Bryce Echeñique Alfredo Antes de La Cita Con Los Linares

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Alfredo Bryce Echeñique: Antes de la cita con los Linares A Mercedes y Antonio, siempre —No, no, doctor psiquiatra, usted no me logra entender, no se trata de eso, doctor psiquiatra; se trata más bien de insomnios, de sueños raros... rarísimos... —Pesadillas... —No me interrumpa, doctor psiquiatra; se trata de los rarísimos pero no de pesadillas; las pesadillas dan miedo y yo no tengo miedo, bueno sí, un poco de miedo pero más bien antes de acostarme y mientras me duermo, después vienen los sueños, esos que usted llama pesadillas, doctor psiquiatra, pero ya le digo que no son pesadillas porque no me asustan, son más bien graciosos, sí, eso exactamente: Sueños graciosos, doctor psiquiatra... —Sebastián, no me llames doctor

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Alfredo Bryce Echeique: Antes de la cita con los Linares

Alfredo Bryce Echeique: Antes de la cita con los Linares

A Mercedes y Antonio, siempre

No, no, doctor psiquiatra, usted no me logra entender, no se trata de eso, doctor psiquiatra; se trata ms bien de insomnios, de sueos raros... rarsimos...Pesadillas...No me interrumpa, doctor psiquiatra; se trata de los rarsimos pero no de pesadillas; las pesadillas dan miedo y yo no tengo miedo, bueno s, un poco de miedo pero ms bien antes de acostarme y mientras me duermo, despus vienen los sueos, esos que usted llama pesadillas, doctor psiquiatra, pero ya le digo que no son pesadillas porque no me asustan, son ms bien graciosos, s, eso exactamente: Sueos graciosos, doctor psiquiatra...Sebastin, no me llames doctor psiquiatra; es casi como si me llamaras seor mster Juan Luna; llmame doctor, llmame Juan si te acomoda ms...S, doctor psiquiatra, son unos sueos realmente graciosos, la ms vieja de mis tas en calzones, mi abuelita en patinete, y esta noche usted cagando, seguramente, doctor psiquiatra... no puedo prescindir de la palabra psiquiatra, doctor... psiquiatra... ya lo estoy viendo, ya est usted cag...Vamos, vamos, Sebastin. Un poco de orden en las ideas; un poco de control; al grano; venga la historia desde atrs. desde el comienzo del viaje...S, doctor psiquiatra... cagando.Ya te lo haba dicho: Un caf no es lugar apropiado para una consulta: A cada rato volteas a mirar a los que entran, debi ser en mi consultorio...No, no, no nada en el consultorio; no hay que tomar este asunto tan en serio; entindame: Una cita con el psiquiatra en su consultorio y tengo miedo a la que le dije; aqu en el caf todo parece menos importante, aqu no puede usted cerrar las persianas ni hacerme recostar en un sof, aqu entre cafecito y cafecito, doctor psiquiatra, porque si usted no me quita esto, doctor psiquiatra, perdneme, no puedo dejar de llamarlo as, si usted no me quita esto, es mejor que lo siga viendo cagar, perdneme... pero es as y todo es as, el otro da, por ejemplo, he aqu un sueo de los graciosos, el otro da un ejrcito enorme iba a invadir un pas, no s cul, podra ser cualquiera, y justo antes de llegar todos se pusieron a montar en patinete, como mi abuelita, y a tirarse baldazos de agua como en carnaval, y despus arranc, en el sueo, el carnaval de Ro hasta que me despert casi contento... Lo nico malo es que an eran las cinco maana... Como ve, no llegan a ser pesadillas o qu s yo...Un poco de orden, Sebastin. Empieza desde que saliste de Pars.Haba terminado de arreglar su maleta tres das del viaje porque era precavido, manitico y metdico. Haba alquilado su cuarto del barrio latino durante verano porque era un estudiante ms bien pobre. Haba decidido pasar el verano en Espaa porque all tena amigos, porque que veneraba al Quijote y porque quera ver vez tambin por todo lo que all le iba a pasar.Le haba alquilado su cuarto a un espaol que vena a preparar una tesis durante el verano. El espaol lleg dos das antes de lo acordado y tuvieron que dormir juntos. Conversaron. Como el espaol no lo conoca muy bien an, le habl de cosas superficiales, sin mayor importancia; o tal vez no:Si dices que has perdido seis kilos, ya vers como los