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ASSOCJACIO DE PSIQUIATRIA ALGUNOS MODELOS EXPLICATIVOS SOCIOGENETICOS DE LA ENFERMEDAD MENTAL A. CALAFAT FAR, J. L. FÁBREGAS POVEDA «Pienso, como ustedes, que no es posible entender las dolencias psíquicas desde afuera, a partir del determinismo positivista, ni recons- truirlas mediante una combinación de conceptos que se mantengan exteriores a la enfermedad vivida. Creo también que no se puede estu- diar ni curar una neurosis sin un respeto fundamental por la persona del paciente, sin un esfuerzo constante por captar la situación básica y por revivida, sin un proceso que trate de encontrar la respuesta de la persona a esa situación, y pienso -como ustedes, según me parece- que la enfermedad mental es la salida que el organismo libre, en su unidad total, inventa para poder vivir una situación no vivible.» ( «Ra- zón y violencia», Prefacio.) Pensamos que este fragmento de la expresiva cart a de J. P. SARTRE que prefacia el Íibro de LAING Y COOPER «Razón y violencia, una déca- da de pensamiento sartreano», nos pone de entrada en la pista de los basamentos conceptuales que este trabajo de revisión y compilación de las interrelaciones locura-sociedad bajo el modelo denominado antipsi- quiátrico intentará, con mayor o menos acierto, desarrollar. INTRODUCCIÓN. -Reflexiones sob1'e el concepto de socio génesis: El vocablo «sociogénesis», referido a las psicosis y las neurosis puede tener, y de hecho ha tenido, diversas significaciones. Esta multiplicidad de sentido viene en función de la evolución histórica de los modelos inves- tigativos sociológicos por una parte y del concepto de enfermedad men- tal por otra. Pensamos que las inconscientemente apriorísticas posturas de «socio- centrismo» por parte de los sociólogos y de <<yatrocentrismo» por parte de los psiquiatras han dificultado durante mucho tiempo la posibilidad de ver algo claro en el asunto. En el fondo de la cuestión se halla la realidad que PrAGET, perspicazmente, nos denuncia: «Las ciencias hu-

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ASSOCJACIO DE PSIQUIATRIA

ALGUNOS MODELOS EXPLICATIVOS SOCIOGENETICOS DE LA ENFERMEDAD MENTAL

A. CALAFAT FAR, J. L. FÁBREGAS POVEDA

«Pienso, como ustedes, que no es posible entender las dolencias psíquicas desde afuera, a partir del determinismo positivista, ni recons­truirlas mediante una combinación de conceptos que se mantengan exteriores a la enfermedad vivida. Creo también que no se puede estu­diar ni curar una neurosis sin un respeto fundamental por la persona del paciente, sin un esfuerzo constante por captar la situación básica y por revivida, sin un proceso que trate de encontrar la respuesta de la persona a esa situación, y pienso -como ustedes, según me parece­que la enfermedad mental es la salida que el organismo libre, en su unidad total, inventa para poder vivir una situación no vivible.» ( «Ra­zón y violencia», Prefacio.)

Pensamos que este fragmento de la expresiva carta de J. P. SARTRE que prefacia el Íibro de LAING Y COOPER «Razón y violencia, una déca­da de pensamiento sartreano», nos pone de entrada en la pista de los basamentos conceptuales que este trabajo de revisión y compilación de las interrelaciones locura-sociedad bajo el modelo denominado antipsi­quiátrico intentará, con mayor o menos acierto, desarrollar.

INTRODUCCIÓN. -Reflexiones sob1'e el concepto de socio génesis: El vocablo «sociogénesis», referido a las psicosis y las neurosis puede tener, y de hecho ha tenido, diversas significaciones . Esta multiplicidad de sentido viene en función de la evolución histórica de los modelos inves­tigativos sociológicos por una parte y del concepto de enfermedad men­tal por otra.

Pensamos que las inconscientemente apriorísticas posturas de «socio­centrismo» por parte de los sociólogos y de <<yatrocentrismo» por parte de los psiquiatras han dificultado durante mucho tiempo la posibilidad de ver algo claro en el asunto. En el fondo de la cuestión se halla la realidad que PrAGET, perspicazmente, nos denuncia: «Las ciencias hu-

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manas están situadas en la pos1c1on particular de depender a la vez del hombre como sujeto y como objeto, lo cual plantea materialmente una serie de cuestiones particulares y difíciles.» («Las ciencias socia­les», J. PIAGET, pág. 65) « ... con lo que la objetividad y sus propias condiciones de descentralización se hacen tanto más difíciles y a me­nudo limitadas» (id., pág. 67). En relación a estos hechos concluye: «El sujeto sociólogo o psicólogo está siempre obligado a verificar si su comprensión es en realidad suficientemente "rica" para captar con todo detalle las estructuras.» Esta obligatoriedad, sentida por unos cuantos pensadores que intentan penetrar la condición humana partiendo del grupo para llegar al hombre (sociólogos) o partiendo del individuo para llegar al grupo (psiquiatras) han llevado en los últimos quince años a la formulación y elaboración de lo que gracias (o «desgracias») a David CoOPER, ha venido en llamarse antipsiquiatría, cuyo iconoclasta prefijo no es más que el apellido de la vasta familia ideológica que en la actualidad parece gobernar al hombre, la contracultura.

Nos parece pues oportuno y necesario efectuar previamente un bre­ve comentario acerca de los tres epicentros sobre los que gira la cuestión:

- Evolución del pensamiento sociológico. - Evolución de los conceptos de salud y enfermedad mental. - Evolución de las actitudes psiquiátricas. Una exhaustiva reflexión sobre estos tres apartados está lejos ahora

de nuestra intención. Pretendemos tan sólo apuntar algunos datos cuya interrelación nos plantea problemas de los que la solución es un compromiso que a todos nos afecta.

Si pasamos rápida revista a lo que para la sociología y la psiquia­tría han sido los últimos cien años, observamos que desde la aplicación del esquema médico a la locura, la psiquiatría, germánica y francesa principalmente, se esforzaron por negar o minimizar toda influencia exterior al individuo como causal de su enfermedad. El trastorno era interior, con un principio y fin postuladamente biológico; la heredo­degeneración se responsabilizaba de unos individuos tarados desde su nacimiento.

MARX en algún sentido y FREUD y sus seguidores por otro, permi­ten por primera vez reflexiones sociogenéticas que vislumbtan un sen­tido relacional entre individuo, familia y sociedad en el desencadena­miento y expresividad de los trastornos mentales. K. HoRNEY y H. S. SULLIVAN llevaron a lo social lo que en los primeros psicoanalistas se quedó en la familia, de todas maneras este grupo no niega la enferme­dad como tal, cuestionan tan sólo su producción y tratamiento. La im­pregnación posterior de las ideas freudianas por la sexta tesis de MARx sobre FEUERBACH da lugar a que autores de la talla de REICH, FROMM,

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ÜSBORNE, CARUSO y MARCUSE insistan en trascender desde la familia a la sociedad en las ideas causalistas de la enfermedad mental. El mo­delo médico se debilita porque lo normativo y lo absoluto se tam­balea cada ve~ más.

Paralelamente, los modelos heurísticos de la sociología evolucionan desde la primera concepción del grupo como suma de individuos hacia lo que P IAGET vi<;ne en llamar «modelo emergente», es decir, el indi­viduo es visto como sometido a la influencia de su campo social; el todo engendra propiedades nuevas (mediante una suerte de «Vitalismo» o «determinismo») que se imponen al individuo. Sigue estando pre­sente sin embargo un pensamiento aristotélico, unidireccional, de causa­efecto, bajo el que la sociogénesis psiquiátrica ve al paciente como un enfermo, víctima de su ambiente.

