivamente que sin sus sabios conocimientos este indigno servidor no hiciera nada en este sector rural del Departamento de La Paz. Aho-ra, su propio verbo expresado a toda la concurrencia el día de la Exposición de Clubes Comunitarios, me

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obligan a seguir respondiendo con hidalguía al porqué soy Normalista Rural y que a usted debo mi formación profesional. Por lo tanto, no soy yo el que trabaja, es usted el que después de Dios me guía. Gracias Don Daniel, a usted el honor de habernos formado.

Remito algunas de las fotos más nítidas de la ex-posición, espero las conserve como un recuerdo de lo que somos capaces sus hijos.

Atentamente.

Ecos de la Escuela Normal Rural de IzalcoPor Adolfo Antonio MorenoPromoción 1953Marzo de 1997

La Escuela Normal Rural de Izalco es una verdad histórica, ahí la guarda la mejilla del tiempo en el altar sagrado del corazón de sus padres y sus hijos. ¿Cuántos son sus hijos? ¡Son tantos! Pero lo impor-tante es que tú eres uno de ellos. No hay duda de que en el fanal de tu conciencia arde una llama votiva que diariamente revienta en manojo de recuerdos que salpican tu vida de singular felicidad. Esta felicidad ardorosa no la dejes sólo para ti. Compártela con tus hermanos que están ávidos de tus vibraciones. Haga-mos que aquellas vivencias del pasado se vuelvan ac-tuales. No dejemos que nuestro entusiasmo se ahogue

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en nosotros mismos. Hagamos que esas fuerzas fructi-fiquen en racimos de añoranzas, capaces de trocarse en nuevas experiencias vivificantes.

El 15 de diciembre de 1996, acaeció el Primer Convivio General de Maestros Normalistas de la Es-cuela Normal Rural de Izalco. Antes hubo otros acon-tecimientos; han sido muchos los eventos en que se han congregado grupos específicos de tandas co-rrespondientes a determinados años. Pero el 15 de diciembre tuvo su despertar el primer convivio general de diversas tandas de maestros producidos por la Es-cuela, más algunos de los queridos educacionistas que fueron nuestros mentores. Quienes asistimos a este conjugar de corazones, estamos ahora entusiasmados y deseosos de promover nuevos sucesos.

Es bueno recordar que el diario vivir de nosotros en aquel vetusto caserón se dio entre los años de nuestra adolescencia. Stanley Hall (1824 -1844) esta-blece que la adolescencia “es un nuevo nacimiento”. Y es eso lo que se operó en aquella pléyade de estudi-antes entre los cuales tú te encontrabas. Ahí naciste a la conciencia de un nuevo ser. Allá nacieron en ti las habilidades, destrezas y actitudes que configuran tu estructura profesional, con la que tanto bien has pro-digado a tu querido El Salvador.

Ahora ha llegado el momento por todos esperado; el instante de poder estar juntos nuevamente, no sólo en nuestro fuero de maestros, sino también en cuerpo y espíritu. Las vivencias que nos enlazaron en nues-

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tra Madre Escuela cunden a florecer nuevamente. En cercanas oportunidades futuras volverás a tener en tus manos otros boletines que, como este, te aportarán frescas noticias de todo lo que contigo y con todos an-helamos realizar.

Discurso pronunciado en el II EncuentroPor Adalberto Quinteros ChuloPromoción 1954

Queridos Maestros,Estimados Compañeros:

Hoy, 8 de marzo de 1997, hace exactamente 47 años, un grupo de maestros y alumnos fundaron en este sitio acogedor, la Escuela Normal Rural de Izalco, cuando el entonces Ministro de Cultura Dr. Reynaldo Galindo Pohl, en un acto revolucionario, tuvo la feliz idea de formar maestros para resolver el problema de la educación rural en nuestro país.

Muchos maestros se formaron bajo el techo ge-neroso de este edificio, que nos albergó por muchos años. Los alumnos veníamos de todas partes, había-mos terminado la educación primaria y éramos sen-cillos, humildes y respetuosos. Un grupo selecto de maestros, nos recibió con afecto, fe y esperanza, de alcanzar con creces sus objetivos.

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Ellos, con el sacrificio filial de visitar sus hoga-res cada quincena, convivieron con nosotros todo el tiempo necesario, para dedicarse plenamente a nuestra formación profesional. Su energía, voluntad y dedicación para el trabajo de aula y ex–aula, eran sorprendentes; tenían la hermosa virtud de ser ejem-plo vivo de trabajo.

Era un ambiente agradable, no había discipli-na ciega e irrazonable, la relación entre maestro y alumno era sincera y franca, y lo mejor de todo era que el cariño y un gran sentimiento familiar, consti-tuían el común denominador en la vida cotidiana de la escuela. Los alumnos tratábamos de ser buenos estudiantes, no porque sintiéramos la presión del maestro, sino porque habíamos alcanzado un buen nivel de motivación.

El sentimiento familiar que nos unía a todos, tenía tres causas principales: 1) Los maestros, por tener sus hogares afuera y atenderlos cada quincena, extendían hacia nosotros su sentimiento paternal; 2) El idea-lismo de los maestros que siempre creyeron que la amistad, la comprensión y el cariño, hacen mejores estudiantes; y, 3) Su corazón lleno de bondades. Esto ha sido el motor que nos permitió llegar con paso seguro a alcanzar nuestra formación y es el vínculo principal que nos hace sentir como hermanos y como hijos, a pesar del tiempo transcurrido.

Es gratificante recordar a los profesores Eustasio Antonio Nolasco, Daniel Raúl Villamariona, Víctor

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Manuel Peraza y Salvador Ajuria, Directores eméritos de nuestra querida escuela. Hace un instante, leí en el Boletín No. 1 de la Directiva de ex–alumnos, una carta del Director a sus hijos escrita por el Profesor Daniel Raúl Villamariona, en la que además de sen-tirse la satisfacción del autor por los logros, se despide diciendo que en la próxima reunión nos fundiremos en un abrazo fraterno y amoroso y nos saluda con amor y gratitud, ubicándose como Director, Compa-ñero y Amigo. No pude contener la emoción que me causaron sus palabras y la dicha que sentí de haber tenido un Director que en el plano de la amistad, profundizara tanto en su corazón de niño, hasta crear una pedagogía del sentimiento considerándose amigo, compañero y padre de sus alumnos. En verdad así fue. En la vida de estudiante su palabra, sus consejos y sus enseñanzas, eran las de un padre bienhechor, del pa-dre que siempre quiere lo mejor para sus hijos. Fue y sigue siendo nuestro padre de alma y pensamiento. El supo guiar a sus alumnos con sabiduría; nos consoló cuando nos vio llorar como adolescentes confundi-dos; nos contagió su alegría y su optimismo; perdonó nuestros exabruptos y nuestros errores y fue el arqui-tecto principal que convirtió a la Escuela Normal en un dulce, apacible y entrañable hogar para todos.

Cómo no recordar también a los profesores Luís Ángel Rodríguez, con su gran amor por la literatura y su deseo inmenso de ser escritor; don Julio César Amaya, con su donaire de maestro humilde y sencillo; don Mario Oscar Godínez con su alegría permanente; don Salvador Fonseca, con su corazón de oro, sencillo

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y sin dobleces; don Enrique Benítez Sosa, atisbando el porvenir; y señorita Leonor Montoya, con sus gestos de madre primorosa. En fin, todos caben en nuestro recuerdo. Ahora que estamos aquí, yo interpreto este momento hermoso y de gran trascendencia en nuestras vidas, como que hemos vuelto al mismo pun-to de partida para decirle a nuestra Escuela Querida: aquí estamos, hemos regresado a dar cuentas de que hemos cumplido la misión encomendada; que calza-mos la sandalia, para trenzar los caminos de un nuevo evangelio para la escuela rural salvadoreña; que fui-mos con optimismo y fe abriendo brechas, para lle-var cultura y educación a las escuelas más humildes; que la simiente la recogieron los niños marginados de nuestra patria; que nos lanzamos a la tarea como sagi-tarios, soñando en la construcción de un nuevo porve-nir; que fuimos valientes transformando la desdichada realidad de las comunidades rurales donde nos tocó actuar, en comunidades más humanas y más felices; que hicimos nuestra labor con responsabilidad, amor y optimismo; y que nos sentimos contentos de haber regresado con el alma llena de grandes realizaciones.

Y ella nos dirá: hoy han vuelto con laureles triun-fales, en vuestras manos se agitan los estandartes, que anuncian jubilosos la dicha por la cosecha re-cogida y en vuestros corazones se funde mi alma en una fiesta de tímpanos, flautas y tambores; que mi mayor felicidad es haber constatado que tengo un sitio permanente en vuestras almas; y que la historia me mantendrá viva para siempre. Aquí estoy y aquí estaré, los dioses tutelares mantendrán la huella de

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mi paso por el tiempo; los ríos no se han secado, sus divinos manes cantan rumorosos por valle y colinas; el caballo “Trueno” que nervioso pisaba el cansancio gris de los caminos, ya no está, se lo llevó la sole-dad; en la fronda alegre de los conacastes, siempre ensayan sus dulces instrumentos los pájaros cantores; el volcán de Izalco está dormido ya no vigila el mar pacífico, sus oros fulgurantes dejaron de ser filigranas de la noche; en las cercas de piedra todavía se des-prende un verso con olor a campánulas silvestres y a corolas mañaneras; y en las aulas hay ecos sonoros de tiempos pasados, donde la inteligencia fue fanal y lámpara votiva permanentes.

Y pasará lista y preguntará entonces por Leoni-das Aparicio, la Chentía Romero, Mingo Membreño, Chendo Hernández, don Rogelio Sánchez, don Julio Ferrufino, don Fabio Baides y Miguel Hernández. Le diremos: se fueron con la aurora a buscar nuevas constelaciones de universos lejanos.

Hay en este momento solemne una reflexión que debemos hacer. Los normalistas rurales sentimos nos-talgia por nuestra escuela normal. Por eso estamos aquí. Pero nuestra Escuela Normal somos nosotros mismos, ex–maestros y ex–alumnos. El sentimiento de hermandad y de familiaridad nos alimenta el recuerdo y nos hace sentir la necesidad de estar unidos, de es-tar juntos, viniendo aquí donde ahora estamos se es-tructura el todo que nos dio origen y razón de ser. Esta actividad que no debe ser la única, no sólo nos man-tiene unidos, sino también nos hace vivir de nuevo.

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Artículo tomado de La Prensa Gráfica del martes 11 de marzo de 1997. Foro de Lectores. La voz en el espejo.

Por Felipe Jesús Burgos D.Promoción 1954San Salvador

De fuentes amigas, con propósitos enaltecedores recibí un boletín informativo en primera edición, donde reencuentro a don Daniel Raúl Villamariona, con un lenguaje epistolar, saludando a promociones magisteriales en las cuales enroló su dirección. Léase un fragmento: “… Ustedes llegaron a nuestra Madre Escuela siendo sencillos, humildes, sinceros y espon-táneos. Y así se han conservado. Ustedes fueron la buena semilla. La siembra fue efectiva. La cosecha óptima. Y allí están ustedes como resultado: Una vida sana y productiva, de servicio y entrega a la familia, a la sociedad y a la patria…”.

Son las conclusiones de un maestro. Y es que hablar así a ex-discípulos, a décadas de distancia y con esa entereza, don Daniel, será para pocos en esta vida. De seguro, ése es el espejo más confiable donde mira la imagen de su obra y donde toma sello su satis-facción personal, ante el cumplimiento del deber ha-cia la humanidad. ¡Qué inmortalizadora virtud!

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Nos conocimos en la Escuela Normal Rural de Izalco, en la cintura del siglo, junto a otros educadores cuyas huellas alimentan nuestras vivencias. Y sin ale-jarnos de esas vivencias, aún estamos conociéndonos: esta vez con todas las promociones, mediante la acer-tada iniciativa de una Asociación de Ex-Alumnos de aquella Escuela, que nace con el vigor, el amor y la lealtad de hijos agradecidos, para perpetuar la frater-nidad y posibilitar los alcances que las circunstancias vayan sugiriendo.

El volcán que amenizó luminoso y retumbante nuestra formación pedagógica, enmudeció sus en-trañas cuando la escuela cesó sus funciones; y así nosotros, cohibidos por las incidencias sociales, también hemos aletargado nuestras inquietudes… ¡Ganemos al misterio volcánico! Salgamos al paso. Removamos esa raigambre que nos sustenta, porque ahí circula la sencillez, la humildad, la sinceridad y la espontaneidad, con que don Daniel, sus colabora-dores y demás sucesores del quehacer pedagógico, moldearon tantas generaciones en este siglo.

¡Promovámonos! …Voces amigas esperan tus consultas.

Accede la más próxima.

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“Amor y Comprensión”Por María Antonieta FunesPromoción 1953Concepción Batres, Usulután29 de septiembre de 2005

Hermano, compañero y Maestro amigo: contiguo al saludo, mi agradecimiento por haberme tomado en cuenta en esta interesantísima actividad, tan im-portante para todos aquellos que tenemos grabado en nuestra mente y corazón el grato recuerdo de nuestra “Madre Escuela Normal Rural” de la cual fuimos fundadores.

Vive en mi mente lo triste que fue para mí el ale-jarme de mi madre y mi hermana menor, y pensar que iba a un lugar lejos y desconocido según mi aprecia-ción personal. A pesar de la nostalgia engendrada en mi fondo, la alegría de continuar mis estudios, que después de 6º. Grado me había quedado estancada por la suma pobreza de mi madre que tanto se sacri-ficó porque yo fuera algo útil a mi País. Te manifiesto que una noche antes de mi partida arreglando mi equipaje con el prospecto en mano y llorando amargamente creyendo que mi madre estaba dormida, de repente se acercó a mi espalda sorpresivamente y me dijo: “Hija si no te quieres ir no te vayas, lo que se ha gastado se ocupará”; yo sabía que ella había prestado para comprar lo que yo necesitaba. Tomando fuerzas de

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flaqueza le dije: No mamá, yo aquí no seré nada, en-comiéndeme a Dios y El hará lo demás.

