De Courcelles-San Agustín-su Pensamiento, Su Obra

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    SAN AGUSTN: PENSAMIENTO Y OBRA

    Estudios88, vol. VII,primavera 2009.

    SAN AGUSTN:

    SU PENSAMIENTO,SU OBRA*Dominique de Courcelles**

    RESUMEN: San Agustn es un ejemplo para hoy. Los acontecimientos de su vida son mltiples,simultneos y siempre se refieren a su mundo. Su verdad es verdad en movimiento, compartida;no existe una doctrina agustiniana, sistemtica, monumental, cerrada. Su historia, el vaivnde lo especfico a lo universal, de lo antropolgico a lo teolgico, del pecado a la gracia, dela justicia al amor. San Agustn ha sido, durante siglos, el genio dogmtico de Europa.

    ABSTRACT: Up until the present day, Saint Augustine remains an exemplary figure. The

    accounts of his life are numerous, simultaneous, make reference to his world. His truth ismoving and shared; a systematic, monumental, and closed Augustinian doctrine does notexist. His history fluctuates from the specific to the universal, the anthropological to thetheological, sin to grace, and finally from justice to love. Saint Augustine has been Europesdogmatic genius for many centuries.

    PALABRASCLAVE: San Agustn, historia de la religin, historia de la teologa.KEYWORDS: Saint Agustine, religious history, theologic history.

    RECEPCIN: 8 de agosto de 2007.APROBACIN: 21 de marzo de 2008.

    * Traduccin del francs de Mauricio Lpez Noriega.** Centre National de la Recherche Scientifique, France.

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    SAN AGUSTN: PENSAMIENTO Y OBRA

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    SAN AGUSTN:

    SU PENSAMIENTO,SU OBRA

    Introduccin

    Aurelius Agustinus, san Agustn,doctor de la Iglesia, autoridad incontestable del pensamiento occiden-tal durante siglos, vivi del ao 354 al 430; naci y muri en frica.Enamorado de la filosofa platnica y de la retrica latina, amante delos placeres de la vida, se convirti al cristianismo en Miln, en 386,cuando contaba aproximadamente con treinta aos. Fue obispo y juezde una ciudad africana durante ms de treinta aos, celoso de sus

    poderes, de su influencia teolgica y poltica, tanto en frica como enel resto del mundo. Cubri con sus escritos el mundo romano, de unextremo a otro del mar Mediterrneo. Gracias a l, frica ha propor-cionado un poderoso pensamiento en lengua latina y sus enemigos nodejaron de afirmar que le haba robado al latn su especificidad paraimponerle una singularidad africana.

    Numerosas obras se han escrito sobre este inmenso personaje:libros de todas clases, piadosamente lricos y hagiogrficos, apolo-

    gticos, histricos, filosficos, teolgicos. Se han emitidos juicios,muy frecuentemente contradictorios, sobre su pensamiento y sobre suvida; sus doctrinas han dado lugar a inflamados debates entre espe-cialistas. Como particularmente preciosos, han permanecido los muydiferentes trabajos de Henri-Irne Marrou, Pierre Courcelle, AlbertoPincherle, Peter Brown y Kurt Flasch. Recientemente, en 2005, unaEncyclopdie Saint Augustin: la Mditerrane et lEurope IVe-XXIe

    sicle ha visto la luz en las Editions du Cerf, bajo la direccin de Allan

    D. Fitzgerald y Marie-Anne Vannier. Con 1516 pginas, ofrece cerca

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    de 500 artculos, evidentemente desiguales, no verdaderamente inno-vadores, y se ha podido deplorar la ausencia de ciertos especialistas

    cuyas interpretaciones, sin duda, no corresponderan a las opinionesde los directores de la obra. Por mucho, el ms interesante consiste enla presentacin de la influencia agustiniana desde Pablo Orosio hastaPaul Ricur, pasando por Anselmo de Canterbury, Toms de Aquino,Lutero, Calvino, Pascal, Harnack, Arendt, etctera.

    Si se centra la interrogacin y la reflexin sobre dos textos mayores,las Confesionesterminadas en 398, no la primera obra del obispode Hipona, y lasRetractaciones, finalizadas en 427, se comprender

    que no es cuestin de hacer un retrato estilizado y coherente del santo,ni de hacer de este hombre un personaje monumental, sistemtico,cerrado; en una palabra, no se trata de justificarlo.

    Agustn no lleg a su autorizada celebridad salvo porque se partien dos, abierto en su inmensa obra a s mismo y a los dems. Mediantesu escritura se convirti en su propia verdad, una verdad en movi-miento, una verdad posible del mundo de su propio tiempo. En estesentido, para nosotros hoy resulta ejemplar. Hay que rendir cuenta de

    esta verdad agustiniana en movimiento, de esta verdad partida que nose colma nunca y que cruza la vida de la escritura, sin detenerse enun juicio doctrinal. Los acontecimientos y los sentimientos de su vidason mltiples, simultneos, siempre referidos al mundo.

