Autissier Isabelle - El Amante de La Patagonia

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    Sinopsis

    El amante de la Patagonia, de Isabelle Autissier, es una novela memorable sobre la culturaymana en los confines del nuevo mundo y la gran novela landscape sobre Argentina.

    Esta obra de la narrativa extranjera comienza con un viaje de Escocia a Ushuaia(Patagonia), mezcla aventura y amor en una tierra d esconocida y hace un tratamiento picodel territorio argentino y de la comunidad ymana en las costas patagnicas.

    Se trata del primer ttulo landscape de procedencia francfona, firmado por unaautora con perfil aventurero que conoce a la perfeccin esta regin de Argentina. Paralectores de Sarah Lark, Elizabeth Haran, Isabel Allende e Isak Dinesen. Isabelle Autissier(Pars, 1956) es escritora y aventurera.

    Es clebre tanto por sus novelas como por ser la primera mujer en haber completadola vuelta al mundo en navegacin en solitario (BOC Challenge 1991). En 1998, en mediode otra travesa en solitario, Autissier naufrag y fue rescatada en el Cabo de Hornos, unaexperiencia extrema que no hizo ms que aumentar su inters por la Patagonia y su inslitopaisaje.

    Autissier tambin hace expediciones regulares a la Antrtida y es, adems,presidenta de la delegacin francesa de la fundacin encargada de la preservacin delmedio ambiente WWF.

    Ushuaia, 1880.

    Emily, una joven escocesa hurfana de diecisis aos, es enviada a la Patagoniacomo cuidadora de los hijos del reverendo de la regin en su tarea de evangelizacin delNuevo Mundo.

    Emily desconoce por completo el territorio que le espera, pero rpidamente percibirla belleza salvaje de la naturaleza, el esplendor spero de los pueblos, con sus aguas y susbosques inmersos en un sol intenso, fro y luminoso.

    Emily, bella e inocente, tambin descubrir el amor con Aneki, un nativo ymana.Ser entonces cuando su vida cambie de repente y para siempre: condenada a seguir loscdigos y las leyes de la civilizacin blanca, Emily se fugar con l, intentando vivir unapasin libre en medio de la feroz colonizacin de las tierras de la Patagonia.

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    Isabelle Autissier

    EL AMANTE de la PATAGONIA

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    Soy Cushinjizkipa, del pas de Yeskumaala, cerca, muy cerca del fin del mundo.

    Soy Cushinjizkipa; keepaporque soy una mujery cushinjizporque nac en la baha

    de los numerosos patos. Los mos me llaman Cushi, los dems me llamaron Rosy. Estenombre no quiere decir nada, pero debo responder a l.

    Dice el relato que uno de los padres de mis padres vio a los otros por primera vez.

    Un da de cada da, haba llovido toda la jornada y el cielo hua llevndose a Akainix, elarco iris. Saliendo de la bruma, estaba aquella inmensa ballena, tan extraa, con tres

    rboles plantados en el lomo. Mi pueblo tiene buena vista, puedo todava, a mi edad,distinguir la sombra del cormorn, por la noche, en las cavidades de los acantilados.

    El padre de mis padres grit que vea grandes pjaros azules y rojos encaramadosen todas partes. La gente se apretujaba en la playa. El animal se acerc a la ribera y dio a

    luz un cachorro en el que se posaron algunos pjaros. Cuando tocaron tierra, todo mipueblo lo vio entonces. No eran pjaros, sino seres parecidos a nosotros. Andaban, tenan

    dos brazos, dos piernas y una cabeza, pero sus cuerpos eran casi invisibles, cubiertos deesas pieles coloreadas que les haban hecho parecer pjaros. Eran terriblemente feos, algo

    ms altos que nosotros pero, sobre todo, ms robustos, sin ni un pice de esa finura queforja la belleza de los cuerpos. La piel de su rostro era plida como la de los muertos y

    estaba devorada por unos largos pelos. Algunos tenan ojos descoloridos, casitransparentes, como los que se atribuyen a Yetaite, el maligno espritu de la Tierra.

    Llevaban unos bastones, que brillaban bajo el tmido sol. Akainix, el arco iris, no es unespritu maligno, no castiga, no es signo de desgracia. Entonces, el pueblo de los hombres

    sinti confianza y permaneci en la playa, por curiosidad, pero tambin porque es de regla

    acoger a quienes trae el mar. Soy Cushinjizkipa, vivo hoy lejos de mi pas, a ms de unasemana de canoa.

    El barco de los blancos lleg antes del alba. Todo estaba tranquilo y lmpido, el sol

    se desliz hacia el cielo, en el eje del canal. En el bote que los desembarc haba unamujer, una desconocida. Tengo poderes, soy una yekamush, formo parte de aquellos quesaben hablar con los espritus. Entonces, vi. En lo alto de la colina, tan lejos, vi y supe queella traa la tormenta.

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    Me llamo Emily y mat a mi madre. Ms exactamente, muri al darme a luz, lo queviene a ser lo mismo. Lo supo, sinti, precisamente cuando yo me deslizaba hacia la vida,

    que estaba perdiendo la suya? Luch? Admiti la derrota? Renunci al combate? Meodi porque le robaba a su marido, a su hijo y el seto de retama dorada de aquellaprimavera? Aull entre el humo de las velas, rodeada por ancianas impotentes.

    Padre nunca volvi a hablar de ella, nunca volvi a casarse. S que antes de minacimiento la casa estaba llena de vida, de vecinas y de hijos. A nadie le gusta la desgracia,y menos an quienes la cultivan, de modo que nos convertimos en los de Doherty, unensamblaje inconveniente de un hombre joven an acompaado por un beb y un nio decuatro aos. Estuve un ao con una nodriza y padre me recuper, pretextando que no erahombre que abandonase a su hija tras haber perdido a su mujer. Caminamos los tres,soldados en torno a esa ausencia. Arrimados los unos a los otros, como quien se apretuja en

    la tempestad. Crec en esa extraa atmsfera en la que cada cual protega al otro tanto comopoda. Nuestro tro estaba imbuido del sentido de la fragilidad y la urgencia de estar juntos.A los nios nada les parece nunca anormal. La regla familiar es la vida, y eso es todo.Tanto ms cuanto los puntos de comparacin eran muy escasos, puesto que a Dohertyacudan pocos visitantes. Solo cuando todo se detuvo tom conciencia de haber sido lanica y pequea campesina de Escocia que haba tenido semejante infancia. Para m, esafelicidad era banal.

    Padre nos llevaba a todas partes: a los campos bajo pieles de cordero, al establo bajola paja, al anochecer junto a la chimenea, uno en cada rodilla. A menudo dejaba de trabajarpara trenzar para m una corona de abeto o hacer un arco para Greg. Dos o tres veces al ao

    bamos al pueblo para vender un poco y comprar menos an. Cuando llegaba la poca de lacosecha, durante unos das echaba una mano a los vecinos y estos le correspondan. Por lodems, nosotros ramos sus nicos interlocutores. Se tomaba tiempo para hablarnos, comoa adultos, de los animales y del cuidado que exigen, de las plantas y de sus virtudes, de lasleyendas e historias tan antiguas que ya no se saba quin las haba vivido.

    Tuve muy pronto que ocupar mi lugar. A los cinco aos saba ordear, sentada en eltaburete que padre me haba fabricado. A los seis sacaba agua del pozo. A partir de los sieteera la mujer de la casa, cocinaba, cosa, mal sin duda, pero habitada por el desesperadodeseo de borrar mi pecado original.

    Soaba con ser un muchacho. Correr por las landas, montar a caballo, cazar eincluso cortar lea y matar bestias me ha atrado siempre ms que remover el calducho ohilar interminablemente. Por fortuna, Greg, que no tena compaeros de su edad, me dio laposibilidad de escapar de mi condicin de nia. Me llamaba Em, haciendo quedesapareciera la sonoridad femenina de mi nombre. En cuanto tenamos tiempo libre, mearrastraba hasta la copa de los rboles, me enseaba a hacer saltar las piedras y a dispararcon el arco, conducamos las vacas y los corderos. Los apacibles animales nos dejabantiempo para fabricar lazos de caza, ejercitarnos con la honda contra los pardillos y las

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    alondras de los alrededores e incluso para luchar. Nos revolcbamos por el prado; yoconsegua de vez en cuando ponerle una zancadilla que le haca soltar una carcajada yexclamar:

    Bravo, Em, sers un buen soldado!

    Yo temblaba de orgullo y mis noches se poblaban de uniformes con botones doradosy de cierta recluta ms pequea, pero ms valerosa que todos, blandiendo su bandera, comoen los grabados del almanaque.

    Un caballo, tres vacas, unos veinte corderos, las gallinas, un campo de centeno yalgunas verduras. No ramos pobres, tampoco ricos.

    Cul es la norma? La felicidad o la desgracia? Los equilibra Dios en la vida decada cual, para poner a prueba nuestros corazones y nuestra fe? Pronto abandon esaapacible existencia. El heno haba sido almacenado justo a tiempo, antes de las tormentas.

    Las colinas estaban rubias y secas, el riachuelo llevaba poca agua, y me gustaba esteperodo, cuando la naturaleza parece ahta, satisfecha de haber creado, un ao ms. Yo tenaonce aos.

    O que un caballo se detena en el patio. Ben Ashley, el vecino, rehua mi mirada y alas palabras les costaba salir de su boca.

    Pequea, ve a buscar a tu hermano, tenis que venir conmigo! La bajada hacia lacharca estaba muy hmeda an. Siempre he dicho que era preciso empedrar bajo los

    rboles. Tu padre ha quedado atrapado bajo el prtigo. Ser un milagro si se libra de esta.

    *

    Tres das ms tarde, abandonaba yo Doherty creyendo que algn da volvera. Gregse marchaba a treinta leguas de all, como jornalero, y el reverendo Mac Kay, que viva enGrenook, emparentado de lejos con mi madre, me recoga. Alma buena, se proponaeducarme en la caridad, como una de sus cuatro hijas. De hecho, yo me senta una criada al

    servicio de un hatajo de holgazanas cuyo nico inters por el prjimo consista en chismearmalignamente.

    Emily, agua caliente! Emily, velas! Emily, no has terminado el dobladillo?

    La casona de piedras grises habra podido deslumbrarme, con sus muebles encerados

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    y su vajilla de porcelana. Pero, en sueos, yo segua viendo la choza que, inexorablemente,deba de estar deteriorndose. La ciudad, sus comercios, sus multitudes asustaban a lapequea salvaje que yo era. All descubr que me era indispensable ver correr un manantialy beber a grandes tragos, or mis pasos crujiendo sobre las hojas secas, sentir el viento quebaja de las colinas capturando, de paso, todos los aromas de centeno tibio o de brezo.

    Echaba cruelmente en falta estas sensaciones, banales para los campesinos, intiles para losciudadanos. Nunca he conocido la naturaleza de mi secreta correspondencia con estas cosassencillas. Pero, ya a aquella edad, tom conciencia de que mi vida no podra desarrollarsesin ellas.

