El camino equivocado

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TEMA : EL PACTO QUEBRANTADO Y RENOVADO El Camino Equivocado. (Éxodo 32–34 La desobediencia a Dios en la vida de Sus hijos trae consigo la necesidad de disciplina. No permite que la vida espiritual progrese; al contrario, impide que alcance la madurez. La historia de Israel ha sido escenario, incidente tras incidente, de una marca de desobediencia. Cuando más se espera que experimenten la bendición de Dios. Vuelven a desobedecer, lo que les acarrea la disciplina divina. Sin embargo, antes de juzgar a la nación de Israel, reconozcamos que entre los cristianos de hoy también se observa una constante desobediencia con todas sus consecuencias. La ley mosaica subraya continuamente que la clave para gozar de la bendición de Dios es la obediencia. Entonces, ¿Por qué conformarse con menos? Si tan sólo tenemos qué confiar en Dios y obedecerle. El Éxodo nos indica que el momento cuando Israel debería haber alcanzado la cumbre espiritual, volvió a fracasar. Mientras Moisés se encontraba en el monte recibiendo la ley de Dios, los israelitas desobedecieron Sus indicaciones, causando de esta manera una demora en el programa divino que El había preparado para ellos. LA DEMORA (Éxodos Cap.32) La Desobediencia) Ex 32:1–6 A un breve lapso desde que los israelitas aceptaron con entusiasmo los términos del pacto de Dios y prometieron la obediencia a sus leyes. Su compromiso termino, se cansaron de esperar a que Moisés baje de la montaña, y piden a Aarón un dios tangible Además de la falta de aprecio por Moisés, todavía no entendían que había sido Jehovah el que los había redimido. (Vr 1) Tenían tres fallas: la impaciencia, el desprecio para Moisés y la falta de confianza en Dios. Dios cumple su voluntad en el tiempo adecuado. En ocasiones el hombre no puede esperar el tiempo de Dios. La impaciencia espiritual puede llegar a ser un pecado. ¿Cómo actúa el impaciente espiritual?

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TEMA: EL PACTO QUEBRANTADO Y RENOVADO

El Camino Equivocado. (Éxodo 32–34

La desobediencia a Dios en la vida de Sus hijos trae consigo la necesidad de disciplina. No permite que la vida espiritual progrese; al contrario, impide que alcance la madurez.

La historia de Israel ha sido escenario, incidente tras incidente, de una marca de desobediencia. Cuando más se espera que experimenten la bendición de Dios. Vuelven a desobedecer, lo que les acarrea la disciplina divina. Sin embargo, antes de juzgar a la nación de Israel, reconozcamos que entre los cristianos de hoy también se observa una constante desobediencia con todas sus consecuencias. La ley mosaica subraya continuamente que la clave para gozar de la bendición de Dios es la obediencia. Entonces, ¿Por qué conformarse con menos? Si tan sólo tenemos qué confiar en Dios y obedecerle. El Éxodo nos indica que el momento cuando Israel debería haber alcanzado la cumbre espiritual, volvió a fracasar. Mientras Moisés se encontraba en el monte recibiendo la ley de Dios, los israelitas desobedecieron Sus indicaciones, causando de esta manera una demora en el programa divino que El había preparado para ellos.

LA DEMORA (Éxodos Cap.32)

La Desobediencia) Ex 32:1–6

A un breve lapso desde que los israelitas aceptaron con entusiasmo los términos del pacto de Dios y prometieron la obediencia a sus leyes.

Su compromiso termino, se cansaron de esperar a que Moisés baje de la montaña, y piden a Aarón un dios tangible

Además de la falta de aprecio por Moisés, todavía no entendían que había sido Jehovah el que los había redimido. (Vr 1)

Tenían tres fallas: la impaciencia, el desprecio para Moisés y la falta de confianza en Dios.

Dios cumple su voluntad en el tiempo adecuado. En ocasiones el hombre no puede esperar el tiempo de Dios. La impaciencia espiritual puede llegar a ser un pecado. ¿Cómo actúa el impaciente espiritual?