Importante es decirte que nos reunimos en la Escuela Joaquín Rodezno en San Salvador y de allí salimos en el bus, lleno de aspirantes y con rumbo desconocido. Sentí muy lejos la distancia y cuando llegamos nos distribuyeron el trabajo por equipo, constituido por varones y señoritas. A mi grupo le tocó ir a botar un volcán de tuza que estaba frente a la escuela, aquello estaba lleno de hormigas y recuerdo que nos dieron una tremenda picada. A otro grupo le tocó lavar el piso de aquel gran local, otros la hicieron de albañil, construyendo cocinas para preparar la cena. Otro grupo improvisando mesas con tablas colocadas en burros de madera. Pasada la cena y a la luz de lámparas Coleman, pues no había conexión eléctrica, nos ubicamos en las graderías de la cancha para presentarnos al Personal Docente de la institución y presentar-nos cada uno por Departamento y de ser posible, presentar un número artístico. Comprendí que había aspirantes de todo el país y el eslogan era “Amor y Comprensión” grabados en nuestra mente y corazón.¿Cómo no recordar ese cariñoso equipo de maestros capacitados para formar maestros que aportaran fruto a la educación intelectual, moral y práctica en la agricultura? Para mi fue una sorpresa tener que formar parte de una institución coeduca-tiva, pues tenía sólo hermanas y había estudiado en una Escuela de Niñas.

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Recuerdo que en primer año éramos 110 estudi-antes y nos graduamos 41. Viven en mi recuerdo to-dos los compañeros; a algunos no los volvimos a ver, ya que se nos adelantaron en el viaje a la Eternidad.

Respecto a mi experiencia en el quehacer educa-tivo, fui nombrada en la Escuela Rural Mixta Cantón Veracruz, donde la escuela estaba abandonada y me tocó como primera medida, visitar la comunidad poniéndome a la orden como maestra única, en la que atendía 1o. y 2º. Grado, mañana, tarde y sábados por la mañana; mi sueldo inicial fue de Ciento Cin-cuenta Colones. Era un lugar sano, las personas muy respetuosas, todos católicos; había ermita y el sacer-dote llegaba a celebrar la Eucaristía mensualmente y se le recibía en la escuela, pues era una costumbre de la maestra que me antecedió; debo decir que el agua era muy escasa y se proveían de un charco enorme al pie de una loma que en invierno se acumulaba y se proveían de esa agua a la cual llamaban El Rión.

En Usulután fundaron la Escuela Normal Rural y necesitaban un maestro o maestra egresada de la Normal Rural de Izalco, allí trabajé ese año y el siguiente me incorporé a la Escuela Urbana Mixta de Concepción Batres; de acá me trasladé a Santa Tecla para trabajar en la Escuela Daniel Hernández, luego me trasladé a Santa Elena donde fundé la Es-cuela de Prácticas en la Escuela de ese lugar; estuve allí dos años y regresé a mi lugar querido, Concep-ción Batres; en este lugar fundé la Escuela de Ni-ñas, ahora Centro Escolar San Antonio. En cuanto

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a mi vida profesional siento una gran satisfacción, pues hice lo que tenía que hacer, lo pude compro-bar cuando me jubilé; fue una celebración única a nivel departamental, cosa que yo no imaginé nunca y lo compruebo, ya que posteriormente ha habido muchos maestros jubilados, pero nunca fue como la de la maestra egresada de la Escuela Normal Rural de Izalco, a mucha honra.

Loor al personal docente de la Escuela Normal Ru-ral de Izalco y maestros egresados de esa institución, y eterna gloria a los que fueron llamados a la presencia de nuestro Dios.

EvocaciónPor Angela Aracely Campos AyalaPromoción 19552005

Egresé De la Escuela de Niñas “Cuscatlán”, hoy Centro Escolar “Cuscatlán” de Santiago Nonualco, con Certificado de 6º. Grado en el año 1951. Dorita Vi-llalta y Blanquita Tobar, informaron y entusiasmaron a mi madre para que yo fuera a estudiar a la Escuela Normal Rural de Izalco.

Después de llenar los requisitos necesarios, inicié mis estudios en ese centro en el año 1952, del cual tengo gratos recuerdos, ya que mis compa-

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ñeras y compañeros, y maestros, nos identificamos y desde el inicio cultivamos el sentimiento de com-pañerismo y amistad; y con nuestro Director, Pro-fesor Daniel Raúl Villamariona (que nos cultivó el respeto y por ende el afecto).

Mi primera impresión del Señor Villamariona: con una sonrisa irradiando simpatía, sinceridad, transpa-rencia, con su expresión, con su personalidad, salu-dando al padre, a la madre de familia y dando la bienvenida a los alumnos y alumnas a su nueva casa de estudios. No olvido la presentación del Personal Docente seleccionado para la preparación de los nue-vos normalistas que trabajarían en las comunidades rurales de nuestro querido El Salvador: personal con espíritu de servicio y de trabajo en las actividades in-telectuales y aplicadas y con valores morales.

Inicia el primero, segundo, tercero y cuarto año de estudios con un aprendizaje teórico y práctico: teórico en las aulas con el estudio de las asignaturas intelec-tuales y pedagógicas y práctico en el campo, con la aplicación de la teoría en las actividades, cocinando alimentos.

Tengo muchos recuerdos y cada uno de ellos lleva dentro, otros más. Me referiré a algunos:

• El horario que teníamos que cumplir a cabalidad para poder desarrollar todas las actividades diarias programadas, comenzando con la levantada para irnos a bañar y que cada una portaba una lámpara

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para alumbrar el camino hacia la acequia, por te-mor a patear algún animal y días después a bañar-nos con agua serenada en aquella gran pila.

• Las celebraciones de los bautizos a los “che-ros nuevos”.

• La algarabía y los abrazos cuando salíamos a vaca-ciones de Semana Santa y de Agosto, cuando los maestros nos entregaban a nuestros padres en San Salvador; esa misma algarabía y abrazos se repetía al regreso de las vacaciones, éramos recibidos por los maestros.

• Las excursiones a Atecozol, Acajutla, a Los Có-banos caminábamos alegres y felices; la caminata más larga: salimos de la Normal a las 9:14 a.m., sabíamos que íbamos para Las Brumas, pero ya formadas y formados nos informaron “vamos para Acajutla”. Almorzamos en una hacienda, para lue-go continuar la caminata llegando a las 6:00 p.m. Nos acondicionamos en la playa con la idea de realizar un recreo social, pero era tanto el cansan-cio que nos acomodamos para dormir.

• El tercer año tuve la oportunidad de realizar prác-ticas en comunidades de ensayo con los compañe-ros de 4º. Año en El Sunza y en Las Higueras.

• Las prácticas de 4º. Año en las Escuelas de Ensayo me tocó hacerlas en la Escuela de Sonzacate; for-mábamos un equipo de ocho: Conchy Guevara, Alicia Noemí Aguilar, Mercedes García, Elvira Marinero, Ernesto Jovel Carrillo, Raúl Mendoza y Álvaro Evegario Larín. Llegamos a Sonzacate y ba-jamos nuestro equipaje personal y del grupo en el portón de la Escuela, luego el señor Villama-

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riona nos habló y nos tomó el juramento de rigor y nos invitaba a trabajar con mucha responsabilidad; pasado este momento nos despedimos y comenzó nuestra tarea.

Visitamos al señor Alcalde Municipal para presen-tarnos, ponernos a la orden y hablar del alojamiento: él nos manifestó que solamente disponía de una casa que no estaba en buenas condiciones, pero que iba a enviar a una persona a conversar con los dueños de una casa que estaba desocupada.

Nos acondicionamos como se pudo en la casa en ruinas, mientras recibíamos una respuesta: estuvimos allí más o menos por una semana, y luego, bajo la llu-via y en una carreta nos trasladamos a la casa que nos dijo el señor Alcalde.

• Los demás días transcurrieron con mucha activi-dad, trabajábamos en forma rotativa de lunes a sábado: seis, impartiendo clases en la Escuela; uno, en la comunidad visitando hogares e invi-tando a los adultos a las clases de alfabetización, lenguaje y matemática de 7 a 9 p. m. de lunes a sábado; uno se quedaba en casa haciendo la lim-pieza y cocinando los alimentos para el grupo.

Como las fiestas patronales en ese lugar en honor a San Miguel Arcángel se realizaban a finales de sep-tiembre, la Municipalidad nos solicitó colaboración y fue así que con las ideas y la dirección de Larín, y el material que nos proporcionó la Alcaldía, construimos

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el carro del Patrón San Miguel: un coche guiado por un cisne grandote que nos quedó muy bonito y a las personas les gustó y celebraron sus fiestas.

Durante el tiempo de las prácticas recibíamos visi-tas periódicas del señor Villamariona y de otros profe-sores de la Normal. No especificaban día, ni hora, y se informaban de lo que habíamos realizado.

Finalizó el período de prácticas y regresamos a la Normal, los vecinos de la comunidad nos acompa-ñaron en caminata y con antorchas; los demás grupos ya estaban en la Escuela con sus vecinos de comuni-dad y todos gozamos de una gran fiesta.

Los días transcurrieron entre clases, estudio, exámenes, hasta que se llegó el 24 de noviembre de 1955, “Día de la Graduación”. (Véase Anexo 3)

Recuerdo también que como adolescente y estu-diante, no siempre fueron tiempos de alegría y feli-cidad; también tuve momentos de tensión, aflicción, susto, miedo, enojo y hasta discusiones, y que ahora, al recordarlos dan risa porque cosas pequeñitas, en esa época, parecían grandes.

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Recordando para reconocer, agradecer,revivir y orientarPor Faustino Ramírez ChuloPromoción 1954San Salvador, enero de 2007

Cuando el hombre natural hace uso de su facultad mental memorística y de recuerdo, regular-mente lo hace para traer al presente los hechos que le propiciaron alegría, placer, satisfacción, ideales, etc.; aunque no faltará quien lo haga para auto maltratarse, endiosarse, jactarse o producir lástima en los de su al-rededor, pero esto es otra situación diferente.

Este trabajo es uno de los productos de uno de esos hombres que han deseado y necesitado, desde hace ya muchos años (40 más o menos) traer al presente una parte de ese conjunto de recuerdos acerca de hechos reales, vividos, experimentados, positivos, buenos y transformadores para reco-nocerlos por su inmenso valor, agradecerlos por el esfuerzo y sacrificio de los que los dirigieron, revi-virlos para satisfacción y recomendarlos a quien le interese la experiencia en cuestión.

Se trata de traer al presente una parte de esa in-mensa experiencia ganada en el quehacer diario du-rante cuatro años, de ese monumento de institución educativa que llevó el nombre de Escuela Normal

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Rural de Izalco. Me refiero a esa grande institución formadora de maestros que nació allá por las años cincuenta en el Cantón Talcomunca, Jurisdicción de Izalco, Sonsonate. Esta Escuela que nunca estuvo en lugar diferente, pues allí nació y desdichadamente, allí la dejaron morir.

Traer al presente los recuerdos vividos en la Es-cuela Normal Rural de Izalco, es traer una riqueza, un tesoro inmenso de conocimientos, hábitos, cos-tumbres, actitudes, habilidades, destrezas y creacio-nes que se generaron allí mismo, en convivencia de todos los que allí estuvimos reunidos: maestros, es-tudiantes, obreros, motoristas, lavanderas, cocineras, agricultores, enfermeras y médicos, llegados todos de diferentes lugares de nuestro país.

Fue la Escuela Normal Rural de Izalco una insti-tución muy peculiar en su organización general y es-pecial. Su “rutina” se desarrollaba diariamente con el baño temprano de la mañana, desayuno, clases teóricas toda la mañana (plan especial), almuerzo, si-esta, actividades organizadas (agricultura, carpintería, electricidad, fontanería, arte, teatro, educación para el hogar) por la tarde, y la actividad deportiva libre, después de dichas actividades. Luego venía el baño, cena y por la noche estudio dirigido en salones de clases; luego a los dormitorios a reposar.

Los sábados se entregaba la ropa sucia y se recibía la ropa limpia. Los días sábados y domingos los alum-nos recibíamos visitas familiares y también podíamos,

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con autorización, salir a los pueblos cercanos (Izal-co, Sonsonate, regularmente). Durante las vacacio-nes largas los estudiantes salían con sus familiares y los que voluntariamente deseábamos quedarnos, nos quedábamos en la Escuela estudiando y trabajando.

Todo lo anterior constituía la “rutina” general de la Escuela; pero la peculiaridad se acentuaba con una serie de actividades especiales que en ella se reali-zaban. Entre estas actividades puedo mencionar, con distinción, los cursos de selección de alumnos nuevos cada fin de año escolar, el celo de los maestros por la provisión, a alumnos y demás personal, de lo nece-sario para la realización de las tareas, la disciplina y consejería para los alumnos, las prácticas docentes (parciales e integrales) de los alumnos de último año. Los recreos sociales nocturnos realizados por alumnos y maestros en las comunidades vecinas, el “hospeda-je” dado a los estudiantes de otras escuelas normales, quienes convivían con nosotros durante una semana, compartiendo las actividades de la Escuela nuestra, la familiaridad creada, practicada y mantenida entre to-dos los integrantes de la Escuela, la clausura y gradua-ción cada fin de año, la colocación de los maestros graduados en las comunidades rurales que los soli-citaban, las oportunidades de estudios de post-grado para los graduados en la Escuela, la organización y el celo especiales dados por los maestros a cada una de estas actividades, el plan de estudios especial que la Escuela desarrollaba durante los cuatro años de la carrera, el programa de seguimiento profesional que la Escuela mantenía con el fin de continuar la orien-tación y la provisión de recursos, a sus graduados en

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sus trabajos, etc., etc. Como puede apreciarse, nuestra Escuela fue muy peculiar, muy especial, y muy efec-tiva en toda su labor educativa y formativa.

