El hogar Coca señorit a · 2020-02-18 · 30 DOMINGO 18 DE MAYO DE 2014 El hogar de la Por JOSÉ...

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30 18 DE MAYO DE 2014 DOMINGO El hogar de la Por JOSÉ LUIS PARDO y ALEJANDRA S. INZUNZA señorita C oca Perú se ha convertido en el mayor productor y exportador de cocaína del mundo. En la principal zona de siembra del país, los agricultores sobreviven vendiendo la hoja sin hacer preguntas. Los políticos gobiernan entre acusaciones de pertenecer a organizaciones criminales y el último bastión de Sendero Luminoso opera entre el terrorismo y el narcotráfico. Así es el primer eslabón de la cadena de la droga. Ésta es la décima entrega de la serie de reportajes publicados por Domingo, que este año obtuvo el Premio Ortega y Gasset de Periodismo

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El hogarde la

Por JOSÉ LUIS PARDO y ALEJANDRA S. INZUNZA

señorit aCoca

Perú se ha convertido en el mayor productor y exportador de cocaínadel mundo. En la principal zona de siembra del país, los agricultores

sobreviven vendiendo la hoja sin hacer preguntas.Los políticos gobiernan entre acusaciones de pertenecer a organizaciones

criminales y el último bastión de Sendero Luminoso opera entre elterrorismo y el narcotráfico. Así es el primer eslabón de la cadena de la

droga. Ésta es la décima entrega de la serie de reportajes publicados porDomingo, que este año obtuvo el Premio Ortega y Gasset de Periodismo

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l camino es polvorien-to y lleno de curvas.En algunas partes laspiedras se caen de losprecipicios y blo-

quean la carretera por la que atraviesanpequeñas cascadas provocadas por lalluvia. Alrededor todo es verde: hectá-reas y hectáreas de plantas de coca. Enla pared de una casa de madera se leeuna propaganda política: “Guillermo al-calde, coca”. Más adelante, entre los ár-boles, se puede ver un cartel: “No seadmite presencia de delincuentes bajopena de linchamiento. ¡Cuidado!”.

En la orilla de la carretera una mujerdetiene nuestro coche para pedir ayuda.Su hija de dos años no para de toser ynecesita que alguien la lleve al médicoal poblado más cercano, a unos 15 ki-lómetros del lugar donde se encuentraacopiando hoja de coca junto a sus otros

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N I D O. El VRAEM es una región donde operan narcotraficantes y que sirve como refugio para células de Sendero Luminoso

tres hijos. Cada semana, familias enterastrabajan en los cocales, ya sea sembran-do, recogiendo o secando la planta. Lacoca rige la vida de esta zona pobre yalejada del resto de Perú. Los niños, su-cios y llenos de mocos, suben al cochede unos desconocidos y su madre sequeda en el campo a trabajar. Toma lashojas de las plantas y las tira sobre unalona para que se sequen al sol.

La región se llama Valle de los RíosApurimac, Ene y Mantaro (VRAEM) y, se-gún la Organización de Naciones Unidas,es la zona con más cultivos de hoja decoca y laboratorios para la producción depasta base y clorhidrato de cocaína en elmundo. Cada año se producen unas 200toneladas en esta región (600 en el país),de acuerdo con la organización aunquealgunos especialistas elevan la cifra a 400.Perú ha desplazado a Colombia como elpaís líder en la exportación de cocaína.

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“Hoy tenemos 22 microcuencas co-caleras a lo largo y ancho de la selvaoriental y tenemos tres grandes fuen-tes de exportación. Una en el trapecioamazónico hacia Europa. La autopistadel Pacífico que comunica con Amé-rica Central y un mercado creciente delVRAEM hacia Brasil. Esta tercera es lanueva gran tendencia”, explica RicardoSoberón, ex zar antidrogas de Perú yfundador del Centro de Investigaciónde Drogas y Derechos Humanos.

