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DON FRANCISCO ALVAREZ SEISDEDOS, IN MEMORIAN * por FAUSTINO GUTIERREZ-ALVIZ Y ARMARIO El 10 de mayo de 1956 ingresaba en nuestra Corporación D. Fran- cisco Alvarez Seisdedos quien pronunciaba como di scurso de recep- ción el intitulado «El movimiento bíblico en Sevilla durante el siglo XVI». Sacerdote, Lectora! de la Santa Igle sia Catedral Metropolitana, venía a cubrir la plaza que había ocupado hasta su fallecimiento el también miembro del Cabildo Catedralicio D. Manuel Carrera Sa- nabria. En tal gozosa ocasión contestó al nuevo Académico el muy emi- nente capuchino Fray Serafín de Ausejo, y para quienes quieran valo- rar suficientemente los méritos que ésta Real Academia Sevillana de Buenas Letras tuvo presente para escoger al Sr. Alvarez Seisdedos como uno de sus elegidos, bastaría con releer sus ponderativos juicios y la reseña de s us méritos y calidad de su obra, en la que destacaba su trabajo sobre «La teoría antioquena». Pero, en esto s momentos, cuando con ocasión de su fallecimiento en el pasado curso académico, nos reunimos los compañeros de aca- demia para evocar su obra y rememorar su figura, a 36 años de la fec ha de su recepción, sería quizás más oportuno tener presente la la- bor efec tuada en tan amplio espacio de tiempo en el seno de ésta docta casa. Tal vez sería lo más acertado por mi parte, antes de seguir adelan- te, declarar anticipadamente que me mostraría conforme con cuanto * Discurso leido en la sesión necrológica dedicada a D. Francisco Alvarez Seisdcdos, el 13 de Noviembre de 1992.

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DON FRANCISCO ALVAREZ SEISDEDOS, IN MEMORIAN *

por FAUSTINO GUTIERREZ-ALVIZ Y ARMARIO

El 10 de mayo de 1956 ingresaba en nuestra Corporación D. Fran­cisco Alvarez Seisdedos quien pronunciaba como discurso de recep­ción el intitulado «El movimiento bíblico en Sevilla durante el siglo XVI».

Sacerdote, Lectora! de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana, venía a cubrir la plaza que había ocupado hasta su fallecimiento el también miembro del Cabildo Catedralicio D. Manuel Carrera Sa­nabria.

En tal gozosa ocasión contestó al nuevo Académico el muy emi­nente capuchino Fray Serafín de Ausejo, y para quienes quieran valo­rar suficientemente los méritos que ésta Real Academia Sevillana de Buenas Letras tuvo presente para escoger al Sr. Alvarez Seisdedos como uno de sus elegidos, bastaría con releer sus ponderativos juicios y la reseña de sus méritos y calidad de su obra, en la que destacaba su trabajo sobre «La teoría antioquena».

Pero, en estos momentos, cuando con ocasión de su fallecimiento en el pasado curso académico, nos reunimos los compañeros de aca­demia para evocar su obra y rememorar su figura, a 36 años de la fecha de su recepción, sería quizás más oportuno tener presente la la­bor efectuada en tan amplio espacio de tiempo en el seno de ésta docta casa.

Tal vez sería lo más acertado por mi parte, antes de seguir adelan­te, declarar anticipadamente que me mostraría conforme con cuanto

* Discurso leido en la sesión necrológica dedicada a D. Francisco Alvarez Seisdcdos, el 13 de Noviembre de 1992.

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hemos de escuchar de quien, con mayor autoridad en la función juzgadora, ha de valorar los aspectos todos en la vida humana y aca­démica de nuestro compañero. Pero, como he tomado la palabra en acatamiento de lo dispuesto por el Sr. Director, si me callase sentirla dentro de mí el reproche de ingrato, pues, debo y debemos todos, un tributo de admiración al compañero ejemplar que hasta su fallecimien­to supo mostrarse como un arquetipo académico, que no fue un visi­tante observador y comentador de nuestras cosas sino que contribuyó con su esfuerzo a la diaria labor académica y con su obra al prestigio de nuestra Corporación.

