Dabove Astuica Inclan

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El bandido social mexicano, entre el bárbaro y el soberano ilustrado: El caso de "Astucia," de Luis Inclán (México, 1865) Author(s): Juan Pablo Dabove Reviewed work(s): Source: Latin American Literary Review, Vol. 33, No. 65 (Jan. - Jun., 2005), pp. 47-72 Published by: Latin American Literary Review Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20119939 . Accessed: 15/11/2011 17:29 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Latin American Literary Review is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Latin American Literary Review. http://www.jstor.org

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  • El bandido social mexicano, entre el brbaro y el soberano ilustrado: El caso de "Astucia," deLuis Incln (Mxico, 1865)Author(s): Juan Pablo DaboveReviewed work(s):Source: Latin American Literary Review, Vol. 33, No. 65 (Jan. - Jun., 2005), pp. 47-72Published by: Latin American Literary ReviewStable URL: http://www.jstor.org/stable/20119939 .Accessed: 15/11/2011 17:29

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  • EL BANDIDO SOCIAL MEXICANO, ENTRE EL B?RBARO Y EL SOBERANO ILUSTRADO: EL CASO DE ASTUCIA,

    DE LUIS INCL?N (M?XICO, 1865)

    JUAN PABLO DABOVE

    Para Mabel Morana

    1. Bandidos y letrados

    Un memorable pasaje de Los de abajo (Mariano Azuela, 1915) ser? la cifra del problema que abordar?. Luis Cervantes, periodista citadino sumado a la gavilla de Demetrio Mac?as en busca de la elusiva fortuna

    que promet?a la insurgencia, argumenta ante el caudillo-bandido sus

    (falsas) credenciales revolucionarias. Cervantes quiere ser aceptado, y ahorrarse el rutinario maltrato de los subordinados de Demetrio, que lo

    desprecian en tanto catr?n. Dice:

    ?Yo he procurado hacerme entender, convencerlos de

    que soy un verdadero correligionario... ?

    ?Corre...qu?? ?Inquiri? Demetrio, tendiendo una

    oreja. ?

    Correligionario, mi jefe..., es decir, que persigo los mismos ideales y defiendo la misma causa que ustedes defienden.

    Demetrio sonri?: ?

    ?Pos cu?l causa defendemos nosotros?... Luis Cervantes, desconcertado, no encontr? qu? contestar.

    (19) Desde la perspectiva de un intelectual nacional-estatista (Cervantes,

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    por ejemplo), la respuesta de Demetrio tiene un nombre: barbarie. Violenta, la barbarie deviene bandidaje, tropo favorito de las elites mexicanas al momento de deslegitimar luchas campesinas, desde la rebeli?n de Hidalgo al zapatismo chiapaneco (Dabove, Bandidos y letrados). La respuesta de Demetrio es una negaci?n, desde luego.

    Cervantes traduce esa negaci?n en incapacidad ?z articular una conciencia de clase y un programa pol?tico moderno, entendiendo "pol?tico moderno" como centrado en la naci?n-Estado, su territorialidad y sus formas de

    representaci?n. Esa incapacidad llama a la superaci?n del sonido y la furia revolucionaria por un principio externo de estadidad (Cervantes intenta dar una agenda nacional a la banda de Demetrio), que es el que finalmente triunfa en la novela, y que es metaforizado en la muerte de

    Demetrio bajo la metralla carrancista: la violencia constitucional (Carranza) acabando con la violencia ciega (Demetrio).

    Sin embargo, negarse a nombrar el sentido de la guerra en los t?rminos de una causa eficiente puede ser una opci?n plenamente pol?tica (lo que Revueltas llam? "una negaci?n fortalecedora" [El luto humano 245]). La pregunta de Demetrio, como acto de interrupci?n de la lengua

    mayor, no implica una ausencia de conciencia sino una conciencia subalterna opuesta a la conciencia "ciudadana" estatal. All? la negaci?n (no te?rica, sino performativa) adquiere un valor simb?lico para el cual el Estado (que solo entiende de partidos pol?ticos, petitorios o huelgas) carece de lenguaje. Incendiar una cosecha, quemar un archivo, sentarse a la mesa del amo, violar a la mujer del amo, comer en una semana las reservas de un a?o son, para las elites, im?genes del caos. Para el

    campesino, son actos que destruyen de un golpe siglos de rituales de dominaci?n (Guha, Elementary Aspects). En la escena entre Demetrio y Cervantes la inversi?n y la negaci?n son claras: en vez de la cl?sica circunstancia rural latinoamericana donde el campesino calla por miedo o embarazo ante el letrado o el hacendado, due?os de los lenguajes del poder, Cervantes es quien calla ante la distancia ir?nica del campesino. Demetrio lo deja literalmente sin palabras, a ?l, el profesional de las palabras. La escena no es una discusi?n sobre pol?tica (donde Demetrio no llegar?a nunca muy lejos). La escena es un acto pol?tico donde la conciencia subalterna reivindica un espacio de decisi?n propio, refractario a la intervenci?n letrada. De retorno, proporciona el espect?culo de los l?mites de nuestra propia conciencia letrada. Llamar barbarie a ese acto, es solo un testimonio de nuestra propia barbarie.

    Variaciones de la escena donde bandidos y letrados disputan el sentido de la violencia y los usos pol?ticos de la lengua recorren la cultura latinoamericana del largo siglo XIX.1 En el caso mexicano, de Jos?

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 49

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    Joaqu?n Fern?ndez de Lizardi a Mariano Azuela (pasando por Luis Incl?n, Ignacio Altamirano, Pablo Robles, Manuel Payno, Ireneo Paz, Jos? L?pez Portillo y Rojas), de la poes?a acad?mica y el teatro al corrido y la imaginer?a popular, las narrativas en torno al tropo del bandido social sirven para establecer segmentos centrales del complejo espacio discursivo y geopol?tico que llamamos "M?xico."2

    Este lugar privilegiado no es casual. En las diversas apropiaciones del bandido como tropo de identidad / alteridad se pone en escena una y otra vez la querella en torno al monopolio estatal de la violencia, condici?n clave para la constituci?n de la naci?n-Estado moderna.3 La

    imposici?n de este monopolio tiene dos facetas: (1) la expropiaci?n f?sica de los medios de violencia de la sociedad civil, y (2) la validaci?n de narrativas que hagan "natural" y "necesaria" esta expropiaci?n. Este

    proceso fue el punto de conflicto m?s agudo entre elites modernizadoras

    y grupos que defin?an su identidad a partir de formas de soberan?a y violencia divergentes de la naci?n-Estado como marco exclusivo de

    regulaci?n de lo social. De hecho, la disputa material y cultural en torno a la definici?n de violencia leg?tima y a la propiedad y administraci?n de esa violencia marc? el entero proceso posterior a la independencia en

    Am?rica Latina (Dabove, Bandidos y letrados). De all? nace el bandidaje comofrontera entre "espacios de soberan?a" (Chatterjee), tropo escindido (Hall) que toca alternativa o simult?neamente los extremos de la abyecci?n y la ?pica, b?rbaro y procer nacional.

    2. Astucia: bandidaje e invenci?n de una tradici?n de insurgencia

    Astucia, el jefe de los Hermanos de la Hoja o los charros contrabandistas de la rama. Novela hist?rica de costumbres mexicanas con episodios originales fue publicada en 1865 por Luis Incl?n (1816 1875). Hoy es considerada una obra clave del siglo XIX mexicano,

    aunque a veces por las razones equivocadas. El prop?sito de las p?ginas que siguen ser? ensayar un examen de la obra que recupere su valor

    pol?tico, alej?ndola del vago populismo nacionalista de inspiraci?n estatal que quiere hacerla un repertorio de "lo mexicano." En el tropo del charro-bandido social, Incl?n convoca todos los motivos que luego cristalizar?an en el nacionalismo porfirista4 y en el revolucionario (por ejemplo, el cine de la Edad de Oro). Pero a la vez, se aparta radicalmente de los mismos, porque no hace de la naci?n-Estado la causa final de la

    pol?tica del bandido. Por ende, me interesa leer Astucia como una novela

    que se inscribe en otro espacio de inteligibilidad, que converge con la

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    naci?n-Estado, que es "capturada" por ?sta, pero que no pertenece a ella. La obra puede ser dividida en tres partes:5 (1) Los lances de Lorenzo

