El equipo de los sueños
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Fines de octubre y “Mi sentimiento”, la verdulería del
tío Roberto, abre sus puertas. A tres cuadras de la Villa Fiorito, representaba para mi madre un gran peligro para su único hijo
adolescente dispuesto a trabajar. Las frutas y verduras como parte del sueldo, hicieron
el milagro y el permiso fue finalmente concedido.
Mis amigos, Ezequiel y Pablo, uno fuerte y otro frágil e inteligente. Y yo, ni idea de
cómo era. Los tres tan distintos que nadie imaginaría lo profundo de nuestra amistad, nuestro fanatismo por el club El Porvenir contribuyo también a esa unión.
La música de la Mona Giménez, me recibía a mi llegada a la verdulería.
Pinocho, el otro empleado, apasionado del cuarteto, reservado y misterioso, me enseñó los primeros
paso del oficio de verdulero.
Una tarde calurosa de noviembre la conocí. Por la puerta de la verdulería
pasó “Blancanieves”, de guardapolvo no tan blanco, rubia y despeinada, con una
colección de chicos que pateaban y peleaban. Quedé hechizado. La fruta negada me costó el desprecio de mi
bella y su comitiva.
La paz se ve interrumpida, la corrupción golpea las puertas de la verdulería. El oficial
Chuy y el cabo Polonio, la mala policía, presionan a mi tío. Su maldad daña a Pinocho, el hermano preso queda al
descubierto.
Una fruta robada me acerca a “Blancanieves”, Patricia alias “Pato”.
La primera salida, dos gaseosas y muchas penas compartidas.
Padre, hermana menor y madre ausente, ella. Yo solo con mi madre, abandonado
por un padre del cuál tengo algunos recuerdos.
Mi casa en Lanús La de ella en la “villa”.
El primer beso y las confidencias, nos acercan cada día más. El muro tras el cuál se oculta la verdadera Patricia, comienza a derrumbarse.
La pelota de los juegos de la infancia de Diego Maradona, fue el motivo de la
primera pelea con Pato. Mi incredulidad sobre su relato, me costó su enojo. ¿Sería verdad que Diego que habría regalado su
pelota al papá de Patricia?La ayuda desinteresada del padre de Pato a
Diego, fue recompensada cuando este enfermó. El regalo de un niño se
transformó en el transcurso de los años, en la posesión más preciada de un hombre acabado por la parálisis.
La pelota es robada. Los “Gardelitos”, los mafiosos que aterran con robos a toda la
villa, la tienen. El dolor de Pato me mueve hacer lo inimaginable. Entrar en
la villa a rescatarla.
Pablo, Ezequiel y para mí sorpresa, también Pinocho, me acompañan.
24 de diciembre y la nochebuena se acerca.
El cuarteto encabezado por el bravo y conocedor Pinocho, nos adentramos en
la Villa.
Otro mundo se abre ante nuestros ojos. Vemos en nuestro camino un sinfín de
paisajes distintos. Caseríos de viviendas humildes, pero el panorama se va
deteriorando. Abundan los basurales. Mujeres, hombres y chicos de todas las edades, nos observan con curiosidad.
• En medio de nuestra marcha silenciosa, Ezequiel empieza a fantasear con el equipo
de sus sueños, y el resto de nosotros comenzamos a enumerar a nuestros
jugadores favoritos para integrar ese equipo soñado.
Los “Gardelitos” están cerca y en lucha para desocupar espacios de la villa que
consideran propios.Ayudamos a los agredidos y ellos nos ayudan con Pablo que queda herido en
medio del enfrentamiento.
Sin saber ni como, terminamos jugando el triangular final de la villa. Formamos
parte de “El corazón boliviano”. Nuestros oponentes, el equipo del oficial Chuy, Gardel vive, y el de los uruguayos,
Los Perfectos de Fiorito.
El cabo Polonio nos descubre. Huimos, pero perdimos en la corrida a Ezequiel.
Amigos de Pinocho nos habilitan el paso hacia la guarida de “los Gardelitos”.
La noche se acerca. Los policías mafiosos se llevan a Pinocho.
Frente a mí, el aguantadero de los “Gardelitos”.
Me escondo entre los escombros y así soy descubierto por amigos de Patricia. Les
cuento de mi plan de rescate.
Entramos en la casa, pero somos descubiertos.
Papá Noel, el tío Roberto disfrazado, llega al rescate. Decenas de personas
armadas con palos, piedras y cadenas, detienen a los malhechores y nos salvan
de una muerte segura.
La mercadería robada por los “Gardelitos”, se transforma en los
regalos de navidad de los chicos de la villa.
El reencuentro con mi “Blancanieves”. Me besó y abrazó como si volviera de la guerra. Su emoción se transformó en la mía y sentí
al ver finalmente la pelota deseada por tantos, como que esta, tuviera vida.
Si hoy tuviera que decir por quienes estaría compuesto mi equipo soñado, sin duda contestaría por todos mis amigos. Los amigos de siempre y por los nuevos amigos que conocí ese 24 de diciembre.