"El judeoespanol contemporáneo"

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Isabella Fassi Profesor Villamandos Historia de la lengua española El 11 de diciembre de 2012 El judeoespañol contemporáneo: la evolución de una lengua Fue declarado una “lengua en extinción” por la UNESCO en 1993 (Marcus y Ruiz 22). En 2007, se estimó que sólo 300.000 personas sabían hablarla (Brink-Danan 107). El judeoespañol, también se refiere como “ladino,” “sefardí,” “judezmo” o “judió,” es la lengua de los sefardíes, los judíos españoles que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492 (González 1). Actualmente, tanto los lingüistas como los hablantes sefardíes creen que el judeoespañol está en su lecho de muerte (Death 213). ¿Cómo ha desarrollado esta lengua a lo largo de la historia y por qué ha llegado a un estado de extinción? Este trabajo explorará la evolución del judeoespañol a través de la historia externa e interna de la lengua, desde el momento de la expulsión de los sefardíes hasta los varios dialectos de la diáspora por todo el mundo, para llegar a un análisis del estado sociolingüístico de la lengua hoy en día. Este análisis enfocará en la región del 1

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Isabella FassiProfesor VillamandosHistoria de la lengua españolaEl 11 de diciembre de 2012

El judeoespañol contemporáneo: la evolución de una lengua

Fue declarado una “lengua en extinción” por la UNESCO en 1993 (Marcus y Ruiz 22).

En 2007, se estimó que sólo 300.000 personas sabían hablarla (Brink-Danan 107). El

judeoespañol, también se refiere como “ladino,” “sefardí,” “judezmo” o “judió,” es la lengua de

los sefardíes, los judíos españoles que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492

(González 1). Actualmente, tanto los lingüistas como los hablantes sefardíes creen que el

judeoespañol está en su lecho de muerte (Death 213). ¿Cómo ha desarrollado esta lengua a lo

largo de la historia y por qué ha llegado a un estado de extinción? Este trabajo explorará la

evolución del judeoespañol a través de la historia externa e interna de la lengua, desde el

momento de la expulsión de los sefardíes hasta los varios dialectos de la diáspora por todo el

mundo, para llegar a un análisis del estado sociolingüístico de la lengua hoy en día. Este análisis

enfocará en la región del Imperio Otomano, en particular Turquía, que ilustra bien la evolución y

la condición sociolingüística actual.

Antes de examinar la evolución lingüística del judeoespañol, es necesario tener en cuenta

la historia y situación singular de los sefardíes, las que han afectado mucho el desarrollo de su

idioma. Este análisis se refiere a “la historia externa” de la lengua, o sea, todos los factores

extralingüísticos que han influido en la estructura de la lengua (González 1). A este respecto,

hay muchos factores externos que han alterado la evolución del judeoespañol. En primer lugar,

los judíos en la península antes de la expulsión tenían contacto con una variedad de otros idiomas

(Schwarzwald 27). Por ejemplo, el hebreo y el arameo eran las lenguas de la religión y cultura;

se usaban el griego y latín antes de la invasión musulmana; durante el período musulmán,

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aprendían árabe; y durante los reinos cristianos adquirían el romance (Schwarzwald 27). Por

eso, el judeoespañol siempre ha sido una lengua de fusión, incorporando elementos de otras

lenguas (Schwarzwald 27, 34). Incluso antes de su expulsión de España, los sefardíes tenían

mucho contacto con otras lenguas.

El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos decretan la expulsión de los judíos de

España (González 3). Esta decisión marca el momento más crucial en la historia de los

sefardíes; ya no pueden vivir en Sefarad, el nombre hebreo que usan los judíos desterrados para

su tierra nativa (González 3). Algunos judíos se convierten al cristianismo y se quedan en

España, pero la mayoría se van para Francia, Italia, el norte de África, Portugal y el Imperio

Otomano (González 3). En 1497, Portugal tiene otra expulsión, que lleva muchos a irse a los

Países Bajos y luego América (González 3). El Imperio Otomano recibe el mayor número de

judíos en países como Turquía, Grecia, Albania, Yugoslavia, Bulgaria, Rumania, y también los

estados vasallos de Argelia, Túnez y Líbano (González 3). Al llegar al Imperio Otomano, los

judíos son particularmente bien recibidos debido a las circunstancias políticas y sociales que les

permiten practicar su religión y conservar su lengua (Barnett 624, González 4). Durante los

siglos XVI y XVII, los sefardíes tienen un papel notable en la economía, la cultura y la política

del Imperio (González 4). Sin embargo, en el siglo XVII, la influencia de los armenios y los

griegos en la vida del Imperio comienza a crecer y, a consecuencia, los judíos comienzan a

perder sus privilegios (Barnett 624, González 4). De esta manera, las expulsiones de los judíos

de España y Portugal crean una diáspora global de los sefardíes que tendría un enorme impacto

en la evolución de la lengua sefardí en varios lugares.