    Cabello (alias Astucia) como jefe de los Hermanos de la Hoja, banda de contrabandistas de tabaco en el M?xico de Santa Anna, y en particular las luchas que ?stos sostienen contra el Resguardo que defiende el monopolio.6

    Astucia auna todos los rasgos cl?sicos que definen al bandido social: (i) entra en el bandidaje porque un representante del Estado (un alcabalero) lo ofende; (ii) sus valores son los de su comunidad, con la que nunca

    pierde relaci?n y en la que nunca es visto como un criminal;7 (iii) moviliza sus recursos (econ?micos y de violencia) para ayudar a los pobres, a los d?biles, a las mujeres; (iv) mata s?lo cuando es imprescindible; (v) tiene un perfecto conocimiento del terreno; (vi) es invulnerable; (vii) s?lo puede ser derrotado por traici?n, lo que ocurre cuando un auxiliar de la banda pone al Resguardo en la pista que le permitir? tender a los

    Hermanos una emboscada fatal (400).8 (2) Luego de la derrota, y apremiado por la necesidad de sostener

    a su familia y las de sus compa?eros muertos, Astucia se erige en Jefe de Seguridad P?blica9 y virtual aut?crata del Valle de Quencio, Michoac?n (en adelante, "el Valle"), creando una suerte de Estado paralelo que es todo aquello que el Estado mexicano no era: leg?timo, escrupulosamente honesto y eficaz. Este devenir-hombre de Estado no implica una redenci?n, toda vez que Astucia no era un criminal sino un bandido social (quienes no se redimen: s?lo abandonan el camino). Adem?s, los principios que regulan la existencia del Valle como cuerpo pol?tico se desprenden del

    capital cultural de la desaparecida banda de contrabandistas, emblematizado en los refranes: "Todos para uno, y uno para todos" y "Con Astucia y Reflexi?n se aprovecha la ocasi?n." Legalidad (del Estado de Michoac?n) y legitimidad (del gobierno de Astucia) parecen concillarse sobre el final de la segunda parte, cuando Astucia tiene una entrevista con el gobernador de Michoac?n?quien resulta ser su suegro y ?ste lo confirma en su grado, posici?n y actuaci?n (510), como Robin Hood es confirmado por Richard the Lionheart y convertido en arquero real.

    (3) La novela concluye con el abandono de Astucia de su rol como inspirador del Valle, el entierro (material y simb?lico) de su identidad como "Coronel Astucia" y el retiro a la vida privada con su esposa

    Amparo, sus hijos, suegros y familia extendida, a vivir en "paz octaviana" (538) en el orden patriarcal de la mediana propiedad agraria.

    Esta f?bula del outlaw devenido soberano es sin embargo mucho m?s que una derivaci?n mejicana de la saga de Robin Hood. Astucia

    instala en la literatura el complejo de rasgos con los que el charro se convertir?a a la vuelta del siglo en icono estatal-medi?tico: rural, mestizo,

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 51

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    ecuestre, masculino, insurgente, tradicional, oral, artesanal. La novela es una eficaz etnograf?a del habla rural mexicana, al punto que Joaqu?n Garc?a Icazbalceta tom? de Astucia muchos de los giros y modismos que registra su Diccionario de mexicanismos, de 1899 (el primero jam?s escrito).10 La historia de la recepci?n de Astucia, por su parte, es la par?bola de su progresiva transformaci?n en "novela nacional" (Glantz, "Novela"). Este proceso alcanza su c?nit con la adaptaci?n de la novela por Salvador Novo como obra de teatro infantil desembozadamente nacionalista y pedag?gica, donde Novo se encarga de a?adir una dimensi?n

    que en el original faltaba: "M?xico" como afiliaci?n consciente de los

    personajes.11 En efecto: en Incl?n el espacio de la novela no se denomina inequ?vocamente "M?xico." A pesar de ser le?da como una obra "mexican?sima" seg?n el superlativo de Mauricio Magdaleno ("El Perenne verdor" 85), o un "tesoro de la lengua y mural de costumbres mexicanas" seg?n la cervantina expresi?n de Esther Mart?nez Luna, "M?xico" tiene una presencia notablemente escasa (no se lo menciona pr?cticamente nunca, por ejemplo). No porque sea una evidencia como en el Cor?n borgeano de "El escritor argentino y la tradici?n", donde lo ?rabe no necesita aparecer como objeto representado porque es el principio que gobierna la representaci?n, o como si Incl?n fuese una

    especie de "poeta ingenuo" (Schiller), cuya cercan?a con su comunidad le impide dar un nombre (Novo ser?a, desde esta perspectiva, el "poeta sentimental"). En el orden de los conflictos de la novela, "M?xico" tal como estaba constituido a mediados del siglo, era el enemigo. Era el Estado que negociaba con criminales para convertirlos en agentes del

    Resguardo y perseguir a rancheros honrados (158), eran los corruptos y traidores oficiales de la Alcabala (66, 334), eran los incesantes pronunciamientos que daban estatura pol?tica a criminales comunes

    (347), era el vertiginoso recambio de los gobernadores (466), era la ciudad de la que no ven?a nada bueno y cuyos mejores representantes eran la ex prostituta Amalia la Bulli Bulli (194 y ss) y M. F. C, el estudiante que viola a Mariquita (320).

    Por medio de este alejamiento del nacionalismo estatista (lo cual no implica, por cierto, que Incl?n se aleje del problema de lo nacional, sino

    que lo redefina de acuerdo a otros par?metros), Astucia intenta resolver el dilema liberal de la incorporaci?n cultural del campesino, m?s all? de la alternativa entre asimilaci?n forzada al esquema europeo de ciudadan?a

    y supresi?n violenta. Por medio del tropo del charro-bandido social, Incl?n plantea las condiciones de posibilidad de una homogeneizaci?n "desde abajo" del espacio cultural mexicano, un "liberalismo popular" de indudable existencia en la ?poca (Mallon, Thomson) pero apenas

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    articulado a nivel letrado. El polo activo de este liberalismo (seg?n Incl?n) no ser?a el Estado asociado a la econom?a monetaria de exportaci?n de materias primas e importaci?n de bienes manufacturados e insumos culturales, a la letra y la modernidad (el paradigma que triunfar?a con el Porfiriato), sino la cultura local campesina.

    El charro-contrabandista puede ser, como propone Incl?n en el

    pr?logo de la novela, un "tipo nacional por excelencia" (3), pero entendiendo "nacional" en un sentido divergente de nacional-estatal, ya que en la obra su identidad se constituye por fuera de toda interpelaci?n nacional-estatal (el ?nico representante de "M?xico" es Buldog, el ex bandido devenido jefe del Resguardo, antagonista de los Hermanos y ep?nimo de todos los defectos). Incl?n subordina al Estado a una vibrante comunidad cultural, que no agota su sentido en el nacionalismo

    y no es distanciada en el pasado bajo la forma del Volk. Am?rico Paredes es brillante al argumentar (en 1960) que Incl?n debe ser le?do en el seno de una tradici?n de literatura popular que no es coextensiva con la "literatura mexicana" entendida como artefacto letrado-nacionalista. Paredes lee a Incl?n en la serie de los cowboy writers, que prosperaron hasta el siglo XX a ambos lados de la frontera mexicano-americana. Este

    desplazamiento saca a Incl?n de su lugar de rudimentario monumento, y lo reinstala en una tradici?n mucho m?s actual, m?s cerca del narcocorrido

    que de la novela rom?ntica.

    As?, las "costumbres mexicanas" de las que nos habla el subt?tulo no se identifican con la ideolog?a de Estado de los "hombres de bien"12 de la Rep?blica, del Imperio, o del Porfiriato. La condici?n de posibilidad de esta des-identificaci?n es que el capital cultural que propone Incl?n y del cual Astucia es un tipo, apela por un lado a una cierta versi?n de lo

    popular (la cultura del ranchero), y por otro a lo masivo decimon?nico (la novela de follet?n). El primer aspecto (la relaci?n de Incl?n con la cultura ranchera) ha sido suficientemente investigado (Porras Cruz). El segundo no. La pol?tica de la banda, dije, est? cifrada en el refr?n "Todos para uno, uno para todos." Este motto est? notoriamente tomado de Les trois

    mousquetaires (1844), de Alexandre Dumas p?re, algo as? como escribir una utop?a pol?tica latinoamericana cuyo ide?logo fuera Morphius, el

    Virgilio de Neo en The Matrix.13 Hoy presenciar?amos esto sin demasiado

    esc?ndalo, pero no en 1865. Por medio de esta doble inspiraci?n heterodoxa, la definici?n de cultura de Incl?n escapa a la clausura de los nacionalistas ? la Altamirano que defin?an el sentido de lo nacional a

    partir de una alta cultura que incorporase selectivamente elementos de la cultura popular.

