Astrid Lindgren - Pippi Mediaslargas

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Astrid LindgrenPippa MediaslargasTraducido por: Blanca RosSptima edEditor: JuventudLugar de publicacin: Barcelona

Fecha de publicacin: 1987

Coleccin: Coleccin Juventud

Materia: Libros infantiles y juveniles

ISBN: 84-261-0851-2

Captulo Primero Pippa llega a "Villekulla", su casita de campoEn los confines de una pequea ciudad sueca haba un huerto exuberante, y en l una casita de campo. En esta casita viva Pippa Mediaslargas, nia de nueve aos que estaba completamente sola en el mundo. No tena padre ni madre, lo cual era una ventaja, pues as nadie la mandaba a la cama precisamente cuando ms se estaba divirtiendo, ni la obligaba a tomar aceite de hgado de bacalao cuando le apetecan los caramelos de menta.Hubo un tiempo en que Pippa tena un padre al que quera mucho. Tambin, naturalmente, haba tenido una madre, pero de esto haca ya mucho.La madre muri cuando Pippa era an una niita que se pasaba el da acostada en su cuna y lloraba de tal modo que nadie se poda acercar a ella. Pippa crea que su madre viva ahora all arriba, en un lugar del cielo, y que miraba hacia abajo, por un agujero que haba en l, para ver a su hijita. Pippa sola saludar con la mano a su madre y decirle:-No te preocupes por m, que yo s cuidarme solita.Pippa no haba olvidado a su padre.

ste haba sido capitn de barco y haba recorrido todos los mares. Pippa haba navegado con su padre hasta el da en que l se cay al agua durante una tempestad y desapareci.

Pero Pippa estaba completamente segura de que el da menos pensado reaparecera, pues no poda creer que se hubiera ahogado. Estaba convencida de que haba empezado a nadar y que haba conseguido llegar a una isla desconocida, en la que haba canbales "a montones", los cuales le haban nombrado rey, por lo que se pasaba el da con una corona de oro en la cabeza.-Mi padre es el Rey de los Canbales. Pocos nios pueden hablar as -deca Pippa, orgullosa de ser hija de un hombre tan extraordinario-. Y cuando mi padre construya un barco, vendr por m, y entonces yo ser la Princesa de los Canbales. !Qu bien voy a pasarlo! Haca muchos aos que su padre haba comprado la casita del huerto para vivir en ella con Pippa cuando fuera viejo y ya no pudiese navegar. Pero tuvo la desgracia de caerse al mar. Y entonces Pippa, que esperaba su regreso, se fue sin prdida de tiempo a "Villekulla", nombre de la casita de campo, la cual, por cierto, estaba arreglada y limpia como si la esperase.Una hermosa tarde de verano, Pippa se despidi de todos los marineros del barco de su padre. Los marineros adoraban a Pippa, y Pippa quera mucho a los marineros.-Adis, amigos! -dijo Pippa mientras los iba besando en la frente por riguroso turno-. No os preocupis por m, que yo s cuidarme solita.Recogi dos cosas del barco: un monito llamado Mster Nelson, que le haba regalado su padre, y una maleta llena de monedas de oro. Los marineros permanecieron de pie junto a la borda, mirando a Pippa hasta que la perdieron de vista. La nia sigui andando sin mirar atrs ni una sola vez, con Mster Nelson sentado en su hombro y las asas de la maleta firmemente asidas.-Qu nia tan extraordinaria! -dijo uno de los marineros, enjugndose una lgrima, cuando Pippa desapareci de su vista.El marinero tena razn: Pippa era una nia extraordinaria. Y lo ms extraordinario de ella era su fuerza.

Era tan fuerte, que no haba en el mundo ningn polica que pudiera medirse con ella en este terreno. Con decir que poda levantar un caballo est dicho todo.Pippa se compr un caballo para ella sola con una de sus monedas de oro, el mismo da de su llegada a "Villekulla". Siempre haba soado con tener un caballo de su propiedad, y ya lo tena. Estaba a la entrada de la casa, en el porche. Cuando a Pippa se le antojaba tomar el t en el porche, no tena ms que levantarlo en vilo y sacarlo al huerto.Junto a la casita de Pippa haba otro huerto y otra casa. En sta vivan un padre, una madre y dos hijos muy guapos, nio y nia. El nio se llamaba Tommy y la nia Annika.

Adems de guapos, eran buenos, educados y obedientes. Tommy no se morda nunca las uas y siempre haca lo que su madre le ordenaba. Annika no se enfadaba nunca cuando no poda salirse con la suya, y llevaba siempre vestiditos de algodn muy limpios y bien planchados.Tommy y Annika lo pasaban muy bien jugando juntos en su huerto, pero ms de una vez se haban dicho que les habra gustado tener un compaero de juegos. En los tiempos en que Pippa iba navegando con su padre, se asomaban a veces a la valla del huerto y se decan el uno al otro:-Lstima que en esa casa no hay nadie! Ojal estuviera habitada por unos padres que tuviesen nios!Aquel hermoso da de verano en que por primera vez cruz Pippa el umbral de "Villekulla", Tommy y Annika estaban ausentes. Se haban ido a pasar una semana con su abuelita. Por eso no se enteraron de la llegada de la nia a la casa vecina. Un da despus de su regreso, estaban a la puerta de su casa, mirando a la calle, sin saber todava que tenan muy cerca una compaera de juegos. Precisamente en el momento en que se preguntaban qu podran hacer, y si les sucedera algo especial aquel da o, por el contrario, sera uno de esos das en que todo resulta aburrido, precisamente en ese instante, se abri la puerta de "Villekulla" y apareci una nia, la ms extraa que Annika y Tommy haban visto en su vida. Era Pippa Mediaslargas, que se dispona a dar un paseo matinal. Vamos a describirla.Su cabello tena exactamente el color de las zanahorias y estaba recogido en dos trenzas que se levantaban en su cabeza, tiesas como palos. La nariz pareca una diminuta patata y estaba sembrada de pecas. Su boca era grande y tena unos dientes blancos, de nia sana. Su vestido era verdaderamente singular. Ella misma se lo haba confeccionado. Al parecer, haba sido azul, pero, al no tener bastante tela de este color, Pippa aadi aqu y all trozos rojos. En sus piernas, largas y delgadas, llevaba un par de medias no menos largas, una negra y otra de color castao.

Calzaba unos zapatos negros que eran exactamente el doble de grandes que sus pies. Su padre se los haba comprado haca ya mucho tiempo, en Amrica del Sur, teniendo en cuenta que los piececitos de la nia pudieran ir creciendo dentro de ellos, y Pippa no quera ponerse otros.Pero lo que ms impresion a Tommy y a Annika, lo que les hizo abrir de par en par los ojos, fue el mono que iba sentado en el hombro de aquella nia tan rara. Era pequeo y tena un rabo largusimo. Llevaba unos pantalones azules, una chaqueta amarilla y un sombrero de paja blanco.Pippa ech a andar calle abajo, con un pie en el arroyo y el otro en el borde de la acera. Tommy y Annika la siguieron con la vista hasta que desapareci. Pronto volvi a aparecer.

Ahora andaba de espaldas: no haba querido tomarse la molestia de dar media vuelta al emprender el regreso.

Al llegar ante la casa de Tommy y Annika se detuvo. Los dos hermanos y Pippa se miraron en silencio. Al fin Tommy pregunt:-Por qu andas de espaldas?-Que por qu ando de espaldas? -repuso Pippa-. Estamos en un pas libre, no? Pues entonces puedo andar como quiera. Y permitidme que os diga que en Egipto todo el mundo anda de espaldas, y a nadie le parece raro ni mucho menos.-Cmo lo sabes? -pregunt Tommy-. Porque t no has estado nunca en Egipto, verdad? -Que no? Puedes apostar tus botas a que he estado. He recorrido todo el mundo y he visto cosas mucho ms importantes que andar de espaldas. No s qu habrais dicho si me hubieseis visto andar con las manos, que es como anda la gente en Indochina.

-Eso no es verdad! -exclam Tommy.Pippa estuvo pensativa un momento.-Tienes razn -dijo tristemente-: he mentido.-Mentir es muy feo -dijo Annika, a la que el asombro le haba impedido hablar hasta entonces.-Ya s que es muy feo -admiti Pippa, cada vez ms triste-. Pero lo haba olvidado, como habis visto, aunque slo por un momento. No se puede pedir a una nia cuya madre es un ngel y cuyo padre es el Rey de los Canbales, y que, adems, se ha pasado la vida navegando por todo el mundo, que diga siempre la verdad. A propsito -aadi con una sonrisa que cubri toda su carita pecosa-, puedo aseguraros que en el Congo Belga no hay ni una sola persona que diga la verdad. All la gente se pasa el da entero, desde las siete de la maana hasta que se pone el sol, diciendo embustes. Por eso, si de vez en cuando digo alguna mentira, tendris que perdonarme: recordad que lo hago porque he vivido mucho tiempo en el Congo Belga... Pero podemos ser amigos, a pesar de todo, verdad?-Claro que s! -exclam Tommy, comprendiendo de pronto que aquel da no sera de los aburridos.-Escuchad, por qu no tomamos el desayuno en mi casa? -pregunt Pippa.-Bien pensado! -dijo Tommy-.

-Hala, vamos!-S, vamos -convino Annika.-Pero antes permitidme que os presente a Mster Nelson -dijo Pippa.Y el mono se quit el sombrero cortsmente.Cruzaron la puerta del frondoso huerto de "Villekulla" y subieron por el sendero, entre dos hileras de grandes rboles (rboles excelentes para trepar por ellos, segn pudieron apreciar a los dos hermanos), hacia la casa. Al llegar al soportal vieron el caballo, que estaba comiendo avena en una sopera.-Por qu tienes este caballo en el porche? -pregunt Tommy, que siempre haba visto que los caballos estaban en las cuadras.

Pippa estuvo un momento pensativa y respondi:-Es que estorbaba en la cocina. Y tampoco estaba bien en la sala.Tommy y Annika acariciaron al caballo y entraron en la casa. En ella haba una cocina, una sala y un dormitorio. Pero se vea que a Pippa se le haba olvidado arreglar las habitaciones aquella semana. Tommy y Annika dirigieron una mirada escrutadora alrededor, preguntndose si estara en algn rincn el Rey de los Canbales. En su vida haban visto un rey de esta clase. Pero ni vieron padre alguno, ni tampoco ninguna madre, por lo que Annika pregunt con cierta inquietud:-Vives sola?-Ya veis que no -repuso Pippa-. Est conmigo Mster Nelson.-Bueno; pero no estn aqu tu padre ni tu madre?-No; ni mi padre ni mi madre -contest Pippa alegremente.-Entonces, quin te dice que te vayas a la cama y todas esas cosas? -pregunt Annika.-Pues yo misma -repuso Pippa-.

La primera vez me lo digo amablemente: si no me hago caso, lo repito con ms severidad, y si contino sin obedecerme, me doy una buena paliza.Tommy y Annika no comprendieron del todo este sistema, pero se dijeron que quiz diera resultado. Entre tanto, haban llegado a la cocina. Pippa exclam:-Aqu se cuecen tortas! Aqu se sirven tortas! Aqu se fren tortas! Dicho esto, sac tres huevos y los arroj al aire. Uno de ellos le cay en la cabeza, se rompi y la yema resbal por su frente hasta uno de sus ojos. Pero los otros dos cayeron y se rompieron donde deban: en una taza.-Siempre he odo decir que la yema de huevo es buena para el cabello -dijo Pippa limpindose el ojo-.

Veris lo de prisa que me crece ahora y lo fino que me queda. Por eso en el Brasil todo el mundo lleva un huevo en la cabeza, y por eso no hay brasileos calvos. Hubo un anciano tan original, que se coma los huevos en vez de ponrselos en la cabeza. Naturalmente, se qued calvo. Y cuando sala a la calle, la gente se aglomeraba alrededor de l y tena que acudir la polica.Mientras hablaba, Pippa iba sacando cuidadosamente los trocitos de cscara que haban quedado en la taza.

