Chestov, Lev - La Filosofía de La Tragedia

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    LA FILOSOFA DE LA TRAGEDIA

    PREFACIO

    I

    La filosofa de la tragedia! Quizs el enlace de estas dos palabras provoque un impulso de protesta en el nimo del

    lector habituado a considerar la filosofa como lageneralizacin ltima del espritu humano, como la cspide deesa majestuosa pirmide que se llama la cienciacontempornea. Hubiera admitido, cambiando la expresin,la psicologa de la tragedia; y eso con dificultad y haciendograndes reservas, convencido en el fondo de su alma de quedonde comienza la tragedia nuestros intereses desaparecen.

    La filosofa de la tragedia no es, acaso, la filosofa de ladesesperacin, de la demencia, de la muerte misma? Puede,entonces, hablarse de filosofa alguna, sea la que sea? Se nosha enseado:Dejad que los muertos entierren a sus muertos.Y hemos comprendido y acogido esa enseanza in-mediatamente y con jbilo. Un poeta clebre, uno de losgrandes idealistas del siglo pasado, ha expresado a su manera yen verso esas mismas palabras libertadoras:Und der Lebendehat recht!1 Pero nosotros hemos ido ms lejos an: no nos bast desembarazarnos de los muertos y afirmar el derecho delos vivos. Haba entre nosotros vivientes cuya existencia nos

    1 Y el viviente tiene razn! (N. del T.)

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    turbaba y contina turbndonos, mucho ms que esos muertosque habamos enterrado de acuerdo a la enseanza recibida.Adanse a stos los que perdieron toda esperanza terrena;todos los desesperados, todos aqullos cuya razn no pudoresistir al horror de la existencia. Qu haremos con ellos?Quin cargar sobre s el cruel deber de ocultarlos bajo tierra?

    Problema terrible! A primera vista parece que entre lascriaturas hechas a la imagen de Dios no se encontrar ningunalo bastante cruel y temeraria para cargar sobre s semejantetarea. Pero esto no es ms que una ilusin. Si hay gentedispuesta a salvar su propia existencia al precio de la muertede su prjimo los verdugos son, generalmente, individuoscondenados a muerte o a reclusin perpetua , por qusuponer que han llegado ya al lmite de la crueldad y de lainsensibilidad? Cada vez que el hombre se ve colocado anteeste dilema: perece o haz perecer a otro, se levantan todossus instintos ms profundos y misteriosos para defender el propioyo contra los peligros que lo amenazan. Si el papeldel verdugo es considerado como particularmente vil, se debeslo a una equivocacin. La historia de la vida espiritual de los

    pueblos, la historia de la cultura , abunda en ejemplos detales crueldades, que la solicitud del verdugo para cortar unas

    cuantas cabezas se nos aparece desprovista de todaimportancia. Y no pienso en manera alguna en losazotes delos pueblos: Tamerln, Atila, Napolen o la InquisicinCatlica. Qu tenemos que ver nosotros con estos hroes delmachete y la hoguera? Qu tienen ellos de comn con lafilosofa? No; aqu se trata de los hroes del espritu, los

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    de Platn. Juzgado desde nuestro punto de vista, Platn es brbaro; l nada sabe, todava, de nuestros principiosunificadores: el mismo Aristteles separaba todava el cielo dela tierra. No; el idealismo verdadero, puro, es obra de estosltimos siglos. Ha tomado un desarrollo paralelo a laconcepcin monista del mundo, que tiende cada vez ms aquedar implantada en la ciencia.

    La inteligencia moderna no tolera aquellas filosofas que le proponen muchos principios fundamentales; al revs, y contratodo, aspira al monismo, a un principio nico. Slo con penaconsiente todava el dualismo: dos principios le parecen ya unacarga bastante pesada, y por todos los medios trata dedesembarazarse de ese peso, aun a precio de algn refinadoabsurdo, que acepta confiadamente con el nico fin de evitartoda complejidad.

    El espritu y la materia... esto ya es demasiado: no valdrams detenerse en uno de los dos y admitir sea el espritu, sea lamateria? O bien, en ltimo caso, no sera preferibleconsiderar el espritu y la materia como dos aspectosdiferentes de una misma substancia? Cierto es que nadie hastaahora ha podido comprender de qu manera habran de seraspectos diferentes el espritu y la materia. Pero entre lasexplicaciones que la filosofa moderna nos ofrece, est lejos deser sta la nica que nadie haya comprendido jams. Hay msan: gracias a tales explicaciones, adaptadas hbilmente y enel momento adecuado, la filosofa ha podido mantener una posicin slida. Lo importante es que haya los menos principios fundamentales.

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    En tal sentido, el punto de vista pantesta, provisto deexplicaciones convenientes, ofreci el mayor gradode satisfaccin; muy especialmente su forma popular, elmaterialismo, que, segn se sabe, se conforma con un mnimode trminos extraos y de ideas abstractas. Pero los trminosextraos y abstractos chocan solamente al gran pblico pocohabituado a estas expresiones; en los crculos filosficos, alcontrario, gozan de una confianza total y hasta poseen una poderosa fuerza de atraccin. Los iniciados saben que uno se

    familiariza fcilmente con esas dificultades. Un trminonuevo, una nueva expresin, sea cual fuere su estructura, noslo no resulta nada molesto, sino que en ciertos casos hasta puede ayudar al filsofo a salir de una situacin difcil. No selos elige, por otra parte, al azar, sino sistemticamente, concierto fin rigurosamente determinado. Molesto es slo el principio que introduce dentro de un dominio filosfico

    cantidad de hechos nuevos que no pueden adaptarse alsistema, pero que quieren ser tomados en consideracin. Esentonces cuando el filsofo debe llamar en su auxilio toda sufuerza de persuasin, para impedir la inclusin de loimportuno. Y es ah donde surge la importancia de lasmurallas del idealismo, altas y slidas, que defienden a laciencia contra la intrusin de la vida.

    La filosofa pretende absolutamente ser una ciencia, unaciencia a la par de las matemticas; y si los otros medios dealcanzar tal objeto le fallan, es la teora del conocimiento, enltima instancia, la que acude entonces en su ayuda. Ellademostrar que no puede interrogarse a la filosofa acerca de

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    todas las cosas, que hasta est prohibido interrogarla y que nose tiene sino el derecho de escuchar lo que dice. En estascondiciones, vnicamente en estas condiciones, la filosofaconsiente en descubrir sus secretos a quienes aspiran a laverdad; y como hasta ahora no fue posible adquirir sta en otra parte, los hombres se tornaron hacia la filosofa, escucharonsus enseanzas y las siguieron, si no en los casos en que setrataba de resolver alguna cuestin vital importante, al menoscuando era menesterensear a otros.

    Pero gravemente se equivoca quien trata de ver en los problemas que se plantea la teora del conocimiento nada msque pretensiones puramente tericas. Si as fuera, es probableque el pensamiento cientfico moderno no hubiera podidodesplegarse tan vastamente como lo ha hecho, ni despertar, porotra parte, tantas enemistades. Nietzsche afirma que todafilosofa es una suerte de diario ntimo y de involuntariaconfesin del filsofo. Pero creo que esto no es suficiente, yque hay todava otras cosas que decir. En todo sistemafilosfico, adems de la confesin de su autor, descubririsinfaliblemente, en ltima instancia, algo mucho msimportante, mucho ms significativo todava: la propia justificacin del filsofo, as como un acta de acusacin,

    dirigida contra todos aqullos cuya existencia encierra elriesgo de provocar, de una manera o de otra, cualquier dudaconcerniente a la verdad absoluta del sistema filosfico encuestin y respecto a las altas cualidades morales de su autor.En cuanto a la bsqueda desinteresada de la verdad, de la cualtanto se vanagloriaron en otro tiempo, ya no creemos en ella,

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    no podemos creer en ella. Cmo podramos conservar esacreencia, ahora, cuando es evidente que ni siquiera sabemos aciencia cierta qu es lo que queremos al decir que aspiramos ala verdad?

    Desear la verdad es, tal vez, aspirar a la tranquilidad, tal vez buscar un estimulante nuevo para continuar la ludia; o biensignifica que se desea descubrir un nuevo punto de vista particularmente original y que no ha acudido todava alespritu de nadie. Todo esto es posible. Pero si, situndose enel punto de vista formal, tiende todo sistema a poner fin a laserie infinita de lospor qu? que inventa con semejantehabilidad nuestra inteligencia tan poco inventiva bajo otrosaspectos , interiormente, por su mismo contenido, todo sis-tema filosfico, lo repito, persigue un objetivo justificante, auncuando el propio autor no caiga en la cuenta de ello. Y eseobjetivo ha sido siempre inherente al idealismo.

    El idealismo impona a los hombres ciertas tareas, yglorificaba a quienes consentan en cargar con ellas;condenaba, al contrario, a la afrenta, y persegua con susanatemas a quienes rehusaran someterse a ellas, sin mostrar jams ni el deseo ni la paciencia de conocer las razones delrechazo con que tropezaba en ciertos casos, y muy a menudo,su enseanza. Tena siempre alguna explicacin lista paracualquier gnero de fracaso; si alguien se negaba a aceptarla,acusaba a sus adversarios de locura o de mala fe. Instituy elimperativo categrico que le dio el derecho de considerarsemonarca autcrata, y de ver, en todos aqullos que lo

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    rechazaban, unos amotinados, merecedores de suplicios y dela pena de muerte.

    Y con cun refinada crueldad actu el imperativo ca-tegrico cada vez que sus exigencias no eran observadas! Aquienes tienen dbil la imaginacin y poca experiencia enestas cosas recomiendo la lectura de Macbeth,de Shakespeare.Ese drama har ver a la gente demasiado confiada lo quequiere el idealismo y, sobre todo, cules son los medios de quese vale.

    Quizs el alma humana sea, en efecto, una materiademasiado refractaria; quizs haya que agregar a las plagasque castigan a los desdichados mortales, esta otra plagatodava: el idealismo. Pero esto no son ms que conjeturasoptimistas, y ni siquiera conjeturas, desde el punto de vista delespritu moderno, rigurosamente cientfico y humanitario; esmitologa pura, indigna de confianza. Quin, pues, podradmitir seriamente que las plagas nos castigan, no en virtud deleyes mecnicas, sino para hacernos lograr algn objetivosuperior? Y si es as, no hay por qu asombrarse de que, entreaqullos que saborearon sus procedimientos educativos, hayaquienes rehsen besar esa mano que los castiga.

