COMBATIENDO AL CAPITAL (2009).pdf
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COMBATIENDO AL CAPITAL (1973/1976)
Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino
JORGE CADS - ARIEL PALACIOS
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La memoria es una cajita
que revuelvo sin solucin. No encuentro
umbrales. Es
una forma de la emocin?
A medias sola, odiada,
prospera su ira de fuego.
Juan Gelman.
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Prlogo cantado
Rucci traidor / a vos te va a pasar / lo que le pas a Vandor.
Aquel canto, entonado por miles de gargantas cuando la dcada del 70 recin
amaneca, se hizo grito, plvora y sangre. Se hizo acto.
Corran tiempos en donde las consignas se escriban con los cuerpos. No exista
distancia entre palabra y acto. No haba entonces abismo entre lo dicho y lo hecho. Ese
abismo trazado por la dictadura militar primero, por el alfonsinismo y el menemismo
despus. El mismo abismo que permite hoy que mercenarios de la palabra sean voces
autorizadas para contar aquellos hechos.
Pero hablamos de una consigna, hecha canto y acto.
Hablamos de cuando palabra y accin iban de la mano. Dos caras de la moneda de la
poltica. Y no slo las consignas se escriban con el cuerpo. All estaba la historia, esa
hoja en blanco, que si era necesario se escriba con tinta sangre.
Entonces Jos Ignacio Rucci cae muerto bajo las balas de la organizacin Montoneros,
tinta sangre de la historia reciente.
Rucci traidor / saludos a Vandor
All esta historia. Escrita con la voluntad y -de ser necesario- con los fusiles. Con los
cuerpos. La necesidad de contarla, de entenderla, para entender tambin -y sobre todo-
nuestro tiempo. La persistencia de aquellas estrofas cabreras que repiquetean con fuerza
en la conciencia nacional.
a la gran masa del pueblo / combatiendo al capital
Miles de voluntades escribiendo la historia con sus cuerpos. Palabras y actos, vidas
militantes que sern saqueadas por el terrorismo de Estado. Abiertamente desde 1976,
con la instalacin de la dictadura militar, pero -y como lo demuestra este trabajo
periodstico- ya desde 1973, con el accionar de bandas paramilitares que trazaron en el
sur de la provincia de Santa Fe su geografa de represin y muerte.
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Qu pasa qu pasa qu pasa General / que est lleno de gorilas el gobierno popular
A ms de tres dcadas de haber sellado su nombre al terrorismo de Estado, los mviles
y el accionar de la Alianza Anticomunista Argentina -o Triple A- sigue siendo un tema
a profundizar. Asociada frecuentemente a las luchas internas en el peronismo de los 70,
su historia, sin embargo, resulta ser bastante ms compleja. Este libro intenta dar cuenta
de ello.
Las preguntas que empujan esta investigacin son preguntas por el presente de una
regin que, desde el cordn industrial del Gran Rosario a las ciudades de Firmat y Villa
Constitucin, pasando por Alcorta y San Nicols, tiene an mucho que decir sobre las
violencias pasadas en tanto determinantes de la actual geografa social y econmica.
San Jos era radical y la Virgen socialista / y tuvieron un hijito montonero y peronista
Del radicalismo al peronismo, el drama de dos movimientos que incluyeron a amplios
sectores de la poblacin a la vida poltica argentina. Y cuya composicin y conflictos
intestinos expresaron el otro entripado: el de las clases sociales a la hora de ir por el
fuego, la movilizacin, la ley, la tumba, el billete o el silencio.
Entre ambos ese nexo posible, que acaso permita pensar ese friso de dignidades y
traiciones que son nuestro pasado y nuestro presente: la vida, la muerte y el despus del
alcortense Jos Ignacio Rucci.
Y las vidas robadas del ms de medio centenar de militantes polticos y sociales que -
desde 1973 a 1976- fueron vctimas del terrorismo de Estado en la regin. Vidas que
este libro intenta, en un trabajo todava incompleto- apenas nombrar.
Patria o muerte / venceremos
Estamos convencidos, desde nuestro oficio de periodistas, de aquello que nos ensearan
las Madres de los pauelos hace tanto tiempo atrs: el antnimo del olvido no es la
memoria. Es la justicia.
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Actos
La Comuna de Alcorta, a travs de la ordenanza nmero 1689/07, premi en acto
pblico a uno de sus hijos ms dilectos. Fue el 26 de septiembre de 2007, un da
despus de haberse cumplido treinta y cuatro aos de su muerte. Se trataba de Jos
Ignacio Rucci, pregonero, pen, limpiador de tripas, bombonero, mozo de bar, obrero
fabril, lder sindical, y la citada ordenanza enumeraba razones y decisiones: Que este
incansable trabajador es un hito dentro de nuestra historia nacional y merece ser
homenajeado por la tierra que lo vio nacer. Que es justo homenaje a su persona otorgar
su nombre a la plaza que se encuentra sita entre las calles 9 de Julio y Alvear. Que dicho
espacio pblico ser adems sitio para albergar un busto con la enaltecida figura de don
Jos Ignacio Rucci.
Los redoblantes y el clamor de las decenas de hombres con pecheras de la Unin Obrera
Metalrgica (UOM), llegados a Alcorta en colectivos rentados para la ocasin desde
seccionales como Campana o La Matanza, dieron la nota de color en medio de los
discursos de las autoridades locales, provinciales y gremiales.
As, se dijo, este pueblo del sur de Santa Fe saldaba su deuda con el pequeo gran
gigante: uno de los mentores del regreso en 1973 de Juan Domingo Pern al pas.
El acto, en el que la palabra Montoneros, agrupacin responsable de la muerte del
dirigente, sobrevol sin ser mencionada, sirvi de plafn para que el hijo del extinto,
Anbal Rucci, dejara sentada su posicin respecto de la violencia poltica de los aos
70, el papel que jug su padre en ese contexto como representante de la UOM y
secretario general de la Confederacin General del Trabajo (CGT) y,
fundamentalmente, sobre las nociones de justicia y verdad histrica: Ayer me llamaban
de muchas radios dicindome que se cumplan treinta y cuatro aos del asesinato de
Jos Ignacio Rucci. Yo dije no, estn equivocados: se cumplen treinta y cuatro aos de
impunidad, sostuvo Anbal Rucci, y agreg que por eso ayer en La Chacarita me
tom el atrevimiento, con todo respeto y con toda humildad, de decirle al presidente de
la Nacin, a nuestro presidente de la Nacin, respetando su investidura, que tome en
cuenta que Jos Ignacio Rucci tambin est dentro de los Derechos Humanos.
Tales definiciones, lejos de ser inocentes, pudieron perderse en la simple proclama, pero
lo cierto es que volvieron a poner en escena las claves de una dcada que marc a la
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Argentina del nuevo siglo: el drama del peronismo, dividido entre ortodoxos y
revolucionarios; el rol de buena parte del sindicalismo en esa puja, con participacin
directa en la llamada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), grupo parapolicial
nacido para controlar el avance de los zurdos dentro del movimiento y ms all de l;
la supuesta igualdad de fuerzas a la hora de pensar la accin de los grupos
guerrilleros, tanto peronistas como marxistas, y de los aparatos del Estado puestos al
servicio de una cacera a secas, funcional al poder del capital concentrado; la
reconstruccin de esos hechos, su relato y su traduccin a escala judicial.
Fue en la maana del 26 de septiembre de 2007 y en Alcorta, lugar donde, amn de una
plaza y un busto, nada pareci tener demasiada relacin con esos sucesos. Sin embargo,
una historia que no admite elegas estaba ah, al alcance de la mano.
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Lo que vendr
A mediados de 1973, a los pocos das de la asuncin de Hctor Cmpora como
presidente de los argentinos, un curioso accidente automovilstico sesgaba la vida de
una enfermera, al tiempo que dejaba gravemente heridas a otras dos personas. El dato
sera anecdtico, si no fuera porque los tres ocupantes del automvil eran delegados
gremiales, y por esos das encabezaban la toma del Hospital General San Martn de
Firmat, ciudad a la que regresaban despus de una reunin con las autoridades de
gobierno provinciales en Santa Fe capital.
La muerte de aquella trabajadora y dirigente sindical se constituye, a la luz de la historia
que vendr, en el primer atentado perpetrado en el pas por uno de los grupos de tareas
o patotas que confluirn, poco tiempo despus, en la organizacin paraestatal
denominada Triple A.
Despus de la dictadura militar 66-73, el 25 de mayo de 1973 qued restablecido el
orden constitucional. Pero finalizados los 49 das de la presidencia de Hctor Cmpora
(25 de mayo-13 de julio de 1973), durante las presidencias de Lastiri (13 de julio - 12 de
octubre de 1973), Pern (12 de octubre - 1 de julio de 1974) y sobre todo durante la
presidencia de Isabel Pern (1 de julio de 1974 - 24 de marzo de 1976) la represin
sigui un ritmo creciente contra peronistas de izquierda, lderes sindicales
antiburocrticos, activistas sindicales de las grandes empresas, abogados, periodistas,
relata Alejandro Teitelbaum en el artculo Represin en Argentina y memoria larga,
publicado en abril del 2006.
Teitelbaum recuerda que el informe Nunca Ms, elaborado por la Comisin Nacional
sobre la Desaparicin de Personas (Conadep), contabiliz 458 asesinatos durante ese
perodo (19 en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975), obra de grupos parapoliciales, que
actuaron principalmente con el nombre de 'Triple A', dirigida por Jos Lpez Rega,
ministro, sucesivamente, de Cmpora, Lastiri, Pern e Isabel Pern y secretario privado
de los dos ltimos.
En su libro Historia de la Censura, Fernando Ferreira certifica: La complicidad del
Estado con los crmenes era evidente. La prdida del valor de la vida corra paralela con
el cercenamiento de las libertades democrticas. Persecucin en las universidades y en
las fbricas, intervencin de medios de comunicacin, prohibicin de revistas, pelculas
y libros, detenciones y fusilamientos. La Triple A escriba con sangre el oscuro prlogo
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de los aos por venir. Comisarios de la polica federal; agentes de las policas
provinciales; militares retirados y en actividad; matones de las patotas sindicales;
delincuentes comunes; ms la complicidad de la embajada norteamericana, dieron
forma a esta organizacin que actu con impunidad, organizada y coordinada desde las
estructuras mismas del poder de los estados provinciales y nacional.
La Triple A lleg a publicar peridicamente en los medios de difusin masiva listados
con los nombres de aquellas personas que seran asesinadas si no abandonaban el pas.
En los aos que van de fines de 1973 hasta marzo de 1976, la organizacin paramilitar
cometi no menos de un millar de asesinatos.
