El Libro Del Discipulo

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El libro del discípulo

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Colección

«PRINCIPIO Y FUNDAMENTO»-4-

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m

Luis Mª García Domínguez, SJ

El libro del discípuloEl acompañamiento espiritual

editorial

Ediciones m Mensajero

Sal Terrae

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El libro del discípulo

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier formade reproducción, distribución, comunicación pública y transformaciónde esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propie-dad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede serconstitutiva de delito contra dicha propiedad (arts. 270 y s. del CódigoPenal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org)vela por el respeto de los citados derechos.

Imprimatur:

� Vicente Jiménez ZamoraObispo de Santander25-01-2011

Diseño de cubierta:María Pé[email protected]

© Editorial Sal TerraePolígono de Raos, PARCELA 14-i39600 Maliaño (Cantabria)Apartado 77 – 39080 SantanderE-mail: [email protected]: 978-84-293-1910-1

© Ediciones Mensajero, S.A.U.Sancho de Azpeitia, 2, BilbaoApartado 73 – 48014 BilbaoE-mail: [email protected]: 978-84-271-3198-9

Depósito Legal:Impreso en España. Printed in Spain

Impresión y encuadernación:Grafo, S.A. Basauri (Vizcaya)

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ÍNDICE

Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

I. Qué es el acompañamiento espiritual . . . . . . 15

1. Qué es el acompañamiento espiritual . . . . . . . . 18Tipos de acompañamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

2. Empezar un acompañamiento . . . . . . . . . . . . . . 27

3. La relación de acompañamiento . . . . . . . . . . . . 32Perfiles distintos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

II. De qué hablar en la entrevista . . . . . . . . . . . . 41

1. Los primeros encuentros . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

2. La vida cristiana: escuchar y responder a Dios 46La respuesta cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54

3. La propia historia y persona . . . . . . . . . . . . . . . 57Persona, imagen, motivaciones . . . . . . . . . . . . . 60Trabajos y actividades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64Familia, grupo cristiano, comunidad . . . . . . . . 67

4. Sexualidad y afectividad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70

5. Conflictos de todo tipo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

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III. Discernir la vocación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

1. Dios nos llama a todos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82

2. Discernir la propia vocación . . . . . . . . . . . . . . . 85

3. Condiciones básicas para una vocación consagrada . . . . . . . . . . . . . . 90

4. Señales de una vocación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96

5. Vivir la vocación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101Resistencias y decisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106

6. Cuándo hacer un discernimiento vocacional . . 108

IV. Cómo hablar. El desarrollo de la entrevista . 115

1. Dificultades en la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . 115La incertidumbre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116El silencio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118Hablar demasiado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123Dificultades en la relación . . . . . . . . . . . . . . . . 126

2. Actitudes del «discípulo» en el acompañamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130Para una comunicación más significativa . . . . 134

3. Preparar la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138Antes de la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138Durante la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140El diálogo en la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . . 142Después de la entrevista . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

V. Practicar lo hablado en la entrevista . . . . . . . 149

1. Practicar la vida cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . 149Instrumentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156

2. Discernir cada día . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162Discernir la oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

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Índice

Discernir la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166Discernir lo bueno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170

3. Tomar decisiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174Disposiciones para elegir . . . . . . . . . . . . . . . . . 177Disponerse espiritualmente . . . . . . . . . . . . . . . . 180Tres procedimientos para elegir . . . . . . . . . . . . . 183

4. Terminar el acompañamiento . . . . . . . . . . . . . . 191

Epílogo:Dios nos acompaña en nuestra vida espiritual . . . 195

Dios nos acompaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

La vida espiritual como camino . . . . . . . . . . . . . . . 197

El mundo interior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200

Referencia de las obras citadas . . . . . . . . . . . . . . . 205

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Presentación

Este libro trata sobre el acompañamiento espiritual yestá dirigido especialmente a las personas que buscano que quizá ya tienen ese tipo de relación espiritual.Pretende exponer qué es, en qué consiste este diálogoespiritual entre dos personas y cómo se pueden apro-vechar lo mejor posible las conversaciones y la rela-ción de acompañamiento.

El contenido del libro sigue las cuestiones quesuele plantearse una persona que desea ser acompa-ñada espiritualmente. En primer lugar, se indica (enel Capítulo I) qué se entiende por acompañamientoespiritual, en qué consiste esa práctica tan antigua enla Iglesia, qué objetivos pretende y qué medios utili-za. Luego se señalan (en el Capítulo II) los distintostemas de conversación que pueden ocupar el diálogode acompañamiento, con el fin de tener una referen-cia de las distintas áreas que antes o después convie-ne examinar en el diálogo espiritual. Además (en elCapítulo III) se proporcionan claves para abordar eldiscernimiento de la propia vocación, una cuestiónque muy frecuentemente conviene abordar en el

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Presentación

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El libro del discípulo

acompañamiento. Se trata de esa llamada particularque Dios nos hace, esa invitación a elegir un estadode vida o a ser fieles a la vocación ya elegida; en di-cho capítulo se señalan algunos criterios para com-prender una posible vocación sacerdotal o religiosa.

Los temas señalados para el diálogo de acompa-ñamiento se pueden tratar de muchas maneras, y poreso se añaden algunas orientaciones para preparar lasentrevistas y para desarrollarlas con más provecho(Capítulo IV). Posteriormente se hacen varias suge-rencias para llevar a la vida cotidiana las cosas trata-das en la conversación, para discernir por nosotrosmismos en la vida cotidiana y, en definitiva, paracomprometernos con nuestra vida cristiana segúnnuestra propia vocación (Capítulo V). En las páginasfinales del breve Epílogo se apuntan algunos funda-mentos del enfoque que se da en este libro al acom-pañamiento espiritual y a la vida espiritual, que tomamuchos de sus conceptos de una antigua tradicióncristiana llena de sabiduría, aunque los releemos hoycon categorías mentales actuales.

Estas páginas están pensadas y escritas para eldiscípulo1, para quien empieza o prosigue un itinera-rio espiritual con la ayuda de otra persona y que, dealguna manera, se pone en sus manos con el deseo deser guiado para acertar mejor con su camino. Por esoel libro se escribe en un tono llano y directo, sin in-troducir todos los matices en las afirmaciones que se

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1. Discípulo y discípula. Utilizaremos indistintamente el masculi-no o el femenino para referirnos tanto a acompañantes como aacompañados y acompañadas; es claro que tanto varones comomujeres pueden desempeñar ambos papeles.