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    II

    Entre nosotros, en Rusia, y en Europa tambin, por otra

    parte (puesto que el nivel de las ideas es el mismo hoy da entodos los pases, al igual que el nivel del agua en losrecipientes comunicantes), se considera, desde hace muchotiempo ya, que el acto de la creacin artstica es un proceso psquico inconsciente. Parece que esta manera de considerar laobra de arte se la debemos a lo que se llama crtica literaria.Los artistas no son lo suficientemente conscientes; esnecesario que haya gente para dirigirlos, para explicarles, paracompletar, en resumen, su obra. Es as, aproximadamente,como entienden su papel los mismos crticos literarios, alesforzarse por todos los medios en enlazar su pensamientoconsciente con el proceso inconsciente del artista, creador dela obra de arte.

    La tarea presentaba a veces muchas ms dificultades de lasque podran esperarse. La obra de arte no se ajustaba a ningunade aquellas ideas unnimemente admitidas, sin las cuales unaconcepcin consciente de la existencia resulta absolutamenteimposible. En el caso donde tenan que habrselas con unartista de segundo orden, o bien completamente desprovisto detalento, los crticos no se incomodaban; relacionaban laausencia de ideas generales con la falta de talento, o ms bienla consideraban como la propia causa de esa ausencia detalento; y as pareci confirmarse una vez ms aquella verdadeterna segn la cual los poetas, sin darse cuenta de ello,deben aspirar a la misma meta que los crticos, si quieren quesu trabajo no permanezca estril. Y se hall, finalmente, que la

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    creacin potica inconsciente llena una funcin anloga aaqulla que incumbe al crtico consciente. As, pues, el peligroso trnsito fue salvado sin tropiezo.

    Pero le aconteci al crtico hallarse frente a la obra de ungran artista, de uno de los astros de primera magnitud del cieloliterario. El crtico est de antemano muy bien dispuesto paracon el autor, y pronto a mostrarse extremadamente indulgentecon l. Le perdonar la ausencia de un ideal poltico, aunque bien hubiese querido afiliarlo a su partido. Le perdonar, demala gana naturalmente, su indiferencia con respecto a lascuestiones sociales, a las cuales en opinin del crtico debenconsagrarse todas las fuerzas del pas; pero est persuadido deque descubrir en la nueva obra al menos la expresininvoluntaria, inconsciente, de cierta simpata por los idealesmorales eternos. Con tal que slo haya esto, nada ms queesto! Con tal que el poeta cante lo bueno, lo verdadero, lo bello! S el crtico lo comprueba l ya se las arreglar paraafrontar el resto. Pero, si aun esto faltase? Si el artistaolvidara lo bello, se riera de la verdad y desdeara el bien? Seme dir que tal cosa no puede producirse. Propondr,entonces, que pasemos de las consideraciones generales a uncaso particular. No citar ms que un solo ejemplo. Los lmites

    de un prefacio son demasiado estrechos para que puedancontener una materia literaria un tanto abundante. Pero esperoque este ejemplo recuerde, a quienes ya no temen el recuerdo,cantidad de otros hechos ms del mismo orden.

    Hablo de Un hroe de nuestro tiempo, de Lermontov. Sesabe que Bielinsky ha escrito con motivo de esta novela un

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    gran artculo lleno de pasin, en el cual demostraba que siPechorin1 haba obrado de una manera tan criminal, era porque sus fuerzas inmensas no podan hallar, en su poca,ningn campo de actividad en Rusia, y quedaban asinempleadas, inutilizadas. No me acuerdo a ciencia cierta, eneste momento, si dicho artculo fue escrito a propsito de la primera o de la segunda edicin de Un hroe de nuestrotiempo; pero, sea como fuere, el propio Lermontov tambin juzg indispensable explicar su novela. Esa explicacin la dio

    en el prefacio de la segunda edicin.Ese prefacio es breve: no ocupa ms que dos pginas, pero

    prueba que, cuando Lermontov lo quera, saba planear susobras muyconscientemente, y hacer surgir suidea tan bien como cualquier crtico. Declara abiertamente que, contratodos los rumores que al respecto se haban propagado, l no pens en manera alguna dibujar, en Pechorin, su propioretrato, o siquiera el de un hroe, y que su finalidad erasimplemente representar los vicios de su poca.Para qu?, preguntaris. La respuesta est lista. Hace falta que ante todoaprenda la sociedad a conocerse y a darse cuenta de susdefectos: es ya bien suficiente dice Lermontov con-cluyendo su explicacin indicar la enfermedad. En cuanto a

    la manera de tratarla, Dios slo la conoce! Veis queLermontov, en su prefacio, se muestra casi completamente deacuerdo con Bielinsky: Pechorin es una enfermedad, un malatroz de la sociedad. Pero las explicaciones del autor aparecen

    1 El hroe de la novela de Lermontov.

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    desprovistas de pasin y de fervor; y adems comprobamosalgo muy singular: la propia enfermedad que la sociedad padece le interesa enormemente; en cuanto a su tratamiento,no se ocupa del mismo casi nada, y hasta puede decirse quenada en absoluto.

    Por qu entonces este hombre, que tan hbilmente supodescubrir y describir la enfermedad de su poca, noexperimenta ningn deseo de tratarla, de curarla? Y engeneral, por qu fue escrito ese prefacio con semejante calma,si bien con fuerza?

    La respuesta a esta cuestin... la encontraris en la novela.

    All, desde las primeras pginas, podris comprender que siPechorin es un enfermo, trtase de aquellas enfermedades queson ms caras al autor que la ms floreciente salud. Pechorin

    es un enfermo; pero quines son, entonces, los que estn biende salud? El capitn Mximo Maximovich, Gruchnitzky ysus amigos, o bien si se toma en consideracin a lasmujeres la encantadora princesa Mara o la salvaje Bella?Slo con plantear esta cuestin comprenderis en seguida porqu fue escrito Un hroe de nuestro tiempo, y por qu luego leagreg Lermontov el prefacio. En la novela Pechorin se nosaparece como un triunfador. Todos los personajes de la novela,todos sin excepcin, se eclipsan ante l. Ni siquiera se hallaentre ellos alguna Tatiana que, como en el Oneguin dePuchkin, fuera capaz, una vez al menos, de recordar al hroeque existe alguna cosa superior a su voluntad, superior a l,Pechorin; que existe todava el deber, la idea u otra cosa de

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    esta ndole. Pechorin debe luchar contra la astucia y contra lafuerza; pero las vence gracias a su inteligencia y a su firmezade carcter. Intentad juzgar a Pechorin! No tiene defectos,salvo uno solo: la crueldad. Es osado, noble, inteligente, profundo, instruido, hermoso, hasta rico (lo cual tambin esuna cualidad); en cuanto a su crueldad, l mismo se da muy bien cuenta de ella, y la menciona a menudo; pero he aqu quesi un hombre tan colmado de dones manifiesta algn defecto,ste le queda muy bien y nos parece una cualidad, una cualidad

    preciossima. Al hablar de su crueldad, Pechorin se compara as mismo con el destino. Pero si alguna gente insignificante esvctima de un gran hombre, qu importancia tiene esto, enresumidas cuentas...? Lo principal es indicar la enfermedad;en cuanto a la manera de tratarla, Dios slo la conoce!

    Esa pequea mentira que remata el breve prefacio de unanovela larga es caracterstica en extremo. Y encontraris sussemejantes no slo en el caso de Lermontov. Todo poetagrande, el propio Puchkin, le arroja apresuradamente al lector

    de paso y de tiempo en tiempo , cuando laenfermedad se vuelve demasiado seductora, alguna mentira de ese gnero,a manera de tributo al cual quedan sometidos aun los espritus privilegiados. Acordaos, en el caso de Puchkin, de los Im-

    postores, del relato de Pugachev1 a propsito del guila y elcuervo, y de la respuesta que le da Grinev. All donde los

    crticos ven una enfermedad, los artistas inconscientes

    1 Clebre bandido del siglo XVIII que, bajo Catalina II, se hizo pasar por elemperador Pedro III, y sublev las poblaciones del Volga. Trtase delcuento de Puchkin La hija del capitn.

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    perciben una especie de anomala que ofrece ciertas facesmisteriosas y terribles. La crtica no tiene cuidado ms que dela enfermedad, y se esfuerza inmediatamente por fijar eltratamiento; mientras que el artista no piensa en esto de ningnmodo, y se conforma justificando su indiferencia mediantecualquier lugar comn...

    Surge de todo esto que, si se pretende hablar decreacininconsciente, es preciso aplicar esta expresin no a losartistas, sino ms bien a los crticos que se esfuerzan siempre por superponer, a los hechos descritos en la obra de arte, ideastan slo elaboradas y aceptadas no sin cierta temeridad. Losartistas no tendran ideas, es verdad. Pero es ah precisamentedonde se manifiesta su hondura: el objetivo del arte noconsiste en manera alguna en someterse a un reglamento y anormas imaginadas debido a tales o cuales razones por ciertagente; sino, al contrario, en romper las cadenas que traban alespritu humano, vido de libertad.Los Pechorin son unaenfermedad, y Dios sabe cmo tratarla. Modificadlasolamente en su forma, y encontraris en esta frase el pensamiento ms ntimo, ms caro de Lermontov: por difcilque sea la existencia con los Pechorin, el poeta no lossacrificara a la mediocridad, a la norma. El crtico quiere

    curar la enfermedad, tiene o debe tener confianza en las ideasmodernas, en la felicidad futura de la humanidad, en eladvenimiento de la paz sobre la tierra, en el monismo, en lanecesidad de destruir todas las guilas que, de acuerdo con laexpresin de Pugachev, se nutren de carne viva, a fin de

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    salvaguardar a los cuervos que se nutren de cadveres... Lasguilas, es lo anormal.

    Lo anormal!... He aqu la palabra terrible que sirvi y aunsigue sirviendo a los sabios para descorazonar a todos aqullosque no quieren renunciar a la esperanza de descubrir en elmundo alguna cosa que no fuera la estadstica y lanecesidad. El que intente considerar la vida de otra maneraque la exigida por la concepcin moderna del universo deberatenerse a que se le trate de anormal. Y esto no ser nadatodava; lo terrible es que nadie, absolutamente nadie hoy enda tenga fuerza suficiente, segn parece, para sobrellevardurante mucho tiempo la idea de una concepcin distinta deluniverso. Cada vez que acude a nuestra mente la idea de que,en resumidas cuentas, las verdades modernas no son ms quelas verdades de nuestra poca, y que nuestrasconvicciones acaso sean tan falsas como las creencias de nuestros msremotos antepasados, se nos antoja acto seguido que estamosabandonando el nico camino regular y que ya caemos en loanormal.