Para llegar aquí desde Lima se ne-cesitan unas 20 horas de coche, to-mando en cuenta la posibilidad de quela carretera se derrumbe. Hasta 2006,el estado peruano apenas tenía presen-cia en esta zona, pero la resistencia delúltimo bastión del grupo terroristaSendero Luminoso, los Quispe Palomi-no, ha provocado que el Ejército inten-te recuperar el territorio, que tambiénse ha convertido en la principal salidade la droga hacia Bolivia. Desde enton-ces se libra una batalla entre senderis-tas y militares, los asaltos son frecuen-

tes, así como el intercambio de armasy droga, por lo que las autoridades hanimpuesto un toque de queda para quea partir de las 10 de la noche nadie cir-cule por aquí. Hace unos meses, un he-licóptero oficial fue derribado por losterroristas.

No hay otra cosaCheldo Pérez —34 años, moreno, ojosnegros, espalda ancha— siempre ha vi-vido en Kimbiri, la capital de la región,un pueblo al que apenas llega internet,muchas fachadas están desconchadas,el mercado consiste en tres puestos, yen él la famosa gastronomía de Perú

pierde su brillo pues sólo hay un res-taurante en el que “no te vas a into-xicar ”, en palabras del dueño de nues-tro hotel. Cuando era un adolescentePérez vio como la lucha entre SenderoLuminoso, el Ejército y los propios ci-viles, que se organizaron en autode-fensas, multiplicaba los muertos. Eranlos tiempos en que Sendero, una or-ganización guerrillera maoísta, retó alEstado bajo el liderazgo de AbimaelGuzmán, alias el “Presidente Gonzalo”,para instaurar un régimen comunista.Para ello se valió de la lucha armada yreclutaba, secuestraba y mataba cam-pesinos en zonas como el VRAEM.

Después del conflicto Pérez decidiódedicarse, como la mayoría de los agri-cultores, a plantar hoja de coca, debidoa que se cosecha hasta cuatro veces alaño y se gana mucho más que con cual-quier otro cultivo. Una arroba de hoja decoca —12 kilos— puede costar casi 500pesos y un jornalero gana el doble tra-bajando en un cocal que en un plantíode cacao o café. Aunque la coca mata latierra y no permite que se plante otrotipo de semilla durante años, no dudaen dedicar sus dos hectáreas al mono-cultivo. “Es su caja chica. Cada tres me-ses ingresan efectivo para poder pagarfa c t u ra s ”, explica Soberón. De las 20 milhectáreas de cocales que hay en elVRAEM, solo un 6 por ciento se comer-cia de manera legal y es registrado antela Empresa Nacional de la Coca (Enaco).Los agricultores dados de alta en esteorganismo pueden procesar la hoja decoca para hacer té, jabones, productosmedicinales o la venden para “chac -char ” (masticar), una actividad típica enla región andina porque combate losefectos de la altura y mitiga la sensaciónde hambre, sed y cansancio. Sí. El restoes para el narcotráfico.

“Quien me la compre no es asuntomío”, dice Pérez un domingo a las sietede la mañana, mientras come cevicheen un restaurante enfrente de la plaza

Hoy hay más hec-táreas de coca queantes de que empeza-ra la erradicación

RICARDO SOBERÓN,ex zar antidrogas de Perú

2010. Miembrosdel ProgramaPeruano deErradicación deHoja de Coca,en acción

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principal del pueblo, que ahora está enobras. “De repente, viene alguien en sucamioneta y compra toda la cosechade una”, afirma el cocalero, que cadatemporada emplea a unas 60 personasen sus campos. Además los narcotra-ficantes pagan tres veces más que laEnaco. La mayor parte de los campe-sinos no saben el destino de la hoja decoca, ni que la cocaína forma parte deun negocio multimillonario que impli-ca miles de muertos a nivel continen-tal. “Muchos no han visto otra cosa,otras posibilidades”.

En una de las zonas más pobres dePerú, donde la mayor parte de la gente

gana menos de 282 dólares al mes —elsalario mínimo—, Pérez se mueve enmoto, viste ropa limpia y reluciente adiferencia de los jornaleros que traba-jan en los cocales, y carga en la manosu laptop. El resto se pelea por un lugaren los únicos dos cafés internet quehay en la zona.

—¿Dónde están los pozos (lugaresdonde la hoja de coca se convierte enpasta base de cocaína)? —le pregunta-mos a Cheldo Pérez mientras visitamossus cocales.