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Presentación 13

ofrecen, con el fin de no dificultar el diálogo intelec-tual del lector o la lectora con la visión central que sepropone; se ha optado por la claridad, más que por laprecisión matizada y sutil. Por lo mismo, y para nodistraer al lector, no se incluyen notas bibliográficassobre la dirección espiritual, aunque subyacen nume-rosas lecturas a la síntesis que aquí se presenta. Sólose hacen algunas alusiones a la Sagrada Escritura y alConcilio Vaticano II, aunque se citan también textosconcretos de san Ignacio de Loyola y de santa Teresade Jesús. Y ello porque el primero inspira en muchamedida el enfoque del acompañamiento espiritualque aquí se presenta; y porque la santa de Ávila, ade-más de ofrecer una perspectiva de mujer, puede serun prototipo genial de una experiencia espiritual cul-minada, entrelazada de trabajos y gozos y narradacon una fuerza existencial quizá inigualable.

El libro quisiera animar a buscar un acompaña-miento espiritual a todas las personas interesadas ensu crecimiento personal y que no tienen ese tipo dediálogo espiritual, tal vez por falta de iniciación, pordesconfianza, por recelo, por timidez o por dejación;y todo ello desde el convencimiento de que un pocode acompañamiento espiritual puede ayudar mucho acualquier persona de buena voluntad que quiera se-guir a Jesucristo con ilusión. Este escrito también de-sea ayudar a quienes tienen ya alguna forma de di-rección espiritual y desean sacar todo el fruto posiblede esa relación. Pero estas páginas son solo una ayu-da y remiten necesariamente a cada discípulo y discí-pula a la relación personal con su acompañante espi-ritual, quien podrá proponer la palabra más precisa,aclarar los conceptos dudosos, aplicar la mejor peda-

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gogía y acomodar lo que aquí se dice o se omite; puesel acompañamiento espiritual es un camino vivo queno se puede suplir con libros.

* * *

Desde hace años, dedico bastante tiempo a acompa-ñar espiritualmente a otras personas, en distintas mo-dalidades. Ciertamente, tengo mucha confianza enese instrumento pastoral que es el acompañamientoespiritual, tan antiguo y tan usado dentro y fuera de laIglesia. He de decir que desde muy joven he experi-mentado los beneficios del acompañamiento sobretoda mi persona; también durante mi formación reli-giosa y sacerdotal recibí una atención muy personali-zada, basada en la escucha, el respeto, la propuesta,el discernimiento evangélico y la mirada al mundo.Quizá de esta experiencia, que otra gente también hatenido, me viene la seguridad de que merece la penabeneficiarse del acompañamiento espiritual por algúntiempo en la vida.

Personalmente, me siento profundamente agrade-cido a las personas que me han acompañado espiri-tualmente a lo largo de mi vida por su atención y porsu aportación a mi crecimiento humano y espiritual.Y agradezco también, a las personas que me han pe-dido que les acompañase espiritualmente, la confian-za que han depositado en mi persona y en mi minis-terio. De unos y de otros he aprendido todo lo que es-tá escrito en este libro.

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

En este capítulo se trata de responder a la pregunta dequé es el acompañamiento espiritual y cómo se ins-cribe este diálogo entre dos personas en el conjuntode la vida espiritual cristiana que cada uno de noso-tros está invitado a vivir por sí mismo.

Los creyentes tenemos la convicción profunda deque Dios nos conoce, nos mira, nos escucha, nosatiende, está cerca de nosotros, nos espera tras nues-tros titubeos1. Esta seguridad es fruto de nuestra fe y,a la vez, alimenta la confianza que sentimos al saber-nos profundamente acompañados. Este sentimientonos hace mejores y nos mueve a mirar a los demáscomo hermanos, a orar con confianza y a ponernoscon libertad delante de ese Dios que conoce nuestrosmás íntimos pensamientos y los sentimientos denuestro corazón: «Tú me sondeas y me conoces»2.

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I

Qué esel acompañamiento espiritual

1. Tal es la experiencia de santa Teresa: «Sea bendito por siempre,pues tanto me esperó»: TERESA DE JESÚS, Libro de la Vida, Pró-logo 2; en Obras completas, Monte Carmelo, Burgos 20005. (Enalgunas citas de esta obra actualizamos ligeramente la ortografíaoriginal, para facilidad del lector).

2. Salmo 139,1.

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Pero el Dios con el que nos relacionamos con estaconfianza es mucho más que un interlocutor impor-tante en nuestra vida, pues, como dice san Pablo, «enÉl vivimos y nos movemos y existimos»3. Somos crea-dos por Dios como fruto de su amor, y por ese mismoamor estamos llamados a retornar a Él a través de uncamino espiritual que implica toda nuestra vida ynuestra persona. Un camino que recorremos, por asídecirlo, en nuestra vida espiritual, pero no entendidacomo vida inmaterial, sino como existencia histórica,concretamente relacionada con personas y objetos,con circunstancias y sentimientos, hecha de realidadesy fantasías, de expectativas y logros, de frustracionesy fracasos. Y así, una relación con Dios que se esta-blece necesariamente en medio de esas manifestacio-nes de la vida, y con todas sus ambivalencias, será untema central en nuestro acompañamiento espiritual.

El acompañamiento espiritual tan solo pretendeayudarnos en ese camino de retorno al Padre. Por esopodemos entender esa relación espiritual como unarelación triangular en la que no están presentes solodos interlocutores (el acompañante y el acompaña-do), sino que siempre hay un tercero, que es Dios, elcual siempre ilumina y mueve al acompañante, quediscierne lo que debe decir de parte de Dios; y, porsupuesto, Dios siempre mueve a la persona acompa-ñada a buscar y aplicar las mociones espirituales quesiente dentro de sí. La relación es triangular, porqueDios inspira por igual a ambos interlocutores y por-que el Espíritu está siempre presente en el procesoespiritual que se acompaña4.

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3. Hechos de los Apóstoles 17,28.