Ciertamente que por encima de su ejemplaridad académica debe­ríamos comenzar recordando su ejemplaridad de sacerdote, porque, pensando como él pensaba, el mejor homenaje a su memoria tal vez sea exponer a cuantos no le conocieron las razones por las que le pudiéramos denominar o llamar sacerdote ejemplar.

Alguien ha escrito que ha de tenerse por ejemplar a los sacerdo­tes cuya actividad en el mundo se cifra ante todo en estos dos empe­ños: lograr, amando a los hombres, que éstos se amen verdaderamente entre sí, y con el ejemplo y la palabra, al margen de las varias instan­cias coactivas del mundo, el poder y el dinero a la cabeza de todas, mover a quienes le rodean al ejercicio de abandonar alguna vez las seducciones y las urgencias de tejas abajo, para enfrentarse responsa­blemente con aquéllo que conceda primer fundamento y otorgue últi­mo sentido a la existencia de cada cual.

Cierto, que ese modo básico o genérico de ser sacerdote, siendo tan necesario como suficiente para dar ejemplaridad al sacerdocio, se realiza en el mundo según distintos modos o caminos, y estos hace que el sacerdote pueda ser social y cristianamente ejemplar según pautas operativas muy diferentes entre sí.

Entre las diversas pautas operativas, qué duda cabe que, en primer término, aparece la intelectual, al lado de la socio-económica y la ar­tística. Según la primera, la ejemplaridad del sacerdote podrá especi­ficarse como teólogo, escriturista, filósofo, etc. y consistirá en ofrecer todo lo eficaz y todo lo ejemplarmente que él pueda las razones filo­sóficas e históricas por las cuales su personal manera de entender el fundamento de la existencia humana -el Dios personal Uno y Trino­y la raíz viva del amor a los hombres que él siente y promueve, - Dios amor-, son plausibles para cualquiera.

La trayectoria sacerdotal del académico fallecido cristalizó intelec­tualmente en la sólida información escriturística y teológica que le

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pennitió acceder a la dignidad de Lectoral en el Cabildo hispalense. Pero su ejemplaridad había de extenderse por otros derroteros o terre­nos y así una vez afincado en Sevilla la queremos reflejar solamente en tres ámbitos: los de la Oratoria sagrada, la docencia y la vida aca­démica. No puede extrañar que la sólida formación teológica-es­criturística de nuestro compañero fallecido tuviese un cauce para ma­nifestarse a través de la oratoria sagrada y más concretamente de su participación en las celebraciones litúrgicas de las Hermandades y Cofradías hispalenses.

En los anales de éstas han quedado recogidos su intervención en los solemnes cultos, que en honor a sus titulares predicó el Lectora! Alvarez Seisdedos, aprovechando toda oportunidad para aleccionar sobre las verdades de nuestra fé y al propio tiempo ofrecer las conclu­siones de la más moderna infonnación teológico-escriturística, en su afanosa tarea de divulgador bíblico.

En este aspecto nuestro académico fue publicista y orador y de la fama de orador y del publicista puede decirse que se asemeja a la gloria militar, en cuanto ni una ni otra pueden ser clandestina; porque ser orador, orador reconocido cuyo nombre se ha convertido en pro­verbio de la misma elocuencia para todas las clases sociales, signifi­ca que en el ámbito de nuestra ciudad su vida se ha deslizado entre nuestras vidas, significa que el orador ha derramado su espíritu en nuestros espíritus y entretejido su ser, sus ideas, sus esperanzas con las de todos sus contemporáneos; porque la oratoria no es nunca, no pue­de ser jamás un monólogo.

En el ámbito de la docencia la ejemplaridad sacerdotal de nuestro compañero fallecido se manifestó en la ejercida en el Seminario Me­tropolitano y en la Universidad Literaria hispalense.