recuperas; all se come bien y barato.Odio los trenes. No veo la hora de estar en Barcelona.Hombre!, un viaje en tren en esta poca puede ser muy entretenido. Ya vers: O te toca viajar con algunas suecas o alemanas y en ese caso, como t hablas espaol, nada fcil que sacar provecho de la situacin; o de lo contrario te encontrars con obreros espaoles que regresan a su vacaciones y entonces pan, vino, chorizo, transistores, una semijuerga que te acorta el viaje; no hay pierde.El espaol no lo acompa a tomar ese maldito tren. Sebastin detestaba los trenes y se haba levantado tempransimo para encontrar su asiento reservado de segunda, para que nadie se le sentara en su sitio, y porque, manitico, l estaba seguro de que el conductor del tren lo odiaba y que para fastidiarlo partira, slo ese da, antes de lo establecido por el horario. Fue el primero en subir al tren. E1 primero en ubicar su asiento, en acomodar su equipaje. Como al cabo de tres minutos el vagn continuaba vaco, Sebastin se puso de pie y sali a comprobar que en ese tren no hubiese ningn otro vagn con el mismo nmero ni, ya de regreso a su coche, ningn otro asiento con su nmero. Esto ltimo lo hizo corriendo, porque tema que ya alguien se hubiese sentado en su sitio y entonces tena que tener tiempo para ir a buscar al hombre de la compaa, uno nunca sabe con quin tendr que pelear, para que ste desalojara al usurpante. Desocupado. Su asiento continuaba desocupado y Sebastin lo insult por no estar al lado de la ventana, por estar al centro y por eso de que ahora, como en el cine, nadie sabr jams en cul de los dos brazos le tocara apoyar el codo y eso podra ser causa de odios en el compartimiento. Pero tal vez no porque ya no tardaban en llegar dos obreros andaluces, con l tres hombres, con el vino, el chorizo y los transistores, y luego las tres suecas, tres contra tres, con sus piernas largas, sus cabelleras rubias, listas a morir de insolacin en alguna playa de Mlaga. l empezara hablando de Ingmar Bergman, los espaoles invitando vino, todos hablaran a los diez minutos pero media hora despus l ya slo hablara con la muchacha sueca con que se iba a casar, ya no volver ms a mi patria, con que se iba a instalar para siempre en Estocolmo, y que era incompatible con la dulce chiquilla vasca que lo hara radicarse en Guipzcoa, un casero en el monte y poemas poemas poemas, tan incompatible con los ojos negros inmensos enamorados de Soledad, la guapa andaluza que lo llev a los toros, tan incompatible con, que lo ador mientras el Viti les brindaba el toro, tan incompatible con, triunfal Santiago Martn El Viti... Todo, todo le iba a suceder, pero antes, antes, porque despus, despus volvera a estudiar a Pars.Las cinco sacaron el rosario y empezaron a rezar. Las cinco. No bien parti el tren, las cinco sacaron el rosario y empezaron a rezar. l no tena un revolver para matarlas y adems no lograba odiarlas. Iban limpsimas las cinco monjitas y lo haban saludado al entrar al compartimento. Entonces el viaje empez a durar ocho horas hasta la frontera; sesenta minutos cada hora hasta la frontera; ocho mil horas hasta la frontera y las cinco monjitas viajaran inmviles hasta la frontera y l cmo hara para no orinar hasta la frontera porque tenia a una limpiecita entre l y la puerta y no le poda decir madre, por favor, quiero ir al bao, mientras ella a lo mejor estaba rezando por l. Tampoco poda apoyar los codos; tampoco poda leer su libro, cmo iba a leer al marqus de Sade ese que traa en el bolsillo delante de ellas, cmo iba a decirle a la que haba puesto su maleta encima de la suya: Madre, por favor, podra sacar su maleta de encima de la ma? Quisiera buscar un libro que tengo all adentro. Se senta tan malo, tan infernal entre las monjitas. Madrecita regleme una estampita, pens, y en ese instante se le vino a la cabeza esa imagen tan absurda, las monjitas contando frijoles negros, luego otra, las monjitas en patinete hasta la frontera, y entonces como que se sacudi para despejar su mente de tales ideas y para ver si algo lquido se mova en sus riones y comprobar si ya tena ganas de orinar para empezar a aguantarse hasta la frontera.Y