La sociología francesa, partiendo de CoMTE y DuRKHEIM con su concepto de «anemia», encuentra eco en las escuelas americanas, MER· TON, PARSONS, FARRI S, DuNHAM, etc., prosiguen sus estudios sobre psiquiatría y sociedad pero con un ánimo más epidemiológico que gené­tjco. El concepto de enfermedad mental sigue siendo más o menos acep­tado . Entre los europeos, BASTIDE es el primero que releyendo a Fou­CAULT intenta romper tímidamente con el modelo médico (a pesar de que la palabra «enfermo» . aparece profusamente en sus escritos) y en este sentido, quizá sin que él lo pretenda, se desliza por la vertiente antipsiquiátrica. Así cuando nos dice en «Sociología de las enfermeda­des mentales» : «No obstante, las pocas observaciones que hemos hecho en el párrafo precedente bastarán para mostrar lo esencial para noso­tros: que el mundo ~e la locura forma parte del sistema global y que siempre es posible mediante cálculos de transformación , volverle a vincular con él. Nos queda por mostrar ahora que la recíproca tam­bién es verdadera, es decir, que el sistema que llamaremos de las men­talidades normales forma parte del mundo de la locura» («Sociología de las enfermedades mentales», R. BASTIDE, pág. 359). Entrevé tam­bién, aunque mediante otras formulaciones, la importancia de la meta­perspectiva en la relación psiquiatra-paciente: « ... lo que hace que en el límite, toda locura es una locura en pareja ("folie a deux"), la del psiquiatría y la del enfermo, representando el psiquiatra al público (conjunto de juicios colectivos sobre la locura) y esforzándose el enfer­mo por ayudar al diagnóstico del médico, adoptando la conducta con­traria a la normal y haciendo del conjunto de sus trastornos un ritual de rebelión» (íd., pág. 341).

BASTIDE duda de que puedan · establecerse fronteras claras entre lo normal y lo patológico, pero sigue pensando que en un extremo se halla la locura como enfermedad, con todo lo que la ideología médica de efecto biológico intrapersonal conlleva.

En otro orden científico, el neoconductismo de SKINNER es profun-

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damente sociogenetista y en «Más allá de la libertad y la dignidad» expone de manera explicita una teoría sociológica de la desviación en la que el loco sin embargo no deja de ser un enfermo.

Desde que KRAEPELIN en 1904 viaja a la isla de Java a confirmar sus tesis sobre la enfermedad mental, la antropología y la etnopsiquia­tría se preocupan cada vez más por deslindar las fronteras de lo normal y lo enfermizo y son quizá los antropólogos (R. BENEDICT, M. H. MEAD, B. MALINOVSKY, etc.) quienes prenden barreno en el monolítico aforis­mo; salud mental = normalidad (igualdad rotundamente negada por la antipsiquiatría) y quienes consecuentemente cuestionan de rebote que la conducta incomprensible o loca deba corresponder necesaria­mente a una enfermedad del encéfalo.

En este momento histórico las ciencias del hombre empiezan a descentralizarse, el egocentrismo que nos marca y nos deja ciegos hasta nuestros propios fallos se derrumba día a día. La normatividad es cuestionada y con ella la escala de valores que le es intrínseca. Ya no interesa estudiar tan sólo las ovejas negras de la familia; los trágicos acontecimientos o situaciones sociales cuya patología salta a la vista. La sociología y la psicología empiezan a bucear en lo normal a la bús­queda de aquella insalubridad que le es intrínseca. Las cosas cambian. Filósofos, sociólogos y algunos psiquiatras tienen que recurrir a nue­vos medios para, como dice PIAGET, «enfrentarse a las situación circu­lares o dialécticas que constituyen la dificultad, pero también la riqueza propia de las ciencias del hombre» (obra citada, J. PIAGET, pág. 74). Siguiendo la lúcida abstracción del autor diremos con él que «el tipo de situación en que el sujeto de un modo de conocimiento es modi­ficado por el objeto que estudia, que a su vez es modificado por aquél, constituye el prototipo de una interacción dialéctica». Y prosigue, en busca de soluciones: «Hay dos modos de captar estas interacciones y son estos dos tipos de método los que se acostumbran a discutir en términos dialécticos : Por una parte, situar estas interacciones en una perspectiva histórica o genética y por otra, analizarlas en términos de autorregulaciones y circuitos de interacción causal» {pág. 75, obra citada).

PIAGET desglosa finalmente cinco modelos de investigación socio­lógica cuyos métodos intentan adaptarse al estudio de estas situaciones circulares o dialécticas que entraña la problemática del hombre en sus relaciones con el grupo y que por su utilidad citaremos a conti­nuación:

l. Análisis multivariado: pretende afinar el análisis matemático de las variables para establecer funciones que sean algo más que corre­laciones.

2 . Estructuralismo: va más allá del pensamiento causal y busca explicaciones en términos a la vez de causa e implicación.

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3. D. e influencia marxista: especialmente adecuados para favorecer la «distanciación» del observador.

4. Microsociología: analiza pequeños grupos y comportamientos sociales elementales.

5. Estudio del desarrollo del ser humano en diversos medios so­ciales.

La sociogénesi$ antipsiquiátrica utiliza uno o varios de estos méto­dos a la vez, como se verá posteriormente al analizar con más detalle las líneas de pensamiento de los diversos autores.

La distanciación que el observador hace de sí mismo, su descentra­lización, le permite captarse a la vez como sujeto y objeto de estudio. La viga de nuestro ojo empieza a ser percibida con la misma nitidez que la paja en el ojo ajeno. El hombre comienza a dudar de sus propias normas. Al llegar a este punto, la contracultura como un acontecer totalitario, empieza a ponerse en marcha. No proseguiremos aquí el sugerente análisis de este fenómeno, sino que nos limitaremos al campo que nos ocupa, la sociogénesis de los trastornos mentales tal como es vislumbrada bajo esta nueva episteme.

Sociólogos como GOFFMAN, SCHEFF, LEVINSON, etc. estudian a fon­do el profundo significado que la adjudicación de la etiqueta de en­fermo mental conlleva. Por otras sendas BROWN, FROMM, BouLDING, HuxLEY, WATTS, etc., cuestionan lo que GRINSBERG ha venido en lla­mar «el Moloch de la sociedad tecnológica» y MARcusE Uega a decirnos que la psiquiatría debería dejar de ser un burdo y manipulador intento de readaptación forzosa de los individuos a una sociedad enferma («La agresividad en la sociedad industrial avanzada»).

En el campo de la microsociología ya no interesa únicamente estu­diar las familias conflictivas desde el punto de vista de la normatividad sino las aparentemente modélicas. BATESON, antropólogo que en 1934 publica un primer estudio sobre la interacción humana en las tribus de Nueva Guinea, crea en Palo Alto una escuela que tras diez años de trabajo de estrecha colaboración con lingüistas, matemáticos, etólogos, psiquiatras y técnicos de la información da luz a su teoría de la comu­nicación humana que su discípulo W ATZLA WICK ce-elabora y publica. Se trata en fin .de un análisis . científico, neoconductista de la pragmá­tica de la comunicación que tiene por objeto a la familia y cuya aplica­ción por parte de .algunos psiquiatras -de los que EsTERSON, LAING, JAcKSON, HALEY son los pioneros- evidencian la insuficiencia de la dicotomización jasperiana entre explicar y comprender. Con esta meto­dología se pone en claro la perniciosa y sutil violencia psíquica, difícil­mente perceptible, que bajo el manto de la normalidad se ejerce a los individuos. Al respecto nos dice Luis RACIONERO: «La violencia psíquica pretende conseguir que la física no sea necesaria. Su objetivo es hacer desear lo que .«se debe desear». Una vez decidido el comportamiento

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deseable según los valores, arquetipos y formas de comportamiento de la cultura vigente, se condiciona a las personas desde la cuna a la tumba por medio del palo y la zanahoria>> («Ensayos sobre la apoca­lipsis», prólogo, pág. 17).

La violencia física, las dificultades captables, el enemigo visible no nos engaña, lo percibimos ahi. La reacción, que nos lleva a la lucha o a la defensa surge clara en nosotros y da un sentido a nuestra praxis . La violencia psíquica, la manipulación, el enemigo sutil, no percibido como tal nos aliena y nos deja indefensos a su merced. Cuando la psico­patología clásica definió la ansiedad como «temor sin objeto» única­mente hacía referencia a la violencia física, a lo captable. Que el obser­vador no sepa verla no implica que no exista. Quien propone medidas drásticas para bloquearla puede estar tan ciego como el que la sufre . Dice LAING: «La incomprensibilidad de la conducta de la persona diag­nosticada surge tanto de quien diagnostica como de quien es diagnos­ticado. Quien tiene la mente aprisionada en la metáfora no puede verla como tal.» FoucAULT en su «Historia de la locura» nos recuerda al respecto la honestidad y el sincero convencimiento de estar en posesión de la verdad de quienes durante la Inquisición se encargaban de san­cionar brujas y endemoniados.