Según el último informe de la Co-misión para el Desarrollo y la Vida sinDrogas (Devida), existen al menos 200

laboratorios clandestinos en elVRAEM y cada vez son más comuneslas narcopistas en toda esta zona y enla selva central.

El agricultor suelta una sonrisa, dejaver unos dientes blanquísimos, y señalalo alto de la montaña. “Allá y allá”, dicecon desgana, como si aquello ya fueraun problema muy lejano para él.

La tierra de nadieEn el pabellón número siete de la cár-cel de Lurigancho, el penal más grandede Perú, a unos 30 minutos de Lima,un miembro de la mafia italiana con-vive con un delegado de un cartel co-lombiano y con una mula española, denombre Jordi, que acuciado por la cri-sis en España intentó un viaje de ida yvuelta en avión con una maleta car-gada de droga. Flores —nombre ficti-cio—, un peruano cuarentón, extrover-tido y de sonrisa fácil, lleva más de unadécada en el penal, también condena-do por tráfico de drogas, y ha visto có-mo a medida que su país iba ganandoimportancia como productor y expor-tador de cocaína su módulo se conver-tía en una pequeña ONU.

Varios presos y un guardia nosacompañan por la cárcel, entre los ta-lleres de informática y artesanía y lospasillos en los que algunos reos con-sumen piedra. En el pabellón 7 hay ne-gocios, como la pollería de Walter con

[ PERÚ ]

LA PRODUCCIÓN, EN ASCENSOAunque en Perú no se conocen grandes nombres de narcotraficantes, comoen Colombia o en México, los peruanos empezaron a ser actores más activos.Nacieron varios clanes (firmas) que se dedicaron a la producción y traslado dela droga hasta las fronteras del país. Hoy operan unos 40. Jaime Antezana,experto en narcotráfico, separa la primera etapa —hasta mediados de los90—, en la que los carteles colombianos dominaban el negocio y lasexportaciones eran sobre todo aéreas; de una segunda —a partir del 2000—,en la que la producción ha crecido sostenidamente, la productividad de loscultivos se ha disparado —cada 313 kilos de hoja de coca se extrae un kilo decocaína—, y en ella, la irrupción de Sendero Luminoso ha provocado unadisputa por el control de los plantíos y las rutas

DESPENALIZAR.Ricardo Soberón,ex zar antidrogasen Perú, señalacomo gran fuentede exportación eltrapecioamazónico haciaEuropa

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sus mesas de plástico en el patio, en losque celebrar pequeñas reunionesmientras al lado se juegan partidos debaloncesto. Aunque dependiendo delpoder adquisitivo de cada preso unosduermen en celdas individuales, otrosen compartidas y otros en un colchónsobre el suelo, se respira todo el aire po-sible en una cárcel en la que el númerode reos cuadriplica su capacidad.

Poco antes de despedirnos, cuandoel guardia que nos acompaña se aleja,Flores desliza una tarjeta con su nú-mero de celular escrito en el reverso.“Llámenme y les cuento”. Un par dedías después nos contesta la llamadadesde su celda:

—Era la tierra de nadie. Todos lo sabían.El Ejército también. No había control.

Flores habla del Alto Huallaga, de fi-nales de los 80 y los 90, cuando era elepicentro de la producción en Perú.Hoy, después de muchos millones in-vertidos por Estados Unidos en la erra-dicación de la coca y de la presión delas autoridades, ha sido sustituido porel VRAEM.

Como muchos jóvenes oriundos deesa tierra limítrofe al norte con la Ama-zonia, quedó fascinado con la llegadade los traficantes colombianos. “R e ga -laban juguetes y el día de la Madre pla-t a”, rememora Flores. Los narcos con-trataban a unas 40 personas, “una cua-d r i l l a”, que acampaban en lugares re-motos durante una semana, sobrevi-viendo a base de latas de conservas.Primero acopiaban y maceraban la co-ca. Después de tres días, mezclaban laplanta en un gran hoyo en el suelo —elpozo— con ácido sulfúrico, amoníaco ypermanganato de potasio. La mezcla,recuerda Flores, era pestilente. Diceque si uno ve cómo se hace la pastabase nunca consumiría cocaína.