    Se trata de hacer resonar la particin de la voz agustiniana: con otrasvoces, de lo que tratan sus primeros dilogos, llevados a cabo en laintimidad de las bellas riberas del lago de Como; de sutiles tratadosteolgicos; de cientos de cartas dirigidas a los hombres y mujeresms diversos; de la tumultuosa predicacin en la iglesia de Hipona,suspendida sobre el vasto Mediterrneo. l, que otorga tanto valora la amistad, se vio enfrentado a toda suerte de conflictos. Llamado aresponder a las ms difciles preguntas que se propona la joven Iglesiacatlica, para ofrecer certidumbres a sus contemporneos, reivindica elpoder de decir y corregir su vida y sus escritos hasta el final, segn unaexigencia responsable de seleccin, de expresin, de clarificacin de

    sus intenciones. La grandeza del austero obispo de Hipona no consistesolamente en la paradjica certeza de que no exista una verdad nica

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    en un tiempo portador de muerte, sino, sobre todo, en la intransigenteafirmacin de que el progreso va del decir al desdecirse, de la confe-

    sin a la retractacin. El pensamiento agustiniano jams se fija enpunto alguno de su progresin; Agustn nunca lo dej de renovar a lolargo de toda su vida, porque l continuaba siendo el mismo, ligado almundo y siguiendo los acontecimientos con agudeza y sensibilidad.El progreso, para l, no se encuentra en la rigidez de una ley sino enlos soliloquios, esa parte indefinida de los argumentos de s a s,para los otros y con los otros. Para Agustn, antes que nada se trata detender en el tiempo hacia la inaccesible patria celeste, de perseverar

    con intransigencia en la accin de progresin sin fiarse jams, absur-damente, de las propias fuerzas o de tal instante de tiempo, a fin deacceder a la eternidad y a la divinidad. La perseverancia agustinianaes esencialmente polmica.

    As, la romanidad se hunde brutalmente bajo la presin simultneay conjunta de Cristo y de los brbaros. Agustn se encuentra libradoal mundo y a los hombres; no cesa de reivindicar su lugar como juezy telogo en la Iglesia y en el Imperio romano convertido al cristia-

    nismo. Es tanto un hombre de accin como de pensamiento. Para l,ni la teologa ni la filosofa pueden estar separadas de la vida pblicaen la que debe ofrecer, con riesgo de violencia, pruebas de justiciay amor. Se entrega sin lmites al amor sin lmites y al temible juiciode Dios, porque sabe que rebasan la razn humana y no pueden, portanto, forzarla. Resulta una carga, pero tambin una pasin. A lo largode su vida, autoridad y razn se conjugan en el deseo de mejorar elmundo, en la bsqueda de la sabidura y la verdad. De esta manera,contribuye a definir duraderamente los dogmas de la Iglesia y lasherejas, evolucionando siempre de confesin en retractacin, siempreafirmando que no existe una nica verdad comprensible en el tiempo.Su historia es un arriesgado vaivn entre lo especfico y lo universal,lo antropolgico y lo teolgico, entre el pecado y la gracia, la justiciay el amor.

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    La conversin: una vida nueva

    Muy joven, Agustn se nutri de la cultura latina: Virgilio, Cicern,Salustio, Terencio y Apuleyo eran, entonces, los autores estudiadoscon detalle en las escuelas;1detestaba la literatura griega e ignorabadicha lengua. Muy pronto se apasiona por el arte de la elocuencia. EnCartago, a partir del ao 371, aprende a afinar su lengua al aplicarse ala lectura de libros.2La cultura clsica, en su nivel superior, se definepor la retrica, el arte de hablar, y en consecuencia, de escribir, ya que

    la prctica general de la lectura en voz alta contribuye a mantener enestrecha dependencia la literatura y el arte oratoria; se trata de cons-truir una exposicin slida, de convencer y seducir. Entonces, Agustndescubre el teatro. Toma por concubina a una mujer de la cual jamsmencionar el nombre, le permanece fiel durante quince aos y tienecon ella, en 372, un hijo al que llama Adeodato. De 374 a 383, ocupaen Cartago la ctedra municipal de retrica; es tan buen filsofo comortor. En 383, parte a Roma y en 385 obtiene la ctedra de retrica en

    Miln, residencia imperial, capital del Imperio Romano de Occidente.Incuba, ahora, la ambicin de ser gobernador de provincia y de desposara cierta hija de una rica familia romana. Abandona a su concubina.

    En 372, al descubrir el Hortensius de Cicern, adems de unaexhortacin a la filosofa, comienza a aspirar a la sabidura inmor-tal.3Decepcionado de la Biblia y del escndalo de la cruz, se vuelvehacia el pensamiento de Mani, puesto que existen dos principios del ser,el bien y el mal, siendo Cristo el principio de la Sabidura. Durante

    nueve o diez aos es maniqueo, convencido de que la mejor partede s mismo permanece sin mancha; sin embargo, en 383, abandonael maniqueismo. En Miln descubre el neoplatonismo y la interpre-tacin cristiana que se le ha dado; el obispo de Miln, Ambrosio, es

    1Henri-Irne Marrou, San Augustin et la fin de la culture antique, 1958, Paris, E. deBoccard, rimpression 1983.

    2Confesiones, III, 4, 7.3Ibidem.

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    un brillante helenista que cita a Plotino en sus sermones, pero quesiempre afirma la trascendencia de Dios. Agustn pasa ahora de las

    Eneadas, traducidas al latn, alEvangeliode Juan y a las CartasdePablo, as como a algunos tratados de Plotino y de su discpulo Porfi-rio. Concibe a Dios como a la vez presente a s mismo y distinto de smismo, potencia buena y dinmica. Se aparta del escepticismo dela nueva Academia, cara a Cicern, y estudia con ardor los escritospaulinos. En 386 se convierte al cristianismo en Miln. La escena desu conversin, que cuenta en sus Confesiones, es sumamente clebre.En la soledad de un jardn, habiendo escuchado la voz de un nio

    que parece cantar Toma, lee, Agustn abre el libro de las epstolasde Pablo, que desde haca tiempo no dejaba, y lee la exhortacin a suconversin: No quise leer ms, ni era menester; al terminar de leer laltima sentencia una luz segursima penetr en mi corazn, disipandode golpe las tinieblas de mi dubitacin.4