Describir cada una de estas actividades, como puede notarse, sería formalizar todo un plan de tra-bajo voluminoso (lo cual no estaría malo hacerlo) que necesitaría para su elaboración del auxilio de un gru-po de profesionales graduados como maestros en la Escuela Normal Rural de Izalco y auxiliados por algu-nos de los maestros que fueron dirigentes en las activi-dades de dicha Escuela.

La pretensión mía, como uno de los graduados de esa Escuela en esta oportunidad, es traer al recuerdo sólo una de esas maravillosas actividades que vivimos y disfrutamos y aprovechamos durante nuestro paso por esa Escuela. Me refiero en este trabajo recorda-torio a esa actividad especial que yo le he puesto el nombre de “La familiaridad nacida, vivida, mantenida y engrandecida en la Escuela Normal Rural de Izalco”.

Todo comienza en y con la recepción de las so-licitudes de beca para ingresar en la Escuela. Esta recepción se realiza en el local de la Escuela en Tal-comunca y durante la realización de ella (la recep-ción) se rompen (sin menoscabo de la efectividad de la actividad misma) los protocolos comunes, corrien-tes y acostumbrados por la burocracia de moda: Allí no hay oficinas sofisticadas, ni esperas prolongadas e innecesarias, los trajes y las corbatas brillan por su ausencia, los escritorios separadores de personas no

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se ven, no hay hora de cierre por almuerzo o por des-caso, y sí abundan los saludos y abrazos y apretones de manos entre maestros, padres de familia y aspiran-tes a becarios; hay alegría, expectativas, esperanzas, calor en los salones y corredores de la Escuela; la frialdad, el desinterés y la “seriedad” protocolarias no aparecen en ésa, que es una de las primeras activi-dades de la institución. Todo sucede dentro de un am-biente de camaradería como si todos los allí reunidos ya se hubieran conocido antes.

A partir de esta vivencia se genera esa familiaridad que se disfrutó siempre en la Escuela Normal Rural de Izalco. Ya en el trabajo profesional de la Institución en el cual se involucran Director, Subdirector, profesores, estudiantes y todo el personal de administración, ser-vicio y auxiliar, se concreta lo que se asomó durante la recepción de solicitudes de beca para estudios: la Familiaridad en la Escuela. Esta característica peculiar que hizo diferente a nuestra Escuela de las restan-tes escuelas normales del país, se mantuvo durante nuestro paso por ella y se manifestaba durante el de-sarrollo de toda la actividad escolar-educativa-forma-dora que se realizaba en la institución. Lo relevante que daba realidad concreta a la familiaridad especial en la Escuela era, sin duda alguna, el tipo de pensa-miento con que llegaron cargados los dirigentes que fueron responsables de organizar y poner a funcionar esa institución.

Recordemos que el hombre así como piensa actúa. Estos dirigentes (Directores y maestros) aceptaron la

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responsabilidad de organizar y poner a funcionar esa Escuela con una mentalidad renovadora y lo lograron. Vinieron a enfrentar el reto con conocimientos nuevos sobre educación y formación de maestros y los pu-sieron en práctica soportando limitaciones materiales y haciendo esfuerzos y sacrificios fuera de lo común para salir adelante con y en la obra encomendada. ¡Y no tengo la menor duda de aseverar que lo lograron! ¡Gracias maestros! ¡Los admiramos y respetamos siem-pre! ¡Nos educaron y nos formaron en una institución que más que escuela fue un gran hogar para nosotros! Siempre, dentro y fuera de la Escuela, nos seguimos considerando la gran familia de la Normal Rural de Izalco. Sentimos la necesidad de llamarla, dentro y fuera, nuestra Madre Escuela. Una necesidad creada, nacida y vivida en y por nosotros, debido al tipo de pensamiento y actitud de los que en ese tiempo nos dirigieron y nos formaron. Entramos a formar parte de esa gran familia escolar. Y es que así tenía que suce-der, pues durante la convivencia institucional los roles de padre, madre y hermano se cambiaban según las circunstancias. En algunas oportunidades el Director actuaba como padre, en otras como un maestro (o la maestra como madre), en determinado momento era el carpintero el que actuaba como padre y nos reprendía o nos estimulaba, en otra ocasión la ecónoma fun-cionaba como madre nuestra, aconsejándonos o aten-diéndonos; en fin, esa era la actitud que prevalecía en todas las personas que formábamos ese hogar.

Si un buen hogar, si una buena familia, es ca-racterizada por el orden y la disciplina, la autoridad

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de padre y madre, por la cooperación entre sus inte-grantes, por el respeto mutuo, por el compartir de los haberes, por la tolerancia y compasión del otro y para el otro, por el amor sincero entre sus miembros, por la comunión de ideales e intereses, etc., etc., todo eso se vivía y se predicaba en esta Escuela que nos formó y que yo estoy recordando ahora. Todo esto y más que pueda caracterizar a un hogar, a una familia, se dio en nuestra Madre Escuela Normal Rural de Izalco.

Es necesario enfatizar esta clase de trabajo en una institución formadora de maestros porque en las es-cuelas en donde trabajarán los maestros deben ser consideradas, por ellos, como el otro hogar, la otra familia de los niños y niñas. Si los maestros no llevan ese pensamiento, esa actitud a su trabajo, difícilmente harán una buena obra educativa e instructiva con y en sus alumnos. Sin temor a equivocarme, pienso que en toda institución encargada de formar maestros, para los niveles básicos y medios, debe darse este tipo de experiencias y vivencias de familiaridad hogareña y propiciar con eso, un ambiente escolar básico y me-dio más productivo, más gozoso, más positivo. Pienso también que estas vivencias de familiaridad sólo pu-eden darse en una institución donde los estudiantes que van a ser maestros estén internos y la mentalidad (pensamientos y actitudes) de sus dirigentes esté enfo-cada a formar en sus alumnos ese tipo de pensamiento y actitud para que vayan a sus escuelas y las conside-ren como los otros hogares y las otras familias de los alumnos y puedan lograr mejores frutos educativos.

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Mensaje de Raúl A. MendozaPromoción 1955Izalco, enero 20 de 2007

En el transcurso de la vida suceden tantas ex-periencias, algunas inolvidables como los cuatro años de preparación para profesor que vivimos in-ternos en la Escuela Normal Rural, en el Cantón Talcomunca, Izalco, con la acertada dirección de don Daniel Raúl Villamariona, con un equipo de ma-estros muy capaces en la misión que se les había encomendado. Desde el primer momento que pusimos nuestro cuerpo, alma y corazón en ese recinto sagrado, todo fue un cambio de jóvenes adolescentes con más madurez, mucha alegría con disciplina, más aprendizaje intelectual con una mística de respeto al sexo opuesto, ya que este era un experimento educativo donde convivimos hem-bras y varones que sólo para dormir lo hacíamos completamente separados. Qué nostalgia recordar esos años vividos a plenitud, donde todo estaba al máximo, bien planificado, las prácticas de edu-cación para el hogar, actividades agrícolas, socia-les, deportivas, etc., etc.

Ganáramos o perdiéramos en alguna rama de-portiva, nunca nos enojábamos con los compañeros de otro nivel, todo era una verdadera hermandad.

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Qué grato es recordar ese gran experimento, el cual vivimos en su máxima expresión, en una forma muy natural. La idea de ese grupo de maestros con la guía del señor Villamariona era tener escuelas más productivas en los lugares más apartados de nuestro Pulgarcito de América, en donde el profesor rural preparado juega un papel importante. Ya en la práctica, se abrió una escuela piloto en el Sitio del Niño y todos los demás fuimos enviados a diferentes áreas rurales donde cada quien llevó a la práctica todo lo asimilado.

El que escribe estas líneas tuvo la oportunidad de fundar una escuela en el Caserío San Rafael, La Ber-muda, Jurisdicción de Suchitoto. En donde se encon-traban niños con deseos de estudiar y varios vecinos ayudaron a emprender ese reto que se iniciaba. Doña Carmen Iraheta donó gentilmente el corredor de su casa, los alumnos llevaban sus taburetes para sentarse y una viga grande era el pizarrón. Además del trabajo diurno, se dieron clases por las noches. Los primeros seis meses sin sueldo, pero muchos aprendieron a leer, escribir y firmar.

Se organizaron equipos de agricultura con la ayuda del Agrónomo que llegaba una vez al mes, producíamos tomates, rábanos, lechugas y los agri-cultores se beneficiaban con mejores cosechas. Con el grupo artístico nos la pasábamos muy bien, se-manalmente se hacía un Recreo Social en donde hacíamos participar a los de la Tercera Edad y a

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los más retraídos, y al mes se hacía una velada que consistía en una presentación artística, se cobraba poco para los gastos que ocasionaban los trajes y las pinturas necesarias. La Directiva de Padres de Familia manejaba los fondos de las actividades, con fines lucrativos, incluyendo la tienda escolar. Un vecino de nombre Santos Andrade donó un te-rreno para que se construyera la escuela. Con la ayuda del señor Alcalde Municipal de Suchitoto don Rutilio Melgar y de toda la comunidad se levantó un edificio escolar más apropiado. Lo que más le gustaba a este profesor rural es lo deportivo, a nivel escolar se practicó el fútbol y el sóftbol, y con los adultos se llegó a tener un equipo de fútbol respetable a nivel intercantonal.

Estoy más que seguro de que esa labor magiste-rial en esas áreas donde trabajó un egresado de la Escuela Normal Rural de Talcomunca, Izalco por los años 1952 – 1975 fue algo excepcional que debería repetirse con más fuerza.

Existe en San Salvador la Asociación de Maes-tros de la Escuela Normal Rural. Don Daniel Raúl Villamariona y todos nosotros bien podemos poner nuestra ayuda en nuevo proyecto piloto educacio-nal rural de producción para mejorar la calidad de vida en las zonas más remotas de nuestro querido país El Salvador.

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Educación para el HogarPor María Noemí Aparicio y Zoila Delicia del VallePromoción 19545 de febrero de 2007

Como objetivo general esta materia pretendía dar-nos una formación integral para la vida y como obje-tivo específico, prepararnos para la realización de nuestras prácticas en las comunidades.

El contenido de la materia fue la siguiente temática:a) Educación para el hogarb) Economía domésticac) Conocimientos de Costurad) Arte culinarioe) Urbanidad y etiqueta

Educación para el Hogar.

En educación para el hogar, se nos enseñaba cómo administrar una casa, en los aspectos de higiene, or-den y estética.

Economía doméstica.

En esta área, se nos enseñaba cómo administrar una casa, en el aspecto económico, alimenticio y aseo y

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cuidado de la ropa. Como práctica en grupos de 4 a 5 alumnos, elaborábamos menús para la semana y tenía-mos prácticas de planchado, dos veces por semana.

Conocimientos de Costura.

En este rubro, hacíamos muestrarios de puntadas, buen número de ellas dirigidas por la maestra y unas tres, quedaban a iniciativa del alumno; allí iban in-cluidos: hacer ojales, pegar botones y remaches.

Arte Culinario.

Se pretendía que aprendiéramos a cocinar, ocasi-onalmente en grupo hacíamos alguna receta dirigida y en unas tres ocasiones se nos asignaba hacer una receta creativa diferente en cada grupo de trabajo.

Urbanismo y Etiqueta.

En esta materia, se nos enseñaba lo siguiente:

• Redacción de correspondencia, para dirigirnos a personajes de cierta jerarquía.

• La forma de vestirnos en relación a la ocasión a la que se asiste.

• Modales en la mesa, en las oficinas y presen-tación personal.

• Motivación para despertar la inclinación al arte.

La materia de Educación para el Hogar, fue básica para nuestra formación integral y desarrollo de nuestra

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personalidad; esto unido a las materias técnico peda-gógicas, nos dio las herramientas necesarias para desenvolvernos en las prácticas comunitarias. Estas prácticas en la comunidad, fueron de valiosa experien-cia, porque nos permitió darnos a conocer como fruto de la Escuela Normal Rural de Izalco; como alumnos nos hizo sentir optimistas hacia el futuro y tuvimos la dicha de encontrar en las comunidades personas colaboradoras, que hicieron posible el desarrollo de nuestros planes de trabajo de forma satisfactoria.

La influencia de esta materia en la vida personal de nosotros como alumnos, ha sido muy productiva, pues hasta donde sabemos la mayoría de nosotros formamos hogares integrados y en nuestros hijos tra-tamos de transmitir estos conocimientos; darles una formación profesional y moral para que puedan afron-tar decorosamente su vida y por ende contribuir a construir una mejor sociedad.

Como comentario final damos fe de que nues-tra enseñanza fue pragmática, la cual nos capacitó para la vida, lo que nos llena de orgullo y satis-facción porque nos hizo profesionales proactivos y propositivos. Nuestra gratitud a todos nuestros queridos maestros.

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Soy Maestra Normalista RuralProfesora. Antonia Luisa Blanco PosadaPromoción 1955Marzo 2007

Desde un pueblecito engarzado entre cerros y magüeyales (Jocoaitique), salí una madrugada del 1º. de marzo de 1952 con alegría y tristeza que se conju-gaban en mis ojos y corazón:

1º. Iba con alegría y satisfacción de cumplir un sueño que albergaba desde niña como era ser “Maestra Rural” pues me veía en una Escueli-ta con bastantes niños descalzos con su carita alegre diciendo: Buenos días Señorita Toñita; esas palabras sonaban todas las noches en mi pensamiento y con mucho gusto me subí a un caballo que me llevó a Gotera para salir el día siguiente a San Salvador.

2º. Por primera vez dejaba mi hogar, familia, mis muñecas de las cuales fue duro despedirme, como decirle adiós a mis papás y hermanos, también lloramos todos; pero con la ayuda de Dios, porque me iba al otro extremo del país que lo conocía en un mapa de El Salvador, Sonsonate, Izalco, Talcomunca era lo que yo pronunciaba y sacaba el mapa para verlo.

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3º. Sabía que no conocía los Maestros, iba a co-nocer compañeros nuevos con quienes iba a convivir cuatro años.

