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«Directores Comité Académico Asesor

Horacio Giberti

Eduardo Azcuy Ameghino

Comité Editorial

Waldo Ansaldi

Eduardo Basualdo

Daniel Campi

Silvia Cloquell

Norma Giarracca

M únicaB endin i Noemí Girbal-Blacha

Roberto Denencia Graciela Gutman

Gabriela Gresores Ignacio Llovet

Carlos León Miguel Murmis

Gabriela Martínez Dougnac Guillermo Neiman

José Pizarro Alejandro Rofman

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© PIEA Programa Interdiscipl inario de Estudios Agrarios

Este número de ¡os Cuadernos del P.l.EA. ha sido realizado en el marco de las actividades del Centm Interdiscplinario de Estudios Agrarios del Instituto de Investigaciones de Historia Eco­nómica y Social de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

ISSN n° 1514-1535

Impreso en Argentina - Printed in Argentina Julio de 2002

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REMlSiTAl

©BESOME*]®©

N° 16 -Julio de 2002

Indice

ArtículosTalía Violeta G utiérrez

El medio rural pampeano en eldiscurso educativo peronista. Buenos Aires, 1946-1955 5

C arlos León y F lo ra L osad a Ciencia y tecnología agropecuarias antes de

creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (I.N.T.A.) 35

Ja v ie r B a lsaExpansión agrícola y transformaciones sociales

en el agro pampeano, 1969-1988 91

Ensayos BibliográficosSilv ia Cloquell

Abordajes y enfoques acerca de la interacción entre Agroecosistemas y Comunidades Rurales 147

Sección DocumentosRescatando del Olvido: CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial

H oracio G iberti 169

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista.

Buenos Aires, 1946-1955

Talía Violeta Gutiérrez*

1. Introducción

“Es evidente, sin duda, que en la actualidad nuestro país está afrontando una fase culminante de su historia y viviendo momentos decisivos de trascendencia futura. Estos mismos caracteres reviste hoy, también, la historia de todo el género humano. Ya lo expresó el general Perón, al referirse al problema de la economía nacional: flo­tar o sumergirse es el dilema que se plantea a la Nación... análoga disyuntiva puede aplicarse a la vida en general, y sobre todo a la vi­da del espíritu... la existencia humana, debido al vasto dominio pro­gresivo de la técnica, se ve obligada a enfrentarse, a confrontarse consigo misma, y a verificar una renovación selectiva de valores...”1

* Centro de Estudios Históricos Rurales/ Facultad de Humanidades y Ciencias de la Edu- cación/UNLP

1 Maldones, Estanislao. "En la cima de sí mismos" en: Revista de Educación, marzo, abril, 1948; p.7. Sobre el tema peronismo y educación : Puiggros, Adriana. Democracia y auto­ritarismo en la pedagogía argentina y latinoamericana. Galerna, Buenos Aires, 1986. Ibidem (di- rec.) y otros. Escuela, democracia y orden,1916-1943. Galerna, Historia de la Educación en la Argentina III, Buenos Aires,1992. Cucuzza, Héctor Rubén. Estudios de historia de la educación durante el primer peronismo, 1943-1955. Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, 1997. Ibidem (direc.), y Bemetti, Jorge Luis. Peronismo, cultura política y educación, 1945-1955. Ga­lerna, Historia de la educación en la Argentina V, Buenos Aires,1993. Ibidem (dirección). Dis­cursos pedagógicos e imaginario social en el peronismo (1945-1955). Galerna , Historia de la educación en la Argentina VI, Buenos Aires,1995. Ibidem. La educación en las provincias (1945-1985). Galerna , Historia de la educación en la Argentina VI, Buenos Aires,1996.

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6 Talía Violeta Gutiérrez

Así se expresaba el Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires en 1948, al inicio de un nuevo ciclo lectivo, desde las páginas de la histórica Revista de Educación bonaerense, fundada por Domingo E Sarmiento en 1858.

En efecto, con la revolución de 1943 se comenzó a gestar un fenómeno singular en la política argentina, como fue el surgimien­to del peronismo, que canalizó las nuevas fuerzas político- sociales conformadas por sectores antes marginados. Su acceso al poder en 1946 instauró un régimen popular nacionalista y un Estado inter­vencionista que pretendió interpretar y controlar las transforma­ciones producidas y uno de sus ámbitos de acción fue, precisamen­te, el educativo, en sus diferentes modalidades y niveles.

En la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires el go­bierno de Domingo Mercante (1946-48/1949-51), enmarcó su política socio-económica y educacional en el Plan Trienal de Tra­bajos Públicos para la provincia. Su sucesor, el gobernador Car­los Aloé (1952-55) peronista incondicional, en conjunción con la “vuelta al campo” propugnada por Juan Domingo Perón, adhirió al Segundo Plan Quinquenal sancionado por el gobierno nacio­nal luego del crítico año de 1952.

Las políticas educativas y el contexto de cada época son in­terpretadas de manera particular en la escuela, siendo ésta un ámbito donde se construyen saberes, se transmiten los valores y conocimientos de la sociedad, a la vez que el poder político ejer­ce a través de la función escolar una importante influencia. Se­gún se ha afirmado, “la escuela no sólo se ocupa de la distribu­ción y circulación de saberes producidos en otros ámbitos, por el contrario, se supone que paralelamente, en su especificidad ins­titucional, los produce... se diría que la escuela crea y distribuye saberes que se distinguen de otros que pueden ser enseñados en otras instituciones, tales como podría ser la familia”.2

Los saberes que produce la escuela a través de su discurso propio pueden afianzar los valores que se transmiten mediante la

2 Guirtz, Silvina. "El discurso escolar a través de los cuadernos de clase. Argentina 1930- 1970". Tesis , Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 27/5/1996; p.17.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 7

familia o intentar influir sobre ella para que a través de los niños se inserten detérminados valores en el núcleo familiar. Ese sería el caso de la versión que del mundo rural se hacía llegar a los educandos, que enfatizaba algunas características del mismo en contraposición con lo urbano, y, más particularmente, de la orientación agrícola que se propugnaba para la escuela rural. Se argumentaba que actuando de esa manera sobre los niños, se evi­taría el éxodo de la familia a la ciudad, y se lograría el asenta­miento en el campo, sin comprometer el sistema de tenencia de la tierra imperante.

El discurso educativo del Estado nacionalista y popular de la provincia de Buenos Aires proporcionaba las líneas fundamen­tales en las que se enmarcaba la distribución de saberes en la es­cuela. En relación al mismo este análisis histórico se ordena en torno a la consideración del medio rural contrapuesto al medio urbano, y la visión que sobre el tema proyectaba la escuela, en el contexto de una creciente politización de la educación, que in­cluía -particularmente desde 1952- una difusión profusa y gene­ralizada de la obra del gobierno justicialista.

Compartimos al respecto la posición historiográfica que descree de las grandes interpretaciones y las “síntesis ilusorias” y que acepta la pluralidad de interrogantes, la diversidad metodo­lógica y la variedad de fuentes, que conducen a lograr un mosai­co de verdades que no son necesariamente complementarias y acumulativas.3 En esa línea, las Constituciones, legislación, pla­nes de estudio, censos, textos y publicaciones especializadas pa­ra maestros, como la Revista de Educación, (expresión de la Di­rección General de Escuelas hasta 1951), la Revista de Instruc­ción Primaria (publicada por una editorial provincial hasta 1948), y La Obra, revista de una editorial particular de circula­ción nacional, constituyen la materia prima para cumplir con los

3 Girbal de Blacha, Noemí. "Dichos y hechos del gobierno peronista (1946-55). Lo Tácti­co y lo simbólico en el análisis histórico" en: Entrepasados. N°13, 1997; p.64, citando el mis­mo texto también a Jacques Revel. "Micro- análisis y construcción de lo social", Anuario IEHS. Tandil, 1995; p. 125-143.

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8 Talía Violeta Gutiérrez

objetivos de este estudio. Las dos primeras revistas nombradas significativamente interrumpieron su aparición antes de finalizar la gestión mercantista (la publicación oficial del Ministerio de Educación de la Nación, el Monitor de la educación común, tam­bién se suspendió en 1949).

2. El encuadre legal

El sistema educativo provincial se regía a comienzos de la década del 40 por las antiguas leyes de 1875 y la Ley de Refor­mas a la Educación Común de 1905.4 A su vez durante el gobier­no conservador de Manuel Fresco, se impuso la enseñanza reli­giosa en la escuela por decreto en 1936, convalidada por ley en 1939; y se llevó a cabo una importante reforma en los planes de estudio, conocida como la “reforma Fresco”.

Las Constituciones nacional y provincial, modificadas en 1949 dieron el marco legal para la reforma educativa que, con los nuevos planes de estudio unificados en todo el país, pondría en vigencia los postulados justicialistas.

El texto constitucional de la provincia de Buenos Aires in­cluía una serie de innovaciones, en consonancia con la doctrinaria justicia social y con la Constitución Nacional, pues incorporaba los artículos correspondientes de la misma en referencia a los derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura. En cuanto a la educación rural, la constitución reafirmaba especialmente la necesidad de una orientación especial de la misma en el sentido agrícola, que ayudara al afianzamiento de la población en el campo.5 Un postulado que no era nuevo y que ya había preo­cupado al gobierno radical y a la élite dirigente en las postrimerías de los años diez y en el transcurso de la década de 1920.

4 Sobre el surgimiento del sistema educativo moderno en la provincia ver: Pineau, Pablo. La escolarización de la provincia de Buenos Aires (1875-1930). Una versión posible. Publica­ción del CBC de la Universidad de Buenos Aires/FLACSO, Buenos Aires, 1997; cap. 11.

5 Constitución de la Provincia de Buenos Aires. 1949, cap. III.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 9

Arturo Sampay, destacado constitucionalista cercano al peronismo, afirmaba que la Constitución recientemente refor­mada rechazaba el concepto de la pertenencia del niño al Esta­do, propio de ideologías como las de Hitler y Stalin. La educa­ción se consideraba un derecho de los padres, con quienes el Es­tado debía colaborar y debía ser encaminada en el “cultivo mo­ral, cívico y patriótico de los jóvenes”. Sampay defendía asimis­mo la enseñanza religiosa en la escuela, manteniendo la necesi­dad de difundir entre los educandos una concepción cristiana de la vida, pues, afirmaba, “sin ella no hay libertad, igualdad, fra­ternidad y justicia”.6 Por otra parte, en mayo de 1949, el Presi­dente Perón afirmaba el propósito de “dar educación al pueblo argentino, formando su conciencia histórica, fijando los objeti­vos mediatos e inmediatos y exaltando la voluntad ferviente de servir a Dios, la patria y la humanidad”.7 El peronismo afianza­ba así sus bases de sustentación y daba muestras de su decidido intento por asociar la doctrina peronista a la doctrina social de la Iglesia.

El Estado intervencionista se reservaba una fuerte partici­pación en el sistema educativo, pero se realzaba la importancia de la familia, no sólo en tanto elemento aglutinante de la sociedad, sino también como vehículo de difusión de las ideas y la “doctri­na” peronistas.

El papel asumido por el gobierno provincial respecto al te­ma es complejo. Por una parte, en la Constitución se ponía de manifiesto “la principalidad da la familia y se otorgaba un lugar más relevante al sector privado. Por otra parte, el Estado intervie­ne como garantía expresa de obligatoriedad y ayuda económi­ca”,8 según se reflejaba en la disposición legal citada.

6 Sampay, Arturo. "La educación en la reforma constitucional" en: Revista de educación. N°4, 1949; p.41-42.

7 CAMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN. Diario de sesiones. 1949, T. 1; p.34.8 Pinkasz, Daniel y Pitelli, Cecilia. "Las reformas educativas en la provincia de Buenos Ai­

res (1934-1972). Cambiar o conservar?" en: Puiggrós, Adriana (direc.). La educación en las provincias (1945-1985). Galerna , Historia de la educación en la Argentina VII, Buenos Ai­res,1996; pp. 22 y 24.

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10 Talía Violeta Gutiérrez

El peronismo bonaerense impregnó al sistema educativo de su particular estilo ideológico y discursivo, aunque con distin­tos matices en los gobiernos de Mercante y Aloé, según se ha se­ñalado. El encuadre legal en relación a la educación fue paulati­namente modificado, culminando en materia de educación co­mún, con la sanción de la ley 5650 en 1951, que reemplazaba a las disposiciones educativas vigentes desde principios del siglo XX. Esta ley incluía la enseñanza rural, pues, a pesar de que en el Congreso de Educación realizado en Tandil en 1950 por el Mi­nisterio de Educación de la provincia, se esbozó la posibilidad de un proyecto legislativo sobre educación rural, no se logró más que su inclusión en la ley 5650.

La misma establecía algunas cuestiones a tener en cuenta en la escuela rural, con el objeto de reforzar su especificidad. El aprendizaje de la lectura se haría principalmente en textos toma­dos de la literatura gauchesca y del folklore, que “exalten la bon­dad y austeridad de la vida campesina, la belleza de los paisajes campestres y la importancia que para el desarrollo de la Repúbli­ca Argentina tiene la actividad rural”. La geografía económica ru­ral debía recibir particular atención, y, en cuanto a la actividad práctica o manual, a los niños se les brindarían conocimientos utilitarios referidos a la producción, las industrias y artesanías de la zona y a las niñas labores e industrias domésticas rurales.9 Se hacen explícitos aquí los contrastes del populismo en el poder; cuando por una parte refuerza esa visión idílica de la vida en el campo, presente desde principios de siglo, marcando un elemen­to de continuidad, mientras brinda los conocimientos utilitarios aptos para cada sexo. Al mismo tiempo aparecen elementos más actualizados como el tema de la geografía económica rural, brin­dada con un sentido más moderno en los nuevos “manuales”, que compendiaban los saberes de varias asignaturas.

Para 1951 se preveía asimismo la unificación nacional de planes y programas de estudio en las escuelas primarias con la fi-

9 CAMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. Diario de Sesio­nes. 16/5/1951; p. 148-149.

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nalidad de lograr “el ajuste racional de programas para adecuar­los a las exigencias pedagógicas modernas de manera que sirvan eficientemente a la formación plena del hombre argentino que re­clama la grandeza, prosperidad y gloria de la Nación”.10 El Pro­grama de Educación Primaria vigente en la jurisdicción nacional en 1949 había sido ajustado y presentado en 1950 como la con­creción de la adaptación de la escuela a un espíritu nuevo, el de la “Nueva Argentina” justicialista, y a él se debían adaptar las ju ­risdicciones provinciales.

Una situación que debe ser tenida en cuenta al analizar las distintas etapas del peronismo provincial; en especial la inclusión de temáticas que anteriormente no eran frecuentes, o que serían propias del régimen justicialista. El uso del sistema escolar como espacio para difundir la cultura política oficial no es privativo del período peronista. Sin embargo, mediante la introducción -entre otros aspectos- de los conceptos básicos de su “Doctrina nacio­nal”: independencia económica, soberanía política y justicia so­cial en la práctica pedagógica cotidiana, adquirió tintes particu­lares y propios de un sistema político populista. En la jurisdic­ción educativa provincial, tanto como en la nacional, estas carac­terísticas se hicieron patentes especialmente a partir de 1951-52.

En cuanto a la importancia de la educación rural, se pen­saba en ámbitos políticos y educativos, que la educación haría posible y perdurable la solución a varios problemas característi­cos de nuestro país, como el desarraigo de la población radicada en el campo y su emigración a los centros urbanos. Las constitu­ciones de 1949 apoyaban esa interpretación y brindaban el máxi­mo marco legal para fortalecer la educación rural.

La dignificación del trabajo rural y el arraigo como propie­tarios era uno de los objetivos propuestos por el “plan de rurali- zación de la enseñanza primaria de los niños campesinos”, pro­moviendo también la “visión del campo como fuente de confor­tación para el cuerpo y para el espíritu, recuperar la sólida y so­

lo REPÚBLICA ARGENTINA, Presidencia de la Nación. La Nación Argentina, justa , libre y soberana. 1950; p.550.

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12 Taita Violeta Gutiérrez

bria clase campesina”.11 Esta representación de la vida rural co­mo impregnada de paz, tranquilidad y austeridad, que no sería propia del medio urbano, es, como hemos visto, un aspecto rei­terado en bibliografía y documentación oficial, y no se refiere so­lamente a un particular estilo de vida, sino a la supuesta ausen­cia de conflictividad en la vida agraria, que venía siendo auspicia­da por la dirigencia argentina desde la década de 1910.

En el decenio de 1940 las preocupaciones del gobierno re­ferentes a la población rural pampeana continuaban centrándose en la necesidad de afincar a la familia en el campo, diversificar los cultivos y difundir las explotaciones granjeras. La generalización de la educación primaria, como una manera no sólo de impartir los conocimientos básicos tradicionales, sino los valores del go­bierno justicialista y una cierta orientación agrícola era concebi­da como una finalidad fundamental por el gobierno bonaerense.

La provincia de Buenos Aires se presentaba relativamente favorecida en relación al resto de la región pampeana en cuanto al grado de instrucción impartido. Sin embargo, generalmente las escuelas rurales comprendían hasta cuarto grado, como una for­mación básica. De ahí la necesidad de cumplir los objetivos pro­puestos en ese período de permanencia en la escuela, sin perjui­cio de profundizarlos en los siguientes grados cuando se contaba con ellos.

La modalidad escolar más frecuente en la zona rural era la escuela unitaria, atendida por un solo maestro, generalmente per­sonal femenino, aunque el número de docentes aumentaba en las cercanías de las poblaciones. La adaptación de la enseñanza al me­dio y la orientación agrícola que pudiera darse dependía entonces de la capacidad y disposición de la maestra. Para solucionar los

11 Sampay, Arturo, op cit, p.42. En un proyecto de "estímulo y compensación al maestro rural", de 1951, se afirmaba que "la escuela rural es también un aspecto parcial de la gran tarea político- económica de elevación de la comunidad agraria, inseparable de los demás problemas propios del campo, tales como división de la tierra, comercialización de sus productos, etc...", en: CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. Diario de sesiones. 15/5/1951; p . 148-149.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 13

problemas que se presentaban al respecto, y brindar una educa­ción integral que abarcara a toda la familia, se había planteado en varias ocasiones la posibilidad de establecer “colonias- escuela”.

Cuadro 1. Grado de instrucción impartido en las escuelas rurales.

Provincia % de escuelas rurales que imparten hasta el grado Grado medio impartido:

r- 28 32 4e 5a 6a

Buenos Aires 3 23 57 5 11 49Entre Ríos 3 38 40 13 1 4 3aCórdoba 7 38 17 29 2 7 3aSanta Fe 1 9 22 42 7 19 4a

Fuente: Ministerio de Agricultura de la Nación. La escuela primaria rural. 1948.

La década del ‘40 no es una excepción. Es interesante al respecto un proyecto presentado en 1948, como “Plan de educa­ción integral... para familias que carecen de recursos morales y materiales que viven en el interior de nuestro país y para inmi­grantes”. La explotación se organizaba en granjas alrededor de un centro poblado, cuya administración incluía la educación general y agrícola para los niños de la colonia así como para los adultos. El tipo de explotación propuesto era la que se consideraba apro­piada para la región pampeana, granjas establecidas concéntrica­mente alrededor del centro poblado. El proyecto fue girado para su consideración al Banco de la Nación Argentina, luego de ha­ber pasado por la Dirección de Enseñanza Agrícola y la Dirección General de Protección al aborigen. El Banco Nación, en tanto ad­ministrador del ex Consejo Nacional Agrícola, integró a este plan en un proyecto propio sobre creación de núcleos Agrarios Pre­cooperativos.12

12 Museo y Archivo Banco Nación Argentina: H.D. Carpeta especial 313. Comisión mixta para elaborar un plan de créditos y organización pre-cooperativa. Zona II. "Colonia agrícola- ganadera. Plan de educación integral", por Juan Andreani. Ministerio de Agricultura de la Na­ción. Anales. 1943; p.62.

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14 Talía Violeta Gutiérrez

El movimiento a favor de las colonias-escuela no era en rea­lidad una novedad en nuestro país. Desde años atrás existía la “Asociación Colonia Escuela Argentina” fundada en 1918, y que había trabajado con niños desamparados. En 1936 se había crea­do como filial de la anterior la Asociación amigos del campo con la finalidad declarada de tender a “poblar los campos y desconges­tionar las ciudades” y en 1940 se fundó la “Colonia Escuela Los libres del Sur”, con intervención de la mencionada entidad y el Ministerio de Agricultura. Lo interesante de este nuevo proyecto era que, por una parte se dirigía a la familia en su totalidad y la forma en que se lo canalizó, a través del Banco, lo cual indicaba una de las preocupaciones fundamentales en este tipo de empren­dimientos, que era la financiación, aprovechando las circunstan­cias económicas propicias de nuestro país y la presencia de un go­bierno que se empeñaba en favorecer la colonización agrícola a través de su proclamada y nunca realizada “reforma agraria”.

3. El discurso en la era mercantista. 1946-1951

Domingo Mercante ocupó la gobernación de la provincia du­rante dos períodos consecutivos, (1946-1948; 1949-1951) realizan­do una de las gestiones más eficaces que tuvo Buenos Aires hasta ese momento, que aseguró a la provincia estabilidad y desarrollo.13 Durante su gobierno la política provincial en los distintos rubros se caracterizó por cierta independencia de la política peronista a nivel nacional, entre otros aspectos en el orden educativo y en las medi­das dirigidas al sector agrario. Es decir, si bien su accionar se en­marcaba en el proyecto que proponía el presidente Juan D. Perón, no presentaba las características de total alineamiento y dependen­cia que luego tendría la política llevada a cabo por Carlos Aloé.

La preocupación de Domingo Mercante en tomo a la edu­cación se centraba en los primeros años de su gobierno en torno

13 Rein, Raanan. Peronismo, populismo y política, Argentina 1943-1955. Editorial de Bel- grano, Buenos Aires,1998; p.51.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 15

a la edificación escolar, en el medio urbano y más aún en el rural, la cual recibió un importante impulso. El gobernador hablaba en su propio nombre y entroncaba su acción en el “pensamiento de junio” (de 1943), cuando se refería a la importancia de la educa­ción para llevar a cabo los ideales de justicia social y el afianza­miento de las tradiciones morales y religiosas de la población de su provincia. A semejanza del nivel nacional, también aquí se pre­sentaba el interés por la formación técnica y profesional para pre­parar la mano de obra para la industria. Sin embargo, no se deja­ba de propender -desde los primeros tiempos de su gobierno- ha­cia la formación especializada del hombre de campo que permitie­ra el uso de procedimientos científicos en la explotación.

En la escuela primaria se destacaba asimismo la implemen- tación de prácticas de granja.14 Ideas que no eran nuevas por su­puesto, pero que adquirían un sello particular cuando se las vin­culaba al discurso que afirmaba que todo aquél que trabajara ten­dría su parcela en propiedad, es decir enmarcando esta propues­ta en los postulados de la reforma del agro, tal cual la percibía Domingo Mercante.

Se ha afirmado al respecto que “las propias características productivas de la provincia que conduce (Mercante), donde la prioridad de la actividad agroganadera era indiscutible frente al desarrollo industrial que se estaba promoviendo, justificaban en parte, que su vinculación a la problemática del agro haya sido mayor que la del propio presidente de la Nación”. Aunque tam­bién se presenta la atractiva hipótesis de que ello haya sido “una estrategia política para crear redes clientelares que sustentaran un proyecto político alternativo al del gobierno central” .15

14 PROVINCIA DE BUENOS AIRES. LEGISLATURA. Mensaje del gobernador de la pro­vincia de Buenos Aires, Cnel. (r ) Domingo Mercante a la Honorable Legislatura. 1947; Idem, 1948; Idem. 1949. Por su parte, el Plan Trienal de la provincia otorgaba una gran importancia al sector agrícola, incluyendo la enseñanza especializada, lo cual estaba prácticamente ausente en el Primer Plan Quinquenal nacional, que otorgaba el mayor énfasis a la industrialización sus- titutiva, y en lo educativo al sistema de educación técnica.

15 Blanco, Mónica. " ‘Reforma agraria’: discurso oficial, legislación y práctica inconclusa en el ámbito bonaerense, 1946-1955" en: Ciclos, año IX, N°17, 1er. Semestre 1999; p.91. Tam-

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16 Talla Violeta Gutiérrez

Cuando en 1950 se realizó un balance sobre la actividad estatal llevada a cabo hasta el momento, se destacaba que en edu­cación se alcanzaría en el período a una inversión de $5.000.000 en edificios escolares contabilizando desde 1943. En el período de gobierno de Mercante se preveía construir 1629 escuelas; en 1949 estaban en ejecución 853, de las cuales 701 correspondían a escuelas rurales. Como era característico de la propaganda pe­ronista de la época, se contraponía el “antes” y el “después”, tan­to referido a escuelas rurales como urbanas. Según esta interpre­tación, antes en el campo las escuelas eran antihigiénicas, con clases frías y semidestruídas, poco apropiadas para el arraigo en la zona. En la ciudad, las escuelas contaban sólo con patios pe­queños y húmedos y eran inadecuadas para la cantidad de pobla­ción. La gestión peronista/mercantista habría logrado una escue­la rural amplia y alegre, con huerto y taller. En cuanto a la escue­la urbana era moderna, convertida en centro de cultura, calcula­da en proporción a la población escolar y en edificios adecua­dos.16 Esta situación era presentada no sólo a través de la explica­ción sino por medio de la propaganda gráfica.

Si bien en cuanto a la bibliografía escolar, la tendencia du­rante el gobierno de Domingo Mercante era respetar la libre elec­ción por parte del docente, tal como se expresaba en la Resolu­ción del Consejo General de Educación para 1948, la obra del go­bierno ya aparecía como un contenido a destacar. En una encues­ta sobre los libros recomendados a los maestros recién iniciados,

bién respecto al sistema bancario, el gobernador Mercante protegió los intereses de una provin­cia que asentaba su economía sobre tradicionales bases agrarias y un cinturón industrial en ex- pansiór. por lo que la política crediticia del banco provincial no dejó de lado las actividades agropecuarias, aún antes del ‘Cambio de rumbo’ de 1950, ver: Girbal de Blacha, Noemí. "La pro- vincialización estatal del Banco y su ingreso en el régimen nacional" en: De Paula, Alberto y Girbal de Blacha, Noemí. Historia del Banco de la Provincia de Buenos Aires, tomo II, Buenos Aires, 1998; cap. XI, p.89, 96, 104.

16 REPÚBLICA ARGENTINA, Presidencia de la Nación. La Nación Argentina, justa, li­bre..., p.547-548. PROVINCIA DE BUENOS AIRES. LEGISLATURA. Mensaje del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Cnel. (r ) Domingo Mercante a la Honorable Legislatura. 1949; p.27-29. Mercante, Domingo A. . Mercante: el corazón de Perón. Ediciones de la Flor, Buenos Aires,1995; p.103-104.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 17

para la “formación argentina”, se aconsejaba usar libros sobre el sentido misional de la conquista escritos por Ricardo Levene; pa­ra estudiar la realidad argentina “La Nueva Argentina” de Bunge y para las “soluciones argentinas” el Primer Plan Quinquenal de Perón.17 Hay en la Revista de Instrucción primaria varias referen­cias al Plan Quinquenal, en la nota editorial de la voz de los maestros o en referencia a la orientación del egresado.

4. El contraste ciudad / campo

El contraste entre la ciudad y el campo, era canalizado en la escuela a través del estudio del espacio, y la asignatura geogra­fía era el área a la cual se reservaba la consideración de lo rural y lo urbano así como un estudio regional del país, destacando as­pectos físicos y socioeconómicos.

El concepto de región es entonces el que articula en gran parte el estudio en la escuela de las cuestiones que nos ocupan. La división regional es altamente arbitraria, y puede generar una contradicción entre sistema productivo y organización del espa­cio, ya que el primero da lugar a “procesos en permanente diná­mica y cambio”, mientras que el segundo suele ser “una configu­ración delimitada subjetivamente y cristalizada en el tiempo”. Normalmente en los estudios regionales no se tiene en cuenta esa circunstancia en toda su dimensión. Se intenta describir todo el proceso que implica al sistema productivo, como si el mismo pu­diese tener lugar totalmente dentro de la región o regiones con­sideradas. “Se parte del supuesto de que los fenómenos socioeco­nómicos no son ejecutados por agentes económicos y sociales, si­no que es la misma región la que asume ese rol” . Se dice que la región creció o que posee tal actividad industrial o agraria, etc.18

17 Revista de Instrucción Primaria. 16/3/1948; p.3,17.18 Rofman, Alejandro. Las economías regionales a fines del siglo XX. Ariel, Buenos Aires,

1999; p. 15-16. Van Young, Eric. "Haciendo historia regional. Consideraciones metodológicas y teóricas" en: Anuario 1EHS. Tandil, Instituto de Estudios Históricos Sociales, 1988; p. 255-281.

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18 Talía Violeta Gutiérrez

Esta es la visión que predominaba en la época en los planes de estudio y su desarrollo a través de las publicaciones didácticas o manuales escolares, pero muy imbricada con la participación del Estado nacional como agente dinamizador del conjunto de las acti­vidades productivas, a través de su intervención directa o indirecta.

Una de las maneras de acercarse al tema de las representa­ciones del mundo rural, es analizar las publicaciones destinadas a los maestros y que los guiaban en la confección de sus planes de clase. La orientación didáctica de las revistas mostraba su ad­hesión a la escuela activa o escuela nueva, según la misma los programas debían desarrollarse a través de asuntos o temas y no por disciplinas. Los asuntos se definían como ejes interdiscipli­narios. El énfasis estaba dado en las actividades y las ejercitacio- nes, y el papel del niño era activo en cuanto a posibilidades de actuar y modificar el ambiente que lo rodeaba. En el contexto de la política justicialista la escuela activa debía adaptarse a sus li- neamientos, es por eso que, en defensa de esa corriente pedagó­gico, La Obra afirmaba que “no entraña el más insignificante obs­táculo para el cumplimiento de la totalidad de los fines que el Es­tado ha establecido para su escuela”.19 No en vano esta revista se continuó publicando durante todo el período.

La problemática de las formas de vida en la ciudad y la vi­da en el campo formaban parte de los “asuntos” abordados en los primeros grados de la escuela primaria. El tema se presentaba en la Revista de instrucción primaria como estudio en forma com­parada y se articulaba en tomo a tres núcleos: las “características naturales y sociales”, la “vida humana” y el “intercambio” entre ambos ambientes.

La ciudad era presentada como gran concentración de po­blación, con muchos barrios, con trazado como tablero de ajedrez,

19 La Obra. 10/9/1944, N °411; p.470. Ferriére, Adolfo. La escuela sobre medida a la medi­da del maestro. Biblioteca de Cultura Pedagógica, Kapeluz, 1947; p. XVII entre otras. Guirtz, op cit. p. 134. Guirtz, Silvina. "Higiene, moral y ciencia. Las funciones del tema ‘cuerpo huma­no’ en la escuela (Argentina, 1920-1940)" en: Ascolani, Adrián (comp.). La educación en Ar­gentina. Estudios de historia. Ediciones del Arca, Rosario,1999, p.191.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 19

y habitantes dedicados a la industria, comercio u oficinas. El cam­po era caracterizado por su población dispersa, al habitante lo lla­ma campesino, y se les informaba a los niños que el campo se tra­bajaba “en forma intensiva”, aunque existían aún zonas de aspec­to primitivo. La visión de la vida en el campo seguía siendo idílica como en épocas anteriores: se suponía que era una vida sencilla, la alimentación basada en “los productos naturales que le brinda el suelo y lo obtenido con su trabajo”. Se enfatizaba, no obstante, el intercambio entre campo y ciudad, en el aspecto comercial. Al ex­plicar el asunto “la vivienda”, entre las descripciones de las mismas se incluía naturalmente un contraste entre los dos ambientes. El ejemplo de ciudad elegido era generalmente Buenos Aires y su his­toria, aunque a diferencia de otras épocas no se eludía la referencia a los barrios obreros. Las actividades sobre el tema se repetían en las distintas áreas: historia, geografía, instrucción cívica y lengua­je. En la enseñanza del lenguaje el contraste establecido entre la vi­da en la ciudad y la vida en el campo se presentaba como tema de redacciones, las cuales no dejaban de tener un contenido tradicio­nal como por ejemplo “el caballo, fiel amigo del hombre”, “el ran­cho”, “el fogón”, “un día de asado” o “la tapera” . Como formas or­ganizativas de la producción rural se citaban la estancia, la chacra, la quinta y el tambo, pero no había otras alusiones al sistema de propiedad. En los grados superiores el tema rural aparecía en geo­grafía y en los temas de lectura para idioma nacional; se recomen­daba conversar con los niños sobre “las riquezas del campo argen­tino y la necesidad de brazos vigorosos para las faenas agrícolas”.20

En cuanto a los textos utilizados en la vida escolar, tanto urbana como rural, y que pueden ilustrar la manera en que los distintos temas se reflejaban en la escuela, existían los “libros de lectura”, los cuales presentaban series graduadas de textos sobre diversos temas, cuya finalidad era la lectura y vocabulario. Sin embargo, para la transmisión específica de contenidos se utiliza­ban distintos sistemas, según las épocas y que frecuentemente

20 Revista de Instrucción Primaria. N 938, 1/3/1946; p. 22, Idem, tercer grado; N°980, 1/7/1948; p.25.

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20 Taita Violeta Gutiérrez

coexistían, tales como libros sobre asignaturas específicas (Histo­ria, Instrucción Cívica, Ciencias Naturales); “Enciclopedias esco­lares” , que abarcaban distintas materias, antecesoras de los “Ma­nuales”, y luego estos mismos, a partir de fines de la década del ‘30, y adaptados periódicamente a los planes vigentes.21

Los “Manuales” destacaban aspectos semejantes a los que formaban parte de las revistas didácticas en referencia al sector rural. Las características de dispersión de la población, la vida ac­tiva y sana, la persistencia de costumbres criollas en referencia al sector rural junto a adelantos modernos eran algunos de ellos. Es de notar la afirmación reflejada en un manual muy utilizado en la época, de que en la región pampeana “únicamente un veinti­cinco por ciento (de la población) es extranjero”.22 Esta frase, destacada en negrita en el original, referida a una región donde era reconocido que la inmigración tuvo su asiento principal, con un especial énfasis en ese “únicamente”, nos remite a un nacio­nalismo que deseaba destacar el crecimiento del elemento criollo de la población. Afirmación coherente con los lincamientos que

21 En relación al uso de libros de texto como fuentes históricas, han sido utilizados con fi­nes diversos por: Plotkin, Mariano. Mañana es San Perón. Ariel, Buenos Aires,1994; REIN, Mó- nica Esti. Politics and Education in Argentina, 1946-1962. M.E.Sharp, New York, 1998. Rein, Raanán. Peronismo, populismo y política. Argentina, 1943-1955. Editorial de Belgrano, 1998; cap.3. Wainerman, Catalina y Bark de Raijman, Rebeca. Sexismo en los libros de lectura de la escuela primaria. IDES N ol3, Buenos Aires, 1987; p.32. Plotkin, Mariano. "Socialización polí­tica y discurso populista" en: Alvarz Junco, José y González Leandri, Ricado (comp.). El popu­lismo en España y América. Editorial Catriel, Madrid, 1994. Wainerman, Catalina y Heredia, Mariana. Mamá amasa la masa?. Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1999. Corbiére, Emilio. Mamá me mima ,Evita me ama. La educación argentina en la encrucijada. Sudamericana, 1999. En este estudio recurrimos a la consulta de "Manuales", así como a las Revistas Didácticas pa­ra ejemplificar la aplicación de los contenidos del Plan de estudios, pero no se utilizarán en es­pecial libros de lectura, salvo en casos esporádicos.

22 Romero, Joaquín, Astolfi, José y otros. Manual del alumno, quinto grado, Editorial Ka- peluz, 1950; p.419. La primera edición del mismo era de 1938, pero se declara que la edición de 1950 estaba "Desarrollada de acuerdo a los nuevos programas". Por otra parte es conocido que esta editorial publicaba el manual del alumno y el del alumno bonaerense, en el primer caso se seguía el programa nacional, que en esta ocasión serviría de base a la unificación de 1951. La mayor diferencia se daba en tercer grado cuando se preveía el estudio de la provin­cia específicamente.

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reforzaban los conceptos de patria y argentinidad que el peronis­mo exaltaba en todos sus discursos.

En el plan de estudios nacional para 1951, base de la futu­ra unificación de los planes en todo el país, es interesante enton­ces destacar el programa de geografía, y los núcleos temáticos destacados.

Cuadro 2. Plan de estudios para 1951.

Grado Temas

Primer grado Conocimiento objetivo de la escuela y del hogarPrimero superior Conocimiento el del lugar o el barrio asiento de la escuelaSegundo grado El centro poblado y la zona ruralTercer grado La ciudad de Buenos Aires o la provincia

en que se asienta la escuelaCuarto grado El territorio argentino y regiones físicasQuinto grado Aspecto económico de la ArgentinaSexto grado Geografía general y argentina

Fuente: Ministerio de Educación de la Nación. Dirección General de Enseñanza primaria. Programa de educación pri­maria. Buenos Aires, 1950.

Quedaba entonces circunscripta a segundo grado la com­paración específica entre el medio urbano y rural, que se articu­laba en tomo a la observación de las actividades humanas, la in­terdependencia entre ambos medios, el estudio del ambiente na­tural (suelo, agua, plantas, animales), los medios de vinculación y las formas de vida en cada lugar. Es de destacar que se analice en segundo término las relaciones entre ambos ambientes y que se presente como una interdependencia, en la que se ponen de re­levancia las necesidades mutuas que los vinculaban.23

23 Ministerio de Educación de la Nación. Dirección General de Enseñanza primaria. Programa de educación primaria. Buenos Aires, 1950. Ascolani, Adrián. "La pampa pródiga: una imagen para escolares y extranjeros (1920/1945)", ponencia presentada en Avatares del pasado y tendencias actua­les, 2o Seminario internacional: textos escolares en Iberoamérica. Universidad Nacional de Quilmes, 1997; p.6; destaca por el contrario la escisión que se presentaba en los libros de texto hasta 1945.

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22 Talía Violeta Gutiérrez

En los siguientes grados se estudiaban las distintas regio­nes argentinas, comenzando por la provincia sede de la escuela, resaltando en este caso la geografía física y las condiciones natu­rales y articulando además con la acción del hombre sobre la na­turaleza. Esta era considerada instrumentalmente, como un lugar a utilizar y explotar económicamente.

Al tratar el aspecto económico de la geografía argentina (quinto grado), se dividía el país en zonas de producción. Las “zonas de cereales y oleaginosas” comprendía naturalmente las provincias de la región pampeana. Desfilaban entonces, como te­mas a estudiar, los factores que determinan la producción, la cha­cra, industrias derivadas, centros fabriles, vías de comunicación, vida y costumbres, centros de población, y, como característica de los tiempos, la “recuperación económica nacional” emprendi­da por el gobierno. Mientras tanto, en el programa de pre-apren- dizaje, que abarcaba distintos tipos de “tareas”, se incluían las “tareas rurales”. Comprendían las distintas operaciones del tra­bajo en el campo, y como motivos de trabajo el análisis y prepa­ración de terrenos, uso de herramientas, viveros, lucha contra plagas, observaciones meteorológicas, etc.24

Cómo reflejaban los textos estos temas? En el caso de un prestigioso y muy difundido manual, presentaba a la llanura pampeana, “zona de cereales y oleaginosos”, afirmando en pri­mera instancia que era “la más rica del país”. Para explicar las razones de la frase se aducían cuestiones que tenían que ver con factores humanos - “el trabajo incesante del hombre”- pero tam­bién con condiciones naturales y políticas estatales. En cuanto a la naturaleza se destacaban los factores favorables -el suelo fér­til, la distribución de las lluvias-, sin dejar de tener en cuenta as­pectos desfavorables como las sequías, lluvias excesivas y hela­das. La intervención del Estado era puesta en evidencia a través de la consideración de la Defensa agrícola y la Comisión de Gra­nos y Elevadores, los cuales defendían la producción cerealista y

24 Ministerio de Educación de la Nación. Dirección General de Enseñanza primaria. Pro­grama de educación primaria, op cit, p.81.

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ayudaban a extirpar las plagas. La “recuperación económica na­cional” era una cuestión destacada en todos los núcleos temáti­cos tratados.25

En el ámbito de la producción agropecuaria se enseñaba a los niños que antes del gobierno justicialista la comercialización de la producción era realizada por consorcios extranjeros que fi­jaban los precios, lo cual producía que las riquezas se fueran del país. Luego el gobierno se había hecho cargo de esa tarea y el re­sultado era que las ganancias quedaban “en nuestra tierra”. En cuanto a la estructura agraria, la explicación que se hacía llegar a los educandos diferenciaba las explotaciones agrícolas de las ga­naderas. En el primer caso se explicaba que la tierra estaba divi­dida en chacras utilizándose esa denominación tanto para las ex­plotaciones de pequeña extensión como para las que ocupaban leguas, pero dedicadas a la agricultura. La denominación estan­cia se reservaba para los establecimientos ganaderos. Se dejaba constancia también que dos tercios de las tierras cultivadas lo eran a través de arrendatarios, y la importancia del uso de maqui­narias agrícolas.26 El papel de los distintos actores económicos quedaba subsumido ante la fuerte presencia estatal en todos los ámbitos relacionados con la producción rural. Por otra parte, la interpretación que de la intervención del Estado se hacía conocer a los alumnos se reiteraba en los distintos textos utilizados como material didáctico en la escuela.