    Solo me senta bien en el jardn, binando el huerto y recolectando las manzanas. Enotoo, contemplaba el paso de las ocas, como lo hacan sobre las colinas de Doherty, yrecordaba que mi padre me contaba que se dirigan al fin del mundo, donde el sol esardiente incluso en invierno. Me senta prisionera. El reverendo Mac Kay vino, sinquererlo, a rescatarme. Era un hombre corpulento y barbudo, con manos de mujer y ojos tanprofundamente hundidos en sus rbitas que costaba distinguir su mirada. Yo lo consideraba

    la nica alma caritativa de toda aquella casa. De joven, haba ido a llevar la palabra de Dioshasta las Indias, antes de que la enfermedad lo devolviera y se casara con la primera de susovejas. Le quedaba de ello una sombra biblioteca que pareca contener todos los secretosdel mundo. Su contrariada aficin a los viajes le haba hecho adherirse a asociaciones deayuda a los misioneros, y la casa reciba a menudo invitados que regresaban de pasesextraos, para los que organizaba conferencias y cuestaciones. Al comienzo, aquellasvisitas me desconcertaban. Contrastaban en exceso con mis costumbres de solitaria. Peroqued rpidamente fascinada por las historias que contaban en torno a la mesa. Los salvajescompletamente negros o amarillos, los animales feroces, los ros sin fin, los desiertos.Nunca haba imaginado tantas cosas y tan distintas en nuestra Tierra. Ms de una vez merieron por permanecer escuchando en un rincn de la sala en vez de recoger la mesa. Tuvela audacia de hacer preguntas cuando la familia y sus huspedes se agrupaban ante lachimenea. Esto diverta al pastor.

    Perdonen la curiosidad de nuestra joven Emily, es una exploradora en paales, sino me equivoco

    deca.

    Al reverendo le debo tambin mi nico motivo de felicidad en aquella poca:

    aprender a leer y a escribir.

    Para qu atiborrar la cabeza de esta nia. No lo necesitar en absoluto

    se enojaba su mujer.

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    Dejmosla, si lo desea! Quin sabe? Tal vez la lectura de la Biblia sea algn dasu nico socorro

    responda l.

    Tengo la intuicin de que me vea ya desposndome con uno de sus misioneros yleyendo los textos sagrados a montones de mujeres en sari o en boubou. De modo que,todas las noches, me apresuraba a terminar mi tarea para deslizarme hasta un extremo de lalarga mesa, donde sus hijas estudiaban, y creo que fui mucho mejor alumna que ellas.

    *

    Pasaron cinco largos aos. Me civilic un poco, abandon la costumbre de caminardescalza y limpiarme los mocos con la manga. Tena un estatus ambiguo, entre hija ysirvienta. Mi espritu de independencia haba llamado la atencin del reverendo, que veaen m a una aliada siempre dispuesta a vibrar con el relato de sus antiguas empresas. Era lanica que estaba autorizada, cuando haba terminado mi trabajo, a entrar en la bibliotecadonde l escriba sus interminables misivas. Lea yo con avidez una seleccin de obras quel me haba preparado, en las cuales se celebraban las hazaas y virtudes de algnmisionero. Conservo an el recuerdo del olor a cerrado y a polvo que exhalaban aquellaspginas, de los puntitos pardos de humedad que devoraban sus esquinas y del ruido deinsecto del papel de seda que levantas conteniendo la prisa por descubrir un dibujo. A

    veces, me comentaba una de esas imgenes, le recordaba sus propias aventuras. Para sumujer, yo era solo una pobrecilla impertinente; para l, la secreta quimera de un hombreque nunca ms partira y que sufra por no tener descendencia masculina capaz de retomarla antorcha de la evangelizacin.

    El desenlace lleg de manos del cartero, una luminosa maana de invierno: dos aosantes, uno de nuestros visitantes haba sido el pastor Georges Bentley. Recorra GranBretaa con el fin de recaudar fondos para su misin en un lugar improbable, el extremoaustral de Amrica del Sur. Daba cuenta regularmente a sus benefactores de suimplantacin en Ouchouaya, donde su grupito de catequistas viva alejado de todo, rodeadosolo de indios. Aquel extrao nombre, que ms tarde se deform en Ushuaia, me complaca

    por una especie de premonicin. Sabra ms tarde que eso significa: La baha que penetraen el oeste. El seor Bentley posea verdadero talento como escritor y el reverendo noslea con frecuencia sus cartas antes de que rogramos por l. Aquellos textos hablaban delos salvajes que vivan desnudos en medio de la nieve y para los que organizbamosrecolectas de ropa vieja. Pero describa tambin, con nfasis, paisajes sublimes, glaciaresque se hundan en el mar, bosques rojizos en otoo..., testimonio, todo ello, de la grandezadel Creador. Por fin, y especialmente, hablaba de aquellas almas simples y rudas a las queaportaba las luces fsicas de la civilizacin y morales de la cristiandad. El reverendo

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    Bentley era el favorito de nuestros seores misioneros. Aquel da me reprendieron denuevo por replicar agriamente a la mayor de las Mac Kay.

    Nunca sacaremos nada de esta chiquilla, cada vez est peor. Pronto jurar comoun carretero, los castigos no consiguen nada. Se lo digo yo, amigo mo, es semilla dedelincuente

    atronaba la mujer del reverendo, tras haberme soltado dos bofetones.

    Pero la misiva procedente de Ouchouaya terminaba con una acuciante peticin. Lamujer del pastor Bentley acababa de tener su quinto hijo. Su fatiga, el cuidado de la casa,del huerto, unidos a su solicitud para con las mujeres y los nios indgenas, la agotaban.No conocera acaso a alguna muchacha a la que no desagradase aquel duro clima y quepudiera ir a ayudarla? Mac Kay ya haba seleccionado para ella, dos aos antes, a un

    herrero que realizaba maravillas. Bentley confiaba en aquel hombre. Una campesina algobasta sera lo adecuado. De pronto, todos los de la casa se volvieron hacia m.

    El 26 de marzo de 1880 cargu mi pequeo bal en la diligencia de Glasgow, decamino hacia el Nuevo Mundo. Tena diecisis aos.

    3

    He aqu mi pas! Me siento tan intimidada como excitada al imaginar lo que meaguarda en esta tierra nueva. Ni siquiera s cuntos aos pasar en ella; pero acaso

    importa? La eleg, he querido ir, y all voy. Desde hace dos das el tiempo ha mejorado, esbueno incluso. El viento ha girado hacia el norte y nos deslizamos por un mar gris,sordamente recorrido por los rayos de luz que brotan de entre las nubes. Algunos albatrosdelicadamente subrayados de negro nos acompaan, fisgando la estela en busca dealimento. Liberada del innoble mareo que me mantuvo en la cama durante el descensodesde el Ro de la Plata, permanezco en cubierta durante todo el da para huir del olor amoho de mi camarote. El aire me parece cargado de una indefinible energa, una vivacidadque me llena los pulmones, hace que me den ganas de cantar, que me alegre de habertomado la irrazonable decisin de establecer aqu parte de mi vida.

    El segundo oficial, el seor Sellers, siempre ha sido previsor. l, ms que el capitn

    a quien se lo encargaron, vela por m. Me acompa cuando quise desembarcar, tanto enLisboa como en Buenos Aires, y me ayud a comprar una pastilla de jabn y dos hermosaspiezas de tela de algodn estampado. En esta ltima ciudad, sobre todo, habra sido muyimprudente circular sola. Este pas, Argentina, que fue una posesin espaola y esindependiente desde hace apenas sesenta aos. En vez de aportar la paz a sus habitantes,aquella rebelin condujo a incesantes guerras civiles y contra sus vecinos. El seor Sellersdice que, ahora, todos los argentinos han designado al general Mitre como su jefe y queregresar la concordia. Pero permanecen en Buenos Aires, su capital, muchos hombres

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    desmovilizados que vagabundean, armados y sin trabajo. Hay otra razn para que reine lainseguridad en este extrao pas: casi todos sus habitantes han llegado recientemente deEuropa. Aparte de algunos indios, esta tierra estaba desierta. Mucha pobre gente aposttodos sus ahorros en un pasaje de un barco que se diriga hacia esa tierra de promisin, yan no han sido compensados. En pleno verano, entre un calor tormentoso, a orillas de un

    ro lodoso, con barracas junto a los almacenes, se grita en todas las lenguas. Todo esoasusta bastante y me satisface que Ouchouaya, nuestro destino, se encuentre a tres semanasen barco de esta Babel y no tenga ms habitantes que nuestra comunidad misionera y losindios de los que vamos a ocuparnos. Tras haber dispuesto agua y vveres, zarpamos y, alcabo de unos das el horizonte estaba tan vaco como durante nuestra travesa del Atlntico.Imposible sospechar que navegbamos cerca de la tierra. Cuanto ms hacia el sur bamos,ms descenda la temperatura, el viento era ms fuerte y mi entusiasmo ms dbil.Permaneca echada en mi litera, siempre con nuseas.

    El pequeo ojo de buey destilaba una luz verdosa, pero tal vez fueran imaginacionesmas a causa del mareo. A menudo me reprochaba haber accedido a hacer ese viaje. No

    habra sido mejor, me preguntaba, soportar a aquellas arpas, las hijas del pastor, unos aosms y luego independizarme y colocarme en Escocia como gobernanta? Haba mandadouna misiva a Greg antes de partir, pero no haba obtenido respuesta. Tal vez l hubieracambiado de granja o se hubiese establecido en alguna parte. Si lo hubiera encontrado,pensaba, habramos recuperado juntos Doherty, restaurado la chabola y reanudado nuestravida de antao.

    No soy muy bonita, decid. Siempre se han burlado de mi delgadez, mi gran talla yla inexistencia de atributos femeninos. Me han dicho de todo: esprrago, palo de escoba,tabla de planchar! Pero s que tengo en mi favor unos cabellos largos y rizados y unos ojosverdes que he recibido, deca con nostalgia padre, de mi madre, y adems soy dura ante lasdificultades y el trabajo. Con todo, habra podido casarme y trenzar, a mi vez, coronas deespino o fabricar arcos para mis hijos. En vez de ello, me siento muy sola, de camino haciauna tierra de salvajes.

    Pero hoy las agradables condiciones barren mis negras ideas. Soy de nuevo Emily,el buen soldadito, dispuesto a todas las aventuras. Y, puesto que una felicidad nunca vienesola, mientras saboreo esta hermosa luz, el seor Sellers se rene conmigo en cubierta ycon una amplia sonrisa dice:

    Mire, seorita Emily, ah est la tierra!

    Se necesita una vista muy buena o el legendario optimismo de los marinos para verun continente tras el trazo grisceo que mi compaero me seala. Pero, poco a poco,aparece una barra, y va creciendo en el horizonte, como una bestia que emergiese de lanada. Un acantilado beis y desnudo va precisndose, salpicado de playas de guijarros y,ms all, cabrilleos hasta perderse de vista con los que juegan unas manchas de sol. Eso estodo lo que me aguarda. Ni un solo indicio de vida humana, ni aldeas, ni caminos, ni ellento serpentear de humaredas rasantes, solo naturaleza en bruto. Casi siento vrtigo altomar conciencia de este vaco. El mundo es grande, y me siento tan pequea.

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    Nuestro navo se ha acercado a la costa para dirigirse hacia el cabo San Pablo,dice el capitn. Pero cmo se orientan pues? A cada punta sucede otra. El interior de latierra se parece a mi Escocia. En la lejana, adivino algunas montaas. Las zonas ms clarasson praderas, vallecillos que imagino empapados, entretejidos con espejeantes arroyos. Laszonas oscuras son bosques que trepan hacia las alturas. Ocultos en ellos, sin duda, nos

    espan algunos ojos. Los marineros me han avisado.