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

Desde esta perspectiva, aquí entendemos fre-cuentemente nuestra relación con Dios como un ca-mino que se recorre, como un itinerario espiritual.Aunque existen otras muchas figuras posibles paraexpresar esta relación5, en las páginas siguientesacudiremos reiteradamente a la metáfora del camino,porque es una imagen que facilita la llamada a nues-tra iniciativa, a la búsqueda personal mediante el dis-cernimiento, a nuestra responsabilidad, a la necesi-dad de tomar decisiones cada día para elegir la di-rección de nuestra existencia. Pues el acompaña-miento espiritual cristiano no nos exime del ejercicioadulto de nuestra libertad.

De este modo, el acompañamiento espiritual se si-túa en la intersección de un sentimiento y una evi-dencia: por un lado, el deseo sincero de buscar perso-nalmente el camino espiritual que Dios quiere que re-corramos cada día; y, por otro, la convicción compro-bada de nuestra pobreza, ya que es mucho más difícilacertar en el camino cuando vamos solos, de modoque la ayuda respetuosa de un guía facilita nuestrabúsqueda.

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4. También el acompañante debe atender a esa presencia de Dios,porque es Él quien se comunica directamente a cada persona: IG-NACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales (edición de Cándido deDalmases), Sal Terrae, Santander 2004, n. 15.

5. Imágenes de fondo bíblico que iluminan la relación con Dios son,entre otras muchas, las de llamada, escucha, alianza, conversión,servicio, sabiduría, seguimiento, imitación, ascenso, crecimiento,maduración, amistad, etc.

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1. Qué es el acompañamiento espiritual

Lo que hoy se suele llamar «acompañamiento espiri-tual» ha tenido y tiene muchos nombres. Una expre-sión muy frecuente en el último siglo es la de «direc-ción espiritual», pero también podemos escuchar yleer otras expresiones, como «diálogo pastoral»,«diálogo o coloquio espiritual», «dirección de con-ciencia», «guía», «encuentro de ayuda espiritual»,«relación de ayuda»... y otras muchas. Cada expre-sión subraya algún aspecto específico, pero paranuestra consideración ahora mismo no importa tantoel nombre que le adjudiquemos, sino lo que sucedeen esas conversaciones. Lo que en estas páginas seentiende por acompañamiento espiritual es una rela-ción continuada entre dos personas en la que una deellas, mediante frecuentes conversaciones, ayuda a laotra a buscar y realizar la voluntad de Dios según suvocación particular, buscada mediante el discerni-miento espiritual, con el empleo de distintos recursosverbales y de otros instrumentos pastorales. Esta bre-ve definición puede entenderse mejor si detallamosalguno de sus elementos, mirando las cosas desde elpunto de vista de los que somos acompañados; lo ha-cemos a continuación.

El acompañamiento individual establece una rela-ción interpersonal entre dos personas; se apoya enuna serie de conversaciones, más o menos frecuentesy periódicas, en las que nosotros hablamos y la otrapersona (varón o mujer) nos escucha, en las que co-municamos aquello que nos inquieta, nos alegra o nosdesorienta de cara a nuestra vida cristiana. En elacompañamiento, buscamos ser comprendidos y que

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

nos ayuden a comprendernos; buscamos explicarnosy que nos confirmen si estamos acertados o equivo-cados; buscamos orientación, aunque no deseamossoluciones hechas. Por eso nos sinceramos con nues-tro acompañante, sin esperar que él nos correspondacon sus propias confidencias o nos hable de sus preo-cupaciones. Por lo tanto, la conversación que se pro-duce en el acompañamiento no es una conversacióncomún entre iguales o entre amigos; la confianza quese genera es grande, aunque no es propiamente de iday vuelta. Se trata, por tanto, de una relación cercana,pero asimétrica.

Otro rasgo del acompañamiento es que en él pre-tendemos buscar y hallar la voluntad de Dios, paraluego llevarla a la práctica. Cada cristiano busca aDios en lo secreto de su oración y en la cotidianeidadde su vida; pero el acompañamiento nos ayuda a des-cubrir sus señales, a recordar su lenguaje ordinario yhabitual, a interpretar sus signos y a reconocer tam-bién nuestras resistencias. Aunque Dios se comunicade muchas maneras, la oración es considerada comouna forma universal y privilegiada de experiencia deDios, por lo que iniciar en la oración y ayudar a dis-cernirla suele ser una tarea habitual de todo acompa-ñamiento. Por eso se supone que la persona que nosacompaña tiene alguna experiencia personal de Dios,porque de lo contrario no podría enseñarnos ni enten-der del todo alguna de nuestras vivencias; pero tam-poco es necesario que haya vivido y conocido exac-tamente todas las situaciones que nosotros experi-mentamos. Tampoco Jesús era romano, publicano nipescador, pero entendió muy bien a centuriones, a re-caudadores y a pescadores de Galilea.

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Del acompañante pretendemos, sobre todo, quenos ofrezca un poco de luz para el camino, y no tan-to que nos aporte soluciones muy pensadas; sin reci-bir la seguridad que proporciona a corto plazo unacompañante más directivo, parece mejor que, comoacompañados, empleemos con frecuencia nuestra ini-ciativa personal, aun a riesgo de equivocarnos. Puesen el acompañamiento debemos ir más allá de nues-tra inseguridad timorata o de nuestra autonomía re-belde, para buscar decididamente la respuesta honra-da a nuestra inquietud cristiana; y esa respuesta siem-pre será personal, como es personal la palabra queDios dirige a cada corazón humano. Esa llamada yesa respuesta personales piden, en muchos momen-tos, que se emplee el discernimiento espiritual parabuscar y hallar la voluntad divina. Ciertamente, unbuen acompañamiento fomenta el discernimientopersonal en la vida; pero ese discernimiento, para sercompleto, necesita el contraste con otra persona espi-ritual6. De este modo, en el diálogo de acompaña-miento hay lugar para el discernimiento, pero tam-bién para la instrucción, la orientación y la confirma-ción del camino.

