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EL PUNTO DE PARTIDA DE LA FILOSOFÍA DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET Y XAVIER ZUBIRI Roody Réserve 0. Introducción El objetivo de esta investigación es determinar el punto de partida de las filosofías de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. La pregunta por el punto de partida de la filosofía de un autor es de crucial importancia para un acercamiento al pensamiento del mismo. En este sentido, el tema que nos ocupa en este trabajo monográfico, puede ser sumamente relevante para una correcta comprensión de las filosofías de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. Se ha dicho en repetidas ocasiones que la filosofía es una ciencia que se busca. Una ciencia que incesantemente busca su objeto. En este esfuerzo permanente por la determinación de su objeto, los autores discuten, se contradicen y se asimilan entre sí. Como esta discusión presupone siempre implícita o explícitamente un determinado punto de partida, en la determinación de este punto se juega la partida de las filosofías, su grandeza o su miseria; de ello depende que se entiendan como propuestas novedosas o como simples imitaciones de otras. Por eso, en filosofía, muchas veces, importa más el punto de partida que el punto de llegada de un determinado autor. Suele ser decisivo establecer los presupuestos o piedra angular de todo su edificio filosófico antes de cualquier discusión en torno a la relevancia y posibles aplicaciones del mismo. El proceso de dilucidación de esta pregunta nos ha mantenido en una discusión intensa y, quizá controversial, con diferentes expresiones filosóficas que, a su vez, han sido determinantes para la filosofía de Ortega y de Zubiri. Así, en el primer capítulo de este trabajo, hemos tratado de trabar un contacto biográfico e intelectual con nuestros autores, situándolos en su contexto y en sus inquietudes. Pero, puesto que muchas de estas inquietudes nacieron del encuentro con la

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EL PUNTO DE PARTIDA DE LA FILOSOFÍA DE JOSÉ

ORTEGA Y GASSET Y XAVIER ZUBIRI

Roody Réserve

0. Introducción

El objetivo de esta investigación es determinar el punto de partida

de las filosofías de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri. La pregunta por

el punto de partida de la filosofía de un autor es de crucial importancia

para un acercamiento al pensamiento del mismo. En este sentido, el

tema que nos ocupa en este trabajo monográfico, puede ser sumamente

relevante para una correcta comprensión de las filosofías de Ortega y

Gasset y de Xavier Zubiri.

Se ha dicho en repetidas ocasiones que la filosofía es una ciencia

que se busca. Una ciencia que incesantemente busca su objeto. En este

esfuerzo permanente por la determinación de su objeto, los autores

discuten, se contradicen y se asimilan entre sí. Como esta discusión

presupone siempre implícita o explícitamente un determinado punto de

partida, en la determinación de este punto se juega la partida de las

filosofías, su grandeza o su miseria; de ello depende que se entiendan

como propuestas novedosas o como simples imitaciones de otras. Por

eso, en filosofía, muchas veces, importa más el punto de partida que el

punto de llegada de un determinado autor. Suele ser decisivo establecer

los presupuestos o piedra angular de todo su edificio filosófico antes de

cualquier discusión en torno a la relevancia y posibles aplicaciones del

mismo.

El proceso de dilucidación de esta pregunta nos ha mantenido en

una discusión intensa y, quizá controversial, con diferentes expresiones

filosóficas que, a su vez, han sido determinantes para la filosofía de

Ortega y de Zubiri. Así, en el primer capítulo de este trabajo, hemos

tratado de trabar un contacto biográfico e intelectual con nuestros

autores, situándolos en su contexto y en sus inquietudes. Pero, puesto

que muchas de estas inquietudes nacieron del encuentro con la

fenomenología de Husserl, determinar el grado de influencia de éste,

tanto en Zubiri como en Ortega se tornó una cuestión insoslayable.

Una de las joyas que descubrieron uno y otro autor en Husserl ha

sido la posibilidad de un nuevo amanecer en el quehacer filosófico.

Asimismo, propició una nueva definición de la filosofía, que la sitúa más

allá de cualquier dogma escolástico. Fruto de esta actitud de

permanente búsqueda en que consiste la investigación por las verdades

primeras, Ortega Y Zubiri emprendieron la tarea de radicalización de la

filosofía de Husserl. Pero, han llegado a ello, de la mano de la filosofía

de Heidegger. Esto es el tema del segundo y el tercer capítulo donde

analizamos, respectivamente, el enfrentamiento, esta vez más crítico,

más en aras de encontrar una nueva salida filosófica a las

insuficiencias encontradas tanto en Husserl como en Heidegger. Sobre

esta base, en el capítulo dos asistimos al despliegue esplendoroso de la

filosofía orteguiana. A raíz de sus experiencias fenomenológicas y de su

inmersión en el dasein, Ortega arriba al tema de la Vida como punto de

partida de cualquier investigación filosófica.

Zubiri por su parte, encuentra que las filosofías de Husserl y de

Heidegger podrían ser criticadas. A raíz de este enfrentamiento con

estos autores, exponemos, en el capítulo tres el punto de partida de la

filosofía zubiriana. Sin embargo, la radicalización a la que el filósofo

vasco somete a la filosofía husserliana y heideggeriana, pese a su

marcada influencia orteguiana, pretende ir más allá de éste. Es la

conclusión a la que nos llevará el capítulo cuatro, que consiste,

principalmente en la exposición de una posible discusión filosófica entre

Zubiri y Ortega.

Finalmente, en la conclusión de este trabajo, tratamos de

establecer algunas consecuencias de la dilucidación del punto de

partida de las filosofías de Ortega y de Zubiri y algunas pistas para

ulteriores investigaciones en torno a las posibles insuficiencias

zubirianas, o quizá, las injusticias, que éste haya cometido en contra de

Ortega y Gasset.

Capítulo primero

1. Semblanzas de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri

1.1. Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset es, sin duda alguna, una figura señera del

pensamiento español del siglo recién pasado. Líder indiscutible de la

sociedad de su tiempo, se hizo eco de las aspiraciones de su generación

en un contexto español, europeo y mundial particularmente difícil. En

su calidad de literato cautivó las letras hispanas1. Como editor, hizo de

la difusión de importantes obras un baluarte de la recuperación

cultural de la que era urgida la España de su tiempo2. En su calidad de

profesor universitario, contribuyó a la formación de la nueva generación

que debería emprender la tarea de «regeneración» de la sociedad

española3. Como analista de temas sociales generó opiniones; como

político, abogó por una sociedad libre donde la educación de las masas

y su rescate fuera el pilar fundamental4; y finalmente, "Ortega es

considerado como el gran propulsor de la filosofía en España. No sólo

ha importado filosofías: ha creado en España un ámbito propio para la

filosofía y un ambiente donde poder filosofar en libertad… la creación de

un ambiente filosófico no se logra más que filosofando y Ortega filosofó

efectivamente"5. En todo lo que emprendió, el objetivo primordial de ese

insigne hombre, era poner su talento al servicio de España y al servicio

de la humanidad entera.

Nacido en Madrid en las postrimerías del siglo 19, en el seno de

una familia acomodada de la época --la familia de Ortega fue propietaria

del periódico madrileño El imparcial--, Ortega y Gasset guardó estrecha

relación con el mundo del periodismo6. Estudió con los jesuitas en

Málaga y, luego, en Deusto, para doctorarse en 1904 en la Universidad

de Madrid. Así como gustaba recalcar la importancia de las

circunstancias en la biografía personal de cada persona, la situación

económica, política e intelectual de España puede ilustrar bastante bien

la suya. Y es que, "no es posible, pues, penetrar en la obra de Ortega si

no se está en claro respecto a su circunstancia"7.

La España de Ortega y Gasset está profundamente marcada por

un sentimiento de retraso con respecto a la Europa moderna. En el

momento en que Ortega inicia su trayectoria, España es considerada

como uno de los países europeos más atrasado a nivel tanto cultural

como económico y social. Ya generaciones anteriores habían

experimentado sentimientos similares. Desde que Floridablanca logró

cortar el aire de ilustración que desde Francia amenazaba las élites

españolas, este país se había alejado lo suficiente de Europa y de las

corrientes más renovadoras del viejo continente como para que se

pudiera decir en tiempo de apertura y de plena ilustración en Europa:

"Ejercitábase, pues, en España una vigilancia suma sobre las acciones

de todos los particulares, conteníase a los escritores en los días pasados

protegidos y en la ceñuda desconfianza reinante se tiraba a evitar el

trato con los extranjeros, y particularmente los franceses"8.

Esa desconfianza inicial, desde los primeros días de la revolución

francesa, acompañó la vida española hasta bien entrado el siglo XX, no

obstante los grandes cambios en el ámbito europeo. De ahí que

emprendieran los intelectuales españoles un movimiento que pretendía

conectar a España con la corriente cultural europea. En este sentido,

destacó el gran poeta español Francisco Machado, en los albores del

siglo XX, la necesidad de superar el anacronismo español. "¿Está todo

moribundo? No, el provenir de la sociedad española espera dentro de

nuestra sociedad histórica, en la intrahistoria, en el pueblo

desconocido, y no surgirá potente hasta que le despierten vientos o

ventarrones del ambiente europeo… España está por descubrir, y sólo

la descubrirán españoles europeizados"9

Ortega inicia sus actividades intelectuales en ese contexto

marcado, por un lado, de insatisfacción por la situación española y, por

otro, de las búsquedas de la restauración española por medio de un

mayor contacto con Europa. De esta manera, luego de obtener su

doctorado en Filosofía en la Universidad Central de Madrid, emprende

su periplo intelectual10 por Alemania, donde entrará en contacto con la

filosofía neokantiana. El neokantismo, a partir de ese momento ha de

marcar de manera decisiva la vida de Ortega. Y, como él mismo lo

reconoce: "Durante diez años he vivido dentro del pensamiento

kantiano: lo he respirado como una atmósfera y ha sido a la vez mi casa

y mi prisión"11. El profundo reconocimiento por parte de Ortega de las

influencias del pensamiento alemán en su vida --en sus escritos habla

de la obra de Dilthey, Heidegger, Husserl etc--; este reconocimiento hizo

que se alentara su difusión en España, particularmente entre sus

discípulos.

1.2. Xavier Zubiri

El joven vasco, nacido en San Sebastián, Guipúzcoa, en 1888, fue

uno de los primeros alumnos a los que animó Ortega a estudiar el

pensamiento alemán. Acorde a la "misión europeizadora"12 iniciada por

su maestro, Zubiri debuta en su reflexión filosófica. Ya en 1928 se le

encuentra en Alemania estudiando con Husserl y Heidegger. En efecto,

desde 1921, año en que presentó su tesis de licenciatura en la

Universidad Católica de Lovaina, sobre el problema de la objetividad en

Husserl ("le probléme de l´objectivité d´aprés Husserl: la logique pure")

y, luego su tesis doctoral, Ensayo de una teoría fenomenológica del

juicio, dirigida, el mismo año, por Ortega, se había hecho perceptible el

impulso fenomenológico en Zubiri.

No podía ser de otra manera. Hacia los inicios del siglo XX, la

corriente fenomenológica liderada por Husserl conocía sus momentos

de mayor esplendor13 en el círculo filosófico europeo. Por eso, Zubiri

arrancó de la fenomenología sus primeras intuiciones acerca del hacia

dónde debería emprenderse la búsqueda denodada de la verdad

filosófica. En esta línea, se encuentran sus repetidos viajes de estudio a

Europa.

Al mismo tiempo, es importante recalcar la vivencia de Zubiri de

la realidad española que, de alguna manera, dejó su impronta tanto en

su vida personal como en su obra filosófica14. La guerra civil que

conoció la sociedad española de 1936 a 1939 pilló a Xavier Zubiri en el

extranjero, donde, al decir de su esposa Carmen Castro, conoció apuros

económicos y vivió gracias al aporte de buenos amigos que le supieron

tender la mano en momentos difíciles15.

De regreso a España, Zubiri se dedicará a impartir cursos

privados a los que asistían intelectuales amigos y gente atraída por su

fama de gran expositor de la filosofía. De esta manera, Xavier Zubiri

vivió en carne propia las peores vicisitudes de los intelectuales

independientes de la España de Franco. Pero, pese a todas las penurias,

supo mantener la frente en alto, con una gran hidalguía.

Debemos recalcar que tanto en Zubiri como en Ortega confluye

una singular experiencia de alumno y maestro, profundamente

marcada por la situación de su país. Ambos estaban persuadidos de la

necesidad de llevar adelante una reforma cultural en su tierra y, al

mismo tiempo, ofrecer a la filosofía una nueva manera de enfrentarse

con los problemas que aquejan al hombre. De esta manera se puede

decir que la vinculación biográfica de Ortega y Zubiri permite entender,

tanto las influencias filosóficas decisivas en la vida de éste16 como las

repercusiones de la situación política española en sus pensamientos:

ambos se vieron afectados, de una u otra manera, por el atraso cultural

español respecto de Europa, la guerra civil y la posterior instauración

de la dictadura franquista.

1.3. Las influencias de Ortega y Gasset y Xavier-Zubiri

Ya en páginas anteriores, hemos hecho alusión a distintos

momentos biográficos que vendrían a confirmar una cierta relación

entre Zubiri y Ortega. En este momento, sin embargo, se trata de

vincularlos desde el punto de vista del origen de los temas presentes en

sus reflexiones filosóficas. En este sentido, se vuelve necesario

establecer ciertos lazos de afinidad temáticos en su trabajo filosófico.

A este respecto, es necesario señalar las influencias de la

fenomenología en ambos autores. Es indispensable subrayar que "las

filosofías de José Ortega y Gasset y Xavier Zubiri guardan entre sí cierta

afinidad intelectual, al menos en su comienzo, aunque difieran luego en

el curso de su desarrollo. Ambos iniciaron su camino de pensamiento a

partir de la fenomenología, que tan decisivamente marcó al

pensamiento europeo de los comienzos del siglo XX…"17. Pero, ¿qué es

la fenomenología?

La fenomenología es una de las filosofías más fecundas del siglo

recién pasado. En ella se han inspirado infinidades de intentos de

renovación intelectual filosófica europea. La intuición primera de su

fundador, Edmund Husserl, es la de elaborar una filosofía a la altura de

los tiempos: una filosofía sin supuestos. La fenomenología pretende ser

una ciencia nueva, una ciencia de fenómenos; una ciencia que, en

definitiva, emprenda el camino de rescatar a la humanidad de la crisis

de la modernidad y del proyecto ilustrado. Por eso, se propone, en

última instancia, una fundamentación de las ciencias. La influencia de

esta nueva corriente filosófica tanto en Zubiri como en Ortega, es lo que

hemos de considerar a continuación.

1.3.1. Ortega y Gasset y la fenomenología

No cabe duda alguna de que la fenomenología tuvo una influencia

nada despreciable en el pensamiento y obra filosófica de Ortega y

Gasset. Ya hemos referido, en páginas anteriores, la expresa invitación

de éste a uno de sus alumnos para que se adentrara en el estudio de

ese pensamiento.

Pero en otro sentido, hay que subrayar que el encuentro con la

fenomenología marcó decisivamente el inicio de una nueva etapa

intelectual de Ortega. Cerezo Galán observa que dicha filosofía le ayudó

a librarse del neokantismo. "Para Ortega se trataba de reconciliar la

teoría con un sentido de fuerte y pregnante de experiencia, que no podía

garantizar el neokantismo. En esta tesitura, la fenomenología

representó para él, según su propia caracterización, una buena suerte,

porque le permitió evadirse de la cárcel del neokantismo y arribar a una

nueva tierra filosófica más veraz, esto es, más ceñida a los problemas

reales que a las cuestiones artificiosas e intestinas de escuela"18.

Se trataba en el fondo para Ortega de hacerse eco de un

pensamiento destacable por su vigor crítico y su inmejorable atención a

la realidad. "Más pues que el sistema e incluso que el método, lo que

importaba a Ortega de la fenomenología era la nueva sensibilidad que

se anunciaba en ella por el mundo próximo en derredor, vinculada a un

nuevo y vigoroso estilo de pensamiento que quería morar o demorarse

en las cosas mismas. Para esta empresa la fenomenología no tenía otras

credenciales que su fina crítica al subjetivismo y su rehabilitación

metódica de la intuición categorial, y éstas fueron las armas que empleó

la joven generación orteguiana en Europa para abrirse paso hacia un

nuevo continente intelectual"19.