Luego descolg de la pared un cepillo de bao y bati con l los huevos de tal modo, que en seguida empezaron a subir e incluso treparon por las paredes. Finalmente, recogi cuanto pudo y lo ech en una sartn que haba sobre el hornillo. Cuando la torta se dor por un lado, la lanz al aire, casi hasta el techo, y la torta, dando una voltereta, volvi a caer en la sartn. Luego la arroj hacia un lado, y la torta, volando a travs de la cocina, fue a aterrizar en un plato que haba sobre la mesa.-Comrosla antes de que se enfre! -exclam.Tommy y Annika empezaron a comrsela y la encontraron exquisita. Despus, Pippa los invit a pasar a la sala. En ella no haba ms que un mueble: una cmoda enorme con infinidad de cajoncitos. Pippa los fue abriendo uno por uno y ense a Tommy y Annika todos los tesoros que guardaba en ellos. Haba all huevos de pjaros raros, conchas y piedras maravillosas, preciosas cajitas, espejitos de plata, un collar de perlas, y otras muchas cosas, todo ello comprado por Pippa y su padre en sus viajes por el mundo. Pippa entreg un regalo a cada uno de sus nuevos camaradas, como recuerdo. A Tommy le dio un cortaplumas con un brillante mango de ncar, y a Annika una cajita en cuya tapa se vean como adorno trocitos de concha.

Dentro de la cajita haba una sortija con una piedra verde.-Si os marchis ahora a vuestra casa -dijo Pippa-, podris volver maana. Si no os fuerais, no podrais volver, y eso sera una pena.Tommy y Annika lo creyeron as tambin y decidieron volver a su casa.

Pasaron junto al caballo, que se haba comido hasta el ltimo grano de avena, y cruzaron la puerta exterior de la casita. Mster Nelson, al verlos pasar, se quit el sombrero.

Captulo II - Pippa es una encuentracosas, y se pelea con cinco chicosAnnika se despert aquella maana ms temprano que de costumbre. Salt de la cama y corri hacia la de Tommy.-Despierta, Tommy! -le grit dndole un tirn de un brazo-. Vamos a ver a esa nia de zapatos grandes que tiene tanta gracia.Tommy se despert inmediatamente.-He soado que hoy sucedera algo divertido, pero no recuerdo lo que era -dijo pugnando por quitarse la chaqueta del pijama.Los dos pasaron al cuarto de bao, se lavaron y se cepillaron los dientes ms de prisa que de costumbre. Alegre y rpidamente, se vistieron una hora antes de lo que su madre esperaba, y luego se deslizaron por la baranda de la escalera como por un tobogn, viaje que termin exactamente ante la mesa del comedor, a la que se sentaron, pidiendo a gritos que les sirvieran el chocolate.-Se puede saber -pregunt su madre- por qu tenis tanta prisa?-Es que vamos a ver a esa nia que lleg hace poco a la casa vecina -contest Tommy.-Podramos quedarnos a pasar todo el da con ella -dijo Annika.Pippa estaba muy ocupada en la elaboracin de pastas de jengibre. Haba hecho un enorme montn de masa y la estaba aplastando en el suelo de la cocina.-Ya puedes imaginarte -deca la nia a su mono- el hermoso cuadro que ofrecern las quinientas pastas, por lo menos, que pienso hacer.Estaba echada de bruces en el suelo y cortaba las pastas en forma de corazn, poniendo tanto inters en la tarea como si de ella dependiera su vida.-Haz el favor de no pisar la masa, Mster Nelson! -gru.

Y precisamente en este momento son el timbre de la puerta.Pippa fue a abrir. Estaba toda ella tan blanca como un molinero. Al estrechar las manos a Tommy y a Annika, despidi una verdadera nube de harina que los envolvi a los tres.-Cunto os agradezco que hayis venido a verme! -dijo Pippa sacudiendo su delantal, con lo que levant una segunda nube de harina.El blanco polvo se introdujo en las gargantas de Tommy y Annika en tal cantidad, que los dos empezaron a toser.-Qu ests haciendo? -pregunt Tommy.-Pues vers -repuso Pippa-. Si digo que estoy limpiando la chimenea no me vais a creer, pues sois muy listos. Estoy haciendo pastas. Pero pronto terminar. Entre tanto, podis sentaros en esa caja de madera.Pippa trabajaba con gran rapidez.

Tommy y Annika, sentados en la caja de madera, la vean recortar la masa, echar las pastas en las latas y luego arrojar las latas al interior del horno. Esto se pareca bastante a lo que haban visto en las pelculas.-Se acab! -exclam Pippa cerrando enrgicamente la puerta del horno tras las ltimas latas.-Qu podramos hacer ahora? -pregunt entonces Tommy.-No s lo que haris vosotros -dijo Pippa-, pero, en cuanto a m, habis de saber que no puedo obrar a mi antojo. Soy una encuentracosas, y, naturalmente, no tengo ni un minuto libre.-Qu has dicho que eres? -pregunt Annika.-Una encuentracosas.-Y qu es eso? -pregunt Tommy.-Pues una persona que encuentra las cosas que slo aparecen si se las busca -repuso Pippa mientras barra y amontonaba la harina esparcida por el suelo-. El mundo est lleno de cosas que esperan que alguien las encuentre, y eso es lo que hacen los encuentracosas.-A qu te refieres? -pregunt Annika.-A todas -repuso Pippa-: pepitas de oro, plumas de avestruz, ratones muertos, cintas de goma, cacharros antiguos..., en fin, todo.A Tommy y a Annika les pareci una ocupacin divertida y decidieron ser encuentracosas desde aquel mismo momento.Tommy dijo que l preferira encontrar una pepita de oro que un cacharro antiguo.-Eso depende de la suerte -dijo Pippa-. El caso es que siempre se encuentra algo. Pero tendremos que darnos prisa; hay que evitar que se nos adelanten otros encuentracosas y se lleven las pepitas de oro y todo lo dems que espera por estos contornos.Los tres encuentracosas echaron a andar. Les pareci que lo mejor sera empezar la busca cerca de las casas del vecindario, porque, segn dijo Pippa, aunque tambin en lo ms profundo de los bosques se encontraban cosas, las mejores solan estar cerca de los lugares habitados.-Pero esto no ocurre siempre -aadi-. He podido comprobarlo por m misma. Recuerdo que una vez iba yo buscando por las selvas de Borneo, cuando, en lo ms impenetrable de la selva virgen, all donde jams haba dejado su huella el pie del hombre, qu creis que encontr? Una hermosa pierna de madera! Andando el tiempo, se la regal a un pobre anciano que haba perdido una de las suyas, y l me dijo, entusiasmado, que ni con dinero habra podido conseguir una pierna tan magnfica.Tommy y Annika observaban a Pippa para ver cmo operaban los encuentracosas.Pippa corra de un lado a otro, con una mano en la frente a modo de visera, y buscaba, buscaba...De pronto se arrodill y, andando con las rodillas, se acerc a un seto, en el que introdujo las manos. En seguida se la oy exclamar, decepcionada:-Qu raro! Estoy segura de haber visto una pepita de oro.-Oye: puedes coger siempre lo que encuentras? -pregunt Annika.-Si est en el suelo, s -contest Pippa.

Un poco ms lejos vieron un anciano que dorma sobre el csped, ante su casa.Pippa dijo:-Eso est en el suelo y nos lo hemos encontrado nosotros. Vamos a cogerlo! Esto no gust a Annika y a Tommy.-No, Pippa, no! -dijo Tommy-.

No debemos coger a una persona; eso no estara ni medio bien.-Si no os parece bien, lo dejaremos, pues no tengo ningn inters en llevrmelo. Sin embargo, me sabra mal que se lo llevase otro encuentracosas.Siguieron adelante. De pronto, Pippa lanz un grito.-Mirad! -exclam cogiendo del suelo una caja de hojalata oxidada oculta entre la hierba-. Nunca haba visto nada semejante! Qu hallazgo! Las cajas de hojalata siempre sirven para algo.Tommy mir la caja con un gesto de indiferencia y pregunt:-Para qu puede servirnos?-Para montones de cosas. Por ejemplo, para guardar pasteles. Entonces ser una de esas cajas con pasteles que nos parecen tan bonitas.

Tambin la podemos utilizar para no guardar pasteles, y entonces ser una caja sin pasteles, que ya no nos parecer tan bonita, pero que tampoco estar mal.Examin la caja. Estaba tan enmohecida que daba pena verla. Incluso tena un agujero en el fondo.-Me parece que esta caja es de las sin pasteles -dijo, pensativa-. Pero si uno se la encasqueta, le parecer que es de noche.Esto fue lo que hizo. Con la caja en la cabeza, de modo que pareca una diminuta torre con el tejado de hojalata, ech a andar y no se detuvo hasta notar que su estmago chocaba con una alambrada. Pippa rod por el suelo, armando un considerable estrpito con la caja.-Veis? -dijo quitndosela de la cabeza-. Si no hubiese llevado esta proteccin, la cada habra sido mortal.-S -replic Annika-, pero si no hubieses llevado la caja en la cabeza, no habras tropezado.An no haba terminado Annika de hablar, cuando otra exclamacin sali de los labios de Pippa, que mostraba con gesto triunfal un carrete de hilo vaco.-Me parece que hoy tengo un buen da -dijo-. Es un carrete estupendo para hacer pompas de jabn o para llevarlo en el cuello, colgando de un hilo. Me voy a casa; quiero hacerme ahora mismo el collar.En este momento se abri la puerta de una casa cercada y vieron salir a un nio corriendo. Estaba visiblemente aterrado, lo cual no era de extraar, pues otros cinco nios le perseguan, pisndole los talones.

Pronto le dieron alcance, le acorralaron contra la alambrada y le atacaron. Los cinco a la vez empezaron a golpearle. La vctima lloraba e intentaba protegerse el rostro con los brazos.-A l, compaeros! -grit el mayor y ms fuerte de los muchachos-.As no se atrever a volver a pisar esta calle!-Mirad! -exclam Annika-. Le estn pegando a Willie. Cmo pueden ser tan malos?-Es ese bruto de Bengt -dijo Tommy-. Siempre est metido en peleas.-Cinco contra uno! Qu cobardes! Pippa se acerc al grupo y dio un golpecito con el dedo en la espalda de Bengt.-Oye, t, por qu le pegis a Willie? No os da vergenza ir cinco contra uno? Bengt se volvi y vio a aquella nia a la que no haba visto jams.

Era una descarada que se atreva a desafiarle. A l! Al principio se limit a mirarla con un gesto de extraeza; luego una expresin de desprecio apareci en su rostro.-Muchachos! -exclam-. Dejad en paz a Willie y mirad esto! Fijaos en esta nia! Se dio una palmada en la rodilla y se ech a rer.Todos se acercaron inmediatamente a Pippa, todos menos Willie, que, prudentemente y enjugndose las lgrimas, fue a colocarse al lado de Tommy.-Habis visto alguna vez unos pelos como stos? Son como una hoguera en llamas! Y qu zapatos! Podras prestarme uno? He de ir a remar y no tengo barca.Acto seguido, cogi una trenza de Pippa. Pero pronto la solt, exclamando:-Huy, cmo quema! Los cinco chicos que rodeaban a Pippa empezaron a gritar, mientras saltaban a la pata coja:-Cabeza de zanahoria, cabeza de zanahoria! Pippa permaneca en pie en medio del corro, sonriendo amablemente.

Bengt haba credo que se enfadara, que se echara a llorar o, por lo menos, que se asustara. Pero como permaneca inconmovible, le dio un empujn.-No eres muy amable con las damas -le dijo Pippa.Y, acto seguido, lo levant a gran altura con sus fuertes brazos, lo llev as hasta un abedul cercano y lo dej atravesado en una rama. Despus cogi a otro chico del grupo y lo colg en otra rama; al tercero lo sent en un alto pilar que haba ante la puerta de la casa, y al cuarto lo lanz por encima de la valla, de modo que vino a caer sentado entre las flores del jardn vecino. Al ltimo lo introdujo en un carrito de juguete que haba en la carretera. Entonces, Pippa, Tommy, Annika y Willie contemplaron a los cinco valientes luchadores, que permanecan mudos de asombro.Al fin dijo Pippa:-Sois unos cobardes! Cinco contra uno! Cobardes, ms que cobardes! Y, no contentos con eso, maltratis a una pobre nia indefensa. Qu vergenza y qu asco! Vmonos, vmonos a casa -dijo a Tommy y Annika.