cuando me qued dormido, doctor psiquiatra, no debe haber sido ms de media hora, doctor psiquiatra, estoy seguro, tome nota porque sa fue la primera vez que so cosas raras, esos sueos graciosos, las monjitas en patinete, en batalla campal, arrojndose frijoles en la cara. Creo que hasta me despert porque me cay un frijolazo en el ojo.Estas seguro de que esa fue la primera vez, Sebastin?S, s, seguro, completamente seguro. Y la segunda vez fue mientras dormitaba en esa banca en Irn, esperando el tren para Barcelona. Llova a cntaros y se me mojaron los pies; por eso cog ese maldito resfriado. .. Maldita lluvia.Y las religiosas?...Las monjitas tomaron otro tren con direccin a Madrid. Yo las ayud a cargar y a subir sus maletas; si supiera usted cmo me lo agradecieron; cuando me desped de ellas pens que podra llorar, en fin, que podran llenrseme los ojos de lgrimas; se fueron con sus rosarios... limpsimas... Si viera usted la meada que pegu en Irn...Los sueos de Irn fueron los mismos que los del tren?S, doctor psiquiatra, exactos, ninguna diferencia, slo que al fin yo las ayud a cargar sus patinetes hasta el otro tren. En el tren a Barcelona tambin so lo mismo en principio, pero esa vez tambin estaban las suecas y los obreros andaluces y no nos atrevamos a hablarles porque uno no le mete letra a una sueca delante de una monja que est rezando el rosario...Lleg a Barcelona en la noche del veintisiete de julio y llova. Baj del tren y al ver en su reloj que eran las once de la noche, se convenci de que tendra que dormir en la calle. Al salir de la estacin, empezaron a aparecer ante sus ojos los letreros que anunciaban las pensiones, los hostales, los albergues. Se dijo: No hay habitacin para usted, en la puerta de cuatro pensiones, pero se arroj valientemente sobre la escalera que conduca a la quinta pensin que encontr. Perdi y volvi a encontrar su pasaporte antes de entrar, y luego avanz hasta una especie de mostrador donde un recepcionista lo podra estar confundiendo con un contrabandista. Quera, de rodillas, un cuarto para varios das porque en Barcelona se iba a encontrar con los Linares, porque estaba muy resfriado y porque tena que dormir bien esa noche. El recepcionista le cont que l era el propietario de esa pensin, el dueo de todos los cuartos de esa pensin, de todas las mesas del comedor de esa pensin y despus le dijo que no haba nada para l, que slo haba un cuarto con dos camas para dos personas. Sebastian inici la ms grande requisitoria contra todas las pensiones del mundo: a el que era un estudiante extranjero, a l que estaba enfermo, resfriado, cansado de tanto viajar, a l que tena su pasaporte en regla (lo perdi y lo volvi a encontrar), a l que vena en busca de descanso, de sol y del Quijote, se le reciba con lluvia y se le obligaba a dormir en la intemperie. Calma, calma, seor, dijo el propietario-recepcionista, no se desespere, djeme terminar: voy a llamar a otra pensin y le voy a conseguir un cuarto.Pero alguien estaba subiendo la escalera; unos pasos en la escalera, fuertes, optimistas, definitivos, impidieron que el propietario-recepcionista marcara el nmero de la otra pensin en el telfono, y desviaron la mirada de Sebastin hacia la puerta de la recepcin. Ah se haba detenido y ellos casi lo aplauden porque representaba todas las virtudes de la juventud mundial. Estaba sano, sansimo, y cuando se sonri, Sebastin ley claramente en las letras que se dibujaban en cada uno de sus dientes: Me los lavo todos los das; tres veces al da. Llevaba puestos unos botines inmensos, una llanta de tractor por suelas, en donde Sebastin slo lograra meter los pies mediante falsas caricias y engaos y despidindose de ellos para siempre. Llevaba, adems, colgada a la espalda, una enorme mochila verde oliva, y estaba dispuesto, si alguien se lo peda, a sacar de adentro una casa de campo y a armarla en el comedor de la pensin (o donde fuera) en exactamente tres minutos y medio. Tena menos de veinticuatro aos y vesta pantaln corto y camisa militar. Era rubio y colorado y sus piernas, cubiertas de vellos rubios y enroscados, podran causarle un complejo de inferioridad