    Sabe que ha entrado ahora en una vida filosfica nueva, penetradapor la influencia paulina, donde el progreso espiritual est asegurado.En el otoo de 386, en Cassiciacum, sin duda Casiago, al borde del

    lago de Como, redacta sus primeros escritos que son dilogos con untono de serenidad y de certezas profundas, en particular elDe vitabeata, destinado a compartir la felicidad de la vida filosfica, o losSoli-loquios, en los que la razn agustiniana, iluminada por el platonismo,dialoga en lo sucesivo con el Dios interior del alma. Agustn vuelvea Miln y es bautizado por el obispo Ambrosio la noche de Pascuadel 24 al 25 de abril de 387. Ese mismo ao, comparte con su madreel xtasis de Ostia, poco antes de la muerte de esta ltima.

    Entre 386 fecha de su conversin y de su estancia en Cassiciacum y396 fecha de la escritura del libro de las Confesiones, generalmenteconsiderada su obra maestra, entra progresivamente en una vida ente-ramente nueva. Mientras que su conversin ha llamado la atencin denumerosos investigadores, las tambin importantes transformacionesde su pensamiento durante los diecisis aos siguientes han sido, en

    4Confesiones, VIII, 12, 29.

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    general, negligentemente atendidas por la historia de Occidente.5De386 a 391, en Italia, y luego de regreso en frica a partir de 388, Agus-

    tn funda su vida sobre la tradicin platnica. Aspira a ser un sabio quevive una vida de contemplacin y decide tornarse parecido a Dios, porejemplo, en su Comentario al Sermn de la Montaa de Cristo.6

    Las Confesiones

    Diez aos ms tarde, convertido en obispo de Hipona, ha perdido

    aquella esperanza y no cree ya en el ideal antiguo del hombre racio-nal y maestro de s mismo.7No se trata de un completo abandono delneoplatonismo, sino de una evaluacin trgica de las motivaciones yde las posibilidades del hombre, de las experiencias humanas con suscontradicciones y desgarramientos. En adelante, atribuye una impor-tancia fundamental a la confesin, a la vez acusacin de s mismo yalabanza de Dios. Dios hecho hombre, muerto y resucitado, es el nicoque puede salvar a los hombres.

    Enfrentado, desde que se convirti en sacerdote en 391 y luegoobispo en 395, a ciertos hbitos perniciosos de la comunidad cristianade Hipona y al radicalismo de los maniqueos nutridos del pensamien-to paulino pero que afirmaban la substancialidad del mal, adquieremuy rpidamente la certeza de que el problema de la permanenciadel mal es el gran problema que hace falta intentar comprender.Piensa resolver dicho problema mediante la confesin; estima que lavoluntad humana no goza de una completa libertad y que el mal est

    ligado a la fuerza del hbito, que saca su poder de funcionamiento dela memoria humana.8Agustn ya no encuentra en la lectura de Pablosalvo la tensin no resuelta entre la carne y el espritu, entre el bien y

    5Una excepcin, el destacado anlisis de Alberto Pincherle, La formazione teologicadi sant Agostino, 1947, Roma.

    6De serm. Domini in monte, 1, 2, 9.7

    Confesiones,X, 40, 65.8De serm. Domini in monte, I, 12, 35;De vera religione, 34, 64.

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    el mal. Por la gracia, el hombre salvado est sometido a su liberador,la tensin no se resuelve hasta la muerte.

    Hacia 395, Simpliciano, sucesor de Ambrosio como obispo deMiln, quien haba intentado la fusin entre platonismo y cristianismo,interroga a Agustn sobre un cierto nmero de cuestiones relativas a laEpstola a los Romanosy alLibro de los Reyes; por ejemplo, por quDios ha dicho: Odio a Esa?, lo cual vuelve a formular la naturalezainsondable de los destinos individuales y de la voluntad divina. EnsusRetractaciones, de 427, Agustn afirmar que tal solucin de losproblemas expuestos par Simpliciano le fueron revelados por Dios:

    En cuanto a la solucin de dicha pregunta, he hecho innumerablesesfuerzos en favor del libre albedro de la voluntad humana; pero la graciade Dios ha resultado victoriosa y no he conseguido llegar a comprenderla lmpida verdad de esas palabras del Apstol: qu, pues, te distingue?Qu tienes t que no hayas recibido? Y si lo has recibido, por qu te

    jactas como si no lo hubieses recibido?9

    As, de un texto aparentemente sencillo de Pablo, Agustn saca unasntesis compleja de la gracia, del libre albedro y de la predestinacin.Por vez primera, concibe al hombre como enteramente dependiente deDios, incluso en su iniciativa primera de creer en l. Gracias al cues-tionamiento de Simpliciano, examina la naturaleza de la motivacinhumana y descubre que la delectacin es la nica fuente posible dela accin; ella pone en movimiento a la voluntad: elaffectusse une a lainteligencia. La eleccin de Dios no puede ser comprendida a partir

    de criterios humanos: es el fin del ideal clsico de perfeccin.Al escribir las Confesiones, entre 396 y 398, intentar aportaruna solucin para la irremediable divisin entre la carne y el espritu,entre la dependencia total del hombre pecador frente a frente con suSalvador, y una bsqueda razonable de la sabidura que ser el Cristo,Dios y hombre. As, debe adaptarse rpidamente a su nueva existenciade sacerdote y, luego, de obispo. Tiene la conviccin de que el hombre

    9Confesiones, VII, 21, 27.