Otro evento decisivo y trágico en la historia de los sefardíes es, por supuesto, el

holocausto. Durante la segunda guerra mundial, cientos de miles de sefardíes son asesinados por

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sus identidades judías por las manos de los nazis. Para evitar la solución final, muchos sefardíes

emigran a otros lugares, como Israel, Estados Unidos, Francia, Hispanoamérica, Turquía y

Bulgaria. Algunos regresan a España. Esta consecuencia de la segunda guerra mundial en el

mundo sefardí es conocida como “la dispersión secundaria.” La exterminación y las

emigraciones aumentan la desintegración de unidad sefardí, culturalmente y lingüísticamente.

(González)

Es necesario clarificar otra cuestión antes de examinar la lingüística del judeoespañol y

esa es la cantidad de las denominaciones para referirse a la lengua. Como se ha mencionado, hay

diferentes nombres para designar la lengua de los judíos expulsados de la Península Ibérica

(González 2). Cada denominación se puede usar en un contexto específico. El término que usan

los sefardíes para describir su lengua es “ladino,” aunque los lingüistas usan esta denominación

sólo para referirse a los textos sagrados hebreos que se han traducido; para los lingüistas, es un

término estrictamente escolástico y litúrgico, distinto de la lengua hablada (González 2, Marcus

y Ruiz 21). En el judeoespañol, el significado de la palabra “ladino” es “interpretación” o

“significación” (González 2). Otro término estricto es “sefardí” o “español sefardí,” que usan los

especialistas españoles (González 1). Esta denominación, derivada por el nombre hebreo

“Sefarad,” designa la patria de los judíos españoles (González 1). Como este término sólo

incluye los descendientes de los judíos españoles que fueron expulsados y no los judeoconversos,

es un poco exclusivo (González 1). La tercera denominación para esta lengua es “judezmo” o

“judió” (González 1). Los dos términos han sido usados por los sefardíes para aludir a su

identidad judía frente a otras comunidades en contacto (González 1). La cuarta denominación es

“jaquetía,” que usan los sefardíes de Marruecos para designar a su dialecto influenciado por el

árabe (González 1). Por último, la denominación usada en este trabajo: el judeoespañol. Este

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término es la palabra más general para referirse a la lengua de los sefardíes porque incluye el

elemento del judaísmo, que identifica la religión de los sefardíes y la influencia del hebreo, y el

elemento del español, que reconoce ambos la patria física de los sefardíes y la base lingüística de

la lengua (González 1). Además, la denominación de “judeoespañol” no limita la lengua a un

período ni un lugar (Marcus y Ruiz 21). Por estas razones, es preciso usar el término

“judeoespañol” para referirse a la lengua de los sefardíes.

La historia interna de una lengua consiste en la evolución de la estructura y el

funcionamiento (González 3). Con respecto al judeoespañol, la historia interna de esta lengua es

una de fusión; como se ha notado, los sefardíes han tenido mucho contacto con otras lenguas en

España y debido a la expulsión. En su artículo “Un viaje por Sefarad: la fortuna del

judeoespañol,” Carmen Hernández González expresa esta idea elocuentemente:

El sistema de la lengua sefardí permaneció vivo a lo largo de toda su evolución

histórica y por eso fue cambiando y asimilando elementos nuevos, o abandonado

usos de acuerdo con las necesidades de sus hablantes y las condiciones que las

circunstancias externas fueron imponiendo. (González 4)

Muchas veces en el judeoespañol, los elementos morfológicos de varios idiomas son combinados

para crear nuevas palabras (Schwarzwald 34). Por ejemplo, la palabra judeoespañola

“embatakar,” que significa “ensuciar,” combina el turco y el español (Schwarzwald 34). Con

esta palabra, los sefardíes toman la palabra turca “bataq,” que significa “lodo,” y la combina con

el prefijo “em-” y la terminación “-ar” del español para crear una nueva palabra sefardí:

