Cuando Vuelva a Ser Abril - Gabriela Santos

8/17/2019 Cuando Vuelva a Ser Abril - Gabriela Santos

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Cuando vuelva a ser abr

Gabriela Santos


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El cielo anunciaba lluvia aqumañana del sábado de principiosabril. Lola dio los buenos días a

madre, que estaba en la cocesperando que el tostador saltara corebanadas de pan doradas.

Antes de levantar la persiana dventana de su dormitorio, Lola hsentido el vago presagio de queiempo había cambiado. Al ver el t

grisáceo que cubría el patio de su c


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reconoció que después de todo erque había estado deseando durante a semana, así toda posibilidad de p

el día en el campo quedaría anuladaHabía sido su tía Mercedes, hermana de su padre, quien horganizado una reunión familiar, conpocos que eran en la familia, encortijo que tenía a unos vekilómetros del pueblo.

A Lola no le apetecía ir a la fincsus tíos. Tenía muchos asunpendientes para ese día. No quería aescasa de tiempo. Precisamente eseno tenía por qué verse apurada, vuelta del campo. Cualquier finsemana anterior no le habría imporuna excursión campestre, con ta


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como había pasado en casa sin nadque ocuparse.

Su tía Mercedes incluso hansistido en que también pasarannoche en el campo, plan que su madr

aceptó. En cambio, sí le apetecía coallí y volverse antes de que anochecEstá bien, iremos, le había dicho Losu madre. Para qué quitarle la ilusióa ella le gusta.

Pronto se vislumbró un reflejo levsol que auguraba un ulterior despque sin duda duraría toda la jornQué remedio, pensó. Siempre estemos de vuelta para las ocsupongo que tendré el tiempo suficiHoy es un gran día, no voy a echarperder porque tenga que pasar u


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horas en el campo. Sí, hoy va a sedía primordial, que marcará el antesdespués.

-Lola, ¿a qué hora salimos?- pregsu madre con la tostada de pan en mano, mientras con la otra magitándola, intentaba llamar la atende su hija.

-¿No has dormido bien? Parece no acabas de despertarte, hija.

Lola salió de sus reflexiones yapartó de la ventana, todavía sopesasi prefería pasar el día en el campfamilia o le convenía más quedarscasa a esperar que llegara la horaacontecimiento que tanto esperaba.

-A ver cómo se queda el día. Hacrato estaba muy nublado.- Dijo L


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sentándose a la mesa con una tazacafé.

Y sin darle más vueltas, a las domedia Lola llegó con su madre dehesa donde tantas veces durantenfancia había pasado largas temporunto a sus padres, tíos y primos.podía evitar que la nostalgia poblaránimo siempre que ponía los pieaquel lugar. Las tardes de ver

oyendo la chicharra entre los matorrescondidos para que no los vieraabuela, que se empeñaba en que entren la casa a pasar la siesta porque hmucho calor. Pero los más pequeñoenían calor, detestaban la siesta

preferían el juego, ir de exploradpor el pasto amarillo, pasando


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debajo del vallado, sujetafuertemente el alambre para no arañcon los pinchos de la cerca. Subían canchos más altos, les ponían nomsegún se asemejaran a un animal cualquier objeto. Al atardecer, el airmenos caliente traía el sonido deesquilas de las ovejas, que enserenidad de aquella hora tintineahacia la recogida. De noche, el c

ímpido de los grillos movía a los chicos a sentarse alrededor del abuquien siempre tenía historias que code la guerra, de su mocedad, ocuando era un muchacho. Aqueveranos dulces de su niñez terminaromorir su padre, cuando Lola tenía años. Después de unos años, la here


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del abuelo dejaba a Lola la mitad dfinca, que vendió a su tía Mercedueña de la otra parte.

A la una del mediodía del sábadoprimeros de abril, las nubes grfueron dando paso lentamente a omás blancas y algodonadas, dejandoel color azul triunfante al fin. Aquera una buena señal. En cierto m

odo se reducía a los preliminaresgran momento que le esperabaanochecer. Lola pensó mienobservaba las nubes que siemprerecordaría con el paso de los años,siempre las mantendría asociadas que podría ser un gran momento evida. También se había despejado e


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ánimo el atisbo de fastidio que le hacompañado por la mañana porqumenos en el campo estaría mranquila mientras durara el compáa espera, entretenida con sus famili

con sus conversaciones, sus vidas,estar contando continuamente las hque faltaban hasta que dieran las nuemedia. Para ella era de gran importaeste asunto que aguardaba. Para los

estaban allí, lo importante, comoógico y comprensible, era cómo cresus hijos sanos, estar alejados rabajo porque era sábado y, sobre tener la ocasión de montar el cab

que el primo de sus primos, Francies había dejado como huésped el fi

semana, porque el mayoral que


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ocupaba de él normalmente y vivíaa finca, próxima a la de la

Mercedes, había tenido que marchpor unos días.De pura sangre, decían. Te acuerLola, cuando éramos pequeños, la ydel abuelo, Canela se llamaba, a ti equien más quería, con quien era dócil. Siempre que te veía iba despdetrás de ti. Nosotros la llamábam

no nos hacía caso, ni se inmutaba.Lola acarició el caballo maroscuro brillante, recorrió la palma dmano por sus crines y por la cabmientras traía a su memoria la yegusu abuelo, casi sin prestar atención palabras que su primo Miguel le diri

- Lola, aquí en la caballeriza me d


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calabazas por primera vez, una tdespués de haber paseado con Canmientras la limpiábamos- su primmiraba con ternura y a la vez risteza, tal vez por tantos aranscurridos-. Luego, en el institutoercero, aquel día que te vi sentada a ventana de mi clase, al asomarm

bajé de inmediato, a estar contporque tú me gustabas, siempre

gustabas. Yo volví a declararte mi amú por respuesta me dijiste que estesperando a mi amigo Ricardo, estabas con él hablando pero que hdo un momento a buscar sus libporque os ibais. No creas quereprocho nada, son recuerdos.

Por qué no venís a comer


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pinchitos, que ya están, los llamabía Mercedes. Venga, que se enfr

dejad el caballo para luego, queendréis tiempo.-Vamos, nos esperan para comer.

Miguel cogió a Lola por el brhaciendo que saliera de ensimismamiento.

-¿En qué estás pensando todoiempo? Estás en otra parte, Lola.

hablo y no dices nada. Nunca me dejado entrar en ese mundo tuyosaber los tesoros que guardas dentro

Lola no pudo evitar sonreír. Qué phaber tenido a Miguel siempre comun hermano y no como él siemprhabía visto a ella, como una mujer. él se sentía siempre segura. Sabía


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con él todos los problemas tensolución. Era un hombre fuerte, tfísica como anímicamente. La vhabría sido fácil, muy fácil, si se hubcasado con él. Y reconocía que atractivo, no de una belleza de modque tampoco quería eso, pero sísuficientemente atractivo, un ser bassociable y a quien le gustaba hablaalterarse nunca ni imponerse por enc

de nadie. En torno a él siempre halguien que quisiera ganar su amistal menos su simpatía.

-¿Tesoros? -Rio Lola-. Siempre haces reír con tus ocurrencias.

-Sí, no digas que no. En serio, ¿nopuedes contar qué te ronda porcabeza? Te conozco y sé que algo


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pasa, ni siquiera sé si es bueno o mBien, ya hablaremos luego.

Lola se soltó del brazo de su primambos se mezclaron con los demás. fue junto a su madre, quien trajincomplacida, ayudando en la barbaque habían dispuesto en la pdelantera del cortijo, desde donde recreó su vista hacia las encinas qurepartían entre el verde que las llu

del invierno se habían encargadoavivar. Sus ojos se detuvieron enpequeña loma, donde de niña se sena confeccionar los collares de flsilvestres que había ido recogiendoel camino cuando iba con sus primbuscar moras. Ya falta menos, penshoy es un gran día. Cuando vuelv


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casa por la tarde se habrá acabadranquilidad de la espera y todo

encaminará al gran momento.Mientras comían, el tiempo passin que Lola se diera cuenta y cas

acordarse de la cita que tenía ponoche. Sus primos, las mujeres de primos, los niños pequeños, inclusía Mercedes, parecían haberse pu

de acuerdo para requerir su atenc

quitándose la palabra unos a otros.Fue después de tomar el café cuafueron a la cuadra a buscar el caballFrancisco, el primo de Miguel. damas primero, fue el ofrecimientoéste último a su prima. No conozcanimal, te cedo mi turno, le contLola. Montó Miguel y se dirigió hac


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pequeña loma, con una cabalgapacible y pausada, sorteando encinas.

- He cambiado de opinión, vomontar ahora- dijo Lola a su prMiguel cuando el caballo dio la vuese volvió junto con su jinete hasta doella había estado, sin moverse, viecómo la caballería obedecía dócil.

Sujetando la brida, subió y t

despacio, dejando que la bacariciara su rostro. Aspiró el oloas mimosas, que todavía lucían

flores amarillas. Lola recordó de nusu niñez y decidió que este momambién lo incluiría en el conjuntopreludio de algo importante.

Nadie supo explicar qué ocurri


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menos de cincuenta metros de distaentre los que observaban el cabasobre todo Miguel, que no apartósegundo los ojos. Ningún risco erayecto, por si alguien pensó qucaballo tropezó. Tampoco se desbocun momento de distracción. Quizáfallara la rodilla, o un nimio descuidhizo perder la firmeza. Todas fuesuposiciones confusas después de v

rocín tan tranquilo, en pie, y a Lirada en el suelo, inconsciente.