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    no puede esperar encontrar a Dios sin encontrarse antes a s mismo, esdecir, sin haber confesado delante de los otros hombres sus acciones

    buenas y malas para la gloria de Dios: Pues Dios es ms ntimo quelo ntimo de m mismo;10T estabas delante de m; pero yo me habaretirado de m mismo y no me poda encontrar. Cunto menos a Ti!11Plotino y Porfirio, pero tambin Filn de Alejandra, han evocado supropia bsqueda de la verdad; aportan a Agustn un elemento esencialde toda autobiografa: una teora de la potencia del alma que le permiteinterpretar su experiencia vivida. Los Padres griegos y latinos utiliza-ron el esquema autobiogrfico, que da como resultado la revelacin

    cristiana;12tal es el caso, por ejemplo, de Justino en el siglo II, con suDilogo con Trifn, o de Hilario de Poitiers con suDe Trinitateen elsiglo IV. Pero Agustn concede un lugar mayor al dilogo trgico entrela gracia y el pecado. A fines del siglo IV, cuando el imperio romanoest cada vez ms amenazado por los brbaros, son numerosos quienesabandonan carreras prestigiosas para vivir existencias diferentes; nu-merosos tambin los conversos que se apasionan por las eleccionesseleccionadas por Dios para las vidas humanas. Agustn est rodeado

    por personas acostumbradas a las narraciones biogrficas y capacitadospara apreciar la historia de su aventura intelectual y espiritual que es,tambin, un poco la suya.

    La cima de la vida de un hombre, ahora que la Iglesia es reconocidapor el poder imperial, no es ya el martirio sino la conversin. En elalma, hecha a imagen y semejanza de Dios, el hombre puede esperardescubrir la huella del misterio central de la fe, el misterio trinitario.Las Confesionesanuncian ya la fuerte intuicin del tratado Sobre laTrinidad. Pero, mientras que en los primeros nueve libros de las Confe-sionesAgustn cuenta su vida desde su nacimiento hasta su conversinen Miln y el xtasis de Ostia, los cuatro ltimos libros de su obra

    10Confesiones, III, 6, 11.11Confesiones, V, 2, 2.12Pierre Courcelle, en su obraLes Confessions de saint Augustin dans la tradition litt-

    raire: antcdents et postrit, 1963, Paris, Etudes Agustniennes, ha mostrado claramentela importancia de la tradicin literaria en las Confesiones.

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    estn destinados a probar que no es fcil despojarse del hombre viejoy que la experiencia fulgurante de la conversin no es suficiente para

    asegurar la salvacin, lo cual va a contrariar a sus contemporneos:Es que todava hay poca luz en los hombres. Deben andar, ponerseen movimiento para que no los sobrecojan las tinieblas.13

    Porque confesarse y confesar a Dios es confesar el tiempo de suexistencia y de la intervencin divina, en esta confesin Agustn vaa procurar reducir la distancia entre lo finito creado de la concienciahumana y lo infinito increado del deseo de Dios, entre lo mltiple y louno. Se trata de pasar de la aversio, de la desviacin hacia el mundo y

    las cosas temporales, a laconversio, el retorno total hacia Dios, simplee inmutable. El operador de este pasaje es el Verbo divino convertidoen carne. Tal es la nica positividad que Agustn reconoce al tiempo,aquella de la venida salvadora de la Palabra divina hecha carne enel mundo creado. El Verbo encarnado es la nica mediacin entre eltiempo y la eternidad: el tiempo, movimiento hacia la nada, existeverdaderamente? Es necesario abandonar el tiempo de la dispersin yla disolucin y de mirar la eternidad, el presente de la eternidad. Lo que

    proviene de la razn humana no es ms que vanidad, incluso si hicierafalta elegir una verdad humana entre otras posibles: Cuntas cosas,Seor, han salido de tan breves palabras, y cunto llevo escrito sobreellas! [...] Permteme pues confesarme a Ti con brevedad, escogiendoun sentido nico, el que T me inspires como verdadero, cierto y bueno,aun cuando en un mismo pasaje varios sentidos puedan ocurrir.14

    La lucha contra los donatistas

    Haciendo suyo el ideal de autoridad del apstol Pablo, Agustn,convertido en obispo a pesar suyo, deba conciliar la autoridad jurdicareconocida a su funcin con su independencia personal con respecto

    13Confesiones, X, 23, 33. Todava hay poca luz en los hombres lo toma Agustn deJn 12, 35. [N. del T.]

    14Confesiones, XII, 32-43.

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    al poder imperial cristiano y a los grandes latifundistas de su juris-diccin. Al afirmarse como representante del Juez divino, se plantea

    como meta mayor la regulacin de los innumerables conflictos quepresentan los fieles, sea entre ellos, sea contra los paganos o herejes. Sudeseo de la Verdad divina se transforma en deseo de un orden humanojusto, condicin de posibilidad del acceso a la sabidura y a la Verdaddivina. Por saberlo inaccesible a la corrupcin, sus principios de jus-ticia no fueron cuestionados y fue agobiado pronto por muchedumbresde litigantes; sus decisiones jurdicas influyeron en la legislacin desu poca en numerosos campos: por ejemplo, los conflictos entre la

    Iglesia y los particulares en materia de sucesin; los perseguidos pordeudas; los plazos podan obtener acreedores bajo caucin gracias ala intervencin de la Iglesia; la defensa y la reglamentacin del dere-cho de asilo; la legislacin relativa a los prisioneros; la denuncia dela utilizacin de la tortura; la diferencia entre una terica condena amuerte y la aplicacin de la pena. Pero Agustn sabe que est tambinen estrecha dependencia con el pueblo sobre el que tiene poder dejuzgar y de condenar, y que los hombres son movidos por sus pasiones.