Para la historia ms difundida de la Triple A, su presentacin fue en noviembre de 1973,
en un atentado donde result gravemente herido el diputado radical Hiplito Solari
Yrigoyen. Sin embargo, ste trabajo periodstico revela ms de medio centenar de
muertes en estos arrabales del sur de la provincia de Santa Fe, parte de una larga y
siempre incompleta lista de atentados, secuestros y amenazas, demuestran que los
grupos parapoliciales, sostenidos con el dinero de grandes empresas de la regin,
funcionaron todava antes de la aparicin de la denominacin Triple A, que en la
prctica pudo servir a los fines de coordinar la accin de estos grupos en los grandes
centros industriales del pas.
Como bien lo describe Alejandro Teitelbaum en el trabajo citado: ya antes haba
comenzado la represin contra el movimiento obrero: el 17 de julio de 1973 fue
intervenida la CGT de Salta y en esos das se produjeron ataques armados contra la
CGT, SMATA y Luz y Fuerza de Crdoba. Dicha represin incluy tambin en 1973 el
asesinato de militantes sindicales: Carlos Bache, del Sindicato de Ceramistas de Villa
Adelina, el 21 de agosto, Enrique Damiano, del Sindicato de Taxistas de Crdoba, el 3
de octubre, Juan vila, de la Construccin de Crdoba, el 4 del mismo mes, Pablo
Fredes, de Transportes de Buenos Aires, el 30 de octubre, Adrin Snchez, de Mina
Aguilar, Jujuy, el 8 de noviembre de 1973. Los asesinatos polticos, de abogados y otros
profesionales y de activistas sindicales siguieron en 1974 y 1975 a un ritmo creciente, y
los sindicatos ms combativos fueron intervenidos y sus dirigentes encarcelados.
El atentado de junio de 1973 en las cercanas de Firmat, las muertes en octubre de ese
ao del periodista Jos Colombo, en San Nicols, y del dirigente peronista Constantino
Razetti, en la ciudad de Rosario, llevan tempranamente las marcas de esa organizacin.
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Marcas que anticiparon los mtodos que los grupos de tareas de la dictadura, a partir de
marzo de 1976, haran abierta poltica de Estado. Y que demuestran tambin el accionar
de estas bandas todava antes de su organizacin y coordinacin desde el Ministerio de
Bienestar Social de la Nacin. Acciones pagadas con fondos provenientes de empresas
asentadas en la regin, y con la participacin de uniformados y miembros de la pesada
de diversas organizaciones gremiales, y el conocimiento y la aprobacin de funcionarios
de los gobiernos de turno.
Como herramienta de control de las patronales sobre las organizaciones sindicales,
como instrumento de los sectores dominantes de la Argentina de los tempranos '70 para
mantener sus privilegios, la Triple A se inscribe en un registro histrico, tambin en la
crnica poltica de nuestro pas. All est, antepasado aristocrtico pero igualmente
temible, la llamada Liga Patritica, nacida en enero de 1919 como brazo paramilitar del
gobierno radical encabezado por Hiplito Yrigoyen, en su poltica represiva contra las
organizaciones obreras.
En el libro Nada ms que la verdad los periodistas Martn Granovsky y Sergio
Ciancaglini remarcan que la Triple A empieza a instalar la idea de que los muertos
podan ser 'subversivos', una palabra que poda abarcar a un sacerdote, un delegado
gremial, un profesor, un militante poltico o un estudiante (...) aunque no empuara
armas ni formase parte de grupos guerrilleros.
Cruces / Desde la historia. El terror y sus ligazones
La historia de las fuerzas paraestatales o parapoliciales en la Argentina no es privativa
de la dcada del 70. Podramos ubicar su comienzo en los aos inaugurales de nuestras
democracias, durante el gobierno de Hiplito Yrigoyen, referente de la Unin Cvica
Radical y primer presidente de la Nacin elegido por la ley de sufragio universal,
secreto y obligatorio en 1916.
Dicho acontecimiento abri la puerta a la participacin poltica de nuevas franjas de la
comunidad, y al mismo tiempo inici un perodo de desconfianza e intrigas en las clases
acomodadas, temerosas de que la derrota en las urnas hallara su reflejo en una derrota
econmica. Para stas, la preocupacin que generaba la demanda obrera, en coyunturas
dominadas por las consecuencias de la Primera Guerra y en un pas basado
principalmente en la exportacin de materias primas, se sum al rechazo por la figura
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caudillezca del lder radical, supuestamente blando y permisivo ante el reclamo de los
trabajadores y de la chusma en general.
El peligro de una disgregacin nacional corporizado en las masas inmigrantes, y el
correspondiente rescate de los smbolos de la argentinidad, incluida la imagen de los
gauchos a los que pocas dcadas antes haban eliminado, ejrcito mediante,
constituyeron el primer argumento de las elites. A esto se agreg el temor de que las
influencias de la revolucin rusa de 1917 tuvieran un eco favorable en estas tierras,
sospecha basada en el auge del anarquismo y el socialismo entre los obreros.
El mvil que empuj a las elites a cambiar declamaciones por armas tuvo lugar en
Buenos Aires, en el verano de 1919, con la huelga de trabajadores metalrgicos de la
firma Vasena. Estos hechos, que por sus sangrientas consecuencias son recordados hasta
hoy como los de la semana trgica, marcaron un cambio en la poltica de Yrigoyen
respecto de su intervencin en los conflictos sociales, apelando esta vez a la represin, y
dieron origen a un grupo parapolicial seero en las minucias del reviente: la Liga
Patritica Argentina. Confluyeron en ella los grupos ms diversos: la Asociacin del
Trabajo una institucin patronal que suministraba obreros rompehuelgas, los clubes
de elite, como el Jockey, los crculos militares la Liga se organiz en el Crculo
Naval, o los representantes de las empresas extranjeras. Conservadores y radicales
coincidieron y se mezclaron en los tramos iniciales su presidente, Manuel Carls,
fluctu durante su vida entre ambos partidos y el Estado le prest un equvoco apoyo
a travs de la Polica, dice el historiador Luis Alberto Romero en su libro Breve
historia contempornea de la Argentina.
Ms all de la obvia responsabilidad del yrigoyenismo en esta cuestin, el escritor y
periodista Osvaldo Bayer concibe a la Liga en trminos de clase, con base, justamente,
en las clases altas y media alta. Todos aquellos que tienen algo que perder en caso de
un alzamiento obrero, si bien saben que cuentan con el ejrcito como aliado, no por ello
dejan de preparar sus autodefensas, afirma en su investigacin La Patagonia Rebelde.
Quienes han estudiado este fenmeno en detalle expresan que una de las facetas a
destacar a la hora de hablar de la Liga Patritica es la difusin y organizacin que logr,
alcanzando sus brigadas a extenderse a lo largo y a lo ancho del pas, abarcando
ciudades y zonas rurales. Lo ms importante de la Liga Patritica fue, tal vez, su
organizacin en los ms alejados pueblos y el espritu de cohesin que dio a patrones y
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propietarios, adems de la influencia que tuvo en autoridades, en las fuerzas armadas y
en la polica, sigue diciendo Bayer. En cuanto a uno de sus principales cerebros,
Manuel Carls (para muchos un predecesor del Lpez Rega de los 70), en el artculo
Gualeguaych 1921: apuntes sobre la cuestin social, el historiador Daro Carraza
sostiene que ste lleg a crear cerca de mil brigadas de la Liga Patritica en todo el
pas, y agrega que tal agrupacin no quera quedarse sola en su lucha contra las ideas
progresistas; es por ello que se encargaba de estimular a sus aliados. Peridicamente
reparta premios y condecoraciones entre agentes de polica, pesquisas, bomberos,
comisarios, soldados, suboficiales y oficiales del ejrcito y la marina.
Las llamadas brigadas femeninas tambin formaron parte de la Liga, lideradas por
mujeres pertenecientes a familias de cmoda posicin econmica, e integradas incluso
por empleadas domsticas y trabajadoras fabriles unidas en el catolicismo.
La actividad de este grupo parapolicial no fue menor en el desgaste de aquella incipiente
democracia. Su razn de ser, en resumen el control de toda agitacin y organizacin que
pusiera en cuestin el poder del establishment, fue reconocida a toda pompa a partir del
primer golpe de Estado de la historia argentina, ese que en 1930 termin con el segundo
mandato de Yrigoyen y llev al gobierno al general Jos Flix Uriburu.
La Liga Patritica no estuvo sola en su batalla: tal vez con menor trascendencia,
aunque igualmente temibles, la Liga Republicana, la Legin de Mayo, la Legin Cvica
aportaron lo suyo al terrorismo paraestatal. En relacin a estas estructuras represivas,
con la salvedad en este caso de una firma oficial contante y sonante, merece
mencionarse la Seccin Especial contra el Comunismo, creada durante la presidencia de
Agustn P. Justo (1932-1938).
El sur de Santa Fe, desde luego, no estuvo fuera del radio de accin de tales organismos.
Desde los aos 20, muchos lderes sindicales, obreros y chacareros conocieron sus
mtodos, aunque ese huevo incubara una serpiente an ms brutal. Un animal que hacia
la dcada del 70 sincerara su alianza con el gran capital a pura y desgarradora
mordida.
La campaa del '72
Hacia 1972 se lanzan las candidaturas para las elecciones que devolveran al pas a la
democracia, cumplido el tiempo de las dictaduras encabezadas por los generales Juan
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Carlos Ongana, Roberto Levingston y Alejandro Agustn Lanusse. El Frente
Justicialista de Liberacin Nacional (FREJULI), bajo la candidatura de Hctor Cmpora
y Vicente Solano Lima, reunira al Partido Justicialista con diversos aliados: el Partido
Conservador Popular, la Democracia Cristiana, y entre otros el Movimiento de
Integracin y Desarrollo (MID).
La reimplantacin del Estado de Derecho se lograba ante una sociedad
hipermovilizada, seala la licenciada en historia Lilian Ferro en su ensayo Mujeres y
participacin poltica. El caso de Santa Fe en los '70. Al mismo tiempo, la autora
describe la geografa social de los primeros aos de la dcada del '70 como una
instancia a la cual sectores de la resistencia peronista, con sus organizaciones armadas
y grupos consolidados de militancia de base llegan enfrentados con la burocratizacin
de sectores sindicales y partidarios peronistas.
En la provincia de Santa Fe, el Partido Justicialista rechaz la frmula de FREJULI
integrada por Carlos Sylvestre Begnis, del MID, y Eduardo Flix Cuello, hombre del
peronismo ligado a la Unin Obrera Metalrgica (UOM). Una frmula encabezada por
el capitn retirado Antonio Campos y el dirigente sindical Alberto Bonino, surgi para
disputar el poder provincial.