“embatakar” (Schwarzwald 34). Este ejemplo demuestra la fusión debido a la diáspora, pero la

fusión del judeoespañol con otras lenguas ocurrió antes de la expulsión también. Una

característica ejemplar de la fusión lingüística del judeoespañol antes de la expulsión es la grafía

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aljamiada (González 1, 6). La aljamía consiste en escribir en el romance con las letras del

alfabeto hebreo, una práctica común durante la etapa medieval en España (González 3). La

grafía aljamiada fue usada para mantener la caligrafía de los textos sagrado y también porque las

escuelas judías enseñan en hebreo tradicionalmente (González 6). De esta manera, el

judeoespañol es un idioma derivado del español que, a través de contacto con otros idiomas, ha

absorbido gradualmente unos aspectos de otros idiomas (Marcus y Ruiz 20).

Debido a las dos diásporas de los sefardíes y la variedad que ya existía en la lengua de la

España medieval antes de las dos diásporas, es apropiado decir que la característica más

distintiva del judeoespañol es el polimorfismo (González 4). No existe una norma universal

judeoespañola; es decir, hay una pluralidad de normas dentro de la lengua sí misma (González

4). Por ejemplo, el léxico judeoespañol es diferente entre las ciudades de Tánger y Estambul

(Barrett 614). Además, hay diferentes normas de pronunciación en diferentes regiones; el acento

sefardí de Bucarest es distinto del acento sefardí de Salónica (Barnett 614, Esturgo 72). No hay

una organización lingüística o gubernamental que ha manteniendo la pureza de la lengua

judeoespañola a lo largo de los años, como la Real Academia Española ha hecho para el español

(Death 213). Como resultado, existe una “modalidad lingüística individualizada” en cada

comunidad sefardí (González 4). Por eso, no es posible identificar una sola norma ni describir

las reglas universales del judeoespañol; cualquier análisis del judeoespañol hoy en día es, más o

menos, una simplificación (González 4). No obstante, como todas las normas del judeoespañol

vienen del mismo origen, España, hay rasgos generales que han sido identificados por los

lingüistas (Barnett 613).

La comparación del judeoespañol con el español clásico es muy común (Barnett 613,

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González 4). Tiene sentido de equiparar los dos porque los sefardíes fueron expulsados durante

el tiempo en que esta época del español (Barnett 613). Es verdad que el judeoespañol tiene

muchas características del español medieval y clásico, particularmente con respecto a la fonética,

la morfología y el léxico general, pero como dice González, “...la insistencia en el carácter

arcaico del judeoespañol obedece a una visión excesivamente simplista” (Barnett 613, González

4). Como se ha notado, el judeoespañol en el momento de la expulsión tenía mucha variedad en

las diferentes regiones de España y la lengua ha evolucionado a parte de España en otros países,

adquiriendo unos elementos del francés, árabe, italiano, turco y griego para llegar a sus formas

actuales (Brink-Danan 107, González 4). Este análisis enfoca en los rasgos comunes entre toda

esta diversidad lingüística del judeoespañol contemporáneo.

En primer lugar, hay muchas características fonéticas del judeoespañol contemporáneo

que son muy similares a los del español medieval o clásico; es decir, el judeoespañol conserva

mucho la fonología del español de los siglos XV y XVI (González 4, Marcus y Ruiz 26). Por

ejemplo, los fonemas /š/, /dğ/ y /ž/ han sido retenidos en el judeoespañol, mientras en el español

contemporáneo, estos fonemas se han convertido en /x/ (González 4). Otra característica fonética

que comparte judeoespañol con el español antiguo es la palatalización de la s antes consonante

velar, así que el sonido “sc” se convierte en la pronunciación “s_c” (González 4.) Este

fenómeno ocurre en la pronunciación de la palabra “buscar” como “bus_car” (González 4).