    El ejemplo del conde de Tolstoi es sorprendente en estesentido. Cmo detestaba el pensamiento moderno, cmo lerepugnaba! Ya en su juventud deca siempreno all donde laciencia decas, y no retroceda siquiera ante el peligro dedecir algn absurdo. Estaba dispuesto a creer a cualquiera, aun mujik iletrado, a una vieja, a un nio, a un mercadercillovestido de caftn, con tal que contradijese a los hombres deciencia. Ahora bien, para terminar, aceptaba todo lo queensea la ciencia y se atena a los ideales positivos, al igual

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    que la mayor parte de los reformadores europeos. Sucristianismo es el ideal de la humanidad organizada. Quiereque el arte nos ensee el bien, y que la ciencia d buenosconsejos al mujik. Afirma que no entiende por qu los poetassufren y se esfuerzan por expresar los matices ms delicadosde sus sentimientos. Esos buscadores inquietos que, errantes por las regiones polares, observan durante noches enteras elcielo estrellado, se le antojan sumamente extraos. Para quesa sed de lo desconocido? Todo eso es intil y, por

    consiguiente, anormal. El espectro terrible de lo anormalfrecuenta constantemente a este espritu inmenso, y le obliga a pactar con la mediocridad, a buscarla en s mismo. Su terror escomprensible: aunque la ciencia moderna haya vuelto aacercar entre s el genio y la locura, seguimos, no obstante,temiendo a la locura ms an que la muerte. Y aunque haya parentesco el genio contina siendo genio y la locura sigue

    como locura. Y la locura comprometer ms al genio de lo queel genio justificar a la locura. Podemos dudar de todo, masesto es un axioma para nosotros; y las diferentes experienciasque intentamos efectuar sobre nosotros mismos se detienensiempre all donde se cierne la amenaza de la locura. Losestudios de Lombroso no han despejado en manera alguna lastinieblas de que nuestra ceguera y el espritu positivistamoderno han rodeado a la locura. Cierto es que Lombroso nofue, en absoluto, el hombre indicado para esta obra. l tambines, al fin y al cabo, un experimentador, que juzga los estadosdel alma nada ms que por sus signos exteriores. Quizs losresultados de sus investigaciones hubiesen sido ms fecundossi hubiera tenido, en s mismo, un destello siquiera de genio o

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    con una extraa luz, pretenden los hombres discernir lossignos de la demencia, a fin de arrogarse de este modo elderecho de renegar de l; y entonces invocan el apoyo de suidealismo y esas teoras del conocimiento que les han permitido vivir, apaciblemente, en medio de enigmasmisteriosos y de los terrores que los rodean. Ese idealismo,que permiti olvidar y apartar tantas cosas, ha perdido acasosu poder y su encanto? No podr resistir al ataque de su nuevoenemigo? Y con una irritacin, a la cual se mezcla cierta mal

    disimulada inquietud, se plantean una vez ms la antigua pregunta: pero quines son todos estos Dostoievski y estos Nietzsche que hablan como si tuvieran el poder a su dis- posicin? Qu nos ensean?

    No nosensean nada. No hay error ms grande que laopinin, tan difundida entre el pblico, de que el escritor existe para el lector. Es, bien al contrario, el lector quien existe parael escritor. Dostoievski y Nietzsche no escriben para difundirsus convicciones entre los hombres e instruir al prjimo. Sonellos mismos los que buscan la luz; no pueden creer que la luzque ellos distinguen sea la verdadera luz, y no un fuego fatuo,o algo mucho peor todava: una alucinacin de su imaginacinenfermiza. Se dirigen al lector como a un testigo; quieren

    obtener de l el derecho a pensar de su propia manera, de teneresperanza, de existir. El idealismo y la teora del conocimientoles declaran abiertamente: sois unos dementes, unos seresinmorales; estis condenados, irremediablemente perdidos. Yhelos aqu apelando de ese juicio ante la ltima instancia, conla esperanza de que esa terrible condenacin les sea

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    levantada... Puede ser que la mayor parte de los lectores noquieran saberlo; empero las obras de Dostoievski y de Nietzsche no contienen una respuesta, sino una pregunta:aqullos que han rechazado la ciencia y la moral, pueden anabrigar alguna esperanza? Dicho de otro modo: la filosofa dela tragedia, es posible?

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    ... Aimes-tu les damns?

    Dis-moi, connais-tu l'irrmissible?1

    CH. BAUDELAIRE

    I

    Me sera muy difcil relatar cmo se han transformado misconvicciones, ms aun no siendo ello, probablemente, muyinteresante, anota Dostoievski en El diario de un escritor, en1873. Esto sera, por cierto, muy difcil; pero nadie admitirque tal relato podra no ser interesante.

    La historia de la transformacin de las convicciones!Existe acaso, en todo el dominio de la literatura, historiaalguna de un inters ms palpitante? La historia de taltransformacin sera ante todo, es evidente, la historia deldespuntar de las convicciones. stas se transforman, nacen enel hombre bajo su mirada y por segunda vez, a una edad en que posee experiencia y una facultad de observacin suficiente

    para seguir con atencin ese misterioso y profundo proceso.Dostoievski no habra sido psiclogo si ese trabajo interiorhubiera podido escapar a su atencin; y no habra sido escritorsi no hubiese comunicado a otros los resultados de sus ob-

    1 Amas a los condenados?;Dime, conoces lo irremisible?

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    servaciones. Es evidente que la segunda parte de la frase queacabo de citar fue dicha tan slo para guardar las formas, yaque los convencionalismos exigan al escritor que manifestara,al menos exteriormente, cierto desdn por su propia persona.

    En realidad, Dostoievski conoca de sobra la importanciadecisiva que para nosotros poda tener la cuestin delnacimiento de las convicciones; saba asimismo que el nicomedio de que dispone un escritor para esclarecer por poco quefuese aquella cuestin, consista en contarnos su propiahistoria. Recurdense las palabras del protagonista de Natasdesde el subterrneo: De qu puede hablar con mximo placer un hombre honrado?... Respuesta: de s mismo. Voy ahablar, pues, de m.

    Las obras de Dostoievski realizan casi por completo ese programa. A medida que los aos pasan, a medida que sutalento va madurando y desarrollndose, habla con unafranqueza y audacia siempre crecientes de su propia persona.Pero, al mismo tiempo, contina hasta el fin de su vidadisimulando, escondindose, tras los personajes de susnovelas. Es cierto que no se trataba, en este caso, deconveniencias literarias o de otra ndole. Hacia los fines de sucarrera Dostoievski no hubiera vacilado en infringir las reglasms severas que nos imponen las relaciones sociales. Pero seve constantemente obligado a decir, por interposicin de sushroes, cosas que en su propio espritu no hubieran adquiridoforma tan categrica, tan definida, si no se le hubiesen presentado con el aspecto ilusorio de los juicios y deseos que

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    no eran juicios y deseos de su propio yo, sino de un hroe denovela.

    Ello se observa muy especialmente en la aclaracin queagreg a Notas desde el subterrneo.

    Dostoievski insiste en queel autor del diario, tanto comoel diario mismo, son una ficcin, y que su solo fin ha sido elde pintara uno de los representantes de una generacin que seva extinguiendo. Semejantes procedimientos tienen

    evidentemente un resultado exactamente contrario: a partir delas primeras pginas, el lector se convence de que la ficcin esesa nota explicativa, y no el Diario y su autor. Y si Dostoievskise hubiese atenido a ese sistema de notas explicativas en lasobras que siguieron a aqulla, sus libros no se prestaran hoyda a comentarios tan diversos y opuestos. Pero la notaexplicativa no fue para l una simple frmula. Tema l mismoque el subterrneo, descrito con tanta fuerza, no le fuese deltodo extrao. Senta miedo l mismo de los monstruos quedescubra, y puso en tensin todas las fuerzas de su alma paradisimulrselos de una manera o de otra, mediante el primerideal que se presentaba. As fueron creados los personajesdel prncipe Michkin y de Aliocha Karamzov. De ah provienen tambin los apasionados sermones que llenan Eldiario de un escritor. Todo eso tiene por objeto recordarnosque los Rasklnikov, los Ivn Karamzov, los Kirlov y otroshablan todos en su propio nombre y no tienen nada de comncon su autor. Bajo otro aspecto, esto sigue siendo la parteexplicativa de Notas desde el subterrneo.

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    Por desgracia, est tan estrechamente ligada al texto estavez, que ya no es posible separar mecnicamente lossentimientos reales de Dostoievski de las ideas que l imagin.Se puede, cierto es, indicar hasta qu punto y en qu direccindebe de operarse dicha separacin. As, por ejemplo, lastrivialidades y los lugares comunes no nos revelan nada del propio Dostoievski. No son sino cosas postizas, prstamos. Nisiquiera es difcil adivinar cules son las fuentes donde ha idoa buscarlos, a extraerlos a veces a manos llenas. El segundo

    indicio nos lo suministra el lenguaje de Dostoievski: en elmomento en que se perciben en el discurso de Dostoievskinotas histricas, voces que estallan, gritos, puede concluirsecon certeza que ah comienza lanota explicativa. El mismoDostoievski ya no tiene confianza en sus propias palabras y seesfuerza por reemplazar su carencia de fe con elsentimiento, con la elocuencia. Esa elocuencia exaltada, ese

    frenes, actan posiblemente con gran poder sobre odosgroseros. Pero a un odo ms fino le dicen cosas muy distintas.

    Claro est que los indicios arriba mencionados noconstituyen un procedimiento absolutamente riguroso paradilucidar la cuestin que aqu nos ocupa. Queda an bastantelugar para dudas e incertidumbres. Es evidente que uno puede

    equivocarse al comentar ciertos pasajes de la obra deDostoievski o aun novelas enteras. Pero en qu vamos, pues,a fundar nuestras esperanzas? En nuestro sentido crtico? Ellector no quedar satisfecho con tal respuesta: tiene algo demitolgica, huele a decrepitud, a mentira y aun a mentira premeditada. Y bien, entonces no disponemos ms que de lo

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    arbitrario. Puede ser que esta palabra, debido a su franqueza,conquiste los favores de los espritus exigentes que dudan delos derechos del sentido crtico..., sobre todo si adivinan que,aprs tout 1 esa arbitrariedad no es de ninguna manera tanarbitraria como todo aquello.