Y advirti a Willie-: Si intentan pegarte otra vez, no tienes ms que decrmelo.Luego se encar con Bengt, que se haba sentado en la rama y no se atreva ni siquiera a moverse.

-Si tienes algo ms que decir de mi pelo o de mis zapatos, te agradecer que lo digas ahora, antes de que me vaya.Pero Bengt no tena nada ms que decir de los zapatos ni del pelo de Pippa. Por eso sta, con la caja oxidada en una mano y el carrete vaco en la otra, ech a andar, seguida de Tommy y Annika.Pippa exclam, cuando hubieron llegado a su huerto:-Qu vergenza, amiguitos! Como veis, yo he encontrado dos cosas magnficas y vosotros no habis encontrado absolutamente nada. Tenis que buscar un poco ms. Tommy, por qu no echas una mirada a ese viejo rbol? Los rboles viejos suelen reservar grandes sorpresas a los encuentracosas.Tommy dijo francamente que no crea que ni l ni Annika pudieran encontrar nada nunca. Sin embargo, para complacer a Pippa, introdujo la mano en una cavidad que haba en el tronco.-Oh! -exclam en el colmo de la sorpresa, al tiempo que sacaba la mano.Con el pulgar y el ndice sujetaba un precioso cuaderno de notas que tena las tapas de piel y una pluma de plata en el lomo.-Es increble! -exclam Tommy.-Lo ves? -dijo Pippa-. No hay nada mejor que ser encuentracosas. Lo raro es que sean tan pocos los que se dedican a este trabajo. Abundan los carpinteros, los zapateros, los deshollinadores; pero apenas hay encuentracosas. Por lo visto, es un oficio que nos gusta.Y dijo a Annika:-Por qu no vas a escudriar en aquel tronco derribado? Siempre suele haber algo en esos troncos.Annika introdujo la mano debajo del tronco, y al punto sac un collar de coral. Tanto ella como Tommy se quedaron boquiabiertos. Decidieron que, a partir de entonces, seran encuentracosas todos los das.Pippa haba estado levantada hasta medianoche, dando puntapis a una pelota; por eso sinti de pronto sueo.

-Voy a entrar a echar una siestecita -dijo-. Queris entrar conmigo para arroparme? Mientras se quitaba los zapatos, sentada en el borde de la cama y mirando pensativa a sus amigos, Pippa les dijo:-Ese tonto de Bengt ha dicho que quera ir a remar. -Y, tras lanzar un despectivo bostezo, aadi-: Yo le ensear a remar. S, le ensear, pero otro da.-Me gustara saber, Pippa -dijo Tommy cariosamente-, por qu llevas esos zapatos tan grandes.-Pues te lo voy a decir: los llevo para poder mover bien los dedos de los pies.Dicho esto, se acost. Siempre dorma con los pies sobre la almohada, y la cabeza y todo el cuerpo debajo de las sbanas.-As es como duermen en Guatemala -explic-. Es la mejor postura para dormir. As puedo mover los dedos de los pies incluso cuando duermo.De pronto pregunt:-Vosotros podis dormir sin que os canten la nana? Yo tengo que cantarme un poco cuando me acuesto, pues si no me canto no puedo pegar ojo.Tommy y Annika oyeron una especie de zumbido que sala de debajo de las sbanas. Era que Pippa se estaba cantando la nana. Echaron a andar hacia la puerta, de puntillas para no hacer ruido. Cuando iban a salir, se volvieron y dirigieron una ltima mirada a la cama. En ella slo vieron los pies de Pippa sobre la almohada.

All estaban, moviendo los dedos con energa.Tommy y Annika corrieron hacia su casa. Annika apretaba fuertemente en sus manos su collar de coral.-Lo que ha ocurrido es muy raro -dijo-. Oye, Tommy, no crees que Pippa debe de haber puesto estas cosas donde estaban, para que las encontrsemos? -Cualquiera sabe! Tratndose de Pippa, no puede estar uno seguro de nada.Captulo III - Pippa juega al escondite con la policaPronto supo todo el pueblo que una nia de nueve aos viva sola en "Villekulla". Madres y padres movan la cabeza y todos opinaban que aquello no estaba bien. Lo natural era que todos los nios tuviesen a alguien que les dijera lo que tenan que hacer. Adems, todos tenan que ir a la escuela para aprender la tabla de multiplicar.

Por eso decidieron que la nia de "Villekulla" ingresara sin prdida de tiempo en un hogar infantil.Una hermosa tarde, Pippa invit a Tommy y Annika a tomar en su casa un t con pastas de jengibre. La nia lo dispuso todo sobre los escalones del prtico. All daba el sol de pleno y se estaba muy bien. Las flores del jardn despedan un aroma delicioso.

Mster Nelson saltaba del suelo a la balaustrada del soportal y de la balaustrada al suelo, y el caballo alargaba de vez en cuando el cuello para ver si le daban alguna pasta.-Qu bello es vivir! -dijo Pippa estirando las piernas cuanto pudo.En este preciso momento, dos policas de uniforme cruzaron la puerta del jardn.-Oh! -exclam Pippa-. Hoy tambin voy a estar de suerte. La polica es lo mejor del mundo, aparte las fresas y la crema.Y se fue al encuentro de la pareja de guardias con el rostro radiante de felicidad.-Eres t la nia que vive sola en esta casa? -le pregunt uno de los agentes.-No -contest Pippa-. Yo soy una ta suya muy pequea, y vivo en un tercer piso en el otro extremo de la ciudad.Dijo esto porque tena ganas de bromear, pero a los guardias no les hizo gracia la broma. Le dijeron que no se las diera de lista, y le anunciaron que ciertas personas caritativas de la ciudad haban decidido que ingresara en un hogar infantil, y que ya lo tenan todo arreglado.

-Pero si yo vivo ya en un hogar infantil! -dijo Pippa.-Ah!, s? -exclam uno de los policas-. Qu hogar infantil es se?-ste -dijo Pippa con orgullo-.

-Yo soy una nia y ste es mi hogar.-No vive en l ninguna persona mayor; por tanto, esto es un hogar infantil.-Oye, nena -dijo el polica riendo-, no nos has comprendido. Tendrs que ir a una institucin legalmente organizada, donde hay personas que cuidarn de ti.-Se pueden llevar caballos a esa estatucin? -pregunt Pippa.-De ningn modo! -repuso el agente.-Lo supona -dijo Pippa, apenada-. Bueno, y monos?-Tampoco. Estas cosas deberas saberlas.-Bien -dijo Pippa, y aadi-:Entonces, tendrn ustedes que buscar en otra parte los chicos para su estatucin, porque yo no pienso ir.-Pero oye: no comprendes que tienes que ir al colegio?-Para qu?-Para qu ha de ser? Para que aprendas.-Para que aprenda qu?-Pues muchas cosas tiles; la tabla de multiplicar, por ejemplo.-Yo me las he arreglado bastante bien durante nueve aos sin esa tabla que usted dice -replic Pippa-. Por tanto, supongo que podr seguir viviendo sin ella.-Te equivocas. T no puedes imaginarte lo desagradable que sera para ti el da de maana ser una ignorante.

Figrate, por ejemplo, la vergenza que pasaras si alguien te preguntara, cuando seas ya mayor, cul es la capital de Portugal y t no pudieras responder.-Claro que podra! -replic Pippa-. Respondera que, si tanto inters tenan en saber cul era esa capital, podan escribir a Portugal preguntndolo.

-S, pero no te parece que te disgustara no saberlo?-Quiz -dijo Pippa-. Y creo que incluso me despertar por las noches y estar un gran rato pensando: "Cul ser esa endiablada capital de Portugal...?" Pero no se puede estar siempre de broma. Sepan ustedes que yo he estado en Lisboa con mi padre.Esto ltimo lo dijo con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba, pues saba hablar con esta posicin.Pero entonces uno de los policas dijo a Pippa que estaba muy equivocada si crea que podra hacer siempre lo que se le antojase; que ira al hogar infantil, y en seguida.Dicho esto, se acerc a ella y la cogi de un brazo. Pero Pippa se escabull y, dndole un golpecito con el dedo, le dijo:-T pagas! Y, en un abrir y cerrar de ojos, empez a subir por uno de los pilares del prtico. Unos cuantos movimientos le bastaron para llegar a la terraza que haba sobre los pilares. Los policas, que no estaban dispuestos a gatear, entraron corriendo en la casa y subieron al primer piso. Pero cuando salieron a la terraza, Pippa se hallaba ya a medio camino del tejado.

Una vez en l, trep por las tejas con movimientos muy parecidos a los de un mono y, en un instante, lleg a la cima del tejado. Entonces, con la mayor facilidad y de un gil salto, gan la cspide de la chimenea. Abajo, en la terraza, los dos policas se tiraban de los pelos, como suele decirse, y ms abajo, en el huerto, Annika y Tommy contemplaban con admiracin a su amiguita.-Qu divertido es jugar al escondite! -exclam Pippa-. Y cunto les agradezco que hayan venido! Hoy tambin tengo un buen da, no cabe duda.Los policas, despus de permanecer pensativos un instante, fueron en busca de una escalera, la apoyaron en el alero del tejado y subieron, uno tras otro, con la intencin de bajar a Pippa. Pero al trepar a lo ms alto del tejado y lanzarse en persecucin de la nia empezaron a mostrarse vacilantes y temerosos.

-No se asusten! -dijo Pippa-. No hay peligro alguno. Adems, es muy divertido.Cuando estaban ya a dos pasos de Pippa, sta baj de un salto de la chimenea y, riendo de buena gana, corri a lo largo del lomo del tejado y baj por el lado opuesto.A unos metros de la casa haba un rbol.-Voy a zambullirme! -grit Pippa.Y salt a la verde copa del rbol, se asi a una rama, estuvo mecindose unos instantes y se dej caer al suelo.Luego cogi la escalera y corri con ella al otro lado de la casa.Los policas se quedaron perplejos al ver saltar a Pippa, y ms perplejos an al advertir el camino que tenan que recorrer por el tejado para llegar a la escalera. Primero se enfurecieron y empezaron a decir a gritos a Pippa, que los miraba desde abajo, que si no les acercaba la escalera, se acordara de ellos.-Por qu estn ustedes tan enfadados? -les reproch Pippa-. Estamos jugando al escondite. Por tanto, todos debemos tratarnos como buenos amigos.Los policas se quedaron pensativos. Al fin, uno de ellos dijo amablemente:-Tienes razn, hijita. Anda, trenos la escalera para que podamos bajar.-En seguida la traigo -dijo Pippa. Y, cuando lo hubo hecho, aadi alegremente-: Ahora podremos tomar el t y pasar un ratito agradable todos juntos.Pero los policas no haban sido sinceros, pues, tan pronto como estuvieron abajo, se arrojaron sobre Pippa, gritando:-Ahora sabrs lo que es bueno, mal educada!Pero entonces dijo Pippa:-No, no puedo perder ms tiempo jugando, aunque reconozco que es muy divertido.Y, cogindolos firmemente por los cinturones, los transport, a travs del huerto, hasta la puerta que daba a la carretera. Ya all, los dej en el suelo, y all estuvieron un buen rato los dos agentes, paralizados de asombro.-Esperen un momento! -dijo Pippa.Corri a la cocina y regres con dos pastas de jengibre en forma de corazn.-Tengan. Una para cada uno. No creo que importe gran cosa que estn un poco quemadas.Entonces fue a reunirse con Tommy y Annika, que presenciaban estas escenas, llenos de admiracin.Y los policas se fueron corriendo a la ciudad, a decir a todas las madres y a todos los padres caritativos que Pippa no era nia para prestar en un hogar infantil. De su excursin por el tejado no dijeron nada. Todos estuvieron de acuerdo en que lo mejor sera dejar a Pippa en "Villekulla". Y si algn da se le antojaba ir a la escuela, que se las compusiera ella misma.Pippa, Tommy y Annika pasaron una tarde deliciosa. Continuaron la interrumpida merienda, y Pippa se comi cuarenta pastas de jengibre. Luego hizo este comentario:-Esos policas no eran de los buenos. Decan demasiadas tonteras:

hogares infantiles, Lisboa, tablas de no s qu...Despus sac en vilo al caballo y los tres montaron en l. Annika tena miedo al principio y no quera montar, pero, al ver lo mucho que se divertan Pippa y Tommy, pidi a su amiga que la levantara y la sentase con ellos.El caballo recorri al trote todo el huerto, al que dio varias vueltas, mientras Tommy cantaba: "Ya vienen los suecos con gran alboroto!" Aquella noche, al acostarse en sus camitas Annika y Tommy, ste dijo:-Annika: no ests encantada de que haya venido Pippa?-Claro que lo estoy! -repuso la nia.-A qu jugbamos antes de que estuviera ella? Yo no me acuerdo, y t?-Pues jugbamos al croquet y otras cosas por el estilo -dijo Annika-.