Campos haba hegemonizado el proceso de la reorganizacin partidaria provincial,
desplazando no slo a sectores de izquierda o combativos, sino tambin a un conjunto
de dirigentes 'tradicionales' y representativos del peronismo provincial. Ello provoc un
fuerte embate, entre otros, de la UOM, la UOCRA y el Sindicato de la Carne, cuenta la
historiadora Cristina Viano. La negativa del capitn retirado a abrir las listas a
representantes de otros sectores defini entonces que el justicialismo concurrira
dividido a las elecciones del 11 de marzo de 1973.
El sistema adoptado para las elecciones fue el ballotage, que planteaba una segunda
vuelta para el caso en que ningn candidato superara el 50 % de los votos. La divisin
de la principal fuerza electoral motiv un nuevo llamado a las urnas, el 15 de abril de
aquel ao. All, la frmula de Sylvestre Begnis y Cuello se alz con la mayora de los
votos. El veterano lder del MID llegaba al gobierno de la provincia, como en 1958, de
la mano de los votos peronistas.
El joven abogado Roberto Rosa fue el funcionario ms cercano a Sylevstre Begnis. Se
conocan desde la primera mitad de la dcada del cincuenta. Lo acompa como
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concejal, director de Trabajo, diputado provincial ucrista en la presidencia de Arturo
Illia, y fue su abogado personal durante la dictadura del general Ongana. En su artculo
Cuando el sur fue gobierno, Miguel De Marco cuenta que en la campaa de 1972 tuvo
una actuacin de primer orden valindose de su capacidad como hombre de enlace entre
el MID y el peronismo.
Rosa, dice De Marco, era uno de los abogados que trabajaron por la libertad de los
presos polticos de origen justicialista detenidos por el gobierno militar. En ese rol de
enlace, Rosa comparti aquella campaa con exponentes de la vieja guardia del '45,
como el Colorado Di Marco; y con representantes del sindicato de la Carne, como el
Lalo Cabrera; del calzado, los garagistas y la poderosa UOM.
Por su parte, Viano describe aquella campaa, que se caracteriz por mujeres y
hombres en las calles, por multitudinarios actos en plazas y parques animados sobre
todo por sectores juveniles.
La utopa color del ro
Recostada sobre el ro Paran, el ro marrn pariente del mar, Villa Constitucin
resguarda parte de la historia obrera. A 53 kilmetros de Rosario y a slo 7 kilmetros
de San Nicols, la ciudad se convirti gracias a empresas como Acindar, Metcon, o
Marathon en un punto fundamental en ese cordn industrial que supo dibujarse desde
La Plata hasta Puerto General San Martn.
Hacia 1970, el Departamento Constitucin, en el sur provincial, contaba con una
poblacin total de 62.806 habitantes. Slo en la ciudad cabecera, Villa Constitucin, se
radicaban 26.050 pobladores, de los cuales alrededor de 8.000 eran asalariados del
sector metalrgico. En su gran mayora hijos de chacareros que llegaban a la ciudad
buscando un trabajo estable; o migrantes de paisajes un tanto ms lejanos, como Chaco
o Corrientes, que trazaban la esperanza de los turnos completos y la produccin en serie.
A comienzos de la dcada del '40, la familia Acevedo haba fundado Acindar, que se
convertira en la planta de laminados ms importante del pas. Ya en la dcada del '60, y
en sociedad con la firma de capitales alemanes Thyssen, crearon Marathon, una planta
de laminados finos.
Mientras tanto, tambin se asentaba en estos arrabales una subsidiaria de la Ford,
dedicada a la fabricacin de piezas de fundicin para autos: Metcon.
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De la mano de la poderosa Somisa, en San Nicols que ocupaba alrededor de diez mil
operarios esas empresas dibujarn el mapa de la produccin de acero argentino, al
tiempo que darn forma a la geografa social del sur provincial a lo largo de los ltimos
sesenta aos.
Como lo define el socilogo Agustn Santella en su trabajo La confrontacin de Villa
Constitucin (Argentina, 1975), las grandes empresas de la zona de Villa Constitucin
son pilares del rgimen de explotacin y dominacin y, sin dudas, la empresa Acindar
es el protagonista central.
Cruces / Desde la historia. Orgenes
Segn consta en la libreta extendida por el Estado a la pareja Rucci-Galzusta en 1921,
Jos Ignacio naci en Alcorta el 15 de marzo de 1924.
Hijo de un inmigrante italiano oriundo de Atessa, llamado tambin Jos y afincado en la
localidad santafesina desde fines del siglo XIX, y de Eulogia Hermelinda, alcortense,
diecinueve aos menor que su esposo, el nio fue el primognito de una familia
vinculada directamente al trabajo en el campo, y a sus incertidumbres.
Para esa poca el pueblo ya haba legado su nombre a la historia de las luchas agrarias.
Fue all, el 25 de junio de 1912, donde se declar el denominado Grito, una huelga en
la que miles de arrendatarios de la pampa hmeda denunciaron la explotacin que
venan sufriendo por parte de terratenientes y comercializadores, promoviendo reformas
contractuales y confirmndole al pas, ahora con voz definida, que eran actores centrales
del modelo agroexportador.
Aunque iban por ms, hacia 1924 la inestabilidad era una constante para los gringos que
pugnaban por la tenencia de la tierra. La situacin alcanzaba a las ramas laborales
ligadas a la produccin rural, al extremo que de carrero, recibidor de granos y
administrador de algunas estancias de la regin Jos Rucci padre se mud con los suyos
a Morrison, en la provincia de Crdoba. Es ese el punto geogrfico sealado en Libro de
Bautismos nmero 14 de la parroquia Santiago Apstol de Alcorta, definindolo como
lugar de residencia de los Rucci-Galzusta al momento en que el pequeo Jos Ignacio
fue librado del pecado original, el 14 de abril de 1925. Es ese el punto geogrfico en que
naci tres meses despus, el 15 de julio, la primera de las hijas del matrimonio,
Hermelinda Jovina Lelis.
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La segunda, Noem Zumilda, vendra al mundo el 26 de agosto de 1927 entre las idas y
venidas de una pareja que ya haba decidido que Alcorta era el espacio posible para que
soltara el primer llanto. A pesar de esto, un nuevo xodo los llev a Llamb Campbell,
en el norte santafesino, y all los encontr la temprana dcada del 30. Igualmente,
Alcorta segua resonando como la mejor chance de que los tres cros empezaran a
estirarse en un sitio ms o menos propio.
Con Vzquez era otra cosa
ngel Vzquez, el Negro, era el Secretario del Sindicato de la Alimentacin de
Firmat. Haba llegado a la ciudad obrera desde Los Molinos. All haba nacido, en 1940.
All haba estudiado, en la Escuela Nacional N 4. Lleg a Firmat en las conocidas
migraciones internas, buscando el mango, con su experiencia como maquinista en
buques de carga. Experiencia ganada durante la conscripcin, que por esas cosas de la
suerte lo mand a la Marina. Como tripulante del Portaaviones Independencia dio un
par de vueltas al mundo, y supo de otras geografas y otras miradas. En 1964, cuando la
muerte de su padre, el Negro volvi a Los Molinos. Fue durante el sepelio que un
familiar lo invit a probar suerte trabajando en Nestl. A los pocos das lleg a la
ciudad.
Entr en la firma, en la seccin de mquinas. Por esos aos, el trabajo era ms rstico,
recuerda hoy un obrero jubilado que acompa a Vzquez ahora es ms moderno, con
computadoras. Eso ocupa menos personal. En la oficina, por ejemplo, haba entonces
veinticinco personas, y despus hubo nada ms que cuatro.
Como buen proletario, Vzquez supo de paros, cesantas, y presiones. Tambin supo
que su nombre figuraba en varias listas negras, que lo privaron del trabajo y el plato
servido en la mesa. Entre changa y changa fue construyendo amistad, poltica y
dignidades. Esas cuestiones, entre otras, lo llevaron a trabajar para construir, junto a
compaeros como Jos Snchez y Pablo Sarqus, un sindicato fuerte, que se haga eco de
las necesidades y demandas de los obreros. Fue el motor del Sindicato de Trabajadores
de la Industria de la Alimentacin de Firmat, y en su casa de calle Independencia se
concretaron las primeras reuniones.
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Supo entonces de las amenazas cuando decidi no vender la palabra y enfrentar nada
menos que al poder econmico de Nestl en Firmat, a los corruptos dirigentes sindicales
de la provincia, y a sus mercenarios a sueldo.
Jos Snchez lo acompa desde siempre. Lo acompa ms all de su desconfianza
hacia los sindicatos, lo acompa desde su amistad, trabada en tiempos del servicio
militar. Desde su casa de siempre en la ciudad de Firmat, Snchez rememora: nosotros
no sabamos nada de la vida en una fbrica. Y Vzquez viene y nos dice: che, ac no
hay sindicato, no hay nada. Le digo: no me habls de sindicatos; si tenemos que
mezclarnos con los sindicatos, no cuenten conmigo. El Negro me dice: vos no sabs lo
que ests diciendo, despus vamos a hablar. Yo no quera saber nada, hasta que
Vzquez me demostr que hay sindicatos y sindicatos.
Todava hoy, sus compaeros lo recuerdan como una persona ntegra, que jams
negociaba los derechos de los trabajadores. El Sindicato trabaja por el local propio,
desde donde construir un sanatorio, desde donde dar forma a una farmacia sindical. Con
Vzquez a la cabeza, arranca a la empresa en esos aos el pago del 100% por horas
extras, del 300% por trabajo en das feriados. Cuando peda aumento, si no daban,
bamos al paro. El Negro era firme. A los de la empresa los tena cortitos, recuerda otro
de los obreros que supo acompaar a Vzquez, hoy jubilado de la firma.
Al mismo tiempo, el Negro intentaba organizar una CGT Regional que reuniera a los
sindicatos de la zona sur de la provincia. Con Vzquez era otra cosa, coinciden todos
quienes compartieron esos aos de pleno empleo, lucha y reivindicaciones.
El modelo en cuestin
De acuerdo a la mirada del periodista econmico Daniel Muchnik, autor de Argentina
modelo. De la furia a la resignacin. Economa y poltica entre 1973 y 1998, en los
aos del ltimo gobierno peronista se enfrentan dos modelos contrapuestos: el alentado
por una burguesa transnacional, donde se alineaban los sectores agroexportadores,
dominantes en el pas desde 1880; y una burguesa nacional, ms modesta, con menor
poder y una historia reciente que la remontaba a la dcada del '30. Esa burguesa,
reunida en la Confederacin General Econmica (CGE), se aliar con la Confederacin
General del Trabajo (CGT) en su proyecto de desarrollo del mercado interno, con
lmites a la presencia de capitales extranjeros.