    Como quiera que fuese, nuestra tarea est bien definida. Esnecesario que cumplamos la faena indicada, mas no ejecutada por Dostoievski! Es necesario contar la historia de latransformacin y del segundo nacimiento de sus convicciones.Me contentar con indicar aqu que aquella metamorfosis fueverdaderamente extraordinaria. Ni rastro qued enDostoievski de sus antiguas convicciones, de todo lo que habasido objeto de sus creencias en su juventud, cuando penetr por primera vez en el crculo de Bielinsky. Generalmente, losdolos derribados considranse todava como dioses, y lostemplos cados son venerados todava a pesar de todo. PeroDostoievski, no slo quem todo aquello que haba adorado:lo cubri de lodo. No se contentaba con odiar su antigua fe, ladespreci. La historia de la literatura conoce pocos ejemplosde esta ndole. Aparte de Dostoievski, slo se puede nombrar,en los tiempos modernos, a Nietzsche. En efecto, Cosaidntica se produjo con Nietzsche: ste se separ de sus ideales

    y de los educadores de su juventud tan brutalmente, con tantoestruendo y dolor, como el escritor ruso. Dostoievski habla dela transformacin de sus convicciones, mientras que, en Nietzsche, se trata de la transmutacin de todos los valores. En

    1 En francs en el texto ruso. (N. del T. francs.)

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    resumen, las dos expresiones sirven tan slo para designar un proceso idntico. Si esto se toma en consideracin, no parecerextrao que Nietzsche haya tenido en tan alta estima aDostoievski. He aqu sus palabras textuales:Dostoievski... elnico psiclogo del que he podido aprender alguna cosa; veoen el hecho de haberlo conocido uno de los sucesos mshermosos de mi existencia 1 . Nietzsche reconoci enDostoievski a uno de sus semejantes.

    Y, en efecto, si lo que enlaza entre s a los hombres no es lafamilia, o la existencia en comn, o la similitud de caracteres,sino la identidad de su experiencia interior, Dostoievski y Nietzsche pueden ser considerados, sin exageracin alguna,como hermanos, y aun como hermanos gemelos. Pienso que sihubieran vivido juntos habran sentido el uno hacia el otroaquel odio particular que se profesaban mutuamente Kirlov yChtov (en Los posedos), despus de su viaje a Amrica,donde pasaron cuatro meses durmiendo el uno junto al otro,murindose de hambre, en un cobertizo. Pero Nietzsche co-noci a Dostoievski slo a travs de sus obras y cuando elescritor ruso ya haba dejado de existir. A un muerto puede perdonrsele siempre, aunque haya conocido ese misteriorevelado a Kirlov y a Chtov en el cobertizo. Los muertos no

    traicionarn... No obstante, Nietzsche se equivoc: nada, nadie es capaz

    de traicionarlo ms que Dostoievski. Por otra parte, tambin locontrario es cierto: a veces, lo que aparece oscuro en las

    1 Obras, tomo VIII, edicin francesa.

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    novelas de Dostoievski, se aclara a la luz de las obras de Nietzsche.

    Observemos en primer lugar una cosa sumamente extraa:sbese que a Dostoievski le gustaba sobre manera profetizar.Entre otras cosas anunci que Rusia estaba predestinada aresucitar en Europa (que ya la haba olvidado) la idea de lafraternidad humana. Uno de los primeros rusos queadquirieron influencia sobre los europeos fue Dostoievski.Ahora bien, tuvo algn xito su prediccin? Se habl de ella,hasta constern a las gentes; pero acto seguido fue olvidada. El primer obsequio que Europa acept con gratitud de Rusia fuela psicologa de Dostoievski; es decir, al hombre sub-terrneo y sus encarnaciones: los Rasklnikov, los Ka-ramzov, los Kirlov. No encierra ello una profunda irona deldestino? Pero el destino se burla gustoso de los ideales y de las profecas de los mortales, y es lcito creer que as manifiesta sugran sabidura.

    II

    En la actividad literaria de Dostoievski pueden distinguirsedos perodos: el primero se inicia con Las pobres gentes yconcluye con las memorias de La casa de los muertos; elsegundo comienza con Notas desde el subterrneo, y terminacon el discurso pronunciado con motivo de las fiestas del

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    centenario de Puchkin, y que constituye una suerte deapoteosis lgubre de toda la obra de Dostoievski.

    Durante la lectura del diario del hombre subterrneo, libroque se halla en el lmite comn a los dos perodos, el lectoradvierte bruscamente y de una manera del todo inesperada, deque mientras Dostoievski escriba sus otras obras, producaseen l una de las crisis ms atroces que el alma humana fuecapaz de forjarse a s misma y de experimentar.

    Cul fue la causa de ello? El presidio? Aparentemente,no; o en todo caso, no lo fue directamente. Al salir del presidioescribi Dostoievski toda una serie de artculos en los cualesno slo no renunciaba a sus antiguas convicciones, sino quelas afirmaba con una fuerza y un talento que jams hubiera podido pretender en la poca de sus comienzos. Despus del presidio, escribi La casa de los muertos, libro unnimementeconsiderado, hasta el da de hoy y aun por los adversarios delas tendencias nuevas de Dostoievski, como obra particularmente digna de admiracin, como obra que ocupa unlugar absolutamente destacado entre las de Dostoievski.Volvemos a encontrar todava, en este libro, a ese mismoDostoievski cuyo primer cuento tuvo un xito tan grande en elcrculo de Bielinsky y sus amigos. Por suidea, por lasconvicciones que la animan, La casa de los muertos esevidentemente la obra de un discpulo fiel del frentico

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    Vissarion1, de Jorge Sand y de los idealistas franceses de la primera mitad del siglo pasado.

    Reina ah casi el mismo espritu que en Las pobres gentes. Sin embargo, algo nuevo se percibe en las memorias: es elsentido de la realidad, el deseo de ver la vida tal cual es: Peroquin hubiera podido creer que el sentido de la realidad pudiese constituir una amenaza cualquiera contra lasconvicciones y el idealismo? Nadie, ni Dostoievski mismohabra admitido semejante suposicin. La realidad esciertamente triste y fea, sobre todo en el presidio; mientras quelos ideales son claros y luminosos. Pero esta oposicinfavoreca precisamente el surgir de los ideales; no loscontradeca, sino, antes bien al contrario, los justificaba. No setrataba sino de empujar y deespolear a la realidad, hasta quela distancia que la separara de los ideales fuese reducida a casinada, a cero. Conforme a esta concepcin, la descripcin de latriste realidad tena por objeto nico la lucha contra ella y sudestruccin en un porvenir lejano que, sin embargo, pareca prximo.

    En ese aspecto, podra decirse que Las pobres gentesy Lacasa de los muertos han salido de la misma escuela y persiguen el mismo fin; la diferencia estriba slo en lamaestra del autor que, en el curso de quince aostranscurridos entre estas dos obras, haba hecho grandes progresos en su arte.

    1 Vissarion Bielinsky, clebre crtico ruso. (N. del T. francs.)

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    En Las pobres gentes, lo mismo que en El doble y en La patrona, aparece un aprendiz poco diestro todava; pero biendotado, y que populariza con talento al gran artistainterpretado por Bielinsky1.

    Al leer esos cuentos recurdase ciertamente El manto, el Diario de un loco, la Terrible venganza, y se piensantimamente que no fue necesario popularizar dichas obras. Es probable que el lector no hubiera perdido gran cosa si los primeros relatos de Dostoievski no hubiesen sido publicados; pero el autor mismo tuvo necesidad de ello. Ya desde su juventud, como si presintiera su sino, Dostoievski se ejercitabaen la pintura de cuadros lgubres y penosos. Al principiocopia; pero su hora llegar, y abandonar a su maestro y se pondr a escribir afrontando sus propios riesgos y peligros.Asombra, cierto es, comprobar en un hombre joven una sim- pata particular por los tintes grises y tristes. Ahora bien,Dostoievski jams conoci otros. No se atreva realmente, se pregunta uno, a volverse hacia la luz, hacia la alegra?Experimentaba en verdad, desde su juventud, una necesidadinstintiva de sacrificarse por entero a su talento? S, as esrealmente: el talento es un privilegium odiosum; es raro que permita a su poseedor disfrutar de los placeres terrenales.

    Hasta los cuarenta aos Dostoievski lleva pacientemente lacarga de su talento. Esa carga le parece liviana, ese yugo le parece un bien. Con qu entusiasmo evoca en Humillados yofendidos el recuerdo de sus primeras producciones literarias!

    1 Trtase de Ggol, que tuvo gran influencia sobre Dostoievski.

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    Segn sus propias palabras, experimentaba la dicha supremano al publicarse la obra, al recabar las apreciaciones mslisonjeras, a propsito de ella, de parte de los mejoresescritores y de aficionados esclarecidos de la poca. No, lashoras ms dichosas de su existencia fueron, de acuerdo a loque l expresa, aqullas en que, totalmente desconocido toda-va, trabajaba solitario en su manuscrito, vertiendo lgrimasabundantes sobre una ficcin, sobre la suerte de un desdichado pequeo funcionario) perseguido, Makar Dievuchkin1.

    Yo no s si al hablar as fue Dostoievski completamentesincero, y si verdaderamente experiment una dicha tangrande al llorar sobre una ficcin. Puede que ah haya ciertaexageracin. Pero aunque as fuese, aunque Dostoievski pagara su tributo a una disposicin de espritu muy difundidaen su poca y de la que l mismo participaba, aun en tal caso,sus palabras han de despertar en nosotros cierta inquietud yciertas sospechas. Qu hombre es ste, qu gentes son stas,que consideran su deber experimentar alegra tan intensa conmotivo de las desdichas ficticias de un Makar Dievuchkin? Ycmo puede unirse la alegra a estas lgrimas que ellos mismosaseguran haber vertido sobre esa ficcin atroz? Ntese que Humillados y ofendidos fue escrita en el mismo estilo que Las

    pobres gentes. Los quince aos que han transcurrido entreestas dos obras, no corrigieren a Dostoievski, de ningunamanera, en este sentido. Otrora verti su llanto abundantesobre Dievuchkin, ahora derrama sus lgrimas sobre Natacha2.

    1 Las pobres gentes.2 La herona de Humillados y ofendidos.

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    En lo que concierne a los goces de la creacin artstica, el es-critor jams carece de ellos, como bien se sabe.

    A primera vista parecera que no puede haber nada msmonstruoso, ms innoble permtaseme esta palabra , queesta mezcla de lgrimas y goces. De dnde proceden, pues,estos goces? El escritor debe relatar cmo se ultraj aDievuchkin o bien a Natacha, cmo se les persigui, cmo seles humill: parecera que en ello no hay nada que fuese muygozoso. Pero Dostoievski deja pasar meses, aos enteros sobreestos relatos, y luego declara pblica y francamente, sinincomodarse y hasta con orgullo, que fueron sas las horasms bellas de su existencia. Y al pblico que leer esos relatosse le exige el mismo estado de espritu; se le exige que sedeshaga en lgrimas, sin olvidarse al mismo tiemporegocijarse con tal lectura.