    Uno cree estar en un desierto, dicen, pero no se confe, seorita, los salvajes loven todo. Apenas has echado el ancla cuando ah estn esos rostros pintarrajeados, gritandocomo diablos. No es que sean muchos, pero no se les escapa nada. S, es usted muyvaliente. Dios me perdone, esos cafres jams comprendern nada de la religin.

    Hombres de poca fe. Dios cre a estos primitivos como a nosotros. Por qu no vana escuchar su mensaje?

    *

    El domingo entramos en el canal de Beagle, bautizado con el nombre del navo delseor Fitzroy, un gran marino que cartografi ampliamente estas regiones desiertas. Es unpaso que une, en el extremo sur de Amrica, el Atlntico con el Pacfico, separando la granisla de Tierra de Fuego de las ms pequeas que llegan hasta el cabo de Hornos.

    En pleno verano austral, el panorama es deslumbrador. Al norte, se levantan grandesbosques que se interrumpen bruscamente, a cierta altura, como si se hubiera propinado untijeretazo al manto oscuro, para dar paso a caras rocosas sembradas de placas de nieve. Alsur, unas colinas ms agradables alternan bosques y praderas. Al oeste, el canal se pierde enun misterio de picos, rocas y cumbres cubiertas de hielo. La luz del sol, tibio ya, pone derelieve cada detalle con absoluta claridad. El paisaje parece brillar desde dentro, habitadopor alguna alma secreta. Casi he sentido ganas de llorar ante tanta belleza.

    Palabra, seorita Emily, nos trae usted suerte, de lo contrario no tendramos tan

    buen tiempo en este maldito lugar. La ltima vez tardamos una semana en embocar el canaly desgarramos tres veces el trinquete

    comenta el contramaestre.

    Damos lentamente bordadas entre las riberas, con viento dbil, y corriendo de unlado a otro de la borda, devoro con los ojos la ribera. Hay en ella algo que se parece a loslugares que he conocido, aunque centuplicado, como si fuese ms indomable, ms enrgica.

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    Desde el primer da siento que se establece en m un profundo pacto con esta naturaleza;me consagrar a ella y jams me traicionar, estoy donde debo estar. Pienso una vez ms enDoherty, en Greg y en padre, pero sin aoranza. Estos lugares sern como un estuche debelleza para mis pensamientos hacia ellos, digno de su recuerdo. No quiero vivir en lanostalgia. Aunque me reproche tener ahora que hacer un esfuerzo para evocar los tupidos

    cabellos de mi padre, su barba negra y los pliegues de su boca que se dirigan tristementehacia abajo, aunque me cueste imaginar a Greg como un hombre hecho y derecho, rodeadode hijos, s que mi porvenir no est all y que debo mantener su imagen en una caja derecuerdos, en un rincn de mi cabeza, y dejar sitio para ese futuro que se me presenta.

    Capitn, veremos algunos nativos? Dicen que acuden fcilmente al encuentro delos navos para mendigar regalos.

    No tenga tanta prisa, seorita, ignoro lo que le han dicho, pero esos tipos nosiempre son tratables. Mire, la isla de ah delante; la llaman Gardiner, por el nombre delprimer evangelista que quiso establecerse ah. Estos indios le hicieron la vida dura, lerobaron todas sus cosas y estuvieron a punto de matarlo, a l y a sus cinco compaeros.Huyeron a la baha Sloggett, que hemos dejado atrs esta maana. Pues bien, crame si leapetece, pero estos salvajes los dejaron morir de hambre durante todo el invierno. Losencontraron meses ms tarde, rgidos como cirios, Dios me perdone. Y aun fue una suerteque no los devoraran.

    Pero si no son antropfagos!

    Eso no es tan seguro. Se dice que, en caso de hambruna, se comen a las ancianasque ya no sirven para nada. La emprenden con los viejos y sin embargo respetan sus perros,para poder cazar. Piense usted lo que quiera, pero los salvajes son siempre salvajes. A mya me va bien no acercarme demasiado a ellos.

    Sin duda, esa gente vive casi como los animales salvajes y no conocen lacompasin, pero el reverendo Mac Kay me dijo que tambin se hacan correr muchasmentiras. En especial, no son antropfagos.

    El capitn replica con aspereza:

    Bueno, hablaremos de ello cuando vuelva a pasar por aqu. Seis meses deberan

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    bastar para que se haga una idea de sus protegidos. Ahora perdneme, debo verificarnuestra ruta.

    De pronto me siento invadida por la tristeza. A bordo, todo el mundo ha escuchadonuestro altercado y nadie, ni siquiera el seor Sellers, me dirige ya la palabra, como si yo

    hubiera justificado alguna prctica brbara.El anochecer se extiende con infinita lentitud, el cielo y el canal se cubren

    sucesivamente de rosa, de fucsia y de magenta. El viento cesa y permanecemos encalmadosen ese universo de colores. Ni un solo rizo en el agua, ni un ruido en la ribera, nada turbaese esplendor. Pero la serenidad me ha abandonado.

    Navegamos una jornada an divisando una sola vez canoas, a lo lejos, zigzagueandoms all de las islas. No se acercan, y ya no me atrevo a decir nada. La noche siguiente medespierta el ruido del ancla. Sin luna y con un cielo cubierto, apenas si se distingue laribera.

    *

    En pleno esto, las noches, como en Doherty, no duran mucho ms de tres o cuatrohoras. En cuanto clarea el alba me apresuro para ver el lugar donde vivir. Me da buenaimpresin. La baha de Ouchouaya est rodeada de altas montaas, la inevitable forestaocupa casi todo el contorno a excepcin de unas colinas bajas, al oeste, prolongadas porislotes que separan el fondo de la baha del canal, formando as un vasto puerto natural,

    bien protegido. En una de estas colinas se levant la misin. Poca cosa, de hecho, unmuelle, un camino, hacia la izquierda, tres casas de ladrillo y madera, cada una rodeada porun cercado, algo separado un edificio mayor, visiblemente en construccin, que debe de serel templo para el que el reverendo Bentley reclamaba fondos. Junto a la orilla, otras cuatrocasas, de madera, que parecen abandonadas y, frente a ellas, una docena de chozas. Este esel pueblo. Junto al agua, entre grandes algas pardas, algunas finas canoas. Unos perros sepelean ruidosamente. A pesar de la hora matutina algunas personas van y vienen entre laschozas. Mis primeros ymanas! Porque as se denomina esta tribu. Desgraciadamente, acausa de la escasa profundidad hemos echado el ancla lejos de la playa y veo mal.

    En el navo, siguen ponindome mala cara. Son hombres de rencor tenaz. Tasco el

    freno durante horas, esperando a que todo el mundo se desperece, que suban a cubierta mibal y las innumerables cajas que llevamos. Por fin, hacia las ocho, echan el bote al agua.

    Bienvenida, mi querida Emily! Dorothy y los nios la aguardan con impaciencia.Gracias a Dios, ha hecho usted un buen viaje.

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    Me cuesta reconocer en el hombre que me tiende la mano al favorito del pastor MacKay. Ciertamente, ah est esa silueta de talla media, algo corpulenta, ese crneo quecomienza a despoblarse y esa tupida barba, que haban hechizado algunos anocheceres enGrenook, pero la impresin es muy distinta. Acaso la vida en este extremo del mundo loha transformado hasta tal punto? Su incipiente panza parece aqu una masa densa y

    musculosa, las manos son anchas y agrietadas, los brazos arremangados permiten ver unassobresalientes venas que serpentean bajo una piel marcada, el rostro se ha enrojecido y losojos estn inyectados en sangre. Del conjunto del personaje se desprende una impresin aun tiempo de solidez y deterioro. Me hace pensar de inmediato en esas grandes rocasaisladas que siembran los campos en Doherty, macizas, inquebrantables y, sin embargo,surcadas por grietas y fisuras que atestiguan los ataques del tiempo.

    Apenas tengo tiempo de balbucear un agradecimiento cuando ya no se ocupa de mpara enzarzarse con el capitn en una apasionada conversacin sobre Inglaterra. No meinvitan a participar aunque, sin duda, no habra sido capaz de hacerlo, pues el espectculodel lado de las chozas me deja pasmada. Estos seres son horribles! Haba visto yo, en los

    libros del reverendo Mac Kay, que los indgenas tienen morfologas muy distintas de las delas personas civilizadas, pero hasta ese punto es difcil pensar que tenemos algo en comncon esta raza miserable. Son bajos, no mucho ms de un metro sesenta. Pero son, sobretodo, desproporcionados, con un tronco desmesurado con respecto a unos miembrosenclenques. Sus piernas son especialmente flacas y sin finura. Aunque son sus rostros,sobre todo, los que muestran su pertenencia a una raza inferior: una cara redonda, una bocaancha y fea, unos prpados pesados bajo una pelambrera negra que, naturalmente, nunca haconocido un peine. Con la excepcin de algunos nios, tienen unos ojillos negros de miradaapagada y huidiza. Esta impresin de decadencia se ve reforzada por la ropa que llevan.Casi todos van vestidos, pero no me atrevo a decir que a la europea. Los harapos que loscubren son irreconocibles. Mugrientos, desgarrados, a veces reducidos a jirones con los quese envuelven cmicamente, reforzando la impresin de abandono y decadencia. De todosmodos, con su distinta morfologa, nuestra ropa, en ellos, solo puede flotar en algunoslugares para ceirse demasiado en otros. Su piel es de un moreno claro. En los jvenes,parece an ms o menos lisa, pero en las dos viejas que han salido para examinarme dirasepergamino. Ms an, estas mujeres van casi desnudas. Solo una tela oculta sus partespudendas y sus pechos triangulares cuelgan sin recato. No esperaba que estos seresprimitivos fueran bellos, pero lo que veo supera el entendimiento. Cmo hacerles entreverciertas luces si sus espritus van a la par de estos cuerpos degenerados?

    No tengo tiempo de demorarme, el seor Bentley, que ha llegado ya a lo alto de lacolina, me llama, y huyo con alivio.

    Me refugio en la casa del reverendo como si de un puerto se tratara. Desde elexterior no tiene buena pinta: basamento de ladrillo, paredes de madera, techo de plancha,sin el aspecto tranquilizador de los buenos muros de piedra de Doherty ni, claro est, laclase de la fachada enlucida de Grenook, pero una vez abierta la puerta, encuentro lacalidez del hogar de mi infancia. Entro en una amplia estancia donde arde un fuego quesigue siendo necesario, incluso en pleno verano. Dos bargueos, un vasar, una larga mesa yuna decena de sillas debieron de hacer el viaje desde Inglaterra, dada su cuidada factura. El

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    resto, suelo, estantes, taburete, trinchero, tiene el tosco y nudoso aspecto del haya local, queaprender a conocer. Al revs que en la casa Mac Kay, atestada de alfombras, marcos ychucheras, encuentro aqu un agradable ascetismo. Con las paredes casi desnudas, elespectculo lo proporcionan las ventanas que dan al este, a la baha, y a las atormentadascimas. Respiro ese olor a granja, a madera, a sebo, a humedad, a aromas de cocina y de

    humanos amontonados. En las cuatro esquinas, cuatro puertas: tres dan a las habitaciones yla cuarta a la lavandera y al cuarto trastero.