¿Nuestra normalidad es salud? ¿Los locos están realmente enfer­mos de algo?, o ¿son individuos que intentan (sin quererlo quizás) huir de una agobiante normalidad? La familia «normal», las institu­ciones «normales}> y la sociedad «normal» ya no son vistas como incues­tionablemente saludables; consecuentemente la nueva sociología de la desviación se interesa menos por los «desdichados enfermos» y más por indagar de qué maneta los otros, los «normales», se relacionan con quienes poseen modelos existenciales más o menos desafortunados.

La sociogénesis de la llamada antipsiquiatría no queda detenida en lo evidente; no busca en los hijos de divordados, en los inmigrantes o en los económicamente débiles. Eso está claro y ya sabemos las po­tencialidades morbígenas de esas situaciones. La sociogénesis antipsi­quiátrica tuvo su primer frente de batalla en la familia, no como algo necesariamente patológico en sí misma sino como reproducción a escala del modelo alienante social bajo el que se halla gran parte de la huma­nidad, independientemente incluso de su particular sistema sociopolí­tico . De todas maneras, los diversos pensadores más significativos que siguen esta tendencia, han enfatizado como veremos a continuación, a distintds niveles del intrincado andamiaje social o político en el que el individuo se halla inmerso.

I. AcERCA DE LA AN'l'lPSlQU!A'tRÍA. - Como muchas veces ocu­rre, los detractores de las ideas acostumbran a ser quienes menos conocen sobre ellas. En este sentido, el temible término «antipsiquia-

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tría», neologizado por CooPER, es aun susceptible de ser definido -como él mismo afirma en su último libro «The grammar of living»-. No encierra por tanto el vocablo un conjunto doctrinal ni un tipo de praxis estandarizadas, sino una serie de posturas que sólo adquieren sentido en su particular contexto. A este respecto nos parecen signifi­cativas las palabras de Rurz ÜGARA cuando nos dice: «Aunque nos pese, me parece que toda esta denuncia formidable (la de la antipsi­quiatda) no puede invalidarse señalando tales o cuales errores, matices políticos, extremismos o radicalidades de algunos autores de la línea antipsiquiátrica» («La denuncia de la antipsiquiatría», pág. 189, Rev. Psiq. y Psicol. Médica, octubre-diciembre 1971).

· No se trata de negar que exista un grupo de individuos a quienes los demás vemos psicológicamente distintos y de una u otra manera necesitados de ayuda. Este grupo, para LARING (quien retoma la senda de la razón dialéctica), existiría en la medida en que «Nos constituimos y constituimos a los demás en colectividades sociales por medio de actos de totalización . .. (Estas colectividades) ... existen en la medida que las hemos constituido y existen sólo en la medida en que continua­mos constituyéndolas o como a veces dice el propio SARTRE, en la me­dida en que las «inventamos» («Razón y violencia», LAING y CooPER, página 15).

La necesidad de remarcar el cambio de episteme que la actual tota­lización de la teoría de las ciencias del hombre exige (las ciencias natu­rales ya hace tiempo que lo iniciaron), ha dado a luz, creemos nosotros a los innumerables vocablos que llevan el prefijo anti o contra, quizá por la postura reactiva, pero no por ello menos clariiicadora, que todo cambio ideológico supone y que en los últimos años parece acontener a un ritmo acelerado que ya· no respeta ni el interludio de una gene­ración. Partiendo de estas reflexiones pensamos que no importa tanto cuestionar Psiquiatría, Antipsiquiatría u otras nuevas palabrejas que puedan aparecer (recordamos un artículo recientemente aparecido en «L'evolution psychiatrique» con el rimbombante título «Anti-antipsy­chiatrie» ), sino lo que en ellas se halle implícito. Por nuestra parte no nos molesta en absoluto intitulamos PSIQUIATRAS, en el fondo, bajo nuevos presupuestos, seguimos ocupándonos de los padecimientos psí­quicos del hombre en espera de que la humanidad degluta, digiera y se responsabilice de un nuevo y más sano concepto de la locura.

II. CoRRIENTE FENOMENOLÓGICO-EXISTENCIAL. - Ronald LArNG es, a nuestro juicio, la mente pensante que, partien~o de las reformu­laciones científicas más actuales, impulsó todo un movimiento de denuncia a la psiquiatría tradicional.

El basamento teórico de sus argumentaciones halla su solidez amal­gamando, entre otras, como él mismo nos avisa, las ideas de FREUD,

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M. KLEIN, BrswANGER y }UNG en el campo psiquiátrico; de KIERKE­GAARD, }ASPERS, HEIDEGGER, SARTRE y TrLLICH en el terreno filosó­fico; de MARX, por un lado, y los americanos GoFFMAN, ScHEFF, LEVIN­SON, etc., por otro, en el terreno sociológico; y finalmente de la heren­cia de WIENNER en su aplicación al estudio de la pragmática de la comu­nicación humana, es decir, de BEATSON y WATZLAWICK y colaboradores (la denominada Escuela de Palo Alto).

Más que un médico antipsiquiatra, LAING se nos ofrece como un psiquiatra antimédico. Así nos dice respecto al modelo médico empleado por la psiquiatría: «Como sabemos, Bleuler se acercó a sus pacientes tal como un clínico no-psiquiatra se acercaría a un caso clínico: con respeto, cortesía, consideración y curiosidad científica. Sin embargo, el paciente está enfermo en un sentido médico y se trata de diagnosticar su condi­ción observando las señales de su enfermedad» («El yo dividido», p. 24 ).

LAING trasciende el dualismo cartesiano, viéndolo no como w1a propiedad del objeto (paciente), sino como una deformación en su captación por parte del sujeto (psiquiatra): «No hay dualismo en el sentido de la coexistencia de dos diferentes esencias o sustancias en el objeto, psique y soma; hay dos diferentes «Gestalts» experienciales: persona y organismo» («El yo dividido», p. 17 ). La atribución apriorís­tica de una supuesta enfermedad al paciente rotula inexorablemente la relación a establecer y lleva implícita la cosificación de la persona, per­cibida como un organismo portadpr de una enfermedad, y, nos dice LAING: « ... visto como un organismo, el hombre no puede ser más que un complejo de cosas ... , conceptualizado a cualquier nivel de com­plejidad: atómico, molecular, celular, de sistema, o de organismo>> («El yo dividido», p. 18). Mientras que la conducta entendida como personal es contemplada en función de la experiencia de esta persona y de sus intenciones, la conducta entendida orgánicamente sólo puede verse como la contracción o la relajación de ciertos músculos o la cantidad de norepinefrina liberada en la sinapsis. Por nuestra parte, pensamos que quizás a esto se refería ARTAUD cuando decía: «El cuerpo es el cuerpo 1 está solo 1 y no necesita órganos / el cuerpo nunca es un organismo 1 los organismos son los enemigos del cuerpo» («84», núme­ros 5-6, 1948, A. Artraud). Gran parte de los escritos de LAING están dedicados al análisis de la experiencia personal y su revalorización (mutilada por las ideas positivistas y objetivistas) y consecuentemente al estudio fonomenológico-existencial de las relaciones interpersonales. Amplía este campo con las abstraccwnes ue «perspectiva» y «wctapc:n.­pectiva», en cuyo fondo late la interacción dialéctica y el concepto ciber­nético de retroalimentación.

La totalización dialéctrica de la realidad del hombre, quien no existe como ente individual aislado, sino en función de la experiencia del otro, queda expresivamente plasmada cuando nos dice : «El hombre es

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un paciente-agente, agente-paciente que interexperimenta e interactúa con su prójimo» ( «Exp. y Al. en la Vida Cont.», pág. 27 ).