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En 1973 es esta alianza la que asume el poder. Sin embargo, sostiene Daniel Muchnik,
el peronismo de los '70, que lleg con una gran esperanza popular al poder, no pudo
responder a ninguna expectativa. En este pndulo endemoniado, har su recorrido por
ltima vez. El peronismo alentar el caos definitivo que estaba esperando (y alentando)
la burguesa transnacional para acceder definitivamente al control de la economa.
El pas perder as, dice Muchnik, una oportunidad histrica de forjar un modelo de
acumulacin nacional.
Una Argentina que reflejaba en su economa la atomizacin y polarizacin de la
realidad poltica, segn describe Muchnik, en una situacin que la muerte del
presidente Juan Domingo Pern no har sino agravar. A Jos Ber Gelbard y Alfredo
Gmez Morales al frente del Ministerio de Economa los suceder Celestino Rodrigo. Y
sern las medidas aplicadas por Rodrigo las que quebrarn la historia econmica en
estos arrabales: el ajuste ms violento de la historia argentina con un rgimen
democrtico altamente politizado, sintetiza Daniel Muchnik.
Cruces / Desde la historia. En tierras prometidas
Nosotros nos habamos criado en Alcorta: nosotros ramos ms pobres que las ratas,
ms pobres que no s qu. La familia de mi madre...todos eran muy pobres. Juntaban
maz todos, mi abuelito, mis tos, todos. No es una deshonra ser pobre, pero honrado.
Porque mire lo que fue Jos, un chico que se cri en el pueblo, pueblo chico..., dice
Noem Rucci.
Los estudios histricos no la desmienten. Hablan de un tiempo de desocupacin y
deterioro de los salarios, de introduccin de maquinarias que afectaron en gran nmero
el trabajo basado en la fuerza de los brazos. Hablan tambin de un repunte de la
actividad sindical, a pesar de la dura represin policial que motiv su repliegue en aos
anteriores, con el accionar en las reas rurales de la Liga Patritica Argentina hasta su
lenta sumersin en un Estado abiertamente terrorista, a partir del golpe de Uriburu en
septiembre de 1930.
Comunistas, socialistas y un menguado anarquismo intentaban darle cauce a los
reclamos obreros y Alcorta no era la excepcin. La armadura militar haba sido
reemplazada por la armadura del fraude, y entre una y otra la segunda pareca otorgar
mayor aire, sin desprenderse de sus ms caros instrumentos: el matonaje, el apriete, la
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tortura, el gatillazo. No obstante, las lneas sindicales que se permitan la negociacin
como mtodo, y no necesariamente la confrontacin directa, seguan ganando terreno de
cara a la nueva intervencin estatal en el mundo del trabajo, esa que sera smbolo del
peronismo por venir.
Lejos an de la justicia social, la soberana poltica y la independencia econmica un
pibe segua creciendo en un radio de 150 manzanas, ganando lo poco o lo mucho a los
golpes, y aprendiendo las maas de un juego riesgoso, vertical.
El gobierno de Sylvestre Begnis
Carlos Sylvestre Begnis encontrara una provincia diferente a la que haba dejado en
1962. Alejandro Damianovich, en su trabajo Las gobernaciones santafesinas, registra
que al iniciar su mandato ante la Asamblea Legislativa, el flamante gobernador hizo un
fro diagnstico, donde detall un fuerte dficit fiscal, sumado a una importante deuda
pblica, en un marco inflacionario, con desocupacin y fuerte presin impositiva sobre
las actividades productivas".
Miguel de Marco, autor del libro Carlos Sylvestre Begnis, relata all que una de las
primeras cuestiones a resolver por la cartera de Gobierno fue el delicado tema del
copamiento de distintas instituciones: fbricas, hospitales, universidades, escuelas,
comunas, peridicos y radios, entre otras, por parte de sectores y agrupaciones polticas
que, una vez consumada la ocupacin, proclamaban distintos tipos de planteos. El
fenmeno de las tomas, que caracteriz a la presidencia de Cmpora, fue un canal de
confirmacin de derechos conculcados, al mismo tiempo que una demostracin de
rechazo a todo aquello que simbolizara la continuacin del rgimen militar o al
antiperonismo.
De Marco detalla que en 60 a 70 comunas se vivieron escenas de gran dramatismo
cuando sectores que perdieron en las elecciones tomaron por la fuerza los edificios
comunales. Recuerda el ministro Rosa que una maana le notificaron de la toma de
Los Quirquinchos por parte de militantes de la democracia progresista. Fue entonces
que Sylvestre Begnis le dijo: 'Esto es un descalabro, si los demcratas se han avivado...
orden el desalojo de todos con la polica porque estamos desbordados. Si los
demcratas progresistas toman la comuna hemos perdido el control del Estado'.
Entonces, la polica comenz a recuperar comuna tras comuna.
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Al mismo tiempo, una de las medidas con mayor repercusin adoptadas por el entonces
ministro de gobierno Roberto Rosa, fue dejar sin efecto las disposiciones por las
cuales se colocaban vallas en los accesos a las comisaras, orden el retiro inmediato de
toda especie de cerramiento de trnsito y pidi que se facilitara el uso del pblico a las
mismas, por considerar que haban desaparecido las razones que haban impuesto la
adopcin de esas medidas de seguridad, relata De Marco, y reproduce el compromiso
que el por entonces ministro asumi ante los medios: Se propone este gobierno, y ya ha
dado importantes pasos, separar de las funciones especficas de la institucin todo
aquello que la converta en un apndice del Ejrcito y en un instrumento de represin de
los movimientos populares.
La lista Marrn
El mayor fabricante de productos de acero para la construccin de un pas en creciente
desarrollo, deca la publicidad que Acindar difunda en diferentes medios de
comunicacin en los comienzos de la dcada del '70. Un ejemplo de nuestro aporte en
obras fundamentales del pas es el Tnel Subfluvial Paran-Santa Fe, de pronta
habilitacin, para cuya construccin se utilizaron 7.000 toneladas de productos de acero
que llevan nuestro sello de calidad, completaba aquella publicidad, demostrando, al
mismo tiempo, el crecimiento de la firma de la mano de la obra pblica.
Hacia 1970 la seccional Villa Constitucin de la UOM, con base principal en los
trabajadores de la empresa Acindar, sufra una serie de intervenciones dictadas desde la
conduccin nacional del sindicato, en obvio acuerdo con las patronales. El surgimiento
de un sector gremial disidente el Grupo de Obreros de Acindar (GODA) organizados
gracias al trabajo constante de Orlando Sagristani, un militante sindical que vena de las
luchas obreras de mitad de la dcada del '60 con vistas a las elecciones de cuerpo de
delegados y comisin interna, en marzo de ese ao, haba acercado a Lorenzo Miguel,
lder de la UOM, y a la familia Acevedo, por entonces dueos de la firma. El acuerdo
sell la suerte de los trabajadores villenses: los dirigentes del GODA se vieron
obligados a realizar un trabajo gremial clandestino.
El GODA dio lugar a otras organizaciones sindicales, como el Grupo de Obreros
Combativos del Acero (GOCA), el Movimiento de Recuperacin Sindical, y finalmente,
la Agrupacin Metalrgica 7 de Septiembre Lista Marrn.
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El abogado Jos Bodrero, por su parte, cuenta que sobre finales de la dictadura del
general Ongana, nace en Villa Constitucin un movimiento vecinalista, del que
participan representantes de los barrios de la ciudad. Este movimiento transita por
diversos caminos en la poca del peronismo, pero que permite que nos encontremos en
la Lista Marrn. A partir de ese momento paso a ser abogado de ellos. Aqu la cosa
llega a tener una participacin bastante importante en el plano del sindicato, hasta que
existe una doble actividad: se adhiere toda la poblacin, recuerda Bodrero.
Tengo una teora un poco rara, pero tal vez acertada: yo creo que son los hijos de los
que haban hecho el Grito de Alcorta, que haban emigrado de los campos con la ley de
desalojo de Ongana, por un lado; y por otro lado tambin haba muchos de los hijos de
los que haban luchado en la FORA, que exista en Villa Constitucin que era
hegemnico, salvo por los ferroviarios, constituan la fuerza gremial. Y esas cosas
quedaron, haba una memoria histrica que aflora nuevamente con la constitucin de la
Lista Marrn remarca el abogado.
En marzo del 73, el Movimiento 7 de Septiembre-Lista Marrn realiza en las puertas de
la delegacin de la UOM una concentracin, donde exigen que se fije una fecha
definitiva para la normalizacin del sindicato, que se construya un Policlnico en la
ciudad y que se rinda cuentas del destino de los fondos por cuota sindical y ley 18.610.
Haba comenzado la lucha en serio por la recuperacin de la delegacin sindical.
Cruces / Desde la historia. Cowboys y pupitres
Rucci era un tipo muy sociable, muy alegre. Tena una risa muy particular, muy
cantarina: te haca sentir bien la risa de Rucci. A pesar de que era de familia humilde
como yo, siempre estaba contento. Entablamos mucha amistad por nuestro entusiasmo
por el cine. Nos agradaba mucho el cine de accin, esos actores recios que arreglaban
muchas cosas a golpes, o las pelculas de cowboys. Nos ganbamos la entrada al cine a
travs de la propaganda que hacamos por las calles, dice Lenin Columbich, amigo del
Jos Ignacio de la adolescencia, evocando el rebusque en los aos crticos, cuando su
padre, el dirigente gremial Antonio Columbich, ligaba garrotazos por su adhesin al
comunismo y no quera que ni el nombre del hijo contradijera esa filiacin.
El embrujo por los duros de la pantalla al estilo Buck Jones o Tim McCoy no se termina
all, se extiende al recuerdo de la vieja sala Social Thtre, y cobra nueva vida en el
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testimonio de Marcelino Arroyo, otro de los compinches del Rucci adolescente:
Nosotros nos conocimos en el cine, en el Social Ttre. Repartamos propaganda por
las casas.
El rol de pregoneros tampoco les era extrao. Ambos entrevistados coinciden en eso, as
como la palabra de Enrique Labrozzi, buceador de la historia de Alcorta, quien adems
lo plasm en un poema titulado Aquel cine: Se anunciaba la funcin/ usando una
bocina/ se paraban en una esquina/ repartiendo los volantes/ Marcelino Arroyo adelante/
Jos Rucci lo segua/ de esa forma conseguan/ las entradas sin pagar/ una bomba hacan
sonar/ y ver pelculas al instante, reza la cuarta estrofa del texto.