    El terror del juicio final es el resorte esencial de su autoridad.Desde 393 lucha encarnizadamente contra la iglesia donatista,

    que afirma ser la nica que conserva en su totalidad la ley cristianay rechaza toda relacin con una sociedad impura. Otro aspecto reli-gioso: el donatismo implica tambin un importante componente derebelin social de los campesinos oprimidos por los grandes latifun-distas. Convencido de que el juicio de Dios y de su Iglesia catlicaentiende la destruccin de los insumisos como algo justo, el obispode Hipona llega a considerar que el amor, la justicia y la violenciaestn estrechamente ligados y que se puede practicar la represinms dura a condicin de que la intencin sea justa. La lucha contra eldonatismo le permite emprender, al mismo tiempo, la reforma de laIglesia catlica de frica. A peticin de los catlicos, el poder imperialinterviene con brutalidad, atento a evitar cualquier tipo de desorden enfrica: en 405, el edicto de unidad, proclamado en Cartago, asimila el

    donatismo a la hereja y declara que la iglesia donatista queda disuelta.Los obispos donatistas son destituidos y Agustn elabora lo que, en

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    la historia de la Iglesia antigua, es la nica justificacin del derechodel Estado a suprimir a los no catlicos. Como Pablo, Agustn otorga

    al poder constituido por Dios la exclusividad de la ley salvfica y de laley poltica. En 408, el intercambio de cartas con su antiguo amigoVicente Rogatista, convertido en obispo de la iglesia de Donato, escompletamente revelador en cuanto a la evolucin de su actitud:

    Inicialmente, en efecto, mi postura se reduca a lo siguiente: nadiedeba ser forzado a la unidad de Cristo; es mediante la Palabra quese debe obrar; por la discusin, combatir; por la razn, vencer: yo temaque, de otro modo, nosotros tuviramos por falsos catlicos a aquellos quehabamos conocido como verdaderos herejes. Pero esta opinin madeba ceder, no a causa de las palabras sino por los ejemplos [...] Decuntos que nos conocan, en efecto, se puede afirmar que en ellos semanifestaba ya el deseo de ser catlicos, emocionados como estaban porla evidencia cegadora de la verdad pero que el temor de una reaccinviolenta de parte de los suyos los haca aplazar cada da esta decisin [...]Cuntos quedaban en el partido de Donato simplemente porque en lhaban nacido y porque nadie los apremiaba a pasar al catolicismo!15

    En 411, la conferencia o confrontacin de Cartago entre obisposcatlicos y obispos donatistas, ordenada por el emperador Honorio,preparada por Agustn, llega a la eliminacin legal y definitiva deldonatismo y los donatistas. Agustn se mantiene determinado a acoger,por la fuerza del amor del pastor por la oveja perdida, al partido deDonato en la unidad de la Iglesia. El obispo de Hipona prueba asque ha perdido la certeza de poder arrancar por la persuasin y por la

    razn sus hbitos mortferos a los hombres, de quienes deber rendircuentas a Dios. Vuelve, como obispo, a suprimir toda traba humanaa los designios divinos de salvacin. Pero su inexperiencia poltica leoculta el carcter engaoso de la brutal fuerza del poder imperial. Enla misma poca, escribe a su amigo Paulino de Nola:

    15Ep. 93.

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    Castigar, no castigar, qu hacer? Pues todo lo que buscamos essalvar lo que se trata o no de castigar [...] Qu temblor nos agita ahora,querido Paulino, oh santo hombre de Dios! No se puede pensar que sealo que hace decir al Salmista: Miedo y temblor me invaden y las tinieblasme han envuelto. Y digo: Quin me diera alas como a la paloma, paravolar y reposar! Huira entonces lejos, en el desierto morara.16

    De esta manera, en 413 vive un drama personal: su amigo FlavioMarcelino, representante del emperador en la conferencia de Cartago,fue decapitado en dicha ciudad por haber participado en una revueltacontra el emperador. El obispo de Hipona no consigue obtener gracia,a pesar de sus splicas, y comprende que no sabr establecer una equi-valencia entre justicia poltica y justicia religiosa. Pues bien, Marcelinofue el inspirador de la obra de AgustnLa Ciudad de Dios; los tresprimeros libros que aparecen a fines de 413 le estn dedicados.

    Las obras teolgicas

    Las dos grandes obras teolgicas del obispo de Hipona sonDe Genesiad litteram, compuesta entre 401 y 414, yDe Trinitate, entre 399 y 419.

    EnDe Genesi, comentario sobre los tres primeros captulos delGnesis, es decir, del relato de la creacin y del pecado original, quecontina la problemtica de los ltimos libros de las Confesiones,Agustn elabora los temas de su obraLa Ciudad de Dios. Quiere refu-tar a los maniqueos que se apoyan en el Gnesispara demostrar la

    existencia de dos principios contrarios y equivalentes en el mundo,y busca auxiliar a los paganos a descifrar el sentido del relato de lacreacin. Condena vivamente la actitud perezosa de ciertos cristianosque se valen de la Biblia para impugnar verdades admitidas por larazn y por la experiencia, y que desautorizan al cristianismo frentea los paganos: no duda en afirmar que prefiere dejar las preguntas sinrespuesta.

    16Ep. 95, 3 que cita aPs. 54, 6-9.