Pero nos divertimos muchsimo ms ahora, con Pippa, su caballo y todas sus cosas.Captulo IV - Pippa en el colegioComo es natural, Tommy y Annika iban al colegio. Todas las maanas, a eso de las ocho, salan de su casa, cogidos de la mano, con la cartera debajo del brazo y todava medio dormidos.A veces vean a Pippa, que a esas horas estaba dando un paseo a caballo, o poniendo a Mster Nelson su diminuto traje, o haciendo sus ejercicios gimnsticos, que consistan en estar unos instantes de pie, muy tiesa, y, a continuacin, dar cuarenta y tres saltos mortales seguidos.Despus se sentaba en la mesa de la cocina para saborear un bocadillo de queso y una buena taza de caf.Tommy y Annika, al pasar, de mala gana, camino del colegio, miraban con envidia la casita vecina. Habran dado cualquier cosa por quedarse a jugar con Pippa. Si ella hubiese ido tambin al colegio, la cosa habra cambiado mucho.-Figrate lo que nos divertiramos cuando volviramos del colegio los tres -dijo Tommy.-Y tambin a la ida -aadi Annika.Cuanto ms lo pensaban, ms sentan que Pippa no fuera al colegio. Al fin decidieron intentar convencerla.-No puedes imaginarte lo simptica que es la profesora -dijo Tommy astutamente, una tarde en que Annika y l haban ido a casa de Pippa despus de hacer los deberes.-Si supieras lo divertido que es el colegio... -aadi Annika, como quien no da importancia a la cosa-. Me volvera loca de pena si no pudiera ir.Pippa, sentada en una silla, se lavaba los pies en una cubeta. No deca nada; se limitaba a mover velozmente los dedos de los pies, llenando de salpicaduras el suelo.-Adems, no hay que estar all mucho tiempo -advirti Tommy-: slo hasta las dos.-Y tenemos vacaciones en Navidad, vacaciones en Pascua y vacaciones en verano.Pippa se mordisque, pensativa, el dedo gordo de un pie, pero no dijo nada. De pronto, sin pensarlo, vaci la cubeta en el suelo de la cocina, y los pantalones de Mster Nelson, que estaba cerca de ella, bien sentadito y jugando con un espejo, se empaparon como una esponja.-No hay derecho! -dijo Pippa con el ceo fruncido y sin advertir la contrariedad que la mojadura haba producido a Mster Nelson-, es una verdadera injusticia y no lo consentir.-Qu es lo que no consentirs? -pregunt Tommy.-Dentro de cuatro meses ser Navidad; vosotros tendris vacaciones, y yo... -la voz de Pippa estaba impregnada de tristeza-, yo no tendr vacaciones de Navidad, ni nada que se le parezca... Esto no puede ser! Maana mismo empezar a ir al colegio.Annika y Tommy aplaudieron, alborozados.-Viva, viva...! Maana, a las ocho, estaremos aqu delante, esperndote.-No, no -dijo Pippa-. El primer da no ir tan temprano. Adems, me parece que ir a caballo.As lo hizo. Exactamente a las diez de la maana siguiente, sac en vilo al caballo, que, como siempre, estaba en el porche, y, momentos despus, el vecindario se asomaba a las ventanas para ver qu caballo era el que se haba desbocado, es decir, que ellos crean que se haba desbocado.Pues el caballo de Pippa no se haba desbocado. Era sencillamente que Pippa quera llegar cuanto antes al colegio. A galope tendido entr en el patio de la escuela, salt del caballo, lo at y, acto seguido, abri la ventana de la clase, con un crujido tan espantoso, que hizo saltar en sus asientos a Tommy, a Annika y a todos los dems alumnos.-Hola! -grit Pippa saludando con su gran sombrero-. Llego a tiempo para las pultificaciones?Tommy y Annika haban anunciado a la profesora que haba de llegar una nueva alumna llamada Pippa Mediaslargas. La profesora haba odo hablar de Pippa a la gente del pueblo, y, como era muy amable y simptica, decidi hacer cuanto fuera necesario para que Pippa se sintiera en el colegio como en su propia casa.Pippa se dej caer en el primer asiento que encontr libre, sin que nadie la hubiera invitado a sentarse; pero la profesora no hizo caso de sus toscos modales y le dijo cariosamente:-Bienvenida a la escuela, Pippa. Deseo que ests a gusto aqu y que aprendas mucho.-Estoy segura de que aprender. Y supongo que tendr vacaciones de Navidad, pues he venido por eso. La justicia ante todo!-Si quieres darme tu nombre y tus apellidos, te matricular -dijo la profesora.-Me llamo Pippalotta Provisionia Gaberdina Dandeliona Ephraimsdaughter Mediaslargas y soy hija del capitn de barco Efran Mediaslargas, que fue el rey de los mares y hoy es el Rey de los Canbales. Pippa es la abreviatura de Pippalotta, nombre que, segn mi padre, resultaba demasiado largo.-Tu padre tena razn -dijo la profesora-. Bien, pues tambin nosotros te llamaremos Pippa... Ahora conviene que te haga un pequeo examen para ver qu es lo que sabes. Supongo que sabrs bastante, pues ya eres una nia mayor. Empecemos por la aritmtica. Puedes decirme cuntas son siete y cinco?Pippa se qued sorprendida y contrariada a la vez. Al fin contest:-Si t no lo sabes, no esperes que lo averige yo para decrtelo.Todos los alumnos miraron con una expresin de horror a Pippa. La profesora le dijo que en la escuela no se contestaba as, y que a la profesora no se le hablaba de t, sino de usted.-Lo siento mucho -se excus Pippa-. Yo no lo saba. No lo volver a hacer.-As lo espero -dijo la profesora-. Y ahora te dir que siete y cinco son doce.-Ah! -exclam Pippa-. Conque lo sabas? Entonces, por qu me lo has preguntado...? Oh!, Qu cabezota soy! Ya he vuelto a tutearla! Perdneme.Y Pippa se dio un fuerte pellizco en una oreja.La profesora decidi no dar ninguna importancia a la cosa.-Ahora dime: cuntas te parece que son ocho y cuatro? -Pues... alrededor de sesenta y siete.-No -rectific la profesora-; ocho y cuatro son doce.-Eh, eh, buena mujer! Esto es ya demasiado! Usted misma ha dicho hace un momento que doce eran siete y cinco, y no ocho y cuatro. Hay que tener un poco de formalidad, y ms an en una escuela. Si sabes tanto de esas cosas, por qu no te vas a un rincn a contar y nos dejas tranquilos a nosotros, para que podamos jugar al escondite...? Oh, perdone! Otra vez la he tuteado! Pippa estaba sinceramente consternada. Continu:-Le suplico que me vuelva a perdonar. Ya ver como es la ltima vez.La profesora le dijo que la perdonaba; pero juzg que no era conveniente seguir enseando aritmtica a Pippa, y empez a preguntar a los dems nios.-Tommy, a ver si contestas a esta pregunta: si Lisa tiene siete manzanas y Axel nueve, cuntas manzanas tendrn entre los dos?-Anda, Tommy, contesta! -intervino Pippa-. Y, al mismo tiempo, responde a esta otra pregunta: si a Lisa le duele el estmago una vez, y a Axel le duele varias veces, quin es el culpable y de dnde han cogido las manzanas?La profesora fingi no haberla odo y se volvi hacia Annika.-Y ahora, Annika, este problema para ti: Gustavo fue de excursin con todos los alumnos de su colegio; al salir tena once monedas de diez cntimos, y al regresar, siete. Cuntas monedas haba gastado?-Tambin a m me gustara saberlo -dijo Pippa-. Adems, quisiera saber por qu era tan despilfarrador, y si se gast el dinero en cerveza, y si se haba lavado las orejas por detrs antes de salir de casa.La profesora decidi dar por terminada la clase de aritmtica. Se dijo que a Pippa quiz le interesara ms aprender a leer. Y sac un cuadro en el que se vea una islita preciosa, de color verde y rodeada de un mar azul.

Suspendida sobre la isla haba una "i".-Qu cosa tan rara! -exclam Pippa-. Esa letra es una rayita sobre la que ha soltado algo una mosca. Me gustara saber qu tienen que ver las islas con lo que sueltan las moscas.La profesora sac otro cuadro que representaba una serpiente. Explic a Pippa que la letra que haba sobre la serpiente era la "s".-A propsito! -exclam Pippa-.

Nunca podr olvidar una lucha que sostuve con una serpiente gigante en la India. Era lo ms horrible que os podis imaginar. Meda ms de doce metros y a mal genio no le ganaba una abeja furiosa. Todos los das se coma cinco indios ya maduros y dos nios de postre. Un da intent comrseme a m y se arroll a mi cuerpo. Pero yo le dije: "He aprendido muchas cosas en el mar". Y le di varios golpes en la cabeza... Pam, pam...! Ella empez a silbar: "Psiiiiii...!" Yo volv a golpearla:

pam, pam! Y ella, entonces, se muri... De modo que esa letra es la ese? Qu interesante! Pippa hubo de detenerse para tomar aliento. La profesora, que ya empezaba a considerarla como una nia escandalosa y molesta, decidi dedicar un rato al dibujo. Pippa estara sentada y quieta mientras dibujaba. Creyndolo as, la profesora reparti hojas de papel y lpices entre los alumnos.-Podis dibujar lo que queris -les dijo.Y, sentndose a su mesa, empez a corregir cuadernos. Un momento despus levant la cabeza para echar una ojeada a los alumnos. Todos, desde sus sitios, miraban a Pippa, que estaba echada de bruces y dibujaba en el suelo con gran alegra.-Pero, Pippa! -exclam la profesora, empezando a perder la paciencia-. Por qu no dibujas en el papel?-Hace tiempo que no dibujo en papeles. No hay espacio para mi caballo en esa msera hoja. Ahora estoy dibujando las patas delanteras; cuando dibuje la cola estar seguramente en el pasillo.La profesora reflexion un momento, visiblemente preocupada.-Preferirais cantar? -pregunt.Todos los nios se pusieron en pie ante sus pupitres; todos menos Pippa, que segua echada de bruces en el suelo.-Ya podis empezar a cantar -dijo la nia-. Yo voy a descansar un poco.

-El exceso de estudio puede acabar con la salud de la persona ms robusta.La paciencia de la profesora lleg con esto a su fin, y envi a los nios al patio, reteniendo solamente a Pippa, pues quera hablar con ella.Cuando en la sala quedaron nicamente la profesora y Pippa, sta se puso en pie y se acerc a la mesa.-Sabes... -empez a decir, pero en seguida rectific-, sabe usted que he pasado un buen rato viendo todo esto? Pero me parece que no volver, a pesar de las vacaciones de Navidad.

