Alfredo Bryce Echeñique. Algunos cuentos.

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    Alfredo Bryce Echeique

    Las notas que duermen en las cuerdas

    Mediados de diciembre. El sol se re a carcajadas en los avisos de publicidad. El sol!Durante algunos meses, algunos sectores de Lima tendrn la suerte de parecerse aChaclacayo, Santa Ins, Los ngeles, y Chosica. Pronto, los ternos de verano recinsacados del ropero dejarn de oler a humedad. El sol brilla sobre la ciudad, sobre lascalles, sobre las casas. Brilla en todas partes menos en el interior de las viejas iglesiascoloniales. Los grandes almacenes ponen a la venta las ltimas novedades de la modaveraniega. Los almacenes de segunda categora ponen a la venta las novedades de lamoda del ao pasado. Prubate la ropa de bao, amorcito. (Cuntos matrimoniosdependern de esa prueba!) Amada, la secretaria del doctor Ascencio, abogado de nota,casado, tres hijos, y automvil ms grande que el del vecino, ha dejado hoy, por primeravez, la chompita en casa. Ha entrado a la oficina, y el doctor ha bajado la mirada: es la

    moda del escote ecran, un escote que parece un frutero. Qu linda su Medallita, Amada(el doctor lo ha odo decir por la calle). Tengo mucho, mucho que dictarle, y tengotantos, tantos deseos de echarme una siestecita.

    Por las calles, las limeas lucen unos brazos de gimnasio. Parece que fueran ellas las quecargaran las andas en las procesiones, y que lo hicieran diariamente. Te dan la mano, ypiensas en el tejido adiposo. No sabes bien lo que es, pero te suena a piel, a brazo, albrazo que tienes delante tuyo, y a ese hombro moreno que te decide a invitarla al cine. Eldoctor Risque pasa impecablemente vestido de blanco. Dos comentarios: Maricn (unmuchacho de dieciocho aos), y exagera. No estamos en Casablanca (el ingenieroTorres Prez, cuarenta y tres aos, empleado del Ministerio de Fomento). Pasa tambin

    Flix Arnolfi, escritor, autor de Tres veranos en Lima, y Amor y calor en la ciudad. Vistede invierno. Pero el sol brilla en Lima. Brilla a mediados de diciembre, y no cierre ustedsu persiana, seora Anunciata, aunque su lugar no est en la playa, y su moral sea la deldesencanto, la edad y los kilos ...

    El sol molestaba a los alumnos que estaban sentados cerca de la ventana. Acababan dedarles el rol de exmenes y la cosa no era para rerse. Cada dos das, un examen.Matemticas y qumica seguidos. Qu es lo que pretenden? Jalarse a todo el mundo?Empezaban el lunes prximo, y la tensin era grande. Hay cuatro cosas que se pueden

    hacer frente a un examen: estudiar, hacer comprimidos, darse por vencido antes delexamen, y hacerse recomendar al jurado.

    Los exmenes llegaron. Los primeros tenan sabor a miedo, y los ltimos sabor aNavidad. Manolo aprob invicto (haba estudiado, haba hecho comprimidos, se habadado por vencido antes de cada examen y un to lo haba recomendado, sin que l se lopidiera). Reparticin de premios: un alumno de quinto ao de secundaria llor al leer eldiscurso de Adis al colegio, los primeros de cada clase recibieron sus premios, y luego,

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    terminada la ceremonia, muchos fueron los que destrozaron sus libros y cuadernos: hayque aprender a desprenderse de las cosas. Manolo estaba libre.

    En su casa, una de sus hermanas se haba encargado del Nacimiento. El rbol deNavidad, cada ao ms pelado (al armarlo, siempre se rompa un adorno, y nadie lo

    repona), y siempre cubierto de algodn, contrastaba con el calor sofocante del da.Manolo no hara nada hasta despus del Ao Nuevo. Permanecera encerrado en su casa,como si quisiera comprobar que su libertad era verdadera, y que realmente poda disponerdel verano a sus anchas. Nada le gustaba tanto como despertarse diariamente a la hora deir al colegio, comprobar que no tena que levantarse, y volverse a dormir. Era su pequeotriunfo matinal.

    Manolo! llam su hermana. Ven a ver el Nacimiento. Ya est listo.

    Voy respondi Manolo, desde su cama.

    Baj en pijama hasta la sala, y se encontr con la Navidad en casa. Era veinticuatro dediciembre, y esa noche era Nochebuena. Manolo sinti un escalofro, y luego se diocuenta de que un extrao malestar se estaba apoderando de l. Record que siempre enNavidad le suceda lo mismo, pero este ao, ese mismo malestar pareca volver conmayor intensidad. Miraba hacia el Nacimiento, y luego hacia el rbol cubierto dealgodn. Est muy bonito, dijo. Dio media vuelta, y subi nuevamente a sudormitorio.

    Hacia el medioda, Manolo sali a caminar. Contaba los automviles que encontraba, lasventanas de las casas, los rboles en los jardines, y trataba de recordar el nombre de cadaplanta, de cada flor. Esos paseos que uno hace para no pensar eran cada da ms

    frecuentes. Algo no marchaba bien. Se crisp al recordar que una maana habaaparecido en un mercado, confundido entre placeras y vendedores ambulantes. Aquel dahaba caminado mucho, y casi sin darse cuenta. Decidi regresar, pues pronto sera lahora del almuerzo.

    Almorzaban. Haba decidido que esa noche iran juntos a la misa de Gallo, y que luegovolveran para cenar. Su padre se encargara de comprar el panetn, y su madre depreparar el chocolate. Sus hermanos prometan estar listos a tiempo para ir a la iglesia yencontrar asientos, mientras Manolo pensaba que l no haba nacido para esascelebraciones. Y aun faltaba el Ao Nuevo! El Ao Nuevo y sus cohetones, queparecan indicarle que su lugar estaba entre los atemorizados perros del barrio. Mientras

    almorzaba, iba recordando muchas cosas. Demasiadas. Recordaba el da en que entr alEstadio Nacional, y se desmay al escuchar que se haba batido el rcord de asistencia.Recordaba tambin, cmo en los desfiles militares, le flaqueaban las piernas cuandopasaban delante suyo las bandas de msica y los hsares de Junn. Las retretas, con lasmarchas que ejecutaba la banda de la Guardia Republicana, eran como la atraccin alvaco. Almorzaban: comer, para que no le dijeran que comiera, era una de las pequeastorturas a las que ya se haba acostumbrado.

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    Hacia las tres de la tarde, su padre y sus hermanos se haban retirado del comedor.Quedaba tan slo su madre, que lea el peridico, de espaldas a la ventana que daba alpatio. La plenitud de ese da de verano era insoportable. A travs de la ventana, Manolovea cmo todo estaba inmvil en el jardn. Ni siquiera el vuelo de una mosca, de esasmoscas que se estrellan contra los vidrios, vena a interrumpir tanta inmovilidad. Sobre

    la mesa, delante de l, una taza de caf se enfriaba sin que pudiera hacer nada por traerlahasta sus labios. En una de las paredes (Manolo calculaba cuntos metros tendra), elretrato de un antepasado se estaba burlando de l, y las dos puertas del comedor quellevaban a la otra habitacin eran como la puerta de un calabozo, que da siempre alinterior de la prisin.

    Es terrible dijo su madre, de pronto, dejando caer el peridico sobre la mesa. Lastres de la tarde. La plenitud del da. Es una hora terrible.

    Dura hasta las cinco, ms o menos.

    Deberas buscar a tus amigos, Manolo.Sabes, mam, si yo fuera poeta, dira: Eran las tres de la tarde en la boca delestmago.

    En los vasos, y en las ventanas.

    Las tres de la tarde en las tres de la tarde. Hay que moverse.

    Ante todo, no debo sentarme, pensaba Manolo al pasar del comedor a la sala, y vercmo los sillones lo invitaban a darse por vencido. Tena miedo de esos sillones cuyos

    brazos parecan querer tragrselo. Camin lentamente hacia la escalera, y subi como unhombre que sube al cadalso. Pas por delante del dormitorio de su madre, y all estaba,tirada sobre la cama, pero l saba que no dorma, y que tena los ojos abiertos,inmensos. Avanz hasta su dormitorio, y se dej caer pesadamente sobre la cama: Laprxima vez que me levante, pens, ser para ir al centro.

