El Amor de Las Abejas

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El silencio de las colmenas consigue que un padre escriba a su hijo con el que rompió y se distanció. Sumérgete en la relación de una familia rota en un contexto de confusión y completo caos (la desaparición de las abejas, la quiebra de bancos, la manipulación de los alimentos...)Un dibujo sobre lo esencial: La esperanza que late dentro de nosotros.

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Miguel Ángel Mendaro Johnson

EL AMOR DE LAS ABEJAS

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© Del texto: 2013, MIGUEL ÁNGEL MENDARO JOHNSON© De las ilustraciones y portada: 2013, MIGUEL ÁNGEL MENDARO JOHNSON

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Un cumulonimbo de hormigas.Grietas en la colmena.

Jamás miraré una nube con los mismos ojos. ¡Jamás! La vida nada por ellas. Eso leí hace un par de días en un artículo, en un estudio científico de esos. Donde antes sólo se creía que había partículas de polvo, hoy, ¡hay vida!

Hallan vida en una nube

¿Lo imaginas? Releo el titular y miro el cielo estupefacto, boquiabierto. Veo una nubecilla blanca, la única, inhibida por el esplendor del cielo azul. Habrá tormenta. Sí. Y un pensamiento lleva cosido otro y, a pesar de que hoy es un día tristísimo, la idea de la vida danzando en las nubes me hace, de alguna forma, reír. ¿Por qué? Oh… ¿es que no recuerdas el día que llovieron hormigas? Ese día habíamos empezado a construir la colmena.

Viniste corriendo con varias bolas de granizo recogidas en un cubo de plástico amarillo. Dentro de ellas, congeladas, estaban las hormigas. No te tomé en serio, creí que, no sé de qué manera, ¡las metiste tú! Al fin y al cabo eras un niño lleno de imaginación, buscando captar mi atención a todas horas. Aunque minutos más tarde, en el jardín, vi que tenías razón. Había hormigas congeladas en cientos de bolas del tamaño de una pelota de golf. Nunca más supimos de eso. Preferimos imaginar en lugar de razonar. Tú, que había hormigueros en las nubes.Yo, que una tormenta sopló con tal violencia en el suelo que elevó miles de hormigas a lo alto que fueron absorbidas por un enorme cumulonimbo y, las pobres criaturas, una vez dentro, se congelaron, convirtiéndose en granizo en un baile. ¡Como quisiera quedarme en la magia del pasado!Nunca hubiera imaginado que el último trecho de mi existencia lo acabaría en esta casita, en la más absoluta soledad, cuidando de las abejas que tuviste que abandonar, acompañado del fantasma de tu madre. Comiendo de un huerto para sobrevivir. Bebiendo de un pozo.Cómo explicártelo. ¡Cómo! Es tal el odio… un odio punzante que siento enraizar en el pecho, retorcerse, estremecerse y dañarme. Fueron tus abejas las que, durante todos estos años, nos maravillaron, distrajeron, HECHIZARON. Y hoy no hay rastro de ellas. Por eso hoy es un día tristísimo.Todas, absolutamente todas, se han marchado.No sé dónde estarán.No hay nada en la colmena. Ni en los alrededores. ¡Ni siquiera un cadáver!

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El hechizo ha desaparecido. Sin abejas, oh, ¡dónde están nuestras abejas! El eco de un trueno resuena en la colmena. La nubecilla se ha alimentado de hormigas y es un gran cumulonimbo. Va a llover en breve. Ojalá granice. Esperaré ansioso. Me recojo en mí mismo. Es hora de desabrocharse el corazón.Quizá lluevan abejas. Quizá.

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El árbol resfriadoY el baile del huerto

Amanece limpio. Los tomates del huerto tienen un tono de rojo distinto al que vestían ayer. Desabrochado el corazón, me siento en la hierba húmeda junto a Angus y cierro los ojos para oler el sol. La fragancia de la lavanda se amplía por las gotas de lluvia y el sol que la derrite reventándola, sacudiendo escondrijos cuya existencia desconocía y alterando mi estructura.Silbo.La tierra está empapada y en este bello día debería de haber cientos de abejas danzando celebrando la luz.

El misterio de la desaparición de abejas:Un confuso fenómeno

La carne se me pone de gallina y siento repelús. Le he comentado a tu madre que las abejas se han esfumado de nuestra colmena y que por lo visto, en la comarca, también. Arqueó la ceja incrédula y me culpó atribuyéndolo a mi apatía. Si se han ido, es por ti. No me apetecía en absoluto discutir con ella y me centré en el titular del periódico. Siendo honesto (y conociendo al redomado sin escrúpulos de ojos taciturnos que lo escribió) hubiera preferido uno diferente, un encabezado romántico y poético:

Colmenas en cirros.

