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EL LÍMITE DEL SINCRETISMO La claridad estilística y los criterios de valor en la arquitectura latinoamericana La gran variedad de geografías de Latinoamérica es un factor que determina la gran diversidad de respuestas arquitectónicas. Por otro lado, esas respuestas reciben siempre influencias foráneas como lógica consecuencia de su condición también global. El problema se nos presenta cuando tenemos que valorarlas desde la crítica, ya sea para que sirvan de ejemplo como para denunciar su poca pertinencia, y todo desde el ámbito puramente arquitectónico o considerando sus repercusiones urbanas o paisajísticas. Hoy en día se tiende a valorar un edificio por el respeto a su contexto físico y la repercusión social que tiene su uso, los cuales representan criterios nada desechables; sin embargo, y esto se encuadra en el pensamiento moderno que queremos rescatar, muchas veces nos olvidamos de valorar sus aportaciones específicas espaciales, formales o constructivas. En el primer aspecto, el extremo del respeto al contexto sería la mímesis formal o la desaparición de la arquitectura, en algunos ejemplos sorprendente. Los proyectos de Luis Longhi en el Perú han pasado de la especulación moderna referencial a la cita figurativa textual, y ya no es mimética con respecto a la geografía como en el caso de su premiada casa Pachacamac, del año 2010. Desde un lado de esta casa podemos ver una loma árida del valle prácticamente reconstruida y sólo afectada por las rendijas necesarias para la ventilación e iluminación interior de las habitaciones internas, salvo en el caso de la sala principal. Con respecto al caso de proyectos en entornos urbanos históricos la arquitectura de hoy tampoco es aquella imitativa de los años 80. En aquellos años se presentaban sin embargo valiosas reinterpretaciones de la historia, como en el Conjunto Habitacional Chabuca Granda, en el histórico barrio del Rímac en Lima, obra del arquitecto José García Bryce. Hoy ya no se tiene esta actitud pero si se percibe una preocupación por que la obra nueva dialogue formalmente con el contexto urbano, manejando a veces el proceso de inserción como una sutura que busca brindar al tejido urbano un carácter consistente, ya que se contribuye a la conformación acabada o total del espacio público y a sus interconexiones. En este sentido, resulta particularmente interesante la Plaza de la Artes de Sao Paulo, realizada por el estudio Brasil Arquitetura. Por otro lado, en el caso de la repercusión social, pensamos que el criterio se escapa de una valoración estrictamente arquitectónica, es decir, nos estamos saliendo de la disciplina; y por eso es que un discurso arquitectónico muchas veces termina siendo un discurso político. En efecto, la gestión urbana puede tener aciertos que sólo han sido realizables a través de la arquitectura, a través de obras públicas que han supuesto una gran transformación para un sector de la ciudad y es en ese sentido que la obra puede resultar destacable; pero no podemos olvidar los aportes estrictamente arquitectónicos que son necesarios considerar para premiar un obra o difundirla como ejemplo para la comunidad de arquitectos. Al respecto podemos analizar dos ejemplos de arquitectura social de grandes repercusiones, uno de tipo habitacional y otro cultural, dos proyectos con trayectorias no totalmente felices. La Quinta Monroy de Iquique es una de las más publicadas en el mundo de la arquitectura social y supone una interesante propuesta de vivienda básica con crecimiento progresivo vertical. La solución fue en su momento muy interesante, ya que proponía el aprovechamiento vertical del terreno superponiendo viviendas progresivas. Estas viviendas se ampliaron en poco tiempo y hoy llama la atención tanto la forma que han adoptado como la falta de un tratamiento del espacio común que ha servido más bien como estacionamiento. Lo cierto es que hoy en día se descubre con dificultad

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EL LÍMITE DEL SINCRETISMO

La claridad estilística y los criterios de valor en la arquitectura latinoamericana

La gran variedad de geografías de Latinoamérica es un factor que determina la gran diversidad de

respuestas arquitectónicas. Por otro lado, esas respuestas reciben siempre influencias foráneas

como lógica consecuencia de su condición también global. El problema se nos presenta cuando

tenemos que valorarlas desde la crítica, ya sea para que sirvan de ejemplo como para denunciar

su poca pertinencia, y todo desde el ámbito puramente arquitectónico o considerando sus

repercusiones urbanas o paisajísticas.