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Una mujer de edad indefinida quien Lola no conocía se acercó a ee tendió una mano para levantarse.

-¿Qué tal?- le preguntó.-Un poco mareada. ¿Quién es us¿Y los demás?

Lola miraba a un lado y otro, sin vsu madre ni al resto de sus familiaViendo que la mujer tiraba de ella prisa se paró en secó, soltándose dmano.


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-Un momento. ¿Dónde vamos? ¿qué corremos? ¿No ve que acaboener una caída del caballo y que

encuentro aturdida?- No estás aturdida. Acabas de mpero se trata de un error. Debehaber salido de la inconsciencia poaún no te ha llegado la hora abandonar tu cuerpo. Tenemos darnos prisa en llegar para subsana

equivocación y vuelvas de inmediaa existencia. Algún despistado confundido las fichas. No sabes quélevamos hoy. Pero no te preocupes,odo se va a solucionar.

Este desconcierto debe de producto del golpe que he recibpensó.


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-No. De ninguna manera. Ya te explicado lo que ha sucedido. pienses que en tu entendimiento hacaos.-¿Qué me ha pasado?

-Acabas de caer de un caballo.-Eso ya lo sé, quiero decir que

qué he muerto.La mujer vestía un traje sastre

color azul marino por debajo de c

chaqueta asomaba una camisa blaTenía el pelo cortado recto por encdel hombro. Era muy menuda, se mcon diligencia y muy segura de lo enía que hacer.

-Ya casi llegamos,-dijo la mujer-Lola no se había dado cuenta de c

habían dejado atrás el campo, el azu


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cielo y el olor de la primavera. Ahatravesaban galerías amplrecubiertas de paredes que asemejaban al cristal, y por las qufiltraba una luminosidad indescriptPor fin entraron en una estancia vque comunicaba con otra que funciocomo oficina y donde se administras transiciones a partir de la defunc

Varias personas iban y venían, salía

entraban deprisa, cogiendo apresuruna carpeta, metiéndose por algunaas muchas puertas que daban

gabinete.- Dominica -se dirigió un compa

a la mujer que acompañaba a Lola-.no puede entrar aquí.

- Ha habido un error, hoy no era


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día de morir.- Contestó Dominica.Lola permanecía junto a Domi

con la única esperanza de que realmse tratara de una distracción por partos que tramitaban ese tipo ransacciones.

-Os ruego que os marchéis, toandan muy ocupados- dijo el quehabía dirigido a ellas, y salió deppor una de las puertas.

- Pero yo no puedo dejar a mi msola, no tengo hermanos. Además, engo una cita, a las nueve y media,

el hombre que amo.- No te preocupes- la cons

Dominica- todo se arreglará. Hay murabajo ahora, hay un fuerte terrem

no paran de llegar víctimas. Te aseg


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que a las nueve y media estarás ecita. No te muevas, ahora vuelvo.

Lola contemplaba de pie el ambian extraño que allí reinaba. Nestaba quieto, sino que entraban y s

continuamente. Ninguna de aquepersonas volvió a reparar en ella, menos, nadie la miró. Un mostraargo y blanco recorría en forma de

estancia en la que ella se encontr

Sobre el mostrador se apilaban umpresos que unos cogían y osoltaban.

Al cabo de esperar no podía precLola cuánto tiempo, una eternidadexpresarlo de alguna manera, porDominica consiguió que le hicicaso, y puso en manos de su prote


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un salvoconducto para volver a la vdeseándole mucha suerte en todo loemprendiera.

Lola traspasó un denso humo bla desapareció como si el humo sragara. A continuación, un impncontrolable, fluido, la condujo h

una húmeda galería y luego a otra estrecha, que atravesó con bastdificultad, debido a la oscuridad en

se hallaba. Sabía que muy proregresaría a la conciencia porempezaba a percibir la densidad oxígeno. Atravesando el último pasel más angosto, advirtió el nuevo edel que era objeto. Otra vez se hadespistado los que manejaban dichosas fichas de las que le ha


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hablado: estaba viniendo a la vida ecuerpo que no era el suyo, sino en eun bebé que lloraba y al que limpio que había ido arrastrando porgalerías inundadas.

Intentó llamar a gritos a DominSólo era capaz de emitir un llantoapenas fuerzas que hacía sonreír apersonas presentes. Ahora ya le smposible llegar a la hora a la que t

previsto reunirse con Mario. Taaños de espera a que él se decidielamarla para salir a cenar, porenían que hablar sobre ellos,

habían sido las palabras de él. Tanaños para decidirse, que sí, que nohabía llamado con el tiempo suficiedesde el lunes tenían concertada la


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Siempre tendré la duda, no sabré siquiere o no, me quedaré con las gde conocer sus sentimientos haciaTampoco sabré el motivo por el quería hablar, al referirse a nosotroera por lo que yo creo o si, pocontrario, iba a sugerirme que me olde él, porque es un amor imposible.

Mario y Lola se habían conocdiecisiete años antes en el transcursun curso de contratación administraque organizó la Diputación ProvinEntre café y café de la media hcorrespondiente al descanso cambias primeras palabras y fue

acumulando puntos que añadían a


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recién estrenado currículum vitae dediplomados.


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En ningún momento, desde su nunacimiento, Lola olvidó su vida anteLos primeros días se sentía impoten

un cuerpo tan pequeño. Intentó en vhablar, desde la formulación de pensamientos. En su lugar, gemidos naudibles salían por su boca, a p

del esfuerzo al que contribuían todoórganos de fonación.

Pocos minutos necesitó para cona su nueva familia: unos padres


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óvenes que lo que ella era en reali dos hermanos, Roberto, al que

calculó unos siete años por sus diencisivos centrales que le asomabanprisas, y el más pequeño, Samuel,

andaría por los tres años. Ana. La se llama Ana, decían todos si algpreguntaba. Fue en el traslado hospital a casa donde se percató dehabía ido a parar a la otra punta

España. Al dejar a un lado la SagFamilia, algunas lágrimas rodaron sus mejillas en la parte trasera coche, metida en el capazo que hpertenecido a sus hermanos.

Qué larga le resultó cada una deescalas de la infancia, larga desdperspectiva propia de la época que


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atravesando. Qué alegría sentía asuperando cada estadio y alcanzarfin la madurez infantil. Empezósentirse un poco mejor cuando pcontrolar el cuerpo sobre el suelo, ysus primeros pasos. En el colegiouna alumna aventajada. No le supningún esfuerzo aprender a leer escribir. Conocía de sobras todas disciplinas y los contenidos. No

falta que nadie le enseñara a operarfracciones, a distinguir el sujeto predicado, el teorema de Tales, ePitágoras, a medir versos, ni el ablaabsoluto.

Lola nunca dejó de recordar su anterior. Se sentía igual que el persoque creó Apuleyo, convertido en a


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en un cuerpo que no era el suyo. ejos, desde Barcelona, le quedab

casa, su madre, y Mario, con quien tuna cita pendiente para cenar. Dóestaría Dominica. Cómo era posiblee estuviera pasando esto. Por qué n

habían devuelto al cortijo de su donde estaban pasando el día agradablemente.

Ahora, en esta nueva existencia

ban bien las cosas, mejor de lo amás hubiera imaginado en su otra vTerminó el bachillerato csobresalientes y matrículas. Estudiabcarrera de sus sueños, la que había siempre de sus sueños desde el momen que se instauró como tal, ya cuando inició la universidad, en


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primera vida, aún no existía, sino fue al cabo de unos cuantos años cuBiblioteconomía era una carrdiploma, y si quería tambicenciatura. Ahora tenía al alcancesu mano muchas de las cosas de lascareció anteriormente. Se acordabaos errores que había cometido en

mismas o parecidas situaciones. La e brindaba una segunda oportun

para actuar mejor y evitar cieproblemas. Vivía en una ciudad graa la que se estaba acostumbrando facilidad. Pero Lola nunca olvidabaella había nacido y vivido en un pude Extremadura, que era el lugar alpertenecía, no por sentiexclusivamente extremeña, sino po


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hecho de que esta vida no era la sÉste era su actual hilo que la condhacia lo que ella realmente quería:buscar a su madre y decirle que esviva, que habitaba en otro cuerpo, una combinación genética diferepero que al fin y al cabo conservabmisma sustantividad.

Esta idea de volver a su tierradejaba de considerarla descabellada

un lado, porque en veinte años su mpodría haber muerto y el pueblo pohaber cambiado tanto que no reconociera. Por otra parte, sentínecesidad de correr el riesgo, aunuego se decepcionara en caso de

encontrar a su madre. Llevaba muaños planeando este viaje, para el


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había estado ocupándose de ugestiones desde unos meses atrás. Eocasión adecuada para iniciar lo más deseaba en su vida. Haconseguido que la aceptaran endepartamento de los archivos histórdel ayuntamiento de su pueblo calumna de segundo de Biblioteconoque realiza unas prácticas duranteres meses de verano.