    Tales exigencias tienen, es cierto, sus razones. Uno suponeque, de esta manera, se logra despertar los buenossentimientos:el alma es transportada, y reconoces que elltimo de los hombres es tambin hombre y hermano tuyo1.Es, pues, el caso que, para divulgar esta idea entre los lectores,es necesario que haya cierta clase de personas que durante todasu vida se ocupen muy especialmente en contemplar en suimaginacin los horrores y las monstruosidades que existen entan elevado nmero sobre la tierra, y los describan en suslibros. Los cuadros que ellos pinten debern chocar a losespritus y trastornarlos; debern obrar con un misterioso

    1 Humillados y ofendidos.

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    poder sobre los corazones. De otro modo, se les juzgarseveramente; de otro modo, no producirn impresin alguna.

    Dejemos a un lado a los lectores, su corazn y sus buenossentimientos. Cul es entonces la situacin del escritor que seha impuesto la triste tarea de despertar la conciencia del prjimo pintando toda clase de horrores? Feliz de l si lograembaucar por algn tiempo a su propia conciencia, a fin de quelos cuadros destinados a actuar sobre otros, pasen inadvertidos para l mismo.

    Esto es ciertamente monstruoso, empero psicolgicamente,segn lo hemos dicho ya, posible. Aunque Dostoievskiexagere al referirnos sus primeras plticas con lamusa, entodo caso contiene su relato, incontestablemente, cierta dosisde verdad. Debi agradecerle a Makar Dievuchkin horas muydulces. La juventud, la inexperiencia, el ejemplo de losmayores gente incontestablemente superior , todo estocolaboraba en la formacin de ese extrao estado de espritu.Tngase presente cunto estn dispuestos a arriesgar loshombres cuando distinguen, delante de ellos, a lo lejos, laidea aureolada de luz. Uno se olvidara de todo, estara dis- puesto a sacrificarle todo, y si se tratara de servir a la idea, seabandonara no solamente a Makar Dievuchkin, ser ficticio alfin y al cabo, sino a seres reales y bien vivos. Es asombrosoentonces que sea capaz de sentirse feliz al contemplar esaimagen fantstica del funcionario perseguido? Pero sea comofuese, y sean cuales fueren las razones, el papel de pintor de larealidad sombra es tanto ms peligroso y grave cuanto mstalento tiene el que lo haya asumido, y cuanto ms sincera y

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    fervorosamente se le entregue. El talento, lo repito, es un privilegium odiosum, y Dostoievski, lo mismo que Ggol,tarde o temprano debi reconocer cun pesada es esta carga.

    III

    Se reconoce que el hombre ms desgraciado, el ltimo delos hombres, es tambin hombre y hermano tuyo.

    Esta frase agota totalmente el contenido de la idea queinspiraba a Dostoievski al comienzo de su carrera literaria.Bien puede verse que esta idea no brilla por su novedad, no eranueva ni siquiera en la poca en que Dostoievski empezaba aescribir. l no ha sido el primero en proclamarla. Alrededordel 1850, y aun mucho tiempo despus, dominaba a los msgrandes espritus rusos. Su campen ms notable en aquellapoca fue Bielinsky, quien la haba recibido de Occidente, bajo el nombre, entonces lleno de prestigio, dehumanitaris-mo. Si bien Bielinsky fue crtico, las tendencias de su esprituhacan de l, en realidad, un maestro, un predicador. En efecto,consideraba las grandes obras literarias a la luz de cierta ideamoral. Sus estudios sobre Puchkin, Ggol, Lermontov,constituyen en sus tres cuartas partes un himno en honor delhumanitarismo. Bielinsky se esforzaba en proclamar, por lomenos en literatura ya que las otras esferas, ms amplias, es-taban vedadas a su actividad , aquella declaracin de losderechos del hombre que en su da provoc sublevacin tan

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    formidable en Francia; y de la cual, como se sabe, nos vinieron principalmente las ideas nuevas. Simultneamente con estadeclaracin de los derechos del hombre frente a la sociedad,habase introducido entre nosotros, a manera de complemento,a manera de postulado necesario de dicha declaracin, segnentonces se crea, la idea de que el orden universal es na-turalmente explicable.

    Estaexplicabilidad natural habaejercido en Occidente,en efecto, una accin liberadora. Para tener las manos libres,los reformadores debieron proclamar que el antiguo rgimensocial no era sino el resultado de un juego de fuerzas ciegas.Entre nosotros, naturalmente, pensbase lo mismo.

    Pero no se conoca entonces el valor utilitario de la verdad.sta anteponase a todas las cosas: era la Verdad. La necesidadnatural fue, pues, elevada a la categora de dogma, al mismotiempo que el humanitarismo. La significacin trgica de estaunin no saltaba todava a la vista de nadie (excepto, en parte,Bielinsky; pero sobre este punto volveremos). Nadie presentaan que se haba introducido entre nosotros, simultneamentecon la declaracin de los derechos del hombre frente a laSociedad (el humanitarismo), la declaracin de su impotenciafrente a la naturaleza. Y Dostoievski lo comprenda menos quenadie. l se arrojaba sobre las ideas nuevas con todo el ardorde un joven entusiasta. Conoca ya desde haca mucho tiempoa Bielinsky, por sus artculos en las revistas; las relaciones personales que luego tuvo con este escritor fortificaron msan su fe juvenil. Ms tarde, muchos aos despus, nos cuentaen El diario de un escritor: Bielinsky no me quera en

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    absoluto, pero yo me consagraba apasionadamente a susideas. Dostoievski no explica por qu no lo quiso Bielinsky;se conforma con arrojar al respecto algunas frases generalesque, no obstante, son significativas:nos separamos pordiversas razones; por otra parte, muy poco importantes encualquier aspecto. Por lo que se sabe, no se produjeron entreellos, en efecto, divergencias muy serias. Pero, por otro lado,segn ciertos testimonios, sabemos que Dostoievski no sesinti jams a sus anchas en el crculo de Bielinsky. Todo el

    mundo, comenzando por el mismo Bielinsky, lo mortificabaen aquel ambiente. Y es de creer que aquellas ofensas actuabande un modo muy doloroso sobre ese joven extremadamentesensible. Causaron en l impresin tan profunda que bastantems tarde, veinticinco aos despus de la muerte de Bielinsky,ech mano de la primera ocasin para vengarse.

    En el mismo nmero de El ciudadano que contiene la frasearriba citada encontraremos cantidad de reflexiones venenosasdirigidas contra Bielinsky. Las antiguas heridas, las ofensasque alimentaba en su alma desde haca mucho tiempo,evidentemente hacan sufrir mucho a Dostoievski, si lanzabasemejantes flechas a la memoria de su maestro, muerto desdehaca cintos aos.

    Pero Dostoievski tena razn. Hay cosas que no es dado alhombre perdonar; hay, pues, ofensas que no pueden olvidarse.Es imposible admitir que el maestro del cual se ha aceptado laenseanza con un regocijo tan grande, con una confianza tanentusiasta, os rechace y se ra de vosotros. Y es precisamenteesto lo que suceda entre Bielinsky y Dostoievski. Mientras el

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    joven y ardiente discpulo acuda a su maestro para recogersus enseanzas sobre elltimo de los hombres miserables y perseguidos, el maestro jugaba a las cartas y hablaba decualquier cosa. Esto haca sufrir a un ser tan sensible ycreyente como lo era en aquella poca Dostoievski. Pero paraBielinsky, por otra parte, Dostoievski fue un discpulo bastante molesto. Sabis que para ciertos maestros no puedenexistir tormentos ms grandes que los que les procuran susdiscpulos en exceso fieles y que sacan de las ideas del maestro

    sus ltimas consecuencias?Bielinsky acababa ya su carrera literaria, mientras que la de

    Dostoievski slo comenzaba. Siendo hombre sazonado por laexperiencia, Bielinsky se daba cuenta perfectamente de los peligros que implicaba todo entusiasmo excesivamenteapasionado por las ideas. Saba ya que las ideas entraansiempre en sus profundidades cierta insoluble contradiccin; por eso trataba de mantenerse en su superficie. Comprendaque el orden natural se re del humanitarismo, el cual no puedems que inclinar la cabeza humildemente ante su invencibleenemigo. Se recordar seguramente la clebre carta de Bie-linsky, en la que ste exige que se le rindan cuentas por cadauna de las vctimas de la historia. Esto significa que ya haba

    percibido claramente la contradiccin y que el humanitarismoya no lo satisfaca. Pero Dostoievski no lo comprenda, no poda comprenderlo; y con todo el ardor de un nefito volvaconstantemente, en sus conversaciones y en sus escritos, sobreese ltimo hombre. Fcil es imaginar en qu disposicin deespritu escuchaba Bielinsky a su joven amigo, ms an si se

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    piensa que ni poda confesarse a s mismo sus pensamientos ysus sentimientos.

    Finalmente el discpulo abandona, sinrazones serias, a sumaestro, a quien irritaban Las pobres gentes,y el cual llam ala obra siguiente de Dostoievski ( El doble) un galimatasenfadoso. La historia no es jocosa; pero, como suele decirse,la caza salta al paso del buen cazador . Los dos amigos sesepararon, llevndose cada uno de sus breves relaciones unrecuerdo muy penoso. Bielinsky muri poco despus; encuanto a Dostoievski, conserv en su fuero interno por ms detreinta aos todava el recuerdo del maestro que lo haba re-chazado, y durante aos debatise contra las contradiccionesdolorosas que junto con el humanitarismo le haba dejado enherencia el frentico Vissarion. Indicar aqu que en susltimas obras Dostoievski ya no emplea la palabrahumanitarismo ms que en un sentido irnico y la ponesiempre entre comillas. Por lo tanto, hay que creer que aquellole cost bastante caro. Hubiera podido preverlo en la poca enque lloraba sobre la figura de Makar Dievuchkin y se abrazabacon Bielinsky, Nekrssov y Grigorovich1?

    La ruptura con Bielinsky fue la primera prueba queDostoievski tuvo que soportar. Y la soport con honor. Noslo no traicion su fe, sino que parece habrsele entregado,haberse abandonado a ella con una pasin mayor aun, si bien

    1 Nekrssov, clebre poeta ruso. Grigorovich, prosista, autor de relatos ycuentos.

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    ya desde su comienzo se le haba consagrado con ardorextremo.

    La segunda prueba que debi soportar Dostoievski fue sudetencin, su encarcelamiento, como cmplice dePetrachevsky1. Dostoievski fue condenado a la pena capital,que luego se le conmut por la de trabajos forzados. Pero permaneci firme e inflexible, y no slo exteriormente: como bien lo prueban sus propios recuerdos, ninguna duda vino aturbar su alma. Su testimonio se refiere a 1873; a la poca portanto en la cual ya no senta frente a su pasado ms que odio ydisgusto, y hasta estaba dispuesto a calumniarlo. Estetestimonio encierra, pues, un valor particular, y creemos ser bueno citarlo por entero.