por superioridad.Hizo una venia y habl: Haben Sie ein Zimmer?. El propietario-recepcionista sonri burlonamente y dijo: Nein. Pero entonces Sebastian decidi que el dios Tor y l podan tomar el cuarto de dos camas por esa noche. Fue una gran idea porque el propietario-recepcionista acept y les pidi que mostraran sus documentos y llenaran estos papelitos de reglamento. Sebastin no encontraba su lpiz pero Tor, sonriente, sac dos, obligndolo a inventar su cara de confraternidad y a decidirse, en monlogo interior, a mostrarle en el mapa que Tor sacara de la casa de campo que traa en la mochila, dnde exactamente quedaba su pas, a lo mejor le interesaba y maana se iba caminando hasta all.Se llamaba Sigfrido, no Tor, y Sebastin, ya con pulmona, le entreg su mano para que se la hiciera aicos, obligndolo a cargar su maleta con la mano izquierda y a seguirlo mientras desfilaba enorme hasta la habitacin bastante buena, con ducha y todo. Sebastin estornud tres veces mientras se pona el pijama y, cuando al cabo de unos minutos, vio a Tor desnudo meterse a la ducha fra, luego lo escuch cantar y dar porrazos, no saba bien si en la pared o en su pecho vikingo, decidi cubrirse bien con la frazada porque esa noche se iba a morir de pulmona. Tara-la-la-la-la-la-la; trra-la-la-la-la-lala-la; Jijoanito Panano, Jijoanito Panano...Estoy seguro, doctor psiquiatra, de que vena de dar la vuelta al mundo con la mochila en la espalda y los zapatones esos que eran un peligro para la seguridad, para los pies pblicos. Y todava poda cantar con una voz de coro de la armada rusa y baarse en agua fra, slo tenamos agua fra y no hubo la menor variacin en el tono de voz cuando abri el cao; nada, absolutamente nada: Sigui cantando como si nada y yo ah murindome de fro y pulmona en la cama...Sebastin, yo creo que exageras un poco; cmo va a ser posible que un simple resfriado se convierta en pulmona en cosa de minutos; te sentas mal, cansado, deprimido...A eso voy, doctor psiquiatra; a eso iba hace un rato cuando lo empec a ver a usted cag...Ya te di je que haba sido un error tener la cita en un caf; constantemente volteas a mirar a la gente que entra...No, doctor psiquiatra; no es eso; los sacudones que doy con la cabeza hacia todos lados son para borrrmelo a usted de la mente cag...Escucha, Sebastin...Escuche usted, doctor psiquiatra, y no se amargue si lo veo en esa postura porque si usted no es capaz de comprender que un resfriado puede transformarse en pulmona en un segundo por culpa de un tipo como Tor, entonces es mejor que lo vea siempre cagando, doctor psiquiatra......No comprende, usted? No se da cuenta de que vena de dar la vuelta al mundo como si nada? No se lo imagina usted con la casa de campo en la espalda y luego desnudo y colorado bajo la ducha fra, preparndose para dormir sin pastillas y sin problemas las horas necesarias para partir a dar otra vuelta al mundo?Cmo acab todo eso, Sebastian?Fue terrible, doctor; fue una noche terrible; se durmi inmediatamente y estoy seguro de que no ronc por cortesa; yo me pas horas esperando que empezara a roncar, pero nada: No empez nunca; dorma como un nio mientras yo empapaba todo con el sudor y clamaba por un termmetro; nunca he sudado tanto en mi vida y cmo me arda la garganta! Empec a atragantarme las tabletas esas de penicilina; me envenen por tomarme todas las que haba en el frasco. Fue terrible, doctor psiquiatra, Tor se levant al alba para afeitarse, lavarse los dientes y partir a dar otra vuelta al mundo; a pie, doctor psiquiatra, las vueltas al mundo las daba a pie, no haca bulla para no despertarme y yo todava no me haba dormido; ya no sudaba, pero ahora todo estaba mojado y fro en la cama y ya me empezaban las nuseas de tanta penicilina. Tor era perfecto, doctor psiquiatra, estaba sansimo, y yo no s para qu me mov: Se dio cuenta de que no dorma y momentos antes de partir se acerc a mi cama a despedirse, dijo cosas en alemn y yo deb ponerle mi cara de nuseas y confraternidad cuando saqu el brazo hmedo de abajo de la frazada y se lo entregu para que se lo llevara a dar la vuelta al mundo, me ahorc la mano, doctor psiquiatra...