    A travs de una de las ventanas del mnibus, Manolo vea cmo las ramas de los rbolesse movan lentamente. Disminua ya la intensidad del sol, y cuando llegara al centro dela ciudad, empezara a oscurecer. Durante los ltimos meses, sus viajes al centro haban

    sido casi una necesidad. Recordaba que, muchas veces, se iba directamente desde elcolegio, sin pasar por su casa, y abandonando a sus amigos que partan a ver la salida dealgn colegio de mujeres. Detestaba esos grupos de muchachos que hablan de lasmujeres como de un producto alimenticio: Es muy rica. Es un lomo. Crea ver algodistinto en aquellas colegialas con los dedos manchados de tinta, y sus uniformes devirtud. Haba visto cmo uno de sus amigos se haba trompeado por una chica que legustaba, y luego, cuando te dej de gustar, hablaba de ella como si fuera una puta. Son

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    terribles cuando estn en grupo, pensaba, y yo no soy un hroe para dedicarme a darlesla contra.

    El centro de Lima estaba lleno de colegios de mujeres, pero Manolo tena suspreferencias. Casi todos los das, se paraba en la esquina del mismo colegio, y esperaba

    la salida de las muchachas como un acusado espera su sentencia. Senta los latidos de sucorazn, y senta que el pecho se le oprima, y que las manos se le helaban. Era ms unatortura que un placer, pero no poda vivir sin ello. Esperaba esos uniformes azules, esoscuellos blancos y almidonados, donde para l, se concentraba toda la bondad humana.Esos zapatos, casi de hombres, eran, sin embargo, tan pequeos, que lo hacan sentirsemuy hombre. Estaba dispuesto a protegerlas a todas, a amarlas a todas, pero no sabacmo. Esas colegialas que ocultaban sus cabellos bajo un gracioso gorro azul, erandueas de su destino. Se mora de fro: ya iba a sonar el timbre. Y cuando sonara, seracomo siempre: se quedara esttico, casi paralizado, perdera la voz, las vera aparecer sinpoder hacer nada por detener todo eso, y luego, en un supremo esfuerzo, se lanzara entreellas, con la mirada fija en la prxima esquina, el cuello tieso, un grito ahogado en la

    garganta, y una obsesin: alejarse lo suficiente para no ver ms, para no sentir ms, paradescansar, casi para morir. Los pocos das en que no asista a la salida de ese colegio, lascosas eran an peor.

    El mnibus se acercaba al jirn de la Unin, y Manolo, de pie, se preparaba para bajar.(Le haba cedido el asiento a una seora, y la haba odiado: temi, por un momento, quehablara de lo raro que es encontrar un joven bien educado en estos das, que todos losmiraran, etc. Haba decidido no volver a viajar sentado para evitar esos riesgos.) Elmnibus se detuvo, y Manolo descendi.

    Empezaba a oscurecer. Miles de personas caminaban lentamente por el jirn de la

    Unin. Se detenan en cada tienda, cada vidriera, mientras Manolo avanzaba perdidoentre esa muchedumbre. Su nica preocupacin era que nadie lo rozara al pasar, y quenadie le fuera a dar un codazo. Le pareci cruzarse con alguien que conoca, pero ya erademasiado tarde para voltear a saludarlo. De la que me libr, pens. Y si meencuentro con Salas? Salas era un compaero de colegio. Estaba en un ao superior, ynunca se haban hablado. Prcticamente no se conocan, y sera demasiada coincidenciaque se encontraran entre ese tumulto, pero a Manolo le espantaba la idea. Avanzaba.Oscureca cada vez ms, y las luces de nen empezaban a brillar en los avisos luminosos.Quera llegar hasta la Plaza San Martn, para dar media vuelta y caminar hasta la Plaza deArmas. Se detuvo a la altura de las Galeras Boza, y mir hacia su reloj: Las siete de lanoche. Continu hasta llegar a la Plaza San Martn, y all sinti repugnancia al ver queun grupo de hombres miraba groseramente a una mujer, y luego se rean a carcajadas.Los colectivos y los mnibus llegaban repletos de gente. Las tiendas permanecernabiertas hasta las nueve de la noche, pens. La Plaza de Armas. Dio media vuelta, yse ech a andar. Una extraa e impresionante palidez en el rostro de la gente era efectode los avisos luminosos. Una tristeza elctrica, pensaba Manolo, tratando de definir elsentimiento que se haba apoderado de l. La noche caa sobre la gente, y las luces denen le daban un aspecto fantasmagrico. Cargados de paquetes, hombres y mujerespasaban a su lado, mientras avanzaba hacia la Plaza de Armas, como un baista nadando

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    hacia una boya. No saba si era odio o amor lo que senta, ni saba tampoco si queracontinuar esa extraa sumersin, o correr hacia un despoblado. Slo saba que estabapreso, que era el prisionero de todo lo que lo rodeaba. Una mujer lo roz al pasar, yestuvo a punto de soltar un grito, pero en ese instante hubo ante sus ojos una muchacha.Una plida chiquilla lo haba mirado caminando. Vesta ntegramente de blanco.

    Manolo se detuvo. Ella sentira que la estaba mirando, y l estaba seguro de haberlecomunicado algo. No saba qu. Saba que esos ojos tan negros y tan grandes eran comouna voz, y que tambin le hablan dicho algo. Le pareci que las luces de nen se estabanapoderando de esa cara. Esa cara se estaba electrizando, y era preciso sacarla de allantes de que se muriera. La muchacha se alejaba, y Manolo la contemplaba calculandoque tena catorce aos. Pobre de ti, noche, si la tocas, pens.

    Se haba detenido al llegar a la puerta de la iglesia de la Merced. Vea cmo la genteentraba y sala del templo, y pensaba que entraban ms para descansar que para rezar, tancargados venan de paquetes. Seran las ocho de la noche, cuando Manolo, parado ahorade espaldas a la iglesia, observaba una larga cola de compradores, ante la tienda

    Monterrey. Todos llevaban paquetes en las manos, pero todos tenan an algo ms quecomprar. De pronto, distingui a una mujer que llevaba un balde de playa y una pequealampa de lata. Vesta un horroroso traje floreado, y con la basta descosida. Era un trajemuy viejo, y le quedaba demasiado grande. Le faltaban varios dientes, y le vea laspiernas chuecas, muy chuecas. El balde y la pequea lampa de lata estaban malenvueltos en papel de peridico, y l poda ver que eran de psima calidad. Los llevarun domingo, en tranva, a la playa ms inmunda. Cargada de hijos llorando. Se baaren fustn, pens. Esa mujer, fuera de lugar en esa cola, con la boca sin dientes abiertade fatiga como si fuera idiota, y chueca, chueca, lo conmovi hasta sentir que sus ojosestaban baados en lgrimas. Era preciso marcharse. Largarse. Yo me largo. Erapreciso desaparecer. Y, sobre todo, no encontrar a ninguno de sus odiados conocidos.

    Desde su cama, con la habitacin a oscuras, Manolo escuchaba a sus hermanas conversarmientras se preparaban para la misa de Gallo, y senta un ligero temblor en la boca delestmago. Su nico deseo era que todo aquello comenzara pronto para que terminara deuna vez por todas. Se incorpor al escuchar la voz de su padre que los llamaba parapartir.

    Voy, respondi al or su nombre, y baj lentamente las escaleras. Partieron.

    Conoca a casi todos los que estaban en la iglesia. Eran los mismos de los domingos, losmismos de siempre. Familias enteras ocupaban las bancas, y el calor era muy fuerte.Manolo, parado entre sus padres y hermanos, buscaba con la mirada a alguien a quiencederle el asiento. Tendra que hacerlo, pues iglesia se iba llenando de gente, y querasalir de eso lo antes posible. Vio que una amiga de su madre se acercaba, y le dej sulugar, a pesar de que an quedaban espacios libres en otras bancas.

    Estaba recostado contra una columna de mrmol, y desde all paseaba la mirada por todala iglesia. Muchos de los asistentes, bronceados por el sol, haban empezado a ir a laplaya. Las muchachas le impresionaban con sus pauelos de seda en la cabeza. Esos

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    pauelos de seda, que ocultando una parte del rostro, hacen resaltar los ojos, loimpresionaban al punto de encontrarse con las manos pegadas a la columna; fuertementeapoyadas, como si quisiera hacerla retroceder. Sansn, pens.

    Haba detenido la mirada en el plido rostro de una muchacha que llevaba un pauelo de

    seda en la cabeza, y cuyos ojos resaltaban de una manera extraa. Miraban hacia el altarcon tal intensidad, que parecan estar viendo a Dios. La contemplaba. Imposible dejar decontemplarla. Manolo empezaba a sentir que todo alrededor suyo iba desapareciendo, yque en la iglesia slo quedaba aquel rostro tan desconocido y lejano. Tema que ella lodescubriera mirndola, y no poder continuar con ese placer. Placer? Debe hacer caloren la iglesia, pens, mientras comprobaba que sus manos estaban ms fras que elmrmol de la columna.

