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DOCTRINA, VIVENCIA Y LIBERTAD CRISTIANAS David A. Boruchoff McCill University En El rufián dichoso, de Cervantes, la proyección social del santo es conspicua y consciente, ya que, en la hagiografia, la conmemoración de una vida ejemplar cobra importancia según y conforme sea capaz de guiar a otras vidas en el futuro, un proceso que el hagiógrafo me- dieval Caesarius de Heisterbach denominó «figuraliter et realiten>, en su Sermo de translatione beate Elyzabeth 1. Con el Concilio de Trento, la veneración de los santos y de los mártires se afirmaría no sólo en opo- sición a las prohibiciones de Lutero y otros quienes asimilaban su cul- to a la idolatría 2 , sino como herramienta necesaria y eficaz para el adoctrinamiento. En la última sesión del Concilio, celebrada los días 3-4 de diciembre de 1563, se ordena que se honren (<los sagrados cuer- pos de los mártires y otros cuya vivencia era con Cristo [ ... ], por los cuales muchos beneficios de Dios se han concedido a los hombres». y a continuación se explica: Por las historias de los misterios de nuestra redención, comunicadas por las pinturas y otras representaciones, el pueblo es instruido y confirmado 1 Citado en Goodich, 1982, p. 4. 2 Lutero, The Tab/e Ta/k, p. 73.

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DOCTRINA, VIVENCIA Y LIBERTAD CRISTIANAS

David A. Boruchoff McCill University

En El rufián dichoso, de Cervantes, la proyección social del santo es conspicua y consciente, ya que, en la hagiografia, la conmemoración de una vida ejemplar cobra importancia según y conforme sea capaz de guiar a otras vidas en el futuro, un proceso que el hagiógrafo me­dieval Caesarius de Heisterbach denominó «figuraliter et realiten>, en su Sermo de translatione beate Elyzabeth 1. Con el Concilio de Trento, la veneración de los santos y de los mártires se afirmaría no sólo en opo­sición a las prohibiciones de Lutero y otros quienes asimilaban su cul­to a la idolatría2, sino como herramienta necesaria y eficaz para el adoctrinamiento. En la última sesión del Concilio, celebrada los días 3-4 de diciembre de 1563, se ordena que se honren (<los sagrados cuer­pos de los mártires y otros cuya vivencia era con Cristo [ ... ], por los cuales muchos beneficios de Dios se han concedido a los hombres». y a continuación se explica:

Por las historias de los misterios de nuestra redención, comunicadas por las pinturas y otras representaciones, el pueblo es instruido y confirmado

1 Citado en Goodich, 1982, p. 4. 2 Lutero, The Tab/e Ta/k, p. 73.

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ell la cOllmemoración y la recolección constante de los artículos de la fe;

asimismo, verdaderamente se cosecha gran fruto de todas las imágenes sa­

gradJs, no sólo porque amonestan al pueblo de los beneficios y regalos

que le ha conferido Cristo, sino también porque los santos ponen los mi­

lagros y saludables ejemplos de la fe delante de los ojos del pueblo para

que le de gracias a Dios por ellos, disponiendo su vida y hábitos en imi­

tación de los santos y animándose a la adoración y devoción a Dios, y al

cultivo de la piedad'1,

Si esta tendencia a favorecer la intención normativa sobre la me­

ranlente docunlental se puede notar en casi toda obra de contenido

histórico en los Siglos de Oro-1, es aun más destacada en el entorno

de la historiografia misionera a causa de su proselitismo y los relatos

que se escribían para celebrar la santidad de sus miembros. Los auto­

res misioneros eran conscientes del uso que se haría de sus obras, de

manera que era frecuente que trataran el tema de la ejemplaridad a la

par de los ejemplos que proponían. Alonso Fernández de Madrid por

tanto inicia su Vida de Fray FeYllarldo de Ta/averas con una declaración

sobre sus propias intenciones:

Siempre fue cosa muy loable encomendar a la memoria de los vem­

deros las buenas obras y virtuosas hazai1as de los pasados, porque desta di­

ligencia nos resultan dos provechos: el uno es que, publicando su bon­

dad, nos mostramos agradescidos y, cuanto en nosotros es, les pagamos

algo de lo que les debemos por habernos mostrado el camino de la vir­

tud; y el otro que, puestos por escrito los ejemplos buenos de sus vidas,

hacelllos que siempre vivan con nosotros y nos estén amonestando y per­

suadiendo a que procuremos de imitar y seguir los sus hechos notables,

3 De invocatiollf, 1Jfllcratiotlc ef rcliquíís 5dnctorUnl, ef sacris inuz,ginibus, sessio XXV, en Cal/one.' el rlccrcla, 1 H4(¡, pp, 174-175. «Sanctorlll1l qlloque l1lartyrul1l et aliOrlll1l Clll1l Christo viventillll1 sancta corpora l .. , 1, per quae l1lulta beneficia a Deo hOl1linibus praestantur [ .. ,l. Illud vero diligenter doceant episeopi, per historias l1lysteriornl1l n05-trae rede111ptionis, picturis ve! ahis si1l1ilitudiniblls expressas, erndiri et confirn13ri po­pllJll111 in articulis fidei c01l1111e1l10randis et assidlle recolendis; tU111 vero ex 01l1nibllS sacris i1l1aginibus 1l1agnUll1 fructulII percipi, non solu1l1 quia adlllonetur popnlus be­neficiorulll et l1lunerUl1l, quae a Christo sibi collata sunt, sed etiam quia Dei per sanc­tos miraellla et saJutaria exe1l1pla oculis fideliul1l subiiciulltur, ut moresque su os C0111-ponallt, excitenturque ad adoralldu111 ae diligendu1l1 DeU!ll, et ad pietatem eolelldal1l».

-1 Boruchoff. 2003 y 2004. 5 Ca. 1530-1532; 1" ed, 1557,

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y aun mucho más nos provoca a esto, cuando las tales personas fueron en nuestro tiempo y los vimos y conoscimos; de donde nos nasce una ge­nerosa invidia y encendido deseo de procurar ser tales cuales fueron .. ¡(lue­llos cuyas virtudes nos son recont.ldas6

Esta simbiosis de la teoría y la práctica de la santidad se da asimis­mo en la semblanza de Talavera en las Batallas y quinquagenas (ca. 1552) de Gonzalo Fernández de Oviedo, que parte del precepto de que:

Mucho deben los cristianos a los que los ayudan a ser mejores con dar­les dechado e aviso de sus mismas vidas para que, imitando a los tales, podamos ser mejores [ ... ]. Pero el que dice e obra juntamente, hablando y predicando la fe e, la guarda e obra e conforma el sermón con la vida, este tal es el verdadero imitador de Jesucristo y de sus Apóstoles y el que mucho meresce, y a quien los cristianos mucho más deben que a otros, y los hacen mejores 7

A partir de las décadas centrales del siglo XVI, y con el Concilio de Trento, la hagiografia se nutría en efecto de un estilo particular que informaba la representación artística 110 sólo de los que la Iglesia ha­bía investido con el título de santo, sino también de los que aspiraban en sus acciones y discurso a esta dignidad. A pesar de las explícitas ins­

trucciones de Teresa de Jesús que publiquen su «ruin vida y pecados [ ... ] porque no engañe más el mundo, que piensan hay en mí algún bien», ella conspicua si no deliberadamente recarga su autobiografia de figuras y convenciones hagiográficas. La caridad de los santos ocu­pa el primer plano nundo Teresa se refiere a sus fundaciones. Más su­til y encubiertamente, ella recuerda los trabajos que pasaron los san­tos al tratar sus propios esfuerzos por conlunicar los misterios de la gracia. Así, cuando remelllora cómo «comenzó el SeIlor a despertar su alma y darla luz en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes para no ofenderle», es normal y reconfort:mte inclusive que se asocie esta presumiblemente personal merced con la experiencia de San A­gustín:

6 Alonso Fernández, 1992, p. 39. 7 Fernández de Oviedo, 19R3-2000, 3, p. 353.

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¡Oh, válame Dios, cómo me espanta la reciedumbre que tuvo mi alma con tener tantas ayudas de Dios! Háceme estar temerosa lo poco que po­día conmigo, y cuán atada me vía para no me determinar a darme del todo a Dios.

Como comencé a leer las «Confesiones», paréceme me vía yo allí [ ... ]. Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huer­to, no me parece sino que el Señor me la dio a mí [ ... ].Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan mortal.

