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La batalla de Lepanto Premio Goncourt 1966 Edmonde Charles - Roux, cuyo gran talento fue coronado en 1966 con el premio Goncourt por su novela Qublier Palerme, es, también, una gran historiadora . De su maravillosa obra que ha consagrado a Don Juan de Austria , hemos tomado esta gran descripción de la Batalla de Lepanto, que salvó a la cristiandad. por Edmonde CHARLES-ROUX Tomado de la revista "Hechos". NORTE / 49

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La batalla

de LepantoPremio Goncourt 1966

Edmonde Charles -Roux, cuyo gran talento fue coronado en1966 con el premio Goncourt por su novela Qublier Palerme,es, también, una gran historiadora . De su maravillosa obra queha consagrado a Don Juan de Austria , hemos tomado esta grandescripción de la Batalla de Lepanto, que salvó a la cristiandad.

por Edmonde CHARLES-ROUX

Tomado de la revista "Hechos".

NORTE / 49

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Trescientos barcos, treinta milsoldados, cincuenta mil marinos yremeros, estaban en el puerto.

La flota más grande que elmundo había visto hasta enton-ces, estaba a las órdenes de unalmirante de veinticuatro años.

Mesina se había transformadoen la capital de la Fe. Las igle-sias estaban repletas. Los marinosllegaban a ellas en grandes con-voyes, seguidos de los galeotesque arrastraban sus cadenas, bajofuerte escolta.

A bordo de las naves, los cape-llanes cumplían sus tareas con uncelo de ángeles guardianes. Las

Don Juan de Austria.

galeras de Felipe II tenían seisjesuitas españoles comisionadospor el general de la orden, donFrancisco de Borja. El Papa habíaencomendado la salud espiritualde sus marinos a la orden de Ca-puchinos . Génova, Venecia y Sa-boya la habían confiado a losfranciscanos.

De la popa a la proa, de la calaa las cubiertas , un gran fervor defe soplaba sobre los buques dedon Juan.

La llegada a Mesina del carde-

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nal Odescalchi, portador de unaastilla de la Verdadera Cruz, queel Papa enviaba al Comandantede la Santa Liga, fue pretextopara una procesión gigantesca.Miles de hombres fueron a la ca-tedral a arrodillarse ante el mi-núsculo relicario en forma de me-dallón que contenía el preciosofragmento y que su jefe llevaríaal cuello para conducirles a lavictoria.

El cardenal Odescalchi subió alpúlpito.

-Indulgencias excepcionaleshan sido concedidas a cada unode vosotros -anunció-, tales co-mo las que se concedieron a losCruzados que marcharon al res-cate del Santo Sepulcro paraarrancarlo del poder del Islam.

DISPOSICIONES INTREPIDAS

Las disposiciones tomadas pordon Juan, tocantes a los prepara-tivos del combate, le habían va-lido la admiración de los oficialesy la confianza de las tripulacio-nes. Él velaba por todo.

Había señalado a cada coman-

dante de navío una orden de ba-

talla que indicaba claramente la

posición que debía ocupar la nave

en su misión particular. Había

decidido innovaciones intrépidasque rompían con todas las tradi-ciones de los combates navales:las bataolas de las galeras se ha-bían reforzado por espaciosos pa-neles de madera, detrás de loscuales podían guarecerse los com-batientes; el espacio reservado alos soldados se había ampliado.Los remeros musulmanes esta-ban sujetos a los remos por guan-teletes rígidos de hierro unidos acadenas que los mantenían fijosa sus bancos de galeote y que lesimpedían huir o hacer uso de ar-mas. Por el contrario, don Juanhabía decidido que los galeotescristianos entraran al combate sinesos guanteletes y bien armados.Se ofreció la libertad a los quese distinguieran por su bravuraen la pelea.

Otra decisión comunicada a losalmirantes debería mantenerse ensecreto hasta la mañana del com-bate. Los espolones de acero delas proas de las galeras, deberíanser arrancados. Don Juan supri-mió tales puntas aceradas, porquesu valor ofensivo le parecía nuloy además, porque consideraba queaumentaban el peso de las naves

y las entorpecían para los abor-dajes.

De Roma afluían las palabrasde aliento. En la selva de másti-les, cuyas banderolas agitaba sua-vemente la brisa, los hombres ha-cían maniobras y se preparabanpara la guerra sintiendo en lasalmas, como un suave viento defe que llenaba sus sentidos de unsentimiento místico: el viento can-taba himnos, las estrellas fingíanhacer el signo de la cruz y elnombre del jefe de la expediciónestaba escrito en los evangelios.

En Roma, el Papa Pío V habíatenido una revelación en plenamisa. Se había quedado perplejoal leer el Evangelio y había re-petido tres veces:

-Hubo un hombre enviado porDios, llamado Juan.

Su voluntad de establecer unparalelo entre el hijo de Carlos Vy el Bautista, parecía evidente.Esta anécdota comentada en Me-sina durante los cinco días queprecedieron a la partida de la flo-ta, hizo más por la moral de loshombres que tres semanas de pro-cesiones, de misas y de sermones.

El 16 de septiembre se desple-garon las primeras velas en buscadel viento, batiendo las brumasdel amanecer como grandes alaspalpitantes. Las ciento veinte ga-leras de Venecia, reconocibles porsus flámulas rojas, remolcaban susgaleazas cargadas de cañones yde balas y rozando las batien-tes de las fortalezas, fueron lasprimeras en alejarse del malecón.

Sobre la pasarela de su galera,el viejo Sebastián Veniero con suscabellos blancos flotándole a laespalda y su larga barba exten-dida sobre la gorguera de su ar-madura, dirigía la maniobra.

Después, las ciento sesenta ycuatro galeras españolas y geno-vesas y las dieciocho galeras pa-pales, se hicieron, a su turno, ala mar.

El cardenal Odescalchi, rodeadode toda la clerecía de Mesina,bendecía la partida de las navesque pasaban, una a una, frentea él.

Flanqueada por la capitana pa-pal que comandaba Marco Anto-nio Colona, la Real fue la últimaen levar el ancla.

Don Juan, sus soldados y sutripulación, lo mismo que sus ofi-ciales, se arrodillaron para reci-bir la bendición del nuncio apos-tólico.

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El joven almirante llevaba unaarmadura de combate, de aceronegro, con clavos dorados. Unacadena de plata colgaba sobre supecho, sosteniendo el relicario delPapa. En la gran mástil de la Real,don Juan había mandado colgarun crucifijo de madera, toscamen-te esculpido y del largo de un bra-zo. Toda la parte izquierda de laimagen, así como su cara, estabanmuy quemadas. Don Luis de Qui-jada, en los días de su juventudy siendo capitán, la había resca-tado durante un encuentro conlos moros. Muchos años después,se la había regalado a su pupilodon Juan cuando éste sólo tenía13 años de edad e ignoraba toda-vía sus altos orígenes. El niñohabía jurado no desprenderse ja-más de la reliquia. Don Juanmantenía al salir de Mesina conla flota cristiana, las promesas deGeromín.

Esta mañana, el pueblo de Me-sina vio un cortejo de gloria quese desplegaba sobre el tapiz dan-zante del mar. Una multitud develas llenaba el horizonte y so-bre lo más alto de su nave, el hijobastardo de Carlos V iba a vivir

los episodios de la última cru-zada.

LA HORA DEL COMBATE

El talón de la bota italiana mar-caba entonces sobre el mar el lí-mite de la supremacía cristiana.Más allá, hacia el oriente, unaflota secularmente invicta defen-día una ruta de tristes recuerdos.

Un desastre estaba fijo en to=dos los pensamientos: el de Pre-venza, fortaleza del Mar Jónicodelante de la cual el gran AndreaDoria había presentado batalla aBarba Roja. El pirata al que Do-ria había perseguido durante todasu vida, el hijo de un oscuro re-negado y de una cristiana, el amodel Mediterráneo durante mediosiglo, tenía por aquel tiempoochenta años de edad. Doria ha-bía huido ante él presa de pánicocon sus 200 galeras, dejando alindomable viejo continuar su vi-da de audacias, de conquistas, deviolencias y de asesinatos.

Se recordaba, también, la tomade Nicosia por los turcos; la deFamagusta sobre la costa orientalde la isla de Chipre, que acaba-

ba de ocurrir y otras depreda-ciones de la Media Luna. En Fa-magusta, el veneciano Baglionehabía sido partido en pedazos des-pués de su captura y su compa-triota Bragadino desollado vivo afin de que la piel, rellena de pa-ja, sirviera de ornato al pórticode la prisión de los esclavos deConstantinopla.

Estos acontecimientos se remon-taban a sólo siete semanas. Laflota otomana venía, justamente,de arrasar Corfú, cuando el 28 deseptiembre don Juan hizo escalaentre las ruinas humeantes de laciudad, las iglesias arrasadas, loscañones clavados y los cadáveresinflados que flotaban en las aguasdel puerto.

Una segunda escala condujo ala flota de don Juan a Gomenitza,en la costa de Albania. Allí, unaescuadra de reconocimiento seña-ló que la flota otomana, bajo elmando del almirante Alí Pachá,yerno del Sultán Selim, había sa-lido del Golfo de Patras. Las na-ves turcas estaban repartidas en-tre Missolongi y Zante, a algunasmillas de la base de Lepanto.

El tiempo del encuentro se

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aproximaba y don Juan tuvo unconsejo de guerra, el último an-tes de entrar en combate, cuan-do se escuchó un cañonazo. Nose trataba más que de un inci-dente, de una pelea a bordo dela nave de Sebastián Veniero en-tre marinos de la República Se-renísima y arcabuceros españolesdestacados por don Juan para re-forzar la defensa de la capitanade Venecia. De pronto, los cuer-pos de cuatro españoles se balan-cearon en las vergas de la navey el viejo Veniero amenazaba alcoronel del regimiento español siosaba intervenir en la pelea.

En este instante se jugaba lasuerte de la flota de Dios. Des-pués de sufrir un ataque de có-lera intensísimo, que ninguno delos que estaban cercanos a él tra-tó de amenguar y de haber pro-metido matar a Veniero por suspropias manos, hacerlo colgar delpalo mayor de su nave; despuésde haberse mordido el labio in-ferior hasta sacarse sangre, donJuan recuperó la calma y anun-ció que por amor a la Liga renun-ciaba a castigar al almirante ve-neciano.

-¡Digan a Veniero -gritó donJuan-, que no comparezca de-lante de mí. Nos pasaremos sinsus consejos y el almirante Bar-barigo lo representará en lo ade-lante en nombre de Venecia!

El 6 de octubre, Preveza, detriste memoria estaba a la vista,cosa que no enardeció a AndreaDoria y se empeñó en retardar elencuentro.

-Los turcos tienen una granventaja sobre nosotros. Cuentancon una base, con un arsenal, conla protección de sus cañones y de

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sus fuertes. Nosotros no tenemosmás que el mar. Es mi deber -di-jo a don Juan-, tratar de disua-dirle de renunciar a una empresatan peligrosa.

Pero el comandante de la San-ta Liga quería librar la batallaantes de que las galeras turcaslibres por la caída de Famagusta,tuvieran tiempo de reforzar laflota de Alí Pachá.

-La hora de las incertidum-bres ha pasado -dijo con un to-no que no admitía réplica.

Y Doria, como Veniero, corno

Santa Cruz, como don Luis deRequeséns, como Barbarigo, comoFarnesio, como todos los jefes dela armada cristiana, recibieron ór-denes de levar anclas a las dosde la mañana y hacer rumbo alcabo de Cefalonia.

BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ

Al amanecer del 7 de octubrede 1571 -pronto se cumplirán deello 396 años-, un domingo, no

lejos de Actium, donde OctavioAugusto y Marco Antonio sedisputaron el Imperio Romano,don Juan de Austria, a bordo deuna fragata ligera, pasó revista asus naves, sin armas y con uncrucifijo en la mano. Se dirigióa las tripulaciones con las pala-bras que a cada una convenían.Para los genoveses, las tuvo esti-mulantes; hizo resaltar el orgullode los romanos.; a los venecianosotorgó doble ración de vino; dis-tribuyó a los españoles medallasy escapularios y parecía feliz ycompletamente dueño de sí. Sucalma inspiraba un profundo res-peto. Nadie ignoraba la proximi-dad de ]a flota turca y se aper-

cibía en lontananza una multitudde formas blancas hinchadas porel viento. Nadie ignoraba que lasnaves enemigas tenían la ventajade una fuerte brisa, en tanto quelos barcos de la Santa Liga nave-gaban hacía cinco horas en mediode la lucha contra el viento.

Galeotes, marinos y oficialestributaron al joven jefe de la ex-pedición con una ovación gigan-tesca. El entusiasmo fue tal quele arrebataron su sombrero y susguantes. Un marino colocó unode los guantes de don Juan so-bre su bonete, a guisa de orna-mento preciadísimo.

A su enemigo, el viejo Venieroque estaba inmóvil al pie del palomayor de su galera, como si fue-ra una estatua de metal, le hizo,al pasar, un saludo casi amigable.

A Marco Antonio Colona legritó:

-¡Almirante ... ! ¡Hoy es el díaen que tiene que soltar sus ga-rras!

Al pasar junto a la nave de Ale-jandro Farnesio, saltó a bordo ydelante de los jóvenes nobles deParma que se habían enroladovoluntariamente, abrazó al com-pañero de sus días de la infancia.En fin, descubierto, volvió a bor-do de la Real a cubrirse con suarmadura.

La orden de batalla de donJuan era rectilínea. La flota oto-mana fuerte en trescientas unida-des, se desplegó frente las navescristianas, como tratando de en-volver] as.

Pero los dispositivos estratégi-cos de don Juan estaban llenosde juiciosas precauciones. Ade-lante, de frente a su navíos, habíamandado agruparse en masa las

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seis galeazas de Venecia con suspesados cañones, con órdenes deno abrir fuego sino hasta el últi-mo minuto y "después de que elenemigo se hubiera enardecidocon su propia sangre".

Detrás de esas fortalezas flo-tantes, la flota cristiana formabauna línea ininterrumpida de tresdivisiones sólidamente apoyadas.El ala izquierda , puesta bajo elcomando del almirante Barbarigo,constituía la primera división. Enla división del centro , aquella so-bre la que el adversario tenía lacostumbre de atacar con másfuerza, don Juan había agrupadolos mejores capitanes con los bu-ques más bien armados . La Realestaba enmedio encuadrada porlas galeras del almirante Colonay de Sebastián Veniero. Detrásde la Real y presta a reempla-zarle en un caso desgraciado, es-taba la galera de don Luis deRequeséns , el valiente segundode don Juan . El ala derecha es-taba bajo el comando de Doria yconstituía la tercera división.

En fin, no disponiendo ni debase, ni de fuertes , don Juan te-nía en reserva una cuarta divi-sión bajo las órdenes de uno delos mejores marinos de España, elMarqués de Santa Cruz. Esta di-visión estaba a tres millas náu-ticas del frente en el momento deintervenir en el combate.

La proximidad del enemigo pro-vocó del lado turco un voceríoterrible, gritos salvajes, descar-gas de mosquetes y concierto des-concertado de címbalos y de can-tos guerreros espantables.

Del lado de la Liga reinaba unsilencio total . Siguiendo el ejem-plo de don Juan de Austria, quehabía aparecido mudo súbitamen-te en lo alto de la proa de la ga-lera real, con el Toisón de Oro alcuello y la cadena de la que pen-día el relicario de la VerdaderaCruz, todas las tripulaciones ca-yeron de rodillas.

El descendiente de Carlos V sepersignó y lo mismo hicieron to-dos los de la flota cristiana. Eneste preciso momento y como unaprueba de la bondad celeste, elviento saltó del Este al Oeste,dando la ventaja a las velas cris-tianas.

Cuando los franciscanos, loscapuchinos y los jesuitas dieronla bendición general , se izó uncrucifijo en lo alto de los palosmayores de cada galera.

Las dos armadas estaban en-frentadas. A la división de Bar-barigo se oponía la de Scirocco,Pachá de Alejandría y a la divi-sión de Doria, el genovés, la deAluch-Alí, rey de Argel. A laReal, en el centro cristiano, esta-ba opuesta la Sultana, capitanea-da por Alí Pachá, cargada deplata y de genízaros, de los quese decía que eran los soldadosmás crueles y mejor pagados delmundo.

Faltando un cuarto para las do-ce del día, la bandera blanca dela Liga, que por órdenes del Papano debería ser izada sino a la ho-ra del combate, subió hasta lapunta del mástil mayor de la Real,en la que el cañón tronó por pri-mera vez. Este primer disparo,que no tenía otro objeto que darla señal del principio de la luchapara que las galeazas comenzarana disparar, fue a dar sobre el granfanal de la Sultana, al que hizoañicos. Tal cosa se tomó comootro aviso del cielo en favor delas naves cristianas.

Saboyardos, genoveses, roma-nos, venecianos y españoles selanzaron al combate con la cer-tidumbre de que don Juan erafavorito de Dios.

EL VENCEDOR DE LEPANTO

La Sultana y la Real se embis-tieron de través. Este primer cho-que fue tal, que el espolón de laSultana llegó hasta el cuarto ban-co de galeotes de la galera de donJuan. Por todas partes habíamuertos, heridos, tablones levan-tados, sangre en abundancia. AlíPachá, con un caftán bordado deHiedras preciosas y que ostenta-ba un penacho blanco, hacía dis-paros certeros con su arco.