    La msica del rgano resonaba por toda la iglesia, y Manolo senta como si algo fuera aestallar. Los ojos. Es peor que bonita. En las bancas, los hombres caan sobre susrodillas, como si esa msica que vena desde el fondo del templo, los golpeara sobre los

    hombros, hacindolos caer prosternados ante un Dios recin descubierto y obligatorio.Esa msica pareca que iba a derrumbar las paredes, hasta que, de pronto, un profundo ynegro silencio se apoder del templo, y era como si hubieran matado al organista. Tannegros y tan brillantes. Un sacerdote subi al plpito, y anunci que Jess haba nacido,y el rgano reson nuevamente sobre los hombros de los fieles, y Manolo sinti que semora de amor, y la gente ya quera salir para desearse feliz Navidad. Terminada laceremonia, si alguien le hubiera dicho que se haba desmayado, l lo hubiera credo.Salan. El mundo andaba muy bien aquella noche en la puerta de la iglesia, mientrasManolo no encontraba a la muchacha que pareca haber visto a Dios.

    Al llegar a su casa, sin pensarlo, Manolo se dirigi a un pequeo bao que haba en el

    primer piso. Cerr la puerta, y se dio cuenta de que no era necesario que estuviera all.Se mir en el espejo, sobre el lavatorio, y record que tena que besar a sus padres yhermanos: era la costumbre, antes de la cena. Feliz Navidad con besos y abrazos! Tratde orinar. Intil. Desde el comedor, su madre lo estaba llamando. Abri la puerta, yencontr a su perro que lo miraba como si quisiera enterarse de lo que estaba pasando.Se agach para acariciarlo, y avanz hasta llegar al comedor. Al entrar, continuabasiempre agachado y acariciando al perro que caminaba a su lado. Avanzaba hacia loszapatos blancos de una de sus hermanas, hasta que, torpemente, se lanz sobre ella paraabrazarla. No logr besarla. Feliz Navidad, iba repitiendo mientras cumpla con lasreglas del juego. Los regalos.

    Cenaban. Esos besos y abrazos que uno tiene que dar..., pensaba. sos carios. Darala vida por cada uno de sus hermanos. Pero uno no da la vida en un da establecido...Recordaba aquel cumpleaos de su hermana preferida: se haba marchado a la casa de unamigo para no tener que saludarla, pero luego haba sentido remordimientos, y la haballamado por telfono: Qu loco soy. Cenaban. El chocolate estaba demasiado caliente,y con tanto sueo era difcil encontrar algo de qu hablar mientras se enfriaba. No es elmejor panetn del mundo, pero es el nico que quedaba, coment su padre. Manolosenta que su madre lo estaba mirando, y no se atreva a levantar los ojos de la mesa. A

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    lo lejos, se escuchaban los estallidos de los cohetes, y pensaba que su perro deba estaraterrorizado. Beban el chocolate. Tengo que ir a ver al perro. Debe estar muerto demiedo. En ese momento, uno de sus hermanos bostez, y se disculp diciendo que sehaba levantado muy temprano esa maana. Permanecan en silencio, y Manolo esperabaque llegara el momento de ir a ver a su perro. De pronto, uno de sus hermanos se puso de

    pie: Creo que me voy a acostar, dijo dirigindose lentamente hacia la puerta delcomedor. Desapareci. Los dems siguieron el ejemplo.

    En el patio, Manolo acariciaba a su perro. Haba algo en la atmsfera que lo hacasentirse nuevamente como en la iglesia. Le pareca que tena algo que decir. Algo quedecirle a alguna persona que no conoca; a muchas personas que no conoca. Escuchabael estallido de los cohetes, y senta deseos de salir a caminar.

    Hacia las tres de la madrugada, Manolo continuaba su extrao paseo. Hacia las cuatro dela madrugada, un hombre qued sorprendido, al cruzarse con un muchacho de unosquince aos, que caminaba con el rostro baado en lgrimas.

    Alfredo Bryce Echeique

    La madre, el hijo y el pintor

    Se haba acostumbrado al sistema: de lunes a jueves, cuatro das con su madre. Deviernes a domingo, tres das con su padre. Manolo tena la ropa que usaba cuando estabacon su padre, y los libros que lea en el departamento de su madre. Una pequea valijapara el viaje semanal de Miraflores a Magdalena, de un departamento a otro. Su madre loquera mucho los jueves, porque al da siguiente lo vera partir, y su padre era muygeneroso los domingos, porque al da siguiente le tocaba regresar donde ella. Se habaacostumbrado al sistema. Lo encontraba lgico. No soy tan viejo, le haba dicho supadre, una noche, mientras cenaban juntos en un restaurante una mujer le haba sonredocoquetamente. Tienes diecisiete aos, y eres un muchacho inteligente, le haba dichosu madre una maana. Es preciso que te presente a mis amigos.

    Jueves. Sentado en una silla blanca, en el bao del departamento, Manolo contemplaba asu madre que empezaba a arreglarse para ir al cctel.

    Es muy simptico, y es un gran pintor dijo su madre.

    Nunca he visto un cuadro suyo.

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    Tiene muchos en su departamento. Hoy podrs verlos. Me pidi que te llevara.Adems, no me gusta separarme de ti los jueves.

    Va a ir mucha gente?

    Todos conocidos mos. Buenos amigos y simpticos. Ya vers.

    Manolo la vea en el espejo. Haba dormido una larga siesta, y tena la cara muyreposada. As era cuando tomaban desayuno juntos: siempre con su bata floreada, y suszapatillas azules. Le hubiera gustado decirle que no necesitaba maquillarse, pero sabacunto le mortificaban esas pequeas arrugas que tena en la frente y en el cuello.

    Terminaste el libro que te prest? pregunt su madre, mientras coga un frasco decrema para el cutis.

    No respondi Manolo. Tratar de terminarlo esta noche despus del cctel.

    No te apures dijo su madre. Llvatelo maana, si quieres. Prefiero que lo leascon calma, aunque no creo que all puedas leer.

    No s... Tal vez.

    Se haba cubierto el rostro con una crema blanca, y se lo masajeaba con los dedos, daleque te dale con los dedos.

    Pareces un payaso, mam dijo Manolo sonriente.

    Todas las mujeres hacen lo mismo. Ya vers cuando te cases.

    La vea quitarse la crema blanca. El cutis le brillaba. De rato en rato, los ojos de sumadre lo sorprendan en el espejo: bajaba la mirada.

    Y ahora, una base para polvos dijo su madre.

    Una base para qu?

    Para polvos.

    Todos los das haces lo mismo?

    Ya lo creo, Manolo. Todas las mujeres hacen lo mismo. No me gusta estardesarreglada.

    No, ya lo creo. Pero cuando bajas a tomar el desayuno tampoco se te ve desarreglada.

    Qu saben los hombres de esas cosas?

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    Me imagino que nada, pero en el desayuno...

    No digas tonteras, hijo interrumpi ella. Toda mujer tiene que arreglarse parasalir, para ser vista. En el desayuno no estamos sino nosotros dos. Madre e hijo.

    Humm...

    A toda mujer le gusta gustar.

    Es curioso, mam. Pap dice lo mismo.

    l no me quera.

    S. S. Ya lo s.

    T me quieres? pregunt, agregando: Voltate que voy a ponerme la faja.

    Escuchaba el sonido que produca el roce de la faja con las piernas de su madre. Tumadre tiene buenas patas, le haba dicho un amigo en el colegio.

    Ya puedes mirar, Manolo.

    Tienes bonitas piernas, mam.

    Eres un amor, Manolo. Eres un amor. Tu padre no saba apreciar eso. Por qu no ledices maana que mis piernas te parecen bonitas?

    Se estaba poniendo un fustn negro, y a Manolo le haca recordar a esos fustanes queusan las artistas, en las pelculas para mayores de dieciocho aos. No le quitaba los ojosde encima. Era verdad: su madre tena buenas piernas, y era ms bonita que otrasmujeres de cuarenta aos.

    Y las piernas mejoran mucho con los tacos altos dijo, mientras se pona unos zapatosde tacones muy altos.

    Humm...

    Tu padre no saba apreciar eso. Tu padre no saba apreciar nada.

    Mam...

    Ya s. Ya s. Maana me abandonas, y no quieres que est triste.

    Vuelvo el lunes. Como siempre...

    Alcnzame el traje negro que est colgado detrs de la puerta de mi cuarto.

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    Manolo obedeci. Era un hermoso traje de terciopelo negro. No era la primera vez quesu madre se lo pona, y, sin embargo, nunca se haba dado cuenta de que era tanescotado. Al entrar al bao, lo colg en una percha, y se sent nuevamente.

    Cmo se llama el pintor, mam?

    Domingo. Domingo como el da que pasas con tu padre dijo ella, mientras estirabael brazo para coger el traje. En qu piensas, Manolo?

    En nada.

    Este chach me est a la trinca. Tendrs que ayudarme con el cierre relmpago.

    Es muy elegante.

    Nadie dira que tengo un hijo de tu edad.

    Humm...