- ¿Por qué te vas tan lejos a haunas prácticas que podrías hacer aqe preguntaban sus padres. Ni los ruegos más persiste

hicieron que ella desistiera de su proyecto, forjado despacio, de ibuscar su vida anterior. Ya había tenbastante suerte con haber conseguido


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admitida en el ayuntamiento. Se hdado la casual circunstancia de hsido hallados cientos de legarelativos a la historia de la ciudpertenecientes al siglo diecinueveuna gran mansión donada ayuntamiento tras la muerte del úlde los propietarios. Todos esdocumentos le aseguraban permanencia en su antiguo pue

durante tres meses, e incluso más sdecidía a quedarse por más tiempo.Tenía algún dinero ahorrado con

que pensaba pagar el viaje y alojamiento en algún apartamento alquilara. Algunas veces contaban ella los dueños de una academiaBarcelona para que impartiera clase


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francés durante los meses de demanda de este idioma. Siemguardaba sus ganancias con el finemplearlas en el plan que tenía traza-Comprendería perfectamente,- dijo su padre el día de su marcha- quisieras pasar el verano en Inglateren Irlanda, para mejorar tu inglés, no entiendo que prefieras irte Extremadura tres meses para hacer

que puedes llevar a cabo aquí y desde luego, tendría más valor parcurrículum desde el momento en erminaras la carrera. Lo que te digo

que te puntuará más a la hora encontrar trabajo.

A pesar de la extrañeza de situación, Lola-ahora Ana- se desp


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de sus padres, de sus dos hermanos Javier, su novio, y subió en Barcelonun tren del que se bajaría en Mériddesde allí, transbordaría hacia destino.


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Los últimos kilómetros en tren haestado marcados por la emoción recuerdo, al contemplar de nuevo

ierra natal, a la que volvía por finalegró el ánimo la visión de la mcosechada de finales de junio, deamarillo limpio, fresco. El camrecortado, inocente como el flequillun niño, se extendía nuevo hperderse en la distancia, ordenadohileras. A veces, en el terraplén desd


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arcén de la carretera hasta el sembrse agolpaban los jaramagos, peinahacia el suelo. Corrían los ternespantados por el barrunto del tren.A medida que se fue aproximandpoblado, la impaciencia la aboquedándose en su garganta, palpitaImpaciencia por alcanzar las primcasas de paredes encaladas, alterncon otras en ocre.

Mucha fue la impresión que le caa visión de una transformada poblaque no sabía si considerarla puebciudad. Muchos fueron los camproducidos en veinte años, desde ella dejó su vida, la que le pertenecíverdad y la que había ido dispuesencontrar.


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No fue hasta el día siguiente delegada, al salir del trabajo, de

archivos, cuando se aventuró en la donde vivió tiempos atrás. La fachde la vivienda del número cuarenuno permanecía intacta, tal y comoa había evocado. Las casas contig

habían modificado su aspecto exteambas soportaban balcones donde ano los había.

Fueron algunos los intentos fallidhoras de espera, merodeando carriba, calle abajo, hasta la plporticada, tan limpia como siempcoronada con sus bellos aleros. Vaoques en el llamador hasta conse

que alguien le abriera la puertapuerta de su casa. Ya no vive aquí


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dijo el hombre- que no conocía-actual dueño, nos vendió la case honce años.

En el recuento que hizo Lola primer día, sentada, exhausta, enapartamento que había alquilado, encontró unas cuantas personas había conocido de vista en su vanterior, a otros cuyos rostros tal con los años se le habrían borrado

su memoria. Le martilleaban palabras del hombre que le abriópuerta: Se marchó a la residenciaancianos, por ese motivo vendió la c


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No fue por casualidad que Lapareciera una tarde de principiosulio en la residencia para anciapreguntando por Avelina Beltrán.

Un flamante toldo verde, listadoblanco, cubría el patio que seguícobertizo inmediato al umbral decalle. Algunos tiestos repartidos coa pared de cal apenas sostenían

geranios y begonias que agonizaacios en las horas de la siesta.- Tiene una visita- anunció una m

a Avelina después de que le hicievenir desde su dormitorio hasta el ssocial.

Una entrevista marcada, ante topor la extrañeza. Avelina hablaba p


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con un vago recuerdo triste asománpor los ojos, sorprendida ante muchacha de ademanes familiares no sabía muy bien qué quería de ellae habló de su hija, que murió a reinta y siete años, ni de su pena.

mostró desde su rostro una curiosapacible. No fue en éste, sino encuentros posteriores, donde Avefue ganando confianza paulatinam

Recobraba en parte el brillo perdidsus ojos en las horas lánguidas delde Ana.

No sabía precisar Avelina a su amde la residencia, Maruja, a qué Opertenecía esa muchacha que venverla últimamente, algo del voluntarde Cataluña, pero que a ella le es


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haciendo tanto bien, como un bálsque cura antiguas dolencias, porque viuda, después de perder a su hijanteresaba por pocas cosas en mundo.


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El ayuntamiento contaba en la plbaja con una dependencia amplia, fr cómoda, ocupada por varias doc

de cajas de cartón, en las que ha

dispuesto provisionalmente los ciede legajos hallados en la casa que fdonada al consistorio por un particu

Durante la primera semana de

estancia, Felipe se encargaba del tra


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en Archivos, con la ayuda de Aestudiante de Biblioteconomía. Fupartir del ocho de julio cuando Lupncorporó a aquella sección, a la vude sus vacaciones. No puede ser

decía Lola. Cómo es posible que Lviniera a parar aquí. Ella era profede Historia en el instituto, ganó su pl

Lupe y Lola habían sido bueamigas hasta que la primera se c

Cambió sus amistades por las demarido. Ahora, casi con sesenta avolvían a ser confidentes, en la meen que a veces es tan sencdesahogarse con los extraños, porquhay que dar tantas explicaciones.

Su compañera y amiga de la juvenAntes de cumplir diez años, ya


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as habían soltado justo en el mipunto de color, entre el dorado oscuel ocre.


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A las diez solían dejar el trabajoos archivos para salir a desayunar a

cafetería muy próxima al ayuntamie

Fue en uno de esos intervalos doLola vio a Mario, sentado en aburete, solo, junto a la barra, leye

el periódico, mientras se tomabacafé.

Allí estaba sentado, un hombre coedad que Lola podría tener ahora sse hubiera caído del caballo. A


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conservaba el pelo, en tiempo pelirahora oscurecido, y una figura delgsin barriga.

Ellas pasaron ante él y fueroncolocarse al fondo, ocupando una dmuchas mesas que se hallaban libresha cambiado tanto, pensó Lola mienntentaba recomponerse tras

sobresalto que había sufrido al vesin aviso, sin esperarlo.

- Aquel hombre de la barra, el polo azul, te ha saludado y no te dado cuenta- dijo Lola a su compauna vez que hubieron ocupado asientos.

- Ah, no lo había visto. Es MaTeníamos una amiga en común- afiLupe pensativa.


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-¿Teníais?- Sí, murió hace, a ver, que ech

cuenta, sí, hace veinte años. Una mcaída. Se llamaba Lola.Lola, al oír estas palabras, sintióescalofrío en el cuello y en la cara.

- ¿La conocías mucho?- quiso sab- Sí, en realidad, bastante. Po

Lola, se fue al otro mundo sin pengloria, ¿sabes? Nunca tuvo suerte e

rabajo. Sustituciones de seis mesecomo monitora de animadora socultural durante el verano. No llegcasarse. No es porque le faltapretendientes, al contrario. Esolamente quería al hombre de la bel del polo azul que me ha saludado.

Lola volvió a sentir


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estremecimiento, pero ahora era ntenso, recorriendo su cuerpo en

Qué verdad es todo lo que dice, nopodido dejar de pensar en él ni un día desde que dejé la vida...

- No sé por qué te cuento todo eo debería. Ella está muerta y su

no te interesa. Fue mi mejor amigperdí mucho antes de que muriera.

-Sí, me importa- los ojos de Lol

resbalaban acuosos en su rostro mieesperaba las palabras de LuContinúa, por favor.

- ¡Ana! Tanto te ha emocionadorelato.

-¿Mario se ha casado?Lupe miró en dirección a la barra,

ahora acogía a más clientes aguarda


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el desayuno. Un ventilador queapoyaba en el techo daba vuemonótonamente, agitando las servilde papel, prendidas del servilleteroun extremo. Una mosca volvía a inun vuelo tonto y absurdo, con rayectoria cansina hacia la m

contigua, posándose en la cuchausada de un servicio de café que aúhabía sido retirado por el camarero.

Lola notó que un abismo estpróximo a abrirse, en el momento enLupe volviera los ojos hacia ellcontestara su pregunta.

-¿Te encuentras mal? Estás helaVenga, salgamos de aquí, a veces eventiladores ponen mal cuerpo.

Los días se habían sucedido le


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desde su llegada. Poco a poco se volviendo de un calor más denso, coaire que quemaba, pero era un calor seco que el que Lola ya tenía costumbre soportar.

- Creo que me recuerdas a algupero no sé a quién- le dijo Lupe anteentrar en el recinto que habdesignado a la herencia de legajEres tan joven. No te he comentado

esta tarde habrá una nueva incursiócaserón.- ¿Al caserón?- Lola no había sa

aún de su estado de ensimismamient- Sí, la casa donde estaban to

estos papelotes. Supongo que quevenir.

- Claro que quiero ir.


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Avelina Beltrán comenzó mpacientarse una tarde. No p

conciliar el sueño de la siesta poralgo le decía que ese día no irívisitarla Ana, la joven del voluntarique con tanto cariño auxiliaba a ancianos que no tenían a nadie emundo. Presentía que no disfrutarísu compañía, y no sabía por qué.

Tampoco comprendía por qué


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muchacha se negaba rotundamentacompañarla al cementerio.