    Una mujercilla rubia, tan flaca y plida como grueso y bronceado es su marido, merecibe. Es Dorothy Bentley.

    Mi pequea Emily, por fin!

    exclama

    . Me tranquiliza tanto verla. Vamos, preparemos un t para estos caballeros.

    No me gusta demasiado que me llamen mi pequea, sobre todo porque, en estecaso, soy ms alta que ella. Pero me da pena con su aire extenuado, desbordada por unmarido enrgico que emprende tres obras cada da. Est ah por el amor de Dios y de esehombre. Comprendo ntimamente su desesperada voluntad de estar a la altura de la tareaque me recuerda el pacto de los tres de Doherty. Heme aqu, de inmediato, con unlactante en un brazo, pescando con el otro las tazas y la leche.

    Nias, venid a saludar a vuestra gobernanta!

    Me cuesta no sonrer. Gobernanta! En esta barraca, en medio de la nada, lejos decualquier sociedad... Agarrndose a los usos y costumbres de este mundo, Dorothy, lodescubrir ms tarde, consigue mantener a distancia el salvajismo de este entorno. Fuera, elfro, salvajes, el viento furioso en el canal; dentro, su hogar, unos hijos corteses, lacubertera de su boda y el servicio de t. La mujer del reverendo filtra la realidad, laexpurga mentalmente de todo lo que se aparta de la vida que hubiera debido llevar en plenoSussex o Hampshire.

    Salieron de una habitacin dos nias. De no ser por su distinta edad, nueve aosMary y cinco Beth, podran ser gemelas. Cuerpo pequeo y frgil, trenzas rubias, ojos deporcelana, parecan tan desplazadas all como yo gobernanta. Tengo apenas tiempo deadvertir que Mary me mira de soslayo con aire contrariado, cuando Beth corre riendo aplantarme un beso. No tengo tiempo de demorarme en ello, hay que servir el t, pelar lasjudas, cambiar al beb. Durante las semanas en el mar he desarrollado una especie deletargia, en concordancia con la perpetua agitacin del ocano. Me complace recuperar laverdadera vida. Los de la casa deben su supervivencia al empecinamiento de unos y otros.

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    Aqu, no hay nadie para cortarnos la lea o llevar el agua, cuidar a los animales y el huerto,coser la ropa. No hay ms que un puado de seres luchando para mantener una aparienciade civilizacin en este desierto.

    La cena ser animada. El reverendo Bentley ha decidido ofrecer una comida a toda

    la colonia. Acostados los nios, descubro a quienes acompaarn mi vida futura. Ademsdel capitn y su segundo, se estrechan alrededor de la mesa Joachim y Harry, los dosmuchachos de la familia, a quienes tratan ya como adultos, John Doodle, el catequistasoltero que se aloja con nosotros, Elisa y Samuel Pierce, el herrero que envi Mac Kay, ydos parejas ms, los Simley y los Meesh, los hombres de las cuales hacen de agricultores,carpinteros o lo que haga falta.

    Agradezcamos al Seor su viaje sin tropiezos y la llegada de nuestra queridaEmily. Que con Su ayuda, alcemos ms an Su palabra. Fortalezcmonos unos a otros para

    que Su gloria brille hasta en estos olvidados rincones del mundo y atraiga hacia l lospueblos de la tierra. Amn.

    Sigue un solemne silencio. Cada cual piensa, creo, en su propia llegada y su destino,tan lejos de la patria. Luego la conversacin versa todava, y siempre, sobre Inglaterra.Todos se sienten vidos de conocer los hechos y gestos de nuestra reina Victoria, lasnoticias del Imperio de las Indias, del Canad, y mil cosas ms que les son por completointiles. Al capitn le encanta ser el centro de las conversaciones. El reverendo se descubredos entusiasmos: uno por las mquinas a vapor de las que suea con hacer venir unejemplar para desarrollar el aserradero, otro por una reciente teora que permite deducir lasfacultades intelectuales de los seres gracias a la forma de su crneo. Sera aqu de gran

    utilidad, para estudiar a los autctonos e incluso identificar a los que fueran ms aptos parala educacin. Las mujeres me suplican que les describa con detalle la casa del reverendoMac Kay, el color de las alfombras, el dibujo de los platos. Advierto que casi lo he olvidadoya, pero mi imaginacin lo suple. Ms tarde, una u otra me preguntar de nuevo algunosdetalles o emitir un comentario. Nada se les habr escapado, como si esas pobres palabraslas tranquilizaran, les conservaran la capacidad de regresar algn da al pas sin parecertontas. Su curiosidad me enoja y me parece muy vana. Pero, dentro de algunos aos, noser yo quien acose a una visitante, curiosa ante esas futilidades? Esta idea me incomodatanto que pido permiso para retirarme, alegando la fatiga del viaje.

    *

    La ventana de mi habitacin da al sudeste. La vista llega muy lejos, hasta el canal deBeagle. Todo es gris esta noche y se amontonan grandes nubes con forma de huevo. Nadaes corriente aqu, ni siquiera las nubes. Las montaas se reflejan majestuosas en un agualisa, creando una turbadora simetra. Las nias duermen juntas en la cama grande. Beth,

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    acostada de espaldas, abandonada, con las manos abiertas, ronca levemente. Mary, por elcontrario, est hecha un ovillo, encogida, con los puos apretados, como tensa en el meollomismo de su sueo. Yo ocupo la cama pequea, justo debajo de la ventana, y eso mepermite ver el cielo que se oscurece lentamente y me recuerda a Doherty en verano.Algunos ecos de conversacin, uno o dos ladridos, el piar de un pjaro, nada ms. Por

    primera vez en mi vida, me cuesta dormirme. Mientras duraba el viaje, me quedaba an lasensacin de poder dar marcha atrs, nada permaneca inmvil, cada da un paisaje distinto,las escalas, el descubrimiento del mar. Heme aqu ahora como un rbol trasplantado quedebe echar nuevas races. Me doy cuenta de que me he aficionado al hervidero que es laciudad y tambin la casa de los Mac Kay. Tengo sentimientos contradictorios. Por un lado,esta naturaleza me habla, me atrae, me hechiza. Me siento ya en connivencia con ella. Porel otro, una especie de vrtigo se apodera de m cuando imagino toda mi vida aqu, con lasmismas diez personas y tropas de indios degenerados por nico horizonte.

    Seorita! Puedo meterme en tu cama? Tengo miedo!No he advertido que me adormeca y deba de estar sumida en un profundo sueo,

    pues no he sentido que se levantaba el viento. La borrasca sacude la casa. Se la oye primerogolpear el bosque, rugiendo, para luego hacer temblar la ventana. Estoy acostumbrada a lastempestades escocesas, pero el viento aqu parece ms salvaje e imprevisible. Se detiene amenudo, de pronto, dejando que planee un inquietante silencio que tortura los nervios.Dirase una fiera que gira en torno a su presa y se encoge antes de brincar sobre ella.

    Una bola tibia se ha insinuado bajo el cobertor, acurruca su cabeza contra mi cuello.

    No soy seorita, soy Emily. Por qu tienes miedo? Ests bien caliente en tucama, con Mary.

    Mary no quiere tomarme en sus brazos y yo s quiero.

    Siento contra mi piel su rostro hmedo de lgrimas.

    Por qu tienes miedo?

    Es el viento, va a romper la casa, ruge, lo oyes? Rosy dice que es Hanush, elhombre salvaje de los bosques. Tengo miedo de que me agarre, pues se lleva a la gente y la

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    ahoga.

    No s quin es Hanush, ni Rosy, pero creo que son tonteras. La casa es slida y

    el Seor nos protege.

    Pero Beth ha ganado la partida. Esta noche, acurrucada la una contra la otra,sellaremos un pacto que nunca se romper, ella rechazando sus miedos de nia, yo mispreguntas sin respuesta.

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    Durante dos das, el viento ha rabiado en la baha y he salido poco. La incesantelluvia ha oscurecido tanto la atmsfera que es preciso encender las lmparas durante el da.

    La estancia tiene el aspecto de un capullo agitado en el extremo de una rama, juraras queves las paredes doblarse ante su mpetu. Dorothy est nerviosa, se sobresalta cuando elviento hace crujir las planchas del techo, va de aqu para all, sacando brillo a la vajilla,dejndolo luego todo empantanado para preparar una barrica de coles, regresando a loscubiertos, regaando a las nias. Cmo ha podido aguantar todos estos aos, si ha tenidoque luchar as contra este entorno? De vez en cuando, la puerta se abre y parece salirse desus goznes, con tanta violencia la cierra el viento. Es uno de los hombres que viene a buscaruna herramienta o un poco de t caliente. A pesar del huracn, trabajan protegidos por laforesta, serrando y cortando lea. El aserradero es, con la ganadera, el gran medio de vidade nuestra pequea colonia, pues las donaciones no bastan ni mucho menos. El pastor noahorra esfuerzos para convertir a ambos en modelos de eficacia y rendimiento, cuya aficin

    suea en transmitir algn da a los indios. Dos veces al ao, fletamos el barco para llevar lamadera a las islas Falkland, donde hace mucha falta.

    *

    La tempestad ha pasado. Tras algunas turbonadas ms violentas an, el cielo se haaquietado de pronto y ha estallado un concierto de pjaros, saludando ese descanso. Por lamaana, bajamos a la aldea india para ver cmo han soportado el mal tiempo y aportarles

    alguna ayuda. Reconozco hacerlo con cierta repugnancia. Cuando nos acercamos, los niosse renen en torno a nosotros y las dos viejas del otro da salen, acompaadas por un jovende bastante estatura a quien Dorothy se dirige de entrada.

    Caramba, Aneki, cmo va eso? Cmo estn tu abuela y tu ta?

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    Las ancianas nos miran directamente a los ojos, sin pronunciar palabra, sinparpadear. La abuela tiene una nube en el ojo y sus pupilas son plidas, descoloridas, casiespectrales, pero eso no parece impedir su visin. En cuanto se oye un ruido, los ojos giranen sus rbitas sin que la cabeza se mueva, cual si evaluara un riesgo, y luego vuelven aescrutarme. La expresin de las viejas no es hostil, hay en ellas una mezcla de tristeza,

    curiosidad por m y hasta cierta benevolencia, pero esas miradas fijas en m me turban msde lo que quisiera. Finjo buscar a Beth, que, por su parte, est ya entre unos nios, que lemanosean la cabeza.

    El joven ymana habla en voz baja; a las slabas les cuesta salir de su boca,vacilantes o a borbotones.

    Los hombres... estn bien. El delfn ha hecho chasquear la cola y la tormenta hapasado. El nio tiene hambre, mucha hambre.