Hay demasiadas manzanas, islas, serpientes y todas esas cosas. La cabeza me da vueltas. No est disgustada conmigo, verdad?Pero la profesora dijo que s que estaba disgustada; que ella, Pippa, no quera portarse bien, y que a ninguna nia que se portase tan mal como ella se le permitira entrar en la escuela, por mucho que lo deseara.-Yo me he portado mal? -dijo Pippa, extraada-. Pues no me he dado cuenta -aadi tristemente.Nadie poda ponerse tan trgico como se pona Pippa cuando tena algn pesar. Permaneci en silencio unos instantes y luego dijo con voz trmula:-Comprenda usted que cuando una tiene por madre un ngel y por padre un rey de canbales, y se ha pasado la vida navegando, no puede saber cmo debe portarse en el colegio, entre tantas manzanas y serpientes.La profesora le contest entonces que lo comprenda todo muy bien, que ya no estaba disgustada con ella y que quiz le permitira volver a la escuela cuando fuese mayor. Y Pippa exclam, radiante de alegra:-Es usted la mar de simptica! Mire, mire lo que le traigo! Pippa sac de un bolsillo una cadena de oro fino y la deposit en la mesa. La profesora dijo que no poda aceptar un regalo tan valioso, pero Pippa la amenaz:-Tiene usted que aceptarlo. Si no, volver maana, y ya ver la que armo.Dicho esto, sali al patio corriendo y mont de un salto en su caballo.Los nios formaron corro alrededor de ella para verla partir, y empezaron a dar palmaditas al caballo.-No sabis lo bien que se est en los colegios argentinos -dijo Pippa con aire de superioridad a los nios que la rodeaban-. Me gustara que los vierais. All empiezan las vacaciones de Pascua tres das despus de terminarse las vacaciones de Navidad, y acaban exactamente tres das antes de empezar las vacaciones de verano. Y estas vacaciones terminan el primer da de noviembre. Cierto que esto es un poco fastidioso, pues las vacaciones de Navidad no empiezan hasta el once de noviembre, pero no se pasa del todo mal, porque no hay lecciones.

Las lecciones estn completamente prohibidas en la Argentina. De vez en cuando sucede que algn nio argentino se esconde en un armario y all se pone a leer; pero pobre de l si su madre lo descubre! En aquellos colegios no se estudia nada de matemticas, y si algn nio sabe cuntas son siete y cinco y es tan tonto que se lo dice al profesor, se pasa el da castigado en un rincn. Slo los viernes hay lectura, y eso suponiendo que se encuentre en la clase algn libro, cosa que nunca ocurre.-Bueno, pero qu se hace, entonces, en los colegios argentinos? -pregunt un nio.-Pues comer dulces -contest Pippa sin pestaear-. Hay un tubo muy largo que va directamente a la escuela desde la fbrica de dulces ms prxima. Como la fabricacin es continua, los nios se pasan el da entero comiendo dulces.-Y qu es lo que hace el profesor? -pregunt una nia.-Pues quitar los papeles a los dulces, tonta. Qu creas, que los quitaban los alumnos? Si ni siquiera van al colegio: mandan a sus hermanos.Y Pippa salud con su gran sombrero.-Adis, amigos! Dentro de un instante habr desaparecido. Recordad siempre cuntas manzanas tena Axel, pues, de lo contrario, acabaris mal.

Ja, ja, ja! Y, sin cesar de rer estrepitosamente, galop hacia la puerta, a tal velocidad que las ventanas del colegio se estremecieron y las herraduras del caballo hicieron saltar a su alrededor la grava del jardn.

Captulo V - Pippa se sienta en lo alto de un poste y trepa a un rbolPippa, Tommy y Annika estaban reunidos en el soportal de "Villekulla". Pippa estaba sentada en uno de los postes del prtico, Annika en el otro y Tommy sobre la misma puerta.Era un clido y hermoso da de fines de agosto. Un peral que creca junto a la entrada extenda sus ramas a tan escasa altura, que los nios pudieron sentarse en ellas y coger sin el menor esfuerzo las peritas de agosto ms maduras y sonrosadas. Se coman la pulpa y escupan las pepitas en la carretera.La casita de Pippa estaba exactamente en el lmite de la ciudad con el campo, all donde la calle se converta en carretera. A los habitantes de la pequea ciudad les gustaba salir de paseo por el camino de "Villekulla", pues aquellos lugares eran los ms pintorescos.Estaban los tres amiguitos comiendo peras, cuando apareci una nia que vena de la ciudad. La nia se detuvo y pregunt:-Habis visto pasar a mi padre?-No lo s -respondi Pippa-. Cmo es tu padre? Tiene los ojos azules?-S.-Lleva sombrero negro y zapatos negros?-S, s! -exclam la nia alegremente.-Pues no, no hemos visto a ningn seor as -dijo Pippa.La nia hizo un gesto de contrariedad y continu su camino en silencio.-Oye, t! -le grit Pippa-. Es calvo?-No, no es calvo -repuso la nia, enojada.-Pues es una suerte para l -dijo Pippa, y escupi una pepita.La nia ech a correr, pero Pippa le pregunt a voz en grito:-Tiene las orejas tan grandes que le llegan a los hombros?-No -contest la nia.Y se volvi con un gesto de asombro.-Supongo que no habrs visto pasar a un hombre con unas orejas as.-Nunca he visto pasar a nadie con las orejas. Todos pasan con los pies -repuso Pippa.-Qu tonta eres! Quiero decir que si de veras has visto pasar a un hombre que tiene unas orejas tan grandes.-No -contest Pippa-. No hay nadie que tenga unas orejas de ese tamao. Sera un monstruo... No, no puede haber nadie que tenga unas orejas tan enormes... Por lo menos en este pas -aadi despus de reflexionar un momento-. En China la cosa es diferente. En Shanghai vi un chino cuyas orejas eran tan grandes, que las poda utilizar como impermeable.

Cuando llova, no tena ms que envolverse en sus orejas, y as estaba bien protegido y abrigado. Y a veces no era esto todo. Si el tiempo empeoraba, invitaba a sus amigos y conocidos a que acamparan debajo de sus orejas. Y all se sentaban todos y cantaban canciones melanclicas, mientras fuera llova a cntaros.

Todos le admiraban por sus orejas.

Se llamaba Hai Shang. Era de ver cuando, por las maanas, iba corriendo al trabajo. Siempre sala en el ltimo momento, pues las sbanas se le pegaban, y no podis imaginaros lo chocante que resultaba verlo venir corriendo desde lejos, con las orejas desplegadas tras l, como dos alas amarillas.La nia se haba detenido y escuchaba a Pippa con la boca abierta; y Tommy y Annika se haban olvidado de las peras, tan atentos estaban al relato de Pippa.-Tena ms nios de los que poda contar; el menor se llamaba Peter.-Un nio chino no puede llamarse Peter -objet Tommy.-Eso precisamente le deca su esposa, que un nio chino no poda llamarse Peter. Pero Hai Shang era testarudo como l solo y contestaba que su nio, o se llamara Peter o no se llamara nada. Despus se sentaba en un rincn, enfurruado, y se cubra la cabeza con las orejas. Naturalmente, su esposa tuvo que ceder y el nio se llam Peter.-De veras? -pregunt Annika.-Era el nio ms feo de Shanghai, y tan caprichoso para la comida, que su madre estaba desesperada. Tal vez sepis que en China se comen los nidos de pjaros. Bueno, pues all tenais a la pobre madre, con un plato lleno de nidos de pjaro en la mano, tratando de alimentar a su hijito.

"Anda, Peter, hijo mo -le deca-; ahora vamos a comernos un bocado de nido de pjaros por papato". Pero Peter apretaba los labios y mova la cabeza. Al fin, Hai Shang se enfad tanto, que dijo que no se hara ms comida para Peter hasta que se hubiera comido aquel nido de pjaros. Y cuando Hai Shang deca una cosa, se haca. El nido de pjaros estuvo saliendo y volviendo a salir de la cocina desde mayo hasta octubre. El da catorce de julio pregunt la madre al padre si podra dar a Peter una empanada, y Hai Shang contest que no.-Qu tozudo! -exclam desde la carretera la nia desconocida.-Eso mismo dijo Hai Shang: "Es un tozudo. No hay razn alguna para que un nio no quiera comerse un nido de pjaros". Pero Peter, desde mayo hasta octubre no hizo otra cosa que apretar los labios.-Bueno, pero cmo poda vivir? -pregunt Tommy, asombrado.-No pudo vivir -repuso Pippa-.

Se muri el da dieciocho de octubre, y el diecinueve lo enterraron. El veinte entr por la ventana una golondrina y puso un huevo en el nido, que estaba sobre la mesa. Por tanto -termin Pippa alegremente-, el nido se aprovech.Luego mir a la nia, que segua en la carretera, petrificada de asombro.-Qu cara pones! -le dijo Pippa-. Por qu me miras as? Crees acaso que lo que he contado es mentira? Si es as, dmelo -la amenaz, arremangndose.

-No, no! De ningn modo! -dijo la nia, atemorizada-. Yo no creo que sea mentira lo que has contado, pero...-De modo que no crees que sea mentira? Pues lo es. He estado diciendo embustes hasta que la lengua se me ha puesto negra. T crees que un nio puede vivir sin comer desde mayo hasta octubre? Ya s que uno puede resistir sin comer tres o cuatro meses, pero desde mayo hasta octubre! Qu disparate! Deberas saber que eso no es posible. No has de dejar que la gente te haga creer todo lo que quiera.La nia continu su camino y ya no la volvieron a ver.-Qu tontos son algunos! -exclam Pippa-. Desde mayo hasta octubre! Qu disparate! Luego dijo a grandes voces a la nia:-No, hoy no hemos visto ningn calvito, pero ayer pasaron diecisiete cogidos del brazo!El huerto de Pippa era una verdadera delicia. No estaba muy bien cuidado, por supuesto, pero haba en l magnficas alfombras de csped que nunca se cortaba y viejos rosales cargados de rosas blancas, encarnadas, amarillas... No eran muy finas, pero olan deliciosamente. Tambin haba bastantes rboles frutales, y -esto era lo mejor- algunos robles y olmos viejos, excelentes para trepar.En el huerto de Tommy y Annika, por desgracia, no se poda trepar por los rboles, pues la madre tena mucho miedo de que se cayeran y se hiciesen dao. Por eso los dos hermanos haban subido a muy pocos rboles.-Queris que subamos a aquel roble? -pregunt Pippa de pronto.Tommy salt rpidamente al suelo, encantado de la proposicin. Annika vacil un momento, pero, al ver que en el tronco haba grandes nudos, crey tambin que sera muy divertido intentar la subida.A pocos metros del suelo, el roble se bifurcaba, y en la bifurcacin haba como una pequea meseta. Pronto estuvieron los tres sentados en aquella especie de plataforma. Sobre sus cabezas, el roble extenda su corona de ramas como un gran techo verde.-Podramos merendar aqu -dijo Pippa-. Voy en un salto a prepararlo todo.Annika y Tommy aplaudieron y exclamaron:-Hurra! Pippa prepar el t rpidamente.

Precisamente el da anterior haba hecho unos bollos. En pie junto al tronco del roble, empez a lanzar tazas a Tommy y Annika. De vez en cuando era el tronco del roble el que las reciba, y las tazas se hacan aicos; pero Pippa iba corriendo a buscar otras. Luego le lleg el turno a los bollos; durante un buen rato, una verdadera nube de bollos flot en el aire.Pero los bollos tenan la ventaja de que no se rompan. Al fin subi Pippa al rbol con la tetera en la mano. Llevaba la leche en una botella, y la botella en el bolsillo; el azcar, en una cajita.Annika y Tommy convinieron en que jams haban tomado un t tan rico.

No lo tomaban todos los das, sino slo cuando tenan invitados. Al fin y al cabo, tambin ahora haba invitados, aunque fuesen ellos mismos. A Annika le cay un poco de t en la falda. Al principio not algo caliente y hmedo; despus, una humedad fra. Pero dijo que la cosa no tena importancia.Cuando terminaron de tomar el t, Pippa lanz las tazas al csped.-Quiero saber -dijo- la resistencia que tiene la porcelana china que se fabrica hoy.Una de las tazas y los tres platos resistieron la prueba, aunque parezca mentira. En cuanto a la tetera, solamente se le rompi el pitn.De pronto, Pippa decidi subir un poco ms por uno de los troncos.-Nunca haba visto nada semejante! -exclam, despus de gatear un poco-. Este rbol est hueco.Haba visto en el tronco un gran agujero que hasta entonces haba quedado oculto por el ramaje a los ojos de los nios.-Puedo subir y mirar yo tambin? -pregunt Tommy.Pero no obtuvo contestacin.-Pippa! -la llam, inquieto Dnde ests? Entonces se oy la voz de Pippa, pero no sobre ellos, sino debajo.