Sin disputar la autenticidad de estas aseveraciones, se debe notar

que Teresa es consciente del efecto que busca al equiparar su expe­

riencia con la ya consagrada de San Agustín, ya que ella se siente obli­

gada a insistir, refiriéndose a la manera en que le llegó a las n"lanos el libro de las Confesiones, que parece que «el Señor lo ordenó, porque

yo no las procuré, ni nunca las havía visto». En fin, Teresa se exime de

la necesidad de afirmar la ortodoxia de su alumbramiento y la mer­

ced que ella dice que Dios le hacía porque está implícita en la cons­

trucción y la retórica de su relatoH•

La idea de la santidad a la que apelaban Teresa y otros autores de

los Siglos de Oro se apoya en gran medida en las privaciones, el su­

frimiento y el martirio. Un papel autógrafo que Teresa solía llevar en

su breviario se refiere a los años que vivió Jesucristo y añade, pen­

sando en los que le quedaban a ella: «No sólo es perfecto martirio

cuando la sangre se derran"la, nus aun tan"lbién consiste el martirio en

la verdadera abstinencia de los pecados y en el ejercicio y guarda de

los mandamientos de Dios»9. Guiados por estos principios (que, como

R Libro de la Vida, 19H2. pp. 9-10; 53-57. Este proceso con el cual Teresa asocia su experiencia a la (o las) de los santos del Flos Sal1clorum se repite a lo largo del Libro de la Vida para acreditar su sumisión y las mercedes con las que Dios la había favo­recido; por ejemplo, en el cap. 6: «¿Qué es esto, Señor mío? ¿En tan peligrosa vida hemos de vivir? Que escriviendo esto estoy, y me parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podría decir lo que san Pablo -aunque no con esa perteción­que 110 vivo yo ya, sino que Vos, Criador mío, vivís en mí, sigún ha algunos años que, a lo que puedo entender, me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y deter­minaciones, y en alguna manera provado por espiriencia en estos años en muchas co­sas, de no hacer cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea» (p. 43).

9 Libro de la pida, pp, 1134-1135. Efrén de la Madre de Dios y Steggink (196H, pp. 3H4-3Hó) comentan la cifra más bien enigmática que se presenta en este papel y la inquietud que suscitó entre los correligionarios y primeros biógrafos de Teresa.

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casi todo elemento ideológico y artlstlco del que se valía Teresa en autodefensa, no son en absoluto originales), podemos abordar la ma­nera en la que la idea de la santidad se sugiere a pesar de las protes­tas del personaje mismo, no sólo en la obra de Teresa, sino también, como veremos, en El rufián dichoso. Si a primera vista nos parece des­

varío juvenil la intención que tenían Teresa y su hermano de ir «a tie­

rra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allá [los] desca­bezasen», será porque nos olvidamos que la que refiere esta anécdota no es la niña, Teresa de Ahumada, sino la monja y madre superior adulta, Teresa de Jesús. Si es creíble que tal expedición se inspirara en

la lectura de las vidas de santos, no lo es que Teresa, por devota y fer­

vorosa que fuera como niña, dijera en aquella coyuntura: «como vía los martirios que por Dios los santos pasaban, parecíame compraban muy barato el ir a gozar de Dios» lll. La verdad de ésta y otras decla­

raciones que Teresa se atribuye en el primer capítulo del Libro de la

Vida no reside en los hechos de su experiencia juvenil, sino en la doc­trina y preceptos que ella quiere transmitir a largo plazo. Efec­

tivamente, la intención de irse adonde le cortaran la cabeza es juve­nil y descarriada porque esta forma de martirio no aprovecha a los demás. Por lo tanto, le parece que los que así mueren «compra[n] muy barato el ir a gozar de Dios». En cambio, como atestigua Teresa en

otro momento, dirigiéndose a las religiosas que debían acompañarla en sus reformas, hay otro martirio más largo y valioso, del que se pue­de gozar en este mundo:

Quien de verdad comienza a servir a e! Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida; pues le ha dado su voluntad, ¿qué teme? Claro está que, si es verdadero relisioso y verdadero orador y pretende gozar regalos de Dios. que no se ha de volver las espaldas a desear morir por él y pasar martirio. Pues, ¿ya no sabéis, hermanas, que la vida de! buen relisioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios es un largo martirio? Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, pué­dese llamar largo [ ... j. Todo lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello, y pensando que cada hora es la postrera, ¿quién no lo trabajará?!!

