Entre pneumatología, cristología, antropología y … · Introducción 1. Pneumatología y...

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F A C U L T A D D E T E O L O G Í A D E P A R T A M E N T O D E T E O L O G Í A D O G M Á T I C A Y F U N D A M E N T A L Entre pneumatología, cristología, antropología y soteriología Divagaciones sobre una costura teológica necesaria y pendiente Tesina para la obtención del grado de Licenciatura Autor: Salvatore Collura, SJ Director: Prof. Dr. Gabino Uríbarri Bilbao, SJ MADRID Enero 2017

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  • F A C U L T A D D E T E O L O G A

    D E P A R T A M E N T O D E T E O L O G A D O G M T I C A Y F U N D A M E N T A L

    Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y

    soteriologa

    Divagaciones sobre una costura teolgica

    necesaria y pendiente

    Tesina para la obtencin del grado de Licenciatura

    Autor: Salvatore Collura, SJ

    Director: Prof. Dr. Gabino Urbarri Bilbao, SJ

    MADRID

    Enero 2017

  • - I

  • - II

    A mis compaeros. De ayer, de hoy y de maana.

    A mis directores espirituales: Cecil y Pablo.

    A mis superiores Ignazio, Nacho y Carlo.

    A mis profesores de Palermo y Madrid.

    A mi familia y a todos los amigos.

    A los peregrinos que no dejan huellas.

    Al Dios Uno y Trino.

  • - III

    Siglas y abreviaturas

    AG: Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad gentes

    AAS: Acta Apostolicae Sedis

    BPat: Biblioteca Patrstica

    CChr.SL: Corpus Christianorum. Series Latina

    CEC: Catecismo de la Iglesia Catlica, 1992

    CG: TOMMASO D'AQUINO, La somma contro i Gentili

    DPAC: Dizionario Patristico e di Antichit Cristiana, 1983

    DS: DENZINGER H., Enchiridion Simbolorum

    GS: Constitucin Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes

    LG: Constitucin Dogmtica sobre la Iglesia Lumen Gentium

    NDE: DE FIORES S. GOFFI T., Nuevo Diccionario de Espiritualidad, 19915

    NDPAC: Nuovo Dizionario Patristico e di Antichit Cristiana, 2007

    OT: Decreto sobre la formacin sacerdotal Optatam Totius

    PG: Patrologa Greca

    PL: Patrologa Latina

    ST: TOMMASO D'AQUINO, Summa Theologiae

    UR: Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio

  • Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa. Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente.

    Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 1

    Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas

    En el 2004, examinando la situacin de la teologa ecumnica, W.

    Kasper1, al recoger las tesis de unos telogos ortodoxos y protestantes,

    comentaba que, adems de la cuestin del ministerio eclesial (sacramento

    del orden en sus grados y ministerio petrino), lo que sigue separando a los

    cristianos y a sus Iglesias sera la consideracin ofrecida al Espritu en su

    accin ad intra et ad extra Trinitatis.

    De un tiempo de olvido del Espritu hablaba J. Moltmann2 en

    1991. Despus, sin embargo, aada que, en el intento de dar nueva

    atencin al tema y llenar el vaco, en la literatura teolgica ms reciente se

    habra podido incluso hablar de un aluvin de escritos sobre el Espritu,

    una autntica obsesin. De hecho, los estudios bblicos, patrsticos y

    dogmticos de todo tipo, desde las intuiciones de finales del siglo XIX

    hasta ahora, se han multiplicado.

    Cabe decir que todava estamos lejos de una recepcin plena de

    estas aportaciones en el desarrollo sistemtico de los tratados teolgicos:

    muchos intentos de encontrar nuevas formulaciones, a pesar de la cantidad

    de veces que se haban solicitado por parte del mundo teolgico, se han

    encontrado bajo la sospecha de querer constituir una va de salvacin

    alternativa a la nica mediacin del Verbo Encarnado y de la Iglesia.

    1 Cfr. K. KASPER, La Teologa Ecumnica: situacin actual, en Dilogo Ecumnico,

    123 (2004), 87-105.

    2 Cfr. J. MOLTMANN, El Espritu de la Vida. Una pneumatologa integral, Sgueme,

    Salamanca 1998, 13-16.

  • Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 2

    A mi modo de ver, desde una perspectiva muy limitada y todava

    incipiente, uno de los nudos principales para la integracin del desarrollo

    teolgico que se ha dado en la pneumatologa reciente consiste en la

    relevancia que se le otorga en soteriologa. En la introduccin de uno de

    sus textos ms conocidos3, A. J. Mhler declaraba:

    Comincio dallo Spirito Santo. Potr sembrare strano che

    non cominci da Cristo, centro di tutta la nostra fede []. Ho

    preferito evitare di prendere le mosse da ci che tutti

    conoscono []. La mia intenzione stata di cominciare da

    ci che per la nostra via sta all'inizio in ordine di tempo.

    No tengo reparo en admitir que esta afirmacin ha condicionado

    todo mi inters teolgico personal, desde el 1999, ao de mi matriculacin

    en la Facultad Pontificia San Juan Evangelista de Palermo. El telogo

    que elabora su teologa es un ser humano y creyente como los dems:

    entonces, cmo se podra prescindir de lo que Mhler sostena? La

    existencia misma de la Iglesia se da en la fuerza del Espritu de

    Pentecosts, no solo su unidad y su santidad. Es ella misma la que, a partir

    del Smbolo de fe en su tercer artculo, se entiende como existente por y

    en la persona del Espritu. Me atrevera incluso a decir que no puede haber

    soteriologa sin una slida impostacin pneumatolgica (Cfr. Jn 16, 13).

    Tampoco puede pensarse ni ejercitarse la vida espiritual, comunitaria o

    personal, fuera de la accin del Espritu (Cfr. Gal 4, 6-7; Rm 8, 14-17).

    Lo dicho se aplica en todos los lugares de la vida de la Iglesia,

    desde la misma teologa sacramental y su actuacin litrgica: el don de la

    eucarista llega a los creyentes por la mediacin del Espritu, segn la

    epclesis de nuestras celebraciones. La reflexin teolgica, adems, o se

    entiende en el marco de los dones del Espritu o se reduce a algo

    meramente fenomenolgico, perdiendo, de hecho, lo ms central de su

    3 Cfr. A. J. MHLER, L'Unit nella Chiesa, cio il principio del cattolicesimo nello

    Spirito dei Padri della Chiesa dei primi tre secoli, Citt Nuova, Roma 1969, 4.

  • Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 3

    estatuto epistemolgico, a saber, la fe que busca su auto-comprensin.

    Parece increble que haya pasado desapercibida durante siglos esta

    exigencia central, si queremos dar fe a cuanto sostenan Moltmann y

    Kasper. Sin embargo, an no se le reconoce la adecuada importancia si

    miramos bajo una perspectiva sistemtica a la organizacin de los tratados

    teolgicos y de los grados acadmicos4.

    Si este es el caldo de cultivo en que quiere insertarse la presente

    tesina, an falta un marco general bien definido. Lo que estoy intentando

    proponer, de hecho, encuentra su rea ms amplia en el tratado de

    soteriologa. La caracterizacin ms prxima se hallara en la bsqueda de

    la especificidad pneumatolgica propia de ese tratado. Claro que, si es as,

    el estudio asume un corte sistemtico, ad intra del tratado de soteriologa

    y ad extra, mirando a su ubicacin en el conjunto de la dogmtica cristiana.

    Dicho de otra forma, pretendera responder a una pregunta

    candente: Sera posible y deseable redefinir en sentido (tambin)

    pneumatolgico y de forma explcita la soteriologa? Y, si as fuera,

    cules seran entonces los efectos sobre los otros tratados de la

    dogmtica? Ese enfoque, adems, implicara unas determinadas

    caracterizaciones epistemolgicas: entrara en el cuadro de los

    prolegmenos de la dogmtica.

    Por ser, justamente, este el objetivo que se quiere alcanzar, la

    investigacin, ya por s misma, se caracteriza como dogmtica en sentido

    propio: cmo dar razn de un protagonismo soteriolgico del Espritu,

    siempre en el marco ms amplio de la comn accin trinitaria, para que

    pueda constituirse como objeto formal en una organizacin epistemolgica

    coherente? Dnde y cmo se encuentran sus races?

    4 No son muchas las facultades que proponen un curso de pneumatologa, que yo sepa.

    Sin embargo, en la gran mayora de los casos, el tema viene tratado en el segundo

    ciclo de estudios.

  • Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 4

    Sin embargo, este planteamiento excede con creces las

    posibilidades reales de una tesina de licenciatura y supera mis capacidades

    personales. Cmo proceder sin abandonar el tema y ajustndonos a los

    lmites y posibilidades reales?

    Un autor muy cercano a nuestra institucin acadmica ha realizado

    aportaciones significativas, que se sitan en el trasfondo de la cuestin. Un

    estudio, sencillo y gil, recoge unas publicaciones redactadas por l mismo

    entre 1976 y 2006, a lo largo de sus aos de servicio y de ministerio. Me

    refiero al obispo jesuita Luis F. Ladaria y a la obra Jess y el Espritu: la

    Uncin5.

    Como ya se da a entender en el ttulo, ms que el desarrollo

    sistemtico de una pneumatologa, el texto quiere articular esta ltima con

    la reflexin cristolgica, a partir del misterio de la uncin en el Jordn6. El

    autor, volviendo su mirada a algunos Padres de la Iglesia, se propone

    profundizar en el evento de la vida de Jess de Nazaret que lo hace

    Cristo, es decir, Ungido. De este modo descubre, entonces, que, en el

    Jordn, la persona del Espritu Santo parece haber tenido un insospechado

    protagonismo, siempre en el marco de una ms amplia arquitectura

    teolgica en la que toda la Trinidad se encuentra comprometida.

    De hecho, el trasfondo prximo de esta intuicin se puede rastrear

    muy probablemente en un texto de 1961 de Antonio Orbe7. De entre los

    Padres de la Iglesia, parece haber sido de importancia decisiva la

    aportacin de Ireneo de Lyon, fruto ms maduro de la escuela asitica8.

    5 L. F. LADARIA, Jess y el Espritu: la Uncin, Monte Carmelo, Burgos 2013. De

    aqu en adelante lo cito como JE y doy el nmero de pgina de esta edicin.

    6 Sin considerar aqu la distincin que se da entre el relato de los sinpticos y el

    evangelio de Juan.

    7 A. ORBE, La uncin del Verbo. Estudios Valentinianos Vol. III, Libreria editrice

    dell'Universit Gregoriana, Roma 1961. En adelante, UV ms el nmero de pgina.

    8 Ha resultado interesante en este sentido la lectura de L. F. LADARIA, El P. Antonio

    Orbe: la gnosis y la teologa prenicena, en Revista espaola de Teologa, 67 (2007),

    417-463.

  • Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 5

    Sin entrar ahora en la discusin de las cuestiones que afrontar

    detenidamente ms adelante, cabe decir que detrs de estos estudios,

    patrsticos y dogmticos a la vez, late una preocupacin de fondo: en qu

    relacin estn la naturaleza humana y la naturaleza divina en la persona de

    Cristo? Y cul es el papel de su libertad humana a la hora de acoger el

    plan salvfico del Padre y actuar coherentemente con l?

    En efecto, para entender bien la soteriologa, tanto en clave

    cristolgica como segn las coordenadas pneumatolgicas, hay que volver

    al Concilio de Calcedonia y al proceso que all condujo. Y medir, pesar y

    examinar, una y otra vez, la consideracin ofrecida a la naturaleza humana

    de Cristo y la(s) antropologa(s) que estaban detrs. El tema ha sido

    recientemente investigado por G. Urbarri9 con interesantes conclusiones,

    que entrarn en la reflexin del presente trabajo con consecuencias

    determinantes.

    Hay tres jesuitas, entonces, Orbe, Ladaria, Urbarri que, de

    alguna forma, coinciden en considerar este espacio, entre cristologa,

    antropologa y pneumatologa, como de los ms desafiantes campos de

    investigacin de la teologa contempornea.

    Lo que se perfila es un comn denominador en apariencia rido,

    sutil y secundario que, efectivamente, encierra, segn la orientacin que se

    asume a la hora de contestar, unos grados de complejidad y de resultados

    de hondo calado, especialmente de cara a la credibilidad de la fe cristiana

    en su conjunto.

    Basta con pensar que desde Arrio hasta el intenso debate entre K.

    Rahner y H. U. von Balthasar, pasando por Cirilo de Alejandra, Anselmo,

    Duns Escoto y Lutero, una y otra vez, vuelven elementos que hay que

    poner bajo especial atencin: qu son la voluntad y la libertad en Cristo

    9 G. URBARRI, La singular humanidad de Jesucristo. El tema mayor de la

    cristologa contempornea, San Pablo - U. P. Comillas, Madrid 2008.

  • Introduccin

    1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 6

    y en nosotros? Cmo se da la salvacin para los hombres, si el hecho de

    la salvacin encuentra su cumbre en Jesucristo y en su singular

    humanidad? Cmo puede darse una salvacin universal realmente

    abierta a toda naturaleza humana fuera de una confesin explcita de la fe?

    Para contestar a estas preguntas hay que mirar, primero, a la

    Escritura y a las teologas pre-calcedonenses, para ver cmo los Padres,

    desde el inicio, interpretaban estos asuntos. Solo as se puede dar razn de

    unas respuestas que hoy en da parecen adquiridas y que, sin embargo,

    siguen desembocando en polarizaciones y tensiones no precisamente

    suaves. Una de estas tensiones es la que se genera exactamente a nivel

    ecumnico y, ms all, a nivel interreligioso, con el tema de la nica verdad

    y que, con toda su fuerza, volvi durante el Vaticano II, especialmente en

    los debates que llevaron a la composicin de Lumen Gentium, Unitatis

    redintegratio, Dignitatis humanae y, finalmente, Gaudium et spes.

    Segn el enfoque elegido, entonces, el presente trabajo quiere

    profundizar, a partir de la aportacin de Ladaria, en el misterio de la uncin

    (primer captulo) como clave hermenutica para comprender la

    articulacin entre naturaleza humana y naturaleza divina en Cristo, tema

    estudiado por Urbarri (segundo captulo), evidenciando las consecuencias

    que, desde aqu, se determinan para la pneumatologa y la cristologa a la

    hora de pensar la salvacin (tercer captulo). Los resultados de la

    investigacin as desarrollada pretenderan, por lo menos segn una

    primera aproximacin, tener una valencia para la sistematizacin interna

    del tratado de soteriologa y la sistemtica teolgica general.

    Al fin y al cabo, intentar contestar a dos preguntas: 1) Los

    estudios de Ladaria permiten lograr un equilibrio slido entre cristologa y

    pneumatologa? 2) Bajo qu presupuestos y con qu consecuencias?

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 7

    2. Las razones del tema

    Pero qu legitimidad tiene ese modo de proceder? Sobre qu se

    fundamenta? Las preguntas no aseguran cientificidad por s solas. Ahora

    bien, a pesar de todas las dificultades del tema y de mis limitaciones

    personales, no por ello puedo permitirme huir de las exigencias

    epistemolgicas del mundo acadmico y de la finalidad concreta del texto

    que presento. Tales exigencias son de coherencia, lenguaje preciso,

    sistematicidad y metodologa, en lnea con la tradicin de esta Facultad

    teolgica.

    Ladaria posee una larga bibliografa1 y, una y otra vez, ha vuelto

    sobre estos temas, tanto en sus manuales como en artculos y otras

    publicaciones 2 . Adems, como ya anticip, hay que contar con las

    aportaciones de los otros autores, en la medida en que se quiera dar

    horizonte y alcance realmente sistemtico y comparativo a la tesina. Tiene

    sentido, entonces, explicitar las razones y los criterios de coherencia

    interna que he tenido en cuenta durante la investigacin.

    Primero, hay que admitir que, de alguna manera, me han sido

    proporcionados directamente por el texto de Ladaria. Los primeros cuatro

    captulos de su libro Jess y el Espritu recogen otras tantas publicaciones3

    1 Vase la bibliografa final.

    2 Especialmente dos textos, L.F. LADARIA, Jesucristo, salvacin de todos, U. P.

    Comillas, Madrid 2007, en adelante JS. Tanto ese libro como JE, recogen, con

    pequeas revisiones, artculos y contribuciones redactados en diferentes contextos y,

    a veces, temporalmente muy distantes entre ellos. Esto testimonia la gran atencin

    que nuestro autor ha otorgado al tema de la mediacin nica y universal de Cristo en

    su doble vertiente cristolgica y pneumatolgica y la evidente coherencia de sus

    presupuestos. Adems, no extraa la atencin que dedica al mismo tema en las obras

    que se consideran como manuales, sobre todo: id., El Dios vivo y verdadero. El

    misterio de la Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 20104, 92-111; 139-163;

    443-471; id., Antropologia Teologica, PIEMME, Casale Monferrato 20023, 48-62;

    421-444; id., La Trinidad, misterio de comunin, Secretariado Trinitario, Salamanca

    2002, 173-236.

    3 Cfr. id., Humanidad de Cristo y don del Espritu, en Estudios Eclesisticos 51 (1976),

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 8

    que han aparecido, progresivamente, entre los aos 1976 y 2001.

    Curiosamente, con el captulo V se interrumpe el criterio temporal, con la

    introduccin de cinco artculos datados en 1989, 2000, 2000, 2002, 2006

    respectivamente. Se encuadra, as, una segunda parte del texto, cuyo

    enfoque se hace ms marcadamente patrstico. El autor se centra en tres

    autores de la Iglesia antigua: Hilario de Poitiers, Gregorio de Elvira y

    Atanasio de Alejandra.

    Por temtica y mbito de investigacin se puede pensar que el texto

    est dividido en dos partes: la primera de carcter bblico, dogmtico y

    sistemtico y la segunda como coleccin de testimonios patrsticos 4 ,

    aproximadamente, del siglo IV, trados a colacin para profundizar y

    aclarar el tema segn la perspectiva del autor.

    Concentrando la mirada sobre la primera parte, antes que nada, se

    puede subrayar una fuerte continuidad temtica interna: en todos los ttulos

    de los trabajos recogidos se menciona, implcita o explcitamente, la

    segunda y la tercera persona de la Trinidad. Nos encontramos, por

    supuesto, en el punto de interseccin entre la cristologa y la

    pneumatologa.

    Hay algn tipo de una progresin interna?

    La primera contribucin, adems de ser la ms antigua, tiene como

    objetivo el:

    [] intento de estudiar desde un punto de vista de teologa

    bblica y sistemtica las relaciones entre la humanidad de

    Jess y el don del Espritu Santo. Ocasin de semejante

    321-345; id., Cristologa del Logos y cristologa del Espritu, en Gregorianum 61

    (1980), 353-360; id., La uncin de Jess y el don del Espritu, en Gregorianum 71

    (1990), 447-471; id., Jess y el Espritu Santo en la obra de la salvacin. A propsito

    de la declaracin Dominus Iesus, en Revista espaola de Teologa 61 (2001), 321-

    330.

    4 En este sentido, he preferido no centrarme en la segunda parte del libro de Ladaria.

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 9

    ensayo son las conclusiones positivas obtenidas en mi [sc.

    Ladaria] estudio sobre la pneumatologa de San Hilario de

    Poitiers (tesis doctoral defendida en junio de 1975 en la

    Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y publicada ms

    tarde: El Espritu Santo en San Hilario de Poitiers, Eapsa,

    Madrid 1977)5.

    Por otro lado, en este primer captulo, a pesar de la referencia a

    Hilario, sorprende la abundancia de citas de textos de Ireneo y de estudios

    llevados a cabo por Orbe6. Hay que subrayar un dato ya desde el principio:

    el tema de la humanidad de Cristo viene evocado a partir de una tesis

    doctoral cuyo enfoque principal es de carcter pneumatolgico. Se dibuja

    as un horizonte que tiene que ver, por lo menos, con tres dimensiones: por

    supuesto, la pneumatolgica, la cristolgica, ambas en el marco amplio de

    la teologa trinitaria, y, en ltimo, la antropolgica.

    El aspecto de la articulacin entre la naturaleza divina y la

    naturaleza humana en Cristo parece quedar slo en el trasfondo del

    segundo artculo. De hecho, aqu la reflexin es de carcter sistemtico y

    quiere desarrollar la integracin entre la cristologa del Logos y la del

    Espritu. Parece evidente, entonces, que el marco es cristolgico. En este

    sentido, hay que reconocer plena ciudadana a una intuicin fundamental,

    es decir que para desarrollar una teologa de la uncin y una pneumatologa

    de hondo calado hay que poner de manifiesto la fundamentacin y la

    incidencia que ambas tienen dentro del tratado de cristologa y, de manera

    especial, en la articulacin entre naturaleza humana y naturaleza divina en

    5 JE, 15, n. 5.

    6 En la voluminosa obra de Orbe, frente a la continua referencia a Ireneo, se encuentran

    solo dos pginas dedicadas explcitamente al Santo de Poitiers: cfr. UV, 615-616.

    Cabe precisar que Orbe fue el director de la tesis de Ladaria y que lo anim a que

    profundizase el mismo tema en Clemente Alejandrino, cfr. L. F. LADARIA, El

    Espritu Santo en Clemente Alejandrino: estudio teolgico antropolgico, U. P.