    Hay dos operaciones que permiten a Incl?n constituir este universo

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 53

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    conceptual alternativo: (1) repensar el sentido de la guerra de Independencia; (2) colapsar en el cuerpo de Astucia la distinci?n Estado / sociedad civil.

    El debate en torno a la guerra de independencia fue clave en el

    primer siglo independiente para la definici?n de la comunidad imaginada "M?xico." Mientras conservadores y mon?rquicos sosten?an que la "verdadera" guerra de Independencia hab?a sido la de la Armada Trigarante de Iturbide, y reputaban el Grito de Dolores como una rebeli?n contra la

    propiedad y la civilizaci?n, bien intencionada quiz?s, pero irremediablemente b?rbara, los liberales saludaban a Hidalgo, Guerrero

    y Morelos como los verdaderos iniciadores y sostenedores de la

    emancipac?n, los verdaderos "padres de la patria" (Hale) Interviniendo en ese debate por medio de la ficci?n, Incl?n "inventa una tradici?n" que circula a trav?s de la met?fora paterna (Astucia, como tantas otras obras del XIX mexicano, se estructura en torno al prestigio del principio paterno).14 Los charros contrabandistas son un grupo de hermanos ("Hermanos de la Hoja"). Por mediaci?n paterna, son los herederos y la r?plica de otra hermandad, la de la insurgencia independentista, ya que son hijos o sobrinos de veteranos de la guerra, que se conoc?an y lucharon juntos.15 Para Incl?n, la guerra popular de Independencia, lejos de ser una guerra fratricida?como fue considerada por los conservadores?

    proporciona la escena de constituci?n de la familia nacional como comunidad que se establece sin embargo fuera y contra la mirada del

    Estado, ya que arrebata al Estado uno de sus principales reservorios de memoria y de capital simb?lico, y entabla con ?l una relaci?n exclusiva. Incl?n disocia el legado de Hidalgo, Morelos y Allende de la equ?voca trayectoria del Estado poscolonial, y lo religa con sus or?genes: la

    insurgencia que opera al otro lado de la ley, y cuyo sujeto no es el "pueblo" como interpelaci?n populista, sino la "multitud" (en el sentido de Toni Negri). Los contrabandistas-bandidos sociales son los verdaderos herederos del legado insurreccional independentista, contra un M?xico

    que?bajo la met?fora del monopolio del tabaco y del Resguardo?ha devenido banda criminal, o que siempre lo ha sido.16

    Luego de la aniquilaci?n de su banda Astucia es capturado por el

    Resguardo. La declaraci?n indagatoria que se le toma, sin embargo, no es una confesi?n de culpa sino una performance donde Astucia disputa ante el Estado el sentido mismo de la ley estatal e invierte la carga de la

    prueba. Equipara el hecho de armas en que su banda fue aniquilada con un asalto de bandidos (los representantes del Resguardo) a honestos comerciantes (los Hermanos de la Hoja): se apropia del tropo de otredad que el Estado moviliza (el bandidaje como modo de deslegitimar a

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    sujetos de violencia) y lo usa contra ?l.

    La cosa fue muy sencilla, tuvimos como Jesucristo un

    disc?pulo traicionero, un Judas que nos vendi?. [...] Los ladrones que nos asaltaron eran much?simos y aunque

    nos batimos como hombres que defienden sus intereses

    y su vida, al fin y al cabo sucumbimos a la fuerza. [Responde el sumariante]-Es que ustedes conduc?an un

    efecto que por leyes expresas est? prohibido su libre tr?fico. En suma, como contrabandistas han sido cogidos con la masa en las manos y escarmentados por el

    Resguardo de las rentas, y una fuerza p?blica que dio auxilio seg?n se manifiesta por estas comunicaciones de la Direcci?n, y el parte del jefe que expedicion?. [Responde

    Astucia] -Bien pueden decir esas comunicaciones lo que gusten; pero vamos al terreno de los hechos; esas

    expresiones de bandidos y ladrones, las sostengo." (413, ?nfasis m?o)

    Astucia no reivindica su inocencia, ya que eso ser?a un reconocimiento impl?cito de la legitimidad del juicio al que se lo somete. Por el contrario, pone en entredicho el lugar de enunciaci?n desde el cual se lo interroga, al que contrapone la ley oral leg?tima de los contrabandistas, y establece una ligaz?n expl?cita entre esa ley oral y la tradici?n de lucha

    anticolonialista, que se remonta incluso a la resistencia a la Conquista.

    [Dice Astucia] El delito de contrabando de que se me acusa, lo niego; eso de que nos sorprendieron con la masa en las manos, es una calumnia, porque esa expresi?n se

    aplica a los bandidos y ladrones cuando se atrapan con el robo que han hecho; nosotros conduc?amos nuestras

    cargas compradas con nuestro dinero; la hoja con que comerci?bamos nos la vend?an sus due?os que a costa del sudor de su frente la han sembrado y beneficiado en

    las tierras de su propiedad; y respecto de que hay leyes que prohiben el libre tr?fico de un efecto estancado, creo

    que no estar?n vigentes las ?nicas que para el caso nos

    impuso el gobierno espa?ol cuando est?bamos bajo su dominio, y entonces eran extensibles hasta para los

    cosecheros, porque despu?s de tanto a?o de guerra y sangre vertida por los buenos mexicanos, que alcanzaron

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 55

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    a sacudir ese yugo, y se logr? nuestra Independencia, mal pueden quererse llevar a cabo esas mismas leyes que nos impuso el despotismo, y maniataba a los hijos del pa?s, impidiendo su progreso para tenerlo como un

    juguete de su avaricia, y mucho peor es agarrarse de ellas para que nos azote el mismo l?tigo, y a?n estemos uncidos al propio carro, cuando a voz y en cuello nos dicen nuestros representantes que somos libres, que nuestra Naci?n es Rep?blica; que todo el mundo es

    ciudadano; que ya no hay tiranos, y otra porci?n de cosas muy contradictorias a la realidad. (413, ?nfasis

    m?o)

    El legado paterno / independentista que Astucia pone en escena como fundamento de la ley crea la memoria com?n (antes o junto a la

    memoria de sus propios hechos, los charros comparten la de los hechos de sus mayores) que funda su comunidad y su pr?ctica. No es s?lo que los charros tienen memoria (en oposici?n a la amnesia constitutiva del

    Estado). Ellos son la memoria de la insurgencia independentista, porque el contrabando es una reactualizaci?n del legado de sus antecesores. As?, la Hermandad de la Hoja es una comunidad imaginada que se forma de acuerdo a principios identitarios diferentes a los de las naciones-Estado.

    ?stas, indica Benedict Anderson, son un producto del print capitalism, donde la circulaci?n del libro y el peri?dico como mercanc?as posibilita la percepci?n de la existencia simult?nea de la comunidad (bajo la forma

    de comunidad ideacional de lectores) en un tiempo vac?o y homog?neo. Por contraste, la memoria de los Hermanos de la Hoja se constituye y circula en un medio completamente oral y de co-presencia material de

    cuerpos: los relatos sucesivos de cada uno de los charros a los Hermanos en el campamento, que ocupa la porci?n mas importante de la primera parte.17

    3. El cuerpo de Astucia

    La reputaci?n (oral), como forma privilegiada de la esfera p?blica campesina, es el lugar donde "vive" la ley alternativa de los charros. Por eso a lo largo de la novela Astucia es muy cuidadoso de su reputaci?n, y usa un complejo sistema de sustitutos, seud?nimos y ocultamientos para administrar cu?les de sus acciones van o no a formar parte de su identidad p?blica. La reputaci?n es asimismo el eje sobre el que se apoya

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    la organizaci?n militar de los charros: como penosamente comprueba el