Tuve la suerte de conocer ese 2 de marzo a unos profesores contentos que me brindaron confianza y unos compañeros casi de la misma edad que hacían bromas y entre risas y alegría bajamos la valija de cuero y la caja de cartón junto a la tijera de lona; allí estaba el prospecto que Mamá llenó con sentimientos encontrados, pues estaba despachando a su hija ma-yor y tan querida que quería volar a buscar un hori-zonte, un ideal como era ser Maestra Normalista.

Llegué a aquel caserón tan grande que sería mi hogar y ahora lleno de recuerdos imborrables pues allí viví los mejores años de mi vida, con los compañeros disfrutamos y compartimos prendas personales, alegrías y tristezas; sobre todo el com-pañerismo, el que nuestros sabios Maestros nos inculcaron desde el día que nos recibieron y nos dijeron “Son hermanos y como tal deben: que-rerse, respetarse y sobre todo ayudarse en lo que necesiten unos de otros; ese lema lo mantuvimos y lo seguimos practicando por 55 años que cumpli-mos este 2 de Marzo de 2007 de haber llegado a la Escuela Normal Rural de Izalco, pues nos seguimos reuniendo con compañeros de todas las Tandas o Promociones unas con nombres como “La Barriada Alegre”, otras también con nombres y algunas sólo con el año de graduación.

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¡Que bello es recordar experiencias que guarda-mos en el baúl de nuestros recuerdos! Como el primer día de trabajo que nos llevó el Señor Pérez Guerra a limpiar el Terreno de la Hortaliza que estaba lleno de unas frutitas que tenían un tamo (polvito) que se llama pica pica, el que nos quitamos con ceniza ca-liente allá en la cocina. Al día siguiente ya trabajamos separados con botas, overol y camisa a cuadros y el sombrero que tanto nos defendía del inclemente sol de verano (Marzo); pasaron los años donde nos llena-ron de consejos, ciencia y sobre todo la Mística de Ser verdaderos Maestros de los que hoy no son iguales a nosotros. Ya en tercer año practicamos en la Escuelita de Práctica con la Señorita Mira, así transcurrió el 3er. Año y en el último año fuimos a practicar a Talco-munca, Sonsonate y Sonzacate, se llegó el día tan esperado que nos separaríamos en grupos para ir a las Comunidades Rurales donde pondríamos en práctica lo que tan acertadamente los Maestros de Maestros nos enseñaron: “Las Prácticas Docentes”; salió el bus que nos llevaría a las comunidades; a mi me corres-pondió en San Isidro, nos dejaron bajo una Ceiba con equipaje y víveres para nuestra alimentación, allí comenzó lo bueno; fuimos a buscar donde viviríamos cuarenta y cinco días, encontramos una casa muy bo-nita, segura, con un dormitorio grande, sala, comedor y cocina.

Ramón Zetino, un compañero chapín y Edgar Olano, amarraron una pita de un lado de la pared al otro lado y amarramos dos sábanas que dividían el dormitorio de los varones y el de nosotras las

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féminas. El comedor tenía una mesa grande con 6 sillas, allí planificábamos en la noche, lo que el día siguiente haríamos; uno se quedaba cocinando, otro visitaba la comunidad, los demás íbamos a la escuela a dar clases.

Llevábamos un diario y el Plan de Trabajo, esos quedaban en la mesa, nos dormíamos y a veces en la mañana en el Libro de Actas encontrábamos algo que don Daniel nos había dejado escrito y fir-mado con los maestros que le acompañaron; pues ellos llegaban a cualquier hora, nunca avisaron,

Toñita Blanco - India Bonita, 1955.

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pues tenían gran responsabilidad de nuestra inte-gridad moral y profesional que nos inculcaron y que nuestros padres les confiaron. Ahora cuando les platico a mis parientes, amigos y no amigos se asombran de que hubiera internado mixto y nunca tuvimos nada que lamentar de inmoralidades. Sólo la satisfacción de haber sido buenos estudiantes y maestros que nos dimos por entero y ser ejemplo de buenos trabajadores en el campo que nos tocó labo-rar como nos formaron en nuestra “Madre Escuela Normal Rural de Izalco”.

San José Palo GrandePor José Vicente CubíasPromoción 1955Marzo de 2007

Cantón situado al Suroeste de Suchitoto, a 12 kiló-metros sobre el Cerro de Guazapa. En el centro es-taba ubicada la Escuela Rural Mixta “Victoria Durán”. Era una casa construida de adobe, madera y tejas de barro; tenía una sola sala rodeada por tres corredores y un patio grande al costado Sur.

Para llegar desde Suchitoto hasta la escuela debía de viajarse 10 kilómetros en bus y 5 kilómetros de camino vecinal tipo vereda, cuesta arriba; cruzar no menos de tres cercas de piedra, dos o tres quebradas, unas tres vallas de alambre y unas cuantas zanjas.

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Allá fuimos a parar cuatro profesores “nueveci-tos”, dos mujeres y dos hombres de la misma tanda (1955); nombrados en un mismo correograma que tex-tualmente decía: “San Salvador, 1 de marzo de 1956. Señores: Fermina Donatila Pocasangre, Juan Roberto Juárez, José Vicente Cubías e Isabel Leticia Domín-guez. Ustedes han sido nombrados como Director, Subdirector y auxiliares, respectivamente, en la E. R. M. “Victoria Durán” del Cantón Palo Grande, j/Suchi-toto, Dpto. Cuscatlán, a partir del 8 del presente mes. Tomen posesión y comuníquenlo a la Subdelegación Escolar correspondiente.

Barahona. Secretario.”

Allí se inició una de varias experiencias muy valiosas que, evaluándolas, bien pudieran servir como muestra para la realización de macro proyec-tos educativos con orientación al desarrollo de cier-tas comunidades.

Inmediatamente nos constituimos en el lugar. Or-ganizamos el trabajo escolar (de aula); nos presenta-mos con los padres de familia e iniciamos las labores de investigación, promoción y organización de la comunidad. Para este fin nos auxiliamos de medios como: reuniones, visitas domiciliarias, formación de grupos artísticos, deportivos, amas de casa, etc.

Así comenzó la Escuela a proyectar su función so-cial a la comunidad. Esta se convirtió en una casa comunal en la que se reunía permanentemente “todo

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mundo”, para platicar, planificar, ensayar danzas u obras teatrales, efectuar bailes populares, hacer pre-sentaciones artísticas o cualquier otra actividad que fuese necesaria.

Considerando apropiado el momento, se procedió, en pleno, a jerarquizar los problemas más sentidos, concluyendo que era necesaria la apertura de una calle que condujera desde el desvío del Cantón Ichan-quezo hasta el nuestro. Debía hacerse de una manera que pudieran ingresar vehículos pesados y livianos para poder trasladar los productos agrícolas hacia los mercados cercanos, y, algo mejor: Celebrar solemne-mente las fiestas patronales en honor a San José.

A continuación se eligió una Junta Directiva, se elaboró un plan de trabajo cronogramado y se forma-ron tres comités auxiliares. El primero, para recaudar fondos económicos y promover cualquier otro tipo de colaboración; el segundo, para organizar cuadrillas de trabajadores voluntarios; y el tercero, para auxiliar a los anteriores con alimentos, refrescos, café, medica-mentos, agua, etc.

Se trabajó intensamente durante seis meses, sin calendario, ni horario, volcada toda la comunidad en el cumplimiento de la meta propuesta. Se hici-eron terracerías, cunetas, empedrados, pequeños puentes, terraplenes, muros y canaletas.

Por fin, iniciando el mes de marzo de 1957, las sonrisas y otros gestos de alegría se veían aflorar; la

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ansiada calle estaba terminada y por primera vez in-gresaron camiones, pick ups, carros y motocicletas, todos cargados de golosinas, ropa, juguetes, y como si eso fuera poco, los alegres juegos mecánicos, que constituyeron la dicha de chicos y grandes. De igual manera se dio realce a los festejos religiosos, que era una de las razones de tanto esfuerzo.

Fueron tres hermosos días de celebraciones a torrentes, de gran satisfacción para los verdaderos héroes, hombres, mujeres, niños y niñas, igual que las personas mayores, que así pudieron disfrutar el producto de su propio esfuerzo.

También lo disfrutamos dos cipotas y dos cipotes locos que emprendían su primer vuelo, jugando a ser maestros.

Memorias de una niña que quiso ser MaestraAna Silvia Gutiérrez EspínolaPromoción 1967San Salvador, Marzo de 2007

Cada uno de los maestros y alumnos que hemos pasado por nuestra querida Escuela Normal Rural de Izalco, guardamos de alguna forma en el fondo de nuestro corazón los momentos vividos como dulces

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recuerdos de los tiempos pasados, que a través de los años son inolvidables.

En el recuerdo siempre viven los años de mi niñez, ahí por el año de 1952, cuando el edificio aun no estaba en condiciones adecuadas para la formación de los futuros maestros. Compartí muchas experien-cias bonitas que influirían en mi vida profesional, al lado de mi Madre la Profesora María Julia Espínola, quien impartía clases de Educación para el Hogar, donde los y las alumnas ayudaban en la preparación de los alimentos, desde su elaboración, hasta que se servían, quienes combinaban estudio y trabajo en la reconstrucción y reparación de algunas áreas, como el comedor, el cual era una hermosa galera, pero el entusiasmo de la juventud lo convirtió en el comedor, donde tiempo después compartimos los alimentos, sin olvidar los caníbales y las canibaliadas, que ya exis-tían desde entonces.

No faltaron los momentos de esparcimiento y disfrute de la música de la Estudiantina formada por alumnos y maestros, la celebración del Aniversario de la Escuela; pero también me vienen a la mente, los recuerdos de la primera noche en la Escuela, pla-gados de tristeza, acompañados con los retumbos incansables del Volcán de Izalco que iluminaba la noche con su imponente lava, que lo vestía de rojo y daban deseos de irse a casa.

El ejemplo del Director y los buenos maestros motivaron a los alumnos a superar los problemas.

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Recuerdo al señor Villamariona como un abnegado maestro, hombre entusiasta y dinámico, quien logró con el equipo de docentes transformar las galeras en un hermoso centro de estudios por el que pasamos cientos de jóvenes con deseos de superación.

En mis recuerdos infantiles están el profesor don Daniel Raúl Villamariona, la profesora Graciela March, el profesor Luís Ángel Rodríguez, el profe-sor Fabio Baides, la profesora Nora Mira de Pérez, el profesor Mario Godínez, la profesora María Julia Espínola, la profesora Blanca Rosa Flores, el profe-sor Julio Molina, la profesora Dolores Andino, sin faltar don Julio Ferrufino con la famosa Agrope-cuaria, la que se hacía divertida entre azadones y cumas. En el año de 1952 había apiarios, los que eran cuidados por los alumnos quienes de vez en cuando sufrían las picadas de las amigas mieleras. ¡Ah, tiempos que no volverán!, pero que están vivos como los mejores recuerdos de mi niñez.

En el año de 1965 regresé a dicho centro educa-tivo, convertido en un lugar hospitalario, diferente al que conocí en mi niñez, siendo Director el pro-fesor Mario Godínez. Llegamos aproximadamente unos 40 jóvenes con la ilusión de hacer realidad el sueño de ser maestros. Recuerdo a los famosos reclutas que hacían de todo para pasar la prueba del bautizo, acompañados de los respectivos padri-nos. Los que no teníamos gracia para el baile, can-to o poesía la pasamos mal; pero sí éramos buenas para la pelota. ¡Ah!, que bueno recordar los famosos

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equipos de Softball y Basketball en los intramuros, en fin .… las clases de Educación para el Hogar y los fa-mosos dulces de zanahoria; la señorita Morán, la seño Carías con sus clases de Geografía, sin faltar los sabios consejos del Chelito Morán, el profesor Colocho, de grata recordación, quien fungió como Director hasta la última promoción en 1967; el profesor Castillo, el profesor Lázaro Canales, la señorita Funes, la seño Milady, el profesor Estrada: la clase de Música con el profesor Ricardo Mata. Al final, bonitos recuerdos de nuestra querida Escuela quedaron grabados en nuestro corazón, como un bello recuerdo.

Las Prácticas DocentesPor José Raúl Calderón IrahetaPromoción 1953San Salvador, abril de 2007

Marzo de 1950, Talcomunca, Jurisdicción de Izalco. Un viejo caserón recibía a un medio cen-tenar de mozalbetes con la ilusión de ser maestros. Iniciaba sus actividades la inolvidable, ejemplar y única en el país, la Escuela Normal Rural de Izalco, formadora de maestros con un nuevo sentido vo-cacional, planes con mística y compromiso. Algu-nos apenas terminábamos la adolescencia y nuestra Normal templó el acero para desarrollar una juven-tud sana y con profundo sentido de responsabilidad hacia el país.

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Dirigían la enseñanza maestros con pocos años de haberse graduado; pero con un sentido profe-sional profundo. Su misión era la más grande res-ponsabilidad de su vida de maestros, conducían a un grupo de muchachos de ambos sexos, en un internado mixto, único en la historia educativa del país; desarrollar una metodología de enseñanza diferente a la de otras Escuelas Normales, desde el amanecer hasta el anochecer. Enseñan la Educación Higiénica, Moral y Cívica, Horticultura, Avicul-tura, Deportes y algo que fortaleció en gran me-dida nuestro desarrollo, ser útiles, solidarios y amar al prójimo. Maestros que nunca más se dieron, ni hubo, ni habrá, como Daniel Raúl Villamariona, Luís Ángel Rodríguez, Salvador Fonseca, Julio Cé-sar Amaya, Eustasio Nolasco, Salvador Ajuria, Fabio Baides, Dolores Andino, Julia Espínola, Nora Mira, Manuel Guillermo Campos y algunos otros más.

El Sunza.