De esta empresa, de la mano del nuevo horizonte divisado por

Husserl, nace la filosofía de Ortega: Un intento por corregir los yerros

del propio Husserl quien se habría desviado de su anterior camino. En

el capítulo 2, cuando analicemos el enfrentamiento de Ortega con la

fenomenología, hemos de aportar mayor precisión acerca de las

insuficiencias de dicha corriente.

1.3.2. Xavier Zubiri y la fenomenología

Zubiri es otro de los autores sobre el que la fenomenología tuvo

un impacto nada desdeñable. Se puede rastrear tal influencia en sus

estudios de juventud a cerca de este autor --sus tesis de licenciatura y

de doctorado han sido análisis y discusión de la obra de Husserl. Este

primer acercamiento estuvo fuertemente influenciado por el maestro

Ortega.

Dicho lo anterior, hay que distinguir dos momentos en la relación

de Xavier Zubiri con la fenomenología. Un primer momento de

juventud, donde fascinado por los consejos de Ortega, el joven filósofo

se dedica al estudio de lo que su maestro considerará lo más novedoso

y prestigioso en el pensamiento filosófico europeo.

El segundo momento, quizá lo más importante para el trabajo que

nos ocupa, lo constituye la evidente distancia, expresada claramente en

sus estudios posteriores, con la filosofía husserliana. Será el momento

de las críticas de Zubiri a la filosofía de Husserl. Pretende "superar la

sustantivación husserliana de la conciencia --a la que él se había

adherido en la etapa de juventud-- para considerar los actos mismos de

intelección…"20.

Sin embargo, más allá de ulteriores críticas, Zubiri apuntará que "

el mérito de Husserl consistió en la positiva creación de un ámbito

donde poder filosofar libremente". Así destacará que "la fenomenología

fue el movimiento más importante que abrió un campo propio al

filosofar en cuanto tal". Es que, en opinión de Zubiri, por medio de la

fenomenología, se pudo desmarcar el ámbito propio de la filosofía, más

allá de los reduccionismos decimonónicos21. En todo caso, el impulso

fenomenológico permite a Zubiri adherirse al lema tan en boga en

Europa de una "vuelta a las cosas" y sintonizar con lo que Cerezo Galán

llama la urgente necesidad de "arraigar el pensamiento en la realidad"22.

1.4. Conclusión

Llegados a este momento, debemos destacar que tanto para

Zubiri como para Ortega y Gasset, la fenomenología significó un nuevo

sendero desde donde la filosofía debe caminar. "El problema de la

realidad, era, pues, uno y el mismo que el problema de la filosofía. Así

lo vieron tanto Ortega como Zubiri. Mientras la ciencia de la teoría va

investigando en qué consiste ésta --precisa Ortega en 1913--, tiene que

ir fundamentándose a sí misma como ciencia. Y en un sentido análogo,

aseguraba Zubiri en un temprano artículo de 1935 (Filosofía y

metafísica) que la fenomenología no había partido de una idea previa de

la filosofía sino que había ido adquiriendo paulatinamente esta idea en

el curso del filosofar efectivo. Como en toda auténtica filosofía que no se

limite a ser escolástica de la ya pensado, la obra de la filosofía es la

conquista de su propia idea. Así aconteció en la fenomenología. Husserl

fue capaz --comenta Diego Gracia-- de plantear eso que Zubiri llama el

problema filosófico con una radicalidad nueva, restauró el pensar

filosófico en el siglo XX"23.

Así, la fenomenología causó un impacto importante en las obras

de Ortega y Zubiri. Marcó irremediablemente a ambos autores.

Aprendieron a valorar en la filosofía de Husserl su radicalidad y su afán

de apodicticidad. "La filosofía nace por consiguiente, en una situación

desesperada. Tiene, por decirlo así, que ganarse la vida desde la cuna.

De aquí su radicalismo. No se le permite apoyarse en capital ni herencia

alguna de certidumbres, de verdades adquiridas"24.

Sin embargo, pese a su fascinación con la fenomenología, no la

recibieron de manera acrítica. Tanto Ortega como Zubiri, cuestionaron

su inconsistencia con sus postulados de partida. Recelaron, como la

mayoría de los discípulos de Husserl, su abandono de la realidad

primaria, radical para internarse en una especie de "Idealismo

Trascendental". ¿Cuáles son las críticas de uno y otro autor? ¿Cómo

leyeron las desviaciones de Husserl? ¿Qué es lo que reprochan de la

fenomenología husserliana? ¿Siguió siendo fiel Husserl a sus primeras

intuiciones? ¿Cuál es la propuesta filosófica que resultó de Zubiri y de

Ortega a raíz de su etapa fenomenológica? Estas son algunas preguntas

que trataremos de responder en los siguientes apartados cuando

abordemos las respectivas propuestas de uno y otro autor. De

momento, valgan estas primeras aproximaciones como aclaración y

establecimiento de una de las fuentes de donde proceden ambos

autores.

Capítulo segundo

2. El punto de partida de la filosofía de Ortega y Gasset

2.1 Enfrentamiento de Ortega con la fenomenología

El encuentro con la fenomenología que, en su momento, Ortega

calificó de providencial pronto se tornó en un enjuiciamiento de esta

última. "Al estudiar yo en serio la fenomenología --decía Ortega, a la

altura de 1912-- me pareció que cometía ésta en orden microscópico los

mismo descuidos que en orden macroscópico había cometido el viejo

idealismo"25. Nuestro autor llegó a esta conclusión luego de un

minucioso análisis del tema de la conciencia fenomenológica.

La realidad radical, primaria de la fenomenología, tal como la

entiende Husserl, es una conciencia pura, un yo puro que contempla

las cosas de manera impasible. "Ese yo no quiere, sino que se limita a

darse cuenta de su querer y de lo querido; no siente, sino que ve su

sentir y los valores sentidos; en fin, no piensa, esto es, no cree lo que

piensa, sino que reduce a advertir que piensa y lo que piensa"26. De esta

manera, la conciencia fenomenológica, logra establecer una separación

entre lo contemplado y el sujeto que lo contempla; entre el contemplar y

lo contemplado.

"Ese yo es, pues, puro ojo, puro e impasible espejo,

contemplación y nada más. Lo contemplado no es una realidad, sino

que es tan sólo espectáculo. La realidad verdadera es el contemplar

mismo; por tanto, el yo que contempla sólo en cuanto contempla, el

acto de contemplar como tal y el espectáculo contemplado en cuanto

espectáculo. no es una realidad, sino que es tan sólo espectáculo. Como

el rey Midas trasmutaba en oro cuanto tocaba, la realidad absoluta que

es la «conciencia pura» desrealiza cuanto hay en ella y lo convierte en

puro objeto, en puro aspecto. La pura conciencia, […] espectraliza el

mundo, lo transforma en mero sentido. Y como el sentido agota toda su

consistencia en ser entendido, hace consistir la realidad en

inteligibilidad pura"27.

Ortega se rebela contra esta forma de conciencia, de yo puro, por

su recaída en el idealismo. La «reducción fenomenológica» por la que el

yo puro se convierte en juez inquisidor e imparcial ante la realidad le

parece chocante. Así el fenomenólogo, "en vez de hallar una realidad, la

fabrica"28. De esta suerte, el filósofo se convertiría en un farsante,

cobarde domador que a base de cloroformo intenta domesticar la

realidad. Nada más charlatán y vergonzoso para quien pretende

encontrar un saber radical, libre de prejuicios, pero cuyo resultado lo

aleja de su noble propósito.

Para evitar estas desviaciones, es necesario tomar en cuenta que

lo que el fenomenólogo "de verdad encuentra es la «conciencia

primaria», «irreflexa», «ingenua», en que el hombre cree lo que piensa,

quiere efectivamente y siente un dolor de muelas que duele sin otra

reducción posible que la aspirina o la extracción. Lo esencial, pues, de

esa «conciencia primaria» es que para ella nada es sólo objeto, sino que

todo es realidad. En ella el darse cuenta no tiene un carácter

contemplativo, sino que es encontrarse con las cosas mismas, con el

mundo. Ahora bien, mientras ese acto de «conciencia primaria» se está

ejecutando no se da cuenta de sí mismo, no existe para sí. Esto

significa que esa «conciencia primaria» no es, en rigor, conciencia. Este

concepto es una denominación falsa de lo que hay cuando yo vivo

primariamente, es decir, sin ulterior reflexión. Lo único que entonces

hay soy yo y son las cosas de todo género que me rodean --minerales,

personas, triángulos, ideas, pero no hay además y junto a todo eso

«conciencia». Para que haya conciencia es menester que deje yo de vivir

actualmente, primariamente, lo que estaba viviendo y volviendo atrás la

atención recuerde lo que inmediatamente antes me había pasado. […]

Esta realidad pasada, no es, claro está ahora realidad. La realidad

ahora es su recuerdo y a ella es a lo que podemos llamar «conciencia».

Porque ahora hay en el mundo «conciencia», como antes había

minerales, personas, triángulos. Pero, bien entendido, esta nueva

situación que consiste en encontrarme con la cosa «conciencia» y que es

recordar o, más en general, «reflexión» no es ella misma conciencia, sino

que es exactamente tan ingenua, primaria e irreflexiva como la inicial.

Yo sigo siendo ahora un hombre real que encuentra ante sí, por tanto,

en el mundo, la realidad «conciencia» "29.

Lo anterior permite a Ortega desmarcarse del tortuoso camino de

la fenomenología husserliana. Des-anda el sendero de la «conciencia-

idealista» y opera una vuelta a la realidad primaria; en definitiva, vuelve

al punto de partida de la reflexión fenomenológica, para preguntarse,

entonces, por lo primordial y radical de dicha realidad. Sin embargo,

como él mismo lo reconoce, era menester contar con el apoyo de la

intuición fenomenológica para llegar a este punto. "Este fue el camino

que me llevó a la Idea de la Vida como realidad radical. […] Una

interpretación de la fenomenología en sentido opuesto al idealismo, la

evasión de la cárcel que ha sido el concepto de «conciencia» y su

sustitución por el de simple coexistencia de «sujeto» y «objeto», la

imagen de los Dii consentes, etcétera. […] El análisis de la conciencia

permitió a la fenomenología corregir el idealismo y llevarlo a su

perfección, […] Pero una nueva insistencia analítica sobre el concepto

fenomenológico de la conciencia me llevó a encontrar en él un

agujero"30. Es el agujero de la «conciencia» que confunde lo «primero»

con lo «secundario» y que ahoga el impulso vital en una conciencia

trascendental de corte idealista. Ortega rehuye el tono altanero del

idealismo trascendental para instalarse en lo más próximo, terre á terre,

e importante para el hombre, su vida, su mundo. Pero, ¿cuál es el

significado exacto de la palabra Vida como tema de reflexión filosófica

en el pensamiento orteguiano? Para entender en toda su amplitud la

exposición que hace Ortega acerca de la Vida, es necesario captarlo en

su desarrollo es decir, atender las distintas etapas que caracterizan la

exposición de esta idea.

2.2 La Vida como realidad radical

2.2.1. Vitalismo no es biologicismo

En su proceso de aclaración del significado de la Vida, Ortega

advierte que "el Vocablo «vitalismo», como todos los vocablos, significa

muchas cosas dispares, y ya que con él se pretende, nada menos,

resumir todo un sistema de pensamientos, convendría haberse tomado

el trabajo de usarlo con precisión"31. Encontrándose en esta tarea de

precisión de conceptos, llama la atención sobre la diferencia entre el

uso filosófico y el uso científico de la misma palabra. No es lo mismo el

vitalismo biológico que el filosófico. En la acepción biológica, vitalismo

implica "toda teoría biológica que considera los fenómenos orgánicos

irreductibles a los principios físicos-químicos"32. Lo que da lugar a dos

formas de vitalismo: una que supone una entelequia distinta de las

fuerzas físico- químicas, lo que equivale a un «vitalismo biológico»; y

otra que, amparándose en un estricto empirismo, se dedica

exclusivamente a considerar los fenómenos vitales en su peculiaridad,

evitando su reducción al sistema de la física, llamándose a su vez,

biologismo33. Ortega aclara que ninguno de estos sentidos, pueden

aplicarse a la filosofía. Pertenecen a la ciencia que los ha de analizar y

criticar en su momento y espacio.

En segundo lugar, Ortega atiende el significado filosófico de la

palabra vitalismo. En filosofía designa tres posiciones diferentes: La

primera hace referencia al vitalismo como un proceso biológico, regido

por las leyes generales orgánicas. Según esta tendencia, la filosofía sería

un capítulo más de la biología34. El segundo significado que recibe el

vitalismo en filosofía es el de hacer de la vida un método de conocimiento

frente al método racional. De esta manera, la filosofía declararía que la

razón no es el modo superior de conocimiento. Se destacaría la vida

como medio de conocimiento por su proximidad e inmediatez para el

hombre35. La tercera acepción en cambio, acepta la razón como único

método de conocimiento, pero "cree forzoso situar en el centro del

sistema ideológico el problema de la vida, que es el problema mismo del

sujeto pensador"36. En esta filosofía, son muy fecundas las discusiones

en torno a la relación vida y razón.

Ortega se declara partidario del segundo modelo de vitalismo,

pero, con la salvedad de precisar que en el suyo razón y teoría son

sinónimos. "Mi ideología no va contra la razón, puesto que no admite

otro modo de conocimiento teorético que ella: va sólo contra el

racionalismo"37. "Convendría, pues, que ciertas defensas un poco

pueriles de la razón, que han querido oponerse a mi presente «vitalismo»

penetrasen un poco más en las ideas que aspiran a combatir. En

general los defensores que estos años […] le han salido a la razón,

revelan una deplorable propensión a confundir las cosas, en crudo

antagonismo con su propio dogma. Más les valía dejarse de defensas

innecesarias y emplear esas fuerzas, dedicadas a polémica inoperantes,

en meditar ellos mismos un poco sobre lo que es razón"38. ¿Qué es, en

este contexto, razón o racionalismo para Ortega?

2.2.2. Vitalismo y racionalismo

En un emotivo análisis histórico del tema de la razón Ortega

encuentra que ésta siempre ha desembocado en una irracionalidad: "en

la razón misma encontraremos, pues, un abismo de irracionalidad"39.

Platón fue el primero en chocar contra esta antinomia. Puesto que

definió la razón como la capacidad de "entrar en la intimidad de algo,

descubriendo su ser más entrañable tras el manifiesto y aparente, la

definición se le presentó como la mejor vía de acceso a estos últimos

elementos. Sin embargo, resulta que al seguir este movimiento hasta

sus últimas consecuencias, el principio racional da lugar a una

irracionalidad. Si conocer racionalmente es descender o penetrar del

compuesto hasta sus elementos o principios, consistirá en una

operación meramente formal de análisis, de anatomía. Al hallarse la

mente ante los últimos elementos, no puede seguir su faena resolutiva o

analítica, no puede descomponer más. De donde resulta que, ante los

elementos, la mente dejar de ser racional"40.

A Leibniz, el racionalismo lo condujo al mismo callejón sin salida

al que había llevado a Platón. Según la teoría de Leibniz, la raison est la

liaison ou enchainement des verités, lo que significa en definitiva, dar

prueba de las cosas. "La prueba de una proposición no consiste en otra

cosa que en hallar la conexión necesaria entre el sujeto y el predicado

de ella. […] La racionalidad radica en la capacidad de reducir el

compuesto a sus postreros elementos, que Leibniz y Descartes

llamaban simples"41. Por medio de este mecanismo la razón vuelve

diáfana las cosas frente a la confusión y el caos «pre-racional». "La idea

racional es la idea «distinta» frente a la «confusa». Distinta es la idea que

podemos anatomizar en todos sus componentes internos, y, por tanto,

penetramos por completo. Al distender los poros de la idea compleja

penetra entre ellos nuestro intelecto y la hace transparente. Esta

transparencia cristalina es el síntoma de lo racional. Pero los poros se

hallan entre los elementos o átomos de la idea: sobre ello rebota nuestra

intelección y, exentos de intersticios, no los puede a su vez penetrar.