    Resguardo m?s de una vez, la banda es invulnerable por su superior conocimiento del territorio y de lo que ocurre en ?l. Pero este dominio es un subproducto de la solidaridad entre bandido social y comunidad, ya que est? basado en una red de informantes, correos, vig?as, proveedores y colaboradores cuyo v?nculo con la banda es econ?mico, desde luego, pero sobre todo cultural. El ?nico reaseguro de ese v?nculo es la

    reputaci?n como veh?culo de la ley oral. El foco de la reputaci?n es el cuerpo del charro. Las narrativas de

    bandidos participan en general de la concepci?n premoderna del cuerpo como manifestaci?n visible de la soberan?a (Foucault, Kantorowicz). En este caso, de la soberan?a de la ley oral campesina frente a la ley estatal, hecha visible en el cuerpo del hombre de Estado (el Buldog primero, el Gobernador despu?s).18 La confluencia entre la ley paterna (que media el legado independentista) y el cuerpo insurgente (que media la relaci?n entre esa ley y la comunidad) se da en el tr?nsito de la primera a la segunda parte de la novela. Luego de la batalla donde la banda es eliminada (405), el cuerpo de Astucia, con m?s de treinta heridas de machete y lanza, es dado por muerto, y s?lo vuelve a la vida al tercer d?a (el tema cr?stico est? presente en la novela en m?s de una oportunidad), gracias a los devotos cuidados de los campesinos, que adquieren una identidad colectiva-pre forma del Valle de Quencio?en el alzamiento donde defienden ese cuerpo de la insaciable venganza del Resguardo (408). Las marcas de los

    machetes y las lanzas en el cuerpo de Astucia son la escritura del Estado en el cuerpo del bandido como modo de sancionar su soberan?a. El arma

    que penetra la carne es una alegor?a del poder (Teskey), y un exceso material pero no semi?tico con respecto al conflicto: los oficia les del

    Resguardo lo siguen hiriendo cuando creen que ya est? muerto.19 Cuando Astucia se convierte en Jefe de Seguridad del Valle de Quencio, esas mismas cicatrices, lejos de ser causa de infamia, se transforman en emblema de honra, en la escritura de la insurgencia de la que surge una

    memoria, ya que Astucia inventa una tradici?n seg?n la cual esas heridas fueron recibidas contra los espa?oles luchando lado a lado con Guerrero, de quien era una suerte de hijo adoptivo (454). Si pensamos que el contrabando de tabaco religa, para los Hermanos, con la memoria de la

    guerra de independencia, esto es s?lo una mentira parcial: una falsedad al nivel de los hechos pero no al nivel de los s?mbolos, donde el Estado nacional es igualado a la opresi?n colonial.20

    "Todos para uno y uno para todos" era el principio de cohesi?n de la m?quina de guerra de los charros. El mismo lema asegura la solidaridad entre Astucia como soberano plebiscitado (el "uno") y el grupo de

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    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    notables que lo sostienen (los "todos"). Su propio cuerpo, prestigiado por sus heridas, y su nombre "Coronel Astucia" (otra vez, supuestamente dado por Guerrero) hacen desaparecer las diferencias entre razas y clases (o al menos su car?cter conflictivo) al interior de los "todos": aseguran el principio de homogeneidad del cuerpo social y del Estado con la sociedad civil, que para Incl?n debiera haber triunfado en la guerra de

    independencia. "Con Astucia y Reflexi?n se aprovecha la ocasi?n" es el otro lema

    que gobernaba la banda (previsiblemente, un consejo que el padre de Astucia le da junto con su bendici?n). En el Valle este lema regula las relaciones con las autoridades estaduales, relaciones que van desde el disimulo a la abierta hostilidad. Mientras nada se roba al Valle de

    Quencio, es leg?timo robar todo lo que se puede a Michoac?n (lo que Astucia hace una y otra vez). Como en el caso de las naciones-Estado, hay un principio moral de solidaridad al seno del grupo y un principio pol?tico de violencia al exterior del grupo (Michoac?n, los bandidos), doble pol?tica basada en un estricto sentido de supervivencia al interior del grupo.

    La insurgencia de los charros se convierte en un principio de orden en oposici?n al ciclo de los gobernadores, que arroja una imagen circular de la historia, bajo la forma del eterno retorno de Santa Anna.21 Desde el bandidaje, Astucia se erige en Estado, y el mecanismo de constituci?n de esa "comunidad conceptual" es el mismo de cualquier Estado: nombrar

    y aislar un "otro" fuera de la ley (en este caso, de la ley oral-local): la resistencia a Michoac?n, al exterior del territorio, la persecuci?n a los bandidos del Rotito, al interior del mismo (443). En efecto: colgar a los bandidos en los caminos reales (462) forma parte de la cl?sica "pedagog?a del terror" estatal (Salvatore).22 Sin embargo, Astucia representa la colusi?n de estadidad alternativa y violencia local. Esta se hace visible en el s?mbolo que Astucia pone por delante de sus actos : la reata floride?a de su montura con la que con harta frecuencia amenaza colgar del primer ?rbol a mano a los

    "perturbadores del orden." La reata no es cualquier soga: es la soga charra por excelencia, aquella que es usada en los

    ejercicios ecuestres y ganaderos en los que los charros (como se muestra varias veces a lo largo de la obra) son insuperables. Es por ende un s?mbolo de violencia, forma parte del teatro de la ley, pero al mismo

    tiempo es un ?ndice de la coherencia que Astucia postula con la sociedad

    civil, al punto que s?lo la usa una sola vez, en la escena inaugural de su

    gobierno (la redada contra los bandidos):

    Todo estaba floreciente; mucho tr?fico de los arrieros,

  • 58 Latin American Literary Review

    comerciantes, ganaderos, y el tr?nsito tan seguro, que nadie ten?a de qu? quejarse; si alguno tiraba una prenda en el camino, el que la alzaba la colgaba en un ?rbol o

    matorral, y all? se quedaba hasta que su due?o la recog?a, porque la reata floride?a del coronel infund?a much?simo

    miedo, y por fortuna jam?s la lleg? a estirar con ninguno, aunque a todos amagaba con ella cada vez que se ofrec?a. Esto fue en compendio lo acontecido en los seis a?os

    largos que dur? de jefe de la Seguridad P?blica, respecto de sus hechos p?blicos. (464)

    De este modo, la violencia est? ausente del mundo representado, porque el monopolio totalitario de la violencia hace innecesario su

    ejercicio. Esta es la piedra de toque del ?xito de su programa, y el punto culminante de la f?bula pol?tica donde un sujeto de violencia fuera de la ley estatal trae a la existencia un orden pol?tico donde la identidad entre comunidad y ley oral comunitaria es tan exacta que la violencia desaparece como reaseguro visible: una "naci?n" cuyo "Estado" funciona de manera tan perfecta, que puede desaparecer como tal, y el monopolio de la violencia es tan leg?timo que puede ser delegado sin ser puesto en riesgo.

    Astucia compra armas en Estados Unidos, y arma personalmente en cada

    pueblo a un grupo de vecinos. Al regalarle las armas les dice:

    Desde este momento son mis soldados, los fieles sostenedores de sus autoridades respectivas, y la fuerza de Seguridad P?blica que aqu? restablezca el orden y la

    paz. No tenemos cuartel, guardias ni ning?n servicio que cause trastorno en nuestros trabajos y atenciones. Luego que cualquiera se mire asaltado, se sube a la azotea y les echa balazos a cuanto picaro quiera aprovecharse de sus

    intereses; mutuamente cu?dense vecinos con vecinos, y

    pueblos con pueblos, haciendas y ranchos. (449)

    Este es el legado de la independencia en posesi?n de sus due?os,

    puesto al fin (aunque no sea m?s que en la ficci?n) a funcionar.

    4. Las afinidades electivas

    Astucia, mediador de un principio de soberan?a alternativa derivado de la guerra popular de independencia, es la posibilidad de lo que Margo

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 59

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    Glantz denomina una "utop?a insurgente" ("Una utop?a"). Aceptemos

    por un momento el t?rmino: esa utop?a sigue siendo conmensurable con la forma naci?n-Estado, porque adopta sus atributos b?sicos. Desde esta

    perspectiva, el Valle que Incl?n imagina ser?a una maquette del Estado

    ideal, y el bandido una suerte de presidente manqu?, que exhibe por contraste aquello que el soberano debiera ser y no es (toda utop?a tiene un elemento fuerte de cr?tica, recuerda Elliott).23 Hasta cierto punto, eso es Astucia. Sin embargo, la novela no consagra esa utop?a como la raz?n ?ltima de las transformaciones del legado de la independencia, sino que lleva la l?gica de Astucia m?s all? de la estadidad: hace del Valle s?lo una efectuaci?n pasaj era de la agenda pol?tica de Astucia, y abre la posibilidad a pensar otras formas de lo pol?tico que exceden el paradigma moderno centrado en la naci?n-Estado.