Lo que principalmente busca el acompañamientoes la voluntad de Dios para cada uno. Pero puede ha-ber también otros fines intermedios y otros efectosderivados de aquel objetivo principal que resultantambién convenientes. Por ejemplo, tenemos que sa-

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6. Pues con solo el propio criterio (o con malos consejeros) se pue-den perpetuar los errores: «duré en esta ceguedad creo más dediecisiete años, hasta que un Padre dominico, gran letrado, medesengañó en cosas»: TERESA DE JESÚS, Libro de la Vida, 5,3.

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

ber serenarnos anímicamente antes de practicar laoración; o tenemos que conocernos mínimamente an-tes de luchar contra nuestros defectos; por lo cual, sa-ber serenar el espíritu y aprender a conocerse un po-co pueden ser objetivos parciales que se proponga unacompañamiento espiritual durante un cierto tiempo,para alcanzar otros objetivos importantes.

Otros fines parciales del acompañamiento puedenser mucho más instrumentales; por ejemplo, el acom-pañante de un estudiante puede proponerle (y propo-nerse) que estudie más seriamente, que colabore du-rante unas horas a la semana en algún voluntariado oque se lleve mejor con su hermano menor. También elacompañamiento de una religiosa puede buscar queacepte mejor su actual misión (que se desarrolla enun colegio en Europa, aunque ella querría ir a un dis-pensario en África), o que se integre mejor en su co-munidad. El acompañante de un profesional casadopuede pretender durante un tiempo que armonice me-jor su vida de trabajo y su atención a la familia. Y asísucesivamente. Pero todos estos, y muchos otros po-sibles, son solo objetivos parciales del acompaña-miento, aunque parezcan necesarios; y, de hecho, hayque asumirlos y plantearlos como importantes, consi-derando siempre el fin último de cada acompaña-miento. Pues tener muchos fines intermedios no ga-rantiza la búsqueda de un objetivo final, mientras queun fin claro sí puede servir para articular distintos ob-jetivos intermedios.

A esa luz sí es posible, y puede ser muy sensato,que nosotros como personas acompañadas, y nues-tros acompañantes con nosotros, nos propongamosalgunas de estas tareas a modo de etapas necesarias

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de nuestra respuesta a Dios. Dichas tareas se puedenformular en cuatro o cinco grupos de fines parciales.Un fin del acompañamiento es que nos conozcamoscomo personas y que conozcamos el mundo en el quevivimos, por lo que un cierto nivel de introspección yde análisis de la realidad que nos rodea parece nece-sario para nuestra vida espiritual. Otro fin del acom-pañamiento, en segundo lugar, es la aceptación rea-lista y madura de nuestra forma de ser y de nuestrahistoria personal, así como de las circunstancias his-tóricas y existenciales que nos toca vivir en el pre-sente; además de conocerse, también es importanteaceptarse. Y este trabajo de la aceptación propia pue-de resultar difícil, pero resulta importante para esta-blecer el diálogo evangélico con el Dios que se diri-ge a nosotros; aunque, por otra parte, el evangeliomismo puede ser un motivo para una mejor acepta-ción propia, a la luz de la Palabra de Dios.

En tercer lugar, nuestro acompañante nos puedeque señalar, cuando sea necesario, cuáles son las ver-daderas actitudes cristianas ante determinadas situa-ciones, cuáles son algunas implicaciones morales yprácticas de nuestra vida creyente; y nos ha de con-cretar cómo se manifiesta en nuestras circunstanciasparticulares una vida teologal de fe, de esperanza y decaridad. Pero sabiendo que no hace falta conocerse yaceptarse perfectamente para poder conocer y vivir elevangelio. La fe nos propone unos valores muchasveces contrarios a los valores sociales vigentes e in-cluso distintos de los criterios del sentido común. Pe-ro, una vez aceptados por nosotros esos valores, elacompañamiento se puede proponer un cuarto objeti-vo, que es el de ayudarnos a cambiar personalmente

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

a la luz de esos valores. El evangelio pretende cam-biar al que lo acoge, pues es una semilla que tiene ensí misma una fuerza intrínseca de crecimiento7.

Todavía podemos añadir brevemente otra caracte-rística del acompañamiento espiritual cristiano, y esque ese diálogo de ayuda que buscamos se producedentro de la Iglesia, que es donde nace y crece nues-tra fe, y habitualmente se orienta en referencia a susparámetros doctrinales y morales; es lógico que elacompañante se mantenga en fidelidad a esa comuni-dad de sentido, aunque, como personas acompaña-das, a veces percibimos a la Iglesia a la vez como vi-sible e invisible, santa y pecadora, humana y divina,expresión y velo de la presencia de Dios en este mun-do8. Ciertamente, como acompañados nos podemossentir más o menos cómodos dentro de esa Iglesiaconcreta (universal y local) a la que pertenecemos;pero deberíamos al menos mantener el beneficio de laduda, en el sentido de desear, juntamente con nuestroacompañante, encontrar al Dios en quien tantos hancreído y respondido de tantas formas diferentes den-tro de la Iglesia9.

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7. Según Marcos 4,26-29.8. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, n. 8; Sacrosantum Con-

cilum, n. 2.9. «Creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su

esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige [...], porquepor el mismo Espíritu y señor nuestro que dio los diez manda-mientos es regida y gobernada nuestra santa Madre Iglesia»: IG-NACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, n. 365.

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Tipos de acompañamiento

Hay distintos tipos de acompañamiento, porque pue-de variar su duración, el orden de los objetivos pro-puestos, el método que inspira la entrevista, los re-cursos empleados y otras muchas variables. Respectoa la duración, ya hemos aludido a los encuentros es-porádicos que se emplean para consultas puntualessin intención de continuar. Pero, generalmente, la re-lación de acompañamiento espiritual se establece pa-ra un período de tiempo determinado (unos meses, uncurso académico, un año natural o un período forma-tivo), pues es preferible establecer un acuerdo tempo-ral que se puede revisar posteriormente, antes que de-jar el compromiso en un acuerdo absolutamenteabierto y sin una fecha final.