El gobierno justicialista se mostraba presente para ayudar a la gente por medio de créditos, auxilio al agricultor, definiendo los límites del derecho a la propiedad e incidiendo en la política económica a través de diversos organismos oficiales, los cuales eran tema de lectura y estudio en la escuela. El Estado aparecía como “el único motor de progreso”, particularmente en el medio rural, donde, junto a una revaloración de la tradición y el Martín

25 Romero, Joaquín, Astolfi, José y otros. Manual del alumno, quinto grado, Editorial Ka- peluz,1950; p.415-417.

26 Ibídem, p. 417. Aizcorbe, Astolfi, J . y Fesquiet, A.. Nuestra producción de alimentos. 4o grado, Kapeluz, 1950.

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24 Talía Violeta Gutiérrez

Fierro, aparecían elementos modernos, pero siempre asociados a la acción del Estado y personalmente a Juan Perón y Eva Perón.27

En el contexto del gobierno nacionalista popular, dirigista y benefactor de Juan D. Perón, cuya política socioeconómica asignaba a la producción rural “un papel estratégico, al conver­tirla en el sustento de la redistribución del ingreso en favor de la pequeña y mediana industria que produce para un expandido mercado interno”,28 es interesante analizar cómo se canalizaba la orientación agrícola, particularmente en la escuela rural.

Las prácticas agrícolas eran consideradas acordes con la naturaleza del niño y las necesidades del medio ambiente en la escuela rural. En 1943, en las Jornadas que sobre enseñanza agrí­cola había organizado el Ministerio de Agricultura de la Nación se concluyó sobre la necesidad de constituir a la misma en el “Centro de interés” de la “escuela campesina”. Los especialistas en el tema -los ingenieros agrónomos fundamentalmente- con­sideraban la actividad rural como una forma de vida, más que só­lo una fuente de riqueza material. De ahí el permanente ensalza­miento del ambiente y la actividad rural. La necesidad de diferen­ciar la enseñanza de la escuela rural en relación a la urbana espe­cialmente en cuanto a la aplicación práctica de una cierta orien­tación agrícola, era un objetivo de quienes se ocupaban del tema, pues el porcentaje de hijos de agricultores que accedían a una educación especializada era escaso aún en la década de 1940. En última instancia dos cuestiones eran discutidas entre los exper­tos -reflejando preocupaciones también vigentes en Europa- en relación a una orientación agrícola de la enseñanzas: ¿ es posible un aprendizaje de la agricultura?, ¿quién se debe responsabilizar de ello? Los docentes y agrónomos afirmaban que el progreso y el perfeccionamiento son posibles, por lo que se concluía que lo agrícola debía ser entonces materia de enseñanza y transmisión. De ahí la importancia que se le otorgaba en la escuela rural. Por

27 Plotkin, Mariano. Mañana es San Perón, op cit; pp. 187-189.28 Girbal de Blacha, Noemí. "Estado, crédito e industria en la Argentina peronista (1946-

1955)" en: XVI Jom adas de Historia Económica. Quilmes, setiembre, 1998 (separata) p .l.

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otra parte, el Estado no podía permanecer indiferente en la ma­teria, ella entrañaba una responsabilidad para el poder publico.29

La finalidad de la “orientación agrícola” en la escuela co­mún, era la organización de pequeñas huertas, almácigos y cría de animales de granja (provistos generalmente por los vecinos). Sin embargo no sólo las habilidades técnicas eran el objetivo sino que se consideraban a estas prácticas como un vehículo para afianzar la “argénUnidad”, a través del amor a las labores características de nuestros campos. No faltaban quienes relacionaban los “males del campo” no sólo con la ausencia de una enseñanza con un verda­dero sentido agrarista, sino con la falta de conocimientos morales y religiosos en la escuela. Restaurar lo vocacional y misionero en la escuela rural, y darle a la educación un sentido social, forman­do la personalidad, basada en el amor a la patria y en los princi­pios católicos, serían las finalidades de la educación rural.30

5. La obra del gobierno justicialista en la escuela.El período de Aloé

La imposición de una determinada visión del mundo al conjunto de la sociedad, generalmente la predominante entre las clases dirigentes, fue una de las principales tareas adjudicadas por los niveles políticos a los Sistemas Educativos Nacionales. El peronismo se apropió gradualmente del sistema educativo para imponer su versión de la Nueva Argentina y la formación de un renovado tipo de ciudadano.

“El modelo peronista se basó en la politización controlada de los sectores populares. Por lo tanto tenía que desarrollar dis-

29 Ministerio de Agricultura de la Nación. Anales . 1943, p.59. Charmassson, Thérésc et outres. Eenseignemcnt agricole. 150 ans d’histoirc. Educagri, Preface de Rene Rémond, Di- jon,1999; p.12. Veniard Zubiaga, E.. Nuestro agro y sus problemas. Diez años de análisis perio­dísticos. Buenos Aires, 1949; p.46, 179.

30 Pelaez, Manuel. "Vocación y saber del maestro rural" en: Revista de educación. 1951; p.43-46.

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26 Taha Violeta Gutiéirez

positivos no coercitivos (o no totalmente coercitivos) que le per­mitieran encauzar esa movilización dentro de los objetivos que se proponía, y limitar los posibles desmadres o los intentos de poli­tización independientes o distintos que los admitidos por el con­ductor (Perón)”. El ámbito escolar fue utilizado como uno de los medios conducentes a ese fin. Las relaciones sociales promovidas por el populismo nacionalista tendieron a “configurar un nuevo tipo de ciudadano y un nuevo tipo de consenso.”31

La orientación de la política bonaerense se dirigió, desde la asunción del gobierno por Carlos Aloé, a seguir fielmente las di­rectivas nacionales, sin mostrar iniciativas propias, e incluso uti­lizando en su discurso un lenguaje marcadamente obsecuente con el presidente de la Nación. En sus mensajes el gobernador no hablaba ya en nombre propio, sino que lo hacía en nombre de Pe­rón y Eva Perón, y, consecuente con la política nacional, procla­maba como predominante la “lucha del campo”, en el contexto del nuevo Plan económico. En tanto, las diversas ocasiones des­tinadas a la conmemoración de hitos de la historia argentina eran propicias para ligarlos con el “renacimiento de la nacionalidad” que se habría producido con el peronismo.32

En la escuela, casi todas las disciplinas ofrecían un espacio para la difusión de la obra del gobierno justicialista desde los pri­meros grados, pero se intensificaba en los grados superiores. “Historia y formación política” era el ámbito más propicio. Así desfilaban el lema “Económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana”, el acta de independencia económica, los comentarios a las constituciones nacional y provincial refor­madas, los derechos del trabajador, incluyendo el Estatuto del

31 Somoza Rodríguez, Miguel. "Una mirada vigilante. Educación del ciudadano y hegemo­nía en Argentina, (1946-1955)" en: Cucuzza, Héctor Rubén. Estudios de historia de la educa­ción durante el primer peronismo, 1943-1955. Universidad Nacional de Luján, Buenos Ai­res,1997; p.122, 124, 129.

32 PROVINCIA DE BUENOS AIRES. LEGISLATURA. Mensaje del gobernador de la pro­vincia de Buenos Aires, Mayor Carlos Aloé. 21 de julio de 1952 (transcripción de una alocu­ción radial). Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. Discurso del gobernador Carlos Aloé. Combate de la Vuelta de Obligado. 5/12/1953; p.12.

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peón, la ancianidad, la educación y la cultura, el Plan Trienal de la provincia, (con especial referencia al plan de construcciones escolares) y los Planes quinquenales. Pero también disciplinas como “Naturaleza” eran propicias para difundir la obra de go­bierno, como la nacionalización del gas; en relación a anatomía e higiene, las instituciones relacionadas con la salud y su organiza­ción; o en Geografía la nacionalización de los servicios públicos y transportes, los planes de vivienda. La obra de la Fundación Eva Perón era citada en las diversas secciones. La politización, sin embargo, era matizada en la sección lenguaje e iniciación li­teraria, en la que no podían faltar las frases extraídas de “La ra­zón de mi vida” de Eva Perón, como temas de composición oral y escrita para los grados superiores. A pesar de ello, los autores liberales y tradicionales argentinos no estaban ausentes. Se acon­sejaba la lectura diaria de trozos de la “Historia de San Martín” de Bartolomé Mitre, del “Martín Fierro” y de “Mis montañas”, de Joaquín V. González. La historia de la educación se presentaban a través de la actuación de Domingo F Sarmiento y José M. Es­trada. Del primero se destacaba su preocupación por la cultura y el que viera a la ignorancia como causa de nuestros males, del se­gundo el hecho de que defendiera los derechos de la religión y la familia frente al Estado.33 No se analizaba en ese caso la contra­dicción entre las propuestas de uno y otro frente al papel estatal en educación y la discusión sobre el laicismo.

Ahora bien, en ese contexto general, ¿cómo se presentaba específicamente la política justicialista concerniente de una u otra manera a la vida rural y al sector productivo agrario? Si ana­lizamos en mayor profundidad los aspectos nombrados anterior­mente, en los citados “Manuales” que guiaban la actividad esco­lar de los grados superiores, vemos que entre los temas tratados

33 Manual del alumno bonaerense. Editorial Kapeluz, sexto grado, primera edición 1951, 3ra. edic. 1953; p. 60-61.La sección Lengua correspondía a Joaquín Romero, mientras que His­toria y formación política estaba a cargo de José Astolfi, Geografía a Josefina Passadori y Natu­raleza a Alberto Fesquet. Manual Estrada. IIIo grado,1953. Idem. V°grado, 1953. La obra, nú­meros publicados entre 1952 y 1955.

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28 Talía Violeta Gutiérrez

se encontraba la “independencia económica” y el Acta que había firmado el presidente Perón en Tucumán en julio de 1947 procla­mándola. El comentario brindado a los alumnos destacaba que para que una Nación sea verdaderamente soberana “es necesario que no actúen sobre ella intereses extranjeros que puedan alterar su verdadera capacidad productiva, rebajar los precios de venta, condicionar las comunicaciones y la formación de centros indus­triales a planes extraños...” . Por lo tanto y consecuente con esas ideas, se explicaba que el Estado procedió a la comercialización de las cosechas, la reglamentación de las importaciones, la nacio­nalización de medios de comunicación y transporte, etc. Sin em­bargo, la mayor cantidad de referencias a la actividad agraria se encontraba en la sección “Naturaleza”, la cual era una verdadera mezcla de temas desde rocas y minerales, descripciones de plan­tas (trigo, algodón, caldén, etc.), la ganadería y la industria frigo­rífica, las cataratas del Iguazú, los vertebrados e invertebrados, las artes domésticas femeninas, las industrias agrícolas, textiles, petróleo, gasoductos, etc., sin dejar de lado referencias bíblicas como “El hombre, criatura de Dios”. En los casos de las indus­trias agrícolas, ganaderas y mineras no sólo se presentaba la si­tuación actualizada sino que se brindaban los antecedentes his­tóricos de la actividad.34

La granja y la huerta continuaban considerándose “el ideal para las familias del campo”, mientras que la estancia se definía como el establecimiento destinado a la gran producción para las ciudades y la exportación y se destacaban los avances de la estan­cia moderna. A la vez se afirmaba que ya no estaban justificados los grandes latifundios, “el colono debe transformarse poco a po­co en pequeño propietario, el gobierno de Perón expropia exten­siones y las subdivide”.35 De esa forma se hacían eco los textos de la siempre proclamada y no realizada reforma agraria propuesta por el peronismo, en una época en que ya prácticamente se ha­bían detenido las moderadas expropiaciones que habían tenido

34 Manual del alumno bonaerense, op cit, p. 171-234.35 Manual Estrada. Vo grado, 1953; p.102.

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lugar durante el primer gobierno de Perón. Por otra parte, la existencia de estancias no era cuestionada, sólo se hablaba de la progresiva subdivisión y las mejores condiciones de trabajo.

En referencia a los planes quinquenales, siendo la planifi­cación una de las características del Estado populista, aquéllos ocupaban un lugar importante en la escuela, medio privilegiado para su difusión y propaganda. Hasta 1952 fueron el Primer Plan Quinquenal y el Plan Trienal de la Provincia de Buenos Aires. Pe­ro fue el Segundo Plan Quinquenal el que sin duda impregnó completamente los planes de estudio y textos, desde el momen­to en que el gobierno nacional, al que se alineaban verticalmen­te las provincias, endureció su posición en cuanto a la elimina­ción del disenso y la transformación de la Doctrina peronista en Doctrina Nacional. Frente a la crisis económica, la necesidad de un “cambio de rumbo” en las políticas estatales alentó a otorgar mayor atención al ahorro y la productividad en todos los secto­res de la población y se proclamó la “vuelta al campo” proveedor de las divisas necesarias al país. Esta posición se volcó en la es­cuela en una serie de lecturas y actividades tendientes a difundir esas premisas.

El mensaje estaba dirigido a los niños como parte de la es­trategia discursiva implementada desde el gobierno para llegar a la ciudadanía de la “Nueva Argentina” a través de la influencia que se ejercía sobre los más jóvenes. “Los receptores se convier­ten así en verdaderos propagadores y protagonistas de la propa­ganda gubernamental, que acrecienta el mito de las realizaciones dirigidas a los sectores populares y a sostener el perfil nacionalis­ta de la gestión”.36

El Segundo Plan Quinquenal debía servir de marco a las enseñanzas desde el Jardín de infantes hasta el fin del ciclo esco­lar, intensificándose su tratamiento en los grados superiores. Las revistas didácticas, los manuales y textos especiales para el tema lo desarrollaban en detalle y se recomendaba que los contenidos

36 Girbal de Blacha, Noemí. "Dichos y hechos del gobierno peronista (1946-55). Lo lácti­co y lo simbólico en el análisis histórico", op cit, p.71.

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30 Talía Violeta Gutiérrez

del mismo formaran parte de la actividad habitual del aula y no presentados como temas especiales.

La cuestión rural aparecía desde entonces en ese contexto. La formación de una huerta escolar, por ejemplo, era considera­da como una “contribución al plan económico”. La correlación -comentada anteriormente- entre el medio urbano y rural otor­gaba, en los planes de clase, una gran importancia a la vincula­ción entre ambos y a la obra del Estado al respecto. La mecaniza­ción rural se presentaba como uno de los fines del Plan y, dado que el fomento de la granja era un punto fundamental del mis­mo, se recomendaba a los maestros detenerse en el tema. Se con­cluía que “el esfuerzo de la población rural, mancomunado con la acción rectora del gobierno, habrá de volver a crear la situación de cuando la Argentina era el ‘granero del mundo’”.37

Los maestros eran adoctrinados en las bondades del plan, y su acción difusora era considerada fundamental ya que se atri­buía al pueblo el encargo de “ejecutar las obras” del Plan y para ello había que capacitarlo en la escuela. No se rehuía el recono­cimiento de la “función propagandística de la escuela a favor de la difusión y esclarecimiento de aquél (el Plan quinquenal)”.38 Ello formaba parte de la estrategia peronista para lograr una uni­formidad y consenso detrás de la propia doctrina elevada a la ca­tegoría de “doctrina nacional”.

Paralelamente en los libros de lectura la vida rural se con­tinuaba presentando a través de escenas tradicionales, como las faenas en la estancia y lecturas de autores reconocidos en el te­ma, como Godofredo Daireux, Benito Linch, Guillermo Hudson, (en grados superiores). A ello se unían temas más actuales, como el tránsito del saladero al frigorífico y la situación contemporá-

37 Iananluoni, Domingo Rafael. El segundo plan quinquenal al alcance de los niños. Edi­torial Laserre, 1953. Tierra nativa. Plan Quinquenal, su desarrollo, cuarto grado,1953. Manual del alumno, op cit. La Obra, tomo XXXII, N°505, 1/6/1952; p. 125, 137, 141, los ejemplos se reiteran hasta el final del período. Aizcorbe, Astolfi y Fesquet. El trabajo en la zona agropecua­ria. 5o grado, Kapeluz,1953. El Manual Estrada por su parte insertaba una versión resumida del Segundo Plan como una especie de apéndice, en: Manual Estrada. VIo grado, 1953; p. A-G.

38 La obra, tomo XXX1I1, N°511, 1/4/1953, p.5

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 31

nea del mismo, la mecanización agrícola, acompañados de refe­rencias a las medidas tomadas por el gobierno justicialista. En ge­neral se confirmaban las tendencias observadas en las revistas pa­ra docentes, en los planes de estudio y en los manuales.39

La obra del justicialismo no sólo aparecía en los textos nombrados sino también en libros y revistas de difusión masiva (Mundo infantil es la más importante) de uso complementario en la escuela y en el hogar. La contraposición entre la situación an­terior al peronismo y los logros “justicialistas” era un recurso uti­lizado continuamente tanto en la propaganda oficial como en los textos. Tomemos como ejemplo un librito para niños titulado “El hada buena argentina”. Este presentaba en forma de cuentos una serie de sucesos supuestamente verdaderos, en que la providen­cial intervención de la “Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón” resolvía los problemas y las injusticias del “ayer” para presentar un “hoy” y un porvenir venturosos a los protagonistas.

¿Cómo se presentaba la vida rural en este libro para niños? Ranchos míseros, mala alimentación y una total dependencia de los patrones de la estancia era lo habitual antes de 1946. Los per­sonajes eran niños, hijos de peones, cuya vida cambiaba de re­pente al presentarse la ayuda de la Fundación. Se enfatizaba que desde entonces ya no existían distinciones de clase ni de fortuna,

39 Por ejemplo, Benarós, León. Alma de América. Kapeluz, 1954, ap. Por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires; Pelee, Emma, Mi patria y el mundo. 6°grado, Ka­peluz, feb. de 1955; Lamonea Saulnier, Leonie. Alitas nuevas. Io superior, Kapeluz, 1954. Algu­nos temas eran desarrollados con mayor precisión en esta época pero no estaban totalmente au­sentes en períodos anteriores: Ortelli, Clotilde. El amigo de los niños. Kapeluz, primer gra­do,1926; p.121, Henriques Figueira, José Un buen amigo. Lecciones y ejercicios de lectura es­critura corriente, tercero, Cabaut y Cía, Buenos Aires, 1914; p. 107-108, hablaban de sembrado­ras, cosechadoras, trilladoras, aunque las imágenes gráficas, cuando las había, remitían al ara­do antiguo. Emilio Corbiére ha afirmado en cuanto a la renovación de la cartilla escolar que los logros peronistas "fueron bastante pobres, salvo en lo referido a la temática social, ya que se po­dían leer consignas como ‘la tierra para quien la trabaja’, frase que hoy sería escandalosa", se­gún este autor, en "textos clasistas" a favor en su mayoría "del orden establecido y del capita­lismo globalizado"; en: Corbiére, Emilio. Mamá me mima ,Evita me ama. La educación argen­tina en la encrucijada, op cit, p.81.

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32 Talía Violeta Gutiérrez

que todos tendrían las mismas oportunidades. Es interesante el discurso sobre la toma de conciencia de su propia marginación del personaje y su deseo de apartarse de ella, cuando afirma “a mí no me importaba vivir en la miseria, no tener pa’ comer casi, por­que no sabía todas las cosas lindas que hay! Ahora que las he vis­to, que las he tenido, no quiero volver a vivir como antes!” Todo con la ayuda de la Fundación, entonces había sonado la “hora de la justicia, para los tristes, los desamparados...” .40

En otro caso se mostraba la vida rural como contraste en­tre lu belleza campesina de la escena y el dolor de un trabajo fa­tigoso y mal pago, con una vida mísera en un pobre rancho, en un discurso abiertamente clasista. El señor -el patrón de la estan­cia- “es dueño hasta del aire”. Los niños “en edad de escuela” y sin oportunidad de ir a ella. En cambio el hoy se presentaba ale­gre, había llegado lo que todos esperaban, “vino trayendo la ho­ra argentina, hora de redención...”, la asistencia social, la escue­la, el médico, los remedios habían llegado al campo. Seguían vi­viendo los personajes en el rancho, ahora pintado y renovado, los chicos iban a la escuela y se enfatizaba que disponían de guarda­polvos y zapatillas que les hacía llegar la Fundación.41

6. Conclusiones

El análisis del “proyecto educativo” peronista es uno de los aspectos más reveladores de las características que identifican al populismo nacionalista en el poder. El estudio de las transforma­ciones que fue sufriendo en el período el discurso estatista-nacio- nalista respecto a la educación común en la provincia de Buenos Aires, contribuye a una mejor comprensión del fenómeno. El mismo muestra sugestivas diferencias entre las gestiones de Do­mingo Mercante y Carlos Aloé al frente del gobierno provincial.

40 El hada buena argentina, s/f (aprox. de 1951). "Los niños que aprendieron a reír", p.109.

41 Idem. "Ayer y hoy"; p. 166-168.

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El medio rural pampeano en el discurso educativo peronista 33

Ambos enmarcaron su actuación en las directivas de la po­lítica nacional justicialista, pero Mercante exhibía un estilo pro­pio, que no se advierte en Aloé, cuya política era un fiel reflejo de la llevada a cabo por el presidente Perón, hasta llegar a la obse­cuencia.

En referencia al encuadre legal que enmarcó el sistema educativo provincial, si bien en un comienzo se mantuvo vigen­te la normativa anterior, el gobierno justicialista estableció nue­va legislación en la materia. La especificidad de la educación ru­ral alcanzó status constitucional en 1949, y, aunque no llegó a concretarse una norma especial para la escuela rural, la ley pro­vincial 5650 de 1951 contenía disposiciones específicas para di­ferenciarla de la urbana. Este cuidado en preservar la identidad propia de la enseñanza rural se manifestaba precisamente en mo­mentos en que la situación económica posterior a 1949 imponía la “vuelta al campo”, especialmente enfatizada en el Segundo Plan Quinquenal.

Las representaciones del medio rural en contraste con el ur­bano mostraban fuertes elementos de continuidad con períodos anteriores, la descripción de un medio de paz y tranquilidad, que incita a una vida austera y simple, era un aspecto frecuentemente reiterado. Su sentido, tal como sucedía anteriormente, no se limi­taba a realzar un particular estilo de vida, sino a la supuesta ausen­cia de conflictividad en la vida agraria, que debería ser afianzada.

Sin embargo, no se realzaban solamente esos aspectos, si­no que se presentaban las cuestiones económicas relacionadas con la explotación rural, la importancia de la mecanización, los nuevos sistemas de comercialización y los logros sociales del pe­ronismo, como el Estatuto del Peón. En los grados superiores se lo enmarcaba en el análisis regional de la Argentina, en un recor­te de tipo físico o económico-social, según del grado de que se tratara. Todo ello impregnado de la concepción populista-estatis- ta, que en la última etapa del período considerado se mostraba cada vez más verticalizada en relación al gobierno nacional pero­nista, reforzando la presencia del Estado de la “Nueva Argenti­na”, emanada directamente de Perón y Eva Perón.

Los aspectos de la producción e incluso de la vida rural eran directamente relacionados con la acción del Estado justicia-

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34 Taita Violeta Gutiérrez

lista; la comercialización de las cosechas a través del IAPI, el fo­mento de la producción granjera para contribuir al éxito del 2o Plan Quinquenal, la nacionalización de los transportes, eran te­mas cotidianos; en un contexto de afianzamiento de los concep­tos de patria y argentinidad. Eran estos conceptos los que apare­cían ligados en el discurso al “renacimiento de la nacionalidad” en la “Nueva Argentina” justicialista.

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Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación

del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (I.N.T.A.)

Carlos León y Flora Losada*

1. Introducción

Durante la segunda mitad de la década de los 50, tuvo lu­gar un intenso proceso de creación de instituciones científico tec­nológicas en el país. Tan sólo recordemos además del INTA, el surgimiento del INTI, del CONICET, de la CNEA.

Diversos autores estudiaron este hecho, buscando funda­mentalmente hallar una interpretación, que no pasara meramen­te por la de la casualidad temporal, o por un proceso de tipo imi­tativo.

Oteiza refiriéndose a este hecho dice que: "el proceso de vertebración ocurrido en nuestro medio estuvo fuertemente inspira­do en los modelos organizativos de Ciencia y Tecnología que surgie­ron en los países industrializados a partir de la Segunda Guerra Mundial En efecto, lo que ha ocurrido en la Argentina, como expli­caremos más adelante, integra un movimiento más amplio produci­do en varios países de América Latina...” (Oteiza, 1992: p.115).

Otros autores, como por ejemplo Bisang, consideran a este proceso como la ucontracara tecnológica” asociada al modelo de

* Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios (CIEA), Facultad de Ciencias Económi­cas, Universidad de Buenos Aires

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36 Carlos León y Flora Losada

sustitución de importaciones, que ya venía gestándose desde dos décadas atrás. (Bisang, 1994)

Diversos trabajos se han dedicado a reseñar antecedentes previos a la creación de estas instituciones, de modo de identifi­car un sendero anterior, y de comprender las causas que dieron origen a la posterior cristalización institucional que tuvo lugar.

Myers y Martínez Vidal analizaron los distintos hitos que a partir de 1950 tuvieron lugar, en lo que hace al sector de energía atómica, hasta la creación de la CNEA. (Mayers, 1992 y Martínez Vidal, 1994).

Oteiza trazó la trayectoria seguida hasta la creación del IN- TI, retrotrayéndose a instituciones tales como el Laboratorio de Obras Sanitarias de la Nación, creado a principios de siglo, o a los laboratorios de Ferrocarriles del Estado, durante la década del ’30, como pioneros en trabajos de ensayos de materiales y/o con­trol de calidad, entre otros. (Oteiza, 1992).

Del mismo modo, varios trabajos reconocen antecedentes previos a la creación del CON1CET, como por ejemplo la Direc­ción Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (DNICT), creada en 1950.

Sin embargo, al momento de analizar los antecedentes que existieron previos a la creación del INTA, y las causas de su sur­gimiento, se advierten omisiones, contradicciones y una cierta parcialización en las interpretaciones.

Primeramente, es necesario mencionar, que no existen tra­bajos que den cuenta de modo sistemático y analítico, de las ac­tividades y esfuerzos institucionales que existieron en materia de generación y transferencia de tecnología agropecuaria, en los años previos a la creación del INTA. Las pocas referencias, al res­pecto, pueden clasificarse en dos grupos. El primero de ellos -y aunque no excede de la simple mención- reconoce que existie­ron algunos acontecimientos relevantes en materia de generación de tecnología agropecuaria, previamente a la creación del INTA.

Myers sostiene que la investigación referente a la produc­ción agropecuaria y minera surgió a principios de siglo y consti­tuye "uno de los principales modelos para la institucionalización de la investigación,, (Myers, 1992: p.104). Afirma, que la creación del INTA en 1956, se nutrió de algunas instituciones preexisten-

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Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del INTA 37

tes, mencionando específicamente el Instituto de Suelos creado en 1943, el Instituto de Microbiología en 1944, y el de Fitotecnia en 1945.

Obschatko, en su trabajo sobre la transformación de la tec­nología en la agricultura pampeana, menciona algunos anteceden­tes aislados en lo referente a mecanización agrícola y tecnología de mejoramiento de semillas, especialmente. (Obschatko, 1988)

Bisang, coincidiendo ccn la anterior mención de Myers, hace referencia sin mayores especificaciones, solamente a los tres Institutos nombrados por este último autor. (Bisang, 1994)

Gutiérrez realiza una breve reseña de las primeras activi­dades en torno al mejoramiento genético en cereales. Incluso, muchos de los autores mencionados, no dejan de explicitar en sus trabajos, que se trataron de hechos no estructurados. (Gu­tiérrez, 1984)

Bisang, en relación a las actividades económicas basadas en la explotación de los recursos naturales, hace referencia a una su­puesta “simplicidad técnica de la mayoría de las funciones de pro­ducción”, para argumentar la escasa importancia otorgada al tema tecnológico, e incluso asevera que los antecedentes existentes no superan las cuatro décadas (Bisang, 1994: p.6).

Obschatko, no obstante reconocer algunos antecedentes importantes, asevera que “Uno de los aspectos poco considerados hasta mediados de siglo fue la cuestión del nivel tecnológico de la agricultura pampeana. Se verificó una escasa conciencia en la socie­dad y en los ámbitos vinculados al agro sobre el papel que el progre­so técnico debía ju gar en la evolución de la actividad” (Obschatko, 1988: p.22).

Un segundo grupo de autores, prácticamente no reconocen o desmerecen los esfuerzos previos al INTA, que existieron en el país. Así por ejemplo, Oteiza afirma que hasta mediados de siglo XX “hubo escasa conciencia en la sociedad argentina, y en particu­lar en los ámbitos vinculados al agro, del papel del progreso técnico en la producción prim aria”, coincidiendo con Obschatko (Oteiza, 1992: p.140).

Barsky y Murmis afirman: “Si hay un elemento singular que atraviesa todo el proceso productivo pampeano hasta fines de la dé­cada del 50, es el bajísimo interés mostrado por los distintos secto-

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res que se turnaron en el poder político para construir una estructu­ra estatal apta para generar y difundir tecnología” (Barsky y Mur- mis, 1986: p.64-65).

En todos los casos, en ambos grupos de autores, casi no existen referencias de importancia, en cuanto a esfuerzos de trans­ferencia y difusión de tecnología, previos a la creación del INTA.

Por último cabe mencionar, que existe un reconocimiento casi unánime, en adjudicar la creación del INTA, a una “idea” e “iniciativa” de Raúl Prebisch, que logró “convencer” al gobierno militar de 1956, como resultado del análisis que realizara CEPAL sobre el desarrollo económico de Argentina.

El trabajo que se presenta a continuación tiene como obje­tivo aportar elementos y reflexiones que contribuyan al conoci­miento que existe sobre este tema.

En primera instancia, se sintetizarán las principales con­clusiones del documento conocido como “Informe Prebisch”, profundizando en la base conceptual del mismo, y específica­mente en lo que concierne al sector agropecuario, y a la recomen­dación de “concentrar” toda la dedicación a desarrollar y difun­dir tecnología.

Se aportará alguna base empírica que posibilite constatar la verosimilitud de las proyecciones esbozadas en el “Informe Pre­bisch”, con los resultados alcanzados en los años posteriores, in­dicados por el Informe.

Se realizará una breve discusión en torno a condicionantes estructurales existentes para el desarrollo del sector agropecuario argentino que, de algún modo, fueron soslayados en el “Informe Prebisch”.

Por último, se aportará información y elementos tendien­tes a demostrar que la historia de la generación de tecnología agropecuaria y de su difusión, reconoce antecedentes e hitos des­tacados previos a la creación del INTA. Aún sin una planificación sustentable como en los países desarrollados, existieron impor­tantes esfuerzos en el desarrollo tecnológico por parte del Esta­do, y de una innumerable cantidad de técnicos, que cimentaron, el diseño final institucional, que a partir de 1956, emergerá con la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

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Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del 39

2. El Informe Prebisch

Como se mencionara anteriormente, coinciden distintas fuentes documentales consultadas, y aseveraciones de los “prota­gonistas” involucrados en la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y de sus primeros años de exis­tencia, respecto a la importante influencia de la Comisión Econó­mica para América Latina (CEPAL), y específicamente de Raúl Prebisch, en el nacimiento del Instituto, y especialmente a partir del estudio económico sobre Argentina que se conoció con el nombre de “Informe Prebisch”.

Dicho estudio se tituló “Análisis y Proyecciones del Desa­rrollo Económico. El desarrollo económico de la Argentina”. Fue publicado por el Departamento de Asuntos Económicos y Socia­les de Méjico, en 1959.

El estudio comprendía dos partes. La primera trataba los problemas y perspectivas del crecimiento económico argentino. La segunda profundizaba en los sectores productivos: a) “La pro­ducción agropecuaria y sus posibilidades de crecimiento”, b) “Las industrias dinámicas y la sustitución de importaciones”.

El gobierno de Argentina había solicitado oficialmente la cooperación de las Naciones Unidas, el cinco de enero de 1956.1 Dicha organización dispuso que la CEPAL y la Adminis­tración de Asistencia Técnica (AAT), se hicieran cargo de las tareas.

A su vez, ambas instituciones solicitaron la colaboración de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Internacional del Traba­jo (OIT), y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

1 El decreto N° 6778 del 13 de abril de 1956 aceptaría, posteriormente de manera oficial, el "ofrecimiento" de las Naciones Unidas, y el envío del grupo de expertos. Dicho decreto fue firmado, además del presidente Aramburu, por los siguientes ministros y/o secretarios: Mercier (Agricultura y Ganadería), Llamazares (Comercio), Alizón García (Finanzas), Blanco (Hacien­da), Alzogaray (Industria), Podesta Costa (Relaciones Internacionales y Culto), Migone (Traba­jo y Previsión), Bonnet (Transporte).

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40 Carlos León y Flora Losada

En lo que se refiere al análisis del sector agropecuario, se logró específicamente la colaboración del Instituto Interamerica- no de Ciencias Agrícolas de la OEA.

El gobierno argentino designó a funcionarios especializa­dos para que constituyan, junto a los técnicos de Naciones Uni­das, el grupo profesional que se abocaría al estudio.

Las autoridades gubernamentales argentinas fueron cono­ciendo los resultados del estudio, de manera inmediata y simul­tánea a su elaboración, no obstante que, como se mencionó, su publicación definitiva recién ocurriría en 1959.

2.1. El Informe Prebisch y el entorno macroeconómico

El estudio partía de la premisa que la depresión mundial de los años 30, marcó una etapa en las relaciones de Argentina con el mundo. A partir de ese momento -se sostenía- surgieron con­dicionantes al desarrollo económico del país, que aún se mante­nían a mediados de los '50. El resultado de dichos condicionan­tes se manifestaba en el bajo ritmo de crecimiento económico del país, en comparación con la potencialidad existente, y con el de­sarrollo experimentado por otros países en igual período.

En cuanto al estancamiento económico de la Argentina, se mencionaba que no sólo preocupaba respecto a la evolución de los países industriales, sino también en relación a naciones lati­noamericanas, que en años previos al trabajo de la Comisión ha­bían crecido a un ritmo más intenso que el de Argentina.

La parálisis económica impedía al país disponer de los re­cursos necesarios para importar, no sólo bienes de capital indis­pensables, sino también materias primas y producción interme­dia que requería la industria.

En relación a la producción agropecuaria, se indicaba que su declinamiento se debía a la carencia de incentivos y recursos para corregir deficiencias de inversión que se venían arrastrando desde la depresión mundial.

No existía una amplitud en el desarrollo industrial y el país se veía privado de maquinarias y equipos, hierro y acero, produc­tos químicos y petroquímicos, papel y celulosa, automotores, etc, que se consideraba podían ser fabricados con economicidad.

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Se indicaba que la insuficiente acumulación de capital, si bien fue primeramente resultado de factores exteriores adversos, luego se debió a causas propias del país que no “contribuyeron a mejorar la capacidad de autogeneración de ahorro nacional”. (Ce- pal/Naciones Unidas, 1959: p.5).

Se resaltaba que la balanza comercial era deficitaria. La preocupación del Informe era que “en el caso que el país no llega­ra a disponer de los recursos necesarios para pagar estas importa­ciones insustituibles, el crecimiento del producto global no podría a l­canzar la meta indicada y tendría que reducirse correlativamente a los menores recursos disponibles para importar” . (Cepal/Naciones Unidas, 1959: p.7).

Se consideraba que, por la índole de la producción expor­table, Argentina era uno de los países del mundo más afectado por el empeoramiento de las relaciones de precios de su inter­cambio externo.

Una de las causas a las que se asignaba el deterioro de los precios de exportación de Argentina provenía de la “revolución tecnológica” en varios países europeos, recuperados de la pos­guerra, y cuyo aumento de productividad les había posibilitado convertirse en exportadores de algunos productos, que antes im­portaban. Además, ya se mencionaba para aquellos años que las medidas proteccionistas que adoptaron comenzaron a influir ne­gativamente en los precios internacionales.

Se mencionaba, también, a la política de liquidación de ex­cedentes de los EEUU, que desplazaba a Argentina de mercados, al no poder nuestro país financiar sus exportaciones.

El Informe aseveraba que “...la evolución desfavorable de la relación de precios del intercambio en un nivel inferior al que guar­daba antes de la gran depresión ha tenido que afectar muy seriamen­te lasfuezas de capitalización de la producción agropecuaria argen­tina”. (Cepal/Naciones Unidas, 1959).

2.2. El Informe Prebisch y el sector agropecuario

La sección del “Informe” dedicada al sector agropecuario, abarca cuatro capítulos. El Capítulo I analizaba el uso del suelo, la producción y los rendimientos agropecuarios, con un detalle

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42 Carlos León y Flora Losada

de las principales producciones de la región pampeana y del res­to de las economías regionales.

El Capítulo II trataba de las “Fallas Técnicas” de la produc­ción y las posibilidades de corregirlas, deteniéndose en las prin­cipales producciones pampeanas y del resto del país, en la pro­blemática de la mecanización agrícola y de la investigación cien­tífica y la enseñanza.

En el Capítulo III se elaboraron proyecciones de produc­ción para la siguiente década (1957-67), para los principales cul­tivos y actividades ganaderas.

El Capítulo IV trataba de la problemática de la mano de obra, del incremento de su productividad y de las inversiones ne­cesarias para aumentar la producción.

Es notable el volumen y la calidad de la infoimación utiliza­da por el “Informe Prebisch” para la elaboración de diagnósticos y proyecciones, que abarca temas tales como: capacidad de uso de los suelos, análisis de las regiones agroecológicas, potencialidad de recursos hidráulicos y forestales, análisis jurídico sobre el régimen de la tierra, uso y necesidad de insumos en la producción, etc.

Se mencionaba de modo introductorio, que “hay un hecho fundamental que sirve de punto de partida a esta investigación. Las tierras de la región pampeana, de donde ha de salir la mayor parte del incremento indispensable de las exportaciones agropecuarias, es­tán y a ocupadas en su totalidad: se ha cerrado definitivamente aque­lla fase del desenvolvimiento argentino en que la frontera agrícola se dilataba en form a continua con la incorporación de nuevas superfi­cies. En consecuencia, la producción sólo podrá acrecentarse por el aumento de los rendimientos del suelo, y no será difícil lograrlo me­diante una campaña bien orientada y persistente de tecnificaciónn (Cepal/Naciones Unidas, 1959; V: p.3).

Este primer párrafo con que se inicia el análisis del sector agropecuario constituye un hilo conductor a lo largo del “Infor­me”, que se reafirma y convalida permanentemente en el mismo.

En el trienio 1955-57, la región pampeana concentraba el 88% del total de 19.7 millones de hectáreas sometidas a cultivos agrícolas.

Sin embargo, el restante 12% del área cultivada en el res­to del país alcanzaba el 45% del valor de producción total, debi-

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do al fuerte crecimiento experimentado por la agricultura extra­pampeana.

El estancamiento de la producción -según el Informe- era evidente en los rubros principales de la región pampeana.

Al comparar la producción promedio anual del quinquenio 1940-44 y del trienio 1955-57, los resultados que se obtenían de­mostraban que el volumen anual de la cosecha de trigo había au­mentado tan sólo el 6.4%. El maíz había descendido de un pro­medio de 8.0 millones de tn a 3.0 millones. El tercer cultivo más importante en la década del '40, el lino, disminuyó su produc­ción, desde un promedio de 1.5 millones de tn, a 421.000 tn.

El cuadro de la actividad pecuaria era más combinado. La producción de carnes bovinas había crecido en el período aludi­do un 38.2%, y la de leche un 49%, mientras que se registraban retrocesos considerables en la producción de carnes ovina y por­cina, y en lanas.

En el caso de las producciones no pampeanas, el compor­tamiento mostraba tendencias muy claras de crecimiento. La pro­ducción de frutas había aumentado considerablemente (frutas de pepitas, 214%; de carozo, 39.5%; cítricas, 32%; viñedos, 22.8%; olivos, 235%), la de yerba mate (33.3%), la de fibra de algodón (33.3%). En la década mencionada se habían iniciado nuevas producciones regionales como té y tung.

Esta importante divergencia en la tendencia productiva de la región pampeana y el resto del país, era interpretada como una respuesta a la falta de estímulos que provenía de los precios in­ternacionales en el primer caso y al incremento de la demanda in­terna, hacia la cual se derivaba casi la totalidad de las produccio­nes regionales.

Sin embargo, también se mencionaba como una de las cau­sas de disminución de la producción agrícola pampeana a la po­lítica intema de precios a partir de la postguerra, que según el “Informe”, había impedido que la producción pampeana disfru­tase del corto mejoramiento de las relaciones internacionales de precios.