Hmmmm, tengo la corazonada de que las abejas nos han abandonado, como si hubieran renunciado, como si ya no hubiera en esta tierra motivos para quedarse. No las culpo, la comarca entera está repleta de idiotas.Escucho un estornudo violento. Angus ladra al sauce y oímos otro todavía más intenso. Se nos ha resfriado el sauce. ¿O es el manzano? ¿Qué crees tú Angus? Sí, sí; ¡Ah! Va a ser el sauce. Retomo la melodía silbando y me interrumpe el timbre de una bicicleta. Del polvoriento camino surge un individuo corpulento pedaleando su bicicleta agitando la mano. No saluda, ansía captar mi atención. Me acerco hasta él para ver qué demonios quiere. Preparo el escudo anti-idiotas.¿Lo ha oído?¿El qué?Esos estornudos. No hay pulmón humano que…Sí, sí, desde luego que lo he oído. Se me ha resfriado el sauce. Concretamente, ése.

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Oh, una irresponsabilidad por su parte ─me comenta el individuo corpulento que de repente se me antoja familiar─ ¿sin pesticida, verdad? Espero que se recupere y no contagie al resto de su jardín. ¡Sería una tragicomedia!Por supuesto que lo hará, es un árbol grande; y es sólo un puñetero resfriado. (¿Tragicomedia?)¡Salud, pues!¡Salud! ─ exclamo─ ¿Y qué le trae por aquí? Este camino es privado. Privadísimo.Salí a dar una vuelta en bicicleta. Al ver el caminito que conduce a su casa al borde de la carretera recordé que fui tutor de su hijo Pablo en la escuela. ¿Me equivoco? Si no recuerdo mal, esta era su casa. En efecto─ respondo cruzado de brazos y de golpe le recuerdo─. Aquí creció el pequeño Pablo. ¿Y qué tal se ha portado la vida con él?Pues magníficamente. Un hombre de éxito. ¿Conoce el banco del centro?¡Oh, sí! ─ se le infla el pecho─ Por él poseo una fantástica casa.Pues ese banco es suyo. Bueno, y quince más en el resto de la comarca.Me alegra saberlo. Era muy avispado el chaval.Demasiado. Ahora podría decir que no tanto. Nos ha olvidado como uno olvida a un trasto viejo. ¿Quiere unos pepinos? ─ pregunto para cambiar de tema y evitar hablar mal de ti.Gracias, los aceptaré con gusto.Por favor sígame. El sauce estornuda tres veces seguidas a nuestro paso y el profesor se cubre con la corbata abriendo los ojos como platos, espeluznado. Caminamos hacia el huerto mientras silbo una melodía romántica que se me ha quedado atascada. Al abrirnos paso se oyen unos gritos. El huerto entero detiene su baile a excepción de un pepino y una planta de apio que continúan abrazados bailando. El profesor se muestra indignadísimo y escandalizado.Esto sucede por no tratar su huerto con pesticida. Inadmisible. ¡Y luego se preguntan dónde están las jodidas abejas! ¿Pues dónde van a estar, coño? Vamos profesor ─ comento con tono de guerra─, no meta a las abejas en esto. Diga lo que quiera, que llevo un escudo anti-idiotas. ¿Me está llamando idiota? ¡Como osa llamarme idiota a la cara!¡Pues osando! ─ explico a desgana como quien intenta razonar con un gato ─ Hágame un favor, pequeño, pequeñísimo. Si no quiere mis pepinos coma los que venden de plastilina en el supermercado del pueblo. Ya sabe dónde está el camino de salida. Así que, ¡largo!No me extraña en absoluto que Pablo les haya olvidado. ¡Menudo payaso que es usted!

¿Te puedes creer lo que me ha dicho el muy gilipollas? Le pego un puñetazo. Y corre desabrido a por su bicicleta. A ver quién se cree ese tal profesor para venir a juzgarnos a tu madre y a mí. ¡Hijo de puta! ─me grita─. ¡Hijo de la gran puta!¿Qué sucede? ─ prorrumpe tu madre con preocupación desde el porche al oír los gritos y una cebolla en la mano que debía de estar cortando.Ese cara dura que viene hasta aquí con el pretexto de conocer a Pablo y nos critica como padres y que… ¡No le gusta que el pepino baile con el apio! Tu madre se exaspera. Y es que como sabes ciertos temas la irritan. Crispada, lanza la cebolla al profesor que pedalea despavorido.