Sonaba como si llegase desde el fondo de la tierra.-Estoy dentro del rbol! Est hueco desde el boquete hasta el suelo! Por una grieta estoy viendo la tetera sobre el csped.-Pero cmo te las arreglars para subir? -exclam Annika.-No podr subir de ningn modo -repuso Pippa-. Tendr que estar aqu hasta que me licencien. Y vosotros habris de echarme comida por el agujero cinco o seis veces al da.Annika se ech a llorar.-Pero por qu lloras? -pregunt Pippa-. En vez de llorar, bajad los dos a hacerme compaa. Podemos jugar a presos que languidecen en la crcel.-Eso s que no! -exclam Annika.Y, para estar ms segura de que no lo hara, baj del rbol.-Annika, te estoy viendo por la grieta -dijo Pippa-. Cuidado, no vayas a pisar la tetera! Es monsima y nunca ha hecho dao a nadie. Si ha perdido el pitn, la culpa no es suya.Annika se acerc al rbol y vio asomar por la grieta la punta del dedo ndice de Pippa. Esto la consol un poco, pero sigui preocupada.-Pippa, puedes ponerte derecha? -pregunt Annika.El dedo de Pippa desapareci y, en un abrir y cerrar de ojos, la nia dej ver su cara en el agujero por el que haba penetrado.-Tal vez pueda -respondi con una sonrisita, mientras apartaba las ramas con las manos.-Ya que es fcil salir -dijo Tommy, que estaba todava en la bifurcacin del tronco-, yo quiero entrar y languidecer un poco.-Bien -dijo Pippa-; pero creo que sera conveniente ir por una escalera.Sali por el agujero y se desliz ligeramente hacia abajo. As lleg al suelo. Luego corri en busca de la escalera, subi con ella al rbol, aunque no le fue fcil, y la introdujo por el gran boquete.Tommy estaba impaciente y emocionado. Llegar al agujero no era cosa fcil, porque estaba muy alto, pero Tommy era un chico valiente: no le daba miedo trepar e introducirse en el oscuro interior del tronco.Annika lo vio desaparecer y se pregunt si reaparecera. Intent mirar por la grieta.-Annika -oy que le deca la voz de Tommy-, no puedes imaginarte lo maravilloso que es esto. Creme y entra t tambin. No hay ningn peligro, teniendo la escalera para subir.

Si entras, tu nico deseo ser volver a entrar.-Ests seguro?-Completamente seguro -respondi Tommy.Annika volvi a trepar por el tronco. Las piernas le temblaban. Pippa la ayud en la parte ms difcil. Se estremeci ligeramente cuando vio lo oscuro que estaba el interior del tronco; pero Pippa la cogi de la mano y le dio nimos.-No tengas miedo, Annika -le dijo Tommy desde las profundidades del tronco-. Ya veo tus piernas y estoy seguro de que podr cogerte si caes.Annika no se cay; lleg sana y salva hasta donde estaba Tommy. Un momento despus lleg Pippa.-Esto es estupendo! -exclam Tommy.Y Annika tuvo que admitir que Tommy tena razn. La oscuridad no era tan profunda como haba credo, ni mucho menos, pues la luz entraba por la grieta. Annika se acerc a la hendidura para comprobar que tambin ella poda ver la tetera que estaba en el csped.-ste ser nuestro escondite -dijo Tommy-. Nadie podr imaginarse que estamos aqu. Y si se acercan para buscarnos, podremos verlos por la grieta. Lo que nos vamos a rer!-Y podemos introducir un palito por la rendija para tocarlos -dijo Pippa-. As creern que hay fantasmas.Ante esta perspectiva se sintieron tan felices que los tres se abrazaron.

Pero pronto oyeron el batintn que llamaba a Tommy y a Annika para comer.-Es triste que nos tengamos que ir a casa ahora -dijo Tommy-. Pero volveremos maana tan pronto como regresemos del colegio.-Os esperar -dijo Pippa.Entonces subieron por la escalera, primero Pippa, despus Annika y finalmente Tommy. Y luego bajaron del rbol, primero Pippa, despus Annika y finalmente Tommy.Captulo VI - Pippa prepara una excursinHoy no tenemos que ir al colegio -dijo Tommy a Pippa-. Lo han cerrado para hacer una buena limpieza.-Vaya! Injusticia tras injusticia. Yo no tengo ningn da libre, aunque limpiar esto un poco no estara de ms. Fijaos cmo est el suelo de esta cocina! Pero no s cmo podra limpiarlo si me concediera un da de asueto. Por tanto, me quedar y lo limpiar. No os parece?... Si os sentis en la mesa de la cocina, no me estorbaris.Tommy y Annika, obedientes, se sentaron en la mesa. Mster Nelson subi a ella tambin, para echarse a dormir en el regazo de Annika.Pippa calent agua en una cacerola y la derram resueltamente por el suelo de la cocina. Luego se quit los grandes zapatos y los deposit con todo cuidado en el estante del pan. A continuacin at dos cepillos a sus desnudos pies y empez a patinar, dando la impresin de que estaba arando el suelo de la cocina.-Yo podra ser la reina del patn -dijo levantando de tal modo la pierna izquierda, que el cepillo de este pie tropez con la lmpara que penda del techo-. Gracia y agilidad no me faltan -aadi saltando por encima de una silla-. Bueno, me parece que esto est ya limpio.Y se quit los cepillos.-El suelo est chorreando. Por qu no lo secas? -le pregunt Annika.-Ya se secar solo. No creo que se constipe.Tommy y Annika bajaron de la mesa y cruzaron la cocina con el mayor cuidado, a fin de mojarse los pies lo menos posible.Fuera brillaba el sol en un cielo intensamente azul. Era uno de esos das dorados de septiembre en que resulta maravilloso andar por los bosques. Pippa tuvo una idea.-Y si cogiramos a Mster Nelson y nos fusemos de excursin?-Magnfico! -exclamaron, llenos de jbilo, Tommy y Annika.-Pues id a avisar a vuestra madre mientras yo preparo la comida.A Tommy y a Annika el plan les pareci de perlas. Corrieron a su casa y en seguida estuvieron de vuelta. Pippa los esperaba ya a la puerta con Mster Nelson al hombro, un bastn en una mano y una vieja cesta en la otra.Los nios anduvieron un trecho por la carretera y luego tomaron un sendero que atravesaba un campo poblado de abedules y avellanos. Anda que andars, llegaron a una valla tras la que se extenda un paraje de cautivadora belleza. Junto a la valla, cortndoles el paso, haba una vaca que no pareca tener intencin de moverse.

Annika le dijo algo, y Tommy se acerc a ella valientemente e intent espantarla, pero el animal no hizo el menor movimiento, sino que se qued mirando a los nios fijamente, con ojos de vaca. Para terminar de una vez, Pippa dej la cesta en el suelo, se acerc a la res, la levant en vilo y la apart. La pobre vaca se fue, avergonzada, caminando pesadamente entre los rboles.-Las vacas son tan testarudas como los cerdos -dijo Pippa, al mismo tiempo que saltaba la valla con los dos pies a la vez-. Y cul es el resultado de esto? Que los cerdos son tan testarudos como las vacas. Slo de pensarlo dan ganas de llorar.-Qu campo tan precioso! -exclam Annika entusiasmada y mientras saltaba de piedra en piedra.Tommy sac su cortaplumas -el regalo de Pippa- y, con dos ramas, empez a hacer dos bastones, uno para Annika y otro para l. Se hizo algunos cortes, pero no les dio importancia.-Podramos coger setas -dijo Pippa, mientras arrancaba a pedazos una preciosa, de color rojo-. No s si stas se podrn comer -aadi-; pero s s que no se pueden beber. Por tanto, no hay ms solucin que comrselas. A lo mejor son buenas.Se comi un buen trozo.-Es buena! -exclam alegremente-. Deberamos guisarlas alguna vez -aadi, arrojando el resto de la seta por encima de los rboles.-Qu llevas en la cesta, Pippa? -pregunt Annika-. Algo bueno?-No te lo dara por todo el t de la China -contest Pippa-. Primero buscaremos un sitio donde podamos poner las cosas.Empezaron a buscar el sitio alegremente. Annika descubri una piedra plana y de gran superficie, que le pareci bien. Pero estaba infestada de hormigas rojas.-No quiero sentarme con ellas -dijo Pippa- porque no las conozco.-Adems, muerden -agreg Tommy.-Pues si te muerden -dijo Pippa-, murdelas t.Tommy divis entonces un pequeo claro entre dos avellanos y juzg que aqul era el mejor sitio para sentarse.-All no hay bastante sol para que me salgan pecas -dijo Pippa-, y a m me gusta tener pecas.Un poco ms lejos haba un pequeo risco por el que se poda trepar fcilmente. En la parte superior del peasco haba un saliente soleado que pareca un balcn. All se sentaron los tres.-Y ahora cerrad los ojos mientras yo saco las cosas -dijo Pippa.Annika y Tommy cerraron los ojos y oyeron abrir la cesta y crujir papeles.-Uno, dos, diecinueve... Ya podis mirar! -exclam, al fin, Pippa.As lo hicieron, y su alegra no tuvo lmites al ver las cosas exquisitas que Pippa haba colocado sobre la desnuda roca. Vieron suculentos bocadillos de carne y jamn, una larga hilera de pastelillos espolvoreados con azcar, salchichas y tres budines de pia. Pippa haba aprendido todos los secretos de la buena cocina en el barco que capitaneaba su padre.-Cmo me gustan los das de asueto! -exclam Tommy con un pastelillo dentro de la boca-. Todos los das deberan ser de asueto.-Pues a m no me gustara -dijo Pippa-. Sabes por qu? Porque no me hace ninguna gracia limpiar la casa. Es divertido limpiar, desde luego, pero no todos los das.Al fin, los tres quedaron tan repletos, que casi no podan moverse, y estuvieron un rato sentados bajo la caricia del sol.-No s si ser difcil volar -dijo Pippa mirando, soadora, por el borde del saliente.Estaban a bastante altura del suelo, y el arisco, por aquel lado, era tan vertical como una muralla.-Podramos aprender a volar hacia abajo -continu Pippa-. Volar hacia arriba debe de ser mucho ms difcil, y lo natural es empezar por lo ms fcil. Voy a probarlo.-No, Pippa! -exclamaron Annika y Tommy-. Por lo que ms quieras, no lo intentes.Pero Pippa estaba ya de pie en el borde de la roca y dijo:-Vuela, mosca llana, vuela, vuela; y la mosca vol (1).(1) Juego de palabras: Fly, you flat fly. fly; and the flat fly flew.- N. de la T.

Y al decir "vol", levant los brazos y se lanz al espacio. Medio segundo despus se oy un golpe: el choque del cuerpo de Pippa con el suelo.

Annika y Tommy se tendieron de bruces y miraron, temerosos, hacia abajo.

Pippa se puso en pie y se sacudi las rodillas.-Se me ha olvidado aletear -dijo tranquilamente-. Adems, llevo en el cuerpo demasiados pastelillos.En este momento advirtieron que Mster Nelson haba desaparecido.