111 Libro de la Vida, 1982, 1, p. 29. He modificado la frase «los martirios que por Dios ¡as santas pasaban» a <dos martirios que por Dios los santos pasabail», de acuerdo con la primera edición de Luis de León (1588, p. 29).

11 Camillo de peljécciórl, «códice de Valladolid,), 1982, 12, pp. 230-231.

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No es por acaso que la definición de martlno recomendada por Teresa de Jesús se ajuste a sus propias medidas. Su martirio es interior y abstinente, producto de! desprecio, el abandono y la mortificación, conforme a la idea de <,la vida nonada» que también se recomienda a lo largo de sus obras. Por contradictorio que parezca, e! cuento de su

frustrado deseo de huir con su hermano a tierra de moros refuerza este cuadro de valores porque en él Teresa pone en evidencia la mis­

ma voluntad de pasar trabajos y «rendir e! cuerpo a e! espíritu» 12 que

la define en los ojos del lector como protagonista y mártir, si no como santa13 . Aunque su disposición de ánimo rompe con las pautas de la hagiografia en ser invariable, no extraña que su fuga sea prominente

no sólo en el proceso (1610) y la bula (1622) de su canonización, y en e! himno de la santa celebrado en la liturgia del 15 de octubre l 4, sino tal11bién en e! arte barroco, en el que es un tema frecuente l5 .

Como veremos en El n4ián dichoso, esta uniformidad de volición y de carácter conspicua en los personajes modernos (y novelísticos) los dis­tingue de los de la hagiografia medieval.

Los lectores del QuUote recordarán que el caballero de la Mancha se defiende con un concepto parecido de su misión sobre la tierra,

haciendo gala de su desasimiento y trabajos cristianos ante la repren­sión del eclesiástico en el castillo de los duques:

¿Por ventura es asumpto vano o es tiel1lpo mal gastado el que se gas­

ta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas

por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad? [ ... ] Unos van

por el ancho campo de la ambición soberbia; otros, por el de la adula­

ción servil y baja; otros, por el de la hipocresía engañosa, y algunos por

12 Teresa de Jesús, Lihro de la Vida, 1982, p. 230. 13 Es evidente que Teresa es consciente de la impresión que este episodio deja en

el lector, ya que concluye con las palabras: «era el Señor servido lile quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad» (1982, p. 29).

14 Textos en Efrén de la Madre de Dios y Steggink, 1 %8, pp. 33-34. 15 Wilson, 1999, pp. 213-215. Por ejemplo, un cuadro pintado por Juan Correa

en México, y enviado al Convento de Santo Tomás de Ávila, incluye un escudo con la inscripción: «Martyrio, semel ab Africa quaesito, scmper deinde desiderato, tan­demque supplente tyrannum divino Amore (cuius ünpetu expiravit) consunlmato» [«El martirio, buscado en una ocasión en África, a partir de entonces siempre desea­do, y finalmente perfeccionado con tirana plenitud en el divino Al11or, por cuyo ím­petu ella falleció»] (Wilson, 1999, p. 214, n. 6).

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el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la ha­cienda, pero no b honra (11, 32, p. 770) 1<,.

Aunque don Quijote habla aquí de la caballería andante, su retó­rica es como 13 de los apóstoles y de otros misioneros contemporá­neos -San Pablo en su Segunda epístola a los Corintios' 7 , o José de Acosta en De proCllrarulu inrlorum salute (1" ed. 1588)'H-, un vínculo que se hace explícito cuando él encuentra las imágenes de San Jorge, Santiago y San Pablo en el capítulo 58 de la Segunda Parte y dice:

Estos santos y caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejerci­cio de las armas; sino que la diferencia que hay entre mí y ellos es que ellos fueron santos y pelearon a lo divino, y yo soy pecador y peleo a lo

16 Las citas del Quijote corresponden a la edición de Martín de Riquer (1972), y solo se indicará el libro, el capítulo, y el número de página.