Detrás de la Sultana, se hallabaotra galera llevando a los músi-cos de la armada turca, los mé-dicos, los astrólogos y dos hijos deAlí Pachá y de una hija del sul-tán Selim, llamados Ahmed yMohammed Bey, de 16 y 13 años,respectivamente, que su ayo, unviejo un poco poeta y que pre-tendía saber todas las cosas delmundo quería enseñar el arte dela guerra.

Los adversarios eran potencial-mente iguales: Alí Pachá disponíade trescientos genízaros y de cienarqueros, cuyas armas doradasresplandecían con el sol. Don Juandirigía el asalto de cuatrocientosespañoles con cascos de acero,botas de cuero y decididos a ven-cer.

Por dos veces pusieron los es-pañoles los pies en la Sultana ypor dos veces fueron rechazados.Por dos veces los turcos aborda-ron la Real y fueron rechazados,a la vez, por dos veces. Pero entanto que Alí Pachá había des-cuidado tomar dispositivos pararecibir refuerzos, don Juan se ha-bía rehabilitado de tropas de re-fresco del almirante don Luisde Requeséns, cuya galera estabasiempre a la popa de la Real.

El jefe de la Liga tomaba parteen la lucha y desplegaba un ardorcasi inconsciente, metiéndose, li-teralmente, entre los adversarios.En plena lucha, el almirante Re-queséns le dijo que no se expu-siera; pero don Juan se batía alpie de un mástil lleno de flechasdel enemigo y no se dio por alu-dido de los consejos de su se-gundo.

Junto a don Juan, un changoque pertenecía a la tripulación,

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asistía a la matanza como si setratara de una fiesta, saltando yhaciendo dengues y sin que le im-portaran un ardite los ayes y losgritos de los combatientes.

De pronto, una flecha fue a cla-varse en el Crucificado de donLuis de Quijada. El mico dio unsalto, arrancó la flecha de la sa-grada imagen, la hizo pedazoscon los dientes y la arrojó al mar.

Esto fue interpretado por losespañoles como la tercera señaldel favor divino.

Todas las galeras chocaron enuna batalla gigantesca. Coman-dantes de nombres ilustres y ma-rinos desconocidos se sobrepasa-ron en valor.

Alejandro Farnesio, seguido deuno de sus soldados, se lanzó so-bre el puente de una galera ene-miga y que resultó ser la que lle-vaba el dinero otomano, puespertenecía al tesorero de la flotaturca. Con una gran espada entrelas dos manos y haciendo formi-dables molinetes, se abrió pasode una punta a otra de la galeray venció en terrible lucha cuer-po a cuerpo a su comandanteMustafá Edy, el tesorero. Un in-menso botín cayó en manos deAlejandro Farnesio.

A bordo de uno de los navíos

de Andrea Doria, la galera "LaMarquesa", un voluntario espa-ñol de la misma edad de donJuan -24 años-, pobre y nacidoen Alcalá de Henares, pidió quese le confiara un escuadrón de21 hombres. Estaba en la proade la nave sufriendo un grave ac-ceso de fiebre, que le había im-pedido tomar parte en la lucha.Tanto insistió, tanto suplicó enque se le permitiera pelear, quelogró lo que quería. El valientesoldado se batió hasta bien en-trada la tarde y lo hizo con tal

bravura, que salió con dos heridasen el pecho y una más en la ma-no izquierda, que le privó de suuso para siempre. Su nombre eraMiguel de Cervantes Saavedra ytreinta años después escribió ElQuijote.

Al alejarse del ala derecha, quedifícilmente sostenía el choquecon las galeras del Pachá Scirocco,el veneciano Barbarigo recibióuna flecha en un ojo. Su sobrinoencontró la muerte cuando se pre-cipitaba a ayudarlo. El almirantede Venecia, incapaz de sostener-se en pie, fue llevado a su cabina,donde murió tres días más tarde.

Pero el peligro más grave debióocurrir debido a un error de ma-niobra del genovés Andrea Doria.Una brecha que había dejadoabrirse en su división y que uti-lizó el rey de Argel para metersepor ella con sus galeras, le per-mitió lanzarse al asalto de la ca-pitana de Malta, matar a granparte de sus defensores, herir gra-vemente al prior de la Orden,presionar el frente de batalla cris-tiano y amenazar por la retaguar-dia a la Santa Liga.

Y aquí fue donde los dispositi-vos estratégicos de don Juan serevelaron como perfectamenteeficaces.

La división de reserva del mar-qués de Santa Cruz, vino en ayu-da de la nave maltesa. Despuésde un asalto furioso, liberó al bu-que de los caballeros, desmante-lado, casi, después de una hora decombate. El puente estaba cubier-to de cadáveres y Lauch Alí re-suelto a arrancar del palo mayorla bandera negra de la Orden.

EL BRAVO CRILLON

Un francés se distinguió nota-blemente en el combate y se te-

nía por prodigioso el que hubieraescapado de la muerte. Entoncesera conocido como el caballeroLouis de Balbes de Berton deCrillón. Sería después, en Fran-cia, el "bravo Crillón" del reyEnrique IV.

En tanto que se desarrollaba labatalla, don Juan, que combatíasiempre con el mismo valor, es-taba resuelto a poner los pies enel puente de la Sultana y se di-rigió resueltamente hacia el al-mirante turco, cuyas piedras pre-ciosas seguían refulgiendo en sualto turbante, decidido a matarlopor sus propias manos, cuandoAlí Pachá cayó muerto al pie delestanterol de su nave, abatido poruna bala de los cristianos.

Un soldado español le cortó lacabeza y se la entregó a don Juanen la punta de su espada. DonJuan la hizo colocar en la puntade una pica y la mostró a loscombatientes.

Un gran grito de triunfo salióde los pechos de toda la marine-ría cristiana. Jamás, durante todala batalla se había visto don Juanen tan apretada situación. Seisnavíos turcos rodeaban a la Realy, ni victorioso, ni vencido, él es-taba a bordo de un navío enemi-go, cortado de su base y privadode refuerzos. Despegado de laReal, Marco Antonio Colona re-solvió salvarlo llevando consigoal mayor número de españoles.

El choque fue atroz. Los hom-bres caían de los navíos al aguay en ella seguían peleando y ma-tando. Atraído por los asaltantes,un joven arcabucero de la Real,un barcelonés que se había hechonotable en el curso de la luchapor la precisión de sus disparos,se lanzó sobre el puente de laSultana armado de un gran cu-chillo y en un cuerpo a cuerpo

,Sabía

Ustedque...

.. un cabello crece en un segundotres millonésimas de centímetro?... en su movimiento de trasla-ción alrededor de la Tierra, reco-rre la Luna unos mil metros porsegundo?

. el sonido se prolonga en el airea razón de 330 metros por se-gundo?... un buen caballo de carreraspuede avanzar a 25 metros porsegundo?... una gota de lluvia cae a laTierra a una velocidad media de11 metros por segundo?

.. un buen corredor, en una ca-rrera de cien metros, recorre portérmino medio 9 metros y mediopor segundo?... un yate de vela puede alcan-zar una velocidad de 8.10 metrospor segundo?... una mosca doméstica vuela a1.60 metros por segundo?... un hongo crece en un segun-do de tiempo aproximadamente8 milésimas de centímetro?... un glaciar avanza en un se-gundo 8 diezmilésimas de centí-metros?

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con un genízaro, el arcabucero,que era de menguada talla y del-gaducho, perdió un pedazo de sucoraza y las botas desgarradas.Entonces pudo advertirse que elvaliente español, cubierto de san-gre y de sudor, era una mujer,a la que después de la batalla ledieron el sobrenombre de "Maríala bailarina". "María" mató a unadversario de una cuchillada enmedio de los ojos.

Hasta los capellanes entraron alcombate. Se vio a un jesuita conlos hábitos remangados hasta lacintura, con una espada en la ma-no derecha y un crucifijo en laizquierda , que avanzaba entre loscadáveres y resbalándose en lasangre que corría por la cubierta,oponerse al abordaje . Luego, sele vio saltar a bordo de la Sul-

tana y tratar de arriar el estan-darte del Profeta para poner ensu lugar la imagen del Crucifi-cado.

La Sultana quedó vencida.La nave ofrecía un espectáculo

horrorizante . Por todas partes seveían cadáveres , tanto de turcos,como de cristianos y torrentes desangre que escurrían por las es-cotillas.

La batalla comenzó al mediodía

Alí Pachá, que habían caído pri-sioneros juntamente con su viejopreceptor . Don Juan mandó queles entregaran todas sus perte-nencias.

A la cabeza de su flota, llevan-do a remolque a la Sultana, donJuan abandonó el Golfo de Le-panto, en cuyas aguas flotabanmiles de cadáveres , madera, aménde galeras hundidas, velas y es-tandartes de los turcos.

la époc, puede verse al fondo a la Flota Alindo.

y terminó a las cinco de la tarde.Hasta entonces don Juan se diocuenta de que tenía una heridaen el tobillo . No se acordó jamásdel momento en que lo hirieron.

El jefe de la Santa Liga dioorden a su flota de hacer rumbohacia la isla de Petala. A bordode la Real y en una de sus mejo-res cámaras, alojó a los hijos de

Don Juan acababa de vivir unagran epopeya , al obtener la ma-yor de las victorias y de derrotarpor primera vez a los turcos enel mar.

Se calculan las pérdidas de laMedia Luna en 30,000 muertos yen 250 las galeras hundidas oapresadas por los cristianos.

¡La flota turca quedaba humi-llada para siempre!

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F1LOSOF1A

TIEMPO, ESPACIOV MOVIMIENTO

por Iván VILLANUEVA

"... sous l'effet d'une palinodie inexplicable, tout futfixé, durci, gelé pour le reste du temps"

(Roger Caillois. Soleils inscrits)

Todo objeto temporal está enla memoria y es, por consiguiente,imaginario, si exceptuamos el ins-tante final. Mas como éste carecede dimensión, es simplemente unlímite, el objeto temporal es en-teramente imaginario. Todo obje-to espacial es igualmente tempo-ral, y en este sentido imaginario;pero en cuanto exclusivamenteespacial es extenso en el instante.Es decir, que en cuanto extensoen el tiempo (durable) el objetosigue siendo pura imaginación,pero en cuanto extenso en el es-pacio es real, ya que no se asientaen la memoria. El sueño de si-multaneidad en lo temporal se hahecho aquí realidad como exten-sión.

La trayectoria de un cuerpo enmovimiento es igualmente imagi-naria, pues abarca situaciones só-lo memorizadas, y una realidadque no es más que un límite. Perosi un objeto en movimiento dejarastro, la trayectoria se habrátransformado limpiamente de enteimaginario en ente real, porque losucesivo se ha convertido en si-multáneo.

La extensión se consigue porun movimiento contrario al deltiempo. En lo que respecta a losobjetos temporales la imaginaciónrepasa en la dirección pasado-presente lo que fue a la inversa.Una extraordinaria similitud seadvierte en la dimensión de pro-fundidad espacial. La extensión secrea cuando un objeto se acercaa mí, y se aniquila cuando se ale-ja hasta convertirse en punto. Sinembargo, no sería justo pasar poralto una desemejanza significa-tiva: la extensión es tanto mayorcuanto más se acerca el cuerpoen el espacio, mientras que en eltiempo la misma (duración) sereduce.

Aparentemente el objeto se ale-ja en el tiempo; aparentementeel objeto se acerca en el espacio.Lo que ocurre en realidad en es-te último caso es que crece enextensión; lo que ocurre en rea-lidad en el primero es que yo mealejo de él. El pasar es un efectoóptico, porque yo hago lo con-trario de pasar, que no es perma-necer, sino surgir. Las cosas nopasan, sino que yo surjo constan-

temente. Mi forma de ser es sur-gir, lo cual crea el efecto ópticode que las cosas pasan, cuandola verdad debiera ser que estáninmóviles.

La cosa en sí es inmóvil por-que es nada. Mi ser es activo, escrear, o crearme, sin llegar nun-ca a ser creado del todo. Por con-secuencia de esta actividad, elfenómeno se hunde en el pasado,porque yo me voy. Ser no es unestatismo, sino un dinamismo designo presente-futuro. Así las co-sas van del presente al pasado.Es evidente que yo voy hacia elfuturo, pero la cosa no me acom-paña, se queda atrás.

Moverse en el espacio es tam-bién dar origen a un pasar, perosi en el tiempo no, aquí sí pode-mos permanecer inmóviles. Estafacultad, esta elección, esta liber-tad constituye una diferenciaesencial con el tiempo. Por estoque aparece en el mundo de losfenómenos como avanzar, yo rea-lizo la síntesis de objetos, peroen vez de hacerla con pasado,opero con futuro. La cosa surgede un punto, luego es una exten-

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FILOSOFI A

sión indefinida, y por fin va ad-quiriendo peculiaridad, se hacecognoscible. Pero el avanzar enel mundo de los fenómenos es al-go distinto de lo que parece. Enprimer lugar, yo no puedo avan-zar, porque no puedo movermede sitio, de aquí. Por la voli-ción de avanzar, las cosas en elespacio comienzan su danza.

Nosotros no podemos determi-nar la forma del objeto en el es-pacio porque él pertenece al fu-turo, está más allá de nosotros. Espor tanto una preexistencia, y nouna postexistencia, como la delobjeto temporal. Yo voy recorrien-do en el espacio lo que ya existióantes, y por donde se cierra lacurva pasado-futuro. Esta es unade las profundas razones del sim-bolismo: según el pasado así seráel futuro, puesto que son la mis-ma cosa, en cierto sentido. Estambién la base del Eterno Re-torno, aun cuando no literalmentecomprendido.

Un sujeto que recorra una tra-yectoria cerrada siempre igual a

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sí misma, transforma el futuro enpasado y viceversa. Si recorreuna trayectoria no cerrada trans-formará únicamente el futuro enpasado. Si hay dos sujetos reco-rriendo trayectorias idénticas ensentidos opuestos, el futuro deluno será el pasado del otro, y vi-ceversa. El núcleo del orden ob-jetivo es la repetición forzosa enuna trayectoria cerrada e idén-tica.

Al avanzar encontramos unapreexistencia que es el pasado yque elimina la libertad de crea-ción. Este pasado se desarrolla alrevés, de lo más remoto a lo máspróximo, y es, por consiguiente,un futuro. Sin embargo, los ob-jetos que yo hago en mi fuerointerno (exclusivamente tempora-les) no los vuelvo a encontrar:es un simple camino de ida. Losque sí puedo volver a encontrarson los que yo fabrico al avance,que decimos que viene del pa-sado. El pasado es el punto pordonde emergen los objetos en elespacio.

El ser indeterminado no puedecrear sino la cosa indeterminada,o más bien cuya única determi-nación es negativa, es ser no-yo.Esta cosa inerte es lanzada haciael fondo del pasado por mi ma-nera de ser, que es surgir. Esteno-yo primordial es exclusiva-mente temporal, y se esfuma, pe-ro el ser lo recupera, duro comouna piedra, viniendo del fondodel espacio. Cuando uno avanza,que es el equivalente espacial delsurgir, la cosa, en vez de esfu-marse, se patentiza, se impone, semagnifica, porque su movimientoes exactamente inverso al tempo-ral de pérdida, de olvido, de des-vanecimiento.

Pero, ¿qué es esto? ¿Está elpasado antes de mí o después demí? Por cuanto lo que ahora espresente es más tarde pasado,éste debe estar después de mí.Pero por cuanto el pasado fue,y yo soy, o estoy siendo, el pasa-do debe ser anterior a mí. ¿Quéharemos entonces?

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Relatode unsuceso

Extraor -dinario

por Juan. Miguel DE MORA

Mucho he reflexionado y duda-do antes de dar a la publicidadesta historia . La consideración dela incredulidad de la gente y uncierto temor al ridículo fueronlas razones que me detuvieron.Pero el hecho de que los aconte-cimientos tuvieron , lugar hace dosmeses y con posterioridad a ellossurgiese algo que los confirmaplenamente es lo que me han ani-

mado a seguir adelante. He deci-dido, pues, relatar las cosas talcomo fueron . Acepto plenamentela responsabilidad por todo loaquí dicho ya que no tengo ele-mentos para probar estas verda-des que , sin embargo , no por esoson menos auténticas.

Todo comenzó en el mes de ma-yo, cuando conocí al doctor encienci .as Eugene Mann Seghers.Me lo presentaron en el café Flo-re, del Paseo de la Reforma e in-mediatamente intimamos , por esasrazones incomprensibles que sue-len hacer grandes amigos de quie-nes acaban de conocerse al mis-mo tiempo que mantienen ciertafrialdad entre personas que añosha que comparten el trabajo, losestudios o la zona de vecindad.Pero ésta no será la historia demi amistad con el doctor MannSeghers que , por lo demás, durómuy poco. Cuando, días despuésdel primer encuentro , me hablóde que trabajaba en la máquinadel tiempo me mostré muy intere-sado, pero al decirme que te-nía ya un aparato que funcionabaen ese sentido la incredulidad do-minó mi, espíritu . Cuando me dijoque me lo mostraría estuve casiseguro de haber topado con unode esos estafadores internaciona-les, tan inteligentes , simpáticos yamenos. Pero el hecho es que mellevó al cuarto de su hotel yme mostró el aparato.