    Comillas, Madrid 1980.

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 10

    la persona del Verbo encarnado. La aportacin de los estudios de Urbarri,

    aqu, por lo tanto, ser central a la hora de profundizar en el tema.

    En el tercer artculo, Ladaria intenta buscar las consecuencias

    soteriolgicas de lo dicho anteriormente: sobre todo en lo que esto

    significa en la donacin por el Seor resucitado del Espritu a la Iglesia y

    a los hombres...7.

    El objetivo de la ltima contribucin de esta primera parte del libro,

    entonces, aparece con toda claridad: comentar la Dominus Iesus abre las

    puertas a cuestiones de teologa fundamental y, por ende, de dogmtica, si

    queremos tomar en serio la gran ventaja que viene de la vinculacin

    estrecha entre los aspectos ms epidrmicos de la fe y su corazn ms

    autntico.

    Por lo tanto, bajo el re-descubrimiento del trmino uncin y de su

    significacin teolgica, Ladaria parece ser consciente de que hay

    diferentes niveles de reflexin que resultan afectados:

    1) Un primer nivel es de carcter bblico y patrstico. Cada

    afirmacin teolgica o sistemtica tendr que encontrar aqu su raz

    primera:

    Parto de la base de que no se pueden aplicar, como punto

    de arranque, nociones de teologa trinitaria para explicar la

    cristologa. Slo a partir de Jess sabemos lo que es la auto-

    comunicacin de Dios en su Hijo y en su Espritu. Pero, por

    otra parte, la misma teologa trinitaria se convierte en

    necesaria para explicar, en un segundo momento, la persona

    y la obra de Jess8.

    Se puede concordar con este presupuesto. Sin embargo, no se puede

    7 JE, 58.

    8 JE, 46.

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 11

    prescindir de la historia de Cristo relatada en los Evangelios y en la

    Tradicin de la Iglesia. Pero hay que explicitar tambin el sujeto de esta

    afirmacin, a saber, el hombre. Desde su misma interioridad el ser humano

    se encuentra movido hacia la percepcin de su finitud y de su contingencia.

    En otras palabras, el encuentro con el misterio sagrado se realiza si se

    toman en serio dos movimientos: tanto el adviento de Dios cuanto el

    xodo del hombre hacia l9. Adems, desde la perspectiva cristiana, si

    el Dios de Jesucristo es el Dios de la historia, parecer secundario buscar

    cul es el movimiento que tiene la precedencia. Por supuesto, el mismo

    adviento de Dios no solo es anterior, sino que crea al hombre. Sin

    embargo, en rigor, no habra revelacin ninguna sin un destinatario de ella.

    Si Dios es el Dios de la historia, de la que es Creador, tenemos que

    someternos a su misma decisin: la asuncin de esta historia como

    historia suya, historia de Dios. De alguna manera, con la creacin y con

    su cumbre ltima, la encarnacin, es como si Dios se impusiera a s mismo

    un inicio: empez all a existir para y con el hombre. Esto es si

    queremos tomar radicalmente en serio la historia humana y su sentido,

    poniendo a salvo, por supuesto, al mismo tiempo la absoluta libertad y

    voluntariedad del acto creativo de Dios. Todo lo que desde una perspectiva

    teolgica parece absolutamente vinculado a la eterna libertad y

    omnipotencia de Dios, desde nuestra perspectiva, queda entrelazado con

    una absoluta contingencia10. Es el gran misterio de la knosis de Dios: nos

    impone la asuncin de la historia como punto de partida por la misma

    decisin de Dios, que esta misma historia ha asumido en su Hijo hecho

    carne. Es imprescindible, entonces, partir desde la perspectiva del xodo

    del ser humano para, despus, en un segundo momento, reconocer la

    anterioridad del adviento de Dios desde dentro de lo ms profundo de la

    9 Cfr. B. FORTE, La parola della fede, San Paolo, Cinisello Balsamo 1996, 57-63.

    10 Cfr., entre otros, Santo Toms en CG I, 84; ST I, 19, 8.

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 12

    historia humana. Ningn telogo, por brillante que sea y por grande que

    sea la importancia que atribuya a la Tradicin recibida, podr dejar de lado

    su misma corporeidad y su historia si quiere encontrar personalmente a su

    Creador y desde all empezar su labor teolgica. Historia, corporeidad,

    libertad, racionalidad: estas dimensiones del ser humano son parte del acto

    teolgico en modo propio y originario, con anterioridad a toda distincin

    entre epistemologa y ontologa, que, por ser tales, constituyen ya una

    reflexin a posteriori. Fuera de la relacin creatural y personal con Dios

    no puede darse teologa. En este sentido, habr que considerar, ya desde el

    principio, una explcita accin del Espritu sobre Cristo y, desde all,

    examinar, sistematizar y elaborar las dems consecuencias.

    2) El segundo nivel, que Ladaria parece proporcionar, es relativo a

    la humanidad de Cristo: la uncin est vinculada estrechamente al tema de

    su naturaleza humana. Es imprescindible, entonces, un detenido anlisis

    de la cuestin, tanto en la ontologa (articulacin de las naturalezas en la

    persona del Verbo encarnado) como en la dimensin histrica

    (autoconciencia y desarrollo personal a lo largo de la vida de Cristo).

    Desde aqu la exigencia de dirigir nuestra mirada a los estudios de Urbarri

    acerca de la humanidad de Cristo aceptando el reto de examinar las dos

    cristologas que parecen convivir en el Nuevo Testamento: la del Logos

    y la del Espritu11.

    11 Habra aqu que tener en cuenta otra senda que los estudios de Ladaria abren,

    especialmente en lo que pertenece a la resurreccin de Cristo en relacin con su

    humanidad y con la nuestra. Es un tema que no entrar directamente en la tesina. Sin

    embargo, hay que decir que Ladaria nota cmo, en la teologa reciente, se ha dado un

    cambio de visin en la valoracin teolgica de la resurreccin de Jess; sin tener

    en cuenta este elemento era imposible a la ltima teologa escolstica apreciar

    debidamente el papel mediador de la humanidad glorificada de Cristo en la donacin

    del Espritu, la importancia de la vida histrica del hombre Jess a que nuestra

    existencia ha de asociarse, etc.... (L. F. LADARIA, El hombre como tema teolgico,

    en Estudios Eclesisticos, 56 (1981), 938). En el citado artculo se analizan las

    implicaciones ms propiamente antropolgicas del tema objeto del presente trabajo.

    En el mismo sentido iran tambin id., Naturaleza y Gracia: Karl Rahner y Juan

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 13

    3) En un tercer nivel, nos encontramos con una exigencia

    epistemolgica radical: bajo el tema de la uncin se hace explcito algo

    que, de fondo, pertenece a toda cristologa, es decir, su relacin con la

    pneumatologa. La cuestin es espinosa. Por un lado, no se da experiencia

    trinitaria que no est marcada por el encuentro con Cristo. Por otro lado,

    el encuentro con Cristo est siempre mediado por el Espritu, como nos ha

    recordado Mhler 12 . Cmo se articulan, entonces, cristologa y

    pneumatologa? Tambin este desafo lo recoger Ladaria en su

    aportacin.

    4) Por ltimo, el horizonte ms amplio sera la soteriologa y su

    significatividad. Ladaria lo expresa, de alguna manera, entre el tercero y,

    sobre todo, el cuarto artculo de su libro. El telogo jesuita all

    especialmente subraya que el para qu de la uncin sera la salvacin de

    los hombres. Por eso, entonces, pasa a ser oportuno explicitar el papel

    especfico del Espritu en la soteriologa y en la sistemtica. Hay que

    asumir el reto de una organizacin de los tratados teniendo en cuenta no

    slo las exigencias ecumnica e interreligiosa sino tambin, por supuesto,

    la coherencia interna de la reflexin teolgica. Ya hemos visto cmo este

    asunto, a lo largo de la historia, ha sido puesto de manifiesto. No cabe duda

    de que legtimos cristocentrismo y eclesiocentrismo soteriolgicos, a

    veces, se han convertido en monismos. En rigor, se puede hablar de un

    cristo-centrismo en soteriologa sin hablar, a la vez, de un espritu-

    centrismo?

    Desde aqu nacen, entonces, los tres captulos del presente estudio

    Alfaro, en Estudios Eclesisticos, 64 (1989), 53-70.

    12 Cfr. p. 2, n. 3 (al indicar exclusivamente nmero de pgina y nota har siempre

    referencia al presente trabajo).

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 14

    que, por lo tanto, incluso a nivel metodolgico, presentarn sus

    peculiaridades. Mientras que la atencin a los textos bblicos y patrsticos

    y a su relectura sistemtica ser preponderante en el primero, que lleva por

    ttulo Ladaria y la teologa de la uncin, el anlisis especulativo en el

    marco de la cristologa encontrar empleo ms significativo en el segundo,

    Urbarri y la cuestin de la libertad de Cristo. El tercero, En bsqueda

    de una sntesis se caracterizar por una dinmica ms comparativa,

    intentando poner de relieve los temas conseguidos y las cuestiones abiertas

    a partir de las intuiciones de los dos profesores de Comillas.

    Acerca de la bibliografa secundaria y de los otros autores que

    dialogarn con las tesis de Ladaria hay, al igual, que decir algo. No sin

    razn Orbe ser el primer testigo al que volver. Adems de ser, sin duda,

    uno de los mayores estudiosos del tema de la uncin, est directamente

    enlazado, por espiritualidad y enseanza, al obispo jesuita13. En el tercer

    captulo, dado el mbito soteriolgico de las reflexiones, hay que hacer

    referencia a Sesbo, escogindolo no tanto por ser jesuita, sino por su

    trabajo en materia, que representa una referencia fundamental para los que

    empiezan a dar pasos en este contexto. Adems, para dar cuenta del

    carcter comparativo que da forma a la ltima parte de la tesina, habr que

    contrastar hasta qu punto se dan diferencias entre la dogmtica actual14 y

    las sugerencias que nos llegan de los estudios acerca de la uncin y de la

    humanidad de Cristo.

    Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa.

    13 En este sentido encuentra justificacin la constante referencia a la escuela asitica y

    a San Ireneo en particular: de las tres [tradiciones teolgicas de la antigedad,

    n.d.a.], la tradicin asitica es la ms fina, inmediata y fiel a las autnticas esencias

    joaneas y paulinas; pero tambin la ms ignorada y difcil...: as se expresa L. F.

    LADARIA, El P. Antonio Orbe op. cit., 424. Vase, en la misma pgina, la n. 17.

    14 Har referencia sobre todo a T. SCHNEIDER (ed.), Manual de teologa dogmtica,

    Herder, Barcelona 1996, y G. L. MLLER, Dogmtica. Teora y prctica de la

    teologa, Herder, Barcelona 1998.