LAIN~ no pretende negar el hecho de que exista un correlato neuro­bioquimico de la conducta, psicótico o no. Lo que sí niega es que un~s determinadas peculiaridades bioquímicas tengan que verse· forzosamente bajo el prisma· de lo ·patológico y adernás que aparezcan porque, «por las buenas», un mecanismo bioquímico· fracasó. En <<Cordura, locura y familia» comenta: «Es muy importante reconocer que el enferl):lo diagnosticado no sufre de un padecimiento cuya etiología es descono­cida, a no ser que se demuestre lo contrario. Es una persona que tiene sensaciones raras, que actúa en una forma extraña desde el punto de vista de sus familiares y de nosotros. Si estas sensaciones y actos extra­ños están constantemente · asociadas con ·alteraciones de su organismo es algo todavía incierto, aun cuando es muy probable que las alteracio­nes bioquímicas, relativamente constantes, puedan ser la consecuencia de sitqaciones interpersonales de una naturaleza especial, relativamente constantes» («Cordura, locura y familia», págs. 11 y 12). · . L~ ps~quíatría tradicional parece haber sufrido de una especie de hemianopsia que ha- condicionado una pardal visión de la éonducta. <<El no ver la conducta de una persona en relación con la conducta de la otra ha llevado a muchas éo.nfusiones . En una. secuencia de una inte­rac~ió-n entre p y o: p¡ -7 O¡; .P2--7 02; P3 -7.03, etc.: la contribución p, p2 a PJ se extrae del contexto y se crean vínculos directos entre Pt -7 p2 -7 p3. Esta secuencia artificialmente deducida se estudia entonces como una entidad o próce~o aislado y se puede intentar «explicarla» (hallar la ,«etiología») en términos de factores genético-constitucionales o de patología intrapsíquica» («Exp. y Al. V. Cont.», pág. 46).

Lógicamente, con . este distinto abordaje de la comprensión de la locura, los conceptos médicos de etiopatogenia, diagnóstico, pronóstico Y· terapéutica .adquieren nuevos y más ricos significantes que obligan a. abandonar. vocablos que la .tradición impregna irremediablemente de organicidad patológica. Así renacen y toman sentido términos como «viaje», (<experiencia»,- «mistificación»', «alienaciÓn>>, «metanoia», etc. Es en este contexto que la esquizofrenia es conceptualizada como «un proceso natural curativo» que en . algunas personas., sumidas en un mar de contradicciones, medi·atizadas por la · familia, se pone en marcha para huir de una alienante normalidad». Nos dice al respecto : «La impor­tancia de Freud en nuestra época se -debe, en gran parte, a la profundidad de su teoría y en considerable medida a· su demostración de que la persona «común» es un fragmento marchito, disecado ·de lo que puede ser una persona» (Exp. y Al. Vida Cont., pág. 23), y prosigue: «Lo que denominamos normal es un producto de · represiones; negaciones, escisiones, proyecciones, . introyecciones y otras formas de acción des-

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tructora de la experiencia. Está radicalmente extrañado de la estructura del ser» (obra citada, pág. 25).

No pretende, sin embargo, efectuar una apología de la locura, sino vislumbrar como uno de los modos posibles, no necesariamente el mejor, ni el único, por el cual llegar a un más sano «renacimiento exis­tencial». Sobre este «viaje» opina LAING: «Muchos fracasan en su inten­to». «La familia, la sociedad y la psiquiatría (con su incomprensión y ceguera) lo imposibilitan al máximo.»

Este breve comentario de algunos aspectos de la obra de LAING nos ha parecido un contexto imprescindible en el que situar sus pers­pectivas sociogenéticas que resumiremos sucintamente y que llevan al autor a afirmar: <<La experiencia y el comportamiento esquizofrénico, representan una estrategia particular que alguien inventa para poder soportar una situación insostenible», afirmación con la que Sartre se solidarizaba en la carta citada en el inicio de nuestro trabajo.

La prospección sociogenética es iniciada en 1958 por LAING en colaboración con EsTERSON. Parten de la aplicación al campo microso­cial, la familia, de las ideas de BATESON, como hipótesis heurística que provea de una adecuada explicación de la causalidad y el sentido de la conducta psicótica. Sigue en esta vía, exponiendo sus ideas en nume­rosos artículos y libros y en ·1969 publica «La política de la familia», donde teoriza y argumenta una serie de postulados que, según él, hallan corroboración en sus veinte años de experiencia personal, pero que reconoce que son difíciles de someter a estudios experimentales dada la complejidad de una investigación sociológica de esta índole. De todas maneras, sus formulaciones no son gratuitas y cuida en todo momento de documentar los pasos y nexos de sus razonamientos. Los conceptos de «imposición», «pseudomutualidad», «double-bind», «mistificación», etcétera. son empleados como herramienta de trabajo.

Profundiza en las interrelaciones entre psicosis y grupo familiar. Nos aclara oue no admite que existan «familias oatologizantes» y recha­za los monádicos conceptos de «madre esquizofrenógena», «padre cas­trador». etc., que recaerían, según él, en modelos médicos transplan­tados al campo social.

Distingue entre familia y «famiÜa». siendo esta última «la familia de origen transformada por medio de la internalización. la división y otras operaciones». «No se internalizan personas o imágenes aislados sino la familia como sistema; pautas de relación por medio de opera­ciones internas, a partir de las cuales una persona desarrolla una estruc­tura grupal personificada)> («El cuestionamiento a la familia», pág. 20 ).

La reoroyección de lo «familia» en la familia nos da pues una super­posición de un conjunto de relaciones a otro. «Ambos conjuntos pueden­coincidir en mayor o menor grado. Sólo cuando la discordancia es sufi­cientemente grave a iuicio de. los demás la operación se considera psicó-

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tica. Es decir, que la operación no se considera psicótica en sí misma» (íd ., pág. 22).

Vemos pues el esfuerzo de LAING por encontrar en la sodogénesis algo más que una simple relación lineal de causa-efecto. El proceso socio­genético es analizado como «resultado de la interacción dialéctica entre interior y exterior, subjetivo y objetivo, individuo y familia» (id., pági­na .32). En este sentido, nos insiste: «Hay mucha distancia entre lo que acabamos de expresar y la afirmación de que esas familias causen esquizofrenia» (íd., pág . .3.3 ).

Aunque su campo de estudio es el microcosmos familiar, en varias de sus obras nos deja entrever que es consciente de que la familia no es más que un subsistema integrado en una totalización más amplia, la sociedad y el mundo en definitiva: «La familia» no es el único rollo que llevan dentro de sí las personas, listo para desplegarse cuando se dan las circunstancias adecuadas; tampoco es necesariamente el más importante. Uno es atravesado por otro y atraviesa innumerables con­juntos de subsistemas dentro de la totalidad infinita de todos los con­juntos que, sumados, componen el universo y ocupan innumerables posiciones en esos· conjuntos innumerables» (íd., pág. 32).

Solamente en el estudio de la trilogía sartreana, llevada a cabo con COOPER, se enfrenta directamente al macrocosmos de las fuerzas socia­les y sus relaciones con el individuo, pero se trata de un ensayo filosó­fico-sociopolítico en el que sólo implícitamente se trata el problema de la enfermedad mental y cuya senda no prosigue ni caracteriza su obra.

Finalmente, nos parece imprescindible puntualizar que el familioge­netismo de LAING no le impide ver que el contenido de la psicosis es algo más que meras historias de papá y mamá. La familia será el lecho en donde el psicótico percibe y genera el «crack», pero en ese momento el proceso establece una junguiana (y nosotros diríamos «mitologemá­tica>> ), relación entre hombre y mundo, donde las coordenadas individuo y cosmos, espacio y tiempo, se entremezclan, yuxtaponen y diversifican hasta el infinito; hasta la nada, o hasta la recreación, cuando el «viaje» es exitoso, de un nuevo y más sano Yo.

III. CoRRIENTE POLÍTICO-SOCIAL. - Hemos denominado movi­mieñto político-social" a aquella corriente antipsiquiátrica que trata de acercar y conectar lo que con frecuencia se ha presentado como polos distantes - lo individual y lo social- de una correlación en la que mediaba el espejismo de un abismo, en donde se despeñaba toda posi­bilidad de interrelación dialéctica. Alienación mental y alienación social habían sido hasta la actualidad hechos distintos, lejanos y difícilmente relacionables entre sí. A partir de aquí el microcosmos y la micropolítica ya no pueden intufrse como separados del macrocosmos y la niacropo­lítica. Los problemas, ·la «enfermedad» dejan de ser una situación o un

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producto individual, pasando a convertirse en fruto de las contradic­ciones internas del sistema social en el que surgen. No tan sólo desapa­rece cualquier solución de continuidad entre el individuo y la sociedad, sino que además va a ser posible emplear los mismos modelos explica­tivos para comprender al individuo dentro de su micromundo (familia, escuela, etc.) como para tenérnoslas con los dinamismos macropolíticos . Es en este sentido que se establecerían prácticamente como sinónimos a la «alienación mental», la «alienación social», la «alienación política» y la «alienación económica».