Se trataba simplemente de unacosa muy parecida a una amplifi-cadora fotográfica , es decir, unaancha base y un aparato rectan-gular, con aspecto de equipo elec-trónico , que proyectaba una luzhacia abajo , sobre la base.

-¿En qué forma funciona, estodoctor? -le pregunté.

-A riesgo de decepcionarle lediré que de ninguna de las ma-neras usuales en los libros descience-fiction . Estoy convencidode que es imposible que cuerpossólidos viajen en el tiempo. Loque perdura de los cuerpos sonsus imágenes en el espacio, aun-que en unas condiciones que es-capan a nuestros sentidos. Eins-tein trabajó algo en eso y tambiénen la tesis de que los sonidos per-duran mucho después de habersido producidos.

-Sí, pero, ¿cómo f u n c i o n aesto?

-Yo he trabajado solamentehacia el futuro. El pasado no meinteresa , de manera que he cons-

truido una máquina capaz de re-coger las imágenes del futuro ytrasladarlas a nuestros días, perosólo las imágenes. Vea.

Manipuló la máquina -que meseguía pareciendo una variedadd e amplificadora fotográfica yañadió:

-Veamos qué habrá aquí den-tro de veinte años.

Una luz muy viva surgió delaparato y bajo ella quedó un por-tafolio de plástico de tipo y as-pecto para mí desconocidos.

-Usted está pensando que es-to es una proyección , pero seequivoca , fíjese bien.

Tomó entonces todo el aparatoy lo cambió de lugar, pero el por-tafolio siguió allí, donde estaba,incluso después de haber apagadola luz de la máquina.

-Lo que ocurre es que mi má-quina reactiva los átomos delaire produciendo en él la imágende lo que habrá en ese espacio enun tiempo determinado . Agárrelo.

Mis manos pasaron a través delportafolio sin tocar nada.

-Sólo está la imágen. No elobjeto.

Después de otras experienciassimilares con distintos objetos, yde haber comprobado que sóloduraban las imágenes unos trein-ta minutos a la vista, surgió loque me decidió a publicar estoshechos a todo riesgo.

Manipuló el doctor Mann elaparato sobre la cama del hotel yy apareció un papel blanco, escri-to en máquina , con unos caracte-res sumamente bellos de nuestromismo alfabeto . El texto estabaen un francés tan correcto queparecería de hoy, salvo el detallede que carecía de acento circun-flejo y de apóstrofo . Y el texto,que me pareció extraordinario, locopié a mano y es el siguiente:

"A la Academia Universal deCiencias.

"Informe del p,°c f cs.gr DenisMoreau sobre brujas , vampiros yotras creencias supersticiosas dela humanidad antigua.

"En este año 3,975 de la eravulgar resulta difícil comprenderlas razones por las cuales loshombres de hace milenios creíanen una serie de supersticiones quehoy no ameritarían de nosotros nisiquiera una sonrisa . Según pare-ce fue en una época entre dos ytres mil años atrás cuando estascosas adquirieron una mayor pre-

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ponderancia y resulta extraordi-nario comprobar que estas creen-cias únicamente no se limitabana seres ignorantes, sino que erancompartidas por las autoridadesde aquellos tiempos.

"A reserva de analizar más afondo la cuestión quiero comen-zar mi informe basándome en he-chos concretos:

"En el siglo XVIII existía unaciudad llamada Olmutz, capital deun estado llamado Moravia, pro-vincia de lo que se llamó Impe-rio Austro-Húngaro. Pues bien, el23 de abril de 1723, el Consisto-rio de Olmutz hizo quemar nuevecadáveres, entre ellos siete de ni-

ños, a causa de creérselos conta-

giados por un vampiro enterradoantes que ellos en el mismo ce-menterio. (La creencia general deque tales cosas no eran sino pre-textos para afianzarse en el poder,defender intereses y perseguirvivos queda un poco en duda eneste caso, aunque bien pudieratratarse de familiares de algúnpersonaje odiado o de sentar ba-ses para acusaciones contra de-terminadas familias).

"Rosina Jolackin, muerta en di-ciembre de 1754 y desenterradael 19 de enero de 1755 fue decla-rada vampiro, digna del fuego,`porque se la había encontradointacta en la tumba'.

"Próspero Lambertini, que fuePapa bajo el nombre de BenedictoXIV (1675-1758) se refiere en susescritos a una gaceta hebdoma-daria que se publicaba en Nurem-berg `para el progreso del artemédico y de las ciencias natura-les', diciendo que `en el fascículodécimo primero del año 1732, pá-gina 82, se lee que en Barachin.en Serbia, en tierras de los tur-cos, a veintisiete millas de Bel-grado, ciertos muertos ya en-

MADERERIA

Las Selvas, S. A.MADERAS

TRIPLAY, CELOTEX, FIBRACEL, MA-SONITE, DUELA PARA PISOS, CAOBA,CEDRO ROJO, OCOTE Y PRIMAVERA.

Tels.: 22-23-22, 22-10-22 y 22-96-06EMILIANO ZAPATA, 124

MEXICO 1, D. F.

60 / NORTE

terrados habían salido de sustumbas (sin romperlas, a veces),y matado a otros hombres, vi-

vos, asaltándoles de noche, mien-

tras ellos dormían, y chupándolesla sangre de modo de hacerlesexpirar tres días después'.

"Anexo documentación separa-da sobre la persecución de bru-

jas que tuvo lugar en Salem,Massachussets, Nueva Inglaterra(más tarde se llamó a esa regióny otras contiguas `Estados Uni-dos") en 1692, cuando diecinuevehombres y mujeres fueron ahor-cados, acusados de brujería.

"Igualmente acerca de las que-mas de libros que en el año de1967 se realizaban en Lima, Perú(América. Española), oficialmenterealizadas por funcionarios delgobierno.

"En `México', lo mismo que elanterior país entonces del hemis-ferio americano, en un curioso do-cumento del 26 de agosto delmismo año, en un llamado `Diariode la Tarde', se decía textual-mente: `Cometerán actos contra laley, quienes: publiquen, hagancircular, expongan o vendan, edi-ten revistas o historietas que esti-

mulen igualmente a la excitación

de malas pasiones o de la sensua..lidad, o que en su caso provo-quen directa o indirectamente,desdén para el pueblo mexicano,sus aptitudes, costumbres, tradi-ciones, historia o para la demo-cracia'. Cabe observar a estoúltimo dos cosas: a) que se tra-taba de circular oficial de las au-toridades y no de escritos degente analfabeta y b) que al mis-vio tiempo `se aclara debidamenteque este, acción no es contra lalibertad de prensa, ni la libertadde pensamiento', de lo que se in-fiere que en el México de aqueltiempo se llamaba `libertad de

prensa' y `libertad de pensamien-to' a la que no expresara-nadaque, en opinión de las autorida-des, provocara `desdén para elpueblo mexicano' o para lo queen aquellos lejanos tiempos lla-maban `democracia', libertad evi-dentemente su¡ generis.

"Sobre estos casos de libertadsupuesta sobre la base de que nose use sino como conviene a losgobiernos, hay otros ejemplos enel estudio de..."

Ahí terminaba la página que lamáquina del doctor Mann ofrecióa mi vista y como era sólo ima-gen no cabía la posibilidad devolverla para ver la siguiente oel otro lado.

Salí muy desconcertado, muypreocupado y más sorprendido.Como esto fue. en mayo penséque se trataba de una broma es-túpida. Y lo pensé todo mayo,todo junio, todo julio y parte deagosto. Lo pensé, exactamente,hasta el día 28 de agosto en queleí "Diario de la Tarde".

Tales son los hechos absoluta-mente verídicos y reales y si al-guien se ríe de mí considerándo-me tonto o crédulo o piensa queesto no es sino un relato de fan-tasía nada me importa, ni siquie-ra porque el doctor Mann Seg-hers desapareció al día siguientede su hotel (que era el PlazaVistahermosa)( y supongo queabandonó el país.

Y como nada puedo probar deestos maravillosos acontecimien-tos me limito contarlos tal comoacaecieron, aceptando, desde lue-go, toda la responsabilidad por elrelato y por todas y cada una desus implicaciones. Y es todo cuan-to tengo que decir y en pruebade lo afirmado firmo al calce deconformidad.

MADERERIA

CARDENASM. ALONSO Y CIA.

Ferrocarril de Cintura 209

Tels.: 26-53-16 y 29-12-28

MEXICO 2, D. F.

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U l A

SOLA

Selección : D. M. ESCAÑUELA

En su deseo de contribuir a ladesaparición de los prejuicios ra-ciales, la UNESCO encomendó aun seleccionado grupo de 22 es-pecialistas, que hicieran un análi-sis sobre los aspectos biológicosde la raza humana.

El resultado de dicho estudio,que fue realizado por los sociólo-gos profesor Nigel Barnicot, De-partamento de Antropología, Uni-versity College. Londres (ReinoUnido). Profesor Jean Benoist,Director del Departamento de An-tropología, Universidad deMontreal, Montreal (Canadá).

Profesor Tadeusz Bielicki, Insti-tuto de Antropología, Academiade Ciencias de Polonia, Wroclaw(Polonia). Doctor A. E. Boyo,jefe del Instituto Federal de In-vestigaciones sobre la Malaria,Departamento de Patología y He-matología, Escuela de Medicina dela Universidad de Lagos, Lagos(Nigeria). Profesor Víctor V. Bu-nak, Instituto de Etnografía, Aca-demia de Ciencias, Moscú (U.R.S.S.). Profesor Carleton S. Coon,Conservador del Museo de laUniversidad, Universidad dePensilvania, Filadelfia, Fil. (EE.

UU.) Profesor Georghi F. Debetz,

Instituto de Etnografía, Academia

de Ciencias, 114oscú (URSS). Se-ñora Adelaida G. de Díaz Ungría,

Conservadora del Museo de Cien-

cias Naturales, Caracas (Vene-zuela). Profesor Santiago Geno-

vés, Instituto de Investigaciones

Históricas, Facultad de Ciencias,

Universidad de México (México) .Profesor Robert Gessain, Direc-

tor del Centro de Investigaciones

Antropológicas, Museo del Hom-bre, París (Francia). Profesor

Jean Hiernaux, Lab. de Antropo-

logía, Facultad de Ciencias, Uni-versidad de París (Francia), Ins-

tituto de Sociología, Universidad

Libre de Bruselas (Bélgica). Doc-

tor Yaya Kane, Director delCentro Nacional de Transfusiónde Sangre del Senegal, Dakar(Senegal). Profesor Ramakhrish-na Mukherjee, jefe del Serviciode Investigación Sociológica, Ins-tituto de Estadística de la India,Calcuta (India). Profesor Ber-nard Rensch, Instituto de Zoolo-gía, Westfalische Wilhelms Uni-versitat, Munster (República Fe-deral Alemana). Profesor lakovI. Roguinsky, Catedrático de An-tropología, Universidad de Mos-cú (URSS) . Profesor FranciscoM. Salzano, Instituto de CienciasNaturales, Porto Alegre, RíoGrande del Sur (Brasil). Profe-sor Alf Sommerfelt, ProrrectorHonorario de la Universidad deOslo, (Noruega) . Profesor JamesN. Spuhler, Departamento de An-tropología, Universidad de Mi-chigan, Ann Abor, Michigan (EE.UU.) Profesor Hisashi Suzuki,Departamento de Antropología,Facultad de Ciencias, Universi-dad de Tokio, (Japón). ProfesorJ. A. Valsik, Departamento deAntropología y Genética, Univer-sidad J. A. Komensky, Bratislava(Checoslovaquia). Doctor JosephS. Weiner, Escuela de MedicinaTropical y de Higiene, Univer-sidad de Londres (Reino Unido) .Doctor Vsevolod P. Yakimov, Ins-tituto de Antropología, Universi-dad de Moscú (URSS), es el si-guiente:

1.-Todos los seres humanoshoy vivientes pertenecen a unamisma especie, llamada Homosapiens, y proceden de un mismotronco. La cuestión de cómo ycuándo se han diversificado losdistintos grupos humanos siguesiendo controvertible.

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Una sola raza : la humana

2.-Las diferencias biológicasentre los seres humanos están de-terminadas por diferencias deconstitución hereditaria y por laacción del medio sobre el poten-cial genético, La mayoría de esasse deben a la interacción de esasdos clases de factores.

3.-En cada población humanahay una amplia diversidad gené-tica. No existe en la especie hu-mana una raza pura, por lo menosen el sentido de población genéti-camente homogénea.

4.-Existen manifiestas diferen-cias físicas de aspecto medio en-tre las poblaciones que viven endistintos grupos del globo. Mu-chas de estas diferencias tienen uncomponente genético.

Estos últimos consisten a me-nudo en diferencias de frecuenciade los mismos caracteres heredi-tarios.

5.-A base de los rasgos físicoshereditarios , se han propuesto di-versas subdivisiones de la huma-nidad en grandes grupos étnicosy, a su vez , de cada uno de éstosen categorías más restringidas.Casi todas las clasificaciones re-conocen, por lo menos, tres gran-des grupos étnicos.

Como la variación geográficade los caracteres empleados enlas clasificaciones raciales es muycompleja, y no presenta ningunadiscontinuidad importante, talesclasificaciones , cualesquiera que

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sean , no pueden aspirar a divi -.dir la humanidad en categoríasrigurosamente distintas ; además,dada la complejidad de la histo-ria humana , resulta difícil pre-cisar el lugar que deben ocuparciertos grupos en una clasifica-ción racial , sobre todo , cuandose trata de poblaciones que ocu-pan una posición intermedia.

Son muchos los antropólogosque, aun subrayando la impor-tancia de la variabilidad humana,consideran que el interés cientí-fico de estas clasificaciones es li-mitado, e incluso que presentanel riesgo de incitar a generaliza-ciones abusivas.

Las diferencias entre individuosde una misma raza o de una mis-ma población , son a menudo, ma-yores que las diferencias mediasexistentes entre razas o poblacio-nes.

6.-Los rasgos distintivos varia-bles elegidos para caracterizaruna raza, o bien se heredan conindependencia unos de otros, obien presentan un grado variablede asociación dentro de cada po-blación . Por lo tanto, la combina-ción de caracteres en la mayoríade los individuos no correspondea la caracterización tipológica dela raza.

Lo mismo en el hombre que enlos animales , la composición ge-nética de cada población está su-jeta a la acción de diversos fac-tores que la modifican : la selec-ción natural , que tiende hacia unaadaptación al medio; las muta-ciones fortuitas , que consisten enmodificaciones de las moléculasde ácido desoxirribonucleico quedeterminan la herencia ; modifi-caciones casuales de la frecuen-cia de caracteres hereditarioscualitativos , cuyo grado de pro-babilidad depende de la magnitudde la población y de la compo-sición de las uniones en el senode la misma.

Algunos caracteres físicos po-seen valor biológico universal yfundamental para la superviven-cia del hombre, independiente-mente de su medio. Las diferen-cias en las que se basan las cla-sificaciones raciales no afectan aesos caracteres y, por lo tanto,en términos biológicos , no puedehablarse en relación con ellos deuna superioridad o inferioridadgenerales de tal o cual raza.

7.-La evolución humana ofre-ce modalidades de capital impor-tancia que le son propias.

La especie humana, que hoy seextiende por toda la superficie dela tierra, tiene un pasado rico enmigraciones y en expansiones yreducciones territoriales.

Como consecuencia de ello, laadaptabilidad general a los me-dios más diversos es más pro-nunciada en el hombre que susadaptaciones a ciertos medios es-pecíficos.

Los progresos realizados por elhombre en todos los órdenes pa-recen lograrse desde hace muchosmilenios, sobre todo -si no úni-camente- en el plano de las con-quistas culturales y no en los pa-trimonios genéticos . Ello implicauna modificación del papel de laselección natural en el hombre ac-tual.

Debido a la movilidad de laspoblaciones humanas y de losfactores sociales, las uniones en-tre miembros de diversos gruposhumanos, que tienden a borrarlas diferencias adquiridas, handesempeñado un papel muchomás importante en la historia dela especie humana que en la his-toria de las especies animales. Enel pasado de toda población, detoda raza humana, figuran múl-tiples mestizajes que tienden a in-tensificarse.

En el hombre , los obstáculos alos cruzamientos son de caráctersocial y cultural tanto como geo-gráfico.

8.-En todo tiempo , las caracte-rísticas hereditarias de las pobla-ciones humanas representan unequilibrio inestable , como conse-cuencia de los mestizajes y de losmecanismos de diferenciación yamencionados . En cuanto entidadesdefinidas por un conjunto de ras-gos distintivos propios, las razashumanas están constantemente entrance de formarse y de disolver-se.

Las razas humanas presentanen términos generales caracterís-ticas menos netas que muchasrazas animales y no pueden asi-milarse, en modo alguno, a lasrazas de los animales domésticosresultantes de una profunda se-lección realizada con propósitosbien determinados.

9.-No se ha demostrado nuncaque el mestizaje presente incon-

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venientes biológicos para la hu-manidad en general.

Por el contrario, contribuyemucho a que se mantengan víncu-los biológicos entre grupos hu-manos y, por lo tanto, a la unidadde la especie humana dentro desu diversidad.

Desde el punto de vista bioló-gicos, las consecuencias de un ma-trimonio dependen de la consti-tución genética individual de loscónyuges y no de su raza.