Hoy en día se tiende a valorar un edificio por el respeto a su contexto físico y la repercusión

social que tiene su uso, los cuales representan criterios nada desechables; sin embargo, y esto se

encuadra en el pensamiento moderno que queremos rescatar, muchas veces nos olvidamos de

valorar sus aportaciones específicas espaciales, formales o constructivas. En el primer aspecto,

el extremo del respeto al contexto sería la mímesis formal o la desaparición de la arquitectura, en

algunos ejemplos sorprendente. Los proyectos de Luis Longhi en el Perú han pasado de la

especulación moderna referencial a la cita figurativa textual, y ya no es mimética con respecto a la

geografía como en el caso de su premiada casa Pachacamac, del año 2010. Desde un lado de

esta casa podemos ver una loma árida del valle prácticamente reconstruida y sólo afectada por las

rendijas necesarias para la ventilación e iluminación interior de las habitaciones internas, salvo en

el caso de la sala principal.

Con respecto al caso de proyectos en entornos urbanos históricos la arquitectura de hoy tampoco

es aquella imitativa de los años 80. En aquellos años se presentaban sin embargo valiosas

reinterpretaciones de la historia, como en el Conjunto Habitacional Chabuca Granda, en el histórico

barrio del Rímac en Lima, obra del arquitecto José García Bryce. Hoy ya no se tiene esta actitud

pero si se percibe una preocupación por que la obra nueva dialogue formalmente con el contexto

urbano, manejando a veces el proceso de inserción como una sutura que busca brindar al tejido

urbano un carácter consistente, ya que se contribuye a la conformación acabada o total del espacio

público y a sus interconexiones. En este sentido, resulta particularmente interesante la Plaza de la

Artes de Sao Paulo, realizada por el estudio Brasil Arquitetura.

Por otro lado, en el caso de la repercusión social, pensamos que el criterio se escapa de una

valoración estrictamente arquitectónica, es decir, nos estamos saliendo de la disciplina; y por eso

es que un discurso arquitectónico muchas veces termina siendo un discurso político. En efecto, la

gestión urbana puede tener aciertos que sólo han sido realizables a través de la arquitectura, a

través de obras públicas que han supuesto una gran transformación para un sector de la ciudad y

es en ese sentido que la obra puede resultar destacable; pero no podemos olvidar los aportes

estrictamente arquitectónicos que son necesarios considerar para premiar un obra o difundirla

como ejemplo para la comunidad de arquitectos.

Al respecto podemos analizar dos ejemplos de arquitectura social de grandes repercusiones, uno

de tipo habitacional y otro cultural, dos proyectos con trayectorias no totalmente felices. La Quinta

Monroy de Iquique es una de las más publicadas en el mundo de la arquitectura social y supone

una interesante propuesta de vivienda básica con crecimiento progresivo vertical. La solución fue

en su momento muy interesante, ya que proponía el aprovechamiento vertical del terreno

superponiendo viviendas progresivas. Estas viviendas se ampliaron en poco tiempo y hoy llama la

atención tanto la forma que han adoptado como la falta de un tratamiento del espacio común que

ha servido más bien como estacionamiento. Lo cierto es que hoy en día se descubre con dificultad

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los bloques repetidos que buscaban ordenar inicialmente el conjunto, y tanto los elementos de

seguridad adicionados como las variopintas ampliaciones hechas por los usuarios muestran una

degradación y un conjunto impersonal y anodino…hasta lucen mejor los convencionales bloques

de vivienda en altura construidos en algunos solares vecinos. Y de esto se da cuenta el ciudadano,

como lo muestra lo que unos años después de la construcción comentaba un escritor iquiteño:

“Los iquiqueños conocemos esta experiencia arquitectónica iniciada con la Quinta Monroy de la calle

Salvador Allende. Por supuesto un proyecto destacado en muchas revistas de arquitectura. Solo

que ahora la pobreza esta encajonada en tres pisos, el hacinamiento se percibe desde el

exterior. Entonces uno se cuestiona, ¿Cuál fue su idea, si sigue “viéndose” la Quinta Monroy como

un sector pobre, a medio construir con materiales diversos?. Para los iquiqueños que nos hemos

percatado que esas construcciones corresponden a un destacado arquitecto, rápidamente

pensamos que el diseño teórico sólo ha servido para la foto, cuando sigue siendo un sector

poblacional tipo mediaguas”.1

En el caso del famoso Parque Biblioteca España, preocupa las veces que ha entrado en

restauración la fachada revestida de piedra negra que otorga particular importancia emblemática al

edificio dentro del barrio de Santo Domingo Savio, en Medellín. Pero los gastos adicionales no son

el único desconcierto que deja una visita al lugar, sino también la arquitectura misma: el ingreso

principal resulta minúsculo y casi imperceptible para un centro cultural como este, los detalles

constructivos no están bien resueltos y resalta a la vista la poca calidad de los materiales

utilizados. Realmente no satisface la expectativa que podría tener un parque abierto y acogedor

con un equipamiento cultural como protagonista. El proyecto no pasa de ser sólo una terraza o

mirador urbano cuya llamativa figura ha logrado, sin embargo, constituir un símbolo del barrio y de

la ciudad.