  • Introduccin

    2. Las razones del tema - 15

    Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente es, por

    lo tanto, el ttulo que me permite resumir el objetivo del presente trabajo,

    con la conciencia que lo que aqu escribo se circunscribe a una primera

    aproximacin a un tema muy vasto y complejo.

    Si se me permite, quiero terminar esta introduccin con una nota

    de carcter ms personal. Si algo he aprendido a lo largo de este tiempo de

    estudio, sin duda, puedo afirmar que consiste en que, desde mi punto de

    vista, no se puede hacer teologa sin que esta nazca desde una

    espiritualidad vivida, esto es, desde una experiencia concreta e histrica

    del Espritu. A veces, parece que el sentido moderno de ciencia no se

    adapta a la teologa en la medida en que esta ltima quiere conservar su

    dimensin de reflexin acerca de una salvacin experimentada y vivida.

    Sin embargo, la dimensin de la experiencia y de la hermenutica

    de esa experiencia que, para los cristianos, es salvacin sigue siendo un

    aspecto fundamental de mi propio proceder en teologa, a pesar del hecho

    de que pueda alejar mi trabajo de un rgido esquematismo propio de

    tradiciones de bsqueda y de investigacin que, a pesar de haber

    evidenciado sus lmites y su impracticabilidad, siguen siendo tenidas en

    consideracin por ser ms cientficas.

    Mi tesina, en este sentido, quiere alejarse explcitamente de una

    disertacin, en la medida en que esto signifique alejar la teologa de la

    vida. Recoger, ms bien y con agradecimiento, las diferentes aportaciones

    vividas a lo largo de los estudios y no dejar a un lado las sugerencias que

    llegan, con plena legitimidad, de la vida espiritual de un joven jesuita que

    ha intentado vivir lo que ha estudiado y reflexionar acerca de esta vivencia.

    Si acaso alguien viera en este modo de proceder alguna inconveniencia,

    me disculpo de antemano.

  • Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa. Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente.

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 16

    Captulo I

    Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema

    1.1. Humanidad de Cristo y don del Espritu

    1.1.1. La uncin en la Escritura

    El primer artculo con el cual Ladaria abre su libro, lleva por ttulo

    Humanidad de Cristo y don del Espritu1. Empieza con traer a colacin

    una intuicin precisa, de carcter especulativo, que surge directamente del

    debate teolgico contemporneo: dos tendencias parecen darse, hoy, en

    cristologa. Una, primera, de tipo descendente, que pone la encarnacin del

    Verbo como dato fundamental para cualquier afirmacin posterior y, otra,

    de tipo ascendente, que, de alguna forma, quiere reaccionar a la primera

    subrayando ms la humanidad de Cristo y su proceso de crecimiento.

    La intuicin de Ladaria se ampla, adems, hacia la eclesiologa y,

    curiosamente, segn una observacin opuesta: frente a una primera

    corriente que subrayaba la dimensin visible de la Iglesia, la recuperacin

    de una cristologa ascendente ha dado lugar a una reflexin que privilegia

    el principio invisible de la Iglesia, su ms profunda e interior identidad:

    mientras en un caso se pretende redescubrir lo humano de Jess, se

    intenta en el otro un conocimiento ms profundo de lo divino en la

    1 JE, 13-44.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 17

    Iglesia2.

    A travs de esta primera aclaracin, el autor dirige su mirada a los

    escritos bblicos, proponindose el estudio de las relaciones entre Jess y

    el Espritu en el Nuevo Testamento. Sobresale un primer dato: la accin

    del Espritu sobre Mara en el momento de la concepcin (Lc 1, 35; Mt 1,

    20)3. La razn para esa intervencin perece encontrarse en la identidad

    misma de Hijo de Dios que caracterizar la existencia de Jess. No falta

    un matiz escatolgico, sobre todo en Lc. Se puede leer el incipit de su

    evangelio en paralelo con el de Hch 2: la bajada del Espritu sobre la

    naciente Iglesia como anticipacin del tiempo ltimo.

    Pero es en la percopa del bautismo en el Jordn donde se da una

    accin especfica del Espritu sobre Jess (Mc 1, 9-11; Mt 3, 13-17; Lc 3,

    21-22; cfr. Jn 1, 32-34)4. La obra lucana se refiere a este acontecimiento

    utilizando el trmino uncin (Lc 4, 18; Hch 4, 27; 10, 38). Mirando a los

    gneros literarios habra que pensar, en primer lugar, en una uncin

    proftica, teniendo en cuenta el lugar en que viene puesto el relato, o sea

    al inicio de la actividad pblica de Cristo, junto con otros elementos

    textuales. Ladaria precisa que no se trata simplemente de una fuerza que

    se apodera de Jess, sino de un principio interno en virtud del cual lleva

    acabo su obra5. La afirmacin no es casual. Desde el principio, quiere

    evitar todo peligro de subordinacionismo de Cristo al Espritu, apoyndose

    en la exgesis de E. Schweizer que pone de relieve cmo el mismo intento

    se encuentra ya entre los escritos neotestamentarios, en los cambios que se

    dan entre la redaccin de Mc y la de Lc6.

    2 JE, 15.

    3 As tambin en id., El Dios vivo op. cit. 92-93.

    4 La afirmacin est todava ms clara en ibid., 93-94, haciendo referencia a Y.

    CONGAR, El Espritu Santo, Herder, Barcelona 1983, 42.

    5 JE, 17.

    6 Por ejemplo, en Mc 1, 12 es el Espritu el que empuja a Jess hacia el desierto. Lo

    mismo pasa en Mt 4, 1 y en Lc 4, 1. Pero este ltimo se expresa as:

    ,

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 18

    La accin del Espritu sera evidente a lo largo de toda la vida de

    Cristo, tanto en sus decisiones (cfr. Mc 1, 12), en sus milagros (cfr. Lc 4,

    18) como en la misma entrega en la Cruz (cfr. Jn 19, 30). Incluso hasta la

    resurreccin, si queremos tener en cuenta la aportacin paulina (cfr. Rm 1,

    3-4). Sin embargo, nunca como en el Jordn parece darse algo tan nico.

    La accin extraordinaria del Espritu no vendra a ser una consecuencia

    directa de la encarnacin, sino, ms bien, una caracterizacin en un sentido

    determinado. En efecto, no se puede prescindir de que ser justo la accin

    del Espritu Santo en el Jordn y a lo largo de la vida de Cristo que

    dar lugar a la pregunta y a la profundizacin de su identidad personal.

    Desde aqu brotar la afirmacin del misterio de la encarnacin.

    Por un lado, la uncin del Jordn explicita la filiacin divina de

    Jess, si queremos hacer referencia a la voz que la acompaa. Por otro

    lado, se presenta como el primer paso de cara al envo y a la misin.

    Adems, aunque la afirmacin de la preexistencia del Logos es igual de

    antigua que otros temas bblicos7, se fue desarrollando a lo largo del primer

    y segundo siglo sin llegar nunca a desmentir la presencia del Espritu en

    Jess. Ms bien se reconocer que el Espritu sigui permaneciendo

    sobre/en l a lo largo de toda su vida. Ladaria, en base a estas aportaciones

    exegticas, opina que el destinatario de la accin divina es en todo caso

    Jess en cuanto hombre8. De hecho, la uncin no determina la filiacin

    divina. Sin embargo, hay relacin tanto entre uncin y filiacin como entre

    [Trad.: Jess, lleno del Espritu Santo, volvi del Jordn, y fue llevado por el Espritu

    al desierto] y al v. 14 precisa:

    . ' [Trad.: Jess

    volvi en el poder del Espritu a Galilea, y se difundi su fama por toda la tierra de

    alrededor]. Se pone as en evidencia el intento de mostrar a Cristo como al Seor del

    Espritu, lleno de Su plenitud, pero no subordinado a l. En Jn no se encuentra el

    relato, pero se hace ms evidente una cierta subordinacin del Espritu a Cristo, cfr.

    Jn 1, 32-33.

    7 Cfr. Flp 2, 6-11; 1Cor 8, 6, al menos por algunos, considerados pre-paulinos; y

    frmulas de envo, como Gal 4, 4-6.

    8 JE, 20.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 19

    uncin y misin. Por lo tanto, el destinatario de la accin del Padre por el

    Espritu en el Jordn hay que buscarlo necesariamente en la naturaleza

    humana de la persona del Verbo.

    1.1.2. La uncin entre la escuela asitica y la alejandrina

    Nuestro autor deja seguir a estas primeras notaciones de carcter

    bblico algunas consideraciones acerca de la recepcin patrstica que se dio

    del tema de la uncin y que ha puesto de manifiesto, por lo menos, dos

    tendencias. Una, primera, la ofrece Ireneo:

    Et ubique in passione Domini nostri et humanitate et

    mortificatione eius, Christi usus est nomine, quemadmodum

    in illo1: 'Noli esca tua illum perdere proquo Christus mortuus

    est' et iterum2: 'Nunc autem in Christo vos qui aliquando

    fuistis longe facti estis proximi in sanguine Christi' et

    iterum3: 'Christus nos redemit de maledicto Legis, factus pro

    nobis maledictum, quoniam scriptum est: 'Maledictus omnis

    qui pendent in ligno!' et iterum4: 'Et periet infirmus in tua

    scientia frater, propter quem Christus mortuus est',

    significans quoniam non Christus inpassibilis descendit in

    Iesum, sed ipse Iesus Christus cum esset passus est pro nobis,

    qui decubuit et resurrexit, qui descendit et ascendit, Filius

    Dei Filius hominis factus, quemadmodum et ipsum nomen

    significat: in Christi enim nomine subauditur qui unxit et ipse

    qui unctus est et ipsa unctio in qua unctus est; et unxit quidem

    Pater, unctus est vero Filius, in Spiritu qui est unctio;

    quemadmodum per Esaiam ait Sermo5: 'Spiritus Dei super

    me propter quod unxit me' significans et ungentem Patrem et

    unctum Filium et unctionem qui est Spiritus6.

    1 Rm 14, 15.

    2 Ef 2, 13.

    3 Gal 3, 13; Deut 21, 23.

    4 1Cor 8, 11.