    Aquel veredicto que nos condenaba a ser fusilados y quenos fue ledo antes de la ejecucin, no era en modo alguno unsimulacro; casi todos los condenados estaban persuadidos deque seran ejecutados, y durante unos diez minutos, por lomenos, experimentaron los horrores de la expectacin de lamuerte. Durante aquellos minutos, algunos de nosotros (yo los de manera pertinente) descendieron instintivamente haciasus fueros internos, y, examinando en esos cortos instantes suexistencia tan breve, es posible que lamentaran algunas de susacciones (de aqullas que pesan en secreto sobre la concienciade cada cual); pero aquello por lo cual se les condenaba, los pensamientos, las ideas que dominaban nuestro espritu, noslo no nos imaginbamos que deban provocar en nosotros

    1 Revolucionario ruso; Dostoievski formaba parte de su grupo.

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    remordimientos, sino que considerbamos, bien al contrario,que nos purificaban y nos convertan en mrtires, y que por sucausa mucho nos sera perdonado. Y esto dur mucho tiempo.Los aos de presidio, los sufrimientos, no nos quebraron; nohubo nada que pudiera quebrarnos; todo lo contrario: nuestrasconvicciones sostenan a nuestras almas, conscientes del debercumplido.

    As habla de su pasado Dostoievski un cuarto de siglodespus de los acontecimientos.El ltimo de los hombres sehallaba, pues, bien arraigado en su corazn, y las ideas deBielinsky permanecan profundamente ancladas en l. Eslcito, entonces, creer completamente falsa esa opiningeneralmente acreditada en estos ltimos tiempos, segn lacual el acercamiento entre Dostoievski y el crculo deBielinsky aconteci slo al abrigo de un equvoco, y que elescritor perteneca ya desde su juventud a un ambientetotalmente distinto. En resumen, qu falta nos hace estaexplicacin? Para salvaguardar el honor de Dostoievski?Pero en qu puede quedar afectado su honor? Es realmenteindispensable para el hombre tener ya desde su primerainfancia ciertas convicciones inmutables, preparadas deantemano para toda su existencia? En mi opinin, esto no es

    indispensable en manera alguna. El hombre vive, y la vida leensea muchas cosas. Y aqul que llegue a la vejez sin haberaprendido nada nuevo, no nos infundir respeto; sino ms biennos causar asombro, debido a su insensibilidad.

    Por otra parte, no pienso ni en sueos elogiar a Dostoievski por su sensibilidad; y, en general, ste no es lugar para

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    determinar sus cualidades morales. Lo cierto es que fue una personalidad del todo extraordinaria; sin duda lo fue a los ojosde quienes se deciden a estudiarlo y a hablar de l tantos aosdespus de su muerte. Pero tanto ms intil es entoncesinventarle todava cualidades morales peculiares. En este caso,ms rigurosamente aun que en cualquier otra circunstancia, es preciso saber dejar a un lado simpatas y antipatas y noaplastar al lector bajo el peso de las convicciones propias, pornobles y elevadas que sean.

    Para nosotros, Dostoievski es un enigma psicolgico. Paraencontrar la clave de este enigma, no hay ms que un solomedio, que es el de seguir, tan cerca como nos sea posible, a laverdad y a la realidad. Y si l mismo ha confesadofrancamente que sus convicciones se transformaron, todatentativa de rodear de silencio este hecho importante, portemor a que nos imponga ciertas conclusiones inesperadas yextraas, toda manera semejante de proceder, debe serseveramente condenada. Aqu el temor est fuera de lugar.Dicho de otro modo, es menester encontrar, en uno mismo, lafuerza de triunfar sobre l.

    Toda verdad nueva, descubierta por primera vez, ofrece alos ojos un aspecto tan feo y penoso como un recin nacido.Pero en este caso habra que apartarse de la vida deDostoievski y de toda su actividad; puesto que, durante toda suexistencia, no ces de buscar esa cosa deforme de la cual aquse trata. No en vano ha pasado decenas de aos en elsubterrneo y en el presidio; no en vano desde su juventud, nodistingui la luz del da y no vio ms que a sus Dievuchkin,

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    Goliadkin, Natacha, Rasklnikov, Karamzov! No existe, pues, otra va para llegar a la verdad que la que conduce atravs del presidio y el subterrneo!... Pero, son todas lasrutas que conducen a la verdad rutas subterrneas? Y toda profundidad es obscura? Y bien, qu otra cosa nos dicen lasobras de Dostoievski?

    IV

    Despus de salir del presidio, Dostoievski vuelve a escribirinmediatamente y con fervor. Su primera obra importante fueel cuento La aldea de Stepanchikovo y sus habitantes. Ni el ojoms perspicaz hubiera podido adivinar que este relato era obrade un hombre que acababa de abandonar el presidio. Alcontrario, el narrador nos parece hombre apacible, bondadosoy espiritual, hasta tal punto bondadoso y apacible que su his-toria, embrollada en extremo, termina en un desenlace feliz.Despus de haber sufrido y soportado largamente todos loscaprichos de Foma Opiskin y de su madre la generala , elto, en el momento decisivo, da muestras de una energa

    extraordinaria y de una fuerza fsica ms extraordinaria an.De un solo puetazo lanza el to a Foma Opiskin, a travs deuna puerta cerrada, a la galera, primero, y luego al patio; y eltirano, que atormentaba haca ya tanto tiempo a toda lafamilia, se halla bruscamente derribado y aplastado. Pero estono le basta todava a Dostoievski. No desea castigar tandolorosamente ni siquiera al tirano. Pronto vuelve Foma a

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    l. Ensayaba sinceramente reconciliarse con la vida, mas lavida rehusaba reconciliarse con l. Surge esto, no solamentedel cuento que acabo de citar, sino asimismo de todas las obrasque escribi en el transcurso de los primeros aossubsiguientes a su salida del presidio.

    Su experiencia nueva habale enseado simplemente quehay sobre la tierra tragedias terribles y sufrimientos atroces y

    para un escritor esto no es mucho que es necesario huir deellos en lo posible. Esto es exactamente lo mismo que ocurreen un barco que naufraga: slvese quien pueda! A lo largo delas reflexiones solitarias que nos relata tan elocuentemente Lacasa de los muertos,qu es lo que le da alas a Dostoievski,qu es lo que derrama sobre l la esperanza, la energa, laconfianza? La conciencia neta de que l ya no tendr que participar, definitivamente, de la suerte de sus camaradas de presidio, y de que una vida nueva lo espera. Acepta lo que lesobreviene, se somete a su destino, porque espera algodistinto. He aqu sus propias palabras:De qu esperanzasllenbase entonces mi corazn! Pensaba, resolva, me jurabaque ya no habra errores semejantes en mi existencia, cadascomo las que antes se haban producido. Trazaba el programade mi porvenir y decida seguirlo fielmente. Con una fe ciega

    crea yo de nuevo que cumplira estas decisiones y que bien poda cumplirlas. Esperaba con impaciencia, evocaba lalibertad pata recobrar conciencia de mis fuerzas empeadas enuna lucha nueva. A veces me posea una impaciencia convul-siva.

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    Tal era la disposicin de espritu que el presidio produca enDostoievski. Quiso y pudo considerarlo una prueba temporalsolamente, que le traa esperanzas nuevas, inmensas. Vea susaos de presidio slo a la luz de esas esperanzas, y es esto loque explica el colorido tan suave de las memorias1 y lasituacin privilegiada que ocupan stas en el espritu de loscrticos, y aun en el de aquellos lectores que encuentranintilmente crueles las obras posteriores de Dostoievski. En Lacasa de los muertos hay exactamente tanta crueldad como

    hace falta, como hace falta al lector, se entiende. Contienedescripciones atroces, escenas de crueldad y de violencia. Perotodos estos episodios tienen cierta significacinmoral. Serecuerda all a los lectores que el condenado es, l tambin,un hombre y un hermano. Con este fin, a las escenas deviolencia suceden cuadros conmovedores, en los cuales sedescriben los buenos sentimientos de los habitantes de la casa

    de los muertos. El teatro de Navidad, la compra del caballo bayo, los animales del presidio el macho cabro y el aguilu-cho , esas escenas idlicas pintadas por Dostoievski con tantoarte y sinceridad, le han forjado su reputacin (muy justificada) de gran artista y de hombre de corazn noble. Si sualma no se debilitaba en el presidio, si en medio desufrimientos fsicos y morales insoportables, conservaba unasensibilidad semejante, es porque guardaba en su entraafuerzas inmensas. Y se llegaba, pues, a la conclusin filosficade que ningn presidio, ninguna prueba es capaz de vencer auna conviccin honda y sincera. Pero ese entusiasmo y esas

    1 Se trata de La casa de los muertos, presentada por el autor como Memorias.

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    conclusiones hacan olvidar a los lectoresal ltimo hombre,que quedaba en el presidio y que all conclua su vida, en-cadenado, bajo la vigilancia de los soldados; ese condenado atrabajos forzados a perpetuidad, que Dostoievski mismocompar (la comparacin es bella, no es cierto?) con unhombre enterrado vivo. Y uno se olvidaba de preguntarsetambin qu era lo que, justamente, haba protegido al coraznde Dostoievski del xido. Era realmente oro puro, o haba para ello alguna otra causa? Cuestin muy interesante en

    verdad. Es necesario no dejar verificar jams la leyenda de loscorazones de oro, aunque fuera tan slo para descubrir unanueva prueba de su verdad.

    Ya el fragmento arriba citado es susceptible de provocar enel lector ciertas sospechas: el corazn de oro cuenta un pocodemasiado con los beneficios del hado. La expectacin de unavida nueva no cesaba de sostener a Dostoievski en eltranscurso de sus aos de presidio. En La casa de los muertos se trata de la vida nueva cada vez que el personaje, en nombredel cual habla el autor, experimenta con agudeza singular sutriste situacin. As, durante la noche que sigue al primerespectculo organizado para los detenidos, Gorinchicov1 sedespierta sobresaltado:Espantado cuenta , me incorporo

    y a la luz de la pequea buja recorro con una mirada circular amis compaeros dormidos. Miro sus rostros plidos, sus pobres lechos, toda esta miseria, como si quisiera persuadirmede que lo que estoy viendo no es la continuacin de mi horrible

    1 El hroe deLa casa de los muertos.

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    sueo, sino la verdadera realidad. Y qu hace Dostoievski pata resistir a tan espantosa visin? He aqu una oportunidadexcelente para deshacerse en llanto: ninguna ficcin podrcompararse con la realidad que tiene ante sus ojos. Pero en el presidio no se llora. Esto, Dostoievski mismo nos lo dir mstarde. Veamos, no obstante, su respuesta inmediata: No estoyaqu para siempre, sino slo por algunos aos, me digo; y doydescanso a mi cabeza, sobre la almohada. Lo entendis? Esla nica respuesta que pueda darse a la cuestin, as planteada;

    espero que habis reparado en la cuestin. Ya no se trata deinvocar el teatro, el macho cabro, el bayo, ni esas reflexioneshumanitarias que vuelven a encontrarse en otros pasajes de las memorias. El nico medio de reconciliarse con la realidad esrecordar que el presidio no durar eternamente, sino que un datocar a su fin. Dostoievski no lo olvid jams en el transcursode su condena.Seguir viviendo todava, despus de la

    crcel, dice.