Nuestra inquietud trata de resolver cómo valorar un edificio en Latinoamérica con criterios propios o

intrínsecos a la disciplina y que no sean los criterios de valoración arquitectónica que se usan

normalmente en un contexto global o universalista, es decir, buscar códigos cercanos a una

realidad socio-cultural diferente pero sin salirse de la disciplina arquitectónica. Es cierto que los

criterios objetivos por los cuales se valora la buena arquitectura son universales, pero hay siempre

unos criterios locales que los acompañan. En cada región del mundo se tienen unas

particularidades adicionales. Nuestro objetivo es descubrir esas particularidades en Latinoamérica,

sin las cuales un edificio podría no ser considerado bueno por más que tenga una serie de virtudes

válidas para otros contextos. Además, creemos muy importante que ellos sean expresión de lo

genuino u original. Sólo para graficar lo que decimos podemos poner el caso de varios edificios de

Puerto Madero en Buenos Aires, los cuales podemos abstraer y colocar en prácticamente en

cualquier lugar del mundo, es decir, no pertenecen a ninguno. En contraposición, podemos pensar

en el Lugar de la Memoria de Lima y en su preocupación por la geografía, la topografía y el uso

correcto del sistema constructivo que hace del edificio un objeto que no puede estar más que en

ese acantilado húmedo frente al océano pacífico.

Hace 25 años Marina Waisman capta las consecuencias de la hiperinformación que hoy en día no

es sino un signo de nuestro tiempo:

“El sistema informativo sirve así para alimentar los mecanismos de consumo-consumo de

información y por esa vía consumo de lenguajes, de imágenes, de ideas-, apoyados por la

aceptación por parte de la periferia de los productos que vienen avalados por tradición de poder y

1 Ward, Guillermo. 74m2: Las viviendas de Aravena. Artículo publicado en:

http://www.elboyaldia.cl/noticia/cultura/. Octubre de 2013.

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prestigio, y su contrapartida: el desinterés por los que provienen del mundo considerado periférico y

carente de aquellos atributos.”2

Después de tantos años la situación no ha cambiado mucho, y es fácilmente perceptible la actitud

de muchos jóvenes arquitectos latinoamericanos que todavía ven con alienación la arquitectura de

los países más desarrollados. La verdad es que, en el fondo, la gran mayoría de los

latinoamericanos no vemos equiparable la arquitectura local con la que nos presentan desde los

estudios más prestigiados del mundo occidental, simplemente porque son más abultados los

presupuestos con los que se plantean esas arquitecturas foráneas y se dan en un ámbito de mayor

competitividad. En eso se justificaría que nuestra arquitectura de alta calidad no se considere

ordinariamente comparable a la arquitectura de prestigio internacional.

Nuestra hipótesis se centra en afirmar que actualmente existen virtudes arquitectónicas propias en

la arquitectura latinoamericana y estas se manifiestan en la claridad estilística y no en un

sincretismo o síntesis interpretativa de referencias. En otras palabras, la buena arquitectura actual

no es sincrética sino más bien legible de manera clara en sus aportes o propuestas concretas

aunque la presión del ambiente común de la arquitectura sea contraria y se mueva entre dos

aspectos antagonistas: un aspecto positivo que es la apertura actual y el interés por el mundo

global; y un aspecto negativo - como ya hemos explicado - que es la alienación intelectual, el

convencimiento de que lo foráneo es mejor ya que es mayor el desarrollo material o económico del

contexto donde esas otras propuestas se dan.

En cuanto a la claridad estilística vemos que hoy en día se presenta en simultáneo con la

búsqueda de aspectos formales arbitrarios y banales, al respecto podríamos hacer una analogía

con la figura del trigo y la cizaña. El gran error de quienes hace tres décadas buscaban una

identidad local en la arquitectura a través de la forma se ha desplazado ahora hacia la búsqueda

de una identidad universal, pero sigue siendo un error porque sigue siendo una búsqueda formal o

formalista. Por el contario, si hay algo que es producto de lo que podríamos llamar la “condición

Latinoamericana de la arquitectura” sería más bien la superación de los obstáculos a través de la

invención constructiva, es decir, el resultado de una investigación técnico-espacial y no formal. Es

por eso destacable cómo se maneja la construcción, es decir, la estructura, los materiales y el

diseño de los detalles en lo mejor de la arquitectura latinoamericana contemporánea. En ese

aspecto se fundamenta precisamente su claridad estilística. Al respecto, podríamos enumerar una

serie de ejemplos y estudiarlos descubriendo sus aportes a contextos realmente diversos, aunque

también sus aportes sean universales- o por lo menos “Latinoamericanos”- dadas las innegables

características comunes – humanas, sociales, culturales - que existen en casi todos los países de

Latinoamérica.