No existe pues, justificaciónbiológica alguna para prohibir losmatrimonios interraciales, ni paradesaconsejarlos.

10.-Desde su origen, el hom-bre dispone de medios culturalescada vez más eficaces de adapta-ción o genética.

11.-Los factores culturales,que rompen las barreras socialesy geográficas, ensanchan los lí-mites dentro de los cuales se efec-túan las uniones y actúan, por lotanto, sobre la estructura genéti-

ca de las poblaciones, disminu-yendo las fluctuaciones aleato-rias (deriva genética).

12.-Como regla general, losgrandes grupos étnicos se extien-den por vastos territorios queengloban pueblos diversos por sulengua, su economía, cultura, etc.

Ningún grupo nacional, religio-so, geográfico, lingüístico o cul-tural, constituye ipso facto unaraza; el concepto de raza entra-ña únicamente factores biológicos.

Sin embargo, los seres huma-nos que hablan la misma lengua

y comparten la misma culturatienen tendencia a unirse entreellos, lo que puede producir uncierto grado de conciencia entrerasgos físicos, por un lado, y lin-güísticos y culturales, por otro.Pero no se sabe que exista rela-ción causal entre éstos y aquéllosy nada autoriza a atribuir las par-ticularidades culturales o carac-terísticas del patrimonio genético.

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El diestro de Paluua del Río monta uno de los mejores pencos de sus cuadras, en las que tiene bellos ejemplares.

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Manuel Benitez ama los toros, las mujeres,

el dinero y la luna

por J . G. LIMBARRA

Después de una tarde de triunfo enla que cosechó palmas, flores, orejas,

rabos y... ¡ hasta pata del toro !

El espontáneo, sacado por la policía,

es hoy el torero más rico del mundo.

Después de don Rafael Gómez El Gallo, cuyas "espantás" eran deantología y al que había que seguir por todas las plazas de España"y de seas Indias", durante una o dos temporadas para verle unabuena tarde... ¡y qué tarde! No ha habido en la historia de latauromaquia una figura tan pintoresca como la de Manuel Benítez,El Cordobés.

Muerto hace muchos años ElGallo y desaparecidos Belmontey Manolete, la fiesta de toros pa-recía languidecer. Le hacía faltauna figura que hiciera rugir a lamuchedumbre, aplaudir a rabiaro chiflar hasta ensordecer.

La fiesta brava parecía gris,parecía carecer de emoción, con-denada a ser cada día menos in-teresante y menos apasionada. Elfutbol le ganaba terreno; los ten-didos se veían vacíos y no habíanada, ni nadie que la sacara delmarasmo en que estaba hundida.

Pero he aquí que aparece unmuchacho mechudo, lleno de be-rrinches y de corajes; pero siem-pre con la sonrisa en los labios,que un buen día se tira al ruedodecidido a triunfar o a que lo sa-quen "con pies p'a alante" y seimpone y triunfa desde el primermomento.

Triunfa y triunfa definitivamen-te. Se impone, gana dinero a es-puertas y devuelve a la fiesta delas fiestas el colorido, la emocióny todo aquello que se había idoperdiendo poco a poco y que ame-nazaba de muerte a la afición.

Entra a los toros por hambre yno sólo por hambre de pan, sinopor hambre de todo: de dinero, delujo, de caballos, de amor. Nosabe leer ni escribir; le cuestamucho trabajo creer que la Tie-rra sea redonda y cuando el reve-rendo que lo está instruyendo lelee una poesía en la que se hablade un pobre mozo que ha per-dido a su madre llora como unniño. Quizás se acordó de que supadre murió a consecuencia deque un árbol se le vino encima,lo que le ocasionó la gangrena enuna pierna; pero que murió feliz,porque murió contemplando laluna.

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Y aquí está, encantado de la vida, con su sa contagiosa de siempre o de casi

siempre.

A él también, le encanta con-templar el astro de la noche y legustan las mujeres, aun cuandosean feas, pues dice que "hastalas feas son bonitas".

Y en el ruedo arma el alborotocada vez que viste el traje de lu-ces y aunque no tiene las genia-lidades que tenían don Rafael ElGallo, ni sus espantadas, ni su sa-lida custodiado por los guardiashacia la prevención, tiene lo suyoy cuando no está de vena, no hacenada y sí, en cambio, cosecha pal-mas, escucha dianas y recibe ore-jas, rabos y hasta patas de torocuando se le da bien.

Y tiene, también, como tenía elhijo de la señá Gabriela, una le-

gión de admiradores que le siguede plaza en plaza, de corrida encorrida por temporadas enterasen espera de verle una tarde yse contenta con ella y se dan porbien servidos de fatigas y de gas-tos.

No tiene empacho en confesar

que siente miedo y dice, también,que no le gusta matar -tal vezpor ello sea tan malo en el últimotercio de la fiesta- y cuenta quecuando, todavía chaval, se robóun pollo porque tenía hambre,tembló de pies a cabeza cuandole torció el pescuezo, lo tiró y nose lo quiso comer porque le tuvolástima.

Sin ser gitano, es supersticiosoy estuvo a punto de retirarse delos ruedos porque una noche so-ñó que lo mataba un toro.

Jamás ningún torero llegó a ga-nar lo que él ha ganado; ni hubonadie que tuviera tan buen sen-tido para los negocios como elque él tiene. Está multimillonarioy administra muy bien su dinero.

A su familia la tiene llena decomodidades y de lujos y vive alo gran señor.

Lo portentoso es que no hayaperdido la cabeza, ni se le hayansubido los humos, pues sigue sien-do el muchacho sencillo que ro-baba pollos, naranjas, pan y pa-tatas por lo que dio varias vecescon sus huesos en la cárcel, auncuando ello le parezca una injus-ticia pues dice que "robar porhambre, no es robar".

Tal vez acordándose de sustiempos de necesidad, es genero-so con los desvalidos.

Y es la figura más sobresalien-te de la fiesta brava, de ahora yde siempre. A él se le debe suresurgimiento.

¿Que torea bien? ¿Que toreamal? Torea y torea con un estilopersonal, peculiar, único y esobasta. Sí, eso basta para que elpúblico lo aplauda o le chifle; pe-ro para que las plazas se llenen areventar bien para otorgarle ore-jas, rabos y hasta patas o paralanzarle una cojiniza de órdago.

A Manuel Benítez se debe elresurgimiento de la fiesta más ale-gre, más donairosa, más bella detodas las fiestas. Hay que recono-cérselo y agradecérselo.

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Quién fue

CARLOS V

pQr Otto DE HABSBURGO

versión de Juan DE SAN MIGUEL

El emperador Carlos V.

A los numerosos y bien documentados libros que haescrito Otto de Habsburgo , jefe actual de la Casa Im-perial y Real de Austria , debe agregarse su "Vida deCarlos V", recientemente salida a luz.

Aquí ofrecemos un extracto de dicho libro, hechopor el propio príncipe , ligado por vínculos de sangreal que fue Carlos I de España y V de Alemania, ensu calidad de rey y emperador.

El 28 de agosto de 1556, en suciudad natal de Gante, Carlos seseparó de su hijo Felipe, al queno volvería a ver. El emperadory su corte se hicieron a la maren una flota compuesta de 56navíos. El 28 de septiembre delmismo año, las naves echaron an-clas en el pequeño puerto de La-redo, que hoy pertenece a la Pro-vincia de Santander, en España.Conforme a sus deseos expresos,nadie debería recibir públicamen-te al emperador, salvo su nieto,el Infante don Carlos. De Laredo,el soberano se trasladó al castillode Jarandilla.

El 25 de noviembre -el otoñohabía sido aquel año particular-mente dulce y aún había flores-,Carlos llegó por primera vez alconvento de los Jerónimos, deYuste, al oeste de Toledo y comono estuviera todavía lista la casade campo que había mandadoconstruir, se instaló con sus es-casos cortesanos en algunas casasdel pueblo de Cuacos, vecino aYuste y ocupó su nueva mora-da, en la que debería morir, el21 de septiembre de 1558.

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Hay infinidad de leyendas so-bre la morada del emperador; pe-ro ellas no han entrado en laspáginas de la historia ; empero,nosotros tenemos sobre esta últi-ma fase de la vida de Carlos V,fuentes abundantes y auténticas.Los monjes del monasterio escri-bieron memorias detalladas sobrelas costumbres del soberano yexisten numerosas piezas de sucorrespondencia personal que nosdan una imagen fiel de su viday sus pensamientos y de sus ocu-paciones principales.

NO LLEVO VIDA DE MONJE

Carlos V no vivió en Yuste encalidad de monje o ermitaño: nofue un penitente que se mortifi-cara con silicios o que sufriera decrisis de conciencia; tampoco esexacto que se ocupara exclusiva-mente de su gran colección derelojes, aunque es cierto que to-das las mañanas el primero enverlo era su relojero. Son éstas,fábulas de los cronistas mal in-formados o, tal vez, de mala fe.

En realidad, Carlos llevaba ensu casa de campo la vida de ungran señor, que después de unalarga carrera trepidante, de años

de tensión permanente, deseabareposar en calma, siguiendo susinclinaciones y disfrutando de laspequeñas alegrías que la vida po-

día ofrecerle todavía.La casa tenía cuatro grandes

apartamientos amueblados consobriedad y adornados con obje-tos de arte, entre otros, grandescuadros del Ticiano y todo delmejor gusto, aunque no erancomparables a los que había enlos grandes palacios que otrorahabitó el soberano.

La casa era de estilo Renaci-miento, aunque con un plan geo-métrico sencillo, sin adornos inú-tiles y sin artificios. Estaba si-tuada en medio de un jardín yadosada al convento de tal ma-nera que el emperador podía verdesde su cámara el altar mayorde la iglesia, rezar el oficio di-vino, oir misa y escuchar los cán-ticos de los monjes.

La jornada se iniciaba con unamisa por la emperatriz difunta, laque no oía el emperador enla iglesia, sino desde su cámaraen la que permanecía hasta las10, hora en que se levantaba. Sus

servidores le ayudaban a ves-tirse.

El resto del día lo pasaba le-yendo, dictando cartas o charlan-do con su secretario y lector,Guillaume van Male. A menudose paseaba bajo los árboles deljardín, conversando o meditando.Si había comulgado en la maña-na, asistía a la iglesia para oir lamisa mayor al mediodía y, enocasiones, mandaba que algunode los monjes predicara y escu-chaba el sermón atentamente.

Algunas ocasiones recibía visi-tas, aunque por regla general nogustaba de ellas, pues preferíaestar solo, gozando del paisaje ydel silencio monástico.

Su corte estaba formada porunas cuantas personas, de las cua-les sólo unos cuantos tenían con-tacto cotidiano con él. El empe-rador estaba atendido permanen-temente por su médico el doctorMathys, flamenco; por su lector_Van Male, por su secretario Mar-tín de Gastelu y por su confesorfray Juan de Regla.

Este último, hijo de pobres cam-pesinos, tenía inquietudes seriasy uno se pregunta si su horizon-te limitado le permitía estar a laaltura de los problemas que te-nía el emperador.

Carlos lo toleraba, Ya había éldiscutido, poco después de su ab-dicación, el caso de conciencia desu reino con sus confesores

de Bruselas, había recibido la ab-solución y había puesto, de unavez por todas, punto final a supasado. Fray Juan no tenía queocuparse más que de los pecadosque tal vez podría cometer el em-perador en su soledad.

Sin embargo, un asunto seguíapreocupando al emperador: ¿Nose habría opuesto demasiado tar-de y, tal vez, con energía insufi-ciente a las doctrinas heréticas?Se sentía todavía responsable dela escisión de la Iglesia en Ale-mania. Los mensajes que el em-perador enviaba a sus deudos máspróximos, lo mismo a Felipe IIsu hijo, que a las reinas Leonory María, sus hermanas, muestranque ese problema le atormenta-ba seriamente.

El emperador se reprochaba nohaber querido volver a casarsedespués de la muerte de la empe-ratriz Isabel por amor a su hijoy de haber cometido pecados con-tra la carne en su viudedad.

LECTURAS Y PASEOS

El mayordomo del emperadorera don Luis Méndez de Quijada,señor de Villagarcía, cuya esposase hizo cargo de la educación dedon Juan de Austria, hijo del Cé-sar y de Bárbara de Bolberg yque derrotó a los turcos en elGolfo de Lepanto.

La esposa de don Luis, supusoque el niño que se le había con-fiado era hijo de su propio ma-rido y lo educó como a tal, ha-biéndole profesado un gran cariñoque duró toda la vida. Cuandoella siguió a su esposo a Yuste,llevó consigo al pequeño de cabellos rubios y ojos azules, queentonces tenía doce años de edady lo presentó al emperador comosu paje, ciertamente sin el con-sentimiento de Carlos.

El niño gustó al padre y fueentonces cuando la esposa de Qui-jada se enteró de la verdaderapaternidad de su pupilo, quien alser reconocido por su medio her-mano Felipe II, trocó su nombrede Jerónimo por el de don Juan deAustria.

Un visitante con el que el em-perador charlaba con frecuenciay largamente, era el jesuita Fran-cisco de Borja, duque de Gandía,antiguo gentilhombre de la em-

peratriz Isabel. Es muy posibleque este servidor fiel de Dios ha-ya sugerido a Carlos interrumpir

la redacción de sus memorias quesólo abarcan hasta el año de 1549.Ante la pregunta del emperadorde si no era pecado ocuparse delpasado y de exaltar sus propiasacciones, parece que De Borja lecontestó que tal cosa era idolatríay contraria al servicio de Dios.

Las reinas Leonor y María es-tuvieron en Yuste. Carlos tratóde convencer a María de que vol-viera a hacerse cargo del gobiernode los Países Bajos. Ella rehusóde momento, aunque más tardeaceptó. El emperador no hizoaprecio de las súplicas de su hijoFelipe, quien lo instaba a entrarde nuevo en la política activa.

Durante el año de 1557, el es-tado de salud del emperador eranotablemente bueno. Gustaba depasearse con más frecuencia bajolos limoneros, naranjos y cedrosde su jardín y pasaba horas deverdadero deleite.

La biblioteca del emperador,por los informes que tenemos, nospermite hacernos una idea exacta

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de sus gustos científicos y lite-rarios en Yuste. Leía o se hacíaleer obras filosóficas o teológi-cas. San Agustín se encontrabaentre sus autores predilectos.También le agradaban los trata-dos de los místicas españoles.

Leía con un interés crítico las"Memorias" del francés Phillippede Commynes y se regocijaba vi-siblemente con la franqueza delautor. Entre sus libros se encon-traba una de sus obras favoritas:el "Libro del Cortesano", de Bal-tasar Castiglione y tenía siemprea la mano obras históricas comolas de César, Tácito y Tucídides,así como los romances de caba-llería que glorificaban los altoshechos de Carlos el Temerario.

En fin, con ayuda de sus librosde geografía y con sus mapamun-dis, el emperador revivía sus pro-pios itinerarios, recordando susviajes y sus campañas.

Después del invierno muy durode 1557, el otoño de 1558 fue de-masiado caluroso y de una inten-sa sequía: hubo muchos casos deenfermedad y hasta de muertesentre los vecinos del emperador,aunque es poco probable que laenfermedad de que debería mo-rir se haya debido a las condicio-nes climatológicas, ya que sabe-mos que él se sentía en generalperfectamente bien en las épocascalurosas.

LOS ULTIMOS DIAS

En el curso del mes de agosto,su debilidad aumentó visiblemen-te y la tarde del 31, después dehaber pasado el mediodía en laterraza, se quejó diciendo: "Malome siento".

El informe de esta jornada, malinterpretado, ha dado lugar a laleyenda de que el emperador ha-bía ordenado que se celebraransus funerales y que había asistidoa ellos. En realidad, ese día secelebraba un servicio religiosopor el descanso de su padre y suabuelo.

A partir del primero de sep-tiembre, Carlos estuvo en camay su estado de salud se agravó alpunto de que don Luis de Qui-jada llamó al arzobispo de Tole-do para que le administrara laextremaunción. El enfermo, per-fectamente consciente, participóen la ceremonia religiosa con laseriedad y el interés que habíaprestado siempre a los actos de laliturgia católica. El prescribió

exactamente el orden de los sal-mos que deberían recitarse y en-vió un último mensaje a su hijodon Felipe, por medio de donLuis de Quijada, encomendándolea sus servidores, especialmente asu barbero Gila.

El 20 de septiembre se agravóel estado del enfermo: su aspectono dejaba lugar a dudas, la muer-te se aproximaba y sólo era cues-tión de horas que hiciera acto depresencia. El arzobispo de Toledo,Carranza, reconfortó al moribun-do y le aseguró que por la pa-sión de Cristo en la Cruz, queobtendría el perdón de sus peca-dos y la vida eterna. Los monjespresentes se mostraron asombra-dos de estas palabras que consi-deraron luteranas, pues segúnellos la sola fe no podría salvar anadie, tal como lo aseguraba elreformador alemán.

El arzobispo le hablaba del san-

to del día, el apóstol San Mateoy le recordó que era hermano deSan Matías, patrón del día de sunacimiento. Estos dos grandesprotectores le acompañarían, aldecir del prelado, más allá de lamuerte, hasta la eternidad.