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Tu madre tiene una puntería desastrosa. La sonrío pero no me devuelve el gesto. Algo hicimos mal contigo y no me lo perdonará jamás. Y caen copos de nieve como plumas de gaviota. Es primavera.

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La geometría de las abejas Y la plastilina

Estoy dispuesto a llegar a la raíz.

Angus se levanta y vuelve a ladrar inquieto hacia la colmena. ¿Habrá vuelto el profesor? ¿Estará rociando las plantas de pesticida para convertir el huerto en uno de plastilina? ¿O habrán regresado las abejas? Oteo excitado entre los arbustos y no veo lo que busco. Me quito las gafas y tampoco. ¡Coño! Olvido que el pobre Angus muchas tardes ladra a tu recuerdo y duele verle cómo te espera. Es viejo y lo dice con el corazón. Me quiebra el pecho con esos ojos.

Para serte íntimo y sincero, me duele que te hayas vuelto de piedra. O de hielo. O de mierda. ¿Cómo se te ocurrió? ¿Qué parte de ese cerebro mal aprovechado se te iluminó?Reclamarnos por carta la parte de la casa que según tú, te corresponde, nos destrozó como nadie puede romper la estructura de un ser humano. Sí, sabemos que eres el gran dueño del banco y que nos compraste (lo que en un principio era un regalo) lo que quedaba por pagar de la jodida casa. ¡Bendita la hora! Si lo llego a saber, jamás, jamás lo hubiera aceptado. ¿Cómo puedes querer echarnos de nuestro propio hogar?No lo comprendo ni lo comprenderé.

Manipulado y maquillado, es asqueroso. Tu madre jamás se recuperó de tu ausencia y tu cambio. Desde entonces ella y yo nos hemos distanciado tantísimo que habría que caminar a Júpiter y volver para cubrir esa distancia. Somos dos extraños en la misma casa que se culpan con la mirada de haberte dado esa forma que hoy fulguras. Pienso, reflexiono y discurro. No voy a escribir lo evidente. No te odio ni lo haré, ¡eres mi hijo! Sin embargo es extraño. Tú, eres tú, allí donde estés hoy. Y luego existe esa imagen tuya que ha quedado y crecido dentro de mí, como un espejo. Al desaparecer tú esa imagen no se fue contigo y se ha desarrollado dentro de mí independiente. Muda formas, muta. Alimentada por mí, eres un auténtico desalmado y cínico, hecho de plastilina por y para un mundo de plastilina.

De nada sirven estas emociones que avivan ácido. Un ácido férvido que roe y carcome los tejidos del alma y quebranta los huesos.

Angus mueve el rabo y se acurruca junto a mí. Le acaricio. Me ha traído un limón para que se lo tire. (¡No es un limón de plastilina!) Me acaba de recordar la simpleza de la puta vida, que, no es otra cosa que VIVIR cada nanosegundo de ella. ¿Simple, a que sí? Sin más dilación, ¡debo tirar limones a Angus, mientras tú, pedazo de cabrón, avivas la estructura de la plastilina!

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Oh, hijo mío… Empieza a hacer frío. He escrito auténtico veneno contra ti, tus ideas y... qué importa. Qué importa ya. Angus se abrochó hace cuatrocientas ochenta y dos palabras. Es una criatura inteligente y se ha protegido. ¿Sabes una cosa de la que me he percatado hoy? Hace seis años casi que tu madre no desabrocha el suyo. He de reconocer que un poco de culpa es mía. Y se ha empezado a poner de un color verde. Quiero abrigarme el corazón pero no puedo abrocharlo. La pelea con el profesor y estas palabras han roto los botones que lo protege. ¡Qué faena! ¿Verdad?Atardece dentro y fuera. Los pensamientos se me estiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiran, ¡son elásticos!

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La miel de coloresSiete asteroides y el olor del espacio

Esta noche de primavera me has hecho un regalo. Salgo al jardín nevado e indago en millones de estrellas. Me pica el pecho. Joder; ¡siento escalofríos!Y escarbo en el cielo, como hace Angus en la tierra cuando entierra limones.No quiero que, si algún día decides leer esto, lo hagas en tu oficina, viendo de reojo cómo tu dinero se infla o se desinfla. Turbado por cosas frívolas y estúpidas. Es obligatorio que lo leas en un lugar extraño, un enclave tan inhóspito que altere tu estructura.Esto no es nada fácil para mí, no lo es. Puesto que el corazón está desprotegido, qué narices, ahí va mi confesión:Lo que te voy a contar debió ser real. Es inesperado. ¡Asombroso! ¿Cómo es posible olvidar un sentimiento extraordinario como éste?