    5 Is 61, 1; Lc 4, 18.

    6 Adversus Haereses III, 18, 3 citado por UV, 505. En adelante, al citar esta obra, que

    se encuentra en PG 7, 431-1224, pondr sencillamente Adv. Haer. y, seguidamente,

    el nmero del libro, el captulo y el prrafo, aadiendo una traduccin personal

    cotejada con la de Orbe entre parntesis. Aqu: [Trad.: Y en todas partes de la pasin

    de nuestro Seor, y de su humanidad y muerte, viene usado slo el nombre de Cristo,

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 20

    Como se puede ver, se subrayaba claramente la dimensin trinitaria

    del evento: el autor de la uncin fue el Padre; el ungido es el Hijo; y

    la uncin es el Espritu. Interpretaciones parecidas darn otros Padres

    como, por ejemplo, Atanasio7, Eusebio de Cesarea8, Hilario9, Basilio10 y

    hasta Cirilo de Alejandra11. Sin embargo, sus lecturas, progresivamente,

    insistirn sobre otro matiz hermenutico: la directa uncin del Verbo (o, al

    final, del Padre) sobre la naturaleza humana de Cristo, sustrayendo al

    Espritu el espacio que el Nuevo Testamento y la escuela asitica parecan

    reconocerle12. Adems, como bien nota G. Hernndez Peludo:

    para Cirilo, no parece que la accin del Espritu en Lc 1,

    35 indique tanto la santificacin de la humanidad del Hijo

    cuanto la prueba de la santidad personal de ste en cuanto

    Dios a la que corresponde su singular concepcin humana.

    No obstante, en otros textos, Cirilo reconoce una accin del

    Espritu santificando la humanidad del Verbo ya en la

    como en: "No vayas a destruir por cuestiones de comida a aquel por quien Cristo

    muri" y de nuevo: "Mas ahora en Cristo vosotros, los que un tiempo estabais lejos,

    os habis acercado en la sangre de Cristo" y otra vez: "Cristo nos rescat de la

    maldicin de la ley, hacindose maldicin por nosotros; porque est escrito: Maldito

    todo el que cuelga del madero" y nuevamente: "Tu hermano dbil se pierde por tu

    ciencia, aquel por el que muri Cristo", porque quiere significar que no descendi

    sobre Jess el Cristo impasible, sino que, por ser l mismo Jesucristo, sufri por

    nosotros, y que l muri y resucit, y que l descendi y ascendi, Hijo de Dios hecho

    Hijo del Hombre, segn lo que el nombre mismo significa: de hecho, en el mismo

    nombre de Cristo se dan a entender el que ungi, el que fue ungido, y la uncin misma

    con la que fue ungido; y el mismo Padre ungi, el Hijo realmente fue ungido, en el

    Espritu, que es la uncin; como la Palabra dice por medio de Isaas: "El Espritu del

    Seor sobre m, por eso me ungi" indicando al Padre que unge, al Hijo el ungido, y

    la uncin que es el Espritu].

    7 Cfr. ATANASIO DE ALEJANDRA, Oratio I contra Arianos, 46-48 [PG 26, 106-

    114].

    8 Cfr. EUSEBIO DE CESAREA, Commentaria in Lucam, en PG 24, 533-534, A-B.

    9 Cfr. HILARIO DE POITIERS, De Trinitate XI, 18-19; VIII, 25 [PL 10, 411-414;

    254-255].

    10 Cfr. BASILIO DE CESAREA, De Spiritu sancto XVI, 39 [PG 32, 139-142].

    11 Cfr. CIRILO DE ALEJANDRA, In Johannis evangelium. Liber quintus, 2 [PG 73,

    749-794].

    12 Para ver la aportacin de San Justino, cfr. UV, 39ss. Desde Justino, al igual, empieza

    el anlisis de L. F. LADARIA, La Trinidad, misterio op. cit., 174-184.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 21

    encarnacin...13.

    Como fcilmente se puede entender, las dos tendencias se

    afirmaban a la vez. En el fondo, quin acte en la uncin no es una

    cuestin que afecte a la eficacia de la salvacin: ya sea por efecto de la

    encarnacin del Verbo, por accin directa del Padre en el Jordn, o en la

    mediacin del Espritu, la comprensin soteriolgica sigue siendo la

    misma, por ser una accin trinitaria. El problema nace a la hora de

    considerar el para qu de la uncin, es decir, su finalidad y, sobre todo,

    el papel de la humanidad de Cristo, verdadera y plena como la nuestra, los

    dems seres humanos, que para nuestra propia plenitud necesitamos de la

    accin especfica del Espritu14.

    Al cerrar la primera parte de su exposicin, Ladaria vuelve a citar

    a Ignacio de Antioqua e Ireneo de Lin15, ambos de la misma escuela,

    para sustentar la tesis segn la cual Jesucristo, adems de recibir el

    Espritu, es el que lo derrama. Jess parece recibir el Espritu para

    repartirlo a toda la humanidad. Slo con su glorificacin definitiva este

    proceso encontrar su cumbre (cfr. Hch 1, 5; 2, 1ss.; 11, 16; Jn 7, 39; 16,

    13 G. HERNNDEZ PELUDO, Encarnacin y uncin del Hijo. La aportacin de San

    Cirilo de Alejandra, en La uncin de la Gloria: en el Espritu, por Cristo al Padre.

    Homenaje a Mons. Luis F. Ladaria, sj, BAC, Madrid 2014, 31. Volver sobre las

    consideraciones de este autor.

    14 El cambio de paso entre la uncin concebida como actuacin propia del Espritu y su

    reduccin a mera consecuencia de la encarnacin parece haberse dado entre la labor

    de Atanasio, de los capadocios y de Cirilo de Alejandra. En modo sinttico, Ladaria

    vuelve a presentar la cuestin en L. F. LADARIA, El Dios vivo op. cit., 94-101).

    En JE, 55-58 el jesuita retoma el asunto y presenta las mismas consecuencias.

    Adems, es interesante notar cmo Orbe, citado por Ladaria, relea el tema en su

    conjunto con relacin a los gnsticos: he ah, entre otras, algunas categoras

    paganas que hacen continuo acto de presencia en la cristologa sectaria, enervando el

    sentido del Evangelio. Todo se subordina a la verdad espiritualmente concebida. Lo

    sensible, umbrtil, no tiene valor en el mundo, ni en el hombre ni en el propio

    Cristo... (L. F. LADARIA, El P. Antonio Orbe op. cit., 429). Estas palabras dan

    una idea de cmo el tema de la uncin y las interpretaciones que se ofrecen,

    inevitablemente afectan la cristologa, la antropologa y la soteriologa en general.

    15 Cfr. JE, 22, n. 18.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 22

    7)16.

    En efecto, Jn y Lc son las referencias ms inmediatas para entender

    el don del Espritu a la Iglesia como consecuencia de la resurreccin de

    Cristo. A partir de Ireneo, si en el Bautismo el que ungi era el Padre,

    despus de la glorificacin definitiva, los sujetos activos de la uncin, que

    siempre acontece mediante el Espritu, son tanto el Padre como el Hijo.

    Pablo llegar a caracterizar la tercera persona de la Trinidad como

    Espritu de Cristo (cfr. Rm 8, 9; en el mismo sentido cfr. tambin Flp 1,

    19; 2 Cor 3, 17-18; Gal 4, 6). El don recibido de l habilita para el

    anuncio y la misin de la Iglesia, incluso all donde, formalmente, todava

    no haba tenido lugar una mediacin bautismal (cfr. Hch 10, 44-47). Es

    interesante tambin subrayar cmo en la misma concepcin bblica se

    determina algo novedoso: el Espritu, concebido como don escatolgico

    en el Antiguo Testamento (cfr. Is 44, 3; Ez 36, 26ss.; 37, 14; 39, 29; Jl 3,

    1-5), al ser derramado indica que ha llegado el tiempo ltimo, aspecto que

    Ireneo subraya17.

    De todo esto Ladaria saca, por lo menos, dos consideraciones:

    primero, que la accin del Espritu, tanto antes como despus de la

    resurreccin de Cristo, siempre la implica (a la resurreccin) y lo implica

    (a Cristo), personalmente. Segundo, que la accin de Cristo sigue despus

    de su resurreccin siempre en la mediacin del Espritu: l es el motor de

    la predicacin apostlica y del testimonio de Jess18. Nuestro autor llega

    incluso a definir el Espritu como en su aparicin histrico-salvfica,

    ... la fuerza divina que configura segn Cristo la nueva vida de la

    comunidad de los creyentes en Jess y la de cada uno de estos en

    16 Cfr. id., El Dios vivo op. cit., 139-145.

    17 Cfr. Demostracin de la Predicacin Apostlica, 6. Utilizo aqu la versin IRENEO

    DE LIN, Demostracin de la predicacin Apostlica, Ciudad Nueva, Madrid 1992

    [FP 2], en adelante, Demostr. Al profundizar en el texto utilic tambin la versin

    italiana empleada por UV.

    18 JE, 27.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 23

    particular19. No es casual, entonces, que nuestro autor afirme que:

    no hay presencia del Espritu Santo en el mundo despus (y

    an antes) de la resurreccin de Jess que no tenga que

    explicarse a partir de esta ltima Este dato no puede ser

    indiferente para la teologa. La presencia del Espritu Santo

    en la historia salutis tiene a su vez una historia, ligada a la de

    Jess. De este hecho tiene que arrancar la pneumatologa20.

    Ladaria parece encontrar el punto de inflexin de la relacin entre

    cristologa y pneumatologa exactamente en la resurreccin de Cristo. En

    efecto, despus de la resurreccin, la accin del Espritu se encontrar

    como dependiente de ella. Antes de la resurreccin se podra incluso hablar

    de lo contrario21. Si se da esta premisa, como puede intuirse, se hace

    necesaria una reflexin sobre la articulacin entre cristologa ascendente y

    descendente, es decir, entre la comprensin teolgica acerca de los hechos

    antecedentes a la resurreccin de Cristo, que culminan con su exaltacin

    gloriosa a la derecha del Padre (cfr. Sal 110, 1 y Flp 2, 9-11) y todo lo

    que pertenece a la preexistencia y glorificacin del Hijo, all donde se

    supera la dimensin histrica para poder expresar algo de la inmanencia

    del Dios Trinitario. De hecho, es a estas alturas de la reflexin teolgica

    cuando se dan las condiciones para hablar del Dios de Jesucristo como

    eterna voluntad de auto-comunicacin22.

    Estas dos direcciones de la cristologa no estn y no pueden estar

    desligadas. La primera y ms grande consideracin que Ladaria saca de la

    unidad entre ellas es que no hay economa de la salvacin que no pase a

    19 JE, 29.

    20 JE, 29.

    21 JE, 30, 62. El jesuita habla de una inversin trinitaria en sentido balthasariano. De

    accin del Espritu que precede a la del Hijo, se habla en id., El Dios vivo op. cit.,

    93.