    Dorothy me haba avisado de que Aneki hablaba un poco nuestra lengua y que ellalo utilizaba para dirigirse a los dems. Sus padres haban muerto cuando era muy nio. Elpadre cay de un acantilado cuando iba a buscar huevos de cormorn y, poco despus, lamadre se dej atrapar por unas algas inmensas con las que arrimaba, era su papel, lapiragua. Es un accidente frecuente cuando la corriente es excesiva. Aneki fue llevado porlos misioneros a las islas Falkland para ser educado all. Antes de que se creara la misin deOuchouaya, nuestros predecesores intentaron preparar el terreno para una implantacinaqu, proporcionando a algunos salvajes rudimentos de religin y de cultura.Desgraciadamente, al regresar a su casa la mayora parece haberlo olvidado todo yreanudan su vida primitiva. Aneki pas all cuatro aos, pero vindolo enfundado en unos

    pantalones hechos jirones, con el torso desnudo cubierto de mugre y la pelambrera como unbloque compacto puesto sobre su rostro, alargado, se me ocurre la idea de que talesesfuerzos fueron vanos. Recuerdo la frase del capitn: Salvaje un da, salvaje siempre.

    Vayamos a ver

    sugiere Dorothy, sin entusiasmo.

    Nos doblamos para entrar en la choza, o lo que podra llamarse as. Yo haba visto

    algunos de los wigwams de los indios de Amrica del Norte, hermosas tiendas tensadassobre largas prtigas. Aqu nada de eso. La tierra apenas se ha excavado y echado a un lado,formando un montculo semicircular donde crecen las malas hierbas. Miles de conchasvacas y de huesos se amontonan encima, desprendiendo un fuerte hedor a descomposicin.Sobre esta irrisoria barrera contra la arroyada, unas ramas entrelazadas y cubiertas de pielde otaria, tierra y algas para tapar los agujeros. Unos dos metros de alto por algo ms detres de dimetro, y dentro pueden amontonarse hasta quince personas. La de ms edad nosha precedido levantando la piel que sirve de puerta. El interior est as por completo

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    ahumado, el fuego puesto sobre unas piedras ventila mal a pesar del orificio central. Laestancia se halla casi vaca: dos arcos pequeos y un carcaj de lianas, algunos cestostrenzados con bastante finura, una lanza y paquetes poco identificados, rodeados de hojas, ypor fin una banqueta de hierbas ocupan la mitad del espacio. Un nio est tendido all, casiinerte, con el vientre hinchado, unos miembros que habran podido romperse con un

    manotazo y los ojos cerrados y supurantes. Tiene todo el aspecto de que lo ronda la muerte.

    Hambre, no pesca durante la tormenta, los pjaros esconderse, los animales irlejos, a la foresta.

    Aneki ha tomado el nio en sus brazos con sorprendente delicadeza. Frota la narizcontra la suya. El pequeo abre unos ojos agotados y enrojecidos por el humo, pero noesboza el menor movimiento. El joven busca en un paquete una baya e intenta meterla porla fuerza entre los labios del nio. Pero este la rechaza. Brotan mis lgrimas. No s si es el

    humo o ese desolador espectculo.

    Aneki no tiene pesca esta maana. Peces no volver

    masculla el muchacho con la cabeza gacha.

    Ve a trabajar al bosque con el reverendo y tendrs harina

    suelta Dorothy.

    Aneki pesca, no ir a bosque.

    La mujer del pastor sale con un gesto de impaciencia.

    Ven al menos a cortar lea para nosotros, esta tarde, y te dar leche para l.

    Me quedo unos instantes en el interior. Y si en vez de ver la luz en Doherty yohubiera nacido aqu?, pienso. Estara inclinndome sobre este dbil nio? Imposible. Soyde una raza de combatientes y pioneros. Nuestra tierra de Escocia no era, sin duda, msacogedora para nuestros antepasados, pero combatieron. Erigieron casas de piedra pararesistir el viento, domaron y criaron animales, sembraron y cultivaron. Se elevaron porencima de su condicin mientras, aqu, la gente se limita a vivir apenas mejor que las

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    bestias.

    Fuera, Beth y los chiquillos arrojan guijarros a la ribera, entre gritos. Se ha quitadolos zapatos y el vuelo de su vestido est sucio de barro. Una nia entre otras, si no fuera porsu ropa entre los pequeos cuerpos desnudos.

    Circulamos entre dos docenas de chozas. Algunas estn abandonadas.

    En verano, muchas familias se marcharon a las islas en busca de alimento. Inclusolos que se quedan abandonan peridicamente sus habitaciones para fabricar otras. No sabradecirte por qu.

    Y Aneki no se march?

    Volvi, hace dos semanas. Su abuela es algo bruja e hicieron en Wulaia algunaceremonia de iniciacin. Me dijo que esperaba a la mujer que ha elegido, ahora que tiene yaderecho a ello. Por lo que al nio se refiere, es de su parentela, una mujer muerta de parto oqu s yo. Los vnculos familiares no siempre son muy claros, pero al menos se ayudanmutuamente.

    De modo que Aneki va a casarse. La idea me divierte. Cmo ser semejante

    sacramento entre estos indios?

    Debe de ser algo ms joven que usted, pero tiene ya edad y las dos viejas ya nopueden remar; ha de encontrar una ms joven. Las mujeres son las nicas que manejan laspiraguas y saben nadar, mientras que los hombres se encargan del arpn. Tendr que verlosalgn da, son muy diestros

    aade Dorothy.

    *

    Al da siguiente, al amanecer, me despiertan unos golpes sordos detrs de la casa.Aneki ha decidido trabajar. El alba es pura, el cielo rosado. El muchacho, vestido solo conun taparrabos, parte con regularidad pesados troncos. A pesar del esfuerzo, hay mucha

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    gracia en sus gestos. Comienza palpando el trozo de lea como si acariciase a un animal,incluso jurara que le habla. Luego lo pone de pie y deja caer con precisin el hacha, el aireparece vibrar tras el filo de la hoja, dos, tres veces resuenan los golpes. Toma luego cadatrozo con tanta delicadeza como sostena ayer al nio, y lo tiende en un lecho de hierbasque ha preparado. Esta maana demostrar poseer una increble resistencia. Prosigue su

    trabajo de las tres a las once, mientras queda algo del enorme montn de troncos. Aneki esuno de los mejor proporcionados entre los ymanas. Por primera vez, tengo la impresin deque esta silueta fina y musculosa corresponde a la idea que me haca de un salvaje antes deabandonar Escocia. Pero su actitud es desalentadora; porfa con su tarea. Los de la casa vany vienen alrededor de l, que no ve a nadie, no habla, est en un mundo hecho solo detroncos y hachazos, incapaz de una palabra o una sonrisa. Y pensar que es uno de los quemejor habla el ingls y con quien el reverendo cuenta para llevar hasta una mayorurbanidad a sus semejantes! Se me ocurre el desagradable pensamiento de que si hubieraconocido mejor esta raza tal vez no habra yo aceptado el viaje. Sin duda he perdidocualquier posibilidad de ver de nuevo a Greg y Doherty, con qu beneficio?

    Est bien, Aneki! Entra a ver a Dorothy, que te dar leche y harina

    sugiere el reverendo.

    Harina no, no es bueno, un vestido para mi mujer, uno rojo.

    Al muchacho le brillan de pronto los ojos.

    Caramba! No te andas con chiquitas! S, he odo decir que te casabas, y eso estbien. Pero no distribuyo as como as la ropa. Trela con regularidad al templo yhablaremos de ello en Navidad.

    El vestido! Chakaluchulupipa lo necesita y su madre tambin, le hace falta unregalo.

    Me molestas, Aneki, no cuentes conmigo para hacer regalos a toda tu futurafamilia. La leche, la harina o lrgate!

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    El vestido, pastor.

    No abuses o voy a enfadarme y te castigar. Toma, para tu boda pdele tambin a

    mi mujer seis huevos y diez botones. Vamos, largo!

    El muchacho se marcha, mascullando. Yo hago acopio de valor y digo:

    Reverendo, por qu le ha negado lo que peda? Hay un montn de vestidosviejos que le habran complacido.

    Mi querida Emily, su generosidad la honra, pero ceder a sus caprichos no lesayuda en nada. Como los nios, deben aprender a gobernarse. Si se lo doy a l, tendr que

    aguantar inmediatamente las jeremiadas de todos los dems. La distribucin de ropa es unpequeo subterfugio para traerlos al templo y creo que Dios me lo perdona. No se preocupeusted, dentro de unos minutos lo habr olvidado todo. Adoran los huevos de pingino, loshago traer a miles de las Falkland, cuando el barco viene a cargar las tablas. Seis huevosson un hermoso regalo y los botones ms an, har un collar con ellos. Su prometida sesentir colmada!

    *

    De modo que ya soy patagona! Adopto poco a poco mi nueva vida. El pastor metrata como a uno de sus hijos, aunque con Dorothy es ms difcil. Se empea en naderas,me pide cien veces que la ayude a una imaginaria limpieza de la casa, asegura maldiciendoque preferira dedicarse a la tapicera ms que a cuidar a indios malolientes. Cuando loshombres regresan, sucios e hirsutos, del aserradero, aprieta los labios sin atreverse a decirnada pero, en voz baja, se deshace en jeremiadas. Encuentro pues cualquier pretexto parapermanecer fuera y en eso me ayuda un verano suntuoso, el mejor que se haya visto poraqu, dice el reverendo. Las maanas son lmpidas y calmas. Puntual, el viento se levantahacia las once y hasta el anochecer. Desciende de las montaas del norte, fresco y juguetn.El canal es sublime, las aguas azul marino salpicadas de blancos cabrilleos. Unas nubes

    inofensivas se persiguen por las colinas, dando una vitalidad bruta a este paisaje. Flota unamezcla de olores de algas y tierra caliente.

    Me entiendo bien con Joachim, el ms joven de los muchachos. Harry, el mayor,tiene dos aos menos que yo, lo que debera hacrmelo sentir ms cercano, pero tiene muypoca finura, tanto en lo fsico como en lo mental. Ser todo un mocetn, es ya ms alto queyo, robusto como su padre, redonda cocorota, con el pelo de cualquier modo, dos grandesojos negros, un cuello de novillo y dos remos a guisa de manos. A su favor tiene que es un

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    trabajador infatigable, cabalgando sin descanso para buscar el ganado, y de una piedad queyo admiro en un muchacho tan joven. Dorothy se queja de que siempre hiede a sudorrancio.

    Joachim tiene de su madre un fsico ms esbelto y no s de dnde le viene un humor

    demoledor. Como su hermano, tiene grandes manos, pero un rostro ms regular yhermossimos ojos grises cuyo matiz vara con la luz del da. Cuatro aos menor que yo, encierto modo me ha tomado bajo su tutela para hacerme descubrir esta tierra a la que,visiblemente, ama con locura. Joachim, las nias y yo salimos pues casi todas las tardes arecoger frutos. Los calafates, una especie de arndanos locales, son nuestros favoritos, lascolinas estn atestadas de ellos y nos hartamos tanto como llenamos las cestas. Elmuchacho, que se empea en llamarme seorita, aunque me tutee, se complaceeducndome.

    Eh! Seorita, mira por dnde andas, esto es un lecho de frambuesas! Nos handado una gobernanta ciega, palabra!

    Tiene razn. Pero el musgo es tan grueso y denso que los pequeos frutos ocultosbajo una corola estrellada pasan desapercibidos.

    Ya vers si tu gobernanta ciega no es capaz de hacer unos pdines que mesuplicars que prepare!

    Encontramos tambin variedades de grosellas silvestres y una especie de pequeauva, algo esponjosa pero muy comestible.