Hablaremos de CooPER, BASAGLIA y de D ELEUZE y GuATTARI como hombres más paradigmáticos . También haremos alusión a otros autores y experiencias concretas para poder completar la comprensión de este movimiento antipsiquiátrico. No se t rata en absoluto de un grupo homo­géneo -e intentaremos durante la exposición referirnos a los aspectos diferenciales-; no obstante podemos señalar como una de las carac­terísticas de grupo que lo sitúan frente a los otros movimientos, una mayor pobreza teórica y un mayor énfasis en la praxis.

En realidad muchas de las tesis sostenidas por este movimiento estaban ya implícitas en la obra de MARX, aun cuando éste no hizo nunca alusión directa a la alienación mental. En sus obras que tratan del origen económico de la alienación ~básicamente «los manuscritos económicos y filosóficos}>, «Las tesis sobre Feuerbach}>, «La ideología alemana» y «El capital»- proporciona un material abundante que va a poder ser usado como base para futuras formulaciones·sobre la aliena­ción. Es por ello que a continuación exponemos algunos de los pensa­mientos de Marx, con la intención de que nos hagamos una idea somera de las posibilidades que tiene su t rabajo para una elaboración posterior. Marx nos dice: «La acumulación de riqueza en un polo es, al mismo tiempo, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, escla­vitud, ignotancia, brutalidad y degradación mental en el polo opuesto .. . » («El capitah> ); «La transformación capitalista del proceso de produc­ción es a la vez el mattirio del productor. . . y la opresión organizada de su vitalidad, de su libertad y de su indenendencia individual}> («El capitah>, I, páJS. 423 ), y sigue diciendo: <<El hombre así, por más que sea un individuo particular .. . , es en la misma medida la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí» («M. E. F.», pág. 147). En la «Ideología alemana» habla de que «las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas domi­nantes .. . , la clase que controla los medios de producción material, con­trola al mismo tiempo los medios de producción mental» (pág . 100). Haciendo alusión a esta línea de análisis iniciada por Marx conchúan los ponentes a la <<Sociogénesis de los trastornos psíquicos» en el XII Congreso Nacional de Neuropsiquiatría refiriéndose. a la alienación eco­nómica : «El mantenimiento supraestructural, superyoico, de esta aliena~

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c1on es el aparato cultural que reprime al individuo impidiendo su florecimiento como tal o abocándolo a la enfermedad» (pág. 51). Resu­miendo para nuestro uso el conjunto de las afirmaciones que anteceden, diríamos que,· a través de las condiciones de trabajo impuestas por el sistema capitalista (u otro sistema montado sobre la propiedad privada) el productor se aliena al no sentirse identificado con su trabajo, lo cual le determina una insatisfacción profunda que puede llevarle a la enfer­medad.

Quienes más claramente trabajan esta línea de pensamiento es el S. P. K. (Socialístisches Patienten Kollektiv) (1) . Veamos cómo lo argu­mentan: «Nos dimos cuenta rápidamente del hecho de que también es insuficiente hablar simplemente de las causas sociales de la enfermedad y simplificar el problema imputando la «culpa» de la enfermedad y del sufrimiento al «malvado capitalismo» ( «Faire de la maladie une arme», página 9). «Hemos partido, empíricamente, de tres hechos:

l. La sociedad capitalista, el trabajo asalariado y el capital. 2. La enfermedad y las necesidades insatisfechas. 3. La categoría de la historicidad, la categoría de la producción»

(fd., págs. 9 y 10). - Tras las consideraciones de que el individuo se encuentra sometido

a la violencia de la sociedad capitalista y que esta violencia surge del enfrentamiento interno de las necesidades de plusvalía del capital y de las necesidades de los individuos, llegan a que, como resultado de todo esto, surge «el síntoma, que es la unidad sensible, inmediata y percep­tible de esta contradicción» (pág. 13 ). Por ello, según sus tesis, <d a enfer­medad es la condición y el resultado de las relaciones de producción capitalistas ... , e? la sola forma de «vida» bajo el capitalismo» (pág. 17). Dado, pues, que la enfermedad queda definida como la constatación más palpable de que el capitalismo existe, es por lo que proponen que, a partir de la toma de conciencia de este hecho, «hacer de la enferme-· dad un arma» (título del libro). En contraposición a esta visión «posi­tiva» de la enfermedad señalan que la salud no sería más que un con­cepto burgués destinado a mistificar la rebelión que la toma de concien­cia del verdadero significado de la enfermedad provocaría en los indi­viduos, quedando de este modo invalidada la experiencia revolucionaria de la enfermedad, que queda transformada en m1 simple defecto bio­lógico.

Hasta aquí la constatación de que la obra de Marx se ha constituido en uno de los fundamentos teóricos de uno de los planteamientos antipsi-

(1) Grupo de 60 pacientes de una clínica universitaria de Heidelberg, que se consti­tuyeron en colectivo a principios de 1970. Estn experiencia te1·min6 bruscamente - tras di­versas vicisitudes-- con la intervención de la Policía, la prensa hizo eco de estos hechos en su día.

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guiátticos más radicales en cuanto a su praxis. Hemos podido seguir el hilo de cómo este pensamiento es desarrollado por el S. P. K. en este intento de salvar el espacio existente entre política y psiquiatría . Podemos identificar los siguientes pasos : relaciones de producción en la sociedad capitalista ~ alienación económica del hombre~ insatisfac­ción profunda ~ alienación mental o enfermedad.

Planteamientos muy paralelos son seguidos por BASAGLIA, aun cuando quizá su cuestionamiento no llega a ser tan radical ni teórica ni prácticamente, así como tampoco llegan tan lejos sus extrapolaciones, desde el mundo político hacia la enfermedad mental. En realidad, BASA· GLIA no llega a negar la enfermedad como proceso morboso; lo que en realidad él plantea es que «desde el momento en que los límites de la norma se han fijado en términos de productividad, la enfermedad mental, como cualquier otro tipo de inferioridad que margine del campo productivo, sólo asume socialmente una significación irreversible y estig­matizante para la clase más pobre y que toda ideología específica - sea del sector que sea- no sirve más que para definir técnicamente la dife­rencia>> («¿Psiquiatría o ideología de la locura?» Cuadernos Anagra­ma, pág. 51). Lo que realmente pesa en la llamada relación terapéutica no es la enfermedad, sino la relación de poder que se instaura entre médico ·y enfermo: «relación en la cual el diagnóstico es puro acci­dente, tma ocasión para crear un juego de poder-regresión gue será determinante en los modos de desarrollo de la enfermedad» ( « ¿Psiauia­trfa o ideología de la locura?», pág. 21 ). Esta relación de poder llega a su entronización cuando se establece en el seno de una institución psiquiátrica, «lo que el ingresado llegará a ser, una vez dentro de la institución psiquiátrica, poco tiene aue ver con la enfermedad que al principio podía aquejarle y auna)le, al contrario, está en relación directa con el carácter de exclusión y de discriminación de la institución cuya función es la de controlar explícitamente unos elementos de perturba­ción social rrue no pueden ser absorbidos en un ciclo productivo» (pá­¡Üna 50, «¿Psiquiatría o ideología de la locura?»). Para BASAGLIA esta división de poder esta división entre unos que saben, poseen, etc., y otros que no saben. no poseen, etc .. sería una constante dentro de nuestra sociedad. de la que el caso de la nsiquiatría sólo sería una mues­tra más dentro de esta constante de violencia y exclusión de unos por ot1·os. Su anatema lanzado contra la psiqui::~ tría y otras formas tecnífi­c~oas relacionadas con la pskolo~ía, viene fundamentada en que todas ellas están dirigidas a «mistificar la violencia a través de la técnica, sin llep,ar a cambiar por ello su propia naturaleza . de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de que es objeto, sin llegar nunca a tomar conciencia de ello. no convertirse a su vez en sujeto de violencia real contra lo que la violenta» (pág. 132 de la «Institución negada»). Recordemos una frase de HEGEL citada por BASAGLIA en el

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Colegio de Médicos en una de sus estancias en Barcelona: «la técnica al servicio del poder se convierte en ideología».