Adicionalmente, en el judeoespañol de Oriente, todavía se mantiene la distinción entre la /v/ y

/b/, que era la norma en las zonas meridionales de España en la época de la expulsión (González

4). Esto es en contraste con el español moderno, en que no se mantiene esta distinción

(González 4). Además, en algunas regiones, como en Salónica, el judeoespañol conserva la f

inicial, mientas en el español contemporáneo ocurre la aspiración de la f inicial (González 4,

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Marcus y Ruiz 26). Otro fenómeno que existe en el judeoespañol que viene del español clásico

es la pronunciación labiodental de los grupos secundarios b’d, b’t, v’d, v’t, que ha

evolucionado en el español contemporáneo a u (González 4). Por ejemplo, la palabra “devda”

en el español del siglo XVI y el judeoespañol se ha convertido en la palabra “deuda” en el

español moderno (González 4). El grupo de los consonantes “mb” también se mantiene en el

judeoespañol, por ejemplo, con la palabra judeoespañola “palomba,” que ha convertido “paloma”

en el español contemporáneo (Marcus y Ruiz 26). Como en España medieval, el judeoespañol es

caracterizado por el seseo (Marcus y Ruiz 27). El ceceo, o la distinción entre los fonemas /s/

y /θ/, no había evolucionado cuando fueron expulsados los judíos (Marcus y Ruiz 27). Por eso,

el judeoespañol elimina la diferencia a favor del silbante /s/. Por fin, el yeísmo es la norma en el

judeoespañol; hay reducción de los fonemas /λ/ y /y/ al fonema /y/ (González 4, Marcus y Ruiz

25). El judeoespañol comparte mucho con el español antiguo con respecto a los fonemas.

Además de las semejanzas fonéticas, existen semejanzas entre el judeoespañol y el

español antiguo con respecto a la morfología y el léxico. Con respecto a la morfología, el uso del

tratamiento “vos,” que viene del tratamiento antiguo “vuestra merced,” para el pronombre de la

segunda persona de confianza todavía ocurre en el judeoespañol, aunque ha desaparecido de la

mayoría del español contemporáneo (González 4, Marcus y Ruiz 26). En el judeoespañol, se

utiliza el verbo “tener” para formar los tiempos compuestos, que era común durante la época de

la expulsión y, interesantemente, todavía es común en el portugués (González 4). En lugar de

decir “he hecho,” por ejemplo, en el judeoespañol, se dicen “tengo hecho” (González 4). Con

respecto al léxico, hay muchas palabras del judeoespañol contemporáneo que vienen del español

antiguo que se llaman “arcaísmos” (Marcus y Ruiz 26). La palabra judeoespañola ejemplar de

esto es “agora,” que fue usada en el tiempo de la expulsión en la Península pero se ha convertido

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en “ahora” en el español contemporáneo (Marcus y Ruiz 26). Otros arcaísmos en el

judeoespañol contemporáneo son: “ambesar” en lugar de “enseñar;” “kamareta” en lugar de

“habitación;” y “mansebo” en lugar de “joven” (Marcus y Ruiz 26). De esta manera, el

judeoespañol ha retenido características del español medieval y clásico a lo largo de su

evolución.

Sin embargo, el judeoespañol tiene muchos rasgos innovadores en la fonética y la

morfología (González 4). Uno de estos es la pronunciación de la /r/ simple como vibrante /rr/

(González 4). Por ejemplo, un hablante judeoespañol pronuncia la palabra “pero” como “perro”

(González 4). De esta manera, un cambio fonético produce un cambio fonología y hay que

distinguir el significado según el contexto y otras señales gramaticales. Otro cambio en la

fonética judeoespañola ocurre con n inicial; los judeoespañoles usa m en lugar de n al principio

de una palabra (González 4). Por ejemplo, la palabra “nuevo” se convierte “muevo” en el

judeoespañol (González 4). Lo mismo ocurre con otras palabras, como el cambio de “nosotros”

a “mosotros” (González 4). Otro cambio en la grafía del judeoespañol es el uso de k por c

(Marcus y Ruiz 26). Adicionalmente, hay cambios en el timbre de las vocales pretónicas

(González 6). Por ejemplo, el timbre de la e en “señor” se convierte en “siñor” (González 6).

Además, la d final se ensordece frecuentemente, se convirtiendo en t (González 6). Con la

palabra española “edad,” se puede ver el cambio del timbre de la e y el cambio de la d final a t

en la pronunciación judeoespañol: “idat” (González 6). Otro fenómeno innovador del

judeoespañol es la metátesis de rd > dr; el orden de los sonidos cambia (González 4). Esto

ocurre con las palabras judeoespañolas “cuerdra” y “tadre” (González 4). Estos cambios en la

fonética del judeoespañol lo han distinguido del español.