No lograste dormir despus que se march?

S, doctor psiquiatra, s logr dormir pero slo un rato y fue suficiente para que empezaran nuevamente los sueos graciosos; fue increble porque hasta so con las palabras necesarias para que el asunto fuera cmico; s, s, la palabra holocausto; so que el propietario-recepcionista y yo ofrecamos un holocausto a Tor, all, en la entrada de la pensin, los dos con el carnerito, y el otro dale que dale con su Haben Sie ein Zimmer y despus empez a regalarme tabletas de penicilina que sac de un bolsillo numerado de su camisa...

Era domingo y faltaban dos das para el da de la cita. Sebastin fue al comedor y desayun sin ganas. Haba vomitado varias veces pero era mejor empezar el da desayunando, como todo el mundo, y as sentirse tambin como todo el mundo. Necesitaba sentirse como todo el mundo. Era un da de sol y por la tarde ira a toros. Por el momento se paseaba cerca del mar y se acercaba al puerto. Se senta aliviado. Senta que la penicilina lo haba salvado de un fuerte resfro y que vomitar lo haba salvado de la penicilina. Se senta bien. Optimista. Caminaba hacia el puerto y empezaba a gozar de una atmsfera pacifica y tranquila y que el sol lograba alegrar. Sonrea al pensar en el Sigfrido que l habia llamado Tor y se lo imaginaba feliz caminando por los caminos de Espaa. En el puerto se uni a un grupo de personas y con ellas camin hasta llegar al pie de los dos barcos de guerra. Eran dos barcos de guerra norteamericanos y estaban anclados ah, delante de l. Sebastin los contemplaba. No saba qu tipo de barcos eran, pero los llam destroyers porque esos caones podran destruir lo que les diera la gana. La gente haca cola; suba y visitaba los destroyers mientras los marinos se paseaban por la cubierta y, desde abajo, Sebastin los vea empequeecidos; entonces decidi marcharse para que los marinos que lo estaban mirando no lo vieran a l empequeecido. Eran unos barcos enormes y Sebastin ya se estaba olvidando de ellos, pero entonces vio la carabela.

Ah estaba, nuevecita, impecable, flotando, anclada, trescientos metros ms ac de los destroyers, no a cualquiera le pasa, la carabela, y Sebastin dej de comprender. Quiso pero ya no pudo sentirse como despus del desayuno y ahora se le enfriaban las manos. Ya no se estaba paseando como todo el mundo por Barcelona y ahora s que ya no se explicaba bien qu diablos pasaba con todo, tal vez no l sino la realidad tena la culpa, presenta una teora, sera cojonudo explicrsela a un psiquiatra, una contribucin al entendimiento, pero no: nada con la que te dije, nada de recustese all, jovencito, nada con las persianas del consultorio.

Su carabela segua flotando como un barco de juguete en una tina, pero inmensa, de verdad y muy bien charolada. Sebastin se escap, se fue cien metros ms all hasta las golondrinas. As les llamaban y eran unos barquitos blancos que se llevaban, cada media hora, a los turistas a darse un paseo no muy lejos del puerto. Ah mismo vendan los boletos; poda subir y esperar que partiera el prximo; poda sentarse y esperar en la cafetera. No compr un boleto; prefiri meterse a la cafetera y poner algn orden a todo aquello que le hubiera gustado decirle a un psiquiatra, a cualquiera.

No pudo, el pobre, porque al sentarse en su mesa se le vino a la cabeza eso de los niveles. Recin lo capt cuando se le acerc el hombre obligndolo a reconocer que tena los zapatos sucios, l no hubiera querido que se agachara, yo me los limpio, pero estaban sucios y el hombre segua a su lado, listo para empezar a molestarse y l dijo s con la cabeza y con el dedo y para terminar y ahora el hombre ya estaba en cuclillas y ya todo lo de los pies y los marineros de los destroyers arriba, sobre los taburetes, delante del mostrador, pidiendo y bebiendo ms cerveza. Yo tambin quiero una cerveza, dijo, cuando lo atendieron. El mozo tambin estaba a otro nivel.