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    EnDe Trinitate, obra metafsica, Agustn abraza desde una mismaperspectiva, al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y al Dios de los

    filsofos. Disponiendo del dogma elaborado en los concilios trinitariosde Nicea, en 325, y de Constantinopla, en 381, demuestra que el almahumana contiene las huellas, las analogas, un reflejo, una imagende dicha estructura una y trina, por medio de la cual el pensamientopuede lanzarse para intentar entrever algo del misterio trinitario, que nopodr jams aprehender en su totalidad. Utilizando la trada empricade la memoria, la inteligencia y la voluntad, pasa, por ejemplo, delalma que se recuerda a s misma al alma que recuerda a Dios y que no

    ama ya ninguna otra creatura salvo a Dios mismo. Pasa, igualmente,del conocimiento analgico por va de la afirmacin al conocimientonegativo; la negacin, subrayando la debilidad de la inteligencia huma-na, asegura por rechazo el progreso del conocimiento. Es imposibleapropiarse de la verdad y conviene, entonces, tener unidas a la certezay a la duda. El difcilDe Trinitatetiene mucho xito; Agustn cuentaque el xito del libro lo rebasa y que, por ello, debe aadir rpidascorrecciones a fin de permitir que circule tal como lo desea.

    LasRetractaciones,de 427, no aaden ms que correcciones in-significantes a dichas obras.

    De Civitate Dei

    El 24 de agosto de 410 tiene lugar la toma de la ciudad, fundada porRmulo y Remo, a manos de Alarico y los visigodos. Si Roma no es

    ya la capital del imperio, permanece como smbolo de la civilizacin yen ella se encuentran los cuerpos de los santos fundadores del cristia-nismo, Pedro y Pablo, venidos de Oriente. Agustn tiene la conviccinde que las ms grandes civilizaciones pueden fenecer algn da y queninguna ciudad es eterna. Contra los paganos romanos, que vean enla cada de Roma el abandono de sus dioses ancestrales por el poderpoltico, y contra el renaciente paganismo, quiere seguir la lucha aldemostrar que los desastres de los tiempos se inscriben en la justicia deDios. Su amigo Marcelino le transmiti las preguntas de los nobles

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    romanos paganos refugiados en Cartago y Agustn acepta el principiode un dilogo literario que imita las conversaciones romanas descritas

    por Macrobio en susSaturnales; decide escribir una refutacin del paga-nismo a fin de ayudar a los hombres ms cultivados de la romanidada confrontar su visin pagana del mundo con el cristianismo: Virgiliocontra la Escritura.La Ciudad de Dioses, por tanto, un monumentoliterario caracterstico de la cultura del bajo Imperio; Agustn apoyasus argumentos sobre un vasto conjunto de autoridades literarias, demanera que muestre su erudicin y satisfaga a sus lectores mediantela exposicin de su propia cultura tradicional en ciencia religiosa, fi-

    losofa, historia y retrica. Acomete contra los cultos descritos por losautores clsicos y se esfuerza en desmitificar la historia de los orgenesde Roma, la cual deviene la de una comunidad privada de la autoridad deCristo y, por ello, abandonada a sus fuerzas, a los demonios, que nopueden contrarestar las dbiles virtudes de los hombres. La gloria delpasado romano deba ser proyectada en la muy gloriosa Ciudad deDios, donde sera puesta en marcha la definicin de la esencia de larepblica romana segn Cicern. Mundo clsico y mundo cristiano

    son yuxtapuestos, lo que otorga a la obra su tensin dramtica.Retomando lo ya mostrado en su obraDe Trinitate, Agustn con-

    sidera que Plotino y Porfirio han lanzado un desafo considerable alhombre al proponer la aprehensin de la realidad trascendente e inmu-table, al arrojarse a descubrir un sentido a la larga serie de siglos: sise puede decir as, ni la meta en torno de la cual el curso de los siglosque, como un ro, conduce al gnero humano, ni el punto de conversin quelleva cada uno al trmino que le ha sido dado.17Las dos ciudades,la de la fidelidad a la sabidura de Dios y la del sometimiento a losdemonios activos en los tiempos humanos, aparecen inextricablementemezcladas en la Iglesia y en el mundo. Roma no es la ciudad humana,ni la Iglesia la ciudad de Dios. Cristo, el da del juicio final, sabrseparar Babilonia de Jerusaln. stas corresponden, en efecto, a losdos principios opuestos de vida: un principio humano de posesin y

    17De Trinitate, IV, 16-21.

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    dominacin, y un principio divino de amor a la sabidura. Babiloniasignifica la confusin en donde el hombre puede perder su identidad

    al dejarse engullir por el mundo; aun estando dentro de Babilonia,los ciudadanos de Jerusaln se distinguen de los otros. Importa sabervivir en el mundo, por la gracia divina, saber serperegrino, extranje-ro. Contra la moral antigua y contra lo que l mismo, Agustn, deseardientemente en los primeros tiempos de su conversin, no se trata yade buscar la propia beatitud ni de querer escapar a la miseria humanamediante la huda del mundo. En sus Retractaciones, define as elplan de la obra: los diez primeros libros refutan las opiniones vanas

    y contrarias a la religin cristiana, exponiendo la doctrina cristiana, ylos doce siguientes, que tratan de dos ciudades, de las cuales una esla ciudad de Dios y la otra la ciudad de este mundo.18