Ms ac del celuloide, la realidad imitaba al arte: Haba una cosa muy notable en l,
era muy peleador. Le gustaba la camorra. Se prenda vuelta a vuelta con algn
compaero o con alguno de otro grado a las pias, y era un tipo que no se achicaba. Por
ah vena uno grandote, porque l era petiso, y no le tena miedo: peleaba igual. Las
peleas se arreglaban dentro de la escuela y despus se dirima el asunto en la plaza,
dice Lenin Columbich acerca de su amigo Jos Ignacio, con quien tambin comparti el
sexto grado en la desaparecida Escuela Fiscal N 180. Marcelino Arroyo lo reafirma
dando cuenta de peleas a lo Hollywood, incruentas, desleales, donde yo lo defenda a
l y l me defenda a m, y uno y otro eran carne y ua.
A juzgar por los registros que an se conservan del citado establecimiento educativo, los
maestros parecen haber advertido algo de lo que se cocinaba en sus aulas. La firma en
tinta pluma del docente Patrocinio Villagoiz, al pie de las calificaciones de Jos Rucci
en 1937 y 1938, rubrica la regular aunque aceptable conducta del alumno, con mejores
notas en caligrafa, lectura, trabajo manual y ejercicios fsicos, un destacado aseo y su
ms alto puntaje en dibujo.
A Jos le gustaba dibujar. Dice el director de l, lstima que falleci el hombre, que
tena las libretas de Jos. Unas clasificaciones...el mejor, idealiza Noem Rucci, y
afirma que l le daba, me contaba un da, para que Jos le sombreara los mapas. Era
muy inteligente, muy inteligente.
Sin negar ni por un instante esa capacidad de su amigo de antao, Lenin Columbich
sostiene que como alumno no era brillante, pero cumpla con lo que tena que hacer,
como si la verdadera escuela del futuro lder de la CGT hubiera estado en otra parte.
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El colmenar de industrias
Cuando amaneca la dcada del '70, Firmat se levantaba como un fenmeno poco
frecuente en el pas. Como lo refleja una crnica de la revista Agro Nuestro, de agosto
de 1973, la ciudad del sur santafesino era un colmenar de industrias, con jerarqua
internacional creciendo a impulso del progreso. La resea remarcaba que Firmat,
apoyada en el desarrollo del agro y la industria, no es un lugar petrificado, esttico, es
un lugar dinmico, capaz de crear un fenmeno infrecuente en nuestro pas: desarrollar
un parque industrial independiente, a despecho de su reducida rea y poblacin.
En esos aos, la geografa de la regin se escriba al amparo de nombres como
Hugrimaq, Alcal, Establecimientos Metalrgicos Budassi, Industrias Agromecnicas,
Establecimientos Durany, Nasazzi y Ziraldo SRL, Molineris y Ca, Talleres
Metalrgicos Pricero, Metalrgica Indar, Flopermi SRL, sumados a ms de medio
centenar de pequeos establecimientos. Y la fuerte presencia de dos firmas que
marcaban el pulso de la vida cotidiana de Firmat: Roque Vassalli, cuyo fundador era por
entonces intendente de la ciudad, y la poderosa Nestl, de capitales suizos, que se haba
instalado en Firmat hacia 1951.
La revista Agro Nuestro editada entonces por Federacin Agraria Argentina
reproduce el testimonio de varios vecinos de la localidad santafesina: Lo que
caracteriza a nuestra ciudad sostiene el relato del entonces presidente del Centro
Comercial e Industrial, Camilo Alfredo Lpez es que no existen diferencias sociales,
pues tanto el industrial como el comerciante o el obrero, concurren a los mismos
lugares, frecuentan los mismos crculos, sin que se manifieste ningn tipo de
discriminacin.
Pero ese mismo agosto de 1973 de la resea de la revista, las crnicas policiales
reflejaban otra cara de la ciudad santafesina: el auto en el que viajaban una mujer de 50
aos, su hijo de 16 y un vecino de 56 aos era acribillado por las fuerzas policiales. El
coche haba resultado sospechoso a los agentes del orden, sus ocupantes no escucharon
la voz de alto, y la polica dispar.
Cruces / Desde el presente. Marcelo Larraquy
Periodista e historiador, Marcelo Larraquy es responsable de las ltimas investigaciones
sobre la figura de Jos Lpez Rega, la conformacin de la Triple A y el papel de la
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Justicia en el esclarecimiento de su accionar. Autor del best seller Fuimos soldados
(2006), y junto a Roberto Caballero de Galimberti. De Pern a Susana. De Montoneros
a la CIA. (2000), el inters por el pasado reciente marca su obra, tanto como las
preguntas por la herencia que ese pasado dej en este presente de silencios y miedos
sostenidos. La siguiente entrevista da cuenta de ello, y de una mirada que aporta lo suyo
a los necesarios y nuevos signos de interrogacin.
Qu relacin encontrs entre la Liga Patritica y la Triple A?
Ambos grupos tenan bien clara la nocin del enemigo. En el primer caso, la clase
trabajadora, el anarquismo, y actuaban en contra de la disolucin de la argentinidad.
La Liga Patritica tena una poltica mucho ms pblica e institucionalizada que la
Triple A, con muchos adherentes en el interior del pas. El mensaje era reforzar la
argentinidad en contra de las ideas anarquizantes, extraas al sentir nacional. Aunque
tena fuerzas de choque, y actuaba en forma paralela a la polica, su accionar estaba ms
legitimado por la clase dominante, que la consideraba una fuerza pblica en su defensa.
Poda actuar en forma pblica para romper una huelga, o detener (ilegalmente) y llevar
a los sospechosos de ser antiargentinos a la comisara.
En el caso de la Triple A, su accionar era mucho ms clandestino, aunque tambin tena
como objetivo la represin ilegal como instrumento de terror, quiz mucho ms
marcado que la Liga Patritica. En resumen, ambas tenan nocin del enemigo,
actuaban en defensa de la argentinidad (en el caso de la Triple A, era mucho ms
marcada la defensa del peronismo contra los infiltrados que queran, como decan,
utilizar al peronismo para otros fines), con la distincin de que el accionar de la Liga
Patritica era mucho ms pblico y estaba ms legitimado en la sociedad, como
institucin cultural-poltica, que la Triple A, que actuaba slo en forma clandestina,
aunque con amparo ilegal del Estado.
Cmo ves la muerte de Rucci en relacin a la futura accin de las bandas
paraestatales?
Fue un disparador. El hecho decisivo para que la Triple A, que ya estaba armndose
para actuar, terminara por definir su rol y saliera a la caza de sus enemigos. La muerte
de Rucci termina por definir la imposibilidad de la negociacin entre los dos sectores y
deja una va libre para la accin de las bandas paraestatales. De alguna manera
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concentra las acciones de la derecha con la ultraderecha nacionalista y peronista, contra
la izquierda peronista.
Qu papel le asigns al llamado sindicalismo ortodoxo en la historia de la Triple A?
Tenan el mismo enemigo y algunos elementos comunes. Al sindicalismo ortodoxo se
le haban sumado algunos miembros del Concentracin Nacional Universitaria (CNU),
como custodia bsicamente en el caso de la UOM. De todos modos, con los
elementos policiales o de otras fuerzas de la Triple A haba una distincin importante:
ellos no formaban parte orgnica del Estado, aunque podan pasar informacin a la
Triple A sobre quines eran las comisiones obreras que les disputaban poder, en
especial en el cordn industrial del litoral.
Se habla de la reapertura de la causa de la muerte de Rucci con el argumento de que
se trata de un crimen de lesa humanidad, es decir, perpetrado por organizaciones,
como Montoneros y FAR, ligadas segn esta visin al Estado. Cmo ves esto?
Considers a estas organizaciones como paraestatales, equiparables a la Triple A?
No. Montoneros y FAR no tenan control del Estado en tiempos de Rucci, ni hicieron
uso del Estado para el crimen. No me parece que pueda ser considerado de lesa
humanidad segn lo que establece la Corte Penal Internacional. Es un caso de violencia
poltica que aceler el enfrentamiento y la violencia, pero no es de lesa humanidad.
El prlogo de la Triple A
En la Firmat que tambin se hace eco de la primavera democrtica de 1973, encarnada
en Hctor Cmpora, el Hospital General San Martn permanece tomado durante varios
das por los gremios ms representativos de la ciudad. Fue en los meses de mayo y
junio. Cuenta el periodista firmatense Mariano Carreras: la institucin presentaba
ciertas anomalas que no eran bien vistas por los trabajadores. La toma fue encabezada
por ngel Vzquez (Alimentacin), Oscar Zariaga (sector rural), Juan Salvadeo
(Sindicato de los Metalrgicos) y Luisa Eva de Gmez (Delegada del Hospital).
Horacio Zamboni fue el representante legal del Sindicato de la Alimentacin de Firmat,
y seala que en mayo de 1973, con el gobierno de Cmpora, hubo una ocupacin
general de fbricas y lugares pblicos en todo el pas, y en la provincia tambin. En
Firmat se ocupa el Hospital. Lo ocupa no solamente la gente del hospital, sino que en
apoyo de la gente del hospital lo ocupan los otros sindicatos de la ciudad. Los sindicatos
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fuertes de la ciudad eran la UOM con un secretario general que simpatizaba con las
ideas de Vzquez, que se llamaba Salvadeo, y era secretario adjunto de la UOM Venado
Tuerto y el de la Alimentacin. Juntos haban organizado una CGT regional, con
Vzquez y Salvadeo al frente. Ellos ocuparon el hospital, que incluso fue tiroteado un
par de veces.
En mitad de aquella ocupacin se registra la primera de las muertes producidas por los
grupos de tareas que confluiran, poco tiempo despus, en la Triple A. Cuenta Zamboni
que los referentes de aquella toma van a una reunin en Santa Fe, a la gobernacin o al
ministerio de gobierno. Y sufren un atentado en el camino, le tiran encima un vehculo,
y all muere la delegada del hospital, una enfermera, queda muy malherido Salvadeo,
estuvo grave mucho tiempo y qued con secuelas, y Vzquez herido. Y fue claramente
un atentado. Estamos hablando de mediados del '73.
Para el reconocido abogado, aquel atentado que mutil la vida de la delegada del
hospital de Firmat puede encuadrarse dentro de los crmenes de la Triple A en la regin,
ya que sus autores son los mismos que despus fueron la Triple A. No puede decirse
ac empez la Triple A, como investigacin policial sera fantstico, desde el punto de
vista histrico sera el ideal conocer los detalles, pero eran ellos. La patota de la UOM,
la patota de Cuello, en San Nicols la patota de Rucci, si se estudia la historia de San
Nicols, cul es la diferencia entre la patota de la Triple A y la patota de Rucci?.