En las primeras horas del 21de septiembre de 1558, expiró elemperador. Su última palabra fue:"Jesús", dicha en español.

Aclarar el misterio de lo que elmoribundo puede pensar en susúltimas horas de vida, sobrepasala capacidad de la historia; em-pero, Karl Burckhardt dice: "Elbalance que Carlos V debe haberhecho de su vida y de sus obrasy de sus exámenes de conciencia

El monasterio de Ynste, al o

su abdicación como Rey de E^r

hasta el día de su muerte, debehaber arrojado este saldo: EnVano".

PEQUEÑO,PERO IMPORTANTE

El brillo extraordinario de Car-los V es tanto más notable puestoque no tenía la estatura impo-nente que la tradición popularquiere que tenga un emperador.Sus armaduras, que todavía pue-den verse en diversos museos,están hechas para un hombre detalla pequeña, para un cuerpodelgado que podría tomarse porel de un adolescente.

Carlos no correspondía, cierta-mente, al ideal de belleza ma:ocu-lina de la época y no tenía elaspecto pomposo y teatral quecaracterizó a los otros soberanos

de su tiempo. La diferencia esnotable si comparamos sus retra-tos con los de Francisco I, Enri-que VIII y Mauricio de Sajoniao con algunos de los de los Papasdel Renacimiento.

Su sencillez no excluía ni ladignidad, ni la elegancia. Así senos muestra en el primer retratoque le hizo Ticiano, -con unavestidura muy elegante y con unperro al lado, y, tal vez, los re-tratos en que aparece vestidosencillamente de negro y que lehacen parecerse a un gran bur-gués de Bruselas o de Gante y,en fin, el magnífico retrato quele muestra en la batalla de Mühl-berg.

se retiró Carlos 1 después de

y Eíti perador de Alemania.

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Carlos V en los días de su jnvent

Todas estas obras, debidas a di-ferentes pintores y que lo pintanen diferentes edades y en las másdiversas circunstancias, reprodu-cen los mismos rasgos caracterís-ticos: el rostro siempre serio, lavista parece casi ausente, comosi estuviera reconcentrado en suspensamientos: exactamente loopuesto a los personajes del Re-,nacimiento que tenían la obsesiónde que se retrataban para la pos-teridad.

Los retratos de la juventudmuestran claramente los principa-les signos particulares de Carlos:el mentón pujante avanzado so-bre la boca entreabierta. Esterasgo que parece remontarse aZimburgis de Masovia, deberíadesarrollarse a causa de numero-sos enlaces entre parientes, hastaconvertirse en casi una caricatu-ra en las siguientes generacionesde la casa de los Habsburgo yque no vino a desaparecer, casicompletamente hasta el hijo deLeopoldo I.

La barba que Carlos llevó unavez siendo adulto y que conservóhasta su muerte, le daba ese as-pecto de seriedad a su rostro. Loscambios en la apariencia exte-rior y del vestido no estuvieronligados al cambio profundo quemarcó la vida de Carlos V al sercoronado Emperador de Ale-mania.

A partir de esp momento, subrillantez aumenta. La evoluciónque había comenzado en la Dietade Mühlberg. La dignidad delemperador, su sabiduría, su cons-tancia, así como su experiencia

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'. Retrato de Conrad Melt.

innegable en un largo gobierno,se impuso a todos.

Fue este estado de espíritu elque lo formó. El mundo no vioen él a un joven indeciso y sinexperiencia, sino a un verdaderosoberano que tenía esa fuerzaintangible de la realeza y que sellama la autoridad legítima.

UN GRAN DOMINIOSOBRE SI MISMO

El rasgo dominante del carác-ter del emperador, tal como sedesprende de sus escritos y desus actos, era, sin lugar a dudas,el, control de sí mismo.

Las ocasiones en que mostró sucólera, son extremadamente ra-ras en el curso de su larga vidapública y cuyos rasgos y gestosfueron observados meticulosa-mente por sus contemporáneos.Su fuerza de voluntad y su pa-ciencia provenían de una con-fianza absoluta en Dios que no leabandonó jamás. Así era capaz desoportar la adversidad, que élaceptaba como la expresión de lavoluntad del Todopoderoso.

Dueño de su propia persona, loera también de las de los demás.Se cuenta que temblaba todocuando le vestían su armadura;pero que tal temblor cesaba en elmomento en que entraba en laarena para un torneo o para lan-cear toros y, sobre todo, cuandoentraba en batalla a la cabeza desus tropas.

Jamás ae mencionan ni disgus-to, ni cólera en sus escritos y ensus órdenes. Carlos había prohibi-

do a sus cronistas que celebraransus actos de valor o sus hechosde armas personales. A sus ojos,no valía la pena de contarlos.

Por otra parte, sus escritos sonuna fuente excelente para cono-cer el encadenamiento de losacontecimientos, pues dan deta-lles preciosos de sus campañas yconstituyen documentos inapre-ciables para los historiadores.

Carlos tenía por atavismo ypor la formación que le dieronAdriano de Utrecht, más tardePapa, Mota y más tarde Gattina-ra, un respeto ilimitado hacia ladignidad de que estaba investidoy creía de su deber ignorar alsimple mortal que llevaba unacorona.

Firmemente convencido de quela persona no puede estar jamása la altura del ideal, se impusoun control de hierro. A sus pro-pios ojos, él era nada más queCarlos de Borgoña, hombre ymortal; pero el emperador que nomuere jamás.

EL AMIGO DE LAS ARTES

Las cartas a sus hermanos yhermanas permiten volver a tra-zar el origen de sus planes polí-ticos. Su método de trabajo loaprendió de Adriano de Utrecht,agregado a lo que le enseñó Gat-tinara. Delante de un problemapreciso, analizaba desde luego lacuestión, buscando el punto devista en el que debía concentrar-se y analizando el pro y el contra,estaba siempre listo para aceptary estudiar las objeciones y tomar,por fin, una decisión.

Sabemos que Carlos V era ami-go de las artes y como la mayorparte de los miembros de su fa-milia, amaba la música. En Yusteescuchaba con placer los corosde la iglesia y podía distinguirperfectamente la voz de cadamonje, así como los diversos pa-sajes del oficio que se cantaba ysi algún fraile había dado una no-ta en falso.

Era, también, entendido en pin-tura, como lo demuestra el pa-trocinio con que distinguió al Ti-ciano y a otros maestros. Hizoque le llevaran a Yuste los mejo-res cuadros de su colección par-ticular y se deleitaba en contem-plarlos.

De la amistad entre Calos Vy Ticiano, se cuenta la mismaanécdota que se aplica a Maxi-miliano y a Durero: habiendo caí-

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do el pincel de manos del artista,el emperador lo recogió del sueloy lo entregó al pintor, sin sen-tirse por eso amenguado en sucondición de príncipe.

Para' él las relaciones con elarte significaban un servicio di-vino y no, como para la mayorparte de los mecenas y humanis-tas del Renacimiento, la apoteo-sis de la forma humana.

LA POLITICASUMISA A LA FE

En la misma línea lógica en-contramos la profunda religiosi-

dad de Carlos V. Es difícil distin-guir en esta actitud la herenciade sus antepasados, la educación

o el trabajo personal; pero su edu-cación en los Países Bajos, la in-fluencia de Adriano de Utrechty por su parte la Devotio Mo-derna y sus estudios ulteriorescontribuyeron a dar a su pensa-miento numerosos rasgos del hu-manismo de Erasmo. Esto fue lacausa de las críticas formuladasdel lado eclesiástico o de elemen-tos más conservadores todavíaque reprochaban al emperadorno haberse inmunizado completa-mente contra la Reforma y lastendencias heréticas.

La idea religiosa para Carlosestaba íntimamente ligada al res-peto del derecho. El derecho leparecía sagrado e inseparable dela noción misma del imperio einterpreta la divisa grabada sobresus monedas: "Como el sol rigeel cielo, el emperador gobiernala tierra".

Nuestra época ha quedado mar-cada, bajo el plan religioso, porel Concilio Vaticano II: la Igle-

Balconesal Mar

sia ha entrado en una nueva vida'que puede conducir al fin entre-visto por Carlos V, durante todasu vida. La figura de este granrepresentante de la unidad cris-tiana surge hoy en día natural-mente de la oscuridad de un pa-sado lejano para servir de ejem-

El Emperador, ya viejo, poco de.yus

de sic abdicas •ón.

plo a una humanidad inquieta.He aquí uno de los puntos de-cisivos que explican las relacio-nes estrechas que unen a CarlosV con la segunda mitad del sigloxx.

Hoy en día, la grandeza de Eu-ropa está arruinada. El sistema deEstados nacionales ha reveladoun error fatal, casi mortal. Lasguerras civiles europeas y las dos

conflagraciones mundiales hanllevado al continente al borde deun naufragio total.

Aprovechándose de nuestra de-bilidad, una vasta ofensiva se hadesencadenado con su anticolo-nialismo a ultranza, con la revo-lución de los pueblos jóvenes,abiertamente sostenida o, al me-nos, explotada por el comunis-mo, este movimiento se ha con-vertido en una amenaza seriapara la humanidad del siglo xx.

A la locura de una guerra nu-clear sólo puede oponerse el con-trapeso espiritual y moral, la con-ciencia de los límites que la fey la caridad imponen a la expan-sión de la civilización mecánicay materialista.

Caros V, encarnaba esos valo-res. El luchó con coraje por unorden justo sobre la tierra y res-

petó las fronteras trazadas por lavoluntad humana. Su concepciónde la función imperial y del im-perio puede parecer a primeravista ligada a instituciones de suépoca y, por consecuencia, sobre-pasadas por los hechos.

En realidad, corresponde a prin-cipios fundamentales, enraizadosen la naturaleza humana, que de-ben ser repetidos y realizados enuna forma apropiada por cadageneración y en cada época.

Como figura histórica, CarlosV, fue mortal. No resta de supaso sobre la tierra más que unpoco de polvo en un sarcófagode El Escorial pero, en tanto querepresenta un ideal eterno, el em-perador, después de cuatro siglos,está todavía vivo entre nosotros,no solamente como un ancestrode Europa, sino como una guíaen los siglos por venir.

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¿De quién fue hijo

el general

Maxime Weygand?

El misterio que rodeó hasta su muerte algeneral Maxime Weygand respecto a quiénesfueron sus padres, está ligado a la historia deMéxico , ya que se dice , como podrá leerseen este artículo del brillante escritor Miguelde Régules , que fue hijo del emperador Ma-ximiliano y de la emperatriz Carlota.

Maximiliano fue fusilado hace un siglo enel Cerro de las Campanas , aledaño a Queré-taro;,Carlota murió en Bélgica ya vieja y pri-vada de la razón en la segunda década de estesiglo.

versión de Miguel DE REGULES

"Yo no sé nada de mi nacimien-to...".

Estas palabras figuran en unahoja encerrada dentro de un so-bre en el que se lee, también:"Para abririse después de mimuerte". Pocos testamentos ex-halan tanto misterio, tanta angus-tia y sin duda, tanto dolor.

En el curso de su larga vida-murió de 98 años-, el gene-ral Weygand repitió esta quejadolorosa: "No he conocido ni ami padre, ni a mi madre. ¡Quésufrimiento para un ser humanono haber podido decir jamás ni`papá', ni `mamá' de no haber sa-bido jamás si su nombre era sunombre verdadero".

El 23 de enero de 1867, es de-cir, cinco meses casi justos an-tes del fusilamiento del emperadorMaximiliano en Querétaro, el doc-tor Laussedat declaró en el Ayun-tamiento de Bruselas, que deseabaregistrar a un niño que habíanacido dos días antes, de padre ymadre desconocidos, de nombreMaxime. Dio como domicilio delrecién venido al mundo, el nú-mero 59 del Boulevard de Wa-terloo, de la ciudad de Bruselas.El empleado del Ayuntamiento,encargado del Registro Civil, hizoesta objeción: De acuerdo con lasleyes belgas, debería figurar enel registro por lo menos el nom-bre de la madre del niño y agre-gó que iba a consultar el caso consu jefe. Volvió al poco rato ysin dar explicación ninguna, pro-cedió al registro y extendió elacta respectiva en la que hizoconstar la presencia del médico yde dos testigos, que fueron otrostantos desconocidos que acertarona pasar por frente a la Casa delAyuntamiento en esos momentos.

¿Quién era el doctor Lausse-dat?

Un francés, antiguo diputado alCongreso Constituyente de 1848y refugiado político en Bélgicadespués del golpe de Estado de1851. Hombre de valer, se habíahecho de una buena situación yera médico de la Familia Real deBélica. Por lo tanto, dependíadel Gobierno.

La dirección dada al oficial delRegistro Civil abre otro punto deinterrogación: en la planta bajadel edificio que correspondía alnúmero 59 del Boulevard de Wa-terloo, había una botica; en elprimer piso, vivía el matrimonioClarens (el marido se llamabaAnatole); en el segundo piso, novivía nadie... ¿cómo 'se puedesuponer que un recién nacido ocu-para todo un piso? Los datos vie-nen de los censos del período de1867 a 1876.

En la segunda columna del li-bro de actas del Registro Civilpueden verse ocho líneas borra-das de las que sólo quedan algu-nos puntos. El hecho constituyeun delito penado por la ley.

Así que desde el principio seadvierten dos actos delictuosos: ladeclaración del doctor y la con-formidad del oficial que levantóel acta. He aquí un niño de pa-dres desconocidos cuyo bautizono ha sido registrado en ningunaparroquia de Bruselas y que serábautizado mucho más tarde conlos nombres de Maxime Alberto.(Nótese que Maxime vale tantocomo Maximiliano, por lo quedespués se dirá.) Este niño no sele confía a la Beneficencia Pú-blica y va a ocuparse de él unamano misteriosa.

Hasta la edad de 6 años, Maxi-me es educado por una vieja da-ma "ruda y de espíritu estrecho"dirá él más tarde. Esta señora,Madame Saget, no ha vivido antes

en Bruselas y vivía de manera

clandestina en la capital belga.Otro punto de interrogación.

Hasta 1874, el niño puesto bajosu cuidado, será conocido comoMaxime Saget, sin ninguna razón,puesto que no hay tutela ni adop-ción. Este adolescente moreno, depómulos salientes, de mirar impe-rioso, será llevado a Francia en1877 y con el traslado comienzanlos estudios serios para él. Mau-rice Rouvier, futuro Presidentedel Consejo y por entonces dipu-tado, le hace entrar en el Colegiode los Padres de María, en Can-nes, pues aunque es anticlerical,tiene relaciones amistosas en losmedios católicos. No cesará develar de lejos por el joven Maxi-me quien le llamará "Mi queridobenefactor".

Por otra parte, un israelí, Da-vid León Cohen, comerciante enlanas y pieles, se ocupa de él. ¿Essu tutor? Nadie podría afirmarlo.

Facsímil del acta de registro del na-cimiento del general Weygand.

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Una vieja y curiosa fotografía deMllaxintiiliano y Carlota, antes deocu-fiar el trono de México. Aquí están

recién casados.

Este Cohen es el agente oficial deLeopoldo II, rey de los belgas, ensus transacciones comerciaes oeconómicas en Africa, porque elrey ya pensaba entonces meterseen la conquista del Congo.

Cosa curiosa: Maxime llevabaen aquel tiempo el apellido deNimal. ¿De dónde venía ese ape-llido? Era el apenas modificadode Teresa Denimal, hija del ar-quitecto de los jardines del em-perador Maximiliano de México,lo que hizo nacer la hipótesis deque había sido amante del infor-tunado archiduque y madre deMaxime. Como quiera que sea,ella se casará más tarde conCohen.

A poco tiempo, Maxime fuepensionista del Liceo de Vanvesy después del Colegio Luis elGrande. Estando allí fue acusadode haber lanzado por la ventanay sobre una policía que iba pasan-do, dos o tres camas del dormito-rio del colegio, lo que le valió serexpulsado; pero su triunfo a finde año en otro colegio en dondeterminó el bachillerato, le permi-tió entrar en el Liceo Enrique IV,donde terminó sus estudios.

¿NIETO DE L'AIGLON O HIJODEL REY DE LOS BELGAS?

En el Enrique IV, Maxime eraun joven taciturno. En tanto quesus camaradas hacían recuerdosde su vida de familia y recibíanvisitas de sus padres y parientes,él, aislado, no recibía ninguna, yaque no podía considerar como sufamilia a esa "tía Teresa" que lehabía prestado su nombre de 1874a 1888 y que jamás lo visitaba.

74 / NORTE

Por todo capital, tenía lo que ledaban cada semana: dos francos,suma bastante modesta hasta pa-ra los años ochenta del siglo pa-sado. Sus colegiaturas las paga lacorte de Bélgica.

Por entonces nace su vocaciónmilitar.

En abril de 1885, solicita al Mi-nistro de la Guerra, de Francia,la autorización para ingresar a laescuela militar de Saint-Cyr, atítulo extranjero y firma su soli-citud con el nombre de Maximede Nimal. Aunque dispensado departicipar en el concurso de in-greso, ya que es belga, insiste enpresentarse como sus demás ca-maradas. Se le otorga este favorexcepcional, lo cual, es una nuevamanifestación de una protecciónoculta y poderosa. En octubre de1887 se le admite en la Escuelade Caballería de Saumur que.abandonará el 31 de agosto de1888: ha obtenido el noveno lugarentre 78 alumnos en la clasifica-ción final.