- Se nota que no le gustan las tumMaruja. Pero tú, seguro comprendes que no tengo a nadie quleve hasta allí. No fue hasta el día siguiente,

sábado por la mañana, cuando Aveencontró a su joven amiga en la entde la residencia donde ella vivía

pie, junto a uno de los bancos qurepartían en el patio techado. Sus grandes y marrones, rematados pestañas espesas, miraban hacia el sdistraídamente. Demasiado delgpensó Avelina, quien se apoyó enbrazo de Lola y juntas salieron acalle, paseando despacio bajo


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mañana, que aún no había empezacaldearse.

- ¿Cómo te van tus prácticas enayuntamiento, hija? ¿Estás contenta?Lola le habló de la visita realizadarde anterior a la casa donada,

Felipe y Lupe. Le contó el recorridoas estancias completamente vacías

muebles, cortinas ni alfombras. Omalgunos detalles, como

descubrimiento de un pasadizo secque con linternas se dispusieronexplorar, sin encontrar nada, ni siquel punto al que llevaba, porque desde recorrer una docena de metrospasaje concluía con un mmperturbable, frío y custodio.

resultó incómodo transitar por el tú


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debido a su amplitud. Aparte de losmetros de altura, su holgura permcaminar a dos personas juntas conbrazos extendidos.- Y si está vacía ¿a qué fuisteis?

- Nos habían avisado para recogiéramos más pliegos que encontrado en el desván.

-¿Un desván?- Sí, tuvimos que acceder por

rampilla.Varios atados amarillentos cubiertos de polvo se conservaban esuelo del altillo. Los habían cogidonterés aparente. Fue bajando po

resorte que hacía de escalera, conatados bajo el brazo, cuando Lrecordó que no había contestado aú


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pregunta que su compañera le hizoa mañana mientras tomaban

desayuno.- Mario no se ha casado. Quesaberlo ¿no?Lola conducía a Avelina por

calles peatonales, siguiendo nstrucciones que ella le daba. A v

Avelina se paraba porque prefdescansar mientras hablaba, o

porque alguien la saludaba.- Entonces tenéis más papelotes. quiere decir que tenéis más trabajque tu tiempo aquí puede alargarse-Avelina más animada de lo que eshabitualmente.

- Es posible- le contestó Lacordándose del poco valor histó


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que representaba el último hallazgodel día anterior. En cambio, no carde interés, porque esos manuscritos anotaciones que algún habitante dcasa había efectuado con carápersonal, a modo de diario, y cucuatro primeras líneas de uno de eeyó casi sin querer antes de salir

desván.


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A Avelina le resultabreconfortantes aquellos paseos desábados y los domingos. Se nota

decía a su amiga Maruja, que a la ce sale del corazón, que no lo hacecumplir, ni por pasar el rato. Se ve está a gusto, porque sus ojos se llede alegría. Cómo puedes pensar quhace para ser mi heredera, qué cosae ocurren. Además, qué va a here

sabes que no tengo posesiones. Vend


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casa.Era una casa muy grande, con jar

en el que Avelina cultivaba arbuvariados: moras, arándanos y groseque a su hija tanto gustaban. En culegaba el final del verano se entreg

madre e hija a recolectar los frutosellas llamabandel bosque. En algunocasión elaboraron mermelada, quelegaron a consumir.


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su vida desde el momento en quecayó del caballo. Tal vez si le contaverdad y le relatara detalles solamente ellas dos conocían, la cre no la tomaría por una trastornada.

De todas formas, la ayuda de Lupemprescindible. En primer lugar, po

confiaba en ella; y en segundo, posu amiga conocía a Mario y eran dmisma edad.

Tampoco estaba muy segura de Mario continuara trabajando en unas consejerías del gobierno regi

sitas en Mérida o si, por el contrahabía solicitado, años atrás, traslpara ocupar alguna de las plazas enpocas dependencias de la Junta regien su pueblo. El hecho de verlo


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horario de trabajo en una cafetería hpensar semejante traslado. Tambpodía tratarse de que estuvdisfrutando de sus vacaciones, corrmes de julio.

Tenía la incertidumbre de lo podía haber sido su vida con MaIgnoraba si aquella cita pendiente él, veinte años antes, habdesembocado en una relación de pa

o no, o si de aquella cita sólohubieran conservado unas cuapalabras, como de tantas otras, paquella reunión era la definitTenemos que hablar de nosotros, hdicho él.

Se le presentó la oportunidad contactar con Mario mucho antes d


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que ella imaginaba y de la manera natural y sencilla, sin preparar ninplan. Fue a finales de julio. Entre pl pliego, Lupe sugirió ir aquella nodel viernes a la inauguración de

exposición de pintura. El autor, loabría la exposición en la casa decultura, con una charla- coloquio a cde reconocidos críticos de arte, y dmano de la concejalía de cultura.

Guillermo, el marido de Lupe,adelantó al salón de actos y reservóasientos, uno para su mujer y el para Ana, la compañera en prácticasu mujer.

Cuando las mujeres llegaron, Lolaque el marido de su amiga aguardabpie, frente a la puerta, hablaba co


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hombre que le daba la espalda. A Le pareció Mario.

Ahora parecía revivir la primeraque lo vio al inicio del curso realizaron juntos, de pie tambhablando con alguien y dándoleespalda a ella. Le llamó la atenciócabello pelirrojo, que fuera tan ancho de hombros, pero no la atrajo.al cabo de unos años cuando supo qu

había enamorado de él. No recordcon exactitud el momento en el quprodujo la explosión interior, ya tiempo atrás, y en una vida diferente

que sí sabía muy bien era que medel mes de noviembre, más metido esegunda quincena que en la primerque había vuelto de un viaje de fin


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semana. Tal vez la explosión vepreparándose muy despacio anterioridad, y de algún modo encendió la chispa por la espalda silencio.

En efecto, Guillermo y Msostenían una conversación cuando Lupe entraron en el salón de actos

fue hasta el término de la chacoloquio, tomando un vino de ho

cuando Lola tuvo por fin ocasiónhablar con Mario, haciendo corro jcon Lupe y Guillermo. Mario se quitmomento las gafas, sus gafas de lerectangulares, sin montura, y se fcon cuidado los ojos. Entonces Lolenerlo cerca por primera v

comprobó que él aún conserv


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algunas pecas, repartidas alrededoa nariz.

- Dicen que en la casa donadaayuntamiento han descubierto sarcófago vacío, en un pasadizo secdijo Mario.

- Nosotras vimos el muro que corel túnel- aseguró Lupe.

Lola sentía reverdecer la antiquemazón que, ante la presencia

Mario, activaba su sangre, recorriesu cuerpo incoherentemente.Pronto el grupo se disolvió, mas

sin antes tratar el tema estrella dnoche, el que circulaba por el recdeteniéndose en las paredes doreposaban las piezas de la colecciónpintor local. Y la conversación so


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pintura condujo a los cuadros que Mhabía compilado en los últimos quaños. No sabía muy bien por qué, e había entrado el gusto de adquirivez en cuando algún lienzo. No

experto en arte, ni mucho meentendía de colores, sombras ni luTampoco recorría importantes galeSólo se limitaba a visitar museopinacotecas y a comprar

exposiciones.Antes de que Mario saliera a la cLupe concertó con él una visita acasa, con el fin de que Ana pudierasu pequeña colección de óleos. Tanterés mostraba que acordaron i

siguiente día.


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Antes de que su vida se trastocase convirtiera en Ana, Lola había esconvencida de que Mario se olvid

por completo de que ella existía. qué tanto empeño en mantenerse fante ese amor, hacia dónde condanta perseverancia. Se ha

acostumbrado a permanecer casimargen de Mario. Él, con su vida; con la suya. Tal vez el paso del tiema había ubicado en la comodidad


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recurrir siempre al mismo sentimipor la misma persona. Él sólo le hmostrado indiferencia, aunque síaprecio sincero. En el transcursoodos esos años en los que su interécentraba en él, Lola desviaba a vececamino para seguir sendas en las qurepente se sentía atraída por hombre que acababa de conocedescubría al cabo de mucho tiempo

embargo, esas sendas secundarias quapartaban del camino principal tardemprano tocaban a su fin y

reconducían a su punto de origenatracción que sintiera por otros nocorrespondida por ninguno de ellos.

En cierta ocasión, con dos copamás, reconoció ante un amigo muy am


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- Eso lo dices- insistía su amiporque lo ves desde un punto de vcarencial, Lola, pero si llegara el al vez no pensarías de esa manera. vez que supieras que alguien te qu

no es fácil corresponderle así como Quizás los viajes de ida y vue

buscando en vano a alguien quequisiera, reafirmaron sus sentimiedecisivos por Mario, guardados c

una moneda de valor en un lugar segEn ocasiones, la moneda mostrabacruz, representando lo imposible, Mario nunca se fijaría en ella. cambio, algo muy profundo subíveces a la superficie de su espíritua cara de la moneda. Entonces

sentía algo parecido a la esperanza,


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e susurraba que ella era la mujer qunecesitaba, la que él quería.

Estas subidas y bajadas obligabaLola a plantearse cada poco tiempno debería desistir en su afán, abanda espera, y así daba de nuevo la vu

a su pasión. Entonces se autoconvede que el amor no era cualquier cque si era para sufrimiento, no era ani nada y que si no era correspondid

cien por cien, no merecía la pena, para eso se quedaba como estTambién consideraba banal el empde alguien- sobre todo el suyo proen querer conquistar un corazónhierro, el de una persona que mostnegativas constantes, y que todo aforzado era una pérdida de tiempo.