Al finalizar los cuarenta días en que Moisés permaneció en el monte de Sinaí, el pueblo de Israel se impacientó. En lugar de esperarle, decidieron hacer sus propios dioses. Aunque Dios les había dicho que no hicieran imágenes para representarle, los israelitas construyeron un becerro de oro. Al igual que los demás pueblos paganos, Israel quería un dios visible. Imitaron el patrón que era reconocido por todo el mundo, pero desobedecieron a Dios. Le atribuyeron a esta imagen el milagro del éxodo. Le agradecían el haberles sacado de Egipto. Aun se atrevieron a llamarle Jehová, a pesar de adorarle a su manera. y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptil (Ro 1:23). La debilidad de Aarón. (Vr 2) Aarón tuvo la oportunidad de ser un líder de valor en aquel momento; sin embargo, como tantos, no quiso oponerse al deseo popular. No les hizo recordar el segundo mandamiento, ni les explicó la maldad de lo que querían. Tomó el camino de menor resistencia; optó por el popular en vez del profético.

La decepción de Moisés (Ex.32:7–14) Estando Moisés aun en la montaña, Dios le informó lo que Su pueblo había hecho. Amenazó con destruirlos a causa de esta manifiesta desobediencia (32:7–10). Le ofreció entonces a Moisés comenzar un nuevo pueblo y hacer una nación de sus descendientes. Moisés es puesto a prueba. (Vr 11) Moisés rechazó esta propuesta e inmediatamente intercedió por el pueblo de Israel (32:11–14). Uno de los argumentos utilizados por Moisés al interceder delante de Dios es que los egipcios podrían malinterpretar el programa divino. Le recordó Su promesa de ser fiel a Israel. En base a esta intervención de Moisés, Dios volvió a restablecer la comunión con Su pueblo. El corazón del intercesor. El verdadero carácter de Moisés se reveló en la respuesta que dio en oración cuando supo de la ingratitud y el rechazo de Israel. Preocupándose por el honor de Dios y no por el suyo, Moisés rogó a Dios que no destruyera a Israel. 1) Rogaba a Jehovah que no repudiara las grandes hazañas hechas a favor de su pueblo al rescatarlo (v. 11; nótese que Moisés se refirió al pueblo como tu pueblo); 2) ¿qué dirían los egipcios del rescate del pueblo? ¿Era Jehovah un Dios caprichoso? (v. 12); 3) recordó al Señor sus juramentos a los patriarcas: La palabra dada era sagrada e inviolable (v. 13). La apelación no trataba del valor ni del mérito de Israel, sino que apelaba a la naturaleza de Dios y a su misericordia. Luego de renovar el compromiso de Israel con Dios, Moisés expuso su vida por la de ellos

(Vr 32) (Sal 106.23). Luego regresó a la montaña otros 40 días para recibir una vez más los mandamientos de Dios Moisés se había interpuesto entre los pecados de Israel y la ira divina. La intercesión sin fines egoístas prevalece sobre los efectos destructivos de la debilidad humana y el pecado. ¡PENSEMOS! Si Dios le hubiera hecho a usted esa oferta, ¿cómo habría respondido? ¿Habría aceptado la oferta? ¿Qué habría de malo en aceptarla? ¿Le habría beneficiado la obra de Dios? ¿Qué enseñanzas debemos aprender nosotros de este diálogo entre Moisés y Dios? ¿Cuáles características de la persona de Moisés deberíamos imitar? El Juicio Decretado (Ex32:15–35) Aunque Dios estuvo dispuesto a perdonar a Israel y a cumplir con los pactos que había hecho con ellos, tuvo que castigar primero a los que habían sido desobedientes. Moisés regresó de la montaña y contempló con tristeza aquella escena. Conforme se fue dando cuenta de lo que había ocurrido, Moisés se molestó y con tristeza ( Vr: 15–20). Primero, despedazó las tablas de la ley, simbolizando que Israel quebró el pacto. En segundo lugar, quemó el ídolo, hasta reducirlo a polvo. Tercero, Luego lo esparció sobre las aguas (un arroyo de la montaña, Dt. 9:21), e hizo que el pueblo lo bebiera. Moisés le pidió una explicación a Aarón de los acontecimientos y en cuanto a su participación en el pecado del pueblo, éste intentó disculparse. En primer lugar, culpó al pueblo de haberle obligado a hacerlo. En segundo lugar, trató de negar su participación en la hechura del becerro. Dijo que no había sido sino un observador a quien le entregaron oro, mismo que puso a fundir; si de ello había resultado un ídolo, había sido por cuenta propia (32:21–24; compare 32:4). El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.( Proverbios 28:13 ) ¡PENSEMOS! Parece ser que Aarón tenía la idea de que Jehová aprobaría el acto si la imagen que saliera del fuego llevaba Su nombre. El problema consistía en que el “milagro” contradecía la revelación directa de las normas divinas.