Cruces / Desde la historia. Variaciones en rojo
La Argentina llegaba al umbral de los aos 40 y en Alcorta el dato de que uno de cada
cinco obreros industriales fuera metalrgico no despertaba mayor inters, pero la cifra
estaba indicando algo. Como es lgico, otros eran los nmeros que concitaban la
atencin: 55 centavos el kilo de carne, 20 centavos el kilo de galleta, 30 centavos el kilo
de pan francs.
Era la caresta de la vida y Antonio Columbich segua predicando la necesidad de un
levantamiento popular, mientras haca reparto de pescado a bordo de un Ford T modelo
27 color marrn antixido, adaptado como camioneta. Dicen testigos de la poca que
Jos Rucci se prenda a modo de changa, cuestin que para los temerosos de un soviet
local lo converta en un potencial comunista. No nos consta el hecho de que lo fuera,
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pero s que Rucci supo de la vida sindical mucho antes de lo que se cree, y en un pueblo
donde los dirigentes rojos podan ser bichos raros pero no desconocidos.
Yo estuve en el sindicato de Oficios Varios, y l congeniaba con esas ideas de hacer
siempre algo mejor. Hemos estado en Carreras, en Mximo Paz, rozndonos con la
gente de trabajo. bamos a Rosario, a un congreso obrero...Muchas veces se rean de
nosotros, gente madura: no les conviene venir ac. Pareca que era una joda, pero no
era una joda porque ya pensbamos algo ms grande, apunta Marcelino Arroyo,
revelando una faceta interesante de los pasos de Rucci por Alcorta: su temprana
inclinacin por las instancias de organizacin de los trabajadores.
Las inquietudes se trasladaban a viajes al centro-norte santafesino, a esas zonas que La
Forestal segua explotando y que devastara hasta el abandono final, igual que a sus
hombres. Fuimos dos veces a Calchaqu a ver a los obreros, las hachadas de lea. Con
Antonio Columbich llevbamos maz, fruta. bamos a mirar cmo trabajaban, cmo se
hacan las obras, dice Marcelino Arroyo, y suma en su relato a Miguel Richezze en el
camin, aclarando que adems traamos lea, se venda ac. Cabe sealar que
Richezze provena de una familia de militantes del comunismo, camaradas de
Columbich. Valga la apreciacin en torno al jovencsimo Jos Ignacio Rucci, ese que se
asomaba a nuevas realidades obreras a partir de, al menos, un marxista convencido, y
que dejara Alcorta en breve hacia lo ms insospechado de lo insospechado. Personal e
ideolgicamente hablando.
1973
El 3 de octubre de 1973, el periodista Jos Domingo Colombo es asesinado en la
redaccin del diario El Norte, en la ciudad de San Nicols, donde trabajaba. Tena
entonces 37 aos. El periodista Osvaldo Aguirre cuenta en un artculo publicado el 12
de octubre del 2003 en el diario La Capital: El crimen de Colombo tuvo una
particularidad en la lista de hechos adjudicados a la Triple A: sus autores fueron
detenidos. El mismo da, cuando escapaban en direccin a Buenos Aires, la polica de
Arrecifes detuvo a Juan Sanz y Ramn Bauchn Gonzlez, con un auto en el que
llevaban granadas de mano y de gases lacrimgenos, una libra de trotyl y varias armas.
La investigacin judicial determin que Sanz haba sido el autor de los disparos de Itaka
que asesinaron al periodista. Tres aos despus, el 23 de septiembre de 1976, los dos
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acusados fueron condenados a prisin perpetua. Sanz muri en prisin. Gonzlez tuvo
un final acorde con su trayectoria: despus de 19 aos en prisin sali en libertad
condicional. El 19 de marzo de 1993 fue detenido por la polica de San Nicols y
torturado a golpes y con el submarino seco. Tres das despus muri, como
consecuencia de la paliza recibida.
Once das ms tarde, en la madrugada del 14 de octubre de 1973, Constantino Razzetti,
bioqumico y dirigente justicialista, cae cosido a balazos frente a su casa, cuando
regresaba de una cena del partido justicialista, en la que haba sido orador.
En agosto del 2005, su hijo, Carlos Razzetti, impuls la reapertura de la causa en los
Tribunales Federales de Rosario, luego que desde la Secretara de Derechos Humanos
del Ministerio de Justicia de la Nacin se reconociera en un informe que se trat de un
crimen de lesa humanidad. Tal y como lo sostuvo el fiscal federal Claudio Palacn ante
los medios de prensa, el crimen de Razzetti fue poltico, resulta verosmil que haya
sido cometido por la Triple A, encuadra en la calificacin de 'lesa humanidad', es por lo
tanto imprescriptible y corresponde una investigacin amplia, profunda y sin
limitaciones en el fuero federal.
En su declaracin testimonial realizada ante el Procurador Fiscal, el doctor Ricardo
Moiss Vzquez, a cargo de la Unidad de Asistencia para causas por violaciones a los
Derechos Humanos, el 20 de abril de 2007 el ex-diputado provincial y militante
peronista Juan Luis Chancho Lucero sostuvo que en el asesinato de Razzetti
actuaron varias personas, el CNU (Concentracin Nacional Universitaria), el SAR
(Sub-Area Rosario), que fueron los que asesinaron a Brandazza y son los mismos que
luego participaron en las Tres A. Al llegar a la casa de Constantino, lo apuntan, el
conoce a uno de los atacantes porque le dijo y vos que hacs aqu cosa que despus
supe por contarlo la esposa.
Lucero individualiz a varios de los responsables de la muerte del dirigente poltico, a
quienes pudo reconocer en la cena de la que particip Razzetti la noche de su muerte:
Lpez Quiroga, que haba pertenecido al grupo estudiantil de la CNU, donde haba
trabado relacin con Walter Pagano y a quien conoca de un hecho en el sindicato de la
construccin donde haba asesinado a una persona; un diputado calvo, de la Unin
Popular del Partido Peronista de Bonino, y que tena relaciones con el Sindicato de la
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Carne; y Tito Livio Vidal. Al mismo tiempo, sostuvo que desde el Sindicato de la
Carne, con Luis Rubeo a la cabeza, haban amenazado a Razzetti.
Las muertes de Colombo y Razzetti marcan el inicio de una larga lista de asesinatos
polticos en la regin, con las marcas implcitas de la organizacin conocida poco
despus como Triple A. Esa lista, incompleta todava, supera el medio centenar.
Todos esos asesinatos permanecen todava impunes.
Sus ejecutores, salvo raras excepciones, habitan un fantasma annimo. Los nombres y
apellidos del centenar de miembros que tuvo la Triple A en la regin, sus motivaciones,
sus por qu, se esconden no gratuitamente bajo el nombre de miembros de un grupo de
tareas, como si as pudiera cerrarse la crnica roja de estos arrabales.
Tambin se esconden en la noche del olvido los nombres de quienes, desde el poder
econmico, crearon y solventaron el accionar de esos grupos, como as tambin el de
quienes cobijaron y consintieron su accionar desde el plano poltico.
Sin embargo, los relatos de esos crmenes, silenciados en los discursos oficiales,
sobreviven en la memoria de los compaeros de entonces, en recortes amarillentos de
diarios a medias guarecidos, en libretas de ocasin, en el miedo tambin. A partir de
esos retazos puede trazarse el mapa de la sangre en la regin.
Y tambin puede escribirse una crnica de lo que pudo ser, y no fue. De los proyectos
polticos truncos. Del futuro de un pas mutilado.
El mapa de la sangre que empezaba a trazar su geografa de vidas ajenas, de vidas
robadas.
Cruces / Desde la historia. Horizontes
Y pap se va: en Alcorta haba una miseria brbara. Se va al norte, a la estancia de un
sobrino. Despus, al poco tiempo, lo manda a buscar a Jos, cuenta Noem Rucci. El
norte al que refiere de manera general es Hersilia, pueblo cercano al lmite con Santiago
del Estero, en el departamento San Cristbal, al que Jos Ignacio opt por dirigirse,
dejando inconclusos sus estudios secundarios.
Lenin Columbich agrega al respecto que l concurri a la Escuela de Oficios para
Varones, y tambin estuvimos ah. Despus se retir, se fue, no termin, no s si fue un
ao o dos, no recuerdo bien. Se fue a un pueblito que se llama Hersilia, y nos
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escribamos, tenamos una correspondencia banal: hablbamos de cine, de actores. Tal
es as que yo tena cartas hasta cuando vino la represin, pero una noche las quem
porque la represin fue fulera. Despus me arrepent mucho, dice, entrando en pocas
que a sus quince aos ni siquiera imaginaba, un lustro antes de su partida sin escalas
hacia la Avellaneda que clamara por un tal Juan Domingo Pern.
Pocos lo saban entonces, pero ese hombre del ejrcito de ascendencia india, espaola e
italiana, nacido el 8 de octubre de 1895 en Lobos, provincia de Buenos Aires, ya haba
sido promovido a teniente coronel; ya haba publicado tres libros sobre historia
castrense y uno sobre diversas caractersticas de la Patagonia; ya haba ejercido como
docente en la Escuela Superior de Guerra y haba enviudado de su primera esposa,
Aurelia; ya haba sido agregado militar en Chile, previo envo a Europa; ya haba
presenciado el acto multitudinario en que Mussolini declar a Italia aliada de Alemania
en la Segunda Guerra, atesorando aquello de las vinculaciones entre lder y masa,
Estado y sindicatos; ya haba sopesado el poder de las rdenes, conocido los secretos
del espionaje, practicado el arte de la conspiracin; ya haba entendido que la verdad era
una construccin en el marco de una tctica y una estrategia dadas; ya haba descubierto
el camino hacia un nuevo estilo de conduccin poltica.
Entre la frustracin del trabajo en Hersilia, extensivo a la vecina localidad de La Rubia,
y la separacin de sus padres, Jos Rucci tambin pas por los cuarteles. Fue en la
ciudad de Santa Fe, a donde lleg buscando una insercin laboral estable, aprovechando
que all viva un to suyo, y se encontr haciendo el servicio militar.
Sin documentos y sancionado por infractor al artculo 51 de la Ley Orgnica del
Ejrcito N 12.913, al no presentarse en fecha para su incorporacin, los meses de
recargo en la conscripcin terminaron por confirmarle que ese tampoco era su lugar. Al
mismo tiempo, y con el desmembramiento familiar, su madre y sus hermanas se
instalaron en Rosario.
Cuando nosotros vinimos a Rosario vivamos con una ta en la calle 25 de Diciembre y
Ayolas. Despus mi madre consigui trabajo: mi mam era cocinera del doctor Lucena,
trabaj como veinte aos de cocinera. Y vinimos a vivir a la calle 1 de Mayo y Gaboto.
Ah estaba Jos con nosotros, ya haba venido del norte y estaba con nosotros, dice
Noem Rucci.