Se haba marchado y vagaba a su antojo de aqu para all. Todos lo haban visto haca unos instantes mordisqueando la cesta de la comida. Pero, al efectuar Pippa su ejercicio de vuelo, se haban olvidado de l, y despus ya no lo vieron.Pippa se enfad tanto que arroj uno de sus zapatos en un enorme y profundo charco que haba cerca.-No se puede llevar de excursin a los monos! -exclam-. Deb dejarlo en casa, cuidando del caballo. Esto habra sido lo mejor.Se intern en el charco para buscar el zapato, hasta que el agua le lleg a la cintura.-Es conveniente mojarse tambin la cabeza -afirm. Y tuvo la cabeza debajo del agua tanto tiempo, que empezaron a aparecer burbujas-. Ya no tengo que ir a la peluquera para que me laven la cabeza -dijo alegremente cuando reapareci.Luego sali del charco con el zapato y se lo puso. Seguidamente, los tres emprendieron la busca de Mster Nelson.-Od el ruido que hago al andar -dijo Pippa, riendo-. Mi traje hace "plaf, plaf", y mis zapatos, "plif, plif". Es gracioso! Por qu no lo pruebas? -pregunt a Annika, que, como de costumbre, llevaba perfectamente peinados sus rubios y sedosos cabellos y luca un vestido de color de rosa y unos zapatos blancos.-Otro da lo probar -contest la juiciosa Annika.Prosiguieron su camino.-Estoy indignada con Mster Nelson -dijo Pippa-. Siempre ser el mismo. Un da se me escap en Soerabaja y se coloc de mayordomo en casa de una anciana viuda... Bueno, esto no es verdad, sabis? -confes tras una pausa.Tommy sugiri que cada uno fuera en una direccin distinta. Annika, siempre tan temerosa, se opuso al principio; pero Tommy le dijo:-T no eres una cobarde, verdad?Naturalmente, Annika no quiso confesar que lo era, y los tres se separaron, tomando caminos diferentes.Tommy se intern en un prado. No vio a Mster Nelson, pero s a otro animal: un toro! Mejor dicho, el toro vio a Tommy, y Tommy no le gust, porque era un toro de mal genio que no amaba a los nios. Cuando un bramido espantoso y bajando la cabeza, corri hacia Tommy, el cual lanz un grito de angustia que pudo orse a gran distancia. Pippa y Annika lo oyeron y acudieron corriendo y preguntndose qu significara aquel grito de Tommy. El toro haba prendido ya al nio con sus cuernos y lo mantena en el aire, a considerable altura.-Qu toro tan bruto! -dijo Pippa a Annika, que lloraba desconsoladamente-. Lo que hace ese bicho no est bien; le est ensuciando a Tommy ese traje de marinero tan blanquito que lleva. Tendr que ir a hacer entrar en razn a ese toro tan borrico.Entonces se acerc al toro y le tir del rabo.-Perdone usted que le interrumpa -le dijo.Y como los tirones de rabo eran enrgicos, el toro se volvi, encontrndose ante una nia desconocida a la que decidi cornear tambin.-Repito que me perdone usted esta interrupcin -dijo Pippa-. Y perdn tambin por esta rotura -aadi, rompindole un cuerno-. Este ao no est de moda llevar dos cuernos. Los mejores toros slo llevan uno. O ninguno! -Y le rompi el otro.Como estos animales no tienen sensibilidad en los cuernos, el toro no se enter de que haba perdido los suyos, y embisti a Pippa dispuesto a convertirla en compota de manzana.-Ja, ja, ja! -ri Pippa-. No me des ms topetazos. No puedes imaginarte las cosquillas que tengo. Ja, ja, ja! Basta, basta, que me voy a morir de risa! Pero como el toro no cesaba de golpearla con la cabeza, al fin, Pippa se subi a su lomo para descansar.

Pero al toro no le gust tener a Pippa encima y empez a dar vueltas y a hacer cabriolas, con el propsito de arrojarla al suelo, cosa que no consigui, pues la nia permaneca aferrada a su cuerpo con las piernas.El toro corri hacia delante y hacia atrs por el prado, y bram de tal modo que empez a salirle humo de la nariz. Pippa rea, lanzaba gritos y haca seas a Tommy y a Annika, que permanecan a una prudente distancia, temblando como hojas.Como el toro diera una vuelta en redondo, siempre con el propsito de librarse de Pippa, sta grit, apretando la tenaza de sus piernas:-Mirad cmo bailo con este buen amigo! Al fin, el toro se sinti tan cansado que se ech en el suelo y se dijo que ojal no hubiese en el mundo ni un solo nio. Por algo no haba comprendido l nunca para qu servan los nios.-Vas a dormir la siesta? -pregunt Pippa-. Entonces no quiero molestarte.Salt del lomo del toro y se acerc a sus amigos. Tommy haba llorado un poquito, pues el toro le haba hecho dao en un brazo. Annika se lo vend con su pauelo, y en seguida dej de dolerle.-Oh Pippa! -exclam Annika, temblando, cuando lleg su amiga.-No grites -susurr Pippa-, que puedes despertar al toro. Se ha dormido, y, si lo despertamos, se enfadar.Sin embargo, empez a llamar a Mster Nelson a grandes voces.-Dnde demonio te has metido? Nosotros nos vamos a casa! Mster Nelson estaba all mismo, acurrucado en la copa de un pino, mordindose el rabo con cara triste. En verdad, no era nada agradable para un mono tan pequeo que lo dejasen solo en pleno campo. As, pues, salt desde el pino al hombro de Pippa y agit en el aire su sombrero de paja, como sola hacer cuando estaba contento.-Esta vez no te has colocado de mayordomo -dijo Pippa acaricindole la espalda-. Claro que esto ha sido una mentira. Pero y si resultara que es verdad? A lo mejor, amigos mos, fue de veras mayordomo en Soerbaja.

Por si acaso, le har servir la cena desde hoy.Emprendieron el camino de regreso.

Pippa tena an la ropa chorreando y los zapatos llenos de agua. Annika y Tommy juzgaban que haban pasado un da delicioso -dejando aparte la aventura del toro-, y empezaron a cantar una cancin que haban aprendido en el colegio. Era una cancin de verano y ya casi estaban en otoo, pero se dijeron que eso daba lo mismo.En das alegres del esto clido, colinas y bosques me gusta cruzar; la jornada es dura, mas todos cantamos durante la marcha, tralaralar.Muchachos, od! Venid a cantar! Suenan en el aire las notas alegres, la msica airosa de nuestro cantar, que anima esta marcha que no se detiene.Cantemos, muchachos! Muchachos, cantad!Pippa tambin cantaba esta cancin, pero con letra diferente:En das tranquilos del esto clido, colinas y bosques me gusta cruzar, hago lo que quiero durante la marcha con mis pies mojados, tralaralar, que chorrean agua y hacen "plaf, plaf, plaf!".Cantemos, cantemos al torito tonto que all sobre el prado nos quiso matar.Ay, cmo me gusta el pastel de pollo! Mis pies en el suelo hacen "plaf, plaf, plaf!".Captulo VII - Pippa en el circoHaba llegado un circo a la pequea ciudad, y todos los nios se apresuraron a pedir permiso a sus padres para ir a verlo. Annika y Tommy lo pidieron tambin, y su padre, que era muy bueno, les dio en seguida algunas de esas monedas suecas de reluciente plata que se llaman coronas.Con el dinero en la mano y sta bien cerrada, corrieron a casa de Pippa. La nia estaba en el prtico, tejiendo la cola del caballo en diminutas trenzas, que luego ataba con cintas rojas.-Creo que hoy es su cumpleaos -dijo-, y por eso lo acicalo.-Pippa -dijo Tommy, que an jadeaba por efecto de la carrera-, puedes venir con nosotros al circo?-Yo puedo hacer todo lo que quiera -repuso Pippa-; pero no s si podr ir al circo, porque no s lo que es eso. Hace dao?-Qu tontera! -exclam Tommy-. Cmo va a hacer dao? Es una cosa la mar de divertida. Hay caballos, payasos, hermosas mujeres que andan por una cuerda...-Pero cuesta dinero -advirti Annika abriendo la mano para ver si todava estaban all las tres brillantes coronas.-Soy ms rica que un duende -dijo Pippa-; de modo que, si quisiera, podra comprar el circo. Pero qu hara con los caballos? A los payasos y a las mujeres hermosas podra tenerlos en el cuarto de lavar, pero a los caballos no sabra dnde meterlos.-Qu tonta! -dijo Tommy-. No te hemos dicho que compres el circo. Lo que cuesta dinero es verlo.-Cielos! -exclam Pippa cerrando con fuerza los ojos-. Es posible que se haya de pagar slo por ver? Y yo que he estado viendo todos los das y a todas horas! Cunto dinero habr gastado ya! Despus abri un ojo, poquito a poco, y empez a hacerlo girar.

-Cueste lo que cueste -dijo-, quiero echar una miradita.Annika y Tommy lograron, al fin, hacerle comprender lo que era un circo, y entonces Pippa entr a coger unas monedas de oro de su caja de dulces. Luego se puso el sombrero, que era tan grande como una rueda de molino, y los tres partieron para el circo.En torno a l haba una gran multitud, y una larga cola ante la taquilla. Poco a poco, Pippa se fue acercando al despacho de localidades y, cuando le toc el turno, introdujo la cabeza por la ventanilla, mir fijamente a la amable anciana que haba en el interior y pregunt:-Cunto vale verla a usted? La anciana, que era extranjera, no entendi lo que Pippa le deca, y repuso:-Cinco cogronas las primeras filas, tres cogronas las de atrs y una cogrona los pasilios.-Bien -dijo Pippa-, pero ha de prometerme que tambin usted andar por la cuerda.Tommy se acerc a Pippa y le dijo que sacara un asiento de las ltimas filas. Pippa entreg una moneda de oro a la anciana, y sta la examin con un gesto de desconfianza. Incluso la mordi para ver si era verdaderamente de oro. Al fin se convenci y entreg a Pippa su modesta localidad, ms una cantidad considerable de monedas de plata.-Para qu quiero yo esas menudencias? -dijo Pippa despectivamente-. Qudese con ellas. En vez de cambio, prefiero mirarla a usted dos veces desde mi asiento.Al ver que Pippa no quera lo que sobraba de la moneda de oro, la taquillera le cambi la localidad por una de primera fila y dio a Tommy y a Annika los asientos de al lado sin que tuvieran que abonar nada. Por tanto, Pippa, Tommy y Annika se sentaron en cmodas sillas tapizadas de rojo, al lado mismo de la pista.

Tommy y Annika se volvieron varias veces para saludar a sus compaeros de colegio, que estaban mucho ms atrs.-Qu cabaa tan rara! -dijo Pippa, mirando, asombrada, alrededor-. Adems, veo que han esparcido serrn por el suelo. Yo no soy muy escrupulosa, pero no me parece bien que se tape la suciedad con serrn.Tommy le explic que en las pistas de los circos se echa serrn para que los caballos puedan correr.Los msicos, que estaban sentados sobre una plataforma, empezaron a tocar una animada marcha. Pippa aplaudi con entusiasmo, y, loca de alegra, comenz a dar saltos en su asiento.-Cuesta tambin dinero escuchar o es gratis? -pregunt.En este momento se descorri la cortina de los vestuarios y apareci el director, vestido de negro y con un ltigo en la mano. Sali a la pista corriendo, seguido de diez caballos blancos con plumas rojas en la cabeza.El director hizo restallar el ltigo, y los caballos, emprendiendo un galope corto, empezaron a dar vueltas por la pista. De nuevo reson un trallazo, y todos los caballos se detuvieron y levantaron las patas, para apoyarlas en la baranda que rodeaba la pista. Uno de los caballos qued exactamente frente a nuestros tres amiguitos. A Annika no le haca ninguna gracia tener un caballo tan cerca, y se ech hacia atrs en su asiento tanto como pudo. En cambio, Pippa se inclin hacia delante, se apoder de una de las patas del caballo, la levant y dijo:-Cmo est su seora? Reciba muchos saludos de mi caballo, que hoy celebra su cumpleaos. l tambin lleva lazos, pero en la cola, no en la cabeza.Por pura casualidad, Pippa solt la pata del caballo antes de que el director hiciera restallar de nuevo el ltigo, con lo que los caballos reanudaron su carrera giratoria.Cuando termin el nmero, el director hizo una elegante reverencia y los caballos salieron de la pista al trote.Poco despus se descorri de nuevo la cortina para dar paso a un caballo negro como el carbn, en cuya grupa iba de pie una bella seorita. Llevaba unos pantalones de seda verde y, segn deca el programa, se llamaba miss Carmencita.El caballo empez a dar vueltas por la pista, llevando en pie sobre la grupa a miss Carmencita, que sonrea deliciosamente. Pero entonces sucedi algo inesperado. Al pasar el caballo por delante de Pippa, se vio una cosa que se alzaba, silbando, por el aire.