17 2 Cor 11, 23-27: "Ministri Christi sunt (ut minus sapiens dico), plus ego: in

laboribus plurimis, in careeribus abuntantius, in pbgis supra lllodum, in mortibus fre­

qucntl'r. A Jud",is quinquies, qLlJdragenas, una minus, accepi. Ter virgis c",sus SLlLLL, se­me! lapidatus sum, ter naufragium teci, nocte et die in profllndo maris fui, in itine­

ribus s"'pe: periculis flumimlln, periculis latronum, peril'ulis ex genere, periculis ex gentibus, periculis in civitatc, ~ll'rieulis in solitudine, periculis in lllari, periculis in fal­sis fratribus; in labore et xnllnna, in vigiliis multis, in fallle et siti, in jejuniis ll1ultis, in frigore et nuditate» (Bi/J/ia S<1,r<1, 1 HH7, p. 12H2).

1H «Et quidem labores aerumnaeque iter mari terraque tacientium, et ll1ultae et graves sunt. Verum qUId aliter sibi persuascrit, nisi demens sit, CUll1 patria atque ami­cÍs et charis omnibus re!ictis, ve!ut alter Abraham peregrinatur et exit nescÍens quo eat? E:¡;o, inquit, ero merees tI'" l1lagna lIimi,'. Hoc apmtolicum opus, haec gloria pro­pria. Et tamen qui misit sine pera et sacculo ct argento, quaerit ab ipsis: NW"'luid a¡¡­

quid defuit I",bis' Nusquam divina Providentia lleque ccrtius neque dulcius sui expe­rimcntu1l1 praebet, quam eUI11 i]jius opc ¡¡'ctus ineertas sedes et humana praesidia

incerta constituit experiri» I"Ciertamente son muchos y graves los trabajos y fatigas

de los que viajan por mar y por tierra, Mas ¿quién podría esperar otra cosa -de no estar loco- cuando al abandonar patria, amigos y todos los seres queridos, como otro

Abrahán, se pone en camino y sale de casa sin saber a dónde va? ro, dice, seré t" paga

abundallte. Esta es la tarea de! apóstoL ésta su gloria. Sin embargo, el mismo que en­vió a sus discípulos sin alforja, ni bolsa, ni calderilla, les pregullta: ¿Por vmtura osfaltó

al5[<'.' Nunca la divina Providenciol ofrece pruebas l1l0ís segnras y agradables de sí como

cuando alguien, confiando en la ayuda de ella, se determillo a experimentar una mo­rada insegura y 1lllOS recursos humanos inseguros» J (Acost", 1 9H-t-19H7, 1, pp. 164-167).

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humano, Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos (11, 58, pp, 954-955),

Don Quijote se declara pecador humano, pero su discurso apunta

a la santidad, como indican una y otra vez los términos en los que

plantea las virtudes del soldado en su discurso sobre las armas y las le­

tras:

No hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido a la miseria de su paga, que viene tarde o nunca, o a lo que garbeare por sus manos, con notable peligro de su vida y de su conciencia, Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca, que, con'lO sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío, contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche para restaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha; que bien puede me­dir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas (1, 38, p. 391).

Asimismo características del discurso de la santidad son las palabras

en las que don Quijote distingue entre andantes y cortesanos:

Sábete, amigo Sancho l ... ]' que la vida de los caballeros andantes está sujeta a mil peligros y desventuras [ ... l. y pudiérate contar agora, si el dolor me diera lugar, de algunos que sólo por el valor de su brazo han subido a los altos grados que he contado, y estos mesmos se vieron an­tes y después en diversas calamidades y miserias (1, 15, p. 139) 19.

19 Asimismo: «La profesión de mi ejercicio no consiente ni perlllite que yo ande de otra manera. El buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos

cortesanos; mas e! trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para

aquellos que e! mundo llama caballeros andantes» (1, 13, p. 117); «Los más de los ca­

balleros que agora se usan, antes les crujen los damascos, los brocados y otras ricas te­las de que se visten, que la malla con que se arman; ya no hay caballero que duer­ma en los campos, sujeto al rigor de! cielo, armado de todas armas desde los pies a

la cabeza; y ya no hay quien, sin sacar los pies de los estribos, arrimado a su lanza, sólo procure descabezar, como dicen, el sueño, como lo hacían los caballeros andan-

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Lo mismo ocurre con el protagonista de El rufiáll dichoso, quien a lo largo de la tercera jornada insiste en que no le alaben, ya que es hijo de un tabernero. Si esta declaración provee al crítico moderno con la clave de su psicología como ser humano, y por tanto con el realismo formal que se espera de la literatura a partir de la novela mo­derna20 , no es así como la reciben los demás personajes figurados en la obra. Para ellos, las protestas de Cristóbal de la Cruz son una prue­ba más de su santidad, como lo es también la lepra que él aduce como explicación de su inutilidad inmediatamente antes de cada mención del oficio de su padre. Hay tres ejemplos de este proceso en la terce­ra jornada, todos parecidos a éste:

CRUZ Padres míos, ¿no miran cuál estoy, que en todo el cuerpo no tengo cosa sana? Consideren que los dolores turban los sentidos, y que ya no estoy bueno para cosa, si no es para llorar y dar gemidos a Dios por mis pecados infinitos. Amigo fray Amonio, di a los padres mi vida, de quien fuiste buen testigo; diles mis insolencias y recreos,

tes. Ya no hay ninguno que saliendo des te bosque entre en aquella montaña, y de allí pise una estéril y desierta playa del mar, las más veces proceloso y alterado, y hallan­do en ella y en su orilla un pequeño batel sin remos, vela, mástil ni jarcia alguna, con intrépido corazón se arroje en él, entregándose a las implacables olas del mar pro­fundo, que ya le suben al cielo y ya le bajan al abismo» (I1. 1, pp. 547-548).

20 El «realismo formal» se explica en Watt (1974. p. 21): «Locke had defined per­sonal identity as an identity of consciousness through duration in time; the indivi­

dual was in touch with his own continuing identity through memory of his past thoughts and actions. This location of the source of personal identity in the reper­

toire of its memories was continued by Hume: "Had we no memory, we never should have any notion of causation, nor consequently of that chain of causes and effects, which constitute our self or person". Such a point of view is characteristic of the novel». Aunque no cita a Watt, Zimic (1980, pp. 88-89) evidencia su influencia sobre la critica moderna: «El rufián dichoso es, entre otras cosas, la historia de un hombre de

espíritu confuso por causa de una desconfianza interior [ ... j. La causa principal de la conducta arrogante y desvergonzada de Lugo es, de manera clara para nosotros, su complejo de inferioridad que radica en una vergüenza íntima por la condición vul­gar de la familia».

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Pruon..

Cn..uz

ANTONIO

A

DOCTRINA, VIVENCIA Y LIBERTAD CRISTIANAS

la inmensidad descubre de mis culpas, la bajeza les di de mi linaje, diles que soy de un tabernero hijo, porque les haga todo aquesto junto mudar de parecer.

Escusa débil es ésa, padre mío; a lo que ha sido, ha borrado lo que es. Acepte y calle, que así lo quiere Dios.

¡Él sea bendito' Vamos, que la esperiencia dará presto muestras que soy inútil.

¡Vive el cielo, que merece ser Papa tan buen fraile!

Que será provincial, yo no lo dudo (I1I, vv. 2591-2612, pp. 454-455)21

Con la frase «a lo que ha sido, / ha borrado lo que es», el prior advierte la escisión de los seres activo del pasado y contemplativo del presente característica de la hagiografia e implícita en el discurso de Cruz a pesar de sus negativas. Si en la primera jornada éste se jacta­ba de la fuerza fisica que facilitaba su protagonismo -«Yo soy mozo / y mazo, y tengo hígados y bofes / para dar en el trato de la ham­pa / quinao al más pintado de su escuela, / en la cual no recibe el grado alguno / de valeroso por haber gran tiempo / que cura en sus entrañas y salidas, sino por las hazañas que ya hecho. / ¿No tienen ya sabido que hay cofrades / de luz, y otros de sangre?» (1, vv. 7-16, pp. 360-361)-, en la tercera, es suficiente que mencione sus dolores y debilidades para acreditar el cambio que ha sufrido. Él hace patente que ya no es la misma persona, y, en diálogo con otros actores in­equívocamente ortodoxos, sus palabras ponen de manifiesto que este cambio es conforme a preceptos teológicos. Por ejemplo, para cons­tatar la contrición de Lugo y su transformación en Cruz, el prior le

21 Las citas de El rufián dichoso corresponden a la edición de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas (1995) y sólo se indicará la jornada, el verso y el nú­mero de página. Los otros dos ejemplos son 1lI, vv. 2224-2265, pp. 442-443 Y 1lI, vv. 2512-2539,p.452.