    V

    Lo que perjudic en mucho la comprensin exacta de Lacasa de los muertos fue el prefacio que Dostoievski le agreg.Qu necesidad haba de escribirlo? Qu necesidad hubo decontar que esas memorias pertenecan a la pluma de ciertoAlejandro Petrvich Gorinchikov, condenado a trabajosforzados por el asesinato de su mujer? Fue a causa de lacensura? Sin embargo, de lasmemorias se desprende

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    claramente que Gorinchikov haba sido deportado por delito poltico. As, por ejemplo, cuando quiso participar en la protesta de los presos, los otros deportados polticos lerecordaron que la intervencin suya poda echar a perder elasunto:Acurdese usted le dijeron de por qu estamosaqu. Y tambin en otras circunstancias ms se aludeclaramente al hecho de que el autor de esas memorias no es un preso comn, sino poltico. En suma, el prefacio no podaengaar a la censura. Si engaaba a alguien, ese alguien era el

    lector, a quien presentaba a Gorinchikov bajo falsasapariencias y en forma equvoca. De acuerdo con el prefacio,tenemos que habrnoslas en la persona de Gorinchikov conun hombre irremediablemente perdido por toda su vida. Nohabla con nadie, ni siquiera lee nada, y concluye sus das en unrincn perdido de Siberia, no saliendo de su choza sino paradar algunas miserables lecciones. Y all muere solo,

    abandonado por todos, tras haber olvidado l mismo a todo elmundo. No slo en el presidio es donde se encuentra a seresenterrados vivos. Pero esa gente no escribe memorias, y si lesda por escribirlas, su tono es completamente distinto del quetienen las de La casa de los muertos. Cmo hubieran podidoadvertir ellos, con sus ojos, los juegos y distracciones de los presidiarios? Dnde hubieran podido extraer la vitalidadnecesaria para conmoverse con las diversas manifestacionesde la bondad descubiertas por Dostoievski? Gorinchikov nohabra sido capaz de describir (si en general hubiese podidodescribir cualquier cosa, pues aquella gente, lo repito, noescribe sino rara vez) ms que un infierno eternamente negro.Ya no hay esperanza para l; no significa esto que el mundo

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    entero ha perdido toda esperanza? Lo que aqu introduzco noes ningn principio nuevo esperen un poco los lectoresantes de protestar! , hablo tan slo colocndome en el puntode vista psicolgico.

    Al tiempo que escriba esas memorias, y a todo lo largo desu permanencia en el presidio, era Dostoievski todo locontrario de Gorinchikov. Era entonces ante todo un hombrelleno de esperanzas, y de esperanzas inmensas; y su filosofaera una filosofa de la esperanza. Y era esto lo que impeda quesu corazn se cubriese de xido; lo que le daba la posibilidadde conservar intacto aquelhumanitarismo que llevaba en suinterior al llegar al presidio. Si hubiese sobre su corazn unamaldicin eterna, semejante a la que aplastaba el alma deGorinchikov, habrale ayudado su humanitarismo asoportarla? Lasconvicciones, habran sostenido a suespritu, tal como l lo cont? No son, al contrario, estasconvicciones las que necesitaban ser sostenidas por l, a pesarde lo que tenan de elevado? Es necesario que esta cuestinquede planteada aqu. Gorinchikov no hubiera escrito Lacasa de los muertos; pero Dostoievski, s, la escribi. Y si detiempo en tiempo resuena alguna disonancia en esta novela, siencontris a veces en ella escenas y observaciones que rompen

    con brusquedad la armona general de esta obra impregnada deesprituhumanitario, le incumbe la falta a ese elemento deinconstancia y de inestabilidad que toda esperanza oculta.sta, en efecto, es cosa muy caprichosa: viene, pasa, segn sele antoja. Es probable que la esperanza abandonara aDostoievski muchas veces durante su condena, y por largos

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    perodos. Y es precisamente en tales momentos cuando sentaque se haba hundido para siempre, para toda la eternidad, quehaba descendido al nivel delltimo de los hombres; esentonces cuando germinaban en l aquellos elementosespirituales nuevos, aquellos pensamientos terribles que mstarde, al desarrollarse, iban a dar nacimiento a una filosofacompletamente distinta; a la verdadera filosofa del presidio,de la desesperacin, a la filosofa del hombre subterrneo. Auntendremos que ver muchas veces con ella. Mas, por el

    momento, todo esto permanece oculto; hasta ahoraDostoievski se aferra firmemente alhumanitarismo, y no piensa ms que en una sola cosa: recobrar su antiguaexistencia, realizar de nuevo su trabajo; pero realizarlo mejortodava, con mayor pureza, sin debilidades, sin ningunaconcesin. Aun no se trata de latransformacin de lasconvicciones. El orden natural de las cosas no levanta todava

    su voz, y triunfa el humanitarismo.En este sentido, los artculos de Dostoievski que se refieren

    a aquel perodo son significativos en extremo. Son poconumerosos y fueron publicados en la revista El tiempo, en1861. Aunque en su mayor parte tienen carcter polmico, sutono tranquilo, el respeto que el autor demuestra a sus

    adversarios, al mismo tiempo que conserva el sentimiento desu propia dignidad, todo esto es sumamente extraordinario, noslo para el caso de Dostoievski cuyas polmicas suelen ser,dicho en una palabra, sencillamente inconvenientes (vase, por ejemplo, su discusin con Gradovsky), sino en toda laliteratura rusa.

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    De ordinario, desde el momento en que se trata de polmica, se olvida bien pronto el propio objeto de ladiscusin, y los adversarios ya no piensan sino en superarsemutuamente haciendo brillar su espritu, su dialctica, susaber. Nada de eso hay en los artculos de Dostoievski. l nodesea la guerra; slo piensa en la paz. La paz conDobrolibov1 a quien estima debido a su talento y pese alextremismo de sus convicciones; la paz con los eslavfilos, alos cuales reprocha su desprecio fantico por todos los

    escritores que no pertenezcan a su partido.Lo que es particularmente significativo a este respecto es el

    esfuerzo hacia la conciliacin que hace Dostoievski, esemismo Dostoievski que arroj la mscara humanitariainmediatamente despus de su discurso en honor de Puchkin,en el cual proclamaba con semejante fervor, aun incapaz detolerar la menor contradiccin, la unin de todos los partidos.

    Pero es menester no olvidar tampoco su polmica contra loseslavfilos a propsito del diario El da que comenzaba aaparecer entonces; y sobre todo, deberan de recordarloquienes creen en el don proftico de Dostoievski. O, ms bien,no! Haran mejor, tal vez, en olvidar completamente su polmica con El da, pues sta compromete gravemente lostalentos profticos del escritor. Extrao profeta, en efecto, elque no pudo prever su propio porvenir, un porvenir tan prximo! El cual en 1861 reprochaba sincera y seriamente a

    1 Crtico ruso que ejerca gran influencia hacia los aos 60 y 70 del siglopasado.

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    los eslavfilos el que no estimaran en su justo valor los mritosdel partido de los occidentales, y que defenda con semejantefervor a estos ltimos, a los cuales ms tarde despreciara, noqueriendo ver en ellos ms que a liberales bromistas ychanceros! A todo hombre, por genial que sea, le est permitido errar; pero un profeta no es profeta sino mientras predice con exactitud el porvenir.

    El artculo del que aqu hacemos cuestin es muy pococonocido. Me parece, pues, interesante reproducir dos o tresfragmentos del mismo. Convencern definitivamente al lectorde que Dostoievski no perdi en el presidio su fe. Cito casi alazar, pues todo el artculo est concebido en idntico espritu:

    Digmoslo abiertamente: los dirigentes eslavfilos sonconocidos como gente honrada. Si es as, cmo pueden ellosdecir de toda la literatura (esto es, de la literatura contendencias occidentales) que es indiferente a los sufrimientosdel pueblo? Cmo se osa decir que cuando esta literaturacritica a nuestro pueblo, lo haceno por su amor ardiente a este pueblo (subrayado por Dostoievski) , sino por impiedad , por odio instintivo hacia todo lo que es sagrado, hacia el honory el deber? Qu fanatismo! Esto slo puede decirlo quienhaya llegado al ltimo grado del fanatismo frentico!... Estohuele a hoguera y torturas.

    La frase subrayada la toma Dostoievski del diario El da. Esta frase indigna a Dostoievski; no puede olvidarla, ycitndola una vez ms, exclama:cmo ha podido trazarlavuestra mano? Ms tarde, la mano de Dostoievski estamp

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    tributo al humanitarismo; pero bien pronto el antiguo ideal,minado por un enemigo invisible, se derrumbar. Ser el perodo del subterrneo...

    VI

    Cundo comienza ese perodo? Hecho notable!: precisamente en el instante en que las ms caras esperanzas dela generacin del cincuenta y tantos parecen realizarse, laservidumbre ha tocado a su fin. Todo un conjunto de reformas, proyectadas y en vas de llevarse a cabo, hace creer que prontose convertir en realidad el sueo que tanto atraa a Bielinsky yque haca llorar a Natacha (en Humillados y ofendidos) alleerle Ivn Petrvich su primera obra. Solamente en los libroshabase hablado hasta ese momento delltimo de loshombres; por fin, sus derechos son proclamados abier-tamente. El humanitarismo no haba sido ms que una ideaabstracta; ahora esta idea es llamada a desempear un papelactivo en la vida. Los ms extremados idealistas no podanmenos que reconocer, a comienzos del sesenta y tantos, que la

    realidad, de ordinario pasiva e inerte, ya no permaneca tan a lazaga de sus sueos. La literatura estaba de fiesta.

    nicamente Dostoievski no participaba de esta alegra. Semantiene a distancia, como si nada de extraordinario sehubiese producido. Hace ms an: se oculta en su subterrneo;

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    las esperanzas de Rusia no son las suyas. A l no leconciernen...