    El concepto de utop?a implica la cancelaci?n (resoluci?n) de todo conflicto como motor de la historia, y por ende la cancelaci?n de la historia. Esto no ocurre en Astucia: la novela no termina con el ameno

    panorama de prosperidad y armon?a del Valle, sino con la renuncia

    despechada de Astucia a su cargo y su retiro a la vida privada (528), que provoca que el Valle entre en un renovado per?odo de anarqu?a y luchas civiles.24 Quisiera reflexionar sobre esta "vuelta atr?s", donde desde la utop?a se vuelve al tiempo de la historia, lo que nos hace sospechar que quiz?s nunca hubo una utop?a:

    "Uno para todos y todos para uno" es la divisa de los contrabandistas con la que Astucia conquista a los notables del Valle.25 Sin embargo, este axioma pol?tico no se traslada de manera homog?nea. Para los contrabandistas el motto expresa la incorporaci?n absoluta de la identidad individual en la grupal, donde de manera especular uno es todos y

    viceversa. Esto se confirma en diversas instancias:

    (1) Astucia es elegido jefe por sorteo (86), y es s?lo primo inter pares, consagrando al interior de la banda un principio de equivalencia rec?proca (cualquier podr?a haber sido jefe), que aparta di Astucia de otras narrativas de nobles bandidos, donde el capit?n es cualitativamente

    superior al resto de su banda (como en el caso de Robin Hood). (2) La primera parte de la novela consiste masivamente en los

    sucesivos relatos vitales de cada uno de los contrabandistas: Pepe el

    Diablo, Tacho Reniego, el Charro Acambare?o, Alejo Delgado. Estas historias son indistinguibles (todas reiteran la misma macro proposici?n narrativa: hay un joven ranchero a punto de perderse, y es rescatado por la intervenci?n del principio paterno) tanto como son indistinguibles los

    personajes. Esa carencia de rasgos distintivos es deliberada: enfatiza que es la banda la que posee identidad, no sus individuos.

  • 60 Latin American Literary Review

    (3) Cuando Pepe el Diablo y Astucia se abrazan y sellan su amistad con el juramento "todos para uno...", este es el ep?logo del largo relato de Pepe donde este acaba de contar toda su vida, esto es, de donar por completo su identidad a Astucia.

    -Siento sobre manera, hermano m?o, tus pesares?le contest? Astucia?, tomo parte en tu justa aflicci?n, y yo quisiera, si me fuera posible, mitigar tu padecer y el de tu ?ngel, digno por mil t?tulos de ser amado, de esa infeliz

    mujer v?ctima de las aspiraciones de dos miserables perversos; ya sabes, Pepe querido, que soy tu hermano, cuenta con cuanto tengo y cuanto valgo, tus angustiosas circunstancias son tambi?n las m?as en este instante, que se unan nuestros corazones, se estrechen nuestros brazos, que se confundan nuestras l?grimas, y que desde hoy seamos el uno para el otro, de los dos uno. ?Qu? dices,

    Pepe, aceptas la sincera amistad y la eterna adhesi?n de este pobre Astucia?

    ?Con todo mi coraz?n, querido hermano. ?Y ape?ndose de los caballos se abrazaron con la mayor sinceridad a

    tiempo que comenzaba a salir el sol; por lo que volviendo la cara Lorenzo y mir?ndolo, dijo lleno de entusiasmo:

    ?Astro luminoso, presencia nuestros votos, y primero deja de brillar tu hermosa luz y nos sepultemos todos en horrorosas tinieblas, que nosotros dejemos de ser el uno para el otro, y de los dos uno ?Lo ratificas, Pepe?

    ?S?, y agrego que s?lo la muerte podr? cortar nuestra amistad y mutua correspondencia. (136)

    En el Valle, por el contrario, la alianza entre el "uno" y los "todos"

    sigue suponiendo la posibilidad de distinci?n anal?tica entre Astucia y sus seguidores, donde "todos para uno..." no implica la creaci?n de una entidad pol?tica sino de dos: el "uno" (Astucia, el soberano) y los "todos" (los habitantes del Valle de Quencio): el principio de equivalencia es reemplazado en el Valle de Quencio por un principio de alianza entre identidades heterog?neas, donde nadie puede reemplazar a Astucia, como lo comprobar?n "con l?grimas de sangre" (530). Otra vez, esto se confirma en diversas instancias:

    (1) Aunque Astucia es la personalidad m?s importante del Valle, y tiene una fuerte presencia p?blica (toma todas las decisiones de importancia, concentra en su persona todos los poderes, es infaltable en

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 61

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    todos los eventos), nadie sabe su verdadero nombre, y por ende, su verdadera filiaci?n.

    (2) Los Hermanos de la hoja comparten un reservorio com?n de legitimidad en la ley oral paterna, ya que todos son descendientes de

    guerreros de la independencia. En ese sentido, "uno para todos..." es menos un principio fundador que iterativo: por mediaci?n de la ?pica paterna, los Hermanos de la Hoja ya se pertenec?an mutuamente desde antes de nacer. En el Valle, Astucia no comparte con nadie ese privilegio. El locus de la ley paterna es la tumba de don Juan Cabello, donde Astucia habla con su padre muerto y donde tiene la inspiraci?n de convertirse en

    Jefe de Seguridad (438). Nadie conoce la ubicaci?n de la tumba, enfatizando as? en la exclusividad de su relaci?n con el legado independentista.

    (3) A lo largo de toda su aventura en el Valle, Astucia mantiene oculta a su familia extendida. Incluso, se ignora por completo la existencia de esa familia: para el mundo, Astucia es un hombre solo y sin hogar: nadie sabe de donde viene, nadie sabe donde pasa la noche.26 Luego de rescatar / raptar a Amparo, es capaz de vivir por a?os con ella sin que nadie lo sepa.

    Esta reticencia que hace del h?roe un desconocido para aquellos a

    quienes salva es m?s que una cl?sica peripecia folletinesca: es una distinci?n pol?tica de la mayor importancia. Aunque Astucia es el

    principio de unidad simb?lica del Valle (462-465), siempre reserva una porci?n (la m?s importante) de su identidad fuera de la alianza. Esta reserva permanece inactiva durante la segunda parte de la novela. Pasa al primer plano y destruye la pretendida utop?a en el momento preciso en

    que parecer?a m?s establecida: cuando legalidad estatal y legitimidad campesina convergen. Mariano G. y D., ex Presidente de la Corte

    Suprema y ahora Gobernador de Michoac?n, alejado del ciego legalismo de sus predecesores, decide visitar personalmente el Valle de Quencio, preocupado por los reportes contradictorios en torno a Astucia y al Valle.27 Agradablemente sorprendido por lo que ve, y cautivado por las calidades humanas de Astucia, confirma a ?ste en su rol de Coronel y Jefe de la Seguridad P?blica (507-508). Este encuentro entre soberano y outlaw (devenido soberano) tiene una derivaci?n inesperada: Astucia y el gobernador resultan ser yerno y suegro.28 Esto da a la escena una

    duplicidad espectral. Por un lado es posible pensar que el encuentro se da

    bajo la ?gida de la ley estatal29 enriquecida ahora de la legitimidad que Astucia supo conseguir,30 y que la sub-trama familiar es s?lo un ?nfasis

    que hace a?n m?s s?lida la cadena de conciliaciones entre lo local y lo nacional. Esta interpretaci?n es posible, pero no es correcta. Otra cosa es

  • 62 Latin American Literary Review

    lo que realmente esta ocurriendo: el Gobernador y Astucia sellan su alianza en tanto familia, esto es, por fuera de la ley escrita, bajo la ?gida de la ley oral de los Hermanos de la Hoja. El encuentro entre Astucia y el gobernado, en lugar de traer a Astucia al ?mbito de la soberan?a estatal, atrapa al gobernador en la atracci?n de un principio de afiliaci?n sub

    nacional, o hetero-nacional. Por eso este encuentro, que parec?a la precondici?n para cimentar

    la utop?a insurgente, en realidad es el principio del fin. Por ?l Astucia es infiel a los principios que ?l mismo hab?a establecido para el Valle: "Nunca hemos de salir de nuestro territorio por causa pol?tica ninguna, porque no defendemos a ning?n partido" (450), y busca reclutar entre sus "todos" una fuerza para salir en apoyo de su suegro, cuya posici?n en

    Morelia estaba en riesgo (527-527). Esta contradicci?n es solo aparente: muestra que el verdadero principio que orientaba su pol?tica era el familiar: y que los "todos" siempre estuvieron desdoblados: los "todos"

    aparentes, los habitantes del Valle, y los "todos primitivos" (526) la familia extendida de los Hermanos de la Hoja que era el oculto p?vot sobre el que giraba el Valle (sin que sus habitantes lo sospecharan). Si

    Astucia nunca quiso luchar a favor de ninguno de los partidos que agitaban la vida pol?tica de la Rep?blica (Astucia no reconoce ninguna entidad pol?tica al "partido"), no es a favor de una utop?a de autodeterminaci?n local (el Valle), sino en funci?n de su propia agenda patriarcal (la familia).