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A pesar de la realidad, ella lo qu no iba a modificar su amor, porque

un sentimiento que recorría cada unsus venas. Todos estos altibajos solitario, calibrando con referenciassólo ella destilaba, sacanconclusiones que siempre coincidcesaron en el mismo momento en Mario la llamó para concertar una una cena para el viernes o el sáb

cuando a ella le viniera mejor; o, spodía, lo dejarían para la semsiguiente.

A partir de la llamada, la primlamada para una cita, porque el restas conversaciones entre ellos ha

estado relacionadas con cursiloposiciones y consultas de temario


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partir de la llamada, Lola comenzócuenta atrás, se preparaba para el acontecimiento, la noche en la sabría si él se había decidido por Mario se había pronunciado al fin.


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Una mujer de más de setenta aabrió la puerta con desconfianza.

ojos preguntaban escrutadores deseaba. Cuando Lola dijo quién ermujer le pidió que permaneciera eumbral de la puerta y cerró. Al cabunos minutos volvió a abrirla. mucha cautela le permitió al fin entra casa. Dejó a Lola en el vestíb

mientras ella desaparecía silenc


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para surgir de nuevo bajando escaleras, cuyos peldaños apenas ocados por los pies de la mu

Llevaba puesto un vestido largovaporoso que, con el movimientonflaba y desinflaba. Se desplazabaa moqueta como una nube, silenciongrávida; se asemejaba a una g

flotando. La mujer se llamaba AntoEra una prima lejana del padre

Mario, a la que habían acogido cuaLola aún vivía. Se ocupaba enteramde la casa por propio empeño.

Lola se asustó cuando oyó rechinmadera con que estaba cubierto el suDio un respingo al ser tocada enhombro por el dueño de la casa.

- ¿Te he asustado?- le preguntó.


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disculpó un momento y salió deestancia.

Ella avanzó lentamente con el fincontemplar aquellas pinturas. observaba al mismo tiempo quesumergía en cavilaciones. Al pasasalón contiguo, en el momento en echaba una ojeada glodistraídamente, se sobrecogió cuadescubrió un cuadro que destac

sobre los demás.Era un óleo sobre lienzo reproducía tres membrillos madesparcidos por el suelo, junto algunas hojas. Varias pincelasugerían a la izquierda parte del arbdel que procedían estos frutos.contraluz, la imagen, salpicada de te


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matices impresionistas, representabacaída reciente.

Efluvios agridulces sacudieron alma. En un instante captó algo qusupo definir. Al punto evocó su infanantas tardes de septiembre envuelta

el aroma de los membrillos y dedulce en conserva.

- De modo que Lupe no ha podvenir-volvió a sobrecogerse Lola co

voz de Mario detrás de ella.- Así es. Le ha surgido algo quepodía dejar.

Lola apenas recordaba la casaMario. Era la misma en la que él hvivido con sus padres. La misma casa que ella hubo revisado con su am

durante tantas tardes de invierno


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emario de unas oposiciones convocaba la junta de gobierno regioAquella canción, que solía poner Mmientras se quedaban un rato charla

lways on my mind, parecía haberquedado flotando en los contornossalón. El título de la canción exprea la perfección los sentimientos de hacia él, lo que había sentido ennueva vida y en la anterior. C

firmemente en su amor por Marisabía con certeza que ese amor no sarrebataría nadie, porque era aaferrado a ella, disuelto en su seaunque muriera de nuevo, seguamándolo.

Cuando los ojos de Lola terminde recorrer las paredes, de detuvi


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en el patio, a través del ventanal. Ma invitó a salir hasta allí y, de pie, b

el porche, se fijó en las pocas plaque ambientaban el patio, a diferedel pequeño jardín que llegó a culta madre de Mario. Lo que

permanecía fiel, resistiendo al pasoiempo, era una lila, en un arriate, e

rincón. Sus hojas en forma de corapenas se movían. Dónde habría id

parar aquella figura de estuco, pinde verde y perfumada, con forma de de lila, que compró en un puesto dcalle, un día que iba con él, durantefiestas del pueblo. En el lenguaje dflores, las lilas significan Mi amor esuyo , le dijo Mario entonces. Ellaguardó, junto con otras bagatelas, e


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estuche de tafilete que le regaló su pcuando cumplió once años, unos mantes de que él muriera. Tal vez por razón, su madre, Avelina Beltrconservara la caja como recuerdoambos. También era probable querasladarse a la residencia de ancia

redujera sus pertenencias a estrictamente necesarias en su nudomicilio.


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Aún no había despuntado el cuando Lola despertó con un paprendido en su cabeza. Lo había l

unos días antes en el diario encontraron en el altillo, formandoatado, cuando fueron a inspeccionacaserón. Se le había grabado intacto como el cronista lo había plasmad

aquellos legajos.Volví de Cuba, y lohice cantando. Con el aire de unahabanera, doblé la bahía, y desde allí,


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ilbando, me interné en las callesbalconadas ... Se imaginó Cádiz, dosiendo pequeña, en su primera vcuando era Lola, a veces iba con padres, al principio; con su masolamente después, a pasar algunos en la playa. Recordó las calles, que hacían infinitas, de largas como eodas parecidas, con los balcones y

portales inmensos, algunos desabrid

húmedos. Pensó en la humedad y trisque a veces la envolvían, a Lola, cuase hallaba en las calles de adentrouna ciudad junto al mar, sobre todempezaba a caer la tarde. Desde quvida había empezado a transcurriBarcelona, como Ana, esa sensahabía desaparecido, y era ahora


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recordar las líneas del atado que abcuando sintió una oleada de melancolía perdida que arrojabanbalcones y zaguanes descuidadoscontraste con la alegría y la ficontinua que rodeaba la arena deplaya en cualquier momento. El pmarítimo igual que una feria. Ahrevivía la emoción de ver Áfenfrente, una vez que fue a Algecir

an corta distancia, sabiendo qupocos kilómetros comenzaba mundo.

Quién habría vuelto de Cucantando. Se le había mezclado pensamiento, más el recuerdo de Cácon un desfile rápido e imprecisounos cuantos rostros que se le agolp


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que no había visto en muchos añossentía confusa. Tal vez el desconcise debiera a que el sueño de aqunoche se había presentado agitQuizás fuera la marcha apresuradrepentina de casa de Mario la noanterior lo que la inquietaba. Hechado a perder la oportunidad que brindó de hablar a solas con él,averiguar qué sentimientos tuvo h

ella cuando era Lola, y de saber sacordaba de ella. Ya que había iniciesta aventura, debía seguir con correr el riesgo, pensaba. Aunquerecapacitaba, no se trataba de ninriesgo, al menos vital. Era necesvolver a plantear un nuevo encuentseguir adelante con su propós


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Llamaría cualquier día a Mario eléfono para comunicarle que volv

a su casa, aunque todavía no se le hocurrido con qué excusa.


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Cruzó la puerta con lentitud, comirada repartida entre el suelo ypatas de una de las sillas distribu

con orden en la estancia. Y, sentándun momento porque sentía que le fael aire, se pasó la mano por la frenteun gesto de cansancio acumulado ppaso de los años en espera.

- Venga conmigo- le propuso Antoa mujer que se ocupaba de lleva

casa y que acababa de entrar por un


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as puertas que accedían a la pequsala en la que se encontraba Lola.

- Mario vendrá enseguida – comunicó la mujer que la había llevhasta allí.

Ahora sentía un ligarrepentimiento por su loco impulshaber llamado el día anterior psolicitar una entrevista con el dueña casa.

-He venido a ver el cuadro de membrillos, si no te importa.Todavía el reloj no había marcad

una del mediodía del sábado siguiena primera visita a su casa. Se ha

sentado bajo el porche. Lola no pevitar el pensamiento que cruzó pocabeza: Ahora podría estar igualm


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sentada aquí con él, pero no como Auna joven de veinte años, sino coLola, quién sabe si su mujer.

Del resultado de aquel encuentro,duró más de dos horas, Lola no pentrever nada respecto a sentimientos que tuviera hacia antos años antes. No vislumbró ninndicio, a pesar de jugar con ven

porque ella conocía sobradament

Mario.- Lupe me dijo que teníais una amcomún, que murió- se atrevió a afirsin rodeos, antes de iniciar cualqconversación, mientras servían copas de vino, que Mario había traíd

Ella lo miró a los ojos al decir epalabras, por si en su gesto percibí


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hombre al que poco le faltaba pcumplir los sesenta. Éstas eran reflexiones que ocuparon la menteMario a partir del momento en quencuentro tuvo lugar. A él no le cabía cabeza cómo una joven podía sen

atraída por él. Lo que más mpresionaba es que esa mucha

hablaba y se comportaba como persona mayor, como si tuv

bastantes más años de los que teníasentía halagado. Mario no alcanzabprecisar qué quería ella de él. Hnotado en su actitud un aire solícito.