    Ven. Este cierre es endemoniado. Sbelo primero, y luego engnchalo en la pretina.

    Manolo hizo correr el cierre por la espalda de su madre. Listo, dijo, y retrocedi un pocomientras ella se acomodaba el traje, tirndolo con ambas manos hacia abajo. Unahermosa silueta se dibuj ante sus ojos, y esos brazos blancos y duros eran los de unamujer joven. Ella pareca saberlo: era un traje sin mangas. Manolo se sentnuevamente. La vea ahora peinarse.

    Estamos atrasados, Manolo dijo ella, al cabo de un momento.

    Hace horas que estoy listo replic, cubrindose la cara con las manos.

    Ser cosa de unos minutos. Slo me faltan los ojos y los labios.

    Qu? pregunt Manolo. Se haba distrado un poco.

    Digo que ser cosa de minutos. Slo me faltan los ojos y los labios.

    Nuevamente la miraba, mientras se pintaba los labios.

    Era un lpiz color rojo rojo, y lo usaba con gran habilidad. Sobre la repisa, estaba latapa. Manolo ley la marca: Senso, y desvi la mirada hacia la bata que su madreusaba, para tomar el desayuno. Estaba colgada en una percha.

    Quieres que la guarde en tu cuarto, mam?

    Que guardes qu cosa?

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    La bata.

    Bueno. Llvate tambin las zapatillas.

    Manolo las cogi, y se dirigi al dormitorio de su madre. Coloc la bata cuidadosamente

    sobre la cama, y luego las zapatillas, una al lado de la otra, junto a la mesa de noche.Miraba alrededor suyo, como si fuera la primera vez que entrara all. Era una habitacinpequea, pero bastante cmoda, y en la que no pareca faltar nada. En la pared, haba unretrato suyo, tomado el da en que termin el colegio. Al lado del retrato, un pequeocuadro. Manolo se acerc a mirar la firma del pintor: imposible leer el apellido, peropudo distinguir claramente la D de Domingo. El dormitorio ola a jazmn, y junto a unpequeo florero, sobre la mesa de noche, haba una fotografa que no crea haber vistoantes. La cogi: su madre al centro, con el mismo traje que acababa de ponerse, yrodeadas de un grupo de hombres y mujeres. Deben ser los del cctel, pens. Hubieraquerido quedarse un rato ms, pero ella lo estaba llamando desde el bao.

    Manolo! Dnde ests?Voy respondi, dejando la fotografa en su sitio.

    Prndeme un cigarrillo y se dirigi hacia el bao. Su madre volte al sentirloentrar. Estaba lista. Estaba muy bella. Hubiera querido abrazarla y besarla. Su madreera la mujer ms bella del mundo. La mujer ms bella del mundo!

    Cuidado!, Manolo exclam. Casi me arruinas el maquillaje y aadi:Perdn, hijito. Deja el cigarrillo sobre la repisa.

    Se sent nuevamente a mirarla. Haca una serie de muecas graciossimas frente alespejo. Luego, se acomodaba el traje tirndolo hacia abajo, y se llevaba ambas manos ala cintura, apretndosela como si tratara de reducirla. Finalmente, cogi el cigarrillo queManolo haba dejado sobre la repisa, dio una pitada, y se volvi hacia l.

    Qu le dices a tu madre? pregunt, exhalando humo.

    Muy bien respondi Manolo.

    Ahora no me dirs que me prefieres con la bata del desayuno. A cul de las dosprefieres?

    Te prefiero, simplemente, mam.

    Dime que estoy linda.

    S...

    Tu padre no sabe apreciar eso. Vamos! Al cctel! Aprate!

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    Su madre conduca el automvil, mientras Manolo, a su derecha, miraba el camino atravs de la ventana. Permaneca mudo, y estaba un poco nervioso. Ella le haba dichouna reunin de intelectuales, y eso le daba un poco de miedo.

    Estamos atrasados dijo su madre, deteniendo el auto frente a un edificio de tres pisos

    . Aqu es.

    Muy bonito dijo Manolo mirando al edificio, y tratando de adivinar cul de lasventanas corresponda al departamento del pintor.

    No es necesario que hables mucho dijo ella. Ante todo escucha. Escucha bien.Esta gente puede ensearte muchas cosas. No tengas miedo que todos son mis amigos, yson muy simpticos.

    En qu piso es?

    En el tercero.

    Suban. Manolo suba detrs de su madre. Tenan casi una hora de atraso, y le parecaque estaba un poco nerviosa. Hace falta un ascensor, dijo ella, al llegar al segundopiso. La segua. Va a haber mucha gente, mam? No le respondi. Al llegar altercer piso, dio tres golpes en la puerta, y se arregl el traje por ltima vez. No seescuchaban voces. Se abri la puerta y Manolo vio al pintor. Era un hombre de unoscuarenta aos. Parece torero, pens. Demasiado alto para ser un buen torero. Elpintor salud a su madre, pero lo estaba mirando al mismo tiempo. Sonri. Pareca estarun poco confundido.

    Adelante dijo.ste es Manolo, Domingo.

    Cmo ests, Manolo?

    Qu pasa? pregunt ella.

    No recibieron mi encargo?

    Llam por telfono.

    Qu encargo?

    Llam por telfono, pero t no estabas.

    No me han dicho nada.

    Sintense. Sintense.

  • 7/29/2019 Alfredo Bryce Echeique. Algunos cuentos.

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    Manolo lo observaba mientras hablaba con su madre, y lo notaba un poco confundido.Mir a su alrededor: Ni gente, ni bocadillos. Tenemos una hora de atraso. Eraevidente que en ese departamento no haba ningn cctel. Slo una pequea mesa en unrincn. Dos asientos. Dos sillas, una frente a la otra. Una botella de vino. Algo habafallado.

    Sintate, Manolo dijo el pintor, al ver que continuaba de pie. Llam paraavisarles que la reunin se haba postergado. Uno de mis amigos est enfermo y nopuede venir,

    No me han avisado nada dijo ella, mirando hacia la mesa.

    No tiene importancia dijo el pintor, mientras se sentaba. Cometemos los tresjuntos.

    Domingo...

    Donde hay para dos hay para tres dijo sonriente, pero algo lo hizo cambiar deexpresin y ponerse muy serio. Manolo se haba sentado en un silln, frente al sof enque estaban su madre y el pintor. En la pared, encima de ellos, haba un inmenso cuadro,y Manolo reconoci la firma: La D del dormitorio, pens. Mir alrededor suyo, perono haba ms cuadros como se. No poda hablar.

    Es una lstima dijo el pintor ofrecindole un cigarrillo a la madre de Manolo.

    Gracias, Domingo. Yo quera que conociera a tus amigos.

    Tiene que venir otro da.Por lo menos hoy podr ver tus cuadros.

    Excelente idea! exclam. Podemos comer, y luego puede ver mis cuadros. Estnen ese cuarto.

    Claro! Claro!

    Quieres ver mis cuadros, Manolo? S. Me gustara...

    Perfecto! Comemos, y luego ves mis cuadros. Claro! dijo ella sonriente.Fuma, Manolo. Toma un cigarrillo.

    Ya lo creo dijo el pintor, inclinndose para encenderle el cigarrillo. Comeremosdentro de un rato. No hay problema. Donde hay para dos...

    Claro! Claro! lo interrumpi ella.

  • 7/29/2019 Alfredo Bryce Echeique. Algunos cuentos.

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    Alfredo Bryce Echeique

    El hombre, el cinema y el tranva

    El jirn Carabaya atraviesa el centro de Lima, desde Desamparados hasta el Paseo de laRepblica. Trfico intenso en las horas de afluencia, tranvas, las aceras pobladas degente, edificios de tres, cuatro y cinco pisos, oficinas, tiendas, bares, etc. No voy adescribirlo minuciosamente, porque los lectores suelen saltarse las descripciones muyextensas e intiles.Un hombre sali de un edificio en el jirn Pachitea, y camin hasta llegar a la esquina.Dobl hacia la derecha, con seccin al Paseo de la Repblica. Eran las seis de la tarde, ypoda ser un empleado que sala de su trabajo. En el cine Repblica, la funcin de matinacababa de terminar, y la gente que abandonaba la sala, se diriga lentamente haciacualquier parte. Un hombre de unos treinta aos, y un muchacho de unos diecisiete o

    dieciocho, parados en la puerta del cine, comentaban la pelcula que acababan de ver. Elhombre que poda ser un empleado se haba detenido al llegar a la puerta del cine, ymiraba los afiches, como si de ellos dependiera su decisin de ver o no esa pelcula. Seescuchaba ya el ruido de un tranva que avanzaba con direccin al Paseo de la Repblica.Estara a unas dos cuadras de distancia. Los afiches colocados al lado izquierdo del hallde entrada no parecieron impresionar mucho al hombre que poda ser un empleado.Cruz hacia los del lado izquierdo. El tranva se acercaba, y los afiches vibrabanligeramente. No lograron convencerlo, o tal vez pensaba venir otro da, con un amigo,con su esposa, o con sus hijos. El ruido del tranva era cada vez mayor, y los dos amigosque comentaban la pelcula tuvieron que alzar el tono de voz. El hombre que poda serun empleado continu su camino, mientras el tranva, como un temblor, pasaba delante

    del cine sacudiendo puertas. Una hermosa mujer que vena en sentido contrario atrajo suatencin. La mir al pasar. Volte para mirarle el culo, pero alguien se le interpuso. Seempin. Alarg el pescuezo. Dio un paso atrs, y perdi el equilibrio al pisar sobre elsardinel.