Las mismas formulaciones las encontramos en un manifiesto de la revista «Gardes Fous», de diciembre de 1973, que se titula «Sept The­ses pour une lutte». Veamos algunos párrafos significativos: «la repre­sión de la locura es una necesidad para la burguesía, una necesidad para mantener su orden moral que está siendo muy atacado ... (por lo que es necesario) desvelar la naturaleza clasista de la psiquiatría y sus lazos con el estado y la ideología dominante ... El desarrollo de la psiquiatría bajo la forma de «saber médico» permite atenuar su origen policiaco, pero mantiene y extiende su función bajo la forma sutil y más eficaz de la prevención».

No cabe duda alguna para estos movimientos de crítica psiquiátrica, de la similitud entre la psiquiatría y otras formas de exclusión dentro de nuestra sociedad. La primera propuesta de acción del Programa del «Movimiento de Psiquiatría Democrática» (movimiento nacido en Italia, que est-á compuesto por un número importante de personas relacionadas con la psiquiatría, y que tiene uno de sus líderes más significativos en BASAGLIA) reza así: «Continuar la lucha contra la exclusión, analizando y denunciando los esquemas de actuación en los aspectos estructurales (relaciones sociedad de producción) y supra-estructurales (normas y va­lores) de nuestra sociedad. Esta lucha sólo puede ser conducida mediante una alianza con todas las fuerzas y movimientos que están de acuerdo con este análisis».

Para terminar con la exposición que estamos haciendo de BASAGLIA, hablemos de sus ideas sobre el tratamiento. Partiendo de la base de que para él la «enfermedad» en su sentido estricto es un hecho de segunda @a; es una situación en la que lo que domina es la relacíón de poder y la exclusión. La terapéutica se transforma entonces en una toma de conciencia por parte del enfermo de las contradicciones y mecanismos sociales que le han llevado a su situación de exclusión.

Hablemos de CooPER. El fue quien acuñó el término antipsiquiatría en su libro titulado «Psiquiatría y antipsiquiatría» ( 196 7 ). Comenzó interesándose, junto con LAING y EsTERSON, por el microgrupo que rodea al individuo; concretamente fue objeto de su interés la familia en su interacción con el esquizofrénico. «Para comprender lo que está en juego en la dinámica familiar del esquizofrénico es necesario llevar el estudio hasta la tercera generación y asir allí lo que está en germen como factor psicotizante. En función de su propia historia personal (de ese «accidente» que sobrevino en la relación con sus ascendientes), los padres se encuentran en situación de no poder reservar a su descen­dencia otro lugar que el de esquizofrénico, y éste, dado el lugar que ocupa, es llamado a instituirse como portaestandarte, chivo emisario de un mal que sufre la sociedad. El loco -en esta perspectiva- es aquel

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A. CALAFAT 1 COL. SOCIOG~NESIS EN LA ENFERMEDAD MENTAL 139

que nosotros necesitamos para poder definirnos como sanos de espíritu» (página38 de «Alienación mental i alienación social», artículo aparecido en «Psicosis infantil»). Se trata de extender el diálogo más allá del individuo, y llegar a través del microgrupo, hasta el macrogrupo. Nuestra sociedad burguesa, en opinión de CooPER, está muy in~eresada en que el individuo sólo pueda tener contactos significativos dentro de su microgrupo, pero que se sienta en el más completo anonimato dentro de la gran colectividad; de este modo el individuo, desconocedor de los mecanismos sociales, es incapaz de actuar de modo subversivo. Su obra es un continuo escorzo en este intento de salvar este aparente pero no real antagonismo entre micropolítica y macropolítica. Sanar ya no podrá ser más volver al individuo a su conformismo y miopía de hom­bre normal alienado sino elevarle hacia la trasposición social de un problema personal.

En su último libro, «La gramática de la vida», distingue CoOPER tres tipos de locura, los tres socialmente condicionados. La primera de ellas correspondería a la locura como estigrnatización social, es decir, la producida por una serie de actuaciones más o menos conscientes del grupo en contra de uno de sus individuos, y el ejemplo lo tenemos en la paranoiogénesis, en la que el individuo es sometido a una conspira­ción por las mismas necesidades del grupo, conspiración que le es negada como tal al individuo, sintiéndose por ende cada vez más inseguro e incierto de sus percepciones de persecución, siendo er resultado que la verdadera conspiración es eficazmente escondida, mientras la falsa cons­piración, la «enfermedad paranoide», es forzada a existir. Este tipo de locuta no requiere necesariamente que el individuo o loco vaya a través de un viaje interior significativo.

La segunda forma de locura es la del «viaje interior», en la que el individuo va desde la desestructurante experiencia alienada hacia la reestructurante experiencia no-alienada. En esta forma de locura las personas actuales del grupo tienen mucha menor significación causa­lista que en el caso anterior.

La tercera forma de locura la hallamos en el nivel social de las masas. Es una locura perversa, producida a partir de los hombres nor­males alienados. Es la locura que conocemos bajo diversos nombres dependiendo del momento histórico. Buenos ejemplos son el nazismo, el imperialismo, etc. En último término esta forma de locura se rige por la misma política de los microgrupos como la familia, o sea, la no tolerancia de la autonomía de sus miembros.

En resumen, podemos considerar tres alternativas básicas en nues­tra sociedad. La primera no sería más que la «persona normal alienada}>. En el extremo opuesto se situarían las alternativas de la persona sana y de la loca; la única diferencia entre estas dos últimas posibilidades sería que la persona sana conserva aún las suficientes estrategias de la

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apariencia - pero no de la réalidad conformista- para evitar la e_stig­matización.

Acabaremos nuestra visión de CooPER - aun a sabiendas de que hemos dejado de referirnos a amplios sectores de su obra, tales como sus concepciones sobre lá familia, experiencia de Villa 21 , etc.- citando su visión dél antipsiquiatra como aquella persona que acompaña á la que está de viaje pero ce>n una actitud activa de no-interferencia para que er viaje no se interrumpa.

' Umis palabras· sobre 'DELEUZE 'y GuAT TARI. Como dice su traductor Francisco MONGES (artículo de Tete-eXprés, «El pensamiento como agresión», pág. 1), 19-2-75) : «el libro ("El antiedipo. 'Esquizofrenia y capitalismo») es una maquinaria no metafóriCa que se resiste al resumen y que -pulveriza, disuelve a todo aquel que quiera desmontarla y resu­mirla con el discurso periodístico y no digamos ya si es universitario».

- Ya no nos interesa 'ti-ae.r aquí el ataque de los autores a la psiquiatría tradicional -éste nos lo podemos imaginar- , sino la detracción furi­bunda contrá el psicoanálisis. Esta crítica desde luego no viene a través de las vías que estamos acostumbrádos a oír (por lo menos en nues tros medios). Lo que les iinp'orta a ellos es cómo el complejo de Edipo del análisis freudiano supuso la reducción· de la experiencia del individuo a la constañt~ triangulación papá-mamá-yo. «Al enmarcar la vida del niño en el' Edipo, al convertir las relaciones familiares en la un iversal medición de la infancia, nos condenamos a desconocer la producción del propio inconsciente y los mecanismos colectivos que se asientan sobre e[ inconsciente, ·principalmente todo el juego de la represión originaria de las máquinas deseantes, y del cuerpo sin órganos» ( «Antiedipo», pá­gina 53). Se ácusa al psicoanálisis como un intento de seguir dando éuel1ta de la enfermedad como una cosa individual. reforzándose así, según lós autores, la ideología burguesa represiva. Diciéndolo con sus palabras: «El psicoai1álisis se une a la obra de represión burguesa más general, ,la' que 'consiste en mantener la humanidad europea bajo el yugo de papá-mamá, lo que impide acabar con aquel problema» (pág. 54). Vólviendo al inito ciue dio nombre a la formulación · de FREUD, nos ~-ecuerdan que fúe Lúa quien . mandó alejar a Edipo de sí, mucho antes de que éste le Cliese muerte: «Edipo es .primero una idea de paranoico adulto antes que el sentimiento infantil de un neurótico» (í.dem, pág. 283 ).