Leibniz no tiene otro remedio que aceptar lo que más dolor podía

ocasionarle: que la definición o razón descansa a la postre en simple

intuición, que la actividad disectriz y analítica termina en quietud

intuitiva. El racionalismo quisiera que toda cosa fuese conocida por otra

(su "razón"); pero es el caso que las últimas cosas sólo se conocen por sí

mismas, por tanto irracionalmente, y que de este saber intuitivo e

irracional depende, a la postre, el racional"42.

Por otro lado, la razón además de desembocar en una franca

irracionalidad, para tapar sus límites, en un claro atentado en contra de

la Vida, intenta domesticar, avasallar la realidad. La famosa frase de

Leibniz según la cual, "je ne concois les choses inconnues [--los

elementos donde no penetra la razón--] ou confusement connues que la

maniére de celles qui nous sont distinctement connues"43, es una prueba

patente de la vocación de anquilosamiento de la razón. En definitiva,

este atentado obedece al capricho y secreto del racionalismo. El secreto

de la razón "consiste en que, a despecho de las apariencias, el

racionalismo no es una actitud propiamente contemplativa, sino más

bien imperativa. En lugar de situarse ante el mundo y recibirlo en la

mente según es, con sus luces y sus sombras, sus sierras y sus valles,

el espíritu le impone un cierto modo de ser, le imperializa y violenta,

proyectando sobre él su subjetiva estructura racional"44. De esta

manera, el racionalismo se convierte en un simple y vulgar pretexto

para domesticar la realidad. "precisamente, lo que en el racionalismo

hay de anti-teórico, de anti-contemplativo, de anti-racional […] me lleva

a combatirlo donde quiera que lo sospecho"45.

2.2.3 Vitalismo pre-heideggeriano

Una vez identificados el peligro y la inconsistencia de la doctrina

racionalista, Ortega inicia la exposición de su vital teoría. Dicha

exposición, arranca de la necesidad de reemplazar la doctrina de la

razón pura, el idealismo, por la teoría vital. Puesto que "el racionalismo

es un gigantesco ensayo de ironizar la vida espontánea mirándola desde

el punto de vista de la razón pura"46, hay que ser consecuente con el

tema de nuestro tiempo que debe consistir "en someter la razón a la

vitalidad, localizarla dentro de lo biológico, supeditarla a lo

espontáneo"47. La gran ilusión de Ortega, a estas alturas, es llegar a que

la razón pura ceda su imperio a la razón vital48. La vida es lo prioritario.

Le gana la batalla a la teoría. ."No asevero que la actitud teórica sea la

suprema; que debamos primero filosofar, y luego, si hay caso, vivir. Más

bien creo lo contrario"49. La misión de la teoría es anclarse en la vida.

En esta primera etapa, frente al empirismo y el racionalismo,

Ortega reafirma la voluntad de vivir. Frente a "la reducción husserliana,

Ortega cree haber logrado una nueva analítica más radical. Lo decisivo

es que la realidad se entiende como ejecutividad antes que como

objetividad. En este estrato de la inmediatez originaria, de la

ejecutividad, no hay objetivación, sino participación vital: se vive en

realidad porque en este nivel la intencionalidad es apertura. […] Del

análisis de la ejecutividad o realidad radical se desprende como

momento suyo una «funcionalidad vital»50 desde la que podría

fundamentarse la filosofía orteguiana. ¿En qué consiste estrictamente el

análisis de la funcionalidad vital? ¿Cuáles son los rasgos que

caracterizan a la vida por encima de las demás cosas?

La vida es la realidad radical donde la teoría, la filosofía, debe

afincarse. En la medida en que la vida sea el punto de arranque de la

investigación filosófica, ésta se asegura de tomar en cuenta al hombre y

su realidad. De ahí el tema de la circunstancia que tanto ha evocado

Ortega en sus investigaciones filosóficas. Si la vida significa,

fundamentalmente, el ser viviente concreto, hay que tomar en cuenta la

circunstancia de cada viviente. Dirá Ortega en esta etapa que la vida es

el yo y sus circunstancias. "Yo soy yo y mis circunstancias". De tal

manera que todo individuo viviente está íntimamente imbricado con sus

circunstancias particulares. La suya, el momento en que realiza sus

propuestas filosóficas, es la España de la segunda mitad del siglo XX

aquejada de toda clase de problemas51. Por este medio nos lleva a la

pregunta por nuestra propia circunstancia. Sin embargo, la respuesta a

esta nuestra pregunta cobra nitidez a la luz de nuestro análisis de la

ejecutividad en que consiste la vida. Sólo desde este ámbito podremos

responder a las diferentes preguntas que nos acechan en el diario vivir.

En las dos grandes metáforas52, Ortega se explaya sobre la

necesidad de que la vida esté afincada en las circunstancias. Considera

que "el hombre rinde el máximum de su capacidad cuando adquiere la

plena conciencia de sus circunstancias. Por ellas comunica con el

universo"53. Por eso, a estas alturas, parece entender que su vocación

primordial es ayudarle al hombre a entender su entorno, a descifrar el

lenguaje del universo para con su vida. Este es el tema, al que Ortega le

dedica buena parte de su vida, grandes cantidades de sus escritos.

"Creo muy seriamente --nos dice-- que uno de los cambios más hondos

del siglo actual con respecto al XIX va a consistir en la orientación de

nuestra sensibilidad para las circunstancias"54.

Nuestro autor justifica la necesidad de subrayar la necesaria

imbricación entre yo y circunstancias con el afán de sustraerse de la

soledad en que la edad moderna, el idealismo, ha llevado al Yo. En

opinión de Ortega el Yo occidental es como el emperador chino

condenado a vivir en solitario. Sin embargo, a pesar de su triunfal

carrera de siglos, ha llegado el tiempo de que se produzca la

desbandada. "El yo ha gozado de una carrera brillante. No podrá

quejarse. No puede ser más. Y, sin embargo, se queja -- y se queja con

razón. Porque al tragarse el Mundo el yo moderno se ha quedado solo,

constitutivamente solo. […] [Así], el idealismo ha estado a punto de

cegar las fuentes de las energías vitales, de aflojar totalmente los

resortes del vivir. Porque casi ha conseguido convencer al hombre, en

serio, es decir, vitalmente de que cuanto le rodea sólo era: imagen suya

y él mismo"55. Para evitar seguir en los mismos errores, y para proteger

al hombre de un extrañamiento de sí mismo, Ortega se propone "liberar

al yo de su exclusiva prisión, de proporcionarle un mundo en torno, de

curar en lo posible su ensimismamiento, de intentar su evasión"56.

Dicha evasión no se logra más que atendiendo al mundo en derredor,

las circunstancias. Es un sacar al yo de sí, pero conservando su

intimidad para consigo mismo.

Por obra y gracia de las circunstancias, el hombre se encuentra

ubicado en una perspectiva. Es un ingrediente insoslayable de la

realidad. Está el yo y el objeto pensado en radical diferencia, pero

coexistiendo en una radical dependencia. Hay coexistencia entre mí y

las cosas. "Porque no es el mundo por sí junto a mí, y yo por mi lado

aquí junto a él --sino que el mundo es lo que está siendo para mí, en

dinámico ser frente y contra mí, y yo soy el que actúo sobre él, el que lo

mira y lo sueña y lo sufre y lo ama o lo detesta. [...] El ser del mundo

ante mí es --diríamos-- un funcionar sobre mí, y, parejamente, el mío

sobre él"57. De esta manera, vivir no es sólo yo, sino también mundo,

circunstancia, entorno.

Puesto que la vida se da en un entorno, la misma se encuentra inmersa

en una perspectiva. "El ser definitivo del mundo no es materia ni es

alma, no es cosa alguna determinada, sino una perspectiva"58. En

Verdad y perspectiva --dirá Ortega-- "el punto de vista individual me

parece el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en

su verdad. La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de

nuestras mentes individuales, sólo puede ser mirada sino desde el

punto de vista que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Aquélla

y éste son correlativos, y como no se puede inventar la realidad,

tampoco puede fingirse el punto de vista"59.

En esta etapa, Vida individual, circunstancia, lo inmediato,

significan lo mismo para Ortega. Vida significa impulso interior,

fundamentalmente entendido desde el sujeto viviente. "Se trata de

consagrar la vida, que hasta ahora era sólo un hecho nulo y como azar

del cosmos, haciendo de ella un principio y un derecho"60. Pero, al

operar ese cambio, no está claro aún el significado de la vida. De hecho,

frente a la crítica de Ortega al vitalismo biológico, que explicábamos

páginas más arriba, no hay una real diferencia. "Es interesante

observar que la idea de vida en estos escritos no está aún

suficientemente delimitada o, más concretamente, que Ortega, a pesar

de su aceptación entusiasta de la idea de una constitutiva referencia

entre yo y circunstancia, en El tema de nuestro tiempo parece identificar

frecuentemente la vida con el sujeto viviente, y no como un ámbito

anterior a la distinción entre sujeto y objeto"61.

2.2.4. Vitalismo post-heideggeriano

Frente a los escollos que representa el hecho de identificar sin

más la vida con el sujeto viviente, Ortega parece encontrar, a partir de

1927, una manera de superar el problema. Y los estudiosos de su obra

sugieren como decisiva en esta etapa la lectura orteguiana de Sein und

zeit de Heidegger62. Ortega encontraría en Heidegger la posibilidad de

una relación necesaria entre ser y mundo antes que cualquier

afirmación acerca del sujeto y el objeto. Para disipar toda duda al

respecto, Ortega aclara que "estas palabras vulgares, encontrarse,

mundo, ocuparse, son ahora palabras técnicas en esta nueva filosofía.

Podría hablarse largamente de cada una de ellas, pero me limitaré a

advertir que esta definición: vivir es encontrarse en un mundo, como

todas las principales ideas de estas conferencias, están ya en mi obra

publicada. Me importa advertirlo, sobre todo acerca de la idea de la

existencia, para la cual reclamo la prioridad cronológica. Por eso mismo

me complazco en reconocer que en el análisis de la vida quien ha

llegado más adentro es el nuevo filósofo alemán Martin Heidegger"63.

A partir de este momento se opera un cambio importantísimo en

la concepción de la ejecutividad de la vida. "En las dos grandes

metáforas el interlocutor de Ortega ya no es el empirismo o el

racionalismo modernos, como sucedía en El tema de nuestro tiempo,

sino la historia de la filosofía en su globalidad: mientras los antiguos

entendieron al hombre como un trozo del universo y los modernos por

el contrario hicieron del mundo un contenido de conciencia, Ortega

sugiere la necesidad de una tercera metáfora que supere las

unilateralidades de ambos puntos de vistas. Esto supondría que la idea

fenomenológica del ego cogito como principio absoluto del filosofar

podría ser cuestionada no solamente por el intelectualismo que supone

la reducción del sujeto viviente de la conciencia natural a conciencia

trascendental, sino también porque el sujeto, natural o trascendental

no puede ser considerado como la realidad radical, sino a lo sumo como

aspecto de ella64.

Con esta última idea Ortega presentaría una evolución con sus

planteamientos anteriores. Con la lectura de Heidegger, su crítica de la

fenomenología, no se quedaría solamente en destacar la cruda realidad

del viviente como elemento previo a toda conciencia, sino presentaría la

Vida como elemento radical, anterior al mundo y al yo. De ahí que

aclare que Ser significa vivir. "La vida, en este sentido no es una mera

coexistencia de yo y cosas, sino una verdadera interdependencia en ese

ámbito radical donde se constituyen tanto el sujeto como el objeto, y

que Ortega describe como una verdadera interacción entre el

dinamismo del mundo respecto a mí y el yo que actúa sobre él. La vida

como realidad radical asume así en Ortega un papel que, si bien

preanunciado en textos anteriores, solamente se puede entender a

cabalidad desde el Dasein heideggeriano, pues solamente desde él se

entiende su anterioridad no sólo respecto de la conciencia sino también

respecto del sujeto viviente y el mundo"65.

A partir de este momento, asistimos a una definición más precisa

del término Vida como ámbito radical desde el cual arranca la reflexión

filosófica. La obra Qué es filosofía es testigo elocuente de esta madurez

alcanzada. "Para los antiguos, realidad, ser, significaba "cosa"; para los

modernos, ser significaba "intimidad, subjetividad"; para nosotros, ser

significa "vivir" -- por tanto intimidad consigo y con las cosas"66. "La

vida es en realidad la realidad fundante, autosuficiente, independiente,

aunque lo es incluyendo en sí misma la vinculación constitutiva entre

yo y circunstancia. En este caso, la vida sí es existencia, pero lo es en el

sentido más clásico del término, y no en el sentido "abstruso e

incontrolable" de la filosofía existencia. La existencia no es el ahí del

ser, su desvelación originaria, sino pura ejecutividad. La vida humana,

para Ortega, es fundamentalmente acción y no comprensión,

ejecutividad y no desvelación"67. De esta suerte, "vida es lo que hacemos

[…] porque vivir es saber que lo hacemos, es, en suma, encontrarse a sí

mismo en el mundo y ocupado con las cosas y seres del mundo"68

2.2.5. Vitalismo como verdad primera

Si hasta ahora hemos aludido especialmente a una exposición-

comprensión de las diferentes matices que toma el término Vida según

el mismo desarrollo interno de la filosofía orteguiana, debemos en este

momento, atender a las claves del análisis de Ortega de la ejecutividad

vital. Y nos va a servir para ello la lectura de Unas lecciones de

Metafísica. Esta última obra puede ser leída como la culminación de la

exposición por parte de Ortega de su proyecto filosófico. Si

anteriormente había que ir entresacando de la exposición de diversos

temas la filosofía de Ortega, en este momento sigue un camino riguroso

de exposición filosófica que lo lleva a precisar el significado del término

Vida como lo más radical con que tropieza el análisis filosófico.

Llama la atención que presenta su curso como unas lecciones de

Metafísica. Metafísica que define como una necesidad de orientación.

"La metafísica --nos dice Ortega-- es algo que el hombre hace y ese

hacer metafísico consiste en que el hombre busca una orientación

radical en su situación"69. Sería como decir que desde una filosofía

radical, una filosofía primera anterior a toda construcción o teoría

metafísica, Ortega pretende orientar la humanidad. Lo cual nos sitúa

plenamente en el tema de las consecuencias del hecho de situar el

punto de partida de la reflexión filosófica en la Vida. Es un tópico sobre

el que volveremos, pero queda consignado, por de pronto, que hay una

profunda relación entre la necesidad de orientación humana y la

propuesta orteguiana de la Vida como punto de arranque de la

investigación filosófica. ¿Será que, antes que cualquier otra cosa, en

cierto sentido, la filosofía vitalista tiene una vocación moral? Es algo

que debemos analizar en su momento a fin de explicar el por qué de

esta suposición.

Volviendo a nuestro tema, cabe destacar que en Unas Lecciones

de Metafísica, Ortega se empeña en disipar las dudas y en aclarar el

alcance de su filosofía. Si como apuntábamos en un primer momento,

se podría notar una cierta amfibología entre vida, yo o el ser viviente, en

este libro, Ortega establece claramente las diferencias. Vida es algo que

se sitúa más allá de mí, mi yo o mi circunstancia. "Yo espero que a

estas alturas ninguno de ustedes confunda ya esa realidad que cada

cual llama su vida con su yo. Yo no soy más que un ingrediente de mi

vida: el otro es la circunstancia o mundo. Mi vida, pues, contiene ambos

dentro de sí, pero ella es una realidad distinta de ambos. Yo vivo, al

vivir estoy en la circunstancia, la cual no soy yo. La realidad de mi yo

es, pues, secundaria a la realidad integral que es mi vida; encuentro

aquélla --la de mi yo-- en ésta, en la realidad vital. Yo y la circunstancia

formamos parte de mi vida"70...