    Vol tres metros, y all lo cogi nuevamente el tranva. Lo arrastraba. Se le veaaparecer y desaparecer. Apareca y desapareca entre las ruedas de hierro, y los frenoschirriaban. Un alarido de espanto. El hombre continuaba apareciendo y desapareciendo.Cada vez era menos un hombre. Un pedazo de saco. Ahora una pierna. El zapato. Unode los rieles se cubra de sangre. El tranva logr detenerse, y el conductor salt a lavereda. Los pasajeros descendan apresuradamente, y la gente que empezaba a

    aglomerarse retroceda segn iba creciendo el charco de sangre. Ventanas y balcones seabran en los edificios.

    No pude hacer nada por evitarlo dijo el conductor, de pie frente al descuartizado.

    Dios mo! exclam una vieja gorda, que llevaba una bolsa llena de verduras. Enlos aos que llevo viajando en esta lnea...

  • 7/29/2019 Alfredo Bryce Echeique. Algunos cuentos.

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    Hay que llamar a un polica interrumpi alguien.

    La gente continuaba aglomerndose frente al descuartizado, igual a la gente que seaglomera frente a un muerto o a un herido.

    Circulen. Circulen orden un polica que llegaba en ese momento.

    No pude hacer nada por evitarlo, jefe.

    Circulen! Que alguien traiga un peridico para cubrirlo.

    Hay que llamar a una ambulancia.

    Lo haban cubierto con papel de peridico. Haban ido a llamar a una ambulancia. Lagente continuaba llegando. Se haban dividido en dos grupos: los que lo haban vistodescuartizado, y los que lo encontraron bajo el peridico; el dilogo se haba entablado.

    El hombre que poda tener treinta aos, y el muchacho que poda tener dieciochocaminaban hacia la Plaza de San Martn.

    Vesta de azul marino dijo el muchacho.

    Est muerto.

    Es extrao.

    Qu es extrao? pregunt el hombre de unos treinta aos.

    Vas al cine, y te diviertes viendo morir a la gente. Se matan por montones, y uno sedivierte.

    El arte y la vida.

    Humm... El arte, la vida... Pero el peridico...

    Ya lo sabes interrumpi el hombre. Si tienes un accidente y ves que empiezan acubrirte de peridicos... La cosa va mal...

    T tambin vas a morirte...

    Por ejemplo, si te operan y empiezas a soar con San Pedro... Eso no es soar, miquerido amigo.

    Siempre eres as? pregunt el muchacho.

    Conoces los chistes crueles?

  • 7/29/2019 Alfredo Bryce Echeique. Algunos cuentos.

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    S, pero eso qu tiene que ver?

    Acaso no vas a la universidad?

    No te entiendo.

    Sabes lo que es la catarsis?

    S. Aristteles...

    Uno no ve tragedias griegas todos los das, mi querido amigo.

    Eres increble dijo el muchacho.

    Hace aos que camino por el centro de Lima dijo, hombre. Como ahora. Haceaos que tena tu edad, y hace aos que me enter de que los peridicos usados sirven

    para limpiarse el culo, y para eso... Hace ya algn tiempo que vengo diariamente a tomarunas cervezas aqu dijo, mientras abra la puerta de un bar. Una cerveza?

    Bueno asinti el muchacho. Pero no todos los das.

    Diario. Y a la misma hora.

    Se sentaron. El muchacho observaba con curiosidad cmo todos los hombres en ese barse parecan a su amigo. Tenan algo en comn, aunque fuera tan slo la cerveza quebeban. El bar no estaba muy lejos de la Plaza San Martn, y le pareca mentira haberpasado tantas veces por all, sin fijarse en lo que ocurra adentro. Miraba a la gente, y

    pensaba que algunos venan para beber en silencio, y otros para conversar. El mozo losllamaba a todos por su nombre.

    Se est muy bien en un bar donde el mozo te llama por tu nombre y te trae tu cervezasin que tengas que pedirla dijo el hombre.

    Es verdad que vienes todos los das? pregunt el muchacho.

    Y por qu no? Te sientas. Te atienden bien. Bebes y miras pasar a la gente. Ves esamesa vaca all, al fondo? Pues bien, dentro de unos minutos llegar un viejo, se sentar,y le traern su aperitivo.

    Y si hoy prefiere una cerveza?

    Sera muy extrao respondi el hombre, mientras el mozo se acercaba a la mesa.

    Dos cervezas, seor Alfonso?

  • 7/29/2019 Alfredo Bryce Echeique. Algunos cuentos.

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    No s si quiero una cerveza intervino el muchacho, mirando a un viejo que entraba,y se diriga a la mesa vaca del fondo.

    Tengo que prepararle su aperitivo al viejito dijo, el mozo.

    Decdete, Manolo dijo el hombre, y agreg mirando al mozo: Se llama Manolo...

    Un trago corto y fuerte orden el muchacho. Un pisco puro.

    Antes de la cita con los Linares

    A Mercedes y Antonio, siempre

    No, no, doctor psiquiatra, usted no me logra entender, no se trata de eso, doctorpsiquiatra; se trata ms bien de insomnios, de sueos raros... rarsimos...

    Pesadillas...

    No me interrumpa, doctor psiquiatra; se trata de los rarsimos pero no de pesadillas; laspesadillas dan miedo y yo no tengo miedo, bueno s, un poco de miedo pero ms bienantes de acostarme y mientras me duermo, despus vienen los sueos, esos que ustedllama pesadillas, doctor psiquiatra, pero ya le digo que no son pesadillas porque no measustan, son ms bien graciosos, s, eso exactamente: Sueos graciosos, doctor

    psiquiatra...Sebastin, no me llames doctor psiquiatra; es casi como si me llamaras seor msterJuan Luna; llmame doctor, llmame Juan si te acomoda ms...

    S, doctor psiquiatra, son unos sueos realmente graciosos, la ms vieja de mis tas encalzones, mi abuelita en patinete, y esta noche usted cagando, seguramente, doctorpsiquiatra... no puedo prescindir de la palabra psiquiatra, doctor... psiquiatra... ya lo estoyviendo, ya est usted cag...

    Vamos, vamos, Sebastin. Un poco de orden en las ideas; un poco de control; al

    grano; venga la historia desde atrs. desde el comienzo del viaje...S, doctor psiquiatra... cagando.

    Ya te lo haba dicho: Un caf no es lugar apropiado para una consulta: A cada ratovolteas a mirar a los que entran, debi ser en mi consultorio...

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    No, no, no nada en el consultorio; no hay que tomar este asunto tan en serio;entindame: Una cita con el psiquiatra en su consultorio y tengo miedo a la que le dije;aqu en el caf todo parece menos importante, aqu no puede usted cerrar las persianas nihacerme recostar en un sof, aqu entre cafecito y cafecito, doctor psiquiatra, porque siusted no me quita esto, doctor psiquiatra, perdneme, no puedo dejar de llamarlo as, si

    usted no me quita esto, es mejor que lo siga viendo cagar, perdneme... pero es as y todoes as, el otro da, por ejemplo, he aqu un sueo de los graciosos, el otro da un ejrcitoenorme iba a invadir un pas, no s cul, podra ser cualquiera, y justo antes de llegartodos se pusieron a montar en patinete, como mi abuelita, y a tirarse baldazos de aguacomo en carnaval, y despus arranc, en el sueo, el carnaval de Ro hasta que medespert casi contento... Lo nico malo es que an eran las cinco maana... Como ve, nollegan a ser pesadillas o qu s yo...

    Un poco de orden, Sebastin. Empieza desde que saliste de Pars.

    Haba terminado de arreglar su maleta tres das del viaje porque era precavido, maniticoy metdico. Haba alquilado su cuarto del barrio latino durante verano porque era unestudiante ms bien pobre. Haba decidido pasar el verano en Espaa porque all tenaamigos, porque que veneraba al Quijote y porque quera ver vez tambin por todo lo queall le iba a pasar.

    Le haba alquilado su cuarto a un espaol que vena a preparar una tesis durante elverano. El espaol lleg dos das antes de lo acordado y tuvieron que dormir juntos.