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Además de las diferencias fonéticas, hay rasgos morfológicos del judeoespañol que lo

han distinguido del español. Uno de estos es el cambio del diminutivo -ito por -iko en el

judeoespañol (Marcus y Ruiz 26). Segundo, en el judeoespañol, existe la tendencia de los

adjetivos invariables a generar una forma femenina y, con frecuencia, una forma masculina

(González 6). Por ejemplo, en judeoespañol es apropiado decir “niñas jóvenas” (González 6).

Tercero, se usa la forma femenina “la” para el artículo singular delante de la a tónica, diciendo

“la agua” en lugar de “el agua” (González 6). Adicionalmente, se usa el artículo femenino “la”

con los sustantivos abstractos masculinos del latín, diciendo “la valor” en lugar de “el valor,” “la

amor” en lugar de “el amor” y “la dolor” en lugar de “el dolor” (González 6). Un cambio

judeoespañol con respecto a los verbos ocurre con el pretérito indefinido en la formación de la

primera persona singular: la terminación -í (González 4). Por ejemplo, se dicen en judeoespañol

“comprí” en lugar de “compré” (González 4). Por último, se utiliza la forma plural del posesivo

“sus” acompañando a un sustantivo singular, así que la concordancia es con los poseedores y no

con lo poseído, por ejemplo con “sus laboro” (González 4). Este rasgo demuestra la influencia

del francés e italiano (González 4). Con los cambios fonéticos, estos cambios morfológicos han

contribuido también a la distinción del judeoespañol del español antiguo.

El léxico del judeoespañol incluye muchas palabras del español de la Península antes de

la expulsión, como se ha mencionado. Pero también, el léxico judeoespañol incorpora palabras

de otras lenguas, como el turco, el griego, el francés, el italiano, el árabe, el portugués y el

hebreo (Marcus y Ruiz 26, Schwarzwald 34-5). Algunas palabras del turco que se usa en el

judeoespañol son “kolay” que significa “fácil” y “tsarsi” que significa “mercado” (Schwarzwald

34). Palabras del griego en el léxico del judeoespañol incluyen “fusta” que significa “falda” y

“piron” que significa “tenedor” (Schwarzwald 34). Galicismos incluyen “dezirar” por “desear” y

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“repetar” por “repetir” (Schwarzwald 34). Un italianismo en judeoespañol es “dirito” en lugar

de “derecho” (Schwarzwald 34). Los judeoespañoles dicen “tareza,” un arabismo, en lugar de

“tarea” (Schwarzwald 35). Un lusismo es “anojar” que significa “enojar” (Schwarzwald 35). Por

fin, hay muchísimas palabras del hebreo en el léxico del judeoespañol, particularmente con

respecto al vocabulario de la liturgia, las costumbres, las festividades y los conceptos judíos

(González 3, Schwarzwald 35). Algunas palabras del hebreo en el judeoespañol son “sevo” para

decir “Pentecostés,” “xogma” para decir “sabiduría” y “azlaza” para decir “éxito” (Schwarzwald

35). El uso de estas palabras extranjeras es variado depende de la región, por supuesto, pero la

existencia de tantos extranjerismos demuestra el impacto de la diáspora en la lingüística del

judeoespañol.

Hoy en día, hay tres sistemas principales de ortografía judeoespañola: “a la turca,” “a la

franca” y “Rashi” (Barnett 612, Marcus y Ruiz 24). Los primeros dos usan los alfabetos del

turco y del francés, mientras la letra “Rashi” se escribe con el alfabeto hebreo (Barnett 612,

Marcus y Ruiz 24). Esta falta de un sistema ortográfico normalizado judeoespañol subraya otra

vez las consecuencias profundas de la diáspora de los sefardíes; debido a las consecuencias

históricas de la expulsión, existe la variedad de tendencias y normas en los dialectos

judeoespañoles (González 4). Por ejemplo, los sefardíes del Oriente, como los de Turquía,

conserva más la estructura lingüística del judeoespañol en el momento de la expulsión (Esturgo

71, González 6). Este hecho no es una coincidencia; como se ha notado, los sefardíes en el

Imperio Otomano fueron bien recibidos inicialmente y su papel importante en la sociedad

otomana les permitía conservar mejor su lengua (Barnett 624, González 4). Sin embargo,

durante el segundo mitad del siglo XIX, el nacionalismo creció en los países de Oriente (Death