    22 La cuestin de la voluntad libre de Dios que crea para comunicarse, ms antigua que

    la atencin que se le ha otorgado en unos autores de la teologa del siglo XX, puede

    encontrarse, ya entre los Padres, en Demostr., 11, 72. Adems, entre los autores de la

    Escolstica, es interesante ver J. DUNS ESCOTO, Obras del doctor sutil. Dios uno

    y trino, BAC, Madrid 1960, 411, 414 [Libro I, p. I, d. II, n. 89 y n. 94-95].

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 24

    travs de la humanidad de Cristo y de la encarnacin; y consiguientemente

    de la resurreccin como culminacin de aquella23. Con la resurreccin

    llega a su cumplimiento un proceso que incorpora, por Cristo en el

    Espritu, a la humanidad en el abrazo trinitario: es el punto ms alto de

    la soteriologa cristiana.

    Siguiendo a nuestro autor, lejos de contraponer en Cristo el existir

    segn la carne, propio de la existencia histrica antes de la resurreccin,

    y el existir segn el Espritu, tpico del estado de glorificacin, se

    subraya la continuidad que se da entre estos dos estadios lgicos en la

    unidad personal del mismo Jesucristo. El Glorificado es el Crucificado y

    el nacido de la Virgen. Esta continuidad, segn Rm 1, 3ss. (cfr. tambin

    Rm 8, 11) es adems asegurada por la accin del Espritu, que lleva a

    plenitud la constitucin del hijo de David segn la carne en Hijo de Dios

    con poder, por su resurreccin de entre los muertos. Entonces, no slo hay

    una continuidad personal y subjetiva, sino tambin una continuidad

    objetiva, histrica24, garantizada por Dios mismo en su Espritu. La vida

    en el Espritu que Cristo ahora vive se convierte en condicin de

    posibilidad de la resurreccin y de la plenitud para los dems25, en cuanto

    que al hacerse Espritu ha sido exactamente la humanidad de y en Cristo.

    Por lo tanto, la filiacin divina de Cristo y la uncin del Espritu

    son misterios inseparables, pero no confundibles. La participacin que, en

    cuanto hombres, obtenemos de su filiacin divina deriva directamente de

    23 JE, 32.

    24 No me atrevo a considerar solamente histrico el conjunto de las consecuencias de la

    resurreccin, pero s que no renuncio a individuar en la historia la raz de todo

    acontecimiento ulterior. De todas formas, no es este el lugar para profundizar en el

    tema de la relacin entre historia y resurreccin.

    25 En la misma lnea de Demostr., 4-6, preciso que tal condicin solo se explicita y

    concretiza en la resurreccin. Sin embargo, de alguna forma, estaba ya contenida en

    la misma creacin del hombre y toda la historia que lleva a Cristo sera una larga

    preparacin, narrada por muchos Padres, incluso alejandrinos, a travs de la categora

    de Paideia, cfr. G. GRESHAKE, Heil Gottes Glck des Menschen. Theologische

    Perspektiven, Freiburg/Basel/Wien 1983, 50-79.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 25

    su misma uncin. Excluir la uncin del Espritu y su procesualidad de la

    vida espiritual de Cristo y de los dems hombres implicara dar peso

    exclusivo a la sola filiacin divina y dejar inexplicada nuestra adopcin.

    Claramente, nunca su divina filiacin habra podido darse en nosotros

    como se ha dado en Cristo. l slo es el Verbo encarnado. Su singularidad

    personal implicara, por principio, otra mediacin, que, por primera vez y

    de forma eminente, parece haberse dado ya en su misma humanidad, con

    la participacin del Espritu en su personal proceso de glorificacin. Una

    vez llegado a plenitud26, este proceso convierte a Cristo en el donador del

    Espritu que nos permite desarrollar nuestro propio camino, personal y

    comunitario, de filiacin adoptiva, camino que nos hace coherederos suyos

    (cfr. Rm 8, 17)27.

    Ladaria concluye el artculo afirmando que:

    la encarnacin, acto libre y soberano de Dios en su amor

    a los hombres, lleva como necesaria consecuencia la

    comunicacin del Espritu divino, fuerza y vida de Dios, a la

    humanidad de Jess; esta presencia del Espritu en l tiene en

    primer lugar un significado para el mismo Jess, en cuanto

    es a la vez el presupuesto y la consecuencia de su filiacin

    divina. Pero tiene a su vez, inseparablemente, un significado

    histrico-salvfico en cuanto la misin y la vida entera de

    Jess estn destinadas a traer la salvacin a los hombres; este

    es el nico sentido de la encarnacin. La plenitud de la

    posesin del Espritu por Jess no puede en modo alguno

    separarse de su funcin salvfica...28.

    Si es as, entonces, la uncin podra revestir un papel hermenutico

    no secundario en sus consecuencias soteriolgicas.

    26 Significativa, en este contexto, sera la palabra acostumbrarse en Ireneo, que ha

    sido objeto de estudio por M. NAMIKAWA KIYOTA, Paciencia para madurar:

    "acostumbrar" para la comunin en San Ireneo de Lyon, U. P. Comillas, Madrid

    2014.

    27 En efecto, los escritos de Pablo relatan de manera admirable este proceso, cfr. L. F.

    LADARIA, El Dios vivo op. cit., 148-151.

    28 JE, 42.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 26

    1.2. Cristologa del Logos y Cristologa del Espritu

    1.2.1. Desde la pneumatologa hasta la cristologa

    La relacin entre cristologa ascendente (o pneumtica) y

    descendente es el centro de atencin del segundo artculo que Ladaria nos

    propone en su texto1.

    Lo primero que nota es un dficit en la cristologa tradicional

    acerca de la accin del Espritu en Cristo. Su propuesta mira a la

    integracin de los dos esquemas, ascendente y descendente, segn las

    conclusiones que ya se dibujaban al final del primer captulo del libro.

    Explicita, entonces, los dos puntos de arranque para su reflexin:

    1) La teologa trinitaria no puede ser aplicada para explicar la cristologa;

    2) sin embargo, en un segundo momento, no se puede prescindir de ella

    para entender la vida y la obra de Cristo.

    No hay duda en admitir que la afirmacin de la divina filiacin de

    Cristo est fundamentada en la experiencia pascual. Por otro lado, tanto la

    Pascua de Cristo como la afirmacin de su preexistencia encuentran su

    lugar hermenutico en el marco de su vivencia histrica y de su relacin

    personal con los discpulos y la gente de su alrededor.

    La condicin filial, entonces, se acompaa a una existencia filial

    que el Nuevo Testamento atestigua como acompaada por el Espritu.

    Ladaria se mueve, as, en bsqueda de la relacin entre la

    afirmacin de la filiacin divina de Cristo y la presencia especialsima del

    Espritu en l. Acude, entonces, a la identidad personal declarada por el

    1 Cfr. JE, 45-54.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 27

    Nuevo Testamento entre el Logos preexistente y Jess de Nazaret: l es el

    eterno Hijo de Dios. Esta identidad personal entre Jess y el Logos, lograda

    evidentemente slo desde la existencia histrica de Jess 2, no se da

    entre Jess y la presencia en l del Espritu. Jess no es el Espritu, pero

    en l el Espritu acta a lo largo de toda su vida y, por su resurreccin,

    incluso ms all.

    1.2.2. La aproximacin sistemtica de Ladaria como integracin

    Una intuicin de Ladaria resulta, as, sobresaliente:

    Cristologa de Logos (o del Hijo) y cristologa del Espritu

    no tienen que verse como alternativas sino como

    complementarias 3.

    Es aqu que el jesuita nos ensea la originalidad de su

    aportacin, invitndonos a una nueva comprensin que valore el et

    et de la argumentacin teolgica, lejos de todo aut aut

    tpico del modo dialctico de proceder.

    La clave de la propuesta de Ladaria consiste en rescatar la

    cristologa ascendente del rincn donde la neo-escolstica la haba

    puesto y, en ella, destacar la esencialidad de la humanidad de Jess y

    de la historia de su existencia. Realiza todo esto sin sacrificar la

    cristologa del Logos, sino ofreciendo un cambio de perspectiva:

    Lo que la cristologa del Logos ve realizado de una vez para

    siempre en la encarnacin es contemplado desde el punto de

    vista de la cristologa pneumtica como un proceso histrico

    que se consuma en la resurreccin 4.

    2 Cfr. JE, 48.

    3 JE, 49.

    4 JE, 49-50.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 28

    Descartando la hiptesis de Schoonenberg que acaba con

    identificar el Cristo preexistente tanto con el Logos como con el

    Espritu y la de Kasper, que segn l no toma en serio hasta el final la

    especificidad de la naturaleza humana del Verbo encarnado, Ladaria

    propone su solucin:

    partiendo de la distincin a que ya me he referido varias

    veces entre la identidad de Jess con el Hijo y su no identidad

    con el Espritu y, a la vez, del hecho que es el Espritu y no

    el Hijo el que acta en el hombre Jess a lo largo de su vida,

    podemos afirmar que, precisamente por ser el Hijo la total

    respuesta a la auto-comunicacin del Padre, la total apertura

    sin posible cerrazn, pura relacin al Padre del que es el T

    original, completo reflejo de su gloria, Jess, Hijo encarnado

    no pone ni puede poner ningn obstculo a la accin del

    Espritu Santo en l como conductora de su camino histrico

    hacia Dios Padre, como principio de la respuesta humana a

    la accin de Dios. La oposicin de Jess a la obra del Espritu

    divino en l sera contradictoria, teniendo en cuenta que su

    ser personal de Hijo est constituido por su relacin al

    Padre... 5.

    Es una afirmacin programtica explcita y me parece que

    representa el momento ms alto de la reflexin del jesuita.

    La cristologa del Logos y la cristologa del Espritu en

    ningn momento pueden verse como contrapuestas; deben

    ser integradas las dos, as como han de complementarse la

    cristologa de encarnacin y la de exaltacin. La cristologa

    del Logos (descendente), al poner el mayor nfasis en la

    divinidad, explica por qu Jess es la presencia definitiva de

    Dios en el mundo, su absoluta irrepetibilidad y por qu su

    persona y su mensaje son insuperables en el ulterior devenir

    histrico la cristologa del Espritu explica por qu Jess,

    en su irrepetibilidad, es el principio de la vida nueva de toda

    5 JE, 51-52.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 29

    humanidad...6.

    Como se puede ver, Ladaria intenta resolver la tensin existente

    entre las dos cristologas invitando a una estrecha vinculacin y

    subrayando la dimensin pneumatolgica que se desprende de la

    cristologa ascendente.

    Por otro lado, vuelve con fuerza al tema de la humanidad de Cristo.

    La invitacin de Ladaria hacia una composicin sistemtica ms armnica

    entre cristologa ascendente y descendente, pneumatologa crstica y

    cristologa pneumtica, encuentra como reto ineludible la bsqueda de un

    punto firme a este nivel.