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Cuánta experiencia, cuántos conocimientos, cuán-ta disciplina, cuánto respeto, cuánto cariño; pero la prueba de fuego mayúscula y final inició en los al-bores del invierno de 1954. Ignoro los criterios de las autoridades de nuestra Normal para organizar los gru-pos de la práctica integral que se realizaron en dife-rentes comprensiones rurales de Izalco. Los lugares seleccionados fueron: Cantón Las Higueras, Cantón Piedras Pachas, Los Lagartos, El Sunza, San Isidro y algunos otros más.

En cada uno de esos cantones, un grupo de estu-diantes, varones y hembras, experimentaron la prueba final como maestros, promotores sociales y miembros de una comunidad. Nuestro grupo se instaló en el

Cantón Piedras Pachas.

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Cantón Piedras Pachas, caserío carente de energía eléctrica, de agua potable y de difícil acceso vehi-cular. Aproximadamente 75 familias formaban la po-blación; la escuelita contaba con 1º. y 2º. Grado. Ni mobiliario escolar, ni material didáctico, y ante esa realidad el apoyo de nuestra Normal y nuestro ingenio eran las armas que debíamos tomar.

Don Camilo Mancía era el hombre más conocido y apreciado del caserío; frisaba sus 65 años, su espo-sa doña Jesús y cuatro hijos, ya mayores, constituían ese hogar. Vivían en una casa de bahareque, piso de tierra, grande y con un mobiliario sencillo. El patio ex-terior era amplio y en él se jugaba en el piso con una pelota de pura madera y raquetas también de madera. En ningún hogar de los alrededores había ese juego.

Don Camilo nos recibió con mucha cordialidad. En su casa cocinábamos nuestros alimentos. En la Es-cuelita habilitamos una habitación que dividimos con madera y cartones para dormir en un lado las señori-tas y en el otro los varones. ¡Qué disciplina! ¡Qué compañerismo! Nuestro grupo: Rosa Ester Amaya, Buenaventura Córdova, Carlos Parada, Raúl Calde-rón y otro compañero más. Uno de nosotros actuaba como Coordinador; otro se encargaba de preparar los alimentos, dos impartían las clases y los dos restantes visitaban los hogares de la comunidad. Estas tareas se realizaban en forma rotativa.

Fue novedad en el Cantón… han venido cinco maestritos jovencitos y los cipotes están felices con

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ellos. Por las noches, a la luz de la lámpara Cole-man, se congregaban muchos vecinos a conversar con nosotros, contaban historias de duendes y apa-recidos y más de alguno aseguraba que por la Ceiba salía el Cadejo y el Cipitío. En nuestro grupo, yo tenía la habilidad para narrar y como había leí-do Las Mil y una Noches, les contaba cuentos e historias. Este acercamiento nos indujo a efectuar nuestro primer Recreo Social un sábado por la tar-de, y en adelante, todos los sábados eran de alegría en el caserío: juegos, canciones y participación activa de chicos y grandes. Uno de esos sábados don Camilo tomó la palabra en forma espontánea y para nuestra sorpresa dijo a los presentes que había preparado una carta para el Ministerio de Educación, que firmarían todos los vecinos, pidiendo que los cinco maestros jo-vencitos se quedaran para siempre en el caserío… un aplauso prolongado fue el final de esa tarde.

En un barril, a lomo de caballo, nos llevaban el agua para tomar, y para bañarnos íbamos a una que-brada situada a un kilómetro.

Así transcurría nuestra Práctica Docente, emoción y mística, bien integrados a la comunidad.

Nuestros maestros de la Normal llegaban de sorpre-sa a supervisarnos y siempre nos encontraron trabajan-do con entusiasmo. ¡Hay tanto que contar de aquellas experiencias! Pero llegó la hora de regresar a nuestro caserón de la Normal. El último sábado de Recreo So-cial informamos a los vecinos y todo fue silencio.

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Don Camilo había preparado a los vecinos y aquella mañana de octubre un camión nos llevaba acompañados de un puñado de miembros de la co-munidad. Al llegar a la Normal don Camilo tomó la palabra y le dio las gracias a nuestro Director don Daniel Villamariona por nuestro trabajo y al terminar nos abrazamos en silencio, y sus lágrimas nos conta-giaron y sentimos la emoción de la labor cumplida.

Esta experiencia debería realizarla todo aspirante a maestro. La mayoría de nosotros aprendimos muchos valores que nos llevaron a los campos universitarios y a ocupar posiciones gubernamentales y privadas; otros trabajaron en instituciones internacionales. Con-clusión: Entrega… Compromiso… Mística... y amor a la Patria… eso significa ser Maestro.

Experiencia PedagógicaRosa Edith TrejoPromoción 1955San Salvador, 24 de abril de 2007

De una escuela específica para la formación de maestros, es evidente que los planes y programas de estudio sean exclusivos porque la responsabilidad de educar para mejorar es grande e interminable. En la Escuela Normal Rural de Izalco tiene suma importancia un internado de ambos sexos donde se impone uno de los valores más valiosos, que es la convivencia, donde

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aprendimos a querernos, respetarnos, ayudarnos, criti-carnos positivamente, sentirnos útiles (autoestima) y en-tender que el trabajo dignifica y da la satisfacción que ni con el dinero se puede conseguir.

Mucho nos ayudó repetir, memorizar y poner en práctica el Credo del Optimista, de Christian D. Lar-son, porque su contenido es ideal para soportar las peores adversidades de la vida y enfrentar los pro-blemas para resolverlos de la manera más adecuada; por supuesto que bajo la óptica de Dios.

Todas las asignaturas han sido la base de nues-tra formación profesional, solidificándose al poner en práctica las técnicas de la enseñanza en las co-munidades donde nos tocó trabajar. Como alumnos normalistas realizamos la práctica docente en la Co-munidad El Sunza de la famosa Hacienda de los se-ñores Giammatei; el grupo fue integrado José Vicente Cubías, Fernando Ruiz Furlán (guatemalteco), Ben-jamín Esteban Salgado, Marina Urbina, Rosa Vilma Marroquín y Rosa Edith Trejo, allí comenzamos a ex-perimentar toda la teoría y entendimos más a que se referían nuestros profesores en las aulas. Éramos evaluados en las áreas de conducta, trabajo de aula, cocina y actividades organizadas de la comunidad.

Nombrados en diferentes escuelas del país por el Ministerio de Educación y siendo Director Ge-neral de Educación Primaria nuestro querido Direc-tor en la Normal, don Daniel Raúl Villamariona, encontramos la realidad nacional de la educación.

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En la Escuela Cristina Cuellar de Muñoz del Cantón Palacios, Jurisdicción de Suchitoto, se carecía de agua potable y mobiliario en los grados; se gestionó en compañía de la Junta Directiva de Padres de Familia la apertura de un pozo con sus respectiva bomba y en Provisión y Alojamiento Escolar se con-siguieron pupitres bipersonales y con ello se mejoró la condición de los alumnos.

En la Escuela del Cantón Estanzuelas, Jurisdicción de Suchitoto, con los alumnos del grupo de alfabe-tización de adultos se amplió la calle de acceso para poder transitar en carreta o pick up.

El señor Supervisor Escolar don Manuel Atilio Es-cobar organizó un conjunto musical integrado así: señor Escobar, Concertina; José Vicente Cubías, Juan Roberto Juárez y Oscar René Martínez, guitarras; Fer-mina Donatila Pocasangre, Leticia Isabel Domínguez y Rosa Edith Trejo, vocalistas, maracas y güiro; así amenizábamos los actos intercomunales.

Trabajamos con núcleos pluriclase en las escuelas rurales de Suchitoto, lo cual consistía en atender dos grados en una sola aula: así como los llamados Gru-pos Pedagógicos de Emergencia en la Escuela Las Américas de Jayaque. Todo esto obedecía a la caren-cia de locales pedagógicos apropiados.

En la Escuela de Niñas Matilde Castro de San José Guayabal el ambiente y las instalaciones eran favo-rables para el desarrollo de los planes y programas.

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En el Grupo Escolar Japón de Mejicanos, el edi-ficio reunía todas las condiciones adecuadas para la enseñanza, aunque la demanda de alumnos era mayor provocada por el terremoto de 1965, ya que se alojaron cuatro escuelas con sus respectivos tur-nos; sin embargo eso no impidió el desempeño de nuestras labores.

En la Escuela Reino de Holanda de Ciudad Del-gado, el problema era la carencia de local, pero se logró la construcción de un edificio de acuerdo al diseño de los Cuerpos de Paz, todo gracias a la gestión realizada por la señora Directora Rosa Mé-lida Menjívar de Pacheco y al Personal Docente del que yo formaba parte.

Desde 1978 a la fecha me desempeño en el Co-legio Albert Einstein en Soyapango, con el cargo de Directora General, hemos trabajado entregando a la sociedad, ex–alumnos que se destacan como: contadores, secretarias, maestros, médicos, aboga-dos, ingenieros, sacerdotes, pastores evangélicos, comunicadores sociales, entre los que se destacan: William Meléndez y Edwin Góngora, periodistas galardonados varias veces y actualmente conducto-res y presentadores del Canal Doce de Televisión. Es indudable que para la Educación siempre hay un nuevo reto y si el maestro está preparado podrá bus-car la solución favorable.

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Una Escuela Normal Rural… ¡Unica! ¡Incomparable!Por Antonio Ramírez AzcúnagaPromoción 1958San Salvador, 2 de mayo de 2007.

En el mes de febrero del año mil novecientos cin-cuenta y cinco (hace 52 años), previo al examen de admisión pertinente, me presenté juntamente con mi madre, (no sin antes caminar a pie unos 4 kilóme-tros, desde la población de Sonzacate) a este centro de estudios formador de maestros, al cual llegaba alegre, pero a la vez triste y temeroso, no por la pre-sentación del edificio, porque en ese entonces era imponente; no por estar en la zona rural, porque el ambiente era exquisito, con abundante vegetación y nacimientos de agua; pero la tristeza inicial por la separación del grupo familiar en mi plena pubertad era grande, aunque en un par de meses esa tristeza tiende a diluirse por el buen trato que se recibía del personal docente, el compañerismo y hermanamien-to que poco a poco se volvió más granítico.

Fue un internado mixto fuera de lo común, donde imperaba el respeto, las buenas costumbres, el com-pañerismo, la amistad sincera y el cariño.

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Mi experiencia personal fue fenomenal, inimagi-nable, pues el día de la llegada ya se nos tenía los sitios donde nos ubicarían dentro del dormitorio, sec-tores ya previstos que permitiera compartir con otros compañeros de cursos más avanzados. Ese nuestro dormitorio con paredes de tablas, piso encementado, construido por compañeros de años anteriores, estaba ubicado a la orilla de la calle que conduce al Cantón Talcomunca, aunque muy pocos campesinos transi-taban por allí, por existir poca población en el case-río. Se dormía con puertas abiertas o semiabiertas que permitían mayor ventilación natural, y tuve la dicha de quedar ubicado a la par de la puerta oriente, por tanto en una inesperada noche y previo a un ruido nunca escuchado, al despertar y abrir los ojos tuve la oportunidad de observar al nororiente y como a unos 10 kilómetros de distancia, que el Volcán de Izalco estaba totalmente rojo y eran precisamente de piedras incandescentes que se elevaban hacia el cielo y posteriormente revestían la faldas de un color rojo encendido… ¡Volcán en erupción! ¡Belleza natural! De allí en adelante esa manifestación de la naturaleza nos deleitaba a cada instante, nos enseñaba a recono-cer que dicha institución estaba en un sector privile-giado, inigualable, rodeado de belleza con aire puro, aroma natural del campo, árboles frutales a su alrede-dor, cafetales en flor, con noches oscuras donde para alumbrarnos se turnaban la luna, el volcán y las lu-ciérnagas, se tenían amaneceres con neblina y lluvias de ceniza que alcanzaban un espesor considerable. Una institución donde imperaba el bullicio estudiantil,

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la alegría juvenil, el susurro de los ríos en su alrededor y el cántico de los revoltosos pájaros.

Por todo ello, la Escuela era incomparable, única en su especie, verdaderamente formadora de maes-tros rurales, donde se aprendía para enseñar; donde además de teoría se hizo la práctica en cuestiones agrícolas (siembra y cosecha de maíz, frijoles, arroz, hortalizas), atención de sembradíos de café, apiarios; además de ello se realizaban actividades de educación para el hogar (elaborar muestrario de costuras, elabo-ración de todo tipo de conservas y otras cuestiones del arte culinario, los cuales serían como un refuerzo especial para enseñar a la población rural).

Quizá fue un error de política educativa el haber hecho desaparecer las escuelas forjadoras de maes-tros, pues Ciudad Normal se convirtió en cuartel, y nuestra Normal Rural se destruyó para construir un Centro Penal. ¡Qué contradicción a lo que en aque-lla época se nos enseñó: “Que por cada escuela que se abre, es una cárcel que se cierra”.!

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Se incorporan, asimismo, opiniones y co-mentarios de algunos docentes para comple-

tar este segmento,que para los fines que se persiguen,

resultan particularmente ilustrativos.Testimonios de Docentes.

Y… los alumnos maestros regresaron a la Normal Rural …Tomado de un Periódico Matutino.

Por Gonzalo Ventura1955

Fue la noche del 20 de octubre (de 1955) en la Escuela Normal Rural de Izalco, una noche excepcio-nalmente inolvidable. Todo era movimiento, alegría y emoción. Esa noche a un caserón viejo y olvidado, tirado en las faldas del volcán de Izalco, regresaban de sus prácticas pedagógicas en las comunidades, cuarenta y seis alumnos maestros de ambos sexos. Venían con el corazón hecho una fiesta y una satisfac-ción en el alma; venían del campo de impartir pan al espíritu, de formar buenos hábitos, de deshojar la rosa encarnada de su corazón en el sentimiento puro del campesino ávido de aprender.

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Y no venían solos, los acompañaban peregrinacio-nes, de paz y de agradecimiento, formadas por hom-bres, mujeres y niños, madres con hijos en sus brazos y ancianos apoyados en bordones, venían a entregar a sus maestros que por mes y medio habían derramado luz y miel en sus espíritus enfermos de ignorancia y amargura, venían entre vivas y aplausos, antorchas y banderas, sonrisas y lágrimas a entregarlos a la Escuela Normal, a su Madre Escuela como ellos la llaman.