Se consideraba que el país no había podido aumentar sus rendimientos, y por ende su producción, para compensar con más volumen la caída unitaria de precios del mercado internacional.

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La pérdida de participación de Argentina en el mercado mundial era considerable para las principales producciones pam­peanas. El “Informe Prebisch” se detenía minuciosamente a tra­tar las causas de la caída de los rendimientos en los principales cultivos pampeanos.

En el caso de trigo, lino, girasol y maní, prácticamente los rendimientos se mantuvieron estancados, al comparar el quin­quenio 1950/54 con 1940/44. La situación en maíz se presentaba como alarmante, dado que en igual período, los rendimientos ha­bían descendido de un promedio de 1.998 Kg/ha a 1.529 Kg/ha.

El Informe sostenía que no era suficiente la causa del de­sestímulo extemo para explicar la parálisis en la productividad. Se consideraba que tal vez pudiera atribuirse a la pérdida acele­rada de fertilidad del suelo pampeano la razón de la caída en los rendimientos.

En esta línea de pensamiento, se relaciona la caída de la fertilidad con la política seguida con los arrendamientos y apar­cerías. Se estimaba que aproximadamente el 70% del maíz era producido por productores arrendatarios, que no pudieron incor­porar al cultivo tierras de pastoreo “descansadas”, viéndose obli­gados a repetir el cultivo en las mismas tierras.

El Informe sostenía que “El régimen de tenencia de la tierra de arriendos y aparcerías, tan objetable desde otros puntos de vista, favorecía estas rotaciones con el uso alterno del suelo por el propie­tario ganadero y el arrendatario agricultor; en efecto, la posesión precaria del suelo por arrendatarios o aparceros daba al propietario gran flexibilidad; con desalojar a esos agricultores o trasladarlos a otros campos, disponía de nuevo de tierra para la ganadería, y a sea porque había llegado el tiempo de rotación o porque el ganado con­venía más que las cosechas por sus mejores precios. El costo social de este sistema era sin duda muy grande y requería soluciones de fondo. No haberlas realizado, y haberse limitado a medidas de con­gelamiento de arrendamientos y estabilización de arrendatarios y aparceros trajo, entre otras consecuencias, la de interrumpir la prác­tica de las rotaciones con el consiguiente empobrecimiento del suelo pampeano” (Cepal/Naciones Unidas, 1959; V: p.75).

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Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del INTA 45

2.3. El Informe Prebisch y los problemas tecnológicos del sector agropecuario

Como se mencionara anteriormente, un capítulo fue dedi­cado a las “Fallas técnicas de la producción y la posibilidad de co­rregirlas” . Las principales de..ciencias tecnológicas identificadas eran las siguientes:

Empleo inadecuado del suelo: se mencionaba al monoculti­vo, al sobrepastoreo, y a la ausencia de prácticas adecuadas de manejo, especialmente las destinadas a controlar la erosión hídri- ca o eólica, según las regiones. Se vuelve a mencionar las dificul­tades de rotación de los arrendatarios, indicando que la solución no era sólo transformarlos en propietarios sino determinar si la superficie era adecuada desde el punto de vista técnico y econó­mico para poder integrar agricultura con ganadería.

Se afirmaba que las rotaciones podían restituir la materia orgánica y el nitrógeno al suelo. Sin embargo, era importante pensar en los abonos para subsanar las deficiencias en fósforo y calcio. El Informe planteaba la necesidad de difundir prácticas racionales de conservación del suelo.

Mejoramiento de semillas: se indicaba que los técnicos ha­bían demostrado capacidad para el desarrollo genético de nuevas variedades; sin embargo se desenvolvían con pocos recursos y en condiciones precarias de trabajo.

Se rescataba la tarea de los semilleros privados, acompa­ñando el esfuerzo público. El progreso más significativo se había alcanzado en trigo, habiéndose obtenido nuevas variedades de mayor rendimiento y calidad industrial; existiendo aún retrasos en la incorporación de resistencia a enfermedades.

Eran pocos los avances logrados en maíz, en comparación con la tecnología de híbridos ya utilizada en EEUU.

Se indicaba la necesidad de avanzar genéticamente en los maíces duros hasta la obtención de híbridos, incorporando entre otros atributos, resistencia a plagas y vuelco.

Control de plagas y enfermedades: se estimaba que aproxi­madamente se perdía al año un monto equivalente al 40% del va­lor de la producción agropecuaria, debido a la incidencia de pla­gas y enfermedades. Se mencionaba entre las más agresivas a las

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royas de cereales, distintos insectos en cultivos, enfermedades y parasitosis en ganado, y propagación de malezas. Si bien se ha­bían obtenido avances significativos en el control de plagas y en­fermedades a nivel de laboratorio, restaba mucho por hacer en cuanto a la difusión de los mismos en el campo productivo.

Deficiencias tecnológicas en ganadería: se consideraba que si bien se había alcanzado un alto grado de perfeccionamiento zoo­técnico, existía aun mucho atraso en lo relativo a alimentación, manejo de ganado y sanidad. El conjunto ocasionaba una baja ta­sa de productividad y bajos rendimientos de las existencias.

Se proponían como alternativas tecnológicas, el pastoreo rotativo de potreros y el alambrado eléctrico, que se hallaban muy difundidos en otros países.

Se mencionaba específicamente el tema de la aftosa, que infectaba el 50% de los rodeos, ocasionando grandes pérdidas e imposibilitando el acceso a varios mercados. Se comparaban los magros logros en este tema, con relación a otros países, mencio­nando específicamente el éxito de la experiencia mejicana.

Tanto en el caso de aftosa como brucelosis y tuberculosis, la falta de resultados no provenía del desconocimiento científico del problema sino, se señalaba, de los magros recursos que se ha­bían asignado para su solución.

Mecanización agrícola: se consideraba que con la crisis de los 3 0 se había iniciado un período de decadencia del proceso de mecanización, que se acentuó en los años siguientes y durante la segunda guerra.

Se adjudicaba el retroceso al desestímulo que provenía de los precios de exportación y de la política interna de precios y a la escasa preocupación en investigación y extensión.

La industria nacional no producía artículos de calidad y so­lamente en años recientes al Informe se había iniciado la produc­ción nacional de tractores.

Producciones agrícolas extrapampeanas: se revisaban los problemas tecnológicos existentes en cada una de ellas. Un lugar destacado se dedicaba al manejo y uso del riego en las distintas regiones áridas y semiáridas. Aún en actividades expansivas co­mo caña de azúcar y algodón, se identificaban restricciones a su crecimiento.

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Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del INTA 47

En el caso de caña de azúcar, se reconocía el esfuerzo rea­lizado por la Estación Experimental de la provincia de Tucumán en el mejoramiento genético, habiendo superado los serios pro­blemas de “mosaico” y “carbón” y logrado difundir variedades resistentes. Se hacía referencia a los problemas de fertilidad del suelo debidos al monocultivo, aconsejando la utilización de abonos.

Se reconocía la problemática del minifundio, en relación al monocultivo y “cansancio” de los suelos. Se recomendaba la ne­cesidad de incrementar el valor agregado de la cadena producti­va, a través de una modernización del reequipamiento industrial, y la integración de la actividad manufacturera con la producción de papel y de alcohol.

En cuanto a algodón se refiere, se reconocía el esfuerzo realizado en las provincias del Noreste, a partir de los años 30, hasta llegar al autoabastecimiento nacional. Sin embargo, preo­cupaba de sobremanera la declinación que se produjo posterior­mente en los rendimientos culturales, adjudicando el problema a la mala calidad de las semillas y a la pérdida de fertilidad en el suelo debida al monocultivo.

El “Informe Prebisch” concluía planteando la necesidad de una revolución tecnológica en el campo argentino, que no se po­dría cumplir “sin dedicar esfuerzo considerable y persistente a la in­vestigación agropecuaria, a las tareas de extensión y a la enseñanza, tanto para form ar investigadores y divulgadores como para propor­cionar al agro hombres capaces de llevar a la práctica la nueva tec­nología” (Cepal/Naciones Unidas, 1959; V: p.89).

2.4. El Informe Prebisch y la subvaloración de las causas estructurales

Como ocurre frecuentemente, el valor diagnóstico de un trabajo supera ampliamente, en su profundidad, a las propuestas para la superación de los problemas y restricciones identificadas. Es lo que aconteció, en lo referente al sector agropecuario, con el “Informe Prebisch”.

El “Informe” reconoció que en la crisis del sector agrope­cuario argentino era necesario ver algo más que “causas circuns-

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tanciales”, y que se debía comprender que la crisis de los 30 mar­có una etapa en la armonía en que se desenvolvió el mismo.

Así por ejemplo, se mencionaba el peligro que ya significa­ban para ese momento, los subsidios que aplicaban los EEUU pa­ra la exportación de productos agropecuarios, que reducían la de­manda del mercado mundial para la producción argentina.

También existía claridad en el “Informe Prebisch” respecto a las restricciones existentes en el país en materia de tenencia de la tierra y estructura agraria. Se decía, “No todo consiste en medi­das técnicas para acrecentar la producción y las exportaciones. Hay aspectos institucionales cuya importancia no es posible dejar de su­brayar. A las consecuencias del régimen tradicional de tenencia de la tierra se han venido a agregar las de la congelación de arrendamien­tos. El 53% de las explotaciones agrícolas en la región pampeana se efectúa mediante arrendatarios y aparceros, que explotan el 54% de la tierra productiva de esa región, y el muy loable propósito de pro­tegerlos de las consecuencias del movimiento adverso de los precios llevó en 1944 a la congelación de los arrendamientos y a l a prohibi­ción al propietario de desalojarlos de la tierra. Medidas de esta ín­dole no podrían suplir en form a alguna a reformas fundamentales del sistema de tenencia. Aunque es indudable que se han cumplido sus propósitos directos, han impedido al propio tiempo la continua­ción del régimen de rotaciones entre agricultura y ganadería en los mismos campos, en franco desmedro de los rendimientos por hectá­rea. ¿En qué medida es compatible con una vigorosa tecnificación el régimen tradicional de tenencia de la tierra?...” (Cepal/Naciones Unidas, 1959: p.10).

También preocupaba al “Informe Prebisch” los problemas del minifundio, y no solamente de las economías regionales, co­mo se mencionó en su oportunidad.2

En relación a la región pampeana, se reconocía que “casi dos tercios de las explotaciones existentes en 1957 disponen de su-

2 Prebisch no hace mención en su informe a los problemas ocasionados por la existencia de extensos latifundios subexplotados, que obviamente contribuían a la menor producción re­lativa del sector agropecuario.

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perficies inferiores a lo que se ha considerado como unidad económi­c a”. Refiriéndose, a posteriori, al conjunto del país, se afirmaba que “ Las explotaciones de menos de 10 hectáreas representan la quinta parte del total de explotaciones en el país, tienen un prome­dio de 4 hectáreas por explotación y disponen del 0.24% del total de las tierras productivas. Transportado a un plano más general, todo ello tiene consecuencias desfavorables sobre los rendimientos y cons­pira contra la eficacia de la tecnificación” (Cepal/Naciones Unidas, 1959: p .l l) .

Sin embargo, a pesar del reconocimiento de los problemas de estructura y tenencia de la tierra, no surge del “Informe Pre- bisch”, ninguna propuesta de políticas, que tendiera a revertir las restricciones existentes.

Por otro lado, si bien se mencionaba la menor disponibili­dad de mano de obra en el agro debido a la demanda de la indus­tria, no se le atribuía mayor importancia a este hecho como cau­sa de la menor producción agrícola relativa.

No analiza la problemática impositiva del sector y la nece­sidad de su reforma, a los efectos de propender al incremento de la productividad de la tierra, y a la eliminación de los componen­tes rentísticos que existían.

Se reconocía la existencia del deterioro de los términos de intercambio y de las dificultades de acceso al mercado internacio­nal de granos, pero no se formulaban propuestas tendientes a proteger la inserción y el precio de la producción argentina.

Se resaltaban exclusivamente los aspectos negativos de la política que en materia de precios internos había seguido el go­bierno peronista, sin reconocer los ingentes esfuerzos realizados por el IAPI para que Argentina pudiera seguir presente en un mercado mundial de posguerra, fuertemente restrictivo por la in­solvencia de la demanda europea y por los intentos de los EEUU de impedir el crecimiento exportador de Argentina.

De este modo, no se mencionaba ni se tenía en cuenta la desprotección que sobrevendría para los productores agropecua­rios luego de la disolución del IAPI, y su exposición a un mercado granario controlado por grandes empresas privadas exportadoras.

Esta contradicción entre un diagnóstico que identificaba y reconocía problemas estructurales pero que al momento de apor-

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tar soluciones los obviaba y se centraba solamente en la recomen­dación de incrementar la tecnología, fue el designio del “Informe Prebisch” y la imagen que repercutió en la sociedad.

Horacio Giberti, recuerda que el “Informe” fue atacado por “la derecha” y “la izquierda”, por los sindicatos y por la Sociedad Rural Argentina (Giberti, 2000 - Entrevista personal).

Al no incluir en las propuestas instrumentos de reversión de la problemática más estructural, el “Informe Prebisch”, redu­ce la búsqueda de soluciones hacia el área de la tecnología, lo cual no era equivocado, pero sí insuficiente y parcial. Al acudir únicamente a la tecnología para afrontar el deterioro del sector agropecuario, se la exacerbó en su importancia, y esto fue posi­ble partiendo de un diagnóstico que prácticamente desconoció los avances que se habían experimentado en años anteriores en el desarrollo tecnológico del sector.3

3. El Sector agropecuario argentino previo a 1956

Si bien el sector agropecuario a mediados de la década del ’50 se hallaba sumido en una situación de semi estancamiento en lo que atañe a la producción pampeana, y puede ser valedero sos­tener que durante el gobierno peronista no se desarrollaron el conjunto de políticas necesarias para su reactivación, serta una explicación sumamente simplista adjudicar a dicho gobierno la causa de la falta de crecimiento del mismo.

Esta última presunción emerge del “Informe Prebisch”, en razón de las críticas existentes a la política económica interna de

3 La sobrevaloración del problema tecnológico, sobre otros aspectos estructurales, de al­gún modo refleja la influencia que en el "Informe Prebisch" tuvo el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA), organismo patrocinante del citado estudio. El IICA, fue creado en 1942. En 1950, la OEA encargó al IICA la conducción técnica de las actividades del denomina­do "Proyecto 39", cuyo objetivo era mejorar la capacitación de los técnicos a nivel continental, fortalecer las entidades de enseñanza agrícola, y "hacer patente el papel fundamental que jue­gan la investigación y la demostración en el adiestramiento de los técnicos y en la educación del agricultor" (IICA, 1961: p.67)

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precios, de la falta de reconocimiento a los esfuerzos realizados en materia tecnológica, y de considerar que el mercado mundial de posguerra era favorable para el país, subvalorando las fuertes restricciones que existieron.

La decadencia del sector agropecuario tuvo su origen en la crisis a nivel mundial de la década del 30 , iniciándose una ten­dencia declinante en los volúmenes de la demanda y en los pre­cios de los “commodities” que producía la región pampeana.

Posteriormente, y ya en pleno gobierno peronista, el incre­mento de la demanda interna, sumado a la menor disponibilidad de fuerza de trabajo para las tareas agrícolas debido a la fuerte de­manda industrial, generó una paulatina reducción de saldos ex­portables.

Por otro lado, el mercado mundial presentaba signos preo­cupantes. Se iniciaba la recuperación agropecuaria de Europa luego de la posguerra y EEUU y Canadá incrementaban notoria­mente su participación en el mercado granario, provocando la caída de precios internacionales. Todas estas causas repercutieron en la reducción de la producción pampeana.

Para poder visualizar el problema, se sintetizó en el Cua­dro 1 la evolución de las principales producciones agropecuarias, considerando el promedio de tres períodos: a) 1939-40/1946-47 previo a la política agraria peronista, b) 1947-48/1954-55 que re­fleja la política de dicho gobierno, y c) 1955-56/1962-63, a pos- teriori del mismo. En este último debería reflejarse, de algún mo­do, el impacto de la política agropecuaria iniciada en 1955, carac­terizada por la liberalización de los precios internos de la produc­ción agropecuaria, que supuestamente “debería” haber impulsa­do al sector, que se consideraba había sido “desestimulado” por la política de precios internos del gobierno peronista, según se afirmaba en el “Informe Prebisch”.

Se observa en el Cuadro 1, la disminución de la produc­ción de cereales y oleaginosos durante el período del gobierno peronista, contrarrestado por el importante incremento de las producciones extrapampeanas, destinadas al consumo interno directo y/o a la industria de sustitución de importaciones.

En lo que concierne a cereales, la extrema sequía “arruinó” la cosecha de la campaña 1951/52. Si se eliminara ese año agrí-

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cola, el promedio mejoraría sensiblemente, tal cual se puede ob­servar en el Cuadro.4

Sin embargo, lo que quizá es más trascendente del Cuadro 1, es la comprobación que durante el período posterior al gobier­no peronista, los resultados alcanzados en las producciones de cereales y oleaginosos, siguieron siendo del mismo modo, sensi­blemente más bajos que los del período 1939-40/1946-47 (-8.2% y 24.2% respectivamente).

En cuanto a las existencias vacunas, durante el período del gobierno peronista el número de cabezas se incrementó un 9.8% respecto al anterior. Sin embargo, durante el período posterior al gobierno peronista, el incremento fue de tan sólo el 1.3% respec­to a aquel.

La relativa “buena performance” de la ganadería vacuna de la región pampeana, respecto a la producción de granos, es adju­dicada por Jorge Sábato al “nuevo techo a la actividad” agrícola que surgió durante el período del gobierno peronista, como pro­ducto de “la brusca reducción de la oferta de mano de obra tempo­raria” (Sábato, 1980: p. 79).

La importante disminución de la mano de obra necesaria para las larcas agrícolas, tiene un doble origen para Sábato: la de­saparición de la migración golondrina proveniente del exterior, y la fuerte demanda de fuerza de trabajo, proveniente durante di­cho período, de las manufacturas sustitutivas de importaciones.

Según Sábato, el “brusco descenso de la oferta de mano de obra afectó profundamente a la producción agrícola pampeana al aumentar sus costos y reducir su rentabilidad”, y obligó a los pro­ductores pampeanos a cambiar de actividad, “disminuyendo rápi­damente la superficie dedicada a la agricultura para ocuparla con una ganadería extensiva que requeriría muy poco trabajo.” (Sábato, 19S0: p.80).

4 La sequía sin precedentes del año agrícola 1951/52, aun es recordada en la memoria de los productores pampeanos que vivieron el hecho. La casi pérdida total de la cosecha de trigo, obligó a la población a consumir pan de centeno, y fue aprovechada por opositores al gobierno de entonces, para adjudicar la misma a la política agropecuaria prevaleciente.

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Sábato polemiza con autores como Schultz, Martínez de Hoz y Díaz Alejandro quienes adjudican la disminución de la producción agrícola, al supuesto “desincentivo” de precios del gobierno peronista, negando esta aseveración. (Sábato, 1980: p.78).

“Pero ocurre que el valor de producción de trigo, a precios in­ternos reales, fue en el quinquenio 1945-49 un 28 por ciento supe­rior al del quinquenio 1935-39, mientras el volumen físico de la pro­ducción cayó un 24 por ciento. En el caso del maíz la relación inver­sa fue aún más dramática: el valor real de la producción subió un 32 por ciento y el volumen físico cayó un 47 por ciento” (Sábato, 1980: p. 78).

Jorge G. Fodor luego de analizar la política agropecuaria del gobierno peronista, contradice -al igual que Sábato- interpre­taciones como las de Díaz Alejandro, que adjudica los menores saldos exportables, a desincentivos en materia de precios a los agricultores. (Fodor, 1975). Sostiene que el factor central duran­te el período 1946-48, era poder establecer si las condiciones que imperaron en la década del 3 0 habían sido algo temporario, o bien se trataba del inicio de la desaparición del libre comercio agropecuario. (Fodor: 1975). “Si no se reinstauraba el sistema mul­tilateral, si proseguía el proteccionismo agrícola en Europa y los EEUU, y si resultaba poco probable que la demanda externa de pro­ductos argentinos creciera en form a sustancial con el correr del tiem­po, entonces se debía buscar un nuevo camino para el crecimiento” (Fodor, 1975: p.5).

La Europa de posguerra demandaba masivamente produc­ción alimentaria de Argentina, pero el país no podía compensar esas exportaciones, con la importación de productos que tradi­cionalmente adquiría en ese continente, en razón del estado de destrucción de su industria.

De este modo, se generaban superávits de monedas que no eran convertibles, y en consecuencia, Argentina debía adquirir productos en los EEUU, generando el consecuente déficit.

Argentina no podía exportar granos a los EEUU, dado que ese país siempre fue competidor en este tipo de productos. Fodor sostiene que fue tan difícil para Argentina exportar productos agropecuarios durante la posguerra que incluso llegó a conceder

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créditos a los países europeos para ayudarlos a adquirir sus ex­portaciones. “Los términos en que se concedieron estos créditos, eran extremadamente favorables para los países que los recibieron, lo que pone de manifiesto que la Argentina no estaba en una fuerte posición negociadora...” (Fodor, 1975: p ,l l) .

La situación desfavorable para las exportaciones agrícolas argentinas, continuaron a comienzos de la década del '50, cuan­do los países europeos iniciaron la reconstrucción de sus propias agriculturas.

En relación a la argumentación del desincentivo en los pre­cios de los granos, Fodor sostiene que no solamente no existen evidencias al respecto -nótese la coincidencia con la aseveración de Sábato- sino que por el contrario, muchos productos podían ser vendidos merced a la intevención del IAPI, que otorgaba cré­dito a los países importadores.

Por último -indica Fodor- el buen comportamiento de la ganadería vacuna a partir de 1946 fue una respuesta a las buenas posibilidades de exportación de carne vacuna, que había surgido hacia el mercado de los EEUU, que pasaba por un período de es­casez en su propia producción.5

Una demostración del extremado acento puesto en el “In­forme Prebisch” respecto a la tecnología, como rápida reactivado- ra de la producción agropecuaria, y la desconsideración de otras causas estructurales surge al comparar las proyecciones realiza­das por el Informe de CEPAL y las reales producciones alcanza­das para los años proyectados.

En el Cuadro 2 pueden observarse los desfasajes entre las metas trazadas en las proyecciones del “Informe Prebisch”, y los resultados verdaderamente alcanzados.

En el caso del conjunto de la producción granaría, es decir cereales, granos forrajeros y oleaginosos, los resultados obteni-

5 En este punto se considera que la interpretación de Fodor es complementaria a la ya mencionada de Sábato, debido a que no es suficiente la argumentación de este último, en cuan­to a que la escasez de mano de obra para la agricultura,volcó a los productores hacia la ganade­ría. Era necesario, además, que existiera demanda incremental suficiente para la carne bovina.

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dos en los años 1962 y 1967, son menores en un 31.7% y 19.8% respectivamente, a las proyecciones calculadas.

En lo referente al stock bovino, los resultados alcanzados respectivamente para los mismos años, se hallan, también, lejos de las metas proyectadas. En el año 1962, incluso, prácticamen­te no se había superado el inventario vacuno existente en 1955.

Este cuadro de situación del sector agropecuario a media­dos de la década del 60, lejos de la reactivación estimada por Pre- bisch una década atrás, llevó a G. Bordelois, presidente del INTA para ese entonces (1966), a afirmar que “AI principio mencioné, como una de las causas de la creación del INTA, el informe de Pre- bisel i. Ahora, en el año 1965, tenemos muy recientemente editado el plan de desarrollo de CONADE. Paso revista a las causas del estan­camiento de la economía y encuentro: disminución de exportación con incremento de consumo interno. Disminución de la demanda ex­terna por estímulo a las producciones nacionales extranjeras, protec­cionismo y nuevos competidores. Después de subrayar que el creci­miento del sector agropecuario es uno de los elementos fundamenta­les para el éxito del plan de desanvllo, señala los factores que han incidido en la evolución de la producción, productividad y ocupación agropecuaria que son: 1) estructura y evolución de los precios rela­tivos; 2) problemas institucionales, régimen de la tierra e impositi­vo; 3) insuficiente difusión del conocimiento y fa lta de análisis eco­nómico de los efectos de nuevas tecnologías; 4) régimen de comercia­lización; 5) ausencia de una política agropecuaria consistente... Es motivo para preocuparse que esta enunciación resulte tan sim ilar a la que encontramos en el plan Prcbisch de 1955 porque, con muy po­cas palabras diferentes es la misma situación...”

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Cuadro 1 . Evolución de las principales producciones agrícolas expresadas como prome­dio anual de los periodos: 1939-40 a 1946-47; 1947-48 a 1954-55, y 1955-56 a 1962-63 (en miles de toneladas), y del stock de ganado vacuno (años 1947,1955, y 1962).

Actividad Promedio1939-40/1946-47

Promedio1947-48/1954-55

Promedio1955-56/1962-63

Cereales 14.141 11.342 (12 192) 12.986Oleaginosos 2.089 1.346 1.584Cultivos Industriales 7.251 9.699 11.985Frutas 2.132 2.722 3.491Hortalizas 2.034 2.535 3.057

Stock vacuno 1947 1955 1962

Número de cabezas 41.048.313 45.052.000 45.638.000

Nota: En el caso de cereales, para el promedio 1947-48/1954-55, el primer dato consignado corresponde al prome­dio del período. El segundo dato que figura entre paréntesis, es el promedio de siete años del período, excluyendo los resultados de la campaña 1951-52, de extrema sequía, que parácticamente malogró casi toda la cosecha de tri­go.Fuente: Elaboración propia a partir de información de: a) Censo Nacional Agropecuario de 1947, b) Fienup, et.al.: El desarrollo agropecuario argentino y sus perspectivas, Editorial del Instituto T. Di Telia, B. Aires 1972, y c) Cuccia Luis: Tendencias y fluctuaciones del sector agropecuario pampeano,CEPAL,1983.

Cuadro 2. Proyecciones de producción de granos (cereales, granos forrajeros y oleagino­sos, en miles de tn.) y existencias vacunas (número de cabezas) formuladas en el "informe Prebisch" y resultados reales alcanzados para los años 1962 y 1967.

Actividad Resultados Proyección Resultados Proyección Resultadosalcanzados para alcanzados para alcanzadosAño 1955 Año 1962 Año 1962 Año 1967 Año 1967

Producción granaría 14.099 20.907 14.273* 24.297 19.747**Existencias vacunas 45.052.000 48.600.000 45.638.000 52.700.000 49.442.000

* corresponde al promedio de las campañas agrícolas 1961/62 y 1962/63.“ corresponde al promedio de las campañas agrícolas 1966/67 y 1967/68Fuente: Elaboración propia en base a dat os de: a) Naciones Unidas: El desarrollo económico de la Argentina. Aná­lisis y proyecciones del desasrrollo económico. Il.a. La producción agropecuaria y sus posibilidades de crecimiento. México, 1959; b) Fienup, et.al.: El desarrollo agropecuario argentino y sus perspectivas, Editorial del Instituto T. Di Te­lia, B. Aires 1972, y c) Cuccia Luis: Tendencias y fluctuaciones del sector agropecuario pampeano, CEPAL, 1988.

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4. La Ciencia y Tecnología agropecuarias antes de la creación del INTA

Si bien el grado de avance y desarrollo de la ciencia y tec­nología agropecuarias a mediados de los ’50 se hallaba lejos de los niveles de EEUU y otros países desarrollados, es importante reconocer los logros que se habían alcanzado hasta ese entonces, a los efectos de poder interpretar las nuevas necesidades tecnoló­gicas que se le exigirían al INTA, creado en 1956.

4.1. Mecanización y maquinaria agrícola

En relación a la tecnología de mecanización y maquinaria agrícola, durante el gobierno peronista fue necesario su desarro­llo, en virtud de la necesidad de ir reemplazando de modo cre­ciente la pérdida de mano de obra atraída por la industria.

Hacia 1939, Argentina comenzó a sentir restricciones para la importación de maquinaria e implementos, por la reconver­sión de la industria bélica de Europa y por la expansión propia de EE UU, de Australia y Nueva Zelanda. Esta oferta restringida se agravó para Argentina por el boicot aplicado por Estados Uni­dos a las exportaciones a nuestro país entre 1942 y 1949 (Lattua- da, 1986); (Barsky y, Murmis, 1986).

En el trabajo titulado “Elementos para el análisis de las transformaciones en la región pampeana”, Barsky y Murmis co­mentan los trabajos de Carlos Escudé y Mario Rapoport sobre el impacto que tuvieron las políticas discriminatorias y de sancio­nes de Estados Unidos contra la Argentina en el período mencio­nado. (Barsky y Murmis, 1986: p.16-17)

Sostienen los autores, que uno de los objetivos principales de dichas políticas, fue trabar las exportaciones agropecuarias ar­gentinas que competían con las de EEUU. Una de las maneras de lograrlo era cerrar el abastecimiento de insumos. “Sin negar la complejidad de la temática y caer en el reduccionismo económico, señalamos la importancia que tenía para EEUU el desplazamiento del comercio internacional de uno de los principales exportadores de trigo y maíz, que además estaba en condiciones de expandir rápida-

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mente su producción en función de las demandas previsibles después de la segunda guerra” (Barsky y Murmis, 1986: p.16).

Continúan los mismos autores diciendo que “es sugestivo que Cordel Hull, secretario de estado norteamericano, que impulsó firmemente el boicot contra Argentina, estaba ligado a los intereses del Farm Block, coalición de los agricultores más grandes de FE UU, mientras que Henry Wallace, ministro de agricultura y luego vice­presidente, fue quien redactó una de las medidas más drásticas del boicot como fue la congelación de fondos argentinos en EE UU” (Barsky y Murmis, 1986: p. 16).6

El boicot tuvo múltiples aristas; desde obstaculizar la cele­bración de acuerdos comerciales con otros países, impedir que Argentina pudiera abastecer con sus productos a los países bene­ficiados con el plan “Marshall”, hasta el boicot de aprovisiona­miento de insumos estratégicos para la producción argentina.

Los insumos boicoteados fueron de todo tipo. Específica­mente en relación a la producción agropecuaria, fue determinan­te la carencia de combustible, de maquinaria agrícola, de acero y otros insumos intermedios para la industria nacional de maqui­naria, cubiertas y caucho para su producción.

uLa fa lta de combustibles y de repuestos para la maquinaria fue un duro golpe para el proceso productivo y el transporte interno. La carencia de carbón obligó a utilizar a los cereales como combus­tible, además de la madera de eucaliptus que se encontraba a los cos­tados de vías férreas. Un informe del embajador británico de 1945 señala que debido a la escasez de combustible y cubiertas, existían 48.000 camiones paralizados. Argentina no pudo en ese año cumplir sus compromisos de exportación debido a la imposibilidad de trans­portar parte de su producción. Los intentos brasileños de enviar cu­biertas fueron bloqueados por la embajada norteamericana en Río, a

6 Debe mencionarse, que paradójicamente, Henry Wallace fue además, uno de los funda­dores del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA).En su rol de Secretario de Agri­cultura de los EEUU,propuso la creación del IICA, en la primera sesión técnica de la Sección IV, agricultura y Conservación del 8o Congreso Científico Americano, celebrado en Washing­ton, D.C., del 10 al 18 de mayo de 1940(Coto, R.: 1967).

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pesar de la imperiosa necesidad que se tenía de trigo en B rasil”. (Barsky. y Mumis, 1986: P.18).

Lattuada indica que hacia 1948 era crítica la situación del parque de maquinaria agrícola, debido a la falta de importación durante los años de la guerra, y, según dicho autor, “la insuficien­cia de la industria nacional para satisfacer las necesidades de la pro­ducción agropecuaria, y a que generalmente se producía maquinaria de poca complejidad, no incluía cosechadoras automotrices, trillado­ras, etc., y la fabricada en el país además de ser insuficiente en can­tidad utilizaba en muchos de los casos partes importadas” (Latuada, 1986: p.94).

Menciona, además, la siguiente declaración que el legisla­dor Alfredo Busquet hiciera en 1948:

“Las necesidades actuales de equipos mecanizados para las exigencias del Plan Quinquenal son cuantiosas. La demanda sería en cifras redondas, la siguiente: 80.000 arados, 60.000 rastras, 40.000 sembradoras, 20.000 cortadoras, 10.000 cosechadoras, 8.000 espi­gadoras, 8.000 tractores. La agricultura argentina para alcanzar simplemente el volumen de producción de ante-guerra necesita en form a impostergable hombres y máquinas” (Latuada, 1986: p.94).

En 1948 se creó en el Congreso Nacional una Comisión de Mecanización Agrícola. Existía conciencia del déficit de maqui­naria agrícola existente y la limitación que significaba para la productividad agraria.

En 1951 un decreto declaró de interés la industria de auto­motores, máquinas e implementos agrícolas y sus repuestos, libe­rando los aranceles a la importación de materia prima para su fa­bricación. (Obschatko, 1988).

Estos esfuerzos se reflejaron en el Segundo Plan Quinque­nal, en las acciones a seguir en materia agraria. Se hallaba presen­te, de manera reiterada, el objetivo de la mecanización; como un componente fundamental de la acción agraria, propiciando la in­dustria nacional de maquinaria agrícola. “La industria nacional de maquinaria agrícola debe proveer al agro de todos los equipos que necesite. La importación estará supeditada a la capacidad de pro­ducción nacional. La acción crediticia atenderá preferentemente las adquisiciones de maquinaria agrícola de producción nacional” (Se­gundo Plan Quinquenal, 1953: p.169).

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En 1952 se creó la primer fábrica de tractores en el país, autorizándose a las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Es­tado (IAME) -luego DINFIA- a iniciar su producción.

Se estimuló la inversión extranjera para la producción en el país de maquinaria agrícola. “Hacia 1957 se instalan cuatro f á ­bricas filiales de matrices en el exterior; ganadoras de la licitación realizada entre 1954 y 1955: Deutz, Fahry Fiat Someca y Hahno- m ag” (Obschatko, 1988: p.40)

El esfuerzo realizado por Argentina, a partir de la finaliza­ción de la segunda guerra mundial, en lo atinente a la mecaniza­ción agrícola en general, y específicamente a la tractorización, fue muy evidente.

Si bien la información estadística existente para aquellos años es contradictoria, según las principales fuentes que se ocu­paron del tema, en todos los casos revelan los logros alcanzados.

Tort y Mendizábal, indican que la existencia de tractores en uso en 1946 era de 10.035 unidades, llegando a 47.210 unidades en 1955 (Tort y Mendizábal, 1980).

La producción nacional se inició en 1952 con 1.225 trac­tores, y llegó a 9.845 unidades en 1956, al sumarse la producción de las empresas extranjeras, anteriormente mencionadas, que ha­bían sido atraídas para su instalación local, a partir de 1954.

Aunque con cifras nominalmente distintas, esta misma tendencia es observable en la información que brinda Fienup uti­lizando información de FAO, CEPAL y BID. Se sostiene en ese trabajo, que el parque de tractores que alcanzaba a las 29.150 unidades en 1947, ascendió a 49.759 en 1952. (Fienup, et. al., 1972: p.171).

4.2. Genética y producción de granos

En relación al desarrollo de la genética aplicada a la pro­ducción agrícola, la información existente sobre el período pre­vio a la creación del INTA, es segmentada y muy pocos trabajos se ocuparon de analizarla en profundidad.

En lo concerniente a cultivares híbridos de maíz, Jacobs y Gutiérrez señalan que las primeras tareas para producir híbridos se remontan a 1923, año en que fue contratado el genetista ñor-

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teamericano T. Bregger en el Ministerio de Agricultura, en la Es­tación Experimental de Pergamino. (Jacobs y Gutiérrez, 1984).

Giberti hace referencia a las iniciativas progresistas del mi­nistro de agricultura Tomás Le Bretón, en la contratación del ge­netista estadounidense, y menciona que con Bregger se iniciaron los ingenieros Raúl Ramella y Herminio Giordano, “que fueron los primeros profesionales argentinos vinculados al problema” (Giberti, 1951: p .l l ) .7

En 1930 el Instituto de Genética de la Facultad de Agrono­mía y Veterinaria de Buenos Aires inició trabajos de genética de maíz bajo la dirección del Ing. Agr. Salomón Horovitz (Luna, et al., 1964).

Horovitz trabajó en la Facultad de Agronomía y Veterina­ria de Buenos Aires hasta 1937, “luchando contra la escasez ele per­sonal y recursos.... A su retiro de la Institución, el material de crian­za era ya considerable; había líneas endocriadas aptas para ensayar la producción de híbridos con cualidades diversas: resistentes a la langosta, al carbón; destinadas a mejorar el tipo exportación y azu­carado, etc.” (Giberti, 1951: p.12).

Horovitz pasó luego al Instituto Fitotécnico de Santa Cata­lina, dependiente de la Facultad de Agronomía de la Plata. En 1946, supuestamente por razones políticas, fue cesanteado y pos­teriormente contratado en Venezuela.8

Jacobs y Gutiérrez reconocen, del mismo modo, como tra­bajo pionero, el de los ingenieros Marino y Luna que a mediados

7 Giberti menciona en relación a los trabajos de Bregger, que "se realizaron durante 1926 principalmente en Pergamino, donde fueron sembradas unas 1.000 líneas y se efectuaron 8.000 autofecundaciones.... Algunas experiencias con híbridos de primera generación demostraron que estos superaban en rendimiento a las variedades comunes de la zona. Comenzó a ensayar­se, además, el cruzamiento entre variedades comunes para determinar el posible aumento de vi­gor y productividad". "A fin de acelerar los trabajos, se había establecido una colaboración con el filotccnista E D. Richey, de Estados Unidos. Las autofecundaciones efectuadas en aquel país se sembraban luego aquí". (Giberti: 1951, p .l l ) .

8 En la actualidad, la Dra Hebc Vessuri, investigadora argentina radicada en Venezuela, se halla realizando un trabajo sobre la trayectoria del Ing. Agr. Salomón Horovitz, a partir de su llegada a Venezuela, reseñando el importante aporte realizado a la genética de los cereales en aquel país.

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de los 30 trabajaban en el Instituto de Investigación Agrícola Ga­nadero “Angel Gallardo”, de la provincia de Santa Fé.

Giberti refiriéndose a dichos técnicos, menciona que en 1947 “publican los primeros resultados, fruto de una década de la­bor tesonera. Presentan dos híbridos, uno doble (Híbrido Doble Co­lorado Santa Fé N ° 3) y otro de variedad por línea (Híbrido Colora­do Santa Fé N ° 2). Este, en cuatro años consecutivos de ensayo su­peró por 45% los rendimientos de la variedad testigo”.

Sin embargo, la discontinuidad por falta de recursos de las primeras investigaciones en el país, especialmente las de Bregger, llevaron a que los primeros híbridos se obtuvieran recién en 1945 (Santa Fé 2 y el Santa Fé 3), catorce años después de EEUU.9

En 1944 se creó el Instituto de Fito tecnia de Castelar, de­pendiendo del Ministerio de Agricultura de la Nación, donde se desempeñaron los ingenieros Vallega, Cenoz y Favret, todos ellos discípulos del Dr. Wilhcem Rudorf, quien desarrolló hacia 1930 los primeros estudios inmunológicos en el Instituto Agronómico de Santa Catalina. (Katz y Bercovich, 1988). El Instituto de Fito- tecnia de Castelar pasará a la órbita del INTA luego de la creación de este Organismo en 1956.

Este primer esfuerzo del sector público, es seguido luego por el sector privado. Cargill instaló su criadero en 1946. “El ge­netista que contrata la empresa para inciar sus actividades, y que de hecho las dirige, era el creador de los primeros híbridos oficiales” (Jacobs y Gutiérrez, 1984: p.29).

En 1949 se inscribe el primer híbrido de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires y en 1951 los primeros de la Esta­ción Experimental de Pergamino.

“Durante la década del 50 la actividad pública sigue incesan­te, obteniéndose nuevas líneas endocriadasy registrándose una decc-

9 Giberti menciona que al finalizar su contrato en 1926, "Bregger volvió a Estados Uni­dos. Quedaron a cargo del material Ramclla y Giordano; como éste pasó luego a ocuparse de otros aspectos técnicos, el primero debió afrontar toda la labor. La escasez de personal y recur­sos trabó el desenvolvimiento de los trabajos, que no llegaron a concretarse en cruzamientos pese a existir cierto número de líneas cndocriadas con suficiente edad" (Gibcrli:195, p. 11)

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na de nuevos híbridos, algunos de ellos de gran difusión” (Obschat- ko, 1988: p. 48).

Giberti menciona que a mediados de 1949 existían once criaderos, de los cuales ocho eran oficiales y tres privados, que disponían de centenares de líneas autofecundadas, del país y ex­tranjeras, así como gran cantidad de híbridos de ensayo (Entre­vista, 2000).