No estamos ante el intelectual que de una cátedra hizo el extremo de sus ambiciones, porque deberíamos recordar cómo ejerció el pro­fesorado o la docencia nuestro recordado compañero. La cátedra no fue para él un gozne encajado en el presupuesto del Estado, y, por la otra punta, en su gabeta doméstica, que girase en busca de otras ocu­paciones, lucrativas o recreativas; no se reducía su desvelo a preparar y dar una hora de explicación olvidando las restantes. No fue un pro­fesor escalafonado. Sintió la docencia como deber. Quería por el con­trario poner a disposición de los alumnos todos sus conocimientos y saberes tratando de suscitar un afán de perfeccionamiento y rigor, desgraciadamente desaprovechado tanto en las aulas del Seminario como en las de la Universidad.

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Todavía en aquél tuvo la satisfacción de encontrar discípulos en­tre los nuevos sacerdotes formados bajo su dirección pero en la Uni­versidad por la especial naturaleza de la defectuosa enseñanza de la Religión que debía profesor, sus esfuerzos resultaron desgraciadamente vanos. En más de una oportunidad en las charlas académicas que pre­cedían o seguían a las sesiones ordinarias de nuestra Corporación le oí comentar con profundo dolor la inutilidad de sus esfuerzos, de otra parte tan mal valorados por un alumnado que le tachaba de riguroso y exigente.

Pero, es en definitiva el derrotero académico el que en verdad debe ocupar nuestra consideración al evocar en esta sesión necrológica este aspecto intelectual del sacerdote fallecido.

Su amor por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras queda patente para las futuras generaciones con sólo releer las actas de las sesiones en las que queda plasmada la labor corporativa desde su de­signación como Académico hasta su fallecimiento.

Su vocación de servicio queda acreditada al aceptar en 22 de abril de 1960 su designación como Secretario segundo de la Corporación, pasando en uno de marzo del siguiente año a ocupar el cargo de Se­cretario primero, para, posteriormente, ocupar durante varios años el puesto de bibliotecario.

Pero, es através de su activa participación académica sobre temas de su especialidad como la labor de nuestro compañero merece ser enaltecida.

Quizás con su carácter austero, su sencillez acrisolada y su erudi­ción exenta de toda pedantería, resulte más ajustado a su carácter una enumeración descriptiva de sus aportaciones académicas que una va­loración necesariamente enaltecedora de sus trabajos, que podría des­merecer por la falta de capacidad del académico que la formula.

A lo largo del tiempo la contribución de Alvarez Seisdedos a las tareas académicas puede quedar reflejada por los trabajos que a con­tinuación relato extraídos de las actas de las sesiones ordinarias.

Conviene comenzar recordando su discurso de ingreso de 27 de abril de 1956 sobre «El movimiento bíblico en Sevilla durante el si­glo XVI», trabajo dividido en dos partes: a) Los estudios bíblicos entre los exegetas católicos y b) El movimiento iluminista-luterano.

En 3 de marzo de 1961, el entonces Director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras D. José Sebastián y Bandarán, en sesión ordinaria dio lectura en ausencia del Sr. Secretario, Reverendo Alva­rez Seisdedos, de su trabajo intitulado Comentario sobre el Evangelio

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en las dos escenas que preceden a la Crucifixión del Señor; su cruenta flagelación y su coronación de espinas.

En 29 de febrero de 1963 el Sr. Alvarez Seisdedos platicó sobre la Pasión Redentora, comentando el sentido «Poema del siervo de Jahvé» distribuido en varios capítulos de la Profecía de Isaías.

En 11 de febrero de 1966 el académico evocado presentó en la correspondiente sesión ordinaria un estudio sobre la cronología de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según un manuscrito recientemen­te descubierto en Palestina. En opinión de algunos exégetas la Sagrada Cena anterior a la muerte del Señor, se celebró el martes; frente a la tesis tradicional de su celebración en el Jueves Santo.