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La vuelta al sur de Santa Fe signific una nueva esperanza, aunque por pocos meses: en
las postrimeras de la dcada infame ciertos horizontes se agotaban rpido.
Negocios y votos
Para el mismo ao en que la Lista Marrn, de la mano de Alberto Piccinini, extenda su
influencia entre los metalrgicos de toda la regin, Acindar formaba nuevo directorio.
En 1973 la reunin de accionistas de Acindar, controlada por la familia Acevedo y la
US Steel Company, form el nuevo directorio de la empresa, presidido por Jos Alfredo
Martnez de Hoz, con Arturo y Jorge Acevedo en el directorio y Eduardo Acevedo de
gerente general, sealan Martn Caparrs y Eduardo Anguita en su trabajo La voluntad.
El negocio era floreciente: la estatal Somisa les venda materia prima a precios
menores que el costo y exportaban buena parte de la produccin con dlares
subvaluados, completan los autores. Solamente en el perodo 1970/1975 Somisa
transfiri a Acindar ms de 100 millones dlares mediante los menores precios de los
insumos, en este caso, por venta de palanquilla a un valor promedio menor al normal.
Las elecciones de delegados de aquel ao dieron el triunfo a los sectores combativos del
sindicalismo, encabezados por la Lista Marrn. Las comisiones internas electas en
distintas fbricas fueron desconocidas por las patronales, y Lorenzo Miguel repiti la
maniobra de tres aos antes: en febrero de 1974 envi a dos hombres de confianza como
interventores de la delegacin: Jorge Ramn Fernndez y Lorenzo Oddone llegaron a
Acindar el jueves 7 de marzo de 1974, abucheados por los trabajadores. Al da siguiente
expulsaron de la UOM a once trabajadores: cinco de la comisin interna, y seis
delegados de la Marrn.
Nestl mata a los bebs
Hacia mediados de la dcada del '70, la multinacional Nestl dirima en la justicia de su
pas de origen, Suiza, su responsabilidad por la muerte, mala nutricin y lesiones
cerebrales de numerosos bebs de pases subdesarrollados.
El proceso surgi del documento Nestl mata a los bebs, elaborado por la organizacin
inglesa Guerra a la pobreza, un estudio que describe cmo, a travs de medios
publicitarios, los fabricantes de productos alimenticios para nios pequeos incitan a las
madres del Tercer Mundo a abandonar la lactancia del pecho y usar el bibern de leche
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en polvo, al tiempo que recopila los resultados de recientes encuestas efectuadas en
pases del tercer mundo por la Organizacin Mundial de la Salud. En Chile, los bebs
alimentados a bibern murieron en una proporcin triple que los amamantados por sus
madres.
Las encuestas reproduce en su edicin de marzo de 1976 la revista Crisis
arrojaron que el 95% de las madres que haban escogido el bibern como mtodo de
alimentacin de sus pequeos haban sido aconsejadas por enfermeras a sueldo de la
firmas productoras de alimentos para nios. Entre ellas, la agresividad de la firma
Nestl hace creer a las madres que la leche en polvo es el mejor nutriente.
Los abogados de la firma, por su parte, sealaron que los excesos en propaganda
obedecen a la concurrencia comercial.
Cruces / Desde la historia. En la ruta del hierro
Entrada la dcada del 40 los establecimientos metalrgicos en Argentina ascendan a
16.000, con una expansin que en menos de diez aos igualaba la de casi medio siglo.
Alrededor de 155.000 obreros de esa rama confirmaban el auge industrial, que por
supuesto iba ms all de la siderurgia, iniciado en los aos 30, cuando la crisis del
liberalismo y las posibilidades de comercio a nivel mundial obligaron al pas a
desarrollar sus propios mecanismos de elaboracin de productos.
En 1937 se realiz la primera colada de acero, y ya en 1938 fueron 5.000 las toneladas
generadas, con una escalada en 1943 a 70.000 toneladas, cifra que estara a punto de
duplicarse en 1945. El mismo camino de crecimiento seguiran los obreros metalrgicos
en cuanto a su agremiacin: en el perodo 1941-1945 el nmero de afiliados a las
centrales sindicales trepara de 2.000 a 100.000, y esa sera slo una parte de la historia.
A ella podra sumarse el nacimiento de la UOM en 1943, hecho favorecido por las
diferencias entre la nueva dirigencia y los lderes comunistas del gremio que nucleaba
en exclusiva a los trabajadores del sector, el SOIM (Sindicato Obrero de la Industria
Metalrgica).
Mientras este proceso continuaba su curso, Jos Ignacio Rucci intentaba hacer pie en
una Rosario ciertamente esquiva. El barrio La Tablada, zona que en el siglo XIX
concentr mataderos y asilos, los llamados servicios marginales en la lgica del
higienismo imperante, no dejaba de resultarle un brete. Ni siquiera su aficin al ftbol le
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abri una puerta: en el club Central Crdoba la sombra del gran Gabino Sosa pesaba
demasiado.
Fue por entonces que Marcelino Arroyo visit la ciudad de Villa Constitucin, cercana a
Rosario, y haba una concentracin y me encontr con Rucci, pero de obrero. La
ancdota es til si se vuelve a pensar en los pisos de conciencia de un hombre que
accedera al liderazgo sindical en momentos de la mxima ebullicin popular del siglo
XX. Claro, faltaban dcadas y una serie de factores que dividiran como nunca las aguas
entre el progresivo camino de la reivindicacin va gremios-Estado, y la necesidad de
una revolucin en que la relacin patrn-laburante dejara de ser tal. Y entre ambas
faltaba tambin el peronismo, igual que para el veinteaero Rucci.
Exceptuando a los intelectuales de FORJA (Fuerza de Orientacin Radical para la Joven
Argentina) con la crisis la ola gigante no se adivinaba, y el petiso buscaba trabajo,
buscaba trabajo... y no encontraba. Se iba todos los das al frigorfico, al Swift: era para
limpiar tripas. En aquel entonces vala 5 centavos el tranva, y a veces se vena de a pie
porque mi madre no tena para darle para el tranva. Es lejsimos, en el Saladillo est el
frigorfico, pero l se iba. Bueno, el pobrecito se cans: fue bombonero del cine
Heraldo, bombonero del cine Alem, en Gaboto y Alem, y despus se cans. Ac no
poda conseguir nada y le dice a mi madre mir mam, yo me voy a Buenos Aires
porque ac no consigo nada, qu voy a hacer?, evoca su hermana Noem.
Un camin que transportaba ejemplares del diario El Mundo lo llev a la Capital
Federal. Era invierno y viaj atrs, llegu congelado, dira aos despus Jos Ignacio
Rucci, en los das del asedio periodstico que ni el ms ortodoxo y nacionalista de los
chamanes hubiera adelantado.
Debajo del piso
Hacia 1974, el socilogo Jos Luis de Imaz edita su libro Los Hundidos. Evaluacin de
la poblacin marginal, resultado de una ardua tarea realizada dentro del plan de trabajo
del Centro de Investigaciones Sociolgicas de la Facultad de Ciencias Sociales y
Econmicas de la Universidad Catlica Argentina. En medio del pleno empleo, las
luchas obreras y los proyectos de pas en pugna, aquel estudio supo echar luz sobre una
Argentina en penumbras. La cara olvidada de una nacin en penumbras.
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Los Hundidos es el producto del trabajo de un equipo interdisciplinario, que supo
conjugar los pocos datos estadsticos existentes para trazar el mapa de una geografa
compleja: la de un numeroso sector de la poblacin argentina viviendo en la pobreza
extrema.
En su trabajo, Imaz revela los rostros ocultos de la Argentina, aquellos que no se
integran dentro de una sociedad, personas carentes de cosas y posibilidades de
intervencin en el poder. Y ejemplifica: una persona que por su condicin econmica
es rechazada en un nmero determinado de estratos sociales, que carece de las cosas que
esa sociedad reputa como indispensable heladera, luz elctrica servicios comunes
agua corriente. Salvo la expresin de su opinin en el momento de las elecciones,
su decisin no gravita, como s lo hacen aquellos grupos que, por presin econmica o
poltica tienen acceso al poder.
El investigador explica que a esta poblacin marginal, que tiene sus caractersticas
propias por darse en nuestra sociedad y hoy, haba que identificarla de un modo
racional. Si lo que consideramos bsico para vivir, producir, sentirse humano, es la lnea
divisoria, los que estn debajo de ese piso estn hundidos. Son los que tendrn menos
posibilidades de ascender, son los que deben preocuparnos.
El Villazo
Los flamantes interventores de la UOM villense, Fernndez y Oddone, se presentan en
la Planta acompaados de conocidos matones y rompehuelgas e intentan una
provocacin obteniendo por parte de los obreros un contundente rechazo a lo que
responden con la expulsin de toda la Comisin Directiva y un grupo de delegados. Una
asamblea de los obreros de Acindar resuelve un Paro que rpidamente se transforma en
ocupacin de la planta, record el dirigente ferroviario Tito Martn.
ngel Porcu era entonces miembro de la comisin interna de Acindar, y recuerda as el
comienzo de la huelga: Los portones fueron inmediatamente cerrados y controlados
por piquetes obreros. Al personal jerrquico no se le permiti abandonar la fbrica y se
le mantuvo encerrado en las oficinas de Relaciones Industriales. Las calles internas
fueron obstaculizadas para que no circularan vehculos. Ms tarde se formaron nuevos
piquetes para que se turnaran y rondaran por todos los portones. Cuando apareci el
riesgo de la intervencin policial se utilizaron vagones del ferrocarril a los que se cruz
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en las calles donde haba cruces de vas. Tambin se construyeron con las bandejas de
madera barricadas con tanques de gas oil preparado todo para empapar las bandejas
y prenderle fuego. Esa noche, con la entrada del tercer turno, se realiz una nueva
asamblea general donde se resolvi que todos los turnos permanezcan dentro de
fbrica. Cuando entr el cuarto turno, a las seis de la maana, tambin se quedaron
adentro. Se formaron comisiones para pedir la solidaridad a las dems fbricas y a todo
el pueblo.
Naca para la historia obrera argentina uno de sus hechos ms recordados: el Villazo.
Una huelga con toma de fbricas, control obrero de la produccin, organizacin de
piquetes, colocacin de barricadas y grupos de obreros de autodefensa. All estaban los
trabajadores de Acindar, de Metcon (subsidiaria de la Ford), de Marathon, de Vilber,
pero tambin estaban all los obreros de los pequeos talleres contratistas de la regin.
Y la solidaridad del gremio textil, portuarios, bancarios, docentes, el Centro de
Comercio de Villa Constitucin, que adhieren a la huelga el mismo 8 de marzo, y de la
Federacin Agraria Argentina, que hace llegar alimentos a los obreros en huelga.