Por otra parte, podemos hablar de tres tipos prin-cipales de acompañamiento espiritual por el enfoqueglobal que adoptan tanto el acompañante como elacompañado. Simplificando estas perspectivas, deri-vadas de las ciencias humanas, podemos ver, en pri-mer lugar, que hay un enfoque más centrado en lostemas, donde el asunto o problema planteado se ana-liza de modo más o menos racional y espiritual, bus-cando las soluciones posibles. Se trata de un acom-pañamiento orientado a facilitar la resolución de unproblema más o menos duradero o de una situacióncompleja, como puede ser tomar una decisión concriterios cristianos sobre unos estudios universitarioso un trabajo estable; elegir el propio estado de vida; ola mejor solución a una crisis matrimonial. Hay otraspersonas que buscan en el acompañamiento una ayu-da para afrontar aspectos muy antropológicos, como

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

puede ser una baja autoestima, una dificultad grandepara las relaciones, una etapa de tono un tanto depre-sivo, algún problema persistente de raíz afectiva o se-xual... Todos estos ejemplos parecen mostrar un en-foque centrado en el problema, de modo que el acom-pañamiento termina cuando el problema queda solu-cionado o, al menos, un tanto encauzado.

Otras veces, el acompañamiento no está orientadopropiamente a solucionar un problema, sino a iniciaro a consolidar una vida espiritual, por lo que el acom-pañante se propone una pedagogía de la interioridad,inicia a métodos distintos de oración o enseña a prac-ticar la lectio divina. También aquí existe un tema(iniciarse en la experiencia espiritual) que centra eltrabajo de los interlocutores y sus encuentros.

Pero existe un segundo tipo de acompañamientoque está más bien centrado en la persona, por cuan-to los temas planteados en la entrevista pierden pron-to su protagonismo, y el interés se va centrando pau-latinamente en la persona misma que plantea lascuestiones, y ya no en sus problemas. El acompañan-te, en este caso, procura fortalecer la capacidad de ha-cer frente a los conflictos desde las potencialidadesque tiene en sí misma la persona, recursos quizá dor-midos. La fuerza de este tipo de acompañamientoconsiste en responsabilizar a la persona de la soluciónde sus problemas, y crear las condiciones favorablespara que esa persona confíe adecuadamente en símisma. El acompañado, generalmente, adquiere esaconfianza poco a poco al sentirse escuchado, acogi-do, respetado y dejado a su libre iniciativa. Este tipode acompañamiento puede terminar cuando la perso-na se sienta suficientemente fuerte, comprenda que

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puede hacer frente a la vida por sí misma y quizá yano necesite continuar con los encuentros.

En tercer lugar, podríamos hablar de un acompa-ñamiento más bien centrado en el proceso espiritualque recorre el acompañado; en este enfoque, no sonpropiamente los temas los que centran el trabajo delacompañamiento, ni siquiera la seguridad personal ylas capacidades de la persona en cuanto tal, sino que,teniendo en cuenta los problemas y a la persona con-creta, el acompañante se fija más en la meta hacia laque tal persona concreta es llamada, atiende a la vo-cación a que debe responder, mira al crecimientocontinuo en Cristo... Y, mirando a aquella meta, en-tiende y señala con más seguridad el trecho de cami-no que en ese momento el acompañado debe recorrer.Por lo tanto, se entienden los distintos problemas quesurjan como piezas de ese proceso, y el sujeto puedehacerles frente con más o menos facilidad, pero siem-pre buscando seguir en el camino comenzado del ser-vicio divino. Lo importante es recorrer bien esta par-te del camino, que apunta a una meta determinada.Esta perspectiva puede apoyarse en itinerarios espiri-tuales conocidos que el sujeto incorpora en su espiri-tualidad, como puede ser el camino evangélico deldiscípulo, un recorrido espiritual inspirado en el ciclolitúrgico o un itinerario espiritual de alguna tradiciónespiritual formulada en clave de ciclos, semanas, mo-radas o subidas.

Aunque estos tres modelos de acompañamientoson visiones un tanto simplificadas, y cada uno de losmodelos puede integrar elementos de los otros dos, locierto es que esta mirada puede ayudarnos, como per-sonas acompañadas, a entender algo mejor cómo

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I. Qué es el acompañamiento espiritual

queremos situaros en el acompañamiento: si plan-teando diversas cuestiones, fortaleciendo nuestras per-sonas o afrontando los retos de nuestro largo caminocristiano. Aunque todo es beneficioso, el acento denuestro interés condicionará el tipo de acompaña-miento que llevemos y sus efectos.

2. Empezar un acompañamiento

El acompañamiento suele surgir a partir de alguna con-versación con otra persona que entiende la vida desdeuna óptica semejante a la nuestra; pues ayuda mucho aun creyente tratar con otros creyentes para ayudarsemutuamente a vivir cada uno su fe10. Y esas conversa-ciones pueden surgir en muy distintos contextos; dehecho, la Iglesia ofrece muchos espacios donde pode-mos encontrar a una persona que nos escuche, noscomprenda y nos proporcione alguna luz en nuestrocamino cristiano. Después de la familia, para algunosla parroquia es el ámbito natural de crecimiento de sufe y donde encuentran a una persona con la que tenerun diálogo pastoral orientador en algún momento de suvida. Puede ser el sacerdote, el catequista de confirma-ción, el monitor del grupo juvenil, la religiosa que di-rige algunas actividades... A veces, ese diálogo pasto-ral surge a partir de un encuentro casual, de la prepa-ración de una actividad, de una reunión de grupo espe-cialmente significativa o de la celebración sacramental

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10. «Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que esmenester hacerse espaldas unos a otros lo que le sirven para iradelante»: TERESA DE JESÚS, Libro de la Vida, 7,22.

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de la reconciliación, en la que nos hemos sentido es-pecialmente acogidos o perdonados.

Para otros, el lugar donde puede surgir el acom-pañamiento espiritual es el colegio, público o priva-do, confesional o laico. El encuentro con algún pro-fesor o profesora, quizá militante cristiano, que nosinvita a una convivencia o a una excursión; la entre-vista de tutoría escolar que en algún momento explo-ra terrenos más personales; la persona que desarrollauna función pastoral en el centro educativo... Hay ca-sos en que el encuentro con la experiencia de acom-pañamiento surge en otros ámbitos más extraordina-rios, como una residencia universitaria, el servicio enlas fuerzas armadas (por ejemplo, en misiones difíci-les o fuera de las fronteras del país), o una estancia enel hospital con motivo de una enfermedad, propia ode algún familiar. Para otros el acompañamiento es-piritual puede surgir en el seno de grupos o movi-mientos cristianos, como grupos de oración, movi-mientos de acción apostólica, grupos de trabajo so-cial cristiano, equipos matrimoniales, comunidadesde vida, catecumenados, voluntariados y otros modosde vivencia consciente de la fe en el medio en que ca-da uno vive. Forma parte de su formación y es un ins-trumento de crecimiento.