Luna y otros señalan que a partir del año 1950, el maíz hí­brido se hallaba difundido extensamente en la “región nücleo” y que estaba en camino de desplazar totalmente a las variedades que habían sido base de la producción. (Luna, et al., 1964).

Las actividades de mejoramiento varietal en trigo se re­montan a principios de siglo y no es objetivo de este trabajo re­señarlas.10

Situándonos en el período de nuestro análisis, continuó sin lugar a dudas el esfuerzo oficial para la obtención de variedades mejoradas y para lograr su pronta difusión en la producción.

La Ley de Granos y Elevadores, sancionada en 1935 con el objeto de lograr la intervención del Estado en el mercado de gra­nos, fuertemente distorsionado a nivel mundial, creó entre otras cosas, el Tribunal de Fiscalización de Semillas que incluía objeti­vos de fomento a la genética, gravitando posteriormente en las actividades de mejoramiento del trigo.

Se hacía importante lograr aumentos en los rendimientos, con el objeto de afrontar la caída de los precios internacionales.

Kugler y Godoy sostenían que “las dificultades emergentes de la crisis económica mundial de 1930, al paralizar el mercado in­ternacional del trigo e impedir la colocación de las cosechas argen­tinas, acentuaron el problema del desmejoramiento cualitativo de la producción triguera argentina. La profusión de muevas variedades

10 En el año 1912, en Uruguay, se contrató a Alberto Boerger en Cerro Largo, cerca de Montevideo, y sus trabajos luego fueron proseguidos por Enrique Klein en "La Estanzuela". Ese mismo año, en Argentina, el Ministerio de Agricultura creó las primeras estaciones experimen­tales y contrató al genetista inglés William Backhouse, quien al año siguiente comenzó sus tra­bajos en la Estación Experimental de Pergamino, con la colaboración de J. Williamson y E.R. Amos (Kugler y Godoy: 1964).

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insuficientemente experimentadas, provocaron cierta confusión entre los productores. Esta situación, agregada al problema de la comer­cialización de las cosechas, determinó la intervención del Estado, dando lugar a la sanción de la Ley de Granos y Elevadores en 1935” (Kugler y Godoy, 1964: p.453).

Estos autores consideraban que a partir de 1937, era visi­ble el mejoramiento de la calidad comercial e industrial del trigo. Del mismo modo, sostenían que en 1955 la variedad de trigo “Klein Cometa” representaba el 51% de la producción total del país y tenía como ascendiente a la variedad “38 M.A.” , prove­niente de aquellos trabajos de fitotecnia mencionados para la dé­cada del ’30.

Jacobs y Gutiérrez reseñando distintos trabajos fitotécni- cos en trigo, a partir de la década del ’20, continúan diciendo que “en esos años, entonces, ya comienzan a consolidarse quienes serían los dos principales criaderos privados -Buck y Klein- y también la red de estaciones de experimentación agrícola que, con la fundación del INTA en 1957, pasarían a integrar las Estaciones Experimenta­les del Instituto” (Jacobs y Gutiérrez, 1984: p.61).

Los mismos autores aseveran que “como resultado de los trabajos de mejoramiento genético realizados por aquellos pioneros, y dentro del marco jurídico y organizativo provisto por la ley 12.253, se lograron importantes avances en rendimiento, calidad industrial y sanidad. Un buen ejemplo de esa afinnación está en el hecho que desde 1950 no se ha perdido una sola cosecha por enfermedades” (Jacobs y Gutiérrez, 1984: p. 61).

La investigación y desarrollo por parte del sector público, aplicados al mejoramiento genético, puede hacerse extensiva a otros cultivos.

Así, por ejemplo, el cultivo de lino textil se inició en 1935, en base a variedades importadas de los Países Bajos, Francia e In­glaterra. Las dos primeras variedades nacionales difundidas fue­ron la Mkapún MAG, obtenida por selección de un lino de Le- ningrado y en 1948 la Achay MAG, selección de un lino de Polo­nia. (Luna,Kugler, Marciotte y Godoy, 1964).

Ambas variedades, como su nombre lo indica, fueron obte­nidas por los esfuerzos fitotécnicos de las estaciones experimen­tales del entonces Ministerio de Agricultura y Ganadería.

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En relación al sorgo granífero, Obschatko sostiene que la primera etapa del cambio tecnológico en su cultivo fue realizada por el sector público entre 1948 y 1956, al desarrollar y difundir las variedades enanas importadas de los EEUU. Menciona que el efecto positivo de estas variedades sobre los rendimientos co­mienza ya a advertirse en las campañas agrícola 1953-1954. (Obschatko, 1988).

4.3. Cultivo del algodón

Una mención específica debería hacerse, para el caso del cultivo del algodón, que desde los inicios de la década del 30 co­menzó a tener una gran difusión, especialmente en el Chaco.11

Un fuerte impulso al cultivo provino a partir de la creación en 1935 de la Junta Nacional del Algodón que además de activi­dades de ordenamiento de la comercialización, se dedicó a fo­mentar la tecnología del cultivo y su mejoramiento varié tal.

Es importante detenerse en el caso del algodón y de la Jun­ta, porque como se verá más adelante, algunos de los principales actores involucrados con la creación del INTA se iniciaron profe­sionalmente en este cultivo e Institución, que llegó a gozar de gran prestigio por las iniciativas emprendidas y el equipo técnico que llegó a reunir.

La Junta Nacional del Algodón fue creada por el decreto N° 59.802, del 27 de abril de 1935, fortaleciendo mediante este nue­vo Organismo, la intervención del estado que se iniciara a prin­cipios de la década del 3 0 con la crisis del sistema capitalista mundial y que impactara fuertemente en Argentina, reduciendo drásticamente sus posibilidades de abastecimiento de carnes y granos.12

11 Solamente, a título ilustrativo, vale mencionar, que desde algo más de 70.000 ha sem­bradas a mediados de los años ’20, se llegó a más de 300.000 ha a mediados de la década del ’30, y a aproximadamente 600.000 ha a mediados de los años '50.

12 Se recordará, que primeramente en 1933, se creó la Junta Nacional de Carnes, al san­cionarse la ley N° 11.747, que dotaba al país por primera vez de herramientas legales para in­tervenir y regular la comercialización de ganados y carnes. Coincidentemente con la creación

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En los “considerandos” del decreto de creación de la Junta Nacional del Algodón, se hacía mención a la conveniencia de la intervención del estado en los diversos aspectos relacionados con dicha actividad: técnico, industrial y económico.

La Junta podía ocuparse de la multiplicación de semilla se­lecta, de su facilitación a los productores, del establecimiento de desmotadoras, de fomentar cooperativas, de crear patrones ofi­ciales de algodón, de standarización de la comercialización, etc.

Es notable la amplísima representación que tenían ante la Junta Nacional del Algodón los distintos actores involucrados con la actividad.

Además de los cargos de presidente y vicepresidentes que re­caían en el Ministro de Agricultura y su Subsecretario, intervenían como miembros del directorio: el gobernador del entonces Territo­rio Nacional del Chaco, el director del Banco de la Nación Argen­tina, el director general de Tierras y Colonias, el director general de Agricultura, de Comercio e Industria y de Sanidad Vegetal, la Sección de Hilanderías de Algodón de la Unión Industrial Argenti­na, los exportadores de algodón, un representante de la provincia de Santiago del Estero, el presidente de la Cámara Algodonera de Buenos Aires, la Cámara de Comercio e Industria de Resistencia, un representante de los productores de algodón, el presidente de la Cooperativa de Roque S.Peña, la Cooperativa Agrícola Algodonera de Margarita Belén, un representante de los establecimientos des­motadores, otros por los fabricantes de aceite de algodón y una re­presentación de los Ferrocarriles del Estado.

En torno a la Junta Nacional del Algodón, y a instancias del gobierno nacional y de las provincias productoras de algo­dón, se fue gestando un encomiable equipo de profesionales, que desarrollaron una sobresaliente labor de generación y transferen-

de la Junta Nacional de Carnes, es firmado el mismo año, el "controvertido" pacto Roca-Run- ciman, a partir del cual Argentina tuvo que realizar una serie de importantes concesiones a In­glaterra, como modo de superar las dificultades existentes con aquel país, en materia de ex­portación de carnes. Posteriormente en 1935, fue sancionada la Ley de Granos N° 12.253, que creó la Comisión Nacional de Granos y Elevadores, que luego se convirtiera en la Junta Na­cional de Granos.

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cia de tecnología hacia la producción primaria, la industrializa­ción de la fibra y la comercialización.13

Distintas fuentes consultadas -entre ellas merecen mencio­narse las entrevistas personales a los Ing. Agr. Reichart y López Saubidet- le atribuyen trascendente importancia al equipo técni­co que se desarrolló en torno a la Junta Nacional del Algodón, coordinado por el Ing. Agr. Rafael García Mata, Director de dicha Junta, quien fue posteriormente hacia mediados de los '40 Direc­tor de “Algodón” de la Secretaría de Comercio y luego, como se verá, cumplió un rol trascendente en la reorganización de la di­rección de Investigación del Ministerio de Agricultura, en 1948. (Reichart: 1999 y 2000 -y López Saubidet, 2000- Entrevistas personales).

Hacia mediados de la década del ’40 el algodón ocupaba el cuarto lugar en cuanto a importancia en el valor de producción agrícola en el país, luego de trigo, maíz y lino, precediendo al gi­rasol, a la vid y al resto de los cultivos industriales extrapampea­nos. Además, a diferencia de los cultivos pampeanos, el algodón venía de un período de fuerte crecimiento de la producción, que posibilitó la sustitución de la importación de la fibra y se visua­lizaban excelentes perspectivas para su exportación.

García Mata en una conferencia dictada en el Instituto Agrario Argentino, reseñó la labor realizada por el Ministerio de Agricultura y sus estaciones experimentales y agrónomos regio­nales, para lograr generalizar las mejores prácticas agrícolas. Ha­cía referencia, también, a la necesidad de formar a los trabajado-

13 Lamentablemente con la disolución de la Junta Nacional del Algodón, se perdió el ar­chivo documental de la Institución, hecho lamentable que se repite en nuestro país con una in­numerable cantidad de instituciones, que cimentaron nuestra economía y sociedad. Es notable la innumerable cantidad de publicaciones técnicas, económicas, y de difusión del cultivo que fueron publicadas por esta Institución. A título de ejemplo, vale mencionar que hacia fines de 1937, es decir, tan sólo un año y medio desde su creación, se verificó que se habían lanzado 22 publicaciones que comprendían una temática tan amplia que incluía desde estadísticas del cul­tivo, Censos, estudios comparativos del cultivo con otros países, análisis de costos de produc­ción, hasta tecnologías de preparación del suelo y siembra, combate de plagas, tecnología de co­secha, de desmotado, de fabricación de aceites, de ecología del cultivo.

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res que se desempeñaban en el algodón, por medio de la direc­ción de Enseñanza del Ministerio de Agricultura y de las escue­las de la región algodonera. (García Mata, 1945).

Uno de los logros mencionados por García Mata fue el avance experimentado en el mejoramiento de la semilla que uti­lizaban los agricultores. Existía al mismo tiempo preocupación en torno al tamaño de las explotaciones agrícolas y a dotar a los productores del capital necesario para la adquisición del equipa­miento mecánico, para lo cual se mencionaba la importante acti­vidad que recaía en el Banco de la Nación Argentina y en el Con­sejo Agrario Nacional.14

En lo que hace a tecnología, fue incesante la labor de la Junta Nacional del Algodón en la difusión del cultivo, en el de­sarrollo de tecnología de producción agrícola y de procesamien­to industrial.

Al poco tiempo de la creación de la Junta, se establecieron dos estaciones experimentales; una en Roque Saenz Peña (Cha­co) y otra en Cruz del Eje (Córdoba), y una subagencia en Colo­nia Benitez.

Era función primordial de la Junta, intervenir en el comer­cio del producto -fuertemente oligopolizado- con el objeto de mejorar la transparencia, y evitar la caída del precio al productor.

Se logró introducir en la comercialización la determina­ción de los precios en base a la calidad de la fibra, para lo cual fue necesario lograr la tipificación por grado, en base a color, longi­tud y resistencia.

Fue trascendente la preocupación por mejorar la genética del cultivo, que en sus inicios era una población sin identifica­ción ni estabilidad varietal.

14 El Consejo Agrario Nacional era un Oiganismo creado en 1940, mediante la Ley N° 12.636 de Colonización Agrícola, cuyo cometido fue lograr el asentamiento de pequeños pro­ductores, en unidades agrícolas familiares, o parcelas, que se reunían en "colonias". Las atribu­ciones y posibilidades del Consejo Agrario Nacional, según emergían de la ley, eran considera­bles, aunque sus logros dependieron de las políticas de los distintos gobiernos. El Organismo fue disuelto en 1980 y llegó a disponer de una considerable cantidad de "colonias agrícolas" dispersas en la mayor parte de las provincias.

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En primera instancia se introdujeron, probaron y difundie­ron variedades importadas. Hasta 1945, la casi totalidad de las variedades de algodón sembradas eran de origen importado, siendo las principales las variedades “Deltapine”, “Stoneville” y la “Coker”, todas ellas provenientes de criaderos de EEUU.

Como producto de los trabajos oficiales de fitotecnia, en 1947-48 se logró que el 3.5% de la superficie sembrada se debie­ra a variedades nacionales, de muy buen comportamiento agro­nómico. Esta proporción se elevó al 6.2% en 1948, al 35.5% en 1950-51. Hacia fines de los '50 la casi totalidad del algodón que se sembraba provenía de los trabajos de fitotecnia realizados en el país (Piquín, 1964).

La labor en materia de mejoramiento genético del algodón, desarrollada por distintas dependencias del Estado a partir de la creación de la Junta Nacional del Algodón, constituye un antece­dente trascendente, no solamente por los logros alcanzados sino también porque, sin pensarlo, el equipo técnico responsable ex­perimentaba mecanismos de generación de tecnología y de trans­ferencia que luego serían ensayados y difundidos en todo el país y para el conjunto de las actividades agropecuarias, primero a partir de la reorganización de la investigación agropecuaria en 1948 y luego con la creación del INTA.

En primera instancia, hay que mencionar, que la Junta Na­cional del Algodón se desempeñaba de manera coordinada con el Ministerio de Agricultura, la Dirección de Algodón de la Secreta­ria de Comercio y con distintas dependencias provinciales.

Banfi reseñaba los pasos que se seguían para el mejoramien­to de la semilla del algodón hacia mediados de la década del 40, demostrando la existencia de un marco institucional para la inves­tigación tecnológica y la difusión de sus resultados. (Banfi, 1945). Comentaba este técnico de la Junta Nacional del Algodón que en primera instancia se importaban semillas de condiciones excep­cionales y se ensayaban en las Estaciones Experimentales de la re­gión algodonera, y en campos seleccionados, de agricultores des­tacados de la zona. Esta labor se complementaba con ensayos de crías de variedades que ya habían sido seleccionadas en primera instancia. Posteriormente se procedía a la multiplicación de semi­llas selectas en las Estaciones Experimentales, realizándose todo

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tipo de observaciones y efectuándose selecciones másales. De es­te modo se obtenía una cantidad apreciable de semilla de las va­riedades más sobresalientes. A continuación se realizaba la multi­plicación extensiva en campos de primera multiplicación de agri­cultores responsables, bajo el control de técnicos del Ministerio de Agricultura. Con la semilla producida se sembraban en semilleros fiscalizados a cargo de agricultores capacitados, para lograr la pro­ducción en gran escala de las variedades más destacadas.

Los técnicos del Ministerio de Agricultura remitían a la Di­rección de Algodón las muestras representativas para el estudio tecnológico de la fibra en laboratorio. La semilla que había cumpli­do con todos los requisitos se certificaba como “semilla registrada de variedad selecta”, que luego se incorporaba al gran cultivo.

Ubaldo García, refiriéndose a la obtención de variedades argentinas, recordaba para ese entonces: “el mejoramiento que da­rá los resultados definitivos y que permitirá independizamos del ma­terial extranjero con todo lo que ello significa, y lo que es más im­portante, crear lo que nuestras muy generosas condiciones ambien­tales y económicas hace posible, radica en los trabajos de cría que llevan nuestros técnicos en las Estaciones experimentales” (García, 1945: p.66).

En lo personal, Ubaldo García se desempeñaba para ese en­tonces como director de la Estación Experimental de La Banda, en Santiago del Estero y específicamente trabajaba con la prime­ra selección de algodón, llamada “Juntalgodón Brebbia”.

La trascendencia de la labor desarrollada en torno al algo­dón se pone de manifiesto en las últimas palabras de la conferen­cia dictada por Ubaldo García en 1945: “Para concluir, es suma­mente grato poder adelantar a los productores algodoneros, que den­tro de no mucho tiempo y a través del plan de multiplicación y dis­tribución de semilla para siembra preparado por esta Dirección, se cubrirá toda nuestra zona algodonera con excelentes variedades ar­gentinas adaptadas a nuestras condiciones y necesidades económicas y ambientales, logradas merced al esfuerzo y entusiasmo de jóvenes profesionales argentinos destacados en las Estaciones Experimenta­les del norte y noroeste del p a ís” (García, 1945: p.69).

Uno de los jóvenes técnicos de ese entonces era el Ing. Agr. Norberto Reichart, quien recuerda que, recién graduado en 1937,

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ingresó a la Junta Nacional del Algodón: “Ahí recorrí todo el nor­te, primero en Chaco y Corrientes y, después, cuando ya fu i con res­ponsabilidad de agrónomo a todo el norte de Córdoba, también a to­do el norte de Santa F éy Fonnosa...Ahí pude ver realmente la orfan­dad en que se encontraba el productor. Hicimos varios intentos de constituir asociaciones de productores, nucleándolos a los efectos de lograr que la compra de insumos fuera económicamente más favora­ble, ayudarles en la comercialización de la producción, etc... La Jun ­ta Nacional del Algodón hizo un gran esfuerzo de nuclear a los pro­ductores y fomentar las Cooperativas en el Chaco. Incluso, colegas nuestros de la JNA formaban cooperativas y hasta eran presidentes de las asociaciones de la cooperativas hasta que se capacitaban los productores para manejar ellos mismos la administración... La Jun ­ta Nacional del Algodón fue el germen que trajo el impulso a la tec­nología agropecuaria en el país.” (Entrevista, 1999 y 2001).

4.4 La reestructuración de la investigación agropecuaria en el Ministerio de Agricultura

A partir del nuevo gobierno instaurado en 1943, se inició un proceso de reestructuración de importancia en el Ministerio de Agricultura.

Una de las medidas tomadas al respecto fue convocar a una parte del equipo técnico que se desempeñaba en la Junta Nacio­nal del Algodón -presidido por el Ing. Agr. Rafael García Mata- para cumplir funciones de responsabilidad en el Ministerio. “Ahí pasamos al Ministerio de Agricultura y fuimos logrando que todo nuestro grupo de la JNA estuviera en cargos de responsabilidad has­ta el año '47...” (Entrevista, 1999).

Siendo el Ing. Agr. García Mata director de investigaciones agrícolas del Ministerio, se adquirió en 1943 un campo en Cas te­lar que se destinó a centralizar las investigaciones agropecuarias.15

Ese año y los dos subsiguientes fueron los de creación de los Institutos de Suelo, Microbiología y Fitotecnia a los que -co­

i s Se trata del actual Centro de Investigaciones Agropecuarias del INTA en Castelar.

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mo se comentara en la introducción de este trabajo- se refieren Myers y Bisang como importantes antecedentes previos a la crea­ción del INTA.

En 1947 el gobierno nacional era totalmente conciente de la necesidad de profundizar los esfuerzos en la investigación tecnoló­gica agropecuaria, para que la misma se volcara a la producción.

Debían afrontarse problemas de caídas de la productividad en los cultivos tradicionales, especialmente en la región pampea­na. Se necesitaba conocer la potencialidad de los distintos ecosis­temas a los efectos de identificar nuevos cultivos posibles. Algu­nos problemas de sanidad animal eran acuciantes. En los cultivos extrapampeanos aparecían enfermedades cuyos agentes patóge­nos aún no habían sido estudiados.

En aquel año se iniciaron una serie de cambios institucio­nales a nivel del Ministerio de Agricultura de la Nación, con el objeto de jerarquizar las actividades de investigación, habiendo sido designado como director general de investigaciones agrope­cuarias al Ing. Agr. Rafael García Mata.

Como una de las primeras propuestas tendientes a agluti­nar e intercomunicar a la comunidad científica agropecuaria, en enero de 1948 inició su aparición el “Informativo de Investiga­ciones Agrícolas” -IDIA- publicación que llegó a ser muy reco­nocida y cuya trayectoria se prolongó hasta el año 1988.

En el N° 1 de la citada publicación, el Ing. Agr. R. García Ma­ta, mencionaba que “Aspira a ser este Informativo el vehículo de las novedades e inquietudes de cada uno de los que trabajan en las Esta­ciones Experimentales y en los Institutos. Sus páginas desean impri­mir todas las noticias o pequeñas notas que cada uno de los integran­tes de la Dirección General de Laboratorios e Investigaciones quisiera ver divulgarse más allá del ambiente de su campo experimental de su laboratorio o de su mesa de trabajo” (IDIA, N° 1, 1948).

IDIA no fue lanzada como un órgano científico. Para ello- -se mencionaba- estaban la Revista de Investigaciones Agrícolas y las publicaciones de los Institutos y Estaciones Experimentales.

En abril de 1948, el ministro de Agricultura, Carlos A. Emery, definía al objetivo de investigación como “el cerebro de la accción departamental. Su labor es de vanguardia, atenta a las nuevas corrientes científicas nacionales y extranjeras...” (IDIA, N° 4, 1948).

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El 20 de setiembre de 1948 se sancionó la Ley N° 13.254, mediante la cual, el Ministerio de Agricultura redefinía su estruc­tura institucional, jerarquizando las actividades de investigación y experimentación agropecuarias. Era la primera vez, desde la creación del Ministerio de Agricultura, cincuenta años antes, que se legislaba en apoyo a la investigación agropecuaria.

La nueva Ley establecía la necesidad de desarrollar Centros Regionales de Investigación Agropecuaria en cada una de las regio­nes del país, dotándolos de autonomía administrativa. Se postula­ba, además, la coordinación de las actividades de esos nuevos Cen­tros Regionales, con los Centros de Investigaciones que ya existían en la órbita del Ministerio, con los de las provincias y con los equi­pos de investigación de Universidades y de agentes particulares.

Los Centros Regionales de Investigación Agropecuaria se creaban en las siguientes cinco regiones: Andina, Correntina-Mi- sionera-Chaqueña, Pampeana, Patagónica, y Tucumana-Salteña.

La Ley N° 13.254 establecía que debía construirse el Cen­tro Nacional de Investigaciones Agropecuarias en el predio que se había adquirido en Castelar y que se crearía una estación ex­perimental en cada provincia, con las subestaciones y laborato­rios que técnicamente fueran considerados necesarios.

Se proponía, además, la creación de una estación o subes­tación experimental, o laboratorio regional zootécnico, en cada jurisdicción del país.

Al año siguiente se sancionó el decreto N° 15.582, regla­mentario de la Ley. En el mismo se establecía que la investigación y experimentación agropecuarias estarían a cargo de la Dirección General de Investigaciones Agrícolas y de la Dirección General de Investigaciones Ganaderas, ambas del Ministerio de Agricultura.16

16 El decreto reglamentario N° 15.582 establecía, además, que la orientación, planificación y supervisión de las actividades de investigación, se llevaría a cabo mediante la acción de tres Con­sejos: a) el Consejo General de Investigaciones Agropecuarias, presidido por el ministro de Agri­cultura, b) el Consejo Científico de Investigaciones Agrícolas y Ganaderas, presididos por los di­rectores generales de investigaciones de ambos sectores, y c) los Consejos Asesores de la investi­gación agropecuaria regional, que debían constituirse en cada uno de los Centros Regionales.

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De este modo, la nueva propuesta institucional del Minis­terio de Agricultura jerarquizaba las funciones de la investiga­ción del sector y las dotaba de una organicidad y estructura has­ta ese momento inexistentes.

La nueva estructura de investigación descentralizaba ope­rativamente las funciones en las distintas regiones del país y pro­ponía una articulación del conjunto del sistema, incorporando a las restantes instituciones provinciales, universitarias y privadas.

Por último, concebía la necesidad de dotar al conjunto del sistema de experimentación agropecuaria que se estaba estructu­rando de un sostén científico, que provendría del Centro Nacio­nal de Investigaciones de Castelar.

Durante el período de ocho años (1948 a 1956) a pesar de las dificultades presupuestarias y sin la existencia de una explíci­ta política científico-tecnológica para el sector, se fue delineando una estructura de investigación agropecuaria, que por primera vez introducía al menos algunos elementos de programación a nivel nacional, ponía acento en la descentralización de la genera­ción de tecnología e introducía el embrión de la extensión rural, que se expresaría de modo elocuente en las experiencias piloto en Pergamino, Mendoza y Concepción del Uruguay.

Es en este período en que, a partir de la existencia de los Institutos de Suelos, Microbiología y Fitotecnía, creados entre 1943 a 1945, se completa el conjunto de los Institutos del Cen­tro Nacional de Investigaciones Agrícolas de Castelar, inaugurán­dose los de Botánica Agrícola, de Ingeniería Rural y de Sanidad Vegetal.

Se conforman, además, los cinco Centros Regionales de In­vestigaciones Agrícolas, instituidos en la Ley N° 13.254/48. El con­junto de las Estaciones Experimentales existentes en 1948, más el agregado de otras, creadas a partir de entonces -llegando a alcan­zar un número de 26 hacia 1954-, se articularon y centralizaron en los cinco Centros Regionales de Investigación. (Cuadro 3).

Como indicadores del esfuerzo que se iniciaba puede men­cionarse que ese mismo año 1948, el Ministerio de Agricultura se hallaba terminando la construcción del Instituto Nacional contra la Fiebre aftosa, a cuyo frente estaba el profesor Walman, de re­conocida trayectoria.

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S e había contratado para ese entonces al profesor Papada- kis, ecólogo de renombre internacional, para preparar el primer mapa ecológico de la Argentina.

Fue ese mismo año que un grupo de investigadores jóve­nes determinó que el agente causante de la enfermedad llamada “tristeza” o podredumbre de las raicillas de los citrus -que había producido una gran mortandad de frutales en el Litoral- era un virus. Ese mismo equipo técnico se hallaba trabajando en la ob­tención de patrones o portainjertos resistentes a la virosis.17

Otro logro trascendente durante 1948 lo constituyó la lu­cha contra la langosta, insecto que ocasionaba pérdidas integra­les de cosechas. Su combate exigió una importante cooperación con Uruguay y Brasil, tanto en el campo científico como en el de implementación de acciones prácticas y articulaciones de normas legales.

Fue también en este mismo período iniciado en 1948, y antes de la creación del INTA, en que se lanzaron al mercado los primeros híbridos de maíz creados en la Estación Experimental de Pergamino; en que se desarrollaron las primeras variedades enanas de sorgo granífero y la casi totalidad de la genética nacio­nal de algodón, a la que se hizo mención en páginas anteriores.

4.5. Los orígenes de la extensión rural

A partir de 1948, comenzaron a esbozarse con mayor in­tensidad las nuevas ideas de “extensión rural” que fueron despla­zando a la tradicional y más estática concepción de “fomento ru­ral”, como simple difusor de tecnología.

17 A más de cincuenta años del descubrimiento que la "tristeza" de los cítricos era ocasio­nada por un virus, es posible comprender la trascendencia de dicha investigación. Por un lado, la enfermedad había diezmado la citricultura del Litoral, ante la parálisis que a productores y técnicos, le ocasionaba el desconocimiento de los orígenes del mal, y la infructuosa búsqueda de un hongo o bacteria fitopatógena. Por otro, en esos momentos a nivel mundial, era muy in­cipiente la investigación en virología agrícola, y se carecía del conocimiento y métodos que pos­teriormente caracterizaron a esta área de la fitopatología, como por ejemplo las formas de tras­misión, la utilización de la microscopía electrónica para la identificación de virus, etc.

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La ideología de la “extensión” tenía un sentido sistémico. La extensión se entendía como algo más que el nexo entre el in­vestigador y el productor agropecuario. Debía sensibilizar al agricultor para hacerlo receptivo a la innovación. Se entendía la “extensión” no sólo como un vehículo para el aumento de la productividad, sino como forma de elevar las condiciones de vi­da de la familia rural, elevando su educación, su sanidad y su prosperidad. El concepto de extensión rural, a diferencia del de fomento, conllevaba fundamentalmente, la idea de participación del productor.

Uno de los propulsores de la nueva concepción de la “ex­tensión rural” , desde el Ministerio de Agricultura, fue a partir de aquellos años el Ing. Agr. Norberto Reichart, quien luego de la creación del INTA fue director de Extensión Rural durante mu­chos años.

Reichart fue a partir de 1943, y durante diez años, repre­sentante de Argentina ante FAO. Al mismo tiempo, mantenía es­trechos contactos con los servicios de extensión agrícola de los EE.UU y con las experiencias y resultados auspiciosos que se ve­nían desarrollando en aquel país y que eran difundidos en el con­tinente a través del IICA.

En 1952 se crearon por primera vez en el país tres expe­riencias de extensión rural, que se denominaron “Agronomías Regionales Piloto”, radicadas en Pergamino, Mendoza y en Con­cepción del Uruguay.

Recientemente, el Ing. Agr. Norberto Reichart explicaba la importancia que a partir de 1952, habían adquirido las Agrono­mías Regionales Piloto. “Estas Agronomías Regionales Piloto (radi­cadas en Pergamino, Mendoza y Concepción Uruguay) se habían he­cho con la idea de que el agrónomo fuera el punto de amalgamiento de la participación de los investigadores de las estaciones experimen­tales, de los representante de las entidades rurales, cooperativas, so­ciedad rural, etc. Sefonnaba así una comisión para el análisis de pro­blemáticas locales, para tipificar los sistemas productivos dominan­tes y arm ar cronogramas de trabajo para dar respuestas a los proble­mas que se identificaban. Siempre pensando que se debía tender a me­jo rar la vida del productor y su fam ilia. Es decir, el objetivo no era mejorar sólo económicamente la productividad y la rentabilidad, si-

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no que ello era el camino para lograr el mejoramiento de la vida de la fam ilia rural. Con ese motivo se incorporó a la responsabilidad del sevicio la atención de la familia, es decir, la mujer y los jóvenes hijos de los productores.” (Reichart, 1999-2000, entrevista personal).

Al igual que lo que acontecería posteriormente, en aque­llos años ya estaba instalada la discusión en torno a si la investi­gación la debería desarrollar el sector público -Ministerio de Agricultura- o las Universidades.

La realidad, para ese entonces, era que el Ministerio desde principios de siglo detentaba el liderazgo al respecto, en función de las distintas iniciativas que se venían desarrollando y que fue­ron reseñadas.

Las Universidades, en lo que se refiere a las Ciencias Agra­rias, padecían de un atraso relativo en lo que a investigaciones agropecuarias concierne.

El ministro de agricultura Carlos A. Emery, decía en 1948, que “Si bien es cierto que en las universidades deben realizarse ta­reas de investigación - las que tampoco han sido cumplidas en form a orgánica y seria hasta el presente- no pueden dejar de ser una fun­ción que competa al propio Ministerio de Agricultura, como ocurre en todos los países del mundo”. (IDIA, N° 10, 1948: p .l).

El Dr. Héctor Camberos, decano de la Facultad de Agrono­mía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires durante el pe­ríodo 1958-1962, refiriéndose a los años previos a la creación del INTA, reconoce el bajo nivel de la Universidad y la falta de equipa­miento para investigación. (Camberos, 1999, entrevista personal.)

El Ing. Agr. Horacio Giberti señala que “ en las Facultades de Agronomía la enseñanza era totalmente empírica, no se enseñaba más que prácticas, qué era lo que debía hacer un técnico, no el por­qué lo hacia. Bastaría recorrer la Revista de la Facultad de Agrono­mía y Veterinaria. Fuera de Fitopatología y Botánica, era poco lo que se investigaba...” (Giberti, 2000, entrevista personal).

Independientemente del nivel o posibilidades de investiga­ción por parte de las Facultades de Agronomía y Veterinaria en esos momentos, es necesario señalar el déficit que existió hasta la década del ’60 en cuanto al número de unidades académicas, lo cual se refleja en una carencia relativa de profesionales ingenie­ros agrónomos y veterinarios.

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4.6. La transición hacia la creación del INTA

La estructura de investigación agropecuaria, creada por el Ministerio de Agricultura en 1948, prevaleció hasta la creación del INTA en 1956.

El INTA integró todas las experiencias y enseñanzas adqui­ridas en aquellos valiosos ocho años, que de algún modo se refle­jaron en las bases y objetivos institucionales de la ley de creación del Instituto.

Los aspectos más importantes que se intentaron superar con la creación del INTA fueron la necesidad de lograr que la in­vestigación tuviera una dinámica autónoma de las decisiones conyunturales de los ministerios de agricultura, superar la falta de coordinación entre los diferentes programas de investigación de las experimentales y el Centro de Castelar y reducir la incer­tidumbre que permanentemente se presentaba en torno al presu­puesto de la estructura de investigación y el deterioro de la remu­neración del personal técnico.

En relación a la programación y coordinación de las activi­dades, Kugler se refería especialmente al desconocimiento que existía en torno a la investigación económica de las distintas pro­ducciones a nivel de las explotaciones, lo cual impedía identifi­car las necesidades tecnológicas que luego deberían traducirse en tareas de investigación. Mencionaba, además, descoordinaciones para “desarrollar programas que tengan que descansar en investiga­ciones regionales. La fa lta de investigaciones de fertilidad, se debe, según el Instituto de Suelos, a la imposibilidad de mantener ensayos de fertilizantes en las estaciones experimentales” (Kugler, 1956).

En materia de extensión rural -y con la excepción de las tres Agronomías Regionales Piloto comentadas- era poco lo que se había avanzado, y el sistema que regía adolecía de muy baja productividad, y sus logros eran deficitarios.

Hacia 1956, año de creación del INTA, si bien existían 45 Agronomías Regionales y 56 Agronomías Locales, su impacto en cuanto a la transferencia de innovaciones tecnológicas a los pro­ductores agropecuarios era muy débil.

Refiriéndose a los técnicos que participaban de las citadas Agronomías, Kugler explicaba que “estos funcionarios están dedi-

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cados en un 90% de su tiempo a trabajos de rutina y sólo dedican un 10% para tareas de educación del productor” (Kugler, 1956).

Resaltaba, en contraposición, las experiencias de las Agro­nomías Regionales Piloto, que constituyeron "los primeros esfuer­zos para desarrollar verdaderos programas de extensión que envuel­van la educación del agricultor, su mujer y sus hijos en técnicas de producción más eficientes y en sistemas de vida más higiénicos y agradables” (Kugler, 1956).

Kugler consideraba que las relaciones entre investigación y extensión se nutrían mutuamente y necesitaban una fuerte inte­racción. Que debían relacionarse íntimamente y que, más que una coordinación, debería llegarse a una verdadera integración entre ambas.

En el informe elaborado en 1956 a propósito de la sanción de la Ley de creación del INTA, el Ing. Walter Kugler, director del Centro Regional Pampeano de Investigaciones Agrícolas, que funcionaba en la Estación Experimental de Pergamino, y que continuó en sus funciones luego de la creación del INTA, señaló otros aspectos a resaltar.

En ese informe se puntualizaba, de manera importante, el déficit presupuestario asignado para la estructura de investiga­ción, y el deterioro de los salarios de los profesionales, que pro­vocaba la deserción de los mismos. Kugler mencionaba dos ejem­plos elocuentes. 1) La Estación Experimental de Pergamino, ha­bía llegado a tener quince técnicos, y al momento del informe disponía de tan sólo ocho; 2) En los cinco Centros Regionales de Investigación, que disponían de 29 Estaciones Experimentales, solamente trabajaban 80 técnicos. Las dificultades presupuesta­rias, observaba, eran las causantes de la falta de equipamiento y material, y del importante déficit en publicaciones científicas. "Los investigadores han quedado aislados del resto del mundo al no tener a su alcance información adecuada sobre el resultado de inves­tigación en el extranjero” (Kugler, 1956).

En relación al estado de situación de la investigación agro­pecuaria previo a la creación del INTA, el Ing. Agr. Horacio Gi- berti opina "Las Estaciones Experimentales del Ministerio de Agri­cultura hacían bastante. El famoso trigo "38 MA” es un producto de ellas, tarea que hacía gente dispersa en las estaciones experimenta-

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les, tenían muy pocos medios y fueron ellos los que apoyaron la idea del INTA. Yo visitaba las estaciones experimentales, como inspector de criaderos y semilleros. Encontraba gente con ganas de trabajar y sin medios. Ese fue el material humano que contó el INTA cuando se creó...” (H. Giberti, 1999, Entrevista personal).

La estructura de la organización de la investigación agro­pecuaria de mediados de los años ’50 mostraba, además, una des­proporción entre la importancia de las regiones productivas y/o de los objetivos de algunas unidades técnicas, y la cantidad de in­vestigadores y profesionales que las integraban.

Prevalecía el sobredimensionamiento de investigadores en las unidades técnicas de Buenos Aires y falta de profesionales en las estaciones experimentales provinciales o regionales.

Hacia diciembre de 1954, los seis institutos de investiga­ciones de Castelar disponían de 146 investigadores, mientras que las 27 estaciones experimentales pertenecientes a los Centros Re­gionales disponían de tan sólo 89 profesionales. (Cuadro 3).

Existían, además, importantes asimetrías en cuanto a las capacidades de investigación a nivel de los mismos institutos del Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias de Castelar o entre las estaciones experimentales entre sí.

La estación experimental de Pergamino, una de las de ma­yor trascendencia, no sólo por su antigüedad sino por la impor­tancia económica de su región de enclave, disponía de tan sólo seis profesionales, mientras que la estación experimental de Mendoza tenía asignados quince técnicos.

En toda la región patagónica se desempeñaban tan sólo seis profesionales, incluyendo a los tres directores de sendas es­taciones experimentales.

En cuanto a los institutos de investigación, las asimetrías también eran muy evidentes. Mientras que en el de Suelos y Agrotecnia trabajaban 44 investigadores, en el de ingeniería rural lo hacían tan sólo 5.

La estructura institucional de la investigación agrope­cuaria generada en 1948, y que prevaleció hasta la creación del INTA en 1956, tuvo entre sus méritos consolidar el Centro de Investigaciones Agrícolas de Castelar con la incorporación de nuevos Centros de Investigación, creó nuevas estaciones expe-

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rimentales en distintas provincias, encaró proyectos nacionales de investigación como los de fiebre aftosa, lucha contra la lan­gosta, elaboración de mapa ecológico del país, entre otros, transitó los primeros pasos de la extensión rural con las agro­nomías regionales y locales y sentó las bases del moderno sis­tema de extensión que incorporaría luego el INTA, mediante las experiencias piloto de Mendoza, Pergamino y Concepción del Uruguay.

Los avances logrados, si bien fueron muy importantes, se vieron limitados por las restricciones presupuestarias existentes y fundamentalmente, por la falta de programación del sistema en su conjunto, que no pudo lograr la articulación necesaria entre el Centro de Investigaciones de Castelar con las experimentales, de éstas entre sí y con las agronomías locales, lo que restringió el im­pacto de los esfuerzos realizados.

Los principales actores involucrados en dicho período, mantenían un permanente estado de análisis y discusión sobre las alternativas superadoras del sistema existente.

Refiriéndose a aquellos años inmediatamente anteriores a la creación del INTA, el Ing. Agr. Carlos López Saubidet recuer­da que se estaban gestando y acumulando algunas experiencias valiosas en la investigación agropecuaria, que de algún modo, posibilitaron y catalizaron los cambios producidos posteriormen­te, a partir de la creación del INTA. Nos expresa que: “El INTA no nace del vacío, tiene antecedentes de larga data en el Ministerio de Agricultura. Estaciones experimentales en Pergamino, Chaco...En el año 44, la Creación de la Junta Nacional del Algodón, de Centros de Investigaciones Agropecuarias. En el 44, se crea Castelar - Centro Nacional de Investigaciones A g ro p ec u a ria slo preside Vallega. Otro Centro importante era Pergamino, que tenía como director a Kugler” (López Saubidet, 1999, entrevista personal).

López Saubidet menciona también las posiciones encon­tradas entre la postura descentralizadora que en materia de inves­tigaciones proponía el Ing. Agr. Walter Kugler, y la del Ing. Agr. Vallega quien era proclive a un sistema más centralizados

Como alternativa superadora de la rivalidad entre ambas concepciones -según López Saubidet- emergió la concepción del Ing. Agr. Ubaldo García, quien se hizo cargo de la dirección de

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investigaciones agrícolas del Ministerio de Agricultura en el año 1952, manteniéndose en el mismo durante la creación del INTA, y hasta muchos años después.18 Ubaldo García reunía varios atri­butos personales para poder haber definido la confrontación con­ceptual antes mencionada.