    Conversaron. Como el espaol no lo conoca muy bien an, le habl de cosassuperficiales, sin mayor importancia; o tal vez no:

    Si dices que has perdido seis kilos, ya vers como los recuperas; all se come bien ybarato.

    Odio los trenes. No veo la hora de estar en Barcelona.

    Hombre!, un viaje en tren en esta poca puede ser muy entretenido. Ya vers: O tetoca viajar con algunas suecas o alemanas y en ese caso, como t hablas espaol, nadafcil que sacar provecho de la situacin; o de lo contrario te encontrars con obreros

    espaoles que regresan a su vacaciones y entonces pan, vino, chorizo, transistores, unasemijuerga que te acorta el viaje; no hay pierde.

    El espaol no lo acompa a tomar ese maldito tren. Sebastin detestaba los trenes y sehaba levantado tempransimo para encontrar su asiento reservado de segunda, para quenadie se le sentara en su sitio, y porque, manitico, l estaba seguro de que el conductordel tren lo odiaba y que para fastidiarlo partira, slo ese da, antes de lo establecido porel horario. Fue el primero en subir al tren. E1 primero en ubicar su asiento, en acomodar

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    su equipaje. Como al cabo de tres minutos el vagn continuaba vaco, Sebastin se pusode pie y sali a comprobar que en ese tren no hubiese ningn otro vagn con el mismonmero ni, ya de regreso a su coche, ningn otro asiento con su nmero. Esto ltimo lohizo corriendo, porque tema que ya alguien se hubiese sentado en su sitio y entoncestena que tener tiempo para ir a buscar al hombre de la compaa, uno nunca sabe con

    quin tendr que pelear, para que ste desalojara al usurpante. Desocupado. Su asientocontinuaba desocupado y Sebastin lo insult por no estar al lado de la ventana, por estaral centro y por eso de que ahora, como en el cine, nadie sabr jams en cul de los dosbrazos le tocara apoyar el codo y eso podra ser causa de odios en el compartimiento.Pero tal vez no porque ya no tardaban en llegar dos obreros andaluces, con l treshombres, con el vino, el chorizo y los transistores, y luego las tres suecas, tres contra tres,con sus piernas largas, sus cabelleras rubias, listas a morir de insolacin en alguna playade Mlaga. l empezara hablando de Ingmar Bergman, los espaoles invitando vino,todos hablaran a los diez minutos pero media hora despus l ya slo hablara con lamuchacha sueca con que se iba a casar, ya no volver ms a mi patria, con que se iba ainstalar para siempre en Estocolmo, y que era incompatible con la dulce chiquilla vasca

    que lo hara radicarse en Guipzcoa, un casero en el monte y poemas poemas poemas,tan incompatible con los ojos negros inmensos enamorados de Soledad, la guapaandaluza que lo llev a los toros, tan incompatible con, que lo ador mientras el Viti lesbrindaba el toro, tan incompatible con, triunfal Santiago Martn El Viti... Todo, todo leiba a suceder, pero antes, antes, porque despus, despus volvera a estudiar a Pars.

    Las cinco sacaron el rosario y empezaron a rezar. Las cinco. No bien parti el tren, lascinco sacaron el rosario y empezaron a rezar. l no tena un revolver para matarlas yadems no lograba odiarlas. Iban limpsimas las cinco monjitas y lo haban saludado alentrar al compartimento. Entonces el viaje empez a durar ocho horas hasta la frontera;sesenta minutos cada hora hasta la frontera; ocho mil horas hasta la frontera y las cinco

    monjitas viajaran inmviles hasta la frontera y l cmo hara para no orinar hasta lafrontera porque tenia a una limpiecita entre l y la puerta y no le poda decir madre, porfavor, quiero ir al bao, mientras ella a lo mejor estaba rezando por l. Tampoco podaapoyar los codos; tampoco poda leer su libro, cmo iba a leer al marqus de Sade eseque traa en el bolsillo delante de ellas, cmo iba a decirle a la que haba puesto su maletaencima de la suya: Madre, por favor, podra sacar su maleta de encima de la ma?Quisiera buscar un libro que tengo all adentro. Se senta tan malo, tan infernal entre lasmonjitas. Madrecita regleme una estampita, pens, y en ese instante se le vino a lacabeza esa imagen tan absurda, las monjitas contando frijoles negros, luego otra, lasmonjitas en patinete hasta la frontera, y entonces como que se sacudi para despejar sumente de tales ideas y para ver si algo lquido se mova en sus riones y comprobar si yatena ganas de orinar para empezar a aguantarse hasta la frontera.

    Y cuando me qued dormido, doctor psiquiatra, no debe haber sido ms de media hora,doctor psiquiatra, estoy seguro, tome nota porque sa fue la primera vez que so cosasraras, esos sueos graciosos, las monjitas en patinete, en batalla campal, arrojndosefrijoles en la cara. Creo que hasta me despert porque me cay un frijolazo en el ojo.

    Estas seguro de que esa fue la primera vez, Sebastin?

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    S, s, seguro, completamente seguro. Y la segunda vez fue mientras dormitaba en esabanca en Irn, esperando el tren para Barcelona. Llova a cntaros y se me mojaron lospies; por eso cog ese maldito resfriado. .. Maldita lluvia.

    Y las religiosas? . . . .

    Las monjitas tomaron otro tren con direccin a Madrid. Yo las ayud a cargar y a subirsus maletas; si supiera usted cmo me lo agradecieron; cuando me desped de ellas pensque podra llorar, en fin, que podran llenrseme los ojos de lgrimas; se fueron con susrosarios... limpsimas... Si viera usted la meada que pegu en Irn...

    Los sueos de Irn fueron los mismos que los del tren?

    S, doctor psiquiatra, exactos, ninguna diferencia, slo que al fin yo las ayud a cargarsus patinetes hasta el otro tren. En el tren a Barcelona tambin so lo mismo enprincipio, pero esa vez tambin estaban las suecas y los obreros andaluces y no nos

    atrevamos a hablarles porque uno no le mete letra a una sueca delante de una monja queest rezando el rosario...

    Lleg a Barcelona en la noche del veintisiete de julio y llova. Baj del tren y al ver en sureloj que eran las once de la noche, se convenci de que tendra que dormir en la calle. Alsalir de la estacin, empezaron a aparecer ante sus ojos los letreros que anunciaban laspensiones, los hostales, los albergues. Se dijo: No hay habitacin para usted, en lapuerta de cuatro pensiones, pero se arroj valientemente sobre la escalera que conduca ala quinta pensin que encontr. Perdi y volvi a encontrar su pasaporte antes de entrar, yluego avanz hasta una especie de mostrador donde un recepcionista lo podra estarconfundiendo con un contrabandista. Quera, de rodillas, un cuarto para varios das

    porque en Barcelona se iba a encontrar con los Linares, porque estaba muy resfriado yporque tena que dormir bien esa noche. El recepcionista le cont que l era el propietariode esa pensin, el dueo de todos los cuartos de esa pensin, de todas las mesas delcomedor de esa pensin y despus le dijo que no haba nada para l, que slo haba uncuarto con dos camas para dos personas. Sebastian inici la ms grande requisitoriacontra todas las pensiones del mundo: a el que era un estudiante extranjero, a l queestaba enfermo, resfriado, cansado de tanto viajar, a l que tena su pasaporte en regla (loperdi y lo volvi a encontrar), a l que vena en busca de descanso, de sol y del Quijote,se le reciba con lluvia y se le obligaba a dormir en la intemperie. Calma, calma, seor,dijo el propietario-recepcionista, no se desespere, djeme terminar: voy a llamar a otrapensin y le voy a conseguir un cuarto.

    Pero alguien estaba subiendo la escalera; unos pasos en la escalera, fuertes, optimistas,definitivos, impidieron que el propietario-recepcionista marcara el nmero de la otrapensin en el telfono, y desviaron la mirada de Sebastin hacia la puerta de la recepcin.Ah se haba detenido y ellos casi lo aplauden porque representaba todas las virtudes de lajuventud mundial. Estaba sano, sansimo, y cuando se sonri, Sebastin ley claramenteen las letras que se dibujaban en cada uno de sus dientes: Me los lavo todos los das; tresveces al da. Llevaba puestos unos botines inmensos, una llanta de tractor por suelas, en

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    donde Sebastin slo lograra meter los pies mediante falsas caricias y engaos ydespidindose de ellos para siempre. Llevaba, adems, colgada a la espalda, una enormemochila verde oliva, y estaba dispuesto, si alguien se lo peda, a sacar de adentro una casade campo y a armarla en el comedor de la pensin (o donde fuera) en exactamente tresminutos y medio. Tena menos de veinticuatro aos y vesta pantaln corto y camisa

    militar. Era rubio y colorado y sus piernas, cubiertas de vellos rubios y enroscados,podran causarle un complejo de inferioridad por superioridad.