Y no venían de cerca, venían de kilómetros y le-guas atrás, a pie, a caballo, en carretas. Eran mara-villosas caravanas entusiastas, enjambres de espíritus que con sus vivas y cantos, jalonaban el camino de amor que une el cantón a la Escuela. Decididamente aquella noche era de sublime locura, llena como esta-ba de gente del campo parecía todo sencillo, pero de una sencillez celestial en que el ambiente pletórico de música y colores, de cánticos y poesías al conjugarse en el espacio, hacían flotar un arco iris de esperanza.

La Escuela Normal de Izalco completaba esa noche, una vez más, su santa y modesta misión: con-quistar el corazón de las comunidades, y lo había conseguido, la poesía, los cantos y la palabra modesta dedicada al Maestro y a la Escuela en la forma en que sólo ellos, los campesinos saben hacerlo, era testimo-nio elocuente, de la callada, valiosa y titánica obra forjada por verdaderos Maestros en un caserón viejo y olvidado en las faldas de un volcán.

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Cuando todo parecía terminar, el Izalco, fiel ami-go de la Escuela, con una eclosión de luces y colo-res, auguraba para todos un porvenir de esperanzas.

Mensaje de don Enrique Benítez Sosa. 1997

Queridos Normalistas Rurales:

No me ha extrañado ni sorprendido que ustedes hayan escuchado y aceptado formar su Asociación de Ex-Alumnos de la Madre Escuela Normal Rural de Izalco. Son los frutos de tantas horas vividas con pleni-tud de comprensión y cariño de alumnos y profesores.

Tuvimos la suerte de encontrar corazones puros y feraces, tierra fértil de adolescentes, de vida sencilla, humilde y buena, llena de pensamientos y sentimien-tos dulces y suaves. La mies que lanzamos germinó en bellos frutos, que ahora nos están mostrando su esplendor, sincero y amable. No fue en vano la preo-cupación, la diligencia y el desvelo. Todos y cada uno se han realizado.

Pero también, estoy seguro. Han sido sembradores produciendo una cultura de engrandecimiento para el país, como labriegos legítimos de nuestra Patria. An-helo que los sueños de ahora, se transformen en una

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empresa de ayuda mutua y solidaria para enfrentar las dificultades de la vida presente.

Deseo que obtengan las bendiciones del Señor y que les siga deparando un destino de esperanzas y logros de bienestar y dicha.

Su amigo y compañero de siempre.

La Madre EscuelaPor Luís Angel RodríguezJunio de 1997

Con este hermoso mote bautizó Daniel Raúl Vi-llamariona, en una de sus arengas como Director de la Escuela Normal Rural de Izalco, de aquella muy querida e inolvidable institución que, para bien de la educación salvadoreña, naciera en el Cantón Talco-munca de la jurisdicción de Izalco; en los primeros días de marzo de 1950.

Para mi humilde condición de fundador de aquella noble institución formadora de maestros rurales, pero auténticos educadores del campo, resulta harto difícil traer a la memoria todas las valiosas experiencias que vivimos, tanto alumnos como maestros, en nuestro diario bregar como docentes responsables de formar la nueva clase de profesores rurales que, en aquella época, estaba demandando el agro salvadoreño.

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Vívidamente recuerdo que fue una calurosa tarde de marzo de 1950 que partimos de la ciudad de San Salvador hacia Talcomunca, Izalco, con aproximada-mente 50 muchachos egresados de sexto grado y 30 profesores Clase “B” egresados de las secciones nor-males, para inaugurar lo que más tarde se convertiría en la Escuela Normal Rural de Izalco; los muchachos egresados del sexto grado iban para cursar cuatro años y los de las secciones normales que cursarían sólo dos de estudio. Los maestros responsables de este grupo de alumnos estaba compuesto por Eustasio Antonio Nolasco, en calidad de Director y con un equipo do-cente compuesto por: Daniel Raúl Villamariona, Fran-cisco López Barrientos, José Mario Molina, María Cruz Palma y Luís Ángel Rodríguez; es decir que con este grupo de seis maestros arrancó la primera institución formadora de maestros rurales y que, para mala for-tuna de la educación nacional, desapareciera en el año de 1968 con la fundación de la Ciudad Normal de San Andrés en el Departamento de La Libertad.

La filosofía que orientó el programa de la Normal Rural fue la pragmática y su acción pedagógica, se sustentó en los principios de la escuela activa, esto originó una dinámica pedagógica en donde la teoría, que por lo general se impartía por la mañana, fuera reafirmada y comprobada en horas de la tarde en que, la totalidad de maestros y alumnos, se organizaban en grupos de trabajo productivo en actividades artísticas, de construcción y agropecuarias; toda la muchacha-da, señoritas y caballeros, en plena labor, daba la sensación de una colmena en producción; en otras

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palabras, mediante el estudio y el trabajo intensivo tratábamos de formar un maestro con capacidad de conocer a fondo los problemas de las comunidades rurales y de emplear, en forma productiva, los recur-sos disponibles para impulsar el mejoramiento de la escuela y la comunidad hacia el cambio continuo de su propia realidad.

Después de observar la conducta y las realizacio-nes que llevaron a la práctica aquella pléyade de ma-estros egresados de la Escuela Normal Rural, pienso que valió la pena la inversión que hizo el Estado y el esfuerzo empeñado por el equipo docente que laboró en aquella institución, ya que los grupos se hicieron evidentes en la superación de la educación rural salvadoreña.

Asimismo, que el talento y la capacidad de trabajo de los nuevos maestros fueron notorios en las posicio-nes que alcanzaron en las jerarquías docentes; como en el éxito que tuvieron muchos de ellos en las diver-sas carreras profesionales, que más tarde estudiaron en las universidades del país.

Cuando observamos retrospectivamente los mara-villosos días que convivimos en aquella “Madre Es-cuela”, y ante la no menos hermosa realidad de los frutos que se cosecharon con los docentes allá forma-dos, con justa razón nos sentimos satisfechos, y orgu-llosos de haber tenido el privilegio de contarnos entre los fundadores de la Normal Rural.

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Permítanme aprovechar la cortedad de estas líneas para saludar y felicitar a todos los egresados de aquella Escuela Normal Rural quienes, con su valioso aporte a la educación nacional, hicieron posible la su-peración de muchas comunidades rurales del país y, al propio tiempo, la elevación de los estándares cul-turales de la población campesina.

Que la patria os premie por vuestro inapreciable concurso a la sociedad salvadoreña.

Maestros que prestaron sus servicios enla Escuela Normal Rural de Izalco,

en ocasión de la celebración del 50 Aniversario de la Escuela.

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Una escuela llamada “Normal Rural de Izalco”.Por Nora Armida Mira de PérezNoviembre de 2005

Llegué como profesora de Prácticas e Inspectora interna en enero de mil novecientos cincuenta y uno, era el inicio de mi tercer año de trabajo docente, reco-mendada por una buena amiga y contra la opinión de mi madre que no estaba de acuerdo en que una joven se confinara en el campo, y a sabiendas que habrían muchos cambios como: dejar la ciudad por el campo; las zapatillas , medias, y vestidos por los Blue Jeans, las blusas y las cachuchas, alejada de la familia y los amigos; pero con mucho optimismo tomé la mejor de-cisión de mi vida, acepté irme a Talcomunca, donde por tres años disfruté de una experiencia fabulosa que me ayudó a cambiar y crecer emocionalmente.

Fue el primer ensayo de coeducación con inter-nado, donde las actividades no tenían distinción de pertenencia para determinado sexo, lo mismo las se-ñoritas manejaban herramientas de labranza como los jóvenes cocían un botón, cocinaban y planchaban.

Se hacía una práctica de enseñar haciendo, la-borando los maestros a la par de los alumnos, ce-

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lebrando el “Día del Trabajo”, ¡trabajando!, con una relación de hermandad con respeto y aprecio donde a diario se recitaba el “Credo del Optimista” y se ac-tuaba a base de comprensión y cariño.

A pesar de mi poca experiencia y de acuerdo con el profesor de didácticas y con muy buenos resultados, desarrollé la enseñanza de la lecto-escritura como un diferente método en cada año para que los alumnos – maestros pudieran hacer una comparación de los mismos y adaptar el mejor a su juicio y conveniencia.

Esta escuela formadora de maestros “Especiales” que durante la práctica en las diferentes escuelas ru-rales aledañas fueron muy efectivos en el desempeño rotativo de los diferentes roles como educadores y auxiliares proveedores de alimentación y alojamiento para el grupo. No hubo un seguimiento del desem-peño de los egresados, pero se conocieron después los progresos alcanzados en el desempeño laboral llegando algunos a obtener altos cargos en la direc-ción del Ministerio de Educación, otros con deseos de superación fueron merecedores de títulos con es-tudios superiores.

Felicito a los afortunados alumnos egresados de este ensayo de coeducación que nos permitió esta magnífica convivencia que tan buenas experiencias dejó en cada uno y nos preparó para una vida mejor.

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Momentos Felices. Mis Recuerdos. Por María Dolores Andino.San Salvador, Diciembre de 2005.

La fecha no la tengo presente. Pero a través de Don Rafael Segovia, recibí la invitación para trabajar como maestra en la Escuela Normal Rural de Izalco. Era el año de 1950.

Acepté. Y un día de tantos, me esperaba un pick up rojo, conducido por don Raúl. Me encontró en el desvío del Cantón Talcomunca cerca de Izalco; don Raúl, un buen conversador me llevó por un camino rústico y a mi me impactó todo lo que veía. Comen-zamos a subir, mis ojos gozaban al descubrir con mi mirada las bellezas de la naturaleza; teniendo como fondo el volcán de Izalco. Después de media hora de recorrido, don Raúl me dijo: “Ya llegamos”. Estábamos frente a una casa vetusta, semidestruida.

Me acomodé en el dormitorio de las muchachas, pues era parte de mi trabajo acompañarlas en sus ha-bitaciones. Al amanecer del siguiente día pregunté ¿A dónde me baño? Y la respuesta fue: Vamos todas al río. Al regresar, la rutina seguía con el desayuno, lue-go a dar clases; por cierto, yo impartía Economía del Hogar, Matemáticas, Ciencias.

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Han dejado huella en mí, como momentos feli-ces, la acogida que recibí de don Daniel Villama-riona, Luís Ángel Rodríguez y otros. Cada persona que encontré allí me marcó profundamente, todos me ayudaron a crecer como persona. Me sentía en mi casa: el ambiente con mucho calor familiar. Nada es más agradable para mí que regresar a los años 50, 51 y 52, de esta experiencia inolvidable.

El ambiente era sencillo, existían limitaciones físi-cas; pero daba la impresión de libertad, era la úni-ca casa en la zona. El edificio había sido destruido, todo había que hacerlo. Todo también se compensaba con la riqueza espiritual y emocional que se perci-bía. Los maestros impulsores del Proyecto: don Daniel Villamariona, con su suavidad y eterna sonrisa, gran carisma de líder, este señor poseedor de suficiente “inteligencia emocional” estableció “redes” que aún están fuertes y vivas. Luís Ángel Rodríguez: gran se-ñorón elegante, con gran capacidad de trabajo. Ma-rio Godínez: simpático y cordial, que convenció a su mamá y hermanas para atendernos a alumnos y maestros. Los jóvenes Mario Molina y Adolfo Pérez Guerra, agrónomos graduados del Zamorano. ¡Qué lujo de profesores! Los recuerdo con sus botas y herra-mientas agrícolas. Enseñaban teoría. Y lo mejor: nos enseñaron a amar la tierra. Todo este equipo de alum-nos y maestros formábamos una verdadera comunidad alegre y limpia.

Las gradas del frente del edificio eran el lugar de la cita después de la cena. Aparecían guitarras,

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canciones, todo lo que hiciera ruido. Rápido se ar-maba el coro; ternura, calor familiar, dulzura, se des-prendía de esa actividad. Y ¿cuáles canciones eran las preferidas? –“Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con C… café”. Luego, “Un elefante se balanceaba, etc.”

Con estas canciones nos volvíamos niños. Se con-vertían en arrullos para aquellos jóvenes limpios y sencillos. Algunos nombres vienen a mi memoria: Tiji-boy, Cerna, Max Anaya, Marroquín, Burgos, Margarito Calderón, Cubías, etc. Algunos de ellos procedían de lugares lejanos y tenían algún oficio.

Esta Escuela, me marcó profundamente: convivi-endo, compartiendo, escuchándoles, aconsejándolos, y ellos, los jóvenes, ¿qué me enseñaron? El profundo respeto hacia los demás, su sencillez y humildad. El Plan de la Escuela consistía en resumen: teoría por la mañana y práctica por la tarde.

Actividades:

a) Instalación de cañerías de agua potable. b) Reconstruir el edificio.c) Cultivar la tierra.d) Crianza de animales.

Este Plan tuvo éxito, pues al final los alumnos sa-lieron maestros con vocación agrícola. Las prácticas se iniciaban en la escuelita anexa, con la dirección de la señorita Nora Mira, y luego, en las escuelas rurales

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de la zona. Los alumnos se trasladaban a convivir con familias de la comunidad en condiciones mínimas; sin energía eléctrica, ni agua potable, donde desarro-llaron su sensibilidad. Todos estos jóvenes al pasar el tiempo, son grandes personas, algunos agrónomos, ingenieros, abogados, etc. No me sorprende que con-tinúen como familia solidaria, con lazos fuertes.

Muchachos, yo les envío un saludo cariñoso. ¡Han pasado, cuántos años de esta experiencia! Me siento orgullosa de todos ustedes y honrada por haber com-partido: tiempos felices.

Mis Recuerdos y GratitudPor Salvador Fonseca PinedaSan Salvador, abril de 2007

Allá por marzo de 1953, siendo Director del Plan Básico de la ciudad de Armenia, llegó a visitarme el entrañable amigo y compañero Luís Ángel Rodríguez; qué alegría recibir a Luís Ángel, con quien habíamos iniciado nuestra vida profesional, en la ciudad de Jay-aque en 1944, como profesores auxiliares en la Es-cuela de Varones “Las Américas”.