Cuadro 3. Número de investigadores y/o técnicos pertenecientes a los institutos de inves­tigaciones agrícolas y estaciones experimentales de la dirección general de investigaciones del ministerio de agricultura. Año 1954

Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias Investigadores(Sección Agrícola) y/o técnicos

Instituto de Fitotecnia 29Instituto de Botánica Agrícola 16Instituto de Microbiología Agrícola 16Instituto de Suelos y Agrotecnia 44Instituto de Ingeniería Rural 5Instituto de Sanidad Vegetal 36Total Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Sección Agrícola) 146Centros Regionales de Investigaciones Agrícolas y sus Estaciones Experimentales Región Andina (Estación Experimental Mendoza) 16Región Pampeana (Estaciones Experimentales: Pergamino, Balcarce, Colonia Mascías, Concordia, Manfredi, Rafaela, Oliveros, Tezanos Pinto, Bordenave, Campana, Anguil, Pico) 45Región Correntino-Misionero-Chaqueña (Estaciones Experimentales: Pte. R. Sáenz Peña, Bella Vista, Cerro Azul, El Colorado, La Banda, Las Breñas, Loreto) 12Región Patagónica (Estaciones Experimentales: Cañadón León, Cinco Saltos, J.J. Gómez) 6Región Tucumano-Salteña (Estaciones Experimentales: Andalgalá, Coronel Moldes, Villa Alberdi) 10Total Centros Regionales de Investigaciones Agrícolas 89

Total general 235

Fuente: elaboración propia en base a información de IDIA, diciembre de 1954.

18 U. García reemplazó como director de investigaciones agrícolas al Ing. Agr. Rafael Gar­cía Mata, quien fuera director desde 1948 hasta 1952. Ambos tuvieron destacada actuación co­mo se mencionara anteriormente, en la Junta Nacional de Algodón.

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Existe coincidencia entre todos los informantes calificados consultados y/o entrevistados, en asignarle a Ubaldo García, una enorme capacidad de trabajo y de organización institucional, una muy buena comprensión de la problemática propia del investiga­dor, dado que él se desempeñó en este rol durante muchos años en la estación experimental que el Ministerio de Agricultura te­nía en la Banda, provincia de Santiago del Estero, lo cual le posi­bilitó conocer en profundidad las necesidades propias de los pro­ductores agropecuarios de las economías no pampeanas.

Ubaldo García fue además uno de los redactores de la Ley de creación del INTA, en 1956. Trabajaron con él el Ing. Agr. Norber- to Reichart y José María R. Quevedo, todos ellos destacados profe­sionales que se venían desempeñando en cargos directivos en el Ministerio de Agricultura. En la comisión de redacción colaboraba activamente el Ing. Agr. Carlos López Saubidet19. La comisión con­sultaba al Dr. Raúl Prebisch, sobre distintos aspectos que iban sur­giendo en relación a las actividades de redacción de los aspectos centrales de la ley (López Saubidet,1999, entrevista personal).

5. Reflexiones finales y conclusiones

Es muy poco lo que se conoce, al menos de manera analí­tica y sistematizada, sobre el grado de desarrollo de la ciencia y la tecnología agropecuarias antes de la creación del INTA.

La mayoría de los investigadores que se ocupan de temas como historia de la política agropecuaria, o de las instituciones científico tecnológicas, presuponen, o al menos así lo reflejaron en sus trabajos, que no existían antes de la creación del INTA en 1956 esfuerzos de relevancia en el sector público, en materia de generación y transferencia de tecnología hacia la producción agropecuaria.

19 En 1956, el Ing. Agr. Carlos López Saubidet se desempeñaba como asesor del ministro de agricultura Dr. Alberto Mercier, de quien era yerno. Sería luego Secretario de Agricultura y posteriormente presidente del INTA durante lo años 1984-89.

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El “Informe Prebisch” de 1956 de algún modo subvaloró los niveles existentes en el país en materia de ciencia y tecnolo­gía agropecuarias y con la recomendación de creación del INTA, consideró que se alcanzarían importantes saltos productivos en los años subsiguientes.

Al concentrar toda la problemática del sector en “proble­mas tecnológicos”, desconoció importantes restricciones estruc­turales que limitaban la producción agropecuaria y de este modo sus proyecciones y predicciones productivas a partir de la crea­ción del INTA resultaron erróneas.

En el trabajo se han analizado algunas de estas trabas es­tructurales y al mismo tiempo, se ha buscado recuperar el cono­cimiento de los esfuerzos en materia de investigación agropecua­ria provenientes del sector público, especialmente del Ministerio de Agricultura.

Se han aportado elementos sobre un conjunto de iniciati­vas de instrumentos de política agropecuaria y tecnológica, du­rante las décadas del 3 0 y ’40, que permitieron importantes re­sultados no sólo productivos sino también de afianzamiento de la relación entre el sector público y los productores agropecuarios. Merece destacarse la encomiable labor de la Junta Nacional del Algodón y de muchos de sus profesionales que luego pasarían a ocupar roles protagónicos a nivel del Ministerio de Agricultura y posteriormente del INTA.

Hemos reseñado además los importantes antecedentes pre­vios al surgimiento del INTA, especialmente la creación de la pri­mera estructura y organización de la investigación agropecuaria, llevada a cabo por el Ministerio de Agricultura en 1948.

Como resultados de la misma, hacia mediados de 1955 y antes de la creación del INTA, ya se había estructurado el Centro Nacional de Investigaciones Agrícolas de Castelar con todos sus Institutos. Existían cinco Centros Regionales de Investigaciones Agrícolas con 26 Estaciones Experimentales, diseminadas en to­do el país. Por otro lado, se había iniciado la transformación del “Fomento Agrícola”, incorporándose lentamente el concepto de “Extensión Rural” , habiéndose establecido ya en 1952 tres “Agronomías Regionales Piloto” en Pergamino, Mendoza y Con­cepción del Uruguay.

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La creación del INTA permitió continuar con la importan­te base y estructura ya establecidas, intentando superar por me­dio de la autarquía, el mayor grado de coordinación y la certi­dumbre en el financiamiento, las restricciones que existían para su crecimiento.

El INTA se creó heredando no sólo toda la estructura men­cionada sino fundamentalmente la inteligencia y capacidad de trabajo de un conjunto de profesionales que la habían cimenta­do, habiendo sido algunos de ellos, incluso, redactores de la ley de su creación.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales

en el agro pampeano, 1969-1988

Javier Balsa*

Introducción

Durante la década de 1960 la producción agrícola pampea­na se incrementó en un tercio, recuperando -luego de casi dos dé­cadas de “estancamiento”- el nivel alcanzado en los años veinte y treinta: en torno a las 16 millones de toneladas. Sin embargo, fue en los convulsionados años setenta cuando se produjo un vertigi­noso incremento de la producción agrícola regional, con un au­mento del 60%. Este ritmo de crecimiento fue mayor aún durante los primeros cinco años de la década del ochenta, hasta alcanzar la cosecha récord de 1984/85: 36 millones de toneladas de cereales y oleaginosas en la región pampeana y 44 millones de toneladas en el conjunto del país (Cirio, 1984; Obschatko, 1988; Pizarro y Cas- cardo, 1991). A partir de esa campaña, la producción declinó con­siderablemente.1 Debido a este “nuevo estancamiento” agrícola y al cambio de contexto de política económica de los años noventa, sin lugar a duda podemos recortar, como una etapa claramente expan­siva, al período comprendido entre finales de los años sesenta y mediados de los ochenta. Por su dinámica de moderado crecimien-

* CEHR (UNLP) - CONICET1 Esta retracción agrícola, ha sido explicada por la caída de precios internacionales (Ci­

rio, 1988), agravada por un incremento en las retenciones a las exportaciones durante el pri­mer momento del Plan Austral (Reca y Katz, 1991).

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to, la década del sesenta podría haberse incorporado a esta etapa, pero, como durante sus primeros ocho años continuó existiendo una fuerte intervención estatal en el mercado de tierras con medi­das de protección hacia los arrendatarios y aparceros,2 preferimos incluir estos años en la etapa anterior. Un segundo motivo nos im­pulsó a centrarnos en el período escogido: hemos podido trabajar sobre la base de datos original de una serie de importantes varia­bles del Censo Nacional Agropecuario de 1969.3 De este modo ha sido posible cruzar a nivel de explotación agropecuaria las varia­bles de mano de obra, tamaño, tenencia del suelo y uso de la tie­rra, que casi nunca habían sido trabajadas de este modo.4 Por otra parte, hemos extendido el análisis hasta 1988, por el mismo moti­vo. En dicho año se realizó el siguiente relevamiento censal agro­pecuario, y hemos efectuado otro procesamiento especial a partir de los datos por establecimiento,5 que nos permite comparar la evolución de las diferentes formas de producción durante estas dos décadas en base a las mencionadas variables.

Dentro del conjunto de la región pampeana, hemos recor­tado la investigación a tres zonas de la provincia de Buenos Ai-

2 A partir de septiembre de 1942 tuvo lugar una sucesión de prórrogas de los contratos de arrendamiento y aparcería, que finalizó recién en mayo y diciembre de 1968 respectivamen­te, debido a que, en abril de 1967, la dictadura de Onganía determinó la expulsión de los arren­datarios que hasta entonces ni habían podido acceder a la propiedad, ni habían sido desaloja­dos anteriormente por los terratenientes. Una descripción detallada de este proceso y de las transformaciones en la estructura de la propiedad de la tierra durante el período 1937-1969 puede consultarse en Balsa (1999).

3 Al respecto quisiera agradecer a Cristina Sabalain, Enrique Ferriello y Pablo Gallo Men­doza, especialmente a este último, sin cuya labor difícilmente el INDEC hubiera podido recu­perar su capacidad para analizar la información del censo agropecuario de 1969.

4 La publicación oficial de este censo ha sido la más restringida de todas las publicacio­nes sobre censos agropecuarios de nuestro país. Una serie de problemas de tipo organizativo e informático dificultaron el acceso a esta base por parte de los investigadores interesados. Una excepción ha sido un interesante trabajo que consideró la relación entre las variables tamaño y tenencia del suelo, posible gracias a un procesamiento especial de los datos del censo de 1969 realizado en la década del ochenta (Llovet, 1988).

5 Agradezco a de la Dirección Provincial de Estadística y Planificación General de la Pro­vincia de Buenos Aires y especialmente la labor realizada por Lucrecia Fernández para poder procesar los datos originales.

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res que consideramos representativas de tres distintas formas de articulación de las actividades agropecuarias: la zona norte, ca­racterizada históricamente por su dedicación a la agricultura maicera y que en las décadas consideradas asistió a la expansión del doble cultivo dentro del mismo ciclo anual (trigo-soja); la zona oeste, hegemonizada por la ganadería de invernada, y la zona sur, donde han predominado los establecimientos mixtos que combinaban agricultura triguera y distintas actividades ga­naderas.6 En el cuadro 1 podemos observar las modificaciones en las actividades agropecuarias entre 1960 y 1988 en estas tres zonas.

Cuadro 1. Superficie sembrada (en miles de hectáreas) y ganado (en miles de cabezas.

Cultivosagrícolas

Forrajerasanuales

Forrajerasperennes

Vacunos Ovinos

Zona norte 1960 763 84 356 1550 2601988 1088

(+284 de 2a)49 305 997 34

Zona oeste 1960 289 859 1147 2808 16221988 582 378 902 2972 182

Zona sur 1960 1231 776 194 2324 70681988 1958 631 695 2661 1556

Fuente: CNA

Para aclarar nuestro punto de partida, vamos a comenzar con un breve recorrido por las bibliografía especializada conside­rando los problemas que se encuentran irresueltos y sobre los

6 Hemos incluido dentro de la zona norte a los partidos de Baradero, Bartolomé Mitre, Carmen de Areco, Capitán Sarmiento, Colón, Chacabuco, General Arenales, Junín, Pergamino, Ramallo, Rojas, Salto, San Antonio de Areco, San Nicolás y San Pedro; en la zona oeste a Car­los Tejedor, Florentino Ameghino, General Pinto, General Villegas, Leandro N. Alem, Lincoln, Pellegrini, Rivadavia, Saliqueló, Trenque Lauquen y Tres Lomas, y en la zona sur a Adolfo Gon­zález Chaves, Bahía Blanca, Coronel de Marina Rosales, Coronel Dorrego, Coronel Pringles, Co­ronel Suárez, General Alvarado, Lobería, Monte Hermoso, Necochea, Puán, Saavedra, San Ca­yetano, Tomquist y Tres Arroyos.

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que es factible avanzar a partir de la gran cantidad de informa­ción contenida en estas fuentes censales.7

El problema del “estancamiento” del agro pampeano du­rante las décadas de 1940 y 1950 había estimulado un intenso debate en torno a sus causas, muy marcado por implicancias po­líticas. Para unos, la estructura fuertemente concentrada que pre­sentaba la propiedad de la tierra en la región, constituía el obstá­culo que impedía el desarrollo agrícola, y era entonces necesaria la implementación de algún tipo de “reforma agraria”; para otros, en cambio, el factor que impedía un incremento en la producción era la excesiva intromisión estatal reguladora de los mercados8 (para una síntesis de estas posiciones encontradas y sus múltiples variantes, puede consultarse Solá, 1985 o Barsky, 1988).

El despegue agrícola de las décadas posteriores no suscitó este tipo de controversias, quizás porque el agro, a raíz justamente de su situación expansiva, dejó de estar en el centro de los proble­mas nacionales. La mayoría de los análisis destacan el desarrollo tecnológico como el elemento decisivo del despegue (Cirio, 1984; Obschatko, 1988; Pizarro y Cascardo, 1991). El énfasis se puso en los procesos de mecanización, la utilización de semillas nuevas, la adopción de agroquímicos y las mejoras en el manejo agronómico. En cambio, según una visión muy aceptada, ni los precios de los productos, ni las políticas públicas (por cierto, muy disímiles du­rante estas décadas), ni tampoco cambios en la estructura social agraria, podrían explicar la expansión agrícola (Obschatko, 1988). Sobre este último punto, son pocos los trabajos que llaman la aten­ción acerca del olvido del “factor social” en la explicación del des-

7 De todos modos, no contábamos con todas las dimensiones que hubiéramos deseado. Son conocidas las limitaciones que presentan los censos agropecuarios argentinos, y las mismas se ven agravadas, en el caso del censo de 1969, porque muchas de las variables relevadas o bien no fueron procesadas o, si lo fueron, no pueden leerse en las citas informáticas donde hoy se encuentran almacenadas.

8 Por fuera de esta polémica, la tesis de Jorge Sábato (1980) proponía entender el vuelco hacia la ganadería a costa de la agricultura, como una respuesta racional del modelo de aver­sión al riesgo, característico de los productores pampeanos, ante el contexto de carencia de ma­no de obra.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 95

pegue (Barsky, 1988; CEPA, 1990). Como señala este último traba­jo, “la disponibilidad de técnicas es una condición necesaria para la ocurrencia de los cambios productivos, pero no suficiente [...] presentándose las oportunidades de mercado [en tomo a algunos granos], la forma específica de su aprovechamiento depende de la estructura social vigente” (CEPA, 1990: 216-217). En este mismo sentido, existe una pregunta que consideramos clave para com­prender socialmente la “agriculturización” y que no ha sido direc­tamente abordada por la bibliografía especializada: ¿este desarrollo fue posible por las transformaciones sociales ocurridas durante el “estancamiento” o fueron los nuevos sujetos sociales que se expan­dieron durante el período los que posibilitaron el despegue? He­mos formulado el interrogante de un modo dicotómico, pero sin duda la respuesta deberá ser dada en términos porcentuales.

Durante el período 1937-1969 había tenido lugar una in­tensa transformación de la estructura agraria pampeana: si bien un gran número de los arrendatarios y aparceros fueron expulsa­dos o abandonaron sus campos, la gran mayoría de los que pu­dieron permanecer en los mismos terminaron adquiriéndolos.9 Si nos detenemos en la estructura de la producción agrícola exis­tente en 1969, observamos un claro predominio de los producto­res propietarios basados en la mano de obra familiar,10 pero con un tamaño mucho mayor que el que en promedio presentaban los productores familiares de 1937.11 Cabe la posibilidad que es-

9 En 1969, alrededor del 80% de los productores de las tres zonas de la provincia de Bue­nos Aires que hemos analizado tenían la propiedad de la tierra, frente a sólo un tercio que la poseía en 1937.

10 Incluso considerando solamente como tales a los productores que no contrataban nin­gún asalariado permanente, en 1969 este tipo de productor controlaba el 41% de la superficie agrícola de la zona norte, el 21% de la zona oeste, y el 30% de la zona sur. Si le incorporamos a aquéllos que tenían uno o dos asalariados permanentes, poseían el 58%, el 40% y el 50% del área agrícola de cada zona, respectivamente.

11 El tamaño medio de los arrendatarios y aparceros que no contrataban asalariados en for­ma permanente en 1937 lo hemos estimado en 58 hectáreas para la zona norte, 107 en la zona oeste y 169 en la zona sur (el tamaño medio de los propietarios familiares era muy similar). En cambio, para 1969 los productores propietarios que no contrataban asalariados permanentes te­nían un tamaño medio de 89 hectáreas en la zona norte, 190 en la zona oeste y 263 en la zona sur.

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tos "farmers” puedan haber constituido la base social del despe­gue agrícola de las décadas siguientes, haciendo -de un modo bastante indirecto- realidad la tesis tradicional de la necesidad del acceso a la tierra por parte de los productores directos como base para un desarrollo agrícola regional. Sin embargo, más allá de alguna frase al respecto,12 la mayoría de los autores no han abordado esta cuestión. En general, han dejado de lado el estu­dio de las posibles continuidades con las transformaciones socia­les previas, y se han detenido en el análisis de las rupturas que en términos sociales se produjeron en el agro regional durante la ex­pansión. Al respecto, han destacado dos fenómenos.

En primer lugar, los trabajos que analizan los cambios so­ciales durante el crecimiento agrícola señalan la expansión de una novedosa forma de producción: el contratismo tantero. Este modo peculiar de arrendamiento a corto plazo, mezclado con ca­racterísticas de mediería, para algunos autores constituiría la for­ma de tenencia típica del proceso de “agriculturización” de las últimas décadas (Flichman, 1978; Baumeister, 1980; Solá, 1985; Llovet, 1988 y 1991; Devoto, 1988; Devoto et al., 1990; Pizarra y Cascardo, 1991; Posadas, 1995).13

En segundo lugar, la mayoría de los especialistas -incluso también aquellos que sostienen que tuvo lugar una previa “far- merización” de los chacareros- han coincidido en afirmar que la expansión habría conllevado la crisis de las pequeñas explotado-

12 Véase Flichman (1978: 15) y CEPA (1990: 217). Una interesante información que nos invita a avanzar en este sentido la encontramos en Pucciarelli (1997: 245) cuando estima que el 43% de la superficie agropecuaria de la provincia de Buenos Aires se hallaba en 1988 en ma­nos de explotaciones "medianas-chicas" -conceptualizadas según el valor de estimado de su producción.

13 Murmis (1988: 330) plantea que "sin duda el arrendamiento capitalista es forma espe­rada en la teoría clásica del desarrollo del capitalismo, pero siempre atendiendo a su doble faz de facilitadora de la movilidad de factores y a la vez de limitante en el proceso de acumulación agrario. El caso argentino muestra ambos aspectos en el momento de las primeras grandes ex­pansiones productivas. También se puede ver cómo la posterior caída y lenta recuperación de la producción se asocian con mayor asunción de la oiganización de la producción por los pro­pietarios y la nueva expansión aparece ligada al renacimiento de formas de arrendamiento en­camadas en la figura del contratista".

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 97

nes, e incluso de muchas de las medianas (Obschatko, 1986; Gi- berti, 1988; Barsky y Pucciarelli, 1991; Pizarro y Cascardo, 1991; Forni y Tort; 1992). Las condiciones de producción agrícola se modificaron notoriamente a partir de los años setenta, afectando a la estructura social agraria. En primer término, los requeri­mientos de capital y extensión de las explotaciones, para un com­pleto aprovechamiento de las innovaciones tecnológicas, habrían hecho muy difícil la situación a los pequeños productores agro­pecuarios (Pizarro y Cascardo, 1991; Forni y Tort, 1992; Peretti, 1994). En segundo término, el contexto económico de alta infla­ción, caída de los precios ganaderos y altas tasas de interés, tam­bién habría jugado en contra de la estabilidad de estos producto­res (Fiorentino, 1984; Solá, 1985). Finalmente, este cuadro eco­nómico se vió agravado por el retroceso del Estado en su papel de promotor de inversiones y apoyo a los pequeños productores, y por las políticas cambiarías e impositivas (Baumeister, 1980; Cirio, 1988; Fiorentino, 1984; Barsky, 1988 y 1993; Reca y Katz, 1991; León, 1991).

Una variante entre los que destacan los procesos de con­centración remarca el lugar que habría tenido la cúpula terrate­niente en la expansión agrícola, articulando la producción con la especulación financiera. De este modo, habrían consolidado (e incluso incrementado) el espacio que ocupaban en el agro regio­nal, aumentando la concentración de la propiedad de la tierra (Basualdo y Khavise, 1993; Basualdo, 1995).

Estas líneas interpretativas resultan de indudable interés para explicar los cambios sociales asociados a la agriculturiza- ción. Sin embargo, no llegan a dar cuenta del conjunto del pro­ceso. En la medida en que no tienen en cuenta las continuidades, pueden llegar a brindar una imagen distorcionada de la estructu­ra social de la producción agrícola pampeana, en la cual podría parecer que predominaban los grandes productores capitalistas y los contratistas tanteros.

En este sentido nos parece muy productiva la idea de Mur- mis (1988) de analizar la heterogeneidad social del agro pampea­no y prestar atención a la compleja combinación de diferentes ti­pos de organización social del trabajo y distintas formas de te­nencia del suelo que se entrelazaban en la producción agropecua-

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ria pampeana. La asalarización, pero también la terciarización de labores agrícolas, junto con las nuevas formas de arriendo, mere­cen ser medidas e interpretadas con detenimiento. Estos serán entonces los objetivos del presente artículo.

A fin de clarificar la dirección con la cuál abordaremos el material censal, hemos listado una serie de interrogantes a los cuales intentaremos dar respuesta: ¿cuán importante fue la con­centración?, es decir, hasta qué punto la agricultura quedó en manos de las grandes unidades de producción; ¿hasta dónde el aumento de la producción agrícola estuvo vinculado con el desa­rrollo del contratismo accidental?; ¿cuál fue el papel jugado por los productores farmerizados en las décadas previas? y ¿hasta dónde la expansión puede haberse debido a la orientación hacia la agricultura de los terratenientes capitalistas?; ligada a esta úl­tima cuestión, ¿el desarrollo tuvo como correlato una expansión de las relaciones capitalistas de producción?, y, por último, ¿has­ta qué punto la terciarización de buena parte de las labores agrí­colas ha transformado las características de lo que tradicional­mente se consideraba un productor familiar y, del mismo modo, un productor capitalista?

Algunas precisiones sobre la metodología empleada

La primer dificultad para avanzar en la comparación inter­censal era la escasa cantidad de información publicada del censo agropecuario de 1969 (un sólo tomo con apenas seis cuadros). Además, existían problemas técnicos en el manejo de los datos cargados en las viejas cintas informáticas del INDEC. Luego de su recuperación, volvió a surgir un comentado obstáculo para su procesamiento: una gran cantidad de explotaciones duplicadas. Personalmente, he colaborado en dilucidar de qué modo corres­pondía procesar la información contenida en estos registros en apariencia duplicados, pero que en realidad contenían datos que no habían podido ser cargados en el primer registro de cada ex­plotación. De este modo, unificamos en un sólo archivo la infor­mación contenida en las fichas sobre mano de obra, tenencia del

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suelo y uso de la tierra14 de cada una de las explotaciones de la provincia de Buenos Aires, procesando en esta primera instancia los datos para las tres zonas escogidas.15

En relación con el Censo Agropecuario de 1988, se diseñó un procesamiento especial de sus datos originales, que fue realiza­do por el personal de la Dirección Provincial de Estadística y Pla­nificación General de la Provincia de Buenos Aires. Ya que no pu­dimos acceder a los datos originales, se solicitó una matriz de da­tos que discriminara a las unidades productivas según la zona en que se ubicaban (norte, oeste o sur), su tamaño (siete estratos), la tenencia del suelo (cuatro niveles según la importancia de la super­ficie en propiedad), la orientación productiva (cuatro perfiles se­gún la significación de la superficie cultivada), el tipo de mano de obra (cuatro categorías), la forma de organización de las labores agrícolas (tres tipos según la importancia del uso de contratistas de servicios), y la residencia del productor (en la explotación o no). La combinatoria de todas estas posibilidades nos arrojó una matriz con 8.064 tipos de explotaciones, y para 2.968 encontramos al me­nos un caso.16 Con este procesamiento, hemos analizado esta ma­triz según el análisis de tablas multivariadas, ponderando los tipos de productores según la cantidad de casos que presentaban.

A partir, entonces, de estas dos fuentes de información se procedió a realizar la comparación intercensal. Al respecto, co­rresponde formular una aclaración de tipo general. A lo largo del presente trabajo vamos a interpretar los cambios en la superficie

14 Estas son las únicas variables que pudieron ser leídas, ya que el resto de los datos car­gados se encuentra encriptado.

15 Hemos dejado de lado un pequeño porcentaje de las explotaciones para las cuales exis­tía una elevada discrepancia entre la superficie relevada según forma de tenencia y según uso del suelo -en la mayoría de los casos, parecieran ser problemas de carga-. Las sumatorias de to­das las variables resultaron altamente congruentes con los totales provinciales publicados, ex­cepto la superficie sembrada con forrajeras anuales, pero que no ha sido incluida en los análi­sis contenidos en el presente trabajo.

16 A fin de resguardar el secreto estadístico, en la matriz de datos los tipos con uno o dos ca­sos fueron unificados. Para solucionar este problema, en el análisis subsiguiente hemos estimado la cantidad de casos para estos tipos en base a la diferencia entre la cantidad de explotaciones registra­das por el Censo para cada una de las zonas, y la sumatoria de los tipos con más de tres casos.

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controlada por los distintos tipos de explotaciones, como una va­riación en las características de dicho tipo de unidades. De nin­gún modo esto debe interpretarse que fueron las unidades pre­sentes en 1969 las que sufrieron las transformaciones,17 sino que un determinado tipo de unidades incrementaron o disminuyeron su importancia en el total relevado.

¿Cuán importante fue la concentración de la producción?

Existen diferentes maneras de considerar el grado de con­centración. A partir de los datos disponibles, podemos analizar la evolución en el número total de unidades productivas, en la can­tidad de unidades por intervalos de tamaño, y en los porcentajes de la superficie total agropecuaria o de la superficie agrícola por intervalo de tamaño. A continuación avanzaremos en el análisis de estos distintos indicadores de la concentración.

Si medimos la concentración a través de la evolución de la cantidad de explotaciones, nos encontramos con una importante reducción del número de unidades productivas.18 En la zona nor­te en 1988 había un 37% menos de explotaciones agropecuarias

17 Resulta imposible poder conocer estos datos y, en todo caso, su relevancia no sería muy significativa, ya que son posibles múltiples movimientos de las unidades (expansión hacia ta­maños superiores, división de establecimientos, incorporación de nuevos productores, etc) que restarían sentido a un estudio del proceso global a través del análisis de las trayectorias de ca­da una de las explotaciones presentes en 1969.

18 Cabe realizar una aclaración, el censo agropecuario de 1988 integró dentro de una mis­ma explotación a todas las parcelas que compartieran una dirección común y usasen en común los mismos medios de producción de uso durable y parte de la mano de obra (siempre dentro de una misma provincia). Esto a llevado a considerar que buena parte del proceso de concen­tración que aparece en la comparación con los datos del censo nacional agropecuario de 1960 se habrían debido a los diferentes criterios censales (Pucciarelli, 1997). Sin embargo, el censo de 1969 no difiere tanto de los criterios usados en 1988 para la agregación de lotes no linderos a fin de conformar una única explotación: se agregaron todos los lotes que estaban trabajados por el mismo personal (a diferencia de 1988, cuando solo se exigía para agregar que compar­tieran parte del personal), empleasen los mismos elementos de trabajo (este requisito parece ha­ber sido igual en ambos censos) y respondieran a una misma dirección técnica, pudiendo estar los lotes en diferentes partidos.

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que las registradas en 1969 (de 16.596 quedaron 10.478). En la zona oeste la reducción fue del 21% (de 7.349 quedaron 5.782) y en la zona sur del 27% (de 12.792 restaron 9.310).19

Sin embargo, al discriminar por intervalos de tamaño, ob­servamos que la mayor reducción en términos absolutos tuvo lu­gar entre las unidades de menos de 25 hectáreas. Como los cen­sos no han registrado siempre de igual modo a estas muy peque­ñas unidades, la concentración en el número de explotaciones podría deberse a un cambio en el registro censal. En todo caso, para analizar la producción pampeana de granos y oleaginosas sabemos que casi no tuvieron importancia estas unidades muy pequeñas. Por ese motivo, hemos dejado de lado las unidades menores a 25 hectáreas. Sin considerar estas muy pequeñas uni­dades, la reducción en la cantidad de explotaciones resulta bas­tante menor, afectando a un 22% de las unidades presentes en 1969 en la zona norte, un 9% en la zona oeste, y en 16% en la zo­na sur. En total, en las tres zonas desaparecieron alrededor de 4.600 unidades productivas de más de 25 hectáreas: en la zona norte se pasó de 10.801 a 8.388 explotaciones, en la zona oeste, de 5.865 a 5.328, y en la sur, de 10.660 a 9.004.20

Si discriminamos a los distintos intervalos de tamaño, po­demos ver que, además de la ya mencionada muy drástica reduc­ción en la cantidad de explotaciones de menos de 25 hectáreas, las explotaciones de 25 a 100 hectáreas fueron fuertemente afec­tadas por el proceso de concentración (ver cuadro 2). Según las zonas, entre un cuarto y dos quintos de las unidades de este úl­timo intervalo desaparecieron durante las dos décadas analiza-

19 En realidad, la cantidad de explotaciones registradas en 1969 fue mayor, pero también la superficie censada fue muy superior. Para poder hacer comparables ambos censos hemos es­timado la cantidad de explotaciones que en 1969 hubieran existido en el área censada en 1988 (el número total de unidades censadas en 1969 fue de 18.023, 9.319 y 14.346 en las zonas nor­te, oeste y sur respectivamente).

20 Nuevamente, el número real de explotaciones de más de 25 hectáreas censadas en 1969 fue muy superior: 11.730, 7.437 y 11.956 para las zonas norte, oeste y sur respectivamente. Sin embaigo, hemos ajustado la cantidad de explotaciones según el área registrada, tal como expli­camos en la nota anterior.

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das, siendo la zona norte donde la reducción fue más intensa (de 6.903 unidades de 25 a 100 hectáreas presentes en 1969, sólo quedaban 4.112 en 1988). También las unidades medianas de la zona sur sufrieron un importante reducción en su número: un cuarto de las explotaciones de 100 a 400 hectáreas presentes en 1969 no estaban en 1988 (de 5.230 a 3.971). En el extremo su­perior de la escala también observamos una reducción en la can­tidad de explotaciones: las unidades de más de 2.500 hectáreas redujeron su número entre un 21% y un 37% según las zonas, aunque es probable que aquí los cambios del registro censal ha­yan llevado a agrupar unidades ubicadas en distintos partidos de un modo más intenso que en el caso de las pequeñas explotacio­nes. En todo caso, al ser números muy reducidos, unos pocos ca­sos modifican drásticamente los porcentuales, por lo cual no re­sulta confiable destacar estas modificaciones.

En cambio, los tipos de unidades que vieron incrementar significativamente su número han sido las explotaciones de 200 a 1.000 hectáreas en la zona norte (que pasaron de 1.506 a 2.092), y las de 400 a 2.500 en el oeste y en el sur, especialmen­te las de 1.000 a 2.500 hectáreas (en el oeste, estas unidades pa­saron de ser 390 a 467, y en el sur, de 782 a 954).

Cuadro 2. Cantidad de explotaciones agropecuarias según tamaño.

Hectáreas 1969Zona norte

1988 difer. 1969Zona oeste

1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

hasta 25 5795 2090 -3705 1484 454 -1030 2131 306 -182525 a 100 6903 4112 -2791 2013 1548 -465 1978 1352 -626100 a 200 2121 1905 -216 1435 1222 -213 2268 1700 -568200 a 400 951 1273 322 993 988 -5 2962 2271 -691400 a 1000 555 819 264 816 891 75 2400 2444 441000 a 2500 214 231 17 390 467 77 782 954 172+de 2500 58 48 -10 218 212 -6 270 283 13

Total 16596 10478 -6118 7349 5782 -1567 12792 9310 -3482

Total > 25 ha 10801 8388 -2413 5865 5328 -537 10660 9004 -1656

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 103

Si consideramos la concentración a partir de los cambios en la distribución de la superficie total, observamos que el pro­ceso no habría alcanzado gran envergadura. Analizando las va­riaciones más importantes, encontramos que en la zona norte un 12% de la superficie total pasó de las unidades de menos de 200 hectáreas a las de 200 a 1.000; tan sólo un 3% en la zona oeste pasó de las de menos de 200 a las de 400 a 2.500, y en la zona sur un 7% pasó de las de menos de 400 a las de más de 400 hec­táreas (ver cuadro 3). Por otra parte, al interior de los estratos no pareciera haber habido procesos de concentración, ya que la superficie media de cada uno de ellos se mantuvo en los mismo valores, o incluso se redujo, especialmente en el intervalo de más de 2.500 hectáreas (ver cuadro 4). La aparente contradic­ción entre una importante reducción en el número de unidades y una escasa concentración de la superficie total se resuelve si tenemos en cuenta que fueron especialmente las pequeñas uni­dades las que desaparecieron, por lo cual el área que ellas con­trolaban -que es la que se habría concentrado- era de escasa im­portancia.

El hecho de que la concentración de la superficie tuviera mayor importancia en la zona norte, caracterizada en 1969 por la importancia de las unidades pequeñas, condujo a cierta reduc­ción de las diferencias zonales. Sin embargo, debido a que no afectaron un porcentaje importante del área total, las diferencias no desaparecieron, y la estructura agraria resultante continuaba mostrando situaciones diferenciales entre las zonas. En la zona norte, prácticamente todos los estratos de más de 25 hectáreas presentaban en 1988 un peso territorial importante (ver cuadro 3), aunque las unidades de 25 a 200 hectáreas perdieron la im­portancia que tenían en 1969 (e incluso el rol predominante que habían poseído en 1937, cuando concentraban el 30% de la zo­na). En cambio, la mayor parte de la superficie se ubicaba ahora en las explotaciones de 200 a 1.000 hectáreas (45% del área to­tal, frente al 32% que habían tenido en 1969).

En la zona oeste, como ya comentamos, hubo pocos cam­bios, de modo que continuaron predominando las unidades de más de 400 hectáreas, que concentraban el 80% de la superficie de la zona. Entre ellas, aunque perdieron algo de su área, conti-

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nuaban destacándose las grandes explotaciones de más de 2.500 hectáreas (ver detalles en cuadro 3).

En la zona sur, también predominaban las unidades de más de 400 hectáreas (81%, frente al 74% que tenían en 1969). Entre ellas, aquí tenían más importancia las unidades de 400 a 1.000 y, ahora también, las de 1.000 a 2.500 hectáreas.

Cuadro 3. Distribución de la superficie censada según tamaño de las explotaciones (en porcentajes).

Hectáreas 1969Zona norte

1988 difer. 1969Zona oeste

1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

hasta 25 3.20 1.30 -1.90 0.50 0.20 -0.30 0.40 0.10 -0.3025a 100 20.50 12.20 -8.30 4.50 3.50 -1.00 2.40 1.70 -0.70100 a 200 15.40 14.20 -1.20 7.70 6.50 -1.20 6.70 5.00 -1.70200 a400 13.80 18.70 4.90 9.90 10.10 0.20 16.50 12.80 -3.70400 a 1000 18.00 25.90 7.90 18.40 20.10 1.70 28.00 29.10 1.101000 a 2500 16.60 17.90 1.30 22.00 25.80 3.80 22.50 27.10 4.60+de2500 12.50 9.80 -2.7% 36.90 33.80 -3.10 23.50 24.30 0.80

100 100 100 100 100 100

Cuadro 4. Tamaño medio de las explotaciones según tamaño.

HectáreasZona norte

1969 1988 difer.Zona oeste

1969 1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

hasta 25 17 12 -5 17 11 -6 16 13 -325a 100 65 57 -8 72 63 -9 72 65 -7100a200 144 143 -1 157 149 -8 162 154 -8200 a 400 286 282 -4 291 285 -6 302 296 -6400a 1000 661 607 -54 678 633 -45 646 623 -231000 a 2500 1593 1488 -105 1658 1544 -114 1591 1486 -105+de2500 4584 3884 -700 7146 4474 -2672 5098 4498 -600

Total 718 166 -552 2768 457 -2311 1318 547 -771

Una tercer manera de considerar la concentración es ana­lizar las transformaciones en el tamaño de unidades que daban

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 105

cuenta de la superficie agrícola. En las zonas norte y oeste tuvo lugar una importante expansión de la superficie sembrada, del orden del 66% y el 63% respectivamente. En la zona sur, en cam­bio, a pesar del incremento en los volúmenes cosechados -gra­cias al aumento en los rendimientos de los cultivos- el área sem­brada en 1988 fue levemente menor a la de 1969 (-7%). Pero, lo que aquí nos interesa es qué tamaño de explotaciones incremen­taron la superficie que sembraban, y cuáles la disminuyeron.

En este sentido, en la zona norte, la mayor parte de la ex­pansión agrícola fue responsabilidad de las unidades de 200 a 1.000 hectáreas (entre ambas concentraron el 69% del incremen­to). Las explotaciones con más de 1.000 hectáreas generaron una cuarta parte del crecimiento agrícola, mientras que las explota­ciones de 100 a 200, un 13%, y las de menos de 100 hectáreas re­dujeron la superficie que cultivaban (un detalle de los datos por intervalo puede obtenerse en el gráfico 1). Como podemos ver, en esta zona, la expansión agrícola fue principalmente obra de las unidades que podríamos denominar “medianas” (de 200 a 1.000

Gráfico 1. Zona norteVariación de la superficie agrícola (1969-1988)

hectáreas

250000

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106 Javier Balsa

hectáreas), y no de las grandes unidades. Al mismo tiempo, las explotaciones pequeñas, de menos de 200 hectáreas, no pudieron aprovechar este proceso de agriculturización (especialmente las menores a 100 hectáreas).

Como resultado de estos cambios tuvo lugar una concentra­ción de la producción agrícola en la zona norte más intensa que la que sufrió el total de la superficie agropecuaria. Las unidades de más de 200 hectáreas incrementaron su peso en la producción agrícola, pasando de controlar el 51% al 68% de la misma. Por el contrario, las unidades por debajo de las 200 hectáreas redujeron su significación del 49% al 32% (tengamos presente que en 1937 habían controlado el 96% de la agricultura de la zona norte).21 Ob­servando más detenidamente, podemos ver que las explotaciones que perdieron más protagonismo fueron las unidades de 25 a 100 hectáreas, y las que más incrementaron su peso relativo en la su­perficie agrícola fueron las de 200 a 1.000 hectáreas (ver detalle en el cuadro 5). Sin embargo, el resultado de este proceso de concen­tración, no implicó una homogenización de la agricultura de esta zona en torno a las grandes unidades. En la zona norte, alrededor de un tercio de la superficie agrícola seguía ubicándose en 1988 en las explotaciones de menos de 200 hectáreas. Las unidades media­nas concentraban un 46%, y las mayores a 1.000, el 22% restante.

En la zona oeste, la expansión agrícola fue responsabilidad principalmente de las muy grandes unidades: el 58% del incre­mento fue generado por las explotaciones de más de 2.500 hec­táreas, y un 24% por las de 1.000 a 2.500. Los establecimientos de 400 a 1.000 hectáreas contribuyeron con un 12% de la expan­sión, y las unidades con menos de esa escala apenas generaron un 6% de la misma (un detalle de estos cambios puede observarse en el gráfico 2).

Por consiguiente, como puede observarse en el cuadro 5, en la zona oeste la concentración de la agricultura incrementó el peso de las muy grandes unidades.

21 Las estimaciones de la superficie agrícola según tipo de explotación para 1937 se en­cuentran en Balsa (2001).

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 107

G ráfico 2. Zona oestehebreas Variación de la superficie agrícola (1969-1988)

140000

Cuadro 5. Distribución de la superficie agrícola según tamaño de las explotaciones (en porcentajes).