Te resultará difícil creerlo, pero ciertamente, me importa una mierda. Recuerdo cómo olía el mismísimo espacio (por haber estado allí. ¡Ja! ¿Cómo te quedas?). Debe de ser más de media noche y la hierba se mete entre los dedos de los pies y me conecta con la esencia de las estrellas y la Luna. Te lo explicaré: cuando era niño, tenía un vehículo con el que solía viajar. En uno de los viajes, decidí llevarme unas cuantas abejas lideradas por una gran reina en un bote viejo de cristal azul. Zanjé aterrizar en un grupo de siete asteroides de disímil tamaño, más allá de la Luna. El más pequeño podría equipararse a una casa y el más grande, a un edificio de seis pisos. En uno intermedio construí lo que sería mi primera colmena. Al no haber flores en las rocas circundantes, las abejas espabilaron y recolectaron una sustancia semejante al plancton. En cuestión de horas, tuve miles de abejas que zumbaban. Y la miel se tiñó de colores. Matices que sólo podían verse con ojos de abeja.

Oler el espacio y saborear la miel de plancton de estrella trajo otro recuerdo adherido: El de mi padre sacudiéndome a guantazos para que dejara esas fantasías y aquellos viajes.

Tuve que abandonar a las abejas y ser uno más, como el resto de títeres. De hecho, mi padre lo hizo tan bien que las había olvidado por completo. Hoy tu abuelo se pudre en una residencia. Siempre me ha dicho que lo único que he hecho bien en esta vida has sido tú. Nunca le gustó tu madre. Nunca le gusté yo. Pero verte convertido en lo que eres le llena de pedantería. Y yo a estas alturas, roto como estoy por dentro, no entiendo nada.

En el espacio dejé abandonada a su suerte a mi primera colmena. Y esta noche escudriñando las estrellas me pregunto si aún seguirán allí arriba alimentándose de plancton.

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Se me escurre una lágrima. Dos, tres. Es incontrolable. Enfoco en el cielo y escarbo en él para enterrar un par de limones a la izquierda de las Pléyades. Llegó el momento de hacer crecer limoneros para algún día recolectar limones.Por tu madre, porque ella me completa. Por ti, hijo. Porque aquellos ojitos avispados sin contaminar hacían cosquillas al mundo.Por tu abuelo. Porque algún día tendrá que jugar con limones, le guste, o no.

Todo esto, algún día. ¡Algún día!

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El viento de Angus

Han pasado tres días. La nieve se derritió por el calor interno de las flores.Me he quedado dormido en la hamaca balanceado por el rumor de los árboles relamiendo la agriada miel de colores bajo la sombra del sauce resfriado. Lo hice con Angus que vino para acurrucarse encima de mi pecho. ¡Eres todo un trasto, coño! Le grité, anda ven aquí, no me mires así, eres un maestro cuando me quieres hacer sentir culpable. ¿Eh? Ven, que te cojo. ¿Te aburre el limón? ¿No quieres jugar ya con el limón? ¡Si lo has destrozado! El zumo salía de las dentelladas y yacía rechazado.

Una brisa intensa, cálida, sopló. Me desperté estremecido y atontado, como si hubiera dormido durante siglos. Tres limones sacudieron el suelo casi al unísono. Angus no reaccionó ni ladró. ¿Angus? Eh, pequeño. ¿Angus? ¿Aaaaaangus? Oh, no, no. El viento se lo había llevado. Lo robó arrancándolo de mi pecho en silencio, a hurtadillas. Si no me hubiera quedado dormido puede que me hubiera dado tiempo a engancharlo para que no volara. Todo lo que queda de Angus es su cuerpo inerte acurrucado en mi pecho. Llevo llorando toda la tarde.