Pero helo aquí, mientras tan-to, frente a un obstáculo: siendobelga, no puede servir más queen la Legión Extranjera. Treintameses más tarde, por decreto pre-sidencial, recibe el nombramientode subteniente en el 49 de Dra-gones. ¿Qué ha pasado? Desde el18 de octubre de 1888, ha encon-trado un padre. Ante el señorGoudet, notario de Marsella,Francisco José Weygand, provis-to de un poder de David Cohen,lo ha reconocido como hijo. El 3de diciembre de 1888 se hacefrancés por natularización y des-de aquel día Maxime Weygandpodrá decir como el poeta:

Yo vuelvo ilustre un nombreque me ha sido transmitido sinegloria.

Maxime confiará más tarde asu ilustre biógrafo Guy Ruissac(autor del libro "Un soldado enla tormenta") : "Partiendo de minacimiento ... en el pequeño lu-gar que me esté reservado en lahistoria, apareceré, gracias a us-ted, tal como yo me he esforzadoen vivir y en servir".

Lo novelesco de esta vida hadesencadenado vivamente las ima-ginaciones. ¿Weygand?, es, segúndicen, el hijo de Maximiliano yCarlota, la pareja trágica de Mé-xico. La emperatriz estaba encin-ta cuando salió hacia Europa apelear por la causa de su marido,

El gc peral TT'eygand en los días desu niñez.

que al verla perdida la llevó a lalocura y para hacer todavía máscomplicadas las cosas, se suponeque Maximiliano fue hijo deL'Aiglon, el hijo de Napoleón Bo-naparte y que el talento militarde Weygand se explica fácilmen-te por una filiación napoleónica.

Esta tesis no reposa sino envagas suposiciones. ¿Tuvo rela-ciones amorosas el duque deReichstadt con su prima la ar-chiduquesa Sofía, madre de Maxi-milíano? Nadie lo puede probary nada lo confirma.

¿HIJO DE MAXIMILIANOY CARLOTA?

Carlota, a -u regreso a Europa,estuvo secuestrada durante mu-chos meses en el Castillo de Mira-mar, cerca de Trieste y solamenteera admitido en su presencia sumédico. También visitaba el pa-lacio, Bombelles, el hombre deconfianza de Francisco José, her-mano de Maximiliano y empera-dor de Austria. Se dice que estemonarca encargó a Bombelles lle-var a Bélgica al hijo de su cu-ñada, que ya había perdido lacabeza. Oficialmente el niño nacióen Bélgica; pero el doctor Laus-sedat especificó ante los funcio-narios del Registro Civil de Bru-selas, que su nacimiento habíaocurrido dos días antes.

En México, esta versión venidade Francia fue recibida con escep-ticismo. ¿Sería este niño frutode algún enredo de la emperatriz?No. A pesar de las infidelidadesde Maximiliano nada autoriza acreer en esta idea; pero hayquien haya asegurado que ella

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bebió toloaché, que es un brebaje "YO SOY MI PROPIOextraído de una planta silvestre ANCESTRO...". Y ESTOcuyos efectos alucinantes son bien FUE SU CALVARIOconocidos y que consisten en laprivación de la voluntad durante El general Weygand parecíaseis o siete horas. La joven em- estar resignado con el misterio deperatriz bien pudo ser víctima dealgún mexicano enamorado deella...

Si se puede creer al capitánFouvez, gran especialista en elasunto, bien puede ser que el in-fante registrado en Bruselas el 23de enero de 1867 no sea hijo deCarlota, sino de Leopoldo II, suhermano y de una dama de lacorte belga, de nacionalidad hún-gara, cuyo nombre anduvo en mu-chas bocas.

Pero una carta inédita del ba-rón de Bassompierre, embajador

del rey de Bélgica y muerto ha-ce unos cuantos años y de la cual

el periódico "La Libre Belgique"acaba de publicar un extracto, re-vela que el conde de ChastelAndelot, antiguo ayudante decampo de Leopoldo II, afirmabaque en su lecho de muerte le dijoel rey: "Chastel, oirás sin dudasostener con el tiempo que el ge- ._1.neral Weygand es mi hijo: ¡esto El general WeyJand, jefe de Estadono es verdad ! Él es hijo de Car- Mayor del mariscal Foch, a la de-lota y Maximiliano ." recha.

raoricasBARRERAB. BARRERA Y CIA. DE MEXICO,

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Real del Monte 13 Col. Valle Gómez

su nacimiento, cuando decía aRaymond Tournoux -y la fraseno carece de grandeza-: "Yosoy mi propio ancestro; pero des-pués de mí, tres generaciones dehijos, de nietos y de bisnietos,merecen respeto".

Y cuando un reportero le so-metió para su aprobación un tex-to sobre su carrera, quedó sor-prendido cuando se lo devolvió alver subrayado con un trazo enér-gico la parte que decía: "Naci-miento real" y tachados los nom-bres de Carlota y Maximiliano.

Pero en los últimos años de suvida, la fisonomía del "generaldesconocido" se crispaba cuandoalguien hablaba del secreto de suorigen y nadie podía dudar de suatroz sufrimiento. Este misteriofue para él un doloroso calvario,del que no lograba aliviarlo nisu sentido del humor.

Algún indiscreto y poco infor-mado del drama del general, lepreguntó un día "¿Es verdad, migeneral, que usted es hijo de laemperatriz Carlota?".

El general le contestó con unaexpresión de sufrimiento:

-¡Nada de eso... nada deeso... señor: ¡yo soy hijo delGran Turco!

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por METE ORO

"Los críticos dejan impresionesmás o menos verbosas, según suscualidades; las habladurías de laépoca tienen su eco picante, y devez en cuando sobrevive un cama-rada, como yo misma en este caso,que puede traer a su ansiosa me-moria la voz más esplendorosa den-tro de la categoría de tenor... condisculpas por una carencia de defi-niciones, aún no halladas en ningúndiccionario, para evaluar adecuada-mente el magnetismo eléctrico quefluía de esa maravillosa garganta,aunque, para ser justos , la compañíagrabadora ha hecho todo lo posibleen todo tiempo para capturar aqueltorrente de tonalidades qúe distin-guían a Caruso de todos los can-tantes.

"En estos días se han repetidotanto los superfluos elogios de losagentes de prensa que tal vez misindicaciones parezcan pálidas. ¿Pe-ro hay otro cielo por encima de laperfección? Pienso que no. Y éstefue su don y su logro".

La autora de las frases anterio-res fue la famosa prima donna es-tadunidense Geraldine Farrar, quejunto con Enrico Caruso formó ha-

ce unas cinco décadas "la combi-nación más taquillera en la historiade la ópera". Pero, desde luego, lacantidad de dinero que Caruso hizoingresar a la caja de la Opera Me-tropolitana, y también a la de la

grabadora Víctor (organizacionescuya seguridad económica estable-ció), no es sino un síntoma de sugran impacto.

Para millones de personas, sunombre significó y sigue significan-do gran ópera. Ejerció una influen-cia incalculable en el gusto general,a ambos lados de las candilejas.Los tenores nunca dejarán de imi-tarlo, y decir que un artista jovenes "como Caruso" resulta más a

menudo una sentencia que un elo-gio. Su imagen como hombre y ar-tista es toda una leyenda: el payasotitánico y el incansable trabajador,el amigo leal, la personalidad vol-cánica y adorable.

Enrico Caruso nació el 25 de fe-brero de 1873 en un barrio de Ná-poles. Fue el número 18 de 21 hijos,y el primero en sobrevivir a la in-fancia. Después de él nació otroniño "sin fuerza para vivir". Luegovinieron Giovanni y Assunta. Lafamilia era pobre, pero no tanto co-mo se ha pintado. El padre, Marce-llino Caruso, tenía un buen puesto

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1.-Caruso cantó Pa-gliacci (Payasos) enLondres en 1908, lanoch.- en que le anun-

ciaron que su mujer

lo había abandonado."Ríe, payaso, ríe..."2.-Con Rigoletto de-butó en Londres, Pa-

rís, Nueva York, Ber-lín y Viena. Nadie,dicen ha vuelto a can-tar La donna é mobilecon tanta brillantez.

3.-La Africana fueotra de las óperas quedio a Caruso su ver-

dadera dimensión. Elpapel de don Vasco deGama le iba como ani-llo al dedo. 4.-ComoManrico en Il Trova-tore (El Trovador),

que se estrenó en elTeatro Staatsoper deViena, destruido en laguerra y reconstruido

en 1955.

en una fábrica y llegó a ser super-intendente de la misma . Era un buenmecánico y un bebedor insuperable.

En uno de sus raros momentosautobiográficos, Caruso recordó unaviolenta discusión de sus padresacerca de su futuro, que él escuchóacostado en la cama, ocultándosetemeroso con las mantas. Marcellinodeseaba ponerlo a trabajar de in-

mediato. Anna exigía que siguieraen la escuela. Ganó, pero fue ella laque tuvo que aportar el dinero de lacolegiatura: cinco liras mensuales.

El padre Bronzetti, director de laescuela, había entrenado su corohasta convertirlo en el mejor de to-da la ciudad, solicitado para todaslas fiestas religiosas y para algunasfunciones sociales. Dentro de este

coro notable, Enrico descolló a suvez como el mejor contralto infantilde Nápoles. Deseaba dedicarse a lamúsica, pero no lo hizo hasta 1888,año en que murió su madre.

"Por respeto a ella -dijo-, yome había resignado a ser aprendizde mecánico. Después de su muerte,aunque mi corazón estaba lleno dedolor ante la pérdida irreparable, no

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vi razón alguna para proseguir estesacrificio. Dejé el trabajo para novolver nunca y decidí iniciar mi ca-rrera musical."

Su primer trabajo como cantantefue en una iglesia del barrio, can-tando letanías por dos liras. Luegopasó a los balnearios de la bahíanapolitana, donde en 1891 conoció a

Eduardo Missiano, una de las varias

personas que hoy serían totalmente

desconocidas si no hubieran ayuda-do a la carrera de Caruso. Más tar-

de éste, una de cuyas cualidades

era la gratitud, haría que su amigo

barítono y primer descubridor ver-

dadero tuviera pequeños papeles en

la Opera Metropolitana.

Vergine, el maestro de Missiano,no se mostró muy entusiasmado con

la voz de Caruso: "Es como oro en

el fondo del Tíber -dijo-, no vale

la pena sacarlo." Sin embargo, loaceptó como pupilo mediante un

contrato que ocho años después da-ría tremendos dolores de cabeza ju-diciales a Caruso: el 25% de todas

las ganancias durante los primeros

cinco años (y aquí está la trampa)

"de canto verdadero".

Después de un breve período de

servicio militar, Enrico interpretó

el papel principal en una pequeña

ópera titulada "L'Amico Francesco",

de Mario Morelli, aficionado rico

pero no talentoso . "Francesco" sólotuvo dos representaciones , pero esasbastaron para que el empresario delteatro Cimarosa en Caserta ofrecie-

ra al joven tenor un contrato para

debutar profesionalmente en "Ca-valleria rusticana". Siguieron actua-ciones en otras ciudades.

En Salerno, el director de la or-questa era Vincenzo Lombardi, elsegundo maestro de Caruso. En laclase de Vergine, Enrico era apo-dado "voz de vidrio" porque su voz

se rompía en las notas altas. Lom-bardi vino al rescate. Guiado por él,y a base de fuerza de voluntad, Ca-ruso amplió su registro vocal.

Tenía sólo 25 años cuando su crea-ción del personaje masculino prin-cipal en el estreno de "Fedora" lolanzó a la fama mundial. Llovieronofertas y el tenor emprendió giraspor Europa, las cuales continuaríanhasta el principio de la primera gue-rra mundial. Pero a partir de sudebut neoyorquino, el 23 de noviem-bre de 1903, la Opera Metropoli-tana se convirtió en el hogar artís-tico de Caruso.

Hay dos historias acerca de cómose llegó a su sueldo final por ac-tuación en ese teatro. Se dice quesu último contrato le fue entregadocon un espacio en blanco para que él

pusiera la cantidad. Alguien le dijoque el consejo directivo estaba dis-puesto a pagar hasta 4,000 dólares.

"No creo que haya en este mundo

un artista que en una actuaciónpueda cantar por un valor superiora 2,500 dólares -se afirma que Ca-ruso replicó-. Si pido un centavomás de esos 2,500 dólares el públi-

co, en una u otra forma se enterará

y me exigirá ese centavo extra de

canto que yo no tengo. Así pues,

dejemos las cosas como están."

La otra historia salió a relucir enles obituarios de Gatti-Cazzaca,quien dirigió la Opera Metropoli-tana cor. mano de hierro durante 27años. Caruso fue a verlo para decirleque un competidor le había ofre-cido cinco mil dólares por función.

"Si usted quiere 5,000 dólares,

tendremos que dárselos -se dice

que Gatti respondió, más triste'queairado-. Nunca dejaremos ir a

nuestro Caruso. Por supuesto, ten-dremos que poner cantantes de se-gunda clase en su reparto. Contra-

taremos a un director malo, para po-

der pagarle poco. Tendremos que

ahorrar en otros para pagarle a us-ted. Pero le pagaremos".

Caruso enrojeció y gritó: "¡ Exijoque me paguen sólo 2,500 dólares!".

Tales eran las recompensas. ¿Ylas penalidades ? Abrumado en pri-mer lugar por la admiración bien-intencionada, Caruso se vio asedia-do todos los días de su grandeza poraquellos que envidiaban esa gran-deza o que deseaban aprovecharse

de él. Los reportes de que habíaperdido la voz circulaban con re-gularidad, pero probablemente Ca-ruso sufrió más a causa de la ad-miración que de la envidia. Nuncapodía aparecer en público sin causarinvoluntariamente un tumulto. Ca-zadores de "recuerdos", idólatras dehéroes, chiflados y entrevistadoreslo perseguían por doquier.

Pero la batalla que tenía que li-brar solo era la más dura de todas."Nunca entro al escenario -dijouna vez-, sin preguntarme si podréterminar la ópera". En este mismoelemento de duda -esta compulsiónde serlo todo o nada, las despiada-das exigencias que se hacía a sí mis-mo, su severa autocrítica- yacíagran parte de su grandeza.

"Trabajo, trabajo y más trabajo",fue su respuesta cuando alguien lepreguntó la clave del éxito. En otraocasión dijo: "He aquí cómo hetriunfado. Nunca he rechazado una

oferta y nunca he estado sin traba-jo, con excepción de dos meses enNápoles después de mi segunda ac-tuación...

"Nunca rehusé trabajar. Si alguien

viniera a decirme: «¿No querría us-

ted ir a cantar a tal parte este ve-

rano?», yo preguntaría: «¿Cuánto

pagan?» Respuesta: «2,000 dólares.»Pero yo digo: «Antes pagaban3,000.» «No importa», me dicen, «es-te verano sólo podemos pagar 2.000.»Rehuso y dicen: «Bueno, contrata-

remos a fulano.» Entonces yo piensorápidamente y digo: «Iré.» De otro

modo perdería el verano y la ex-periencia. Y la experiencia lo es

todo".

Ningún artista que se recuerdelogró jamás la comunicación queCaruso obtuvo con el público. Nohabía entre ambos ninguna barre-ra. Cierta noche de sábado, tras unarepresentación de "Aída", los aplau-sos se prolongaban más de lo acos-tumbrado. Después de saludar alpúblico por doceava vez, Caruso sefrotó el estómago sonriendo, comopara indicar que tenía hambre y de-seaba irse. Sus admiradores rieronaprobadoramente y las luces de lasala se encendieron.

Se ha dicho que Caruso "en sufiera lucha por ser más de lo quesu público esperaba, fue su propio

verdugo". Tal cosa se vio el 12 de

diciembre de 1920, cuando estaba

cantando en la Academia de Mú-

sica neoyorquina y empezó a san-

grar por la boca. El público fuedesalojado tras el primer acto, perono antes de que Carusó, a la vistade todos, hubiera llenado de sangretoalla tras toalla, en un esfuerzo so-

brehumano por terminar su actua-ción. Eso era un sábado. Al lunessiguiente volvió a cantar, sin con-tratiempos, y siguió haciéndolo porun tiempo. Pero ya estaba la som-bra ominosa que habría de solidifi-carse menos de un año después consu muerte de pleuresía el 3 de agos-to de 1921, tras muchos sufrimien-tos, falsos diagnósticos y desobe-diencia de órdenes médicas.

El sentimiento mundial por lamuerte de Caruso se refleja en lareacción descrita por su biógrafoFrancis Robinson, niño entonces:"El cable desde Nápoles, incluyen-do la fecha y el crédito, sólo tenía

tres renglones. «Enrico Caruso -de-cía-, tenor de fama mundial, mu-rió aquí hoy.» Había cuatro párrafosde Londres y una cosa neoyorquinade dos columnas. ¿Cómo fue que enun soñoliento pueblo de Tennesseea más de cinco mil millas de distan-cia pude sentir tal desgarramiento,tal pérdida personal por alguien quenunca había visto? Era un brillantedía soleado, pero de pronto el mun-do se volvió un sitio más opaco."

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Un cuento de

Leopoldo

Sánchez

Z u b e r

Hoy me pasaron de la celda co-mún a una individual. Aunque yano estaré entre la mugre y la ra-bia de otros presos, el origen des-conocido de este cambio hace que

la nueva celda resulte peor que laotra.