Hectáreas 1969Zona norte

1988 difer. 1969Zona oeste

1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

hasta 25 3.50 1.30 -2.20 0.30 0.10 -0.20 0.40 0.10 -0.3025 a 100 26.60 14.20 -12.40 4.40 3.50 -0.90 3.20 1.90 -1.30100 a 200 18.50 16.30 -2.20 8.40 5.20 -3.20 9.10 5.90 -3.20200 a400 15.00 20.40 5.40 11.80 8.20 -3.60 21.20 15.10 -6.10400 a 1000 18.00 25.80 7.80 24.30 17.90 -6.40 33.40 33.50 0.101000 a 2500 12.30 14.80 2.50 22.90 23.70 0.80 19.90 26.30 6.40+ de 2500 6.00 7.20 1.20 27.80 41.30 13.50 12.90 17.20 4.30

100 100 100 100 100 100

Las explotaciones de más de 2.500 pasaron a controlar el 41% de la agricultura de esta zona, cuando en 1969 tenían el 28%. Se redujo la importancia de las unidades de menos de 1.000

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108 Javier Balsa

hectáreas, que de poseer el 49% de la superficie agrícola, se que­daron con el 35% (en 1937 las explotaciones de menos de 625 hectáreas22 habían controlado el 81% de la agricultura de la zona oeste). En esta subregión, la agricultura en pequeñas unidades (que había tenido su importancia durante el primer período ex­pansivo)23 había prácticamente desaparecido: las explotaciones de menos de 200 hectáreas no alcanzaban el 9% del área sembra­da con cultivos agrícolas.

En la zona sur, la superficie agrícola, tal como ya hemos co­mentado, se retrajo levemente. Sin embargo, los productores de más de 1.000 hectáreas aumentaron en términos absolutos su su­perficie agrícola. En 1988, las unidades de 1.000 a 2.500 hectáreas dedicaban a la agricultura un área 19% mayor que la que tenían en 1969; mientras que las de más de 2.500, lo hicieron en un 16%. En cambio, las unidades de 25 a 400 hectáreas redujeron la super­ficie agrícola que tenían en 1969 en un 36%. Entre estos produc­tores, merece destacarse la reducción que en términos absolutos sufrieron los de 200 a 400 hectáreas (ver gráfico 3).

Como resultado de estos cambios, tuvo lugar, también aquí, una concentración de la actividad agrícola, pero fue menos importante que en las otras dos zonas. Las unidades de 100 a 400 hectáreas redujeron su importancia del 30% que controlaban en 1969, al 21% en 1988. En cambio, las explotaciones de más de 1.000 pasaron de tener el 33% del área agrícola al 44%. Pero es­te menor proceso de concentración, tanto durante éste período como en la etapa anterior,24 no debe llevar a pensar que aquí ha­bían predominado las pequeñas unidades. Por el contrario, ésta ha sido una zona en la cual la agricultura fue desde el comienzo realizada en escalas muy importantes, por lo cual nunca las pe-

22 Resulta imposible conocer el dato para el corte en 1.000 hectáreas, pues dicho censo utilizó intervalos de tamaño con cortes en 625 y 1.250 hectáeras.

23 Hemos estimado que para 1937 un 57% del área agrícola era controlado por las explo­taciones de menos de 200 hectáreas.

24 En el período anterior (1937-1969), las explotaciones de 100 a 625 hectáreas habían pa­sado de controlar el 63% al 47% del total de la agricultura.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 109

G ráfico 3. Zona surVariación de la superficie agrícola (1969-1988)

hctá ita100000 .

50000

0 m — mmmm

-50000 -j---------------------------------------------------------------------

-100000

-150000

-200000

hasta 25 ha 25a 100 100 a 200 200 a 400 400 a 1000 1000 a 2500 m is de 2500Tamaño de las expi otaciones

queñas unidades tuvieron un lugar destacado (Balsa, 1994). En cambio, tuvieron siempre importancia los establecimientos me­dianos, que durante la última etapa expansiva pasaron a compar­tir su lugar con las grandes explotaciones: en 1988 las explota­ciones de 200 a 1.000 hectáreas controlaban el 49% del área agrí­cola, mientras que las mayores a esta última cifra, poseían el 44%.

Resulta difícil sintetizar una única respuesta al interrogan­te que encabeza este apartado. Es indudable que las unidades pe­queñas (especialmente hasta las 100 hectáreas) sufrieron una fuerte crisis durante estas dos décadas. Sin embargo, debido ju s­tamente al reducido tamaño de las explotaciones que desapare­cieron, la concentración de la superficie agropecuaria no tuvo gran envergadura, aunque cabe acotar que ya en 1969 las gran­des unidades controlaban buena parte de las zonas oeste y sur. Lo que tal vez resulta más interesante para destacar es que hemos podido identificar que el grueso de la expansión agrícola fue res­ponsabilidad de unidades de 200 a 1.000 hectáreas en la zona

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norte, y de las de más de 1.000 en las zonas oeste y sur. Queda también claro que no pudieron aprovechar la expansión agrícola las explotaciones de menos de 200 hectáreas en la zona norte y de menos de 400 hectáreas en las otras dos zonas (particularmen­te en la zona sur, éstas sufrieron una fuerte retracción en la su­perficie agrícola en términos absolutos).

¿Cuán importantes fueron los cambios en las formas de tenencia del suelo?

El siguiente interrogante nos conducía a analizar la impor­tancia que las nuevas formas de tenencia -en particular el contra- tismo tantero- habían tenido en la expansión agrícola. La primer dificultad que encontramos es que el contratismo no ha sido re­gistrado del mismo modo en ambos censos. En el de 1969 se dis­tinguieron los arriendos y las aparcerías con contrato menor de un año, de aquellos con contratos por uno año o más.25 En cam­bio, el “contrato accidental” catalogado en 1988 hacía referencia a la adquisición del uso y goce de un predio por dos años o me­nos. A pesar de estas limitaciones para la comparación intercen­sal, daremos una mirada a los datos disponibles.

En el caso de 1969, los contratos por menos de un año ocu­paban alrededor de un tres por ciento del total de las zonas (más específicamente, el 2,8% de la zona norte, el 2,3% de la zona oeste y el 3,1% del sur). En cambio, para 1988 encontramos que los con­tratos accidentales tenían significación diferencial según las zonas, dando cuenta del 17% de la zona norte, el 1% de la zona oeste y el 8% de la zona sur. Es claro que, más allá de los criterios distintos de registro, el contratismo tantero se había expandido en la zona norte, algo en el sur, y no tenía casi relevancia en la zona oeste.

25 Es muy probable, tal como lo señala Llovet (1988: 279), que buena parte de los contra­tistas fueran también incluidos en otras formas residuales de tenencia. Al respecto, según nues­tros cálculos en 1969 las unidades catalogadas como "ocupante en otras formas con permiso" y "ocupante de hecho" sumaban alrededor del 4% de la superficie total de cada zona.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 111

Si analizamos la superficie agrícola que estaba en manos de los contratistas tanteros, encontramos que el fenómeno tuvo una importancia incluso mayor: el 26% del área agrícola de la zona norte se encontraba en 1988 bajo esta forma de tenencia, el 13% de los cultivos del sur, pero tan sólo el 3% en el oeste. En 1969, los porcentajes de la superficie agrícola bajo contratos de menos de un año habían sido de 4%, 7% y 4% respectivamente.26 En relación con el crecimiento de la agricultura, podemos obser­var que los contratistas tanteros habrían sido responsables del 59% de la expansión en la zona norte. Sin embargo, no debemos olvidar que los criterios de los registros censales subregistraron el contratismo en relación con 1988. Por otra parte, no debe magnificarse su importancia, ya que sólo llegaba a dar cuenta de un cuarto de la superficie agrícola de la zona norte en 1988. En la zona oeste, en cambio, no jugaron ningún papel, ya que cul­tivaron menos extensión en 1988 que en 1969. En la zona sur resulta difícil expresar lo que aconteció, ya que el área agrícola total se retrajo levemente, mientras que el contratismo tantero habría incrementado su superficie agrícola (con las salvedades ya formuladas). Podemos decir que permitieron un incremento de dicha superficie en el orden del 9% del total del área agríco­la de 1969, que fue contrabalanceada por una retracción mayor de la superficie agrícola a cargo de otras formas de tenencia del suelo.

Resuelta la significación del contratismo tantero en la ex­pansión agrícola, cabe considerar entonces, cuál ha sido el papel de las otras formas de tenencia del suelo dentro de este proceso. Para ello, hemos cotejado, la importancia de las formas de te­nencia según el peso de la tenencia en propiedad: explotaciones totalmente en propiedad, aquéllas donde la propiedad se combi­naba con parcelas en arriendo, aparcería, contratismo u otras formas de tenencia (ya sea en forma mayoritaria o minoritaria),

26 Llama la atención la retracción del contratismo en la zona oeste, incluso cuando el cri­terio de 1988 fue más inclusivo que el de 1969. Es probable que las inundaciones que asolaron esta zona a mediados de los ochenta llevaran a una retracción de los arriendo temporales.

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112 Javier Balsa

y las unidades en las cuales toda la superficie estaba en formas no propietarias.27

Observamos que en la zona norte se expandió la superficie controlada por los que combinaban otras formas de tenencia con una parcela menor en propiedad (incrementaron su superficie en un 9% del área total), mientras que perdía significación la propie­dad pura (ver cuadro 6). En cambio, en la zona oeste esta última forma incrementó su importancia (6%), ante la reducción de la superficie controlada por los no propietarios. En el sur, también perdieron peso este último tipo de productores, pero se incre­mentó la importancia de las formas mixtas de tenencia (para ma­yores detalles, consultar el cuadro 6).

Cuadro 6. Distribución de la superficie agropecuaria según la tenencia del suelo (en por­centajes).

Hectáreas 1969Zona norte

1988 difer. 1969Zona oeste

1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

PropietariosPropietario

60.30 51.90 -8.40 66.00 72.20 6.20 55.90 54.90 -1.00

y otras formas

12.90 12.80 -0.10 10.40 12.40 2.00 13.60 20.10 6.50

Otras formas y propietario

9.60 18.10 8.50 7.00 7.50 0.50 10.40 13.20 2.80

No propietario 17.20 17.20 0.00 16.50 8.00 -8.50 20.20 11.80 -8.40

100 100 100 100 100 100

Analizando más específicamente lo que aconteció con el área agrícola, encontramos que los cambios han sido muy peque­ños durante el período 1969-1988, en relación con las drásticas

27 Incluimos en el primer grupo a los productores que tenían al menos el 90% del tama­ño total de su explotación bajo el régimen de propiedad; en el segundo grupo ubicamos a los que tenían en propiedad entre el 50% y el 90%; en el tercero, a los que tenían entre el 10% y el 50%, y en el último, a los que eran dueños de menos del 10% del tamaño total de su uni­dad productiva.

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Expansión agrícola y transfonnaciones sociales en el agro pampeano 113

transformaciones ocurridas durante el período anterior. En dicha etapa, la superficie agrícola en manos de propietarios pasó, en nú­meros redondos, de un 30% a un 80% en las tres áreas estudiadas. En la etapa aquí analizada, no sólo los cambios fueron de menor importancia, sino que las modificaciones no tuvieron la misma di­rección en todas las áreas. Como podemos observar en el gráfico 4, en la zona norte, creció especialmente la importancia de la agri­cultura desarrollada por productores que combinaban algún cam­po en propiedad con otros campos de mayor tamaño en arriendo o contratos accidentales (este tipo de productores pasó de tener el 13% de la superficie agrícola total en 1969, a controlar el 26% de la misma en 1988). En cambio, los propietarios puros quedaron con un 36% del área agrícola (frente al 53% que tenían en 1969). El resultado de esos cambios fue una estructura agrícola muy he­terogénea en lo que respecta a la tenencia del suelo: tanto propie­tarios puros, como los que combinaban propiedad con arriendo o contratismo, pero también los no propietarios poseían un lugar

Gráfico 4. Zona NorteDistribución de la superficie agrícola según tenencia del suelo

H No propietario

gjj| Otras form as y propietarios

□ Propietario y otras formas

H Propietarios

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114 Javier Balsa

Gráfico 5. Zona oesteDistribución de ia superficie agrícola según tenencia del suelo

H No propietario

M Otras formas y propietarios

E3 Propietario y otras formas

m Propietarios

destacado dentro de la agricultura de la zona norte. También es posible analizar cuáles formas de tenencia tuvieron mayor signifi­cación en la expansión de la superficie agrícola. En este sentido, el 44% del incremento se ubicó entre los productores que combi­naban una mayor parte de su explotación en arriendo o contratis- mo y el resto en propiedad. Un 29%, fue responsabilidad de los arrendatarios o contratistas puros. Por lo tanto, los productores propietarios puros y aquellos que combinaban la propiedad con una superficie menor en arriendo no fueron los responsables de la agriculturización en la zona norte (sólo generaron un 10% y un 17% de la expansión, respectivamente).

En la zona oeste, como puede verse en el gráfico 5, los pro­pietarios consolidaron su lugar de preeminencia dentro de la agricultura, incrementando su control del área cultivada total de 58% en 1969 a 69% en 1988. Mientras tanto, los arrendatarios re­ducían su participación relativa del 22% al 10%. Entonces, en lo que respecta a la importancia de las distintas formas de tenencia del suelo en relación con la producción agrícola, la zona oeste

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 115

-del mismo modo que en el tamaño de las unidades- era más ho­mogénea en 1988 que en 1969. En términos absolutos, los pro­pietarios puros generaron el 85% de la expansión agrícola.

En la zona sur, las formas puras perdieron importancia den­tro de la agricultura en beneficio de las formas mixtas que pasa­ron de controlar el 27% del área a tener el 39% para 1988 (ver grá­fico 6). Estos cambio, sin embargo, no alteraron la primacía de la propiedad pura (que en 1988 tenía el 45% del área total agrícola), repartiéndose en las otras tres formas de tenencia la superficie res­tante. Como aquí la superficie agrícola se retrajo, no podemos describir las responsabilidades de las distintas formas en la agri­a d turización. Podemos señalar, sin embargo, que las formas mix­tas de tenencia incrementaron la superficie agrícola a su cargo en un 38% aquéllas con predominio de la propiedad, y en un 33% las que tenían más superficie en arriendo o contratismo.

En síntesis, la expansión agrícola de la zona norte estuvo fuertemente asociada a los contratistas tanteros, en forma pura,

Gráfico 6. Zona surDistribución de la superficie agrícola según tenencia del suelo

1969 1988

ü No propietario

HUI Otras formas y propietarios

£3 Propietario y otras formas

I I Propietarios

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116 Javier Balsa

pero en mayor grado en combinación con parcelas en propiedad.28 En cambio, en la expansión en la zona oeste el contratismo no ju­gó ningún papel, ya que estuvo a cargo de los propietarios puros. En la zona sur, sólo creció la superficie agrícola a cargo de las for­mas de tenencia mixtas, y dentro de ellas el contratismo tantero podría haber sido responsable de la mayor parte de esta expansión (aunque recordemos que sólo controlaba el 13% del área agrícola de 1988).

¿Tuvo lugar una expansión de las relaciones de producción capitalistas?

La desaparición de una gran cantidad de pequeñas explota­ciones y la concentración de la superficie agropecuaria y, con mayor importancia aun, del área agrícola, podrían llevar a pensar que tu­vo lugar una concentración de la producción en las unidades de ti­po capitalista. Para poder avanzar en la medición de este fenómeno, deberíamos delimitar qué es una unidad claramente capitalista.

Una primera aproximación, podría llevar a considerar como capitalistas a toda unidad que contrate mano de obra asalariada en forma permanente (de hecho resulta imposible comparar el peso de los asalariados temporarios entre ambos censos)29. Entre 1969 y 1988, hubo una expansión de la importancia de este tipo de uni­dades. En la zona norte, las unidades que contrataban al menos un asalariado permanente pasaron de ser el 24% del total de unidades en 1969 a representar el 44% en 1988. En la zona oeste, crecieron del 34% al 50% de las explotaciones, y en el sur, del 38% al 58%. En términos de superficie censal, las explotaciones con al menos un asalariado permanente ocupaban el 58% de la zona norte en 1969 y llegaron a dar cuenta del 76% en 1988. En la zona oeste es­

28 Llovet (1988: 276) había destacado el importante papel que jugaban en la agricultura bonaerense las formas mixtas de tenencia ya en 1969.

29 En 1969 se registraron los que trabajaban en el día del censo (el día 30 de septiembre). En 1988 se preguntó por la cantidad de jornales contratados a lo largo del año.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 117

te aumento fue del 76% al 86%, y en la zona sur, del 65% al 84% del área. Sin embargo, resulta poco sostenible el criterio de carac­terizar como capitalista a toda unidad que contrate asalariados, ya que obviamente, estaríamos catalogando como tales a muchas ex­plotaciones en las que la mano de obra familiar realizaría un apor­te muy superior al de un único asalariado permanente.

Una posición diametralmente opuesta es la sostenida por Ghorayshi (1986), para quien las explotaciones agrarias capitalistas son aquellas en las que se emplea al menos a cinco asalariados.30 Si el límite inferior lo ubicamos en los cinco asalariados, es claro que no sólo presentaban una significación casi nula en términos de can­tidad de unidades en ambos censos, sino que tampoco poseían im­portancia territorial, excepto en la zona oeste, pero incluso allí su extensión se redujo entre 1969 y 1988, en vez de aumentar.

Frente a estas posiciones extremas, hemos tomado un crite­rio intermedio incluyendo como claramente capitalistas a todas las unidades con tres o más asalariados permanentes. En estos casos, incluso contabilizando al productor y a un familiar,31 el trabajo asa­lariado sería la mayoría de las veces superior a la mano de obra fa­miliar. Con este criterio, en la zona oeste la mitad de la superficie agropecuaria estaría a cargo de este tipo de productores. Sin em­bargo, en la zona norte tan sólo un 32% del área podría conside­rarse en manos de empresas capitalistas, y en la zona sur un 36%. Incluso, en las tres zonas, el área ocupada por este tipo de unida­des capitalistas sería levemente inferior a la que tenían en 1969.32

30 Ya que, según este autor, recién con esta cantidad funcionaría la ley del valor, promedián­dose las diferencias individuales, se liberaría al productor del trabajo manual, convirtiéndose de un pequeño maestro en un capitalista y surgirían tareas de coordinación. Además de elaborar su propuesta Ghorayshi analiza y critica otras definiciones de explotaciones capitalistas.

31 Lamentablemente la información censal nada nos dice respecto del aporte de trabajo fí­sico por parte del productor y sus familiares, tan sólo consignan en número de familiares "que trabajan", y descuentan que el productor lo hace, ya que no diferencian las tareas físicas, de las de dirección, por ejemplo.

32 En cantidad de explotaciones la proporción de establecimientos capitalista presentes en 1988 sería muy poco significativa: 6% en la zona norte, 11% en el oeste y 9% en el sur (en 1969, las cifras habría sido de 5%, 10% y 10% respectivamente).

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118 Javier Balsa

El fenómeno que resulta más notorio en relación con las transformaciones en la composición de la fuerza de trabajo rural es el incremento de la superficie agropecuaria a cargo de unida­des que contrataban uno o dos asalariados permanentes.33 Estas unidades podrían caracterizarse como “familiares con asalaria­dos”. Suponemos que en algunos casos los asalariados prestarían un apoyo a la fuerza de trabajo familiar (ya que si tanto el pro­ductor como uno o dos hijos varones realizaban trabajo físico, su aporte habría superado a la fuerza de trabajo asalariada). Sin em­bargo, en otros casos serían unidades basadas en la fuerza de tra­bajo asalariada (el productor realizaría sólo tareas de dirección y apoyo logístico al trabajo asalariado). Es por estas consideracio­nes que nos limitaremos a caracterizar a todas las unidades con uno o dos asalariados permanentes como “familiares con asala­riados”. Este tipo de unidades “mixtas” en cuanto a la composi­ción de su mano de obra pasaron de tener el 23% de la superficie de la zona norte a controlar el 44%. En la zona oeste pasaron del 22% al 37%, y en la zona sur, del 26% al 48%.

En principio, podemos decir que tuvo lugar un desarrollo de la producción en base a formas que combinaban trabajo asa­lariado con trabajo familiar, a costa de las unidades familiares sin asalariados permanentes, mientras que las unidades claramente capitalistas mantuvieron la significación territorial que tenían al comienzo de la expansión agrícola.

Si focalizamos el análisis en el área agrícola, encontramos que los cambios han tenido la misma dirección que la arriba co­mentada acerca de la superficie total agropecuaria: las unidades

33 Para 1969, en alrededor del 70% de las unidades que se ubicaban en esta categoría el aporte de los familiares del productor (excluyendo a éste) no alcanzaba al 20% de la sumatoria de familiares y asalariados permanentes. Sin embargo, en el 75% de estas explotaciones sin pe­so del trabajo familiar, sólo se contrataba un asalariado permanente (en el resto se tomaban dos); por lo cual, si el productor realizaba tareas manuales, los aportes familiares y asalariados podrían ser equiparables. Las cifras para 1988 sólo se modifican levemente: el 83% de las uni­dades "familiares con asalariados" presentaban un aporte menor al 20% por parte de los fami­liares, y en estas explotaciones un 70% contrataban un sólo asalariado permanente en las zonas norte y sur, y un 44% en el oeste.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 119

sin asalariados permanentes perdieron peso relativo frente a las explotaciones que contrataban uno o dos trabajadores durante todo el año (ver cuadro 7). En cambio, no asistimos a ninguna expansión de la importancia de la superficie en manos de unida­des con más de tres asalariados permanentes. Esta uniformidad en los cambios no significa homogeneidad entre las distintas zo­nas en esta característica. En la zonas norte y sur, observamos un predominio en 1988 de las unidades con uno o dos asalariados, mientras que en la zona oeste, junto con este tipo de unidades, también controlan una porción sustancial del área agrícola las ex­plotaciones con más de cuatro asalariados.

Cuadro 7. Distribución de la superficie agrícola según los asalariados permanentes (en porcentajes).

Hectáreas 1969Zona norte

1988 difer. 1969Zona oeste

1988 difer. 1969Zona sur

1988 difer.

Sin asal. perm. 53 29 -25 30 12 -18 41 18 -231-2 asal. perm. 21 47 26 23 42 19 27 52 253-4 asal. perm. 8 11 3 10 8 -2 12 11 -15 y más asal. 18 14 -4 37 38 1 20 19 -1

100 100 100 100 100 100

Sin embargo, el examen de la cantidad de asalariados por explotación no completa el análisis de la organización social del trabajo al interior de las unidades productivas, ya que como ve­remos en el siguiente apartado, en 1988 había adquirido gran re­levancia la contratación de terceros para realizar con su maqui­naria buena parte de las labores agrícolas.

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120 Javier Balsa

¿Hasta qué punto la terciarización de labores agrícolas modificó la organización social del trabajo de unidades familiares y capitalistas?

En la agricultura pampeana históricamente ha tenido gran significación la contratación de servicios de maquinarias, es de­cir la terciarización de parte de las labores agrícolas. En la expan­sión de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se destacó la pre­sencia de contratistas de trillado quienes se trasladaban a lo lar­go de los campos trillando los cereales previamente recogidos por los productores o el personal por ellos contratado. A medida que se expandió el uso de las cosechadoras, de arrastre primero para la cosecha fina, y automotrices luego, ya entonces para ambos ti­pos de cultivos, fue desapareciendo la importancia de este tipo de contratistas. Sin embargo, comenzó a difundirse la contratación de servicios de cosecha, tanto a cargo de pequeños o medianos productores sobremecanizados en relación con el tamaño de sus propios cultivos, como de dueños de maquinarias que no tenían un predio de base propio, sino que se especializaban en brindar este tipo de servicios. Lamentablemente, si bien la información sobre la cantidad de hectáreas para las cuáles se contrató distin­to tipo de servicios fue registrada en el censo de 1969, e incluso cargada en las citas de computación correspondientes (tarjeta perforada número seis), actualmente no es posible descodificar esta información. En cambio, sí contamos con los datos para 1988. A partir de ellos intentaremos evaluar hasta qué punto la terciarización modifica la organización social del trabajo de los distintos tipos de productores.

En base a cálculos propios sobre los datos inéditos del Censo Agropecuario Nacional de 1988, hemos podido determi­nar que el 57% de la superficie cultivada con cereales y oleagino­sas era cosechado con contratistas de maquinaria en la zona Nor­te, el porcentaje era del 53 % en la zona Oeste y del 37 % en la zona Sur. Para las labores de roturación y siembra la significación era del 21 %, 42 % y 17 % respectivamente.

Para observar cómo inciden en la organización de las acti­vidades agrícolas (incluyendo en este caso el sembrado de forra­

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 121

jeras anuales y perennes), hemos clasificado las explotaciones se­gún la importancia que la terciarización tuvo sobre el total de ac­tividades agrícolas realizadas: “producción directa”, cuando sólo terciarizaban menos del 25% de las labores de roturación y siem­bra, y de cosecha;34 “producción por contrato”, cuando se tercia- rizaba más del 75% de las labores, y “producción directa y por contrato”, en las situaciones intermedias.

Analizada de este modo, se puede observar (ver gráfico 7) que la terciarización no alteraba radicalmente la organización so­cial del trabajo agrícola, al menos en las zonas norte y sur. En la zona norte, dos tercios de la superficie agrícola estaba directa­mente a cargo del productor (más allá de la composición de la fuerza de trabajo a su cargo), el resto lo realizaba parcial o total­mente en base a la contratación de servicios de terceros (tanto para las tareas de roturación y siembra, como para las de cose­cha). En la zona sur, era incluso mayor la importancia de la pro­ducción directa, alcanzando las tres cuartas partes del área culti­vada. En cambio, en la zona oeste menos de la mitad de la agri­cultura estaba a cargo directamente del productor. Alrededor de una cuarta parte era realizada de forma mixta (por productores que combinaban la producción directa con la contratación de servicios externos) y un 30% por productores que contrataban a terceros para que realizaran prácticamente la totalidad de las la­bores agrícolas.

Sin embargo, nos queda la pregunta de hasta qué punto la expansión de la terciarización estaría modificando la correcta ca­racterización del productor, especialmente en el caso de los “fami­liares”. Al respecto, nosotros hemos caracterizado como “fami­liar” a toda explotación que no contratara asalariados de forma

34 En el censo de 1988 sólo se consignó la cantidad de hectáreas para las cuáles cada pro­ductor había contratado servicios de maquinaria, tanto para roturación y siembra, como para cosecha. Hemos estimado la superficie total cosechada como equivalente a la totalidad de hec­táreas cultivadas con cereales y oleaginosas en cada unidad, y la superficie total roturada y sem­brada como la anterior extensión más la superficie cultivada con forrajeras anuales y una sép­tima parte de la ocupada por forrajeras perennes.

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permanente. Podría ocurrir que una gran proporción de estos “fa­miliares” en realidad no realizaran las labores agrícolas en base a la mano de obra familiar, sino que estuviesen contratando servi­cios de maquinarias externos, lo cual merecería un trabajo mucho más detenido para poder avanzar en la comparación intercensal.

Para abordar esta cuestión hemos analizado las explotacio­nes según zona, tamaño, mano de obra y forma de organización de la actividad agrícola. Encontramos que la gran mayoría de las explotaciones sin asalariados se hacían cargo de la producción en forma directa, incluso cuando tenían extensiones importantes. Es más, la terciarización en el caso de unidades sin asalariados era más importante en los estratos menores. La gran capacidad de trabajo de los nuevos equipos de maquinarias incorporados por los productores medianos durante estos años, les habría permiti­do trabajar grandes extensiones sin contratar asalariados en for­ma permanente.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 123

¿La expansión puede haberse posibilitado por el afianzamiento de un sector farmer o de terratenientes-capitalistas?

Nuestro interrogante final es cuál ha sido la forma social de producción que llevó adelante la expansión agrícola. Para poder avanzar sobre esta pregunta, debemos formular antes varias acla­raciones metodológicas. En primer lugar, necesitábamos una ti­pología de formas sociales de producción y, para ello, resultaba imposible desplegar todas las combinaciones de los distintos va­lores de las dimensiones hasta ahora consideradas: el elevado nú­mero de tipos hubiera hecho imposible su exposición al lector. Toda tipología supone, entonces, una simplificación. En este ca­so, hemos escogido centramos en dos dimensiones, a nuestro en­tender claves para conceptualizar a los sujetos sociales agrarios: la organización social del trabajo y la tenencia del suelo. La pri­mera de estas dimensiones la hemos operacionalizado en base a la única variable disponible para ambos censos: la cantidad de asalariados permanentes, con los cuatro valores ya utilizados en este trabajo. La tenencia del suelo la hemos dicotomizado (para reducir el número de tipos) en propietarios, si eran dueños al me­nos del 10% de su explotación, y arrendatarios, en caso contra­rio.35 Además, toda tipología implica también etiquetar, con los problemas conceptuales que esto conlleva. En nuestro caso, he­mos denominado “farmers” a los productores propietarios que no contrataban asalariados de forma permanente, con el supues­to de que estos sujetos se asemejaban al típico productor familiar norteamericano, propietario de su parcela y con una fuerza de trabajo esencialmente basada en su propia labor y la de los miem­bros de su familia. Indudablemente, no todos los productores

35 Incluso en el caso de un productor que tuviese en propiedad el 15% de su explotación, la mayor parte de su capital sería fundiario (tierra más mejoras). En el ejmplo desarrollado por Pizarro y Cacciamani, un"productor-propietario-contratista" del área maicera tradicional que tenía 83 hectáreas en propiedad y 490 en arriendo, el 34,9% de su capital era la tierra, el 11,6% las mejoras, el 34,2% la maquinaria y el 19,3% el capital circulante (Pizarro y Cacciamani, 1993: 9).

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que no contrataban asalariados en forma permanente presenta­ban las características de las “family farms” , pero suponemos que la gran mayoría tendría este perfil. En el extremo opuesto, deno­minamos “terratenientes-capitalistas grandes”, a los propietarios que contrataban cinco o más asalariados permanentes, cumplien­do así el criterio más estricto mencionado anteriomente (Gho- rayshi, 1986), y destacando el carácter dual de estos sujetos (en tanto captaban renta y ganancia). Más difícil fue caracterizar a los productores que quedaron en medio de estos dos tipos extremos. Con tres o más asalariados permanentes, supusimos que la fuer­za de trabajo asalariada superaba el aporte del productor y su fa­milia, y lo denominamos “terrateniente-capitalista pequeño”. Si tenía uno o dos asalariados, el aporte familiar podía ser igual o superior al de los asalariados, por lo cual lo caracterizamos como “farmer con asalariados”. Sin embargo, también es posible que, en muchas de estas unidades, los asalariados permanentes hayan desarrollado la casi totalidad de las labores manuales, y sus due­ños se acercasen más a un “terrateniente-capitalista pequeño”. Lamentablemente, no disponemos de información censal que nos permita avanzar en esta discriminación, más allá de la co­mentada en el apartado donde analizamos la mano de obra. He­mos utilizando los mismos criterios para distinguir a los arrenda­tarios (incluyendo a aparceros y contratistas): “arrendatarios fa­miliares” , “arrendatarios familiares con asalariados”, “capitalistas pequeños” y “capitalistas grandes”. Por último, quisiéramos ex­poner un problema vinculado con la historicidad. Todo uso com­parativo en el tiempo de una tipología conduce a cierta cristali­zación de las caracterizaciones, ya que sólo se pueden analizar variaciones en identidades; pero en los fenómenos sociales no existen identidades inmutables. Este problema resulta especial­mente significativo en el caso del “farmer con asalariados” (que justamente en este período cobra especial importancia en la es­tructura agraria), ya que nuestra información de fuentes cualita­tivas nos indica que los productores que encajaban en esta cate­goría en 1988, eran diferentes en muchas características a los que lo hacían en 1969. Pero, nuevamente los datos censales sobre los cuales se basó el presente análisis no permiten formular diferen­cias. En las reflexiones finales, volveremos sobre esta cuestión.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 125

En segundo lugar, quisimos estimar qué le ocurrió a los distintos productores presentes en 1969. Para ello, la metodolo­gía utilizada ha sido la comparación de los datos de 1969 y 1988 en forma de una matriz con entradas y salidas. Primero adjudica­mos los cambios al interior de los estratos de tamaño, suponien­do transformaciones en la organización social del trabajo y/o de la tenencia del suelo (en este orden).36 Pero, si el estrato había in­crementado su número, luego de estimar las transformaciones internas, se supuso que productores del estrato inmediato infe­rior del mismo tipo cuyo número había crecido, habían logrado expandirse en superficie. Por el contrario, todas aquellas explo­taciones presentes en estratos cuya cantidad se había reducido, y que no podían ser reubicadas en otros tipos ni otros estratos, se supuso que habían desaparecido y que su superficie había sido concentrada por unidades de mayor tamaño.

Por los motivos explicitados en apartados anteriores, he­mos analizando solamente a las explotaciones mayores de 25 hectáreas.

En la zona norte, en 1969 había 6.558 farmers que ocupa­ban el 34% de la superficie censada (ver gráficos 8 y 9)37. De ellos, la mitad (3.503) habría continuado como tal, en líneas ge­nerales con explotaciones de similar tamaño, ocupando el 19% de la zona. En cambio, unos 1.400 habrían incorporado uno o dos asalariados permanentes (ocupaban en 1988 un 6% de la su­perficie total). Los restantes 1.655 habrían abandonado la pro­ducción, pasando el área que poseían (7% del total) a manos de productores de mayor tamaño.

En el otro extremo de los productores propietarios, los te­rratenientes-capitalistas no presentaron mayores cambios. No só­

36 Por ejemplo, si en el estrato de 200 a 400 hectáreas aumentó la cantidad de farmers con asalariados, pero disminuyó el número de farmers sin asalariados, supusimos que algunos de estos últimos pasaron a contratar mano de obra.

37 En todos los siguientes gráficos, las flechas sólo indican las transformaciones estimadas que fueron más significativas, ya que los pequeños cambios, por un lado, podrían ser debidos a diferencias en los criterios de registro censal, y, por otro, su representación haría perder cla­ridad al gráfico.

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lo no se expandieron, sino que su número se redujo en un 13%, y su superficie en un 7%.

Quienes sufrieron la mayor crisis fueron los arrendatarios familiares: su número se redujo en 990 unidades (lo cual repre­senta el 60% de este tipo de explotaciones en 1969), perdiendo un 3% del área total. Algunos de estos productores (280) habrían incrementado la cantidad de arrendatarios familiares con uno o dos asalariados permanentes (estimamos que la mitad mante­niendo el tamaño de 1969, y la otra mitad incrementándolo). Los restantes 710 habrían abandonado la producción. La cantidad de arrendatarios capitalistas y la superficie que controlaban en la zo­na norte continuó siendo totalmente marginal.

El sector que realmente tuvo una expansión considerable fue el de los farmers con uno o dos asalariados. Su número se in­crementó en unas 1.400 explotaciones, y sumó un 18% del total de la superficie censada. Su importancia habría aumentado, en parte, por los farmers puros, ya mencionados, que incluyeron asa­lariados en su explotación (de ellos 400 en un proceso de expan­sión territorial, y los otros 1.000 manteniéndose en escalas simi­lares a las que tenían en 1969). Este fenómeno aumentó en un 6% del área total la superficie controlada por esta forma productiva. Por otra parte, productores propietarios que ya tenían uno o dos asalariados en 1969 lograron expandirse durante estos años, sin cambiar sustancialmente la composición de su mano de obra. De este último modo se habría incrementado la superficie controlada por este tipo de productores en un 11% del área total. Los estra­tos de los farmers con asalariados que más se expandieron en tér­minos territoriales fueron los de 200 a 400 hectáreas (7% del to­tal), 100 a 200 (3%) y 400 a 1.000 y más de 2500 (ambos, 2%).

En relación con la expansión del área dedicada a la agricul­tura (del orden del 66%), el 60% de este incremento habría sido realizado por farmers con uno o dos asalariados (ver gráfico 10). Dentro de ellos, la mayor parte de la agriculturización podría ha­berse realizado en tierras que estos productores ya tenían en 1969 (39%), mientras que un 12% podría haber tenido lugar en las tierras incorporadas a esta modalidad productiva. Por último, un 10% podemos adjudicarlo a farmers que habrían incorporado asalariados durante estas décadas. Por su parte, los arrendatarios

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12000

10000 -

8000 -

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400 0 -

2000 -

G rá fic o 8. Z o n a N o rte . T ra n s fo rm a c io n e s en las fo rm a s d e p ro d u c c ió n . N ú m e ro de e x p lo ta c io n e s

ü C a p ita lis ta g ra n d e

H C a p ita lis ta p e q u e ñ o

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□ A rre n d a ta r io fa m ilia r

□ T e rr .-C a p . g ra n d e

□ T e rr .-C a p . p e q u e ñ o

E3 F a rm e rc o n a s a la r ia d o s

□ F a rm e r

1969 1988

§O

VI

mansión agrícola y tran

sformacion

es sociales en el agro

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G rá fic o 9. Z o n a n o rte . D is tr ib u c ió n do la s u p e rfic ie a g ro p e c u a r ia

1969 1988

| Capitalista grande

| Capitalista pequeño

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□ Arrendatario fam iliar

| Terr.-Cap. grande

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0 Farm er

transform ación -------*concentración

Javier Balsa

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 129

Gráfico 10. Zona norteEvolución de la superficie agrícola (1969-1988)

Terr-C ap T e rr-C ap Arrendatario Arrend F ia r. C a p ite ls b C a p ta Is tape guarió grande fa m lia r c/as aL pequerio grande

familiares con uno o dos asalariados serían responsables de un crecimiento de la superficie agrícola del 18% (especialmente, de­sarrollada en tierras ya pertenecientes a este tipo de producto­res). Los terratenientes-capitalistas habrían generado un 12% de la expansión agrícola, y los arrendatarios-capitalistas, un 8%.

Debido a estas transformaciones, observamos que creció la importancia relativa de los farmers con uno o dos asalariados den­tro de la superficie agrícola (con un tamaño de 200 a 2.500 hectá­reas, especialmente en el intervalo de 400 a 1.000). Aumento de en­vergadura similar a la pérdida de significación de los farmers sin asalariados, entre los que se destaca la reducción especialmente en­tre los de 25 a 200 hectáreas. Asimismo, creció la importancia de los arrendatarios con uno o dos asalariados, y disminuyó la de aquellos sin personal contratado permanente. Los terratenientes-capitalistas no incrementaron su peso, sino incluso lo redujeron levemente.

De este modo, la agricultura de la zona norte pasó a estar en manos de farmers con uno o dos asalariados permanentes

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(37% del área sembrada), y no predominaron ya los farmers, que en 1969 tenían el 41%.

En síntesis, los terratenientes-capitalistas no se expandie­ron en la zona norte durante este período. Por su parte, los far­mers parecen haber desarrollado un proceso de diferenciación social: un cuarto habría desaparecido, otro cuarto habría asalari- zado su mano de obra (un tercio de ellos expandiéndose territo­rialmente), pero alrededor de la mitad habría permanecido tal co­mo estaba en 1969 (al menos con las variables que podemos comparar intercensalmente). Han sido los farmers con uno o dos asalariados los que se expandieron junto con la agriculturización, casi duplicando su número y el área que controlaban en 1969.38 Dentro de ellos, la expansión agrícola se desarrolló con mayor importancia entre aquellos que combinaban la propiedad con una proporción mayor de parcelas con contratos accidentales (sin embargo, del total de la superficie en manos de farmers con asalariados sólo el 15% era tomada con este tipo de contratos). De este modo se convirtieron en la forma de producción predo­minante territorialmente en la zona norte, desplazando a los far­mers sin asalariados. Este fenómeno tuvo lugar también en cuan­to a la superficie agrícola. Un segundo lugar en la expansión, lo tuvieron los arrendatarios (incluyendo contratistas) con uno o dos asalariados.

En la zona oeste, como puede observarse en los gráficos 11 y 12, en 1969 había 3.058 farmers con más de 25 hectáreas, los cuales ocupaban el 20% del total de la zona. De ellos, unos 2.272 se habrían mantenido como tales, ocupando un 13% del área to­tal. Unos 226 habrían abandonado la producción, cediendo algo menos del 1% del área a productores de mayor escala. Por últi­mo, los 560 restantes (que representaban un 6% del área) habrían incorporado uno o dos asalariados permanentes, la mayoría de ellos (429) sin incrementar el tamaño de sus campos. El aumen­to en el número y la superficie en manos de los farmers con uno

38 Recordemos que incluimos dentro de esta categoría a todo productor que al menos tu­viera un 10% de sus campos en propiedad.

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 131

o dos asalariados llegó a 790 unidades y alrededor del 14% del área. Por un lado, se vio incrementado por el acceso a la propie­dad por parte de unos 180 ex-arrendatarios (suponiendo que fue­ran los de mayor tamaño, representarían un 5% de la superficie). Por otro lado, unos 340 arrendatarios habrían perdido sus cam­pos (algo más de la mitad de los arrendatarios familiares presen­tes en 1969 en la zona oeste), cediendo el 3% del área a farmers con asalariados que se habrían expandido durante estas décadas. Observamos que el estrato que más ha crecido en superficie den­tro de los farmers con asalariados ha sido el de 400 a 1.000 hec­táreas, y luego el de más de 2.500. Por último, unos 47 terrate­nientes-capitalistas habrían reducido su cantidad de asalariados, sumándose a este tipo de farmers. No hemos hallado casi modi­ficaciones entre los terratenientes-capitalistas, tan sólo un 3% del área total habría pasado de los grandes a los pequeños terrate­nientes-capitalistas, creciendo la superficie en manos de terrate­nientes-capitalistas con 3 o 4 asalariados pero con campos de 1.000 a 2.500 hectáreas.