Jamás me imaginé que esa reunión sería el inicio de un cambio en mi vida personal y profesional. Luís llegó precisamente a invitarme a que me sumara al personal docente de la Escuela Normal Rural de Izalco. Me des-

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cribió la Escuela, su filosofía, métodos y organización, me explicó que era un internado y que los maestros permanecían disponibles las veinticuatro horas durante quince días continuos. Lo pensé mucho, pero después de algunos días me volví a reunir con él y con Daniel Villamariona, a quien no conocía, y le manifesté que me gustaría colaborar en la formación de maestros, que también era una nueva experiencia para mí.

Así, el 21 de abril del mismo año, salí nombra-do como Catedrático con funciones de Inspector en la Escuela Normal Rural de Izalco, y comencé una nueva vida: Aprendí a madrugar, nos levantábamos a las 4 de la mañana para bañarnos antes que los alum-nos, en una gran pila, proyectada y construida por los alumnos, aprovechando una fuente que estaba muy cercana al dormitorio de los varones. Después, los alumnos tomaban el baño y a las 6 de la mañana la campana avisaba que comenzaba una hora de estu-dio. Después del desayuno comenzaban las clases y yo enseñaba Aritmética, Algebra y Geometría. Por tur-nos entre los maestros controlábamos la distribución de los alimentos.

Después del almuerzo venía la siesta, todos a dormir, qué hora más agradable a pesar del calor. Luego, al trabajo de campo, cada maestro tenía su grupo. El mío era el de mantenimiento, Álvaro Eve-gario era mi gran auxiliar, trabajábamos duro con una vieja planta eléctrica, la que arrancábamos con una cigüeña que manejaba uno de los muchachos, mientras otro, con una antorcha acercaba el fuego

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al carburante para iniciar la ignición. Era peligroso pero no había otro camino. Con frecuencia se nos arruinaba la planta y había que desarmarla para limpiarla y ajustarla, cosa que nos llevaba un par de días o más, entonces no había luz eléctrica y en la noche muchas guitarras alegraban el ambiente.

Con Rogelio Sánchez, teníamos una actividad muy especial que periódicamente realizábamos con mucho esmero y cuidado, la elaboración de los test para los exámenes trimestrales y finales, todos los maestros nos daban los originales escritos a mano para que nosotros elaboráramos los esténciles a máquina, cosa que, como no éramos buenos mecanógrafos, nos costaba bastante, nos tomaba mucho tiempo y utilizábamos mucho líquido corrector. Luego, los pasábamos al mimeógrafo y sacábamos las copias que guardábamos con mucho sigilo, en un lugar secreto. Los exámenes eran acontecimientos muy importantes, se realizaban en los corredores y todos los maestros participábamos cuidando que no hubiera formas de copiar, para lo cual algunos alumnos eran muy listos.

Recuerdo como eran de estrictos, el Profesor de Agronomía Pérez Guerra y la Señorita Leonor Mon-toya y muy condescendiente y paterno el Profesor En-rique Benítez Sosa.

Después de las actividades vespertinas y la cena, los alumnos pasaban a hacer sus tareas y repasos de los estudios diarios y algunos a iniciar el descanso con una pequeña dormida en el pupitre.

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Algunos maestros, entre ellos Rogelio Sánchez, Quique Benítez, Víctor Manuel Santos, después de acostar a los alumnos, nos reuníamos en algún lugar, ya sea en la Cancha de Basketball o en la glorieta diseñada y construida por los estudiantes, o para disfrutar de un momento de esparcimien-to, ya que durante el día no podíamos reunirnos para platicar, pues cada uno en alguna actividad estábamos ocupados. Estos momentos, a veces eran tan gratos que nos tomábamos un buen tiempo y nos acostábamos muy noche.

Todas estas actividades y otras más, algunas de diaria rutina como la Oración a la Bandera, la prédica de valores que hacía Daniel y la práctica de exponer algún tema por parte de los alumnos, las actividades del campo por las tardes, me enseñaron lo que es una verdadera escuela, en donde el aula es una parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, que se comple-mentaba ricamente, participando con el alumno en el hacer cotidiano, para la formación de habilidades y destrezas, y así lograr una formación integral que pre-pare para la vida al educando.

Gracias doy a Dios por haberme enviado a esta Es-cuela, donde enseñé algo, pero aprendí mucho de sus maestros y alumnos.

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Testimonios de Padres de Familia.Formar una gran familia: estudiantes, padres de

familia y maestros fue el objetivo primordial que pre-tendió alcanzar nuestra Madre Escuela. Con humil-dad podemos expresar que ese objetivo fue logrado. Madre Escuela la llaman los entonces estudiantes; Madre Escuela la llamaban también algunos padres de familia; y, Madre Escuela la llamamos, aún ahora, quienes fuéramos en esa época los mentores. Sin más comentarios, trasladamos algunos testimonios que son muy elocuentes.

Jorge Ramírez Chulo“Jocoaitique, 18 de agosto de 1956.- Profesor Don

Daniel Raúl Villamariona, Director Escuela Normal Rural de Izalco, -Distinguido Profesor: La curva men-tal de progresión de Adalberto (Quinteros Chulo), el hijo material mío, y el hijo espiritual de usted me dice y nos dice que se ha hecho algo por la juventud idea-lista en la conquista espiritual de nuevos propósitos docentes. La yesca espiritual que usted supo encender en ese joven es a todas luces lo que todos soñamos para la palingenesia total de nuestro medio, por cuan-to en la forma y en el hecho, la Normal Rural, nos

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está dando la experiencia tonificante de una realidad normativa y encausadora, que nunca la vimos en otras latitudes colegiales.

En mi subcircuito hay muchos hijos de usted tra-bajando. Y con ellos hemos podido advertir nuevos milagros de la voluntad poniendo de paro lo que us-ted está haciendo. Si, haciendo sin dandismo y sin película. Sin almanaque y sin catecismo. Ya es tiempo que la Pedagogía abarque la emoción para que la ju-ventud dilate sus reservas en oxígenos de más alturas, con nuevas habilidades ponderables al deseo integral de la inteligencia.- No se imagina usted como estoy de contento y ya me imagino como se ha de sentir usted de contento cuando sus alumnos abren nuevas sorpresas de alegrías. Por ésta, y por todo lo que usted ha hecho por Adalberto, y por lo que hará por Carlitos (Cortés Ramírez), mis agradecimientos.

Elena Díaz.

“Ahuachapán, 27 de julio de 1956.- Sr. Don Raúl Villamariona. Sonsonate.- Estimado Señor: Mi mayor respeto para con usted y su querida escuela.- Señor: Remítole estos Diez Colones como un donativo para la madre Escuela a nombre de mi hijo Carlos.- Espero no me sean rehusados.- Su servidora.

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XV. Portal de las MusasEste espacio capta las inquietudes literarias y artísti-

cas de algunos de los ex–estudiantes de la Escuela, quienes de diferentes maneras expresan el amor y el reconocimiento al Centro de Estudios que les formó y que les dio la llave mágica para alcanzar un futuro promisorio en los diferentes esce-narios de su vida, en el campo famil-iar, profesional o académico.

Himno del Normalista Rural(Letra y música de Burgos,

Calderón y Moreno)

Normalistas rurales cantemosen loor del amor fraternal

que resuenen doquiera que estemoslas virtudes de nuestra Normal.

Vive Izalco a nosotros unidosjunto al alma de aquel caserón;guarda el río en cristales tendidoese huerto de nuestra oración.

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Hoy estamos unidos hermanospor un nexo fecundo de amor;enlacemos felices las manos

dando gracias a nuestro creador.

El poema que a continua-ción se presenta, ocupó el 2º. Lugar en el Certamen Litera-rio promovido por la Escuela Normal en mayo de 1952, con motivo de ser coronada Reina de la Escuela, Eva Graciela Hernández. Esta es parte de las actividades sociales y culturales que se desarrollaban en aquella Escuela.

Honor a tu bellezaPor Adolfo Antonio Moreno

Promoción 1953

Cubierta de sonrisas opalinasla tarde quieta con fulgor te llama,mientras tanto las aguas cristalinas

te decoran celeste filigrana.

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Filigrana de luz que se adormeceen el quieto frescor de tus destellos,son zafiros sutiles que embellecen

la tierna emanación de tus cabellos.

Tus cabellos que duermen soñadoresbajo el quieto brillar de tu coronatus cabellos que lucen lindas floresson la luz que en Apolo se sazona.

Se sazona esa luz tibia y divinaen el prisma celeste de tus ojos,

cuando oprime la tarde diamantinacon grata inspiración sus labios rojos.

Llega ahora mi canto en raudo vueloa olvidar en tu regazo sus tristezas,

mientras surca impoluto por los cielostu nombre que es crisol de la belleza.

Viva siempre ese nombre en la poesía,y que vivan tus damas en tu nombre,para que puedan ofrendar pleitesía

la sempiterna inspiración del hombre.

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EscuelitaPor Oscar René Martínez

Promoción 1955

Yo vine de un rinconcitoa esta escuela querida.

Lugar donde no hay pesares,sitio de paz y de amor.

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Desde el día en que llegamosla escuela extendió su manto.

Corrieron sus lindos ríosal retumbo del Izalco.

Escuelita, escuelita, escuelita,tierra linda donde no hay pesares.Tus alumnos son bien decididosporque entregan todo el corazón.

El día que nos vayamosde esta escuela querida,

irá el corazón heridopor tan sensible partida.

Mas nunca la olvidaremos,los ratos que aquí pasamos,las dichas que disfrutamosflorecerán en canciones.

Escuelita…

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Quincuagesimo Segundo Aniversario (1950 – 2002)

Escuela Normal Rural de Izalco AcrósticoPor Luís Felipe Pineda GuzmánPromoción 1958San Salvador, 9 de marzo de 2002

El Salvador dejó escrito en la historia un razonamiento sanoSeleccionando un lugar maravillosoCreando con este criterio, hace cincuenta y dos añosUna Escuela de maestros para futuras generacionesÉramos adolescentes, algunos quizá en la pubertadLa Normal, abre sus puertas y nos deja una secuelaA cada alumno le brinda una bella oportunidad

Nadie protesta, éramos hijos de la Madre EscuelaOrábamos a cada instante, pidiéndole al CreadorReligiosamente decíamos también el Credo del OptimistaMaestros y alumnos dejamos en el campo ese sudorAroma de juventud, que ya se perdió de nuestra vistaLos años han pasado como un sueño fugaz de primavera

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Recuerdos quedan, cual si fuera un cuento de HadasUbicando las musas como para una quinceañeraRebosante de alegría, escribe el poeta estas pinceladasAhora, ya casi en el pináculo de la vidaLos versos escritos aquí, son para recordar

Imágenes de todo ese legado recibidoZona ¿dos? Y todos esos lugares bonitos para amarAquellos hermosos años, de armonía y buena venturanzaLos recordamos siempre igual que un centinelaComo una luz verde de química y bonanzaO, como un maestro que ama su alma gemela.

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Por José Raúl Calderón IrahetaPromoción 1953Marzo de 1984

Sonsonate

Lugar de cocoteros socorridosde los bohemios ríos trasnochando.

Menjívar y sus versos resumidosvan en potro de luna cabalgando.

Sonsonate la estirpe del venado.del “nahuat” cada vez más extinguido,

tu Izalco es un gigante avejentado,tu Acajutla es barco humedecido.

Tus aguas medicinas sin farmaciaestán en las riberas de Nahulingo;

aquí te deja la mujer su graciacuando sube el placer de su domingo.

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Almas en el AlmaPor Felipe Jesús Burgos

Promoción 1954Junio 2006

In Memoriam¡Cerro misterioso!

¡Aulas. Campiña. Estrellas!-Recorred Izalco-

Y de su cobijo… maestros mostradnos.

De pronto… al ojo intriganteUn leve reflejo

Y sombras esquivas.¡Espectros! ¡Un eco!¿Quizá sean ellos?

Y el abismo celestial prorrumpe:-Ahí… en los poros de vuestra alma, depositados

tengoA vuestros compañeros.

Y murmura también la Madre Tierra-De mis entrañas.... en polvo cósmico

He devueltoa vuestros compañeros.¡Oh Cielo! ¡Oh Tierra!

¡Oh! vaga consolación.

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Dónde estabas tú, cuando… Por Oscar Armando Portillo Luna

Promoción 1967Antiguo Cuscatlán, marzo de 2007

Dónde estabas tú, cuandoun comando de sabios visionarios

se tomó por asalto una vieja prisión,para formar un ejército juvenil

de sembradores del saber.

Dónde estabas tú, cuandouna cipota de Concepción Batres

inundó con sus lágrimasun Cantón llamado Talcomunca,

en el mapa de El Salvador, la víspera del viajea un lugar mágico donde fabricaban maestros.

Dónde estabas tú, cuandouna cuadrilla de maestros adolescentes

construyó la calle del Cantón San José Palo Grande,y le cambiaron la vida a sus pobladores

a golpes de piocha y azadón.

Dónde estabas tú, cuando unosadolescentes cantaban “Mi Cafetal”

y otros ensayaban a ser poetas,hilvanando versos en hojas de cuadernos.

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Dónde estabas tú, cuandola Billo‘s Caracas Boys

amenizaba los bailes sabatinosde la Escuela Normal,

arropando romances juveniles.

Dónde estabas tú, cuandoel Río Cenizas y el Chorrera Blanca

se quedaron preguntando por los jóvenes,cuando en 1968 le cerraron la casona

a la “Madre Escuela”.

Dónde estabas tú, cuandoel viejo Conacaste,cual gigante herido,

se desplomó a los pies de los depredadores,dejando sin casa a los pájaros cantores.

Dónde estabas tú, cuandoel Coloso de Izalco,

cual silencioso centinela,lloró de tristeza cuando vio

secarse el manantial,que a borbotones,

llenaba la “Pilona”.