    Jess, Hijo de Dios desde el principio, llevando a cabo el proceso

    perfeccionador de su vida humana y en su vida humana, bajo la accin del

    Espritu, realiza, en fin, la plenitud de su unin con el Padre que, por la

    accin del mismo Espritu, se convierte en nuestra herencia principal.

    En efecto, la consecuencia ms importante de la integracin entre

    cristologa ascendente y descendente se da en el mbito soteriolgico. A

    la identidad del Hijo de Dios no se aade su funcin salvadora: los dos

    aspectos, aunque sean distinguibles se dan inseparablemente. Jess de

    Nazaret, Hijo de Dios, es el Cristo salvador: esta afirmacin, tanto en la

    vida de Cristo como en la experiencia de la comunidad eclesial de todo

    tiempo es siempre, a la vez, afirmacin cristolgica y pneumatolgica. Y

    aqu est su credibilidad y su fundamentacin de cara a nuestra salvacin.

    Ladaria termina su segundo artculo notando cmo la misma

    teologa de la gracia y, consecuentemente, toda reflexin en el mbito de

    la cristologa y de la antropologa teolgica encuentran a este nivel su raz:

    6 JE, 52-53.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 30

    El Espritu universaliza, por as decir, la irrepetibilidad de Jess, hace su

    persona nica relevante para todos 7.

    1.3. La uncin de Jess y el don del Espritu

    1.3.1. Hacia los tratados de pneumatologa y cristologa

    En el primer prrafo de este captulo he intentado seguir a Ladaria

    en su lectura de los padres prenicenos para aclarar el significado del

    misterio de la uncin en la vida de Cristo segn los relatos de la Escritura

    y la historia de su recepcin en la patrstica. En el segundo, he puesto de

    manifiesto la correlacin que este tema tiene con la articulacin, en Cristo,

    de sus dos naturalezas, desarrollando la intuicin de Ladaria desde la

    pneumatologa hacia la cristologa y, especficamente, hacia el valor de la

    humanidad de Cristo. He subrayado, adems, cmo, para poder

    profundizar en la reflexin sobre la accin y persona del Espritu, el

    secretario de la Congregacin para la Doctrina de la Fe percibe la exigencia

    de un movimiento que vaya de la historia a la teologa, plantendolo a

    partir de la relacin entre la Cristologa del Logos y la Cristologa del

    Espritu, segn un matiz claramente sistemtico8. A travs de la relacin

    que, en la persona de Cristo, se da entre ambas naturalezas, integralmente

    entendidas, se perfila un doble papel del Espritu. Por un lado, desde la

    perspectiva de la cristologa pneumtica, el Espritu caracterizara la vida

    y misin de Cristo radicalmente, mientras que, desde la pneumatologa

    crstica, el mismo Espritu, don del Resucitado, determinara en nosotros

    7 JE, 54.

    8 Cfr. JE, 51.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 31

    los presupuestos para la salvacin. Ahora bien, cabe precisar que esta

    salvacin siempre, tambin, implica una asuncin personal, es decir una

    toma de postura, por parte del ser humano, que sea, por lo menos, libre y

    voluntaria.

    Entre todos los aspectos, destaca que, segn Ladaria, si por un lado

    hay que admitir una singularidad de la naturaleza humana de Cristo, por

    otro, se da por supuesto que habr que mirar a la dimensin histrica de su

    existencia y, desde all, ir hilvanando la dimensin descendente de su

    divina preexistencia9. Ladaria est muy lejos de minusvalorar la teologa

    de la divinidad de Cristo: quiere, ms bien, dar razn del proceso,

    propiamente espiritual e histrico, que se da tanto en la persona de Cristo,

    segn se mire juntamente la encarnacin y la uncin, como, mutatis

    mutandis, entre l y sus discpulos, que con l compartieron la vida hasta

    recibir el don de afirmar su divinidad y anhelar as la plenitud de su mismo

    ser divino.

    En la tercera contribucin recogida en su libro10, el jesuita vuelve

    al tema de la uncin, profundizando ms an en el horizonte soteriolgico

    en el que el tema se enmarca11.

    En la apertura, Ladaria reconstruye el cambio que se dio, en la

    primera Iglesia, entre Justino e Ireneo, por un lado, y Atanasio y Gregorio

    de Nacianzo, por otro, del protagonismo del Espritu en la uncin a la auto-

    uncin del Verbo hacia su humanidad. Esta ltima interpretacin se fue

    afirmando en la patrstica posterior, incluso en Agustn. Alrededor de la

    9 Cfr. JE, 48.

    10 Cfr. JE, 55-86.

    11 No es algo novedoso. En este sentido destaca ya la intuicin de F. Schleiermacher

    segn el examen de . CORDOVILLA PREZ, La soteriologa pneumatolgica de

    F. Schleiermacher, en La Fe cristiana, en GARCA DE CASTRO J.

    MADRIGAL S. (eds.), Mil gracias derramando op. cit., 559-578.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 32

    segunda mitad del siglo IV, el bautismo de Jess se convierte en la mera

    declaracin del misterio de la encarnacin y en la prefiguracin del

    sacramento celebrado por la Iglesia. Quitar espacio al crecimiento de Jess

    en su humana vivencia correspondi a quitar espacio al papel del Espritu

    en su vida. Seran, por lo tanto, dos caras de la misma moneda. Los dos

    extremos Jess simplemente hombre, lleno de Espritu Santo y Jess

    simplemente Verbo, sin exigencia del Espritu son lo que hay que evitar:

    la una lleva al adopcionismo, la otra al monofisismo.

    Reseando unos autores anteriores 12 , Ladaria empieza por H.

    Mhlen, reconocindole que fue el primero en haber recuperado la relacin

    recproca entre encarnacin y uncin y reflexionado sobre ella. El objetivo

    del telogo de Una Mystica Persona era eminentemente eclesiolgico: la

    Iglesia sera continuacin de la uncin de Cristo por el Espritu. Se limitaba

    as la percepcin de una encarnacin que se extendiera, inevitablemente,

    a la vida de la Iglesia. La diferencia entre la vida del Hijo y la vida de la

    Iglesia, demasiado implcita en la imagen de cuerpo de Cristo, se hace

    explcita en otras imgenes, como la de Esposa. Pero Mhlen parece

    interesarse en otra distincin, fundamentada a partir de las dos misiones,

    la del Hijo y la del Espritu. La primera se dara en la encarnacin y sera

    la fundamental, mientras que la segunda acontecera en el bautismo del

    Jordn. Entre las dos, la sucesin es lgica: la uncin presupone la

    encarnacin. En cuanto a la temporalidad, le parece ms bien que la

    naturaleza humana de Cristo es ungida por el Espritu ya desde la

    encarnacin. El crecimiento que se da en Cristo tendra, entonces, que ver

    con la sola manifestacin de la gracia. En el fondo, el Espritu sera de

    Cristo y se tratara de una auto-uncin, en la lnea de Atanasio y Cirilo de

    12 Lo mismo hace en id., El dios vivo op. cit., 101-111 y en id., La Trinidad,

    misterio op. cit., 186-201.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 33

    Alejandra.

    Otro autor al que Ladaria dedica su atencin es Balthasar. En su

    anlisis, la precedente actuacin del Espritu sobre Cristo viene reconocida

    ya respeto a la encarnacin, por haber sido justo el Espritu quien la hizo

    posible. Se vuelve a subrayar, entonces, una cierta inversin en el orden

    de la vida intradivina, reconociendo el papel jugado por el Espritu en la

    economa.

    Es interesante en Balthasar la ntima unidad que enlaza la accin

    del Espritu tanto al Padre como al Hijo: el Espritu es, de hecho, enviado

    por el Padre sobre Mara. A la vez, el Hijo deja que la encarnacin se

    determine: da su consentimiento. Uncin y encarnacin, as, de alguna

    manera, coincidiran, en una actuacin diferenciada y compenetrada por

    parte de las dos personas trinitarias, bajo la voluntad del Padre.

    Los puntos dbiles de la argumentacin de Balthasar se hacen

    evidentes a la hora de examinar los textos del Nuevo Testamento. Si

    reconocemos una accin del Espritu en la encarnacin, estamos delante

    de una precedencia temporal evidente. Por otro lado, en trminos estrictos,

    la accin del Espritu en la encarnacin tendra que ver con Mara, para

    que acoja y participe con su voluntad en el plan de Dios. Por supuesto, el

    sujeto de la encarnacin es el Verbo: la accin del Espritu, en este sentido,

    es indirecta.

    El obispo jesuita pasa, entonces, a presentar su tesis recogiendo

    unos datos de los autores antes mencionados:

    1. En la encarnacin del Hijo hay que contar con una anterioridad de

    la accin del Espritu.

    2. As es en todos los momentos sucesivos de la vida del Hijo, all

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 34

    donde se subraya que el Espritu baj (o vino) sobre l.

    3. La humanidad del Verbo de Dios queda excluida de la

    preexistencia del Verbo.

    4. Jess siempre recibir el Espritu en cuanto Hijo encarnado: la

    unin hiposttica, realizada por la intervencin del Espritu sobre

    Mara, estar ya en acto a la hora de la uncin, en cualquier caso.

    Por lo tanto, hay una precedencia lgica de la encarnacin sobre la

    uncin de la naturaleza humana, a pesar del hecho que tal naturaleza sea

    engendrada por el Espritu.

    Dando un paso ms all, se pasa a examinar la uncin del Jordn.

    Aqu, los escritos de Lc13 son los que ms ayudan a distinguir lo que

    pertenece al nacimiento virginal de Cristo y lo que tiene que ver con la

    uncin. El bautismo se seala como momento especfico de la uncin justo

    en el evangelio que ms importancia da a los relatos de la infancia.

    En la pg. 68, Ladaria llega a un punto central:

    Ontologa e historia no tienen por qu oponerse. La

    humanidad asumida por el Verbo en la encarnacin tiene una

    historia, que culmina en la resurreccin, que el Nuevo

    Testamento nos muestra como guiada por el Espritu. Y,

    sobre todo, en dos momentos, a saber, en el bautismo al

    comienzo de la vida pblica del Seor y en su resurreccin

    de entre los muertos, esta accin del Espritu adquiere una

    especial intensidad. Jess es desde siempre el Hijo de Dios y

    lo es tambin como hombre desde el primer momento de su

    concepcin, pero nada nos impide, ms bien lo contrario, ver

    desarrollada en el tiempo, en el crecimiento de su humanidad,

    en la sucesin de los diferentes momentos en la realizacin

    de su obra salvadora, en la intensificacin de su relacin con

    el Padre (en cuanto a esta humanidad asumida), esta verdad

    que la teologa de la encarnacin considera, con razn, ya

    13 Cfr. Lc 4, 18; Hch 4, 27; 10, 38.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 35

    adquirida desde el primer instante. Las dos perspectivas no

    se contradicen, sino que se completan.