De esta suerte, las cosas, yo, mi circunstancia, son ingredientes

de mi vida. Mi Vida no se reduce a ninguno de ellos, mas son parte de

ella. En este sentido, la anterior afirmación según la cual yo soy y mi

circunstancia cobra su pleno significado. "Formo parte del todo que es

mi vida. […] Nuestra vida, según esto, no es sólo nuestra persona, sino

que de ella forma parte nuestro mundo. Ella --nuestra vida-- consiste

en que la persona se ocupa de las cosas o con ellas, y, evidentemente, lo

que nuestra vida sea depende tanto de lo que sean nuestra persona

como de lo que sea nuestro mundo. No nos es más próximo el uno que

el otro término: no nos damos cuenta primero de nosotros y luego del

contorno, sino que vivir es, desde luego, en su propia raíz, hallarse

frente al mundo con el mundo, dentro del mundo y sumergido en su

tráfago, en sus problemas, en su trama azarosa"71.

De acuerdo a lo anterior, cobra mayor nitidez el análisis de la

verdad primera en que consiste la Vida. Desde este ámbito la Vida se

nos presenta como la manifestación patente de la realidad radical y

absoluta, lo inmediato, donde se ancla la filosofía. Consiste en ser un

momento radical, anterior y previo a la persona o su término objetivo.

Pero ¿cómo adentrarse en el análisis de este momento anterior a todo

pensamiento, idea de persona o conciencia? El análisis de la

ejecutividad de la Vida, desde los rasgos arriba mencionados, permite a

Ortega destacar, en primer lugar, una diferencia entre la vida humana y

la vida animal y, en segundo lugar, afirmar los atributos de la vida.

La vida animal, lo mismo que la vida de las cosas, se distingue

por ser totalmente «inconsciente» ante sí misma. Ceguera, mutismo y

ausencia caracterizan las vidas de las cosas y de los animales "La

piedra [--lo mismo que el animal--] no se siente ni sabe ser piedra (o

animal): es para sí misma como para todo absolutamente ciega"72. Ante

tal ceguera, la vida animal, la vida de las cosas --si no es una

aberración hablar de vida en estos casos--, no obstante su presencia en

el mundo, en el entorno del hombre, son de poca relevancia en el

análisis filosófico. Lo verdaderamente radical es la vida humana, porque

el hombre se entera de ella. La vida del hombre es presencia para él

mismo. "Este verse o sentirse, esta presencia de mi vida ante mí que me

da posesión de ella, que la hace mía es la que falta al demente[…]El

vivir, en su raíz y entraña misma, consiste en un saberse y comprender,

en un advertirse y advertir lo que nos rodea, en un ser transparente a sí

mismo"73.

De acuerdo a esta definición del vivir, un análisis estricto sensu de

la vida nos lleva a subrayar varios atributos de la misma. En primer

lugar, vida es lo que nos pasa. Pero, eso que nos pasa es noticias para

nosotros. Así vida es enterarse incesantemente de los datos del mundo

y de lo que se hace de él. En su vida el hombre decide lo que va a ser,

decide su ser. "En la hondura donde ahora estamos nos aparece el vivir

como un sentirnos forzados a decidir lo que vamos a ser"74. Para decidir

en cada momento qué va a ser con las cosas es imprescindible que se

dé cuenta de las cosas. El "darse cuenta" se da dos maneras: "una en

que me doy cuenta de ese algo por separado, en que digámoslo así, lo

tomo ante mí de hombre a hombre, lo hago término preciso y acotado

de mi darme cuenta; y otra forma en que el algo existe para mí sin que

yo "repare" en él"75. En el «contar con» y el «reparar en» residen las dos

formas primordiales en que el entorno y el mundo le están presentes al

hombre.

En segundo lugar, la vida es un quehacer. Aun en la desidia o los

momentos extremos donde el suicidio se presenta como la última

opción ante la vida, estamos plenamente instalados en el quehacer en

que consiste la vida. "Vida es, pues un tener siempre quiera o no, que

hacer algo. La vida que me ha sido dada, resulta que tengo que

hacérmela yo. Me es dada, pero no me es hecha, como el astro o la

piedra le es dada su existencia ya fijada sin problemas. Lo que me es

dado, pues, con la vida, es un quehacer. La vida da mucho quehacer. Y

el fundamental de los quehaceres es decidir en cada instante lo que

vamos a hacer en el próximo. Por eso digo que la vida es decisiva, es

decisión: tenemos, pues, estos tres caracteres: 1º, la vida se entera de sí

misma; 2º, la vida se hace a sí misma; 3º la vida se decide a sí

misma"76.

2.3 Conclusión

Llegados hasta aquí, debemos recoger los principales elementos

que hemos encontrado en el análisis orteguiano de la Vida. En primer

lugar, hay que recordar que la propuesta de nuestro autor vino después

de un sesudo análisis de la historia de la filosofía. Empujado por el

proyecto husserliano y luego ayudado por la filosofía heideggeriana,

Ortega quiere realizar un proyecto filosófico que arranque, no desde una

construcción teórica, sino desde un análisis que tome en cuenta lo más

próximo al hombre. No tuvo reparo en admitir que este punto de partida

de toda reflexión filosófica debe ser la Vida. Puesto que considera que la

filosofía no puede más que sostenerse en una verdad evidente, suelta de

toda construcción metafísica, elevó la vida --o más bien bajó a la vida--,

a categoría filosófica.

En esta descripción de lo inmediatamente dado, encontramos que la

realidad radical es la Vida. De ahí, se opera una vuelta de tuercas

donde el lema de la filosofía clásica: pienso luego existe, se torna en un

existo --lo que es lo mismo que decir vivir-- luego pienso. De esta

suerte, el pensar es un hacer no primario. Todo pensamiento está

anclado en una realidad previa que consiste en vivir. Pero la vida no se

da fuera de un entorno o en total asepsia, de espaldas al mundanal

ruido. La vida se hace en una circunstancia, de tal manera que el yo y

el mundo son ingredientes insoslayables de la Vida. A partir de

entonces, la mejor definición que se pueda tener del hombre es que es

un ser que existe en una circunstancia que debe salvar para salvarse a

sí mismo. En esto se da la presencialidad de la vida para el hombre,

una presencialidad que se entiende desde el «contar con» y el «reparar

en» que consiste toda realidad. Así, al dársenos las cosas, se nos hacen

patentes en un ambiente donde son "comodidades" o "incomodidades".

En estas circunstancias, debemos hacernos cargo de las cosas,

debemos hacernos la vida. El hombre hace constantemente su vida,

según sus circunstancias, y es permanentemente «pro-yecto» de sí

mismo. Así, la vida se debe entender como un permanente peregrinar

donde hay una estricta solidaridad entre hombre y circunstancia, sin

ninguna primacía del yo, ni siquiera de la individualidad.

Sin embargo, pese al gran entusiasmo que despertó la filosofía de

Ortega, su crítica de Husserl y de Heidegger, ésta no fue recibida sin

cuestionamiento alguno. Algunos de sus discípulos intentaron, desde

sus planteamientos, una mayor profundización en el análisis filosófico

de lo inmediatamente dado. Zubiri es ejemplo palmario de lo anterior.

Un acercamiento a su proyecto intelectual, frente a Husserl, Heidegger y

luego ante Ortega, es lo que nos ha de ocupar a continuación.

Capítulo tercero

3. El punto de partida de la filosofía de Xavier Zubiri

3.1. Enfrentamiento de Zubiri con la fenomenología

No cabe duda alguna de que la fenomenología constituye un

capítulo obligado en la filosofía zubiriana. En el prólogo a la novena

edición de Naturaleza, Historia, Dios, Zubiri declara que "la

fenomenología fue el movimiento más importante que abrió un campo

propio al filosofar en cuanto tal"77. En efecto, según nuestro autor,

antes de Husserl, "la filosofía venía siendo una mixtura de positivismo,

de historicismo y de pragmatismo apoyada en última instancia en la

ciencia psicológica"78. Había que contar con la genialidad husserliana

para sacar a la filosofía del ámbito de servidumbre en la que sus

detractores --y también los mismos filósofos-- la habían mantenido

postrada. Fruto de esta convicción es entendible el hecho de que Zubiri

asuma entusiasta el lema husserliano de una vuelta a las cosas.

Se trata, en primer lugar, de una cuestión de actitud. Llama la

atención que lo primero que destaca Zubiri en su exposición de la

fenomenología de Husserl es la actitud filosófica de este último, la cual

juzga como eminentemente radical. "Esta actitud está determinada por

aquello que se propone: un conocimiento, una ciencia absoluta, donde

absoluto significa que sea un conocimiento que recaiga sobre un objeto

que esté al alcance de todos sin discusión, y que además sobre ese

objeto se vayan teniendo conocimientos justificados con plena evidencia

por la propia índole de él"79. La actitud radical lleva Husserl a recusar el

psicologismo e historicismo tan en boga en su tiempo, para emprender

un camino que lleve a la constitución de la filosofía como ciencia

estricta y rigurosa.

Por otro lado, frente al fracaso de la modernidad, la fenomenología

se reveló como un instrumento de gran utilidad. "Los primeros escritos

del joven Zubiri están ya caracterizados por la conciencia de que la

modernidad filosófica ha llegado a su fin y de que con la fenomenología

se abre una nueva época en la historia de la filosofía. Se trata de una

verdadera crisis de la conciencia moderna que se manifiesta en un

malestar con síntomas de asfixia, producido en la prisión celular del yo

puro en que parecía haberla acantonado la filosofía del siglo XIX"80.

Así, pues, muy tempranamente, Zubiri advirtió que "el

planteamiento «crítico» moderno conduce al «ideísmo», término que

engloba todas las formas de «filosofía de la conciencia» (empiristas,

racionalistas, idealistas) que se apoyan en ella para acceder a la

realidad, pero que fácilmente conducen a crisis de escepticismo por

pretender sustentarse sobre los conceptos e ideas de la razón, como si

este rodeo permitiera resolver la pérdida del vínculo radical con las

cosas y la falta de fundamento en la realidad"81. Por lo tanto, la

adopción de la fenomenlogía de Husserl se justifica por el hecho de que

"ofrecía un enfoque descriptivo de los fenómenos al margen de cualquier

mediación explicativa que pudiera distorsionar la manifestación

originaria de los datos. Sólo mediante este regreso a una descripción

previa de los fenómenos es posible superar la tiranía de cualquier

explicación"82.

Asimismo, Zubiri destaca que debido a la vuelta de tuerca que

opera Husserl en la filosofía, el tema de la "realidad" ha vuelto a tener

señorío en el mundo del pensamiento filosófico. Aun sin una

delimitación clara de su proyecto, intuye, de la mano de Husserl, que el

camino a seguir no consiste en una teoría explicativa del mundo

deslindada de las cosas objetivamente presentes al hombre. De esta

manera se puede decir que en la base de la evolución del pensamiento

zubiriano está una necesidad y exigencia de realismo (o realidad). Pero,

¿Cómo llegar a la realidad? ¿Es la intencionalidad, el sentido o el

reísmo, el camino a seguir?

3.2 En busca de la "realidad"

El término realidad es usado, de momento, para hablar de las

"cosas", lo objetivo, lo apodíctico o, simplemente, como la instancia

desde donde se debe arrancar la investigación filosófica. No se trata aún

de acotar el sentido pleno en el que lo usa Zubiri. La misma discusión

con algunos autores, cuyas filosofías pretenden arrancar desde el

análisis de lo inmediatamente dado, ayudará a dilucidar, sobre la

marcha, el sentido pleno de dicho vocablo en la filosofía zubiriana.

3.2.1. La realidad es anterior a toda conciencia intencional

La filosofía de Husserl, habíamos dicho, constituye el suelo

nutricio desde donde se alimenta la necesidad de realidad en el filósofo

vasco. Zubiri define el pensamiento husserliano como una "filosofía de

las cosas". Sin embargo, a pesar del entusiasmo inicial, nuestro autor

se encuentra pronto con el hecho de que Husserl no respeta fielmente el

camino que se había trazado. En Sobre la esencia83, en un diálogo

ameno con la filosofía de Husserl, Zubiri llega a la conclusión de que

éste "ha descoyuntado la realidad, y [de que] la realidad se le ha ido

para siempre de las manos"84. Semejante acusación es fruto de una

atenta lectura de las derivaciones a las que condujo el término

intencionalidad de la conciencia introducida por Husserl, en su intento

por alcanzar la realidad.

En el esquema husserliano, la intencionalidad de la conciencia se

presenta como la vía de acceso a la realidad, porque el fenómeno se da

a la conciencia por un acto de reducción. La conciencia es el ámbito

puro donde se manifiesta el fenómeno en reducción. De esta suerte, "La

conciencia pura, la «conciencia de», es algo que sólo es conciencia en

cuanto lo es «de» algo. Toda conciencia está dirigida a algo. Y este

dirigirse a algo es lo que desde tiempo inmemorial venía llamándose

intencionalidad"85. Así, "la intencionalidad ante todo es ese momento

según la cual la conciencia es algo que sólo lo es de otro algo"86. A partir

de ese momento, la conciencia intencional abre al sentido. Aunque "el

sentido del noema no depende de la conciencia, sino del noema mismo",

[no se puede obviar el hecho de que] si el objeto es sentido noemático,

eso se debe a la conciencia"87. De ahí que la reducción practicada al

fenómeno, desde la aprioridad de la intencionalidad, permite a Husserl

llegar a la ciencia rigurosa en la que habría de consistir la filosofía. El

objeto de la filosofía consiste, entonces, en escudriñar el mundo de la

vida, la realidad, sus objetos, reducidos a "esencia fenoménica"88.

Zubiri se rebela contra esta lectura del objeto de la filosofía que

hace de la conciencia intencional, el lugar desde donde se va a la

realidad, desde donde se va al mundo. Nuestro autor observa que la

idea de la intencionalidad de la conciencia es insostenible. En primer

lugar los supuestos de Husserl no convencen. La principal razón reside

en el hecho de que el punto de partida de Husserl está en las

necesidades de las cosas y no en las cosas mismas89. "Husserl no va

directamente a las cosas porque lo que quiere en primera línea es

evidencias apodícticas, absolutas, esto es, un saber que por su propia

índole en cuanto forma de saber, garantizara esas evidencias y fuera,

por tanto, un saber absoluto en y por sí mismo, a diferencia de todo

saber empírico. […] Con lo cual en lugar de buscar lo absoluto de las

cosas, lo que hace es acotar dentro de éstas aquella zona a que alcanza

ese saber, absoluto por sí mismo. […] al desviarse de las cosas y

dirigirse a la conciencia en beneficio de un saber absoluto, Husserl ha

perdido en el enfoque mismo de la cuestión, lo esencial de la realidad"90.

En segundo lugar, no se sostiene el planteamiento husserliano

por su idea de conciencia y el supuesto de que ésta sea intencionalidad.

Husserl no se da cuenta de que "no se puede hablar de "la" conciencia

por la sencilla razón de que la conciencia carece de toda sustantividad,

de todo ser sustantivo. […] Conciencia no es sino un carácter o

propiedad que poseen algunos --no todos-- de los actos que el hombre

ejecuta"91. Por otro lado, es un grave error hablar de la conciencia en

término de intencionalidad. "La conciencia no consiste formalmente en

"ser-intención-de", sino en ser actualización de su objeto, la intención

misma es un modo de actualizar, nada más"92.

Asimismo, Zubiri considera impostergable la tarea de desligar la

intelección, aprehensión de la realidad, de toda conciencia, o reducción

fenomenológica. "La intelección no es un acto de conciencia, como

piensa Husserl. La fenomenología es la gran sustantivación de la

conciencia que ha corrido en la filosofía moderna desde Descartes. Sin

embargo, no hay conciencia, hay tan sólo actos conscientes"93. En

definitiva, Zubiri denuncia el carácter autónomo de la intencionalidad

de la conciencia. "Para Zubiri, el carácter autónomo de la

intencionalidad de la conciencia va a conducir a la fenomenología a un

cierto idealismo que delata todavía muchas huellas del subjetivismo"94.