Despus pensaba que el lustrabotas no tena una cara. Tena cara pero no tena una cara, y cuando se inclinaba para comprobar slo le vea el pelo planchado, luchando por llenarse de rulos y una frente como cualquier otra; nunca la cara; no tena una cara porque tambin cuando se deshaca en perfecciones y dominios lanzando la escobilla, plaff plaff, como suaves bofetadas, de palma a palma de la mano, cada vez ms rpido, lustrando, puliendo, sacando brillo con maa, tcnica, destreza, casi un arte, un artista, pero no, no porque no era importante, era slo plaff plaff, arrodillado, y los barquitos, golondrinas, continuaban partiendo, cada media hora, llenos de turistas, a dar una vuelta, un paseo, no muy lejos del puerto, por el mar.

El lustrabotas le dijo que el zapato tena una rajadura, l ya lo saba y no mir; entonces el hombre sin cara le dijo que no era profunda y que se la haba salvado, le habia salvado el zapato, el par de zapatos; entonces l mir y ah estaba siempre la rajadura, slo que ahora adems brillaba, obligndolo a apartar la mirada y agradecer, a agradecer infinitamente, a encender el cigarrillo, a beber el enorme trago de cerveza, a mirar al mostrador, a volver a pensar en niveles, a hablar de su adorado zapato, le haba costado un dineral, obligndolo a pensar ya en la propina, qu le dijo el espaol sobre las propinas, qu piensan los Linares sobre los lustrabotas, cuntas monedas tena, plaff plaff plaff, como suaves bofetadas, casi caricias, que es la generosidad.

Todava por la tarde, fue a los toros.

La peor corrida del mundo, doctor psiquiatra; no se imagina usted; fue la peor corrida del mundo, con lluvia y todo. Puro marinero americano, puro turista; slo unos cuantos espaoles y todos furiosos; todos mandando al cacho a los toreros, pero desistieron, doctor psiquiatra, desistieron y empezaron a tomarlo todo a la broma, doctor psiquiatra; burlas, insultos, carcajadas, almohadonazos; slo la pobre sueca sufra, la pobre no resista la sangre de los toros, se tapaba la cara, vea cogidas por todos lados, lloraba, era para casarse con ella, doctor psiquiatra, pero lloraba sobre el hombro de su novio, doctor psiquiatra, desapareca en el cuello de un grandazo como Tor, doctor psiquiatra, un grandazo como Tor aunque este no estaba tan sano...

Y tuviste ms sueos, Sebastin?

Ya no tantos, doctor psiquiatra, ya no tantos; slo so con la corrida: Era extrao porque el grandazo de la sueca era y no era Tor al mismo tiempo... S, s, doctor psiquiatra, era y no era porque despus yo vi a Tor llegando a una pensin en Egipto y preguntando Haben Sie ein Zimmer?, aunque eso debi haber sido ms tarde, en realidad no recuerdo bien, slo recuerdo que yo me asust mucho porque la plaza empez a balancearse lentamente, se balanceaba como si estuviera flotando y slo se me quit el miedo cuando descubr que las graderas haban adquirido el ritmo de las mandibulas de los marineros: Eran norteamericanos, doctor psiquiatra, y estaban mascando chicle... Parecan contentos...

No le gustaba jugar a las cartas; no saba jugar solitario, pero cree que puede hablar de lo que siente un jugador de solitario; cree, por lo que hizo esa maana, un da antes de la cita con los Linares.

Desayun como todo el mundo en la pensin, a las nueve de la maana. Despus se sent en la recepcin, convers con el propietario-recepcionista, evit los paseos junto al mar y fum hasta las once de la maana. Una idea se apoder entonces de Sebastin: por qu no haberse equivocado en el da de la cita; se haban citado el martes treinta de julio, a la una de la tarde, pero se haban citado con ms de un mes de anticipacin, y con tanto tiempo de por medio, cualquiera se equivoca en un da. Adems le preocupaba no conocer Barcelona; y si se equivocaba de camino y llegaba despus de la hora?, y si se perda y llegaba muy atrasado?, y si ellos se cansaban de esperarlo y decidan marcharse? Baj corriendo la escalera de la pensin y se volc a la calle en busca del Caf Terminus, esquina del Paseo de Gracia y la calle Aragn. Y ahora caminaba desdoblando ese maldito plano de la ciudad que se le pegaba al cuerpo y se le meta entre las piernas con el viento. Por aqu a la derecha, por aqu a la izquierda, se deca, y senta como si ya lo estuvieran esperando en ese maldito caf al que nunca llegara. El sol, el calor, el viento, la enormidad del plano que se desdoblaba con dificultad, que nunca jams se volvera a doblar correctamente, que poda estar equivocado, ser anticuado... No, no; parado en esa esquina, la ms calurosa del mundo, sin un heladero a la vista, no, el ya nunca ms volvera a ver a los Linares.Y despus no pudo preguntarle al polica se porque el propietario-recepcionista se haba quedado con su pasaporte, su nico documento de identidad, y si haba vencido ya su certificado de vacuna?, a ese otro s poda preguntarle: peatn, transente, hgame el favor, seor, y luego lo odi cuando le dijo que el Terminus estaba all, en la prxima esquina, y l comprob que faltaba an una hora para la cita, adems la cita era maana.