    La resoluci?n final de la novela, es desde este punto de vista

    previsible. Astucia, decepcionado por la falta de apoyo de sus "todos"

    (que son fieles al Valle) abandona su puesto y simb?licamente entierra su identidad de ex bandido y coronel, convirti?ndose otra vez en Lorenzo

    Cabello, particular (pp. 528-529). Su suegro renuncia a su cargo de gobernador disgustado de la vida pol?tica, y Enrique, heredero de

    Astucia, deja el foro?donde promet?a una carrera en la pol?tica. Todos se retiran a la hacienda, donde la familia es el ?nico lugar donde el lema "Uno para todos y todos para uno" parece sustentable a largo plazo.

    Desde cierto punto de vista esta resoluci?n es pol?ticamente pesimista, ya que el proyecto nacional fracasa. A diferencia de la

    met?fora familiar tal como la estudia Doris Sommer, donde la esfera

    privada se proyecta en la publica-nacional, y la familia es la fundaci?n

    imaginaria de la naci?n-Estado, aqu? la familia supone un retraimiento deliberado de ese ?mbito (pero no es un retiro "a la vida privada", ya que esta distinci?n supone ya una esfera p?blica formada desde el Estado).

    Desde otro punto de vista, sin embargo, la novela se abre a otra

    dimensi?n, y Astucia cuenta una f?bula pol?tica cuya teleolog?a no es la

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 63

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    naci?n-Estado, y su riesgo la barbarie, sino que pone en escena otros modos de la pol?tica donde la sociedad civil no converge con el Estado como su efectuaci?n ?ltima, y donde es precisamente la robustez y complejidad de ?sta, dividida en innumerables identidades de afiliaci?n entre las cuales no se puede alcanzar una s?ntesis, la que se muestra como un obst?culo para la construcci?n de la naci?n-Estado (Annino). Haber aproximado el pensamiento pol?tico-literario del siglo XIX a los l?mites del paradigma liberal, sin recurrir al manido tropo de la barbarie, del

    caos, o del vac?o de sociabilidad (como lo hacen algunos de los m?s poderosos pensadores latinoamericanos del XIX: Ignacio Manuel

    Altamirano, Domingo Faustino Sarmiento o Euclides da Cunha) es, creo, lo que hace de esta pieza "menor" de la prosa decimon?nica un

    contempor?neo radical de nuestras preocupaciones m?s urgentes.

    UNIVERSITY OF COLORADO?BOULDER

    NOTAS

    1 El "largo siglo XIX latinoamericano" va desde las reformas Borb?nicas y

    primeras manifestaciones independentistas (?ltimo cuarto del siglo XVIII) hasta la Gran Depresi?n. Es el per?odo de integraci?n de Am?rica Latina a los mercados mundiales a partir del modelo de crecimiento impulsado por la exportaci?n de

    productos primarios (Cf. Bulmer-Thomas), que se impone hacia mediados del siglo XIX y establece la hegemon?a de una clase comercial y / o terrateniente ligada al

    capital global que obtiene m?ximo beneficio econ?mico y pol?tico del mismo. El

    per?odo fue escenario de un pacto neo colonial (Cf. Halperin-Donghi) que implic? un

    capitalismo agrario con supervivencia de modos precapitalistas de relaciones de

    producci?n, propiedad concentrada, idealmente no corporativa y relativamente

    estable, y un Estado central que expand?a los sistemas legales y de justicia, infraestructuras econ?micas y administrativas, fuerzas armadas y policiales, etc. La

    magnitud de este proceso implic? enfrentamientos y negociaciones entre las elites locales, regionales y nacionales, y entre ellas y los sectores populares afectados (Cf. Joseph y Nugent 3).

    2Eric Hobsbawm da la definici?n cl?sica de bandido socal: "peasant outlaws

    whom the lord and state regard as criminals, but who remain within peasant society, and are considered by their people as heroes, champions, avengers, fighters for

    justice, perhaps even leaders for liberation, and in any case men to be admired, helped and supported. This relation between the ordinary peasant and the rebel, outlaw and robber is what [...] distinguishes [social banditry] from other kinds of rural crime" (17).

    El bandidaje social epid?mico (diferente del end?mico, omnipresente en sociedades agrarias) es una forma de resistencia / adaptaci?n al avance de la

  • 64 Latin American Literary Review

    agricultura comercial y el Estado moderno, o el s?ntoma de una crisis de legitimidad generalizada (i.e. revoluciones, guerras). Hobsbawm recoge la noci?n de Engels (The Condition) de la criminalidad como una forma de "protesta primitiva" (149, 242-3, 309) y de Braudel (The Mediterranean) del bandidaje como "revoluci?n incompleta" carente de conciencia de clase (738-739). Para Hobsbawm el bandidaje, la mafia, el milenarismo, las sectas laborales, son formas de "rebeld?a primitiva",

    movimientos sociales campesinos arcaicos, pre-pol?ticos, que apelan a los recursos

    materiales y culturales de comunidades campesinas cuyo universo expresan o

    defienden (de all? el car?cter social) pero que est?n condenadas a desaparecer con el advenimiento de la modernidad (Hobsbawm 10).

    Otros analistas proponen otras l?neas de conflicto, entendiendo al bandidaje (1) como el enfrentamiento entre el proletariado rural y la burgues?a rural, donde el bandidaje ser?a una forma de lucha de clases (en una sociedad de clases ya plenamente formada) por fuera de la pol?tica institucional (O'Malley 494-499); o (2) como el conflicto a de razas en disputa por recursos econ?micos o posiciones pol?ticas (Austen; Flores Galindo). Existe asimismo bandidaje en contextos previos al capitalismo: sociedades agrarias tradicionales que resisten el avance de otras

    sociedades rurales (i.e. agricultores sedentarios vs pastores n?madas o imperios agrarios). Hobsbawm incluso identific? recientemente un tipo de bandidaje contempor?neo, asociado a los procesos de disoluci?n de la naci?n-estado (9)

    El revisionismo (Cf. el volumen colectivo Bandidos, de Slatta) niega de plano el car?cter social / pol?tico del bandidaje, y lo define como una variante rural de la criminalidad com?n, un medio alternativo de ascenso social, o un instrumento

    informal de control del campesinado por las clases dominantes, a cuyos intereses es

    funcional en ?ltima instancia. La destilaci?n de esta corriente de cr?tica (que ha dado origen a algunas de las investigaciones m?s importantes en el campo) puede ser entregada en la definici?n deliberadamente pobre que da Slatta: "Banditry is the

    taking of property by force or by the threat of force" (76). La tercera posici?n en el debate es la adoptada por los historiadores

    latinoamericanistas que recogen las contribuciones de Ranajit Guha (Elementary Aspects) y de James Scott (Weapons of the Weak), quienes no abordan el bandidaje ni como mera criminalidad ni como una forma rudimentaria de resistencia campesina, sino como una forma de pol?tica campesina plenamente articulada en una conciencia

    campesina, que se ubica en un continuum de formas de resistencia que van del chisme a la rebeli?n abierta (Joseph; Joseph y Daniel Nugent; Mallon; Schwartz). Esta l?nea de investigaci?n pone en el centro de su preocupaciones epistemol?gicas y pol?ticas la heterogeneidad e intraducibilidad entre una concepci?n nacional estatal de la pol?tica y la pol?tica campesina (que sin embargo puede converger y negociar en circunstancias espec?ficas). El presente trabajo se inscribe?en l?neas generales?dentro de esta corriente. 3 La centralidad de la violencia aparece en la definici?n de naci?n-Estado que Giddens elabor? en la estela de Weber: "The nation state, which exists in a complex of other nation-states, is a set of institutional forms of governance maintaining an administrative monopoly over a territory with demarcated boundaries (borders), its

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 65

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    rule being sanctioned by law and direct control of the means of internal and external violence." (121). Giddens a?ade una dimensi?n cultural al caracterizar a la naci?n estado como una "comunidad conceptual" (219), en sentido similar al que utiliza

    Anderson al hablar de "comunidad imaginada" (1983). 4 Porfirio D?az "estatiz?" el tipo del charro al hacerlo el modelo en el cual se

    bas? la imagen del cuerpo de Rurales, pilar de la expansi?n del estado porfirista en tanto fuerza policial de acci?n r?pida bajo su directo y exclusivo control (Cf.