Por todas estas razones, nuestro autor considera que el filósofo

alemán se desvía de su primer camino. En vez de realizar una vuelta a

las cosas, tal como se había propuesto, su refugio en una conciencia

trascendental lo alejó del sendero de las cosas. En vez de ello, inventó

una instancia allende de la realidad donde el ego, el Yo trascendental,

se vuelve lo más relevante para la filosofía. De esta suerte, el vínculo

con las cosas, término de partida de la reflexión filosófica husserliana,

se diluye en una trascendentalidad allende la realidad. Así, la

pretensión de fundamentación de todo saber, toda reflexión filosófica en

la realidad, termina obviando la misma realidad. Frente a estas

inconsecuencias, no le queda más remedio que abandonar a Husserl.

En este preciso momento, se encuentra Heidegger, operando una

revisión de los supuestos idealistas de la fenomenología.

3.2.2 La realidad es anterior a la desvelación del Ser.

Existe unanimidad entre los estudiosos de Zubiri en que su

abandono del esquema fenomenológico de Husserl coincide con el

conocimiento de los graves reparos denunciados por Heidegger en el

autor de la fenomenología. En efecto, el autor de Ser y Tiempo, pese a

que asume la necesidad y la imperatividad de la tarea de ir a las cosas

mismas iniciadas por Husserl, considera que "el punto de partida en el

sujeto cartesiano [--que constituye el inicio de la reflexión husserliana-],

por muchas correcciones que se le hagan, no es lo suficientemente

radical. [Ello se debe a que] "en primer lugar, es menester preguntarse

por el sentido del sum del que nos habla Descartes, pues de lo contrario

se corre el peligro de proyectar sobre el sujeto la idea clásica de

hypokeimenon, sin haberse hecho antes la pregunta por el sentido del

ser. [Además], no está dicho en ninguna parte que el lugar apropiado

para plantearse esta pregunta sea el sujeto que realiza los actos de

reducción de los que Husserl nos habla, pues en la idea misma de

sujeto consciente puede haber toda una serie de presupuestos

incuestionados que, más que aclarar la pregunta, la oscurecen"95.

A raíz de este cuestionamiento, Heidegger considera que lo más

importante es iniciar el análisis (fenomenológico) desde el Dasein. Dicho

análisis, a su vez, cobra toda su fuerza cuando se hace desde la

pregunta por el sentido del ser. "El sentido del ser es, pues, el problema

radical de la filosofía; su objeto formal es el ser y no el ente"96.

Preguntándonos por el sentido del ser, encontramos que el único ente a

quien se le manifiesta el ser es al hombre. Es a quien el ser se le hace

presente. "Heidegger parte del hecho de que el hombre, en cualquier

acto de su vida, está siempre constitutivamente abierto a las cosas y a

sí mismo, comprendiendo en esta apertura, de una manera más o

menos oscura e imprecisa (de una manera justamente pre-ontológica),

que aquello a lo que está abierto, y con lo que tiene que habérselas el

hombre, «es» de tal o cual manera; la comprensión del ser es el acceso a

todo ente. Esto es, el hombre en su vida, tiene ese modo de ser que

Heidegger llama «comprensión del ser» ( ). Esta comprensión no es un

mero acto que recae sobre un objeto llamado ser, sino que es, digámoslo

así, un momento del ser mismo, del modo en que el ser mismo se halla

presente al ser del hombre. La comprensión como modo de ser

pertenece al ser mismo del hombre"97.

A raíz de esta mirada heideggeriana sobre las insuficiencias de la

filosofía husserliana, nos dice Antonio González: "Zubiri regresa en

1931 a Madrid con el convencimiento de que la fenomenología de

Husserl necesita de una radicalización y de que esa radicalización ha de

seguir en algún modo el camino emprendido por Heidegger"98. Desde

este ámbito, se hace efectivo un cuestionamiento radical a Husserl. Se

da cuenta nuestro autor de que no basta con decir que todo

pensamiento piensa algo de. Porque, justamente, se necesita averiguar

por qué todo pensamiento piensa algo «de». "El pensamiento, por lo

pronto, es una actividad entre las varias que el hombre posee, y podría

acontecer que no sea ese «de», ese genitivo, un carácter primario del

pensamiento, sino que el de se encontrara en el pensamiento, porque

caracteriza previamente a la sustancia entera del hombre"99. De esta

manera, el hombre sería la luz desde donde se ilumina el ser.

Sin embargo, pronto le ha de aparecer insuficiente a Zubiri el

planteamiento heideggeriano. En efecto ya en NHD alude a una

pregunta crucial sobre este tema. A pesar de que él mismo prefiere no

contestar a la duda pero deja entrever la posibilidad de la ulterior

ruptura con el planteamiento heideggeriano. "Pero lo grave del caso está

en que toda luz necesita un foco luminoso, y el ser de la luz no consiste

en definitiva, sino en la presencia del foco luminoso en la cosa

iluminada. ¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la

última razón de la existencia humana como luz de las cosas. No

quisiera responder a esta pregunta, sino, simplemente dejarla

planteada; y dejarla planteada para, con ella, haber indicado que el

primer problema de la Filosofía, el último, mejor dicho, de sus

problemas, no es la pregunta griega: ¿Qué es el ser?, sino algo que

como Platón decía que está más allá del ser.

La respuesta a la anterior pregunta llevará a Zubiri, en Sobre la

Esencia, al abandono del planteamiento heideggeriano. A estas alturas,

nuestro autor considera poco radical la postura de Heidegger. Detecta

que hay una necesidad de apelar a la realidad antes que al ser, al

contrario de lo que pensaba Heidegger. Para Zubiri, llegamos a la

realidad, lo más radical, por la impresión de realidad. Esta última es

anterior a cualquier sentido, ser o desvelación. "La desvelación no es

formalmente el acto de intelección, sino que es, a su vez un carácter

especial de la actualización. Si la cosa está desvelada es porque está ya

actualizada. El momento de desvelación está fundado en el momento de

actualización. De esta manera, quedarse en el momento de desvelación

o momento de sentido, es cortar la marcha irreversible hacia la

realidad"100.

De ese modo, el camino fenomenológico lleva a Zubiri la nuda

realidad desde donde inicia la elaboración de su filosofía. De momento,

a lo único al que hemos llegado es a la necesidad de que la filosofía se

desentienda, en su punto de partida, de todo lo que se llame conciencia,

sentido, intención, etc. La filosofía no puede más que atenerse a la

realidad. Al final de este recorrido la constatación no puede ser otra que

la de que "estamos instalados modestamente, pero irrefragablemente,

en la realidad. Por eso es necesario hoy más que nunca llevar a cabo el

esfuerzo de sumergirnos en lo real en que ya estamos, para arrancar

con rigor a su realidad aunque no sean sino algunas pobres esquirlas

de su intrínseca inteligibilidad"101.

3.3 La descripción de la realidad

El proceso de inteligibilidad en la que consiste la filosofía, lo es de

la realidad en la que irremediablemente, fatalmente estamos instalados.

De esta manera, antes que cualquier explicación del mundo, antes que

cualquier teoría sobre el hombre y su vida, hay que haber atendido ese

hecho primordial que es la realidad. Desde ahí pueden venir ulteriores

construcciones. Por esta vía, Zubiri nos instala en un trato real con las

cosas. En este sentido, la vuelta a las cosas que predicaba Husserl y

que alcanzaba desde la intencionalidad de la conciencia, y que

Heidegger buscaba a partir del Dasein; esta vuelta a las cosas, significa

para Zubiri vuelta a la realidad. Aunque "la realidad es un carácter de

las cosas difícil de expresar"102, no consiste en una conciencia, o

primariamente en Sentido. Entonces, ¿en qué consiste la realidad?

3.3.1 Realidad es algo sentido

Desde el sentir es como el hombre accede a la realidad. "El sentir,

en cuanto sentir, es realidad real. […] El sentir, como realidad, es la

patencia "real" de algo. En su virtud, podemos decir que el sentir es ser

de veras, esto es, el sentir es la primaria realidad de la verdad"103. De

ahí que podamos decir que la realidad es algo sentido. Pero, ¿en qué

consiste el carácter de realidad de lo aprehendido sentientemente?

Para entenderlo perfectamente, basta un análisis del sentir. En

dicho análisis encontramos que el sentir consiste en aprehensión

sensible. Sentir es un proceso sentiente que consiste en la "unidad

intrínseca y radical, en la unidad indisoluble de sus tres momentos de

suscitación, modificación tónica y respuesta"104. De ahí que el sentir es

aprehensión sensible que consiste en aprehensión impresiva. En la

impresión de realidad se nos hace presente aquello que impresiona. "La

impresión no es mera afección, no es mero páthos del sentiente, sino

que esta afección tiene esencial y constitutivamente el carácter de

hacernos presente aquello que impresiona. Es el momento de

alteridad"105. El hombre aprehende la realidad como algo otro. "La

alteridad no es solamente el carácter abstracto de ser alter. Porque

alteridad no consiste en que la afección nos haga presente algo

meramente otro; por ejemplo, este sonido o este color verde. Sino que

nos hace presente esto "otro" en una precisa forma: lo otro, "en tanto

que otro"106.

En esta estricta unidad de todo proceso sentiente, se da una

diferencia entre el sentir humano y el sentir animal. Para el animal, el

proceso sentiente desencadena una respuesta instintual anclada en la

suscitación. De ahí que se hable de una aprehensión estimúlica. La

nota fundamental de la aprehensión de estimulidad consiste en que

aunque en la aprehensión animal estén presentes los momentos de

afección, alteridad, y fuerza de imposición propio de todo proceso

sentiente, éstas, no obstante, se presentan bajo la forma de signos

objetivos a los que el animal se ve impelido a dar respuestas. "Las

impresiones del animal son meros signos. Aprehenderlos como tal es lo

que llamo puro sentir. Puro sentir consiste en aprehender algo como

mero suscitante objetivo del proceso sentiente. En el puro sentir, la

impresión sensible es, pues, impresión de estimulidad"107.

El hombre, en cambio, suspende la suscitación meramente

intintual para aprehender realidad. "El hombre aprehende entonces lo

sentido de un modo peculiar y exclusivo suyo. Es decir, las mismas

notas aprehendidas estimúlicamente por el animal, presentan en el

hombre una formalidad distinta de la estimulidad. Ciertamente se trata

de una aprehensión sensible, por tanto se trata siempre de una

aprehensión en impresión. Pero es un modo distinto de impresión"108.

Desde este sentir impresivo que se distingue por la aprehensión

de realidad, se puede decir que el hombre aprehende las cosas «en

propio». En la aprehensión de realidad, se puede decir, lo notado es «en

propio» lo que es. De esta suerte, la realidad a la que habíamos aludido

como algo sentido, es también una formalidad de alteridad.

3.3.2 Realidad es el «de suyo»

"Realidad es formalmente el «de suyo» de lo sentido: es la

formalidad de realidad, o si se quiere, la realidad como formalidad"109.

Esta idea hace referencia al carácter independiente, autónomo, en que

consiste la realidad aprehendida. No se confunde con el sentido de las

cosas. Antes de que sean cosas, las cosas nos impresionan en el sentir

por el conjunto de notas que se nos hacen presentes. "Las cosas como

momentos o partes de mi vida son lo que he llamado «cosa-sentido».

Pero nada es «de suyo» cosa-sentido. La cosa real aprehendida como

algo de «suyo no» es una cosa-sentido, sino lo que he llamado «cosa-

realidad»"110. Así, en la aprehensión de realidad, la «cosa-realidad», que

me afecta, no se reduce a mí, la aprehendo como formalmente otra,

distinta e inconfundible con mi sentir. Es lo que llamamos formalidad

de realidad.

Gracias a esta formalidad de realidad, la cosa se nos presenta

como «de suyo», algo «en propio» en la afección. "En esta afección real

nos está presente algo «otro»: es la alteridad"111. Por lo que cualquier

nota se aprehende realmente, con toda su fuerza de imposición, pero

como algo otro, «de suyo». De esta suerte, toda nota aprehendida es real

en sí misma. Así, nos movemos siempre en la realidad, entendida como

el carácter de alteridad de todo acto. "En la aprehensión primordial de

realidad, lo real está aprehendido en y por sí mismo. Por ser una

aprehensión, en ella «estamos» en la realidad"112. Al contrario de lo que

pensaba Husserl, en la aprehensión primordial de realidad, "la

formalidad de realidad está aprehendida directamente, no a través de

representaciones o cosas semejantes"113.

De esta manera, no podría ser más clara la definición de la

realidad. La realidad es "una formalidad de alteridad de lo aprehendido

sentientemente. Y este momento consiste en que lo aprehendido queda

en la aprehensión como algo «en propio», algo «de suyo»"114. Y, ¿en qué

consiste el «de suyo»? El «de suyo», a demás de recalcar el momento de

alteridad, «en propio» de la cosa aprehendida, hace referencia al

"momento según el cual lo aprehendido es «ya» lo que está aprehendido

respecto de su estar aprehendido: es el prius"115. Desde este prius, este

«ya» de lo aprehendido, se puede hablar de una anterioridad de la nota,

de la cosa-realidad aprehendida. "No se trata de una anterioridad

temporal. […] Se trata, pues, de una anterioridad muy elemental pero

decisiva: el calor calienta porque ya es caliente. Este momento del «ya»

es justamente la anterioridad"116 de que se habla.

Así entendido, por medio del «de suyo», "la formalidad de realidad

nos instala en lo aprehendido como realidad en y por sí misma"117. Esta

instalación en la propia realidad, anteriormente a todo sentido de ella

misma para nosotros, anterior a cualquier elaboración, es lo que

distingue el planteamiento zubiriano de diversas filosofías de

inspiración fenomenológica. Nos dice Zubiri, tomando en cuenta este

carácter del «de suyo», del «en propio» de la realidad, el hombre luego

puede preguntar por lo que está allende la aprehensión. Pero es

menester entender que la realidad es un momento de la misma cosa

aprehendida. Solamente desde esta consideración, se puede entender la

afirmación según la cual el «de suyo» constituye "la radicalidad de la

cosa mima como real y no solamente como alteridad"118.

La radicalidad de la cosa misma en que consiste la realidad no se

confunde sin más con la existencia de las cosas. La "realidad es

formalmente anterior a existencia. La existencia compete a la cosas «de

suyo», la cosa real es existente «de suyo». Lo cual significa que en una

cosa real su momento de existencia está fundado en su momento de

realidad"119. En definitiva, "la existencia concierne siempre y sólo al

contenido de lo aprehendido al igual que le conciernen sus notas […].

Lo formalmente aprehendido en inteligencia sentiente como real es lo

que es «de suyo», no lo que es «existente»120".

Por otra parte, hay que decir que esta aprehensión de realidad a

la que hace alusión Zubiri, se da en la inteligencia. El inteligir, para

nuestro autor, se convierte en un acto radical de aprehensión de

realidad. Para poder arribar a esta idea de intelección Zubiri tuvo que

liberarse de las interpretaciones que en la historia de la filosofía

establecían una ruptura entre inteligencia y sentir. Se nos decía --

subraya Zubiri-- que el acto de inteligir se hacía desde lo dado por el

sentido, estableciendo una ruptura insalvable entre inteligir y sentir.

Las investigaciones zubirianas, lo llevan a desechar esta idea. Reafirma

la unidad intrínseca entre sentir e inteligir. Como Sentir es afección de

la realidad, inteligir es intelección de la realidad. En definitiva, el punto

de partida de la filosofía es el análisis de la realidad dada en inteligencia

sentiente.

3.4 Conclusión

Al término de nuestra exposición, hemos logrado esclarecer el

punto de partida de la filosofía zubiriana. Nuestro autor, arrancó su

búsqueda desde una necesidad de realidad que, de la mano de la

fenomenología, había interpretado como la tarea principal de la filosofía

de su tiempo. Pero también esta búsqueda se hizo en diálogo con la

historia de la filosofía o, más concretamente, en diálogo con Husserl y

Heidegger. En este contexto, la realidad se nos ha presentado como el

punto de partida de toda reflexión filosófica. Sin embargo, esta realidad

no es una construcción humana, es una prius radical que «de suyo»

afecta al hombre, le exige y le demanda. Toda la reflexión filosófica debe

arrancar de esta realidad.