Muchas personas hoy en día creen en revelaciones que se apoyan por visiones o milagros espectaculares. Podemos estar seguros de que cualquier revelación de esta índole que no se conforma a la revelación bíblica, no es de Dios. ¿Cuál deberá ser nuestra respuesta frente a tales “revelaciones”? Considere Deuteronomio 13:1–5 a la luz de esta discusión. ¿Cómo se aplica a nuestra vida hoy esta enseñanza? Moisés volvió su atención nuevamente al pueblo de Israel. (32:25–29). Al observar su conducta desenfrenada, reunió a todos los fieles de Jehová para eliminar a quienes participaban en la fiesta dedicada al ídolo Su mayor inquietud era el testimonio que se estaba dando ante las naciones paganas que les rodeaban. Moisés envió a los levitas a recorrer el campamento y dar muerte a quienes adoraban al becerro de oro. De esta manera murieron como tres mil israelitas a causa de su desobediencia. Al día siguiente, Moisés intercedió delante de Jehová en favor del pueblo (32:30–35). Estaba dispuesto a ser borrado del libro de Dios con tal de ayudar a Su pueblo. (Sal. 69:28; Isa. 4:3; Fil. 4:3; Apoc. 3:5). No obstante, esta reacción era todo lo contrario de lo que Dios le había ofrecido en un principio. Jehová prometió dar muerte a los culpables, pero preservar Su nación. Así que vino una plaga que invadió a los israelitas como castigo por su idolatría.( Vr 35) ¡PENSEMOS! Frente a una situación semejante, ¿cómo habríamos respondido nosotros? ¿Habríamos intercedido por un pueblo tan rebelde e incrédulo? ¿Qué debemos aprender de la actitud de Moisés para con el pueblo de Israel? LA RESTAURACION (Éxodos Cap.33) La Amenaza de Separación (Ex.33:1–6) Dios comenzó de nuevo Su plan de llevar a los israelitas a la tierra que les había prometido. Les indicó que se volvieran a poner en marcha. (Vr 1,2) En adelante, sería Su Ángel el que iría delante de ellos para darles la tierra. Jehová ya no iría en medio de ellos debido a la rebeldía que habían mostrado. En caso de acompañarles, habría tenido que destruirles por su pecado. Esta noticia causó gran pena y duelo entre los israelitas. En esta ocasión Moisés expresó su preocupación ante Jehová (33:12–16).

Comenzó por decirle que le incomodaba la idea de que este nuevo enviado fuera en medio de ellos. La relación de Su pueblo hasta entonces había sido directamente con Jehová Mismo y Moisés deseaba que este tipo de relación continuara. El apeló entonces en

La falta misma de la presencia de Jehová le preocupó a Moisés y lo animó a elevar tres peticiones.