Muchas personas se han visto motivadas al acom-pañamiento por la experiencia espiritual en algún re-tiro espiritual o en algún cursillo, por su participa-ción en una Pascua o en unos Ejercicios Espirituales.En estas circunstancias sentimos más cercano a Diosy, en adelante, nos proponemos tomar en serio el se-guimiento de Jesús. Y sucede también que algunapersona (quizá quien dirige el retiro, el cursillo o la

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experiencia en cuestión) nos ha orientado con algunade sus sugerencias, y esa misma persona u otra pare-cida podría ayudarnos en nuestros propósitos. Y esque una experiencia espiritual intensa suele suscitarel deseo de comunicarla, de confirmarla y de serorientado para hacer algo a partir de ella; y así puedesurgir el acompañamiento espiritual.

Los procesos de formación vocacional, en el casode una vocación de especial consagración, requieren,con mayor razón, una gran interiorización y persona-lización de la fe, pues lo pide la lógica misma de unaformación que ha de afrontar las dudas, miedos, re-sistencias y gozos que solamente se suscitan en lomás íntimo del corazón. La necesidad de que las per-sonas llamadas a vivir este tipo de vocación tenganuna consistencia suficiente hace del acompañamientoformativo también un instrumento de contraste y demediación eclesial para garantizar la adecuación a unministerio o a una consagración públicamente reco-nocida por la Iglesia11. La figura de un acompañanteespiritual (varón o mujer) en toda formación vocacio-nal será siempre de una importancia central para ayu-dar a la configuración con el Jesús que llama.

Si el acompañamiento puede ayudar mucho enprocesos de iniciación o de crisis de vocaciones es-peciales, otros muchos momentos de la vida cristianapueden beneficiarse de él, como, por ejemplo, todo elcamino de la iniciación cristiana a través de la cate-

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11. Aunque el «acompañamiento formativo» es más amplio que elencomendado al acompañante espiritual, puesto que en la for-mación vocacional intervienen otras figuras que también «acom-pañan», como los superiores mayores y locales, los rectores yformadores, los profesores y tutores, etc.

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quesis de los adolescentes, jóvenes y adultos. Tam-bién la práctica de los sacramentos puede enrique-cerse con un acompañamiento temporal; por ejemplo,para profundizar la preparación al sacramento de laconfirmación, o para revisar un poco la vida y las dis-posiciones creyentes ante el sacramento del matrimo-nio, o para renovar una fe antigua con ocasión de laprimera comunión de los hijos.

También es un encuentro con Dios muy impor-tante para la vida de un cristiano el sacramento de lareconciliación. En él los creyentes actualizamos lallamada de Jesús a la conversión, completamos nues-tro proceso de arrepentimiento y reparación del malhecho, declaramos nuestras faltas y pecados ante laIglesia, recibimos el perdón y la paz de Dios y, en de-finitiva, nos dejamos reconciliar por Dios12. A lo lar-go de la historia, muchas personas hablaron, en elámbito de este sacramento, de las cosas buenas quehacían por amor de Dios y de sus experiencias espiri-tuales, pidiendo confirmación de su camino cristianoy realizando dentro del sacramento una verdadera di-rección espiritual13. A su vez, algunos santos ejercie-ron gran influencia sobre muchas personas a travésde la dirección espiritual que surgía en el ámbito dela confesión.

Con lo anterior queda señalada la diversidad deámbitos y estilos de encuentros pastorales válidosque pueden derivar hacia un acompañamiento espiri-

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12. 2 Corintios 5,20.13. Así hicieron Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús. San Juan Bosco

acudió durante muchos años al consejo de su santo confesor, JoséCafasso, un magnífico director espiritual.

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tual o pueden incorporar plenamente esta forma deayuda pastoral. Pues bien, en cualquiera de los espa-cios anteriormente indicados pueden producirse en-cuentros informales y esporádicos en los que aprove-chamos para hablar sobre alguna situación particularque nos agita o nos preocupa, o sobre una decisiónque tenemos que tomar. Lo cual puede suceder, porejemplo, cuando un muchacho habla con su tutor enel colegio acerca de una dificultad académica que tie-ne su explicación en una tensión familiar o en su di-fícil relación con los compañeros de aula. O cuandouna muchacha trata con la religiosa que lleva su gru-po de confirmación en la parroquia para confiarle suprimer y doloroso desengaño amoroso.

De este modo, en la tutoría, en un grupo juvenil oen la parroquia podemos manifestar alguna preocu-pación que nos agobia y encontraremos escucha,comprensión y, seguramente, una respuesta orienta-dora. Estos encuentros informales afrontan un pro-blema puntual, lo iluminan a la luz de la experienciahumana y del evangelio, revisan el modo de afron-tarlo y aportan una cierta reflexión para un nuevo en-foque de la situación. Hacer una consulta o escucharun consejo no nos hace más infantiles o dependien-tes, sino más sociables y adultos. Y a partir de estosencuentros informales podemos plantearnos si mere-ce la pena mantener en adelante otras conversacionescon esa misma persona. Quizá hablar dos o tres ve-ces al año nos permite encauzar mejor alguna situa-ción o etapa de nuestra vida. Y de este modo puedeempezar un acompañamiento más continuado, si ve-mos su utilidad.

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3. La relación de acompañamiento

En general, se entiende que el acompañamiento espi-ritual requiere una relación algo más estable que losencuentros informales a que hemos aludido, pues elverdadero fruto del diálogo pastoral se produce másfácilmente cuando existe una relación más continua-da con la misma persona. Veamos otras característi-cas de la relación de acompañamiento.