El trabajo de los peruanos, siemprecustodiados por unos 20 hombres ar-mados, acababa cuando hacían gran-

des bolas de pasta base, de hasta 400gramos, y las metían en barriles.

“Nos pagaban 70 soles al día (unos 25dólares), por trabajar de 6:00 de la ma-ñana a 6:00 de la tarde, sin descanso.Era una miseria, pero a nosotros nosparecía mucha plata”. Cocaleros de to-da la vida, poco a poco empezaron aaprender que con el debido proceso laplanta podía dar muchos más réditosen el mercado ilegal.

“Hoy hay más hectáreas de coca queantes de que empezara la erradicación”,añade Soberón, quien actualmente ase-sora a gobiernos como el de Evo Moralesen Bolivia en materia de drogas.

En su caso, Flores decidió transpor-tar la cocaína hasta Lima. Un kilo en ellugar de origen, bien el Alto Huallaga obien el VRAEM, ronda hoy los 800 dó-lares, mientras que en la capital, asen-tada en la costa, el precio sube hasta losmil 200 dólares promedio.

Flores ganaba unos 800 dólares encada viaje, hasta que en uno de ellos lo

60mil 400

hectáreas deárea neta con

cultivos decoca se

reportaron enPerú, en 2012

60%de la droga

peruana tienecomo destino

Europa, deacuerdo conla Comisión

Nacional parael Desarrollo

y Vidasin Drogas( D ev i d a )

300l a b o r a to r i o s

donde seelabora pasta

básica decocaína, secalcula queexisten en el

VRAEM

NUEVOS TRUCOS.Hasta las latas de conserva se hanutilizado para traficar toneladas decocaína, que sale de Perú

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detuvieron y lo condenaron.Desde aquellos primeros tiempos, el

proceso y los narcotraficantes se hansofisticado. “Lo que han hecho esreemplazar los químicos que fiscaliza-mos”, afirma Renzo Caballero, mayorde la Dirandro, la policía antidroga dePerú. “Ahora procesan con gasolina de84 octanos, que es la que utilizan porejemplo todas las lanchas que naveganen los ríos del VRAEM. ¡La gasolina eslegal en todo el mundo!”.

En Kimbiri o Pichari, localidades sinun gran parque motor, proliferan lasgasolineras. “También han contratadoingenieros que son capaces de cortary soldar el metal de grandes motoressin dejar huellas. Luego envuelven lospaquetes con todo tipo de papeles. Esbien complicado para los perros”, se la-menta. Las mulas también han proli-ferado en esta región entre ríos. Sushabitantes afirman que muchos cam-pesinos caminan durante días cargan-do en sus hombros la cocaína proce-sada para llevarla a los narcotraficantesque la llevan a Bolivia. Según el infor-me de Devida, unos 4 mil jóvenes delVRAEM se encuentran en la cárcel de-bido al tráfico de droga.

Caballero, que nos recibe en una mesablanca rodeado de mapas de Perú, da laimpresión de reunir todas las cualidadesde un buen policía: es elocuente, conocebien el terreno, maneja las estadísticasy está en muy buena forma física. In-cluso es sincero a la hora de hablar dela paradoja que enfrenta. El año pasadorealizaron más capturas, más decomi-sos —este año se confiscó el doble deinsumos químicos que el año pasado—y se erradicaron más hectáreas que nun-ca y, sin embargo, el cultivo ha crecidoen los últimos tiempos y los Quispe Pa-lomino tienen un papel decisivo en lacustodia de las rutas de la droga.

“Los narcotraficantes piden a losQuispe Palomino sembrar y que acor-

donen y protejan las rutas. Juntan cla-nes familiares y lavan dinero en em-presas [...]. De senderistas no tienen na-da, son narcotraficantes”, apunta elmayor Caballero.

La policía, además, no es muy bienvista en zonas como el VRAEM. En2012 la Dirandro utilizó como base uncolegio de Kepashiato, una pequeñalocalidad cocalera, ante la falta de re-cursos. Sendero Luminoso abría fuegoen la noche contra los policías. Los ha-bitantes de la zona, alarmados por elpeligro que corrían sus hijos, exigierona la policía que se fuera del lugar. Ade-más, siempre que los agentes se acer-can a las chacras con una pala para pro-

ceder a la erradicación, hay alguna mo-vilización en su contra. Para este año,el gobierno de Ollanta Humala preten-de erradicar unas 30 mil hectáreas dehoja de coca para que Perú deje de serel mayor productor del mundo, pero esmuy complicado intentar eliminar elsustento económico de alguien y con-vencerlo justamente de que le estánsirviendo y protegiendo.