La primera petición, 33:12-14. Moisés no conocía la ruta ni el territorio desde Sinaí hasta Canaán. Debido a la instrucción del Señor de subir a la tierra prometida (33:1), quería saber quién iba a guiarles: Ahora, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor muéstrame tu camino… considera también que esta gente es tu pueblo (vr 13) La respuesta inmediata vino cuando el Señor dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso (v. 14)

La segunda petición, 33:15–17. La segunda petición de Moisés demuestra una vez más su grandeza y su identificación profunda con el pueblo. Moisés quería tener la seguridad personal de la presencia divina, pero quería que el pueblo la tuviera también.

Únicamente con la presencia de Jehovah podría Israel llegar a ser una nación diferente, un pueblo especial entre todos los pueblos… un reino de sacerdotes y una nación santa (19:5, 6)

En respuesta, Jehovah dijo a Moisés: "También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia ante mis ojos y te he conocido por tu nombre " (v. 17).

La tercera petición 33:18–23. Para una confirmación de la palabra recibida, Moisés le dijo: Por favor, muéstrame tu gloria (v. 18).

En el capítulo se indican cuatro palabras diferentes que significan la presencia del Señor:

1. Un ángel de Dios (v. 2; ver el ángel de Jehovah), 2. La presencia de Dios (vv. 14, 15, 20; lit., El rostro de Dios), 3. El nombre de Dios (v. 19), 4. Y la gloria de Dios mismo. (vv. 18, 22).

El Señor accedió al tercer pedido de su siervo; sin embargo, lo hizo de acuerdo con el designio divino, y en ello había un propósito didáctico tanto como una afirmación de la presencia divina. Moisés no vería el rostro de Dios: No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre me verá y quedará vivo (v. 20). Moisés quería ver la gloria plena del Señor. A veces el rostro simbolizaba la persona total o el encontrarse con una persona (ver Gén 32:20: verle literalmente es ver su rostro). El no ver el rostro de Dios significaba que Moisés no podía conocerle absolutamente ni quitarle lo misterioso. No podía entender la profundidad de la naturaleza de Dios. Aunque tenía el privilegio de hablar personalmente con Dios, no podía conocer a Dios como Dios lo conocía a él Entonces Dios escondió a Moisés en una hendidura de la peña (v. 22) y lo cubrió con su mano hasta que hubo pasado la gloria divina, y dijo: Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas. Pero mi rostro no será visto (v. 23); no vio el ser mismo de Dios (ver Juan 1:18).

No obstante, la gloria presente del momento estaba ligada estrechamente con la bondad, el nombre, la misericordia y la compasión del Señor ya revelada (v. 19). ¡PENSEMOS! Es notorio que el hombre que mejor había conocido a Dios por haber sostenido una relación “cara a cara” haya tenido este deseo profundo de conocerle mejor. Este deseo ha sido característico de todo varón de Dios a lo largo de la historia. David describió su sed de conocerle mejor (Salmo 42:1–2) como la sed del ciervo que anhela acercarse al río para beber. Pablo también expresó este deseo (Filipenses 3:7–10). ¿Qué nos enseña el ejemplo de estos grandes barones de Dios? ¿Qué debemos anhelar nosotros? ¿Qué pasos específicos podría dar para gozar de esta comunión hoy?

La gloria de Dios. (kabod),

Dios revela su presencia con su poder, honor y santidad; no obstante, a la vez que se revela, el Señor se esconde. La gloria significa el peso, el honor o la riqueza de una persona.

En Exodo la gloria de Dios se manifiesta como un fuego o como la nube que se envuelve (se revela y se esconde):

La gloria de Jehovah posó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días…y la apariencia de la gloria de Jehovah en la cumbre del monte era como un fuego consumidor ante los ojos de los hijos de Israel (24:16, 17; ver 16:7, 10; 19:18; 40:34; Lev. 9:23; Núm. 14:10; 20:6; Zac. 2:5).