No sé cómo decirte esto Patricia─ le dije a tu madre─ Angus, Angus…¿Se ha muerto, verdad? Mis ojos se encharcaron. Los de tu madre, contagiados, también. Era viejo, ya le tocaba, dije como si supiera de lo que hablaba. Hace dos horas jugábamos con esos limones… En lugar de abrazarnos para sofocar el dolor, ella salió de la habitación y se sentó junto a la chimenea. En ese instante pensé en voz alta: No sé si busco consuelo en creer que cuando me pidió subir a la hamaca se despidió de nosotros. No entiendo cómo, si se iba a morir, movía su rabo antes de quedarnos dormidos. Quizá sabía que llegaba su hora. Y estaba tranquilo porque se iba a una nube. ¡Deja de decir gilipolleces! ─me contestó tu madre en cólera─. Que si granizan hormigas, ¿crees que no te he leído? Luego que si la colmena se muere y las abejas nos abandonan porque el mundo se ha vuelto de silicona o plastilina o algo parecido, que nuestro hijo es un cínico y ahora metes a Angus. ¡Angus! El último recuerdo vivo del buen hacer de Pablo. La única criatura que estaba dispuesto a perdonarle porque jamás se enfadó con él. Hazme un favor y lárgate de aquí.Patricia yo…¡Fuera!No, no me puedo ir. No sé adónde ir.¡Que te largues!

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Me acerqué a ella y la envolví con mis brazos. Saltamos en pedazos, añicos, como dos materiales químicos que no deben mezclarse. Abrazados susurré en su oído cómo le había dado las gracias a Angus cada día por cultivar que el viento huele a limón cuando le apetece y que hay que procurar olerlo, olerlo hasta que penetre en las entrañas de uno y se impregne en la sangre para recorrer el cuerpo desgarrándolo.

Así de fácil.

Enterramos a Angus bajo su limonero. ¿Sabes una cosa Pablito? Hoy tu madre me ha vuelto a sonreír a medio camino de vuelta de Júpiter. Juntos hemos recordado los libros del césped.

¿Qué es un libro del césped? Es que acaso… ¿Los has olvidado?Lee y recuerda.Salgo al jardín. Me dejo caer en la hierba que está caliente. Leo entre brote y brote y bosquejo una mueca feliz. Tu madre siente envidia y se reúne conmigo tumbándose a mi derecha. Desabrochados nuestros corazones nos reunimos donde nunca, nunca, debimos separarnos.Y ahora sopla un viento de limón que revuelve y despeina nuestras melenas.¿Puede ser que… soplen limones? me pregunta tu madre. Y me descojono. Se lo contagio a ella. Nos reímos con dolor. Esa risa que hace que te duela el estómago y se te salten las lágrimas. Hacía tanto que no reíamos así…

Caímos embotados durante días hasta que una mañana de un viernes el Sol se despertó guerrero.

CONMOCIÓN Y CAOSEl banco central quiebra

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Vampiros, zombies.El circo de la humanidad

Tu madre y yo estamos horrorizados. Acojonados por este titánico y estrambótico circo de los horrores que ha venido a instalarse de repente. No soy nadie para entrar a juzgar ni quiero ensuciar esto que escribo, pero es que no puedo evitarlo: ¡Entren, pasen y vean a personas desmenuzarse por SU dinero!Los zombies se despiertan arrancando sus extravagantes atavíos después de años absorbidos por sus teléfonos móviles, perfiles virtuales, videoconsolas y televisores. Hemos sido unos imbéciles obtusos. Sí, obtuso es la palabra perfecta. Y los vampiros quieren su dosis de sangre. Es patético.CALAMITOSO. Es como si… como si todo esto se hubiera programado y urdido de antemano. Una pizca de teatro esperpéntico hay. No sé cómo explicártelo. Se ha tocado el jodido dinero, convirtiéndolo en lo que es en realidad (¡papel!) y la gente se ha vuelto histérica.

Soy incapaz de digerir la importancia y el calado de este giro brusco y caigo inmediatamente después que detrás de parte de este sinsentido estás tú, Pablo. ¿Lo has hecho adrede? Lo dudo. Tú no eres más que otra marioneta de este nauseabundo circo. No obstante, la multitud te quiere a ti. Ansía ver tu sangre derramada, cortar tu cabeza. Los zombies y vampiros van a por ti para aquietar su incertidumbre, y, a pesar de todo el mal que nos has causado, del daño irreparable en nuestros maltrechos corazones, espero que puedas escapar. Me aterra la idea de verte sufrir.Hijo, la comarca, e incluso por el efecto contagio me atrevería a decir que el mundo que conocíamos, parece desmoronarse. Me mortifica la idea de que jamás leerás esto. Y me pregunto si tiene sentido que siga escribiéndote. Tu madre me dice que siga, que continúe y no me detenga jamás. Lloro porque no te despediste de Angus. Por los cumulonimbos de hormigas. Por el eco de las colmenas.¡Huye, por lo que más quieras! ¡Ah! Demasiado tarde. Una voz oscura en la radio me solidifica el corazón:

Le tenemos. ¡Lapidémosle!