    Seorita, sabes por qu esta uva tiene esta textura? Me lo dijo Quisenasan.Porque, de ese modo, los frutos no se hielan en invierno y puedes seguir cogindolos,incluso bajo la nieve.

    Quisenasan es uno de los indios que el reverendo emplea ms a menudo, incluso ledio una de las chabolas junto al embarcadero e intenta que se interese por los trabajos del

    huerto. Tiene muy buena voluntad pero se niega a utilizar el ingls que, sin embargo, hanintentado inculcarle.

    Cmo puedes decir eso? Quise no habla ni una palabra de ingls!

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    S, pero yo hablo ymana.

    T?

    Claro, cmo puedes esperar llegar a esta gente si no se la comprende? Aprendocon Aneki, Quise y todos los que quieren ensearme. Tengo un cuaderno con quinientaspalabras ya y cada da escribo otras nuevas.

    Decididamente, este muchacho es sorprendente. Me muestra cmo encontrar lospinginos de Magallanes, que tienen la cabeza roja como una gota de sangre, o los grandesmartn pescadores de panza rojiza que acechan su presa durante horas; me ensea adistinguir entre el canto del mirlo y el del quiscal, a encontrar los mochuelos que dormitan

    en las ramas. Me habla de las flores que abundan, de las algas que se comen, y del pan delos indios, una seta que forma grandes excrecencias en las hayas y que los ymanasadoran. En definitiva, parece ya muy sabio y recuerdo con melancola a mi padre, quediscurra sobre las hierbas y sus virtudes. De momento, estas jornadas buclicas me parecennormales, tan normales como mi infancia solitaria en Doherty. Una sola vez en mi vidaconocer, de nuevo, la paz de este verano, esta sensacin de estar en mi lugar, en el seno dela naturaleza, junto a mis semejantes y ante la mirada benevolente de Dios. Tengo por finuna familia, he tenido que ir al fin del mundo para encontrarla. Cuando, al regresar,cantamos a coro las canciones escocesas que les he enseado, el eco de nuestras vocesunidas en el silencio del canal hace que las lgrimas suban a mis ojos.

    *

    Nuestro deber de caridad nos lleva, tres maanas a la semana, hasta el campamento.Hay en esta gente una mezcla de quietud y movimiento permanente. La poblacin varasiempre, pasando del simple al triple sin razn alguna, las chozas son construidas yreconstruidas a pocos metros por las mismas familias, la puerta cambia de direccin segnsople el viento. Hay siempre algo cocindose en las brasas del hogar; pescado, pequeosroedores, marisco, y cada cual se sirve a lo largo del da. Los perros vociferan, los nios

    allan, a veces tambin los adultos, pero puedes encontrar igualmente a alguno sentado, queno hace nada salvo contemplar el canal, mirar fijamente las islas de enfrente con unasonrisa exttica. Aneki, a quien un da pregunt por lo que miraba, me respondi tan solo:

    Es hermoso, hermoso mi pas.

    Aneki ha recibido a su mujer! Es muy fea, gorda y hocicona y debe de doblarle enedad. Pero es la costumbre entre los jvenes, pues una mujer experimentada es til en la

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    pesca. Los veo pasar a menudo por el canal, ella detrs con el remo y l delante, con elarpn. Es una imagen bastante bonita la de ese minsculo esquife en un paisaje sin lmites,y la fuerza de ambos seres enteramente dirigida hacia su subsistencia. Deben de tener xitopues el nio se encuentra mejor y su choza acoge a ot ras seis personas, adems de las dosviejas. No me atrevo a pensar en la asqueante promiscuidad de las noches, los diez

    amontonados en el mismo jergn.Me complace mucho la compaa de Elisa Pierce, la mujer del herrero. Es por

    completo una matrona campesina, pequea, rechoncha, cierra su vestido con alfileres, eldelantal sostenido por un cordel, con dos mejillas rojas como manzanas bajo un moo detravs. Su gran corazn, en esta envoltura rstica, no complace a Dorothy, que la considerauna fregona y recibe con los labios apretados los innumerables pasteles que trae para lasnias. El matrimonio Pierce, que debe de rondar los cuarenta y cinco aos, sufrevisiblemente por no haber tenido hijos. Sin duda por eso Elisa se ha consagrado a lospequeos ymanas. Sin preocuparse por la reprobacin, los atrae a fuerza de golosinas ychucheras, los lava, remienda sus harapos cuando los tienen, les hace cantar salmos y les

    obliga a pequeos trabajos. Termino sistemticamente mi vuelta a la aldea en su casa,donde retozan doce o quince cabezas pardas.

    Palabra, Elisa, esto es una verdadera escuela!

    Ni hablar, bastante me ocupa ya su aseo; no, esto no es una escuela, apenas uncuarto de bao

    se divierte ella.

    La semilla sembrada por Joachim debe comenzar a germinar.

    Entonces, yo le ayudar, Elisa. La educacin de los nios puede ser una granventaja para llegar al corazn de esa gente. Seleccionemos a los ms aptos y le prometo queme ocupar de ellos.

    Heme aqu, pues, convertida en maestra, o en algo parecido. Varias horas a lasemana enseo el ingls a una docena de nios de ocho a doce aos, y eso me complacemucho. Los ymanas tienen una extraordinaria facultad de imitacin que contribuye a suaprendizaje. Intento tambin utilizar su aficin al juego. Nombro algunos objetos, despuslos escondo. Quienes los encuentran y dicen sus nombres reciben una recompensa. Losprogresos son espectaculares y me llevan a revisar mi juicio sobre este pueblo. Dirigindotecon mucha paciencia a los jvenes, que todava no estn como petrificados en loscomportamientos del pasado, se lograr que la civilizacin entre en estos seres de la

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    naturaleza.

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    Soy Cushinjizkipa, del pas de Yeskumaala, cerca, muy cerca del fin del mundo.

    He ayunado hasta conseguir que mi cuerpo fuese transparente como el alba.

    He velado hasta que Watoineiwa se apoder de mi espritu, como la gran orca correhacia su presa. Pues Hainola-la-orca es la embarcacin que lleva el espritu al yekamushpara que diga el orden de todas las cosas.

    Ha llegado el tiempo de construir la choza puntiaguda. El tiempo est ah para que

    los nios pasen al otro lado de su temprana edad. Soy la guardiana de este tiempo.

    Hemos dispuesto a los muchachos y las chicas con pinturas blancas y negras paraque el espritu los tome. Aneki es uno de ellos.

    Hemos matado al pjaro blanco para revestir sus cabezas con su plumaje.

    Hemos aullado como el viento entre las ramas, como el agua contra el fuego, paraque conozcan el miedo.

    La choza estaba oscura, fra y sin fuego.

    Hemos ayunado con ellos y velado con ellos para que conozcan el sufrimiento.

    Les hemos enseado el canto del luto por su temprana edad.

    Para una chica, dos mujeres y un hombre; para un muchacho, dos hombres y una

    mujer; para ensearles la sabidura y el respeto, la obediencia y el valor pues este es eldeseo de Watoineiwa que ve en los corazones.

    Han tenido que abandonar los gritos y los llantos de la juventud para compartir lapena que no se dice.

    Han permanecido inmviles hasta que les lleg la paciencia.

    Han trabajado hasta olvidar la fatiga.

    Han cazado, pescado y, luego, abandonado todo para vencer el hambre.

    Se han zambullido en el agua helada de los torrentes para rerse del fro.

    Han aprendido las leyendas y el canto del mundo secreto.

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    cubil. Los hombres reparan herramientas, cubren las ventanas con papel alquitranado,Dorothy y las nias preparan conservas con vinagre y yo me hago una capa con una piezade grueso pao verde oscuro, con mltiples bolsillos para que resulte ms prctica. Heaadido un ribete verde claro alrededor de la capucha para alegrarla un poco, y Joachim seha burlado amablemente de mi coquetera en el fin del mundo.

    El pastor dibuja los planos de un cobertizo para la mquina de vapor. John, nuestrocatequista, muy taciturno por lo dems, se entusiasma ante lo que llama la luz del progreso.

    Dios dio la tierra a los hombres para que la sometan y la hagan fructificar. Estanaturaleza est llena de promesas. Todas estas forestas solo piden transformarse en buenasy hermosas tablas.

    Cuando veo el tiempo exterior, me parece usted muy optimista, John

    interviene Dorothy

    , vamos nosotros a devorar la foresta o ser la foresta la que nos devore?

    Y usted es muy pesimista, querida ma

    responde el reverendo

    , predigo que dentro de diez aos, si trabajamos bien, tendremos cinco milcorderos y una explotacin forestal que dar empleo a cincuenta indios.

    Siempre que quieran trabajar!

    Vendrn: Que Dios extienda las posesiones de Jafet, que habite en las tiendas deSem y que Canan sea su esclava

    salmodia John.

    S

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    dice Dorothy

    , si los ymanas son hijos de Canan. A menudo me he preguntado de dnde salaeste pueblo, tan perdido, tan frgil en este pas hostil.

    Cuando se observa su debilidad fsica

    interviene Harry

    , puede pensarse que no estaban en condiciones de resistir a los guerrerostehuelches que pueblan el norte de la Patagonia, ni a los onas, sus vecinos, de los que tienenverdadero pnico. A mi entender, se han refugiado aqu, entre las islas, para estar fuera desu alcance.

    Bien razonado, hijo mo; nosotros debemos civilizarlos lo bastante paradevolverles la confianza y conducirlos a una vida decente.

    Se hace un silencio, como para que nos impregnemos todos de la enormidad de latarea. El reverendo y el catequista se sumen de nuevo en sus planos.

    John es un ingls tpico, alto y huesudo, con una tez que solo se enrojece en vez debroncearse, ojos grandes y claros, cabellera y barba rubias que cuida con ridcula afectacindado su estado. Al contrario que Harry, John es un maniaco de su aseo personal. Se lava

    por la maana y por la noche, utiliza agua de Colonia, se peina e intenta continuamentelimpiarse las uas estropeadas por el trabajo.

    El pastor aprovecha tambin esta reunin para hacer largas lecturas de la Biblia. Aveces eso me parece algo pesado y me avergenzo. Sin embargo, me gustan las historias deesos pueblos antiguos, No, la huida a Egipto, el lago de Tiberiades. Imagino a esosextranjeros, sus ropas, sus habitaciones, sus costumbres. Me conmueve ms la msica delas palabras, el ritmo de estas frases que brotan de la noche de los tiempos y las imgenesque evocan, que una meditacin sobre la gloria de Dios. Contemplo los rostros de Dorothy,John, Harry e incluso Mary que parecen imbuidos de la Palabra divina, sus ojos cerrados,sus labios murmuradores, los envidio y me siento muy frvola. Joachim me dirige un guio

    para sealar a Beth que se ha dormido y ronca como de costumbre, y ahogamos unacarcajada.

    Despus de la tempestad, el tiempo ha permanecido desabrido y fro durante largassemanas. Las hayas han enrojecido. Por encima de nosotros la foresta sera suntuosa si unrayo de sol, al menos, viniera a iluminarla. Las montaas y lo alto de los bosques estncubiertos ya por una seda de nieve. No habr setas este ao, a causa del fro.