Como resultado de estos cambios, también en esta zona los farmers con uno o dos asalariados se convirtieron en los produc­tores con mayor importancia territorial (33% del área), aunque los terratenientes-capitalistas grandes tenían una superficie simi­lar (32%), a pesar de haber reducido su importancia en estas dos décadas.

En cuanto al aumento del 63% en la superficie agrícola, que tuvo lugar durante estas dos décadas, la mayor parte (53%) ha sido gracias a la expansión de la agricultura a cargo de los far­mers con uno o dos asalariados (ver gráfico 13). Dentro de este tipo de productores, un 30% del aumento habría tenido lugar dentro de parcelas que estos productores ya controlaban en 1969, un 5% por campos que los farmers con uno o dos asala­riados de 1969 lograron sumar a sus lotes originales, un 10% por la incorporación, a esta forma, de farmers que no contrataban asalariados en 1969, y un 8% por el acceso a la propiedad de arrendatarios. Al mismo tiempo, los terratenientes-capitalistas grandes fueron responsables de un 37% de la agriculturización, mientras que los pequeños generaron un 6% del incremento del área agrícola.

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G rá fic o 1 1 . Z o n a o e s te . T ra n s fo rm a c io n e s e n la s fo rm a s d e p ro d u c c ió n . N ú m e ro d e e x p lo ta c io n e s

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G rá fic o 12. Z o n a o es te . D is tr ib u c ió n de la s u p e rfic ie a g ro p e c u a r ia

H Capitalista grande

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Expan

sión agrícola y tran

sformacion

es sociales en el agro pampean

o 133

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134 Javier Balsa

h c c t ir t s

200000

G ráfico 13. Zona oesteEvolución de la superficie agrícola (1969-1988)

-100000Farmer F arme r con Terr-Cap

asalariados pequeñoTerr-Cap Arrendatario Arre nd. Fiar. CaptafeB CapiBlsB

grande larri i ar c/asai. pequeño grande

Todos estos cambios produjeron un crecimiento en la im­portancia de los fanners con uno o dos asalariados (aumentaron en un 9% del total del área agrícola) y, en segundo plano, de los terratenientes-capitalistas con cinco y más asalariados perma­nentes (6%), a costa de la importancia de los farmers, los arren­datarios familiares y los arrendatarios capitalistas. De este modo, los fanners con uno o dos asalariados lograron equiparar su im­portancia en la agricultura con los grandes terratenientes-capita­listas (ambos, junto con los propietarios con tres o cuatro asala­riados, poseían el 80% de la agricultura de la zona oeste). En cambio, los farmers puros perdieron la mitad de la superficie que controlaban en 1969 (de 21% del total, pasaron al 10%) y los arrendatarios familiares quedaron reducidos a una expresión to­talmente marginal (del 8% al 2% de la superficie sembrada).

En síntesis, en esta zona los farmers se mantuvieron, pero no lograron aprovechar el proceso de agriculturización. Quienes

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Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampeano 135

sí lo pudieron hacer fueron los farmers con asalariados. Además, a diferencia de la zona norte, aquí los terratenientes-capitalistas generaron una gran parte de la expansión agrícola.

En la zona sur, había 5.084 farmers sin asalariados en 1969 que ocupaban un 26% de la superficie total de la zona, como pue­de observarse en los gráficos 14 y 15. En 1988 quedaban unos 2.958 farmers, lo cual representaba el 58% de los existentes dos décadas antes, y conservaban un 14% del área. Podemos suponer que unos 671 abandonaron la producción, dejando un 2% del área para explotaciones de mayor tamaño. Mientras que los res­tantes 1.455 se pudieron haber convertido en farmers con uno o dos asalariados permanentes (la gran mayoría de ellos se habría mantenido en campos de tamaños similares a los que tenían en 1969). Los arrendatarios familiares tuvieron una muy fuerte cri­sis: el 54% de los 1.864 arrendatarios familiares presentes en 1969 habrían tenido que abandonar la producción (dejando un 5% del área, seguramente para los farmers con asalariados). Un 34% pudo haber permanecido como tales (controlando un 3% del área), y el 12% restante habría incorporado uno o dos asala­riados (1% del área). Por su parte, la gran mayoría (145) de los pocos arrendatarios capitalistas presentes en 1969 (189), habrían accedido a la propiedad (al menos de una parte de sus campos), incorporándose probablemente a los farmers con asalariados (agregando un 3% de la superficie total).

Como los terratenientes-capitalistas no modificaron la su­perficie que controlaban (tan sólo se redujo su número en unas 175 unidades, frente a las 770 que tenían en 1969), los farmers con uno o dos asalariados fueron -también en la zona sur- la for­ma productiva que se expandió en estas dos décadas (recordemos que, dentro de ellos, fueron los que combinaban propiedad y arriendo quienes más lo hicieron, aunque solo el 7% de su super­ficie era tomada en base a contratos accidentales). Su número se incrementó en 1.846 unidades, de las cuales el 79% habría pro­venido de ex-farmers sin asalariados, 12% de ex-arrendatarios, y 9% de ex-terratenientes-capitalistas. Al mismo tiempo, sumaron a la superficie que controlaban un 20% del área total: 10% apor­tado por los ex-farmers, 3% por los ex-arrendatarios, y un 7% por la expansión de los propios farmers con asalariados presentes en

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1969 (5% habrían capturado del área controlada por arrendata­rios en 1969, y 2% por farmers que abandonaron la producción).

Como resultado de estos cambios los farmers con asalaria­dos se convirtieron en la forma productiva predominante (con el 41% del área), desplazando a los farmers sin asalariados que eran la forma con mayor superficie en 1969 (con el 26%).

En esta zona, tal como ya hemos comentado, la superficie agrícola sufrió una leve retracción durante este período (del or­den del 7%). Sin embargo, tal como puede verse en el gráfico 16, los farmers con uno o dos asalariados tuvieron un incremento de tal magnitud en la superficie agrícola que casi logran contrapesar el fuerte retroceso que tuvieron los farmers y los arrendatarios fa­miliares. Alrededor de la mitad de este aumento en la superficie agrícola de los farmers con uno o dos asalariados habría tenido lugar al interior de campos controlados por este tipo de produc­tores en 1969. Una sexta parte, se habría producido en campos incorporados por estos productores, y una cuarta parte, porque farmers puros habrían contratado asalariados.

De este modo, también en esta zona los farmers sin asala­riados perdieron protagonismo en la agricultura frente a los que contrataban uno o dos asalariados permanentes. Por su parte, los arrendatarios familiares sufrieron un drástica reducción en su significación. Los terratenientes-capitalistas prácticamente no modificaron su participación relativa. Así, los farmers con uno o dos asalariados se constituyeron en la forma productiva domi­nante en la agricultura (controlaban el 43% de la superficie im­plantada), desplazando a los farmers sin asalariados.

En síntesis, la mayoría de los farmers de la zona sur se mantuvieron como tales, reduciendo la superficie que dedicaban a la agricultura, pero casi un tercio incorporó asalariados en for­ma permanente. Fueron justamente los farmers con asalariados quienes expandieron notoriamente su superficie agrícola. Los te­rratenientes-capitalistas no se expandieron, y los arrendatarios familiares sufrieron una muy fuerte crisis.

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G rá fic o 14 . Z o n a s u r. T ra n s fo rm a c io n e s en la s fo rm a s d e p ro d u c c ió n . N ú m e ro d e e x p lo ta c io n e s

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Expan

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1969 1988

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concentración

Javier Balsa

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Reflexiones finales

Tal como intuimos inicialmente, no es simple responder la pregunta sobre qué fenómenos posibilitaron la expansión agrícola en las dos décadas estudiadas (si la “farmerización” ocurrida du­rante el período anterior, o la aparición de nuevos sujetos sociales).

Las formas de producción relativamente novedosas, tanto el contratismo tantero como los grandes productores agrícolas capi­talistas, no alcanzan a dar cuenta de la expansión agrícola. El con­tratismo tantero no tuvo ninguna relevancia en la zona oeste y mantuvo un papel secundario en la zona sur. Incluso en la zona norte sólo controlaba un cuarto de la superficie dedicada a la agri­cultura en 1988, aun incluyendo la parte correspondiente a las unidades que lo combinaban con la propiedad. Las unidades capi­talistas -considerando todas las explotaciones con un mínimo de tres asalariados permanentes- no aumentaron en absoluto su peso ni en la actividad agrícola ni en el total de hectáreas censadas.

G ráfico 16. Zona surhictínm Evolución de la superficie agrícola (1969-1988)

500000

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De este modo, de una primera aproximación podría deri­varse que los protagonistas de la expansión agrícola serían las unidades familiares en propiedad, de tamaño pequeño y media­no (las que resultaron del proceso de “farmerización” ocurrido entre los años cuarenta y sesenta). Sin embargo, otros indicios contradicen esta imagen. Por un lado, la mayor parte del incre­mento en la superficie agrícola de la zona norte debe adjudicarse a los contratistas tanteros -en primer lugar, en combinación con parcelas en propiedad, pero también en forma pura-, y dentro de la zona sur han sido estos productores los que más impulsaron la “agriculturización”. Por otro lado, el crecimiento agrícola se de­sarrolló principalmente en las unidades de 200 a 1.000 hectáreas en la zona norte, y en las de más de 1.000 en las otras dos zonas. No pudieron aprovechar este proceso expansivo las explotacio­nes de menos de 200 hectáreas en la primera de las zonas, y las menores a 400 en las dos últimas.

Para comprender mejor las transformaciones sociales ope­radas durante estas dos décadas, hemos integrando (en la última parte del presente artículo) todas las dimensiones estudiadas. En primer lugar, encontramos que se desarrolló un proceso de dife­renciación social de los farmers que no tenían asalariados en 1969. Algunos tuvieron que abandonar la producción, una ma­yoría se mantuvo sin poder sacar partido de la agriculturización, mientras que otros incorporaron uno o dos asalariados perma­nentes a su fuerza de trabajo. Dentro de estos últimos, unos po­cos habrían logrado expandirse territorialmente.

En segundo lugar, quienes no pudieron sobrevivir fueron los arrendatarios familiares que todavía quedaban en 1969: su número se redujo intensamente en las tres zonas estudiadas. Po­demos concluir que, aunque no aseguró las condiciones para su desarrollo, la propiedad posibilitó a los pequeños productores cierta capacidad de permanencia.

En tercer lugar, la expansión de los contratistas tanteros (sin parcelas en propiedad) en la zona norte sólo superó leve­mente la reducción del peso del arriendo y la aparcería; mientras que en la zona sur ni siquiera llegó a compensarla.

Por último, la forma social de producción que más se ex­pandió durante la “agriculturización” fue la de los productores

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propietarios de sus campos (en forma total o parcial) con uno o dos asalariados permanentes.39 Este fenómeno no ha sido consi­derado por la bibliografía especializada. Gracias a la mayor capa­cidad de trabajo de las nuevas maquinarias (incorporadas a fines de los setenta y comienzos de los ochenta) estos sujetos lograron duplicar el tamaño de sus parcelas agrícolas (que, en general, te­nían extensiones medianas al comienzo del período) sin aumen­tar la cantidad de brazos utilizados. Incluso, en 1988, en su ma­yoría contrataban un sólo asalariado permanente. Aunque los de­nominamos “farmers con asalariados”, el aporte de los familiares del productor era ya pequeño en 1969, y resultaba menor para 1988. Mantenemos la denominación de “farmer” porque el apor­te del productor podría resultar similar al del asalariado perma­nente. Sin embargo, como hemos analizado en otro artículo, la familia ya no funcionaba como equipo de trabajo (Balsa, 2000a). Es más, alrededor de dos tercios de estos productores no residían en su explotación, sino en la ciudad más cercana. Sus formas de vida habían cambiado sustancialmente: se habían “aburguesado”. Este ha sido un proceso desplegado a lo largo de varias décadas por los medianos productores que accedieron a la propiedad (convirtiéndose en perceptores de renta) y se capitalizaron en maquinarias. Si para fines de los años sesenta varios de los que contrataban uno o dos asalariados todavía presentaban el perfil familiar de mediados de siglo, a fines de los ochenta muy pocos conservaban estas características.

Indudablemente la “farmerización” brindó la base material para que los productores propietarios con uno o dos asalariados lideraran la expansión agrícola, combinando la propiedad con otras formas de tenencia del suelo, y la producción directa con la contratación de servicios de maquinarias. Pero sólo algunos de los “farmers” (que no contrataban asalariados en 1969) pudieron tomar parte activa en esta expansión. En los años noventa tuvo lugar otro importante crecimiento de la producción agrícola, pe­

39 Más allá que en la zona oeste también los terratenientes-capitalistas lideraron el proce­so de expansión agrícola.

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ro fue acompañado por un nuevo aumento del proceso de con­centración, golpeando ahora no sólo a las explotaciones peque­ñas y medianas-pequeñas, sino incluso a las unidades de 200 a 500 hectáreas de la zona norte (Azcuy Ameghino, 2000).

La “farmerización” no resultó suficiente para garantizar el crecimiento centrado en la explotación en propiedad basada en el trabajo familiar. Hacia fines de los sesenta, como culminación de más de cincuenta años de luchas políticas e ideológicas en tomo a un modelo de desarrollo agrario, la estructura pampeana se ha­bía acercado como nunca al siempre mencionado ejemplo nor­teamericano. Sin embargo, una serie de factores se conjugaron para desbaratar la posibilidad de consolidar esta vía de desarro­llo. El agro no fue ajeno al amplio proceso social regresivo que comenzó con la última dictadura militar40 y continuó luego, es­pecialmente con el menemismo. En este sentido, no sólo fueron políticas puntuales, sino la imposición de toda una ideología in­diferente a los efectos que tenía sobre la estructura agraria y la comunidad rural,41 la conjunción de un particular desarrollo tec­nológico, la liberalización financiera y el desmantelamiento de la infraestructura estatal. De este modo, se dilapidó la segunda oportunidad de construir un desarrollo basado en las explotacio­nes familiares en propiedad, como ya se había hecho a fines del siglo XIX.

40 Tal vez, en el caso agrario su inicio puede fijarse en el año 1974 con el desplazamiento de Horacio Giberti de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, y la no aplicación de la aproba­da ley del impuesto a la renta normal potencial de la tierra.

41 La concentración de la producción agrícola generó no sólo el despoblamiento de los campos, sino también la agonía (e, incluso, la desaparición) de numerosos pueblos en la región pampeana (Balsa, 2000b).

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Abordajes y enfoques acerca de la interacción entre Agroecosistemas

y Comunidades Rurales*

Silvia Cloquell**

Comentarios y Perspectivas

El libro Interacciones entre agroecosistemas y comunida­des rurales editado por Cornelia Flora,1 socióloga dedicada a la temática, profesora e investigadora de la Universidad Estatal de lowa, acompañada por un equipo de investigadores, docentes en distintas universidades, miembros de organizaciones no guberna­mentales y directores de proyectos y programas oficiales, autores de los artículos que integran el texto, ofrecen en el marco de la temática y desde una perspectiva multidisciplinaria, orientacio­nes teóricas, metodológicas, y una valiosa información para el análisis y comprensión de los conflictos originados en el proceso de cambio hacia una sustentabilidad agroecosistémica y social.

Este libro ocupa un papel importante en la divulgación de estudios rurales, y una relevante contribución a la temática.

* Una versión reducida de esta nota fue editada a modo de reseña bibliográfica en la Re­vista Theomai, n*3, 2001 (versión electrónica).

* * Profesora Titular de Sociología Rural. Investigadora del Consejo de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

1 Flora, Cornelia (Editor) (2001). Interactions Between Agroecosystems and Rural Com- munities. CRC Press, Boca Ratón, London, New York, Washington DC.

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Investigaciones y experiencias relatadas en el texto

Los autores, presentan una serie de experiencias obtenidas en distintos estudios de caso, con la expectativa de encontrar ca­minos de organización social, que permitan fortalecer la susten- tabilidad de los agroecosistemas y comunidades rurales a través de la interacción solidaria entre ambas.

El abordaje conceptual trata de captar a través de diferen­tes experiencias locales, la forma en que la agencia humana, a tra­vés de la participación del estado, la sociedad civil y el mercado, puede variar, modificar, transformar la concepción, percepción y conducta de los agentes en la relación naturaleza y sociedad.

Las experiencias que se exponen están relacionadas a as­pectos, tecnológicos, biológico-productivos, de organización y gestión de empresas agropecuarias, la relación rural urbana, identidad cultural, pluralidad étnica, pero sobre todo a la impor­tancia de los cambios en las prácticas y la gestión de los agroeco­sistemas, equilibrando el poder entre los agentes intervinientes.

En los artículos se relatan experiencias relacionadas con el acceso a los recursos, los asentamientos de población y la forma en que el poder circula por la comunidad, los actores de la socie­dad civil y el importante rol que cumple la capacitación y la in­formación para modificar pautas tradicionales de comportamien­tos de la burocracia política. Toma en cuenta la construcción de políticas destinadas a dar apoyatura a los emprendimientos de la sociedad civil para la transformación de las normas de acción con relación al manejo de los ecosistemas.

Los autores llevan la discusión al plano de la interacción entre ecosistemas y comunidad y como tal a una visión de la pro­blemática comprehensiva y constructivista, que permite plantear interrogantes en el escenario de las ciencias sociales, posibilitan­do ocupar un espacio como plantea (Redclift, M., 1994)2 en la

2 Redclift, M., Woodgate, G. (1994): "Sociology and the Environment: Discordant Dis- course?" pag. 51-66 in Redclift, M. Benton, and T.: Social Theory and the Global Environment. London: Routledge.

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descripción, interpretación y significación de las condiciones que hacen posible la relación naturaleza-sociedad. En este sentido realizan un aporte que permite pensar estas interacciones en un presente inmediato en distintas comunidades rurales, tratando de detectar obstáculos y posibilidades de la agencia social para dar continuidad a su actividad y gestionar en una economía glo­bal concentrada.

La preocupación se traduce en un conocimiento de la vida social de las comunidades y sus relaciones, tanto con la base ma­terial como con los agentes políticos, económicos y culturales pa­ra la construcción de estrategias y emprendimientos, y de los sig­nificados atribuidos a la forma en que piensa y vive la sociedad en relación con esas condiciones.

Cornelia Butler Flora en su artículo “Cambios entre Agroe­cosistemas y comunidades” plantea un enfoque sistémico para comprender las relaciones de los agroecosistemas y las comuni­dades rurales.

Para la autora Mercado, Estado y Sociedad Civil son partes importantes de la organización de las relaciones sistémicas. Se­gún la autora la viabilidad de la interacción entre estas esferas au­mentará en la medida que haya una covariación sociosistémica, alentada desde la economía y la sociedad. Los aspectos institucio­nales son de vital importancia para garantizar y legitimar el pro­ceso de cambio en diferentes niveles.

Un agroecosistema equilibrado dice Flora produce múlti­ples beneficios a la comunidad. Los capitales humano, social, na­tural y financiero están contenidos en el concepto de un ecosis­tema equilibrado, con una economía vital en equidad social. Y es­to es mucho más importante para el mantenimiento de la susten- tabilidad, que el compromiso con un solo tipo de capital en las sociedades modernas. Una economía vital despliega todos estos capitales otorgando mayor bienestar a la comunidad.

Enmarcando las experiencias que se relatan a lo largo del texto, construye en su artículo una lectura de la problemática, centrada en el principio de la equidad social, entendida en los términos de la oportunidad de participación para todos, en las actividades del mercado como productores y consumidores, en el estado con sus correspondientes derechos y obligaciones y en la

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sociedad civil defendiendo y compartiendo sus intereses y valo­res, considerando que estos aspectos son la base crítica para otras funciones del sistema.

Esto implica también un determinado contexto político so­cial. Cuando no hay transparencia de las acciones en distintos ni­veles de poder, cuando el poder está altamente concentrado en un grupo social, cuando no hay beneficios para todos, las proba­bilidades de degradación ecosistémica y de empobrecimiento so­cial y político se aceleran.

Una lectura desde la equidad social le permite trabajar las categorías de capital social, humano, natural y financiero como parte de “los capitales” concentrados en la comunidad, de los cuales la misma debe tomar control en el sentido de manejo de su propia realidad en términos del beneficio común.

En este caso la distribución del espacio, el acceso a los re­cursos, el capital, que como base material aporta la naturaleza en la organización del trabajo, están relacionados a lo que la gente quiere más allá de la ecuación económica costo-precio-beneficio.

En el marco del abordaje que realiza Cornelia Flora, otros autores presentan en sus artículos un enfoque multidisciplinario tanto para explicitar como para comprender los mecanismos que hacen a las relaciones sistémicas. De acuerdo al interés de la in­vestigación, las variables contextúales que utilizan para definir cada experiencia, describen condiciones estructurantes de la ac­ción, en las que es o no posible dinamizar la agencia social en la línea del cambio hacia la sustentabilidad del sistema.

Los autores en su análisis multidisciplinario toman una se­rie de dimensiones para describir y comprender las relaciones sistémicas establecidas en cada caso. Si bien es cierto que ellas es­tán presentes a lo largo de todos los artículos, podemos conside­rar en cada uno dimensiones relevantes sobre las cuales se arti­cula el discurso acerca de esa realidad.

A tales efectos encontramos un primer conjunto de artícu­los que exploran cambios en sus ecosistemas y comunidades re­lacionados a las formas de organización de la producción, de­manda industrial del ambiente, problemáticas culturales y trans­formaciones en los agroecosistemas a través de la dinámica local y global.

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John Soluri, en un enfoque histórico comprehensivo del camino seguido en el uso de los recursos naturales, por las com­pañías bananeras en Honduras, y sus consecuencias para la co­munidad local, analiza el comportamiento del estado, el mercado y la sociedad civil puntualizando la tensión originada entre los productores y exportadores, generando riesgos asociados con la forma en que los agroecosistemas tropicales están articulados a las economías capitalistas. La demanda de las grandes compañías de un determinado tipo de variedad comercial, tiene repercusio­nes sobre la sociedad, favoreciendo la concentración de la pro­ducción en gran escala. Por otra parte genera un desorden bioló­gico, desarrollándose una enfermedad (Panama Disease) que provoca degradación e imposibilidad de continuidad de la pro­ducción. El autor utiliza el análisis histórico para demostrar los efectos naturales y sociales de la degradación del agroecosistema y el empobrecimiento que acarreó a la comunidad.

Hace hincapié en el poder de los agentes externos y su ar­ticulación con los grupos locales que allanan el camino a favor de los grupos de interés, en tanto las comunidades locales ven limi­tada la posibilidad de agencia social.

Chris Mayda en un análisis de tipo descriptivo al cual se incorpora la intervención de variables culturales para dar cuenta de los problemas de la interacción entre comunidad y agroecosis­temas, analiza en su artículo dos regiones de producción de cer­dos en Oklahoma, con diferencias ecosistémicas, culturales y so­ciales que pesaron en la viabilidad de la sustentabilidad en am­bas. La relación de cada comunidad con los operadores de mer­cado y agentes externos, es diferente y el impacto en términos de la capacidad de resiliencia del ecosistema y bienestar social y eco­nómico también. Los legisladores, las comunidades, las corpora­ciones, dice la autora, a menudo simplifican las múltiples causas que originan el problema de la relación entre agroecosistemas y comunidad. En Oklahoma la legislación sobre la actividad, trata de amortiguar el conflicto, a través de la regulación ambiental, sin atender los problemas culturales que están en el centro de la problemática. El dilema de la organización de la producción no fue resuelto. Las regiones son heterogéneas ecológica y cultural­mente y esa razón hace que la uniformidad de las leyes no sirva

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para todos. El uso de leyes generales en este caso es el resultado de una visión reduccionista de la problemática El análisis de Mayda se apoya en los aspectos culturales de la comunidad y en la capacidad de la agencia social en ese marco. Cuestiona utilizar mecanismos de alta generalidad para solucionar problemas loca­les sin tener un conocimiento adecuado de la problemática

Mónica Bendini introduce en su análisis un abordaje de la historia socioeconómica, para el análisis de la interacción entre ecosistemas y comunidades trashumantes de campesinos crian­ceros, en Patagonia, Argentina, antes y después que cambios en el mercado mundial y en las políticas basadas en intereses exter­nos, modificara esta interacción.

En un principio la organización de la actividad se desarro­lló adoptando prácticas productivas de los indígenas y aprove­chando la posibilidad de un ciclo ecológico-económico que inte­graba las características naturales y la organización de los ingre­sos de las unidades familiares. La baja densidad poblacional de la región posibilitaba una presión menor sobre las condiciones na­turales que fueron modificadas después de la colonización. Los nuevos terratenientes se expandieron en el área instalando una actividad ganadera capitalista. A través de las políticas generadas en el proceso de privatización de tierras, los campesinos trashu­mantes fueron marginados a zonas áridas, generando degrada­ción del ecosistema, empobrecimiento y mayor desertificación. Sin embargo no se han destruido los vínculos sociales de la co­munidad de crianceros, la resistencia a las condiciones estructu­rales y a las políticas clientelísticas, revelan una fuerte red social organizada alrededor de las prácticas productivas y a la naturale­za que brindan identidad a estas poblaciones.

C. Butler Flora, G. Mclsaac, S. Gasteyer y M. Kroma, reto­mando un abordaje sistémico histórico, económico y sociocultu- ral, analizan formas empresariales asociativas en una comunidad agrícola en el Midwest.

Los autores relatan la historia de la pradera y los asenta­mientos de población y la forma en que ésta se transforma con relación a las diferentes culturas de los grupos de interés, con el desarrollo de una visión industrial del agro. Los actores que se van incorporando modifican el agroecosistema y el ambiente ru­

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ral. A lo largo del tiempo cambia la cultura alimentaria principal­mente de las clases medias urbanas, lo que deriva en demandas selectivas al ecosistema ocasionando degradación y pérdida de biodiversidad.

En la experiencia de Illinois todo el sistema se expande fa­voreciendo a las grandes compañías de granos que toman a su cargo actividades antes desarrolladas en el ámbito rural. La úni­ca actividad que termina dejándose al condado es la del merca­deo que se sigue haciendo en las cooperativas o compañías de granos. La administración local de los recursos fue perdiendo operatividad y el control pasa cada vez más a manos de actores no rurales.

El proceso es semejante a la del área de producción de gra­nos de la pradera Argentina en la cual el cultivo de soja, se ex­pande, se incrementa el canon de renta del suelo acompañando el aumento del valor de las tierras, al mismo tiempo que se eleva el precio de los insumos industriales, se urbanizan las áreas rura­les y se crea una cultura de consumo urbano en el campo. La de­gradación de los suelos se incrementa calculándose en 1990 en un 32% de la superficie total déla región, (Michelena et al, 1989)3 se producen desequilibrios ecosistémicos a partir de la reducción de la absorción de agua en el suelo y se incrementa la escala de producción. La solución que se plantea es tecnológica. El gobier­no no genera políticas ambientales, las asociaciones de producto­res, las cooperativas, los productores individualmente no partici­pan en la preservación de los recursos. La tendencia de las gran­des compañías y los mercados externos, refuerza su poder en la cadena apoderándose de partes cada vez más importantes del ex­cedente agrario.

Se suma a esto la migración de población rural a zonas pe- ri urbanas, convirtiendo las áreas rurales en espacios abiertos des­tinados a la producción, cuyo objetivo primordial es la obtención de un beneficio económico en el mercado. En un estudio realiza­

3 Michelena, R. Y otros, (1989): "La degradación de suelos en el norte de La Región Pam­peana" Publicación de Informe Técnico N°6, INTA, Castelar. Argentina.

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do en la región, los productores familiares reflexionan sobre el proceso de industrialización en el campo y de cómo el mismo transformó sus propias vidas, incluyendo el hábitat, la modalidad de consumo, el cuerpo de ideas acerca del trabajo en el campo, la forma de percibir la naturaleza, construyendo un actor social con­sumidor de tecnología con el objetivo de obtención de rentabili­dad. Esto llevo a acondicionar el ecosistema según la necesidad planteada por la tecnología, un productor comentaba al respecto;

“...para que un agroquím ico hiciera efecto había que pu lverizar la tierra , se p a sa b a el arado , ra stra de dientes una y o tra vez h asta que que­d a ra bien fin ita . A hora yo me doy cuenta, continua el productor, e ra solo a fa v o r del agroquím ico”. (C loquell et al, 1997).4

El ejemplo de la Región Pampeana Argentina es interesan­te a la luz del abordaje que propone Flora en el sentido que tan­to el estado como la sociedad civil responden a los intereses del mercado, inclusive en la selección de la capacidad del ecosistema, instaurando el monocultivo de soja en detrimento de la diversi­dad que podía ofrecer.

Retomando el artículo sobre la experiencia del Midwest, los autores concluyen que si los cambios en la cultura alimenta­ria nos penniten pensar un mercado no masivo, las diferencias en la demanda requieren constantes cambios en la combinación de productos fortaleciendo nuevas oportunidades económicas a la comunidad.

El desarrollo de habilidades de gestión es imprescindible en esta perspectiva.

En la situación actual en el marco de la globalización es mucho más difícil para los productores familiares, mantener en forma constante la parte de valor que le corresponde en la cade­na agroalimentaria.

En el trabajo realizado se plantea que las instituciones pue­den cambiar a favor de la sustentabilidad, si hay una consolida­

4 Cloquell, S, Denoia, J. (1997): "Agricultura sustentable en un área de producción fami­liar", Revista Realidad Económica, N° 152, pag-54-73. Buenos Aires, Argentina.

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ción del cambio de estrategias de producción y mercado en la co­munidad local, y que cuando esto tiene lugar es beneficioso para el conjunto.

La diversidad de la oferta de alimentos en caminos que son rentables, competitivos, y ambientalmente solventes requiere no sólo alternativas de innovación sino habilidades de gestión y nuevas relaciones estratégicas entre las explotaciones rurales y las empresas no rurales.

Estos artículos en su conjunto, analizan la intromisión de los grupos de interés transnacionales y su participación en la de­gradación de los agroecosistemas y el empobrecimiento social que acarrea; la penetración de los grupos de poder no rurales en las comunidades rurales; el fracaso de las experiencias en la reso­lución de conflictos sin tomar en consideración la heterogenei­dad cultural de las comunidades; la necesidad de considerar la economía inserta en el marco más amplio de la sociedad, viendo en la agencia social un conjunto de disposiciones socialmente constituidas, que posibilitan un cambio en la interacción entre agroecosistema y comunidad, a través de la incorporación de co­nocimientos habilidades y redes de relaciones, que refuercen los intereses locales y soporte institucional que responda a las carac­terísticas de la comunidad.

Otros autores en sus artículos toman como aspecto central de la discusión, la importancia de la agencia social local y el for­talecimiento de sus instituciones para resolver conflictos, aún cuando se plantee la existencia de grupos de presión extemos a la comunidad.

Daniel J. Klooster, examina cómo la estructura organiza- cional de la comunidad impacta en el sistema agroforestal en Mé­jico. Las relaciones sociales, los valores éticos, la agricultura y la actividad forestal, involucrados en el campo de la producción es­tán influenciando el cambio, tanto intema como externamente. En su presentación de caso expone cómo todos estos elementos son importantes en una agricultura de subsistencia para la comu­nidad, la actividad forestal representa una parte importante del ingreso utilizado para subsidiar las actividades de subsistencia. El comportamiento político y la estructura de poder de la comuni­dad hicieron difícil el manejo del conflicto, la inequidad en la

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distribución de los beneficios comunes y el acceso a esos recur­sos. Los intereses de dentro y fuera de la comunidad, la poca transparencia de las acciones de gobierno obstaculizaron el con­trol y el acceso a los recursos forestales.

Magdalena Barros Nock estudia el esfuerzo de las comuni­dades rurales en Méjico, para integrarse en el mercado interna­cional de vegetales. La demanda del ecosistema, que tiene que ver con la comercialización de un producto impuesto por el mer­cado, produce desequilibrios biológicos que traen aparejados pestes e infestaciones que en el mediano y largo plazo hacen im­posible la continuidad de la producción. Más aún la dependencia de un solo comercializador, en el transporte de frutas en los mer­cados no locales, incrementa la vulnerabilidad de los producto­res familiares, a pesar de la inversión en irrigación por parte del gobierno y de la comunidad en embalaje. El conflicto entre fir­mas extranjeras, comercializadores y productores familiares y la falta de oportunidades locales financieras, de información y de asistencia tecnológica limitan las opciones de la población El es­tudio muestra las dificultades de los productores familiares, en las actuales condiciones y las consecuencias sobre la presión del ecosistema.

Wayne Monsen describe el proceso de construcción de li­derazgo en una comunidad rural en el lago Benton, Minesota. El estudio explicita el proceso de reconversión de la degradación del agroecosistema por parte de la comunidad. La movilización social y los cambios en las actitudes de los agentes sociales inter- vinientes, permite la construcción de nuevas alianzas a través de negociaciones para la gestión de los recursos económicos. La di­námica de la comunidad y las actitudes de los participantes fue­ron cambiando en el tiempo, la incorporación de nuevas prácti­cas permitieron mejorar la calidad de la naturaleza creando un mecanismo para preservar el capital natural con lo que contribu­yeron a mejorar el capital humano, el capital social y el capital fi­nanciero.

El estudio realizado por Daniel C. Mountjoy en Monterrey County en California, describe el proceso de producción de fru­tilla, en los términos de un sistema que produce degradación del ambiente tanto como desgaste en los trabajadores y en el agroe-

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cosistema. La comunidad en sus orígenes crece y prospera en tanto aumenta la degradación por el uso inadecuado e intensivo de los recursos naturales. Esto ocasiona pérdida de la calidad de vida que se traduce en la emigración de la población hacia otras zonas. Mientras tanto se instala en la comunidad una visión dis­tinta que permite construir estrategias de vida para preservar la sustentabilidad en su conjunto, aún respetando los objetivos pro­ductivos de las familias en la región. El interés de la agricultura sigue conservándose pero con una visión de conservación del agroecosistema. La diversidad de poblaciones presentes en la lo­calidad requiere un enfoque multifacético buscando alternativas diferentes del uso del suelo que abarquen los distintos intereses de la población y colaboren con la resolución de los conflictos.

En estos casos los autores muestran experiencias en la re­solución de conflictos la mayor parte de los cuales se genera den­tro de la comunidad local y tienen que ver con los distintos inte­reses de los agentes sociales, aún existiendo la presencia de gru­pos de presión externos. La lucha en defensa de intereses parti­culares acerca del destino de una región en términos económicos puede llevar a la degradación de los ecosistemas y empobreci­miento de la población, situación que provoca procesos de crisis, en el sentido de incapacidad del sistema de dar respuesta a las de­mandas que se presentan. Esto conduce al abandono del hábitat por parte de la población, dando lugar a la intervención de agen­tes que en forma parcial intentan resolver el problema. Cuando la comunidad se concientiza del valor de la interacción entre co­munidad y agroecosistemas puede construir un capital social y simbólico para la conservación, mantenimiento y utilización de la base material que otorga un beneficio a todos.

Con el interés de analizar la temática de los “saberes” en las comunidades, los siguientes autores toman como aspecto central, la importancia del conocimiento local, vertido en las prácticas tra­dicionales y culturales de producción y de manejo de la naturale­za, reconvirtiendo su valor en el concepto “de consumo natural y saludable”en la nueva dimensión del sistema alimentario.

Trabajando estos aspectos L. Rule, M.B. Szymanski, J. Co- lletti, en el artículo sobre la comunidad Winnebago describen có­mo la identidad con la naturaleza les permite conservar procesos

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de producción que preservan la diversidad ecosistémica. Las prácticas productivas relacionadas a la cultura de los agentes so­ciales, permiten a su vez enriquecer tanto el capital social como simbólico de la comunidad rural y el mantenimiento de un agroecosistema equilibrado. El caso del proyecto agroforestal que se estudia permite relacionar al conocimiento indígena con un impacto positivo sobre el ecosistema trabajando una tecnología de procesos no industrial.

El estudio muestra la importancia de las interrelaciones de la población con la tierra y con los valores culturales, proporcio­nando también la implementación de un capital simbólico en el cuidado de los recursos naturales, incorporando una dinámica de satisfacción de sus necesidades en el marco de las representacio­nes económicas-culturales de la comunidad.

M.L. Barón y D. Barkin, presentan el caso de la cría de cer­dos tradicional, donde la estrategia de las multinacionales impu­sieron nuevas tecnologías desplazando viejas razas y transforman­do las relaciones sociales en la comunidad y en la producción. La comunidad retoma la cría de cerdos con aguacates produciendo con bajas tasas de colesterol y grasa y sólo con introducir peque­ñas modificaciones en la dieta de los animales redireccionaron la economía regional e inclusive el rol de la mujer en la nueva fuer­za social. El estudio detecta el uso de desperdicio agrícola como oferta sistémica con bajo costo para crear producto de calidad, por el cual puede obtenerse un precio adicional. Esto se transforma en estrategias alternativas para la economía rural. Si bien el modelo desde el punto de vista de la preservación del equilibrio del eco­sistema es satisfactorio, la limitación de la oferta relacionada a la provisión de residuos orgánicos, que permite la naturaleza, es un obstáculo para su implementación en gran escala.

Félix Herzog y Anja Oetmann, plantean volver a la práctica de un sistema de producción de frutas en praderas, Streuobst (ár­boles diseminados en las praderas) en Europa, integrando la pro­ducción en un paisaje en el cual se vuelcan diversos objetivos. Sin embargo dicen los autores, el principal objetivo es la producción aunque ésta y el paisaje estén integrados. Se parte de una cultura de consumo integrada a la producción, con una configuración de mercado relacionada a esta modalidad organizativa. Muestra a la

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comunidad local, relacionada al interés de los gobiernos locales que intervienen en su conservación a través de regulaciones y le­gislación sobre uso sostenible de los recursos, equilibrando la pre­sión de los grupos de interés desde el mercado. El asentamiento de población en las áreas rurales y al mismo tiempo la preserva­ción de la diversidad biológica, legitimaría esta modalidad de pro­ducción, aunque no esté orientado exclusiva mente por una racio­nalidad instrumental de los actores y las políticas.

Estos artículos reconstruyen aspectos culturales de la rela­ción naturaleza sociedad, conservando en nuevos sistemas de pro­ducción, viejas prácticas que tienen que ver con la utilización de la oferta ecológica para mantener el equilibrio agroecosistémico.

Los obstáculos en estos emprendimientos, están relaciona­dos a la especificidad de la demanda de consumo natural y la cir­culación de mercancías, que no logran en su mayor parte expan­dirse en mercados no locales. La comunidad necesita apoyos ins­titucionales para garantizar su continuidad en la producción y la revalorización de los mercados locales. Son alternativas a la pro­ducción y al mercado de productos masivos y una muestra de que a pesar de la globalización, los sistemas agrarios siguen sien­do altamente heterogéneos, y es esta heterogeneidad la que le brinda la posibilidad de estrategias diversificadas.

Por último otro conjunto de artículos basa su preocupa­ción central en el valor comunicacional, la información y los “sa­beres”, tanto locales, tradicionales como técnicos y de gestión en la reconversión de situaciones locales. Se plantea un conjunto de formulaciones que incorporan una participación pluralista en el ámbito cultural y social como un camino hacia una interacción agrícola sustentable.

C. Lightfoot, M. Fernández, R. Noble, R. Ramírez, A. Groot, E. Fernández-Baca, E Shao, G. Muro, S. Okelabo, A. Mu- genyi, I. Becalo, A. Rianga y L. Obare exponen su perspectiva de análisis del aprendizaje del manejo agroecosistémico de una co­munidad, proyecto puesto en marcha en Asia, Africa y América latina. Para este equipo interdisciplinario, es importante detectar los problemas prioritarios que se presentan en las comunidades y la articulación de los distintos actores interesados en la resolu­ción y presentación de propuestas. Responder a las demandas de

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los actores requiere flexibilidad y dinamismo en la organización. La mayor parte de las veces el manejo del agroecosistema, depen­de de condiciones locales que requieren un nivel de innovacio­nes y no pueden ser satisfechas por emulación de prácticas de empresas establecidas en otros contextos, con diversidad de ta­maño, capacidad económica, cultural y social. Es importante en­tonces fortalecer la capacidad de innovación de los actores loca­les para el progreso de la comunidad en la gestión agroecosisté- mica, teniendo en cuenta la importancia de modificar las condi­ciones de interacción en un futuro.

El enfoque plantea la cooperación entre sector privado y público, rescatando la vinculación entre ambos, para aumentar la oportunidad de asegurar la sustentabilidad ambiental y dignificar la calidad de vida en áreas degradadas.