Realmente ese mozo del Terminus tena paciencia, no le preguntaba qu deseaba, aunque no deba seguirlo con la mirada. Qu poda estar haciendo ese seor? Por qu se sent primero en el interior y despus en la terraza? Por qu se traslad del lado izquierdo de la terraza, al lado derecho? Qu busca ese seor? Est loco? Por qu no cesa de mirarme? Me va a volver loco; no se le ocurre comprender? Y as Sebastin estudiaba todas las posibilidades, se ubicaba en todos los ngulos, estudiaba todos los accesos al caf, para que no se le escaparan los Linares. Escogera la mejor mesa, aquella desde donde se dominaban ambas calles, desde donde se dominaban todas las entradas al caf. La dejara sealada y maana vendra, con horas de anticipacin, a esperar a los Linares. Pero ahora tambin los esper bastante, por si acaso.

La noche antes de la cita tambien so, pero era diferente. Por la maana se despert muy temprano, pero se despert alegre y desayun sintindose mejor que todo el mundo. Tambin camin hasta el Caf Terminus, pero ahora ya conoca el camino y no traa el plano de la ciudad. Llev ropa ligera y anteojos de sol, pero el sol estaba agradable y no quemaba demasiado. Una vez en el caf, encontr su mesa vaca y el mozo ya no lo miraba desesperantemente; se limit a traerle la cerveza que l pidi, y luego lo dej en paz con el cuaderno y el lapiz que haba trado para escribir, porque an faltaban horas para la hora de la cita. Y escriba; escriba velozmente, y durante las primeras dos horas slo levantaba la cabeza cada diez minutos, para ver si ya llegaban los Linares; luego ya slo faltaba una hora, y entonces levantaba la cabeza cada cinco minutos, cada tres, cada dos minutos porque ya no tardaban en llegar, pero escriba siempre, escriba y levantaba la cabeza, escriba y miraba... un mes.

Dices que eran unos sueos diferentes, Sebastin...

S, doctor, completamente diferentes; eran unos sueos alegres, ah estaban todos mis amigos, todos me hablaban, los Linares llegaban constantemente, no se cansaban de llegar, llegaban y llegaban; eran unos sueos preciosos y si usted me fuera a dar pastillas, yo slo quisiera pastillas contra los otros sueos, para estos sueos nada, doctor, nada para estos sueos de los amigos y de los Linares llegando...

Cul de los dos est ms bronceado? l o ella? Cul lleva los anteojos para el sol? Quin sonre ms? Maldito camin que no los deja atravesar. Y el semaforo todava. Ponte de pie para abrazarlos. No derrames la cerveza. No manches el cuento. No patees la mesa. Luz verde. Cul de los dos est ms bronceado. A quin el primer abrazo. Las sonrisas. Los Linares. Las primeras preguntas. Los primeros comentarios a las primeras respuestas.

Hombre!, Sebastin!, pero si ests estupendo.

S, s. Y ustedes bronceadsimos! Ya hace ms de un mes.

Hombre!, mes y medio bajo el sol; ya es bastante. Y no ves lo guapa que se ha puesto ella?

Y ahora, Sebastin, a Gerona con nosotros.

Tres cervezas?

S, s. Asiento, asiento.

Y esto qu es, Sebastin?

Ah, un cuento; me puse a escribir mientras los esperaba; tendrn que soplrselo.

Vamos!, vamos!, arranca!

No, ahora no; tendra que corregirlo.

Y el ttulo?

An no lo s; haba pensado llamarlo Doctor psiquiatra, pero dadas las circunstancias, creo que le voy a poner Antes de la cita, con ustedes, con los Linares.

Pars, 197