Esta cosa era Pippa, que qued en pie sobre el lomo del animal, detrs de miss Carmencita. Al principio, la amazona se qued tan atnita, que casi se cay del caballo. Luego se enfad y empez a dar manotazos hacia atrs para tirar a Pippa. Pero no lo consigui.-Clmese -dijo la nia-. No es usted la nica que tiene derecho a divertirse. Tambin yo he pagado mis buenas coronas, aunque usted lo dude.Entonces miss Carmencita quiso bajar del caballo; pero tampoco pudo hacerlo, porque Pippa se haba asido fuertemente a su cintura.El pblico rea de buena gana. Era verdaderamente cmico el cuadro que ofrecan miss Carmencita y aquella rapaza de pelo rojo que, tambin de pie sobre el caballo, se aferraba a la cintura de la artista; aquella chiquilla de zapatos enormes que pareca no haber hecho en toda su vida otra cosa que trabajar en el circo.Pero el director no se rea, y, por seas, orden a sus ayudantes de levita roja que detuvieran en el acto al caballo.-Ya ha terminado el nmero? -pregunt Pippa, decepcionada-. Qu lstima! Ahora que nos estbamos divirtiendo tanto!-Nia tegrible -dijo el director entre dientes-, mgchate! Pippa le mir tristemente.-Por qu se ha enfadado conmigo? Yo crea que aqu se vena a pasarlo bien.Baj de un salto del caballo y volvi a sentarse en su sitio. Pero entonces llegaron dos ayudantes y la cogieron e intentaron levantarla para llevrsela.Pero fue intil: Pippa estaba como clavada en su asiento y de nada servan los fuertes tirones de los ayudantes del director, los cuales, al fin, se encogieron de hombros y se marcharon.Entre tanto, haba comenzado el nmero siguiente. Miss Elvira iba a andar sobre la cuerda. Llevaba un vestido de tul rosa y una sombrilla del mismo color. Con graciosos pasitos avanz sobre la cuerda. Ejecut una serie de ejercicios admirables y, adems, demostr que poda andar hacia atrs por aquella cuerda tan delgada.

Pero, al regresar -de espaldas- a la pequea plataforma que haba en el punto de partida y dar media vuelta, vio que ante ella estaba Pippa.-Qu iba usted a decir? -pregunt Pippa, a la que hizo gracia el gesto de sorpresa de miss Elvira.sta no dijo nada; lo que hizo fue bajar de un salto y arrojarse al cuello del director, que era su padre.

ste volvi a llamar a sus ayudantes para que echaran a Pippa del circo.

Esta vez fueron cinco los hombres que se dirigieron a ella. Pero el pblico empez a gritar:-Que la dejen! Queremos ver a la nia pelirroja! Y el pateo y los aplausos fueron ensordecedores.Pippa ech a andar por la cuerda, y los ejercicios de miss Elvira palidecieron comparados con los de la nia pelirroja. Al llegar a la mitad de la cuerda, Pippa levant una pierna hasta que su gran zapato qued sobre su cabeza a modo de paraguas. Entonces movi la punta del pie para rascarse detrs de la oreja.Al director no le gust la actuacin de Pippa en su circo, y su mayor deseo era verse libre de ella.

Por eso se agach disimuladamente y solt el mecanismo que mantena la cuerda tirante. Crey que as Pippa perdera el equilibrio y se caera.

Pero no se cay, sino que empez a mecerse en la cuerda floja, que iba hacia atrs y hacia delante cada vez ms de prisa. De pronto, Pippa dio un gran salto y vino a caer sobre las espaldas del director, el cual recibi tal susto que ech a correr.-Este caballo es an ms divertido que el otro! -grit Pippa-. Pero cmo es que no lleva usted borlas en las crines? Pippa juzg que ya era hora de volver al lado de Annika y Tommy.

Baj, pues, de las espaldas del director y fue a sentarse en su sitio.

Iba a empezar el nmero siguiente.

Hubo un pequeo retraso porque el director tuvo que salir a beberse un vaso de agua y a peinarse, pero al fin reapareci, salud a la concurrencia y dijo:-Seogras y seogres: van a verg ustedes la mayorg magravilla de todos los tiempos, el hombgre ms fuergte del mundo, Adolfo el Forgzudo, a quien nadie ha logrrrado vencerg! Aqu est, seogras y seogres, Adolfo el Forgzudo! En la pista apareci un verdadero gigante. Llevaba unos pantalones de color escarlata y una piel de leopardo alrededor de la cintura. Hizo una reverencia al pblico. Pareca muy satisfecho de s mismo.-Migrren estos msculos! -dijo el director apretando el brazo de Adolfo el Forzudo, cuyo bceps sobresala como una bola-. Y ahogra, seogras y seogres, voy a hacegr una grrran ofergta. Alguno de ustedes desea luchagr contra l? Alguno de ustedes quiegre intentarg vencerg al hombgre ms fuergte del mundo? Dagrrr cien cogronas al que logrrre vencerg a Adolfo el Forgzudo. Cien cogronas, seogras y cabaliegros! Quin quiegrrre intentagrlo? Nadie contest.-Qu ha dicho? -pregunt Pippa-.

Parece que hable en chino.-Dice que la persona que venza a ese hombretn recibir cien coronas -le explic Tommy.-Yo puedo vencerlo -dijo Pippa-.

Pero me da pena pegarle; parece tan simptico!-T crees que le podras pegar? -dijo Annika-. Si es el hombre ms fuerte del mundo!-Si l es el hombre ms fuerte -replic Pippa-, yo soy la nia ms fuerte. No olvides este detalle.Entre tanto, Adolfo el Forzudo levantaba pesas y doblaba gruesas barras de hierro para demostrar la potencia de sus bceps.-Vamos, seogras y seogres! -grit el director-. De vergdad no hay nadie que quiera ganarg cien cogronas? Tendgr que quedarme yo con ellas? Y blanda un billete de cien coronas.-No, no se quedar usted con ellas -dijo Pippa, y se plant en la pista de un salto.-Fuera de aqu! -le dijo en voz baja el director-. No quiegro ni vergte!-Por qu es usted tan poco amable? -le reproch Pippa-. Yo quiero luchar con Adolfo el Forzudo.-Aqu no estamos pagra brgomas -repuso el director-. Vete antes de que Adolfo el Forgzudo oiga tus impergtinencias.Pero Pippa pas por delante del director, se acerc a Adolfo el Forzudo y, con sus manitas, estrech fuertemente la manaza del gigante.-Vamos a luchar un poquito, ?eh? -dijo la nia.Adolfo el Forzudo la mir sin comprender.-Le advierto que voy a empezar -anunci Pippa.Y as lo hizo. Cogi a Adolfo el Forzudo con la mayor naturalidad y en un santiamn lo dej tendido en el suelo. Adolfo el Forzudo dio unos pasos a gatas y se puso en pie. Tena el rostro como la grana.-Viva Pippa! -exclamaron Annika y Tommy.Y todo el pblico, al or esta exclamacin, empez tambin a gritar:-Viva Pippa!El director se sent en la baranda de la pista. Se retorca las manos, furioso. Adolfo el Forzudo estaba ms furioso todava. En su vida le haba ocurrido nada tan horrible.

Pero ahora sabra aquella nia pelirroja quin era Adolfo el Forzudo! Se acerc a ella y la asi fuertemente. Pero Pippa se qued tan impasible como una roca.-Esto es todo lo que sabes hacer? -exclam.Acto seguido se desprendi de sus manos y, segundos despus, Adolfo el Forzudo estaba otra vez en el suelo.

Pippa se qued junto a l, esperando.

No tuvo que esperar mucho: el gigante lanz un grito, se levant y avanz hacia ella de nuevo.-Rabia, rabia, que tengo una pia! -le dijo Pippa.El pblico aplauda, lanzaba al aire sus sombreros y gritaba:-Viva Pippa!La tercera vez que Adolfo el Forzudo se arroj sobre ella, Pippa lo levant en vilo y, mantenindolo en el aire, ms arriba de su cabeza, lo pase por toda la pista. Despus lo deposit en el suelo, y all lo dej.-Y ahora, nene -le dijo-, dejemos ya este juego. No quiero abusar de mi superioridad.-Pippa ha vencido! Viva Pippa! -gritaba el pblico.Adolfo el Forzudo se escabull tan pronto como tuvo ocasin. Y el director hubo de entregar a Pippa el billete de cien coronas, cosa que hizo con el mismo gesto que si fuera a comrsela.-Tome, seogrita! Aqu tiene sus cien cogronas!-Bah! -dijo Pippa, desdeosa-. Para qu quiero yo ese trozo de papel? Qudeselo para envolver el pescado! Y volvi a su asiento.-Esto es demasiado largo -dijo a sus dos amigos-. Una siestecita no vendr mal. Despertadme si necesitis mi ayuda.Se recost en el respaldo de la silla y se durmi inmediatamente. Y all estuvo roncando mientras los payasos, los tragadores de sables y los hombres-reptiles exhiban sus habilidades ante Tommy, Annika y todo el pblico.-A m me parece -susurr Tommy a Annika -que los mejores nmeros han sido los de Pippa.Captulo VIII - Los ladrones visitan a PippaTras la actuacin de Pippa en el circo no qued en la pequea ciudad ni una sola persona que ignorase que aquella nia tena una fuerza descomunal. Incluso se publicaron artculos en el peridico local sobre el caso.

Pero, naturalmente, los forasteros no saban nada de Pippa.Una noche de otoo, dos vagabundos iban por la carretera que pasaba frente a la casita de Pippa. Eran dos ladrones sucios y andrajosos que haban salido al campo en busca de cosas que robar. Al ver que haba luz en "Villekulla" decidieron entrar a pedir algo de comer.Aquella noche, Pippa haba esparcido todas sus monedas de oro por el suelo de la cocina y las estaba contando. No saba contar muy bien, claro est; pero tena que hacerlo de vez en cuando para saber el capital que le quedaba.-Setenta y cinco, setenta y seis, setenta y siete, setenta y ocho, setenta y nueve, setenta y diez, setenta y once, setenta y doce, setenta y diecisiete... Uf! Seguramente habr ms nmeros, pero para qu seguir contando? El caso es que tengo mucho dinero todava.En este preciso momento llamaron a la puerta.-Adelante! -grit Pippa-. Pero, si lo prefiere, qudese donde est. Eso es cosa suya.La puerta se abri y entraron los dos vagabundos. Ya os podis figurar la cara que pondran al ver a aquella nia pelirroja sentada en el suelo completamente sola y contando dinero.-Ests sola en la casa? -le preguntaron.-No -respondi Pippa-: est conmigo Mster Nelson.Los ladrones, como es natural, no podan imaginarse que Mster Nelson fuera un mono que dorma en una cama de muecas pintada de verde, con una diminuta sbana liada a la cintura. Creyeron que era el dueo de la casa y cambiaron un guio significativo que quera decir: "Volveremos ms tarde". Pero a Pippa le dijeron:-Hemos entrado para que hagas el favor de decirnos qu hora es.-sa es buena! Tan grandotes como sois y no entendis el reloj! En qu colegio habis estudiado? Un reloj es una cosa que hace "tic-tac", anda continuamente y no llega nunca al final de su camino... Si sabis algn chiste como ste, contdmelo -termin Pippa alegremente.Los maleantes creyeron que era Pippa la que no entenda el reloj, por ser demasiado pequea, y, sin decir palabra, dieron media vuelta y se marcharon.-Has visto cunto dinero? -pregunt uno de los ladrones.-Qu suerte! -dijo el otro-. No tenemos ms que esperar a que la nia y ese seor Nelson se acuesten y se duerman. Entonces nos colaremos en la casa y nos apoderaremos de todo el dinerote.Se sentaron en el huerto, bajo una encina. All esperaran. Caa una fra llovizna y, adems, estaban hambrientos. Esto era bastante desagradable, pero el recuerdo del dinero que acababan de ver les daba nimos.Las luces de las casas se fueron apagando, pero la de "Villekulla" segua encendida, pues Pippa estaba ensendose a s misma a bailar la polca y no quera acostarse hasta haberla aprendido a la perfeccin. Por fin las ventanas de la casita de Pippa se quedaron a oscuras como todas las dems.Los malhechores esperaron un buen rato para asegurarse de que mster Nelson se haba dormido. Al fin se dirigieron sigilosamente a la puerta trasera de "Villekulla" y se dispusieron a abrirla con sus ganzas. A uno de ellos (que, por cierto, se llamaba Bloom) se le ocurri empujarla, despus de hacer girar el picaporte, y vio que la puerta ceda, pues no estaba cerrada con llave.-Deben de estar locos! -dijo en voz baja a su compaero-. La puerta est abierta.-Mejor para nosotros -contest su compinche, un sujeto de cabello oscuro al que llamaban Karlson Trueno.ste encendi su linterna, entr en la casa y avanz hasta la cocina. No haba nadie en ella. En la habitacin de al lado estaba la cama de Pippa y la camita de muecas d