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El asteroide que camina mudoEntre limoneros

Debe ser un golpe de suerte, un giro del destino o que todavía queda compasión en lo más profundo de nuestra especie. Te has librado de una muerte aterradora. Y me alegro por ti. Es la inminencia de un cataclismo lo que nos ha dejado a todos turbados y con las palabras obstruidas en la boca.

Un asteroide impactará mañana.

Silbo una melodía de limoneros sembrados en el cielo cuyas hojas se mueven por el paso errante de un asteroide. ¿Puede ser que, sin más, este sea el final? Reina el silencio propio de una nube. A nadie le importa que las abejas renunciaran al mundo o que la comida de plastilina nos estuviera quebrantando la estructura del alma o que viviéramos tergiversados en una sociedad hipócrita de mentira. ¿Quién cojones había creado todo esto? Yo sólo tengo memoria desde los cuatro años de edad. El resto, me lo han contado y me lo he medio creído. Oh, qué iluso fui…¡Valiente desfachatez! ¡Pero qué importa! Hoy, a las 14:57, todo resulta insubstancial sabiendo de buena tinta que la probabilidad de que desaparezcamos de un plumazo es altísima. Una bombilla de compasión se ha encendido en casi cada persona.Viven desabrochados, con el corazón al aire.A tu madre y a mí nos ha entrado una urgencia de dejar todo arreglado antes de que ese asteroide nos rompa en billones de pedacitos. Y se estima que lo hará mañana. Imagino “El Amor de las Abejas” (que es el nombre de esto que te he escrito) destrozado por el asteroide. ¿Algún día, alguien, tendrá paciencia de recopilar los pedazos de este texto y unirlos dándole un sentido?Tú, sí, tú eres una espina clavada. Cuando íbamos a salir a buscarte, apareciste como un espectro por el camino. Pero tal es tu porte que no te alcanzamos a reconocer.¿Quién eres, Pablo, quién eres? Tu madre te abraza, yo te abrazo… ¿Por qué no nos devuelves el abrazo?

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El juego de las nubes

No has dicho ni una palabra desde que has llegado. Estás roto por dentro, lo veo.

Es muy probable que esta sea nuestra última mañana en el mundo y que esta sea la última página de esto que he escrito y te he dedicado. Me siento bien. Raro, pero bien.Después de todo, he hecho lo que he querido, he amado y reído hasta doler y he escrito lo que debía decirte. Casi siento una especie de alivio (dentro de una pena y angustia tremendas) que un asteroide vaya a barrernos. Es como una limpieza cósmica. ¿Cómo llegamos a cagarla? Si tuviéramos otra oportunidad, ¿qué haríamos? ¿Seríamos tan idiotas de volver a caer en los mismos errores? Seguro, seguro…

El asteroide ha entrado en la atmósfera. Un brillo cegador quema los ojos. Tras de sí, deja una estela de colores variopintos y sublimes. Lo que queda de él continua su trayectoria hasta desvanecerse detrás del horizonte. No sé si habrá colisionado en algún lugar del planeta. Tu madre me ha dicho que es probable que se haya desintegrado antes de tocar la superficie. El limonero estornuda.Nos miramos estupefactos y grito: ¡El sauce se ha curado! Tu madre pregunta y exclama: ¿Seguimos con vida? ¡Seguimos con vida! Miro atónito la hermosura de la estela humeante que ha dejado el asteroide a su paso. Huelo a plancton de estrella y me resulta íntimamente familiar.

Cuando busco tus ojos, Pablo, una explosión nos tumba en el suelo con violencia y de ella irrumpen abejas cayendo del cielo. Después vuelan entre las nubes. Tres de ellas se han instalado en nuestra colmena. Son criaturas del tamaño de un puño. Tu madre me mira incrédula. Son… ¿abejas? ¿Esas abejas tuyas del espacio?Me encojo de hombros con la misma incredulidad.Me miras con una llamita ardiendo en tus ojos y por fin decides hablar: Papá, esa colmena es demasiado pequeña. Puede que debamos construir una nueva para estos seres de otro mundo. Y mencionas por primera vez el amor de las abejas.Aunque apenas te escucho. ¡Quiero jugar en las nubes! Al final era cierto. Hallan vida en una nube…

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