En su trabajo exponía las razones alegadas por los defensores de Ja moderna teoría, que resumía en: 1ª) la existencia de un calendario judío solar, que no se había tomado en consideración; 2ª) la existen­cia de textos evangélicos y también documentos antiguos que parecen abundar en tal opinión, interpretándose así la existencia del ayuno en miércoles, y por último, 3ª) la distribución de los sucesos de la Pasión en varios días desde el martes al Viernes Santo.

En opinión de nuestro docto compañero, frente a la tesis mo­dernistas, se alza el criterio tradicional basado en el estudio compara­tivo de las cronologías romanas y judías y en el hecho de que la nueva interpretación tiene un fundamento débil en la historia, mientras que Ja tradicional es auténtica en lo histórico y litúrgico. Terminaba afir­mando cómo sobre el Evangelio de San Juan puede asegurarse la in­terpretación tradicional, estableciéndose el cómputo de las referencias cronológicas de los hechos que son narrados por el Evangelista en la última semana del Señor.

En 28 de marzo de 1969, con ocasión de la tradicional plática de Pasión, en la sesión ordinaria correspondiente, nuevamente el acadé­mico Alvarez Seisdedos disertó sobre un tema de su especialidad, el de la fecha exacta de la muerte del Señor, en fijar la cual los autores sagrados del Nuevo Testamento tuvieron escaso interés.

Resalta en su estudio cómo los historiadores verídicos de la Pasión no les interesaba la historia por la historia misma, sino con un alto fín religioso. De ello se deriva que descuidasen frecuentemente la crono­logía, y así reducen tan importante fecha a expresar en tiempos de Poncio Pilatos, siendo éste Procurador de Judea, en un viernes con ocasión de la fiesta de la Pascua, fue crucificado Jesús de Nazaret.

Razonaba nuestro colega fallecido cómo por Flavio Josefa sabemos que Poncio Pilatos ocupó el cargo desde el año 26 de la era cristiana

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hasta la primavera del 36 en que a consecuencia de la denuncia hecha por los samaritanos, fue depuesto y enviado a Roma; luego la muer­te del Señor estuvo dentro de ese período.

Analizó los acontecimientos año por año y descartó los que resul­taban improcedentes, teniendo en consideración que el calendario ju­dío no era fijo, por lo que valoró las observaciones de la luna para el mes y tiempo, llegando a la conclusión de que la duda está en orden a la fecha exacta de la muerte del Señor entre dos fechas: 7 de abril 33 ó 3 de abril 36.

Valoró la opinión de los que han recurrido a la profecía de Daniel llamada de las 70 semanas y a la reciente obra de Bergoullini favora­ble al año 30.

No deja de ser interesante la conclusión que ofrecía a los colegas académicos frente a un tema que quiere ser científico: confesemos nuestra incertidumbre, que no afecta a nuestra fé.

En 23 de marzo de 1973, en la sesión correspondiente de la Aca­demia nuevamente disertó sobre el pasaje de la carta de San Pablo a los fieles de Filipo en el que el Aposto! para dar razón de la unión fraternal de pensamiento y corazón que debe reinar entre los fieles y que debe lograrse por la humildad y la abnegación de sí mismo, se elevó a las más altas cimas de la contemplación teológica para llegar al anonadamiento.

En 5 de abril de 1974 platicó en la correspondiente sesión ordina­ria sobre el problema debatido y no resuelto de la duración del Minis­terio público de Jesús, ponderando la dificultad que ofrecen los intér­pretes del Evangelio, ponderando la dificultad que ofrecen los intérpre­tes del Evangelio y el propio Magisterio de la Iglesia ante la confu­sión de los datos cronológicos y el hecho de que los autores de los Evangelios no construían historia sino que trataban de incrementar la fé.