Cualquier construcción ulterior debe arrancar de esta realidad en

la que está inserta. Pero también, como hemos señalado, la realidad a la

que hemos arribado, se logra después de una discusión de nuestro

autor con diferentes propuestas, cuyos intentos, a pesar de sus buenas

intenciones, no lograron llegar a un punto de partida filosófico

suficientemente radical.

La anterior afirmación tiene una importancia doble. En primer

lugar, la búsqueda de la realidad radical instala a Zubiri en una

tradición filosófica, la fenomenología, que arranca con Husserl. En

segundo lugar, la radicalización del análisis es algo que Zubiri comparte

Husserl Y Heidegger. Su postura se debe entender en este contexto y

leerse desde una continuación de la tarea de radicalización propuesta

por la fenomenología. De ahí que las propuestas zubirianas se inserten

irremediablemente en esta tradición fenomenológica. Pero también el

estar instalado en esta tradición no quita creatividad a Zubiri, ni mucho

menos se deba considerar su filosofía como una estricta continuación

de Husserl o de Heidegger.

En este sentido, en su análisis de temas como el sentir, el

inteligir, impresión de realidad, Zubiri va a estar en constante diálogo

con la historia de la filosofía, la cual considera que se ha caracterizado

por una división inaceptable entre sentir e inteligir. Toda la historia de

la filosofía ha resbalado en este punto. Por lo tanto, cualquier análisis

de la aprehensión de realidad, en la intelección debe partir de esta

radical unidad entre sentir e inteligir.

Ahora bien, es notorio también que a lo largo de todo este diálogo

zubiriano con la historia de la filosofía y sus antecesores inmediatos, no

ha hecho referencia en modo alguno a su posición respecto de la

filosofía de Ortega. ¿Qué significa este silencio? ¿Cómo se debe

interpretar la relación Zubiri-Ortega respecto de lo que cada uno

considera como el punto de arranque del filosofar? ¿Qué problemas nos

dejan planteados la filosofía de uno y otro? ¿No podría ser que Zubiri

estuviera más cerca de la ejecutividad orteguiana que de Husserl y

Heidegger? Estas y otras preguntas similares nos ocuparán en el

siguiente capítulo.

Capítulo cuarto

4. Semejanzas y divergencias entre Zubiri y Ortega

4.1. Ortega y Zubiri una misma vocación filosófica

Hemos podido llegar hasta este momento a la configuración de las

filosofías de Ortega y Gasset y Xavier Zubiri. Al rastrear el origen

respectivo de la filosofía de cada uno, un recuento de la fenomenología

se volvió indispensable. De tal suerte, podemos declarar, a estas

alturas, que la fenomenología de Husserl y la lectura de Heidegger

fueron decisivas en el planteamiento de los dos autores españoles.

La nota más sobresaliente del pasado fenomenológico de cada

uno reside en el hecho de que vislumbraron en la fenomenología una

poderosa arma, capaz de impulsar el renacimiento de la filosofía. Uno y

otro buscaban en la "fenomenología una salida al idealismo moderno,

evitando la recaída en el realismo antiguo, y una transformación de la

fenomenología que rehabilitara la perspectiva Metafísica"121. Tanto

Zubiri como Ortega valoraron en la fenomenología no sólo su aporte

filosófico concreto sino, lo más importante, su talante crítico ante la

tradición filosófica. Si bien ambos arrancaron de Husserl, también

desde la filosofía de este último aprendieron a buscar la verdad sin

dogmas ni posiciones de autoridad. Bien puede decirse que en ambos

confluye el ideal del filósofo supercrítico, educador de la libertad crítica

del pensamiento.

En esta búsqueda de un punto radical donde iniciar la reflexión

filosófica, son sorprendentes las coincidencias entre uno y otro autor.

"No se necesita ser muy perspicaz para apreciar la gran proximidad de

las nociones orteguianas de «evidencia», «contar con», «realidad radical»,

«estar radical del acto» con nociones zubirianas. El propio método

orteguiano, el esfuerzo por moverse en la antesala de toda metafísica, la

preeminencia de los actos y las críticas de Ortega al idealismo, a la

conciencia, a Husserl y a Heidegger son tan cercanas a la filosofía

zubiriana que nos invitan a tomarnos mucho más literalmente la

afirmación de X. Zubiri de que él es mera hechura de Ortega. La

ejecutividad es lo que permite a Ortega poner el pie fuera de la

fenomenología y del ámbito del sentido donde aún se mueve Heidegger,

y es en esta salida de la fenomenología por radicalización de su punto

de partida donde le seguirá decididamente Zubiri"122.

También, llama sobremanera la atención la finalidad expresa de

la filosofía de uno y otro. Ambos pretenden encontrar un punto en el

análisis filosófico desde donde poder dialogar y elaborar una filosofía sin

supuestos. Desde este ámbito la filosofía puede cumplir con su tarea

orientadora de la actividad humana. Zubiri no tendría mayor problema

en definir la metafísica, tal como lo hiciera su maestro, como un intento

de orientación de la vida humana. En la opinión de ambos, es

alcanzando un punto de partida lo más libre de presupuestos posible

que la actividad filosófica puede cumplir con su tarea. A partir de ahí

cobra toda su importancia nuestra afirmación --en la que ahora

incluimos a Zubiri--, en páginas anteriores, sobre la vocación moral de

la filosofía primera de Ortega.

La anterior afirmación se sustenta en el ideal orteguiano y

zubiriano de una filosofía primera perennemente lanzada a la

erradicación de presupuestos, para desde este esfuerzo dialogar con la

historia de la humanidad. En la voluntad de justificación radical que

expresan sus filosofías, se debe encontrar la vocación ética de su

pensar. "X. Zubiri [--lo mismo podría decirse de Ortega--] considera que

«el fenómeno radical y crucial de la ética no es un sistema y una tabla

de valores o de deberes, sino la presencia de la realidad» (SSV 351). En

la meticulosa descripción de esta presencia, [--de la vida en el caso de

Ortega--] esforzándonos por librarnos de todo presupuesto, se juega la

posibilidad de una ética primera que no sea consuelo, que no consagre

el presente y que sea válida para cualquiera. Una ética que asuma

íntegramente todos los desafíos de la posmodernidad y que, sin

embargo, nos coloque más allá de todo comfort metafísico y

socioeconómico"123.

Ahora, a partir de esta subrayada cercanía en el planteamiento

filosófico de Zubiri y Ortega, podemos responder afirmativamente a la

pregunta que nos formulábamos en la conclusión del apartado 3.4

acerca de si Zubiri estaba más próximo a Ortega que a Heidegger y

Husserl. Mientras Zubiri se deshace en elogios acerca de la importancia

filosófica de Ortega, se esfuerza en desmarcarse de la fenomenología de

Husserl y la Ontología de Heidegger. Lo que nos lleva a pensar que

Zubiri no tendría mayor problema en reconocer su mayor cercanía con

Ortega, comparado con las múltiples insuficiencias que subraya de las

filosofías de Husserl y Heidegger. No sería demasiado aventurado

declarar que Zubiri leyó tanto a Husserl como a Heidegger, a partir del

lente orteguiano.

Sin embargo, pese a estas sorprendentes coincidencias entre

Zubiri y Ortega, resulta incomprensible que no se citen mutuamente en

sus obras. ¿A qué se debe este silencio? ¿Hay alguna diferencia en sus

filosofías que podría explicar esta actitud? ¿Cuál es la lectura que hizo

Zubiri del raciovitalismo orteguiano? Es lo que trataremos de apreciar a

continuación.

4.2 Enfrentamiento de Zubiri con el “raciovitalismo”

El raciovitalismo es el camino propuesto por Ortega para la

superación de la fenomenología husserliana y la Comprensión del Ser

heideggeriano. Debemos recordar, a efectos de nuestra discusión, que el

análisis de la filosofía de Ortega nos llevó a la conclusión de que dicho

autor anclaba el punto de partida de su filosofía en la Vida. La vida es el

lugar más radical al que llegó la filosofía de Ortega. Consideraba que la

dilucidación de la pregunta por la Vida es anterior a todo interés por el

sentido, la intención etc.

De la fenomenología, Ortega cuestionaba el hecho de que la

intencionalidad de la conciencia sea el momento radical donde se

establezca la relación del sujeto con el mundo. “Lo que Ortega no

aceptará de la fenomenología es que la mutua imbricación entre sujeto

y objeto se funde en una conciencia, en un cogito. Ante esta tesis,

Ortega defenderá el carácter ejecutivo de la vida, el incesante devenir en

el que el vivir consiste. [De esta suerte], la vida no es primariamente un

pensamiento, un instante congelado, sino, por el contrario, un perpetuo

fluir”124.

Si Heidegger abrió para Ortega una vía de escape al idealismo de

corte husserliano, pronto iba a ser recusado por nuestro autor. Frente a

Heidegger, Ortega recalcará que la pregunta por la Vida no se confunde

con la comprensión del Ser, por muy importante que sea éste. “Ni el Ser

es lo originario respecto al mero tener delante ni la realidad del hombre

se puede reducir a preguntar por la verdad (...) la vida humana, para

Ortega, es fundamentalmente acción y no comprensión, ejecutividad y

no desvelación”125.

Así, la crítica a Husserl y Heidegger, le permite situarse en un

ámbito estructuralmente anterior. La ejecutividad de la vida, la

circunstancia que se da primariamente como un contar con las cosas,

antes que cualquier intencionalidad o cualquier comprensión, es lo que

reivindicará Ortega como punto de partida de la filosofía. Nuestro

filósofo insistía sobre el efecto del análisis en la diferencia entre el

«contar con» y el «reparar en». Los filósofos anteriores ponían demasiado

énfasis en el «reparar en» en que consiste el momento de conciencia,

explicación o reflexión sobre las cosas.

"Hay dos formas de darse cuenta de algo, o lo que es igual de

existir algo para mí: una que me doy cuenta de ese algo por separado,

en que, digámoslo así, lo tomo ante mí de hombre a hombre, lo hago

término preciso y acotado de mi darme cuenta; y otra forma en que el

algo existe para mí sin que yo «repare» en él. Antes, cuando atendía a

determinadas palabras yo no «reparaba» en mí como no «reparaba» en el

banco o sillón donde me siento y, sin embargo, mi yo y el banco existían

para mí, estaban en algún modo ante mí. La prueba de ello es que si

alguien hubiese movido el banco yo habría notado que algo en mi

situación había cambiado, que algo no era lo mismo que en el instante

anterior. Lo cual supone que de algún modo me constaba ya el banco.

Cuando bajamos la escalera no tenemos conciencia propiamente tal de

cada escalón, pero contamos con todos ellos; y en general, de la mayor

parte de las cosas que existen para nosotros no tenemos conciencia,

pero contamos con ellas. […] Ahora podemos decir en fórmula clara:

antes, yo no tenía conciencia de mí, no reparaba en mí, pero contaba

conmigo. Por eso ha sido posible que al ahora buscarme yo, en el ahora

de antes, he hallado que ya estaba allí, que ya antes existía para mí, y

gracias a ello, he podido pescarme, subrayarme, reparar en mí"126.

En la ejecutividad vital, lo primordial no es el «reparar en» las

cosas. Previamente a este momento, el hombre cuenta con las cosas de

su entorno. Lo más radical, accesible a todo el mundo es el «contar

con». Las cosas nos afectan antes de que reparemos en ellas. Contamos

con ellas para hacer nuestra vida. Son parte de nuestra circunstancia,

la cual debemos asumir indefectiblemente para hacer nuestras vidas.

Cuando decía Ortega que la circunstancia es tan importante que el

hombre no se salva si no se hace cargo de ella, estaba enfatizando

precisamente el tema del «contar con» las cosas de nuestro entorno,

antes de cualquier reflexión.

Por otro lado, el análisis de la Vida llevó a Ortega enfatizar el

hecho de que la misma incluye un «mí». Es mi situación, es la situación

de cada cual. En radical diferencia con el animal, o el demente cuya

vida no le pertenece, el hombre, cuando se encuentra con las cosas, se

da cuenta de que son de él. "La piedra no se siente ni sabe ser piedra:

es para sí misma como para todo absolutamente ciega. En cambio vivir

es, por lo pronto, una revelación, un no contentarse con ser sino

comprender o ver que se es, un enterarse. Es el descubrimiento

incesante que hacemos de nosotros mismos y del mundo en derredor.

[…] Este verse o sentirse, esta presencia de mi vida ante mí que me da

posesión de ella, que la hace «mía» es la que le falta al demente"127.

A pesar de esta entusiasta superación de Husserl y de Heidegger

que nos ofrece Ortega, uno de sus mejores alumnos, Xavier Zubiri,

encontraría ciertas insuficiencias a su planteamiento filosófico. En

efecto, aunque Zubiri, tal como lo recalcábamos al principio, no plantea

claramente objeciones a la filosofía de Ortega, hay unos puntos que

resultan dificultosos cuando se lee la ejecutividad vital orteguiana desde

un análisis de la realidad o la aprehensión primordial de realidad.

Desde el ámbito radical en que consiste la aprehensión de realidad

hemos de analizar estas insuficiencias.

4.3. Insuficiencias de la filosofía de Ortega

A partir de este momento, puede iniciarse el cuestionamiento a

Ortega. Si bien es cierto que pretende radicalizar la filosofía de Husserl

y Heidegger, ciertos tópicos como los momentos del «contar con», la

relación «yo-circunstancia», el «me, mi de toda vida», merecen un

análisis más detenido desde la aprehensión primordial de realidad.

4.3.1 La realidad radical y el «mi» en que consiste la Vida

Sin restarle importancia al momento de intimidad en que consiste

la Vida para el hombre, Zubiri criticaría la pretensión de radicalidad de

este postulado. En efecto, al contrario de lo que pudiera pensar Ortega,

el momento inevitable del «mi» de la vida junto con la circunstancia no

es lo más radical en un análisis de la aprehensión de realidad. En la

formalidad en que consiste la realidad, no hay ninguna interna

dualidad0 «yo-circunstancia». Una crítica de esta índole se entiende

mejor al hacer referencia a la equiparación que hace Ortega entre el

demente y el animal. Tanto el animal como el demente, nos dice, no se

pertenecen, no son presentes para sí mismos. Si bien puede ser cierta

esta afirmación, no se compagina con lo que encontramos en el análisis

de realidad.

En primer lugar, el demente, que Ortega sitúa en el mismo plano

que el animal, desde un análisis zubiriano queda enclavado en el orbe

de lo humano. Aunque Zubiri, no es muy dado a exaltar la supremacía

del hombre respecto del animal, intuyo que se sentiría avergonzado ante

un juicio de esta índole. Lo que sucede, en definitiva, para Zubiri, es

que el hombre, demente o no, aprehende siempre realidades. Desde la

aprehensión primordial de realidad no se sostiene la afirmación de

Ortega. El sentimiento de persecución que atormenta constantemente al

demente, por ejemplo, es algo real, que el demente, por ser humano,

aprehende como totalmente otro, en toda su alteridad. En eso, hombres

sanos y dementes se dan irremediablemente la mano. Dicho de manera

más grotesca, dependiendo del lugar desde donde se miran las cosas,

no hay diferencia entre el demente y el no demente.

Lo anterior nos lleva a la siguiente afirmación: la diferencia que

establece Ortega entre el hombre y el animal se mueve todavía en el

ámbito del sentido de las cosas. Muy al contrario, Zubiri declara que

tanto el hombre como el animal aprehenden sensiblemente las cosas, la

única diferencia que se puede hallar está en la hiperformalización del

sentir humano. Por lo que se puede decir que el animal aprehende

estimúlicamente las cosas, mientras que el hombre aprehende realidad.

En este ámbito se debe establecer la diferencia entre una y otra especie,

no el sentido de las cosas para ellas.