    De doctrina christiana: los principios de una cultura cristiana

    En La doctrina cristiana, terminada en 427, tres aos antes de su

    muerte pero comenzada hacia 396, Agustn ofrece algunos grandesprincipios de la cultura cristiana. Trata el problema fundamental queplantea a los cristianos instruidos la relacin entre la cultura paganade su poca y la doctrina cristiana de la salvacin. Destaca que lacultura pagana es el producto de una sociedad, la prolongacin natu-ral del lenguaje, un arte de la elocuencia; es enteramente relativa alos hbitos sociales. La religin es una consecuencia de la necesidadde comunicacin; toda cultura humana, incluso una excepcional, es

    reemplazable. La elocuencia pagana puede y debe ser reemplazada porla elocuencia cristiana. La Escritura tambin es inagotable, como lofueron Homero o Virgilio para los paganos. La cultura cristiana consisteen la justa interpretacin de la Escritura, en el reconocimiento de undeseo personal y comn de lectura de la Palabra divina. El estudio dela Escritura es la actividad del espritu por la cual la fe es engendrada,nutrida y fortalecida en los hombres: exige la conversin. La Escritura

    18Retractaciones, II, 43, 2.

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    est ligada a la medida de los diferentes y sucesivos hombres que laleen; por ello, existe un futuro infinito de su lectura.

    LasRetractacionesprueban suficientemente, con dicha continui-dad, que Agustn ley y reley la Escritura as como los progresos querealiz en su interpretacin a lo largo de toda su vida, incluso si lalea por los argumentos de los que se abasteca para su enseanza. Lostres primeros libros delDe doctrina christianaestn consagrados a laformacin del predicador de la Escritura. En el primero, Agustn ofrecela teora de las cosas, res, y de los signos,signa, y define un orden delamor, ordo dilectionis; en el segundo libro, y en el tercero, indica el

    mtodo de exgesis de la Escritura: justifica la aplicacin de tcnicasde la crtica literaria a la exgesis bblica: si en la Escritura el EsprituSanto utiliza las palabras y las cosas terrenas para significar las cosasdivinas, el predicador debe descifrar el sentido oculto de la Escritura,revelar bajo las cosas y las palabras terrenas las realidades celestiales.El ideal ciceroniano del orador, mediador entre la contemplacin filo-sfica y las pasiones de la muchedumbre, se encuentra convertido enmediador entre la verdad encerrada en la Escritura y la ignorancia y

    ceguera de los pecadores. Coloca el acento sobre la Verdad y el coraznde los fieles; el discurso no podr ser erigido en dolo. El libro cuartocontiene consejos pedaggicos; es, a la vez, la ltima retrica antigua yla primera retrica eclesistica; pero existe cierta ambigedad entre elinterior agustiniano expresado en el dilogo o la correspondencia y lanecesidad de la predicacin pblica. Agustn quisiera unir la autoridadde la Revelacin con la ms alta cima de la razn; es la razn la quepermite la iluminacin, a fin de conocer a Dios, ms interior que loms interior. La cultura cristiana del contemplativo es tanto prcticacomo especulativa. La singularidad agustiniana consiste en hacer dela cultura cristiana, fundada en la Escritura revelada, una teora delesfuerzo hacia Dios y del amor de un Dios personal: pecar consisteen negar su propio destino esencial.

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    Los ltimos aos: las cuestiones de la libertad, la gracia y la

    predestinacin

    En 427, en sus Retractaciones, reafirma larga y minuciosamente latesis que ha sostenido enDe libero arbitriocomenzado hacia 387 enItalia y finalizado en frica hacia 395, cuando no era obispo todava.Insiste, a la vez, en la existencia de la libre voluntad del hombre, en lalegitimidad de la libertad humana y en la necesidad de la gracia divina.Se trata, as, de prohibir definitivamente a Pelagio y a sus partidarios

    sobreestimar la importancia del libre albedro y de la voluntad huma-na: el pecado y la buena accin dependen del libre albedro de lavoluntad? A todas luces, es verdad que as es, pero para que uno sealibre de hacer el bien, es necesario ser liberado por la gracia de Dios.19No sabemos mucho sobre Pelagio, monje britano que llega a Roma,en donde permanecer por treinta aos debido a la gran influenciaque ejerci sobre los laicos cristianos cultos; apoy, por ejemplo, aOrgenes contra Jernimo, hecho monje en Jerusaln. Predica un rigu-

    roso ascetismo y ocasiona, en el mundo mediterrneo, el nacimientode numerosos grupsculos de cristianos pretendidamente perfectos yalejados del mundo. La moral del pelagianismo es una moral austeradel deber y del temor que exalta las fuerzas humanas, condicionadaspor leyes mezcladas con sanciones. Pelagio niega la realidad de latransmisin del pecado de Adn y considera que la naturaleza humanaes buena e inmutable y que todo pecado es superficial. Minimiza elpapel de la intervencin divina en la vida humana y la salvacin, sin

    cuestionar la omnipotencia de Dios; critica vivamente lasConfesiones.Una libertad total pesa, de este modo, sobre el cristiano, convirtindoloen responsable de sus mnimas acciones; las voluntades humanas sonempujadas hacia el bien por el buen ejemplo de Cristo y por la terribleamenaza del fuego infernal.

    Agustn comprende inmediatamente los peligros y las debilidadesde este perfeccionismo al que, tempranamente, l mismo ha renunciado.

    19Retractaciones, I, 26.