El sbado 16 de marzo, despus de una semana de lucha y movilizacin, y con la
intervencin de emisarios del Ministerio de Trabajo, se lograba la firma de un Acta
Acuerdo donde se estableca: Nombramiento de dos representantes obreros por cada
una de las empresas (Acindar, Marathon y Metcon) para actuar en carcter de
colaboradores exclusivos de las autoridades sindicales que tuvieran a su cargo la
conduccin de la seccional hasta su normalizacin estatutaria. Se aceptan por ambas
partes los siguientes plazos: 120 das para la normalizacin de la seccional y 45 das
para la eleccin del Cuerpo de Delegados y de la Comisin Interna de Acindar. Se
establece el compromiso de no tomar ningn tipo de represalias contra los trabajadores
que participaron en el conflicto. Nombramiento de un delegado normalizador en
reemplazo de Fernndez y Oddone.
El mismo da sbado 16 se realiza una asamblea general de las tres fbricas en Acindar,
donde se aprueba el acuerdo. Por la tarde, ms de 12.000 personas marcharon hasta la
plaza principal, atravesando muchos de los barrios villenses: Gelotto, Palmar, Industrial,
San Lorenzo, Luzuriaga, Malugani.
Es que el pueblo ve y escucha, tiene memoria, tiene instinto, sostena el peridico El
Descamisado tres das despus de aquel acto multitudinario. El rgano oficial de
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Montoneros remarcaba que el acuerdo logrado por los metalrgicos constituye un
rotundo triunfo de la clase trabajadora. Y una derrota de la burocracia. Que jams
esper un resultado como este.
Cruces / Desde la historia. Silueta portea
Una pensin barata en el barrio de Boedo fue el primer refugio del joven Rucci,
compartido con otros muchachos llegados desde Rosario que, como l, trataban de
armarse un futuro y empezaban por elegir una divisa, la del San Lorenzo aquel que en
un par de aos acuara goleadas, ttulos y un terceto de oro con Farro, Pontoni y
Martino.
En Buenos Aires nosotros tenamos un primo por parte de mi padre que trabajaba en la
confitera La Cosechera. l fue, busc, lleg, y mi primo enseguida le dio trabajo. Era
lavacopas, recuerda Noem Rucci.
Ese invierno de 1943 no sera uno ms, ni en la vida de Rucci ni en la historia nacional.
Los hombres del GOU (Grupo de Oficiales Unidos) eran el eje de las decisiones del
gobierno que haba asaltado el poder formal semanas antes, el 4 de junio, y la consigna
de poner fin a trece aos de poltica fraudulenta y entreguista, slo favorable a los
sectores sociales acomodados, deba concretarse sin perder de vista otros aspectos: las
presiones estadounidenses, con la excusa de la neutralidad argentina durante la Segunda
Guerra, y el posible avance del comunismo a nivel local.
Entre uno y otro margen el abanico de ideas e intenciones era bien amplio. En ese
contexto ganaba espacio la figura de Juan Domingo Pern, ascendido de teniente
coronel a coronel en 1941 y miembro del GOU, quien creca a impulso de una
sagacidad poltica y una capacidad de liderazgo que no descartaba la mano frrea. Y que
reparaba en ese actor vital, posible de encauzar desde el aparato estatal a los fines de un
orden que no fuera mero apndice de la maquinaria yanqui ni del sistema sovitico: el
movimiento obrero.
Rucci no vea en esto ninguna predestinacin. De lavacopas pas a ser mozo de
mostrador, y las calles de Flores, zona donde estaba ubicada la confitera en la que
trabajaba, necesitaran treinta aos para conmoverse con un cuerpo tendido, invadido
por el plomo. Su experiencia final en el rubro gastronmico fue en una sucursal de La
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Cosechera en el barrio porteo de Belgrano, donde se desempe como ayudante de
cajero. Pero en 1944 dio el primer gran salto: se incorpor a la rama metalrgica.
Los 5.000 metros cuadrados de la fbrica Hispano Argentina, en Caballito, sirvieron de
escenario para que el alcortense se iniciara en labores subalternas hasta alcanzar el
puesto de tornero, en una industria que le provea al ejrcito material blico y motores.
De las decisiones del GOU a las manos de Rucci se extenda un puente, que abrevaba en
crecientes beneficios instrumentados desde la Secretara de Trabajo y Previsin, ya a
cargo del coronel Pern. El vnculo se haca cada vez ms fuerte y la gran causa
argentina los atraa como un imn.
Ruralidades
Para ese entonces, los hundidos rondan los dos millones y medio de personas.
Gran parte de esa poblacin habita el medio rural, ocupados en tareas estacionales, con
incapacidad para negociar el salario; ignorancia generalizada en cuanto a los montos
salariales oficiales promulgados; inexistencia de una polica del trabajo
institucionalizada como elemento de control; descuentos jubilatorios que raramente
engrosan las Cajas Jubilatorias; dem para las prestaciones familiares... Debemos pensar
que estas caractersticas son compartidas por unas 70.000 personas en la cosecha
algodonera del Chaco, alrededor de 50.000 en Tucumn, por ejemplo, montos dentro de
los cuales se incluyen residentes y transitorios... enumera el socilogo Jos Luis de
Imaz en una entrevista de la revista Agro Nuestro, en septiembre de 1974.
En su trabajo Los Hundidos, Imaz describe las llamadas Gamelas, grandes galpones en
los que slo pueden vivir hombres. Se dan para peones rurales de las grandes
explotaciones ovinas o de Vialidad o las petrolferas. No hay casas, y por lo general no
estn previstas viviendas para familias rurales dependientes o peones acompaados,
relata el investigador.
Los gremios combativos
El 20 de abril de 1974, el Club Riberas del Paran, de Villa Constitucin, fue el lugar
elegido por los gremios combativos de todo el pas para realizar un Plenario
antiburocrtico. Hasta all llegaron entre otros los dirigentes cordobeses Agustn
Tosco, de Luz y Fuerza, y Ren Salamanca, de SMATA.
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ngel Porcu seala que fueron Alberto Piccinini y DErrico, al volver de una serie de
reuniones en Buenos Aires, quienes trajeron la propuesta de realizar un plenario de
gremios y agrupaciones combativas clasistas con la participacin de algunas
organizaciones polticas. Acordamos con el plenario pero no con la coordinadora dado
que la mayora de los que participaran no tenan demasiada fuerza (salvo Villa y
Crdoba) para que esta sea realmente representativa.
Del encuentro participaron alrededor de 5.000 personas, con gran asistencia de
estudiantes y delegaciones obreras de distintas partes del pas.
El plenario, salvo la actitud de un pequeo grupo que insisti en impulsar la formacin
de la coordinadora, se desenvolvi en forma favorable a pesar de la campaa de
intimidacin, tergiversacin y difamacin sobre los fines del mismo que la burocracia
despleg antes, durante y despus del plenario. Intil, los hechos demostraron que el
Plenario del 20 de abril de 1974 fue un alto ejemplo de la solidaridad popular con la
lucha de Villa Constitucin, memora Porcu.
En su intervencin, Agustn Tosco seal que el Plenario demostraba un sentimiento y
una conciencia nacional traducida en una solidaridad efectiva para derrotar a la
burocracia.
Aqu hemos hecho un acto de unidad, se ha escuchado hablar a compaeros de
distintas tendencias partidarias; evidentemente aqu hay peronistas, hay radicales, hay
socialistas y comunistas, hay independientes. Pero aqu estamos como clase obrera con
el pensamiento particular que corresponda, pero por sobre todas las cosas siguiendo la
tradicin histrica de nuestra clase. Todos, peronistas, radicales, socialistas, comunistas,
estamos unidos para defender a la clase obrera que es nuestra clase, que es aquella que
va a reivindicar los ms grandes derechos de la sociedad y la humanidad, describa
Tosco. Y sostena el mtico lder sindical: Nosotros creemos y respetamos, y creemos
que es una obligacin el partidismo de cada uno pero en esta patriada, contra un
enemigo tremendo va nuestra solidaridad de clase y debe irse fomentando nuevamente,
impulsando nuevamente la solidaridad con el pueblo de Villa Constitucin.
Cruces / Desde la historia. Un tablero de siete dcadas
La buena memoria seala que de las mutuales y sociedades de resistencia de fines del
siglo XIX a la trama sindical de la dcada de 1940 haban quedado cientos de relatos de
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lucha y de sangre, un nudo de caminos y de pensamientos, una profusin de siglas
determinante para el futuro de Jos Rucci y del peronismo.
Digamos entonces:
Que en 1901 anarquistas y socialistas crearon la Federacin Obrera Argentina, la FOA,
y que con predominio de los primeros esta se convirti pronto en la FORA, Federacin
Obrera Regional Argentina.
Que disconformes con esos lineamientos, en 1903 los socialistas y quienes seran
reconocidos luego como sindicalistas revolucionarios dieron origen a la Unin General
de Trabajadores, la UGT.
Que dos aos despus, en su V congreso, la FORA tom la indeclinable decisin de
hacer carne aquello del comunismo anrquico, y que su denominacin sera FORA V,
en obvia alusin a su quinta y definitoria asamblea.
Que en 1909 la UGT se disolvi a sabiendas de sus impulsores, los mencionados
socialistas y sindicalistas revolucionarios, quienes en alianza con anarquistas disidentes
de la FORA V conformaron la CORA, Confederacin Obrera Regional Argentina.
Que en 1914 la CORA, sin haber podido fortalecer su estructura, promovi un regreso a
las fuentes: la FORA.
Que al ao siguiente la unin dej ver que no lo era tanto, y que en su IX congreso la
FORA se parti nuevamente, esta vez entre los que siguieron firmes en su definicin
por el comunismo anrquico y los que plantearon que esa lgica era inviable, y que la
lucha no estaba divorciada de la conciliacin.
Que en los libros de historia la lnea que respondi a la idea original sigue siendo FORA
V, y que la otra tom para s las mismas cuatro letras, FORA, pero que su nmero
romano fue el IX.
Que en 1922 estos ltimos hegemonizaron un congreso tendiente a la unidad y con el
apoyo de trabajadores autnomos y una minora anarquista, apartada de nuevo de la
FORA V, dieron vida a la USA: Unin Sindical Argentina.
Que en 1926 se produjo el nacimiento de la COA, Confederacin Obrera Argentina, a
partir de grupos socialistas que se alejaron de la USA, sindicada como pro-sovitica.
Que el sinceramiento de las polticas sindicales orientadas desde Mosc data de 1928,
cuando los comunistas formaron el CUSC, Comit de Unidad Sindical Clasista.
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Que