La sociogénésis -es entendida como un proceso histórico, sin :fin, SJ.lbyacente a la humanidad, frúto Cle la interacCión constante entre «má­quinas deseantes» y «máquinas sociales». «Si el deseo es reprimido se debe a éiue' toda posición de deseo, por pequeña que sea, tiene motivos para poner en éuestión d orden establecido' de una sociedad: no es que el'deseo sea asociál, sino al contrarío. Es perturbador: no hay J;Iláquina desean te' que pueda· establecerse sin hacer saltar sectores soCiales ente-

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ros ... , ninguna sociedad puede soportar una posición de deseo verdadero sin que sus estructuras de explotación, avasallamiento y jerarquía no se vean comprometidas» («Antiedipo», pág. 121).

Para los autores, « .. . la esquizofrenia es el universo de las máquinas desean tes productoras y reproductoras» ( «Antiedipo», pág. 14 ). «Habría como dos grupos, los psicóticos y los neuróticos, los que no soportan la edipización y los que la soportan e incluso se contentan con ella, evolucionando en ella» («Antiedipo», pág. 129). No obstante, esto no sería completamente exacto: «No hay dos grupos, no hay diferencia de naturaleza entre psicosis y neurosis. Pues de cualquier modo la producción deseante es la causa, causa última ya de las subversiones psicóticas que rompen a Edípo o lo sumergen, ya de las resonancias neuróticas que lo constituyen» ( «Antiedipo», pág. 132).

La riqueza de los contenidos del delirio fascinan a DELEUZE y GuAT­TARI, quienes sé resisten a ver en él una mera reificación de la <<novela familiar»: «Todo delirio posee un contenido histórico-mundial, político, racial; implica y mezcla razas, culturas, continen~es, reinos» ( <<_Antiedi­po», pág. 111 ). Para los autores el delirio es «la matriz general de toda catexis social inconsciente». Ya sea en el polo que ellos denon;Unan «paranoico-fascista -sí, soy de los vuestros, de la clas_e y raza supe­rior- o en el esquizo-revolucionario -no soy de los vuestros, desde la eternidad soy de la raza inferior, soy una bestia, un negro» ( «Antiedi­po», pág. 98)-, el esfuerzo delirante representa un intento de protesta y liberación inscrito en la profundidad de la historia del hombre.

Finalmente, proponen su hilo de Ariadna: «El esquizoanálisis debe desenredar este lío» ( «Antiedipm>, pág. 111 ). · Sobre el sentido del nuevo vocablo (uno más) , nos dicen: «El esquizoanálisis se propone deshacer el inconsciente expresivo edípico, siempre artificial, represivo y reprimido, mediatizado por la familia, para llegar al inconsciente pro­ductivo inmediato .. . El esquízoanálisis no oculta que es un psicoanálisí~ político y social, un análisis militante, y ello no porque· generalice Edipo en la cultura, en las condiciones ridículas mantenidas hasta ahora, sino por el contrario, porque se propone mostrar la existencia de una catexis libidinal inconsciente de la producción social histórica, distinta de las catexis conscientes que coexisten con ella» ( «Antiedlpo~>, pági­na 104).

IV. CoRRIENTE ÉTICO-SOCIOLÓGICA. _- A la cabeza del que hemos venido a clasificar como tercer movimiento antipsiquiátrico está Tho­mas S. SzASZ. Por sí solo ha desarrollado todo un cuerpo doctrinal que realmente consigue una perspectiva distinta de los problemas pro­movidos a partir de la realidad social que es la enfermedad mental. Sus afirmaciones pueden chocatnos en alguna ocasión. por demasiado simples, cuando en realidad se debe a lo claramente que son formuladas.

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No parece posible que tras tantos años de acostumbramiento a tratar estos asuntos de un mismo modo haya alguien que nos diga, no ya con ambigüedades, sino taxativamente, que los hechos son otros y que vivimos en un gran engaño. Esta impresión de contraste creemos viene dada porque SzASZ no realiza un replanteamiento tecnocrático del problema sino que acude a planteamientos morales o éticos de la natu­raleza del hombre.

En la base de su pensamiento existen dos pilares: la sociología y la ética. Pensamos que el gran desarrollo de las ciencias sociales en los Estados Unidos, y especialmente de la sociología de la desviación ha sido lo que ha posibilitado su visión de la psiquiatría como uno más de los instrumentos de control y marginación de la sociedad. No es sorprendente por lo mismo ver cómo otros autores tales como Iván lLLICH puedan realizar afirmaciones parecidas en otros campos de la actividad social. Por otra parte, los planateamientos éticos son los que le permiten desenmascarar la función ideológica de la psiquiatría. A tra­vés de una vuelta a conceptos como libertad, dignidad, autonomía, etc., le es posible rehacer todo el camino y desmantelar formulaciones tecno­cráticas que intentan y logran difuminar o mistificar dichos principios. «Las profesiones médicas y psiquiátricas no sólo ejercen un importante control directo sobre el comportamiento público y la conducta personal, sino que además promueve un sistema ético que ha venido a ocupar la misma posición en nuestra cultura que el que la religión ocupó antes» («Psychol. Today», número de diciembre de 1974, pág. 29). Dentro de la misma línea, pero refiriéndose a la medicina en general, otro inmigrado(*), el ya citado Iván lLLICH, llama la atención sobre algo que él denomina «yatrogenesis ética». Esto es, la «medicalización» cre­ciente del medio y el exceso de producción de la mercancía «higiene» llevan al individuo de nuestra sociedad a privarle de su capacidad de definirse como sano o enfermo y lo dejan a manos de la tecnología mé­dica; «los individuos se ven desprovistos de recursos propios para afron­tar de una manera autónoma estas experiencias clave de la condición humana» («Esprit», junio 1974). SZASZ llegará a decir «hemos llegado al punto en que vemos la vida como una enfermedad que empieza con la concepción y acaba con la muerte, en que se requiere una asistencia

(*) Indudablemente no es simple casualidad que las contradicciones inherentes a la sociedad tecnológica americana -y el sistema capitalista por extensión- hayan sido desve­lados por observadores no nacidos en América. Pensamos que en este sentido la cita que sigue, de J. PIAGET, alcanza ejemplaridad fáctica: «La sociología plantea un problema epis­temológico todavía más grave que la psicología, ya que su objeto es un "nosotros" colectivo tanto más difícil de captar objetivamente cuanto que el sujeto sociológico forma parte de él directa o indirectamente. A1 ser ésta la situación, el sociólogo está constantemente modi­ficado por el objeto de su investigación ya desde su nacimiento ... » (pág. 70).

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experimentada por parte de los profesionales médicos y de la salud mental en cada etapa del camino» («Psychol. Today», pág. 127).

Es por ello, por el empleo de la sociología como instrumento de trabajo y por el recurrir a los principios morales como puntos seguros de referencias, que hemos pensado denominar a esta corriente antipsi­quiátrica movimiento ético-sociológico.