No sé cómo vine a acabar en

la cárcel, ni cómo cayeron sobremí los testimonios dados en mifavor, las respuestas que tantagente dio a los interrogatorios, yhasta mis propias palabras; noentiendo cómo pudo cambiar asíun proceso que al principio pa-recía tan favorable. La misma sor-presa y la misma desconfianzaque me rodearon entonces, merodean ahora por este cambio queparece ser una ventaja para míy una rectificación de parte deellos.

Si descubriera por qué lo hanhecho, tal vez entendería lo querealmente sucedió aquella noche,y tendría más libertad que si vol-viera al mundo de afuera, que enpocas horas me hizo ver en cadahombre una reja que aprisionabami espanto.

Mi nueva bartolina, comparadacon el calabozo común, resultamagnífica. Pero eso normalmentehay que pagarlo, especialmenteen la prisión, y a mí nada mecuesta. No puede ser mi familiaquien lo paga, pues desde el díadel crimen no volvió a ocuparsede mí.

Esta duda no me deja gozar laindependencia que ahora tengo:en la soledad todo vuelve a mimente, y en vez de aclarársemelas cosas me confunden más losrecuerdos.

La noche en que los tres hom-bres me recogieron, me abracéespantado a ellos. Yo estaba másdestrozado por el miedo que porlos golpes que recibí cuando me

LA LEONA

arrojó el mar contra las rocas.Poco antes, al subir el barrancoque está junto a la carretera, di-visé los faros del automóvil. Alver su luz tuve la seguridad de

que pronto estaría a salvo, juntoa los hombres que podrían ayu-darme; todo lo bueno lo veía enaquella luz lejana, arriba del ba-rranco.

Si la resaca me llevó tantas ve-ces mar adentro; si me llené deerizos; si la mujer aquella, quesalió de la noche, me tiró al aguacuando traté de subirla a la rocadonde yo pescaba; si encajó susuñas en mi cuerpo; y si además,entre sus estertores, echó sobremí su vómito de sangre, era na-tural que diera yo asco, y que envez de creerme que la había ayu-dado me acusaran de su asesi-nato.

Murió antes de que llegaran lasautoridades. En mis brazos bus-có un trago del aire fresco de lanoche, y luego murió.

Todo fue lógico dentro de lalógica policiaca, pero todo fue fal-so. Yo no maté a La Leona, nientiendo cómo, al recoger su ca-dáver, pudo estar desfigurado.Sus ojos colgaban de las órbitas;sus labios estaban cubiertos deuna baba espesa y de sangre cua-jada; y su cabeza era una masallena de verdugones rojos. Sólose supo que era ella porque yodeclaré que la había ayudado asubir la roca y que la había vis-to morir en aquel lugar.

Es cierto que era difícil creerque una mujer tuberculosa apa-reciera nadando a una distanciatan grande de la bahía. Yo mis-mo me sorprendí al verla. Pri-mero distinguí su cara entre lasluces del oleaje. Después creí verla sombra de una canoa que laseguía, y en ella el rostro brillan-

te de don Fausto, el abarrotero.Sin embargo, ' no volví a verlomás.

Con frecuencia, mientras pescode noche, tengo visiones y oigo

gritos que se forman de las vo-

ces del mar. Quizás esta vez, co-mo otras, todo fue cosa de miimaginación; quizá al aparecerLa Leona tan inesperadamente,recordé lo que había ocurrido en-tre ella y don Fausto, y sin pen-sarlo formé la imagen del tenderoflotando sobre la canoa; tal vez alrecordar la terquedad con que elviejo la asediaba, y el constanterechazo de ella, supuse que esanoche La Leona huía nadandomientras él la perseguía en la pe-queña barca, con el mismo gestoinalterable que ponía al venderun manojo de chiles o al comprardiez hectáreas de terreno frenteal mar.

Ahora, pasado un tiempo, re-cuerdo aquella aparición en todasu irrealidad, y la guardo entrelas tantas visiones que he tenidomientras pesco de noche; ahorapienso en la silueta de la canoay en el rostro fosforescente, comoen las imágenes de remeros gi-gantes o de mujeres desnudas queotras veces creí ver bailando porel aire; y el ruido de los remos loconsidero como las voces de man-do que muchas veces se me figuróque oía. Pero esa noche, me pa-recieron completamente reales,tanto, que sin atender al apurode La Leona grité:

-¡Don Fausto! ¡Don Fausto!Nadie respondió, y La Leona,

que había llegado cerca de mí, sequejaba asfixiándose prendida delas rocas.

Al saberme protegido por lostres hombres que me recogieronen la carretera, no pude contro-larme, ni pude hablar, y me solté

NORTE / 79

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en sollozos y escalofríos. Los hom-bres me arroparon con sus cha-marras, me recostaron en el asien-to del automóvil y me llevaron alhospital de la Cruz Roja. En lacomisaría declaré lo que habíasucedido. Después me pasaron alconsultorio, me limpiaron las he-ridas, y me pegaron con una es-pátula para desbaratar las puntasde erizo que había en todo micuerpo. El dolor que me produ-cían los golpes lo soporté comopago a la civilización que me, sal-vaba del miedo. Ya no quería másque prenderme a mi seguridad;ya no quería volver de noche alas rocas donde pescaba; ya noquería arriesgar un puesto de so-corro inundado de luz eléctrica,por el islote aquel lleno de visio-nes.

Más tarde, todavía de noche,llegó a mi cuarto el comandantede la comisaría con un grupo deinvestigadores.

-La Leona no murió natural-mente -me dijo-. Tú la asesi-naste.

-¿Quién es usted? -le pre-gunté.

-¡La justicia! -replicaron aun tiempo sus acompañantes.

Entonces, molido por los gol-pes y por las púas quebradas, mesacaron del hospital y me lleva-ron al islote donde estaba elcuerpo de La Leona como unaenorme pústula.

Junto al cadáver me hicieronun largo interrogatorio, y al ex-plicarles lo que había sucedido,mencioné la canoa y el rostro dedon Fausto.

Soplaba el viento y yo teníafrío. La cara del comandante sesacudía sobre mí, a veces tan decerca que se tragaba las estrellas.Yo no sabía contestarle, solamen-te temblaba y lo escuchaba. Lle-

Mercado

del Fierro,

S. A.

DIRECTOR GERENTE:

E. MORLA

gué a dudar de que mi relatofuera cierto; me arrepentí de ha-ber mencionado el nombre de donFausto; me dio miedo la soledadque me escupía el comandante, yel baile de su papada me hizo gri-tar y llorar de nuevo.

Ahora, después de tantos meses,pienso que quizás la mujer querescaté no era La Leona; otrasveces he creído que La Leonanunca existió, o qué yo jamás fuia pescar al islote, o que no exis-timos la cárcel ni yo ni la justi-cia que me ha puesto aquí; piensoque somos un sueño y que en al-gún momento nos desvanecere-mos.

Sin embargo, aquella noche to-do me pareció muy claro. La du-da me ha venido más tarde, puesentonces estaba tan seguro deque la mujer que llegó nadandoera La Leona, como de haber vis-to a don Fausto en la canoa. Enla comisaría declaré con toda se-guridad haber reconocido a losdos; pero cuando volvimos a laroca y encontramos un cuerpo demujer desnudo y destrozado, y alno ver a don Fausto ni ver la ca-noa ni oir el ruido de los remos,decidieron que el cuerpo podíaser el de La Leona, tal como yohabía dicho, y que don Faustojamás pudo aparecer allí, como yoaseguraba. Los expertos opinaronque todo era producto de mi ima-ginación alterada por el pánico.Pero yo oí ruido de remos, y esosolamente se oye de muy cerca.

Ahora que he aceptado que lode don Fausto fue sólo una vi-sión, comienzo a creer que elcuerpo destrozado tal vez era el dealguien a quien yo ni conocía.

Como inicialmente insistí enque había visto a don Fausto, lollamaron a los interrogatorios. Alverlo declarar serenamente, ves-

.

tido con su traje de fiestas, consu fistol de oro, sus zapatos bri-llantes y su enorme vientre dehombre principal, sentí que anteél yo empequeñecía, y me asustéde haber enredado su prestigioen ese crimen y en el tropel demis fantasías. Pensé que las supo-siciones del comandante podríanser ciertas, y no tuve fuerzas pa-ra defenderme.

Sin embargo, cuando mi relatome sonaba más falso, y los por-menores que daba me parecíanuna mentira inventada por mí,doña Trini, la hermana de LaLeona, declaró que había identi-ficado el cuerpo deshecho. Dijoque reconocía la cicatriz que suhermana tenía en el vientre. Dijoque siendo muy niñas, La Leonahabía peleado con su prima Luz,y que Luz la había rasgado conuna aguja para hacer atarrayas.Le echó en cara a don Faustoque muchas veces trató de acos-tarse con La Leona: que la habíacortejado desde que eran muyjóvenes y que siguió haciéndolodespués de casado.

Esto no probó nada. De hecho,no hubo cosa que probara culpa-bilidad en don Fausto, pues cuan-do un niño declaró contra él, losdefensores deshicieron la acusa-ción con una rapidez mágica.

He cumplido esta condena du-rante tanto tiempo, que ya no meimporta averiguar la verdad deaquel crimen. Y aunque me lopropusiera no podría, porque nohe vuelto a oir de mis parientes,ni de los parientes de La Leo-na, ni de los amigos que pudierandeclarar algo en mi favor. A ve-ces siento curiosidad por sabercómo desapareció del pueblo el ni-ño que vio a don Fausto botandouna canoa la noche en que mu-rió La Leona. Pero en realidadtampoco eso me importa.

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MAXIMILIANOyCARLOTA

en su risita a

Puebla de los Angeles

por Horacio LABASTIDA

Fue en junio de 1865 cuandoMaximiliano estuvo, por segundavez, en la hermosa ciudad de Pue-bla. Su primera visita, aunquesuntuosa, fue breve; ocurrió elaño anterior (1864), mientras sedirigía a la capital para tomarposesión de su encargo.

La segunda presentación de Ma-ximiliano en Puebla fue más du-radera; principió el día 6 de ju-nio y concluyó el siguiente 23,y su secretario particular interino

Luis Blasio, que sustituyó al aus-triaco Nicolás de Poliakovitz, de-jó interesante testimonio de loque ocurrió a las nueve de la ma-ñana de aquel día 6, con las si-guientes palabras: "Excuso decirque esta ocasión, fué mayor elentusiasmo de los poblanos en re-cibir a su Majestad. Los repiques,las salvas y los vivas atronabanel aire; las calles estaban literal-mente enchidas de gente y pro-fusamente adornadas con corti-

najes y arcos triunfales; y hastanuestra llegada al Palacio episco-pal, que fué donde nos hospeda-mos y donde se sirvió el almuerzo,fué un frenesí continuo el que lospoblanos manifestaron al volvera ver por segunda vez el Empera-dor." (J. Luis Blasio, MaximilianoIntimo, París, Imprenta de la Viu-da de Bouret, sin fecha, pp. 40 yss). Se había previsto la llegada deCarlota, y por ello los encarga-dos de la recepción dedicaron mil

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atenciones al arreglo de la recá-mara imperial. Aun cuando el lu-jo de las habitaciones era irre-prochable, y así aparentemente lomanifestó Maximiliano, se orde-nó, ante el asombro de criadosy ayudantes, que se preparase enotro lugar el viejo catre que acos-tumbraba usar el emperador ensus excursiones por el país. "¿Quédrama conyugal se escondía trasesa determinación?, se preguntainsistentemente Blasio. ¿Cómodos esposos jóvenes, unidos poramor como se sabía en público,hermosos, en el vigor de la edad,no hacían vida marital, y al ma-rido le irritaba casi, pensar quetendría que dormir en la camadonde durmiera su ilustre con-sorte?", más tarde, observa el au-tor de Maximiliano Intimo, "pu-de efectivamente convencerme deque algo existía entre los dos es-posos", y al mismo tiempo refierelas numerosas conjeturas que co-rrían de boca en boca entre cor-tesanos, camaristas y vasallos. Esposible que Maximiliano supierade tales decires, pero jamás to-mó disposiciones para enfrentar

la murmuración de los "aristó-cratas" poblanos y el escándalo

que agitaba los círculos más ín-timos. Se hablaba de las antiguasligerezas de su Majestad, y de al-gún desliz que pudo herir a Car-lota; y, también, de otras causasgraves e incompatibles con la se-rena alegría que mostraban losreales desposados en la vida pú-blica. Por otra parte, el aislamien-to y separación de la Emperatrizexplicaba la designación del prín-cipe Agustín de Iturbide como he-redero de la corona, pues así seaseguraba la fundación de la nue-va y ansiada dinastía.

No fueron esas lucubracioneslos únicos acontecimientos signi-ficativos de la segunda visita delEmperador a Puebla. Carlota de-cidió ampliar el número de susdamas de honor, y al efecto de-signó, con tal categoría, a las se-ñoras Paz Marrón de Haro, Rosa-rio Pontón de Calderón, AdelaidaM. de Pérez, y a otra acomodadamujer, cuyo nombre se ocultó porrazones bien comprensibles. "Unadama muy bella de Puebla, anotóLuis Blasio, esposa de un rico co-merciante, fue nombrada tambiéndama de honor; pero ésta devolvióel nombramiento, diciendo queprefería ser reina en su casa y no

criada en Palacio . La extrañezade los emperadores fue mucha, apesar de que la orgullosa damaaceptó después el. privilegio, puesen el fondo advertían en la con-ducta de la dama el íntimo recha-zo de los mexicanos al estableci-miento del Segundo Imperio.

La fiesta de las altas castas dela ciudad se vio frecuentementeinterrumpida por los gritos y lasactitudes de rebeldía de las cla-ses populares. Los lanceros almando del coronel López, jefe delas contraguerrillas, se hallabanconstantemente ocupados enapresar, encarcelar y perseguir alos sospechosos; López no disfru-taba de las abundantes celebra-ciones; su tarea era la de impedirque llegara a Palacio la rebelióndel pueblo humilde, de los pobla-nos sin privilegios que lucharancontra la traición hasta el últimomomento de su vida. Estos mexi-canos fueron, durante los dieci-siete días que pasó Maximilianoen Puebla, los dignos represen-tantes de un pueblo que mostra-ría, dos años después, la grandeza

de un país independiente y sobe-rano.

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LIBRO S

• Guanajuato en el Arte, enla Historia y en la Leyenda

• El libro del pueblo• Los indios de México• 3 horas con el arte maya

GUANAJUATO EN EL ARTE,EN LA HISTORIAY EN LA LEYENDA

Seamos o no oriundos de la pro-vincia, siempre vibramos en sucontacto. Tal vez porque la pro-vi.ncia tiene un poco ese inconfun-dible sabor del hogar de todosnosotros. Salvador Ponce de León,en su libro "Guanajuato en elArte, en la Historia y en la Le-yenda", sabe ver con ojos de ar-tista todo lo que hay de poesíaen el maravilloso conjunto pétreode la capital guanajuatense; peroademás nos hace andar, a pasoslentos y minuciosos, por cada pre-sencia histórica y legendaria delos callejones, de las plazas, de lostemplos.

La edición de Costa-Amic, be-llamente realizada, posee múlti-ples atractivos, pero sin duda unode los más importantes, es el pró-logo de don Jaime Torres Bodet,donde una vez, más podemos aqui-latar su prosa ejemplarmente fina."Ciudad de múltiples dimensiones-dice don Jaime-, de fantasíay de inteligencia, de lucha y de

• "Voces", diario de trabajo• Cataluña , los trabajadores

y el problema delas nacionalidades

• Seis vidas españolas

tradición, de trabajo y de ociocontemplativo, Guanajuato se en-cuentra siempre entre la leyenday la realidad. Más que verla, laimaginamos. Y la inventamos ca-da vez que la descubrimos. Comosus calles, rápidas y tortuosas,todo nos la revela súbitamente,con lucidez instantánea e inolvi-dable, y todo en seguida nos laarrebata... Unos minutos y al-gunos pasos la transfiguran. Erapresencia. Y se ha convertido ennostalgia, en ausencia, en sueño".

EL LIBRO Y EL PUEBLO

Bajo la dirección de Fedro Gui-llén desliza sus días "El libro yel pueblo", revista de divulgacióncultural de la Secretaría de Edu-cación Pública a través de laSubsecretaría de Asuntos Cultu-rales.

El número de junio -por ejem-plo-, comprende una crítica delibros y revistas, un editorialacerca de la comunidad de escri-tores, un fragmento de "Notassobre México" de Poinsett (1822),que comprende las relativas aIturbide, "Soñaba el abad de SanPedro", de José Cecilio del Va-lle, un artículo de José Blanco-ponencia presentada al II Con-greso Latinoamericano de Escri-tores- sobre "Función Scc:al delEscritor", un escrito de Antonio-rrobles en torno a la RepúblicaEspañola en México, "Azorín", deAlfredo Cardona Peña, algún re-corte de Amado Nervo, otros ma-teriales del congreso antes citado,y alguna que otra cosa que sepierde, lo mismo que las demás,en la plena inutilidad de una pu-blicación que no desempeña fun-ción alguna ni tiene lugar espe-cífico dentro de nuestra culturasuperior. "El libro y el pueblo"no es en suma, sino una revistamás, ésta pagada por la Secreta-ría de Educación Pública.