199). A consecuencia, el judeoespañol ya no era la lengua principal del comercio y de la cultura;

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fue sustituido por las lenguas turcas y grecas (Death 199). En 1928, el gobierno de Turquía

crea una ley que prohíbe el uso de los alfabetos no europeos (Death 198). Por lo tanto, el

desarrollo del sistema de ortografía “a la turca” tiene sus raíces en la historia de la Turquía

(Death 198-9, Marcus y Ruiz 24). Este ejemplo del judeoespañol en la Turquía ilustra que la

lingüística del judeoespañol no puede ser separada de la historia de la comunidad sefardí; es

decir, la historia externa de una lengua y la historia interna de una lengua son conectadas y sólo

se puede desconectarlas para hacer un análisis estrictamente abstracto.

La historia externa e interna de la lengua judeoespañola, junto con la lingüística general

de la lengua, conducen al estado sociolingüístico actual de la lengua. Hoy en día, la mayoría de

los hablantes del judeoespañol tienen más de setenta años (“State” 51). No existe ningún

hablante monolingüe en los países de Israel, Estados Unidos o Turquía, los que tienen las

comunidades sefardíes más grandes en todo el mundo (“State”). De mayor parte, el

judeoespañol se reserva para la comunicación entre los miembros de la familia sefardí (Death

198). Los usos principales de la lengua entre la familia sefardí son muy limitados y exclusivos:

para comunicar entre los ancianos; para comunicar en secreto; para contar algo cómico o

expresivo; para cantar una romanza tradicional; y para mantener un sentido de identidad

(Death 166-68, “State” 52). El judeoespañol ha sido relegado a este estado por muchas razones

conectadas con la historia de los sefardíes. En primer lugar, hay que tener en cuenta el hecho

simple de que hay tantos sefardíes hoy en día, debido a la diáspora inicial y el holocausto

(González 4). Y de los sefardíes que viven todavía, hablan de maneras diferentes. Además, no

existe una autoridad universal para conserva la lengua en una forma estándar, como se ha

mencionado (Death 213). Por último, cuando los sefardíes se instalan en otros países, se

benefician a asimilar a la cultura del país nuevo y aprender el idioma dominante es un aspecto

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crucial de esta asimilación (“State” 52). Actualmente, los sefardíes no enseñan el judeoespañol a

sus hijos porque quieren que sus hijos tengan éxito en la sociedad, y para lograr esto, sólo es

necesario saber la lengua dominante (“State” 52). De esta manera, la transmisión del

judeoespañol en la familia ha terminado (“State” 52). Aunque existen organizaciones actuales

que intentar a salvar la lengua, como la Autoridad Nasionala del Ladino en Jerusalem, esto no

puede impedir totalmente el descenso del judeoespañol (“State” 53). Hay interés e investigación

académica en el judeoespañol, pero la realidad es que menos y menos personas lo hablan,

escriben y leen como una lengua diaria, y por eso, últimamente, la lengua está en su lecho de

muerte (González 7).

De las estadísticas, es claro que el judeoespañol esté desapareciendo. No obstante, el

Internet es un instrumento que usan los sefardíes para mantener la vitalidad de su lengua (Brink-

Danan 108). Ladinokomunita, por ejemplo, es una comunidad virtual que fue establecido en

2001 para “mantener, revitalizar y estandarizar” el judeoespañol (Brink-Danan 108, “State” 53).

Sirve como un foro en que los sefardíes pueden comunicar con otros sefardíes al otro lado del

mundo (Brink-Danan 108). De esta forma, el Internet, que no tiene un lugar determinado,

funciona juntar los sefardíes que han sido dispersados por las diásporas históricas, creando un

nuevo sentido de Sefarad (Brink-Danan 115).

Este trabajo investiga la evolución de la lengua judeoespañola a lo largo de los años para

identificar las causas de la situación sociolingüista actual de la lengua. El ejemplo del Imperio

Otomano ha sido usado lo más porque el proceso de la evolución y de la muerte de la lengua es

más claro en esa región. A través de la historia externa e interna de la lengua, se entienden los

cambios lingüísticos y la decadencia última del judeoespañol. Aunque la muerte de la lengua

judeoespañola ocurre en un sentido, la historia, la cultura y el legado de los sefardíes viven.

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Obras citadas

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