    Cmo explicarse esta indiferencia del ms grande de losescritores rusos frente a los acontecimientos considerados ennuestra literatura como el comienzo de una era nueva de lahistoria rusa? La explicacin generalmente admitida es muysimple: Dostoievski fue un gran artista, pero bastante pequeocomo pensador. Ya se conoce el valor de tales explicacionescorrientes. sta no vale ms que las otras; no obstante, comotodo lugar comn, es digna de atencin. No ha surgidogratuitamente; lleg a ser indispensable, no para allanar a loshombres el camino de la verdad, sino, al contrario, para cerrarante sta todos los caminos, para sofocarla, para impedir quese difunda. No hay por qu asombrarse si se piensa de quclase de verdad se trata aqu. Cmo no sofocarla, siDostoievski mismo le tuvo horror? No citar ms que un brevefragmento del diario del hombre subterrneo. He aqu lo queste le dice a esa muchacha de una casa pblica, que haacudido a l en busca de unapoyo moral:

    Sabes lo que yo quiero en realidad? Que os vayis todosal diablo. Yo slo necesito esto. Necesito tranquilidad. Soycapaz de vender el universo entero por un copec, con tal que seme deje en paz. Que perezca el mundo entero, o que yo notome mi t? Pues dir: que perezca el mundo entero con tal quetome siempre mi t.

    Quin habla de esta manera? Quin concibe la idea de poner en boca de su hroe frases tan monstruosamente cnicas?

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    Ese mismo Dostoievski que, poco tiempo atrs, pronunci consemejante ardor, con semejante sentimiento, aquellas palabrassobre el ltimo de los hombres, que ya varias veces hecitado. Comprendis ahora cunta debi ser la fuerza delgolpe que arroj a Dostoievski tan lejos? Comprendis ahoracul fue esa verdad que se le revel? Tenan mil veces raznnuestros crticos para reemplazar esa verdad por un lugarcomn.

    La voz que habla desde el subterrneo: he aqu un alaridode espanto desgarrador, escapado a un hombre que, de pronto,descubre que durante toda su vida haba mentido yrepresentado una comedia, al asegurar a los dems y alasegurarse a s mismo que el objetivo supremo de la existenciaera hacerse servidor delltimo de los hombres. Hastaentonces se consideraba l sealado por el destino, designado pata una gran obra. Ahora se percata bruscamente de que l ennada es mejor que los dems hombres; de que las ideas le sontan indiferentes, en suma, como al ms ordinario de loshombres. Que triunfen, pues, las ideas!, que seanemancipados los campesinos!, que se establezcan tribunales justos y humanitarios!, que se ponga fin al antiguo sistema dereclutamiento!... El alma suya no se sentir por ello ms ligera,

    ni ms dichosa. Se ve obligado a confesarse a s mismo que, sien lugar de todos esos acontecimientos felices hubiesen cadosobre Rusia catstrofes, l no se habra sentido peor por eso; alcontrario, se habra sentido quizs an mejor...

    Qu debe hacer, decidlo vosotros, qu debe hacer unhombre que ha descubierto en s un pensamiento tan

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    monstruoso, tan innoble? Sobre todo un escritor, acos-tumbrado a creer que es su obligacin dar parte al lector detodo lo que acontece en su alma. Decir la verdad? Salir a la plaza y declarar, franca y pblicamente, que toda su vidaanterior, que todas las palabras que antao pronunci, no eranms que mentira, hipocresa; que en el instante mismo en quelloraba por Makar Dievuchkin, no pensaba de ninguna maneraen ese desgraciado; sino que pintaba, simplemente, cuadrosconmovedores para enternecer al pblico y enternecerse a s

    mismo? Confesar esto a los cuarenta aos, cuando esimposible recomenzar una vida nueva, cuando romper con el pasado equivale a hacerse enterrar en vida...!

    Dostoievski intenta seguir escribiendo como antes: casisimultneamente con Notas desde el subterrneo,compone Humillados y ofendidos, haciendo un esfuerzo por escudarsetras la idea de la abnegacin; cuyo peso, sin embargo, loaplasta. Pero dnde hallar las fuerzas que exige esasistemtica sarta de patraas, esa mentira frente a s mismo? Aduras penas logra sostener el tono en Humillados y ofendidos; y ya hay en esta obra pginas donde se enciende de pronto laluz de una nueva revelacin. Son poco numerosas, es verdad.El hombre subterrneo hace su aparicin slo en la

    conversacin entre el prncipe e Ivn Petrvich (por la noche,en el restaurante); pero ello basta para hacernos adivinar latempestad que va cernindose en el alma de Dostoievski. El prncipe no cesa de burlarse, con impudencia, de losideales,deSchiller , mientras que el pobre Ivn Petrvich permaneceall completamente cohibido, y no sabe defenderse y ni

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    siquiera consigue conservar cierta dignidad. Permitir, aunqueno sea ms que a un personaje de novela, que se mofe tansperamente de todo aquello que es para uno lo ms sagrado,equivale ya a mostrarse dispuesto a renunciar a ello. Es verdadque Dostoievski no permite que el prncipe triunfe, a no seruna sola vez y por un instante solamente. Pues en seguida sedir que todos los personajes de la novela luchan entre s,movidos por su nobleza de alma y su generosidad. Empero,una cuchara de alquitrn echa a perder un tarro entero de

    miel, tanto ms si es miel adulterada. El nfasis deDostoievski se ha desvanecido. El bien ya no lo inspira.

    En Notas desde el subterrneo, reniega Dostoievski pblicamente de sus ideas, pero no lo hace abiertamente. No puedo seguir fingiendo, no puedo vivir por ms tiempo alabrigo de las ideas engaosas; mas no tengo otra verdad.Suceda lo que suceda! He aqu lo que afirma el diario, hagaDostoievski lo que haga por repudiarlo, en la nota que aade ala obra.

    Jams la palabra de un escritor ruso ha resonado condesesperacin semejante. Y es esto lo que explica la audacianica (el conde de Tolstoi hubiera dicho: laimpudencia, talcomo se expres respecto a Nietzsche) con que Dostoievski se permite escupir sobre los sentimientos humanos ms caros,ms sagrados.

    Ya he indicado que Dostoievski nos relata aqu su propiahistoria. Ello no significa, por cierto, que l mismo hubieraobrado tan innoblemente con una ocasional compaera. La

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    historia de Lisa es evidentemente inventada. Pero lo que causahorror en este libro es que Dostoievski se viera obligado allevar a cabo un acto tan atroz, aunque tan slo fuese en suimaginacin. No es a Lisa a quien ech de su lado. Estoyseguro de que l hubiera tenido piedad suficiente para con ellaa fin de reprimir sus explosiones de clera y de irritacin. Peroel caso es que tuvo necesidad del personaje de Lisa ni-camente con el fin de envilecer, de sumergir en el lodo, aaquella misma idea de la que haba sido durante aos fiel

    servidor.Para encabezar el captulo en que nos cuenta esa historia

    atroz, cita Dostoievski, a manera de epgrafe, el comienzo delclebre poema de Nekrssov:Cuando las tinieblas delerror.... Y son justamente esos versos, y el ideal sagrado deaqullos cuyas ideas l abraz apasionadamente en otrotiempo, los que Dostoievski injuria y ridiculiza ahora en formasacrlega. No le quedaba otra salida. Le era imposible callar.Algo haba despertado en su alma, algo monstruoso,formidable, y que escapaba ya a su dominio.

    Haba hecho todos los esfuerzos posibles lo hemosvisto por conservar su antigua fe. Continu elevando precesa su antiguo Dios, aun cuando ya no le quedaba esperanzaalguna de que pudieran ser escuchadas. No cesaba de creer quesus dudas pasaran, que eso no era ms que temporal tentacin.Continu murmurando a flor de labios su antigua frmula deconjuro:Se reconoce que el ltimo de los hombres es tambinhombre y hermano tuyo... Pero las palabras de esta frmulaya no le traan consuelo alguno; envenenaban a Dostoievski,

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    aunque se las considerara entonces y se las considere ahoratodava inofensivas, y aun ms bien tiles y confortadoras parael alma... Feliz de aquel que no percibe en esa frase ms que la poesa de la fraternidad humana! Pero qu le cuadra hacercon ella al que se halla de pronto ante la absurdidad y la nadade la existencia del ltimo de los hombres? Cmo soportaresa frase, cuando se ha conocido por experiencia propia elhorror de dicha existencia, cuando est obligado uno mismo ahacerse cargo del papel de Makar Dievuchkin, ese objeto de

    enternecimiento de almas elevadas, en tanto que la poesa de lafraternidad universal se destina a satisfacer a las almas jvenes, recientemente llegadas a la existencia? Qu nos darentonces la gran idea humanitaria?... Ensueos de porvenir,cuya realizacin se presenta muy remota, claro est?, laesperanza de la felicidad futura de la humanidad?... Y por elmomento, hay que conformarse con el papel hipcrita y

    detestable de sacerdote detodo lo que es sublime y noble...Lo sublime y lo noble entre comillas ; no soy yo el que loha inventado: lo encontr en las Notas desde el subterrneo. Todos los ideales son presentados all con ese aspecto:Schiller, la poesa de Nekrssov, el humanitarismo, el palaciode cristal; en pocas palabras, todo lo que llenaba otrora deenternecimiento y entusiasmo el alma de Dostoievski es objetoahora de las burlas y los sarcasmos ms ponzoosos que l pueda imaginar. Los ideales y el enternecimiento que losacompaa ya no provocan ahora en Dostoievski ms quehasto, asco y horror.

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    LA FILOSOFA DE LA TRAGEDIA

    No es que niegue la posibilidad de realizar los ideales. No piensa en eso, no quiere pensar en eso. Si los sueos generososde su juventud no se realizan jams... tanto peor. La felicidadhumana ser alcanzada posiblemente sobre la tierra; peco Dostoievski la maldice por anticipado. Lo dir abiertamente:nadie, hasta Dostoievski, haba osado emitir pensamientossemejantes, ni aun agregndoles cualquiera nota explicativa.Haca falta atravesar una desesperacin tremenda para quetales pensamientos pudieran nacer en un cerebro humano;

    haca falta una audacia sobrehumana para presentarse contales pensamientos ante los hombres.

    Por eso Dostoievski no los reconoci jams como suyos, ytena siempre en reserva, para muestra, ideales que proclamaba con tal frenes, porque estaban en profundsimacontradiccin con sus deseos esenciales, con las aspiracionesde todo su ser. Sus obras del segundo perodo reflejan, todas,esta dualidad, y ahora se plantea la cuestin: qu hemos de buscar, qu hemos de estimar en ellas? Las exigencias de sualma que se manifestaban violentamente en contrade la razny de la conciencia (para