Otro preso de Lurigancho, nacido enel VRAEM y arrestado cuando trans-portaba varios kilos de cocaína a Bo-livia, nos contaba cómo cuando era be-bé le daban en el biberón una infusiónde coca. “Sí, ahí todo es coca”, dice Ca-ballero. Los cultivos alternativos comoel café, los cítricos y el cacao, que seintentan implantar como solución,aun no han irrumpido en el paisaje dela región. “Es normal, con la coca ganandiez veces más”.

Entre tiburones y narcopolíticosGodofredo Yucra trabajaba en un pozode maceración de coca cuando fue de-

[ PERÚ ]

En Perú hay 11o 12 narcoalcaldes y12 narcocongresistas

JAIME ANTEZANA,experto en narcotráfico en el Perú

ERRADICAR. Po l i -cía peruana incine-ra droga incauta-da: pasta básica decocaína, clorhidra-to de cocaína, ma-rihuana y amapola

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tenido y condenado por tráfico de dro-gas. Era 1997. Quince años después, estehombre de mirada dura y parco en pa-labras, despachaba como gobernadorde Kimbiri en un destartalado esc r it o r i ode madera, al que apenas llega la luz,entre nuevas acusaciones de pertene-cer al Clan de los Tiburones, una de lasfirmas más célebres de la región. “Esoque lo resuelva la justicia”, es todo loque tuvo que decir cuando le pregun-tamos por su pasado delictivo.

Después de atender a un ciudadanoque quería realizar un cambio de do-micilio, Yucra insistía en que no dejaríasu cargo a pesar de las denuncias en sucontra, así que cada mañana seguía lle-gando a su humilde oficina, que pa-recía más un viejo cuarto de servicioque el despacho de un político.

La denuncia se la interpuso el ante-rior alcalde, que fue destituido de su car-go por nepotismo, quien además ha in-volucrado a otros familiares del actualedil. Algunos vecinos del VRAEM, queclamaron contra la designación de Yu-cra —el cargo lo eligen los políticos nolos ciudadanos—, hablan de él con unasonrisa de resignación. La narcopolíticaes un tema común en la región.

“En Perú hay 11 o 12 narcoalcaldes y12 narcocongresistas”, afirma JaimeAntezana, el experto en narcotráficoque hace más de tres años denuncialos lazos entre la política y los trafican-tes, sobre todo en regiones calientescomo el VRAEM.

El alcalde de Pichari, Edilberto Gó-mez, “El loco Edy”, es uno de esos edi-les que han tomado posesión del cargoentre acusaciones de colaborar con losdelincuentes. “Todo lo que está bajo elsol se puede ver. No hay nada que es-conder ”, dice con hablar frenético unacalurosa tarde en su despacho. “La cul-pa no es de quien siembra sino dequien consume”, dice orgulloso Gó-mez, quien cada año organiza el Fes-

tival Internacional de la Hoja Coca dePichari, que honra a una tradición decultivo de más de 5 mil años de an-tigüedad. En la fiesta se utiliza la hojade coca para la elaboración de carame-los, pasteles y licores. Además se co-rona a la Señorita Coca.

La rutina en Kimbiri o Pichari pareceuna sucesión de escenas que represen-tan que la vida gira en torno a la coca demanera natural, mucho más que en epi-sodios típicos de una guerra por el con-trol del territorio entre Ejército, narco-traficantes y Sendero Luminoso. El úni-co que nos habló de “gu e r ra” fue un co-ronel del Ejército que nos recibió en elcuartel de Pichari. “Dentro de estos mu-ros tienen que entender que estamos engu e r ra”, afirmaba. Después de respon-der con evasivas sobre la labor de losmilitares en la zona nos despide con unobsequio: una baraja de póker. Cada unade las cartas tiene una foto de un sen-derista y debajo la recompensa que seofrece por información valiosa para sucaptura: El As de diamantes es para el

senderista ‘José’, el 2 de espadas es para‘Alipio’ y el 3 de tréboles es para ‘Ra ú l ’.Por todos se ofrece un millón de soles,es decir, alrededor de 300 mil dólares.