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    Los indios han espaciado sus idas y venidas. En la mala estacin, un grupo de uncentenar de individuos se ha establecido junto a nosotros. A pesar del fro, siguen viviendocasi desnudos, solo algunos hombres llevan una capa de piel de otaria que los protege aduras penas. Las mujeres son ms increbles an. En verano, las veo zambullirse desnudas,pescar las grandes almejas y los enormes mejillones que componen la parte esencial de su

    dieta. La temperatura del agua ha bajado hasta unos seis grados centgrados, pero eso no lesimpide proseguir. Emergen, chorreantes, con su cesta bajo el brazo, con la piel brillante degrasa, que es su nica proteccin, y regresan sin prisa a su choza como si volvieran delmercado. Cuando, con la ayuda de sus perros, los hombres consiguen atrapar un guanaco,esta especie de antlope local que el mal tiempo lleva junto a la orilla, hay una granactividad durante algunos das, hasta que el animal haya sido consumido colectivamente.Pero no tienen la costumbre de hacer reservas ni la menor tcnica para ello. Una vida deeconoma recupera luego sus derechos, ms calmada y silenciosa, hecha de una mezquinapesca y de desnutricin.

    Mi clase en casa de Elisa est atestada y Joachim me acompaa todos los das.

    Tenemos una asistencia de unos veinte alumnos con quienes hemos entablado un juego dereciprocidad. Enseamos el ingls pero, a cambio, aprendemos palabras de su lengua. Losnios estn encantados, imitan a la perfeccin nuestro acento y nuestra mmica y nos hacenrer a carcajadas. Son momentos extraos en los que, de pronto, no hay ya barreras entrenosotros, casi consigo no ver ya sus cuerpos desnudos y negruzcos ni los mocos que salende su nariz. Somos como una familia.

    Me he dejado atrapar por ese juego del diccionario de Joachim. Yo le indico laspalabras que no ha inscrito todava y discutimos infinitamente sobre el modo comodebieran escribirse. De vez en cuando, en casa, las empleamos entre nosotros: akar, choza;kipa, mujer. Es como si hubiramos formado una pequea cofrada, con su lenguajesecreto.

    *

    Este viernes, un navo de pesca lleg para la visita de fin de temporada antes deascender hacia el norte. Lo vi bajando por el canal, perseguido por las rfagas. Luego, losmarinos batallaron largo rato para entrar en la baha y se oa desde la ribera el chasquido delas velas pardas. Son ocho mocetones de aspecto patibulario. El domingo, despus del

    oficio, estaban invitados y la conversacin discurri en torno a la pesca. Sus calas estnllenas de barriles de grasa de foca, de ballena y de pieles de otaria, pero se quejan de quelos animales desaparecen. Han necesitado un mes ms que de costumbre para obtener lamisma ganancia.

    Al oeste de nuestra casa, a partir del lugar donde el canal se bifurca, existe otrapoblacin que vive de recoger productos marinos: los alakalufes, ms agresivos quenuestros buenos ymanas. Las escaramuzas son frecuentes, bien porque los indgenas se

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    entregan al latrocinio cuando los barcos estn fondeados, o porque se niegan a cederles laspieles de los animales que ellos mismos han cazado. Las expediciones de castigo suelensaldarse con algunas peleas.

    Trepan a los barcos como simios, por la noche, y echan mano de cuantoencuentran. Les dimos una buena leccin, palabra, es intil oponer una lanza a un fusil

    cuenta risueo el capitn

    . Pegamos fuego a sus hediondas cabaas y haba que ver cmo se largaban con elculo al aire. Estos, al menos, no volvern. Y ustedes, seor reverendo, no tienen muchasmolestias?

    A Dios gracias es poco frecuente. Nuestros ymanas estn hechos de mejor pasta,sin duda. Y, adems, dependen en parte de nosotros para su subsistencia. Quienes secomportan mal son expulsados. Aparentemente, esto basta.

    S, de todos modos tienen mucho valor, ms an con las damas. Quin sabe lo quepuede ocurrrseles.

    Las palabras del capitn me hacen temblar. Yo no haba imaginado semejante

    peligro. Dorothy ha comenzado a desmigajar su pan visiblemente nerviosa. Los hombres dela familia inclinan la cabeza.

    No, no, nada de eso. Se casan entre s y yo bendigo estas uniones

    masculla el reverendo, molesto.

    Pero el capitn se suelta. Se nota que es un tema que han debatido, entre ellos, cienveces.

    S, fjese bien, es verdad que algunas de estas salvajuelas, una vez refrotadas, soncasi presentables. Y en fin, los tipos de los barcos son seres humanos, tanto tiempo lejos desus mujeres... Bueno, quiero decir, nosotros no, claro...

    Y entonces se hace un lo

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    . Y adems todas van por ah con las tetas al aire... En fin, esto no debemolestarles mucho, porque as deben de fornicar en sus madrigueras... En fin, perdn,mami... pero as son las cosas!

    El conjunto de la tripulacin parece absorbido por su plato, pero se intercambian

    chuscas sonrisas que te hielan la espalda.

    Y en cunto tiempo llegarn al Ro de la Plata?

    se apresura a preguntar el pastor para cambiar de conversacin.

    Sern unas cuatro semanas, si no tenemos problemas con los jodidos vientos

    pamperos que te caen encima como la tia. All tendremos que vender y, si todo va bien,estaremos de regreso en septiembre.

    Dgame, desde hace mucho tiempo le doy vueltas a la idea de comprar un barcopara nosotros. Aqu hay islas donde podramos meter ganado o ir a pescar.

    Ah, para eso necesitaran una pequea goleta, sin demasiado trapo y con poco

    calado para sacarla del agua en invierno. Y, adems, al menos, dos buenos botes para ir atierra, en caso de que te pierdas, por aqu es frecuente. Su hijo sera un estupendo marino,con la pinta que tiene

    se apresura el capitn, volvindose hacia Harry.

    Dos das ms tarde, toda la comunidad se rene en el embarcadero a pesar de unafuerte lluvia. El reverendo bendice el barco, a la tripulacin y, sobre todo, a Simon y Harryque les acompaan para ir a comprar, en Buenos Aires, el famoso navo. El capitn nos haprometido ayudarles en la eleccin y, sobre todo, proporcionar dos marinos para que lesacompaen al regresar.

    7

    Los meses son largos. El tiempo, lento. El invierno parece haber tomado posesin,para siempre, de la Patagonia, sujetar con sus garras este pedazo de tierra, insinundose encada terrn y en el corazn de cada guijarro. Aunque la tempestad no retuerza aullando losrboles, una capa gris y una lluvia metdica nos mantienen das y das en casa, cuando no

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    es el paso de los torbellinos de nieve que se extienden ahora hasta la ribera, cediendo soloen la clara lnea de la marea alta. Ciertamente hay das hermosos o noches lmpidas en lasque pueden contarse todas las estrellas del cielo, pero es as porque un fro de todos losdiablos ha llegado, petrificando todas las cosas en una ganga de hielo. Por la noche, seoyen, en un silencio de tumba, las ramas de los frutales que estallan bajo el hielo. En las

    habitaciones, hiela a lo largo de los cristales en el interior de las ventanas y adopto lacostumbre de dormir en la cama grande, con las pequeas. Pegadas unas a otras bajo unapesada capa de mantas, parecemos tres nufragas en ese ocano oscuro y glido.

    Numerosos indios vienen a pedir trabajo, pues entre ellos la imprevisin hace sutarea y reina el hambre. El nmero de chozas ha aumentado considerablemente. Cada dabueno trae una o dos piraguas cargadas hasta el borde. Somos el nico lugar, en centenaresde kilmetros a la redonda, donde puede esperarse un comistrajo de harina y grasa a cambiodel propio trabajo. Con Joachim, nos las arreglamos para sisar algunos restos o el fondo dealgn saco, que meto en los grandes bolsillos de mi capa, para nuestros protegidos de laescuela.

    La seguridad de estar dos horas calientes nos vale una numerosa concurrencia. Encuanto puedo abandonar los trabajos domsticos, voy a tocar una campanilla que elreverendo ha tenido la bondad de darme para indicar que la clase va a comenzar.

    Cierto da, tuvimos la sorpresa de ver cmo llegaba Aneki, acompaado por otrojoven: Okolo, su amigo. Este es algo mayor, casado como de costumbre con una mujer msvieja que, de todos modos, le ha dado dos hijos. Es muy caracterstico de su raza: un torso yunos brazos largos, piernas enclenques, hombros poderosos, poco cuello, cara redonda, lafrente baja. El conjunto resulta poco atractivo, pero unos grandes ojos negros, vivaces yllenos de curiosidad y bondad atenan la mala impresin. Ro para m al pensar que, hace

    solo un ao, habra huido asustada al encontrarme con semejante personaje. Hoy le recibosin pestaear.

    Buenos das, amigos, qu queris?

    Aprender

    dice sobriamente Aneki, acuclillndose en el suelo entre los nios.

    Nos hemos acostumbrado a ver a esos dos grandes cuerpos escuchando gravementenuestras lecciones y entonando los cnticos. La lengua de los ymanas es ronca y gutural. Amenudo tienes la impresin de que gritan o rien ms que hablar, y eso refuerza lasensacin de su animalidad. Pero les gusta cantar y, entonces, su timbre se dulcifica. Tienengran capacidad de modulacin y pueden aguantar las notas durante mucho tiempo. Esas dosvoces graves entre el agudo de los nios acaban por formar una coral presentable.

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    Okolo y Aneki son buenos alumnos. Al mismo tiempo, Joachim y yo progresamostambin en su lengua, ms compleja de lo que su desnudez fsica hara pensar. Tienen mil yun matices o entonaciones de las mismas slabas para facilitar una informacin, cuyaprecisin puede ser esencial para la navegacin o la pesca. As, hay varias palabras paradecir playa, dependiendo de su orientacin o segn haya una tierra o un brazo de mar entre

    esta y el interlocutor. Por lo que se refiere a los grados de parentesco, al parecer existen porlo menos cincuenta palabras para describirlos con precisin.

    Los dos jvenes me han bautizado Yekadahby, que significa madrecita, por logeneral la ta materna que se encarga de los hijos de su hermana. He comprendido que, porextensin, era un apelativo afectuoso y me siento ms bien orgullosa.

    *

    La mid-winteres una agradable diversin. Navidad cae, claro est, durante nuestroverano y es bueno celebrar, en pleno invierno austral, el da en que la luz empieza aregresar. Durante toda la semana, hemos confeccionado tortas y pdines y hemos sacado delos bales ropas usadas que regalaremos a los ymanas. Lo saben. A la una del medioda,reunimos a todo el mundo en la casa, puesto que el templo no est terminado. Estamosapretados como sardinas, con la estancia invadida de pieles pardas salpicadas por nuestrosescasos rostros claros. Nuestra coral hace, casi, maravillas. Hemos cantado En Ti, Seor, miesperanza, Oh qu hermoso es y, claro est,Amazing Grace, que es mi favorita:

    Sorprendente gracia, dulce susurro, que salv al miserable que yo era; estaba

    perdido pero me he encontrado,estaba ciego, pero veo...Han brotado mis lgrimas. S, lagracia me ha acompaado hasta ahora. Rodeada por esos nios salvajes, comprendo depronto que mi responsabilidad es aportarles esa luz que hoy celebramos.

