Castoriadis Cornelius - Raices Subjetivas Del Proyecto Revolucionario
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8/3/2019 Castoriadis Cornelius - Raices Subjetivas Del Proyecto Revolucionario
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Cornelius Castoriadis. Races Subjetivas del Proyecto Revolucionario.Zona Ergena. N 15. 1993.
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RACES SUBJETIVAS DEL PROYECTO
REVOLUCIONARIO
CORNELIUS CASTORIADIS
Lo que podemos decir sobre este tema es por definicin eminen-
temente subjetivo. Est tambin, igualmente por definicin, expuesto
a todas las interpretaciones que se quiera. Si puede ayudar a alguien
a ver ms claramente en otro ser humano (aunque fuese en Las ilu-
siones y en Los errores de ste), y con ello, en s mismo, no habr
sido intil decirlo.
Tengo el deseo, y siento la necesidad para vivir, de otra sociedad
que la que me rodea. Como la gran mayora de los hombres, puedo
vivir en sta y acomodarme a ella -en todo caso, vivo en ella. Tan
crticamente como intento mirarme, ni mi capacidad de adaptacin, ni
mi asimilacin de la realidad me parecen inferiores a la media socio-
lgica. No pido la inmortalidad, la ubicuidad, la omnisciencia. No pido
que la sociedad me d la felicidad; s que no es sta una racin que
pueda ser distribuida en el Ayuntamiento o en el Consejo Obrero del
barrio, y que, si esto existe, no hay otro ms que yo que pueda ha-
crmela, a mi medida, como ya me ha sucedido y me suceder sin
duda todava. Pero en la vida, tal como ella hecha para m y para los
dems, topo con una multitud de cosas inadmisibles; repito que no
son fatales y que corresponden a la organizacin de la sociedad. De-
seo, y pido, que antes que nada, que mi trabajo tenga algn sentido,
que pueda probar para qu sirve y la manera en que est hecho, que
me permita prodigarme en l realmente y hacer uso de mis faculta-des tanto como enriquecerme y desarrollarme, y digo que es posible,
con otra organizacin de la sociedad para m y para todos. Digo tam-
bin que sera ya un cambio fundamental en esta direccin si se me
dejase decidir, con todos los dems, lo que tengo que hacer y, con
mis compaeros de trabajo, cmo hacerlo.
Deseo poder, con todos los dems, saber lo que sucede en la so-
ciedad, controlar la extensin y la calidad de la informacin que me
es dada. Pido poder participar directamente en todas las decisiones
sociales que pueden afectar a mi existencia, o al curso general del
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mundo en el que vivo. No acepto que mi suerte sea decidida, da tras
da, por una gente cuyos proyectos me son hostiles, o simplemente
desconocidos, y para los que nosotros no somos, yo y todos los de-
ms, ms que cifras en un plan, o peones sobre un tablero, y que, en
el lmite, mi vida y mi muerte estn entre las manos de unas gentesde las que s que son necesariamente ciegas.
S perfectamente que la realizacin de otra organizacin social, y
su vida, no sern de ningn modo simples, que se encontraran a cada
paso con problemas difciles. Pero prefiero enfrentarme a problemas
reales que al delirio de un De Gaulle, a Las artimaas de un Johnson,
o a las intrigas de un Jruschov. Si incluso debisemos, yo y los de-
ms, encontrarnos con el fracaso en esta va, prefiero el fracaso en
un intento que tiene sentido a un estado que se queda ms ac inclu-
so del fracaso.
Deseo poder encontrar al prjimo a la vez como a un semejante y
como a alguien absolutamente diferente, no como a un nmero, ni
como a una rana asomada a otro escaln (inferior o superior, poco
importa) de la jerarqua de las rentas y de los poderes. Deseo poder
verlo, y que me pueda ver, como a otro ser humano, que nuestras
relaciones no sean terreno de la expresin de la agresividad, que
nuestra competitividad se quede en los lmites del juego, que nues-
tros conflictos, en la medida en que no pueden ser resueltos o supe-rados, conciernan unos problemas y unas posiciones de juego reales,
arrastren lo menos posible de inconciente, estn cargados lo menos
posible de imaginario. Deseo que el prjimo sea libre, pues mi liber-
tad comienza all donde comienza la libertad del otro y que, solo, no
puedo ser ms que un virtuoso en la desgracia. No cuento con que
los hombres se transformen en ngeles, ni que sus almas lleguen a
ser puras como lagos de montaa -ya que, por lo dems, esta gente
siempre me ha aburrido profundamente. Pero s cuanto la cultura
actual agrava y exaspera su dificultad de ser, y de ser con los dems,
y veo que multiplica hasta el infinito los obstculos a su libertad.
S, ciertamente, que este deseo mo no puede realizarse hoy; ni
siquiera, aunque la revolucin tuviese lugar maana, realizarse nte-
gramente mientras viva. S que, un da, vivirn unos hombres para
quienes el recuerdo de los problemas que ms pueden angustiarnos
hoy en da, no existir. Este es mi destino; el que debo asumir y el
que asumo. Pero esto no puede reducirse ni a la desesperacin ni al
rumiar catatnico. Teniendo este deseo, que es el mo, no puedo msque trabajar para su realizacin. Y ya en la eleccin que hago del in-
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ters principal de mi vida, en el trabajo que le dedico, para m lleno
de sentido (incluso si me encuentro en l, y lo acepto, con el fracaso
parcial, los rodeos, las tareas que no tienen sentido por s mismas),
en la participacin en una colectividad de revolucionarios que intenta
superar las relaciones reificadas y alienadas de la sociedad actual,estoy en disposicin de realizar parcialmente este deseo. Si hubiese
nacido en una sociedad comunista, quizs la felicidad me hubiese sido
ms fcil -no no tengo idea, qu puedo hacerle. No voy con este pre-
texto, a pasar mi tiempo libre mirando la televisin, o leyendo nove-
las policiales.
Extracto de La Institucin Imaginaria de la Sociedad Tomo 1.
pg. 157. Tusquets Editores.