En el edificio Beta de la Pontificia Universidad Católica de Río de janeiro, de Marcos Favero,

Andres Passaro y Diego Portas, se parte de un material fundamental: el acero estructural. Sólo con

él se hizo posible separar tan delicadamente el edificio de su lote de emplazamiento, tanto en

planta como en sección. El color gris resulta adecuado para un bloque ligero y difuso cuyos

elementos aparentemente banales como las vigas colgantes y sus quiebres dialogan con la

vegetación circundante. Lo difuso es así acentuado por las rejillas metálicas y los paños opacos

imperceptibles ayudan a desaparecer el edificio aunque no totalmente. Se trata de un bloque que

funciona bien, encaja en el contexto, es barato, práctico y está bien construido porque está bien

2 Waisman, Marina. El interior de la Historia. Historiografía arquitectónica para uso de

Latinoamericanos. Escala S.A., Editorial Universidad de Concepción- Biblioteca Central, Bogotá-Concepción, 2da. Edición. 2009. p. 67

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pensado. Lo que no tiene es forma, o mejor dicho, su forma es la consecuencia de una operación

constructiva y práctica, relacionada con un diseño previo y experimental de prototipos sin

emplazamiento específico que habían realizado antes los proyectistas como parte de sus

actividades docentes en la facultad.

En el Centro de Capacitación Indígena Käpäcläju en Costa Rica, de Entrenos Atelier, la

construcción en madera no sólo cumple con unas características visuales adecuadas para su

adecuación al entorno sino que también está proyectada con detalles tecnológicos que permiten un

buen comportamiento con respecto al clima tropical y al uso intenso. Esta construcción ahorra

además determinados costos de construcción aunque requieren una mano de obra calificada. Las

respuestas que suponen cada elemento arquitectónico y su ensamblaje con los demás resultan ser

la justificación de una forma que no se ha buscado como tal, hasta los desfases en las coberturas

tienen una función climática así como los mismos espacios que se ganan bajo estas.

En la Capilla San Bernardo, realizada en una zona rural de Códoba por Nicolás Campodónico, el

color del ladrillo y su textura son los ingredientes que hacen del edificio un hito en el entorno rural

donde se encuentra y, siendo su material un producto extraído de la tierra, nada del paisaje le es

ajeno. Por otro lado, la consistencia del edificio se encuentra más bien en la idea constructiva y el

uso de la luz, tan oportuno para dotar de condiciones adecuadas un espacio para la comunicación

con Dios. A diferencia de otras capillas de ladrillo como las de Dieste o Mijares, aquí nos

encontramos frente a una experiencia espacial más intensa aunque tal vez solitaria, un espacio

interno sorpresivo dentro de un objeto de ladrillo externamente sobrio y discreto; la lógica

constructiva parece así desaparecer cuando es en realidad lo que hace destacable el edificio.

Analizar la arquitectura latinoamericana desde el aspecto constructivo nos proporcionará un cuerpo

de lecciones esclarecidas sobre la manera de tratar un territorio, configurar una ciudad o crear un

ámbito de vida y desarrollo social y familiar, pero no en general sino en el específico de esta región

del mundo. Con optimismo podemos decir que buena parte de la arquitectura latinoamericana

actual ha optado por un trabajo honesto que soluciona problemas desde la sabiduría de la

construcción, se trata de toda una línea basada en “la búsqueda proyectual a partir de variables

estructurales, operaciones que terminan por conformar no solo la expresión final de la obra, sino

también su sentido”.3

Estudiando y valorando este aspecto descubriremos esas particularidades que no se dan en la

arquitectura contemporánea de otros lugares y culturas, distintas y/o distantes. Y la actitud mental

del arquitecto latinoamericano contemporáneo tendrá que ser tan abierta hacia el mundo como

interesada en salir triunfante del reto constructivo que comportan los diversísimos territorios,

culturas y personas. Con ellos tendrá que reinventar el territorio, la ciudad y el espacio familiar e

íntimo. En todo caso, se trata de un modo de trabajar que tiene y tendrá una gran fuerza ejemplar

para la práctica profesional de la arquitectura, pues suele tener resultados lejanos a los

convencionales. Allí el sello formal es sólo consecuencia de una adecuada construcción del

espacio.

Humberto Viccina

3 Plaut, Jeannette ; Sarovic, Marcelo. Entre la Resistencia y la adaptación: nuevos caminos de la

arquitectura en Latinoamérica. Artículo publicado en PLOT 24 (abril-mayo 2015) p. 174.