Dónde estarás tú, cuandola “Madre Escuela” te convoque,

con sus brazos abiertos,para celebrar amorosa tus triunfosy enjugar tu llanto en los dolores.

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Dónde estarás tú, cuandolas voces de filial cariño

se vayan apagando poco a poco,y tú te quedes acariciando

recuerdos lejanos y fotos amarillas,empolvadas por la Calle de Talcomunca.

Volcán de Izalco

El Conacaste,silencioso confidente.

A Talcomunca:Camino de maestros.

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XVI. Conclusiones• La filosofía educativa de la Escuela Normal Rural de

Izalco descansaba en la tríada cariño, tolerancia y comprensión; un régimen disciplinario flexible, pero firme en la conducción de estudiantes que pasaban por la difícil etapa de la adolescencia.

• Esta Escuela Normal constituyó un hito importante en la historia de la formación de maestros en El Salvador, pues los alumnos de sus primeras pro-mociones, fueron constructores de las instalacio-nes físicas de la Escuela, al tiempo que construían su personalidad y su formación como docentes.

• En esta Escuela se formaron maestros con un perfil especial para desempeñarse en la zona rural de nuestro país, incluyendo en sus programas educati-vos asignaturas no tradicionales, que complemen-taban a las contempladas en los planes de estudio de las demás escuelas normales.

• El proceso de selección, que aunque representa costos adicionales en el proceso educativo, es de suma importancia en una carrera destinada a la formación educativa de las nuevas generacio-nes, que para bien o para mal, serán reflejo de sus maestros.

• La carrera de maestro demanda, al igual que la carrera de medicina, una práctica previa; las

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prácticas docentes in situ realizadas por los aspi-rantes a maestros, durante un período de 45 días, consolidaban la formación teórica y práctica de nuestros maestros graduados.

• La información testimonial de nuestros graduados demuestra que la teoría y la práctica recibida en la Escuela fue determinante para que ellos se consti-tuyeran en agentes de cambio en las comunidades en las que les correspondió desenvolverse, asumi-endo un rol de liderazgo que contribuyó a mejorar las condiciones de vida en dichas comunidades.

• La vida estudiantil a través de diferentes activi-dades educativas, culturales, sociales deportivas y demás, que marcaron la personalidad de los gra-duados, hizo de éstos, mujeres y hombres soli-darios, con un espíritu de grupo a toda prueba, lo que se advierte en la formación de una Asociación de Maestros de la Escuela Normal Rural de Izalco, que hasta la fecha, pasadas cinco décadas man-tiene incólumes los lazos fraternales entre ellos, los cuales se han extendido a sus grupos familiares.

• La convicción de alcanzar objetivos firmes y promisorios, se fortalecía día a día con el Credo del Optimista, del conocido autor Christian D. Larson; una actividad de avanzada para la época, a semejanza de las grandes industrias japonesas y de otros países del mundo desarrollado, con su Misión, Visión, Valores y Principios empresariales. Esos pensamientos estimulantes en las mentes

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maleables de la juventud los dejaron marcados en forma positiva para toda la vida.

• La visión pragmática en la formación de docentes de la Escuela, de aprender haciendo, podría afir-marse que generó los frutos que el país esperaba a través de su inversión en ese proyecto educativo.

• La formación de estos sembradores del saber ha tenido su efecto multiplicador en diferentes as-pectos, ya que muchos de ellos crearon nuevas escuelas a través de su gestión personal como líderes comunitarios.

• Igualmente, es digno de mencionar que muchos de los hijos de aquella Madre Escuela se con-virtieron en profesionales competentes en dife-rentes áreas de la educación universitaria, y pudieron escalar posiciones importantes en dife-rentes ámbitos, tanto en el sector privado como en el sector público. Algunos de ellos se con-virtieron en renombrados mentores de universi-dades prestigiosas de nuestro país.

• No podemos concluir este trabajo, sin manifes-tar un reconocimiento imperecedero a las auto-ridades educativas de la época, que tuvieron la visión acertada de crear una institución especial para formar maestros destinados a uno de los sec-tores que mayores necesidades y carencias afron-ta, como es el sector rural de nuestro país.

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Reflexiones finales al oído de los educadores• La educación, para que cumpla su verdadero

propósito, debe servir para enseñar a vivir en una forma sana, útil y provechosa.

• La necesidad, en cualquiera de sus formas, sólo puede ser combatida cuando en el alma del hombre se im-planta el espíritu de lucha, el afán de superación y la autoestima de cada ser.

• La enseñanza debe ser impartida en un plano más humano que teórico, dando sentido de utilidad in-mediata a los conocimientos que se imparten.

• El cultivo de los valores humanos, cívicos y morales puede lograr resultados efectivos si se realiza en for-ma práctica, concediendo prioridad al ejemplo sobre las prédicas verbales.

• Se aprende mejor de aquel a quien queremos, porque la educación la transmite mejor quien ama a quienes educa y que ama lo que hace.

• La escuela y el hogar, cuando armonizan sus propósitos y la forma de alcanzarlos, forman mu-jeres y hombres sanos de alma y cuerpo, que viven en una forma sana, útil y provechosa, y contribu-yen al bienestar individual y colectivo.

• Se fomenta la dignificación del hogar con la prácti-ca cotidiana del respeto, la amabilidad, la cortesía y el amor entre los miembros del grupo familiar.

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Anexos

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Anexo 1

Decreto Ejecutivo mediante el cual se crea la Escuela Normal Rural de Izalco.

D.O. 16 de noviembre de 1948.Decreto Ejecutivo No. 16 (12 de noviembre de 1948)

“El Poder Ejecutivo de la República de El Salvador,

CONSIDERANDO:

Que la mayor parte de la población salvadoreña reside en el campo, y confronta situaciones especiales de cultura, movilidad y aprovechamiento de los recur-sos naturales;

CONSIDERANDO:

Que la Escuela Rural debe ser el centro de las actividades cívicas y técnicas de las comuni-dades campesinas para lo cual urge una reforma de la educación enderezada a lograr el arraigo del campesino, la formación de su conciencia como individuo y como miembro de la nación, el mejo-ramiento de su nivel de vida, su alfabetización y el conocimiento pleno de los sistemas modernos para evitar la erosión de los terrenos;

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CONSIDERANDO:

Que esa Escuela Rural presupone una especial pre-paración de los maestros a cuyo cargo correrá la edu-cación de los campesinos salvadoreños, preparación que sólo podrá lograrse en un centro pedagógico inte-gral y específico.

POR TANTOen uso de sus facultades constitucionales,

DECRETA:

Art. 1º. Fúndase la Escuela Normal Rural para la formación del profesorado que dirigirá la educación rural en El Salvador.

Art. 2º. Encomiéndase al Ministerio de Cultura la realización administrativa del presente Decreto que entrará en vigencia desde el día de su publicación en el Diario Oficial.

Dado en el Palacio Presidencial: San Salvador, a los doce días del mes de noviembre de mil novecien-tos cuarenta y ocho.

Salvador Castaneda Castro,Presidente de la República.

Efraín Jovel Ministro de Cultura.”

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Anexo 2

Directores y Personal Docente de la Escuela Normal Rural de Izalco

Directores1. Eustasio Antonio Nolasco2. Daniel Raúl Villamariona 3. Víctor Manuel Peraza4. Julio Domingo Urrutia5. Salvador Ajuria6. Mario Oscar Godínez7. José Alberto Colocho

Miembros del Personal Docente

1. Margarita Abarca2. Rolando Abarca3. Julio César Amaya Vela4. María Dolores Andino5. Francisco Aparicio6. Petrona Arévalo de Vindel7. Fabio Baides 8. Cecilio Barraza 9 Héctor Otto Barraza

10. Felícita Barrera11. Enrique Benítez Sosa12. Carlos Burgos13. Manuel Guillermo Campos14. Paúl Arístides Campos15. Concepción Carías16. Carlos Castillo17. Oscar Gilberto Cerna18. Napoleón Cortez

Maestros de la Escuela en 1961 con su Director Don Salvador Ajuria

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19. Ricardo Napoleón Cruz20. María Cruz Palma21. Ada Luz Domínguez22. Francisco Javier Escobar23. María Julia Espínola de Gutiérrez24. Mario Enrique Estrada25. Julio Alberto Ferrufino26. Blanca Rosa Flores27. Regina Flores28. Salvador Fonseca29. María Lidia Funes Morataya30. José Fernando Galeano Ochoa31. Guillermo Federico Guadrón32. Amalia Gutiérrez33. Maximino Gutiérrez34. Mirtala Gutiérrez35. Marcelina Herrador36. Oscar Ibarra37. Julia Jovel38. Beniamino López39. Francisco López Barrientos40. Graciela March41. Julio Mata. 42. Elinor Mayorga43. María Enma Meléndez44. Nora Armida Mira45. Altagracia Molina46. José Mario Molina

47. Leonor Montoya48. Héctor Morales49. Concepción Horalia Morán

Echeverría50. Oscar Armando Morán Toledo51. Régulo Pastor Murcia52. Ricardo Orellana López53. Adolfo Pérez Guerra54. Basilio Adán Pocasangre55. Saúl Israel Ponce56. Delia Rodríguez57. Luís Ángel Rodríguez58. Rosa Amelia Rodríguez59. Juana Romero60. José Isolino Rosa 61. Armengol Rosales62. Jorge Salguero63. Rogelio Sánchez64. Víctor Manuel Santos65. Rafael Antonio Segovia66. Gabriela Silva Amaya67. Enoy Tóchez68. Fernando Torres Avalos69. Filiberto Antonio Trujillo70. Eulalio Urbina71. Guillermo Valencia72. Milady Vásquez73. Gonzalo Ventura

1967:Maestros y alumnas

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Anexo 3

La Foto de mi Graduacion

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Acto de Graduación: 24 de noviembre de 1955,celebración realizada en la Escuela.

Autoridades de Educación en Acto de Graduación de 1961,efectuado en Sonsonate.

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Acto de graduación celebrado en el Teatro Nacional de San Salvador, 1964.

Graduada de la Promoción 1963.

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Las PromocionesEn esta sección se incluyen en orden cronológico,

fotografías de las diferentes promociones de graduados, durante la vida de la Escuela. En algunos casos, no fue po-sible obtener la fotografía de la graduación, por lo que se han incluido fotografías de grupos parciales o fotografías de la celebración de algún aniversario de graduación.

1951: Los Maestros Rurales Pioneros, recibidos por el Presidente de la República Coronel Oscar Osorio.

(24 Graduados)

1952 (17 Graduados)

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1953

1954 (42 Graduados)

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1955 (46 Graduados)La Barrida Alegre

1956

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1957 (Los Camilos y Las Camilas)

1958 (Los Canegües)

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1959

1960

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1961 (50 Graduados)

1962

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1963

1964 (21 Graduados)

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1965

1965

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1966

1967: La última cosecha.

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Anexo 4

Una Tipica Graduacion en la Escuela Normal Rural de Izalco

“LA BARRIADA ALEGRE” – Fecha de Graduación:24 de Noviembre de 1955.

GRADUACION DEL AÑO 1955

La Escuela Normal Rural de IzalcoTiene el honor de invitar a usted y

a su apreciable familia a los solemnesActos de Graduación y Clausura

de labores educativas, que tendrán realización el día24 de Noviembre (de 1955) a las 10 a. m. de acuerdo

con el Programa que acompaña.

En espera que nos distinguirá con su amable presenciaquedamos de usted afectísimos y atentos servidores.

Por el Personal Docente y Alumnado,

Daniel Raúl VillamarionaDirector

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Acto de Graduación

1. Himno Nacional, cantado por los Jóvenes Graduados.2. Análisis de Experiencias de Práctica Docente, por

uno de los Jóvenes Graduados.3. Interpretación Musical, a cargo del Conjunto de

Cámara bajo la dirección del Maestro Abraham Soto Domínguez.

4. Entrega de Títulos, por los señores Ministro y Sub-secretario de Cultura, palabras por el Señor Minis-tro de Cultura Dr. Reynaldo Galindo Pohl.

5. Interpretación Musical, a cargo del Conjunto de Cámara bajo la dirección del Maestro Abraham Soto Domínguez.

6. Actuación Especial de una Comunidad Rural de la Zona de Ensayo de la Escuela.

7. Entrega del Premio “Coronel Gustavo Vides Valdés.”8. Palabras de Despedida, por uno de los Jóvenes

Graduados.9. Interpretación Musical, a cargo del Conjunto de

Cámara bajo la dirección del Maestro Abraham Soto Domínguez.

10. Palabras Finales, por el Director de la Escuela Nor-mal Rural, Profesor Daniel Raúl Villamariona.

11. Interpretación Musical, a cargo del Conjunto de Cámara bajo la dirección del Maestro Abraham Soto Domínguez.

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Programa GeneralDía 21 Visita de los Jóvenes que se gradúan a las

Comunidades Rurales donde realizaron su Práctica Docente Integral.

Día 22 Misa de Acción e Gracias, 6 a. m.Día 24 1) Alegres Mañanitas, 3 a.m. 2) Alborada, 4 a.m. 3) Acto de Graduación 4) (Según Programa Especial) 10 a.m. Concierto Bailable – Carnet Musical: Orquesta Barrientos, 2:15 p. m. 5) Almuerzo de Gala,1:00 p. m.

La Barriada Alegre.

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Anexo 5Galería de fotografías de diferentes actividades

realizadas en la Escuela Normal Rural de Izalco.

Isaura Castillo, Reina ENRI 1965.

Folklore.

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Softball.

Fútbol.

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Fútbol.

Atletismo.

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Basketball.

Grupo Musical.

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Civismo

Como familia, compartiendo los alimentos.

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Alma de Artistas.

Alumnos Practicantes.

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Trío Musical.

Día de fiesta.

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Un entorno natural privilegiado.

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Todavía hay tiempo de agradecer aDios por la vida, que aunque efímera,

aún está en nosotros.

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Esté libro se imprimió enTalleres Gráficos UCA,

en junio del 2007.