4.3.2 la realidad radical y la relación «yo-circunstancia»

"Al comprender el yo como aspecto de la vida, del mismo modo

que la circunstancia, podría pensarse que Ortega se coloca

decisivamente fuera de las metafísicas de la subjetividad, pero esta vida

sólo le es inmediatamente presente a cada uno. Ciertamente, el punto

de partida de Ortega no es solipsista, la vida está siempre inserta en

una circunstancia. Pero, en la realidad radical, toda alteridad (la del

otro y la de las cosas) se da por el lado de la circunstancia y no se

identifica con la realidad radical misma. La alteridad en Ortega dice

siempre referencia a un mí o me primario. Zubiri, empero, muestra el

papel de la alteridad en la génesis misma de la circunstancia y de la

mismidad. La realidad fundamental no sería una relación entre yo y

circunstancia, sino algo anterior a toda relación. Es, justamente, lo que

Zubiri llama realidad como modo de alteridad. La alteridad es para

Zubiri la raíz misma de toda circunstancia, de todo mundo y de toda

mismidad. Y es que para Zubiri vivir no es simplemente contar en mis

acciones con una determinada circunstancia, ya sean estas cosas

apersonales, las demás personas y hasta las mismas notas de mi propia

sustantividad personal. «Lo esencial es que, con estas cosas, donde

estamos es en la realidad» (HD 80). En esta alteridad radical, se anudan

los demás, las cosas y yo mismo, colocándose así Zubiri en un ámbito

trascendental, el ámbito de la realidad primordial, donde el mí no tiene

privilegio sobre los demás y sobre las cosas"128.

4.3.3. La realidad radical y el «contar con»

El hecho de «contar con» las cosas antes de reparar en ellas, le

pareció a Ortega el ámbito más radical desde donde habría que juzgar

tanto a Husserl como a Heidegger. Sin embargo, Ortega no se detiene en

el análisis del momento en que consiste el «contar con». Del dato

originario de la mera presencia de las cosas; del trato originario del

hombre con las cosas, pasa al vivir del viviente. El lector extraña un

análisis de ese entorno, ese mundo, esa realidad primaria, esas cosas,

con los que cuenta el hombre. Dicho de otra manera, aunque Ortega

repara en la grave necesidad de que la filosofía inicie desde lo más

radical, lo más próximo al hombre, sigue presente dos ámbitos, el

entorno y el yo; uno, el entorno, anunciado y necesitado de análisis y el

otro, el yo, un agregado.

"En el análisis de la realidad radical orteguiana, es donde

abundará la filosofía zubiriana. Zubiri mostrará cómo el «contar con» es

el momento formalmente intelectivo de toda acción. En el punto de

partida, hay ya una unidad radical entre sentir (proceso accional) e

inteligir accesible en el mero análisis de los actos humanos: «La vida

humana es vida en la realidad, por tanto, es algo determinado por la

intelección misma. Si empleamos el vocablo pensar, no en sentido

riguroso y estricto, […] sino en sentido vulgar, habrá que decir que es la

intelección, la aprehensión sentiente de lo real, lo que determina el

carácter pensante que tiene la vida. Sería falso decir que es la vida lo

que nos fuerza a pensar. No es la vida lo que nos fuerza a pensar, sino

que es la intelección lo que nos fuerza a vivir pensando (IRE 284). Las

dimensiones radicales de la vida del hombre en el mundo son el

enfrentamiento con las cosas como realidad, y el habérselas con las

cosas como realidades (SH 568). De ese modo, la realidad no quedará

en una filosofía primera asimilada, como en Ortega, a su funcionalidad

vital"129.

4.4. Conclusión

Finalmente, el gran debate de Zubiri con Ortega giraría en torno

al hecho de que éste entiende vida humana como síntesis de actividad y

pensamiento, mientras que aquél la entiende como un proceso

sentiente. "Este concepto de acción o vida humana como síntesis de

actividad y pensamiento, más que desprenderse de una filosofía primera

que se atuviera al análisis del ámbito originario de la realidad radical,

parece derivarse de una antropología filosófica que ha abandonado ya el

nivel de radicalidad alcanzado en su noción de vida"130.

Desde lo anterior habría que establecer las principales diferencias

entre las filosofías de Ortega y Gasset y Xavier Zubiri. Al detenerse en el

análisis de lo dado en la aprehensión de realidad, Zubiri se encuentra

con que su maestro abandona el ámbito radical, cuya necesidad había

anunciado con tanta pompa. Ortega no supo quedarse en la

ejecutividad vital, en su sentido lato, pronto se fue a la vida del viviente.

Quizá desde este ámbito hay que entender el silencio de Zubiri acerca

de la obra de su maestro --por respecto, nos dice Cerezo Galán131. Pero,

dudo mucho, tal como lo afirma este último que Ortega no conociera la

obra de Zubiri132. Lo más probable es que haya decidido afrontar en

silencio, la evidente mayor radicalidad de su discípulo en el análisis

filosófico.

Como quiera que sea, el pensamiento de Zubiri representa un

intento manifiesto de establecer el punto de partida de la filosofía fuera

de todo ámbito posterior a la realidad radical, entendida en radical

alteridad. ¿Zubiri logra tal propósito? Cuáles son las dificultades que

plantea la obra zubiriana? En la conclusión general del trabajo

intentaremos aproximarnos a estas preguntas.

5. Conclusión general

Búsqueda de radicalidad, podría denominarse el camino por el

que hemos transitado a lo largo de esta investigación. La pregunta por

el punto de partida de la filosofía de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri,

nos ha llevado hasta una conceptuación de la filosofía que la entiende

como una permanente radicalización de sí misma. De tal suerte que se

puede decir, al término de este trabajo que, hacer filosofía desde las

coordenadas que nos han orientado, es un experimentar, en cierto

sentido, una insatisfacción permanente con los análisis heredados. De

algún modo, tanto Zubiri como Ortega provienen de esta tradición y,

quizá, habrán de sucumbir, en su momento, ante sus mismas

exigencias de radicalidad.

La Vida y la Realidad han sido los nombres retenidos como punto

de partida de la filosofía de Ortega y de Zubiri, respectivamente. Para

Ortega, la Vida es el lugar donde debe iniciar la investigación filosófica.

Merece tan distinguida mención por sus atributos de accesibilidad a

cualquiera, presencia inmediata, intrínseca decisividad y

circunstancialidad. Tal nivel de radicalidad se logra tan sólo prestando

atención a lo más cercano para el hombre. No es el fruto de una

conciencia intencional, tal como pensaba Husserl o la Comprensión del

Ser en Heidegger. Ortega recalca la falta de presencia inmediata en uno

y otro planteamiento. La Vida, nos dice, es lo que está presente al

hombre en el momento radical de «contar con» las cosas. El momento de

«reparar en» las cosas es ulterior respecto de la Vida, por lo tanto, no

son aptos los planteamientos que parten de ella para fundamentar las

decisiones que toma el hombre en su vida.

De ese modo, el establecer la ejecutividad de la Vida como punto de

arranque de la investigación filosófica le da ineluctablemente un

componente ético intrínseco. Los valores morales, se fundamentan

desde la Vida por la que pasa lo más decisivo del ser humano. La

Metafísica lograda, desde este nivel, es apta para hablar sobre lo que

acontece en la Vida. Pero como la Vida dice siempre relación con una

circunstancia, el término de la moral, lo otro, la alteridad, es un

contenido tan importante como el tú. Hay siempre una relación entre

ambos ámbitos. Yo y Circunstancia, Vida y mundo, se dan siempre la

mano. En la moral Orteguiana hay que hacerse cargo de la

circunstancia de lo otro, de la alteridad. Así, en la filosofía de Ortega no

cabe ningún solipsismo. Al contrario, el altruísmo sería el fundamento

de la moral, del encuentro con lo otro. La constitutiva alteridad en la

que el hombre hace su vida, obliga a deshacerse de cualquier egoísmo o

sentimiento de rechazo hacia el otro o lo otro.

Desde esta radicalidad, Ortega pretendería orientar la vida

española y responder a las guerras mundiales de odio entre hermanos

europeos. Es probable que esta última idea tenga que ver con las

inquietudes políticas que han marcado la biografía de Ortega y Gasset.

De otra manera no se entiende su radical sentido de compromiso con la

realidad española. Ahora, se puede decir que los cambios a promover

tienen un asidero filosófico inconmovible desde donde situarse. Porque

no es del todo consecuente pedirle generosidad, hermandad a la

humanidad sin dibujarle el horizonte hacia donde levantar los ojos.

Ortega y Gasset cumplió con lo que creyó que era su vocación. Siempre

quiso ser un lucero para los españoles, lo logró. Al final, se entiende

desde qué hondura de sinceridad y de necesidad pronunciaba aquellas

conmovedoras palabras: «no hay grandes probabilidades de que una

obra como la mía, que aunque de escaso valor, es muy compleja, muy

llena de secretos, alusiones y elisiones, muy entretejida con toda una

trayectoria vital, encuentre el ánimo generoso que se afane, de verdad,

en entenderla». Nosotros la hemos leído con paciencia y detenimiento.

Es lo que hemos intentado a lo largo de este trabajo.

Hemos visto, sin embargo, que Zubiri, habiendo asumido varias

de las posturas orteguianas, las cuales, en buena medida, han sido

decisivas en su formación intelectual, y en su propia elaboración

filosófica, se encuentra en desacuerdo con Ortega en algunos puntos de

su planteamiento filosófico. Zubiri pretende la radicalización de la

filosofía de maestro, para lograr un mayor contacto con lo inmediato, o,

lo que es lo mismo, la realidad. Para Zubiri, si bien es importante el

nivel alcanzado por la filosofía de Ortega, es necesario seguir excavando

en ella para obtener mayor profundidad de realidad.

Dicho ejercicio llevó a la consideración de ciertas críticas

implícitas en Zubiri en torno a la filosofía de Ortega. La Vida, por muy

importante que sea, no llena los requisitos para ser considerada como el

punto de partida el análisis filosófico. Hemos encontrado en la obra de

Ortega ciertos residuos de primacía de la conciencia, el sentido o el

mismo pensamiento sobre la "realidad". Lo anterior, sin embargo, es

inadmisible para Zubiri. De ahí que iniciara un proceso de

radicalización de la filosofía para liberarla de todos esas impefecciones.

El atenimiento a la realidad llevó al autor de Inteligencia Sentiente a

"concebir" la filosofía como el análisis del acto de aprehensión de

realidad. Porque el hombre aprehende realidad, se diferencia

radicalmente del animal. Lo que sucede es que, si bien el hombre, como

el animal, aprehende sensiblemente y en alteridad las cosas, en el

hombre se suspende la alteridad estimúlica en que quedan las cosas en

los seres vivientes para aprehenderlas «en propio». De ahí que toda

realidad se presente como «de suyo», «en propio». La filosofía no puede

hacer más que detenerse en este momento de formalidad de realidad,

antes de preguntarse por el sentido y la conciencia de las cosas. Nos

dice Zubiri que no podemos estar absolutamente seguros de que existan

o no las cosas que aprehendemos, pero sí las aprehendemos «en

propio», «de suyo», en radical alteridad.

Desde este momento, las implicaciones morales zubirianas se

diferencian radicalmente de Ortega. Aunque éste admitiera cierta

alteridad, sin embargo, siguió conservando un yo como ámbito

primordial de relación con las cosas. En Zubiri, al contrario, la alteridad

es completa. No hay propiamente una primaria relación con las cosas.

Lo que hay es una alteridad radical de la realidad aprehendida

sentientemente. Zubiri no queda preso de ningún residuo de

subjetividad. De esta suerte, en vez de considerar la alteridad como

parte de la circunstancia, del mundo o de lo otro, como lo pensaba

Ortega, Zubiri la sitúa como la raíz misma de la circunstancia133.

Por lo que se puede concluir afirmando que Zubiri hizo el inventario de

lo que hubo hasta Ortega para establecer el punto de partida de su

filosofía. Pero "se instala en un ámbito previo al haber orteguiano. […]

La principal dificultad que encuentra Zubiri con el haber orteguiano es

que éste todavía hace referencia a una conciencia, o cuanto menos a un

«mí». En tanto que el estar alude al puro carácter físico de la

aprehensión. Tal es la razón radical por la que la filosofía primera de

Zubiri no puede resolverse en la vida como en Ortega. El «estar» físico

de lo real pretende tener una mayor radicalidad que el perpetuo

quehacer de la vida y su constitutiva interacción entre yo y

circunstancia. Porque los sentimientos, las opciones y las

aprehensiones no son puramente estimúlicos, tienen un momento de

realidad, es por lo que estamos en el juego de la vida humana"134. En

estos términos se situó Zubiri frente a la filosofía de Ortega. Y nosotros

¿cómo hemos de situarnos frente a Zubiri?

Es indudable que la filosofía de Zubiri ha tenido un eco

considerable en nuestro ambiente filosófico. Sin embargo, su entera

comprensión es aún una tarea pendiente, así como determinar su

alcance, sus posibilidades y sus posibles yerros. No obstante, al término

de este trabajo, quedan algunas preguntas, cuyas precisiones se

vuelven importantes.

Se trata, en el fondo, de una cuestión de actitud. La pregunta que

podría surgir, partiendo del presupuesto de que al término135 de

nuestra búsqueda filosófica hayamos encontrado un punto de partida

"absoluto" desde donde anclar la verdad filosófica, es la que se

interrogaría por la posibilidad del diálogo. Al iniciar cualquier discusión

sobre una verdad ya establecida, pretendidamente encontrada,

estaríamos instalados en la mera arrogancia filosófica. De ahí que esta

pretendida universalidad del punto de partida, podría constituirse en

un peligro para el propio diálogo filosófico. En este sentido, habría que

preguntarse hasta qué punto esta pretensión se anclaría en un residuo

de modernismo.

Esta duda se plantea a partir de una lectura posmoderna que

podría interpretar a Zubiri desde el ideal ilustrado de un proyecto

universalista, dominante. Esta nueva filosofía abogaría por la

tolerancia, en contra de cualquier punto de partida universal, o

"absoluto". En este sentido, si algo debemos aprender de los llamados

filósofos de la posmodernidad, todo lo discutible que pueda ser su ideal

"antiracional" --es decir en contra de una razón omniabarcadora u

omnipresente--, es el llamado a estar alerta, con fundada sospecha,

acerca de la vocación universalista de la Razón Occidental. Desde la

pretensión de la posesión plena de la verdad, se han propiciado la

aniquilación de culturas, se han cerrado los pueblos dominantes a toda

posibilidad de diálogo.

Lo anterior, sin embargo, nos sitúa en el pleno corazón de una

interesante discusión acerca de las posibilidades de la filosofía

zubiriana. Cabe preguntar, en este contexto, ¿qué posible diálogo podría

establecerse entre Zubiri y la modernidad o con las corrientes filosóficas

posmodernas?

Frente a la modernidad filosófica, podría decirse que Zubiri se

sitúa en el camino iniciado por Husserl y luego continuado por Ortega

de un enjuiciamiento de esta etapa del pensamiento humano.

Recordemos, para el caso, que para Zubiri la modernidad filosófica

comienza con San Agustín y termina con Hegel. En consecuencia, no

compartiría el ideal moderno de una "Razón absoluta", omnipresente en

la historia. "Porque la filosofía moderna, dentro de todas sus

diferencias, ha estado montada sobre cuatro conceptos que, […] son

cuatro falsas sustantivaciones: el espacio, el tiempo, la conciencia, el

ser"136. Además, esta filosofía ha consagrado la primacía de la Razón en

los actos humanos. La misma filosofía zubiriana es un ejemplo palmario

de su rechazo a la primariedad de la Razón moderna. Para Nuestro

autor, los actos racionales no son lo primario en la intelección humana

de la realidad. La intelección es primariamente sentiente y luego se

pone en marcha el mecanismo racional.

No obstante, pese a los múltiples reclamos a la modernidad,

Zubiri aceptaría su ideal de permanente búsqueda de la verdad. Él

mismo gustaba citar aquella frase de San Agustín que nos invita a

buscar la verdad "como buscan los que aún no han encontrado, y

encontremos como encuentran los que aún han de buscar"137.

Comparte con los modernos --mejor dicho, con toda la historia de la

filosofía-- el celo por la verdad. La dedicación a la realidad verdadera le

pareció la vocación más noble del intelectual. Dicha realidad, sin

embargo, es abierta, inacabable e inasible en toda su riqueza, matices y

multiplicidad.