No es la frecuencia de los encuentros lo más im-portante de la relación, pero sí conviene manteneruna cierta regularidad en los encuentros; podemosver a nuestro acompañante cada tres semanas, unavez al mes o cada mes y medio..., pero siempre con laperiodicidad que implica una relación estable. Másimportante es que contemos con una persona que«nos acompaña», nos escucha y nos aconseja, quenos pregunta o nos sugiere; dejamos entrar libremen-te a una persona en nuestra vida, siempre la misma, ynos fiamos de ella para que nos conozca a fondo y nosdiga con libertad lo que le parezca que puede ayudar-nos14. Al comienzo del acompañamiento, cuando yahemos escogido a esa persona, podemos establecercon ella una especie de acuerdo marco sobre los tér-minos de esa relación que empieza. Por ejemplo, fi-jamos de común acuerdo la frecuencia con que nosveremos, la duración aproximada de las entrevistas,incluso algunos de los temas que trataremos. En estos

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14. Santa Teresa suplica a Dios «para que con toda claridad y verdadyo haga esta relación que mis confesores me mandan [...] paraque de aquí adelante, conociéndome ellos mejor, ayuden a mi fla-queza, para que pueda servir algo de lo que debo al Señor»: TE-RESA DE JESÚS, Libro de la Vida, Prólogo 2.

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primeros momentos también le podemos preguntarpor su visión del acompañamiento y para qué puedeservirnos; es una manera de conocer su opinión y declarificarnos nosotros mismos sobre lo que estamosempezando a hacer.

Un elemento importante de esta relación es lo quepuede llamarse la confidencialidad profesional, enfunción de la cual la persona que nos acompaña nopuede hablar con nadie acerca de lo que ha escucha-do en nuestros encuentros, si no es con nuestro per-miso; pues la discreción y el secreto forma parte sus-tancial del acompañamiento espiritual. Por nuestraparte, como personas acompañadas, podemos consi-derar algunas circunstancias que aconsejen otorgarnuestro consentimiento para que nuestro acompañan-te comunique sus impresiones con la persona que leindiquemos. Por ejemplo, cuando un candidato o can-didata a la vida consagrada desea que su acompañan-te espiritual informe a los superiores que le van a ad-mitir, o al formador o formadora que tendrá en el no-viciado, para una mejor ayuda en su formación. Tam-bién puede ser el caso de un candidato al sacerdocioque tiene sus dudas sobre su preparación o sobre suscualidades y pide a su acompañante que hable fran-camente con su obispo, el cual ha de decidir sobre suidoneidad. Y así en otros casos puede ser razonablesolicitar esa comunicación.

Pero la experiencia dice que también es precisoguardar una cierta confidencialidad por nuestra partecomo personas acompañadas. Por ejemplo, hemos dedialogar con respeto sobre lo que nos dice nuestroacompañante, incluso aclararlo con él si no estamosde acuerdo en algún aspecto; pero no sería adecuado

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comentar con otras personas si nuestro acompañantetiene o no tiene razón, si acierta o no en lo que nos di-ce. Somos libres para tener un acompañante u otro;pero, una vez que hemos escogido libremente a unapersona, no debemos consultar con otras para cadaopinión diferente que tengamos, o cuando la pro-puesta de nuestro acompañante habitual no nos agra-de demasiado. El consejo es muy antiguo: tratar sola-mente con un acompañante mientras se mantenga, ocambiar de acompañante si nos parece oportuno; pe-ro nunca buscar al mismo tiempo en otros confiden-tes la comprensión complaciente, la aprobación denuestras decisiones, los halagos deseados. Esta dis-persión al repartir verdades parciales parece temer laconfrontación con nuestra verdad total y facilita queescuchemos solo lo que nos interesa. Y es imposiblellegar a un único objetivo por dos caminos a la vez15.

La relación de acompañamiento se convierte asíen una relación un tanto especial, porque es a la vezde cercanía y de respeto; de confianza, pero no pro-piamente de amistad; donde se da una libertad gran-de, pero donde no cabe cualquier cosa. Una relaciónen la que por parte nuestra, como acompañados, de-positamos confianza, tenemos la certeza de ser escu-chados con respeto y estamos seguros de saber quenos van a interpretar bien. Pero no buscamos un en-cuentro entre iguales, sino propiamente una relaciónde ayuda, que podemos considerar en algunos aspec-

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15. El asunto necesita más matices, pues aquel a quien se acompañapuede tener amigos, esposo o esposa, confesor o superiores reli-giosos legítimos con quienes hablar sinceramente. En la práctica,se simplifican las cosas si comentamos siempre a nuestro acom-pañante otras conversaciones de este tipo.

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tos como casi profesional. Por lo mismo, en el acom-pañamiento contamos nuestras cosas personales, pe-ro no esperamos que nuestro acompañante compartala suyas; escuchamos sus consejos, pero no exigimosque esos mismos consejos los cumpla él siempre;confiamos nuestras faltas o infidelidades en muchosámbitos de nuestra vida cristiana, pero no esperamosque el acompañante nos cuente sus debilidades, ni leexigimos que sea perfecto en todo antes de aconse-jarnos en nada.

En conjunto, por lo tanto, resulta en muchos as-pectos una relación asimétrica. Pero no porque losdos interlocutores seamos de distinta categoría o va-lor; la relación es asimétrica porque son distintas lasfunciones de uno y de otro: porque uno habla y otroescucha; porque el acompañante puede preguntar, yel acompañado trata de responder; porque el acompa-ñante sugiere pistas para el camino, y el acompañadoes quien trata de recorrer el camino sugerido, que, endefinitiva, le llevará a una vida más plena.

Perfiles distintos

Por la misma razón por la que existe gran diversidadde modos de llevar un acompañamiento, existe tam-bién una gran variedad de perfiles entre los acompa-ñantes espirituales, de manera que muy distintas per-sonas pueden acompañar muy bien y de diversos mo-dos a muy diferentes acompañados. Una variedad quees sociológica, pues el acompañante puede ser varóno mujer, consagrado/a o laico/a, sacerdote o no, rela-tivamente joven o de una cierta edad edad, con unapreparación específica o con otra... Una variedad

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también marcada por el tipo de personalidad, puesunos u otras pueden ser más afectivos o más raciona-les, más sensibles o más recios, más voluntariosos omás permisivos, más habladores o más lacónicos,más expresivos o más sobrios... Una variedad que esmarcada también por la escuela que caracteriza su es-piritualidad: más monástica o más conventual, másrecoleta o más apostólica, más ascética o más místi-ca, más eucarística o más social, más cristocéntrica omás mariana...; y así con otros acentos o matices. Yotras diferencias puede determinarlas la perspectiva oel enfoque predominante de quien acompaña: bíblico,patrístico, litúrgico, sacramental, con incorporaciónde la psicología o no, con mayor o menor sensibili-dad por incorporar la cultura actual, con una miradamás social, política, ecológica o feminista; etc.