    Hizo una venia y habl: Haben Sie ein Zimmer?. El propietario-recepcionista sonriburlonamente y dijo: Nein. Pero entonces Sebastian decidi que el dios Tor y l podantomar el cuarto de dos camas por esa noche. Fue una gran idea porque el propietario-recepcionista acept y les pidi que mostraran sus documentos y llenaran estos papelitosde reglamento. Sebastin no encontraba su lpiz pero Tor, sonriente, sac dos,obligndolo a inventar su cara de confraternidad y a decidirse, en monlogo interior, amostrarle en el mapa que Tor sacara de la casa de campo que traa en la mochila, dndeexactamente quedaba su pas, a lo mejor le interesaba y maana se iba caminando hasta

    all.Se llamaba Sigfrido, no Tor, y Sebastin, ya con pulmona, le entreg su mano para quese la hiciera aicos, obligndolo a cargar su maleta con la mano izquierda y a seguirlomientras desfilaba enorme hasta la habitacin bastante buena, con ducha y todo.Sebastin estornud tres veces mientras se pona el pijama y, cuando al cabo de unosminutos, vio a Tor desnudo meterse a la ducha fra, luego lo escuch cantar y darporrazos, no saba bien si en la pared o en su pecho vikingo, decidi cubrirse bien con lafrazada porque esa noche se iba a morir de pulmona. Tara-la-la-la-la-la-la; trra-la-la-la-la-lala-la; Jijoanito Panano, Jijoanito Panano...

    Estoy seguro, doctor psiquiatra, de que vena de dar la vuelta al mundo con la mochilaen la espalda y los zapatones esos que eran un peligro para la seguridad, para los piespblicos. Y todava poda cantar con una voz de coro de la armada rusa y baarse en aguafra, slo tenamos agua fra y no hubo la menor variacin en el tono de voz cuando abriel cao; nada, absolutamente nada: Sigui cantando como si nada y yo ah murindomede fro y pulmona en la cama...

    Sebastin, yo creo que exageras un poco; cmo va a ser posible que un simpleresfriado se convierta en pulmona en cosa de minutos; te sentas mal, cansado,deprimido...

    A eso voy, doctor psiquiatra; a eso iba hace un rato cuando lo empec a ver a ustedcag...

    Ya te di je que haba sido un error tener la cita en un caf; constantemente volteas amirar a la gente que entra...

    No, doctor psiquiatra; no es eso; los sacudones que doy con la cabeza hacia todos ladosson para borrrmelo a usted de la mente cag...

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    Escucha, Sebastin...

    Escuche usted, doctor psiquiatra, y no se amargue si lo veo en esa postura porque siusted no es capaz de comprender que un resfriado puede transformarse en pulmona en unsegundo por culpa de un tipo como Tor, entonces es mejor que lo vea siempre cagando,

    doctor psiquiatra...

    ...

    No comprende, usted? No se da cuenta de que vena de dar la vuelta al mundo comosi nada? No se lo imagina usted con la casa de campo en la espalda y luego desnudo ycolorado bajo la ducha fra, preparndose para dormir sin pastillas y sin problemas lashoras necesarias para partir a dar otra vuelta al mundo?

    Cmo acab todo eso, Sebastian?

    Fue terrible, doctor; fue una noche terrible; se durmi inmediatamente y estoy segurode que no ronc por cortesa; yo me pas horas esperando que empezara a roncar, peronada: No empez nunca; dorma como un nio mientras yo empapaba todo con el sudor yclamaba por un termmetro; nunca he sudado tanto en mi vida y cmo me arda lagarganta! Empec a atragantarme las tabletas esas de penicilina; me envenen portomarme todas las que haba en el frasco. Fue terrible, doctor psiquiatra, Tor se levant alalba para afeitarse, lavarse los dientes y partir a dar otra vuelta al mundo; a pie, doctorpsiquiatra, las vueltas al mundo las daba a pie, no haca bulla para no despertarme y yotodava no me haba dormido; ya no sudaba, pero ahora todo estaba mojado y fro en lacama y ya me empezaban las nuseas de tanta penicilina. Tor era perfecto, doctorpsiquiatra, estaba sansimo, y yo no s para qu me mov: Se dio cuenta de que no dorma

    y momentos antes de partir se acerc a mi cama a despedirse, dijo cosas en alemn y yodeb ponerle mi cara de nuseas y confraternidad cuando saqu el brazo hmedo de abajode la frazada y se lo entregu para que se lo llevara a dar la vuelta al mundo, me ahorc lamano, doctor psiquiatra...

    No lograste dormir despus que se march?

    S, doctor psiquiatra, s logr dormir pero slo un rato y fue suficiente para queempezaran nuevamente los sueos graciosos; fue increble porque hasta so con laspalabras necesarias para que el asunto fuera cmico; s, s, la palabra holocausto; soque el propietario-recepcionista y yo ofrecamos un holocausto a Tor, all, en la entrada

    de la pensin, los dos con el carnerito, y el otro dale que dale con su Haben Sie einZimmer y despus empez a regalarme tabletas de penicilina que sac de un bolsillonumerado de su camisa...

    Era domingo y faltaban dos das para el da de la cita. Sebastin fue al comedor ydesayun sin ganas. Haba vomitado varias veces pero era mejor empezar el dadesayunando, como todo el mundo, y as sentirse tambin como todo el mundo.Necesitaba sentirse como todo el mundo. Era un da de sol y por la tarde ira a toros. Por

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    el momento se paseaba cerca del mar y se acercaba al puerto. Se senta aliviado. Sentaque la penicilina lo haba salvado de un fuerte resfro y que vomitar lo haba salvado de lapenicilina. Se senta bien. Optimista. Caminaba hacia el puerto y empezaba a gozar deuna atmsfera pacifica y tranquila y que el sol lograba alegrar. Sonrea al pensar en elSigfrido que l habia llamado Tor y se lo imaginaba feliz caminando por los caminos de

    Espaa. En el puerto se uni a un grupo de personas y con ellas camin hasta llegar al piede los dos barcos de guerra. Eran dos barcos de guerra norteamericanos y estabananclados ah, delante de l. Sebastin los contemplaba. No saba qu tipo de barcos eran,pero los llam destroyers porque esos caones podran destruir lo que les diera la gana.La gente haca cola; suba y visitaba los destroyers mientras los marinos se paseabanpor la cubierta y, desde abajo, Sebastin los vea empequeecidos; entonces decidimarcharse para que los marinos que lo estaban mirando no lo vieran a l empequeecido.Eran unos barcos enormes y Sebastin ya se estaba olvidando de ellos, pero entonces viola carabela.

    Ah estaba, nuevecita, impecable, flotando, anclada, trescientos metros ms ac de los

    destroyers, no a cualquiera le pasa, la carabela, y Sebastin dej de comprender. Quisopero ya no pudo sentirse como despus del desayuno y ahora se le enfriaban las manos.Ya no se estaba paseando como todo el mundo por Barcelona y ahora s que ya no seexplicaba bien qu diablos pasaba con todo, tal vez no l sino la realidad tena la culpa,presenta una teora, sera cojonudo explicrsela a un psiquiatra, una contribucin alentendimiento, pero no: nada con la que te dije, nada de recustese all, jovencito, nadacon las persianas del consultorio.

    Su carabela segua flotando como un barco de juguete en una tina, pero inmensa, deverdad y muy bien charolada. Sebastin se escap, se fue cien metros ms all hasta lasgolondrinas. As les llamaban y eran unos barquitos blancos que se llevaban, cada

    media hora, a los turistas a darse un paseo no muy lejos del puerto. Ah mismo vendanlos boletos; poda subir y esperar que partiera el prximo; poda sentarse y esperar en lacafetera. No compr un boleto; prefiri meterse a la cafetera y poner algn orden a todoaquello que le hubiera gustado decirle a un psiquiatra, a cualquiera.

    No pudo, el pobre, porque al sentarse en su mesa se le vino a la cabeza eso de los niveles.Recin lo capt cuando se le acerc el hombre obligndolo a reconocer que tena loszapatos sucios, l no hubiera querido que se agachara, yo me los limpio, pero estabansucios y el hombre segua a su lado, listo para empezar a molestarse y l dijo s con lacabeza y con el dedo y para terminar y ahora el hombre ya estaba en cuclillas y ya todo lode los pies y los marineros de los destroyers arriba, sobre los taburetes, delante delmostrador, pidiendo y bebiendo ms cerveza. Yo tambin quiero una cerveza, dijo,cuando lo atendieron. El mozo tambin estaba a otro nivel.