    He aqu que se plantea, entonces, la justa relacin incluso entre los

    dos tratados, la cristologa y la pneumatologa: se complementan. Y

    mientras que al primero pertenece pensar la pneumatologa crstica, es

    decir, la misin del Espritu para la salvacin de los hombres que solo se

    da a partir de la resurreccin, a la luz del segundo hay que entender la

    cristologa pneumtica, as es, la misin misma de Cristo hacia la plenitud

    de su Pascua redentora.

    Jess adquiere conocimiento de su misin concreta,

    recibe la fuerza para predicar el evangelio y para pasar la vida

    haciendo el bien (cf. Hch 10,38), se hace consciente de su

    condicin de siervo de Dios. En el momento solemne del

    comienzo de su misin mesinica pblica recibe Jess el don

    del Espritu que para ella necesita14,

    y todo esto sin miedo de dibujar un superhombre, sino, ms bien, dando

    peso a una historia escogida por Dios como suya.

    La cristologa pneumtica as pensada, adems de la encarnacin y

    del bautismo, tendra en cuenta el tiempo del desierto y de las tentaciones

    (cfr. Mc 1, 12 y los otros relatos con sus especificidades), la predicacin

    pblica (desde Lc 4, 14) y los milagros (por ejemplo, en Mt 12, 28 o Mc

    3, 28-30), hasta la cuestin misma de la autoconciencia de Jess (cfr. Lc

    10, 21) y de su entrega al Padre, pasando por la pasin (cfr. Hb 9, 14). La

    evidente recuperacin de los sinpticos, as entendida, sera, en el fondo,

    una restitucin de dignidad a la historia como condicin de posibilidad de

    cualquier otra afirmacin teolgica.

    14 JE, 69.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 36

    Por eso, desde esta perspectiva pneumtica se desarrollara la idea

    de la comunicacin de esta uncin de Cristo a los hombres y a la Iglesia15,

    es decir, la pneumatologa crstica.

    Jess no es slo el Hijo de Dios encarnado (identificacin

    personal), sino que es tambin el Ungido, el Cristo, el que

    posee en plenitud el Espritu Santo recibido en el Jordn. Los

    dos elementos son igualmente necesarios para que Jess

    pueda ser el salvador de los hombres y lleve a cumplimiento

    su misin16.

    Si el primer elemento caracteriza la identificacin personal, el

    segundo esclarece su dimensin soteriolgica, esto es, su significatividad

    soteriolgica. Porque, sin duda, el que es desde siempre el Hijo de Dios

    realiza histricamente la vida filial en la fuerza del Espritu Santo17, pero,

    al mismo tiempo es a travs de esta realizacin histrica que los discpulos,

    por la gracia del Espritu, libre y voluntariamente, lo reconocen como Hijo

    de Dios. Para que sea as, todos estos acontecimientos han de tener una

    significacin real para la vida de Jess18 y para la nuestra. No hay slo la

    encarnacin, entonces: [] decir lo contrario significara desconocer la

    verdad profunda de la economa de la encarnacin19 concluye, lapidario,

    Ladaria.

    Retomando la funcin del Espritu en el Jordn segn los Padres,

    se van expresando las relaciones recprocas entre cristologa pneumtica y

    pneumatologa crstica.

    El Espritu del Jordn, Espritu paterno, es pues el de

    Pentecosts. El Espritu que viene sobre Jess es el que l

    15 JE, 70.

    16 JE, 71.

    17 JE, 71.

    18 JE, 71.

    19 JE, 71.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 37

    otorga. Los efectos que en l produce son los que ha de

    producir en los hombres. Ms an, los produce en l para

    poderlos producir en los hombres20.

    Es decir, la pneumatologa crstica encuentra sus races en la cristologa

    pneumtica. No solo por lo que signific en la vida de Cristo, sino por lo

    que determin en nuestras vidas, incluso el reconocimiento ms profundo

    de la identidad misma de Cristo como Hijo de Dios.

    Como ya hemos dicho, con Atanasio y, sobre todo, con Gregorio

    Nacianceno, las cosas no sern tan claras. Solo Basilio21, en dependencia

    de Ireneo, volver a distinguir la uncin del Jordn de la encarnacin y de

    sus efectos, identificando, a la vez, el Espritu que Cristo recibe por el

    Padre del Espritu que derrama en cuanto Hijo. En Atanasio, por contrario,

    el Verbo, con su auto-uncin, no dejar espacio para una cristologa

    pneumtica. Ser slo cristologa. Y desde esta cristologa as entendida

    se desarrollar una pneumatologa crstica, como apndice histrico y

    eclesial, con repercusiones en la teologa sacramentaria, en la liturgia y en

    la moral. Por otro lado, y por consecuencia, todo aspecto descendente de

    la cristologa tomar consistencia y se mirar con sospecha cada retorno a

    un esquema ascendente. Sin un sustrato pneumatolgico real, el riesgo de

    confesar una humanidad que puede hacerlo todo ser real (cfr.

    pelagianismo y, siglos despus, la crtica fuerte del luteranismo y el mismo

    neo-calcedonismo ms reciente). Adems, ser este cristocentrismo

    terico lo que dar lugar, de hecho, a un cierto cristo-monismo prctico

    que caracterizar, sobre todo, buena parte de la tradicin occidental. A

    pesar del hecho que no es este el lugar para tratar de la tradicin oriental,

    20 JE, 75.

    21 Cfr. BASILIO DE CESAREA, De Spiritu op. cit., XII, 28; XVI, 39 [PG 32, 115-

    118; 139-142].

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 38

    cabe precisar que, de hecho, tambin all se dar algo parecido, otorgando

    centralidad al Espritu en el marco de la vida litrgica y espiritual, aunque

    renunciando a un desarrollo sistemtico de una cristologa ascendente y

    autnticamente histrica, llevando as a un cierto monofismo prctico

    que, en unas formas, ha asumido incluso carcter terico.

    El ltimo punto que nuestro autor toca en el tercer captulo de su

    libro est dedicado a la distincin entre Espritu del Padre y Espritu de

    Cristo. Nota, pues, que el Espritu que acta sobre Jess siempre es

    enviado por el Padre. Despus de su resurreccin, el Seor lo enva junto

    con el Padre (cfr. Jn 15, 26), o lo enva el Padre en el nombre de Jess (cfr.

    Jn 14, 16. 26). Es evidente que es el mismo Espritu, pero, al descender

    sobre el Hijo, no es propiamente Espritu del Hijo, sino de Dios: as se

    explicara la funcin de gua que desarrolla a lo largo de la vida histrica

    de Jess. Es este Espritu el que lo constituye Hijo de Dios en poder (cfr.

    Rm 1, 4) y configura su humanidad para la resurreccin. Al comunicarlo,

    despus de la resurreccin, ser Espritu del Hijo y tendr como fuente

    la misma humanidad santificada y glorificada de Jess resucitado.

    La plena revelacin y la plena manifestacin del Dios trinitario

    encuentra aqu su consumacin22. En la humanidad glorificada del Hijo se

    dan las condiciones para la in-habitacin del Espritu entre los hombres en

    el nico cuerpo del Hijo, partcipes de su filiacin.

    Ladaria llega as a plantear la relacin fundamental entre dos

    procesos: la donacin del Espritu por parte de Dios Padre y la vida de

    Jess. La solidaridad23 de Jess con la humanidad se convierte en canal

    por el cual el mismo Espritu fluye y viene comunicado a todos los

    22 San Ireneo habla en este sentido de fin de los tiempos, cfr. Demostr. 6.

    23 JE, 84.

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 39

    hombres. Llevada a cabo en Jess la obra de reconciliacin de los hijos de

    Adn con Dios, el Espritu empieza la configuracin crstica de la

    humanidad, hasta realizar en nosotros lo que en Jesucristo ha realizado.

    Ladaria subraya que no hay otro modo de pensar la participacin en la

    condicin del Hijo de Dios sino en la mediacin del Espritu que ahora es

    Espritu del Hijo24.

    La cristologa del Logos y la del Espritu, en su ntima

    relacin, nos muestran cmo, sin que se altere en lo ms

    mnimo la irrepetibilidad de Jess, ms an, precisamente en

    virtud de sta, su condicin de Hijo puede ser compartida por

    los hombres sus hermanos. Si, como Hijo, Jess es unignito,

    en cuanto Hijo ungido en su humanidad con el Espritu que

    despus comunica a los hombres, se hace primognito entre

    muchos hermanos. Para la cristologa y la soteriologa no es

    por tanto indiferente la consideracin de la uncin de Jess

    por el Padre en el Espritu25.

    Aqu se pone de manifiesto el horizonte ms amplio de lo que

    hemos desarrollado hasta ahora. Desde el anlisis se pasa aqu a una

    conclusin que tiene carcter sistemtico no indiferente. El equilibrio entre

    cristologa y pneumatologa da razn de la soteriologa cristiana y

    constituye y robustece su credibilidad. La antropologa, en este sentido,

    viene tocada por la soteriologa por lo menos en dos direcciones: primero,

    en Cristo por el Espritu enviado del Padre y, segundo, en el mismo

    Espritu, que, de Cristo, llega a toda carne26. La mediacin, entonces, sera

    24 En este sentido habra que leer tambin id., La concepcin del hombre como imagen

    de Dios y su reinterpretacin en Cristo, en Miscelnea Comillas: Revista de ciencias

    humanas y sociales, 43 (1985), 392-397, donde est subrayado el insustituible papel

    del Espritu en la accin que vincula Jess y los hombres en esta relacin con Dios

    que llamamos filiacin y que posibilita que los hombres reproduzcan a su modo la

    vida de Jess (p. 394).

    25 JE, 86.

    26 Llama la atencin un pequeo pasaje de la Cronica acerca del Congreso teolgico

    internacional de Pneumatologa del 1982, redactado por Ladaria y Granado: Cerr

    la jornada Mons. Carlo Maria Martini, Arzobispo de Miln, cuya disertacin sobre

  • Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin

    1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 40

    doble, juntamente, de carcter pneumtico y crstico. nica es la economa

    de la salvacin, pero da razn de s solo en la doble vertiente cristolgica

    y pneumatolgica. La nica mediacin de Cristo, a pesar de suponer la

    pneumatologa, al no explicitarla reduce la soteriologa a cristologa y, de

    hecho, vaca de significacin la riqueza y la credibilidad histrica de la

    revelacin trinitaria.

    1.4. Jess y el Espritu Santo en la obra de salvacin

    1.4.1. Una sistematizacin a la luz de la Dominus Iesus

    El cuarto captulo del texto de Ladaria objeto de la presente tesina1,

    fue publicado por primer