De acuerdo a lo anterior, se podría fácilmente equiparar --hasta

cierto punto-- el ideal filosófico zubiriano con el posmoderno. El derecho

a la diferencia y las denuncias en contra del totalitarismo que

componen buena parte de estas filosofías, están en perfecta sintonía

con el carácter provisional y abierto de la verdad zubiriana. Uno y otro

defenderían el "relativismo" del punto de vista y la tolerancia bien

entendida138. Sin embargo, a la antípoda de ciertas propuestas

posmodernas que parecen dar lugar a un relativismo sospechoso de

complicidad con la dominación, desde la filosofía zubiriana se puede

abogar por un universalismo que no menoscaba la discusión filosófica o

ética; un universalismo, en definitiva, que no riña con el ideal del

diálogo abierto y respetuosos de las diferencias. Dicho de otra manera,

a pesar de que la absolutización de la propia visión de la realidad o del

propio proyecto filosófico es un peligro latente en todo proyecto

humano, en la filosofía de Zubiri no hay cabida para la arrogancia, la

intransigencia o imposición del punto de vista propio. No se puede

alegar residuo de modernismo alguno para retrasar el diálogo filosófico.

Las posibilidades para un fructífero desarrollo del mismo están, al

contrario, potenciadas por el mismo planteamiento zubiriano.

Notas 1 A este respecto es muy interesante un texto de Ortega donde alude a

su condición de literato y escritor exquisito: "No me las doy de nada.

Pero literato, ideador, teorizador y curioso de ciencia no son cosas que

pretenda ser sino que -- ¡diablo!-- las soy, las soy hasta la raíz… La

imagen y la melodía en la frase son tendencias incoercibles de mi ser,

las he llevado a la cátedra, a la ciencia, a la conversación del café, como

viceversa, he llevado la filosofía al periódico. ¡Qué le voy a hacer! Eso

que el señor Prieto considera como una corbata vistosa que me he

puesto resulta ser mi misma columna vertebral que se transparenta".

Una cuestión personal (1931),en Rectificación de la República, Madrid,

1931 citado por Julián Marías, Ortega Circunstancia y vocación, Alianza

editorial, Madrid ,1984, p. 249-250.

2 En cuanto a la labor de editor de Ortega, Luis Araquistain sugiere que

"hay que reconocerle a Ortega el gran servicio pedagógico de haber

puesto en circulación en España más ideas filosóficas que ningún otro

español de su tiempo". Luis Araquistain, El pensamiento Español

Contemporáneo, Losada, Buenos Aires, 1968, p. 83.

3 Ortega siempre vio en la Universidad el medio más adecuado para los

cambios de los que estaba necesitada España. A este respecto dice: "si

el órgano de la guerra es, en apariencia, el ejército, el órgano de la paz

es, sin disputa, la Universidad; de esta paz, repito, que coexiste con las

mayores convulsiones y las atraviesa sin quebranto, sin solución de

continuidad. Puede decirse, sin peligro de error, que tanto de paz hay

en un Estado cuanto hay de Universidad; y sólo donde hay algo de

Universidad hay algo de paz". Julián Marías, Las trayectorias, Alianza

editorial Madrid 1983 p. 51.

4 Ortega tuvo, aunque relativamente corta, una llamativa carrera

política. "De 1931 a 1933 fue diputado por León en las Cortes y jefe del

grupo de intelectuales parlamentarios que se llamó Agrupación al

Servicio de la República; pero se retiró pronto de la política militante".

Alain Guy, Los filósofos españoles de ayer y hoy, Losada, Buenos Aires,

1966, p. 139.

5 Zubiri X. "Ortega maestro de filosofía", citado por Diego Gracia Guillén

en, Zubiri 1898-1983, Departamento de Cultura del Gobierno vasco,

Gráfica ESET, 1984, p. 80.

6 Algunos autores se refieren a la labor periodística de Ortega diciendo

que "nació sobre una rotativa". En este sentido, hay que recalcar que la

presencia orteguiana en el mundo de la prensa escrita no fue ninguna

casualidad. De hecho se encuentra vinculado a este mundo tanto por

su familia como por su generación: "…no ha sido infrecuente que

grandes escritores españoles de los siglos XIX y XX publicaran artículos

en la prensa diaria. No pocas de las mejores piezas de la literatura

española durante la época citada vieron su primera luz en periódicos".

José Ferrater Mora, Ortega y Gasset, Etapas de una Filosofía, editorial

Seyx Barral, Barcelona, 1958, p. 25.

7 Julián Marías, Ortega Circunstancias y Vocación op.cit. p. 28.

8 Ibid. p. 44.

9 Ibid. p.59.

10 Es de notar que también, con el inicio, en 1936, de la guerra civil

española Ortega se encuentra, en una especie de auto exilio,

sucesivamente en Francia, Holanda, Argentina y en Portugal donde

fijará su residencia en 1942, hasta que en 1945, vuelva a España. Ver

Carmen Elena Villacorta, "Unas Lecciones de Metafísica de Ortega y

Gasset", Realidad, San Salvador, Enero-Febrero, 2000, No 73 pp. 75-94.

11 En Reflexiones de Centenario 1724-1924 (IV, 25). Citado por Luis

Araquistáin, El pensamiento Español contemporáneo, p. 84.

12 Baldomero Ucar, La filosofía de Xavier Zubiri versus la filosofía griega.

Fundación universitaria Española, Madrid, 1998 (colección tesis

doctoral cum laude), p. 488.

13 El pensamiento de Husserl fue un hito especial en la filosofía europea

de inicios del siglo pasado. "Representa en la filosofía europea la

culminación de la línea iniciada por la filosofía moderna en la medida

en que intente realizar el ideal de la filosofía cartesiana del hallazgo de

un conocimiento absoluto y sin supuestos", Varios, Hombre y Realidad,

Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), p. 59.

14 Para un acercamiento a la posible posición de Zubiri acerca de la

realidad española de postguerra, bajo la dictadura de Franco, podría ser

importante este texto que habla de las colaboraciones de Xavier Zubiri

con la revista Cruz y Raya. «En la España republicana se decantaron

dos direcciones opuestas entre los intelectuales católicos. Una se

orientó hacia el fascismo y, después de la guerra civil, se convirtió en la

productora de la ideología nacional-católica legitimadora del

franquismo. En dirección opuesta a ella se orientó la representada por

la revista Cruz y Raya,. Nacida el 15 de abril de 1933, dirigida, animada

y mimada por José Bergamín (….) Los caracteres de Cruz y Raya en su

conjunto vienen dados en las notas de republicanismo, catolicismo,

apertura y radicalismo. En primer lugar fue una revista republicana.

Bergamín pretendió hacer con su revista lo que Azaña había dicho era

la esencia de la República: independencia y libertad de espíritu. Política

republicana y no ligada a ningún partido político". "Decir que Cruz y

Raya era católica significa que estaba presidida por unos principios

católicos, pero sin confesionalismos estériles, ni exclusivismos

empobrecedores. Corría el riesgo de no ser entendida por la novedad

que iniciaba al intentar transmitir esos principios católicos al mundo de

la cultura careciendo de tradición en esta pretensión dialogante y en un

momento histórico especialmente conflictivo". "Cruz y Raya significó la

promoción de un catolicismo liberal, personal y anticonfesionalismo en

una España desgarrada por una violente polémica religiosa que influyó

en la formación de muchos católicos españoles inquietos culturalmente

y discrepantes de las rancias recetas tradicionales de un clero

intelectualmente atrasado y sin una talla a la altura de los tiempos». El

mismo autor subraya también los trabajos de zubiri publicados en esta

revista. Sería una prueba más de su adhesión a los principios de la

revista y, de alguna manera su punto de vista sobre la situación

española, aunque no emitió opinión política alguna. Baldomero Ucar, "

Xavier Zubiri versus la filosofía griega", pp. 74-75.

15 Ver Carmen Castro de Zubiri, Breve recorrido de una vida, Amigos de

la cultura científica, Ensayos, No. 3, 1986.

16 "…puede descubrirse que Ortega fue para Zubiri maestro resonador

de la cultura y filosofía europeas, maestro propulsor de la divulgación

de pensamientos y de filosofías y de nuevos modos de filosofar a través

de sus empresas culturales, especialmente la revista, editorial y tertulia

de la Revista de Occidente, maestro sensibilizador filosófico en el triple

sentido de permitir discriminar las filosofías nacidas con futuro de las

nacidas muertas, de avivar la sensibilidad del discípulo para los

problemas filosóficos y de olfatear la verdad por muy fragmentaria que

ésta fuera". Ibid. p. 490

17 Pedro Cerezo Galán, "Idea y ámbito de la Metafísica en Ortega y

Zubiri", Concepciones de la Metafícia, Editorial Trotta, p. 255.

18 Ibid. p. 256.

19 Ibid. pp.256-257.

20 Varios, Hombre y Realidad, Homenaje a Xavier Zubiri, Edudeba, p. 61.

21 Opcit. P. 79.

22 Cerezo Galán op.cit, p. 256.

23 Ibid. p. 258.

24 Ortega y Gasset, Obras Completas, Tomo 12, p. 489, citado por Pedro

Cerezo Galán ibid. p.258

25 Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, Revista de Occidente en

Alianza Editorial, Madrid, 1981, p. 55. En adelante TNT.

26 Ibid p. 56.

27 Ibid p. 56.

28 Ibid p.57.

29 ibid p. 57-58.

30 Ibid p. 63.

31 Ortega y Gasset, Ni racionalismo ni vitalismo, Obras completas Tomo

II, Alianza editorial, Madrid, 1993 p. 271.

32 Ibid p. 271.

33 Ibid p.271.

34 ibid p. 272.

35 Ibid p. 272.

36 Ibid p. 272.

37 Ibid p. 273.

38 Ibid p. 273.

39 Ibid p. 274.

40 Ibid p. 274.

41 Ibid p. 274.

42 Ibid p. 275.

43 Ibid p. 279.

44 Ibid p. 279.

45 Ibid. p. 280.

46 TNT, p. 116

47 ibid. p. 117.

48 Ibid. P. 118.

49 Ortega y Gasset, Verdad y perspectiva, Obras Completas, Vol. II,

Alianza Editorial, Madrid, 1993.

50 Corominas J., Etica primera aportación de Zubiri al debate ético

contemporáneo, tesis doctoral, San Salvador, 1998 p…

51 Ver Prólogo para Alemanes, TNT op.cit

52 Ver, Ortega y Gasset, Las dos grandes metáforas, Obras Completas,

Vol II, Alianza Editorial, Madrid, 1993.

53 Ibi. P. 319

54 ibid p. 319

55 Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, Revista de Occidente en Alianza

Editorial, Madrid, 1998, pp. 153-154.

56 Ibid. p.155

57 ibid. p. 179.

58 Obras Completas, vol II. p. 321.

59 Citado por Julián Marías, Historia de la Filosofía, Alianza editorial

Universidad, p. 437.

60 Ortega y Gasset, Obras Completas, vol. II, Madrid, 1995, p. 179.

Citado por Antonio González en "El problema de la Alteridad" en Ortega.

p. 375.

61 Ibid. p. 375.

62 ibid. pp. 375-378.

63 Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, pp. 185-186.

64 Op.cit. pp. 375-376.

65 Ibid. p. 376.

66 Ortega y Gasset, op.cit, p. 176.

67 Antonio González, "La alteridad en Ortega", op.cit., p. 377.

68 Op.cit. p. 185.

69 Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Obras completas,

Tomo XII, Alianza editorial, Madrid, 1983, p. 26.

70 Ibid. p. 63.

71 Ibid. pp. 63-64.

72 Ibid., p. 42. Los subrayados son nuestros.

73 Ibid. p. 42.

74 Ibid. p. 37

75 ibid. pp. 40-41

76 ibid. p. 47.

77 Zubiri, X. Naturaleza, Historia, Dios, Alianza editorial, Madrid, 9ª

edición, p. 13. En adelante NHD

78 Ibid. p. 13.

79 Zubiri, X., Cinco lecciones de filosofía, Alianza editorial, Madrid, 1982,

p. 213.

80 "La crisis de la conciencia moderna", en La ciudad de Dios 141

(1925). Citado por Antonio González, "Un solo Mundo" relevancia de

Zubiri para la teoría social, tesis doctoral, Madrid 1994, p.59.

81 Jesús Conill, "La Fenomenología en Zubiri" p. 2.

http://www.isid.es/users/eurema/---Depósito legal: M-12267-95--ISSN

1135-4550. En PHILOSOPHIA, No 4, Enero de 1997.

82 Ibid. p. 3.

83 Zubiri X. Sobre la Esencia, Sociedad de estudios y publicaciones,

Madrid, 1962. En adelante SE.

84 Ibid. p. 32.

85 Xavier Zuviri, Cinco lecciones de filosofía, p. 226.

86 Ibid. p. 227.

87 Ibid. p. 230.

88 Ibid. p. 275.

89 SE. p. 27.

90 Ibid. pp.27-28

91 ibd. pp. 28-29

92 ibid. p. 29.

93 NHD op.cit p. 15.

94 Antonio González " Un solo mundo", p. 60.

95 Ibid. p. 92

96 Cfr. Zubiri X. Cinco lecciones de filosofía, p. 262.

97 Ibid. p. 264.

98 Antonio González, "Un solo mundo" op.cit. p. 100.

99 NHD, p. 285.

100 SE. pp. 113.114.

101 Zubiri, X. Inteligencia Sentiente, Alianza Editorial, Sociedad de

Estudios y Publicaciones, Madrid, 1984, p.15. En adelante IRE.

102 NHD, p. 74.

103 Ibid. p. 75.

104 IRE, p. 30.

105 Ibid. p. 32.

106 Ibid. p. 34.

107 Ibid. pp. 52-53.

108 Ibid. p. 54

109 ibid. p. 57.

110 Ibid. p. 60.

111 Ibid. p.61.

112 ibid. p. 65.

113 Ibid. p. 65.

114 Ibid. p. 191.

115 Ibid. p. 191.

116 Ibid. pp. 61-62.

117 Ibid. p.191.

118 ibid. p. 191

119 ibid. p. 192

120 ibid. p. 193.

121 Conill, J. "La fenomenología en Zubiri", PHILOSOPHIA, No 4, Enero

de 1997

122 Corominas, J., Etica Primera, Aportación de Zubiri al debate ético

contemporáneo, Desclée de Brouwer, 2000, p. 221.

123 Ibid. pp. 23-24.

124 Citado por Camen Elena Villacorta, "Unas Lecciones de metafísica",

Realidad, San Salvador, Enero-febrero, 2000, No 79, p. 88.

125 Ibid. p. 89.

126 Ortega y Gasset, Unas lecciones de Metafísica, pp. 40-41.

127 Ibid. p. 42.

128 Corominas, J. Etica primera, op.cit. pp. 223-224.

129 Ibid. p. 122.

130 Ibid. p. 222.

131 Pedro Cerezo Galán ,"Idea y ámbito de la metafísica en Ortega y

Gasset y Xavier Zubiri", p. 225.

132 Cuando se recuerda la relación tan cercana entre Zubiri y Ortega,

éste dirige su tesis doctoral, le da instrucciones par iniciar el estudio de

la fenomenología en Alemania, por todo eso, resulta impensable que se

no se enterara de la obra de Zubiri.

133 Antonio González, "El problema de la alteridad en Ortega", Realidad

No. 58, San Salvador, Julio-agosto 1997.

134 Jordi Corominas, Etica primera, op.cit., p. 224

135 Aunque Zubiri no habla de poner un término a la permanente tarea

de búsqueda de la verdad, debemos suponer, para poder operativizar la

discusión, un momento en el que se suspende la búsqueda para iniciar

la cosecha de los frutos de la investigación.

136 Citado por Carmen castro de Zubiri, Xavier Zubiri, Breve recorrido de

una vida, Amigos de la Cultura Científica, Ensayos No 3, Septiembre

1986, p.124

137 Ibid. p. 112

138 Ver, Jordi Corominas, "Cristianismo y Tolerancia", y "¿Cancelar el

pasado? Tolerancia y oscurantismo en la sociedad mundial", ECA…

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