La gloria era el testimonio de la presencia del Señor; había más de ella de lo que se veía. La capacidad humana está limitada para comprenderla y Dios manifestó lo necesario de sí mismo para cumplir con su propósito. La revelación progresiva no fue un proceso evolutivo del hombre para descubrir la verdad de Dios, sino fue un proceso de la gracia divina por la cual el Señor se manifestó al hombre de acuerdo con su sabiduría divina a la luz de las limitaciones humanas.

Siempre hay más que conocer acerca de Dios que lo que se ha experimentado. En esto se encuentra la profundidad inagotable y la esperanza de caminar con el Señor de la gloria.

La enseñanza era fundamental: Nadie verá a Dios cara a cara en este mundo; nadie lo conocerá completamente; Dios siempre será mayor de lo que la comprensión humana puede captar; Dios se revela y se esconde a la vez. Siempre hay más que conocer acerca de Dios que lo que se ha experimentado. En esto se encuentra la profundidad inagotable y la esperanza de caminar con el Señor de la gloria.

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LA SED DE CONOCER MEJOR A DIOS ES LA SEÑAL DISTINTIVA DEL VARON DE DIOS

LA CONFIRMACION DEL PACTO (Éxodos Cap.34) Una vez resuelto el problema de la desobediencia de Israel y de haber recibido la promesa de Dios de acompañarles nuevamente en su marcha, Dios confirmó Su pacto. Moisés preparó nuevas tablas de piedra en las cuales se escribió la ley de Dios. Moisés quedó impresionado ante la misericordia y la fidelidad de Dios, al ver de nuevo la manifestación de la presencia de Jehová y la restauración de Sus promesas y leyes para Su pueblo. Moisés permaneció otros cuarenta días en la cumbre del monte de Sinaí mientras se escribía la ley y quedaban plasmadas las palabras del pacto (34:1–28). Cuando Moisés descendió del monte, su rostro tenía un resplandor. Quienes lo vieron se atemorizaron. Después de comunicar las instrucciones de Dios al pueblo, Moisés se cubrió la cara con un velo. El apóstol Pablo indica que el propósito del velo era para que no se percataran de que el reflejo de la gloria de Dios se iba desvaneciendo a medida que Moisés caminaba entre ellos. La revelación de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Moisés, resultado de su comunión con Dios, impresionó a los israelitas. ¡PENSEMOS! Este pasaje nos muestra la severidad de las consecuencias de la rebelión en contra de las disposiciones de Dios. Para proteger a todo el pueblo de la destrucción, Moisés intervino y Dios sólo juzgó a quienes estaban directamente involucrados. No se puede jugar con el Dios que creó el universo y salir ileso. A pesar de todo, la misericordia de Dios se manifestó hacia Su pueblo mediante la restauración de Su comunión con ellos. De cualquier manera Dios les perdonó su pecado y volvió a confirmar Su promesa. Volvió a darles Sus normas divinas para que pudieran tener acceso a Su bendición. ¿Qué enseñanzas podemos desprender de la experiencia de Israel en esta ocasión? ¿Cuál es el impacto que causa en su propia vida? ¿Cuál deberá ser ahora su actitud hacia los mandato de Dios?

Queda claro que los israelitas no tomaron la ruta normal desde Egipto a Canaán, llamada con algo de anacronismo «el camino de los filisteos» (Ex. 13:17).

Esta ruta se iniciaba en Sile (actual el-Qantara), corría paralela a la costa y llegaba hasta Canaán en Gaza (ver mapa). Como esta era la ruta regular del ejército egipcio, con fuertes y puestos de abastecimiento en intervalos forzosos, habría significado el enfrentamiento seguro con las tropas egipcias (v. 17b).

En cambio, los israelitas tomaron el «Camino del desierto» (v. 18) y después de cruzar el Mar de Juncos, entraron en el «Desierto de Shur» (15:22; Nm. 33:8), que por otras referencias se sabe que se situaba en el noroeste de la península de Sinaí, al este de la región entre los lagos Timsah y Menzaleh. Desde allí avanzaron vía distintos sitios hasta el Monte Sinaí.