Cuando ella salió de allí, Mario ta certeza de que habían dejado

pendiente, una cuestión sin aclararema que ni siquiera había llegad


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plantearse. Ella había ido a pregunalgo. Eran las apreciaciones de Mar


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-¿Quién eres?Le preguntó Lupe hacia el final d

ornada, mientras revisaban en

ordenador unos datos que contradecían. Estaban las dos soFelipe se había tomado agosto compde vacaciones. En el ayuntamireinaba un ambiente animado, propivíspera de fiesta. De la sección veprocedían risas a coro, un júbilo preconizaba las fiestas de la s


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patrona.- Si creyera- continuó- en todas

historias que cuentan de reencarnación, afirmaría rotundamque eres Lola, aquella amiga que mal caer del caballo. No sé, hay algo que me recuerda a ella. Sólo vecuando regresé de mis vacacionesulio, al encontrarte aquí, fue suficipara sentirme afín a ti, antes de

habláramos. Fue una sensación inaudLola permanecía con la vista claven la pantalla, inmóvil. Sus manos te jóvenes se habían detenido impávi- La casualidad de tu amistad

Avelina Beltrán. Y después está MaSé que os habéis visto varias ve¿Qué te traes entre manos?- le preg


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suavemente. Tu fecha de nacimicoincide con la de la muerte deamiga. Seas quien seas, y estés aquío que estés, quiero que sepas puedes contar conmigo.


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Fue en la cola de un supermercdonde vio a su primo Miguel. Hcambiado bastante. De sus cabe

castaños apenas se conservaban ucuantos en la parte superior decabeza. También había engordado. pasó ante él, mirándolo mientras él a vista fija en la cinta en la que

depositando los artículos compradoLola le habría gustado decirle algo, sabía que no tenía ningún sentido ha


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Cuántas nostalgias. Por otro lestaba Javier. La había llamado aqdía para ver qué tal le iban las cosde repente le había dicho que él irbuscarla para llevarla de vuelta a ca Barcelona.

Pronto transcurrirían los tres mpara los que Lola tenía concertadasprácticas en los archivos ayuntamiento. Ella se planteó qued

después de que le ofrecieran un contun contrato de verdad, no coestudiante en prácticas. Un contrato seis meses, porque aún había murabajo que hacer: clasificar, seri

Quizás luego, le dijeron, una pasados los seis meses, se lo ampliapor más tiempo. Ella hacía bien


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rabajo, se combinaba bien con Lque estaba al cargo de la sección.

Pero a Javier todavía no se lo hdicho, que posiblemente aceptarapropuesta de continuar en los archide ahora en adelante con sueEsperaba tenerlo delante pcomentarle su decisión.

Javier tenía veintidós años. nteligente, guapo y deportista.

hombre que cualquier mujer de esa desearía tener a su lado, al que a Lno le habría importado conocompartir pupitre, acompañar al cuando era realmente Lola y teníaedad. Ahora sentía que era una mujeun cuerpo muy joven que no era el sdelgada y atractiva, lo que no fue n


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en su otra vida, sino que había sidomujer normal, ni guapa ni fea.

- No sé qué persigues- le dijo Jacuando ella le comunicó su decismientras tomaban café en la plaza,una cafetería que aún mantenía sillas fuera a pesar de la frescura quraían los días.

Lola permaneció callada, pensabsu madre, Avelina, y en Mario.

-Hay algo en ti- continuó él ernura- donde mis sentidos y entendimiento no llegan. Hay algo dque no formo parte, y sé que se tratalgo grande, que te arranevitablemente. Siento que toda

ayuda que pueda ofrecerte está de porque considero que has de resolv


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ú sola. Lo sé por el empeño firmemuestras.

Después de que su amigo se volvpara Barcelona, solo y apenado, ambién se quedó triste. Hasta qué pmerecía lo que estaba haciendo; sentido tenía seguir empeñada perseverar en algo que ya nopertenecía. Hasta cuándo pensquedarse en su nuevo destino. Nu

planteamientos acudían a su mentesus padres actuales, ¿acaso significaban nada para ella? ¿No mportantes en su vida?

- Desde luego que sí- se dijo LolaDesde siempre había tenido claro

o que perseguía era un imposible. Sque su deseo de encontrar lo que h


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abandonado sin querer la había lleva un punto, y que desde este punto ypodría avanzar más, porque su vahora fluía por una vía y un tiemdiferentes de lo que deseaba.

Si se quedaba no terminaría la carel próximo curso, a no ser que pidraslado de matrículas. Toda su funalterable se vino abajo en un mome

Se arrepentía de haber dejado march

Javier y comenzó a pensar que lo mpara ella era desistir y volverBarcelona. Aceptaba lo que tenía: vida por delante, la carrera de sueños, un padre, una madre, hermanos mayores que ella y un nque realmente la quería.

Ese mismo domingo hablaría con


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padres para decirles que en una semestaría de vuelta en casa. Al siguiente, lunes, rechazadefinitivamente la oferta propuesta eayuntamiento. Se despediría pocpoco, a lo largo de la semana,Avelina Beltrán y algún día llamarMario para despedirse de él. Tedecidido realizar todas estas gestiode despedidas decisivas, porque a

vislumbraba que en un futuro volvería a su ciudad, a su primera vporque había comprendido que ysituación no podía ser cambiada.

Pero no lo hizo. Decidió aproveos seis meses que tenía por delant

una vez que este espacio de tiemconcluyera lo abandonaría todo


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mirar atrás. Perdería un curso, puque no solicitó cambio de expedienni se matriculó por libre. Se limiquedarse a cumplir un trabajo, y a ventre unas personas que no habnecesitado mucho para acostumbrarella. Sería en abril cuando todo tocasu fin.


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significaba y lo duro que resulrenunciar a la antigua. Pero ni mumenos eran éstas las ideas a las qureferían los demás al hablar decambio, tal vez dejar un mal hábicomenzar con un poco de disciplinalgún aspecto más o menos abandonDe todas formas, ella se había propucontarle a Avelina Beltrán todaverdad, del mes de enero no pasaría

Cuando fuera a visitarla y a llevel regalo, un pañuelo de seda parcuello en tonos tierra, empezarírelatarle lo sucedido aquel día principios de abril; le describiríacasa en la que vivieron juntas,pequeño jardín con los parterres, con tanto esmero cuidaban. Soy yo


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hija, Lola Gómez Beltrán. Me regaunos pendientes de aguamaengarzadas en oro cuando cumplí traños. No fue así como ocurrió cuandoencontraron reunidas en la terraza dhabitación de Avelina un día soleadprincipios de año.

- Ya verás cómo dentro de un rienes calor, Ana.

Mientras Avelina admiraba con júel regalo de su amiga, Lola escogísu pensamiento las palabras adecuadas con las que empezarrevelación. Debería hacerlo suavidad, poco a poco, no fuerdesmayarse su madre.

Tan abstraída estaba que no se


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cuenta de que Avelina la dejó solamomento. Fue consciente de ello cuapareció bajo el marco de la puertacomunicaba el dormitorio con la terAvelina se detuvo y le tendió envoltorio, colocándoselo en la pade la mano.

- Toma, yo también tengo un regpara ti.

Lola rasgó muy despacio el pa

floreado que cubría una caja mpequeña de joyería. Una oleescalofriante entró por sus sienes paró en su garganta.

- Estos pendientes pertenecían ahija. Póntelos, son tuyos. ¿Quién mque tú podría llevarlos? A ellaencantaban las piedras de aguamarin


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ella era su hija. Por un lado, pendientes no servían como medio legar a la verdad, puesto que ella, c

Ana, ya conocía su existencia. Por parte, después del intercambio regalos y del despliegue de nostalgella ya no se sentía con fuerzas contarle nada. Estaba a punto de llor

- Anda, anímate, chiquilla, te quedado muy triste. Ven, vamos a to

un licorcito. Verás cómo se te pasa. alegro tanto de que hayas vuelto, no sabes lo que me he acordado de

estos días. Para mí los días de Navson los más tristes. Venga, que ya vuelto y es lo importante. Pensarássoy egoísta, sabiendo que tus padreque te echarán de menos, más que yo


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Lola había permanecido callada odo el tiempo. Sentía una congopunto de estallar y sabía que si habera como destapar la caja y que su llsaltaría por los aires igual que bomba que explota al activar mecanismo.

Otra vez le asaltaron las duQué hacía allí si todo eso ya nopertenecía. Sabía que cuando los

meses del contrato tocaran a su ninguna excusa serviría para permanmás tiempo. Hasta ahora no realmente consciente de que se hempeñado en vivir dentro de anacronismo que la enredaba mámedida que pasaban los meses, y hacía que se perdiera en un laberinto


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Con una mezcla de incertidumbristeza en el ánimo de Lranscurrieron los tres primeros m

del año. El contrato del ayuntamienía posibilidad de ser renovadoella quería. Pero ahora su decisiónmarcharse a Barcelona era firme. Emomento de comenzar con despedidas.

El aire estaba impregnado de un nconfundible. Al mirar a la derecha


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portando una bandeja con dos copuna botella de vino tinto, que resultóañoso, y degustaron rápidammientras una aureola de felicirondaba a Lola. ¿Qué me ocurre? qué todas estas dulzuras, una tras o¿Es esto la dicha? ¿Qué hay aquí quehace sentir tan bien?

-He venido a despedirme. Me mapasado mañana.

-¿No te renuevan el contrato?A Mario lo había cogido por sorpa noticia. Notó correr por sus vena

fino hilo de decepción, tan leve quse atrevía a reconocer ante sí mismoe daba lástima el repentino cambia monotonía de su vida. Se había h

a la idea de que aquella mujer lo am


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Había una parte de él que le hrespirar aliviado porque no hapodido evitar tomarle cariño y enmás íntimas fantasías había ocasioneas que se dejaba resbalar por peldaños irremisibles que lo condua los brazos de ella. Le hacía tomar respirar aliviado porque al fin se viberado de este pensamiento con ejos, en Barcelona. Era una estup

sólo idear una relación de pareja cuarenta años de diferencia.- He decidido seguir con mi vida

antes- dijo Lola mirando al fresiguiendo la corta trayectoria que a segundo emprendían las flores de azdesde el limonero hasta el suelo, cuna lluvia sorda y llena de júbilo.