Tomando a San Juan como guía preferido y teniendo presente tres importantes pasajes resulta como tiempo de duración el de dos años comprendidos entre tres Pascuas y en meses que corren desde el bau­tismo hasta la primera de ellas, llegaba a la conclusión de establecerla en dos años. No obstante argumentaba de que bien pudo durar tres años o más, habiendo exégetas muy razonables que la establecen en dos años y meses.

En 21 de marzo de 1975 en la correspondiente sesión ordinaria, dentro de la época de Pasión, Alvarez Seisdedos ilustró a los acadé­micos reunidos acerca del tema de la Pasión del Señor en las Profe-

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cías, considerando la naturaleza y alcance de los vaticinios mesiánicos en el Antiguo Testamento, con especial concreción al Salmo XXI, el gran Salmo de la Pasión y Viernes Santo.

Tras una detenida consideración concluía cómo en la Pasión se cumplieron todas las circunstancias narradas por los Profetas.

En 26 de marzo de 1976 nuevamente nuestro ilustre colega abor­dó en la sesión ordinaria de nuestra Corporación un tema de su espe­cialidad escriturística: Comentario sobre el Salmo de la Cena y signi­ficado de vid en los dos pasajes de las Sagradas Escrituras y preferen­temente en el Evangelio de San Juan.

Podríamos en este punto comentar cómo desde su primera inter­vención en 1961 el Sr. Alvarez Seisdedos vino interviniendo en las pláticas académicas de la Cuaresma, con las que llevaba a efecto el Director Sr. Sebastián Bandarán o los académicos de la Hoz y Cavielles y Fray Serafín de Ausejo. Fallecidos éstos ha venido corres­pondiendo a nuestro compañero evocado, de una manera continuada, como puede desprenderse el cumplimiento de esta casi tradición aca­démica. Sólo al final de su vida corporativa la compatibilizó con las intervenciones de otros académicos y muy especialmente de nuestro académico de honor Fray Carlos Amigo, Arzobispo de Sevilla.

Por ello, hemos de concluir esta relación cronológica de sus inter­venciones académicas con las siguientes puntualizaciones:

En 11 de marzo de 1977, disertó sobre el Sermón de la Cena exa­minando muy particularmente los personajes intervinientes en el pasaje Evangélico.

El 1 O de marzo de 1978 disertó en la correspondiente sesión ordi­naria sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

En 30 de marzo de 1979, sobre Ecce Horno, significado del texto Evangélico, personajes del proceso de Jesús.

El 21 de marzo de 1980 estudió la intervención de la Virgen en la Pasión del Señor con especial consideración de los textos evangélicos y comentarios de destacados escrituristas.

El 12 de marzo de 1982 presentó la exégesis del texto de la epís­tola de San Pablo a los filipenses, capítulo 11 versículo 5 al 11.

El 25 de marzo de 1983 su trabajo académico versó sobre la Ago­nía de Jesús en Getsemaní.

En 22 de marzo de 1985 la Academia se vió privada de su anun­ciada disertación a la vez que afectada por la noticia que motivaba su ausencia: el haber sufrido nuestro compañero una intervención quirúr­gica de cataratas.

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En 21 de marzo de 1986, ofreció a la Corporación académica e l último de sus trabajos examinando las circunstancias de la Pasión a la luz de la arqueología romana.

A partir de entonces, su vida académica languideció. Su ausencia pesó sobre nosotros. Sabíamos de su existencia y de sus dolencias fí­sicas y morales, pues los nuevos modos y formas sociales, le afecta­ban hasta traumatizarse.

Su silenciosa vida de canónico Lectora! y Académico de Buenas Letras terminó marcando definitivamente al salmantino de origen, como un sev illano más, divulgador al máximo de la Biblia, propagandista de su lectura, colaborador de las revistas Estudios Bí­blicos y Archivo Hispalense, maestro indiscutible.

Por todo ello su figura merece ser exaltada, no sólo para tributar­le rendida gratitud, sino también para encarecer el loable ejemplo, porque del suyo y de los análogos fervores de adhesión es de donde únicamente nuestro instituto toma el ser y el brío para conservarlo y renovarlo.