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    Estima que Pelagio deposita de manera absurda su confianza en elhombre y en el tiempo, cuando el hombre est por completo sometido a

    la omnipotencia y gracia de Dios a fin de escapar a su aniquilamiento.Tiene la conviccin de que la enseanza de Pelagio constituye lanegacin radical de su experiencia personal y que, por lo mismo,amenaza los fundamentos de la fe catlica. Identifica as sus propiasideas con la fe de la Iglesia catlica. Los aos postreros del obispode Hipona estarn, pues, consagrados a una lucha encarnizada contraPelagio y sus adeptos. Agustn est seguro de que la cada naturalezahumana no puede ni soportar la responsabilidad total de su pecado ni

    obedecer de manera perfecta; la Iglesia catlica se encuentra ah pararescatar a una humanidad impotente y condenada, sin la gracia divina,a la muerte: ella admite en su seno todas las debilidades humanas. Esnecesario trabajar para transformar en resurreccin la muerte presen-te en el interior del hombre. Vencedor despiadado de Pelagio conayuda de la corte imperial, Agustn se encarniza enseguida contra losdefensores de Pelagio: el joven y brillante obispo italiano Juliano deEclane, quien ser condenado al exilio. Si numerosos italianos cultos

    no pudieron evitar ser persuadidos por un recurso tal como la fuerzapor parte del obispo de Hipona, confesin de impotencia intelectual,los laicos de la corte imperial saben que los obispos les resultan muytiles en sus intrigas polticas y respetan la autoridad de Agustn. Sultima obra es laRplica a Juliano, obra inacabada, que responde alos ataques de este ltimo.

    Mientras que veinte aos atrs Agustn reconfort a las comunida-des cristianas desamparadas por la devastacin de Roma, al mostrarlesque el sufrimiento participa del progreso espiritual, a la hora de sumuerte y del cerco de su villa en Hipona por los brbaros, piensa, contraJuliano de Eclane, que el sufrimiento, en tanto que justa retribucinpor el pecado original, no tiene valor positivo para aquellos que no hansido elegidos, que no estn predestinados, y que es un recordatorio delos futuros castigos del infierno. Slo Dios determina el destino de losseres humanos: sobre todo, escapa a toda apreciacin, a todo clculo

    hecho por la razn humana. En el ltimo libro que pudo finalizar,Dedono perseverantiae, Agustn escribi:

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    Pero, por qu, se dice, la gracia de Dios no se otorga a los hombressegn sus mritos? Respondo: porque Dios es un Dios de misericordia.Por qu, entonces, no se le otorga a todos? Y aqu digo: porque Dios esun juez. De esta manera, l otorga a unos su gracia de forma gratuita; yel justo juicio que l hace de los otros muestra cun perfecto beneficioes esta gracia para aquellos que la reciben.20

    Consciente de que la mayora de los hombres no sabran soportaresta terrible doctrina, aade entonces que conviene ignorarla. El donde la perseverancia es el mayor don de Dios.

    El ao de 430 muere Agustn en la asediada Hipona.

    Conclusin

    Ya difundido en Occidente, e inclusive en Oriente, el pensamientode Agustn se apresta durante siglos a desarrollar su energa y sustensiones. Ninguna obra de autor cristiano en lengua latina suscitaren la Europa cristiana tanta admiracin ni tanta inquietud, y tampococonocer tal gloria. Si bien muere respetado y temido, Agustn fuetambin muy impopular; sin duda alguna, contribuy a oscurecerlos talentos africanos gracias a su inteligencia, su cultura y severidad,y nadie lo pudo suceder verdaderamente. l, que eligi despus de suconversin vivir en su tierra natal de frica, no perdurar ya comoun africano.

    Los vndalos, creyentes arios, abaten de un golpe el poder roma-

    no y catlico de frica; las comunidades cristianas, marcadas por laviolencia de la lucha contra los donatistas, son reticentes y pasivascon respecto a los obispos. En 430, los africanos no saben cmo, o noquieren resistir a los brbaros, como fuera el caso en Galia y en Hispa-nia. Los catlicos se transforman en arios y los obispos se esconden;no obstante, casi todos los libros de Agustn se encuentran ya del otrolado del Mediterrneo y el pensamiento agustiniano prosigue su cursoen Europa. De esta forma, Agustn deja definitivamente frica, que

    20De dono persev. 8, 16.

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    no quiere batirse por su cristianismo y que, pocos siglos ms tarde,pasar rpidamente al Islam.

    El pensamiento agustiniano ha suministrado a la Iglesia latinaun vasto corpusde ideas y de libros con los que todava no contaba,debido a que el cristianismo haba nacido en Oriente. Mientras quela antigedad romana abund en grandes hombres, Agustn ha consti-tuido por mucho tiempo la nica autoridad teolgica, la referenciaincontestable, en lnea nica con Cristo y Pablo. La Europa cristianaha hecho de este pensamiento un monumento estable y masivo de saber yde gloria. Los diferentes caminos propuestos por el obispo de Hipona,

    enfrentado a problemas muy particulares, fueron fijndose de formaque este Padre de la Iglesia no habra podido imaginar; sin embargo,la tarea de practicar la revelacin y la condena, la confesin y la re-tractacin, resulta demasiado infinita, demasiado agotadora para lassociedades cristianas. As, durante siglos, Agustn se convierte en eltemible genio dogmtico de Europa, pero tambin, y sta es su excep-cional grandeza, por su duradero, desgarrador, insoportable y fecundoprincipio de contradiccin.

    Despus de las Retractaciones, destinadas a probar que todoescrito no es ms que una etapa en el proceso del conocimiento de laverdad, y que el hombre progresa de afirmacin en retractacin sinjams agotar la Escritura ni la Verdad, Agustn puede dejarse ir haciael agotamiento de su cuerpo y de su espritu, puede morir.

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