Detrás de esta legítima variedad parece, sin em-bargo, que una persona que acompaña a otra deberíatener algunos rasgos básicos, como ser adulta en lafe, humanamente madura y capaz de establecer unarelación pedagógica de ayuda espiritual; cualidadesque pueden darse ciertamente en personas con unperfil personal muy distinto. Es cierto que los datosque confirmen estos rasgos no siempre los puede co-nocer la persona que busca acompañamiento; perogeneralmente podemos saberlos por otras personas, opodemos deducirlos por el puesto o misión que le ha-yan confiado sus superiores o su comunidad de fe.

Que sea una persona adulta en la fe significa queha recorrido unos cuantos tramos del camino cristia-no con cierto provecho; lo cual no depende solo de laedad, pues hay personas jóvenes que en poco tiempollegan muy lejos. También se ha de suponer que ha te-

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nido, a su vez, algún acompañamiento espiritual, haseguido la guía de otra persona y ha caminado al mis-mo tiempo con docilidad y libertad espiritual dentrode la Iglesia. Ser adulto en la fe significa también queen su recorrido cristiano seguramente ha tenido y su-perado cristianamente alguna crisis, alguna contradic-ción, alguna frustración de sus expectativas. Y quecree en la oración y lleva a ella todo cuanto escuchaen sus diálogos, pues no siempre sabe qué es lo mejorpara su acompañado, qué es lo que Dios quiere de él.

Una persona humanamente madura significa queha tenido un desarrollo psicológico normal, que haintegrado de modo suficiente sus distintas cualidadesy potencialidades y que es ecuánime en sus relacio-nes interpersonales. Se muestra, por ejemplo, en quesabe mantener el equilibrio adecuado entre la distan-cia y la cercanía, que no se asusta por las cosas queescucha ni se desalienta fácilmente por las deficien-cias de la persona acompañada; que mantiene sus con-vicciones con cierta estabilidad y explica el funda-mento de las cosas que dice. Una persona capaz de es-tablecer una relación pedagógica de ayuda espiritualmuestra habilidad para escuchar y acoger, para pre-guntar y explicar, para animar y contrastar; esa perso-na escucha todas las explicaciones, pero dice franca-mente su opinión y no chantajea afectivamente ni sedeja manipular. Una persona fiel a los compromisos ysiempre respetuosa, que no busca tener razón, sino so-lo y siempre ayudar a la persona acompañada.

El acompañante, finalmente, debería tener algunapreparación para el tramo de camino espiritual que lapersona acompañada debe recorrer, y debería ser pru-dente y discreto para asesorarse en algún punto parti-

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cular, o estudiarlo más despacio, antes de afirmar ro-tundamente o encaminar a nadie por un camino in-cierto. Pues a veces el acompañante debe consultarcon otra persona, manteniendo siempre el secreto so-bre la identidad del acompañado, sobre situacionesespeciales que quizá no entiende bien, como puedeser el caso de diversas cuestiones vocacionales com-plejas, problemas matrimoniales, situaciones moralesserias y dudosas (por ejemplo, del ámbito laboral,económico o biomédico) o de experiencias espiritua-les extraordinarias.

Conocer mejor el papel del acompañante nosayudará a establecer la relación adecuada con él. Nodebemos acudir al acompañamiento con determina-das actitudes por nuestra parte que no facilitarán larelación adecuada, como, por ejemplo, esperar quesea un director clarividente que nos diga con autori-dad incuestionable lo que debemos hacer en cada cir-cunstancia; ni debemos buscar en él un apoyo en ca-da sobresalto que tengamos ni un taumaturgo denuestras dolencias; ni hemos de buscar tampoco en elacompañante al psicólogo que alivie o mejore nues-tras neurosis o ansiedades. Tampoco hemos de consi-derarlo, por otra parte, un amigo al que buscamos pa-ra tener un momento de desahogo, mantener con éluna entrevista entretenida y culta o sostener sesudosdebates teóricos sobre temas de fe, de política, de cul-tura, etc.

Lo que, por el contrario, podemos esperar denuestro acompañante es que nos acoja con respeto yafecto y escuche todo cuanto tengamos que decirle;que nos ayude a discernir juntamente, buscando lavoluntad de Dios sin tener siempre todas las seguri-

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dades en la mano. También podemos esperar que nosproporcione la instrucción necesaria o las orientacio-nes convenientes de tipo espiritual, teológico o moral,ya sea por sí mismo, ya sea indicándonos algunas lec-turas convenientes; y dentro de esta formación puedetener un lugar importante la iniciación a la oraciónpersonal y a su discernimiento. El acompañante harábien en confirmarnos de vez en cuando el camino quevamos recorriendo con acierto, así como confrontar-nos alguna vez si considera que no estamos haciendolo que debemos. También, finalmente, el acompañan-te podrá indicarnos algunas actividades o tareas queconviene pongamos en práctica para llevar a la vidalo que vemos en la entrevista.

* * *

Al concluir el capítulo dedicado a presentar qué es elacompañamiento espiritual, hemos visto que preten-de principalmente buscar y hallar la voluntad de Diossobre nosotros, aunque puede incluir otros fines par-ciales; que pone en juego las actitudes profundas delos interlocutores, que existen distintas maneras váli-das de realizarlo y que permite distintos enfoques. Siuna reflexión teórica sobre el acompañamiento refle-ja toda la complejidad que tiene la vida espiritual, surealización práctica es mucho más sencilla, pues esediálogo se produce en un encuentro normal entre dospersonas que buscan la verdad. En las páginas si-guientes presentaremos algunos temas de conversa-ción que parece conveniente tratar en nuestros en-cuentros, así como el modo de hacerlo.

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