    Vanderwood). 5 Para un examen detallado de la estructura de la obra, Cf. Sol. 6 El contrabando de tabaco era un efecto directo del monopolio estatal

    establecido en 1764 como parte de los intentos de los Borbones de "reconquistar" Am?rica e incrementar el ingreso de met?lico en las arcas reales para financiar la defensa metropolitana (Bradford Burns 1994). El monopolio restring?a el cultivo de tabaco a zonas espec?ficas, regulaba el precio de venta a las manufactureras estatales

    de tabaco y otorgaba las licencias de venta minorista. Los administradores del

    monopolio controlaban el Resguardo, cuerpo armado que combat?a el contrabando

    de la hoja de tabaco (Susan Deans-Smith 1992, p 15). Hacia el final del siglo XVIII el monopolio era la empresa industrial m?s grande de M?xico junto con la explotaci?n de la plata y la industria textil, y una de las principales fuentes de

    ingresos estatales. La guerra de independencia y las condiciones econ?micas y fiscales de las primeras d?cadas post-independentistas tuvo efectos devastadores sobre la empresa. M?s all? de la ortodoxia liberal republicana que abogaba por la

    supresi?n de los estancos, el monopolio sobrevivi? dado que sus ingresos (declinantes) eran insustituibles. En 1856, junto con otras medidas que culminaron en la Constituci?n de 1857, el monopolio fue suprimido (Deans-Smith xviii-xxi). 7 La solidaridad material, cultural y / o simb?lica entre bandido y campesino es el rasgo distintivo del bandidaje social vis-?-vis la criminalidad (el criminal se opone a los valores del campesino, lo ataca sin reparos, y la ?nica colaboraci?n que obtiene de ?l es forzosa). Knight puntualiza que aunque la distinci?n bandido / criminal es anal?ticamente pertinente, es mucho m?s difusa en la realidad, dado que es relativa en el espacio y en el tiempo. El bandido social de una regi?n es el mero criminal de otra. El bandido social de hoy, que goza de apoyo campesino, es el criminal de ma?ana, combatido por esos mismos campesinos (1:354-5). Esa relatividad no es arbitraria, pero depende de factores complejos, y no necesariamente implica una diferencia en el modus operandi del bandido mismo. Criminales rurales

    profesionales ligan su suerte y la de sus armas a un movimiento de alcance mayor,

    y adquieren as? un contenido social (los bandidos de la Revoluci?n Mexicana son un ejemplo). La derrota de ese mismo movimiento puede provocar que ese bandidaje social derive otra vez en criminalidad (Knight 11:361). Alianzas o desavenencias entre elites locales, nacionales y sectores populares alternativamente

    refuerzan o minan el car?cter social del bandidaje (ejemplos el caso de los Pincheira en el Chile del siglo XIX y los bandidos de la Violencia"en Colombia). 8 Para un an?lisis del contrabando de tabaco en el marco de las diversas formas de bandidaje rural en Michoac?n en el per?odo que la novela representa, Cf. el

  • 66 Latin American Literary Review

    detallado estudio de Laura Solares Robles. 9 Cargo que usurpa mediante un uso estrat?gico de la instituci?n letrada: roba

    papel sellado del despacho del gobernador de Michoac?n y falsifica su nombramiento. 10 Fern?ndez de Lizardi es el primero en ensayar en M?xico esa etnograf?a (sobre todo del habla urbana y marginal). Desde ese punto de vista, sienta las condiciones de posibilidad de Incl?n (tanto El Periquillo Sarniento como Astucia fueron obras muy populares en el siglo XIX). A otro nivel, sin embargo, Incl?n "inventa" a Lizardi, porque Lizardi pone en escena los lenguajes de las tribus urbanas para condenarlos como particularismo corruptos vis-?-vis la norma

    letrada, aunque ahora se lo lea desde la perspectiva encomi?stica que Incl?n

    inaugura, y que es exactamente la opuesta a la que sosten?a Lizardi. 11 En la obra de Novo, Lencho abandona a su padre porque quiere salir al mundo y conocer M?xico, y el viaje es una met?fora del devenir-ciudadano de Lencho.

    12 La expresi?n "hombres de bien" (como otras que pululaban en Am?rica Latina, desde la m?s connotada "gente decente" a la m?s neutra "padre de familia") era el circunloquio de tono moral con el que se denotaba un complejo identitario (blanco, hombre, letrado, propietario, urbano o europeizante, conservador) que defin?a los criterios de pertenencia a la elite. 13 Astucia se resiente de las mismas limitaciones ideol?gicas en la definici?n de los "todos" que Los tres mosqueteros. Furiosamente igualitarios entre ellos, los

    mosqueteros y los charros excluyen del n?cleo de su sociedad a las mujeres (en ambas novelas, toda mujer que exceda su rol "tradicional" es marcada como

    abyecta), y mantienen una estricta jerarqu?a de clase: los escuderos en un caso, los arrieros en otra est?n presentes a lo largo de toda la narrativa, pero son poco m?s que animales dom?sticos (Astucia llama a los suyos, cari?osamente, "mis perros"). En ambos casos, estas sociedades masculino-guerreras se mueven en contextos de

    vac?o de autoridad (el Rey o el Presidente son irrelevantes), donde el poder efectivo est? en manos de una instancia ileg?tima (Richelieu, el Resguardo).

    14 Esta no se abre con la historia de Astucia, sino con la de su padre, don Juan

    Cabello, "en su mocedad uno de los m?s decididos insurgentes de los muchos que se levantaron en el valle de Quencio, militando bajo las ?rdenes de los se?ores

    Rayones, licenciado don Ignacio y general don Ram?n, dando siempre mil pruebas de valor, y como la generalidad de los buenos patriotas de su ?poca, sacrific? por la independencia de su patria su florida juventud, su sangre y bienestar, retir?ndose a la vida privada en 1822 a buscar de nuevo su subsistencia en los trabajos del campo." (5) Ese es un resumen de la carrera de Lorenzo: alzarse contra un r?gimen arbitrario (el monopolio del tabaco, primero, el centralismo insensible despu?s) y finalmente retirarse a la vida privada en el seno de su comunidad.