Veamos algunas de sus concepciones sociogenéticas sobre la enfer­medad mental. De entrada hay que dejar bien claro que su preocupación no viene dada por la forma en que los conflictos sociales, económicos o políticos, la estructura familiar, sino por la forma supraestructural en que surge y es usada la formulación de «enfermedad mental». Es decir, ya no se trata de denunciar la mayor morbilidad psiquiátrica de un estrato social determinado, ni tampoco de culpar a la estructura anímica de la sociedad como factor morbígeno de mayor número de enfermos depresivos, sino de llegar a la conclusión evidente de negar llana y clara­mente que exista algo así que se llame enfermedad mental -la metáfora médica «enfermedad mental» que dice T. ScHEFF-, la única forma de existencial real de la enfermedad mental es a nivel de estigma social; estigma que una parte de la sociedad se ve forzada a emplear frente a otra parte. «La enfermedad mental es un mito. En la práctica enfren­tan problemas vitales de orden social, ético y personal. He demostrado, sigue diciendo SzAsz, que en la actualidad la idea de que una persona «tiene una enfermedad mental» es nociva desde el punto de vista cien­tífico, pues ofrece apoyo profesional a una racionalización popular, con­sistente en creer que los problemas vivenciales experimentados y expre­sados en función de sentimientos o signos corporales -o de otros «sín­tomas psiquiátricos»- son significativamente similares a las enferme­dades orgánicas» («El mito de la enfermedad mental», pág. 294 ). Lo que aquí se denuncia es el enmascaramiento de los problemas a través de la utilización de la psiquiatría como ideología; « ... esta ideología no es sino una vieja trampa con nuevos adornos ... , ciertamente cuando la retórica justificatoria con la que el opresor oculta y desfigura sus verda­deros fines y métodos es más efectiva -como lo fue antes el caso por el que la tiranía justificada por la teología y es el caso ahora en que la tiranía es justificada por la terapia-, el opresor logra no sólo subyugar a su víctima sino que además le priva de un vocabulario para articular su victimización, haciéndolo por consiguiente un prisionero incapaz de cualquier tipo de evasión» (pág. 5, «ldeology and Insanity» ). En su libro «La fabricación de la locura» estudia a fondo SzAsz esta equipa­ración de funciones entre inquisición y psiquiatría institucionalizada, de bruja medieval o hereje, y paciente mental moderno y de cómo estos dos personajes cumplen la función de víctimas propiciatorias de la sociedad.

Gran parte de toda esta problemática nace con la asimilación que

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se hizo de enfermedad mental a la enfermedad orgánica. De esta manera la psiquiatría se convierte en una especialidad más de la medicina, y la mente -más o menos confundida con el cerebro- pasa a ser un órgano con la misma propiedad que lo son el pulmón o el corazón y con la que se puede establecer una relación del mismo tipo que el diabetólogo establece con el páncreas (relación con un órgano, no con la persona). Todo esto es falso: «Mente» es una abstracción que nos ayuda a describir ciertas experiencias humanas ... Aunque tenemos un concepto llamado «mente», no se desprende de ello que exista un objeto físico o entidad biológica que se llame así. Si lo creemos así y a partir de aquí tratar la mente como un órgano es cometer un «error categórico» .. . En resumen, pues, el psicoterapeuta observa la gente, no mentes . .. (cuando hablamos de enfermedad) usamos el lenguaje meta­fóricamente y retóricamente y hablamos como el poeta o el político, no como el físico o el científico» (pág. 30 de «The Ethics of Psychoana­lysis» ).

Lo que habría ocurrido aquí, si hacemos caso al sociólogo T. SCHEFF, es que la sociedad tendría previsto cómo actuar ante toda una serie de transgresiones de sus normas, etiquetando a estos transgresores de cri­minales, perversos, borrachos, etc. Pero, ante ciertas conductas, la socie­dad no tendría previsto ningún tipo de rótulo explícito; este tipo de transgresiones, que son denominadas por él «transgresiones de reglas residuales», son las que en ocasiones acaban siendo etiquetadas como enfermedades mentales, mereciendo por ello un tipo de trato especial acorde precisamente a esta idea de enfermedad.

De aquí viene el interés que tiene SzAsz en que la única forma de control social de las personas sea sólo a través de la ley, una ley que respete desde luego los principios democráticos. Una ley que desde luego se niegue a incorporar cualquier principio proveniente de la ideo­logía psiquiátrica. En todo caso lo que él no acepta es la tergiversación y mistificación que se hace de este tipo de cuestiones, obligando por ejemplo al alcohólico a seguir un tratamiento, en lugar de aplicarle sin más una sanción caso de que hubiese incumplido una norma establecida por la ley. Otro tanto ocurrirá con el suicida; lo que no puede ser es que se le interne en contra de su voluntad por considerársele un enfermo y por ende irresponsable de sus actos, .muy distinto es que se le aconseje ayuda psicoterápica y que podamos pensar incluso que dicha ayuda le es indispensable y así se lo digamos.

Es vista como un gran peligro la importancia creciente de la psiquia­tría institucionalizada que convierte la psiquiatría en un monopolio del Estado. Ante este estado de cosas, SzAsz ve dos posibilidades de actua­ción. «Podemos seguir nuestro diálogo con los profesionales ... , pero, más importante aún, podemos exigir que los principios escritos en la Constitución americana sean convertidos en principios realmente operan-

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tes de nuestro sistema de justicia, eliminando aquellas leyes que impiden a los ciudadanos ejercer su autodeterminación sobre sus propias mentes, cuerpos y vidas. Mientras tanto estas leyes existan, no podremos vivir -ciertamente, muchos de nosotros no queremos vivir- como duda­danos libres en una sociedad libre» ( «Psychol. Today», pág. 127).

Consecuentemente con sus ideas, SzAsz es uno de los fundadores del «Board of Directors of the Association for the Abolition of Invo­luntary Mental Hospitalization», organización dedicada a los aspectos legales de los ingresos involuntarios y la denuncia de los hospitales que incumplan sus obligaciones para con sus internados. Los abolicionistas tratan de poner a la luz lo que en la ley no es más que el resultado de intentos bien intencionados de reformistas que enarbolan principios del movimiento de salud mental. La confusión en estos terrenos es grande y los resultados digamos que son imprevisibles cuando se sigue la ley del mal menor; es decir, el pensar que el individuo sale beneficiado de aceptar un tratamiento (y por tanto un diagnóstico) en lugar de la aplicación simple de la ley (aun cuando ésta sea injusta, ya que si es así lo que pertañe es modificarla).

TABLA l.-Evolución de las ideas socio genéticas y socioplásticas sobre la enfermedad mental desde Kraepelin hasta la actualidad.

A. NEGACIÓN FACTORES SOCIOGENÉTICOS Organicismo NEGACIÓN FACTORES SOCIOPLÁSTICOS Etnopsiquiatría

Alienación = enfermedad ( = lesión orgánica de causalidad interna)

B. NEGACIÓN FACTORES SOCIOGENÉTICOS Psiquiatría comparada ACEPTACIÓN FACTORES SOCIOPLÁSTICOS Psiquiatría transcultural

Alienación = enfermedad ( = lesión biológica de causalidad interna, posteriormente modelada por el ambiente o cultura)

C. ACEPTACIÓN FACTORES SOCIOGENÉTICOS Psicoanálisis; psiquiatría ACEPTACIÓN FACTORES SOCIOPLÁSTICOS social; conductismo

Alienación = enfermedad ( = concreción e integración en el indivi­duo de pautas provinientes del ambiente)

D. AcEPTACIÓN DIALÉCTICA FACT. sociOGENÉTicos

ACEPTACIÓN FACTORES SOCIOPLÁSTicOS Antipsiquiatría Alienación = modalidad experiencia! = enfermedad

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146 ANNALS DE i\lEDICI~A

TABLA 2.- Alternativas a una concepczon sistémica de las teorías sociogenéticas.

A. MoDELOS sociOLÓGicos (Obvian el planteamiento intrínseco de la enferme­dad mental)

B. MODELOS PSIQUIÁTRICOS (Parten desde dentro del modelo médico)

l. Sociología «convencional»; sociología de los desviados Estudian factores evidentemente anor­males sin cuestionar intrínsecamente el sistema de valores sociales. Buscan datos correlacionales de valor epide­miológico en instituciones, raza, sexo, cultura, religión, etc. Conceptos de anoqlia, disfunción, conBicto institu­cional, emigración. Autores como PAR­SONS, MERTON, FARis, DUNHAM, DuR­

KHEIM, etc.

2. Sociología de la desviación (y estig­matización) Estudian no tanto los resultados sino los IJlecanismos del proceso de desvia­ción y marginación y cuestionan in­trínsecamente el sistema de valores sociales. Buscan relaciones dialécticas entre individuo - familia - institucio­nes - sociedad. Conceptos de aliena­ción, manipulación, invalidación, es­tigma, etc. Autores como GoFFMAN, BROWN, SCHEFF, BECKER, GABEL.

l. No cuestionamiento del modelo mé­dico Hipótesis sodogenéticas de «emergen­cia» (unidireccional, causalidad y co­rrelacionalidad secundaria o terciaria). Psicoanálisis, psiquiatría social, neo­conductismo, conductismo.

2. Cuestionamiento del modelo médico Hipotesis sociogenéticas de «interac­ción dialéctica». Circuitos de circula­ridad causal y causalidad primaria. ¿ Antipsiquiatría?

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