Discurso "La historia de esta lucha"

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LA HISTORIA DE ESTA LUCHA Dicen que la Historia la escriben los vencedores pero en nuestro país la historia la contaremos nosotros. En México una historia que ocurre cada día es la de las madres mutiladas porque han perdido a sus hijos, porque el gobierno no puede y no quiere encontrarlos, historias que no salen en los medios porque eso es mala prensa para el Señor Presidente. Tampoco se cuenta la historia de cada uno de los muertos que se van acu- mulando desde que comenzó esta guerra infame y sin sentido y que ya suma más de 121 mil cadáveres. Una guerra cruel en la que nos metieron a todos y en la cual para el Gobierno sólo somos una cifra. Son cientos o miles las historias de terror que se viven en municipios de Guerrero, de Michoacán, de Tamaulipas, de Chihuahua y otros estados, en donde los presidentes municipales actúan como caciques horrendos y mortales, donde no hay crítica y el que critica se queda sin voz y sin aliento gracias al cañón de la pistola de un policía. Tal como ocurría en Iguala, en donde los críticos de José Luis Abarca desaparecían, en donde nadie tenía la seguridad de vivir un día más, en donde a José Luis Mondragón le arrancaron el rostro y de donde nos arrancaron a 43 de los nuestros. Son cientos o miles de Abarcas e Igualas que existen en el País, que tienen pactos con los criminales y trabajan para ellos, Abarcas que siguen aterrorizando a sus pobladores con las desapariciones, la violen- cia y las muertes horrendas.

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Discurso pronunciado por Alberto Galarza, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, durante el foro de discusión "Ayotzinapa: Verdad y Justicia" en donde participó el padre Alejandro Solalinde

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LA HISTORIA DE ESTA LUCHA

Dicen que la Historia la escriben los vencedores pero en nuestro país la historia la contaremos nosotros.

En México una historia que ocurre cada día es la de las madres mutiladas porque han perdido a sus hijos, porque el gobierno no puede y no quiere encontrarlos, historias que no salen en los medios porque eso es mala prensa para el Señor Presidente.

Tampoco se cuenta la historia de cada uno de los muertos que se van acu-mulando desde que comenzó esta guerra infame y sin sentido y que ya suma más de 121 mil cadáveres. Una guerra cruel en la que nos metieron a todos y en la cual para el Gobierno sólo somos una cifra.

Son cientos o miles las historias de terror que se viven en municipios de Guerrero, de Michoacán, de Tamaulipas, de Chihuahua y otros estados, en donde los presidentes municipales actúan como caciques horrendos y mortales, donde no hay crítica y el que critica se queda sin voz y sin aliento gracias al cañón de la pistola de un policía.

Tal como ocurría en Iguala, en donde los críticos de José Luis Abarca desaparecían, en donde nadie tenía la seguridad de vivir un día más, en donde a José Luis Mondragón le arrancaron el rostro y de donde nos arrancaron a 43 de los nuestros.

Son cientos o miles de Abarcas e Igualas que existen en el País, que tienen pactos con los criminales y trabajan para ellos, Abarcas que siguen aterrorizando a sus pobladores con las desapariciones, la violen-cia y las muertes horrendas.

Pero en esta historia no hay que convertir en todo-culpables a los Abar-cas del País. Ellos no son los principales culpables, los culpables están allá, en las altas esferas del poder, en donde el crimen y el gobierno no se pueden distinguir. Iguala es sólo la muestra de lo podrido que está el País.

Es detestable la poca preocupación que tienen por encontrar la solución a los problemas que han creado y que dejaron crecer. Da asco ver a la clase política realizar cálculos con el sufrimiento de la sociedad, mostrando que su preocupación se centra en las próximas elecciones.

Es por eso que cuando llaman a pacto nosotros no escuchamos porque sabemos que es un pacto entre ellos, un pacto que desatiende a la socie-dad, un pacto que sólo busca crear una buena imagen para los inversioni-stas y que en ningún momento comprometerá los intereses de su pirámide corrupta.

El pacto lo tenemos que hacer desde la sociedad, tenemos que hacer las demandas necesarias y las preguntas correctas, de manera pacífica y creativa. Este es el punto de inflexión, el punto donde tenemos que reconstruir a nuestro país organizándonos de manera inteligente y pací-fica. No debemos darle al Gobierno ningún pretexto para que reprima nuestra organización, para que sofoque la movilización nacional que se está articulando y desde la que vamos a escribir una historia nueva, una mejor, con justicia, sin impunidad, donde reine la paz y la democracia.

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LA HISTORIA DE ESTA LUCHA

Dicen que la Historia la escriben los vencedores pero en nuestro país la historia la contaremos nosotros.

En México una historia que ocurre cada día es la de las madres mutiladas porque han perdido a sus hijos, porque el gobierno no puede y no quiere encontrarlos, historias que no salen en los medios porque eso es mala prensa para el Señor Presidente.

Tampoco se cuenta la historia de cada uno de los muertos que se van acu-mulando desde que comenzó esta guerra infame y sin sentido y que ya suma más de 121 mil cadáveres. Una guerra cruel en la que nos metieron a todos y en la cual para el Gobierno sólo somos una cifra.

Son cientos o miles las historias de terror que se viven en municipios de Guerrero, de Michoacán, de Tamaulipas, de Chihuahua y otros estados, en donde los presidentes municipales actúan como caciques horrendos y mortales, donde no hay crítica y el que critica se queda sin voz y sin aliento gracias al cañón de la pistola de un policía.

Tal como ocurría en Iguala, en donde los críticos de José Luis Abarca desaparecían, en donde nadie tenía la seguridad de vivir un día más, en donde a José Luis Mondragón le arrancaron el rostro y de donde nos arrancaron a 43 de los nuestros.

Son cientos o miles de Abarcas e Igualas que existen en el País, que tienen pactos con los criminales y trabajan para ellos, Abarcas que siguen aterrorizando a sus pobladores con las desapariciones, la violen-cia y las muertes horrendas.

Pero en esta historia no hay que convertir en todo-culpables a los Abar-cas del País. Ellos no son los principales culpables, los culpables están allá, en las altas esferas del poder, en donde el crimen y el gobierno no se pueden distinguir. Iguala es sólo la muestra de lo podrido que está el País.

Es detestable la poca preocupación que tienen por encontrar la solución a los problemas que han creado y que dejaron crecer. Da asco ver a la clase política realizar cálculos con el sufrimiento de la sociedad, mostrando que su preocupación se centra en las próximas elecciones.

Es por eso que cuando llaman a pacto nosotros no escuchamos porque sabemos que es un pacto entre ellos, un pacto que desatiende a la socie-dad, un pacto que sólo busca crear una buena imagen para los inversioni-stas y que en ningún momento comprometerá los intereses de su pirámide corrupta.

El pacto lo tenemos que hacer desde la sociedad, tenemos que hacer las demandas necesarias y las preguntas correctas, de manera pacífica y creativa. Este es el punto de inflexión, el punto donde tenemos que reconstruir a nuestro país organizándonos de manera inteligente y pací-fica. No debemos darle al Gobierno ningún pretexto para que reprima nuestra organización, para que sofoque la movilización nacional que se está articulando y desde la que vamos a escribir una historia nueva, una mejor, con justicia, sin impunidad, donde reine la paz y la democracia.