    15 Cuendo Lencho y su padre van para la fiesta del casamiento de Tacho, el

    padre retoza un poco por el campo, ejercitando sus cansados e ilustres huesos. Dice:

    "?Sabes hijo m?o, que ya ten?a deseos de dar una campeada, de sacudir el polvo del valle y de que me calentara el sol de tierra fr?a?, voy muy contento, he olvidado mi

    melancol?a, me parece que soy otro, que nada me duele, y a no ser porque miro mis

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 67

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865)

    manos arrugadas y mis barbas blancas, creer?a que ?bamos a reunimos con nuestros

    compa?eros y amigos como cuando la insurgencia" (250) 16 Buldog, el jefe del Resguardo, es un antiguo bandido (no bandido social)

    que se suma al Resguardo para protegerse de sus compa?eros en el delito a los que ha traicionado: "Para darles una idea de qui?n es ese brib?n, basta con que sepan que es un renegado; despu?s de andar al lado de varios bandoleros, lo indultaron porque denunci? a sus compa?eros, y no cabiendo en ninguna parte porque le apestaba un

    poco el pescuezo, se coloc? en la comisi?n y de rat?n ascendi? a gato, se ha hecho

    muy temible desde que lo hicieron cabecilla y se pone muy hueco cuando le dicen comandante" (158). Esto es m?s que un ?nfasis literario. Paul Vanderwood ha demostrado que el n?cleo inicial de los Rurales, la fuerza-insignia en la lucha contra el bandidaje en el siglo XIX, estaba formado de antiguos bandidos devenidos polic?as, lo cual no obstaba, en muchos casos, para que siguieran siendo bandidos

    de medio tiempo. Esto llev? a Vanderwood a acu?ar la expresi?n "bandido-Rural"

    para estos sujetos que se mueven a ambos lados de la ley. 17 Incl?n era letrado, pero un tipo de letrado particular, ya que era un impresor de obras populares (Paredes sugiere que puede haber sido el primer editor de corridos de la historia mexicana). Por ende, desde el principio su idea de la literatura estaba cruzada por la idea del mercado. Pero no, como en Lizardi, para imponer un

    standard, para asignarse un lugar desde donde imponer o predicar una moral que solamente a ?l pertenecer?a, sino para someterse a los requisitos del mercado.

    P?blico, significa aqu? "p?blico comprador", y no como en Lizardi "opini?n p?blica."

    18Por eso Astucia y sus charros son m?s lindos y m?s fuertes que sus enemigos. Por eso siempre enamoran a las mujeres (las opciones sentimentales son, en la novela del XIX, mediaciones de opciones pol?ticas).

    19 "Ya no tuvo m?s tiempo para pensar, sino que doblando al primero que se

    le acerc?, avent? la carabina y con su espada empu?ada en su mano zurda comenz?

    a defenderse de la multitud que lo asediaba; cuando estaba m?s ocupado por un flanco, por el otro le dieron un lanzazo en las costillas y cay? boca abajo implorando la misericordia de Dios. All? recibi? multitud de heridas de todas armas y tama?os, pues casi no hubo uno que dejara de mojar su sopita" (406).

    20 Cascabel, nuevo jefe del Resguardo, amenaza a Astucia" "Se?or Astucia,

    s?lo por fanfarr?n y malcriado, tengo empe?o en escarmentarlo y no he de dejar de perseguirlo, hasta que lo vea colgado en el palo de la Loba, donde estuvo el capit?n Cuitlacoche." Responde Astucia: "[...] Si en el palo de la Loba colgaron los gachupines al capit?n Cuitlacoche porque fue un valiente que defend?a la

    independencia de su patria, all? mismo le mandar? dar una ortigada en las nalgas, para que se le quite lo clueco de haber pertenecido sus mayores al imperio de Iturbide" (334).

    21 La prosperidad del bandidaje es inversamente proporcional a la del Estado central. En Astucia, sin embargo, los Hermanos no sucumben ante el "orden", ante

    un Estado m?s poderoso y mejor organizado, sino ante la falta de "orden" del M?xico post-independentista: "Continuaron con mil afanes en su arriesgado

  • 68 Latin American Literary Review

    comercio, present?ndoles cada d?a m?s inconvenientes, porque apareciendo porci?n de partidas que con el nombre de pronunciados, guerrilleros, contraguerrilleros y fuerzas del gobierno que andaban tras de ?stos, muchas veces se vieron en la precisa necesidad de sostener formales combates para abrirse paso y proseguir su camino."

    (401) 22 Con buenos resultados: los supervivientes de la banda del Rotito (incluyendo

    el Rotito mismo) deciden no volver m?s por esos rumbos, para no correr la suerte de sus compa?eros (462).

    23 Un concepto similar adelanta Brent Shaw al hablar de algunas narrativas de bandidos en el Imperio Romano, en su notable trabajo "Bandits in the Roman Empire": "The bandit may appear at a critical point where the reigning emperor has reached a crisis of legitimacy [...] The bandit is less a positively constructed alternative form of power than the symbol of what the emperor should be. He is an

    Imperator 'manqu?'" (48) 24

    "Naturalmente, divulgada la muerte del gato, aparecieron los ratones. El

    Prefecto jam?s pudo desempe?ar el lugar de Astucia, y sucedi? lo que al retirarse Lorenzo les predijo. Se desat? la m?s horrorosa anarqu?a y desconcierto; ni con millares de reatas floride?as se les pod?a hacer entrar al orden. Descontentos todos, amargados por las necesidades, y tratando el gobierno de desarmarlos, desconocieron a las autoridades; casi todos se remontaron; resucitaron cuestiones de haciendas

    contra pueblos que el coronel hab?a transigido y ?stos remitieron sus demandas a los hechos, haci?ndose justicia con las puntas de las bayonetas, de modos que los todos tuvieron que lamentar la p?rdida de su uno con l?grimas de sangre, y ninguno era

    capaz de remediar aquella desmoralizaci?n de la gente que antes form? la Seguridad P?blica del Valle." (530)

    25 Dice Astucia en la reuni?n donde se establecen las bases del Valle: "Los hermanos de la Hoja ten?amos por divisa estas palabras que nos ligaron, nos hicieron se fuertes luchando m?s de cinco a?os contra seis enemigos a muerte diariamente;

    si nosotros las aceptamos, nos servir?n para estar unidos, y hacer mi plan duradero:

    Todos para uno y uno para todos.

    ?? Viva nuestro Uno !?grit? el administrador de Laureles, lleno de entusiasmo. Todos lo secundaron y Astucia contest? con energ?a:

    ? ?Vivan mis todos!" (443)

    26Hablan Amparo y Josefa: "? ?Como no tiene casa! ?Pues donde habita, qui?n los asiste, lo lava y?... ?Nadie lo sabe; este coronel es un cosmopolita; un

    habitante de la luna, un jud?a errante, que se yo; se remonta por esos cerros y s?lo sus cachorros que as? les dice a los baldados que lo acompa?an, saben a d?nde duerme. Anochece en un pueblo, y va a amanecer a otro, andando de aqu? para all?

    por todo el Valle, infundiendo pavor a los picaros, y confianza a los hombres de bien, de manera que su vida privada es un misterio, y todo el mundo ignora sus guaridas, y ya lo ves, a todas las fiestas y diversiones concurre." (473)

    27 Dice el Gobernador: "?No es esa mi doctrina, se?or secretario, la autoridad

    debe apoyarse por la ley y ?sta por la raz?n y la justicia, empleando sus armas para que sostengan el poder; pero no para que busquen odio con los pueblos que encuentra" (496).

  • El bandido social mexicano, entre el b?rbaro y el soberano ilustrado: 69

    el caso de Astucia, de Luis Incl?n (M?xico, 1865) 28 Astucia salv? a Amparo?hija del gobernador?de morir quemada y luego

    se cas? con ella sin conocimiento de su familia, que la cre?a muerta. 29 El Gobernador, como Benito Ju?rez, llega al Poder Ejecutivo desde el

    Judicial, esto es, desde su rol de int?rprete y administrador de la Ley escrita. 30 Como ocurre en la escena similar que tiene lugar en El Zarco, donde

    Chagollan (la violencia local, leg?tima) se encuentra con Benito Ju?rez (la violencia nacional, legal), y sellan una alianza fundacional, donde Estado y sociedad civil convergen de manera indisoluble.

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    Issue Table of ContentsLatin American Literary Review, Vol. 33, No. 65 (Jan. - Jun., 2005), pp. 1-144Front MatterThe Sadean Poetics of Solitude in Paz and Pizarnik [pp. 5-26]Uneasy Visions: Mirrors, Photographs and Narrative in "Los dos retratos" by Norah Lange [pp. 27-46]El bandido social mexicano, entre el brbaro y el soberano ilustrado: El caso de "Astucia," de Luis Incln (Mxico, 1865) [pp. 47-72]"Caudillo" Politics and the Poetics of Masculinity in Beatriz Guido's Anti-Peronist Novel [pp. 73-87]The Spatial Organization of Rape in Silvina Ocampo's "El pecado mortal" [pp. 88-108]Language, Literary Legitimacy, and Masculinity in the Writings of Roberto Arlt [pp. 109-134]Book ReviewsReview: untitled [pp. 135-137]Review: untitled [pp. 138-140]Review: untitled [pp. 140-143]

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