Combina recursos, servicios, soporte institucional. Valori­za el papel de las organizaciones gubernamentales y no guberna­mentales, por su dinamismo, necesario para seleccionar nuevos servicios. Esto trataría de compensar las debilidades locales en la toma de decisiones, y el logro de consenso para realizar los cam­bios requeridos.

La cuestión del empoderamiento local no siempre da los resultados esperados, si siguen funcionando viejos mecanismos y valores que tienen que ver con las relaciones de poder, basadas en la verticalidad. Plantean una dimensión de poder que circula junto con la comunicación y los recursos. Los gobernantes pue­den decir que los fondos son una cuestión local de decisión, pe­ro su veto sobre los presupuestos corroe la ejecución según el propio saber y entender de las comunidades locales. Este enfoque del aprendizaje no puede desarrollarse, si sus decisiones no son aceptadas por la comunidad. La construcción y fortalecimiento del espacio local, es la debilidad de estos proyectos. Esto se co­rresponde con el bienestar de la población, incremento de las oportunidades locales y un progresivo ambiente sustentable.

L. M. Butler y R. Carkner, plantean la necesidad de estable­cer conexiones locales entre la agricultura y la comunidad, como una estrategia hacia la sustentabilidad. Presentan opciones de in­terrelación entre los agentes sociales, que no responde al modelo de industrialización tradicional. A partir de rever que el modelo

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agrario norteamericano ha sido rápidamente transformado por el sistema alimentario y el control biológico técnico de las multina­cionales, lo que limita la oportunidad de cambio, la dirección de las articulaciones entre agricultura, comunidad y ecosistemas, los autores presentan un paradigma alternativo al sistema alimenta­rio industrial. El estudio de caso muestra que el cambio puede ser hecho conectando a los consumidores con las granjas y el ecosistema, planteando que los productores familiares ganan si toman la orientación del consumidor para la producción, y una gestión del espacio rural multifuncional, no necesariamente agrario, preservando un ambiente que será importante para las comunidades en el futuro.

Este planteo se mueve más allá del modelo de competitivi- dad tendiendo a diferenciar sus productos y servicios. La base de esto es reconocer que el consumidor necesita y a la comunidad le interesa cambiar. Es la oportunidad de crear estrategias multidi- mensionales que se engarzan en la sustentabilidad.

Establecimientos pequeños y medianos representados en el estudio de caso están cambiando parte de las reglas del juego del sistema alimentario Ellos están tomando control del proceso de comercialización por una conexión directa de los consumidores en su propia localidad.

M. Schoeneberger, G. Bentrup, C. Francis, en su articulo “Cinturón ecológico: conectando agricultura y comunidades”, analizan innovaciones en las formas de comunicación entre co­munidades locales con culturas diferentes del hábitat, plantea el caso de conflicto entre comunidades rurales y peri rurales y la planificación de un cinturón ecológico para reconectar agricultu­ra y comunidad, como concepto para un futuro mucho más sus- tentable. El diseño de este modelo de planificación geográfica, fa­cilitador de la comunicación social, y de la provisión de insumos en una doble vía, es una experiencia que se suma a las ya expues­tas como viabilidad hacia integración de comunidades y agroeco­sistemas.

Charles A. Francis en su artículo “Un escenario optimista,” nos brinda la representación de una sociedad sustentable, en donde el estilo de vida y las relaciones amigables no sólo entre los actores sociales sino también entre éstos y la naturaleza, tra­

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tan de mostrarnos un futuro de bienestar posible, un estilo de vi­da en interacción con la naturaleza que posibilita un mayor esta­do de bienestar.

Los artículos abordan en el contexto de la diversidad y la heterogeneidad social, cultural, étnica, la reconstrucción de una agricultura que conduzca a la combinación de diferentes demandas alimenticias, en el marco de una representación mul- tifuncional del espacio rural. Desde esa perspectiva conectan mercados y producción sobre la base de la dinámica local y sin el objetivo de competitividad en el sentido neoclásico, ni maxi- mización de la rentabilidad. La situación comprende a peque­ños productores familiares, grupos étnicos, relacionados con una cultura alimentaria local, desarrollando una visión alterna­tiva del sistema alimentario. Alimentos saludables, técnicas tra­dicionales, confianza en los que producen, conservación de los ecosistemas naturales y construcción agroecosistémica equili­brada como parte de la vida de una comunidad. En ella conflu­yen la organización civil, la diversidad biológica de la agricul­tura compartida por los consumidores. Esto supone también el desarrollo de estrategias sociales para persistir en la reproduc­ción de las condiciones sociales y productivas, que plantea un desafío para la agencia social.

Consideraciones acerca de las lecturas

Los textos ofrecen varias lecturas de la interacción entre agroecosistemas y comunidades para la construcción de estrate­gias de interacción; planificación, diseño, reapropiación de viejas prácticas económicas de los agentes en una sociedad, restaura­ción de viejos vínculos culturales, generación de innovaciones locales. Un panorama innovador no asentado en el concepto de selección industrial de la capacidad del ecosistema, sino una vi­sión en el marco de la biodiversidad.

Las lecturas permiten pensar el sistema en su conjunto y su transformación a través de procesos que tienen que ver con la cultura, la historia, el papel de las instituciones, el interés de los

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gobernantes locales, expresados en las políticas, la organización de la sociedad civil, la capacidad de resiliencia del ecosistema.

A nivel de este enfoque, el tratamiento de la economía es una práctica social común a los agentes, como parte de la activi­dad de una comunidad junto a las modalidades culturales, e ins­titucionales.

Este acercamiento metodológico permite también visuali­zar cuáles son las posibilidades de elección de los agentes, en el marco de las restricciones internas y externas del sistema.

Los diversos autores plantean descripciones empíricas acerca de experiencias locales, que permiten discutir una serie de interrogantes, desde la factibilidad de los senderos a través de los cuales se intenta un proceso de cambio hacia una interacción sis- témica sustentable.

La ausencia de una historia integrada de agroecosistemas y comunidades, no permite construir un conocimiento comparati­vo acerca de las modalidades de manejo y beneficio común de la interacción entre ambas. La historia occidental que conocemos tiene que ver con las formas de intervención del hombre en la na­turaleza desde una concepción antropocéntrica y los beneficios principalmente en términos de la rentabilidad o rendimiento del agroecosistema en el ámbito de la economía.

En la historia divulgada, la artificialización de la naturaleza a través de trabajo humano, insumos industriales y selección de ciertas potencialidades ecosistémicas, en tanto se eliminaba todo aquello que compitiera con la elección programada, estuvo apoya­da por instituciones sociales reconocidas, desde el campo de la ciencia y la tecnología, divulgación de información, intereses de las grandes empresas industriales, apoyos gubernamentales.

Los autores en su conjunto relatan un pensamiento vincu­lado a la “contra hegemonía”, disputando la dirección del cam­bio hacia la integración sustentable de comunidades y agroeco­sistemas. La discusión de categorías que tienen que ver con el pensamiento de una mayor participación de la sociedad civil en la utilización de los recursos y destino de la producción está pre­sente en las lecturas.

La preocupación básica que orienta la compilación de artí­culos que condensan experiencias y estudios de caso, en una pri­

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mera lectura, heterogéneos, se revela en un conjunto de propues­tas que tratan de exponer a través de las experiencias, senderos de cambios, abordajes y teorías de las prácticas sociales, que in­volucran acciones económicas y culturales y representaciones di­ferentes de la realidad.

Los senderos de conocimiento alternativos para la comprensión de la interacción. La viabilidad de la acción.

La economía neoclásica legitima las acciones del industria­lismo, pero escasamente permite comprender las experiencias no estrictamente orientadas por el mercado. Los estudios de caso ponen al descubierto tres insuficiencias claves del modelo neo­clásico para la resolución de las situaciones problemáticas plan­teadas. La primera está en las pretensiones de universalidad del actor racional maximizador de beneficios. La segunda limitación está en su falta de consideración de las condiciones instituciona­les y normativas que orientan el comportamiento de los agentes, independientemente del grado de racionalidad con la que los in­dividuos tomen sus decisiones. La tercera está en la suposición de que partiendo de una racionalidad instrumental centrada en la búsqueda individual del beneficio sea posible construir un mun­do equilibrado y sustentable. (Cittadini, R., 2001)5

El modelo del mercado basado en individuos independien­tes es una imagen impuesta en el análisis de la sociedad.

Sin embargo los agentes sociales en el marco de sus relacio­nes configuran redes de interacción social a través de las cuales construyen y acumulan un capital cultural y social que le permi­te desarrollar distintas capacidades.

Los autores intentan representar estas relaciones tomando abordajes para captar esa realidad, la red de vínculos que mantie­

5 Cittadini, R. (2001) Reflexiones de un sociólogo rural en el debate sobre el pensamien­to económico. Mimeo, Universidad de Mar del Plata, Aigentina.

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nen y las prácticas sociales que llevan a cabo, tomando la dimen­sión económica como una práctica más.

Los graves problemas de degradación relatados en las ex­periencias y los efectos en los agroecosistemas y comunidades como resultado de la historia inmediata, indica que para resol­ver esos problemas debemos situarnos en un marco institucio­nal, normativo y cultural global que haga coherente el compor­tamiento individual con el interés de la sociedad, y esto estará lejos de producirse confiando solo en los mecanismos del mer­cado.

Estamos ante temas cuyo análisis y resolución no puede manejarse a nivel de una racionalidad instrumental. Desde esta concepción los artículos hablan también de la racionalidad co­municativa.

De la lectura de los distintos autores, surge que las condi­ciones estructurantes de la acción proporcionan distintos grados de permisividad a la agencia social. Estas comparaciones pueden realizarse sobre las lecturas de las experiencias en países desarro­llados y en vías de desarrollo.

En los artículos se marcan diferencias en cuanto a la de­pendencia de los intereses globalizados de las distintas comuni­dades, y la dificultad de los actores de los países en vías de desa­rrollo, para concretar estrategias de sustentabilidad agroecosisté- mica, desafiando el poder de las grandes empresas económicas. Aún así es valioso encontrar que puede llegar a visualizarse el marco de los acuerdos. El empoderamiento en estas sociedades es de vital importancia.

La pregunta que surge es ¿cómo lograr equidad en socieda­des que incrementan la desigualdad? La respuesta a esto es un paso crucial para el desarrollo de la transición hacia la interac­ción entre agroecosistemas y comunidades rurales.

Estas propuestas intentan poner en juego el conjunto de los “saberes” disponibles sobre las diferentes dimensiones del or­den social, y la necesidad de la construcción de una racionalidad comunicacional para la comprensión y reconversión de la histo­ria conocida, aportando a la construcción de un capital simbóli­co en la comunidad.

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Pierre Bourdieu (1995)6 plantea que el mundo social está presente en su totalidad en cada acción económica, y que es pre­ciso dotarse de instrumentos de conocimiento que, lejos de po­ner entre paréntesis la multifuncionalidad y multidimensionali- dad de las prácticas, permitan construir modelos históricos capa­ces de otorgar significación a las acciones de las instituciones económicas, tal cual se presentan a la observación empírica. Contra la visión ahistórica de la ciencia económica hegemónica.

Este camino conduce al seguimiento de lógicas alternativas y a la construcción de estrategias, muchas de las cuales están planteadas en el texto.

Esto permite la comprensión de lo local mucho más que una falsa universalización de problemas y soluciones planteadas a nivel global con su consecuente desplazamiento de sentido.

Sin embargo, tanto la producción como las demandas a la naturaleza, están cargadas de significación, arraigadas en la cos- movisión de los actores en el pasado individual y colectivo, en el cual durante mucho tiempo trataron de construir estrategias de reproducción de las condiciones sociales. En pro o en contra, pe­ro teniendo en cuenta esto, es importante comprender los meca­nismos de la covariación de los agentes sociales y el ambiente pa­ra posibilitar la transición hacia una sociedad sustentable.

En las lecturas posibles de las experiencias relatadas pue­den encontrarse los mecanismos que estructuran su funciona­miento y la necesidad de descentralización de las acciones eco­nómicas incluyendo el mercado para que los emprendimientos prosperen.

En el post industrialismo el mercado reemplaza la concep­ción centralizada de la política en el estado. Pero el mercado asu­me desde una óptica neoclásica el totalitarismo de las acciones pretendiendo homogeneizar, controlar la producción y las rela­ciones. La sociedad civil desde lo local, brinda la posibilidad de una democracia de mercado que puede establecer lo que Flora

6 Bourdieu, P (1995): "Respuestas para una antropología reflexiva". Editorial Grijalbo, Méjico.

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plantea como la relación entre producción y consumo en un en­foque sistémico, mediante el análisis del campo particular de las disposiciones de los agentes.

El campo de lo posible está abierto a las experiencias socia­les, las lecturas aquí consideradas aportan desde sus perspecti­vas, ciertas orientaciones y proposiciones acerca de la relación entre naturaleza y sociedad.

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Rescatando del olvido

E sta sección procura d ar a conocer documentos inéditos o muy poco conocidos , que pueden fa c ilita r la tarea de quie­nes buscan interpretar nuestro p asado reciente o remoto.

CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial

Horacio Giberti

Frecuentemente en las ciencias sociales se ubican las cor­poraciones de acuerdo con las características socioeconómicas de sus integrantes, y se espera de ellas posiciones acordes en líneas generales con tales características. Ello implica persistencia en los lincamientos orientativos del pensamiento institucional; pero no faltan hechos que se alejan bastante de lo previsible, cuyas causas convendría investigar, pero no en estas páginas, orienta­das simplemente a aportar documentos. A continuación se ofre­ce un ejemplo quizás inigualable.

Por encargo del entonces secretario de Agricultura y Gana­dería Ing. Agr. Walter Kugler, el reconocido tributarista Dr. Dino Jarach elaboró en 1964 un anteproyecto de impuesto que se apli­caría sobre lo que denominó renta normal potencial. Sintética­mente proponía que el sector agropecuario no tributaria más el entonces llamado impuesto a la renta (hoy a las ganancias) me­diante una declaración jurada de sus utilidades, sino que lo hicie­ra según una ganancia presunta -independiente de la real- que se determinaría anualmente de acuerdo con un cálculo oficial, basa­do sobre la productividad media del predio y los precios vigentes para cada ejercicio anual (ver anteproyecto).

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La iniciativa fue recogida por el diputado Luis León que la presentó como proyecto de ley (25/8/65), que la Cámara no tra­tó. Derrocado el presidente lllia, un nuevo secretario de Agricul­tura y Ganadería Dr. Lorenzo Raggio logró crear por decreto (27/7/67) una comisión para estudiar la cuestión. Su sucesor, Ing. Agr. Rafael García Mata recibió el dictamen y resolvió con­sultar a especialistas y entidades agropecuarias.

La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) se manifestó entonces rotundamente "contraria ... a la iniciativa en sí, a las bases y a la filosofía misma del sistema." (La Nación, 20/10/67).

Posteriormente, con muy escasas modificaciones de for­mas, el proyecto de Jarach fue elevado al Congreso por el P.E, por iniciativa de la Secretaría de Agricultura y Ganadería a mi cargo, y se convirtió en la ley 20538, promulgada el 27/9/73. Durante su trámite parlamentario, la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados convocó una reunión de consulta.

En representación de CARBAP su prosecretario Jorge Aguado manifestó en esa ocasión: "no solamente los productores agropecuarios sino todo el país" están con la idea de ese impues­to, contenida en el mensaje del presidennte Cámpora al Congre­so (Versión taquigráfica de la reunión del 4/7/73 de la menciona­da comisión, p. 36).

Unos quince días después, con la firma del presidente Bar­tolomé Naón y el ya secretario Jorge Aguado, CARBAP declara: "si bien hace años que tendencias orientadas por diversas ideolo­gías, sustentan la necesidad y/o conveniencia de crear este nuevo gravamen, no existe en el país una madurez ni una uniformidad de criterios prevaleciente, a favor de un régimen legal de esta na­turaleza." (La Nación, 1/8/73).

Apenas pasados otros quince días (16-18/8/73), el XXIII Congreso Rural de CABAP establecía que "en reemplazo de los impuestos vigentes un impuesto único referido a la rentabilidad normal de la tierra según su aptitud productiva sería una solu­ción adecuada". (CARBAP XXIII Congreso Rural. Trenque Lau­quen 1973. Bs.As. s.f., p. 29).

Con el cambio de política subsiguiente a la renuncia del equipo económico encabezado por el ministro Gelbard, se sus-

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CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial 171

pendieron las tareas técnicas necesarias para aplicar el impuesto. Finalmente, en setiembre de 1976 la ley de facto 21399 lo dero­gó, sin que se registraran opiniones favorables o desfavorables por parte de las entidades agropecuarias.

Tiempo después (6/5/77), como presidente de CARBAP, Jorge Aguado sostuvo en un discurso en Ayacucho que el im­puesto del 4% a la producción agropecuaria "no alienta a nadie pues lo paga el que produce y no paga nada el que no produce" (Jorge Aguado. Cuatro años de acción gremial, p. 353), invocan­do así una de las premisas básicas que llevaron al impuesto sobre la renta normal potencial.

En la misma condición de presidente de CARBAP. J. Agua­do participa en una mesa redonda en la que afirma: "estaría dis­puesto a aceptar el estudio de un régimen impositivo basado en el impuesto al patrimonio, pero no sobre la base de la renta po­tencial" (La Opinión, 24/7/77 sec. 2a p. IV).

Años más tarde CARBAP descalificaba totalmente el concep­to de impuesto sobre la renta normal potencial por considerarlo "castigo insultante" para los productores, "atentatorio de la propie­dad privada" e "inconstitucional" (La Arena. Santa Rosa, 9/9/83).

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172 Horacio Giberti

Anteproyecto de ley de reforma de los impuestos a las explotaciones agropecuarias (fragmentos).

Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Na­ción. Publicación Miscelánea No. 422. 1964.

Réditos de la Quinta Categoría - Rentas de las explotacio­nes agropecuarias

Art. A. - Constituyen réditos de la quinta categoría los de­rivados de la explotación agropecuaria ejercida por el propietario de la tierra o por arrendatarios, sean ellos personas de existencia visible o sociedades de cualquier naturaleza, siendo aplicables las disposiciones de los Arts. 48, 54 y 55, en sus casos.

Art. B - Se considerará renta neta de las explotaciones agropecuarias la renta potencial normal por unidad de superficie multiplicada por la superficie total del predio o de los predios utilizados en cada explotación, según las normas del relajamien­to catastral agrario.

La norma del párrafo anterior será de aplicación también en los casos en que esta ley considere los réditos de las explota­ciones agropecuarias comprendidos en la cuarta categoría.

Art. C. - De la renta neta de las explotaciones agropecua­rias, determinada de conformidad con las normas del releva- miento catastral agrario, no serán deducibles los gastos indicados en el Art. 61 y solo se admitirán las deducciones previstas en los incisos d), e), f), j), m), n), o) del Art. 62. Tampoco se podrán de­ducir las amortizaciones previstas en el Art. 63 ni serán de apli­cación las normas de los Arts. 68, incisos a), b), d), e), f), g), h), i); 70 ,71, 72, 73 y 74.

Art. D. - Cuando, por circunstancias excepcionales tales como incendios, inundaciones, sequías, huracanes, desmorona­mientos, se verifiquen pérdidas de la renta neta efectiva de una explotación agropecuaria en cantidad mayor de un diez por cien­to (10%) del promedio anual del último quinquenio a valores constantes, el contribuyente tendrá derecho a una deducción proporcional de la renta neta potencial del año fiscal en que se verifiquen tales acontecimientos.

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CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial 173

Art. E. - Los arrendatarios o aparceros deducirán de la ren­ta neta total, determinada según las normas que anteceden, el monto de los arrendamientos en dinero o en especie, en cantida­des fijas o porcentuales.

4. Deróganse las disposiciones de los Arts. 51, 78, 79, últi­mo párrafo, 80, 81, inc. Ia.

Art. 2a - La Secretaría de Estado de Agricultura y Ganade­ría de la Nación dispondrá el relevamiento y la registración catas­tral de todas las tierras susceptibles de explotación agropecuaria y determinará la renta potencial normal de cada explotación de conformidad con las normas siguientes:

A) Etapas generales del relevamiento catastralib • - O • • ' «¿Oí r x

1. Se determinarán las zonas de características climático- económicas uniformes en que se agrupan todas las tierras agra­rias del país.

Se considerarán como tierras agrarias todas aquellas que no estén comprendidas en los éjidos urbanos, aún cuando hubie­ran sido objeto de subdivisión o fraccionamiento para fines de urbanización.: • \ í i i H i O i •- i O Í - J > ,;j ii Qk 11 £> i : >

Quedan exceptuadas las fracciones que estando ubicadas fuera del éjido urbano, estén definitivamente afectadas a edifica­ción para vivienda o para establecimientos industriales o comer­ciales.

2. Se establecerá para cada zona climático-económica unatabla general de las características y aptitudes de sus tierras agra­rias, atribuyendo coeficientes a las diferentes características a los fines de clasificación de las tierras, respecto de una tierra ideal de características óptimas. .., , / r* b ’ 1 .

Se tendrán en cuenta a ese efecto, las características objeti­vas agronómicas y económicas de las tierras, tales como: altime- tría, relieve, espesor de la capa arable, color de la capa arable, permeabilidad del subsuelo, agua del subsuelo, salinidad del sue­lo, sierras y afloramientos toscosos, pedreros, médanos y lagu­nas, distancia a centro de embarque, estación o camino afirmado.

3. Se relevarán las aptitudes y características de tierras ele­gidas como muestras significativas por cada zona, clasificándolas

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174 Horacio Giberti

de acuerdo con la tabla de coeficientes establecida según el inci­so anterior.

4. Se determinarán los cultivos o explotaciones significati­vos en cada zona, de acuerdo con las aptitudes objetivas de las tierras respectivas.

5. Se determinarán para cada zona y para cada cultivo o grupo de cultivos o explotaciones, la superficie de predios que representen unidades económicas de explotación de aptitud media.

6. Se determinará anualmente la producción física media en el período correspondiente a los últimos diez años anteriores en concepto de productos, coproductos y subproductos -llegan­do hasta los procesos de simple conservación y excluyendo los que puedan considerarse procesos industriales- por cada unidad económica de explotación y por cada cultivo o explotación signi­ficativos en la zona, teniendo en cuenta las estadísticas oficiales referentes a la superficie total utilizada y la producción física de cada año y por cada zona.

7. Se determinarán los precios medios de los productos, coproductos y subproductos en el año fiscal.

8. Se determinarán los gastos de explotación de la unidad económica de explotación referidos al año fiscal, computando como tales:

a) amortizaciones de los edificios, obras accesorias, insta­laciones y mejoras complementarias normales de la explotación;

b) amortizaciones de los bienes del activo fijo que consti­tuyen el equipo normal de la unidad económica de explotación;

c) intereses de la financiación promedio normal de la uni­dad económica de explotación;

d) gastos de producción y transporte de la unidad econó­mica de explotación;

e) fondo de previsión por riesgos no asegurables.No se computarán intereses por el capital propio invertido

en mejoras o bienes del activo fijo o para financiación de la ex­plotación; tampoco se computarán los arrendamientos.

9. Se determinará la renta neta por cada unidad económi­ca de explotación y cada cultivo o explotación multiplicando la producción física media determinada de acuerdo con el inciso 6

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CAKBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial 175

por los precios del último año determinados según el inciso 7 y restando del resultado el monto total de los gastos, determinado según el inc. 8.

10. Se determinará la renta media potencial unitaria divi­diendo el resultado obtenido según el inciso anterior por la su­perficie de la unidad económica en explotación.

11. Se determinará la renta media por hectárea de cada zona promediando las rentas netas por hectárea de cada cultivo o explotación de acuerdo con el inciso anterior; ponderadas se­gún las superficies utilizadas en la zona para cada cultivo o ex­plotación.

12. Se determinará la renta por hectárea de la tierra óptima ideal de la zona multiplicando la renta media por hectárea, deter­minada según el inciso anterior, por la recíproca de los coeficien­tes promediales de las tierras elegidas como muestras de acuerdo con el inciso 3.

B) Etapa individual

1. Estarán obligados a presentar una declaración jurada en los modos, formas y términos que establezca la Secretaría de Es­tado de Agricultura y Ganadería de la Nación:

a) los propietarios de tierras agrarias, exploten o no sus propiedades, con exclusión de los nudos propietarios;

b) los usufructuarios de tierras agrarias, las exploten o no;c) los herederos, cónyuges supérstites, administrador judi­

cial o albacea, en los casos de sucesiones indivisas de las que for­men parte tierras agrarias explotadas o no por el propietario;

d) los compradores de tierras agrarias con escritura trasla­tiva de dominio ya otorgada y aún no inscripta en el Registro de la Propiedad;

e) los compradores de tierras agrarias con ánimo de adqui­rir el dominio por prescripción treintañal;

g) los arrendatarios o aparceros rurales.En todos los casos enumerados en los incisos anteriores la

obligación de presentar la declaración jurada incumbirá tanto a las personas físicas como a las sociedades civiles o comerciales y asociaciones.

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176 Horacio Giberti

En caso de arrendamiento o aparcería, estarán obligados a la presentación de la declaración jurada tanto el propietario o po­seedor como el arrendatario o aparcero.

2. La declaración jurada a la que se refiere el inciso 1 obten­drá: los datos de identificación del declarante y del arrendatario o aparcero, en su caso; los datos de individualización y ubicación de las tierras de su propiedad o sujetas a su explotación y sus carac­terísticas, clasificadas según la tabla de coeficientes que establez­ca la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Na­ción, respecto de la tierra óptima ideal de la zona; y la determina­ción de la renta neta potencial, la que se obtendrá multiplicando la renta media por hectárea de la tierra óptima ideal de la zona por los coeficientes de cada fracción de iguales características de la tierra del declarante por sus correspondientes superficies. Las ren­tas netas de cada fracción así determinadas se sumarán obtenién­dose una renta neta total de cada explotación agropecuaria.

3. Las declaraciones juradas estarán sujetas a la fiscaliza­ción de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, la que, en definitiva, determinará la renta neta potencial que corresponda, de acuerdo con las disposiciones legales y re­glamentarias.

Las funciones que por esta ley se atribuyen a la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, podrán ser delegadas en funcionarios de dicho departamento en forma gene­ral o especial.

4. Serán de aplicación en lo pertinente, sin perjuicio de las atribuciones que por esta ley se confieren a la Secretaría de Esta­do de Agricultura y Ganadería de la Nación, las normas de la ley N° 11.6S3 (t.o. en 1960 y sus modificaciones).

Art. 3o - Hasta tanto se cumpla el relevamiento catastral agrario en la forma dispuesta en el artículo anterior, la determi­nación de la renta neta potencial se efectuará con el procedimien­to transitorio que se establece a continuación:

A) Etapa General

1. Se efectuarán todas las operaciones enumeradas en los incisos I a 2 y 4 a l l d e l apartado A) del artículo anterior.

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CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial 177

2. Se determinará la valuación fiscal media unitaria de la tierra de cada zona, dividiendo la suma de las valuaciones fisca­les de la tierra de los predios que integran cada zona por la suma de las superficies correspondientes.

Las valuaciones fiscales serán las que haya asignado la Pro­vincia respectiva a los efectos de los impuestos inmobiliarios. Si las valuaciones no fueran homogéneas por haber sido efectuadas en épocas distintas, se proveerá previamente a ajustarlas de ma­nera uniforme y con referencia al mismo año mediante coeficien­te en relación con la variación de los precios de las tierras en ca­da zona en los años considerados.

3. Se determinará la relación porcentual de la renta media y de la valuación media por hectárea de cada zona.

B) Etapa Individual

La declaración jurada establecida en el inciso 1 del artícu­lo anterior contendrá los datos de identificación del declarante y del arrendatario o aparcero, en su caso, los datos de individuali­zación y ubicación de las tierras de su propiedad o sujetas a su explotación y la determinación de la renta neta potencial de di­chas tierras, la que se obtendrá multiplicando la valuación fiscal de las mismas, ajustada según los coeficientes determinados en el apartado A), inciso 2, por la relación porcentual determinada se­gún el inciso 3 del apartado A) de este artículo.

Serán de aplicación las normas de los incisos 3 y 4 del apartado B) del artículo anterior.

Art. 4o - En el caso de plantaciones y cultivos permanen­tes, la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Na­ción determinará para cada uno de ellos la renta neta potencial por hectárea y por zona, de acuerdo con el procedimiento indi­cado en el Art. 2o, en lo pertinente, y teniendo en cuenta sus ci­clos evolutivos. La renta neta potencial de cada explotación se obtendrá multiplicando la renta neta potencial por hectárea así determinada por la superficie utilizada en cada explotación.

Art. 5o - Créase por cada una o más zonas una Junta Zonal de Catastro Agrario, cuyos miembros designará el Poder Ejecuti­vo del modo siguiente:

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178 Horacio Giberti

a) Un magistrado del fuero federal de la Nación, que la pre­sidirá;

b) Un representante de la Secretaría de Estado de Agricul­tura y Ganadería de la Nación;

c) Un representante de la Secretaría de Estado de Hacien­da de la Nación;

d) Un representante del Banco de la Nación Argentina;e) Un representante de entidades representativas de intere­

ses agropecuarios;f) Un representante de cooperativas agrícolas ganaderas;g) Un representante de entidades representativas de los co­

merciantes y exportadores de productos agropecuariosCuando la importancia y magnitud de las tareas a cumplir

así lo exijan, podrá aumentarse proporcionalmente el número de miembros de las Juntas y subdividirlas en Salas.

Art. 6o - Será función de la Junta conocer los recursos de apelación contra las resoluciones de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, de conformidad con las normas de los artículos siguientes.

Art. 7o - Las resoluciones de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación que establezcan la división del país en zonas agrarias, la renta por hectárea de la tierra ópti­ma ideal de cada zona y la tabla de coeficientes de características y aptitudes de las tierras agrarias, se publicarán en el Boletín Ofi­cial y tendrán el carácter de normas generales obligatorias, si al expirar el término de quince (15) días hábiles desde la fecha de su publicación no fueran apeladas ante la Junta Zonal de Catas­tro Agrario por cualquiera de las personas indicadas en el aparta­do B), inciso 1 del Art. 2o, entidades gremiales y cualquier otra organización que represente un interés colectivo.

Art. 8o - Recibida la apelación contra las resoluciones de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, és­ta remitirá a la Junta, dentro de los diez (10) días del oficio que le formule el Presidente, los antecedentes técnico-administrati­vos de la resolución impugnada.

La Junta dará vista de estos antecedentes a la persona o en­tidad apelante por el término de quince (15) días, a fin de que mejore el recurso, presentando un memorial, acompañado o no

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CARBAP y el impuesto sobre la renta normal potencial 179

por informes periciales. Si el apelante no presentara el memorial, se tendrá por desistido el recurso, debiendo la Junta así declarar­lo sin más trámite y quedando firme la resolución apelada.

Presentado el memorial con o sin informes periciales, la Junta pasará al conocimiento de la causa, pudiendo disponer me­didas para mejor proveer y deberá dictar resolución en el térmi­no de sesenta (60) días desde la fecha de presentación de aquél. La resolución será publicada en el Boletín Oficial y será definiti­va y obligatoria con carácter de normal general.

Art. 9o - La Dirección General Impositiva requerirá la in­tervención de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación en todos los casos en que disponga la determinación de los réditos de las explotaciones agropecuarias a fin de que de­termine la renta neta potencial de la explotación.

La Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, podrá también proceder de oficio a la revisión de las de­claraciones juradas de las explotaciones agropecuarias y determi­nar la renta neta potencial que corresponda.

Art. 10° - Contra la resolución de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, que determine la renta neta potencial de una explotación agropecuaria, el contribuyen­te o responsable podrá interponer recurso de apelación ante la Junta Zonal de Catastro Agrario dentro del término de quince (15) días desde la notificación. En el escrito de apelación el recu­rrente deberá acompañar u ofrecer todas las pruebas que tuviere, no admitiéndose después otro escrito u ofrecimiento de prueba.

Del recurso interpuesto se correrá traslado a la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, por el térmi­no de treinta (30) días. Vencido el término, la Junta sustanciará las pruebas ofrecidas que considere conducentes, pudiendo dis­poner medidas para mejor proveer y dictará resolución dentro del término de sesenta (60) días, notificándola a las partes con todos sus fundamentos, incluyendo la motivación respecto de pruebas ofrecidas y no sustanciadas por la Junta.

Art. 11° - De la resolución de la Junta recaída en la apela­ción contra la determinación de la renta neta potencial de una ex­plotación agropecuaria, las partes podrán recurrir ante la Cáma­ra Nacional en lo Federal competente de la sede de la Junta, apli-

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180 Horacio Giberti

cándose el procedimiento establecido en los Arts. 85 y siguientes de la ley 11.683 (t.o. en 1960).

Art. 12° - La resolución definitiva que determine la renta potencial de una explotación agropecuaria tendrá eficacia de co­sa juzgada y será notificada a la Dirección General Impositiva a los fines de la determinación de la obligación impositiva, del su­mario, recargos, sanciones y demás efectos, de conformidad con lo dispuesto en la ley 11.683 (t.o. en 1960 y sus modificaciones).

Art. 13° - Exímese del impuesto a las ventas las exporta­ciones y las ventas en el mercado interno de productos de la ga­nadería, de la agricultura y forestales, en tanto no hayan sufrido elaboración o tratamiento no indispensable para su conservación en estado natural o acondicionamiento.

Art. 14° - Facúltese al Poder Ejecutivo para ordenar las le­yes de impuestos con las modificaciones dispuestas por esta ley.

Art. 15 - Comuniqúese al Poder Ejecutivo.

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CICLOSEN LA H I S T O R I A , LA E C O N O M I A Y LA S O C I E DA D

Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos AiresAv. Córdoba 2122,2do* piso, (1120) Buenos Aires - Argentina

. . Telefax: (54.11) 4374-4448J n i 6498.Casilla de Correo 1 .̂147, Suc, 53B, $453) Bs. AS, - Argentina

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tó-ssss

PUBLICACIONES DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DE HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL - IIHES

Centro Interdisciplinario de E studios Agrarios - CIEA

Centro de E studios Internacionales y Latinoamericanos - CEILA

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G3M]g®\Nota para

colaboradoresLos trabajos con pedido de publicación deben ser enviados a Cuadernos del PIEA, Instituto de Investigaciones de H istoria Económ ica y Social, Facultad de Ciencias Económ icas, UBA, Av. Córdoba 2122, 2do piso (1120) Bs. As., Argentina. Los m ism os se ajustarán a las siguientes norm as de presentación:1. Se enviarán el original y dos copias del trabajo para su evaluación por árbitros externos. El texto deberá ser m ecanografiado a 50 espacios por lí­nea, 30 líneas, doble espacio, en el texto principal y en las notas de pie de página, en papel tam año carta escrito de un solo lado, con m árgenes razo­nables, incluyendo nom bre del autor o autores, dom icilio, teléfono y direc­ción de correo electrónico.Se sugiere la utilización de subtítu los en el texto de los artículos.A sim ism o deberá adjuntarse una copia en diskette de 3 ,5" en form ato w ord o com patible. En el caso de autores extranjeros deberán enviar, en lo p osi­ble, una versión en castellano de su trabajo -en diskette y en papel- acom ­pañando la versión en idiom a original.2. Extensión de los trabajos: m áxim o 50 carillas incluyendo cuadros, grá­ficos, citas y notas bibliográficas.3. Los cuadros y gráficos se enviarán en hojas separadas del texto (num e­rados correlativam ente, titulados, con aclaración de la unidad en que están expresados los valores y de las fuentes correspondientes), confeccionados en versión definitiva para su reproducción; en el m argen del texto se indi­cará la ubicación correcta del cuadro o gráfico. Los gráficos deben ir acom ­pañados por los cuadros de datos en los que se basan.4. Los articulos se enviarán precedidos de un breve resum en del conteni­do, de aproxim adam ente 20 líneas. Las aclaraciones sobre el trabajo (agra­decim ientos, m ención de versiones previas, etc.) se indicarán con un aste­risco en el título, rem itiendo al pie de página; si se señala institución a la cual se pertenece se indicará con doble asterisco en el nom bre del autor re­m itiendo al pie.5. Las citas y notas bibliográficas del trabajo, num eradas correlativam ente con caracteres árabes, se incluirán al pie o al final del texto en hojas sep a­radas, observando el siguiente orden:-Libros: nom bre y apellido del autor o autores, título (subrayado), lugar y año de edición (entre paréntesis), página (p .) o páginas (pp .) citadas si co­rresponde.-Artículos: nom bre y apellido de autor o autores, título del artículo (entre com illas), título de la publicación donde fue editado (subrayado), volum en núm ero, fecha de edición.Si resultara indispensable incluir bibliografía, irá al final del trabajo, ordenada alfabéticamente por autor (apellido, nombre, título, lugar y fecha de edición).

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Cuadernos del P.I.E.A.

Cuaderno n° 1.M a r ía C . O ck ier. Propiedad de la tierra y renta del suelo.La especificidad del Alto Valle del Río Negro.

Cuaderno n° 2.S e rg io S a lv a to re . La renta diferencial internacional.Una teoría inconsistente.

Cuaderno n° 3.E d u a rd o A z c u y A m egh in o . Buenos Aires, Iowa y el desarrollo agropecuario en las pampas y las praderas.

Cuaderno n° 4.G a b r ie la M a r tín e z D o u g n a c . Trabajo asalariado y familiar en la zona agrícola del norte.J o s é P ie rri. Política estatal, tecnología y comercialización en el agro pampeano.

Cuaderno n° 5.C a r lo s M . B iro cco y G a b r ie la G re so re s . Tierra, poder y sociedaden la campaña rioplatense colonial.

Cuaderno n° 6.J o s é B . B iz a rro . Evolución y perspectivasde la actividad agropecuaria pampeana argentina.H o ra c io G ib erti. Tipos de cambios fundiarios.

Cuaderno n° 7.E . A zc u y A m egh in o , M . B o rd a s , G . G re so re s ,G . M a r tín e z D o u g n a c . El complejo agroalimentario de la carne vacuna argentina, 1960-1996.

Cuaderno n° 8.C a r lo s L eón . El desarrollo agrario de Tucumán en el período de la agricultura diversificada al monocultivo cañero.

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Cuaderno n° 9.Ig n a c io L lov et y D a v id L etson . Condicionantes sociales y modelos mentales en la adopción de información climática entre produc­tores agropecuarios del norte de la provincia de Buenos Aires. J a v ie r B a l s a . Tierra, política y productores rurales en la pampa argentina, 1937-1969.

Cuaderno n° 10.Mtínica B e n d in iy P edro T sa k o u m a g k o s (c o o rd .).

Transformaciones agroindustriales y laborales en nuevas y tradicionales zonas frutícolas del norte de la Patagonia.

Cuaderno n° 11.G r a c ie la E . G u tm an . Innovaciones tecnológicas y organizativas en complejos agroalimentarios. El complejo oleaginoso en el Mercosur.M ó n ic a M a te o s y S i lv ia C a p e z io . El subsistema de papas prefritas congeladas: una coordinación desde el fast-food hasta la pro­ducción primaria.

Cuaderno n° 12.L. T is c o m ia - 1. N ie v a s - G . A lv a re z - ] • B r iz z io - M . V ecchia - J . P e r c a z ■ Los estancieros en la provincia de Neuquén. Vigencia de

la gran propiedad territorial.C h ris van D a m . La tenencia de la tierra en América Latina. El estado del arte de la discusión en la región.

Cuaderno n° 13.E d u a rd o A zc u y Ameghino- G a b r ie la G re so re s - G a b r ie la M a r tín e z D o u g n a c - J o s é P ie rri. El comercio internacional y la cadena cár­nica argentina. 1960-1985.

Cuaderno n° 14.N o e m í M . G irb a l-B la c h a . El Banco de la Nación Argentina: administrador y empresario agroindustrial. El caso del ingenio y refinería “Santa Ana”, Tucumán (1932-1958).

Cuaderno n° 15.R e v ista In te rd isc ip lin a r ia d e E s tu d io s A g r a r io s

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Centro Inter disciplinario de Estudios Agrarios IIHES, FCE, UBA.

El Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios se creó en el año 2001 a partir de las actividades desarrolladas desde 1995 por el Programa Interdisciplinario de Estudios Agrarios en el marco del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universi­dad de Buenos Aires. El objetivo básico del C.I.E.A. es con­tribuir al estudio y la investigación del sector agropecuario y del complejo agroindustrial argentino desde una perpectiva interdisciplinaria, científica, democrática y pluralista que con­sidere al hombre como centro y medida del desarrollo del sec­tor, en un marco de equidad, progreso social y preservación de los recursos naturales de la Nación, hallándose abierto a todas aquellas personas e instituciones que deseen participar de sus actividades, investigar y/o intercambiar puntos de vista e inicia­tivas vinculadas con la historia y el presente de la problemática agraria.

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