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describe en términos que glosan los atributos que Alberto Magno y Tomás de Aquino exigen de una buena confesión: «Sit simplex, hu­milis, confessio, pura, fidelis; / Atque frequens, nuda, discreta, libens, verecunda; / Integra, secreta, lachrimabilis, accelerata; / Fortis, et ac­cusans, et sit parere parata»22. Aludiendo en primera instancia a las pri­vaciones y virtudes apostólicas de Cruz, el prior dice:

Él es un ángel en la tierra, cierto, y vive entre nosotros de manera, como en las soledades del desierto; no desmaya ni afloja en la carrera del cielo, adonde, por llegar más presto, corre desnudo y pobre, a la ligera; humilde sobremodo, y tan honesto, que admira a quien le vee en edad florida tan recatado en todo y tan compuesto. En efecto, señor, él hace vida de quien puede esperar muerte dichosa, y gloria que no pueda ser medida. Su oración es continua y fervorosa; su ayuno, inimitable, y su obediencia, presta, sencilla, humilde y hacendosa. Resucitado ha en la penitencia de los antiguos padres, que en Egipto, en ella acrisolaron la conciencia.

(Ir, vv. 1448-1465, pp. 416-417)

Aunque la expresión conscientemente reverencial del prior sugie­re que Cristóbal se ha redimido con un examen de conciencia, no se notan ni antes ni después de su cambio de Lugo en Cruz los con­flictos típicamente hagiográficos, en los que el futuro santo lucha en contra de su propia natura. Como Teresa de Jesús, él no contiende consigo mismo, sino con el mundo y las tendencias y debilidades in­herentes en todo ser humano. Por eso, siendo pecador, reprocha a la

22 Tomás de Aquino, Thelogiae summa, 1941-1945, 5, p. 39a. Tomás de Aquino atri­buye estos versos a Alberto Magno, Commerttarii irt Sertterttiarum libros quatuor. La lista

de expectativas presentada por Domenico Cavalca en Lo specchio de'peccati es seme­jante: «Sit simplex, humilis confessio, pura, fidelis, vera, frequens, nuda, lacrimabilis,

accelerata, integra, et sit patere parata».

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dama casada en la primera jornada, y en la segunda, ya reformado, abraza a la descreída e impenitente doña Ana. En los dos casos, sin va­cilar, él se impone a su circunstancia, haciendo gala de su voluntad. Asimismo, aunque la introspección concomitante con la reforma mo­ral y el arrepentimiento se aduce -«Solo quedo, y quiero entrar / en cuentas conmigo a solas» (1, vv. 1150-1151, p. 405)-, es de nuevo la voluntad y la razón, y no su lucha con el apetito, que al final se pre­senta:

pues sé que contrario con contrario se cura muy de ordinario, contrario voto haré, y así, le hago de ser religioso. Ea, Seil.or; veis aquí a este salteador de contrario parecer

(1, vv. 1166-1173, p. 406)

Esta uniformidad de carácter, parecida a la que vimos en las obras de Teresa de Jesús, es en el fondo la de la novelística lTIoderna y no

de la hagiografia tradicional. Si por tanto el personaje de Cervantes difiere de los relatos de Agustín Dávila Padilla y Alonso de San Román que le inspiraron -a pesar de su iluminación divina (<<como de nue­va luz visitado abrió los ojos»), la conversión de Cristóbal es gradual en éstos, producto de la introspección, el recogimiento y el estudio de las letras sagradas: «púsose a considerar el camino que llevaba [ ... ] y comenzóse a retirar de aquellas compañías malas, y aplicándose a su estudio vino a recebir orden sacro. Y dende que se ordenó de Epístola, fue tan notable la mudanza que Dios hizo en él, que como él confe­só a su gran familiar, nunca más dende allí tuvo voluntad de pec­can>23_, su conducta y discurso sirven, no obstante, para ejemplificar

un precepto glosado por Erasmo y reiterado en la predicación cris­tiana: «No hay cosa de mayor esfuerzo que vencerse el hombre a sí

2J San Román, <<Suma de la vida del sancto varón Fray Cristóbal de la Cruz, de la Orden de Sancto Domingo de la Nueva España», citado por Cannavagio, 1990, p. 471. Esta obra se publicó en Consuelo de penitentes, o Mesa Franca de espirituales man­

jares (Sevilla, 1585), fols. 458r-v.

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mismo, pero, así ningún galardón hay mayor que la bienaventuranza que por ello da Dios»24.

24 Erasmo, Enquiridión, 1998, p. 80.

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