La sensación generalizada entre losvecinos es que la guerra atroz de los 80y 90, que dejó unos 70 mil muertos delos que sólo se han identificado pocomás de 20 mil, nunca volverá. “Con losciviles ya no se meten. Ya los derro-tamos una vez. Ahora piden comida yse van”, dice Cheldo Pérez, el cocalero.Para los vecinos el conflicto es ahoraalgo periférico, un problema entre sen-deristas y los cuerpos de seguridad queafecta ocasionalmente a los habitantesdel VRAEM. Piensan que la época de laviolencia política nunca volverá.

A unos 15 minutos de Kimbiri, en unpoblado de indígenas ashaninkas —laetnia más numerosa de la selva perua-na—, la familia de Damian Michael Ciu-viri, policía de la Dirandro, y el resto dela comunidad, pide justicia para averi-guar quién lo asesinó. Vestidos con sutraje típico, una especie de sotana ma-

¿ILEGAL?Desde aquellosprimeros tiempos,el proceso y losnarcotraficantes sehan sofisticado.“Lo que han hechoes reemplazar losquímicos quefiscalizamos”,afirma RenzoCaballero, mayorde la Dirandro, lapolicía antidrogade Perú. “Ahoraprocesan congasolina de 84octanos, que es laque utilizan porejemplo todas laslanchas quenavegan en los ríosdel VRAEM. ¡Lagasolina es legal entodo el mundo!”

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Esta serie obtuvo el Premio Ortega y Gassetde Periodismo 2014 y fue finalistadel Premio Gabriel García Márquez

de Periodismo 2013

JOSÉ LUIS PARDO, ALEJANDRA S. INZUNZAy PABLO FERRI en diciembre de 2011 transformaronun Pointer 2003 en una sala de redacción. Comenzaron unrecorrido por América Latina del que “D o m i n g o” hapublicado esta serie de reportajes sobre Narcotráfico en laregión. Son periodistas de ruta haciendo periodismoambulante. Síguelos en twitter: @Dromomanos

rrón que les llega hastalos pies, hombres y mu-jeres se separan debajode una palapa de maderay cuentan cómo desde laépoca de apogeo de Sen-dero Luminoso, su etniaha sido afectada por el te-rrorismo y el narcotráfi-co. Los hombres se reti-ran y las hermanas delagente hablan rodeadasde decenas de niños quejuegan a su alrededor.

Desde el viernes pasa-do, el día del asesinato,la familia intentó con-tactar con él pero nuncarespondió a sus llama-das. Ciuviri estaba en unoperativo porque la po-licía había recibido in-formación sobre un su-puesto intercambio dearmas y droga entre sen-deristas y narcotrafican-tes. Los terroristas em-boscaron a la patrulla en la carretera,mataron a Ciuviri, a otro compañero ydos agentes más resultaron heridos. Lacamioneta Nissan en la que viajabanquedó calcinada.

Los ashaninkas, un grupo guerreroque combate la explotación madereraen la región, han estado desde hace casi40 años en medio del fuego cruzadoentre la guerrilla maoísta y los militares.Hasta finales de los 90, eran reclutadosa la fuerza o acusados de subversión yvarios de sus integrantes fueron asesi-nados durante los enfrentamientos.Con la llegada del narcotráfico, la guerratiene que ver más con tumbes de drogay emboscadas que con combates ideo-lógicos. Días después de la emboscada,la familia de Ciuviri fue a Lima para pe-dir al presidente que haga justicia. “Nohay asaltantes, terrucos (terroristas),

drogadictos. Pero los diarios de Lima sa-tanizan al VRAEM porque tienen quevender periódicos”, aseguraba el alcaldeGómez. Bajo la sombra de la palapa, unade las hermanas de Ciuviri sentencia sinpudor: “Si el gobierno no hace justicia,nosotros vamos a tomar las armas”.(Con información de Pablo Ferri).

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La culpa no es de quiensiembra, es de quienconsume

EDILBERTO GÓMEZ,alcalde de Pichari

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