    Despus pensaba que el lustrabotas no tena una cara. Tena cara pero no tena una cara, ycuando se inclinaba para comprobar slo le vea el pelo planchado, luchando por llenarsede rulos y una frente como cualquier otra; nunca la cara; no tena una cara porquetambin cuando se deshaca en perfecciones y dominios lanzando la escobilla, plaff plaff,como suaves bofetadas, de palma a palma de la mano, cada vez ms rpido, lustrando,

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    puliendo, sacando brillo con maa, tcnica, destreza, casi un arte, un artista, pero no, noporque no era importante, era slo plaff plaff, arrodillado, y los barquitos, golondrinas,continuaban partiendo, cada media hora, llenos de turistas, a dar una vuelta, un paseo, nomuy lejos del puerto, por el mar.

    El lustrabotas le dijo que el zapato tena una rajadura, l ya lo saba y no mir; entoncesel hombre sin cara le dijo que no era profunda y que se la haba salvado, le habia salvadoel zapato, el par de zapatos; entonces l mir y ah estaba siempre la rajadura, slo queahora adems brillaba, obligndolo a apartar la mirada y agradecer, a agradecerinfinitamente, a encender el cigarrillo, a beber el enorme trago de cerveza, a mirar almostrador, a volver a pensar en niveles, a hablar de su adorado zapato, le haba costadoun dineral, obligndolo a pensar ya en la propina, qu le dijo el espaol sobre laspropinas, qu piensan los Linares sobre los lustrabotas, cuntas monedas tena, plaff plaffplaff, como suaves bofetadas, casi caricias, que es la generosidad.

    Todava por la tarde, fue a los toros.

    La peor corrida del mundo, doctor psiquiatra; no se imagina usted; fue la peor corridadel mundo, con lluvia y todo. Puro marinero americano, puro turista; slo unos cuantosespaoles y todos furiosos; todos mandando al cacho a los toreros, pero desistieron,doctor psiquiatra, desistieron y empezaron a tomarlo todo a la broma, doctor psiquiatra;burlas, insultos, carcajadas, almohadonazos; slo la pobre sueca sufra, la pobre noresista la sangre de los toros, se tapaba la cara, vea cogidas por todos lados, lloraba, erapara casarse con ella, doctor psiquiatra, pero lloraba sobre el hombro de su novio, doctorpsiquiatra, desapareca en el cuello de un grandazo como Tor, doctor psiquiatra, ungrandazo como Tor aunque este no estaba tan sano...

    Y tuviste ms sueos, Sebastin?Ya no tantos, doctor psiquiatra, ya no tantos; slo so con la corrida: Era extraoporque el grandazo de la sueca era y no era Tor al mismo tiempo... S, s, doctorpsiquiatra, era y no era porque despus yo vi a Tor llegando a una pensin en Egipto ypreguntando Haben Sie ein Zimmer?, aunque eso debi haber sido ms tarde, enrealidad no recuerdo bien, slo recuerdo que yo me asust mucho porque la plaza empeza balancearse lentamente, se balanceaba como si estuviera flotando y slo se me quit elmiedo cuando descubr que las graderas haban adquirido el ritmo de las mandibulas delos marineros: Eran norteamericanos, doctor psiquiatra, y estaban mascando chicle...Parecan contentos...

    No le gustaba jugar a las cartas; no saba jugar solitario, pero cree que puede hablar de loque siente un jugador de solitario; cree, por lo que hizo esa maana, un da antes de lacita con los Linares.

    Desayun como todo el mundo en la pensin, a las nueve de la maana. Despus se senten la recepcin, convers con el propietario-recepcionista, evit los paseos junto al mar yfum hasta las once de la maana. Una idea se apoder entonces de Sebastin: por qu no

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    haberse equivocado en el da de la cita; se haban citado el martes treinta de julio, a la unade la tarde, pero se haban citado con ms de un mes de anticipacin, y con tanto tiempode por medio, cualquiera se equivoca en un da. Adems le preocupaba no conocerBarcelona; y si se equivocaba de camino y llegaba despus de la hora?, y si se perday llegaba muy atrasado?, y si ellos se cansaban de esperarlo y decidan marcharse? Baj

    corriendo la escalera de la pensin y se volc a la calle en busca del Caf Terminus,esquina del Paseo de Gracia y la calle Aragn. Y ahora caminaba desdoblando esemaldito plano de la ciudad que se le pegaba al cuerpo y se le meta entre las piernas conel viento. Por aqu a la derecha, por aqu a la izquierda, se deca, y senta como si ya loestuvieran esperando en ese maldito caf al que nunca llegara. El sol, el calor, el viento,la enormidad del plano que se desdoblaba con dificultad, que nunca jams se volvera adoblar correctamente, que poda estar equivocado, ser anticuado... No, no; parado en esaesquina, la ms calurosa del mundo, sin un heladero a la vista, no, el ya nunca msvolvera a ver a los Linares.

    Y despus no pudo preguntarle al polica se porque el propietario-recepcionista se haba

    quedado con su pasaporte, su nico documento de identidad, y si haba vencido ya sucertificado de vacuna?, a ese otro s poda preguntarle: peatn, transente, hgame elfavor, seor, y luego lo odi cuando le dijo que el Terminus estaba all, en la prximaesquina, y l comprob que faltaba an una hora para la cita, adems la cita era maana.

    Realmente ese mozo del Terminus tena paciencia, no le preguntaba qu deseaba, aunqueno deba seguirlo con la mirada. Qu poda estar haciendo ese seor? Por qu se sentprimero en el interior y despus en la terraza? Por qu se traslad del lado izquierdo dela terraza, al lado derecho? Qu busca ese seor? Est loco? Por qu no cesa demirarme? Me va a volver loco; no se le ocurre comprender? Y as Sebastin estudiabatodas las posibilidades, se ubicaba en todos los ngulos, estudiaba todos los accesos al

    caf, para que no se le escaparan los Linares. Escogera la mejor mesa, aquella desdedonde se dominaban ambas calles, desde donde se dominaban todas las entradas al caf.La dejara sealada y maana vendra, con horas de anticipacin, a esperar a los Linares.Pero ahora tambin los esper bastante, por si acaso.

    La noche antes de la cita tambien so, pero era diferente. Por la maana se despert muytemprano, pero se despert alegre y desayun sintindose mejor que todo el mundo.Tambin camin hasta el Caf Terminus, pero ahora ya conoca el camino y no traa elplano de la ciudad. Llev ropa ligera y anteojos de sol, pero el sol estaba agradable y noquemaba demasiado. Una vez en el caf, encontr su mesa vaca y el mozo ya no lomiraba desesperantemente; se limit a traerle la cerveza que l pidi, y luego lo dej enpaz con el cuaderno y el lapiz que haba trado para escribir, porque an faltaban horaspara la hora de la cita. Y escriba; escriba velozmente, y durante las primeras dos horasslo levantaba la cabeza cada diez minutos, para ver si ya llegaban los Linares; luego yaslo faltaba una hora, y entonces levantaba la cabeza cada cinco minutos, cada tres, cadados minutos porque ya no tardaban en llegar, pero escriba siempre, escriba y levantabala cabeza, escriba y miraba... un mes.

    Dices que eran unos sueos diferentes, Sebastin...

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    S, doctor, completamente diferentes; eran unos sueos alegres, ah estaban todos misamigos, todos me hablaban, los Linares llegaban constantemente, no se cansaban dellegar, llegaban y llegaban; eran unos sueos preciosos y si usted me fuera a dar pastillas,yo slo quisiera pastillas contra los otros sueos, para estos sueos nada, doctor, nadapara estos sueos de los amigos y de los Linares llegando...

    Cul de los dos est ms bronceado? l o ella? Cul lleva los anteojos para el sol?Quin sonre ms? Maldito camin que no los deja atravesar. Y el semaforo todava.Ponte de pie para abrazarlos. No derrames la cerveza. No manches el cuento. No patees lamesa. Luz verde. Cul de los dos est ms bronceado. A quin el primer abrazo. Lassonrisas. Los Linares. Las primeras preguntas. Los primeros comentarios a las primerasrespuestas.

    Hombre!, Sebastin!, pero si ests estupendo.

    S, s. Y ustedes bronceadsimos! Ya hace ms de un mes.

    Hombre!, mes y medio bajo el sol; ya es bastante. Y no ves lo guapa que se hapuesto ella?

    Y ahora, Sebastin, a Gerona con nosotros.

    Tres cervezas?

    S, s. Asiento, asiento.

    Y esto qu es, Sebastin?

    Ah, un cuento; me puse a escribir mientras los esperaba; tendrn que soplrselo.

    Vamos!, vamos!, arranca!

    No, ahora no; tendra que corregirlo.

    Y el ttulo?

    An no lo s; haba pensado llamarlo Doctor psiquiatra, pero dadas las circunstancias,creo que le voy a ponerAntes de la cita, con ustedes, con los Linares.

    Pars, 197