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Allí afuera estaba el mes de abril,su tranquila lluvia de azahar continudel limonero. Algunos abejozumbaban sin prisas alrededor deflores, se marchaban y volvían enorpe vuelo. Ahí afuera seguía el me

abril, tan sereno, ajeno a cualqcontratiempo.

- ¿Tu vida de antes?- Mario recreaba en la realidad como p

detener el tiempo, con la mínesperanza de que ella pudiera camde planes, como en las películas quhan visto una y otra vez y cuyo finaespera que no sea el que se sabeantemano, como si cupiera posibilidad, que es ilusoria, de cambio por alguna razón que no


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recuerda bien, por si se capta aldetalle que abra la puerta de un fdiferente.

-Quiero decir antes de venir. Derminar mis estudios. No creo vuelva nunca por aquí.

A Lola se le había formado un nen la garganta al oír sus proppalabras, rasgando la quietud demañana. Ésta sería la última vez qu

vería, este viernes por la mañana. Aen el ayuntamiento estarían LupFelipe haciendo su trabajo en archial vez la echarían de menos, hab

vuelto de tomar el café. Para ellosun día como otro cualquiera, enumbral del fin de semana. Era extque Mario la hubiera citado por


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mañana, por qué motivo no había irabajar aquel día. Por la tarde ir

despedirse de Avelina y el sábadodedicaría entero a recoger sus cosdarse una última vuelta por las callea ciudad. Ya lo tenía todo planeado

arrancaría para siempre las espinasu corazón. Pero todavía le quedabiempo con Mario, todavía le qued

saber los sentimientos de ese hom

por ella.A los cuatro años de conocedespués de Semana Santa, le presensu novia, Rocío, una profesora conservatorio, a la que había conoen una semana cultural. Él se hsentido deslumbrado sin remedio papostura de ella. Se dejó impresio


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anto por la pronunciación de las esas jotas que traía de Ávila como p

gracia con la que se retiraba el pLola la saludó con el corazón en los él se quedó satisfecho al hallarse ja las dos mujeres que más quería, calguna vez dijo. Durante el verano éa verla a Ávila por una semana. Vocon su equipaje y el desencanto emaleta. No es lo que parecía, le di

Lola.Después de aquello Lola se armópaciencia y se dispuso a ser siemella misma ante él, y a demostrarleella era la mujer de su vida.

- Aquella mujer que murió, Lsentía que el hielo por fin se hconvertido en escarcha, que sus pala


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fluirían por fin, que ya no podría pa¿estabas enamorado de ella?

Había pasado ya mucho tiempo del accidente de Lola. Su semblcambió de repente. La miró perpntentando rebuscar entre

aflicciones.- Me preguntas por algo que ocu

hace veinte años, con el tiempo heolvidándolo.

-Pero no puedes haber olvidadalguien que fue importante en tu vdijo Lola consternada.

- Es un recuerdo muy doloroso ycreo que escarbar en él nos conduzninguna parte, no tiene sentido...

-Sí- le interrumpió encorporándose con brusquedad


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respaldo de la butaca, elevando la vSí tiene sentido.

- No comprendo por qué te inteanto lo que pudiera sentir por una mque murió hace veinte años. Ademá

vas dentro de dos días, no volveremvernos. Está bien-. Mario aspiró el para volver a soltarlo-. Es una histpara una película. Habíamos quedpara hablar de nosotros, íbamos a c

en un restaurante, que ya ni existesábado de abril, como ahora, ya Ese sábado de abril murió en accidente. Montó en un caballo y nse explica qué pasó. El caso es que al suelo muerta. Eso es todo.

- Pero ¿tú la querías? ¿Ibasdecírselo mientras cenabais o desp


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de la cena?-Pero si ya no me acuerdo de lo

sentía.El aire dejó de moverse, las hojasimonero se mantenían fijas. Sólo

luvia de azahar conservaba su ritLola se derrumbó en la butaca durun segundo, bajo el porche del patiMario. Se sintió confusa porque ensegundo había perdido su identidad

sabía si sentía como Ana o como LFue a levantarse cuando su amigo ha-Iba a decirle que...-No- Lola dio un brinco y lo ag

fuertemente del brazo, clavándoleemas de sus dedos-. Por favor, noo digas, no sigas, no quiero saberlo

-No te entiendo.


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-He cambiado de idea. Es mejor das cosas como están. Como tú di

para qué escarbar en los recuerdos- de pie con el bolso en la mano.- Yavoy.

Mario la acompañó hasta la puerta calle, en silencio. Una vez

alcanzaron el umbral, ella le tendimano, con una sonrisa apenas dibuen los labios, pero con expresión fr

en los ojos. Él apretó con suavidamano. Se dedicó a pasear sin rumbo, po

gusto de despedirse de las callesrecorrerlas por última vez. Se adepor las calles peatonales y, desde alentregó a un tránsito lento por una


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comercial. Sus recuerdos la llevarouna tarde de su vida anterior, casiaño antes de caer del caballo. Ahorrevivía intacta, como si de repente hubiera activado en su interior válvula que abría la caja que contuna vivencia olvidada por completo

- Es una tarde diferente- epalabras surcaron su memoabriéndose paso por los caminos d

nostalgia.Él se lo había dicho con todoacierto del mundo, sin pensarlo, poe salía de dentro; o tal vez no tuv

que salir de ningún lado, pero lo con la verdad pintada en los ojos, coveracidad del entusiasmo que olvidcorazas protectoras, las que perm


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vislumbrar un ápice, una rendija míndel alma humana en aparienmperturbable. Él lo había dicho y ae pareció la mejor sentencia de toas posibles.

- Es una tarde diferente. Me gusta.La calle comercial inauguraba

calzada de sentido único, por la circulaban los coches como si hubiera estado cortada jamás al tráf

Era un sábado de finales de mayhabía llovido con furia durante uveinte minutos. Una tormenta repenque había arruinado la tarde tranqmpregnada en olores suaves y dulcea primavera, era seguida por el sosi

que había proporcionado la descargaLola salió a la calle cuando


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cercioró de que la tormenta se halejado definitivamente y el agua remde una manera tajante. Iba abstraaspirando distraídamente la mezclaolores que llegaba hasta ella: agualuvia recién caída en una tarde de m el olor dulce del pan que salía d

establecimiento de la calle por doba caminando. Su corazón se acele

descubrir, de lejos, de bastante lejo

Mario, parado en el escaparate de zapatería. Ella no cayó en la cuentsiquiera de que la vía era nuevamabierta a los coches, que circulabanlamarle la atención, tampoco se fij

el cielo, si se había despejado completo o si, por el contrario, todpersistían los nubarrones negros,


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sabía si era de día o estoscureciendo. Lo único de lo que consciente era del escaparate de ienda de calzados a la que no llegantes de que él se marchara, antes

que terminara de mirar quién sabía porque nunca el hecho de contemplaescaparate ocupa más de unos segun

Corrió por la nueva acensanchada, corrió por entre la p

gente que se había atrevido a echara calle con la tormenta tan recientecorazón de Lola y su garganta eranmismo órgano que palpitaba ahogada angustia de la gran ocasión qu

escapaba. La misma locura que aquel amor la envolvía y la arrasthacia el escaparate que, por fort


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ofrecía algún calzado interesante.Ella lo alcanzó sorprendida y si

desaceleración debida. Sorprendidaa circunstancia de que él hubpermanecido tanto tiempo mirando

el cristal, ajeno al cálculo que efectuara en el trayecto, porque hasmomento del encuentro no la vio. Ya desaceleración debida puesto qu

cuerpo era un proyectil con un p

fijo, un proyectil inyectado movimiento, incrementado por ansiedad de lo inalcanzable.

Cuando Lola llegó a la tienda había absorbido el interés de su amnecesitó clavar la punta del paraguael suelo con el fin de que el mangsirviera de punto de apoyo a su cue


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que se paraba inquieto y suspiraEran suspiros mudos que proveníano más hondo de su alma.

- Mira esos zapatos marrones- dijseñalando unos mocasines de veranpiel flexible-, son como los que lpuestos, sólo que mira cómo están yviejos. Estoy pensando si entro ycompro. Son tan cómodos.

Ella lo acompañó, toda

agradeciendo para sus adentros la sude haber llegado a tiempo. Fue salida de la tienda, después de avaunos pasos, cuando él se expresó anta exactitud.

- Vaya tormenta se ha formado-ella-. Está la tarde...

- Diferente. A mí me gusta.


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El recuerdo había sido removLola se dio la vuelta e intentó apartasu mente la imagen ufana de Mariaquella tarde de tormenta. Apretópaso, todavía sacudida por reminiscencias del pasado, mirandofijeza el suelo, sin prestar atención personas con las que se cruzaba. Fueello por lo que no vio a la mujer estaba parada dándole la espalda. L

chocó con ella primero y luego tropcon la boca de riego y cayó al suelomujer con la que había chocaalarmada, se apresuró a socorrerla.

- ¿Te has hecho daño?Lola giró el antebrazo para exam

el rasguño por el que se transparena sangre.


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- Ven- le dijo la mujer ayudándoncorporarse.