    Luego hemos distribuido la ropa, lo que no resulta sencillo. Naturalmente, todo elmundo quiere lo rojo. Ignoro qu les excita en ese color, pero, a fin de cuentas, sientabastante bien a esas pieles oscuras. Aneki y Okolo se han erigido en ordenadores de ladistribucin, dada su facilidad para hablarnos. Al revs que muchos otros pueblos, losymanas no tienen jefes. Los ancianos son los ms escuchados, pero su gobierno no superael crculo de la familia. Luego, todo son discusiones o peleas. Cuando varios se encaprichande la misma prenda, la desgarran ante las miradas horrorizadas de Dorothy, Elisa y Sarah,

    la mujer de Paul Smiley, a las que les haba costado mucho arreglarlas. En esa escasa luz,con el olor de los cuerpos amontonados, puedes creerte de regreso a alguna caverna de lasprimeras edades. Algunos lucen una pernera de pantaln a guisa de cinturn o una cintapara la cabeza hecha con una manga de camisa, que ciertamente no les proteger del fro.

    El 15 de septiembre, Harry y Simon estn de regreso. El navo es magnfico, deslido roble, pintado de negro con un reborde rojo. Una cabina con escotilla protege unacmara de la tripulacin con cuatro literas y un pequeo fogn. El resto lo constituye una

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    vasta cala que ser muy apta para transportar material. De momento, est abarrotada de milcosas: hierro en placas y barras, clavos, hojas nuevas, material de esquileo, toneles deharina y legumbres secas e incluso fruta confitada, copas con pie para los domingos,candelabros para el templo, mltiples piezas de tela, entre ellas una fina batista a la que lasmujeres echan el ojo, cubos, jarras y los inevitables harapos obtenidos de las damas

    caritativas de Buenos Aires.Como el da de mi llegada, nos rene a todos una alegre cena. Harry nos presenta un

    informe casi militar. Buenos Aires acaba de vivir su primer ao como capital federal. Elpuerto se ampla y todos los das llegan de Estados Unidos y de Europa barcos cargados demercancas, de emigrantes, de espritus refinados y de pillos. Roca, el nuevo presidente, esadulado por su pueblo, sobre todo a causa de la inmisericorde campaa que lleva a cabocontra los indios tehuelches. En efecto, despus de algunas guerras, Argentina haestabilizado casi sus fronteras con los vecinos del norte. Ahora quiere conquistar los tresmil kilmetros que se extienden hacia el sur, hasta nuestra casa. Pero los indios no aceptansometerse. Las primeras granjas instaladas han sufrido violentos ataques. Estos terribles

    guerreros no vacilan en matar, violar y torturar, incluso a sus semejantes si desertaran. Suhabilidad ecuestre y las boleadoras, un arma hecha con dos slidas bolas unidas por unacorrea de cuero, no pueden competir, sin embargo, con los fusiles del general Roca. Amedida que son aplastados, sus tierras se distribuyen a los colonos, que las aprovechan paraimplantar grandes ganaderas. Desde el primer viaje del seor Charles Tellier, un francsque pudo transportar carne de Argentina a Europa, gracias a un astuto sistema derefrigeracin con ter metlico, cuenta Harry orgulloso de su saber, la carne de buey y decordero se exporta al viejo continente y proporciona fortuna. Decenas de miles de cabezasde ganado se extienden por las llanuras.

    8

    A comienzos de octubre la primavera ha llegado tan sbitamente como nos asalt elinvierno. Tras dos violentas tempestades que arrancaron parte del techo del sobradillo,tuvimos dos semanas de calma y, luego, nuestro mundo se transform. Las aguas del canalhan recuperado su azul intenso. La nieve se ha retirado a lo ms alto de la foresta, el arroyoha vuelto a murmurar y el ganado, que ha resistido el fro, ha bajado de nuevo hacia lascolinas. Ms que en Escocia an, este pas encadena los extremos. En un mismo da puedenevar, brillar el sol como para vestirse solo con una fina prenda de algodn o diluviar; elaire huele a nuevo, hay en la tierra aromas de musgo, un olor acre y dulce a la vez. Tengoganas de revolcarme en la hierba como haca de nia.

    En nuestra comunidad, he seguido mi camino. El reverendo me trata con bondad,Joachim y Beth son como mi hermano y mi hermana, incluso Mary, tan reservada alprincipio, sonre ms a menudo. Con Dorothy, hemos encontrado un statu quo. Sabe que noapruebo las jeremiadas que ella no puede contener en cuanto el reverendo vuelve laespalda. Ha aceptado que yo no entre en su juego. A cambio, nunca refunfuo ante lasduras tareas que la abruman: transporte, binazn, cuidar a los animales y, cada vez ms amenudo, a los indios. Con Harry y John, mis relaciones son corteses, sin especial empata

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    los unos por los otros, pero con la suficiente sensacin de que pertenecemos a la mismacomunidad. Elisa se ha convertido, al hilo del invierno, en mi pequea Yekadahby, mipequea ta personal. Esta mujer sufri mucho por una infancia de malos tratos y, comoyo, por una madre muerta de parto. Moza en una granja, lo sufri todo y no me he atrevidoa preguntarle demasiado. Est locamente agradecida a Samuel por haberla desposado y

    sacado de la infamia, se las ingenia para hacer el bien, a pequeas pinceladas. Es sin dudacon Fiona Meesh, la mujer de Simon, con quien mis relaciones son ms distantes. Creo queel corazn de esta mujer est muy seco. Siempre aorar la pequea granja de Sussex queno tuvieron la posibilidad de comprar, y que les oblig a este exilio cuando la tierra fuevendida. Se encarga de sus tres muchachos y vela eficazmente por las vacas y el corral,pero secretamente suea con el da en que pueda establecerse con su marido en su propiaexplotacin. Las noticias de las riquezas producidas por el ganado, en el norte de laPatagonia, parecieron interesarle prodigiosamente. En cuanto a los ancianos Paul y Sarah,para terminar el cuadro, tienen demasiados aos, en mi opinin, para ser buenos pioneros.Primero sirvieron en las Falkland, en la isla de Keppel, que es la cuna de nuestracomunidad anglicana en este Gran Sur. Se acuerdan de Aneki y de sus semejantes, dequienes se encargaron cuando se intent dar educacin. Se ocuparon de ellos como deanimalitos domsticos, sin creer realmente en una verdadera misin educadora. Aqu desdehace tanto tiempo, nadie tiene el valor de mandarlos a una Inglaterra que nada es ya paraellos. Estn pues ah, como estaran en otra parte, amables, reservados, haciendo lo quepueden y aguardando que la muerte los libere. l arrastra unos miembros baldados y unalarga barba gris, pero no tiene igual a la hora de remendar una herramienta cualquiera conun pedazo de madera o de chatarra, y en su cobertizo se amontonan pilas de viejos botes dehojalata, madera desechada y clavos oxidados que algn da servirn. Ella viene a menudopara cocinar su eterno picadillo de cordero, cuando estamos demasiado ocupados.

    Por lo que a los indios se refiere, me he acostumbrado a su fsico. La dulzura de laque pueden dar pruebas entre s despierta mi simpata.

    Aneki me ha propuesto ceremoniosamente llevarme a pescar. El da fijado, golpeami cristal antes del alba. Su mujer encinta, a la que prefiero llamar Ann, y sus compaerasse zambullen en el agua helada y nadan como cachorros hacia las piraguas amarradas en laslargas algas, luego las llevan hacia la ribera. Embarcamos con los arpones de largasbrbulas de hueso y cestos trenzados. Ann rema a popa, yo estoy en el centro, el lugarreservado a los nios y los viejos, y me encargo de alimentar la pequea hoguera puestasobre un lecho de arena hmeda. Aneki se ha apostado delante, de pie. Solo se oye elgolpeteo del remo y el murmullo de las gotas que caen de l. Ninguna palabra entre ambos,ningn gesto, parecen en una total comunin. Flanqueamos lentamente la ribera,contorneando las extensiones de algas que dan una cabellera a la orilla. Los peces suben ala superficie para aprovechar el sol primerizo y yo no advierto nada pero, cada vez que elbrazo de Aneki se dispara de pronto, un pescado se agita en la punta del arpn. Losymanas son casi lampios y los hombres, por una extraa coquetera, se depilan el rostro yel cuerpo. La lisa piel del joven, de un pardo claro, olivceo, capta los reflejos del sol queponen de relieve sus msculos longilneos. Nuestra frgil canoa, esos dos personajes tanvulnerables, este lento acercamiento me revelan, de ellos, en unas pocas horas, ms quetodos los meses pasados. Permanezco pensativa, inmvil y muda, con la embriagadoraimpresin de penetrar en un mundo nuevo. Esta jornada ha aumentado considerablemente

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    mi prestigio entre los indios, soy la primera mujer blanca que ha ido de pesca!

    *

    Mediado el verano, llega un gran tres palos francs: La Romanche. Se trata de unaexpedicin cientfica colosal. Todos los sabios europeos y americanos unen sus esfuerzospara desvelar el misterio de las altas latitudes. Eso se llama el Ao Polar Internacional. AFrancia le han confiado nuestra regin. Antes de ir a establecerse durante ms de un ao enla baha Orange, cerca del cabo de Hornos, nos hacen una visita de cortesa y se muestranmuy franchutes. El comandante Martial, algunos oficiales, los sabios y el mdico, elseor Hyades, llegan a casa impecablemente vestidos, con los bigotes encerados, y noshacen el besamanos ante nuestra gran confusin. El comandante y el doctor hablan ingls ynos explican complacidos todo lo que van a hacer: cartografa, estudio de la flora, la fauna,

    las rocas, observaciones de los fenmenos celestes y muchas cosas ms que se me escapan.El seor Hyades explica que se entregar a la etnologa.

    Nadie ha estudiado nunca estos pueblos, muy extraos por lo dems. Tuvimosvarios especmenes en Pars, en el jardn de aclimatacin, el ao pasado, unos alakalufes,capturados cerca de Punta Arenas, para ser estudiados. El pblico se divirti mucho y habatodo un dispositivo recreando su entorno, con una choza de ramas, armas y odres de piel.Personalmente, no era muy favorable a esta exhibicin. Los visitantes estaban all solo por

    las malsanas ganas de contemplar a unos supuestos antropfagos. Finalmente, aquellospobres seres murieron en pocos meses del sarampin o de pleuresa. Algo extrao, pues elclima de Francia es ms templado que el de aqu.

    Tengo la intencin de hacer una gran campaa de antropometra. Desearaestablecer, de una vez por todas, el lugar de estas razas en la escala del gnero humano. Suconciudadano el gran Darwin, que vino hasta aqu en el Beagle, los describi como seresrepugnantes, parecidos a bestias, y piensa que se trata del lmite del paso entre el mono y elhombre. Ya conocen su teora de la evolucin, que postula que cada especie brota de otra,ms primitiva, y que la naturaleza selecciona a los ms aptos, modificando poco a poco suscaractersticas. Aplicado al hombre, este punto de vista exigira que descendiramos de los

    monos y que nuestra evolucin se hubiese realizado por el desarrollo del cerebro y de lainteligencia en beneficio de los miembros que permiten trepar a los rboles. Los ymanas,con sus largos brazos y su frente baja, parecen prximos a los primates. Pero estoy menosseguro de ello, pues la diseccin de su cerebro, tras su muerte en Pars, no revel diferenciaalguna con el nuestro, ni en vol