LOS INDIOS DE MEXICO

Editorial ERA, S. A., llega asus cien volúmenes con este librode Fernando Benítez, "Los In-dios", que incluye cuatro librosen uno solo: "Tierra Incógnita","Viaje a la Tarahumara", "LaUltima Trinchera" y "En el Paísde las Nubes". Una hermosa edi-ción de aniversario.

Los planes de ERA son ambi-ciosos. Damos aquí un avance delos libros que la editorial lanzaráal mercado próximamente: en lacolección "El Hombre y su Tiem-po", los des volúmenes restantesde la biografía de Trostky porIsaac Deutscher, "El Profeta Des-armado" y "El Profeta Desterra-do" y otra obra del mismo Deuts-cher, "La Revolución Inconclusa"un análisis polémico de cincuentaaños de revolución soviética. Den-tro de la misma colección apare-cerán una antología de textos po-líticos de Ernesto, "Che" Guevaray "Sociología de una Revolución"(Argelia), de Fanon. En la colec-ción "Biblioteca Era" aparecerá,de Darío Puccini "Romancero de

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la Revolución Española" y ungrueso volumen más (de 400 pá-ginas) de entrevistas a famososescritores ("El Oficio de Escri-tor") entre los que se cuentanFaülkner, Elliot, Pasternak, Ca-pote, Hemingway, etc.

De Octavio Paz se prepara suensayo sobre "Marcel Duchamp,o el Castillo de la Pureza" y deJuan García Ponce sus ensayossobre "9 Pintores Mexicanos". DeAndré Malraux su guión sobre la"Si.erra de Teruel" y de PaulWesthei.m "Obras Maestras delMéxico Antiguo".

La colección "Alacena" preparaun "Breve Anecdotario de Al-fonso Reyes", y un volumen decuentos de Sergio Pitol: "La Ma-no en la Nuca". "Cine Club ERA",presentará un volumen sobre laobra de Einsenstein "Iván el te-rrible" con un prólogo de EmilioGarcía Riera. Además, libros so-bre Hitchckoc, Fritz Lang y Or-son Wells, de autores ingleses.

Una nueva colección, "Enciclo-pedi.a ERA" presentará obras di-versas de Eric Wolf, "Pueblos yaldeas de Mesoamérica", una "An-tología del Cuento Cubano", deAmbrosio Fournet y "La Músicade Nuestro Tiempo" de A. Golea.Una "Antología del Cuento Pola-co' -que adivinamos por SergioPitol- y un nuevo libro de Fer-nando Benítez: "En el País Má-gico del Peyote". ERA, al cumplirsus cien volúmenes, ya tiene pro-gramados casi otros cien. Un buenprograma editorial, que reúne laya tradicionalmente magníficapresentación con la que sabe ca-racterizar sus libros Vicente Rojoy una línea escogida de temas yescritores.

3 HORAS CON EL ARTE MAYA

Varios factores se han conjuga-do para hacer de esta obra una.realización formidable: el conoci-miento arqueológico exacto, ex-presado en un estilo que da vueloa la imaginación y que enriquecela historia misma del pasado deMéxico; dibujos nítidos y bienadaptados al texto, formato y di-seño editoriales de muy buengusto y una edición e impresióninmejorables.

Esta "Guía Espirtual del MuseoNacional de Antropología" consti-tuye la prueba de que pueden rea-lizarse obras didácticas que ilus-tren verdaderamente al lector,

sin necesidad de mirarlo peyorati-vamente.

Comenzando por una serie deadvertencias que indican detalla-mente y en poco espacio cómo verla Sala Maya del Museo Nacio-nal de Antropología , el autor re-quiere del lector tres sorprenden-tes promesas : la primera , despo-jarse antes de entrar al museo detodo ropaje cultural, "entrar vir-gen de civilización occidental".Segunda promesa : saber cerrarlos ojos, lo que equivale a saberver sólo lo incluido en un progra-ma previo porque, "un museo sinitinerario es pena de amor per-dido" ... y hay que lograr "trans-formar el cementerio en canto desirenas". La tercera : "rezar unaoración", de regreso a casa. Es talun texto que se incluye al finaldel libro , una "inmersión en elinconsciente colectivo" de la raza,irracional histórico : no se necesitacomprender para creer ... Insóli-ta manera de abrir una guía mu-seográfica que pone en juego lomoderno, lo imperecedero y quepide y deposita una fe ciega en ellector , cualquiera que sea su ex-tracción social o cultural. A con-tinuación , una exhaustiva visióndel arte y la civilización maya.Las figuras de Jaina, la cerámica,los códices -anécdotas sobre elcolor y la semántica-, las estalas,el calendario , todos los aspectosde una cultura examinados desdeun ángulo original y fecundo. Fi-nalmente un epílogo, paralelo en-tre lo egipcio y lo maya, lo mayay lo gótico , para terminar con unabibliografía exhaustiva y un índi-ce alfebético.

Una obra digna del museo alque sirve de introducción, y dela que esperamos ver muy prontolos ejemplares correspondientesa la Sala Azteca, las Culturasdel Golfo, Teocráticas y Toltecas,y "Lo que queda por ver.. . ".

Oriol Anguera y Matos Mocte-zuma. Ilustraciones de MarioMota. Editorial Trillas, México.

VOCES, DIARIODE TRABAJO

El Seminario de Cultura Mexi-cana, que lleva más de 25 años

.fomentando la investigación y ladifusión de la cultura, la mexica-na preferentemente, pero sin des-atender la universal, acaba deeditar otro libro, compuesto por

uno de sus Miembros Titulares,el conocido dramaturgo RodolfoUsigli, bajo el título: "Voces. Dia-rio de Trabajo. (1932-1933) ". Trá-tase de un cúmulo de noticias, im-presiones, comentarios, informesy pensamientos asentados día pordía en los años que indica el tí-tulo, quiere decir, cuando empe-zaba a remontar el vuelo el ta-lento del autor, cuya obra formaparte hoy día, harto importantepor cierto el acervo, de la culturay de la literatura de México.

La publicación del libro de Usi-gli, recomendada hace años porAlfonso Reyes, pone en manos delos lectores ansiosos de noticiasen cuanto a la marcha de la cul-tura en México, un número cre-cidísimo de tales noticias, aménde pensamientos ingeniosos, bro-tados de la experiencia diaria, enmedios de artistas e intelectualesy formulados por uno de los ex-ponentes más idóneos de la dra-maturgia entre nosotros.

Rodolfo Usigli.

La aparición del libro "Voces,Diario de Trabajo", ha seguido,con diferencia de meses, a unacontecimiento muy significativopara el Seminario de Cultura Me-xicana y se adelanta unos cuantosmeses, asimismo, a otro que re-vestirá mucha importancia paraesa docta corporación. Fue el pri-mero, el XXV aniversario de sufundación (febrero 28 de 1967),en tanto que el segundo será laIV Asamblea Nacional de Corres-ponsalías del Seminario, la cual sellevará al cabo en la ciudad deSaltillo, del 19 al 3 de noviembrevenidero, bajo los auspicios delgobierno de Coahuila.

Los pensamientos que reprodu-ce Usigli. en "Voces", rayan algu-nas veces, en la paradoja, destilan

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ingenio, observación, a menudocertera, de la realidad y formanen conjunto , un retrato , más su-gerido que acabado, de una per-sonalidad original y fuerte.

Abundantísimos resultan los te-mas de esos pensamientos: elamor, la literatura , el. sexo, el ge-nio y la inteligencia , la estupidezy la ineptitud . mental , la pobre-za y la riqueza , el, odio y la envi-dia, y naturalmente , el arte engeneral y el teatro en particular,objeto este último, de la pasión deUsigli, quien no deja de estam-par entre sus ideas, formadas yapuntadas a diario, indicios, insi-nuaciones , acerca de los títulos,temas, episodios y algunas de lascuales, a lo que parece, no es-cribió y que deben de pesar hoyen su ánimo como hace 35 añosle apesadumbraba y le avergon-zaba el hecho de "no haber he-cho nada hasta hoy".

Parte muy considerable de lautilidad del libro radica en elcúmulo de noticias que nos darespecto de acontecimientos rela-tivos al medio intelectual y lite-rario, noticias que nos presentanvislumbres de literatos e intelec-tuales, con sus excelencias y sustraspiés . Al mismo tiempo , Usiglinos hace recordar hechos atañen-tes a la vida literaria que ocurrie-ron entonces y algunos de los cua-les conmovieron con agitación deescándalo al público mexicano,como las protestas que suscitó enun Diario poderoso de esta capitalla publicación , en una revista pa-trocinada por la Secretaría deEducación Pública, de los capítu-los iniciales de una novela queusaba el vocabulario de los fon-dos más bajos de la sociedad yprometía revelar las maniobraspolíticas de un grupo extremista.

No deja de señalar Usigli ensu Diario de Trabajo las cuali-dades de sus muchísimos amigosy colegas, pero tiene cuidado deno dar sus nombres , sino tan sólosus iniciales particularmentecuando se mencionan los defec-tos. Dichas iniciales bástanle alconocedor del medio intelectualde México para identificar a losinteresados , a veces, sin vacila-ción de duda, como cuando tra-duce uno DR, JV, XV, RHV, GJ,JC, por Diego Rivera, José Vas-concelos, Xavier Villaurrutia, Ra-fael Heliodoro Valle, GuillermoJiménez, Jorge Cuesta.

La aparición del libro "Voces.

Diario de Trabajo", enriquece elacervo de publicaciones del Se-minario de Cultura Mexicana, enel cual figuran ya libros, folletos,memorias (de dos de las tresAsambleas Nacionales de Corres-ponsalías del Seminario y Boleti-nes periódicos).

CATALUÑA,LOS TRABAJADORESY EL PROBLEMADE LAS NACIONALIDADES

El viejo luchador de la causade la España libre, Fidel Miró,acaba de publicar (Editores Me-xicanos Unidos), la obra Catalu-ña, los trabajadores y el problemade las nacionalidades, en la quehace un interesante y enjundiosoestudio del problema de los pue-blos ibéricos. Tras un interesanteprólogo de Ramón J. Sender, enel que este escritor ofrece algunosaspectos del problema, viene, aguisa de introducción, un artículopublicado por el autor en el quedice, entre otras cosas:

"La libertad de los distintospueblos ibéricos y la libertad ciu-dadana de todos los españoles ha-brá que buscarla y encontrarlaen la voluntad de ser libres, perotambién en la comprensión y elespíritu de justicia -¡y la nece-sidad colectiva y el sentido co-mún!- de todos los hombres ylos pueblos de España".

La obra comienza por plantearel problema de las nacionalidadesibéricas para continuar con "Lostrabajadores ante el problema delas nacionalidades." Estudia des-pués a España como un comuni-dad de pueblos y analiza comocasos típicos los de Israel y Rusia,antes de entrar a fondo en lateoría y práctica del federalismoy en la solución federal.

Después de ofrecer ideas gene-rales para una plataforma sindi-calista revolucionaria analiza elpensamiento nacionalista catalánen la actualidad.

Puede decirse sin eufemismoque no existe una obra que tratecon un sentido tan actual el viejoproblema de las nacionalidadesibéricas como lo hace este librode Miró, antiguo luchador sindi-calista que siempre permanece alpie del cañón de las preocupacio-nes políticas de su patria.

El libro incluye, además, el Es-tatuto de Cataluña en calidad deapéndice.

SEIS VIDAS ESPAÑOLAS

En un breve volumen nos ofre-ce ahora Antonio Espina "Seis Vi-das Españolas". Un "frívolo bos-quejo de caracteres con un fondoambiental" las define, con elegan-te modestia, su autor. Son estasseis vidas españolas las de tresmujeres famosas: Doña Isidra deGuzmán, la aristocrática damaerudita del xviii: la reina MaríaLuisa de Parma, esposa del reyCarlos IV, retratada por Goya, yla famosísima Lola Montes, doñaMaría Dolores Elisa Gilbert. Aestas tres figuras femeninas acom-pañan en el librito de Espina lasde tres no menos famosos caba-lleros: empezando por la más tea-tral figura diezciochesca españo-la, la de don Diego de TorresVillarroel, quien nos dejó de pro-pia mano trazada su picaresca si-

lueta vivísima en su libro famoso;y las de otros dos, no menos fa-mosísimos comédiantes -éstos enlas tablas-, los actores IsidoroMáiquez y Julián Romea.

Está este librito de Antonio Es-pina, como tantos suyos, admira-blemente escrito con descuidoaparente; que a nosotros nos pa-rece cuidadoso descuido. Espinaha heredado de los escritores delsiglo xix español la sencillez, laclaridad, la naturalidad de unaprosa "que habla"; es decir, quefabula o inventa o descubre fa-bulosamente la realidad que des-cribe. Un prosa "a punta de lá-piz" escrita; como la que trazabaen sus libretos teatrales, que pa-saron a realísimas figuracionesdramáticas, el gran sainetero ma-drileño (madrileño por sus obras,no por su origen, como el granGaldós) don Carlos Arniches, sa-caba su punta a los lápices antesde hacerlo o para hacerlo a suscreaciones cómicas.

A punta de lápiz (a "punta se-ca") están trazadas estas breves,relampagueantes, vidas de espa-ñoles y españolas célebres deAntonio Espina (que él sí es ma-drileño y madrileñísimo de ve-ras: "madrileño hasta las cachas"como dijo con exagerado madri-leñismo natural don José Ortegay Gasset de sí mismo). Y estemadrileñismo natural y propio deAntonio Espina es el que prestaa sus biografías --ceñidas, claras,leves- esa vivísima evocación,esa gracia, ese "garbo" que indu-dablemente tuvieron sus biogra-

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fiados. Y hasta yo diría que el"fondo ambiental" (entre el xviiy xix) que Espina supo darleslos madrileñiza no poco. El estiloagudísimo, penetrante, punzante,de la prosa de Espina (punta delápiz que es "punta de espina",como tan fácilmente nos evocacon su nombre) hace, en efecto,que el escritor, hasta sin propo-nérselo, haga saltar la sangre. Ybasta esa gota de sangre roja pa-ra avivar y reavivar en sus lec-tores aquellas vidas muertas.

Otras veces comparamos el es-tilo madrileño de Antonio Espinaal del también madrileño escritor,sainetero, López Silva; tan pocovalorado por los historiadores li-terarios y que tan justamente, yno exageradamente, lo fue porsus contemporáneos más exigen-tes en cuestiones de estilo: porUnamuno y Antonio Machado queexaltaron sus virtudes de penetra-ción y agudeza vivísimas: la ad-mirable traza, y eT trazo, de susdialoguillos madrileños a los quecalificaba Unamuno de 'dignos deun Teocrito español y AntonioMachado nada menos que de"shakesperianos" en miniatura.

Pues de esa textura, de ese te-jido sutilísimo, si agudo y pe-

netrante, punzante, nos parece anosotros el trazo y la trama de laprosa de Espina cuando evoca ydescribe las vidas famosas deaquellas españolas y españoles queparecen recién salidos de un lien-zo de Goya o de una página de losEpisodios Nacionales de Galdós.

La aristocrática dama diezcio-chesca, tan "misteriosa y erudi-ta", doña Mara Isidra de Guzmán,como la "fatal y cosmopolita" Lo-la Montes y la enamorada y apa-sionada "hasta la desvergüenza",tan "única y tan sola", tal vez,reina María Luisa, que pintó Go-ya con toda su corte infernal, nosaparecen en este breve libro deEspina como figuras vivas, aviva-das o redivivas por el arte ver-daderamente "birlibirloquesco" desu madrileño evocador. Retablillomaravilloso. Arte literario de de-cir y contar que, como Madridmismo, se ha ido perdiendo o apa-gando en esas "cadencias que elaire dilata 'en las sombras" de lamentira o de la muerte. Como lasde aquellos otros admirables co-mediantes (entre el XVIII y elxix) Máiquez y Romea, cuyasvidas propias, al ser evocadas porEspina, se nos vuelven misterio-

samente iluminadas de poéticateatralidad.

Leyendo este librito vivísimode Espina, al que decimos revivoo avivo de vidas muertas, se noscumple y comprueba lo que de-cía Goethe de las lecturas querealmente nos mueven y conmue-ven -a pensar, a sentir-: y esque, al dejar el libro y cerrarlo,al acabar de leerlo, si cerramostambién los ojos, abandonándonos

a los ecos que ha despertado ennosotros la lectura, a las imáge-nes que ha iluminado en nuestropensamiento, todo un mundo vivode verdad surge y se afirma co-mo presencia imperecedera ennuestra mente. Leyendo estas rá-pidas evocaciones pintorescas deaquellos españoles y españolasque nos da Antonio Espina en sulibrito leve, todo un mundo es-pañol, que, en sus historias per-sonalísimas es historia viva deEspaña, se presenta y afirma antenuestros ojos (ya cerrados paramirar con los del alma) con unarealidad alucinante; que es suverdad histórica y poética. 0 sea,también profética. La historia-dijimos otras veces-, se cum-ple en profesía. Y no al revés.

MÓIiI dilas, S. A. de C. V.PINTURAS

Presidente:

OSCAR MARTINEZ CECIAS

Poniente 146 No. 700.

Director de Ventas:

JOSE F. MARTINEZ CECIAS

MEXICO 15, D. F. Tel. 47-03-48

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