- Estoy bien, no se preocupe.- De todas formas, te llevaré a cEstamos al lado.


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Recién rescatada bruscamente deprofundidades del sueño, la voz de L

e sonó remota y extraña. No le iempo a preguntarse qué querría ahora.

- Comprendo que es demasiemprano para un sábado. Anochepude localizarte. No sé dónde andaHe organizado una fiesta de despepara ti. ¿Qué te parece?


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- Ya- contestó Lola.Se sentía flotando por el sueño y

acertaba a decir más.Su amiga había planeado el viepor la tarde una reunión en una cas

campo que pertenecía a uno de compañeros del ayuntamiento.

- En realidad, la idea se le ocurrFelipe. Por lo visto ha organizado capea.

Mientras Lola se duchaba e omando conciencia pensó que era buena ocasión de pasar el día rodede encinas, en una dehesa. Que erabuena despedida y que de alguna macerraría el ciclo de su vida anterior,acabó en una dehesa.

Como una punzada inesperada as


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el recuerdo de Avelina Beltrán, conojos llorosos en la puerta de residencia de ancianos la tarde anteY ella misma, abrazada a su maragando sus propias lágrimas, salde verdad, sin decidirse a confespor fin que ella era su única y verdahija, que todo había sido un error. no lo creería nadie, ni su propia maporque todo el mundo reserva un mín

de esperanza con respecto a la otra vquién sabe, pero volver, lo que se volver, nadie vuelve, para qué darle vueltas.

Lupe y Lola fueron las últimas

aparecer por la finca en donde teprevisto agasajar a la compañera qu


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marchaba a Barcelona. Tocelebraron su entrada con aplausosonrisas. Alguien había pintado el ccon una mano de blanco transparente Notó un escalofrío por toda la cuando descubrió el caballo, pastadentro de un recinto no muy grarodeado por un cerco de madera. Csi el tiempo se hubiera detenido, dejoír las voces de sus acompañante

echó a andar deprisa en direccióncercado. El caballo era casi igual quegua de su abuelo, Canela, sobre laantas veces había montado.

Un impulso la llevó a quitar despel trinquete que abría la puerta dvalla. Se acercó, sin pensarlocomenzó a acariciar el caballo.


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animal no sólo no mostró ninguna sde contrariedad, sino que paragradarle la presencia de Lola y dejcomer la hierba y arrimó su lomo a El caballo la miraba desde su naturaequina, tal vez comprendiendo desdentendimiento, el que le había asignado, concentrado ahora en elque contemplaba a la figura humanaojo comprensivo que no pestañe

pendiente de que ella tomara decisión. La observaba expectantpaciente. Lola se fijó en el ojo del r se preguntó qué podría sentir

caballo, qué impresiones procesdesde su entidad, la que le había toccómo entendería el mundo desdebelleza animal. Le pareció que


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caballo le imploraba que no marchara. Se había percatado demirada suplicante.

Sus ojos se inundaron de lágrimaantes de que ella se diera cuentahabía echado a llorar. Se abrazó fuerza a la cabeza del caballo, acarsus crines, recordando su caída ymala suerte por haber tenido cambiar de vida, su propia y verda

vida. Al cabo de unos minutos, parvolver a la realidad, fue conscientebarullo que a lo lejos se distinguímedio de la quietud del campo. Algrisas escuchaba, una alegría en la ella no tenía ganas de participar. pronto vio a Lupe, que venía dirección a ella. Notaba un poco


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calor, detenido en el medioenredado entre las encinas y el pseco, debido a la escasez de agua enúltimas lluvias. No quería volver hdonde estaba el grupo de compañeque con tanto interés habían organiese estupendo día en el campo,detalle para despedir a Ana, esa can sensata y complaciente que dur

nueve meses había trabajado

quejarse ni una sola vez.Lola sintió que algo se avecinrremediablemente, preparando

camino con ceremonia, como en algsinfonías de Beethoven, que salpicadas, y en las que se adivinapesar del denso camuflaje, los efluque estallan en el primer y segu


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movimientos de la Novena SinfoComo si fueran preparando el campara esa irrupción final y apoteósica

Lola comparó esa fuerte sensacon su composición musical prefeEra el anuncio de lo incuestionablbarrunto de lo venidero. Antes de Lupe llegara hasta ella, ya se halejado unos cuantos metros de la vcabalgando despacio.

Lola advirtió que el paiscomenzaba a tambalearse con lentitua altura de los hombros, después

sus pies.


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vida, y por mucho que hiciera no pfrenarte. Lo que yo siempre te digque no te preocupes. Aquel día, no recordarás, había mucho trabajo,dejaba de morir gente a causa deerremoto. Ahora las gestiones están ranquilas en el despacho.

- ¿Qué gestiones?- preguntó Lola ese momento se dio cuenta de estaban las dos solas, pero no en

campo sino en un lugar sin defanodino e incoloro.- Me refiero a los trámites de los

nos encargamos cuando una persmuere.

- Entonces he muerto, ahora ya síes mi hora.

- Tu situación ha sido revisada ju


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permanecer más tiempo viviendo veinte años y al mismo tiemrecordando otra vida anterior. Fuedescuido el que se tuvo contPrimero, porque murieras y luporque se te dio una nueva vidaborrarte de la memoria la primeramodo que para compensar los errvas a elegir entre las dos vidas. Puquedarte con la actual, como e

ahora, con veinte años, olvidasanterior y regresas a Barcelona desde haber realizado unas prácticas cestudiante de Biblioteconomía, olvidar los seis meses que constan erayectoria como ayudante de archi

Hasta ahí. Lo que sí ocurriría, en el de que eligieras esta opción, es qu


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recordarías nada del verdadero mopor el que trabajaste en el ayuntamiOtra alternativa es volver a tu primvida, tal y como la dejaste, por supusin los recuerdos de ahora porquehabrían tenido lugar. De cualqforma, tu existencia continuará a pde tu salida de la inconsciencia pohas sufrido una caída desde un cabal

A Lola le parecía mentira lo

acababa de oír. Podía elegir. Todo scomo antes. Su cabeza le daba vuelapenas era capaz de pensar. Había pque decidir, puesto que no dudabacuanto a su elección.

- En caso de que eligiera la primexpuso Lola- todo lo que he viv¿sería irreal? Me refiero al case


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donado al ayuntamiento, el pasadizomuro tras el que se hallaba el sarcófTodos los legajos con documentasobre el siglo XIX.- Todo es cierto, quien cede la ces descendiente de un historiador, paún no ha ocurrido, y cuando llegumomento a ti no te van a interesaregajos, ni vas a ver el muro en

pasadizo porque no trabajarás en

ayuntamiento ni serás estudiante biblioteconomía.- ¿Y Ana? ¿Quién es realmente An- Ana eres tú ahora. Si decides vo

a ser Lola, Ana estará a punto de nen Barcelona.

Lola permanecía confusa. Domie estaba ofreciendo la posibilidad


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volver al momento en que cayó primera vez del caballo, el caballoprimo de su primo Miguel, volver anstante, sin haber perdido ni un segundo. Merecía la pena ser de nu

Lola, sin los veinte años pasadosmedio de su propia historia, borraimpiamente, sin recuerdos porque

habrían tenido existencia.- Debes tomar una decisión-

Dominica con apremio.Si dejaba de ser Ana se encontrotra vez con casi cuarenta años, empleo fijo, haciendo sustitucioneseis meses, también como monitoralleres de verano. Como Ana, sabíae esperaba un porvenir profesio

brillante. Por primera vez dudaba s


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el camino que debía elegir. Lo que hestado anhelando durante veinte añoenía al alcance de su mano, sin emb

no sabía qué hacer. Si optaba por voa ser Lola, por fin podría asistir a laque tenía con Mario, pero también tque fuera su último encuentro con élfalta de interés por su parte. Puedeen la cena él le manifestara su amorotra mujer y ella, como amiga, tuv

que aceptar y callar para siempre losentía su corazón.El rostro de Avelina se le apare

como en zoom. Quiso dar una respua Dominica, pero no tenía fuerzas hablar. Estaba cansada, no era capapensar con nitidez. Lo único deseaba era poder cerrar los ojo


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abandonarse a la somnolencia. Apnotaba en su cuerpo las piernas nibrazos. Tampoco oía a Dominica, quhablaba cada vez desde más lejos.Después se sintió en un territvacío. Se esforzaba en pensar o recoalgo pero no lo conseguía, como seve torbellino la arrastrara. Era

sensación líquida porque la ideaacababa de encontrar soporte en

palabras. Se le escurría como aguaas ranuras de la mente.Antes de que abriera los ojos se

cuenta de que había estado soñando no sabía qué. Sin fuerzas intentó atralguna imagen, pero sabía que borraba para siempre, diluyéndoseel camino de los sueños olvidados.


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Varios rostros indefinidos rodeaban. Notó la dureza del suelo eespalda.

- ¡Ana!- exclamó alguien muy cde ella.Lola notó un escozor en el anteb

al mismo tiempo que se lamentaba dhaber sido más rauda a la hora de touna decisión, de haber elegido senuevo Lola, cuando Dominica le d

elegir. Pero sabía que le había smposible porque recordaba quecuerpo se desvanecía poco a poco ysentidos se habían nublado. Ya endría más oportunidades. De modo

aceptaba su suerte como Ana ymarcharía definitivamente a Barcela continuar con su nueva vida.


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-¡Ana!- volv

Cuando Vuelva a Ser Abril - Gabriela Santos

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